ISSN 1809-8185 POLÍTICA AMBIENTAL ..... 9 Delineamientos de una economía verde Helena Pavese ........
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EconomÍa VErdE
Desafios y oportunidades
Nº 8 Junio 2011
POLÍTICAAMBIENTAL
ISSN 1809-8185
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ECONOMÍA VERDE
Desafios y oportunidades
Nº
8
Jun
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Ficha catalográfica elaborada pela Bibliotecária Nina C. Mendonça CRB6/1288
P769 Política Ambiental / Conservação Internacional - n. 8, jun. 2011 – Belo Horizonte: Conservação Internacional, 2011.
n. 1 (maio 2006) ISSN 1809-8185
1. Política ambiental – Periódicos. I. Conservação Internacional Brasil.
Conservação Internacional es una organización privada sin ánimos de lucro, fundada en 1987, con el objetivo de promover el bienestar humano fortaleciendo la sociedad en el cuidado responsable y sostenible con la naturaleza – nuestra biodiversidad global – amparada en una sólida base de ciencia, alianzas y experiencias de campo.
Presidente: José Alexandre Felizola Diniz-Filho
Director Ejecutivo: Fábio Scarano
Director de Política Ambiental: Paulo Gustavo Prado
Directora de Comunicación: Isabela de Lima Santos
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Política ambieNtaleconomía verde: desafios y oportunidadesNº 8 • Junio 2011
Coordinación editorial: Camila L. Gramkow Paulo Gustavo Prado
Coordinación de edición: Gabriela Michelotti
Traducción: Arabena Traduções y Janaína Mendes (p. 90-99 e 113-125)
Fotos de la portada: Foto mayor: CI/Haroldo Castro. Fotos menores (desde ariba hacia abajo): CI/Luciano Candisani, CI/Luciano Candisani, CI/M. de Paula, Wild Wonders of Europe/Laszlo Novak, iStockphoto, Cortesia UNICA, CI/John Martin, CI/Sterling Zumbrunn, CI/Enrico Bernard e CI/Christine Dragisic.
Proyecto y edición gráfica: Grupo de Design Gráfico Ltda.
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SUMARIO
Siglario ................................................................................................................. 4
Prólogo ................................................................................................................. 6
Resumen-ejecutivo ............................................................................................. 9
Delineamientos de una economía verdeHelena Pavese ...................................................................................................... 16
el carácter necesariamente sistémico de la transición en dirección a la economía verdeAlexandre D’Avignon y Luiz Antônio Cruz Caruso ................................................ 25
¿economía verde y/o desarrollo sostenible?Donald Sawyer ...................................................................................................... 38
Perspectivas internacionales para la transición hacia una economía verde de bajo carbono Eduardo Viola ........................................................................................................ 45
economía verde en américa latina: los orígenes del debate en los trabajos de la cePalMárcia Tavares ...................................................................................................... 60
el papel del crecimiento incluyente en la economía verde en los países en desarrolloClóvis Zapata ........................................................................................................ 73
el brasil y la economía verde: panorama generalFrancisco Gaetani, Ernani Kuhn y Renato Rosenberg ......................................... 80
Potencial de crecimiento de la economía verde en brasil Carlos Eduardo F. Young ...................................................................................... 90
brasil y la economía verde: fundamentos y estrategia de transiciónCláudio Frischtak .................................................................................................. 100
innovación y tecnología para una economía verde: cuestiones claveMaria Cecília J. Lustosa ........................................................................................ 113
agricultura para una economía verdeAdemar R. Romeiro .............................................................................................. 126
economía verde y un nuevo ciclo de desarrollo ruralArilson Favareto .................................................................................................... 134
la deforestación de la selva amazónica: causas y solucionesBastiaan P. Reydon ............................................................................................... 146
la transición hacia una economía verde en el derecho brasileño: perspectivas y desafíos Carlos Teodoro Irigaray ......................................................................................... 159
mecanismos de mercado para una economía verde Peter H. May ......................................................................................................... 174
Valoración y determinación de precio de los recursos ambientales para una economía verde Ronaldo Seroa da Motta ....................................................................................... 183
el papel de las instituciones financieras en la transición hacia una economía verdeMário Sérgio Vasconcelos .................................................................................... 196
medición en las políticas de transición en dirección a la economía verdeRonaldo Seroa da Motta y Carolina Dubeux ......................................................... 202
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SiglaRio
BASIC – Brasil, Sudáfrica, India y China
BNDES – Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social
BRIC – Brasil, Rusia, India y China
CEPAL – Comisión Económica para América Latina y el Caribe
CNI – Confederación Nacional de la Industria
EMBRAPA – Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria
EV – Economía verde
FAO – Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación
FEBRABAN – Federación Brasileña de Bancos
GEI – Gases de efecto invernadero
I+D – Investigación y desarrollo
IBAMA – Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables
IBAS – India, Brasil y Sudáfrica
IBGE – Instituto Brasileño de Geografía y Estadística
ICMBio – Instituto Chico Mendes de Conservación de la Biodiversidad
Imazon – Instituto del Hombre y Medio Ambiente de la Amazonia
INCRA – Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria
INPE – Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales
IPCC – Intergovernamental Panel on Climate Change
IPC/IG – International Policy Centre for Inclusive Growth
IPEA – Instituto de Investigación Económica Aplicada
MCT – Ministerio de Ciencia y Tecnología de Brasil
MDA – Ministerio del Desarrollo Agrario de Brasil
Mercosur – Mercado Común del Sur de Brasil
MMA – Ministerio del Medioambiente de Brasil
MME – Ministerio de Minas y Energía de Brasil
OCDE – Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico
ODM – Objetivos de Desarrollo del Milenio
OGM – Organismo genéticamente modificado
ONG – Organización no gubernamental
ONU – Organización de las Naciones Unidas
ONUDI – Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial
OTCA – Organización del Tratado de Cooperación Amazónica
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PBI – Producto Bruto Interno
PNUD – Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
PNUMA – Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente
PSA – Pago por servicios ambientales
REDD – Reducción de Emisiones oriundas de la Deforestación y de la Degradación de los Bosques
REDD+ – Reducción de Emisiones oriundas de la Deforestación y de la Degradación de los Bosques, incluso conservación, manejo forestal sostenible, arborización y reforestación
Rio 92 – Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo
Rio+10 – Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible
Rio+20 – Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible
TEEB – The Economics of Ecosystems and Biodiversity
UC – Unidad de Conservación
UNASUR – Unión de Naciones Suramericanas
VIH/SIDA – Virus de inmunodeficiencia humana/ Síndrome de inmunodeficiencia adquirida
Siglario
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PrÓlogo
Las cuestiones ambientales han sido crecientemente incorporadas a
la agenda científica de los más diversos campos del conocimiento y a las
agendas políticas locales, nacionales, regionales y globales. Su ascendente
relevancia tiene origen en la comprensión cada vez más difundida de que la
sostenibilidad ambiental es imprescindible para el desarrollo de largo plazo
de las sociedades. Por un lado, desde una visión alarmista, es un tema cuya
negligencia muy probablemente resultará en efectos perversos para el ser
humano y para el desarrollo, conforme apuntan hoy numerosos estudios1.
Desde una mirada estratégica, se han identificado las potencialidades y
oportunidades de su incorporación efectiva, ya que ella puede contribuir para
que se alcancen procesos más sostenibles de desarrollo en sus diversas
dimensiones (económica, social y ambiental)2.
El desafío de caminar hacia la dirección de una sociedad más igualitaria
y más sostenible está, más que nunca, en pauta. Es en este contexto que
el concepto de economía verde surge. Definida por PNUMA como “aquella
que resulta en la mejora del bienestar del ser humano y la equidad social, al
mismo tiempo que reduce significativamente los riesgos ambientales y las
escaseces ecológicas”3, la economía verde va a ser uno de los temas-clave4
de la Cumbre de Rio+20, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el
Desarrollo Sostenible que se desarrollará en 2012 en Rio de Janeiro.
El desafío no es sencillo y las discusiones acaban de empezar. A pesar de
haber una conceptuación formal, sus delimitaciones precisas todavía están
por formularse. Al fin, ¿Qué es una economía verde? ¿Cuáles economías
están más cerca de lograrla? ¿Cómo medir el grado de “verdeamiento” de
una economía? ¿Qué quiere decir, concretamente, realizar la transición hacia
la economía verde? ¿Cuál es el papel de estado en esta transición? ¿Cómo
financiar esta transición? ¿Cuáles sectores van a ser los más impactados?
¿Cuáles van ser los más beneficiados? ¿Cómo esta transición va a afectar el
cuotidiano de los ciudadanos? ¿Cuáles son los riesgos de no ingresar en una
economía verde? ¿En el caso de Brasil, que ha hecho el país para avanzar
hacia una economía verde? ¿Cómo está la situación del país frente a los
demás? ¿Cuáles son los principales cuellos de botella y desafíos? ¿Cómo
enfrentarlos? ¿Qué significa esta transición para la sociedad, los sectores
productivos, el gobierno, los consumidores? ¿Cómo podrían cooperar los
1. En términos globales, véase Stern (2007) e IPCC (2007). Para un análisis Del caso brasileño, véase Banco Mundial (2010), Marcovitch (coord.) (2010) y NAE (2005).
2. TEEB (2011) y UNEP (2011).3. UNEP (2011).4. Los dos temas-clave definidos para nortear la Conferencia son: (i) economía verde en el
contexto del desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza; y (ii) marco institucional para el desarrollo sostenible.
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países latinoamericanos? ¿Cómo podrían alinearse a estos objetivos las
organizaciones de fomento y cooperación regionales?
La economía verde presenta muchas cuestiones, para las cuales las
respuestas no son para nada sencillas y directas. Ya se sabe que la transición
exigirá esfuerzos sustanciales y la actuación de todos los segmentos de la
sociedad, en particular de los gobiernos y del sector privado. Demandará,
por parte de los gobiernos, que sea nivelado el campo de actuación para los
productos más verdes por medio de la remoción de los incentivos perversos,
revisión de políticas y de incentivos, fortalecimiento de la infraestructura de
mercado, introducción de nuevos mecanismos de mercado, reubicación de las
inversiones públicas y “verdeamiento” de la demanda pública. Por parte del
sector privado, es necesario que se reaccione a esas reformas de políticas a
través de crecientes financiamientos, así como de construcción de habilidades
y capacidades de innovación para aprovechar las oportunidades de una
economía verde.
El momento para discutir un paradigma alternativo, donde la generación de
riqueza no aumenta las disparidades sociales y no genera riesgos, ni tampoco
escaseces ecológicas, no podría ser más oportuno. La crisis de 2008, de la cual
la economía mundial sigue intentando recuperarse, puede ser una oportunidad
para pensar y formular el modelo económico que deseamos seguir.
La transición hacia una economía verde podría beneficiar a Brasil en varios
sentidos. La economía verde requiere una mayor igualdad social, lo que es
especialmente necesario en el país, que se encuentra entre los diez países más
desiguales del mundo5. La transición podría, por lo tanto, ser una plataforma
de erradicación de la pobreza. Además, Brasil posee condiciones naturales
bastante favorables: la biodiversidad más rica del mundo, grandes recursos
hídricos, inmensas áreas continentales y costeras, recursos oceánicos por
conocer; en fin, un patrimonio natural que, a pesar de estar amenazado,
todavía es abundante. En la economía verde, el capital natural se convierte en
un activo, que genera dividendos, y produce un diferencial competitivo. Están
armados los requisitos previos para qué, más que un beneficiario, Brasil sea
capaz de liderar la transición hacia una economía verde, asumiendo su papel
de agente global de cambio.
Las trayectorias de desarrollo de Brasil y de los países de América Latina
son muy semejantes. Por eso, estos países poseen muchas características
estructurales en común. Se destaca, en este sentido, el hecho de que
América Latina es la región con la peor distribución del ingreso del mundo6,
consecuencia, inter alia, de una profunda y persistente heterogeneidad
estructural7. La región también posee gran biodiversidad y disponibilidad de
5. PNUD (2010).6. PNUD (2010).7. CEPAL (2010).
Prólogo
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recursos naturales, particularmente en los países de América del Sur. Existe,
por lo tanto, un amplio campo de potencialidades para la economía verde
en la región. Hay solidas justificaciones de que los países latinoamericanos
tienen mucho a ganar con la transición hacia una economía verde por medio
del intercambio de experiencias y la cooperación en varios ámbitos, generando
beneficios mutuos y conduciendo el liderazgo de la transición en el mundo.
Esta edición especial presenta subsidios para avances hacia una economía
verde. Trae las reflexiones de algunos de los principales expertos brasileños
– y brasilianistas – en el tema, en una búsqueda por contestar las cuestiones-
clave acerca de la economía verde en general y en el caso de Brasil. Dieciocho
artículos reúnen las contribuciones de los especialistas de las más diversas
filiaciones y orígenes. Están lanzados los elementos que pueden formar la
base para la discusión sobre economía verde en el país.
¡Disfruten de la lectura!
REFERENCIASBanco Mundial (2010). Estudo de baixo carbono para o Brasil. Disponible en: <http://
go.worldbank.org/U6KDQAWYI0>.CEPAL (2010), La hora de la igualdad: brechas por cerrar, caminos por abrir. Santiago:
CEPAL.IPCC (2007). IPCC fourth assessment report: climate change 2007. Disponible en:
<http://www.ipcc.ch>.Marcovitch, Jacques (coord.) (2010). Economia da mudança do clima no Brasil: custos
e oportunidades. São Paulo: IBEP Gráfica.NAE – Núcleo de Assuntos Estratégicos da Presidência da República (2005). Cadernos
NAE, série mudança do clima, n. 3, fevereiro. Brasília: Núcleo de Assuntos Estratégicos da Presidência da República, Secretaria de Comunicação de Governo e Gestão Estratégica.
PNUD (2010). Actuar sobre el futuro: romper la transmisión intergeneracional de la desigualdad. Informe regional sobre desarrollo humano para América Latina y el Caribe 2010. Nova Iorque: PNUD.
Stern, Nicholas (2007). The economics of climate change: the Stern review. Cambridge: Cambridge University Press.
TEEB (2011). The economics of ecosystems and biodiversity: mainstreaming the economics of nature: a synthesis of the approach, conclusions and recommendations of TEEB. Disponible en: <www.teebweb.org>.
UNEP (2011). Towards a green economy: pathways to sustainable development and poverty eradication - a synthesis for policy makers. Disponible en: <www.unep.org/greeneconomy>.
Prólogo
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ReSumeN eJecutiVo
El primer artículo, firmado por Helena Pavese, expone el concepto de
economía verde y los principales resultados del informe “Hacia una economía
verde: guía para el desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza”,
lanzado en febrero de 2011. Partiendo de la constatación del elevado grado
de degradación de los servicios ambientales y, por lo tanto, del capital natural,
la autora presenta la Iniciativa Economía Verde, lanzada con el objetivo de
identificar los riesgos y costos sociales y económicos generados por los actuales
modelos de uso excesivo de los recursos naturales así como las oportunidades
de una transición para prácticas más sostenibles. De esa Iniciativa, surgió el
Informe sobre economía verde, cuyos principales resultados Pavese expone
sucintamente. Concluye que la economía verde es posible y deseable, pues
es capaz de aliar la generación de renta y de empleos con la erradicación de
la pobreza y conservación del capital natural.
Alexandre D’Avignon y Luiz Antônio Cruz Caruso analizan el Informe del
PNUMA desde una perspectiva crítica. Afirman que el Informe representa
un salto cualitativo en el sentido de introducir valores que van más allá de
la maximización de la utilidad. Exponen la necesidad de pensar la transición
hacia una economía verde de forma sistémica, en la cual las actividades
humanas son meramente un subsistema de la sociedad civil, que, por su
parte, es un subsistema del universo (o la biosfera y su conjunto de materias
vivas e inanimadas). Argumentan que otras líneas teóricas, además de la
teoría neoclásica, pueden suministrar importantes insights sobre los temas en
cuestión. La economía ecológica traería un abordaje más sistémico y las teorías
schumpeteriana y neoschumpeteriana podrían ayudar a repensar la economía
desde el punto de vista de las tecnologías como vector de transformación de
las sociedades humanas. Esos abordajes proporcionarían la consideración de
directrices alternativas de soluciones, que sean flexibles y de carácter local,
conducentes a una transición efectiva para la economía verde.
Donald Sawyer hace un análisis de la relación entre los conceptos de
economía verde y de desarrollo sostenible. Sawyer alerta sobre los riesgos
de que la economía verde adquiera contornos exclusivamente económicos
(o economicistas), donde los instrumentos de mercado y la determinación de
precios de los recursos naturales prevalecerían en detrimento de medidas de
otra naturaleza. Mientras tanto, afirma, otras dimensiones son relevantes para
la economía verde, entre ellas la social, ética, cultural, política, jurídica etc. El
autor sustenta que la economía verde debe ser necesariamente pública en el
sentido amplio, implementada por medio de políticas que garantizan derechos a
todos y mantengan las funciones ecosistémicas interrelacionadas, de modo que
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se torne un concepto concreto, instrumental y popular, en complementariedad y
conexión con el concepto de desarrollo sostenible, más abstracto, diplomático
y gubernamental.
Eduardo Viola presenta un panorama de las actuales circunstancias
internacionales en términos de transición hacia una economía verde con foco
en su carácter de bajo carbono. A partir de datos recientes de las emisiones de
GEI de las grandes y medianas potencias, Viola expone las principales políticas
y medidas que esos grupos de países han practicado, apuntando perspectivas
de futuro con base en la actual coyuntura. Las grandes potencias, Estados
Unidos, China y Unión Europea, reúnen los países que: poseen elevada
participación en las emisiones mundiales, detentan fuerte capital tecnológico
y humano para la descarbonización de la economía y tienen poder de veto
en los acuerdos internacionales. Las medianas potencias, entre ellas India y
Brasil, poseen actuación limitada en los aspectos considerados. Un ejercicio
semejante se hace para América del Sur en particular, donde se destaca el
triple efecto negativo de la deforestación en la región (pérdida de patrimonio
natural, informalidad y desmoralización pública) y posición favorable de la
región, cuyas economías no son tan extensamente basadas en combustibles
fósiles – con algunas excepciones. El autor también hace un relevamiento de
los principales vectores tecnoeconómicos de la transición para el bajo carbono.
Concluye con una reflexión sobre perspectivas futuras.
Márcia Tavares hace un relevamiento de las principales contribuciones
de la CEPAL en el ámbito de la economía verde, tanto por su papel en la
elaboración de documentos y conducción de investigaciones como por su
función de articular políticamente los países de América Latina y del Caribe
en las discusiones internacionales. La autora describe, en orden cronológico,
los documentos producidos, contextualizándolos política e históricamente.
Tavares argumenta que esos documentos permiten evaluar la complejidad de
los problemas ambientales de la región y su estrecha ligación con estructuras
y procesos económicos y sociales, paso imprescindible para avanzar en la
solución de los problemas ambientales, económicos y sociales de la región.
Concluye que, para una transición efectiva hacia una economía verde en
América Latina, son necesarias la articulación entre actores e instituciones
en diferentes esferas, la remoción de las barreras al cambio e instituciones
fuertes y permanentes que privilegien lo sostenible.
Clóvis Zapata destaca el papel del crecimiento inclusivo para la transición
hacia una economía verde en los países en desarrollo. El autor parte de la
constatación de que hay convergencias entre el concepto de economía verde del
PNUMA y el concepto de crecimiento inclusivo. Defiende un abordaje holístico,
en el cual la transición hacia una economía verde debe ser pensada y planificada
de acuerdo con sus varias dimensiones (ambiental, social, económica, política
etc.), las cuales tienen tiempos y ventanas de oportunidad diferentes, lo que
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debe ser apropiadamente tomado en consideración. Argumenta que las
políticas de cuño social y las políticas de cuño ambiental no se han articulado
suficientemente, cuando deberían actuar en complementariedad. Afirma que
son necesarias políticas estructuradas de fomento, lo que es ejemplificado por
el análisis del caso del Programa Brasileño de Biodiesel. Señala la importancia
del debate Sur-Sur. Concluye con una reflexión acerca de la importancia del
crecimiento inclusivo y de la actuación de organismos internacionales y del
sector privado para la transición hacia una economía verde en los países en
desarrollo.
Francisco Gaetani, Ernani Kuhn y Renato Rosenberg traen un panorama
de la situación de Brasil rumbo a una economía verde. Argumentan que Brasil
es una potencia energética ambiental, debido a su amplia disponibilidad de
recursos naturales y a políticas y medidas dirigidas a la conservación ambiental.
En el escenario internacional, afirman, el país es uno de los mayores emisores
de GEI del mundo, pero viene alterando ese cuadro, particularmente por
asumir metas voluntarias de reducción de emisiones. Exponen las principales
acciones que Brasil viene realizando rumbo a una economía verde en sectores
como bosques, tratamiento de residuos sólidos, recursos hídricos, entre otros.
Presentan los principales desafíos para la transición. Concluyen que Brasil parte
de una posición privilegiada en la dirección de una economía verde bajo varios
aspectos, pero buena parte de las acciones existentes puede ser considerada
como un comienzo de la estructuración institucional y de la creación de
mecanismos económicos que componen la agenda de un país cada vez más
dirigido a la evolución de mercados relacionados a la economía verde.
Carlos Eduardo F. Young realiza ejercicios analíticos que apuntan a estudiar
el impacto de un “verdeamiento” de la economía brasileña, eso es, de una
transición para un modelo de crecimiento liderado por sectores de bajo impacto
ambiental sobre el desempeño económico y social del país. A partir de la
constatación de que ha habido, en los últimos diez años, una reespecialización
de la canasta de exportaciones de América Latina y de Brasil en productos
primarios, Young también trae evidencias de que ha habido una especialización
contaminadora, de forma que los sectores potencialmente más contaminantes
han crecido más que el promedio. A partir de los resultados de un modelo de
matriz insumo-producto, el autor llega a la conclusión de que el “verdeamiento”
de la economía brasileña puede traer resultados mejores para la generación
de empleo y renta que el actual modelo de especialización en exportaciones
de recursos naturales explotados predatoriamente o de bienes industriales con
elevado grado de polución en sus procesos productivos. El autor concluye, a
partir de los resultados obtenidos, que es falsa la dicotomía entre crecimiento
económico y conservación ambiental.
Cláudio Frischtak analiza los fundamentos y las estrategias de transición
hacia una economía verde en Brasil. El autor parte de la proposición de
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que esa transición requiere invertir la lógica dominante de que bienestar
y uso intensivo (e insostenible) de los recursos naturales son cuestiones
indisociables; y adoptar la idea de que mayor crecimiento pasaría a depender
y ser (necesariamente) acompañado por mayor conservación o uso sostenible
de los recursos. Frischtak desarrolla una estructura analítica compuesta por
oferta (de mercado o estructurada) y demanda (inducida o espontánea), lo
que resulta en una matriz 2x2. Bajo tal estructura analítica, la transición hacia
a una economía verde es analizada con foco en ciertos temas (conservación
de los ecosistemas, transportes y saneamiento, energía y ciclo de vida de los
productos). El autor también propone estrategias de transición, basadas en
el establecimiento de un grupo de trabajo, de un marco de referencia y de un
conjunto de normas y en la recomposición del capital natural. Concluye que un
nuevo paradigma está emergiendo y que, con el apoyo de políticas de gobierno
adecuadas, Brasil tiene plenas condiciones de ser uno de los primeros países
a ingresar en una economía verde.
Maria Cecília J. Lustosa analiza la importancia de las innovaciones
ambientales como vía de cambio del modelo tecnológico vigente, intensivo en
materias primas y energía de origen fósil, en una dirección más ecológicamente
correcta. Lustosa presenta el surgimiento, históricamente, de las cuestiones
ambientales y su relación con la producción económica. A continuación,
la autora expone la importancia del proceso de innovación para el cambio
tecnológico y de paradigma tecnológico, presentando las circunstancias en
que tales cambios pueden ocurrir y en cuáles direcciones, con foco en las
TAS (tecnologías ambientalmente saludables). Presenta los condicionantes
internos y externos de las capacitaciones de las empresas para tornarse
innovadoras. Lustosa hace, también, un análisis de la innovación relacionada
a la cuestión ambiental en las empresas brasileñas, identificando sus
principales características. Finalmente, la autora concluye que las innovaciones
ambientales son necesarias para ingresar en una economía verde y que la
capacitación de las empresas es fundamental, asociada, cuando sea apropiado,
por incentivos promovidos por el estado. En el caso brasileño, la bajo inversión
en innovación del sector productivo es ciertamente un factor que inhibe aún
más la búsqueda por innovaciones ambientales.
Ademar R. Romeiro investiga el tema de la agricultura para una economía
verde. El trabajo describe como debería ser la agricultura en una economía
verde. Romeiro comienza por la definición de lo que se entiende por economía
verde desde el punto de vista de un concepto dado de sostenibilidad de
largo plazo para, entonces, presentar las condiciones para que la agricultura
sea compatible con una economía verde de esa forma entendida. Procura
mostrar que es científica y tecnológicamente posible una forma de agricultura
suficientemente productiva para atender a los requerimientos actuales de
productividad agrícola, pero basada principalmente en el manejo por parte del
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agricultor de las propias fuerzas de la naturaleza de modo de obtener servicios
ecosistémicos. La recomendación principal de política agrícola que resulta del
análisis es aquella de ampliar los esfuerzos de la investigación agroecológica
por las grandes instituciones públicas de investigación.
Arilson Favareto trae a la discusión el tema del nuevo ciclo de desarrollo
rural, analizando cómo se alinea con la economía verde. El nuevo ciclo de
desarrollo rural, en andamiento bajo diferentes intensidades en el mundo y
cuyo trazo distintivo es la transición de un paradigma agrario y agrícola para un
paradigma organizado en torno del enraizamiento ambiental del desarrollo rural,
está en consonancia con la transición hacia una economía verde. La agricultura
moderna, intensiva en el uso de recursos naturales, genera mucha renta y, sin
embargo, pocos empleos. Favareto presenta las principales características de
la nueva ruralidad y hace un análisis de la situación en Brasil, identificando que
aquí, como en el resto del mundo, la agricultura tiene una tendencia declinante
en relación a las demás actividades y que las regiones rurales no experimentan
más un movimiento generalizado de éxodo, sino una heterogeneidad de su
perfil demográfico, con elevación de la escolaridad y mayor diferenciación
social. Concluye con ideas para una agenda de alineación de ese nuevo ciclo
con la transición hacia una economía verde.
Bastiaan P. Reydon hace un análisis de las causas y soluciones de la
deforestación en la Amazonia. Reydon parte de la presentación de datos
sobre la deforestación en la Amazonia. El autor releva las principales causas
atribuidas a esa deforestación. Reydon argumenta que la deforestación resulta
de la continuidad de la tradicional forma de expansión de la frontera agrícola
brasileña, que, en general, sigue las siguientes etapas: ocupación de tierras
vírgenes (privadas o públicas), extracción de la madera de ley, instalación de la
pecuaria y, finalmente, desarrollo de agropecuaria moderna. Reydon propone
que la especulación con la tierra es el principal motor de la deforestación
amazónica, presentando datos empíricos de que la deforestación está asociada
a la valorización de la tierra. El autor hace un análisis de la situación de la
tenencia de la tierra en la Amazonia en sus diversas categorías, apuntando
para la incapacidad de la gobernanza del estado brasileño sobre las tierras
de la región. Evalúa las razones por las cuales la cuestión de la tenencia de
la tierra no es apropiadamente tratada en el país, recuperando la evolución
histórica del cuadro institucional brasileño relacionado. Reydon concluye que
una gobernanza adecuada, participativa y efectiva es condición necesaria,
aunque insuficiente para contener la deforestación en la región.
Carlos Teodoro Irigaray trae un análisis de las perspectivas y desafíos del
derecho brasileño en la transición hacia una economía verde. Irigaray parte
de una contextualización de la economía verde en el ámbito del desarrollo
sostenible. El autor argumenta que, bajo la perspectiva jurídica, la transición
hacia una economía verde requiere medidas que involucren la estructuración
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de un sistema que pueda efectivamente orientar las políticas públicas,
combinando el empleo de instrumentos económicos y mecanismos de mando
y control, que, necesariamente, deben estar informados por algunos principios
éticos entre los cuales destaca la justicia ambiental y la equidad intra e inter-
generacional. Identifica, en el contexto brasileño, tres principales desafíos
para la transición: pobreza, deforestación y agropecuaria. Afirma que Brasil
ya detenta un marco regulatorio sólido, destacando el reconocimiento del
derecho fundamental al medioambiente ecológicamente equilibrado, asociado
al deber del poder público y de la colectividad de defender y preservar ese
derecho. Todavía, algunos ajustes se hacen necesarios, como, por ejemplo, la
institucionalización del REDD. Además, en la práctica, el avance legislativo aún
repercute tímidamente. En ese sentido, las contradicciones entre las políticas
del gobierno brasilero son especialmente relevantes.
Peter H. May levanta la cuestión de los mecanismos de mercado para
una economía verde. May afirma que, desde la perspectiva de la economía
ecológica, los instrumentos de gestión de los recursos naturales se basan en
dos variables: la imposibilidad relativa de sustitución del recurso en cuestión
y su resiliencia (capacidad de recuperarse del estrés, o de la degradación).
El autor afirma, sin desconocer la dificultad de conocerlas con precisión, que
esas dos variables revelan, sin lanzar mano de artificios de valoración por el
mercado, los condicionantes biofísicos de la intervención humana. Argumenta
que mecanismos de mando y control pueden conducir la regulación directa
de los recursos, estableciendo techos para su nivel de uso apropiado (que
puede ser nulo). Establecidos los caps, el mercado puede actuar de manera
de alcanzar la asignación eficiente (trade). El autor analiza específicamente
los instrumentos de PSA y de REDD. Concluye que mecanismos de mercado
deben asumir un papel importante en la transición hacia una economía verde,
de forma que ese papel sea mediado por una regulación definidora de los
criterios de acceso y control sobre los recursos naturales, reflejándose en
limites biofísicos amparados en las ciencias y en amplia y previa consulta a
las poblaciones que dependen de tales recursos para su sustento.
Ronaldo Seroa da Motta presenta el tema de la valoración y de la
determinación de precios de los recursos ambientales para una economía verde.
Argumenta que, debido a la falta de seguridad en los derechos de propiedad
y de uso de los recursos naturales, las externalidades no son totalmente
captadas por el sistema de precios, que acaba tornándose imperfecto, lo
que conduce a asignaciones ineficientes de esos recursos. Seroa da Motta
expone los componentes del Valor Económico del Recurso Ambiental (VERA):
el valor de uso (uso directo, uso indirecto y de opción) y el valor de no uso (o
de existencia). También presenta las categorías de servicios ambientales (de
abastecimiento, de regulación, de apoyo y culturales), relacionándolas con los
componentes del VERA. El autor expone los métodos de valoración económica
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del medioambiente, que pueden ser agrupados en métodos de la función de
producción o métodos de la función de demanda, presentando la complejidad
que tales ejercicios involucran. Seroa da Motta analiza las posibilidades de
internalización de las externalidades ambientales a través de cobranza y de
la creación de mercados. Concluye con una evaluación de los límites y de las
potencialidades de la valoración y de la determinación económica de precios
del medioambiente.
Mário Sérgio Vasconcelos analiza el papel de las instituciones financieras
en la transición hacia una economía verde. El autor argumenta que a partir de
los años 1990 una serie de compromisos voluntarios y autorregulaciones han
sido implementados en el sector. Afirma que Brasil posee una actuación de
destaque entre los países emergentes. El autor hace un relevamiento de los
principales pactos y compromisos asumidos por los bancos en el país. Destaca
el Protocolo Verde, un esfuerzo para adoptar políticas socio-ambientales que
sean precursoras, multiplicadoras, demostrativas o ejemplares de prácticas
bancarias y que estén en harmonía con el objetivo de promover el desarrollo
sostenible. . Argumenta que esa actuación resulta del hecho de que el riesgo
ambiental ha generado impacto efectivo y creciente sobre los cuatro grandes
riesgos enfrentados por las instituciones bancarias. Identifica los principales
desafíos del sector. Concluye que no cabe más a los bancos un papel pasivo
y de monitoreo y, sí, un papel activo, identificando emprendedores, tecnologías
y nuevos modelos de negocios.
Finalmente, Ronaldo Seroa da Motta y Carolina Dubeux hacen un análisis
de la mensuración en las políticas de transición hacia la economía verde.
Los autores argumentan que es posible entender la sostenibilidad como
aquella que posibilita mantener el stock de capital, que define el flujo de
bienes y servicios futuros, al menos constante. Defienden que la capacidad
de los ecosistemas de generar servicios posee límites, los cuales, cuando
son superados, provocan una situación de colapso. La definición de esos
límites (o sea, del nivel crítico de capital natural) determina la trayectoria de
sostenibilidad de una economía. La economía verde sería aquella que produce
un aumento continuo en el stock de capital natural. Analizan la creación de
capacidad institucional para la integración de las políticas ambientales a las
políticas económicas y un sistema de indicadores ambientales que sea capaz
de mensurar y monitorear los beneficios de las inversiones en capital natural.
Proponen, en ese sentido, la sistematización de los indicadores ambientales,
la ampliación de los instrumentos económicos y la remoción de los incentivos
perversos. Concluyen que la hipótesis de que la regulación ambiental no debe
ser comprendida como un problema y que, además de una solución, puede
representar una fuente de beneficios económicos y sociales para Brasil.
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1. Gerente de Política Ambiental de la Conservação Internacional y ex Coordinadora Regional para América Latina y el Caribe del Centro de Monitoreo de la Conservación Mundial del Programa del las Naciones Unidas para el Medioambiente (WCMC/PNUMA).
2. Millenium Ecosystem Assessment (2005). 3. Millenium Ecosystem Assessment (2005), p. V.4. Millenium Ecosystem Assessment (2005), p.1.
Delineamientos de una economía verdeHELENA BONIATTI PAVESE1
IntROdUccIón
A lo largo de los últimos 50 años, los seres humanos vienen alterando
los ecosistemas en un ritmo más acelerado e intenso que en cualquier
otro período de la historia humana, principalmente debido a la creciente
demanda por recursos naturales, tales como alimentos, agua, madera, fibras
y combustibles2.
A pesar de la significativa contribución para el crecimiento de la economía y
para la promoción del bienestar social, la explotación excesiva de esos recursos
acarreó pérdidas irreversibles de la biodiversidad global y de los servicios
prestados por los ecosistemas, muchos de ellos considerados esenciales para
la supervivencia humana.
¿QUé SOn SeRvIcIOS AMbIentAleS?De acuerdo con el Informe de Evaluación Ecosistémica del Milenio
(MEA, por su sigla en inglés)3, servicios ambientales (o ecosistémicos)
son definidos como “los beneficios que las personas obtienen de los
ecosistemas”.
Ellos pueden ser divididos en cuatro categorías:
(i) servicios de abastecimiento, como comida, agua, madera etc.;
(ii) servicios de regulación, tales como aquellos que afectan el clima, las
inundaciones, las enfermedades, la calidad del agua, entre otros
(iii) servicios culturales, relacionados a beneficios recreacionales, estéticos
y espirituales; y
(iv) servicios de apoyo, que incluyen formación de suelo, fotosíntesis y
reciclaje de nutrientes.
También según el Informe, cerca del 60% de esos servicios fueron
degradados o utilizados de forma insustentable, incluyendo agua pura,
purificación del aire y del agua, regulación climática local y regional4. Esas
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Delineamientos de una economía verde
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alteraciones aumentan la probabilidad de cambios acelerados, abruptos e
irreversibles con consecuencias significativas para el bienestar humano y
amenazan la supervivencia de muchas comunidades, en especial de países
en desarrollo, en los cuales, en algunos casos, cerca del 90% del PBI está
relacionado a la naturaleza o a recursos naturales5.
A pesar de comprobada la relación intrínseca entre el bienestar humano y
los recursos naturales, aún prevalecen actividades económicas insustentables.
Actualmente, cerca del 1 al 2% del PBI mundial es destinado para subsidiar
prácticas que, en muchas ocasiones, llevan a la degradación de los recursos
naturales, como pesca y agricultura6.
Esas inversiones son motivadas por la acumulación rápida del capital físico,
financiero y humano, desconsiderando el capital natural, generando un ciclo
vicioso a través del cual los impactos negativos ejercidos sobre los recursos
naturales llevan consecuentemente a impactos negativos en el bienestar
humano y al agravamiento de la pobreza.
Este artículo apunta a destacar los principales avances en los delineamientos
de una economía verde. Además de esta introducción, el artículo se compone
de tres secciones. La primera discurre sobre la Iniciativa Economía Verde, de
la cual resultó el Informe sobre economía verde lanzado en febrero de 2011.
La segunda presenta algunos de los principales resultados relevados por ese
Informe. Finalmente, siguen consideraciones finales.
lA InIcIAtIvA ecOnOMíA veRde
Buscando relevar evidencias sobre los riesgos y costos sociales y
económicos generados por los actuales estándares de uso excesivo de los
recursos naturales así como destacar las oportunidades de una transición
para prácticas más sustentables, el Programa de las Naciones Unidas para el
Medioambiente (PNUMA) lanzó en 2008 la Iniciativa Economía Verde (GEI, de
la sigla en inglés). El objetivo central de la iniciativa es apoyar el desarrollo de
un plan global de transición hacia una economía verde - que fuese dominada
por inversiones y consumo de bienes y servicios de promoción ambiental.
¿QUé eS UnA ecOnOMíA veRde?Se entiende por economía verde “aquella que resulta en la mejora
del bienestar humano y de la equidad social, a la vez que reduce
significativamente los riesgos ambientales y las escaseces ecológicas”.7
5. UNEP (2011a).6. UNEP (2011a). p.1.7. How is a Green Economy Defined? (n.d.) Disponible en: <http://www.unep.org/
greeneconomy/AboutGEI/FrequentlyAskedQuestions/tabid/29786/Default.aspx>.
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8. Empleos que proporcionen rendimientos adecuados, protección social y respeto a los derechos de los trabajadores y que permitan a esos trabajadores expresar su opinión en las decisiones que afectarán sus vidas. Fuente: OIT (2009).
Una economía verde es aquella apoyada en tres estrategias principales:
(1) la reducción de las emisiones de carbono, (2) una mayor eficiencia
energética y en el uso de recursos y (3) la prevención de la pérdida de la
biodiversidad y de los servicios ecosistémicos.
Para tornarse viables, esas estrategias necesitan ser catalizadas y
apoyadas por inversiones públicas y privadas así como por reformas
políticas y cambios regulatorios. También se debe buscar preservar,
fortalecer y, cuando sea necesario, reconstruir el capital natural como un
activo económico crítico y fuente de beneficios públicos, especialmente
para aquellos cuyas vidas dependen intrínsecamente de los servicios
advenidos de la naturaleza.
El buque insignia de la GEI es el desarrollo del Informe sobre economía
verde, lanzado en febrero de 2011, “Hacia una economía verde: guía para el
desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza”. El documento analiza
aspectos macroeconómicos y cuestiones relacionadas a la sostenibilidad y
reducción de la pobreza relacionadas a inversiones en una gama de sectores
desde energía renovable a la agricultura sustentable. Se espera que tales
análisis subsidien la formulación de políticas que puedan catalizar el aumento
de inversiones en esos sectores verdes.
Además de la producción análisis de ese tenor, la GEI suministra también
servicios de consultoría para países y regiones, produciendo productos
de investigación así como promoviendo el establecimiento de alianzas
con una amplia gama de actores, incluyendo la academia, organizaciones
no gubernamentales, sector privado, entre otros, para la promoción e
implementación efectiva de estrategias de economía verde.
“HAcIA UnA ecOnOMíA veRde: gUíA pARA el deSARROllO SOStenIble y lA eRRAdIcAcIón de lA pObRezA”
Elaborado por el PNUMA en sociedad con economistas y especialistas
mundiales, el informe “Hacia una economía verde: guía para el desarrollo
sostenible y la erradicación de la pobreza” busca defender la proposición
de que tornar economías verdes no implica necesariamente en la reducción
del crecimiento económico y del nivel de empleo. Al contrario, tal transición
permitiría fortalecer el crecimiento a través de la generación de empleos
decentes8 y consistiría en una estrategia vital para la eliminación de la
pobreza. Se espera que las evidencias relevadas por ese estudio animen a los
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9. UNEP (2011b), p.4.10. UNEP (2011a).
tomadores de decisión a desarrollar condiciones favorables para un aumento
en las inversiones hacia una economía verde, con base en tres estrategias
principales:
1. Estimular un cambio en las inversiones, tanto públicas como privadas,
buscando incentivar sectores críticos a la transición hacia una economía
verde;
2. Demostrar cómo la economía verde puede reducir la pobreza persistente
a través de una amplia gama de sectores importantes, incluyendo agricultura,
bosques, pesca, agua y energía; y
3. Suministrar orientaciones sobre políticas que permitan ese cambio: a
través de la eliminación de subsidios perversos, identificación de fallas de
mercados, establecimiento de marcos regulatorios o estímulos a inversiones
sustentables.
El Informe busca desmitificar la idea de que existe una permuta inevitable
entre el desarrollo social, crecimiento económico y la sostenibilidad ambiental
y deshacer la concepción equivocada de que la economía verde es un lujo con
cuyos costos sólo los países desarrollados pueden arcar. El principal mensaje
destacado por el Informe es el de que:
“una inversión del 2% del Pbi global en diez sectores clave puede combatir la pobreza y generar un crecimiento más verde y eficiente”.
De acuerdo con el Informe, tal inversión puede ser el puntapié inicial para
la transición hacia una economía verde de bajo carbono y de uso eficiente
de los recursos. Según los autores, ese valor corresponde a sólo 1,3 billones
de dólares al año y fomentaría el crecimiento de la economía global a
niveles probablemente superiores en relación a los de los actuales modelos
económicos9.
Agricultura, construcción, pesca, silvicultura, abastecimiento de energía,
industria, turismo, transportes, manejo de residuos y agua fueron los 10
sectores evaluados por el estudio e identificados como fundamentales para
tornar la economía global más verde.
Para la transición de esos sectores hacia una economía más verde,
en términos generales, el estudio propone la siguiente asignación de
recursos10:
• agricultura: US$ 108 mil millones, incluyendo las pequeñas explotaciones
• edificaciones: US$ 134 mil millones a ser destinados a programas de
eficiencia energética
• energía (suministro): Más de US$ 360 mil millones
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11. UNEP (2011b), p.6.12. UNEP (2011b). p.7.13. UNEP (2011b). p.7.
• Pesca: US$ 110 mil millones, incluyendo la reducción de capacidad de las
flotas mundiales
• Silvicultura: US$ 15 mil millones para el combate a los cambios climáticos
• industria: US$ 75 mil millones
• turismo: US$ 135 mil millones
• transportes: US$ 190 mil millones
• gestión de residuos: US$ 110 mil millones, incluyendo reciclaje
• agua: un monto semejante, incluyendo saneamiento básico
El Informe presenta también resultados y recomendaciones por sectores
específicos, apuntando las oportunidades sectoriales generadas por la
transición hacia la economía verde, incluyendo la reducción de la pobreza,
creación de empleos y fortalecimiento de la equidad social y mantenimiento y
restauración del capital natural. Entre ellos, cabe destacar:
agricultura
la reducción de la deforestación y el aumento en la reforestación generan beneficios a la agricultura y a las comunidades rurales, a
través del uso de mecanismos económicos y de mercado existentes, como
por ejemplo, certificación de la madera, pago por servicios ambientales y
potenciales beneficios advenidos de mecanismos REDD+, estrategias esas que
actualmente se encuentran en discusión en foro nacional e internacional11.
una agricultura más verde asegurará alimento para la creciente población mundial sin perjuicios para los recursos base de ese sector. Eso se dará a través de una transición de prácticas de agricultura industriales
y de subsistencia para estándares más sustentables, con mayor eficiencia en
el uso del agua, uso extensivo de nutrientes orgánicos o naturales del suelo
y control integrado de pestes12.
la transición hacia una economía verde también requiere fortalecimiento de las instituciones y el desarrollo de infraestructura en áreas rurales de países en desarrollo. Ese aspecto incluye la remoción de subsidios
ecológicamente perversos y la promoción de reformas regulatorias que
incluyan en los precios de los alimentos y commodities los costos de la
degradación13.
Verdear la agricultura en países en desarrollo, concentrándola en pequeñas propiedades, puede reducir la pobreza al mismo tiempo que permite invertir en el capital natural del cual dependen los más pobres. La
adopción de prácticas sustentables (como agro-bosques, gestión integrada de
nutrientes y de plagas) es una de las maneras más eficientes para aumentar
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Delineamientos de una economía verde
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14. UNEP (2011b). p.9. 15. UNEP (2011b). p.8.16. UNEP (2011b). p.10.17. UNEP (2011b). p.13.18. UNEP (2011b), p.1419. UNEP (2011b), p.15.
la disponibilidad de alimentos y facilitar el acceso de productos verdes a los
mercados internacionales emergentes. La adopción de tales prácticas podrá
mover la agricultura de la posición de uno de los mayores emisores de GEI
hacia una de neutralidad, contribuyendo también para reducir la deforestación
y el uso de agua en el 55% y 35%, respectivamente14.
agua
la escasez creciente de agua podrá ser mitigada a través de políticas de fomento a inversiones dirigidas a la mejora en el suministro y a la eficiencia del uso del agua15.
inversiones en la provisión de agua potable y servicios de saneamiento para los pobres representan una gran oportunidad para acelerar la transición hacia la economía verde en muchos países en desarrollo. Inversiones anuales del 0,15% del PBI mundial permitirán el mantenimiento
del uso global del agua en niveles sustentables así como el alcance de los
Objetivos de Desarrollo del Milenio relacionados al agua en 201516.
la oferta de empleos en el sector de agua sufrirá ajustes temporales debido a la necesidad de recuperación de los recursos hídricos. Mejoras
en la eficiencia y una reducción en el consumo total de agua reducirán entre
el 20% y 25% la oferta de empleos hasta 2050 en comparación con las tasas
actuales. Mientras tanto, tales proyecciones no capturan las oportunidades de
nuevos empleos generados por el desarrollo de la infraestructura dirigida a la
eficiencia del uso del agua17.
energía
energías renovables presentan grandes oportunidades económicas.
“Verdear” el sector energético requiere una sustitución en las inversiones en
fuentes de energía de carbono intensivas para inversiones en energía limpia
así como incrementos en la eficiencia energética. Muchas de esas inversiones
serán recompensadas en el futuro, a la vista del crecimiento en el mercado de
tecnologías renovables y la creciente preocupación sobre los costos sociales
generados por tecnologías basadas en combustibles fósiles18.
Políticas gubernamentales desempeñan un papel esencial en el fortalecimiento de incentivos para inversiones en energías renovables, incluyendo incentivos con calendario definido, feed-in tariffs (pagos por la energía
renovable que el usuario produce), subsidios directos y créditos fiscales19.
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la asignación de como mínimo el 1% del Pbi global para aumentar la eficiencia energética y expandir el uso de energías renovables creará empleos adicionales y producirá una energía más competitiva20.
una inversión anual de cerca del 1,25% del Pbi mundial en eficiencia energética y energías renovables podría reducir la demanda global por energía primaria en el 9% en 2020 y 40% en 205021.
turismo
el desarrollo del turismo, cuando es bien diseñado, podrá fortalecer economías locales y reducir la pobreza22.
Pesca
inversiones en la gestión de los recursos pesqueros, lo que incluye la creación de áreas marinas protegidas, desactivación y reducción de la capacidad de las flotas pueden recuperar los recursos pesqueros del planeta. Tal recuperación acarreará un aumento de las capturas de las actuales
80 millones de toneladas para 90 millones así como un significativo aumento
el número de empleos en el sector en 205023.
los beneficios oriundos de una transición de la industria pesquera superan de 3 a 5 veces la inversión necesaria para esta transición24.
La oferta de empleos en el sector pesquero sufrirá ajustes temporales
debido a la necesidad de recuperación de los recursos pesqueros. “Verdear”
el sector pesquero llevará a la pérdida de empleos a corto y mediano plazos,
pero a largo plazo la oferta crecerá nuevamente debido a la recuperación de
las existencias pesqueras25.
gestión de residuos
con inversiones de 108 mil millones de dólares por año en el “verdeamiento” del sector de residuos, el reciclaje global de residuos podrá ser triplicado hasta 2050. Eso llevará también a una reducción de
más del 85% en los montos destinados a rellenos sanitarios en comparación
a los niveles actuales26.
Delineamientos de una economía verde
Helena Boniatti Pavese
20. UNEP (2011b), p.12.21. UNEP (2011a).22. UNEP (2011b), p.11.23. UNEP (2011a). 24. UNEP (2011b), p.11.25. UNEP (2011b), p.13.26. UNEP (2011a).
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27. UNEP (2011a), p.1. 28. UNEP/ILO/IOE/ITUC (2008).29. UNEP (2011b), p.23.30. UNEP (2011b), p. 37.
Delineamentos de uma economia verde
Helena Boniatti Pavese
tales inversiones podrán llevar a un reciclaje pleno de los residuos electrónicos, en comparación con niveles actuales del 15%27.
una ampliación en el 10% en la vida útil de todos los productos fabricados llevaría a una reducción semejante al volumen de los recursos extraídos.
la oferta de empleos en el sector de gestión de residuos e reciclaje crecerá en virtud del aumento en los residuos resultantes del crecimiento poblacional y de renta, pero los desafíos relacionados a la generación empleos decentes en ese sector también son considerables. Actualmente,
el reciclaje genera en torno de 12 millones de empleos en sólo tres países
(Brasil, China y Estados Unidos)28. En escenarios de inversiones verdes, el
crecimiento proyectado de la oferta de empleos en el sector de residuos será
del 10% comparado con las tendencias actuales.
transportes
inversiones anuales del 0,34% del Pbi mundial hasta 2050 pueden reducir la utilización de petróleo en 80%, comparado a los padrones actuales, pudiendo elevar las tasas de empleos en el 6%29.
los costos ambientales y sociales generados por el sector de transportes actualmente están en torno del 10% del Pbi de un país o región.
un “verdeamiento” del sector de transporte requiere la creación de políticas de fomento a la utilización de transportes públicos y no motorizados, eficiencia de combustibles y desarrollo de vehículos menos contaminantes.
ecOnOMíA veRde: pOSIble y deSeAble
El mensaje final transmitido por el Informe es el de que una economía
verde es sí deseable y posible. Posee un potencial en promover el tan ansiado
desarrollo sustentable y la erradicación de la pobreza con rapidez y efectividad.
Una economía verde favorece el crecimiento con la generación de renta y de
empleos.
Sin embargo, tal transformación está condicionada a dos grandes cambios:
en la manera como nuestra economía está estructurada y en el reconocimiento
de que el medio ambiente forma la base de nuestros bienes físicos, que deberán
ser administrados como fuente de crecimiento, prosperidad y bienestar30.
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Las inversiones verdes tienen gran potencial de fortalecer sectores y
tecnologías que serán los principales promotores del desarrollo económico
y social en el futuro, incluyendo tecnologías para energías renovables,
construcciones con eficiencia energética y de recursos y sistemas de transporte
de bajo carbono31.
Para ello, además de tecnologías, también serán necesarias inversiones
complementarias en el capital humano, incluyendo generar y compartir
estrategias, mecanismos y políticas que promuevan una transición hacia una
economía verde32.
Por lo tanto, la transición hacia una economía verde desencadena, según
el Informe, una serie de resultados deseables a largo plazo, sea en términos
económicos, sociales o ambientales. El Informe trae, para eso, directrices
claras de lo que podría hacerse en cada uno de los diez sectores analizados
para llevar a cabo tal transición. Luego, el documento trae subsidios para la
proposición de que la transición hacia una economía verde traerá beneficios
a largo plazo, que compensarán posibles pérdidas de corto plazo.
REFERENCIAS
Millenium Ecosystem Assessment (2005). Ecosystems and Human Well-Being: Synthesis. Washington, DC: Island Press.
OIT (2009). Programa Empregos Verdes. Brasília: OIT.
UNEP (2011a). Rumo a uma economia verde: caminhos para o desenvolvimento sustentável e a erradicação da pobreza, Press Release United Nations Environment Programme. Disponible en: <http://www.unep.org/greeneconomy/Portals/88/documents/ger/GER_press_pt.pdf>.
UNEP (2011b). Towards a Green Economy: pathways to sustainable development and poverty eradication. United Nations Environment Programme, p.4.
UNEP/ILO/IOE/ITUC (2008). Green jobs: towards decent work in a sustainable, low-carbon world. Nairobi: UNEP.
Delineamientos de una economía verde
Helena Boniatti Pavese
31. UNEP (2011b), p. 37.32. UNEP (2011b), p. 37.
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1. Profesor del Programa de Políticas Públicas, Estrategias y Desarrollo del Instituto de Economía de la Universidad Federal de Rio de Janeiro (PPED/IE/UFRJ) e investigador del Programa del Instituto Alberto Luiz Coimbra de Postgrado e Investigación de Ingeniería de la Universidad Federal de Rio de Janeiro (COPPE/UFRJ).
2. Doctorando del Programa de Políticas Públicas, Estrategias y Desarrollo del Instituto de Economía de la UFRJ.
el carácter necesariamente sistémico de la transición en dirección a la economía verde ALExANDRE D´AVIGNON1
LUIZ ANTôNIO CRUZ CARUSO2
La economía verde como definida por el Programa de las Naciones Unidas
para el Medio Ambiente, en la publicación “Hacia una economía verde: guía
para el desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza”, presenta una serie
de desafíos. Ella se dirigiría al bienestar humano y equidad social, reduciendo
los riesgos ambientales y la escasez de recursos, además de ser caracterizada
por baja intensidad en carbono. Seguramente esa no fue la primera vez que se
formuló una expresión que reproduce las aspiraciones de aquellos que buscan
modificaciones estructurales en la economía capitalista, dirigida a otros valores
que no la maximización de las utilidades, en un mercado hipotéticamente
perfectamente competitivo y tendiendo al equilibrio. El salto cualitativo de esa
óptica está esencialmente en la superación de la visión antropocéntrica de
la naturaleza y del planeta, en la cual éstos estarían a servicio del hombre y
dirigidos a sus necesidades. Como destacó René Passet (1991), el orden y los
ciclos de la naturaleza deben ser respetados para no agotar sus potencialidades
y fuentes de energía.
