Hna. María Nubia Gómez Gómez Carmelita Teresa de San Jos逦 · 5 5. ULTIMA ETAPA Los dos...
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HH CARMELITAS TERESAS DE SAN JOSE
Hna. María Nubia Gómez Gómez
Carmelita Teresa de San José
q.e.p.d.
“Señor, dame
de esa agua”
(Juan 4,15)
Nació el 8 de diciembre de 1950 en
El Santuario (Antioquia-Colombia)
y falleció en Bogotá el 13 de
febrero de 2017, a los de 66 años
de edad y 31 años de vida religiosa.
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HERMANA MARIA NUBIA GÓMEZ GÓMEZ
CARMELITA TERESA DE SAN JOSÉ
1. ORÍGENES
La Hna. María Nubia Gómez Gómez nació en El Santuario
(Antioquia-Colombia) el 8 de diciembre de 1950, en el hogar
cristiano conformado por sus padres: don Luis Eduardo Gómez
y doña Margarita Gómez y por doce hermanos. Fue bautizada a
los dos días de nacida, el 10 de diciembre, por el sacerdote
Marcos Gómez.
2. PERIODO DE FORMACIÓN
Inició la vida religiosa en la Casa Noviciado San José de
Medellín, el 23 de septiembre de 1984. Emitió sus primeros
votos el 8 de diciembre de 1986 y profesó perpetuamente en
Medellín, el 5 de diciembre de 1991.
3. VIDA APOSTÓLICA
Vivió en las comunidades colombianas: Hogar Juvenil Teresa
Toda de Sonsón, Medellín- Noviciado, Medellín-Granizal, El
Zulia y Bogotá-Casa Provincial.
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4. PERFIL HUMANO Y RELIGIOSO
La Hna. María Nubia fue una religiosa que vivió feliz y se
desvivió por los demás. Tanto en su familia como en las
diferentes comunidades religiosas por las que pasó, se distinguió
por ser una persona orante, amable, cercana, detallista, servicial,
amistosa y responsable.
Enriqueció su vida espiritual, fraterna y apostólica con una
formación sólida religiosa, bíblica y profesional. Los niños,
jóvenes y adultos, a los que llegó su misión educativa y
evangelizadora, testifican la sencillez, el respeto y la
profundidad que manifestaba en su forma de acompañarlos y
enseñarlos.
Es de destacar su participación en la pastoral parroquial.
Mientras pudo coordinó y colaboró con la catequesis de primera
comunión. Son innumerables las vivencias y los detalles
utilizados por Hna. Ma. Nubia, para hacer comprender a los
niños el significado de este sacramento.
Como religiosa Carmelita Teresa de San José admiró el carisma
y misión del Instituto, fue fiel a la oración y a las obras de
piedad propuestas, practicó la caridad con todos y se preocupó
por responder a las misiones confiadas con suma diligencia,
responsabilidad y espíritu de fe. Misiones que realizó hasta casi
el final de su vida con la finura que la caracterizaba.
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5. ULTIMA ETAPA
Los dos últimos años de la vida de Hna. Ma. Nubia la visitó la
enfermedad ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica),
gradualmente fue perdiendo el habla, la facultad de comer y la
movilidad.
Ante esta realidad, Hna. Ma. Nubia fue destinada a la Casa
Provincial, llegó a esta Comunidad el 26 de diciembre de 2016,
con el propósito de aplicarle los tratamientos médicos que iba
necesitando. Los últimos meses dependía totalmente de la
asistencia de los demás.
A pesar de sufrir muchos dolores no perdió la serenidad y la
sonrisa. Agradecía todos los detalles que se tenían con ella.
6. TESTIMONIOS
A hermana Ma. Nubia la conocí en El Santuario (Antioquia),
estudiamos juntas octavo grado en el colegio San Luis Gonzaga,
hacíamos los trabajos del colegio en su casa. Ella me llevo al
grupo que formaron las hermanas Carmelitas Teresas de san
José, con la hermana Victoria Sánchez y Cecilia Barreda, en este
pueblo. Después compartimos en el noviciado la formación, ella
estaba más adelantada. Trabajamos juntas en la pastoral de la
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parroquia la Pasión, participábamos en catequesis, asambleas y
visitas a las familias de este barrio, los fines de semana.
Siempre se veía alegre, contenta, disponible, solidaria, cercana
con todas las personas que se relacionaba y se esmeraba por los
pobres en los distintos lugares donde fue enviada. Sabía guardar
secretos y acompañar a la gente en momentos difíciles.
Viví con ella en el Zulia los últimos cinco años. Amaba mucho
la Congregación, siempre se esmeró por educar a los niños en
valores y les inculcaba el amor a Dios y a la Virgen. Buena
profesora y compañera, se esmeraba mucho en todo,
especialmente por quedar bien con los niños, familias y toda la
gente con su dedicación, detalles, dejando huellas imborrables
en muchos corazones.
En la escuela de El Zulia trabajó 15 años. Los recuerdos de los
niños, profesores y padres de familia son de admiración, puesto
que se mostró muy cercana y se destacó por ayudar a los que
más lo necesitaban, los iba atrayendo cada día más a que se
sintieran amados y queridos todos.
En las primeras comuniones quería que los niños se sintieran
contentos y felices. Nunca les falto la papayera (conjunto
musical autóctono de Colombia) y la fiesta porque habían
recibido al Señor.
Perteneció a una familia numerosa, solidaria, trabajadora. Ella
pudo levantar a los más pequeños, porque su mamá se murió
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muy joven. Por eso, para su familia, era la que unía y se
preocupaba por todos. En vacaciones todos la esperaban para
pasar unos días con ella.
Cuando comenzó la enfermedad en ella fue duro. Cada día se la
veía con más dificultad. Primero se le fue trabando la lengua
hasta no poder hablar, ni comer; luego fue perdiendo la
movilidad en los pies, hasta no poder caminar. Y los últimos
meses necesitó ayuda total. Se pudieron brindar todos los
recursos que necesitaba y nunca se escatimaron esfuerzos para
que pudiera vivir la enfermedad con paz y serenidad, hasta
donde Dios quiso dejarla con nosotros. Al final, solamente se
comunicaba escribiendo y por celular. Si no escribía era difícil
entender lo que quería. Es de resaltar que llevó las cuentas de
economía hasta el final de su estancia en El Zulia.
El 25 de diciembre fue trasladada a Bogotá. Las hermanas
queríamos lo mejor para ella y en la capital había más
posibilidades de atención profesional. Ella quiso mucho la vida
y todo lo que se le decía que era bueno, se lo dejaba hacer,
porque quería vivir y ser sanada por el Dios de la vida.
Su mente lúcida hasta el final, siempre pensando en los otros,
nunca perdió la esperanza de ser sanada, siempre preguntaba por
la familia y por la gente y por todas las personas que conocía.
Desde su incapacidad oraba mucho por todos y especialmente
por la Congregación y por las personas que le pedían oraciones.
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Escuchaba la eucaristía todos los días y reflexiones de interés
como medio para vivir la universalidad.
Agradezco a Dios todo lo que aprendí de ella en su enfermedad,
en el deterioro que iba presentando, porque pude descubrir su
anonadamiento completo y su confianza plena en Dios. Aunque
su vida se iba debilitando, nunca se le vio desanimada y triste
porque tenía la vida en las manos del Padre bueno.
Aunque es dura la partida de Hna. Ma. Nubia, yo sé que está
gozando de Dios y desde el cielo va derramando bendiciones
para todo el mundo, especialmente para la Congregación y su
familia.
