Hobbes - Luis Salazar

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162 CAPÍTULO VI HOBBES Y EL IUSNATURALISMO MODERNO 1. Introducción Con Hobbes entramos de lleno en el terreno de la filosofía política moderna. De una filosofía que es moderna no sólo por el momento en que aparece (siglo XVII) o por los temas que trata (el Estado moderno, el individualismo), sino por su sentido consciente y explícito, es decir, por su denodado esfuerzo por dejar atrás los presupuestos esenciales, las teorías y los métodos de la vieja filosofía, tanto escolástica como clásica antigua. Partiendo, como Descartes y como Spinoza, de los grandes descubrimiento científicos de Copérnico y de Galileo, Hobbes pretende, en efecto, iniciar una modo radicalmente nuevo de pensar teóricamente la política. Quiere fundar una nueva filosofía (científica), en franca ruptura con todas las tradiciones filosóficas anteriores. Es en este sentido un teórico revolucionario, aun si, como veremos, defiende posturas políticas autoritarias y aparentemente conservadoras. Más radical que el propio Descartes, que de algún modo intentaba “acomodar” los nuevos hallazgos científicos dentro de un marco que no fuera incompatible con la teología, Hobbes propone una transformación teórica que choca frontalmente tanto con el sentido común como con los marcos teóricos, metafísicos o teológicos, imperantes. No es casual que sus obras, que políticamente pretendían defender el orden absolutista históricamente ligado a las rancias tradiciones del “derecho divino de los reyes” y del origen patriarcal del poder–, fueran recibidas con recelo, con asombro y aun con escándalo por los titulares y cortesanos de aquellos mismos poderes a los que buscaba justificar. Luis Salazar

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    CAPTULO VI

    HOBBES Y EL IUSNATURALISMO MODERNO

    1. Introduccin

    Con Hobbes entramos de lleno en el terreno de la filosofa poltica moderna. De

    una filosofa que es moderna no slo por el momento en que aparece (siglo XVII) o

    por los temas que trata (el Estado moderno, el individualismo), sino por su sentido

    consciente y explcito, es decir, por su denodado esfuerzo por dejar atrs los

    presupuestos esenciales, las teoras y los mtodos de la vieja filosofa, tanto

    escolstica como clsica antigua. Partiendo, como Descartes y como Spinoza, de

    los grandes descubrimiento cientficos de Coprnico y de Galileo, Hobbes pretende,

    en efecto, iniciar una modo radicalmente nuevo de pensar tericamente la poltica.

    Quiere fundar una nueva filosofa (cientfica), en franca ruptura con todas las

    tradiciones filosficas anteriores. Es en este sentido un terico revolucionario, aun

    si, como veremos, defiende posturas polticas autoritarias y aparentemente

    conservadoras. Ms radical que el propio Descartes, que de algn modo intentaba

    acomodar los nuevos hallazgos cientficos dentro de un marco que no fuera

    incompatible con la teologa, Hobbes propone una transformacin terica que choca

    frontalmente tanto con el sentido comn como con los marcos tericos, metafsicos

    o teolgicos, imperantes. No es casual que sus obras, que polticamente pretendan

    defender el orden absolutista histricamente ligado a las rancias tradiciones del

    derecho divino de los reyes y del origen patriarcal del poder, fueran recibidas

    con recelo, con asombro y aun con escndalo por los titulares y cortesanos de

    aquellos mismos poderes a los que buscaba justificar.

    Luis Salazar

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    Para entender esta paradoja, pero tambin para entender el proyecto filosfico

    de Hobbes, es indispensable remontarnos a su poca, a la poca en que las reformas

    protestantes haban derivado en cruentas e interminables guerras de religin, tanto

    civiles como interestatales. Las causas de estas guerras fueron muchas dinsticas,

    territoriales, econmicas y sociales, pero en todos los casos la explosiva cuestin

    religiosa jug un papel decisivo, agudizando y extremando los conflictos.

    Durante muchos siglos el cristianismo, en su modalidad catlica y romana,

    haba jugado el papel de cohesionar y legitimar los poderes medievales,

    otorgndoles un carcter casi sagrado. Esto por supuesto no significa que no

    hubiera conflictos con frecuencia violentos entre la Iglesia y los poderes

    seculares, entre la cruz y la espada, entre las jerarquas sacerdotales, el Papa, y las

    aristocracias y monarquas, pero al final de cuentas eran conflictos dentro de un

    marco de referencia religioso compartido por todos: la Iglesia Universal,

    presuntamente fundada por Cristo, reconoca y consagraba el poder del emperador y

    de los reyes, y stos tenan la funcin de proteger a la nica religin verdadera que

    era la catlica. Todo poder viene de Dios, de acuerdo a la famosa epstola de

    Pablo de Tarso, y por ende a los sacerdotes, obispos y papas simplemente les

    tocaba, como representantes de Cristo, legitimar (consagrar) el poder de esos

    gobernantes.

    Cuando Lutero primero, y Calvino y muchos otros despus, cuestionaron la

    autoridad papal, lo mismo que la versin catlica del cristianismo, aun sin quererlo

    socavaron irreversiblemente los fundamentos de esta legitimacin tradicional-

    religiosa. El viejo marco de referencia compartido cay hecho pedazos e

    inevitablemente surgi la cuestin sobre si poda ser (o no) legtimo y justo

    obedecer a un seor catlico cuando los sbditos eran protestantes, o a un seor

    protestante cuando los sbditos eran catlicos. De factor de cohesin y

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    legitimacin, la religin se convirti en factor de disensin y subversin. La

    primera solucin, la de cuius regio, eius religio (a tal rey, tal religin), pronto se

    revel insuficiente y brutal, ante el avance incontenible del fanatismo religioso de

    sectas e iglesias. Las luchas dinsticas siempre cruentas adquirieron tintes

    religiosos sectarios, generando enormes matanzas entre los partidarios de posturas

    intolerantes. Por cerca de dos siglos, Europa Occidental padeci sangrientas luchas

    que slo terminaron con la emergencia del Estado nacional moderno, relativamente

    laico, es decir, separado ms o menos clara y oficialmente de las iglesias, y con la

    despolitizacin y privatizacin correlativa de las cuestiones religiosas.

    Estos dos procesos requirieron, sin embargo, la afirmacin del poder del

    Estado moderno como poder soberano, tanto frente a los poderes externos (la

    Iglesia Catlica y el Imperio), cuanto frente a los poderes internos (los estamentos,

    las corporaciones, las sectas), y la sustitucin de la legitimacin de corte religioso

    por una legitimacin de tipo legal-racional, independiente de consideraciones

    estrictamente religiosas. Cree lo que quieras (ese es un asunto privado), pero

    obedece (las leyes y los poderes pblicos), esa ser finalmente la frmula que

    permitir superar las guerras de religin, afirmando la soberana del Estado como

    ente territorial, como maquinaria burocrtico-militar, capaz de reclamar con xito,

    como dir Weber mucho ms adelante, el monopolio de la fuerza legtima, y de

    pacificar, en consecuencia, la convivencia social dentro de un marco territorial

    determinado.

    En este horizonte, las obras fundamentales de Hobbes pueden verse como el

    primer gran esfuerzo terico por dotar de una justificacin racional moderna al

    Estado como poder soberano (que no reconoce ningn poder superior a l),

    sustentado en el monopolio de la fuerza legtima, y capaz de crear un orden social

    pacfico. Ciertamente ya Bodin y los politiques en Francia haban tratado de

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    proponer la idea de soberana para enfrentarse precisamente a las sediciones

    religiosas, pero su teorizacin segua dependiendo de premisas de corte tradicional.

    En cambio, Hobbes habra de tener la audacia de pensar el origen, el fundamento y

    el fin del poder poltico soberano sobre bases radicalmente nuevas, individualistas,

    planteando en trminos inditos la cuestin del orden poltico y social, as como el

    problema del fundamento racional del deber u obligacin de la obediencia.

    Seguramente, estos dos problemas ya haban sido tratados en la tradicin clsica y

    medieval de la filosofa poltica occidental. Pero, con Hobbes, sus presupuestos

    metafsicos, epistemolgicos, ticos y antropolgicos sufren un trastrocamiento

    radical tal que se convierten, por as decirlo, en verdaderos y desafiantes problemas

    nuevos, o en otros trminos, en problemas que ya no pueden resolverse ni en

    trminos de una cosmologa ingenua y antropocntrica, ni en trminos de una

    antropologa que en el horizonte hobbesiano slo poda aparecer como una peticin

    de principio falaz. Veamos por qu.

    2. Una nueva concepcin de la filosofa

    Frente al estremecedor espectculo de las guerras civiles religiosas, frente al hecho

    de que todas las facciones reivindicaban sus derechos y la ley divina y natural a

    favor de sus posiciones, y frente a lo que slo poda parecerle el fracaso total de las

    viejas teoras sobre el orden poltico, Hobbes asume que una de las causas

    fundamentales de tales fenmenos reside precisamente en la ignorancia humana

    acerca del verdadero fundamento de ese orden. De esta manera, en De Corpore,

    afirma lo siguiente:

    El fin o meta de la filosofa es que podamos usar en nuestro beneficio el conocimiento de las causas de los efectos anteriormente vistos; o que,

    mediante la aplicacin de los cuerpos uno sobre otro, podamos producir esos

    efectos que concebimos en nuestra mente, tan lejos como la materia, la fuerza

    y la industria lo permitan para comodidad de la vida humana. (...) El fin del

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    conocimiento es el poder. (...) Ahora bien, los mayores bienes (commodities)

    de la humanidad son las artes (tcnicas); a saber, la de medir la materia y el

    movimiento; la de mover cuerpos pesados; la de la arquitectura; la de la

    navegacin; la de hacer instrumentos para todos los usos; la de calcular los

    movimientos celestes, los aspectos de las estrellas y las partes del tiempo; la

    de la geografa, etc. (...) La filosofa es, por ende, la causa de todos estos

    beneficios. Pero la utilidad de la filosofa moral y civil ha de ser estimada no

    tanto por los bienes que obtenemos conociendo estas ciencias, sino por las

    calamidades que recibimos por no conocerlas. Ahora bien, todas esas

    calamidades que pueden evitarse mediante el esfuerzo humano, surgen de la

    guerra, pero principalmente de la guerra civil. Pero la causa de la guerra no

    es que los hombres quieran tenerla; pues la voluntad no tiene por objeto sino

    lo bueno, o al menos lo que parece bueno. Ni es porque los hombres no sepan

    que los efectos de la guerra son malos; pues quin hay que piense que la

    pobreza o la prdida de la vida no son grandes males? La causa, por ende, de

    la guerra civil, es que los hombres no conocen las causas ni de la guerra ni de

    la paz, habiendo muy pocos en el mundo que han aprendido los deberes que

    tienen y conservan a los hombres en paz, esto es, que han aprendido las

    reglas de la vida civil suficientemente.1 (Dco, pp.7-9)

    Esta manera de entender a la filosofa y sus objetivos muestra la inmensa distancia

    que separa a Hobbes de las concepciones previas al respecto. Mientras que para

    Platn, Aristteles y la inmensa mayora de los filsofos antiguos, la filosofa era

    sobre todo una forma de vida superior, fundada en un saber de lo eterno y de lo

    divino; mientras que para los telogos medievales la filosofa era tambin un medio

    para apoyar y fortalecer la fe, y para por ende alcanzar la salvacin, para Hobbes la

    filosofa no es otra cosa que saber cientfico, clculo riguroso, que nos permite

    dominar tcnicamente (tener poder sobre) los fenmenos naturales, y que, en el

    caso de la filosofa poltica, nos permite sobre todo evitar las calamidades de la

    guerra civil, al hacer posible el conocimiento de las reglas que permiten fundar un

    orden pacfico. Consciente de esa distancia, el propio Hobbes afirma: 1 Todas las citas de De Corpore remiten a Elements of Philosophy, First Section, Concerning Body, que

    constituye el volumen I de The English Works of Thomas Hobbes, Collected and edited by William

    Molesworth, Scientia Verlag Allen, Alemania, 1966.

