Introduccion Hobsbawm Al Manifiesto Comunista

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Introducción al ManifiestoComunista

En la primavera de 1847, Karl Marx yFriedrich Engels decidieron afiliarse a la deno-minada Liga de los Justos (Bund der Gerechten),una rama de la más antigua Liga de los Proscri-tos (Bund der Geächteten), una sociedad secre-ta revolucionaria que habían creado en Parísobreros alemanes en su mayoría sastres y eba-nistas, bajo la influencia revolucionaria france-sa y compuesta principalmente por ese tipo deartesanos radicales expatriados. La Liga, con-vencida por su “comunismo crítico”, se brindóa publicar un Manifiesto redactado por Marx yEngels como documento político suyo y tam-bién a modernizar su organización de acuerdocon las propuestas que ellos hiciesen. Efectiva-mente, se reorganizó en el verano de 1847, serebautizó Liga de los Comunistas (Bund derKommunisten) y se declaró a favor del “derro-camiento de la burguesía, del gobierno del pro-letariado, del fin de la vieja sociedad basada enlas contradicciones de clase(Klassengegensätzen) y del establecimiento deuna nueva sociedad sin clases ni propiedad pri-vada”. Un segundo congreso de la Liga, que tam-bién tuvo lugar en Londres en noviembre-di-ciembre de 1847, aceptó formalmente esos ob-jetivos y los nuevos estatutos e invitó a Marx yEngels a redactar el nuevo Manifiesto que ex-pusiese las finalidades y la política de la Liga.

Aunque Marx y Engels prepararon borra-dores y el documento representa claramente lavisión común de ambos, Marx escribió casi conseguridad el texto final después de una enérgi-ca advertencia de la Ejecutiva, pues a Marx, tantoentonces como más tarde, le costaba completarsus textos a menos que fuera bajo la firme pre-sión de una fecha límite. La práctica ausencia

de versiones preliminares podría sugerir que fueescrito con rapidez. 1 El documento de 23 pági-nas resultante, titulado Manifiesto del PartidoComunista (conocido en general desde1872como el Manifiesto Comunista), se “publicó enfebrero de 1848”, impreso en la sede de laWorkers Educational Association (más conoci-da como KommunistischerArbeiterbildungsverein, que sobrevivió hasta1914) situada en el nº 46 de la calle Liverpool,de Londres.

En 1998 conmemoramos el 150 aniver-sario de la publicación de este breve panfletoque, a buen seguro, es con mucho la pieza deliteratura política más influyente desde la De-claración de los Derechos del Hombre y el Ciu-dadano de la Francia revolucionaria. Por fortu-na salió a la calle sólo una semana o dos antesdel estallido de las revoluciones de 1848, quese extendieron como un incendio forestal des-de París a todo el continente europeo. Aunquesu horizonte era claramente internacional conoptimismo, pero errando, la primera ediciónanunciaba la inminente traducción del Mani-fiesto al inglés, francés, italiano, flamenco ydanés, su impacto inicial tuvo lugar exclusiva-mente en Alemania. A pesar de lo pequeña queera, la Liga Comunista desempeñó un papel sig-nificativo en la revolución alemana, sobre todopor medio del periódico Neue RheinischeZeitung (1848-1849), que Marx editaba. En po-cos meses se reimprimió tres veces la primeraedición del Manifiesto, se publicó por entregasen el Deutsche Londoner Zeitung, se reescribióy corrigió en abril o mayo de 1848, en treintapáginas, pero se esfumó con el fracaso de lasrevoluciones de 1848. Cuando Marx se estable-

Eric. J. Hobsbawm, 1997

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ció en Inglaterra en 1849, en un exilio que du-raría toda la vida, debían existir tan pocos ejem-plares que Marx pensó que valía la pena reim-primir la sección III del Manifiesto(“Sozialistische und kommunitische Literatur”)en el último número de su revista en Londres,Neue Rheinische Zeitung, politischökonomischeRevue (noviembre de 1850), que apenas teníalectores.

Nadie hubiera predicho un futuro brillan-te para el Manifiesto en la década de 1850 y pri-meros años de la de 1860. En Londres, un impre-sor alemán emigrado publicó por su cuenta unacorta nueva edición, probablemente en 1864 yotra pequeña edición vio la luz en Berlín en 1866,la primera que realmente se publicó en Alema-nia. No parece que entre 1848 y 1868 hubiesetraducciones, aparte de una versión sueca publi-cada probablemente a finales de 1848 y una in-glesa en 1850, que es significativa en la historiabibliográfica del Manifiesto sólo porque al pare-cer la traductora consultó a Marx, o (puesto queella vivía en Lancashire) más probablemente aEngels. Ambas versiones desaparecieron sin de-jar huella. Hacia mediados de la década de 1860casi nada de lo que Marx había escrito en el pa-sado estaba ya en el mercado.

El destacado papel de Marx en la Asocia-ción Internacional de Trabajadores (la denomi-nada “Primera lnternacional”, 1864-1872) y elsurgimiento en Alemania de dos importantespartidos de clase obrera, ambos fundados porantiguos miembros de la Liga Comunista que letenían en gran estima, llevaron a una renova-ción del interés por el Manifiesto y por sus otrosescritos. En particular, su defensa elocuente dela Comuna de París de 1871 (que se conocecomúnmente como La guerra civil en Francia)le proporcionó una considerable notoriedad enla prensa como un peligroso líder de la subver-sión internacional temido por los gobiernos. Másconcretamente, el juicio por traición de los lí-deres socialdemócratas alemanes, WilhelmLiebknecht, August Bebel y Adolf Hepner enmarzo de 1872, le dio una inesperada publici-

dad al documento. La acusación leyó el textodel Manifiesto en la sesión del tribunal y así lesdio la primera oportunidad a los socialdemó-cratas de publicarlo de forma legal y con unalarga tirada, como parte de los procedimientosdel juicio. Puesto que parecía claro que un do-cumento publicado antes de la revolución de1848 necesitaría algún comentario explicativoy una cierta puesta al día, Marx y Engels escri-bieron el primero de una serie de prefacios quedesde entonces han acompañado habitualmen-te las nuevas ediciones del Manifiesto2. Pormotivos legales, el prefacio no se pudo distri-buir ampliamente en aquel momento, pero dehecho la edición de 1872 (basada en la ediciónde 1866) se convirtió en la base de todas lasediciones subsiguientes. Mientras tanto, entre1871 y 1873, aparecieron al menos nueve edi-ciones del Manifiesto en seis idiomas.

