Imperialismo Pagano - Julius Evola

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  • 7/28/2019 Imperialismo Pagano - Julius Evola

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    IMPERIALISMO PAGANO *, por Julius Evola (trad. Marcos Ghio)http://juliusevola.blogia.com

    1.- La decadencia de la idea poltica y el cristianismo

    Aquel que hoy en da vuelve a evocar en el mito de Roma el ideal del Imperio, debe darsecuenta de la fundamental irreductibilidad de un tal ideal no tan slo como idea poltica, sinorespecto de la cultura de la totalidad del Occidente moderno. Debe con ojo fro y nimodecidido, medir muy bien todo lo que es necesario querer, as como lo que hay que ser capaz de osar, a fin de que tal idea sea.

    As como un cuerpo no es vida y organismo, sino un mero compuesto material incapaz demantenerse firme en el juego de las diferentes fuerzas, si no lo impregna y domina launidad superior de un alma, del mismo modo la primera condicin del imperio es unasntesis inescindible de espiritualidad y de politicidad; es la presencia efectiva de una jerarqua de valores meta-econmicos y meta-prcticos que condicione y domine, como unmedio respecto de un fin, todo aquello que es econmico y prctico; es una diferenciacinabsoluta entre los individuos entre sus vidas, sus verdades, sus valores y sus poderes por lo cual en algunos seres se convierta en irrebatible alguna cosa que los distancia de lasmultitudes, as como la cualidad de un alma que es seora respecto de s misma se distanciade la materia del cuerpo, del cual ella es el acto.

    En la sociedad occidental, de todo esto ya no existe prcticamente rastro alguno. Larealidad poltica se va transformando paulatinamente en una realidad econmica,administrativa, policial. A la diferenciacin se le ha sustituido la nivelacin, a la personalidad, la social idad y su ley impersonal; a la cualidad, el nmero, la materia, el oro,la mquina; al guerrero, el soldado. Los valores heroicos y de sabidura, por los que castasde jefes y de vates se erguan soberbios ms all de las muchedumbres de los siervos y delos mercaderes, se han gradualmente apagado, y a ellos se les ha suplantado lacontaminacin de quienes "creen" y "rezan", de aquellos que se agitan y todo lo manchancon sentimentalismo, humanitarismo, moralismo y retrica. En modo tal que hoy en daquien habla de imperialismo no habla sino de una irona: habla de una realidad puramenteeconmica, industrial, militarista, por lo tanto esencialmente burguesa e inorgnica, que notiene nada que ver con la naturaleza sagrada, solar, poderosa y viviente de los imperios quelos antiguos conocieron.

    En pocos casos la historia muestra un rebajamiento semejante de la idea poltica, como loque acontece hoy en da en el Occidente. Y aquel que busca descubrir en lo profundo lasraces de semejante rebajamiento, y removerlas, se encuentra forzosamente ante elcristianismo.

    La ola oscura y brbara, "enemiga de s y del mundo" (Celso), que en la frenticasubversin de toda jerarqua, en la exaltacin de los dbiles, de los desheredados, de los sinnacimiento y de los sin tradiciones, en el rencor profundo hacia todo lo que es fuerza,suficiencia, sabidura, aristocracia, en el fanatismo intransigente y proselitista provenientede la plaga extica y asitica de Palestina fue veneno para la grandeza de Roma, es la causamayor del ocaso poltico y espiritual del Occidente.

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    Pero atencin: el cristianismo no es aquello que, a la manera de un mun truncado por elimpulso ms profundo, subsiste hoy en da cual religin cristiana. El mismo fue aquelloque, luego de haber disgregado el Imperio, pas con la Reforma a corromper la raza de losrubios brbaros germanos para luego insertarse en una mdula aun ms esencial: elcristianismo hoy se encuentra en acto en el liberalismo y en el democratismo europeo y en

    todos los otros bellos frutos de la revolucin francesa, hasta el anarquismo y el bolchevismo; el cristianismo hoy en da se encuentra en acto en la estructura misma de lasociedad moderna del tipo anglosajn as como en la ciencia, en el derecho, en la ilusin de potencia otorgada por la tecnologa. En todo ello se confirma por igual la voluntadniveladora, la voluntad del nmero, el odio hacia la jerarqua, la cualidad y la diferencia, ascomo el vnculo colectivo, impersonal, hecho de mutua insuficiencia, miedo y prudencia,que el cristianismo aliment en una raza de esclavos en rebelda.

    Con el trascendentalismo de sus valores, que se justifican todos en la espera del "Reino"que "no es de esta tierra", el cristianismo infringi la sntesis armoniosa entre espiritualidady politicidad, entre realeza y sacerdocio que Roma, Egipto, Persia, el Oriente antiguoconocieron. Y la materializacin actual de la idea poltica no es sino una extremaconsecuencia de esta anttesis y de esta escisin contenidas en la esencia misma delcristianismo primitivo.

    Los presupuestos fundamentales trascendentalistas, dualistas, igualitarios,humanitaristas, de renuncia del cristianismo evanglico chocan con vehemencia contra la primera de las condiciones para el imperio. Por lo cual quien dice imperio no puede hacerlosi simultneamente a ello no dice tambin en forma decidida: anticristianismo, paganismo.

    2. El compromiso catlico

    Es algo evidente que tomada en s misma, en su sutil bolchevismo y en su indiferenciahacia cualquier esmero mundano, la predicacin de Jess poda conducir hacia una solacosa: convertir en imposible no slo al Estado, sino a la misma sociedad. Pero, al venir amenos de lo que era el resorte animador de esta predicacin, el advenimiento declaradoinminente del "Reino", el espritu y la intransigencia de la primitiva enseanza fuerontraicionados y, como una "normalizacin" dirigida a fijar un lugar en este mundo a aquelloque "no es de este mundo", surgi, a la manera de un compromiso entre inmanencia ytrascendencia, entre la cristiandad y la paganidad, la Iglesia catlica.

    Fijemos firmemente este punto: una cosa es el cristianismo, otra diferente el catolicismo. Elcristianismo como tal es el anti-Estado, lo anlogo de la Revolucin Francesa de ayer, delmito comunista y del bolchevismo de hoy: el mismo ha fracasado y siempre estarcondenado al fracaso mientras el "mundo" exista. El cristianismo, en cuando es en cambioiglesia catlica, no es sino una sombra de la paganidad; sombra contradictoria puesto que serefleja sobre una concepcin y un sistema de valores, que es la contradiccin de la paganidad.

    En esta esencial contradiccin se encuentra la causa de la impotencia de la iglesia catlicaen asumir en verdad la herencia de lo que la revolucin cristiana haba corrompido: laimperiali dad y la universalidad romana.

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    La iglesia catlica mantiene el dualismo, si bien en forma cambiada sosteniendo el dominioespiritual en contra del dominio material. Pero tal postura es insostenible.

    Son coherentes los gelfos, quienes niegan la posibilidad de un estado laico en si mismo, yquieren una subordinacin incondicional del poder temporal respecto del papal,

    jerrquicamente constituido. Sin embargo en este caso qu eslo que le quedara a laiglesia para poder denominarse aun como cristiana, es decir para reivindicar ladescendencia por parte de quien ense que fuesen vanos los intereses por el mundo eiguales los hombres, siervos por naturaleza de un Dios, cuyo reino no es de esta tierra?Cmo mantener el dominio y la jerarqua efectiva si no es pasando a los valores paganosde afirmacin, de inmanencia y de diferencia?

    El gelfismo en una experiencia bimilenaria no ha sabido conquistar ninguna realidadhistrica consistente. Pero entonces queda de manera chocante el disenso, puesto que laotra alternativa no es posible; no es posible que un imperio, que sea verdaderamenteimperio, pueda admitir junto a s a una iglesia como una realidad diferente e independiente.Un imperio, cuyo dominio sea meramente material, puede por cierto tolerar una iglesia yremitirle todo lo concerniente a las cosas espirituales, de las cuales por hiptesis sedesinteresa. Pero un tal imperio no es propiamente tal, de la misma manera que unorganismo sin alma no es un organismo. Si en cambio esta alma lo posee, si unaespiritualidad inmanente lo compenetra (y espiritualidad para nosotros no significa paranada "fe" o "devocin", "dogma" o "misticismo", sino valor en acto como potencia concretade seres superiores), cuando tal cosa acontezca, el imperio no puede y no debe tolerar juntoa s una organizacin que se arrogue la prerrogativa de las cosas del espritu: el mismosuplantar a la iglesia expresndose en cambio a s mismo como nica y verdadera iglesia.Tal el concepto del imperialismo pagano, sntesis de realeza y de sabidura, "SacroImperio", de acuerdo al concepto romano, irnico, pitagrico, dantesco.

    Pero ni siquiera esta segunda solucin, excepto raros esbozos, ha tenido realidad en lahistoria post-romana. Y qu es lo que ha quedado? Por un lado un estado esencialmentelaico, que se agota en problemas econmicos, administrativos, penales, militares, etc.,declinando cualquier competencia en materia de religin; por el otro una religin que sedesinteresa de la poltica, que, como iglesia catlica, se reduce a una funcin simblica,sobreviviente a s misma a la manera de una especie de gran asociacin internacional decreyentes, capaz tan slo de un lavado paternalismo basado en ostentadas e intiles preocupaciones por la salud de los pueblos los cuales a su vez van cada uno por su propio camino o de las "almas", las cuales han perdido el sentido interior y viviente de larealidad espiritual y han matado el saber y el ser en el "creer".

    Tal es la raz de la crisis de la idea poltica en Europa y tal es la absurdidad patente de todointento de apoyar un imperialismo sobre el universalismo catlico. Nada tiene que hacer taluniversalismo anodino, incorpreo, internacional, puramente nominal, con el concreto ysolar de un super-estado de dominadores, en cuya ms vasta vida y potencia encuentrenunidad verdadera, paz profunda y augusta las mltiples potencias inferiores, tal como laRoma pagana lo encarn y tal como debe ser el modelo ideal de quien quiera evocar romanidad e imperialidad en contra del mal democrtico e internacionalista que corroe aEuropa. El imperialismo catlico no nos sirve y no nos resulta suficiente, puesto que no nos

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    sirve y no nos resulta suficiente una estructura impersonal y vaca que no muerde en larealidad, que no manda las unidades nacionales y que en rigor debera ser indiferente a todo particular inters nacional, a partir del de Italia misma.

    As pues, por un crculo vicioso insuperable, nada debe esperar, a los fines del imperio una

    nacin cualquiera, y en primer trmino Italia, por parte de un acercamiento con elcatolicismo. En efecto un tal acercamiento no podra tener como finalidad sino explotar el prestigio internacional de la iglesia. Sin embargo tal prestigio, as como se encuentran lascosas hoy en da, tiene justamente como condicin que la iglesia se declare y se mantengaindependiente respecto de cualquier nacin en particular, internacional, y por lo tanto sereduzca a un abstracto influjo espiritual sobre las almas, que no debe encuadrarse a favor deninguna potencia, sino renunciar a cualquier reino efectivo.