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    Pues la gloria interior y el triunfo espiritual que un hombre puede tener por dominar alguna dificultad y una materia dudosa, o por el descubrimiento de

    una verdad oculta, no vale las muchas penas que el estudio de la Filosofa

    requiere; ni necesita ningn hombre preocuparse mucho por ensear a otro lo

    que l sabe, si piensa que ese ser el nico beneficio de su trabajo.(Dco, p. 7)

    Contra lo que pensaban entonces los filsofos anteriores, la filosofa no tiene un

    valor intrnseco, no es una actividad valiosa por s misma; su valor, su razn de ser

    nada tiene que ver con quin sabe qu ataraxia contemplativa, sino con un fin

    extrnseco: el poder tcnico que nos otorga para someter la naturaleza a nuestros en

    intereses y necesidades; y para someter igualmente nuestras propias pasiones,

    evitando as las calamidades de la guerra civil. El saber tiene como meta el poder

    activo, y no la mera contemplacin pasiva del orden eterno de la naturaleza.

    Ahora bien, esta transformacin radical de la manera de entender a la

    filosofa implica, en Hobbes, una mutacin igualmente radical en el modo de pensar

    los temas tradicionales de la filosofa, desde la metafsica y la teora del

    conocimiento, hasta la tica y la poltica. As, en sus textos encontraremos una

    nueva concepcin de la naturaleza, una nueva forma de comprender lo que es el

    conocimiento, pero tambin un modo radicalmente novedoso de pensar la

    naturaleza humana, y en consecuencia tambin los valores ticos y el poder

    poltico. Veamos brevemente cada uno de estos temas.

    3) De la Naturaleza como Cosmos a la Naturaleza como Materia corporal

    Como hemos visto anteriormente (captulos II y III), la mayor parte de los

    pensadores premodernos vean a la Naturaleza como un orden armonioso, perfecto,

    axiolgica y ontolgicamente jerarquizado, es decir, como un cosmos contrapuesto

    al caos. El fundamento de ese orden poda ser espiritual (como en Platn) o

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    teleolgico (como en Aristteles), pero en cualquier caso se parta del supuesto de

    que ese orden perfecto exista independientemente de la inteligencia y de la

    voluntad humana. La perfeccin de ese orden, por ende, realizaba una racionalidad

    objetiva, una necesidad eterna, as como unos valores tambin objetivos,

    cabalmente independientes de la voluntad del ser humano. Por eso, lo natural, la

    naturaleza apareca como orden arquetpico, como orden al que los seres humanos

    deban adaptarse y ajustarse, pues transgredirlo o violarlo slo poda ser el resultado

    o de la ignorancia o de la desmesura de las pasiones humanas (o de ambas cosas) y

    slo poda conducir al desorden, es decir, al caos. En este sentido, lo natural, la

    naturaleza, eran vistos como superiores axiolgicamente a lo convencional o

    artificial.

    En este horizonte se puede comprender la novedad radical de lo que un autor

    reciente ha denominado pomposamente la decisin metafsica de Hobbes2, esto

    es, la novedad radical de una concepcin que asume cabalmente que el presunto

    orden natural, si es que existe, est totalmente fuera del alcance de nuestras

    capacidades cognoscitivas, y que por ende ese supuesto orden no puede ser el

    fundamento ni ontolgico ni axiolgico del orden humanamente construido. Que

    asume, as, que lo natural, la naturaleza, no pueden verse sino como la materia o el

    objeto que los seres humanos deben dominar y transformar para su propio

    beneficio, creando un orden artificial, esto es, un orden verdaderamente racional

    que les permita superar su miserable condicin natural. Con ello, la naturaleza

    pierde su estatuto de arquetipo, de modelo ideal, mientras que lo artificial o

    convencional se configura como la nica forma de existencia posible de una

    racionalidad y de un conocimiento que slo tienen sentido como medio para crear

    un verdadero orden humano. La naturaleza deviene as materia catica, objeto que

    2 Cf. Y. Ch. Zarka, La dcision mtaphysique de Hobbes, Vrin, Pars, 1999.

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    hace falta dominar y transformar para generar artificios o artefactos, es decir,

    realidades que por estar diseadas racionalmente, pueden denominarse racionales.

    Esta sorprendente concepcin de la naturaleza puede descubrirse en la

    justamente clebre Introduccin de la obra mayor de Hobbes, el Leviatn:

    La Naturaleza (el arte con el que Dios ha hecho y gobierna el mundo) es imitada por el arte del hombre de tal modo que, como en muchas otras cosas,

    ste puede hacer un animal artificial. Pues viendo que la vida no es sino un

    movimiento de los miembros, cuyo comienzo se halla en alguna parte

    principal de ellos, por qu no podramos decir que todos los autmatas

    (mquinas que se mueven a s mismas mediante resortes y ruedas, como lo

    hace un reloj) tienen una vida artificial? Qu es el corazn sino un resorte; y

    los nervios qu son sino diversas fibras; y las articulaciones, sino varias

    ruedas, que dan movimiento al cuerpo entero, tal como se propuso el artfice?

    El arte, sin embargo, va ms all, imitando la obra ms racional y excelente

    de la Naturaleza: el hombre. Pues mediante el arte es creado el gran

    LEVIATAN llamado REPUBLICA O ESTADO (en latn CIVITAS), que no

    es ms que un hombre artificial, aunque de mayor estatura y fuerza que el

    natural, para cuya proteccin y defensa fue pensado; y en el que la soberana

    es un alma artificial, que da vida y movimiento y movimiento al cuerpo

    entero; los magistrados y otros funcionarios de la judicatura, articulaciones

    artificiales; el premio y el castigo (mediante los cuales se asegura a la sede de

    la soberana que cada articulacin y cada miembro sea movido para cumplir

    su deber) son los nervios, que hacen lo mismo en el cuerpo natural; la riqueza

    y la abundancia de todos los miembros particulares son la fuerza; la salus

    publica (la seguridad del pueblo) su negocio; los consejeros, que le sugieren

    todas las cosas que necesita saber, son la memoria; la equidad y las leyes, una

    razn y una voluntad artificiales; la concordia, es la salud; la sedicin, la

    enfermedad; y la guerra civil, la muerte. Finalmente, los pactos y convenios

    mediante las partes de este cuerpo poltico fueron primeramente hechas,

    articuladas y unidas, se asemejan a ese fiat, o a ese hagamos al hombre,

    pronunciado por Dios en la creacin.3(L, pp. 3-4)

    Si examinamos con cuidado las analogas que propone este clebre pasaje en

    apariencia tan similares a las propuestas por Platn, Aristteles y toda la tradicin

    3 Todas las citas del Leviatn remiten a la edicin de E. Curley, Leviathan, with selected variants from de Latin

    edition of 1668, Hackett Publishing Company, Inc., Indianapolis/Cambridge, 1994.

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    filosfica premoderna lo primero que llama la atencin es la identificacin de la

    naturaleza con un arte: el arte (es decir, la tcnica) con el que Dios ha hecho y

    gobierna al mundo. Ello significa que lo natural es, para Hobbes, de algn modo

    artificial, pues es el resultado de un artificio, slo que de un artificio divino. De

    modo que si la naturaleza tiene algn sentido o finalidad, es un sentido o finalidad

    dados por ese artfice, es decir, por Dios. Ahora bien, en diversas partes de sus

    obras, Hobbes subraya que no podemos tener un conocimiento adecuado de la

    naturaleza de Dios, ni, por ende, de los fines que Dios se propuso (suponiendo que

    Dios se proponga fines) cuando hizo el mundo. Lo que deriva en la conclusin de

    que el sentido o el fin de la Naturaleza (en tanto Arte-facto divino) son cosas que

    forzosamente ignoramos, pues estn ms all de nuestras capacidades

    cognoscitivas. En otras palabras, slo Dios sabe (si es que sabe algo) para qu

    hizo el mundo natural, y como seres humanos limitados a conocer slo lo que

    podemos percibir sensorialmente, tenemos que contentarnos en este respecto con

    aceptar las enseanzas reveladas en los Libros Sagrados (que por lo dems

    tampoco aclaran demasiado estos puntos), mediante un acto de fe es decir, de

    confianza en lo que nos dicen esos textos pero sin confundir esa fe con un saber

    riguroso. En suma, lo mejor que podemos decir de la Naturaleza es que, ella

    tambin, es el producto de un arte, que, ella tambin, es un Arte-facto, reconociendo

    al mismo tiempo que no podemos tener la ms plida idea de los fines de su

    Artfice.

    Lo anterior se confirma con la analoga que Hobbes establece entre la vida

    natural de los animales y la vida artificial de los autmatas. En esta analoga el

    trmino fuerte, el que sirve para pensar al otro trmino, no es el organismo vivo,

    sino la mquina artificial: el corazn no es sino un resorte, los nervios, fibras, las

    articulaciones, ruedas. De manera que el arquetipo el modelo racional no es el

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    organismo natural, sino el mecanismo artificial. Entendemos lo que es el cuerpo

    natural justamente comparndolo con un cuerpo artificial: lo racional, lo calculable,

    lo comprensible, es entonces la mquina, el artificio, aquello que podemos

    construir. Y lo natural, aquello que no es producto nuestro, en cambio slo lo

    podemos entender analgica o hipotticamente, es decir, como veremos ms

    adelante, suponiendo alguna causa racional del mismo.