La biosfera y las interacciones de sus subsistemas (atmósfera, litósfera,
hidrósfera y medio biótico) determinan las condiciones bajo las cuales las
actividades humanas pueden realizarse, ya sean sociales o económicas. En
último análisis, será la biósfera la que determinará los límites y posibilidad
de la influencia mutua entre los seres vivos y el planeta. El hombre forma
parte de un todo, en el cual es una parte importante a causa de su capacidad
de intervención en el medio ambiente, pero no existe una jerarquía, en la
cual es responsabilidad del hombre ocupar la cumbre. Las relaciones entre
las sociedades humanas y la biósfera no pueden reducirse a su dimensión
económica o social. Las actividades humanas de la forma analizada por la
economía en las relaciones de producción, intercambio, consumo, etc. no
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El carácter necessariamente
sistémico de la transición en dirección
a la economía verde
Alexandre d'AvignonLuiz Antônio Cruz Caruso
constituyen nada más que una primera esfera de las prácticas humanas en
un orden con reglas específicas establecidas, incluida en una esfera social
más amplia, la sociedad civil, el estado, las ideologías, etc. Esta última, sin
embargo, está circunscripta, a su vez, sobre el universo, aún más amplio, de
la materia inanimada y de la materia viva, que la involucra y la sobrepasa.
Esas tres esferas, la de los modos de producción, la de la formación social y
la de la biósfera representan el conjunto en el cual se incluyen las actividades
humanas. La reproducción y los condicionantes de cada una de las tres esferas
pasan por la regulación de las otras dos. Siendo de inclusión la relación entre
esas tres esferas, es posible afirmar que los elementos de la esfera económica
pertenecen a la biósfera y obedecen a sus leyes, pero todos los elementos de
la biósfera no pertenecen, necesariamente, a la esfera de la economía y no se
someten a su orden. Como dijo James Lovelock (2001), la Tierra se tornó lo
que es por medio de su habitación por seres vivos y éstos han sido el medio
y no la finalidad del desarrollo del planeta.
Es interesante observar, sin embargo, que actualmente, asociado al título
del PNUMA en su página internacional en Internet, existe otro menor, que
dice: medio ambiente para el desarrollo. ¿Esta no sería una contradicción de
percepción en el Programa de qué sería la propuesta del documento publicado
definiendo una economía verde?
Pintar la economía neoclásica de verde no será la solución. Es necesario
un cambio estructural de la “administración de la casa” (oikos = casa + nomia
= administración, estudio o leyes, Houaiss, 2001), refiriéndose al planeta
como la casa de todos los seres vivos y, como tal, necesitando conservarse
y respetarse. Tornar la economía convencional verde, según la óptica del
PNUMA, es priorizar el crecimiento de la renta y del empleo. Estos últimos
estimulados por inversiones públicas y privadas que reduzcan las emisiones de
carbono y la contaminación y promuevan la eficiencia del uso de la energía y de
los recursos naturales, previniendo la pérdida de servicios de los ecosistemas
y biodiversidad. Las inversiones serían catalizadas y apoyadas por reformas
de la política pública y modificaciones regulatorias. La ruta propuesta de
desarrollo debería mantener, mejorar y, donde sea necesario, recuperar el
capital natural, visualizándolo como un bien económico crítico para generar
beneficios públicos, especialmente para poblaciones pobres cuyo sustento y
cuya seguridad dependen esencialmente de la naturaleza.
El estímulo a la participación prioritaria de los entes públicos y privados, en
el cual la acción de los agentes externos privados o públicos aparece como la
solución, es justamente la óptica criticada por Elinor Ostrom (2008). De acuerdo
con la autora, esa opción es resultado de una visión metafórica y específica
contenida en la “Tragedia de los Comunes”, de Garrett Hardin, de 1968, y en
el “Dilema del Prisionero” propuesto por modelo del mismo autor, además de
la “Lógica de la Acción Colectiva” desarrollada por Mancur Olson con la idea
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del polizón en las actividades conjuntas en una comunidad en favor del bien
público. Elinor contesta la solución hoy de intervención por la acción de un
estado coercitivo o regulador o por la definición de la propiedad por medio de
la privatización. Empíricamente, habría una lista enorme de fracasos en esas
opciones y las soluciones deberían ser siempre definidas caso por caso, por
medio de acuerdos entre los involucrados, para administrar lo que ella denomina
recursos de uso común, es decir, los bienes públicos. La autora describe una
serie de soluciones reales alternativas a la intervención externa.
En el documento del PNUMA, la biodiversidad, como ejemplo de un bien
público, no sería valorada correctamente en la economía neoclásica, así como
los servicios ambientales, los cuales contribuyeron para el bienestar humano y
el sustento de familias y serían fuente de nuevos empleos calificados en razón
de la definición de la propiedad. Estimar adecuadamente el valor económico
de esos servicios ambientales es fundamental para la identificación del capital
natural. Esa es una de las dimensiones que soportaría la transición hacia una
economía verde, estimulando el cambio de los antiguos indicadores económicos
y llevándolos a estimar la pérdida de capital natural como componente negativo
y no positivo de las cuentas nacionales. ¿Será que solamente la correcta
valoración de esos elementos asociada a las condiciones propicias serían
condiciones suficientes para esa transición?
¿Cómo atribuir entonces nuevos parámetros a una economía verde, si la
discusión esencial de la equidad y de la participación local queda al margen?
La avidez de consumo de recursos naturales y energéticos de países
industrializados demuestra que este no es un modelo de desarrollo que
respeta la biósfera, sus principios y ritmo de regeneración. El legado dejado
por la opción del desarrollo basado en combustibles fósiles destacó temas
globales como los cambios climáticos y la destrucción de la capa de ozono,
desvelando opciones económicas que se impusieron, causando el abandono
de innovaciones que podrían haberse estimulado por sistemas nacionales de
innovación, que incluirían I+D, aparato legal de estímulo y sistema de patentes,
como fue el caso para los combustibles fósiles. Un ejemplo importante sería
el uso intensivo de la biomasa por medio del BTL (Biomass to Liquid) o BTG
(Biomass to Gas) en un ritmo de crecimiento apropiado a la capacidad de
regeneración de los recursos naturales. La energía solar térmica y fotovoltaica,
eólica, hidrógeno, acumuladores más eficientes, etc. serían otros ejemplos
que no se explotaron adecuadamente en detrimento de una ruta tecnológica
predominante, abandonando otras opciones.
Es importante recordar que Rudolf Diesel patentó su motor para trabajar con
aceites vegetales, en el caso, de maní, e, incluso antes de su presentación
en la Feria Mundial de París, Francia, en 1898, ya existían manufacturas de
vehículos con motores eléctricos. Estos últimos se proliferaron en el transporte
público con los tranvías, que posteriormente fueron sustituidos por vehículos de
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combustión interna en varias ciudades. En caso no hubiera una imposición de
sectores económicos específicos, esas tecnologías podrían haber convivido y
posibilitado un compartimiento de todas las inversiones de sistemas nacionales
de innovación. En ese caso, las opciones hoy en términos de desarrollo de
las tecnologías consideradas como alternativas hubieran sido mucho más
prometedoras, amplias y generalizadas. Ese pequeño relato histórico presenta
otros temas relacionados a la economía verde: actualidad y temporalidad.
¿Será que los problemas generados por la economía practicada hasta hoy
podrán ser superados con la adopción de la opción económica propuesta por
el PNUMA, los próximos 20 años, como indican las opciones de escenario
expuestas en “Hacia una economía verde: guía para el desarrollo sostenible
y la erradicación de la pobreza”? ¿El modelo de economía propuesto no
debería haberse adoptado hace más tiempo en razón de los temas globales
que enfrentamos actualmente como el calentamiento global? ¿El momento
ya no es tardío?
Por lo tanto, además del acceso equilibrado a los recursos naturales y
energéticos por la población del planeta, sería necesario el desarrollo de
tecnologías con características de las vocaciones regionales y la no imposición
de una ruta tecnológica derivada del aumento de escala y la ganancia de corto
plazo. Las tecnologías relacionadas a la quema de combustibles fósiles líquidos
o sólidos en ciclos termodinámicos capaces de aprovechar, de forma general,
como máximo el 30% de la energía suministrada, en vez de alternativas más
elegantes, como, por ejemplo, la fabricación de polímeros, se tornan ejemplo
de la imposición de caminos únicos, dominados por grandes organizaciones
globalizadas. La cogeneración de energía y sistemas fijos integrados de
generación de energía eléctrica y calor, por ejemplo, son mucho más eficientes
y proporcionarían rendimientos hasta un 50% superiores a aquellos motores
que equipan los automóviles.
La equidad temporal también sería un elemento bastante importante para
tomarse en cuenta, pues nos remite a una de las concepciones del concepto
de desarrollo sostenible contenidas en “Nuestro futuro común”, publicación
resultante del Informe Brundtland, de 1987. El libro tiene como una de las
definiciones del concepto: “El desarrollo que trata de satisfacer las necesidades
de la generación actual, sin comprometer la capacidad de las generaciones
futuras de satisfacer sus propias necesidades”. Eso significa permitir que las
personas, ahora y en el futuro, alcancen un nivel satisfactorio de desarrollo
social y económico y de realización humana y cultural, utilizando, al mismo
tiempo, un uso razonable de los recursos de la tierra y preservando las especies
y el hábitat. Este último elemento no aparece explícitamente en el concepto de
economía verde propuesto por el PNUMA, pero aparece cuando se previne la
pérdida o agotamiento de servicios ambientales y de biodiversidad.
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La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio
Climático, además de acoger conceptos como el de la precaución y el de
las responsabilidades compartidas, pero diferenciadas, presenta también
otro relacionado a una economía internacional favorable y conducente al
crecimiento y al desarrollo sostenible, en especial en los países en desarrollo.
Esa percepción de cooperación internacional es fundamental para que haya
una transformación estructural en la economía. La creación de sistemas
nacionales de innovación, integrados en sistemas internacionales, promoviendo
tecnologías armónicas con el medio ambiente, dirigidas a la conservación de la
biodiversidad y de los servicios ambientales, libres de patentes y que revierta
el proceso de degradación del planeta es imprescindible. Mecanismos de
mercado o de regulación de Estado están lejos de tener la vitalidad para un
cambio radical de la relación con una administración de la casa (planeta) que
armonice la interacción de las actividades humanas con el medio ambiente
biótico y abiótico. Esos mecanismos o no ofrecen informaciones adecuadas,
como es el caso del precio en los mercados o no tiene informaciones suficientes,
en el caso del estado. Además, esos mecanismos parecen no viabilizar el ritmo
compatible con las necesidades de reversión del proceso de degradación y de
supresión de la pobreza y ofrecer calidad de vida a los habitantes de la biósfera.
Un sistema nacional de información con objetivo específico en la creación de
alternativas acordadas asociando las partes interesadas podría investigar
y desarrollar tecnologías con características sostenibles y ambientalmente
armónicas.
Las ópticas Schumpeteriana y Neoschumpeteriana ofrecen algunos
elementos importantes para repensar la economía. Ellas se enfocan en la
tecnología como vector de transformación de las sociedades humanas y
presentan el concepto de destrucción creativa, que corrobora la idea de utilizar
la crisis como elemento de impulso, además de visualizar no una economía con
tendencia al equilibrio, sino un sistema siempre en mutación, rediseñándose
a cada momento en que surgen nuevas opciones, es decir, otros paradigmas
tecnológicos. En el caso de la economía evolucionista, podría haber rupturas con
los paradigmas convencionales para que se impusieran nuevas tecnologías que
sustituirían las antiguas. En el caso ambiental, el enfoque de las rupturas serían
las opciones tecnológicas cada vez más limpias, sustituyendo aquellas que
se tornaron “obsoletas” climática y ambientalmente. Ese camino seguramente
no ofrecería ganancias extraordinarias a los emprendedores, pues todavía no
tendrían escala y competitividad, pero tomarían en cuenta las externalidades
negativas causadas por las tecnologías convencionales ambientalmente
obsoletas. Serían necesarios mecanismos de incentivo transitorios para que
ellas aumentaran escala y pudieran obtener autonomía. Esos incentivos serían
retirados de los impactos negativos, es decir, externalidades negativas de las
tecnologías convencionales. Por ejemplo, el valor de internaciones hospitalarias
causadas por el uso de transporte individual en grandes ciudades, que dejaría
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de ser pagado por el poder público en caso se sustituyera ese tipo de transporte
en el centro de las mismas por opciones colectivas sin emisión.
En las reflexiones contenidas en el documento del PNUMA, en la transición
hacia una economía verde, estarían presentes dos tipos de mitos. El primero
se refiere a la no coexistencia simultánea de crecimiento económico y
sostenibilidad ambiental. El segundo se refiere a una interpretación de que la
transición representaría una forma para que los países ricos perpetuaran la
pobreza de los países en desarrollo. Para eliminar esos mitos, los autores del
documento utilizaron el modelo de proyección T-21 (Threshold 21) y simularon
el comportamiento de algunas variables, generando escenarios para una
economía verde. Además, compararon esos resultados con los resultados de
un modelo tendencial (BAU – business as usual) y concluyeron que existen
muchas ventajas en invertir en capital natural. La utilización de escenarios
para despliegue de las condiciones actuales es una herramienta útil, pero
bastante frágil cuando se trata de una perspectiva de 20 años, como en el
caso propuesto.
El modelo T21 fue concebido, según los autores, para apoyar un proceso
de planificación global e integrado de países. Está formado por tres pilares:
económico, social y gobierno, siendo importante destacar que el pilar
económico está integrado por los sectores de agricultura, industria y servicios,
que se caracterizan por funciones de producción Cobb-Douglas con entradas
de trabajo, capital y tecnología (Mahmoud y El Sebaei, 2005). En ese modelo
de equilibrio general se introdujeron variaciones en la dinámica de algunos
sectores para verificar cuál sería el impacto futuro en el PBI, empleo, intensidad
de recursos utilizados, emisiones e impactos en el medio ambiente. Se eligieron
ocho sectores principales como aquellos con capacidad de definir tendencias
de transición a una economía con alivio de la pobreza, inversión en capital
natural y su recuperación, creación de empleos y mejora de la equidad social,
incentivos a las energías renovables y eficiencia energética, movilidad y
sustentabilidad urbana.
En el primero de ellos, el de florestas, serían necesarios: reducción de
la deforestación y ampliación de la reforestación; certificación de productos
oriundos de las florestas; pago por servicios ambientales; y REDD+,
presuponiendo cambios legales y en el gobierno local. Seguramente, ese
sería un camino prometedor, pero es importante recordar que todavía no hubo
la reglamentación de REDD+ y que las actividades convencionales, como
pecuaria y monoculturas exportadoras, son grandes vectores contrarios a esa
perspectiva. Serían necesarias otras medidas relacionadas al estímulo a la
práctica de semiconfinamiento o confinamiento pleno del rebaño para liberar
áreas, al estímulo de uso de residuos para generación de energía, etc.
El segundo sector necesitaría cambios en la agricultura familiar y en el
agronegocio en dirección a: prácticas de administración de la fertilidad del
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suelo; uso sustentable y más eficiente del agua; diversificación de semillas;
administración de la salud animal y vegetal; nivel apropiado de mecanización;
administración integrada de pesticidas; y administración integrada de nutrientes.
Presupone también la reducción o eliminación de subsidios que distorsionan
el costo real de insumos agrícolas. Es interesante reforzar que las actividades
integradas, agrosilvopastorales, son soluciones no convencionales que, como
biodigestores que producen el biogas y el biofertilizante, merecen el debido
destaque. Es importante recordar que sistemas integrados pueden atender gran
parte de las necesidades de energía y de materias primas de una actividad
rural, tanto familiar como empresarial. El residuo, cuando bien utilizado en las
actividades rurales, se torna fuente de energía y biofertilizante.
El tercer sector se relaciona a la escasez de agua y presupone una mejora
de la administración de la oferta y del uso eficiente de las aguas; reservatorios
de agua y saneamiento en los países en desarrollo, asociado a los cambios en
arreglos institucionales. En ese caso, el enfoque principal serían los cuidados
con los recursos hídricos, actualmente amenazados por la contaminación
causada por la falta de saneamiento. Ese seguramente sería el vector principal
para reducción de enfermedades de transmisión hídrica y generación de
condiciones de calidad de vida a la población pobre en la mayoría de los
países en desarrollo.
En la pesca, el cuarto sector, se indica el manejo sostenible de la pesca.
Se presupone reforzar la administración de la actividad y financiar la
reducción del exceso de la capacidad mundial de pesca. En ese caso, la
óptica es claramente de intervención externa, que puede dificultar soluciones
innovadoras relacionadas a maricultura y otras prácticas de repoblación de
los océanos, ríos y lagunas.
Respecto al quinto, el ecoturismo, éste conduciría al desarrollo de la
economía local y a la reducción de la pobreza. El “verdeamiento” del sector
aumentaría la participación de la comunidad local, especialmente de los pobres,
en la cadena de valor del turismo, reduciendo la pobreza. Las actividades
turísticas muchas veces no tienen ningún compromiso con las actividades
locales y, al contrario, degradan el local, pues pasan a convertirse en destino
de varios tipos de turistas que no tienen compromiso de interacción local,
interesándoles solamente usufructuar del bien ambiental. Será necesario un
cambio bastante acentuado de cultura en el sector para que el turismo se
convierta en un vector de reducción de pobreza.
Respecto a las energías renovables y eficiencia energética, sexto sector,
se indica el aumento de la oferta de energía resultante de fuentes renovables,
reduciendo los riesgos de aumento de los precios volátiles de los combustibles
fósiles, además de proporcionar beneficios de mitigación. Habría un
considerable potencial para crecer en ese sector, por medio de inversiones
en energías renovables, incluyendo biocombustibles de segunda generación.
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El “verdeamiento”, en ese caso, requeriría inversiones en energía limpia en
sustitución a inversiones carbono-intensivas, así como mejoras de eficiencia
energética. Las inversiones en energías renovables y políticas energéticas
podrían mejorar los estándares de vida y la salud de las poblaciones.
Hasta el inicio de la crisis económica, las inversiones en energías de
fuentes alternativas renovables y eficiencia energética estaban creciendo,
excluyendo fuentes nucleares y grandes centrales hidroeléctricas. En 2004,
llegaron a US$ 46 mil millones y se multiplicaron casi cinco veces el 2008,
llegando a US$ 173 mil millones, prácticamente el 10% de las inversiones
en infraestructura energética en el mundo según documento del PNUMA.
Solamente en generación de energía eléctrica, se llegó a 42GW de potencia
instalada, prácticamente una cuarta parte del total de ese año, 190GW. Las
tasas porcentuales de aumento de las inversiones, que incluyen desde I+D
privado y de gobiernos hasta programas de empresas privadas y agencias
de gobierno, se asociaron a la generación distribuida, en la cual se prioriza la
pequeña producción descentralizada en vez de la centralizada.
De acuerdo con el IPCC, para estabilizar la concentración de CO2e en un
nivel de 450 ppm el 2030 será necesario una reducción del orden del 60%
en las emisiones de CO2e con relación a las emisiones de 1990. Ese desafío
significa que en pocas décadas será necesaria una completa reestructuración
de la infraestructura energética en el planeta. Esos cambios, todavía no
precisamente estimados, según el Informe Stern, están alrededor de 1% del PBI
mundial. Eso significaría, si tomamos en cuenta el PBI global del 2007, de US$
54 trillones, que los valores necesarios serían US$ 540 mil millones por año. La
Agencia Internacional de Energía señaliza, en las perspectivas del 2008, que
será necesaria una inversión de US$ 550 mil millones en energías de fuentes
alternativas renovables por año de hoy hasta el 2030 para que se estabilicen
las concentraciones en 450 ppm de CO2e. En el caso de New Energy Finance’s
Global Futures, se estima un promedio anual de inversiones de US$ 515 mil
millones. Seguramente esos valores son muy superiores hoy que aquellos
verificados los años antes de la crisis y serían necesarios por lo menos tres
años de crecimiento en un 50% a.a. para que se llegara a los niveles necesarios
solamente en el sector de energía, tomando en cuenta el nivel del 2009, de US$
162 mil millones. Formas de generación de energía distribuidas y asociadas a
otras actividades económicas serían fundamentales para esa transición. Eso
significa dejar los parámetros de generación distribuida con tributación facilitada
para la descentralización y el estímulo a la autoproducción.
En los transportes, séptimo sector, la mejora de la eficiencia energética de
los modos sería la modificación en la lógica de transporte privado a transporte
público o a transporte no motorizado. La movilidad urbana está íntimamente
vinculada a la ocupación del territorio por el hombre. La concentración
observada las últimas décadas en los países en desarrollo compromete la
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sustentabilidad de las ciudades y éstas terminan “dominando” un espacio
mucho más allá de sus fronteras. El ordenamiento de la ocupación del territorio
urbano y el incentivo para revertir el flujo migratorio parecen elementos
fundamentales para que el flujo de vehículos no continúe creciendo en estos
centros y comprometa aún más la salud de la población. El uso de transporte
público electrificado y de calidad y de otros alternativos es factor fundamental
para que exista la transición.
Y, finalmente, en la industria de manufactura, se propondría prolongar la vida
útil de los productos fabricados por medio de mayor énfasis en el rediseño,
remanufactura y reciclaje, los cuales constituyen el núcleo de producción en
circuito cerrado. Este octavo sector sería de vital importancia. Pero, ¿cómo
reducir el ritmo de crecimiento de la producción para una población que
también crece? Respetar los ciclos de la naturaleza y generar residuos en
un ritmo que ésta pueda absorberlos parece el camino más correcto. Sin
embargo, es necesario utilizar instrumentos más sofisticados, como el análisis
del ciclo de vida para que se aumente la eficiencia del uso de los recursos
naturales y, consecuentemente, de los energéticos, reduciendo abruptamente
la cantidad de materias primas en los bienes de consumo y duraderos. La
Unión Europea ya adopta el factor 4 de reducción, es decir, una cuarta parte
de la cantidad de materias primas utilizadas para los nuevos productos.
Ya hay países que señalizan esta reducción con un factor 10. Modificar la
cultura del uso de las commodities vírgenes para uso en reciclables genera
conflictos sectoriales bastante significativos. Alterar el ritmo establecido de
crecimiento de la producción de mineral de hierro, soya y carne es una tarea
enorme. Desmaterializar la sociedad contemporánea parece todavía un sueño
distante.
Usando los cambios en las variables propuestas por el documento y
aplicándolas al modelo T21, los escenarios de economía verde apuntan hacia
un crecimiento más rápido que aquella tendencia, manteniendo y restaurando
el capital natural, además de promover la reducción de la pobreza (UNEP,
2011). Esa aplicación es semejante al programa World 3-91, ejecutado para
formulación de los “Límites del crecimiento”, publicado por primera vez en
1972, después reeditado como “Más allá de los límites del crecimiento” en
1992 y finalmente republicado el 2004 con el título “Límites del crecimiento:
la Actualización de 30 Años”, mostrando que había esperanzas, pues todavía
no habíamos sobrepasado los límites sin regreso. El modelo de los límites,
basado en la dinámica de los sistemas de Jay Forrester, funcionaba de forma
muy agregada y no tomaba en cuenta ninguna modificación política, guerra o
escasez generalizada.
O segundo mito discutido en el documento, que la transición representaría
una forma de que los países ricos perpetuaran la pobreza de los países en
desarrollo, encuentra mayores problemas para ser desmentido. De acuerdo con
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Kemp y Soete (1992), ya estaríamos en una transición de la economía basada
en los combustibles fósiles hacia una economía de bajo carbono. En esa etapa,
las actividades económicas más verdes utilizarían, de forma predominante,
tecnologías end-of-pipe y algunas tecnologías más limpias. Para avanzar en
la dirección de una economía de bajo carbono deberían realizarse inversiones
para la generación y difusión de tecnologías más limpias. La difusión de un
conjunto de tecnologías más limpias está condicionada a un cambio en el
cual son necesarias modificaciones en el marco institucional, que soporten
las actividades económicas. Una reorientación de las políticas educativas y
de ciencia y tecnología y una integración de las políticas ambientales con las
de otras áreas también serían necesarias.
A largo plazo, muchas actividades económicas verdes serán resultado
de la convergencia de tecnologías como la nanotecnología, biotecnología
y tecnologías de información y de comunicación. El documento del PNUMA
llama la atención al hecho que el modelo de transición de la actual economía
hacia la economía verde necesita un marco regulatorio bien planificado que
genere incentivos para dirigir actividades económicas verdes, así como
retirar barreras a inversiones verdes. Sin embargo, la transición depende no
solamente de innovaciones institucionales, sino de innovaciones tecnológicas.
Algunas de esas innovaciones son complejas, de naturaleza multidisciplinaria,
requieren complementaridades entre empresas e institutos de investigación.
Miles y Leite (2010), al citar Roco (2007), identifican cuatro generaciones
en el proceso de desarrollo de nanotecnologías: nanoestructuras pasivas;
nanoestructuras activas; sistemas de nanosistemas tridimensionales y
nanosistemas moleculares heterogéneos. Solamente en la primera generación
encontramos algunas evidencias de esfuerzos de investigación y generación
de innovaciones en países en desarrollo.
Según Fonseca, Bianchi y Stallivieri (2010), el punto central de la
biotecnología moderna se articula alrededor de los conocimientos básicos de
la ingeniería genética, es decir, biología molecular, genómica y proteómica.
Sin embargo, el 2009, del total de proyectos en genomas, 91% estaban
concentrados en Estados Unidos, Inglaterra, Japón, Francia y Alemania. Si
existe una tendencia de que las nuevas tecnologías sean dominadas por los
países desarrollados, conviene agregar una reflexión adicional sobre transición
socio-técnica. Según Geels y Schot (2007), el régimen socio-técnico es una
versión ampliada del régimen tecnológico de Nelson y Winter (1982), que
se refiere a rutinas cognitivas compartidas en una comunidad de ingeniería
que explican estándares de desarrollo a lo largo de trayectorias tecnológicas.
Los sociólogos de la tecnología ampliaron esa explicación, argumentando
que los científicos, tomadores de decisiones políticas, usuarios y grupos de
intereses especiales también contribuyen para la estandarización del desarrollo
tecnológico.
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Si existe un régimen tecnológico dominado por los países desarrollados, que
condiciona fuertemente el desarrollo tecnológico de los países en desarrollo,
es posible que se construyan ventanas de oportunidad, que podría ser
particularmente favorable al desarrollo de tecnologías más limpias basadas en
nanotecnología y en biotecnología. Seguramente no existe ninguna garantía
de que se realice eso, pues tener la tecnología y las rutas de desarrollo agrega
valor al producto de los países desarrollados.
Respecto a la formación profesional y a las calificaciones, el documento
enfatiza la necesidad de reclasificar la fuerza de trabajo, teniendo en vista la
reestructuración productiva necesaria a la transición hacia una economía verde.
Ese énfasis es particularmente importante para la modificación en la matriz
energética que están realizando los países desarrollados. Se destaca también
en el documento que el retroceso de las inversiones en activos pesqueros
generará una necesidad de reclasificación de los trabajadores de ese sector.
Además, vale la pena destacar que, de acuerdo con OCDE (2011), personas
calificadas desempeñan un papel crucial en la innovación a través de nuevos
conocimientos que generan, del modo como adoptan y adaptan ideas existentes
y de su capacidad de aprender nuevas competencias y de adaptarse a un
ambiente en modificación. OCDE destaca también, la importancia de conocer
los diferentes tipos de calificación que contribuyen para la innovación y las
mejores formas de construirlos, para diseñar políticas que contribuyan para
un desarrollo duradero de esas calificaciones.
En ese sentido, OCDE apunta también que las calificaciones para la
innovación podrían ser cualquier habilidad, competencia o atributo que
contribuya para la implantación de nuevos productos, procesos, métodos de
comercialización o métodos de organización en el local de trabajo. Cuando
se trata de establecer algún tipo de medición, el enfoque recae sobre el
grupo designado por recursos humanos en ciencia y tecnología (RHCT). Los
RHCT son las personas involucradas o que tengan la formación adecuada
para involucrarse en la producción, desarrollo, divulgación y aplicación de la
sistemática científica y tecnológica del conocimiento. Dentro de RHCT, los
investigadores constituyen un grupo importante, pues la eficacia de los gastos
en I+D depende críticamente de la asignación eficiente de los trabajadores
directamente involucrados en la ejecución de I+D. Por lo tanto, la cantidad
de esos trabajadores es un importante indicador de la capacidad científica y
tecnológica de una nación. El 2006, existían aproximadamente cuatro millones
de investigadores trabajando en I+D en los países de OCDE, es decir, una
proporción de 7,4 investigadores por 10.000 empleados (OCDE, 2011).
Aunque no haya un indicador equivalente para los países en desarrollo y
como los índices de conclusión de cursos superiores son más bajos, podemos
deducir que dichos países presentan una expresiva diferencia en su capacidad
de generar innovaciones en relación a los países desarrollados. De esa forma,
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en el caso que los países en desarrollo no tengan políticas claras y si no se
adoptan regulaciones internacionales que favorezcan la transferencia de
tecnologías de los países desarrollados a los países en desarrollo, el segundo
mito puede tornarse realidad.
El documento del PNUMA presenta otro punto delicado al discutir el concepto
y asociarlo a sectores que más generan emisiones de GEI antropogénicos
en los países en desarrollo, como agricultura y florestas, relacionados al uso
de la tierra. Los países desarrollados todavía son los que más emiten en
conjunto y los sectores responsables por gran parte de las emisiones en esos
países, como la generación de energía convencional a carbón, transporte
y edificaciones, quedaron prácticamente fuera de la discusión – excepto
transporte y energías renovables. Sería necesario explicitar la parte que le
corresponde a los desarrollados y sugerir soluciones para descarbonizar sus
economías y mecanismos para que contribuyan efectivamente para “verdear”
las economías da aquellos en desarrollo.
De esa forma, el documento parece presentar una visión excesivamente
optimista en relación a los efectos de la transición. Una efectiva transición
hacia una economía verde ocurriría si hubiera una alteración en la óptica sobre
las soluciones preponderantes contenidas en el informe del PNUMA, como
aquellas asociadas a la intervención del Estado regulador o a la definición de
los derechos de propiedad por medio de la privatización propuesta por los
neoliberales.
Las soluciones locales parecen dar indicios y pueden tornarse importante
elemento inductor de innovaciones vocacionales, asociada a las partes
interesadas. La búsqueda por soluciones flexibles, en las cuales haya una
mayor participación de las comunidades afectadas parece ser un factor decisivo
para la transición deseada. El cuestionamiento de la avidez por recursos
naturales y energéticos por parte de los países desarrollados en detrimento
de los países en desarrollo parece un elemento fundamental. La equidad en
el uso de estos recursos, sin duda, tornaría el mundo más solidario y fraterno
en dirección a una economía más armónica con el medio ambiente, utilizando
otras líneas teóricas, además de la neoclásica, para la búsqueda de alternativas
a la ruta de degradación que existe actualmente.
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1. Profesor del Centro de Desarrollo Sostenible de la Universidad de Brasilia (CDS/UnB) e investigador asociado al Instituto Sociedad, Población y Naturaleza (ISPN). Este trabajo fue realizado con apoyo de la Unión Europea, por medio de los proyectos Enlaces Ecosociales entre los Bosques Brasileños: Medios de Vida Sostenibles en Paisajes Productivos (FLORELOS) y Environmental Governance in Latin America and the Caribbean (ENGOV), entre otras fuentes, pero no representa necesariamente los puntos de vista de las instituciones o fuentes, siendo de responsabilidad exclusiva del autor.
2. Alemania, Países Bajos, Noruega, Suecia y Reino Unido.
¿economía verde y/o desarrollo sostenible?DONALD SAWYER1
Además de gobernanza internacional y reducción de la pobreza, la cumbre
Rio+20 en 2012 tendrá como tema central la economía verde (ONU, 2011).
Ese término, que surgió en el contexto de la Rio-92 (Adams, 1997), fue
recientemente elaborado y divulgado en el mundo en informe del PNUMA
(UNEP 2011). En poco tiempo, se volvió prácticamente consensual (Belinky,
2011). Parece presentarse como alternativa al desarrollo sostenible, que había
sido consagrado en Rio de Janeiro en 1992.
La economía verde está relacionada directamente a cambios climáticos:
bajo carbono, eficiencia energética, energía renovable etc. (Gouvello, 2010;
ESMAP, 2010). Con el objetivo de relativizar el fuertísimo énfasis en clima
después de 2007, la biodiversidad y los ecosistemas fueron reincorporados
en el discurso por medio de la iniciativa TEEB (“The Economics of Ecosystems
and Biodiversity”), organizada por el PNUMA y financiada por la Comisión
Europea y gobiernos europeos2 (Sukhdev, 2010, 2011). Por otro lado, los
impactos ambientales referentes a la polución industrial y a los residuos
urbanos (la “agenda marrón”) y al agua superficial y subterránea (la “agenda
azul”) continúan sin la misma atención. Los flujos de agua atmosférica (“ríos
aéreos”), que podrían ser una “agenda blanca”, continúan invisibles en las
esferas políticas (Salati, 2009; Arraut et al., 2011).
El tratamiento que será dado a la economía verde hará mucha diferencia
para las políticas públicas, el papel del Estado (la gobernanza que tenemos
actualmente), los modelos de producción y consumo y los rebatimientos
en los diversos territorios en Brasil y en el mundo. Los efectos positivos
esperados podrán no verificarse, como también podrán surgir efectos negativos
inesperados, al menos si no hubiera un análisis adecuado de todos los aspectos
en juego.
El uso del término economía verde, aparentemente en el lugar de desarrollo
sostenible, término considerado desgastado o vacio (FASE, 2011), merece una
serie de cuidados. Urge evitar que los efectos acaben siendo insignificantes o
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incluso perversos, especialmente en la medida en que el foco queda desviado
para asuntos y espacios geográficos menos importantes, sin mantener los
diversos ecosistemas funcionando y sin atender las necesidades humanas
actuales y futuras.
A pesar de las semejanzas y del apelo mercadológico, economía verde
implica gran riesgo de transformarse en algo muy diferente del desarrollo
sostenible. Aunque limitado y vago, el termino desarrollado sustentable
(Brundtland, 1987) y su significado explícito (atendimiento de las necesidades
del presente sin perjudicar el atendimiento de las necesidades de las futuras
generaciones) fueron consagrados por todos los países del mundo en 1992.
Hay que tomar en cuenta que cualquier lenguaje diplomático consensual, aún
más cuando es acordado globalmente, es necesariamente vago. Ocurre que
economía verde, además de la falta de respaldo político, puede ser peor que
desarrollo sostenible en términos de su significado implícito y sus posibles
usos y abusos.
Por tratarse de la atención a las necesidades de la presente y futuras
generaciones, o sea, en el fondo, por comprender la equidad intra e inter-
generacional, el desarrollo sostenible es necesariamente sistémico. La economía
verde, por otro lado, podrá no pasar de la suma superficial de algunos sectores
o camadas adicionales. Puede limitarse a algunas actividades o proyectos
verdes actualmente en la moda, tales como paneles fotovoltaicos, molinos
eólicos, parques nacionales remotos, puntos de reciclaje de basura, huertas
orgánicas y posadas ecoturísticas en la selva, sin cambiar lo principal, que
son los modelos de producción y consumo insostenibles. La economía verde
fácilmente acaba volviéndose en lavado verde cosmético (greenwashing).
Economía verde, por medio de valoración monetaria e instrumentos
económicos, tiende a reducir todo a dinero, a valores monetarios, previendo
pagos hechos por contaminadores y recibidos por prestadores de servicios
ambientales (World Bank, 2010). No se trata necesariamente de “ambientalismo
de mercado” (FASE, 2011), pero no es verdad que todo es o debe ser
mercadería. No hay como evitar el cálculo de costos y beneficios y la realidad
del mundo financiero, pero también no todo en la sociedad, en la población y
en la naturaleza son bienes o servicios. No hay mercado de seres humanos,
culturas, derechos, salud, flora, fauna o funciones ecológicas.
Peor aún, difícilmente habrá dinero suficiente en Brasil o en el mundo para
pagar por todos los servicios ambientales existentes. Por ejemplo, para fines
de raciocinio, si las Reservas Legales y Áreas de Preservación Permanente
previstas en el Código Forestal brasileño tuvieran un área total de 100 millones
de hectáreas y los dueños recibieran sólo R$ 200 por hectáreas por año para
no deforestar esas áreas, valores conservadores, el total anual seria R$ 20 mil
millones. El Programa Bolsa Família cuesta R$ 15 mil millones por año. Sería
posible que el gobierno gastase más con pagos por servicios ambientales
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que con Bolsa Família? El Banco Mundial estima que Brasil necesitaría de
R$ 34,2 mil millones por año para reducir las emisiones de carbono (Agencia
Brasil, 2010; World Bank, 2010). Otros estiman R$ 20 mil millones (EFE, 2010).
Mientras tanto, el gobierno está intentando, con dificultad, cortar R$ 50 mil
millones de su presupuesto.
El Pago por Servicios Ambientales (PSA) tiene amplio reclamo, pero merece
cuestionamientos (Amazonas, 2010; Pirard et al., 2010). Uno de los riesgos
de pagar algunos productores por sus servicios prestados es que sugiere que
todos los otros que no recibieron esos pagos no están obligados a comportarse
correctamente. Otro riesgo es la sugerencia de que quien comienza con PSA,
pero después deja de recibir en cualquier momento, tiene derecho de destruir.
Existe, además, el problema del polizón. En ese caso, productores rurales
que no protegen la naturaleza se benefician gratuitamente de los servicios
prestados por los productores que sacrifican la producción en beneficio de la
naturaleza.
Existen también cuestiones éticas fundamentales. ¿Sería correcto pagar
alguien para no hacer mal a los otros? ¿Las externalidades negativas no deben
ser incorporadas por los productores, en vez de ser simplemente pasadas a los
contribuyentes o consumidores? Por otro lado, ¿las externalidades positivas
exigen remuneración? Si hubiera compensación, como puede ocurrir en el caso
de pagos internacionales, ¿no hay una especie de “indulgencia”, pagándose
para poder continuar pecando (contaminando)?
Sobre las transferencias internacionales de nuevos y adicionales recursos
financieros de países desarrollados para países en desarrollo, se puede insistir
en cobrar, sin duda, pero también no se debe esperar mucho, especialmente
en el caso de países relativamente desarrollados como Brasil, que además
pretende ocupar un lugar de liderazgo mundial. Está claro que las prioridades
de los donadores serán las pequeñas islas y África.
Es importante percibir que existen intereses económicos por atrás de las
nuevas propuestas. Por un lado, cambiar el sustantivo de desarrollo, con
diversas dimensiones (al menos social y ambiental, si no otras) para “economía”
pinza apenas una de las dimensiones. Tiende a empoderar los economistas y
sus “instrumentos económicos” en lugar de regulación estatal, que es tasada
de “mando y control”. Naturaleza se torna “capital natural”. ¿Tendría ese
abordaje un fondo corporativista profesional? Del otro lado, muchos gobiernos,
empresarios y ONGs están buscando oportunidades de negocios verdes y de
administración de los fondos que serán establecidos.
Gobernanza internacional o global, a su vez, tiende a empoderar el PNUMA
o una agencia sucesora para ganar recursos financieros y subir de status para
transformarse en una super-agencia internacional especializada, eventualmente
con poder de policía internacional. Si eso ocurre, su actuación seria en gran
medida controlada por los donadores, los países desarrollados.
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Al mismo tiempo, la gobernanza internacional o global contradice la
soberanía, que continua siendo un principio fundamental, prácticamente
sagrado. Aunque problemática, en términos prácticos, la soberanía sólo debe
ser relativizada en casos extremos de violaciones graves, no en la gestión de
rutina, en el día a día. Sería más coherente y defendible si esos casos fuesen
aprobados por las Naciones Unidas, no sólo por una agencia especializada.
La función del adjetivo “verde” parece haber sido apropiada indebidamente
de movimientos políticos, como los partidos verdes y también de movimientos
ambientalistas como Greenpeace (“Paz Verde”), los cuales poco o nada
comparten de los principios en que se basa la economía verde. A primera vista,
“verde” tendría más que ver con medioambiente que sostenibilidad, pero en
realidad cierra el abanico en diversos sentidos. Sostenibilidad no es sólo verde,
sino que abarca todos los colores, situándose más allá del arcoíris.
El discurso de economía verde está bien elaborado en términos de
capital natural, reducción de pobreza, bajo carbono, eficiencia energética,
innovación, agenda verde y gobernanza global, características aparentemente
interesantes. Sin embargo, se debe tomar en cuenta que esos conceptos y
terminologías también pueden resultar maneras ingeniosas para sustituir o
relegar la soberanía, la equidad, la naturaleza, las funciones ecológicas, el
uso sostenible, los derechos fundamentales (humanos y de ciudadanía) y
la reducción de emisiones (inclusive usando y secuestrando carbono), entre
otros valores importantes.
En la práctica, hay que recordar que cambios “verdes” tópicos y puntuales
pueden servir para evitar el cambio sistémico. La economía verde corre el riesgo
de limitarse a gestos simbólicos, o sea, tokenism, que sirve para mantener
el status quo para la mayor parte del medioambiente, de la sociedad y de la
economía. Puede perpetuar el foco casi exclusivo en la selva amazónica, en
detrimento de otros biomas y de las áreas urbanas donde vive la mayoría de la
población. Finalmente, sirve para no decir que los gobiernos no están haciendo
lo que debían o se comprometieron a hacer.
Así, existen diversos posibles efectos perversos inesperados de economía
verde, que deben ser tomados en cuenta. Las propuestas existentes parecen
ignorar los efectos boomerang (rebound) y de culata (backfire) decurrentes
del aumento de eficiencia. No consideran que algunos pocos empleos verdes,
aunque por si solos positivos, pueden eliminar muchos empleos convencionales
en la medida en que implican la sustitución de fuerza de trabajo por tecnología
moderna (capital).
Más que promover innovación y patentes, un discurso utilizado por algunos
científicos para justificar inversiones en investigación (MCT, 2010a, 2010b),
países como Brasil necesitan aplicación de tecnología básica ya conocida.
Necesitan más competencia que innovación. Brasil tiene carencia de ingenieros,
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mano de obra calificada para la construcción civil, conductores de camiones
y tractores, electricistas capacitados y profesores en todos los niveles.
Las carreteras y puentes caen o son obstruidas, la energía eléctrica falta
constantemente, el desempeño educacional deja mucho que desear. Mejorar
esa situación no exige tecnología nueva transferida de países desarrollados.
Al final de cuentas, la economía verde puede favorecer los ricos y los
países centrales. Aunque no confunda “crecimiento sustentado” con desarrollo
sostenible, que es un error común, permite mantener la prioridad para el
crecimiento del PBI, calificado de verde, de forma poco crítica (Latouche, 2005),
dejar de lado la vulnerabilidad y la adaptación a los cambios climáticas (Lahsen,
2010) y justificar los incentivos o subsidios para diversos lobbies verdes.
Al fin, para equivaler al desarrollo sostenible, la economía verde no puede
ser puntual y empresarial, con políticas dirigidas solamente a eso. Tendría que
ser necesariamente pública en el sentido amplio, implementada por medio
de políticas que garanticen derechos a todos y mantengan las funciones
ecosistémicas interconectadas. O sea, tendría que seguir un enfoque socio-
ecosistémico asumido por el Estado, considerando todos los territorios.
Algunos de los participantes del proceso están conscientes y atentos a
esas cuestiones. El diplomático chino responsable por la coordinación de la
organización de la cumbre Rio+20, Sha Zukang, insiste en que se trata de
economía verde en el contexto del desarrollo sostenible y de la reducción de
pobreza. Para él, que tiene fuerte respaldo político, no se trata de economía
verde aisladamente, pero sólo en el contexto económico y social más
amplio.
Diversas otras visiones de futuro son posibles (Bursztyn, 2008; Sachs, 2010;
Machado, 2010; Sanwal, 2011; Abramovay, 2009; Lesbaupin, 2010; Prins,
2010; Martins, 2010). También surgieron recientemente nuevas propuestas
anticapitalistas latinoamericanas como los derechos de la naturaleza, “Pacha
Mama” contra la mercantilización de la naturaleza (Bacarji, 2010; UNDP, 2010).
El diálogo sería deseable y, en el ámbito de las Naciones Unidas, necesario.
Lo más importante de todo seria ver lo que puede ser hecho aquí y ahora,
sin tratados ambiciosos, agencias de gobernanza global, nuevos recursos
financieros y nuevas tecnologías (Sawyer, 2011). Cabria mucha acción nacional,
bilateral, regional y entre países emergentes. Si no, las buenas intenciones
pueden generar resultados inocuos o negativos.
De inmediato, el desarrollo sostenible podría ser puesto en práctica en
términos de derechos fundamentales ya existentes, tanto humanos, que son
universales, como de ciudadanía, que son nacionales (ESCR-Net et al., 2010;
IISD, 2010; Lusiani, 2010; Santilli, 2005; Sousa, 2010; Varella y Leuzinger,
2008). Derechos se refieren a valores éticos (Grasso, 2010). También implican
deberes. Los derechos de algunos acaban donde comienzan los derechos
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de los otros. Los derechos de las futuras generaciones de atendimiento a
sus necesidades dependen de deberes de las presentes generaciones. Ese
abordaje realista, con base jurídica, es posible.
Finalmente, tanto la economía verde como el desarrollo sostenible pueden
y deben ser promovidos. El primero sería más concreto, instrumental y popular
y el segundo, más abstracto, diplomático y gubernamental. El abordaje
económico adjetivado de verde puede sensibilizar tomadores de decisión y
aplacar desarrollistas, especialmente en los países en desarrollo. Sin embargo,
no se debe perder de vista los avances de 1992, que fue un marco en la
historia de la humanidad, o de la Carta de la Tierra y todo el camino recorrido
en los últimos veinte años. Lo que importa son las necesidades del planeta y
de las futuras generaciones, que dependen del mantenimiento de funciones
ecosistémicas, con o sin recursos adicionales, nuevas tecnologías y nuevas
formas de gobierno global.
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1. Artículo preparado para ser publicado por Conservação Internacional en volúmen especial sobre economía verde.
2. Profesor titular del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad de Brasília (IREL/UnB), coordinador de la Red de Cambio Climático y Relaciones Internacionales (Clim) e investigador senior del CNPq.
3. El más importante instituto productor de dados sobre emisiones de GEI del mundo.
Perspectivas internacionales para la transición hacia una economía verde de bajo carbono1 EDUARDO VIOLA2
cOnSIdeRAcIOneS InIcIAleS
Una dimensión fundamental de una economía internacional verde es la
baja intensidad de carbono y ese será el foco de este artículo. La transición
consistente hacia una economía verde supone la reducción continua de las
emisiones de carbono en los países desarrollados, la disminución acelerada
de la curva de crecimiento de emisiones con inicio anterior a 2020 y el
establecimiento de año de estabilización en los países emergentes de renta
media, además de la disminución acelerada de la intensidad de carbono del
PBI globalmente. En el caso de los países ricos, debería haber una acelerada
disminución de las emisiones per cápita y, en el caso de los países de renta
media, una acelerada reducción de la intensidad de carbono del PBI y una
leve y continua caída de las emisiones per cápita. Los países pobres tendrían
también espacio para un crecimiento de las emisiones per cápita.
Las emisiones de GEI crecieron 3% durante la primera década del siglo 21,
según informaciones de la Netherlands Environmental Assessment Agency3.
Incluyendo los datos de deforestación de diversas fuentes parciales para
Brasil e Indonesia, los principales países emisores en 2009 fueron: China,
responsable por el 24% del total mundial (y crecimiento anual durante la última
década del 5%), EE.UU., con el 19% de las emisiones totales (y crecimiento
anual del 0,8%), Unión Europea (27 países), con el 15% del total (creciendo al
0,3% al año), India, con el 7% del total (creciendo al 6% al año), Rusia, con el
5% del total (y crecimiento anual del 5%), Brasil, con el 4% del total (creciendo
al 4% al año hasta 2004 y con drástica reducción entre 2005 y 2009), Indonesia,
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Perspectivas internacionales para
la transición hacia una economía verde de
bajo carbono
Eduardo Viola
con el 4% (creciendo al 4% al año), Japón, con el 3,5% (creciendo al 0,4% al
año), México, con el 2,5% del total (creciendo el 2% al año), Canadá, con el 2%
del total (creciendo al 1,5% al año), Sudáfrica, con el 1,5% del total (creciendo
al 2% al año), Corea del Sur, con el 1,5% del total (creciendo al 0,7% al año)
y Arabia Saudita, con el 1,5% del total (creciendo el 6% al año).
Esos 13 países (considerando la Unión Europea como una unidad) son
responsables por más de 80% de las emisiones globales y constituyen los dos
grupos cruciales de las grandes potencias y de las potencias medianas. Las
grandes potencias comparten tres características muy relevantes: primero y
fundamental, cada una es responsable por una alta proporción de las emisiones
globales de carbono (como mínimo un 15%) y del PBI global; segundo, ellas
detentan un fuerte capital tecnológico y humano para la descarbonización de
la economía; y, tercero, ellas detentan poder de veto sobre cualquier acuerdo
internacional global que sea efectivo. Las potencias medianas tienen relevancia
limitada en términos de participación en las emisiones y en la economía global
y ninguna de ellas por sí misma tiene capacidad de veto sobre un acuerdo
internacional global. Las grandes potencias son tres – EE.UU., China y Unión
Europea – y suman el 54% del PBI global y el 58% de las emisiones globales
de carbono. La Unión Europea está aislada en la defensa de una arquitectura
global efectiva para la transición rápida hacia una economía de bajo carbono.
EE.UU. y China resisten a un acuerdo global sobre la transición para el bajo
carbono. Las potencias medianas son diez: India, Rusia, Brasil, Indonesia,
Japón, México, Canadá, Sudáfrica, Corea del Sur y Arabia Saudita.
La severidad de la crisis económica de 2008 abrió una limitada ventana
de oportunidades para una transformación parcial de valores en los países
desarrollados y emergentes en dirección de la disminución de la importancia
atribuida al inmediatismo, lo que favoreció la percepción de la gravedad de
la cuestión climática. Como la crisis económica es sistémica, el proceso de
recuperación en curso actualmente no significa la vuelta a una situación similar
a la existente antes de setiembre de 2008. Diferentemente de lo que habrían
imaginado a mediados de 2008 la gran mayoría de los economistas y analistas
internacionales, una parte sustancial de los paquetes de estímulo económico,
iniciados en noviembre de 2008 en varios países clave, se destinó a impulsar
la transición hacia una economía de bajo carbono: el 65% del aumento de
los gastos en Corea del Sur, 35% en China, 20% en el Reino Unido, 20%
en Alemania y 15% en los EE.UU (Stern, 2009). Ya Brasil, India, Sudáfrica,
Indonesia y Rusia tuvieron desempeño muy pobre en esa cuestión.
Este artículo está organizado en cuatro partes. En la primera, se analizan
la situación actual y principales políticas de las grandes y medianas potencias
en la transición hacia una economía verde de bajo carbono. En la segunda
parte, se resume la situación específica de América del Sur en la transición.
En la tercera parte, son descritos los principales vectores tecnoeconómicos
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en la transición global hacia la economía verde de bajo carbono. Por último,
en la cuarta parte se hace una reflexión sobre las perspectivas futuras de la
transición a nivel mundial.
1. lAS gRAndeS pOtencIAS y lAS pOtencIAS MedIAnAS en lA tRAnSIcIón HAcIA UnA ecOnOMíA de bAjO cARbOnO
Los EE.UU. continúan siendo el país más importante en las negociaciones
internacionales sobre el clima, por ser el segundo gran emisor y por
continuar teniendo el mayor potencial de innovación tecnológica de impacto
mundial en dirección del bajo carbono (Guidens, 2009). Los EE.UU. emiten,
anualmente, 5,8 mil millones de toneladas de dióxido de carbono equivalente,
correspondientes a 19% del total de emisiones mundiales, 19 toneladas per
cápita y 0,4 toneladas de carbono por cada US$ 1.000 del PBI. Es uno de los
países con mayor tasa de emisiones per cápita del mundo. Es una economía
que opera con relativa alta eficiencia energética y baja intensidad de carbono en
términos globales, pero que presenta una de las más altas intensidades entre
los países desarrollados – superada sólo por Canadá y Australia – debido a la
combinación de matriz energética basada en el carbón y petróleo con la alta
utilización del avión y del automóvil individual en el transporte. Las emisiones
de los EE.UU. crecen al 0,8 % al año en este siglo.
Existe una fuerte diferencia entre los primeros seis meses del gobierno
Obama y el período posterior. Al inicio, hubo señales de que la nueva
administración enfocaría las crisis económica y climática como procesos
interligados y que deberían ser resueltos simultáneamente, dando un impulso
decisivo para la descarbonización de la economía. El programa económico de
emergencia para la recuperación de corto plazo de la economía era compatible
con las metas de medio y largo plazo de la plataforma Obama: expansión de
las energías renovables, upgrade de la red de transmisión eléctrica nacional,
promoción del transporte colectivo (particularmente trenes de alta velocidad)
en las regiones metropolitanas e incentivos a todos los sectores económicos
que creasen nuevos empleos verdes en general. El programa de emergencia
era diferente de un programa clásico de expansión del gasto público y era
sinérgico con el objetivo estratégico de aumentar la seguridad energética
(Friedman, 2009).
La ley Waxman de energía y clima – que imponía un sistema de techos y
cuotas de emisión de carbono – fue aprobada por la Cámara de Diputados en
junio de 2009 y quedó paralizada en el Senado en el segundo semestre en
función de la prioridad dada por la administración Obama a la reforma de la
salud, hasta ser abandonada oficialmente por los demócratas en julio de 2010.
