¿Identidades Móviles o Movilidad Sin Identidad-. El Individuo Moderno en Transformación

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Revista de Geografía Norte Grande ISSN: 0379-8682 [email protected] Pontificia Universidad Católica de Chile Chile Hiernaux-Nicolas, Daniel ¿Identidades móviles o movilidad sin identidad?. El individuo moderno en transformación Revista de Geografía Norte Grande, núm. 34, diciembre, 2005, pp. 5-17 Pontificia Universidad Católica de Chile Santiago, Chile Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=30003401 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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  • Revista de Geografa Norte GrandeISSN: [email protected] Universidad Catlica de ChileChile

    Hiernaux-Nicolas, DanielIdentidades mviles o movilidad sin identidad?. El individuo moderno en transformacin

    Revista de Geografa Norte Grande, nm. 34, diciembre, 2005, pp. 5-17Pontificia Universidad Catlica de Chile

    Santiago, Chile

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    Identidades mviles o movilidad sinidentidad? El individuo moderno en

    transformacin1

    DANIEL HIERNAUX-NICOLAS2

    RESUMENLa Geografa Humana se enfrenta con nuevos retos, por la ya muy estudia-da compresin espacio-temporal. La creciente movilidad de las socieda-des contemporneas nos impone revisar el concepto mismo de identidaden su dimensin espacial, como elemento central para reconstruir el indi-viduo moderno y las dinmicas territoriales. La hiptesis central de estetrabajo es que el incremento de la movilidad no destruye las identidadessino que las reconfigura a travs de nuevas dinmicas territoriales, muchoms fluidas que por el pasado, particularmente por el rol de las nuevastecnologas de informacin y comunicacin que permiten nuevas interac-ciones sociales. Lo anterior se ilustra a travs de dos ejemplos: el turismo yla migracin internacional.

    ABSTRACTHuman Geography has to deal with new challenges as a result of thealready well known space-time compression. The growing mobility ofcontemporary societies, forces us to review the very concept of identity inits spatial dimension, as a central element to rebuild the modern man andthe territorial dynamics. The central hypothesis of this paper is that mobili-ty is not destroying identities but reconfiguring them trough new territorialdynamics, much more fluid than before, particularly because the media-tion of the new technologies of information and communication, allowingnew social interactions. Those ideas are illustrated by two examples:tourism and international migrations.

    Palabras clave: Dinmicas territoriales, identidad, movilidad

    Key words: Territorial dynamics, identity, mobility

    La Geografa Humana se enfrenta connuevos retos, particularmente con relacina la necesaria revisin de los conceptos deespacio, territorio y sujeto-agente territo-rial, a raz de dos factores esenciales: poruna parte las transformaciones mismas delas sociedades contemporneas, por la

    otra, la evolucin de las ciencias socialesque pareceran haberse apropiado en partede la materia prima del trabajo del gegra-fo (Hiernaux, 1999).

    1 Artculo recibido el 15 de julio de 2005 y aceptadoel 29 de septiembre de 2005.

    2 Profesor Investigador titular y Coordinador de laLicenciatura en Geograf a Humana de laUniversidad Autnoma Metropolitana UnidadIztapalapa, Ciudad de Mxico. Miembro delSistema Nacional de Investigadores.E-mail: [email protected]

    Revista de Geografa Norte Grande, 34: 5-17 (2005)

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    Hoy en da, el concepto de espacio seencuentra revisado bajo todos sus ngulostanto por socilogos, como antroplogos,filsofos, etc. (Clocke & Johnston, 2005;Knafou, 1997; Barnes & Gregory, 1997). Enparticular, se ha evidenciado que la pocaactual reivindica ms el espacio que eltiempo (Foucault, 1986; Soja, 1989), en lamedida en que la compresin temporal seha acentuado por los avances tecnolgicosen materia de transmisin de informacin ymejoramiento de las comunicaciones. La li-teratura sobre este tema es ms que vasta.

    Sin embargo, desde la geografa humanaexisten an muchas lagunas que llenar, yaque nuestra disciplina se ha basado, esen-cialmente y en el largo plazo, sobre la lar-ga duracin temporal, y la continuidad es-pacial. Lo anterior ha sido ampliamenteasimilado por la geografa tradicional a lolargo del siglo XX, de tal suerte que pudie-ra parecer relativamente difcil para losgegrafos actuales, responder a la interpe-lacin que emana de las dems cienciassociales.

    Si bien autores como Milton Santos(1997) han insistido ampliamente sobrelas transformaciones del medio tecnolgi-co y sus implicaciones espaciales, no dejade ser evidente que la geografa humanaactual, apenas recobra el sentido del indi-viduo y de actuar cotidiano. Por ende, elcamino por recorrer es particularmente ar-duo. Existe pues un dficit de conocimien-to que se centra, en nuestra opinin, entorno a dos grandes ejes: el primero es elde repensar al individuo como actor delterritorio; el segundo es reconstruir algu-nos conceptos centrales para la geografahumana, como la identidad territorial porejemplo, en el contexto de la crecientemovilidad de personas, bienes e informa-cin.

