Intro a La Literatura Cubana F Retamar
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7/24/2019 Intro a La Literatura Cubana F Retamar
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Roberto Fernndez Retamar
INTRODUCCIN A LA LITERATURA
CUBANA
ROBERTO FERNNDEZ RETAMAR
Poeta, ensayista y director de Casa de las
Amricas de La Habana. Destaca como
poeta desde su vinculacin con el grupo
Orgenes y ha compaginado su actividad
como profesor de la Universidad de La H a
bana con la escritura ensayos que versan
sobre la crtica literaria (Idea de la estils
tica) a trabajos sobre la identidad latinoa
mericana en Ensayos de otro mundo o Ca-
libn. Apuntes sobre la cultura en nuestra
Amrica.
Entre sus numerosos libros de
poesa, traducidos a varios idiomas, desta
can
Alabanzas, conversaciones, En su
lugar, la poesa, Circunstanciay Juana y
su ltimo poemario
Aqu
Para Ambrosio Fornet
En carta de noviembre de 1957 a la que
La expresin america
m e dijo Jos Leza ma Lima: aposti llas del
l neas que siguen . P or
rso sobre l i teratura cubana?
adas de Lezama, y com pren d que, hi
e yo lo qu e hiciese, se tratara siem pre de
La expresin ameri
en segundo lugar, porque siendo estas
en el contenido de muchos ot ros. Esto
De todas formas, debo admitir que, sin
desdear del todo las opciones arriba ci tadas,
comenzar por lo que pudiramos l lamar al
gunas cuestiones generales en el desarrollo de
la literatura cubana y sus circunstancias. Y si
bien, como es lgico, destacar lo que creo
que caracteriza a esa l i teratura, de ninguna
man era pued e esperarse que se trate de rasgos
aplicables slo a ella. Ese adanismo no es mi
meta, como no pu ede serlo de nadie en sus ca
bales.
Adems, mencionar slo a algunos au
tores,
salvo una excepcin al final; y, a no ser
que lo considere absolutamente necesario,
prescindir de aludir a los asuntos que van a
ser considerados por otros en el curso, y en
cambio insistir en los que no lo sern.
H e aqu la prime ra verdad q ue voy a hacer
ma y que abarca ms all de nuestra rea. Al
escribir sobre l i teratura peruana Maritegui
hizo observar algo que es vlido para cual
quier l i teratura similar: que el 'nacio nalism o'
en la historiografa literaria [...] es un fen me
no de la ms pura raigam bre pol t ica, extrada
a la concepcin esttica del arte. Decir de un
texto que es bello es emitir un juicio esttico;
decir que es una novela, un juicio l i terario; pe
ro decir que es cubano no es ni lo uno ni lo
otro. Pues la categora de cubano (como la
de espaol, francs, peruano o argen
tino) es de mu y dist inta naturaleza: no geo-
grfico-sentimental, como sugiri una vez
con su gracia pendenciera, pero equivocado,
Borges, sino histrica o si se quiere, poltica,
tal como asegura Maritegui, si a este lt imo
vocablo le damos su horizo nte m s vasto. Ci-
ndo nos a Cuba, no creo que estuviera pen
sando en Maritegui (y mucho menos en el
In t roduc c i n a la li t e ra t u ra c uba na
ROBERTO FERNNDEZ RETAMAR
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O addUm fraZij
a la l i te ra tura cubana
marxismo que aqul
profesaba) Max Hen-
rquez Urea cuan
d o, al frente del ms
apreciable Panorama,
histrico de la litera
tura cubana que co
nozco, afirm: El
desenvolvimiento de
la vida literaria en
Cuba est tan estrechamente ligado al de la
historia poltica, que se hace imposible diso
ciarlos. Y unas pginas de spus: La h istoria
literaria de Cuba representa, en sus lneas ge
nerales, el empeo constantemente renovado
de lograr que el pueblo cubano adquiera ple
na conciencia de su destino histrico. Al ha
llarnos pues, en el orden literario, en busca
de nuestra expresin, para valemos de la fr
mula clsica que propagara el hermano de
Max, Pedro Henrquez Urea, los cubanos,
concientemente o no, perseguimos una expre
sin que no es slo individual sino colectiva:
perseguimos (con mayor o menor intensidad,
con mayor o menor acierto) la consolidacin
de la colectividad que somos.
Otra generalidad, de rea menos vasta: la
literatura cubana, por obligacin colonial en
sus inicios, comienza como desprendimiento
de la literatura espaola. Un desprendimiento,
concretamente, de la literatura en lengua cas
tellana, pues no creo que haya en la literatura
cubana verdaderos destellos catalanes, ni ga
llegos, ni vascos. Por la comunidad lingsti
ca, y por similitudes de otra naturaleza, hay
que reconocer, s, destellos canarios, de que
ser menester hablar a propsito del primer
poema estimable escrito en Cuba que se con
serva:E spejo de paciencia (1608), obra del ca
nario Silvestre de Balboa.
