Hola Morfeo

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Hola Morfeo. Aquí estoy, escribiendo el correo que un día hace un tiempo atrás, pregunté por facebook si podía enviarle. Me he demorado… y la demora ha sido porque es un poco difícil para mí ordenar las cosas en palabras, o mejor dicho: poner en palabras escritas algo que es muy difícil de reflejar en ellas, pero voy a tratar de hacerlo lo mejor que pueda. Creo que antes de contarte un par de sueños muy importantes de mi vida (que al final considero incluso más importantes que la mayoría de experiencias físicas), debo empezar presentándome. Verás, mi nombre es Verónica (pero prefiero que me digan Vero, me gustan las palabras cortas )… nací en 1970 en una pequeña ciudad llamada Tacna en Perú, la que limita con la ciudad de Chile, Arica. Así es que estoy en la frontera. Hace poco tuvimos 2 terremotos de los que ya debes haber oído, el del 1 de abril, cuyo epicentro fue en Iquique, que se encuentra a tan sólo 4 horas de Arica. Yo residía en Arica pero después de los terremotos, me mudé de nuevo a mi ciudad, Tacna que está a 30 minutos de Arica, pero en ésta vivía muy cerca del mar y teníamos que estar en constante alerta por los sismos y con el riesgo de tsunami había que dejar las casas e irse a lo alto de los cerros. Tacna no es puerto, es un valle, aunque tiene playas a 1 hora, pero no tengo que estar dejando la casa cada vez que hay alertas. Este terremoto de grado 8.3, se sintió en Arica como de 7.9 u 8, y sucedió un martes… me pregunto si fue algo planeado, porque la verdad es que se generó tanto miedo entre otras cosas, que la vibración negativa colectiva se podía casi tocar con la mano. Por aquí muchos amigos dicen que el HAARP tenía una base en el tripartito, no me consta, pero es lo que se dice. Bueno, para empezar quiero contarle unas cosas. Espero que disculpe la extensión, pero es raro tratar de meter estas experiencias en palabras y además no se puede hacer bien si no las relatamos dentro de un contexto; aunque si me pusiera a contar todo lo que he vivido creo que tendría que hacer un libro… al menos, eso me dicen muchos amigos “Vero, por qué no escribes un libro? Te han pasado tantas cosas!” (a todos nos pasan cosas!

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Hola Morfeo.

Aquí estoy, escribiendo el correo que un día hace un tiempo atrás, pregunté por facebook si podía enviarle. Me he demorado… y la demora ha sido porque es un poco difícil para mí ordenar las cosas en palabras, o mejor dicho: poner en palabras escritas algo que es muy difícil de reflejar en ellas, pero voy a tratar de hacerlo lo mejor que pueda.

Creo que antes de contarte un par de sueños muy importantes de mi vida (que al final considero incluso más importantes que la mayoría de experiencias físicas), debo empezar presentándome. Verás, mi nombre es Verónica (pero prefiero que me digan Vero, me gustan las palabras cortas )… nací en 1970 en una pequeña ciudad llamada Tacna en Perú, la que limita con la ciudad de Chile, Arica. Así es que estoy en la frontera. Hace poco tuvimos 2 terremotos de los que ya debes haber oído, el del 1 de abril, cuyo epicentro fue en Iquique, que se encuentra a tan sólo 4 horas de Arica. Yo residía en Arica pero después de los terremotos, me mudé de nuevo a mi ciudad, Tacna que está a 30 minutos de Arica, pero en ésta vivía muy cerca del mar y teníamos que estar en constante alerta por los sismos y con el riesgo de tsunami había que dejar las casas e irse a lo alto de los cerros. Tacna no es puerto, es un valle, aunque tiene playas a 1 hora, pero no tengo que estar dejando la casa cada vez que hay alertas. Este terremoto de grado 8.3, se sintió en Arica como de 7.9 u 8, y sucedió un martes… me pregunto si fue algo planeado, porque la verdad es que se generó tanto miedo entre otras cosas, que la vibración negativa colectiva se podía casi tocar con la mano. Por aquí muchos amigos dicen que el HAARP tenía una base en el tripartito, no me consta, pero es lo que se dice.

