Huellas Peligrosas
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Título original: A Dangerous Path
Erin Hunter, 2004Traducción: Begoña Hernández Sala
Editor digital: KarsPub base r1.1
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Para el auténtico Zarzo.
Gracias en especial a Cherith Baldry.
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Filiaciones
CLAN DEL TRUENO
Líder — ESTRELLA AZUL: gata gris azulada con tono
plateados alrededor del hocico.
Lugarteniente — CORAZÓN DE FUEGO: hermoso gato rojizo. —Aprendiz: NIMBO.
Curandera — CARBONILLA: gata gris oscuro.
Guerreros (gatos y gatas sin crías).
— TORMENTA BLANCA: gran gato blanco. —Aprendiza: CENTELLINA. — CEBRADO: lustroso gato atigrado negro
gris.
—Aprendiza: FRONDINA.
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— ESCARCHA: dotada de un bello pelaje blanc ojos azules.
— PECAS: bastante atigrada.
— RABO LARGO: gato atigrado de color clarcon rayas muy oscuras.
—Aprendiz: ZARPA RAUDA. — MUSARAÑA: pequeña gata marrón oscuro.
—Aprendiz: ESPINO. — FRONDE DORADO: atigrado marrón dorado. — MANTO POLVOROSO: gato atigrado marró
oscuro.
—Aprendiz: CENICIENTO. — TORMENTA DE ARENA: gata color melad
claro.
Aprendices (de más de seis lunas de edad, s
entrenan para convertirse en guerreros).
— ZARPA RAUDA: gato blanco y negro. — NIMBO: gato blanco de pelo largo. — CENTELLINA: gata blanca con mancha
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canela. — ESPINO: atigrado marrón dorado. — FRONDINA: gata gris claro con motas má
oscuras, de ojos verde claro. — CENICIENTO: gato gris claro con motas máoscuras, de ojos azul oscuro.
Reinas (gatas embarazadas o al cuidado d
crías pequeñas).
— FLOR DORADA: de pelaje rojizo claro. — COLA PINTADA: bastante atigrada, y la mayo
de las reinas con crías.
— SAUCE: gata gris muy claro, de ojos azulepoco comunes.
Veteranos (antiguos guerreros y reinas, y
retirados). — TUERTA: gata gris claro; es el miembro má
anciano del Clan del Trueno; prácticamente ciega orda.
— OREJITAS: gato gris con las orejas mu
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pequeñas; el macho más viejo del Clan del Trueno — COLA MOTEADA: en sus tiempos, una bonit
gata leonada con un precioso manto moteado.
CLAN DE LA SOMBRA
Líder — ESTRELLA DE TIGRE: enorme gato atigrad
marrón oscuro, con garras delanteras inusualmentargas; antiguo miembro del Clan del Trueno.
Lugarteniente — PATAS NEGRAS: gran gato blanco coenormes patas negras como el azabacheanteriormente fue un gato proscrito.
Curandero — NARIZ INQUIETA: pequeño gato blanco y gri
Guerreros
— ROBLEDO: pequeño gato marrón.
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— CIRRO: atigrado muy pequeño. — FLOR OSCURA: gata negra. — GUIJARRO: gato atigrado plateado
anteriormente, un proscrito. — BERMEJA: gata de color rojizo oscuro
anteriormente, una proscrita. —Aprendiz: ZARPA CEDRINA.
— COLMILLO ROTO: enorme gatoanteriormente, un proscrito.
—Aprendiz: ZARPA SERBAL.
Reinas
— AMAPOLA: atigrada marrón claro de patamuy largas.
CLAN DEL VIENTO
Líder — ESTRELLA ALTA: gato blanco y negro de col
muy larga.
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Lugarteniente — RENGO: gato negro con una pata torcida.
Curandero — CASCARÓN: gato marrón de cola corta.
Guerreros — ENLODADO: gato marrón oscuro co
manchas. — MANTO TRENZADO: gato atigrado grioscuro.
— OREJA PARTIDA: macho atigrado.
— PARDINA: gata marrón dorado. — BIGOTES: joven atigrado marrón. —Aprendiz: ERGUINO. — CORRIENTE VELOZ: atigrada gris claro.
Reinas — PERLADA: gata gris. — FLOR MATINAL: reina color carey. — COLA BLANCA: pequeña gata blanca.
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CLAN DEL RÍO
Líder — ESTRELLA DOBLADA: enorme gato atigradde color claro, con la mandíbula torcida.
Lugarteniente
— LEOPARDINA: gata atigrada con insólitamanchas doradas.
Curandero — ARCILLOSO: gato marrón claro de pel
argo.
Guerreros — PRIETO: macho negro grisáceo.
— PASO POTENTE: corpulento gato atigrado. —Aprendiz: ZARPA ALBINA. — PEDRIZO: gato gris con las orejas marcada
con cicatrices de peleas.
— VAHARINA: gata gris oscuro.
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— SOMBRA OSCURA: gata gris muy oscuro. — TRIPÓN: gato marrón oscuro. — LÁTIGO GRIS: gato de pelo largo, gri
uniforme; antiguo miembro del Clan del Trueno.Reinas
— MUSGOSA: gata parda.
Veteranos — TABORA: gata delgada color gris, con epelaje parcheado y el hocico lleno de cicatrices.
GATOS DESVINCULADOS DE LOS CLANE
— CENTENO: gato blanco y negro; vive en ungranja cercana al bosque.
— CUERVO: lustroso gato negro que vive en lgranja con Centeno.
— PRINCESA: atigrada marrón claro, con epecho y las patas blancas; es una gata doméstica.
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— TIZNADO: rollizo y afable gato blanco negro; adora vivir en una casa junto al bosque. Eun gato doméstico.
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Prólogo
En el interior de «la caseta que se mueve» estabmuy oscuro. El líder de la manada oía el sonido dzarpas arañando y sentía el lustroso pelaje de
perro que tenía al lado, pero no veía nada. El oloa perro le colmaba las fosas nasales, y más allpercibía también olor a bosque quemado.
Permaneció sentado incómodamente en e
vibrante suelo hasta que «la caseta que se muevee detuvo de golpe. Oyó voces de hombres fuera
Entendió algunas palabras: «Fuego… ojos bieabiertos… perros guardianes».
Captó el olor a miedo de los hombres, junt
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con el agridulce de la madera cortada. Recordhaber ido a ese mismo sitio la noche anterior, y lanterior, muchas más noches de las que valía l
pena. Había patrullado el recinto con el resto de lmanada, inspeccionando los olores en busca dntrusos, listo para expulsarlos.
El perro gruñó bajito, dejando al descubiert
us afilados colmillos. La manada era fuertePodían correr y matar. Ansiaban sangre caliente, eolor a terror de las presas antes de morir. Pero ecambio permanecían encerrados, alimentándos
con la comida que les lanzaban los hombreobedeciendo sus órdenes.El perro se alzó sobre sus potentes pata
raseras y sacudió las puertas golpeándolas con s
enorme cabeza negra y marrón. Levantó la voz eun ladrido que retumbó en aquel espacio cerrado: —¡Fuera! ¡Fuera, manada! ¡Fuera ya!El resto de los perros unieron su voz a la suya
—¡Fuera, manada! ¡Corre, manada!
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Como en respuesta, las puertas de «la casetque se mueve» se abrieron de par en par. A la ludel anochecer, el líder de la manada vio al hombr
plantado allí, bramando una orden.El líder fue el primero en saltar al suelo, cercde un montón de troncos apilados en el centro deecinto. Sus patas levantaron pequeñas nubes d
ceniza y hollín. El resto de los perros lo siguieronformando un torrente de cuerpos negros marrones.
—¡Adelante, manada! ¡Adelante, manada! —
adraban.El líder se paseó con impaciencia a lo largo da valla que los separaba del bosque. Al otro lad
de la valla, árboles con el tronco carbonizado s
apoyaban unos contra otros o reposaban en euelo. Más lejos, una barrera de árboles intactousurraban movidos por la brisa.
De las sombras vegetales manaban aroma
entadores. Los músculos del líder se tensaron. Ah
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fuera, en el bosque repleto de presas, la manadpodría correr en libertad. No habría hombres quos encadenaran ni les dieran órdenes. S
alimentarían siempre que quisieran, porque elloerían los más fuertes. —¡Libres! —ladraba el líder—. ¡Manad
ibre! ¡Libre pronto!
Se acercó a la verja y pegó el hocico a lmalla metálica, aspirando profundamente loaromas del bosque. Muchos olores eran nuevopara él, pero había uno que conocía bien, má
ntenso que los demás: el olor de su enemigo y spresa.¡Gatos!Había caído la noche; las ramas peladas de lo
árboles ennegrecidos se recortaban contra el clarde luna. En la penumbra, los perros se movían dun lado a otro, como sombras oscuras en la nocheLas patas pisaban silenciosamente entre hollín
errín. Los músculos se tensaban bajo su
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elucientes pelajes. Los ojos centelleaban. Lamandíbulas abiertas mostraban dientes afilados enguas colgando.
El líder olfateaba a lo largo de la vallabuscando un lugar concreto situado en el extremopuesto de donde el hombre pasaba las nocheTres días atrás, el perro había descubierto u
estrecho agujero que llevaba al otro lado de lverja. Al instante supo que aquélla sería la ruthacia la libertad.
—Agujero. ¿Dónde agujero?
Entonces encontró el sitio en que la tierra deecinto se hundía formando un hueco. Arañó euelo con una de sus grandes zarpas y luegevantó la cabeza para ladrar a sus seguidores:
—Aquí. Agujero, agujero. Aquí. Notaba la ansiedad de sus compañeros, unansiedad tan afilada como las espinas y tan acrcomo la carroña. Todos se acercaron entonce
deprisa a su líder, respondiendo a su ladrido:
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—Agujero. Agujero. —Más grande, agujero más grande —prometi
el líder—. Pronto huir.
Empezó a arañar de nuevo el suelo con toda lfuerza de su musculoso cuerpo. La tierra volabpor los aires a medida que el agujero debajo de lvalla metálica se volvía más ancho y profundo
Los demás perros daban vueltas alrededoolisqueando el aire nocturno que arrastraba loaromas del bosque. Babeaban ante la idea dhincar los colmillos en presas vivas.
El líder se detuvo e irguió las orejas, por si ehombre iba a ver qué hacían. Pero no habípeligro: su olor llegaba de muy lejos.
El perro pegó la barriga al suelo y se retorci
a través del agujero. La valla le arañó el lomoHizo fuerza con las patas traseras, impulsándosehasta que logró salir al bosque, fuera del recinto.
—Libres ya —ladró—. ¡Vamos! ¡Vamos!
El agujero se hacía más grande con cada perr
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que se abría paso para llegar junto a su líder, entros árboles quemados. Se paseaban arriba y abajo
metiendo el hocico en los huecos que formaban la
aíces de los árboles, escudriñando la oscuridacon ojos que brillaban con un fuego frío.Cuando el último perro se arrastró por debaj
de la valla, el líder de la manada levantó la cabez
soltó un ladrido triunfal. —Correr. Manada libre. ¡Correr ya!Y se volvió hacia los árboles para alejars
dando saltos; sus potentes músculos se movían co
un ritmo fluido. La manada fue tras él; sus oscuraformas destellaban a través de la noche foresta«Manada, manada —pensaban—. Corremanada».
El bosque entero era de ellos, y en supensamientos había un único instinto: «Matamatar».
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A Corazón de Fuego se le erizó el pelo dncredulidad y furia al ver al nuevo líder del Cla
de la Sombra erguido en la Gran Roca. Contempl
cómo el atigrado movía su enorme cabeza de uado a otro. Bajo su reluciente pelaje se tensabaos músculos, y sus ojos ámbar parecían centellea
de triunfo.
—¡Garra de Tigre! —bufó.Su viejo enemigo, el gato que había intentad
matarlo más de una vez, era ahora uno de lofelinos más poderosos del bosque.
La luna llena estaba justo encima de los Cuatr
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Árboles, proyectando su fría luz sobre lomiembros de los cuatro clanes, reunidos allí para Asamblea. A todos les había impactado conoce
a muerte de Estrella Nocturna, el líder del Clade la Sombra, pero ningún gato se esperaba que sucesor pudiera ser Garra de Tigre, el antiguugarteniente del Clan del Trueno.
Junto a Corazón de Fuego, Cebrado estabígido de expectación, con los ojos brillantes. Eugarteniente se preguntó qué pensamiento
pasarían por la cabeza de su compañero. Cuand
fue expulsado del Clan del Trueno, Garra de Tigrnvitó a su viejo amigo a irse con él, pero Cebrado rechazó. ¿Estaría arrepintiéndose ahora de es
decisión?
Corazón de Fuego vio que Tormenta de Arene encaminaba hacia él. —Pero ¿qué está pasando? —siseó la gat
canela al llegar—. Garra de Tigre no puede lidera
el Clan de la Sombra. ¡Es un traidor!
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Corazón de Fuego vaciló unos segundos. Pocdespués de unirse al Clan del Trueno habídescubierto que Garra de Tigre había asesinado a
ugarteniente Cola Roja. Más tarde, ya convertiden lugarteniente, Garra de Tigre condujo a ugrupo de gatos proscritos a atacar el campamentdel Clan del Trueno, y él mismo trató de matar a l
íder, Estrella Azul, para poder ocupar su puestoComo castigo, lo habían desterrado de su propiclan y del bosque. Desde luego, no era una historimuy noble para el líder de ningún clan.
—Pero el Clan de la Sombra no sabe nada dodo eso —le recordó Corazón de Fuego a la gatahablando en voz baja—. Ninguno de los otroclanes lo sabe.
—Entonces, ¡tú deberías contárselo!Corazón de Fuego miró a Estrella Alta Estrella Doblada, los líderes del Clan del Viento el Clan del Río respectivamente, que se hallaba
obre la Gran Roca junto a Garra de Tigre. ¿L
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harían caso si les contaba lo que sabía? Ademáel propio Clan de la Sombra había sufrido tantpor el sangriento liderazgo de Cola Rota, seguid
por una devastadora enfermedad, quprobablemente no les importaría el oscuro pasadde su nuevo líder, siempre que éste pudierconvertirlos de nuevo en un clan fuerte.
Por otro lado, Corazón de Fuego sentía ciertatisfacción culpable porque Garra de Tigrhubiese saciado su sed de poder en un cladiferente. Quizá, a partir de ahora, el Clan de
Trueno ya no tendría que vivir temiendo que loatacara, y Corazón de Fuego podría pasear por ebosque sin tener que mirar a sus espaldacontinuamente.
Aun así, mientras debatía con sus sentimientoencontrados, supo que jamás se perdonaría sdejaba que Garra de Tigre se alzara con el podein protestar siquiera.
—¡Corazón de Fuego!
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Nimbo, su peludo aprendiz blanco, se acercaba toda prisa seguido por la fibrosa guerrera marróMusaraña.
—Corazón de Fuego, ¿vas a quedarte ahí permitir que ese caca de zorro asuma el poder? —Silencio, Nimbo —ordenó—. Lo sé. Vo
a…
Se interrumpió al ver que Garra de Tigre sadelantaba en lo alto de la Gran Roca. —Me complace estar con vosotros en l
Asamblea esta noche. —El enorme atigrad
hablaba con sosegada autoridad—. Y me presentante todos como el nuevo líder del Clan de lSombra. Estrella Nocturna murió de la enfermedaque se llevó a muchos de mi clan, y el Clan Estela
me ha nombrado a mí como su sucesor.Estrella Alta, el líder blanco y negro del Cladel Viento, se volvió hacia él y lo saludlamándolo por su nuevo nombre.
—Bienvenido, Estrella de Tigre —maulló
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asintiendo respetuosamente—. Que el Clan Estelacamine a tu lado.
Estrella Doblada se sumó a sus palabra
mientras el nuevo líder del Clan de la Sombrnclinaba la cabeza agradecido. —Os doy las gracias por vuestro recibimient
—contestó Estrella de Tigre—. Es un hono
hallarme aquí con vosotros, aunque desearía quas circunstancias hubieran sido diferentes. —Esperad un momento —lo interrumpi
Estrella Alta—. Deberíamos ser cuatro. —Mir
hacia la multitud de gatos que había a sus pies—¿Dónde está la líder del Clan del Trueno? —Vamos. —Tormenta Blanca se había unido
os demás guerreros del Clan del Trueno, y dio u
empujoncito a Corazón de Fuego—. Vas epresentar a Estrella Azul, ¿recuerdas?Corazón de Fuego asintió, repentinament
ncapaz de hablar. Tensó los músculo
preparándose para saltar. Un segundo despué
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estaba trepando a la cima de la Gran Roca parituarse al lado de los otros líderes. Durante u
momento, la nueva perspectiva de la hondonada l
dejó sin aliento. Le dio la impresión de estar mupor encima, observando el cambiante diseño duces y sombras de los gatos congregado
mientras la luna brillaba entre las ramas de lo
cuatro gigantescos robles. Se estremeció al captael pálido fulgor de incontables pares de ojos. —¿Corazón de Fuego?Levantó la vista al oír la voz de Estrella Alta.
—¿Por qué estás tú aquí? ¿Le ha sucedido alga Estrella Azul?El joven lugarteniente inclinó la cabez
espetuosamente.
—Nuestra líder inhaló humo durante encendio y todavía no está lo bastante bien parviajar. Pero se recuperará —se apresuró a añad—; no es nada grave.
Estrella Alta asintió, y Estrella Doblad
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epuso malhumorado: —¿Vamos a empezar o no? Estamo
desperdiciando la luz de la luna.
Sin aguardar respuesta, el atigrado líder deClan del Río emitió el gañido que señalaba enicio de la reunión. Cuando se apagaron lo
murmullos de los gatos congregados, maulló:
—Gatos de todos los clanes, bienvenidos a lAsamblea. Esta noche se nos une un nuevo lídeEstrella de Tigre. —Apuntó al enorme guerrercon una sacudida de la cola—. Estrella de Tigre
¿estás preparado para hablar ahora?Dándole las gracias con un gesto cortéEstrella de Tigre se adelantó para dirigirse a loasistentes.
—Estoy aquí, ante vosotros, por deseo deClan Estelar. Estrella Nocturna era un noblguerrero, pero era viejo y no tuvo fuerzas parcombatir la enfermedad cuando ésta llegó. S
ugarteniente, Rescoldo, también murió.
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Mientras escuchaba esas palabras, Corazón dFuego notó un hormigueo de inquietud. Los líderede clan recibían nueve vidas cuando iban
compartir lenguas con el Clan Estelar en la BocMaterna, y Estrella Nocturna se había convertiden líder hacía apenas unas estaciones. ¿Qué habíocurrido con sus nueve vidas? ¿La enfermedad de
Clan de la Sombra había sido tan violenta que sas había arrebatado todas?Bajó la vista y reparó en Nariz Inquieta, e
curandero del Clan de la Sombra, que estab
cabizbajo. No podía verle la cara, pero su posturencorvada sugería que estaba sumido en la tristezaDebía de resultarle muy duro el hecho de que suconocimientos no hubieran bastado para salvar
u líder. —El Clan Estelar me condujo al Clan de lSombra cuando mayor era su necesidad —continuEstrella de Tigre desde lo alto—. No había
obrevivido gatos suficientes para cazar para la
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einas y los veteranos, o para defender al clan, no había ningún guerrero preparado para ocupar eugar del líder. Entonces el Clan Estelar mand
una profecía a Nariz Inquieta: que surgiría otrgran líder. Y yo os juro por todos nuestroantepasados guerreros que seré ese líder.
Con el rabillo del ojo, Corazón de Fueg
advirtió que Nariz Inquieta se rebullía codesazón. Por algún motivo, parecía triste ante lmención de la profecía.
De pronto, Corazón de Fuego comprendió qu
u propia tarea se había vuelto mucho más difíciSi había una profecía, entonces el Clan Esteladebía de haber escogido a Estrella de Tigre comel nuevo líder del Clan de la Sombra. Sin duda, n
él ni otro gato podían cuestionar las decisiones dus antepasados. ¿Qué podía decir ahora sin qupareciese que desafiaba el deseo de sus ancestroguerreros?
—Gracias al Clan Estelar —prosiguió Estrell
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de Tigre—, pude contar con otros gatos dispuestoa cazar para su nuevo clan y luchar por él.
Corazón de Fuego sabía exactamente de qu
gatos hablaba: ¡la banda de proscritos que habíatacado el campamento del Clan del Trueno! Vio uno de ellos justo al pie de la Gran Roca, uenorme atigrado rojizo, sentado con la col
enroscada alrededor de las patas. La última veque lo había visto estaba enzarzado con Pecantentando colarse en la maternidad del Clan de
Trueno. Irónicamente, algunos de esos proscrito
habían crecido en el Clan de la Sombra y apoyadal tiránico Cola Rota. Habían sido desterradounto con su líder cuando el Clan del Trueno fue e
ayuda del oprimido clan.
Estrella Alta dio un paso adelante, coexpresión dubitativa. —Los aliados de Cola Rota eran crueles
angrientos, al igual que él. ¿Es sensato dejar qu
egresen al clan?
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Corazón de Fuego comprendía los temores dEstrella Alta, pues aquellos mismos gatos habíaexpulsado a los miembros del Clan del Viento d
u propio territorio y casi habían acabado coellos. Se preguntó cuántos guerreros del Clan de lSombra compartirían su inquietud. Después dodo, el clan de Cola Rota había sufrido casi tant
como el Clan del Viento bajo su sanguinarimandato. Le sorprendía que hubieran aceptado dnuevo a los desterrados.
—Los guerreros de Cola Rota lo obedecían
él —respondió Estrella de Tigre con calma—¿Quién de vosotros no haría lo mismo por síder? El código guerrero dice que la palabra d
un líder es ley. —Se lamió el hocico antes d
continuar—. Estos gatos eran leales a Cola RotaAhora me serán leales a mí. Patas Negras, que fuel lugarteniente de Cola Rota, es ahora mugarteniente.
Estrella Alta seguía receloso, pero Estrella d
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Tigre le sostuvo la mirada sin vacilar. —Estrella Alta, tienes razón al odiar a Col
Rota. Él le hizo mucho daño a tu clan. Pero déjam
ecordarte que no fue decisión mía admitirlo en eClan del Trueno y cuidar de él. Yo estuve en contrde eso desde el principio, pero cuando EstrellAzul insistió en darle asilo, la lealtad a mi líde
me dijo que tenía que apoyarlo.El líder del Clan del Viento dudó, y al cabnclinó la cabeza.
—Eso es cierto —maulló.
—Lo único que os pido es que confiéis en mque deis a mis guerreros la oportunidad ddemostrar que pueden honrar el código guerrero probar de nuevo su lealtad al Clan de la Sombra
Con la ayuda del Clan Estelar, mi primera tarea eograr que el clan vuelva a estar fuerte y econdiciones.
Esperanzado, Corazón de Fuego pensó qu
quizá ahora que Estrella de Tigre había conseguid
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o que ambicionaba, llegaría a convertirse dverdad en un gran líder. Había dicho que lodesterrados merecían otra oportunidad; tal vez es
irviera también para el propio Estrella de TigreAun así, Corazón de Fuego sentía un incómodpicor por todo el cuerpo. Todavía quería dejarlclaro al nuevo líder que el Clan del Trueno no er
algo al alcance de sus garras.Estaba tan ensimismado en sus pensamientoque no se dio cuenta de que Estrella de Tigre habíerminado de dirigirse a los clanes reunidos.
—¿Corazón de Fuego? —maulló Estrella Alt—. ¿Quieres hablar tú ahora?El joven lugarteniente tragó saliva co
nerviosismo y avanzó por la roca fresca y lisa. E
el claro podía ver a Tormenta de Arena y los otromiembros del Clan del Trueno mirándolo coexpectación; la gata canela lo observaba con ubrillo de admiración en los ojos.
Sintiéndose respaldado, Corazón de Fueg
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empezó a hablar. No iba a fingir que ecampamento del Clan del Trueno no había sidarrasado por el reciente incendio, pero no querí
dar la impresión de que el clan estaba debilitadoLeopardina, la lugarteniente del Clan del Ríoestaba escuchando con atención. Cuando Corazóde Fuego le lanzó una mirada, ella entornó los ojo
como si fuera a sopesar sus palabracuidadosamente. El Clan del Río había ayudado aClan del Trueno a escapar del fuego, y ningún gatabía mejor que Leopardina lo vulnerables qu
eran ahora. —Hace unas cuantas auroras —explicCorazón de Fuego—, se originó un incendio en eCortatroncos que barrió nuestro campamento
Medio Rabo y Centón murieron, y el clan lohonró. Y honramos en especial a FauceAmarillas. Ella regresó al campamento en llamapara rescatar a Medio Rabo. —Bajó la cabeza; lo
ecuerdos de la vieja curandera amenazaban co
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abrumarlo—. Yo la encontré en su guarida, estuve con ella cuando murió.
Maullidos de pesadumbre se elevaron entre lo
asistentes. El Clan del Trueno no era el único coazones para lamentar la pérdida de FauceAmarillas. Corazón de Fuego advirtió que Narinquieta se erguía mirando hacia lo alto, con lo
ojos empañados de aflicción. Él había sidaprendiz de Fauces Amarillas cuando la gata era lcurandera del Clan de la Sombra, antes de quCola Rota la expulsara.
—Nuestra nueva curandera será Carbonilla —anunció Corazón de Fuego—. Estrella Azul sufripor la inhalación de humo, pero se estecuperando. Ninguno de nuestros cachorro
esultó herido. Estamos reconstruyendo ecampamento. —No mencionó la escasez de presaen la zona quemada del bosque, ni que ecampamento seguía desprotegido ante un ataque
pese a los esfuerzos por rehacer los muros—
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Debemos dar las gracias al Clan del Río —añadicon una mirada respetuosa a Estrella Doblada—Ellos nos acogieron en su campamento durante e
ncendio. Sin su ayuda podrían haber muerto mágatos de nuestro clan.Mientras Estrella Doblada reconocía su
palabras con un movimiento de la cabeza, Corazó
de Fuego no pudo resistirse a mirar de reojo Leopardina. La lugarteniente del Clan del Río nhabía apartado ni un instante su mirada ámbar dél.
Tras hacer una pausa para respirar hondoCorazón de Fuego se volvió hacia Estrella dTigre.
—El Clan del Trueno acepta que el Cla
Estelar haya aprobado tu liderazgo —maulló—Como proscritos, tus seguidores robaron a locuatro clanes mientras merodeaban por el bosquede modo que es bueno que vuelvan a tener s
propio clan. Confiamos en que se atengan a
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código guerrero y se limiten a su territorio. —Lpareció ver un destello de sorpresa en los ojos dEstrella de Tigre, y continuó con firmeza—: Per
no toleraremos ninguna intrusión en las tierras deClan del Trueno. A pesar del incendio, somos lbastante fuertes para echar a cualquier gato quponga una zarpa en nuestro territorio. No tenemo
miedo al Clan de la Sombra.Gañidos de aprobación brotaron entre suguerreros. Estrella de Tigre inclinó levemente lcabeza y habló en un susurro ronco que sól
oyeron los gatos que estaban sobre la Gran Roca: —Valientes palabras, Corazón de Fuego. Nienes nada que temer del Clan de la Sombra.
Corazón de Fuego deseó poder creerlo. Tra
nclinar la cabeza, retrocedió. Se le alisó el pelde alivio por haber finalizado su turno de palabra escuchó cómo Estrella Alta y Estrella Dobladnformaban sobre las novedades: nombramiento
de nuevos aprendices y guerreros, y una mayo
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presencia de Dos Patas junto al río.Cuando concluyó la parte formal de la reunión
Corazón de Fuego se unió al grupo de guerrero
del Clan del Trueno, al pie de la roca. —Has hablado muy bien —maulló TormentBlanca.
Tormenta de Arena lo miró con ojo
centelleantes y restregó el hocico contra su cuelloCorazón de Fuego le dio un leve lametón en lmejilla.
—Es hora de marcharse —anunció—
Despedíos, y si algún gato os pregunta, decidlque al Clan del Trueno le está yendo bien.Por todo el claro, los grupos de gatos se iba
disolviendo conforme los cuatro clanes s
preparaban para partir. Corazón de Fuego empeza mirar alrededor en busca del resto de suguerreros. Reparó en una conocida figura griazulado y cruzó la hondonada para reunirse co
ella.
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—Hola, Vaharina —saludó—, ¿cómo estás¿Y Látigo Gris? No lo he visto por aquí estnoche.
Látigo Gris había sido el primer amigo dCorazón de Fuego en el Clan del Trueno; habíaentrenado juntos como aprendices. Pero luego senamoró de Corriente Plateada, una joven guerrer
del Clan del Río que acabó muriendo al dar a luz us cachorros. Látigo Gris abandonó su clan parrse con sus hijos al Clan del Río. Aunque había
pasado algunas estaciones, Corazón de Fueg
odavía lo echaba de menos. —Látigo Gris no ha venido. —La reina deClan del Río se sentó y enroscó pulcramente lcola alrededor de las patas—. Leopardina no se l
ha permitido. Está furiosa por la manera en que scomportó durante el incendio. Dice que en scorazón Látigo Gris sigue siendo leal al Clan deTrueno.
Corazón de Fuego debía admitir qu
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probablemente Leopardina tenía razón. Látigo Grie había preguntado a Estrella Azul si podíegresar al Clan del Trueno, pero la líder se l
había negado. —¿Cómo está? —repitió Corazón de Fuego. —Bien —respondió Vaharina—. Y lo
cachorros también. Me ha pedido que te pregunt
cómo os está yendo después del incendio. Hadicho que lo de Estrella Azul no es grave¿verdad?
—Así es. Pronto estará mejor.
Intentó sonar seguro y confiado. Era cierto quEstrella Azul se estaba recuperando de los efectode inhalar humo, pero hacía varias lunas que lmente de la líder estaba confundida. La gata habí
empezado a dudar de su propio juicio, e incluso scuestionaba la lealtad de sus guerreros. Descubra traición de Garra de Tigre la había trastornad
profundamente, y a Corazón de Fuego l
preocupaba cómo reaccionaría ante la noticia d
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que el lugarteniente al que había desterrado erahora el líder del Clan de la Sombra.
—Me alegra que Estrella Azul est
ecuperándose.La voz de Vaharina interrumpió supensamientos. Corazón de Fuego agitó las orejas.
—¿Cómo se encuentra Estrella Doblada? —
preguntó a su vez, cambiando de tema.El líder del Clan del Río le había parecidfrágil cuando permitió que el Clan del Trueno sefugiara en su campamento, y esa misma noche, a
ado de Estrella de Tigre, aún le había parecidmás mayor de lo que recordaba, aunque quizá nfuera extraño. El líder del Clan del Río habíenido que enfrentarse a unas inundaciones qu
desplazaron a sus gatos del campamento, y a lescasez de presas porque los residuos de los DoPatas habían envenenado el río. Además, CorrientPlateada, la amada de Látigo Gris, era la hija d
Estrella Doblada, y su muerte le había causado u
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gran dolor. —Se encuentra bien —respondió Vaharina—
Últimamente ha pasado por muchas cosas, ya l
abes. A mí me preocupa más Tabora —añadióefiriéndose a su madre—. Ahora parece muanciana. Temo que se irá pronto con el ClaEstelar.
A Corazón de Fuego le habría gustadconsolarla con un lametón amistoso, pero nestaba seguro de cómo reaccionaría la reina deClan del Río ante un gesto así de un gato de otr
clan.Aparte de Tabora, él era el único que sabíque la anciana veterana del Clan del Río no era lverdadera madre de Vaharina y su herman
Pedrizo. Su padre, Corazón de Roble, los habílevado al Clan del Río cuando eran reciénacidos, y Tabora había accedido a cuidar dellos. Su verdadera madre era Estrella Azul.
Mientras murmuraba unas palabras de ánimo
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e despedía de Vaharina, no pudo evitar pensaque a los dos clanes aún les aguardaban muchoproblemas a causa del secreto de Estrella Azul.
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El cielo se iba aclarando con las primeras luces da aurora cuando Corazón de Fuego y sus guerreroegresaron al campamento. Aunque sabía lo qu
ba a encontrar, todavía le impactaba llegar a lalto del barranco y contemplar aquella devastacióa sus pies. Toda la cubierta de aulagas y helechohabía sido engullida por el fuego. El suelo de
campamento estaba totalmente expuesto, rodeadpor los restos ennegrecidos del muro de espinoque habían empezado a reparar con ramas.
—¿Alguna vez volverá a ser como era? —
maulló suavemente Tormenta de Arena, situándos
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unto a él.Una oleada de agotamiento inundó a Corazó
de Fuego al pensar cuánto tiempo y trabajo haría
falta antes de que el campamento estuviercompletamente reconstruido. —Algún día —prometió—. Ya hemos pasad
por otros momentos malos. Sobreviviremos.
Pegó el hocico al flanco de Tormenta dArena, buscando consuelo en su tranquilizadoonroneo antes de abrir la marcha barranco abajo
El arbusto donde dormían los guerreros seguí
allí, pero el espeso dosel de ramas había ardidoSólo quedaban unas cuantas ramitas carbonizadaos huecos entre ellas estaban parcheados co
palitos. Fronde Dorado estaba sentado delant
mientras que Rabo Largo montaba guardia cercde la entrada de la maternidad, y Manto Polvorose paseaba de un lado a otro ante la guarida de lo
veteranos.
Fronde Dorado se levantó de un salto cuand
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aparecieron Corazón de Fuego y los demás, pere relajó de inmediato.
—Sois vosotros —maulló con alivio—
Hemos pasado toda la noche esperando a Garra dTigre. —Bueno, pues ya podéis dejar de preocuparo
—contestó Corazón de Fuego—. Está demasiad
entretenido para pensar en nosotros. Ahora slama Estrella de Tigre y es el nuevo líder deClan de la Sombra.
Fronde Dorado se quedó boquiabierto.
—¡Por el Clan Estelar! —exclamó con voahogada—. ¡No puedo creerlo! —¿Qué has dicho? —Rabo Largo cruzó e
claro a grandes saltos—. ¿He oído bien?
—Así es. —Corazón de Fuego advirtió lconmoción en el rostro del atigrado—. Garra dTigre se ha hecho con el mando del Clan de lSombra.
—¿Y se lo han permitido? —preguntó Rab
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—señaló su lugarteniente.Se acercaron otros gatos. Centellina y Zarp
Rauda corrieron desde la guarida de lo
aprendices; Manto Polvoroso se aproximó coFrondina, la aprendiza de Cebrado; Cola Pintade asomó con curiosidad desde la maternidad
Cuando empezaron a bombardear a Corazón d
Fuego con preguntas, él tuvo que levantar la vopara que lo oyeran. —¡Escuchadme todos! —pidió—. Hay alg
que debéis saber. —«Y que yo debo contar
Estrella Azul», añadió para sus adentropreparándose para el encuentro—. TormentBlanca os contará lo que ha sucedido en lAsamblea —continuó—, y luego quiero un
patrulla matinal.Vaciló, mirando a los gatos congregadoTodos los guerreros estaban exhaustos; los que nhabían asistido a la Asamblea habían tenido qu
permanecer despiertos para vigilar e
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campamento.Antes de que pudiera decidir a quién envia
Manto Polvoroso habló:
—Iremos Ceniciento y yo.Corazón de Fuego inclinó la cabezagradecido. El guerrero marrón nunca había sidafable con él, pero era un gato leal al clan
parecía aceptar la autoridad de Corazón de Fuegcomo lugarteniente. —Yo también iré —se ofreció Musaraña. —Y yo —se sumó Nimbo.
Corazón de Fuego ronroneó agradecido ante loferta de su aprendiz. Le complacía que el hijo du hermana estuviera trabajando duro y mostrand
un mayor compromiso con la vida del clan; sobr
odo después del desastroso episodio en que unoDos Patas se lo llevaron y hubo que ir a rescatarlo —Manto Polvoroso, Musaraña, Nimbo
Ceniciento, de acuerdo —maulló—. Los demás, i
a dormir un poco. Luego necesitaremos patrulla
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de caza. —¿Y tú qué vas a hacer? —preguntó CebradoCorazón de Fuego respiró hondo.
—Voy a hablar con Estrella Azul.El incendio había devorado la cortina diquen que cubría la entrada de la guarida d
Estrella Azul, en la base de la Peña Alta. A
acercarse, Corazón de Fuego vio que Carbonillaa curandera, salía de la cueva y se detenía desperezarse. Su pelo oscuro estaba alborotado, parecía agotada por la tensión de cuidar del cla
ras el paso del incendio, pero la fuerza de semple seguía brillando en sus ojos azuleCorazón de Fuego se acordó de cuando era sansiosa aprendiza, hasta que se acercó demasiad
al Sendero Atronador, víctima de una trampa quGarra de Tigre le había tendido a Estrella Azul. Lpata de la joven gata quedó destrozadrremediablemente, de modo que no pud
convertirse en guerrera, pero ella siempre habí
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mantenido su compromiso de servir al clan.Fue hacia ella. —¿Cómo se encuentra Estrella Azul hoy? —l
preguntó en voz baja.Carbonilla lanzó una mirada de inquietud a lguarida.
—Esta noche no ha dormido —contestó—. L
he dado bayas de enebro para tranquilizarla, perno sé si servirán de algo. —Necesito contarle lo que ha ocurrido en l
Asamblea. Y no va a gustarle.
Carbonilla entornó los ojos. —¿Por qué no?Él se lo contó tan deprisa como pudo.La curandera lo escuchó muda de asombro, co
as pupilas dilatadas por la impresión. —¿Qué vas a hacer? —le preguntó augarteniente cuando terminó su relato.
—No hay mucho que yo pueda hacer. Ademá
quizá esto sea bueno para nuestro clan. Ahor
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Estrella de Tigre tiene lo que quería y, con un pocde suerte, estará demasiado atareadecomponiendo su nuevo clan como par
molestarse por nosotros. —Al ver que Carbonillparecía incrédula, se apresuró a añadir—: A quiéelija el Clan de la Sombra como líder es asuntuyo. Tendremos que vigilar nuestras frontera
pero no creo que Estrella de Tigre vaya a ser unamenaza, al menos durante un tiempo. Mpreocupa más cómo va a tomárselo Estrella Azul.
—Esto empeorará su estado —asegur
Carbonilla nerviosa—. Sólo espero encontrar lahierbas apropiadas para ayudarla. Ojalá FauceAmarillas estuviera aquí.
—Lo sé. —Y se restregó contra la gata par
consolarla—. Pero lo harás bien. Eres una gracurandera. —No se trata sólo de eso. —La voz d
Carbonilla se convirtió en un susurro apenado—
Es que la echo tanto de menos, Corazón de Fuego
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Siempre estoy esperando que refunfuñe que tengel sentido común de un recién nacido… Cuandme alababa, por lo menos sabía que me lo decía e
erio. Querría tenerla a mi lado… añoro su olor, eacto de su pelo, su voz. —Lo sé —murmuró el lugarteniente.Sintió un vacío interior ante el torrente d
ecuerdos de la vieja curandera. Había sido muamigo de Fauces Amarillas desde que la descubriviviendo en el territorio del clan como unproscrita.
—Pero ahora está cazando con el Clan Estela—añadió.«Y quizá haya encontrado por fin la paz»
eflexionó, recordando el sufrimiento en la voz d
Fauces Amarillas al morir pensando en su hijoCola Rota, el cruel gato al que ella jamás habídejado de amar, aunque él había crecido sin sabequién era su madre. Al final, ella tuvo que matarl
para salvar a su clan de adopción del sanguinari
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plan que él había tramado. El dolor de FauceAmarillas había terminado, pero Corazón dFuego no se imaginaba que un día pudiera dejar d
echarla de menos. —Tienes que ir a las Rocas Altas dentro dpoco, ¿verdad? —le preguntó a Carbonilla—. Aconocer a los demás curanderos, ¿no? Creo qu
entonces te sentirás muy cerca de FauceAmarillas. —Quizá tengas razón. —La gata se apartó d
él—. Puedo oírla reprendiéndome: «¿Por qué está
parada lloriqueando cuando hay tanto trabajo quhacer?». Tú ve a hablar con Estrella Azul. Ypasaré a verla más tarde.
—¿Seguro que estás bien?
—Sí. —Carbonilla le dio un lametón en loreja—. Sé fuerte por Estrella Azul. Ella tnecesita más que nunca.
El lugarteniente se quedó observando cómo l
curandera se alejaba cojeando deprisa, y luego s
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volvió hacia la guarida de Estrella Azul. Traomar aire, saludó en voz alta y atravesó el huec
donde antes crecía el liquen.
La venerable gata estaba acomodada en umontón de musgo al fondo de la cueva, con lapatas delanteras dobladas debajo del pecho. Tenía cabeza levantada, pero no miraba a Corazón d
Fuego. Sus ojos azules parecían ausentes, clavadoen algo que sólo ella podía ver. Su pelaje estabáspero y desaliñado, y había adelgazado muchoAl joven se le encogió el corazón de lástima po
u líder, y de temor por el resto de su clan. EstrellAzul había quedado reducida a una gata vieja enferma, vencida por los problemas e incapaz ddefenderse a sí misma, y aún más incapaz d
defender a su clan. —¿Estrella Azul? —maulló dubitativo.Al principio creyó que la gata no lo habí
oído. Luego, al adentrarse más en la guarida, ell
giró la cabeza. Su turbia mirada azul se centró e
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él y pareció confundida, como si no lograrecordar quién era.
Después irguió las orejas, y la inteligenci
egresó a sus ojos. —¿Corazón de Fuego? ¿Qué quieres?Él inclinó la cabeza respetuosamente. —Acabo de regresar de la Asamblea. Me tem
que traigo malas noticias. —Hizo una pausa. —¿Y bien? —inquirió la gata con tono irritad—. ¿Qué ocurre?
—El Clan de la Sombra tiene un nuevo líde
—empezó. Y fue directo al grano—: Se trata dGarra de Tigre… ahora, Estrella de Tigre.Estrella Azul se levantó de un salto. En su
ojos llameaba un fuego frío, y el joven s
estremeció al recordar a la formidable gata quhabía sido una vez. —¡Eso es imposible! —bufó. —Es cierto, lo he visto con mis propios ojo
Estrella de Tigre ha hablado desde la Gran Roca
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unto con los otros líderes.Estrella Azul guardó silencio y se paseó por l
guarida, una y otra vez, sacudiendo la cola
Corazón de Fuego retrocedió hasta la entrada, nmuy seguro de que la líder no lo atacara pohaberle llevado aquella terrible noticia.
—¿Cómo se atreve el Clan de la Sombra
hacer algo así? —espetó ella al fin—. ¿Cómo satreven a dar cobijo al gato que intentasesinarme… y convertirlo en su líder?
—Estrella Azul, ellos no lo saben… —empez
Corazón de Fuego, pero la líder no estabescuchándolo. —¿Y los otros líderes? —quiso saber—. ¿E
qué pensaban? ¿Cómo han podido permitir qu
ucediera esto? —Ningún gato sabe lo que Estrella de Tigre lhizo a nuestro clan. —El lugarteniente intentabque la gata razonara—. Estrella Doblada no h
dicho gran cosa, pero a Estrella Alta le h
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disgustado que Estrella de Tigre hubiese llevadde vuelta al clan a los seguidores de Cola Rota.
—¡Estrella Alta! —escupió la gata—. A esta
alturas ya deberíamos saber que no podemofiarnos de él. Al fin y al cabo, no le costdemasiado olvidar lo que habíamos hecho por sclan, después de que Látigo Gris y tú arriesgarai
a vida para encontrarlos y conducirlos de nuevo u hogar.Él empezó a protestar, pero ella no le hizo e
menor caso.
—¡El Clan Estelar me ha abandonado! —exclamó sin dejar de pasearse con furia—. Mdijo que el fuego salvaría al clan, pero el fuegcasi nos destruye. ¿Cómo puedo volver a confia
en el Clan Estelar… especialmente ahora? Le haconcedido las nueve vidas de un líder a esraidor. ¡No se preocupan nada por mí ni por e
Clan del Trueno!
Corazón de Fuego se estremeció.
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—Estrella Azul, escucha… —No, escucha tú. —La líder se le acercó
Tenía el pelo erizado y mostraba los colmillos co
abia—. Nuestro clan está maldito. Estrella dTigre guiará al Clan de la Sombra pardestruirnos… y no podemos esperar ninguna ayuddel Clan Estelar.
—Estrella de Tigre no se ha mostrado hosti—Corazón de Fuego intentaba hacerla entrar eazón—. Cuando ha hablado, lo único que parecímportarle era liderar su nuevo clan.
Estrella Azul soltó una carcajada ronca quebrada. —Si te crees eso, es que eres un idiota
Estrella de Tigre estará aquí antes de la estació
de la caída de la hoja; recuerda estas palabraPero nos encontrará esperándolo. Si vamos morir todos, nos llevaremos con nosotros a unocuantos del Clan de la Sombra.
Empezó a pasearse de nuevo a paso rápido
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mientras el lugarteniente la observabconsternado.
—Dobla las patrullas —ordenó la gata—. Po
guardias en el campamento. Manda gatos a vigilaas fronteras con el Clan de la Sombra. —No tenemos suficientes guerreros para tod
eso —protestó él—. Los gatos están agotados po
el trabajo extra de reconstruir el campamento. Lúnico que podemos hacer es continuar con lapatrullas regulares.
—¿Estás cuestionando mis órdenes? —S
volvió en redondo hacia él, mostrando locolmillos con un gruñido, y entornó los ojos coecelo—. ¿O es que tú también vas a traicionarme
—¡No, Estrella Azul, no! Puedes confiar en m
—Tensó los músculos, casi temiendo tener quesquivar un zarpazo de su líder.De pronto, la vieja gata se relajó. —Lo sé, Corazón de Fuego. Tú siempre ha
ido leal, no como esos otros. —Como si l
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potencia de su ira la hubiera dejado exhaustaegresó a su lecho cojeando—. Organiza la
patrullas —ordenó, derrumbándose en el bland
colchón de musgo y brezo—. Hazlo ahora mismoantes de que el Clan de la Sombra nos hagpicadillo a todos.
—Muy bien, Estrella Azul.
Corazón de Fuego vio que ya no tenía sentideguir discutiendo. Inclinó la cabeza y salió de lguarida. La mirada de la gata volvía a estar fija ealgo invisible. El lugarteniente se preguntó s
estaría viendo el futuro, y la destrucción de sclan.
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Abrió los ojos y bizqueó ante la brillante luz, quesultaba muy molesta. Seguía sin acostumbrars
al modo en que el sol entraba directamente en l
guarida de los guerreros, ahora que la tupidcubierta de hojas había desaparecido. Bostezandoe desenroscó y se sacudió los trocitos de musg
que se le habían pegado al pelo.
Cerca de él, Tormenta de Arena aún dormíaManto Polvoroso y Cebrado estaban ovillados upoco más lejos. Corazón de Fuego salió al claroHabían pasado tres días desde la Asamblea y e
descubrimiento del nuevo liderazgo de Estrella d
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Tigre, y no había señales del ataque que EstrellAzul temía. El clan había empleado el tiempo eeconstruir el campamento, y aunque todavía le
quedaba mucho por delante, Corazón de Fuego sentía complacido al ver cómo los umbrosomuros de helechos empezaban a crecer de nuevalrededor, y el zarzal se iba rellenando firmement
con ramitas para proteger a las reinas y sus crías.Mientras se encaminaba al montón de carnfresca, vio que regresaba la patrulla del alba, coTormenta Blanca al frente. Se detuvo a esperar
que el guerrero blanco llegara hasta él. —¿Algún rastro del Clan de la Sombra?Tormenta Blanca negó con la cabeza. —Nada —maulló—. Sólo las habituale
marcas olorosas a lo largo de su frontera. Perhabía una cosa…Corazón de Fuego irguió las orejas. —¿Qué?
—No muy lejos de las Rocas de la
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Serpientes, hemos encontrado una franja dvegetación pisoteada, y plumas de tórtolesparcidas por todas partes.
—¿Plumas de tórtola? Hace días que no veuna tórtola. ¿Hay algún otro clan cazando enuestro territorio?
—Creo que no. Todo el lugar apestaba a perro
—Tormenta Blanca arrugó la nariz con asco—También había excrementos de perro. —Oh, un perro. —El lugarteniente sacudió l
cola desdeñosamente—. Bueno, todos sabemo
que los Dos Patas siempre traen sus perros abosque. Los chuchos corren por ahí, persiguen as ardillas, y luego los Dos Patas se los llevan u casa de nuevo. —Soltó un ronroneo divertid
—. Lo único raro es que, por lo que parece, éstha atrapado algo.Sin embargo, Tormenta Blanca seguía co
emblante serio.
—En cualquier caso —maulló—, creo qu
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deberías decirles a las patrullas que tengan loojos bien abiertos.
—De acuerdo.
Respetaba demasiado al viejo guerrero compara pasar por alto su advertencia, pero se dijque el perro ya llevaría mucho tiempo lejos dallí, encerrado en algún lugar del poblado Do
Patas. Los perros eran un incordio muy ruidosopero él tenía cosas más importantes de las qupreocuparse.
Al seguir a Tormenta Blanca hasta el montó
de carne fresca, se reavivó su inquietud por laprovisiones de comida. Centellina, la aprendiza dTormenta Blanca, y Nimbo, que habían formadparte de la última patrulla, ya estaban allí.
—¡Mira esto! —se lamentó Nimbo cuandlegó Corazón de Fuego, girando un campañol couna pata—. ¡Aquí apenas hay un bocado decente!
—Las presas escasean —le recordó e
ugarteniente, advirtiendo que no había más qu
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unas pocas piezas en el montón—. Ninguna de lacriaturas que sobrevivieron al incendio puedencontrar mucho que comer.
—Necesitamos cazar de nuevo —maullimbo, que dio un mordisco al campañol y lengulló—. Saldré en cuanto me acabe esto.
—Puedes venir conmigo —repuso Corazón d
Fuego, escogiendo una urraca para él—. Voy encabezar una patrulla dentro de poco. —No, no puedo esperar —masculló e
aprendiz con la boca llena—. Tengo tanta hambr
que podría comerte. Centellina, ¿quiereacompañarme?Centellina, que estaba devorando un rató
delicadamente, miró a su mentor buscand
consentimiento. Cuando Tormenta Blanca asintióa aprendiza se levantó de un salto. —Estoy lista cuando tú lo estés —maulló. —Perfecto, entonces —dijo Corazón de Fuego
algo molesto porque Nimbo no le hubiera pedid
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permiso como mentor, cosa que sí había hechCentellina, pero lo cierto es que el clan necesitabcarne fresca y los dos aprendices eran bueno
cazadores—. No os alejéis demasiado decampamento —les avisó. —Pero las mejores presas están lejos, dond
no llegó el incendio —protestó Nimbo—. No t
preocupes, Corazón de Fuego —le dijo—cazaremos primero para los veteranos.Tras engullir el resto de su campañol, el jove
e dirigió a la entrada del campamento, seguid
por Centellina. —¡No os acerquéis al poblado Dos Patas! —exclamó Corazón de Fuego, recordando los días eque a Nimbo le encantaba visitar a los Dos Patas.
El aprendiz había pagado un precio muy altcuando los Dos Patas se lo llevaron a su casa, eel extremo opuesto del territorio del Clan deViento. A medida que la estación de la hoja verd
ocaba a su fin, y con la perspectiva de un inviern
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con escasa comida, Corazón de Fuego esperabque no se viera tentado de volver a las andadas.
—¡Aprendices! —ronroneó Tormenta Blanc
al ver cómo los jóvenes se alejaban corriendo—Han salido con la patrulla del alba y ahora smarchan a cazar. Quién tuviera su energía.
Separó un mirlo del montón de carne fresca
e acomodó para comérselo.Mientras se terminaba su urraca, Corazón dFuego vio que Tormenta de Arena salía de lguarida de los guerreros. El sol brillaba sobr
ella, y el lugarteniente admiró cómo se ondulabu pelaje anaranjado con cada paso. —¿Quieres venir a cazar conmigo? —l
preguntó cuando llegó a su lado.
—Parece que nos hace falta —contestTormenta de Arena, examinando las penosapiezas que quedaban en el montón de carne fresc—. Vamos ahora mismo… Puedo esperar a come
hasta que cacemos algo.
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Corazón de Fuego miró alrededor buscandotro gato que se les uniera, y reparó en que RabLargo estaba ante el dormitorio de los aprendice
lamando a Zarpa Rauda. —¡Eh, Rabo Largo! —lo avisó cuando los dogatos cruzaron el claro—. Venid a nuestra partidde caza.
Rabo Largo vaciló, como si no estuviereguro de si era una orden de su lugarteniente. —Nos vamos a la hondonada de entrenamient
—explicó—. Zarpa Rauda tiene que practicar la
posiciones de defensa. —Podéis hacerlo más tarde. —Esta veCorazón de Fuego dejó claro que estaba dando unorden—. Lo primero es conseguir carne fresca.
Rabo Largo sacudió la cola con irritaciónpero no respondió. Zarpa Rauda mostró máentusiasmo; le brillaban los ojos. El lugartenienteparó en que el joven blanco y negro habí
crecido, ya era casi tan grande como su mento
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Zarpa Rauda era el mayor de los aprendices pronto se convertiría en guerrero.
«Debo hablar con Estrella Azul sobre s
ceremonia de nombramiento —pensó Corazón dFuego—. También en la de Nimbo, Centellina Espino. El clan necesita más guerreros».
Dejando que Tormenta Blanca se tomara u
descanso bien merecido, condujo su grupo de cazhasta lo alto del barranco. Una vez allí, giró hacias Rocas Soleadas. Haciendo lo posible po
cumplir la orden de Estrella Azul de doblar la
patrullas, había aleccionado a las partidas de cazpara que también vigilaran las fronteramanteniéndose alerta en busca de olores de otrclan o señales de presencia enemiga. En particula
es había advertido que tuvieran los ojos bieabiertos en la frontera con el Clan de la Sombrapero él había decidido no descuidar la frontercon el Clan del Río.
Tenía una sensación inquietante sobre su
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vecinos. Con Estrella Doblada cada vez mámayor, la lugarteniente Leopardina tendría máautoridad, y Corazón de Fuego seguía esperand
que les pidiera algo en pago por su ayuda la nochdel incendio.Mientras encabezaba la marcha hacia el río
advirtió que había plantas abriéndose paso
ravés del suelo ennegrecido. Comenzaban desplegarse nuevos helechos, y zarcillos verdes sextendían para cubrir la tierra. El bosque estabempezando a recuperarse, pero cuando se acercar
a estación de la caída de la hoja, el crecimientría más despacio. A Corazón de Fuego todavía lpreocupaba que su clan se encaminara a unestación sin hojas fría y ardua.
Cuando llegaron a las Rocas Soleadas, RabLargo guió a Zarpa Rauda a una de las torrenteraque había entre las rocas.
—Puedes intentar captar los ruidos de lo
atones y los campañoles —le dijo a su aprendi
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—. A ver si consigues cazar algo antes qunosotros.
Corazón de Fuego los vio marchar. El atigrad
claro era un mentor concienzudo, y entre él y ZarpRauda se había forjado un sólido vínculo.Bordeó las Rocas Soleadas por el lado qu
daba al río, donde la mayor parte de la hierba y l
vegetación habían sobrevivido. No tardó mucho edescubrir a un ratón correteando entre unos talloesecos. Cuando el roedor se sentó a mordisquea
una semilla que sujetaba con las patas delantera
Corazón de Fuego dio un salto y acabó con éápidamente. —Buen trabajo —murmuró Tormenta de Aren
apareciendo a su lado.
—¿Lo quieres? —le preguntó el lugartenientempujando el ratón hacia ella—. Todavía no hacomido.
—No, gracias —contestó la gata con asperez
—. Puedo cazar mi propia comida.
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Y desapareció bajo la sombra de un avellanoCorazón de Fuego se quedó mirándolapreguntándose si la habría ofendido, y lueg
empezó a cubrir con tierra a su presa parecuperarla más tarde. —Será mejor que vayas con patas de plom
con ella —maulló una voz a sus espaldas—. T
arrancará las orejas si no tienes cuidado.Corazón de Fuego se volvió en redondo. Sviejo amigo Látigo Gris estaba en la frontera coel Clan del Río, al pie de la ladera que llevaba a
ío. El agua resplandecía sobre su espeso pelajgris. —¡Látigo Gris! —exclamó—. ¡Me ha
asustado!
El gato se sacudió, esparciendo gotitas por eaire. —Te he visto desde la otra orilla —maulló—
unca pensé que te encontraría cazando par
Tormenta de Arena. Ella es especial para t
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¿verdad? —No sé de qué estás hablando —protest
Corazón de Fuego, pero notó que la piel le picaba
como si estuviera cubierto de hormigas—Tormenta de Arena sólo es una amiga.Látigo Gris soltó un ronroneo risueño. —Oh, claro que sí. Lo que tú digas. —Subió l
adera y le dio un cabezazo afectuoso en eomóplato—. Tienes suerte, Corazón de Fuego. Euna gata impresionante.
El joven abrió la boca, pero volvió a cerrarla
o podría convencer a su viejo amigo, dijera lque dijese… y, además, quizá tuviera razón. QuizTormenta de Arena estaba convirtiéndose en algmás que una amiga.
—Dejémoslo estar —maulló, y cambió dema—. Cuéntame cómo te va. ¿Qué novedadehay en el Clan del Río?
La alegría se esfumó de los ojos amarillos d
Látigo Gris.
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—No muchas. Todos hablan de Estrella dTigre.
Cuando Látigo Gris era guerrero del Clan de
Trueno, él y Corazón de Fuego eran los únicos quconocían la verdad sobre la ambición criminal dEstrella de Tigre, y los únicos que sabían quhabía asesinado al lugarteniente Cola Roja.
—No sé qué pensar de eso —admitió Corazóde Fuego—. Quizá Estrella de Tigre sea diferentahora que ya tiene lo que quiere. Nadie puednegar que podría ser un buen líder: es fuerte, sab
uchar y cazar, y conoce perfectamente el códigguerrero. —Pero nadie puede confiar en él —gruñ
Látigo Gris—. ¿De qué sirve conocer el códig
guerrero si lo único que haces es saltarte sudisposiciones? —Ahora no es asunto nuestro confiar en é
Estrella de Tigre tiene un nuevo clan, y Nari
nquieta desveló una profecía que parecía dec
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que el Clan Estelar iba a mandarles un gran nuevíder. Debían de saber que el Clan de la Sombr
necesitaba un guerrero fuerte para recomponers
después de la epidemia.Látigo Gris no parecía convencido. —¿Que el Clan Estelar lo envió? —Soltó u
esoplido—. Lo creeré cuando los erizos vuelen.
Corazón de Fuego sabía que costaría muchconfiar en Estrella de Tigre. Lograr que su clan secuperara podría tenerlo ocupado durante un
estación o dos, pero después… La idea de un fier
guerrero a la cabeza de un clan fuerte hizo que sestremeciera. No creía que Estrella de Tigre sconformara con una vida pacífica en el bosqueespetando los derechos de los otros tres clane
Tarde o temprano, querría extender su territorio, u primer objetivo sería el Clan del Trueno. —Si yo estuviera en tu lugar —maulló Látig
Gris, haciéndose eco de sus pensamientos—
vigilaría mis fronteras.
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—Sí. Yo…Se interrumpió al ver que Tormenta de Aren
ba hacia ellos, con un joven conejo en la boca. L
gata avanzó sobre los guijarros y dejó la pieza os pies de Corazón de Fuego. Con aspecto máelajado, como si ya hubiera olvidado srritación, saludó al guerrero del Clan del Río.
—Hola, Látigo Gris. ¿Cómo están tucachorros? —Están bien, gracias. —Sus ojos centellearo
de orgullo—. Pronto se convertirán en aprendices
—¿Y tú serás mentor de alguno de los dos? —preguntó Corazón de Fuego.Para su sorpresa, Látigo Gris se mostr
nseguro.
—No lo sé. Si la decisión dependiera dEstrella Doblada, quizá… pero últimamente nhace casi nada excepto dormir. Leopardinorganiza la mayor parte de las cosas ahora, y ell
amás me perdonará la forma en que murió Garr
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Blanca. Creo que lo más probable es que confíos cachorros a otros guerreros.
Bajó la cabeza. Corazón de Fuego notó que s
amigo aún se sentía culpable por la muerte deguerrero del Clan del Río que cayó por edespeñadero cuando su patrulla atacó a una partidde guerreros del Clan del Trueno.
—Eso es muy duro —maulló Corazón dFuego, restregándose contra su amigo parconsolarlo.
—Pero tienes que entenderla —señal
Tormenta de Arena delicadamente—. Leopardinquerrá asegurarse de que los cachorros se críeiendo leales al Clan del Río.
