Guardianes n.1: Weibe Gipfel n

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Relatos cortos de la mano de Jose A. Marchan. Con Javier Benítez como portadista y Abel García como ilustrador de interiores

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Corría, corría como alma que lleva el diablo. Su respiración era agitada, y a su alrededor el temporal arreciaba. El viento redoblaba su intensidad, la nieve golpeaba con más fuerza y la visibilidad se hacía harto complicada. Pero seguía corriendo. Echó un rápido vistazo atrás, no vio a nadie. Al parecer ya no le seguían... Aún así siguió avanzando, aunque sus botas se hundían cada vez más en la estepa blanca. Fue entonces cuando resbaló y cayó ladera abajo rodando como una peonza. La nieve amortiguó su descenso y le congeló los huesos. Cuando finalmente se detuvo, derrotado y agotado, el hombre exhaló una gran bocanada de vaho que se elevó hacia el frío cielo matinal. Se sentía mareado, la cabeza le daba vueltas... Volvió a girarse rápidamente. Nadie... La aparente tranquilidad que había llegado sorpresivamente le llevó a calmarse. Se incorporó, sacudió su abrigo y lo ajustó. Después intentó regular su respiración. Cada inspiración era una puñalada en sus pulmones y el frío era tan intenso que dolía al respirar. Observó a su alrededor. Parecía haber acabado en un estrecho sendero, aunque apenas si podía discernir el camino en que, supuestamente, se encontraba. Todo lo que podía ver delante y detrás era una estepa blanca e infinita. Inmóvil en la senda practicada por el tiempo observó que un tupido bosque y la base de las montañas delimitaban sus flancos. Milagrosamente parecía haber encontrado su destino. Al menos su inicio... Si no estuviese en una situación tan precaria, admiraría la belleza primitiva que le rodeaba. Las Weibe Gipfel eran una frontera natural, inexpugnable y fortalecida por el paso de los años. El final de una cordillera montañosa de continuos picos escarpados y estrechas gargantas de roca, de cimas blancas, zócalos de nieve y faldas nevadas que dan nombre a la cordillera: “Cumbres blancas”. Una visión hermosa, salvaje... y mortífera si no estás preparado. Te ahoga y te liquida al menor descuido. Los cuentos populares y leyendas han agrandado su nombre, con criaturas malignas y extrañas que se aparecían en sus recovecos, que se manifestaban en madrugadas oscuras, en mañanas como aquella... Volvió a la realidad. Refugiándose todo lo posible en su abrigo, se vio forzado a detenerse en medio de la nada. La ventisca era tal que había perdido de vista completamente el pequeño sendero que le dijeron nunca abandonase. Pero sabía que debía continuar hacia adelante en todo caso. Con los ojos entrecerrados y los copos azotando su rostro semi-congelado, el hombre avanzó paso a paso hundiendo sus botas en la nieve y dejando escapar bufidos de sufrimiento. “Un paso, uno más, uno más”, se repetía para sí mismo en lo que parecía una travesía eterna.... Hasta que le pareció ver algo delante de él, a pocos pasos. Una imagen emborronada que permanecía inamovible ante los elementos y que podía ser cualquier cosa. ¿Sería al fin lo que buscaba? Con fuerzas renovadas avanzó y pudo comprobar de qué se trataba. Un lobo, enorme y temible, le observaba con la mirada fija y un ronroneo gutural. Durante unos tensos instantes el hombre sopesó sus posibilidades. Finalmente empezó a retroceder muy lentamente... Por desgracia, un fuerte impacto en la espalda le lanzó al suelo. Allí apenas si le dio tiempo a girar la cabeza para ver qué le había golpeado. Cuando quiso darse cuenta, dos lobos más se habían abalanzado sobre él, dándole dentelladas y tirones. A ellos se unió el primer animal, que vorazmente se encargó de desgarrar su brazo izquierdo. Gritaba, gritaba como alma que lleva el diablo. Los lobos le mordían sin compasión, clavando sus fauces sobre su débil carne y arrastrándolo sobre la nieve. En una de las embestidas el hombre levantó la vista y pudo ver una figura apenas a dos metros de él. Un desconocido le observaba. Alzó la mano destrozada y temblorosa en busca de ayuda, pero el extraño le miró inexpresivo y le dijo: -Sólo soy un eco de tu imaginación.

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Y tal como salieron las palabras de su boca, la imagen desapareció con el ulular del viento. Desesperado y agotado, el hombre dejó caer su rostro sobre la nieve y se abandonó a su suerte, cansado como estaba. Mientras la sangre manaba de sus heridas sus mejillas comenzaron a helarse. Cuando el hombre comprendió que iba a morir, una patética mueca se dibujó en su rostro. Después ya no sintió nada más. Ni tan siquiera escuchó sus propios alaridos, escalofriantes y estridentes, que se perdían entre las montañas. Los lobos devoraron su cuerpo tiñendo la blanca nieve de un carmesí mortal y acabado el festín se perdieron de nuevo en el bosque del que habían salido. La nieve cubrió al hombre. Algo más tarde la ventisca remitió al fin. El sol volvió a lucir tímidamente y algunos metros más allá de donde cayó el hombre quedó al descubierto un cartel parcialmente congelado que rezaba así: “Willkommen zu Vulcania”

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Weibe Gipfel

Guión: Jose A. Marchan Portada: Javier Benítez Ilustración interior: Abel García

Cool Universe http://universocool.blogspot.com

¡¡Y en el próximo número!!