En consonancia con lo anterior, las obras
iniciales de la que iba a ser la literatura cuba
na fueron hechura de espaoles. El primero,
sin embargo, no la era, pues se trat del me-
sinico y pintoresco genovs Cristbal Coln,
quien perge las pginas inaugurales de que
se tenga noticia sobre nuestra isla, pginas de
previsible elogio, que hace unas dcadas vol
vi a exaltar, entre tantos otros, nadie menos
que Lezama. Sobre las letras de Cuba antes
de 1608 (fecha del poema Espejo de pacien
cia) dej una erudita conferencia, que glosar
libremente, Jos Juan Arrom, quien despus
de men cionar el caso de los indgenas, sobre el
que he de volver, concluye que desaparecieron
sin dejar huellas; como tampoco produjo fru
tos literarios conservados el epidrmico con
tacto de espaoles e indias, por lo que es ne
cesario buscar el inicio de las letras cubanas en
aquellas obras de navegantes, cronistas y co
lonos que se escriben en Cuba, tratan de Cu
ba o estn ntima me nte relacionadas con el de
sarrollo posterior de su cultura. Por
descontado, se da aqu un sentido bien lato a
la literariedad. Despus del ejemplo ya men
cionado del Diario de viaje de Coln, consi
derado piedra angular de las letras de Cuba,
pasa a referirse a los cronistas de indias, enca
bezados por Las Casas, quien se entreg por
completo a la tarea de defender, en lenguaje
apasionad o, el derecho del indgena a ser libre.
El primer pasaje aducido es aquel en que na
rra la muerte del cacique Hatuey Despus de
otros pasajes, se afirma que sera acto de jus
ticia dar cabida en las letras cubanas a los es
critos de Las Casas que ataen directamente a
la isla y han fecundado a sus grandes escrito
res.
Los otros autore s aludidos no tienen la re
levancia del Almirante ni del gran dominico.
Pero el acucioso investigador no deja de ras
trear ms. A un oscuro licenciado Cabrera le
atribuye lo que llama un reportaje de nau
fragios y tesoros robados, que sera incidente
no desdeable para una antigua novela de
aventuras o un moderno folletn policaco.
Con criterios similares, el siglo XVI cubano
pued e ofrecer u n m uestrario , as sea magro , de
cierta produccin literaria. Pero, aparte de su
despreo cupaci n esttica, se trata, sin duda, de
una produccin totalmente colonial, cuyos
hacedores ni siquiera son cubanos. Y colonial
seguir siendo durante largo tiempo la litera
tura en Cuba. Lo que no es para sobresaltar.
Alfonso Reyes ha dejado establecido que to
da li teratura colonial [cjorresponde casi
exactamente al concepto poltico, pero no del
todo,
y que [e]l estado colonial es transito
rio,y se encamina al estado de cultura como a
una mayora de edad.
La ya mencionada ausencia de areitos, ce
remonias religiosas que practicaron los ind
genas o incluan cantos y danzas, remite a la
ausencia de los indgenas mismos, los cuales
no sobrevivieron al impacto con los europeos.
Sobre esto, Las Casas dej vividas pginas lan
cinantes. La sobrevivencia de los aborgenes
slo ocurrira en palabras, en particular en to
ponmicas (el mism o nom bre del pas es pru e-
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a
de
ello, pues resisti
a
ot ros com o Juana
y
en laestructura dehum ildesvi
amadas bo hos,
en
al imentos,
en
cos
la deltabaco. Fueron vencidos
y
para siempre,
no
como
en el
caso
deMiguel Len Porti lla, Visin de los
ya que en el
Mxico actual (segn
lo
los sucesos de
hay
millones
de
descendientes
de
a que se refiere el autor. En
no hay en
Cuba, paralelamente
la deorigen espaol,una literatura indgena,
sea
oral
o
amparada
en
disfraz espaol,
s la hay, hasta nuestros das,en otros
de
ello
el
loquehamerecido estudios bien va
de
autores como Antonio Cornejo
Po
ry Mart n Lienhard.Sinembargo ,en el si
o
XIX la
mem oria
del
extinguido indio
en
elsiboney) apareceennue stras letra s,
en
nuestra po esa. Pero
se
trata
de
por lo general para objetar
colonizacin espaola,
no de una
autntica
dequienya no exist a. Como
dereart icular lahistoriaalmargen
e
las
etnias,
y
y e n d o
ms
all
de
Cuba , M ar
afinalesde esesiglo: Se vienede
de
Valencia
y
madres
de
Canarias
[fue
y sesiente co rrerpor las ve
as
la
sangre enardecida
de
Tamanaco
y
Para-
y se ve
como p ropia
la que
vert ieron
o r
las
breas
del
cerro
del
Calvario, pecho
a
con losgonzalos de frrea armadura,
y
heroicos caracas.
Y
hace algo
s de treinta aos, Lezamadio al pro t ago
de su
novelaParadiso
el
nom bre de Jos
sellamab aunaimagen indoc uba-
a
de
destino rel igioso.
Caso bien dist intoal dell lamado indioes
del
negro, indgena ' importado', segn
lo
en relacin con zonas americanasms
lo que
a
a ser la
cubanidad.
En
cuanto
a lo
literario,
nollegaraarraigaruna de lasdistintas len
por los
esclavos,
el
cas
sulingua franca: lo que,
de
todo ,
les
ocurri tambin
a los
ycolonizadores, venidosde la
y
sus islas adyacen tes,
con
el pro pio
lano, hech oque ya hem encionado .Por
que
desconozco (aunque
sin
duda
de ese
origen,
en
deter
en el
hecho),
en
Cuba, como
en
Argen tina, a los descendientes
de aquellosse les acab l lamando globalmen-
te gallegos, denominacin
que
perdurara.
