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    HORIZONTE DISTRITAL DE LA ECONOMA

    DE ASOCIACIN

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    Aprobada por el Consejo de Distrito, la Comisin Directiva de la Asociacin Educacionista Argentina, el Consejo de Obras de la Regin NOA-Centro y el Consejo de Obras de la Regin Pastoral Lasallana del Paraguay en la Reunin de Cuatro Regiones, el 4 de noviembre de 2011.

    Aprobada por el VII Captulo Distrital,

    el 3 de mayo de 2012.

    Presentacin

    El Distrito de Argentina Paraguay tiene, como es sabido, dos fechas de fundacin: 1889 para el sector Argentino, 1968 para el sector Paraguayo. Ambas fundaciones son frutos de la fuerza del voto de asociacin para el servicio educativo de los pobres que sostuvo la economa de los Hermanos de las Escuelas Cristianas desde sus orgenes. Lo fue porque los capitales iniciales no slo los econmicos provinieron de otros Distritos

    HORIZONTE DISTRITAL DE LA

    ECONOMA DE ASOCIACIN

    [versin 7.1]

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    que podan ofrecer desde sus pobrezas y riquezas. Lo fue por-que el trabajo esforzado de los primeros Hermanos que llega-ron se asoci pronto con otras personas locales: sacerdotes, religiosos, seglares. Sin poner en comn no hay nacimientos. Sin asociacin no hay crecimiento.

    Ambos sectores tuvieron una vida autnoma hasta que en 1994, en un movimiento que superaba la simple buena volun-tad de los actores, sino que se conectaba con la reorganizacin general del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, los Captulos de Argentina y Paraguay decidieron comenzar un proceso de mutua integracin. Nuestras historias estaban co-nectadas pero eran muy distintas. El desafo era grande.

    Nos tomamos cuatro aos para hacer el proceso que llev a la unificacin en 1998. Al hacer este proceso fue resultando evidente que tambin las estructuras de conduccin internas del Distrito tenan que modificarse. Fue as que nacieron las distintas regiones que hoy conforman el Distrito de Argentina Paraguay con sus estructuras de participacin y conduccin, estructuras que hoy estamos revisando.

    Entre 1994 y 1998 establecimos un Horizonte Distrital, es decir, un texto que nos sirviera de punto de fuga, una indica-cin de cules son los aspectos de la realidad que nos tocan particularmente, cules son nuestros intereses comunes, aque-llos a los que todos debemos convertirnos. El texto, acordado por Hermanos y Seglares argentinos y paraguayos en el Primer Captulo Distrital dice as:

    Horizonte Distrital

    En fidelidad a nuestro Fundador, San Juan Bautista de La Salle, conducido por el Espritu de Dios a vivir el Misterio de

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    Cristo encarnado en medio de los hombres, noso-tros, los Hermanos del Distrito nos hemos reunido para tener juntos y por asociacin las escuelas al servicio de los pobres y nosotros, los Seglares, nos hemos comprometido en la misin del Instituto.

    Entendemos esto fundamentalmente como clave de lectura teolgica y como una accin direc-ta, real y concreta, en el contexto sociocultural que nos toca vivir y asumir.

    Desde este compromiso:l los Hermanos vivimos nuestra consagracin

    en comunidades misericordiosas de escucha y de perdn de corazn, donde nos aceptamos como hermanos, ms all de las ideas, donde podemos envejecer acompaados, creciendo en fidelidad, con estructuras al servicio de las personas y las necesidades locales;

    l los Seglares vivimos nuestra consagracin bau-tismal desde nuestras opciones concretas de vida, inspirados en el carisma lasallano, desde las obras, en la tarea de evangelizar la cultura.

    Por tanto, Hermanos y Seglares:l Cultivamos una espiritualidad encarnada al esti-

    lo lasallano.l Recreamos nuestras comunidades religiosas,

    familiares y educativas, con un estilo fraterno, compartiendo las responsabilidades de conduc-cin y animacin de la vida.

    l Compartimos nuestra misin educativa y evan-gelizadora, desde el pobre, para toda la socie-dad, transformndola.

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    l Atendemos a la pastoral vocacional.l Orientamos nuestra formacin.l Organizamos nuestra economa.

    Y todo esto porque creemos que es posible construir, des-de nuestra diversidad, un nico proyecto distrital.

    Buenos Aires, 10 de Abril de 1998

    En los aos sucesivos fuimos dndonos distintos Hori-zontes que aplicaran a los distintos campos de nuestra vida la orientacin bsica de nuestra opcin: la encarnacin como clave teolgica y como principio de accin concreta. As na-cieronl el Mapa Estelar de la Pastoral vocacional,l el Horizonte Pedaggico Pastoral de la AEAl los Lineamientos Pedaggico Pastorales del NOAC y la RPLPl y el Horizonte Distrital de la Formacin

    Desde hace tiempo venimos trabajando en la construccin de este prximo Horizonte: el de la economa distrital. Mucho ha sido vivido desde los primeros lineamientos que fueron ela-borados hacia 1980 con la construccin de la centralizacin econmica que constituy un salto cualitativo en la organiza-cin del Distrito de Argentina. Lentamente fue redactndose un Manual de Organizacin Administrativa (MOA) que se fue engrosando con circulares y disposiciones operativas.

    Hoy estamos entregando al Distrito una de las realizacio-nes pedidas por el VI Captulo Distrital y la IV Asamblea Distrital: construir un Horizonte Distrital de la Economa de Asociacin (HDEA). Nos hemos tomado dos aos para reflexionar sobre la encarnacin de Dios en el mundo y sus consecuencias para nuestra vida econmica en el Distrito. Se trata de un texto que

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    sienta principios teolgicos de los que se derivan cri-terios ticos.

    El texto aprobado por las Cuatro Regiones del Distrito tiene su origen en el Consejo Econmico Distrital nombrado en 2010. Ese texto fue recibien-do aportes de distintas personas y organismos dis-tritales durante el ao pasado, recibiendo un voto de beneplcito general en la reunin de Cuatro Re-giones de noviembre de 2010. Durante el verano fue trabajado por los Hermanos en las Jornadas de enero.

    Todos los aportes recibidos han sido incorpo-rados. La sexta versin, fue entregada nuevamente a los Consejos Directivos, Equipos de Animacin Distritales y a las Comunidades de Hermanos. Con los aportes hemos elaborado la versin 7 que reci-bi unos ltimos aportes redaccionales y fue apro-bada como versin 7.1.

    Este HDEA est llamado a ser un mundo co-mn de intereses al que todos tenemos que conver-tirnos desde nuestros intereses ms o menos par-ticulares. No se ha tratado de construir un espejo en el que nos miramos satisfechos. Lo que hemos hecho es descubrir un mundo de llamados que Dios nos dirige y a los que tenemos que convertirnos.

    Evidentemente, este no es el final del camino. Tres procesos importantes se abren:

    Por un lado, la construccin de un Directorio Administrativo Distrital (DAD) que, tomando las ri-quezas del MOA vigente en la AEA y las prcticas del Distrito, pasndolas por los criterios que se de-rivan del HDEA, sirva para las cuatro Regiones del

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    Distrito y nos ayude a ajustarnos mejor en los funcionamientos concretos.

    Por otro, simultneamente, un proceso de formacin que nos ayude en el cambio de corazn y de estructuras al que el HDEA nos llama.

    Por ltimo, el esfuerzo continuo de procesos autocorrec-tivos de aplicacin de esos criterios que deben irse haciendo conductas, procedimientos, hbitos, cultura institucional.