    De esta forma, cuando Hobbes reitera la analoga tradicional entre el Cuerpo

    Poltico y el Cuerpo Humano, cuando afirma que el gran Leviatn no es ms que un

    gran hombre, no lo hace ya para naturalizar, aristotlicamente, al Cuerpo Poltico,

    para comprenderlo como un organismo, sino todo lo contrario, para subrayar su

    carcter de artificio mecnico, de mquina artificialmente construida. En otras

    palabras, ms que como un organismo natural, el Leviatn, el Estado o Repblica,

    debe entenderse como una gran mquina, como un autmata construido

    artificialmente para la proteccin y defensa de los seres humanos. Ahora bien, si la

    sociedad civil, el Estado o Repblica, es algo artificial, construido deliberadamente

    por los seres humanos, entonces lo natural, el estado o condicin de naturaleza

    slo puede verse como la materia o el objeto que es indispensable transformar. Una

    materia rebelde, como veremos ms adelante, que nada tiene que ver con el orden

    armonioso y perfecto que segn los filsofos premodernos se identificaba con la

    Naturaleza, entendida como cosmos. Ese estado de naturaleza es, por el contrario, el

    reino del caos, del conflicto y de la violencia: es un estado de guerra de todos

    contra todos.

    De paradigma de perfeccin armoniosa y de necesidad eterna, la Naturaleza

    pasa a convertirse en materia-objeto, que los seres humanos, en cuanto artfices,

    deben justamente ordenar, dominar, controlar y regular. Lo artificial, en cambio,

    antes visto como axiolgicamente subordinado, se transforma ahora en sinnimo de

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    lo verdaderamente racional y necesario. Esta transvaloracin radical de la oposicin

    natural/artificial no slo implica una nueva perspectiva ontolgica segn la cual el

    mundo natural no es otra cosa que un conjunto de cuerpos en movimiento sino

    tambin una nueva manera de comprender el conocimiento, la razn y la ciencia.

    4) De la razn como contemplacin de lo eterno a la razn como clculo

    utilitario

    La modernidad de la filosofa de Hobbes tambin se pone de manifiesto en su

    manera de comprender la naturaleza del conocimiento humano. La imagen que por

    milenios haba imperado en las teoras del conocimiento era la expresada en la

    frmula adequatio res et intelectus (adecuacin de la cosa y el intelecto). El saber

    verdadero, por ende, consista en que la mente humana, el intelecto, captara la

    esencia de algo que estaba fuera de l la cosa y formara as un concepto

    adecuado de la misma. En este sentido, el conocimiento racional subjetivo tena la

    misin de comprender una racionalidad objetiva, es decir, un orden necesario y

    racional, que exista con independencia del sujeto cognoscente. Los mtodos para

    alcanzar la verdad as entendida fueron sumamente variados, pero, de cualquier

    modo, esa imagen del conocimiento como reflejo o reproduccin de una

    racionalidad objetivamente existente en el mundo derivaba en la idea de que la

    funcin superior del saber terico era lograr esta adecuacin, esta igualdad, esta

    reconciliacin de la razn subjetiva con la razn objetiva, y de que, en

    consecuencia, ese saber nos permita acceder a la contemplacin de lo eterno,

    necesario e inmutable. Seguramente se admita que ciertos saberes podan tener

    algn tipo de utilidad tcnica o prctica, pero se trataba de saberes serviles o en

    todo caso inferiores en relacin al saber puramente contemplativo, puramente

    terico.

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    Aunque ya desde el Renacimiento esta visin comienza a ser cuestionada en

    beneficio de una aproximacin ms instrumental, ms prctica y ms terrenal del

    conocimiento terico, es quiz Hobbes quien sacar las conclusiones ms radicales

    de la revolucin terica realizada por Galileo, rompiendo radicalmente con la

    concepcin contemplativa, puramente especulativa, de la razn y de la ciencia. Ya

    anteriormente veamos que Hobbes, en efecto, rechaza que la filosofa sea una

    actividad valiosa por s misma, afirmando que el fin del saber es el poder y no quin

    sabe qu contemplacin exttica de lo eterno. Consideremos ahora brevemente las

    implicaciones de esta nueva y moderna concepcin del conocimiento.

    Para Hobbes, como para Aristteles, el conocimiento comienza con la

    experiencia, es decir, con la percepcin de sensaciones a travs de los sentidos. Pero

    a diferencia de lo que propone Aristteles, estas sensaciones no sino movimientos

    que los cuerpos exteriores y sus propiedades causan en nuestros rganos

    sensoriales. Estos movimientos a su vez dan lugar a apariencias o fantasas, bien

    visuales, bien auditivas, bien olfativas o bien tctiles, que en su encadenamiento

    configuran la memoria y la imaginacin. Hobbes rechaza tajantemente la distincin

    aristotlica entre especies sensibles y especies inteligibles: lo que percibimos, en

    realidad, no es otra cosa que los efectos que los cuerpos y movimientos externos

    provocan en nuestros sentidos. Por eso, siguiendo los pasos de Galileo, rechaza

    igualmente la creencia de las cualidades sensibles existan en la realidad misma de

    los cuerpos externos: los colores, los sonidos, los aromas o la consistencia que

    percibimos no son algo independiente de nuestros sentidos, sino la consecuencia del

    modo en que stos son afectados por esos cuerpos externos. De ah que pueda decir

    que lo nico que existe real e independientemente en el mundo son los cuerpos,

    ms o menos complejos, y sus movimientos, a pesar de que nuestra experiencia

    sensible nos muestre un mundo repleto de diferencias cualitativas.

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    Ahora bien, la memoria, como la imaginacin son capacidades que los seres

    humanos comparten con todos los animales, con todos los cuerpos vivos sensibles.

    La imaginacin no es sino decaying sense, sensaciones en decadencia, y la memoria

    humana, como la animal, no consiste sino en la capacidad de recordar experiencias

    sensibles, sensaciones, narrativamente, es decir, de acuerdo a la manera en que

    aparecieron ante los sentidos. Por eso asociamos estas fantasas o apariencias por su

    contigidad en el tiempo o por sus semejanzas aparentes, al igual que los hacen los

    animales. E incluso, dado que las sensaciones provocan determinadas emociones,

    en los sueos, cuando padecemos algn tipo de emocin interna, reproducimos esas

    sensaciones aunque no estn presentes las cosas que las generaron inicialmente.

    Qu es entonces lo que hace posible que el conocimiento humano pueda ir ms

    all de la memoria, la imaginacin y las sensaciones singulares y contingentes? En

    otras palabras, qu permite pasar de la mera acumulacin de experiencias, que sin

    duda puede hacer prudentes a los seres humanos (y tambin a los animales), a un

    saber cientfico propiamente dicho, a un saber capaz de establecer la necesidad

    racional de los fenmenos?

    En este punto, Hobbes es radicalmente materialista: rechazando tajantemente

    la existencia de una alma o psique sustancial e independiente, rechaza igualmente

    que la razn o el intelecto puedan considerarse como una parte o funcin innata de

    dicha alma, encargadas de lograr ese conocimiento de los universal y necesario, esa

    adecuacin entre la cosa y el intelecto. Si el pensamiento humano puede superar el

    mero conocimiento sensorial, y puede lograr un conocimiento racional o cientfico,

    no es porque el alma humana posea un estatuto ontolgico superior al de las

    almas de los animales, o porque tenga una parte que posea por naturaleza el logos

    o la ratio (esa chispa divina que nos pone en contacto con el orden racional de la

    eternidad). Dado que lo que llamamos alma o pensamiento no es ms que una

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    propiedad de los cuerpos sensibles animados, lo que distingue al hombre no es un

    alma superior, sino una invencin, un artificio, un instrumento que, por as decirlo,

    multiplica infinitamente las capacidades mentales de los seres humanos, y le

    permite convertirse en un animal racional. Esta invencin, este artificio, este

    instrumento decisivo es el lenguaje:

    No hay otra accin de la mente que yo recuerde (fuera de la memoria y la prudencia), plantada naturalmente en l de tal modo que no necesite otra cosa

    para su ejercicio que haber nacido hombre y vivir con el uso de sus cinco

    sentidos. Aquellas otras facultades de las que hablar en adelante (la razn, la

    ciencia, la religin), que parecen propias solamente del hombre, son adquiridas

    e incrementadas por el estudio y el esfuerzo, y la mayor parte de los hombres

    las aprende por instruccin y disciplina, y proceden todas de la invencin de

    las palabras y el habla. Pues adems de los sentidos, y los pensamientos y la

    serie de pensamientos, la mente humana no tiene otro movimiento, aunque

    mediante la ayuda del habla y el mtodo estas mismas facultades pueden

    mejorarse tanto como para distinguir a los hombres de las otras criaturas

    vivientes.(L, pp. 14-15)

    Lo ms interesante de este pasaje es que el lenguaje aparece como una invencin, es

    decir, como un artificio que es la fuente y la condicin de posibilidad de todos los

    dems artificios, de todas las dems invenciones. Es cierto que, en varios pasajes,

    Hobbes parece asumir el origen divino al lenguaje, refirindose a los mitos bblicos

    sobre Adn y sobre la Torre de Babel. Pero eso tiene poca importancia para su

    teora; lo que es relevante es que si el hombre puede ir ms all de la naturaleza, de

    la mera animalidad, si puede ser no slo materia sino artfice, ello se debe

    exclusivamente a:

    ...la ms noble y benfica invencin (que) fue la del HABLA, que consiste en nombres o apelaciones, y en su conexin, mediante la cual los hombres

    registran sus pensamientos, los recuerdan cuando han pasado, y tambin se los

    declaran uno a otros para su mutua utilidad y conversacin, sin la cual no

    habra habido entre los hombres ni repblica (commonwealth), ni sociedad, ni

    paz, no ms que entre los leones, los osos y los lobos. (L., p. 16)

  • 176

    Para entender, entonces, la peculiaridad del conocimiento racional es necesario

    comprender lo que son las palabras, los nombres y sus conexiones. Las palabras,

    afirma Hobbes, no son sino nombres o apelaciones que les sirven a los seres

    humanos como marcas o signos para recordar y organizar sus sensaciones, as

    como para comunicarse sus pensamientos y emociones. Son en este sentido

    nombres no de las cosas mismas, sino de las apariencias o fantasas de las cosas que

    obtenemos a travs de los sentidos. Slo porque suponemos que esas apariencias o

    fantasas son efecto de cosas externas, de cuerpos y movimientos de estos cuerpos,

    es que podemos decir que las palabras tambin sirven para designar a esas cosas, a

    esos cuerpos y a esos movimientos. Pero dado que las palabras son siempre

    convencionales esto es, arbitrariamente elegidas para marcar determinadas

    sensaciones y dado que las apariencias o fantasas no representan las cosas mismas

    sino su efecto sobre nuestros rganos sensoriales, entonces el lenguaje humano (los

    nombres y sus conexiones) no representa directamente el mundo sino nuestras

    imgenes sobre el mundo. Con lo cual queda establecido que el lenguaje no es el

    espejo de la naturaleza, sino un artificio con el que los hombres, en primer lugar,

    pueden incrementar su memoria y ordenar sus experiencias. Ahora bien, como cada

    nombre, en tanto marca, puede servir para designar muchas experiencias o

    apariencias similares (por ejemplo, la palabra rbol puede servir para pensar todos

    las percepciones que hayamos tenido de los cuerpos arbreos), el lenguaje nos

    permite elaborar concepciones o ideas universales, lo que sin duda hace posible

    ampliar considerablemente nuestra memoria, as como nuestra capacidad de

    conectar experiencias, e incluso imaginar conexiones inexistentes. Pero es necesario

    tener presente que estos conceptos universales o generales no designan esencias

  • 177

    objetivas, pues lo nico que existe objetivamente son los cuerpos siempre

    singulares que producen las experiencias tambin siempre particulares.