Hna. María Teresa Quintero, ctsj
¡Hoy hago memoria de Hna. Ma. Nubia, que desde la feliz
Morada nos acompaña!
Vivimos varias veces juntas en: Granizal y El Zulia, en esta
última más tiempo, por asuntos laborales que no nos podían
cambiar de lugar. Allí compartimos evangelio y vida, junto con
Hna. Yolanda, casi quince años.
Hna. Nubia siempre se destacó por su sencillez y una sonrisa de
acogida con todo el que llegaba y estaba en su compañía.
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Como educadora era una hermana muy acogida y bien recibida
por sus compañeros de magisterio y alumnos. Acompañaba los
alumnos con mucho cariño y cercanía.
Como catequista siempre puntual y consagrada a los alumnos en
la tarea catequética que nos encomendaron Teresa Toda y
Teresa Guasch. Siempre fue evangelizadora desde la catequesis
parroquial y el acompañamiento sencillo y cariñoso a
catequistas.
¡Cómo le gustaba qué saliéramos a pasear a Chinácota los
domingos para calmar los sofocos del calor Zuliano!
Hna. Nubia hoy y siempre te llevamos en la vida y la misión.
Que el Jesús vivo y liberador, que acompañamos desde los
principios en la tarea evangelizadora, hasta hoy que vives en
plenitud junto al Padre, nos acompañe y nos haga vivir la
felicidad haber construido el Reino entre sus preferidos. Que
podamos escuchar: ¡venid benditos de mi padre a recibir el
REINO que nos tienes prometido!
¡Con gratitud y memorial!
Hna. María Lourdes Santos Santamarta, ctsj
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¡Descansa violeta escondida, buena hermana!
Que nuestro Dios se alegra contigo.
Evocar la vida de nuestra querida hermana María Nubia
significa remontarme a aquellos años ochenta cuando la conocí,
con las cualidades con las que Dios la dotó y que acompañaron
toda su existencia durante el tiempo que pudimos gozar de su
presencia y compañía. En la época de mi noviciado tuve el
privilegio de compartir vida comunitaria con ella.
Fui testigo de su constancia y dedicación con la carrera que en
aquel momento estaba haciendo en la Universidad San
Buenaventura. Su presencia callada y delicada ya evangelizaba.
Puedo decir que fue un remanso de mujer y creo que no me
equivoco al afirmar que con su sencilla y constante sonrisa
cautivó el alma de mucha gente que aún la recuerda.
“María, por su parte, guardaba todos estos acontecimientos y
los volvía a meditar en su interior” (Lc 2, 19). Con éste texto
bíblico quiero simbolizar la vida de nuestra Hna. Nubia, pues el
silencio prudente y colmado de caridad que siempre la
acompañó, reflejaba una vida consagrada al Señor vivida desde
esa finura espiritual que no le impedía salir al paso de sus
hermanas y hermanos, por el contrario, la llevaron siempre a ser
cercana, humana y fraterna. Su silencio nunca fue un silencio
malsano, fue más bien el reflejo de una mujer sabia, que llevaba
a la oración lo que la vida le ofrecía en medio del camino y todo
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aquello que se le confiaba para orar. Si en la oración de alguien
confié en estos últimos tiempos, fue en la de ella. Pues desde su
estado frágil y enfermo acogía tantas intenciones encomendadas
con el cariño que la caracterizaba.
En el año 2014, estando yo aún en la comunidad de Cúcuta, ya
empezábamos las hermanas a notar algunos signos de deterioro
como su voz distorsionada, pesada. Ya sentíamos que algo no
estaba funcionando bien. No tardamos mucho en saber los
primeros diagnósticos de los neurólogos que no fueron nada
alentadores. Ese mismo año estuve con un pequeño grupo de
estudiantes del Colegio El Carmen Teresiano de Cúcuta
participando en la pastoral navideña en la comunidad de El
Zulia. Fue una experiencia muy bonita porque las jóvenes
supieron acercarse a la Hna. Nubia de tal manera que por un
momento el ambiente que se propició fue el de una familia a la
Hna. Nubia de tal manera que por un momento el ambiente que
se propició fue el de una familia. Nubia a pesar de que ya se
estaba quedando casi muda, no escatimó gestos generosos y
delicadezas con todas nosotras, quienes nos encontrábamos en
su comunidad en ese momento. Esa vez redescubrí en ella, la
inmensidad de su corazón, su capacidad de sacrificio y entrega.
En el año 2015 tuve la oportunidad de celebrar una hermosa
eucaristía con toda su familia y varias hermanas que estábamos
de vacaciones en Medellín. Los dos sacerdotes que nos
acompañaron se dirigieron a ella con unas palabras alentadoras
que nos permitieron a todos los asistentes comprobar cómo
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desde la fe y la esperanza, la enfermedad de nuestra hermana se
iba haciendo ofrenda agradable y oblación constante a Dios por
todos nosotros.
Vale destacar su inmensa paciencia y fortaleza ante los
diferentes diagnósticos que le tocó escuchar de los neurólogos.
¡Algunas hermanas la vimos llorando derrumbada en la casa
provincial hace un par de años, nos hizo llorar de impotencia
también! Pero a pesar de esto lo que prevaleció en ella fue ese
semblante de paz y una sonrisa serena y limpia que siempre la
acompañó hasta en los peores momentos cuando ya las fuerzas
se le acababan. ¡Cuánto tengo que aprender de ti hermana
Nubia!
El año 2016 fue tenso por las noticias que ya escuchábamos de
su estado de salud. Cada vez más frágil. Me alegra saber que
hasta el último momento estuvo atendida y rodeada de sus
hermanas de comunidad y enfermeras que hicieron todo lo que
pudieron por brindarle bienestar y cariño. Sus hermanas de
comunidad Yolanda Vargas, Teresa Quintero, Lourdes Botero
vivieron más de cerca su proceso de enfermedad con una
fortaleza admirable también.
A finales del año 2016 y principios del 2017 las hermanas de
Colombia tuvimos la oportunidad de gozar un buen rato de su
compañía y tenerla entre nosotras en la casa provincial.
Descansa pues nuestra violeta escondida. Porque eso fue tu
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vida, una violeta fina, perfumada de la sencillez, que no necesita
hacerse notar porque su vida ya habla por sí misma. Prudente,
buena hermana, orante, de confiar, detallista, sabia… no dejes
de interceder por nosotras desde el cielo, que bastante lo
necesitamos. Ayúdanos a conseguir la paz que te acompañó
para seguir caminando por estos senderos polvorientos que tú
misma caminaste con nosotras. Gracias por ser nuestra hermana
Carmelita Teresa de San José. Gracias “Nubiecita”.
Hna. Lisdey Marcela Sierra Cárdenas, ctsj
Vivir y morir en el Señor
nos da la certeza de la feliz resurrección.
Hna. Ma. Nubia vivió su entrega generosa, de manera
permanente, con gran abnegación y sencillez.
Siempre me pareció que la Hna. Nubia era una mujer grandiosa
y una consagrada ejemplar, justa por su sencillez, su naturalidad
y cotidianidad en el Señor. No era una persona que destacara por
grandes cualidades que maravillaran a todo el mundo, pero tenía
unas cualidades que expresaban el amor de Dios y su gran
cercanía a todos. La percibí siempre como un reflejo de la vida
de la Virgen María en Nazaret, dándose, entregándose, sirviendo
desde el silencio y, de alguna manera, desde la vida oculta.
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Su presencia siempre fue muy significativa para todos.
