Isel rivero

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Isel Rivero .Funcionaria de la ONU Isel Rivero . Funcionaria de la ONU 1 Quedamos en el Palace para tomar el té a las 10 de la mañana. En el vestíbulo circular que hace de cafetería sólo había hom- bres -varones- imagino que hablando de negocios. Isel y yo éra- mos las dos únicas mujeres en toda la sala. Me daba pena la imagen tanto como su reverso: la que se da a la hora del té con- vencional, femenina y ociosa. Adjetivos ausentes en Isel Rivero, que aquella mañana me enseñó muchas cosas. La primera que aprendí es que existe un té destinado a las personas que aspirá- bamos a que el té nos gustara pero no lo habíamos logrado. Degustando mi particular descubrimiento, escuché lecciones de feminismo exquisito, razonado y sincero. Cuando la conocí es- taba en el ocaso de su actividad, no por vejez o incapacidad, sino, como todo lo que había hecho en su vida, por decisión pro- pia. A Isel le he perdido de vista y lo lamento porque su discurso está cargado de sabiduría y es tremendamente original. Al menos tengo este pequeño fragmento de un pensamiento que sigue siendo muy necesario. Esta conversación es uno de esos lujos de los que una disfruta en exclusiva de las ventajas de este oficio. Exiliada en Estados Unidos desde el principio del golpe de Castro, com- paginó estudios y trabajo en “ese tiempo de despiste que es el exilio”. Se licenció en Sociología, “pues supe pronto que me iba a ser muy di- fícil sobrevivir siendo escritora”, y a pesar de este pensamiento, preci- samente por la publicación de una novela fue becada para viajar a Europa donde inició su profesión. Ingresó en la ONU a principios de los años 60, “se abrió una oficina nueva en Viena y necesitaban personal, así que mandé mi currículum. El organismo sintetizaba mis ideales: ayu- dar a los más necesitados y luchar por la paz en el mundo.” Eso es lo que ha hecho durante cuarenta años en los que ha trabajado en proyectos de desarrollo industrial, programas de promoción a la mujer y encuentros entre Naciones Unidas y ONG. Ha participado activamente en los proyectos de paz de Namibia y Honduras como portavoz y ase- sora política. Vivió muy de cerca las atrocidades de Ruanda donde tra- bajaba hasta que Boutros-Ghali, el entonces Secretario General de la Organización se fijó en ella y la nombró, en 1996, Directora de la Oficina de Información de la ONU en España, cargo del que se jubiló el pasado año, momento en que fue cerrada la oficina. "Creo firmemente que las mujeres van a cambiar el mundo". Esta afirmación suya está muy lejana de poder comprobarse. Cuando en Naciones Unidas una mujer accede a la jefa- tura de un departamento inmediatamente se instauran reuniones de consulta, de intercambio de opinión, no tiene miedo a compartir su poder sin renunciar a su autoridad. Es parecido a lo que hacen las madres cuando tienen una familia, que no les queda más remedio ante la autoridad patriarcal que recoger a sus polluelos y darles a cada uno su valor intrínseco. Esa es la definición de qué debe ser el poder y su forma de ejercerlo. Mira a tu alrededor (la ca- fetería del hotel Palace de Madrid), estamos en un lugar habitual de desayunos de trabajo. Sólo hay hombres, ob- viamente financieros pues no hay escoltas. Esto que vemos aquí todavía no ha cambiado, y no sólo en España, en toda Europa es igual. Que no nos engañen, la mujer hoy en día está muy lejos del poder. Hemos conseguido que el derecho a la igualdad no sea cuestionado, al menos en teoría, pero no nos vale con ese reconoci- Junio de 2004

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Isel Rivero .Funcionaria de la ONU

