Identidad, cultura y comunicación. La triada

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Identidad, cultura y comunicación, la triada. Medina Ramírez Rocío del Carmen 11/05/2015 En días pasados tuve oportunidad de asistir al Seminario de Epistemologías decoloniales con los Doctores Eduardo Restrepo y Esteban Krotz. Ambos, plantearon un seminario que hacía referencia a las antropologías del mundo y a las políticas de la ignorancia y empezaron sus planteamientos con una pregunta: Si no es la cultura, ¿entonces qué?, es decir, tomando como ejemplo la cinta de un día sin mexicanos (Arau, 2004), ¿ qué sucedería si un día nos quedáramos sin “cultura” como elemento para definir lo que entendemos? Siguiendo con esta idea, las lecturas que recupero para este ensayo, identifican una triada a veces imposible de desvincular, identidad, cultura y comunicación, como elementos que intervienen en la vida y la construcción social de la realidad, pero que a la vez participan de manera particular en la construcción de políticas públicas y en el aterrizaje de éstas en proyectos culturales. No se pretende generar una desvinculación para el análisis, sino generar una reflexión sobre la forma en que están unidos y actúan. Si bien el tema de identidad, lo tengo un poco más identificado a partir de reflexiones para la tesis, será en función a la relación del término con los otros dos lo que se reflexione

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Ensayo final. Seminario Gestión cultural

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Identidad, cultura y comunicación, la triada.

Medina Ramírez Rocío del Carmen

11/05/2015

En días pasados tuve oportunidad de asistir al Seminario de Epistemologías

decoloniales con los Doctores Eduardo Restrepo y Esteban Krotz. Ambos,

plantearon un seminario que hacía referencia a las antropologías del mundo y a

las políticas de la ignorancia y empezaron sus planteamientos con una pregunta:

Si no es la cultura, ¿entonces qué?, es decir, tomando como ejemplo la cinta de

un día sin mexicanos (Arau, 2004), ¿qué sucedería si un día nos quedáramos sin

“cultura” como elemento para definir lo que entendemos?

Siguiendo con esta idea, las lecturas que recupero para este ensayo, identifican

una triada a veces imposible de desvincular, identidad, cultura y comunicación,

como elementos que intervienen en la vida y la construcción social de la realidad,

pero que a la vez participan de manera particular en la construcción de políticas

públicas y en el aterrizaje de éstas en proyectos culturales. No se pretende

generar una desvinculación para el análisis, sino generar una reflexión sobre la

forma en que están unidos y actúan.

Si bien el tema de identidad, lo tengo un poco más identificado a partir de

reflexiones para la tesis, será en función a la relación del término con los otros dos

lo que se reflexione en el presente documento, así como su injerencia en las

políticas de proyectos culturales.

Para Giménez (2009), la sociedad, en cualquiera de sus escalas y en cualquiera

de sus instancias, es simplemente impensable sin la comunicación; Es imposible

no comunicar, según identificaba Watzlawick y la escuela de Palo Alto, pero

además ahora, la comunicación siempre estará presente en la sociedad, para

nombrarla y para construirla.

La comunicación en su camino a ser disciplina científica, ha atravesado diferentes

etapas de consolidación y ha incorporado elementos en su búsqueda de

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legitimidad como campo científico; Según, Berthelot (2011) el desarrollo genético

de las disciplinas está condicionado por tres contextos: un contexto pragmático,

relacionado con intereses prácticos; un contexto metodológico relacionado con la

elaboración progresiva de procedimientos técnicos y esquemas de pensamiento; y

un contexto normativo, constituido por el conjunto de debates que acompañan

siempre el desarrollo de una disciplina, es decir, práctica, método, y normas,

generan elementos que van conformando a las disciplinas.

Mead, Cooley y Dewey, pertenecientes a la Escuela de Chicago, en los principios

del Siglo XX, concebían a la comunicación como un proceso simbólico a través del

cual se construye y se mantiene una cultura; posteriormente, en los 30’s y 40’s los

“padres fundadores” de la disciplina, (Lázarsfeld, Lewin, Hovland y Lasswell),

instauran como núcleo disciplinario al “intercambio de mensajes” y el efecto de

estos sobre los receptores y se instaura el método cuantitativo como fundamento

metodológico para la comunicación (Giménez, 2009).