(E nuno de sus infrecuentes rasgosdehumor,
Mart dijo refirindose
a
una bailarina an dalu
za: cmo dicenque esgallega?/ Pues dicen
mal:
es
divina). As pu es,
en
C u b a
un
cataln
aunvasco estaba ob ligadoahablar castellano
y
a ser
llamado gallego.
El
africano,
por su
parte, sera l lamado negro noobstantela va
riedad
de sus
orgenes tnicos),
y
obligado
a
expresarse tambin encastel lano, aunqu eco
mo lenguas rituales sobrevivieran varias, sobre
todo elyorub .Y en castellano dejara ejem
plos l i terarios co mo plegarias, leyendas, cu en
tos, refranes, originalmente producidos en
lenguas africanas (as yo rub , ewe, bant ),
que
segn don Fern ando Ort iz fueron vert idosal
idioma amestizado
y
dialectal
de los
negros
criollosysloeneste siglo ibana serrecogi
dos,
en la
estela
de
Or t i z ,
por
autores como
Ram n G uirao, Lydia CabreraoR m u l oLa-
chataer. Mientras
en
plen o siglo
XIX
escri
tores negrosomestizos contribu anconobras
de la l i teratura considerada culta. Aques
opor tuno recordar
que el de
C u b a ,
en la de
nominacin deDarc y Ribei ro,no es unp u e
blo test imonio (como
los que
cuentan
con
fuertes comunidades indgenas),ni unpueblo
transplantado (como
los que han
susti tuido
a dichas comunidades
por
otras venidas
de
Europ a), s ino
un
pueblo nuevo,
en que to
dos sus com pon entes ha n venido de fuera (so
bre todo
de
Espaa
y
frica),
y
conoceran
un
procesoque en1940 Ortiz l lamar transcul-
turacin,
y no ha
concluido.
El primer cent rode la Amrica espaola
estuvo
en
las A ntillas,
en la
vecin a isla
de
San
to Domingo. Pero elconocimiento deextra
ordinarios imperios
del
Cont inente desplaz
hacia ste el inters metropol i tano. Despus
de
la
conquista, hacia 1510,
y la
fundacin
de
las siete primeras villas, Cuba perdi su rela
t iva preem inencia:
de
ella part ieron, entre
mu
chos aventureros que casi la dejaron despo
blada, Hernn Corts hacia
la
conquista
de
Mxico (1519),y H e rn a n d o de Soto haciala
Florid a (1539). Slo entre 1516
y
1520 salieron
de Cuba no menos de dos milespaoles en
esas expediciones.
A
mediados
de
siglo,
el n
mero de personas l ibres se estimaba en seis
cientos
a
setecientos;
los
indios, cerca
de
cien
mil
al
empezar
la
conquista,
no
pasaban
de , , ,.
-
x
i i i
In t roduc c i n
a la
l it e ra t u ra c uba na
cinco mil; los negros sumaban ya alrededor de ROBERTO FERNNDEZ RETAMAR
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i n a la l i t e ra t u ra c u ba na
EZ RETAMAR
setecientos. La poblacin tena ya,
pue s, los caracteres de una tpica fac
tora colonial, prevaleciendo los sier
vos y los esclavos. Aunque sigui
trasvasando formas espaolas por lo
general asaz rudimentarias, qu ed en
efecto como menguada factora, en
que el sistema monopolista que Es
paa impuso a sus colonias slo era
roto por la piratera internacional y
el frecuente contrabando. Precisa
mente en relacin con estas lt imos
se produce la primera obra concien-
temente literaria producida en la Isla: el ya
mencionado poem a pico Espejodepaciencia,
que data de 1608 y cuyas candorosas estrofas,
escritas en la villa de Puerto Prncipe, tratan
de un encuentro no de espaoles e indios, co
mo en La Araucana, de Alonso de Ercilla, si
no de nativos y piratas. Su autor, Silvestre de
Balboa Troya y Quesada, Era bastante enig
mtico para nos otros . Apenas se saban sus fe
chas esenciales y que, habiendo nacido en las
islas Canarias, estaba radicado en la Antilla
mayor. Pero Cintio Vitier, cuidadoso editor
de la pieza, me ha comu nicado de viva voz un
dato qu e a su vez le trasmitieron los herm anos
Manuel y Eugenio Padorno, de dichas islas.
En ellas, Balboa habra participado en la aca
demia potica de Bartolom Cairasco de Fi-
gueroa, quien mantena relaciones con algu
nos clsicos de la lengua. El poema, pues, no
es el resultado de una evolucin literaria in
terna de que entonces carecamos an, sino el
trasplante de un producto canario, adaptado a
un tema y a aspectos ambientales del nuevo
hog ar del poeta. N o se limit a ello Balboa, si
no q ue, a semejanza de aquella academia po
tica que conociera en su archipilago atlnti
co, haba atrado al cultivo de las letras a
varios hab itantes de la regin , los cuales le de
dicaron sendos sonetos laudatorios: de sus au
tores, tres haban nacido en la misma villa cu
bana. Sin entrar ahora en otros pormenores,
vale la pena subray ar que tan to en el texto co
mo en uno de los sonetos que lo preceden
aparece el vocablo criollo. Aqu de nuevo
debo volver a Ar rom , autor del mejor estudio
que conozco sobre Criollo: definicin y ma
tices de un concepto. Segn tal estudio, el
vocablo haba nacido en el portu gus del Bra
sil,
de donde se difundira por otras lenguas.
