HappyEnd, cómo el humor nos salvará - Vaivén Producciones · La crisis, por la que transitamos...

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HappyEnd, cómo el humor nos salvará Un espejo sincero y a la vez deformado Publicado el Jueves 4 de diciembre de 2014, a las 00:04h HappyEnd Foto: M. Díaz de Rada, cortesía de Vaivén Producciones. Leticia Castelo – la República Cultural.es Es innegable que vivimos tiempos difíciles. La crisis, por la que transitamos hace ya más de seis años, parece no tener fin. Se ha convertido en tema recurrente en diferentes plataformas de expresión: lienzos, composiciones musicales, fotografía, escenarios, medios de comunicación y hasta en conversación habitual de vecinos y familiares. Está y forma parte de la idiosincrasia española de los últimos tiempos. ¿Cómo abordar una ©ruda realidad desde las tablas arrancando una sonrisa y dejando un poso de reflexión?

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HappyEnd, cómo el humor nos salvará Un espejo sincero y a la vez deformado

Publicado el Jueves 4 de diciembre de 2014, a las 00:04h

HappyEnd

Foto: M. Díaz de Rada, cortesía de Vaivén Producciones.

Leticia Castelo – la República Cultural.es

Es innegable que vivimos tiempos difíciles. La crisis, por la que transitamos hace ya más de seis años, parece no tener fin. Se ha convertido en tema recurrente en diferentes plataformas de expresión: lienzos, composiciones musicales, fotografía, escenarios, medios de comunicación y hasta en conversación habitual de vecinos y familiares. Está y forma parte de la idiosincrasia española de los últimos tiempos.

¿Cómo abordar una ©ruda realidad desde las tablas arrancando una sonrisa y dejando un poso de reflexión?

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Vaivén Producciones, con una irremediable pulsión de contar lo que pasa a su alrededor, lleva su inquietud más humana al extremo y, a través de un humor negro y absurdo, nos guía por diversas cuestiones sociales, morales y éticas que hacen que nos miremos a un espejo sincero y a la vez deformado. “Como un esperpento de nuestros días”, así define la obra Ana Pimenta, actriz y directora de producción del montaje; HappyEnd se convierte en una acertada exageración de la realidad que nos permite acceder a lo más auténtico y particular del ser humano. Como la vida misma, que depende del cristal con el que se mire.

La función no tiene un momento en el que espectador pueda acomodarse; el viaje al que nos someten sus personajes (verdaderos, entrañables y muy humanos), establecen una empatía feroz que nos hace plantearnos quién no podría ser uno de ellos. Mediante una refrescante vuelta de tuerca al, ya algo desgastado, concepto de crisis, la obra nos lleva a las profundidades de una asociación nacida en los albores de la recesión económica y que, en un utópico futuro donde todo parece enderezarse, se enfrentará a un punto de inflexión en su trayectoria. Una cuidada escenografía y una estética con aires melancólicos, aporta la decadencia del momento y va de la mano con las circunstancias dramáticas del montaje.

Una obra con una estructura de corte clásico pero que sorprende con valentía, atrevimiento y un afilado sentido del humor, tratando temas tan controvertidos como el derecho a una muerte digna, la familia, la honradez y la moral humana.

Un canto a la vida y un homenaje a la elección de vivirla.

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JUEVES, 4 DE DICIEMBRE DE 2014 GUIA DEL OCIO

HAPPY END Sala: Cuarta Pared Autor: Vaivén Producciones, a partir de un texto de Borja Ortiz de Gondra (eso dice el programa de mano) Director: Iñaki Rikarte Intérpretes: Xabi Donosti, Garbiñe Insausti y Ana Pimenta Duración: 1.35'' Información práctica (el enlace no operativo puede significar que la función ya no esté en cartel)

Insausti, Donosti y Pimenta. HappyEnd de Vaiven Producciones a partir de un texto de Borja Ortiz de Gondra es un texto inteligente. Deduciría, a bote pronto, de la coparticipación de la compañía en su creación, que la forma final está directamente encaminada a permitir el tipo concreto de puesta en escena que han planteado. Aunque así sea, resulta que la característica más atractiva del texto tal y como lo oí es su gran versatilidad. Prácticamente las mismas palabras darían para una comedia de corte comercial o, en el extremo opuesto, para un enfoque... ¿cómo lo llamo ahora? Pongan vanguardista, que nos entendemos todos. Con alguna ligera variante, podría montarse hasta un drama de narices. Debo subrayar que esto de la versatilidad del texto lo digo como ELOGIO.