Látigo Gris se volvió hacia ella de golpe, co
el pelo erizado. —¡Eso es lo que yo haría! No quiero que mihijos crezcan sintiéndose divididos entre doclanes. —Se le empañaron los ojos—. Yo sé cóm
es eso.
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empezó a bajar la pendiente. A medio camino deío, se volvió y exclamó:
—¡Esperad un momento!
Y corrió hasta la orilla del agua. Permaneciunos instantes inmóvil sobre una piedra plananspeccionando la escasa corriente.
—¿Qué se trae entre patas ahora? —mascull
Tormenta de Arena.Antes de que el lugarteniente pudieresponder, Látigo Gris estiró rápidamente un
zarpa. Un pez plateado salió disparado del agua
aterrizó en la orilla, donde se quedó retorciéndoseEl gato acabó con él de un solo zarpazo y lo llevhasta la cima de la ladera, desde donde lobservaban sus amigos.
—Tomad —maulló, dejando la pieza a sus pie—. Sé que las presas escasean desde el incendioEsto os ayudará un poco.
—Gracias —maulló Corazón de Fuego,
añadió con admiración—: Qué truco tan bueno.
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Látigo Gris ronroneó muy ufano. —Vaharina me enseñó a hacerlo. —Lo aceptamos encantados —dijo la gata—
pero si Leopardina descubre que has dado dcomer a otro clan, no le gustará nada. —Leopardina puede ir a cazarse su propi
cola —gruñó Látigo Gris—. Si dice algo, l
ecordaré cómo Corazón de Fuego y yo ayudamoal Clan del Río durante las riadas de la últimestación de la hoja nueva.
Y a continuación dio media vuelta par
dirigirse de nuevo al río. Corazón de Fuego sintiuna punzada en el pecho al ver cómo su amigo sanzaba al agua y nadaba hacia la ribera opuesta
Habría dado cualquier cosa por tener a Látigo Gri
de nuevo en el Clan del Trueno, pero era bastantmprobable que el guerrero gris volviera a seaceptado en él.
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Cargó penosamente con el resbaladizo pez d
vuelta al campamento; la boca se le hacía agumientras aquel olor poco familiar le llenaba lafosas nasales. Cuando entró en el claro con egrupo de caza, vio que el montón de carne fresc
parecía más grande. Nimbo y Centellina habíaegresado, y estaban a punto de salir de nuevo coMusaraña y Espino.
—¡Ya hemos llevado comida a los veteranos
—informó Nimbo por encima del hombro mientracorría en dirección al barranco. —¿Y a Carbonilla? —preguntó Corazón d
Fuego. —¡Todavía no!El lugarteniente vio cómo su joven parient
desaparecía como un rayo, y se acercó al montóde carne fresca. Pensó que quizá el pez de LátigGris podría tentar a la joven curandera
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Sospechaba que la gata no estaba comienduficiente debido a su tristeza por Fauce
Amarillas, y también porque estaba muy ocupad
cuidando de Estrella Azul y los gatos intoxicadopor el humo del incendio. —¿Tienes hambre? —le preguntó Tormenta d
Arena, depositando la última pieza sobre e
montón de carne fresca. Finalmente, habíesperado a llevar las presas al campamento parcomer, y estaba examinándolas con avidez—. Si tapetece, podríamos comer juntos.
—De acuerdo. —La urraca que se habízampado por la mañana se le antojaba muy lejan—. Pero primero llevaré esto a Carbonilla.
—No tardes —maulló la gata.
Corazón de Fuego agarró el pez con los diente se encaminó a la guarida de la curandera. Antedel incendio, estaba separada del resto decampamento por un frondoso túnel de helecho
Ahora, del suelo sólo sobresalían tallo
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ennegrecidos, y vio perfectamente la hendidura ea roca que daba acceso a la guarida.
Se detuvo delante, dejó el pez y llamó:
—¡Carbonilla!Al cabo de un momento, la joven curanderasomó la cabeza por la grieta.
—¿Qué? Oh, eres tú.
Salió de la guarida para reunirse con él. Teníel pelo alborotado y sus ojos no brillaban con sviveza habitual. Parecía distraída y preocupada. Eoven guerrero supuso que estaba pensando e
Fauces Amarillas. —Me alegro de verte —maulló la gata—. Hauna cosa que quiero contarte.
—Primero come algo —la instó él—. Mira
Látigo Gris ha atrapado este pez para nosotros. —Gracias, pero esto es urgente. Anoche, eClan Estelar me mandó un sueño.
El modo en que lo dijo le provocó u
escalofrío. Aún no se había acostumbrado a que s
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antigua aprendiza se convirtiera en una auténticcurandera, con una vida sin pareja ni hijoeuniéndose en secreto con otros curanderos, a lo
que la unía su vínculo con los espíritus guerrerodel Clan Estelar. —¿De qué trataba? —preguntó.Él mismo había tenido sueños de ese tipo má
de una vez. Eso lo ayudaba a imaginarse, mejoque la mayoría de los gatos de clan, la mezcla demor reverencial y perplejidad que Carbonill
debía de sentir en esos instantes.
—No estoy segura. —La curandera parpade—. Creo que estaba en el bosque y oía algo grandmoviéndose entre los árboles, pero no podía vequé era. Y oía voces… voces rudas, en un lenguaj
que no era felino. Pero comprendía lo que estabadiciendo…Su voz se apagó. Se quedó con la vista clavad
en la distancia, con los ojos vidriosos, mientra
amasaba el suelo con las patas delanteras.
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—¿Qué decían? —inquirió Corazón de FuegoCarbonilla se estremeció. —Era extraño. Gritaban: «Manada, manada»
«Matar, matar».El gato se sintió algo decepcionado. Habíesperado que el mensaje del Clan Estelar les dieralguna indicación de cómo lidiar con todos su
problemas: la reaparición de Estrella de Tigre, lenfermedad de Estrella Azul, las consecuenciadel incendio…
—¿Sabes qué significa? —preguntó.
Carbonilla negó con la cabeza, con unpersistente expresión de horror, como si senfrentara a una gran amenaza que él no lograbver.
—Todavía no —respondió—. Quizá el ClaEstelar me muestre más cosas cuando haya estaden las Rocas Altas. Pero se trata de algo maloestoy segura.
«Como si no tuviéramos ya bastante de lo qu
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preocuparnos», reflexionó el lugarteniente, y dijo —No sé qué puedo hacer, a menos qu
averigüemos algo más. Necesito hechos. ¿Está
egura de que eso fue todo lo que te dijo el sueño?Con los ojos todavía dilatados de angustia, lgata asintió. Corazón de Fuego le dio un lametóconsolador en la oreja.
—No te preocupes, Carbonilla. Si es unadvertencia sobre el Clan de la Sombra, yestamos vigilándolos. En cuanto recuerdes mádetalles, dímelo.
Dio un respingo cuando un aullido irritadonó a sus espaldas. —Corazón de Fuego, ¿vas a tardar todo el díaAl volverse, vio a Tormenta de Aren
esperándolo en la entrada del túnel de helechocarbonizados. —Tengo que irme —le dijo a Carbonilla. —Pero…
—Pensaré en lo que me has contado, ¿vale? —
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a interrumpió el lugarteniente; el rugido de suripas lo empujaba a reunirse con Tormenta d
Arena—. Si tienes otros sueños, cuéntamelos d
nmediato.Carbonilla agitó las orejas, molesta. —Se trata de un mensaje del Clan Estelar, n
de una simple raíz enganchada en mi pelo o u
rozo de carne atascado en mi garganta. Estpodría afectar a todo el clan. Necesitamodescifrar su significado.
—Bueno, tú lo harás mejor que yo —replicó e
ugarteniente, alejándose de la guarida dCarbonilla.Mientras cruzaba el claro hacia Tormenta d
Arena, se preguntó brevemente qué significarí
aquel sueño. No sonaba como un ataque de otrclan, y no se le ocurría otra cosa que pudieruponer una amenaza. Cuando empezó a devorar e
campañol que Tormenta de Arena le habí
eservado, consiguió sacarse de la cabeza el sueñ
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de Carbonilla.
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Corazón de Fuego resollaba intentando recuperael aliento, y le dolía la mejilla por el zarpazo quhabía recibido. Mientras se levantaba tambaleante
Centellina retrocedió un par de pasos. —No te he hecho daño, ¿verdad? —pregunt
nerviosa la aprendiza canela y blanca. —No; estoy bien —contestó Corazón de Fueg
con voz ahogada—. ¿Tormenta Blanca te henseñado ese movimiento? No lo he visto veniBien hecho.
Intentando no cojear, cruzó la hondonada d
entrenamiento hacia Zarpa Rauda, Espino
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imbo, que presenciaban la escena. Había estadevaluando las técnicas de lucha de los aprendice todos habían resistido bien frente a él.
—Me alegro de que estéis en mi bando —maulló—. No me gustaría enfrentarme a vosotroen una batalla. He hablado con vuestros mentore creen que estáis preparados, así que voy
preguntarle a Estrella Azul si podéis convertiroen guerreros.Tres aprendices intercambiaron miradas d
emoción. Nimbo procuró aparentar indiferencia
pero en sus ojos también había un brillo dexpectación. —De acuerdo —continuó Corazón de Fueg
—. Cazad en el camino de vuelta al campamento
encargaos de que coman los veteranos y las reinaDespués podéis comer vosotros. —Si es que queda algo —maulló Zarpa RaudaEl lugarteniente lo miró. En ocasiones, Zarp
Rauda imitaba las muestras de descontento de s
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mentor Rabo Largo, que había sido íntimo aliadde Garra de Tigre, pero esta vez el aprendiparecía bromear. Los cuatro jóvenes se levantaro
de un salto y salieron disparados de la hondonadde entrenamiento. Corazón de Fuego oyó cómCentellina le gritaba a Nimbo:
—¡Te apuesto lo que sea a que cazo má
presas que tú!Mientras los seguía más despacio, pensó quhabía pasado una eternidad desde los días en quél se sentía así de despreocupado. Bajo el peso d
us responsabilidades como lugarteniente, eocasiones se sentía más viejo que los veteranos. Eclan estaba sobreviviendo, consiguiendo encontracomida y reconstruir el campamento arrasado
pero todos los guerreros estaban trabajando aímite de sus fuerzas. Corazón de Fuego estabatareado desde el alba hasta la noche, y todos lodías se iba a dormir con tareas pendiente
«¿Cuánto tiempo podremos seguir así? —s
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preguntó—. Y no será más fácil cuando llegue lestación sin hojas, sino más difícil». Las pocahojas que el incendio había dejado en los árbole
a estaban volviéndose rojas y doradas. Adetenerse en lo alto de la hondonada, notó que unbrisa fría le alborotaba el pelo, aunque el sobrillaba con intensidad.
Regresó silenciosamente al campamento y squedó un momento en la entrada, mirandalrededor. Cebrado, que estaba al mando de leconstrucción, había empezado a rellenar lo
huecos entre las ramas de la guarida de loguerreros. Con él estaban trabajando MantPolvoroso y los dos aprendices más jóveneFrondina y Ceniciento.
En el otro extremo del campamento, vio Carbonilla de camino a la guarida de loveteranos, cargada con unas hierbas.
En el centro del claro, los dos cachorros d
Flor Dorada estaban jugando con el de Col
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Pintada. Las dos reinas los observaban cerca de lentrada de la maternidad. Sauce también estaballí, protegiendo a su camada, casi recién nacida
de los rudos juegos de los mayores.Los ojos de Corazón de Fuego se posaron ePequeño Zarzo, el hijo mayor de Flor Dorada. Scuerpo fuerte y musculoso y su pelaje marró
oscuro resultaban perturbadoramente familiareningún gato que lo viera dudaría de que Estrella dTigre era su padre. Esa idea siempre incomodaba Corazón de Fuego, así que trató de apartarla
Lógicamente, debería sentir el mismo recelo hacia hermana del cachorro, Pequeña Trigueña, peroaunque eran del mismo padre, la gata no compartía desgracia de parecerse a él como dos gotas d
agua. El lugarteniente sabía que era injusto culpaa Pequeño Zarzo por los crímenes de su padre.Por otro lado, no podía olvidar la imagen de
cachorro aferrado a la rama de un árbol en llama
aullando de terror mientras él intentaba alcanzarlo
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Y tampoco podía olvidar que, mientras estabescatando a Pequeño Zarzo, el fuego atrapó
Fauces Amarillas en el campamento. ¿Habí
acrificado a Fauces Amarillas por salvar al hijde Garra de Tigre?De pronto, un chillido agudo sonó en el grup
de cachorros. Pequeño Zarzo se había abalanzad
obre Copito de Nieve y lo tenía clavado al suelcon sus garras. El chillido procedía del robustcachorro blanco, que ni siquiera parecía estadefendiéndose.
Corazón de Fuego se acercó como un rayo embistió a Pequeño Zarzo para separarlo de svíctima.
—¡Ya basta! —gruñó—. ¿Qué pretendes?
El pequeño atigrado oscuro se levantó; suojos ámbar llameaban de asombro e indignación. —¿Y bien? —quiso saber el lugarteniente.Pequeño Zarzo se sacudió la tierra de encima.
—No pasa nada, Corazón de Fuego. Sól
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estábamos jugando. —¿Sólo jugando? Entonces, ¿por qué h
chillado así el hijo de Cola Pintada?
La ira desapareció de los ojos de PequeñZarzo y se encogió de hombros. —Y yo qué sé. No sabe jugar. —¡Pequeño Zarzo! —Flor Dorada se acercó
u hijo—. ¿Cuántas veces tengo que decírtelo? Salguien chilla, suéltalo. Y no seas grosero coCorazón de Fuego. Recuerda que es nuestrugarteniente.
Pequeño Zarzo miró a Corazón de Fuego uego apartó la vista. —Lo siento —masculló. —Bien, pues que no vuelva a pasar —l
espetó Corazón de Fuego.Pequeño Zarzo fue hasta Copito de Nieveodavía encogido en el suelo. Cola Pintada estabamiendo briosamente su pelaje blanco.
—Vamos, levántate —maulló la reina—. N
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estás herido. —Sí, vamos, Copito de Nieve —dijo Pequeñ
Zarzo, pasando la lengua por la oreja del cachorr
—. No lo he hecho aposta. Vamos a jugar, y estvez tú puedes ser el líder de clan.Pequeña Trigueña estaba sentada a unas cola
de distancia, con el rabo enroscado en las patas.
—Copito de Nieve no es nada divertido —ntervino—. Nunca se le ocurren buenos juegos. —¡Pequeña Trigueña! —Flor Dorada le di
una leve colleja—. No seas tan desagradable. N
é qué os pasa hoy a vosotros dos.Copito de Nieve seguía echado en el suelo, e levantó sólo cuando su madre lo puso en pie
empujones.
—Quizá deberíais ir a que lo examinarCarbonilla —le sugirió Corazón de Fuego a leina atigrada.
Cola Pintada se volvió hacia él, fulminándol
con la mirada.
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—¡A mi cachorro no le pasa nada malo! —gruñó—. ¿Acaso estás diciendo que no sé cuidade él?
Luego le dio la espalda y guió a Copito dieve de vuelta a la maternidad. —Es muy protectora con su hijo —explic
Flor Dorada—. Seguramente porque sólo tien
uno. —Miró afectuosamente a sus dos cachorroque ahora correteaban juntos.Corazón de Fuego fue a sentarse a su lado
ncómodo por la dureza con que había hablado
Pequeño Zarzo. —¿Les has contado que su padre es ahora eíder del Clan de la Sombra? —le preguntó en vo
baja.
La reina lo miró de soslayo. —No, todavía no —admitió—. Se pondrían alardear, y entonces alguien les contaría el resto da historia.
—Acabarán enterándose antes o después.
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Durante unos momentos, la reina rojiza simpió el pecho vigorosamente.
—He visto cómo los miras —dijo entonces—
Sobre todo a Pequeño Zarzo. No es culpa suya sparece una copia de Garra de Tigre. Pero otrogatos también lo miran así. Quiero que mis hijocrezcan felices, sin sentirse culpables por algo qu
ucedió cuando ellos eran apenas unos reciénacidos. Quizá sea más fácil ahora, si Estrella dTigre se convierte en un gran líder. Puede que afinal incluso se sientan orgullosos de él.
Corazón de Fuego agitó las orejas, incómodoncapaz de compartir el optimismo de la gata. —Los dos te respetan, ¿sabes? —continuó ell
—. Y más desde que salvaste a Pequeño Zarzo de
fuego.El lugarteniente no sabía qué decir. Se sentículpable por su hostilidad hacia Pequeño Zarzoporque, por mucho que lo intentara, no podí
evitar ver en el cachorro a su asesino padre.
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—A mí me parece que eres tú quien deberícontarles lo de Garra de Tigre —maulló FloDorada, mirándolo con vehemencia—. Después d
odo, eres el lugarteniente. Viniendo de ti, se lomarían bien… y yo sé que les dirías la verdad. —¿Crees… crees que debería contársel
ahora? —balbuceó Corazón de Fuego. Flo
Dorada hablaba de un modo que sonaba a desafío —No, ahora no —contestó la gata con calm—. Solamente cuando te sientas preparado. Ycuando consideres que ellos lo están —añadió—
Pero no dejes pasar demasiado tiempo.Corazón de Fuego inclinó la cabeza. —Lo haré —prometió—. E intentaré que le
esulte lo más fácil posible.
Antes de que la reina pudiera contestaPequeño Zarzo llegó patinando hasta ellos con shermana a la zaga.
—¿Podemos ir a ver a los veteranos? —
preguntó con ojos centelleantes—. ¡Tuerta no
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prometió contarnos grandes historias!Flor Dorada ronroneó con indulgencia. —Sí, por supuesto. Llevadle algo del montó
de carne fresca… hay que ser educados. Y volveantes de que se ponga el sol. —¡Volveremos! —exclamó Pequeña Trigueña
echó a correr por el claro, gritando por encim
del hombro—: ¡Voy a escoger un ratón parTuerta! —¡No, de eso nada; lo haré yo! —chill
Pequeño Zarzo, corriendo tras ella.
—Bueno —dijo Flor Dorada, volviéndoshacia Corazón de Fuego—, si ves algo malo eesos cachorros, dímelo, porque yo no lo veo.
Se levantó y sacudió una pata tras otra antes d
entrar en la maternidad. Corazón de Fuego lobservó marcharse. De algún modo, habíconseguido enfadar a Cola Pintada y Flor Dorada la vez. Aunque ésta confiaba en él, era evident
que le costaba perdonarle sus sentimiento
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encontrados hacia Pequeño Zarzo… sentimientoque él no estaba cerca de lograr superar.
Suspirando, se levantó y se dio cuenta de qu
era hora de organizar la patrulla del atardecer. Aalejarse de la maternidad, reparó en FrondDorado, que estaba rondando como si quisierhablar con él.
—¿Algún problema? —le preguntó al joveguerrero. —No lo sé. Es sólo que he visto lo sucedid
con el hijo de Cola Pintada y…
—No irás a decirme que he sido demasiadduro con Pequeño Zarzo, ¿verdad? —No, Corazón de Fuego, por supuesto que no
Pero… creo que podría haber algún problema co
Copito de Nieve.Corazón de Fuego sabía que el guerrermarrón dorado no se lo diría por una nimiedad.
—Sigue —lo animó.
—He estado observándolo. —Arañó el suel
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con expresión de apuro—. Yo… bueno, tenía lesperanza de que Estrella Azul me escogiera parer su mentor, así que quise conocerlo. Y creo qu
a Copito de Nieve le ocurre algo. No juega comos demás. No parece reaccionar cuando algúgato le habla. Ya conoces a los cachorrofisgonean en todo… pero Copito de Nieve no e
así. Creo que Carbonilla debería examinarlo. —Yo le he sugerido eso mismo a Cola Pintad casi me arranca las orejas.
Fronde Dorado se encogió de hombros.
—A lo mejor no quiere admitir que a su hijo lpasa algo.Corazón de Fuego se quedó pensando u
momento. Copito de Nieve parecía lento y apátic
comparado con los demás cachorros. Era muchmayor que los hijos de Flor Dorada, pero nestaba igual de desarrollado.
—Déjamelo a mí —decidió—. Hablaré co
Carbonilla. Ella encontrará la manera de examina
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al pequeño sin disgustar a Cola Pintada. —Gracias. —Fronde Dorado parecía aliviado —Mientras tanto, ¿puedes encabezar l
patrulla del atardecer? Pide a Musaraña y Pecaque vayan contigo.Fronde Dorado se cuadró. —Desde luego. Iré a buscarlas de inmediato.
El joven cruzó el claro con la cola erguidaCuando estaba a unos zorros de distancia, eugarteniente lo llamó de nuevo.
—¡Por cierto, Fronde Dorado! —maulló
contento de dar buenas noticias por una vez—cuando Copito de Nieve esté preparado hablarcon Estrella Azul para que te deje ser su mentor.
Antes de ir a ver a Carbonilla visitó a EstrellAzul para informarle del examen a los aprendiceLa líder estaba sentada fuera de su guarida, en unzona soleada, y Corazón de Fuego pens
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esperanzado que a lo mejor volvía a ser la mismde antes. Pero sus ojos azules parecían cansadocuando lo saludó, y a su lado había una pieza d
carne fresca devorada sólo a medias. —Dime, Corazón de Fuego —maulló cuandél se acercó—, ¿qué puedo hacer por ti?
—Tengo buenas noticias, Estrella Azul. —E
ugarteniente intentó sonar alegre—. Hoy hevaluado a los cuatro aprendices mayores. Lo hahecho muy bien. Creo que ha llegado la hora dnombrarlos guerreros.
—¿Los aprendices mayores? —Sus ojos slenaron de confusión—. ¿Quieres decir Frond… y…?
A Corazón de Fuego se le cayó el alma a lo
pies. ¡La líder ni siquiera recordaba qué gatos eraaprendices! —No —maulló con paciencia—. Me refiero
imbo, Centellina, Zarpa Rauda y Espino.
La gata cambió de postura.
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—Eso es lo que pretendía decir —espetó—¿Y quieres que sean guerreros? Eh… recuérdamquiénes son sus mentores, por favor.
—El mentor de Nimbo soy yo —empezóprocurando que su voz no reflejara su crecientabatimiento—. Los demás son Rabo Largo…
—Rabo Largo —lo interrumpió—. Ah, sí…
uno de los amigos de Garra de Tigre. ¿Por qué ladjudicamos un aprendiz si no podemos fiarnos dél?
—Rabo Largo escogió quedarse en el Clan de
Trueno cuando Garra de Tigre se marchó.Estrella Azul soltó un resoplido. —Eso no significa que podamos fiarnos de é
o podemos fiarnos de ninguno de ellos. So
raidores, y entrenarán a más traidores. ¡Nnombraré guerrero a ninguno de sus aprendices! —Hizo una pausa mientras el lugarteniente la mirabhorrorizado, y luego añadió—: Sólo al tuyo
Corazón de Fuego. Únicamente tú me eres fie
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imbo puede convertirse en guerrero, pero lodemás no.
El joven no sabía qué decir. Aunque el cla
parecía contento de tener a Nimbo de vuelta tras shuida con los Dos Patas, Corazón de Fuegpreveía problemas si su aprendiz llegaba a seguerrero y los otros no. Además, a Nimbo no l
haría ningún bien recibir un honor que los otros smerecían tanto como él.Corazón de Fuego reprimió un crecient
pánico al comprender que eso significaba que, d
momento, ninguno de los aprendices seríguerrero, aunque el clan los necesitabdesesperadamente. Se dio cuenta de que no spodía razonar con la líder en su estado.
—Eh… gracias, Estrella Azul —maulló acabo, disponiéndose a marcharse—. Creo qupodemos esperar un poco. Más entrenamiento nes hará ningún daño.
Y finalmente se fue, dejando a la líder con l
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misma mirada ausente.
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Cuando fue en busca de Carbonilla, el sol estabdescendiendo y proyectaba largas sombras ravés del claro. Encontró a la curandera en s
guarida, revisando sus provisiones de hierbacurativas, y se sentó justo en la boca de la cuevpara hablar con ella.
—¿El hijo de Cola Pintada? —maulló la gat
cuando él terminó de contarle las sospechas dFronde Dorado. Entornó los ojos pensativa—. Screo que sé a qué se refiere. Le echaré un vistazo.
—Deberás tener mucho cuidado con Col
Pintada —le advirtió Corazón de Fuego—
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Cuando le he sugerido que examinaras a Copito dieve, prácticamente me ha arrancado la nariz.
—No me extraña. Ninguna reina quiere pensa
que sus cachorros no son perfectos. Yo mencargaré de eso, no te preocupes. Pero nenseguida —añadió mientras disponía su reservde bayas de enebro en un pulcro montón—. Ya e
demasiado tarde para molestarla hoy, y mañanengo que ir a las Rocas Altas. —¿Tan pronto? —se sorprendió él. No s
había dado cuenta de lo deprisa que habían pasad
os días. —Mañana por la noche es luna nueva. Todoos curanderos estarán allí. El Clan Estelar m
entregará todos mis poderes al completo. —
Carbonilla vaciló antes de agregar—: FauceAmarillas debería haber venido conmigo, parpresentarme al Clan Estelar como una curanderotalmente instruida. Ahora tendré que pasar po
oda la ceremonia sin ella.
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Mientras hablaba, su mirada se volvió mádistante. Corazón de Fuego sintió que la gatestaba alejándose de él, moviéndose hacia un
ierra de sombras y sueños a la que no podíeguirla. —Tendrás que llevarte a un guerrero contig
—maulló—. La última vez que Estrella Azu
ntentó ir a las Rocas Altas, el Clan del Viento ne permitió atravesar su territorio.Carbonilla lo miró con calma. —Me gustaría ver a la patrulla que se atreva
mpedirle el paso a un curandero. El Clan Estelaamás perdonaría algo así. —Su expresión cambi sus ojos destellaron con picardía—. Puede
acompañarme hasta los Cuatro Árboles, si t
apetece y si puedes pasar un rato sin Tormenta dArena.El joven guerrero se sintió incómodo. —No te entiendo —masculló, pero record
que se había ido a comer con Tormenta de Aren
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mientras Carbonilla estaba contándole su sueño, a curandera se habría sentido injustament
despreciada—. Tormenta de Arena puede dirigir l
patrulla del alba sin mí —añadió—. Yo iré contiga los Cuatro Árboles.
El día siguiente amaneció húmedo y brumosoVolutas de niebla se ondulaban entre los árbolecuando Corazón de Fuego y Carbonillemprendieron la marcha hacia los Cuatro Árbole
Las pegajosas nubes blancas atenuaban el sonidde sus pasos y perlaban sus pelajes de diminutagotitas. En medio del silencio, el lugarteniente diun brinco al oír la llamada de alarma de un pájaroTenía cierto temor a perderse en aquel bosque daspecto desconocido y fantasmagórico.
Para cuando cruzaron el arroyo y empezaron ubir la cuesta que llevaba a los Cuatro Árbolea niebla ya se estaba disipando, y en lo alto de l
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hondonada los recibió un radiante sol. Los cuatrgigantescos robles se alzaban justo delante dellos; sus hojas se estaban volviendo de un dorad
ojizo con la cercanía de la estación de la caída da hoja.Carbonilla soltó un resoplido y se sacudió l
humedad del pelo.
—¡Qué bien! Ya estaba empezando a pensaque tendría que encontrar el camino a las RocaAltas siguiendo mi olfato, y solamente he estadallí una vez, con Fauces Amarillas.
Corazón de Fuego también agradeció el calodel sol. Se estiró con deleite y olfateó el aire parcaptar olor a presas. En vez de eso, lo rodeó eolor de otros gatos. «¡Gatos del Clan de l
Sombra!», pensó, tensando los músculos mientramiraba a uno y otro lado. Se relajó al cabo de unstante al ver al curandero Nariz Inquieta, quubía desde la hondonada procedente del territori
del Clan de la Sombra, acompañado de otro gato
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Aquél no era un guerrero hostil. El Clan Estelanculcaba a los curanderos que estuvieran po
encima de la rivalidad entre clanes.
—Parece que, después de todo, no vas a teneque viajar sola —le dijo a Carbonilla.Esperaron a que los gatos llegaran hasta ello
Conforme se acercaban, Corazón de Fueg
econoció al acompañante. Se trataba de Cirro, upequeño atigrado que había estado a punto dmorir por la reciente enfermedad. Él y otrguerrero, Cuello Blanco, habían intentado busca
asilo en el Clan del Trueno. Estrella Azul se nega acogerlos, pero Carbonilla los refugió en secret cuidó de ellos hasta que estuvieron e
condiciones de regresar a su propio territorio.
Cuello Blanco había muerto poco después dque Estrella de Tigre y sus proscritos atacaran una patrulla del Clan del Trueno. Un monstrupasó por encima del guerrero cuando éste huía de
combate. Al revivir el impacto de ese momento
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Corazón de Fuego se alegró de ver que al menoCirro parecía sano y fuerte de nuevo.
—¡Hola! —Nariz Inquieta saludó alegrement
a los dos gatos del Clan del Trueno—. Qué alegríencontrarte, Carbonilla. Hace un día estupendpara viajar.
Cirro saludó respetuosamente a Corazón d
Fuego con la cabeza y entrechocó su nariz con lde Carbonilla. —Me alegro de verte en forma otra vez —
maulló la gata.
—Es todo gracias a ti —contestó Cirro. Y, couna pizca de orgullo, añadió—: Ahora soy eaprendiz de Nariz Inquieta.
—¡Felicidades! —ronroneó la curandera.
—Y eso también se debe a ti —continuó eatigrado—. Cuando estábamos enfermos, tú supistqué hacer exactamente. Y luego nos diste lahierbas curativas para que las lleváramos a
clan… ¡y funcionaron! Quiero hacer más cosa
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como ésa. —Tiene talento de verdad —intervino Nari
nquieta—. Y fue muy valiente al regresar al cla
con las hierbas. Sólo lamento que Cuello Blancno volviera con él. —¿No volvió? —preguntó Corazón de Fuego
aprovechando la ocasión para averiguar qué sabí
el Clan de la Sombra sobre el destino del joveguerrero.Cirro negó con la cabeza tristemente. —No quiso regresar conmigo al campamento
Le daba miedo contraer de nuevo la enfermedadncluso a pesar de que tuviéramos las hierbacurativas. —Cerró los ojos un instante, como si eecuerdo le resultara doloroso—. Al cabo de uno
días encontramos su cuerpo al lado del SenderAtronador. —Lo siento —maulló Corazón de Fuego.Se preguntó si debía contarle la verdad sobr
a muerte de Cuello Blanco, pero decidió que serí
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demasiado penoso revelarle que el nuevo líder deClan de la Sombra era responsable en parte de lmuerte de su amigo. Parecía claro que Cuell
Blanco se había unido a la banda de proscritodurante un breve tiempo y lo había pagado con lvida.
Carbonilla restregó el hocico contra el costad
de Cirro para consolarlo. Tras sentarse sobre lcálida hierba, indicó con la cola al aprendiz dcurandero que se sentara a su lado y empezó hacerle preguntas sobre su entrenamiento.
—¿Las cosas van mejor ahora? —le preguntCorazón de Fuego a Nariz Inquieta.Le habría gustado advertirle sobre Estrella d
Tigre, pero no había mucho que pudiera decir si
evelar lo que había sucedido en el Clan deTrueno. —Eso parece —maulló el curandero
gualmente cauteloso—. Por primera vez e
muchas lunas, los aprendices están recibiendo u
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entrenamiento apropiado, y siempre tenemos eestómago lleno.
—Ésas son buenas noticias —repuso Corazó
de Fuego, y se obligó a añadir—: ¿Y qué tal coos proscritos? Nariz Inquieta frunció la frente. —Su llegada al clan no gustó a todos los gato
—admitió—. A mí, por ejemplo, no me hizgracia. Pero no han causado ningún problema… on guerreros fuertes, nadie puede negarlo.
—Entonces, es posible que Estrella de Tigr
e convierta en un gran líder, tal como anunció lprofecía —maulló el lugarteniente.El curandero lo miró sin pestañear. —Resulta extraño que el Clan del Trueno s
desprendiera de un guerrero tan fuerte como él.Corazón de Fuego respiró hondo. A lo mejodebía aprovechar la ocasión para contarle a Narinquieta la verdad sobre Estrella de Tigre.
—Es una larga historia… —empezó.
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—No —lo interrumpió el curandero—. No testoy pidiendo que reveles los secretos de tu clan—Se arrimó más al lugarteniente, amasó el suel
con las patas y se acomodó junto a él—. Fuera lque fuera lo que ocurrió en el Clan del Truenoestoy convencido de una cosa —dijo en voz baj—: el Clan Estelar nos envió a Estrella de Tigre.
—¿Te refieres a la profecía? —En realidad, hay algo más. —Nariz Inquiete lanzó una mirada de reojo—. Nuestro últimíder jamás fue aceptado por el Clan Estelar —
confesó—. Cuando Estrella Nocturna se convirtien líder, el Clan Estelar no le concedió las nuevvidas.
—¿Qué? —Corazón de Fuego se qued
mirándolo con incredulidad. Si Estrella Nocturnólo tenía una vida, era comprensible que lenfermedad hubiese podido con él tan fácilmenteEntonces, recuperó el habla—: ¿Por qué no obtuv
as nueve vidas?
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—El Clan Estelar no me lo explicó. No sé se debía a que Cola Rota aún estaba vivo y el Cla
Estelar seguía reconociéndolo como líder del clan
Para cuando nos enteramos de que Cola Rota habímuerto, Estrella Nocturna estaba demasiado débpara viajar hasta la Piedra Lunar y recibir sunueve vidas. Desde la llegada de Estrella de Tigre
pienso que quizá él haya sido siempre la elecciódel Clan Estelar para nuestro clan. Estrellocturna no era el gato adecuado.
—Y, aun así, ¿el clan lo aceptó como líder?
—El clan nunca supo que no le habíaconcedido las nueve vidas —admitió Narinquieta—. Estrella Nocturna era un gato noble eal a su clan. Decidimos mantener en secreto e
echazo del Clan Estelar. ¿Qué otra cosa podíamohacer? No había otro guerrero en condiciones der líder. Si hubiéramos contado la verdad, el cla
habría sido presa del pánico.
Mientras contaba la historia, su voz revel
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cierto alivio. Corazón de Fuego supuso que ecurandero se alegraba de poder compartir por fiese secreto.
—Los miembros del clan creyeron que lenfermedad era tan letal que se había llevadodas las vidas de Estrella Nocturna de una sol
vez —continuó Nariz Inquieta—. Estaba
asustados… muy asustados. Nunca habían tenidmás necesidad de un líder fuerte.«Así que aceptaron a Estrella de Tigre si
cuestionárselo», pensó Corazón de Fuego
añadiendo lo que el curandero había omitido. Perno había necesidad de que Nariz Inquietexpresara sus dudas hacia su nuevo líder.
—¿Estrella de Tigre ha dicho algo sobre ataca
al Clan del Trueno? —preguntó Corazón de FuegoEl curandero soltó un ronroneo risueño. —¿De verdad esperas que te responda a eso
Traicionaría a mi clan si te lo contase. Por lo qu
o sé, no tienes de qué preocuparte, pero creerm
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o no es cosa tuya.Y Corazón de Fuego lo creía. Al menos, creí
que Nariz Inquieta no sabía nada sobre los plane
de Estrella de Tigre. Sin embargo, si el curanderenía razón era harina de otro costal. —¡Corazón de Fuego!Era la voz de Carbonilla. La gata se habí
puesto en pie y estaba mirando más allá de lhondonada, hacia los ondulados páramos. Aquéera el territorio del Clan del Viento que locuranderos tendrían que atravesar para llegar hast
as Rocas Altas y la ceremonia. —¿Nariz Inquieta y tú vais a quedaros todo edía cotilleando como un par de veteranos?
Sus zarpas amasaban el suelo con impaciencia
Cirro estaba a su lado, con la cabeza erguida y loojos brillantes de ansiedad. —De acuerdo —maulló Nariz Inquiet
evantándose para reunirse con ellos—. Tenemo
odo el día, ¿sabéis? Las Rocas Altas no van
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marcharse a ningún sitio.Los cuatro gatos bordearon la hondonada hast
alcanzar el inicio del páramo barrido por e
viento. Carbonilla se detuvo para entrechocar lanarices con Corazón de Fuego. —Estaré bien —maulló—. Gracias po
acompañarme hasta aquí. Estaré de regres
mañana por la noche. —Ten cuidado —repuso Corazón de Fuego.Ya había estado allí en otra ocasión par
despedirse de Carbonilla: la primera vez que ell
fue a enfrentarse a los misterios de la PiedrLunar. Lo recorrió un escalofrío al pensar en samiga, internándose en los pasadizos subterráneohasta la resplandeciente roca cristalina, para s
comunión silenciosa con el Clan Estelar. No dijnada más; se limitó a darle un rápido lametón en loreja a modo de despedida y luego se quedobservando cómo se alejaba cojeando entre l
vegetación del páramo seguida por los dos gato
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del Clan de la Sombra.
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El bosque estaba oscuro. Aquella noche nbrillaba la luna, y cuando Corazón de Fuego mirhacia arriba sólo vio un difuso entramado d
amas contra el cielo. Los árboles parecían máaltos de lo que recordaba, y lo rodeaban. Zarzas hiedra se enrollaban en sus zarpas.
—¡Jaspeada! —maulló—. Jaspeada, ¿dónd
estás? No hubo respuesta; sólo el sonido del agu
desde algún lugar más adelante. Temía dar un pasmás y no encontrar otra cosa que oscuridad baj
as patas cuando el estruendoso torrente l
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arrastrara.En alguna parte de su mente, Corazón de Fueg
abía que estaba soñando. Se había acostado en l
guarida de los guerreros con la esperanza dencontrarse con Jaspeada en sueños. Cuando eugarteniente llegó por primera vez al Clan de
Trueno, Jaspeada era la curandera, pero fu
asesinada por uno de los sanguinarios seguidorede Cola Rota. Desde entonces la gata visitaba Corazón de Fuego en sueños, de modo que épodía encontrar en su dulce sabiduría la
espuestas a sus problemas.Pero ahora, aunque buscaba más y más por eoscuro bosque, no lograba dar con ella.
—¡Jaspeada! —chilló de nuevo.
No era la primera vez que la gata era invisiblpara él. En la última ocasión, Corazón de Fuególo pudo oír su voz, y se enfrentó al espantos
miedo de que la curandera estuviera alejándose d
él.
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—¡Jaspeada, no me abandones! —suplicó.Un gran peso aterrizó sobre él desde atrá
Corazón de Fuego se retorció sobre el suel
forestal, intentando liberarse. Luego percibió eolor de otro gato, y al abrir los ojos descubrió questaba debatiéndose sobre su lecho de musgomientras Manto Polvoroso lo inmovilizaba por lo
omóplatos. —¿Qué diantre te pasa? —gruñó MantPolvoroso—. ¡No hay quien pegue ojo con esogritos tuyos!
—Déjalo en paz. —Tormenta de Arena levanta cabeza desde su lecho, parpadeando parespabilarse—. Sólo estaba soñando. No es culpuya.
—Porque tú lo digas —resopló MantPolvoroso.Les dio la espalda y salió de la guarida.Corazón de Fuego se incorporó y empezó
quitarse trocitos de musgo del pelo. Entre la
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chamuscadas ramas que los cubrían vio que el soa estaba alto. Tormenta Blanca debía de habealido con la patrulla del alba; no había má
guerreros durmiendo en la guarida.La oscuridad de su sueño iba desvaneciéndosepero no lograba olvidarlo. ¿Por qué el bosquparecía tan negro y aterrador? ¿Por qué Jaspead
no había acudido en su ayuda? ¿Por qué no habícaptado siquiera su olor o su voz? —¿Te encuentras bien? —le preguntó Torment
de Arena, con preocupación en sus ojos verdes.
Corazón de Fuego se sacudió. —Estoy bien —maulló—. Vámonos a cazar.Hacía un día radiante, aunque el frío de l
estación de la caída de la hoja ya se notaba. A
Corazón de Fuego lo alivió ver que la hierba y lohelechos iban creciendo más espesos conforme ebosque se recuperaba. ¡Ojalá durara el bueiempo! Así, el crecimiento proseguiría y la
presas regresarían.
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Encabezó la marcha hacia lo alto del barranc a través del bosque, en dirección al pinar. Desd
el incendio, casi todos los gatos habían evitado l
franja de territorio más cercana al Cortatroncodonde la destrucción era mayor. El fuego habícomenzado allí, y zonas enteras de bosque habíaquedado reducidas a poco más que ceniza gri
alpicada de tocones de árboles. Se preguntó si yhabría posibilidades de encontrar presas por allpero cuando se acercaron al lindero del pinaupuso que iba a llevarse una decepción.
Los pinos, convertidos en estrechos troncocarbonizados, seguían formando un revoltijo, coárboles caídos y enganchados a otros que seguíaen pie. Las pocas ramas que quedaban se mecían
duras penas en la brisa. El suelo estaba negro y ne oía el trino de ningún pájaro. —Es inútil buscar aquí —maulló Tormenta d
Arena—. Vamos a…
Se interrumpió al ver aparecer otro felino entr
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os árboles, una pequeña figura blanca y atigradque avanzaba nerviosamente sobre los restos dencendio. Con un respingo de asombro, Corazón d
Fuego reconoció a su hermana Princesa.Ella lo vio en el mismo momento y corrihacia él gritando:
—¡Corazón de Fuego! ¡Corazón de Fuego!
—¿Quién es ésa? —bufó Tormenta de Aren—. Espantará a todas las presas desde aquí hastos Cuatro Árboles.
Antes de que él pudiera contestar, su herman
legó. La gata ronroneaba como si no fuera a paraamás, mientras le restregaba la cara con la suya e la cubría de lametones.
—¡Corazón de Fuego, estás vivo! —maulló—
Me asusté muchísimo cuando vi el incendioPensaba que Nimbo y tú estabais muertos. —Bueno, yo estoy bien —contestó él, un poc
azorado, dando un rápido lametazo a Princesa
etrocediendo, consciente de la mirada inquisitiv
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de Tormenta de Arena—. Y Nimbo también.Miró de soslayo a Tormenta de Arena y vio s
expresión de desagrado; tenía el pelo erizado.
—Ésta es una minina casera —gruñó lguerrera canela—. Huele a mascota de la cabeza a cola.
Princesa la miró asustada y se pegó más
Corazón de Fuego. —¿Es… es amiga tuya, hermano? —musitó. —Sí, es Tormenta de Arena. Tormenta d
Arena, ésta es mi hermana Princesa, la madre d
imbo.La guerrera se separó un paso. —¿La madre de Nimbo? —repitió—
Entonces, ¿seguís viéndola? —Lanzó una mirada
Corazón de Fuego, preguntándose cuánto le habrícontado él a Princesa sobre la escapada de Nimbcon los Dos Patas.
—A Nimbo le va todo de maravilla —maull
el lugarteniente—. ¿Verdad que sí? —Clavó su
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ojos en los de Tormenta de Arena, rogando que lguerrera no soltara ninguna indiscreción sobre edesobediente aprendiz.
—Caza muy bien —admitió ella—. Y tienpotencial para convertirse en un buen guerrero.Princesa no advirtió cuántas cosas se estab
callando la otra gata. Sus ojos centellearon d
orgullo y dijo: —Sé que será un gran guerrero, con Corazóde Fuego como mentor.
—Pero no me has dicho qué estás haciend
aquí —maulló él, impaciente por cambiar de tem—. Estás muy lejos de tu hogar Dos Patas. —Estaba buscándote. Tenía que saber qué o
había pasado a Nimbo y a ti. Vi las llamas desd
mi jardín, y como después no vinisteis a vermepensé que… —Lo lamento —maulló él—. Habría ido, per
he estado muy ocupado desde el incendio
Tenemos que reconstruir todo el campamento, y e
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el bosque no quedan muchas presas. Y yo tengmás obligaciones desde que me nombrarougarteniente.
—¿Ahora eres lugarteniente? ¿De todo el clanCorazón de Fuego, eso es fantástico!Él se sintió arder de vergüenza bajo la mirad
de su hermana.
Tormenta de Arena se aclaró la garganta. —Hay presas que cazar, Corazón de Fuego… —Tienes razón. Princesa, eres muy valiente a
haber llegado tan lejos, pero ahora será mejor qu
vuelvas a tu casa. El bosque puede ser peligroso sno estás acostumbrada a él. —Sí, lo sé, pero…La interrumpió el rugido de un monstruo d
Dos Patas. En ese instante, Corazón de Fuego noten la nariz el impacto de su áspera pestilencia. Eugido se volvió más intenso, y al cabo de u
momento el monstruo irrumpió entre los árbole
raqueteando por la vereda llena de surcos.
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Instintivamente, los dos gatos guerreros sagazaparon bajo un tronco carbonizado, a lespera de que el monstruo pasara de largo
Princesa se limitó a observarlo con curiosidad. —¡Agáchate! —le bufó Tormenta de Arena.Princesa pareció desconcertada, pero se peg
al suelo junto a su hermano, obediente.
En vez de seguir adelante, el monstruo sdetuvo. El rugido se cortó de golpe. Una parte demonstruo se desplegó, y de sus entrañas saltarores Dos Patas.
Corazón de Fuego intercambió una mirada coTormenta de Arena, y se agachó más. QuizPrincesa se sintiera cómoda con los Dos Patas y smonstruo, pero éstos estaban demasiado cerc
para su gusto, y la vegetación era demasiadescasa como para proporcionarles un refugidecente. El impulso de Corazón de Fuego erechar a correr, pero la curiosidad lo mantuv
clavado al suelo.
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Los Dos Patas llevaban pelajes idénticos coloazul oscuro. No iban acompañados de cachorroDos Patas ni perros, al contrario que la mayoría d
os que aparecían por el bosque. Se separaroentre los árboles quemados, gritando y avanzandpesadamente; sus patas levantaban polvo y cenizaTormenta de Arena bajó la cabeza y reprimió u
estornudo cuando uno de ellos pasó a un zorro ddistancia. —¿Qué están haciendo? —murmuró e
ugarteniente.
—Ahuyentar las presas —siseó Tormenta dArena, escupiendo polvo—. Pero ¿a quién lmporta lo que hagan los Dos Patas? Están todoocos.
—No lo sé…Corazón de Fuego sospechaba que aquelloDos Patas tenían un objetivo, aunque él no supiercuál. La manera en que señalaban con las zarpas
e gritaban unos a otros parecía indicar qu
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estaban moviéndose con un propósito concreto.Otro Dos Patas pasó cerca pisando con fuerza
Había tomado una rama y la usaba para hurgar e
huecos y debajo de matas carbonizadas. Casi daba impresión de que estaba buscando presaexcepto porque con el ruido que estaba haciendhabría espantado hasta al conejo más sordo.
—¿Tú sabes de qué va todo esto? —lpreguntó Corazón de Fuego a Princesa. —No estoy segura —respondió su hermana—
Comprendo un poco su habla Dos Patas, pero n
dicen palabras de las que usan mis amos. Creo questán llamando a alguien, pero no sé a quién.Mientras Corazón de Fuego lo observaba, e
Dos Patas tiró la rama. Había frustración en es
movimiento. Gritó de nuevo, y los otros Dos Pataaparecieron entre los árboles. Los tres regresarode nuevo al monstruo y se metieron en su interioEl rugido volvió a sonar y el monstruo se puso e
marcha con una sacudida y desapareció entre lo
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pinos. —¡Bien! —Tormenta de Arena se incorporó d
un salto y empezó a lamerse meticulosamente e
pelo manchado de ceniza—. ¡Gracias al ClaEstelar que se han ido!Corazón de Fuego se levantó, con la vista fij
en el punto por el que había desaparecido e
monstruo. El sonido se había apagado, y el oloacre se estaba dispersando. —No me gusta —maulló. —¡Oh, vamos, Corazón de Fuego! —Torment
de Arena se le acercó y le dio un empujoncito—¿Por qué te preocupas por los Dos Patas? Soaros, eso es todo.
—No. Creo que saben lo que están haciendo
aunque a nosotros nos parezca raro. Normalmentvienen al bosque con sus cachorros o sus perros…pero éstos no. Si Princesa tiene razón y estababuscando algo, no lo han encontrado. Me gustarí
aber qué es. —Hizo una pausa antes de añadir—
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Además, habitualmente no vemos Dos Patas poesta parte del bosque. Para mi gusto, estádemasiado cerca del campamento.
La expresión de impaciencia de Tormenta dArena se suavizó. La gata le restregó el hociccontra el omóplato para tranquilizarlo.
—Puedes decirles a las patrullas que estén oj
avizor —le recordó. —Sí. —Corazón de Fuego asintió pensativo—Eso haré.
Mientras se despedía de Princesa, intentó deja
a un lado su creciente nerviosismo. En el bosquestaba sucediendo algo que no comprendía, emía que pudiera suponer un peligro para su clan
Tras dejar los lindes del pinar, se encaminarohacia el río y las Rocas Soleadas. No había nastro de presas entre los chamuscados árbole
ésa era la consecuencia del ruido que habían hech
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os Dos Patas. —Seguiremos la frontera con el Clan del Rí
hasta los Cuatro Árboles —decidió Corazón d
Fuego—. Puede que allí haya algo que cazar.Pero, cuando tuvieron las Rocas Soleadas a lvista, Corazón de Fuego se detuvo al oír que llamaba una voz familiar. Levantó la cabeza y vi
a Látigo Gris en lo alto de la roca más cercana. Eguerrero gris bajó de un salto para reunirse con él —¡Corazón de Fuego! Tenía la esperanza d
encontrarte.
—Pues menos mal que no te ha encontrado a una patrulla —gruñó Tormenta de Arena—. Parer un guerrero del Clan del Río, te sientes mu
cómodo en nuestro territorio.
—¡Anda ya, Tormenta de Arena! —maulló édándole un empujoncito juguetón—. Soy yo, tamigo Látigo Gris, ¿recuerdas?
—Demasiado bien —replicó la guerrera, qu
e sentó, se lamió una pata y empezó a limpiarse l
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cara. —¿Qué problema hay? —preguntó Corazón d
Fuego, temiendo que su viejo amigo se hubier
aventurado en el territorio del Clan del Trueno siuna buena razón. —No es exactamente un problema —contest
el guerrero gris—. Por lo menos, espero que no l
ea. Sólo se trata de algo que pensaba qudeberías saber. —Pues suéltalo de una vez —maulló Torment
de Arena.
Látigo Gris sacudió la cola. —Estrella Doblada tuvo una visita ayer —ldijo a Corazón de Fuego, entornando sus ojoámbar—. Era Estrella de Tigre.
—¿Q… qué? ¿Y qué quería?Látigo Gris negó con la cabeza. —No lo sé. Pero Estrella Doblada está mu
débil. Todo el clan sabe que está viviendo s
última vida. Estrella de Tigre pasó muy poc
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iempo con él, pero mantuvo una largconversación con Leopardina.
La mención de la lugarteniente del Clan de
Río incrementó los temores de Corazón de Fuego¿Qué tendrían que decirse la gata y Estrella dTigre? Le pasaron por la mente visiones de alianzentre el Clan de la Sombra y el del Río, con el de
Trueno atrapado en medio. Luego se dijo questaba exagerando. No tenía ninguna razón parcreer que los dos gatos estaban planeando algo.
—No es una novedad que los líderes se visite
entre sí —señaló—. Si Estrella Doblada se estmuriendo, quizá Estrella de Tigre quierpresentarle sus respetos por última vez.
—Sí, es posible —resopló Látigo Gris—
Pero entonces, ¿por qué estuvo tanto tiempo coLeopardina? Intenté acercarme para escucharlos, oí que Estrella de Tigre comentaba algo sobrvolver a nuestro campamento en otra ocasión.
—¿Eso es todo lo que dijo?
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—Es todo lo que yo oí. —Látigo Gris bajó lcabeza, apurado—. Leopardina me vio y dijo quno le buscara las cosquillas.
—A lo mejor Estrella de Tigre sólo pretendíconocerla —aventuró Corazón de Fuego—. Al fi al cabo, pronto será la líder del clan, cuand
muera Estrella Doblada.
Se volvió al oír que otro gato lo llamaba y via Vaharina, que estaba saliendo del río. —¡Oh, loado sea el gran Clan Estelar! —
exclamó Tormenta de Arena—. ¿Es que vamos
ener aquí a todo el Clan del Río? —¡Corazón de Fuego! —lo llamó Vaharinesollando, y luego se dio una buena sacudida
Tormenta de Arena retrocedió malhumorad
cuando unas gotas de agua le salpicaron las pata—. Corazón de Fuego, ¿has visto a Tabora poalguna parte?
—¿Tabora? —repitió el joven, recordando a l
rascible veterana a la que Vaharina creía s
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madre. Él todavía sentía gratitud hacia la viejgata del Clan del Río, por haberle contado lverdad sobre los dos cachorros del Clan de
Trueno que ella había criado como si fueran suyopero hacía mucho tiempo que no la veía—. ¿Quba a andar haciendo Tabora por aquí?
—No lo sé. —Vaharina ascendió la ribera co
a cara crispada de ansiedad—. No logrencontrarla en el campamento. Últimamente estmuy débil y confundida, y me da miedo que shaya perdido y no sepa qué está haciendo.
—No estará aquí —intervino Látigo Gris—o es lo bastante fuerte para cruzar el río a nado. —Entonces, ¿adónde ha ido? —La voz d
Vaharina se convirtió en un lamento—. He buscad
en todos los lugares que se me han ocurrido cercdel campamento, y no está en ninguno. Ademáahora el río tiene poco caudal y no es difícil dvadear.
Corazón de Fuego pensó a toda prisa. S
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Tabora había logrado cruzar el río hasta eerritorio del Clan del Trueno, habría quocalizarla lo antes posible. Los miembros de s
clan ya tenían suficiente miedo a una invasión. Nquería ni imaginarse qué sucedería si el primeren encontrar a Tabora era un gato agresivo comCebrado.
—De acuerdo —maulló—. Yo seguiré lfrontera hasta los Cuatro Árboles para ver si hdo por ahí. Tormenta de Arena, tú regresa a
campamento. Cuenta a los demás lo que h
ocurrido, y adviérteles que no ataquen a Tabora sa ven.La gata puso los ojos en blanco. —Está bien —maulló incorporándose—. Per
cazaré en el camino de vuelta. Ya es hora de qualguien lleve algo de carne fresca al clan. —Y, coa cola bien erguida, se encaminó hacia lo
árboles.
Agradecida, Vaharina inclinó la cabeza ant
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Corazón de Fuego. —Gracias —maulló—. No olvidaré esto. Y
una cosa… si necesitas internarte en el territori
del Clan del Río para llevar a Tabora a casa, dila cualquiera que te encuentres que yo te he dadpermiso.
El lugarteniente se lo agradeció. No querí
maginarse qué sucedería si una patrulla del Cladel Río con Leopardina a la cabeza lo pillaba aotro lado de la frontera.
—Vamos, Vaharina —maulló Látigo Gris par
animarla—. Yo regresaré contigo. Registraremoel campamento de nuevo. —Gracias, Látigo Gris.Vaharina apretó el hocico contra el pelaje de
guerrero gris, y ambos gatos bajaron juntos hasta orilla.Látigo Gris miró atrás para despedirse con u
gañido y acto seguido se lanzó al agua detrás d
Vaharina. Corazón de Fuego se quedó mirand
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cómo llegaban a la ribera opuesta antes ddirigirse hacia los Cuatro Árboles.
Siguió la frontera, renovando las marca
olorosas sobre la marcha, hasta que no estuvejos de los Cuatro Árboles. Le costaba creer qua frágil veterana hubiese logrado llegar hasta all
Pero entonces, al mirar hacia una pendiente rocos
que descendía hasta el río, captó una escuálidfigura gris: avanzaba muy despacio por el puentDos Patas que cruzaba el río, cojeando, en la rutque seguían los gatos del Clan del Río hacia lo
Cuatro Árboles.¡Era Tabora!El lugarteniente abrió la boca para llamarla
pero volvió a cerrarla sin emitir ningún sonido. L
vieja gata había atravesado el puente y seguíadelante por el mismo borde del río. Si oía que llamaba un desconocido, pensó Corazón de Fuego
podía asustarse y caer al agua. Así que decidi
descender la pendiente, arrastrándose con cuidad
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entre las piedras para que no lo viera.Al cabo de unos momentos, Tabora se separ
del río e intentó subir la escarpada ladera qu
levaba a los Cuatro Árboles. Sus zarpas sagarraban débilmente a los guijarros, y Corazón dFuego se preguntó qué se proponía. ¿Se imaginaríque era luna llena e iba de camino a un
Asamblea?Se incorporó y abrió la boca de nuevo parlamarla, pero volvió a morderse la lengua
corrió a ocultarse tras la roca más cercana. Habí
aparecido otro gato, con pasos muy seguroprocedente de los Cuatro Árboles. Su enorme musculoso cuerpo, junto con su oscuro pelajatigrado, resultaban inconfundibles.
¡Estrella de Tigre!
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Corazón de Fuego se asomó por detrás de la rocaEstrella de Tigre había reparado en Tabora y sdirigía hacia ella. Al verlo acercarse, la veteran
gata retrocedió de un salto por la sorpresa y cayópero consiguió ponerse en pie de nuevo y sencaró al gran gato. El nuevo líder del Clan de lSombra le dijo algo, pero Corazón de Fueg
estaba demasiado lejos para oírlo.Pegando la barriga al suelo, se arrastró haci
ellos, empleando todas sus técnicas de caza parque no lo detectaran. Afortunadamente tenía e
viento de cara, de modo que era improbable qu
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Estrella de Tigre captara su olor. No querívérselas con él a menos que fuera inevitable. Coun poco de suerte, Estrella de Tigre iría de camin
a visitar a Leopardina y ayudaría a Tabora egresar al campamento del Clan del Río.Con sigilo y aplastado contra la hierba, s
aproximó más hasta refugiarse tras otra roca mu
cerca de los dos gatos. Según Látigo Gris, Estrellde Tigre había visitado el Clan del Río el díanterior. ¿Por qué necesitaría volver tan pronto?
—No finjas que no me conoces —dijo l
emblorosa voz de Tabora, que Corazón de Fuegconocía bien—. Sé de sobra quién eres. EreCorazón de Roble.
El joven lugarteniente se quedó helado
Corazón de Roble era el padre de Vaharina Pedrizo, el gato que había llevado los cachorros aClan del Río cuando Estrella Azul renunció ellos. Había muerto en una batalla justo antes d
que Corazón de Fuego se uniera al Clan de
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Trueno, pero se parecía un poco a Estrella dTigre: era un macho enorme de pelo oscuro.
Con infinita precaución, levantó la cabeza par
mirar por encima de la roca que le servía descondrijo. Tabora estaba sentada en una pequeñextensión de hierba, justo por encima de uafloramiento rocoso. Miraba a Estrella de Tigre
que se erguía sobre ella a apenas un par de colade distancia. —Hacía lunas que no te veía —continuó l
veterana—. ¿Dónde te escondías?
Estrella de Tigre se quedó mirándola con loojos entornados. Corazón de Fuego esperaba que dijese que se trataba de una confusión, pero se heló la sangre cuando el atigrado se limitó
contestar: —Bueno… aquí y allá.«Por el Clan Estelar, ¿a qué está jugando?», s
preguntó el lugarteniente.
—Por lo menos podrías haber venido a verm
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—se quejó Tabora—. ¿No quieres saber cómo leva a los cachorros?
El enorme gato irguió las orejas y sus ojo
ámbar brillaron con interés. —¿Qué cachorros? —¡Qué cachorros, dice! —Tabora se echó
eír—. ¡Como si no lo supieras! Los dos cachorro
del Clan del Trueno que me pediste que cuidara.Corazón de Fuego se quedó de piedra. ¡Taboracababa de revelar el secreto mejor guardado dEstrella Azul!
Estrella de Tigre se tensó y observó a lveterana con mayor atención; todos los músculode su cuerpo reflejaban su interés. Adelantó lcabeza y dijo algo tan bajito que Corazón de Fueg
no logró captarlo. —Hace muchas estaciones —contestó Taborcon voz confundida—. No me digas que lo habíaolvidado. Tú… No, Corazón de Roble n
necesitaría hacerme esa pregunta. —
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Tambaleándose, retrocedió unos pasos parexaminar mejor a Estrella de Tigre—. ¡Tú no ereCorazón de Roble! —exclamó.
—Eso no importa —maulló el gatranquilizadoramente—. Todavía puedecontármelo. ¿Qué cachorros del Clan del Trueno¿Quién era su verdadera madre?
Corazón de Fuego estaba lo bastante cercpara ver la expresión desconcertada de Tabora. Lveterana ladeó la cabeza, mirando confundida aíder del Clan de la Sombra.
—Eran unos cachorros hermosos —respondivagamente—. Y ahora son unos buenos guerreros.Se interrumpió cuando Estrella de Tigre peg
el hocico a su cara.
