Historia de Las Ideas Políticas II

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Carlos Valentín García-Ochoa Historia de las Ideas Políticas II Centro Asociado Madrid-Sur 1 HISTORIA DE LAS IDEAS POLÍTICAS II TEXTO 1. ADOLFO HITLER: LA RAZA COMO BASE DE LA CULTURA. «Todo lo que tenemos hoy día ante nosotros de civilización humana, de productos de arte, de la ciencia y de la técnica es casi exclusivamente el fruto de la actividad creadora de los arios. Este hecho permite sacar en conclusión por reciprocidad, y no sin razón, que ellos han sido los únicos fundadores de la humanidad superior y, por consecuencia, representan el tipo primitivo de lo que nosotros entendemos con el nombre de «hombre». El ario es el Prometeo de la humanidad. Si se le hiciese desaparecer, una profunda oscuridad descendería sobre la tierra; en pocos siglos la civilización se desvanecería y el mundo se convertiría en un desierto». Adolfo Hitler. Mi lucha. Análisis El autor, Adolf Hitler (1889- 1945), fue el fundador y líder del Partido Nazi y dirigente de Alemania durante el período 1933-1945. Su principal aportación como teórico fue la obra a la que pertenece este texto, Mi lucha (1925), en la que explica los problemas de la Alemania de la primera posguerra mundial y da su particular visión sobre las soluciones que se podían aplicar para conseguir una posición de primacía mundial. Sus conclusiones achacan los males a los elementos “extranjeros” que se habían instalado en la nación y que habían impuesto formas de gobierno e instituciones extrañas a la tradición germana. En este contexto, los arios, que son los únicos verdaderos alemanes, deben retomar el mando de su Estado, eliminar a dichos elementos extraños y gobernarse según los modelos tradicionales germanos. Realmente el pensamiento hitleriano aúna elementos diversas corrientes que alcanzan gran popularidad durante finales del siglo XIX y la primera mitad del XX, por lo que carece de la originalidad y la profundidad de los grandes pensadores políticos. A pesar de esto, debido a que tuvo la oportunidad de aplicar gran parte de sus medidas en los doce años que estuvo al mando de Alemania y a que los hechos que tuvieron lugar en estos años marcaron profundamente la historia posterior, Hitler se ha convertido en una referencia fundamental para comprender el desarrollo del siglo XX y de ciertos conceptos clave como el racismo, el totalitarismo o el nacionalismo étnico. Este análisis pretender captar las principales ideas que contiene el texto, relacionarlas con las fuentes que inspiraron al autor e intentar explicar cómo estas ideas influyeron en el desarrollo de las políticas hitlerianas. El fragmento analizado trata varios de los aspectos centrales del pensamiento hitleriano. En primer lugar, todo el texto está impregnado de una concepción racial del desarrollo de la historia humana, que quizá sea lo más destacable de toda su obra. En segundo lugar y relacionado con lo anterior, aparece el nacionalismo cultural, idea que en Alemania logra una gran relevancia en estos años y que Hitler llevará hasta sus máximas consecuencia. En tercer lugar, la concepción de la nación, que impone sus intereses sobre los de los individuos. Para terminar, todo el texto rezuma la idea de que nueva sociedad traería consigo la creación de un “hombre nuevo”, que en el caso hitleriano sería el regreso a los arios que gobernaron el mundo y produjeron todo progreso reseñable que había tenido lugar durante la historia humana. En la primera oración del pasaje encontramos una buena síntesis de lo que significaba la raza en el ideario hitleriano y la relación que esta tenía con la Historia humana. Ser ario significaba pertenecer a una raza superior, que tenía la obligación histórica de primar sobre las demás para

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HISTORIA DE LAS IDEAS POLÍTICAS II

TEXTO 1. ADOLFO HITLER: LA RAZA COMO BASE DE LA CULTURA.