Rikarte lo ha dejado en un término medio entre comedieta y lo que podría ser -llevado más allá- sofisticado ejercicio de estilo (como aquella Gris mate que dirigió hace unos años), una tierra de nadie bastante más difícil de transitar de lo que a simple vista puede parecer. Hay que evitar, por una parte, el excesivo regodeo en el chiste -una tentación irresistible- y, por otra, la deriva radical hacia el antirrealismo, que también es peligrosamente adictiva: pide más en cada escena. Se han contenido ambos impulsos, y yo diría que el texto se encuentra muy cómodo en el lugar que le han hecho ocupar.

Xabi Donosti

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Los tres actores exhiben una inmersión en el texto y los personajes (¿cuánto tiempo llevan haciéndolos?) que se puso especialmente de manifiesto en mi función, cuando salieron perfectamente airosos de un percance escenográfico. Tan airosos que hubo un segundo de desconcierto en el público, que se preguntaba si la rotura de la manilla de la puerta era un incidente imprevisto o un detalle de la historia. Esto les parecerá quizá una bobada, pero no lo es. Cuando el intérprete está buceando realmente en lo más profundo del personaje, los errores -o cualquier suceso no previsto- se integran. Siempre pongo el ejemplo de Rodolfo Cortizo en La última cinta de Krapp que, ante el llanto lejano de un niño, inclinó la cabeza ligeramente para escucharlo mejor. Es lo que hubiera hecho el personaje.

Ana Pimenta

A veces, unas cosas me recuerdan a otras, y el resto de mis congéneres cree que tengo problemas neurológicos. En este caso, y no sé por qué, el montaje me recuerda a Los cazadores de thé, dirigida por Hernán Gené y vista en el mismo lugar. Puede ser un cierto parentesco entre el Gené actor y Xabi Donosti, pero ya les digo que es posible que quienes lean esto y hayan visto a ambos duden de mi cordura. Donosti da el tipo perfecto de individuo pusilánime y dependiente de su madre, con un sesgo interpretativo en el que es evidente el humor vasco, esa compleja amalgama de sorna, brusquedad y ternura subterránea casi olvidada durante decenios por el imaginario colectivo de los españoles y recuperada ahora (parece) a partir de Ocho apellidos vascos. Ahí se mueve también Ana Pimenta, que no concede ni un asomo de media sonrisa hasta segundos antes del final, haciendo buena la máxima de mi amiga A., profesora y (atentos) vasca: el secreto es parecer una bruja durante todo el primer trimestre, sonreír algo durante el segundo y no aflojar hasta el tercero. Esto decuplica, como es obvio pero a menudo se olvida, cualquier efecto cómico (como el de "ostia, que fresco de repente", y cito de memoria). Ya sé que es un tópico, pero no puedo evitar repetir que hay mucho talento desparramado que pocas veces tiene la oportunidad de mostrarse en Madrid. En resumen, una buena función, una pieza entretenida y bien montada, con la punta de acidez que los tiempos parecen demandar. Simpático el doble final.

P.J.L. Domínguez

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A GOLPE DE EFECTO_ ESTRELLA SAVIRON

La compañía Vaivén Producciones muy conocida en los escenarios, vuelve a Madrid para

presentarnos su última propuesta, Happy End. Una simpática comedia negra creada a partir de un

texto de Borja Ortiz de Gondra con dirección de Iñaki Rikarte e intérpretada por Xabi Donosti,

Garbiñe Insausti y Ana Pimenta.

A pesar de que la temática pueda parecer a priori algo lúgubre, es todo lo contrario, estamos ante

una oficina clandestina donde se ayuda a la gente a pasar a ‘mejor vida’ en una estructura de

cadena, es decir, primero ayudas a una persona a suicidarse y luego el siguiente en la cadena te

ayudará a ti, escogiendo la forma en que se quiere abandonar este mundo de un catálogo de lo más

variopinto. Eso sí, para optar a esta servicio hay que cumplir una serie de normas éticas

inquebrantables. Sin embargo, la mejora de la economía y el asomo de los brotes verdes, hace que

las personas dispuestas a suicidarse disminuyan rompiéndose la cadena.

Happy End está en crisis, ¿Quién asistirá a la persona que actualmente requiere los servicios para

su final feliz?. A partir de aquí surgen una serie de sucesos cómicos, ácidos y bastante negros

que sin frivolizar sobre la naturaleza humana ni sobre el suicidio, crean un argumentario capaz de

captar la atención y la empatía del espectador.

Garbiñe Insausti es la directora de la agencia, su interpretación es correcta y creíble, una

interpretación que añadida a su vestuario y a la estética de la lograda escenografía consigue un aire

retro muy efectivo. Y aunque el trabajo de Garbiñe es bueno, son mucho más agradecidos los

personajes de los clientes suicidas Xabi Donosti y Ana Pimenta, que dan mucho más juego,

simplemente por su propia idiosincrasia.