—Dime quiénes eran esos cachorros, montóde carroña —exigió el atigrado, perdiendo lpaciencia.
Corazón de Fuego vio con espanto cóm
Tabora daba un paso atrás, aturullada. Las patas l
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fallaron y resbaló. Cayó rodando por la escarpadpendiente y aterrizó duramente contra una de laocas que asomaban entre la vegetación. Se qued
quieta y no volvió a moverse.Corazón de Fuego se sintió abatido y furiosoMientras Estrella de Tigre se acercaba a olfateael cuerpo inmóvil de Tabora, el lugarteniente s
puso en pie y echó a correr por la ladera. Peroantes de que alcanzase al líder del Clan de lSombra, éste dio media vuelta, sin ver a su antiguenemigo, y se alejó en dirección a los Cuatr
Árboles, su propio territorio.Corazón de Fuego llegó hasta Tabora y squedó mirándola. De la pequeña cabeza gribrotaba un hilo de sangre. Sus ojos miraba
ciegamente hacia el cielo. La gata estaba muerta.Corazón de Fuego inclinó la cabeza. —Adiós, Tabora —maulló bajito—. El Cla
Estelar te honrará.
Permaneció en un doloroso silencio, deseand
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haber conocido mejor a Tabora. Su lengua afilad su noble corazón le recordaban a Fauce
Amarillas, y jamás dejaría de agradecerle qu
hubiera compartido su mayor secreto con él, quprocedía de otro clan.Sus tristes pensamientos se viero
nterrumpidos por las voces de dos gatos. Al alza
a mirada, vio que Vaharina y Látigo Gris corríahacia él desde el río. La joven guerrera soltó uaullido de desesperación al descubrir el cadávede la veterana, y se lanzó sobre ella para restrega
a nariz contra su costado. —¿Qué ha pasado? —preguntó Látigo Gris.Corazón de Fuego decidió guardar silenci
obre Estrella de Tigre. Cualquier mención al líde
del Clan de la Sombra podría poner en peligro lverdad sobre los hijos de Estrella Azul, y él sabíque Tabora no querría que saliera a la luz, niquiera dentro de su propio clan. Miró el inert
cuerpo gris y pidió perdón al Clan Estelar por l
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media mentira que iba a contar. —He visto a Tabora subiendo la pendiente —
contestó—. Ha resbalado y no he conseguid
alcanzarla a tiempo. Lo lamento. —No es culpa tuya. —Vaharina lo miró coristeza—. Llevo un tiempo temiendo que pudier
ocurrir algo así.
Volvió a inclinar la cabeza hacia el cuerpo da veterana. Corazón de Fuego sintió una gracompasión dentro del pecho. Tabora habíaceptado a Vaharina y Pedrizo cuando Estrell
Azul, su auténtica madre, renunció a ellos. SiTabora, los dos hermanos habrían muerto. Ella lohabía amamantado y criado hasta que estuvieroistos para convertirse en aprendices. Era la únic
madre que habían conocido, y ningún otro gatpodría haber hecho más por ellos. —Vamos, Vaharina. —Látigo Gris le dio u
uave empujoncito—. Tenemos que llevarla d
vuelta al campamento.
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—Yo os ayudaré —se ofreció el lugartenienteVaharina se incorporó. —No —maulló—. Tú ya has hecho bastant
Corazón de Fuego. Gracias, pero esto es algo qudebe hacer el clan de Tabora.Y con gran cuidado agarró a la veterana por e
pescuezo. Látigo Gris la agarró por otro lado,
untos la bajaron por la cuesta hacia el puente dDos Patas. El cadáver desmadejado de Tabora sambaleaba entre ambos, con la cola arrastrándos
por el suelo.
Cuando alcanzaron el otro lado del ríoCorazón de Fuego se volvió hacia su territorio. Smente daba vueltas sin parar. ¡Estrella de Tigrhabía descubierto que dos guerreros del Clan de
Río procedían del Clan del Trueno! No tenía ndea de qué haría el atigrado con esa informaciónpero sí sabía, tan claro como que el sol saldría poa mañana, que la utilizaría, y tuvo la espantos
ensación de que las consecuencias podrían se
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desastrosas para Estrella Azul y todo el clan.
En el camino de vuelta a casa se detuvo a cazar legó a lo alto del barranco con un conejo en lboca. Al mirar hacia la entrada del campamentovio que Flor Dorada había sacado a sus cachorro
al pie del barranco. Los dos pequeños estabapersiguiéndose entre las rocas, y fingieron atacar Centellina, que agitó la cola y se puso fuera de salcance. Cuando el lugarteniente bajó y dejó e
conejo un momento para echar una ojeadaPequeño Zarzo se le acercó saltando y depositó uatón ante él.
—¡Mira, Corazón de Fuego! —exclamriunfalmente—. ¡Lo he cazado yo solo!
—Su primera presa —explicó Flor Doradaanzando una mirada afectuosa a su hijo.
Los ojos ámbar del cachorro centelleaban democión.
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—Mamá dice que seré tan buen cazador commi padre.
Corazón de Fuego sintió un desagradabl
vuelco en el estómago. Entornó los ojos y miró Flor Dorada. La reina mantuvo la vista clavada eu cachorro, pero por el movimiento de su cola eugarteniente supo que ella sabía que estab
mirándola. —¿Corazón de Fuego? —Pequeño Zarzparecía confundido—. ¿Puedo dar mi ratón a loveteranos?
El lugarteniente se sacudió, enfadado consigmismo. El cachorro lo había hecho muy bien acazar un ratón y se merecía algún elogio. Aun asno podía evitar recordar a Estrella de Tigr
nclinado sobre el cuerpo inmóvil de Tabora, uvo que hacer un esfuerzo para no desahogar sfuria con el inocente Pequeño Zarzo.
—Sí, por supuesto —maulló—. Y muy bie
por cazarlo. Mira si a Tuerta le apetece. Quiz
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crea que vale por una historia.A Pequeño Zarzo se le iluminaron los ojos. —¡Buena idea! —chilló.
Recogió el ratón y salió disparado hacia lentrada del campamento. Su hermana corrió traél.
Flor Dorada estaba mirando ferozmente
Corazón de Fuego, y él supo que la gata habínotado lo forzada que había sido su alabanza. —Ya te lo dije —maulló la reina con frialda
—: no pienso contarles a mis hijos nada mal
obre su padre. Somos leales al clan… todonosotros.Dio media vuelta, pasándole la cola por l
cara, y regresó al campamento.
El lugarteniente recogió su conejo y la siguicon intención de llevarle la presa a Carbonilla yde paso, aprovechar para hablar con ella sobrPequeño Zarzo. Quizá la curandera tuviera algun
dea sobre cómo tratar al cachorro. La gata gri
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había regresado al campamento a altas horas de lnoche, tras la reunión de curanderos en las RocaAltas; Corazón de Fuego sabía que estab
exhausta, pero le había parecido que el resplandode la Piedra Lunar seguía reluciendo en sus ojos.Cuando llegó al claro del campamento a travé
del túnel de aulagas, que ya estaba rebrotando, vi
a Carbonilla sentada con Cola Pintada delante da maternidad. La curandera estaba observando Copito de Nieve, que toqueteaba algo del suelo unas pocas colas de su madre. «Bien —pensó—
Ahora sabremos si a Copito de Nieve le ocurralgo». Se acercó a las dos gatas y dejó el conejo aado de Carbonilla.
—Esto es para ti —maulló—. ¿Cómo t
ientes después de tu viaje?La curandera se volvió hacia él. Sus ojoazules reflejaban tranquilidad.
—Me encuentro bien —ronroneó—. Gracia
por el conejo. Cola Pintada y yo estábamo
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charlando sobre Copito de Nieve. —No hay nada de qué charlar —masculló l
eina, encorvando los omóplatos.
Sonó malhumorada, pero en Carbonilla habíuna nueva aura de autoridad, y Corazón de Fuegupuso que la gata mayor no se había atrevido
negarse en redondo a hablar con ella.
Carbonilla inclinó la cabeza. —Sólo tienes que llamarlo, ¿quieres? —lpidió.
Cola Pintada soltó un resoplido y obedeció:
—¡Copito de Nieve! ¡Copito de Nieve, veaquí!Agitó la cola mientras lo llamaba. El cachorr
e levantó, abandonando la bola de musgo con l
que estaba jugando, y fue hasta su madre. Ella ldio un lametón en la oreja. —Bien —maulló Carbonilla—. Ahora
Corazón de Fuego, ve hasta allí y llámalo tú, po
favor. —Señaló un punto a unos zorros d
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distancia. En un susurro, añadió—: No te muevaEmplea solamente la voz.
Desconcertado, el lugarteniente lo hizo. Per
en esta ocasión, y aunque estaba mirando en sdirección, Copito de Nieve no se movió. No hubninguna reacción por su parte, ni siquiera cuandCorazón de Fuego lo llamó repetidas veces.
Algunos gatos que iban de camino al montóde carne fresca se acercaron a ver qué estabucediendo. Estrella Azul, seguramente atraída poas voces, salió de su cueva y se sentó a mirar a
pie de la Peña Alta. Cola Moteada, que sencaminaba a la guarida de los veteranos, sdetuvo junto a Cola Pintada y le dijo algo. La reine soltó una réplica irritada, pero el lugartenient
estaba demasiado lejos para oír qué se habíadicho. La veterana hizo caso omiso del mal humode Cola Pintada y se sentó al lado de Carbonillpara observar bien la escena.
Corazón de Fuego siguió llamando al cachorr
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hasta que su madre le dio un empujón, señalandal lugarteniente, y entonces el joven corrió haciél.
—Bien hecho —maulló Corazón de Fuego. Yepitió la alabanza cuando vio que el gatito squedaba mirándolo inexpresivamente.
Tras una pausa, el cachorro maulló:
—Está bien. —Pero sus palabras sonaron tadesentonadas que al lugarteniente le costentenderlas.
Acompañó a Copito de Nieve de nuevo hast
u madre y Carbonilla. A esas alturas, sospechabcuál era el problema, y no se sorprendió cuando lcurandera se volvió hacia Cola Pintada y le dijo:
—Lo siento mucho, Cola Pintada… Copito d
ieve es sordo.La reina arañó el suelo con las zarpas. Sexpresión era una mezcla de congoja y rabia.
—¡Ya sé que es sordo! —espetó por fin—. So
u madre. ¿Crees que yo no lo sabría?
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—A menudo, los gatos blancos con ojos azuleon sordos —informó Cola Moteada a Corazón d
Fuego—. Recuerdo uno de mi primera camada…
—Suspiró. —¿Qué le sucedió? —preguntó eugarteniente, aliviado porque Nimbo, que tambié
era blanco con ojos azules, tuviese buen oído.
—Nadie lo sabe —contestó la veterana coristeza—. Desapareció cuando tenía tres lunaPensamos que se lo habría llevado un zorro.
Cola Pintada atrajo a Copito de Nieve hacia s
fieramente protectora. —¡Bueno, pues ningún zorro se llevará a mhijo! —exclamó—. Yo puedo cuidar de él.
—Estoy segura de que puedes —maull
Estrella Azul, acercándose al grupo—. Pero memo que nunca será guerrero.Corazón de Fuego advirtió que la líder tení
uno de sus días buenos. Su voz sonaba compasiv
pero resuelta, y sus ojos tenían una mirada clara.
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—¿Por qué no puede ser guerrero? —quisaber Cola Pintada—. No le pasa nada malo. Es u
cachorro bueno y fuerte. Hace las cosas como e
debido si le indicas qué tiene que hacer. —Eso no es suficiente —replicó Estrella Azu—. Ningún mentor podría enseñarle a pelear ni cazar guiándose por las señales. No oiría la
órdenes en una batalla, ¿y cómo atraparía presas sno puede oír ni captar el sonido de sus propiopasos?
Cola Pintada se levantó de un brinco con e
pelo erizado. Por un momento, Corazón de Fuegpensó que saltaría sobre Estrella Azul, pero dimedia vuelta, obligó a Copito de Nieve a ponersen pie y desapareció con él en la maternidad.
—Se lo está tomando muy mal —maulló ColMoteada. —¿Y cómo esperas que se lo tome? —repus
Carbonilla—. Está haciéndose mayor. Éste tal ve
ea su último cachorro, y ahora descubre que n
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iquiera podrá ser guerrero. —Carbonilla, debes hablar con ella —orden
a líder—. Debes entender que las necesidades de
clan son lo primero. —Sí, por supuesto, Estrella Azul —respondia curandera con un gesto respetuoso—. Pero cre
que es mejor que antes pase un tiempo a solas co
Copito de Nieve, para que vaya acostumbrándosa que el resto del clan sabe lo de su sordera.Estrella Azul accedió con un gruñido y regres
a su guarida. El lugarteniente no pudo evita
entirse decepcionado. No mucho tiempo atrás, líder habría hablado personalmente con ColPintada, y quizá habría considerado algunaposibilidades para el futuro de Copito de Nieve e
el clan. «¿Qué ha sido de su compasión comprensión?», se preguntó. Se le erizó el pelo aeparar en que a su líder parecían no importarle e
cachorro sordo ni su madre.
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El sol se elevaba por encima de los árbolemientras Corazón de Fuego y su patrulla saproximaban a las Rocas de las Serpientes, en e
extremo opuesto del territorio cercano al río. Encendio no había llegado hasta allí; la vegetacióeguía siendo frondosa y verde, aunque las hoja
habían empezado a caer.
—Espera —le dijo Corazón de Fuego a Espincuando éste salió disparado hacia las rocas—. Nolvides que por aquí hay víboras.
El aprendiz frenó en seco.
—Lo siento, Corazón de Fuego.
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Desde que Estrella Azul se había negado nombrarlos guerreros, el lugarteniente habíomado la decisión de dedicar tiempo a todos lo
aprendices por turnos, y de incluir al menos uno ecada patrulla, para demostrarles que el clan lovaloraba. El ceño de Zarpa Rauda sugería que ldisgustaba el retraso, pero a Espino no parecí
mportarle la espera para obtener el estatus dguerrero.Musaraña, la mentora de Espino, se acercó a
oven.
—Dime qué hueles.El aprendiz se colocó con la cabeza erguida a boca abierta, paladeando el aire.
—¡Ratón! —exclamó, y se pasó la lengua po
a boca. —Sí, pero ahora no estamos cazando —lecordó Musaraña—. ¿Qué más?
—El Sendero Atronador… hacia allá. —
Espino señaló con la cola—. Y a perro.
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Corazón de Fuego, que estaba bebiendo agude un hueco del suelo, irguió las orejas. Aolfatear el aire, se dio cuenta de que Espino tení
azón. Había un fuerte olor a perro, y era reciente —Qué extraño —comentó—. A menos que loDos Patas se hayan levantado muy temprano, eolor debería ser rancio. De anoche, como mínimo
Recordó que Tormenta Blanca habíencontrado vegetación aplastada y plumas dórtola cerca de las Rocas de las Serpiente
Entonces el lugar también olía a perro, pero es
olor no habría permanecido tanto tiempo. —Será mejor que echemos un buen vistazo —maulló.
Tras ordenar a Espino que no se separara de s
mentora, los mandó hacia los árboles mientras ée acercaba sigilosamente a las rocas. Antes dlegar, oyó que Musaraña lo llamaba.
—¡Ven a ver esto!
Bordeando una mata de zarzas, Corazón d
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Fuego se unió a la guerrera marrón y miró haciabajo, hacia un pequeño claro de ladoescarpados. Al fondo había un charco de agu
estancada y verdosa, lleno de hojas caídas. Entenso olor a helechos aplastados alcanzó laglándulas olfativas del lugarteniente, pero apenae notaba bajo la abrumadora pestilencia a perro
Había plumas de tórtola esparcidas por todapartes, y retazos de piel que podrían ser de ardillo de conejo. Ladera abajo, Espino olfateó umontón de excrementos caninos y retrocedió co
un bufido de asco.Corazón de Fuego se obligó a examinar todoos detalles de la escena. Los Dos Patas no podía
haber dejado tantos rastros, ni tampoco pisotear l
vegetación de aquel modo y esparcir restos dpresas como si fuera la madriguera de un zorro. Averlo con sus propios ojos, fue consciente de quealmente había algo que no marchaba bien.
—¿Qué piensas? —le preguntó Musaraña.
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—No lo sé. —El lugarteniente se sentía reacia expresar sus temores—. Es como si hubiera uperro suelto por el bosque, sin Dos Patas.
«¿Era eso lo que los Dos Patas estababuscando?», se preguntó, recordando a los treDos Patas que habían aparecido en su monstrucuando estaban en el pinar con Tormenta de Arena
Pero eso había sucedido lejos de allí, en el otrado del territorio del clan. —¿Qué vamos a hacer? —inquirió Espino
nusualmente serio.
—Informaré a Estrella Azul —decidiCorazón de Fuego—. Si hay un perro deambulandpor nuestro territorio, tendremos que hacer algo aespecto. Quizá consigamos alejarlo de aquí d
algún modo.Era evidente que el perro estaba cazandpresas muy valiosas para el clan, y Corazón dFuego no quiso pensar qué podría suceder si e
animal se encontraba con algún guerrero.
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Mientras se alejaban del claro de regreso acampamento, tuvo la sensación de que el bosque shabía vuelto extrañamente hostil. Conocía cad
uno de los árboles y piedras, pero, sin embargo, eus profundidades había algo (no una esencia ni uonido: más bien un eco remoto) que n
comprendía. ¿Se trataría sólo de un perro? ¿O e
que, después de todo, iban a cumplirse los temorede Estrella Azul? ¿Acaso el Clan Estelar teníprevisto otro desastre para el Clan del Trueno?
La patrulla casi había alcanzado el campamentcuando Corazón de Fuego captó el olor de gatos us espaldas. Al volverse, vio a Tormenta Blanca
Centellina y Nimbo, avanzando entre los restoennegrecidos del bosque. Todos ellos veníacargados con carne fresca.
—¿Buena caza? —preguntó el lugartenientcuando llegaron a su altura.
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Tormenta Blanca dejó en el suelo el conejo qulevaba en la boca.
—No ha estado mal —contestó—, pero hemo
enido que ir hasta los Cuatro Árboles parencontrarla. —Aun así, son piezas buenas y rollizas —
maulló Corazón de Fuego con aprobación—. Bie
hecho —añadió a los aprendices, que arrastrabaun par de ardillas. —Hemos visto algo que deberías saber —
maulló Tormenta Blanca—. Volvamos a
campamento.El guerrero blanco recogió su conejo y siguió Corazón de Fuego barranco abajo. En cuantdepositaron las presas en el montón de carn
fresca, el lugarteniente mandó a los aprendices levar comida a los veteranos, luego escogió unpieza para él y se acomodó junto a TormentBlanca. Musaraña tomó un mirlo del montón y s
unió a los dos guerreros.
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—¿Qué es lo que has visto? —preguntCorazón de Fuego, después de dar unos mordiscoa su campañol para acallar su estómago vacío.
La expresión de Tormenta Blanca sensombreció, y el joven supo la respuesta antes dque le contestara.
—Más restos esparcidos de presas —maull
el viejo guerrero—. Trozos de pelaje de conejo. Ymás olor a perro. Esta vez, no muy lejos de loCuatro Árboles, cerca de la frontera con el Cladel Río.
—¿Olor reciente? —De ayer, me parece.Corazón de Fuego asintió, con un hormigueo d
ansiedad en las zarpas. Era obvio que el perr
había llegado más lejos de lo previsible. Traengullir el resto del campañol, le contó a TormentBlanca lo que había encontrado su patrulla esmañana.
—Todo el lugar apestaba —añadió Musaraña
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evantando la vista de su comida—. En nuestrerritorio hay un perro que está matando nuestra
presas, ¿verdad?
—Sí, creo que sí. —Corazón de Fuego svolvió hacia Tormenta Blanca—. Cuando mdijiste por primera vez que habías captado su olomaginé que el perro ya habría vuelto a su casa d
Dos Patas. Pero es evidente que no ha sido así. —Tendremos que deshacernos de él de algunmanera —maulló Tormenta Blanca muy serio.
—Lo sé. Voy a informar a Estrella Azu
Probablemente quiera convocar una reunión dclan.Corazón de Fuego cruzó el claro hacia la Peñ
Alta. Mientras el sol llegaba a su cénit, la vida de
campamento continuaba pacíficamente. Cenicient Zarpa Rauda correteaban delante del dormitoride los aprendices. Cerca de la guarida de loguerreros, Escarcha y Pecas compartían lengua
as dos con aspecto soñoliento por haber montad
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guardia esa noche. En el centro del claro, ColPintada hacía señas a su cachorro con las patas a cola, mientras Fronde Dorado los observaba
Corazón de Fuego sintió una punzada de miedo apensar en los estragos que podría causar el perrdescarriado si encontraba el campamento.
Ya casi había llegado a la cueva de Estrell
Azul cuando Fronde Dorado se levantó y fue haciél. —Corazón de Fuego, ¿puedo comentarte un
cosa?
El lugarteniente se detuvo. —Si lo haces rápido. Tengo que hablar coEstrella Azul.
—Se trata de Cola Pintada —explicó el jove
guerrero—. Estoy preocupado por ella. Considerque Copito de Nieve debería convertirse eaprendiz y está intentando entrenarlo ella mismacomo si fuera su mentora. Cree que, si Estrell
Azul ve que el cachorro puede aprender, tendr
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que nombrarlo guerrero.Corazón de Fuego prestó más atención a l
gata y su hijo, y advirtió que no estaban jugand
in más… por lo menos ella. Cola Pintada estabenseñándole la postura de acecho. El cachorrparecía divertirse, rodando sobre sí mismo golpeando a su madre con las zarpas, pero n
mitaba sus movimientos con ninguna exactitudSiguió mirándolos con creciente tristeza. —Quizá sea lo mejor. —Al cabo de u
momento, suspiró—. Si Cola Pintada se da cuent
por sí misma de que Copito de Nieve no puedaprender, quizá pueda aceptar que jamás serguerrero.
—Quizá. —Fronde Dorado no sonó mu
convencido—. En cualquier caso, me gustaríeguir observándolos, a ver si puedo ayudar ealgo.
Corazón de Fuego lo miró con aprobación
Aunque no hacía muchas lunas que era guerrero
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Fronde Dorado tenía el aire serio de un gatmayor. Estaba preparado para tener un aprendiz, Corazón de Fuego estaba convencido de que serí
un buen mentor… paciente y responsable. Pero npara Copito de Nieve. El lugarteniente sabía quel cachorro sordo jamás tendría un mentor, jamáasistiría a las Asambleas, ni conocería la intens
alegría de ser un guerrero al servicio de su clanSin embargo, mientras no hubiera otros cachorronecesitados de mentor, no haría ningún daño quFronde Dorado se interesara por Copito de Nieve
—Está bien, siempre que eso no interfiera cous obligaciones guerreras —respondió—. Si se tocurre algo, comunícamelo. Yo volveré a hablacon Carbonilla.
—Gracias, Corazón de Fuego —maulló eoven, y se acomodó en el suelo, doblando lapatas pulcramente bajo el pecho, para seguobservando a Cola Pintada y Copito de Nieve.
El lugarteniente vaciló, sintiendo lástima po
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el cachorro sordo y su madre, y por FrondDorado, cuyas esperanzas de convertirse ementor se verían frustradas en esa ocasión. A
continuación dio media vuelta y fue en busca dEstrella Azul.La líder estaba tumbada en su lecho, en e
incón más profundo de la guarida. La luz del so
no llegaba hasta allí, y la gata parecía una sombrgris. Pero los restos de una ardilla demostrabaque había comido, y cuando Corazón de Fuego sdetuvo en el umbral, ella giró la cabeza par
impiarse el lomo. El lugarteniente se sintianimado por esas señales de una rutina normal.Arañó el suelo para atraer su atención,
cuando la gata se volvió a mirar, él dijo:
—Estrella Azul, ¿puedo pasar? Tengo algo qucontarte. —Nada bueno, supongo —maulló la líder co
amargura. El joven se estremeció ante su tono,
ella pareció aplacarse—. Está bien, entra
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cuéntame. —Creemos que hay un perro suelto en e
bosque.
Le describió la primera vez que TormentBlanca descubrió restos de presas cerca de laRocas de las Serpientes, lo que su patrulla habívisto esa misma mañana, y los restos de conej
que Tormenta Blanca había encontrado cerca dos Cuatro Árboles.La gata permaneció en silencio, contempland
a pared, hasta que el lugarteniente terminó
Entonces se volvió de golpe hacia él. —¿Cerca de los Cuatro Árboles? ¿Dónde? —Tormenta Blanca dice que junto a la fronter
con el Clan del Viento.
Estrella Azul soltó un gruñido y clavó lagarras en el suelo. —Sí… ¡ya lo veo! —bufó—. El Clan de
Viento ha estado cazando en nuestro territorio.
El joven se quedó mirándola.
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—Disculpa, Estrella Azul. No lo comprendo. —Entonces ¡eres idiota! —gruñó la líder. D
pronto pareció relajarse—. No, Corazón de Fuego
ú eres un guerrero bueno y noble. No es culpa tuyque no puedas imaginarte la traición de los otros.«¿De qué está hablando? —pensó él—. ¿E
que ha olvidado que fui yo quien le contó lo d
Garra de Tigre?». Desde luego, aquél no era unde los días buenos de Estrella Azul. La gata tenía mirada desorbitada y el pelo erizado, como
ante ella hubiera filas de enemigos. Quizá, en s
confusión, creía que así era. —Pero, Estrella Azul —protestó—, en todoos sitios donde hemos encontrado restos de presa
olía a perro. No hay ninguna razón para pensar qu
el responsable es otro clan. —¡Cerebro de ratón! —siseó la gataacudiendo la cola—. Los perros no se comporta
así. Vienen aquí con sus Dos Patas, y sus Do
Patas se los llevan otra vez. ¿Quién ha oído habla
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de un perro deambulando solo por el bosque? —Que no haya sucedido antes no significa qu
no pueda suceder ahora —razonó Corazón d
Fuego—. ¿Por qué crees que se trata del Clan deViento? —¿Es que no lo ves? —La voz de Estrell
Azul estaba teñida de ira—. Sus guerreros estaba
cazando conejos, y éstos debieron de cruzar lfrontera con el Clan del Río a la altura de loCuatro Árboles. Allí, el territorio del Clan del Ríes estrecho. Los guerreros persiguieron a su
presas traspasando ambas fronteras, hasta nuestraierras, antes de conseguir cazar los conejos. —Líder hablaba con convicción, como si lo hubier
presenciado con sus propios ojos—. Bien, ¡pue
erá mejor que el Clan del Viento se ande cocuidado!Al lugarteniente le dio un vuelco el corazón
Sonaba como si Estrella Azul estuviera planeand
atacar al clan vecino. «¡No podremos afrontar má
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problemas!», pensó. Una imagen brotó en scabeza: Estrella de Tigre, de camino a visitar Estrella Doblada y Leopardina. Con la perspectiv
de una posible alianza entre el Clan del Río y el da Sombra, lo último que necesitaban era unguerra con el Clan del Viento.
—Quizá tengas razón, Estrella Azul —admiti
diplomáticamente—, pero no podemos culpar aClan del Viento sin auténticas pruebas. Podríhaber sido el Clan del Río, ¿no?
—¡Tonterías! —espetó la líder—. Los gato
del Clan del Río jamás cruzarían una frontera ebusca de presas. Conocen perfectamente el códigguerrero. ¿Es que has olvidado cómo nos ayudarodurante el incendio? De no haber sido por ello
odos habríamos acabado quemados o ahogados.«Sí, y Leopardina no dejará que nos olvidemode eso», pensó el lugarteniente. A lo mejor, el Cladel Río creía que unos cuantos conejos sólo era
el principio del pago por su ayuda. Sacudió l
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cabeza para apartar esas ideas. No tenía ningúentido culpar al Clan del Río. Sabía con certez
qué olores había captado. El responsable de la
presas muertas era un perro, y tenía que convencede ello a la líder. —Estrella Azul, de verdad creo… —empezó.Ella lo interrumpió con un movimiento de l
cola. —¡No! —insistió—. Eres tú, Corazón dFuego, quien vino a verme tras la última Asamblepara contarme cómo Estrella Alta había dado l
bienvenida a Estrella de Tigre como líder del Clade la Sombra. —¡Lo hizo a regañadientes! —intentó protesta
el lugarteniente, pero la líder no lo escuchó.
—¿Acaso has olvidado cómo los guerreros deClan del Viento me impidieron viajar a las RocaAltas? ¿Y cómo te atacaron cuando traías a Nimbde vuelta a casa? No mostraron ninguna gratitu
cuando Látigo Gris y tú los devolvisteis a su hoga
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ras el exilio. ¡Estrella Alta está trabajando juntal Clan Estelar en mi contra! Se ha aliado con mmayor enemigo, y ahora él y sus guerreros invade
mi territorio. Es una vergüenza de guerrero; él…—Los ojos se le desorbitaron y su voz se convirtien un ronquido ahogado, como si apenas pudierpronunciar las palabras.
Atónito, Corazón de Fuego se dispuso marcharse. —Estrella Azul… —dijo suplicante—. Ha
estado enferma; será mejor que vaya a buscar
Carbonilla.Antes de que pudiera salir, un estridentaullido resonó en el claro. Era el sonido dmuchos gatos elevando su voz en un espantos
grito de terror. Corazón de Fuego dio un brinco alió corriendo de la guarida.El centro del claro estaba prácticament
desierto, bañado por una brillante luz, pues e
dosel de hojas habitual había ardido en e
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ncendio. Había gatos agazapados en el lindero, eos escasos refugios que proporcionaban los muro
de helechos carbonizados. Corazón de Fueg
entrevió a Flor Dorada y Sauce, metiendo a sucachorros en la maternidad. Fronde Dorado estabempujando a un par de veteranos hacia su guaridanstándolos a apresurarse.
Los gatos agazapados miraban hacia el cielcon los ojos dilatados de miedo. Corazón dFuego oyó un batir de alas y vio un halcón volanden círculos por encima de los árboles; sus áspero
chillidos reverberaban. Al mismo tiempo, reparen que un gato no había buscado refugio: Copito dieve seguía revolcándose y jugando en medio de
claro.
—¡Copito de Nieve! —aulló Cola Pintada.La gata acababa de aparecer por detrás de lmaternidad, el lugar donde las reinas hacían sunecesidades, y en cuanto comprendió lo que estab
pasando salió disparada hacia su cachorro. En e
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mismo instante, el halcón se lanzó en picadoCopito de Nieve chilló cuando las crueles garrae hincaron en su lomo. El ave batió sus grande
alas. Corazón de Fuego echó a correr, pero ColPintada fue más rápida que él. Cuando el halcóevantó el vuelo, la gata dio un salto y clavó la
uñas en el pelaje del cachorro blanco.
Durante unos momentos agónicos, madre e hijquedaron colgando de las garras del halcón. Epropio Corazón de Fuego se impulsó hacia arribapero estaban demasiado altos. Entonces, el av
iberó una de sus garras para herir a Cola Pintaden la cara. La gata se soltó y cayó al suelo, dondaterrizó duramente. Sin el peso de la reina, ehalcón se elevó velozmente y desapareció e
dirección a los Cuatro Árboles. Los aullidodespavoridos de Copito de Nieve se perdieron o lejos.
—¡No! —Cola Pintada soltó un aullido d
pura desesperación—. ¡Mi cachorro! ¡Oh, m
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cachorro!Fronde Dorado pasó corriendo junto a Corazó
de Fuego, saltó el muro del campamento por u
punto donde la reconstrucción apenas habícomenzado y se internó en el bosque. Aunque eugarteniente sabía que la persecución sería inútie volvió en busca del gato más cercano.
—Zarpa Rauda, ve con él.El aprendiz abrió la boca para protestaconsciente de que seguir al halcón no serviría dnada, pero volvió a cerrarla y fue tras Frond
Dorado. —Copito de Nieve no podía oír —murmurTormenta de Arena, tocando la mejilla de Corazóde Fuego con la nariz—. No ha oído al halcón,
ampoco nuestros gritos de advertencia. —¡Es culpa mía! —se lamentó Cola Pintad—. Yo lo he dejado solo y ahora… ¡El halcódebería haberme llevado en su lugar!
Tormenta de Arena se acercó a la rein
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atigrada para consolarla, y Carbonilla le dio uierno lametón en las orejas.
—Ven a mi guarida —dijo la curander
dulcemente—. Cuidaremos de ti. No tabandonaremos.Pero Cola Pintada se negaba a aceptar e
consuelo.
—Copito de Nieve se ha ido, y es culpa mí—gimió. —No es culpa tuya —declaró Estrella Azul.El lugarteniente se volvió y vio que su líder s
dirigía hacia ellos. La corpulenta gata gris parecífuerte y decidida, con más aspecto de guerrera quos demás gatos, que estaban destrozados po
haber perdido a Copito de Nieve.
—No es culpa tuya —repitió la líder—¿Quién iba a pensar que un halcón se abalanzaríen medio de un campamento para llevarse a ucachorro, con tantos gatos alrededor? Esto es un
eñal del Clan Estelar. No puedo seguir negando l
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verdad más tiempo. —Estrella Azul observó apetrificado clan, y su voz vibró de furia—. ¡EClan Estelar está en guerra con el Clan del Trueno
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Mientras el clan la miraba horrorizado, EstrellAzul dio media vuelta y se encaminó a su guaridaCorazón de Fuego fue tras ella, pero la líder l
espetó sin volver la cabeza: —¡Déjame en paz!Había tanto veneno en su voz que e
ugarteniente frenó en seco. «¿Qué se supone qu
engo que hacer ahora?», se preguntó. Erconsciente de que el clan estaba al borde depánico. La conmoción por el ataque del halcón y lnterpretación que Estrella Azul había hecho de
uceso estaba convirtiéndolos en cachorro
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atemorizados. A él mismo le temblaban las patapero dejó sus miedos a un lado y saltó a la PeñAlta.
—¡Escuchad! —llamó—. Reuníos aquí todos.Poco a poco, los gatos obedecieronapiñándose encorvados al pie de la roca. Algunoanzaban miradas asustadas al cielo, como s
emieran el regreso del halcón. Corazón de Fuegeparó en que Frondina se pegaba a MantPolvoroso. Cebrado estaba agazapado como screyera que el Clan Estelar iba a lanzarles un
luvia de fuego. También se fijó en Nimbo. Eaprendiz miraba alrededor con incredulidad. —¿A qué viene tanto alboroto? —le preguntó
Centellina—. Todos sabemos que el Clan Estela
no es más que un cuento para cachorros. Eealidad no pueden hacernos nada.Centellina se volvió hacia él escandalizada. —¡Nimbo, eso no es cierto! —exclamó.
—¡Oh, vamos! —El aprendiz blanco le dio u
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coletazo afectuoso—. Tú no te creerás ese montóde paparruchas, ¿verdad? —Y demostró sndiferencia sentándose para limpiarse las patas.
Corazón de Fuego se quedó mirando a saprendiz mientras un temor frío le helaba langre. Sabía desde hacía tiempo que Nimbo nespetaba el código guerrero, pero ignoraba qu
ampoco creyera en la existencia del Clan Estelar.Al otro lado del claro, Carbonilla y Pecaguiaban delicadamente a Cola Pintada a la guaridde la curandera. Carbonilla se detuvo de pronto, l
dijo algo a Pecas y regresó cojeando a la PeñAlta. —Quizá me necesites, Corazón de Fuego —
maulló—. Pero sé rápido. Tengo que cuidar d
Cola Pintada.El lugarteniente asintió. —Gatos del Clan del Trueno —empezó
evantando la voz—, acabamos de presenciar alg
espantoso; nadie puede negarlo. Pero debemo
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ener cuidado con el significado que demos a estragedia. Carbonilla, ¿Estrella Azul está en l
cierto? ¿Significa que el Clan Estelar nos h
abandonado?Carbonilla habló con voz clara desde el pie da roca.
—No —respondió—. El Clan Estelar no me h
mostrado nada que sugiera eso. El campamentestá más expuesto desde el incendio, de modo quno es extraño que el halcón haya visto a su presa.
—Entonces, que hayamos perdido a Copito d
ieve… ¿es sólo un accidente? —preguntCorazón de Fuego. —Sólo un accidente —aseguró la curandera—
o tiene nada que ver con el Clan Estelar.
Corazón de Fuego advirtió que el claempezaba a relajarse: la seguridad de Carbonillos había tranquilizado. Los gatos estabampactados y apenados por la pérdida de Copit
de Nieve, pero las miradas de terror iba
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desapareciendo.Sin embargo, junto con el alivio, Corazón d
Fuego sintió inquietud: cuando los miembros de
clan se recuperaran de la impresión, empezarían preguntarse por qué Estrella Azul había ido taejos como para proclamar la guerra a su
antepasados guerreros.
—Gracias, Carbonilla —maulló.La gata sacudió la cola y se dirigió cojeando u guarida.
Corazón de Fuego dio un paso adelante en l
alto de la roca y miró a los gatos que lobservaban. —Hay algo más que debo contaros —
comenzó. No estaba muy seguro de decir aquello
a que Estrella Azul insistía en que el Clan deViento era el responsable de los conejos muertopero no podía guardar silencio si lo que estaba euego era la seguridad del clan—. Creemos qu
hay un perro suelto en nuestro territorio. No l
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hemos visto, pero hemos detectado su olor en laRocas de las Serpientes y en los Cuatro Árboles.
Un murmullo de ansiedad brotó entre lo
congregados. Tormenta de Arena preguntó: —¿Y qué hay de los perros de la granja situadmás allá del territorio del Clan del Viento? Quizea uno de ésos.
—Quizá —concedió Corazón de Fuegoecordando a las salvajes criaturas que los habíaperseguido a Tormenta de Arena y a él cuandfueron a buscar a Nimbo—. Hasta que se vay
ejos de aquí —continuó—, tendremos que seespecialmente cuidadosos. Los aprendices ndeben salir sin un guerrero. Y todos los gatos qualgan del campamento tendrán una tarea extra
buscar rastros de ese perro… olor, huellas, restode presas… —Y excrementos —intervino Musaraña—. A
esas criaturas asquerosas ni se les ocurr
enterrarlos.
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—Bien —maulló el lugarteniente—. Sdescubrís cualquiera de esas cosas, informadme dnmediato. Necesitamos averiguar dónde tiene s
madriguera ese perro.Mientras daba las órdenes, se esforzó podisimular su creciente temor. No lograba mitigar lensación de que el bosque estaba observándolo
escondiendo un enemigo mortal entre sus árbolePor lo menos, la amenaza de Estrella de Tigre erun peligro real. Pero aquel perro oculto era otrcuestión, invisible e impredecible.
Tras despachar al clan, Corazón de Fuego saltde la Peña Alta y se dirigió a la guarida dCarbonilla. De camino, vio que Fronde Doradentraba en el campamento cojeando, con Zarp
Rauda a la zaga. El guerrero tenía el pelaje ralo ealgunos puntos, pues había atravesado zarzales maleza persiguiendo al halcón. Al ver su cabezgacha y su expresión abatida, Corazón de Fueg
upo todo lo que necesitaba saber, pero esperó
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que el joven se acercara para informarle. —Lo lamento, Corazón de Fuego. Hemo
ntentado seguirlo, pero lo hemos perdido.
—Has hecho todo lo posible —contestó eugarteniente, restregando la cabeza contra eomóplato del joven guerrero—. No habídemasiadas esperanzas.
—Ha sido una pérdida de tiempo y energía —gruñó Zarpa Rauda, aunque sus ojos revelaban sfrustración por no haber salvado al cachorro.
—¿Dónde está Cola Pintada? —pregunt
Fronde Dorado. —Con Carbonilla. Ahora voy a ver cómo sencuentra. Vosotros dos, comed algo y luego id descansar.
Esperó a que los dos gatos obedecieran antede continuar hacia la guarida de CarbonillaTormenta de Arena se le unió. Cuando llegaron aclaro de la curandera, encontraron a Cola Pintad
umbada en el suelo, con Pecas a su lado
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amiéndola con dulzura.Carbonilla apareció por la grieta de la roc
con una hoja doblada en la boca, que dejó delant
de Cola Pintada. —Semillas de adormidera —dijo—Cómetelas, Cola Pintada, te ayudarán a dormir.
Al principio, Corazón de Fuego creyó que l
eina no la había oído, pero luego la gata sncorporó un poco, dobló la cabeza y empezó amer las semillas de la hoja.
—No tendré más cachorros —maulló con vo
onca—. Ahora me uniré a los veteranos. —Y ellos te recibirán con los brazos abierto—murmuró Tormenta de Arena a su lado mientraas semillas iban surtiendo efecto.
Corazón de Fuego miró a la gata coadmiración; era una guerrera diestra, y él conocíde sobra lo afilada que era su lengua, pero tambiéenía un lado tierno.
Volvió a la realidad cuando Carbonilla se pus
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a carraspear. La curandera se había situado junto él. Por la forma en que estaba mirándolo, eugarteniente supuso que le había dicho algo
estaba esperando una respuesta. —Perdona… ¿qué? —maulló. —Si no estás demasiado ocupado par
escuchar —replicó Carbonilla secamente—, h
dicho que Cola Pintada se quedará conmigo estnoche. —Buena idea, gracias. —Recordó que l
curandera estaba con Cola Pintada mientras él l
contaba al clan lo del perro suelto por el bosqu—. Hay algo que debes saber, y también mgustaría que examinaras de nuevo a Estrella Azul.
—Oh. ¿Qué le ocurre?
Hablando bajito para que Tormenta de Arenno lo oyera, le explicó lo del perro que merodeabpor el bosque, y que Estrella Azul estabconvencida de que era el Clan del Viento.
—Está muy confundida —concluyó—. Deb
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de estarlo para declararle la guerra al Clan Estelade esa manera. Y hay una Asamblea dentro de unapocas noches. ¿Qué sucederá si se pone a acusar a
Clan del Viento delante de los demás gatos? —Espera un momento —maulló Carbonilla—Estás hablando de tu líder. Deberías respetar suopiniones, incluso aunque no estés de acuerdo co
ellas. —¡No se trata tan sólo de un desacuerdo! —protestó él—. No hay la menor prueba de lo quella insinúa. —Tormenta de Arena y Cola Pintad
rguieron las orejas, así que bajó el tono parañadir—: Estrella Azul ha sido una gran lídeTodos los gatos lo saben. Pero ahora… me temque no puedo confiar en su buen juicio, no cuand
hace cosas sin sentido. —Aun así, deberías intentar entenderla. Por lmenos, muestra un poco de comprensión haciella. Se lo merece de todos nosotros.
Durante unos segundos, Corazón de Fuego s
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intió indignado porque Carbonilla, que había sidu aprendiza, estuviera hablándole así. No er
Carbonilla quien había defendido las decisione
de Estrella Azul, ni ocultado la confusión de smente para que su clan siguiera confiando en ellaPor no mencionar las excusas que había tenido qunventar ante el clan para que nadie adivinara s
debilidad. —¿Acaso crees que no lo he intentado? —lespetó—. ¡Si soy más comprensivo me quedaré sipelo!
—A mí me parece que tu pelo estperfectamente —replicó Carbonilla. —Mira… —Corazón de Fuego hizo un últim
esfuerzo por reprimir su irritación—. Estrella Azu
faltó a la última Asamblea. Si no asiste a lpróxima, todos los gatos del bosque sabrán qualgo va mal. ¿No puedes darle algún remedio parque se vuelva más razonable?
—Lo intentaré, pero hay un límite para lo qu
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pueden lograr mis plantas. Estrella Azul se hecuperado de los efectos del fuego, ya lo sabe
Su problema empezó mucho antes de eso, cuand
descubrió la verdad sobre Garra de Tigre. Emayor, está cansada y cree que está perdiendo todaquello en lo que creía, incluido el Clan Estelar.
—Especialmente el Clan Estelar —coincidi
él—. Y si Estrella Azul… —Se interrumpió al veque Tormenta de Arena había dejado a ColPintada y se dirigía hacia ellos.
—¿Ya habéis acabado de contaros secretos
—maulló la guerrera con voz cortante. Señalanda Cola Pintada con la cola, añadió—: Estdormida. Ahora la dejaré a tu cargo, Carbonilla.
—Gracias por tu ayuda, Tormenta de Arena.
Las dos gatas estaban siendo educadas, perCorazón de Fuego percibió que no les costarímucho sacar las uñas. Se preguntó por qué, perno tenía tiempo para preocuparse por riña
nsignificantes.
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—Entonces, iremos a comer —maulló. —Y después necesitas descansar —dij
Tormenta de Arena—. Llevas levantado desde e
alba. —Y le dio un empujoncito, impulsándolhacia el claro principal.Antes de que hubiera avanzado dos paso
Carbonilla lo llamó.
—Manda algo de carne fresca para ColPintada y para mí. Si tienes tiempo, claro. —Por supuesto que tengo tiempo. —Corazó
de Fuego se sentía desconcertado por la tensió
que helaba el aire—. Me ocuparé de eso dnmediato. —Bien.Carbonilla asintió bruscamente, y él notó su
ojos azules clavados en el lomo mientras cruzabel claro.
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Las estrellas del Manto Plateado titilaban en ucielo despejado y la luna llena se hallaba en lalto. Corazón de Fuego se agazapó en la cima de l
adera que llevaba a los Cuatro Árboles. Bajo locuatro grandes robles, el suelo estaba alfombradde hojarasca que relucía con la primera escarchde la estación de la caída de la hoja. Negra
iluetas felinas se movían de un lado a otro contrel pálido resplandor.
En esa ocasión, Estrella Azul había insistiden guiar al clan hasta la Asamblea. Corazón d
Fuego aún no estaba seguro de si era algo bueno
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malo. Por un lado, no tendría que inventarsexcusas sobre ella, pero también le preocupaba lque pudiera decir. A medida que aumentaban lo
problemas del Clan del Trueno, se volvía más más difícil dar la cara ante los clanes rivaleSintió una punzada de temor al admitir para sí qua no confiaba en el juicio de su líder.
Se inclinó hacia la gata, bajando la voz parque no lo oyeran Nimbo y Musaraña. —Estrella Azul —murmuró—, ¿qué vas a…?Como si no lo hubiera oído, la líder hizo un
eñal con la cola; los gatos del clan se pusieron epie para descender deprisa entre los arbustohacia la hondonada. Corazón de Fuego no tuvo máemedio que seguirlos. Antes de abandonar e
campamento, la líder se había negado a hablar da Asamblea, y ahora se había esfumado su últimoportunidad de hacerlo.
En la hondonada había menos gatos de los qu
esperaba, y advirtió que eran todos del Clan de
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Viento y el de la Sombra. Reparó en Estrella Alt Estrella de Tigre, sentados juntos al pie de l
Gran Roca. Estrella Azul fue derecha hacia ello
con la cola tan rígida como si se dirigiera aenemigo. Sin saludarlos siquiera con umovimiento de bigotes, subió a la Gran Roca de ualto y se acomodó allí, con su pelaje gris azulad
brillando al claro de luna.Corazón de Fuego respiró hondo e intentcalmar sus temores. Estrella Azul ya se habíconvencido de que Estrella Alta era su enemigo
ver al líder del Clan del Viento charlando eprivado con Estrella de Tigre, el traidor al quella más temía, la habría reafirmado en suconvicciones.
El lugarteniente observó que Estrella Alta snclinaba hacia Estrella de Tigre para decirle algoel nuevo líder del Clan de la Sombra sacudió lcola con desdén. Corazón de Fuego quis
acercarse disimuladamente para escuchar qu
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estaban diciendo, pero, antes de que pudiermoverse, alguien le dio un empujón amistoso en eomóplato. Al volverse se encontró con Bigotes, u
guerrero del Clan del Viento. —Hola —lo saludó Bigotes—. ¿Te acuerdade éste?
Empujó hacia delante a un joven gato, u
atigrado con los ojos brillantes y las orejaerguidas de emoción. —Es el hijo de Flor Matinal —explicó Bigote
—. Ahora es mi aprendiz… Se llama Erguino. ¿A
que está grande? —¡El hijo de Flor Matinal, por supuesto! Te ven la última Asamblea. —A Corazón de Fuego lcostaba creer que aquel musculoso aprendiz fuer
a misma bolita de pelo a la que había llevado ravés del Sendero Atronador cuando Látigo Gris él condujeron al Clan del Viento a su hogar.
—Mi madre me ha hablado de ti, Corazón d
Fuego —maulló Erguino con timidez—. De cóm
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cargaste conmigo y todo eso. —Bueno, me alegro de no tener que carga
contigo ahora. Si creces más, ¡podrás unirte a
Clan del León!Erguino ronroneó complacido. Corazón dFuego notó la cálida amistad que sentía poaquellos gatos, una amistad que había sobrevivid
a todas las refriegas y desacuerdos desde aqueejano viaje. —Deberíamos empezar la reunión —maull
Bigotes—, pero no hay ni rastro del Clan del Río.
Apenas había pronunciado esas palabras, hubun movimiento entre los arbustos al otro lado declaro y apareció un grupo de gatos del Clan deRío. Caminando orgullosamente a la cabeza ib
Leopardina. —¿Dónde está Estrella Doblada? —spreguntó Bigotes en voz alta.
—He oído que está enfermo —maulló Corazó
de Fuego, al que no había sorprendido qu
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Leopardina ocupara el lugar de su líder.Por lo que Látigo Gris le había contado junt
al río hacía media luna, no esperaba que su líde
estuviera lo bastante bien para asistir a lAsamblea.Leopardina fue directa al pie de la Gran Roca
donde se hallaban Estrella Alta y Estrella d
Tigre. Inclinó la cabeza cortésmente y se sentunto a ellos.Corazón de Fuego, demasiado lejos para oír l
que decían, vio que un guerrero gris se acercab
cruzando el claro. —¡Látigo Gris! —maulló calurosamente—Creía que no te permitían acudir a las Asambleas.
—Así era —contestó su amigo, entrechocand
a nariz con la suya—. Pero Pedrizo ha dicho qudebía tener la oportunidad de demostrar mealtad.
—¿Pedrizo? —Había visto a los dos hijos d
Estrella Azul, Pedrizo y su hermana Vaharina
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entre los gatos que seguían a Leopardina—. ¿Y quiene él que decir?
—Pedrizo es nuestro nuevo lugarteniente —
maulló Látigo Gris, y frunció el entrecejo—. Ahclaro, tú no lo sabes. Estrella Doblada murió hacdos noches. Ahora nuestra líder es EstrellLeopardina.
Corazón de Fuego guardó silencio un momentoecordando al solemne anciano que había ayudadal Clan del Trueno durante el incendio. La noticide su muerte no lo pilló por sorpresa, pero aun as
intió una punzada de desazón. Estrella Leopardinería una líder fuerte, buena para el Clan del Ríopero no sentía ningún aprecio por el Clan deTrueno.
—Estrella Leopardina ya ha empezado eorganizar el clan, aunque apenas ha pasado udía desde que fue a la Piedra Lunar para hablacon el Clan Estelar —continuó Látigo Gri
haciendo una mueca—. Está supervisando e
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entrenamiento de los aprendices, disponiendo mápatrullas. Ah… —Se interrumpió y empezó amasar el suelo con las patas.
—¡Látigo Gris! —Corazón de Fuego se alarmante la evidente agitación de su amigo—. ¿Quucede?
El guerrero gris lo miró con angustia en su
ojos amarillos. —Hay algo que deberías saber, Corazón dFuego. —Lanzó una mirada alrededor parasegurarse de que no había gatos del Clan del Rí
cerca—. Desde el incendio, Estrella Leopardinestá planeando recuperar las Rocas Soleadas. —Yo… yo creo que no deberías contarme es
—balbuceó Corazón de Fuego.
Las Rocas Soleadas eran un territoriargamente disputado en la frontera entre los doclanes. Corazón de Roble y Cola Roja, antiguugarteniente del Clan del Trueno, habían muert
en una batalla por esa zona. Que su amigo l
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contara las intenciones de la nueva líder era uacto de traición que iba en contra del códigguerrero.
—Lo sé. —Látigo Gris no podía mirarlo a loojos, y su voz temblaba por la gravedad de lo questaba haciendo—. He intentado ser leal al Cladel Río… ¡ningún gato lo habría intentado con má
ahínco! —Su tono iba subiendo por ldesesperación, pero consiguió controlarse continuar en voz más baja—. Pero no puedquedarme de patas cruzadas mientras Estrell
Leopardina planea atacar al Clan del Trueno. Sesto culmina en una batalla, no sé qué voy a hacerCorazón de Fuego se le arrimó, procurand
econfortarlo. Desde que Látigo Gris cruzó el río
él había sabido que tarde o temprano su amigendría que afrontar la dura prueba de luchacontra su clan de nacimiento. Ahora parecía quese día estaba muy cerca.
—¿Cuándo se producirá el ataque? —
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preguntó.Látigo Gris negó con la cabeza. —No tengo ni idea. Aunque Estrell
Leopardina lo hubiera decidido ya, no me lo diríaYo sólo conozco sus planes por lo que dicen otroguerreros. Pero, si quieres, veré qué puedaveriguar.
A Corazón de Fuego lo entusiasmaba la idede tener un espía en el campamento del Clan deRío, pero comprendió el espantoso riesgo questaría corriendo su amigo. No podía ponerlo e
emejante peligro, ni empeorar su problema dealtades divididas. A menos que el Clan deTrueno atacara primero —cosa que él no queríhacer—, tendrían que lidiar con esa amenaz
cuando se presentara. —No; es demasiado peligroso —contestó pofin—. Te agradezco la advertencia, pero piensa equé te haría Estrella Leopardina si se enterara. Y
no le caes demasiado bien. Les diré a las partida
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de caza que inspeccionen las Rocas Soleadas ebusca de olores del Clan del Río, y me asegurarde que nuestras marcas olorosas sean fuertes po
allí.Lo interrumpió un maullido en lo alto de lGran Roca. Al volverse, vio que los otros treíderes se habían unido a Estrella Azul, que s
negaba a mirar a Estrella de Tigre, y estabaesperando a que empezara la reunión. Cuando logatos congregados guardaron silencio, Estrella dTigre hizo una seña a Estrella Leopardina para qu
hablase en primer lugar. La atigrada dorada avanzhasta el borde de la roca y miró hacia abajo. —Nuestro antiguo líder, Estrella Doblada, h
do a unirse con el Clan Estelar —anunció—. Fu
un líder noble, y todo el clan lamenta su muerteAhora la líder del Clan del Río soy yo, y Pedrizes mi lugarteniente. Anoche viajé hasta las RocaAltas y recibí las nueve vidas que concede el Cla
Estelar.
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bastante a que hablara Estrella Azul—. Ha muertnuestra veterana Tabora.
Corazón de Fuego irguió las orejas. S
preguntó qué habrían contado Vaharina y LátigGris a su líder sobre la muerte de Tabora, y si émismo habría dejado su olor en el cadáveEstrella Leopardina podría utilizar eso para acusa
al Clan del Trueno de haber asesinado a la viejgata, y así su clan tendría una excusa para atacar.Pero la nueva líder se limitó a decir: —Fue una guerrera valiente y tuvo mucho
cachorros. —Hizo una pausa para mirar con afecta Vaharina y Pedrizo—. El Clan del Río lamentu pérdida —concluyó.
Corazón de Fuego se relajó, pero volvió
ponerse tenso cuando Estrella de Tigre dio un pasadelante. ¿Iría a anunciar que sabía lo de los dohijos de Tabora?
Para su alivio, Estrella de Tigre no mencion
el secreto. En vez de eso, contó las novedades d
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u clan: cachorros que se habían convertido eaprendices y el nacimiento de una nueva camadadetalles que mostraban cómo el Clan de la Sombr
empezaba a recuperar su fuerza, pero nada quugiriera hostilidad hacia ningún otro clan.Corazón de Fuego se sintió esperanzado d
nuevo. A lo mejor no había necesidad d
preocuparse por Estrella de Tigre. Sería un aliviolvidarse de él y concentrarse en la amenaza deperro suelto que acechaba en el bosque. Peruego recordó el brutal trato de Estrella de Tigre
Tabora, que había desembocado en su muerte, us recelos regresaron.Cuando el líder del Clan de la Sombra termin
de hablar, Estrella Alta se dispuso a ocupar s
ugar, pero Estrella Azul se colocó delante de él. —Yo hablaré ahora —gruñó la gata, mirándolcon dureza. Y avanzó hasta el borde de la roca—Gatos de todos los clanes —empezó con vo
fríamente iracunda—, traigo noticias de un robo
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Guerreros del Clan del Viento han estado cazanden el territorio del Clan del Trueno.
A Corazón de Fuego se le encogió el estómag
cuando un aullido furioso brotó en la hondonadaLos gatos del Clan del Viento se levantaron de ualto, negando rabiosamente la acusación de líder.
Nimbo rodeó a dos grandes guerreros y sdetuvo al lado de Corazón de Fuego; sus ojoazules estaban dilatados de asombro nerviosismo.
—¡El Clan del Viento! —maulló—. ¿De questá hablando Estrella Azul? —¡Silencio! —le espetó el lugarteniente,
miró de reojo a Bigotes, temiendo que hubier
oído a Nimbo, pero el guerrero atigrado se habíevantado, gañendo desafiante a Estrella Azul. —¡Demuéstralo! —exclamó Bigotes con e
pelo erizado—. ¡Demuestra que el Clan del Vient
e ha llevado siquiera un ratón!
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—Tengo pruebas. —Los ojos de la líder ardíacon un fuego frío—. Nuestras patrullas haencontrado restos de conejos esparcidos no mu
ejos de aquí. —¿Y a eso lo llamas pruebas? —Estrella Alte abrió paso hasta encararse con ella—. ¿Acas
has visto a mis gatos en tu territorio? ¿Han captad
us patrullas olor del Clan del Viento? —No necesito ver ni oler a los ladrones paraber lo que han hecho —replicó la líder—. Todoos gatos saben que sólo el Clan del Viento caz
conejos.Corazón de Fuego tensó los músculos y sacas uñas instintivamente.
—No son más que patrañas —insistió Estrell
Alta. Su pelo blanco y negro estaba erizado, mostró los colmillos con un gruñido—. El Cladel Viento también ha perdido presas. Nosotroambién hemos encontrado restos de conejo e
nuestro territorio. Y hay muchos menos conejos d
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o habitual en esta estación. ¡Yo te acuso a tEstrella Azul, de permitir que tus guerreros caceen mis tierras y de lanzar acusaciones falsas a fi
de encubrir el robo! —Eso parece mucho más probable —intervinEstrella de Tigre, con un fulgor en sus ojos ámba—. Todos saben que en el territorio del Clan de
Trueno escasean las presas desde el incendio. Tclan está hambriento, Estrella Azul, y algunos dus guerreros conocen muy bien las tierras del Cla
del Viento.
Corazón de Fuego sintió la mirada del lídedel Clan de la Sombra, y supo que se estabefiriendo a Látigo Gris y a él.
Estrella Azul se volvió en redondo par
enfrentarse a Estrella de Tigre. —¡Silencio! —bufó—. Mantente alejado de m de mi clan. Esto no es asunto tuyo.
—Es asunto de todos los gatos del bosque —
contestó Estrella de Tigre con calma—. Se supon
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que la Asamblea es un momento de paz. Si el ClaEstelar se disgusta, todos sufriremos.
—¡El Clan Estelar! —resopló la gata—. E
Clan Estelar nos ha dado la espalda, y lucharcontra él si tengo que hacerlo. Lo único que mmporta es alimentar a mi clan, y no me quedaré d
brazos cruzados mientras otro clan roba nuestra
presas.Su discurso casi quedó ahogado por los gritoatónitos de los presentes, que escuchabaespantados. Corazón de Fuego miró hacia arriba
emiendo que el Clan Estelar mostrara su furia couna nube que cubriera la Asamblea, como ya habíhecho en una ocasión. Pero el cielo seguídespejado. ¿Significaba eso que el Clan Estela
había aceptado la declaración de guerra dEstrella Azul?Látigo Gris le dio un empujoncito. —¿Qué le ocurre a Estrella Azul? ¿Es qu
quiere pelear con el Clan del Viento? ¿Y qué e
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odo eso de luchar contra el Clan Estelar? —No sé qué es lo que quiere —contestó e
ugarteniente entre dientes.