«Todo lo que tenemos hoy día ante nosotros de civilización humana, de productos de arte, de la ciencia y de la técnica es casi exclusivamente el fruto de la actividad creadora de los arios. Este hecho permite sacar en conclusión por reciprocidad, y no sin razón, que ellos han sido los únicos fundadores de la humanidad superior y, por consecuencia, representan el tipo primitivo de lo que nosotros entendemos con el nombre de «hombre». El ario es el Prometeo de la humanidad. Si se le hiciese desaparecer, una profunda oscuridad descendería sobre la tierra; en pocos siglos la civilización se desvanecería y el mundo se convertiría en un desierto».

Adolfo Hitler. Mi lucha.

Análisis

El autor, Adolf Hitler (1889- 1945), fue el fundador y líder del Partido Nazi y dirigente de Alemania durante el período 1933-1945. Su principal aportación como teórico fue la obra a la que pertenece este texto, Mi lucha (1925), en la que explica los problemas de la Alemania de la primera posguerra mundial y da su particular visión sobre las soluciones que se podían aplicar para conseguir una posición de primacía mundial. Sus conclusiones achacan los males a los elementos “extranjeros” que se habían instalado en la nación y que habían impuesto formas de gobierno e instituciones extrañas a la tradición germana. En este contexto, los arios, que son los únicos verdaderos alemanes, deben retomar el mando de su Estado, eliminar a dichos elementos extraños y gobernarse según los modelos tradicionales germanos. Realmente el pensamiento hitleriano aúna elementos diversas corrientes que alcanzan gran popularidad durante finales del siglo XIX y la primera mitad del XX, por lo que carece de la originalidad y la profundidad de los grandes pensadores políticos. A pesar de esto, debido a que tuvo la oportunidad de aplicar gran parte de sus medidas en los doce años que estuvo al mando de Alemania y a que los hechos que tuvieron lugar en estos años marcaron profundamente la historia posterior, Hitler se ha convertido en una referencia fundamental para comprender el desarrollo del siglo XX y de ciertos conceptos clave como el racismo, el totalitarismo o el nacionalismo étnico. Este análisis pretender captar las principales ideas que contiene el texto, relacionarlas con las fuentes que inspiraron al autor e intentar explicar cómo estas ideas influyeron en el desarrollo de las políticas hitlerianas.

El fragmento analizado trata varios de los aspectos centrales del pensamiento hitleriano. En primer lugar, todo el texto está impregnado de una concepción racial del desarrollo de la historia humana, que quizá sea lo más destacable de toda su obra. En segundo lugar y relacionado con lo anterior, aparece el nacionalismo cultural, idea que en Alemania logra una gran relevancia en estos años y que Hitler llevará hasta sus máximas consecuencia. En tercer lugar, la concepción de la nación, que impone sus intereses sobre los de los individuos. Para terminar, todo el texto rezuma la idea de que nueva sociedad traería consigo la creación de un “hombre nuevo”, que en el caso hitleriano sería el regreso a los arios que gobernaron el mundo y produjeron todo progreso reseñable que había tenido lugar durante la historia humana.

En la primera oración del pasaje encontramos una buena síntesis de lo que significaba la raza en el ideario hitleriano y la relación que esta tenía con la Historia humana. Ser ario significaba pertenecer a una raza superior, que tenía la obligación histórica de primar sobre las demás para

