Identidad, Paisaje y Patrimonio. 2011

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Proyecto realizado con financiamiento del Proyecto Eje Conservación del Patrimonio Cultural y Ecológico en los Volcanes, adscrito a la Escuela Nacional de Antropología e Historia y a la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2009.

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    MXICO, 2011

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    INSTITUTONACIONALDEANTROPOLOGAEHISTORIA

    Alfonso de Maria y Campos CastellDireccin General

    Miguel ngel Echegaray ZigaSecretara Tcnica

    ESCUELANACIONALDEANTROPOLOGAEHISTORIA

    Alejandro Villalobos PrezDireccin

    Mara Cristina Rybertt ThennetSecretara Acadmica

    Berna Leticia Valle CanalesSubdireccin de Investigacin

    Margarita Warnholtz LochtSubdireccin de Extensin Acadmica

    Gabriel Soto Corts

    Departamento de PublicacionesRebeca Ramrez PrezFormacin de interiores

    Oscar Arturo Cruz FlixFrancisco Carlos Rodrguez HernndezGilberto Mancilla MartnezDiseo de coleccin

    IDENTIDAD,PAISAJEYPATRIMONIO

    Stanislaw IwaniszewskiSilvina ViglianiCoordinadores

    Primera edicin: 2011ISBN: 978-607-484-232-6

    INAH-ENAH-DEH-DEA

    Proyecto realizado con financiamiento del Proyecto Eje Conservacin del Patrimonio Culturaly Ecolgico en los Volcanes, adscrito a la Escuela Nacional de Antropologa e Historia y a laDireccin de Estudios Histricos del Instituto Nacional de Antropologa e Historia, 2009.

    Esta publicacin no podr ser reproducida total o parcialmente, incluyendo el diseo deportada; tampoco podr ser transmitida ni utilizada de manera alguna por algn medio, yasea electrnico, mecnico, electrogrfico o de otro tipo, sin autorizacin por escrito del editor.

    D.R. 2011 Instituto Nacional de Antropologa e HistoriaCrdoba 45, colonia Roma, 06700, Mxico, [email protected] Nacional de Antropologa e HistoriaPerifrico Sur y Zapote s/n, col. Isidro Fabela, Tlalpan, D.F., C.P. 14030

    Impreso y hecho en Mxico

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    CONTENIDO

    PRESENTACINStanislaw Iwaniszewski, Silvina Vigliani

    y Margarita Loera Chvez y Peniche7

    PARTE I

    PAISAJE: PROPUESTAS Y ABORDAJES

    CAPTULO1El paisaje como relacin

    Stanislaw Iwaniszewski

    23

    CAPTULO2Paisaje como seguridad ontolgica

    Silvina Vigliani

    39

    CAPTULO3Genius lociy los paisajes fundacionales. Etimologas de la pertenencia

    Irena Chytr

    57

    CAPTULO4Perspectivas ecodinmicas de la arqueologa del paisaje

    y procesos socio-ambientales en la transicin a la Edad del Bronce en ChinaWalburga Wiesheu

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    PARTE II

    PAISAJE Y ARQUEOASTRONOMA

    CAPTULO5El calendario agrcola en Socaire: categoras de espacio y tiempo en una

    comunidad indgena del norte de ChileRicardo Moyano

    99

    CAPTULO6Implicaciones astronmicas y cosmovisionales de la zona arqueolgica

    de Huamango, Estado de MxicoFrancisco Granados

    117

    CAPTULO7Espacio ritual y petrograbados en El Cporo, Guanajuato

    Omar Cruces

    135

    CAPTULO8El Popocatpetl como marcador solsticial en Milpa Alta y Xochimilco:

    alineamiento de tres sitios prehispnicos el 21 o 22 de diciembre de cada ao

    Juan Rafael Zimbrn153

    PARTE III

    PAISAJE: IDENTIDAD Y PATRIMONIO

    CAPTULO9La divulgacin de la complejidad social mesoamericana como estrategiade proteccin del patrimonio: el caso de la laguna de Magdalena, Jalisco

    Mara Antonieta Jimnez

    169

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    CAPTULO10Polticas culturales en vas de la proteccin de los paisajes culturales y su impacto

    en las transformaciones de las identidades culturales.

    El caso de Malinalco, Estado de MxicoErndira Muoz

    187

    CAPTULO11Una nueva propuesta para el paisaje y el problema del paisaje patrimonial

    en el sitio de Tajn, Veracruz

    Patricia Castillo Pea

    203

    CAPTULO12Paisaje cultural y natural, nutico y subacutico: un reto

    y un recurso de futuroLuis Abejez

    219

    CAPTULO13El explorador en la selva. Fotografa y paisaje en la construccin

    de una identidad acadmicaCarlos Malts

    237

    PARTE IV

    ANTROPOLOGA Y ARQUEOLOGA DEL PAISAJE EN MXICO

    CAPTULO14Pictografas y el culto al ro Tlalamac en el extremo sureste

    de la regin de Chalco-AmaquemecanAdn Melndez Garca

    251

    CAPTULO15

    El agua, el cerro: construccin del paisaje poltico en el centro de Mxico

    Rafael III Lambarn Galeana

    271

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    CAPTULO16

    El arte rupestre y el simbolismo del paisaje en el noroeste de SonoraJulio Amador Bech

    287

    CAPTULO17Sobre el modo de vida de los grupos cazadores-recolectores de Nuevo Len:

    impresiones del paisaje en la percepcin de su mundo

    Araceli Rivera Estrada

    321

    CAPTULO18Construyendo, morando y pensando: los habitantes de las casas en acantilado

    de la Sierra Madre Occidental, en DurangoJos Luis Punzo Daz

    341

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    La destruccin del medio ambiente natural, la contamina-

    cin del aire, del suelo y del agua, el cambio climtico, el

    agotamiento de los recursos naturales, la escasez de aguay los desastres naturales son cada vez ms frecuentes y se

    encuentran, por tanto, entre los factores que han motivado

    a muchos estudiosos a contemplar el fenmeno del paisaje.

    Por un lado, los estudios ambientales y ecolgicos se enfocan

    en buscar un marco adecuado para reflexionar sobre la muy

    compleja relacin entre el hombre y su entorno natural; por

    el otro, los antroplogos, socilogos y gegrafos culturales

    comenzaron a indagar sobre la manera en que el hombre ha

    concebido su entorno natural y acerca de la forma en quesus conceptos sobre la naturaleza fueron cambiando a lo

    largo del tiempo.

    La investigacin arqueolgica haba prestado poca

    atencin a la manera en que las sociedades no occidentales

    conceptualizaban su relacin con el medio ambiente, por

    lo que comnmente se utilizaban enfoques materialistas (el

    Stanislaw Iwaniszewski, Silvina Viglianiy Margarita Loera Chvez y Peniche

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    marxismo, la ecologa cultural) con el fin de explicar el comportamientohumano, en tanto que los rasgos culturales especficos eran considerados

    como meras respuestas adaptadas a las limitaciones del medio ambiente.La relacin hombre-naturaleza era definida as en trminos eurocntricosa partir de un lenguaje positivista. En la actualidad, muchos estudiososconcuerdan en que las concepciones de la naturaleza y del medio ambientecircundante son construidas socialmente y evolucionan y se transforman deacuerdo con los contextos culturales y determinaciones histricas. Es porello que la visin dualista del mundo, que tiende a separar la naturaleza dela cultura y de la sociedad misma, debe ser considerada como un compo-nente caracterstico de la sociedad occidental y moderna y no debera ser

    proyectada como un presupuesto terico acerca de las sociedades tradicio-nales preindustriales.

    El reconocimiento de que el medio ambiente natural, como lo conocemosen el presente, resulta de su interaccin con diferentes grupos humanos, crelas condiciones para idear un nuevo campo de la investigacin arqueolgica,denominado arqueologa del paisaje. Si bien existen muchas maneras de es-tudiar los paisajes en la arqueologa, todas ellas concuerdan en que el paisajees un producto de la relacin entre el hombre y su entorno ambiental y no

    una entidad aislada, sea espacial o conceptualmente, de la cultura humana.Mientras la arqueologa tradicional (histrico-cultural, marxista o procesual)trata a la naturaleza como un espacio no humano, la arqueologa del paisajereconoce que la naturaleza es slo un concepto que tipifica a las sociedadesoccidentales y, por tanto, debe ser siempre referenciado cultural y socialmen-te. De otra manera, la concepcin de la naturaleza que se infiere del registroarqueolgico estar cargada de los valores y las normas propias de nuestrasociedad.

    Mientras la arqueologa del paisaje estudia la manera en que las socie-

    dades tradicionales no occidentales y las sociedades occidentales modernashan conceptualizado su entorno ambiental y su relacin con l, las nocionesde paisaje natural y cultural se han ido consolidando como aquellas reasque albergan elementos especficos (naturales, arqueolgicos, histricos, ar-tsticos). Al reconocer el valor excepcional de estos elementos concretosincrustados en los paisajes, la UNESCOredact, en 1972, la Convencin sobrela Proteccin del Patrimonio Mundial, procurando crear un sistema eficien-

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    te, capaz de salvar el patrimonio cultural y natural de la humanidad. A partirde ese momento se fueron desarrollando paulatinamente diversas normativas

    que condujeron a la creacin de los conceptos de paisaje natural y paisajeculturalcomo categoras manejables desde el punto de vista del patrimoniode la humanidad.

    La revaloracin del concepto de paisaje ofreci nuevas condiciones parainiciar procesos de reproduccin de las identidades locales. De este modo,la promocin de los paisajes nacionales, tnicos, histricos o arqueolgicosha consistido en la revitalizacin, revaloracin e institucionalizacin de loque era considerado como tradicional y definitorio de poblaciones localesactuales que ocupan territorios particulares. La idea de los paisajes cultu-

    rales ha representado, de esta manera, una interpretacin primordialista, lacual recalca la nocin de continuidadnatural y simblica entre las poblacio-nes actuales y aquellas que habitaban estos mismos espacios en el pasado.As concebido, el paisaje adquiere la capacidad de representar un conjuntode objetos e ideas a los cuales pueden adherirse los diferentes grupos socia-les. El paisaje se convierte, entonces, en un dispositivo que permite generarsentimientos de pertenencia y de representacin del lugar propio y, al mismotiempo, ofrece un marco para establecer las diferencias. En suma, el paisaje

    constituye una red de smbolos y signos que sirve como base para la cons-truccin de identidades individuales y colectivas. En la actualidad, estos pai-sajes convertidos en categora patrimonial suelen transformarse en objetos deconsumo por parte del turismo nacional y extranjero.