    Es difcil mensurar lo que hemos realizado. Como los Ho-rizontes anteriormente trabajados en el Distrito, nos marcan un rumbo, nos muestran un futuro al que nos ponemos en camino, sabiendo que el Futuro Absoluto, Dios, nos est lla-mando. Y emprendemos ese camino con la conviccin de que el nuestro es el Dios siempre mayor, ese que nos lleva a lugares donde no habamos soado, por caminos que no conocemos, siempre ms all de nuestros lmites.

    Que esta experiencia de peregrinacin de fe nos conduz-ca a experimentar la cercana del Reino de Dios.

    H. Santiago Rodrguez ManciniVisitador

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    Presentacin 1

    Horizonte Distrital 2

    Siglas 8

    Introduccin 9

    Nuestra propuesta cultural distrital 11

    El punto de partida y el sendero para

    caminar hacia el Horizonte vivido 13

    Las races de nuestra cultura distrital 14

    Races de la sabidura americana originaria 15

    Races de las tradiciones guaranticas 15

    Races de las tradiciones aymaras y quechuas 16

    Races bblicas 17

    Races de la historia lasallana de los orgenes 20

    Races de los inmigrantes europeos y asiticos 21

    Nuestro modelo y la economa contempornea 22

    El modelo de economa de asociacin que

    nos interesa, nuestro Horizonte 24

    Nuestra misin: el servicio educativo de los pobres 24

    Los derechos de los nios y de los trabajadores:

    los ejes de nuestra misin 25

    El lugar del conflicto, el dilogo, la justicia y

    la misericordia en la misin 28

    La propiedad en la economa de asociacin 29

    Principios de organizacin de la

    economa de asociacin 31

    Niveles de articulacin del modelo de

    economa de asociacin 36

    Un Horizonte que exige formacin 38

    Un horizonte que se hace poltica 41

    Un Horizonte que deriva en unos

    procedimientos administrativos 42

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    Siglas

    IV/VI Distrito de Argentina-Paraguay. VI Captulo Distrital y IV Asamblea Distrital de la Misin. Documento Final. 2010.CA Juan Pablo II, Encclica Centessimus Annus, a cien aos de la primera encclica sobre la cuestin social, Rerum novarum, 1991.DIM Juan Pablo II, Encclica Dives in misericordia, sobre la Mi-sericordia Divina, 1980GS Concilio Vaticano II, Constitucin Pastoral Gaudium et spes. Sobre la Iglesia en el mundo contemporneo. 1965.LE Juan Pablo II, Encclica Laborem Exercens, Sobre el sentido cristiano trabajo humano, 1981MTR San Juan Bautista de La Salle, Meditaciones para el tiem-po de retiroRP Juan Pablo II, Exhortacin postsinodal Reconciliatio et Pe-nitentia, sobre la reconciliacin y la penitencia en la misin de la Iglesia, 1984SRS Juan Pablo II, Encclica Sollicitudo Rei Socialis, En el vigsi-mo aniversario de la Populorum progressio, 1987.

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    Introduccin

    1. Este Horizonte de la Economa tiene letra escri-ta en los hechos antes que en el texto. Es tribu-tario de lo vivido en las obras y comunidades que prepararon desde el evangelio encarnado la letra escrita que hoy proponemos.

    2. El nacimiento del Distrito no se entiende sin la comunin Asociacin a nivel mundial del Ins-tituto dentro de la comunin eclesial en el mar-co de la Misin. En la historia de la fundacin, construccin, o conduccin de las obras el re-curso econmico circul al servicio de la misin, junto con el valor simblico y las personas, en una historia no exenta de conflictos. Hechos y gestos vividos en la historia del comienzo de nuestro Distrito dan cuenta de ello. El xodo hacia los lugares de los ms empobrecidos para salir a su encuentro, nos revelan que se fue am-pliando la Misin al servicio educativo de los

    Habiendo conseguido la plenitud de los frutos, dars de

    comer de ellos a tus prjimos sin excepcin.

    los frutos perfectos son producidos para que de ellos

    coman todos y no para que sean objeto de tacaera.

    Dando de comer a todos, solo as, solo viendo nuestro

    amor a todos,

    Nuestro Padre Primero alargar nuestros das

    para que podamos sembrar repetidas veces.

    Texto de la tradicin Mbya-Guaran

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    pobres1 con la aplicacin de recursos, personas y un modo de hacer escuela propia de La Salle en Argentina y Para-guay.

    3. Nuestra economa estuvo alentada desde hace mucho tiempo por la comunin, y tenemos una experiencia hecha pero sobre todo por hacer. Porque las experiencias y las prcticas son muchas y, a veces, divergentes. Pero, como lo afirmamos convencidos, los horizontes propios y los co-munes no tienen por qu coincidir desde el principio. Por eso el campo de juego abierto por el establecimiento del horizonte comn es lugar de conflictos (HDF 8).

    4. La economa en clave de asociacin nos invita a compor-tamientos inspirados en la gratuidad, en la fraternidad, en la solidaridad y en la atencin a los ms pobres; desde una clave misericordiosa y compasiva, que se basa en la cultura del don y del compartir por la que los bienes se redistri-buyen y restituyen al servicio de la educacin liberadora, buscando la implantacin del Reino en la sociedad.

    5. Reconocemos, adems, que lo que nos lleva a construir este Horizonte y las prcticas que de l se derivan, es nuestra dinmica fundacional lasallana de estar atentos a las realidades del mundo. Sentimos como un llamado de Dios este mundo socialmente segmentado y globalizado

    1. Establecer clases es un modo de hacer ver y dar existencia legitimada a las dis-tancias sociales posibilitando conocer como real y como natural la produccin y reproduccin de las oposiciones (relaciones de poder) sobre las que se levanta el mundo social.

    Pobres no pobres son dos clases interrelacionadas de las que no puede hablarse sin referencia mutua. Las clases sociales deben ser construidas como clasificaciones de condiciones de existencia producto de la desigual distribucin de recursos so-cialmente valorados (material y simblicamente). Las clases son una construccin social tanto terica como incorporada. Lo que hay son los agentes sociales y sus posiciones y sus relaciones. (Cf. Pavcovich, Paula (2008) Clases, posiciones, puntos de vista. En Estudios sobre pobreza en Argentina. Eduvim. Villa Mara.

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    a la vez. En l se ha construido una cultura del egosmo centrada en el deseo personal, una cultura de marcado individualismo y consumis-mo. Es una sociedad capitalista que propicia, fomenta y se asienta sobre la desigualdad que excluye numerosos grupos sociales.

    6. Creemos que estas situaciones sociales, eco-nmicas, polticas y culturales nos pueden atravesar, generando escuelas ricas para ricas y escuelas pobres para pobres, o escuelas que sigan potenciando la lgica del sistema con un espritu neoliberal. Como llevamos aos de dis-cernimiento evanglico de la realidad social a la luz del Evangelio, reconocemos que es nece-sario crear una contracultura institucional. Para eso nos damos este Horizonte: para denunciar estas desigualdades injustas y anunciar el Reino que se vislumbra en ella; para denunciar el pe-cado social y estructural, al mismo tiempo que para apurar el advenimiento de una nueva cul-tura del don y la asociacin.