Antes de concluir el siglo XVI, era comn y
corriente por todo el Nuevo Mundo, donde
implicaba haber nacido all, de ascendientes
venidos del Viejo, sin importar el color de la
piel, el estado poltico o la condicin social.
En efecto, en
Espejo de paciencia,
un blanco
mancebo galn es llamado criollo del Ba-
yamo, y un negro, Salvador criollo, negro
honrado; mientras Pedro de las Torres Ci-
fuentes ofrece a Balboa un soneto criollo de
la tierra, donde no deja duda del carcter lo
cal del trm ino : es de la tierra. Se trata de un
protoapunte en que lo cubano comienza len
tamente a diferenciarse de lo europeo y lo
africano. Recurdese, de paso, que un impor
tante personaje del jocundo Concierto barro
co ,
de Alejo Carpentier, Filomeno, es presen
tado como biznieto de un negro Salvador,
qu e fue, un siglo atrs, pro tagon ista de una tan
sonada hazaa que un poeta del pas, l lamado
Silvestre de Balboa, la cant en una larga y
bien rimada oda, t i tulada Espejo de pacien
cia...-.
Es curioso este deseo tanto de Lezama
como de Carpentier de entroncar con el pasa
do insular en sus obras de ficcin.
Pero la diferenciacin entre espaol o
africano y criollo no avanzar mucho
ms en Cuba hasta finales del siglo XVIII. La
isla, mientras tanto, es avivada por la con
fluencia de las Flotas espaolas que, de regre
so a Espaa cargadas de metales preciosos, ha
cen escala en La Habana. Para poder
defenderla de piratas y corsarios, la ciudad es
provista desde finales del siglo XVI con gran
des fortificaciones que an hoy despiertan la
admiracin de los turistas. Cuba suple as su
carencia de oro y plata con su ubicacin ge o
grfica excep cional, que le ganar el epteto de
Llave del Nuev o M und o, a la que pronto su
mar algunos productos locales. La estancia
de las Flotas y la construccin de fortalezas
significan dinero y esclavos que se van tradu
ciendo en el incremento de industrias inci
pientes: ganadera, azcar, tabaco, maderas.
Una clase formada por propietarios agrcolas
nativos empieza a desarrollarse, se levantan
residencias e iglesias de un suave barroquis
m o , se introduce la imprenta y se funda una
Universidad, en La Habana. Las letras cuba
nas entre 1700 y 1790 (estudiadas en una bue
na monografa por Enrique Sainz) son harto
discretas, e incluyen la pieza teatral
El Prnci
pe jardinero y fingido Cloridano, obras de ver
sificadores que mereceran ser destacados por
Lezama en su singular Antologa, de oradores
eclesisticos elogiados por Sainz y de los pri-
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s historiado res de la isla: seal de una na
La poca es sacudida por un aconteci
om aron La Habana . Al l per
l mism o t iem po qu e los hizo
, en la defensa de La Hab ana, los hroes
Pero a la devolucin de La Habana, que
de la pol t ica colonial espa o
la independencia de lo que seran los Es
en Saint Do min gue (antes y des
eten al primer pas indepen di
para estar en condiciones de asumir el
ms, el auge creciente de los Estados U ni
Arra strada al merca do capital ista mu ndial ,
de r hacer frente al creciente trabajo de la in
nqu e no lleg a los desastres del la
sino hasta el arribo de grandes capitales esta
dounidenses p repar su camino. Indust r ias
com o la tabacalera y la cafetalera fuero n echa
das a segun do si t io con el pred om inio del az
car. La sacarocracia iniciaba su reinado.
Sometida al rgimen de plantaciones caracte
rstico de las Antillas, Cuba se convertira en
la azucarera del planeta.
Sobre esta base, los criollos blancos due
os de plantaciones, que de espaoles de Ul
t ramar acabaran proclamndose cubanos,
alcanzaron un estadio superior de existencia,
que ha quedado cristal izado en la imagen que
algunos eu ropeo s suelen hacerse de la vida en
una rica colonia del trpic o, y la franco-cub a
na condesa de Merln present en su obra
La
Havane
(1844). El ferrocarril fue in trodu cido
en 1037, antes que en Espaa, y vinculado a
las exigencias de la industria azucarera. Se
crearon instituciones sociales y culturales, se
construyeron teatros, avenidas y suntuosas
residencias. Durante este perodo pudo de
cir el historiador estadounidense Leland Ha-
milton Jenks, fue Cuba la colonia ms rica
del mundo. En muchos aspectos de cul tura
material y artstica lleg a sobrepasar a Espa
a. Una de las empresas intelectuales de la
poca, la
Revista Bimestre C ubana
(1831-
1834), era, a los ojos de Pedro Henrquez
Urea, la mejor revista l i teraria, por enton
ces,
de todos los pases de lengua espaola, sin
excluir a Esp aa.
Este instante cubano se inicia en torno a
1790. Ms de uno ha dicho que el siglo XIX
alborea para Cu ba ese ao, en que se inicia el
gobierno de don Luis de Las Casas, aparece,
con su patrocinio, el que sera el rgano i lu-
minista y neoclsico del patriciado cub ano del
m o m e n t o ,
El Papel Peridico de la Havana
[sic] (que durar con ese nombra hasta 1805),
y es ya evidente la transformacin de lo que
fue una factora en una colonia de plantacio
nes en vas de contradictoria modernizacin.