    El tema de repensar el individuo no setratar en este trabajo: remitimos entreotros, a la obra de diversos autores comoGumuchian et al. (2003); Di Meo (1999);as como, desde una perspectiva latinoa-mericana, Lindn (2005; en preparacin a

    y b). Cabe sealar que la corriente huma-nista en Geografa, ha permitido dar pasosdecisivos en este sentido: la cuestin esen-cial ha sido, en este contexto, volver a pen-sar la geografa humana a partir del actor,no tanto para seguir una moda sociolgi-ca (el regreso del actor), sino por el reco-nocimiento evidente, que el actor ha sido,en trminos de Gumuchian et al. (2003) elgran olvidado del territorio aunque seadecisivo su papel a ttulo individual enlas dinmicas territoriales. En el contextode este escrito, partimos de un plantea-miento en este orden de ideas, es decir re-valorizar el papel del individuo, y no solodel grupo social, como suele hacerlo lageografa tradicional.

    La reconstruccin de otros conceptos,tal como el espacio, por ejemplo, se ve in-terpelada por esta primera afirmacin. Eneste sentido, la creciente movilidad de lassociedades, impide seguir viendo el espa-cio como algo absoluto, como lo afirmHenri Lefebvre (1974), imaginndolo sola-mente como resultado de fuerzas socialescolectivas. Se vuelve central reconsiderarel espacio desde lo vivido, el individuo, lasmicrodimensiones (Crang, 2005). La conse-cuencia lgica de este planteamiento, esque no solo urge analizar el papel del indi-viduo en su cotidianeidad, sino tambin re-pensar la construccin misma del individuocomo ser, entre otros, por lo que atae a lageografa, en su construccin como sujetoespacial.

    La movilidad, por ejemplo, es en efectoun fenmeno tanto individual como colec-tivo, e implica decisiones individuales porlo que el actor territorializado opera en elseno de sistemas de accin concretos queson evolutivos y permeables entre s, quepermiten construir la decisin y transformarcolectivamente los objetos espaciales (Gu-muchian et al., 2003: 34).

    En este sentido, la movilidad como de-cisin individual inserta y evolutiva en elseno de lo colectivo, se vuelve un factorparticularmente relevante para entenderotras dimensiones sociales como la identi-

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    dad. Esta, construida en torno a la perte-nencia espacial duradera (expresada, entreotros, en el derecho), pero trastornada porlas movilidades de la actualidad, que le im-primen nuevas dimensiones espaciales3. Eneste sentido, el trabajo que presentamos acontinuacin, busca, en forma explorato-ria, la revisin de esta problemtica.

    El ttulo de este trabajo articula trescomponentes centrales de nuestros siste-mas de referencias, fuertemente influidospor las transformaciones globales actuales:

    La movilidad: la definimos como la ca-pacidad de abstraerse de las limitacionesespacio-temporales que provocaron la se-dentarizacin de las sociedades tradiciona-les, y la incapacidad secular para movili-zarse en un espacio extenso en tiemposcortos. La movilidad es considerada comouna de las ventajas mayores de la moderni-dad, un grado de libertad ofrecido a losindividuos y a las empresas. Adems, esexacerbada en la fase actual de hipermo-dernidad la cual, segn algunos autores,tiene la virtud de reducir el anclaje secularde las sociedades humanas en el territorioestable y continuo as como en los tiemposlargos (Giddens, 1993)4.

    La identidad: Surgen muchas ambige-dades en torno al uso de la nocin de iden-tidad, particularmente por los papeles su-bordinados o dominantes que puedenejercer las dos dimensiones centrales de laidentidad: el tiempo y el espacio (Hiraoka,1996: 38). Las identidades tradicionales re-levan fuertemente de la segunda dimensinel espacio mientras que el modelo de

    identidad moderna que tiende a imponerseprogresivamente en todo el mundo, se sus-tenta en el tiempo (la pertenencia tempo-ral). Esta es fluida y permanece abier-ta (Hiraoka, 1996: 76). Para muchosautores, la identidad tradicional solo esuna reminiscencia del pasado, que pudierahaber quedado desconstruida en el contex-to actual de cambios espacio-temporales.Prcticamente, la identidad tradicional pu-diera entonces ser considerada como un re-manente premoderno.

    Las dinmicas territoriales: Mientras quelas dinmicas territoriales estudiadas por lageografa regional tradicional relevaban delos tiempos largos del tiempo histrico ynatural, la modernidad ha gestado unaaceleracin de los cambios territoriales. Eneste sentido, las dinmicas territoriales dela actualidad son mucho ms intensas y ra-dicales que por el pasado. Adems, sonprocesos inestables que no forzosamente seconstruyen en la continuidad, sino quesuelen reflejar el carcter efmero y, enbuena medida catico y desordenado delas sociedades actuales.

    Cmo articular entonces estos trescomponentes?

