identidad u construcción del self

download identidad u construcción del self

of 8

Transcript of identidad u construcción del self

  • 7/29/2019 identidad u construccin del self

    1/8

    1. La buena muerte del seor A.

    El seor A. tuvo, segn el relato de su hijo, lo que los curas y los mdicos deotra poca llamaban una buena muerte. Era un hombre de 92 aos que mantu-vo una envidiable lucidez hasta el final de su vida. Una vez que decidi que iba afallecer en casa y viendo que se acercaba el momento, le explic a su hijo cmodeseaba que se hicieran las cosas. En la esquela deba describrsele como sargen-to de Gudaris, el atad deba ir cubierto por una ikurria y, a la salida del funeraldeba bailarse un aurresku en su honor. Su hijo pudo acompaarle hasta el ltimoinstante, cerrando algunas heridas abiertas entre ellos y sintindose reconfortadopor ese curioso honor que tanto apreciamos de acompaar a los seres queridos ensu ltimo viaje.

    Nuestro hombre haba expuesto en sus ltimos deseos una sntesis de algomuy complejo: su propia identidad, o al menos una visin parcial pero clave deella. Desea que se le recuerde de un modo determinado o, en otras palabras, comu-nica una representacin ideal de s mismo que le gustara que fuera compartida por

    su entorno. Y en la eleccin de una representacin por encima de otras podemosobservar aspectos fundamentales de ese complejo proceso de construccin deidentidad de nosotros los humanos. Quiere ser recordado como sargento deGudaris. Como saben, los batallones de gudaris fueron organizados por elGobierno Vasco en respuesta al golpe de estado del General Franco en julio de1936. En el Pas Vasco y Navarra se respondi de forma muy diferente ante elalzamiento, con lava y Navarra al lado de los golpistas, y Vizcaya y Guipzcoafieles a la causa republicana. En cualquier caso, los gudaris lucharon de formaorganizada a lo largo de slo diez meses, desde agosto de 1936 hasta la toma deBilbao en junio de 1937 y la posterior rendicin a los italianos en Santoa. En unalarga vida, de nada menos que 92 aos, escoge para ser recordado una visin de s

    RESUMEN: Las distintas representaciones delselfse van solapando, perfilando una identidadglobal que contiene matices propios de todas lasrepresentaciones sucesivas. Los autores aprove-chan una vieta clnica que parece contradecireste planteamiento.PALABRAS CLAVE: Self, identidad, relacin,psicoterapia.

    SUMMARY: Several consecutive selfrepresen-tations overlap delineating a total identity con-taining aspects from all different perceivedrepresentations. Authors examine this subjectdeparting from clinical vignette which seems tocontradict this approach.KEY WORDS: Self, identity, relation, psycho-therapy.

    Miguel ngel Gonzlez Torres, Arantza Fernndez Rivas y Esther Fernndez Martn

    Identidad, relacin y construccin del selfen el encuentro psicoteraputico

    Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq., 2007, vol. XXVII, n. 99, pp. 77-84, ISSN 0211-5735.

  • 7/29/2019 identidad u construccin del self

    2/8

    mismo que slo cubri diez meses. No se presenta a su comunidad como hijo,amigo, padre, profesional, etc. sino con una identidad, coloreada por un ciertoherosmo, eso s, pero decididamente breve.

    2. El proceso de construccin de la identidad

    El concepto ms extendido sobre la construccin de la identidad o si quieren,de la representacin del selfpredominante, seala como factor determinante delproceso el cmulo de roles a lo largo de la vida. Cada experiencia nos sita en una

    posicin que supone una representacin de nosotros, y, as, en una reiteracin con-tinuada, vamos solapando y sumando representaciones sucesivamente, cada unade ellas matizando la anterior y hacindonos ms y ms complejos. Pero el ejem-plo del seor A., parece contradecir esta idea. La ropa que desea llevar para el lti-mo viaje es el uniforme de sargento de gudaris que luci con 23 aos, durante diezmeses, y no una acumulacin de paos diferentes que corresponden a todas laspocas de su vida. Podramos decir que no hay un proceso de construccin poracumulacin sino ms bien de eleccin de identidades entre un men enor-memente variado. El seor A. escoge una representacin de s determinada que

    no ha ocupado un tiempo importante en su vida, pero desde luego expresa unarepresentacin de su selfque por diferentes motivos ha pasado a ocupar un lugarpreeminente. As pues, al menos en este caso diramos que no hay acumulo sinoeleccin. Obviamente, se podra aadir que la eleccin est determinada por elcmulo de representaciones, pero de todos modos no se trata de una mera suma-cin pasiva, sino que el sujeto parece tener un papel activo en la construccin desu propia identidad.