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asegurar el buen funcionamiento del mundo. Para Hitler, ellos «han sido los únicos fundadores de una humanidad superior», es decir, no es que sea mejor para los arios lograr una posición que les permita gobernar el mundo, sino son los únicos capaces de salvar al mundo de la barbarie por lo que están urgidos por razones históricas a retomar el mando de la humanidad para asegurar la civilización. Este buceo en una particular visión histórica basada en términos raciales tiene un gran auge en la Alemania de finales del siglo XIX dentro de la llamada cultura Völkisch, un movimiento ideológico que resalta el papel de la comunidad popular, que aglutina a toda la nación, y que tiene gran interés por lo indoeuropeo para recuperar el espíritu originario del pueblo alemán. Además, estamos hablando de una época en la que el darwinismo social estaba en boga y que pretendía explicar el éxito industrial y colonial de diversas naciones por medio de una especial concepción del evolucionismo darwinista. En este sentido, Hitler bebe de esto para justificar sus ideas en torno a la primacía racial de los arios, aunque es verdad que radicaliza las teorías y añade un componente mesiánico que no tiene presencia en los demás. Las radicaliza porque asegura que absolutamente todos los progresos han sido realizados por arios, que se deben haber desplazado por todo el globo para conseguir hacer esto. El componente mesiánico se contempla perfectamente en la última frase, una especie particular de “o nosotros o el caos” en la que se asegura que sin los arios se extinguiría la civilización.

Aunque no lo trata directamente en este fragmento, de esta perspectiva racial de los progresos humanos se puede deducir lo que posiblemente tuvo más peso en la teoría hitleriana, el desarrollo de un ultranacionalismo basado en criterios culturales y étnicos. La concepción cultural de la nación surge como reacción a la idea de la nación política cosmopolita que triunfa en Francia. En Alemania, la nación cultural tiene un éxito especialmente grande, del cual el mayor exponente es Fichte, que viene a proponer que la única base de la política es la cultura. Para Hitler no debe ser difícil adaptar estas teorías para excluir a las minorías que estaban dispersas por todo el mapa alemán. Si lo mejor de la Historia no hubiese sido posible sin los arios, no tiene sentido que estos no controlen el lugar donde viven la mayoría de estos, el Estado alemán. En este sentido, se deberían combatir los elementos extranjeros que cohabitan y contaminan lo auténticamente alemán, desde individuos hasta instituciones (Hitler pensaba que la democracia liberal era una influencia extranjera que no tenía cabida en Alemania). Por último, esto justificaría la extensión del Estado hacia lugares donde existen comunidades alemanas, pero que son minoritarias y están gobernadas por otras comunidades que son racialmente inferiores. En definitiva, se puede que decir que el imperio no sólo era el símbolo del triunfo de la superioridad aria, sino que también se convierte en la garantía de la pervivencia de la civilización que se encuentra sometida a una constante amenaza.

Otro tema que aparece de una forma secundaria en el pasaje es la preponderancia de los intereses de la comunidad nacional por encima de los intereses individuales. En el texto siempre al «hombre» como una colectividad, nunca como se habla de un éxito individual. En un momento en el que los valores individualistas de la sociedad burguesa atravesaban una tremenda crisis, la vuelta a la comunidad representaba un resquicio de esperanza y lo desarrollan amplios movimientos. Los autores ligados al movimiento Völkisch habían mostrado su rechazo a la sociedad moderna y su idealización de la sociedad comunitaria en múltiples textos. En este caso, el pueblo no es una abstracción para referirse a una determinada clase como en los escritos socialistas, sino que ocupa a la totalidad de la nación, en el caso hitleriano siempre que cumpla unos requisitos étnico-culturales. La sumisión a un bien social superior, aparece en varios autores en la historia de la teoría política desde Platón, en el caso hitleriano supone el encuadramiento de todos los individuos de la comunidad nacional en las

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organizaciones estatales. El Estado sería gobernado por un líder, basándose en la clásica forma de organización de las jefaturas germánicas, que identificaría los objetivos sociales y velaría porque se cumplieran. Este argumento supone la base de un Estado totalitario.