    De aqu lo absurdo de la ideologa y de la poltica de los nacionalistas italianos y la raznde la frigidez vaticana ante los avances de quien en el fascismo, al no saber poner enmarcha una espiritualidad inmanente, piensa en reclamar al catolicismo el alma que suponeque el fascismo mismo no posee.

    3.- Las dos soluciones El peligro protestante

    El punto fundamental pues es ste: o confirmar la decadencia actual de la idea polticarestringiendo el Estado a una mera organizacin material, por lo que puede entonces dejar subsistir en una abstracta coexistencia y yuxtaposicin a una iglesia, o bien superar eldualismo inmanentizando a la iglesia e instaurar una sntesis absoluta entre los dos poderesy las dos conciencias. Y en esta segunda alternativa, sin embargo, el peligro cristiano serepresenta en la ms temible de sus formas, ya reflejada, tal como dijramos, por parte delncleo central de las organizaciones anglo-sajonas.

    Cuando la perspectiva del "Reino" dio marcha atrs y desapareci, las fuerzas desplegadasen su espera recayeron sobre s mismas; y el cristianismo de su fase anrquica, bolcheviquey libertaria pas a una fase socialista. Laecclesia, la comunidad, la vida asociada de losfieles comprendida como un mdium impersonal hecho de recproca necesidad del alma,sustituy a la realidad, venida a menos, del "Reino de Dios".

    Hay que distinguir netamente la"ecclesia", de la cual ahora hablamos, de aquello que fueluego la organizacin eclesistica catlica. Esta ltima surgi a partir de una sucesiva paganizacin de laecclesia en el sentido primitivo, de la cual en una cierta medida traicionsu espritu, a favor de un residuo de imperialidad exteriormente ritual y jerrquica, segn uncompromiso antes resaltado. En laecclesia, cual en vez aparece en las primerascomunidades cristianas, nosotros tenemos algo diferente, que constituye el primer germende aquello que deber conducir al tipo de la sociedad moderna euro-americana.

    En el imperio el principio era: jerarqua, investidura de lo alto. En laecclesia cristiana elmismo fue: igualdad, fraternidad. En el imperio existan seores y siervos. Enla ecclesia tales relaciones se despersonalizaron: se trat de un lazo entre seres iguales, sin jefes, sin distincin de clase o de tradicin mantenidos juntos tan slo por la recprocadependencia y la idntica necesidad de las almas cada una insuficiente a s misma. En otras

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    palabras, naci la socialidad, la forma de un puro vivir asociados, de un estar juntos enalguna cosa colectiva, en una solidaridad igualitaria.

    Y ahora descendamos hasta la Reforma. La Reforma fue el retorno al cristianismo primitivoen contra de un lmite de paganizacin, que con el humanismo, haba alcanzado la iglesia

    catlica. La intransigencia protestante puso fin al compromiso catlico, en el sentido deconducir hasta el fondo la direccin del anti-imperio. Desvinculando a las conciencias deRoma, inmanentiz y socializ a la Iglesia y convirti paulatinamente en acto en unarealidad poltica a la forma de laecelesia primitiva. En lugar de la jerarqua desde lo alto, atravs de la Reforma se le sustituy la libre asociacin de los creyentes emancipados delvnculo de la autoridad, convertidos anrquicamente cada uno de ellos en rbitro de smismo al mismo tiempo que igual a cada uno de los otros. Fue en otras palabras: el principio de la decadencia liberal-democrtica europea, en contraposicin con cualquier idea imperial; la revolucin protestante ha abierto el camino al modo de una organizacinapoyada no sobre jefes, sino sobre la suma de los individuos singulares, de unaorganizacin proveniente de lo bajo y que se agota en un lazo impersonal y mecnico, enuna realidad puramente colectiva que se autogobiema y auto justifica. Esta direccin haabsorbido a los pases anglo-sajones y hoy tiende a un universalismo propio: as como enlas distintas naciones la misma cancela la diferencia de los diferentes individuos en elvnculo social, ltima instancia en s misma, del mismo modo ella tiende a borrar tambinlas diferencias y los privilegios de las diferentes naciones ponindolas a todas en un mismorango en el annimo internacionalismo de una "Sociedad o Sindicato de las Naciones". Almismo tiempo, la religiosidad se humaniza y se aburguesa siempre ms, tiende siempre msa identificarse con la socialidad. Las ltimas orientaciones hacia una "religin del serviciosocial" o "del trabajo" y la preponderancia creciente del inters y de la intransigenciamoralista sobre cualquier otro de carcter espiritual y metafsico, en los pases protestanteslo prueban.

    En conclusin: de la Reforma surge una postura coherente que separa del ncleo cristiano- pagano, presentado por los pases catlicos, el aspecto cristiano (en su forma moderada deideal de vida asociada) y realiza un tipo diferente de Estado: el Estado democrtico, el anti-imperio, el autogobierno de una masa soberana en s misma, con apariencias degobernantes siervos de los siervos en cuanto meros representantes dependientes yresponsables con relacin a las masas, en vez de ser stas responsables respecto de aquellosy ellos a su vez, en tanto jefes, con respecto a ninguno.

    Los pases latinos en una cierta medida han permanecido inmunes al mal protestante. Perocon ello han tambin permanecido en el compromiso. Peor de todos Italia: casi comoadormecindose en el recuerdo del imperio, parodiado por la iglesia, la misma no ha auntenido la fuerza para hacer la revolucin ni en un sentido ni en otro. As pues por un lado elmal democrtico se ha ido infiltrando sutilmente en su componente poltico, por el otro elmismo se apoya en la superestructura inerte y puramente simblica de la iglesia, extraa asu realidad poltica.

    Pero este estado de cosas no puede durar. Ser cuestin de tiempo, aunque los paseslatinos, y en primer trmino Italia, deben decidirse: o ellos lentamente padecern el protestantismo organizndose a la manera de las sociedades anglo-sajonas desplazando

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    paulatinamente a la iglesia con una religin inmanente de la socialidad; o bien debenreaccionar e imponerse con una revolucin en un sentido inverso, llevando a cabo la otrasolucin posible.

    La revolucin que puede salvar a Italia del peligro protestante, del peligro euro-americano,

    es la revolucin anticristiana, la revolucin pagana como restauracin del Imperio Sacro.La nica va para salvar la tradicin mediterrnea y romana no en retricas vacas, sino enel carcter concreto de una realidad social es sta. Y sta representa tambin la nicaautntica contrarreforma. El que tenga coraje que lo entienda. Aquel que en cambio no lotiene, que no entienda.

    As corno la revolucin protestante super el compromiso catlico y cristianiz elOccidente en la estructura y en el valor de la socialidad democrtica, nosotros, en contra dela Reforma, superamos el mismo compromiso, pero para afirmar la otra alternativa posible,si bien aun no existente. Sobre la base de una restauracin de la espiritualidad pagana,nosotros debemos crear una sociedad regida por los valores de la jerarqua, de laorganizacin de lo alto, de la aristocracia, del dominio y de la Sabidura, es decir, deaquellos valores imperiales de los cuales en parte la iglesia de Roma en maneracontradictoria se enmarc y que, luego del jaque de la misma iglesia en el curso de unexperimento bimilenario, son afirmados en forma cruda, neta y libre de cualquier compromiso y de cualquier enmascaramiento o atenuacin, por parte de personas capacesde todo que no se avergencen de descender de la ms gran realidad mediterrnea jamsexistida y que por ende, en contra de toda Europa, osen corno nosotros declararse paganos.

    4. Los valores paganos de restauracin

    Hemos hablado de "espiritualidad pagana". En efecto no hay fbula ms absurda queaquella que le otorga a la paganidad un significado de materialidad, e incluso decorrupcin; y el cristianismo en cambio como la sntesis ms alta de todo aquello que esespiritual; ni tampoco una ceguera ms grande que aquella de quien no se da cuenta de quetan slo sobre la base de la superacin de los valores cristianos y de la concepcin cristianadel hombre y del mundo superacin que remite al mundo pagano, a la anti-Europa es posible crear la conciencia y la potencia de la cual puede resurgir el imperio.

    El dualismo y la trascendencia deben ser superados: a la concepcin cristiana que en elhombre reaviva a un ser radicalmente otro respecto de Dios, un condenado a quien tan slola gracia o el "Salvador" pueden redimir, y slo una "revelacin" iluminar, debecontraponrsele aquella concepcin para la cual el hombre aparece como un gesto y un actodel mismo infinito, capaz de arribar por s a la verdad, a la salvacin, a la participacin enuna vida inmortal. A la fe que suea en el "reino de los cielos" y en el espritu comoabsoluta trascendencia con respecto al mundo, se oponga el sentido de una unidad libre einmanente, encerrada en s misma, materia de dominio: la realidad del mundo debe ser reconocida y, a decir verdad, como aquella del lugar mismo en donde de un hombre serecaba un Dios, de la "tierra" un "sol".

    Por lo cual a la renuncia y al "mito" del Dios crucificado que sufre y que ama, deberoponrsele el del hombre-dios como un ser radiante de luz y potencia, en el cual la

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    espiritualidad se confirma en la victoria y en elimperium. A la raza de los "siervos y de losHijos del Padre", le ser opuesta la de seres liberados y liberadores, que en el Dios vensimplemente a la ms alta de las potencias, a la cual libremente hay que obedecer o contrala cual virilmente luchar, con la frente alta, sin contaminacin de sentimientos, deabandonos, de plegarias. Al sentido de dependencia y de necesidad, le ser opuesto el de la

    suficiencia, de la helnica "autarqua"; a la voluntad de igualdad la voluntad de diferencia,de distancia, de jerarqua, de aristocracia; a la promiscuidad mstico-comunista, la firmeindividualidad; a la necesidad de amor, de felicidad, de compasin, de paz, de consuelo, eldesprecio heroico hacia todo ello y la ley de la pura voluntad y de la absoluta accin; a laconcepcin providencial, la concepcin trgica por la que el hombre se sienta solo consigomismo entre las contingencias de las fuerzas, en modo tal de saber que si l no se convierteen el salvador de s mismo nunca ningn otro lo podr salvar. Borrar el sentido del"pecado", borrar la "mala conciencia", tomar sobre s toda responsabilidad, duramente;cerrar la puerta a cualquier fuga, dominar el alma, fortificar el ntimo corazn.