Bueno, para empezar quiero contarle unas cosas. Espero que disculpe la extensión, pero es raro tratar de meter estas experiencias en palabras y además no se puede hacer bien si no las relatamos dentro de un contexto; aunque si me pusiera a contar todo lo que he vivido creo que tendría que hacer un libro… al menos, eso me dicen muchos amigos “Vero, por qué no escribes un libro? Te han pasado tantas cosas!” (a todos nos pasan cosas! Pienso yo, solo que no ponemos atención) pero es buena idea, quizás un día lo haga, para mis nietos al menos! Tenga paciencia conmigo y mi correo, me imagino que habrá recibido tantos, de tantas personas contándole sus experiencias, sus dudas e interrogantes, y también imagino el tiempo que hay que sacar para poder leerlos. En todo caso, léalo cuando pueda. No se haga problemas en responderme algo al respecto, pronto. Yo espero a cuando usted pueda.

Empezaré contándole que el primer recuerdo claro sobre mí, debe ser éste: una niñita de menos de 2 años, caminando en una calle que parecía muy grande, pero que no lo era, porque la pequeña era yo. En ese momento pensaba que sabía comunicarme claramente, pero no podía darme cuenta de cómo salían los sonidos de mi boca al pronunciar palabras… sin embargo, en mi mente los pensamientos tenían la misma claridad que tienen ahora, incluso diría que más, así que ciertamente y para mí, no tenía edad en ese momento. Y recuerdo que tenía el deseo de que otros me notaran, me reconocieran… me pregunto si había ya ego en esto a tan temprana edad, porque al menos sentía que tenía una necesidad de que notaran mi existencia. Mi padre tomó una foto ese día, y cuando la veo, veo a una pequeña niña de poco menos de 2 años, pero recuerdo mi

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sensación acerca de mí, yo no era una niñita, solo mi cuerpo era el de una niñita. Mi consciencia acerca de lo que era, trascendía cualquier edad definida por este mundo. Tenía una curiosidad por explorar todo y cualquier cosa, lo que sea… y recuerdo la sensación como si fuera hoy…. Me atraía todo ese día, como por ejemplo una envoltura de chicle que estaba tirada a un costado de la vereda (no sabía leer pero me acuerdo de la envoltura) todo me interesaba…. Y las ganas de salir caminando por ahí, alejándome de mis padres, algo que no me daba ningún temor, era tan emocionante. No sabía nada acerca de correcto o incorrecto, solo sabía que hacer lo que quisiera era lo único importante. Algo de esa consciencia de mí, ha sobrevivido todos estos años… la forma como me percibo, poco ha cambiado en un nivel muy profundo, lo que ha cambiado son las cosas que añadí luego y que la dejaron un poco sepultada bajo su peso.

Ni idea tengo si esto que le cuento tiene alguna importancia para lo que contaré luego, pero siento que necesito recordarme al escribirlo… como si ésta fuera la mejor manera de presentarme, contándole como me percibía a esa edad. Increíblemente es mi recuerdo más claro, luego desde los 3 años para adelante, solo recuerdo ciertas cosas que seguramente recordamos todos, el jardín de niños, la casa, uno que otro día más o menos relevante hasta que a partir de los 7 u 8 los recuerdos se hacen un poco más amplios.

Mi vida de niña transcurrió casi con relativa tranquilidad, digo “casi” porque tenía como papás, a una pareja encerrada en un drama, se peleaban cada cierto tiempo porque no confiaban el uno en el otro. Me di cuenta que sus peleas eran cíclicas, sucedía en determinados meses, indefectiblemente, como un reloj. Creo que sufrí algo por eso, ni mucho ni poco, lo que supongo que cualquier niño con cierta sensibilidad sufre al ver las más tontas peleas entre sus padres. Tenía un papá joven que pasó muchas cosas algo duras en su niñez y juventud, cosas que trajo a su vida de esposo y padre… y también era lo que diríamos un agnóstico. Esto último chocaba con mi mamá, una chica muy dulce y buena, pero que esperaba que su esposo algún día fuera a misa con ella porque era archi católica (aun es profesora de religión). De mis abuelos maternos ni se diga, sobretodo mi abuelo, era aún más pegado a la iglesia católica. Por lo tanto, me enviaron a un cole de monjas, y mi mamá casi siempre que podía, me obligaba a ir a misa (aunque ella no iba si mi padre no la acompañaba).