Casi imperceptiblemente empieza a asomar la
cont radiccin colonia/metrpol i , que al prin
cipio se manifiesta, t midam ente, en rasgos lo
cales, elogios a las frutas del terruo debidos
a poetas como M anuel de Zequeira y A rango
en su Oda a la pina, o en dilogos entre las
frutas eu rope as y las nuestras , como en la Sil
va cubana atribuida a Manuel Justo de Ru-
balcava: son apenas bar run tos de dilogos qu e
encontrarn interlocutores mucho ms dra
mticos que el aguacate y la pera. Pero para
In t roduc c i n a la l i t e ra t u ra c uba na
ROBERTO FERNNDEZ RETAMAR
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a la l i t e ra t u ra c uba na
EZ RETAMAR
esa clase emergente, tal contradic
cin habr de ser sofocada durante
dcadas por otra: la contradiccin
esclavistas/esclavos. No es extrao,
por ello, que al estallar la revolucin
hispanoamericana de independencia
a part ir de 1810 una rev olucin del
patriciado frente a Espaa, Cuba
no se sumara al proce so secesionista.
La oligarqua criolla, que se tiene p or
blanca y aspira a convertir al pas en
una nacin moderna (hoy di r amos
que de capital ismo desarrollado),
aun que l lega a desear el po der pol t i
co, t iene fundados temores de que
una revolucin pudiera arrastrar tras
s las grandes dotaciones de esclavos
y transform ar el sentido de la guerra,
como haba ocurrido en Hait . Tal
oligarqua no va ms all de una actitud refor
mista que encarna con triste lucidez el activo
y moderado Domingo del Monte, una de las
principales cabezas culturales, quien confes
que pagaban el delito de tener esclavos sin
dolo el los mismos.
Las dos cont radicciones metrpol i /colo
nia, esclavistas/esclavos van a recorrer buena
parte del siglo XIX (aunque la esclavitud fue
abolida por los insurrectos en 1868, tard en
serlo por Espaa hasta 1886), y se exp resarn
enrgicamente en el pensamiento y las letras
del pas. Slo los independentistas se hallaban
dispuestos a zanjar ambos dilemas. Para re
formistas (part idarios de permanecer unidos a
una Espaa que en vano queran pol t icamen
te flexible) y a nexionistas (quienes vean la so
lucin en incorporarse a unos E stados U nidos
enton ces esclavistas), la esclavitud re sultaba, a
la vez, fuente de riqueza y dogal. Y en las pri
meras dcadas de ese siglo eran escasos los in
telectuales indep enden tistas. Menc ionar a los
dos ms destacados. (Ellos, adems, son los
primeros creadores de gran nivel de los gne
ros reyes de nu estras letras, si aceptamos para
Cuba que dichos gneros, como ngel Rama
dijo en relacin con tod a Hispa noam rica y es
cri terio que com parto , son la poesa y el ensa
yo , los cuales, a juzgar por los ttulos de las
conferencias, sern poco tratados en el curso
en lo que toca al siglo XIX; y tampoco lo se
r muc ho el ensayo en el siglo XX ). Me refie
ro ahora a Jos Mara Heredia y Flix Vrela.
Al hablar de cada uno, aadir algo sobre el
desarrollo de los gneros respectivos hasta las
vsperas del fin del siglo pasado.
Significativamente, Heredia y Vrela son
los ms destacados intelectuales cubanos de su
tiempo, y al abrazar el independentismo, des
bor dan las posibil idades d e su clase de origen
en ese mo me nto , lo que los obligar al destie
r ro .
El ms joven de ellos, Heredia, es tambin
de extraordinaria precocidad. Antes de los
nueve aos hace versos; a los diecisiete, ya es
uno de los mejores poetas vivos del idioma:
entonces escribe el primer texto mayor de la
poesa cubana, En el teocall i de Cholula; a
los diecinueve aos, conspira por la l ibertad
de su patria y se ve obligado a exiliarse; vivi
en adelante en Estados Unidos y Mxico,
donde muri. A diferencia de poetas cubanos
que lo precedieron, Heredia no es un mero in-
ventarista de la naturaleza insular: su rebelda
y su pod er de descripcin, su cultura y su nos
talgia interiorizan el paisaje insular, lo funden
al sentimiento de una peculiaridad nacional
que vemos asomar en sus versos de arte ma
yor, mientras escribe los iniciales poemas po
lt icos del pas. De M anuel Ped ro G onz lez en
adelante se lo ha considerado nuestro primer
poeta r om ntico . Can ta al mar, al Niga ra, a la
tempestad, a la libertad, al amor, a las ruinas,
en clidas estrofas en las que la tradicin es
paola es visiblemente enriquecida no slo
po r una firme educacin clsica, sino por nue
vas voces francesas, inglesas, italianas. Mart,
que lo juzg ad mirablemen te y lo l lam el pri
mer poeta de Amrica, deca que en sus ver
sos aprendi a ser cubano. Pues en su poesa
Heredia sella el sentimiento de singularidad
del cubano, y fija los smbolos de su tradicin,
palma o estrel la. Opuesto tanto al rgimen
metropoli tano como al crimen de la esclavi
tud, es un parricida no slo en lo que toca a
Espaa, sino a su clase, la cual, atemorizada,
abandona a este precoz heraldo de cubana,
pero reconocindole su genio l i terario, que
tambin se manifest en piezas dramticas,
cuentos y crticas. Al morir en 1839, a sus
treinta y cinco aos, era indiscutible que Cu
ba perda a su primer gran hombre de letras.