    No ms "hermanos" ni "Padres", sino hombres, principio y fin en s mismos, encerradoscada uno en s como mundos, rocas, cimas, sin evadirse, vestidos tan slo con la propiafuerza o debilidad: cada uno un lugar un puesto de combate una cualidad, una vida,una dignidad, una fuerza distinta, sin par, irreductible. Imponerse a la necesidad de"comunicar" y de "comprenderse", a la contaminacin del vnculo de fraternidad, a lavoluptuosidad de amar y de sentirse amado, de sentirse iguales y juntos, a esta sutil fuerzade corrupcin escondida por el cristianismo que disgrega la individualidad y la aristocracia.La incomunicabilidad debe ser querida, por un sentido de respeto absoluto y de no-contaminacin: fuerzas ms fuertes y fuerzas ms dbiles, la una junto a la otra o la una encontra de la otra, lealmente, framente reconocidas, en la disciplina del esprituinteriormente inflamado aunque exteriormente rgido y templado como el acero, quecontiene en una magnfica medida la desmesura del infinito: militarmente, como en unaempresa de guerra, como en un campo de batalla. Un estado de justicia absoluta; nada de"infinito", relaciones precisas, orden, cosmos, jerarqua, sentido de las castas, individuacinabsoluta.

    Todo esto debe querer el que quiere el Imperio. Ni tampoco ello basta. Es dificil darse perfectamente cuenta hasta qu punto el cristianismo y el mal democrtico hayan hundidosus races en la cultura contempornea y en la mentalidad misma de aquellos que quedaransumamente asombrados en ser denominados como cristianos o democrticos. No slo laestructura de la sociedad moderna, que refleja el tema predominante de la"ecciesia", sino,como dijramos, los mismos presupuestos de la ciencia, de la tcnica y del saber occidental padecen un mismo mal. En el dualismo de la ciencia por el que la misma no sabe ver sinomuertos fenmenos de acuerdo a una cruda alteridad escindida de las potencias del Yo, setiene la extrema consecuencia de la violenta escisin y oposicin del espritu respecto de lanaturaleza, que el cristianismo afirm en contra del concepto viviente, orgnico, mgico dela naturaleza, que los antiguos comprendan en vez como un sistema armonioso hecho dedioses, de inteligencias, de smbolos, de gestos rituales. Y como entonces a la concienciainterior, directa, espiritual atribuida a la Sabidura, al ojo sidreo abierto por el fuego de lasiniciaciones, se le sustituy el saber exterior, intelectual, fenomnico, discursivo-cientfico;de la misma manera a la conexin orgnica y simptica del hombre con las fuerzas profundas de las cosas, preconizas por la magia y por la teurgia, se sustituy una relacin

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    extrnseca, indirecta, violenta: la relacin propia de latcnicay de la mquina. En talsentido la revolucin cristiana contiene el germen de la mecanizacin y de la abstraccindel espritu moderno; y el democratismo, el igualitarismo, el anti-individualismo se vuelvea hallar en todas las formas de ste: se reencuentra en el carcter formal del saber cientfico, para el cual es verdadero tan slo aquello que todos, cualquiera sea la vida en la cual se

    dejen vivir, con tal de que tengan un cierto grado de "cultura", pueden reconocer; se vuelvea encontrar en la potencia dada por la tcnica, hecha de mecanismos y de automatismostales de producir los mismos efectos con absoluta indiferencia de la cualidad de quienacta, tal pues de hacer, segn violencia, ms poderoso a uno sin que al mismo tiempo lotransforme y lo convierta ensuperior; virtud, esta ltima, que se vuelve a encontrar luegoen la fuerza bruta del oro, con la cual, en vez que con su ms vasta vida y directa energa,los hombres hoy dominan a los hombres, y en lo cual han cado, en una automatismo quenivela a todos los seres, las antiguas, vivientes, personalizadas relaciones de dependenciaentre jefes y sbditos, entre seores y siervos.

    El imperio no es posible mientras perdure un tal estado de cosas. Sobre esta base, toda jerarqua ser exterior, ficticia, contingente. Es necesario enuclear las lites en las cuales sevuelva a despertar el sentido pagano, mediterrneo de la vida y de la Sabidura, es necesariocrear unacualidad ms all de la cantidad y del determinismo de las meras condiciones deexistencia: ste es el principio. La organizacin social moderna se agota, aproximadamente,con las dos castas inferiores del antiguo Oriente: la de lossiervos(obreros, empleados,soldados, etc.) y la de losmercaderes (industriales, banqueros, trusts, etc.). Por encima deeste estrato hay que restaurar el equivalente de las otras dos castas: la de losGuerreros y lade losSabios,de las cuales el Occidente moderno ya no sabe casi ms nada.

    En oposicin a las ideologas pacifistas, humanitarias, internacionalistas filiaciones engran parte directas del cristianismo en primer lugar debe ser despertada, a ttulo desuperior jerarqua, la raza de aquellos que en laguerra, querida en s misma, enmodopuro y sobrehumano, superior al xito como al fracaso, al placer como aldolor (Bhagavad-git) reconocen el valor y el fin, y en el herosmo y en la gloria de loscuales puede arder la superior justificacin, elacto de toda una estirpe.

    Ms all de los guerreros, la raza de los que "ven" y que "pueden": seres solares ysuficientes, raza de seores, casi no ms hombres, de la mirada larga, temible, lejana, y que"son por s mismos", que no toman sino que dan en superabundancia de luz, de fuerza, deexaltacin interior y en vida decidida se dirigen de acuerdo a un orden jerrquico que noviene de lo alto, sino de la misma relacin dinmica natural de las propias intensidades,hasta expresar el vrtice oculto y vertiginoso que sostiene y justifica alimperium.

    ste es el punto central y el lmite para la superacin del cristianismo. El cual, afirmandodiscontinuidad y diferencia sustancial entre hombre y Dios, neg la posibilidad de aquelloque es propiamenteconocimientoe identificacin, transformacin divina del hombre;estuvo privado pues de una enseanza esotrica ms all de aquello que es simple religin popular y confundi lo espiritual con la fe, la devocin, la plegaria, el temor de Dios, elsentimiento. Es as como una jerarqua religiosa cualquiera, inspirada por el cristianismo,que se agregase eventualmente a una organizacin poltica, efectivamente noagregaranada: no prolongara, es ms, rebajara aquello que es slo humano en la

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    direccin de un ablandamiento del alma, de una abdicacin del Yo, de una remisin pasivay vana de la trascendencia. No ofrecera un centro, una justificacin, una luz.

    No es por cierto a tal respecto que nosotros entendemos la sntesis entre los dos poderes,sagrado e imperial, sino a la manera que interviene espontneamente cuando el lugar y la

    dignidad usurpada por parte de "aquellos que creen" sean restituidos a "los que saben" yque "son".

    Saber, en el orden de la tradicin mistrica, no quiere decir ni pensar, ni creer, ni suponer,sino ser. El ascenso a travs de los grados del saber es una diferenciacin de grados siemprems vastos de autoconciencia, de individualidad, de posibilidades supra-normales y meta-fsicas. Quizs aqu, nuestras palabras pueden no resultar totalmente claras, ni es el caso dedecir respecto del sentido de aquellos ritos de iniciacin que en muchas tradiciones sevinculaban a la investidura imperial. Basta tan slo con declarar que nosotros aludirnos auna realizacin interior y a su vez no reductible a nada de "moral", de "ideal", o de"religioso", a una realizacin absolutamente positiva por la cual un hombre cesaefectivamente de ser hombre, estando desvinculado de gran parte de las condiciones psico-fsicas por las cuales el concepto de hombre es definido. Y esta realizacin es objeto de unaciencia sui generis, bailable en el Yoga hind y en las tradiciones misteriosficas, mgicas ytergicas, como tambin, en forma desordenada, en las vidas y en las disciplinas de losgrandes msticos y santos de todo tiempo y lugar.

    Es esta superioridad efectiva y real la que dar el sentido al trmino "espiritualidad" y queser puesta como el centro, del cual proceder la dignidad, el atributo y la funcin efectivade la realeza; la cual a su vez se testimoniar en elimperium, casi como segn la msantigua tradicin por la cual los Reyes eran tales en virtud de un fuego atrado desde elcielo, que los investa y los testimoniaba con la profeca y la videncia, con el poder desalvacin, con la fascinacin irresistible sobre las multitudes y con la gloria de la victoria.

    * Vita Nova. Noviembre de 1927.

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    Captulo I. Nosotros los antieuropeos (traducido por Marco Ghio)

    La "civilizacin" actual de Occidente se encuentra a la espera de un cambio sustancial sinel cual la misma est destinada, tarde o temprano, a derrumbarse.sta ha efectuado la perversin ms completa en cada orden racional de las cosas.

    En tanto convertida en reino de la materia, del oro, de la mquina, del nmero, en ella ya nose encuentra ms respiro, ni libertad, ni luz. Occidente ha perdido el sentido de mandar y deobedecer.Ha perdido el sentido de la Accin y de la Contemplacin.Ha perdido el sentido de la jerarqua, de la potencia espiritual, de los hombres-dioses.Ya no conoce ms la naturaleza. sta no es ms para el hombre occidental un cuerpo hechode smbolos, de Dioses y de gestos rituales, uncosmos esplndido, en el cual el hombre semueva libre, como "un reino en un reino". La misma ha en vez decado en una exterioridadopaca y fatal, y de la cual las ciencias profanas buscan ignorar el misterio con pequeasleyes y pequeas hiptesis.Occidente no conoce ms la Sabidura: no conoce ms el silencio majestuoso de losdominadores de s mismos, la calma iluminada de los Videntes, la soberbia realidad "solar"de aquellos en los cuales la idea se ha hecho sangre, vida y potencia. A la Sabidura se lesustituido la retrica de la "filosofa" y de la "cultura", el reino de los profesores, de los periodistas, de los sportsman, es decir, el equema, el programa, la proclama. La misma hasido suplantada por las contaminaciones sentimentales, religiosas, humanitarias, y por laraza de los charlatanes que se agitan y que corren ebrios en la exaltacin del "devenir" y delo "prctico", puesto que el silencio y la contemplacin le producen miedo. Occidente ya noconoce ms el Estado. El estado-valor, ellmperium, como sntesis de espiritualidad yrealeza, como va hacia el "supramundo", tal como ha sido conocido por las grandescivilizaciones antiguas, desde China hasta Egipto, desde Persia hasta Roma y el SacroRomano Imperio de la Nacin Germnica ha sido sumergido en la miseria burguesa deun trust de esclavos y de traficantes.Qu es lo que sea la guerra, la guerra querida en s misma, como un valor superior, sea alvencer como al perder, como una va sagrada de realizacin espiritual, por la cual la sedeceleste de Odn, el Walhalla, es privilegio de los hroes que han cado en el campo de batalla; por la cual en el Islam la "guerra santa", jihd, es sinnimo de "va de Dios"; por lacual en la India ariana el guerrero aparece al lado de los ascetas y en la antigedad clsicala mors triumphalis es concebida como una victoria sobre la muerte. Qu es lo que sea unatal guerra ya no lo saben ms estos formidables "activistas" de Europa, que no conocen msguerreros sino tan slo soldados [NDT.- Aqu el trmino "soldado" es referido a su origenetimolgico de sueldo o los italianos "soldo", "assoldato", es decir de aquellos que sloluchan por dinero], y que una pequea guerra les resulta suficiente como para aterrorizarsey recaer en la retrica del humanitarismo, del pacifismo y del sentimentalismo.Europa ha perdido la simplicidad, ha perdido la centralidad, ha perdido la vida. El maldemocrtico y el veneno judeo-cristiano la corroen en todas sus races, hasta en el derecho,en las ciencias, en la especulacin. Jefes, es decir, seres que se destaquen no por laviolencia, no por la avidez de lucro, no por la habilidad demostrada en explotar esclavos,sino en vez por irreductibles y trascendentes cualidades de vida, ya no existen ms. Europaes un gran cuerpo anodino, posedo y sacudido por una angustia, la cual nadie se anima aexpresar, que tiene oro en vez de sangre, mquinas y fbricas en vez de carne, papel dediario en vez de cerebro; un cuerpo informe que se revuelve inquieto, impulsado por

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    fuerzas oscuras e imprevisibles, que aplastan implacablemente a cualquiera que intenteoponrseles o tan slo sustraerse de tales engranajes.Todo esto es lo que ha podido lograr la "civilizacin" de Occidente. ste es el alardeadoresultado de la supersticin del "Progreso", tras haberse apartado de la imperialidad romanay de la Hlade drica, ms all de todas las otras formas ejemplares de las grandes

    civilizaciones arianas primordiales.Y el crculo se cierra cada vez ms alrededor de los pocos que aun sean capaces del grandisgusto y de la gran rebelin.