Con el tiempo, me internaron con las monjas… en un año difícil para ellos, y hubo otras razones que no viene al caso contar. Así que se imaginará la de procesiones, novenas, rosarios, misas, confesiones y demás que tuvieron lugar en mi adolescencia. Pero, sucedía que mientras crecía, tenia sueños… sueños en los que era otra persona, pero seguía siendo yo… soñaba que era un soldado de unos 20 años, que hablaba francés (con el tiempo supe que era francés lo que hablaba en el sueño, y me despertaba hablando eso) muy enojado con su propia vida, que despreciaba a los campesinos del lugar donde había nacido, que además iba a ver a una chica con la que quería acostarse simplemente… eso chocaba de alguna forma con mi actual personalidad de ese momento, la de una niña, que no tenía una sola idea de porque él era ella.

Soñaba que era la mujer gordita y de mediana edad de un pescador, a la que él dejaba encerrada en su pequeña casa del puerto (con candado en la puerta) cuando se iba a altamar.

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Soñaba que trabajaba en un circo ambulante, pienso que eso fue en una época no tan lejana de ésta, debe haber sido hace poco más de 100 años… y tengo la sensación de que fue una vida corta, quizás por el sobrepeso, ya que era la mujer gorda y rubia del circo, con un esposo bonachón y alcohólico al que amaba y mantenía con ese trabajo y a su pequeña hija… y que cuando se miraba al espejo pensaba en lo que daría por no ser gorda. Este sueño se contradecía con esta vida, en la que siempre he sido delgada, y por eso me había acomplejado de adolescente, y por más que comía nunca podía alcanzar el peso que supuestamente me hubiera gustado tener. Ahora que veo a las chicas de hoy, pienso que yo tan delgada no era, pero la presión del momento por ser de una manera, me hacía creer que sí. Ahora me da un poco de pena recordar cómo perdí tiempo sufriendo por eso cuando era adolescente, en la que creía que había que ser de una forma para “agradar o atraer” y todos esos patrones en los que una mujer acepta encerrarse desde muy joven sin darse cuenta de lo que son. Ahora las chicas sufren porque quieren ser delgadas, y es la misma historia. No sabe uno a esa edad, hasta qué punto puede estar la mente tan hipnotizada con esquemas “socialmente convenidos” pero que atacan su ser.

Al mismo tiempo que se sucedía mi vida en la realidad de una ciudad pequeña, donde todo transcurre lentamente, donde no hay grandes cambios, en un colegio católico, con muy poca (o casi nada) información para las preguntas más importantes que se podía hacer una adolescente respecto de sí misma, que ni en los adultos que me rodeaban ni en libros de la época la podía encontrar; al mismo tiempo decidí simplemente no confirmar una religión que me parecía que no sólo no me ayudaba a encontrar respuestas, sino que sospechaba que me las ocultaba a propósito. La decisión de no confirmar una fe en la iglesia a la que pertenecía mi mamá y mis abuelos, todos mis amigos, casi toda la gente que conocía, a los 15 años… fue casi un escándalo para mi mamá. Le dije que algún día lo haría cuando hubiera averiguado lo que quería, y que si me confirmaba en ese momento, estaría mintiendo simplemente.

Irónicamente, me fui a estudiar diseño gráfico a la capital, al único instituto que tenía esa carrera, uno del Opus Dei. Bueno, yo no sabía ni qué era el Opus Dei, sólo sabía que era el único en diseño (en realidad quería estudiar pintura, pero mi papá se opuso, me dijo que buscara una “carrera decente” y el diseño fue mi tabla de salvación). Comencé esos estudios a los 16 años. Acabé viviendo en la residencia para estudiantes (mujeres) del Opus Dei, que quedaba a poca distancia del instituto. Esta vez la historia fue un poco distinta que con curas y monjas. En la carrera de diseño, estaba obligada a llevar Teología I, II, III etc. Estudiar los dogmas, encíclicas, concilios, etc, etc, etc. El primer semestre me fue mal, porque no le presté atención a este curso, aunque al resto de cursos que tenían que ver con mi carrera sí. Simplemente no iba a la clase con el sacerdote. Y entonces los numerarios/as que dirigían el instituto hicieron un recuento de mis faltas y tardanzas en teología, para decidir que no había completado el total de asistencia y me botaron del instituto. Estaba desmoralizada por algo que consideraba injusto, es decir por teología no podía estudiar diseño! Era ilógico, absurdo, hasta para mí, a esa edad. Pero entonces pensé en hablar con el sacerdote que nos daba el curso, le pedí encarecidamente que me tomara el examen, que lo aprobaría y aceptó con la condición de que fuera la mejor alumna de la clase los años que durara mi carrera. Y así fue, tuve la máxima nota en teología hasta el final. Ahora, tenía que ir a