En los cuarenta años siguientes, el Mani-fiesto conquistó el mundo impulsado por el as-censo de los nuevos partidos obreristas (socia-listas), en los que la influencia marxista aumen-tó con rapidez en la década de 1880. Ningunode estos partidos optó por darse a conocer comoPartido Comunista hasta que los bolcheviquesrusos volvieron al nombre original después dela Revolución de Octubre, pero el título Mani-fiesto del Partido Comunista permanecióinalterado. Incluso antes de la Revolución rusade 1917 se había publicado en varios cientosde ediciones en unos treinta idiomas, incluyen-do tres ediciones en japonés y una en chino.No obstante, su principal zona de influencia sehallaba en la franja central de Europa que seextendía desde Francia al oeste, hasta Rusia, enel este. No es sorprendente que el mayor núme-ro de ediciones se hiciera en ruso (70), más 35ediciones en las lenguas del imperio zarista: 11en polaco, 7 en yiddish, 6 en finés, 5 enucraniano, 4 en georgiano, 2 en armenio. Ha-bía 55 ediciones en alemán, más, para el impe-rio de los Habsburgo, otras 9 en húngaro y 8 encheco (pero sólo 3 en croata, 1 en eslovaco y 1en esloveno), 34 en inglés (abarcando tambiénlos Estados Unidos, donde la primera traduc-

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ción apareció en 1871), 26 en francés y 11 enitaliano (la primera en esta lengua no se hizohasta 1889). 3 Su impacto en la Europa del su-roeste fue pequeño: 6 ediciones en español* (in-cluyendo las latinoamericanas) y una en portu-gués. El mismo impacto tuvo en la Europa delsureste (7 ediciones en búlgaro, 4 en serbio, 4en rumano y una sola edición en ladino,presumiblemente publicada en Salónica). Euro-pa del norte estuvo moderadamente bien repre-sentada con 6 ediciones en danés, 5 en sueco y2 en noruego4.

Esta distribución geográfica desigual re-flejaba no sólo el desarrollo desigual del movi-miento socialista, y de la misma influencia deMarx, como movimiento diferenciado de otrasideologías revolucionarias como el anarquismo.También debería recordarnos que no se dabauna correlación estrecha entre el tamaño y elpoder de los partidos socialdemócratas yobreristas y la circulación del Manifiesto. Porejemplo, hasta 1905 el Partido Socialdemócra-ta Alemán (SPD), con sus cientos de miles deafiliados y sus millones de votantes, publicónuevas ediciones del Manifiesto en tiradas queno sobrepasaban los 2.000 o 3.000 ejemplares.Del Programa de Erfurt de 1891, el partido hizouna tirada de 120.000 ejemplares, mientras queno parece que se publicaran más de 16.000copias del Manifiesto en los once años que vandesde 1895 a 1905, año en el que la circula-ción de su periódico teórico, Die Neue Zeit, erade 6.400 ejemplares5. No era de esperar que elafiliado medio de un partido socialdemócratamarxista de masas superara un examen de teo-ría. Por el contrario, las setenta ediciones de laRusia prerrevolucionaria representaban unacombinación de organizaciones, ilegales lamayor parte del tiempo, cuya afiliación total nodebió ser superior a unos pocos miles. De modoparecido, las 34 ediciones inglesas fueron pu-blicadas por y para unas cuantas sectas marxis-tas del mundo anglosajón que operaban en elmargen izquierdo de los partidos socialistas yobreristas que existían. Este era el medio en que“la perspicacia de un camarada se podía cali-

brar invariablemente por el número de anota-ciones personales en su Manifiesto”6. En defini-tiva, los lectores del Manifiesto, aunque forma-ban parte de los nuevos partidos y movimientossocialistas y de trabajadores en alza, a buen se-guro no eran una muestra representativa de suafiliación. Eran hombres y mujeres con un inte-rés especial en la teoría que subyace en esosmovimientos. Probablemente todavía sea esteel caso.

Esta situación cambió después de la Re-volución de Octubre, en todo caso en los parti-dos comunistas. A diferencia de los partidos demasas de la Segunda Internacional (1889-1914),los de la Tercera (1919-1943) esperaban quetodos sus miembros comprendiesen la teoríamarxista, o al menos mostraran cierto conoci-miento de ella. La dicotomía entre los líderespolíticos reales, que no estaban interesados enescribir libros, y los “teóricos” tipo Karl Kautsky,conocidos y respetados como tales pero nocomo activistas políticos prácticos, se desvane-ció. Siguiendo el modelo de Lenin, se suponíaque todos los dirigentes eran importantes teóri-cos, puesto que todas las decisiones políticas sejustificaban con el fundamento del análisis mar-xista, 0, más probablemente, haciendo referen-cia a la autoridad textual de “los clásicos”, Marx,Engels, Lenin y en su momento Stalin. La publi-cación y la difusión popular de los textos deMarx y Engels se convirtió, por consiguiente, enalgo mucho más importante para el movimien-to de lo que había sido en los días de la Segun-da Internacional. Abarcaba desde series de es-critos menores, probablemente encabezados porel Elementarbücher des Kommunismus alemán,durante la República de Weimar y compilacio-nes de lecturas adecuadamente seleccionadas,como la inestimable Correspondencia seleccio-nada de Marx y Engels, hasta las Obras selectasde Marx y Engels, primero en dos y luego entres volúmenes y la preparación de sus Obrascompletas (Gesamtausgabe); todas ellas respal-dadas por los ilimitados recursos-para estos pro-pósitos—del Partido Comunista Soviético, y amenudo editados en la misma Unión Soviética

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en mulitud de idiomas extranjeros. El Manifies-to comunista se benefició de esta nueva situa-ción por tres vías. Aumentó sin duda su circula-ción. La edición económica que publicaron en1932 las editoriales oficiales de los partidos co-munistas norteamericano y británico, de “cien-tos de miles” de ejemplares, se ha descrito como“probablemente la edición más masiva que ja-más se haya publicado en inglés”7. Su título nofue ya una supervivencia histórica, ahora se vin-culaba directamente a la política del momento.Puesto que ahora un estado importante se re-clamaba de la ideología marxista, la posicióndel Manifiesto como texto de ciencia políticase reforzó y por consiguiente entró a formar partedel programa docente de las universidades, don-de su destino fue una rápida expansión despuésde la segunda guerra mundial y donde el mar-xismo de los lectores intelectuales iba a encon-trar su público más entusiasta en las décadas de1960 y 1970.