    En la arqueologa del paisaje convergen entonces tres lneas de accin.La primera refiere al estudio del paisaje como una construccin humana. Lasegunda se consolida alrededor de la nocin de paisaje cultural en la medidaen que condensa las ideas y conceptos de las sociedades que ocupan un te-rritorio determinado y con cuyas caractersticas especficas se identifican. De

    tal manera, el paisaje cultural manifiesta, mediante sus elementos tangibles eintangibles, los sentimientos de pertenencia que esas sociedades tienen consu entorno, expresando as vnculos de identidad. Finalmente, la creacin delas categoras del paisaje natural y cultural como parte de las estrategias de laUNESCOpara salvaguardar los elementos destacados del patrimonio culturalde la humanidad, constituye un tercer eje que puede ubicarse dentro delcampo de accin de la arqueologa del paisaje.

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    Este libro rene los trabajos presentados durante el Simposio Identidad,paisaje y patrimonio, que se llev a cabo en la Escuela Nacional de Antropo-

    loga e Historia (ENAH), del 23 al 27 de marzo de 2009. Durante esa semanase dictaron 31 ponencias preparadas en su mayora por los alumnos, ex alum-nos y profesores del Posgrado en Arqueologa de la ENAH.

    El libro est dividido en cuatro secciones. La primera de ellas, intituladaPaisaje. Propuestas y abordajes, presenta algunas de las tendencias que enla actualidad se estn aplicando al estudio del paisaje. En el primer artculo,Stanislaw Iwaniszewski parte de la siguiente reflexin: [] de la misma ma-nera en que el hombre llega a existir como ser humano mediante sus relacio-nes con otros seres humanos y objetos materiales, el paisaje existe en relacin

    con seres humanos. Parte del concepto de mundo-de-la-vida (Lebenswelt)de Husserl de 1934, que sostiene que el espacio se experimenta directa-mente en la vida y, por tanto, precede al espacio cientfico. Husserl cuestionala teora copernicana al observar que la nocin de la Tierra en movimientopertenece al campo de la astronoma; en cambio, los sujetos humanos quehabitan la Tierra perciben las salidas y puestas de los objetos celestes, por loque la experimentan como un cuerpo inmvil, y a los cuerpos celestes, comocuerpos que se mueven alrededor de ella. Esta contradiccin de percepcio-

    nes demuestra que hay un conflicto entre el mundo conocido de la ciencia yel mundo vivido de los seres humanos. A partir de ello, Iwaniszewski sostie-ne que la fenomenologa estudia el espacio no como un ente absoluto, sinocomo un espacio vivencial que es experimentado directamente en la viday que precede el entendimiento cientfico, matemtico del espacio. El paisa-

    je, que constituye el medio circundante del hombre, se convierte entonces enel medio que le es natural desde el principio, porque es formado por l y estrelacionado con su modo de ser y de vivir.

    En esta misma lnea, Silvina Vigliani considera que una de las principa-

    les limitantes para la inferencia arqueolgica en el estudio de sociedadespremodernas ha sido la aceptacin implcita de una visin cartesiana delmundo. As, el concepto de paisaje en arqueologa suele acentuar la ontolo-ga dual de la que procede, esto es, un espacio fsico al que se le agrega unsignificado simblico, lo cual, sin embargo, poco tiene que ver con las socie-dades premodernas que estudia. La autora plantea la necesidad de superareste dualismo para llegar al plano ontolgico subsumido en la experiencia

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    compartida del habitar. De este modo, propone aplicar una perspectiva msrelacional que supone un proceso de incorporacin continua en donde su-

    jeto y objeto estnfusionadosen la experiencia compartida del habitar. Laautora destaca, por un lado, la existencia de numerosos casos etnogrficosdonde no hay una separacin definida entre especies, o entre seres anima-dos e inanimados ni tampoco una distincin clara entre cuerpo y mente. Encambio, muchas de estas sociedades suelen considerar a los espritus, lasmontaas, los animales, los ros, las rocas, los vientos o las estrellas tambincomo parte de su mundo social y, por tanto, entablan relaciones sociales conellos. Por otro lado, y a partir del concepto heideggeriano del habitar, pro-pone hablar del paisaje como seguridad ontolgica, en el sentido de la forma

    en que se percibe/piensa/vive la realidad. De esta manera, como sostiene laautora, es posible aplicar los conceptos de agencia a entidades no humanasque forman parte del paisaje.

    En la tercera contribucin de esta seccin, Irena Chytr sostiene que in-dagar en las etimologas significa compenetrarse con el propio ser. En estesentido, la autora recurre a la deconstruccin para asomarse desde la pers-pectiva de la lengua checa al universo semntico de las palabras avocadasa la pertenencia y al sentido heideggeriano de la existencia espacial situada

    en un espacio existencial: la Tierra. Las profundidades etimolgicas conte-nidas en la lengua checa arrojan una luz reveladora sobre el concepto de lapertenencia, al disponer de una variedad de expresiones para designarla ensu dimensin identitaria y fundacional. De este modo, dice la autora, situarseimplica poseer las coordenadas simblico-rituales, y de ah la imperiosa ne-cesidad que encierra el acto de lafundacin. Genius loci(el espritu del lugar)es el fruto del consenso entre los dioses y los humanos, siendo los ltimosquienes se perpetan a travs del acto de la fundacin, desafiando su condi-cin finita. A partir de estos conceptos y tras analizar las antiguas leyendas

    checas acerca de la fundacin de Praga, la autora ubica este asentamientocomo aquel umbralmtico que inaugura su relacin fundacional con la tierra.As, la consagracin-fundacin representa un acto genuinamente autntico,aglutinador del espacio sagrado, realizado en el lugar predilecto (genius loci)que no ha sido escogido por el hombre, sino descubierto.

    En la ltima contribucin de esta seccin, Walburga Wiesheu observaque el paisaje arqueolgico ya no es slo un palimpsesto fsico de tierra al-

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    terada, sino un conjunto de valores cambiantes atados a esta tierra y valoresalterados entre contextos culturales cambiantes. En este sentido, sostiene

    que el estudio de los procesos dinmicos inherentes al entorno biofsico ylos ambientes socioculturales, nos permite rastrear la historia de los impac-tos ambientales generados a travs de perturbaciones antropognicas delpaisaje, dinmica que qued incrustada en su registro material y que ha sidoheredada a travs de prcticas milenarias o tradiciones vivientes que consti-tuyen un capital paisajstico vital, legado de los ancestros. As, a diferenciade las visiones de los viejos planteamientos del determinismo ambiental,los seres humanos no responden nicamente de manera pasiva y mecni-ca a los retos de las fluctuaciones climticas en sus entornos, sino tambin

    crean, moldean y transforman estos ambientes por medio de una interaccinmutua con su entorno biofsico acorde con las condiciones particulares delos sistemas sociales, polticos y econmicos de las sociedades humanas. Apartir de tales aproximaciones dinmicas de la interaccin socio-natural, laautora analiza el desarrollo de distintas trayectorias culturales en el contextode los trascendentales cambios ambientales sucedidos nada menos que enla etapa crucial de la transicin del periodo neoltico a la Edad del Bronce,en China.

    La segunda seccin de este libro se denomina Paisaje y cielo, y refiereparticularmente al mbito de la arqueoastronoma. En el primer trabajo, Ri-cardo Moyano expone los resultados preliminares del estudio del calendarioagrcola en la comunidad de Socaire, norte de Chile, los cuales sugieren unaestrecha relacin entre las actividades agrcolas y la existencia de un sistemade orientacin a los cerros. Desde un punto de vista de la antropologa sim-blica y la astronoma cultural, se plantea que este sistema de orientacin alos cerros, posiblemente un Ceque, respondi a la necesidad de sacralizar elespacio a travs de la experiencia sensorial y colectiva con los movimientos

    del cosmos, particularmente, el solar. En otras palabras, se habra buscado lacreacin de un sistema que organizara la vida social bajo la clase especficade huaca,o lugar sagrado, a travs de representaciones colectivas de las cate-goras de espacio y tiempo. Con este trabajo, el autor busca asentar las basespara la definicin de un posible sistema Ceque fuera del Cuzco, establecerlos parmetros culturales usados en la organizacin del calendario agrcolaen el rea de estudio y reconstruir las etnocategoras espacio y tiempo, a

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    partir del anlisis de horizonte. El sistema Ceque, entendido como lneasproyectadas desde uno o varios centros hacia determinados elementos del

    paisaje, habra generado la divisin bsica entre arriba y abajo, izquierda yderecha, da y noche, visible y no visible.Posteriormente, Francisco Granados busca ubicar y establecer una se-

    rie de analogas acerca del sitio arqueolgico de Huamango, centro cvico-ceremonial localizado al noreste del Estado de Mxico, para lo cual se basaen los conceptos de observacin de la naturalezaycosmovisinen relacincon el culto de los cerros,desarrollados por Johanna Broda, y en los plantea-mientos y propuestas de autores como Galinier y Lpez Austin, entre otros.De acuerdo con las observaciones solares realizadas en Huamango, se ha

    podido determinar que los cerros tuvieron un papel destacado, en particu-lar el cerro Pea Picuda, donde se ubica el barrio antiguo de Karenthu y elcerro El Colmilludo. Asimismo, sostiene el autor, es posible que la conexinastronmica entre el Templo 2 de Huamango y la pirmide del barrio deKarenthu no fuese aleatoria.

    En la tercera contribucin, Omar Cruces toma a la arqueoastronoma ysu relacin con los petrograbados como un elemento importante para tra-tar de desentraar aspectos relativos a la cosmovisin. Considera que los

    petrograbados, localizados en canteras careadas colocadas como elementosarquitectnicos, forman parte de un proceso comunicativo donde se puedeencontrar un sistema de significados susceptibles de interpretacin, por loque se propone analizar el simbolismo que representan dichas manifesta-ciones en relacin con su contexto arqueolgico y arquitectnico, as comocon el paisaje. Con base en el anlisis de los espacios arquitectnicos y delos petrograbados, as como de los hallazgos provenientes de excavacin,el autor infiere la existencia de un espacio ritualizado, elegido, modificadoy adaptado para habitar o realizar ceremonias y rituales. Asimismo, destaca

    la relacin entre los petrograbados como marcadores solares y su estrechaasociacin con el calendario o registro del ao solar, lo cual a su vez nosindica las principales fechas conmemorativas de este altpetl y, por ende, susrespectivas festividades.