Al inicio de 2011, el cuadro era muy diferente de los primeros meses de gobierno
Obama, con un fracaso de sus principales iniciativas. Varios factores explican
Perspectivas internacionales para
la transición hacia una economía verde de
bajo carbono
Eduardo Viola
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ese fracaso: polarización bipartidaria extrema en el Congreso norteamericano
con consecuente parálisis legislativo y crisis de gobernabilidad; alta tasa de
desempleo eludiendo la popularidad de Obama; derrota del Partido Demócrata
en las elecciones legislativas de 2010; ofensiva del Partido Republicano contra
el IPCC en función de algunos errores cometidos en el informe de 2007 y de
procedimientos dudosos de formación de consenso; onda de frio extrema en el
inverno de 2010 en la Costa Este americana, que fue utilizada demagógicamente
por el Partido Republicano como “demostración” de exageraciones cometidas
en la evaluación del peligro del calentamiento global; ofensiva agresiva del
lobby de empresas de petróleo, carbón, cemento, acero y electricidad contra
la aprobación de la ley climática, porque supuestamente implicaría pérdida
de competitividad para la industria norteamericana; limites a la promoción de
las inversiones verdes en función de los graves déficits fiscales y crecimiento
de la deuda pública; y diversos surveys mostrando un fuerte crecimiento de
la proporción de la población norteamericana que cree que estaría siendo
exagerado el riesgo del calentamiento global (Viola, 2010).
Se expresan en el Congreso norteamericano importantes resistencias con
respecto a compromisos de reducción de emisiones. La mayor parte de ellas
es derivada de la inexistencia de compromisos de reducción por parte de
los grandes países emergentes, particularmente de China. También existen
resistencias más estructurales, capitaneadas por los sectores económicos
fuertemente asociados a la matriz energética fósil: estados productores
de carbón, petróleo, acero; y empresas de energía eléctrica basadas en
la producción de termoeléctricas a carbón. Por otro lado, casi todas las
grandes empresas de los sectores de menor intensidad de carbono tienen
posiciones favorables a la significativa reducción de emisiones. En el sector
de información y comunicación, están Google, Apple, Microsoft, Oracle y CNN;
en biotecnología, energía renovable y nuclear está General Electric; entre
las grandes cadenas minoristas está Wall Mart; productores de insumos de
construcción “verde” también figuran entre aquellas que apoyan la reducción
de emisiones, entre otros actores.
Los EE.UU. tienen un margen importante para reducción de emisiones
a través de: cambio de tecnología de termoeléctricas para carbón limpio
(tecnologías más limpias) y utilización de captura y almacenamiento de carbono;
expansión de las energías eólica, solar, biocombustibles y nuclear; disminución
de tamaño y aumento de los estándares de eficiencia de los automóviles;
modernización de la red de transmisión eléctrica y establecimiento de nuevos
modelos verdes de construcción (edificios y casas diseñados o reformados
para reducir emisiones).
La Unión Europea, compuesta por 27 países, emite 4,5 mil millones de
toneladas de carbono equivalente, correspondientes al 15% del total mundial,
10 toneladas per cápita y 0,3 tonelada de carbono por cada US$ 1.000 del
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PBI. La Unión Europea es muy heterogénea, tanto en términos de emisiones
per cápita – yendo de las 22 toneladas de Luxemburgo a las 4 toneladas de
Francia y de Portugal – como de intensidad de carbono, baja en los países
nórdicos, Alemania, Reino Unido y Francia; media en España, Bélgica e Italia;
y alta en Polonia, República Checa, Rumania, Bulgaria y países bálticos. Las
emisiones de la Unión Europea crecen al 0,5% al año, como resultado de la
casi estabilidad de las emisiones de Alemania, Reino Unido y Suecia y del
crecimiento acelerado de las emisiones de España, Portugal, Grecia y de los
países del Este Europeo (aunque estos últimos estén abajo de su línea de
base de 1990).
Los principales líderes políticos de la Unión Europea de los últimos años
han estado a favor de una acción incisiva para mitigar el calentamiento global,
destacándose los gobiernos y opiniones públicas del Reino Unido, Alemania,
Suecia, Francia y Dinamarca, acompañados – aunque con menos énfasis – por
Holanda, Bélgica y Finlandia. No obstante, la crisis económica de 2008-9 y la
consecuente inestabilidad en la eurozona erosionaron fuertemente la capacidad
europea de liderar la transición hacia una economía verde.
China emite 6,5 mil millones toneladas de carbono equivalente por año,
correspondientes a 24% de las emisiones globales, 6toneladas per cápita y 1,5
tonelada de carbono por cada US$ 1.000 del PBI. Se trata de una economía
muy intensiva en carbono debido a su matriz energética fuertemente basada
en carbón y petróleo y, notoriamente, a su baja eficiencia energética. Aunque
la intensidad de carbono de su PBI esté cayendo al 5% al año en la última
década, el país aún detenta una intensidad de carbono 9 veces superior a
la de Japón y 4 veces superior a la de los EE.UU. Contrariando el sentido
común, las emisiones per cápita de China son medias y no bajas. El costo de
reducción de emisiones de China es alto en el caso de continuar con el modelo
actual de industrialización, pero sería viable con reorientación para un modelo
más basado en el mercado interno con crecimiento de la productividad, en
lugar del modelo basado en la expansión exportadora. En el año 2007, las
emisiones mundiales de GEI crecieron el 3,3% en relación a 2006 y 50% de
ese crecimiento ocurrió en la China, siendo que, a su vez, 2/3 del crecimiento
en China ocurrieron a causa de la quema de carbón. Más importante aún que
reducir el consumo de petróleo para el mundo es la reducción de la quema de
carbón y, para eso, es decisivo un drástico cambio en la forma como el carbón
chino (y también el indio) es consumido. Las tecnologías de captura y secuestro
de carbono, de carbón limpio y la energía nuclear son muy importantes para
China.
La posición del gobierno chino – en las políticas energéticas y climáticas
nacionales, así como en las negociaciones internacionales – fue negligente
hasta 2006, pero a partir de entonces hubo cambios basados en la evaluación
de la vulnerabilidad de China frente al cambio climático. El gobierno incentivó
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fuertemente el crecimiento de la energía eólica y solar y anunció su objetivo
de reducir el ritmo del crecimiento de las emisiones. Ese objetivo se reflejó
en el Plan Nacional de Cambios Climáticos y en el paquete de estímulo
económico anticrisis aprobado en noviembre de 2008, con una proporción
del 35% del gasto público orientado para la transición hacia una economía de
bajo carbono. Existe en China una división entre fuerzas globalistas y fuerzas
nacionalistas, siendo que el poder de las primeras crece continuamente y
ellas se muestran crecientemente orientadas a cambiar la posición china en
el sentido de la responsabilidad global. Sin embargo, la posición china de
negociación internacional se mantuvo atrasada comparada a su nueva política
energética. China continua negándose a asumir compromisos relacionados
al establecimiento de un pico de emisiones y de un año de estabilización
anterior a 2020, como fue demandado por la comunidad científica internacional
y por Unión Europea, EE.UU. y Japón – siendo ese uno de los factores que
aumenta el poder de fuego de los conservadores en el Congreso americano.
En el campo tecnológico, se destaca en 2009 el gran avance tecnológico, de
eficiencia y de productividad de las empresas taiwanesas de energía solar
fotovoltaica y la formación de joint ventures para inversión fuerte en China
en un amplio programa denominado “ciudades de bajo carbono”. A partir
del 2009, se vuelve posible afirmar que existen dos Chinas en términos de
carbono: de un lado, una China tradicional, fuertemente predominante y que
es una máquina productora y exportadora de emisiones de carbono; de otro
lado, una nueva China, de bajo carbono, minoritaria, pero que crece a una
extraordinaria velocidad debido a la altísima capacidad de ahorro e inversión
del país y que creará un nuevo empresariado de bajo carbono con intereses
contradictorios con la China tradicional.
Se parte a continuación hacia un análisis de las potencias medianas.
La India emite, anualmente, 2,2 mil millones de toneladas de carbono
equivalente, correspondientes al 6% del total de emisiones globales, 1,7
toneladas de carbono per cápita y 1,4 toneladas por cada US$ 1.000 del PBI.
Sin embargo, presenta baja tasa de emisiones per cápita y elevada intensidad
de carbono debido a la baja eficiencia energética y al alto peso del carbón y
petróleo en su matriz energética. Con todo, ha desarrollado la energía solar
fotovoltaica y la eólica en proporciones muy superiores a las de Brasil, aunque
inferiores a las de China. La India ha desarrollado parcialmente la producción
de etanol por ser el mayor productor de azúcar del mundo, aunque la mayor
parte de esa producción se destine a la alimentación humana. Las emisiones
de la India crecen el 6% al año, siendo que este país, en la década de 2010,
sustituirá a China como país que más emite GEI en el mundo. La posición del
gobierno indio ha sido históricamente negligente, como la del chino, y no ha
cambiado hasta hoy.
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Algunas comparaciones deben hacerse entre la India y la China, ya que el
comportamiento de sus sociedades es crucial para el presente y para el futuro,
en función del crecimiento dramático de sus contribuciones al calentamiento
global. La India es mucho más vulnerable al cambio climático que China,
considerando que una parte fundamental de su población depende de las aguas
que nacen en el Himalaya bajo soberanía china, país que tiene intenciones
crecientes de desviar los ríos para consumo de su inmensa población, y cuyos
glaciales están en retracción a causa del calentamiento global. Además, la India
tiene una parte importante de su población viviendo en tierras bajas sujetas a
monzones y choques devastadores entre la circulación atmosférica terrestre
y oceánica. La India es un régimen democrático – aunque de baja calidad
por la herencia de las castas – con la presencia de un importante movimiento
ambientalista, que contesta, con ambivalencia hasta hoy, la posición oficial. La
población promedio indiana tiene una orientación menos materialista que la
china a causa de la religión y, por eso, es más sensible al estado del planeta.
El gobierno de la India es muy fragmentado e ineficiente, lo que torna mucho
más difícil que ocurra un cambio en la dirección de menor intensidad de
carbono que en China. La India, con 1,7 toneladas de carbono per cápita, no
podría ser demandada internacionalmente en la misma medida que China (6
toneladas per cápita) y Brasil (10 toneladas per cápita) y tendría, por lo tanto,
también un significativo espacio de carbono a ser ocupado en detrimento de
países desarrollados y de países de renta media.
Rusia emite 2 mil millones de toneladas de carbono equivalente por año,
correspondiente al 5% de las emisiones globales, 14 toneladas por habitante y
1,3 toneladas de carbono por cada US$ 1.000 del PBI. Rusia es una economía
con altas emisiones per cápita y alta intensidad de carbono, constituyendo un
perfil único entre las grandes economías del mundo. Es una sociedad que se
enriqueció bastante en la última década, pero tiene baja eficiencia energética
y matriz energética fuertemente basada en combustibles fósiles, siendo gran
exportador de petróleo y gas. Rusia ocupa una posición extremadamente
singular en el panorama mundial. Por ser una economía cuyo principal
patrimonio es la superabundancia de combustibles fósiles, se percibe como
potencial perdedora en la transición hacia una economía de baja intensidad
de carbono. Con todo, una parte importante de las elites y formadores de
opinión percibe – al menos hasta el verano extremadamente caliente de 2010
– que el calentamiento global podría serles favorable, porque aumentaría
extraordinariamente las tierras cultivables.
Japón emite, anualmente, 1,6 mil millones de toneladas de carbono
equivalente, correspondientes al 3,5% del total mundial, 12 toneladas por
habitante y 0,15 toneladas de carbono por cada US$ 1.000 del PBI. Japón es,
junto con países de la Unión Europea como Francia, Suecia y Dinamarca, la
economía con menor intensidad de carbono del mundo, debido a la altísima
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eficiencia energética y al gran peso de la energía nuclear en su generación
eléctrica. Japón tiene una opinión pública y una parte importante de su
empresariado (Honda y Toyota son emblemáticos) favorables a una rápida
transición hacia una economía de bajo carbono, pero su papel de liderazgo
en el arena internacional está más allá de sus potencialidades debido a su
política externa de perfil bajo y, más recientemente, a los efectos negativos
del accidente nuclear de Fukushima.
Indonesia aumentó sus emisiones durante la primera década del siglo, en
función de la amplia deforestación de turba con grandes stocks de carbono.
El Canadá tiene el peor desempeño entre los países desarrollados. El gran
crecimiento de la producción de petróleo en la provincia de Alberta y el hecho de
que la explotación de los recursos naturales está regulada a nivel provincial y no
federal son los principales factores explicativos del atraso canadiense. México
adoptó en 2007, bajo la presidencia de Calderón, un plan nacional de cambios
climáticos avanzado y asumió una posición internacional de vanguardia, pero
la nueva retórica no tiene correspondencia fuerte en el comportamiento de los
agentes económicos. En 2008, Sudáfrica anunció metas de estabilización y
pico de emisiones, colocándose al frente de los grandes países emergentes
pertenecientes al G77. Corea del Sur mantuvo en los últimos años un perfil que
la sitúa a la vanguardia en la transición hacia una economía de bajo carbono.
Arabia Saudita ha mantenido históricamente una posición muy conservadora
en las negociaciones internacionales y ha ejercido un papel decisivo en la
regulación del precio del petróleo debido a su capacidad de explotación y
refinado ser muy superior a la producción promedio, lo que le permite aumentar
rápidamente la producción en función de choques de demanda o de oferta.
Eso es de fundamental importancia, porque el nivel del precio internacional
del petróleo es esencial para el desarrollo amplio de inversiones en energías
limpias. Podría decirse que Arabia Saudita tenderá siempre, en la defensa
de su estrecho interés nacional, a evitar una subida excesiva del precio del
petróleo por un período prolongado, lo que aceleraría extraordinariamente las
inversiones en energías renovales.
En síntesis, a la luz de la coyuntura de mayo de 2011, la formación de una
alianza descarbonizante victoriosa en el mundo depende, en primer lugar, de
cambios positivos en los EE.UU. y, después, de una aceleración de la nueva
política energética china iniciada en 2008. Los cambios en los EE.UU. afectarían
positivamente a China en un timing relativamente rápido. Una vez producidos
esos cambios en los EE.UU. y China, una coalición de EE.UU., Unión Europea,
Japón, China, Brasil, Corea del Sur, México y Sudáfrica podría constreñir a
Rusia, India, Arabia Saudita e Indonesia a acelerar medidas descarbonizantes
en sus respectivas economías. Las negociaciones substanciales de ese
proceso ocurrirían en múltiples arenas – bilaterales EE.UU.-China, China-U.E. y
EE.UU.-U.E., trilaterales (EE.UU., China, U.E.) y plurilaterales (G20, en el cual
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Corea del Sur y Brasil podrían tener un activo y crucial papel reformista frente
a otras potencias medianas conservadoras) – y, finalmente, serian legitimadas
en el ámbito multilateral de la ONU.
2. AMéRIcA del SUR en lA tRAnSIcIón pARA UnA ecOnOMíA de bAjO cARbOnO
América del Sur emite anualmente aproximadamente 3 mil millones de
toneladas de dióxido de carbono equivalentes. Las emisiones de dióxido de
carbono (industria, energía, transporte, deforestación y cambio en el uso de
la tierra); metano (pecuaria, desechos, reservorios hidroeléctricos) y óxido
nitroso (fertilizantes en la agricultura) sumadas de la región totalizaron,
en 2009, aproximadamente el 7 % de las emisiones globales de carbono.
Una singularidad de América del Sur es que las emisiones de dióxido de
carbono derivadas de la deforestación y cambio en el uso de la tierra eran
proporcionalmente muy altas hasta 2005. La tasa de deforestación en los
últimos 5 años creció mucho en Bolivia, Ecuador y Paraguay; aumentó
moderadamente en Perú y Colombia; se mantuvo estable en Venezuela y cayó
levemente en Argentina y fuertemente en Brasil. Las tasas de deforestación
(como proporción de la cobertura forestal total) oscilan desde el 1% al año en
Bolivia hasta el 0,1% al año en Argentina, siendo del 0,2% al año en Brasil
en los últimos años. Uruguay es el único país con saldo positivo, ya que está
aumentando su cobertura forestal vía reforestación y forestación.
Venezuela y Argentina responden cada una por aproximadamente el 1%
de las emisiones globales. Las emisiones per cápita de Venezuela son de 7
toneladas y las de Argentina, de 5 toneladas. Venezuela emite 1,3 toneladas
de carbono por US$ 1000 del PBI y Argentina, 1 tonelada. Colombia, Perú
y Chile son responsables, aproximadamente, por el 0,5% de las emisiones
globales cada uno.
La deforestación en América del Sur tiene un triple efecto negativo sobre las
sociedades. En primer lugar, implica una gran destrucción de recursos naturales
y una conversión muy ineficiente del bosque. En segundo lugar, hace que la
proporción de economía informal sea alta en el conjunto de la economía, con
gran ineficiencia sistémica debido al hecho de que la economía asociada a la
deforestación es, en general, de pequeña escala e ilegal o semilegal. En tercer
lugar, la deforestación desmoraliza la autoridad pública y el imperio de la ley,
generando así un ambiente propicio para el crecimiento de otras actividades
ilícitas como: corrupción, contrabando, narcotráfico, prostitución, tráfico de
armas y de animales silvestres e, incluso, asesinatos.
Aunque América del Sur sea muy vulnerable al cambio climático, el conjunto
de la región se encuentra en una posición muy favorable para la transición hacia
una economía de bajo carbono. Muy diferente es la situación de grandes países
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emergentes en otras regiones del mundo - China, India, Rusia, Sudáfrica,
México –, que producen gran parte de su electricidad a partir de combustibles
fósiles. La electricidad de América del Sur es la más intensivamente hídrica
del mundo: el 85% del total en el caso de Brasil, 37% en Argentina, 67% en
Venezuela, 75% en Colombia, 53% en Chile, 80% en Perú, 62% en Ecuador,
64% en Bolivia, 99% en Uruguay y 100% en Paraguay. Inclusive Venezuela, que
tiene una economía más intensiva en carbono por la ineficiencia del transporte
– derivada del bajo precio de la gasolina –, tiene un gran peso hídrico en la
generación de electricidad.
Brasil emitió en 2009 aproximadamente 1,8 mil millones de toneladas de
carbono equivalente, correspondiente a, aproximadamente, el 4% de las
emisiones globales, 10 toneladas per cápita y 0,9 tonelada de carbono por
cada US$ 1.000 del PBI. Las emisiones de Brasil en los años 2005-2010
sufrieron una fuerte reducción con referencia al período 2001-2004, debido a
la dramática caída de la tasa de deforestación en la Amazonia de un promedio
anual de 20.000 km2 para un promedio anual de 11.000 km2 entre 2005 y 2010,
llegando a una cifra muy baja en 2010 (6.200 km2).
Así como Brasil, la mayoría de los países de América del Sur (Colombia,
Ecuador, Perú, Bolivia y Paraguay) podría disminuir significativamente sus
emisiones de carbono a través de la reducción de la deforestación. Argentina
y Uruguay tienen mucho a ganar en términos de conservación de la energía
y con eso podrían crecer económicamente con emisiones estabilizadas. La
estructura de precios de energía en Argentina es irracional tanto del punto
de vista económico como de las emisiones de carbono. Chile, que es el país
más rico de América del Sur, tiene mucho margen para aumentar la eficiencia
energética y estándares de emisiones de sus vehículos. Ya es más eficiente
energéticamente y tiene una economía de mayor productividad promedio que
le permitiría incorporar más rápidamente nuevas tecnologías climáticas que
están emergiendo en los países desarrollados. Venezuela tiene también un
buen margen para disminuir la intensidad de carbono a través de tres vectores:
eliminación de los subsidios directos e indirectos al consumo de petróleo, que
tornan la flota de automóviles de ese país una de las más irracionales del
mundo; aumento de la conservación de energía eléctrica donde hay bastante
espacio para ganancias; y reducción de la deforestación.
Hasta ahora, las estructuras de integración regional en América del Sur –
Mercosur, Comunidad Andina, UNASUR y OTCA – no se han dedicado a la
problemática de la transición hacia una economía de bajo carbono. La OTCA,
institucionalizada en 2004, funcionó hasta 2009 en un nivel apenas formal,
particularmente debido al bajo interés del gobierno brasileño. Esa es una
paradoja más de la política sudamericana de Brasil, ya que la productividad
de recursos financieros e institucionales destinados en esa estructura de
cooperación podría ser muy alta, combinando combate al crimen transnacional
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y a la deforestación ilegal y promoviendo el estado de derecho. A partir de 2010,
los gobiernos de Brasil, Colombia y Ecuador pasaron a dar más importancia
a la OTCA, lo que tiende a fortalecer la organización. Brasil debería asumir el
costo del liderazgo a través de políticas y recursos financieros brasileños en
varias dimensiones: promoción de la seguridad pública en las zonas fronterizas
y combate al crimen transnacional; promoción de la infraestructura de
transportes en todas las modalidades, pero particularmente hidrovial, ferroviaria
y aérea; promoción del desarrollo energético integrado, particularmente en el
sector hidroeléctrico, en el cual Brasil y la región tienen ventajas competitivas
en escala mundial; y promoción de una red regional de laboratorios de
biodiversidad/biotecnología con fuerte aporte de capital americano, europeo y
japonés. Una tarea decisiva de cooperación internacional en la Amazonia es el
establecimiento de un Painel Amazónico de Cambio Climático y Biodiversidad
en los moldes del IPCC. Esa institucionalidad es fundamental para desarrollar
el gobierno regional en la Amazonia.
3. vectOReS tecnOecOnóMIcOS glObAleS pARA lA tRAnSIcIón HAcIA UnA ecOnOMíA veRde de bAjO cARbOnO
Para la transición consistente y rápida hacia una economía internacional de
bajo carbono, sería necesario un gran acuerdo internacional (en una escala
muy superior a la del Protocolo de Kioto) que debería ser apoyado por una
serie de cambios comportamentales, así como por desarrollos tecnológicos y
económicos simultáneos y complementarios. La literatura de los últimos años
señala una serie de vectores para esa transición. La siguiente lista de vectores
fue sintetizada por el autor:
1. Acelerar el ritmo de crecimiento de la eficiencia energética (ese crecimiento
ocurre normalmente en la historia del capitalismo, pero su ritmo necesita ser
incrementado) en el uso residencial e industrial, en los transportes y en la
planificación urbana. Aumentar el reciclaje en todos los niveles de la cadena
productiva y en el consumo;
2. Aumentar la proporción de las energías no fósiles renovables (eólica, solar,
biocombustibles e hidroeléctrica) en la matriz energética mundial. La energía
hidroeléctrica ha sido plenamente competitiva durante todo el siglo pasado
y la competitividad de las energías eólica, solar y de los biocombustibles se
desarrolló extraordinariamente en la última década en función de avances
en grandes y medianas potencias, faltando sólo, en la mayoría de los
países, marcos regulatorios apropiados que creen los incentivos para que su
crecimiento sea más vigoroso. La experiencia reciente con los biocombustibles
muestra que sólo el etanol de caña de azúcar es muy efectivo en términos
de reducción de emisiones; el etanol de maíz y remolacha y todo el biodiesel
mostraron importantes limitaciones hasta el presente. Ya el etanol de segunda
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generación – de celulosa – aparece como una alternativa fundamental (la
duda, en ese caso, tiene que ver con la rapidez con que esa tecnología estará
disponible en gran escala);
3. Aumentar la proporción de energía nuclear en la matriz energética mundial,
aprovechando la significativa mejora en la tecnología de los reactores desde
el punto de vista de la seguridad en la operación, aunque permanezca sin
solución el problema del desecho definitivo de basura atómica y la vida útil de
reactores antiguos poco seguros; además, existen perspectivas de desarrollo de
reactores nucleares de cuarta generación. La expansión de la energía nuclear
es fundamental para acelerar la descarbonizacion en varias potencias, como
EE.UU., China, India, Rusia, Indonesia y México;
4. Desarrollar arquitecturas reguladoras que promuevan el uso de autos
híbridos (gasolina-eléctrico y gasolina-etanol) que ya alcanzaron plena madurez
en términos de competencia con autos convencionales. Aumentar el uso del
transporte colectivo y disminuir el uso del auto. Utilizar autos menores y más
livianos;
5. Disminuir drásticamente la deforestación (hoy responsable por el 14% de
las emisiones globales), reforestar áreas desmatadas y tornar forestadas las
áreas que nunca tuvieron bosques, pero que son hoy apropiadas para bosques
homogéneos de rápido crecimiento;
6. Incrementar la utilización de técnicas agropecuarias que son virtuosas en
el ciclo del carbono, como siembra directa, irrigación de precisión y raciones
de ganado que generen menos metano. Disminuir el consumo de carne bovina
en los países de renta alta y media, posibilitando que el aumento del consumo
de ese alimento por parte de las poblaciones pobres no imponga una presión
excesiva sobre las emisiones de metano;
7. Usar eficientemente el agua en el consumo doméstico, agrícola e industrial
y expandir el saneamiento básico en todo el planeta. Apropiada disposición
del desechoy cloacas con eje en usinas de metano;
8. Promover una rápida estabilización de la población del planeta, entre 2020
y 2025, y regímenes de jubilación correspondientes con los incrementos de
expectativa de vida (aproximadamente 68 años para hombres y mujeres en
los países de renta alta y media) y sistemas de salud que promuevan el estilo
de vida saludable, la longevidad con calidad de vida y que minimicen gastos
gigantescos para prolongar la vida con pésima calidad en el último año de
vida, como ha ocurrido en los días actuales;
9. Acelerar el desarrollo de las tecnologías de captura y almacenamiento de
carbono, separando el dióxido de carbono tanto del carbón como del petróleo
e inyectándolo nuevamente en los yacimientos ya explotados que sean de alta
estabilidad desde el punto de vista geológico;
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10. Disminuir la proporción de reuniones presenciales (particularmente, las
que involucran viajes aéreos) y aumentar las reuniones vía teleconferencia.
Frenar el crecimiento del transporte aéreo. Desarrollar aviones con materiales
más livianos, diseño más aerodinámico y mayor eficiencia energética;
11. Acelerar el desarrollo de la celda de hidrogeno, que será ciertamente la
energía del futuro. Ella probablemente no tendrá un papel significativo antes
de 2050, pero su desarrollo dará una señal clara de que la transición hacia
una economía de bajo carbono es profunda e irreversible;
12. Establecer acuerdos internacionales que promuevan investigaciones
integradas interinstitucionales para el desarrollo de nuevas tecnologías de punta
para des-carbonizar la matriz energética. Algunas de ellas ya se encuentran en
nivel inicial, como el aprovechamiento de la energía de las mareas y ondas;
turbinas eólicas de altitud elevada; y nano baterías solares. Crear un ambiente
cultural e institucional global favorable a la imbricación y sinergia entre las nuevas
tecnologías energéticas y las revoluciones en la tecnología de la información y
comunicación y la de la nanotecnología. Promover el desarrollo de investigaciones
de geoingeniería climática con el objetivo de tener un plan B alternativo en el
caso de una aceleración exponencial del calentamiento global.
13. La transición hacia una economía verde de bajo carbono supone una
profunda transformación de los valores dominantes en la sociedad internacional
(hipermaterialismo, consumismo, inmediatismo y desconsideración del largo
plazo) y, para eso, siempre cumplirán un papel importante las transformaciones
en todos los niveles de la educación formal y de la actuación de los medios
(clásicamente llamada de educación ambiental, pero que hoy debería llamarse
educación para una sociedad sostenible de bajo carbono), que concienticen
las poblaciones sobre la importancia de ese cambio de valores y sobre las
extraordinarias ganancias en calidad de vida y felicidad que serian derivados de
ella – mucho más importantes que algunas pérdidas de corto plazo en consumo
irracional, que serán una consecuencia de la transición para una sociedad
descarbonizada temida por vastos sectores de las poblaciones del mundo.
4. peRSpectIvAS fUtURAS
El año de 2009 cambió profundamente la economía política internacional del
cambio climático. La herencia de Kioto, que dejaba los EE.UU. y los grandes
países emergentes fuera de la exigencia de carbono, se desintegró (Ladislaw,
2010; Barret, 2010). El Acuerdo de Copenhague es extremadamente débil
desde el punto de vista jurídico, pero es casi universal desde el punto de vista
de la exigencia de las emisiones de carbono. Es prácticamente imposible que se
avance en la dirección de un nuevo tratado completo y jurídicamente vinculante,
antes que los EE.UU. aprueben una ley climática que obligue a reducciones
cuantificadas de emisiones. Dada la dinámica política actual, eso difícilmente
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ocurrirá, en la mejor de las hipótesis, antes de 2013-14 en un escenario
optimista: suponiendo la reelección del presidente Obama en noviembre de
2012, una victoria demócrata en ambas cámaras del Congreso y una decisión
de Obama de priorizar la ley climática al inicio del segundo término. Otro factor
que incide sobre las perspectivas de un acuerdo global muy importante es la
tensión entre EE.UU. y a Unión Europea de un lado y China del otro lado, debido
a la negativa de China en relación a una revalorización significativa del Yuan.
La cuestión de la revalorización del Yuan puede estar generando una coligación
anti China por parte de los países que se ven invadidos por mercaderías chinas
en función del mantenimiento o aumento de su capacidad exportadora. Los
países amenazados por la máquina exportadora china incluyen la mayoría de
los miembros del G20. Brasil, como un exportador de commodities a China,
está en una posición intermedia: su sector productor de minerías y alimentos es
favorecido por la dinámica china y su sector manufacturero es perjudicado.
Las dimensiones económica y de seguridad del sistema internacional
tienen impacto decisivo sobre la dimensión climática y es necesario tenerlas
en cuenta prioritariamente en cualquier análisis realista sobre el futuro de la
negociación climática. Las tensiones entre países superhabitados y deficitarios
en el comercio internacional, particularmente en relación a China, pueden
limitar o incluso parar los avances de gobernanza económica global en el G20
ocurridos durante 2009. El sistema internacional puede estar en reversión de la
dinámica de despolarización cooperativa ocurrida en 2008 y 2009. Si predomina
una dinámica de aumento moderado de conflicto en el sistema internacional
en los próximos años, eso será suficiente para que no exista avance para un
nuevo tratado internacional de clima, aunque sea aprobada una ley climática
consistente en los EE.UU. en 2013.
En ese contexto, la transición mundial hacia una economía de bajo carbono
será muy lenta y uno de sus principales instrumentos internacionales será el
establecimiento de barreras al comercio de productos intensivos en carbono. En
el caso de Rusia e India, la gran mayoría de los sectores estarían amenazados.
En el caso de China, el escenario sería más complejo ya que, en función de
los grandes avances en energía eólica y solar, la proporción de productos de
baja intensidad de carbono (hoy muy baja) tendería a aumentar rápidamente
en la pauta de exportaciones chinas.
Si predomina una tendencia de cooperación y continuidad de la
despolarización en el sistema internacional en los próximos años y Obama
es reelecto en 2012, es probable que la posición norteamericana cambie de
gran potencia conservadora a gran potencia reformista en la cuestión de un
acuerdo global exigiendo el carbono. También es probable que, en alianza con
la Unión Europea, Japón, Canadá, Corea del Sur, Brasil, México y Sudáfrica,
los EE.UU. consigan persuadir a China, Rusia e India a establecer picos de
emisión y años diferenciados de estabilización – anteriores a 2020 para China
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la transición hacia una economía verde de
bajo carbono
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y Rusia y entre 2025 y 2030 para India, considerando que las emisiones per
cápita de Rusia son casi el doble de las chinas y cinco veces mayores que las
indias; y las emisiones chinas son tres veces mayores que las indias (Viola y
Machado Filho, 2010).
En un sistema internacional donde predominan fuerzas de convergencia, son
favorecidas las fuerzas más globalistas y descarbonizantes de China. Desde
el punto de vista de la tecnología del bajo carbono, existen algunos pequeños
países que tendrán impacto mundial por ser muy avanzados tecnológicamente:
Israel, Taiwán, Singapur, Suiza y Noruega. La variable principal para aumentar la
cooperación y producir acuerdo descarbonizante en el sistema internacional es
la flexibilización del derecho de propiedad intelectual en el área de tecnologías
de bajo carbono. El mapa no es simple en esa cuestión, ya que algunos
países emergentes estarán en la punta de la tecnología de bajo carbono en
algunas áreas. Por ejemplo, China necesitaría de flexibilización en el área de
energía nuclear y etanol de segunda generación, pero no en eólica y solar;
donde varios países de renta media y baja necesitarían de transferencia de
tecnología chino-taiwanesa. Brasil necesitaría de flexibilización de la propiedad
intelectual en las áreas de energía eólica y solar fotovoltaica, pero estaría en
la punta y debería transferir a países de renta media y baja en las áreas de
hidroelectricidad y etanol de primera generación.
Una nueva y gran interrogante es por cuánto tiempo se mantendrá en Brasil
el desfasaje entre la política climática con metas de reducción de emisiones
y la posición de negociación que mantiene el país pegado a China e India,
que tienen políticas climáticas mucho más conservadoras. En función de los
intereses del poder relativo de los diversos sectores económicos brasileños
y de la dinámica de la opinión pública, es probable que ese desfasaje no
se mantenga por mucho tiempo y que la posición de negociación brasileña
converja con las de la Unión Europea, de Japón y de Corea del Sur.
REFERENCIAS
Barret, S. (2010). Contrasting future path for an evolving climate regime. Global Policy, 1.
Friedman, T. (2009). Hot, flat and crowded. Why we need a green revolution and how it can renew America. Nueva York: Farrar, Strauss and Giroux.
Giddens, A. (2009). The politics of climate change. Londres: Polity Press.
La Viña, A. (2010). Ways forward after Copenhagen: reflections on the climate change negotiations process by the REDD-plus facilitator. Manila: Foundation for International Environmental Law and Development.
Ladislaw, S. (2010). A post-Copenhagen pathway. Washington: Center for Strategic and Interntional Studies.
Stern, N. (2009). The global deal. Climate change and the creation of a new era of progress and prosperity. Nueva York: Public Affairs.
Viola, E. (2010). A política climática global e o Brasil, 2005-2010. Tempo do Mundo, vol. 1, n. 2. Brasília: IPEA.
Viola, E. y Machado Filho, H. (2010). Os BICs (Brasil, Índia e China) e as negociações de mudança climática. Rio de Janeiro: Centro de Estudos de Integração e Desenvolvimento, Breves 35.
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la transición hacia una economía verde de
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1. Márcia Tavares es oficial de Asuntos Económicos de la División de Desarrollo Sostenible y Asentamientos Humanos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Las opiniones expresas en este artículo son de responsabilidad de la autora y no coinciden necesariamente con las de la CEPAL.
economía verde en américa latina: los orígenes del debate en los trabajos de la cePalMÁRCIA TAVARES1
El significado preciso del término economía verde aún es objeto de un debate
al cual ciertamente contribuirán otros artículos en este volumen. Es probable
que el término adquiera significados diferentes en países y contextos diferentes.
En el contexto de la preparación para la Conferencia de las Naciones Unidas
sobre el Desarrollo Sostenible (Rio+20), la Resolución 64/236 de la Asamblea
General (2010) especifica que el término a ser usado es “economía verde en el
contexto del desarrollo sostenible y de la erradicación de la pobreza” (destaque
nuestro). Esa calificación refleja cuatro décadas de diálogo entre gobiernos
de países desarrollados y en desarrollo sobre medioambiente, economía y
desarrollo, marcadas por la secuencia de conferencias globales sobre el asunto:
la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano
en Estocolmo en 1972, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio
Ambiente y Desarrollo en Rio de Janeiro en 1992 y la Cumbre Mundial sobre
Desarrollo Sostenible en Johannesburgo en 2002, a las cuales se suma el
proceso preparatorio para Rio+20. Había en 1972, en 1992 y en 2002 y continua
habiendo resistencia a la imposición por unos a los otros de la manera en que
deben ser tratadas esas relaciones, de cómo deben ser definidas las prioridades
en las políticas nacionales y la importancia relativa atribuida a los diferentes
desafíos del desarrollo y de la preservación del medioambiente. Esa tensión,
junto con visiones diferentes del papel de la cooperación internacional y de la
importancia de las responsabilidades históricas, es visible en la definición de
desarrollo sostenible de la Comisión Brundtland, en varios de los principios de
la Declaración de Rio de Janeiro sobre Medio Ambiente y Desarrollo, en las
dificultades en llegar a un acuerdo sobre cambio climático y más recientemente
en los debates entre gobiernos sobre economía verde.
Desde el comienzo de los años 70, la CEPAL ha ejercido dos funciones
en lo que se refiere a las relaciones entre economía y medioambiente y,
a partir del final de los años 80, a la promoción del desarrollo sostenible.
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2. Para un panorama del pensamiento de la CEPAL hasta los años 90, ver Bielschowsky (1998) y (2009).
En primer lugar, apoya la articulación entre los gobiernos de la región en
procesos políticos internacionales. Ese papel fue reforzado en el contexto
de los procesos internacionales relacionados al desarrollo sostenible a partir
del Programa 21 en 1992, del Plan de Aplicación de Johannesburgo de 2002
y de la reformulación de la forma de operar de la Comisión de Desarrollo
Sostenible (CDS) en 2003. Hoy, la CEPAL es el órgano de las Naciones Unidas
encargado de llevar adelante el proceso regional preparatorio para Rio+20 en
América Latina y Caribe. En segundo lugar, desde su fundación en 1948, la
CEPAL es un centro de pensamiento sobre la economía latinoamericana (y,
a partir de 1984, caribeña) y sobre su inserción en el contexto internacional.2
En el ejercicio de ambas funciones, fueron realizados a lo largo del tiempo
trabajos institucionales o de autores vinculados a la CEPAL que abordaron
específicamente las relaciones entre medioambiente y economía y otros que
abordaron el asunto indirectamente, al tratar de otros aspectos del desarrollo
de la región.
Este artículo extrae algunas de las ideas principales de trabajos realizados
en el ámbito de la CEPAL entre el comienzo de los años 70 y el comienzo de
los años 90, en momentos clave del debate sobre las relaciones entre economía
y medio ambiente o sobre desarrollo sostenible. Algunas de las cuestiones
tratadas, de los enfoques adoptados o hasta del lenguaje en esos documentos
pueden haber perdido relevancia o actualidad, pero sus argumentos centrales
continúan importantes para informar el debate sobre economía verde y la forma
que tomará el concepto en América Latina. Permiten evaluar la complejidad de
los problemas ambientales de la región y su estrecha relación con estructuras
y procesos económicos y sociales. Las referencias abajo no hacen justicia a
la riqueza de los textos. Se espera suscitar el interés por los textos originales
como referencias históricas.
1. en pRepARAcIón pARA lA cOnfeRencIA de eStOcOlMO: “MedIOAMbIente HUMAnO y el deSARROllO ecOnóMIcO en AMéRIcA lAtInA”, 1971
Una de las primeras aproximaciones de la CEPAL al tema medioambiental
fue a través de la organización, en 1971, de una reunión preparatoria para
la Conferencia de Estocolmo (1972). Para esa reunión, la CEPAL publicó un
estudio, en colaboración con el Instituto Latinoamericano de Planificación
Económico y Social (ILPES) y la oficina regional de la Organización de las
Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) (CEPAL, 1971).
El documento identificaba como fuente principal de las “malas condiciones”
ambientales de la región su escaso nivel de desarrollo y la deficiente distribución
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3. “Informe de Founex sobre Desarrollo y Medioambiente”, presentado por el grupo de expertos convocado por el Secretario General de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medioambiente Humano, 4 a 12 de junio, Founex, Suiza.
de la renta. La industrialización, necesaria para el desarrollo, habría generado
nuevos problemas. Así, se argumentaba, coexistían en América Latina, en
mayor grado que en otras regiones, los problemas ambientales característicos
del subdesarrollo y aquellos relacionados al progreso tecnológico. El documento
contiene la perspectiva de las relaciones de dependencia, del carácter periférico
de la región y de la heterogeneidad estructural, que dominaron el pensamiento
de la CEPAL en la década inmediatamente anterior (Bielschowsky, 1998).
Influenciado por el informe de Founex escrito algunos meses antes,3
el argumento dominante es que el desarrollo es condición para asegurar
“condiciones ambientales deseables”. Implícitamente, el documento
reaccionaba a pruebas que contraponían crecimiento y calidad ambiental, como
la de los límites del crecimiento. Resaltaba, por otro lado, el dilema del destino
de los recursos, entre los objetivos de mejorar las condiciones ambientales y
avanzar en el desarrollo. El dilema estaba presente tanto en lo que se refiere
al destino de recursos públicos como en las decisiones empresariales. En
relación a esas últimas, se ilustraba la dificultad de las empresas de desarrollar
y adoptar técnicas más modernas y menos contaminantes debido a la escasa
capacidad tecnológica y a la necesidad de mantener competitividad (bajos
costos y precios) en el mercado internacional.
El documento de 1971 identificaba los principales problemas ambientales
en las áreas urbanas y rurales; las dificultades en asegurar una expansión
de servicios públicos urbanos compatible con el ritmo de crecimiento de la
población urbana; y los problemas de la contaminación industrial. Mostraba
la relación entre la estructura de producción agrícola y la generación de
grandes contingentes de personas desempleadas o subempleadas, que pasan
a usar tierras marginales con poca capacidad de generar excedentes; o a
formar parte de la creciente población urbana marginalizada. Trata de otros
problemas que continúan dominando las agendas regional e internacional,
como los desafíos de asegurar recursos energéticos para poblaciones y
economías crecientes; los efectos de la minería sobre el medioambiente y
sobre la salud de los trabajadores; y el uso ineficiente del agua. También trata
de la dificultad de desarrollar tecnología propia, compatible con la realidad y
el medio ambiente locales. Tal como sería posteriormente consolidado tanto
en los acuerdos de 1992 como en el 7o Objetivo de Desarrollo del Milenio
(Sostenibilidad ambiental), el documento sustenta la necesidad de integrar la
problemática ambiental a las políticas públicas. Enuncia la lógica del ciclo de
vida en la producción y en el consumo, mostrando cómo materiales como el
algodón serian más competitivos que materiales sintéticos si se considerasen
los costos de una disposición adecuada después del uso – un asunto que aún
en 2011 se promueve en el contexto de la CDS.
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4. Fueron varias, a lo largo del tiempo, las definiciones de “estilos de desarrollo”. Sunkel (1980) cita definiciones complementarias a las de Aníbal Pinto y Jorge Graciarena: “la manera en que dentro de un determinado sistema se organizan y asignan los recursos humanos y materiales con el objetivo de resolver las preguntas sobre qué, para quién y cómo producir bienes y servicios” y “la modalidad concreta y dinámica adoptada por un sistema en un ámbito definido y en un momento histórico determinado”.
5. Se refiere “a las asimetrías intra e inter sectoriales en términos de productividad” (Pinto, 1970). Esas asimetrías son el núcleo duro a partir del cual otras desigualdades son transmitidas por toda la sociedad. CEPAL (2010).
6. Sunkel, Osvaldo y Gligo, Nicolo (compiladores) (1980), “Estilos de Desarrollo y Medioambiente en América Latina”, Fondo de Cultura Económica, México. Los dos volúmenes de esa compilación contienen 37 artículos sobre estilos de desarrollo y medioambiente de manera general, el desarrollo del sector silvoagropecuario, urbanización y marginalidad, energía e industrialización, y políticas, estrategias y planificación. Una edición especial de la Revista de la CEPAL (No. 12, diciembre de 1980) reunió algunos de esos artículos.
Las conclusiones llevan al debate sobre medios de implementación de los
compromisos internacionales sobre medioambiente y desarrollo sostenible
que hoy se traba en el ámbito de la preparación para Rio+20, incluso en la
discusión sobre economía verde: la preocupación con restricciones comerciales
y con la adaptación de la industria; la necesidad de transferencia tecnológica
y apoyo financiero; y la inseparabilidad entre economía, desarrollo social y
medioambiente, fundamento del concepto de desarrollo sostenible.
2. “eStIlOS de deSARROllO y MedIOAMbIente”, 1980 Durante gran parte de los años 1970, el trabajo de la CEPAL estuvo centrado
en lo que se llamó de “estilos de desarrollo”.4 El origen de esa línea de trabajo
estaba en la percepción de que, a pesar de que la región hubiese conseguido
buenos resultados en términos de crecimiento e industrialización, ese proceso
había ocurrido con la exclusión de amplios sectores de la sociedad, agravando
el desempleo, el subempleo y la pobreza y acumulando tensiones políticas. Se
buscaba entender y responder a los estilos de desarrollo de los países de la
región, vistos en el contexto de los estilos preponderantes internacionalmente.
El diagnóstico revelaba que un estilo de desarrollo “ascendente”, de carácter
transnacional, se imponía sobre los estilos de desarrollo “dominantes” en cada
país. Ese enfrentamiento de estilos, junto con las fuerzas sociales existentes,
contribuyó para la heterogeneidad estructural5 que caracteriza los países
periféricos dentro del sistema capitalista, otro concepto clave de la literatura
económica producida en el seno de la CEPAL en los años 70 (Bielschowsky,
1998; Sunkel, 1980).
Los trabajos sobre estilos de desarrollo no consideraban la dimensión
ambiental de manera explícita. Respondiendo a esa deficiencia, entre 1978
y 1980, CEPAL y PNUMA desarrollaron un proyecto intitulado Estilos de
Desarrollo y Medioambiente. Esa fue la base para el trabajo de la CEPAL en el
área de medioambiente a lo largo de los 20 años siguientes (Gligo, 2006). Los
resultados del proyecto inicial fueron reunidos en dos volúmenes publicados
en 19806 y resumidos en un artículo introductorio de Osvaldo Sunkel (1980).
Este último relaciona los problemas ambientales de la región con el proceso
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de desarrollo de América Latina entre el período colonial y el final de los años
1970, y principalmente con la ascensión del estilo “transnacional” a partir de
la posguerra.
De acuerdo con Sunkel (1980), los estilos de desarrollo de los países que
hoy son desarrollados (incluyendo las opciones de consumo, infraestructura,
trayectorias tecnológicas), habrían sido gestados a lo largo del tiempo con
base en una visión de mundo en que los recursos naturales eran vistos como
ilimitados. En las potencias coloniales, lo que no había o lo que escaseaba
dentro de las fronteras era buscado entre los recursos aparentemente infinitos
de las colonias. En el caso de los Estados Unidos, la amplitud del territorio
había generado la misma percepción. El agotamiento de los mejores recursos
naturales (más alta ley, mejor localización) y la degradación de los renovables
no eran vistos como problemas para esos países en la medida en que el
progreso tecnológico y la expansión a nuevos territorios siempre colocaban a
disposición nuevas fuentes de recursos. Al conquistar su independencia, las
ex colonias habrían reproducido estándares de desarrollo basados en una
percepción de recursos naturales ilimitados, no necesariamente compatibles
con su dotación de factores y sus condiciones estructurales, y sin conseguir
generar procesos de progreso tecnológico autónomos.
Hasta los años 40, los problemas ambientales de América Latina estaban,
según el estudio, principalmente relacionados a prácticas agrícolas relacionadas
a una estructura que combinaba latifundios mal aprovechados con minifundios
sobre-explotados. Había un proceso de expansión de la frontera agrícola y
explotación de recursos naturales, fundamento de las economías de la región,
tenía sus propios problemas ambientales, sin que la renta generada en esa
actividad fuese reinvertida en el desarrollo local. Era, por el contrario, en gran
parte remitida al exterior. Ya en los años 40 había problemas ambientales
relacionados a la marginalización de sectores de la sociedad tanto en las
áreas rurales como en las urbanas, aunque la polución industrial fuese poco
significativa y dispersa.
A partir del fin de la segunda guerra mundial, la hegemonía de los Estados
Unidos habría llevado el estilo norteamericano – denominado “transnacional”
– de desarrollo al resto del mundo. La ascensión de ese estilo en América
Latina habría generado nuevos problemas ambientales. El estilo transnacional
se caracterizaba, entre otros factores, por el papel dominante de las empresas
transnacionales; por generar transformaciones irreversibles en las economías
y sociedades nacionales que reducían las opciones de los gobiernos para
establecer procesos autónomos de desarrollo; por la homogenización de los
modelos de producción, comercialización y consumo; por la internacionalización
de la producción industrial; y por la intensificación de la explotación de los
recursos naturales y la dependencia creciente del petróleo. La expansión
del uso del automóvil influenció la dinámica de expansión de las ciudades,
generando un crecimiento de la demanda por espacio para zonas residenciales
e infraestructura de transporte.
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En el contexto de ese estilo ascendente, fueron adoptadas en la posguerra
políticas de una fuerza vista pocas veces desde entonces para fomentar
las industrias de base, la industria del petróleo, la industria automotriz y la
infraestructura necesaria para apoyar esos nuevos sectores. El excedente
financiero derivado de la explotación de los recursos naturales – que continuaba
predominante en las estructuras económicas – era remitido al exterior o usado
para financiar la importación de bienes de consumo.
Una de las características principales del desarrollo basado en la ascendencia
del estilo transnacional habría sido la intensidad energética y la dependencia
del petróleo. La importancia de ese factor va más allá de la cuestión de la
contaminación atmosférica. La contribución de Raul Prebisch a la antología del
proyecto CEPAL/PNUMA (Prebisch, 1980) muestra, entre otras cosas, cómo la
era del petróleo barato influenció la dirección de la investigación tecnológica.
Se aumentó la productividad, pero no se invirtió en economía de energía. La
expansión del uso del petróleo como materia prima para materiales, que llevó
a la sustitución de fibras naturales y madera por materiales sintéticos, ocurrió
en detrimento del empleo. En la agricultura, la mecanización generó desempleo
y migración para las ciudades, contribuyendo para el proceso de urbanización
masiva y precaria. El uso de fertilizantes y pesticidas de origen petroquímico
contribuía para la contaminación del suelo.
También habría sido inherente a la ascensión del estilo transnacional la
concentración de núcleos empresariales, políticos y burocrático-administrativos.
Eso explica en parte el fracaso repetido de políticas de desconcentración
regional entre 1960 y 1980. De la misma forma, la dinámica de la migración
masiva y precaria tornaba siempre insuficientes las políticas destinadas a
sanar el déficit habitacional o extender los servicios básicos a los más pobres.
Mientras los segmentos favorecidos recurrían a los barrios suburbanos, que
saca espacio a la agricultura y encarece la infraestructura, los demás pasaban
a ocupar tierras marginales en las zonas urbanas.
Al comienzo de los años 70, con la crisis del petróleo, el estilo transnacional
entra en crisis. Sin embargo, ya estaban establecidos modelos de consumo,
producción, infraestructura y desarrollo urbano, así como estructuras sociales,
que perduran en gran medida hasta hoy. Había pocas alternativas para
cambios de rumbo. El efecto de la crisis del petróleo de inicios de los años 70
no fue el de direccionar las economías a otras fuentes de petróleo – a pesar
de iniciativas significativas como el Pro-alcohol en Brasil – sino el de generar
aún mayor presión sobre los sectores exportadores para poder financiar la
importación de petróleo.
Para un estilo alternativo de desarrollo compatible con la satisfacción de las
necesidades fundamentales de la mayoría de la población y con la preservación
y valorización de la base de recursos naturales y del medioambiente se sugería:
menor dependencia de combustibles fósiles y mayor uso de fuentes de energía
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7. “Una manera de buscar el crecimiento económico y el desarrollo y al mismo tiempo evitar la degradación ambiental, la pérdida de biodiversidad y el uso insostenible de recursos naturales”. Se refiere a estrategias que surgieron como respuesta a la crisis global que buscaban encontrar fuentes de crecimiento que contribuyesen a la eficiencia económica, integridad ambiental e igualdad social (OCDE, 2010).
renovables y menos contaminantes; desarrollo de tecnologías de uso más
intensivo de la mano de obra y ajustada a la base de recursos naturales;
reciclaje y reaprovechamiento de la basura; administrar los recursos naturales
con conocimientos y tecnologías sustentados en bases ecológicas; instituir
formas administrativas y políticas descentralizadas que se apoyen en las
comunidades locales; y detener la continua expansión de las ciudades grandes
y los excesos del consumismo. Además, ningún esfuerzo de desarrollo debería
dejar de considerar plenamente la dimensión ambiental. La planificación y las
políticas de ciencia y tecnología deberían tener como preocupaciones centrales
el conocimiento y la evaluación de los recursos naturales y de los ecosistemas,
la necesidad de vigilancia permanente, el desarrollo de alternativas tecnológicas
y la diversificación de la producción con base en técnicas ecológicamente
adecuadas. El documento recomendaba, finalmente, el establecimiento de
mecanismos que permitan la participación social en las decisiones, lo que
llegó a consolidarse más tarde como el Principio 10 de la Declaración de Rio
de Janeiro.
Llama la atención la proximidad de la siguiente cita con algunas definiciones
del concepto de economía verde – o de crecimiento verde adoptado por la
OCDE.7 En los términos de Sunkel (1980):
“Las políticas destinadas a conservar, mejorar y expandir los recursos
naturales y su productividad, así como aquellas que apuntan a conservar,
mejorar y expandir el medioambiente artificial y su productividad constituyen
parte de la política de desarrollo, ya que lo hacen sostenible a largo plazo.
Pero también pueden hacer contribuciones positivas para resolver los
problemas característicos del estilo actual de desarrollo (…) Los proyectos
de conservación de suelos y bosques, reforestación, dragado y conservación
de canales de irrigación, de mantenimiento y construcción de caminos
de penetración en las zonas rurales y de autoconstrucción de casas y
equipamiento comunitario en las zonas urbanas, adecuadamente diseñadas,
pueden contribuir para aliviar los problemas del desempleo y del subempleo,
al mismo tiempo en que promueven la organización social de base, aumentan
la productividad y mejoran las condiciones de vida.”