En último, la referencia al hombre nuevo» es una constante en los regímenes totalitarios, tanto fascistas como comunistas, que pretenden la construcción de una sociedad nueva que conllevará la existencia de un tipo de hombre diferente. Como se ha dicho esto fue un tema recurrente, las vanguardias de principios del siglo XX adoptaron la idea de un hombre nuevo basado en los criterios de la sociedad industrial. También las teorías de la decadencia occidental, urgían a la creación de una nueva sociedad que impulsara la potencia occidental. Pero el hombre nuevo» hitleriano tenía la particularidad de que era una vuelta al pasado, la vuelta a los arios que construyeron la civilización y que produjeron todos los avances que el mundo ha conocido hasta la fecha. Este hombre sería un ser que nacería del triunfo en el constante conflicto que enfrentaba a la civilización con la barbarie, y por tanto forjaría su superioridad en dicho conflicto y su triunfo sería también el de la civilización.

En conclusión, la obra de Hitler contiene multitud de elementos que era usuales en un tipo de literatura política que tiene su auge a principios del siglo XX. Aunque Hitler destaca por su radicalidad, el antisemitismo, la superioridad racial, las tentaciones imperiales, el poder de la colectividad o el nacionalismo excluyente, se popularizaron ante la crisis de la sociedad burguesa, por lo que el pensamiento del autor no es especialmente original. Sin embargo, el Hitler líder ha sido una figura fundamental para el desarrollo de la política posterior al siglo XX. La organización de un partido de masas que fue capaz de colonizar las instituciones de un Estado industrial, la creación del régimen totalitario por antonomasia, el desarrollo de una política exterior basada únicamente en criterios de fuerza y, especialmente, las políticas de exterminio que llevó a cabo contra las minorías raciales, marcaron a generaciones enteras. El rechazo a estas ideas (o alguna de ellas en algunos casos) crearon los compañeros de cama más inverosímiles en su contra y produjeron un sentimiento de horror que perdura hasta la actualidad. Si Hitler no hubiera sido capaz de erigirse en dirigente totalitario del Estado alemán, muy probablemente su obra hubiese pasado desapercibida como una más de una serie de obras de extrema derecha que surgieron al calor de un Occidente en crisis económica, social y cultural.

Bibliografía.

- MELLÓN, Joan Antón (Ed.) (2005): Ideologías y movimientos políticos contemporáneos, Madrid, Tecnos. (1998).

- PAYNE, Stanley G. (1995): Historia del fascismo, Madrid, Planeta.

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TEXTO 2. VLADIMIR LENIN: LA DESAPARICIÓN DEL ESTADO.

«Bajo el capitalismo tenemos un Estado en el sentido estricto de la palabra, una máquina especial para la represión de una clase por otra y, además, de la mayoría por la minoría. Más adelante, durante la transición del capitalismo al comunismo, la represión es todavía necesaria, pero es ya la represión de una minoría de explotadores por la mayoría de los explotados. Es necesario todavía un aparato especial, una máquina especial para la represión: el Estado. Pero es ya un Estado de transición, no es ya un Estado en el sentido estricto de la palabra, pues la represión de una minoría de explotadores por la mayoría de los esclavos de ayer es algo relativamente fácil, sencillo y natural. Por último, sólo el comunismo suprime absolutamente la necesidad del Estado, pues no hay nadie a quien reprimir, «nadie» en el sentido de clase, en el sentido de una lucha sistemática contra determinada parte de la población. No somos utopistas y no negamos lo más mínimo que es posible e inevitable que algunos individuos cometan excesos, como tampoco negamos la necesidad de reprimir tales excesos. Pero, en primer lugar, para ello hace falta una máquina especial, un aparato especial de represión; esto lo hará el propio pueblo armado, con la misma sencillez y facilidad con que un grupo cualquiera de personas civilizadas, incluso en la sociedad actual, separa a los que se están peleando o impide que se maltrate a una mujer. Y, en segundo lugar, sabemos que la causa social más profunda de los excesos, consistentes en la infracción de las reglas de convivencia, es la explotación de las masas, su penuria y su miseria. Al suprimirse esta causa fundamental, los excesos comenzarán inevitablemente a «extinguirse». No sabemos con qué rapidez y gradación, pero sabemos que se extinguirán. Y con ello se extinguirá también el Estado.»