Aparece entonces, la cultura como resultado de un proceso simbólico de

comunicación o una comunicación aterrizada y visibilizada en procesos simbólicos

y significados atribuidos a un mensaje o a una relación. Y es precisamente en esta

relación, en donde Stuart Hall (2003), empieza a posicionarse para hablar de la

identidad.

Haciendo una primera recuperación en un intento de tejido, la comunicación es un

proceso de intercambios simbólicos, estos significados ocultos en lo simbólico, se

intercambian a partir de una relación con los otros, es esta relación con los otros,

cargando un acervo cultural simbólico compartido con otros y no necesariamente

el mensaje lo que da pie a la identidad.

Hall (2003), reconoce como primer elemento a discutir, la reciente proliferación del

concepto de “identidad” (como si de uno solo se tratara); además de entenderla

como un “ente” integral y unificado, una identidad.

El concepto que Hall (2003) propone, establece que la identidad son en realidad

identidades y que éstas, nunca se unifican o se quedan fijas, sino que por el

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contrario, están cada vez más fragmentadas y generan diferencias (que son a su

vez similitudes con un grupo de iguales) que se materializan en colectividades o

grupos sociales, mismos que se alimentan y fortalecen a través de prácticas

comunes, discursos y formas de relación con los otros.

Hall (2003) también recupera, a la historia, la lengua y la cultura como referentes

de un proceso que genere en un futuro elementos de “devenir”, es decir, la

identidad permite que la cultura se convierta en herramientas para generar un

sentido de futuro, que se desmarque (o no) de los modos cómo se es

representado y que permita la posibilidad de preguntarse cómo se podría

representar a sí mismo.

Para Hall (2003), es el lenguaje un elemento central en la construcción de la

identidad; en tanto ésta hace referencia a un desplazamiento hacia la

identificación, es a través del lenguaje como se genera un proceso continuo de

relaciones definitorias con los otros. El lenguaje y en particular las prácticas

discursivas, generan una comunicación situada, que permite generar relaciones

cargadas de significados que se ponen en juego en un proceso de comunicación.

Cualquier acto de comunicación no transmite sólo un mensaje, sino también una

cultura (símbolos, significados), una identidad (identificación y pertenencia a un

grupo social) y el tipo de relación social que enlaza a los interlocutores (Giménez,

2009). Es decir, un acto de comunicación implica no solo un mensaje, como se

simplificaba anteriormente, sino un rol de identidad, una cultura en que los

interlocutores están inmersos, una relación (simétrica o no= entre ellos, y una

institución a la cual pertenecen.

Es a partir de este último párrafo que posiciono la reflexión de la gestión cultural, y

la participación de esta tríada de conceptos como elementos que intervienen no

solo en la producción de proyectos e intervenciones sino en su desarrollo y buen

término.

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Canclini (2000), planteaba una pregunta clave para hablar de contextos

latinoamericanos y la producción de industrias culturales, ¿defender las

identidades o globalizarnos?.

México, desde hace decenas de años, participa en un proceso regulador

internacional, el mercado. Es este regulador e incentivador de una aparentemente

equitativa competencia lo que ha generado una de las principales

transformaciones de la cultura, las identidades y la comunicación. Un proceso,

desde mi punto de vista, casi equiparable al choque simbólico producido con la

conquista.

La apertura a participar de una comunicación global (intercambios no solo

simbólicos sino materiales) ha generado una multiculturalidad, es decir, una

presencia de muchas culturas. Esto en términos de enriquecimiento de

significados debería ser bueno, sin embargo, estas muchas culturas, cuentan

entre ellas con acervos culturales inmersos en sistemas normativos de

identificación, mismos que generan relaciones inequitativas en un “intercambio

equitativo”.

Las políticas culturales, generadas casi siempre desde un escritorio, plantean

como elemento central una “estabilidad”, o por lo menos una búsqueda de la

misma. Esto en cuestiones de identidades, no permite la pluralización del término

y genera discursos de unificación de la identidad como referente simbólico de

pertenencia a una nación.