3. cRISIS de lA deUdA y lA cOMISIón bRUndtlAnd: ReflexIOneS entRe 1985 y 1990
En 1983, se creó la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el
Desarrollo, también conocida como Comisión Brundtland. En 1987, la Comisión
publicó su informe, en el cual definía el desarrollo sostenible como aquel
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que suple las necesidades presentes, sin comprometer la capacidad de las
generaciones futuras de suplir sus propias necesidades.
A lo largo de ese período y en los años que lo sucedieron, las relaciones
económicas internacionales de América Latina – y, por lo tanto, el pensamiento
de la CEPAL – estaban dominadas por la “asfixia financiera en función del
endeudamiento” (Bielschowsky, 1998). Dos artículos de Osvaldo Sunkel – uno
antes y uno después del informe Brundtland – se refieren a la relación entre
la crisis de la deuda y el desarrollo sostenible. Hacen un llamado para que
el debate global sobre medioambiente y desarrollo sostenible no ignore los
grandes desafíos del contexto económico de los países de América Latina y
su forma de inserción en el sistema económico internacional. Por otro lado,
así como los conceptos de economía verde en el contexto de las Naciones
Unidas y de crecimiento verde en el contexto de la OCDE surgieron en gran
medida como una reacción a la crisis que tiene su ápice en 2008, Sunkel
volvía a sugerir que la crisis era una oportunidad para mejorar la relación entre
economía y ambiente.
El artículo de 1985 describe los efectos de la crisis sobre el medioambiente
y las instituciones ambientales, aspecto que habría sido en gran medida
desatendido por la Comisión Brundtland hasta aquel momento (Sunkel, 1985).
La crisis habría alcanzado las instituciones ambientales en una situación de
indefinición y debilidad. Las restricciones presupuestarias derivadas de la crisis
y un enfoque económico y financiero de corto plazo generaban una debilidad de
las ya pocas y débiles instituciones ambientales que habían surgido desde la
Conferencia de Estocolmo. Además, la presión por generar divisas para cubrir
el servicio de la deuda y las consecuentes políticas de ajuste aumentaban los
niveles de pobreza y contribuían, así, a agravar problemas de sobreexplotación
de las tierras y recursos naturales, así como migración de las áreas rurales para
la ciudad y un aumento de la pobreza urbana. En las ciudades, se expandían
las casas y actividades informales. A contramano del desarrollo sostenible,
la presión por generar divisas privilegiaba las actividades cuyos resultados
eran visibles a corto plazo, en detrimento de inversiones de largo plazo (en la
protección ambiental, entre otros).
De la misma forma, en una compilación sobre perspectivas latinoamericanas
sobre el informe Brundtland, Sunkel (1990) vuelve a mostrar cómo la crisis de
la deuda, el deterioro de los términos de intercambio y las condiciones de la
financiación internacional indujeron – o mejor, ayudaron a perpetuar – a pesar
de lo que se promovía internacionalmente, la supremacía del corto plazo. La
crisis redujo la capacidad del Estado de invertir y atender las necesidades
básicas de la población (salud, educación). Eran privilegiadas las inversiones
que conducirían a mayores exportaciones, que a su vez generarían recursos
que serían canalizados para el pago de la deuda. Los recursos destinados a la
protección ambiental, cuyos resultados no eran tangibles o se materializarían
sólo a largo plazo, escaseaban.
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8. Concepto construido en oposición a la competitividad espuria, basada en degradación de los recursos naturales y baja valorización de los recursos humanos.
Sin embargo, así como la crisis del petróleo al inicio de los años 70, la crisis
de la deuda también se presentaba como una oportunidad de cambiar el estilo
de crecimiento económico y compatibilizar desarrollo y medioambiente. De
forma parecida a los primeros documentos sobre economía verde durante los
esfuerzos de reactivación de la economía mundial en 2008, Sunkel, en 1985,
volvía a proponer una visión de la crisis – una nueva crisis – como oportunidad
de cambio de rumbos:
“Es posible encarar el asunto de los recursos ambientales, los recursos
dados por la naturaleza y los construidos, como una manera de establecer
la relación entre las políticas económicas a corto plazo y la necesidad de
políticas de desarrollo a mediano y largo plazo. O sea, lo que estoy sugiriendo
es que encaremos la crisis como una oportunidad. Una oportunidad para la
movilización de recursos de tal forma que propicie un cambio en el estilo de
crecimiento, teniendo en vista la satisfacción de las necesidades esenciales
de la población y la instauración de un proceso de desarrollo sostenible, o
“consciente”.
El artículo defendía la necesidad de una política que, contrariamente al
ajuste recesivo, fuese expansionista, aunque selectiva; relacionase políticas
macroeconómicas con medio ambiente; e incluyese políticas específicas para
temas sociales, para pequeñas y medianas empresas y para el desarrollo
industrial. Aboga también por una mayor valorización de los recursos
ambientales y naturales para la satisfacción de las necesidades presentes y
futuras, lo que permitiría influir en cómo los sectores productivos, determinantes
en la definición de los padrones de desarrollo, ven el medioambiente. Los
rumbos tomados en los años 90 fueron otros.
4. tRAnSfORMAcIón pROdUctIvA, eQUIdAd y MedIOAMbIente, 1991
La cuestión de la transformación productiva fue un eje central del trabajo de
la CEPAL durante buena parte de los años 1990. Construyendo sobre la base
teórica desarrollada desde el final de los años 40, en 1990 la CEPAL propuso
la “transformación productiva con equidad” como prioridad regional para la
década que comenzaba (CEPAL, 1990, 2008; Bielschowsky, 1998). Proponía
la transformación productiva sustentada en una incorporación deliberada
y sistemática del progreso técnico y aumento de la productividad como
factores de la necesaria competitividad internacional auténtica8. Enfatizaba
el carácter sistémico de la competitividad y los vínculos entre empresas,
sistema educativo, infraestructura tecnológica, energética y de transportes,
relaciones entre empleados y empleadores, el aparato institucional público y
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privado y el sistema financiero. Argumentaba que un clima macroeconómico
apropiado y estable y una política de precios correctos, aunque necesarios,
no eran suficientes para deflagrar la transformación productiva. La gestión
macroeconómica debería combinarse con políticas sectoriales, que pudiesen
inducir a la transformación productiva. Era necesario asegurar vínculos entre
diferentes sectores (explotación de materias primas, industria, servicios)
de manera de generar una homogeneización progresiva de los niveles de
productividad. Equidad, democracia y sustentabilidad ambiental eran vistos
como factores clave de un proceso de transformación productiva.
Es en ese contexto que se prepara el documento de la CEPAL para apoyar
la preparación regional para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre
Medio Ambiente y Desarrollo (CNUMAD, Rio de Janeiro, 1992): “El desarrollo
sostenible: transformación productiva, equidad y medioambiente” (CEPAL,
1991). El documento trata de varios temas relacionados al desarrollo sostenible
en la región y en relación a la transformación productiva, con base en los
resultados de un estudio dedicado específicamente al tema (CEPAL/ONUDI,
1991).
Este último muestra que los enfoques tradicionales sobre desarrollo
productivo por un lado y ecología por el otro privilegian objetivos diferentes y
aparentemente irreconciliables: crecimiento y competitividad internacional en
contraposición a la equidad y a la sustentabilidad ambiental. El vínculo que
haría converger los objetivos sería la incorporación y la difusión del progreso
técnico (CEPAL/ONUDI, 1991). La dependencia de las economías de América
Latina de las actividades de extracción de recursos naturales era vista como
preocupante, no sólo a causa de los problemas ambientales relacionados,
sino también porque la manera en que se organizaban esas industrias no
conducía a salir del “encapsulamiento” sectorial, eso es, de la falta de vínculos
entre los diferentes sectores (primario, secundario, terciario). La experiencia
latinoamericana contrastaba con la de países de la OCDE cuyas economías
estaban, también, basadas en recursos naturales, pero cuyo desarrollo
industrial había ocurrido en gran parte por medio de la transformación de esos
recursos, en un contexto que tornó posible una amplia gama de innovaciones
tecnológicas.
Superar el “encapsulamiento” sectorial requería políticas fuertes y articuladas
que, sin embargo, no fueron colocadas en práctica en la medida necesaria a
lo largo de los años 90. Una evaluación en 2008, mostró que, a pesar de una
mayor diversificación exportadora y de sus economías haberse beneficiado
del aumento de los precios de las materias primas, la región no había logrado
reducir la dependencia de exportaciones tradicionales, ni incorporar mayor
conocimiento y valor agregado a las actividades y cadenas productivas. El
aumento de las exportaciones manufactureras no se había traducido en un
proceso de ascensión de las actividades de mayor valor agregado, difusoras
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debate en los trabajos de la CEPAL
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9. Además de los debates sobre economía verde, ver los informes de la 18ª y 19ª sesiones de la Comisión de Desarrollo Sostenible, particularmente en lo que se refiere al tema del consumo y de la producción sostenible.
de tecnología o generadoras de capacidades tecnológicas. La región tampoco
había conseguido establecerse de manera competitiva en los mercados de
servicios de exportación. Los esfuerzos de innovación continuaban escasos,
especialmente comparados a competidores asiáticos (CEPAL, 2008).
En los debates sobre economía verde, se habla del desarrollo de nuevos
sectores “verdes” como forma de dar impulso a las economías, como nuevo
paradigma tecnológico. Es importante, al definir qué instrumentos serán
adoptados nacional e internacionalmente, considerar que el desafío de la
transformación productiva está presente en la región hace décadas. Conseguir
aprovechar la economía verde como motor de expansión económica requerirá
esfuerzos de gran magnitud en términos de políticas de educación, innovación y
desarrollo productivo, que no pueden ser gestados ni implementados únicamente
por los órganos gubernamentales relacionados al medioambiente.
5. pUntOS pARA ReflexIón
Entre las cuestiones que ese grupo de documentos relevaba para el debate
sobre economía verde, las siguientes merecen destaque por su importancia
y su vínculo con el segundo tema de la cumbre Rio+20, el marco institucional
para el desarrollo sostenible.
En su conjunto, los trabajos mencionados recuerdan que es profunda y
compleja la relación entre los problemas ambientales, sociales y económicos
de América Latina. La reflexión sobre cómo cambiar esas relaciones y
solucionar los grandes problemas ambientales de la región, que afectan
desproporcionalmente a los más pobres, necesita considerar esas raíces. En
ese sentido, las estrategias de economía verde tenderán a ser insuficientes
si fueron gestadas e implementadas únicamente por las entidades – en los
gobiernos, en la sociedad civil, en las empresas y sus entidades representativas
– que lidian con el medioambiente como área de especialización.
En segundo lugar, leídos con el beneficio de la retrospectiva, los documentos
resaltan la importancia de identificar y remover las barreras al cambio. Ya en
1971 eran sugeridas soluciones que continúan en los debates internacionales,
pero que son implementadas apenas marginalmente, como, por ejemplo, la
adopción de la lógica del ciclo de vida para los productos.9 Dos ideas que se
encuentran en el origen de la proyección internacional del concepto de economía
verde – la de transformar crisis en oportunidad para redireccionar el desarrollo
en el sentido de una mayor sostenibilidad y la de hacer que el cuidado ambiental
sea fuente de oportunidades económicas – también ya habían surgido en 1980
(Sunkel, 1980), si no antes. ¿Por qué esas ideas – de las cuales la CEPAL
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era apenas un pequeño exponente – no tuvieron consecuencias prácticas? Se
sabe que hay barreras tecnológicas, empresariales, jurídicas, de información,
de valoración del capital natural, institucionales, entre otras. Existe una inercia
derivada de inversiones hechas bajo un paradigma que no atribuía valor al
medioambiente: inversiones en tecnología, en fuentes de energía, sistemas
fiscales, plantas industriales, modelos empresariales, métodos de calcular
el costo beneficio de proyectos, mandatos de instituciones públicas. Para
asegurarse de que la economía verde – cualquiera que sea el concepto preciso
adoptado internacionalmente o por cada país – va más allá de un conjunto de
declaraciones bien intencionadas, será necesario superar esas barreras de
forma articulada entre instituciones y actores en diferentes esferas.
Por otro lado, como muestra la experiencia de los años 80, de no haber
instituciones fuertes y permanentes que aseguren que entre una opción y otra
se privilegie la sostenible, los avances se anularán en momentos de crisis en
los cuales se tenga que optar entre objetivos.
Finalmente, la economía verde ha sido mencionada como una oportunidad
para un nuevo ciclo tecnológico y de innovación. Podría significar, para los
países de América Latina, la entrada en nuevos mercados y una nueva
oportunidad de participar en sectores de más alto valor agregado, difusores de
tecnología, en algunos casos vinculados a los sectores de recursos naturales
que predominan en las economías de la región. Al considerar ese argumento,
es importante tener en cuenta la experiencia de la región con la transformación
productiva – tratada arriba en relación a los documentos de inicio de los años
90 – y la lección que se extrae de ella: para aprovechar oportunidades como
esa son necesarias políticas activas, con claros objetivos estratégicos. Eso
incluye una combinación articulada de política educacional, industrial, de ciencia
y tecnología, entre otras. Requiere una opción clara por esa vía por parte de
un conjunto relevante y articulado de instituciones públicas.
REFERENCIAS
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Bielschowsky, R. (2009). Sesenta años de la CEPAL: estructuralismo y neoestructuralismo. In Revista de la CEPAL, n. 97. Abril, 173-194.
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Sunkel, O. (1990). El difícil contexto internacional para un desarrollo sustentable. In Maihold, Günther y Victor L. Urquidi (compiladores), Dialogo con nuestro futuro comun: perspectivas latinoamericanas del Informe Brundtland. México: Fundación Friedrich Ebert- Editorial Nueva Sociedad.
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1. Investigador sénior del International Policy Centre for Inclusive Growth del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (IPC-IG/UNDP) y profesor en la Universidad de Brasilia (UnB).
el papel del crecimiento incluyente en la economía verde en los países en desarrolloCLÓVIS ZAPATA1
IntROdUccIón La proposición de que estamos moviéndonos rápidamente hacia un mundo
en el que las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero
modificarán peligrosamente el clima mundial ya ha sido ampliamente aceptada.
No se sabe, sin embargo, el alcance del impacto económico de las medidas
para reducir el nivel de las emisiones y la degradación del medioambiente que
pueden minimizar tal efecto. Es consenso entre los economistas ambientales
que las políticas públicas basadas en instrumentos de incentivo económico
pueden mitigar los efectos del cambio climático a un costo aceptable.
Según el informe “Hacia una economía verde: guía para el desarrollo
sostenible y la erradicación de la pobreza”, publicado por el PNUMA en 2011,
una economía verde es, en términos prácticos, aquella en la cual se fomenta
el aumento de los ingresos y la creación de puestos de trabajo a través de
inversiones públicas y privadas destinadas a reducir las emisiones de carbono
y la contaminación, a mejorar la eficiencia energética así como en el uso de los
recursos naturales y a evitar la pérdida de diversidad biológica y de servicios
de los ecosistemas. Las inversiones han de catalizarse y respaldarse con gasto
público selectivo, reformas políticas y cambios en la regulación. El camino
hacia el desarrollo debe mantener, mejorar y, donde sea necesario, reconstruir
el capital natural como activo económico fundamental y fuente de beneficios
públicos, especialmente para las personas desfavorecidas cuyo sustento y
seguridad dependen en gran medida de la naturaleza. La idea fundamental
del concepto de economía verde se basa en la premisa de que políticas
públicas, en combinación con cambios en sectores clave, pueden conducir a
las economías nacionales, sin cambios drásticos en los patrones de consumo,
a niveles permisibles de degradación del medio ambiente.
A pesar de la posibilidad teórica, en la práctica, las economías en desarrollo
encaran un desafío enorme, puesto que los encargados de la formulación de
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políticas públicas deben asociar el desarrollo económico a otras cuestiones,
tales como el aumento del patrón de consumo de la población más pobre.
Gunningham et al. (2003) señalan, en este sentido, la necesidad de combinar
dimensiones sociales, políticas económicas y medioambientales en el diseño
tanto de instrumentos de incentivo económico como de medidas de mando y
control de carácter medioambiental, fundamentales para la transición de las
economías en vías de desarrollo hacia la economía verde.
ecOnOMíA veRde
La economía verde puede definirse como un paradigma que reduce los
actuales riesgos ambientales y las escaseces ecológicas y aumenta el bienestar
del ser humano y la equidad social (UNEP, 2011). En este sentido, la premisa
está estrechamente relacionada con el concepto de crecimiento incluyente,
que mejora la calidad de vida de todos los que viven en una economía y tiene
una importancia fundamental en los países en vías de desarrollo.
Para que una economía pueda pasar del modelo actual al modelo verde, es
fundamental la inversión en áreas estratégicas de capital natural, destinada
a reducir al mínimo los riesgos ambientales. Aunque el tema ha sido tratado
ampliamente en el ámbito especializado de la economía ambiental, solo
recientemente los gobiernos han empezado a tomar medidas concretas a fin
de traducir el concepto de economía verde en acciones prácticas que puedan,
efectivamente, modificar el sistema económico.
Cabe destacar el papel desempeñado por los organismos internacionales,
tales como las Naciones Unidas, que proporcionan un foro de debate permanente
sobre el tema, la difusión de casos exitosos de países desarrollados y en vías
de desarrollo y la presentación de propuestas de políticas innovadoras. A
través del PNUMA, en el 2009, se puso en marcha la Iniciativa Verde dentro
de las nueve iniciativas conjuntas del sistema de las Naciones Unidas en
situaciones de crisis, en las que participan las 21 agencias de la ONU, incluidas
las instituciones de Bretton Woods.
La contribución también se hace en el ámbito de propuestas de políticas
públicas. Recientemente, el PNUMA publicó un informe en el que argumenta
con fundamentos que una inversión anual equivalente al 2 % del PBI mundial
(unos US$ 1,3 billones) hasta el 2050 fomentaría el desarrollo y la transición
hacia una economía verde de 11 sectores clave (UNEP, 2011): 1 - agricultura, 2 -
edificaciones, 3 - energía renovable, 4 - silvicultura, 5 - industria manufacturera,
6 - pesca, 7 - turismo, 8 - transporte, 9 - recursos hídricos, 10 - gestión de
residuos sólidos y 11 - ciudades.
Según este argumento, las inversiones, conjuntamente con reformas
políticas, deben impulsar la transformación de estos sectores, que adquirirían
una mejor posición competitiva en el largo plazo. La reconfiguración de la
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economía de forma sostenible puede conducir a la ecoeficiencia, que propone
un uso más eficiente de los recursos naturales escasos y ofrece muchos
beneficios en el ámbito social, tales como la generación de puestos de trabajo,
también llamados empleos verdes. Desde el punto de vista social, este proceso
puede llevar a los países, en particular a los emergentes, a situaciones en las
que el crecimiento de la economía verde favorezca el crecimiento incluyente.
El fomento y el desarrollo de estos sectores clave pueden ayudar a reducir la
pobreza y a minimizar las desigualdades de ingresos. Para lograr este fin, el
catálogo de opciones es amplio e incluye la generación directa de empleos
verdes, el acceso a bienes y servicios ambientales en las comunidades
marginadas, la estructuración de estrategias específicas de transferencia
monetaria condicionada, subsidios directos a ciertos sectores industriales y
reestructuración de la política nacional de compras públicas.
Muchos países en desarrollo han incorporado, al menos en ciertos sectores,
conceptos de desarrollo sostenible, abarcando varias áreas de interés tales
como el crecimiento económico en pro de los pobres y de la creación de puestos
de trabajo. En este sentido, un aspecto esencial para los países en vías de
desarrollo es que la inclusión en la economía verde puede lograrse por medio
de la combinación de dimensiones que eran percibidas como antagónicas.
De acuerdo con Gunningham et al. (2003), al diseñar políticas públicas
capaces de modificar el desempeño ambiental de sectores industriales,
deben tenerse en cuenta las dimensiones, social, política, económica y
medioambiental. El análisis del modelo de concesión de licencias de explotación
indica la importancia de la interacción entre estas dimensiones como punto
de influencia primordial sobre el desempeño ambiental global de los sectores
industriales de la economía. Por lo tanto, los países interesados en fomentar
sectores específicos de la economía deben tener en cuenta estas diferentes
dimensiones.
Esta comprensión holística va más allá de las interpretaciones de autores
que tratan la estrategia corporativa, tales como Porter y van der Lind (1995)
y Hart (1997), que fueron los primeros en proponer la idea de que el sector
privado puede sacar provecho, en términos competitivos, de la regulación
medioambiental. Estos conceptos fueron modificados posteriormente por
Reinhardt (2000) y Orsato (2009), que muestran las condiciones bajo las cuales
se obtendrían beneficios. A pesar de la gran utilidad de estos trabajos, pocos
sectores industriales fueron atraídos por los nuevos campos de la economía
verde, especialmente en los países en vías de desarrollo. Por consiguiente,
es de suma importancia el papel que deben desempeñar los gobiernos y los
organismos internacionales en la promoción de la agenda de desarrollo de la
economía verde, ya que la combinación de incentivos fiscales y regulación
puede acelerar el proceso de cambio mediante la innovación tecnológica y
la creación de mercados verdes. Si se las deja a criterio exclusivo del sector
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privado, tal como ahora, las economías serán incapaces de transformarse
efectivamente en economías verdes.
Es importante observar que las dimensiones social, económica, política
y medioambiental tienen diferentes tiempos y ventanas de oportunidad, que
deben tenerse en cuenta para comprender las posibles soluciones en las
economías en vías desarrollo. Aunque existen posibles sinergias y fuertes
interacciones entre estas dimensiones, no se puede presuponer que la dinámica
y la respuesta de cada una serán idénticas. Cada país se enfrenta al desafío
de encontrar soluciones que promuevan el crecimiento económico de modo
ambientalmente sostenible, socialmente incluyente y políticamente factible,
en un contexto único.
cOMpleMentARIedAd de lAS dIMenSIOneS SOcIAl y MedIOAMbIentAl
En términos de política pública, los países en desarrollo han dado mayor
atención a las dimensiones sociales y económicas. Aunque el desarrollo de
políticas sociales debe combinarse con el desarrollo de la economía verde,
la evolución en el campo del diseño de programas de carácter social no se
vio acompañada de preocupaciones medioambientales. En el ámbito social,
el Brasil y otros países en vías de desarrollo han adoptado recientemente
una serie de estrategias innovadoras de protección social para incrementar el
nivel de vida de los más desfavorecidos. El Brasil, por ejemplo, implementó
el programa Bolsa Familia y México, el programa Oportunidades. Estos
programas han generado beneficios importantes en la lucha contra la pobreza,
al incrementar el nivel de vida de la población de ciertas zonas y garantizar
beneficios en el ámbito de la salud y la educación.
Sin embargo, la interacción entre las políticas de carácter social y
medioambiental carece de un debate más profundo. Una de las opciones
presentadas por algunos países es el pago por los servicios ambientales, que
usa instrumentos de transferencia monetaria condicionada a los propietarios
de tierras que preservan parte de sus propiedades, tal como se hace en Costa
Rica. Estos programas generan efectos positivos, pero no han sido adoptados
ampliamente en otros países. En el Brasil, por ejemplo, a pesar del éxito del
programa Bolsa Familia, el país no ha logrado implementar un programa de
pago por servicios ambientales.
Es importante destacar que la generación de empleos verdes por parte de
los sectores identificados por UNEP (2011) es esencialmente diferente porque
se basa en la creencia de que el propio mercado, con el apoyo del sector
público, sería capaz de generar tales puestos de trabajo. Los programas de
transferencia monetaria condicionada se relacionan con otro tipo de problema,
ya que son más adecuados para eliminar las distorsiones relativas a la pobreza
extrema y para familias en zonas donde hay gran necesidad de recursos
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financieros. Los empleos verdes se encuentran en eslabones superiores y
reemplazarían los puestos de trabajo existentes en el modelo actual.
Usando el modelo de concesión de licencias de explotación de Gunningham
et al. (2003), se puede observar que la interacción entre las licencias social,
política, económica y medioambiental es compleja y debe estudiarse caso
por caso. En pocas palabras, los programas de transferencia monetaria
condicionada pueden considerarse como inductores de una respuesta no trivial
y nos remiten a cuestiones relacionadas con las dimensiones de la política
pública, ya mencionadas. Estos programas sirven para solucionar problemas
de pobreza, pero aún no han concretado estrategias de salida ni mucho menos
cuestiones medioambientales.
Hay, sin embargo, políticas de producción incluyente, que se pueden diseñar
para satisfacer las necesidades medioambientales y promover sectores clave
de la economía verde.
deSARROllO IndUStRIAl e InclUSIón pROdUctIvA: el cASO del pROgRAMA bRASIleñO de bIOdIeSel
Además de las estrategias de carácter social, el desarrollo de la economía verde demanda políticas estructuradas de fomento, que generen puestos de trabajo e inserten poblaciones marginadas en cadenas de producción de alto valor agregado. Las estrategias sociales pueden servir no solo como complemento para hacer frente a aspectos sociales específicos de reducción de la pobreza, sino como fuentes de desarrollo e innovación “verde”. Por lo tanto, la clave es la combinación de políticas macroeconómicas expansionistas con capacidad para generar empleo e ingresos y estructuras nacionales de fomento del desarrollo industrial. En esta sección se revisarán estos temas tomando como base el caso del Programa Brasileño de Biodiesel.
Un área de gran interés es el desarrollo de energía renovable para el transporte. El Brasil está reconocido internacionalmente como un líder en la investigación y el desarrollo de biocombustibles para la industria automotriz. En este contexto, el Programa Brasileño de Biodiesel aporta elementos importantes al debate, ya que se ocupa de áreas de transporte sostenible y energía renovable, además de un marco político para abordar la dimensión social.
El Programa Brasileño de Biodiesel tiene por objeto estructurar la cadena de producción de biodiesel e incorporar a pequeños agricultores familiares en la producción de materia prima. El programa fue diseñado para que los pequeños agricultores puedan contribuir con una variedad de fuentes vegetales, tales como soja, ricino, girasol, algodón y palma aceitera. A pesar del considerable conocimiento que el Brasil tiene en la materia, la inclusión de los pequeños agricultores en la cadena de producción de biodiesel ha sido decepcionante, como resultado de problemas en el diseño e implementación del programa (Zapata et al., 2010).
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En el 2010, el gobierno, consciente de la necesidad de reorientar el programa
para aumentar la participación de los pequeños agricultores, ha renovado la
estructura del programa, poniendo la Petrobras Biocombustibles a la cabeza.
Los resultados positivos ya están empezando a hacerse notar, pero todavía
no hay estadísticas consolidadas para comprobar la integración efectiva de
los pequeños agricultores en la cadena de producción de biodiesel.
El Programa Brasileño de Biodiesel muestra que la implementación de
programas destinados a reducir la pobreza a través de la inserción productiva
de los pequeños agricultores es compleja, pero factible. Se pueden extraer
lecciones a ser aplicadas en otros países que deseen seguir un camino similar. A
pesar del esfuerzo puesto en la combinación de las dimensiones ambientales y
sociales, el Brasil da pasos tímidos en el desarrollo de tecnologías y estrategias
de innovación radical, tales como el hidrógeno y los vehículos eléctricos
o híbridos. La estrategia de transporte se basa en cambios incrementales
en los motores de combustión interna y tiene efectos marginales sobre el
medioambiente (Zapata y Nieuwenhuis, 2010).
debAte SUR-SUR Además de la importancia central de las dimensiones social y medioambiental
de la economía verde para los países en vías de desarrollo, la dimensión
política también es muy importante. Los grupos de interés pueden influenciar
los gobiernos y la sociedad a tomar medidas para generar cambios profundos
en determinados ámbitos de la economía, tendientes al fortalecimiento de
elementos básicos de la economía verde. Por consiguiente, el papel que
desempeñan los organismos internacionales no se limita a la sugerencia
directa de métodos, sino que incluye la presentación de oportunidades para
que la dimensión política pueda amoldarse de acuerdo a los intereses de la
sociedad en general y no solo de grupos de interés específicos. El sistema de
las Naciones Unidas, por ejemplo, ha logrado resultados significativos en la
esfera política, a través de la promoción de foros internacionales de debate.
Las experiencias de producción incluyente en zonas rurales y urbanas, que
fomentan el desarrollo de sectores específicos para impulsar la economía
verde deben ser estudiadas en profundidad y compartidas entre países
con características similares. En el ámbito de las políticas de inclusión en
la producción o de transferencias monetarias condicionadas, el intercambio
de experiencias entre los países del Sur es esencial. En este contexto, cabe
destacar el esfuerzo realizado en el ámbito de los países IBSA (India, Brasil
y Sudáfrica) y BRIC (Brasil, Rusia, India y China) por el Centro Internacional
de Políticas para el Crecimiento Inclusivo (IPC-IG), que ha actuado como un
inductor de debate e intercambio de experiencias en foros específicos entre
estos dos grupos de países.
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cOnclUSIón
La economía verde es un concepto amplio y debe concretarse mejor a través
de medidas que modifiquen la estructura actual de las economías nacionales.
El debate sobre el desarrollo de sectores clave, en la forma propuesta por el
PNUMA, toma como base la premisa de que cambios incrementales en algunos
sectores serían suficientes para conducir la humanidad hacia la sostenibilidad.
Las demandas de los países en vías de desarrollo son apremiantes, porque,
más allá de la dimensión medioambiental, urge la necesidad de responder a
la dimensión social. En este sentido, el concepto de crecimiento inclusivo es
fundamental en el desarrollo de políticas públicas que promuevan la transición
hacia una economía verde.
En general, el discurso de los organismos internacionales y de muchos países
es esencialmente optimista, porque difunde casos de éxito en ciertas áreas.
Sin embargo, es importante tener en cuenta que la capacidad de replicación
de estas experiencias es bastante limitada, ya que cada sector estratégico está
insertado en condicionalidades locales particulares, tales como dimensiones
sociales, políticas, económicas y medioambientales específicas.
Los esfuerzos desplegados por las Naciones Unidas y otros organismos
internacionales son de suma importancia, pero todavía son incipientes en el
ámbito de la economía verde. El sector privado debe desempeñar un papel
destacado en este contexto. Hay que tener en cuenta, sin embargo, de que
no hay consenso entre los economistas ambientales en lo que se refiere al
tiempo necesario para que estas transformaciones se concreten. Un proceso
de cambio profundo en la producción y el consumo, basado en la innovación
radical, no está en la agenda, ya que se necesitaría una inversión mucho más
importante que las que se preconizan en los diversos escenarios analizados.
En este sentido, cabe preguntarse si el debate actual conlleva el sentido de
urgencia para que puedan lograrse resultados dentro del tiempo necesario.
REFERENCIASGunningham, N., Kagan, R. y Thornton, D. (2003). Shades of green: business, regulation,
and environment. Palo Alto: Stanford University Press.Hart, S. (1997). Beyond greening: strategies for a sustainable world. Harvard Business
Review, 75(1), 66–76.Orsato, R. (2009). Sustainability strategies. Nueva York: Palgrave MacMillan y INSEAD
Business Press.Porter, M. y Van der Linde, C. (1995). Towards a new conception of the environment-
competitiveness relationship. Journal of Economic Perspectives, 9(4), 97-118.Reinhardt, F. (2000). Down to earth, applying business principles to environmental
management. Cambridge: Harvard Business School Press.UNEP (2011). Towards a green economy: pathways to sustainable development and
poverty eradication. Disponible en: <www.unep.org/greeneconomy>.Zapata, C. y Nieuwenhuis, P. (2010). Exploring innovation in the automotive industry:
new technologies for cleaner cars. Journal of Cleaner Production, 18(1), 14-20.Zapata, C., Vazquez-Brust, D. y Plaza-Úbeda, J. (2010). Productive inclusion of
smallholder farmers in Brazil’s biodiesel value chain: programme design, institutional incentives and stakeholder constraints. International Policy Centre for Inclusive Growth Working paper 73.
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1. Secretario ejecutivo del Ministerio del Medioambiente de Brasil.2. Director de programa del Ministerio del Medioambiente de Brasil.3. Asesor técnico del Ministerio del Medioambiente de Brasil.
el brasil y la economía verde: panorama generalFRANCISCO GAETANI1
ERNANI KUHN2
RENATO ROSENBERG3
1. IntROdUccIón
Al recabar información sobre la situación del Brasil hacia una economía verde
(EV) y sus perspectivas, es necesario plantear algunas preguntas cruciales.
¿Cuáles son los principales avances que se lograron en relación con la EV? ¿En
qué situación se encuentra el Brasil en relación con otros países? ¿Cuáles son
los principales desafíos a superar? Son preguntas generales, contemporáneas
y estrechamente relacionadas con el debate sobre el impacto del cambio
climático y las nuevas concepciones en el ámbito de la teoría económica.
De acuerdo con el documento “Economía verde: síntesis para los encargados
de la formulación de políticas”, publicado por PNUMA en el 2011, la economía
verde debe mejorar el bienestar del ser humano y la equidad social, a la vez que
reduce significativamente los riesgos ambientales y las escaseces ecológicas.
En otras palabras, la EV puede ser pensada como aquella economía que es de
bajas emisiones de carbono, eficiente en el uso de los recursos y socialmente
incluyente.
El esfuerzo de reestructuración de la producción, tendiente a una economía
más verde forma parte del programa de gobierno tanto de países desarrollados
como emergentes. El desarrollo de nuevos mercados pautados por fuentes de
energía más limpia, actividades económicas sostenibles e inclusión social es
el debate económico que ha dominado la segunda mitad del siglo 20, aunque
la crisis financiera del 2008 y la efervescencia democrática en el mundo árabe
han traído a colación el escenario regresivo del crecimiento depredador.
2. el bRASIl cOMO pOtencIA eneRgétIcA ecOlógIcA
Para analizar el potencial de la EV en el Brasil, es fundamental comprender
el importante papel que desempeña el país en virtud de sus condiciones
ambientales privilegiadas y una amplia disponibilidad de recursos naturales.
Tiene la segunda superficie de bosques del mundo, que asciende a
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El Brasil y la economía verde:
panorama general
Francisco GaetaniErnani Kuhn
Renato Rosenberg
aproximadamente 4,8 millones de kilómetros cuadrados, cifra que representa
el 56 % de su territorio y el 10 % de la superficie forestal mundial (Governo
Federal, 2008). Además de la extensión, su vegetación es muy diversificada,
ya que el país cuenta con la selva amazónica, los bosques de araucarias, los
bosques estacionales, los bosques tropicales del Atlántico, la Caatinga (sabana
estépica brasileña), el Cerrado (sabana brasileña) y las campinaranas, lo que
lo convierte en el país con mayor diversidad biológica del mundo (los otros dos
que tienen características similares son el Congo e Indonesia).
En cuanto a los recursos hídricos, Brasil también presenta cifras de
importancia mundial: aproximadamente el 12 % de la disponibilidad hídrica de
la superficie del planeta, según la Agencia Nacional de Aguas de Brasil, de la
cual un 75 % corresponde a la región amazónica (MMA, 2010). Además de la
riqueza genética, derivada de la biodiversidad del país, es menester registrar
una envidiable riqueza de recursos naturales —en términos del volumen de
los yacimientos y la heterogeneidad de los recursos— solo comparable a la
de Rusia, los Estados Unidos, Canadá y Australia.
El Brasil está desarrollando una serie de instrumentos institucionales,
económicos y tecnológicos destinados a la conservación y el uso más
racional y sostenible de tales recursos. Este esfuerzo es reciente, pero ha
cobrado impulso en los últimos 25 años. El desafío ahora es sacar partido del
esfuerzo acumulado en la conservación del medioambiente y el desarrollo
socioeconómico con el fin de aprovechar la ventana de oportunidad que se
abre para el Brasil.
A modo de ejemplo de iniciativa destacada, se pueden citar los antecedentes
brasileños de uso del etanol. La investigación sobre el uso del etanol derivado
de la caña de azúcar como combustible de motores de automóviles comenzó
en la década de 1920 (Magalhães y Schartzman, 1981). En la década de
1930 se promulgó el Decreto n. 19.717 del 20 de febrero de 1931, que hacía
obligatoria la adición de etanol a la gasolina. En 1973, la primera crisis del
petróleo produjo una escasez de energía en el país. A través del Programa
Nacional del Alcohol (Pro-alcohol), el Brasil se movilizó para producir, en
primera instancia, etanol destinado a la mezcla con gasolina y, posteriormente,
para ser usado directamente como combustible a gran escala, lo que llevó al
Brasil a una posición distinguida en todo el mundo. En los últimos años, los
automóviles llamados flex o bi-combustibles (que pueden usar indistintamente
dos combustibles) han alcanzado un lugar importante en el parque automotor
del país, y han cambiado en forma significativa el perfil de consumo de
combustible, mediante la consolidación de la posibilidad de usar etanol en
reemplazo de la gasolina, lo que afectó las características de demanda del
mercado, ahora que el consumidor puede optar por el más conveniente.
Estas iniciativas no tuvieron por objeto la protección del medioambiente. Sin
embargo, en este memento, tienen una importancia significativa en la estrategia
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brasileña de transición hacia una economía verde. En el caso del etanol, este
combustible tiene un saldo de emisiones de gases de efecto invernadero mucho
más bajo que su principal competidor, la gasolina.
De acuerdo con el Ministerio de Minas y Energía de Brasil, en virtud de su
uso, entre 1970 y el 2007, se dejaron de consumir 854 millones de barriles
equivalentes de petróleo, lo que evitó la descarga de 800 millones de toneladas
de CO2 en la atmósfera (MME, 2008). Sin contar los beneficios para la
salud pública debido a la reducción de las emisiones de contaminantes de la
atmósfera. El aumento de la productividad agrícola e industrial en la producción
de etanol, como resultado de una intensa investigación y desarrollo, ayudó en
cierta medida a reducir la presión por el desmonte de bosques para ampliar la
frontera agrícola. A pesar del aumento de la productividad, con el crecimiento de
la demanda de los últimos tiempos, es esencial adoptar medidas de mitigación
para conservar las zonas que tienen un capital medioambiental importante.
Además de los avances tecnológicos, se tomaron una serie de medidas
de carácter institucional para que el Brasil concretara su enorme potencial
de generación de beneficios medioambientales. Se destacan entre ellas,
históricamente, la creación del Código Forestal (1965) y la Política Nacional para
el Medioambiente (1981). Últimamente, se promulgó un decreto presidencial
por el que se aprueba la Zonificación Agroecológica de la Caña de Azúcar, que
prohíbe la plantación de la especie en zonas ecológicamente sensibles, tales
como los remanentes de bosques, dunas y manglares, y en biomas y cuencas
hidrográficas estratégicos, específicamente en la Amazonia, el Pantanal y la
cuenca del Alto Paraguay. También se establecieron normas para fomentar la
cosecha mecánica, para inhibir la quema del follaje de la caña de azúcar.
Algunos ejemplos de EV en el Brasil son: el desarrollo de instrumentos
económicos, tecnológicos e institucionales para aprovechar en forma efectiva
las excelentes condiciones naturales del país y hacer que los beneficios
aportados por estas actividades se incorporen de forma incluyente en la
sociedad brasileña.
3. bRASIl en lA eScenA InteRnAcIOnAl
Sin embargo, a pesar de las condiciones naturales y geográficas favorables,
el Brasil es un gran emisor de CO2. En el 2005, el total de las emisiones
mundiales de gases de efecto invernadero ascendió a 44.130 millones de
toneladas métricas de carbono equivalente (Mt CO2 eq) y aumentó a una tasa
anual del 1,24 % entre 1990 y el 2005 (CEPAL, 2010). En este contexto, América
Latina y el Caribe representan el 12% del total de las emisiones mundiales,
con una cantidad de 5,390 Mt CO2 eq, con una tasa de crecimiento del 1,19
%, similar al promedio mundial entre 1990 y el 2005. También se observa que,
en la región, las emisiones por país son muy heterogéneas, y se destaca una
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alta concentración relativa en algunos países. Además, hay comportamientos
diferentes por fuente de emisión y se sobresale el crecimiento de las fuentes
de energía y una relativa reducción de las emisiones provenientes del cambio
de uso del suelo (deforestación) (CEPAL, 2010).
En el período 1990-2005, la tasa brasileña de crecimiento de las emisiones,
es más baja que la tasa promedio de la región. A pesar de todo, el Brasil es
el mayor emisor de gases de efecto invernadero de la región, puesto que es
responsable de más del 50 % de las emisiones durante el período mencionado
(CEPAL, 2010). Teniendo en cuenta el total de las emisiones de CO2 equiva-
lente en el mismo período, excluidas las emisiones producidas por el uso del
suelo (Barbier, 2009), el país ocupa el séptimo lugar en el mundo (2,6 %),
detrás de la China (18,6 %), los Estados Unidos (18 %), la Unión Europea (13
%), Rusia (5,1 %), India (4,8 %) y el Japón (3,5 %). Cabe señalar que, en el
Brasil, la mayor parte de las emisiones de gases de efecto invernadero proviene
del cambio de uso del suelo que, si se incluyera en este cálculo, ciertamente
elevaría el país a uno de los mayores emisores del mundo.
Las principales fuentes de emisión en todo el mundo se concentran en el
sector ener-gético (65 %), seguido por el sector agrícola (14 %) y las emisiones
causadas por el cambio de uso del suelo (12 %). Las fuentes de emisión en
América Latina y el Caribe tienen una estructura distin-ta, y las producidas
por el cambio de uso del suelo representan casi la mitad del total regional,
mien-tras que el sector energético participa con el 28 % y la agricultura con
un 20 % (CEPAL, 2010). Esto demuestra que las estrategias de mitigación
en América Latina deben tener en cuenta tanto las emi-siones relacionadas
con el consumo de energía como, primordialmente, el nivel de deforestación
y degradación del suelo.
Con relación a las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) per
cápita en 1990 y el 2005, el Brasil ocupa la cuarta posición en la región, atrás
de Bolivia, Venezuela y Trinidad y Tobago. Con respecto a las emisiones de
CO2 por consumo de energía y producción de cemento (2005), el Brasil está
por debajo de los niveles de los países de América Latina y el Caribe (CEPAL,
2010).
Cuando hablamos de cambio climático en el Brasil, en su calidad de gran
emisor de GEI, el país ha adoptado una postura proactiva al asumir metas
voluntarias en el ámbito de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre
el Cambio Climático y el Protocolo de Kioto. El país se comprometió, a través
de su Política Nacional sobre el Cambio Climático (Gobierno Federal, 2008),
a reducir entre un 36,1% y un 38,9 % las emisiones proyectadas para el 2020.
En términos concretos, esto significa reducir, hasta el 2020, un 6 % de sus
emisiones en relación con el año base 2005, lo que equivale a alrededor de 132
millones de toneladas de carbono equivalente. Esta actitud tendrá un impacto
positivo, si no clave, en las futuras negociaciones del Protocolo de Kioto.
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4. pRIncIpAleS AccIOneS4
4.1 bosques
En cuanto a la Política Nacional sobre el Cambio Climático, en el 2010 se
dieron algunos pasos importantes tendientes a su implementación, entre los
que se destaca el reglamento del Fondo Nacional sobre el Cambio Climático,
que establece que parte de sus recursos provendrán de una participación
especial en las ganancias de la cadena del petróleo. Entre los objetivos del
fondo se encuentran la lucha contra la desertificación, proyectos de formación
y capacitación, desarrollo y difusión de tecnologías, el apoyo a cadenas
productivas sostenibles y el pago por servicios ambientales.
Otro punto delicado es la prevención y el control de la deforestación y los
incendios forestales. En el caso del importante bioma Amazonia, entre el 1
de agosto del 2009 y el 31 de julio del 2010, la superficie deforestada fue de
6.451 kilómetros cuadrados, según el Instituto Nacional de Investigaciones
Espaciales de Brasil, cifra que representa una disminución del 13,6 % respecto
al período anterior y de aproximadamente el 75 % en comparación con los
datos del 2003.
El Plan de Acción para la Conservación y el Control de la Deforestación
en la Amazonia centró sus esfuerzos en los 43 municipios con las tasas más
altas de deforestación, de los cuales, un 90 % de ellos logró reducirlas. Por
otra parte, en la Amazonia, con miras a acelerar el proceso de regularización
medioambiental de la propiedad rural, 94 municipios han iniciado el registro
en el Catastro Ambiental Rural. Solo en Mato Grosso y Pará, el catastro ya ha
registrado más de 40.000 propiedades.
También se pusieron en marcha en la región mecanismos de mando y control,
en particular, instrumentos de fiscalización. Durante el período analizado, el
Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables,
con el apoyo de la Fuerza Nacional, la Policía Federal y la Policía Caminera
Federal, impuso alrededor de 5.400 multas por un total de 1.800 millones de
reales. Se requisaron unos 86.000 metros cúbicos de madera y se confiscaron
170.000 hectáreas.
El Plan de Acción para la Prevención y el Control de la Deforestación y los
Incendios en el Cerrado, prevé medidas para reducir la tasa de deforestación,
los incendios forestales y la quema de remanentes forestales en el bioma
Cerrado. Entre ellas, se destacan el sistema de monitoreo sistemático de la
cubierta forestal del Cerrado, la capacitación de 4.500 bomberos, el desarrollo
la Macrozonificación Ecológica y Económica de las regiones del Cerrado, la
creación de Unidades de Conservación (UCs) por un total de 2,5 millones de
hectáreas, la inclusión de siete productos más de la socio-biodiversidad en la
4. La fuente de las acciones mencionadas es Presidência da República do Brasil (2011).
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Política de Garantía de Precios Mínimos, la oferta de líneas de crédito para la
recuperación de pastos degradados y la ampliación de la forestación en áreas
ya desmontadas.
En el 2011, se finalizará el Plan de Prevención y Control de la Deforestación
en el Bioma Caatinga, ya en preparación por el Gobierno Federal. Con
la expansión del monitoreo en el país, por la continuidad del Proyecto de
Monitoreo Satelital de la Deforestación de los biomas Caatinga, Pantanal
y Bosque Atlántico, también se divulgarán más datos actualizados sobre la
deforestación de estos biomas. Los desafíos son arduos, pero los cambios
están sucediendo.
4.2 macrozonificación
La macrozonificación ecológica y económica de la Amazonia, que abarca
el territorio de nueve estados brasileños, fue institucionalizada por decreto
en diciembre del 2010. En el mismo año se publicaron los diagnósticos del
entorno físico, biótico y socioeconómico de la cuenca hidrográfica del río Sao
Francisco. En la actualidad, alrededor del 50% del país ya cuenta con algunas
pautas sobre el uso y la ocupación del suelo en la escala de 1:250.000 y más
de las dos terceras partes de la superficie están cubiertas por proyectos de
zonificación económica y ecológica. Esta zonificación es importante para
conciliar la producción agrícola con las preocupaciones medioambientales,
con el objetivo de evitar la expansión desordenada y el consiguiente daño al
medioambiente.
La macro-zonificación es un instrumento clave para la implementación de
una política ambiental, necesariamente coherente con el territorio. La migración
de parte de la economía brasileña a una economía verde tiene dimensiones
e implicaciones sobre el desarrollo regional que deben preverse, a fin de
incorporar las preocupaciones acerca de la dimensión de la sostenibilidad, más
allá de las consideraciones micro-empresariales. Las macro-zonas que pautan
la política medioambiental, es decir los seis biomas: Amazonia, Caatinga,
Cerrado, Bosque Atlántico, Pantanal y Pampa, necesitan un análisis que las
superponga a otros vectores de desarrollo económico y social, tales como el
Programa de Aceleración del Crecimiento y su inversión en infraestructura,
las formas de producción local, los asentamientos, etc., de modo de permitir
la planificación de las respuestas sociales, económicas y medioambientales
en cada contexto específico.
4.3 tratamiento de residuos sólidos
Otro tema que ha adquirido importancia como agente catalizador y promotor
de una economía verde en el país es el tratamiento de los residuos sólidos
urbanos. La Política Nacional de Residuos Sólidos fue promulgada el 2 de
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agosto del 2010 y su reglamento fue aprobado el 23 de diciembre de ese
mismo año. Con la creación en 2011 del Plan Nacional de Residuos Sólidos, la
implementación del Sistema Nacional de Información sobre Gestión de Residuos
y la activación de los acuerdos sectoriales, que deben estipular los mecanismos
para la implementación de la logística inversa de los principales productos y
envases de cada actividad, el contexto es de importantes perspectivas y mucha
actividad por parte del gobierno y los diferentes sectores involucrados.
El desarrollo de estos mercados y el cambio de sus patrones de
funcionamiento, señalan una nueva escala en el proceso de verdeamiento de
la economía, con consecuencias en los sectores económicos tradicionalmente
influenciados por los gobiernos locales y estatales. Saneamiento básico,
residuos sólidos y logística inversa son pilares importantes de la (nueva)
economía verde, mercados cuyas tasas de crecimiento son considerablemente
más altas que el promedio de la economía.
4.4 Recursos hídricos
El 2010 estuvo signado por el fortalecimiento de la Política Nacional de
Recursos Hídricos y del Sistema Nacional de Gestión de los Recursos Hídricos.
Tuvieron lugar acontecimientos importantes, tales como la I Conferencia
Nacional sobre el Agua y la primera revisión del Plan Nacional de Recursos
Hídricos. Otras acciones también se destacaron, como por ejemplo, el desarrollo
de la matriz de coeficientes técnicos de consumo de agua en los procesos de
producción y de un modelo de equilibrio general; la planificación estratégica
del Sistema Nacional de Gestión de los Recursos Hídricos y el desarrollo de
estrategias para el fortalecimiento del Consejo Nacional de Recursos Hídricos;
así como el desarrollo del Sistema de Informaciones del Plan Nacional de
Recursos Hídricos, que funcionará de forma integrada al Sistema Nacional
de Información sobre Recursos Hídricos.
Hay otras iniciativas que ameritan mención. El Programa de Revitalización
de Cuencas Hidrográficas tiene por objeto ayudar a minimizar la degradación
del medio ambiente y restaurar el régimen natural de los recursos hídricos.
Funciona de forma descentralizada en asociación con los estados y municipios.
En el 2010, se dio prioridad a acciones en la cuenca del río Sao Francisco, con
énfasis en la implementación de un sistema de abastecimiento de agua a las
comunidades costeras de 106 municipios, en obras de alcantarillado en 194
municipios y la construcción de sistemas de tratamiento de residuos sólidos
en 13 consorcios intermunicipales.
El pago por el uso del agua se ha implementado en el Brasil desde el 2001.
En los ríos de jurisdicción federal, se estableció el pago en las cuencas del río
Paraíba do Sul (Minas Gerais, Río de Janeiro y Sao Paulo, al Sudeste del Brasil)
en el 2003, en la cuenca de los ríos Capivari y Jundiaí (Minas Gerais y Sao
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Paulo) en el 2006 y en la cuenca del río Sao Francisco en el 2010. Los fondos
recaudados vuelven a los organismos del agua o a entidades delegadas.
4.5 gestión forestal
En el ámbito de la gestión de los bosques públicos, la concesión de los
bosques comenzó a ser adoptada, como una de las formas de proteger el
patrimonio público y estructurar una economía sostenible de base forestal. El
Servicio Forestal Brasileño ha concedido más de un millón de hectáreas para
el manejo forestal, actividad que puede generar puestos de trabajo e impulsar
la economía en lugares que necesitan desarrollo sostenible. Es el comienzo
del proceso de explotación de un campo de negocios con un gran potencial.
El manejo forestal se considera al mismo tiempo un curso de acción para
la explotación económica, la preservación del medioambiente y la inclusión
socio-productiva. La difusión de buenas prácticas en este ámbito se ve
limitada por factores como: a) el desarrollo de investigación forestal que señale
alternativas de explotación factibles y económicamente viables; b) el modelado
de negocios para que el Servicio Forestal Brasileño, el Instituto Brasileño del
Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables y el Instituto Chico
Mendes de Conservación de la Biodiversidad de Brasil trabajen en armonía
en la creación de asociaciones con el sector privado; y c) la demostración de
la viabilidad económica de este tipo de proyecto, sin que se dé a costa del
cuidado del medioambiente y las preocupaciones sociales.
4.6 gestión de las unidades de conservación
El Instituto Chico Mendes de Conservación de la Biodiversidad es responsable
de la administración de las UCs, que ocupan el 8,5 % del territorio nacional.
Las UCs se dividen en doce categorías — parques nacionales, estaciones
ecológicas, reservas biológicas, refugios de vida silvestre, monumentos
naturales, UCs de protección integral, áreas de relevante interés ecológico,
áreas de conservación ambiental, áreas de bosques nacionales, reservas
extractivas, áreas de desarrollo sostenible y UCs de uso sostenible—, de las
cuales el 32 % ya cuenta con planes de manejo y el 27 % está en proceso de
elaboración de los planes.
En el contexto de la difusión de las prácticas asociadas con EV, se discute
hoy el conjunto de formas institucionales que podrían adoptarse en estas
UCs a fin de identificar modelos de negocio capaces de conciliar tanto la
premisa de la conservación como el desarrollo de otras actividades, tales
como la investigación (básica y aplicada), el turismo, el manejo sostenible de
los bosques, el extractivismo, la explotación económica sostenible, etc. La
conservación depende en gran medida de que la sociedad perciba que el uso
consciente, planificado y cuidadoso del patrimonio natural del país garantiza
su conservación y expansión.
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5. deSAfíOS
Los desafíos que enfrenta el Brasil en el área ambiental son proporcionales
a su potencial. Implican repensar las estrategias de desarrollo económico del
país teniendo en cuenta los crecientes imperativos de orden socio-ambiental.
Es fundamental desarrollar una economía verde fuerte y estructurada con una
mayor generación de empleos verdes. Es un problema nacional que trasciende
la competencia del Ministerio del Medioambiente de Brasil y sobre el cual la
sociedad y los distintos niveles de gobierno comparten responsabilidades.
Hay temas urgentes, como la conciliación de la necesidad de mejorar la
lucha contra la deforestación y la fuerte presión para la expansión agropecuaria.
Incluso la gestión de la matriz energética nacional plantea grandes dilemas, tales
como los relacionados con el cambio del equilibrio entre fuentes renovables y
no renovables, un tema que debe ser tratado, inevitablemente, en función de
los costos y ventajas competitivas asociadas a cada alternativa.