    No hay por ende nada as como la Ideas Universales de Platn, o como las

    especies inteligibles de Aristteles, o las formas puras de la escolstica. Todas estas

    elucubraciones surgen de confundir lo que son las propiedades de las palabras con

    las que pueden ser propiedades de las cosas fsicas. En el mismo sentido, el mundo

    natural, los fenmenos, no pueden ser calificados de racionales o irracionales, de

    verdaderos o falsos, pues estos predicados se refieren no a las cosas mismas, sino

    a nuestros discursos sobre las cosas. Por ende, la filosofa (o ciencia) no es sino un

    dispositivo artificial para ordenar nuestras experiencias y para de esta manera

    controlar los fenmenos.

    Pero el lenguaje es adems de un instrumento nemotcnico un medio para

    comunicar nuestros pensamientos a otros seres humanos. Compartiendo el uso de

    estas marcas que son los nombres, lo mismo que sus reglas de conexin en

    proposiciones y argumentaciones, podemos entonces utilizarlas como signos y as

    ensear y aprender de las experiencias de muchos seres humanos. Lo que,

    obviamente, tambin implica un aumento considerable de nuestras capacidades

    cognoscitivas, aunque, como veremos ms adelante, supone igualmente

    consecuencias que pueden ser muy negativas para los propios seres humanos.

    Pero el lenguaje es tambin la condicin de la razn y de la ciencia (o

    filosofa) por cuanto nos permite ir ms all del mero conocimiento fenomnico de

    los hechos, ir ms all de la experiencia sensorial. En efecto, aun acrecentadas

    enormemente por las palabras, la memoria y la prudencia siguen siendo formas de

    conocimiento contingentes y particulares, que aunque hacen posible establecer

    ciertas regularidades entre los fenmenos, no dan lugar a una verdadera certeza

    cientfica sobre la necesidad de las mismas. Para alcanzar un conocimiento racional

  • 178

    y cientfico, para ir ms all de la experiencia, de la memoria y de la prudencia,

    hace falta algo ms que el uso comn del lenguaje: un mtodo riguroso que,

    definiendo con precisin el significado de las palabras, y conectndolas

    lgicamente en proposiciones analticas, nos permita demostrar deductivamente las

    consecuencias necesarias de esas proposiciones. Slo as podremos pasar de la

    incierta bsqueda de causas probables para los fenmenos observados, a la

    absolutamente cierta derivacin de determinadas consecuencias a partir del

    conocimiento (control) riguroso de determinadas causas.

    El conocimiento cientfico y racional, el conocimiento que nos permite

    aprehender la necesidad universal de determinados fenmenos, es por ende aquel

    que avanza desde la definicin adecuada de las causas hacia la derivacin

    lgicamente necesaria de las consecuencias. Su paradigma es la geometra y la

    aritmtica, ciencias absolutamente ciertas porque sus teoremas son derivados

    necesariamente de ciertos principios axiomticos rigurosamente definidos. As, por

    ejemplo, cuando definimos a un crculo como la figura plana que resulta del

    movimiento de una lnea recta que tiene fijo uno de sus extremos, estamos

    proporcionando una definicin gentica del origen racional necesario, universal

    de lo que es (de lo que llamamos) un crculo, que, por ello mismo, nos permite

    comprender todas sus propiedades. Ello no significa, naturalmente, que todos los

    crculos observables hayan sido generados de esa manera, sino que esa definicin es

    suficiente para entender racionalmente lo que es necesariamente un crculo

    (cualquier crculo) y lo que son sus propiedades necesarias (y las propiedades de

    cualquier otro crculo). Mientras que el conocimiento puramente emprico de los

    fenmenos que nos son dados siempre ser apenas probable pues por ms que

    hayamos visto salir el sol muchas veces, no podemos estar seguros de que seguir

    saliendo, pues desconocemos la causa de este fenmeno, aunque podamos

  • 179

    conjeturarla el conocimiento geomtrico, siendo condicional, es necesario y

    universal, pues comprendemos la causa y podemos controlar la produccin del

    efecto.

    Se entiende la ciencia como lo que concierne a teoremas, esto es, con la verdad de proposiciones generales, esto es, con la verdad de las

    consecuencias. Por cierto, cuando se trata con la verdad de hecho, no es

    propio llamarla ciencia, sino simple conocimiento. Por ende, es ciencia

    cuando sabemos que un cierto teorema propuesto es verdadero, ya sea por el

    conocimiento derivado de las causas, o por las generaciones del objeto

    mediante un razonamiento correcto. Por otro lado, cuando sabemos (hasta

    donde es posible) que tal o cual teorema puede ser verdadero, es

    conocimiento derivado mediante un razonamiento legtimo de la experiencia

    de los efectos. Ambos mtodos de prueba son usualmente llamados

    demostraciones; el primero es, sin embargo, preferible al segundo; y

    justamente, porque es mejor conocer cmo podemos hacer mejor uso de las

    causas presentes que conocer el pasado irrevocable, cualquiera que sea su

    naturaleza. Por consecuencia, la ciencia es permitida a los hombres a travs

    de la primera clase de demostracin a priori slo de aquellas cosas cuya

    generacin depende de la voluntad de los hombres mismos.4(DH, p. 41)

    Verum-factum. Slo conocemos cientficamente aquello que podemos hacer

    racionalmente, como las figuras geomtricas... o el Estado, la justicia, la equidad y

    las leyes. El saber cientfico, entonces, no tiene nada que ver con el saber narrativo

    o histrico de los fenmenos sean naturales o humanos sino con el saber

    gentico, deductivo que, por tener el conocimiento-control de las causas

    (racionales) puede derivar-producir los efectos deseados necesaria y

    universalmente. Slo la aritmtica, la geometra, la poltica y la tica son, en esta

    perspectiva hobbesiana, ciencias apodcticas, demostrables a priori esto es, sin

    apelar a la experiencia pues las causas de sus objetos estn en nuestro poder. Claro

    4 Todas las citas de De Homine (DH) remiten a la edicin de Bernard Gert, Man and Citizen, Hackett

    Publishing Company, Inc., Indianapolis/Cambridge, 1993.

  • 180

    est que Hobbes reconoce la posibilidad de la fsica como ciencia, pero al respecto

    explica lo siguiente:

    Puesto que las causas de las cosas naturales no estn en nuestro poder, sino en la voluntad divina, y puesto que la mayor parte de ellas, a saber el ter, es

    invisible, nosotros, que no las vemos, no podemos deducir sus cualidades de

    sus causas. Por supuesto, podemos, deduciendo, tanto como es posible, las

    consecuencias de esas cualidades que podemos ver, demostrar que tales o

    cuales cosas podran haber sido sus causas. Esta clase de demostracin se

    llama a posteriori, y su ciencia, fsica. Y como no se puede proceder a

    razonar acera de las cosas naturales que son creadas por el movimiento desde

    los efectos a las causas sin el conocimiento de esas cosas que se siguen de esa

    clase de movimiento; y como no se puede proceder a las consecuencias de los

    movimientos sin un conocimiento de la cantidad, que es geometra, nada

    puede ser demostrado por la fsica sin que algo sea demostrado a priori. Por

    lo tanto, la fsica (quiero decir la verdadera fsica), que depende de la

    geometra, es clasificada entre las matemticas mixtas.(DH, p. 42)

    En otras palabras, podemos tener un conocimiento cientfico de los fenmenos

    naturales, podemos tener una fsica cientfica, aun cuando no estn en nuestro poder

    las causas efectivas de la produccin de esos fenmenos, en la medida en que

    podemos suponer hipotticamente determinadas causas racionales necesarias y

    suficientes como productoras de determinadas consecuencias. No que los

    fenmenos dados efectivamente hayan sido producidos forzosamente por esas

    causas racionales, sino que suponiendo, hipotticamente, esas causas, podemos

    reproducir experimentalmente fenmenos similares. As se entiende que Galileo,

    para demostrar el principio de la inercia, por ejemplo, deba realizar experimentos,

    esto es, deba suponer condiciones ideales que permiten reproducir en trminos

    matemticos y geomtricos el movimiento rectilneo de los cuerpos. Y as deber

    entenderse que Hobbes, para explicar la gnesis racional del Estado, no apele a la

    historia efectiva de la formacin de los Estados, sino a un experimento mental que

    permite establecer su necesidad racional.

  • 181

    De esta manera, tambin desde la perspectiva gnoseolgica la naturaleza ya

    no aparece, en Hobbes, como orden que es indispensable captar, sino como caos

    que es indispensable ordenar artificialmente. La ciencia y la razn no tienen, pues,

    como objetivo reproducir ese pretendido orden sino dominar lo que los sentidos nos

    ofrecen (los fenmenos), imponindoles un orden til para los seres humanos. Lo

    que nos lleva a la tercera forma en que Hobbes se opone a las tradiciones filosficas

    anteriores, y que concierne precisamente a su concepcin antropolgica.

    5) Del hombre como animal poltico al hombre como animal apoltico

    Como hemos visto, la definicin aristotlica del hombre como zoon politikn fue

    compartida por la inmensa mayora de los filsofos hasta convertirse casi en un

    lugar comn. Segn esta concepcin, el hombre slo poda llegar a ser cabalmente

    hombre dentro de una comunidad poltica (y social); fuera de ella slo poda

    subsistir como una bestia (subhumanamente) o como un dios (sobrehumanamente).