    Finalmente, Rafael Zimbrn parte del concepto de calendarios de ho-rizonte, los cuales se construan fijando un punto de observacin desdedonde se pudiera ver el desplazamiento solar cruzando las grandes promi-

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    nencias; el autor propone que, desde Xochicalco, uno de stos fue el crterdel Popocatpetl. En Xochimilco, el Popo habra servido para registrar la

    llegada del solsticio de invierno, el cual poda observarse al amanecer desdetres lugares: la cumbre ms alta del cerro Xochitepec, localizado cerca de laNoria y Tepepan; el paraje de Piedra Larga, en el pueblo de Santa Cruz Acal-pixcan; y desde terrazas orientales del cerro Cempoaltepetl, en San PedroActopan, Milpa Alta. En esa fecha el sol se ubica en estos tres sitios en la mis-ma posicin de salida, produciendo un alineamiento muy preciso. El autorobserva que en los tres sitios analizados existen soportes ptreos que presen-tan pocitas, petroglifos as como rplicas de terrazas en miniatura, los cuales,propone, habran servido para fijar en el espacio los sitios de observacin.

    La tercera parte de este libro est dedicada al Paisaje: identidad y patri-monio. En la primera contribucin, Antonieta Jimnez alerta acerca del es-tado de alta fragilidad y preocupante vulnerabilidad arqueolgica que existeen las inmediaciones de la casi extinta laguna de Magdalena. Al respecto, laautora propone que con el propsito de mitigar el saqueo y la destruccinde los sitios, la divulgacin acerca de la complejidad social que existi entiempos mesoamericanos en el occidente de Mxico es un arma que bienvale la pena probar. De este modo, a partir de la revisin de las investigacio-

    nes arqueolgicas y disciplinas afines en la regin de estudio, propone unapuesta en valor, que destaque el papel del mercado como fenmeno social, yarguye que los lugares para la venta y el abastecimiento de materias primasy productos procesados ocuparon un lugar central en la vida cotidiana deesas sociedades. En sntesis, sostiene que un acercamiento a los complejossistemas de especializacin para la produccin y el comercio en el occidenteofrece una oportunidad para la proteccin de los sitios arqueolgicos.

    Por su parte, Erndira Muoz reflexiona en torno al desarrollo de laspolticas para la conservacin del patrimonio cultural en Mxico. Para ella,

    la ejecucin de estas polticas trae consigo una serie de problemas cuando setrata de definir el ejercicio de los recursos en la proteccin del patrimoniocultural y el entorno ecolgico que se encuentran ntimamente relacionadoscon una identidad cultural local. En el caso especfico de Malinalco, la au-tora retrata la manera en que estas acciones se relacionan con la produccindel patrimonio cultural y la forma en la que stas han transformado la per-cepcin y construccin del patrimonio cultural por parte de la gente local.

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    Finalmente, alerta acerca de la construccin de una nueva versin hecha parafuerade la comunidad, ya que es retomada por el Consejo Ciudadano de

    Pueblos con Encanto. Estos programas, a pesar de tener la potencialidad dereformular una versin identitaria consensada socialmente, en la prctica es-tn motivados por valores comerciales en los que es necesario construir unaimagen mercadolgica.

    Patricia Castillo propone, en su artculo, algunas metodologas que fa-cilitarn el manejo de la informacin arqueolgica, a la vez que sern unaporte para la gestin y el manejo de sitio. Los trabajos, que se detallan enel texto, se insertan en el proyecto del Activo Terciario del Golfo, por partede Pemex, y permiten tener un estudio localizado y georreferenciado de la

    Poligonal de la Zona Arqueolgica, as como el manejo de la informacin delos elementos culturales dentro de un Sistema de Informacin Geogrfico,el cual se combina con un estudio topogrfico minucioso y de alta precisin.Toda esta informacin permitir contar con un plano topogrfico base, quese puede manejar en 3D, con capas de informacin de diferentes niveles.El objetivo final de esta propuesta consiste en relacionar dicha informa-cin con el concepto de espacio conformando el sitio de Tajn dentro deun contexto regional. Con este anlisis se podrn entender los elementos

    que caracterizan a la cultura y su organizacin espacio-temporal, as comocontar con datos sensibles acerca del patrn espacial, de la arquitectura cvi-ca-ceremonial, la ocupacin residencial, las unidades habitacionales y de laproduccin cermica.

    En la cuarta contribucin de esta seccin, Luis Abejez sostiene que elpeligro que acecha al patrimonio procede de su misma indefinicin comoconcepto divisin entre el patrimonio terrestre y el nutico, entre el cultu-ral y el natural, lo que genera una cierta confusin en su percepcin que setraslada a su definicin legal. Ante este panorama, propone conceptualizar

    al Patrimonio Cultural y Natural, Nutico y Subacutico (PCNNS), en formaintegral. Sin embargo, la arqueologa subacutica tradicional encuentra se-rios escollos para adaptarse a los nuevos tiempos, pues sigue teniendo en elpecio, mayormente, su objeto de estudio y su xito meditico y acadmico.De acuerdo con el autor, un elemento que puede sernos de gran utilidad esel manejo del trminopaisajecomo herramienta de gestin, al servirnos a laperfecccin, como marco integrador de referencia de ste. En dicho sentido,

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    se podr relacionar a los paisajesacutico, martimo, lacustre, etc. conotras herramientas de gestin, como pueden ser las reservasy losparques, o

    con las diferentes modalidades de definicin administrativa, tanto para laproteccin del patrimonio subacutico como del terrestre.Por ltimo, Carlos Malts nos muestra en su artculo la manera en que

    el arquelogo ha sido representado visualmente a lo largo del tiempo. Porejemplo, uno de los principales medios en los que se ha mostrado a los pro-fesionales de la arqueologa ha sido el cine, a travs de la imagen del aventu-rero. Estas representaciones han dejado su huella en la idea que la sociedadtiene acerca de los arquelogos, hasta llegar a convertirse en smbolos. Tam-bin los arquelogos se han preocupado por representarse a s mismos y sus

    actividades. El autor se centrar en la Expedicin Cientfica de Cempoala(1890-1891), en la cual se realiz el registro visual de los trabajos arqueo-lgicos del director del Museo Nacional Francisco del Paso y Troncoso, enCempoala y otros sitios prehispnicos de Veracruz. All nos mostrar de qumanera la fotografa fue utilizada para la construccin de la identidad acad-mica de los arquelogos.

    La cuarta y ltima seccin de este libro, denominada Antropologa yarqueologa del paisaje en Mxico, rene estudios de casos particulares

    donde los autores aplican la nocin de paisaje desde diversas pticas. En elprimer trabajo, Adn Melndez Garca estudia los sitios con manifestacionesgrfico-rupestres de la regin sureste de Chalco-Amaquemecan, los cualesparecen estar conformando una unidad. A partir de un anlisis iconogrficoy del paisaje, el autor propone que tales pinturas estaran vinculadas conrituales de peticin de lluvia, ejecutados en la temporada de secas y cuyofin sera obtener la generosidad del majestuoso volcn Popocatpetl parairrigar la tierra. Tal propuesta toma en cuenta que la ubicacin de los sitioscon pintura a lo largo del cauce del ro Tlalamac no es nada azarosa, sino

    que presenta una clara intencionalidad de asociar dichos lugares con estacorriente de agua ya que este elemento hidrogrfico tiene siempre la mayorpresencia visual, adems de ser, en el extremo sureste de la regin de Chalco,el nico ro que en temporada de secas contiene agua en flujos pequeos.Al respecto, el autor considera la concepcin nahua del Posclsico referentea que los cerros y volcanes eran concebidos como grandes recipientes lle-nos de agua subterrnea que almacenaban este preciado lquido durante la

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    temporada de mximo estiaje, para posteriormente liberarla en la estacinhmeda. Por tanto, el ro Tlalamac, la Barranca Grande, as como el volcn

    Popocatpetl constituyeron tres importantes elementos del paisaje local quefueron objeto de veneracin.Posteriormente, Rafael III Lambarn Galeana en su artculo intenta dis-

    cernir la formacin de la autoridad en el altpetl. Al respecto, el autor sostie-ne que la importancia de la cosmovisin del cerro y su relacin con el aguase ve reflejada en la formacin de las entidades polticas, ya que para losnahuas, altpetlera sinnimo de reino o Estado, pues simbolizaba el territo-rio ocupado, la vida urbana civilizada y el asiento del poder poltico. Conbase en lo anterior, propone que una entidad poltica, al asumirse como un

    altpetl, adquira una posicin de autoridad, dentro y fuera de sus mbitosde accin, es decir, reciba una sancin ideolgica para desarrollarse y mar-car su autonoma frente a otros altepeme. Para evaluar dicha proposicin, elautor recurre al modelo de Smith [2003] del paisaje poltico, el cual consisteen determinar las dinmicas que conlleva el empleo de signos concebidospolticamente, que brindan un sentimiento de espacio y que generan emo-ciones y respuestas sensibles al servicio de la entidad poltica. A partir deello, el autor intentar elucidar la creacin y desarrollo de la autoridad y el

    poder en Mesoamrica entre los altepeme, a travs de la construccin delpaisaje poltico.La tercera contribucin corresponde a Julio Amador Bech. A partir de la

    hiptesis ampliamente aceptada de que los grabados rupestres de los cerrosde Sonora y Arizona pertenecen al complejo cultural Trincheras, caracteriza-do por la presencia de terrazas agrcolas, espacios domsticos, espacios cere-moniales, observatorios, sistemas defensivos y arte rupestre, el autor sostieneque no se puede explicar la enorme tarea constructiva bajo las condicionesclimticas extremas del desierto, sin que dicha construccin estuviera inmersa

    en un sistema cultural complejo que proveyera a la comunidad con metas co-lectivas que trascendieran la mera satisfaccin de las necesidades inmediatas

    de alimentacin, abrigo y defensa. Tales propsitos, muy probablemente, es-tuvieron fundados en elaboraciones culturales integradas dentro de un sis-tema mitolgico complejo, que debieron materializarse tanto en esquemascosmolgicos como en conceptos cosmognicos. En este sentido, la relacinmtico-simblica entre el paisaje y las estructuras fundamentara y dara ori-

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    gen a prcticas rituales especficas, en las que la produccin de grabadosrupestres tendra un papel fundamental. El autor sugiere que la distribucin-

    organizacin de las estructuras presentes en el sitio obedeca a la repeticinsimblica de esquemas cosmolgicos, a la vez que permita la explotacineficiente de los recursos locales.