    En primer lugar, reconocer que la terce-ra las dinmicas territoriales depende encierto punto, aunque no exclusivamente,de las modificaciones de las otras dos, esdecir de la movilidad y de la identidad.

    Enseguida, afirmar que las transforma-ciones espacio-temporales que impone lanueva movilidad, modifican la forma comose logran construir las identidades; en estesentido, el ttulo del trabajo indica que es-taramos entre dos polos opuestos de evo-lucin: el primero, refleja que se asistira ala transformacin de las identidades tradi-cionales en identidades mviles, mientrasque, en el otro extremo, que las identida-des estaran en va de desaparicin por lapresin ejercida por la movilidad.

    La hiptesis de trabajo seguida en estaspginas es que las identidades se transfor-

    3 En fecha muy reciente (septiembre 2005), elministro de asuntos extranjeros francs, hizo unadeclaracin fuerte respecto de la convenienciade seguir aplicando el derecho del suelo, paraaceptar como connacionales a inmigrantes en losterritorios y departamentos de ultramar franceses,sometidos a fuertes presiones migratoriasextracomunitarias.

    4 Giddens define el desanclaje como eldespegar las relaciones sociales de sus contextoslocales de interaccin y reestructurarlas enindefinidos intervalos espacio-temporales(Giddens, 1993: 32)

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    man, y ciertamente adquieren nuevas con-figuraciones en proporcin a su capacidadpara integrar las consecuencias de ciertogrado de movilidad; por ende, asumimosque no existe una prdida de identidad quese expresara a travs de la homogeneiza-cin del gnero humano como tienden aafirmarlo, con demasiada facilidad, quie-nes visualizan al futuro como la homoge-neizacin radical del espacio y de la hu-manidad.

    Para demostrar estas hiptesis tenemosprimero que referirnos a los cambios en losmodelos espacio-temporales ligados a lamodernidad actual, ya que esta dimensinfilosfica resulta esencial: mostraremosposteriormente, que las dos dimensionesespacial y temporal son las claves para en-tender las identidades.

    Enseguida, analizaremos la dimensintecnolgica, en el sentido de tratar de com-prender de qu manera la movilidad se havisto afectada positivamente por los cam-bios tecnolgicos, pero tambin qu lugarreal ocupan la tecnologa en las transfor-maciones recientes de la movilidad.

    En tercer lugar, se analiza cmo se da laconstruccin de las identidades en el con-texto de las sociedades actuales, en con-traste con las tradicionales, lo que llama-mos la dimensin societaria.

    Finalmente, ofreceremos dos ejemplos,el primero es el turismo, el segundo la mi-gracin trasnacional. A travs de ellos, tra-taremos de evidenciar las relaciones espe-cficas que articulan los tres trminoscentrales de la presentacin: movilidad,identidad, dinmicas territoriales.

    Cambios de modelosespacio-temporales: la

    dimensin filosfica

    La discusin filosfica sobre los mode-los espacio-temporales es particularmentelarga. Podemos observar dos formas deabordar el tiempo en el pensamiento filos-

    fico: el primero, lo considera como conti-nuo, homogneo y susceptible de ser frag-mentado en porciones reducidas, en unida-des menores, que sirven de referencia parala medicin misma del tiempo. La segunda,aquella que habla de un tiempo-devenir,considera en forma insistente la duracincomo elemento central de la definicin delmismo. Para Henri Bergson, el tiempo de-venir es un tiempo fluido, que Bachelardasimila al transcurrir de la vida (Bachelard,1999).

    Presente desde la filosofa griega, la pri-mera construccin filosfica del tiempo en-contr un reforzamiento considerable porla asuncin del racionalismo cartesiano, yel mismo concepto de espacio que se leasoci: as, el espacio continuo, homog-neo e infinito que caracteriza a la geome-tra analtica y al pensamiento racional, sepuede asociar sin dificultad con la idea deun tiempo lineal, bajo la forma de una fle-cha del tiempo (Crang, 2005; Hiernaux,1999).

    Esta espacializacin del tiempo lleva auna fragmentacin del mismo en unida-des susceptibles de medicin, hecho quetambin invade la concepcin del espa-cio. El tiempo y el espacio se asocian en-tonces en un modelo espacio-temporalparticularmente denso, que domina todala fase de la modernidad hasta nuestrosdas. Es tambin, la puerta abierta parauna descomposicin de las unidades devida, transformadas en unidades de tiem-po, sin continuidad ni posibilidad de me-moria.

    Esta visin fragmentada ha sido am-pliamente recogida por la geografa hu-mana, particularmente en su orientacineconomicista, de tal suerte que, en esascorrientes, se ha perdido la dimensindel ser humano, fundamental para unaGeografa con sentido. El tiempo espe-cializado, el tiempo en el cual fluye elclculo econmico y en el seno del cualse coordinan a gran escala, las interac-ciones sociales, es ultradominante (Zari-fian, 2003: 97).