La URSS salió de la segunda guerra mun-dial convertida en una de las dos superpoten-cias mundiales, encabezando una vasta regiónde estados y satélites comunistas. Los partidoscomunistas occidentales (con la notable excep-ción del alemán) emergieron de ella más fuer-tes de lo que nunca habían sido ni iban proba-blemente a ser. En el año de su centenario, aun-que se había iniciado la guerra fría, el Manifies-to ya no fue publicado exclusivamente por co-munistas u otros editores marxistas, sino en gran-des ediciones de editoriales no políticas conintroducciones de académicos destacados. Esdecir, no fue ya sólo un documento marxistaclásico, sino que se había convertido en un clá-sico político tout court.

Sigue siéndolo incluso después del finaldel comunismo soviético y el declive de lospartidos y movimientos marxistas en muchaszonas del mundo. En los estados donde no haycensura, es casi seguro que cualquiera que ten-ga al alcance una buena librería y con seguri-dad si tiene una buena biblioteca a mano, pue-de tener acceso a él. Por lo tanto, el objetivo deuna nueva edición en su 150 aniversario no es

hacer accesible el texto de esta sorprendenteobra maestra y mucho menos, volver a revisarun siglo de debates doctrinales acerca de la in-terpretación “correcta” de este documento fun-damental del marxismo. El objetivo es recordar-nos que el Manifiesto tiene todavía mucho quedecir al mundo en vísperas del siglo XXI.

II ¿QUE TIENE QUE DECIR?

Es, obviamente, un documento escritopara un momento concreto de la historia. Partede él envejeció casi inmediatamente. Por ejem-plo, las tácticas que se recomendaban a los co-munistas alemanes, que no fueron las que dehecho aplicaron durante la revolución de 1848y sus secuelas. Una parte mayor de él se fuehaciendo obsoleta, a medida que aumentaba eltiempo de separación entre los lectores y la fe-cha de su escritura. Hace mucho tiempo queGuizot y Metternich se pasaron de la direcciónde los gobiernos a los libros de historia; el zar(aunque no es el caso del papa) ya no existe. Ypor lo que se refiere a la discusión de la “litera-tura socialista y comunista”, los mismos Marx yEngels admitieron en 1872 que incluso enton-ces estaba anticuada.

Todavía más: con el tiempo, el lenguajedel Manifiesto no es ya el de sus lectores. Porejemplo, se ha dado mucha importancia a lafrase en la que se dice que el avance de unasociedad burguesa había sustraído “a una con-siderable parte de la población al idiotismo dela vida rural”. Pero aunque no hay duda de queMarx en aquel momento compartía el habitualdesprecio, a la vez que la ignorancia, de loshombres de ciudad con respecto al medio cam-pesino, la frase alemana real y más interesantedesde el punto de vista analítico (“demIdiotismus des Landlebens entrissen”), no se re-fería a la “estupidez”, sino a la “estrechez demiras” o al “aislamiento de la sociedad másamplia” en el que vivía la población del cam-po. Se hacía eco del significado original del tér-mino griego idiotes, del que se deriva el sentidohabitual de “idiota” o “idiotez”, a saber, “perso-na que sólo se preocupa de sus intereses priva-

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dos y no de los de la comunidad más amplia”.Desde los años cuarenta del pasado siglo, a lolargo de las décadas y en movimientos cuyosmiembros, a diferencia de Marx, no habían re-cibido una educación clásica, el sentido origi-nal se evaporó y se malinterpretó. Esto es toda-vía más evidente en su vocabulario político.Términos como Stand (“condición social”),Demokratie (“democracia”) o “Nación / nacio-nal” o bien tienen poca aplicación a la políticade finales del siglo XX o bien ya no tienen elsignificado que tenían en el discurso político ofilosófico de la década de 1840. Para poner unejemplo obvio, el “Partido Comunista” cuyomanifiesto reclama ser nuestro texto no teníanada que ver con los partidos de la política de-mocrática moderna o los “partidos de vanguar-dia” del comunismo leninista y no digamos conlos partidos de estado de tipo soviético y chino.Ninguno de ellos existía todavía. “Partido” sig-nificaba todavía esencialmente una tendenciao corriente de opinión o política, aunque Marxy Engels reconocían que, una vez encontraraexpresión en los movimientos de clase, desa-rrollaría cierto tipo de organización (“dieseOrganisation der Proletarier zur Klasse, unddamit zur politischen Partei”). De ahí la distin-ción, en la sección IV, entre los “partidos obre-ros ya constituidos ... los carlistas en Inglaterray los reformistas agrarios en Norteamérica “ylos demás, todavía no constituidos8. Como de-jaba claro el texto, el Partido Comunista de Marxy Engels no constituía ninguna organización enaquel momento, ni pretendía establecerla, mu-cho menos una organización con un programaespecífico diferente de otras organizaciones9. Porcierto, el grupo real en nombre del cual se es-cribió el Manifiesto, la Liga comunista, no semenciona en ningún lugar. Además, está claroque el Manifiesto no sólo fue escrito en y parauna situación histórica particular, sino que re-presentaba una fase una fase relativamenteinmadura del desarrollo del pensamientomarxiano. Esto se hace muy patente en sus as-pectos económicos. Aunque Marx había empe-

zado a estudiar economía política desde 1843,no se puso a desarrollar seriamente el análisiseconómico expuesto en El capital hasta que lle-gó a su exilio en Inglaterra después de la revolu-ción de 1848 y accedió a los tesoros de la Biblio-teca del Museo Británico en el verano de 1850.De modo que la distinción entre la venta por partedel proletario de su trabajo al capitalista y la ventade su fuerza de trabajo, que es esencial a la teo-ría marxiana de la plusvalía y la explotación, to-davía no había sido elaborada con claridad en elManifiesto. Tampoco el Marx maduro sostendríala visión de que el precio de la mercancía traba-jo fuera su costo de producción, es decir, el cos-to del mínimo fisiológico necesario para mante-ner vivo al obrero. En definitiva, Marx escribió elManifiesto menos como un economista marxianoque como un comunista ricardiano.