    Siguiendo con la arqueologa del norte de Mxico, Araceli Rivera Es-trada aborda la cuestin de la construccin simblica del espacio que lleva los grupos de cazadores-recolectores a producir y estructurar la prcticasocial en un contexto espacial y temporal particular. Se parte del supuestode que estos grupos objetivaron y plasmaron sus representaciones colectivasdel universo, su cosmovisin, sus creencias y sus mitos por medio de ico-

    nografas, geoglifos, pinturas rupestres, petrograbados, cuevas mortuorias,itinerarios y, sobre todo, a travs de la sacralizacin de determinados lugarescomo sitios ceremoniales. Mediante el anlisis del conjunto de elementos delespacio fsico natural y de los objetos materiales que lo componen ves-tigios de carcter habitacional (arquitectura), representaciones rupestres yobjetos de la cultura material (ltica), se trata de explicar el proceso porel que grupos cazadores-recolectores se apropiaron de ellos imponindolessignificados, lo que a su vez les daba los recursos para construir su identi-

    dad. Esta objetivacin del paisaje les dio el sentimiento de pertenecer almundo local.Por ltimo, Jos Luis Punzo Daz parte de un cuestionamiento acerca de

    la asignacin directa que suele darse a las casas en acantilado, relacionn-dolas con grupos como los anazasi o los mogolln del suroeste de EstadosUnidos. Al respecto, sostiene que los diversos grupos que moraron en laSierra Madre Occidental desarrollaron particularidades, y que en muchoscasos estaban relacionados con los grupos que habitaron especialmente enel altiplano. Este trabajo se centra en el sitio de la Cueva del Maguey 1. Se

    trata de un abrigo que consta de 18 estructuras, junto al cual existen otroscinco abrigos con distintos restos arquitectnicos. El dato interesante esque se localizan en una barranca con un desnivel de ms de trescientos me-tros, por lo cual se trata de una geografa absolutamente vertical. Esto hizoque los grupos que habitaron la Sierra Madre de Durango generaran pautasespecficas de vida fuertemente influenciadas por su agreste topografa, loextremoso de sus temperaturas y lo fuerte de las lluvias. A partir de este pe-

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    queo mundo, el autor estudia la manera en que estas personas moraron (entrminos heideggerianos de dwelling) y generaron con ello, una identidad

    particular.La cristalizacin de la idea de organizar un simposio especial dedicado alos temas del paisaje, la identidad y el patrimonio, se la debemos a CristinaCorona Jamaica, quien adems ayud de manera sustancial en la organiza-cin del evento. Tambin queremos agradecer a Adriana Medina Vidal por elentusiasmo y apoyo para la realizacin exitosa del simposio.

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    PAISAJE: PROPUESTAS Y ABORDAJES

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    ANTECEDENTESLa teora del paisaje en arqueologa postula que el paisajees una entidad analizable y que tiene propiedades tanto f-sicas y materiales como ideales y simblicas [Criado Boado,

    1991:91]. Segn Criado Boado [id.], ambas dimensionesconstruyen la racionalidad que determina la interaccin entreel hombre y su medio circundante y ambas son imprescin-dibles para el estudio del paisaje. Sin embargo, la presenciade las dos dimensiones mencionadas no es suficiente para elestudio del paisaje, por lo que posteriormente este mismo au-tor [1999] agreg la dimensin social, la que defini como elmedio construido. No obstante, como veremos, la inclusinde la dimensin social al estudio del paisaje no logra eliminar

    la tensin conceptual que inmediatamente se percibe en elmarco terico propuesto por el autor, ya que los fenmenosfsicos slo tienen explicaciones fsicas y los fenmenos so-ciales e intangibles son entendidos dentro del marco analticode las ciencias humanas.

    ELPAISAJECOMORELACIN

    Stanislaw Iwaniszewski

    *Profesor-investigador del Posgrado en Arqueologa,ENAH-INAH.

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    Afirmar que las propiedades materiales del paisaje pueden abordarse des-de disciplinas tales como la geografa, ecologa, biologa o geologa, lo que re-

    quiere estrategias de investigacin propias de las ciencias naturales, significamantener vivo el clsico binomio de hombre y naturaleza. Primero, lo que enla actualidad se percibe como natural o material, tambin es social y cultural,ya que el concepto de naturaleza material del entorno ambiental surge en lasociedad occidental. Al otorgar un valor preeminente a la dimensin mate-rial, las ciencias arriba mencionadas estn excluyendo a priori la presenciahumana de la participacin constitutiva del paisaje. No slo esta propuestasepara al hombre de su entorno ambiental, sino tambin tiende a demostrarque el espacio material es independiente del hombre. Si bien es cierto que

    esas disciplinas estudian los diferentes elementos del medio ambiente que ro-dea a la sociedad sin la necesidad de tomar en cuenta las dimensiones socialesy simblicas de los diferentes grupos humanos, al mismo tiempo legitiman lanocin de naturaleza basada en los valores de la ciencia occidental. No obs-tante, ms que justificar las divisiones conceptuales occidentales que separanel medio natural de la sociedad, debemos tratar el concepto de naturalezacomo un fenmeno social y cultural, lo que de inmediato nos sita dentro delas ciencias sociales.

    Por ejemplo, para un paleontlogo los restos materiales, fenmenos yprocesos que sucedieron en el remoto pasado excluyen a prioricualquier po-sibilidad de asociarlos con la presencia humana; sus conclusiones en parte sederivan de los datos arqueolgicos que indican que la aparicin del hombreen la tierra sucedi mucho despus de la extincin de numerosas especiesflorsticas y faunsticas. As, en el paisaje paleontolgico no hay cabida paralos humanos. Sin embargo, ser relativamente fcil demostrar que sta esslo una visin parcial. Primero, muchas sociedades humanas en el pasa-do adoptaron modelos de mundo que explicaban que los restos florsticos y

    faunsticos de su medio ambiente representaban a los seres mticos o a las en-tidades sobrenaturales que vivieron junto a sus antepasados o hroes mticos.Dentro de sus modelos de mundo, los animales extintos no son ontolgica nitemporalmente anteriores a los seres humanos. Segundo, el campo cientficode la paleontologa se compone de teoras, ideas, conceptos e hiptesis pro-ducidos por los seres humanos, quienes adems actan como agentes socialesy utilizan los restos materiales del pasado remoto que excluye a los humanos

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    en su prctica social actual. Los restos materiales del pasado se encuentransociologizados en el presente.

    Ambos ejemplos nos hacen recordar que el ambiente fsico o natural es unconcepto socialmente construido, o sea, es al mismo tiempo natural, social ycultural, es real pero tambin discursivo, lo que lleva a la conclusin de quenecesita ser naturalizado, sociologizado y deconstruido respectivamente [v.Escobar, 1999:2]. Adems, el espacio material es un espacio social que se en-cuentra en permanente transformacin en relacin con los procesos socialesque suceden en todas las escalas. Es por ello que el paisaje constituye para elhombre una imagen fija y concreta del ambiente que lo rodea, con mltiplesreferentes existenciales, emotivos y simblicos representando una totalidad

    social y cultural a la cual pertenece. No hay que olvidar que tanto los con-ceptos de la naturaleza material del mundo que rodea al hombre, como lasideas acerca de su independencia conceptual y de su separacin ontolgicacon respecto a la vida humana han sido desarrollados en la sociedad occiden-tal y no pueden definirse como tpicos de todas las sociedades humanas. Larelacin dualista que separa a la sociedad de su entorno ambiental es slo unade las relaciones posibles, por lo que no existe ninguna razn para aplicar losconceptos occidentales a las sociedades que poco o nada tienen que ver con

    el pensamiento racional y positivista. En ste, el espacio se convierte en unacategora a priori, en un concepto que es anterior, lgica y cronolgicamente,al hombre, al menos desde los tiempos de Kant. Por tanto, la arqueologaespacial que acta dentro de la ciencia positivista tampoco discute la idea delespacio, por el contrario, da por sentado que esta categora ya existe o que esnatural. Sin embargo, los rasgos materiales del medio ambiente que parecenexistir para el pensamiento occidental independientemente de la vidahumana, y que podran estudiarse sin la mediacin humana en el marco delas ciencias naturales, cuando se encuentran convertidos en elementos ma-

    teriales del paisaje requieren un anlisis que necesariamente se apoye en lasteoras desarrolladas por las ciencias humanas.

    Cabe observar que la arqueologa del paisaje es slo una de las formasde hacer la arqueologa en la sociedad actual y, por tanto, responde a lasinquietudes y nociones de la racionalidad tardomoderna. En este sentido,la arqueologa que se desarroll en las sociedades occidentales busc losmedios por los cuales actuar a partir de principios cientficos y, al mismo

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    tiempo, romper con la narrativa mtica acerca del pasado. No extraa enton-ces que, en su afn de presentarse como una disciplina cientfica legtima, la

    arqueologa del siglo XIXadoptara las categoras conceptuales propias delpensamiento cientfico dominante en aquella poca, basado en las cienciasnaturales que estaban apoyadas, a su vez, en el positivismo [Moro Abada,2007:161-168]. La adopcin de este modelo permiti extrapolar la raciona-lizacin dominante en la sociedad occidental a las sociedades del pasado. Esas que, entre otros conceptos, la idea de espacialidad y la nocin del espacioque tipificaron a la sociedad moderna en el siglo XIXfueron atribuidas a lassociedades antiguas y tradicionales.

    El punto de vista que a continuacin voy a desarrollar en este trabajo

    puede resumirse como sigue: de igual manera que el hombre llega a existircomo ser humano mediante sus relaciones con otros seres humanos y objetosmateriales, el paisaje existe en relacin con seres humanos.