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    La fragmentacin del tiempo y del espa-cio da ampliamente lugar a lo que se hallamado el contagio de la urgencia (Jau-reguiberry, 2003: 156), esta necesidad queparecera imperiosa en el mundo actual, deoptimizar el tiempo y el espacio a partirdel uso de tecnologas que reducen la es-pera, garantizan la copresencia virtual ypermiten la interaccin inmediata, comoson el telfono celular, la informtica y sustecnologas derivadas.

    La urgencia tambin implica la escasaduracin de los eventos: fragmentadoscomo el tiempo y el espacio, las activida-des se vuelven fast que sea en la comida,los encuentros sexuales, la forma de conse-guir la informacin (no se lee un libro sinoque se recurre a la tela (net) que permiteencontrar en forma inmediata lo requeridoo, con frecuencia, su sucedneo). Estamosas cediendo el paso a la tirana de lo ef-mero, para cuyo anlisis aun carecemos deun abordaje geogrfico.

    La otra visin del tiempo y el espacio yel modelo espacio-temporal que se derivade la misma, pretende distinguir entretiempo fsico (el de los relojes) o cronos, ytiempo subjetivo, el de la conciencia (Berg-son) que Etienne Klein propone llamartempus (Aubert, 2003: 177)5. El tiemposubjetivo tiempo interno se asocia conuna visin del espacio radicalmente dife-rente; un espacio conocido a partir de laspercepciones a su turno resultado de sensa-ciones, pero tambin un espacio construi-do sobre la base de la subjetividad del in-dividuo, que elabora mentalmente unarepresentacin del espacio nica, la suya6.Este modelo de comprehensin de la rela-cin espacio/tiempo conlleva la edificacinde un modelo espacio-temporal especfico,diferente del de la hipermodernidad, pero

    cada vez ms presente en otras formas deconcebir la geografa humana, que podemosreconocer, entre otros, en las corrientesconstructivistas y humanistas en geografa7.

    El incremento de lamovilidad: la dimensin

    tecnolgica

    Tenemos que regresar al primer modelode espacio-tiempo, ya que es este, final-mente, el que se asocia a la movilidad ace-lerada. La tecnologa juega un papel impor-tante en la potencialidad de vivir acordecon este modelo espacio-temporal, pero re-sultara errneo asignarle toda la responsa-bilidad en los nuevos modelos de movili-dad.

    No es admisible el planteamiento que latecnologa define nuestros comportamien-tos espaciales; por el contrario, es la visineconomicista ultradominante la que seha impuesto en las sociedades en forma taly con una intensidad tan notoria, que exigeque la tecnologa se acomode a ciertas ne-cesidades sociales.

    No hay pues determinismo tecnolgico,sino eleccin societaria de un modelo so-cial sustentado en una tecnologa particu-lar, que rompe los patrones tradicionalesde tiempo y espacio: en este sentido, losobjetos no son nmadas porque la tecno-loga los quiso como tal, sino porque lasociedad demanda a la investigacin tec-nolgica de concebir estos artefactos n-madas que precisa.

    En este momento requerimos introducirla nocin de imaginarios globales. Came-ron y Palan argumentan claramente que laglobalizacin es una narracin espacio-temporal (Cameron y Palan, 2004: 69). Eltema de la globalizacin se ha perdido en

    5 Crang introduce en la discusin el kairos otiempo kairolgico como el espritu de cadamomento, el genius loci (Crang, 2005: 212) o laoportunidad temporal de cada momento de la vidacotidiana, en oposicin al tiempo cronolgico (dechoros en griego).

    6 Estamos, evidentemente, sugiriendo planteamientosneokantianos.

    7 A este respecto, estamos preparando el siguientel ibro: Lindn, A. y Hiernaux D., Geografahumanista y enfoques constructivistas (en prensa)que rene textos esenciales para entender estaperspectiva.

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    su propia retrica, falla todo intento deentender la globalizacin en trminospuramente fenomenolgicos, debido a laspoderosas narrativas en accin (Camerony Palan, 2004: 154). En otros trminos, sehacen presentes varias narrativas sobre lascuales no pretendemos extendernos queocultan la realidad inmediata, perceptiblede la globalizacin.

    En nuestra opinin, la relacin entretecnologa y movilidad es una de estas na-rrativas, particularmente perniciosa. Lasnumerosas voces que argumentan que latecnologa se encuentra en la base de unatransformacin social y nos obliga a orien-tar la historia en cierto curso, no son msque una forma de ocultamiento de la fuer-za poderosa de quienes deciden qu tecno-logas lanzar al mercado, o cmo promoverunas a expensas de otras.

    Por otra parte, es cierto tambin que latecnologa, como sustento de un incremen-to de la movilidad, es un imaginario pro-fundo que atraviesa las sociedades hiper-modernas, de tal suerte que se presentauna real demanda (o creencia?) en el po-der de la tecnologa como fuerza liberado-ra del individuo.

    En este contexto, los objetos demanda-dos (quizs no directamente como tal, sinocomo objetos percibidos en estado de en-sueo societal), se transubstancian en ob-jetos deificados.