Recuerdo cuando íbamos juntos por las montañas de Sonsón a
encontrar los campesinos y a celebrar con ellos nuestra fe en el
Señor, en la Virgen y el amor a la Iglesia. En varias ocasiones
nos desplazamos hasta la vereda de Perrillos en Sonsón, lugar
apartado y pobre, donde nos reuníamos con la gente para
celebrar dos o tres eucaristías al día, porque la gente decía que
tenían que aprovechar la presencia del sacerdote y de la hermana
y no podían contentarse con una sola eucaristía ya que
seguramente pasaría mucho tiempo antes de que pudieran volver
a reunirse en torno al pan Eucarístico y a la compañía de los
religiosos que les visitaban. Allí, Nubia, se desenvolvía a las mil
maravillas, compartiendo con los campesinos, con todas las
señoras y los niños. La gente se sentía en confianza con ella y la
buscaban para confiarle sus penas, dificultades y esperanzas.
Las personas se sentían escuchadas por ella y todos se
experimentaban amados y acogidos en su realidad. Lo mismo
sucedía con los campesinos de las Cruces y otras veredas.
Con mucha frecuencia la vimos participando de la historia de los
pobres en el barrio el Carmelo de Sonsón, caminando con ellos
en esperanza y fe, amándoles sencillamente, sin exigirles
grandes comportamientos o cambios extraordinarios; ella
simplemente los quería y se acercaba a todos con gran simpleza
y sencillez, llegando al corazón de todos, pobres y ricos, grandes
y chicos. Sabía escuchar y comunicar esperanza. No hablaba
mucho pero siempre estaba presente. No se hacía notar, sólo
estaba con los más necesitados y caminaba con ellos. A todos
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comunicaba la presencia del Señor, haciéndonos sentir que Dios
es cercano y amoroso y se revela en el día a día, en la historia
asumida como posibilidad de donación y entrega a todos, de
manera gratuita y descomplicada. Su timidez no era obstáculo
para llegar al corazón de las personas, al contrario, le llevaba a
ser sensible al dolor y sufrimiento de todos y por eso estaba
presente, brindando compañía, consuelo, esperanza y fe en el
Señor.
Con gratitud eterna recuerdo la puerta maravillosa que me abrió
para ir a trabajar a los barrios pobres de Medellín, experiencia
que me oxigenaba y daba mucha vida, para continuar prestando
mi servicio como formador de los hermanos en Monticello.
Me admiraba su fidelidad en la amistad. En cada cumpleaños,
fiesta del Carmelo y acontecimiento particular, se comunicaba
expresando su comunión y unidad en el Señor. Siempre pedía se
le encomendase a ella y a los suyos en la oración y ofrecía la
oración propia como compañía en las andanzas evangelizadoras
que el Señor me confiaba. Nunca reclamaba, siempre agradecía.
Muy duro fue asumir esa última etapa de su enfermedad pues,
aunque inicialmente nos comunicábamos telefónicamente,
después me era muy difícil ya que no lograba entenderle lo que
me decía y eso me hacía sufrir de pensar que ella sufría
queriéndose comunicar sin lograrlo. Posteriormente a través del
WhatsApp lográbamos una comunicación corta y, al final, el
silencio orante era nuestra manera de compartir la vida en el
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Señor. Ya no volvió a responder, pero estaba seguro de que
seguíamos unidos desde la cruz que enfrentaba cada día y
ofrecía por todos, uniéndose a la cruz e impotencia de Jesús que
amó hasta el extremo, sumergido en la Noche Oscura, como
bien lo vivió Nubia hasta el final.
Bendigo al Señor por su amistad, su apoyo en mi ministerio
sacerdotal y su ejemplo de vida que siempre me acompañará
como una invitación permanente a la fidelidad y entrega
generosa al Señor y a sus hijos más amados, los pobres y
necesitados.
El Señor les bendiga a todas ustedes y les dé la gracia de recoger
el fruto de las semillas que silenciosamente sembró la hermana
Nubia en la Comunidad y en cada uno de los lugares a donde el
Señor le fue llevando como servidora silenciosa del amor.
Paz en su tumba y plenitud de vida para ella en el cielo.
P. José Arcesio Escobar E. ocd.
Huellas de vida
Hna. Ma. Nubia fue y seguirá siendo para mí ejemplo de vida.
Con ella caminé una parte del camino en mi juventud. Hoy
recuerdo con nostalgia, pero con una gratitud inmensa, las
huellas que dejó en mí.
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Como no hablar de su simplicidad, sencillez, humildad y
capacidad de abrir su corazón para descubrir la voluntad de Dios
en su vida.
Su espíritu atento a la necesidad del otro, hizo de ella una mujer
con un corazón maternal. Supo guardar silencio y aceptar, con
fe y esperanza, lo que humanamente no comprendía. Fue fiel
hasta el final. Nada, ni nadie le impidió mantenerse firme en el
amor primero, viviendo a plenitud su vocación de Religiosa
como Carmelita Teresa de San José.
Finalmente, quiero hacer eco del mensaje que el día de su
Primera Profesión Religiosa, 8 de diciembre de 1.986, escribió
en su recordatorio: “Yo te doy mi pobre barro. Transfórmalo
con tu agua y haz de mí lo que quieras”.
Con cariño y gratitud,
Olga Regina Benítez Restrepo
Fraterna Carmelita
Hacer “MEMORIA” no es solamente evocar, traer al recuerdo…
es algo más… ayudar a que “permanezca viva” y entre nosotras
la persona que ha marcado nuestra vida.
Hoy hago “memoria” de la Hna. María Nubia, orgullosamente
Hermana Carmelita Teresa de San José, quien, desde sus inicios
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en su opción por Jesús, amó su ser de mujer consagrada, con
sencillez acogió la Voluntad de Dios en su vida y se entregó en
un servicio generoso, desprendido y desinteresado.
Calladamente y con una sonrisa permanente buscó hacer felices
siempre a quienes nos acercamos a ella y compartimos su vida.
Permaneció fiel a las llamadas del Señor y así mismo acogió su
difícil y dolorosa enfermedad. Fue consciente hasta el último
momento de su desgaste físico, el mismo que fructificó estoy
casi segura, en una gran Paz interior; sólo así puedo comprender
su silencio, no de labios, sino de actitud acogedora y agradecida
ante el mínimo detalle de ayuda al ir perdiendo su movimiento.
Desde el inicio de su vida Consagrada le marcó esta frase y
experiencia: “Yo te doy mi pobre barro. Transfórmalo con tu
agua y haz de mí lo que quieras” … Y a partir de los 25 años de
Vida Religiosa le acompañó la imagen de la mujer samaritana
con Jesús en un… “Señor, dame de esa agua” (Jn. 4-15). Éste
ícono lo percibí vivo en los últimos encuentros en su habitación
de El Zulia y con más intensidad en los últimos viajes a
Medellín y Bogotá, en los últimos días compartidos de fin e
inicio de año. Y fue colmada y transformada por SU AGUA…
Querida Nubia eres “Memoria” de la Presencia de Dios alegre,
sencillo, anonadado…
Hna. Gloria Cecilia Tobón Molina, ctsj
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Nuestra hermana MARIA NUBIA era la quinta entre 13
hermanos, 6 hombres y 7 mujeres.