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confesarme con el sacerdote en unos días específicos, y en esos días en lugar de eso, discutía con él mi desacuerdo con ciertas cosas de los dogmas. Al final de la carrera, me preguntó si mi fe había aumentado, le dije que al estudiar teología me había dado cuenta de que no quería tener religión. Para mi sorpresa, él no reaccionó mal, me había tomado cariño y me dijo que tenía que buscar las respuestas por mí misma, que quizás un día descubriría lo que estaba buscando y volvería a “creer”. Esa respuesta a los 19 años fue como decir “no hay candado en la puerta a partir de ahora”, y aunque nunca lo hubo, yo había vivido como si lo hubiera.

Entonces hice muchas cosas, leí todo lo que pude de cuanta cosa me interesaba, reencarnación sobretodo. Conocí a mucha gente interesante, algunos con creencias que no hacían eco en mí pero igual aprendía cosas de ellas, pero otras tenían partes grandes de información que necesitaba y otras tenían además de información, amor por los demás, y podía sentirlo como real y no como una postura, una moda. Puedo decir que fue como un constante experimento. Hubo pruebas, errores, chispazos, y todo me sirvió. Luego conocí a unos muchachos que tenían reuniones con gente que hacia contacto con seres de otros mundos, también fue algo muy positivo. Es más, era algo que cuando era muy chica y miraba las estrellas, siempre me atrajo, porque en mi pensamiento de niña buscaba el brillo de una estrella allí en ese inmenso cielo estrellado, donde hubieran seres que no fueran tan cerrados como en la tierra, casi como si los recordara. Según yo me recogerían en cualquier momento, y así no tendría que escuchar peleas entre mis padres.

Los sueños que tenía cambiaron entonces, los anteriores se habían ido espaciando a medida que crecía, pero a partir de los 21 años se hicieron diferentes. En uno de ellos, recuerdo haber estado en una especie de consultorio médico, digo esto porque había una sala de espera. Era todo blanco, paredes, puertas y muebles, lo único distinto era un libro de tapa oscura en la mesita blanca. Me puse a hojearlo mientras esperaba. Este libro tenia fotografías de todas las personas que conocía, durmiendo. Todos estaban durmiendo. Cada hoja era una foto grande de ellos. Y con cada foto yo sonreía porque sentía el amor por cada uno. Pero al llegar a la foto de mi novio, que luego sería mi esposo, me entristecí. Entonces, se abrió la puerta y salió alguien, también de blanco, y se sentó conmigo, no recuerdo su rostro, sólo que era algo mayor que yo. Me preguntó porqué me entristecí al ver esa foto, le dije que no sabía por qué lo sentía así. Me dijo: “La muerte no existe, por la razón de que no existe la separación. Tú crees que hay separación por la aparente distancia que se ha forma entre otro y tú, y esa distancia la mides en tiempo, de tiempo que habrá que recorrer para la próxima reunión. Pero el tiempo es un acuerdo de tu mente que no existe realmente, no te das cuenta y por eso para ti existe la posibilidad de la separación y sufres ante la idea. No hay motivo para la tristeza, la separación no existe, todo está muy unido. No existe la muerte, es una ilusión de tu mente.” Y ahí desperté. Debo decirte que solo estoy tratando de poner en palabras un mensaje, pero éstas no reflejan su claridad. Es más, no sé si habló con palabras.