    Nuestra propuesta cultural distrital

    7. Proponernos un camino hacia la construccin de una economa distrital de asociacin es invi-tarnos a un cambio cultural. Un modo nuevo de vivir la economa (nuevo no en el tiempo sino en su contenido tico y teolgico)nos pone en camino hacia la transformacin de las relacio-nes sociales del distrito. Queremos construir una cultura del don porque esa es la forma cul-

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    tural que descubrimos en la comunidades cristianas origi-narias y en la primera comunidad lasallana.

    8. La cultura del don es un modo de organizacin social en el que las personas no se traban en una competencia im-piadosa por el acceso a los bienes que consideran funda-mentalmente como escasos. Tanto en las culturas jerrqui-cas con su economa centralizada, como en las culturas de inspiracin liberal con sus economas de libre mercado, el estatus de los individuos queda fijado por su capacidad de control y acceso a las cosas, a esos bienes escasos. En las culturas del don, en cambio, su estatus queda fijado por la capacidad de entregar bienes sin esperar nada en recipro-cidad. Es la cultura de la gracia, la cultura del potlach.

    9. Nuestra propuesta de economa de asociacin es un mo-delo que conjuga eficiencia y solidaridad. Nuestra eco-noma consiste en poner en comn los bienes, hacerlos circular creando una autntica justicia curricular al servicio de los ms pobres y buscando construir el Reino.

    10. La justicia curricular (Robert William Connell) es una orien-tacin, dentro de las pedagogas crticas, que busca la construccin de un currculum contrahegemnico por la adopcin de los intereses de los grupos empobrecidos, perjudicados en los distintos campos de la vida social, adoptando esos intereses como el propio punto de vista y la propia causa; por la construccin de una escuela demo-crticamente participativa, en la que todos son educados en las destrezas y conocimientos necesarios para la cons-truccin de una cultura escolar incluyente y una comuni-cacin comprensiva de la diferencia; por la comprensin de las diferencias econmicas y culturales como un pro-ducto histrico. La justicia curricular es uno de los modos del discernimiento desde el lugar del pobre, pedagoga

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    de nuestra formacin lasallana (Cf. HDF). En la construccin de la justicia curricular, buscamos la instauracin de la justicia social.

    11. El Horizonte de la Economa de Asociacin, acompaa nuestra marcha ayudndonos a cri-ticar nuestros motivos y prcticas en el presen-te, para poder caminar con mayor conciencia la administracin de los bienes de la Misin edu-cativa al servicio educativo de los pobres. Este horizonte es un modo de ayudar al conjunto diverso que son nuestras obras y comunidades a poner en palabras y en obras el movimien-to espiritual profundo de hacer coincidir nues-tros deseos con nuestras opciones econmicas buscando, juntos, caminos de acercamiento a ese horizonte. Esto porque entendemos que la economa no es sino una mirada ms sobre la misin pedaggico poltico pastoral de nuestras obras y comunidades y del conjunto distrital.

    El punto de partida y el sendero para caminar hacia el Horizonte vivido

    12. El punto de partida para el recorrido vital que este Horizonte nos impone es nuestra experien-cia, en la complejidad de sus distintas prcti-cas, con sus luces y sus sombras; tambin lo es nuestro sueo de hacer presente el Reino de Dios en nuestras obras, en nuestras relaciones; pero tambin, el reconocimiento de las tensio-nes, de las preguntas que producimos, y de aquello que podemos considerar logros, que

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    se generan en el seno de nuestras relaciones a partir de lo econmico. El punto de partida es nuestra prctica en el servicio educativo de los pobres animado por la comu-nidad. Hemos sido capaces de generar empleo estable y de desarrollar la misin educativa a favor de la justicia y los derechos de los nios. Miramos crticamente nuestra estructuracin en el contexto de la lectura de la realidad econmica y social de los pases que componemos este conjunto Distrital.

    13. Este Horizonte nos introduce en un proceso formativo para todos, que nos llevar a una dialctica evanglica en la que podemos hacer el ejercicio de mirar nuestro Distrito en el futuro, poniendo en el centro los deseos presentes del ser-vicio educativo evangelizador de todas nuestras obras, las necesidades del conjunto distrital y las posibilidades que tenemos o podamos generar.

    14. Este Horizonte es solidario y subsidiario del HDF, de los lineamientos pedaggicos y pastorales de cada una de las agrupaciones regionales que organizan el Distrito.

    Las races de nuestra cultura distrital

    15. Este Horizonte echa races, adems de nuestras prcticas, por una parte, en la sabidura ancestral de nuestros pue-blos originarios y en la sabidura del Pueblo de la Biblia; por otra parte, en la historia fundacional de nuestro Insti-tuto que es siempre fuente originaria de toda realizacin lasallana. En estas tierras americanas, nuestras prcticas, echan races, tambin, en las prcticas tico econmicas de los inmigrantes europeos y asiticos, con sus relecturas del capitalismo. Nuestro Horizonte se nutre, tambin, de las corrientes sociales contemporneas de la economa.

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    Races de la sabidura americana originariaRaces de las tradiciones guaranticas

    16. La bsqueda que nuestros padres guaranes hicieron del Yvy marney (la Tierra sin males) implica un ande reko katu (nuestro modo de ser autntico y bueno), ande reko marangatu (nuestro modo de ser santo, digno). Esta Tierra sin males tiene

    16.1. una dimensin social por la que los hom-bres establecen relaciones de reciprocidad que buscan el bienestar de todos, dimensin que brilla en esa prctica asociativa que es la min-ga2,16.2. una dimensin econmica centrada en

    la calidad de vida de las personas y en unas relaciones de solidaridad interge-neracional y ecolgica con la naturaleza,

    16.3. una dimensin cultural por la que se propone la creacin de unas relaciones plurales, en todos los campos de la vida social, con un cuidado especial de los ms dbiles y menos favorecidos

    2. La minka (quechua) o minga (forma castellanizada) denominada tambin minca o mingaco, es una antigua tradicin de trabajo co-munitario o colectivo con fines de utilidad social. Es un sistema que se usa en Latinoamrica desde la poca precolombina. Puede tener diferentes finalidades de utilidad comunitaria como la construccin de edificios pblicos o ir en beneficio de una persona o familia, como al hacerse una cosecha de papas u otro producto agrcola, entre otras, siempre con una retribucin para quienes han ayudado. Su prctica sigue siendo comn en el NOA y entre los migrantes inter-nos provenientes de ese sector.

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    16.4. una dimensin trascendente por la que se com-prende la vida como gracia que se abre en cultura del don. Tiempo especial de esta donacin es la fiesta, el aret (fiesta en guaran), el tiempo verda-dero.

    17. Nde reko marangatu (El Reino de Dios = Tu modo san-to de portarte) es esta Tierra sin males que viene a no-sotros como gracia a la que respondemos por un modo de ser santo que recibimos de Dios y al que respondemos siguiendo los pasos de Jess.

    Races de las tradiciones aymaras y quechuas

    18. Tambin la tradicin andina busca una construccin eco-nmica que es un sistema de instituciones, valores, normas y prcticas que organizan procesos de produccin, distri-bucin, circulacin y consumo dentro de un tejido de re-laciones de cooperacin del trabajo de los hombres entre s, con la naturaleza y con lo trascendente. Su sentido es la reproduccin y el desarrollo de la vida generando las condiciones materiales para ello en una comprensin am-pliada de la vida que incluye el gozo y el bienestar humano completo. Es el llamado sumaq kawsai de los quechuas o el suma qamaa de los aymaras: la vida buena.