La coordinación de las políticas ambientales en el seno de la administración
pública federal y la convención de un federalismo cooperativo relacionado con
el proceso de implementación de estas políticas, son desafíos permanentes.
El Ministerio del Medioambiente tiene interfaces con casi todos los otros
ministerios de la administración pública federal y se están conviniendo
programas bilaterales con cada uno de ellos. En el marco de las relaciones
intergubernamentales, vale mencionar que la problemática medioambiental del
Brasil es nacional, no federal. Pero el capital de coordinación es, sin duda, el
recurso más escaso de cualquier gobierno.
El diálogo con el sector empresarial, con los movimientos sociales y las ONG
es parte fundamental de la agenda ambiental, y no es de extrañar que todos
se estén orientando rápidamente hacia una sociedad y una economía más
verdes. La historia del Ministerio del Medioambiente de Brasil es el resultado,
en gran parte, de este diálogo. El desafío consiste en profundizarlo de modo
que sea más cualificado y produzca más resultados en el ámbito de las políticas
públicas relativas al medioambiente, en especial las políticas incluyentes.
Por último, cabe destacar que el Brasil es reconocido internacionalmente
como una potencia ambiental mundial, que dialoga con países ricos, en vías
de desarrollo, emergentes y pobres acerca de la agenda ambiental mundial.
En lo concerniente a las principales conferencias mundiales en el ámbito
de la cooperación técnica internacional y en el marco de las plataformas de
cooperación Sur-Sur (IBAS, Basic, BRIC, UNASUR, etc.) se espera cada vez
más que el país asuma una posición de prominencia y vanguardia. Sin embargo,
el liderazgo requiere ejemplo, por lo cual es importante la participación de toda
la nación para hacer frente a estos desafíos simultáneos, en forma masiva,
pero coordinada.
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6. cOnclUSIón
En muchos sentidos geopolíticos, el Brasil ha despegado desde una
posición privilegiada hacia una economía verde. Las características naturales
y su aprovechamiento en el pasado nos han llevado a una de las matrices
energéticas más limpias del mundo. Las iniciativas recientes, en el ámbito
gubernamental, consisten sobre todo en el comienzo de una obra de
consolidación y desarrollo en diferentes áreas.
En gran parte de los casos, se trata de empezar la estructuración institucional
y la creación de mecanismos económicos que configuren la agenda de una
nación cada vez más centrada en la evolución de los mercados relacionados
con la economía verde. Algunas iniciativas ya están mostrando un buen
rendimiento, tales como la reducción de la deforestación de la Amazonia, lo que
no quiere decir que no falta recorrer un largo camino tanto en relación no solo
con este bioma, sino también con los todos los otros. Se debe combinar una
mejor protección con el uso apropiado de su biodiversidad de forma integrada
al proceso de desarrollo nacional.
La EV es parte de un proyecto nacional de desarrollo sostenible e
incluyente que no acepta, desde el punto de vista de la propuesta política
gubernamental, trade-offs artificiales y que no sirven al interés nacional, tales
como crecimiento versus sostenibilidad o inclusión social versus conservación
del medioambiente.
El Ministerio del Medioambiente, parte de la administración pública federal,
es un actor estratégico en la agenda económica del país, porque el gobierno
entiende que no se admite desarrollo sin sostenibilidad y biodiversidad.
REFERENCIASBarbier, E. B. (2009). Rethinking the economic recovery: a global green new deal.
Informe preparado para el departamento de Economía y Mercado de la División de Tecnología, Industria y Economía de PNUMA. EUA: Departamento de Economía y Finanzas, Universidade de Wyoming.
CEPAL (2010). La Economía del Cambio Climático en América Latina y el Caribe. Síntesis 2010. Santiago de Chile: Publicación de las Naciones Unidas.
Decreto Federal n. 19.717, de 20 de febrero de 1931.Governo Federal (2008). Plano Nacional sobre Mudança Global do Clima – PNMC –
Brasil. Comité Interministerial sobre Cambio del Clima.Magalhães Castro, M. H y Schwartzman, S. (1981). Tecnologia para a Indústria: a história
do Instituto Nacional de Tecnologia. Disponible en: <http://www.schwartzman.org.br/simon/int/int1.htm> en el 19 de setiembre de 2007.
MMA (2010). Tabela de Indicadores do MMA. Disponible en: <http://www.mma.gov.br/estruturas/219/_arquivos/texto_indicador1_relao_entre_demanda_e_oferta_de_gua_2010_219.pdf> en el 08 de abril de 2011.
MME (2008). Biocombustíveis: instrumento para inclusão social e fator de desenvolvimento econômico com respeito ao meio ambiente. Disponible en: <http://www.mme.gov.br/mme/galerias/arquivos/Artigos/Biocombustxveis_instrumento_para_inclusxo_social.pdf> en el 08 de abril de 2011.
Presidência da República do Brasil (2011). Mensagem ao Congresso Nacional 2011: 1ª Sessão Legislativa Ordinária da 54ª legislatura. Brasília.
UNEP (2011). Towards a green economy. Pathways to sustainable development and poverty eradication. A synthesis for policy makers. St-Martin-Belleveu, França: UNEP.
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1. Este artículo es resultado del proyecto de investigación “Transición de América Latina y el Caribe hacia un modelo de crecimiento verde e inclusivo”, apoyado por PNUMA y CEPAL. Agradezco al Sr. Leonardo Barcellos de Bakker y André Falkenbach Santoro por sus comentarios y auxilio en la elaboración de este texto.
2. Profesor del Instituto de Economía de la Universidad Federal de Rio de Janeiro (IE/UFRJ). E-mail: [email protected].
3. UNEP (2011).
Potencial de crecimiento de la economía verde en brasil1
CARLOS EDUARDO FRICKMANN YOUNG2
1. lA ecOnOMíA veRde cOMO Un nUevO eStándAR de deSARROllO
El concepto de economía verde sugiere que la dinamización de la economía
debe darse por medio de la expansión de sectores con bajo impacto ambiental,
mediante la promoción de acciones tales como las tecnologías limpias, las
energías renovables, los transportes verdes, la gestión de residuos, las
construcciones verdes, la agricultura sostenible, el manejo forestal y el pago
por servicios ambientales. El argumento es que este proceso de reconfiguración
de la actividad económica ofrece un mejor retorno sobre la inversión en capital
natural, humano y económico, mientras reduce la presión sobre el medio
ambiente y contribuye a una mayor equidad social3. Consecuentemente, la
economía verde ofrece la oportunidad de conciliar los objetivos tradicionales de
la política económica, especialmente el crecimiento de la renta y del empleo,
con los objetivos sociales y ambientales del desarrollo sostenible: una estrategia
para inserirse en un proceso de desarrollo basado en la capacidad endógena
de generación y incorporación de progreso técnico, al mismo tiempo que las
cuestiones sociales - incluyendo la protección del medio ambiente – reciben
la misma importancia que los objetivos económicos.
El objetivo de este artículo es mostrar que el “verdeamiento” de la economía
brasileña a través de la expansión de actividades económicas de bajo impacto
ambiental, puede traer mejores resultados para generar empleo e ingresos que
el modelo actual de la especialización en exportaciones de recursos naturales
explotados de manera predatoria o de bienes industriales con elevado grado
de contaminación en su producción. Es decir, un modelo alternativo, basado
en la expansión de los sectores “limpios” puede traer más beneficios sociales
y económicos que la trayectoria actual de la especialización en actividades
“sucias”.
Para demostrar esta afirmación, se presentan los resultados de un modelo
de matriz insumo-producto que permite comparar opciones alternativas de
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Potencial de crecimiento
de la economía verde en Brasil
Carlos Eduardo Frickmann Young
Fuente: Young (2010), con base en los datos de TradeCan.
crecimiento económico (“verde” o “marrón”) en términos de capacidad de generación de empleo y renta (Young, 2010). Los escenarios de crecimiento espurio basado en el agotamiento o degradación de los recursos naturales traen peores resultados que los escenarios donde el dinamismo de la producción está concentrado en sectores que son menos dañinos para el medio ambiente: la creación de empleo y los salarios son más altos en escenarios en los que la dependencia y la degradación de los recursos naturales se reducen, lo que demuestra que es falsa la dicotomía entre la conservación del medio ambiente
y la mejora de las condiciones económicas.
2. lA Re-eSpecIAlIzAcIón de AMéRIcA lAtInA en lA expORtAcIón de RecURSOS nAtURAleS
La creciente dependencia de las exportaciones basadas en recursos naturales o de bienes intensivos en contaminación es un problema estructural en los países latinoamericanos, cuyas exportaciones se concentran cada vez más en recursos naturales o bienes industriales que se caracterizan por un grado relativamente alto de contaminación en sus procesos de producción (Young, 1988; Lustosa y Young 2001, 2002, Malavasi et al., 2005). Esa tendencia se acentuó en los últimos años, tanto en términos de participación relativa de los recursos naturales en la exportación y la especialización en bienes industriales altamente contaminantes. Los resultados obtenidos por Young (2010), utilizando la base de datos del comercio internacional TradeCan y los coeficientes de emisión potencial de contaminantes industriales (ILITHA) del Industrial Pollution Projection System - IPPS - (Hettige et al, 1994) muestran que hay una tendencia clara de incremento en la dependencia en la canasta de exportación de bienes primarios que se ha acelerado rápidamente en la
década de 2000. Las figuras 1 y 2 muestran los resultados de Brasil.
Figura 1Participación de productos primarios en las exportaciones (%), brasil y américa latina
Primarios/x-Total - Brasil
Primarios/x-Total - América Latina
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Fuente: Young (2010), con base en los datos de IPPS y TradeCan (Hettige et al., 1994).
Figura 2Promedio de intensidad de la contaminación potencial de las exportaciones industriales (ilitHa/iPPS), brasil y américa latina
Estos resultados se asocian con la hipótesis de la desindustrialización,
que muestra que el proceso de liberalización iniciado en la década de los
noventa, junto con el auge de los precios de las commodities en la década
de 2000, dejaron un cambio estructural en la región, volviendo a una posición
donde el dinamismo de los mercados extranjeros está basado en las ventas
directas de los recursos naturales o de bienes cuya producción es intensiva
en emisiones de contaminantes. Combinando los dos resultados, durante los
años 2000 las exportaciones de Brasil y América Latina se han vuelto cada vez
más dependientes de la competitividad espuria basada en el agotamiento de
los recursos naturales, en lugar de un círculo virtuoso en el que las ganancias
comerciales se obtendrían a partir de los avances técnicos y la innovación.
Esta cuestión es particularmente problemática, ya que los consumidores en
los países desarrollados están cada vez más conscientes de la huella ecológica
de los productos que compran y la posición de América Latina puede ser vista
como frágil si esta conciencia se refleja en las restricciones comerciales contra
los productos perjudiciales para el medio ambiente.
A pesar de esos problemas, es común encontrar defensores de la tendencia
actual de crecimiento basado en recursos naturales o productos intensivos
en emisiones con el argumento de que las pérdidas medioambientales son
un costo necesario del desarrollo económico. Esa hipótesis, generalmente
llamada “curva de Kuznets ambiental”, justificaría que, en ciertas etapas de
desarrollo, el sacrificio de la base de recursos naturales es un precio inevitable
para mejorar las condiciones materiales de vida de la población. La sección
siguiente presenta un modelo que tiene el objetivo de testar la validez de esa
hipótesis en el contexto brasileño.
Potencial de crecimiento
de la economía verde en Brasil
Carlos Eduardo Frickmann Young
ILITHA/Industriales - Brasil
ILITHA/Industriales - América Latina
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3. lA cOntAMInAcIón IndUStRIAl y lA InclUSIón SOcIAl: eScenARIOS pARA el fUtURO
En la sesión anterior, se demostró que el Brasil y el resto de América
Latina aumentaron su dependencia estructural de bienes primarios y bienes
intensivos en contaminación en su canasta de productos para exportación.
Obviamente, eso trae consecuencias negativas para el medio ambiente. Aun
así, las exportaciones han sido un importante motor del crecimiento económico
y, por lo tanto, argumentase que es necesario aceptar algunos daños al medio
ambiente para aumentar el ritmo de la actividad económica.
La hipótesis implícita en ese argumento es que la actividad económica y la
conservación del medio ambiente están necesariamente en oposición y que,
consecuentemente, los formuladores de políticas públicas tienen que decidir
entre (i) aumentar el nivel de empleo y renta, o (ii) debilitar el crecimiento
económico buscando la preservación ambiental. El propósito de esta sesión
es mostrar que un camino alternativo de crecimiento económico es posible,
ejemplificando cómo la prioridad a la economía verde, además de conservar
el medio ambiente, traerá efectos beneficiosos para los niveles de empleo y
renta.
La presente sesión examina el problema, testando si un crecimiento basado
en degradación de los recursos naturales traería mejores o peores resultados
que la alternativa económica de concentrar el producto en las actividades
de mayor valor añadido, que aportan menos daños al medio ambiente. Para
ilustrar este argumento, se construyeron escenarios utilizando la matriz
insumo-producto de 2005 de Brasil (la más reciente), comparando diferentes
posibilidades de crecimiento económico, utilizando la generación de empleos
y los salarios como medida del crecimiento económico. Entre otras razones,
el empleo y los salarios son buenos indicadores de crecimiento con inclusión
social, ya que expresan mejor la evolución del bienestar de crecimiento del
PBI. Además, dada la extrema concentración del ingreso en América Latina,
es más importante evitar las medidas de crecimiento que no tengan en cuenta
la redistribución de renta.
Los ejercicios realizados trataron de contestar a las siguientes preguntas:
• ¿Qué genera mayor crecimiento: la expansión de actividades intensivas
en recursos naturales o aquellas basadas en bienes manufacturados o en
servicios?
• ¿En el sector manufacturero, que es lo genera un mayor crecimiento: la
expansión de las actividades más o menos intensivas en contaminación?
La ventaja de utilizar la matriz insumo-producto es que ella permite la
observación de toda la cadena de producción. Para que los escenarios sean
comparables, todos ellos deben basarse en la expansión similar de la demanda
final, por medio un crecimiento exógeno de las exportaciones.
Potencial de crecimiento
de la economía verde en Brasil
Carlos Eduardo Frickmann Young
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Hay una serie de limitaciones en el uso de una matriz insumo-producto.
Coeficientes técnicos y precios relativos se asumen como constantes, como
si la economía se mantuviera estática durante el periodo de análisis. Además,
no hay coeficientes de emisiones observadas, sólo estimaciones potenciales
basadas en modelos más antiguos, como el Sistema de Proyección de la
Contaminación Industrial (IPPS), preparado por el Banco Mundial y que es
base de este análisis.
A pesar de todos los problemas señalados anteriormente, el ejercicio de
insumo-producto basado en una economía real aporta resultados importantes,
ya que permiten la consideración de cadenas intersectoriales y son una manera
mucho más efectiva para simular un crecimiento alternativo de posibilidades
que suposiciones sin base o teste sobre la consistencia de sus resultados.
a. metodología
El ejercicio ha simulado una expansión de la demanda final en R$ 40 mil
millones (a precios de 2005), o aproximadamente el 12% de las exportaciones
en 2005 - esta cifra fue elegida por ser el promedio del crecimiento anual de las
exportaciones brasileñas entre 2000 y 2005. Cada escenario ha distribuido la
expansión de ese mismo valor (R$ 40 mil millones) en diferentes combinaciones
de la demanda final en los sectores económicos.
La primera cuestión que surge es saber cuál sector genera un mayor
crecimiento, medido por el crecimiento del empleo y los salarios. La economía
ha sido dividida en tres grandes sectores (productos primarios, manufacturados
y servicios) y la expansión total de la demanda final (R$ 40 mil millones) ha
sido distribuida de acuerdo con los siguientes criterios:
• En el Escenario 1, la expansión de la demanda final se dio sólo en las
actividades primarias.
• En el Escenario 2, la expansión de la demanda final se produjo sólo en
los productos manufacturados.
• En el Escenario 3, la expansión de la demanda final se distribuyó entre los
sectores de servicios, utilidades industriales y la construcción civil.
La segunda cuestión es saber si existen diferencias entre el crecimiento
liderado por las industrias más “limpias” o más “sucias” en términos de empleo
y generación de renta. Para responder a esto, el segundo escenario has sido
dividido en dos sub-escenarios en los cuales se distinguió el crecimiento de la
actividad industrial por la intensidad de la contaminación potencial de acuerdo
con los coeficientes del IPPS: las 10 industrias más contaminantes, de acuerdo
con el IPPS, fueron separadas del resto de la industria.
• En el Escenario 2.1, se supone que la mayor parte del crecimiento de
la demanda final (R$ 30 mil millones) se concentró en las 10 actividades
Potencial de crecimiento
de la economía verde en Brasil
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más contaminantes, mientras que el crecimiento de las exportaciones de las
actividades menos contaminantes fue de apenas R$ 10 mil millones.
• En el Escenario 2.2, se ha simulado el contrario de la situación anterior,
suponiendo que las 10 actividades más contaminantes tuvieron un crecimiento
de apenas R$ 10 mil millones, mientras que las menos contaminantes crecieron
R$ 30 mil millones.
Las 10 actividades industriales más contaminantes de acuerdo con el IPPS
son:
• Productos madereros, excepto muebles
• Papel y celulosa
• Refinerías de petróleo y coque
• Productos químicos
• Resinas
• Productos químicos y sus derivados - varios
• Cemento
• Otros productos no metálicos
• Manufacturas de metales
• Metalurgia no metálica
La producción total asociada con cada uno de estos escenarios ha sido
obtenida multiplicándose la matriz de Leontief por la expansión de los
respectivos aumentos en la demanda final. Así que el aumento del empleo
(personal ocupado) se calculó multiplicando el trabajo/coeficiente de
rendimiento (relación entre el empleo y el valor de la producción por actividad)
por el coeficiente de expansión de la producción por sectores. La siguiente
ecuación resume el procedimiento:
ΔNi = (N/VP). (i - a)-1. ΔXiDónde:
ΔNi: expansión del empleo en el escenario “i”
N/VP: Empleo/valor de la producción
(I - A)-1: Matriz de Leontief para Brasil (2005), calculado por el Instituto
Brasileño de Geografía y Estadística
Δxi: La expansión de las exportaciones en el escenario “i”
El aumento de los salarios (incluidas las contribuciones sociales) se estimó
de manera similar al multiplicar el salario/coeficiente de rendimiento (la
relación entre los salarios, incluidas las contribuciones sociales y el valor de
la producción por actividad) por el coeficiente de expansión de la producción
por sector. La siguiente ecuación resume el procedimiento:
ΔWi = (W/VP). (i - a)-1. ΔXiDónde:
ΔWi: Expansión del salario en el escenario “i”
W/VP: Salarios/Valor de la producción
Potencial de crecimiento
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b. Resultados
La Tabla 2 presenta los resultados agregados para cada escenario. Es
interesante observar que, a pesar de la expansión de las exportaciones totales
sea la misma en todos los escenarios (R$ 40 mil millones), los resultados
varían considerablemente, tanto en términos de generación de empleo como
la generación de renta.
tabla 1empleo y salarios creados por escenario
Escenario Creación de Crieación de empleos salarios (R$ mil miliones)
escenario 1 Expansión en actividades primarias 2,476,906 11,182
escenario 2 Expansión en la industria manufacturera – aumento linear en todos los sectores 1,351,194 13,186
Escenario 2.1 Expansión en la industria aanufacturera – aumento concentrado en los sectores más contaminantes 1,050,523 11,747
Escenario 2.2 Expansión en la industria manufacturera – aumento concentrado en los sectores menos contaminantes 1,409,478 13,464
escenario 3 Expansión en servicios, utilidades industriales y construcción civil 2,008,166 15,220
Fuente: Elaboración propia con base en el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, IBGE (Matriz insumo-producto, Brasil 2005).
A primera vista, parece que, en el escenario 1, la expansión de las actividades
primarias ha beneficiado más del crecimiento del empleo, ya que cuenta con
el número más elevado de puestos de trabajo creados. Sin embargo, dos
elementos deben ser considerados.
• La expansión de las actividades primarias genera la menor expansión de los
salarios, lo que indica que la calidad de los empleos generados por esos
sectores es la de peor calidad entre todos los escenarios. Los resultados
del Escenario 3, que se caracteriza por las actividades identificadas con el
“crecimiento desmaterializado”, muestra que el salario total habría sido de
un 36% más que en el Escenario 1, aunque el empleo se incrementaría a
un 19% menos.
• Los efectos dinámicos: los modelos basados en matrices de insumo-producto
proyectan los patrones actuales para el futuro, manteniendo constantes todos
los parámetros técnicos en el tiempo. Sin embargo, la rápida mecanización
Potencial de crecimiento
de la economía verde en Brasil
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de la producción agrícola y el aumento de la intensidad de capital en el
sector minero han tenido el efecto de sustituir más trabajo, reduciendo
la demanda por mano de obra. Por eso, esos sectores son responsables
por desempleo líquido, en lugar de empleo. Esto se puede comprobar
observando las Cuentas Nacionales brasileñas: la rápida expansión de
las actividades primarias, aumentando su participación en el PBI del 7,2%
para el 8,4% en el periodo 2000-2006, fue acompañada de una reducción
constante de la fuerza trabajo total, del 22,4% para el 19,8% durante el
mismo período (Tabla 2).
tabla 2
Participação relativa (%) das atividades primárias no Pib e emprego, brasil
% Actividades primarias en el PBI total
2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006
7.2 7.4 8.2 9.1 8.8 8.2 8.4
% Actividades primarias en el empleo total
2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006
22.4 21.3 21.1 21.1 21.5 21.0 19.8
Fuente: Elaboración propia con base en el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, IBGE (Cuentas Nacionales)
Por otra parte, la expansión en el escenario 3 muestra un buen desempeño
del empleo (el segundo mayor volumen de empleos creados) y el mayor
incremento en el salario total. Teniendo en cuenta que el Escenario 3 es el más
identificado con el “verdeamiento” de la economía, ya que expande la industria
de la construcción civil (inversiones en “limpieza” de la economía requieren
obras de construcción civil, tales como saneamiento) y los servicios, la base
de “desmaterialización” del crecimiento basado en el conocimiento, la cultura,
la tecnología y componentes tácitos.
Se percibe una tendencia similar en la industria manufacturera. La expansión
de las exportaciones se concentra en el grupo de las industrias menos
contaminantes (Escenario 2.2), que habrían generado un 34% más empleos
y un 15% más salarios que en el Escenario 2.1, donde los sectores dinámicos
son los más contaminantes. Esto se relaciona con el hecho de que la mayoría
de los sectores con elevado potencial de contaminación, tales como los bienes
intermedios, son muy intensivos en capital y requieren relativamente pocos
empleos.
El mensaje del análisis de estos resultados es claro: es una falacia
pensar que los países en desarrollo, como Brasil, tienen que decidir entre el
crecimiento económico y calidad ambiental. Los escenarios que presentaron
los resultados más consistentes para la mejora de la actividad económica,
Potencial de crecimiento
de la economía verde en Brasil
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medida por el empleo y creación de salario, son precisamente aquellos en los
que la dependencia en el consumo de recursos naturales y la degradación
son reducidas. Por lo tanto, no hay razón para creer que, como se predijo por
la “curva de Kuznets ambiental”, el empeoramiento de la calidad ambiental es
necesario para alcanzar una mayor actividad económica: los escenarios con
más contaminación y agotamiento de los recursos llevarían a una disminución
del crecimiento si comparados con los escenarios de crecimiento “verde”.
cOnclUSIón
Este estudio demostró que las iniciativas de la economía verde son una
oportunidad para iniciar un nuevo estándar de desarrollo basado en la
capacidad endógena de generación e incorporación de progreso técnico,
de manera socialmente incluyente y ambientalmente responsable. En ese
sentido, existen muchas similitudes con el concepto original de industrialización
propuesto en el Sistema Centro-Periferia (Prebisch, 1949): el desarrollo de
larga duración sólo puede lograrse cuando la economía se vuelve más intensa
en la innovación y menos dependiente de la exploración extensiva de la base
de recursos naturales. Este argumento ha sido posteriormente profundizado
por Fajnzylber (1988) a través del concepto de competitividad autentica o
sistémica.
Sin embargo, los ejercicios empíricos han demostrado que existe una
clara tendencia, desde finales de la década de los noventa, de aumentar la
dependencia de las exportaciones de bienes primarios y bienes industriales que
son altamente contaminantes durante su proceso de producción. Este resultado
preocupa porque muestra que Brasil y otras economías latinoamericanas
están haciendo el opuesto de lo que se exige por los principios del desarrollo
sostenible. Además, existe un riesgo creciente de que los mecanismos punitivos
podrán establecerse en los productos “sucios” en el comercio internacional,
con daños evidentes para los países que tengan sus exportaciones asociadas
a la degradación o el agotamiento de los recursos naturales.
El principal argumento de quienes defienden el status quo es que los
países en desarrollo tienen que decidir entre el crecimiento económico y
la calidad ambiental. La hipótesis implícita en este punto de vista es que la
actividad económica y la conservación del medio ambiente se encuentran
necesariamente en oposición y, por lo tanto, los tomadores de decisión tienen
que elegir entre uno u otro, como si para preservar los recursos naturales de
forma automática si requiriera el bloqueo del crecimiento de la renta y del
empleo. Este argumento, conocido como “curva de Kuznets ambiental” es
comúnmente citado en la literatura, aunque no haya evidencias definitivas
de que un patrón de crecimiento “sucio” traería mejores resultados que el
‘’verdeamiento’’ de la economía.
Potencial de crecimiento
de la economía verde en Brasil
Carlos Eduardo Frickmann Young
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Para testar las diferencias en términos de creación de empleo y salarios en los patrones “sucio” y “limpio”, se han creado escenarios con técnicas de insumo-producto para simular las consecuencias del uso de diferentes patrones de uso de los recursos. En cada escenario, la misma cantidad de la demanda final ha sido considerada, pero con diferente distribución sectorial. Empleo y salarios se han considerado como medida de crecimiento debido a que son mejores indicadores de inclusión social que el PBI.
Los resultados son muy consistentes, mostrando que el crecimiento espurio basado en el consumo de recursos naturales o la degradación puede traer resultados mucho peores que otras opciones económicas que se centran en la producción de mayor valor agregado de productos que son menos perjudiciales para el medio ambiente. Los escenarios con un incremento del empleo y de creación de salario son exactamente aquellos en los que la dependencia en el consumo de recursos naturales y la degradación son reducidas. Más contaminación y el agotamiento de los recursos naturales llevarían a desempeños desfavorables, en lugar de un crecimiento más inclusivo, llevando a un resultado contrario al esperado a partir de la “curva de Kuznets ambiental”.
Por último, cabe señalar que los resultados presentados en este informe tienen limitaciones importantes relacionadas con la metodología y las hipótesis utilizadas y que la calidad de los datos está lejos de ser la ideal. La mejora de los datos de producción y generación de indicadores ambientales es una necesidad importante para mejorar nuestra comprensión de la relación entre el comercio, las cuestiones de competitividad y el medio ambiente. Así, otra recomendación de política es la implementación de un sistema eficaz de informaciones ambientales
relacionadas con los indicadores económicos ya existentes.
REFERENCIASFajnzylber, F. (1988). Competitividad internacional: evolución y lecciones. Revista de
la CEPAL, n. 36, diciembre, 7-24.Hettige, H., Martin, P., Singh, M. y Wheeler, D. (1994). IPPS - The industrial pollution
projection system. Washington, D.C.: World Bank.Malavasi, L. O., Schuschny, A. R. y Gallopín, G. (2005). Evolución de las emisiones
industriales potenciales en América Latina, 1970-2000. Serie Medio Ambiente y Desarrollo, 97. Santiago de Chile: CEPAL.
Prebisch, R. (1949). El desarrollo económico de la América Latina y algunos de sus principales problemas. Santiago de Chile: CEPAL.
Young, C. E. F. (1998). Industrial pollution and export-oriented policies in Brazil. Revista Brasileira de Economia, v. 52, 543–561.
Young, C. E. F. (2010). Transition towards a green and inclusive economic model: a Latin American perspective. Informe de investigación para el proyecto Transición de América Latina y el Caribe hacia un modelo de crecimiento verde y inclusivo (PNUMA/CEPAL). Rio de Janeiro: IE/UFRJ.
Young, C. E. F. y Lustosa, M. C. J. (2001). Meio ambiente e competitividade na indústria brasileira. Revista de Economia Contemporânea, v. 5, 231-259.
Young, C. E. F. y Lustosa, M. C. J. (2002). Competitividade e meio ambiente. In Braga, A. S. y Miranda, L. C. (ed.), Comércio e meio ambiente: uma agenda para a América Latina e Caribe, 41-60. Brasília: MMA.
UNEP (2011). Towards a green economy: pathways to sustainable development and poverty eradication - a synthesis for policy makers. Disponible en: <www.unep.org/greeneconomy>.
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de la economía verde en Brasil
Carlos Eduardo Frickmann Young
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1. Presidente de Inter.B Consultoria Internacional de Negócios.
brasil y la economía verde: fundamentos y estrategia de transiciónCLÁUDIO R. FRISCHTAK1
IntROdUccIón La visión dominante sobre la conservación del medio ambiente continúa
siendo la de que, en el proceso de desarrollo, los países se confrontan en
último análisis con una elección: más crecimiento o más conservación. Para
proponer las bases de una nueva economía es necesario reexaminar sus
supuestos básicos y la forma como se contabilizan sus resultados. No es tarea
sencilla, pues la fragilidad del paradigma dominante no está en la experiencia
concreta de los países. Al fin de cuentas, la revolución industrial fue predadora
de recursos naturales, pero aceleró el crecimiento y generó elevación del
nivel de bienestar. Entonces, ¿por qué repensar la economía, abandonando
la conexión – aparentemente tanto más necesaria cuanto menor el nivel de
renta – entre crecimiento y uso intensivo (e insostenible) de los recursos?
En primer lugar, porque el agotamiento de la capacidad de los ecosistemas
de soportar la presión de la actividad económica podrá restringir el propio
crecimiento económico. Bajo esa perspectiva, solamente con la conservación
el crecimiento se tornaría viable. En segundo lugar, la necesidad de promover
el desarrollo en nuevas bases producirá nuevas oportunidades. Productos
y servicios dirigidos a soluciones para la economía verde tendrán creciente
participación en la actividad económica.
El agotamiento del antiguo modelo y la transición hacia una economía verde
imponen una inversión de la lógica dominante: mayor crecimiento pasaría a
depender y ser (necesariamente) acompañado por mayor conservación o
uso sostenible de los recursos, de forma que el nuevo trade-off sería entre
crecimiento y uso predatorio del capital natural. El objetivo de este trabajo es
establecer las bases para una economía verde en Brasil y una estrategia de
transición.
lA tRAnSIcIón HAcIA lA ecOnOMíA veRde en bRASIl
La economía verde no tiene precedente ni modelo. Ella supone una
transformación del modo de producir y consumir; la redefinición de la
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ECONOMÍA VERDE
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Brasil y la economía verde: fundamentos y
estrategia de transición
Cláudio R. Frischtak
planificación gubernamental y de políticas públicas; y mayor énfasis en el
esfuerzo innovador. Para permitir una aproximación del enfoque de las políticas
públicas en el apoyo sectorial a la transición a la economía verde, se desarrolla
la siguiente estructura analítica para facilitar la exposición.
La oferta se organiza en dos categorías. La oferta “de mercado” es aquella
que responde de forma autónoma, ya sea a una demanda preexistente o que
presenta aspectos tales que la propia oferta genera la demanda; en ambos
casos, la producción resulta del curso normal de los negocios de las empresas
titulares y de la entrada de nuevas empresas. La oferta “estructurada” es aquella
que, por la dificultad de alcanzar la demanda, por los retornos insuficientes
o por la complejidad tecnológica o institucional involucrada, requiere algún
nivel de intervención o apoyo, ya sea en I+D, en la planificación o en la propia
inversión, en la organización de la producción o en la determinación de precios.
La estructuración de la oferta puede involucrar inversiones directas de gobierno,
subsidios fiscales y financieros, modificaciones en el plan de control, entre
otras acciones.
La demanda, a su vez, podría clasificarse como “espontánea”, cuando
surge de las necesidades básicas de los individuos, siendo determinada
fundamentalmente por el nivel de renta y educación, por el volumen y la
naturaleza de la información a que tiene acceso, por la experiencia (de
consumo) y por su entorno (vía efecto demostración); o como “inducida”, que
requiere que se maneje o estimule – por medio de transferencias, normas y
otras herramientas, incluso por campañas de concientización y educación
pública, para garantizar la creación de mercados para bienes y servicios que
no surgirían espontáneamente.
Esas categorías producen una matriz 2x2. La Figura 1 sintetiza la estructura
analítica aquí propuesta. En sentido horario, empezando por el cuadrante
superior izquierdo, está el cuadrante I, que abarca actividades que combinan
una demanda espontánea y una oferta de mercado y que, en conjunto,
constituyen parte dominante del PBI en la economía, aunque parte menor
del PBI Verde. El cuadrante II está formado por actividades que necesitan
la “estructuración” de la oferta para formar el mercado y suplir la demanda
(potencial). El cuadrante III reúne actividades que dependen tanto de la
estructuración de la oferta como de la inducción de la demanda para que se
tornen económicamente viables. Esas serían en tesis las que tardarían más
tiempo y absorberían más recursos para responder. Finalmente, el cuadrante
IV engloba actividades que se viabilizan si se estimula la demanda por medio
de un flujo mayor de información (incluyendo campañas de aclaración),
transferencias al consumidor que induzcan modificaciones de hábito y otras
medidas que modifiquen el estándar de consumo dominante.
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ECONOMÍA VERDE
Desafios y oportunidades
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2. El área de los círculos refleja la importancia económica relativa de las actividades medidas – en carácter aproximado – por su contribución al PBI del país.
oFeRta
meRcaDo eStRuctuRaDa
Dem
aN
Da
iND
uc
iDa
eS
PoN
tÂN
ea
Figura 1matriz de actividades del Pbi Verde y de la dinámica de las políticas públicas
La matriz ilustra también la dinámica de una actividad típicamente “verde”,
cuya dimensión inicial es limitada, pero que, impulsada por la “mano del estado”
inicialmente en la estructuración de la oferta y posteriormente por la inducción
de su demanda, se expande en el transcurso del tiempo (simbólicamente,
círculos concéntricos mayores), caracterizando la transición hacia una
economía verde. Retornos crecientes de escala o la acumulación de experiencia
reflejada en curvas de aprendizaje y consecuentes aumentos de productividad
podrán hacer que algunas de esas actividades regresen al cuadrante I (o en
su dirección), ya habiendo adquirido una dimensión que le de capacidades
económicas a la actividad.
Veamos la aplicación de esa estructura analítica a un conjunto de actividades
que serían parte constituyente del PBI Verde – entendido como el conjunto de
actividades económicas que conservan o amplían el stock de capital natural
– y, aunque no se agote la potencialidad del PBI Verde, son posiblemente las
más emblemáticas2.
conservación de los ecosistemas
Esa categoría está formada por las actividades económicas que contribuyen
para la integridad de los ecosistemas y su capacidad de ofrecer soporte material
y la multiplicidad de servicios esenciales a una vida digna para la actual y las
futuras generaciones.
Brasil y la economía verde: fundamentos y
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Figura 2conservación de los ecosistemas
Elaboración: Inter. B. Fuentes:
1. “Valorização do Real e competitividade das exportações,” 7/04/10, <http://www.administradores.com.br/informe-se/informativo/valorizacao-do-real-e-competitividade-das-exportacoes/31985/>.
2. “Mudança de hábito” 27/05/09, Valor Econômico.
3. “Espécies invasoras causam prejuízo de US$1,4 trilhão” 28/04/10, Valor Econômico.
4. ”Jóias da Floresta” 28/04/10, Valor Econômico.
5. “Valor econômico e sociocultural do ecoturismo e das atividades recreacionais providas pela Área de Proteção Ambiental Serra de São José (MG)” PBIIC/CNPq, <http://www.sober.org.br/palestra/5/499.pdf>.
6. “Lavouras de árvores” 12/12/05, Unicamp, <http://www.portaldoagronegocio.com.br/conteudo.php?id=23107>.
7. “Discussão sobre REDD define futuro da floresta” 24/08/09, Valor Online.
En la Figura 2, se percibe que esas actividades son aún de magnitud
relativamente pequeña y cuentan con apoyo limitado, concentrándose en el
cuadrante I. Todavía no hay, para todos los efectos, una verdadera economía
de la floresta, con una explotación inteligente y en escala no solamente de los
productos de la biodiversidad (fármacos, cosméticos), sino de la extracción
sostenible y turismo ecológico, entre otros. La mayor excepción es la plantación
del eucalipto en tierras “desnudas”, o explotadas por la pecuaria de baja
productividad, principalmente cuando combinado con la restauración de la
vegetación nativa. Ejemplo reciente3 sugiere que esta última alternativa de
recomposición de la cobertura vegetal es económicamente viable y, en la
medida en que gana escala y experiencia, se consolida como una actividad
del Cuadrante I.
3. El Vale Reforestar, fondo con patrimonio de R$ 605 millones para reforestación. Jornal do Comercio 06/05/10.
oFeRta
meRcaDo eStRuctuRaDa
Dem
aN
Da
iND
uc
iDa
eS
PoN
tÂN
ea
REFLORESTAMENTO ESPECIES NATIVAS (6)
FÁRMACOSNATURALES (1)
COSMÉTICOSNATURALES (4)
REFLORESTAMENTO ESPECIES ExÓTICAS (3)
PRODUCTOS ORGÂNICOS (2)
AGROPECUARIA SOSTENIBLE
TURISMO ECOLÓGICO (5)
ExTRACCIÓN SOSTENIBLE (ALIMENTOS)
REDD / REDD + (7)
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Figura 3conservación de los ecosistemas en la transición hacia una economía verde
De forma general, la ampliación de esas actividades depende no solamente de las políticas de gobierno básicamente estructurando la oferta y ocasionalmente induciendo la demanda, sino de la legislación básica que promueva la protección y uso sostenible de los ecosistemas. En la esfera de la protección a los ecosistemas, el país cuenta con una legislación bastante amplia, centrada fundamentalmente en el Sistema Nacional de Unidades de Conservación, en el Código Forestal, en el Código de Aguas y las normas que orientan la utilización de recursos naturales, las actividades económicas y la intervención en los paisajes.
El sistema de protección de las Unidades de Conservación (UCs) necesita ser reforzado con la creación de nuevas unidades en áreas críticas y, fundamentalmente, por la consolidación de las UCs existentes. Son necesarios sistemas de gestión, monitoreo y fiscalización que garanticen la integridad de las unidades y que impidan actividades predatorias en su interior. Es necesaria la creación de una red social de protección alrededor y en el interior de las unidades, con el comprometimiento de las comunidades tradicionales, dotándolas de condiciones dignas de vida, incluso por el pago de los servicios ambientales y por la explotación sostenible de los recursos naturales.
El Código Forestal es el otro texto básico que ordena las actividades en el plan de la conservación, y cuya revisión ha sido objeto de debate conflictivo. Para muchos productores en la frontera, el registro y licenciamiento ambiental, en el contexto de un plan de recomposición de Áreas de Preservación Permanente y Reserva Legal, así como la regularización agraria, legalizando el uso de la tierra para fines económicos en el marco de la legislación es el más ventajoso.
Un instrumento poderoso y poco utilizado en una perspectiva de sostenibilidad en el campo es el crédito rural. El Plan de Cosecha 2010/11 da un paso en ese
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eaAGROPECUARIA SOSTENIBLE
TURISMO ECOLÓGICO (5)
ExTRACCIÓNSOSTENIBLE(ALIMENTOS)
REDD / REDD + (7)
REFLOREST. ESPECIES NATIVAS (6)
COSMÉTICOS NATURALES (4)
PRODUCTOS ORGÂNICOS (2)
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4. Ver Valor, 07/06/2010 p. B12.
sentido con el programa de Agricultura de Bajo Carbono, aunque el programa absorba no más que 5% de los recursos disponibles4.
Además, hay otros instrumentos de promoción de esas actividades. Algunas medidas componen las políticas del gobierno brasileño, pero necesitan ser ampliadas, como el ejemplo del Impuesto sobre Operaciones relativas a la Circulación de Mercancías y Prestación de Servicios Ecológico. De forma más amplia, deben estimularse empresas e individuos a elaborar y ejecutar proyectos de utilización sostenible e inteligente de los recursos naturales, con la conservación y recomposición de los ecosistemas. Lo fundamental es que la protección de los ecosistemas no sea solamente una tarea de gobierno, sino incluya activamente la sociedad.
transportes y saneamiento
Aquí se analizan las actividades que sirven para estructurar ciudades sostenibles por medio de inversiones dirigidas a mejoras en la accesibilidad, movilidad y saneamiento.
Figura 4Redes de ciudades sostenibles
Elaboración: Inter.B. Fuentes: 1,2,3,4. “Governo culpa carro e moto por poluição” 26/03/10, Folha de São Paulo. 2,3. “Chineses e espanhóis entram na disputa pela obra do TAV” 06/08/09, <http://www.copa2014.org.br/noticias/Noticia.aspx?noticia=870> 4. “Mesmo sem orçamento, governo quer mais hidrovias” 12/01/10, Valor Econômico. 5. Baltar, Emerenciano e Pereira,“Subsídio na prestação de serviços de água e esgoto” <http://www.abrh.org.br/novo/i_simp_rec_hidric_centro_oeste_bsb21.pdf> 6. “Sem ajuda oficial, carro elétrico é inviável” 13/04/10, Valor Econômico. 7. “Reinventar a Mobilidade” 12/08/09, Agenda Sustentável, <http://www.agendasustentavel.com.br/artigo.aspx?id=2765> 8. “Paes diz que bilhete único não terá subsídio” 28/04/10, O Globo.
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estrategia de transición
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BILHETE ÚNICO (3)SANEAMIENTO (5)
TRANSPORTE EN BICICLETA (7)BUSRAPID TRANSIT
AUTO ELÉCTRICO (6)
METRO (2)
TRANSPORTE EN TREN METROPOLITANO (3)
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Se observa en la Figura 4, que, de forma general, para que existan u
obtengan escala, esas actividades necesitan una oferta estructurada, pues
no hay solución “pura” de mercado, como transporte de masa eficiente y de
bajo impacto – ferrocarril, metro, tranvía, BRT. Esos sistemas, que facilitan la
accesibilidad en la red de ciudades, son críticos para la movilidad intraurbana.
Aunque innovaciones tales como el auto eléctrico deban verse como un
avance, las ciudades solamente serán efectivamente sostenibles cuando
tengan sistemas eficientes de transporte de masa. En el caso de saneamiento
básico, su viabilidad económica generalmente depende del nivel de renta de
los usuarios (además del costo de inversión).
Las fragilidades de los sistemas de transportes y saneamiento y el bajo grado
de adaptación de las ciudades a su entorno natural exigen el diseño de una
estrategia específica, para tornarlos sostenibles. Debe considerarse el alto grado
de urbanización del país, su impacto sobre la calidad de vida y el hecho de que
la intervención del sector público tanto en el ámbito de las inversiones como de
la estandarización de las actividades urbanas parece esencial (Figura 5).
La Figura 5 presenta la importancia de políticas activas para la sostenibilidad
de los sistemas de transporte y saneamiento, con especial énfasis en el transporte
de masa. Las regiones metropolitanas necesitan una planificación integrada en
el plan de accesibilidad y movilidad, así como en el tema de saneamiento. Eso
debe ser tratado por un órgano de planificación metropolitana y con poderes de
asignación de recursos, respetando los procesos de consulta a la sociedad. Las
inversiones dirigidas a la mejora de la calidad de vida de la población urbana son
elevadas y el interés colectivo debe ser el criterio dominante en las decisiones
de inversión respecto a la asignación de recursos.
Figura 5Redes de ciudades sostenibles en la transición hacia la economía verde
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TREN DE ALTA VELOCIDAD
BUSRAPID TRANSIT
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SANEAMIENTO (5)
TRANSPORTE EN BICICLETA(7)
AUTO ELÉCTRICO (6)
METRO (2)
TRANSPORTE EN TREN METROPOLITANO (3)
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energía
Esa categoría está formada por actividades dirigidas a la producción y uso
eficiente de energías renovables. Brasil tiene una situación relativamente
peculiar en el sentido de que el país ya tiene una estructura relativamente
adaptada a una economía de bajo carbono por detener significativa
participación de energías renovables. La Figura 6 sugiere, sin embargo, que
la nueva generación de soluciones energéticas – solar, eólica, nuclear – y
proyectos de frontera en hidroelectricidad y utilización de biomasa todavía
no aumentaron escala (como ya ocurrió con los biocombustibles) y para ello,
necesitarán de formas de apoyo más estructuradas.
La agenda de sostenibilidad en energía es densa, como ilustrado por la
Figura 7. Es necesario transitar para la frontera de la economía, eficiencia
e innovación en energía, estimulando la utilización en escala de nuevas
fuentes, consolidando los avances significativos que están ocurriendo en
el plan doméstico y articulándose con los esfuerzos globales para nuevas
soluciones. Dos conjuntos de acciones se configuran como esenciales:
primero, el apoyo estructurado a los esfuerzos de I+D tanto en el ámbito
público, de las universidades y centros de investigación, como en la esfera
privada y empresarial. Segundo, es necesaria la ampliación de los programas
de eficiencia energética, tanto en los procesos productivos, en los productos
y en su uso racional y eficiente.
Figura 6energía
Elaboración: Inter.B. Fuentes: 1. “Governo culpa carro e moto por poluição,” 26/03/10, Folha de São Paulo. 2. “Vento a preço de água,” Jan/10, Revista Brasil Energia Ed. 350. 3. “Energia solar no Brasil,” 24/03/10, Valor Econômico. 4. “IPI menor para linha branca vai respeitar critério ambiental” 29/10/09, Valor Econômico.
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BIOMASSA DE CAñA
ENERGIA HÍDRICA
ENERGIA SOLAR (3)
ENERGIA EÓLICA (2)
ENERGIA NUCLEAR
BIOCOMBUSTIBLES (1)
LÍNEA BLANCA DE BAJO CONSUMO (4)
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Figura 7energía en la transición hacia la economía verde
Residuos
La Figura 8 ilustra las actividades relacionadas a la generación y tratamiento
de residuos: el descarte de productos, el aprovechamiento de los materiales
reciclables y la reducción o eliminación de lo que no es biodegradable
en horizonte razonable. El espacio para ampliación de las soluciones de
mercado se determinará por una combinación de políticas públicas y mayor
concientización de la sociedad.
Figura 8ciclo de vida
Elaboración: Inter.B. Fuentes: 1. “Moda do papel reciclado dá novo nicho à indústria” 18/01/07, Valor Econômico. 2. “Redução de custos move mercado de reciclagem” 29/01/10, Valor Econômico. 3,5. “Mudança de hábito” 27/05/09, Valor Econômico. 4. ”Sustentabilidade para a demolição da Help” 12/04/10, O Globo. 6. “A caneta que se dissolve” 27/04/10. O Globo.
PAPEL RECICLADO (1)
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METALES RECICLADOS (2)
RECOLECCIÓN SELECTIVA (3)
DEMOLICIÓN SOSTENIBLE (4)
PRODUCTOS“INIVADORES”(RECICLABLES, BIODEGRADABALES (5)
PLÁSTICO VERDE
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estrategia de transición
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BIOMASSA DE CAñA
ENERGIA HÍDRICA
ENERGIA SOLAR (3) ENERGIA NUCLEAR
BIOCOMBUSTIBLES (1)
LÍNEA BLANCA DE BAJO CONSUMO (4)
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ea ENERGIA EÓLICA (2)
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Figura 9ciclo de vida de los productos en la transición hacia la economía verde
Como se observa en la Figura 9, hay necesidad de una nueva política dirigida
a la gestión de los residuos, examinando de forma cuidadosa la necesidad (o
no) de controlar o reglamentar la producción y uso de bienes cuya huella es
sensible, ya sea por las externalidades negativas a lo largo de su ciclo de vida
o por su carácter de baja capacidad de degradación en el descarte, pero que
no presenten economicidad en su reciclaje. El papel de la política de gobierno
sería promover alternativas con base en el rediseño de los productos, nuevos
materiales y en la promoción del reciclaje y reducción del desperdicio5.
Es importante destacar que varias de las medidas para incentivar el reciclaje
en el plan individual son relativamente sencillas, pues dependen de normas que
debe obedecer el productor/distribuidor, sin perjuicio público. Al mismo tiempo,
muchas de las intervenciones de gobierno pueden ser transitorias, de forma
que después de un periodo de aumentos de escala y reducción de costos, las
actividades de integración del ciclo de vida de los productos se tornen viables
en el mercado. Con la combinación de mayor escasez y precios más elevados
de materias primas y los aumentos en escala proporcionados en un primer
momento por políticas y normas emanadas del poder público, la recolección
y reciclaje de elementos desechables por medio de operaciones de logística
reversa serían fruto de iniciativas de empresas. La propia recolección selectiva,
después de un periodo inicial, puede tornarse autosostenible, y eventualmente
suficientemente rentable para dispensar subsidios gubernamentales.
5. Un avance muy significativo ocurrió con la institución, el 2010, de la Política Nacional de Residuos Sólidos, que controla el reciclaje, disciplina el manejo de los residuos y innova con la logística reversa, que determina que todos los involucrados en la cadena de comercialización de los productos se organicen y realicen la recolección de embalajes usados y de los residuos de los productos.
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eaLOGÍSTICAREVERSA
METALESRECICLADOS (2)
RECOLECCIÓN SELECTIVA (3)
DEMOLICIÓN SOSTENIBLE(4)
PRODUCTOS“INIVADORES(RECICLABLES, BIODEGRADABLES (5)
PLÁSTICO VERDE
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En síntesis, la protección de los ecosistemas, los sistemas de transporte y
saneamiento, la energía y los residuos pueden integrarse en una economía
verde involucrando de forma limitada las iniciativas de gobierno, que pueden
tener carácter temporal. El análisis anterior apunta que parte considerable
del PBI Verde ya figura en el Cuadrante I. Eso indica que hay soluciones de
mercado, pero muchas son incipientes y otras ni siquiera existen. La expansión
de muchas de esas actividades dependerá de políticas activas, aunque ese
apoyo pueda ser solo temporal.
eStRAtegIA de tRAnSIcIón
La operacionalización de la estrategia de transición hacia una economía
verde supone establecer una agenda de gobierno de la economía verde. Esa
agenda se despliega en:
Primero, la constitución de grupo de trabajo o equivalente involucrando
no solamente gobierno, sino universidades e instituciones de investigación,
empresas y organizaciones de la sociedad civil, con los siguientes objetivos:
• Identificar, de forma objetiva, criterios generales de sostenibilidad
que dirigirían el apoyo directo o indirecto del gobierno a proyectos y
actividades.
• Inversamente, definir qué serían actividades predatorias del capital natural
que deberían contenerse, tributarse o no incentivarse.
• Introducir en la Contabilidad Nacional la dimensión de sostenibilidad en
el sentido sugerido por el informe Stiglitz, con enfoque en la variación del
stock de capital natural.
• Construir gradualmente indicadores que sirvan para determinar el precio de
los servicios de los principales ecosistemas, reconociendo que ese ejercicio
es experimental y sujeto a tentativas y errores, y que determinados servicios
críticos posiblemente no son medibles en términos económicos.
• Inventariar las acciones de gobierno (incluyendo las empresas públicas)
que afectan directa o indirectamente la conservación del capital natural
del país, jerarquizando su impacto.
Segundo, y con base en los resultados del esfuerzo emprendido, definir
un marco de referencia y un conjunto de normas que sirvan de base para
una reorientación de las acciones de gobierno. Es importante destacar que
todavía hay en el país un amplio conjunto de políticas e iniciativas que generan
incentivos que promueven actividades predatorias o sin mérito en la perspectiva
de la economía verde.
Debe conducirse una revisión detallada de los programas de gobierno
inventariados previamente, así como de los incentivos tributarios, financieros
y otros, tanto en el plan sectorial como regional, además de los planes de
Brasil y la economía verde: fundamentos y
estrategia de transición
Cláudio R. Frischtak
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inversión de las empresas estatales y examinar la viabilidad económica (en la
nueva perspectiva) y jurídica de eliminar a lo largo de los próximos años todas
las formas de soporte a proyectos y actividades claramente no conformes con
la economía verde, por:
• Ser directamente predatorias al capital natural sin compensaciones
suficientes por sus efectos económicos;
• Contribuir para “ensuciar” la matriz energética (como las usinas de
generación de energía con base en diesel, aceite combustible o carbón);
• Reducir a accesibilidad y movilidad en los sistemas de ciudades; e
• Ignorar nuevos conceptos y normas arquitectónicas, métodos constructivos
y uso de materiales con el objetivo de ahorrar energía, aprovechamiento
del agua de la lluvia, reciclaje, entre otros.
tercero, debe avanzarse en el sentido de una agenda positiva dirigida a la
protección y recomposición del capital natural en los principales ecosistemas.
Es imprescindible que el país proteja su biodiversidad. En el tema específico de
la protección a los bosques tropicales, Brasil debe reforzar su liderazgo en la
capacidad de monitoreo, en la contención de la deforestación y en la búsqueda
de alternativas dignas de generación de renta y empleo a los pueblos de la
foresta, comunidades tradicionales, así como la población atraída por medio de
programas de gobierno, entre otros. En el plan de los recursos hídricos, el país
debe intensificar sus esfuerzos en el sentido de administrar adecuadamente
sus cuencas y garantizar el uso múltiple, equilibrado y sostenible del agua, cuya
producción y conservación de la calidad necesitan involucrar las poblaciones
ribereñas y productores rurales y cuya determinación de precios es esencial
para su uso racional.
Esas son las directivas de la estrategia de transición hacia la economía
verde.
cOnclUSIón
La economía mundial empezó hace años un proceso de transición apoyado
en el uso predatorio del capital natural y en el agotamiento de la capacidad
de los ecosistemas, con efectos nocivos sobre la sostenibilidad. Un nuevo
paradigma está surgiendo, donde crecimiento y conservación son positivamente
correlacionados y forman la base de la economía verde.
