Ideología jurídico-política I · . ... la mano el concepto, como si fuese la sustancia ideal que...

22
Ideología jurídico-política I Legitimación constitucional 1 Raúl Prada Alcoreza 1 Ponencia para presentarse en el VIII Congreso Internacional de Derecho Constitucional: El Constitucionalismo latinoamericano: Debates y desafíos. Universidad Libre. Bogotá-Colombia. Septiembre de 2016.

Transcript of Ideología jurídico-política I · . ... la mano el concepto, como si fuese la sustancia ideal que...

Page 1: Ideología jurídico-política I · . ... la mano el concepto, como si fuese la sustancia ideal que guarda el

Ideología jurídico-política I

Legitimación constitucional1

Raúl Prada Alcoreza

1 Ponencia para presentarse en el VIII Congreso Internacional de Derecho Constitucional: El Constitucionalismo latinoamericano: Debates y desafíos. Universidad Libre. Bogotá-Colombia. Septiembre de 2016.

Page 2: Ideología jurídico-política I · . ... la mano el concepto, como si fuese la sustancia ideal que guarda el

Nota aclaratoria

Esta es la primera entrega de Ideología jurídico-política, que

viene expuesta en tres entregas. La primera entrega está

dedicada a la introducción a la problemática ideológica política

y a la problemática ideológica jurídica, al análisis teórico de las

condiciones de posibilidad histórica de la ideología jurídico-

política, de la situación de la Constitución en este tejido

ideológico. Planteadas estas cuestiones, se pasa a la

interpretación de la problemática de las dominaciones,

encubiertas por la ideología; así como al análisis crítico de las

formaciones discursivas jurídica-política e histórico-política,

que, a pesar que se enfrentan ideológicamente, comparten el

mundo de las representaciones. Este análisis sugiere una

interpretación hipotética del diletantismo político.

Page 3: Ideología jurídico-política I · . ... la mano el concepto, como si fuese la sustancia ideal que guarda el

Las sociedades institucionalizadas humanas han manifestado un apego

asombroso a la palabra, no tanto como sonoridad, como pronunciación,

si se quiere, como significante, sino como significado, coagulado en la

palabra; dormido en el silencio, despertado cuando se habla. Este

apego profiere la creencia en la imagen, la certidumbre en el resguardo

de la imaginación; como si los secretos o las claves del mundo se

encontraran ahí, cristalizados como diamantes esenciales. Escondidos

en lo más profundo del alma o el espíritu; que son las figuras

consagradas, producidas por el delirio de la exaltación imaginativa. De

esta manera, estas sociedades institucionalizadas, fundan sus

formaciones discursivas y enunciativas en estas profundidades

insondables del espíritu, que los psicólogos llaman consciencia. La

filosofía moderna afinca sus explicaciones laboriosas, que consideran

espejo del mundo, en estos substratos perdidos en los recovecos del

alma. El diamante luminoso, la piedra filosofal, es el concepto, que

habría cristalizado, en su estructura transparente, la composición

primera del mundo. Entonces, lo que hay que atender, desde esta

mirada encantada, es al concepto; pues esta estructura categorial es

la verdad que explica el mundo, sus contingencias; incluso si el mundo,

afectado por sus contingencias, se diferencia del ideal de la verdad. La

explicación es la siguiente: esta verdad es como el núcleo refulgente,

permite explicar el mundo contingente, cuando se compara el mundo

contingente con el mundo verdadero. La diferencia es apenas

distorsión corregible.

Las formaciones discursivas más ilustrativas sobre estos fenómenos

sociales, que expresan preponderancia de la imaginación y del apego

a las imágenes, son las ideologías. La ideología, que significaría,

propiamente, estudio de las ideas; ideología, cuyas connotaciones le

atribuyen otros sentidos2. Tomando en cuenta las transformaciones

semánticas dadas en la modernidad, debido al uso práctico desplegado

por las clases sociales en su lucha, se puede comprender a las

ideologías como sistemas interpretativos operativos. A pesar que los

que se encuentran dentro de la ideología, consideran que el mundo es

eso, lo que la ideología dice y visibiliza del mundo; de todas maneras,

por lo menos, en la academia, se entiende que la ideología no explica

al mundo efectivo sino que, más bien, debe ser explicada por el mundo

efectivo.

2 Ver Crítica de la ideología I y II. https://pradaraul.wordpress.com/2015/12/18/critica-de-la-ideologia-i/. https://pradaraul.wordpress.com/2016/05/13/trama-acontecimiento-y-crisis-ii/.

Page 4: Ideología jurídico-política I · . ... la mano el concepto, como si fuese la sustancia ideal que guarda el

La constelación de las ideologías es enorme, además de variado. Se

puede encontrar toda clase de ideologías; es más, se las puede

estratificar por su incidencia, por su mayor elaboración, extensión y

estructuración; además de considerar su temporalidad. En este

ensayo, queremos ocuparnos de la ideología jurídico-política, que

ocuparía un lugar privilegiado en la jerarquía de la constelación

ideológica.

El discurso jurídico-político tiene su referente nuclear en la

Constitución. En las interpretaciones positivistas, por así decirlo, la

Constitución corresponde al contrato social, que se expresa en el

acuerdo fundamental político, que funda a la sociedad y al Estado. En

las interpretaciones más románticas, la Constitución viene a ser el

corazón mismo de la nación. Allí se encuentra la nación expresada en

su composición jurídica, en su realización política, el Estado-nación. El

espíritu de la nación o la consciencia nacional se habría objetivado en

la concepción jurídico-política, expuesta en el texto constitucional. Las

instituciones del Estado y de la sociedad, nacerían de los postulados

constitucionales. Como hemos dicho, en otros escritos, recogiendo la

lúcida interpretación de Michel Foucault, el discurso jurídico-político es

de legitimación3. Para el discurso jurídico-politico la Constitución

aparece como la tabla de mandamientos del Estado-nación; es la

matriz de las leyes, de las normas, de los reglamentos. Una vez

promulgada la Constitución, lo que hace el Estado es cumplirla y

hacerlo cumplir. Todos los actos que no cumplen con la Constitución,

son considerados violaciones y vulneraciones de la misma.