    19. Los principios de esta organizacin econmica son: 19.1. la produccin autosuficiente en la comunidad, por

    la que cada organizacin de base busca su autono-ma relativa,

    19.2. la reciprocidad de los intercambios, por la cual cada uno y cada comunidad busca intercambiar bienes econmicos y simblicos con las dems personas y comunidades en horizontalidad,

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    19.3. la redistribucin en la comunidad, por la que la organizacin participativa satisfa-ce las necesidades de todos teniendo en cuenta las necesidades y oportunidades de cada uno y de cada organizacin,

    19.4. el intercambio hacia afuera, por la cual la organizacin se enriquece con apor-tes econmicos y simblicos nuevos,

    19.5. y la planificacin comunitaria, participa-tiva y solidaria.

    Races bblicas

    20 La fe cristiana hunde sus races en la interven-cin salvadora de Dios que ha convocado a los hombres en un pueblo y los ha llamado a su alianza y a su liberacin. El Pueblo de Dios ha nacido de la experiencia de la liberacin, y se ha levantado entre los otros pueblos como una estructuracin que busca crear una civilizacin fraternal en la que todos los varones y mujeres sean respetados en su integridad. Esta pedago-ga divina nos invita a conducirnos del mismo modo en nuestra propia concepcin de nuestra identidad y misin.

    21. El principio de encarnacin por el que la vida cristiana queda unificada, se deriva de la con-templacin de este misterio de la Encarnacin de Dios, fuente de valoracin de la existencia humana en este mundo que encuentra su ple-nitud en la Resurreccin del Seor Jesucristo y en el don del Espritu Santo que ha sido entre-

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    gado al mundo y ha sido derramado en nuestros corazo-nes (Rom 5,9). Por este misterio salvador, el mundo se abre a la promesa de plenificacin y recapituacin en Cristo. Nada de lo humano es extrao al cristiano. Todo se hace Milagro, Sacramento y Palabra de Dios para l. Por la fe hemos sido capacitados para ver el fondo trascendental de las cosas y para trabajar por su transformacin radical por la energa de una accin indignada y sabia, esforzada y entregada a la esperanza.

    22. La fe cristiana sabe, adems, que el misterio de la iniquidad atraviesa la creacin y su historia. Y sabe, humildemente, que participa voluntaria o inadvertidamente del pecado de este mundo (Rom 7). Este misterio de iniquidad que nos envuelve, es el ambiente en el que se desarrolla la libertad personal. Con nuestra decisin o con nuestra omisin ms o menos inconsciente adherimos a las estructuras de peca-do que rigen el mundo. Pero lo hacemos con la conviccin de participar en la victoria del amor por la fe en el Cordero de Dios que quita el Pecado del Mundo.

    23. La praxis de Jess es siempre normativa para el cristiano y para la comunidad eclesial. Su misin es estar al servicio de la multitud para acercar el Reino de Dios, anunciando, cu-rando, desdemonizando y entregando su vida como resca-te. Creemos, por eso, que la educacin evangelizadora no puede estar escindidas de una accin econmica, social y poltica que colaboran en la liberacin y la transformacin de todo el hombre y todos los hombres, de las personas y las sociedades, de las estructuras y las culturas.

    24. La autonoma de las realidades terrestres hace de ellas un mbito de trabajo laical (GS 36). Esto significa que son un espacio de bsqueda intelectual de la verdad compren-dida y practicada en la justicia. En l, la fe y la doctrina

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    social que se deriva del evangelio es una gua, pero nunca evita el discernimiento que, juntos, debemos hacer. Este trabajo laical es parte del signo eclesial que queremos ofrecer para la re-novacin de las comunidades. Es tambin un signo ofrecido a toda la sociedad en el planteo de una alternativa contrahegemnica.

    25. La fe cristiana nace como respuesta a la creacin del Hombre Nuevo en la Pascua de Jesucristo, Dios encarnado en el mundo de los artesanos, iniciador del Nuevo Pueblo de Dios. En este Nuevo Pueblo, el Reino de Justicia se va acer-cando. La misin de este Pueblo es proclamar la cercana del Reino y construir comunidades en las que ese Reino llegue a la sociedad. Todas nuestras comunidades y obras estn urgidas a convertirse permanentemente a la comunin. Como los primeros cristianos, queremos ser re-conocidos por la fraccin del pan hecha comu-nin enriquecedora de las personas. Sabemos que el Misterio Trinitario se hace visible donde hay una comunidad. Sabemos que la Trinidad es nuestro proyecto. Las relaciones entre las personas de la Comunin Trinitaria, relaciones que los fundan en la entrega total a los otros, son el lugar, la fuente y la meta de nuestras propias relaciones. Nuestra comunidad est fundada en el xodo salvador de Jesucristo que nos revel al Padre y nos entreg el Espritu. Nuestra comunidad est llamada por Dios en su vocacin, y destinada por el carcter bautismal que la suscita, a crear la comunin con el Padre,

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    por el Hijo, en el Espritu Santo. La comunin de amor que crea el Espritu del Padre que Jesucristo nos ha entregado es el lugar en el que toda comunin humana se desarrolla.

    26. La comunidad de los creyentes tena un solo corazn y una sola alma, nadie consideraba sus bienes como pro-pios sino que todo era comn entre ellos (Hech. 4,32). La preocupacin de constituir comunidades que est en el centro de la praxis apostlica narrada por Lucas no se agota en cada comunidad y su puesta en comn de bienes (1Cor 16,1-4). Se trata de construir una red solidaria en la que unas comunidades comparten con las otras para que la pobreza desborde en generosidad (2Cor 8,2) cons-truyendo una cultura del don y de la gracia (2Cor 8,4-9) imitando la generosidad de Dios en Jesucristo por su en-carnacin (2Cor 8,9).

    Races de la historia lasallana de los orgenes

    27. Los pobres son actores fundamentales de la fundacin del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas y de las distintas experiencias de misin compartida lasallanas.

    28. La contemplacin del abandono de los hijos de los arte-sanos y los pobres movi el corazn de San Juan Bautista de La Salle y de los primeros Hermanos para reunirse en comunidad y dedicar sus vidas en la construccin de un signo consagrado para el servicio educativo de esos pobres y artesanos.

    29. Juan Bautista de La Salle descubri la necesidad de re-nunciar a sus bienes patrimoniales y ponerse en la misma condicin econmica de los maestros con los que Dios lo invitaba a unirse. De este modo ponan en comn sus per-sonas en la tarea de construir una comunidad confiada en

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    la Providencia. Porque creer en la Providencia es constituirse en providencia de s y de los dems.

    30. La prctica de la puesta en comn de los bienes y del trabajo durante tres siglos ha permitido a los lasallanos crear un inmenso signo de servi-cio educativo que est destinado fundamental-mente a los pobres.

    31. Bajo esta contemplacin del designio de Dios sobre la felicidad de todos los hombres, se des-cubre la realidad de la injusticia como efecto histrico de un pecado que se ha vuelto social y estructural (MTR 1 y 2; RP 16; SRS 36-37). La construccin del signo asociativo lasallano bus-ca reeditar la accin salvadora de Dios en Jesu-cristo por el mismo camino de la encarnacin, la cruz y la resurreccin.

    32. Las comunidades son signos de esperanza para todos en este mundo, empezando por los em-pobrecidos. Ellas son formas de aproximacin del Reino, visibilizaciones del Cuerpo de Cristo, del Rostro Misericordioso de Dios, las manos la-boriosas del Espritu.