    Lo que significaba al menos dos cosas: que las propias necesidades naturales del

    hombre lo impulsaban a agruparse en familias, aldeas, ciudades y reinos; pero que,

    adems, una vida propiamente humana, una vida que actualizara cabalmente las

    capacidades potenciales del hombre es decir, que le permitiera alcanzar el telos

    (fin: excelencia, virtudes) inscrito en su esencia, o en otras palabras, una vida

    buena, requera pertenecer ser parte inseparable de a una comunidad o sociedad

    polticamente organizada. Bajo esta concepcin teleolgica de la naturaleza

    humana, entonces, lo natural era ser miembro funcional de un organismo social

    jerarquizado al menos relativamente armonioso. El conflicto, la violencia, la guerra

    y la competencia, no podan ser sino desviaciones o transgresiones de esa

    armona natural, generadas sea por la desmesura de las pasiones, sea por la

    ignorancia, sea por la falta de una buena educacin.

  • 182

    Ya Maquiavelo, como hemos visto, haba cimbrado esta visin armoniosa de

    la naturaleza humana, haciendo hincapi en el carcter ambicioso, veleidoso,

    engaoso y violento de los seres humanos realmente existentes. Pero el florentino

    simplemente comprobaba lo que la experiencia histrica mostraba, sin pretender

    proporcionar una explicacin terica de dicha comprobacin, y ms bien

    interpretndola como consecuencia de la corrupcin y decadencia de las virtudes

    clsicas. Hobbes, en cambio, ajeno a cualquier nostalgia por las virtudes

    republicanas, quiere comprender tericamente la experiencia, quiere entender,

    como hemos visto ms arriba, por qu, si los hombres slo buscan lo que es bueno

    para ellos, y saben adems que la guerra slo puede ser mala, sin embargo se ven

    arrastrados constantemente al conflicto violento. Y esa pretensin lo conduce

    justamente a romper radicalmente con aquella idea de la sociabilidad natural de los

    seres humanos, y a sustituirla por otra: la de que, por naturaleza, el hombre es el

    lobo del hombre. Lejos de que sus necesidades lo conduzcan a la cooperacin

    aunque ciertamente esa cooperacin le es til e incluso indispensable ms bien lo

    impulsan naturalmente al conflicto, a la guerra, y por ende, a la muerte violenta y

    prematura. Lo natural, en otros trminos, no es la armona y la cooperacin; lo

    natural no es lo racional, ni lo justo, ni lo til; lo natural es, por el contrario, el

    predominio de la ignorancia, de las pasiones, de la lucha mortal: lo natural entre los

    seres humanos es el conflicto y la guerra.

    Fiel a su concepcin mecanicista del mundo y a su concepcin instrumental

    del conocimiento racional, Hobbes considera al hombre como un cuerpo animado

    dotado de sensibilidad. Apoyndose en los descubrimientos de Harvey sobre la

    circulacin de la sangre, distingue dos tipos de movimientos en este tipo de

    cuerpos: el movimiento vital interno, o la vida propiamente dicha, y el movimiento

    vital externo, es decir, los modos en que ese cuerpo reacciona frente a los cuerpos

  • 183

    que lo rodean. Sustituyendo la teleologa naturalista de los antiguos con una

    moderna visin del movimiento sustentada en el principio de la inercia, Hobbes

    explica as que el hombre, como cuerpo vivo sensible, se caracteriza por la

    tendencia o esfuerzo (conatus) por conservar su movimiento vital interno a travs

    de sus movimientos externos. No existe, por lo tanto, una meta o fin o excelencia

    que el hombre deba alcanzar, ni, como veremos, un bien supremo o fin ltimo,

    sino tan slo una impulso puramente mecnico que explica, en ltima instancia, los

    fines que se proponen los hombres en sus acciones.

    Correlativamente, Hobbes rompe con la concepcin del ser humano como

    compuesto por dos sustancias o realidades independientes, la corporal o extensa y

    la espiritual o pensante. Como ya recalcaba en su polmica con Descartes5, el

    hombre no es una cosa pensante, sino, en todo caso, una cosa que piensa, es

    decir, un cuerpo sensible que tiene la propiedad de (un movimiento peculiar que

    llamamos) pensar. La mente o espritu (mind) o alma (soul) no son sino diversas

    denominaciones de esa propiedad y no entidades autosuficientes y separables del

    cuerpo humano. Esta manera de entender la vida y el pensamiento humanos

    seguramente conducirn a Hobbes a tener que realizar una ms bien extraa

    interpretacin del ideal cristiano de la resurreccin de los muertos (que slo puede

    entender como resurreccin de los cuerpos), pero lo que aqu interesa subrayar es

    ms bien la manera en que Hobbes explica la gnesis y la especificidad de la mente

    humana.

    El conocimiento del hombre como ser que piensa, en efecto, no puede

    considerarse ni un conocimiento a priori como el de la geometra, dado que sus

    causas no estn en nuestro poder ni como un conocimiento a posteriori como el

    de la fsica, dado no se trata de cuerpos puramente exteriores y sus movimientos. Se

    5 En Terceras objeciones hechas por un clebre filsofo ingls, en Cartesio, Opere filosofiche, Vol. 2,

    Meditazione Metafisiche; Laterza, Bari, 1992.

  • 184

    trata, por el contrario, de un conocimiento que podemos obtener no leyendo libros,

    sino a los hombres (L., p.4). Pero para leer correctamente a los hombres es

    indispensable comenzar por lo que afirma el viejo dicho latino nosce te ipsum, es

    decir, lete a ti mismo; comenzar, entonces, mediante una introspeccin que

    permita a quien se mire a s mismo y considere lo que hace cuando piensa, opina,

    razona, espera, teme, etc., y por qu razones, (...) leer y saber, por consiguiente,

    cules son los pensamientos y pasiones de los dems hombres en ocasiones

    parecidas. Me refiero, aade Hobbes, a la similitud de aquellas pasiones que son

    las mismas en todos los hombres: deseo, temor, esperanza, etc.; no a la semejanza

    entre los objetos de las pasiones, que son las cosas deseadas, temidas, esperadas,

    etc. (L., p.4) As, los hombres pueden variar mucho, por educacin, por

    costumbres, por constitucin fsica, en todo lo que se relaciona a los objetos que

    despiertan sus pasiones; pero comparten todos las mismas pasiones bsicas. Lo que

    hace posible que despus de leernos a nosotros mismos detallada y

    desapasionadamente, podamos generalizar en lo que a las pasiones, y no a sus

    objetos, se refiere y alcanzar un conocimiento psicolgico suficiente de la

    naturaleza humana. Por lo tanto, concluye Hobbes:

    Aquel que quiere gobernar a toda una nacin debe leer en s mismo no a este o a ese hombre en particular, sino a la humanidad, lo que aunque es difcil de

    hacer, ms difcil que aprender cualquier lenguaje o ciencia, sin embargo,

    cuando yo haya establecido mi propia lectura ordenada y perspcuamente,

    cualquier otro no tendr otra molestia que la de considerar solamente si

    encuentra lo mismo en s mismo. Porque esta doctrina no admite otra

    demostracin. (L., p.5)

    Como se ve, y esto merece remarcarse, se trata de una lectura poltica del ser

    humano, de una lectura que, por ello mismo, no busca comprender a tal o cual

    hombre, sino a las pasiones humanas desde el punto de vista del gobernante, del

    que justamente tiene la misin de contenerlas y organizarlas. En este sentido, quiz

  • 185

    Hobbes podra admitir que su lectura es pesimista, que pone de relieve los lados

    ms negativos y conflictivos de la naturaleza humana, sealando que slo as

    colocndose maquiavlicamente frente a la posibilidad peor, es posible asumir la

    difcil tarea de gobernar, de ejercer el poder. Pero se trata, adems, de una lectura

    metdicamente ordenada, de una lectura guiada por el mtodo resolutivo-

    compositivo que implica, como veremos, desarmar el alma humana, aislando sus

    elementos bsicos, para despus volverla a armar racionalmente.

    En este sentido, la curiosa mezcla de temas (las sensaciones, la imaginacin,

    la memoria, el lenguaje, la razn, las pasiones, etc.) que compone la primera parte

    del Leviatn (as como de Los elementos de la ley y de De homine) en realidad es

    un intento de exponer demostrativamente la gnesis racional de la mente

    humana, a partir de sus elementos ms simples, es decir, las sensaciones, pasando

    por el lenguaje y hasta alcanzar sus formas ms complejas, o sea, la razn y la

    ciencia, por un lado, y las pasiones y la religin, por otro. De comprender, as, al

    hombre como materia del Estado, para despus exponer, tambin analticamente,

    por qu esa materia ha de convertirse en artfice racional del mismo en virtud tanto

    de su pasin ms poderosa el miedo a la muerte violenta y prematura como de un

    clculo racional acerca del modo de lograr una vida segura y confortable.

    Veamos brevemente esta gnesis terica de la naturaleza humana.

    Comienza considerando los sentidos y las sensaciones, en cuanto elementos

    primigenios del pensamiento. Pasa despus a tratar de la memoria y la imaginacin,

    que no son sino la continuacin (en decadencia) del movimiento de las sensaciones

    en el cerebro humano. Todos estos elementos (sentidos, sensaciones, memoria,

    imaginacin) no son exclusivos del ser humano, pues los comparten todos los

    animales. A continuacin Hobbes introduce el ingrediente que distingue a los seres

    humanos del resto de los seres vivos: el habla, las palabras como nombres, marcas y

  • 186

    signos de las sensaciones. Slo el lenguaje permite, como veamos ms arriba, que

    los hombres sean racionales, esto es, que puedan realizar clculos, sumas y restas,

    as como comunicar sus pensamientos e intenciones. Pero si el lenguaje es la

    condicin de la racionalidad humana, es tambin la base de la religin, de los

    delirios y absurdos propios de la imaginacin de los hombres. De modo que si los

    seres humanos pueden recordar y anticipar mucho ms que el resto de los animales,

    si pueden adems acumular mayor informacin, e incluso, mediante razonamientos

    rigurosos, acceder al conocimiento cientfico de las causas de los fenmenos, esos

    privilegios necesariamente se ven acompaados por todos los errores, delirios y

    absurdos que provoca el uso no disciplinado metodolgicamente de las palabras.

    Slo despus de haber introducido el lenguaje como elemento constitutivo de la

    psique humana, Hobbes nos habla por eso, por un lado de la razn y de la ciencia, y

    por otro, de las pasiones, emociones o afecciones que motivan las acciones

    llamadas voluntarias de los seres humanos, as como de la religin.