Parece claro que incluso en momentos de crisis, desgracias humanitarias, etc., existen personas que

sacan beneficio, unos más honestamente que otros, en Happy End subyace la idea de un negocio

que nace por la crisis para dar respuesta a la desesperación de la gente, personas que no son

capaces de ver la luz al final de túnel. Y así, con esta oficina tan surrealista Vaivén

Producciones pone voz al desesperado de una forma creativa, original y con trasfondo social.

Desde el comienzo de la obra el conflicto ético está presente sin embargo y se va manteniendo a lo

largo de toda la obra, dando paso a un desenlace jocoso, simpático y divertido a la par que

original. Y así llegamos al final, algo triste pero con cierto grado de humor negro, pero no importa, si

ves que no te convence no hay problema, hay otro final, efectivamente dos finales para todos los

gustos, para los más realistas y para los más optimistas, pero con cualquiera de ellos se mantiene la

sensación de haber pasado muy buen rato con una obra que deja poso, simpático y agradable.

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CRÍTICA | HAPPY END

El arsénico, ¿solo o con soga? JAVIER VALLEJO 22 DIC 2014 - 14:36 CET

Escena de la obra 'Happy End', dirigido por Iñaki Rikarte. De izquierda a derecha, Garbiñe Insausti, Xabi Donosti y Ana Pimenta. / MANUEL DIAZ DE RADA (EL PAÍS)

El suicidio, guarnido con humor negro, en un contexto de repliegue moral y de servidumbre crediticia. Happy End, refundición colectiva de una obra de Borja Ortiz de Gondra, es un retrato velado, satírico, solanesco y berlanguiano de la España de la burbuja inmobiliaria inducida, de los salarios desinflados y de la deuda estratosférica. El título, que ironiza sobre la costumbre, tan castiza, de barnizar los negocios caseros con una pátina de respetabilidad anglosajona (no hay inmobiliaria española nueva que no lleve impresa la coletilla Real Estate ni preparador que no se refiera a sí mismo como coach), es el nombre de una asociación cuyo fin es proporcionar asistencia técnica a quienes deciden anticipar el final de sus días.

Happy end

A partir de un texto de Borja Ortiz de Gondra. Luz: Xabier Lozano. Música: Iñaki Salvador. Escenografía y vestuario: Ikerne Giménez. Dirección: Iñaki Rikarte. Vaivén Producciones. Zarautz (Guipúzcoa), Casa de Cultura: 28 de diciembre. Gernika (Vizcaya), Lizeo Antzokia: 16 de enero. Torrejón de Ardoz (Madrid), Teatro José María Rodero: 24 de enero. Teatro Barakaldo (Vizcaya): 31 de enero.

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Gabriela, su alma mater, es la nieta bonita de las simpáticas octogenarias asesinas de Arsénico y encaje antiguo, y Ainhoa, su ángel apocalíptico, una versión femenil del cenizo Don Pésimo, inspirado personaje de Escobar, aunque la relación jerárquica entre ambas recuerda a la que mantiene el sanguinario Sweeney Todd con la truculenta señora Lovett.

Martín, tercera pata del banco, es el infeliz que contrapuntea la letal melodía de tan divertido y siniestro dúo. A través de su peripecia macabra, Happy End satiriza a las personas que lo ponen todo perdido de optimismo y a quienes lo ven todo color lignito, a los que visten de eufemismos la desabrida realidad sociolaboral y a los que hablan de brotes privativos de la economía financiera como si fueran a reverdecer la economía doméstica por contagio.

El humor absurdo de la función, de raigambre norteña, es primo hermano del que gastan los grupos teatrales vascos (desde Legaleón-T hasta el treviñés Zanguango), pero también del humor del primer Mihura (que tuvo su época donostiarra) y del de los Azcona y Marco Ferreri de El cochecito. Iñaki Rikarte, su director, ha pautado y puntuado certeramente los gags y ha impreso el gen de la verosimilitud en el cromosoma del disparate. Interpretada por Ana Pimenta (Ainhoa) y Garbiñe Insausti (Gabriela) con una contención que se va demostrando poco a poco muy beneficiosa y por Xabi Donosti en un estilo más expresivo (lo cual crea un contraste afortunado), Happy End tiene efectos vasodilatadores, miorrelajantes y euforizantes, aunque no lo diga en el prospecto. El final dúplex (a la manera de La ópera del mendigo y de La ópera de perra gorda) es una guinda amarga, seguida de otra en almíbar.

Hay que celebrar que en el lapso de unos meses se hayan estrenado tres espectáculos en torno al suicidio (a cual mejor), de géneros diversos: la sátira (Happy End), la comedia romántica y de costumbres (norway.today) y el teatro testimonio (No me voy a suicidar, saltaré sobre mi tumba), porque abren debate sin miedo sobre la primera causa de muerte violenta en España (en 2012 sumamos diez suicidios diarios, sin que eso tenga el eco merecido, por miedo a un efecto de emulación más que dudoso).