María Nubia, en su niñez realizó los primeros años de primaria
en la escuela rural, luego suspendió sus estudios porque no
podía desplazarse al pueblo a terminar la primaria por la
distancia tan grande entre la finca y el pueblo. Ya joven vio la
necesidad de continuar los estudios y por sugerencia del
hermano Francisco empezó a estudiar en la nocturna, no lo dudó
superó todos los obstáculos hasta terminar su básica primaria,
pasó a bachillerato siendo adulta, tenía una meta y era salir
adelante. Alternó el estudio con el trabajo normal de los
quehaceres de la casa, como para esa época ya éramos
huérfanos, ella se empoderó del papel de madre e hizo que todo
marchara con relativa normalidad.
Con paciencia dedicación y perseverancia, logró obtener su
título de bachiller académico. Participaba activamente con
grupos juveniles. Ella en el fondo sabía los llamados del Señor.
Visitó varias comunidades de Hermanas hasta que llegó al
pueblo la hermana Cecilia y dio el SI sin dudarlo al llamado de
DIOS. Quería vivir, servir y dar amor sin esperar nada a cambio.
Siempre fue el apoyo de toda la familia. A pesar de sus
compromisos estaba pendiente de los acontecimientos
familiares, no pasaba por alto los cumpleaños, nacimientos y
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otras fiestas especiales. Sus vacaciones las programaba para
disfrutar con cada integrante de la familia.
Ah, como no recordar a esta hermana insuperable, pues siempre
estuvo dispuesta a ayudar. Le gustaba compartir en las reuniones
familiares, ponía especial empeño para organizar la eucaristía en
los matrimonios que celebraron los hermanos y sobrinos para
que fueran muy especiales.
Se destacó por su bondad y prudencia atenta y generosa con los
que requerían su compañía, acogía a todos los familiares y
amigas que llegaban a la casa en busca de consejo, techo y
alimento.
Los más pequeños de la familia, en su corta vida, vieron en ella
un ejemplo, porque desde que la conocieron sentían su buena
onda, lo que diríamos en el argot popular: tenía química con los
niños. La vieron calmada y en paz interior y lo exteriorizaba con
una sonrisa. Santiago dice: la extrañaré y la llevaré por siempre
en mi corazón y Jacobo con su gran sentimiento y sensibilidad
dijo: siempre la recordaré por su amor desmedido y la alegría
cuando compartíamos juegos.
Nos marcó la valentía con que enfrentó la enfermedad, que
menguaba sus fuerzas cuando avanzaba rápidamente y hacía
estragos en su humanidad, siempre conservó la calma, tenía la
esperanza de afrontarla y salir adelante. Pese a tantas
dificultades nunca perdió la fe. No era para menos, pues tuvo a
su lado una gran familia de Hermanas que parecían ángeles, que
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hicieron su dolor menos duro, ya que la rodearon de cariño y
cuidados de principio a fin.
Al final se sumergió en un sueño profundo del que no se
despertó el pasado 13 de febrero.
Damos gracias al Todopoderoso por habernos permitido vivir y
compartir tan bellos momentos.
Su alma te la entregamos Señor, pues tuya era, nos la diste a
guardar una mañana para vivir una corta primavera. Te la
devolvemos en caja de madera, esplendorosa, de verdad
humana. Sabemos que está a tu diestra soberana, porque allí TÚ
quisiste que estuviera.
Nosotros nos quedamos en la tierra por ahora, contemplando su
huella entre la aurora, con nuestra lágrima triste y la oración
perpetua. Entretanto ¡Oh Dios Mío! solo esperamos que en el
navío del primer lucero nos ha de llegar la paz al corazón.
AMÉN. Hasta siempre María Nubia. Descansa en paz.
Familia Gómez Gómez
Nunca pensé que te ibas a ir tan pronto. Nunca llegué a imaginar
que la dureza de tu enfermedad te iba a unir tan íntimamente a la
pasión y cruz de Jesús y a vivir con Él, la redención anticipada
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expresada en tu permanente sonrisa y tu expresión constante de
agradecimiento ante el más mínimo detalle.
Compartí vida y misión contigo en la Comunidad de El Zulia y
en nuestra querida “Escuela San José”, durante cinco años y
siempre admiré tu entrega, cercanía y amor hacia cada uno de
los niños y niñas de los que eras “Madre” “Maestra” y “Amiga”,
conocías muy bien a cada uno, te entregabas de manera especial
a los más necesitados y tenías una sensibilidad exquisita para
descubrirlos y ayudarlos. Recuerdo con qué cariño preparas el
día del niño para tu curso, el esmero que ponías en el
acompañamiento a los niños de Primera Comunión y a los
catequistas, las salidas que hacías pidiendo ayuda en las tiendas,
supermercados y locales comerciales del pueblo, para que los
niños el día de su Primera Comunión tuvieran la Iglesia del
pueblo bien hermosa y disfrutaran después de un rico desayuno
y un pequeño detalle, que para algunos, tal vez sería el único
que tuvieran, aunque siempre les inculcabas que el MAYOR
REGALO y lo MAS GRANDE, era recibir a Jesús Eucaristía y
hacer del corazón su morada permanente.
No olvidaré tu detalle de traerme hayacas de mi tierra cada
navidad, sabías que me gustaban mucho y ese pequeño detalle,
me hablaba de tu espíritu detallista, sencillo y entregado, pero
siempre en silencio y buscando pasar desapercibida.
Tuve el privilegio, junto con mis Hermanas de la Comunidad de
la Casa Provincial, de compartir contigo los últimos días de tu
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peregrinar por esta vida, con ellas vivimos la impotencia y el no
saber cómo aliviar tu sufrimiento, pero tu sonrisa permanente y
tu manera de asumir lo que vivías, nos permitía descubrir la
profundidad de tu relación con el Señor; también nos hacías reír
con tus ocurrencias, con lo que nos compartías a través de tu
cuaderno de notas o del WhatsApp que usaste hasta el último
momento, marcaste la vida de los empleados de la Casa
Provincial, de las personas del CIRE a la que ibas a terapias y
que te visitaban con frecuencia, te reconocían como una “mujer
santa” que les hablaba de Dios sin palabras.
Doy gracias a Dios porque te pudiste comunicar con nosotras
hasta el día de tu partida, doy gracias al Señor por tu bondad,
por tu cercanía, por tu delicadeza, por el corazón de oro que
tenías. Sigue acompañándonos Nubia, intercede por quienes
quedamos aquí para que permitamos el actuar de Dios en
nosotras y seamos las Hermanas Carmelitas Teresas de San José
que la Iglesia, el mundo y la sociedad actual necesitan; pide al
Señor que nos regale vocaciones que quieran seguir haciendo
vida el legado de nuestras Venerables Madres Fundadoras y
cuando nos encontremos nuevamente en la eternidad, espero que
me recibas con tu eterna sonrisa y bien “pinchada” como te
gustaba andar por esta tierra. Te quiero y siempre vivirás en mi
corazón.
Hna. Yamile Josefa González Rangel, ctsj
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Durante 11 años tuve la oportunidad de conocer a un ser
maravilloso que me enseñó a manejar los momentos de tormenta
con serenidad y tranquilidad, es quien en vida se llamó la
hermana María Nubia Gómez Gómez. Una mujer equilibrada,
consciente de las vicisitudes por las que atraviesa el ser humano
y un ejemplo de madurez frente a las actitudes y opiniones de
los demás.
Disfrutaba del buen chiste, compartía nuestras alegrías pero
también lloraba hombro a hombro con nosotros.
Experimenté una gran admiración por el desempeño pedagógico
frente a su grupo, ya que sus alumnos seguían sus instrucciones
y enseñanzas manteniendo el orden y la disciplina en el aula sin
ejercer autoridad, ya que su tono amoroso lograba centrar la
atención de sus estudiantes.