En consecuencia, la Constitución contiene algo así como el arjé de las

leyes, acompañada por las leyes fundamentales; lo que viene después

es el desarrollo legislativo, que se deriva del arjé normativo y de las

leyes fundamentales. Como se puede ver, el discurso jurídico-politico

tiene a la Constitución como la estructura de sentido del Estado; es

como el ideal que rige a las instituciones y sus funciones, a la sociedad

y su prácticas. Aunque no lo considera ideal, en el sentido como fin a

alcanzar, sino como ideal que rige el mundo político; es su motor

fundamental. A esta concepción jurídico-política llamamos ideología

jurídico-política.

3 Ver Defender la sociedad. https://monoskop.org/images/3/34/Foucault_Michel_Defender_la_sociedad.pdf.

Page 5: Ideología jurídico-política I · . ... la mano el concepto, como si fuese la sustancia ideal que guarda el

Ahora bien, no es sostenible que sea el espíritu el hálito creador del

universo; hasta donde nos ha llevado la física relativista y la física

cuántica, nos encontramos con cuerdas creadoras de la materia,

convirtiendo al universo en una sinfonía. Las vibraciones, las ondas, las

tonalidades de las cuerdas, producen la materia en sus distintas

composiciones y combinaciones. La sinfonía de las cuerdas crea la

materia oscura y la materia luminosa; materia que es transformación

de la energía. Energía, que, al parecer, hipotéticamente, se encuentra

en constante devenir, mutación y transformación. La conjetura que

usamos, al respecto, es que la energía también está contenida en las

cuerdas; solo, que quizás, en otras condiciones de posibilidad que

desconocemos. En un ensayo sobre el tema, lanzamos la hipótesis

especulativa de que la nada, en sentido absoluto, es decir, en sentido

religioso y en sentido filosófico, no existe. La nada en sentido cuántico

existe; esta nada correspondería a la inmanencia; algo así como el arjé

de la energía misma. Desde esta hipótesis especulativa se llega a la

deducción, también especulativa, de que la nada cuántica es la que

crea el todo, el multiverso. Quizás el punto de inflexión de la nada

cuántica hacia el multiverso sea la explosión inaugural irradiante, el

big-bang o muchos big-bang, que explotaron y explotan de manera

diferida en el movimiento perpetuo del tejido espacio-tiempo4. No es

entonces el espíritu, que más bien es un efecto múltiple y masivo de la

transformación de la energía en materia y del desplazamiento de la

materia, consumiendo la energía; un efecto virtual.

No es sostenible la mitología conformada por alegorías de imágenes.

Por más elocuentes que fuesen, además de las connotaciones

simbólicas, de la narrativa mitológica, enseñándonos, desde los

intrépidos recorridos de la hominización, la capacidad inventiva de la

imaginación; la imagen es la impresión de la huella en la composición

dinámica de la percepción, por lo tanto, del cuerpo. La función

ponderable de la imagen radica en su aporte figurativo en la

fenomenología de la percepción5. Para decirlo en términos

trascendentales, la imaginación es una de las facultades indispensables

de la intuición, de la experiencia, de la estética, del conocimiento, del

pensamiento. Aislarla del conjunto de las facultades corporales,

4 Ver Más acá y más allá de la mirada humana. También Cuerdas compositoras del multiverso. http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/mas-aca-y-mas-alla-de-la-mirada-humana/. http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/cuerdas-compositoras-del-multiverso/. 5 Ver Devenir fenomenología y devenir complejidad. http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/devenir-fenomenologia-y-devenir-complejidad/.

Page 6: Ideología jurídico-política I · . ... la mano el concepto, como si fuese la sustancia ideal que guarda el

ficticiamente se la convierte en la vinculación primordial con la

totalidad, cuando no es más que una de las facultades; solo funciona

si se articula con el conjunto de las facultades, integrando las mismas

en un complexo dinámico de la percepción y del cuerpo; que participa

en el mundo, al configurarlo, que es condicionado por el mundo, al

formar parte de él. La imagen sí, la alegorías de imágenes sí, la

imaginación sí, las narrativas figurativas imaginarias sí; pero,

formando parte del remolino intuitivo, de la danza de las sensaciones,

de las estructuras conceptuales de la razón, incorporada a la

percepción y el cuerpo. En consecuencia, no tenemos que buscar la

comprensión del mundo en la imagen del mundo, sino encontrar al

mundo en su devenir constante, donde las imágenes emergen como

flores en primavera.

No es sostenible la pretensión filosófica de poseer la verdad al tener en

la mano el concepto, como si fuese la sustancia ideal que guarda el

saber absoluto. El concepto es una construcción racional, útil para

orientar la comprensión, el entendimiento y el conocimiento. Es una

herramienta de interpretación, de explicaciones provisionales, también

de tesis e hipótesis prospectivas. No se puede convertir al concepto,

que es un medio, en el fin mismo del conocimiento, convirtiendo al

conocimiento en el fin mismo de la humanidad. Esto es vaciar de

contenidos a la vida proliferante y creativa. Esto es disminuir los

alcances de la humanidad; desconocer su potencia, restringiendo la

plenitud abierta humana al ceñido museo de las esculturas de la

verdad. El concepto sí, la teoría sí, la racionalidad sí; pero, sin separar

la estructura categorial, la narrativa teórica, la facultad del juicio, de

la lógica, del pensamiento, de las dinámicas creativas del cuerpo. No

hay que buscar en el concepto la explicación última del mundo, sino

hay que encontrar el devenir del mundo, apoyándonos en las

herramientas conceptuales.

No es sostenible la teoría jurídica-política, que convierte a la ley en el

sentido del Estado, en la norma primera de la sociedad, en la expresión

suprema de la nación; obligando a que la sociedad se adecúe al modelo

ideal jurídico-político. Declarando ilegal a todo lo que no se adecúe al

modelo; descalificando como delitos lo que se contraste con el modelo;

condenando como anormalidad, criminalidad, delincuencia, todas las

prácticas que no sigan los reglamentos de la ley. La Constitución es la

expresión jurídico-política de la correlación de fuerzas, en una

coyuntura política intensa. Expresa, contradictoriamente, por lo

menos, dos tendencias, para decirlo fácilmente; los deseos de la gente,

Page 7: Ideología jurídico-política I · . ... la mano el concepto, como si fuese la sustancia ideal que guarda el

en cuanto esperanzas, expectativas, finalidades; los miedos de la

gente, que prefiere el orden en vez del desborde.

