Hablar Callar Silencios - homilía

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Artículo que recoge el arte de saber hablar; considera los elementos para poder expresarse bien (sobre todo en una homilía); buen material.

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PAUTAS PARA LOS EDUCADORES Y AGENTES DE PASTORALHerminio Otero

Hablar, callar, silencios

Quienes están al servicio de la Palabra necesitan aprender a escucharla para después traducirla en palabras vivas y cercanas.

He aquí algunas claves que nos ayudarán en la tarea de saber hablar y saber callar. Cada educador, cada catequista, ha de saber estar al lado de su grupo para acompañarlo y guiarlo en cada momento.

Dispone para ello de múltiples recursos. Pero tiene también dos armas contundentes: el silencio y la palabra.

Saber hablar convertirá tu presencia continuada en un testimonio vivo; saber callar te transformará en testigo que escucha, acoge y cuestiona. Por eso tendrás en cuenta que manejar la palabra es un arte, pero manejar el silencio lo es más. Esto no es fácil, pero se puede aprender. Recordamos las claves fundamentales a partir de la estructura de la información en general y de las leyes de la comunicación humana en particular.

Saber callar

Quienes están al servicio de la Palabra han de saber aprender a usar la palabra adecuadamente. En concreto y antes de nada, aprenderán a callar.

Sabrán callar para escucharse a sí mismos y sobre todo para escuchar a Dios, que habla a través de la vida, por medio del grupo, y cuyas voces sólo se detectan desde el fondo del corazón. Habla mejor de Dios quien más y mejor le ha escuchado antes.

Sabrán callar para escuchar a los demás: no sólo lo que dicen sino lo que quieren decir; no sólo lo que hablan, sino lo que hay detrás de lo que hablan; no sólo lo que hacen, sino lo que se esconde detrás de lo que hacen o callan. Todo lo que se dice o se hace en el grupo es significativo.

Sabrán callar, en ocasiones, para controlar la situación y evitarse problemas. «La mejor palabra es la que queda por decir».

Sabrán callar para poder hablar adecuadamente y en el momento oportuno. No consiste en decir muchas cosas, sino mucho en poco y en el momento adecuado.

Sabrán callar momentáneamente y hacer las pausas adecuadas para ganar tiempo, motivar, suscitar el interés... Así lograrán que todos participen y les sigan sin llegar a hacerse

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pesados.

Sabrán callar oportunamente para hacer silencio y lograr que los otros lo hagan y así todos puedan escuchar: a sí mismos y a los demás.

Saber hablar

Quienes están al servicio de la Palabra no pueden prescindir de las reglas que rigen la palabra humana. En concreto y por encima de todo, aprenderán también a hablar de manera eficaz:

Sabrán hablar después de haber callado. Y lo harán en una doble dirección: hablar en nombre de Dios (como profeta) y hablar en nombre propio (dando la cara).

Sabrán hablar en el momento y en la forma adecuados: hablar con sencillez para no hacerse pesados y hablar con claridad sin callarse cuando hay que hablar.

Sabrán hablar de sí mismos comunicando su experiencia y a la vez sin darse importancia: darán testimonio de lo que viven hablando en nombre propio.

Sabrán también hablar de los demás: recalcarán sus aspectos positivos, sembrando la esperanza y contagiando optimismo.

Aprender a hablar

Quienes están al servicio de la Palabra aprenderán también a hablar sirviéndose de las reglas que rigen a la palabra humana.

Por ello, según la situación, variarán la entonación, el tono, el matiz, el volumen, el ritmo y la velocidad al hablar.

Volumen: la mayor parte de la gente habla demasiado bajo. Conviene hablar más fuerte de lo que habitualmente se haría para mantener una conversación con una persona situada en la última fila. Pero siempre sin atronar ni invadir con la voz.

El tono y la inflexión de la voz reflejan los sentimientos propios. Ellos harán que aparezcamos como felices, sinceros, serios, sarcásticos... O reflejarán emoción, amenazas... Conviene ser consciente de ello para darnos cuenta de los sentimientos que expresamos y expresar los que queramos.

La entonación influye determinantemente en la captación de la atención. Utilizar el mismo tono desencadena apatía y aburrimiento en el auditorio. Variar la entonación da más vida y animación a lo que se dice.