A los 23 años tuve uno de los 2 sueños más importantes de mi vida, estaba en un desierto con muchísima gente, caminábamos como si fuéramos turistas haciendo un recorrido con unos guías turísticos, que eran gente muy alta y ágil. Éramos de todas partes del mundo, hablábamos todos

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distintos idiomas, pero todos nos estábamos quejando de lo mismo: de la vista monótona del desierto, del insoportable calor, de que teníamos sed, que estábamos cansados… que ¿¿¿cuándo llegábamos??? Preguntábamos a cada rato. Y los guías respondían: “pero paciencia, ya falta poco, ya vamos a llegar”… en ese momento subíamos un cerro de arena un poco más alto que los del resto del desierto. Y sí, llegamos a la cima. Y desde la cima, no podía creer lo que veía, era el más hermoso valle que haya visto jamás en toda mi vida, verde, con muchos árboles, al lado izquierdo se veía una especie de mar, pero no tenia olas, yo diría que más bien tenia ondas, era súper transparente y brillaba la luz reflejada en él, y el cielo era azul intenso. Los colores y la sensación no las puedo describir con palabras, solo diré que nunca había visto algo así jamás en esta tierra. Nada tiene la brillantez y tono de esos colores, y nada se parece a la brisa que sentí ahí. Al fondo había una ciudad, bueno… no sé si era ciudad, pero eran construcciones blancas, como cúpulas blancas. Y a medida que todos descendíamos hacia el valle, hablábamos atropelladamente, muy asombrados de lo que veíamos. Cuando llegamos cerca del agua, ésta me atravesó a la altura de las rodillas y era maravillosa porque la luz brillaba por toda su superficie y a la vez podía ver que era cristalina. Entonces miré a la señora que tenia a mi lado, a quien nunca antes había visto, pero estábamos las dos tan contentas que éramos ya muy amigas en un instante. Le dije: ¿dónde estamos?... y ella solo reía. En ese momento recordé que estaba soñando en mi cama. Pensé: “Esto no puede ser sólo un sueño, creo que lo que sucede es que he muerto durmiendo en mi cama… pero no quiero volver. Quiero quedarme aquí, no quiero volver”. Pero mientras pensaba en esto, recordé a mi madre, que había quedado viuda hacia poco más de un año, tras la enfermedad por cáncer de mi papá, cosa que atravesé con ella, las dos, porque mis hermanos eran más chicos. Pero a ella se le había hecho difícil de superar, mientras que a mí no me afectó de la misma forma, porque veía la muerte como dejar un vehículo. Me afectó la enfermedad en su vida y me sentía impotente al no poder sacarle el dolor físico, pero no me afectó su muerte, no como a ella. Pensé que sería duro para ella si descubría que morí mientras dormía, así que pensé que no podía quedarme ahí. Y desperté en ese momento.

Otro sueño parecido del que tengo poco recuerdo claro, es el de haber cruzado un campo verde, con el césped corto, bien cuidado, dirigiéndome a una especie de construcción parecida a los templos griegos, con columnas, frisos, etc. de mármol. Entrar corriendo a una clase y que todos lo que estaban ahí se volteen y me sonrían, el profesor a quien no conozco aquí, le oigo decirme riendo: “te esperábamos, has tardado tanto!” y sentí que había llegado a mi hogar, pero no en este mundo, por decirlo de alguna forma.

Cuatro años más tarde, cuando tenía 27 años, mi vida dio un giro de 180 grados, tomé la decisión de regresar a mi pequeña ciudad. Estaba ya casada y con 2 bebés, pero me sentía fatal, la vida no había resultado como queríamos y todo estaba de cabeza. Mi esposo quedó en reunirse conmigo luego de unos meses mientras solucionaba cosas económicas en la capital… entonces una noche, mientras pensaba si había tomado o no, una buena decisión al volver, porque no tenía nada; soñé el 2do sueño más importante de mi vida, diría que el más importante de todos:

Soñé con el lugar con el que anteriormente había soñado, pero ya no descendía al valle, ahora ya estaba en él, sentada en un campo verde, con la espalda apoyada en el tronco de un árbol. Frente

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a mí, sentado conmigo, estaba un hombre mayor, podría decir que tenía unos 70 años, pero la verdad es que no puedo definir su edad. Sé que era mayor que yo, pero al mismo tiempo se veía más joven y más radiante que un niño de aquí. No sé como describirlo, tenía el pelo blanco y le llegaba a la base del cuello, bigotes y barba cortitas, los ojos brillantes, radiantes! Y él se veía fuerte, vibrante, saludable, y al mismo tiempo, mayor. Extrañamente recuerdo que ya estaba hablando con él, aunque no recuerdo de lo que hablábamos antes… solo recuerdo esta parte: le contaba mi vida de ese momento, pero no como el drama que creía que era cuando estaba despierta, sino casi, casi, como si fuera la vida de alguien más. Como si estuviera contándole a mi profesor de matemáticas, que me enredé en una ecuación algebraica y que no sé dónde está el error. No sentía especial identificación con mis problemas de ese momento, no sentía que mi familia aquí era la misma de allá, es más… él se sentía más cercano que mis propios padres de aquí. Y entonces él dijo: ¿Por qué crees que esto ha pasado?