Parece adecuada la interpretación que define a la Constitución como

un acuerdo; si se quiere, contrato social. Añadiríamos, también,

contrato político. Se trata de una estructura de compromisos, asumidos

por todos, por todas las partes, por los involucrados e interesados en

seguir adelante juntos. Esta caracterización de la Constitución como

estructura de compromisos, puede ayudar a desenvolver el análisis

crítico de esta composición escrita jurídico-política.

Page 8: Ideología jurídico-política I · . ... la mano el concepto, como si fuese la sustancia ideal que guarda el

La Constitución como estructura de compromisos

La Constitución, el texto jurídico-político, considerado la matriz de las

leyes, es una estructura de compromisos, en una sociedad dada y en

un momento determinado; momento considerado inaugural. Algo así

como el origen del Estado-nación. Esta atribución a la Constitución es

parte del mito jurídico-político. La Constitución no funda nada, no es el

parto del Estado-nación; es el conjunto de compromisos, que una

sociedad se da a sí misma. Lo hace expresándose en el discurso

jurídico, empleando la técnica jurídica, ordenada por la estructura

constitucional, por capítulos y en forma de artículos. Esta estructura

de compromisos, puede entenderse también como las reglas, que se

definen en la partida del juego, y que norman al Estado y a la sociedad,

regulando sus relaciones y prácticas.

La Constitución no abarca la complejidad de la sociedad, tampoco del

Estado. No emerge del conocimiento de la complejidad social y política;

sino de la voluntad, si se quiere, general. En consecuencia, del saber

del que se trata es del saber jurídico, también del saber político,

acompañados por lo aprendido en la experiencia social y asumida como

saber institucional. Es posible que también se ventile algún saber no-

institucional, incluso crítico; sobre todo, cuando la potencia social

desborda, como antecedente y condición de posibilidad histórica-

política del proceso constituyente6. Pero, no se puede atribuir a la

Constitución el conocimiento de la realidad efectiva social y política. Es

un instrumento jurídico-político, que transcribe la estructura de

acuerdos de una sociedad, además de establecer las reglas del juego

de la convivencia institucional de la democracia formal; también de las

reglas del juego de las concurrencias de las fuerzas sociales

encontradas.

La ideología liberal ha convertido a la ley en un fetiche; es decir, ha

convertido a la formación discursiva y enunciativa jurídica en una

ideología. Podemos hablar, entonces, del fetichismo jurídico, cuando el

derecho se convierte en el sentido mismo del Estado. Regiría al Estado

como rigen las leyes físicas a la naturaleza. Esta es la pretensión

ideológica del de la razón de Estado, del funcionamiento de sus

instituciones. Las mecánicas y dinámicas estatales no se rigen por el

derecho, por las leyes, por la razón jurídica. Las leyes están para

6 Ver Descolonización y transición. https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/descolonizaci__n_y_transici__n_2.do.

Page 9: Ideología jurídico-política I · . ... la mano el concepto, como si fuese la sustancia ideal que guarda el

regular las conductas, para valorar los comportamientos, estableciendo

derechos y deberes; así como libertades y prohibiciones. El derecho es

un instrumento administrativo-jurídico; un tanto convincente, un tanto

disuasivo y un tanto amenazador. El Estado se rige por la disponibilidad

de fuerzas, por el monopolio legítimo de la violencia concentrada, por

el juego de la correlación de fuerzas, en el campo político, así como

también en otros campos sociales, como el campo económico y el

campo escolar. El Estado es una organización de las fuerzas sociales

capturadas. Parte de ellas funcionan como burocracia, cumpliendo

funciones administrativas; otra parte funciona como aparatos de

emergencia, ya sea resguardando el orden, ya sea garantizando la

soberanía y cuidando las fronteras. Otra parte funciona cumpliendo

funciones en la enseñanza, donde el Estado reproduce los símbolos

institucionales, los significados históricos, las narrativas estatales. Las

fuerzas sociales capturadas pueden adquirir una distribución mayor,

dependiendo de la división del trabajo funcionario. Por otra parte, la

sociedad institucionalizada, que es, a la vez, el sostén social del Estado,

así como producto mismo de la estatalización, también se encuentra

atravesada por las mallas institucionales correspondientes a la

sociedad civil. Estas mallas institucionales de la sociedad civil están

vinculadas y articuladas a las mallas institucionales del Estado; macro-

institución que hace como maquinaria fabulosa del poder;

ideológicamente, como síntesis política de la sociedad civil7. Esta es

otra razón por la que hablamos de ideología jurídico-política. Se trata

de una pretensión que extiende excesivamente la condición y el

carácter del derecho en el funcionamiento, la composición y la

mecánica estatal. Además de cumplir plenamente el papel ideológico

que le compete; la legitimación del poder.

Sin embargo, lo que interesa, en este ensayo, no es tanto el señalar

los límites de la formación discursiva y enunciativa jurídico-política,

sino comprender cómo funciona la maquinaria de poder, la maquinaria

del Estado, y qué papel cumplen las leyes, el discurso jurídico-político,

la ideología liberal, que ha sido heredada por otras ideologías políticas,

como las nacional-populares.

No se puede decir que el discurso jurídico-político se equivoca, en el

sentido práctico de su funcionamiento. El Estado requiere de un

discurso que diga que el núcleo del Estado es el derecho; que es como

7 Ver Acontecimiento político I y II. https://pradaraul.wordpress.com/2015/06/23/acontecimento-politico-i/. https://pradaraul.wordpress.com/2015/06/23/acontecimento-politico-ii/.