    El nuevo smbolo Es aun posible una liberacin y una renovacin en este mundo en crepsculo?Existe todava en Europa tanta fuerza como para poder asumir la conciencia y la voluntadde una tal tarea? No nos ilusionemos: tan slo luego de haber entendido esto se podr actuar. Debereconocerse la amenazante realidad de un proceso espiritual destructivo, cuyas races seremontan hasta casi el terreno de la prehistoria; cuyas fases culminantes coinciden conaquello que los hombres contemporneos exaltan como sus valores esenciales decivilizacin; cuyos influjos ya se manifiestan en cualquier mbito de pensamiento y deaccin. No se trata de compromisos, tampoco de adaptaciones. Es necesaria toda la potencia y elvigor de una nueva Edad Media. Es necesario un cambio radical y profundo, una rebelinde barbrica pureza, sea interior como exterior. Filosofa, "cultura", poltica cotidiana: noqueremos nada de todo esto. No se trata de darse vuelta hacia otro lado en este lecho deagona. De lo que se trata es de despertarse finalmente, de ponerse de pi.Por todas partes existen todava hombres, memoriosos de una antigua nobleza, los cualesahora, como simples sujetos, advierten el malestar convertido en algo insoportable y sesienten impulsados a reacciones ahora en uno como en otro dominio cultural. Antes de quesea demasiado tarde deben ser elevadas hasta la conciencia de estos extraviados lo que sonlas lneas de altura, ms all de cualquier lmite y de cualquiera de los intereses particularesque hoy en da corroen a las propias fuerzas. Una accin implacable debe hacer en modo talde obtener que su fuerza ms pura llegue a manifestarse, como algo invencible, listo parahacer aicos la caparazn de retrica, de sentimentalismos, de moralismos y de hipcritareligiosidad, con los cuales Occidente ha recubierto y humanizado todo. Aquel que penetraen el templo y sea tambin ste un brbaro tiene el innegable deber de expulsar de allcomo corruptores a todos aquellos que han hecho un monopolio del Espritu, del bien ydel mal, de la Ciencia y de lo Divino y que recaban ventaja de todo ello proclamndose sus pregoneros, mientras que en verdad todos stos noconocen otra cosa que no sea lamateria y aquello que las palabras, el miedo y la supersticin de los hombres hanestratificado sobre la materia.Hay que decir basta! a todo esto a fin de que algunos hombres sean restituidos a los vastoscaminos, al vasto peligro, a la vasta mirada y al vasto silencio; a fin de que el viento de lovasto sople nuevamente el viento de latradicin nrdica primordial y despierte a losoccidentales que duermen.Antifilosofa, antihumanitarismo, antiliteratura, anti-"religin": sta debe ser la consigna.Basta! hay que decir a los esteticismos y a los idealismos; basta! a la sed del alma que secrea un Dios judaico al que hay que adorar e implorar; basta! a la "necesidad" que ata

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    conjuntamente a hombres-mendigos con el vnculo comn, para darles, en una recprocadependencia, aquella consistencia de la cual cada uno carece.Hay que pasar ms all, por encima de todo esto, confuerzas puras.A las cuales por lotanto se le pondr enfrente una tarea, que trasciende la "poltica", que trasciende el prejuiciosocial, que ignora el gesto clamoroso y la resonancia exterior, que es tal que no puede

    satisfacerla en nada la fuerza material vibrada sobre las cosas y sobre las personas.En el silencio, a travs de una dura disciplina, a travs del dominio y superacin de smismo, nosotros debemos crear con un esfuerzo tenaz y activo una"lite", en la cual revivala Sabidura "solar": aquellavirtus que no se deja hablar, que surge de lo profundo de lossentidos y del alma y que no se testimonia con argumentos y libros, sino con actoscreativos. Nosotros debemos despertarnos a una renovada, espiritualizada y austerasensacindelmundo, no como un concepto filosfico, sino como algo que vibre en nuestra mismasangre: a la sensacin del mundo comopotencia,a la sensacin del mundo como ritmo, ala sensacin del mundo como acto sacrificial. Esta sensacin crear figuras duras, fuertes yactivas, seres hechos de fuerza y luego tan slo de fuerza, abiertos hacia aquel sentido delibertad y de nobleza, a aquelrespiro csmicodel cual los "muertos" que en Europa lo han balbuceado ni siquiera han sentido un soplo del mismo.Frente a la ciencia profana, democrtica y material, siempre relativa y condicionada,esclava de fenmenos y de leyes incomprensibles, sorda a la ms profunda realidad delhombre, debemos despertar en estalite la ciencia sagrada, interior, secreta y creadora,la ciencia de la realizacin y de la "dignificacin" de s mismo; la ciencia que conduce a lasfuerzas ocultas que rigen nuestro organismo y se unen con las invisibles races de la raza yde las cosas mismas, y que sobre estas fuerzas crea un dominio; por lo cual, ya no como unmito, sino como la ms positiva de las realidades, que renazcan hombres cuales seres no pertenecientes ms a la "vida", sino a lo que ya es "ms que vida" y capaces de una accintrascendente.Entonces habr Jefes, una raza de jefes. Jefes invisibles que no hablan y que no semuestran, pero cuya accin no conoce resistencia y quetodo lo pueden. Y entonces uncentro existir nuevamente en el Occidente, en este Occidente que hoy carece de centro.Es absolutamente un error pensar que se pueda llegar a una renovacin si es que no serestablece una jerarqua,es decir, si no se sustenta algo que se encuentre ms-all de lasformas inferiores, vinculadas a la tierra y a la materia, al hombre y a lo humano, en una leyms alta, en un derecho ms alto, en un orden superior que pueda hallar confirmacin tanslo en la realidad viva de los Jefes.Es absolutamente un error creer que el Estado pueda ser una cosadiferente deuna civitas diaboli, si es que no resurge como Imperium: y es tambin un error querer construir el Imperium sobre las base de factores econmicos, militaristas, industriales, oaun "ideales", o nacionalistas. El Imperium de acuerdo a la concepcin primordialenraizada en la Tradicin es algotrascendente, y lo realiza slo aquel que tenga lafuerza de trascender la pequea vida de los pequeos hombres, con sus apetitos ysentimentalismos, con sus rudimentarios orgullos nacionales, con sus "valores","disvalores" y Dioses.Esto lo comprendieron los Antiguos cuando, en lo ms alto de su jerarqua, veneraban aseres cuya naturaleza regia se una a lasacra, en los cuales la potencia temporal seimpregnaba de la autoridad espiritual de naturaleza "no ms humana", portadores de unafuerza secreta e invencible de "victoria" y de "fortuna"; cuando vivan en cada guerra una

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    suerte de "guerra santa", algo universal, desconcertante, que todo lo revolva yreorganizaba, con la pureza y fatalidad de las grandes fuerzas de la naturaleza.Comprendern esto tambin aquellos que aunpueden y quierenoponer resistencia?Comprendern que no existe otra alternativa? Comprendern que no hay ningn otroespritu que aun en otras formas y en otras figuras deba ser despertado? Qu sta es la

    condicin por la cual cualquiera de sus "revoluciones" pueda no ser slo una pequeacontingencia de una nacin en particular, sino convertirse en un concepto universal, en un primer rayo de luz en la niebla espesa de la "edad oscura", delkali-yuga occidental? El principio de la verdadera restauracin, del nico saneamiento posible?

    La tradicin primordial nrdico-solar Hemos hecho mencin de una tradicin nrdica primordial. No se trata aqu de un mito,sino de nuestra verdad. Ya en la ms remota prehistoria, all donde la supersticin positivasupona hasta ayer al habitante simiesco de las cavernas, ha existido una civilizacin primordial unitaria y poderosa, de la cual resuena aun un eco en todo lo que el pasado puede ofrecernos como lo ms grande en tanto smbolo eterno.Los Iranios hablan del Airyanem-Vajb, localizado en el ms extremo Norte, y en ello venla primera creacin del "dios de la luz", el origen de su estirpe y tambin la sede del"esplendor" hvaren de aquella fuerza mstica propia de las razas arias, y sobre todo,de aquellos reyes divinos; ven en ello de manera simblica el "lugar" en donde lareligin guerrera de Zarathustra habra sido revelada por primera vez. De maneracorrespondiente, la tradicin de los Indo-Arios conoce el2eta-dvipa, la "Isla del esplendor",localizada ella tambin en el extremo Norte, all donde Naryna, aquel que "es la luz" y"que se encuentra por encima de las aguas", es decir, por encima del azar de losacontecimientos, tiene su sede. Ella habla tambin de losUttarakura, una raza nrdica primordial, comprendiendo como nrdico a la va solar de los dioses deva-yna y en eltrminouttara debe comprenderse el concepto de todo lo que es sublime, elevado ysuperior, de aquello que en sentido metafrico puede denominarserya, ario o ariano, deacuerdo al concepto nrdico. Nuevamente las estirpes drico-aqueas son herederas de loslegendarios Hiperbreos nrdicos: desde aqu habra venido el dios y hroe mscaracterstico de esta raza, el Apolo solar, el aniquilador de la serpiente Pitn; de aquHrcules el aliado de los dioses olmpicos en contra de los gigantes, el aniquilador de lasAmazonas y de los seres elementales, el "bello vencedor", del cual ms tarde muchos reyesgriegos y romanos se consideraron, por decirlo as, como susavatra habra llevado elolivo con cuyas ramas se coronan los victoriosos (Pndaro). Pero en la Hlade, este temanrdico est relacionado tambin con el deThule, la misteriosa tierra nrdica, que a vecesse convierte en la "Isla de los Hroes" y el "Pas de los Inmortales", donde reina el rubioRadamante, la "Isla del Sol" Titule ultima a sole nomen habens cuyo recuerdo permaneci tan vivo que, en la conviccin de reconocerla en Bretaa, Constancio Cloro se puso en marcha con sus legiones, no tanto por la gloria militar, cuanto por alcanzar la tierra"que est ms cerca del cielo y la ms sagrada que cualquier otra regin", en el sentido deanticipar con ello su apoteosis de Csar. Muchas veces en las tradiciones nrdico-germnicas, elAsgard, la sede de los Asen y de los hroes transformados, se superpone aotra similar morada divina; y los reyes nrdicos, que eran considerados como semidiosesAsen semkleos id est ansis y procuraban a sus pueblos la victoria con su potenciamstica de la "fortuna", transfirieron hacia aquella tierra "divina" el origen de su dinasta. Nrdico o nrdico-occidental es en las tradiciones galicas Avallon, del cual tuvo su origen