Brasil es una potencia ambiental por sus amplios recursos ecosistémicos
y de energía renovable. Con el apoyo de políticas adecuadas de gobierno,
puede tornarse uno de los países que más rápidamente se consoliden como
economía verde. Ese proceso está basado en cuatro vectores clave del PBI
Verde brasileño: (i) la conservación y ampliación del capital natural, bajo
formas eficientes de explotación agropecuaria, de una nueva economía de la
Brasil y la economía verde: fundamentos y
estrategia de transición
Cláudio R. Frischtak
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floresta, incluso con el uso inteligente de la biodiversidad; (ii) la transformación
del sistema de ciudades por medio de una planificación integrada en el
plan metropolitano teniendo como referencia la necesidad de un proyecto
transformador en la accesibilidad y movilidad urbanas, en la ampliación del
saneamiento, además de la implantación de un nuevo estándar arquitectónico
y constructivo; (iii) el mayor estímulo a la generación y utilización de energías
renovables, necesariamente articuladas a la intensificación de los esfuerzos
de eficiencia energética; y (iv) la integración del ciclo de vida del producto en
el cálculo económico de productores y consumidores por medio de un control
adecuado de la nueva legislación y esfuerzo innovador en diseño y uso de
nuevos materiales.
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estrategia de transición
Cláudio R. Frischtak
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1. Profesora asociada de la Facultad de Economía, Administración y Contabilidad de la Universidad Federal del Estado de Alagoas (FEAC/UFAL). Investigadora del Grupo de Investigación en Agronegocio y Innovación (GAIN/UFAL) y de la Red de Encuesta en Sistemas y Aglomeraciones Productivas y Innovadoras Locales (RedeSist/UFRJ). Directora de la Regional Nordeste de la Sociedad Brasileña de Economía Ecológica (EcoEco).
innovación y tecnología para una economía verde: cuestiones claveMARIA CECÍLIA JUNQUEIRA LUSTOSA1
IntROdUccIón
La discusión sobre los límites del crecimiento debido a la finitud de los recursos
del medio ambiente ha impuesto el reto de aliar el crecimiento económico y la
preservación del medio ambiente. En este debate, se pueden identificar dos
líneas de análisis: la primera privilegia la tecnología como el principal vector
para el cambio, generando procesos productivos más ecológicamente correctos
y, consecuentemente, ampliando los límites del crecimiento económico. La otra
línea de análisis, a diferencia de la primera, pone la imposibilidad de combinar
la preservación del medio ambiente y el crecimiento económico en el sistema
capitalista. La necesidad de nuevos mercados, la imposición de un patrón de
uso intensivo de materias primas y de la energía, hacen crecer más y más
la necesidad de recursos del medio ambiente ultrapasando los límites de la
disponibilidad de estos recursos, aunque utilicen tecnologías más limpias.
Independientemente de este debate, la evolución tecnológica hacia procesos
de producción más eficientes del punto de vista medioambiental, usando menos
materiales y liberando menos desechos en el medio ambiente, es deseable
desde el punto de vista social, porque si no se soluciona el problema del medio
ambiente, por lo menos se buscaría mejorarlo. En este sentido, el desarrollo
de tecnologías más limpias es de extrema necesidad.
Sin embargo, el estudio del cambio tecnológico implica muchos aspectos y es
un proceso evolutivo que tiene características de no linealidad, acumulación y
interdependencia temporal (path-dependence). Además, el cambio tecnológico
hacia la sostenibilidad ambiental depende de otros factores no económicos,
tales como el desarrollo de las capacidades específicas de las empresas, de
la infraestructura y de los cambios institucionales.
En este artículo se abordan las cuestiones relacionadas con la innovación
en la transición hacia una economía verde desde la perspectiva de la teoría
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ECONOMÍA VERDE
Desafios y oportunidades
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Innovación y tecnología para una
economía verde: cuestiones clave
Maria Cecília Junqueira Lustosa
evolutiva del cambio tecnológico y está dividido en cuatro secciones, además
de esta introducción. La primera tiene que ver con la aparición de las cuestiones
ambientales como resultado del proceso de producción económica. La segunda
aborda las cuestiones de la relación entre la innovación y el medio ambiente,
centrándose en los factores que influyen en la capacidad de las empresas en
tornarse innovadoras. La tercera presenta los resultados de la investigación
sobre el comportamiento ambiental de las empresas brasileñas, especialmente
en lo que respecta a la inversión ambiental.
1. cUeStIOneS AMbIentAleS y lA pROdUccIón ecOnóMIcA
Desde la Revolución Industrial de finales del siglo 18, el desarrollo
económico y tecnológico basado en el uso intensivo de materias primas y la
energía aumentó la velocidad de utilización de los recursos naturales. Dada
la abundancia de estos recursos, la cuestión de la sostenibilidad del sistema
económico - es decir, el mantenimiento de condiciones para su buen desarrollo,
no agotando los recursos necesarios y manteniéndoles disponibles en buena
calidad para su uso en el futuro - no estuvo en el centro de preocupaciones
de los economistas desde hace muchas décadas.
Más de un siglo y medio después del inicio del proceso de la industrialización
y del surgimiento de los sistemas de producción agrícolas, se reconoce la
cuestión de la finitud de los recursos naturales, vista como una amenaza para
el crecimiento de las economías modernas, y toma parte en definitiva en la
agenda de investigación de los economistas.
Además del uso intensivo de los recursos naturales, los desechos de los
procesos productivos echados al medio ambiente resultaron en la acumulación
de contaminantes por encima de su capacidad de soporte, causando la
contaminación. Esta no se limita una dimensión local (degradación de cuerpos
hídricos, de los suelos y de la calidad del aire) sino que alcanza una dimensión
regional (las lluvias ácidas) y global (el cambio climático y el agotamiento de
la capa de ozono).
El agotamiento de los recursos naturales y la contaminación son problemas
ambientales resultantes de las acciones antrópicas, que también conducen a
la pérdida de la biodiversidad, generando desequilibrios en los ecosistemas,
y provocan que pierdan parte de sus funciones sociales y biológicas. A
este conjunto de problemas se denomina “cuestión ambiental”. Sus efectos
negativos sobre el medio ambiente son el resultado de las acciones y
decisiones anteriores, lo que sugiere una interdependencia temporal (path
dependence), revelando un proceso de cambio continuo y poniendo de relieve
las incertidumbres respecto al conocimiento de los impactos ambientales del
crecimiento económico.
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ECONOMÍA VERDE
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2. Kemp y Soete (1992) afirman con propiedad que el término “tecnología limpia”, pese a que sea ampliamente usado, no es el más correcto desde el punto de vista lingüístico. Primero, porque ninguna tecnología es totalmente limpia y, segundo, porque se deben distinguir tecnología limpia (clean) y las tecnologías que descontaminan el medio ambiente (cleaning). El término correcto sería “tecnología más limpia” (cleaner) o “ahorradora de recursos naturales” (environment-saving). Hay, todavía, las tecnologías de control, para el monitoreo de los niveles de emisiones y de la degradación de los recursos naturales.
La hipótesis de que la capacidad de soporte del planeta estaba llegando a
su límite, sea por la cantidad de contaminantes emitidos al medio ambiente
o por el agotamiento de los recursos naturales, se remonta a finales de los
años sesenta. Debates acalorados tuvieron lugar en esta fecha en los medios
políticos, académicos y sociales, mediante la incorporación del discurso del
movimiento ecologista, que señalaba la incompatibilidad entre la preservación
del medio ambiente y el crecimiento económico basado en el uso intensivo de
los recursos naturales y la energía de fuentes no renovables. Después de más
de cinco décadas de este debate, se percibe que no es el crecimiento que ha
alcanzado su límite, sino que los patrones tecnológicos y de consumo hasta
entonces adoptados por los países industrializados.
El crecimiento económico basado en patrones tecnológicos intensivos en el
uso de materias primas y energía, especialmente provenientes de hidrocarburos
- importantes demandantes de recursos naturales - puede llegar a los límites de
la finitud de los recursos ambientales, sea por el agotamiento o por la pérdida
de calidad. El cambio de los patrones tecnológicos actuales hacia otros que
degraden menos el medio ambiente es una condición necesaria para que el
crecimiento económico pueda ser continuo. Por eso se puede afirmar que el
crecimiento económico es posible para todos los países, pero con tecnologías
más limpias2 y el uso eficiente de los recursos naturales.
Así que se puede constatar que hay una diferencia entre el cambio del
actual patrón tecnológico, con su base energética centrada en la quema de
combustibles fósiles, y el desarrollo de nuevas tecnologías más limpias en
este mismo patrón, con el fin de minimizar los impactos ambientales de las
actividades económicas.
El cambio del patrón tecnológico es de extrema complejidad, porque
ocurre en el largo plazo, depende de muchas variables, e, incluso inducido
por cualquier tipo de política, no se sabe a priori todas las consecuencias
que se derivan de ella, debido al hecho de que no se puede predecir todas
las externalidades negativas de la tecnología, diseñada y utilizada con fines
específicos. Cuando se trata de cuestiones relativas al medio ambiente, las
externalidades afectan a una dimensión adicional, ya que pueden tener efectos
acumulativos y de agotamiento, que implican incertidumbres. A medida que
aumenta la contaminación acumulada (efecto acumulativo), se pueden verificar
los efectos perversos sobre los ecosistemas y la salud humana, pero no se
sabe exactamente en qué medida ellos pueden verse afectados.
Innovación y tecnología para una
economía verde: cuestiones clave
Maria Cecília Junqueira Lustosa
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3. El esquema centro-periferia es una tesis de Raúl Prebisch, en la cual América Latina era parte de un sistema de relaciones económicas internacionales que operaban como una constelación, cuyo centro eran los países industrializados y la periferia era la pasiva América Latina. En este contexto, Brasil ha experimentado un proceso de “modernización”, es decir, la adopción de patrones de consumo sofisticados de los países centrales por una pequeña porción de la población, que concentraba la mayor parte de los ingresos por exportaciones de café (Furtado, 1974). Con la profundización de la globalización en las últimas décadas, el patrón de consumo de los países centrales se propaga por todas las economías capitalistas, creando un enorme mercado de productos intensivos en materia y energía, que presentan una gran obsolescencia tecnológica.
4. La organización de la sociedad industrial desde el siglo 19 está basada en el “... modelo mecano productivista del positivismo: progreso científico = progreso técnico = desarrollo económico = progreso sociocultural” (Labeyrie, 2004, p. 125). En este contexto, no hay lugar para hablar de las desigualdades sociales y los desequilibrios ecológicos causados por el progreso científico y tecnológico, base del crecimiento económico.
Sin embargo, la tecnología por si misma, incluso cuando se utilicen
intensivamente los recursos naturales y se devuelvan los residuos de las
actividades productivas al medio ambiente, no generaría impactos ambientales
significativos si no fuera por el efecto de escala – se llega a los límites
ambientales generados por el patrón de consumo.
El aumento continuo de la producción demanda una mayor cantidad de
recursos naturales y desecha más residuos en el medio ambiente. Este
aumento se asocia con el patrón de consumo impuesto por el modo capitalista
de producción, intensivo en materia y energía, que es el estándar de los países
centrales, que se transfiere a través de la subordinación cultural, económica,
tecnológica y financiera a los países de la periferia3 siguiendo la lógica de
acumulación del sistema capitalista. Para su expansión, nuevos mercados
son necesarios, y por lo tanto, nuevas necesidades de los consumidores, que,
para que sean atendidas, necesitan el desarrollo por tiempo indefinido de la
producción4. Consecuentemente, crecen la población y sus necesidades,
elevando la escala de la producción industrial y de los sistemas agropecuarios,
resultando en el aumento tanto en la demanda de recursos naturales cuanto
de los residuos en los procesos productivos.
Se impone, de esta manera, un trade-off entre crecimiento económico y
preservación del medio ambiente. Por una parte, el crecimiento económico
ha traído consigo mejoras en las condiciones de vida de la población,
generando mayor cantidad de bienes y servicios disponibles para satisfacer las
necesidades, pero no se las distribuyen equitativamente. Por otra parte, ese
mismo crecimiento ha traído problemas ambientales, que no se restringieron
a las actividades industriales y agropecuarias, tales como la urbanización
desordenada, empeorando las condiciones ambientales, causando daños a
la salud humana y a la calidad del medio ambiente.
Dada la complejidad de la cuestión señalada arriba, este artículo aborda
un aspecto específico para subsidiar este debate más amplio: la innovación
ambiental como medio de cambio del patrón tecnológico actual hacia una
economía verde. De esa manera, se pone una pregunta central: ¿cómo inducir
los cambios tecnológicos hacia la adopción de tecnologías más limpias con el
Innovación y tecnología para una
economía verde: cuestiones clave
Maria Cecília Junqueira Lustosa
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ECONOMÍA VERDE
Desafios y oportunidades
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fin de lograr la sostenibilidad ambiental? ¿Es decir, que los recursos naturales
sirvan a la generación actual y futura, y que los niveles de contaminación se
reduzcan, incluso con el aumento de la producción?
2. InnOvAcIón y MedIO AMbIente
El sector industrial es uno de los que más daños provoca al medio
ambiente, sea por sus procesos productivos o por la fabricación de productos
contaminantes y/o que tengan problemas de la disposición final después del
uso. Si por una parte, las tecnologías adoptadas han llevado a la degradación
ambiental, por otra parte, han permitido un uso más eficiente de los recursos
naturales y la sustitución de insumos en el proceso productivo. Un ejemplo
notable ha sido el mejor aprovechamiento energético de los derivados del
petróleo y su sustitución parcial por parte de otras fuentes de energía después
de la primera crisis del petróleo en 1973. Luego, el desarrollo tecnológico hacia
un patrón de producción menos agresivo al medio ambiente es visto como una
solución parcial al problema.
El cambio tecnológico hacia la adopción de tecnologías más limpias pasa
por el proceso de innovación. Según Hall (1994), el proceso de innovación
corresponde a todas las actividades que generan cambios tecnológicos y la
interacción dinámica entre ellos, que no necesitan ser invenciones primarias.
Cuando innova, una empresa está buscando una solución a un dado problema
que se resuelve dentro de un paradigma tecnológico, es decir, dentro de
determinados patrones de solución ampliamente aceptados basados en los
principios de las ciencias naturales. De esa manera, una vez establecido el
paradigma tecnológico, las innovaciones se vuelven selectivas en la capacidad
de resolver problemas, mientras encubren otras soluciones que estarían fuera
del paradigma tecnológico – caracterizando una “ceguera” del paradigma
tecnológico dominante. Las tecnologías son elegidas en el proceso selectivo,
que de acuerdo a las características predominantes en el ambiente selectivo,
eligen determinadas tecnologías en detrimento de otras.
Sin embargo, cuando las dificultades de encontrar soluciones se tornan
cada vez más crecientes, incluso para los problemas ambientales, existe un
fuerte incentivo para el cambio de paradigma tecnológico. Todavía esto no
es una condición suficiente, ya que, para establecer un nuevo paradigma, es
necesario que se produzcan avances en el conocimiento básico, así como
otros factores institucionales y de mercado. Por esta razón, el paradigma
tecnológico dominante y el ambiente selectivo establecen el ritmo y la dirección
del progreso técnico, que incluso puede generar un cambio de paradigma, por
medio de un proceso lento y gradual.
Dentro del paradigma tecnológico actual, una tecnología determinada es
seleccionada. Según B. Arthur (citado por López, 1996), la tecnología no es
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elegida por ser la más eficiente, pero se vuelve más eficiente porque ha sido
elegida. Es decir, las tecnologías se vuelven más atractivas cuanto más se
utilizan. Por lo tanto, la tecnología posee interdependencia temporal (path-
dependent), es decir, ella será el resultado de las trayectorias predefinidas. Esto
genera efecto de lock-in, haciendo con que las empresas se queden atrapadas
a la tecnología más difundida y dominante. Estos eventos tienen efectos
importantes sobre la capacidad de la empresa para encontrar soluciones a
problemas específicos, es decir, su capacidad de innovación, incluyendo en
la dirección de tecnologías ambientalmente saludables (TAS).
Se puede definir las TAS como el conjunto de conocimientos, técnicas,
métodos, procesos, experiencias y aparatos que utilizan los recursos
naturales de manera sostenible y permiten la correcta eliminación de residuos
industriales, de manera a no degradar el medio ambiente. Se obtienen por
medio de innovaciones medioambientales.
Los cambios tecnológicos hacia la adopción de tecnologías ambientales
pueden ocurrir en las trayectorias tecnológicas (un motor de combustión más
potente y que genere menos emisiones) o en el paradigma tecnológico (un
cambio de las fuentes de energía primaria que permita generar un menor
impacto ambiental). Respecto a la generación primaria de energía, se puede
identificar el “paradigma de los hidrocarburos”, es decir, basado en el petróleo
y el gas natural.
De esa manera, para que las mejoras ambientales se produzcan, las
empresas deben adoptar las innovaciones. Sin embargo, la innovación en
la empresa no es el resultado de una decisión basada en factores internos,
sino de complejas interacciones entre ella y sus clientes y proveedores, y de
un contexto más amplio, incluyendo el entorno institucional, cultural y social,
la infraestructura, aspectos macroeconómicos, el sistema de innovación. El
enfoque del análisis debe, por lo tanto, extrapolar la empresa y buscar un
enfoque sistémico.
Estas consideraciones inducen a un aspecto importante para la economía
verde - como direccionar el cambio tecnológico hacia las innovaciones
ambientales - y plantea la siguiente cuestión: ¿qué es lo que capacita a las
empresas para generar y adoptar innovaciones ambientales? Hay una serie de
factores - económicos, sociales, institucionales y científicos - que influyen en
la capacitación de las empresas a volverse innovadoras. En general, se puede
agruparlas en factores internos y externos a las empresas. Entre los factores
internos se pueden destacar: las habilidades específicas para la resolución
de problemas, la capacidad de absorción de la empresa y el acceso a las
innovaciones desarrolladas por terceros.
Las capacidades específicas de la empresa para resolución de problemas se
acumulan a lo largo del tiempo. Es decir, son las habilidades y conocimientos
que la empresa posee, adquiridas con el tiempo, que determinan su capacidad
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para absorber o crear conocimiento. Estas habilidades y conocimientos
dependen de las inversiones en investigación y desarrollo (I+D), del
conocimiento individual de los empleados, del tamaño y de la naturaleza de
la empresa (pública, privada, transnacional, etc.), del sector de actividad y del
grado de especialización.
El segundo factor interno está directamente relacionado con el primero. La
capacidad de absorción, de acuerdo con Cohen y Levinthal (1990), se define
por las habilidades de reconocer el valor de la nueva información, asimilarla y
aplicarla con fines comerciales, siendo crucial para capacitar a la empresa para
innovar. Esta capacidad de evaluar y utilizar el conocimiento externo es función
del nivel de conocimiento previo, es decir, en la medida en que el conocimiento
externo y la empresa tengan patrones básicos y lenguaje comunes, es más
fácil de utilizar la información de manera productiva.
El acceso a las innovaciones desarrolladas por otros no es libre y, en general,
tiene altos costos. Ya sea por falta de información de la empresa que quiere
adoptar la innovación ambiental, por estrategia competitiva del innovador en
no difundir su innovación, por protección de patentes y secreto comercial o por
los costes de mantenimiento de la capacidad de absorción, las innovaciones
no están disponibles como “productos en la estantería de supermercado”. Esto
significa que hay un costo de acceso y que este puede ser alto. Por lo tanto,
para muchas empresas es difícil innovar, sea por el alto costo de desarrollo
interno o por la adquisición de tecnologías de terceros.
Entre los factores externos están: el actual paradigma tecnológico, el
Sistema Nacional de Innovación, el contexto macroeconómico, las medidas
de carácter reglamentario y el grado de competencia en el mercado en que
opera la compañía.
El actual paradigma tecnológico, como se explicó anteriormente, marca la
capacidad de la empresa para innovar, ya que establece el estándar científico
en el que las innovaciones deben estar circunscritas. En este sentido, el cambio
en el paradigma tecnológico puede hacer con que la empresa se vuelva más
o menos innovadora, dependiendo de sus competencias específicas.
El Sistema Nacional de Innovación (SNI), el segundo factor externo, influirá
en la capacidad de las empresas para generar y adoptar innovaciones, ya que
es un sistema organizacional que tiene como objetivo desarrollar la ciencia
y la tecnología dentro de los límites de la nación. Se trata de un complejo
arreglo institucional que envuelve los laboratorios I+D de las empresas, los
institutos de investigación y universidades, las instituciones de financiación,
las instituciones educativas y las instituciones legales (patentes, leyes que
regulan la competencia). El SNI debe ser considerado en sus tres dimensiones:
las instituciones, la interacción entre ellas, formando una red y la capacidad
de aprendizaje. Por lo tanto, un SNI eficaz induce a las empresas a ser
innovadoras.
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El contexto macroeconómico es un factor que interfiere con el proceso de
innovación de la empresa, puesto que torna explícito el contexto económico
en el que se insiere. Las empresas tienen dificultad para tomar decisiones en
condiciones de gran incertidumbre, generadas por un escenario de inestabilidad
macroeconómica. En este contexto, hay una cierta parálisis para innovar.
Inversamente, la estabilidad macroeconómica crea confianza en los agentes
económicos, que tenderán a consumir e invertir más.
Las medidas de carácter reglamentar son de extrema importancia para inducir
innovaciones ambientales. Algunas industrias requieren mayores regulaciones
en función del tipo de actividad que desarrollan. Por ejemplo, las empresas
cuyas actividades causen impactos negativos sobre el medio ambiente están
sujetas al cumplimiento de las regulaciones, que pueden inducir innovaciones,
a depender de los objetivos e instrumentos de política ambiental.
Por último, el grado de competencia en el mercado en que opera la empresa
es uno de los factores que más influyen en su decisión de generar y adoptar
innovaciones, incluyendo las ambientales. Con la presión de los mercados,
especialmente los más competitivos, la innovación se convierte en el factor
diferenciador entre la empresa y sus competidores, creando asimetrías entre
ellas y puede ser la única manera de sobrevivir en un mercado que valora la
no agresión al medio ambiente.
Por lo expuesto anteriormente, nuevas trayectorias y bifurcaciones de
trayectorias tecnológicas deben ser inducidas de manera a incorporar
mejorías ambientales, aunque no sea el objetivo principal del desarrollo de
una tecnología en particular. Es decir, al incorporar la cuestión ambiental en las
innovaciones, se pueden obtener mejoras ambientales y beneficios económicos
simultáneamente. La adopción de tecnologías más limpias no ha sido guiada
por la protección del medio ambiente, sino que por la búsqueda de la eficiencia
en el uso de los recursos (Fukasaku, 2000).
Pese a que de los avances en las tecnologías ambientales en el sector
industrial (tecnologías más limpias, intensificación del uso de materiales
menos nocivos al medio ambiente, mejorías de los procesos y sistemas para
la reutilización de materiales) los problemas ambientales todavía persisten.
La condición para lograr avances en la dirección de un patrón de producción
más ecológicamente correcto implica en el cambio hacia un paradigma
tecnológico que no se base en el uso intensivo de energía y materias
primas, y la consiguiente adaptación de los procesos productivos. Un nuevo
paradigma tecnológico requiere un largo período de maduración, con varias
transformaciones, incluso de naturaleza conceptual.
Por ejemplo, el concepto de consumo necesita revisarse. Consumo es un
término distinto de uso. El primero significa la destrucción de la materia original,
o más bien transformarla en otros elementos. Es decir, cuando quemamos
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carbón, hubo consumo, ya que se transformó en dióxido de carbono y agua.
El uso significa que no hay transformación de la materia, pero se pueden
añadir otros elementos a ella. Este es el caso del agua y de los metales,
que permanecen agua y metales incluso después de su uso. Por lo tanto,
pueden ser reciclados y reutilizados en otras circunstancias. Sin embargo,
esta distinción no se hace por la mayoría de las actividades económicas que
generan la contaminación por no reciclar los materiales ya utilizados, dejando
así de convertir los residuos del proceso productivo en riqueza.
3. InnOvAcIón y MedIO AMbIente en lAS eMpReSAS bRASIleñAS
La industrialización brasileña se caracterizó por un relativo descuido con
las cuestiones ambientales, consecuencia “...del retraso en el establecimiento
de normas ambientales y las agencias especializadas en el control de la
contaminación; de la estrategia de crecimiento asociada a la industrialización
por sustitución de importaciones, privilegiando los sectores intensivos en
emisiones; y de la tendencia hacia la especialización del sector exportador en
las actividades potencialmente contaminantes” (Young y Lustosa, 2001).
Durante muchos años, el sector industrial no hizo caso de los costos
ambientales de sus procesos de producción y ni tampoco con sus desperdicios,
incluso la contaminación. Se creía que producir de manera ecológicamente
correcta sería más costoso y perjudicaría a los resultados económico-financieros
de las empresas. Sin embargo, la búsqueda de alternativas que minimicen los
impactos negativos de la actividad productiva en el medio ambiente se ha
reflejado en los beneficios económicos y mejora de la competitividad de las
empresas.
Las cuestiones ambientales han ganado espacio en las preocupaciones
sociales de las empresas a partir de la década de los noventa. Al darse cuenta
del creciente interés y preocupación de la sociedad con el medio ambiente,
las empresas buscaron inserirse en el contexto de los agentes que participan
del cambio en respuesta a las expectativas de la sociedad, constatada la
disminución de la capacidad financiera del Estado y el descrédito del Estado
como un actor de transformación capaz de resolver los problemas sociales
relevantes.
En la medida en que la preservación del medio ambiente se ha convertido en
un factor diferenciador para las empresas, siendo una oportunidad de negocios,
surgió la posibilidad de que se incluyesen las preocupaciones ambientales en
sus estrategias, con prácticas ecológicamente más adecuadas. Tales prácticas
se han traducido en la adopción de TAS, la aplicación de sistemas de gestión
ambiental, el uso racional de los recursos naturales, entre otros.
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Aprovechando la oportunidad para mejorar su imagen y tener el
reconocimiento de la sociedad para ser un actor clave en el proceso de
transformación, las empresas han pasado a invertir en programas ambientales
en el ámbito social. A pesar de los pocos incentivos fiscales, las empresas se
han dedicado a estos proyectos buscando una imagen positiva, sirviendo como
una poderosa herramienta de marketing, diferenciándoles de sus competidores
y ganando la atención en los medios incluso de forma espontánea. Esta es
una primera indicación de que el medio ambiente puede ser una manera de
mejorar la competitividad. A pesar de las iniciativas sociales y ambientales
implementadas por las empresas, con resultados positivos para el medio
ambiente y la sociedad, los problemas ambientales “en casa” - resultado
de los impactos ambientales negativos de sus actividades básicas - fueron
muy inferiores a la visibilidad de los proyectos ambientales destinados a la
sociedad. Las excepciones son las empresas que han sufrido una cierta presión
para hacerlo: la exigencia de los países que importan productos brasileños y
regulaciones ambientales que obligan a las empresas a reducir los impactos
ambientales de sus actividades.
La reducción de costes también ha desempeñado un papel importante para
minimizar los impactos ambientales de las empresas. Sin embargo, el ambiente
no ha sido el foco principal – los programas para la conservación de la energía,
de optimización de procesos con los objetivos de reducción de costos con
insumos, procesos de control automatizados que reducen los desperdicios,
recirculación del agua, entre otros, han tenido un retorno positivo en el uso
más racional de los recursos naturales.
Las evidencias empíricas muestran que las innovaciones que generan
impactos positivos tanto en el medio ambiente cuanto en los resultados
económicos de las empresas se relacionan con su porte. Sea por personal
ocupado o por rango de ingresos netos, son las mayores empresas las que
consideran el medio ambiente un factor de motivación para la empresa para
innovar (Lustosa, 2002; Podcameni, 2007). El tamaño de la empresa tiene una
influencia positiva sobre la probabilidad de realización de inversión ambiental,
es decir, cuanto mayor sea la empresa, mayor es la probabilidad (Ferraz y
Seroa da Motta, 2001). Las micro y pequeñas empresas (MYPE) han actuado
menos en la solución de cuestiones ambientales, indicadas por las variables
de adopción de la gestión ambiental, de mejora de imagen, del aumento de
las ventas, del acceso a nuevos mercados y de la inversión ambiental (CNI
et al. 2001).
Otros estudios confirman que las exigencias impuestas por la ley siguen
siendo el principal determinante de la inversión ambiental en las empresas.
Según Almeida et al. (2004), la mayoría de las empresas todavía limita su
responsabilidad ambiental al cumplimiento con la legislación medioambiental y
en respuesta a las multas y sanciones. Sin embargo, las crecientes exigencias
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del mercado y la competencia entre las empresas que hacen que la adopción de
los principios de la gestión ambiental se convierta en una condición necesaria
para la supervivencia de las empresas.
Ferraz y Seroa da Motta (2001), en estudio que analiza los determinantes
de la inversión ambiental en la industria de Sao Paulo, constataron algunos
de los factores internos y externos a las empresas que son importantes para
la inversión ambiental. Los factores internos indican que las plantas con
mayor número de trabajadores, las empresas más antiguas y las de capital
extranjero tienden a invertir más en el medio ambiente, así como aquellas con
una mayor proporción de las exportaciones sobre las ventas y que pertenecen
a sectores considerados contaminantes. En relación a los factores externos a
las empresas, sólo los factores asociados con la regulación ambiental formal,
como el número de advertencias de la agencia del medio ambiente, por ejemplo,
fueron significativas.
Tigre (1994), en investigación realizada con productores de equipos y
servicios ambientales, muestra que el 69% de las empresas se han dado cuenta
de las regulaciones del gobierno como una gran influencia en el crecimiento de
su mercado y que el 21% considera que tales regulaciones son influyentes5.
La innovación de las MYPE está relacionada con factores tales como la
organización y la necesidad de innovación en el sector en el que operan.
Aunque en la mayoría de los casos no dispongan de capital suficiente, ellas
tienen otras ventajas que favorecen la inversión en innovaciones, tales
como estructuras flexibles, actividades diversificadas y adaptación rápida
a los cambios del mercado. Sin embargo, las pequeñas empresas tienen
menos acceso a las informaciones tecnológicas que las grandes, además, la
dificultad en la obtención de crédito tornan mucho arriesgadas las iniciativas
de innovación.
Entre los otros factores que inhiben la innovación en las MYPE, están la baja
capacitación de gestión de las personas que están por delante de la empresa
y la planificación a corto plazo. Debido a que tienen un tamaño pequeño, los
propietarios y/o administradores se aferran a resolver los problemas cotidianos y
no dan la debida importancia a las estrategias a largo plazo y de innovación.
En lo que respecta específicamente a la cuestión de la innovación ambiental,
su importancia radica en el hecho de que la producción eco-eficiente es un
instrumento importante de la competitividad, ya que reduce costos y mejora la
calidad de los productos, posibilitando la apertura de nuevos mercados.
5. Às outras opções de resposta, pouco influente e não influente, foram atribuídos percentuais de 7% e 3% respectivamente.
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cOnclUSIOneS
El proceso de crecimiento de las economías capitalistas modernas, a partir
de la Revolución Industrial del siglo xVIII, generó una enorme producción de
bienes materiales. Coincidiendo con este aumento espectacular en la escala
de producción, surgieron también las “cuestiones ambientales” - el agotamiento
de los recursos naturales y la contaminación. Sin embargo, fue en el final de
la década de los sesenta que la degradación del planeta pasó, poco a poco, a
entrar en la agenda de discusión en los medios sociales, políticos y académicos.
El movimiento ambientalista empieza entonces a asumir una vertiente social
y política.
En este debate, la innovación y la tecnología se convierten en variables
importantes a estudiar, ya que son ellas las que establecen el conjunto de
conocimientos, técnicas, métodos, procesos, experiencias y aparatos que
transformaran las materias primas en bienes de consumo.
De esa manera, el estándar tecnológico presenta una doble cara: fue y sigue
siendo, en gran medida, uno de los factores que conducen al agravamiento
de las cuestiones ambientales en la proporción en que aumenta la escala de
producción. Su otra cara surge como la solución de problemas ambientales,
por medio de cambios tecnológicos hacia la adopción de tecnologías
ambientalmente saludables – que utilizan los recursos naturales de manera
sostenible y que permiten la disposición adecuada dos residuos de la
producción, de forma a no degradar el medio ambiente. Tales cambios ocurren
por medio de las innovaciones ambientales.
Una vez que las empresas son los agentes productores de la economía,
su capacidad de generar y adoptar innovaciones ambientales es crucial para
que se obtengan procesos productivos y productos menos perjudiciales
para el medio ambiente y, por lo tanto, mejorías ambientales - gestionando
adecuadamente los recursos naturales y controlando la contaminación.
No obstante los beneficios que las innovaciones ambientales pueden
traer, hay factores de orden política, tecnológica y de mercado que limitan su
generación y difusión. En los casos en que las empresas no muestran interés
en las prácticas menos dañinas para el medio ambiente, el Estado debe, a
través de la gestión pública ambiental, utilizar los medios legales (la política
medioambiental y su reglamento) e incentivar a las empresas a cambiar su
comportamiento con respecto a los impactos ambientales de sus actividades.
La regulación ambiental tiene una vertiente jurídica y otra informativa - refleja las
necesidades de los requisitos de protección del medio ambiente en requisiciones
específicas, señalando para los contaminadores y los proveedores de las
tecnologías ambientales que es lo que se está demandando. La generación y
sobre todo la difusión de innovaciones ambientales son fundamentales para
la armonización de la protección del medio ambiente con el crecimiento de la
producción económica.
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REFERENCIAS
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Preston, J.T. (1997). Technology innovation and environmental progress. In Chertow, M. R. y Esty, D. C., Thinking Ecologically – the next generation of environmental policy. Londres: Yale University Press.
Tigre, P. B. (coord.). Tecnologia e meio ambiente: oportunidades para a indústria. Rio de Janeiro: UFRJ, 1994.
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1. Profesor titular del Instituto de Economía de la Universidad Estadual de Campinas (IE/UNICAMP), coordinador del Núcleo de Estudios e Investigaciones sobre Medio Ambiente (NEPAM/UNICAMP) y director de la Sociedad Brasileña de Economía Ecológica (EcoEco).
2. Por eficiencia ecológica se entiende el uso más eficiente de los recursos naturales, produciendo más con la misma cantidad de recursos y/o manteniendo el nivel de producción con una menor utilización de recursos, que se traduce en una reducción de la emisión de residuos por unidad de producto o servicio.
3. Las recomendaciones de este informe en gran medida repercuten lo que dice hace décadas el principal teórico del concepto de desarrollo sostenible, el profesor Ignacy Sachs, de la Universidad de París. Ver, por ejemplo, Sachs (2006).
4. Lo mínimo que debe considerarse como escala humana de largo plazo es 10 mil años, desde la invención de la agricultura en el neolítico. En promedio, debe tenerse en perspectiva el periodo transcurrido desde el control del fuego por la humanidad, algo entre 200 y 400 mil años.
5. Algunos especialistas creen ser teóricamente posible aumentar hasta 10 veces la actual eficiencia ecológica media. Por ejemplo, las actuales emisiones de carbono producidas por la quema de carbón para la producción de acero podrían reducirse hasta un 90% con la introducción de nuevos procesos. Para una discusión detallada ver los trabajos de Factor Ten Institute: http://www.factor10.de
agricultura para una economía verdeADEMAR RIBEIRO ROMEIRO1
1. cOnSIdeRAcIOneS InIcIAleS
¿Qué es una “economía verde”? El entendimiento sobre el significado de
una economía verde dependerá de la concepción de sostenibilidad ecológica
subyacente. En el informe reciente del PNUMA sobre economía verde, esta
concepción es aquella implícita en el concepto de desarrollo sostenible:
es posible conciliar crecimiento económico con conservación ambiental a
través del aumento de la eficiencia ecológica2, de la mayor prudencia en las
decisiones que incluyen impactos ambientales, de la mayor consciencia de
los consumidores en la elección de bienes y servicios menos impactantes,
etc. El informe deja claro cuánto se puede hacer en ese sentido, llevando al
“verdeamiento” de la economía3.
Sin embargo, en el largo plazo, dentro de una escala humana (miles
de años4), la concepción de sostenibilidad ecológica por considerarse es
aquella que establece claramente que el crecimiento económico, expresado
por el aumento de la producción material/energética per cápita, no puede
continuar indefinidamente porque sencillamente existen límites entrópicos
para el aumento de la eficiencia ecológica: de acuerdo con la 2ª Ley de la
Termodinámica, la Ley de la Entropía, no es posible reducir a cero las emisiones
de residuos generados por las actividades humanas5. Es necesario tomar en
cuenta la finitud del planeta Tierra, que es un sistema cerrado desde el punto
de vista de los intercambios de materia con otros sistemas en el espacio
(con excepción de la caída ocasional de meteoritos); desde el punto de vista
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6. Es fuente exógena de energía toda fuente de energía que no sea la solar directamente recibida diariamente por el planeta, como los combustibles fósiles y la energía nuclear; los materiales inertes en la corteza terrestre (todo tipo de recurso mineral) en la medida en que se los retiran y procesan en la ecósfera (capa de la Tierra donde se concentra la vida – de algunos metros por debajo del suelo hasta algunos cientos de metros por sobre el suelo) se tornan residuos activos en la medida en que obligan los ecosistemas de la ecósfera a absorberlos.
7. El hecho que hayan fracasado las previsiones iniciales en función de errores en el modelado y en los parámetros asumidos, no modifican los fundamentos lógicos que resultaron en su elaboración.
8. Para un análisis del debate sobre indicadores que reflejen esas dimensiones del desarrollo económico ver Veiga (2010).
Agricultura para una economía verde
Ademar Ribeiro Romeiro
energético, el planeta está “calibrado” para solo absorber energía solar e irradiar
calor al espacio exterior, no teniendo fuentes endógenas activas significativas
de energía (las fuentes geotérmicas son relativamente poco importantes). El
aumento sin límite de la producción material/energética con base en fuentes
exógenas de energía y de materiales (que se encuentran inertes en la
corteza terrestre) resultaría en desequilibrios termodinámicos crecientes que
terminarían produciendo procesos adaptativos ecológicos catastróficos para
la especie humana6. En ese sentido, el crecimiento cero (de la producción
material/energética) será inevitable (“por bien o por mal”), tal como lo previó
el Club de Roma en 19727.
Crecimiento cero, es necesario decir, no significa necesariamente ausencia
de desarrollo humano. Seguramente, el desarrollo humano depende del
crecimiento de la producción material/energética con el objetivo de obtener un
nivel de comodidad material que se considere adecuada. Sin embargo, a partir
de determinado nivel de comodidad material, el desarrollo humano depende
mucho más de otros factores, principalmente de aquellos relacionados al
equilibrio emocional de los individuos. En ese sentido, un índice que mejor
mediría el desarrollo en sus varias dimensiones no sería el PBI, como se ha
corrientemente calculado8.
En el caso de la agricultura, los límites a su expansión son más obvios:
el área agrícola disponible es visiblemente finita y, por más espectaculares
que hayan sido los aumentos de productividad del suelo, no se puede contar
más con aumentos expresivos; al fin y al cabo, parece claro para todos que la
productividad agrícola no puede crecer indefinidamente. Finalmente, Thomas
Malthus estaba absolutamente correcto en su intuición fundamental sobre los
límites ambientales al crecimiento. ¿Quién no está de acuerdo con la idea de
que la población mundial no pueda crecer de forma perpetua? Los economistas
más obtusos lo admiten, aunque continúen creyendo que el crecimiento
perpetuo del consumo material/energético lo pueda.
Sin embargo, no basta admitir que la expansión de la producción agrícola
tenga límites. Es necesario considerar las condiciones en que se realiza esa
producción; ¡Ellas tienen que permitir su continuidad por milenios! A principios
del siglo 20 en Europa, principalmente en Francia, se produjo un debate
en los medios agronómicos sobre las grandes ventajas de la agricultura
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9. La erosión eólica en particular en las grandes planicies semiáridas producía tormentas de polvo, dust bowl, ¡que llegaban hacia la Costa Este!
10. Por productos agroecológicos deben entenderse todos aquellos producidos según determinadas reglas de cultivo basadas en el manejo inteligente de las fuerzas de la naturaleza, minimizando introducción de insumos agroquímicos exógenos.
11. Para un análisis de los problemas de adopción de prácticas agroecológicas en Brasil ver Assis y Romeiro (2004 y 2007).
norteamericana, de alta productividad del trabajo, pero grandes impactos
ambientales, comparada con la agricultura europea, que conservaba el
ecosistema agrícola, pero era menos productiva por unidad de trabajo. Muchos
especialistas llegaron a argumentar en favor de la agricultura norteamericana,
diciendo que no compensaría perder en beneficios de productividad para
conservar los suelos, pues en el futuro (alrededor del final del siglo) ¡la
agricultura ya no sería necesaria para la producción de alimentos!
Los efectos catastróficos de la erosión en los EE.UU. terminaron llevando
a un gran movimiento para la conservación de suelos y para la adopción de
otras prácticas conservacionistas que garantizaron un mínimo de sostenibilidad
a las prácticas agrícolas dichas modernas9. Sin embargo, puede cuestionarse
ese mínimo de sostenibilidad de las prácticas actuales, como lo han hecho
los movimientos en favor de prácticas alternativas de agricultura, éstas sí
capaces de garantizar efectivamente la capacidad productiva agrícola en el
larguísimo plazo.
2. lA eSpecIfIcIdAd ecOlógIcA del SectOR pROdUctIvO AgRícOlA
La actividad agrícola depende de espacio. Es la principal responsable por
la transformación irreversible de ecosistemas naturales. Presenta también la
peculiaridad de tener la cantidad y la calidad de sus producciones afectadas
por el grado en que las técnicas utilizadas impactan en su base natural. Las
prácticas dichas modernas garantizaron la cantidad, pero no la calidad de
los alimentos. Éstos han presentado grados variados de contaminación por
agroquímicos, así como reducción en la calidad nutricional: estructura de
aminoácidos y tenor de vitaminas afectados por la fertilización desbalanceada
y por la degradación de la estructura física de los suelos.
Sin embargo, incluso la cantidad no está garantizada si consideramos el muy
largo plazo. Los defensores de las prácticas actuales argumentan, de modo
análogo a los defensores de la agricultura norteamericana a principios del siglo
20, que la adopción de prácticas agroecológicas reduciría mucho la productividad
del trabajo agrícola, representando un costo no aceptable por la población.
De hecho, los denominados productos orgánicos o, más genéricamente,
agroecológicos10 son más caros, siendo que su comercialización todavía
se dirige a nichos de mercado compuestos por un público más consciente y
dispuesto a pagar más caro por productos de mejor calidad11.
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Ademar Ribeiro Romeiro
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ECONOMÍA VERDE
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12. Para una categorización de los servicios ecosistémicos (o ambientales), ver el informe “Evaluación de los Ecosistemas del Milenio” (MEA, de la sigla en Inglés) del 2005.
Sin embargo, es posible argumentar que esos precios ya podrían ser menores
si los Estados dedicaran a las prácticas agroecológicas esfuerzos semejantes
al que dedican a la agricultura convencional, en términos de investigación y
extensión agrícolas, crédito, subsidios, etc. Además, es necesario considerar
que una correcta contabilización ecológica mostraría que los precios más
elevados de los productos agroecológicos embuten una serie de servicios
ecosistémicos12 que benefician a toda la sociedad.
El primero, ya mencionado, es la calidad de los alimentos. Alimentos
más sanos en términos nutritivos y exentos de contaminación química. Otro
servicio importante es la producción de agua de calidad. Un paisaje agrícola
agroecológico resulta de un manejo de suelo que potencializa la capacidad
de infiltración del agua, eliminando la erosión y contribuyendo para la
regularización del flujo de agua de los ríos. De esa forma, la calidad de las
aguas no es afectada por el arrastre de tierra y agroquímicos, reduciendo el
costo de tratamiento del agua en los centros urbanos (que no resuelven todo
el problema) y contribuyendo para el mantenimiento de la fauna acuática.
Un tercer servicio ecosistémico es aquél del mantenimiento de una
biodiversidad florística y faunística en el paisaje agrícola que es cada vez
más valorizado en la mayoría de los países. Para el ecoturismo o turismo rural
ese paisaje agroecológico es fundamental y cada vez más los ciudadanos de
diversos países están dispuestos a pagar por esos servicios. La absorción
y almacenamiento de carbono sería un cuarto. Existen otros, pero no todos
pueden ser monetizables a causa de la falta de informaciones. Los que son
monetizables deberían contabilizarse y tomarse en cuenta en la formulación
de políticas agrícolas de apoyo a las prácticas agroecológicas.
Posiblemente la necesaria contabilización de la dimensión económica
(monetaria) del valor de la agricultura agroecológica sea suficiente para justificar
políticas más incisivas en su apoyo. De cualquier modo, es necesario no perder
de vista sus dimensiones propiamente ecológica y sociocultural, cuyas métricas
no son monetarias. La dimensión sociocultural tiene su métrica en el papel
que el espacio agrícola puede tener para la preservación de la identidad cultural
de muchos pueblos. En el caso de la dimensión ecológica, que interesa a
todos, la métrica es la sostenibilidad de muy largo plazo definida por criterios
(a) utilitario (necesidad para la supervivencia humana) y (b) deontológico
(aceptación del derecho a la supervivencia de especies no útiles).
La ciencia agrícola ya acumuló experiencia suficiente para definir los
parámetros de sostenibilidad de larguísimo plazo para las prácticas agrícolas:
un agroecosistema donde cierta proporción de remanentes de flora y fauna
nativas contribuye para la resiliencia agroecosistémica de largo plazo de
prácticas agropecuarias basadas en el manejo de procesos naturales.
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ECONOMÍA VERDE
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13. Ver Romeiro (1991, 1998) para un análisis histórico de ese proceso.
2.1. los principios ecológicos de las prácticas agroecológicas
Es posible decir que las prácticas agrícolas modernas evolucionaron en
respuesta a estímulos económicos provenientes de las ventajas del monocultivo
en términos de la organización y de la productividad del trabajo agrícola y de la
perspectiva de beneficio con la especialización en la producción del producto
más rentable13. Técnicamente eso fue posible por medio de la introducción de
procedimientos químico-mecánicos que se revelaron ellos propios degradantes
de la base productiva.
Es necesario tener claro que el monocultivo contraría una regla básica en
la naturaleza, según la cual diversidad es sinónimo de estabilidad. Cuanto
más simplificado sea un determinado ecosistema, mayor es la necesidad
de fuentes exógenas de energía y materia para mantener el equilibrio. El
monocultivo provoca un profundo desequilibrio, tanto desde el punto de vista
de la cobertura vegetal (infestaciones de plagas) como el de las actividades
física, química y biológica del suelo.
Los factores desestabilizadores ganan fuerza y obligan al agricultor a recurrir
a técnicas intensivas en energía para mantener las condiciones favorables al
desarrollo de los vegetales. Sin embargo, esas soluciones técnicas no tratan
de eliminar las causas del desequilibrio, sino solamente contornar sus efectos
sobre los rendimientos. La eficacia inicial de esas técnicas y procedimientos
tornó la gran mayoría de los especialistas extremamente optimista.
Sin embargo, la experiencia demostró que no había razón para ese
optimismo. En Francia, por ejemplo, debido a la reducción general de la tasa
de materia orgánica, la estructura física de los suelos se tornó cada vez más
susceptible a la acción de factores climáticos, así como el paso de máquinas
y equipos pesados – cuyo uso, a su vez, fue necesario para descomprimir
suelos más susceptibles a la compactación debido al bajo tenor de materia
orgánica.
En otras palabras, la degradación de la estructura física del suelo provoca
una contradicción permanente en el nivel de las intervenciones que tienen
como objetivo modificar favorablemente las condiciones de abastecimiento de
agua y nutrientes para las plantas: cuanto más el suelo se degrada, menos se
puede contar con factores naturales (servicios ecosistémicos) para obtener
las condiciones necesarias para el cultivo, las cuales tiene que obtenerse por
medio de intervenciones químico-mecánicas que también contribuyen para la
degradación. Sin embargo, es necesario tener claro que esas innovaciones
no resuelven la contradicción, en la medida en que se destinan a contornar
los efectos de la degradación del medio sobre la productividad, sin cambiar
las causas de los problemas.
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011 14. Para un análisis más amplio de las perspectivas de políticas agroambientales ver Romeiro
(2007).15. La siembra directa es un sistema de cultivo sin aradura del suelo. Se entierra la semilla
directamente en el suelo que fue cubierto con una capa de restos de la cultura picados (rastrojo), que protegen y al mismo tiempo suministran la materia orgánica necesaria para alimentar la cadena de organismos que viven en el suelo. Las condiciones adecuadas para el desarrollo de la planta a partir de la semilla resultan precisamente de las actividades de esos organismos; por lo tanto, esas actividades se traducen en el servicio ecosistémico de estructuración del suelo para la implantación y desarrollo de las culturas.
¡Es necesario enfrentarlos con la adopción de prácticas agrícolas que
manejen la naturaleza y no luchen contra ella! Un ecosistema agrícola implica
obligatoriamente en la simplificación del ecosistema original. Por ello, es
necesario que el agricultor intervenga permanentemente para mantenerlo
estable. Sin embargo, esa intervención debe realizarse de acuerdo con las
propias leyes de la naturaleza.
La simplificación extrema puede ser evitada a través de la rotación de
culturas. Esa práctica es un notable medio de mantenimiento de la estabilidad
del ecosistema agrícola. Además de reducir drásticamente el riesgo de
infestación de plagas en la cobertura vegetal, las rotaciones contribuyen de
forma eficaz para el mantenimiento de una buena estructura física del suelo.
La agroecología busca precisamente eso: a partir de la experiencia milenaria
de las agriculturas campesinas exitosas, desarrollar científicamente prácticas
agropecuarias que manejen la naturaleza para obtener servicios ecosistémicos
útiles a la producción.
3. pOlítIcAS AgROAMbIentAleS
Como resultado de lo expuesto en las secciones anteriores, la investigación
científica en agroecosistemas sostenibles debe ser parte fundamental de una
política agroambiental para la agricultura. En Brasil hace más de 20 años
empezó la investigación con prácticas agrícolas menos impactantes14. Uno
de los más notables resultados de ese trabajo es la expansión del sistema de
siembra directa15, que ya sobrepasó la marca de los 10 millones de hectáreas.
Se trata de un sistema de cultivo en que el agricultor crea las condiciones,
garantizando el tenor de materia orgánica necesario y protegiendo el suelo del
sol y de la lluvia, medidas necesarias para que las actividades de la microvida
del suelo resulten en una estructura física adecuada a la plantación. Representa
un reconocimiento de como el manejo inteligente de las fuerzas de la propia
naturaleza permite obtener servicios ambientales de conservación de suelo y
mantener una productividad elevada. Otro ejemplo, más antiguo y de inmenso
éxito es el de uso en amplia escala de la fijación del nitrógeno atmosférico a
través de inoculantes que potencian ese proceso natural que ocurre con plantas
leguminosas como la soya. También el control biológico de plagas en la soya,
con el uso de virus que ataca su principal insecto predador. Son técnicas que
usan procesos naturales, servicios ecosistémicos, pero que todavía se aplican
principalmente en monocultivos.
Agricultura para una economía verde
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Actualmente los órganos de investigación en Brasil están ampliando el
esfuerzo de investigación en agroecosistemas sostenibles. Por ejemplo, la
Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (EMBRAPA) hace algunos
años creó un centro de investigación en agrobiología, además de mantener
otro centro de investigación en agricultura y medio ambiente16. Son centros
de referencia, pero todos los demás centros de investigación de EMBRAPA
también tienen esa preocupación con la sostenibilidad de las prácticas agrícolas.
Recientemente fue lanzado un “paquete” tecnológico de integración pecuaria-
agricultura. Son dos actividades que tienen fuertes complementariedades
ecológicas, de modo que su integración aumenta la producción por hectárea
de forma sostenible. Se trata de un paso importante para viabilizar la efectiva
adopción de prácticas agroecológicas.
Juntamente con la política científica y tecnológica es fundamental que las
externalidades negativas de las prácticas convencionales sean medidas y tasadas
de alguna forma. Simultáneamente, deben considerarse las externalidades
positivas – servicios ecosistémicos, generadas por los agricultores. De esa
forma, el costo de adopción de determinadas prácticas sostenibles (costo de
oportunidad) representa el valor de un servicio de conservación ambiental
ofrecido por el agricultor. Con ese servicio de conservación ambiental el
agricultor garantiza que la naturaleza (agroecosistema) produzca servicios
ecosistémicos como los mencionados (alimentos sanos, cantidad y calidad
del agua, biodiversidad). Las certificaciones más conocidas de productos
alimentarios, como de la agricultura orgánica o biodinámica, empezaron
enfatizando el carácter saludable de los alimentos producidos, pero hoy
las certificaciones tienden a incluir también otros servicios ecosistémicos,
resultantes de la preservación y manejo de un determinado paisaje agrícola,
como la biodiversidad y el agua en especial.
Es necesario tomar en cuenta también que muchos de los servicios
ecosistémicos producidos con la adopción de prácticas agroecológicas también
benefician al propio agricultor. En este caso pode hablarse de tecnologías
ganar-ganar (win-win technologies), que producen externalidades ambientales
positivas y al mismo tiempo son rentables para los productores. Ese es el caso
de los alimentos saludables cuando el mercado reconoce su valor pagando el
precio necesario para rentabilizar la producción. En el caso del agua, un suelo
protegido y con el tenor adecuado de materia orgánica aumenta la resistencia
de las culturas al estrés hídrico ahorrando, por lo tanto, gastos con irrigación
suplementaria o pérdidas con fragmentaciones de cosechas. Los gastos
con control de plagas también son menores, pues existe un mayor equilibrio
ecosistémico. La mayor biodiversidad también aumenta la productividad al
garantizar una mejor polinización de las culturas.