—Pues yo creo que tiene razón con lo de loconejos, ¿y a quién le importa esa estúpidradición de mantener la paz en las Asambleas? —
maulló Nimbo—. Afrontémoslo, el Clan Estelar n
es más que la invención de un líder que quería quos otros gatos obedecieran por temor.Corazón de Fuego miró con desaprobación
u aprendiz, pero no había tiempo de discut
obre sus antepasados guerreros. El corazón lmartilleaba como en los prolegómenos de unbatalla. Ahora ya no había manera de ocultar a lootros clanes la locura de Estrella Azul… y l
vulnerabilidad del Clan del Trueno. Estrella Altenía el pelo erizado de rabia. Y en cuanto Estrella Leopardina, aunque no se había sumado a discusión, tenía la expresión de un felino
punto de clavar los colmillos en una jugosa piez
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de carne.Cuando el murmullo de la hondonada se apagó
Estrella Alta logró que se oyera su voz:
—Estrella Azul, yo te juro, por el Clan Estelaque ningún gato del Clan del Viento ha cazado eu territorio —aseguró, sacudiendo la cola—
Pero, si insistes en pelear con nosotros, estaremo
preparados.Dicho eso, se retiró al borde de la rocdándole la espalda a Estrella Azul, como unajante negativa a seguir defendiéndose.
Antes de que la líder del Clan del Truenpudiera replicar, Estrella Leopardina dio un pasadelante.
—El incendio fue una desgracia espantosa —
maulló—. Todos los gatos del bosque lo sabenpero el tuyo, Estrella Azul, no es el único clan questá sufriendo. Vuestro bosque volverá a ser taabundante en presas como siempre ha sido, per
os Dos Patas han invadido nuestras tierras y n
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dan señales de ir a abandonarlas. En la últimestación sin hojas, el río fue envenenado y logatos que comían pescado enfermaban. ¿Quié
puede asegurarnos que eso no sucederá de nuevoo puedo hablar por las necesidades del Clan deViento, pero el del Río tiene más necesidad dmejores terrenos de caza que el del Trueno.
Algunos miembros del Clan del Río aullarocon aprobación, y a Corazón de Fuego se le erizel pelo de inquietud. Lanzó una mirada a LátigGris, recordando su advertencia sobre las Roca
Soleadas. Su nueva líder pretendía ampliar serritorio, y la dirección lógica era cruzar el ríhasta las tierras del Clan del Trueno. Edesfiladero le cortaba el paso al terreno del Cla
del Viento, y todas sus demás fronteras limitabacon granjas de Dos Patas.Pero Estrella Azul no había captado l
amenaza encubierta. En cambio, inclinó la cabez
con elegancia.
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—Tienes razón, Estrella Leopardina —maull—. El Clan del Río ha vivido momentos difícileAun así, tus gatos son tan fuertes y nobles que s
que sobreviviréis.La atigrada pareció desconcertada, y Corazóde Fuego pensó que era lógico. La antigua EstrellAzul jamás habría pasado por alto la amenaza qu
encerraban las palabras de Estrella Leopardina.Estrella de Tigre avanzó para situarse junto a gata gris.
—Antes de amenazar al Clan del Viento
piénsalo con cuidado, Estrella Azul —le advirti—. Nunca habrá paz en el bosque si…Ella le enseñó los dientes gruñendo, con e
pelaje erizado de furia.
—¡No me hables de paz! —bufó—. Te hdicho que te mantuvieras al margen de esto. Amenos que te hayas aliado con ese ladrón de ahí.
Estrella Alta se acercó a la enfurecida líder,
Corazón de Fuego supuso que Estrella Azul estab
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haciendo un gran esfuerzo para no lanzarse a lugular de la gata.
—Si quieres pelea, la tendrás, Estrella Azul —
gruñó, y sin esperar respuesta, bajó de la roca dun salto.Estrella de Tigre intercambió una mirada co
Estrella Leopardina, y ambos siguieron al líder de
Clan del Viento, dejando sola a Estrella AzuCorazón de Fuego miró de nuevo hacia el cieloncapaz de creer que el Clan Estelar permaneciermpasible. ¿Significaría eso que el Clan Estela
deseaba una guerra entre clanes?Cuando Estrella Azul descendió de la roca, eugarteniente miró alrededor en busca de su
guerreros.
—Nimbo —le ordenó con urgencia—, localiza tantos de nuestros guerreros como puedas mándalos al pie de la Gran Roca. Estrella Azunecesitará una escolta.
Su aprendiz asintió y desapareció entre l
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multitud. Corazón de Fuego vio cómo Pedrizo sabría paso entre los congregados hacia LátigGris.
—¿Estás listo? —maulló el lugarteniente deClan del Río—. Estrella Leopardina quiere partde inmediato.
—Sí —respondió el guerrero gris, poniéndos
en pie. Le tembló la voz al añadir—: AdióCorazón de Fuego. —Adiós —contestó.Había muchas cosas que quería decir, pero d
nuevo tuvo que afrontar el hecho de que su amigpertenecía a otro clan y de que la próxima vez que vieran podría ser en un combate.
Antes de que los dos gatos del Clan del Río s
marcharan, Corazón de Fuego buscdesesperadamente las palabras adecuadas pardirigirse a Pedrizo.
—Felicidades —le dijo por fin—. Me alegr
aber que Estrella Leopardina te ha escogido com
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ugarteniente. El Clan del Trueno no quierproblemas, ¿lo sabes, verdad?
Pedrizo le sostuvo la mirada.
—Yo tampoco —maulló—. Pero en ocasioneos problemas llegan sin quererlos.Corazón de Fuego los observó mientras s
encaminaban al borde del claro, y advirtió, con u
obresalto, que otro gato tenía los ojos clavadoen el lugarteniente del Clan del Río. ¡Estrella dTigre, nada menos! Se preguntó qué significaría lmirada pensativa del atigrado. ¿Estaría evaluand
a un futuro aliado? ¿O sospechaba que Pedrizo eruno de los cachorros de los que había habladTabora, los que procedían del Clan del Trueno? Afin y al cabo, todo el mundo sabía que Tabor
había criado a Pedrizo y Vaharina, de modo quEstrella de Tigre no tardaría en comprender quiéera su verdadera madre. Los dos hermanos sparecían muchísimo a Estrella Azul.
Corazón de Fuego estaba tan absorto que tard
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unos instantes en darse cuenta de que el gatentado en las sombras junto a Estrella de Tigr
era Cebrado. Claro, era lógico que el amigo má
antiguo del atigrado lo hubiera buscado en lAsamblea, pero no le hacía ninguna graciaTodavía no estaba seguro de la lealtad dCebrado.
Se levantó de un salto y se dirigió hacia elloAl acercarse, oyó que Estrella de Tigre lpreguntaba a su compañero:
—¿Mis hijos están bien?
—Muy bien. Se están haciendo grandes fuertes… sobre todo Pequeño Zarzo. —¡Cebrado! —lo interrumpió Corazón d
Fuego—. La Asamblea ha concluido, ¿o es que n
e has enterado? Estrella Azul querrá partenseguida. —No te sulfures, Corazón de Fuego —repus
con tono insolente—. Ya voy.
—Vamos, Cebrado, no debes hacer esperar
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u lugarteniente —maulló Estrella de Tigrenclinando la cabeza ante Corazón de Fuego; s
mirada ámbar era cuidadosamente neutra.
El lugarteniente cruzó el claro para reunirscon Estrella Azul, con Cebrado a la zaga. El restde los guerreros del Clan del Trueno estabaapiñados alrededor de la líder, resguardándola d
as miradas hostiles y las murmuraciones del Cladel Viento. Los ojos azules de la gata seguíacentelleando desafiantes, y Corazón de Fuegcomprendió con desazón que la guerra entre ambo
clanes podría no estar lejos.
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El sol se elevaba sobre los árboles cuandCorazón de Fuego salió de la guarida de loguerreros. Tras sacudirse un trozo de hoja de
pelo, inspiró el aire frío y estiró las patadelanteras.
Después de la Asamblea de la noche anteriocasi se sorprendió al ver que la vida de
campamento se desarrollaba como de costumbreCeniciento y Nimbo estaban atareados rellenandcon palitos el muro exterior. Flor Dorada y Saucobservaban a sus cachorros desde la entrada de l
maternidad, donde Centellina se había detenido
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ugar con ellos. Y Tormenta Blanca estabentrando en el claro con la boca llena de carnfresca. Corazón de Fuego podía notar la tensión e
el aire, pero de momento sus temores a un ataquparecían haber quedado en nada.Miró alrededor buscando a Tormenta d
Arena, que había encabezado la patrulla del alba
pero por lo visto aún no había regresado. Lguerrera no había formado parte de los asistentes a Asamblea, y Corazón de Fuego anhelab
contarle lo que había sucedido.
—¡Corazón de Fuego! —Era Estrella Azuque estaba cruzando el claro desde su guarida. —¿Qué ocurre?La gata hizo un gesto con la cabeza.
—Vamos a mi guarida. Tenemos que hablar.Mientras la seguía, el joven reparó en sunerviosos pasos y en las sacudidas de su colaDaba la impresión de que estuviera a punto d
ibrar una batalla, aunque no había ningún enemig
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a la vista.Al llegar a la cueva, la gata gris se dirigió a s
echo y se sentó allí frente a Corazón de Fuego.
—Anoche oíste al hipócrita de Estrella Alta —bufó—. Se negó a admitir que sus gatos han estadobando nuestras presas, de modo que sólo hay un
cosa que el Clan del Trueno pueda hace
Debemos atacar!El joven gato se quedó boquiabierto. —Pe… pero, Estrella Azul —tartamudeó—
no podemos hacer eso! Nuestro clan no está l
bastante fuerte. —Recordó que podrían tenecuatro guerreros más si la líder hubiera accedido ascender a los aprendices, pero no se atrevió mencionarlo—. No podemos permitirnos tene
guerreros heridos, o incluso muertos.La gata clavó sus ojos en él con fierhostilidad.
—¿Estás diciendo que el Clan del Trueno e
demasiado débil para defenderse?
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—Defenderse es muy distinto de lanzar uataque. Además, no hay auténticas pruebas de quel Clan del Viento haya robado…
Estrella Azul enseñó los colmillos. Se le erizel pelo al levantarse y dar un paso amenazadohacia el lugarteniente.
—¿Me estás cuestionando? —gruñó.
Corazón de Fuego aguantó el tipo con esfuerzo —No quiero un derramamiento de sangrnnecesario —dijo quedamente—. Todos londicios nos dicen que hay un perro suelto en e
bosque y que es él quien ha estado cazandconejos. —¡Y yo te digo que los perros no se pasea
por ahí solos! Vienen y se van con sus Dos Patas.
—Entonces, ¿de dónde procede el olor perro? —¡Silencio! —Estrella Azul blandió un
zarpa, y no hirió a Corazón de Fuego en la nari
por los pelos. El joven intentó no moverse—
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Viajaremos esta noche y atacaremos al Clan deViento al amanecer.
Al lugarteniente le dio un vuelco el corazón
Para un guerrero era un honor luchar por su clanpero nunca se había visto ante una batalla tanjusta como la que proponía su líder. No querí
que se derramara sangre de ningún clan sin un
buena razón. —¿Me has oído, Corazón de Fuego? Escoge os guerreros y dales las órdenes necesaria
Deben estar preparados para cuando se ponga l
una.Sus ojos eran llamas azules, y el joven casemió que pudieran convertirlo en un montón d
cenizas, al igual que el incendio que habí
destruido el bosque. —Sí, Estrella Azul, pero… —empezó. —¿Acaso tienes miedo del Clan del Viento
—le espetó la vieja líder—. ¿O es que estás ta
acostumbrado a achicarte ante el Clan Estelar qu
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no deseas desafiarlo para luchar por los derechode tu clan? —Se encaminó a un extremo de lguarida, dio media vuelta y retrocedió de nuev
para acercar la cara a su lugarteniente—. Mdecepcionas, tú, precisamente. ¿Cómo voy a creeque combatirás con todas tus fuerzas si cuestionamis órdenes de esta manera? —bufó—. No m
dejas opción, Corazón de Fuego. Yo mismdirigiré el ataque.El joven parpadeó desconcertado. Estrell
Azul estaba envejeciendo y perdiendo fuerza, s
hallaba en su última vida, no pensaba coclaridad. Pero frente a su furia fue incapaz ddecir nada y se limitó a bajar la cabezespetuosamente.
—Como prefieras, Estrella Azul. —Entonces ve a hacer lo que te he ordenado.La líder mantuvo su fiera mirada clavada en e
oven mientras éste salía de la guarida.
—Vendrás con nosotros, pero recuerda qu
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estaré observándote —gruñó a sus espaldas.Una vez en el claro, Corazón de Fuego s
estremeció como si acabara de emerger de agua
heladas. Su obligación era elegir a los guerreropara el ataque al Clan del Viento y explicarles laórdenes de Estrella Azul, para que estuvieseistos para partir en cuanto se escondiera la luna
Sin embargo, todos y cada uno de sus peloprotestaban por aquello. Era un perro el que habíobado los conejos, no el Clan del Viento. ¡El Cla
Estelar no podía querer que se atacara a un cla
nocente! Estrella Azul estaba completamentequivocada.Sus pasos lo llevaron a la guarida d
Carbonilla. A lo mejor ella podía aconsejarlo. Co
u sabiduría y su vínculo especial con el ClaEstelar, quizá la curandera podría ver el mejocamino a seguir. Pero cuando llegó al claro dCarbonilla y la llamó no obtuvo respuesta. S
asomó por la grieta de la roca: la guarida estab
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vacía, excepto por los pulcros montones dhierbas a lo largo de una pared.
Al salir por el túnel de helechos, no mu
eguro de qué hacer a continuación, vio a Espincargado con musgo para el lecho de los veteranoEl aprendiz dejó su carga en el suelo al verlo maulló:
—Carbonilla ha salido a recolectar hierbaCorazón de Fuego. —¿Adónde? —preguntó él. Si era cerca de
campamento, podría ir a buscarla.
Pero Espino se encogió de hombros. —No lo sé, lo siento. —Y recogió el musgpara seguir su camino.
Corazón de Fuego se quedó allí unos instante
con la cabeza dándole vueltas de temor confusión. No podía pedir consejo a ningún otrgato, porque un lugarteniente jamás debía poner eduda las órdenes de su líder. Ni siquiera podí
hablar con Tormenta de Arena, por mucho que l
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quisiera, porque el código guerrero la obligaba obedecer a su líder. Sólo quedaba una esperanza.
Se encaminó despacio a la guarida de lo
guerreros y se encontró con Pecas, que estabaliendo en ese momento. —Voy a dormir un poco —explicó Corazón d
Fuego al percibir su mirada inquisitiva—. Quier
estar fresco para la patrulla nocturna. —Se sintincapaz de contarle lo que en realidad estabplaneado para esa noche.
Los ojos de Pecas se dulcificaron
comprensivos. —Pareces un poco cansado —maulló—. Estárabajando demasiado, Corazón de Fuego.
La gata le dio un lametazo en la oreja y s
dirigió al montón de carne fresca. Para su aliviono había ningún otro guerrero en la guarida, aque no tuvo que responder a más preguntamientras se ovillaba sobre musgo y helecho. S
ograba dormir un poco, a lo mejor conseguí
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contactar con Jaspeada y pedirle que lo guiara.Entonces recordó su anterior sueño, cuand
buscaba a Jaspeada en la oscuridad de un temibl
bosque sin dar con ella. —Oh, Jaspeada, ven a mí ahora —murmuró—Te necesito, tengo que averiguar qué quiere el ClaEstelar que haga.
Se hallaba en la frontera del territorio del Clan deViento, contemplando la extensión de páram
desierto. Una fría brisa ondulaba la hierbaalborotando el pelo del joven lugarteniente. Epáramo estaba limitado por una misteriosa luz quocultaba el horizonte y las tierras a espaldas dCorazón de Fuego. Éste miraba hacia atráesperando ver los robles de los Cuatro Árboles —aunque no recordaba haber atravesado el bosqu—, pero no había nada más que aquel débesplandor amarillo. No se veía ningún gato.
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—¿Jaspeada? —maullaba vacilante. No había respuesta, pero creía percibir un lev
astro del dulce aroma de la gata que siempr
anunciaba su presencia. Se ponía tenso, alzando lcabeza y abriendo la boca para absorber eadorado olor.
—¡Jaspeada! —repetía—. Por favor, ven… t
necesito muchísimo.Lo invadía una súbita calidez, y una delicadvoz le susurraba:
—Estoy aquí, Corazón de Fuego.
Sentía que Jaspeada estaba detrás de él y qui giraba la cabeza la vería. Pero no podímoverse. Era como si lo inmovilizaran unas fríamandíbulas, forzándolo a mirar el páramo barrid
por el viento.Mientras permanecía inmóvil, percibía poco poco que Jaspeada no estaba sola. Hasta su narilegaba otro olor, dolorosamente familiar.
—¿Fauces Amarillas? —musitaba—. ¿Eres tú
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Notaba en el pelo un leve suspiro y creía oír eonco ronroneo de Fauces Amarillas.
—¡Oh, Fauces Amarillas! —exclamaba—
Cuánto te he echado de menos. ¿Te encuentrabien? ¿Has visto lo bien que lo está haciendCarbonilla?
Las palabras le salían a borbotones de l
emoción, contento de reunirse con su vieja amigapero no había respuesta, aunque le parecía que eonroneo se volvía más intenso.
Entonces la voz de Jaspeada le susurrab
uavemente al oído: —Te he traído aquí por una razón, Corazón dFuego. Mira este lugar; recuérdalo. Aquí es dondno se librará una batalla, donde no se derramar
angre. —Entonces dime cómo impedirlo —suplicabél, consciente de que la gata se refería a los planede Estrella Azul.
Pero no había respuesta, sólo un breve suspir
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que se desvanecía en el viento. La parálisis que latenazaba comenzaba a desaparecer y Corazón dFuego se volvía en redondo, pero Jaspeada
Fauces Amarillas se habían marchado. Olisqueabel aire, ansioso por percibir el último rastro de saroma, pero no había nada.
—¡Jaspeada! —aullaba—. ¡Fauces Amarillas
No os vayáis!La luz empezaba a cambiar, para convertirsen la habitual luz diurna de una mañana otoñal; yen vez del páramo, Corazón de Fuego vio sobre é
un desigual entramado de ramas contra el cielo: lcubierta de la guarida de los guerreros dañada poel incendio. Estaba de costado sobre el musgoesollando.
—¿Corazón de Fuego? —preguntó una voangustiada a sus espaldas, y al volverse sencontró con Tormenta de Arena.
La gata le lamió las orejas.
—¿Estás bien?
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—Sí… sí. Estoy bien. —Se incorporó a durapenas y agitó las orejas para sacudirse los restode musgo—. Sólo estaba soñando, nada más.
—Te estaba buscando —maulló Tormenta dArena—. No hemos visto nada sospechoso en lpatrulla del alba. Musaraña me ha contado lo quucedió en la Asamblea. Y el montón de carn
fresca está prácticamente vacío. He pensado qupodríamos ir a cazar. —No puedo, ahora mismo no. Tengo cosas qu
hacer. Pero puedes organizar una partida de caza
ería estupendo.La guerrera se quedó mirándolo mientras sexpresión preocupada se desvanecía.
—Vale, muy bien, si estás demasiad
ocupado… —Sonó ofendida, pero Corazón dFuego no sabía cómo explicarse—. Me llevaré Pecas y Fronde Dorado.
La gata se levantó y salió de la guarida si
mirarlo de nuevo.
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Corazón de Fuego se lamió una pata y se lpasó por la cara, aferrándose al preciado recuerdde su sueño. «No se librará una batalla, no s
derramará sangre», se repitió. ¿Estaría Jaspeadntentando decirle que no se inquietara? ¿Que dalgún modo el Clan Estelar impediría eenfrentamiento? ¿O estaba diciéndole que era é
quien debía encargarse de que no se derramarangre?Se sintió tentado de dejarlo todo en manos de
Clan Estelar. ¿Qué podía hacer él, cuando su líde
e había dado órdenes concretas? Pero, sobedecía a Estrella Azul, ¿no estaría yendo econtra de la voluntad del Clan Estelar? Y más aún¿contra todos sus instintos de lo que era correct
para su clan?Corazón de Fuego tomó una decisión. Fuera lque fuese lo que tuviera que hacer, el Clan deTrueno no debía luchar contra el Clan del Viento.
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Corazón de Fuego se dispuso a salir rápidamentdel campamento, con la esperanza de que ningúgato lo viera y le preguntase adónde iba. El códig
guerrero decía que las órdenes del líder de un cladebían obedecerse sin rechistar. Hasta ahoraCorazón de Fuego siempre había aceptado esoamás había imaginado que alguna ve
desobedecería, pero había llegado la hora en qudebía desafiar las órdenes de su líder contemplar la destrucción de su clan. La únicforma que veía de evitar la batalla era que Estrell
Alta y Estrella Azul se reunieran para hablar sobr
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as pruebas de presas robadas en sus doerritorios. En cuanto Estrella Azul comprendier
que el Clan del Viento estaba sufriendo del mism
modo que el Clan del Trueno, Corazón de Fuegestaba seguro de que suspendería el ataque.Ignoraba qué haría la líder después de eso s
descubría que él había ido a ver a Estrella Alta si
u permiso. Ojalá entendiese que lo había hechpor el bien de su clan.En la entrada del túnel de aulagas, se volvi
para echar un último vistazo al campamento. Vio
Centellina practicando la posición de caza por scuenta delante de la guarida de los aprendices. Lgata se aproximó sigilosamente a una hoja seca altó sobre ella para atraparla con las zarpa
extendidas. —¡Bien hecho! —exclamó el lugarteniente.Centellina levantó la vista con ojos brillantes. —¡Gracias, Corazón de Fuego!
Él asintió con la cabeza y se internó en el túne
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de aulagas. El breve intercambio con Centellinhabía reforzado su decisión: el entusiasmo de loven aprendiza representaba lo que er
mportante en el clan. No podía permitir que esfuera destruido.Cuando el sol llegó a su cénit, Corazón d
Fuego estaba acercándose al arroyo que había d
camino a los Cuatro Árboles. Hizo un alto pardescansar. Con tanta ansiedad y confusión, no shabía parado a comer antes de salir decampamento, y un ruido en el sotobosque l
ecordó el hambre que tenía. Adoptó la posicióde acecho, pero tras unos segundos advirtió que eonido no procedía de una posible presa. Entrevi
un conocido pelaje oscuro y captó el olor de gato
del Clan del Trueno.Desconcertado, se pegó al suelo detrás de unmata de helechos. No había mandado ningunpatrulla en aquella dirección, de modo que ¿po
qué aquellos gatos estaban allí? Entonces s
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eparó la maleza y apareció Cebrado, maullandpor encima del hombro:
—Seguidme. Intentad ir a mi ritmo, ¿podréis?
Dos pequeñas figuras surgieron entre lohelechos. A Corazón de Fuego se le salieron loojos de las órbitas al reconocer a los docachorros de Flor Dorada. Pequeño Zarzo dio u
alto para atrapar una hoja caída, mientraPequeña Trigueña lo seguía más despacio. —Estoy cansada. Me duelen las zarpas —s
quejó la gatita.
—¿Qué? —replicó Cebrado—. ¿Uncachorrita fuerte como tú? No seas boba. Ya nestá lejos.
«¿Qué es lo que no está lejos? —se pregunt
Corazón de Fuego alarmado—. ¿Qué estáhaciendo aquí fuera y adónde llevas a esocachorros?». Esperó ver a Flor Dorada con ello—seguro que sus hijos nunca habían estado ta
ejos de la maternidad—, pero no había ni rastr
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de la gata.Pequeño Zarzo corrió hasta su hermana y l
dio un empujoncito.
—Venga… —la animó—. ¡Valdrá la pena!Los dos gatitos siguieron deprisa a Cebradhasta un punto poco profundo del arroyo. Lvadearon, chillando de miedo y emoción mientra
el agua les mojaba las patas. Una vez al otro laddel arroyo, Cebrado giró en dirección contraria os Cuatro Árboles, tomando una vereda má
estrecha que serpenteaba entre los árbole
Corazón de Fuego sintió una oleada dndignación. Sabía perfectamente adónde conducíese camino. Cebrado estaba guiando a locachorros a la frontera con el Clan de la Sombra.
Esperó a que el grupo ascendiese la ladera quhabía después del arroyo antes de atreverse a salde entre los helechos y seguirlos. Cuando los vide nuevo, estaban aproximándose a la frontera. L
alcanzó el intenso hedor del Clan de la Sombra,
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advirtió que los cachorros se detenían a olfatear eaire.
—Puaj, ¿qué es eso? —exclamó Pequeñ
Trigueña. —¿Es un zorro? —preguntó Pequeño Zarzo. —No; es el olor del Clan de la Sombra —le
explicó Cebrado—. Vamos, que casi hemo
legado.Llevó a los cachorros al otro lado de lfrontera, mientras la gatita se quejaba de que aqueespantoso olor se le estaba pegando a las patas.
Cada vez más furioso, Corazón de Fuego socultó en un arbusto espinoso justo en el lado deClan del Trueno, desde donde podría observar sier visto.
Cebrado se había detenido cerca de allí. Locachorros se derrumbaron sobre la hierbaagotados, pero se levantaron de un brinco unstante después, cuando hubo un sonido en un
mata de helechos, por la que apareció otro gato…
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¡Estrella de Tigre!Corazón de Fuego dio un respingo, pero e
ealidad se lo esperaba. Había supuesto qu
Cebrado podría intentar ganarse el favor dEstrella de Tigre llevándole a sus hijos para quos viera, pero la repentina aparición del líder de
Clan de la Sombra indicaba que el encuentr
estaba planeado.Se preguntó si Flor Dorada estaría al tanto. Lgata no estaba allí con sus cachorros, de modo qua lo mejor ignoraba que se habían ido co
Cebrado. Quizá incluso creyera que se habíaperdido. «Debe de estar loca de inquietud», pensóTensó los músculos, listo para saltar y encararse Cebrado, pero se quedó en su escondrijo y s
obligó a concentrarse en la escena.Estrella de Tigre avanzó —sus músculos smarcaban bajo su oscuro pelaje atigrado— hastcolocarse frente a sus dos hijos. Los examin
durante un momento y luego bajó la cabeza par
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entrechocar narices con ellos, primero coPequeño Zarzo y luego con Pequeña TrigueñaAunque jamás habían tenido delante a un gato ta
grande, ambos cachorros aguantaron el tipo covalentía y le sostuvieron la mirada sin pestañear. —¿Sabéis quién soy? —maulló Estrella d
Tigre.
—Cebrado ha dicho que nos llevaría a conocea nuestro padre —contestó Pequeño Zarzo. —¿Eres tú nuestro padre? —quiso sabe
Pequeña Trigueña—. Hueles un poquito com
nosotros.Estrella de Tigre asintió. —Sí.Los cachorros intercambiaron una mirada d
asombro cuando Cebrado añadió: —Éste es Estrella de Tigre, el líder del Clade la Sombra.
Se les pusieron los ojos como platos,
Pequeño Zarzo exclamó casi sin aliento:
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—¡Uau! ¿De verdad eres líder de un clan?Estrella de Tigre asintió con la cabeza
Pequeña Trigueña maulló emocionada:
—¿Por qué no podemos ir a vivir contigo en tclan? Debes de tener una guarida muy bonita.El gran atigrado negó con la cabeza. —De momento, vuestro lugar está con vuestr
madre —respondió—. Pero eso no significa quo no esté orgulloso de vosotros. —Volviéndoshacia Cebrado, añadió—: Parecen cachorroanos y fuertes. ¿Cuándo se convertirán e
aprendices? —Dentro de una luna más o menos. Es unástima que yo ya tenga una aprendiza; de l
contrario, podría ser el mentor de uno de tus hijos
Corazón de Fuego hundió las garras en la tierrmientras lo recorría una oleada de rabia«¡Estrella Azul y yo elegimos a los mentoreCebrado, no tú! —Casi escupió esas palabras e
voz alta—. Y tú eres el último al qu
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escogeríamos».Estrella de Tigre se volvió hacia su
cachorros.
—¿Sabéis cazar? —les preguntó—. ¿Y pelear¿Queréis ser buenos guerreros?Los dos gatitos asintieron briosamente. —¡Yo voy a ser el mejor guerrero del clan! —
fanfarroneó Pequeño Zarzo.Pequeña Trigueña no quería a ser menos que shermano.
—¡Y yo, la mejor cazadora!
—Bien, bien. —Estrella de Tigre les dio ubreve lametón en la cabeza.Corazón de Fuego no pudo evitar acordarse d
Látigo Gris y de cómo su amigo había abandonad
u clan de nacimiento para poder estar con suamados hijos. ¿Sería posible que Estrella de Tigrestuviera sufriendo igualmente por estar separadde sus cachorros?
Pero luego se le heló la sangre cuand
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Pequeño Zarzo preguntó: —Estrella de Tigre, ¿por qué eres el líder de
Clan de la Sombra cuando nuestra madre es de
Clan del Trueno? —¿No lo saben? —le preguntó Estrella dTigre a Cebrado, y éste negó con la cabeza—Bien —maulló, volviéndose hacia los cachorro
—. Ésa es una larga historia. Sentaos y os lcontaré.Corazón de Fuego comprendió que era e
momento de interrumpirlos. Lo último que querí
era que Estrella de Tigre les contase un relatendencioso de por qué había dejado el Clan deTrueno. Una cosa era segura: jamás admitiría seun asesino y un traidor.
Tras ponerse en pie, el lugarteniente salió deabrigo del arbusto espinoso. —Buenos días, Estrella de Tigre —maulló—
Estás muy lejos de tu campamento. Y tú también
Cebrado —añadió con tono más cortante—. ¿Qu
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al lugarteniente de otro clan. No había hostilidaen su tono—. Cúlpame a mí, no a Cebrado. Queríver a mis hijos. Tú no me negarías eso, ¿verdad?
—Todo eso está muy bien —contestó Corazóde Fuego confundido—, pero Cebrado no deberíhabérselos llevado sin permiso. Es peligroso dejaque los cachorros deambulen tan lejos de
campamento. —«Especialmente con ese perruelto por el bosque», añadió para sus adentros. —No estaban deambulando… están conmig
—protestó Cebrado.
—¿Y si ataca un halcón? Algunas zonas debosque todavía ofrecen poca protección. ¿Ya thas olvidado de Copito de Nieve? —Uno de locachorros soltó un gemido, y Corazón de Fueg
enmudeció; no quería asustarlos—. Llévatelos dvuelta al campamento, Cebrado. Ahora mismo.El guerrero intercambió una mirada co
Estrella de Tigre y se encogió de hombros. Lueg
es dijo a los gatitos:
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—Vamos. Corazón de Fuego ha hablado nosotros debemos obedecer.
Los dos pequeños se separaron de su padr
para reunirse con Cebrado. —Despedíos de vuestro padre antes de part—dijo el lugarteniente, obligándose a emplear uono amigable—. Volveréis a verlo cuando seái
aprendices y podáis asistir a las Asambleas.Los dos cachorros se volvieron pardespedirse.
—Adiós —contestó Estrella de Tigre—
Trabajad duro y yo estaré orgulloso de vosotros.Corazón de Fuego y él se quedaron inmóvilemientras Cebrado guiaba a los gatitos ladera abaj a través del arroyo. Cuando desaparecieron en e
otobosque, el líder maulló: —Cuida de esos cachorros, Corazón de FuegoEstaré vigilándolos.
El joven tenía el corazón desbocado. Cuand
había descubierto la traición del anterio
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ugarteniente, éste amenazó con matarlo. Ahorvolvían a estar a solas, sin ayuda cerca si eflamante líder del Clan de la Sombra lo atacaba
Tensó los músculos, pero Estrella de Tigre no hizningún movimiento hacia él. —Me aseguraré de que estén bien atendidos —
maulló—. Estoy seguro de que serán leales a s
clan. El Clan del Trueno cuida de todos sucachorros. —¿En serio? —Estrella de Tigre entornó su
ojos ámbar—. Me alegra oírlo.
Con un sobresalto, Corazón de Fuego recordque Estrella de Tigre sabía lo de los cachorros quhabía criado Tabora. Esperó a que el atigrado ldesafiara a tocar ese tema, pero éste no le hiz
ninguna pregunta, aunque su mirada dcomplicidad lo dejó helado. Era como si el lídeupiera que él podía revelarle ciertas cosas.
Pero Estrella de Tigre inclinó la cabeza
maulló:
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—Volveremos a vernos en la próximAsamblea. Ahora debo regresar con mi clan. —Ydio media vuelta para alejarse.
Corazón de Fuego se aseguró de que se habído de verdad antes de ponerse en marchaiguiendo la frontera hacia los Cuatro Árboles. Po
mucho que odiara admitirlo, no creía que Cebrad
hubiese hecho algo realmente malo al sacar a locachorros de la maternidad. Él mismo habríenido que acabar por contarles que su padre era eíder del Clan de la Sombra. Y Estrella de Tigr
había actuado con más sensatez de la esperada.Así pues, Corazón de Fuego apartó con firmezese episodio de su mente. Se estaba agotando eiempo. Antes de que se pusiera el sol tenía qu
hablar con Estrella Alta y encontrar la forma desolver la disputa por las presas robadas.
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Corazón de Fuego iba corriendo de una mata daulagas a la siguiente mientras atravesaba epáramo en dirección al campamento del Clan de
Viento. Corría con la barriga pegada a la corthierba, intentando mantenerse fuera de la vista echando de menos el frondoso sotobosque de spropio territorio. La última vez que había visitad
el campamento vecino, cuando el Clan del Truenayudó al del Viento en una batalla contra los otrodos clanes, no había tenido la necesidad docultarse. Ahora no se atrevía a dar señales de s
presencia hasta llegar a Estrella Alta, o hast
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encontrar a algunos gatos que pudiese consideraamigos… eso si seguían siendo amigables con édespués de la reciente y desastrosa Asamblea.
Lo rodeaba el olor del Clan del Viento, perhasta el momento no había visto a ningún gato. Eol ya casi había terminado de cruzar el cielo
pero procuró no pensar en eso. El pánico l
acechaba cada vez que recordaba el poco tiempque quedaba para que Estrella Azul lanzara sataque.
Estaba cruzando uno de los arroyos poc
profundos del páramo —saltando de una roca otra—, cuando captó un fuerte olor a Clan deViento, junto con olor a conejo.
El estómago le rugió de hambre, pero no l
hizo caso. De ninguna manera iba a atrapar unpresa del Clan del Viento… Además, olía como shubiera un grupo de caza no muy lejos de allí. Tranternarse en una mata de helechos al borde de
agua, buscó cautelosamente el origen del olor.
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Corazón de Fuego aprovechó la oportunidad. —¡Erguino!El joven gato levantó la cabeza con las oreja
iesas. —Aquí, en los helechos.El aprendiz se volvió y abrió unos ojos com
platos al ver que Corazón de Fuego asomaba l
cabeza entre las resecas frondas. Abrió la bocapero el lugarteniente le indicó que guardarilencio.
—Escúchame, Erguino —maulló quedament
—. Quiero que le digas a Bigotes que estoy aqupero sin que Enlodado se entere, ¿de acuerdo?El aprendiz vaciló, aún desconcertado,
Corazón de Fuego lo apremió:
—Tengo que hablar con él. Es importante parnuestros dos clanes. Debes confiar en mí.Erguino advirtió la ansiedad de su voz y, tra
una pequeña pausa, asintió con la cabeza.
—De acuerdo, Corazón de Fuego. Espera aqu
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Recogió el conejo y corrió en pos de los doguerreros. Corazón de Fuego se ocultó entre lohelechos y se agazapó allí a esperar. Al cabo de u
ato oyó que un gato se acercaba y susurraba: —¿Corazón de Fuego? ¿Eres tú?Aliviado, reconoció la voz de Bigotes. S
asomó cuidadosamente entre los helechos y s
ncorporó en cuanto vio que su amigo estaba solo. —¡Gracias al Clan Estelar! —exclamó—Creía que no ibas a venir.
—Será mejor que esto sea por algo important
Corazón de Fuego —maulló Bigotes. Lo mirabcon dureza, sin rastro de su habitual cordialida—. Me ha costado deshacerme de Enlodado. Si éupiera que estás en nuestro territorio te harí
picadillo, y lo sabes. —Se acercó al lugartenient—. Estoy jugándome el pellejo por ti —gruñó—Espero que valga la pena.
—Vale la pena, te lo aseguro. He venido
decirte que necesito hablar con Estrella Alta. E
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mportante —añadió, pues Bigotes seguímirándolo sin pestañear.
Durante unos segundos, temió que su amigo s
negara, o incluso que lo atacara para echarlo deerritorio del Clan del Viento.Sin embargo, Bigotes habló por fin y, par
alivio de Corazón de Fuego, sonaba menos hosti
como si empezara a comprender la urgencia de spetición. —¿De qué se trata? Estrella Alta me desollar
i llevo a un guerrero del Clan del Trueno a
campamento sin una buena razón. —No puedo contártelo, Bigotes. No puedcontárselo a nadie excepto a Estrella Alta. Perocréeme, es por el bien de nuestros clanes.
Bigotes dudó una vez más. —Yo no haría esto por ningún gato excepto poi, Corazón de Fuego —maulló por fin.
Tras dar media vuelta, le hizo una señal con l
cola y emprendió la marcha por el páramo.
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Corazón de Fuego corrió detrás de él. Bigotee detuvo en lo alto de una pendiente a mirar e
campamento del Clan del Viento, a sus pies. El so
poniente proyectaba largas sombras sobre laaulagas que bordeaban la hondonada. Mientras lodos amigos estaban allí, una patrulla pasó por sado. Corazón de Fuego notó sus miradas, en la
que se mezclaban curiosidad y hostilidad. —Vamos —maulló Bigotes.Descendió a través de los duros tallos d
aulaga hasta un claro arenoso en mitad de lo
arbustos.Al salir por una estrecha abertura entre laespinosas ramas, Corazón de Fuego vio a EstrellAlta en un extremo del claro, cerca de un montó
de carne fresca. Estaba rodeado de guerreros. Fuel lugarteniente Rengo el que primero levantó lvista; entonces dio un toque a su líder y le dijalgo al oído a toda prisa.
Estrella Alta se puso en pie y cruzó el clar
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hasta donde aguardaban Corazón de Fuego Bigotes. Rengo fue tras él, seguido por otros gatoCorazón de Fuego reconoció a Cascarón, e
curandero del clan, y a Enlodado, que enseñabos colmillos gruñendo. —Bien, Bigotes. —La voz de Estrella Alt
onó neutra; no revelaba nada—. ¿Por qué ha
raído a Corazón de Fuego aquí?Bigotes inclinó la cabeza. —Dice que tiene que hablar contigo. —¿Y eso significa que puede venir a nuestr
campamento como si nada? —bufó Enlodado—Pertenece a un clan enemigo!Estrella Alta agitó la cola, indicándole
Enlodado que guardara silencio, mientras mirab
al intruso. —Aquí estoy —se limitó a decir—. Habla.Corazón de Fuego miró alrededor. Lo
curiosos se iban sumando, a medida que los gato
e enteraban de su inesperada presencia.
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—Lo que tengo que decir no es para todos looídos, Estrella Alta —repuso.
Creyó oír un leve gruñido en la garganta de
íder, pero éste asintió despacio. —Muy bien. Iremos a mi guarida. Rengo, vecon nosotros… y tú, Bigotes.
Dio media vuelta para ir hacia la roca qu
había en el extremo más alejado del claro, con lcola bien erguida, mientras los dos guerreroconducían a Corazón de Fuego tras él.
La guarida de Estrella Alta estaba resguardad
por un profundo saliente rocoso, lejos del clarprincipal. El líder entró y se acomodó en un lechde brezo, ante Corazón de Fuego.
—¿Y bien? —maulló.
Las sombras iban invadiendo la guarida y eoven percibía, más que veía, las formas de logatos que lo flanqueaban. La tensión era palpablecomo si estuvieran esperando la mínima excus
para atacarlo. Durante el trayecto a través de
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páramo había pensado en qué diría, pero aún nenía muy claro si conseguiría convencer a Estrell
Alta de que había un modo de evitar el ataque d
Estrella Azul. —Ya sabes que Estrella Azul está descontentpor la pérdida de presas —empezó.
Al líder del Clan del Viento se le erizó e
omo. —¡El Clan del Viento no ha robado presas dvuestro clan! —espetó.
—Nosotros también hemos encontrado resto
de conejos —intervino Rengo, pegando casi ehocico a la cara de Corazón de Fuego—. ¿Estáeguro de que tu clan no ha estado robando presa
nuestras?
El joven lugarteniente se obligó a namilanarse. —¡Sí! —dijo—. Creo que ningún gato h
obado esas presas.
—¿Qué les ha pasado, entonces? —pregunt
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Bigotes. —Creo que hay un perro viviendo en e
bosque. Hemos captado su olor y hemos visto su
excrementos. —¡Un perro! —repitió Bigotes, y entrecerros ojos pensativo—. ¿Cómo, separado de sus Do
Patas?
—Estoy convencido de eso —afirmó. —Podría ser… —maulló Estrella Alta. Paralivio de Corazón de Fuego, su pelo volvía a estaiso—. Es cierto que recientemente hemos olido
perro en nuestro territorio, pero en realidad subea menudo hasta aquí con sus Dos Patas. —Coono menos dubitativo, continuó—: Sí, podría se
un perro el que estuviera matando los conejo
Ordenaré a mis patrullas que estén ojo avizor. —Pero tú no has venido hasta aquí parcontarnos eso, Corazón de Fuego —dijo Rengo—¿Qué te ronda por la cabeza?
El joven lugarteniente respiró hondo. N
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quería traicionar a Estrella Azul revelando suplanes de ataque, pero debía sugerir que se podríevitar un futuro enfrentamiento si hablaba con l
íder sobre el robo de presas. —No consigo convencer a Estrella Azul de ldel perro —dijo—. Ella se siente amenazada povuestro clan, y, tarde o temprano, esto terminará e
batalla a menos que hagamos algo. —No podíexplicarles lo inminente que era esa batalla fracasaba en su intento—. Habrá gatos heridoquizá incluso muertos, por nada.
—Bueno, ¿y qué esperas que haga? —preguntEstrella Alta, malhumorado—. Ella es tu lídeCorazón de Fuego. Eso es problema tuyo.
El joven se atrevió a dar unos pasos hacia e
íder. —He venido a pedirte que tengas una reuniócon Estrella Azul. Si podéis debatir las cosas eprivado, quizá logres la paz.
—¿Estrella Azul quiere una reunión? —
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nquirió Rengo, incrédulo—. La última vez que lvimos daba la impresión de querer rebanarnos lugular.
—Esto no es idea de ella… sino mía —revelCorazón de Fuego.Los tres gatos se quedaron mirándolo si
parpadear. Al final, Bigotes rompió el silencio.
—¿Significa eso que estás actuando a espaldade tu líder? —Es por el bien de nuestros clanes —insistióCasi esperaba que lo echaran del campamento
pero, afortunadamente, Estrella Alta parecieflexionar. —Lo cierto es que yo preferiría hablar
pelear —maulló el líder al cabo—. Pero ¿cóm
vamos a arreglarlo? ¿Crees que Estrella Azuestará dispuesta a escuchar si se entera de que thas hablado primero con nosotros, sin sconocimiento? —Sin esperar respuesta, prosigui
—: Quizá sería mejor si enviara un mensajero par
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pedirle que se reúna conmigo en los CuatrÁrboles… Pero ¿puedes garantizar la seguridad dun miembro del Clan del Viento en tu territorio?
Corazón de Fuego guardó silencio, lo cual yera una respuesta.Estrella Alta se encogió de hombros. —Lo lamento, pero no voy a poner en peligr
a uno de mis guerreros. Si Estrella Azul decidque quiere hablar, ya sabe dónde encontrarnoBigotes, será mejor que acompañes a Corazón dFuego de vuelta a los Cuatro Árboles.
—¡Espera! —exclamó el joven lugartenientAcababa de ocurrírsele una idea… o tal vez se lhabía inspirado el Clan Estelar—. Ya sé qupuedes hacer.
Los ojos de Estrella Alta relucieron en lcreciente oscuridad. —¿Qué? —Conocéis a Cuervo, ¿verdad? Es un gat
olitario que vive en una granja al borde d
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vuestro territorio, cerca de las Rocas Altas. Noayudó a buscar refugio en nuestro viaje de regresa casa… ¿os acordáis?
—Lo conozco —maulló Bigotes—. Es un gatdecente aunque no sea guerrero. ¿Qué pasa con élCorazón de Fuego se volvió hacia Bigotes. —Él podría llevar el mensaje de vuestra parte
Estrella Azul le ha dado permiso para entrar en eerritorio del Clan del Trueno, pues antes ermiembro de nuestro clan.
Estrella Alta se movió en su lecho de brezo.
—Eso podría funcionar. Rengo, ¿tú quopinas?Algo reacio, el lugarteniente emitió un sonid
afirmativo.
—Entonces, ¡ve! —instó Corazón de Fuego Bigotes, consciente de lo deprisa que se agotaba eiempo—. Ve ahora mismo. Dile que le pida
Estrella Azul que se reúna con Estrella Alta en lo
Cuatro Árboles al amanecer.
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Apenas había tiempo para que Bigoteencontrara a Cuervo, y para que éste llevara emensaje hasta el campamento antes de que Estrell
Azul saliera para atacar al clan vecino. Corazóde Fuego rogó en silencio al Clan Estelar quBigotes lograse localizar enseguida a Cuervo en lgranja de Dos Patas.
Bigotes miró a su líder, que asintió. Dnmediato, el guerrero marrón salió de la guarida desapareció en las sombras nocturnas.
Estrella Alta se quedó mirando a Corazón d
Fuego con los ojos entornados. —Me huelo que hay algo que no me estácontando —maulló, pero, para alivio del joven, no presionó—. Bien, es hora de que te vayas —
continuó—. Rengo, escóltalo hasta la frontera dnuestro territorio. Y, Corazón de Fuego… yo estaren los Cuatro Árboles al amanecer, pero eso es lúnico que puedo hacer. Si Estrella Azul quier
paz, deberá acudir allí.
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—En los Cuatro Árboles al amanecer —epitió el joven, y salió tras el lugarteniente de
Clan del Viento.
o tardó demasiado en llegar a los Cuatro Árbole regresar a su territorio. No había comido desd
antes de la Asamblea de la noche anterior. Ldolía el estómago de hambre y notaba que lapatas le temblaban, así que se obligó a detenerspara cazar.
Se paró a escuchar al llegar al arroyo, y captel sonido de un campañol correteando entre louncos de la orilla. Tras levantar la cabezaocalizó a la criatura más con el olfato que con l
vista. Atacó, y sus colmillos se clavaron en lpresa. La engulló deprisa y notó que recobraba lenergía. Retomó el camino hacia el campamentcon velocidad renovada. Para cuando descendió ebarranco, la luna se había alzado por encima d
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os árboles, y eso le recordó que tenía hasta lpuesta de la luna para escoger a los guerreros parel plan de ataque de Estrella Azul. Ahora se sentí
más optimista. Estrella Alta había aceptado hablaeguro que Estrella Azul comprendería que lguerra con sus vecinos era innecesaria.
Casi había llegado a la entrada del clar
cuando oyó que lo llamaban. Era Tormenta Blancaque estaba descendiendo el barranco al frente da patrulla del anochecer. Lo acompañaba
Centellina, Nimbo y Escarcha.
—¿Todo en calma? —preguntó Corazón dFuego cuando Tormenta Blanca lo alcanzó. —Tan en calma como un cachorro dormido —
contestó—. Ni rastro del perro. Puede que
después de todo, sus Dos Patas lo hayaencontrado. —Quizá. —De repente, decidió contarle a
viejo guerrero dónde había estado. Quería que a
menos un amigo compartiera la esperanza de qu
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al vez no combatieran contra el Clan del Vient—. En realidad, Tormenta Blanca, querría decirtalgo sobre eso. ¿Tienes un momento?
—Por supuesto… si no te importa que commientras te escucho.Mandó a los aprendices que fueran por un
presa para cada uno; los dos saltaron sobre e
montón de carne fresca y se disputaron una urracaEscarcha se marchó a la guarida de los guerrerocon un ratón de agua, mientras Tormenta Blancescogía una ardilla y se la llevaba a un rincó
ranquilo, al lado de las nuevas matas de ortigas.Corazón de Fuego lo siguió. —Tormenta Blanca, nuestra líder me h
lamado esta mañana…
En voz baja, le contó toda la historia, desde lcreencia obsesiva de Estrella Azul de que el Cladel Viento estaba robando presas y su orden datacar, hasta la decisión que él había tomado d
olicitar un encuentro al Clan del Viento.
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—¿Qué? —Tormenta Blanca se quedmirándolo incrédulo—. ¿Has ido a espaldas dEstrella Azul? —Se le quebró la voz y negó con l
cabeza, desconcertado.Corazón de Fuego se puso a la defensiva. —¿Qué otra cosa podía hacer? —Deberías haberme consultado. —A
Tormenta Blanca se le erizó el pelo de furia—. O algún otro guerrero veterano. Te habríamoayudado a encontrar una solución.
—Lo lamento. —Al lugarteniente l
martilleaba el corazón—. No quería que nadie máe metiese en problemas. He hecho lo que creímejor. —Había actuado solo debido al códigguerrero; no podía pedir a ningún otro gato qu
desafiara las órdenes de Estrella Azul de aquellmanera.La mirada de Tormenta Blanca era reflexiva. —Creo que debemos contárselo a los demá
guerreros —maulló entonces—. Deberán esta
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preparados para seguir el plan de Estrella Azul ecaso de que Cuervo no aparezca… e inclusaunque Estrella Azul acepte reunirse con Estrell
Alta, seguramente querrá ir acompañada de unpatrulla. Me apostaría una luna de patrullamatutinas a que Estrella Alta sospecha que ocurralgo. No podemos estar seguros de que no no
ienda una emboscada.Corazón de Fuego asintió respetuosamente. —Tienes razón, Tormenta Blanca. Yo confío e
el Clan del Viento, pero deberíamos esta
preparados. —Buscaré a unos cuantos aprendices para quguarden el campamento. Tú reúne a los guerreros.
Corazón de Fuego cruzó el claro en dirección
a guarida de los guerreros. La mayoría ya estabaallí, ovillados en sus lechos y dormidos. El jovedio un empujoncito a Tormenta de Arena pardespertarla. La gata lo miró bizqueando.
—¿Qué pasa?
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—Despierta a los otros. Tormenta Blanca y yenemos algo importante que contaros.
La guerrera se puso en pie torpemente.
—¿A qué te refieres con algo importanteEstamos en plena noche!Corazón de Fuego volvió a salir sin contesta
en busca de los demás guerreros. Encontró a Peca
visitando a las reinas en la maternidad, Musaraña acababa de llegar al campamento con lboca llena de carne fresca después de una batidnocturna. Se preguntó si llamar a Carbonilla, per
decidió que sería mejor explicarle la situacióndividualmente.Cuando regresó a la guarida de los guerrero
odos los demás estaban bien despiertos. Al cab
de un momento entró Tormenta Blanca y se sentó aado de Corazón de Fuego. —¿De qué va todo esto? —preguntó Cebrad
con malas pulgas, sacudiéndose un poco de musg
de una oreja—. Más vale que sea importante.
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A Corazón de Fuego se le revolvía el estómagpor los nervios. ¿Cómo reaccionarían sucompañeros de clan al enterarse de lo que habí
hecho? Tormenta Blanca le dio un empujoncitonstándolo a hablar.Tras respirar hondo, empezó. Explicó el pla
de ataque de Estrella Azul, y cómo él habí
ntentado buscar una solución pacífica. Sucompañeros escuchaban en silencio, atónitoCorazón de Fuego era plenamente consciente dus ojos clavados en él, relucientes a la luz de l
una que se filtraba por la cubierta de la guaridaEn particular era consciente de la mirada verdclaro de Tormenta de Arena, que estaba sentadcerca de la entrada, pero era incapaz de mirarl
directamente. Sólo esperaba que los guerrerocomprendiesen que lo había hecho por la mejor das razones: evitar la batalla y salvar vidas.
—Y Estrella Alta ha accedido a hablar co
Estrella Azul en los Cuatro Árboles —concluyó—
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Cuervo debería llegar de un momento a otro pardecirle lo de la reunión.
Se preparó para una descarga de reproche
pero ninguno parecía saber qué decir; se limitaroa mirarse unos a otros con perplejidad.Al final, Musaraña preguntó: —Tormenta Blanca, ¿tú estás de acuerdo co
o que ha hecho Corazón de Fuego?El lugarteniente esperó mirándose las pataecesitaba desesperadamente el apoyo d
Tormenta Blanca por el respeto que inspiraba e
os otros guerreros, aunque sabía que no aprobabdel todo sus acciones, por muy bien intencionadaque fueran.
—Yo no lo habría hecho. —El viejo guerrer
habló con su habitual autoridad pausada—. Perpienso que tiene razón en que no debemos atacar aClan del Viento. Yo no creo que se hayan llevadnuestras presas. Hay un perro suelto… yo mism
o he olido.
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—Y yo también, cerca de las Rocas de laSerpientes —confirmó Musaraña.
—Y también en los Cuatro Árboles —maull
Fronde Dorado—. No podemos culpar al Clan deViento por eso. —Pero ¡nos estás pidiendo que ocultemo
cosas a Estrella Azul! —Tormenta de Arena s
evantó, y al final Corazón de Fuego tuvo quenfrentarse a su desafiante mirada verde.Se sintió abatido. No esperaba que Torment
de Arena fuera la primera en poner objeciones a s
proceder. —Lo lamento —maulló—. Pensaba que nenía elección.
—Es justo lo que me esperaría de un minin
casero —gruñó Cebrado—. ¿Tienes idea de lo quignifica el código guerrero? —Sé muy bien lo que significa —se defendi
Corazón de Fuego—. Y precisamente por m
ealtad al clan no deseo entablar un combat
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nnecesario. Y respeto al Clan Estelar tanto comcualquier otro gato. No creo que nuestroantepasados quieran que ataquemos esta noche.
Cebrado agitó las orejas despectivamentepero no dijo nada más. Corazón de Fuego miralrededor, preguntándose si había conseguido eapoyo de sus guerreros. Incómodo, pensó que
cuando Estrella Azul consumiera su última vida fuera a unirse al Clan Estelar, posiblemente éendría que liderar al clan, y si no lograba ganarsu lealtad y respeto, la tarea sería imposible.
—Lo importante es esto —continuó—. El Cladel Viento no ha hecho nada malo. Y nosotros yenemos bastantes problemas, reconstruyendo e
campamento y manteniendo las patrullas, par
enfrentarnos a una batalla peligrosa e innecesaria¿Cómo conseguiremos estar alimentados y listopara la estación sin hojas con guerreros heridos ncluso muertos?
—Corazón de Fuego tiene razón —declar
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Pecas, y los demás se volvieron hacia ella—uestros hijos entrarían en combate —continuó e
voz queda—. No queremos que resulten herido
por nada.Escarcha coincidió con ella, pero el resto dos guerreros seguían murmurando entre s
Corazón de Fuego volvía a ser consciente de l
mirada de Tormenta de Arena y de la angustia dus ojos verdes. Comprendía lo dividida que debíde sentirse la guerrera, entre su lealtad a EstrellAzul y su vínculo con él. En esos instante
Corazón de Fuego sólo deseaba restregarse contrel costado de la gata y olvidarse de todo con edulce aroma de su piel, pero tenía que segudando la cara ante sus guerreros, a la espera de s
veredicto, de si lo apoyarían o no. —Entonces, ¿qué quieres que hagamos? —preguntó Rabo Largo al fin.
—Necesitaré un grupo de guerreros listos par
r con Estrella Azul a los Cuatro Árboles —
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contestó—. Si Cuervo no aparece, o si EstrellAzul no acepta la reunión, nuestra líder nos guiara la batalla. Y si eso sucede… —Le falló la voz,
ragó saliva. —Sí, ¿qué pasa en ese caso? —preguntTormenta de Arena—. ¿Quieres qudesobedezcamos las órdenes directas de Estrell
Azul? ¿Que demos media vuelta y corramos edirección contraria? Manto Polvoroso, ¡dile Corazón de Fuego que es una idea de ratódescerebrado!
Manto Polvoroso movió las orejaorprendido. Corazón de Fuego sabía que, eparte, la hostilidad del guerrero marrón hacia él sdebía a que Tormenta de Arena lo preferí
claramente. Se preparó para más críticas, perManto Polvoroso respondió vacilante: —No sé, Tormenta de Arena. Corazón d
Fuego tiene razón en que es un mal momento par
un combate, y, además, ningún gato puede creer e
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—¡Eso es mucho suponer! —exclamMusaraña, sacudiendo la cola con escepticismo—¿Y si el Clan del Viento se imagina lo mismo y no
iende una emboscada? Nos destrozarían.Corazón de Fuego hizo una mueca cuando lguerrera expresó las mismas dudas que teníTormenta Blanca sobre si podían confiar e
Estrella Alta. —Yo no voy a ir —anunció Rabo Largo—. ¿Ydejar que el Clan del Viento nos despedace? ¡Noy un cerebro de ratón!
Manto Polvoroso, que estaba sentado a sado, se volvió hacia él con una penetrante miradde desprecio.
—No; lo que eres es un cobarde —le espetó.
—¡No lo soy! —protestó Rabo Largo—. ¡Soun miembro leal del Clan del Trueno! —Muy bien, Rabo Largo —intervino Corazó
de Fuego—. No necesitamos que vayan todos lo
guerreros. Puedes quedarte a proteger e
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campamento. Y eso sirve para el resto —añadi—. Si no queréis participar en esto, quedaos aquí
Esperó tenso la respuesta de sus guerrero
mirando sus caras preocupadas a la escasa luz da guarida. —Yo iré —maulló al cabo Tormenta Blanca—
Creo que podemos confiar en que Estrella Alt
desista de atacar si hay una alternativa.Corazón de Fuego le dirigió una mirada dagradecimiento mientras los demás dudabanmurmurando o moviéndose inquietos entre lo
echos musgosos. —Yo también iré. —Fronde Dorado sonnervioso al tener que hablar entre tantos guerreromayores que él.
—Y yo —se sumó Manto Polvoroso, y sacudia cola en dirección a Corazón de Fuego—. Peri el Clan del Viento ataca, yo pelearé. No voy
dejar que otro gato me destroce.
El resto de los guerreros dio su respuesta. Par
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asombro de Corazón de Fuego, Cebrado accedió r, mientras que Musaraña se negó.
—Lo lamento, Corazón de Fuego —dijo l
gata—. Lo que dices tiene sentido, pero ésa no ea cuestión. El código guerrero no es algo a lo quceñirse cuando a uno le apetece. No creo qupudiera desobedecer a mi líder si me ordenar
atacar. —Bueno, pues yo sí iré —afirmó Pecas—. Nquiero ver a mis hijos víctimas de una batalla quno debemos librar.
Por fin, Corazón de Fuego tuvo que encararse Tormenta de Arena, que no había dicho nada. Ne imaginaba qué haría si ella rechazaba apoyarlo
—¿Tormenta de Arena? —maulló dubitativo.
La gata estaba sentada con la cabeza gacha, simirarlo a los ojos. —Iré contigo, Corazón de Fuego —musitó—
Sé que tienes razón en lo del perro… pero, au
así, no soporto mentirle a Estrella Azul.
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El lugarteniente se le acercó para darle uametón de agradecimiento en la oreja, pero ell
apartó la cabeza sin mirarlo.
—¿Y qué pasa con los aprendices? —preguntCebrado—. ¿Quieres que vengan con nosotrosFrondina es demasiado joven para participar.
—Estoy de acuerdo —se apresuró a maulla
Manto Polvoroso.A pesar de la tensión, Corazón de Fuego tuvque reprimir un ronroneo divertido al percibir lernura que sentía Manto Polvoroso hacia l
aprendiza de Cebrado. —Yo preferiría dejar a Centellina fuera desto —dijo Tormenta Blanca.
—Pero ¿a Estrella Azul no le parecerá qu
pasa algo raro si no llevamos a ningún aprendiz—preguntó Fronde Dorado. —Es cierto —contestó Corazón de Fuego—
De acuerdo. Nos acompañarán Zarpa Rauda
imbo, pero sólo si Estrella Azul quiere llevars
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a tantos gatos, y a ellos les contaremos lo quocurre después de partir. De lo contrario, lanovedades se propagarán por el campamento.
Para su sorpresa, Corazón de Fuego advirtique tenía más guerreros de su lado de los qunecesitaba. Si Cuervo llegaba al campamento iempo y Estrella Azul accedía a hablar co
Estrella Alta, parecería extraño que toda unpatrulla de combate se ofreciera a ir con ellaAdemás, no quería dejar el campamentdesprotegido ante posibles ataques, menos aún e
esos momentos. —Escarcha y Fronde Dorado, ¿por qué no oquedáis a guardar el campamento? —sugirió—Agradezco vuestro apoyo, pero a lo mejor soi
más necesarios aquí.Los aludidos intercambiaron una mirada asintieron.