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    la pura raza divina de losTuatha d Danann, los heroicos conquistadores de la Irlanda prehistrica, entre los cuales el hroe Ogma corresponde precisamente al Hrcules drico.Es el.Avallon, que por otro lado se funde conTir na mBeo, la "Tierra de los Vivientes", elreino de Boadag, el "Victorioso". Tambin los Aztecas tienen su tierra originaria en el Norte en elAztlan,que es tambin denominada la "Tierra Blanca" o la "Tierra de la

    Luz", de la cual partieron bajo la gua de un dios-guerrero, Huitzilopochtli: as pues,tambin los Toltecas reivindican, cual sede originaria,Tlalocan, Tollan o Tula,que, comola Titul griega, es ella tambin la "Tierra del Sol" y se funde con el "paraso" de los reyesy de los hroes cados en el campo de batalla.stas son slo algunas de las referencias concordantes, rastreables en las ms diferentestradiciones como recuerdo deuna civilizacin nrdica primordialyde una patria en lacual se uni, en el modo ms estrecho, una espiritualidad trascendente extrahumanacon el elemento heroico, regio y triunfal:hacia la forma victoriosa sobre elcaos; hacia lasuperhumanidad victoriosa sobre todo lo que es humano y telrico; hacia la "solaridad"como smbolo principal de una virilidad trascendente, como ideal de una dignidad que en elorden de las fuerzas espirituales corresponde a aquello que sobre el plano material son elsoberano, el hroe, el dominador. Y, mientras que los rastros de la tradicin nos remiten auna va del Norte hacia el Sur, del Occidente hacia el Oriente que han recorrido las razasque conservan tal espritu, en tiempos ms recientes, las ms grandes formaciones de pueblos arianos atestiguan, en el tipo de sus valores y cultos ms puros, de sus divinidadese instituciones ms caractersticas, justamente a esta fuerza y a esta civilizacin, as como ala lucha en contra de razas meridionales inferiores, que se encuentran ligadas a la tierra y alos espritus de la tierra, a la parte "demnica" e irracional del ser, a lo promiscuo, a locolectivo, a lo totmico, a lo catico o a lo "titnico".Por otro lado aconteci y las referencias anteriores ya lo muestran que aquello que erahistoria se convirti en suprahistoria: mientras que la "Tierra de los Vivientes", la "Roca delos Hroes", la "Isla del Sol", por un lado encerraron el secreto del origen, y por el otrodevelaron el secreto de la va hacia el renacimiento, hacia la inmortalidad y hacia la potencia suprahumana: va que en medida eminente puede conducir a la tradicionaldignidad regia. Los factores histricos se convirtieron as en factores espirituales, latradicin regia se convirti en la Tradicin en el sentido trascendente, y por ende en algoque, por encima del tiempo, se encuentra permanentemente presente. Smbolos, signos ysagas nos refieren, a travs de vas subterrneas, una nica Tradicin, para darnostestimonio de una nica "ortodoxia", en donde siempre han sido alcanzados loscorrespondientes pices, en donde siempre la espiritualidad "solar" ha reinado sobre lasfuerzas inferiores.As pues, en tiempos posteriores, ya vinculados al destino del oscurecimiento de lo"divino" ragna-rkkr entre estirpes dispersas en sus fuerzas y en sus jefes, el elementoracial "nrdico", al separarse del elemento "espiritual", al cual originariamente perteneca,se convirti en una categora, en un tipo general de civilizacin y de comportamiento antelo suprahumano, lo cual puede reencontrarse tambin all donde no se conserva ningnrecuerdo de una correlacin tnica en sentido estricto; tipo que puede por lo tanto reunir entre s a civilizaciones diferentes en el momento en el cual stas revelen una fuerzaespiritual formativa, del mismo modo que en lo interno de aquella tradicin primordial hanInfluenciado los elementos inferiores y la multiplicidad de la materia.Por lo tanto, la romanidad pagana debe ser considerada como la ltima gran accin creativadel espritu nrdico, como el ltimo intento universal, y en gran parte logrado durante un

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    ciclo completo, de hacer resurgir las fuerzas del mundo en las formas de una civilizacinheroica, solar y viril: una civilizacin que se encontraba cenada a cualquier fuga mstica;que se atuvo al tipo aristocrtico-ario de los patres, los seores de la lanza y del sacrificio,que fue misteriosamente confirmada por los signos nrdicos del Lobo, del guila y delHacha; que estuvo viva sobre todo en el culto olmpico-guerrero de un Zeus y de un

    Hrcules, de un Apolo y de un Marte; en el sentimiento de deberle a lo divino la propiagrandeza y suaeternitas; en la accin como rito y en el rito como accin; en la experiencialmpida y sin embargo poderosa de lo sobrenatural, el que fue reconocido en el mismoImperio y culmin en el smbolo de Csar comonumen. El derrumbe de Roma pagana es el derrumbe del ms gran baluarte tradicional y solar, y enlas fuerzas que prevalecientemente han contribuido a esta cada no es difcil reconocer aquello que ha abierto el camino a todas las desviaciones y degeneraciones sucesivas, hastaarribar el estado de la Europa actual.La ola semtica, oscura y brbara, enemiga de s misma y del mundo, que en la supresinfrentica de toda jerarqua, en la exaltacin de los dbiles, de los desheredados, de loscarentes de nacimiento y de tradicin, en el rencor hacia todo aquello que es fuerza,suficiencia, sabidura y aristocracia, en el fanatismo intransigente y proselitista, fue enefecto veneno para la grandeza de Roma, fue a un mismo tiempo sustancia galvanizadora para todos los factores asitico-meridionales de la decadencia, los cuales ya haban penetrado en la estructura de Roma, y por lo tanto la causa principal del ocaso delOccidente.En la judaizacin del mundo greco-romano y luego nrdico, lo cual debe en gran medidaacreditarse al cristianismo, se tiene de hecho la rebelin de los estratos inferiores deaquellas razas, a travs de cuyo dominio los pueblos nrdico-arios haban arribado a susesplndidas civilizaciones. El espritu de Israel, que ya haba determinado el sentidocolectivo de la "culpa" y de la "expiacin", pero que sobre todo emergi luego de la derrotay la esclavitud del "pueblo elegido" y que con el profetismo sepult los residuos del esprituaristocrtico de los fari evoca las mismas fuerzas inferiores del telurismo egeo-pelsgicoque las estirpes aqueas haban subyugado; las de la casta de losoldra, la denominada casta"oscura" krsha y casta demnica asurya sobre la cual se elevaron en la India,como forma sobre elcaos, las jerarquas de las tres castas ms altas de los renacidos dvja hasta el tipo delbrmana y del rey, comprendido como "una gran divinidad bajoforma humana"; en fin, las fuerzas de aquello que el mito nos refiere bajo la forma delos Rinthursi nrdicos o de las escuadras de Gog y de Magog, a las cuales AlejandroMagno les habra cerrado el paso con una simblica muralla de hierro.Estas fuerzas, que en el cristianismo primitivo actuaronespiritualmente, destruyeron elespritu. Mientras que por un lado, atenundose, se definieron en la Iglesia catlica lasformas de una espiritualidadlunar, esto es, de una espiritualidad cuyo tipo no es ms el reysacral, el iniciado solar o el "hroe", sino el santo, el sacerdote que se arrodilla ante Dios ycuyo ideal no es ms la jerarqua gerrero-sacral y la "gloria", sino la comunidad fraterna yla caritas; por otro vemos en la Reforma y en el Humanismo, a la originaria naturalezaantitradicional, primitiva anrquica, disgregadora, de estas mismas fuerzas. Y, a travs delas revoluciones polticas, en el liberalismo, en la aparicin de lo colectivo, una causagenera a la otra, a una cada le sigue otra cada. En todas las formas de la sociedad moderna

    y tambin en la ciencia, en el derecho, en las ilusiones de la tcnica y del podero de lamquina se revela, poi ms paradojal que ello pueda parecer, el mismo espritu; triunfa lamisma voluntad niveladora, la voluntad del nmero, el odio hacia la jerarqua, hacia la

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    cualidad y la diferencia; se refuerza el vnculo colectivo e impersonal, hecho de mutuainsuficiencia, propio de la organizacin de una raza de esclavos en rebelda.Y adems: as como el misticismo judeocristiano se encuentra en aquel pathos rfico-dionisiaco, que ya para la Grecia drico-nrdica significaba una deformacin del antiguoculto olmpico, y en el misticismo popular de sides, surgido de la decadencia de la