    No disponemos de material para examinar en detalle porqu el seor A. esco-ge esa representacin por delante de otras, pero parece evidente que est relacio-

    nada con una experiencia traumtica, o si quieren, con una experiencia de eleva-do impacto emocional. Con el aadido de que el impacto emocional se producetanto en la esfera individual como en la colectiva o social. Alrededor de esa repre-sentacin podemos imaginar cadenas de representaciones propias y de su entorno,que matizan y resaltan las visiones del selfque cada uno mantiene. Con esto elseor A. manifiesta la tendencia sealada por Terr (1983, 1985) respecto al papelde la experiencia traumtica en la construccin de la identidad individual. Segnesta autora, el sujeto adquiere una representacin del selfmuy marcada emocio-nalmente que, de algn modo, queda grabada en su memoria y tiende a reprodu-cirse a travs de reactuaciones o reactivaciones de la representacin

    (re-enactments). El sujeto se ve impelido a reactivar la representacin del selfpro-

    (78) 78 M. . Gonzlez Torres, A. Fernndez Rivas y E. Fernndez Martn

    CASOS CLNICOS

  • 7/29/2019 identidad u construccin del self

    3/8

    pia del evento traumtico o, en ocasiones, a revivir como forma defensiva la repre-sentacin del otro (el objeto) implicado en el evento. De ese modo, quienes sufrenabusos en la infancia son a veces padres maltratadores, etc.

    Terr, con este planteamiento aplica la conceptualizacin de la teora dinmi-ca de relaciones objetales y ms especficamente, la propuesta de Kernberg (1980,1984) de las dadas objetales relacionales, que podemos definir como representa-ciones internalizadas de las vinculaciones objetales fundamentales del sujeto enlas que se combina una representacin del selfcon una del objeto, ligadas por unafecto predominante. El mismo Kernberg tambin propone que la identidad ven-dra de la acumulacin y solapamiento de las distintas dadas objetales relaciona-

    das que se suceden en el tiempo.Pero en el ejemplo que hemos relatado aparece una tercera va de construc-

    cin identitaria. No se tratara de una mera acumulacin de representaciones, ni deuna representacin que por la mera fuerza traumtica de su historia ocupa el lugarpreeminente, sino al parecer de una eleccin; de alguien que a la hora de presen-tarse ante los dems escoge en su amplio vestuario la ropa que desea y la muestracon orgullo en el viaje ms importante.

    3. El papel del vnculo en la construccin de la identidad

    En cualquier caso, vemos que no hay identidad sin otro; no es posible cons-truir el s mismo sin la presencia de los dems, espejo que nos devuelve una ima-gen propia que nos define y nos limita. La construccin de la identidad est indi-solublemente ligada a la vinculacin con el objeto, con los dems. Desde un puntode vista psicoanaltico, la cuestin est fuera de duda, al menos desde el plantea-miento de Fairbairn (1978) de la libido como buscadora de objeto y no de merasatisfaccin, concepcin que pone en marcha el grupo independiente britnico y

    con l, el psicoanlisis moderno. La cadena de proyecciones e introyecciones queKlein (1932) propone como bsicas en la construccin del selfya anticipaban elpapel del objeto y por tanto del vnculo en el desarrollo del individuo. El bellsi-mo concepto lacaniano (1994) del estadio del espejo no hace sino resaltar la fun-cin constructora de la identidad del nio por parte de la mirada materna. Las pro-puestas de Bowlby (1969, 1973), hoy tan en boga, avanzaban ya la visin actualdel vnculo como constructor de identidades.

    Volvamos al ejemplo del comienzo. El seor A. muestra una identidad, para lvaliosa, pero la muestra en un contexto relacional determinado muy rico en matices.Desea que su atad sea cubierto por una bandera, es decir, por un smbolo de la

    comunidad a la que pertenece. De hecho, se imagina envuelto, arropado por su

    Identidad, relacin y construccin del selfen el encuentro psicoteraputico 79 (79)