—Bien, será mejor que los demás duerman u
poco —continuó—. Partiremos cuando se escond
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a luna.Observó cómo los guerreros se acomodaban e
us lechos, pero no se les unió. Sabía que n
podría pegar ojo, y quería contarle a Carbonilla lque estaba sucediendo antes de que se enterara pootro gato. De no ser por su fe en Jaspeada, habrídudado de que lograra impedir aquella batalla
Daba la impresión de que podían salir mal muchacosas: Cuervo podría no llevar el mensaje iempo; Estrella Azul podría negarse a hablar co
Estrella Alta; el Clan del Viento podría tenderle
una emboscada en los Cuatro Árboles…Tras sacudirse, Corazón de Fuego salió aclaro. Miró alrededor en busca de señales dCuervo, pero el campamento estaba en silencio
a luz de la luna. Un par de ojos relucían en lentrada del túnel de aulagas. Al acercarseCorazón de Fuego distinguió la pálida silueta dCeniciento, que estaba de guardia.
—¿Sabes quién es Cuervo? —preguntó a
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aprendiz, que asintió—. No ha estado aquí estnoche, ¿verdad?
Ceniciento negó con la cabeza.
—Si viene, déjalo entrar y llévaldirectamente a Estrella Azul, ¿entendido? —De acuerdo, Corazón de Fuego. —A
Ceniciento le picó la curiosidad, pero no hiz
preguntas.Corazón de Fuego fue en busca de CarbonillaCuando entró en el claro de la curandera, lencontró sentada delante de su guarida, habland
acaloradamente con Musaraña.Las dos gatas alzaron la vista al oírlacercarse.
—¿Corazón de Fuego? —maulló Carbonilla
evantándose despacio—. ¿Qué es lo que me estcontando Musaraña? ¿Por qué no me haconvocado a la reunión? —Sus ojos azulechispeaban de enfado.
—Sólo era para guerreros —contestó, aunqu
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a explicación le pareció floja incluso a él. —Oh, perfecto —repuso Carbonilla secament
—. Has pensado que a mí no me interesarí
ocultarle cosas a Estrella Azul, ¿verdad? —¡No es así! Precisamente venía a contárteloMusaraña —añadió, mirando iracundo a la gatmarrón—, ¿no se supone que deberías esta
descansando?La guerrera le devolvió una mirada igualmentfuribunda, y luego dio media vuelta pardesaparecer en la oscuridad.
—¿Y bien? —quiso saber Carbonilla. —Parece que Musaraña ya te lo ha contadodo. A mí no me gusta esta situación más que a t
pero ¿qué opción tenía? ¿De verdad crees que e
Clan Estelar desea una guerra entre clanes…especialmente una guerra injusta? —El Clan Estelar no me ha mostrado nad
obre batallas —admitió la curandera—. Y n
quiero que se derrame sangre, pero ¿es ésta l
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única manera de impedirlo? —Si se te ocurre una idea mejor, cuéntamela.Carbonilla negó con la cabeza. El resplando
unar brillaba en su pelaje gris, dándole unapariencia fantasmal, como si estuviera a mediaen el mundo del Clan Estelar.
—Hagas lo que hagas, Corazón de Fuego, te
cuidado con Estrella Azul. Sé amable con ella. Hido una gran líder… y podría volver a serlo.Él deseó creer en las palabras de la curandera
pero Estrella Azul parecía sumirse cada día má
en la confusión. La sabia mentora que habíespetado tanto a su llegada al Clan del Truenparecía muy lejana.
—Haré todo lo que pueda —le prometió—
o deseo engañar a Estrella Azul, y por eso horganizado el encuentro con Estrella Alta. Quierque ella comprenda que no tenemos que pelear. —Tensamente, añadió—: ¿Crees que me equivoco?
—No soy quién para decirlo. —Carbonilla l
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ostuvo la mirada—. Esto es decisión tuyaCorazón de Fuego. Nadie puede hacerlo por ti.
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Cuando regresó al claro principal, no había nastro de Cuervo. Se le encogió el estómago. Luna estaba muy alta en el cielo. Al cabo de n
mucho, Estrella Azul guiaría a sus guerreros combatir contra el Clan del Viento, y todas laesperanzas de una solución pacífica se habríaperdido.
¿Dónde estaba Cuervo? Tal vez Bigotes nhabía logrado dar con él. O tal vez no iba a ir… estaba de camino pero llegaría demasiado tarde. ACorazón de Fuego le entraron ganas de sal
corriendo al bosque en busca de Cuervo, pero es
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no serviría de nada.Entonces captó un movimiento en la entrad
del campamento y oyó un maullido desafiante d
Ceniciento. Otro gato respondió, y Corazón dFuego se estremeció de alivio al reconocer la vode Cuervo. Cruzó el claro a toda velocidad.
—Muy bien, Ceniciento —le dijo al aprendi
—. Yo me encargaré de Cuervo. Tú sigue dguardia. —Entrechocó narices con el lustroso gatque apareció en el túnel de aulagas—. Me alegrde verte, Cuervo. ¿Cómo estás?
El antiguo aprendiz tenía buen aspecto. Su pelnegro relucía a la luz de la luna y sus fuertemúsculos se marcaban bajo la piel.
—Estoy bien —contestó Cuervo, y miró e
claro, con los ojos ámbar muy dilatados—. Mesulta extraño estar aquí de nuevo. Lamento sabeque tenéis problemas con el Clan del VientoBigotes me lo ha contado todo y me ha jurado qu
ellos no han robado ninguna presa.
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—Intenta convencer de eso a Estrella Azul —maulló Corazón de Fuego muy serio—. Miradetesto meterte prisa, pues seguro que has corrid
como el viento para llegar aquí tan rápido, pero eque no tenemos mucho tiempo. Sígueme.Lo guió hasta la guarida de la líder. La gat
estaba ovillada en su lecho, pero cuando Corazó
de Fuego aguzó la vista vislumbró un brilleflejado en sus ojos entrecerrados. La gata nestaba dormida.
—¿Qué ocurre, Corazón de Fuego? —pregunt
con tono irritado—. Todavía no es hora dpartir… ¿Quién viene contigo? —Soy Cuervo —se presentó el solitario
adelantándose—. Traigo un mensaje del Clan de
Viento. —¡El Clan del Viento! —La líder se levantde un salto—. ¿Qué quiere decirme ese clan dadrones?
Cuervo mantuvo el tipo sin encogerse siquiera
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aunque debía de recordar los días en que él era uaprendiz del clan y la ira de Estrella Azul era algemible.
—Estrella Alta quiere reunirse contigo parhablar de la pérdida de presas —anunció. —¿En serio?Miró iracunda a su lugarteniente, con los ojo
ardiendo. Durante un segundo, Corazón de Fuegestuvo seguro de que ella había adivinado lo quhabía hecho. Hubo una pausa tensa.
—Estrella Azul, sin duda sería mejor habla
que pelear —se atrevió a decir. —No me digas qué hacer —le espetó la lídeLa punta de su cola se sacudía con irritación—Sal de aquí. Cuervo y yo discutiremos el asunto.
Corazón de Fuego no tuvo más remedio quabandonar la guarida. Se quedó paseándose en eexterior, escuchando los murmullos pero sidistinguir qué estaban diciéndose.
Al cabo de un momento, Tormenta Blanca sali
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del dormitorio de los guerreros y se le acercó. —La luna está empezando a descender —
maulló—. Estrella Azul querrá partir dentro d
poco. ¿Cuervo ya ha llegado? —Sí. Pero no sé si… —Se interrumpió apercibir un movimiento en el interior de lguarida.
Un segundo después apareció Estrella Azucon Cuervo a la zaga. La líder se detuvo delantdel lugarteniente sacudiendo la cola.
—Forma una patrulla —le ordenó—. No
vamos a los Cuatro Árboles. —¿Significa eso que vas a hablar con EstrellAlta? —preguntó él con valentía.
La gata sacudió la cola de nuevo.
—Hablaré —declaró—. Pero, si no haacuerdo, lucharemos.
La noche seguía oscura cuando Estrella Azu
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en lo alto de la pendiente y reparó en una hilera dgatos, con Estrella Alta en el centro. Se le encogiel estómago al descubrir que Estrella Alta tambié
había llevado a sus guerreros consigo. —¿Qué es eso? —bufó Estrella Azul—¿Tantos gatos del Clan del Viento? Creía que habívenido aquí a hablar. —Fulminó a Corazón d
Fuego con la mirada; su agudo instinto la habíhecho comprender—. Esto parece más unemboscada que un encuentro de líderes.
Sacudió la cola y, en silencio, los guerrero
del clan rodearon protectoramente a su líder. Eaire estaba cargado de tensión y sería muy fácque estallara una pelea, aunque el Clan del Vientno atacara primero. ¿Mantendría Estrella Alta s
palabra e intentaría dialogar con Estrella Azul evez de luchar? —Estrella Alta —maulló la líder fríamente—
¿Qué tienes que decirme?
Mientras aguardaba la respuesta, Corazón d
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Fuego metía y sacaba las garras nerviosamente. Nabía si la formación aguantaría firme. Sólo co
que un gato se moviera hacia delante, podría
verse envueltos en una batalla. Vio que MantPolvoroso intercambiaba una mirada tensa coPecas, como si ambos estuvieran pensando lmismo que él. A su lado, Tormenta de Arena tení
a vista clavada en los gatos vecinos, con laorejas pegadas al cráneo. Zarpa Rauda mirabnerviosamente a su líder, pero siguió en su sitio
imbo, al otro lado de Corazón de Fuego, habí
adoptado la posición de acecho y movía las ancacomo a punto de saltar. —¡Quieto! —siseó Corazón de Fuego.A unos pocos zorros de distancia se hallab
Estrella Alta, unos pasos por delante de suguerreros. Cuando la primera luz del alba empeza ascender, Corazón de Fuego pudo distinguirlmás claramente. El líder tenía ahuecado el pelaj
blanco y negro, y la cola erguida. Detrás de él vi
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a Bigotes y Flor Matinal, y al joven aprendiErguino. «No quiero luchar contra estos gatos»pensó, y esperó, sintiendo que el corazón le latí
como el de un pájaro atrapado. —Que nadie se mueva —ordenó Estrella Alta sus guerreros por fin; su voz se oyperfectamente en el silencioso aire.
—¡Debes de estar loco! —exclamó Enlodadocolocándose al lado de su líder—. Estrella Azuha traído consigo un batallón. ¡Tenemos quatacar!
—¡No! —Estrella Alta dio un paso adelantagitando la cola para que lo acompañara sugarteniente, Rengo. Mirando a Estrella Azunclinó la cabeza—. Hoy no habrá ninguna batall
aquí. Dije que vendría a hablar, y eso es lo qupretendo.La líder no respondió. Se agazapó con el pel
erizado, enseñando los colmillos con un gruñid
desafiante. De pronto, Corazón de Fuego temió qu
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hubiera cambiado de opinión, y se preguntó qupasaría si la gata se abalanzaba contra el líder deClan del Viento. Rogó fervientemente al Cla
Estelar que Estrella Azul conservara la mesura.Mientras tanto, Bigotes se acercó a Enlodado o obligó a volver a la fila con un brusco empujón
Durante un instante que a Corazón de Fuego se l
antojó tan largo como varias lunas, las dos hilerade gatos quedaron frente a frente, con el pelalborotado por el viento y los ojos relucientes, couna tensión que amenazaba con transformarse e
una ira tempestuosa. —Estrella Azul —maulló Estrella Alta—¿aceptas venir hasta aquí, en medio de nuestroguerreros? Ven con tu lugarteniente y veamos s
podemos hacer las paces. —¡Las paces! —bufó la gata—. ¿Cómo voy hacer las paces con ladrones de presas y canallas
Brotaron aullidos de protesta entre los gato
del Clan del Viento. Enlodado saltó hacia delante
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pero Bigotes logró derribarlo y lo inmovilizobre la hierba. Corazón de Fuego vio qu
Cebrado sacudía la cola nerviosamente; s
Enlodado atacaba, Cebrado saldría a su encuentr toda esperanza de paz se desvanecería. —Haz lo que dice Estrella Alta —le rogó
Estrella Azul—. Para eso estamos aquí. El Cla
del Viento ha sufrido por las presas robadas tantcomo nuestro clan.Estrella Azul se volvió hacia él, con un odi
venenoso llameando en sus ojos azules.
—Parece que no tengo elección —bufó—Pero habrá un castigo por esto, Corazón de FuegoPuedes estar seguro.
Con las patas rígidas y el pelo erizado, di
unos pasos hasta quedar delante de Estrella Altausto en la frontera de ambos territorios. Corazóde Fuego la siguió tras murmurarle a Tormenta dArena:
—No pierdas de vista a Cebrado.
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Estrella Alta observó con frialdad a EstrellAzul. Corazón de Fuego percibió que jamás lhabía perdonado por haber dado asilo a su viej
enemigo Cola Rota, pero también que tenía labiduría suficiente para no permitir que su rencoo influyera ahora.
—Estrella Azul —maulló el líder—, juro po
el Clan Estelar que el Clan del Viento no hcazado en tu territorio. —¡El Clan Estelar! —exclamó la gata co
desdén—. ¿Qué valor tiene un juramento por e
Clan Estelar?El gato blanco y negro pareció desconcertad su mirada se desvió hacia Corazón de Fuego
como buscando una explicación.
—Entonces juraré por cualquier cosa que tconsideres sagrada —contestó al cabo—. Ponuestros cachorros, por las esperanzas de nuestroclanes, por nuestro honor como líderes. El Cla
del Viento no es culpable de lo que lo acusas.
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Por primera vez, sus palabras parecieron hacemella en Estrella Azul. Corazón de Fuego vio quel pelo se le empezaba a alisar.
—¿Cómo puedo creerte? —preguntó la gatcon voz ronca. —Nosotros también hemos perdido presas —
e contó Estrella Alta—. Puede ser obra de perro
o de gatos proscritos. No tiene nada que ver con eClan del Viento. —Eso es lo que tú dices —maulló la líde
aunque sonaba menos segura.
Corazón de Fuego pensó que Estrella Altestaba empezando a convencerla, pero que ella nabía cómo desdecirse sin perder la dignidad.
—Estrella Azul —dijo con urgencia—, u
íder noble no conduce a sus guerreros a la batallin necesidad. Si hay una mínima duda de que… —¿Crees que sabes mejor que yo cómo lidera
un clan? —lo interrumpió la gata.
Se le erizó el pelo de nuevo, pero Corazón d
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Fuego advirtió que esta vez era él el blanco de sfuria. Entrevió a la antigua y formidable líder deClan del Trueno, e hizo lo que pudo para n
encogerse ante ella. —Los jóvenes creen que lo saben todo —ntervino Estrella Alta. En su voz había un mati
de humor cómplice, y Corazón de Fuego sintió un
oleada de gratitud hacia el líder por su delicadezante los temores de Estrella Azul—. Pero eocasiones tenemos que escucharlos. No hanecesidad de entablar una batalla.
La gata agitó las orejas irritada. —Muy bien —maulló a su pesar—, acepto tpalabra… por ahora. Pero si mis patrullas captael olor del Clan del Viento a una cola de nuestr
frontera… —Se volvió de golpe para llamar a sugatos—. ¡Volvemos al campamento! —ordenóponiéndose en cabeza de un salto.
Cuando Corazón de Fuego se disponía
eguirla, Estrella Alta inclinó la cabeza ante él.
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—Gracias, Corazón de Fuego. Lo has hechmuy bien, y mi clan aprecia tu valentía al evitar lucha… pero ahora mismo no te envidio.
El lugarteniente se encogió de hombros iguió al resto de su clan. Justo antes de descendea la hondonada de los Cuatro Árboles, miró atrásos gatos del Clan del Viento corrían por e
páramo en dirección a su campamento. La hierbbrillaba levemente a la suave luz del amanecer, sihaberse manchado con la sangre de ningún gato.
—Gracias, Jaspeada —murmuró al darse l
vuelta.
Estrella Azul condujo a los guerreros de regreso acampamento en un tenso silencio. A la entrada declaro, Corazón de Fuego se adelantó para hablacon Musaraña, que estaba sentada ante la guaridde los guerreros.
—¿Algún problema? —le preguntó.
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Musaraña negó con la cabeza. —Ninguno en absoluto —informó—. Escarch
ha salido al frente de la patrulla al alba, co
Fronde Dorado y un par de aprendices. —Tramirarlo de arriba abajo, añadió—: No parece que falte ni un pelo. Supongo que la reunión de pa
ha funcionado.
—Así ha sido. Gracias por ocuparte de todaquí, Musaraña.Ella inclinó la cabeza y maulló: —Voy a dormir un poco. Tendrás que manda
algunos gatos a cazar. Apenas queda carne fresca. —Saldré con un grupo de caza —prometió él. —No, no lo harás. —Estrella Azul apareció
us espaldas. Sus ojos parecían de hielo azul—
Quiero verte en mi guarida, ahora mismo.Dicho esto, cruzó el claro a grandes zancadain volverse a mirar si él la seguía.
El joven sintió un hormigueo de miedo, pues s
esperaba algún tipo de recriminación por parte d
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u líder. —Yo organizaré la partida de caza —maull
Tormenta Blanca, que se había acercado junto co
Tormenta de Arena y Manto Polvoroso, mirándolcomprensivo.Corazón de Fuego le dio las gracias con u
gesto y se encaminó a la guarida de Estrella Azul.
Cuando llegó, la vieja gata estaba sentada eu lecho con las patas bajo el cuerpo. La punta du cola se sacudía de un lado a otro.
—Corazón de Fuego —empezó con voz queda
El lugarteniente se habría sentido menos asustadi le hubiera hablado a gritos—. Estrella Alta npodría haber escogido un momento máconveniente para hablar conmigo del robo d
presas, ni aunque se lo hubiera dicho el mismísimClan Estelar. Todo esto ha sido cosa tuya¿verdad? Tú eres el único que sabía mi plan datacar al Clan del Viento. Sólo tú podrías haberno
raicionado.
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Sonaba como si tuviera las ideas más claraque en los últimos tiempos, como si el instinto quhabía agudizado sus sentidos en el páramo hubier
cuajado en una dura certeza. Estabcomportándose como la noble líder que Corazóde Fuego había respetado tanto; el joven sintió udolor aún mayor por lo que habían perdido. Seguí
creyendo que él no había traicionado a su clanaunque había arruinado la ventaja de la sorpresapues Estrella Alta había sido lo bastante listcomo para comprender que la batalla debía d
estar cerca. ¿Estrella Azul lo mandaría al exilioSe estremeció ante la idea de verse forzado a vivcomo un proscrito, robando presas y sin pertenecea ningún clan.
Se plantó ante su líder e inclinó la cabeza. —Pensé que era lo correcto —maulló en vobaja—. A ninguno de los clanes le convenícombatir.
—Yo confiaba en ti, Corazón de Fuego —
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epuso Estrella Azul con voz áspera—. En ti, entrodos mis guerreros.
Él se obligó a enfrentarse a su despiadad
mirada. —Lo hice por el bien del clan, Estrella AzuY no le conté a Estrella Alta lo del ataque. Sólo lpedí que intentara hacer las paces. Pensaba…
—¡Silencio! —bufó la gata sacudiendo la col—. Eso no es una razón. ¿Y por qué deberípreocuparme que todo el clan fuera aniquilado¿Por qué debería preocuparme lo que les suceda
unos traidores?En sus ojos empezó a surgir de nuevo un brilldesquiciado, y Corazón de Fuego comprendió quel momento de lucidez había terminado.
—Ojalá me hubiera quedado con mis hijos —usurró la líder—. Vaharina y Pedrizo son gatonobles. Mucho más nobles que esta chusma deClan del Trueno. Mis hijos jamás me habría
raicionado.
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—Estrella Azul… —intentó interrumpirlapero ella prosiguió.
—Renuncié a ellos para convertirme e
ugarteniente, y ahora el Clan Estelar estcastigándome. ¡Oh, el Clan Estelar es muy astutoclaro que sí! Sabe cuál es la forma más cruel dhundirme. Primero me hace líder, ¡y luego deja qu
mis gatos me traicionen! ¿De qué vale ahora seíder de este clan? ¡De nada! Está todo vacíoodo…
Se puso a arañar el musgo con furia. Tenía lo
ojos vidriosos, mirando al infinito, y se quedó coa boca abierta en un aullido mudo.Corazón de Fuego se estremeció angustiado. —Iré a buscar a Carbonilla —maulló.
—Quédate… donde… estás —ordenó EstrellAzul con voz entrecortada y ronca—. Tengo qucastigarte, Corazón de Fuego. Dime un buecastigo para un traidor.
Con el estómago revuelto de miedo
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conmoción, el joven se obligó a responder: —No lo sé, Estrella Azul. —Pero yo sí. —Su voz se transformó en u
quedo ronroneo, con una extraña nota risueña. Suojos se clavaron en Corazón de Fuego—. Sé cuáes el peor castigo. No haré nada. Dejaré que sigaiendo lugarteniente, y así serás líder después d
mí. Oh, eso debería complacer al Clan Estelar…un traidor liderando un clan de traidores! Esperque el Clan Estelar te permita disfrutarlo, Corazóde Fuego. Ahora, ¡fuera de mi vista! —bufó.
El lugarteniente regresó al claro. Se sentícomo si, al final, hubiera participado en unbatalla. La desesperación de Estrella Azul ldesgarraba como zarpas afiladas. Pero no pud
evitar pensar que la líder también lo habídecepcionado, pues ni siquiera había intentadentender sus motivos: lo había calificado draidor sin pararse a considerar qué habrí
ucedido si hubieran luchado contra el Clan de
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Viento.Cruzó el claro cabizbajo, sin advertir siquier
que alguien se aproximaba hasta que oyó la voz d
Tormenta de Arena. —¿Qué ha pasado? ¿Estrella Azul te hexpulsado?
El lugarteniente levantó la vista. Tormenta d
Arena lo miraba con preocupación, aunque no sacercó lo suficiente para reconfortarlo con scontacto.
—No —contestó—. No ha hecho nada.
—Entonces todo está bien. —En la voz de lguerrera sonaba un optimismo forzado—. ¿Por quienes esa cara?
—Estrella Azul está… enferma. —Era incapa
de describir lo que acababa de presenciar en lguarida de la líder—. Voy a pedirle a Carbonillque la visite. Luego podríamos comer juntos.
—No; yo… he dicho que iría a cazar co
imbo y Pecas. —Tormenta de Arena movió la
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patas delanteras, sin mirarlo—. No te preocupepor Estrella Azul. Estará bien.
—No lo sé. —Corazón de Fuego no logr
contener un escalofrío—. Creía que podríconseguir que me entendiera, pero piensa que la hraicionado.
Tormenta de Arena no dijo nada. Él vio que l
miraba y luego apartaba la vista. Había añoranzen sus ojos, pero mezclada con desasosiego, Corazón de Fuego recordó cuánto le había dolida la gata engañar a Estrella Azul.
«¿Es que Tormenta de Arena también cree quoy un traidor?», pensó.
Después de decirle a Carbonilla que fuera a ver Estrella Azul, se encaminó a la guarida de loguerreros. Las patas apenas lograban sostenerlo, no podía pensar en otra cosa que en sumirse en ldulce oscuridad del sueño. Por desgracia, vio qu
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Rabo Largo se dirigía hacia él. —Quiero hablar contigo, Corazón de Fuego —
gruñó el guerrero.
El lugarteniente se sentó. —Dime. —Anoche ordenaste a mi aprendiz que fuer
contigo.
—Sí, y te dije por qué. —A él no le hizo gracia, pero cumplió con sdeber —maulló Rabo Largo con rudeza.
Eso era cierto. Corazón de Fuego habí
admirado la valentía del aprendiz en una situacióan difícil, pero no estaba seguro de por qué RabLargo lo mencionaba ahora.
—Me parece que ya es hora de que lo nombre
guerrero —continuó el atigrado—. De hechodebería ser guerrero desde hace mucho tiempo. —Sí, lo sé; debería serlo. Tienes razón, Rab
Largo.
El guerrero pareció confundido por su rápid
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conformidad. —Entonces, ¿qué vas a hacer al respecto? —l
espetó.
—Ahora mismo, nada. No pongas esa caraRabo largo. Piensa un poco, ¿quieres? EstrellAzul está disgustada en estos momentos. No le hhecho gracia lo sucedido este amanecer, y n
querrá pensar en los aprendices. Será mejor quesperes. —Sacudió la cola para acallar aatigrado, que había abierto la boca para protesta—. Déjamelo a mí. Al final, Estrella Azu
comprenderá que lo que ha pasado es lo mejoEntonces le comentaré que nombre guerrero Zarpa Rauda, te lo prometo.
Rabo Largo sorbió por la nariz. Corazón d
Fuego notó que no estaba contento, pero quampoco se le ocurría nada que objetar. —De acuerdo —maulló el atigrado al fin—
Pero más vale que sea pronto.
Se alejó a grandes pasos, dejando que Corazó
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de Fuego fuera a acostarse. Al ovillarse sobre eblando musgo, cerrando los ojos con fuerza a luz matinal, no pudo evitar preocuparse por lo
cuatro aprendices de más edad. Nimbo, Centellin Espino se merecían ser guerreros tanto comZarpa Rauda. Y el clan necesitaba que se ocuparade tareas propias de guerreros. Pero en su actua
estado de ánimo, convencida de hallarse rodeadde traidores, Estrella Azul jamás accedería darles estatus de guerreros.
Sus sueños fueron oscuros y confusos, y s
despertó cuando alguien se puso a sacudirlo. —¡Despierta, Corazón de Fuego!Parpadeando, distinguió la cara de Carbonilla
La gata tenía el pelo alborotado y los ojo
dilatados de ansiedad. El joven se espabiló anstante. —¿Qué ocurre? —Se trata de Estrella Azul. ¡No la encuentr
por ningún lado!
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Corazón de Fuego se levantó de un salto. —Cuéntame qué ha sucedido. —Después de verla esta mañana, le he llevad
emillas de adormidera para tranquilizarla —explicó Carbonilla—. Pero cuando he vuelto a scueva hace un rato ella no estaba, y no se habícomido las semillas de adormidera. La he buscad
en la guarida de los veteranos y en la maternidado está en ningún lugar del campamento.
—¿Alguien la ha visto marcharse? —Aún no he preguntado a nadie. He venido
contártelo primero.
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—Entonces encargaré a los aprendices que lbusquen, y averiguaremos…
—Estrella Azul no es una cachorrita, ¿verdad
—La interrupción procedía de Tormenta Blancaque había entrado en la guarida a tiempo de oír lanoticias de Carbonilla—. Puede haber salido patrullar. Por lo que sabéis, podría haber otro
gatos con ella —dijo con calma. Luego abrió lboca en un gran bostezo y se acomodó en su lechoCorazón de Fuego asintió no muy convencido
Lo que decía Tormenta Blanca tenía sentido, per
e gustaría estar seguro. Considerando el estado eque se hallaba Estrella Azul por la mañana, podríestar en cualquier parte del bosque. Incluso podríhaber ido al Clan del Río en busca de sus hijos.
—Probablemente no haya por qué preocupars—tranquilizó a Carbonilla, esperando sonar máeguro de lo que se sentía—. Pero echaremos un
ojeada igualmente, y averiguaremos si alguien l
ha visto.
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Al salir de la guarida, reparó en Frondina Ceniciento, que estaban compartiendo lenguacerca del carbonizado tocón de árbol que habí
delante de la guarida de los aprendices. Corazóde Fuego les explicó deprisa que tenía un mensajpara Estrella Azul, pero que no sabía dóndestaba. Los dos aprendices corrieron a buscarla d
buena gana. —Tú ve a preguntar si alguien la ha visto —lugirió a Carbonilla, que lo había seguido—. Yubiré a lo alto del barranco a ver si puedo capta
u olor. A lo mejor consigo rastrearla.En realidad, no tenía demasiadas esperanzaMientras dormía, el cielo se había cubierto dnubes y ahora estaba lloviznando. No hacía bue
iempo para seguir un olor. Antes de marcharsevio que Tormenta de Arena acababa de entrar en ecampamento junto con Nimbo y Pecas. Los treban cargados de presas, que dejaron en el montó
de carne fresca.
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Corazón de Fuego corrió hacia ellos, coCarbonilla cojeando a la zaga.
—Tormenta de Arena —maulló—, ¿habéi
visto a Estrella Azul?La guerrera se pasó la lengua por el hocicpara limpiarse el jugo de la presa.
—No. ¿Por qué?
—No está aquí —contestó Carbonilla.A Tormenta de Arena se le pusieron los ojocomo platos.
—¿Y eso os extraña después de lo sucedid
esta mañana? Debe de sentir que está perdiendo econtrol de su clan.Eso estaba tan cerca de la verdad que Corazó
de Fuego no supo qué responder.
—Vamos a salir de nuevo —intervino Nimb—. Estaremos pendientes por si la vemos. —De acuerdo. —Corazón de Fuego hizo u
guiño agradecido a su aprendiz.
El joven gato blanco salió disparado, con la
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dos guerreras siguiéndolo más despacio. EntoncePecas se detuvo para maullar:
—Estoy convencida de que Estrella Azu
estará bien, Corazón de Fuego.Tormenta de Arena, por su parte, no volvió lvista atrás.
El lugarteniente sintió que los problema
estaban a punto de desbordarlo, pero entonces notel suave aliento de Carbonilla en la oreja. —No te preocupes, Corazón de Fuego —
murmuró la curandera—. Tormenta de Arena sigu
iendo tu amiga. Debes aceptar que ella niempre vea las cosas como tú. —Tú tampoco las ves como yo —suspiró él.Carbonilla soltó un ronroneo afectuoso.
—Yo también sigo siendo tu amiga —asegur—. Y sé que has hecho lo que creías correctoAhora, veamos cómo podemos encontrar a EstrellAzul.
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Para cuando se puso el sol, la líder continuabdesaparecida. Corazón de Fuego había seguido sastro hasta lo alto del barranco, pero después, co
a lluvia arreciando, el rastro se perdía entre eolor a ramas carbonizadas y el mohoso de lahojas caídas.
Demasiado nervioso para dormir, se quedó d
guardia. La noche ya estaba tocando a su fin y luna se estaba ocultando, cuando advirtió u
movimiento en la entrada del campamento. Loúltimos rayos de luna incidieron en el pelaje gri
de Estrella Azul, que apareció cojeando. Tenía epelo empapado y adherido al cuerpo, y la cabezgacha. Parecía vieja, exhausta y derrotada.
Corazón de Fuego corrió hacia ella.
—Estrella Azul, ¿dónde has estado?La líder levantó la cabeza y lo miró. El jove
e sobresaltó; los ojos de la gata, que relucíaevemente en la penumbra, estaban despejados
brillantes a pesar de su agotamiento.
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—Suenas como una reina regañando a sucachorros —repuso con voz ronca y con un deje dhumor. Luego señaló hacia su guarida con l
cabeza—. Ven conmigo.Corazón de Fuego obedeció, aunqudeteniéndose a recoger un campañol del montón dcarne fresca. Estrella Azul necesitaba comer, si
mportar dónde hubiera estado. Cuando llegó a lguarida, ella ya estaba en su lecho musgosoavándose con lametazos largos y esmerados. A
Corazón de Fuego le habría gustado sentarse a s
ado para compartir lenguas con ella, pero despuéde su último encontronazo, no se atrevió. En vede eso, dejó el campañol delante de la gata nclinó la cabeza respetuosamente.
—¿Qué ha ocurrido, Estrella Azul? —lpreguntó.La líder estiró el cuello para olfatear e
campañol y luego empezó a engullirlo, como si d
epente se hubiera dado cuenta del hambre qu
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enía. No contestó hasta que hubo terminado. —He ido a hablar con el Clan Estelar —
anunció, limpiándose los restos de campañol de
hocico.Corazón de Fuego se quedó mirándola sipestañear.
—¿A las Rocas Altas? ¿Tú sola?
—Por supuesto. ¿A quién, de este hatajo draidores, podía pedirle que me acompañara?El joven tragó saliva y maulló delicadamente: —Los miembros de tu clan te somos leale
Estrella Azul. Todos lo somos.Ella negó con la cabeza tozudamente. —He ido a las Rocas Altas para hablar con e
Clan Estelar.
—Pero ¿por qué? —Corazón de Fuego estabcada vez más confundido—. Yo creía que ya nquerías compartir lenguas con el Clan Estelar.
La vieja gata se levantó.
—Y no quiero. Fui a desafiar a nuestro
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antepasados. Quería preguntarles cómustificaban lo que me habían hecho, cuando yo lo
he servido toda mi vida y he intentado cumplir s
voluntad. Y a exigirles una explicación por lacosas que están sucediendo en el bosque.Corazón de Fuego la miró con incredulidad
asombrado de que se hubiera atrevido a desafiar
os espíritus de sus antepasados guerreros. —Me he tumbado junto a la Piedra Lunar y eClan Estelar ha acudido a mí —continuó ella—
o se han justificado… ¿cómo iban a hacerlo? N
hay justificación para lo que me han hecho. Perme han dicho algo…Corazón de Fuego puso cara de expectación. —¿Qué?
—Dicen que el mal anda suelto por el bosqueMe han hablado de una «manada». Aseguran quraerá más muerte y destrucción de las que e
bosque ha visto jamás.
—¿A qué se referían? ¿Es que no ha habido y
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bastante muerte y destrucción con el incendio y lanundaciones?
Estrella Azul bajó la cabeza.
—No lo sé. —Pero ¡tenemos que averiguarlo! —exclamel lugarteniente, nervioso—. Quizá se referían aperro… pero un perro no podría causar tanto daño
¿Y eso de una «manada»? A lo mejor… sí, a lmejor estaban hablando del Clan de la Sombra. Yabes que Estrella de Tigre juró vengarse d
nosotros. Puede que esté planeando un ataque. O
quizá sea Estrella Leopardina —añadió, con lesperanza de que Estrella de Tigre hubiera perdidnterés en perjudicar a su antiguo clan.
Estrella Azul se encogió de hombros.
—Quizá.Corazón de Fuego entornó los ojos. No lograbentender por qué la gata no quería descifrar eignificado de las palabras del Clan Estelar, n
planear cómo detener el ataque si éste se producía
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—Tenemos que hacer algo —insistió—Podríamos poner vigilantes en las fronteras edoblar las patrullas. —No estaba seguro d
cómo iban a hacerlo con tan pocos guerreros—Debemos asegurarnos de que siempre haya alguiede guardia en el campamento cuando… —Enmudeció al darse cuenta de que Estrella Azul n
estaba escuchándolo. La gata permanecía inmóvicon los ojos fijos en sus patas—. ¿Estrella Azul?La líder levantó la vista; sus ojos era
estanques sin fondo de desesperación.
—¿De qué serviría? —preguntó con voz ronc—. El Clan Estelar ha decretado que vendrá lmuerte. Una fuerza oscura recorre el bosque, y niquiera el propio Clan Estelar puede controlarla
O quizá no quiera. No hay nada que nosotropodamos hacer.Corazón de Fuego se estremeció. ¿Sería ciert
que el Clan Estelar no era lo bastante poderos
para impedir el desastre que se avecinaba
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Durante unos segundos, casi llegó a compartir ldesesperación de su líder.
Luego alzó la cabeza. Sentía como si estuvier
ntentando emerger de aguas oscuras. —No —gruñó—. Me niego a creer esoSiempre hay algo que un gato puede hacemientras tenga valor y lealtad.
—¿Valor? ¿Lealtad? ¿En el Clan del Trueno? —Sí, Estrella Azul. —Procuró poner toda lfuerza de su convicción en la respuesta—. ExceptEstrella de Tigre, ningún gato ha intentad
raicionarte jamás.Estrella Azul le sostuvo la mirada un momentantes de mirar hacia otro lado. Agitó la cola cocansancio.
—Haz lo que quieras, Corazón de Fuego. Ncambiará nada. Nada lo hará. Ahora déjame sola.El lugarteniente se despidió con un murmullo
Al retroceder, reparó en las semillas d
adormidera que Carbonilla había dejado all
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odavía colocadas pulcramente sobre una hoja. Laeñaló con la cabeza.
—Cómete las semillas de adormidera, Estrell
Azul —maulló—. Necesitas descansar. Mañana, lverás todo mejor.Tomó la hoja entre los dientes y, con cuidado
a puso al alcance de la líder. Ésta olfateó la
emillas con desdén, pero, cuando se disponía abandonar la guarida, Corazón de Fuego mirhacia atrás y vio que la gata había empezado amerlas.
Una vez fuera, se sacudió de arriba abajontentando librarse del creciente horror que habíentido mientras Estrella Azul le revelaba e
mensaje del Clan Estelar. Sus patas lo llevaro
nstintivamente hacia la guarida de CarbonillaTendría que contarle a la curandera que EstrellAzul había regresado, y comentar con ella lo que había contado.
Sólo entonces recordó que, más de una lun
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atrás, Carbonilla le había hablado de un sueño eque oía las palabras «manada, manada» y «matamatar».
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Carbonilla no supo decirle a Corazón de Fuegnada más, ni darle una idea de cuál podría ser emal que rondaba por el bosque.
—El Clan Estelar no repetiría la advertencia sno fuese importante —maulló la curanderaposando su mirada azul en el lugarteniente—. Lúnico que podemos hacer es estar ojo avizor.
—Por lo menos, Estrella Azul ha regresadana y salva —dijo él, intentando animarla e
vano.Los dos eran conscientes de la amenaz
nforme y muda que se cernía sobre el clan al qu
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amaban.En los días siguientes, Corazón de Fuego hiz
odo lo que pudo para organizar un sistema d
patrullas que pudieran advertir con tiempo si eClan de la Sombra o el del Río decidía atacaApenas había suficientes guerreros para lapatrullas habituales y las tareas de vigilancia, y,
medida que avanzaba la estación, el joven notque perdía pelo por la inquietud. La lluvia dipaso a un tiempo fresco y seco, pero todas lamañanas el suelo aparecía cubierto por una fin
escarcha, y las hojas que quedaban seguíacayendo de los árboles. La breve recuperación debosque había terminado, y las presas volvieron escasear.
Una mañana, alrededor de media luna despuéde la confrontación con el Clan del VientoCorazón de Fuego se disponía a salir al frente da patrulla del alba con Fronde Dorado y Nimb
cuando Estrella Azul se les acercó desde s
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guarida. —Yo encabezaré la patrulla esta mañana —
anunció la líder, y se fue a esperar a la entrada de
campamento. —¿Estrella Azul va a encabezar una patrulla—masculló Nimbo—. Ésta sí que es buenaAtentos, que a lo mejor vemos erizos volando!
Corazón de Fuego le dio una colleja, aunquno pudo evitar sorprenderse tanto como saprendiz al ver que Estrella Azul retomaba suobligaciones con el clan.
—Muestra un poco de respeto —le ordenó—Ella es tu líder, y ha estado enferma. Nimbo refunfuñó. Corazón de Fuego estaba
punto de reunirse con la líder cuando se le ocurri
una idea. —Escucha, Nimbo, tú quieres ser guerrero¿verdad? —le preguntó, y el gato blanco asinticon vehemencia—. Bien, pues ésta es t
oportunidad de impresionar a Estrella Azul. No
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levaremos también a otro aprendiz. Ve en buscde Zarpa Rauda.
Los ojos de Nimbo se iluminaron de emoción
fue corriendo a la guarida de los aprendices.Corazón de Fuego lo observó marcharse uego se volvió hacia Fronde Dorado.
—¿Puedes ir por Rabo Largo? —Sabía que a
guerrero atigrado le gustaría tener la ocasión dexhibir la destreza de su aprendiz—. Debe salir euna patrulla de caza. No te importa intercambiar tarea con la suya, ¿verdad?
—No, ningún problema, Corazón de Fuego.Fronde Dorado desapareció en la guarida dos guerreros, y al cabo de un instante salió Rab
Largo. Los dos aprendices se unieron a su
mentores, y el grupo fue a donde esperaba EstrellAzul.Ella sacudió la cola. —¿Seguro que has escogido a los gato
apropiados, Corazón de Fuego? —inquirió co
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acidez, y sin aguardar respuesta y abrió la marchfuera del campamento y barranco arriba.
Mientras seguía a la gata gris hacia la fronter
con el Clan del Río, Corazón de Fuego casi podímaginar que las últimas estaciones no habíaexistido y que él todavía era un joven guerrero dpatrulla, sin ninguna de las responsabilidades qu
o angustiaban ahora. Pero el bosque marcado poel incendio le recordó que ya no había vuelta atráLa escarcha estaba empezando a fundirs
cuando el sol se elevó por encima del río, aunqu
as hojas seguían crujiendo bajo las patas de logatos cuando éstos atravesaban zonas sombríaMientras avanzaban, Corazón de Fuego ibponiendo a prueba a los aprendice
preguntándoles qué veían y olían, para demostraus habilidades cazadoras a la líder. Los jóveneespondían con seguridad, pero Estrella Azul n
daba muestras de oírlos.
La líder del clan se detuvo cuando tuvieron e
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ío a la vista y se quedó mirando la ribera opuesta —Me pregunto dónde estarán —murmuró, cas
demasiado bajo para que Corazón de Fuego l
oyera—. ¿Qué andarán haciendo ahora?El lugarteniente no necesitó ver la tristeza eos ojos de la gata para saber que estaba pensand
en Vaharina y Pedrizo. Miró nervioso a los demá
gatos, por si habían oído algo, pero Zarpa Rauda imbo estaban olfateando una vieja madriguera dcampañol, y Rabo Largo estaba observando lomovimientos de una ardilla en lo alto de un árbol.
Al cabo de unos instantes, Estrella Azuempezó a seguir la frontera río arriba, en direccióa las Rocas Soleadas. Corazón de Fuego reparó eque no dejaba de lanzar miradas al territori
vecino, pero todo estaba tranquilo. No vieroningún gato del Clan del Río.Por fin tuvieron delante las Rocas Soleada
Las piedras suavemente onduladas parecía
desiertas. Entonces, mientras Corazón de Fueg
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as observaba, un gato saltó a lo alto desde eextremo opuesto y se quedó plantado allí, silueta recortada contra el cielo.
Corazón de Fuego se quedó helado y notó uhormigueo al percibir peligro. Aunque no lograbdistinguir el color del pelaje, resultabanconfundibles aquella postura agresiva, l
nclinación arrogante de la cabeza y la cola larga inuosa. Se trataba de Estrella Leopardina.Un par de gatos más se unieron a la gat
moteada. Al acercarse, Corazón de Fueg
econoció a Pedrizo, el lugarteniente del Clan deRío, y al guerrero Prieto. —¡Estrella Azul! —bufó Corazón de Fuego—
¿Qué está haciendo el Clan del Río en las Roca
Soleadas?Pero se le cayó el alma a los pies al ver lmanera en que la gata estaba mirando augarteniente del clan rival… no era la mirad
dura y desafiante de una líder ante gatos enemigo
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en su territorio, sino la mirada de admiración duna reina que ve cómo su adorado cachorro se hconvertido en un noble guerrero.
Estrella Azul continuó andando hasta alcanzaa base de la roca sobre la que esperaba EstrellLeopardina. Corazón de Fuego la siguió.
—¿Qué pretenden? —masculló Nimbo
ndignado, a sus espaldas—. ¡Las Rocas Soleadaon nuestras!Corazón de Fuego le lanzó una mirada d
advertencia para que guardara silencio. E
aprendiz se quedó atrás junto con Zarpa Rauda Rabo Largo mientras el lugarteniente se colocabal lado de la líder.
—Buenos días, Estrella Azul —saludó Estrell
Leopardina, muy segura de sí misma—. Llevaguardando desde la puesta de la luna a quaparecieran gatos del Clan del Trueno, pero jamáhabría esperado que uno de ellos fueras tú.
Había un deje de burla en su voz, y Corazón d
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Fuego se estremeció al ver que la líder de su clapodía ser ridiculizada tan abiertamente por otroíderes.
—¿Qué estáis haciendo aquí? —preguntó lgata gris—. Las Rocas Soleadas pertenecen aClan del Trueno. —Pero hablaba en voz baja nada amenazante, como si en realidad no creyer
en lo que estaba diciendo… o como si no lmportara. —Las Rocas Soleadas siempre ha
pertenecido al Clan del Río —replicó Estrell
Leopardina—, aunque durante un tiempo hemopermitido al Clan del Trueno cazar aquí. Pervuestro clan está en deuda con nosotros tras layuda que os brindamos en el incendio. Ho
eclamamos esa deuda. Vamos a recuperar laRocas Soleadas.A Corazón de Fuego se le erizó el lomo. S
Estrella Leopardina creía que podía apoderarse d
as Rocas Soleadas sin pelear, ¡estaba mu
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equivocada! Se volvió en redondo y susurró: —Zarpa Rauda, tú eres el más veloz. Regres
al campamento deprisa y trae refuerzos.
—Pero ¡yo quiero luchar! —protestó eaprendiz. —Entonces, ¡ve y vuelve rápidamente!El aprendiz corrió hacia los árboles. Estrell
Leopardina lo observó entornando los ojos, Corazón de Fuego supo que la gata se imaginabadónde iba. Era esencial retrasar la batalla lmáximo posible.
—Sigue hablando con ella —le dijo en vobaja a Estrella Azul—. Zarpa Rauda ha ido ebusca de ayuda.
No estaba muy seguro de si la líder lo habí
oído, pues la gata estaba mirando de nuevo Pedrizo. —Y bien, Estrella Azul —maulló Estrell
Leopardina con voz desafiante—. ¿Estás d
acuerdo? ¿Concedes al Clan del Río el derecho
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as Rocas Soleadas?La gata no contestó enseguida. Conforme s
alargaba el silencio, más guerreros del Clan de
Río subieron a lo alto de la roca para situarsunto a su líder. Al lugarteniente le dio un vuelcel corazón cuando vio que uno de ellos era LátigGris. Sus ojos se clavaron en los de su viej
amigo, y en su expresión angustiada leyó umensaje tan claro como si el guerrero gris lhubiera gritado al cielo: «¡No quiero peleacontigo!».
—De ninguna manera —dijo Estrella Azul pofin, y, para alivio de Corazón de Fuego, su voonó firme—. Las Rocas Soleadas pertenecen a
Clan del Trueno.
—Entonces, tendréis que luchar por ellas —gruñó Estrella Leopardina.Corazón de Fuego oyó cómo Rabo Larg
usurraba detrás de él:
—¡Nos harán picadillo!
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En ese mismo momento, Estrella Leopardinanzó un gañido espeluznante y se lanzó desde loca sobre Estrella Azul.
Las dos gatas cayeron al suelo bufando arañando. Corazón de Fuego corrió a ayudar a síder, pero antes de alcanzarla un guerrero atigrade abalanzó sobre él, derribándolo y clavándol
os colmillos en el omóplato. Corazón de Fuegbuscó la barriga del enemigo con las pataraseras, desesperado por que aflojara la presión le dio un zarpazo en la garganta. El atigrado l
oltó y retrocedió gañendo.Corazón de Fuego giró en redondo, buscando Estrella Azul, pero no logró divisarla. Rabo Large hallaba en medio de un aplastante grupo d
gatos, pero, antes de que Corazón de Fuegpudiera ayudarlo, vio con el rabillo del ojo quPrieto corría hacia él. Consiguió esquivar lagarras del guerrero y, cuando éste cay
orpemente, se le subió encima de un salto y l
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mordió una oreja con todas sus fuerzas.Prieto arañó el suelo, intentando zafarse, per
Corazón de Fuego le dio un buen zarpazo en e
omo, aunque perdió a su presa cuando otro gato lembistió por el costado. Cayó y notó que unodientes se cerraban sobre su cola.
«Rabo Largo tenía razón —pensó desesperad
—. ¡Van a hacernos papilla!».Los gatos del Clan del Trueno se veíauperados en número, y sin esperanzas. No habí
habido tiempo para que Zarpa Rauda llegara a
campamento y regresara con ayuda. Mucho antede que llegasen los refuerzos, la patrulla estarívencida o aniquilada, y las Rocas Soleadavolverían a pertenecer al Clan del Río.
Corazón de Fuego se retorció con impotenciauchando por tener espacio suficiente para usar lazarpas y los dientes. De pronto quedó librealguien había apartado a su atacante de un tirón. S
evantó de un salto y vio a Nimbo montado en e
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omo de Prieto, agarrado con fuerza a su pelajnegro y con el salvaje brillo de la batalla en suojos. Prieto se alzó sobre las patas traseras, per
no logró deshacerse del aprendiz. —¡Mira esto, Corazón de Fuego! —exclamimbo—. Haz lo mismo que yo… ¡es muy fácil!
No había tiempo para que el lugartenient
contestara. Bufó un insulto al guerrero enemigoque se alejó gimiendo entre las rocas, y sabalanzó sobre los gatos que se arremolinaban eorno a Rabo Largo. Le quitó un rival de encima a
atigrado, y de pronto se encontró frente a FrondDorado; el joven guerrero acababa de irrumpentre los árboles.
Corazón de Fuego dio un respingo de sorpres
agradeció con fervor al Clan Estelar. ZarpRauda debía de haberse encontrado con la patrullde caza, que estaría inspeccionando el terrencerca de las Rocas Soleadas, como Corazón d
Fuego había ordenado tras la advertencia d
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Látigo Gris, y la habría mandado en su auxiliolevándoles ayuda antes de lo esperado.
—¿Dónde está Estrella Azul? —pregunt
Fronde Dorado. —No lo sé.Aprovechando la pausa, Corazón de Fueg
miró alrededor en busca de su líder. Seguía si
haber ni rastro de ella, aunque sí vio a EstrellLeopardina encarándose a Tormenta Blanca sobruna roca, a unos pocos zorros de distancia.
Rabo Largo se levantó tambaleándose y s
apoyó contra una roca mientras recuperaba eesuello. Le manaba sangre de un corte en la frent había perdido un mechón de pelo en el costado
pero aún enseñaba los dientes con un gruñido,
iguió de buena gana a Fronde Dorado cuando éste incorporó a la batalla.Corazón de Fuego estaba a punto de unírsele
cuando oyó que una voz lo llamaba por encima de
fragor de la lucha.
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—¡Corazón de Fuego! ¡Corazón de Fuego!Al volverse, vio a Látigo Gris agazapado en l
alto de la roca más cercana, con una expresió
angustiada en su ancho rostro. —¡Corazón de Fuego, ven aquí! —aulló.El lugarteniente se preguntó si sería un
rampa, y al punto se sintió avergonzado de s
mismo. Su amigo había evitado pelear con él cara cara; jamás lo engañaría con una artimaña.Subió por la lisa pendiente rocosa hasta llega
unto a Látigo Gris.
—¿Qué ocurre?El guerrero señaló con el hocico hacia el otrado.
—Mira.
Corazón de Fuego se asomó por el borde. Alla roca descendía de forma abrupta hasta unestrecha torrentera. Estrella Azul estabacurrucada casi directamente debajo de él. La gat
enía el pelo alborotado y le sangraba una pata. A
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cada lado de la torrentera, cerrando cualquier víde escape, estaban Vaharina y Pedrizo.
El lugarteniente del Clan del Río blandió su
zarpas ante Estrella Azul sin tocarla. —¡Defiéndete! —gruñó el gato gris—, o jurpor el Clan Estelar que te mataré.
Vaharina se le acercó por el otro lado, con l
barriga pegada al suelo. —¿Acaso te da miedo pelear con nosotros? —bufó la guerrera.
Estrella Azul no se movió, excepto para volve
a cabeza de un gato a otro. Desde donde sencontraba, Corazón de Fuego no veía la expresióde la líder, pero sabía que ella jamás podría atacaa sus propios hijos.
—Tenía que advertirte —le susurró LátigGris al oído—. Me llamarán traidor, pero no podídejar que mataran a Estrella Azul.
Corazón de Fuego le lanzó una mirada d
gratitud. Su amigo ignoraba cuál era la verdader
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elación entre Estrella Azul y aquellos domiembros del Clan del Río. Su única motivacióera la lealtad a su antigua líder.
Pero a Corazón de Fuego no le sobraba tiemppara pensar en las lealtades entremezcladas dLátigo Gris. Tenía que salvar a Estrella Azul. Logatos habían avanzado hasta casi tocarla, ambo
con el pelo erizado y mostrando los colmilloentre gruñidos. —¿Y tú te llamas a ti misma líder? —se mof
Pedrizo—. ¿Por qué no peleas?
Alzó una pata para propinarle un zarpazo en eomóplato. En el mismo instante, Corazón de Fuegaltó desde lo alto de la roca. Aterrizó con durez
en el fondo de la torrentera, casi encima d
Pedrizo, obligándolo así a separarse de EstrellAzul. Al otro lado, Vaharina soltó un chilliddesafiante y sacó las uñas.
—¡Deteneos! —gritó Corazón de Fuego—. N
podéis hacer daño a Estrella Azul… ¡es vuestr
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madre!
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Ambos gatos se quedaron de piedra, con los ojoazules desorbitados de la impresión.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Pedrizo co
voz ronca—. Nuestra madre era Tabora. —No; escuchad…Corazón de Fuego arrimó a Estrella Azul a l
pared rocosa y se plantó delante de ella. Seguí
oyendo los aullidos y bufidos de la batalla al otrado de la roca, pero de pronto le pareció qu
aquello no guardaba relación con lo que estabucediendo en la torrentera.
—Estrella Azul os dio a luz en el Clan de
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Trueno —maulló rápidamente—, pero no podíquedarse con vosotros, y vuestro padre, Corazóde Roble, os llevó al Clan del Río.
—¡No te creo! —Pedrizo soltó un gruñidcruel mostrándole los dientes—. Es una trampa. —No; espera —terció Vaharina—. Corazón d
Fuego no miente.
—¿Y cómo puedes saberlo? —repuso shermano—. Es del Clan del Trueno. ¿Por qubamos a confiar en él?
Con las uñas desenvainadas, avanzó haci
Corazón de Fuego, que se preparó para el ataquepero, antes de que Pedrizo pudiera saltar, EstrellAzul se colocó ante él y se encaró con sus hijos.
—Hijos míos, oh, hijos míos… —dijo con vo
cálida. Corazón de Fuego vio que sus ojoesplandecían de admiración—. Ahora sois unoguerreros magníficos. Qué orgullosa estoy dvosotros.
Pedrizo lanzó una mirada a Vaharina; e
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pelo moteado de Estrella Leopardina; tenía la carpegada contra él, casi lo asfixiaba, y luchó poespirar.
De pronto, Estrella Leopardina echó la cabezatrás y liberó el cuello. Corazón de Fuego dejó dentir el sofocante peso de la gata. Tras levantars
a duras penas, retrocedió hasta la roca, listo par
cuando la líder volviera a saltar sobre él. Lcabeza le daba vueltas de agotamiento, y notaba eatido de la sangre que manaba por una herida da pata. De repente, ya no estaba seguro de pode
ganar aquella batalla.Miró alrededor en busca de Estrella Azul, perésta había desaparecido, al igual que Pedrizo Vaharina. La líder del Clan del Río estaba delant
de él, respirando ruidosamente y sangrando por ecuello y el costado. Para asombro de Corazón dFuego, Látigo Gris se hallaba encima de ellanmovilizándola con las patas delanteras.
—Lo tenía —resolló Estrella Leopardina cas
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ncoherentemente de la rabia—. Te he oído. Le haavisado.
Látigo Gris soltó a su líder para que pudier
ponerse en pie. —Lo lamento, Estrella Leopardina, perCorazón de Fuego es mi amigo.
La gata sacudió el pelaje ensangrentado
fulminó con la mirada al guerrero gris. —Siempre he estado en lo cierto contigo —bufó—. Nunca has sido leal al Clan del Río. Tdoy una última oportunidad. Ataca ahora a t
amigo por mí, o abandona mi clan para siempre.Látigo Gris se quedó mirándola abatido Corazón de Fuego tragó saliva. ¿EstrellLeopardina iba a obligarlo a luchar contra s
antiguo compañero de clan? El lugarteniente sabíque no tenía fuerza para vencer a un gatelativamente descansado… y, mucho más que eso
¿cómo iba a levantar una zarpa contra su mejo
amigo?
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—¿Y bien? —gruñó Estrella Leopardina—. ¿Aqué estás esperando?
Látigo Gris miró a Corazón de Fuego; sus ojo
ámbar rebosaban angustia. Luego bajó la cabeza. —Lo lamento, Estrella Leopardina. No puedhacerlo. Castígame si quieres.
—¿Castigarte? —Tenía la cara contraída d
furia—. Te sacaré los ojos; te abandonaré en ebosque para que te encuentren los zorros. ¡TraidorTe…
Un coro de aullidos ahogó sus amenaza
Corazón de Fuego levantó la vista temiendencontrarse con más enemigos a los que combatiPero apenas pudo creer lo que vio. Una oleada dgatos del Clan del Trueno iba ocupando la roca
descendiendo a la torrentera. Distinguió Musaraña, Cebrado, Tormenta de Arena y MantPolvoroso, y a Zarpa Rauda liderando a los demáaprendices. ¡Su pedido de auxilio había sid
ecibido y la ayuda estaba acudiendo por fin!
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Estrella Leopardina echó un vistazo y huyó oda prisa. Los gatos del Clan del Trueno l
persiguieron con aullidos furiosos. Corazón d
Fuego y Látigo Gris se quedaron mirándose. —Gracias —maulló Corazón de Fuego al cabde un momento.
Látigo Gris se encogió de hombros y s
acercó. Cojeaba ligeramente y tenía el peldesgarrado y cubierto de tierra. —No tenía elección —susurró—. No podrí
haberte hecho daño, jamás.
A medida que se le aclaraba la cabezaCorazón de Fuego reparó en que los sonidos de lbatalla iban desvaneciéndose y que un densilencio se cernía sobre las Rocas Soleada
cargado con el hedor a sangre. —Vamos. Tengo que ver qué ha pasado.Avanzó por la torrentera, consciente de qu
Látigo Gris lo seguía de cerca. Al llegar a
espacio abierto que había más allá de las roca
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vio a los guerreros del Clan del Río batiéndose eetirada por la ladera que llevaba al río. Prieto sanzó al agua y empezó a nadar hacia la orill
opuesta.Fronde Dorado y Tormenta de Arena estabacerca de allí, y había más guerreros del Clan deTrueno en lo alto de las Rocas Soleada
observando la huida de sus enemigos. Nimbo alza cabeza y soltó un aullido de puro triunfo.Estrella Azul siguió a los gatos enemigos hast
a misma frontera del Clan del Río, con las oreja
erguidas de determinación. Con una punzada dnquietud, Corazón de Fuego vio que la líder ibdetrás de Pedrizo y Vaharina.
—Ahora que ya sabéis la verdad, debemo
hablar —dijo la gata tras ellos—. Seréis bieecibidos en el Clan del Trueno. Ordenaré a miguerreros que os conduzcan hasta mi guaridiempre que queráis verme.
Pero los dos hermanos se alejaron de ella
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fueron hasta el borde del río. Pedrizo miró atráantes de meterse en el agua.
—Déjanos en paz —gruñó—. Tú no ere
nuestra madre, digas lo que digas.Estrella Leopardina fue la última en cruzar lfrontera.
—¡Mirad ahí! —espetó a sus guerrero
eñalando con la cola a Látigo Gris, que estabunto a Corazón de Fuego—. De no haber sido poese traidor, las Rocas Soleadas serían nuestras dnuevo. Él ya no es miembro del Clan del Río. Si l
orprendéis en nuestro territorio, matadlo.Sin esperar respuesta, la líder dio media vuelt cojeó rápidamente hacia el río.
Látigo Gris no dijo nada. Se quedó tan inmóv
como las rocas que había tras él, con la cabezgacha.Tormenta de Arena fue hasta Corazón d
Fuego.
—¿Qué ha pasado? —preguntó. Sangraba po
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un zarpazo en el omóplato, pero su mirada erclara e inquisitiva.
Corazón de Fuego ansiaba regresar a
campamento y acomodarse en la guarida de loguerreros para compartir lenguas con Tormenta dArena, pero, por desgracia, tenía demasiadacosas que hacer.
—Látigo Gris me ha salvado la vida —explic—. Me ha quitado a Estrella Leopardina dencima.
—Ya, y por eso no puede regresar al Clan de
Río. —La gata melada miró cómo los últimogatos enemigos se lanzaban al río. Luego se volvihacia Látigo Gris, con los ojos dilatados dpreocupación—. Entonces, ¿qué va a hacer ahora
—murmuró.Corazón de Fuego sintió una alegría repentinaFuera lo que fuese lo que Látigo Gris sentía pous cachorros, si no podía regresar con el Clan de
Río, podría volver a casa. Luego la alegría s
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esfumó, y se le encogió el estómago de desazóno era él quien podía tomar esa decisió
¿Permitiría ahora Estrella Azul que el guerrer
gris regresara al Clan del Trueno? ¿Y cómeaccionarían los demás guerreros?Al mirar alrededor en busca de su líder, la vi
ubiendo la pendiente, cansada, y fue a reunirs
con ella. —Estrella Azul…Ella levantó la cabeza; en sus ojos se reflejab
a confusión.