No obstante, aunque Marx y Engels recor-daban a los lectores que el Manifiesto era undocumento histórico, que estaba anticuado enmuchos aspectos, fomentaron y contribuye rona la publicación del texto de 1848 con correc-ciones y clarificaciones relativamente insignifi-cantes10. Reconocían que seguía siendo una ex-posición fundamental del análisis que distinguíasu comunismo de todos los demás proyectos decreación de una sociedad mejor. En esencia esteanálisis era histórico. Su núcleo central era lademostración del desarrollo histórico de las so-ciedades y de forma específica, de la sociedadburguesa, que había reemplazado a sus prede-cesoras, había revolucionado el mundo y a suvez, había creado necesariamente las condicio-nes para su inevitable sustitución, A diferenciade la economía marxiana, la “concepción mate-rialista de la historia” que subyace en este análi-sis, había encontrado ya su formulación maduraa mediados de la década de 1840. En los últimosaños permaneció sustancialmente inalterada11. Eneste aspecto, el Manifiesto era ya un documentoque definía el marxismo. Expresaba la visión his-tórica, aunque su trazado general quedase toda-vía por completar en análisis más acabados.

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III

¿Qué efecto tendrá el Manifiesto en ellector que acceda a él por primera vez en 1998?El nuevo lector difícilmente se podrá resistir aser arrastrado por la convicción apasionada, labrevedad sintética, la fuerza intelectual yestilística, de este sorprendente panfleto. Pare-ce que haya sido escrito en un único impulsocreativo, en frases lapidarias que casi se trans-forman de forma natural en aforismos memora-bles que han llegado a ser conocidos muchomás allá del mundo del debate político : desdeel principio, “Un fantasma recorre Europa: es elfantasma del comunismo”, hasta el final, “Losproletarios no tienen nada que perder ... másque sus cadenas. Tienen un mundo que ganar”.12

De forma igualmente poco común en la litera-tura alemana del siglo XIX, está escrito en pá-rrafos cortos, apodícticos, predominantementede una a cinco líneas, sólo en cinco casos deentre más de doscientos son de quince o máslíneas. Se mire como se mire, el Manifiesto co-munista como retórica política tiene una fuerzacasi bíblica. Es decir, no es posible negar su irre-sistible fuerza literaria13.

No obstante, lo que también llama sinduda la atención del lector contemporáneo esel notable diagnóstico del Manifiesto acerca delcarácter revolucionario y el impacto de la “so-ciedad burguesa”. No se trata simplemente deque Marx reconociese y proclamase los logrosextraordinarios y el dina mismo de una socie-dad que él detestaba, para sorpresa de más deun defensor posterior del capitalismo contra laamenaza roja. Sino de que en el mundo trans-formado por el capitalismo que él describía en1848, en pasajes de elocuencia sombría y lacó-nica, se reconoce el mundo en que vivimos 150años después. Curiosamente, el optimismo nadarealista, desde el punto de vista político, de dosrevolucionarios de 28 y 30 años, ha demostra-do ser la fuerza más duradera del Manifiesto.Porque aunque el “fantasma del comunismo”obsesionase ciertamente a los políticos y aun-que Europa atravesara un importante período

de crisis económica y social y fuera a estallaren la revolución continental más extendida desu historia, de ningún modo había fundamentopara la creencia expresada en el Manifiesto deque el momento de derrumbe del capitalismose estaba acercando (“la revolución burguesaalemana sólo puede ser el preludio inmediata-mente anterior a una revolución proletaria”). Porel contrario. Como ahora sabemos, el capitalis-mo estaba preparado para su primera era deavance global triunfante.

Lo que da al Manifiesto su vigor son doscosas. La primera es su visión, incluso en loscomienzos de la marcha triunfal del capitalis-mo, de que este modo de producción no erapermanente, estable, “el final de la historia”, sinouna fase temporal en la historia de la humani-dad y que, como sus predecesores, estaba des-tinado a ser superado por otro tipo de sociedad(a menos que —la frase del Manifiesto apenasha sido advertida—concluya “con la destruc-ción de las clases beligerantes”). La segunda essu reconocimiento de las tendencias históricasdel desarrollo capitalista necesariamente a lar-go plazo. El potencial revolucionario de la eco-nomía capitalista era ya evidente; Marx y Engelsno pretendían ser los únicos que lo reconocían.Desde la Revolución francesa algunas de lastendencias que ellos observaron estaban tenien-do claramente un efecto sustancial: por ejem-plo, la decadencia de “provincias independien-tes, apenas aliadas y con intereses, leyes, go-biernos y aranceles diferentes”, ante los esta-dos-nación” con un gobierno, una ley, un inte-rés nacional de clase y una línea aduanera”. Sinembargo, hacia finales de la década de 1840,lo que la burguesía había logrado era muchomás modesto que los milagros que se le atri-buían en el Manifiesto. Al fin y al cabo, en 1850en el mundo no se producían más de 71.000toneladas de acero (casi el 70 por 100 en GranBretaña) y se habían construido menos de38.000 km de vías férreas (dos terceras partesde ellas en Gran Bretaña y los Estados Unidosde América). Los historiadores no han tenidodificultad en de mostrar que, incluso en Gran

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Bretaña, la Revolución industrial (un términoutilizado explícitamente por Engels desde 1844en adelante)14 apenas había creado un país in-dustrial, ni siquiera predominantemente urba-no, antes de la década de 1850. Marx y Engelsno describían el mundo tal como había sido yatransformado por el capitalismo en 1848, sinoque predecían cómo estaba lógicamente desti-nado a ser transformado por él.

Hoy vivimos en un mundo en el que estatransformación se ha realizado en su mayor par-te, aunque los lectores del Manifiesto en el ter-cer milenio del calendario occidental sin dudaobservarán que ha avanzado incluso más alládesde 1998. En algunos sentidos, hoy podemosincluso ver de forma más clara la fuerza de laspredicciones del Manifiesto que las generacio-nes situadas entre nosotros y su publicación.Porque hasta la revolución en los transportes ylas comunicaciones, a partir de la segunda gue-rra mundial, existían límites a la globalizaciónde la producción, a “dar una conformación cos-mopolita a la producción y al consumo en to-dos los países”. Hasta la dé cada de 1970, laindustrialización siguió estando preponderan-temente confinada a sus regiones de origen. Al-gunas escuelas de marxistas podían incluso ar-gumentar que el capitalismo, al menos en suforma imperialista, lejos de “obliga(r) a todas lasnaciones a apropiarse del modo de producciónde la burguesía, si es que no quieren sucum-bir”, por naturaleza perpetuaba, o incluso crea-ba, “subdesarrollo” en el llamado Tercer Mun-do. Mientras un tercio de la especie humanavivía en economías del tipo comunista soviéti-co, parecía que el capitalismo nunca consegui-ría obligar a todas las naciones a convertirse enburguesas. No “crea(ría) un mundo a su propiaimagen y semejanza”. Tampoco, antes de ladécada de 1960, el anuncio hecho por el Mani-fiesto de que el capitalismo llevaba consigo ladestrucción de la familia parecía haber sido ve-rificado, ni siquiera en los países occidentalesavanzados donde hoy más o menos la mitad delos hijos nacen de madres solas y son criadospor ellas, y la mitad de los hogares en las gran-

des ciudades son unipersonales. Para acabar, loque en 1848 pudo sorprender a un lector nocomprometido como retórica revolucionaria o,como mucho, como predicción verosímil, hoyse puede leer como una caracterización conci-sa del capitalismo a finales del siglo XX. ¿Dequé otro documento de la década de 1840 sepuede decir lo mismo?