    CASOS CLNICOS

  • 7/29/2019 identidad u construccin del self

    4/8

    comunidad. Podramos decir que en la mente del seor A. existe una representacindel colectivo al que pertenece que le acoge, es decir cuenta con una percepcinmutua de pertenencia; ellos sienten que l pertenece al igual que l siente que formaparte de ellos. Este aspecto matiza de modo relevante su identidad inicial. No se pre-senta cono sargento de gudaris slo, sino como sargento que pertenece y es acogidopor el grupo. No es ya un luchador solitario, sino un guerrero del colectivo. Es fas-cinante adems cmo el seor A. escoge como identidad representativa una ligada ala derrota y al sufrimiento; los gudaris perdieron la guerra, se rindieron en pocosmeses, algunos fueron encarcelados, algunos fusilados. Podramos pensar que laasuncin de esa identidad ocurre precisamente ahora, cuando esa etapa de la histo-

    ria reciente se lee en nuestra sociedad de modo oficialmente diferente y algunosvalores antes descalificados hoy son vistos con respeto y admiracin. Pero la reali-dad social no apoya este argumento; en muchos casos esa identidad valiosa ha per-manecido muy viva a lo largo de los aos, quedando simplemente escondida en laprivacidad del sujeto o de su crculo ms ntimo. Objetos relacionados con esa iden-tidad escogida son atesorados por el individuo y la familia, al modo de objetos tran-sicionales que ligan a las personas con su pasado y con las representaciones del selffundamentales que configuran los cimientos de su identidad.

    Parecera pues que no es necesario el xito para que una identidad adquiera

    valor para un sujeto en nuestro medio. El sacrificio, el herosmo, la entrega al biencomn, etc. estn teidos de una aureola de valor que permite a quienes cultivanesa representacin verse cubiertos de virtudes cvicas. No es necesario buscar muylejos para dar con posibles orgenes de esta actitud individual y colectiva: Cristosera el personaje clave en este sentido; su sacrificio, su muerte, reviste el mxi-mo valor para la sociedad cristiana. Cristo se configura como el mximo repre-sentante de la identidad del sacrificio. Cada hroe, en nuestro medio, es un peque-o Cristo y recibe en parte la admiracin y el respeto que a l le corresponde.Nadie ama ms que quien da la vida por sus hermanos, dice el Evangelio. Freud

    plantea en su trabajo Ttem y Tab (1912-1913), posiblemente falto de rigor antro-polgico, pero sobrado de poder evocador, cmo la tribu se ve presa del remordi-miento tras el asesinato del patriarca y cmo desde ah se puede entender el sacri-ficio de uno de entre ellos como expiacin de la culpa general.

    La bandera en el atad aade adems otro interesante matiz. La idea de muer-te est muy unida en nuestro medio a la de disolucin, a la desintegracin. Polvoeres y en polvo te convertirs, nos dicen. La imagen es muy evocadora de la diso-lucin en la comunidad, del fallecido hacindose uno con el grupo, disolvindoseen l y de algn modo fertilizndole. En su corto y poco conocido ensayo sobre

    Lo perecedero, Freud (1915) avanza lo que luego desarrollar ampliamente en

    Duelo y Melancola (1917): la libido se retira del objeto perdido y cae sobre el yo

    (80) 80 M. . Gonzlez Torres, A. Fernndez Rivas y E. Fernndez Martn

    CASOS CLNICOS

  • 7/29/2019 identidad u construccin del self

    5/8

    en un proceso complejo de renuncia y nueva disposicin de la pulsin hacia nue-vos objetos. La bandera sobre el fretro simbolizara de modo muy potico esaimpregnacin del grupo social por el recuerdo del fallecido. La memoria del fina-do pasa a formar parte del colectivo y alcanza as una cierta supervivencia.

    Volviendo al ejemplo, recordemos que el seor A. expresa un deseo ms.Quiere que se baile un aurresku en su honor. El baile en s tiene una historia inte-resante. Inicialmente, hasta el siglo pasado, era un baile que un hombre realizabaante su pareja. Pretenda ser una exhibicin de virilidad, de bravura, de fuerza yagilidad. El gallo orgulloso despliega todas sus plumas y alza la cresta ante suamada. En los ltimos decenios se ha ido deslizando el significado hacia otros

    homenajes, de la mujer amada a cualquier persona: polticos, visitantes ilustres,recin casados, etc., y, ltimamente, hacia un fallecido que merece un respetoespecial o incluso hacia el viudo o la viuda. No disponemos de espacio aqu paraexaminar este aspecto, pero resulta enormemente interesante la construccin detradiciones a travs del establecimiento de rituales sociales que otorgan al colecti-vo la sensacin de que sus costumbres se remontan al origen de los tiempos.Volviendo al seor A., diremos que el aurresku en su honor remata el vnculo conel colectivo. El aurreskulari, el primero de entre los bailarines de la fila en la con-figuracin original de la danza, representa al grupo y expresa con sus movimien-

    tos el respeto y, sobre todo, el reconocimiento. Reconocimiento del sacrificio, delvalor, de su pertenencia al grupo. La bandera representa el deseo del fallecido deser uno de nosotros; la danza es la respuesta o la confirmacin de ese deseo: efec-tivamente te reconocemos, eres uno de los nuestros y mereces nuestro respeto.