    Races de los inmigrantes europeos y asiticos

    33. La conquista de Amrica consisti en la incor-poracin de estos vastsimos territorios al siste-ma mundo de la economa capitalista naciente. Durante estos cinco siglos un enorme proceso de mestizaje se oper y una nueva cultura, con muchsimas variantes, se ha ido configurando de modo dinmico.

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    34. Los inmigrantes trajeron, as, un nuevo modo de conside-rar el valor del trabajo, ligado a la nocin de persona, t-picamente bblica. Fundados en una tica de races cristia-nas, aportaron las nociones y las prcticas del ahorro y de la austeridad, de la disciplina y la proyeccin, de la limpieza y el orden, del cuidado y la ornamentacin.

    35. En el final del siglo XIX y el comienzo del XX, fue la oleada inmigratoria la que permiti dar un paso adelante en la consideracin de la dignidad del trabajador y en la necesi-dad de la organizacin sindical y poltica para el reconoci-miento y custodia de sus derechos.

    36. Los ideales libertarios y sociales que renovaron las estruc-turas econmicas de nuestros pases son tambin un her-moso aporte de los inmigrantes.

    Nuestro modelo y la economa contempornea

    37. No nos encontramos solos en esta bsqueda. La preocu-pacin por Otro Mundo Posible (Foro Social Mundial) es una aspiracin en la que comulgamos con muchos varones y mujeres organizados del planeta.

    38. El modelo econmico de la asociacin quiere encuadrarse en las prcticas y discursos que se relacionan con la eco-noma solidaria, la economa comunitaria, la economa popular, la economa social o la economa del trabajo, el comercio justo, enriquecido por la tradicin lasallana. Estas concepciones se caracterizan por buscar la construccin de un sistema econmico de fuerte contenido tico: justo, de-mocrtico, productivo, sostenible y solidario, basado en la igualitaria distribucin de los beneficios del desarrollo, de los medios de produccin y en la generacin de un trabajo digno y estable.

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    39. Los lasallanos de Argentina y Paraguay sabe-mos que la lgica cultural contempornea no nos conduce por este camino sino que nos lleva a un individualismo cada vez ms exacerbado. Nuestro evangelio nos llama a propuestas cul-turales contrahegemnicas. De ah la urgencia de este Horizonte y de nuestro esfuerzo por convertirnos a l.

    40. Los lasallanos, renovados desde dentro por el amor de Dios que ha sido derramado en nues-tros corazones (Rom 5,9) somos capaces de cambiar las reglas, la calidad de las relaciones y las estructuras sociales. Podemos poner paz donde hay violencia, podemos construir re-laciones fraternas donde hay odio. Podemos buscar la justicia donde hay explotacin. Po-demos sustituir la primaca de la competencia por la primaca de la solidaridad. Slo el amor es capaz de cambiar las cosas y transformar de modo radical las relaciones humanas y las es-tructuraciones que se derivan de ellas. El hom-bre nuevo, nacido de la Pascua, est al alcance de todos los que queramos responder a esta gracia ofrecida.

    41.Esto exige una conversin profunda, conversin del corazn y conversin de las estructuras, porque no habr mundo nuevo sin hombres nuevos. Vivimos en un mundo de relaciones so-ciales capitalistas en el que el liberalismo tiende a instaurarse como pensamiento nico. Otro mundo es posible.

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    El modelo de economa de asociacin que nos interesa, nuestro Horizonte

    Nuestra misin: el servicio educativo de los pobres

    42. Para los lasallanos, la escuela -entendida en sentido amplio (HPP)- es el lugar preferido para este anuncio y esta cons-truccin. La pequea porcin del Nuevo Pueblo de Dios que somos los lasallanos queremos darnos unas normas para la construccin de una casa para todos, queremos construir una economa de asociacin.

    43. Asociacin para el servicio educativo de los pobres es el nombre del don que hemos recibido de Dios para compar-tir con la humanidad. De ese don se deriva nuestra concep-cin de la normativa de la vida de nuestra casa comn. La economa de asociacin tiene la finalidad de satisfacer las necesidades de la misin distrital. Por eso, la produccin y distribucin de los bienes de todo tipo tiene su referente en el Horizonte Distrital.

    44. La actividad econmica debe promover la dignidad de to-das las personas, especialmente si son pobres, y el bien comn que es el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de los miembros el logro ms pleno y ms fcil de la propia per-feccin (GS 26).

    45. El bien comn no es la suma de los bienes particulares. No es algo que se alcance buscando un arreglo a las con-diciones de cada uno, aisladamente. El bien comn es algo indivisible, es particular, de cada uno de los miem-bros de una sociedad y universal, es decir, algo que atae a todos, a la vez. Porque de lo que se trata es de poner las condiciones para que los individuos y las asociaciones

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    desarrollen sus finalidades sin entorpecerse, colaborando entre s. Slo juntos es posible que alcancemos el bien comn, que lo haga-mos crecer, que lo custodiemos y lo hagamos perdurable.

    Los derechos de los nios y de los trabajadores: los ejes de nuestra misin

    46. Los derechos de los nios y jvenes, entre los que ha de destacarse el derecho a la educacin, son los que nos convocan a la misin. Porque entendemos que, sobre todo en su derecho a aprender, la promesa del Hombre Nuevo que se nos ha abierto en Jesucristo, muchas veces es vulnerada.

    47. Este es el primer eje de nuestra misin. El caris-ma que hemos recibido, nuestra contribucin a la construccin de la sociedad y de la Iglesia, gira en torno al cuidado y la defensa de estos derechos.47.1. El derecho a la vida, a la identidad y al

    desarrollo de la propia personalidad.47.2. El derecho a una familia en el seno de la

    cual crece.47.3. El derecho a ser escuchado en todo lo

    que sean sus propios intereses.47.4. El derecho a emitir sus opiniones por el

    medio que prefiera y a ser escuchado.47.5. El derecho a la libertad de pensamiento,

    de conciencia y de religin.47.6. El derecho al respeto de su vida privada.

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    47.7. El derecho a unos medios de comunicacin que programen contenidos adaptados a l.

    47.8. El derecho a ser protegido por los adultos, a ser refugiado, a ser adoptado.

    47.9. El derecho a vivir como los otros nios cuando ten-ga problemas fsicos o mentales

    47.10. El derecho a educarse gratuitamente desarrollan-do sus capacidades. Una educacin que le ensee acerca de la paz, de la amistad, de la igualdad y del respeto por el ambiente natural..

    47.11. El derecho a divertirse, a dedicarse al juego y a las actividades que ms le gusten. El derecho al repo-so.

    47.12. El derecho a ser protegido del trabajo, de todo tipo de explotacin, de cualquier discriminacin por lengua, cultura o religin, de la droga, de la violen-cia sexual, de la guerra y la violencia.

    47.13. El derecho a ser considerado siempre inocente, a tener un juicio justo, si fuera el caso y a recibir un tratamiento segn su edad, si fuera encontrado culpable.

    48. Para nuestra misin hemos elegido encarnar este carisma en el mundo de todos los trabajadores de la educacin, docentes y no docentes. Los derechos de los trabajadores en el mundo de la educacin son el otro eje de estructura-cin de nuestro horizonte.