IV

No obstante, si a finales del milenio de-bemos sorprendernos por la agudeza de la vi-sión que el Manifiesto daba del entonces remo-to futuro de un capitalismo masivamenteglobalizado, el fracaso de otra de sus previsio-nes es igualmente sorprendente. Hoy es evidenteque la burguesía no ha producido “ante todo,sus propios sepultureros” en el proletariado. “Suhundimiento y el triunfo del proletariado” no sehan demostrado “igual mente inevitables”. Elcontraste entre las dos mitades del análisis he-cho en el Manifiesto en su sección titulada Bur-gueses y proletarios reclama más explicacióndespués de 150 años que en el momento de sucentenario.

El problema no reside en la visión de Marxy Engels de un capitalismo que transformabanecesariamente a la mayor parte de la pobla-ción que ganaba su sustento en esa economíaen hombres y mujeres que dependen para susubsistencia de alquilarse a cambio de jornaleso salarios. Sin duda la tendencia ha sido esa,aunque hoy en día los ingresos de algunos delos que técnicamente son empleados contrata-dos a cambio de un salario, como los ejecuti-vos de las grandes empresas, difícil mente sepueden contar como proletarios. Ni tampocoreside esencialmente en su creencia de que lamayor parte de esa población trabajadora con-sistiría en una fuerza de trabajo industrial. Aun-que Gran Bretaña siguió siendo completamen-te excepcional como un país en que los obrerosmanuales asalariados constituían la mayor par-te de la población, el desarrollo de la produc-ción industrial exigió una entrada masiva y cre-ciente de trabajo manual durante mucho más

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de un siglo después del Manifiesto. Es incues-tionable que este ya no es el caso en la produc-ción moderna de capital intensivo y alta tecno-logía, un desarrollo que no se tomó en conside-ración en el Manifiesto, aunque de hecho ensus estudios económicos más maduros el mis-mo Marx concibiera el posible desarrollo de unaeconomía que prescindiera progresivamente deltrabajo, al menos en una era poscapitalista15.Incluso en las viejas economías industriales delcapitalismo, el porcentaje de gente empleadaen la industria manufacturera se mantuvo esta-ble hasta la década de 1970, excepto en los Es-tados Unidos, donde el declive se inició un pocoantes. Desde luego, con muy pocas excepcio-nes, como las de Gran Bretaña, Bélgica y losEstados Unidos, en 1970 los trabajadores indus-triales probablemente constituían una propor-ción mayor del total de población ocupada enel mundo industrial y en vías de industrializa-ción, que en cualquier momento anterior.

Sea como sea, el derrocamiento del capi-talismo previsto por el Manifiesto no residía enla transformación previa de la mayoría de la po-blación ocupada en proletarios, sino en la asun-ción de que la situación del proletariado en laeconomía capitalista era tal que, una vez organi-zado como un movimiento de clase necesaria-mente político, podía encabezar y aglutinar eldescontento de otras clases y así adquirir poderpolítico como “el movimiento independiente deuna ingente mayoría” en interés de esa ingentemayoría. De este modo el proletariado llegaría a“elevarse a clase nacional ... constituirse a sí mis-mo en cuanto nación”16.

Puesto que el capitalismo no ha sido de-rrocado estamos en condiciones de desecharesta predicción. Sin embargo, por muy impro-bable que pareciera en 1848, la política de lamayor parte de los países capitalistas europeosiba a ser transformada por el ascenso de losmovimientos políticos organizados que se ba-saban en la conciencia de clase proletaria y queapenas habían hecho su aparición fuera de GranBretaña. Los partidos socialistas y obreristas

emergieron en muchas zonas del mundo “desa-rrollado” en la década de 1880. Llegaron a serpartidos de masas en los estados con derechodemocrático al voto que ellos mismos habíancontribuido en tan gran medida a conseguir.Durante la primera guerra mundial y despuésde ella, mientras una rama de los “partidos pro-letarios” siguió el camino revolucionario de losbolcheviques, otra rama se convirtió en el pilarque sustentaba un capitalismo democratiza do.La rama bolchevique ya no tiene una gran sig-nificación en Europa, o bien los partidos de estetipo se han asimilado a la socialdemocracia. Lasocialdemocracia, tal como se entendía en tiem-pos de Bebel e incluso de Clement Attlee, estáluchan do en retaguardia en la década de losnoventa. Sin embargo, mientras escribo esto(1997), los descendientes de los partidos social-demócratas de la Segunda Internacional, algu-nas veces bajo sus nombres originales, son lospartidos de gobierno en todos los estados euro-peos excepto dos (España y Alemania) y enambos han gobernado en el pasado y es proba-ble que lo vuelvan a hacer.

En definitiva, lo que está equivocado noes la predicción del Manifiesto acerca del papelcentral de los movimientos políticos basados enla clase obrera (y que todavía llevan explícita-mente el nombre de clase, como los partidoslaboristas británico, holandés, noruego y deAustralasia). Es la proposición de que “de todaslas clases que enfrentan hoy en día a la burgue-sía, sólo el proletariado es una clase verdadera-mente revolucionaria”, cuyo destino inevitable,implícito en la naturaleza y el desarrollo delcapitalismo, es derrocar a la burguesía: “Su hun-dimiento y el triunfo del proletariado son igual-mente inevitables”.