    La movilidad, como bien lo afirma Go-dard (2003) es una demanda social que nodebe ser subestimada: mientras que algu-nas voces empiezan a elevarse contra estaconcepcin del tiempo y el exagerado re-curso a los artefactos tecnolgicos paraacentuar la movilidad de por s propia dela modernidad, amplios sectores de la po-blacin mundial demandan el acceso aesta tecnologa y estn dispuestos a mu-chos sacrificios econmicos y sociales paraadquirirla.

    Sin embargo, afirmar que la movilidadse ha acentuado para todos en forma pare-

    ja, sera otra afirmacin subjetiva sobre laextensin y la penetracin de la tecnologay de sus artefactos. Ms bien estamos cadavez ms llegando a una sociedad a variasvelocidades: quienes acceden a la tecnolo-ga de punta, se vuelven efectivamente msmviles, adquieren un sentimiento depoder estar en varios lugares y distintostiempos a la vez y revela si no una aniqui-lacin del tiempo, por lo menos un senti-miento de autonoma frente al tiempo...(Aubert, 2003: 178).

    Por otra parte, quienes no pueden acce-der a la misma autonoma, es decir un des-prendimiento frente a la tirana del tiempoy del espacio, suelen desarrollar una frus-tracin social incontenible, un deseo insa-tisfecho de acceder a la hipermodernidadque observan sin parar en la cajita idiota,una televisin que refleja cada vez ms unmundo tan distinto al entorno de vida delos excluidos de la tecnologa, que se vuel-ve una articulacin perversa a los imagina-rios de la globalizacin.

    En trminos prcticos, el acceso a losobjetos nmadas se ha hecho cada vez msfcil, pero aun as dichos objetos no sondisponibles para todos: an hay clases so-ciales! Entre el telfono tradicional mvilde tarjeta prepagada, blanco y negro, y loshbridos multibandas (es decir, utilizablesen cualquier parte del mundo), de tecnolo-ga GSM ltima generacin, con cmara defotos fijas y/o videos, sin olvidar las funcio-nes de asistente personal y de reproductorde msica, hay un abismo de diferencia,que expresa bien que el acceso a la tecno-loga es un smbolo ms de las diferenciassociales que, en la globalizacin real, re-sultan ms intensas, diversas y complejasque nunca.

    A partir de la idea de que la tecnologaes antes que todo una demanda social aso-ciada a la creciente imposicin (pero tam-bin reclamo) de un modelo espacio-tem-poral hipermoderno, basado en lafragmentacin-medicin-optimizacin deltiempo y del espacio, podemos pasar a unanueva dimensin, apenas esbozada hasta

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    ahora: la dimensin societaria, que rebasala advertencia ms tradicional que hicimosya sobre las desigualdades sociales frente ala tecnologa: es el tema que abordaremosen el punto siguiente, desde una perspecti-va nica (aunque existen muchas ms), laque remite a la identidad.

    La construccin de lasidentidades: la dimensin

    societaria

    El concepto tradicional de identidad, taly como se ha desarrollado en antropologa,refleja la homogeneidad de un grupo socialque comparte una memoria colectiva, pro-duce una cosmovisin relativamente homo-gnea y aceptada por todos sus miembros,y acta de concierto frente a la vida colec-tiva.

    Esta forma de compartir elementos co-munes (bienes materiales, entorno natural,construcciones simblicas), se evidenciams en el contacto con el Otro: es cuandose toma mejor conciencia de lo que secomparte con los dems miembros del gru-po, observando cun diferente puede ser elOtro, miembro de otro grupo. Por ende,como lo seala Barth (1995), es en las fron-teras entre grupos donde la percepcin dela identidad se hace ms evidente y dondela misma se consolida.

    Aun as, es evidente que la identidadtiene una dimensin colectiva importanteque no excluye, ciertamente, la construc-cin de una identidad individual. En am-bos casos individual o colectiva las di-mensiones espacial y temporal de laidentidad son esenciales: la identidad, enun contexto tradicional, significa cierta-mente compartir el espacio de una comu-nidad, y referirse a una temporalidad co-mn a los miembros del grupo: lasmemorias colectivas se engarzan con lasindividuales en un todo coherente. Laidentidad es entonces espacio-temporal-mente definida y restringida (no rebasaciertas fronteras espaciales y ciertas fron-teras temporales).

    En el mundo moderno, por el contrario,se asiste a un proceso de individualizacincreciente que atae a los individuos y a loslugares: al respecto Ascher ha sealadoque: La hiptesis que los lugares urbanosse inscriben en una dinmica de individua-lizacin no significa que no son determina-dos socialmente, sino que son constituidospor configuraciones ms y ms individua-les. Singulares, inclusive no repetitivas, yaque los lugares y los momentos de las acti-vidades individuales y colectivas son cadavez ms elegidos por los individuos mis-mos (Ascher, 2003: 17). Esta hiptesis im-plica que las relaciones entre tiempo y es-pacio son cada vez menos definidascolectivamente, sino a partir de decisionesindividuales, donde cada individuo tomade la modernidad las herramientas que cal-cula le sern tiles para su propia vida.