Page 10: Ideología jurídico-política I · . ... la mano el concepto, como si fuese la sustancia ideal que guarda el

decir que el núcleo del Estado es la justicia. El funcionamiento del

Estado requiere de una ideología, que convierta al Estado en una

entidad suspendida. Entidad que se encuentra como fuera de la

sociedad civil, sobre la sociedad civil, separada, al margen, por así

decirlo, de las pugnas, concurrencias sociales, al margen de la lucha

de clases. Entonces, se trata de ungir al Estado del simbolismo

imaginario de lo sagrado; solo que, en este caso, de lo sagrado político,

no religioso. Simbología que le otorga al Estado la figura de estar fuera

de la historia; que permite ungir a la ley del carácter de valor absoluto

e indiscutible. Que coadyuva en convertir al derecho y a la razón

jurídica en la esencia del Estado mismo. Es así cómo los ciudadanos

deben concebir al Estado y sus relaciones con esta entidad casi

sagrada.

El constitucionalismo jurídico convierte a la Constitución en un fetiche;

despliega todo un fetichismo constitucional. La Constitución no

solamente es la Ley Madre, la madre de todas las leyes, sino es la

madre misma de la nación, del Estado-nación, así como de la sociedad

institucionalizada. Es decir, el acuerdo social y político, si se quiere, el

contrato social y político, se convierte en el origen del Estado. El Estado

no nace del texto constitucional, como si la racionalidad jurídica-

política se realizara, se materializara, en la estructura estatal; este es

el idealismo jurídico-político. El Estado nace de la violencia inicial, de

la guerra de conquista, de la disponibilidad de fuerzas, que articulan

los territorios dispersos, los pueblos distribuidos, las diferentes culturas

y las variadas lenguas; concentrándolas en el manto del Estado,

homogeneizándolas, diseminando su localismos, sus lenguas y

culturas, para convertirlas en un solo pueblo, el pueblo que hace a la

nación.

La historia efectiva de la genealogía del Estado no puede mostrarse,

tiene que ocultarse; pues no sirve para la legitimación del poder. Mas

bien, devela las dominaciones desplegadas, las violencias ejercidas, las

usurpaciones habidas, la sangre derramada para edificar el Estado. Se

sustituye la historia efectiva por la narrativa histórica del Estado. Una

narrativa que expone la secuencia de la formación del Estado, la

sucesión de la temporalidad política, en la que se ha desarrollado el

Estado. Inclusive cuando la historia abre la mirada a los estragos de la

violencia, de las guerras, abarcando a las guerras civiles, lo hace de tal

modo, que estos acontecimientos aparecen como contingencias

dramáticas en la marcha ascendente de la razón de Estado. De todas

maneras, encubre el desenvolvimiento de la violencia como

Page 11: Ideología jurídico-política I · . ... la mano el concepto, como si fuese la sustancia ideal que guarda el

contundencia de la disponibilidad concentrada de las fuerzas, que

marca y modula los cuerpos y los territorios.

La formación discursiva que se opone al discurso jurídico-político, que

lo interpela y lo descalifica, es la formación discursiva y enunciativa

histórico-política. Para el discurso histórico-político no hay legitimidad

en el Estado, en cuanto Estado impuesto por los conquistadores. Este

discurso devela la violencia inicial, así como la violencia desplegada y

transmitida en las instituciones y las leyes. El discurso-jurídico-político

ventila la memoria de las guerras inconclusas, convierte al

acontecimiento de la guerra en un concepto que hace inteligible al

Estado y a la formación social. No son pues el derecho, la justicia, la

racionalidad jurídica, la esencia del Estado, sino la guerra, la victoria

momentánea de la guerra de conquista, la guerra inconclusa para los

vencidos, que se preparan para llevar a cabo la batalla final, que los

reivindicará y que los librará de su opresión. Que no pueden

considerarse esencias, pues el enfoque genealógico del poder no es

metafísico, como el que atraviesa a la filosofía y a las ideologías; son

acontecimientos.

Como se puede ver, estamos ante el enfrentamiento ideológico de dos

formaciones discursivas, en lo que respecta a la interpretación del

Estado. Por un lado, se busca la legitimación del Estado; por otro lado,

se lo interpela como ilegitimo. Sin embargo, se convoca a la guerra, se

declara abiertamente el derecho a la subversión, contra un Estado

ilegitimo; legitimando, de esta manera, a través de un discurso

histórico-político, la propia acción subversiva y el proyecto propio de

Estado.

Ahora bien, es el discurso histórico-político el que acompaña, en sus

formas concretas y particulares, a las guerras anticoloniales, en el

continente americano, y a las insurrecciones antimonárquicas, en el

continente euroasiático. La pregunta es: ¿por qué los “revolucionarios”,

una vez ganada la guerra anticolonial, una vez haber llegado a la

victoria de la revolución, guardan en la baulera el discurso histórico-

político de combate y asumen el discurso jurídico-político para la

legitimación del flamante Estado, el Estado liberal?

Michel Foucault da una interpretación genealógica en Defender la

sociedad. Dice que la revolución triunfante sintetiza las dos

Page 12: Ideología jurídico-política I · . ... la mano el concepto, como si fuese la sustancia ideal que guarda el

formaciones discursivas, la jurídico-política y la histórico-política; el

discurso histórico-político queda como historia, enfoca el pasado. En

tanto que el discurso jurídico-político es actualizado; se hace cargo de

la nueva legitimidad. Para ajustar los dos perfiles discursivos, se dice

que la guerra acabada, que llevó a la victoria y al Estado nuevo, es la

última guerra; la revolución victoriosa es la última revolución. En

adelante no hay historia, sino el presente, que es como el fin de la

historia, cuando el Estado y la sociedad se desenvuelven según las

leyes8.

Es elegante esta explicación; sin embargo, la historia no acaba. Vuelve

a ocurrir algo parecido con las revoluciones socialistas. Otra versión del

discurso histórico-político, más moderna, si se quiere, el de la lucha de

clases. El discurso histórico-político marxista es el que acompaña las

luchas sociales contra la dictadura de la burguesía, con máscara

democrática. Cuando la revolución socialista triunfa, los

“revolucionarios”, al hacerse cargo del poder, al construir el nuevo

Estado socialista, guardan el discurso de la lucha de clases, sirviendo

para exponer el pasado o, en el presente, para interpelar a los Estado-

nación que no han experimentado la revolución socialista, para

interpelar al imperialismo. El discurso vigente, respecto a la

legitimación del Estado socialista es el discurso jurídico-político, en la

nueva versión socialista. ¿Qué ocurre? ¿El discurso útil cuando se está

en el Estado es el discurso jurídico-político, el discurso útil cuando se

lucha contra el Estado es el discurso histórico-político? ¿Es la situación,

es decir, la ubicación en un contexto-tiempo, lo que hace al discurso?