16. EMBRAPA Agrobiologia (CNPAB) y EMBRAPA Medio Ambiente (CNPMA).
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Por lo tanto, es necesario realizar un balance para determinar el costo de
oportunidad real de la adopción de prácticas agroecológicas y, de esa forma,
tener una referencia justa para el pago por servicios ambientales que la
sociedad como un todo debería realizar a los agricultores.
REFERENCIAS
Assis, R. L. y Romeiro, A. R. (2004). Análise do processo de conversão de sistemas de produção de café convencional para orgânico: um estudo de caso. Cadernos de Ciência e Tecnologia, 21(1), 143-168. Brasília: EMBRAPA.
Assis, R. L. y Romeiro, A. R. (2007). O processo de conversão de sistemas de produção convencionais para orgânicos. Revista Brasileira de Administração Pública, 41, 863-885.
Romeiro, A. R. (1991). O modelo euro-americano de modernização agrícola. Nova Economia, 2(21), 175-197. Belo Horizonte: UFMG.
Romeiro, A. R. (1998). Meio Ambiente e Dinâmica de Inovações na Agricultura. São Paulo: FAPESP/ANNABLUME, 277 p.
Romeiro, A. R. (2007). Perspectivas para políticas agroambientais. In Ramos, P. (org.) Dimensões do agronegócio brasileiro: políticas, instituições e perspectivas, 1 ed., v. 1, 283-317. Brasília: NEAD Estudos.
Sachs, I. (2006). Caminhos para o desenvolvimento sustentável. Rio de Janeiro: Editora Garamond.
Veiga, J. E. (2010). Indicadores de sustentabilidade. Estudos Avançados, n. 68, Enero-Abril.
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1. Este artículo fue elaborado a pedido de la Conservação Internacional (CI-Brasil) y está basado en argumentos y trechos originalmente publicados en otros trabajos del autor.
2. Sociólogo, profesor de la Universidad Federal del ABC e investigador de Centro Brasileño de Análisis y Planificación (Cebrap). Correo electrónico: [email protected]
3. http://www.unep.org/greeneconomy/4. http://www.greeneconomycoalition.org/
economía verde y un nuevo ciclo de desarrollo rural1
ARILSON FAVARETO2
IntROdUccIón
¿La economía verde puede favorecer los más pobres, especialmente en
la zona rural? La respuesta a esta pregunta es afirmativa. “Green Economy
Initiative” (GEI)3, lanzada el 2008 por PNUMA y la posterior “Green Economy
Coalition” (GEC)4, frente de trece organizaciones internacionales de
consumidores, trabajadores, empresarios, ambientalistas e investigadores,
definen economía verde como aquella que, además de tornarse justa y
resiliente, también conseguiría mejorar la calidad de vida de todos dentro de
los límites ecológicos de este planeta. Por lo tanto, el tema fundamental no es
saber si dicho intento puede favorecer los más pobres, sino, principalmente,
evidenciar cómo eso puede ocurrir y qué iniciativas lo materializarían.
En el caso de las regiones rurales, son dos los puntos de partida para
analizarse ese tema. Se sabe, por un lado, que hay una tendencia declinante
de la participación de la agricultura en la formación de la renta de las familias.
Es decir, cada vez más los rendimientos de las familias rurales son resultado
de otras actividades no agrícolas, como empleos urbanos en pequeñas
localidades cercanas, de otras actividades realizadas en el ámbito de los
propios establecimientos agropecuarios, como la prestación de servicios o la
manufactura de parte de los productos o de las transferencias de renta por
medio de programas sociales. Por otro lado, se conoce el peso del actual
estándar de producción agropecuaria en la emisión de gases de efecto
invernadero (GEI), como demuestran todos los informes disponibles sobre este
tema. Además, aunque genere mucha riqueza y un alto volumen de producción,
este estándar basado en la expansión de la agricultura intensiva, promueve
un descarte de trabajo – a causa de la introducción de la mecanización y
de insumos industrializados – y por ahí presenta pequeño efecto sobre la
formación de la renta de los más pobres. Y, finalmente, se trata de un estándar
que presiona severamente el medio ambiente por la intensidad de uso de
recursos naturales.
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ECONOMÍA VERDE
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Economía verde y un nuevo ciclo de
desarrollo rural
Arilson Favareto
Pero éste es solamente uno de los lados de la moneda y refleja la extensión,
hasta los días actuales, de un paradigma de desarrollo rural que tuvo origen
en la posguerra del siglo pasado. Gradualmente, está surgiendo aquello
que la literatura denomina una nueva ruralidad, cuyas características son
significativamente diferentes y en las cuales están presentes las grandes
oportunidades para inaugurar un nuevo ciclo de desarrollo, en un sentido
compatible con los principios preconizados por la economía verde.
El objetivo de este artículo es evidenciar las características de esa ruralidad
emergente, cuyo aspecto más marcado es la transición de un paradigma agrario
y agrícola hacia un paradigma organizado alrededor del arraigamiento ambiental
del desarrollo rural. Y, junto con eso señalizar algunos temas importantes para
que Brasil acelere la transición en dirección a ese nuevo estándar. Para ello, son
tres las secciones que se presentan a continuación de esta breve introducción.
En la primera de ellas, se presentan las características de la denominada nueva
ruralidad. En la segunda, se presenta un breve cuadro sobre la heterogeneidad
actual de las regiones rurales brasileñas y sus diferentes formas de inserción
económica y de uso de los recursos naturales. En la tercera, se indican algunos
temas sensibles para la transición hacia una economía verde.
1. el ARRAIgAMIentO AMbIentAl de lA nUevA RURAlIdAd
De acuerdo con la teoría social (Abramovay, 2003), son tres las dimensiones
definidoras fundamentales de la ruralidad: la proximidad con la naturaleza,
el vínculo con las ciudades y las relaciones interpersonales derivadas de la
baja densidad poblacional y del tamaño reducido de sus poblaciones. Lo que
cambia en la nueva etapa del desarrollo rural, que emerge con la denominada
nueva ruralidad, son el contenido social y la calidad de la articulación entre esas
instancias.
Respecto a la proximidad con la naturaleza, los recursos naturales,
antes dirigidos a la producción de bienes primarios, son ahora crecientemente
objeto de nuevas formas de uso social, con destaque a la conservación de
la biodiversidad, el aprovechamiento del potencial paisajístico derivado y la
búsqueda de fuentes renovables de energía. La naturaleza se entiende, cada
vez más, como fundamental por su capacidad insustituible de proveer los
servicios ambientales necesarios a la existencia humana: el cierre del ciclo
de determinados elementos químicos que serían nocivos a la salud, el control
climático, la formación de cuencas hidrográficas, entre otros. Respecto a la
relación con las ciudades, los espacios rurales han dejado de ser simples
exportadores de bienes primarios para dar lugar a una mayor diversificación e
integración intersectorial de sus economías, minimizando, y en algunos casos
invirtiendo, el sentido de los flujos demográficos que vigoraba en el momento
anterior. Las relaciones interpersonales, finalmente, dejan de apoyarse en
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ECONOMÍA VERDE
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una relativa homogeneidad e aislamiento, características tradicionalmente
asociadas a lo rural. Ellas pasan a estructurarse a partir de una creciente
individualización y heterogenización. Se trata de un movimiento compatible con
la mayor movilidad física, con el desarrollo de las tecnologías de la información
y de comunicación, con el nuevo perfil poblacional y con la creciente integración
entre mercados que antes eran más claramente divididos en rural y en urbano
– mercados de bienes y servicios, pero también el mercado de trabajo y el
mercado de bienes simbólicos (Favareto, 2007). Ese cambio cualitativo puede
ser mejor comprendido por medio de rápida exposición, teniendo como base
ejemplos de la experiencia internacional.
Uno de los principales libros sobre el desarrollo rural en el mundo
contemporáneo es justamente consagrado al análisis de la realidad de EE.UU.
– “Rural Development in the United States”, de Galston & Baehler (1995).
En él, los autores destacan como, a lo largo de la historia norteamericana,
se fueron modificando las ventajas comparativas de las zonas rurales. En
una primera larga etapa de la formación del territorio norteamericano, la gran
ventaja comparativa estaba situada en la disponibilidad de productos primarios:
madera, carbón, minerales y productos agrícolas. La búsqueda por esos
recursos orientó la ocupación del espacio y fue, por mucho tiempo, la principal
fuente de trabajo y riqueza.
Obviamente, con el transcurso del tiempo la importancia de esa producción
fue disminuyendo en relación a las demás actividades económicas,
tanto en términos de personal ocupado como de riqueza generada. Las
innovaciones tecnológicas y la consolidación de ciudades desencadenaron
una diversificación de la base productiva, con el desarrollo creciente de
actividades de transformación y servicios. En esa etapa, los espacios rurales
pasan a tener como factores de atracción de industrias e inversiones sus
terrenos y mano de obra más baratos, además de aspectos como menor
fiscalización y sindicalización. La principal ventaja pasa a ser la ubicación,
pues el aprovechamiento de esos factores menos onerosos en las áreas
rurales solamente era viable en razón de determinada distancia de los centros
más dinámicos, compensando costos de transporte. Pero, de la misma forma
que el avance tecnológico permite una reducción de costos de producción y
la introducción de técnicas de ahorro de mano de obra en la agricultura, en la
actividad de manufactura ocurre lo mismo. De esa forma, el dinamismo pasa a
concentrarse en el sector terciario. En las dos últimas décadas del siglo pasado,
los condados que más ofrecieron servicios vinculados al aprovechamiento de
amenidades rurales – paisajes naturales o cultivados, aire puro, agua limpia,
atractivos culturales – fueron aquellos que presentaron mayor crecimiento.
Constituyen excepción los lugares que contaron con tipos muy especiales de
inversiones como casinos, cárceles o centrales de distribución de los correos.
Pero se trata de un tipo de inversión que, por motivos obvios, no puede ser la
base de una estrategia por preconizarse para las áreas rurales.
Economía verde y un nuevo ciclo de
desarrollo rural
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En el caso de Italia, presentado en Veiga (2006), es evidente el contraste
entre zonas rurales que dependen esencialmente de las rentas obtenidas a
través de la exportación de bienes primarios, eventualmente industrializados,
y otras donde la economía está asentada en los desplazamientos de rentas
generadas y obtenidas en las ciudades. Esa división encuentra cierta
correspondencia en características naturales, como el relieve, siendo altiplanos
y llanuras característicos en el primer caso y proximidad de colinas y montañas
en el segundo. Esa división parece haber sido influenciada directamente por
la evolución de todo un conjunto de fenómenos relacionados al turismo, a su
vez estrechamente determinado por el aumento del tiempo libre y de la renta
y, por consecuencia, también del aumento de las actividades de recreación de
crecientes extractos y clases sociales. Además de la conservación del patrimonio
natural, que está en la raíz de este tipo de fenómeno, y de la explotación
económica de las resultantes amenidades, cuya mayor expresión es la actividad
turística, el mismo estudio demuestra también que hay un tercer vector de
valorización de la ruralidad: la explotación de nuevas fuentes de energía.
Por supuesto que la agricultura de commodities sigue teniendo un peso
enorme en la conformación de los espacios rurales e, igualmente, que
actividades terciarias siempre existieron en ese medio. Galston y Baehler
(1995) y Veiga (2006) destacan que el énfasis creciente en ese segundo
conjunto, tanto en términos de personas ocupadas, como de riqueza generada,
pero, principalmente, en aquello que presenta de nuevo para las instituciones
dirigidas al desarrollo rural: la importancia creciente de la naturaleza y de los
valores no directamente monetizables.
En este cuadro de modificación de ventajas comparativas, una constatación
inevitable es que no todas las localidades rurales tienen las mismas condiciones
de experimentar un proceso de desarrollo basado en la explotación de
sus amenidades. La baja densidad poblacional, característica básica de
esos espacios, es un obstáculo para la diversificación económica. El perfil
demográfico y las características del capital social, principalmente de las áreas
rurales estancadas o de aquellas que pierden población, son otros: existe una
fragilidad de los vínculos sociales exteriores, carencia de oportunidades locales,
baja expectativa respecto a las posibilidades de movilidad social y de ampliación
de las interacciones. Distancia de centros urbanos también puede convertirse
en desventaja por el aumento en los costos de información y transporte.
Por eso, junto al énfasis en los atributos específicos de esos territorios,
la literatura disponible llama igualmente la atención a la forma de inserción
de esas localidades en el espacio extra-local (Jacobs, 1984; Veltz, 2003),
o, como prefieren algunos autores, a la relación de las regiones rurales con
las ciudades o con otras partes del mundo. En esa visión, es la economía
de la ciudad la que moldea la economía de las regiones rurales. Eso ocurre
por la exportación de productos primarios, por la atracción de actividades
de transformación o por la captación de la renta de sectores urbanos, como
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desarrollo rural
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jubilados o profesionales liberales, éstos en la búsqueda de segunda residencia
o por medio de actividades turísticas. La realidad es que, cuanto más estrechas
sean esas relaciones, más oportunidad de prosperidad tienen.
Sobre las áreas que están fuera de esa proximidad, no hay fatalismo. Es
posible crear una articulación entre regiones rurales y una red de ciudades,
o la constitución de una red de ciudades en una región rural. Eso puede
realizarse a través de inversiones en comunicación y transporte, reduciendo
distancias, a través de una especie de división territorial del trabajo entre
pequeñas localidades, intentando atender necesidades que tendrían que
atenderse en centros urbanos. O, a través de la generación de los propios
polos de crecimiento, con la formación de ciudades que lleguen a atender
esas necesidades. En cualquiera de esas posibilidades, la palabra clave es
diversificación. Eso es lo que garantiza el abastecimiento de la población local,
que crea las condiciones para la introducción de innovaciones y la adaptación
de esos territorios a las presiones y contingencias resultantes de los cambios
económicos más generales.
implicaciones para el desarrollo
Esos cambios, que ya estaban en curso desde el último cuarto del siglo 20
en los países del capitalismo avanzado, se percibieron por los organismos
multilaterales y órganos de gobierno y se transformaron en reorientaciones
para el diseño de políticas. El desgaste de la política agrícola de características
exclusivamente sectorial empieza a surgir a mediados de los años 80 y abre
espacio para una serie de reformas y debates sobre “El futuro del mundo rural”,
no por acaso título del Comunicado de la Comisión Europea al Parlamento,
en 1988. Un marco indiscutible en este cambio de visión fue la creación del
“Programa Leader – Vínculos Entre Acciones de Desarrollo de las Economías
Rurales”, en 1991 y aún hoy la principal referencia de programas territoriales de
desarrollo rural. Pero las mejores síntesis de la percepción de los organismos
de planificación sobre esos cambios se expresaron en dos momentos, en el
medio de la década del 90: la conocida “Declaración de Cork”, que tuvo origen
en la conferencia “Europa rural – perspectivas de futuro” y el workshop “Post-
industrial rural development: the role of natural resources and the environment”.
En esos eventos surgió el consenso básico sobre la ruralidad avanzada,
sintetizado en el Cuadro 1 a continuación.
De esa forma, empezó una transición progresiva en el diseño y en el lugar
institucional de las políticas de desarrollo rural. Ellas empiezan a pasar de una
visión básicamente sectorial a aquello que se acordó denominar enfoque territorial
del desarrollo rural. Se trata de un enfoque que pretende superar la separación
rígida entre rural y urbano y apoyarse justamente en las complementariedades
entre esos dos espacios (Veiga, 2000; Abramovay, 2003; Favareto, 2007). Como
resultado, el énfasis en las políticas agrícolas pasa a dar lugar a una creciente
aproximación con las políticas de desarrollo regional.
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cuadro 1
consenso básico, de mediados de los años 90, sobre la ruralidad avanzada
1. Las zonas rurales, que abarcan los locales de residencia de una cuarta parte de la población europea y de más de una quinta parte de la norteamericana, y más del 80% de los dos territorios, se caracterizan por tramas culturales, económicos y sociales singulares, un extraordinario mosaico de actividades y una gran variedad de paisajes (florestas y tierras agrícolas, sitios naturales incólumes, aldeas y pequeñas ciudades, centros regionales, pequeñas industrias, etc.).
2. Las zonas rurales, así como sus habitantes, forman una auténtica riqueza para sus regiones y países y pueden ser bien competitivas.
3. La mayor parte de los espacios rurales europeos y norteamericanos está formada por tierras agrícolas y florestas que influyen marcadamente en el carácter de los paisajes.
4. Debido a que la agricultura seguramente permanecerá como importantísima interfaz entre sociedad y ambiente, los agricultores deberán cada vez más desempeñar funciones de gestores de muchos de los recursos naturales de los territorios rurales.
5. Pero la agricultura y las florestas dejaron de desempeñar papel predominante en las economías nacionales. Con la disminución de sus pesos económicos relativos, el desarrollo rural más que nunca debe involucrar a todos los sectores socioeconómicos de las zonas rurales.
6. Como los ciudadanos europeos y norteamericanos dan cada vez más importancia a la calidad de vida en general y, en particular, a temas relativos a la salud, seguridad, desarrollo personal y recreación, las regiones rurales ocuparán posiciones privilegiadas para satisfacer esos intereses, ofreciendo amplias posibilidades de un auténtico desarrollo, moderno y de calidad.
7. Las políticas agrícolas deberán adaptarse a las nuevas realidades y desafíos presentados tanto por los deseos y preferencias de los consumidores como por la evolución del comercio internacional; principalmente una adaptación que impulse la transición de un régimen de sustentación de precios a un régimen de apoyos directos.
8. Los subsidios establecidos por las respectivas políticas agrícolas serán crecientemente contestados. Ya es amplia la aceptación de que apoyos financieros públicos deban ser cada vez más condicionados a una adecuada gestión de los recursos naturales y al mantenimiento y refuerzo de la biodiversidad y de los paisajes culturales.
9. Las reformas de las políticas agrícolas de la primera mitad de la década del 90 conservaron inconsistencias, duplicaciones y alta complejidad jurídica, a pesar de innegables avances en términos de transparencia y eficacia.
10. Es absolutamente necesario promover la capacidad local de desarrollo sostenible en las zonas rurales y, principalmente, iniciativas privadas y comunitarias bien integradas a mercados globales.
Reproducido de: Veiga (2004)
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2. ¿y en bRASIl?La principal tendencia de mediano y largo plazo que se manifiesta hoy en
las regiones rurales brasileñas puede sintetizarse en dos afirmaciones: aquí,
como en todos los países del capitalismo avanzado, la agricultura tiene una
tendencia de reducción tanto en la formación de las rentas de las familias de
agricultores como en la ocupación de puestos de trabajo; y las zonas rurales,
por una serie de razones, no experimentan más un movimiento generalizado de
éxodo, sino una heterogenización de su perfil demográfico, con elevación de la
escolarización y mayor diferenciación social. El resultado de esa tendencia es,
también por aquí, una modificación en las ventajas comparativas de las regiones
rurales, con la reducción del potencial dinamizador e inclusivo de las actividades
más tradicionales, vinculadas al fortalecimiento del sector agropecuario y un
aumento del potencial de nuevas actividades relacionadas a la explotación de
la biodiversidad, del potencial paisajístico derivado y de la nueva estructura de
formación de las rentas en esas regiones. Es un potencial que, sin embargo,
no se está realizando como esperado o sugerido en la literatura sobre la nueva
ruralidad. Diferente de ello, las tendencias y los potenciales de la nueva etapa
del desarrollo rural se manifiestan de forma multiforme.
Desafortunadamente, a causa de la limitación inherente a la forma de
organización de los datos estadísticos brasileños, no existen buenas lecturas
disponibles sobre esas dinámicas en escala micro-regional. De manera
esquemática, se pueden categorizar en cuatro los tipos de regiones rurales
existentes hoy en Brasil. En cada uno de esos tipos, se percibe un estilo de
desarrollo específico, con el cual la generación de innovaciones dirigidas a un
estándar más sostenible necesitaría dialogar.
El primer tipo abarca regiones rurales donde un determinado estándar de
urbanización asociado a características morfológicas del territorio, como el
medio ambiente y la estratificación social, favoreció a que allí se creara una
forma de uso social de los recursos naturales en la cual la búsqueda por la
conservación encuentra correspondientes en formas de dinamización de
la vida social. Allí, la diversificada economía local cuenta con alto grado de
integración económica y de cohesión territorial. Paisaje, cultura y economía
se entrelazan de forma que sea posible asociar la dinamización económica
con buenos indicadores sociales y con desempeño positivo en indicadores
ambientales. Algo semejante ocurre en regiones como Vale do Itajaí, en Santa
Catarina (Sur de Brasil). Son regiones que combinan una ruralidad asentada en factores ambientales con una estructura social más diversificada y descentralizada. En esas áreas, las inversiones en innovación deberían
favorecer la diseminación de las actividades económicas, hoy embrionarias, de
aprovechamiento de los recursos naturales locales por medio de actividades
como el turismo o el manejo de esos recursos.
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Sin embargo, en el segundo tipo – aunque las características morfológicas
del territorio, respecto al medio ambiente, favorezcan la conservación –, las
características de la estratificación social no contribuyen para que se creen
allí las instituciones capaces de disminuir las fracturas entre grupos sociales a
causa de su posición social. La conservación se encuentra en conflicto con las
posibilidades de dinamización de la vida local. El estándar de urbanización es
aún incipiente u ocurrió en una dirección en la cual no hubo valorización de lo
rural. Ese es el caso típico de ciertas áreas de Amazonia (Norte de Brasil), donde
la presencia del bosque convive con el avance de la agricultura de negocios.
Las estructuras sociales locales no presentan vigor ni tampoco estándar de
interacción suficientes para hacerle frente al movimiento de expansión de las
actividades primarias, resultando en pérdida de biodiversidad y reducción de
recursos naturales, como tierra y agua. Existe un alto grado de conflicto entre
instituciones y las poblaciones locales son fuertemente afectadas por él. Son
regiones que combinan una ruralidad asentada en factores ambientales con estructuras sociales más especializadas y concentradas. En esas áreas,
las inversiones en innovación deberían favorecer el mayor aumento de escala
de las actividades económicas que ya se apoyan en nuevas formas de uso de
los recursos naturales y la creación de arreglos productivos locales capaces
de aumentar la participación de los pequeños y medianos emprendimientos,
a través, por ejemplo, de la creación de arreglos dirigidos al procesamiento de
productos forestales en modalidades sostenibles de manejo.
En el tercer tipo, las características morfológicas del territorio en términos
ambientales y sociales crearon una relación de explotación con lo rural, bajo
restringidas posibilidades de conservación y mayor riesgo de deterioración
de las tramas sociales, a pesar de la posible dinamización económica con el
sector primario y de transformación. Las regiones que experimentan dinamismo
acentuado y dependiente de la actividad agrícola se encuadran en ese tipo. En
esas, la riqueza generada establece una relación entre el municipio-polo del
territorio y los demás, en la cual se concentran todos los recursos, no resultando
en expansión de la riqueza para el conjunto de los grupos sociales. Las
posibilidades de conservación ambiental se restringen al mínimo exigido por ley,
como en el caso de preservación de remanentes, vegetación ciliar y vegetación
de cumbre de cerro. La biodiversidad local es fuertemente comprometida o
amenazada por el vigor de la explotación agrícola comercial. En los casos de
las regiones más dinámicas, como algunas áreas del interior del estado de
São Paulo, el estándar de urbanización ofrece infraestructura y servicios hasta
razonables, pero concentrados. En otras, menos dinámicas, la especialización
sectorial y el fortalecimiento de las estructuras sociales llevan a un estándar
en el cual impera la precariedad, caso de las regiones de producción de
cacao en Bahia o en la Zona da Mata pernambucana (Nordeste de Brasil).
Son regiones que combinan una ruralidad sectorial y estructuras sociales más especializadas y concentradas. En esas regiones, las inversiones en
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innovación deberían favorecer la diversificación económica y la constitución
de arreglos favorables a los pequeños y medianos emprendimientos, siempre
con incentivos especiales para la adopción de prácticas menos intensivas en
recursos naturales y menos contaminantes.
El cuarto tipo está formado por situaciones en las cuales, aunque las
características morfológicas del territorio no sean tan prometedoras respecto
a los recursos naturales, las estructuras sociales podrían favorecer un proceso
de cambio y de creación de nuevas instituciones. Sin embargo, las formas de
dominación económica impiden o bloquean esa innovación. Hay fisuras entre el
sectorial y el ambiental y entre los grupos sociales. Un ejemplo de ese tipo de
territorio es el oeste de Santa Catarina (Sur de Brasil). Una concentración de
grandes empresas agroindustriales convive con una estructura social basada
en un expresivo segmento de agricultores familiares. La región presenta una
dinámica económica razonable, pero indicadores sociales y de desigualdad no
tan buenos. Las posibilidades de reproducción de los grupos sociales locales
todavía dependen mucho de los vínculos extra-locales, favoreciendo la pérdida
de recursos humanos valiosos. De esa forma, se bloquea la posibilidad, abierta
por la configuración social local, de mayores interacciones y de creación de
nuevas instituciones capaces de modificar el rumbo del desarrollo territorial.
Son regiones que combinan una ruralidad sectorial y estructuras sociales más
diversificadas y descentradas. Aquí las inversiones en innovación deberían
favorecer, principalmente, la diversificación de las actividades económicas y
un nuevo estándar de uso de los recursos naturales.
Como es posible percibir, para cada tipo de dinámica de desarrollo en curso,
debería constituirse un determinado aporte en actividades de promoción de
innovaciones. Sin embargo, ese aporte no es el único elemento que puede
ser movilizado para influenciar esas dinámicas, invirtiéndolas cuando son
negativas o fortaleciéndolas cuando son positivas. Hay varios proyectos e
inversiones en curso, que podrían ser mejor aprovechados por las regiones del
interior de Brasil. A pesar de las bajas inversiones brasileñas en investigación
y desarrollo – el país presenta actualmente niveles próximos a los de países
como España e Italia, pero proporcionalmente más distantes de países como
Corea del Sur, Alemania, Japón o Estados Unidos –, varios programas y
proyectos en ejecución hoy en el ámbito del gobierno federal podrían favorecer
la emergencia de las actividades económicas sugeridas. Solamente como
ejemplo, el gobierno federal ha realizado importantes inversiones en turismo
por medio del Programa de Desarrollo del Turismo, que podrían accederse por
esas regiones del interior dotadas de atractivos ambientales o culturales. De
la misma forma, el Ministerio del Desarrollo, Industria y Comercio Exterior ha
apoyado la descentralización industrial, incentivos de los cuales las regiones
del interior podrían beneficiarse, siempre y cuando se introdujeran también
criterios ambientales. Lo mismo vale para las inversiones en biotecnología.
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Sin embargo, la existencia de esas oportunidades no garantiza su
aprovechamiento. No hay en ellas la destinación de recursos que podrían
favorecer la introducción de innovaciones o el apoyo a emprendimientos de
las regiones rurales dirigidas a aprovecharlas. Lo que se desea destacar, una
vez más, es cómo esas oportunidades componen un ambiente que podría ser
extremamente favorable a la generación de un nuevo ciclo de desarrollo en las
regiones rurales brasileñas. Lo fundamental es, reconociendo la heterogeneidad
de las regiones rurales brasileñas, adoptar como vector el fortalecimiento de una
“economía de la nueva ruralidad”, ya sea incentivando la adopción de nuevas
prácticas de producción agropecuaria, como la producción orgánica o nuevas
tecnologías menos intensivas y más conservacionistas, ya sea por medio de
la actividad turística o de la atracción de nuevas poblaciones interesadas en
mantener la disponibilidad de amenidades ambientales, o aprovechando el
enorme potencial productivo de la biodiversidad y de la biomasa, mediante la
producción de biocombustibles, por ejemplo, o por intermedio de la explotación
industrial de productos químicos, fármacos o cosméticos.
3. IdeAS pARA UnA AgendA
Por supuesto varias de esas nuevas actividades pueden ser potenciadas
y, aún así, aumentar la presión sobre el medio ambiente. La producción
brasileña de etanol es un ejemplo: hay un aprovechamiento de la biomasa,
pero, concomitantemente, las técnicas de producción y el peso del monocultivo
presionan negativamente la biodiversidad y los recursos naturales necesarios,
como la tierra o el agua. Por lo tanto, no se trata solamente de promover nuevas
actividades en las regiones rurales, sino, especialmente, de cómo hacerlo. De
la misma forma, eso no necesariamente conlleva a una inclusión de los más
pobres. De nuevo, es posible recurrir a un ejemplo de los biocombustibles,
esta vez con el biodiesel: a pesar del diseño innovador, introduciendo un Sello
Social a las empresas que compran materias primas de agricultores familiares,
por lo menos en sus primeros años de existencia, el programa no logró incluir
productores de las regiones más pobres y vio la captura de los incentivos por
los segmentos más consolidados de la agricultura familiar, que se expresa en
el predominio de la soya – suministrada por agricultores del Centro-Oeste y del
Sur – como materia prima principal, en vez del ricino o de la palma africana –
suministrados por agricultores y productores familiares pobres del Norte y del
Nordeste, como se imaginaba inicialmente. Por eso, no es trivial el tema de la
transición hacia un nuevo modelo o un nuevo paradigma.
Es fundamental reconocer que las instituciones formales e informales –
incentivos, estándares culturales, programas y políticas – presentan una
característica donde la inercia del viejo paradigma está siempre presente.
Podrían ser varios los ítems que componen una agenda compatible con las
características de una “economía de la nueva ruralidad”, a su vez coherente
con la idea de una economía verde. Aquí se citan solamente tres de ellos.
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El primero es la introducción de una vigorosa política de innovación dirigida al aprovechamiento de la biomasa y de la biodiversidad y a la promoción de nuevos sistemas de producción menos intensivos en recursos naturales y menos contaminantes. Brasil tiene enorme potencial
en este terreno y cuenta con instituciones de investigación con décadas de
tradición y de excelencia internacional. Sin embargo, a pesar de ese potencial,
poco se ha hecho en comparación a la producción de ciencia, tecnología
e innovación dirigida a los parámetros de la vieja ruralidad o del estándar
productivista y altamente intensivo en recursos naturales. Sin eso, esas nuevas
actividades continuarán siendo nichos de mercado y no la base para un nuevo
ciclo – caso actual de los productos de la biodiversidad – o se constituirán de
forma ambigua, sustituyendo recursos no renovables por renovables, pero por
un costo ambiental significativo – caso de los biocombustibles.
El segundo es la adopción de un sistema de incentivos dirigido a la expansión de las actividades económicas basadas en nuevas formas de uso social de los recursos naturales. Los aumentos de escala de las
viejas actividades y los costos de transacción involucrados en la adopción de
nuevas formas de uso de los recursos naturales necesitan compensarse por
una política de incentivos que estimule los agentes sociales a adoptar nuevas
tecnologías y explotar nuevos mercados, en los cuales los beneficios en corto
plazo resultantes del uso intensivo y de la reducción de recursos naturales dan
lugar a actividades que privilegian los beneficios en largo plazo expresados
en la conservación ambiental y en el mantenimiento de la biodiversidad y de
la prestación de servicios ambientales.
El tercer ítem de una agenda, pero no menos importante que los dos
anteriores, es la formación de coaliciones de actores y de intereses
coherentes con esas nuevas actividades y modalidades de uso de los recursos
naturales. Los actores de la vieja ruralidad son conocidos – las empresas del
sector agroalimentario y las organizaciones de agricultores ricos y pobres. A
ellos será necesario agregar otros segmentos, portadores de otros intereses
y, principalmente, de las habilidades sociales necesarias para fortalecer los
caminos por los cuales puede estar ocurriendo esta transición de paradigmas.
Para ello, es necesario crear nuevos espacios de articulación y de influencia
en el modelado de las políticas.
Como se puede percibir, no son tareas sencillas. Pero son tareas y desafíos
cuyo enfrentamiento es necesario para la transición hacia una economía verde
donde la conservación ambiental se pueda sumar a la mejora del estándar de
vida de gran parte de la sociedad.
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REFERENCIAS
Abramovay, R. (2003). O futuro das regiões rurais. Porto Alegre: Ed. da UFRGS.
Favareto, A. (2007). Paradigmas do desenvolvimento rural em questão. São Paulo: Fapesp/Edusp.
Jacobs, J. (1984). Cities and the wealth of nations. Londres: Penguin Books.
Veiga, J. E. (2000). A face rural do desenvolvimento – natureza, território e agricultura. Porto Alegre: Ed. UFRGS.
Veiga, J. E. (2004). Destinos da ruralidade no processo de globalização. Estudos Avançados, 51, maio-agosto, 51-67.
Veiga, J. E. (2006). Nascimento de outra ruralidade. Estudos Avançados, 20(57).
Veltz, P. (2003). Des lieux et des liens. Paris: Ed. de l´aube.
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1.Profesor “livre docente” del Núcleo de Economía Agrícola y Ambiental del Instituto de Economía de la Universidad Estadual de Campinas (NEA/IE/Unicamp), asesor de Sostenibilidad de la Agencia de Innovación - Unicamp - y consultor do Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (Banco Mundial) y de la FAO. Correo electrónico: [email protected].
2. Las principales políticas de mando y control, intervenciones directas del Estado que modifican el comportamiento de los deforestadores, fueron: a) las operaciones Curupira (2005) y Arco de Fogo (2008), que combatieron la extracción ilegal de madera; b) decreto 6321/07, que restringe la concesión de crédito por los bancos y obliga a los propietarios de los municipios que más deforestan a registrarse nuevamente; c) la creación de Unidades de Conservación, agregando 20 millones de hectáreas más a las más de 80 millones ya existentes, totalizando 273 unidades de conservación; d) homologación de 87 Tierras Indígenas y aproximadamente 18 millones de hectáreas; y e) restricción a los productos agropecuarios oriundos de propiedades en los municipios con mayor incidencia de deforestación.
3. Las políticas de incentivo económico, que usan mecanismos económicos (precios u otros) para incentivar o inhibir los agentes económicos a reducir la deforestación fueron las siguientes: a) operación Arco Verde (2008); y b) Línea especial de crédito en el ámbito de Fondo Constitucional de Financiamiento del Norte, Fondo Constitucional de Financiamiento del Nordeste y Fondo Constitucional de Financiamiento del Centro-Oeste para la recuperación de áreas degradadas, reforestación, manejo y regularización ambiental en la Amazonia Legal.
la deforestación de la selva amazónica: causas y solucionesBASTIAAN PHILIP REYDON1
1. IntROdUccIón
El debate sobre el problema de la deforestación de la selva amazónica,
que se ha expresado, entre otros, en el debate sobre las modificaciones en el
Código Forestal, se ha caracterizado por su superficialidad y por su carácter
ideológico. Inicialmente, existe la necesidad de identificar el proceso de forma
clara, después buscar las sus causas, y, finalmente, pensar en las soluciones
en corto, mediano y largo plazos.
Es innegable que las fuertes políticas de mando y control2 e incentivo
económico3 implementadas los últimos años tuvieron un papel crucial en la
reducción de la deforestación. Como esas dependen de la intervención directa
del Estado, difícilmente pueden mantenerse en largo plazo, principalmente
porque los principales inductores productivos de la deforestación – desde la
pecuaria pasando por la producción de granos y llegando a la producción de
energía – persistirán y deben encontrarse soluciones perennes.
Este trabajo tiene como objetivo central mostrar que la solución definitiva
de ese problema pasa necesariamente por la solución de los problemas de
la tenencia de la tierra del país, que consiste principalmente en el Estado
brasileño asumir en conjunto con la nación la efectiva gobernanza sobre la
tenencia de la tierra.
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Inicialmente, el presente artículo presenta una breve descripción de las
principales causas de la deforestación identificadas en la literatura sobre el tema.
A continuación, se demuestra que dos problemas que aparecen marginalmente
en la literatura son, de forma combinada, los principales determinantes de la
deforestación de los bosques: la especulación con propiedades rurales a través
de la propia deforestación de la tierra y la ausencia de gobernanza de la tierra.
El cuarto ítem analiza históricamente la formación del marco institucional que
lleva a la ausencia de reglamentación en el mercado de tierras. Finalmente,
en la última sección, además de argumentar por la necesidad de un efectivo
gobierno en la propiedad de la tierra, se demuestran los principales mecanismos
de implantación y los beneficios que generará.
2. lA defOReStAcIón y SUS pRIncIpAleS cAUSAS
Según FAO (2010), “Brasil perdió un promedio de 2,6 millones de hectáreas
de bosques por año en los últimos 10 años, comparado con una pérdida anual
de 2,9 millones de hectáreas anuales en la década del 90; en Indonesia las
pérdidas fueron de 500 mil hectáreas en el periodo de 2000-2010 y 1,9 millones
de hectáreas en el periodo de 1990-2000.”
El gráfico 1, que consiste en el análisis de la deforestación de Amazonia,
con base en imágenes satelitales, destaca que la deforestación los últimos
años estuvo alrededor de 6,4 y 7,4 millones de hectáreas, lo que representa
una mejora sustantiva, pero todavía es una deforestación muy elevada para
un bioma con las características del Amazónico. Bioma éste que tiene en el
bosque en pie su mayor riqueza, a causa de su elevada biodiversidad, su
importancia para la regulación del clima en el planeta, su producción de agua
dulce y suelos pobres para actividades agropastoriles.
gráfico 1 – Deforestación en la amazonia legal
Fuente: PRODES (2011)
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Bastiaan Reydon
año
tasa de Deforestación anual en la amazonia legal
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4. Para una revisión completa, ver Soares Filho et al. (2005).5. Reydon y Romeiro (2000) demuestran que el principal motor de la pecuarización es, por
un lado, la existencia de muchas terras devolutas pasibles de apropiación, asociada a la posibilidad de, por bajos costos, instalar la pecuaria tornando la deforestación una estrategia de valorización del capital imbatible.
La pregunta que permanece es: ¿cómo inviabilizar un aumento en las tasas
de deforestación y más, cómo reducirlas significativamente? La deforestación de
la selva amazónica es un proceso complejo con múltiples determinantes y objeto
de diferentes estudios teóricos y empíricos4. Margulis (2000:9) afirma que:
“No creemos que exista una fuerza principal que impulse o que explique sola
las deforestaciones en Amazonia. Las causas son variables y resultado de
una combinación sofisticada de diversas variables y factores”.
Los principales grupos de variables que inducen la deforestación, presentes
en Margulis (2000) y en la mayor parte de la literatura son:
a) beneficios asociados al uso de la tierra en Amazonia – determinados
por precios agrícolas, aumento de los precios de la tierra, variación en los
precios de los insumos, aumento en los precios de la madera y reducción de
los sueldos rurales;
b) políticas públicas y crédito – la disponibilidad de recursos crediticios
baratos (Fondo de Inversión de la Amazonia, Fondo Constitucional de
Financiamiento del Norte) y de políticas de incentivos fiscales (Superintendencia
de Desarrollo de la Amazonia);
c) accesibilidad – la construcción de carreteras y/u otras obras que faciliten
el acceso a áreas de frontera;
d) macroeconomía – ciclos de crecimiento del PBI, crecimiento de la
población.
En la medida en que esas cuatro agrupaciones de variables han interferido
directamente en la deforestación de Amazonia, es posible decir que, después
de las intervenciones los últimos años y la crisis del 2008/9, todos estarían
teniendo impactos positivos en la deforestación, pero no por eso aumentó la
deforestación. Por otro lado, incluso en los periodos en los cuales esas variables
no presentaban crecimiento, la deforestación crecía. Eso indica que hay otros
factores más profundos cuya importancia relativa no se ha destacado.
3. lA defOReStAcIón y lA eSpecUlAcIón cOn tIeRRAS
En nuestra interpretación, la deforestación de Amazonia es fruto de la
continuidad de la tradicional forma de expansión de la frontera agrícola
brasileña, que, en general, suele ocurrir a través de las siguientes etapas:
la ocupación de tierras vírgenes (privadas o públicas), la extracción de su
madera noble, la instalación de la pecuaria5 y, finalmente, el desarrollo de una
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6. Con frecuencia, son estos mismos ocupantes que utilizan mano de obra esclava. 7. Esta es resultante del aumento de precios de la arroba del ganado gordo, de la soya o del
anuncio que el país será el mayor productor de alcohol (como combustible) del mundo. En el periodo reciente, esos factores convergieron, haciendo que aumentara aún más la demanda por tierras y sus precios también, presionando todavía más la deforestación.
8. La metodología de la empresa de agronegocios Agra FNP recolecta precios promedios en regiones homogéneas de los Estados citados, usando una terminología no homogénea. Para las selvas, agregamos las denominadas selvas, selvas de fácil acceso y de difícil acceso. Para los pastos utilizamos los pastos formados (fácil y difícil accesos), pastos formados de alto soporte y pastos formados de bajo soporte..
agropecuaria más moderna. Esas actividades económicas ejercen el papel de
generar renta y legitimar la ocupación de los nuevos propietarios en corto plazo,
casi sin necesidad de recursos6. En el largo plazo, las tierras o permanecen
con pecuaria más intensiva o, en caso exista demanda, serán convertidas a
granos u otra actividad económica.
Pero lo que importa es que existe la expectativa de que habrá demanda
por la tierra7, para utilizarse en algún momento del futuro, haciendo que sus
precios se eleven significativamente. Y, cuánto más cercana físicamente es
la tierra de regiones que permitan la utilización productiva, mayor será su
precio. La valorización de esas tierras ocurrirá en la medida en que se eleven
las expectativas.
En los varios estudios de Margulis (2000 y 2003) y en la literatura ya citada, el
tema de la especulación con la tierra aparece, pero normalmente está asociado
al aumento del precio de la tierra. Sin embargo, el aumento del precio de la tierra
no significa necesariamente que está en curso un proceso de especulación.
En ese sentido, efectivamente el precio de la tierra en la región Norte, grosso
modo, acompaña los movimientos del precio de la tierra del resto del país, no
generando grandes beneficios especulativos.
La especulación con la tierra que, según la propuesta de este artículo, es el
principal motor de la deforestación de la selva amazónica, ocurre de una forma
mucho más microeconómica y asociada a la propia ocupación de la tierra y
puede ser mucho más claramente percibida a través de investigaciones de
campo. Lo que ocurre, en realidad, es que cualquier persona que adquiere u
ocupa la tierra con bosques tiene la clara percepción que su tierra, es decir, su
inversión, se valoriza con el proceso de deforestar. En la tabla 18 se observa
inicialmente que los precios de la tierra con bosques en los diferentes estados
varían entre R$108 en Acre y R$546 en Mato Grosso. Se observa también
que los Estados menos deforestados tienen los precios más bajos de la tierra,
mientras los estados de Mato Grosso, Pará y Rondônia tienen los precios más
elevados. Pero la conclusión más importante obtenida de la tabla es que en todos
los estados la deforestación siempre valoriza la propiedad significativamente,
siendo que, en el promedio de esos estados, la deforestación aumenta más
de cuatro veces el valor de la tierra. Eso ocurre porque el precio de la tierra
todavía es fruto de las expectativas de los ingresos productivos resultantes
de la agropecuaria asociados a ella, siendo que en las tierras deforestadas su
uso puede ocurrir inmediatamente y sin costos de deforestar.
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9. Vide Margulis (2003).10. Propiedades públicas ocupadas por privados.11. Estimación de Shiki (2007) indica que el 42 % de las tierras de Amazonia son terras
devolutas. 12. Quizás algunos gastos con guardaespaldas, armas, abogados y los costos lícitos e ilícitos
de regularizar el área.
En el caso más extremo, que es el de Acre, la deforestación multiplica ese valor
más de 14 veces, mientras en el estado de Amazonas multiplica el valor de la tierra
casi diez 10 veces. Pocas inversiones tienen retornos tan elevados como esos.
Es necesario tomar en cuenta que esos propietarios, además del beneficio
patrimonial con la deforestación, tienen los ingresos resultantes de la venta de
la madera (en Cotriguaçú-MT se estima un retorno neto de R$2.400/ha) y de
su uso económico posterior (si ocurre con pecuaria, generará un ingreso neto
adicional de más de R$120 por hectárea/año9. Por lo tanto, el mayor catalizador
de la deforestación es la combinación de los beneficios de la valorización de
la tierra, en su conversión de los bosques en tierra productiva, asociados a los
ingresos de la madera y de la pecuaria establecida posteriormente.
tabla 1Precios promedios de tierras de selvas y pastosEstados de la Amazonia - en R$/ha corrientes del 2008
Estados Selva R$/ha Pasto R$/ha Variación %
Acre 108,00 1571,80 1455,4
Amapá 141,00 800,00 567,4
Amazonas 132,43 1243,91 939,3
Pará 457,73 1509,40 329,8
Rondônia 358,50 1762,50 491,6
Mato Grosso 546,13 2083,69 381,5
média NoRte 416,53 1832,39 439,9
Fuente: AgraFND (2009).
Ese proceso de adquisición y deforestación, que ya es muy rentable en áreas
privadas, se torna mucho más rentable en las terras devolutas10, que, según
estimaciones11, representan el 42% del total del área de Amazonia, donde
ocurre la mayor parte de las deforestaciones. Es decir, al apoderarse de las
terras devolutas, los ingresos resultantes de la madera, de la pecuaria y de
la valorización de la tierra se multiplican, pues la tierra en sí no fue adquirida,
fue usurpada del patrimonio público12.
4. lA pOSeSIón de tIeRRAS en AMAzOnIA y lA InSegURIdAd de lOS deRecHOS de pROpIedAd
Esa práctica de posesión puede ser verificada en la ausencia de catastro y de
efectiva reglamentación de la propiedad de la tierra en Brasil y, particularmente,
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en Amazonia. Los datos de catastro existentes, basados en las declaraciones
de los propietarios de tierras que se registraron en el Instituto Nacional de
Colonización y Reforma Agraria de Brasil (INCRA), demuestran que, en el
2003, el 35% de las 509 millones de hectáreas de tierra en la Amazonia
Legal estaban ocupados bajo el derecho de posesión privada, ya sea como
propiedad registrada o como posesión. Por otro lado, el reciente proceso de
creación de reservas, federales o estatales de diferentes tipos resultó en que
actualmente el 42% de la Amazonia Legal esté bajo algún tipo de protección;
aproximadamente mitad de esa área eran Tierras Indígenas y la otra mitad
Unidades de Conservación de varios tipos. Los 24% restantes no estaban en
ninguna de esas categorías y, por lo tanto, son técnicamente consideradas
tierras públicas sin asignación (Figura 1).
Pero la situación es más compleja e incierta que lo indicado por esos
números. Muchas de las áreas protegidas están físicamente ocupadas por
usuarios privados, cuyas reivindicaciones de ocupación pueden o no tener
validez de acuerdo con la legislación compleja presentada en la próxima
sección. La gran área descrita como privada por el sistema de catastro también
está en duda. De las 178 millones de hectáreas declaradas como propiedades
privadas, 100 millones de hectáreas pueden estar basadas en documentación
fraudulenta. Otras 42 millones de hectáreas de esa área se clasifican a partir
de declaraciones de catastro como posesión, que pueden o no ser pasibles
de regularización de la tenencia de la tierra, nuevamente, dependiendo de sus
circunstancias de tamaño, historial y localización13. De esa forma, el 30% del
área puede ser legalmente incierta y/o contestada.
Figura 1Situación de la tenencia de la tierra en la amazonia legal considerando datos
del Sistema Nacional de catastro Rural (2003) y áreas protegidas (2006).
Fuente: Barreto (2008).
13. Existe todo tipo de tamaño de ocupantes en el registro del INCRA. Tanto los pequeños, con menos de 200 ha como los con más de 1.000 ha figuran.
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14. Ver Sabato (2001) para obtener más detalles.
El Estado brasileño está tan enterado de su incapacidad de reglar el uso
de la tierra, principalmente por no tener un catastro, que fue obligado a tomar
las siguientes acciones concretas para reducir la deforestación de Amazonia y
aumentar la gobernanza de la tierra, pero siempre en carácter de emergencia,
sin enfrentar el problema en su origen:
a) Estableció la Ley 11.952/09 reglamentando las posesiones de hasta
400 ha por costo cero y vendiendo las posesiones entre 401 y 1.500 ha (los
ocupantes tienen que comprobar que viven en el lote desde el 2004).
b) El gobierno implementó el Programa Tierra Legal, que establece los
criterios para la reglamentación de la tenencia de las áreas rurales situadas
en tierras de la Unión, en el ámbito de la Amazonia Legal.
c) Creación de muchas Áreas de Preservación Permanente (áreas protegidas)
en la forma de Unidades de Conservación (con base en la Ley 9.985 de julio del
2000) para protección en las orillas de las principales carreteras en construcción
en la región amazónica para evitar la ocupación y deforestación.
La evidencia más clara de la incapacidad que tiene el Estado brasileño de
efectivamente tener gobernanza en el mercado de tierras es la propia edición
de la Resolución 558/99, aplicable a todo el territorio brasileño y no solamente
a la Amazonia Legal. En ella, el INCRA impuso a todos los propietarios de
inmuebles con más de 10.000 ha la necesidad de presentar su documentación
comprobatoria. De los 3.065 propietarios convocados, solamente 1.438
(46,9 %) comparecieron, haciendo que se cancelara el catastro de 1.627
inmuebles, totalizando 46 millones de hectáreas14. Además, el 53 % del área
de estos inmuebles está ubicado en los estados del Norte de Brasil, en gran
parte en la selva amazónica. Solamente en el estado de Amazonas, según
Lima (2002), se cancelaron en 14 comarcas el equivalente a 48,5 millones de
hectáreas de propiedades registradas en las respectivas notarías de catastro
de inmuebles a principios de los años 2000. También hay estudios académicos
como el de Araújo et al. (2008) que evidencian, a partir de datos municipales,
que los derechos de propiedad poco seguros, como los de Amazonia, tienen
impacto positivo en la deforestación.
5. MARcO InStItUcIOnAl de lA RegUlARIzAcIón de lA tenencIA de lA tIeRRA: pORQUe nO exISte cAtAStRO y gObeRnAnzA de lA tIeRRA
Esta sección analiza históricamente la formación del marco institucional
brasileño, que lleva a la ausencia de regularización en el mercado de tierras.
Se demuestra que muchas de las características que provocan esa ausencia
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15. Como en América Latina, Australia y Estados Unidos.16. Las irregularidades más comunes son la concesión de títulos a las propiedades inexistentes
o terras devolutas y la superposición de varias áreas, es decir, varios propietarios tienen títulos sobre la misma tierra. Cuando ocurre eso, se dice que la tierra tiene ‘pisos’: para cada propietario con título irregular para aquella área se agrega un piso. El gobierno federal está dando un paso decisivo en la reglamentación del mercado de tierras rurales y urbanas al implementar, con dificultades, la Ley 10.267/2001, en la cual las notarías están obligadas, cuando haya cualquier cambio en la propiedad, a repasarla al INCRA en una planta con sus límites en forma cartográfica (latitud y longitud).
17. A pesar de eso, existe la tentativa fracasada de reglamentación de la propiedad a través del Registro Torrens (1891) en el cual los ocupantes y propietarios podrían obtener el título definitivo a través de petición no contestada. Y, por otro lado, la posibilidad de legalización de las posesiones en 1895 y en 1922 (referentes a las posesiones entre 1895 y 1921) termina por crear las condiciones para que las posesiones duren y se debilite la reglamentación del mercado de tierras como expresado en la Ley de Tierras de 1850.
son herencias de una inepcia histórica del Estado brasileño con relación a la gobernanza de la tierra.
Hasta la Ley de Tierras brasileña (1850), las reglas de ocupación del suelo urbano y rural se definían a partir del poder del rey, de la iglesia y del poder político y físico de los ocupantes. La Ley de Tierras debe entenderse en un contexto más general de establecimiento de leyes que creaban restricciones al acceso a la tierra en todo el mundo colonial15. En función de los intereses de los propietarios del país, la Ley de Tierras mantuvo la posibilidad de reglamentación de las posesiones, fruto de la ocupación de terras devolutas, que nuevamente inviabilizó la creación del catastro. Es decir, siempre hubo la posibilidad de reglamentarse las posesiones oriundas de ocupaciones de terras devolutas. Además del usucapión (que establece que después de algunos años el ocupante puede regularizar su propiedad), los propios estados (principalmente después de la República) en algunos momentos históricos concedieron propiedades con o sin títulos. Ese es el mecanismo básico que hizo y hace que nunca se estableciera un catastro efectivo, que incluso permitiría definir las áreas de terras devolutas, pasibles de utilización por otros tipos de políticas de la tenencia de la tierra.
Hasta la Ley de Tierras, el registro de las propiedades se realizaba básicamente en los Registros Parroquiales de Tierra, bajo responsabilidad del vicario local. Ese registro se utilizó por mucho tiempo después de la promulgación de la Ley de Tierras. En 1864, una nueva obligación institucional establece una tradición que perdura hasta los días de hoy y que termina generando una mayor indefinición e incapacidad de reglar efectivamente el mercado de tierras: la necesidad de registrar las propiedades en las notarías, independientemente de su comprobación. De alguna forma, el registro en la notaría ofrece características legales al inmueble sin que haya ningún mecanismo que garantice eso16.
La Proclamación de la República en 1889, al pasar a los estados los derechos sobre las terras devolutas, generó la posibilidad para que sus mandatarios las repasaran a través de concesión de títulos no registrados. Eso ocurrió con más intensidad en algunos estados que en otros, pero, independientemente de eso, creó una ambigüedad más en la concesión de títulos, lo que dificultó
la reglamentación estatal del mercado de tierras17.
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18. Como el catastro de 1967 y los registros posteriores fueron para fines fiscales (Impuesto sobre la Propiedad Territorial Rural) basados en declaraciones de los propietarios de tierras y no fiscalizados, este es poco confiable como demostró el estudio de Sabato (2003), con base en las informaciones resultantes del Decreto 558/98. Otras tentativas recientes de integrar los catastros de los diferentes órganos públicos para mejorar la calidad de las informaciones han fracasado por las ausencias de voluntad política y de un órgano que asuma el papel de ejecutor de la gobernanza de la tierra en el país.