    En este contexto, el tiempo y el espaciotambin son instrumentalizados al grado deser unas dimensiones ms del aprovecha-miento individual del mundo circundantehacia un beneficio personal.

    Por una parte, podramos afirmar que laidentidad as creada no es forzosamentenegativa: es la exacerbacin de una suertede individualizacin extrema del ser-en-el-mundo en su relacin con el entorno.As, el ser-en-el mundo en el sentido pro-puesto por Heidegger (el Dasein) define enforma individual su regin heideggeria-na, es decir el espacio mismo en el cual sepone en relacin con el Otro y los objetosmateriales, el mundo-a-la-mano.

    Heidegger parte de la idea de que elespacio del proyecto fsico-tcnico (el es-pacio cartesiano) no puede valer como elnico espacio verdadero. En espacios conotras configuraciones, como el espacio delarte, el espacio del actuar, el espacio delcomercio cotidiano, el citado autor en-cuentra otras formas de espacio que le pa-recen tan vlidas como el espacio puro opuro espacio (Dewitte, 1992: 202).

    Segn Heidegger, el mundo solo puederecibir su espacialidad de su ser-en-el-mun-

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    do. El espacio solo es comprensible a partirde la mundanidad, porque el espacio esten el mundo y no el mundo en el espacio.

    La exhibicin fenomenolgica del mun-do depende, entonces, de la posibilidad dehacer aparecer, a partir de los utensilios, lamundanidad del mundo ambiente o lo queest a mano (Frank, 1986: 45).

    En el sentido existencial, el ser no pre-tende a la inclusin en la extensin corpo-ral, sino a un habitar. Habitar es un modode ser al espacio, de ser espacial, un modode espacializacin (Frank, 1986: 58). Msradicalmente, Heidegger afirma que ...larelacin del hombre y del espacio no esnada ms que la habitacin pensada en suser (Heidegger, Construir, habitar, pen-sar, p. 188; citado en Frank, 1986: 58).

    El lugar (place) no es un simple posi-cionamiento del dnde?, la localizacinde cualquier objeto. Se determina con rela-cin a los dems objetos y a partir del ser-en-el-mundo que define la posicin de losobjetos con relacin a la obra que realiza(por ejemplo de las herramientas que usapara trabajar).

    Un lugar se determina entonces con re-lacin a los dems, y cada lugar es insusti-tuible. De tal suerte, el espacio pudieraaparecer como fragmentado, formado delugares distintos, solo articulados a partirde la lgica de los objetos. No es as, opinaHeidegger, ya que ...el espacio est frag-mentado en lugares. Esta espacialidad tieneno obstante su unidad propia gracias a latotalidad mundana de las finalidades delestar a la mano espacial (Heidegger, cita-do en Frank, 1986: 69).

    En este contexto de sentido, la identidadindividual no est determinada por el gru-po, sino por la relacin particular del ser-en-el-mundo con el entorno, con el espa-cio al cual cada individuo asigna unacoherencia desde su persona como centro.

    La movilidad trastorna esta relacin alespacio de la persona: por una parte, modi-

    fica nuestra relacin al mundo, que no eslo que est a la mano ahora reemplazadopor lo que la extensin tecnolgica nosaporta o nos ofrece como disponible. Enello, la continuidad espacial es eludida,cuando era esencial en la identidad perso-nal como ser-en-el-mundo. El espacio esefectivamente fragmentado, pero ms anlo es la identidad. Desde la perspectiva co-lectiva, la identidad no se puede crear nisostener fcilmente, ya que las fronterascon los otros no son forzosamente visibles,sino que se diluyen en un espacio virtualdel cual el Otro no es forzosamente partici-pante (hablo desde mi nodo a otro nodo enforma privatizada).

    No cabe duda que las premisas mismasde la construccin de la identidad indivi-dual y colectiva son trastornadas por la po-sibilidad de desprenderse virtualmente deun espacio para participar de otro. En estesentido, un paisaje tradicional donde apa-recen varios personajes (sea en la realidadsea en una representacin) suelen ofreceruna unidad de accin y de pertenencia delos personajes al cuadro referido. Aun tra-tndose de personas extranjeras entre s,participan de una misma fraccin espacio-temporal y de una cierta accin.

    Pero con la posibilidad de alejarse sinmoverse o de integrarse a otro crculo iden-titario, sin movilizarse fsicamente en laprctica, las reglas del juego se transfor-man: uno puede ser presente/ausente, par-tcipe/distante, aqu/all. Por ende, los pai-sajes actuales, hipermodernos, combinanfsicamente en un mismo espacio indivi-duos que actan bajo lgicas propias,como lo afirma Ascher (2003).