Canclini (20009) identifica además una serie de actividades y esfuerzos que van

encaminados a que la “identidad nacional” se aprenda en instituciones fijas, se

contemple, se reproduzca, se presuma, casi todo menos que se viva en su

diversidad. En función a estos discursos, políticas públicas que “fortalezcan” la

identidad son derivados en convocatorias para todas las disciplinas de la vida

pública. Uno de los casos más representativos, son los grupos de indígenas,

mismos que se ven inmiscuidos en un discurso de “identidad histórica” con

referentes de nobleza, épocas prehispánicas, culturas ancestrales y no como

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sujetos en evolución, transformados, diferentes y con rupturas de identidad aún

mayores.

La gestión cultural, se encuentra enmarcada en un juego de intercambios y lucha

de significados; por un lado hay que posicionarse frente a una búsqueda de

colectivizar la identidad de manera que sea fácil intervenir con ella; por otro lado,

se globaliza la comunicación y se aterriza en estrategias que no atienden la

diversificación de colectividades con particularidades lingüísticas (por mencionar

un elemento) y finalmente, la gestión cultural, es cultural, dados los elementos

simbólicos en juego y que buscan poner a dialogar los diferentes significados.

Las políticas de la diferencia, mencionadas por Restrepo (2015) en el seminario,

se muestran pertinentes como una primera propuesta alternativa a la búsqueda de

colectividad.

Mientras por muchos años, la búsqueda de una unificación guió políticas públicas,

poner esta aseveración en un espejo, da los primeros indicios de alternativas,

proponiendo un reconocimiento de las diferencias más que de las igualdades, pero

una diferenciación deslindante, sino una diferenciación a partir de una

identificación. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional EZLN, lo plantea de una

mejor manera en el “todos somos iguales porque todos somos diferentes”. En

materia de políticas públicas, y gestión cultural, el identificar la diferencia dentro de

la igualdad, generaría propuestas mejor adaptadas.

Como segundo elemento, identificado pero pocas veces priorizado, la situación de

las actividades de gestión cultural, es decir, el trabajo constante por generar un

sitio desde donde se habla y desde donde se actúa. Es decir una representación

situada de los elementos que construyan los proyectos culturales.

Finalmente, como tercer elemento e identificado a partir de Restrepo (2015), pero

que se puede asociar a la teoría performativa de Butler, tiene que ver con generar

una metodología que permita analizar y jugar con el concepto de la

“representación” para la creación de proyectos culturales, entendiéndola como los

efectos de nuestras categorías de representación del mundo en las prácticas. Es

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decir, un yo que juega diferentes roles o se representa de diferentes maneras

como forma de actuar ante la clasificación que le ha sido impuesta. En los

proyectos culturales, el reconocimiento de este “yo” actuando, permitiría un

análisis de otros elementos en juego, tal como el poder de las relaciones,

aproximaciones a la subjetividad, entre otros.

Muchos de estos elementos, anclados en las ciencias sociales, representan un

reto buscando convertirlos en metodologías en la construcción de proyectos

culturales, sin embargo también representan replantearse la idea de un proyecto

cultural unificado y replicable sin cuestionar las características particulares del

contexto.

Simplificar la construcción de los proyectos a un plano discursivo o reflexivo

comunitario representa hasta ahora lo más cercano a los proyectos situados, sin

embargo, desde mi punto de vista, hilando cuestiones de comunicación pública de

la ciencia y la materialización de reflexiones en cuestiones de gestión cultural,

brindarían elementos que enriquecerían su viabilidad así como su permanencia y

sustentabilidad.

García, N. (2000). Políticas culturales: de las identidades nacionales al espacio

latinoamericano. Las industrias culturales en la integración latinoamericana,

Grijalbo. México.

Giménez, G. (2009). Comunicación, cultura e identidad. Reflexiones

epistemológicas. Instituto de Investigaciones sociales, UNAM. San Luis Potosí.

México.

Hall, S. Du Gay, P comp. (2003). Cuestiones de identidad cultural. ¿Quién

necesita identidad? Introducción. Amorrortu, Buenos Aires.

Restrepo, E. (2015) Seminario de epistemologías decoloniales. Catedra de

interculturalidad. Guadalajara, Jalisco. México.

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