Vladímir I. Lenin. El Estado y la revolución.

Análisis.

Vladimir Ilich Ulianov “Lenin” (1870- 1924), fue otra figura clave para la comprensión del siglo XX, como líder de la Revolución de Octubre de 1917 que estableció el primer Estado comunista y primer gobernante de la URSS, el legado de Lenin ha sido ampliamente difundido tanto entre los admiradores como entre los críticos de los sistemas comunistas. Pero a diferencia de otros personajes que han pasado a la historia por su participación política, Lenin fue un pensador político clave dentro de la corriente en la que militaba. La obra que va a ser objeto de análisis, escrita entre octubre y noviembre del año 1917, es especialmente influyente en este aspecto pues versa sobre un tema clave como es la transición de un Estado capitalismo a la sociedad sin Estado propia de la última etapa del comunismo. Como aprecia Robert Service: «El Estado y la Revolución cambió permanentemente el discurso de la política de izquierdas. Después de 1917 ningún grupo socialista pudo formular sus ideas sin tener en cuenta el leninismo, aunque sólo fuera para repudiarlo. » (Service, 2009: p.97). Desde entonces todos los partidos y líderes comunistas del mundo han tenido que definir sus posiciones en relación con las ideas leninistas de vanguardia revolucionaria, dictadura del proletariado y la sociedad sin clases.

El pasaje que es objeto de análisis trata el punto clave del pensamiento leninista, sobre cómo debe evolucionar la naturaleza del Estado cuando una revolución comunista se hace con el poder de la institución. El texto se puede dividir en tres partes temáticas: una primera y breve en la que hace referencia a la represión de las mayorías en las sociedades capitalistas; una segunda, que trata el carácter provisional y de excepción de la maquinaria estatal durante la transición hacia el comunismo; y una última parte, en la que asume y describe la represión que

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tendrá lugar durante esta transición hasta que finalmente se imponga una sociedad sin clases que haga incoherente utilizar prácticas represivas.

La primera sección coincide con la primera oración del texto. En ella trata la naturaleza del Estado capitalista, como maquinaria de dominación contra la mayoría social para aumentar los beneficios de la minoría dirigente. Como buen marxista, Lenin no consideraba que los dirigentes que ostentaban el poder político fueran realmente los detentadores del poder máximo de la sociedad, especialmente en los regímenes liberales del Occidente europeo, pues las instituciones políticas eran sólo un artificio para ocultar la estructura económica que realmente imponía sus decisiones. En esta parte aparece por primera vez el concepto de represión, muy importante en el vocabulario leninista, y que hace referencia a la fuerza que en las etapas de predominio capitalista se utiliza contra la clase dominada y que es el fundamento principal para que las clases dominantes se decidan a mantener la maquinaria estatal.

La segunda parte trata sobre la utilización del aparato estatal durante la transición al comunismo, aunque según la percepción del autor «no es ya un Estado en el sentido estricto de la palabra, pues la represión de una minoría de explotadores por la mayoría de los esclavos de ayer». Es decir, el cometido fundamental del Estado es la represión clasista hacia abajo, por lo que si la mayoría de explotados toman el control de la maquinaria estatal y cambia el sentido de la represión, no será ya un Estado propiamente dicho pues la represión la ejercerá la sociedad para defender su nueva posición y avanzar en la construcción de la nueva sociedad. Lenin parece considerar al Estado como una administración de burócratas al servicio de la burguesía que vela por los intereses de esta y utiliza para ello cualquier tipo de medios, incluidos los violentos, por lo que tiende a pensar que si no existe clase dominante la organización estatal se vendrá abajo sin ningún esfuerzo. Para terminar Lenin muestra su esperanza de que el castigo de los reaccionarios durante dicha transición sea sencilla por tratarse de una minoría.