    tradicin solar egipcia; del mismo modo, aquel elemento de "pasin" y de orgasmo, quedetermin con el mesianismo y el milenarismo la promiscuidad de las plebes imperiales, en contraposicin con la superioridad calma de los jefes cesreos, con la simple grandezade los hroes homricos, con la espiritualidad purificada y con el ideal autrquico del"filsofo" y del iniciado pagano es tambin la raz de toda desviacin moderna en sentidoromntico, infinitista e irracionalista. Luego de su secularizacin, este misticismo nosconduce hasta los mitos del "activismo", del "faustismo" y de la supersticincontempornea del progreso, hasta la mstica semtica del instinto y del"lan vital", hastala exaltacin del "evento" y de la "vida"; en sntesis, hasta la divinizacin del elementosalvaje, subpersonal, colectivo del hombre, el cual hoy parece haberse desencadenado comonunca, de modo tal de impulsar a individuos y a pueblos enteros hacia una direccin noquerida por ellos.Antes de la cada, frente a la marea judeo-cristiana, una vez ms se levant laotrafuerza, casi como para presentar una alternativa decisiva para el ulterior curso de la historiaoccidental del espritu. Fue la tradicin de los Arianos de Irn, la que surgi en la forma delculto guerrero deMithra, el avatra del antiguo dios ario del cielo luminoso, el"Dominador del Sol", el "Matador del Toro", el hroe con la antorcha y el hacha, el smbolode los renacidos "a travs de la potencia", que un mito sincretista, pero no por esto menossignificativo, asimila con el dios hiperbreo de la edad del oro. Pero fuerzas ms fuertesimpidieron tambin esta posibilidad "solar".Por lo tanto sobrevendr luego la ltima gran reaccin: elSacro Romano Imperio de laNacin Germnica.Con tales "brbaros" en realidad se presentan razas que estnestrechamente emparentadaS con las aqueas, paleo-irnicas y nrdico-arias en general yque, por decirlo as, se han conservado en un estado de pureza prehistrica. Y si suaparicin, en tanto stas se hallaban al reparo del aspecto material de un Imperio que ya sehallaba semitizado y asiatizado, poda aparecer como un fenmeno destructivo, sinembargo equivali, desde un punto de vista superior, a un flujo revitalizador de esprituheroico, a un contacto galvanizador con una fuerza espiritualmente emparentada conaquella a la cual laromanitas pagana haba debido en su origen su grandeza solar. De estemodo resurge en el mundo el antiguo smbolo romano, directamente defendido por las razasdel Norte.La civilizacin ecumnica imperial y feudal del Medioevo, ms all de su profesinmeramente nominal de fe cristiana, fue valorada sobre todo desde este punto de vista. Enella se expresa una espiritualidad nrdico-romana, cuya milicia fue la caballera; cuyocentro suprapoltico fue el ideal imperial gibelino; cuyo rito fue la empresa de la Cruzadas.Esta ltimas, en su carcter esencial, deben ser comprendidas como un retorno a la idea pagana demors triunphalis ms que por su impulso religioso exterior; cuya alma secreta,oponindose al cristianismo y fiel a una tradicin ms antigua y ms alta, era todo lo quecontinuaba viviendo escondido en leyendas, mitos, rdenes guerrera y caballerescas, desdelos Templarios hasta los Caballeros del Grial, hasta los Fieles del Amor.Luego de la cada de la civilizacin medieval, luego de la destruccin de esta radiante primavera europea en su primer florecimiento, luego del desencadenamiento de aquellas

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    fuerzas que han llevado a la secularizacin, a un particularismo y a un humanismodisgregados, han sido abiertas las vas para la ltima cada. La fuerza de la Tradicin pasade lo visible a lo invisible, se convierte en una herencia que se transmite en una cadenasecreta de pocos a pocos. Y hoy algunos tienen un presentimiento de la misma, en intentosaun confusos, aun vinculados con lo humano y con lo material. Son aquellos que, por un

    oscuro instinto, como una seal de reaccin, evocan los smbolos de la Cruz Gamada, delguila, del Hacha. Son hombres muchas veces desconocidos, pero en otros casosdeslumbrantes como trgicos meteoros tal como Nietzsche quebrantados bajo el pesode una verdad la cual, demasiado fuerte para ellos, espera ahora a otros que la sepanretomar e imponerla de modo tal que nuevamente, dura y fra, se yerga ante sus enemigos,en la gran rebelin, en la gran lucha: aquella de la cual depender si el Occidente seconfirma en una ocaso o resurje en una nueva aurora.

    Nosotros, imperialistas paganos El crculo se cierra y aquello que un antiguo mito iranio antes que judeo-cristiano ofrece en el trmino apocalptico de "juicio universal", se nos impone a nosotros: laseparacin de los "elegidos" respecto de aquellos que, en el "final del mundo", es decir, denuestro mundo, de nuestra civilizacin, perecern. Nosotros invocamos un retorno decisivo, incondicionado, integral a la tradicin nrdico- pagana. Nosotros le ponemos un punto final a todo compromiso, a toda debilidad, a todaindulgencia hacia aquello que, derivando su raz judeo-cristiana, ha infectado nuestrasangre y nuestro intelecto.Sin el retorno a una tal tradicin no hay liberacin, no hay restauracin verdadera, no es posible la conversin en los valores verdaderos del espritu, de la potencia, de la jerarqua ydel imperio. sta es una verdad que no consiente duda alguna.Antieuropa, antijudasmo, anticristianismo: sta es pues nuestra consigna. La mentira mstonta y absurda es la que asigna a la paganidad como sinnimo de materialismo ycorrupcin y nos hace pasar en vez como la sntesis ms pura y exclusiva de todo lo que esespiritual aquello que una religin extica y antiaria ha creado en nuestra decadencia, casicomo si a ella le hubiese sido predestinada la totalidad de la historia de nuestra civilizacin.Yen qu manera esta supersticin se encuentra slida y profundamente radicada en lamentalidad "culta" contempornea! No: el espritu viviente e inmanente, el espritu en acto como sabidura y potenciaextrahumana, gloria de Reyes y de Vencedores, nunca fue conocido por la contaminacin judeo-cristiana; lo conoci en cambio nuestro paganismo, nuestra tradicin en medio de lagran marea de pueblos que la llev del Norte hacia el Sur, del Occidente hacia el Oriente: yquien hoy insurge en contra del mal europeo y en contra de la religin europea, ste no esun negador, sino un afirmador, el nico que realmente sabe lo que sea una afirmacin . Nosotros pues damos testimonio de la tradicin nrdico-pagana e invocamos larestauracin de sus valores en un Imperialismo Pagano. La persona de quien habla y dequien se encuentre unido a otra cosa diferente de l en la misma realidad espiritual aislados, impasibles e intransigentemente aristocrticos en este mundo de mercaderes, deenjaulados y de desviados desaparece ante esta realidad misma, que por medio de ellosse dirige a aquellos de nuestra Europa que no se encuentran quebrados, que no seencuentran vencidos, a aquellos que aun oponen resistencia, a aquellos que tendrn elmaana.

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    Se lograr sentir que no se trata de palabras, ni de utopas, ni de abstracciones romnticas,sino que es la ms positiva y la ms poderosa de las realidades, que espera ser desenterrada por medio de seres capaces de todo, por medio de una obra respecto de la cual todo lo que para la mayora puede significar la palabra "reaccin" se convierte en nada? Qu milfuerzas esperan ansiosas en la oscuridad anhelando tan slo la llegada de aquel que se

    apreste a liberarlas?Confundir nuestra tradicin con una cualquiera de las nuevas seudo o especiales tradicioneso con cualquiera de las nuevas formas occidentales de fe, inevitablemente contaminadas por el espritu judeocristiano, sera el ms absurdo de los errores. Las fuerzas primordialesde nuestra raza nos ponen hoy, en esta fase decisiva para la historia del Occidente, por ltima vez ante el dilema: fidelidad o traicin. Nuestra restauracin es un nombre vaco sino esantes que nada, restauracin "solar", restauracin de espiritualidad pagana. Sera unatangible contradiccin querer invocar la defensa de la tradicin nrdica o romana y noacordarse de aquellas fuerzas que principalmente han contribuido a la decadencia de estastradiciones; evocar el ideal del imperio y no darse cuenta de que la entera imagen judeo-cristiana del mundo, despojada de su mscara, significa la negacin del presupuestoespiritual para el imperio.Ms all de todo fin contingente, de todo inters emprico, de toda pasin y de todo vnculo personal o partidista, quin entre los que est listos para una rebelin en el suelogermnico y romano, osar retomar la antorcha de la tradicin nrdico-pagana? Nosotroslanzamos el llamado, debindolo lanzar. Nosotros no queremos ni esperar ni desesperar. Niaquello que es podra padecer alteracin alguna de parte de lo que no es. Los valores quenosotros sustentamos, son. Que las presentes circunstancias y hombres, por lo cual losmismos puedan dar tambin una forma y un contenido a un determinado perodo en lacontingencia de las cosas temporales y transitorias, ello es algo que en verdad no debeinteresarnos tanto a nosotros cuanto a aquellos cuya verdad se afinca en esta contingencia.

    Captulo II. Las condiciones para el Imperio (traducido por Marcos Ghio)As como un cuerpo viviente no se mantiene de pi sino en cuanto haya un alma que lodomine, de la misma manera toda organizacin social que no tenga una raz en una realidadespiritual es precaria y extrnseca, incapaz de mantenerse firme e idntica en la coyunturade las diferentes fuerzas, no es propiamente un organismo, sino un compuesto, unagregado.La causa verdadera de la decadencia de la idea poltica en el Occidente contemporneoreside en el hecho de que los valores espirituales, con los cuales en otro tiempo secompenetraba el ordenamiento social, han venido a menos, sin que a los mismos haya podido suplantrseles nada todava. El problema ha sido rebajado al nivel de factoreseconmicos, industriales, militares, administrativos o, cuanto ms, sentimentales, sin darsecuenta de que todo esto no es sino mera materia, necesaria por ms que se lo quiera, peronunca suficiente, as como tambin poco capaz de producir un ordenamiento slido yracional, apoyado sobre s mismo, del mismo modo que el simple encuentro de fuerzasmecnicas sera incapaz de producir un ser viviente.Inorganicidad y exterioridad son los caracteres dominantes de las "organizaciones" socialescontemporneas. Que lo alto tenga que estar determinado por lo bajo, que la ley y el orden,en vez de justificarse en una aristocracia, en una diferencia de cualidad, en una jerarquaespiritual, tengan que fundarse sobre el contingente punto de equilibrio de los intereses y delas avideces de una multitud annima, que se encuentra ya despojada de cualquier