Isel Rivero . Funcionaria de la ONU

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Quedamos en el Palace para tomar el té a las 10 de la mañana.En el vestíbulo circular que hace de cafetería sólo había hom-bres -varones- imagino que hablando de negocios. Isel y yo éra-mos las dos únicas mujeres en toda la sala. Me daba pena laimagen tanto como su reverso: la que se da a la hora del té con-vencional, femenina y ociosa. Adjetivos ausentes en Isel Rivero,que aquella mañana me enseñó muchas cosas. La primera queaprendí es que existe un té destinado a las personas que aspirá-bamos a que el té nos gustara pero no lo habíamos logrado. Degustando mi particular descubrimiento, escuché lecciones defeminismo exquisito, razonado y sincero. Cuando la conocí es-taba en el ocaso de su actividad, no por vejez o incapacidad,sino, como todo lo que había hecho en su vida, por decisión pro-pia. A Isel le he perdido de vista y lo lamento porque su discursoestá cargado de sabiduría y es tremendamente original. Almenos tengo este pequeño fragmento de un pensamiento quesigue siendo muy necesario. Esta conversación es uno de esos lujos de los que una disfrutaen exclusiva de las ventajas de este oficio.

Exiliada en Estados Unidos desde el principio del golpe de Castro, com-paginó estudios y trabajo en “ese tiempo de despiste que es el exilio”.Se licenció en Sociología, “pues supe pronto que me iba a ser muy di-fícil sobrevivir siendo escritora”, y a pesar de este pensamiento, preci-samente por la publicación de una novela fue becada para viajar aEuropa donde inició su profesión. Ingresó en la ONU a principios de losaños 60, “se abrió una oficina nueva en Viena y necesitaban personal,así que mandé mi currículum. El organismo sintetizaba mis ideales: ayu-dar a los más necesitados y luchar por la paz en el mundo.”

Eso es lo que ha hecho durante cuarenta años en los que ha trabajadoen proyectos de desarrollo industrial, programas de promoción a la mujery encuentros entre Naciones Unidas y ONG. Ha participado activamenteen los proyectos de paz de Namibia y Honduras como portavoz y ase-sora política. Vivió muy de cerca las atrocidades de Ruanda donde tra-bajaba hasta que Boutros-Ghali, el entonces Secretario General de laOrganización se fijó en ella y la nombró, en 1996, Directora de la Oficinade Información de la ONU en España, cargo del que se jubiló el pasadoaño, momento en que fue cerrada la oficina.

"Creo firmemente que las mujeres van a cambiar elmundo". Esta afirmación suya está muy lejana de podercomprobarse.Cuando en Naciones Unidas una mujer accede a la jefa-tura de un departamento inmediatamente se instauranreuniones de consulta, de intercambio de opinión, no tienemiedo a compartir su poder sin renunciar a su autoridad.Es parecido a lo que hacen las madres cuando tienen unafamilia, que no les queda más remedio ante la autoridadpatriarcal que recoger a sus polluelos y darles a cada uno

su valor intrínseco. Esa es la definición de qué debe serel poder y su forma de ejercerlo. Mira a tu alrededor (la ca-fetería del hotel Palace de Madrid), estamos en un lugarhabitual de desayunos de trabajo. Sólo hay hombres, ob-viamente financieros pues no hay escoltas. Esto quevemos aquí todavía no ha cambiado, y no sólo en España,en toda Europa es igual. Que no nos engañen, la mujerhoy en día está muy lejos del poder. Hemos conseguidoque el derecho a la igualdad no sea cuestionado, almenos en teoría, pero no nos vale con ese reconoci-