    49. Los derechos de los trabajadores se basan en la dignidad de la persona humana. Nuestro cumplimiento del ordena-miento jurdico debe ir ms all, cuando no entre en con-flicto con los derechos de los nios y no ponga en peligro la sustentabilidad de la misin distrital, por el ejercicio del amor. Respetaremos siempre

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    49.1. el derecho a la justa remunera-cin, segn y de acuerdo a lo estipulado por la ley;

    49.2. el derecho al descanso; 49.3. el derecho a ambientes laborales que no

    daen la salud fsica, psquica o espiri-tual;

    49.4. el derecho a la salvaguarda de la per-sonalidad sin que exista ningn tipo de coaccin de conciencia;

    49.5. el derecho a la jubilacin y a la seguri-dad social;

    49.6. los derechos derivados de la maternidad y la paternidad;

    49.7. el derecho a la formacin permanente en servicio;

    49.8. el derecho de reunin y de asociacin gremial;

    49.9. y el derecho de huelga cuando constitu-ye un recurso inevitable, si no necesario, para la obtencin de un beneficio pro-porcionado.

    50. Nuestra voluntad de encarnar la Iglesia de los pobres nos llevar a apoyar la solidaridad entre los hombres de trabajo y a ejercer la solidaridad con los hombres de trabajo cuando la violacin de la dignidad del trabajo humano hiera a los pobres de Jesucristo (LE 8), recordando que el salario justo de una persona adulta que tiene responsabilidad sobre su familia, es aquel que le permite fundar y mantener dignamente a su familia y asegurar su futuro (LE 18). Para eso

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    ser necesario crear espacios de discernimiento para la construccin de alternativas que no daen los derechos de los nios y los adolescentes.

    51. El ejercicio de unas condiciones de trabajo que respeten estos derechos tiende a crear una cultura del trabajo que no se entiende al modo liberal, con el predominio del ca-pital (CA 35), sino como la de una construccin de una organizacin comunitaria para una misin. En esa cultura, el trabajo es parte del don de las personas para la misin. En esa cultura la justicia del salario debe ser sobrepasada por el disfrute y la fiesta de la comunin.

    El lugar del conflicto, el dilogo, la justicia y la misericordia en la misin

    52. Nuestra asociacin es vivida en la necesaria solidaridad que crea el dilogo entre los nios y jvenes con sus dere-chos, y los educadores con los suyos. Este dilogo no esta-r privado de conflictos. Ellos son siempre oportunidades para la autotrascendencia cognitiva, tica y religiosa. Estos conflictos, dialcticamente entendidos, revelan nuestra fi-delidad a determinados valores y abren un espacio para nuestra conversin a una mayor honestidad, a un mayor sentido de justicia, a un mayor discernimiento desde el lu-gar del pobre, desde su causa y sus proyectos (Cf. HDF 10.3-11).

    53. El dilogo en el que se va creando la economa de aso-ciacin se regula por la justicia. Dar a cada uno lo que le corresponde en la medida que le corresponde es el modo de responder a los deseos profundos de las personas, las instituciones y las necesidades que la historia nos plantea. Lo justo, definitivamente, no resulta de un acuerdo sino

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    de la identidad profunda de las personas. Hacer justicia es reconocer la verdad sobre el hombre, sobre todo el hombre y sobre cada hombre, va-rn y mujer, nio y adulto.

    54. Sin embargo, es necesario reconocer que la bsqueda de la justicia es histrica y que el re-conocimiento de la identidad profunda de las personas no se ha hecho como una deduccin acadmica en un nico momento. La justicia es una lenta construccin siempre abierta a una mejor comprensin del misterio humano.

    55. Pero la justicia por s sola no basta. Si la justicia sirve de rbitro entre los distintos intereses en conflicto, slo la misericordia social, la solidari-dad, es capaz de restituir la integridad al hom-bre vulnerado en sus derechos (Cf. DIM 14).

    56. La racionalidad de la economa de asociacin abre la pregunta por los derechos de los nios y de los jvenes y por los derechos de los traba-jadores, buscando escapar del encierro tcnico econmico, buscando satisfacer las necesida-des de la misin desde su opcin preferencial por los pobres.

    La propiedad en la economa de asociacin

    57. Nuestra asociacin ha buscado siempre modos de que la propiedad comn de los bienes est permanentemente al servicio de la misin y que esos bienes sean intangibles para todos en funcin de garantizar su perpetuidad y su uso interdependiente (Cf. IV/VI 49).

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    58. Nuestra asociacin ha hecho y busca mantenerse en una opcin preferencial por los pobres que es la opcin de Dios. Al considerar el conjunto distrital, siguiendo el modo de Dios, nos vemos conducidos a obrar con criterios de austeridad, comunin de bienes, sentido de justicia, dona-cin. Somos conscientes de que administramos la obra de Dios y los bienes que estn destinados a los pobres y sus derechos.

    59. Sabemos que esos bienes, el capital econmico, pero tam-bin el social, el cultural y el simblico, son trabajo humano acumulado. Son el signo de una comunin profunda en torno a la misin educativa que, en nuestras tierras, lleva ms de 120 aos, pero que se deriva de un trabajo de tres siglos. La conciencia de administradores tiene siempre una dimensin de agradecimiento ante lo heredado y de com-promiso ante las generaciones siguientes. Por eso el man-tenimiento de este capital es parte integrante permanente de la actividad econmica y administrativa.

    60. Nuestro patrimonio cultural es un bien social. Nuestra manera de comprender la educacin y la evangelizacin, nuestros archivos, nuestras bibliotecas, hemerotecas y vi-deotecas, nuestro acervo editorial, nuestros edificios hist-ricos, el conjunto de obras artsticas que estn en nuestras comunidades, escuelas y capillas, el conjunto de obras mu-sicales que hemos compuesto, nuestros museos; todo eso es un enorme capital que debemos cuidar e incrementar ponindolo siempre al servicio de la educacin en la cons-truccin del bien comn.

    61. Los bienes y recursos econmicos son medios para posibili-tar la misin educativa Lasallana en el Distrito y en la obras. La generacin de recursos desde las obras educativas, y desde otras actividades que sean lucrativas, no tienen otro

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    fin que el de sostener el conjunto de obras y co-munidades que animan la Misin. El conjunto distrital tiene el desafo de sostener, desarrollar y ensanchar el horizonte de la Misin educativa de modo planificado y con sentido de sustenta-bilidad del conjunto.

    62. Esa dimensin encuentra su sacramentalidad en la celebracin eucarstica que siempre exige un momento penitencial por las faltas de jus-ticia que cometemos en la administracin del capital comn, fruto del trabajo de todos.

    Principios de organizacin de la economa de asociacin

    63. Los pilares o principios que se derivan del di-logo entre ambos derechos estructurantes de nuestra economa de asociacin son:63.1. La socializacin

    63.1.1. La vida humana se vive en co-munidad. Y esta reviste una pluralidad de formas de socia-lizacin. Por eso, en el Distrito, promovemos la creacin de asociaciones, comunidades e instituciones que nos permitan desarrollar mejor nuestra mi-sin.

    63.1.2. En ellas, cada persona encon-trar las maneras de desarrollar sus cualidades, su iniciativa y su responsabilidad. En ellas ver

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    garantizadas la satisfaccin de sus dere-chos.

    63.2. La subsidiaridad. 63.2.1. La construccin de la casa comn tiene

    los fundamentos de su vida en las agru-paciones sociales de base, expresiones de cultivo de iniciativas sociales, deportivas, culturales, recreativas o profesionales, que siempre tienen un componente econmico y poltico. Espontneamente la vida social nos lleva a agruparnos en estas bsquedas. Todo un tejido social surge al interior del Distrito en el que se dan mltiples formas de sociabilidad.