    Observamos de este modo cmo el vnculo sostiene la identidad despus dehaberla construido. No hay identidad sin relacin y tampoco sin relacin, sinvnculo, puede la identidad sostenerse. Antonio Machado escribi: Dicen que unhombre no es hombre mientras no escuche su nombre de labios de una mujer....Podramos extender el sentido de los versos para decir que todos somos quienes

    somos gracias al espejo de los dems; necesitamos el vnculo con el otro y con lasociedad en general para construir y sostener nuestra identidad, hasta en sus aspec-tos ms ntimos.

    4. El encuentro psicoteraputico como experiencia vincular y su papel en laconstruccin de una nueva identidad

    Saltemos por ltimo a la terapia para reflexionar sobre el papel de la identi-dad y lo vincular en la misma. Cualquier encuentro teraputico es una relacin

    particular. Una relacin de ayuda cargada de una asimetra que dificulta y facilita

    Identidad, relacin y construccin del selfen el encuentro psicoteraputico 81 (81)

    CASOS CLNICOS

  • 7/29/2019 identidad u construccin del self

    6/8

    a la vez el proceso. Se trata de una relacin emocionalmente significativa, siendoesto posiblemente independiente de la tcnica empleada y de la duracin del pro-ceso en s. Hemos visto que unos meses de guerra bastan para construir una iden-tidad que perdurar 90 aos. Unos meses de terapia habrn sin duda de constituirun impacto emocional suficientemente significativo como para modelar en ade-lante la identidad del sujeto. Sintetizando, podemos sealar que la terapia facilitala adquisicin por el paciente de una nueva identidad, o, dicho en trminos mstcnicos, el vnculo establecido en la terapia facilita a travs de la repeticin y elexamen conjunto de emociones y vivencias, la modificacin parcial de la repre-sentacin interna del self. Ello se logra de modo explcito o implcito a travs del

    examen continuado de la representacin del terapeuta que el paciente maneja. Laexploracin continuada de las diferencias entre la representacin del otro (y espe-cialmente del terapeuta) en el paciente y la realidad del mismo ayuda de formadestacada a la construccin de esa nueva identidad para el paciente, idealmentems acorde con sus deseos y necesidades.

    Sin duda, este proceso requiere tiempo. Siendo sinceros, debemos reconocerque las terapias breves sencillamente no existen. Los procesos que denominamosas se extienden como mnimo a cinco o seis meses de trabajo intensivo. Slo encomparacin con los abordajes clsicos psicoanalticos de varias sesiones sema-

    nales y aos de duracin podemos considerar breves muchos de los abordajesactuales. Pero este proceso de cambio por goteo debe ser necesariamente prolon-gado. Una historia de los tiempos de las grandes expediciones africanas, cuandoBurton y Speke recorran el corazn del continente negro a la busca de las fuentesdel Nilo, ilustra perfectamente esta cuestin. Se cuenta (Griffiths, 2004) que cuan-do los porteadores africanos acompaaban a los exploradores blancos, recorrien-do sin pausa territorios fuera de su entorno que nunca haban visitado, parabanrepentinamente en algn paraje, obligando a la caravana a detenerse y esperar unashoras o incluso algunos das. Inicialmente los exploradores entendan que la

    detencin se deba a cansancio o temor pero en seguida comprendieron que losMasai no se vean afectados por uno u otro. Los nativos explicaron que cuando seviaja largas distancias sin detenerse, nuestra alma queda atrs y que peridica-mente debemos parar a esperar a que nos alcance y retorne a nosotros. Puede versefcilmente la riqueza conceptual de esta imagen; los nativos tenan razn; de vezen cuando necesitamos detenernos para reconstruir nuestra identidad, para volvera sentirnos parte del entorno, para volver a cargar de sentido nuestra representa-cin del selfy ligarla a las nuevas representaciones del entorno. No hacer esto con-lleva una falta de identidad, una sensacin de extraeza, de despersonalizacin,compaera habitual de nuestro ritmo de vida actual, donde la lentitud se confun-

    de con la pereza y la superficialidad se toma por diligencia.