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miento, queremos participar en el reparto y la gestión dela cosa pública. Nosotras, las feministas, siempre hemosmantenido que buscaremos la consulta, el consenso, el re-conocimiento de los agentes sociales y el acceso a lasdecisiones. Este discurso me hace retroceder en el tiempo. El términofeminista parecía superado. Pues más que nunca debería ser usado, y con orgullo.Cuando comenzaron los movimientos feministas, en losaños 60 y 70, ser feminista era ser revolucionaria, pero esque además, se le daba una connotación subversiva, pa-recía que éramos bolcheviques y que queríamos rompercon el poder establecido a costa de todo. Sin embargo, hoy,al menos, se entiende que lo que estamos buscando es laigualdad, y además de entenderse, se acepta que esto esde justicia. Sin duda, hemos avanzado, pero no olvidemosque no es hasta 1993, en Viena, en la celebración de la Se-gunda Conferencia de los Derechos Humanos cuando sehabla por vez primera en un foro internacional de los dere-chos de la mujer. Antes, hace casi 30 años, en 1975, Naciones Unidas cele-bró la Primera Conferencia sobre la Mujer, en México. Des-pués le siguieron Copenhague, Nairobi y Pekín. ¿Qué hacambiado en todo este tiempo? Desde la celebración de la Conferencia de Pekín sólohemos experimentado retrocesos. Los gobiernos han clau-dicado de ciertas responsabilidades, felicitándose por los ti-bios progresos conseguidos, que nos lo muestran comomérito propio cuando son de la sociedad, y además sonunos mínimos. Lo que realmente nos encontramos es: másmujeres trabajando, aunque luego ganen menos; ayudasespecíficas para la maternidad, aunque no se cuantificancorrectamente; oportunidades, aunque no igualdad. Es muypoco. Al analizar los centros de poder, la mujer ni si quieraroza la cima; en la política su presencia es muy escasa. ¿Cómo lograr que esto cambie? Hay que tener claro que quien tiene el poder no lo quieredejar. Nunca. Y el poder es masculino. Estamos hablandode lograr un cambio fundamental en la sociedad, en la queuna parte, las mujeres, pide su inclusión, frente a la otraparte, los hombres, que precisamente ha basado su poderen la exclusión. Pero las cosas no han ido muy bien en elmundo. Echemos un vistazo al actual panorama: prolifera-ción de armas cada día más sofisticadas, a costa de la pro-pia sociedad, no sólo de quienes padecen las guerras,también los países que las observan sale directamente per-judicados. Esta fantasía del hombre de que el de enfrentese ha de doblegar ante él no nos está llevando a un lugarseguro; en el medio ambiente las cosas no marchan mejor,si queremos escuchar la verdad, el cambio climático es unhecho. No estamos avanzando en aquello que se persigue:hacia una sociedad que disfrute de derechos humanos, quetenga recursos económicos dirigidos al bienestar. Hay queconseguir que el mensaje de inclusión sea el que primecomo motor de cambio. Las mujeres, no sólo las feminis-tas, todas ellas, por su condición de mujer, entienden elpoder de una manera muy diferente al hombre. Habría queconvencer a los señores de que el cambio les beneficiaríatambién a ellos.

También a la mujer para que se involucre en ese cambio.La presencia de la mujer siempre es objeto de negocia-ción, de hecho, las noruegas comprendieron que si no lle-gaban ellas al poder no iba a cambiar nada. Y todas semetieron en las listas, de todos los partidos: progresistasy conservadores. En la ONU, las mujeres que hacíamosmucho trabajo con las delegaciones de los gobiernos, nosdimos cuenta que donde se tomaban las decisiones fina-les era en el bar. Así que allá nos fuimos. Sabíamos queno íbamos a cambiar las costumbres de forma inmediatapor lo que si había que jugar al golf, se jugaba. Un grupomuy numeroso de mujeres confeccionamos una lista en laque pusimos quién jugaba a qué o quién podía ir a cenarhabitualmente, y nos repartimos los papeles. ¿Consiguieron algo? Era la única manera de, al menos, intentarlo. Después tra-tamos de promover almuerzos y reuniones de mujeres eje-cutivas, y ahí se empezó la tradición de que lasembajadoras, cuando comienza a la Asamblea Generalse reúnen en un almuerzo. Pero sigue sucediendo: dondeestá el poder, nunca hay mujeres. En el Consejo de Se-guridad, sólo ha habido una mujer. En la comisión de des-arme, ninguna. Hay que intentar llegar. Ponía el ejemplo de Noruega. Según un estudio del Cen-tro Reina Sofía, hay siete países de nuestro entorno eu-ropeo por delante de España, en cifras de mujeresmuertas a manos de sus parejas o ex parejas. Entre ellosestán los países nórdicos, donde las políticas de igualdadhan sido muy desarrolladas, sin embargo, parece que nohan servido para cambiar los patrones culturales de laviolencia machista. El poder mata y lo seguirá haciendo hasta que la educa-ción de nuestros hijos no cambie de forma cualitativa ycuantitativa, desde el núcleo familiar, la escuela y las ins-tituciones públicas. Lo que las nórdicas están haciendo escambiar las políticas de educación. Son ellas las queestán trabajando para dar el modelo a todo el mundo. Setrata de diseñar una educación igualitaria en el sentidode no definir roles determinados por el sexo. Los roleshan de ser compartidos e inclusivos. En muchas familiastodavía el hombre no lava un plato, todavía se enseñanroles de gran dicotomía: papá hace esto; mamá haceesto, todavía estamos bajo el poder ejercido por el pa-triarcado, y costará cambiarlo. ¿Cuándo se comenzó a tomar conciencia de que la vio-lencia contra la mujer era un mal a erradicar? Fue una conservadora quien puso sobre la mesa la vio-lencia machista. Moulin Reagan expuso en voz alta en Co-penhague lo que las progresistas decíamos en lospasillos. El hecho de que fuera una conservadora quien loexpusiera fue fundamental. Cogió el micrófono y denun-ció los malos tratos que sufren las mujeres de clases altas.Abusos sexuales y físicos. Ella afirmó: “Conozco muchoscasos”. Entonces comenzó a discutirse la violencia comoun impedimento de la igualdad. Rompió además el mitode que la violencia machista era de borrachos y de clasespobres. De igual manera se produce en países desarro-llados y en clases pudientes.