Incluso en los famosos “hambrientos añoscuarenta”, el mecanismo que debía asegurar estehecho, a saber, la caída inevitable de los traba-jadores en la indigencia17, no era totalmente con-vincente; a menos que se supusiera, lo cual in-cluso entonces no era creíble, que el capitalis-mo se encontraba en su crisis final y a punto de

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ser derrocado inmediatamente. Se trataba de unmecanismo doble. Sumado al efecto del aumen-to de la indigencia sobre el movimiento obrero,demostraba que la burguesía era “incapaz dedominar porque es incapaz de asegurar a susesclavos la existencia inclusive dentro de su es-clavitud, porque está obligada a dejarlos que sesuman en una situación en la cual debe alimen-tarlos en lugar de ser alimentada por ellos”. Le-jos de proporcionar el beneficio que alimenta-da la máquina del capitalismo, el trabajo lodrenaba. Pero, dado el enorme potencial eco-nómico del capitalismo que tan enfáticamentese exponía en el mismo Manifiesto, ¿por quéera inevitable que el capitalismo no pudieseproveer subsistencia, por muy miserable quefuera, a la mayor parte de su clase obrera, o,dicho de otro modo, que no pudiese proporcio-nar un sistema de bienestar? ¿Era inevitable que“la indigencia [en sentido estricto, véase la nota17] se desarrolla (ra) aún con mayor celeridadque la población y la riqueza”?18 Si el capitalis-mo tenía una larga vida ante él—como fue evi-dente muy poco después de 1848—, esto notenía que ocurrir. Y de hecho, no ocurrió.

La visión del desarrollo histórico de lasociedad burguesa que daba el Manifiesto, in-cluida la clase obrera que ésta generaba, noconducía necesariamente a la conclusión de queel proletariado derrocaría al capitalismo y, alhacerlo, abriría el camino hacia el desarrollodel comunismo, porque la visión y la conclu-sión no derivaban del mismo análisis. La metadel comunismo, adoptada antes de que Marxfuera marxista, no se derivaba del análisis de lanaturaleza y el desarrollo del capitalismo, sinode un argumento filosófico, en realidadescatológico, acerca de la naturaleza humana ysu destino. La idea fundamental para Marx des-de aquel momento de que el proletariado erauna clase que no se podía liberar a ella mismasin liberar de ese modo a toda la sociedad, apa-rece primero como “una deducción filosóficamás que como un producto de la observación”19.Como señaló George Lichtheim: el proletaria-do hace su primera aparición en los escritos de

Marx como la fuerza social que se necesita pararealizar las metas de la filosofía germana talcomo lo veía Marx en 1843-1844.20

La “posibilidad positiva de la emancipa-ción alemana”, escribió en la Introducción a laCrítica de la filosofía del derecho de Hegel, re-side “en la formación de una clase con cadenasradicales ... una clase que es la disolución detodas las clases, una esfera de la sociedad quetiene un carácter universal porque sus sufrimien-tos son universales y que no demanda un bienparticular porque el mal que se ha cometidocontra ella no es un mal particular, sino malcomo tal ... Esta disolución de la sociedad comouna clase particular es el Proletariado ... Laemancipación alemana es la emancipación delser humano. La filosofía es la cabeza de estaemancipación y el proletariado es su corazón.La filosofía no se puede realizar sin abolir elproletariado y el proletariado no se puede abo-lir sin que la filosofía se haya hecho realidad”.21

En aquel momento, Marx sabía poco másdel proletariado que lo siguiente: “se está for-mando en Alemania sólo como resultado delavance del desarrollo industrial” y este era pre-cisamente su potencial como fuerza liberadora,puesto que, a diferencia de las masas pobres dela sociedad tradicional, era el hijo de una diso-lución drástica de la sociedad y por consiguien-te, con su existencia “proclama (ba) la disolu-ción del orden mundial existente hasta ahora”.Todavía sabía menos acerca de los movimien-tos de trabajadores, aunque poseía un gran co-nocimiento sobre la historia de la Revoluciónfrancesa. En Engels encontró un compañero queaportó a la asociación el concepto de “Revolu-ción industrial”, una forma de comprender ladinámica de la economía capitalista tal y comoexistía realmente en Gran Bretaña y los rudi-mentos de un análisis económico22. Ambos leconducían a predecir una revolución social fu-tura que debería realizar una clase obrera real,acerca de la cual, al vivir y trabajar en GranBretaña a principios de la década de 1840, sa-bía mucho. Las aproximaciones de Marx y de

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Engels al “proletariado” y al comunismo se com-plementaban mutuamente. Lo mismo ocurría consu concepción de la lucha de clases como motorde la historia. En el caso de Marx derivaba am-pliamente del estudio del período revoluciona-rio francés, en el de Engels de la experiencia delos movimientos sociales en la Gran Bretañaposnapoleónica. No es sorprendente que estu-viesen (en palabras de Engels) “de acuerdo entodos los terrenos teóricos”23. Engels proporcio-nó a Marx los elementos de un modelo que de-mostraba la naturaleza fluctuante y propensa ala desestabilización de las operaciones de la eco-nomía capitalista, en particular los esbozos deuna teoría de las crisis económicas-24 y materialempírico acerca del ascenso del movimiento dela clase obrera británica y el papel revoluciona-rio que podía desempeñar en Gran Bretaña.

En la década de 1840 no era inverosímilla conclusión de que la sociedad estaba al bor-de de la revolución. Tampoco lo era la predic-ción de que la clase obrera, por inmadura quefuera, la dirigiría. Después de todo, al cabo depocas semanas de la publicación del Manifies-to un movimiento de los obreros de París derro-có a la monarquía francesa y dio la señal parala revolución a media Europa. Sin embargo, latendencia a generar un proletariado esencial-mente revolucionario, por parte del desarrollocapitalista, no se podía deducir del análisis dela naturaleza del desarrollo capitalista. Era unaconsecuencia posible de ese desarrollo, pero nose podía demostrar que era la única posible.Todavía menos se podía demostrar que el he-cho de que el proletariado derrocara con éxitoal capitalismo debía abrir necesariamente elcamino al desarrollo del comunismo. (El Mani-fiesto sólo afirma que entonces se iniciaría unproceso de cambio muy gradual.)25 La visión deMarx de un proletariado cuya misma esencia ledestinaba a emancipar a toda la humanidad y aacabar con la sociedad de clase por medio desu derrocamiento del capitalismo, representauna esperanza que se lee en su análisis del ca-pitalismo, pero no una conclusión que este aná-lisis imponga de forma necesaria.

Lo que se puede desprender sin duda delanálisis del capitalismo hecho en el Manifiesto,en especial cuando Marx amplía su análisis,sobre la concentración económica y que ape-nas está insinuado en 1848, es una conclusiónmás general y menos específica acerca de lasfuerzas autodestructivas que se generan en eldesarrollo capitalista. Llegar a un punto y en1998 no sólo los marxistas aceptarán esto —enque “las relaciones burguesas de producción ycambio, las relaciones burguesas de propiedad,la sociedad burguesa moderna, que ha produ-cido, como por arte de magia, medios de pro-ducción y cambio tan ingentes, se asemeja alhechicero que ya no logra dominar las fuerzassubterráneas que ha conjurado ... Las delacio-nes burguesas se han tornado demasiado estre-chas como para abarcar la riqueza por ellasengendrada”.