—Ellos me odian, Corazón de Fuego.El lugarteniente sintió una inmensa lástimaCon su preocupación por Látigo Gris, casi habíolvidado cuánto debía de estar sufriendo su líder.
—Lo lamento —murmuró—. A lo mejor ndebería habérselo dicho. Pero no se me hocurrido otra cosa.
—No pasa nada, Corazón de Fuego. —Par
orpresa del joven, la gata le dio un lametón en e
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omóplato—. Yo siempre he querido que lupieran, pero no pensaba que fueran a odiarm
por lo que hice. —Soltó un largo suspiro—
Regresemos al campamento. No mostraba ninguna sensación de triunfo poel éxito al defender su derecho a las RocaSoleadas. Cuando llegó al sitio en que estaba
congregados sus gatos, la líder no dijo nada sobra victoria, ni siquiera los felicitó por habepeleado tan bien. Su mente parecía seguconcentrada en sus hijos.
Corazón de Fuego subió la cuesta a su lado. —Bien hecho —le dijo a Nimbo cuando éstaltó de la roca y aterrizó limpiamente junto a é
—. Has luchado como un guerrero. Al igual qu
odos vosotros —añadió, alzando la voz mientramiraba alrededor, esperando compensar lndiferencia de la líder—. Tanto Estrella Azu
como yo estamos muy orgullosos de vosotros.
—Gracias al Clan Estelar, hemos lograd
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derrotar al Clan del Río —maulló Fronde Dorado —No; gracias a nosotros —replicó Nimbo—
Los que hemos peleado somos nosotros. Yo no h
visto a ningún guerrero del Clan Estelar a nuestrado.Estrella Azul giró la cabeza para mira
fijamente al aprendiz blanco con los ojo
entornados. Corazón de Fuego pensó que iba egañarlo, pero la expresión de la gata mostrabmás interés que furia. A continuación, asintievemente con la cabeza, pero no dijo nada.
Cuando los guerreros empezaron a moverse edirección al campamento, Corazón de Fuego fuunto a Látigo Gris.
—Estrella Azul —maulló nervioso—, Látig
Gris está aquí.La gata miró vagamente al guerrero gris. Poun momento, Corazón de Fuego temió que su mentestuviera fallando de nuevo, y que no recordar
iquiera que Látigo Gris había abandonado un dí
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el Clan del Trueno.Entonces Cebrado se abrió paso hasta ellos. —¡Fuera de nuestro territorio! —bufó a Látig
Gris, y añadió volviéndose hacia Estrella Azul—Yo mismo lo echaré de aquí si quieres. —Espera —ordenó la líder con un deje de s
antigua autoridad—. Corazón de Fuego, explícam
qué está ocurriendo.El lugarteniente le contó cómo Látigo Gris lhabía avisado del ataque de Estrella Leopardina cómo se la había quitado de encima cuando estab
perdiendo el combate. —También me ha llamado para que te ayudarcuando Vaharina y Pedrizo estaban a punto datacarte —agregó—. Yo le debo la vida. Po
favor, Estrella Azul, deja que regrese al Clan deTrueno.Látigo Gris miró a su antigua líder con u
brillo de esperanza en sus ojos ámbar. Si
embargo, antes de que Estrella Azul pudier
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contestar, Cebrado intervino rudamente: —Él abandonó el clan por voluntad propia
¿Por qué deberíamos dejar que ahora volvier
arrastrándose? —Yo no estoy arrastrándome, ni ante ti ni antningún gato —replicó Látigo Gris, y se volvió dnuevo hacia la líder—. Pero me gustaría regresa
Estrella Azul, si tú me aceptas. —¡No puedes readmitir a un traidor! —bufCebrado—. Acaba de traicionar a su líder…¿Cómo sabes que no te traicionará a ti a la primer
ocasión? —¡Lo ha hecho por Corazón de Fuego! —protestó Tormenta de Arena.
Cebrado soltó un resoplido desdeñoso.
Estrella Azul lo miró fríamente. —Si Látigo Gris es un traidor —maulló, coodo el hielo de la estación sin hojas en la voz—
entonces es igual que todos vosotros. El clan est
leno de traidores, así que uno más no supondr
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ninguna diferencia. —Giró en redondo haciCorazón de Fuego; su cuerpo parecía habeecuperado la potencia de antaño—. ¡Tendrías qu
haber dejado que Vaharina y Pedrizo me mataran—bufó—. Mejor una muerte rápida a manos dguerreros nobles que una vida alargada en un claen el que no puedo confiar… ¡un clan condenado
a destrucción por el Clan Estelar!Mientras hablaba, los otros gatos soltarogritos ahogados, y Corazón de Fuego se dio cuentde que muy pocos tenían idea de lo recelosa
desquiciada que se había vuelto Estrella AzuSabía que no serviría de nada intentar discutir coella.
—¿Significa eso que Látigo Gris pued
quedarse? —le preguntó. —Que se quede o que se vaya, como prefier—respondió con indiferencia.
Su instante de fortaleza se desvaneció
dejándole un aspecto más exhausto que nunca
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Cuando Corazón de Fuego entró en el campamentoPequeño Zarzo corrió hacia él, trastabillando caspor su ansiedad por recibir a los guerreros.
—¿Hemos ganado? —preguntó. Luego sdetuvo, mirando a Látigo Gris con los ojos complatos—. ¿Quién es éste? ¿Un prisionero?
—No; es un guerrero del Clan del Trueno —
contestó Corazón de Fuego—. Es una larghistoria, Pequeño Zarzo, y ahora estoy demasiadcansado para explicártela. Dile a tu madre que ta cuente.
Pequeño Zarzo dio un paso atrás, un poc
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alicaído. El lugarteniente se quedó pensandoaunque el cachorro no lo recordara, había estadmamando junto a los hijos de Látigo Gris. Flo
Dorada cuidó de ellos en los pocos días qupasaron en el Clan del Trueno tras la muerte dCorriente Plateada.
Cuando los dos guerreros pasaron ante él, e
cachorro atigrado observó recelosamente a LátigGris, y luego se volvió hacia Pequeña Trigueñaque se le acercó corriendo:
—¡Mira! —exclamó Pequeño Zarzo—. Hay u
nuevo gato en el clan. —¿Quién es? —preguntó su hermana. —Un traidor —respondió Cebrado, de camin
a la guarida de los guerreros—. Aunque, bueno
egún Estrella Azul, todos somos traidores.Los dos gatitos se quedaron mirándoldesconcertados. Corazón de Fuego reprimió sabia; no había tiempo para iniciar una discusió
con Cebrado, pero éste no tenía por qué desahoga
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u furia con los cachorros. Sintiendo una insólitimpatía por Pequeño Zarzo, se volvió hacia é
para decirle:
—Sí, hemos ganado. Las Rocas Soleadaiguen siendo nuestras.El cachorro dio un salto de alegría. —¡Genial! Voy a contárselo a los veteranos. —
Y salió corriendo, con Pequeña Trigueñpisándole los talones. —Ésos son los hijos de Estrella de Tigre
¿verdad? —preguntó Látigo Gris con curiosidad
viéndolos marchar. —Sí. —Corazón de Fuego no quería hablar dellos en ese momento—. Vayamos a ver Carbonilla para que nos cure las heridas.
Látigo Gris miró alrededor mientras cruzabael claro calcinado. —Nunca volverá a ser igual —musitó con ton
riste.
—Seguro que sí, en la próxima estación de l
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hoja nueva —replicó Corazón de Fuegontentando animarlo. Esperaba que su amigo sefiriera a la destrucción causada por el incendio
no a la sensación de que jamás podría recuperau antiguo lugar en el clan—. Todo crecerá dnuevo, y lo hará con más fuerza que antes.
Látigo Gris no contestó. No parecía ta
contento como Corazón de Fuego había esperadocomo si empezara a dudar de que su clan dnacimiento fuera a aceptarlo. Y el lugartenientveía el dolor en sus ojos, lo que indicaba que e
guerrero gris estaba empezando a echar de menoa sus hijos, a los que había renunciado. Despuéde todo, ni siquiera había tenido la oportunidad ddespedirse de ellos.
Los guerreros que habían participado en lbatalla iban congregándose en el claro dCarbonilla. Cuando Corazón de Fuego y LátigGris se acercaron, la curandera levantó la vista d
una herida en el costado de Nimbo, sobre la qu
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estaba aplicando telarañas. —Ya está aquí Corazón de Fuego —maulló—
Por el Clan Estelar!, parece como si hubiera
estado luchando contra los monstruos del SenderAtronador. —Me siento exactamente así —gruñó él.Al sentarse a esperar que Carbonilla l
examinara, notó cuánto le dolían las heridas. Lque le había hecho Estrella Leopardina en la pateguía sangrando, y se inclinó para limpiársela.
—¿En qué estabas pensando al traer a éste d
vuelta al clan? —gruñó un gato. Al levantar lcabeza, Corazón de Fuego vio a Manto Polvorosfulminando con la mirada a Látigo Gris—. No lqueremos aquí.
—¿Quiénes no lo queréis aquí? —preguntó eugarteniente apretando los dientes—. Yo sí piensque Látigo Gris pertenece a este clan, y Tormentde Arena también, y… —Se interrumpió cuand
Manto Polvoroso les dio la espalda con toda l
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ntención.Látigo Gris miró a su amigo con expresió
apenada.
—No me aceptarán —maulló—. Es ciertoabandoné el clan, y ahora… —Dales tiempo —intentó animarlo Corazón d
Fuego—. Acabarán cambiando de opinión.
Para sus adentros, deseó poder creerloGracias a la indiferencia de Estrella Azul, algunogatos del clan no tendrían reparos en oponerse aegreso de Látigo Gris. «Un problema más qu
añadir a mis preocupaciones sobre lo quealmente está sucediendo en el bosque», pensó¿Qué esperanzas tendría el clan de sobrevivir a ldestrucción que había profetizado el Clan Estela
i no estaban todos unidos?Se preguntó si Látigo Gris conocería —poboca del curandero del Clan del Río— la oscuramenaza del bosque, la «manada» sobre la que e
Clan Estelar les había advertido. Aunque se l
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erizaba el pelo de terror, sintió cierto consuelo poel hecho de que su amigo estuviera de vuelta, porque podría confiar en él, ocurriera lo qu
ocurriese en el futuro. Empezó a lamerse la heridde nuevo, deseando poder disfrutar unos momentodel regreso del guerrero gris.
—Eso es; límpiatela —maulló Carbonill
acercándose. Le olfateó la pata y luego examinápidamente las demás heridas—. Estarás bien —e aseguró—. Te traeré algunas telarañas para l
hemorragia, pero, aparte de eso, lo único qu
necesitas es descansar. —¿Has visto a Estrella Azul? —le preguntCorazón de Fuego cuando la curandera le llevó laelarañas y empezó a extendérselas sobre el cort
—. ¿Está muy malherida? —Tiene un mordisco en el bíceps. Le haplicado una cataplasma de hierbas y se hmarchado a su guarida.
Corazón de Fuego se levantó a duras penas.
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—Será mejor que vaya a verla. —De acuerdo, pero si está dormida no l
despiertes. Los asuntos del clan pueden esperar. Y
mientras Corazón de Fuego hace eso —añadióvolviéndose hacia Látigo Gris—, te echaré uvistazo a ti. —Le dio un lametón en la oreja—. Malegra que estés aquí de nuevo.
«Por lo menos alguien da la bienvenida Látigo Gris», se dijo Corazón de Fuego mientracruzaba el claro. Los otros cambiarían de opiniónSu amigo sólo necesitaba tiempo para demostra
que era otra vez un miembro leal del Clan deTrueno. —¡Corazón de Fuego! —lo llamó Tormenta d
Arena cuando se aproximaba a la guarida d
Estrella Azul—. Musaraña y yo vamos a salir cazar. —Perfecto —respondió él. —¿Te encuentras bien? —La gata se le acerc
entornando los ojos—. Pensaba que estaría
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contento… hemos ganado la batalla y Látigo Griha vuelto a casa.
Corazón de Fuego restregó el hocico contra s
costado. Sintió una punzada de alivio; la gatmelada parecía haberlo perdonado por actuar espaldas de Estrella Azul para organizar eencuentro con Estrella Alta.
—Lo sé… pero no estoy seguro de que todoos gatos acepten a Látigo Gris. Les costarolvidar que amó a una gata de otro clan y quuego nos abandonó.
Tormenta de Arena se encogió de hombros. —Eso pertenece al pasado. Ahora él está aqu¿no? Pues tendrán que conformarse.
—¡Ésa no es la cuestión! —Corazón de Fueg
e mostró más irritado de lo que pretendía debidal dolor y el cansancio—. Ahora mismo npodemos permitirnos riñas internas. ¿Es que no lves?
Tormenta de Arena se quedó mirándolo si
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pestañear; sus ojos verde claro llamearon de furia —Pues perdona —le espetó—. Sólo intentab
ayudar.
—Tormenta de Arena, no…Pero la gata ya había dado media vuelta y sencaminaba a la guarida de los guerreros, donde lesperaba Musaraña.
Sintiéndose más deprimido que antes, eugarteniente fue a la cueva de Estrella AzuCuando miró a través de la entrada, pensó que líder estaba dormida, acurrucada en su lecho, per
ella abrió sus ojos azules y levantó la cabeza. —Corazón de Fuego —dijo con voz apagad—. ¿Qué quieres?
—Sólo informarte. —El joven entró en l
guarida y se detuvo ante su líder—. Todos logatos han regresado. Por lo que he visto, ningunufre heridas graves.
—Bien. —Y añadió—: Tu aprendiz ha pelead
muy bien.
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—Sí, así es. —Corazón de Fuego sintió unoleada de orgullo. A pesar de los problemas quhabía tenido con Nimbo en el pasado, nadie podí
poner en duda su valor. —Creo que es hora de ascenderlo a guerreroCelebraremos su ceremonia de nombramiento a lpuesta de sol.
Corazón de Fuego se llenó de esperanzas. ¿Líder había aceptado por fin que necesitabanuevos guerreros? Pero su optimismo se esfumcomo agua en arena cuando Estrella Azul añadió
orciendo la boca con desprecio: —Tiene que haber una ceremonia, supongoPara mí no significa nada, pero estos gatos son taimplones que jamás aceptarían a Nimbo sin e
itual de siempre.«¿Y cuánto significa la ceremonia parimbo? —se preguntó Corazón de Fuego—. ¿D
verdad le importa algo el código guerrero?»
Pensó que, si al aprendiz no le importaba nada, n
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e merecía convertirse en guerrero, por muy bieque hubiera combatido.
Pero Estrella Azul había tomado una decisión
él no intentaría cambiarla. En vez de esougirió: —Zarpa Rauda también debería ser guerrero
Hoy se ha portado muy bien.
—Zarpa Rauda ha traído un mensaje acampamento; eso es trabajo de aprendiz. Todavíno está preparado para ser guerrero.
—Pero luego ha vuelto a la batalla —protest
el lugarteniente. —¡No! —Estrella Azul sacudió la cola—. Npuedo confiar en Zarpa Rauda. Nimbo es máfuerte y más valiente… Además, no se dobleg
ante el Clan Estelar como el resto de vosotros. Eclan necesita más guerreros como él.Corazón de Fuego quiso decir que lo últim
que necesitaba el clan era la falta de respeto qu
imbo mostraba hacia el Clan Estelar, pero no s
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atrevió. En vez de eso, inclinó la cabeza etrocedió.
—Te veré a la puesta de sol —maulló, y fue
dar la noticia a Nimbo.
Su aprendiz, como cabía esperar, se qued
encantado ante la noticia de que iba a convertirsen guerrero por fin. Corazón de Fuego le explico que debía hacer en la ceremonia y luego s
dirigió a la guarida de los guerreros, en busca de
descanso que tanto necesitaba. Pero entonces vio Rabo Largo sentado con los aprendices delante du dormitorio. Resopló. Aún había una cosa má
que debía hacer antes de irse a dormir.Mientras se acercaba a Rabo Largo, le hiz
una señal con el hocico para que se reuniera con édonde los aprendices no pudieran oírlos.
—Rabo Largo —empezó, buscando lapalabras apropiadas—, lo siento. Tengo mala
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noticias. Estrella Azul ha aceptado nombraguerrero a Nimbo, pero…
—Pero a Zarpa Rauda no —murmuró e
atigrado—. Es eso, ¿verdad? —Lo lamento, Rabo Largo. He intentadconvencer a Estrella Azul, pero no lo hconseguido.
—Lo que tú digas —bufó el guerrero—. Peresulta muy raro que elija a tu aprendiz mientraningunea al mío. ¡Zarpa Rauda jamás se largó vivir con los Dos Patas!
—No voy a entrar en eso de nuevo —replicCorazón de Fuego. Nimbo nunca había pretendidabandonar el clan, pero todos sabían que habívisitado regularmente el poblado Dos Patas par
que le dieran comida, antes de que unos Dos Patao capturaran y encerrasen—. Estrella Azul dicque va a nombrar guerrero a Nimbo porque hpeleado bien, mientras que Zarpa Rauda…
—Ha hecho de mensajero. —El pelo atigrad
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de Rabo Largo se erizó—. ¿Y quién le encargó esarea? ¡Él se habría quedado a luchar si tú no l
hubieras mandado al campamento!
—Lo sé —admitió Corazón de Fuego, cansad—. Yo estoy tan desilusionado como tú. Haré todo que pueda para que Zarpa Rauda sea guerrero l
antes posible; te lo prometo.
—Si me creyera eso, ¡me creería cualquiecosa! —masculló Rabo Largo.Le dio la espalda a Corazón de Fuego, arañó l
ierra como si estuviera tapando sus excrementos
egresó a la guarida de los aprendices.
El sol estaba descendiendo tras los árboles cuandCorazón de Fuego salió de la guarida de loguerreros seguido de Látigo Gris. Dormir le habídevuelto las fuerzas, e intentó sentirse optimistante la ceremonia, aunque en realidad no le hacídemasiada ilusión.
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Las sombras iban extendiéndose por ecampamento. Corazón de Fuego vio que EstrellAzul ya había salido de su cueva. Para su alivio, l
gata se movía con agilidad, y la herida en ebíceps no pareció dolerle cuando saltó a la PeñAlta.
—Que todos los gatos lo bastante mayore
para cazar vengan aquí, bajo la Peña Alta, paruna reunión del clan —llamó la líder.Látigo Gris le dio a Corazón de Fuego u
empujoncito amigable.
—Lo has hecho bien con Nimbo —maulló—amás pensé que ese cachorro tan insoportabllegaría a convertirse en un buen guerrero.
El lugarteniente agradeció el cumplido de s
amigo restregando el hocico contra su omóplatoLátigo Gris recordaba el disgusto que se llevcuando Carbonilla tuvo el accidente, y sabícuánto significaba para él tener un aprendiz qu
por fin estuviera listo para ser guerrero. Látig
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Gris había visto cómo su propio aprendiz, Frondee convertía en guerrero hacía ya tiempo.
Muchos gatos ya estaban en el claro. La notici
del nombramiento de Nimbo debía de haberspropagado por el campamento. Carbonillapareció procedente de su guarida y se instalcerca del pie de la roca, mientras que Flor Dorad
levó a sus cachorros a sentarse en la primera filaLa camada de Sauce se quedó con ella cerca de lentrada de la maternidad.
Corazón de Fuego advirtió que los demá
aprendices eran los últimos en unirse al círculo dcongregados alrededor de la roca. Vio cómCentellina empujaba a Zarpa Rauda para sacarlde su guarida. Tras cruzar por fin el claro, el gat
blanco y negro se quedó en un extremo de lmultitud, y los demás aprendices se acomodaron u alrededor.
El lugarteniente se sintió descorazonado. N
era culpa de Nimbo que Estrella Azul lo hubies
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elegido sólo a él. Para el aprendiz sería muy durno recibir las felicitaciones de sus amigos cuando nombraran guerrero.
Pero Nimbo no parecía molesto. Saliparsimoniosamente de la guarida de los veterano se encaminó hacia Corazón de Fuego ondeanda cola, con los ojos relucientes de emoción.
El lugarteniente le susurró al oído: —Estoy muy orgulloso de ti, Nimbo. Mañanpuedes dirigir una partida de caza hacia epoblado Dos Patas y contárselo a Princesa.
Nimbo le lanzó una mirada entusiasta, peroantes de que pudiera decir nada, Estrella Azuempezó a hablar.
—Nimbo, esta mañana has peleado muy bie
contra el Clan del Río, y he decidido que hlegado la hora de que ocupes tu lugar comguerrero en nuestro clan.
El joven gato blanco alzó la cara hacia la Peñ
Alta, mirando fijamente a su líder mientras ést
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pronunciaba las palabras rituales. —Yo, Estrella Azul, líder del Clan del Trueno
olicito a mis antepasados guerreros que observe
a este aprendiz. Ha entrenado duro para aprendeas normas de vuestro noble código, y yo os lencomiendo a su vez como guerrero.
Su voz era áspera, y Corazón de Fuego pens
que simplemente estaba siguiendo un ritual quhabía dejado de tener sentido para ellaDesazonado, se preguntó si el Clan Estelar estarídispuesto a cuidar de Nimbo, cuando ni éste ni s
íder sentían ningún respeto por sus antepasadoguerreros. —Nimbo —continuó Estrella Azul—
¿prometes respetar el código guerrero y proteger
defender a este clan, incluso a costa de tu vida? —Lo prometo —respondió Nimbo covehemencia.
Corazón de Fuego se preguntó si de verda
comprendía lo que estaba prometiendo. Estab
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eguro de que Nimbo haría todo lo que pudierpara proteger al clan, porque aquellos gatos eraus amigos, pero sabía que el joven no se verí
mpulsado a actuar por lealtad al código guerrero —Entonces, por los poderes del Clan Estelae doy tu nombre guerrero —continuó Estrell
Azul, pronunciando las palabras como si fuera
espinas—. Nimbo, a partir de ahora seráconocido como Nimbo Blanco. El Clan Estelar shonra con tu valor y tu independencia, y te damoa bienvenida como guerrero de pleno derecho de
Clan del Trueno.Tras saltar de la Peña Alta, Estrella Azul sacercó a Nimbo Blanco para posar el hocico sobru cabeza. Él le dio un lametón respetuoso en e
omóplato, y luego fue a colocarse junto a Corazóde Fuego.Aquél era el momento en que el clan debí
aludar al nuevo guerrero coreando su nombre
pero reinaba el silencio. Corazón de Fueg
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no estaba por ningún lado y que los aprendiceesperaron hasta el final para acercarseencabezados por Centellina, y maullaro
ápidamente y sin énfasis unas pocas palabraantes de escabullirse. Zarpa Rauda no estaba entrellos.
—Debes velar esta noche —le record
Corazón de Fuego a su antiguo aprendizntentando sonar como si aquélla fuera unceremonia de nombramiento más—. No olvideque debes guardar silencio hasta el amanecer.
Nimbo Blanco asintió y fue a colocarse en ecentro del claro. Tenía la cabeza y la cola erguidaorgullosamente, pero Corazón de Fuego sabía qua ceremonia había quedado ensombrecida por lo
celos de los demás aprendices y por la evidentfalta de fe de Estrella Azul.Se preguntó cuánto podría sobrevivir el clan s
u líder ya no honraba al Clan Estelar.
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19
A la mañana siguiente, Corazón de Fuego esperó que partiera la patrulla del alba antes de liberar
imbo Blanco de su vigilancia nocturna. Aún s
notaba agarrotada la pata herida, pero lhemorragia había cesado.
—¿Todo en calma? —maulló—. ¿Quieredormir, o estás en condiciones de salir a cazar
Podríamos ir al pinar para ver a Princesa. Nimbo Blanco abrió la boca en un bostez
enorme, pero un segundo después se levantó de ualto.
—¡Vamos a cazar!
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—De acuerdo. Nos llevaremos también Tormenta de Arena. Ella ya conoce a Princesa.
Era consciente de que su estrecha amistad co
Tormenta de Arena se había ido debilitando desdque él evitó el ataque al Clan del Viento. Deseabestaurar su antiguo vínculo, e invitarla a caza
podría ser una buena manera de hacerlo.
Al mirar alrededor para ver si la gata ya habíalido del dormitorio, reparó en que MantPolvoroso iba hacia él, seguido de FrondinaCuando estuvieron más cerca, el lugarteniente s
dio cuenta de que el guerrero marrón parecípreocupado. —Hay algo que deberías saber —anunci
Manto Polvoroso—. Frondina, cuéntale a Corazó
de Fuego lo que acabas de explicarme.La aprendiza estaba cabizbaja y amasaba euelo con las zarpas delanteras. Su indecisión diiempo al lugarteniente para preguntarse qu
angustiaría a la joven y por qué había decidid
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confiar en Manto Polvoroso antes que en smentor, Cebrado.
La segunda cuestión quedó respondida cuand
el gato marrón inclinó la cabeza para dar un par dametazos en la oreja de la aprendiza. Corazón dFuego jamás había visto tan tierno al hurañguerrero.
—Tranquila —maulló Manto Polvoroso—, nhay nada que temer; Corazón de Fuego no senfadará contigo. —La mirada fulminante qudedicó al lugarteniente, y que Frondina no vio
decía: «¡Más le vale no enfadarse!».Los ojos verdes de la aprendiza lo mirarobrevemente y se desviaron de nuevo.
—Se trata de Zarpa Rauda —maulló—. Él…
—Vaciló para lanzar una mirada a Nimbo Blanco continuó—: Estaba furioso porque Estrella Azuno lo hubiera nombrado guerrero. Anoche noeunió a todos los aprendices en nuestra guarida
Dijo que jamás seríamos guerreros, a menos qu
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hiciéramos algo tan valiente que Estrella Azul npudiera seguir ninguneándonos.
Enmudeció de nuevo, y Manto Polvoros
murmuró: —Continúa. —Dijo que debíamos averiguar quién estab
matando presas en el bosque —maulló Frondin
con voz temblorosa—. Dijo que tú no parecíapreocupado por encontrar a nuestro enemigoQuería que fuéramos a las Rocas de laSerpientes, porque allí es donde se han encontrad
más restos de presas. Zarpa Rauda pensaba qupodríamos hallar alguna pista. —¡Qué idea de ratón descerebrado! —
exclamó Nimbo Blanco.
—¿Y qué pensaban de eso el resto de loaprendices? —preguntó Corazón de Fuegoanzándole una mirada de advertencia a Nimb
Blanco e intentando pasar por alto el frío nudo d
aprensión que empezaba a sentir en el estómago.
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—No lo sé. Todos queremos ser guerreropero también sabemos que no deberíamos hacealgo así sin órdenes y sin ir acompañados de a
menos un guerrero. Al final, sólo se fueron ZarpRauda y Centellina. —¿Tú los has visto irse durante tu vigilia? —
preguntó Corazón de Fuego volviéndose haci
imbo Blanco.Con semblante cada vez más preocupado, eoven guerrero negó con la cabeza.
—Zarpa Rauda dijo que Nimbo Blanco n
epararía ni en un monstruo de Dos Patarrumpiendo en el campamento —mascullFrondina—. Él y Centellina se escabulleron poos helechos que hay detrás de la guarida de lo
veteranos. —¿Cuándo fue eso? —quiso saber Corazón dFuego.
—No estoy segura… antes del amanecer. —
Frondina elevó la voz como si fuera a gimotea
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como una cachorrita—. Yo no sabía qué haceSabía que estaba mal, pero no quería delatarloAl final me sentía cada vez peor, y cuando vi
Manto Polvoroso, fui a contárselo todo. —Miragradecida al guerrero marrón, que restregó ehocico contra su pelaje gris moteado.
—Tendremos que ir en su busca —decidi
Corazón de Fuego. —Yo también voy —maulló Nimbo Blanco; augarteniente lo asombró el fulgor de sus ojo
azules—. Centellina está ahí fuera. Si algo le h
hecho daño, yo… ¡yo lo haré pedazos! —De acuerdo —accedió Corazón de Fuegoorprendido al ver que el joven guerrero mostrab
claramente cuánto le importaba su antigu
compañera de guarida—. Ve en busca de dos gatomás.Mientras Nimbo Blanco salía disparado
Manto Polvoroso maulló:
—Nosotros también iremos.
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—No quiero que los aprendices se veamplicados en esto. Frondina ya está demasiad
alterada. ¿Por qué no te la llevas a cazar? Que o
acompañen Ceniciento y Cebrado. El clan necesitcarne fresca.Manto Polvoroso lo miró largamente
Finalmente, asintió con la cabeza.
—De acuerdo.Corazón de Fuego se preguntó si antes dpartir debía informar a Estrella Azul, pero ndeseaba darle otra excusa para no nombra
guerrero a Zarpa Rauda. «Si conseguimos traerlode vuelta, Estrella Azul no tendría por quaberlo», pensó.
Además, no quería perder ni un instante
imbo Blanco ya estaba de regreso, con Tormentde Arena y Látigo Gris a la zaga. «Justo los gatoque yo habría escogido», se dijo Corazón dFuego, y lo invadió una cálida sensación ante l
dea de que su amigo estaba en casa de nuevo
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que juntos podrían cazar y pelear como antes. Loojos del guerrero gris brillaban cuando se situó aado de Corazón de Fuego, donde solía hacerl
antes. El lugarteniente deseó poder contar tambiécon Tormenta Blanca —era el mentor dCentellina—, pero el viejo guerrero había salidcon la patrulla del alba.
Tormenta de Arena parecía la misma diempre, alerta y centrada en su misión. —Nimbo Blanco nos lo ha contado —maull
enérgicamente—. Vámonos.
Corazón de Fuego lideró al grupo fuera decampamento y hasta lo alto del barranco. Casi anstante captaron el olor de Zarpa Rauda
Centellina, apuntando directamente a las Rocas d
as Serpientes. No había necesidad de perdeiempo intentando seguir su rastro: lo único quenían que hacer era llegar a las Rocas de la
Serpientes lo antes posible.
«Pero será demasiado tarde —pensó Corazó
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de Fuego— si se han tropezado con lo que sea questá allí…».
Atravesó el bosque a la carrera, esparciend
hojas caídas. La rigidez de su pata herida habíquedado olvidada. Látigo Gris corría cerca de é Corazón de Fuego se sintió reconfortado po
encararse al peligro con su amigo al lado d
nuevo, aunque hubieran cambiado muchas cosas.Al acercarse a las Rocas de las Serpienteaminoró el paso e indicó con la cola a sucompañeros que hicieran lo mismo. Si aparecía
precipitadamente sin saber a qué tenían quenfrentarse, no serían de ayuda para loaprendices. Debían tratar a aquella amenaza, fuero que fuese, como a cualquier otro enemigo. Per
algo en su interior gritaba que aquello ermpredecible, más allá de cualquier código dclan, y que él se hallaba más en peligro de lo quhabía estado jamás. ¿Era así como se sentían lo
atones y los conejos, sabiendo que la muert
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podía estar acechando en el sotobosque?Todo estaba en silencio. El lugarteniente n
quería arriesgarse a llamar a los aprendices, n
fuera a alertar a lo que se escondía allí. Se dijque Zarpa Rauda debía de tener razón: aquél era enúcleo de la oscuridad que había envenenado ebosque. Pero empezó a dudar de sus propia
hipótesis sobre cuál sería la amenaza. ¿De verdapodía un solo perro causar tanta muerte destrucción?
Tan sigilosamente como si estuviera acechand
una presa, se deslizó a través de la maleza hastener a la vista las Rocas de las Serpientes, lisas de color arena. Se detuvo unos segundos a olfateael aire. Captó una mezcla de olores: los de Zarp
Rauda y Centellina, todavía frescos; el olor máantiguo de otros gatos del Clan del Trueno; perro, como se esperaba; pero sobre todos ellodominaba el hedor a sangre recién vertida.
Tormenta de Arena se volvió a mirarlo con lo
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ojos dilatados de temor. —Algo espantoso ha sucedido.A Corazón de Fuego lo invadió el horro
Estaba a punto de enfrentarse al origen del miedque lo había acosado durante lunas, el enemigo siostro que había invadido su bosque. Casi erncapaz de moverse.
Con una sacudida de la cola, indicó a sucompañeros que siguieran adelante. Avanzaron coa barriga pegada al suelo, con el propósito de vein ser vistos, hasta que las rocas estuvieron a sól
unos zorros de distancia.Un árbol caído se interponía en su caminoTras saltar a lo alto del tronco, Corazón de Fuege encontró ante un espacio abierto y alfombrad
de hojarasca. Le subió una bilis repugnante a lgarganta al asimilar la escena que tenía delanteLas hojas estaban aplastadas por unas zarpaenormes, y en las ramas del árbol había terrone
de tierra esparcida. En mitad del claro yacía e
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cuerpo blanco y negro de Zarpa Rauda, inmóvil, un poco más allá el de Centellina.
—Oh, no —susurró Tormenta de Arena, qu
acababa de trepar al tronco junto a Corazón dFuego. —¡Centellina! —aulló Nimbo Blanco.Sin esperar una orden de su lugarteniente, s
anzó al claro en dirección a la aprendiza.Corazón de Fuego se puso tenso, temiendo quo que había atacado a los aprendices aparecier
entre los árboles, pero nada se movió. Sintiend
como si sus patas no le pertenecieran, saltó deronco y se encaminó penosamente hacia ZarpRauda.
El aprendiz yacía de costado, las pata
extendidas. Su pelaje blanco y negro estabdesgarrado y su cuerpo cubierto de heridaespantosas, hechas por colmillos mucho mágrandes que los de cualquier gato. Seguí
mostrando los dientes como si gruñera
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exhibiendo una mirada rabiosa. Estaba muerto, Corazón de Fuego vio que había caído luchando.
—Por el Clan Estelar, ¿quién ha hecho esto
—susurró el lugarteniente.Durante lunas había tenido miedo, y ahora ermucho peor de lo que jamás habría imaginado. AZarpa Rauda lo habían matado como si fuera un
presa. Los cazadores del bosque se habíaconvertido en cazados. Algo había ocurrido en ebosque, el equilibrio de la vida había cambiado, durante un momento sintió que el suelo se moví
bajo sus patas.Látigo Gris y Tormenta de Arena se quedaromirando el cadáver de Zarpa Rauda, demasiadmpactados para hablar. Corazón de Fuego sabí
que Látigo Gris estaba recordando otro cuerpcubierto de sangre, reviviendo todo el dolor por lmuerte de Corriente Plateada.
—Qué pérdida tan inútil —murmuró e
ugarteniente con tristeza—. Ojalá Estrella Azul l
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hubiera nombrado guerrero. Ojalá yo le hubierpermitido pelear, en vez de mandarlo a…
Lo interrumpió un chillido de Nimbo Blanco.
—¡Corazón de Fuego! ¡Ven a ver estoCentellina no está muerta!El lugarteniente cruzó el claro corriendo hast
Centellina. Su pelaje blanco y canela, que ell
enía siempre tan pulcramente aseado, estabapelmazado con sangre seca. En un lado del rostra piel estaba desgarrada, y había sangre dond
debería estar el ojo. Tenía una oreja destrozada,
marcas de enormes garras en el hocico.Corazón de Fuego oyó un gemido ahogadcuando Tormenta de Arena llegó tras él.
—No… —susurró la guerrera melada—. ¡Oh
por el Clan Estelar, no!El lugarteniente pensó que Nimbo Blancestaba equivocado y que Centellina estaba muertahasta que vio el leve movimiento de su respiració
la sangre que burbujeaba en sus fosas nasales.
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—Ve en busca de Carbonilla —ordenó a lguerrera.
Tormenta de Arena salió disparada mientra
Látigo Gris se quedaba al lado de Zarpa Raudacon todos los sentidos alerta por si regresaba eemible enemigo. Corazón de Fuego sigui
observando a la malherida Centellina. De algú
modo, su miedo había desaparecido. No sentíotra cosa que una calma helada y undeterminación feroz de vengar a los jóveneaprendices. Le pidió al Clan Estelar que estuvier
con él y que le diera la fuerza para desatar toda lfuria de sus antepasados guerreros sobre aquellque había cometido tal tropelía.
Nimbo Blanco se ovilló junto a la inconscient
aprendiza y empezó a lamerle la cara y las orejas —No te mueras, Centellina —suplicó—Ahora estoy contigo. Carbonilla está de caminoDebes aguantar un poco más.
Corazón de Fuego jamás lo había visto ta
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destrozado. Deseó que el gato blanco no tuvierque sufrir el mismo dolor que él cuando muriaspeada, o el mismo que Látigo Gris cuand
perdió a Corriente Plateada.Una oreja de Centellina se sacudió bajo lierna lengua de Nimbo Blanco. El ojo que l
quedaba se entreabrió y volvió a cerrarse.
—Centellina. —Corazón de Fuego se le acercmás y habló con urgencia—: Centellina, ¿puededecirnos quién os ha hecho esto?
La aprendiza abrió más el ojo y le clavó un
mirada vidriosa. —¿Qué ha ocurrido? —repitió el joveugarteniente—. Habla.
Un fino gemido brotó de Centellina, un gemid
que poco a poco se transformó en palabraCorazón de Fuego se quedó mirándola horrorizadcuando comprendió lo que estaba diciendo.
—Manada, manada… —musitó la gata—
Matar, matar…
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20
—¿Vivirá? —preguntó Corazón de Fuegoangustiado.
Carbonilla soltó un suspiro de agotamiento
Había llegado a las Rocas de las Serpientes taápido como le permitían sus patas desiguale
Después había hecho todo lo posible por taponacon telarañas las peores heridas de Centellina par
detener la hemorragia, y le había dado semillas dadormidera para el dolor. Al final, la aprendiza shabía recuperado lo suficiente para que larrastraran por el bosque hasta el campamento,
ahora yacía inconsciente en un hueco entre lo
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helechos que había cerca de la guarida dCarbonilla.
—No lo sé —admitió la curandera—. H
hecho todo lo que he podido. Ahora Centellindepende del Clan Estelar. —Es una gata fuerte —maulló Corazón d
Fuego, intentando tranquilizarse a sí mismo.
Al mirar ahora a Centellina, acurrucada entros helechos, le parecía cualquier cosa menofuerte. Parecía más pequeña que un cachorroapenas un bultito peludo. Corazón de Fuego casi s
esperaba que cada inhalación de la gata fuera lúltima. —Incluso aunque se recupere —le advirti
Carbonilla—, quedará espantosamente marcada
o he podido salvarle una oreja y un ojo. No sé spodrá ser guerrera alguna vez.Corazón de Fuego asintió. Tuvo náuseas a
obligarse a mirar el lado herido del rostro, ahor
cubierto de telarañas. Todo aquello le recordab
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al accidente de Carbonilla, cuando FauceAmarillas le comunicó que su joven aprendizamás llegaría a curarse del todo.
—Centellina ha dicho algo de la «manada» —murmuró—. Me pregunto qué es lo que vio eealidad.
Carbonilla negó con la cabeza.
—Es lo que he estado temiendo todo estiempo. Hay algo acechándonos en el bosque. Lhe oído en mis sueños.
—Lo sé. —Al lugarteniente se le tensaron lo
músculos de arrepentimiento—. Debería habehecho algo hace tiempo. El Clan Estelar también lmandó esa advertencia a Estrella Azul.
—Pero Estrella Azul ya no siente ningú
espeto por nuestros antepasados guerreros. Morprende incluso que los escuchara. —¿Tú crees que ésa es la razón de que hay
pasado esto? —Corazón de Fuego se volvió haci
a curandera.
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—No. El Clan Estelar no ha enviado este maestoy segura.
En ese instante, un ruido en el túnel d
helechos anunció la llegada de Nimbo Blanco. —Creo que te he dicho que descansaras —maulló Carbonilla.
—No podía dormir. —El joven guerrero fue
nstalarse entre los helechos junto a su amiga—Quiero estar con Centellina. —Inclinó la cabezpara darle un suave lametón—. Duerme bienCentellina. Sigues siendo preciosa —murmuró—
Vuelve con nosotros. No sé dónde estás ahorapero tienes que volver.Siguió lamiéndola un rato más y luego levant
a cabeza para fulminar con la mirada a Corazó
de Fuego. —¡Todo esto es culpa tuya! —le espetó—Centellina y Zarpa Rauda deberían haber sidnombrados guerreros, y así no habrían salido po
u cuenta.
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El lugarteniente le sostuvo la mirada. —Sí, lo sé —maulló—. Y lo intenté; créeme.Se interrumpió al oír unas leves pisadas d
otro gato. Al darse la vuelta, vio que se acercabEstrella Azul. Él había pedido a Tormenta dArena que fuera en su busca; la guerrera meladlegó detrás de la líder al claro de Carbonilla.
Estrella Azul se detuvo junto a Centellina y squedó mirándola en silencio. Nimbo Blancevantó la cabeza desafiante, y durante unoegundos Corazón de Fuego pensó que iba
acusarla de las horribles heridas de la aprendizapero el joven no abrió la boca.Estrella Azul parpadeó un par de veces ante
de preguntar:
—¿Se está muriendo? —Eso depende del Clan Estelar —respondiCarbonilla, mirando de reojo a Corazón de Fuego
—¿Y qué compasión podemos esperar de
Clan Estelar? —gruñó la líder—. Si depende d
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nuestros antepasados, Centellina morirá. —Sin haber llegado a ser guerrera —intervin
imbo Blanco en voz baja y pesarosa; dicho esto
continuó lamiendo el omóplato de su amiga. —No necesariamente —respondió EstrellAzul de mala gana—. Hay un ritual (por suertepoco usado) mediante el cual, si un aprendi
valioso está agonizando, puede ser nombradguerrero para que llegue al Clan Estelar con snombre guerrero. —La gata vaciló.
Corazón de Fuego contuvo la respiración co
ncredulidad. ¿De verdad podría Estrella Azudejar a un lado su rabia hacia sus antepasados pareconocer la importancia del Clan Estelar en l
vida de un guerrero? ¿Estaba a punto de admit
que había negado a Centellina el estatus dguerrera que se merecía? Nimbo Blanco volvió a mirar a la gata gris. —Entonces, hazlo —gruñó.
Estrella Azul no reaccionó mal por el hecho d
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que el guerrero más joven le diera órdeneMientras Corazón de Fuego y Carbonillcontemplaban la escena, arrimándose par
econfortarse con el contacto, y Tormenta de Arene acercaba como testigo silenciosa, la líder declan inclinó la cabeza y empezó a hablar.
—Solicito a mis antepasados guerreros qu
observen a esta aprendiza. Ella ha aprendido ecódigo guerrero y ha dado su vida al servicio du clan. Que el Clan Estelar la reciba com
guerrera. —Entonces hizo una pausa y sus ojo
efulgieron de fría furia—. Será conocida comCara Perdida, para que todos los gatos sepan quhizo el Clan Estelar para arrebatárnosla —gruñó.
Corazón de Fuego se quedó mirándol
horrorizado. ¿Cómo podía la líder utilizar a lmalherida aprendiza en su guerra contra loespíritus de sus antepasados?
—Pero ¡es un nombre muy cruel! —protest
imbo Blanco—. ¿Y si Centellina sobrevive?
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—Entonces tendremos más razones todavípara recordar lo que nos ha hecho el Clan Estela—replicó Estrella Azul en apenas un susurro—
Tendrán a esta guerrera como Cara Perdida, nada. Nimbo Blanco le sostuvo la mirada u
momento más, con desafío en los ojos, pero a
cabo bajó la cabeza como si supiese que era inútdiscutir. —Que el Clan Estelar la reciba con el nombr
de Cara Perdida —concluyó Estrella Azul, y s
nclinó para tocarle levemente la cabeza con lnariz—. Bueno, ya está hecho —murmuró.Como si el contacto la hubiera reanimado
Cara Perdida abrió su único ojo, que qued
anegado por un pavor horroroso. Durante umomento, la joven luchó por despertar del todo. —¡Manada, manada! —exclamó con vo
ahogada—. ¡Matar, matar!
Estrella Azul retrocedió con el pelo erizado.
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—¿Qué? ¿Qué quiere decir? —preguntó.Pero Cara Perdida cayó inconsciente de nuevo
La líder miró ansiosa a Carbonilla y Corazón d
Fuego. —¿Qué quería decir? —insistió. —No lo sé —maulló la curandera, inquieta—
Eso es lo único que dice.
—Pero, Corazón de Fuego, yo te conté… —Lgata gris estaba haciendo un gran esfuerzo pohablar—. Los antepasados del Clan Estelar mmostraron un peligro en el bosque, y lo llamaba
«manada». ¿Es esa manada la que ha hecho esto?Carbonilla evitó su mirada y se fue a examinaa Cara Perdida. Corazón de Fuego buscó unespuesta que satisficiera a su líder. No quería qu
Estrella Azul supiese que sus gatos estaban siendcazados igual que presas por un enemigo sinombre y sin rostro. Pero sabía que no sconformaría con palabras tranquilizadoras
vacías.
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—Nadie lo sabe —contestó por fin—Advertiré a las patrullas que estén alerta, pero…
—Pero si el Clan Estelar nos ha abandonado
as patrullas no nos ayudarán —terminó EstrellAzul despectivamente—. Quizá ha mandado estmanada para castigarme.
—¡No! —Carbonilla se encaró con su líder—
El Clan Estelar no ha mandado a la manadauestros antepasados se preocupan por nosotros amás trastornarían la vida del bosque n
destruirían a todo un clan por una sol
desavenencia. Estrella Azul, debes creer en eso.La gata gris no le hizo caso. Se acercó a CarPerdida y se quedó mirándola.
—Perdóname —maulló—. Yo he atraído la ir
del Clan Estelar sobre ti.Luego dio media vuelta y se marchó a sguarida.
Casi en el mismo instante en que desaparecí
a líder, un aullido desgarrador inundó el clar
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principal. Corazón de Fuego atravesó los helechoa la carrera: Rabo Largo y Látigo Gris acababade llegar con Zarpa Rauda para enterrarlo. Cuand
el cuerpo blanco y negro quedó dispuesto en ecentro del claro, su mentor se tumbó junto a éocándolo con el hocico en la posición ritual d
duelo. Flor Dorada, madre de Zarpa Rauda, s
entó a su lado, mientras sus hermanastroPequeño Zarzo y Pequeña Trigueña, contemplabaa escena con ojos despavoridos.
Corazón de Fuego sintió una nueva oleada d
pena. Rabo Largo había sido un buen mentor parZarpa Rauda, y no se merecía el dolor que estabufriendo.
Tras regresar a la guarida de Carbonilla, vi
que Tormenta de Arena se había acercado a lcurandera, que estaba aplicando nuevas telarañas as ya empapadas de sangre.
—A lo mejor se recupera —maulló la guerrer
—. Si hay alguien que pueda ayudarla eres tú
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Carbonilla.La curandera alzó la vista y parpadeó. —Gracias, Tormenta de Arena, pero la
hierbas curativas tienen un efecto limitado. Y Cara Perdida vive, puede que no me lo agradezcaSe volvió hacia Corazón de Fuego, que capt
u temor a que la gata herida no logras
obreponerse a su aspecto, espantosamentcambiado. ¿Qué futuro le esperaba a una gatcuyas cicatrices le recordarían siempre lpesadilla que había vivido?
—Yo cuidaré de ella igualmente —juró NimbBlanco, que dejó de lamer a su amiga parmirarlos un instante.
Corazón de Fuego se sintió orgulloso. Si s
antiguo aprendiz mostrara la misma lealtancondicional al código guerrero, podría ser unde los mejores guerreros del Clan del Trueno.
Tormenta de Arena restregó delicadamente e
hocico contra Cara Perdida y luego retrocedió.
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—Iré por algo de carne fresca para ti y NimbBlanco —le dijo a Carbonilla—. Y traeré tambiéuna pieza para Cara Perdida. A lo mejor le apetec
algo si despierta. —Decididamente optimistaalió del claro de la curandera. —Yo no quiero comer nada —maulló Nimb
Blanco con voz apagada—. Tengo el estómag
evuelto. —Necesitas dormir —repuso Carbonilla—. Tdaré unas semillas de adormidera.
—Tampoco quiero semillas de adormidera
Quiero quedarme con Cara Perdida. —No te estoy preguntando qué es lo ququieres; te estoy diciendo lo que necesitas. Ayepasaste la noche en vela, ¿recuerdas? —Con má
delicadeza, añadió—: Prometo que te despertari hay algún cambio.Mientras la gata iba en busca de las semilla
Corazón de Fuego lanzó a Nimbo Blanco un
mirada comprensiva.
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—Carbonilla es la curandera —señaló—Sabe qué es lo mejor.
Nimbo Blanco no contestó, pero cuand
Carbonilla regresó con una cabeza seca dadormidera y la sacudió delante de él, se tragó laemillas sin rechistar. Agotado, se ovilló mu
cerca de Cara Perdida y cayó dormido al cabo d
unos segundos. —Jamás pensé que Nimbo Blanco spreocuparía tanto por otro miembro del clan —murmuró Corazón de Fuego.
—¿Es que no te habías dado cuenta? —A pesade su desazón, en los ojos azules de Carbonillapareció un brillo risueño—. Nimbo Blanco yleva una estación entera detrás de Centellina… L
ama de verdad, ¿sabes?Al ver a los dos jóvenes acurrucados juntoCorazón de Fuego se lo creyó.
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Se encaminó al montón de carne fresca. El sol y
estaba casi en su cénit, pero, aunque sus rayodescendían radiantes sobre el claro, apenaalcanzaban a calentar. La estación sin hojas habílegado al bosque.
Habían pasado días desde que Zarpa Raudesultó muerto y Cara Perdida herida. Corazón dFuego acababa de ir a visitarla, y la joven seguíaferrándose a la vida. Carbonilla empezaba a se
cautelosamente optimista; quizá lograríobrevivir. Nimbo Blanco pasaba casi todo eiempo con ella. El lugarteniente lo había liberademporalmente de sus tareas como guerrero par
que pudiese cuidar de la malherida.Mientras cruzaba el claro, el lugarteniente vi
que Látigo Gris salía de la guarida de loguerreros y se dirigía al montón de carne frescaCebrado lo adelantó y lo empujó a un lado par
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ugando con los tres hijos de Sauce. Corazón dFuego sintió una punzada de pena al recordar quCara Perdida jugaba a veces con ellos, como s
estuviese deseando tener cachorros. ¿Alguna vepodría tener su propia camada? —No me acostumbro a cómo se parece es
cachorro a su padre —maulló Látigo Gris despué
de observar un rato a los gatitos. —Mientras no se comporte como él…Corazón de Fuego se puso tenso cuand
Pequeño Zarzo derribó a una hija de Sauce much
más pequeña que él, pero se relajó de nuevo al veque la cachorrita parda se levantaba de un salto e abalanzaba juguetonamente sobre el atigrado.
—Ya debe de ser hora de hacerlo aprendiz —
eñaló Látigo Gris—. Él y Pequeña Trigueña somayores que… —Enmudeció, y sus ojos ámbar sempañaron de tristeza.
Su amigo supo que estaba pensando en su
hijos, que se habían quedado en el Clan del Río.
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ecamente—. Quería preguntarte quién seríadecuado para Pequeña Trigueña.
Látigo Gris hizo una pausa, como si quisier
eguir discutiendo, pero luego se encogió dhombros. —Me sorprende que tengas que preguntármelo
Hay una candidata obvia —contestó. Al ver que s
amigo no decía nada, aclaró—: ¡Tormenta dArena, ratón descerebrado!Corazón de Fuego tomó un bocado d
campañol para darse tiempo de pensar un
espuesta. Tormenta de Arena era una guerrerexperimentada. Había sido aprendiza al mismiempo que, Látigo Gris, Manto Polvoroso y él,
era la única de los cuatro que jamás había tenid
un aprendiz a su cargo. Aun así, por alguna razóe sentía reacio a encomendarle a PequeñTrigueña.
Tras engullir el campañol, maulló:
—Es que le medio prometí a Fronde Dorad
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que sería el mentor de Copito de Nieve. Lo justes que le pregunte a Estrella Azul si él puede seel mentor de Pequeña Trigueña, por la desilusió
an grande que se llevó hace poco. Además, es uguerrero estupendo y hará un buen trabajo.A Látigo Gris le brillaron los ojos de orgullo
Fronde Dorado había sido su aprendiz, y estab
encantado de oír lo bien que le iba al joveguerrero. Pero luego agitó las orejas concredulidad.
—Venga, Corazón de Fuego. Ésa no es l
verdadera razón, y lo sabes. —¿Qué quieres decir? —No quieres confiarle Pequeña Trigueña
Tormenta de Arena por temor a lo que podrí
hacerle Estrella de Tigre.Mirando al guerrero gris, Corazón de Fuegupo que estaba en lo cierto. Esa razón habí
estado en su mente, pero él se había negado
admitirla, incluso ante sí mismo.
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—Tú quieres protegerla —continuó LátigGris.
—¿Y qué tiene eso de malo? Estrella de Tigr
a ha conseguido que Cebrado saque a locachorros del campamento para que lo conozcan¿Crees que la cosa terminará ahí? ¿Crees que scontentará con verlos en las Asambleas?
—No, no lo creo. —Látigo Gris soltó uesoplido exasperado—. Pero ¿qué pensarTormenta de Arena? Ella no es una bonita y frágminina doméstica, no es de las que se esconde
detrás de guerreros grandes y fuertes. Tormenta dArena sabe cuidar de sí misma.Corazón de Fuego se encogió de hombro
ncómodo.
—Tendrá que aceptar la decisión. Estoy segurde que Estrella Azul accederá a que FrondDorado se ocupe de Pequeña Trigueña.
Los ojos ámbar de Látigo Gris reluciero
previendo problemas.
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—Tú eres el lugarteniente. Pero a Tormenta dArena no le gustará nada —predijo.
—¿Tú quieres ser el mentor de Pequeño Zarzo? —preguntó Estrella Azul.
Corazón de Fuego se hallaba en la guarida d
a líder. Acababa de abordar el tema de los nuevoaprendices, sugiriendo que deberían celebrar lceremonia de nombramiento a la puesta de sol.
—Sí —contestó—. Y que Fronde Dorado se
el mentor de Pequeña Trigueña.Estrella Azul lo observó entornando los ojos. —Un traidor como mentor del hijo de u
raidor —dijo con voz ronca. Era evidente que ne interesaba quién se encargaría de Pequeñ
Trigueña—. Muy apropiado. —Estrella Azul, ahora no hay traidores en e
clan —intentó tranquilizarla Corazón de Fuegoapartando sus recelos sobre Pequeño Zarzo.
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Ella sorbió por la nariz desdeñosamente. —Haz lo que quieras, Corazón de Fuego. ¿Po
qué va a importarme lo que suceda en este nido d
canallas?Corazón de Fuego renunció a razonar con ell salió de la guarida para regresar al claro. El soa estaba descendiendo, y el clan había empezad
a reunirse a la espera de la ceremonia. Corazón dFuego vio a Fronde Dorado y lo llamó. —Creo que estás preparado para tener u
aprendiz —anunció—. ¿Te gustaría ser el mento
de Pequeña Trigueña?A Fronde Dorado se le iluminó la mirada. —¿Ha… hablas en serio? —tartamudeó—
Sería genial!
—Harás un buen trabajo. ¿Sabes lo que debehacer en la ceremonia?Se interrumpió al ver que Tormenta de Aren
alía de la guarida de los guerreros y s
encaminaba hacia él.
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—Espera aquí, Fronde Dorado —dijo—Regreso en un momento.
Y fue al encuentro de la gata melada.
—¿Qué es eso que me ha dicho Látigo Gris—quiso saber Tormenta de Arena en cuanto épudo oírla—. ¿Es cierto que le has preguntado Estrella Azul si Fronde Dorado puede ser e
mentor de Pequeña Trigueña?El lugarteniente tragó saliva. Los ojos verdede la guerrera llameaban de ira, y tenía erizado epelo de los omóplatos.
—Sí, es cierto… —empezó. —Pero ¡yo tengo más experiencia que él!Corazón de Fuego reprimió el impulso d
contarle la verdad, de explicarle que estab
haciéndolo por su bien y por ninguna otra razónPero si le decía que no iba a ser la mentora dPequeña Trigueña porque él deseaba protegerla dposibles problemas con Estrella de Tigre, ella s
enfurecería todavía más. Tormenta de Aren
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pensaría que él la consideraba demasiado débpara lidiar con la amenaza que suponía el líder deClan de la Sombra.
—¿Y bien? —insistió la guerrera—. ¿Acasno me consideras capaz de ser una buena mentora —No se trata de eso —protestó Corazón d
Fuego.
—Entonces, ¿de qué? ¡Dame una buena razópor la que yo no debería ser la mentora dPequeña Trigueña!
—Porque… —El lugarteniente miró alrededo
en busca de una respuesta—. Porque quiero qudirijas patrullas de caza extra. Eres una cazadorexcepcional, Tormenta de Arena… la mejor. Yahora que está llegando la estación sin hojas, la
presas volverán a escasear. Vamos a necesitarte dverdad. —Mientras hablaba, supo que lo que decíera cierto. Tener partidas de caza extra dirigidapor Tormenta de Arena sería una forma de resolve
el problema de alimentar al clan durante la
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durísimas lunas de la estación sin hojas.Sin embargo, la guerrera melada no se mostr
mpresionada.
—Sólo estás poniendo excusas —maulldespectivamente—. No hay ninguna razón para quno dirija partidas de caza y sea, al mismo tiempoa mentora de Pequeña Trigueña. Ella e
nteligente y rápida, y estoy segura de que tambiée convertirá en una cazadora excepcional. —Lo lamento. Ya le he dicho a Fronde Dorad
que se encargue de Pequeña Trigueña. Le pediré
Estrella Azul que te encomiende uno de locachorros de Sauce cuando haya pasado la peoparte de la estación sin hojas. ¿De acuerdo?
—No, no estoy de acuerdo —bufó Tormenta d
Arena—. Yo no he hecho nada para que mningunees de ese modo. No me olvidaré de estfácilmente, Corazón de Fuego.
Dicho esto, dio media vuelta y fue a reunirs
con Escarcha y Pecas. Corazón de Fuego fue tra
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ella, pero se detuvo de inmediato. No había nadque pudiera decir, y, además, Estrella Azuacababa de aparecer para convocar la ceremonia.
Mientras el clan se iba congregando, Corazóde Fuego reparó en Látigo Gris, no muy lejos de lPeña Alta, solo. Musaraña pasó junto a él como no existiera para ir a sentarse con las otras gata
Frustrado por la manera en que el clan seguínegándose a aceptar a su amigo, Corazón de Fuegdeseó ir a consolarlo, pero tuvo que quedarsdonde estaba, listo para participar en l
ceremonia. Un momento después, aparecieroimbo Blanco y Tormenta Blanca por el túnel qulevaba a la guarida de la curandera, y s
colocaron al lado del guerrero gris, para alivio de
ugarteniente.Carbonilla los siguió cojeando y se encaminhacia Corazón de Fuego apresuradamente. Cuandestuvo cerca, el joven vio que sus ojos azule
centelleaban.
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—Buenas noticias, Corazón de Fuego —dijo lgata—. Cara Perdida acaba de despertarse y hpodido comer algo de carne fresca. Creo que va
ponerse bien.El lugarteniente ronroneó encantado. —Eso es estupendo, Carbonilla. —Pero
aunque la noticia suponía un alivio, no pudo evita
preguntarse cómo reaccionaría Cara Perdidcuando se enterara de que había quedadespantosamente marcada.
—Ya se ha incorporado, y está intentand
impiarse ella sola —continuó Carbonilla—, perigue estando muy alterada. Tendrá qupermanecer unos días más en mi guarida.
—¿Ha dicho algo sobre lo que la atacó?
La curandera negó con la cabeza. —He tratado de preguntárselo, pero pensar eeso todavía la angustia demasiado. En supesadillas aún grita «manada» y «matar».
—El clan necesita saberlo —le record
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Corazón de Fuego. —Pues el clan tendrá que esperar —replic
Carbonilla tajantemente—. Cara Perdida necesit
paz y tranquilidad para recuperarse.Corazón de Fuego quería preguntarle cuándcreía que Cara Perdida estaría en condiciones dhablar con él, pero tenía que prestar atención a l
ceremonia. Flor Dorada salió de la maternidaflanqueada por sus dos hijos. Corazón de Fuegvio que los había aseado con especial esmero. Epelo de Pequeña Trigueña relucía como una llam
al sol poniente, y el pelaje atigrado oscuro dPequeño Zarzo tenía una pátina brillante. Dcamino hacia la Peña Alta, la gatita iba dandaltos de alegría, pero su hermano parecí
ranquilo y avanzaba con la cabeza y la cola biealtas.Corazón de Fuego se preguntó si ése habrí
ido el aspecto de Estrella de Tigre cuando l
nombraron aprendiz. ¿Habría sido también com
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una promesa de valentía y de una larga vida aervicio de su clan? ¿Tuvieron su líder y su mento
alguna idea de lo que estaba destinado a ser?