No utiliza el término violencia de género. No me gusta, y además, es producto de un error de tra-ducción. En inglés “gender violence” encierra claramenteuna acepción sexual, pero en español el término génerotiene un significado completamente diferente. Yo hablo deviolencia patriarcal, y si quieres, de violencia machista. Ade-más, la Declaración de las Naciones Unidas no deja dudas,y en su versión en español de lo que trata es de la “Vio-lencia contra la mujer”. ¿Se puede pensar que la mujer occidental está más li-berada? En la Convención de Nairobi se abrió el espacio para quehablaran las mujeres africanas. Eran más militantes femi-nistas que nosotras, las occidentales, e incluso nos re-procharon las posibilidades que habíamos tenido y quehabíamos desaprovechado. Por ejemplo, hubo una lla-mada de atención a la mujer israelí, porque no haberse in-volucrado más en los movimientos de paz. También laprimera mujer que habló contra la ablación de una ma-nera pública era musulmana y africana.

Feminismo (Wikipedia)Según Simone de Beauvoir, la primera mujer que usó una plumapara defender a la mujer fue Christine de Pizan, que escribióEpître au Dieu d'Amour (Epístola al dios del amor) en el sigloXV. Existen varios ejemplos de autoras anteriores al Siglo de lasluces que abogan por los derechos de la mujer, sin embargo, noestán directamente vinculadas al feminismo moderno. Laexistencia de movimientos en favor de la mujer anteriores a lailustración es indudable, pero no se puede hablar de unacontinuidad entre esos movimientos y el feminismo de hoy endía, que comienza a finales del siglo XVIII, cuando surgen lasprimeras corrientes feministas. Ell feminismo modernotrasciende de la mera enumeración de agravios y entra en elterreno de la vindicación de la mujer y la critica racionalista delas estructuras sociales. Pongamos por ejemplo la definición deNancy Cott de feminismo: "creencia en la importancia de laigualdad de género, invalidando la idea de jerarquía de génerocomo concepto construido por la sociedad". En el mundo académico se clasifica el feminismo en tres olas Laprimera ola aparece a finales del siglo XIX y principios del XX yse centró mayormente en el logro del derecho al sufragiofemenino; la segunda ola, aparece en los años 60 y 70 y se centraen la liberación de la mujer; por último, la tercera ola, comienzaen los años 90 y se extiende hasta la actualidad y constituye unacontinuación y una reacción a las lagunas que se perciben en elfeminismo de segunda ola.