No es el discurso el que conforma la situación; tampoco se puede decir

que le otorga el sentido desde la inmanencia misma del discurso y del

enunciado. Para decirlo resumidamente, el sentido emerge del

encuentro entre el lenguaje y la experiencia social, en una coyuntura-

contexto determinada. Ahora bien, ¿al cambiar de condición política,

de subversivos a gobernantes, el discurso histórico-político se vuelve

inadecuado, hasta inútil; no sirve para acompañar a las acciones

gubernamentales? ¿Qué implica en términos estructurales, relativos no

solo a la ubicación en el mapa del campo político, sino a la

predisposición subjetiva?

Es difícil responder a estas preguntas, pues hay que aclararse

nuevamente la relación del lenguaje en el mundo efectivo. Retomando

a Merleau Ponty, el sentido se da en el mundo, en el flujo de relaciones

8 Ver Defender la sociedad. Ob. Cit.

Page 13: Ideología jurídico-política I · . ... la mano el concepto, como si fuese la sustancia ideal que guarda el

de las composiciones sociales en el mundo9. No hay un sentido

inmanente en el lenguaje, como expresión de la inmanencia del cogito.

El sentido es, entonces, una relación, no del significante con el

significado, relación estructurante del signo, en el sistema de la lengua;

sentido adquirido en la frase o en el texto. Se trata de la relación social

en el mundo y con el mundo; relación social atravesada por el lenguaje.

El lenguaje es como una técnica, aunque no es solo eso, sino mucho

más, que se compone de signos, signos que se diferencian, se

contrastan y conforman composiciones lingüísticas comunicantes. El

lenguaje transmite lo que se quiere decir, expresar, describir, señalar;

también transmite interpretaciones de la experiencia social. Sin

embargo, el lenguaje también es hermenéutica social; flujo constante

de interpretaciones. No solo comunica sino al interpretar la experiencia

social, al acudir a la memoria social, la relación social con el mundo

adquiere la tonalidad de flujos narrativos, donde el sentido es ya una

trama. Mediante el lenguaje, aunque, obviamente, no solo, la

relaciones sociales en el devenir mundo inventan el mundo en devenir,

expresado en el devenir sentido, que, es, al mismo tiempo, devenir

trama, devenir narrativa.

La semiótica se ha abierto al estudio de una constelación de sistema

de signos, más allá de los sistemas lingüísticos; en el ámbito de los

sistemas lingüísticos, incluso del sistema lingüístico conocido como

lenguaje, la lingüística tiene ante sí una gama de formaciones

discursivas10. Nos situaremos solo en una, que la denominaremos,

como lo hicimos algunas veces, alternando definiciones, formaciones

discursivas ideológicas. De estas formaciones discursivas, solo

tomaremos las dos aludidas, la relativa al discurso jurídico-político y la

relativa al discurso histórico-político. Intentaremos aclararnos, por lo

menos, interpretativamente, recurriendo a hipótesis teóricas, las

funciones de estas formaciones discursivas en las formaciones

sociales; centrándonos principalmente en las relaciones con las

estructuras de poder, primordialmente con el Estado.

Como substrato de la formación discursiva jurídico-política se

encuentra la experiencia social; empero, se trata de una manera de

9 Ver Fenomenología de la percepción. https://filosinsentido.files.wordpress.com/2013/07/merleau-ponty-maurice-fenomenologia-de-la-percepcion.pdf. 10 Ver Signo-movimiento. http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/signo-movimiento/.

Page 14: Ideología jurídico-política I · . ... la mano el concepto, como si fuese la sustancia ideal que guarda el

asumir la experiencia social. No se la toma en cuenta como tal, como

experiencia, por lo tanto, abierta a la proliferante abundancia de

información sensible. Sino reducida a no solamente un recorte

sesgado, sino a la memoria institucional; se considera este recorte

como historia, que no es otra cosa que memoria institucional,

consagrada. A partir de este supuesto, que es tomado como realidad

indiscutible, realidad del pasado, se conforma, a lo largo del tiempo,

por así decirlo, recurriendo a las metáforas de costumbre, la

interpretación casi sagrada del poder, de la legitimidad y la legalidad

del poder; interpretación apologética de la soberanía inmaculada,

sobrellevada por el símbolo bifurcado, de los dos cuerpos y las dos

cabezas del rey. Así como interpretación del sujeto; es decir, del sujeto

soberano, del monarca, símbolo corporal del poder. En este cuadro,

que no se puede terminar de armar, si no incluimos la interpretación

de la verdad, entra pues ésta; que es la que sella la divinidad del poder,

la expresión simbólica del poder, la definición jurídica y política de la

soberanía, la inmanencia y la trascendencia del sujeto y, haciendo

circular todo esto, la manifestación esplendorosa de la verdad.

El Estado territorial, la monarquía absoluta y el imperio colonial,

construyó un discurso jurídico-político, que es una narrativa de la

herencia del poder, de la consanguínea legitimidad, de la soberanía del

soberano, de la subjetividad del sujeto solitario, aposentado en el

trono. Narrativa de la verdad solar, que envuelve esta estructura de

poder, legitimidad, subjetividad, soberanía, en el halo de la verdad

transmitida de generación en generación.

A esta naturalidad del poder, a esta simbología institucional del poder,

que también es la institucionalidad alegórica de lo simbólico, se opone

el discurso histórico-político de los pueblos conquistados por la nobleza

guerrera y los aventureros en busca de la ciudad dorada. Los pueblos

conquistados no reconocen la verdad de este discurso jurídico-político;

al contrario, lo interpelan, lo denuncian, señalando sus imposturas, sus

encubrimientos, su hipocresía. Pues esconde la violencia descarnada

del poder soberano. Rememora la historia efectiva de este poder, que,

para encumbrarse, para hacerse del poder, para monopolizar la

propiedad de la tierra, desencadena la violencia demoledora y, a la vez,

como acompañando esta contundencia atroz y devastadora, de manera

paradójica, evoca un discurso casi épico del poder.