    ARQUEOLOGADELPAISAJEParece trivial decirlo, pero para la arqueologa del paisaje el referente naturales humano, ya que sin el hombre no puede existir el paisaje. Esta constata-cin separa la arqueologa del paisaje de los estudios geogrficos y ecolgicos

    del paisaje, que ms bien se proponen estudiar la parte fsica o material delentorno humano y tienden a ignorar su dimensin social, significados inma-teriales o simblicos. Desde la perspectiva social y cultural, el estudio de lamaterialidad del entorno ambiental del hombre no es problemtico: cualquierestudio que analiza las propiedades fsicas del paisaje es repetible y aportaresultados iguales o muy semejantes. La construccin material del paisajeno depende del mtodo utilizado para estudiarla, aunque puede variar enla parte cuantitativa dependiendo del grado de precisin de nuestras herra-mientas analticas. Las propiedades fsico-materiales del paisaje son, por lo

    general, independientes de cualquier accin humana, es decir, independientesde los sujetos que habitan en el paisaje e independientes de los cientficos quelas estudian. Adems, estas propiedades son perfectamente medibles con lasherramientas que analizan las propiedades materiales de los paisajes a escalaglobal y, por tanto, se basan en tcnicas y metodologas repetibles y univer-sales. Las alturas sobre el nivel del mar de medio ambientes distintos puedencompararse, la composicin qumica de las rocas puede definirse mediante los

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    mismos procedimientos analticos, los coeficientes de variabilidad biolgicade las regiones o reas geogrficas pueden cotejarse, etctera.

    Admitiendo que, adems de su dimensin fsico-material, el paisajetambin es construido socialmente, tanto por los investigadores que convier-ten el paisaje en una categora analtica, como por los habitantes o morado-res de un medio ambiente particular que, por lo general, no saben que sumedio circundante es el paisaje, nos proponemos confrontar la falta de unmtodo nico de estudiarlo. La nocin del paisaje como algo que es construi-do socialmente cambia dependiendo del mtodo de investigacin, mientrasunos investigadores van a hablar de las geografas sagradas [Bassie-Sweet,2008], otros van a utilizar el concepto del paisaje ritual o paisaje sagrado

    [Broda, 1991; 1996], aun otros preferirn emplear el trmino del paisajeasociativo [UNESCO]. En este sentido, el paisaje concebido como algo que essimblico e imaginario no puede verse como una entidad independiente delsujeto humano, tampoco puede verse como una propiedad ms del entornodel hombre. Simplemente es un rasgo que no puede existir sin el trabajo inte-lectual del hombre. Si la nocin de paisaje cambia de acuerdo con el mtodousado para definirlo, esto quiere decir que no hay un mtodo analtico nico,lo que crea un problema epistemolgico muy grave. En otras palabras, si el

    paisaje es una entidad construida socialmente, esto implica que va cambian-do segn el mtodo con que se estudia.

    ELPAISAJEESTUDIADODESDELAPERSPECTIVAFENOMENOLGICA

    Cuando en 1994 Christopher Tilley introdujo por primera vez la perspectivafenomenolgica para estudiar el paisaje en arqueologa, se bas en la nocinde la universalidad del cuerpo humano. Al reconocer que los rasgos del cuerpofsico no han cambiado sustancialmente desde el pasado y que la habilidad de

    utilizar el cuerpo por los humanos se ha conservado igual, este investigadorpropuso aplicar la fenomenologa al estudio de los paisajes analizados por losarquelogos [1994:11-14]. Para Tilley, el caminar a lo largo de los antiguossenderos (en este caso, caminar a lo largo del Cursusde Dorset) se convertaen una especie de trabajo de campo, durante el cual se trataba de registrar lamanera en la que cambiaban las relaciones visuales entre los diferentes rasgosdel paisaje, tal como se perciban desde la perspectiva del cuerpo fsico del

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    investigador. Tilley supuso que al caminar y repetir el movimiento corporalde los sujetos que utilizaron el mismo sendero en el pasado, era posible ex-

    perimentar una sensacin de espacialidad semejante a la de los constructoresy usuarios de ellos. Para alcanzar la intuicin de las formas del paisaje, de susposibles sentidos, de sus significados probables y de la potencialidad de lasrelaciones viables entre ellas, entonces fue necesario referir toda experienciade los cuerpos fsicos, incluida la del cuerpo fsico del investigador. En estesentido, los estudiosos que tomaron esta pauta de investigacin centraron suatencin en el anlisis de la visibilidad, intervisibilidad, invisibilidad, lneas devista, etc., estableciendo las lneas visuales que unan diversos sitios [CriadoBoado, 1988:97-99; Flemming, 1999; Criado Boado, Cummings y Whittle,

    2004].Al proponer la perspectiva fenomenolgica para estudiar el paisaje, Tilley

    [2008:271] asuma que la tarea del investigador era conocer el paisaje, tantodel pasado como del presente, mediante la experiencia perceptiva del entor-no desde la perspectiva del sujeto. El objetivo principal consista en registrary describir la sensacin del paisaje de la manera ms plena posible. El resul-tado era una descripcin densa del paisaje, que permita a los lectores apre-hender esos paisajes con sus diversos y complejos detalles.

    HUSSERLYLASNOCIONESDELESPACIOPREGEOMTRICO

    La fenomenologa se apoya en la idea del espacio que se experimenta direc-tamente en la vida. El espacio vivencial del hombre se constituye mediantesus emociones, intuiciones, percepciones y acciones, y precede al espaciocientfico o a la idea matemtica (geomtrica) del espacio. El origen de sentirla espacialidad por parte del hombre yace en su experiencia de vida, graciasa la cual el hombre se constituye como tal. El espacio o la espacialidad for-

    man una relacin existencial, pues los hombres viven en lugares conocidosy asimilados cognitivamente (sus viviendas, aldeas, ciudades, pases) y no enpuntos homogneos localizados en un espacio geomtrico y neutral. La fe-nomenologa establece que para entender las categoras de la espacialidady del espacio es necesario retornar a los conceptos precientficos que nacendirectamente de la experiencia humana de vivir-en-el-mundo. Voy a ilustrareste procedimiento citando a Husserl.

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    En mayo de 1934, Edmund Husserl escribi un corto ensayo, conocidoen espaol con el ttulo La tierra no se mueve.1En ste, el filsofo alemn

    plante una reflexin fenomenolgica acerca del espacio, sobre el conceptode la espacialidad de la naturaleza, y esboz la teora de la ontologa del mun-do de la vida (Lebenswelt). Aunque algunas de las ideas presentadas en esteensayo son todava provisionales, poseen igual importancia que los concep-tos elaborados en su obraLa crisis de las ciencias europeas y la fenomenologatrascendental, y reflejan la crtica de la concepcin positivista de la verdadobjetiva y cientfica.

    En este corto texto, Husserl cuestiona la peculiaridad de la teora coperni-cana, la cual sostiene que es la Tierra la que gira alrededor del Sol y no ste el

    que se mueve alrededor de la Tierra. El filsofo alemn observa que la nocinde la Tierra en movimiento pertenece al campo de la astronoma, dado queesta disciplina trata al globo terrqueo en trminos de cuerpo celeste; sinembargo, los sujetos humanos que habitan la Tierra y siguen percibiendolas salidas y puestas de los objetos celestes, experimentan a la Tierra comoun cuerpo inmvil, mientras que el movimiento de los cuerpos celestes sepercibe como giratorio alrededor de sta. Esta contradiccin de percepcio-nes demuestra que hay un conflicto entre el mundo conocido de la ciencia

    y el mundo vivido de los seres humanos [Lozano Daz, 2006:18-20]. SegnHusserl [2006:10-11], la teora copernicana parece abrir la brecha entre elsentido comn derivado del mundo de la vida y el conocimiento cientfi-co. Posteriormente, el mismo autor [1991:34-38] propone que la separacinconceptual entre la percepcin del mundo en su forma abstracta y geomtri-ca (matemtica), y la percepcin del mundo en su forma cotidiana nace conel surgimiento de la fsica desarrollada por Galileo durante el siglo XVII. Noobstante, como es sabido, enLa crisis de las ciencias europeas y la fenomeno-loga trascendental, Husserl [id.] rehabilita el concepto del mundo de la vida

    al sealar que todo el conocimiento cientfico tiene su origen en el mundovivido. Para l, las categoras analticas de la ciencia se derivan de las intui-

    1. El manuscrito en cuestin tiene el siguiente ttulo: Inversin de la teora copernicana segn la

    interpreta la cosmovisin habitual. El arca originaria Tierra no se mueve. Investigaciones bsicas sobre

    el origen fenomenolgico de la corporeidad, de la espacialidad de la Naturaleza en el sentido cientfico-

    natural primero. Necesarias investigaciones iniciales [v. la introduccin de Agustn Serrano de Haro, en

    Husserl, 2006:7-8].

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    ciones categoriales del mundo de la vida, pero por otro lado, las categoras dela realidad cotidiana no constituyen un saber cientfico en la medida en que

    representan un saber profundo, o sea, un sentido comn tan arraigado enel mundo de la vida que se supone que en l no hay nada por estudiar.La ciencia astronmica, que en la actualidad otorga a la Tierra el estatus

    de cuerpo fsico y le atribuye la facultad de moverse en el espacio, naci enla tierra comnmente concebida como una especie de suelo que da soportea todos los dems objetos. Es decir, en la tierra-suelo nacieron los conceptosdel espacio, movimiento y reposo [Husserl, 2006:48-54]. Antes de adquirirel estatus de categoras cientficas, estos conceptos existieron sumergidos enlos campos plurales de experiencia de cada hombre y luego terminaron uni-

    ficndose en un nico campo de experiencia [ibid.:10]. Si las experienciasque producen los enunciados cientficos nacieron en el mundo de la vida, ysi el mundo cientfico es objetivo y verdadero, entonces tambin el mundode la vida tiene que ser verdadero y objetivo. Pero, como observa Husserl, lanocin de la Tierra como cuerpo fsico en movimiento contradice la nocinintuitiva de la tierra como suelo en reposo, y es la intuicin emprica la quesugiere que slo el suelo de la tierra, con su espacio circundante de cuerpos,puede hallarse constituido de manera originaria [ibid.:41]. Al defender el

    estatus ontolgico del mundo de la vida, Husserl [ibid.:14] trata de demostrarque la visin copernicana de la Tierra no se separa de la intuicin del mundoy [de] la de los cuerpos fsicos individuales, [de] la intuicin del espacio y [de]la del tiempo, [de] la intuicin de la causalidad natural derivadas de la ex-periencia del mundo de la vida. Husserl propone que para llegar al sentido co-pernicano es necesario concebir a la Tierra como un cuerpo, y luego como uncuerpo entre otros cuerpos (astros). Para explicar de qu manera es posibleevitar las contradicciones entre los horizontes de la percepcin derivados delmundo de la vida y del pensamiento cientfico, Husserl propone diferenciar

    entre tres conceptos diferentes de la Tierra, porque segn l no se pue-de pasar directamente del concepto tierra=suelo al concepto Tierra=cuerpoastronmico. Desde el punto de vista fenomenolgico hay que demostrar dosaspectos: por un lado, es necesario encontrar la manera de sustituir el concep-to de la tierra inmvil por el de la Tierra en movimiento; por el otro, es nece-sario explicar la manera de transitar de la idea de la tierra-suelo al conceptode la Tierra-cuerpo celeste.