Estrella Azul llamó a los dos cachorros parque se situaran al pie de la Peña Alta. Corazón dFuego advirtió que la gata estaba más alerta que dcostumbre, como si ni siquiera ella pudiese se
ndiferente a la idea de tener más guerreros quucharan por el clan. —Fronde Dorado —empezó—. Corazón d
Fuego dice que estás preparado para tener t
primer aprendiz. Serás el mentor de ZarpTrigueña.Con un aspecto casi tan nervioso como s
nueva aprendiza, Fronde Dorado dio unos paso
adelante, y Zarpa Trigueña corrió a su encuentro. —Fronde Dorado —continuó la líder—, hademostrado ser un guerrero leal y reflexivoEspero que hagas lo posible por transmitir esa
cualidades a Zarpa Trigueña.
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Mentor y aprendiza entrechocaron las narices uego se retiraron a un extremo del claro mientra
Estrella Azul se volvía hacia Corazón de Fuego.
—Ahora que Nimbo Blanco es guerrero —iguió la gata—, estás libre para tomar otraprendiz. Serás el mentor de Zarzo.
La líder lo miró con un extraño fulgor en lo
ojos y él comprendió, horrorizado, que EstrellAzul recelaba de sus motivos para querer entrenaal hijo de Estrella de Tigre. Intentó sostener la frímirada de su líder sin amilanarse. Pensara lo qu
pensase Estrella Azul, él sabía que sus motivoeran la lealtad al Clan del Trueno.Zarzo se dirigió hacia su mentor, y Corazón d
Fuego avanzó para reunirse con él en el centro de
círculo de gatos. Contemplando los ojos del nuevaprendiz, vio en ellos un ardiente entusiasmo queal mismo tiempo, suponía un aliciente y un desafío
«¡Qué gran guerrero será! —pensó Corazón d
Fuego, y añadió para sus adentros—: ¡Ojalá n
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fuera hijo de Estrella de Tigre!». —Corazón de Fuego, has demostrado ser u
guerrero de insólito valor y mente rápida —maull
Estrella Azul entornando los ojos—. Estoconvencida de que transmitirás todo lo que sabes este joven aprendiz.
El lugarteniente inclinó la cabeza para toca
con su nariz la de Zarzo. Mientras guiaba al nuevaprendiz a un extremo del claro, Zarzo le preguntó —¿Qué hacemos ahora, Corazón de Fuego
Quiero aprenderlo todo: a pelear, a cazar, tod
obre los otros clanes…A pesar de sus recelos, el lugarteniente tuvque admitir que era evidente que Zarzo no sabínada de la antigua hostilidad entre su mentor y s
padre. Eso era gracias a Flor Dorada, que estabaobservándolos con una expresión indescifrableCorazón de Fuego supuso que a la reina no lhabría hecho demasiada gracia que él decidier
entrenar al hijo de Estrella de Tigre. ¿Y qu
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pasaría cuando el propio Estrella de Tigre senterara? Sentía los ojos de Cebrado clavados eél; sabía que el guerrero oscuro daría la nuev
noticia a Estrella de Tigre en la siguientAsamblea, si no antes. —Todo a su tiempo —prometió al ansios
aprendiz—. Mañana saldremos con Frond
Dorado y con tu hermana para hacer un recorridpor nuestro territorio. Luego aprenderéis dóndestán las fronteras y cómo reconocer los olores dos otros clanes.
—¡Genial! —exclamó Zarzo con un chillidemocionado. —Pero, de momento —añadió Corazón d
Fuego mientras Estrella Azul concluía l
ceremonia—, puedes ir a conocer a los demáaprendices. No olvides dormir en su guarida estnoche.
Agitó la cola para dejarlo marchar, y Zarz
alió disparado hacia su hermana, mientras lo
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otros gatos empezaban a apiñarse a su alrededofelicitando a los dos nuevos aprendices lamándolos por su nombre.
Mientras contemplaba la escena, Corazón dFuego vio que Látigo Gris se encaminaba hacia éCuando su amigo pasó al lado de Tormenta dArena, ésta le preguntó:
—Látigo Gris, ¿no te da pena que no te hayaconfiado un aprendiz? —En parte. —Sonó incómodo y miró
Corazón de Fuego de reojo mientras hablaba—
Pero no puedo esperar encargarme de ningundurante un tiempo. La mitad del clan no me haceptado todavía.
—Entonces, la mitad del clan son estúpida
bolas de pelo —declaró Tormenta de Arenadándole un lametazo en la oreja.Látigo Gris se encogió de hombros. —Sé que tendré que demostrar mi lealtad ante
de volver a ser mentor. Y tú tendrás pronto u
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aprendiz —añadió, como si pudiera leerle epensamiento—, en cuanto estén listos los hijos dSauce.
Una expresión de disgusto cruzó la cara dTormenta de Arena. Corazón de Fuego se pregunti debería intentar hablar con ella otra vez, per
cuando la gata advirtió que él se acercab
dubitativo, se volvió hacia Látigo Gris y maullbien alto: —¡Andando, vamos a ver si queda algo d
carne fresca! Corazón de Fuego se detuvo y vi
abatido cómo Tormenta de Arena se levantabpara encaminarse al montón de carne. Látigo Gria siguió, lanzando una mirada de inquietud a s
amigo.
Al ver cómo la guerrera le volvía la espaldael lugarteniente sintió una amarga desilusión. Pomucho que probara, todos sus intentos de reavivael viejo vínculo entre Tormenta de Arena y é
parecían estar fracasando. La echaba de menos,
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entía una clase de soledad que no podría alivianinguno de los gatos que se movían a su alrededor
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monstruo. —¡Atrás! —gruñó.Zarzo retrocedió de un salto a la seguridad de
arcén mientras el monstruo pasaba a toda prisaagitando su pelaje con una ráfaga de aire caliente apestoso.
A Zarpa Trigueña se le pusieron los ojos com
platos del susto. —¿Qué ha sido eso? —maulló. —Un monstruo —explicó Corazón de Fueg
—. Llevan Dos Patas en sus entrañas, pero nunc
abandonan el Sendero Atronador, así que estáibastante seguros… siempre que os mantengáialejados de él. —Miró a Zarzo con severidad—Cuando un guerrero te diga que hagas algo
obedece. Pregunta todo lo que quieras, perdespués.El aprendiz asintió arañando el suelo. —Sí, Corazón de Fuego.
Ya estaba recuperándose de la impresión. E
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ugarteniente tuvo que admitir que muchos gatomás experimentados se habrían aterrorizado aencontrarse tan cerca de un monstruo. Desde qu
habían dejado el campamento por la mañanaZarzo se había mostrado valiente, curioso ansioso por aprender.
Tormenta de Arena, Látigo Gris y Torment
Blanca habían salido en la patrulla del albamientras Corazón de Fuego y Fronde Doradlevaban a sus aprendices a conocer el territori
del Clan del Trueno. El lugarteniente advirtió qu
e movía con un sigilo extraordinario por loenderos, antes tan familiares, obsesionado con laombras y temeroso de que, en cualquier momento
pudiera encontrarse cara a cara con la oscur
presencia que rondaba el bosque.Se había mantenido bien lejos de las Rocas das Serpientes, pues no quería correr riesgos e
aquel maldito lugar con los dos aprendices. Sabí
que pronto tendría que hacer algo con la amenaz
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que acechaba allí, pero esperaba a que CarPerdida estuviera lo bastante bien para contarleexactamente qué la había atacado. En lo má
profundo de su ser, Corazón de Fuego no podíevitar preguntarse si, cuando eso sucediera, suguerreros serían capaces de enfrentarse aproblema.
—¿Qué es eso de ahí? —preguntó ZarpTrigueña, apuntando con la cola al bosque quhabía al otro lado del Sendero Atronador.
—Ése es el territorio del Clan de la Sombr
—respondió Fronde Dorado—. ¿Puedes captar solor?Una fría brisa llevaba el olor del Clan de l
Sombra hacia ellos. Zarzo y Zarpa Trigueñ
abrieron la boca para saborearlo. —Sí, ya lo habíamos olido antes —anunció laprendiza.
—¿Ah, sí? —Fronde Dorado lanzó una mirad
de asombro a Corazón de Fuego.
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—Cuando Cebrado nos llevó a la frontera parque conociéramos a nuestro padre —explicZarzo.
—Yo los vi. —Corazón de Fuego quería quFronde Dorado supiera que aquello no era unnovedad para él—. Supongo que no podemoculpar a Estrella de Tigre por querer ver a su
hijos —añadió, obligándose a ser comprensivo.Fronde Dorado no respondió, pero parecialgo preocupado, como si compartiera los recelode Corazón de Fuego por la relación de Estrella d
Tigre con aquellos dos jóvenes del Clan deTrueno. —¿Podemos ir ahora a ver a nuestro padre? —
preguntó Zarpa Trigueña ilusionada.
—¡No! —Fronde Dorado pareciescandalizado—. Los gatos de un clan no entrain más en el territorio de otro. Si noorprendiera una patrulla, sería un gran problema
—No si les decimos que Estrella de Tigre e
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nuestro padre —replicó Zarzo—. La última veenía ganas de vernos.
—Fronde Dorado os ha dicho que no —espet
Corazón de Fuego—. Y si pillo a alguno de lodos poniendo una pata al otro lado de la fronteraos cortaré la cola!
Zarpa Trigueña dio un salto atrás, como s
pensara que iba a llevar a cabo la amenaza en esmismo instante.Los ojos ámbar de Zarzo se clavaron en los de
ugarteniente varios segundos.
—Corazón de Fuego —maulló entoncedubitativo—. Hay algo más, ¿verdad? ¿Por qunadie nos habla de nuestro padre? ¿Por qué smarchó del Clan del Trueno?
El lugarteniente se quedó mirando a saprendiz. No veía la manera de esquivar unpregunta tan directa. Tiempo atrás, le habíprometido a Flor Dorada que les contaría a su
hijos la verdad, pero había esperado tener alg
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más de tiempo para pensar en qué decexactamente.
Intercambió una rápida mirada con Frond
Dorado, el cual susurró: —Si no se lo cuentas tú, lo hará otro.El guerrero tenía razón. Había llegado e
momento de cumplir la promesa hecha a Flo
Dorada. Tras carraspear para aclararse lgarganta, maulló: —De acuerdo. Busquemos un sitio dond
descansar y os lo contaré.
Se alejó varios saltos de conejo del SenderAtronador, hasta una hondonada resguardada pomatas de helechos, amarillos y quebradizos ya poas heladas de la estación sin hojas. Lo
aprendices lo siguieron con los ojos dilatados dcuriosidad.Corazón de Fuego comprobó que no hubier
olor a perro antes de acomodarse sobre la hierb
eca, escondiendo las patas delanteras debajo de
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pecho. Fronde Dorado se quedó en la parte altdel terreno, haciendo guardia por los posiblepeligros, del perro o del territorio del Clan de l
Sombra, tan cercano. —Antes de hablaros de vuestro padre —empezó—, quiero recordaros que el Clan deTrueno está orgulloso de vosotros. Los dos seréi
unos guerreros estupendos. Lo que voy a contaroahora no cambiará nada de eso.La curiosidad de los aprendices se transform
en desazón al oír eso. Corazón de Fuego supo qu
estarían preguntándose qué iba a pasar. —Estrella de Tigre es un gran guerrero —continuó—. Y siempre quiso ser líder de un clanAntes de abandonar el Clan del Trueno, er
nuestro lugarteniente.Los ojos de Zarzo centellearon de emoción. —Cuando sea guerrero, también me gustarí
er lugarteniente.
Corazón de Fuego sintió un hormigueo ant
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aquella evidencia de la ambición de su aprendizan parecida a la de Estrella de Tigre.
—Guarda silencio y escucha.
Zarzo inclinó la cabeza obedientemente. —Como estaba diciendo, Estrella de Tigre hido siempre un gran guerrero —prosigui
Corazón de Fuego, obligándose a lanzar la
palabras al frío aire—. Pero un día hubo ucombate contra el Clan del Río por las RocaSoleadas, y Estrella de Tigre aprovechó la batallpara matar a Cola Roja, que entonces era e
ugarteniente de nuestro clan. Echó la culpa a uguerrero del clan enemigo, pero nosotrodescubrimos qué había sucedido en realidad.
Hizo una pausa. Los dos aprendices estaba
mirándolo sin pestañear, con expresión incrédula horrorizada. —¿Quieres decir… que Estrella de Tigre mat
a un gato de su propio clan? —preguntó Zarp
Trigueña a duras penas.
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—¡No me lo creo! —exclamó Zarzo con ugrito de angustia.
—Es cierto —maulló Corazón de Fuego
intiéndose mareado por el esfuerzo de contarlea verdad sobre la traición de su padreajustándose a la insistencia de Flor Dorada sobrque el relato fuera imparcial y no alejara a lo
pequeños de su clan de nacimiento—. Estrella dTigre esperaba ocupar el puesto de Cola Rojcomo lugarteniente, pero Estrella Azul escogió un gato llamado Corazón de León.
—¿Y Estrella de Tigre mató también a Corazóde León? —preguntó Zarzo con voz temblorosa. —No, no lo hizo. Corazón de León murió e
una batalla contra el Clan de la Sombra. Entonce
Estrella de Tigre sí se convirtió en lugartenientepero eso no era suficiente para él. Él quería seíder.
Hizo una nueva pausa, preguntándose cuánt
decir. Decidió que no hacía falta amargarlos con l
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historia de cómo Carbonilla había resultado heriden una trampa tendida por Estrella de Tigre parEstrella Azul, ni sus intentos de matar al propi
Corazón de Fuego. —Formó una banda de gatos proscritos en ebosque —continuó—. Juntos atacaron el Clan deTrueno, y Estrella de Tigre intentó asesinar
Estrella Azul. —¡Asesinar a Estrella Azul! —exclamó ZarpTrigueña sin aliento—. Pero ¡ella es nuestra líder
—Estrella de Tigre pensó que podría ser líde
en su lugar —explicó Corazón de Fuego, con vocuidadosamente neutral—. El clan lo desterró, fue entonces cuando se unió al Clan de la Sombr llegó a convertirse en su líder.
Los dos hermanos se miraron el uno al otro. —Entonces, ¿nuestro padre es un traidor? —maulló Zarzo quedamente.
—Bueno, sí. Y sé que es duro pensar en eso
Tan sólo recordad que podéis sentiros orgulloso
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de pertenecer al Clan del Trueno. Y el clan siente orgulloso de vosotros, como ya os he dichoo sois responsables de lo que hizo vuestro padre
Podéis ser grandes guerreros, leales al clan y acódigo guerrero. —Pero nuestro padre no fue leal —maull
Zarpa Trigueña—. ¿Significa eso que ahora e
nuestro enemigo? —preguntó con ojos aterrados.Corazón de Fuego la miró. —Todos los gatos de los demás clanes debe
ener muy presentes sus propios intereses —
espondió delicadamente—. Eso es lo quignifica la lealtad al clan. Ahora vuestro padre eeal al Clan de la Sombra, al igual que vuestr
obligación es ser leales al Clan del Trueno.
Hubo un silencio durante unos segundos, y acabo Zarpa Trigueña se incorporó y se dio unoametazos en el pecho.
—Gracias por contárnoslo, Corazón de Fuego
¿Es… es cierto eso de que el resto del clan est
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orgulloso de nosotros? —Por supuesto que sí —aseguró e
ugarteniente—. No olvidéis que el clan descubri
odo esto cuando vosotros erais unos reciénacidos, y nadie ha querido castigaros jamás, ¿no?Zarpa Trigueña le hizo un guiño d
agradecimiento. Al mirar a Zarzo, Corazón d
Fuego advirtió que tenía la vista clavada en ecielo, entre las arqueadas hojas de los helechoo había forma de descifrar las emociones qu
eflejaban sus ojos ámbar.
—¿Zarzo? —preguntó Corazón de Fuegnquieto, pero el joven no reaccionó. Deseandranquilizarlo, continuó—: Trabajad duro y seeales a vuestro clan, y nadie os culpará por lo qu
hizo vuestro padre.Zarzo bajó la cabeza de golpe y miró a smentor con toda la hostilidad que Corazón dFuego había visto en Estrella de Tigre. Nunca s
había parecido más a su padre.
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—Pero en realidad no es cierto, ¿verdad? —bufó el aprendiz—. Tú sí nos culpas. No mmporta lo que digas ahora. He visto la forma e
que me miras. Crees que seré un traidor como mpadre. ¡Tú nunca confiarás en mí, haga lo quhaga!
Corazón de Fuego se quedó mirándol
fijamente, incapaz de negar sus acusacioneDurante unos segundos, no tuvo ni idea de qudecir. Mientras vacilaba, Zarzo se levantó de ualto y atravesó los helechos hasta lo alto de l
adera, donde aguardaba Fronde Dorado. ZarpTrigueña lanzó una mirada asustada a Corazón dFuego y corrió tras su hermano.
El lugarteniente oyó que Fronde Dorad
maullaba: —¿Listos para partir? Seguiremos la fronterhasta los Cuatro Árboles. —Hizo una pausa antede gritar—: ¡Corazón de Fuego!, ¿estás listo?
—Ya voy —contestó él.
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Al ir tras los aprendices, notó un gran peso eel corazón. No sabía si había logrado explicarleel verdadero significado de la lealtad, o si sól
había conseguido alejarlos más del Clan deTrueno y de él mismo.
Mientras guiaban a los aprendices a través de serritorio, Corazón de Fuego no dejaba de buscaeñales del misterioso mal que habitaba en e
bosque. No vio nada; no había olores insólitos n
astro de presas despedazadas. La amenaza, fuercual fuese, se había escondido de nuevo, y eso aúe daba más miedo. ¿Qué sería aquello que podí
provocar daños tan horribles y luego desvanecersen las profundidades del bosque como si nunchubiera existido?
«Debo hablar con Cara Perdida en cuantpueda», decidió. Estaba convencido de que logatos todavía eran posibles presas, y sólo er
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cuestión de tiempo que otro resultara cazado.Al salir al claro la mañana siguiente temprano
Corazón de Fuego vio que la patrulla del alba y
estaba preparándose para partir. Látigo Gris Tormenta de Arena esperaban junto a la entraddel túnel de aulagas, mientras Manto Polvoroslamaba a Ceniciento ante la guarida de lo
aprendices.Corazón de Fuego corrió hacia la entrada, perantes de llegar oyó que Tormenta de Arena ldecía a Látigo Gris en voz bien alta:
—Estoy harta de esperar. Nos vemos en lo altdel barranco. —Y sin mirar a Corazón de Fuegodio media vuelta y desapareció.
El lugarteniente sintió que lo inundaba l
risteza y se detuvo ante el túnel, saboreando eolor de Tormenta de Arena, que ya se había ido. —Dale tiempo —maulló Látigo Gri
ocándole el omóplato con la nariz—. Ya se l
pasará.
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—No lo sé. Desde aquella reunión con el Cladel Viento…
Se interrumpió al ver que llegaban Mant
Polvoroso y Ceniciento, y se apartó para que eesto de la patrulla siguiera a Tormenta de ArenaPor lo menos, Manto Polvoroso parecía habeaceptado el regreso de Látigo Gris, hasta el punt
de salir a patrullar con él. A lo mejor, lo único qunecesitaba su amigo para volver a formar parte declan era tiempo.
Corazón de Fuego cruzó el claro hasta l
guarida de Carbonilla. Cara Perdida estabentada en una zona soleada, y Nimbo Blanco shallaba a su lado, limpiándola con delicadeza. Laheridas de sus costados estaban sanand
impiamente, y su pelaje canela y blanco estabcreciendo de nuevo. Mientras se acercabaCorazón de Fuego pensó durante un segundo qucasi volvía a ser la misma de siempre. Per
entonces la gata levantó la cabeza, y, por primer
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vez, el lugarteniente vio la parte herida de sostro sin la protección de las telarañas.
A lo largo de la mejilla de Cara Perdida habí
unos cortes recién cicatrizados, donde el pelo ncrecería nunca más. El ojo había desaparecido, a oreja había quedado reducida a unos jirone
Corazón de Fuego descubrió lo espantosament
apropiado que era su nuevo nombre, y la recordcomo era antes, alegre y vivaracha. Sintió unfuria ardiente en el estómago. ¡Debía expulsar aquella amenaza del bosque!
Al acercarse a Cara Perdida, ésta soltó udébil quejido y se encogió contra Nimbo Blanco. —Tranquila —maulló Nimbo Blanc
dulcemente—. Sólo es Corazón de Fuego. —Tra
alzar la vista hacia su antiguo mentor, le explic—: Has llegado por su lado ciego. Se asustcuando alguien hace eso, pero está cada día mejor
—Así es —confirmó Carbonilla, saliendo d
u guarida. Tras acercarse cojeando a Corazón d
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Fuego para que Cara Perdida no pudiera oírloañadió—: Para ser sincera, no hay mucho más qupueda hacer por ella. Sólo necesita tiempo par
ecuperar las fuerzas. —¿Cuánto? —preguntó el lugarteniente—ecesito hablar con ella… y ya es hora de quimbo Blanco retome sus obligaciones com
guerrero. Sé que Tormenta de Arena lo quiere paru grupo de caza. —Miró al jovecompasivamente, admirado todavía por su lealtahacia Cara Perdida.
Carbonilla se encogió de hombros. —Dejaré que Cara Perdida decida cuándo estpreparada para abandonar mi guarida. ¿Hapensado en lo que pasará ahora con ella?
Corazón de Fuego negó con la cabeza. —Oficialmente es guerrera… —¿Y tú crees que sería feliz en la guarida d
os guerreros, entre brutos como vosotros? —
maulló Carbonilla exasperada—. Todavía necesit
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que cuiden de ella. —Creo que podría ir a vivir con los veterano
al menos mientras se pone fuerte de nuevo —dij
a voz de Nimbo Blanco. El joven se había unido Corazón de Fuego y la curandera—. Cola Pintadigue lamentándose de la muerte de Copito dieve en la guarida de los veteranos. Le haría bie
ener a alguien a quien cuidar. —¡Es una idea brillante! —exclamó Corazóde Fuego.
—Yo no estoy segura —objetó Carbonilla—
¿Qué va a pensar Cola Pintada? Ya sabes lquisquillosa y orgullosa que es. No le gustará ldea de que estés haciéndole un favor al intenta
distraerla por la muerte de Copito de Nieve.
—Déjame a mí a Cola Pintada —repuso eugarteniente—. Le diré que es ella la que esthaciéndome un favor a mí al cuidar de CarPerdida.
—Eso podría funcionar —aprobó la curander
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—. Y cuando Cara Perdida esté un poco mejopodría ayudar a los veteranos y así dejar libres os aprendices para otras tareas.
—Vamos a preguntárselo —propuso NimbBlanco, que corrió al lado de la joven gata y sapretó contra ella—. Cara Perdida, Corazón dFuego quiere hablar contigo.
—Cara Perdida, soy Corazón de Fuego. —Edestrozado rostro de la gata se volvió hacia él—¿Te gustaría vivir una temporada con loveteranos? Me quitarías una gran preocupación d
encima si pudieras echarles una mano… Loaprendices ya tienen mucho trabajo.Cara Perdida se sacudió nerviosamente y mir
a Nimbo Blanco con su único ojo.
—No tengo que hacerlo, ¿verdad? Yo no souna veterana. Nimbo Blanco restregó el hocico contra s
ostro herido.
—Nadie te obligará a hacer nada que tú n
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quieras. —Pero estarías haciéndome un gran favor —s
apresuró a añadir Corazón de Fuego—. Col
Pintada sigue llorando la pérdida de Copito dieve, y le beneficiaría mucho tener cerca a ungata joven y enérgica. —Al ver que Cara Perdidvacilaba, continuó—: Es sólo hasta que recupere
odas tus fuerzas. —Y cuando vuelvas a estar en forma, yo tayudaré a entrenar —intervino Nimbo Blanco—Estoy seguro de que podrás cazar con tu ojo y t
oreja buenos. Sólo hará falta un poco de práctica.El rostro de la gata se iluminó esperanzado, al cabo asintió despacio.
—De acuerdo, Corazón de Fuego. Si ésa es l
manera de poder ser útil… —Lo es, te lo prometo. Y, Cara Perdida… —añadió, tras agacharse a su lado y darle un lametó—, ¿hay algo que puedas contarme de aquel día e
el bosque? ¿Viste qué te atacó?
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La confianza de la joven se esfumó de golpe, volvió a encogerse contra Nimbo Blanco.
—No me acuerdo —gimoteó—. Lo lamento
Corazón de Fuego, no me acuerdo. Nimbo Blanco le lamió la cabeza pareconfortarla.
—No pasa nada. No tienes que pensar en es
ahora mismo.El lugarteniente intentó disimular sdecepción.
—No importa. Si se te ocurre algo, dímel
enseguida. —Yo sí voy a decirte algo ahora —gruñimbo Blanco—: cuando descubramos quién l
hizo esto, lo haré picadillo. Prometido.
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La luna llena cruzaba el cielo tras unas nubedeshilachadas mientras Estrella Azul guiaba a suguerreros a la Asamblea. Corazón de Fuego s
entía inquieto. A pesar de su declaración dguerra al Clan Estelar, la líder había insistido eacudir.
—¿Cómo voy a fiarme de que tú guíes al clan
—había bufado Estrella Azul cuando eugarteniente fue a preguntarle qué guerreros debílevarse.
Corazón de Fuego se había limitado a inclina
a cabeza acatando su decisión, pero aún le dolí
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a idea de que su líder estuviera convencida dque era un traidor.
También tenía sus dudas por haber incluido
Látigo Gris, pero su amigo le había suplicado que permitiera ir. —¡Por favor, Corazón de Fuego! Podré ped
nformación sobre mis hijos —había maullado.
Corazón de Fuego sabía que Látigo Grincitaría la hostilidad del Clan del Río al aparecean poco tiempo después de la batalla en las Roca
Soleadas, y casi había tenido la esperanza de qu
Estrella Azul se negara. Pero la líder del Clan deTrueno se limitó a sacudir la coldespectivamente.
—Déjalo venir. Todos vosotros sois traidore
así pues, ¿qué más da?Ahora Corazón de Fuego estaba apretujadentre los demás guerreros del Clan del Truenoiguiendo a Estrella Azul ladera abajo. Al llegar a
claro, lo primero que vio fue a Estrella de Tigre
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Estrella Leopardina sentados juntos, contemplandcon aprobación cómo un grupo de sus aprendicepeleaban en broma. Corazón de Fuego sintió u
hormigueo al verlos uno al lado de otro. Aún nenía pruebas de que Estrella de Tigre estuvierramando una venganza contra su antiguo clan, per
desde luego Estrella Leopardina sentiría renco
ras la derrota de su clan en las Rocas Soleadas. —Has hecho un buen trabajo —le dijo EstrellLeopardina a su colega—. Esos jóveneaprendices son fuertes, y han aprendido muy bie
os movimientos de lucha.Estrella de Tigre ronroneó muy ufano. —Hemos hecho algunos progresos —admiti
—, pero todavía hay un largo camino por delante.
Un par de aprendices rodaron enzarzados hastos pies de sus líderes, y Estrella Leopardinetrocedió un poco para darles más espacio. Erndudable que los miembros jóvenes del Clan d
a Sombra estaban bien alimentados y en forma
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Corazón de Fuego apenas podía creer que fueraas mismas criaturas escuálidas que estuvieron
punto de morir cuando la enfermedad asoló s
clan. Intercambió una mirada de inquietud coLátigo Gris. Estaba seguro de que, más pronto más tarde, el Clan del Trueno tendría quenfrentarse a aquellos hábiles luchadores en un
batalla.A una palabra de Estrella de Tigre, loaprendices dejaron su refriega fingida y sentaron para lamerse el pelo alborotado. Los do
íderes se encaminaron a la Gran Roca. Corazóde Fuego reparó en que Estrella Azul ya estabesperando al pie del peñasco, pero no vio Estrella Alta, el líder del Clan del Viento.
Mientras los gatos del Clan del Trueno sdispersaban para reunirse con guerreros de otroclanes, Corazón de Fuego advirtió que Látigo Grie acercaba corriendo a una rolliza gata parda,
captó en ella el olor del Clan del Río. Sintió un
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punzada de nerviosismo. Confiaba absolutamenten su amigo, aunque sabía que siempre tendría unpata en el clan vecino mientras sus hijos estuviera
allí. Pero algunos guerreros del Clan del Truendudarían de su lealtad si lo veían hablar taanimadamente con una gata del Clan del Río.
—Musgosa, ¿cómo estás? —saludó Látig
Gris a la gata—. ¿Cómo se encuentran mis hijos? —Acaban de convertirse en aprendices —contestó Musgosa con orgullo—. Ahora se llamaPlumilla y Borrasquino.
—¡Eso es genial! —Sus ojos amarilloelucían cuando se volvió hacia Corazón de Fueg—. ¿Has oído lo que ha dicho Musgosa? Mis hijoa son aprendices. —Miró alrededor—. No está
aquí, ¿verdad?Musgosa negó con la cabeza. —Su nombramiento es demasiado recient
para eso. Quizá la próxima vez. Les diré que ha
preguntado por ellos, Látigo Gris.
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—Gracias. —Su entusiasmo se desvanecióeemplazado por angustia—. ¿Qué pensaro
cuando no volví de la batalla?
—En cuanto supieron que no estabas muertoo llevaron bien —contestó la gata parda—. Nfue exactamente una sorpresa. Todos los gatos deClan del Río sabíamos que acabarías volviendo
u clan.Látigo Gris parpadeó sorprendido. —¿De verdad? —Claro. Con todo el tiempo que pasaba
cerca de la frontera soñadoramente, o mirando aotro lado del río… Con todas las historias que lecontabas a tus hijos sobre ti y Corazón de Fuegcuando erais aprendices… No costaba mucho ve
que tu corazón jamás había abandonado el Cladel Trueno.Látigo Gris parpadeó de nuevo. —Lo lamento, Musgosa.
—No tienes por qué —replicó ell
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briosamente—. Y puedes estar seguro de que tuhijos estarán bien cuidados. Yo los vigilaréademás, Vaharina y Pedrizo son sus mentores.
—¿En serio? —A Látigo Gris se le iluminó lmirada de nuevo—. ¡Es estupendo!Corazón de Fuego sintió una punzada d
esquemor. Vaharina y Pedrizo eran grande
guerreros, pero se preguntó por qué habríaaccedido a ser los mentores de los hijos de LátigGris. Vaharina había sido gran amiga de su madreCorriente Plateada, así que podría sentir ciert
nterés. Pero tanto ella como su hermano habíaeaccionado con tal animosidad al saber quEstrella Azul era su madre que a Corazón dFuego lo sorprendía que quisiesen tener algo qu
ver con cachorros que eran medio del Clan deTrueno. ¿Sería posible que quisieran enseñarles er especialmente hostiles hacia el clan de s
padre?
—Les dirás lo orgulloso que estoy de ello
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¿verdad? —maulló Látigo Gris ansiosamente—. Yecuérdales que deben hacer todo lo que les digaus mentores, ¿vale?
—Por supuesto que lo haré. —Musgosa soltun ronroneo tranquilizador—. Sé que Vaharina tayudará a estar en contacto con ellos. A EstrellLeopardina podría no gustarle, pero… bueno, si n
e entera, no le hará daño.Corazón de Fuego tenía sus dudas: traechazar a Estrella Azul, Vaharina podría n
querer seguir relacionándose con el Clan de
Trueno. El lugarteniente sospechaba que lguerrera se sentiría más leal que nunca al Clan deRío y a Tabora, la gata a la que siempre habíquerido como si fuera su madre.
—Gracias, Musgosa —maulló Látigo Gris—o olvidaré lo que has hecho.Miró alrededor al oír un aullido procedente d
o alto de la Gran Roca: la señal de que empezab
a reunión.
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Al volverse, Corazón de Fuego vio que locuatro líderes ya estaban juntos; sus pelajebrillaban a la luz de la luna mientras observaban
os gatos congregados a sus pies. Corazón dFuego prestó poca atención mientras los lídereniciaban formalmente la Asamblea. En vez de esoe preguntó si Estrella Azul mencionaría e
horrible asalto a Zarpa Rauda y Centellina, y salguno de los otros líderes tendría noticiaemejantes. Casi esperaba que sí, porque es
demostraría que la fuerza oscura del bosque no er
una amenaza para el Clan del Trueno solamente que, por tanto, no la había enviado el Clan Estelapara castigar a Estrella Azul por haber desafiado us antepasados. Corazón de Fuego no podía evita
pensar que era algo mayor incluso que eso, unombra gigantesca que abarcaba el bosque enteroalgo que no conocía el código guerrero y que veía los gatos como simples presas.
Cuando Estrella Alta terminó de habla
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Estrella de Tigre dio un paso adelante. Explicbrevemente cómo progresaba el programa dentrenamiento del Clan de la Sombra, que habí
nacido una nueva camada y que tres aprendicehabían ascendido a guerreros. —El Clan de la Sombra vuelve a ser fuerte d
nuevo —concluyó—. Ya estamos preparados par
omar parte activa en la vida del bosque.Corazón de Fuego se preguntó si esignificaría «preparados para atacar a nuestro
vecinos». Aguardó, con el alma en vilo, a qu
Estrella de Tigre diera razones para expandir serritorio. El líder del Clan de la Sombra habíhecho una pausa y estaba mirando a los gatoeunidos como si tuviera algo particularment
mportante que decir. —Tengo una petición que hacer —anunció—Muchos sabéis que cuando dejé el Clan deTrueno, en la maternidad había dos hijos mío
Eran demasiado pequeños para viajar, y esto
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agradecido al Clan del Trueno por los cuidadoque les han dado. Pero ya es hora de que se reúnaconmigo en el clan al que pertenece
egítimamente. Estrella Azul, te pido que mentregues a Zarzo y Zarpa Trigueña.Varios guerreros del Clan del Trueno elevaro
aullidos de protesta antes de que Estrella de Tigr
erminara de hablar. Corazón de Fuego estabdemasiado atónito para unirse a sus compañeroDesde hacía tiempo, le preocupaba que a Estrellde Tigre no le bastase con ver a sus hijos en la
Asambleas, pero jamás se habría esperado unpetición pública para que se los entregaran.Estrella Azul se incorporó y aguardó a que e
uido se apagara para responder.
—Por supuesto que no —maulló—. Son hijodel Clan del Trueno. Ahora son aprendices y squedarán en el lugar al que pertenecen.
—¿El Clan del Trueno? —espetó Estrella d
Tigre con voz desafiante—. Creo que no, Estrell
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Azul. Ellos me pertenecen, y serán mis guerreroquienes se hagan cargo de su entrenamiento.
Corazón de Fuego pensó que, según es
azonamiento, los hijos de Látigo Gris deberíavolver al Clan del Trueno, aunque suponía quEstrella Azul no querría reabrir ese debate con eClan del Río. Se sintió aliviado al ver que Estrell
Azul no iba a amilanarse fácilmente. —Tu preocupación es natural, Estrella dTigre. Pero puedes estar seguro de que ZarpTrigueña y Zarzo recibirán el mejor entrenamient
posible en el Clan del Trueno.Estrella de Tigre hizo una nueva pausaecorriendo el claro con la mirada, y cuando habl
de nuevo no fue sólo para Estrella Azul, sino par
oda la audiencia de gatos. —La líder del Clan del Trueno me dice lo bieentrenados que estarán mis hijos bajo su guía…cuando el Clan del Trueno tiene un pésim
historial cuidando de sus miembros más jóvene
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Un cachorro cazado por un halcón. Un aprendimuerto salvajemente y otro permanentementmutilado cuando los mandaron a una misión si
ningún guerrero. ¿A alguien le extraña que mpreocupe la seguridad de mis hijos?Gritos horrorizados sonaron por todo el claro
Corazón de Fuego se quedó mirando al líder de
Clan de la Sombra sin dar crédito. ¿Cómo sabía lde Zarpa Rauda y Centellina? Era demasiadeciente para que hubiese llegado a oídos del Cla
de la Sombra, excepto… «¡Cebrado!», pensó e
ugarteniente, flexionando las garras de rabia. ¡Esguerrero traicionero debía de haber iddirectamente a Estrella de Tigre para contárselodo!
Corazón de Fuego estaba tan furioso que sperdió la respuesta de Estrella Azul, y cuandvolvió a concentrarse, Estrella de Tigre estabhablando de nuevo.
—Yo no veo qué tiene de difícil —maull
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uavemente—. Al fin y al cabo, no sería la primervez que el Clan del Trueno entregara cachorros otro clan, ¿verdad que no, Estrella Azul?
Corazón de Fuego sintió que el miedo latenazaba el estómago. Estrella de Tigre estabefiriéndose indirectamente a Vaharina y Pedrizo
pues Tabora le había hablado de los cachorro
nacidos en el Clan del Trueno. Agradeció al ClaEstelar que Estrella de Tigre no supiera el nombrde los cachorros ni quién era su madre. Pero lpoco que sabía el atigrado era mucho más de l
que sabía el resto del clan.Miró de reojo a Pedrizo, que estaba sentado ólo unas colas de distancia. El gato gris azulade había incorporado, con la cabeza bien recta,
estaba mirando fijamente hacia la Gran Roca. Perus ojos no estaban clavados en Estrella de Tigreegún advirtió Corazón de Fuego, sino en Estrell
Azul, y en ellos había un odio puro.
Hundiendo las garras en el suelo, el jove
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ugarteniente esperó la respuesta de su líder. Sdio cuenta de lo alterada que estaba. Cuando pofin consiguió contestar, parecía que las palabras s
e clavaran en la garganta como espinas. —El pasado es el pasado —declaró la gata—Debemos juzgar cada situación individualmentePensaré con detenimiento en lo que has dicho
Estrella de Tigre, y te daré mi respuesta en lpróxima Asamblea.Corazón de Fuego dudaba que Estrella d
Tigre consintiera en esperar una luna entera, pero
para su sorpresa, el líder del Clan de la Sombrnclinó la cabeza y retrocedió un paso. —Muy bien —accedió—. Una luna más…
pero sólo una.
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Avanzaba cautelosamente por el pinar hacia epoblado Dos Patas. La noche anterior habílovido mucho, de forma que se le pegaban a la
patas ceniza mojada y despojos quemados. Todous sentidos estaban alerta, no por posibles presaino por cualquier señal de que la amenaza oscur
del bosque fuera a aparecer para atacar al pequeñ
grupo de gatos, como había atacado a Zarpa Raud Cara Perdida.
La gata herida iba siguiendo a Corazón dFuego, con Nimbo Blanco al lado, mientras Látig
Gris cerraba la marcha, vigilando cualquier cos
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que pudiera saltar sobre ellos por detrás. Iban visitar a Princesa, la madre de Nimbo Blanco. Eoven guerrero había insistido en que lo
acompañara Cara Perdida. —Tendrás que salir del campamento en algúmomento —había maullado—. No vamos acercarnos ni remotamente a las Rocas de la
Serpientes. Yo me aseguraré de que estés a salvo.A Corazón de Fuego lo asombraba cuántconfiaba Cara Perdida en Nimbo Blanco. Estabobviamente aterrorizada por la idea de abandona
el refugio del campamento. Daba un salto por caduido, por cada crujido de hojas bajo sus patapero aun así seguía adelante. Corazón de Fuegcreyó ver en ella el retorno del valor que habí
mostrado cuando era Centellina.Cuando tuvieron a la vista la verja trasera dos jardines de Dos Patas, Corazón de Fuego hiz
una señal con la cola para que sus compañeros s
detuvieran. No podía ver a Princesa, pero al abr
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a boca para saborear el aire captó su olor. —Esperad aquí —ordenó a los demás—
Estad ojo avizor y llamadme si hay problemas.
Tras asegurarse de nuevo de que no habíolores recientes de perros ni de Dos Patas, cruzó a carrera el espacio de campo abierto y saltó a l
valla de Princesa. Un destello blanco entre lo
arbustos lo alertó, y al cabo de un instantapareció su hermana, avanzando melindrosamentpor el césped mojado.
—¡Princesa! —la llamó sin levantar mucho l
voz.Ella se detuvo y alzó la vista. En cuanto vio Corazón de Fuego, corrió a la valla y subió de ualto.
—¡Corazón de Fuego! —ronroneóestregándose contra él—. ¡Qué alegría verte¿Cómo estás?
—Estoy bien —respondió el lugarteniente—
Te he traído unas visitas… Mira.
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Indicó con la cola hacia donde estaban lootros gatos, agazapados en el lindero del bosque.
—¡Ahí está Nimbo! —exclamó Princesa—
Pero ¿quiénes son los otros? —El gato grande es mi amigo Látigo Gris —explicó Corazón de Fuego—. No tienes de qupreocuparte, es mucho más bonachón de lo qu
parece. Y la otra gata —añadió vacilante— slama Cara Perdida. —¡Cara Perdida! —repitió Princesa con lo
ojos como platos—. ¡Qué nombre tan horrible
¿Por qué la han llamado así? —Ya lo verás —maulló Corazón de Fuego muerio—. Resultó gravemente herida, de modo qué amable con ella.
Bajó de la valla de un salto, y, tras una brevvacilación, Princesa lo siguió hasta dondesperaban los otros tres gatos.
Nimbo Blanco corrió al encuentro de s
madre, dejando a Látigo Gris con Cara Perdida,
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ocó con la nariz la de ella. —Nimbo, hacía años que no te veía —
onroneó Princesa, emocionada—. Tienes u
aspecto maravilloso, y has crecido, ¿verdad? —Ahora tienes que llamarme Nimbo Blanc—anunció su hijo—. Ya soy guerrero.
Princesa soltó un chillido de alegría.
—¿Ya eres guerrero? Nimbo Blanco, ¡quorgullosa estoy de ti!Mientras la gata atigrada interrogaba a su hij
obre la vida en el clan, Corazón de Fuego no s
olvidaba de que el peligro podía estar cerca. —No podemos quedarnos mucho tiempo —maulló—. Princesa, ¿has oído algo sobre un perruelto por el bosque?
Su hermana se volvió hacia él con los ojodilatados y temerosos. —¿Un perro? No, no sé nada de eso. —Creo que podría ser lo que los Dos Pata
andaban buscando el día que Tormenta de Arena
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o te encontramos en el pinar —continuó Corazóde Fuego—. No deberías volver a salir sola abosque, al menos de momento. Es demasiad
peligroso. —Pero entonces vosotros estaréis en peligrodo el tiempo —maulló Princesa, alzando la vo
angustiada—. ¡Oh, Corazón de Fuego…!
—No tienes que preocuparte por nada. —Eugarteniente intentó sonar confiado—. Tan sólquédate en tu jardín. El perro no te molestará allí.
—Pero me preocupo por ti y por Nimb
Blanco. Vosotros no tenéis una casa donde… ¡Oh!Princesa acababa de ver el lado malherido dCara Perdida, y no pudo contener un grito despanto. Cara Perdida la oyó y se agazapó má
erizando el pelo con temor. —Oh, por el Clan Estelar, ¿qué te ha pasado—preguntó Princesa sin poder reprimirsearañando el suelo con las zarpas.
—Cara Perdida salió a enfrentarse con e
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perro —respondió Nimbo Blanco—. Fue muvaliente.
—¿Y él te hizo eso? ¡Oh, pobrecilla! —Se l
dilataron aún más los ojos al asimilar todo ehorror de las heridas de la guerrera: el rostrdestrozado, el ojo perdido y la oreja mutilada—Y lo mismo podría pasaros a cualquiera d
vosotros…Corazón de Fuego apretó los dientes. Todo lque decía su hermana era de lo más inapropiado, Cara Perdida estaba mirándola con una profund
risteza en su único ojo. Nimbo Blanco se restregcontra su costado y frotó su nariz contra ella pareconfortarla.
—Es hora de que nos vayamos —decidi
Corazón de Fuego—. Nimbo Blanco sólo querícontarte sus novedades. Será mejor que regreses u jardín, Princesa.
—Sí… sí, lo haré. —Dio un paso atrás, co
os ojos clavados todavía en Cara Perdida—
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¿Vendrás otro día a verme, Corazón de Fuego? —En cuanto pueda —prometió él, y añadi
para sus adentros: «Pero vendré solo».
Princesa retrocedió más, y luego dio medivuelta y corrió hacia la valla. Subió de un salto e detuvo un instante para maullar:
—¡Adiós!
Y desapareció en la seguridad de su jardín. Nimbo Blanco soltó un largo suspiro. —Qué bien ha ido —maulló con amargura. —No puedes culpar a Princesa —le dij
Corazón de Fuego—. Ella no entiende en realidaen qué consiste la vida de clan. Sólo ha vistalgunos de sus peores aspectos, y no le gustan.
—¿Qué se puede esperar de una minin
doméstica? —gruñó Látigo Gris—. Vámonos casa. Nimbo Blanco dio un empujoncito delicado
Cara Perdida. Cuando se levantó, la joven gat
maulló con timidez:
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—Corazón de Fuego, Princesa parecíasustada de mí. Quiero… —Se le quebró la vozTras tragar saliva, empezó de nuevo—. Quier
verme. ¿Hay cerca algún charco donde puedmirarme?Corazón de Fuego sintió una punzada d
ástima por la gata, pero también admiración po
u valor al querer enfrentarse a lo que era ahoraSe volvió hacia Nimbo Blanco, deseando que eoven lo guiara en qué hacer.
Nimbo Blanco miró un momento alrededor
uego apretó el hocico contra el omóplato de CarPerdida. —Ven conmigo —maulló.La condujo hacia un árbol, entre cuyas raíce
a lluvia de la noche anterior había formado ucharco, y luego la acercó hasta el borde de leluciente agua. Juntos miraron hacia abajoimbo Blanco no retrocedió ante lo que veí
eflejado, y Corazón de Fuego sintió una nuev
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oleada de calidez hacia su antiguo aprendiz.Cara Perdida permaneció rígida vario
egundos, contemplando la superficie del agua. S
cuerpo se puso tenso y su único ojo se dilató. —Ahora ya lo veo —maulló al cabo en voqueda—. Lamento que los demás gatos se alterecuando me ven.
Corazón de Fuego observó cómo NimbBlanco apartaba a la gata de la espantosa visión e cubría el lado herido del rostro con lametoneentos y suaves.
—Para mí sigues siendo preciosa —le dijo—Y siempre lo serás.Corazón de Fuego se sintió embargado de pen
por la joven gata y de orgullo por Nimbo Blanco
por ser tan fiel a ella. Tras acercarse, maulló: —Cara Perdida, no importa qué aspectengas. Nosotros seguimos siendo tus amigos.
Ella inclinó la cabeza agradecida.
—¡Cara Perdida! —bufó Nimbo Blanco. E
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veneno de su voz sorprendió a Corazón de Fueg—. Odio ese nombre —siseó—. ¿Qué derechiene Estrella Azul a recordarle lo sucedido cad
vez que un gato hable con ella? Bueno, pues yo npienso volver a usarlo. Y si Estrella Azul protestaa puede… ¡puede irse a comer caracoles!
Corazón de Fuego sabía que debería reñir a
oven guerrero por sus irrespetuosas palabrapero no guardó silencio. Compartía el punto dvista de Nimbo Blanco. Cara Perdida era unombre de lo más cruel, un símbolo de la continu
guerra de Estrella Azul contra el Clan Estelar, y shabía escogido sin la menor consideración a lgata que debía llevarlo. Pero la joven habíecibido ese nombre en una ceremonia forma
presenciada por el Clan Estelar, y no había nadque Corazón de Fuego pudiera hacer al respecto. —¿Vamos a quedarnos aquí todo el día? —
preguntó Látigo Gris.
Corazón de Fuego soltó un profundo suspiro.
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—No. Vámonos.Se acercaba el momento en que él y su
guerreros tendrían que enfrentarse a lo que lo
había convertido en presas en su propio territorio
Corazón de Fuego soñó que estaba recorriendo u
bosque durante la estación de la hoja nueva. El soe colaba entre los árboles, formando motivomoteados de luz y sombra que variaban cuando lbrisa agitaba las hojas. Él se detenía para olfatea
el aire. Muy débilmente, distinguía un aroma dulc familiar, y lo recorría un escalofrío de alegría. —¿Jaspeada? —susurraba—. Jaspeada, ¿está
ahí?Durante un momento le parecía ver uno
elucientes ojos que lo miraban desde una mata dhelechos. Un aliento cálido le acariciaba la oreja una voz murmuraba:
—Corazón de Fuego, acuérdate del enemig
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que nunca duerme.Entonces la visión se desvaneció, y e
ugarteniente se encontró en la guarida de lo
guerreros, con la fría luz de la estación sin hojaque entraba a través de las ramas.Aferrándose todavía a los últimos retazos de
ueño, se estiró y se sacudió de encima restos d
musgo. Habían pasado varias lunas desde lprimera vez que Jaspeada le advirtió que tuviescuidado con el enemigo que nunca dormía. Habíido poco después de que Estrella de Tigre atacar
el campamento del Clan del Trueno con su bandde proscritos, cuando Corazón de Fuego esperabque el destierro del traicionero lugarteniente lhubiera mandado lejos de allí para siempre.
Pensar en Estrella de Tigre le hizo recordar lúltima Asamblea. No había duda de que el antiguugarteniente quería a Zarzo y Zarpa Trigueña, y,
pesar de lo que le había dicho a Estrella Azu
Corazón de Fuego estaba convencido de que n
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estaría dispuesto a esperar. Aunque no lorprendía del todo la exigencia de Estrella d
Tigre, el lugarteniente no se planteaba siquiera l
posibilidad de entregarle a sus hijos. Una parte dél se sentiría aliviada de verlos marchar, de ponefin a sus propios sentimientos de desconfianza culpabilidad, pero eran miembros del Clan de
Trueno, y el código guerrero decía que el cladebería hacer cualquier cosa para conservarlos.Un sonido en el lecho contiguo le indicó qu
Tormenta de Arena se estaba despertando. La mir
ntranquilo. —Tormenta de Arena… —empezó.La gata melada lo fulminó con la mirad
mientras se sacudía y se levantaba.
—Me voy a cazar —le espetó—. Eso es lo quú quieres, ¿no? —Sin aguardar una respuesta, fua despertar a Manto Polvoroso—. Venga, perezosbola de pelo —maulló—. Todas las presa
morirán de viejas antes de que salgas de aquí.
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—Iré a buscar a Nimbo Blanco por ti —sofreció Corazón de Fuego a toda prisa, y salió da guarida.
Era evidente que Tormenta de Arena no iba ecibir con agrado ninguno de sus intentos de seamable.
El día era gris y frío, y cuando se detuvo
aborear el aire, una gota de lluvia le cayó en lcara. En el extremo más alejado del claro estabaZarzo y Zarpa Trigueña, sentados ante su guaridcon los demás aprendices.
—Zarzo, ¡luego saldremos a cazar! —anunciCorazón de Fuego.Su aprendiz se levantó, inclinó la cabez
dándose por enterado y volvió a sentarse d
espaldas a él. Corazón de Fuego suspiró. A vecee daba la sensación de que todos los gatos declan tenían alguna razón para estar disgustados coél.
Se encaminó a la guarida de los veterano
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uponiendo que Nimbo Blanco estaría con CarPerdida. Aunque la gata ya llevaba unos días coos antiguos guerreros, Nimbo Blanco seguí
pasando con ella todo el tiempo que le quedabibre. Cuando Corazón de Fuego llegó al árbocaído y hueco —y ahora carbonizado— junto aque vivían los veteranos, vio al guerrero blanc
entado cerca de la entrada. Tenía la colenroscada alrededor de las patas, y observaba Cara Perdida, que estaba inspeccionando el pelde Cola Moteada en busca de garrapatas.
—¿Cara Perdida está bien? —murmurCorazón de Fuego para que la joven no pudieroírlo.
—Por supuesto que está bien —espetó otr
voz.Corazón de Fuego se volvió y se encontró coCola Pintada. La expresión desolada que reflejabu rostro desde la muerte de Copito de Niev
había desaparecido. Su genio no se habí
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dulcificado, pero sus ojos brillaban con afecto amirar a Cara Perdida.
—Es una joven estupenda. ¿Has descubiert
qué la dejó herida?Corazón de Fuego negó con la cabeza y continuación maulló:
—Es de gran ayuda que puedas cuidar de ella
Cola Pintada.La veterana sorbió por la nariz. —Hum. A veces tengo la sensación de que e
ella la que cree que tiene que cuidar de mí.
Miró muy seria al lugarteniente, que se salvde tener que responder gracias a Tuerta. —¿Querías algo, Corazón de Fuego? —l
preguntó la gata más anciana del clan
nterrumpiendo su aseo. —He venido a buscar a Nimbo BlancoTormenta de Arena ya está lista para salir a cazar.
—¿Qué? —Nimbo Blanco se levantó de u
alto—. ¿Por qué no lo has dicho antes? ¡Torment
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de Arena me arrancará las orejas si la hagesperar!
Y se marchó corriendo.
—Cerebro de ratón —masculló Cola Pintadapero Corazón de Fuego sospechaba que le teníanto afecto al joven guerrero como todos lo
demás veteranos.
Tras despedirse de Cara Perdida y TuertaCorazón de Fuego regresó al claro a tiempo de vecómo Tormenta de Arena se disponía a salir a lcabeza de la partida de caza. Pecas estab
despidiéndose de ellos, contemplando con orgulla su hijo adoptivo. —Tendrás cuidado, ¿verdad, Nimbo Blanco
—maulló con inquietud—. Nadie sabe qué es l
que hay ahí fuera. —No te preocupes. —Nimbo Blanco la toccariñosamente con la cola—. Si nos encontramocon el perro, lo traeré como carne fresca.
En la entrada del campamento, la patrulla s
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cruzó con Rabo Largo, que acababa de llegar. Eguerrero claro temblaba como si tuviera frío y suojos estaban desorbitados. Alarmado, Corazón d
Fuego cruzó el claro para reunirse con él. —¿Qué ha ocurrido? —le preguntó.Rabo Largo se estremeció. —Corazón de Fuego, hay algo que deb
contarte. —¿Cuál es el problema?Al acercarse más, el lugarteniente captó u
olor inesperado en el pelo de Rabo Largo: l
pestilencia del Sendero Atronador. Aquel oloacre era inconfundible, y su alarma se transformen recelo.
—¿Dónde has estado? —gruñó—. ¿En el Cla
de la Sombra, tal vez, para ver a Estrella de Tigreo intentes negarlo; ¡tu pelo apesta al SenderAtronador!
—No es lo que crees. —Rabo Largo parecí
preocupado—. De acuerdo, he tomado es
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dirección, pero no me he acercado al Clan de lSombra. He ido a las Rocas de las Serpientes.
—¿A las Rocas de las Serpientes? ¿Para qué
—Corazón de Fuego no estaba seguro de podecreer nada de lo que le dijera aquel gato. —Allí he captado el olor de Estrella de Tigre
Dos o tres veces últimamente.
—¿Y no me habías informado de eso? —Notque se le erizaba el pelo de furia—. Un gato dotro clan se adentra en nuestro territorio… aúmás: un asesino y un traidor, ¿y tú no me informas
—Yo… yo pensé… —tartamudeó Rabo Largo —Ya sé lo que pensaste —gruñó Corazón dFuego—. Pensaste: «Se trata de Estrella de TigreÉl puede hacer lo que le apetezca». No m
mientas. Cebrado y tú erais sus aliados cuandestaba en el Clan del Trueno, y seguís siéndolo. OCebrado o tú le contasteis lo de Zarpa Rauda Cara Perdida… No intentes negarlo.
—Fue Cebrado. —Rabo Largo amasó la tierr
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eca con las zarpas. —Para que ese traidor de Estrella de Tigr
pudiera acusar a Estrella Azul de negligenci
delante de toda la Asamblea —concluyó Corazóde Fuego ceñudo—. Y para que lo ayudarais acar a un par de aprendices de nuestro clan. E
eso, ¿verdad? Estáis conspirando junto co
Estrella de Tigre para robarnos a sus hijos. —No… no; te equivocas. Yo no sé nada deso. Cebrado y Estrella de Tigre se reúnen menudo al borde del Sendero Atronador, pero n
me cuentan de qué hablan —explicó con expresióesentida—. En cualquier caso, esto no tiene nadque ver con Zarzo y Zarpa Trigueña. He ido a laRocas de las Serpientes para averiguar qué estab
haciendo Estrella de Tigre allí. Y he descubiertalgo que debes ver con tus propios ojos.Corazón de Fuego se quedó mirándolo si
pestañear.
—¿Quieres que te acompañe a las Rocas d
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as Serpientes… donde admites haber captado eolor de Estrella de Tigre? ¿Es que crees que estooco?
—Pero… —¡Silencio! —bufó el lugarteniente—Cebrado y tú siempre habéis sido aliados dEstrella de Tigre. ¿Por qué debería fiarme de l
que me dices ahora?Dio media vuelta y se alejó a grandezancadas. Estaba convencido de que Rabo Largo Cebrado pretendían tenderle una trampa, igual qu
a que Estrella de Tigre había preparado parEstrella Azul junto al Sendero Atronador. Si fuerun ratón descerebrado y acompañase a Rabo Larghasta las Rocas de las Serpientes, tal vez n
egresara nunca más.Advirtió que sus patas lo habían llevado hastel claro de Carbonilla. Al abrirse paso entre lohelechos, la curandera asomó la cabeza por l
grieta de la roca.
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—¿Quién…? ¡Corazón de Fuego! ¿Qué ocurreEl lugarteniente se detuvo, procurand
mantener su rabia bajo control.
Los ojos azules de Carbonilla se dilataroconsternados; la gata se le acercó para restregarscontra su costado.
—Tranquilo, Corazón de Fuego. ¿Qué te h
puesto en ese estado? —Es sólo… —Señaló con la cola el clarprincipal—. Rabo Largo. Estoy convencido de quél y Cebrado están conspirando contra el clan.
Carbonilla entornó los ojos. —¿Y por qué piensas eso? —Rabo Largo quiere atraerme hasta las Roca
de las Serpientes. Dice que ha captado el olor d
Estrella de Tigre allí. Creo que están tendiéndomuna trampa.La cara de la curandera reflejó desolación
pero cuando habló sus palabras no fueron las qu
él esperaba:
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—¿Sabes que suenas casi como Estrella Azul?El lugarteniente abrió la boca para replica
pero no pudo. Pero ¿qué quería decir Carbonilla
Él no se parecía ni remotamente a Estrella Azucon su miedo irracional a que todos los gatos declan estuvieran intentando traicionarla. ¿O quizá e le parecía? El joven se obligó a relajarse
permitiendo que el pelo de sus omóplatos salisara de nuevo. —Vamos, Corazón de Fuego —maull
Carbonilla—. Si Rabo Largo pretendiera atraerte
una trampa urdida por Estrella de Tigre, ¿te habrídicho que había captado su olor? ¡Ni siquierRabo Largo es tan descerebrado!
—Yo… supongo que no —admitió de mal
gana. —Entonces, ¿por qué no vas a preguntarle dqué se trata? —Al ver que él vacilaba, añadió—Sé que Rabo Largo y Cebrado eran amigos d
Estrella de Tigre cuando él estaba aquí, pero ahor
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Rabo Largo sí parece ser leal al Clan del TruenoAdemás, si se siente tentado de traicionar al clanú no ayudarás negándote a escucharlo cuand
ntenta contarte algo. Eso es casi como empujarlhacia Estrella de Tigre. —Lo sé —dijo Corazón de Fuego con u
uspiro—. Lo lamento, Carbonilla.
La curandera soltó un leve ronroneo y le toca nariz con la suya. —Ve a hablar con él. Yo te acompaño.Preparándose, Corazón de Fuego regresó a
claro principal mirando alrededor. Lo recorrió uescalofrío al pensar que ya podría haber empujada Rabo Largo a salir en busca de Estrella de Tigrepero cuando miró en la guarida de los guerreros l
encontró allí, acurrucado junto a Tormenta Blanca —Tormenta Blanca, tienes que escucharme —estaba maullando Rabo Largo cuando entraron eugarteniente y Carbonilla. En su voz había u
miedo real—. Corazón de Fuego cree que soy u
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—Perros —puntualizó el guerrero—. Toda unmanada de perros.
Al lugarteniente se le heló la sangre, pero n
dijo nada, y Rabo Largo continuó. —Ya te he dicho que había captado el olor dEstrella de Tigre en las Rocas de las SerpientePensé que debía avisarle del peligro que corrí
allí… y quería saber qué estaba haciendo anternarse tanto en el territorio del Clan deTrueno. Bueno, pues ya lo he descubierto. —Sestremeció.
—Continúa —lo instó Corazón de FuegoComprendió cuánto se había equivocado: RabLargo sí tenía noticias importantes que dar.