Yo no tenía una respuesta, así que le dije que no recordaba donde había surgido el problema o el atasco. Él me pidió retroceder poco a poco en la historia, así que lo hice… de pronto vi algo que no puedo describir adecuadamente con palabras, espero hacerme entender; era como una red, aunque no igual, pero era una red viva, como una tela de araña gigantesca desplegada sobre un espacio azul, yo la veía de arriba pero a una distancia muy cercana. Estaba viva, era luminosa, y se movía. Cada punto de luz en esa red, eran situaciones, personas en mi vida, sin que estén constreñidas a un pasado, presente o futuro… otras ramas de esa red se movían hacia adelante y otras retrocedían o involucionaban. Así que identifiqué el problema, que estaba unos años antes, y volví con la respuesta. Le dije: ahhhhh!!! Ya sé lo que pasó! Tomé este camino y entonces… etc etc. y lo digo así porque no puedo recordarlo ahora claramente, más que lo que cuento. Él sonrió, me dijo que qué bien que lo había notado, y me sentí taaan feliz!!! Era como cuando no entiendes un problema en la escuela y el profesor sin decirte la respuesta, te guía para que la encuentres. Y la respuesta era tan fácil, estuvo siempre ahí conmigo, a la vista. Él me puso un dedo en medio de la frente, entre las cejas, y ahí abrí los ojos en mi cama, estaba boca arriba así que lo primero que vi fue el techo de mi habitación. En esos segundos, yo sabía de dónde venía, donde estaba, hacia donde iba, sabía quién era o qué era, sabía que era todo lo que existía y al mismo tiempo seguía siendo yo, sabía que no había nada que temer, que todo era tan fácil, tan fácil. Y me reí, solté una carcajada… pero al hacerlo, pasó algo, sentí esto: fue como si mi mente fuera un vaso con agua clara y tuviera sedimento en la base… de pronto alguien agitó el agua y el sedimento se mezcló con el agua, y lo que antes era claro y fluido, se puso turbio y denso. En unos pocos segundos olvidé lo que había visto, la mente la sentía como agua densa. Al final, solo me he quedado con lo que le cuento aquí, con la sensación de la alegría que me dejó saber que no había nada que temer y mucho menos a morir.

No he vuelto a soñar algo así ni con el ser con el que hablé, y tengo que decir que muchas veces he querido volver a verlo, como se quiere ver a un ser que se ama mucho.

Más adelante en el tiempo soñé que estaba en la catedral de mi ciudad, que por cierto, es hermosa. Había mucha gente, mucha, hacían fila para llegar al altar pero no era precisamente una comunión, sino algo muy caótico y no me sentía nada bien. Así que decidí salir a un patio trasero

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que tiene esta catedral (en el que no he estado antes, pero que existe). Y en medio de ese patio, había una esfinge gigantesca, blanca, con un halo de luz azulado en toda ella, y de pronto me miró. Cuando me miró me dio miedo, porque su mirada era fuerte pero no agresiva. Tenía rostro de mujer pero no se sentía como algo femenino o masculino. Tenía alas enormes que movía. Me dijo sin mover la boca: “Voy a destruir esto. Te doy 10 minutos para que salgas de aquí, sin mirar atrás”. Debo decir que nunca me sonó como una amenaza, ni como algo injusto, sino como algo que debía hacerse, no había en su voz un tinte de maldad pero tampoco de compasión, y sin embargo entendí que tenía que hacerlo y así lo hice. Salí, asustada, atravesé la catedral, quería decir algo porque había gente que conocía ahí, pero salí nada más…. Y cuando salí, también salió conmigo otra gente que no conocía. Y la Catedral se derrumbó tras de mí. Ignoro que habrá querido decirme este sueño, pero me quedo con la sensación que me dejó la esfinge, de las cosas que están por encima del bien y del mal.