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    Husserl plantea que originalmente todos los seres humanos perciben laTierra ms bien como un suelo y no como un objeto fsico capaz de trasladar-

    se en el espacio csmico.Su bsqueda fenomenolgica da inicio con el horizonte que refiere a laexperiencia de la tierra como suelo. Segn este filsofo, originalmente todoslos seres humanos perciben la tierra como un suelo y no como un objetofsico capaz de trasladarse en el espacio csmico. En este caso, no se puedeformular la pregunta sobre si el suelo se mueve o queda en reposo, por elcontrario, sta sera una pregunta irrelevante, ya que son los dems obje-tos los que pueden moverse o ser inmviles respecto al suelo. El suelo (o lasuperficie terrestre) adquiere un carcter absoluto, se convierte en el nico

    referente fijo, a partir del cual puede constatarse si los objetos estn en mo-vimiento o en reposo o se definen los conceptos mismos del reposo y delmovimiento, ya que originalmente los conceptos de reposo y de movimientono aplican al movimiento o al reposo del suelo, ambas categoras tambinadquieren el carcter absoluto.

    La situacin cambia cuando la Tierra es concebida como un cuerpo fsicodentro de la multiplicidad de cuerpos fsicos circundantes. En este caso,movimiento y reposo resultan necesariamente relativos [ibid.:18-19]. La

    Tierra pierde su estatus de ser el referente nico cuando se torna un cuerpoms, abriendo la posibilidad de concebirla en movimiento; igualmente, lasnociones de lo que es el reposo y el movimiento se convierten en categorasrelativas. La posibilidad de que la Tierra es un cuerpo que se mueve o est enreposo anula su valor como referente absoluto para los conceptos de reposoy de movimiento de los dems objetos. Si la Tierra se mueve, los objetosque estn en reposo en la Tierra tambin deben moverse. Al establecer quelos conceptos de reposo y de movimiento dependen del estatus ontolgicode la Tierra, Husserl estudia de qu manera se concibe nuestro planeta. Al

    decir que no se puede pasar directamente del concepto de la tierra-suelo alconcepto de la Tierra-cuerpo, Husserl [ibid.:17] concluye que el mundo seconstituye escalonadamente, lo que ejemplifica su descripcin de la transi-cin progresiva de los horizontes de las representaciones del mundo atribui-das a los tres posibles conceptos de la Tierra. El primer sentido atribuye ala Tierra el carcter de suelo que es inmvil y que se convierte en referentede reposo y de movimiento de otros objetos. ste es el concepto de la tierra-

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    suelo. El segundo sentido convierte a la Tierra en una unidad sinttica, en uncuerpo fsico universal que da soporte a todos los dems cuerpos, incluidos

    los seres humanos. ste es el concepto de la Tierra-suelo/cuerpo, cuerpoque sirve de suelo [ibid.:12]. Este concepto tiende a atribuir a la Tierra elestado de reposo, mientras los astros se conciben todava como meros puntosde luz. En la tercera nocin, los astros aparecen como cuerpos fsicos y laTierra se convierte en el cuerpo, uno ms entre ellos, lo que abre la posi-bilidad de aprehenderla en movimiento [ibid.:11-17]. ste es el concepto dela Tierra-cuerpo fsico. Si la Tierra es slo un cuerpo ms y los dems astrostambin son cuerpos que se mueven, aparece la posibilidad de atribuir a laTierra la capacidad de moverse.

    De acuerdo con Husserl, la transicin al segundo sentido es cuando elsujeto humano se da cuenta de que la Tierra es ms ancha y que es la moradade toda la especie humana. Entonces, la Tierra se convierte en un solo m-bito-suelo, anulando la pluralidad originaria de estos mbitos-suelos, dembitos en que se mora. Husserl propone que cada mbito en que se moratiene su historicidad a partir del momento en que el sujeto lo habita (elsujeto puede ser plural, una familia o un pueblo que habitan sus territorios),y la nocin de la Tierra como morada del hombre alberga los desarrollos par-

    ticulares y las historias separadas que son slo los episodios de una historianica. La unicidad de la Tierra depende de la unicidad del hombre y de suintersubjetividad [comentario de Serrano de Haro, nota de pie 22].

    La transicin al sentido tercero, a la Tierra-cuerpo, es cuando el sujetohumano convierte a la Tierra en una especie de vehculo que se mueve enel espacio. Dice Husserl [2006:22]: El vehculo se experimenta en reposo.Cuando miro hacia fuera, digo, sin embargo, que el vehculo se mueve, pesea ser el paisaje exterior lo que veo en movimiento. Este contexto producesensaciones de reposo y de movimiento cuando el vehculo est en marcha.

    La Tierra es el arca que hace posible el sentido de todo movimientoy de todo reposo El reposo de la Tierra no es ya modo ninguno deun movimiento [ibid.:54]. De esta manera, resulta que de hecho la teoracopernicana inicia con el concepto de la Tierra-suelo, luego afirma que laTierra-suelo equivale al concepto de la Tierra-cuerpo/suelo, para concluirque la nocin de la Tierra-cuerpo/suelo es igual a la nocin de la Tierra-cuerpo (fsico).

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    Es preciso aclarar que para proponer que la Tierra es un cuerpo fsico quese mueve en el espacio, Coprnico utiliza la metfora de la Tierra-vehculo.

    Para refutar los argumentos adversos, de que la Tierra no se mueve, Copr-nico propone que la Tierra es como un barco que navega en la mar con unatripulacin que percibe esta ilusin:

    y no confesamos sobre la revolucin diaria que es apariencia en el cielo y ver-

    dad en la tierra, y que estas cosas son como lo dijera el Eneas de Virgilio, cuando

    afirma: Salimos del puerto y las tierras y las ciudades retroceden. Puesto que al

    flotar una nave sobre la tranquilidad de las aguas, todo lo que est fuera de ellos

    es considerado por los navegantes movindose, de acuerdo con la imagen de su

    movimiento, y al mismo tiempo juzgan que estn quietos, con todo lo que estcon ellos. As, en lo concerniente al movimiento de la Tierra, puede estimarse

    que todo el mundo da vueltas [Coprnico, 1987:26-27, Libro 1, Captulo VIII].

    Cabe sealar que en los captulos anteriores Coprnico define la esferi-cidad de la Tierra citando a los autores antiguos (Plinio, Ptolomeo), quienesderivaron los argumentos en favor de esta tesis a partir del fenmeno denavegar cerca de la costa. Esto prueba, en mi opinin, que Coprnico utiliz

    el concepto de la Tierra-suelo/cuerpo antes de concebir a la Tierra como uncuerpo ms.Este ejemplo, magistralmente presentado por Husserl, recalca la prio-

    ridad, ontolgica y temporal, del espacio existencial del hombre. El espacioexistencial no es slo un puro posicionamiento del hombre en el espaciofsico ni simplemente es el espacio geomtrico al cual se aaden los valoresemocionales y subjetivos impuestos o sentidos por l, sino que es un modode ser humano.

    Entre los fenomenlogos, quienes ms aportaron en el campo del espacio

    de la existencia humana destaca sin duda Martin Heidegger, quien afirmel carcter espacial de la existencia humana y la naturaleza existencial delespacio humano. Al introducir el concepto de ser-en-el-mundo, Heideggerprimero discuti la expresin ser en, en la cual recalc su carcter relacio-nal, pues segn l, la expresin en denotaba la relacin de ser. Su ser-en-el-mundo tiene carcter existencial [2007:65-72], es decir, tiene que vercon la forma de ser, en el sentido de que este ser tiene una relacin determi-

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    nada con determinados lugares, senderos, horizontes y paisajes. No se trata,entonces, de seres que se ven envueltos en un espacio determinado (casa, ciu-

    dad, pas), sino de seres que deben su existencia a la relacin con el espacio,la existencia proviene del proceso de habitar en. Las categoras espacialesno se refieren a la posicin recproca de dos entes en un espacio especfico,sino que indica la coexistencia recproca del ser ah y el mundo circun-dante. La expresin ser-en-el-mundo permite a Heidegger analizar la es-pacialidad existencial del ser ah. Esta nocin de la espacialidad excluyecualquier posibilidad de que el espacio pueda existir ontolgicamente antesdel ser humano. No puede asumirse, como pasa en las ciencias, que el espa-cio es una categora que existe a priorio que es independiente del hombre.

    Para Heidegger, la espacialidad slo se est formando mediante la existenciadel ser ah [ibid.:70-71]. Hay que advertir que la manera de definir el serah espacialmente destaca el hecho de que la existencia del ser humano nopuede reducirse slo al espacio, ms bien utiliza los trminos espaciales para,metafricamente, describir el carcter de la existencia humana. El conceptode habitar en significa una relacin particular del ser humano con su am-biente circundante que le es familiar, bien conocido, y recalca el hecho deque slo el hombre que mora en el espacio conocido es capaz de construirse

    a s mismo. Hay entonces una relacin existencial: el hombre como tal existegracias a vivir en el espacio familiar [ibid.:72-75]. Decir que el ser huma-no est en, quiere decir que existe el mundo circundante [ibid.:76-79]. Elmundo circundante tiene, para Heidegger, una connotacin existencial msque espacial: La circundancia, que es constitutiva del mundo circundante,no tiene, empero, un sentido primariamente espacial [ibid.:79]. La posi-cin de Heidegger trasciende el distanciamiento ontolgico entre la cultura yla naturaleza que tipifica a la sociedad occidental.