Conven imos en considerar ya abiertamen
te nuestra inicial generacin romntica la de
los poetas Gabriel de la Concepcin Valds,
Plcido,
y Jos Jacinto Milans.
Plcido,
arte
sano mulato, es la primera figura notable de
nuestras letras en no ser blanca ni provenir,
consecuentemente, de las clases adineradas.
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om bre singular: Francisco M an
esclavo de gran talento que al cabo ser
En cambio Manza no nos ha dejado un d o
Plci
o
como Manzano fueron involucrados por
Conspiracin
la Escalera
llamada as deb ido al t ipo de
ento al que se someta a los inculpa dos
43-1844, con la que se qu iso castigar a las
erosas revueltas de negros y mes tizos, so
de aqullos, y en general atem orizar
Plcido
fue fusilado, y Manza
Milans representa una intelectual idad
esclavista, no pro vien e del pa-
ntico de intenso eticismo, con frecuencia
us notas de delicada ternu ra (en q ue
as a la l ibertad y a la indepe nden
ron la envergadura de las de su co etnea
Aunque la segunda generacin romntica
otas ms caracterst icas son el desarro llo
exaltacin del desaparecido ind
guras de men or calidad, lo prim ero se
El Cucalamb,
que sigue
dichos campos con fines nacionalis
tas,
anticolonialistas, dio con un a ex
presin genuina y llev a su cima una
lnea de criollizacin de la poesa es
paola iniciada a principios de siglo.
Esa poesa haba conocid o, casi para
lelamente, dos propulsores mayores:
uno , de ext raccin popular , Francis
co Poveda,
El Trovador Cubano; y
ot ro , rico exponente del patriciado,
e l ya nombrado Dom ingo de l Mon
te . Ninguno de ambos era un gran
poeta, pero sus obras nos permiten
asist ir a una curiosa mutacin de
funciones de las formas Poticas. Del
Monte, conservador tanto en lo po
l t ico como en lo l i terario, al propo
nerse una poesa criollista, recurre al
romance, la estrofa tradicionalmente popular
en Espaa, pero no en Cuba, no obstante va
lerse Del Monte de asuntos campesinos cuba
nos;
Poveda, hom bre m s elemental en su for
macin y autntico campesino, se at iene a la
espinela o dcima, que a pesar de su origen
culto haba venido aclimatndose en los cam
pos de Cuba y otros pases americanos, al
punto de hacerse la forma habitual , hasta
nuestro s das, de las improv isaciones del cam
pesino o guajiro, correspondencia cubana de
las improvisaciones del payador rioplatense.
En las dcimas de
El Trovador Cubano,
de
El
Cucalamb, de numerosos poetas annimos
(cuyas obras no empezaran a recogerse hasta
que Sam uel Feijoo lo hiciera en 1961) se anu n
ci,
y se despedaz, un posible
Martn Fierro
insular.
La otra nota valiosa del perodo est dada
por un conjunto de poetas en que se afina la
sensibil idad romntica. Aunque esta l nea es
iniciada por Rafael Mara de Mendive, maes
tro de Mart , el nombre descollante de esta
etapa es el de Juan Clem ente Zenea, una de las
voces ms transparentes y puras de la poesa
cubana, quien expresar en nocturnos y elegas
la desazn de un poeta delicado a quien su de
ber empuja al combate y que no logra estar
siempre a la al tura de las circunstancias. Co
m o
Plcido,
muri fusilado por los espaoles.
Su estancia, desterrado, en los Estados Uni
dos,
le permiti familiarizarse con la literatu
ra de aquel pas, sobre la que escribi estudios
que parecen h aber influido en Bcquer, cuyas
Rimas aparecieron el ao del fusilamiento del
cubano. Con la obra de Zenea se suele empa-
Juan Clemente Zenea.
In t roduc c i n a a l i t e ra t u ra c uba na
ROBERTO FERNND EZ RETAMAR
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La literatura en el Papel Peridico de
reun ieron los materiales de su se
varios de el los atribuidos al Padre Jos
el cuen to cu bano naci al l ,
hos un gnero de este siglo, de
io de test imonio, por la Casa de las Am -
Excursin a V ueltabajo, de Ciri
de Miguel Barnet .
Baste lo anterior para no incurrir en el fe
Miscelnea
Jos Antonio Saco (quien haba di
Revista Bimestre Cubana) agrup un
Papeles sobre C uba.
N o to
s son en sayos; pero mu chos s, y estn
Historia de la esclavitud
Papeles
los dedicara a la me
igo c om o l de la esclavitud. Saco, si bien
que la nacionalidad cub ana (a
pug n p or el lo el blanqueam iento del pas,
s, lo que ha hecho que se
Heredia, Del Monte) . Fue, segn Portuondo,
la voz ms alta del patriciado; su obra, el
examen ms agudo y perdurable de las races
de nuestra nacionalidad. Despus de l , slo
seran posibles las revolucionarias, que acaba
ran situando en el eje del pas a sectores me
dios y populares con voceros como Antonio
Macea y Jos Mart .