    63.2.2. Por el principio de subsidiaridad, no corres-ponde a las instancias superiores absorber o quitar a las comunidades menores lo que ellas pueden hacer y proporcionarse por s mismas. Ms bien corresponde ayudarlas a que puedan generar vida por s. Toda instancia superior tiene que estar al servi-cio de las menores en apoyo, promocin y desarrollo, buscando su sustentabilidad. De este modo, el principio de la subsidiari-dad implica tanto actitudes de afirmacin y accin como de negacin y abstencin por parte de las instancias superiores de una organizacin.

    63.2.3. Sin embargo, en ciertas circunstancias, cuando las instancias menores se ven impedidas de lograr sus propios fines, corresponde a las superiores ejercer tem-

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    poralmente una funcin de su-plencia.

    63.3. La participacin63.3.1. Es la contraparte de la subsi-

    diaridad. Por este principio, las instancias menores no agotan su aporte a la vida social en s mismas sino que construyen la vitalidad de la casa comn de la asociacin al compartir con otras instancias de su mismo ni-vel o con las superiores.

    63.3.2. La participacin no es un de-recho sino un deber que todos aceptamos cumplir consciente y responsablemente en la cons-truccin del bien comn.

    63.3.3. Las instancias de conduccin y animacin debern procu-rar que existan las condiciones de posibilidad que aseguren el ejercicio de la participacin, sobre todo de quienes estn en desventaja.

    63.3.4. La adopcin de formas demo-crticas dentro del Distrito se realiza siempre con las limita-ciones que le impone el marco de la estructuracin cannica de la vida religiosa, la legisla-cin civil y educativa.

    63.3.5. Esta participacin en la tarea

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    cotidiana de la educacin y en la construc-cin de la comunin es el principal valor de nuestra economa de asociacin.

    63.4. La solidaridad63.4.1. La interdependencia que, de hecho, todos

    vivimos, se transforma en solidaridad tica y social cuando acogemos la exigencia mo-ral que ella comporta y la convertimos en un proyecto.

    63.4.2. La creacin de estructuras solidarias es el modo de superar las estructuras de pecado (Cf. SRS 36; 37). Por eso, la solidaridad no es un puro sentimiento sino una determi-nacin firme y perseverante de empear-nos en la construccin del bien comn, por el que todos nos hacemos responsables de todos (Cf. SRS 38).

    63.4.3. Por la solidaridad nos ponemos en dis-posicin de perdernos por aquel que se encuentra oprimido,de servir a aquel que se encuentra en necesidad (Cf. SRS 38). Cuando nos hacemos solidarios, no solo nos abrimos a una amplitud horizontal por la que nuevas personas o situaciones son tocados por una generosidad expansiva. La verdadera solidaridad crea un espacio para una expansin vertical de la libertad por la cual damos un salto hacia un nuevo horizonte de intereses y abrimos nuestros horizontes en respuesta a un Dios siempre ms grande, eso que llamamos conversin (Cf. HDF).

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    63.4.4. El cultivo de la solidaridad nos lleva a descubrirnos siempre en deuda con los dems (Rom 13,8) y a cuidar las condiciones de vida de la humanidad pre-sente y futura, sobre todo en lo referido al medio ambiente, al patrimonio cultural, al conoci-miento cientfico y tecnolgico, a las realizaciones artsticas y artesanales.

    63.4.5. Nuestra asociacin se preocu-pa por el medio ambiente por-que este es un bien de toda la humanidad. Salvaguardar un ambiente natural seguro y salu-dable. Por eso nos interesamos en la construccin de polticas pblicas en este sentido y en educar para este inters.

    63.4.6. En este sentido, nuestra propia planificacin econmica debe tener en cuenta el impacto am-biental de nuestros propios pro-yectos (Cf. Carta de la Tierra).

    63.4.7. La solidaridad interna del Distri-to es un modo de redistribucin del capital econmico, social, cultural y simblico.

    63.4.8. Esta solidaridad debe estar acompaada de un estilo so-brio en el ejercicio de la misin.

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    La simple factibilidad econmica de un proyecto no es razn suficiente para su desarrollo. Los lasallanos trabajamos para construir en nosotros un corazn de pobre que no nos haga extraos al mundo de los pobres.

    64. Cada una de las regiones es corresponsable de garanti-zar la sustentabilidad del conjunto distrital. Por su gestin responsable y sus opciones, invitan a otros a colaborar para sostener la misin al mismo tiempo que se abren a la colaboracin en proyectos ajenos y mayores. Por eso las obras y comunidades dan a conocer como testimonio sus proyectos y deseos para lograr financiacin no slo del conjunto Distrital sino de organismos estatales, no guber-namentales, nacionales, internacionales y personas que se quieran sumarse a la finalidad que este Distrito tiene como Horizonte.

    Niveles de articulacin del modelo de economa de asociacin

    65. El modelo de la economa de asociacin articula distintos niveles:65.1. El nivel de las comunidades y obras. All, las carac-

    tersticas fundamentales son65.1.1. El trabajo ministerial de sentido comunita-

    rio65.1.2. El consumo domstico65.1.3. Se da una participacin diferenciada en la

    presupuestacin, administracin y evalua-cin de los presupuestos.

    65.1.4. Las relaciones de produccin de servicios

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    educativos y pastorales centra-das en el reconocimiento del otro. Estas relaciones de pro-duccin estn subsidiadas o son autosuficientes.

    65.1.5. Esas relaciones se enriquecen con servicios voluntarios pro-pios de la cultura del don. No todo trabajo reviste la forma de empleo.

    65.1.6. Las personas viven estas rela-ciones incluyndose en distin-tas organizaciones sociales y eclesiales

    65.1.7. Las comunidades y obras con-tribuyen a los subsidios donan-do bienes que se intercambian planificadamente desde los ni-veles superiores.

    65.2. El nivel intermedio de las regiones pas-torales. 65.2.1. Son redes de articulacin de

    esas relaciones de produccin de servicios educativos.

    65.2.2. All se articulan los presupues-tos participativos de las unida-des menores.

    65.2.3. Esas redes tambin pueden ser subsidiadas o autosuficientes.

    65.3. El nivel macro del Distrito65.3.1. Una economa planificada par-

    ticipativamente que busca in-

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    tegrar la dialctica de lo global y lo local posicionndose en el discernimiento desde el lugar del pobre.

    65.3.2. Esta planificacin busca el crecimiento dis-trital, entendido este como el resultado de la multiplicacin del trabajo altamente pro-ductivo de bienes simblicos y de servicios educativos y pastorales, al mismo tiempo que de la multiplicacin de las relaciones valiosas que generan ingresos que deben distribuirse justamente. Tambin es nece-saria una inversin responsable.

    65.3.3. El objetivo es contribuir a garantizar la re-produccin de las comunidades y las obras con una calidad creciente de la vida y de los servicios educativos y pastorales de las personas que participan en ellas.

    65.3.4. Desde este nivel se planifica en vistas a una economa sustentable y sostenible en el tiempo, integral e integradora de todos los niveles.

    65.3.5. Las decisiones polticas de este nivel di-reccionan la economa de las instancias inferiores. Esas decisiones emanan de las orientaciones de los Captulos y Asambleas Distritales.