No es irrazonable concluir que las “con-tradicciones” inherentes a un sistema de mer-cado basado en “ningún otro vínculo que el in-terés desnudo, que el insensible ‘pago al conta-do’, un sistema de explotación y de acumula-ción sin fin”, nunca pueden ser superadas; queen un punto determinado en una serie de trans-formaciones y reestructuraciones, el desarrollode este sistema que tiende esencialmente adesestabilizarse, conducir a un estado de cosasque no pueda ser ya descrito como capitalis-mo. 0, para citar al último Marx, cuando” la cen-tralización de los medios de producción y lasocialización del trabajo alcanzan un punto enel cual hacen incompatibles con su coberturacapitalista”26 y esta “cobertura estalla en peda-zos”. No importa qué nombre se le dé al estadode cosas subsiguiente. No obstante —como de-muestran los efectos de la explosión económi-ca mundial en el medio ambiente mundial—,deberá marcar un giro drástico de la apropia-ción privada a la gestión social a escala global.

Es muy improbable que esta sociedadposcapitalista se corresponda con los modelostradicionales de socialismo y todavía menos conel socialismo “realmente existente” de la era

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soviética. Las formas que pueda tomar y hastaqué punto encarnará los valores humanistas delcomunismo de Marx y Engels, dependerá de laacción política por medio de la cual llegue estecambio. Porque esto, como sostiene el Mani-fiesto, es determinante para la configuración delcambio histórico.

V

En la visión marxiana, como sea que des-cribamos aquel movimiento histórico en el que“la cobertura estalla en pedazos”, la política seráun elemento fundamental. El Manifiesto se haleído principalmente como un documento quedescribe un pro ceso histórico inevitable y des-de luego su fuerza derivó sobre todo de la con-fianza que proporcionaba a sus lectores acercade que el capitalismo estaba destinado de for-ma inevitable a ser enterrado por sus sepulture-ros y de que ni entonces ni en ninguna épocaanterior de la historia, se habían dado las con-diciones para la emancipación. Con todo, con-trariamente a las presunciones más extendidas,puesto que admite que el cambio histórico tie-ne lugar por medio de los hombres que hacensu propia historia, no es un documentodeterminista. Las tumbas deben ser cavadas porla acción humana o a través de ella.

Ciertamente es posible hacer una lecturadeterminista del argumento. Se ha sugerido queEngels tendía a ella de forma más natural queMarx, lo que tuvo importantes consecuenciaspara el desarrollo de la teoría y el movimientoobrero marxistas después de la muerte de Marx.De todos modos, aunque los propios esbozospreliminares de Engels se han citado como prue-bas27, de hecho no se puede leer en el Manifies-to mismo. Cuando deja el terreno del análisishistórico y se adentra en el presente, es un do-cumento de opciones, de posibilidades políti-cas más que de probabilidades y no digamos decertezas. Entre “ahora” y el momento, imposi-ble de predecir, en que “en el curso de la evolu-

ción” habría “una asociación en la cual el libredesarrollo de cada cual será la condición parael libre desarrollo de todos”, se encuentra el rei-no de la acción política.

El cambio histórico a través de la prácti-ca social, a través de la acción colectiva, estáen el corazón del Manifiesto: contempla el de-sarrollo del proletariado como la “organizaciónde los proletarios en una clase y con ello en unpartido político”. La “elevación del proletaria-do a clase dominante” (“la conquista de la de-mocracia”) es “el primer paso de la revoluciónobrera” y el futuro de la sociedad depende delas posteriores actuaciones políticas del nuevorégimen (cómo el proletariado utilizará su he-gemonía política). El compromiso con la políti-ca es lo que, históricamente, distinguió al so-cialismo marxista de los anarquistas y de lossucesores de aquellos socialistas cuyo rechazode toda acción política condena explícitamen-te el Manifiesto. Incluso antes de Lenin, la teo-ría marxiana no sólo trataba acerca de “lo quenos dice la historia que ocurrirá”, sino tambiénacerca de “lo que se debe hacer”. Es verdad quela experiencia soviética del siglo XX nos ha en-señado que quizás sea mejor no hacer lo que sedebe en condiciones históricas que prácticamen-te hacen el éxito imposible. Pero esta lección sepodría haber aprendido tomando en considera-ción las aplicaciones del Manifiesto comunista.

Para acabar, el Manifiesto —y esta no esla menor de sus extraordinarias cualidades —esun documento que preveía el fracaso. Manifes-taba la esperanza de que el resultado del desa-rrollo capitalista fuera “una transformación re-volucionaria de toda la sociedad”, pero, comoya hemos visto, no excluía la alternativa: “des-trucción de las clases beligerantes”. Muchosaños más tarde otro marxiano volvió a formularesta idea como la elección entre socialismo ybarbarie. Cuál de los dos prevalecerá es unapregunta que el siglo XXI debe responder.XXI

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NOTAS

(*) El Manifiesto se tradujo por primera vez enEspaña en noviembre-diciembre de 1872,en el semanario madrileño La Emancipa-ción. El autor de la traducción era JoséMesa, que decidió omitir el pasaje sobre el«El socialismo alemán o “verdadero”», porconsiderarlo de interés local y superado porel tiempo. Esta traducción se reprodujo enEl Obrero, de Barcelona, en 1882 y en 1886lo fue en el semanario El Socialista, a la vezque se publicaba por primera vez como unfolleto de 32 páginas en Madrid. La primeraedición que apareció en América Latina fue,al parecer, la que se hizo en El Socialista deMéxico en 1888. (N. del e.)

1 Sólo se han descubierto dos materiales deeste tipo: un esquema para la sección 111 yel borrador de una página (véanse pp. 151-152 y lámina 2). Karl Marx y FriedrichEngels, Collected Works, vol. 6, pp, 576-577.

2 Durante la vida de los fundadores hubo: l)Prefacio a la (segunda) edición alemana,1872; 2) Prefacio a la (segunda) ediciónrusa, 1882. La primera traducción rusa,hecha por Bakunin, había aparecido en1869, se entiende que sin la bendición deMarx y Engels; 3) Prefacio a la (tercera)edición alemana, 1883; 4) Prefacio a laedición inglesa, 1888; 5) Prefacio a la(cuarta) edición alemana, 1890; 6) Prefacioa la edición polaca, 1892; y 7) Prefacio Allector italiano, 1893 (reproducidos todosellos en esta edición; véanse pp. 121-150).