    IMPLICACIONESPARALAARQUEOLOGADELPAISAJEVemos pues, que la perspectiva fenomenolgica remite el sujeto al espaciovivencial, al espacio circundante que le es familiar y que al crear una relacinduradera, subjetiva, emotiva, le permite al sujeto crearse a s mismo. Los luga-res, los senderos, no estn dados a priori, solamente llegan a existir mediante larelacin con el ser humano. El espacio existencial, por tanto, no correspondea la nocin de espacio matemtico, euclidiano. Podemos decir que la nocin

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    de la espacialidad se constituye en impresiones, sentimientos y acciones, y quela fuente del sentido de la espacialidad est en la vida misma, ya que el sujeto

    no vive entre puntos y lugares abstractos y homogneos, sino en sus moradas,viviendas, estancias, casas, ciudades, regiones, pases.As concebido, el espacio circundante se convierte en el espacio de la

    vida que necesariamente es subjetivo, relativo, emocional, lleno de sentidos ysignificados. El espacio de la vida pertenece a los sujetos, pocas temporalesy culturas particulares, y no puede verse como una dimensin universal oabsoluta. Este espacio no puede ser reducido a una mera descripcin formal,neutral y abstracta, ya que la subjetividad no puede borrarse. El desarrollode los conceptos lugar, sendero, horizonte y del paisaje como un sistema de

    lugares unidos por los senderos es una condicin necesaria para construirun ser existencial. El lugar forma parte del mundo circundante del hombre,entonces pertenece al mundo con respecto al cual el ser humano se encuentraen. El paisaje es el espacio vivencial del hombre subjetivamente centradoen el hombre, la relacin que tiene el paisaje con el hombre consiste en darlefondo, a partir del cual el hombre puede crearse a s mismo.

    De eso resulta que cuando el hombre se apropia del espacio circundantetiene que alejarse de su hogar. Para apropiarse del espacio, tiene que moverse

    recorriendo caminos. Los caminos relacionan al hombre con sus espacioscircundantes y con otros lugares. Los lugares y caminos tienen direcciones,stas ayudan al hombre a moverse en el espacio, lo orientan y lo relacionancon los lugares lejanos. Los caminos atraviesan paisajes que son ms o menosfamiliares y conocidos por el hombre y entonces estructuran, junto con lasdirecciones, el espacio existencial del hombre. El espacio vivencial, que esestructurado, es un modo particular de vivir del hombre.

    CONCLUSIONES

    La fenomenologa estudia el espacio no como un ente absoluto, sino como unespacio vivencial que es experimentado directamente en la vida y que precedeel entendimiento cientfico, matemtico del espacio. El espacio es la relacinde ser del hombre, es la relacin que une el paisaje al hombre. El paisaje, queconstituye el medio circundante del hombre, se convierte entonces en el medioque le es natural desde el principio, porque es formado por l y est relacio-nado con su modo de ser y de vivir. El paisaje est siempre correlacionado

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    con el hombre, por tanto, la relacin entre el hombre y su paisaje es insepa-rable. La nocin de la relacionalidad entre el hombre y el paisaje tiene varias

    implicaciones para la investigacin arqueolgica. Puesto que en realidad haymuchas ms dimensiones del paisaje que se propone analizar Criado Boado,se necesita un enfoque distinto, que combine las estrategias de la investigacindiseadas por este investigador con los enfoques fenomenolgicos.

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    De acuerdo con el pensamiento moderno conocemosnuestromundo a travs de la separacin ontolgica del sujeto frenteal objeto, es decir,nos situamosfrente a lo otro y creamoscon ello una visin objetivada y distanciada del mundo fsico.

    Inmersos en esta forma de conocer es que actuamos, crece-mos y nos relacionamos. En este contexto, uno de los caminospara buscar y hacer explcito el conocimiento ha sido y siguesiendo la ciencia moderna. Sin embargo, esta forma de cono-cer, lejos de ser universal, debe ser analizada desde la pticadel pensamiento moderno en su contexto histrico.

    En esta lnea, consideramos que una de las principales li-mitantes para la inferencia arqueolgica en el estudio de so-ciedades premodernas ha sido la aceptacin implcita de una

    visin cartesiana del mundo, es decir, la aceptacin de un con-junto de ideas filosficas que tomaron forma en los comien-zos de la modernidad y que fueron articuladas claramente porRen Descartes. Segn l, cada persona estaba compuesta deuna parte fsica, caracterizada por su cuerpo, y una parte in-corprea o metafsica, caracterizada por el pensamiento. Elser humano era entonces una criatura biolgica a la que, a

    Silvina Vigliani

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    diferencia de otras especies, se le haba agregado una mente y un alma. Estaidea de humanidad como construida en capas (cuerpo ms mente y alma),

    representaba una separacin neta y ontolgica del resto del mundo natu-ral, y marcaba con ello una distancia epistemolgica entre el sujeto queconoce y el objeto que es conocido.

    De acuerdo con este conjunto de ideas filosficas que caracterizara al pa-radigma de la modernidad, el individuo poda incrementar el conocimientoal estar dotado de razn, pero tambin y sobre todo, al poder usarla libre-mente, lo que iba a identificarse con la autonoma del individuo. De estemodo, la libre voluntad y la autonoma se convertiran en uno de los temascentrales de la filosofa moderna [Thomas, 2004].

    El discurso epistemolgico articulado por Descartes marc el camino parael surgimiento sin precedentes de una condicin social de alienacin [Horn-borg, 2006:28]. Este proceso involucr no slo la separacin del trabajador ysu producto, sino tambin el alejamiento entre la gente y la tierra, y con ello,entre cultura y naturaleza. As, conceptos tales como mente y cuerpo, sujeto yobjeto, cultura y naturaleza fueron adoptando el sentido de categoras binariasy opuestas, al tiempo que fundaban las bases del pensamiento moderno.

    PAISAJEENARQUEOLOGA: ENTRELAMODERNIDADYLOQUEQUEDADEELLALa arqueologa como disciplina se desarrolla en la modernidad y por tantotiende a utilizar categoras y conceptos propios de la poca que la vio nacer.As, la idea de paisaje ha estado ligada a la nocin moderna y euclidiana deespacio, es decir, a la idea de un espacio neutral sobre el cual se suceden losacontecimientos de la humanidad, representacin que resultaba de la dico-toma sujeto-objeto y de la consideracin del espacio como algo pasivo yuniversal. En este sentido, la cartografa marc una distancia con el mundo

    que empezaba a representar. La realizacin de mapas, tradicionalmente pre-servada a grupos de elite, implicaba una tecnologa de poder y conocimientoque, enmascarada bajo un estatus de objetividad, haca al mundo manipulabley deshumanizado. Al respecto, los mapas han tenido un papel importanteen la promocin y construccin de las identidades nacionales, al marcar unarelacin entre la tierra y la comunidad, y fueron profundamente influyentesen la formacin de la arqueologa histrico-cultural.

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    Por su parte, el paradigma positivista deriv en orientaciones centradasexclusivamente en los fenmenos reales, es decir, en aquellas dimensiones

    de la sociedad que se pueden reconocer mediante la observacin empricay explicarlas cientficamente y con valor universal [Criado Boado, 1999:4];al tiempo, subestimaba la dimensin no visible del mundo. Ejemplos de estetipo de aproximaciones en la arqueologa han sido la arqueologa espacial oecolgica, arqueologa de los patrones de asentamiento o arqueologa distri-bucional. Estas orientaciones se basan fundamentalmente en la observacinde patrones identificados sobre fotografas areas, mapas y planos, y msrecientemente, en el uso del SIG.

    A comienzos de la dcada de los noventa, la nocin de paisaje empieza a

    adquirir relevancia ya no como escenario o espacio fsico donde transcurrela historia, sino como un trmino ms unificador. En este sentido se empie-zan a contemplar los aspectos simblicos y sociales como dimensiones cons-tituyentes del paisaje, y se enfatizan las perspectivas ms humanistas queconsideran a las personas como actores creativos y racionales. El paisaje esentonces considerado como el resultado de una interaccin dinmica entrela gente y el entorno fsico, y marca el desarrollo de definiciones basadasen la unin de las dimensiones fsicas, sociales y simblicas.1Sin embargo,

    es de resaltar que la definicin de paisaje como una suma de elementos odimensiones sigue manteniendo la separacin ontolgica entre lo fsico y lometafsico, entre el objeto y el sujeto, o lo que es lo mismo, entre el mundoexterno y el ser trascendental. Finalmente, la clasificacin de lo que es con-siderado fsico, social o simblico es arbitraria y, culturalmente hablando,propia de la modernidad.

    Creemos necesario superar la consideracin de paisaje como algo ma-terial o ideal para llegar al plano ontolgico subsumido en la experienciacompartida del habitar. Dado que gran parte de la investigacin arqueolgica

    tiende a centrarse en sociedades premodernas, algunos investigadores hancomenzado a abordar el tema del paisaje desde una perspectiva relacional, alconsiderarla ms apropiada para el estudio de sociedades que no han vivido

    1. Este es el caso, por ejemplo, de la definicin de paisaje que da Criado Boado [1999:6]. Este autor

    entiende al paisaje como conformado por tres tipos de elementos: un entorno fsico o matriz medio-

    ambiental de la accin humana, un entorno social o medio construido por el ser humano, y un entorno

    pensado o medio simblico como base de la apropiacin humana de la naturaleza.

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    la Ilustracin ni han experimentado la Revolucin Francesa ni han tenido aun Descartes entre sus filas.