    Comprobamos as que, para Hobbes, el estudio de la naturaleza humana es,

    ante todo, el estudio de los elementos que configuran a la mente o al alma humana,

    es decir, un estudio psicolgico. As como para comprender cmo funciona un reloj

    es necesario desarmarlo, as Hobbes desarma, por as decirlo, el espritu humano

    y considera analticamente sus elementos (sensaciones, memoria, imaginacin,

    lenguaje, pasiones, etc.). Desde su punto de vista, materialista y mecanicista, este

    espritu no es una realidad sustancial independiente, sino una propiedad de

    determinados cuerpos sensibles que, adems, poseen algo que los separa y distingue

    del resto de los seres vivos: el lenguaje. Si desde su perspectiva hace falta empezar

    con las sensaciones, es porque ellas son la causa eficiente inicial de todos los

    movimientos de las representaciones sensibles, y por ende de nuestra relacin

    cognoscitiva con la realidad de los cuerpos que nos afectan sensorialmente. Pero

  • 187

    como el cuerpo humano, como todo cuerpo viviente, tiende a conservar el

    movimiento vital interno mediante movimientos externos que responden al modo

    como somos afectados por esas cosas externas, las sensaciones son tambin la causa

    eficiente de nuestras pasiones y emociones, es decir, de nuestros deseos, aversiones,

    esperanzas, temores, etc. Las sensaciones son pues, tambin, la causa de nuestra

    relacin pasional o emocional con el mundo que nos rodea.

    Ahora bien, como ya sealamos, el lenguaje de alguna manera multiplica las

    capacidades intelectuales del ser humano, al tiempo que multiplica las posibilidades

    del absurdo, del delirio, del error y de la locura. En otras palabras: el lenguaje

    aparece como un ingrediente que distingue radicalmente al hombre del resto de los

    animales en lo que concierne a la relacin cognoscitiva con la realidad. Pero el

    lenguaje tambin modifica radicalmente la naturaleza de las pasiones humanas, al

    otorgarles no slo una dimensin temporal mucho ms amplia, sino tambin una

    determinada autonoma en relacin a las necesidades puramente biolgicas o

    corporales.

    En buena medida, la teora hobbessiana de las pasiones puede verse como

    una reformulacin radical, en trminos estrictamente individualistas, de la teora de

    las pasiones expuesta en la Retrica de Aristteles. La clave de esta reformulacin

    reside en la idea, ya antes sealada, de que la causa de todas las conductas humanas

    voluntarias se encuentra en el conatus o esfuerzo (endeavour) de cada individuo por

    conservar su movimiento vital interno. Como han sealado muchos comentaristas,

    este esfuerzo puede entenderse como resultado de la transposicin del principio de

    la inercia al terreno de la biologa: todo ser vivo, incluido el hombre, tiende a

    conservar su vida, pero la vida misma no es ms que el movimiento interno de sus

    rganos, movimiento que se ve afectado, positiva o negativamente, por los

    movimientos de los cuerpos externos, lo que genera causalmente los movimientos

  • 188

    voluntarios externos de ese ser vivo. As, las pasiones o emociones no son para

    Hobbes sino respuestas del cuerpo sensible a lo que corrobora (refuerza) o se

    opone (debilita) ese movimiento vital interno.

    Lo que distingue en este sentido al ser humano de los dems animales no

    puede ser otra cosa que el resultado del lenguaje, esto es, la mayor memoria del

    pasado y la mayor capacidad de anticipacin del futuro de los hombres, pero

    tambin la aparicin de emociones o pasiones mentales o espirituales, y no

    meramente corporales o sensuales. Mientras los animales reaccionan bsicamente a

    las cosas que se les presentan inmediatamente y a los deseos corporales del

    momento, es decir, desean o temen, buscan o rechazan objetos singulares, como

    alimentos o peligros presentes, el hombre, en virtud del lenguaje, no slo desea

    asegurar la satisfaccin de sus necesidades actuales, sino la de las futuras; y no slo

    teme los peligros inmediatos, sino los que pueden aparecer en el futuro. La

    experiencia de la que dispone, adems, le revela su finitud, su mortalidad, as como

    la posibilidad de la muerte prematura y violenta. Su miedo, su ansiedad por el

    futuro, son pasiones por ende mucho ms poderosas. Como lo son tambin sus

    deseos, sus ambiciones, sus apetitos, de modo que el hombre supera en rapacidad

    y crueldad a los lobos, a los osos y a las serpientes, que no son rapaces sino cuando

    tienen hambre y no son crueles sino cuando son provocados, mientras que el

    hombre est famlico incluso por el hambre futura.(DH, p.49)

    Pero si el hombre es ms cruel, ambicioso y rapaz que el resto de las bestias

    es no slo por su capacidad de anticipar el futuro, sino tambin porque sus pasiones

    no se originan slo por las necesidades y placeres del cuerpo (como sugera el

    dualismo de Platn) sino por las necesidades y los placeres, alegras, dolores y

    tristezas de su mente, de su espritu. Estas pasiones no sensuales, que derivan de la

    opinin que cada uno se hace de su propio valor, son, segn Hobbes, las que

  • 189

    convierten al hombre en lobo del hombre, las que lo transforman en un ser

    ferozmente competitivo, que no compite con sus semejantes slo por los recursos

    materiales, sino por una ambicin de reconocimiento de, y de preeminencia o de

    poder sobre, los dems seres humanos: el deseo de gloria, el orgullo, la vanidad, se

    constituyen as en motivos que, por as decirlo, sobredeterminan y vuelven

    antagnica la competencia por la apropiacin de los bienes escasos (satisfactores

    materiales, ciertamente, pero tambin satisfactores espirituales). Es cierto que

    Hobbes le da a estos motivos una importancia variable en sus escritos,

    reconociendo siempre la posibilidad de que algunos o muchos hombres sean

    moderados, esto es, se contenten slo con lo que requieren para una vida cmoda,

    pero aun ellos, los moderados, slo pueden sobrevivir y defenderse de los ms

    ambiciosos si anticipan sus ataques y agresiones, atacndolos y agredindolos

    primero.

    En una obra que, en su momento, provoc muchas discusiones, La teora

    poltica del individualismo posesivo6, Macpherson quiso explicar el individualismo

    hobbesiano como un reflejo de las nacientes estructuras capitalistas de mercado.

    Tanto Hobbes como Locke habran sido, bajo esta interpretacin, los tericos de

    una ideologa que configura a los seres humanos como individualistas impulsados

    por la ambicin de acumular riquezas, posesiones; de una ideologa, en suma,

    propia de la lgica de la acumulacin capitalista. Esta interpretacin, sin embargo,

    no slo es histricamente forzada en el caso de Hobbes, que lejos de ser un terico

    burgus preocupado por los intereses de los propietarios, es en todo caso un

    terico del Estado moderno, preocupado precisamente por demostrar la necesidad

    de un poder soberano capaz de someter, entre otras cosas, las ambiciones de los

    propietarios; pero tambin es tericamente difcil de sostener en la medida en que el

    6 C. B. Macpherson, The Political Theory of Possessive Individualism, Oxford, 1962.

  • 190

    afn que mueve a los seres humanos en la obra de Hobbes no es el de acumular

    riquezas, sino el de acumular poder. Sin duda, en cierto sentido las riquezas son

    poder pero slo las grandes riquezas que permiten ser liberales y hacen posible

    justamente contar con la posibilidad de comprar mucha gente para defenderse y

    atacar pero no son nunca, en la visin hobbesiana, otra cosa que un recurso para

    tener poder, lo mismo que la elocuencia, las amistades, las tcnicas, la imagen

    pblica, etc., etc. A diferencia de Locke, Hobbes no pretende que la propiedad sea

    el fin o la meta de la industriosidad humana, sino en todo caso un poder que ha de

    ser sometido al poder soberano, so pena de que se convierta en un poder capaz de

    obstaculizar la paz. No es slo la riqueza ni la acumulacin de capital lo que motiva

    el conflicto entre los seres humanos, sino sobre todo el afn insaciable de poder, el

    deseo de preeminencia, el orgullo, la bsqueda de gloria y la vanidad.

    De manera que en primer lugar yo propongo como una inclinacin general de toda la humanidad un perpetuo e incesante deseo obtener poder tras poder,

    que slo cesa con la muerte. Y la causa de ello no es siempre que un hombre

    espere un placer ms intenso del que ya ha alcanzado, sino que l no puede

    asegurar el poder y los medios para vivir bien que tiene en el presente sin la

    adquisicin de ms.(L., p.58)

    Ms que posesivo, el hombre hobbesiano es competitivo, sediento de poder, pues

    compite no slo por las riquezas, sino tambin por el honor, por la gloria, y por la

    preeminencia. De ah que derive buena parte de sus placeres y alegras no tanto del

    disfrute de lo que posee, sino de compararse ventajosamente con los dems. As se

    explica que en su primera obra, Los elementos de la ley, Hobbes asimile la vida

    humana con una carrera en la que slo se trata de ganarle a los dems, de

    superarlos, de verlos caer, e incluso de ser capaz (magnnimamente) de ayudarlos

    para as mostrar la propia superioridad. Una carrera que termina nicamente con la

    muerte, y cuyo sentido reside exclusivamente en querer estar adelante, en querer

  • 191

    tener ms poder que los dems, pues slo el exceso (o preeminencia) de poder es

    verdadero poder7.

    Seguramente esta visin competitiva, conflictiva, antisocial del ser humano

    es discutible en muchos aspectos. Pero en todo caso ella no deriva exclusivamente

    ni es el mero reflejo de la sociedad capitalista naciente, como pretenden

    Macpherson y muchos intrpretes marxistas y no marxistas. La lucha incansable

    por el poder (econmico, poltico, religioso), que segn Hobbes caracteriza a la

    naturaleza humana, parece por el contrario haber sido una constante en todas las

    sociedades humanas conocidas, aun si bajo formas y reglas muy variadas. De modo

    que los que pretenden que esa naturaleza sea algo histricamente determinado

    han de asumir la carga de la prueba, mostrando claramente ya sea que han existido

    sociedades sin competencia por el poder de ninguna ndole, ya sea que lo que

    provoca dicha competencia la escasez, la desconfianza, el deseo de gloria y de

    preeminencia es un factor histricamente superable. Ms adelante, en el captulo

    VIII, veremos cmo Rousseau intent ambas cosas.