Su compromiso religioso en el municipio de El Zulia lo realizó
con deleite y entrega total, ya que para ella no había cansancio,
no había mal clima, no había camino largo, ni muchos
obstáculos, antes, por el contrario, lo hacía con los ojos puestos
en Jesús y con el solo objetivo de guiar a los niños por los
caminos correctos.
En el momento de su enfermedad mantuvo su entereza y
experiencia de fe, aceptando con humildad su condición y
dejando en manos de Dios su Santa voluntad.
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La Hermana Nubia dejó una huella imborrable en la sede San
José. Su ejemplo de mujer humilde, recatada, respetuosa del
otro, solidaria y excelente maestra nos acompañó siempre.
Aprendí que cada día que pasa tiene su propio afán y que las
cosas se deben hacer en el momento oportuno, sin afanes y con
coherencia del pensamiento, la palabra y la acción. Todo lo hizo
con su ejemplo.
Neyda María Lizarazo Ramos,
Docente Colegio Marco Fidel Suarez
El Zulia, Norte de Santander
Desde el día que falleció la Hna. Nubia Gómez, ha pasado más
de un mes y todavía me parece que ronda por la casa, hay tanta
vida compartida que es imposible borrarla de la mente y del
corazón.
Vivimos muchos años de Vida Religiosa, en el noviciado siendo
ella formanda y yo juniora, más tarde volvimos a encontramos
en la Comunidad de Granizal con la Hna. Lourdes Santos y
finalmente en la Comunidad de El Zulia, donde las tres
compartimos más de quince años viviendo juntas como
Carmelitas Teresas de San José.
Hoy puedo decir que la Hna. Nubia fue una persona
comprometida en su labor como docente, como compañera de
trabajo, dedicada en su tarea pastoral, cercana con la gente que
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ella acompañó en las asambleas familiares, preocupada por la
preparación de los niños de primera comunión y por la
formación de los catequistas, tarea de especial dedicación. En el
colegio la recuerdan sus compañeros como persona
colaboradora, trabajadora, sencilla, discreta y acogedora con los
niños y padres de familia.
Durante su enfermedad, tuve la oportunidad de acompañarla
muy de cerca, donde fui observando paso a paso como su
enfermedad la fue deteriorando. Sin embargo, nunca la note
desesperanzada al contrario sonriente, serena y llena de paz.
Estuve con ella en Barranquilla, donde nos recomendaron a un
excelente neurólogo, su cara dejaba ver la esperanza que la
embargaba pues tenía confianza en el Señor, que tratarían su
enfermedad y volvería a recuperar su salud.
Cuando ella ya no pudo asistir a la eucaristía en la parroquia y
dejó de comulgar, sentí gran preocupación, ésta se fue
desvaneciendo al verla tan llena de paciencia y fortaleza para
recibir las sorpresas de su mal, entendí que ella estaba llena de
Dios pues de ninguna forma puede una por sí misma hacerle
frente a tal situación.
Este último tiempo con ella, fue para mí una verdadera escuela,
donde aprendí como se práctica la misericordia, el amor y la
dedicación con la persona y mucho más cuando es una hermana
de su Comunidad. Dependía de los cuidados que le brindábamos
27
desde que dejó de hablar, de comer, de vestirse, de caminar, de
bañarse, de poder estar de pie y nada le robo la paz, la sonrisa y
la serenidad. El Señor siempre la mantuvo y María fue su
compañera de camino.
Finalmente, confió que ella está en la casa del Padre, disfrutando
de su presencia, alabándole e intercediendo por nosotras
Carmelitas Teresas de San José hasta que nos volvamos a
encontrar en la eternidad.
Hna. Betty Yolanda Vargas Ávila, ctsj
Aunque fue muy poco el tiempo que viví con la Hna. María
Nubia Gómez Gómez, no puedo dejar de recordar los momentos
compartidos con ella, una persona con la que salía cuando nos
encontrábamos en Bogotá, íbamos al centro, nos hacíamos
alguna invitación y pasábamos un momento muy rico y fraterno.
En la Comunidad se manifestó sencilla, serena y cercana.
Durante su enfermedad pude acompañarla y colaborarle en todo
lo que ella necesitara. Un día experimenté su impotencia por los
estragos de la enfermedad que padecía, llegaba a la capilla
cogida de la pared del patio, al ver que no podía caminar por sí
sola, la sentí llorar tan fuerte, que rápidamente corrí para darle la
mano, lo mismo cuando dejó de vestirse por ella misma. Sin
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embargo, pacientemente fue asumiendo las penurias de su
enfermedad.
Que el Señor la tenga gozando de su Reino e interceda por
nosotras.
Hna. Lourdes Botero Gómez, ctsj
Mi nombre es Nora Biviana Gómez Montoya vivo en la ciudad
de Cartagena Colombia, donde mi tía Nubia venía a pasear,
desde que era muy chica. Recuerdo que en las vacaciones de
mitad de año mis hermanos y yo esperábamos con ansias la
llegada de la tía Nubia. A nosotros nos encantaba que llegara a
casa, porque eso significaba para nosotros salir de casa a pasear.
Íbamos a playa, a caminar por la ciudad antigua. Recuerdo que
mi padre siempre nos sorprendía con un paseo cuando su
hermana Nubia llegaba a casa; estuvimos varias veces en las
Islas del Rosario y en la ciudad de Santa Marta, la pasábamos
genial. Compartir con la tía Nubia era muy agradable, siempre
tenía una sonrisa en su rostro y nada parecía disgustarle, ella
siempre se veía feliz. unos pocos días, pues como ella misma
decía “tengo que repartir el tiempo, porque tengo que darle la
vuelta a todos”, y no era para menos. Nuestra familia es muy
grande y ella siempre quiso visitar a todos en sus vacaciones.
La tía Nubia siempre estuvo muy cerca de nosotros, a pesar de
las distancias, e hizo el esfuerzo de estar en fechas muy
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especiales para sus sobrinos de Cartagena, así lo recuerdo
cuando mi hermano mayor se casó y pocos años después me
case yo. Nos acompañó en nuestras bodas siempre con ternura y
amor, con su sonrisa, su voz tierna, pausada y angelical, con sus
brazos abiertos llenos de paz, con los que nos demostraba lo
importante que éramos para ella. Faltan las palabras para
describir lo agradable que era compartir aquellos momentos con
tan especial compañía.
Y el tiempo no se detiene y vienen ya nuestros hijos…
Mi tía Nubia conoció a María Lucía cuando tenía alrededor de 6
meses, recuerdo que le trajo dos vestidos hermosos, como
olvidarlo eran muy lindos. En esa visita a Cartagena la tía
muñequeo mucho con mi bebe y estaba muy feliz de ver como
crecía la familia, pues para ese entonces mi hermano Reynaldo
también tenía una bebe Mariangel.
Al año siguiente, mi hija ya tenía 18 meses y hablaba mucho en
el mes de julio que vimos nuevamente a la tía, compartimos
mucho con ella, mi hija era feliz a su lado pues ella tenía un
ángel especial con los niños que hacía que ella se sintiera
cómoda a su lado.
Esa fue la última vez que la tía estuvo en Cartagena. Empezó a
sentirse enfermita y los siguientes encuentros fueron en la
ciudad de Medellín.
El inicio de su proceso de su enfermedad, que si para nosotros
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sus familiares fue muy duro, no me imagino como habrá sido
para ella el tener que afrontar una situación tan compleja, como
el saber que iba a ir deteriorándose poco a poco y que no existía
nada medicamente comprobado para tratarla.