    La perspectiva relacional no plantea, como hace el dualismo ontolgico,una distancia entre nosotros y el mundo, al modo de estarsituadosfrentealo otro, sino ms bien un proceso relacional de incorporacin continua endonde sujeto y objeto estnfusionadosen la experiencia compartida del habi-tar. En este sentido, el espacio no est enfrente del hombre, ni se trata de unobjeto exterior y una vivencia interior [Heidegger, 1994: 137-138 (1954)].Desde esta postura, no hay ser trascendental sino solo ser-ah, en tanto quese es parte de la inmersin corporal en el mundo. El yo no puede mirartrascendentalmente ni con plena independencia de presupuestos histrico-

    existenciales el mundo de los fenmenos. Ms bien, son los prejuicios y lospresupuestos los que construyen al sujeto como ser-ah [Ferraris, 2005:185].As, mientras la nocin esttica y descontextualizada del pensamiento mo-derno contrapone la tierra a los habitantes como dos extremos de un eje quesepara lo animado de lo inanimado, el enfoque relacional sostiene que lavida, ms que ser una propiedad interna de las personasylas cosas, es inma-nente a las relacionesentre ellas [Ingold, 2000:149].

    Al respecto, la literatura antropolgica y etnogrfica ofrece numerosos

    ejemplos de sociedades en las que no existe una separacin definida entreespecies o entre seres animados e inanimados, como tampoco existe unadistincin clara entre lo que nosotros consideramos como parte fsica yparte moral, es decir, entre cuerpo y mente. En cambio, muchas de estassociedades suelen considerar a los espritus, las montaas, los animales, losros, las rocas, los vientos o las estrellas como parte tambin de su mundosocial y entablar, por tanto, relaciones sociales con ellos. Se trata entoncesde una ontologa relacional o animista [Descola, 2001] que conjuga apersonas, objetos y lugares con base en una lgica ms difusa, y donde el

    ser y el mundo se definen ya no como entidades discretas, sino a partir delas relacionesentre ellos. Es evidente entonces que existe una tensin entrela tradicin que se interpreta y la tradicin desde la cual se est interpre-tando (el prejuicio gadameriano), que debemos tener en cuenta y hacerexplcita.

    Ahora bien, para lograr esto creemos necesario comprender primero cmonosotrosconstruimos nuestro mundo conocido; y es all, al hacer discursivos

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    nuestros doxas ms cotidianos, donde notamos que no existe un abismo quenos separe del otro extico. Ms bien, deberamos decir que es el pensa-

    miento moderno, fundado sobre una distincin categrica entre el mundode los objetos y el mundo de los significados, lo que resulta excepcional, yadems de ello, un ideal.

    DESANDANDOLOANDADODe acuerdo con Latour [2007], la idea de que el mundo de los objetos y elmundo de los sujetos estn separados ha sido una ilusin desde el princi-pio. Los seres humanos en cualquier parte del mundo, dice Latour, solemosasignarle personalidad y agencia a entidades que segn la doctrina oficial de

    la modernidad deben ser clasificados como objetos (cabe mencionar nuestramascota, la prenda de un ser querido, etc.). Pero adems, es claro que cono-cemos e identificamos el mundo en el que vivimos a partir de nuestra inmer-sin corporal y sensorial, y no solamente a travs de una visin objetivadade la realidad externa. Conocemos a travs de las rutinas y de las prcticashabituales, del movimiento del cuerpo en el espacio, de la comunicacin y lamemoria, es decir, conocemos a partir de un acervo de experiencias previas,propias y ajenas, y definimos el mundo a travs de la interaccin social. De

    este modo, tanto la objetividad como la separacin ontolgica pura cons-tituyen una imagen ideal, una ficcin cultural de la modernidad, que si bienpuede dominar nuestra concepcin del cmo somos, no es algo estrictamentereal. Al respecto, dice Kopytoff: la polaridad conceptual entre personas in-dividualizadas y cosas mercantilizadas es reciente y, culturalmente hablando,excepcional [Kopytoff, 1986 en Thomas, 1999:141].

    El problema del objetivismo tan inimaginable para las sociedades pre-modernas, como inaceptable para los posmodernos es creer que el cono-cimiento no forma parte de una relacin [Hornborg, 2006:27]. De acuerdo

    con Hornborg, no se trata de la incapacidad de relacionarlo que distingue ala modernidad de las ontologas relacionales o animistas, sino la incapacidadde ejercer tal relacionalidad dentro de los lmites discursivos y tcnicos queha impuesto la alta especializacin profesional de la modernidad [Horn-borg, 2006:24].

    Ahora bien, esta misma dualidad o dicotoma objeto-sujeto sobre la que sefunda la modernidad ofrece, desde sus propias races ontolgicas, la posibili-

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    dad de objetivarnos y de adoptar una visin crtica de nosotros mismos.2Estaposibilidad no solo es nicaen tanto que es moderna, sino que se torna

    un ejercicio fundamental si pretendemos aprehender la diversidad cultural.De este modo, para aproximarnos a otras formas de ser, apelamos a la herme-nutica no como una metodologa o epistemologa de la interpretacin, sinocomo el modo de ser de todo sujeto en cuanto ente inmerso en el mundo, esdecir, como ontologa de la comprensin [Ricoeur, 2008:9-27]. As, ms queuna relacin de conocimiento entre sujeto y objeto, la hermenutica implica lacomprensin en el interior de la estructura ontolgica del ser.

    LASEGURIDADONTOLGICADELHABITARYELPROCESO

    DESOCIALIZACINAbordar el estudio del paisaje desde una perspectiva relacional ha derivadoen muchos casos en la adopcin de una postura fenomenolgica. En el tra-bajo de campo, sin embargo, sta ha tendido a privilegiar lo visual sobre lasotras experiencias sensoriales, lo que queda reflejado en la importancia queadquiri el anlisis de las lneas de visibilidad e intervisibilidad como clavepara el estudio del paisaje. Sin descartar el protagonismo de la visin en laconformacin del paisaje, se ha comenzado a llamar la atencin sobre los

    otros sentidos. As, al margen de que la primaca de uno u otro depende delcontexto o la prctica que se est llevando a cabo, principalmente el sonido(para lugares con vegetacin densa o en la profundidad de los caones), perotambin el olfato y el tacto comienzan a ser tomados en cuenta.

    Cabe destacar, sin embargo, las limitaciones que presenta la fenomeno-loga, en tanto experiencia sensorial, como metodologa para la arqueologa;en especial si partimos del hecho de que los cinco sentidos constituyen unacategorizacin moderna, y de que la idea de cuerpo y cuerpo humano esconstruida socialmente, por lo que el estatus de observador individual e inde-

    pendiente que en la actualidad se le asigna pudo no existir en el pasado.3Por

    2. Esto no significa que otras sociedades tradicionales o premodernas no puedan tambin cuestionar

    sus propios doxasen tanto conocimiento prctico del mundo (el habitusde Bourdieu), convirtindolos de

    este modo en prcticas discursivas y, por tanto, potencialmente manipulables [v. Barrett, 2001:154]. Sin

    embargo, en estos casos se tratara de una objetivacinprctica del orden y funcionamiento del mundo,

    ms que una separacin epistemolgica acerca de cmo conocer ese mundo.

    3. Lo que yo percibo con el movimiento del cuerpo en el paisaje es lo que yo percibo de acuerdo

    con mis prejuicios y presupuestos (culturales, sociales, filosficos, psicolgicos), y no necesariamente

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    tal motivo, la arqueologa de la experiencia debe ser concebida slo como untipo de hermenutica del paisaje, en donde la forma en que un fenmeno se

    nos revela en el presente es solamente un aspecto en el intento de entendercmo pudo presentarse ese fenmeno en el pasado [Thomas, 2008:305].Con base en estas consideraciones adoptamos la hermenutica fenome-

    nolgica propuesta por Heidegger, la cual supone, ya no una fenomenologafundada en el ser trascendental y puro, sino una filosofa fundada en la herme-nutica de lo factual, es decir, de lo concreto. Una hermenutica fenomenolgicacrtica implica pues, una deconstruccin ontolgica, esto es, la consideracinde los prejuicios transmitidos y toda la historia de la filosofa que le sirve devehculo [Ferraris, 2008:187]. Segn Heidegger, no existe ser trascendental ya

    que ser es en s mismo habitar y habitamos en la medida que somos. En suspropias palabras, ser un ser humano significa estar en la tierra como un mor-tal, esto es, habitar [Heidegger, 1994: 129 (1954)]. En este sentido, el sujetocomo ser-ah, como ente inmerso en el mundo, conocelos fenmenos, ya nodesde la pura descripcin fenomenolgica sino como interpretacin.

    Habitar es parte de la existencia humana. Ser significa habitar en,estar familiarizado con [Heidegger, 1953:63-64]. Habitar, entonces, es lacondicin de la experiencia humana cuando se est en casa. As, al hablar

    de paisaje como seguridad ontolgica no nos referimos al estar seguros enen tanto seguridad fsica o emocional relativa a un contexto particular, sino alestar familiarizado con, en cuanto a la forma en que se percibe/piensa/vivela realidad, como sujeto inmerso en esa realidad. Esta familiaridad heredada ysedimentada del paisaje como contexto en donde se desarrolla la vida cotidia-na, hace que los lugares se revelen de manera inteligible. En este sentido, todadefinicin de una situacin dada es una interpretacin dentro de un marcode elementos ya interpretados, dentro de una realidad que ya nos es familiar[Habermas, 2002]. El mundo en el que nos encontramos es entonces un ho-

    rizonte de inteligibilidad que provee el contexto para hacer comprensible laexperiencia [Thomas, 2001:172].

    Este mundo, sin embargo, no es mi mundo privado sino un mundo inter-subjetivo, es decir, comunicado y compartido a travs del proceso de socia-

    lo que experimentla gente en el pasado, aunque puede aproximarnos a ello si tenemos en cuenta tales

    prejuicios, as como los parmetros ontolgicos bsicos de sociedades premodernas.

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    lizacin.4De acuerdo con Habermas, en la prctica comunicativa cotidiana,las personas no slo se encuentran como participantes sino tambin como

    narradores de lo que acontece en el contexto de su mundo-de-la-vida. Laaccin comunicativa sirve entonces a la integracin social, a la creacin desolidaridad y a la formacin de las identidades personales y sociales. La segu-ridad ontolgica es, afirma Giddens, la certeza o confianza en que el mun-do es tal como parece ser, incluidos los parmetros existenciales bsicos delpropio-ser y de la identidad social [Giddens, 1995:399].

    En estos trminos, paisaje como seguridad ontolgica refiere a ese tras-fondo no cuestionado de la experiencia