    De cualquier manera, esta visin conflictiva del hombre supone romper con

    las concepciones tradicionales del fin supremo de la vida humana, esto es, de la

    felicidad. Desde la perspectiva mecanicista e individualista de Hobbes, este fin no

    puede ser concebido como un estado de satisfaccin cabal de los deseos, o con el

    logro de un bien supremo que permite superar todos nuestros apetitos y todas

    nuestras ansiedades. Siendo la vida misma movimiento, ese estado slo podra

    identificarse con la muerte, que es el mal mayor para los seres humanos. Por ende,

    la felicidad slo puede consistir en un continuo progreso del deseo, de un objeto a

    otro:

    7 Cf. Th. Hobbes, The Elements of Law, Oxford University Press, 1999, pp. 59-60.

  • 192

    ...la felicidad en esta vida no consiste en el reposo de una mente satisfecha. Pues no hay tal Finis ultimus (fin ltimo) ni Summum Bonum (sumo bien) de

    los que se hablan en los libros de los antiguos filsofos morales. Ni puede

    vivir ms un hombre cuyos deseos han terminado, que uno cuyos sentidos e

    imaginacin estn detenidos. La felicidad es un progreso continuo del deseo,

    de un objeto a otro, donde el logro del primero no es otra cosa que el camino

    para obtener el segundo. La causa de ello es que el objeto del deseo humano

    no es disfrutar una vez solamente, y por un instante de tiempo, sino asegurar

    para siempre el camino de su deseo futuro.(L., p.57)

    Todo lo anterior permite conjeturar aunque al respecto Hobbes no es explcito

    que el lenguaje, las palabras, al dotar al ser humano de una perspectiva temporal

    mucho ms amplia que la propia del resto de los animales, tienen como

    consecuencia un fortalecimiento ilimitado del conatus o esfuerzo humano por

    conservar el movimiento vital interno. Y que este fortalecimiento justamente

    explica, en trminos racionales, tanto ese afn perpetuo por acumular poder, cuanto

    ese tambin perpetuo y poderoso miedo a la muerte, y sobre todo a la muerte

    violenta y prematura. Se explicara as que al comparar la asociacin humana bajo

    un poder soberano con las pretendidas comunidades formadas por las abejas o las

    hormigas (analoga propuesta por Aristteles), Hobbes seale como factor

    diferenciador la existencia o no del lenguaje, factor que dara cuenta de que

    mientras esas comunidades son naturales, la asociacin humana debe entenderse

    como un arte-facto, como algo artificialmente creado por los hombres para poder

    convivir pacficamente.

    El lenguaje, esa invencin de origen desconocido, aparece as no slo como

    la condicin necesaria de la razn, de la ciencia y de la tcnica o arte, sino tambin

    como el ingrediente que separa radicalmente al hombre de la naturaleza,

    convirtiendo sin duda en potencial dominador de la misma, pero tambin en un

    animal ms cruel y ms violento que los dems seres vivos, al otorgar una potencia

  • 193

    inigualable a las pasiones y emociones humanas, y al transformar el mero esfuerzo

    de conservacin en impulso desenfrenado de dominacin. Justo lo que llevaba a

    Aristteles a afirmar que el ser humano es un animal ms poltico que las abejas y

    las hormigas, esto es, su capacidad de comunicarse y distinguir lo justo de lo

    injusto, lo bueno de lo malo, es precisamente lo que conduce a Hobbes a afirmar

    contundentemente que, por naturaleza, el ser humano es el animal menos apto para

    la convivencia con sus semejantes, el animal que, llevado por sus pasiones y por la

    razn calculadora, se enfrenta como un enemigo mortal a todos sus semejantes.

    Pero si el afn de poder es una de las condiciones que explican la naturaleza a

    y anti-poltica de los seres humanos, es la igualdad existente entre los propios

    hombres lo que da cuenta propiamente de que el estado natural, el estado de

    naturaleza sea inevitablemente un estado de desorden y violencia, un estado de

    guerra de todos contra todos. Con la idea de igualdad natural, en efecto, Hobbes

    rompe con la premisa fundamental de todas las concepciones premodernas del

    hombre y de la comunidad poltica y social. Todas ellas presuponan exactamente lo

    contrario, a saber, que entre los seres humanos existe una jerarqua natural que debe

    ser respetada como fundamento del orden poltico y social; una jerarqua que haca

    posible distinguir entre los hombres libres, las mujeres, los nios, los trabajadores

    manuales, los siervos y los esclavos, y dentro de los hombres libres, incluso, a los

    aptos solamente para las tareas militares y polticas, y a los capaces de alcanzar una

    vida contemplativa superior. No es casual que la imagen modelo favorita de los

    pensadores premodernos para pensar el orden poltico fuera la de la familia,

    jerarquizada naturalmente con el padre-patrn a la cabeza, las mujeres sometidas al

    esposo-padre, los hijos, los siervos y los esclavos. Y que el poder poltico, el

    gobierno, fuera comnmente asimilado a la tutela paternal, al mando de un seor

    superior por naturaleza a sus sbditos.

  • 194

    Ahora bien, cuando Hobbes afirma la tesis de la igualdad natural de los seres

    humanos, no la presenta como una tesis normativa ni como un ideal a alcanzar,

    sino, ms bien como un hecho problemtico y desafiante, como una realidad que

    conduce, justamente, al desorden y al conflicto interminable. Pues si los hombres

    por naturaleza son iguales, eso quiere decir que no existe una jerarqua que

    naturalmente los ordene y les permita vivir pacficamente. Que sean iguales, que el

    ms fuerte pueda ser muerto por el ms dbil, y que el ms talentoso

    intelectualmente pueda ser asesinado por el ms idiota, significa que ninguno tiene

    por naturaleza una superioridad tal que le permita reclamar el mando sobre los

    dems, que ninguno tiene entonces fundamento natural para esperar que los

    dems le concedan lo que, siendo todos iguales, todos pueden reclamar. En otras

    palabras, la igualdad natural establece la igualdad de expectativas, y la igualdad de

    expectativas donde los recursos son escasos establece la competencia y conflicto

    entre los seres humanos.

    De esta forma el hombre aparece en la filosofa hobbesiana como un ser

    cuyas pasiones naturales lo conducen a la guerra con sus semejantes. Un ser, por

    ende, que lejos de tender por naturaleza a vivir en comunidad, ms bien tiende a

    entrar en relaciones antagnicas de poder con sus semejantes. Ciertamente Hobbes

    reconoce que el individuo requiere de asociarse para poder satisfacer sus

    necesidades, pero estas mismas necesidades no lo hacen espontneamente apto para

    la colaboracin, sino para el conflicto, pues los dems slo se presentan como

    medios para satisfacer sus deseos, en el mejor de los casos, o como obstculos en el

    peor, es decir, como competidores, como agresores y como potenciales vejadores de

    su estimacin propia. Pero lo ms grave es que, contra lo que afirmaba la tradicin

    filosfica premoderna, no existe ninguna jerarqua natural entre los seres humanos,

    no existe ningn orden o armona prescrita por la naturaleza, lo que significa que,

  • 195

    siendo todos mortales, todos son iguales en poder, y siendo iguales todos tienen

    derecho a todo, es decir, son absolutamente libres para actuar como mejor les

    parezca para conservar su vida y sus miembros.

    Esta ltima es quiz la idea ms sorprendente y contra intuitiva de la filosofa

    poltica hobbesiana: que los seres humanos son por naturaleza iguales y libres. La

    ms mnima informacin histrica parece mostrar todo lo contrario, a saber, que los

    seres humanos, en su inmensa mayora, nacen, viven y mueren dentro de

    determinados grupos sociales (familias, tribus, comunidades, polis, imperios,

    naciones, etc.) que se caracterizan precisamente por jerarquizarlos, sometindolos e

    incluso constituyndolos en su ms ntima personalidad. Lejos de aparecer como

    iguales y libres, en la historia aparecen otra vez, en su abrumadora mayora como

    desiguales y sujetos desde siempre a algn tipo de orden jerarquizado y de reglas

    coactivas. En este sentido, el planteamiento aristotlico segn el cual el ser humano

    es un animal poltico, es decir, un ser cuyo desarrollo propiamente humano

    depende de su pertenencia natural a un grupo, a un colectivo, que le antecede

    temporal y hasta ontolgicamente, parece mucho ms apegado a la experiencia que

    la tesis individualista propuesta por Hobbes. Cmo pretender entonces que la

    condicin (o estado) natural de los seres humanos sea una condicin de igualdad y

    de libertad, cuando toda la experiencia histrica parece mostrar exactamente lo

    contrario? En todo caso podra entenderse, quiz, que esa igualdad o esa libertad

    fueran formuladas como ideales (los seres humanos deben ser tratados como iguales

    y/o libres), pero es evidente que Hobbes no est diciendo eso: esta diciendo que de

    hecho los seres humanos son naturalmente iguales y libres, lo que, otra vez,

    parece darse de bofetadas con la evidencia emprica.

    El propio Hobbes parece reconocer la dificultad de su hipottica condicin

    natural cuando afirma:

  • 196

    Podra quiz por ventura pensarse que nunca hubo un tiempo o una condicin de guerra (de todos contra todos) como sta; y yo creo que nunca

    fue generalmente as, en todo el mundo. Pero hay muchos lugares en los que

    se vive de esta manera ahora. Pues los pueblos salvajes en muchos lugares de

    Amrica (excepto por el gobierno de pequeas familias cuya concordia

    depende de la lujuria natural) no tienen ningn gobierno y viven de la manera

    brutal que he dicho antes. De cualquier modo, puede percibirse de qu

    manera sera la vida ah donde no existiera un poder comn que temer, por el

    modo de vida que hombres, que anteriormente vivieron bajo un gobierno

    pacfico, acostumbran degenerar, en una guerra civil.(L., p.77)

    Ms all de la alusin extica a los pueblos salvajes de Amrica, lo que Hobbes

    tiene en mente cuando afirma la naturaleza anti-poltica de los hombres es la guerra

    civil, es decir, lo que ocurre cuando el poder poltico se disuelve. En esta

    perspectiva, poco importa que histricamente los seres humanos hayan siempre

    vivido, en su inmensa mayora, bajo un cierto orden poltico y social jerrquico; lo

    relevante es que, cuando las tradiciones comunitarias que hacan legtimas y hasta

    naturales las obligaciones diferenciadas de obediencia y privilegio, cuando los

    seres humanos asumen, por el contrario, que no hay razn alguna para reconocer

    derecho de mando o superioridad a algunos, dado que en el fondo todos son iguales

    pues, en fin de cuentas, todos pueden ser asesinados y cuando descubren que no

    hay entonces ese orden natural comunitario del que hablaban los clsicos

    antiguos, sino la imposicin de la fuerza de unos sobre otros, entonces parecen

    desaparecer toda obligacin poltica y todo fundamento racional para el orden.