Más adelante, al llegar a los 30 años, con mi 3er bebé recién nacido, mi esposo también de 30 años, murió en un accidente. Durante varios años me dediqué a trabajar sin pensar más que en eso, en trabajar y en cómo sacar adelante a 3 niñitos, y así me alejé poco a poco de las cosas que me gustaba leer, o experimentar por ocuparme de lo inmediato. Aunque en el medio hubo amigos del pasado que me invitaron a grupos que hacían meditación, en los que no duré mucho, me iba cuando notaba los juegos de poder o de manipulación que a veces se forman en los llamados grupos espirituales. Siempre me pareció tan contradictorio, que donde gente se reúne con un fin “espiritual” se termine peleando por liderar. O que los miembros desarrollen un fanatismo, o a veces un apego y una dependencia total hacia el que dirige el grupo, casi como si fuera su dios. Esa era la razón por la que dejé la religión y no quería caer en nada parecido. Creo que solo debo lealtad a mi ser y a la luz que soy y que somos todos… algo así. Siempre he creído en el ser al que nombras como DO…y eso era todo lo que me importaba en ese momento. Sabía que dé EL como dicen en El Kybalion, se formó TODO por su voluntad de tener una experiencia para observarse a sí mismo desde las partes, y a Él volvemos, como en una exhalación e inhalación (al kybalion lo encontré en un colectivo o autobús de esos chicos, una combi como dicen aquí… a los días de morir mi padre, a los 21 años. Alguien lo había olvidado en el asiento de atrás, y así como llegó a mi vida, se quedó conmigo 5 años y luego desapareció).

Tengo mucho que aprender aún y tengo muchas cosas en mí que me molestan, pero también sé, ahora, que lo importante es no desistir de aprender, que todo es un maestro y en última instancia, un espejo.

Quería preguntarle sobre estos sueños… sobretodo el más importante, el de la red o tela de araña. Esa tela de araña ¿son las líneas de tiempo? Ahí estaba toda mi vida como un mapa gigante, luminoso y vivo, pero no solo mi vida, sino todo al mismo tiempo.

Y otra cosa, si quiero escoger una línea de tiempo alterna para hacerla realidad… créame que la parte que se me hace difícil es sostener la vibración de la línea, porque aquí todo confabula para que regrese a la anterior, y cuando digo esto, me refiero hasta la gente más cercana, como la propia familia. Es una lucha con mis condicionamientos, y cuando creo que lo estoy logrando,

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aparece mi madre o mis hermanos en escena con sus propias creencias y condicionamientos, amén de los amigos que siempre le dicen a uno las cosas “por su bien”, pero desde sus miedos. No los culpo, seguramente yo ya hice lo mismo muchas veces y ni cuenta me di. Y claro, reconozco que mi fuerza de voluntad a veces se quiebra, luego retoma, se quiebra, retoma… porque mi vida en esta línea tiene demasiados altibajos. No es esto lo que quiero, quiero algo más creativo, más amplio, con consciencia de poder crear todo lo que quiera para mí, para los demás. Ponerme en ese estado vibracional, cuando las cosas aquí no caminan en determinados momentos y la gente habla de escasez, de falta de trabajo, de deudas, de miedos, casi todo el tiempo (yo misma), es una tarea difícil. Realmente se necesita ser como un guerrero, y a veces me miro en el espejo del mundo, buscándolo dentro de mí y dentro del otro. Incluso a veces me he preguntado si el imaginar otra realidad, no es como una negación de lo que no me gusta en ésta. Pero en el fondo, siento que no, que finalmente es mi voluntad y mi sentimiento el que hizo mi mundo particular. Y que si es una negación de esta realidad, pues sí, no la quiero, y tengo derecho a cambiar de realidad, dándole mi energía a lo que escoja. Así que me queda perseverar por mantenerme en la línea o vibración que realmente quiero, y no en la que no quiero.

Y para ayudarme con la perseverancia (la parte más dura para mí) he tenido la idea de escribir sobre la línea de tiempo que quiero vivir. Escribir como si ya hubiera sucedido y sólo la estoy recordando, igual que los magos, igual que Merlín. Y entonces al leer mis recuerdos, sentir la emoción y la gratitud. Escribir sobre mi maravilloso destino, el que cumplí. En el que realicé con creatividad cosas que me ayudaron a ser mejor y a otros también. En los que creé belleza con amor. Escribir sobre esa nueva tierra que sé que existe, porque ya estuvimos ahí.

Muchas gracias por leerme, que es lo mismo que escucharme.

Vero del Palomar