Fui a verla un par de veces, cuando sabía que iba a estar en
Medellín y cada vez la veía más enfermita, pero a pesar de todo,
había algo que en ella seguía intacto y era su alegría, su sonrisa,
su paz. Era impresionante verla tan enfermita y a la vez tan
feliz….
Estuve por última vez cerca de ella en diciembre del año 2015,
cuando por cosas de la vida mi padre, se debatía entre la vida y
la muerte en un hospital de Medellín, a causa de una cirugía en
su estómago. Todo ese mes de diciembre estuvimos unidos
como nunca en oración. Ella nos animaba a orar y a confiar en
Dios, que no perdiéramos las esperanzas porque para Dios nada
era imposible como ella ya no podía hablar nos comunicábamos
por casa ella siempre atenta al celular, pasaron los días, y por fin
se dio el milagro mi padre había salido de la unidad de cuidados
intensivos de la clínica Medellín y hasta allá fue mi tía Nubia a
saludarlo, a pesar de sus pocas fuerzas físicas para movilizarse,
allá estuvo llena de alegría viendo a su hermanito por el cual
tanto oró, recuperándose y con nuevas fuerzas…todo gracias a
Dios.
Seguimos en contacto con ella. Todo el año 2016…nos
enteramos de su delicado estado de salud y yo con muchas
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ganas de irla ver a Cúcuta, pero para ese tiempo yo estaba
nuevamente en embarazo y no pude hacer el viaje, con mucho
pesar en mi corazón. Un día antes de dar a luz a mi pequeña
María Paula le escribí a mi tía, le conté que me hacían cesárea y
que pronto nos íbamos a ver porque yo quería que conociera a
mi nueva bebe que apenas ella estuviera apta para viajar la iba a
llevar a verla….ella me escribió” Buenas noches Vivianita,
cuanto me alegro que ya estés en vísperas de la llegada de la otra
reina de la casa, con la ayuda de Dios todo va a salir muy bien”.
Así fue, todo salió muy bien, le mande muchas fotos y ella
estaba muy feliz de ver a la bebe. Me dijo que se alegraba
mucho de que la niña estuviera sanita y que me cuidara mucho,
que tratara de descansar cuando ella durmiera, para que no me
cansara tanto. Esta fue la última vez que hablamos ya mi tía
estaba muy enfermita.
Cuando mi tía Nubia partió de este mundo al lado de nuestro
amado Dios, fue un sentimiento muy doloroso, pues se había ido
una persona muy especial. La recordaré siempre. Su alegría, su
fuerza y su valentía me acompañaran siempre. Le doy gracias a
Dios por haberme regalado una tía tan bella y maravillosa. Mis
hijas y yo la amamos mucho.
Nora Biviana Gómez Montoya
sobrina
Primero que todo le doy gracias a Dios, por haberme permitido
conocer y compartir con la Hna. Nubia, que desde que arribó a
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tierras zulianas, iniciamos una amistad inquebrantable.
Compartimos por mucho tiempo salidas al sector de Pueblo
Nuevo, allí las familias la recuerdan con mucho cariño. Su
sencillez y cercanía con la gente nos permitió que la
conociéramos a fondo, una gran mujer carmelita, que siempre
con su gran sonrisa estaba dispuesta a ayudar especialmente a
aquellos niños desprotegidos.
Sus atenciones conmigo las llevaré en mi corazón, yo siempre
estaba dispuesta a ayudarla y acompañarla cuando ella lo
necesitaba, hasta el final… Y siempre le decía Hermana Nubia
cuando me necesite no dude en llamarme y luego fue en
escribirme, cuando era algo del computador ella siempre tenía
un cuaderno donde escribía los pasos para que no se le fueran a
olvidar y así iba aprendiendo…
Compartimos muchos momentos alegres y tristes, siempre fue
cercana a mi familia, cuando nos visitaba sabíamos qué le
gustaba. En diciembre, las hayacas en mi casa se las hacían
como a ella le gustaban, el masato le encantaba…
La Hna. Nubia siempre fue muy querida hasta el final, fue de
detalles. El año pasado en diciembre, los últimos días que estuvo
en El Zulia, compartí con ella y las hermanas, fue muy
significativo para mí, que ella quiso obsequiarme algunas cosas
suyas como un pañuelo con su nombre, el niño Jesús… Ahora
cuando los contemplo me vienen esos momentos inolvidables
muy significativos. No la había visto, llorar solo el día de la
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despedida, cada vez que lo recuerdo mi corazón se pone
nostálgico.
Una gran religiosa, una gran persona, una gran amiga, yo sé que
la Hermana Nubia está gozando de la Paz del Señor y desde el
cielo nos cuida y nos ayuda.
Jenny Xiomara Ramírez Jaimes
De la Fraternidad Carmelitana, El Zulia
Pocas mujeres han existido con esa capacidad de entregarse sin
condición, dándolo todo, siempre estando allí, dispuestas a
servir.
La Hna. Nubia fue una de ellas, fue una mujer integra en todos
los ámbitos: mujer, hija, religiosa, profesora… y yo, como su
estudiante que fui, doy fe de lo importante que fueron todas sus
enseñanzas en mi vida y en la de todos mis compañeros.
Se entregó por completo a su trabajo, siempre dictaba sus clases
con amor, nos corregía cuando era necesario, se preocupaba por
nuestro bienestar, nos animaba continuamente para crecer como
unos profesionales de bien. No solamente fue una profesora sino
también una madre. Era tanto el cariño que nos expresaba que
así nos hacía sentir: Amados.
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Nos hizo entender que al igual que en su vida, Jesús y la virgen
María deben ser los pilares de nuestra existencia.
Sé que la HERMANITA NUBIA, aunque ya no esté aquí
presente entre nosotros, nos acompaña espiritualmente.
Quisiera reconocer que fue una persona muy importante en mi
vida, su apoyo, su confianza, su comprensión y el creer en mí,
ayudó mucho en mi crecimiento académico y personal.
Y es que, En ella, se reflejaba la sencillez de su vida, la
importancia de sus valores y el carisma de su comunidad.
Ángela María Bautista Cano
Alumna del colegio Marco Fidel Suarez, El Zulia
Hoy doy gracias a Dios por haber compartido con un ser tan
maravilloso como fue la Hermana Ma. Nubia, Carmelita Teresa
de San José, a quien asistí en su enfermedad, por un período de
tres meses.
En ella encontré a una persona muy especial, ya que durante su
enfermedad depositó en mí, y en mis cuidados toda su
confianza.
Aunque había perdido la voz, siempre buscó la forma de
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comunicarse y de expresar lo que quería, sentía o necesitaba.
A pesar de su enfermedad siempre se mostró con una inmensa
sonrisa en su rostro, amable y con el deseo de seguir adelante.
Ante su partida a la Casa del Padre me dejó una gran enseñanza,
como fue no perder la fe, por más difícil que se presenten las
cosas y siempre estar dispuesta para el Señor.
Milena Monsalve Villamizar
Enfermera auxiliar de El Zulia
Querida Nubiecita (como te llamé toda la vida): es para mí muy
grato hacer memoria de los recuerdos que guardo de tu vida:
En mis primeros años de profesa, junto con Hna. Cecilia
Barreda Merino, trabajábamos en Pastoral Vocacional en
algunos pueblos del departamento de Antioquia, entre ellos tu
pueblo, El Santuario (que es también el pueblo de mis raíces
paternas). Te conocí en el grupo vocacional de las jóvenes que
en aquel momento querían conocer nuestra Congregación, tú ya
no eras tan joven, pues tuviste que sacar adelante a tus hermanos
antes de ponerte a pensar en ti. Pero cuando llegó el momento
de darle un sentido a tu vida, te recuerdo muy animada en las
reuniones vocacionales y tengo especialmente presente el día
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que conocimos a tu papá y a alguna de tus hermanas, cuando ya
se hizo un hecho tu deseo de empezar a formar parte de nuestra
Familia Religiosa.