Page 15: Ideología jurídico-política I · . ... la mano el concepto, como si fuese la sustancia ideal que guarda el

El discurso jurídico-político se elabora en las contingencias de las

batallas vencidas; en el aposentamiento de la institucionalidad del

poder; en la extensión del poder, que se concentra y se centraliza; que

aglutina e incorpora territorios de pueblos conquistados. El interlocutor

de preferencia no es la misma corte, ni la nobleza, ni los aventureros,

ni lo conquistadores, tampoco solo la burocracia estatal; a todos ellos

no tiene que convencer, ya están convencidos. El interlocutor objeto

son los pueblos vencidos, capturados, subyugados; es a ellos que tiene

que convencer. Se trata de algo parecido a la búsqueda de hegemonía,

aunque de lejos no lo sea; la hegemonía se realiza en democracia,

aunque sea institucional y formal. La hegemonía se logra como

ideología, en pleno sentido de la palabra; es una cosmovisión

compartida socialmente, por todos los estratos sociales, por todas las

clases sociales. Es, supuestamente, la interpretación del conjunto

social, sostenido institucionalmente, sobre todo, por el campo escolar.

En este caso, la burguesía habla a nombre de toda la sociedad, habla

a nombre del pueblo. En cambio, en el caso de la “legitimación” de la

monarquía absoluta, del Estado territorial, no se trata de hegemonía,

sino, mas bien, de una retórica, que busca convencer, con menos

elocuencia y despliegue de lo que ocurre con la hegemonía. Pero, lo

hace, de tal modo, que quiere convencer a la víctima enterrada de que

lo que ha hecho es por su bien y en nombre de Dios; a la víctima

presa, a la víctima capturada, a la víctima sometida y obligada a pagar

tributo, de que lo que hace es por naturaleza, por mandato divino, para

gobernar y ordenar a una sociedad descarrilada.

El discurso jurídico-político del Estado territorial, entonces, para decirlo

retrospectivamente, es como “hegemonía” trucha. Unge a la

monarquía absoluta - que se va extender mundialmente, con la

conquista y la colonización, convirtiéndose en corona del imperio - de

la grandeza del teatro del poder, que transmite la narrativa recogida

de la trama de la epopeya. Sin embargo, el discurso jurídico-político

de la monarquía absoluta y colonial es ya ideología del Estado. El

Estado territorial se atribuye nombres, exaltando su narcisismo,

pintado de superioridad y jerarquía; se muñe de un discurso que da

órdenes y ordena administrando, un discurso que dictamina y regula,

un discurso que norma, que prohíbe; pero, también tolera ciertos

derechos consuetudinarios.

Al dirigirse al interlocutor vencido - empero, peligroso, porque es una

constante amenaza; puede volverse a levantar y rebelarse,

reclamando sus tierras, sus leyes, su propia soberanía – el discurso

Page 16: Ideología jurídico-política I · . ... la mano el concepto, como si fuese la sustancia ideal que guarda el

jurídico-político no emerge pues solo desde una elaboración auto-

referida, pues se construye en la hetero-referencia, dirigiéndose al

enemigo vencido. Tomando en cuenta, en la narrativa, los choques de

las batallas, aunque sean, en este caso, hitos del despliegue de la

grandeza del Estado. No como en el otro discurso histórico-político,

pruebas de la violencia y de la usurpación de un poder ilegítimo. El

sentido del discurso jurídico-político no se encuentra en la interioridad

del discurso mismo, sino, mas bien, en los lugares que menciona, en

la guerra vencida, en el enemigo sometido y convertido en vasallo. El

sentido deambula en ese mundo, el del Estado territorial, cantando a

dos voces; el de la apología del poder y el de la interpelación al poder

por parte del pueblo, la nación, la tierra sometida.

No se puede interpretar el sentido de este discurso encerrándose en el

mero discurso de los textos oficiales, incluso de los textos de contra-

poder, pues el sentido se encuentra en el mundo, no en los textos,

porque, además, los textos también se encuentran en el mundo. Se

trata de un mundo de las representaciones, no del mundo efectivo, que

es mundo social en constante devenir, al que busca capturar la

monarquía absoluta y la corona imperial. Mundo desgarrado por sus

guerras de conquista; por esto mismo, mundo despedazado, que

quiere unificarse, cicatrizar sus heridas, bajo la unidad central del

poder soberano.

Ahora bien, parece que los dos discursos enfrentados, el jurídico-

político y el histórico-político, aunque opuestos y contrastados, forman

parte del mismo mundo de las representaciones; se encuentran en el

mismo mundo en el que se ha edificado el Estado territorial. A pesar

de sus contradicciones, denuncias e interpelaciones, sobre todo, del

discurso histórico-político, que desmiente al discurso jurídico-político;

de manera paradójica, ambos discursos parecen complementarse

perversamente. Un discurso encuentra su sentido en el otro; aunque

su sentido se construya en contraposición con el otro. En consecuencia,

parece que el sentido de los discursos, al emerger de la confrontación,

es el sentido mismo de los enfrentamientos. El sentido inmanente es

el de la guerra habida, pero, también de la guerra latente; pues para

los vencidos la guerra no ha acabado.

En relación a esta interpretación de las formaciones discursivas, vamos

a proponer una estratificación de los sentidos, por así decirlo. Para no

complicarnos todavía, dejando esta tarea para después; en principio,

Page 17: Ideología jurídico-política I · . ... la mano el concepto, como si fuese la sustancia ideal que guarda el

de una manera esquemática, tomaremos en cuenta dos estratos de

sentido; el sentido explícito, dicho, manifestado, que es el que

propiamente emite el discurso; y el sentido inmanente, que es el

sentido de los discursos en el mundo. Sentido que emerge en el

ejercicio mismo de los discursos en el mundo, acompañados, desde

luego, por otros ejercicios operativos, como los relativos al poder; así

como, en contraste, desligues de contra-poder, como el de las

resistencias. El sentido inmanente corresponde a la trascendencia

plural del acontecimiento, trascendencia que se pliega en la inmanencia

del sentido, que aparece como si fuera síntesis de esta pluralidad.