3 Paolo Favilli, Storia del marxismo italiano.Dalle origini alla grande guerra, Milán,1996, pp. 252-254.

4 Me baso en las cifras del inestimable BertAndréas, Le Manifeste Comuniste de Marxet Engels. Histoire et bibliographie, 1848-1918, Milán, 1963.

5 Datos procedentes de los informes anualesde las SPD Parteitage. No obstante, no sedan datos numéricos acerca de las publica-ciones teóricas para los años 1899 y 1900

6 Robert R. LaMonte, The New lntelectuals,New Review, II (1914), citado en PaulBuhle, Marxism in the USA: From 1870 tothe present day, Londres, 1987, p. 56.

7 Hal Draper, The Annotated CommunistManifesto, Center for Socialist History,Berkeley, CA, 1984, ISBN 0-916695-01-8,p. 64.

8 El original alemán empieza esta seccióndiscutiendo das Vërhaltniss derKommunisten zu den bereits konstituiertenArbeiterparteien ... also den Chartisten, etc.La traducción inglesa oficial de 1887,revisada por Engels, atenuaba el contraste.

9 Los comunistas no son un partido aparte,frente a los demás partidos obreros ... Noestablecen principios especiales según loscuales pretendan moldear el movimientoproletario (sección II).

10 La más conocida de ellas, que Lenindestacó, fue la observación, en el prefaciode 1872, de que la Comuna de París habíademostrado que la clase obrera no puedetomar simplemente posesión de la máquinaestatal ya acabada y ponerla en movimientopara sus propios fines. Después de lamuerte de Marx, Engels añadió la nota a piede página que modifica la primera frase dela sección 1 para excluir a las sociedadesprehistóricas del campo de aplicación de lalucha de clases. Sin embargo, ni Marx niEngels se tomaron la molestia de comentaro modificar los pasajes económicos deldocumento. Se puede dudar de que Marx yEngels tomaran realmente en consideraciónuna Umarbeitung oder Erganzung máscompleta del Manifiesto (prefacio a laedición alemana de 1883), pero no de quela muerte de Marx hizo imposible talreescritura.

11 Comparemos el pasaje de la sección II delManifiesto (“¿Se requiere una comprensiónprofunda para entender que, con lascondiciones de vida de los hombres, consus relaciones sociales, con su existenciasocial, se modifican asimismo sus ideas,puntos de vista y conceptos, en una palabra,su conciencia?”) con el pasaje correspon-diente del Prefacio a la Crítica de la econo-mía política (“No es la conciencia de loshombres la que determina la realidad; por elcontrario, la realidad social es la que

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determina su conciencia.”)12 Aunque esta es la versión inglesa aprobada

por Engels, no es una traducción del textooriginal correcta en sentido estricto: Mögendie herrschenden Klassen vor einerkomnitinistischen Revolution zittern. DieProletatier haben nicht in ibr (“en ella”, osea,” en la revolución”; la cursiva es mía) zuverlieren als ihre Ketten.” [En la versión delas OME la frase se corresponde porcompleto con el texto original. (N. de la t.)]

13 Para un análisis estilístico, véase S. S.Prawer, Karl Marx and World Literature,Oxford, Nueva York y Melbourne, 1978, pp.148-149. Las traducciones del Manifiestoque conozco no tienen la fuerza literaria deltexto alemán original.

14 En Die Lage Englands.Das l8.Jahrhundert,MarxEngels,Werke, I, pp. 566-568.

15 Véase, por ejemplo, la discusión acerca de(Capital fijo y el desarrollo de los recursosproductivos de la sociedad en los manuscri-tos de 1857 -1858, Coll. Works, vol. 29,Londres, 1987, pp. 80-99.

16 La frase en alemán “sich zur nationalenKlasse erheben” tenía con notacioneshegelianas que la traducción inglesaautorizada por Engels modificó,presumiblemente porque pensaba que nosería entendida por los lectores de la décadade 1880. [En la edición inglesa de 1888figura: elevarse a clase dirigente de lanación. (N. de la t.)]

17 Pauperism no se debe leer como unsinónimo de poverty. Las palabras alemanastomadas del uso inglés son Pauper (personaindigente ... que recibe caridad o algún tipode provisión pública, Chambers’ TwentiethCentury Dictionary) y Pauperismus(pauperism: situación de ser pauper,ibid).[La palabra utilizada por Hobsbawm espauperisation, que he traducido por caídaen la indigencia. (N. de la t.)]

18 Paradójicamente, hoy los capitalistas y losgobiernos que defienden el libre mercado

utilizan algo parecido al argumentomarxiano de 1848 para demostrar que laseconomías o los estados cuyo PNB se siguedoblando cada pocas décadas irán a labancarrota si no acaban con los sistemas deredistribución de la renta (estados delbienestar, etc.), que se establecieron enépocas de menor riqueza, por medio de loscuales aquellos que tienen ingresos mantie-nen a aquellos que no pueden tenerlos.

19 Leszek Kolakowski, Main Currents ofMarxism, vol. 1, The Founders, Oxford,1978, p. 130.

20 George Lichtheim, Marxism, Londres, 1964,p. 45.

21 Karl Marx y Friedrich Engels, Coll. Works,vol. 3, pp. 185-187. En este pasaje hepreferido en general la traducción deLichtheim, loc. cit. La palabra alemana queél ha traducido como clase es Stand, quehoy es errónea.

22 Publicado como Outlines of a Critique ofPolitical Economy en 1844, Coll. Works,vol. 3, pp. 418-443.

23 On the History of the Communist League,Coll. Works, vol. 26, Londres, 1990, p.318.

24 Outlines of a Critique, Coll. Works, vol. 3,pp. 433 ss. Parece que procedía de losescritores radicales británicos, en particularde John Wade, History of tbe Middle andWorking Classes, Londres, 1835, a quienEngels hace referencia en este aspecto.

25 Esto queda incluso claro en lasformulaciones de Engels en lo que son,realmente, dos borradores anteriores alManifiesto, Draft of a CommunistConfession of Faith, Coll. Works, vol. 6, p.102, y Principles of Communism, ibid., p.350 (Principios del comunismo, en OME, 9,pp. 12 l).

26 De Historical Tendency of CapitalistAccumulation, en Capital, vol. I, Coll.

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Works, vol. 35, p. 750 (trad. cast. en Elcapital, libro primero, vol. 2, OME, 41,Crítica, Barcelona, 1978, p. 409).

27 George Lichtheim, Marxism, pp. 58-60.

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