Ignacio Pérez Álvarez, el Olvidado Jinete de la Conspiración

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Ignacio Pérez Álvarez, el Olvidado Jinete de la Conspiración El Paul Revere que la historia mexicana olvidó Nicolás Lucas – El Financiero La historia oficial mexicana reconoce a Hidalgo, Allende, Aldama, Morelos, Guerrero y la corregidora Josefa Ortiz de Domínguez como los grandes héroes de la guerra de Independencia. Sin embargo, en muchas ocasiones omite nombrar a los otros caudillos, que por mínima que haya sido su contribución a la causa, ésta fue de suma trascendencia pues de no haber ocurrido, hoy la realidad del país muy posiblemente sería otra. Y no es que estos “anónimos” fueran pocos, ya que existen registros de decenas de hombres y mujeres que fracasaron o tuvieron éxito en su intento de liberar al país del yugo español, pero que por cuestiones de ideología política, vocación profesional, credo, raza, orientación sexual o simplemente por falta de interés en ellos, sus nombres quedaron relegados a las penumbras de la historia. Muestra de ello, es el nombre de Ignacio Pérez Álvarez, un héroe queretano cuya angustia generada al enterarse del descubrimiento de la conspiración que se fraguaba en la casa de la corregidor contra la Corona, hizo a un lado su miedo que tenía hacia la oscuridad de la noche, se envalentonó, tomó el primer caballo que vio y galopó con rumbo a la entonces población de San Miguel el Grande para alertar a los futuros insurgentes de lo ocurrido en Querétaro. Este fue un hombre, que debido a su trabajo de alcaide o carcelero real, se le obligaba a permanecer en las penumbras de la casa del corregidor Miguel Domínguez y que curiosamente, hoy también a su nombre se le halle más en las opacidades que en los créditos más diáfanos de la historia nacional. Uno cuya proeza bien pudiera encontrar un símil en la leyenda de Paul Revere, ocurrida durante la independencia las treces colonias inglesas de Norteamérica, sólo que la diferencia entre ambos personajes sería que en Estados Unidos, Revere cuenta con una estatua en el pleno corazón de Boston y en otras ciudades de ese país, mientras que Pérez Álvarez la tiene, pero un tanto olvidada y descuidada en la capital queretana. Por todo ello, aquí una remembranza a este patriota queretano que con menos de 25 años de edad se cubrió de gloria y cuya aparición estelar en la escena histórica ocurrió la noche del 13 de septiembre de 1810, misma fecha que 37 años después,

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Independencia, Mexico, Queretaro

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Ignacio Pérez Álvarez, el Olvidado Jinete de la Conspiración

El Paul Revere que la historia mexicana olvidó

Nicolás Lucas – El Financiero

La historia oficial mexicana reconoce a Hidalgo, Allende, Aldama, Morelos, Guerrero y la corregidora Josefa Ortiz de Domínguez como los grandes héroes de la guerra de Independencia. Sin embargo, en muchas ocasiones omite nombrar a los otros caudillos, que por mínima que haya sido su contribución a la causa, ésta fue de suma trascendencia pues de no haber ocurrido, hoy la realidad del país muy posiblemente sería otra.

Y no es que estos “anónimos” fueran pocos, ya que existen registros de decenas de hombres y mujeres que fracasaron o tuvieron éxito en su intento de liberar al país del yugo español, pero que por cuestiones de ideología política, vocación profesional, credo, raza, orientación sexual o simplemente por falta de interés en ellos, sus nombres quedaron relegados a las penumbras de la historia.

Muestra de ello, es el nombre de Ignacio Pérez Álvarez, un héroe queretano cuya angustia generada al enterarse del descubrimiento de la conspiración que se fraguaba en la casa de la corregidor contra la Corona, hizo a un lado su miedo que tenía hacia la oscuridad de la noche, se envalentonó, tomó el primer caballo que vio y galopó con rumbo a la entonces población de San Miguel el Grande para alertar a los futuros insurgentes de lo ocurrido en Querétaro.

Este fue un hombre, que debido a su trabajo de alcaide o carcelero real, se le obligaba a permanecer en las penumbras de la casa del corregidor Miguel Domínguez y que curiosamente, hoy también a su nombre se le halle más en las opacidades que en los créditos más diáfanos de la historia nacional.

Uno cuya proeza bien pudiera encontrar un símil en la leyenda de Paul Revere, ocurrida durante la independencia las treces colonias inglesas de Norteamérica, sólo que la diferencia entre ambos personajes sería que en Estados Unidos, Revere cuenta con una estatua en el pleno corazón de Boston y en otras ciudades de ese país, mientras que Pérez Álvarez la tiene, pero un tanto olvidada y descuidada en la capital queretana.