—¿Conoces las cuevas? Yo estab
acercándome cuando vi a Estrella de Tigre, pero éno me vio a mí. Creía que había ido a robapresas, porque arrastraba un conejo muerto, pero dejó justo delante de la entrada de la cueva. —
Enmudeció, y los ojos se le empañaron de terro
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como si estuviera viendo algo invisible para lodemás gatos.
—¿Y entonces? —inquirió Tormenta Blanca.
—Entonces, una… criatura salió de la cuevauro que era el perro más grande que he visto emi vida. Olvidaos de esos estúpidos chuchos quacompañan a los Dos Patas. Éste era gigantesco
Sólo le vi las patas delanteras y la cabeza… counas enormes mandíbulas babeantes, y unocolmillos que no podéis ni imaginar. —Se ldesorbitaron los ojos de pavor al recordarlo—
Agarró el conejo y se lo llevó al interior de lcueva. Sonaba como si allí hubiera más perroodos peleando por el conejo. Costaba entender l
que decían, pero creo que era: «manada, manada
«matar, matar».Corazón de Fuego se quedó paralizado derror, y Carbonilla maulló quedamente:
—Ésas eran las palabras de mi sueño.
—Y lo que decía Cara Perdida —añadi
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Corazón de Fuego.Por lo menos ya sabía qué terribles criatura
habían atacado a la joven gata. Recordó que e
Clan Estelar había advertido a Estrella Azul duna manada. Rabo Largo había descubierto lverdadera naturaleza del mal que habitaba en ebosque, la fuerza que había convertido a los gato
en presas; a los cazadores, en cazados. No era uolo perro, separado de sus Dos Patas, sino toduna manada de bestias salvajes. Corazón de Fuegno podía imaginar de dónde procedían, pero sabí
que el Clan Estelar jamás habría desatado tadestrucción ni habría puesto en peligro eequilibrio vital en todo el bosque.
—¿Y dices que Estrella de Tigre dio de come
a esos perros? —le preguntó a Rabo Largo—¿Qué cree que está haciendo? —No lo sé —admitió el guerrero—. Despué
de dejar el conejo, saltó a lo alto de la roca. N
creo que el perro lo haya visto. Y luego se marchó
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—¿Has hablado con él? —No, Corazón de Fuego, claro que no. Él n
e enteró de que yo estaba allí. Te lo juro por l
que prefieras… por el Clan Estelar, por la vida dEstrella Azul… no entiendo qué se proponEstrella de Tigre.
Su miedo convenció a Corazón de Fuego. É
esperaba que Estrella de Tigre intentara llevarse us hijos, pero aquello era algo mucho mácomplicado. ¿Cómo había llegado a pensar que eíder del Clan de la Sombra había olvidado s
encor hacia el Clan del Trueno? Comprendió qudebería haber temido más a Estrella de Tigre. Dalgún modo, su viejo enemigo estaba ligado a lfuerza oscura del bosque. Aun así, Corazón d
Fuego ignoraba qué quería Estrella de Tigre de loperros o qué podía ganar alimentándolos. —¿Tú qué piensas? —le preguntó a Torment
Blanca.
—Creo que deberíamos investigar —
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entre manos, aunque sea lo último que haga.
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Salió de la guarida de los guerreros y se detuvoMiró al otro lado del claro: Tormenta de Arenestaba junto a la mata de ortigas, engullendo un
pieza de carne fresca. Ya había elegido a algunode los guerreros que quería que lo acompañaran as Rocas de las Serpientes, pero todavía no habí
hablado con Tormenta de Arena. Se sentía reacio
arriesgar la vida de la guerrera en aquellpeligrosa misión, y temía que ella se negara a ir seso implicaba seguir sus órdenes. Sin embargo, ne imaginaba ir sin ella.
Tras respirar hondo, se acercó a la mata d
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ortigas y se sentó junto a la gata.Tormenta de Arena se tragó el último bocad
de ardilla.
—¿Corazón de Fuego? ¿Qué ocurre?En voz baja, él le contó lo que Rabo Larghabía descubierto en las Rocas de las Serpientes.
—Quiero que vengas con nosotros —concluy
—. Eres rápida y valiente, y el clan te necesita.La gata clavó en él sus ojos verdes, perCorazón de Fuego no pudo descifrar su expresión
—Te necesito —se apresuró a precisa
emiendo que ella fuera a rechazarlo—. Por el biede Estrella Azul y por el bien del clan. Sé que lacosas no han ido bien entre nosotros desde qumpedí la batalla con el Clan del Viento. Per
confío en ti. Pienses lo que pienses de mí, hazlpor el clan.Tormenta de Arena asintió lentamente. Parecí
pensativa, y en el corazón del lugartenient
empezó a crecer una semilla de esperanza.
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vista para mirarlo, y él sintió como si se ahogaren las profundidades de sus ojos verdes.
—Lo lamento, Tormenta de Arena —murmur
—. Nunca pretendí hacerte daño. —Con una voque era apenas un susurro, añadió—: Te quiero.Los ojos de la guerrera destellaron. —Yo también te quiero, Corazón de Fuego —
usurró—. Por eso me dolió tanto que lpreguntaras a Estrella Azul si Fronde Doradpodía ser el mentor de Zarpa Trigueña. Pensé quno me respetabas.
—Cometí un error. —Al joven le tembló lvoz—. No sé cómo he podido ser tan idiota.Tormenta de Arena ronroneó y le tocó la nari
con la suya.
—Te quiero siempre a mi lado —dijo Corazóde Fuego, aspirando su aroma y disfrutando de lcalidez de su cuerpo. De pronto sintió que siemprería feliz si pudiera quedarse así eternamente
Pero sabía que no podía—. Tormenta de Arena —
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maulló, levantando la cabeza—. Sé a qué vamos enfrentarnos ahí fuera. Es más peligroso de lo qume habría imaginado jamás. No te estoy ordenand
que vengas, pero, aun así, te quiero conmigo.El ronroneo de la guerrera se tornó mántenso, una vibración que recorrió todo su cuerpo
—Por supuesto que iré, estúpida bola de pel
—maulló.
Esa noche, Corazón de Fuego puso dobl
vigilancia en el campamento, y él mismo pasó lnoche en vela en el centro del claro. Lo invadiuna creciente sensación de horror al oír el vientusurrando entre los árboles desnudos. Parecílevarle la voz de Jaspeada, murmurando sobre e
enemigo que nunca dormía: Estrella de Tigre, loperros… o ambos. El enemigo estaba a punto ddesatar su furia, y ningún gato estaba a salvoCorazón de Fuego sabía que al día siguiente podí
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ver la destrucción final de su clan.Mientras observaba la luna en lo alto
Carbonilla salió de su guarida y fue a sentars
unto a él. —Si vas a encabezar la patrulla de mañanadeberías dormir un poco —le aconsejó lcurandera—. Necesitarás todas tus fuerzas.
—Lo sé, pero no creo que pueda dormir. —Volvió a alzar la vista hacia la luna y laesplandecientes estrellas del Manto Plateado—
Todo parece muy pacífico ahí arriba. Pero aqu
abajo… —Sí —murmuró Carbonilla—. Aquí abajpuedo notar cómo crece el mal. El bosque estoscuro por él, y el Clan Estelar no pued
ayudarnos. Es cosa nuestra. —Entonces, ¿tú no crees que el Clan Estelanos haya enviado esa manada para castigarnos?
Ella lo miró; sus ojos relucían con el reflejo d
a luz de la luna.
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—No, no lo creo. —Se inclinó hacia él estregó el hocico contra su cara—. No estás sol
—aseguró—. Yo estoy contigo. Y también lo est
el resto del clan.Él deseó que la curandera estuviera en lcierto. El clan sobreviviría sólo si estaba unido e enfrentaba al peligro hecho una piña. Los gato
del clan lo habían apoyado en la batalla que no sentabló contra el Clan del Viento, pero ¿se uniríaa él para enfrentarse a la manada?
Al cabo de un momento, Carbonilla preguntó:
—¿Qué vas a decirle a Estrella Azul? —Nada. Por lo menos, hasta que echemos uvistazo a las Rocas de las Serpientes. No sirve dnada angustiarla. Ahora mismo no… no tiene l
fuerza necesaria para sobrellevar esto.Ella estuvo de acuerdo y siguió montandguardia con él hasta que la luna empezó descender. Entonces maulló:
—Corazón de Fuego, como curandera, te dig
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que debes descansar. Lo que pase mañana pueddeterminar el futuro de este clan, y necesitamoque todos nuestros guerreros estén en plena forma
A su pesar, el lugarteniente debía admitir quCarbonilla tenía razón. Tras darle un lametón ddespedida, se encaminó a la guarida de loguerreros y se ovilló sobre el musgo al lado d
Tormenta de Arena. Pero su descanso funtermitente, y sus sueños, oscuros. Una vez creyver a Jaspeada saltando hacia él, y el corazón se llenaba de alegría, pero antes de que ella l
alcanzara se convertía en un perro enorme, dgrandes mandíbulas y ojos como llamas. Corazóde Fuego se despertó temblando y vio que lprimera luz del alba empezaba a teñir el cielo
«Ésta puede ser la última aurora que vea en mvida —pensó—. La muerte nos está esperando ahfuera».
Al levantar la cabeza, descubrió que Torment
de Arena estaba sentada a su lado, observándol
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mientras dormía. Al ver el amor que reflejaban suojos, Corazón de Fuego sintió una nueva energípor todo su cuerpo. Se incorporó y le dio un tiern
ametón en la oreja. —Ya es la hora —maulló.Preparándose para lo que lo esperaba
despertó a los gatos que había escogido para l
patrulla hasta las Rocas de las Serpientes. NimbBlanco se levantó prácticamente de un saltoacudiendo la cola ferozmente al pensar e
enfrentarse a las criaturas que habían herido
Cara Perdida.Pecas, que estaba durmiendo cerca del jovene despertó con él y lo siguió hasta un extremo da guarida.
—Que el Clan Estelar os acompañe —maullóquitándole del pelo restos de musgo. Nimbo Blanco restregó el hocico contra el d
ella.
—No te preocupes —tranquilizó a su madr
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adoptiva—. Te lo contaré todo cuando volvamos.Corazón de Fuego despertó a Tormenta Blanca
luego fue a donde dormía Látigo Gris, sobre u
montón de brezo. Empujándolo con una patamurmuró: —Vamos.Látigo Gris parpadeó y se incorporó.
—Igual que en los viejos tiempos —maulló, eun vano intento de sonar animado—. Tú y yocargando contra el peligro de nuevo. —Tocó coa frente el omóplato de su amigo—. Gracias po
elegirme, Corazón de Fuego. Estoy muerto dmiedo, pero demostraré que soy leal al Clan deTrueno, te lo prometo.
Corazón de Fuego se restregó brevement
contra él y lo dejó limpiándose a toda prismientras iba a despertar a Rabo Largo. El atigradclaro se estremeció al abandonar su lecho, pero smirada era decidida.
—Te demostraré que puedes confiar en mí —
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prometió en voz baja a Corazón de Fuego.El lugarteniente asintió, todavía medi
avergonzado por no haber escuchado a Rabo Larg
el día anterior. —El clan te necesita, Rabo Largo —maulló—Mucho más de lo que te necesitan Estrella de Tigr Cebrado; créeme.
Al guerrero se le iluminó la mirada al oír eso siguió a Corazón de Fuego, junto con los demáhasta la mata de ortigas. Todos comieron algmientras el lugarteniente les recordaba lo qu
Rabo Largo había contado el día anterior. —Vamos a ir a investigar —maulló—. Npodemos decidir cómo deshacernos de esos perrohasta que sepamos exactamente a qué no
enfrentamos. No vamos a atacarlos, todavía no…¿entendido, Nimbo Blanco?Éste lo miró con ojos llameantes y no contestó —No vendrás con nosotros, Nimbo Blanco,
menos que prometas hacer lo que te digo si
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echistar. —Oh, vale. —La punta de su cola se agitab
con irritación—. Quiero hacer picadillo hasta e
último perro, pero lo haré a tu manera, Corazón dFuego. —Bien. —Paseó la mirada por el resto de l
patrulla—. ¿Alguna pregunta?
—¿Y si nos tropezamos con Estrella de Tigre—quiso saber Tormenta de Arena. —¿Con un gato de otro clan en nuestr
erritorio? —Corazón de Fuego enseñó los diente
—. Sí, podéis atacarlo. Nimbo Blanco soltó un gruñido datisfacción.
Tras engullir el último bocado de su pieza
Corazón de Fuego condujo al grupo fuera decampamento. Aunque el sol ya casi había salido, ecielo estaba cubierto de nubes, y las sombraeguían siendo densas entre los árboles. Había u
ntenso olor a conejo no muy lejos de
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campamento, pero Corazón de Fuego no le prestatención. No había tiempo para cazar.
Los guerreros avanzaron cautelosamente en fil
ndia, con Corazón de Fuego a la cabeza Tormenta Blanca vigilando en la retaguardiaDespués de lo que les había contado Rabo Largoel lugarteniente sintió con más fuerza que nunc
que el bosque familiar se había convertido en uitio lleno de peligro, y notó un hormigueo ante uposible ataque.
Todo estaba tranquilo hasta que llegaron cerc
de las Rocas de las Serpientes. Corazón de Fuegestaba considerando la mejor manera daproximarse a las rocas cuando Látigo Grimaulló:
—¿Qué es eso?Se internó en una mata de helechos secos. Acabo de un momento, Corazón de Fuego oyó svoz, tensa y ronca:
—Ven a ver esto.
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El lugarteniente siguió el sonido y encontró Látigo Gris agachado junto a un conejo muerto. Lhabían degollado, y tenía el pelo rígido con l
angre seca. —La manada ha estado matando de nuevo —maulló Rabo Largo muy serio.
—Entonces, ¿por qué no se han comido l
presa? —preguntó Tormenta de Arenaacercándose a olfatear el cuerpo marrón grisáceoDe pronto se puso tensa—. ¡Corazón de Fuegoaquí huele al Clan de la Sombra!
El lugarteniente abrió la boca para llevar lbrisa del bosque hasta las glándulas del paladaTormenta de Arena tenía razón. El olor era débpero inconfundible.
—Estrella de Tigre mató a este conejo —murmuró— y luego, lo dejó aquí. Me preguntpara qué.
Recordó que Rabo Largo lo había vist
alimentando a la manada con conejo, y record
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ambién el intenso olor a conejo que los habíeguido durante todo el camino desde e
campamento del Clan del Trueno. Apartándose d
a presa muerta, llamó a Nimbo Blanco con umovimiento de la cola. —Vuelve sobre nuestros pasos por dond
hemos venido —ordenó—. Vas a buscar conejo
muertos. Si encuentras alguno, mira si hay algúotro olor, y regresa a contármelo. TormentBlanca, ve con él.
Observó cómo los dos guerreros se retiraban
entonces se volvió hacia Látigo Gris. —Quédate aquí a vigilar esta presa. Tormentde Arena y Rabo Largo, acompañadme.
Más cautelosamente todavía y deteniéndose
olfatear el aire cada pocos pasos, Corazón dFuego fue acercándose a las Rocas de laSerpientes. No tardaron mucho en descubrir otrconejo muerto, expuesto sobre una roca, con e
mismo olor delator de Estrella de Tigre a s
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alrededor. Para entonces, ya tenían a la vista lentrada de la cueva. Logró distinguir la forma dotro conejo tendido al borde del espacio abiert
que había delante de la caverna. No había ni rastrde la manada. —¿Dónde están los perros? —masculló. —En esa cueva —respondió Rabo Largo—
Ahí es donde vi que Estrella de Tigre dejaba econejo ayer. —Cuando salgan, verán el conejo justo ahí
olerán a este otro… —Corazón de Fuego estab
pensando en voz alta—. Y luego está el que hdescubierto Látigo Gris… —De pronto lo entendiodo, y fue como el impacto de una roca. Apena
podía respirar de miedo—. Ya sé lo que van
encontrar Tormenta Blanca y Nimbo BlancoEstrella de Tigre ha dejado un rastro de conejodirecto hasta el campamento.
Rabo Largo se encogió y los ojos de Torment
de Arena se desorbitaron de pavor.
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—¿Quieres decir que pretende guiar la manadhasta nosotros?
A Corazón de Fuego lo asaltaron imágenes d
perros enormes y babeantes descendiendo por ebarranco e irrumpiendo a través del muro dhelechos en el pacífico campamento. Vimandíbulas cerrándose, cuerpos felino
desmadejados y lanzados al aire, cachorroaullando mientras fauces crueles se abalanzabaobre ellos… Se estremeció.
—Sí. Vamos, ¡tenemos que neutralizar e
astro! Ni una orden directa del mismísimo ClaEstelar habría hecho que Corazón de Fuegntentara recuperar el conejo que estaba cerca d
a entrada de la cueva, pero sí tomó el que shallaba sobre la roca, y luego fue a dondaguardaba Látigo Gris. Dejó su carga lo justo parmaullar:
—Agarra ese conejo. Tenemos que avisar a
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clan.Irguiendo las orejas de asombro, Látigo Gri
obedeció. Se encaminaron hacia el campamento,
antes de haber recorrido unos zorros de distanciaCorazón de Fuego reparó en que Tormenta Blanc Nimbo Blanco iban a su encuentro, deslizándos
con sigilo a través del sotobosque.
—Hemos encontrado dos conejos más —nformó Nimbo Blanco—. Y los dos apestaban Estrella de Tigre.
—Entonces id por ellos. —Rápidament
Corazón de Fuego les explicó cuáles eran suospechas—. Los lanzaremos a un arroyo desharemos el rastro.
—Todo eso está muy bien —maulló Torment
Blanca—. Podemos llevarnos los conejos, per¿qué pasa con el olor?Corazón de Fuego se quedó de piedra. E
miedo estaba volviéndolo idiota. El olor a conej
la sangre derramada guiarían igualmente a l
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manada hasta el campamento del Clan del Trueno. —Trasladaremos los conejos de todos modo
—decidió a toda prisa—. Eso podría retrasar u
poco a los perros. Pero tenemos que regresar advertir al clan. Deberán abandonar ecampamento.
Atravesaron el bosque a la carrera, con la
orejas erguidas por si oían a la manada detrás dellos, en dirección al campamento. Pronto tuvieromás conejos de los que podían llevar. «Estrella dTigre debe de haber pasado la noche enter
cazando para conseguir tantos», pensó Corazón dFuego ceñudo. —Dejémoslos todos aquí —propuso Torment
de Arena cuando todavía estaban a cierta distanci
del barranco. Respiraba pesadamente y tenía ungarra rota, pero sus ojos relucían codeterminación, y Corazón de Fuego supo que lgata correría sin cesar si él se lo pidiera—. Si lo
perros encuentran un buen festín, se pararán
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comérselo. —Buena idea —maulló Corazón de Fuego. —Quizá habría sido mejor dejarlos más cerc
de la cueva —señaló Tormenta Blanca copreocupación en los ojos—. Eso podría habempedido que los perros llegaran hasta e
campamento.
—Cierto, pero no hay tiempo. Los perropodrían estar ya de camino. No queremoropezarnos con ellos.
Tormenta Blanca coincidió asintiendo. Dejaro
el montón de conejos bien visibles sobre el rastr salieron disparados. El lugarteniente notó que ecorazón le latía como enloquecido. Debería habeabido que su viejo enemigo estaría conectado co
a fuerza oscura que amenazaba el bosque. Sólo eClan Estelar sabía cómo Estrella de Tigre habídescubierto que los perros estaban en las Rocas das Serpientes, pero estaba utilizándolos par
destruir al clan que odiaba. Mientras corría entr
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os árboles, Corazón de Fuego temía que fuerdemasiado tarde para detener a su enemigo.
Se paró en lo alto del barranco.
—Separaos —ordenó a sus guerreros—Aseguraos de que no haya carne fresca cerca decampamento.
Descendieron el barranco cubriendo todos lo
ados. Nimbo Blanco iba adelantado, y Corazón dFuego vio que frenaba en seco no muy lejos de lentrada del campamento. Se había quedadmirando algo que había en el suelo.
—¡No! ¡No! —La voz del joven guerrero erun aullido ensordecedor, y a Corazón de Fuego se erizó el pelo de espanto—. ¡No! —aulló Nimb
Blanco de nuevo—. ¡Corazón de Fuego!
El lugarteniente corrió al lado del jovenimbo Blanco estaba rígido, con todo el pelerizado, como estuviese frente a un enemigo. Teníos ojos clavados en un bulto de pelaje atigrad
que yacía a sus pies.
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imbo Blanco y Tormenta de Arena llevaron ecadáver de Pecas hasta el campamento, pero nhabía tiempo para el ritual de duelo. Al parecer, l
gata había salido a cazar sola muy temprano, y lootros sólo habían notado que estaba tardando evolver. Su entierro fue un acto apresurado, del que encargaron Nimbo Blanco y los dos hijos d
Pecas, Frondina y Ceniciento, mientras Corazón dFuego convocaba una reunión de clan.
Regresaron cuando Corazón de Fuego estaba apie de la Peña Alta, esperando a que acudieran lo
demás gatos. Nimbo Blanco empezó a pasearse d
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un lado a otro, sacudiendo la cola con fiereza. —¡Voy a despellejar a Estrella de Tigre! —
uró—. Esparciré sus entrañas desde aquí hasta la
Rocas Altas. Estrella de Tigre es mío, Corazón dFuego; no lo olvides. —Y tú no olvides que estás bajo mis órdene
Ahora mismo tenemos que ocuparnos de la manad
de perros. Ya nos preocuparemos después dEstrella de Tigre. Nimbo Blanco enseñó los dientes en un bufid
de frustración, pero no discutió.
Mientras tanto, el clan se iba congregando euna conmocionada y silenciosa multitudCarbonilla apareció desde la guarida de EstrellAzul y se acercó a Corazón de Fuego cojeando co
brío. —Estrella Azul está durmiendo —maulló—Será mejor contarle todo esto cuando ya tengamoun plan, ¿no te parece?
Corazón de Fuego asintió, preguntándose cóm
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eaccionaría la líder al descubrir que todos suemores sobre Estrella de Tigre eran ciertos. ¿L
espantosa confirmación la llevaría a la locur
definitivamente? Dejando a un lado supreocupaciones, Corazón de Fuego se dispuso dirigirse al clan.
—Gatos del Clan del Trueno —empezó—
Esta mañana hemos descubierto que hay unmanada de perros viviendo en nuestro territorioen las cuevas de las Rocas de las Serpientes.
Se oyeron murmullos entre los gatos reunido
unto con algunos maullidos desafiantes. Eugarteniente supuso que apenas lo creían, peraún tenía que dar noticias peores. No pudo evitamirar a Cebrado, pero la expresión del guerrer
oscuro era indescifrable, y Corazón de Fueggnoraba cuánto sabía ya. —Estrella de Tigre ha estado alimentando
os perros —continuó, intentando mantener la vo
ranquila— y ha dejado un rastro de conejo
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muertos para conducirlos directamente a nuestrcampamento. Todos sabéis qué había al final dese rastro.
Ladeó la cabeza hacia el lugar —fuera decampamento— en que habían enterrado a Pecas.Cuando brotó un coro de aullidos, tuvo qu
pedir silencio con un movimiento de la cola. N
pudo evitar reparar en Flor Dorada, que escuchabcabizbaja lo que había hecho Estrella de Tigre, uego miró instintivamente a sus hijos. Zarp
Trigueña lo miraba fijamente con expresió
horrorizada, pero Zarzo escondía la cara. Eugarteniente se preguntó si estaría taconmocionado como su hermana, o si una parte dél admiraría a su padre por haber tramado un pla
an audaz.Cuando logró que lo escucharan de nuevoprosiguió:
—Hemos intentado destruir el rastro, pero lo
conejos han estado ahí toda la noche, y la manad
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eguirá el olor que han dejado. Debemos irnoodos… veteranos, cachorros, todos. Si los perrolegan al campamento, no deben encontrarnos aqu
Más sonidos de abatimiento, esta vez en umurmullo bajo y nervioso.La veterana Cola Moteada, que de joven habí
ido una bonita gata leonada, preguntó:
—¿Adónde vamos a ir? —A las Rocas Soleadas —contestó Corazóde Fuego—. Una vez allí, trepad a los árboles máaltos que encontréis. Si los perros os siguen
creerán que han perdido la pista en las rocas y nos buscarán.Para su alivio, el clan se tranquilizó un poco a
darles las órdenes definitivas, aunque seguía
otos de dolor por Pecas. Sus hijos, los aprendiceFrondina y Ceniciento, estaban apretados el uncontra el otro, con expresión aturdida. Corazón dFuego agradeció al Clan Estelar que el día, aunqu
frío y gris, fuera seco y que no hubiese gato
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enfermos o demasiado pequeños para el viaje. —¿Y qué pasa con la manada de perros? —
preguntó Manto Polvoroso—. ¿Qué vamos a hace
con ellos?Corazón de Fuego vaciló. Sabía que la manadera demasiado fuerte para que sus guerreros latacaran directamente. Estrella de Tigre jamás lo
habría atraído hasta el campamento si no hubiesestado seguro de eso. «Clan Estelar, ayúdame»uplicó en silencio. Y como si sus antepasado
guerreros lo hubieran oído, se le ocurrió una idea
—¡Ya está! —susurró—. Cambiaremos eastro. —Cuando los gatos que tenía más cerca squedaron mirándolo sin pestañear, él repitió evoz más alta—: ¡Cambiaremos el rastro!
—¿Qué quieres decir? —preguntó Tormenta dArena, abriendo mucho sus ojos verdes. —Justo lo que he dicho. Estrella de Tigr
quiere conducir a los perros hasta nuestr
campamento. Dejaremos que lo haga. Y cuand
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leguen, estaremos esperándolos… parconducirlos hasta el desfiladero.
No muy lejos de los Cuatro Árboles, en e
extremo más lejano del territorio del Clan deTrueno, el río espumeaba entre escarpadoprecipicios. Allí, la corriente era rápida y fuerte, había afiladas rocas ocultas justo debajo de l
uperficie del agua. Si allí se habían ahogadgatos, ¿por qué no perros? —Tendremos que atraer a los perros hasta e
borde —continuó Corazón de Fuego. Los detalle
del plan iban tomando forma en su cabeza mientrahablaba—. Necesitaré guerreros que corran mudeprisa. —Sus ojos verdes recorrieron a los gatoque lo rodeaban—. Látigo Gris, Tormenta d
Arena, Musaraña y Rabo Largo. Manto PolvorosoY yo también. Con eso debería bastar. Los demáeuníos en la entrada del campamento, preparado
para partir.
Mientras los gatos que no había nombrad
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empezaban a obedecer sus órdenes, Corazón dFuego vio que Frondina y Ceniciento se abríapaso hasta él.
—Corazón de Fuego, queremos ayudar —ldijo Frondina clavando en él sus ojoconmocionados y suplicantes.
—He dicho guerreros —le recordó él co
dulzura. —Pero Pecas era nuestra madre —protestCeniciento—. Por favor, Corazón de FuegoQueremos hacerlo por ella.
—Sí. Llévatelos contigo —intervino TormentBlanca con voz grave—. Su furia los volveremerarios.
Corazón de Fuego dudó, pero luego vio l
vehemente mirada del guerrero blanco y asintió. —De acuerdo. —¿Y qué pasa conmigo? —quiso saber Nimb
Blanco, empezando a sacudir la cola de nuevo.
—Escúchame, Nimbo Blanco —maulló e
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ugarteniente—. No puedo llevarme a todos mimejores guerreros para atraer a los perroAlgunos tenéis que quedaros a cuidar del resto de
clan. —Al ver que el joven abría la boca parprotestar, se apresuró a continuar—: No te estodando un trabajo fácil. Si fracasamos, es probablque te veas luchando con los perros… y puede qu
ambién con el Clan de la Sombra. Piensa, NimbBlanco —insistió, viendo que no parecíconvencido—. ¿Qué mejor forma de vengarte dEstrella de Tigre que asegurándote de que su pla
fracasa y el Clan del Trueno sobrevive? Nimbo Blanco guardó silencio un momentocon el rostro crispado de dolor y rabia por Pecas.
—Y no te olvides de Cara Perdida —maull
Corazón de Fuego quedamente—. Ahora ella tnecesita más que nunca.El joven guerrero se irguió al oír el nombre d
u amiga herida y miró al otro lado del claro. Car
Perdida se dirigía a la entrada cojeando, guiad
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por Cola Pintada y los demás veteranos. Su únicojo estaba desorbitado, y resollaba de terror.
—Muy bien. —Nimbo Blanco son
absolutamente decidido—. Haré lo que me dices. —Gracias —maulló el lugarteniente, y cuandel joven salió corriendo hacia Cara Perdidaexclamó—: ¡Confío en ti, Nimbo Blanco!
Mientras observaba a los gatos que se ibaagrupando, captó un movimiento más allá de lmultitud. Cebrado estaba colándose por un agujerdel seto de espino, seguido de cerca por Zarp
Trigueña y Zarzo.Corazón de Fuego corrió hacia allí y consiguialcanzarlos mientras avanzaban entre los espinos.
—¡Cebrado! —espetó—. ¿Adónde crees qu
vas?El guerrero oscuro se volvió. Hubo un destellde alarma en sus ojos, pero se enfrentó augarteniente con descaro.
—No creo que las Rocas Soleadas sean u
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ugar seguro —maulló—. Me llevaba a estos doóvenes a un sitio mejor. Ellos…
—¿Qué sitio mejor? —preguntó Corazón d
Fuego desafiante—. Si conoces uno, ¿por qué no compartes con el resto del clan? A menos ququieras decir que estás llevándolos a Estrella dTigre. —Invadido por la furia, habría querid
altar sobre Cebrado y clavarle las uñas, pero sobligó a mantener la calma—. Por supuesto, eíder del Clan de la Sombra no quiere que su
hijos sean devorados por los perros de la manad
—maulló, dando voz a sus pensamientos—. Vas levarlos a su lado antes de que los perros llegueaquí, ¿verdad? ¡Supongo que planeasteis todo esten la última Asamblea!
Cebrado no contestó. Se le ensombreció lmirada, y no fue capaz de mirar a Corazón dFuego a los ojos.
—Cebrado, me das asco —bufó e
ugarteniente—. Sabías que Estrella de Tigr
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pretendía conducir la manada de perros hastnosotros… ¡y no le dijiste ni una palabra a nadie¿No sientes ninguna lealtad hacia tu clan?
—¡Yo no lo sabía! —protestó Cebradevantando la cabeza—. Estrella de Tigre me pidique le llevara a sus hijos, pero no me dijo por quéYo no sabía nada de la manada. ¡Lo juro por e
Clan Estelar!Corazón de Fuego se preguntó qué valoendría un juramento por el Clan Estelar en boc
de aquel guerrero traicionero. Giró en redond
para encararse a los aprendices, que estabamirándolo con ojos desorbitados y aterrados. —¿Qué os ha dicho Cebrado? —Na… nada, Corazón de Fuego —tartamude
Zarpa Trigueña. —Sólo que fuéramos con él —añadió shermano—. Ha dicho que conocía un buen lugapara esconderse.
—¿Y vosotros lo habéis obedecido? —
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preguntó Corazón de Fuego con dureza—. ¿Es quCebrado es ahora el líder del clan? ¿O es qualguien lo ha nombrado vuestro mentor sin que y
me enterara? Seguidme, todos.Dio media vuelta y abrió la marcha hacidonde estaba el clan, agrupándose cerca de lentrada del campamento. Se sintió alg
orprendido al ver que Cebrado lo seguía, al iguaque Zarzo y Zarpa Trigueña. Corazón de Fuegabía que, antes o después, tendría que ajusta
cuentas con el guerrero oscuro, pero en eso
momentos no había tiempo.Al llegar junto a los demás gatos, llamó Fronde Dorado sacudiendo la cola.
—Fronde Dorado —maulló—. Te hag
esponsable de estos dos aprendices. No les quiteos ojos de encima, pase lo que pase. Y si Cebrade atreve tan sólo a olisquearlos, quiero saberlo.
—Sí, Corazón de Fuego —contestó el guerrer
con expresión desconcertada.
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Y, empujando con suavidad a los aprendiceos guió hacia delante, entre los demás gatos.
Al ver que Tormenta Blanca se acercaba
Corazón de Fuego fue hacia él señalando Cebrado con la cabeza. —Vigila a ése —le ordenó—. No me fío ni d
un solo pelo de su pelaje.
Luego llamó a los guerreros que habíescogido para correr delante de la manada. —Si aún no habéis comido, os recomiendo qu
o hagáis ahora —maulló—. Necesitaréis toda
vuestras fuerzas. Saldremos enseguida, perprimero tengo que hablar con Estrella Azul.Al volverse hacia la guarida de la líder, repar
en que Carbonilla estaba a su lado.
—¿Quieres que vaya contigo? —preguntó lcurandera.Él negó con la cabeza. —No. Ve a ayudar a que los demás se prepare
para partir. Haz lo que puedas para tranquilizarlos
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—No te preocupes, Corazón de Fuego —contestó la gata—. Me llevaré unos cuantoemedios básicos, por si acaso.
—Buena idea. Dile a Espino que te ayudePodréis marcharos en cuanto Estrella Azul estista para unirse a vosotros.
Cuando se asomó al interior de la guarida, l
íder estaba despierta y atusándose el pelo. —¿Sí, Corazón de Fuego? ¿Qué ocurre?El lugarteniente entró en la guarida e inclinó l
cabeza.
—Estrella Azul, hemos descubierto la verdaobre el mal que habita en el bosque —empezcuidadosamente—. Sabemos qué es la «manada».
Estrella Azul se incorporó y lo observó co
mirada firme mientras él le contaba lo que lpatrulla había visto esa mañana. Conformavanzaba el relato, el rostro de la gata sransformó en una máscara de espanto, y Corazó
de Fuego volvió a temer que el descubrimiento l
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levara a la locura. —Así que Pecas está muerta —murmur
cuando Corazón de Fuego hubo terminado. Co
amargura, añadió—: Pronto, el resto del clan leguirá. El Clan Estelar ha enviado a Estrella dTigre a destruirnos. Nuestros antepasados no van ayudarnos ahora.
—Quizá no, Estrella Azul, pero no vamos darnos por vencidos —replicó Corazón de Fuegontentando no ser presa del pánico—. Tú debe
guiar al clan hasta las Rocas Soleadas.
Estrella Azul agitó las orejas. —¿Y de qué servirá eso? No podemos vivir eas Rocas Soleadas, e incluso allí nos atrapará l
manada.
—Si mi plan funciona, no estaréis allí muchiempo. Escucha.Corazón de Fuego le contó cómo esperab
atraer a los perros a través del bosque para que s
ahogaran en el desfiladero.
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La mirada de la líder parecía distraída, fija ealgo que Corazón de Fuego no podía ver.
—De modo que quieres que vaya a las Roca
Soleadas como una veterana —maulló.El lugarteniente vaciló. Decirle a Estrella Azuo que debería hacer era mucho más difícil que da
órdenes a Nimbo Blanco.
—Como una líder —la corrigió—. Sin ti allel clan será presa del pánico y se dispersará. Tnecesitan para mantenerse unidos. Además, nolvides que ésta es tu última vida. Si la pierde
¿qué haría el clan sin ti?La gata dudó. —Muy bien —maulló al cabo. —Entonces, deberíamos irnos ya.
Estrella Azul asintió y salió la primera de lguarida. El grueso del clan —todos los gatos quCorazón de Fuego no había escogido para que lacompañaran— ya estaba apiñado cerca de l
entrada del campamento. Mientras la líder iba
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eunirse con ellos, Corazón de Fuego agitó la colpara llamar a Tormenta Blanca.
—Quédate al lado de Estrella Azul —maull
en voz baja—. Cuídala.Tormenta Blanca inclinó la cabeza. —Puedes confiar en mí, Corazón de Fuego.La mirada que intercambió con el lugartenient
demostraba que comprendía perfectamente lo débque era la mente de la líder. Después fue colocarse junto a Estrella Azul, que ya estabencabezando la salida del campamento.
Mientras observaba al guerrero, viejo perodavía vigoroso, al lado de Estrella Azul, Corazón de Fuego le impresionó lo frágil quparecía la líder. Pero su presencia tranquilizaría
os demás gatos al verla entre ellos, especialmenta los veteranos.Cuando el último miembro del clan hub
alido al barranco, Corazón de Fuego se volvi
hacia los guerreros que quedaban, agazapado
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unto a la carbonizada extensión de ortigas. LátigGris y Tormenta de Arena le sostuvieron lmirada, con los ojos llenos de determinación
miedo a partes iguales. Corazón de Fuego recorda última vez que habían evacuado el campamentocuando el incendio, y que tres gatos no habíaegresado.
Pero sabía que esa clase de pensamientos sólo llevarían al pánico. Tenía que ser fuerte por ebien de su clan. Tras acercarse a los guerreromaulló:
—¿Estáis preparados? Entonces, en marcha.
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Al llegar a lo alto del barranco, Corazón de Fuege detuvo y se volvió hacia Frondina y Ceniciento
—Vosotros dos, esperad aquí —ordenó—. E
cuanto veáis a los perros, corred derechos adesfiladero. Tormenta de Arena será vuestrelevo. Cuando la veáis, trepad a un árbol, y luego
cuando los perros capten el olor de Tormenta d
Arena y desaparezcan, encaminaos a las RocaSoleadas.
Observó a los dos aprendices. Sus ojoelucían de rabia; habían olvidad
momentáneamente el dolor por la muerte de s
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madre en su deseo de vengarla. Corazón de Fuegesperó que recordaran sus instrucciones y no loatenazara el pánico, o, peor aún, que no intentara
atacar a los perros por su cuenta. —El clan confía en vosotros —añadió—. Yodos estamos orgullosos de vosotros.
—No os defraudaremos —prometió Frondina
Corazón de Fuego los dejó allí y se internó coos demás en el bosque. Plantó las orejas por soía algún sonido de los perros, pero ahora ebosque parecía a la expectativa bajo un silenci
ofocante, tan siniestro como cualquier alarido estruendo entre la maleza. Mientras avanzababajo los árboles, el sonido de sus propiaespiraciones y sus tenues pisadas parecí
antinaturalmente ruidoso.El lugarteniente volvió a detenerse al cabo dpoco.
—Tormenta de Arena, tú esperarás aquí —
maulló—. No quiero que esos dos aprendice
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engan que correr mucho tiempo. Tú eres emiembro más rápido del clan… Tendrás que tomauna buena ventaja sobre esos perros para darnos
os demás una oportunidad. ¿De acuerdo?Tormenta de Arena asintió. —Puedes confiar en mí.Le rozó brevemente el hocico con el suyo. N
había tiempo de más palabras, pero su amor por éardía en sus ojos verdes, y Corazón de Fuegintió una oleada de miedo por ella.
Alejándose a su pesar, llevó al resto de su
guerreros a lo largo de una línea que se extendíhasta el desfiladero, y fue dejándolos a intervaloegulares: el siguiente, Rabo Largo, despué
Manto Polvoroso, y luego Musaraña. Al final, él
Látigo Gris se quedaron solos en la frontera con eClan del Río, todo lo cerca que podían deprecipicio sin abandonar su propio territorio.
—Bueno, Látigo Gris —maulló Corazón d
Fuego deteniéndose—. Tú te esconderás aquí. S
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odo va bien, Musaraña traerá los perros hasta tCuando lleguen, dirígete a la parte más escarpaddel desfiladero. Yo estaré delante de ti, esperand
para relevarte en el tramo final. —Eso ya será en el territorio del Clan del Río—Látigo Gris sonó dubitativo—. ¿Qué pensarEstrella Leopardina al respecto?
—Con un poco de suerte, Estrella Leopardinno tendrá que saber nada de esto —contestó samigo, recordando cómo la líder del Clan del Ríhabía amenazado a Látigo Gris con la muerte
volvía a pisar el territorio vecino—. Ahora npodemos preocuparnos de ese asunto. Quédatescondido en tu lado de la frontera, y si ves unpatrulla no dejes que descubran que estás aquí.
Látigo Gris asintió y se agachó para arrastrarspor debajo de las ramas de un espino. —Buena suerte —maulló mientra
desaparecía.
Corazón de Fuego le deseó suerte a su vez
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iguió adelante, más cautelosamente, internándosen el territorio del Clan del Río. No vio gatoivales, pero sí captó olores recientes, lo qu
ugería que la patrulla del alba ya había pasadpor allí. Por fin encontró un lugar donde ocultarseun hueco al pie de una roca, y se instaló allí esperar. Todo el bosque estaba en silencio
excepto por el lejano rugido del agua en edesfiladero.Corazón de Fuego no pudo evitar preguntars
dónde estaría Estrella de Tigre en esos momento
Se imaginó que a salvo en el territorio del Clan da Sombra, aguardando a que aniquilaran a santiguo clan. Después de eso podría descendecomo un ave carroñera y apoderarse del territori
del Clan del Trueno, regodeándose en su venganzperfecta.El cielo seguía cubierto de nubes, de modo qu
no podía calcular el paso del tiempo, pero
medida que iban transcurriendo los segundo
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empezó a preocuparlo que algo hubiera salido ma¿Por qué estaban tardando tanto? ¿Los perrohabrían atrapado a alguno de sus guerreros? S
maginó a Tormenta de Arena despedazada poaquellas crueles mandíbulas y arañó el duro suelometiendo y sacando las uñas. Tuvo que contenerspara no regresar a ver qué había sucedido. «¿Y s
odo esto ha sido un gran error?», se preguntó¿Habría abocado a su clan a un peligro todavímayor?
Entonces, por encima del ruido del río, oy
unos ladridos lejanos; ladridos que fueroacercándose rápidamente. La fuerza oscura habícobrado su propia voz por fin, empezando a ladramientras la manada se abatía sobre los gatos qu
e habían convertido en sus presas. El sonido svolvió más fuerte aún, hasta que dio la impresióde que llenaba todo el bosque, y Látigo Griapareció a la carrera con el estómago casi pegad
al suelo.
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Apenas a unos zorros detrás de él iba el lídede la manada. Corazón de Fuego jamás había vistun perro como aquél. Era enorme, prácticamente e
doble que cualquier chucho de Dos PataMientras corría, sus músculos se tensabapotentemente bajo su corto pelaje negro y marrónSus fauces abiertas mostraban dos hileras d
colmillos crueles, y llevaba la lengua colgandoLadraba roncamente mientras mordía el aire tras eveloz Látigo Gris.
—¡Que el Clan Estelar me ayude! —susurr
Corazón de Fuego, y salió disparado de sescondrijo.Tuvo el tiempo justo para ver cómo Látig
Gris se abalanzaba al árbol más cercano; despué
de eso, sólo pudo correr. Los ladridos parecieroedoblarse, y notó el aliento caliente del líder da manada contra sus patas traseras.
Por primera vez, Corazón de Fuego s
preguntó qué haría al llegar al desfiladero. Habí
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pensado que se escabulliría a un lado en el últimmomento, para dejar que los desprevenidos perrocayeran directamente por el borde. Pero ahora s
dio cuenta de que aquello podría no funcionar; loperros estaban mucho más cerca de lo que habímaginado.
Quizá él mismo tendría que saltar por e
precipicio.«Si eso es lo que hace falta para salvar al clanentonces será lo que haga», se prometió ceñudo.
El desfiladero ya estaba cerca. Al salir d
entre los árboles, Corazón de Fuego no vio nadmás que un suave césped entre él y el borde deprecipicio. Al mirar rápidamente por encima dehombro, descubrió que estaba dejando atrás a lo
perros, de modo que redujo un poco el paso parque le dieran alcance. La manada apareció comun torrente detrás de su líder; todos ladraban coa lengua colgando.
—¡Manada, manada! ¡Matar, matar!
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Esas palabras desgarraron a Corazón de Fuegcomo si fueran colmillos.
Entonces, un potente impacto lateral l
derribó. Se debatió en vano para incorporarsepero una enorme zarpa lo tenía inmovilizado por ecuello. Una voz le gruñó al oído:
—¿Vas a alguna parte, Corazón de Fuego?
Era Estrella de Tigre.
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Luchó desesperadamente por liberarse, sacudiendas patas traseras para arañar la barriga de s
enemigo. El líder del Clan de la Sombra apenas s
movió. Su hedor colmaba la boca y la nariz dCorazón de Fuego, y sus ojos ámbar relucían dodio clavados en los del lugarteniente.
—Saluda al Clan Estelar de mi parte —gruñ
Estrella de Tigre. —¡Sólo después de ti! —replicó Corazón d
Fuego sin aliento.Para su asombro, el atigrado lo soltó. A
ponerse en pie, el lugarteniente vio que su enemig
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daba media vuelta para saltar al árbol mácercano. Antes de entender qué estaba ocurriendooyó un aullido ensordecedor y notó que el suel
emblaba bajo sus patas. Al volverse, vio que eíder de la manada se abalanzaba sobre él con lafauces bien abiertas. No había tiempo parescapar. Corazón de Fuego cerró los ojos y s
preparó para reunirse con el Clan Estelar.Sintió que lo atravesaba el dolor cuando unoafilados dientes se cerraron sobre su pescuezoSus extremidades se agitaron impotentement
cuando el perro lo levantó del suelo para sacudirlde un lado a otro. Se retorció en el aire tratando darañar ojos, quijadas, lengua, pero sus frenéticazarpas no daban en el blanco. El bosque giraba
u alrededor. Captó más ladridos; el hedor a perrestaba por todas partes. —¡Clan Estelar, ayúdame! —suplicó Corazó
de Fuego con un aullido de terror y desesperación
o se trataba sólo de su propia muerte, sino del fi
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abalanzaron a ciegas al desfiladero y sesfumaron, aullando, mientras el resto de loperros paraban en seco, mudando sus ladridos e
gemidos lastimeros. Antes de que Corazón dFuego consiguiera ponerse en pie, lo que quedabde la manada se apartó del precipicio y huyó abosque.
Corazón de Fuego se acercó al bordambaleándose y miró hacia abajo. El aguespumeaba a sus pies. Durante un segundoentrevió la boca abierta del líder de la manada
uchando entre las olas, antes de desaparecer dnuevo. —¡Estrella Azul! —gritó el lugarteniente.¿Qué estaba haciendo allí su líder? Él la habí
mandado a las Rocas Soleadas junto con el restdel clan.Demasiado impresionado para moverse
Corazón de Fuego observó el río. De repente, vi
que en la superficie del agua aparecía una pequeñ
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cabeza, y unas patas agitándose con fierezaEstrella Azul aún estaba viva! Pero la corriente l
arrastraba río abajo, y Corazón de Fuego sabía qu
a gata estaba demasiado débil para nadar muchiempo.Sólo había una cosa que pudiera hacer. —¡Estrella Azul, aguanta! ¡Ya voy! —gritó,
descendió por la escarpada ladera del desfiladerpara lanzarse al río.El agua lo atenazó como si fuera un
gigantesca zarpa y lo llevó de un lado a otro. E
frío helador de la corriente lo dejó sin alientontentó nadar pataleando furiosamente, pero lfuerza del río lo hundió. Había perdido de vista Estrella Azul antes de entrar en el agua; ahora n
podía ver nada excepto la espuma que burbujeaba su alrededor.En cuanto logró sacar la cabeza, luchó po
omar aire y consiguió mantenerse a flote mientra
a veloz corriente lo arrastraba río abajo. Entonce
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volvió a ver a Estrella Azul, a unos zorros ddistancia, con el pelo pegado al cuerpo y la bocabierta. Moviendo las patas con fuerza, Corazó
de Fuego cubrió el espacio que los separaba, cuando la líder empezó a hundirse de nuevo, él lagarró por el pescuezo.
El peso extra lo empujó hacia el fondo. Todo
os instintos de Corazón de Fuego le gritaban quoltase a Estrella Azul y salvara su propia vidapero se obligó a aguantar, mientras forzaba lapatas para volver a sacar a la líder a la superficie
Estuvo a punto de perderla cuando algo chocó coellos; vio a un perro girando en la corriente, coos ojos vidriosos de terror mientras manoteab
con impotencia hasta desaparecer de nuevo.
Una repentina sombra pasó sobre ellos y luegquedó atrás; la corriente los había arrastrado podebajo del puente de Dos Patas, alejándolos depeligroso desfiladero. Corazón de Fuego pudo ve
a las riberas del río e intentó ir hacia allí, pero l
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dolían las patas de agotamiento. Estrella Azul ercomo un peso muerto, incapaz de ayudarse a smisma. El lugarteniente sabía que no podía soltarl
para tomar más aire, y todos sus sentidoempezaron a difuminarse cuando se le hundió lcabeza de nuevo.
Apenas consciente, hizo un último y gra
esfuerzo, pataleando en el agua. Pero, cuandvolvió a asomar a la superficie, no pudo ver lorilla y perdió todo el sentido de la orientaciónSe le agarrotaron las patas del pánico al saber qu
ba a ahogarse.De pronto, el peso de Estrella Azul se aligeróParpadeando contra el agua que se le metía en loojos, vio otra cabeza en el río, a su lado, aferrand
con fuerza a su líder. Reconoció el pelaje griazulado, y casi dejó de nadar de la sorpresa.¡Era Vaharina!En ese mismo momento, oyó la voz de Pedriz
al otro lado:
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—Suéltala. Ya la tenemos nosotros.Corazón de Fuego lo hizo y dejó que Pedriz
ocupara su lugar. Los dos gatos del Clan del Rí
mpulsaron a Estrella Azul hacia la orilla. Sin lnecesidad de sujetar a su líder, Corazón de Fuegpudo nadar tras ellos hasta notar el lecho del ríbajo las zarpas. Ahora estaban en un terreno má
lano, pues la corriente los había alejado deescarpado desfiladero, y el lugarteniente llegchapoteando a la seguridad de la ribera, en el laddel Clan del Río.
Tosiendo y resollando, llevó aire a sucontraídos pulmones; luego se sacudió el agua dencima y miró alrededor para ver qué habípasado con Estrella Azul. Vaharina y Pedrizo l
habían dejado tumbada de costado sobre loguijarros. Le goteaba agua de las mandíbulaabiertas, y no se movía.
—¡Estrella Azul! —exclamó Vaharina.
—¿Está muerta? —preguntó Corazón de Fueg
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con voz ronca, acercándose a trompicones. —Creo que…Un estridente aullido interrumpió a Pedrizo.
—¡Corazón de Fuego! ¡Corazón de FuegoCuidado!Era la voz de Látigo Gris. Al darse la vuelta
el lugarteniente vio que Estrella de Tigre estab
cruzando a la carrera el puente de Dos Patas, coel guerrero gris pisándole los talones. Cuando eíder del Clan de la Sombra viró bruscament
hacia la ribera, Látigo Gris lo adelantó y giró e
edondo para encararse a él. —¡Quédate donde estás! —gruñó—. No looques.
La rabia dio fuerzas a Corazón de Fuego. S
íder yacía en la orilla mientras su última vida sconsumía. Daba igual lo que ella hubiera dicho hecho: seguía siendo su líder, y él nunca habípretendido que muriera por el bien del clan. ¡Y
odo aquello era culpa de Estrella de Tigre!
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Corrió por la ribera hasta colocarse junto Látigo Gris, y el líder del Clan de la Sombra sdetuvo a un par de zorros de distancia. Er
evidente que estaba pensando si debía enfrentarsa los dos al mismo tiempo.A sus espaldas, el lugarteniente oyó qu
Vaharina exclamaba con voz ahogada:
—¡Corazón de Fuego! ¡Está viva!Él le enseñó los dientes a Estrella de Tigre. —Da un paso más, y te arrojaré al río con lo
perros —gruñó—. Látigo Gris, asegúrate de qu
no se acerca.Su amigo asintió sacando las uñas, y Estrellde Tigre soltó un largo bufido de furia frustración.
Corazón de Fuego volvió corriendo al lado dEstrella Azul. Seguía tumbada sobre los guijarroaunque ahora el pecho le subía y le bajaba coespiraciones entrecortadas.
—¿Estrella Azul? —susurró—. Estrella Azu
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oy Corazón de Fuego. Ahora ya estás bien. Estáa salvo.
Ella entreabrió los ojos, que se desviaron a lo
dos guerreros del Clan del Río. En un primemomento no los reconoció, pero luego se ldilataron los ojos, enternecidos de orgullo.
—Vosotros me habéis salvado —murmuró.
—Chist. No intentes hablar —le aconsejVaharina.Estrella Azul no pareció oírla. —Quiero deciros algo… Quiero pediro
perdón por haberos mandado lejos de mí. Corazóde Roble me prometió que Tabora sería una buenmadre para vosotros.
—Y lo fue —maulló Pedrizo secamente.
Corazón de Fuego se puso tenso. La última veque los dos hermanos habían hablado con EstrellAzul, le dirigieron palabras envenenadas, llenade odio por lo que ella había hecho. ¿L
emprenderían ahora con ella, indefensa com
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estaba? —Le debo mucho a Tabora —continuó Estrell
Azul. Su voz era débil e irregular—. Y también
Corazón de Roble, por educaros tan bien. Os hobservado mientras crecíais y he visto cuántenéis que dar al clan que os adoptó. —La recorri
un escalofrío, y dejó de hablar un instante—. Si y
hubiese tomado una decisión distinta, le habríaidado toda vuestra fuerza al Clan del TruenoPerdonadme —pidió con voz quebrada.
Vaharina y Pedrizo intercambiaron una mirad
dubitativa. —Estrella Azul ha sufrido mucho por sdecisión. —Corazón de Fuego no pudo evitantervenir—. Por favor, perdonadla.
Durante unos segundos, los hermanos siguierodudando. Al cabo, Vaharina inclinó la cabeza paramer el pelo de su verdadera madre, y Corazón d
Fuego sintió que le temblaban las patas de alivio.
—Te perdonamos, Estrella Azul —murmuró l
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guerrera. —Te perdonamos —repitió Pedrizo.Pese a lo débil que estaba, Estrella Azu
empezó a ronronear de felicidad. Corazón dFuego notó un nudo en la garganta cuando los dogatos del Clan del Río se agacharon junto a líder del Clan del Trueno —su madre— par
compartir lenguas con ella por primera vez.Un bufido rabioso de Látigo Gris lo hizvolverse. Estrella de Tigre había avanzado upaso; el enorme atigrado tenía los ojo
desorbitados de pasmo. Corazón de Fuegcomprendió que, hasta ese mismo momentoEstrella de Tigre no había sabido quién era lmadre de los cachorros que el Clan del Truen
había entregado al Clan del Río. —No des ni un paso más, Estrella de Tigre —iseó—. Esto no tiene nada que ver contigo.
Al devolver su atención a Estrella Azul, vi
que a la líder se le estaban cerrando los ojos y qu
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u respiración se estaba volviendo más rápida uperficial.
—¿Qué podemos hacer? —le pregunt
angustiado a Vaharina—. Ésta es su última vida, ahora no lograría llegar al campamento del Cladel Trueno. ¿Alguno de vosotros podría ir a buscaa vuestro curandero?
—Es demasiado tarde para eso —respondiPedrizo en voz baja y amable—. Estrella Azul hemprendido el camino al Clan Estelar.
—¡No! —protestó Corazón de Fuego. S
agachó junto a su líder y apretó el hocico contra ede ella—. ¡Estrella Azul! ¡Estrella Azul…despierta! Iremos a buscar ayuda… Tú aguanta upoco más.
Ella abrió los ojos, pero no miraba augarteniente, sino a algo que estaba por encima du omóplato. Su mirada era clara y rebosaba paz.
—Corazón de Roble —murmuró la gata—
¿Has venido por mí? Estoy preparada.
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—¡No! —volvió a protestar Corazón dFuego.
Sus recientes problemas con Estrella Azul s
esfumaron. Sólo recordaba a la noble líder quhabía sido, sabia y ejemplar, y a la mentora que lhabía enseñado cuando llegó al clan como gatdoméstico. Y al final, el Clan Estelar había sid
considerado con ella. Estrella Azul habíabandonado las sombras para morir con la mismnobleza con que había vivido, salvando a su clacon el sacrificio de su propia vida.
—Estrella Azul, no nos dejes —le suplicó. —Debo hacerlo —susurró ella—. Hparticipado en mi última batalla. —Resollaba aesforzarse en hablar—. Cuando he visto al clan e
as Rocas Soleadas, los fuertes ayudando a lodébiles… sabiendo que tú y los demás habíais ida enfrentaros a la manada… he sabido que mi claera leal. He sabido que el Clan Estelar no no
había dado la espalda. He sabido… —Se l
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quebró la voz, y luchó por continuar—. He sabidque no podía dejarte solo frente al peligro.
—Estrella Azul… —A Corazón de Fuego l
embló la voz por el dolor de la despedida, peraun así lo alegraba saber que su líder no lconsideraba un traidor.
La gata clavó en él sus ojos azules. E
ugarteniente pensó que ya podía ver en ellos eesplandor del Clan Estelar. —El fuego salvará el clan —murmuró la líde
él recordó la misteriosa profecía que había oíd
en sus primeros tiempos en el Clan del Trueno—Tú nunca lo has entendido, ¿verdad? —continu—. Ni siquiera cuando te di tu nombre daprendiz, Zarpa de Fuego. Yo misma dudé cuand
el incendio arrasó el campamento, pero ahora vea verdad. Corazón de Fuego, tú eres el fuego qualvará al clan.
El lugarteniente no pudo hacer otra cosa qu
mirar fijamente a su adorada líder. Sentía como s
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odo su cuerpo se hubiera convertido en piedraPor encima de su cabeza, el viento deshizo lanubes, dejando que un rayo de sol incidiera sobr
u pelaje como una llama, al igual que habíucedido en el claro del campamento cuando llegpor primera vez al clan, hacía ya muchas lunas.
—Serás un gran líder. —La voz de Estrell
Azul era apenas un susurro—. Uno de los mágrandes que el bosque haya conocido jamáTendrás la calidez del fuego para proteger a tclan, y la ferocidad del fuego para defenderlo
Serás Estrella de Fuego, la luz del Clan deTrueno. —¡No! No puedo. No sin ti, Estrella Azul.Pero era demasiado tarde. Estrella Azu
uspiró levemente, y la luz de sus ojos se apagóVaharina musitó un quejido y hundió el hocico eel pelo de su madre. Pedrizo se agachó a su ladocabizbajo.
—¡Estrella Azul! —maulló Corazón de Fueg
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desesperadamente, pero no hubo respuesta.La líder del Clan del Trueno había consumid
u última vida y se había ido a cazar con el Cla
Estelar eternamente.El joven lugarteniente se levantó con las pataentumecidas. Tuvo que hundir las garras en lierra cuando la cabeza empezó a darle vuelta
por un momento temió que el cielo fuera a caérselencima. Notaba un hormigueo en la piel, y lpareció que su desbocado corazón iba a estallarlen el pecho.
—Corazón de Fuego —murmuró Látigo Gri—. Oh, Corazón de Fuego.El guerrero gris había dejado a Estrella d
Tigre para acercarse silenciosamente a presencia
a muerte de su líder. Entonces, Corazón de Fuegvio que la mirada ámbar de su amigo estaba fija eél con expresión reverencial, y cuando sus ojos sencontraron, Látigo Gris inclinó la cabeza con e
más profundo respeto. Corazón de Fuego se qued
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ígido de espanto, deseando protestar; quería econsuelo de su viejo y despreocupado amigo, naquel reconocimiento formal de un guerrero a
íder de su clan.Algo más allá, Estrella de Tigre observaba os gatos apiñados en la orilla, con asombro
furia en los ojos. Antes de que Corazón de Fueg
pudiera decir nada, el líder del Clan de la Sombrdio media vuelta y corrió al puente de Dos Patade regreso a su territorio.
Corazón de Fuego lo dejó marchar. Él tení
que ocuparse de los miembros de su propio clanque estarían aterrorizados y angustiados, antes dajustar viejas cuentas. Pero lo que Estrella dTigre había hecho ese día no lo olvidarí
fácilmente; ningún gato del Clan del Trueno lolvidaría. —Tenemos que ir por algunos gatos más —l
dijo a Látigo Gris con voz ronca—. Debemo
levar el cuerpo de Estrella Azul al campamento.
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Su amigo inclinó la cabeza de nuevo. —Sí, Corazón de Fuego. —Nosotros os ayudaremos —se ofreci
Pedrizo, levantándose. —Para nosotros sería un honor —añadiVaharina con los ojos empañados de pena—. Nogustaría ver cómo nuestra madre descansa en pa
en su clan. —Gracias a los dos —maulló Corazón dFuego.
Luego respiró hondo, se irguió y se sacudió e
pelo, que ya estaba secándose. Sintió como si todel peso del clan hubiera descendido sobre suhombros, y aun así, en apenas un segundo, empeza parecerle posible aguantarlo.
Ahora era el líder del Clan del Trueno. Con lmuerte del perro líder, la amenaza de la manadhabía desaparecido del bosque, y su clan estabesperándolo, sano y salvo, en las Rocas Soleada
Tormenta de Arena también estaría esperándolo.
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—Vamos —le dijo a Látigo Gris—Regresemos a casa.