Retomando las preguntas que nos hicimos sobre el diletantismo de los

“revolucionarios”, que al tomar el poder, se convierten en los

defensores del nuevo orden, cambiando de discurso; pasando del

discurso histórico-político al discurso jurídico-político. Para responder,

podemos recurrir a la interpretación que acabamos de exponer. Al

parecer no debería sorprendernos este diletantismo, pues ambas

formaciones discursivas, la de legitimación del poder y la de

interpelación al poder, pertenecen al mismo mundo de

representaciones. Esta sería la primera puntualización. ¿Cómo ocurre

esto?

No parece explicada esta inversión de papeles, por así decirlo, solo

atribuyendo al diletantismo este desenlace. De esta manera se cae en

la conjetura religiosa de la debilidad humana, de su vulnerabilidad y su

corruptibilidad; que es caer en la tesis del mal. No parece tampoco

adecuado describir este fenómeno, de la inversión de papeles, al

cambio de discursos, como si se cambiara cartas en un juego de naipes.

Lo que ha cambiado es la colocación en el contexto de la estructura de

poder, así como, en el contexto de la estructura colonial. El ocupar el

trono y agarrar el cetro, da lugar a otra ubicación en este contexto

estructurado del poder, distinta a la ubicación que se tenía cuando no

se estaba en el trono; se estaba en inmenso entorno que sitia al trono.

Dicho de manera simple, pecando de esquematismo, diremos que no

es el discurso el que hace al “revolucionario”, sino su ubicación en el

contexto estructurado del poder. Como tampoco hace el discurso al

que ejerce poder, al que lo expresa simbólicamente, al que defiende el

poder; sino los constituye su ubicación en el contexto estructurado de

poder. Interpretando, por de pronto, esta esquemática hipótesis, se

puede deducir que la ubicación, en el contexto de la estructura de

Page 18: Ideología jurídico-política I · . ... la mano el concepto, como si fuese la sustancia ideal que guarda el

poder, es condicionante en lo que respecta al comportamiento de los

gobernantes, también de los gobernados, sobre todo, de los

sublevados contra el poder.

La hipótesis esquemática sobre la condicionante de la ubicación en el

contexto de la estructura de poder, ayuda a sugerir, por lo menos,

alguna condición de incidencia en lo que respecta a la inducción de los

comportamientos políticos; abandonando el prejuicio simplón,

convertido en sentido común, de que se trata de la culpa, de la

debilidad y la corruptibilidad; atributos condenados de subjetividades

inconsistentes. Puede darse todo esto, en la contingencia de las

atmósferas embriagantes del poder y en los escenarios ceremoniales

del poder; empero, estos derrumbes éticos-morales no explican el

diletantismo, salvo si se toma en serio la tesis religiosa del mal. Es

menester salir de esta costumbre aterida de juzgar, culpar, señalar;

actitudes, que más bien, muestran la consciencia desdichada del sujeto

juzgador. La tarea no es juzgar, sino comprender el funcionamiento de

las maquinarias de poder, de los procesos inherentes, cuando se

observa el cambio de papeles, el cambio de discursos, en los

“revolucionarios” que toman el poder.

La tesis esquemática sobre la condicionalidad de la ubicación en el

contexto de la estructura de poder, ayuda a salir de este acto de juzgar

y condenar; sin embargo, se encuentra todavía lejos del comprender,

del entender y el conocer, que pueden permitir operar prácticas y

técnicas que desarmen y desmantelen las máquinas de poder. Resulta

todavía una hipótesis simple, que tampoco puede explicar las

mecánicas y dinámicas, que hacen de substrato de estas mutaciones

políticas. Es menester, entonces, avanzar a la intuición de la

complejidad dinámica del acontecimiento político; abriendo la mirada

a otras condiciones y procesos de incidencia, que hacen de

entramados, también de inducciones, por así decirlo, que empujan a

los sujetos involucrados al encantamiento del poder.

Sugerimos que la condicionante de la ubicación, en el contexto de la

estructura de poder, viene acompañada por otras condicionantes, con

las que se articula, formando el tegumento de las atmósferas y climas

de poder, de los escenarios de poder, en los que los “revolucionarios”

terminan encandilados. Se trata de recortes de realidad, que son

representados como si fuesen efectivamente la realidad social entera;

incluso, considerando un alcance menor, como si fuese efectivamente

Page 19: Ideología jurídico-política I · . ... la mano el concepto, como si fuese la sustancia ideal que guarda el

la realidad política completa. Es desde estas esferas del poder que la

clase política contempla el mundo; lo observa y saca sus conclusiones.

La perspectiva desde estas esferas, viene definida por el ángulo del

enfoque, por así decirlo; ángulo que le da la visión que permite este

enfoque y este ángulo. Una consecuencia funesta para la parte de la

clase política gobernante, es que recibe información acotada, filtrada,

en el mejor de los casos; información distorsionada, en uno de los

peores casos.

Pero, no es solo la información acotada, en lo que respecta al alcance

de la información y en cuanto a su utilidad, por más abundante que

sea, así como tampoco es solo la información distorsionada, lo que, al

final, coadyuva en las equivocadas decisiones políticas, que alimentan

la crisis, como la leña alimenta el fuego. Sino que la clase política,

imbuida por la confianza de sus certezas, creyente de las narrativas

del poder, confiada en la apología del Estado y la versión de la historia

de las dominaciones, confunde la realidad efectiva con la trama de sus

narrativas. Entonces, estima que las consecuencias de sus actos son

los configurados por la trama ideológica. Es cuando la clase política

manifiesta los síntomas de la decadencia; al confiar en la trama de su

narrativa ideológica, desecha toda posibilidad de ponderación objetiva.

Volviendo a las dos formaciones discursivas, la jurídica-política y la

histórica-política, ambas construyen sus narrativas ideológicamente;

es decir, como voluntad investida de ideas. Ambas creen que el mundo

efectivo es el mundo de las representaciones; con esto, viven en el

mundo de las representaciones, donde actúan, imaginariamente;

aunque evidentemente se encuentran en el mundo efectivo. En

consecuencia, ambas formaciones discursivas pueden deducir acciones

políticas, que funcionan en la ideología, empero, no necesariamente en

el mundo efectivo. Al respecto, la ventaja comparativa, la tiene la

formación discursiva histórica-política, al abrirse a la realidad efectiva

para actuar, aunque lo haga en recortes adecuados por la ideología.