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    sensibilidad superior, tal es el error fundamental que se halla en la base de estasorganizaciones. La raz de esta degeneracin se remonta a tiempos lejanos, justamente aaquellas pocas en las cuales se desarrollaron los primeros procesos de decadencia de latradicin nrdico-solar. Se encuentra vinculada a la separacin de los dos poderes, a laescisin del principio regio respecto del sacral, al dualismo a travs del cual, por un lado se

    delinea una virilidad material el estado laico, el soberano, como valores puramentetemporales y, querramos casi decir, lucifricos por el otro una espiritualidad lunar,antinrdica y antiaristocrtica, una espiritualidad de tipo "sacerdotal" y "religioso", que sinembargo se arroga el derecho a la soberana.La formacin de una casta sacerdotal, como casta distinta y dominante, ha conducidonecesariamente a la secularizacin y a la materializacin de la idea poltica: todo lo demsno es sino la consecuencia de esto. La primera revolucin antitradicional fue aquella en lacual el sacerdote sustituy al "Rey divino" y la "religin" tom el lugar de laslites, queeran las portadoras de la espiritualidad solar, victoriosa y aristocrtica.Fenmenos de este tipo se pueden ya observar en el umbral de la prehistoria, en el mundo precristiano y no cristiano: pero stos chocaron casi siempre contra reacciones quelimitaron su influjo e impidieron la posibilidad de ulteriores derrumbes. Incluso en la India,en donde la casta de losbrhmana se convirti muchas veces en la casta sacerdotal, dur, a pesar de todo, el eco de una espiritualidad propia de una casta superior, la delos kshatriya, y Buddha del mismo modo que Zarathustra fue un asceta de sangre real.Tan slo en Occidente, con el ascenso de la religin y del espritu judeo-cristiano, laruptura parece haberse convertido en decisiva y desde diferentes puntos de vista insanable.El cristianismo primitivo, con el trascendentismo de sus valores gravitantes todos en laespera de aquel "Reino", que "no es de este mundo", con la caracterstica voluntad judaicade sumisin a Dios y de humillacin de la criatura, infringi la sntesis "solar" deespiritualidad y de politicidad, de realeza y de divinidad tal como el mundo antiguo lasconociera.Tomada en s misma, en su profundo desprecio por cualquier inters mundano, la doctrinagalilea poda conducir tan slo a convertir en imposible no meramente al Estado, sino a lamisma sociedad. Pero, al venir a menos aquello que era el resorte animador de una taldoctrina el advenimiento del "Reino" en el cual todos los valores sern transmutados ylos humillados ensalzados se manifestaron el espritu y la intransigencia de la primitivadoctrina; surgieron nuevas fuerzas, a fin de dejar un espacio en el mundo para aquello que"no es de este mundo". Se arrib a una normalizacin. Se arrib a un compromiso. Elelemento judaico pas a conquistar el smbolo universal de la romanidad. Surgi la IglesiaCatlica, una formacin hbrida, en la cual la romanizacin, es decir la paganizacin dealgunos aspectos de la doctrina de los orgenes, no impidi que la idea "lunar", sacerdotal yfemenina de la espiritualidad asumiera una postura central: la atmsfera de aquellos que"creen" y "aman", que son tan slo hijos y siervos de "Dios", y que transmitieron el derechode soberana a la propia comunidad fraterna (la Madre Iglesia), concebida, por decirlo as,de manera ginecocrtica.Fijemos sin incertidumbre este punto. Una cosa es el cristianismo y otra el catolicismo. Elcristianismo en cuanto tal, es decir en su primitivo aspecto judaico y revolucionario, es elcorrespondiente mstico de la Revolucin Francesa de ayer, del comunismo y delsocialismo de hoy. El cristianismo, en tanto Iglesia catlica, en cambio, asume en partealgunas formas del orden pagano-romano: ello es algo sumamente contradictorio puestoque tales formas se prestan a un contenido, a un sistema de valores y de fe, que es la

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    contradiccin del espritu "solar" del paganismo romano; las mismas se encuentran enoposicin con tal espritu.En esta intrnseca contradiccin se encuentra la causa del fracaso de la pretensinhegemnica de la Iglesia, de su impotencia en asumir en verdad la herencia de aquello quedesde la revuelta asitico-semtica haba sido destruido: la imperialidad y la universalidad

    romana.La Iglesia catlica, en efecto, no es tan pagana como para ser capaz de eliminar totalmenteel dualismo: y es as cmo distingue, cmo separa el dominio espiritual del dominio poltico, la salvacin de las "almas" de la salvacin de los pueblos. En vano luego seesfuerza por volver a unir a las dos partes. Ella se encuentra pues ante un obstculo sinsalida.Coherente es la actitud de los Gelfos, que no admiten la posibilidad de un estado laicoautnomo ante la Iglesia, que quieren una completa subordinacin del guila a la Cruz. Sinembargo en tal perspectiva qu es lo que le quedara a la misma Iglesia para poder seguir definindose aun como cristiana, para poder reivindicar la descendencia respecto de aquelque ense la renuncia, la vanidad de los intereses por el mundo y la igualdad de loshombres, siervos por naturaleza de un Dios cuyo reino no es de esta tierra? Cmomantener el dominio y la jerarqua si no es pasando de hecho a los valores paganos deafirmacin, de inmanencia y de diferencia? As tambin aconteci en la Iglesia en su perodo ureo, en la Edad Media, en donde por un instante, galvanizada por el espritunrdico-germnico en aquello que poda presentar como romano, la misma dio la impresinde querer nuevamente abrazar en forma real a todos los pueblos del Occidente en unaunidad ecumnica. Pero esto fue efmero como un Hada Morgana, algo sin una duraderarealidad, en el fondo, tan slo una presentacin del problema en la forma de una solucin,una solucin de la contradiccinde facto, pero node iure. Pero entonces permanece como algo insoluble el disenso, en la medida en que de su parteun imperio, que sea verdaderamente un imperio, no puede tolerar por encima de s a unaiglesia como una organizacin distinta. Un imperio cuyo dominio sea puramente material puede por cierto dejar coexistir a una iglesia, y ms aun, remitir a ella en lo que concierneal inters por las cosas espirituales, de las cuales en verdad se desinteresa. Pero en realidadtal imperio, tal como lo hemos manifestado ms arriba, no es para nosotros sino unaapariencia de imperio. Un imperio solamente es tal cuando se encuentra imbuido por unainmanente espiritualidad; pero en tal caso es evidente que el imperio no puede reconocer cualquier organizacin que se arrogue la prerrogativa de las cosas del espritu. El mismo lequitar autoridad y suplantar a toda iglesia, ponindose sin ms a s mismo comoverdadera y nica iglesia: en una manera u otra, concierte o inconscientemente, se volver ala concepcin pagana y aria, a la sntesis solar de la realeza y del sacerdocio, al"Sacrum

    Imperium". Si observamos ms atentamente, en la idea imperial que se afirmara en la Edad Media encontra de la Iglesia, sobre todo gracias a los Hohenstaufen, se puede divisar justamente estoltimo: no haba all ninguna potencia temporal rebelada en contra del poder espiritual, sinoms bien una lucha entre dos autoridades de la misma naturaleza espiritual, de la cual cadauna defiende un origen y un destino sobrenaturales y un derecho universal y suprapoltico.Por un lado, en el Imperio retorna, aun con atenuaciones y compromisos, la idea pagana delRey divino, del dominador sagrado,lex animata in terris, centro viviente para las relacionesde una fides transformadora, guerrera, personificacin del polo viril y heroico del espritu.Por otro lado, en la Iglesia subsiste el principio de la castracin espiritual, la verdad

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    "sacerdotal", el polo lunar del espritu, el cual con cualquier medio, sin escrpulo alguno, busca apoyar y bendecir a los esclavos y mercaderes en revuelta en contra del Imperio (lasComunas), tratando as de impedir su restauracin para poder conservar a cualquier preciosu supremaca.En la lucha entre estas dos grandes ideas tenemos, tal como se ha dicho, el ltimo fulgor

    espiritual del Occidente. Luego le sigui una fase de relajamiento y de progresiva secesin.Si al final el estado moderno se convertira en autnomo respecto de la Iglesia, elloaconteci tan slo porque el mismo decay en relacin al principio universaldel Imperium hasta arribar al principio pluralista y plebeyo de la "nacin"; puesto queolvid qu cosa significa en sentido tradicional la realeza; puesto que ignor que el problema poltico es inseparable del problema religioso y se desinteres de cualquier asuntoque trascendiera los intereses materiales y las pretensiones de la respectiva raza y de larespectiva nacin. Abandonando el campo a todas las usurpaciones del humanismo y de ladenominada "libertad de pensamiento", el mismo se redujo a una mera potencia temporal.Arribamos as a los actuales horizontes dentro de los cuales vemos, por un lado a un estadoesencialmente laico y antiaristocrtico, que se agota en problemas econmicos, militares yadministrativos, declinando respecto de cualquier competencia en materia de cuestionesespirituales, por el otro a una religin lunar quebrada por el cisma, que se desinteresa de la poltica, que se reduce, en la Iglesia catlica, a una especie de gran asociacin internacionalde creyentes, capaz tan slo de un larvado paternalismo en base a ostentosos e intilescuidados por la salvacin de los pueblos los cuales van cada uno por el propio camino yno siguen ms ningn impulso religioso o por la salvacin de las "almas", las cuales han perdido todo sentido interior, viviente, concreto y viril de la realidad espiritual.Este estado de cosas no puede durar ms por mucho tiempo, o por lo menos: todo aquel quequiera hablar seriamente de una reaccin, aquel que no quiera recaer en algo para lo cualvalga el irnico dicho:"Plus change, plus c 'est la mme chose", no debe por ms tiempo prestar consentimiento a esta renuncia, a esta laceracin.Una va de salida de la crisis del mundo occidental no puede ser de otra forma que a travsde una restauracin de la sntesis absoluta de los dos poderes, poltico y sagrado, regio yespiritual: sobre la base de una concepcin del mundo ario-pagana y de la constitucin deformas superiores de inters, de vida y de individualidad, como principio de una nuevauniversalidad. No se nos reproche de anacrnicos. Aun en otras formas puede ser evocado este mismoespritu. Que sea superada la decadencia laica de la idea poltica, que el Estado vuelva aobtener un significado sobrenatural y que represente el pice de la victoria sobreel caos: ste es pues el punto central. Nos sentimos hasta la mdula hartos de una "religiosidad" abstracta y de un "realismo" poltico. Esta anttesis paralizante debe ser quebrada en nombre de nuestro saneamiento yde nuestra tradicin.

    La desviacin protestante y nuestra contrarreforma. Hemos ya hecho mencin de la circunstancia de que la doctrina mesinico-galilea, deacuerdo a su naturaleza originaria, no apuntaba para nada a constituir una nueva forma devida social o tambin de religin. La misma tena un carcter abiertamente anrquico,antisocial, derrotista, subversivo respecto de cualquier orden racional de las cosas. Loinvada una sola preocupacin de manera obsesiva: la salvacin del alma del individuo anteel advenimiento, declarado como algo inminente, del "Reino de Dios".