    En este horizonte, lo que la guerra civil pone de relieve, para Hobbes, es que

    las viejas maneras de legitimar y fundamentar al poder de corte religioso, de corte

    tradicionalista o de corte dinstico simplemente ya no sirven para contener a

    hombres que reclaman sus derechos individuales, que reclaman su libertad y que

    exigen el reconocimiento de su igualdad. En realidad, esas viejas frmulas

    legitimadoras no sirven ya sino para promover el disenso y la sedicin, pues cada

  • 197

    faccin las utiliza segn sus propias ambiciones y pasiones, ignorando todas cul es

    la verdadera razn, el verdadero fundamento y el verdadero fin del poder poltico,

    del poder soberano. Es necesario, en consecuencia, que la nueva ciencia poltica

    haga tabla rasa del pasado, y en lugar de partir de la experiencia histrica que en

    fin de cuentas apenas puede darnos regularidades probables parta de una

    definicin terica adecuada de la naturaleza de los seres humanos, de esa naturaleza

    que se muestra precisamente en la situacin extrema de la guerra civil.

    En otras palabras, si se quieren evitar las calamidades y los riesgos de la

    guerra civil, hace falta abandonar la experiencia de los pobres hombres que no han

    tenido el tiempo libre, o que, tenindolo, no han tenido la curiosidad ni el mtodo

    para descubrir las verdaderas reglas racionales para la constitucin del poder

    soberano. Sera tanto, seala Hobbes, como si quisiramos aprender de aquellos

    hombres que, por ignorancia, han querido construir sus casas sobre pantanos. En

    lugar, pues, de asumir quin sabe qu naturaleza sociable y poltica del ser humano,

    y de asumir la existencia de un orden natural jerrquico entre los hombres, lo que

    bien visto no sera sino una falaz peticin de principios, es indispensable reconocer

    que esa naturaleza es asocial y apoltica, y que ese orden, lejos de ser natural, es

    totalmente artificial. Slo as, el problema del orden podr plantearse como un

    verdadero problema; slo as, la cuestin del fundamento de la obligacin poltica

    podr formularse en trminos estricta y rigurosamente racionales.

    6) La gnesis racional del Estado como artefacto racional

    A partir de las premisas ontolgicas, gnoseolgicas y antropolgicas antes

    expuestas, Hobbes elabora un nuevo paradigma terico para pensar el origen, el

    fundamento y el fin del poder poltico. Un paradigma que rompe no slo con el

    viejo paradigma aristotlico y con sus presupuestos y derivaciones metafsicos

  • 198

    bsicos, sino que implica tambin una ruptura con las evidencias ms caras del

    empirismo del sentido comn. Es difcil por ello exagerar la importancia de este

    nuevo modelo terico individualista y mecanicista que sentar las bases para buena

    parte del pensamiento terico moderno, aun si siempre en confrontacin y en

    competencia con el paradigma comunitario y organicista. En este sentido, vale la

    pena desarrollar brevemente sus momentos fundamentales, contraponindolos paso

    a paso con este ltimo, como lo ha hecho Bobbio en ensayos justamente clebres8.

    El punto de partida del paradigma hobbesiano est dado por la categora de

    estado de naturaleza o condicin natural del gnero humano. Contra lo que

    pudiera parecer, esta categora no remite a un origen histrico ni a una realidad

    remota: remite, en Hobbes, por el contrario, a una situacin puramente hipottica, a

    la situacin que existira si no hubiera ningn tipo de poder coactivo comn o

    poltico. En otras palabras, ese estado de naturaleza es un artificio terico que

    resulta de la resolucin analtica (o descontruccin) de los rdenes polticos en sus

    elementos ms simples. Tal artificio tiene como objetivo poner de manifiesto lo que

    ocurrira si no hubiera ese poder, sea porque ste no hubiera sido todava inventado

    (situacin primigenia de los salvajes de Amrica), sea porque se hubiera disuelto

    (situacin propia de la guerra civil), o sea porque nunca se hubiera podido extender

    a las relaciones entre los Estados constituidos (situacin de la poltica

    internacional). En este sentido, como categora terica pura, que nos habla de las

    condiciones ideales-racionales, esa situacin natural es un origen racional y no

    real del Estado o de la Repblica; es un comienzo lgicamente necesario para

    comprender no las causas histricas o fcticas de los Estados, sino sus causas

    racionales, esto es, su fundamento racional. De ah que aun cuando sea posible

    proponerlo como modelo (arquetpico) para pensar determinadas realidades (la de

    8 Cf. los ensayos contenidos en su libro Hobbes, Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1992.

  • 199

    los salvajes, la de la guerra civil, la de la poltica internacional), en ningn caso

    cabe confundirlo con una calca o reflejo de esas realidades.

    La pregunta a la que, por ende, responde esa categora no es cul es el

    origen histrico de los Estados empricamente existentes?, ni tampoco qu condujo

    a los seres humanos histricos a construir este Estado?, sino qu sucedera (en

    general) si no hubiera ningn poder poltico?, y ms precisamente, por qu, si los

    hombres fueran cabalmente racionales, sera necesario construir un Estado? De esta

    manera, como seala Hobbes en el De Cive, se trata de comprender al Estado como

    una mquina, como un reloj, desarmndola y considerando cmo se debe armar

    racionalmente, slo que mentalmente, dado que a nadie se le podra ocurrir

    desmontar realmente a un Estado empricamente existente9. Al hacerlo as, no nos

    remontamos a un pasado real o hipottico del Estado o de la mquina, nos

    remontamos a sus elementos bsicos, a sus componentes esenciales, en su pureza

    terica. Por eso, en ese estado de naturaleza no encontraremos ni tribus, ni

    comunidades, ni facciones o asociaciones pre-polticas lo que en cambio s

    aparecer, como veremos despus, en Locke sino simple y llanamente seres

    humanos individuales, sueltos, libres e iguales, por naturaleza. Est claro que el

    trmino de naturaleza, como hemos visto, no remite en Hobbes a algo primigenio,

    cronolgicamente originario, sino a aquellas causas tericamente definidas de las

    pasiones y acciones de los seres humanos, con independencia de sus costumbres,

    tradiciones o culturas.

    El origen racional del Estado, dentro del paradigma hobbesiano, es en suma

    una condicin no-poltica (pre o post poltica), tericamente construida a partir del

    examen riguroso de la naturaleza humana. Ahora bien, dado que los seres humanos

    son por naturaleza competitivos y tienen un afn insaciable de poder; y dado que

    9 Thomas Hobbes, El Ciudadano, edicin bilinge de Joaqun Rodrguez Feo, Debate/CSIC, Madrid, 1993,

    p.7.

  • 200

    por naturaleza, son iguales pues todos son vulnerables, entonces esa condicin o

    estado de naturaleza, forzosamente se identifica con un estado de guerra de todos

    contra todos. Poco le importa a Hobbes que tal situacin, tal como es presentada

    tericamente, jams haya existido; poco le importara, incluso, que, en todos los

    casos observables, factores no considerados por ejemplo, determinadas

    costumbres accidentales, o determinadas religiones contingentes hubieran

    impedido en los hechos que la guerra realmente se extendiese universalmente, hasta

    volverse de todos contra todos. De cualquier manera, esa guerra no es un dato

    empricamente observable, sino un concepto lmite, derivado necesariamente de

    determinadas premisas antropolgicas.

    En cambio, en el antiguo y hasta entonces dominante modelo aristotlico

    sobre el origen, fundamento y fin de la polis, se comienza por la familia, entendida

    como comunidad natural vinculada por las necesidades ms elementales de los

    seres humanos. En otras palabras, se comienza por un organismo funcionalmente

    jerarquizado que integra naturalmente a sus miembros padres/esposos,

    madres/esposas, hijos e hijas, siervos y esclavos, y que por su propia naturaleza

    tiende a formar, con otras familias, organismos cada vez ms amplios tribus,

    aldeas, ciudades hasta alcanzar la comunidad poltica autosuficiente, es decir, la

    polis o el reino o el imperio. Se trata, como se ve, de un comienzo que pretende ser

    no slo natural sino cronolgico, del comienzo de una evolucin histrica real,

    presidida por un telos o meta ya contenida potencialmente en la propia familia. Lo

    que significa, justamente, que el fundamento y el fin, lo mismo que el origen de la

    comunidad poltica son naturales, es decir, independientes de la voluntad humana,

    y que siguen por consecuencia un plan de la naturaleza, un plan cuyo objetivo es la

    actualizacin de la naturaleza poltica de los seres humanos. De ah que para este

    modelo los seres humanos sean tambin, por naturaleza, desiguales: unos nacidos

  • 201

    para mandar es decir, libres por naturaleza y otros nacidos por obedecer es

    decir, sujetos por naturaleza a obedecer a los libres.

    Por el contrario, como hemos visto, el estado o condicin natural de la que

    habla Hobbes supone rechazar de plano todos estos presupuestos, y se identifica as

    con un estado de guerra de todos contra todos del que los hombres slo pueden salir

    mediante un artificio, esto es, deliberada y voluntariamente. A ese estado de

    naturaleza se contrapone, en el nuevo modelo hobbesiano, el estado de sociedad

    civil, una situacin que no resulta de la evolucin natural, sino de la anttesis o

    negacin del estado de naturaleza. Para superar esa situacin terrible en la que los

    coloca su naturaleza, los seres humanos tienen que asociarse a pesar de sus propias

    pasiones naturales, tienen que unirse voluntariamente, realizando un pacto o

    acuerdo. De esta forma, la sociedad civil, el poder poltico se fundamenta en una

    convencin, en un artificio racional, y su telos o meta es justamente el fin racional

    calculado que los propios pactantes tienen para pactar. En otras palabras, la

    sociedad civil, como asociacin artificial, slo tiene sentido racional si satisface los

    fines de los individuos que la forman. No es la fuerza de las cosas, ni es un

    instinto o impulso natural lo que conduce a la formacin del Estado, sino la sola

    voluntad individual de sus constituyentes racionales. Lo que quiere decir que el

    poder soberano as forjado se funda en el consenso racional y ya no en una

    jerarqua establecida por la naturaleza.

    Tambin aqu hace falta insistir en que se trata de una gnesis racional y no

    histrica. El pacto que funda al poder soberano y la commonwealth no remite a un

    hecho histrico, a un origen histrico, sino al origen racional-necesario de un poder

    que es visto como racional-necesario por individuos que se asocian para alcanzar un

    fin considerado por ellos como racional-necesario. Hobbes sabe perfectamente que

    ningn Estado histricamente existente ha nacido as, por institucin pactada,

  • 202

    pero eso no tiene por qu preocuparle, dado que su demostracin terica slo exige

    exponer como debera surgir racionalmente un poder soberano capaz de alcanzar su

    finalidad racional, es decir, de proteger la vida y la seguridad de los individuos

    asociados. Por eso, slo despus de exponer esta formacin racional del Estado

    Hobbes puede hablar de la formacin histrica de los Estados, es decir, de los

    soberanos que surgen sea por conquista sea por la unin