    Un Horizonte que exige formacin

    66. Es en las obras y comunidades el lugar donde sucede el hecho econmico en clave de asociacin, en una gestin responsable, transparente, sistemtica y evanglica. Pero la

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    mirada hacia las necesidades de la obra y de las personas que componen la comunidad particu-lar, est en sintona de corazn con las necesida-des del conjunto distrital, sus orientaciones, sus procedimientos, sus opciones y su horizonte. El conjunto Distrital -con todo el juego dialctico que existe entre los individuos, los grupos y las instituciones- es el que va optando en la historia por fundar y desarrollar la misin educativa en cada lugar donde estamos presentes. Por esto cada comunidad y cada obra, con sentido de pertenencia, tiene que hacer un trabajo de con-versin para adoptar de buen grado todas las decisiones de los organismos de animacin del conjunto que resultan como garanta de perdu-rabilidad y sustentabilidad en el tiempo.

    67. Al mismo tiempo, en los conflictos dialcticos, siempre ofrecer los puntos de vista contrarios como un servicio al dilogo encaminado a en-contrar siempre las formas ms cercanas a este Horizonte.

    68. El caminar hacia el Horizonte de la economa supone entrar en dilogo con nuestras prc-ticas cuestionndolas y convirtindonos. No entramos en dialogo de forma aislada sino en comunidades o grupos que intencionalmente diseen y realicen trayectos en el seno de esos grupos donde la comprensin y conversin de la mirada se realizar.

    69. Es en estos trayectos formativos donde revi-samos las actitudes ante los bienes y el dinero para avanzar con criterios evanglicos y asocia-

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    tivos sobre el uso de los mismos. Estamos llamados a ser levadura eficaz de fraternidad y reconciliacin. Esto ser posible cuando nuestras comunidades y obras puedan ofrecer signos de comunin de bienes y valoracin de los trabajadores en el servicio de los derechos de los nios, las nias y los adolescentes.

    70. La pertenencia y la estabilidad de las personas, las comuni-dades y la Institucin se alimentan, entre otras cosas, con el dilogo de los intereses comunes que los convocan. Esta pertenencia otorga identidad ya que concebimos las per-sonas no como una realidad encerrada en s misma, sino esencialmente abierta a la posibilidad en el encuentro con otros en sus condiciones sociales (Cf. Itinerarios Formativos 7).

    71. La comunidad es el lugar donde este encuentro abarca muchas modalidades de reciprocidad. En la comunidad se revela la cara de la otra persona como un ser para el encuentro que nos hace seres para la donacin. La co-munidad es el lugar para la formacin. Y el destino de la formacin es la comunin. Oponernos a la comunidad encerrndonos en la cmoda satisfaccin, en el egosmo satisfecho o en el sentido comn que evita el dilogo y la investigacin, es obstaculizar e imposibilitar la formacin.

    72. La necesidad de concertar acuerdos que organicen la ac-cin comn da lugar a la Institucin como estructura de mutua pertenencia en la misin. Pero la Institucin recibe la misin como un don de Dios al que nos vemos convo-cados. As la Institucin estabiliza las ideas, los valores y los sentimientos en acciones y hace que se vuelvan dura-deros. Pero tambin, el tesoro que la institucin custodia es siempre excesivo para sus formas. Ella vive siempre en la tensin de lo alcanzado y lo por alcanzar. La institucin

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    nace como garanta de perdurabilidad de la sa-tisfaccin que, para las carencias humanas, han encontrado las comunidades, nace para con-servar algunos logros, debe ser una estructura posibilitadora. Pero vive siempre en el desafo permanente de saber que sus formas son siem-pre provisorias.

    Un horizonte que se concreta en polticas

    73. El Distrito tiene responsabilidad en la forma-cin de adultos, jvenes, adolescentes y nios respecto de la justicia social. Por eso todos los organismos distritales tienen que estar atentos a los debates y normas nacionales e internacio-nales sobre los temas sociales.

    74. Por eso, adems, el Distrito apoya la participa-cin de todos sus organismos, especialmente de las Fundaciones, en la sociedad civil para la construccin de polticas pblicas con contenido tico, buscando la plena vigencia de la demo-cracia, de la economa solidaria y del desarrollo integral solidario y sustentable (Aparecida 406 a).

    75. El Distrito quiere favorecer, desde sus institu-ciones, una educacin para la justicia que im-plica no solamente la formacin tica como una transversalidad de todo el planteo curricu-lar (escolar o no), sino tambin la creacin de oportunidades para todos y de una cultura ins-titucional de la responsabilidad en la subsidiari-dad y la solidaridad.

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    76. Este modelo implica una planificacin participativa de la economa, en distintos niveles, por parte de todos los gru-pos, equipos, consejos y comunidades que componen el Distrito. Participan tambin en la ejecucin y control de esos presupuestos en distintos niveles (IV/VI 48).

    Un Horizonte que deriva en unos procedimientos administrativos

    77. Promovemos que nuestro conjunto Distrital tienda a la sus-tentabilidad propia. Esto quiere decir que, fieles a nuestra misin, y con realismo proftico, podamos sostener y ga-rantizar las mltiples iniciativas pedaggicas y pastorales que hoy llevamos adelante y tengamos capacidad econ-mico financiera para ampliar las fronteras y realizaciones de la misin al servicio de los ms pobres que nos fueron y sern confiados por el amor providente de Dios Padre.

    78. Para eso cada trienio, el Distrito elabora, de acuerdo a unos procedimientos establecidos en el Directorio Admi-nistrativo, un plan de desarrollo econmico a corto plazo. Esos planes concretizan el plan de desarrollo de mediano y largo plazo que est siempre sujeto a reelaboracin (Circu-lar 460).

    79. Este plan trienal deber integrar metas concretas en lo referido al alcance de la justicia curricular para todas las obras del Distrito partiendo de las necesidades ms ur-gentes tales como alimentacin, instalaciones, mobiliario y equipamiento.

    80. La solidaridad exige dar cuenta de la aplicacin de los re-cursos, ya sean generados por las obras y comunidades por s mismas o recibidos en concepto de donacin, subsi-dios o aportes. El Directorio Administrativo Distrital seala

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    los organismos que el conjunto ha designado a tal fin.

    81. Reconocemos en nuestro conjunto Distrital la tensin de la tarea de garantizar a todos nues-tros alumnos el acceso a la igualdad de oportu-nidades y posibilidades de los bienes culturales en la bsqueda de la justicia curricular. Todos los organismos distritales siguen los procedi-mientos y las estrategias para lograr equidad y la calidad educativa para todos nuestros alum-nos del modo en que han sido acordados en el Directorio Administrativo Distrital.

    82. Para que estos procesos de conversin puedan ser implementados, necesitamos revisar peri-dicamente nuestras prcticas para adecuarlas al espritu de este Horizonte

    83. El presupuesto distrital refleja las opciones del Distrito. Cada ao, del modo que lo prescribe el Directorio Administrativo Distrital, todos los organismos confeccionan un presupuesto para ser aprobado segn se indica en el mismo do-cumento.

    84. El Distrito de Argentina y Paraguay, solidario con los otros Distritos que componen el Insti-tuto se compromete a aportar para el sosteni-miento de los gastos proporcionalmente como es establecido por el Captulo General.

    85. Aporta tambin los talentos de Hermanos y Se-glares para la puesta en marcha de sus empren-dimientos pedaggicos pastorales segn fuere requerido por otros organismos del Instituto, de la Iglesia o de la sociedad civil.

  • HORIZONTE DISTRITAL DE LA ECONOMA DE ASOCIACIN

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    HERMANOS DE LAS ESCUELAS CRISTIANASViamonte1982 4 G (C1056ABD) Buenos Aires, Argentina

    TEL. (011) 4374-9046