Cadencia. Existe una fuerte tendencia a hablar demasiado deprisa. Cuando hablamos es fundamental dar tiempo al auditorio para que asimile y procese la información. Conviene hablar más despacio que en una conversación normal.

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La fuerza del silencio

Quienes están al servicio de la Palabra sabrán que el silencio tiene fuerza y lo usarán adecuadamente empleando las pausas en los momentos oportunos. Éste es uno de los medios más eficaces para comunicar un mensaje y mantener la atención.

Para qué. Podremos utilizar las pausas con los siguientes objetivos: acentuar las ideas clave; añadir impacto a una declaración: resaltar lo que se acaba de decir o lo que se va a decir; permitir que la gente piense sobre lo que hemos dicho; sustituir malos hábitos («eee», «de acuerdo»): cuando nos venga ese momento, se puede decir por dentro, haciendo una pausa; mantener el control sobre el grupo, especialmente cuando la gente se distrae; estimular la participación.

Cuándo. Utilizaremos las pausas: antes de comenzar a hablar; antes y después de los puntos importantes; entre diferentes ideas; después de que alguien haga una pregunta (ahí se gana tiempo para la res-puesta); cuando dos personas del grupo hablan entre ellas molestando al resto; cuando la gente deje de reírse después de un comentario jocoso, por ejemplo.

Cuánto tiempo. ¿Durante cuánto tiempo haremos la pausa?

Durante el necesario: hay que aprenderlo y no es nada fácil. La práctica ayudará a ello. El caso es tenerlo en cuenta. Téngase en cuenta que las buenas pausas suelen ser más largas de lo que creemos necesario. Sin pasarse, claro.

En cualquier caso, no hay que tener miedo al silencio (quien más lo teme suele ser el animador y por eso habla).

A la vez se mantendrá el contacto con otros signos de comunicación no verbal: sonrisa, contacto visual, presencia relajada y sin movimientos que denoten inseguridad o nerviosismo...

Interpretar los silencios

Además de lo que hemos dicho de las pausas, conviene que el animador aprenda a interpretar y manejar los silencios del grupo, que tantas veces nos ponen nerviosos y nos hacen... hablar. Decimos: «Como ellos no hablan, tengo que hablar yo». La solución es la contraria: «Como ellos no hablan, yo callo» (e interpreto su silencio). Para eso es necesario reconocer y diferenciar –con Myers y Myers– las once clases de silencio en la comunicación no verbal. Ante cada uno de ellos la respuesta del animador ha de ser distinta.

Señalamos algunos gestos (sólo algunos) que acompañan a cada tipo de silencio y añadimos algunas claves, muy generales, que el educador puede tener en cuenta para mantener, cambiar o aprovechar –y gestionar– ese silencio.

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Comunicar en público

A la hora de trabajar en grupo y comunicar lo que queremos, tendremos en cuenta las reglas para comunicar en público. De las muchas que existen, recogemos algunas provenientes de la comunicación y que implican a toda la persona, más allá de la palabra. Las extractamos de T. Álvarez y M. Caballero:

1. Conoce a fondo lo que quieras comunicar. Esto te dará confianza en ti mismo y ayudará a responder las cuestiones que te pudieran presentar. Prepara la comunicación. Es el primer paso, indispensable y primordial.

2. Cree lo que estás diciendo. Si sabes que mientes, se te acabará notando. Si no puedes decir la verdad, calla. Si aún así tienes que defender algo mal defendible, busca un sistema que te evite la confrontación. Controla el producto.

3. Habla con nitidez. Usa un lenguaje claro. Evita rebuscamientos y palabras largas. No utilices metáforas ni alegorías. Todo lo que entretiene al oyente quita penetración al discurso. Los circunloquios, los tecnicismos, los cultismos son como los elementos de rozamiento que disminuyen el alcance de un proyectil que es nuestra palabra. Evita aburrir con el lenguaje.

4. Inicia tu exposición con una frase corta, con el mensaje que quieres hacer llegar. Vuelve a soltar ese mensaje varias veces durante la exposición. El subconsciente de quien te escucha captará que la idea que has repetido es la más importante y acabará recogiéndola.

5. No transmitas un mensaje excesivamente denso. Si tienes mucho que decir, hazlo en varias veces. Cuando se sueltan mensajes con mucha densidad no suele captarse más que una minoría.