En cambio la desventaja comparativa se encuentra en la formación

discursiva jurídico-política, pues ya se ha encaracolado en sus esferas,

en las representaciones recurrentes de su mundo de burbujas.

Sin todavía abrirnos a mayor complejidad, tomando, por el momento,

esta seleccionada complejidad, que puede considerarse simplicidad

integral dinámica, que, sin embargo, ya ayuda a configurar

interpretaciones más adecuadas a la complejidad, sinónimo de

Page 20: Ideología jurídico-política I · . ... la mano el concepto, como si fuese la sustancia ideal que guarda el

realidad. Podemos sugerir una hipótesis interpretativa del diletantismo

político. La hipótesis es la siguiente: La ubicación en el contexto de la

estructura de poder, de las atmósferas y los climas de poder, de los

escenarios deslumbrantes del poder, de las narrativas ideológicas, que

participan del mismo mundo de las representaciones, aunque se

oponen y contrastan, al imbricarse y entrelazarse, conforman un tejido

de condicionantes y una textura de procesos, que coadyuvan al

diletantismo político. Ciertamente, por lo menos teóricamente, también

como excepción de la regla, a pesar de este tejido de condicionantes y

esta textura de procesos imbricados, coadyuvantes del diletantismo, la

voluntad y la decisión política pueden darse como actitud consecuente,

continuando, en función de poder, las luchas iniciadas. Sin embargo,

esta no es la generalidad ni la regularidad; lo que se repite abrumadora

es la decadencia, el círculo vicioso del poder.

Ciertamente, el diletantismo es una decisión personal o grupal. No se

puede atribuir esta conducta política a las condicionantes y procesos

de los que hablamos, que coadyuvan; sin embargo, la decisión

personal o grupal se da en un contexto propenso. En este sentido,

nadie escapa a su responsabilidad. Pero, de lo que se trata no es de

constatar la debilidad, la vulnerabilidad, la corruptibilidad, de la clase

política, sobre todo, cuando está en condición de gobernante; sino de

comprender el funcionamiento de las máquinas de poder.

La tercera hipótesis sobre el diletantismo político es la siguiente: Ante

los desafíos de los cambios y las transformaciones estructurales e

institucionales, ante las abrumadoras dificultades y complejidad

saturada, el “gobierno revolucionario” suele optar por el pragmatismo,

en su sentido lato, que considera razonable y adecuado para los fines

perseguidos. Se comienza así, con este pragmatismo lato; empero,

ninguna decisión escapa a las consecuencias inesperadas. Después, el

pragmatismo adquiere relevancia, pues hay que atender a la

problemática abierta a su propia complejidad. Entonces, el

pragmatismo se aplica a un conjunto de problemas concretos,

adecuándolo, en cada uno de los casos, al propio perfil especifico

singular de cada problema. Después, viene, la aplicación generalizada

del pragmatismo. Cuando ocurre esto, ya no hay frontera entre el

pragmatismo y el oportunismo, entre la cautela y el cinismo. Ya, a

estas alturas, se confunde el pragmatismo con la corrupción; con el

dar pasos en terrenos que ya no corresponden a los fines políticos

perseguidos, por lo menos, en el proyecto y en el programa. Sino, que

Page 21: Ideología jurídico-política I · . ... la mano el concepto, como si fuese la sustancia ideal que guarda el

pertenecen a otros fines, que no son ya políticos, sino que forman parte

de la economía política del chantaje.

Los desenlaces ya son más asombrosos que cuando el asombro

correspondía a la pregunta de por qué se sustituye el discurso

histórico-político de lucha por el discurso jurídico-político de

legitimación. Los desenlaces desconciertan, sobre todo, porque los

“revolucionarios” en el poder adquieren los hábitos y habitus de la clase

política derrocada. Se convierten en una nueva élite, que sustituye a

la anterior o, en su caso, una nueva casta de nuevos ricos, que

refuerzan a la composición de la burguesía.

Entonces, se puede concluir, provisionalmente, que el problema no

radica tanto en el cambio de discurso, de un discurso interpelador

pasar a un discurso legitimador, sino en el círculo vicioso del poder; en

la reproducción del poder por otros caminos, con otros discursos, con

otros personajes, incluso con otros guiones. Lo más asombroso es

cuando el poder se reproduce, es decir, las dominaciones se

reproducen, reiterándose, por el camino de la “revolución”.

Esta constatación, puede llegar a ser profundamente desalentadora y

desmoralizante. Sin embargo, hay que tener en cuenta, que una

interpretación pesimista, como ésta, que considera esta

desmoralización y deduce la calamidad, todavía se conforma a partir

del mismo mundo de representaciones en el que se encuentran las dos

formaciones discursivas mencionadas. Solo que lo hace en el umbral y

el límite de este mundo, avizorando ya la complejidad del mundo

efectivo. La tarea es lograr interpretaciones que no se elaboren desde

el mundo de representaciones heredado, sino desde la experiencia

social y la memoria social actualizadas y dinámicas; que son las

condiciones de posibilidad de aprendizajes y aprehensiones, de

creación de otros mundos posibles.

La cuarta hipótesis sobre el diletantismo político es la siguiente: La

ofuscación de los pueblos, atrapados también en las ideologías,

encerrados en el mismo mundo de las representaciones,

obstaculizados, por esto, para acceder a la comprensión del mundo

efectivo. No solamente de vivirlo, padecerlo y gozarlo; pues esto es

precisamente lo que acontece; sus cuerpos, sus corporeidades

sociales, sus ecologías, se encuentran en el mundo efectivo. Sin

Page 22: Ideología jurídico-política I · . ... la mano el concepto, como si fuese la sustancia ideal que guarda el

embargo, no lo asumen hermenéuticamente, en su complejidad

dinámica integrada. Al no hacerlo, caen en la recurrencia reiterada de

paradigmas obsoletos, en el clientelismo político o, cuando constata la

decadencia, en la desmoralización y lasitud nihilista. Al dejar de luchar

por sus emancipaciones, delegando a caudillos o, en el mejor de los

casos, a “vanguardias”, sus propias emancipaciones y liberaciones

múltiples, se hacen cómplices de sus propias dominaciones que los

subyugan.