Entiendo que la conferencia Literatura y
pensa miento en el fin del siglo XIX conside
rar a otras de nuestras importantes ensayis
tas de la centuria: pienso en autores com o M a
nuel Sanguily, Enrique Jos Varona y, sobre
todo ,
el mayor de nuestros escri tores, Mart .
Mientras, evidentemente, la Narrativa cuba
na del siglo XIX se har cargo de lo que
anuncia. Tendremos as un cuadro de lo fun
dam ental de nuestras letras en un siglo del que
hay que decir que si se inici en 1790, conclu
y ,
desastrosamente por part ida doble, en
1898.
En ese ao, la intromisin estadouni
dense en la guerra entre Espaa y Cuba (que
haba recom enza do en 1895), no slo venci a
ambas, hecho en verdad infrecuente, sino que
conv irt i a la segunda en t ierra ocup ada mili
tarmente, y luego en protecto rado y neoc olo-
nia, hasta 1958, ejerciendo el po der po r lo ge
neral a travs de g obiernos t teres.
Mirando retrospectivamente a la l i teratura
cubana de la centuria pasada, sendas observa
ciones l laman la atencin, una desde la dere
cha y otra desde la izquierda. La prim era es de
don Marcelino Menndez y Pelayo, segn el
cual el espritu general de los literatos y de
los hombres de ciencia en Cuba ha solido ser
sistemticamente hosti l a Espaa y manifes
tarse francamente com o tal. La segunda es de
M art , cuya obra estuvo tan nutrida no slo de
literaturas extranjeras, sino de lo mejor de los
clsicos de su idioma; lo cual no le impidi
decir, aludiendo a su contemporaneidad, que
los pueblos de habla espaola nada, que no
sea manjar rehervido, reciben de Espaa. El
siglo haba separado a las li teraturas de amb os
pases, como haba separado a los pases mis
mos, no obstante permanecer pol t icamente
unidos. Pero a part ir de 1898 las cosas no se
guiran siendo as.
En el siglo XX se ha puesto el nfasis del
curso, y apenas me es necesario aadir gran
cosa. Como ya adelant, s in embargo, echo
de menos una conferencia que abordara en
conjunto su ensayo. No pienso supl i r la (en
t re ot ras cosas, porque carezco de t iempo),
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a la l it e ra t u ra c uba na
EZ RETAMAR
pero no quiero desaprovechar la oportuni
dad para sealar, a propsito de tal ensayo,
un p ar de cosas. La primera , la nueva relacin
que en este siglo se establecera entre la ex
metrpoli y la ex-colonia. Quiz el ejemplo
inicial sonado la ofrezca el l ibro de ensayos
de don Fernando Or t i z
Entre cubanos... Psi
cologa tropical,
apa recido en 1913 y en cabe
zado por dos cartas a Unamuno, cuya huel la
es visible en toda la obra, al extremo de que
ella fue sealada por Carlos Serrano como
ejemplo de regeneracionismo t rasat lnt i
co.
En la segunda de aquellas cartas, Ortiz
le asegura al recto r salm antino: y es que Cu
ba, en no pocos aspectos, es ms espaola
que Espaa. En trabajo ms serio sobre el
tema, de 1940, Los factores humanos de cu-
banidad, Ortiz volver a ci tar con identifi
cac in a Unamuno.
Unamuno dejar su huella en varias gene
raciones de ensayistas cubanos. Orteg a y Ga s-
set habr de hacerlo sobre to do en integrantes
de la generacin que emp ez a manifestarse en
la tercera dcada, como fue el caso destacado
de Jorge Maach (en su coetneo y contradic
tor Marinello, las races espaolas miran ms
a los barrocos). Y M ara Zam brano , en la ge
neracin posterior, sobre todo en el grupo que
se ncleo en to rno a la revista
Orgenes:
V itier
y Garca Marruz se contaron entre sus disc
pulos. A propsi to de ese grupo, aunque no
suele recordarse como debiera, las conferen
cias que Garca Lorca ofreci en La Habana
en 1930 (en especial la que dedic a la imagen
potica en don Luis de Gngora) est imularon
la ensayst ica deslumbrante de Lezama. Men
ciono lo anterior tan slo com o mue stras de la
presencia espaola en nuestro ensayo del si
glo.
Ms all del ensayo, es sabido que Juan
Ramn, Garca Lorca, Albert i , Aleixandre,
Cernuda y otros poetas espaoles tambin se
hicieron sentir en la poesa cubana. El final
desdichado de la guerra civil espaola inte
rrum pira p or largo t iemp o esa frti l relacin.
Pero ese es otro cantar.
Lo segundo que di r a prop si to del ensa
yo cuban o de esta centuria t iene ver con el tra
tamiento de determinadas cuestiones que es
propio del gnero. Si en el siglo pasado el en
sayo haba considerado problemas entonces
en discusin, otro tanto har ste. Slo que los
problemas, desde luego, no sern ya los mis
mos. A la contradiccin metrpoli /colonia le
ha sucedido la de metrpol i /protectorado o
neocolonia (siendo ahora la metrpoli no Es
paa, sino los Estados Unidos); a la contra
diccin esclavistas/esclavos, la que opone a la
viceburguesa o burguesa desnacionalizada
(la cual ocu p el sitio de la clase que pe rdi su
opo rtun idad histrica al finalizar la Gu erra de
los Diez Aos, en 1878, y cuyo epitafio fue el
Pacto del Zanjn) y a los sectores medios y
populares que ascendieran a primer plano en
la Guerra de 1895, con un ideario revolucio
nario diseado por Mart . Truncada aquella
guerra en 1898, su proyecto qued como una
revolucin posp uesta, segn dijera el histo
riador Ramn de Armas. El siglo XX ser
atravesado por tales contradicciones, y mu
chos de sus ensayistas se harn cargo de ellas.