A tu ingreso a la Congregación, también pude compartir contigo
un corto tiempo en el comienzo de tu primera etapa formativa,
viene el mismo recuerdo a mi mente: tu ánimo y deseos de
consagrarte al Señor, y la sencillez con la que vivías en todo
sentido.
Años más adelante, con motivo de mis responsabilidades en
Pastoral en la Provincia, te volví a encontrar en El Zulia, (Norte
de Santander), donde viviste tantos años. Dos recuerdos
puntuales vienen a mi mente:
El primero, tu preocupación por poder ponerme en contacto con
alguna joven que tuviera interés por conocer la vida consagrada,
siempre en mis visitas tuviste a alguien para presentarme, viviste
muy bien lo que tanto se nos ha dicho toda la vida, que: desde lo
que somos y hacemos, todas hemos de estar preocupadas e
interesadas por la pastoral vocacional. Y el segundo, tu
trabajo con los catequistas y unos grupos muy grandes de niños
que cada año se preparaban para recibir el sacramento de la
eucaristía, mínimo 100 y algunos años más de 100 niños. Fui
testigo de varios hechos apostólicos hermosos y sencillos por tu
parte.
Tu preocupación por la adecuada preparación de los catequistas.
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Tu insistencia con los párrocos y demás sacerdotes para que
visitaran a los niños algunos sábados en sus catequesis y en
general para que tuvieran los mejores detalles posibles con ellos,
durante su año de preparación sacramental y el día de su primera
comunión.
La manera como buscabas por todos los medios los vestidos de
primera comunión para los niños que sabías no podrían tenerlos
en ese gran día.
Igualmente, tu preocupación por el desayuno de los niños el día
de su primera comunión y por todos los detalles que pudieran
recibir los niños en ese gran día.
En la misma semana de tu muerte, estuve en El Zulia junto con
otras hermanas con motivo de la celebración de las Bodas de
Plata de nuestras Hermanas Lida Eugenia Flórez y Mireya
Monsalve, y a la salida de esa eucaristía, entre los saludos de la
gente, muchos de ellos volvieron a hacer memoria de todas tus
bondades para con sus niños, en este aspecto sacramental del
que acabo de hablar y también como su profesora de primaria en
lo que en aquellos años era la Escuela San José. Dicen tantos
que te conocieron como educadora que fuiste muy especial y
delicada con los niños que se te confiaron.
Hago memoria igualmente de tu delicadeza con las hermanas
que por cualquier motivo pasábamos por el lugar donde tu
vivías, me sentí querida por ti y atendida con ese cariño y
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sencillez tan característicos tuyos.
Y para la eternidad, me he quedado con ese buen sabor de tu
referencia permanente al Señor, con tus deseos de hacer siempre
las cosas lo mejor posible, con tu sencillez de vida, con esos
ratos en que nos reíamos del mundo y de nosotras mismas, y
cómo no hacer memoria de tu “inmenso detalle” de varios años
a finales de Diciembre, cuando nos juntábamos todas en Bogotá
para las actividades Provinciales: Tenías el humor de cargar
desde El Zulia con las tradicionales hayacas (comida típica
Nortesantandereana), que tanto nos gustan a algunas de las
hermanas que hemos vivido allá, sólo para darnos ese gusto y
alegría.
A la luz de estos recuerdos, tu paso a la casa del Padre me deja
sabor a vida, sentimientos de alegría al recordarte y la certeza de
que tanto tu existencia terrena como tu vida en Dios, serán para
la Provincia y Congregación, y para tu familia, semillas de
esperanza y fuente de vida en abundancia.
Hna. Angela María Zuluaga Ospina, ctsj
De postulante tuve la oportunidad de compartir la vida con
Nubia en la Casa Noviciado, siendo ella novicia de segundo año
y luego nos volvimos a encontrar como profesas, nuevamente,
en la misma casa. Se caracterizó por llevar una vida sencilla,
39
abierta al acontecer de Dios en ella y en las circunstancias que la
rodeaban. Fue una persona de brazos abiertos para acoger con
cariño y a manos llenas a quien pasaba por la comunidad.
Cuando fuimos destinadas a otras comunidades y teníamos la
oportunidad de encontrarnos, podíamos compartir la experiencia
de Dios que íbamos viviendo, por lo que puedo dar fe que Nubia
siempre estuvo disponible, como María, a dejarse hacer por el
Señor, según nuestro carisma.
Nubia tenía don de gentes, su mirada y relación con los otros
estaba mediada por la capacidad de ver en los demás a un ser
humano, sin etiquetas, ni distinción; su amabilidad y sonrisa la
hacían una persona muy especial para los demás.
En los momentos de dificultad y de sufrimiento, confiaba en la
voluntad de Dios y esperaba como el niño en brazos del padre
que las cosas fueran mejores.
Como mujer misionera su preferencia estaba en el trabajo con
los pobres y en los lugares donde estuvo, su acción tendía hacia
los más necesitados, en la catequesis, en el aula de clase, en los
grupos… Buscó de muchas maneras, y haciendo que otros
colaboraran, la forma de ofrecerle a quien fuera solución a su
necesidad.
Desde antes de entrar a la Congregación construimos una
amistad sólida, de crecimiento mutuo, en la que pudimos
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compartir con alegría los deseos de una vida consagrada
enriquecida por la fraternidad, la comunión y la disponibilidad
para el servicio.
Después de su partida a la Casa del Padre, antecedida por la
enfermedad, que con seguridad rubricó, en carne propia, el
anonadamiento y la infancia espiritual, asemejándose a Jesús en
su pasión, pienso, en muchos momentos, que su talante de mujer
consagrada, con todo lo que supuso, desde el momento que
ingresó a la Congregación, hasta su pascua, tuvo como escuela
vital, el que hubiera asumido, a la muerte de tu mamá, el rol de
ayudar a salir adelante la familia: padre y hermanos. Ella que,
por voluntad propia, como Jesús, entregó la vida, ya la ha
recuperado, como fue prometido por Él.
Nubia, en el cielo nos encontraremos y mientras tanto
seguiremos unidas en el espíritu. La hermosura de Dios plenifica
tu nuevo modo de vivir en Él. ¡Gracias por siempre!
Hna. Mª del Socorro Henao Velásquez, ctsj
Me ha conmovido mucho la muerte de nuestra Hermana Nubia
Gómez Gómez, la primera de nuestras Hermanas colombianas
que parte, tan inesperadamente al Padre. No viví con ella en
ninguna Comunidad, pero sí tuve la dicha de conocerla desde
sus primeros pasos vocacionales y luego, ya religiosa, nos vimos
41
en diferentes encuentros intercomunitarios.
Siempre admiré mucho la lucha que tuvo antes de su ingreso a
nuestra Congregación pues, al ser la hija mayor de una familia
numerosa y morirse su mamá, tuvo que reemplazarla y tomar las
riendas del hogar, junto con su papá, de manera que entró
mayorcita al Noviciado donde demostró un gran amor por su
vocación como Carmelita Teresa de San José y lo mantuvo
siempre.