6. Busca siempre una imagen. Usa imágenes, cuenta un ejemplo. Estamos en la cultura audiovisual y todo lo que no tiene imagen es secundario.

7. Respira tranquilo. Habla despacio. No des imagen de precipitación ni nerviosismo. Ten una presencia correcta, pero no te pases de figurín. Sé una persona normal.

8. Ten previstos los imprevistos. Prevé con antelación las preguntas más difíciles que te pueden hacer. Prepara las respuestas. Aprende a contestar en positivo, escabulléndote de una dificultad. Evita ser desconsiderado o quedarte sin respuesta.

9. No atiborres a los oyentes con datos técnicos. Evita también excesivos calificativos, oraciones subordinadas y muletillas reiterativas. La gente necesita entender el mensaje simple y sencillo.

10. Sé amable con todos. Conseguirás más fácilmente derribar muros con la amabilidad que con la incontinencia y la ira.

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En este oficio, cada medio es un reino independiente, y se consiguen más halagos con el afecto, e incluso con una inteligente adulación, que con el temor. No conviene el enfrentamiento; tampoco sirve confiarse.

Tipo de silencio Gestos que lo acompañan Actitud del educador

1. Silencio de la persona tensa.

Aprieta los dientes para que no se escape su ira o frustración. Aprieta también los dedos de la mano que convierte en puño.

Sonreír sinceramente. Atender a las posibles causas.

2. Silencio de la persona que está escuchando con atención.

Inclinación del cuerpo hacia la fuente emisora. Movimiento de los ojos y concentración de la vista, cabeza inclinada (en una conferencia).

Mantener adecuadamente el contacto visual. Aprovechar la entonación, cadencia y ritmo...

3. Silencio de la persona callada por aburrimiento.

Vista perdida, distracción con objetos cercanos. Inclinación de la cara y apoyo en la propia mano.

Realizar movimientos o pausas llamativas. Cambiar ritmo de intervención.

4. Silencio de la persona muy cortada, que no sabe qué decir.

Puede ruborizarse. Se encoge como para esconderse... Mantener gestos de acogida: mirada sin avasallar, inclinación de cabeza, sonrisa, palmas mostradas...

5. Silencio de la personapensativa.

Mano en la barbilla, movimiento de inclinación de lacabeza...

Acomodarse a su ritmo, mantener laspausas adecuadas...

6. Silencio de la personaque no entiende

Se recoge en sí misma o puede hacer ademán de preguntar, según los casos.

Volver a conectas (comentarios, gestos...) o atender a sus inquietudes.

7. Silencio de la persona contemplativa. Con gestos múltiples en los casos siguientes:

Actitud reverente: ante un superior, lugar sagrado o desconocido, ante una desgracia o catástrofe...Actitud meditativa: ante una situación que preocupa, para resolver un problema, para interiorizar...Actitud contemplativa: goce, desbordamiento interior, conexión con una realidad más profunda...

Silencio y conexión interna. Espera paciente. Ligero contacto de aceptación y afecto o distancia cercana de acogida y respeto.

8. Silencio de la persona dogmática con el que termina sus aseveraciones.

Golpes de efecto, pausas y tonos estudiados... para que nadie pueda hablar, contradecir ni casi pensar... al menos algo distinto.

Cuestionar lo dicho expresando con suavidad pero con seguridad los propios sentimientos u opiniones.

9. Silencio de la persona que «se encuentra» con otra.

Quienes están abrazados y no tienen necesidad de decirse nada porque así lo tienen casi todo. Quienes después de muchos años de convivencia no tienen necesidad de decir nada porque ya está todo dicho y existe una comunicación silenciosa y profunda...

Aprovechar el contacto personal sincero y franco. Contacto ocular y gestos de acogida. Abrazoterapia.

10. Silencio de la persona que manifiesta pesar: sobran las palabras.

Los contactos corporales, sin embargo, son mucho más frecuentes. El silencio reverente ante la misma situación es más distante.

Mirar, callar, escuchar, acoger... Mantener la distancia adecuada, y mantenerse a la espera.

11. Silencio de la persona que desafía.

En las actuaciones tensas, cuando se puede oír el zumbido de una mosca y las espadas están en alto. Cuando se supera, puede terminar en una situación de «calma tensa».

Mantener el contacto visual... Dar el tiempo para que se sedimenten las cosas...