La parte final comienza en el séptimo renglón con un «Por último, sólo el comunismo…» y llega hasta el final. Es la sección del pasaje más larga y compleja pues expone varias ideas sobre el Estado de transición y el final de la lucha revolucionaria. El autor recalca su creencia en que cuando el comunismo se convierta en la forma de organización social no sea necesario el aparato estatal, explicando que la lucha de clases es la única fuente de conflictividad social. Posteriormente, Lenin asume la posibilidad de que se produzcan excesos en el nuevo Estado. En este contexto aparece una idea que tiene un gran peso en su pensamiento, afirma «No somos utopistas». Durante toda su vida política, el padre de la URSS cargó duramente contra aquellos socialistas que mantenían programas utópicos de transformación social y que eran numerosos en Europa occidental. Mantenía que la clase dominante no entregaría su posición privilegiada sin luchar, y por tanto, establecer un programa pacífico de transformación social no tenía ningún sentido y hacía que una revolución fuera un proceso necesario para llegar al objetivo deseado. Teniendo en cuenta que hace referencia a su propia ausencia de utopismo para hablar de la utilización de la fuerza contra elementos opositores, es un elemento que puede dar buena explicación de la posterior evolución del Estado soviético. Pero inmediatamente se habla de castigar los excesos cometidos en la nueva represión de «de abajo hacia arriba», pero al tratarse de una represión justificada por lo que queda del aparato estatal no se puede entender muy bien quién será el encargado de reprimir tales excesos.

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En cuanto a los encargados de reprimir los conatos de insurrección reaccionaria, es el «nuevo» pueblo, liberado de su esclavitud por el comunismo, el que impondrá sin grandes dificultades el nuevo orden frente a la posibilidad de regresión. Además, como consecuencia de la desaparición de la miseria de las masas que es causa fundamental de la conflictividad y de la represión social, gradualmente habrá menos hechos violentos y por tanto los últimos resquicios de la violencia estatal se irán diluyendo. Para terminar, el Estado propiamente dicho será disuelto sin más. Aunque no aparece un margen temporal para que esto ocurra sí existe la certeza absoluta de que esto ocurrirá así mientras que se establezca el comunismo.

El texto pivota fundamentalmente sobre una concepción del Estado que sólo valora su cometido como superestructura para defender determinados intereses, olvidando así otras posibilidades de los estados, como son el caso de las identificaciones nacionales, que cohesionan sus sociedades y les otorgan cierta hegemonía ideológica frente a otras colectividades. Este concepto del Estado fue un error de cálculo tremendo ya que, como se vio en la propia URSS, la maquinaria estatal no iba a desaparecer de forma gradual cuando cambiaran las condiciones de propiedad y producción, ni los proletarios y muchos menos los campesinos iban a comprender inmediatamente su posición privilegiada en la marcha de la historia y se iban a lanzar a reprimir las tentativas reaccionarias de retomar el control estatal. La revolución no sólo no conllevó una desaparición gradual del Estado, sino que en la URSS y en las posteriores democracias populares se instauró un estatalismo extremo en el que todas las decisiones pasaban por los engranajes del Estado, que habían sufrido una simbiosis con los órganos de los partidos dirigentes, que los hacía difícilmente identificables. Es fácil hacer juicios de valor casi un siglo después de la publicación del texto, pero pese a los intentos de Lenin por mostrarse como un socialista científico al margen de las teorías utópicas propias de otras corrientes, su teoría de la disolución del Estado y de la desaparición paralela de la represión sólo con el triunfo de la revolución comunista, parece propia de una de estas teorías tan criticadas por el autor.

Bibliografía.

- SERVICE, Robert (2009): Camaradas. Breve Historia del Comunismo, Barcelona, Ediciones B (2007).

- LENIN, Vladimir Ilich (1976): El Estado y la Revolución, Madrid, Miguel Castellote Ed. (1918).

- HOBSBAWM, Eric (2012): Historia del Siglo XX, Barcelona, Crítica, pp.62-91 (1995).

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