    Por otra parte, cuando la nocin deidentidad pierde su anclaje espacio-tempo-ral, tambin es posible compartir identida-des de grupos selectos, sin limitantes rela-cionadas por la pertenencia a undeterminado lugar de vida. La identidaddesanclada o identidad mvil, puede serasumida por un individuo como una entrevarias, es decir asumiendo identidadesmltiples. En este sentido, la fragmentacin

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    espacio-temporal juega un papel decisivo,y la tecnologa puede ser el soporte de lomismo: ubicado en un espacio tradicional(un pueblo quizs, una comunidad) es po-sible asumirse parte de diversos grupos conidentidades fragmentadas tanto en sus con-tenidos como por las participaciones tem-porales de individuos ubicados en fragmen-tos espaciales atomizados. Esta identidadpuede ser musical, de sexualidad alterna,poltica, religiosa, etc. Todo eso permitido(pero no impuesto) por tecnologas adecua-das como la INTERNET.

    Las identidades mviles seran entoncesidentidades asumidas en forma efmera porindividuos dispersos a lo largo y ancho deun espacio-red a su turno soportado por unespacio absoluto.

    Identidades cambiantes oidentidades perdidas?

    Para terminar este artculo, haremos unareferencia breve a dos procesos sociales re-lativamente bien conocidos, pero que po-nen en juego el tema de la identidad y elmodelo espacio-temporal actual. El primeroes el turismo y el tema de la identidad ef-mera en el ocio y el tiempo libre. El segun-do es el del transnacionalismo, es decir, elproceso de migracin internacional y la re-creacin de nuevas relaciones entre comu-nidades y lugares de origen y de destino.

    El turismo o la identidad efmera enel ocio

    Mucho se ha dicho sobre el turismo engeneral, pero poco desde la perspectiva delos imaginarios y de las identidades(Hiernaux, 2002). Un proceso remarcableque hemos observado en un estudio recien-te sobre el turismo de segundas residencias(Hiernaux, 2005), es el tema de la relevan-cia de las mismas para los estratos socialesmedios y altos.

    Aun si en pases como Mxico esto essolo el hecho de menos del 10% de la so-ciedad, en otros contextos, particularmente

    en Europa, la casa de campo, la segundaresidencia representa algo distinto: en cier-ta forma, la casa de campo debe ser vistacomo una de las porciones mltiples delhabitar humano (nuevamente en el senti-do heideggeriano, siguiendo a Radkowski,2002) fragmentado en variadas porcionesdel espacio que solo el incremento de lamovilidad ha podido articular.

    En este sentido, la segunda residenciano es un fragmento secundario del habitarmoderno: como lo pudimos percibir a tra-vs del estudio realizado, para muchas per-sonas se ha vuelto doblemente importante;por una parte, es un lugar donde se vuel-ven a conjugar las personas-palabras enuna oracin relativamente coherente, loque difcilmente se logra en la cotidianei-dad de las familias, diseminadas en espa-cios distintos durante la semana.

    Por otro lado, todo parece indicar quepara muchas personas, la casa de camposuele ser parte de un esfuerzo para mante-ner un contacto ms tradicional con elentorno: se construye as un imaginario depatrimonio, de respecto al ambiente, departicipacin a un mundo natural, unasuerte de paraso perdido en el entorno delas ciudades.

    La casa de campo, la segunda residen-cia en general, se torna as una pieza clave,un espacio privilegiado de reconstruccinidentitaria personal y familiar (incluyendocon frecuencia parientes y amigos). Lasidentidades mviles o ausencia de identi-dad, son insuficientes para la coherenciade la persona: la casa de campo viene asubsanar parcialmente una necesidad insa-tisfecha.

    La transnacionalidad o la identidadcompleja en la movilidad laboral

    En muchos pases, y particularmente enMxico que mantiene una fuerte relacinmigratoria con los Estados Unidos, los estu-dios transnacionales han tratado de anali-zar numerosos aspectos de las conductasindividuales y colectivas, ms all de las

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    dos dimensiones tradicionales de los estu-dios migratorios, particularmente la demo-grfica (que suele acabar en conteo) y laeconmica (que remite esencialmente a losmercados de trabajo, y las divisas retrotra-das por los migrantes a sus lugares de ori-gen). Varias investigaciones realizadas conmigrantes mexicanos a los Estados Unidoshan relevado la presencia de un imaginarioligado al lugar de origen y al posible retor-no (Besserer, 2004). Mientras que en mu-chos casos, este imaginario no rebasa elestadio de la construccin subjetiva, paraotros se plasma concretamente en actitu-des, gneros de vida y reacciones identita-rias vivas.

    La cuestin planteada en numerosasocasiones, es sobre el sentido mismo deesta creacin identitaria compleja, dondela movilidad tiene un papel importante. Apesar de las restricciones propias del esta-tus social que suelen alejar los migrantesdel uso de ciertas tecnologas (INTERNET,celular), se asiste a una creciente penetra-cin de ellas en la vida transnacional delos migrantes, que logran as comunicarsecon su lugar de origen o con parientes yamigos, a su vez, diseminados en el espa-cio norteamericano.

    Nuestra pregunta gira entonces en tornoa la identidad: los smbolos identitarios ex-hibidos por los migrantes son numerosos, yse expresan en la msica, la vestimenta, lacomida, en general, signos materiales depertenencia cultural, de identidad.