Por todo ello, aquí una remembranza a este patriota queretano que con menos de 25 años de edad se cubrió de gloria y cuya aparición estelar en la escena histórica ocurrió la noche del 13 de septiembre de 1810 , misma fecha que 37 años después, México perdería más de la mitad de su territorio con el hecho que significó el asalto al Castillo de Chapultepec por tropas de Estados Unidos dentro de la conflagración bélica que se libraría entre ambas naciones.

De origen humilde y austero hasta la muerte, este joven se convirtió para muchos a sus 24 de edad en el “jinete del destino” o “correo de la libertad” aquella noche cuando encomendado por la corregidora se apresuró a recorrer los entonces extensos 62 kilómetros de distancia que existen entre Querétaro capital y la ahora San Miguel de Allende debido a los pésimos caminos de la época.

Se dice que aquella noche, al ser descubierta la conspiración por la denuncia del capitán de regimiento Joaquín Arias, el corregidor encerró a su esposa en una de las habitaciones del edificio que hoy es sede del gobierno estatal queretano y al no encontrar modo alguno de dar aviso a Ignacio Allende de lo sucedido, ésta propinó sendos ruidos con sus zapatillas en el suelo de su habitación para que la escuchara el alcaide en sus oficinas de las cárceles reales, luego que esa había sido de unas claves en caso de un imprevisto de este tipo.

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Leal como desde hacía dos años a la causa independentista y presintiendo un tanto lo ocurrido , Pérez Álvarez escuchó los extraños ruidos y subió de inmediato al pasillo que daba a la recamara de la ilustre mujer y ésta, entonces muy desesperada, le entregó un aviso y le espetó en la cerradura de la puerta lo siguiente:

“Pérez, vaya usted ahora mismo a San Miguel y avísele al capitán Ignacio Allende y al cura Hidalgo lo que ha sucedido esta noche en Querétaro, que la conspiración ha sido descubierta”.

Entonces, un nervioso alcaide sólo alcanza a exclamar: “Mi señora, no tengo ni auxilios ni recursos, cómo le hago para ir”, a lo que la recia e imperante voz de la mujer responde, “!pues vaya usted y hágale como pueda!”.

Acto seguido, el joven de edad, pero curtido por la experiencia de tratar con delincuentes debido a su oficio, salió azaroso de las Casas Reales con rumbo al occidente, llevando junto con su jorongo, su sombrero de paja y su morra, para ocultar su estampa de criollo, la desesperación de María Josefa, pero más que nada, los sueños de ésta por la emancipación.

Investigaciones recientes afirman que este hecho, que pareciera de epopeya, no ocurrió como lo narra la historia, sino de la siguiente, ya que en esa época, la distribución de las habitaciones reales y las cárceles reales era otra.

Pues según documentos de la construcción del hoy Palacio de la Corregidora que datan del año de 1771, y donde se marca la disposición de las oficinas de gobierno y las habitaciones, puede entenderse que Ignacio Pérez Álvarez no escuchó los golpes en el techo, sino en una de las paredes que separaban las viviendas de los corregidores de las oficinas del alcaide.

Se dice que tras no encontrar al capitán Allende en San Miguel, Pérez Álvarez buscó a Juan Aldama para luego ir a buscar al jefe militar a Dolores, lo que prolongó 42 kilómetros más la cabalgata, hambre y cansancio del queretano que habría atravesado cerros, bosques y sufrido las inclemencias del tiempo de aguas.

Mientras, en Querétaro su amigo Epigmenio González, fue detenido por tener ilegalmente en su propiedad, a unos metros de la casa del corregidor, armas para la lucha de Independencia que según los planes se efectuarían en noviembre de ese año.

Además, todo sospechoso de atentar contra la Corona española fue encarcelado, por lo que no quedó de otra a Allende e Hidalgo sino que iniciar la revolución de liberación, gracias a los informes del mensajero de la nación.

Algunos dicen que a Ignacio Pérez lo acompañaron otros conspiradores desde Querétaro hasta la congregación Dolores, otro lo niegan, pues no queriendo fiarse de un tercero por lo ya sucedido con otros intentos de revolución, prefirió él invertir toda la noche del 13, el día del 14 y el 15 hasta ver a sus jefes para dales el aviso

Lo que es cierto, es que tras su intervención al inicio de la Independencia, colaboró en la medida de sus posibilidades con la insurgencia, luego fue aprehendido y paradójicamente puesto en prisión, para luego regresar al puesto que abandonó aquella noche en que pasó a la historia.

Se sabe poco de lo que hizo después, sólo que se lamentó del que por sus casi 60 años de edad no pudiera contribuir contra el invasor estadounidense en el año de 1846, fecha en que falleció.

También se supo que jamás pidió nada a cambio por su participación, será porque quedó satisfecho de ella o porque como su amiga y apreciada jefa, pensaba que no se debe premiar al que sirve a la patria, sino al que se sirve de ella.

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De ahí que este héroe encarne un tanto a todos aquellos que pasan desapercibidos ante la historia nacional, pero que se sienten bien recompensados por el sólo de haber servido a su patria como ningún otro.

15 de Septiembre de 2009

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