En nuestros encuentros, me daba mucho gusto conversar con
Nubia. Era una mujer discreta, sencilla, respetuosa, austera,
alegre, de fe, orante, mariana y muy conversadora, pero nunca la
oí hablar mal de nadie, así que cumplió a cabalidad lo que sin
duda alguna sería el fruto de sus encuentros con el Señor Jesús.
Nubia, ahora que ya estás gozando de la Pascua eterna,
acuérdate de nosotras, tus Hermanas de Congregación, para que
en estos tiempos tan convulsivos por los que nos toca hacer
camino, podamos ser testimonio de paz, alegría y amor. Te
recordaremos con mucho cariño.
Hna. Ana María Treceño Villacorta, ctsj.
42
NUESTRA HERMANA… BONDAD
Conocí a Nubia hace muchos años y durante varios de ellos,
pude irla conociendo. Siempre la percibí serena, sonriente,
cercana, atenta, familiar. Compartía las cosas buenas de su
familia con alegría. Y sus experiencias también, con sencillez.
Se quedó sin madre siendo muy joven y ella asumió el cuidado
de su padre y hermanos, que eran bastante. Conoció a las
Hermanas y el Señor le hizo “señas”. De momento no podía
responder, pero ahí quedó el “gusanillo” en su corazón.
“Esperaré a que crezcan un poco más mis hermanos, pero cuenta
conmigo”, Y así fue. Llamó a la puerta de las CTSJ y sin tardar,
la recibieron. Postulante, Novicia, Profesión. Siempre dispuesta
a lo que le mandaran o sugirieran. Pero para mejor servir, había
que formarla un poco más y dar a Jesús, además de su ejemplo,
de su vivencia sencilla y alegre, algunos contenidos y
métodos de pastoral.
Con sus deseos de mejor servir y ayudar que lleva en el alma,
coronó su carrera. Pronto la enviaron al colegio de El Zulia, en
dos secciones: Primaria y Bachillerato completo. Tanto la
escuela, como el colegio, era propiedad del Departamento del
Norte de Santander, ubicado en el pueblo de El Zulia (Ciudad de
Cúcuta). Pronto la enviaron a la Escuela San José (EL Zulia),
43
donde pasó los últimos años de su vida y donde las Hermanas la
cuidaron con esmero y cariño de verdaderas hermanas. Nubia ya
no podía hablar, ni leer, ni moverse, ni coger una escoba…Era
igual. La miraban como una columna que sostenía el amor, el
trabajo bien hecho, la entrega a los niños, a las familias a todos
los que se acercaban y el estímulo para seguir adelante y dar
AMOR. Un día la llamé por teléfono a El Zulia, para felicitar a
una Hna. que cumplía años y la pregunté por Nubia. Me quedé
sin palabras, porque me dijo la cumpleañera que ya no hablaba y
si lograba que le saliera un sonido, no se la entendía. Me dio
mucho pesar, como dicen los colombianos. Dios la fue
purificando con semejante sufrimiento y me imagino el gran
abrazo, cuando entró en la GLORIA DEL SEÑOR.
Nubia, no te olvidaremos. Ruega por tus Hermanas, por tu
Congregación, por todo lo que lleva en las manos cada una. Los
Capítulos Provinciales, el Capítulo General, por todos los
proyectos que soñamos y soñaremos, con el empuje del Señor…
Nubia, no te olvidaremos. No nos olvides…
Hna. María Varona de la Fuente, ctsj
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“Felices los de espíritu sencillo, porque suyo es el Reino de
Dios” (Mat 5,3).
La partida a la Vida de nuestra hermana Nubia, me ha producido
profunda conmoción. Y en comunión congregacional, y
singularmente con las hermanas de la Provincia Ntra. Sra. del
Carmen y con todos los que la hemos conocido, experimento un
profundo y sereno dolor por su partida, a la par que gozo y
gratitud, por el don inmenso que su vida, su vocación y su
ministerio, han significado para nuestra Congregación y para la
Iglesia.
Nubia ha sido, en su sencillez, un instrumento útil y dócil al
servicio del Reino, y ha vivido nuestro carisma y espiritualidad,
con tanta simplicidad como autenticidad. Su testimonio de vida
evangélica ha marcado su existencia, hasta que Dios la ha
llamado a la plenitud de la paz y la felicidad en Él.
Murió como vivió. Se fue en silencio, como de puntillas, sin
hacer ruido. Como quien siente prisa por celebrar la Pascua
definitiva con su Dueño y Señor.
Dios me regaló conocer a Nubia en la etapa de su
Acompañamiento Vocacional, cuando se planteaba el
seguimiento de Jesús al estilo de Teresa Toda y Teresa Guasch
como su opción de vida, y acompañarla en las etapas iniciales de
su proceso de formación. Y la experiencia a la que está asociado
su nombre, en mi corazón, tiene un “eco y sabor” a humildad,
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alegría, simplicidad, silencio fecundo y entrega cálida y sencilla.
Se sabía, y se vivía, como pobre y pequeña. Y se entregaba, sin
condiciones, desde su pobreza. Toda su vida, aún antes de
iniciarse en su proceso de formación como Carmelita Teresa de
San José, estuvo marcada por los valores que marcan nuestro
espíritu y carisma: Humildad, sencillez, mansedumbre,
capacidad de entregar la vida por amor, y pasión por el reino.
Se olvidó de sí misma y se entregó al cuidado de sus hermanos,
mientras fue necesario, a la muerte de su madre, y sólo pensó en
su opción de vida y decidió seguir a Jesús en nuestra
Congregación, cuando sintió que ya no era imprescindible su
presencia en su casa, como hermana mayor.
En su proceso de formación siempre dio el testimonio de
servicio, docilidad al plan de Dios, abandono en Él, y capacidad
de despojo y anonadamiento, en la obediencia a Dios y a las
mediaciones de las que Él se iba valiendo para acompañar su
búsqueda y orientar su existencia para Él y los de Él. Y así ha
vivido, según los testimonios recibidos, la dolorosa experiencia
de su enfermedad.
En la cruz de cada día, especialmente durante su última
enfermedad, Nubia aprendió a vaciarse para que Dios llenara su
corazón. Aprendió a obedecer, como Jesús, a hacerse a su
imagen y semejanza, y en Él cobró sentido su vida y su muerte.
Comparto con la Congregación la nostalgia y el dolor que nos
acompañan en su despedida, y la acción de gracias a ese Dios
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Bueno que nos la regaló como hermana y fue fiel en ella hasta el
final. Y confío nuestro presente y futuro a su intercesión y a la
de las hermanas que con ella forman nuestra comunidad del
cielo.
Hna. Cecilia Barreda Merino, ctsj
“NUESTRA VIDA RELIGIOSA,
UNA VIDA QUE SE HACE VIDA AL SERVICIO DEL AMOR”
Nuestra querida hermana Nubia goza ya del Amor pleno en
Dios, el cual profesó y vivió en entrega total, en fidelidad. De
ella tengo muy bonitos y significativos recuerdos, la conocí en
mi tierra de Sonsón, compartimos en la catequesis con los niños
que se preparaban para su primera comunión; siempre me
llamó la atención su forma de ser tan sencilla, su cercanía para
con todas las personas que tratábamos con ella, su manera de
irradiar el Dios lleno de Misericordia que habitó en su corazón,
de verdad que su testimonio de vida estará presente no
solamente en el recuerdo sino también en el corazón y el
compromiso de seguir adelante en esta opción por Jesús y su
causa hasta el final de la vida.
¡Gracias hermana Nubia por tu ternura y por ser reflejo del
infinito Amor de Dios, así también como de la entrega generosa
del Fiat de María Madre!
Alba Luz Orozco Loaiza, ctsj
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