    Inclusive, se ha observado que el mi-grante que regresa a casa puede transfor-marse en turistas en su propio lugar de ori-gen, actuando con cierto distanciamiento ycon actitud nostlgica con relacin a loque dejaron (Hirai, 2002). Pero se tratarealmente de la construccin de unas iden-tidades mviles o una movilidad sin identi-dad (y a la bsqueda de la misma)? El temaes significativo porque remite tambin alderecho del migrante a una identidad pro-pia, individual y de grupo, cuando el pasode un modelo espacio-temporal originarioa otro (el de la aceleracin espacio-tempo-

    ral) le ha generado serios problemas deidentidad en general (situacin por lo de-ms moralmente no aceptada por los antro-plogos, pero muy real)8.

    A manera de conclusin

    La discusin central que queremos abor-dar ahora a manera de consideraciones fi-nales, y que es parte de la manera comoformulamos el ttulo mismo de este trabajo,es si estas identidades mviles o identida-des-red, sean individuales o colectivas,pueden ser consideradas todava como ver-daderas identidades. Nuestra pregunta sur-ge del hecho que el concepto mismo deidentidad se forj con relacin a entornossociales donde la visin compartida deltiempo reflejaba la duracin, mientras quela del espacio se asociaba con la continui-dad y subjetividad individual y colectiva.

    Es vlido transportar este concepto deidentidad a la simple pertenencia a ciertasconfiguraciones simblicas o de prcticasparticulares, desprendindose del sustentoespacio-temporal de la misma, que fue unsoporte medular de su definicin comoidentidad?

    Por una parte, puede afirmarse que estenuevo modelo espacio-temporal, fruto deuna voluntad de movilidad soportado a suturno por avances tecnolgicos considera-bles, es suficientemente coherente para ser-vir de referente a una identidad: en otrostrminos, la ausencia de continuidad espa-

    8 Los estudios sobre transnacionalismo han cobradoun gran auge en Mxico, debido a la crecienteinmigracin a los Estados Unidos, pero y sobretodo, por representar una segunda fase de losestudios de esta: despus de las dimensionesdemogrfico-econmicas, se ha indagado sobre elsignificado y las implicaciones de la migracin,tanto desde dimensiones terri toriales, comoidentitarias o polticas (el tema de la ciudadana,por ejemplo). Al respecto, se publicar en 2006 unlibro sobre algunos aspectos culturales y espacialesde esta s i tuacin (Hiernaux y Zrate, enpreparacin). La UAM Iztapalapa desarrollaactualmente un importante proyecto sobre el temadel transnacionalismo, con la Fundacin Rockfellery bajo la direccin de Federico Besserer.

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    cio-temporal, la fragmentacin del modelomismo, no son razones suficientes para quela identidad sea imposible: ms bien reflejaun abordaje distinto, dirigidos hacia laconstitucin de modelos identitarios inno-vadores y voluntaristas para asumir unapertenencia cualquiera.

    Otra versin del mismo tema puede serla siguiente: si se logra cada vez ms undesenclaje espacio-temporal gracias a losavances tecnolgicos demandados por lasociedad que pretende fugarse en una mo-dernidad cada vez ms avanzada o hiper-modernidad, las identidades se diluyencomo tal: tenemos movilidad sin identi-dad.

    En este caso, las pseudo-identidades tanpreciadas por los estudios culturales, no se-ran ms que un signo de que, en terrenoderrapante, el concepto de identidad esuna especie de remedio frente a la patolo-ga de un mundo donde el individuoque se encierra en alguna manera en elmomento presente, en una lgica del sinplazo nada en la ilusin de poder triunfardel tiempo abolindolo, de all este senti-miento de ubicuidad existencia (Aubert,2003: 179). La identidad, como refugiopara sentirse perteneciente a algo que des-aparece irremediablemente, es una msca-ra (como lo seal Michel Maffesoli) usadadesesperadamente para esconder la inmen-sa soledad de un espacio vaco de sentidoy un tiempo carente de memoria, pero peoraun: vaco de esperanza. Y sin el PrincipioEsperanza sabemos cual es el futuro delmundo.

    Para la geografa humana contempor-nea, estas cuestiones que pudieran parecerrelevantes antes que todo para la filosofa olos estudios culturales, son esenciales paraentender la espacialidad de los seres con-temporneos. La geografa humana no pue-de seguir construyndose sobre funcio-nes y espacios desprendidos de nuestrosgneros de vida. Estos, a su turno, son elresultado de un mundo cambiante y de laactitud que solemos asumir frente a loscambios actuales.

    Por ende, se hace imprescindible unageografa mucho ms cercana a las peque-as prcticas sociales en la espacio-tempo-ralidad de la vida cotidiana, pero capaz,tambin, de articular estas prcticas conesferas ms generales de la vida social,como la formacin de la identidad o loscambios de modelo espacio-temporal quevivimos en la actualidad.

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