    (82) 82 M. . Gonzlez Torres, A. Fernndez Rivas y E. Fernndez Martn

    CASOS CLNICOS

  • 7/29/2019 identidad u construccin del self

    7/8

    Podemos conceptuar la terapia como un proceso de reconstruccin de laidentidad a travs del examen de los vnculos del paciente y en especial delvnculo que se establece entre paciente y terapeuta. Considero que esto es vlidopara cualquier terapia y en especial para aquellas que no se detienen en el examende la conducta y sobre todo para aquellas modalidades en las que se trabaja con elsignificado emocional de las creencias en el contexto biogrfico. Exponer losvnculos en su realidad y contrastar esta nueva percepcin con las representacio-nes mantenidas hasta el momento del selfy del objeto permitirn esa complejatarea de construccin y reconstruccin de la propia identidad .

    En una novela titulada El arpa de hierba, que muchos habrn ledo, un

    grupo de personajes maravillosos, todos inadaptados, se refugian en una casa enun rbol para escapar del ambiente opresivo del pueblo sureo americano dondeviven. Encontramos a un juez, jubilado y viudo que no quiere jugar el papel deabuelete que su hijo desea para l; a una sirvienta negra que cree ser india por-que lleva trenzas; a una aprendiz de curandera, que conoce una sola receta y esca-pa de la presin de su hermana mayor que la quiere y la ahoga; y tambin al pro-pio autor, adolescente, que sencillamente no sabe an quien es. Estos personajes,extraos y llenos de ternura, suben a la casa del rbol y desde all escuchan lasvoces que les llegan desde el arpa de hierba, una pradera cercana que recoge y

    reproduce las voces y los sueos del cementerio cercano, donde reposan los ami-gos y los seres queridos. All en la casa del rbol, con el odo atento a esas voces,cada uno encuentra algo de s mismo y re-construye una identidad nueva: [l]no saba que [La casa del rbol] se trataba de un barco y sentarse en ella erahacerse a la vela a lo largo de la costa brumosa de todos los sueos. Era TrumanStreckfus Persons, luego conocido como Truman Garca Capote e inmortalizadocomo Truman Capote.

    BIBLIOGRAFA

    (1) BOWLBY, J.,Attachment and Loss, I, Nueva York, Basic Books, 1969.(2) BOWLBY, J.,Attachment and Loss, II, Nueva York, Basic Books, 1973.(3) CAPOTE, T., El arpa de hierba, Barcelona, Anagrama, 1991 (or. 1951).(4) FAIRBAIRN, R. W., Estudio psicoanaltico de la personalidad, Buenos Aires, Horm, 1978

    (or. 1952).(5) FREUD, S., Ttem y Tab, Obras completas, Madrid, Biblioteca Nueva, 1981.(6) FREUD, S., Duelo y Melancola, Obras completas, Madrid, Biblioteca Nueva, 1981.(7) FREUD, S., Lo perecedero, Obras completas, Madrid, Biblioteca Nueva, 1981.(8) GRIFFITHS, J.,A Sideways Look at Time, Nueva York, Tarcher/Penguin, 2004.(9) KERNBERG, O., Internal World and External Reality: Objects Relations Theory Applied,

    Nueva York, Jason Aronson, 1980.

    Identidad, relacin y construccin del selfen el encuentro psicoteraputico 83 (83)

    CASOS CLNICOS

  • 7/29/2019 identidad u construccin del self

    8/8

    (10) KERNBERG, O., Severe Personality Disorders: Psychotherapeutic Strategies, New Haven,

    Yale University Press, 1984.(11) KLEIN, M., The Psychoanalysis of Children, Londres, Hogarth Press, 1932.(12) LACAN, J.,La relacin de objeto, Buenos Aires, Paids, 1994.(13) TERR, L. C., Chowchilla Revisited: The Effects of Psychic Trauma Four Years after a

    School-bus Kidnapping,Am. J. Psychiatry, 1983, 140, 12, p. 1.543.(14) TERR, L. C., Psychic Trauma in Children and Adolescents, Psychiatric Clinics of North

    America, 1985, 8, 4, p. 815.

    ** Miguel ngel Gonzlez Torres, departamento de Neurociencias. Universidad del Pas Vasco,servicio de Psiquiatra. Hospital de Basurto. Bilbao; Arantza Fernndez Rivas; EstherFernndez Martn, servicio de Psiquiatra. Hospital de Basurto. Bilbao.

    ** Fecha de recepcin: 27-VI-2006.

    (84) 84 M. . Gonzlez Torres, A. Fernndez Rivas y E. Fernndez Martn

    CASOS CLNICOS