Se trata de un entram ado co mplejo qu e apenas
puedo rozar aqu. En general , conscientes de
la cond icin ca pit idisminuida del pas, los en
sayistas de la primera generacin republicana,
sobre todo los reunidos en torno a la inicial
revista imp ortan te del siglo,
Cuba Contempo
rnea,
defienden la nacin frente a la prepo
tencia estadounidense, pero sin asumir una
posicin fuerte n i una perspectiva clasista po
pular. Entre quienes irn ms lejos en aquella
generacin habrn de contarse el propio Or
t iz, Jos Antonio Ramos y Emilio Roig de
Leuchsenring. Corresponder a la segunda
generacin hacer frente a las contradicciones
con todo su fuego. Varios de sus integrantes
redescubren, deslumhrados, a Mart . Jul io
Antonio Mella y Rubn Martnez Villena in
troducen el marxismo en el pensamiento cu
bano, y lo aplican creadoramente a desentra
ar nuest ros problemas. Mel la aporta el
primer anlisis marxista de Mart ; y Martnez
Villena e scribe
Cuba, factora yanqui,
parale
lamente a los
Siete ensayos
de Maritegui. In
telectuales com o ellos, com o muc hos d e quie
nes se expresaron en, la heterognea revista
Social,
en la vanguard ista
Revista de Avance
y
en la ms fugaz y radical Amrica Libre, ha
ban formado parte desde 1923 del Grupo Mi
norista, inclinado a la izquierda, al que de m o
do sorpresivo le apareci entre sus filas un
fascist izante: Alb erto Lm ar Schw eyer. Su l i
b ro
Biologa de la democracia,
despus de al
gunas escaramuzas, provoc, como rplica,
una Declaracin del Grupo que en 1927 re
dact Martnez Villena y fue, paradjicamen
te , el canto de cisne de dicho Grupo. El pas,
impulsado por el rechazo al rgimen t irnico
de Gerardo Machado, iba a t ratar de acome-
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(que se extingue en 1930),
primero posiciones conservado
y sumndose el segundo al comunismo.
, la revolucin vuelve a ser posp uesta:
sus jvenes comp aeros asaltan
nte, y vuelven a intentar
ara Fidel , es Mart ; su program a,
La
Despus de conocidas
que asum e carcter socialista y
Doy por sentado que el curso presentar
zado dura nte ese lapso en varios gne
El ingenio,
Vitier, Gar
asaus, Joel James, Desiderio N ava rro,
Nov as, Luis Toledo Sande, Abel Prie
, Rosa Ileana Boudet, Nara Arajo, Rafael
pez Sacha, Margari ta Mateo, Jorge
Luis Arcos, Ar turo A rango, Enrique
Ubieta, yo (no me queda ms reme
dio que ci tarme, para no parecer co
queto, as como a mi compaera
Adelaida
de
Juan), muchos y muchas
ms. Una figura adquiere rel ieve
mundial: el Che. En los lt imos
aos, adems de revistas ya existen
tes,
como
Casa de
las
Amricas y La
Gaceta de Cuba,
se han creado otras
destinadas a acoger ensayos nuevos:
Temas
y
Contracorriente
son ejem
plos de el las. Algun os pe rman ecen al
margen de la discusin pol t ica, co
mo Severo Sarduy, Julio Rodrguez
Luis,
Roberto Gonzlez Echevarra ,
Emilio Bejel. Y, po r su pue sto, no h an fal tado
ensayistas hostiles a la Revolucin, con fre
cuencia trnsfugas, tambin con frecuencia
continuadores (en pleno auge del imperial is
mo estadounidense y del pensamiento ni
co de derecha) de los anexionistas del siglo
pasado, cuando no mulos de Lmar Schwe-
yer. Equivalen a los que no tienen fe en su
patria, los letrados artificiales, ornados de
falsa erudicin, que fustig Mart en
Nues
tra Amrica.
Voy a concluir esta introd ucci n p ensan do
en lo que bro ta, y rei terando algo que dije ha
ce treinta aos, al final de una charla sobre
antipoesa y poesa conversacional en Hispa
noamrica que me solici t Mario Benedett i :
No conviene olvidar
el
carcter pendular
del arte
[...].
Hay
muchos rasgos que nosotros no podemos
prever
en estos momentos y que es posible que engendren
una poesa [en esta ocasin debemos decir: una lite
ratura]de la que notenemosnocin.Elarte,como la
historia toda, segn deca Marx, suele tomar el otro
camino,
Esa
otredad
que padece louno,de que
ha
blaba Antonio Machado, puede estar ahora mismo
oyendo la
conversacin,
y ella va a
decir
la ltimapa
labra. Que, desde luego, no serlaltima.
Portada del primer t
las
Amricas
mero de la revista
asade
In t roduc c i n a la l i t e ra t u ra c uba na
ROBERTO FERNNDEZ RETAMAR