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    Pero cuando la perspectiva de este "Reino" se retras y finalmente desapareci, las fuerzasque se haban proyectado hacia tal esperanza recayeron sobre s mismas; y de su aspectoindividualista dicha religin pas a su aspecto social. La"ecclesia", la comunidad de losfieles comprendida como unmedium impersonal y mstico hecho de recproca necesidad necesidad de amar, necesidad de servir, necesidad de comunicarse, necesidad de recproca

    confirmacin y de recproca dependencia de vidas, cada una insuficiente en s misma sustituy en la almas a la ya venida a menos realidad del "Reino de Dios".Es necesario distinguir de manera neta a la"ecclesia" de la cual hablamos ahora de aquellaque luego se convertira en la organizacin de la Iglesia catlica. Esta organizacin surgi a partir de una sucesiva romanizacin de la"ecclesia" en el sentido primitivo, de la cual enuna cierta medida traicion su espritu y cuya parte judaica sofoc a favor de un principiode autoridad jerrquica y de uncorpus simblico ritual. Importa en vez comprender en su realidad originaria a laecclesia de las primerascomunidades cristianas que se establecieron al cesar la influencia directa de Jess y alatenuarse el sentido de la inminencia del "Reino". Entonces nosotros hallamos el germen deaquella fuerza que habra conducido al tipo de la sociedad moderna euro-norteamericana.En el Imperio el principio era: jerarqua, investidura desde lo alto. En laecclesia cristiana elmismo fue en cambio: igualdad, fraternidad. En el Imperio existan relaciones dedependencia personalizadas: existan seores y existan siervos. En las formas mscompletas hubo tambin un rgimen de castas. En laecclesia tales relaciones sedespersonalizaron: fue un lazo de seres iguales, sin jefes, sin distincin de clase o detradicin, mantenidos unidos tan slo por la recproca dependencia y por la idnticanecesidad del alma. Naci, en otras palabras, la socialidad, la forma de un puro vivir asociados, de un estar juntos en algo colectivo, en una solidaridad igualitaria. Y tal comohemos dicho: el espritu se confirm en tanto aniquilador del mismo espritu.Y ahora descendamos hacia abajo, hasta a la Reforma. La Reforma es la gran cada de lahumanidad nrdica: es la degeneracin, el hundimiento en lo negativo y en lo judaico deaquella forma que haba animado la lucha del Imperio en contra del yugo romano. En elideal de los Hohenstaufen hallamos en efecto aquellos principios de libertad, deindependencia y de individualidad, que son propios delethos originario de las estirpesgermnicas. Y tales valores, hechos en modo tal de conciliarse con el ideal jerrquico,combatieron en el Medioevo una batalla espiritual; levantaron en el fondo la pretensin deuna jerarqua ms alta, ms solar, ms viril y ms perfecta que aquella que la Iglesia nunca poda ofrecer en su compromiso. En la Reforma tenemos precisamente lo opuesto: se tieneaqu una afirmacin de las mismas fuerzas nrdicas, que sin embargo no se liberaron delvnculo de Roma sino para sepultar al mismo tiempo aquellos residuos de autoridad jerrquica, de romanidad y de universalidad que la Iglesia aun ofreca; a travs de la mismaaconteci una reanimacin de aquellas mismas fuerzas que haban formado las primerascomunidades cristianas y la vida de laecclesia. En la Reforma tenemos el retomo delcristianismo primitivo, propiamente en su aspecto inferior, "socialista", en contra delromano, aspecto propio de la Iglesia. La intransigencia protestante puso fin al compromisocatlico, pero no a favor de la direccin hacia el Imperio, sino a favor de la direccin haciael antiimperio.A pesar de todo, los pueblos germnicos conservaban en la herencia de su sangre todavademasiados factores nrdicos como para que esta subversin pudiese convertirse en fatal para ellos. A pesar de todo, a pesar del cisma, los pueblos germnicos fueron hasta hace poco, hasta el estallido de la primera guerra mundial, aquellos en los cuales ms que en

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    cualquier otro ha podido conservarse un rgimen imperial y casi feudal, as como unaviva sensibilidad por los valores viriles y nrdicos del honor, de la fidelidad y de la jerarqua.Las cosas en cambio se encuentran de manera totalmente diferente entre los pueblosanglosajones, sobre todo luego de que a la rebelin religiosa se le sustituyera la poltica;

    luego de que el Humanismo y el Iluminismo dieran sus frutos; luego de que a la cada del principio de autoridad en el dominio espiritual le siguiera la del principio de autoridad en eldominio social, y ms tarde tambin en el moral, y la sustancia de fermentacin y dedescomposicin de la revolucin jacobina invadiera el mundo entero.En un tal contexto vemos de hecho cmo la Reforma originariamente una revolucinreligiosa determinar una profunda subversin de la misma idea poltica. Desvinculandoalas conciencias de su relacin con la autoridad romana, socializ e inmanentiz a laIglesia; llev al acto, en una realidad poltica ahora profundamente secularizada, la formade laecclesia primitiva.En lugar de la jerarqua de lo alto, a travs de la Reforma se le sustituy la libre asociacinde los creyentes, emancipados stos del vnculo de la autoridad, convertidosanrquicamente cada uno de ellos en rbitro de s mismo as como igual a cualquier otro.Fue, en otras palabras, el principio de la decadencia "socialista" europea: frente al idealimperial, la religin protestante ha abierto el camino a una organizacin apoyada ya nosobre jefes, sino sobre la suma de los individuos particulares, en una organizacin proveniente de lo bajo y que se agota en un lazo impersonal, en una realidad puramentecolectiva que se gobierna por s misma y que tambin se justifica a s misma.Esta direccin ha absorbido rpidamente a los pueblos anglosajones, y hoy tiende tambinella a una "catolicidad" o universalidad, antittica sea de la romana y medieval imperial,como de aquella que, en sentido estricto, fue propia de la misma Iglesia: as como en lointerior de las diferentes naciones la misma, mancomunndolos, borra las diferencias entrelos individuos en el puro vnculo social, del mismo modo sta tiende a borrar tambin lasdiferencias y los privilegios de las diferentes naciones ponindolas a todas en un mismorango en el annimo universalismo del ideal de una "Sociedad de las Naciones". Al mismotiempo, la religiosidad se humaniza siempre ms, tiende siempre ms a identificarse con lasocialidad. Las ltimas orientaciones hacia una "religin del servicio social", asistencialista,hacia una "religin del trabajo", y la creciente preponderancia del inters y de laintransigencia moralista sobre cualquier otro inters ideal y metafsico en los pases protestantes es una prueba de todo ello.En conclusin: la Reforma favorece una postura coherente, separa del ncleo cristiano- pagano, presentado por los pases catlicos, el aspecto cristiano (en su forma moderada deideal de una mera vida social) y realiza un tipo diferente de estado: el estado democrtico,el antiimperio, el autogobierno de la masa soberana a s misma con una simultneanivelacin de los sujetos en un solidarismo anrquico, acfalo, con apariencias degobernantes siervos de los siervos, en cuanto meros "representantes", dependientes yresponsables con respecto a las masas, en vez de ser responsables con respecto a s mismosy de permanecer ellos, en tanto jefes superiores, como el verdadero principio de laautoridad absoluta. Naturalmente que no todo se agota as. Por vas subterrneas la reconstitucin secularizadade laecclesia evoca nuevamente el elemento judaico, y los pases protestantes son aquellosen los cuales el capitalismo y la plutocracia se han desarrollado en la forma mssignificativa; en los cuales, detrs de los bastidores de la "libertad" democrtica, reaparece

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    el omnipotente hebreo, seor de las fuerzas y de los hombres de un mundo profanado por lafinanza sin patria. Mientras que simultneamente se anuncia la ltima cada, el nacimientode lo puramente colectivo, en correspondencia con el mito proletario de la "TerceraInternacional" y de la misin proftica de los Soviets.Estamos as enfrentados a un decisivoaut-aut.

    Es en vano combatir efectos sin conocer las causas remotas y secretas de las cuales derivan.Es en vano pensar en una reaccin poltica de alguna eficacia si no se la radica en unacorrespondiente revolucin espiritual. La Iglesia es algo parcial. La Iglesia es para nosotrosdemasiado poco. Nosotros tenemos necesidad de mucho ms. Tenemos necesidad de unaverdadera contrarreforma. Y esta contrarreforma consiste en el retorno aloriginarioechos ariano, a las fuerzas puras de la tradicin nrdico-romana, al smboloimperial del guila.sta es la primera restauracin. Ser cuestin de tiempo, pero nuestras naciones debendecidirse: o ellas se convertirn de hecho en vctimas de las fuerzas convergentes del protestantismo y del judasmo, con la organizacin definitiva de tipo republicano ydemocrtico de la sociedad anglo-sajona, eligiendo una religin inmanente a la socialidad,en donde lo espiritual se convierte tan slo en un medio para realizaciones temporales,hasta el servicio de un mstica arimnica del "hombre colectivo" y sin rostro, o bien debenreaccionar y comprometerse en un saneamiento y una restauracin, es decir en unarevolucin en el otro sentido, llevando as a cumplimiento el ideal del otro Estado.As como la revolucin protestante super el compromiso catlico y condujo al Occidentehacia las formas y los valores de la sociedad democrtica, nosotros, en contra de laReforma, debemos superar el mismo compromiso, pero para afirmar la otra alternativa posible: aquella que se haba anunciado en la lucha del Imperio por el Reino sacro romano.Sobre la base de una integral restauracin nrdico-romana nosotros debemos crear unestado, que sea nuevo y antiguo al mismo tiempo, regido por los valores de la jerarqua, deorganizacin desde lo alto, de aristocracia, de dominio y de sabidura, es decir, por aquellosvalores imperiales que la Iglesia en su perodo mejor en parte tom en prstaino, y queluego del jaque a la misma Iglesia en el transcurso de un experimento bimilenariodebenser afirmados en forma cruda, neta y despojada de cualquier mscara o de cualquier atenuacin por parte de hombres que no se avergencen de su nobleza primordial, que en sufidelidad a las fuerzas originarias delrya noble, a su espiritualidad urnico-solar, a sussmbolos heroicos, en contra de toda Europa, en decadencia, socializada y judeo-cristianizada, se atrevan por fin, como nosotros, declararse imperialistas paganos.

    Voluntad de jerarqua. Ms adelante, al hablar de las races del mal europeo, tendremos oportunidad de recordar los principios a travs de los cuales puede concretamente realizarse la necesariacontrarreforma.Aqu queremos detenernos brevemente en un punto particular, sobre el sentido del principiode jerarqua, presupuesto para la nueva idea de Estado. Aqu no cuentan las proclamas y los programas de los partidos, sino que cuentan las cosas actuadas y no habladas; cuenta slo elimpulso decisivo, tan fuerte como para embestir contra las costumbres que se hanconsolidado en los hombres contemporneos y por las cuales se encuentran siempredominados, por ms que con la mente y la boca afirmen lo contrario.Hoy se habla mucho de jerarqua, pero al mismo tiempo se contina haciendo concesionesa una mentalidad burguesa y antiaristocrtica, que se encuentra en precisa contradiccin

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    con este concepto. Naturalmente, en primer trmino nos deberamos desembarazar de todoresiduo del sistema democrtico y "representativo", y de todo aquello que en cualquier manera revele el espritu "socialista" y colectivista. Toda relacin debera atemperarse,revitalizarse y virilizarse a travs de una actitud guerrera, de una fidelidad, de una rectitud yde un celo viril de servicio, Estafides, que ya fue una de las ms antiguas divinidades de la

    Roma pagana y de la cual Tito Livio dijo que en el hecho de su posesin se encontraba ladiferencia entre los Romanos y los brbaros; aquella fides que se reencuentra enla bhakti hind y en la entrega con la cual los guerreros iranios consagraban a sus jefesdivinizados no slo sus acciones, sino su mismo pensamiento y su misma voluntad,tal fides se encuentra tambin cual cimiento espiritual en las diferentes unidades polticasfeudales, y en el laz