La institucionalización del Registro Público de Tierras, en 1900, es,
posiblemente, el principal paso hacia el sistema actualmente vigente de registro
de inmuebles en notarías. En esa regla, todos necesitan demarcar y registrar
sus inmuebles, ya sean rurales o urbanos, pero sin ninguna fiscalización y
sin que haya un catastro. El Estado también necesitaría demarcar y registrar
sus tierras (terras devolutas), lo que es impracticable, pues estas se definen
por exclusión. Él propio actúa, por lo tanto, ilegalmente. Esa obligatoriedad
termina potenciando las posibilidades de fraudes en los registros en las notarías
públicas.
La promulgación del Código Civil de 1916 generó la incapacidad de
reglamentar los mercados de tierras en Brasil, tanto por reafirmar la notaría
como la institución de registro, como por posibilitar que las tierras públicas
fueran objeto de usucapión. En las palabras de Osório Silva (1996:324), “con
eso se completaba el cuadro para la transformación del Estado en un propietario
como los demás. Y de esa forma se soportaba la doctrina de la prescripción
de las terras devolutas. O, en otras palabras, la posibilidad de usucapión de
las terras devolutas.
Por lo tanto, el Código Civil, por motivos no necesariamente vinculados a
los intereses de los terratenientes, terminó por establecer los grandes marcos
de la institucionalidad del acceso a la tierra en Brasil, al definir que el registro
en notarías de inmuebles era necesario (a veces también suficiente) para
comprobar su titularidad.
La gran innovación institucional en la esfera de la política y administración
de la tenencia de la tierra brasileña es el Estatuto de la Tierra de 1964, cuyas
reglas y conceptos siguen válidos hasta los días de hoy. Por lo tanto, para
orientar la implantación de la política agraria y agrícola, el Estatuto de 1964 creó
el Catastro de Inmuebles Rurales18. Todos los inmuebles privados o públicos
deberían ser registrados, incluso las posesiones. Los propietarios deberían
providenciar información sobre la situación de la documentación y uso de la
tierra (usada para estimar la productividad) con el objetivo de facilitar la reforma
agraria. El INCRA, creado en 1970, se tornó responsable por la gerencia del
Sistema Nacional de Catastro Rural, el cual mantenía el Catastro de Inmuebles
Rurales. Después que el inmueble era registrado, el INCRA emitía el Certificado
de Catastro de Inmueble Rural exigido para cualquier tipo de transacción de
tierra. Ocupantes registrados por el INCRA también recibieron el Certificado de
Catastro de Inmueble Rural y deberían pagar el Impuesto sobre el Inmueble
Rural, aunque los valores de ese impuesto siempre se hayan mantenido bajos.
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El Estatuto de la Tierra una vez más mantuvo la legitimación de posesión,
permitiendo la titulación de tierras públicas ocupadas informalmente.
El esquema 1 trata de sintetizar, a través de una visión esquemática las
interrelaciones entre los órganos del sistema de administración de la tenencia
de la tierra de Brasil. Se percibe que no hay vínculos entre INCRA y los
municipios, haciendo que haya muchos problemas de la tenencia de la tierra en
el vínculo entre tierras rurales y urbanas. Además, no existe una institución que
centralice el catastro y realice un vínculo con los órganos del poder judicial que
son responsables por la titulación de los inmuebles. No aparece en el cuadro,
pero gran parte de los problemas de la tenencia de la tierra en Brasil, tanto
rurales como urbanos, cuando no solucionados en la esfera administrativa,
terminaron en la justicia y esta, por tener muchos procesos en todos sus
tribunales, termina por tardar años para juzgarlos, haciendo que casi siempre
los casos relativos a la tenencia de la tierra, ya sea rural o urbana, se juzguen
como hechos consumados.
Por lo tanto, el gran problema de la deforestación de la Amazonia está
asociado a la ausencia de gobernanza de la tenencia de la tierra en el país,
Fuente: Legislación en vigor y Reydon (2006).
esquema 1Situación actual de la administración de la tenencia de ta tierra en brasil
Presidencia de la República, con el aprobación del poder legislativo
establece: Áreas de Conservación y Tierras Indígenas
Gobiernos Estatales, con aprobación del poder
legislativo establecen: Áreas de Conservación Estatales
Notaría de Registro de Inmuebles: registra y titula con base en contratos de compraventa
(consultando solamente sus registros)
Poder Judicial - homologa o crea títulos en decisiones de
cualquier tipo de conflicto
Ley 10.267 - inmuebles con alteraciones en la notaría presentan
dibujo georreferenciado para catastro
Institutos Estatales
de Tierras: responsables por las tierras
públicas estatales
AGU - transferencia
de terras devolutas
Municipios: decisiones sobre tierras rurales y
urbanas, uso, cobranza de Impuesto Predial y Territorial Urbano, etc.
INCRA: concede matrícula inicial única, realiza el catastro, concede título de concesión de uso a los asentados, asignación de las
terras devolutas y colonización
Receita Federal (Rentas Internas):
cobranza de Impuesto sobre
la Propiedad Territorial Rural
Asentamientos de sin tierras
Colonización – asignación de tierras públicas a la división de tierras rurales
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19. FAO (2008:9) trabaja con una definición adecuada de gobernanza de la tierra: “Governance is the system of values, policies, and institutions by which a society manages its economic, political and social affairs through its interactions within and among the state, civil society and private sector. Land governance concerns the rules, processes and organizations through which decisions are made about access to land and its use, the manner in which the decisions are implemented, and the way that competing interest in land are managed.”
20. Las innovaciones tecnológicas de captación de informaciones a través de satélite, según Doelinger et al. (2010), permiten avances que pueden revolucionar el sistema de registro de inmuebles existentes.
21. Basado en estudio de Gessa (2008), que propone el mapeo participativo como un importante instrumento para asegurar derechos de propiedad y crear “empoderamiento” de las poblaciones menos privilegiadas en regiones con derechos de propiedad inseguros.
resultado del proceso histórico de construcción de marcos institucional y legal
inadecuados para ese fin. Solamente con la construcción de una institución
que tenga como meta la gobernanza de la tierra y el ajuste del marco legal
brasileño para esa finalidad existirá la disminución de la deforestación y el uso
adecuado del suelo en el país.
6. lA neceSIdAd de gObeRnAnzA19 de lA tIeRRA cOMO cOndIcIón neceSARIA pARA lA
La agricultura brasileña presenta un desempeño ejemplar, con crecimiento
de producción de alimentos, oferta de energía y divisas y mayor inserción
internacional, entre otros. Pero la seguridad asociada a la tenencia de la tierra
continúa siendo un gran problema, particularmente en la Amazonia. Su solución
requiere una adecuada y participativa gobernanza de la tierra, según, entre
otros, FAO (2007) y Doelinger et al. (2010).
Los beneficios por obtener de un adecuado sistema de gestión territorial
dependen de la clara identificación de los inmuebles registrados y un mecanismo
simple y efectivo para la obtención y actualización de sus informaciones. Ese
proceso necesita empezar sin que ocurra dependencia de las informaciones
de los títulos u otras formas de documentos formales, que pueden utilizarse
siempre que haya conflictos sobre la propiedad. Hay que empezar un proceso
de titulación que concilie informaciones de las propiedades a partir de las
imágenes de satélites20 con un análisis de las propiedades con los propietarios
y ocupantes legítimos (posesión pacífica). La efectiva participación de los
propietarios y ocupantes consiste, según estudio de Gessa (2008), en un
efectivo conocimiento y, de esa forma, “empoderamiento” de los propietarios
de tierras, principalmente los pequeños21.
Solamente con la efectiva gobernanza sobre la tierra, particularmente con
la creación de un catastro moderno y autoalimentado, será posible:
a) Garantizar los derechos de las propiedades privadas para los diferentes
fines: negocios, arrendamiento, garantías en obtención de crédito, para la
concesión de pagos por servicios ambientales entre otros;
b) Identificar las tierras públicas y garantizar su adecuado uso para: creación
de reservas, asentamientos o colonización;
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c) Establecer con más seguridad las demás políticas relacionadas con
la tenencia de la tierra: reforma agraria, crédito agrario, tributación sobre la
tierra;
d) Reglar los procesos de compras de tierras para: limitar el acceso a
extranjeros, a propietarios con muchas tierras o a otros propietarios;
e) Hacer la zonificación del uso de la tierra – establecer y reglar imponiendo
límites, a través de zonificación, la producción agrícola y pecuaria en
regiones específicas. Establecer áreas protegidas y de prohibición de la
deforestación;
f) Reglar los procesos de conversión de tierras agrícolas en urbanas y de
esa forma tener un catastro para cobranza de los tributos sobre la propiedad
(Impuesto Predial y Territorial Urbano y Impuesto sobre la Propiedad Territorial
Rural);
La gobernanza de la tierra no resuelve el problema de la deforestación de la
Amazonia, pero es condición necesaria para enfrentar el problema. Por el lado
de las terras devolutas, el catastro, al permitir la identificación y la posesión
por parte del Estado de esas tierras, dificultará mucho su posesión privada
inapropiada y la deforestación. Posibilitará también la utilización de esas terras
devolutas en la ejecución de la política de la tenencia de la tierra brasileña, a
través de colonizaciones organizadas, reforma agraria y otros.
En las tierras privadas, la efectiva gobernanza participativo permitirá, a partir
del conocimiento de la realidad, de la discusión de prioridades para su uso y de
una fiscalización adecuada, la planificación y el reglamento del uso del suelo, a
través de zonificación y otros instrumentos coercitivos. La gobernanza efectiva
también impedirá la deforestación y seguramente limitará la especulación con
las tierras, que es la principal causa de la deforestación.
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1. Profesor de Derecho Ambiental de Universidad Federal de Mato Grosso (UFMT) (PhD), Procurador del Estado de Mato Grosso y Presidente del Instituto El Derecho por un Planeta Verde (IDPV).
la transición hacia una economía verde en el derecho brasileño: perspectivas y desafíosCARLOS TEODORO J. HUGUENEY IRIGARAY1
cOnSIdeRAcIOneS InIcIAleSEn el contexto de los cambios climáticos, la transición hacia una economía
con bajo carbono se torna un imperativo que exigirá un cambio de paradigma, con amplia repercusión en la cultura, en la economía y en el derecho, redimensionando la ideología de la sostenibilidad y de la justicia ambiental.
En esa transición, considerando las consecuencias de la globalización y el carácter transfronterizo de la contaminación, existen tareas que exigirán un enfrentamiento por la comunidad internacional, sin perjuicio de las acciones locales, destacándose, en ese aspecto, las medidas para contener la emisión de gases de efecto invernadero y la adaptación a los efectos del calentamiento global.
Sin embargo, incluso en esas acciones que involucran la cooperación internacional, les queda a los países una amplia lista de tareas, con el objetivo de propiciar internamente la transición hacia una economía verde.
Brasil ostenta internacionalmente una posición privilegiada en ese contexto, con una matriz energética relativamente limpia, además de una megadiversidad y otros atributos naturales que aseguran al país una posición de destaque en la conservación de la biodiversidad.
Sin embargo, la riqueza natural no es suficiente para asegurar un desarrollo en bases sostenibles o tampoco propiciar el verdeamiento de la economía. En el caso brasileño, la expansión de la frontera agrícola y la falta de políticas públicas consistentes para orientar la explotación económica de los recursos naturales contribuyeron para forjar un modelo de explotación predatoria que ha causado al país grandes perjuicios económicos y ambientales.
Como respuesta a ese cuadro, se editaron muchas leyes, con significativos avances en términos de protección ambiental, aunque persistan grandes desafíos para la transición en dirección a una economía que pueda definirse
como verde.
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2. Según Brundtland et al. (1988), el desarrollo sostenible es aquél “que satisfaga las necesidades de la generación presente, sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer sus propias necesidades”.
Seguramente el derecho puede dar una contribución relevante en ese
proceso, según se analizará en este ensayo. Un primer desafío consiste
en delimitar los instrumentos y mecanismos que pueden contribuir para la
concreción de un desarrollo en bases sostenibles, que implica en la revisión
de los subsidios implícitos a las actividades contaminantes, de acuerdo con
lo tratado en el primer capítulo.
En el segundo capítulo de este ensayo se apuntan también los principales
desafíos de ese proceso, concluyendo con la contribución del derecho brasileño
a la transición hacia una economía verde.
El contexto es ampliamente favorable a los cambios necesarios, tanto
en términos de concientización de la sociedad, como de los imperativos
determinados por la crisis ecológica de la actualidad. Nos queda enfrentar
esos desafíos y construir un nuevo paradigma en el cual el derecho al medio
ambiente ecológicamente equilibrado no sea simple proclamación, sino una
realidad basada en la solidaridad intra e inter-generacional.
1. ecOnOMíA veRde y lA SOStenIbIlIdAd pOSIble Desde la conceptuación de desarrollo sostenible2, dada por la Comisión
Brundtland, se desarrolló una amplia producción intelectual, para objetivar el
concepto y establecer parámetros para cuantificarlo. El mayor obstáculo en
esa tarea es la falta de indicadores para medir el desarrollo sostenible, pues,
en principio, ninguno de los tres objetivos del desarrollo sostenible (económico,
ambiental y social) se mide actualmente con parámetros compatibles
(Dourojeanni, 2000).
No es sin propósito que Morin y Kern (1995) destacan que la propia noción
de desarrollo se presenta gravemente subdesarrollada. Así ocurre con la
sostenibilidad: o ella se traduce en decisiones económicas y acciones políticas,
fijando límites reales a la utilización de los recursos naturales y emisión de
contaminantes o, en caso contrario, el desarrollo sostenible no habrá sido nada
más que un mito no realizado que transmitiremos a las generaciones futuras,
juntamente con un gigantesco pasivo ambiental, legado de una civilización
predatoria.
Por eso, es muy importante la profundización de los debates sobre el
modelo económico que elegimos y de las acciones locales y globales que
pueden contribuir para garantizar el crecimiento de los sectores limpios, con
sostenibilidad.
En ese sentido, pondera Dourojeanni (2000) que es responsabilidad de los
actores y participantes del proceso de gestión precisar para cada país o región,
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3. En la acepción de Ulrich Beck (1992), la configuración de la sociedad contemporánea, como una sociedad de riesgo, tiene como premisa la constatación de un cuadro de riesgos catastróficos, marcados por la invisibilidad (amenaza nuclear, calentamiento global, etc.) y por la incapacidad del Estado en dar respuestas eficaces a esos problemas y garantizar la seguridad de los ciudadanos (irresponsabilidad organizada, estado de seguridad y explosividad social).
4. World Watch Institute estima que el equivalente al 3% de la economía mundial (o lo equivalente al PBI de Italia) se gasta en subsidios a actividades que destruyen el medio ambiente (Januzzi, G. De M. A política energética e o meio ambiente apud Romeiro. et al., 1999, p.156). Ese índice se refiere a los subsidios explícitos; el costo socioambiental de las actividades contaminantes, soportado por la población (y no por los contaminadores) es incalculable.
5. Una investigación conducida por un equipo internacional de científicos, bajo la coordinación de Mathis Wackernagel, denominada “Determinando el consumo ambiental excesivo de la economía humana”, destaca la incapacidad del planeta en absorber el carbono lanzado en la atmósfera. Según Wackernagel, la expansión económica estimula la demanda de recursos y supera la capacidad del planeta en restaurar bienes y servicios: “Ya no estamos viviendo de los intereses de la naturaleza, sino del capital de la naturaleza. Economías sostenibles no son posibles si vivimos por sobre los medios que proporciona la naturaleza” (Polakovic, 2005).
el significado de la sostenibilidad, admitiendo tratarse de término ambiguo que
se aplica a la producción, a la ecología, a la economía, al medio ambiente,
a la sociedad y al desarrollo. En la medida en que pasa áreas distintas y
distanciadas, el concepto de sostenibilidad ejerce una función integradora y
revolucionaria, implicando en la ruptura de estándares, creencias y técnicas
secularmente consolidadas e insertándose en un contexto de cambio de
estándares en las relaciones del hombre con el mundo natural.
En esa acepción, la sostenibilidad puede ejercer una acción transformadora,
tanto en la esfera económica, incentivando inversión en capital limpio,
como en la esfera político-administrativa, a través de la descentralización y
democratización de los centros de decisión.
De todas maneras, en que pese la imprecisión del concepto de desarrollo
sostenible, este puede considerarse viable y posible, en la medida en que
fija directivas capaces de informar las políticas públicas en ese momento de
transición de una sociedad industrial a una sociedad de riesgo,3 ofreciendo
criterios orientadores de la intervención pública en el dominio del ambiente y
principalmente en la economía, al fomentar el aumento del capital natural.
Para ello, es imprescindible que se opere, en el área económica y jurídica,
una profunda revisión de los incentivos implícitamente concedidos a las
actividades contaminantes4, pues frecuentemente los efectos exteriores de esas
actividades económicas no se consideran en el sistema de precio, generando
lo que en la ciencia económica se identifican como externalidades.
Esas externalidades solamente se reducirán si los costos ambientales
fueran asumidos por los agentes productores y consumidores, a través de
la intervención estatal, por medio de instrumentos económicos o de mando
y control, que implica en la superación de una tradición de los estudios
económicos que perciben el medio ambiente como inagotable.
Además, no se pueden ignorar los estudios que avisan respecto al volumen
de los recursos naturales consumido actualmente, considerado superior a la
capacidad de reposición del planeta5; es decir, la humanidad está consumiendo
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recursos de forma insostenible. Ese aspecto no se está considerando de forma
adecuada en la formulación de las políticas públicas; no se ha atribuido ninguna
consideración de orden económico al agotamiento de esos recursos, tratados
como si fueran inagotables. Por lo general, las políticas económicas se conciben
e implementan considerando un horizonte temporal extremamente limitado -
políticas de corto plazo y, en ese contexto, si no se verifica un crecimiento de
los sectores limpios, se compromete la sostenibilidad.
Exactamente por eso, la transición hacia una economía verde exige cambios
sustanciales en términos de políticas públicas, con el objetivo de reorientar
los mecanismos de mercado para compatibilizar crecimiento económico
con sostenibilidad. En ese sentido, bajo la perspectiva jurídica, las medidas
necesarias incluyen estructuración de un sistema que pueda efectivamente
orientar las políticas públicas, combinando la utilización de instrumentos
económicos y mecanismos de mando y control, que, necesariamente, deben
estar informados por algunos principios éticos entre los cuales destacamos la
justicia ambiental y la equidad intra e intergeneracional.
En el capítulo siguiente se enfocarán los desafíos a esa transición,
considerando el contexto nacional y los mega-problemas que repercuten
negativamente en el ambiente en nuestro país.
2. deSAfíOS A lA tRAnSIcIón A UnA ecOnOMíA veRde en bRASIl
De acuerdo con lo destacado, en la transición hacia una economía verde,
existen desafíos que son de orden global y de orden nacional, como resultado
de la espacialidad singular característica del Derecho Ambiental (Martin Mateo,
1977) donde los problemas ambientales desconocen fronteras, así como del
proceso de globalización que mantiene las economías interdependientes.
Además, existen situaciones en que problemas globales repercuten en la esfera
nacional, agravando las deficiencias internas y actuando de forma sinérgica
para ampliar las condiciones de riesgo y acentuar el carácter multifactorial de
la contaminación.
En este enfoque se destacan tres factores que se relacionan directamente
con el modelo de desarrollo implementado en nuestro país y se constituyen en
desafíos en la transición hacia una economía verde: la pobreza, la deforestación
y la expansión de la agropecuaria conducida de forma insostenible.
2.1 enfrentando la pobreza
En pleno siglo xxI la pobreza continúa siendo uno de los más relevantes
problemas socio-ambientales que afecta la humanidad y continúa siendo
endémica en los países en desarrollo, con aproximadamente 1,2 mil millones
de personas viviendo con menos de un dólar por día en 1999, de acuerdo
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6. UNCTAD (2004).7. Presidência da República (2007).8. Idem.9. UNCTAD (2004).
con la Nota de Información de la Conferencia de las Naciones Unidas para el
Comercio y el Desarrollo.6
Brasil está en posición privilegiada entre los países en desarrollo, pero
los índices de pobreza siguen elevados y hay una significativa desigualdad
de renta, que necesita ser superada como forma de reducir la presión sobre
los recursos naturales, la falta de saneamiento y garantizar una mejora en la
calidad de vida.
De acuerdo con estudio conducido por el Instituto de Investigación
Económica Aplicada7 de Brasil, el cuadro nacional presenta expresiva mejora
en la reducción de las desigualdades sociales, pero el problema todavía
es grave. El estudio indica que, de 1995 a 2008, 13 millones de personas
salieron de la miseria en el país, que permitió reducir por la mitad el número
de personas en esas condiciones, considerando en ese caso el número de
familias con rendimiento por persona hasta 1/4 del sueldo mínimo mensual.
Sin embargo, el país todavía contabiliza cerca de 7,5 millones de brasileños
con renta domiciliar per cápita inferior a 1 dólar PPC por día.
Ese porcentaje es muy superior cuando se considera la proporción de
brasileños en pobreza absoluta, que según ese mismo estudio es el 28,8%.
En ese porcentaje se incluyen los miembros de familias con rendimiento medio
por persona de hasta medio sueldo mínimo mensual (aproximadamente 5
dólares por día).
Es importante destacar que el informe de la ONU “Nuestro Futuro
Común” ya destacaba que la contaminación no es resultado solamente del
desarrollo, sino también de la pobreza que impone la favelización, la falta de
saneamiento, la ocupación de áreas de riesgo y la falta de educación, entre
otras consecuencias.
Los desafíos por enfrentar para la reducción de la pobreza en el país, de
acuerdo con el estudio conducido por el Instituto de Investigación Económica
Aplicada8 de Brasil, resultan, principalmente, de la falta de acceso a los
alimentos, resultante del bajo poder adquisitivo de millones de brasileños,
problema agravado por una serie de otros factores, como condiciones
inadecuadas de saneamiento básico, bajos niveles de educación y servicios
de salud deficientes.
En el área del saneamiento los indicadores del Brasil urbano (80,5% de
habitantes urbanos atendidos por saneamiento adecuado) son inferiores a
los de las áreas urbanas de países como Jamaica (82%), según datos de las
Naciones Unidas9. A pesar de los avances la última década, el informe agrega
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10. UNSTAT.11. UNCHS (2006).
que “la falta de una solución adecuada para el alcantarillado doméstico todavía
afecta a aproximadamente 31 millones de habitantes en las ciudades”.
El Brasil rural no solo la situación es peor, sino la mejora ha sido más lenta.
El 2008, el 76,9% de la población no tenía acceso adecuado a alcantarillado;
eso significa que la proporción de 23,1% de los habitantes rurales atendidos
por saneamiento adecuado es inferior a la de la zona rural de Afganistán (25%),
también de acuerdo con datos de la ONU10.
Otro aspecto igualmente relevante, respecto a la pobreza y falta de
saneamiento, es que menos del 50% del alcantarillado sanitario producido
en Brasil se recolecta y solamente 1/3 de ese total se trata efectivamente.
Como consecuencia, según el Ministerio de la Salud, el 65% de las
internaciones hospitalarias son resultado de la inadecuación de esos servicios,
contabilizándose anualmente aproximadamente 50 mil muertes de niños en
Brasil (Irigaray y Rios, 2005).
Como consecuencia, “la falta de soluciones adecuadas para la recolección
y el bajo índice de tratamiento de los alcantarillados domésticos son los
principales responsables por la contaminación de los recursos hídricos en
Brasil, problema que se siente de forma más aguda en municipios densamente
poblados de regiones metropolitanas y ciudades grandes y medianas”, afirma
el informe del Instituto de Investigación Económica Aplicada.
No es difícil establecer la relación entre la pobreza y el desarrollo insostenible.
Es notorio que la proporción de la población sin acceso a agua potable y
alcantarillado sanitario o en viviendas precarias tiene relación directa con la
calidad de vida y la salud de la población y, por lo tanto, con la sostenibilidad
ambiental.
En ese sentido, el Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos
Humanos destaca en el documento “The state of the world’s cities 2006/2007”11
que hay una correlación positiva entre las condiciones de vivienda e indicadores
de desarrollo humano. El referido informe observa que la existencia de una
o más inadecuaciones habitacionales amenaza la salud, la educación y las
oportunidades de empleo de los habitantes de asentamientos precarios: ellos
pasan más hambre, tienen pocas oportunidades de conseguir un empleo
bien remunerado en el sector formal, tienen menor nivel educativo, son más
vulnerables a enfermedades y mueren más temprano que el resto de la
población urbana. Según lo que destaca el documento, “el lugar de vivienda
importa”.
Por eso, superar ese cuadro de injusticia socio-ambiental es una prioridad
para la transición en dirección a una economía verde, donde el crecimiento
económico ocurra en bases sostenibles.
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12. IPCC (2007).
2.2 el avance de la deforestación
De acuerdo con el informe del IPCC, la reducción de la cobertura forestal,
en consecuencia de las deforestaciones y conversiones para usos alternativos
del suelo, así como la degradación asociada al corte selectivo de especies,
quemadas y otras prácticas que provocaron la pérdida de stocks restantes de
carbono, son responsables por aproximadamente el 18% del total estimado
de los gases de efecto invernadero en todo el mundo.12
De esa forma, contener la deforestación y las quemadas pasa a ser una
necesidad global de cambio para una economía de bajo carbono.
Especialmente en nuestro país ese desafío también es prioritario,
principalmente en función de las elevadas tasas de deforestación especialmente
en la región amazónica, donde más del 70% de la deforestación resulta de
formación de pastos.
Al analizar el riesgo de expansión de los biocombustibles en Amazonia,
destacamos:
“Del área de bosque existente en el territorio brasileño, el 20% ya se
deforestaron, que corresponde a 67 millones de hectáreas. A pesar de
las acciones gubernamentales dirigidas a revertir el avance de la frontera
agrícola sobre el bosque, las tasas de deforestación se mantienen elevadas.
Según el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil, en el
periodo de 2007/2008 el área deforestada fue equivalente a 11.968 km²
y, aunque se constate una reducción gradual de ese porcentaje, él puede
estar asociado a la coyuntura del mercado y no hay ninguna seguridad de
que la deforestación será contenida con la mejora de la economía, incluso
porque la ausencia del aparato del Estado en Amazonia es uno de los
factores que agrava el cuadro actual, caracterizado por la falsificación de
documentos de las tierras, deforestación ilegal, violencia y trabajo esclavo”
(Irigaray, 2010).
Ese cuadro de degradación de la selva amazónica sigue impulsado
principalmente por la pecuaria extensiva y por la actividad maderera. Estudios
realizados por el Instituto del Hombre y Medio Ambiente de la Amazonia revelan
que la variación de los índices de deforestación en la Amazonia Legal oscila de
acuerdo con las cotizaciones del ganado y de la soya, es decir, cuanto mayor
es el valor de los productos, mayores son las tasas de deforestación. Todavía
de acuerdo con ese estudio, aproximadamente 3/4 de la deforestación ocurrida
los últimos años dio lugar a pastos que ocupan aproximadamente de 75% a
81% del total deforestado entre 1990 y 2005 (Barreto et al., 2008).
La falta de una política agrícola que dialogue con la gestión ambiental
evidencia la fragilidad de las políticas públicas para la región y mantiene latente
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el riesgo de que las tasas de deforestación vuelvan a subir, como observado
también por Paulo Moutinho (2009):
“Algunos estudios recientes demuestran que la deforestación amazónica, a
pesar de la reciente reducción en sus tasas, podrá aumentar en las décadas
futuras (Soares et al., 2006). Se estima que más de la mitad de la Amazonia
brasileña estará deforestada o degradada como resultado de la explotación
de madera y del fuego, en caso el patrón de ocupación siga la trayectoria
de las últimas dos décadas.”
Es importante observar que el avance de la deforestación en Amazonia
implica en un aumento significativo en los índices de emisión de carbono
por Brasil, agravado porque, como regla general, la deforestación ocurre
ilegalmente y frecuentemente seguida de quemada.
Por eso, la contención de la deforestación pasa a ser una prioridad, que
pone a nuestro país en una posición de evidencia, según destaca André Lima
(2009):
“La Constitución Federal Brasileña de 1988 cumplió, el 2008, 20 años de
vigencia. En este periodo, de 1988 a 2008, despachamos al espacio 348 mil
km2 de bosque tropical solamente en Amazonia. En solo dos décadas, en
menos de una generación. Eso corresponde, utilizando datos conservadores
del gobierno federal brasileño, a algo alrededor de 12,3 mil millones de
toneladas de gas carbónico en la atmósfera. Todo que Brasil emitió de
carbono forestal amazónico, en 21 años de vigencia de nuestra constitución
ciudadana, corresponde a casi dos veces todo el esfuerzo de reducción de
emisiones acordado por los países del Anexo I del Protocolo de Kioto para
el primer periodo de compromiso (2008-2012).”
Es importante destacar que, a pesar del esfuerzo del gobierno federal para
contener la deforestación en Amazonia y de la expresiva reducción verificada
los últimos años, el 2010 se deforestaron 7 mil km2 de bosque. En el Cerrado
(la sabana brasileña) ese control se demuestra aún más débil y los índices de
conversión han aumentado significativamente las últimas décadas, haciendo
que sea actualmente el bioma brasileño más amenazado de destrucción.
Se estima que el Cerrado ya perdió aproximadamente 49% de su vegetación
nativa y se deforestan aproximadamente 14,2 mil km2 por año, en especial
para la formación de pastos, según datos del Instituto Brasileño del Medio
Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables.
Se agrega que la deforestación es solamente la punta de un iceberg que
necesita ser enfrentado en la transición hacia una economía verde, pues,
asociado a ese problema, persisten prácticas culturales como las quemadas
que degradan el suelo o el uso abusivo de pesticidas que contamina el suelo
y los sistemas hídricos, además de otros impactos ambientales asociados a la
expansión de la agropecuaria, que se analizará en el ítem siguiente.
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13. Relatório “Manejo florestal sustentável, mudanças econômicas no uso do solo e implicações para políticas públicas na Amazônia”, Folha de S. Paulo, 22 de outubro de 2000.
2.3 la expansión de la agropecuaria
Brasil se ha destacado internacionalmente como el granero del mundo,
ocupando posición de destaque en la producción de granos, carne, pollo y otros
productos agrícolas. Tanto la agricultura como la pecuaria son responsables
por el superávit primario obtenido por el país en su balanza comercial.
Aunque se reconozca la vocación agropecuaria del país y la posibilidad de
la expansión del agronegocio en bases sostenibles, todavía existe en Brasil
una gran distancia entre las prácticas del sector y el objetivo de una agricultura
y pecuaria que puedan considerarse “verdes”.
Superar esa distancia entre lo real y lo ideal implica en reconocer que en ese
superávit festejado por el gobierno no se están contabilizando los subsidios
que reciben esas actividades (implícita y explícitamente) y ni los déficits en el
cumplimiento de la legislación ambiental que causan impactos significativos
sobre el medio ambiente.
La pecuaria es, como señalizado, responsable por más de 70% de la
deforestación ocurrida en Amazonia. De acuerdo con el Instituto Brasileño de
Geografía y Estadística del gobierno brasileño, de 1990 a 2008 el rebaño de
la región pasó de 21,1 millones a 71,4 millones de cabezas. Ese crecimiento
es impulsado por diversos factores: bajo precio o uso gratuito de la tierra
(generalmente tierra pública ocupada ilegalmente), crédito subsidiado y mano
de obra barata o en condiciones análogas a la esclavitud.
Las áreas deforestadas en Amazonia abrigan, generalmente, extensas
haciendas de ganado en la cuales se practica una pecuaria extensiva de baja
productividad que avanza sobre áreas protegidas (Reserva Legal y Áreas de
Preservación Permanente), causando una severa degradación, principalmente
cuando se analiza bajo la óptica biológica, pues, según estudio elaborado por
el Instituto del Hombre y Medio Ambiente de la Amazonia, en conjunto con el
Banco Mundial, Amazonia presenta algunas peculiaridades, tales como: suelos
pobres, lluvias en exceso en aproximadamente 80% de la región, atributos
suficientes para tornar, del punto de vista puramente económico, cualquier
emprendimiento agropecuario tradicional inviable13.
Respecto a la agricultura, los problemas no son menores. La expansión del
agronegocio ha ocurrido, por lo general, sin respetar la legislación forestal a
través de la implantación de monocultivos intensivos, altamente dependientes
de agrotóxicos y fertilizantes.
Es importante observar que la opción por el monocultivo se ha constituido
como una estrategia del agronegocio para reducir costos y aumentar la
producción, que hoy responde por una tercera parte del PBI y 42% de las
exportaciones en Brasil. Sin embargo, como destacan los periodistas Safatle
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y Pardini: “La fuerza del agrobusiness es solo una parte de la historia. Falta
contabilizar las pérdidas socio-ambientales”.14 Según Guilherme Delgado,
economista del Instituto de Investigación Económica Aplicada de Brasil, citado
en el artículo, “el agronegocio brasileño mezcla la modernidad técnica con el
atraso de las relaciones sociales”. Avisan que aún existen en el país 3,6 millones
de familias rurales en situación de extrema pobreza, viviendo con menos de un
dólar per cápita al día. Ese contingente se está excluyendo, pues la agricultura
de gran escala genera poco empleo y causa un éxodo rural que los centros
urbanos no son capaces de absorber con dignidad. Es decir, además del pasivo
ambiental, debido a que el monocultivo no respeta la Reserva Legal, existen
otras repercusiones de orden social que deben considerarse.
Según Feltran-Barbieri y Kassai (2008): “el pasivo ambiental tangible
generado por la inexistencia de las Reservas Legales puede ser superior a R$
112 millones en las regiones estudiadas, pudiendo llegar a R$ 16 mil millones
si se sobrepasan a todo el dominio del Cerrado, casi 0,5% del PBI brasileño
del 2006. Ese pasivo no contabiliza las pérdidas intangibles de biodiversidad
y demás servicios ambientales, pero solamente las externalidades sufridas
por la población generadas en el agrobusiness.”
Se agrega que, además del gigantesco pasivo ambiental generado por la
actividad, se trata de negocio muy expuesto a la competición internacional y
con el flanco abierto para la creación de barreras no tarifarias, como resultado
del incumplimiento de la legislación ambiental y de la utilización de trabajo
esclavo.
3. lA cOntRIbUcIón del deRecHO bRASIleñO pARA UnA ecOnOMíA veRde: peRSpectIvAS
Entre los países megadiversos, Brasil ocupa posición de destaque,
con más de 13,2% del número total de especies del planeta, excepcional
disponibilidad hídrica y la mayor reserva forestal del planeta, entre otros
atributos naturales.
No se pueden ignorar las amenazas que existen sobre esa diversidad
de biomas y ecosistemas, como resultado, principalmente, de la expansión
de la frontera agrícola elaborada en confronto con la legislación ambiental
existente, que causa pérdidas económicas por la pérdida de recursos naturales
explotados de forma predatoria y perjuicios ecológicos con la erosión de la
biodiversidad.
Sin embargo, desde la Constitución Federal de 1988, se desarrolló amplio
marco regulatorio capaz de compatibilizar el crecimiento económico con la
sostenibilidad, siendo seguro que Brasil detiene las condiciones para ejercer
14. Safatle y Pardini (2004).
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un fuerte protagonismo en esa transición en dirección a una economía verde,
caracterizada principalmente por la baja emisión de carbono.
En la Constitución Federal están garantizados algunos principios que
deben orientar no solamente la actuación del poder público, sino también del
sector empresarial y de la sociedad civil, destacándose el reconocimiento del
derecho fundamental al medio ambiente ecológicamente equilibrado, asociado
al deber del poder público y de la colectividad de defender y preservar ese
derecho. Ese deber se complementa con el reconocimiento de la defensa del
medio ambiente como principio que debe informar el orden económico, y con
la definición de una lista de tareas constitucionalmente atribuidas al poder
público para garantizar la efectividad del derecho reconocido en el art. 225 de
nuestra Carta Magna.
Entre las principales normas que ofrecen las bases para el desarrollo
sostenible, en nuestro país, figuran el Código Forestal (Ley nº 4.771/65),
la Ley de la Política Nacional del Medio Ambiente (Ley 6.938/81), la Ley de
la Acción Civil Pública (Ley nº 7.347/85), la Ley de la Política Nacional de
Recursos Hídricos (Ley nº 9.433/97), la Ley que instituye el Sistema Nacional
de Unidades de Conservación (Ley nº 9.985/00), la Ley de Política Nacional
de Residuos Sólidos (12.305/10) y la Ley de Política Nacional de Cambios
Climáticos (Ley 12.187/09).
Especialmente en esta última, están definidos algunos principios, objetivos y
directivas para la transición hacia una economía verde, en la cual el desarrollo
pueda concretizarse en bases sostenibles con justicia socio-ambiental. En ese
sentido, destaca la referida ley: “los objetivos de la Política Nacional de Cambios
Climáticos deberán estar en conformidad con el desarrollo sostenible con el
objetivo de buscar el crecimiento económico, la erradicación de la pobreza y
la reducción de las desigualdades sociales” (párrafo único del art.4º).
En esa tarea, el gran desafío continúa siendo el de aumentar el nivel de
implementación de esas normas, principalmente del Código Forestal, que se
muestra hábil en contener el avance de la frontera agrícola sobre ecosistemas
frágiles, pero que enfrenta gran resistencia en el medio ruralista. En ese
sentido, es preocupante el esfuerzo del sector ruralista en el Congreso Nacional
para adaptar el Código Forestal a los deseos de expansión del agronegocio
en los remanentes de bosque y Cerrado aún existentes, eliminando la
protección jurídica de los activos forestales existentes, en el sentido contrario
del esfuerzo gubernamental para reducir las emisiones provocadas por las
deforestaciones.
Igualmente preocupante es la posición incierta del gobierno brasileño que,
por un lado, presenta ambicioso plan para reducir las emisiones de carbono y,
por el otro lado, no parece determinado a ejercer una política ambiental eficaz,
manteniendo un presupuesto ínfimo para los órganos ambientales mientras
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apuesta en obras altamente impactantes como las de la central hidroeléctrica
de Belo Monte o la pavimentación de las carreteras federales BR 163 (Cuiabá/
Santarém) y BR 319 (Manaus/Porto Velho), entre otras.
Esa contradicción se exterioriza en la desestructuración de los órganos
ambientales y en la falta de voluntad política para implementar una gestión
eficiente del medio ambiente, haciendo que la impunidad, en los casos de
infracciones ambientales, continúe siendo la regla: las multas aplicadas
por los órganos ambientales no se pagan y pocos contaminadores se
responsabilizan civil y criminalmente por los daños que causan, característico
de la “irresponsabilidad organizada” descrita por Ulrich Beck.
Además de la superación de esos factores limitantes, deben agregarse
nuevos mecanismos al esfuerzo de contención de la deforestación y valorización
de la producción sostenible. Por eso, la utilización de instrumentos como REDD,
el pago por servicios ambientales y la cobranza por el uso del agua constituyen
experiencias que apuntan la necesidad de estructuración jurídica de un sistema
de gestión ambiental que combine la utilización de instrumentos económicos
con la previsión de sanciones y procedimientos eficaces para la reparación y
compensación de daños causados al medio ambiente.
Es importante registrar que, aunque las acciones implementadas para
contener los cambios climáticos se hayan concentrado en la reducción de las
emisiones asociadas a la quema de combustibles fósiles, la deforestación y la
degradación de las selvas están actualmente en el centro del debate porque
constituyen causas significativas del calentamiento global, en la medida en que
responden, en conjunto, por 17,4% de las emisiones globales de gases del
efecto invernadero (más de la tercera parte de las emisiones de los países en
desarrollo) y, también, porque la reducción de esas emisiones puede obtenerse
por un costo menor que las demás fuentes de emisiones (Irigaray, 2010).
De esa forma, nuestro país detiene un patrimonio natural inigualable y
una base jurídica capaz de permitir la transición hacia una economía verde.
Pero, esos valores deben concretarse en términos de consciencia social,
amparados por una actuación política que pueda configurar un Estado de
Derecho Ambiental.
5. cOnSIdeRAcIOneS fInAleS
La transición hacia una economía verde presupone justicia ambiental y
mejora de las condiciones de vida de la población. De esa forma, es prioritario
que las políticas públicas enfrenten la pobreza y promuevan un crecimiento
inclusivo y permitan a todos y todas una participación más activa en el proceso
de crecimiento económico y del compartimiento de sus beneficios, por medio
de la reducción de la desigualdad y la inclusión social, que no es una tarea
difícil en Brasil, donde el hambre y la desnutrición no se deben a la escasez
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de producción de alimentos, pues la agricultura nacional produce más que lo
suficiente para satisfacer las necesidades de la población brasileña.
De la misma forma, están puestas las condiciones para la adecuación de las
actividades económicas a los nuevos estándares de sostenibilidad delineados
por la legislación brasileña, considerando la vocación agropecuaria y el notable
desarrollo agroindustrial del país los últimos años.
Sin embargo, el avance legislativo aún repercute tímidamente en el campo.
Hay un déficit significativo en la implementación de esas leyes que tienen
carácter simplemente simbólico, pues siguen no siendo respetadas sin mayores
consecuencias, además de enfrentar la resistencia de sectores que apuestan
en el aumento de la productividad de forma insostenible, es decir, sin considerar
el costo ambiental.
Ese embate entre el mantenimiento de una legislación rigurosa y
su flexibilización tiene como escenario el gran debate global sobre las
consecuencias de los cambios climáticos y de las medidas de mitigación y
adaptación necesarias.
En ese contexto, Brasil, que asumió compromisos internacionales de
reducción en sus emisiones, principalmente aquellas resultantes de las
deforestaciones ilegales y quemadas, corre riesgo de ver una escalada en el
avance de la deforestación, en caso ceda a las presiones para flexibilizar su
ley forestal.
Revertir ese cuadro presupone, por lo tanto, no solo medidas de mando
y control y ajustes de la administración ambiental en el sector forestal, sino
también medidas económicas que permitan el realineamiento de incentivos
económicos en favor de la conservación de los activos forestales y la
estructuración de una economía de base forestal con el fomento de medios
de subsistencia alternativos atractivos para la población que depende de esos
recursos (Irigaray, 2010).
Entre los instrumentos económicos, el pago por los servicios ambientales
prestados por el bosque desempeña un papel relevante en la construcción
de alternativas para contener la deforestación y la degradación de esos
ecosistemas. En ese sentido, la implementación de una política de REDD en
Brasil se revela una alternativa consistente, a causa de la magnitud de las
emisiones de la deforestación y el bajo costo de reducción de esas emisiones,
desempeñando un papel muy importante en la estrategia global de reducción
de emisiones de gases de efecto invernadero (Myers, 2009).
Infelizmente, la exigencia de la utilización sostenible de los recursos
naturales, en nuestro país, aunque constitucionalmente garantizada, todavía no
logró encontrar en la política ambiental mecanismos consistentes que permitan
su real implementación. Eso ocurre porque la exigencia de una administración
que considere la capacidad de soporte de los ecosistemas y no comprometa
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la disponibilidad de los mismos para las generaciones futuras se trata de meta
que solamente se torna concreta si se articula con otras políticas públicas,
especialmente económicas, orientadas a la misma finalidad.
Además, ningún país consigue producir y mejorar su calidad ambiental sin
que el poder público consiga impedir prácticas insostenibles e incentivar las
buenas conductas ambientales y el uso sostenible de los recursos naturales.
Para eso, nuestro país necesita superar ese cuadro de vulnerabilidad
institucional y fortalecer la implementación del marco regulatorio existente,
integrando principalmente las políticas agropecuarias con la protección del
medio ambiente, como condición para garantizar la transición hacia una
economía verde.
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La transición hacia una economía verde en
el derecho brasileño: perspectivas y desafíos
Carlos Teodoro J. Hugueney Irigaray
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1. Profesor Asociado del Programa de Postgrado en Ciencias Sociales en Desarrollo, Agricultura y Sociedad, de la Universidad Federal Rural de Rio de Janeiro (CPDA/UFRRJ), coordinador de la Maestría Profesional en Prácticas de Desarrollo Sostenible (PPGPDS/UFRRJ), coordinador de la línea de investigación en Biodiversidad, Recursos Naturales y Culturales e investigador del Instituto Nacional de Ciencia y Tecnología en Políticas Públicas, Estrategias y Desarrollo (INCT-PPED), past president de la International Society for Ecological Economics (ISEE), consejero de la Sociedad Brasileña de Economía Ecológica (ECOECO) y colaborador de Amigos da Terra-Amazônia Brasileira.
mecanismos de mercado para una economía verdePETER H. MAY1
ARgUMentOS A fAvOR de UnA ecOnOMíA veRde
Para lograr una economía verde es necesario garantizar la reducción del uso
de materiales y energía en el proceso de producción, a fin de que la sociedad
pueda prosperar sin necesariamente crecer (Daly, 1996; Jackson, 2009; Victor,
2008). Por otra parte, los actores sociales marginados de los beneficios del
capitalismo moderno — a causa de la mala distribución de la riqueza — pueden
alcanzar niveles más altos de consumo sin agotar el capital natural. Por lo
tanto, las metas, aparentemente contradictorias, de decrecimiento en el Norte
y de “verdeamiento” del crecimiento (con equidad) en el Sur constituyen la
base para un diálogo propositivo acerca de un futuro sostenible y configuran
la plataforma de debate de la cumbre Río+20.
El tema tratado en esta breve contribución analiza el siguiente interrogante:
¿hasta qué punto se puede recurrir a los mecanismos de mercado para
garantizar la transformación necesaria en el uso de los recursos naturales?
Más concretamente, ¿cómo promover un cambio impulsado por las fuentes
renovables y el vertido de residuos de modo que sean convertidos en materia
prima y no en desperdicio?
Este análisis puede parecer contradictorio, porque propone un camino
diametralmente opuesto al que históricamente moviliza a los agentes
económicos que buscan maximizar su retorno. Además, hoy es ampliamente
reconocido que el mercado ha impulsado, paulatinamente, a los agentes
económicos hacia el crecimiento — basado en el rápido agotamiento de los
recursos naturales y en la generación de contaminación — y la ampliación de
la brecha entre ricos y pobres intra e inter-países. Este trabajo está alineado
con la perspectiva contemporánea que reconoce que los mecanismos de
mercado tienen límites, lo que abre espacio al discurso estructurado en la
economía medioambiental.
En este capítulo, presentaremos una introducción a algunos de los
principales argumentos de la economía medioambiental, tanto los relativos a
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la regulación de los bienes públicos, como los que se proponen para resolver
los efectos nefastos de la economía moderna. Tales argumentos ponen en tela
de juicio la superioridad relativa de los mecanismos de mercado adoptados
en muchos países como el mecanismo más eficiente para garantizar la
provisión de los servicios ambientales. En este sentido, examinamos el pago
por servicios ambientales (PSA) y su aplicación, de manera complementaria a
los mecanismos de mando y control relativos a la reducción y reversión de las
emisiones de carbono, en particular en el caso de la deforestación en países
tropicales (REDD+).
InStItUcIOneS QUe Se OcUpAn de lA geStIón del MedIOAMbIente
¿Qué instituciones tiene la sociedad para guiar y respaldar la transición hacia
una economía verde? Antes que nada, se debe reconocer que el mercado es
sólo una de las varias instituciones constituidas por las sociedades humanas
para administrar las relaciones de intercambio y producción (North, 1990).
En muchos casos, el mercado puede no ser la institución más apropiada
para inducir un cambio en la trayectoria tecnológica, aunque la trayectoria
esté definida por el despilfarro y el uso de materias primas no renovables,
debido al hecho de que el mercado no tiene en cuenta los bienes públicos
(Vatn, 2010). Por lo tanto, ¿en qué condiciones sería aceptable apropiarse de
la eficiencia asignativa del mercado para imprimir un propósito “verde” a los
procesos económicos?
Un primer paso sería la selección de políticas más adecuadas, lo que
implica la diferenciación entre los instrumentos disponibles, que van desde la
regulación — basada en patrones físicos — hasta criterios basados únicamente
en la acción de individuos que actúan en su propio interés y responden a las
leyes de la oferta y la demanda. Entre los dos extremos hay una serie de
opciones con diferentes grados de dependencia de las fuerzas del mercado,
cuya conveniencia y eficacia en relación con la regulación de las actividades
económicas, en un contexto de restricciones medioambientales, han sido objeto
de numerosos estudios (véase Seroa da Motta, Ruitenbeek et al., 1996).
Los criterios para la selección del mecanismo adecuado difieren cuando se
parte de la perspectiva de la economía ecológica. Desde ese punto de vista,
podemos clasificar los instrumentos para la gestión de los recursos naturales
de acuerdo con dos variables principales: (1) la importancia (insustituibilidad)
relativa del recurso en cuestión, y (2) su resiliencia (capacidad para recuperarse
del estrés o la degradación). Estas dos variables muestran, sin recurrir a artificios
de valoración a través del mercado, las limitaciones biofísicas de la intervención
humana. Aquellos casos en los que la biota tiene poca capacidad para soportar
perturbaciones y, al mismo tiempo, está compuesta por especies endémicas
(o cultivos amenazados), son candidatos perfectos para la aplicación de las
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reglas de “santuario”, es decir, es allí donde debe restringirse rigurosamente
el acceso y el uso de los recursos. Como la extinción es irrevocable, no hay
forma de reemplazar a pueblos o especies cuya supervivencia depende del
mantenimiento de ecosistemas intactos.
En el otro extremo, los recursos naturales resilientes (cuyas pérdidas
asociadas con el proceso de agotamiento/modificación son menos relevantes),
imprimen un cierto sentido al uso de la eficiencia asignativa del mercado, ya que
proporciona recursos, a través de premios o incluso reforzando conductas más
limpias. Esto permite la creación de mercados para la negociación de cupos
adicionales de derechos para emitir contaminantes, por ejemplo. Entre ambos
extremos se encuentran las restricciones intermedias, como es el caso de las
cuotas de pesca o del tamaño de malla que es permitido en las redes (King,
1994). La ubicación específica de los límites entre las diferentes formas de
intervención no es mensurable y es necesario adaptar el manejo en respuesta
a las diferentes características evolutivas de los ecosistemas en análisis.
Lamentablemente, existen dificultades para la elaboración de políticas
eficaces debido a la incertidumbre y a la falta de conocimiento sobre la
resiliencia de los ecosistemas y los puntos de inflexión o umbrales asociados
a los cambios en estos sistemas. En una primera evaluación, parece prudente
pecar por exceso de precaución, puesto que las consecuencias involuntarias
o imprevisibles de las actividades humanas pueden redundar en pérdidas
irreversibles, provocando daños al propio bienestar humano (Ring y Schroter-
Schlak, 2011). En este sentido, una respuesta relativa a la formulación de
políticas más adecuadas para luchar contra la pérdida de biodiversidad debe
contemplar instrumentos que puedan proteger un estándar mínimo de seguridad
(Ciriacy-Wantrup, 1952) de conservación de biodiversidad, con independencia
de la eficiencia potencial de los instrumentos económicos disponibles, que, en
suma, se basan en la relación coste/beneficio. La regulación directa (mando y
control o M+C), el establecimiento de áreas protegidas, zonas de exclusión para
la pesca o la prohibición del uso de determinados productos o sustancias (por
ejemplo, OMG) que podrían ejercer un impacto negativo sobre la diversidad
biológica, son componentes clave en estos contextos.
En una etapa intermedia, en función de la incertidumbre y falta de
conocimiento sobre los límites, puede ser indicado el establecimiento de
regímenes de comercio de derechos apoyados en el principio de cap and
trade (establecer el límite superior para la producción o utilización de un
determinado recurso o de la emisión de contaminantes derivada de dicha
producción, y después comercializar el excedente o la falta con relación a ese
límite superior). Estos regímenes imponen un límite total a la explotación de
especies o hábitats, dejando la distribución dentro de ese límite en manos del
mercado y, por lo tanto, combinan la eficiencia en la distribución del esfuerzo de
conservación con la seguridad del límite máximo. El surgimiento del mercado
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2. Se observa que los costes de transacción dependen, según Williamson (1979, 1985), de la frecuencia de las transacciones, del grado de especificidad de la transacción y del nivel de incertidumbre inherente a la transacción.
de carbono sigue este camino. Si no hubiera un límite fijado por regulación, no
habría incentivo para buscar formas de reducir costes a través de un mercado
estructurado de derechos de emisión.
La aparición de mercados de servicios ambientales debe su inspiración
teórica al trabajo seminal de Ronald Coase, de 1960, que estableció que un
punto “óptimo” de degradación ambiental debe ser identificado bajo el imperio
de la ley a través de la interacción de los agentes interesados en negociar
derechos de uso de los recursos ambientales. En este mundo construido
hipotéticamente, la responsabilidad jurídica de cada agente en una negociación
es definida y acatada obligatoriamente. El punto de equilibrio se lograría a través
de la libre negociación entre los agentes. Los que se sintieran perjudicados
en una negociación recibirían una compensación mayor que el mínimo que
aceptarían para renunciar al nivel deseado. La solución sería simétrica si la
parte perjudicada por la degradación del medioambiente fuese responsabilizada
y tuviera que pagar algo al causante de los daños para que este desistiese
de provocarlos.
Sin embargo para lograr el óptimo económico a través de una solución
negociada, el teorema de Coase señala que el coste de transacción2 tendría
que ser nulo. Por consiguiente, habrá negociación si los beneficios exceden los
costes de llegar a una solución negociada, de lo contrario, no habrá solución,
lo que también implicaría, según Coase, una solución de equilibrio, ya que se
logra una solución de menor coste. En este sentido, se argumenta que, si no
hay negociación es porque el status quo es mejor que incurrir en los costes de
buscar una solución. Del mismo modo, la existencia de externalidades sería
considerada como un punto óptimo y por lo tanto, el poder público no tendría
por qué intervenir.
Es evidente que el problema, en este tipo de solución, es la premisa de que
la información es asimétrica entre los actores involucrados en la negociación;
en definitiva, los contaminadores son por lo general pocos y saben cuántas
emisiones producen y cuánto están dispuestos a invertir en su mitigación. Los
afectados son muchos, están desorganizados, no tienen información sobre
el origen o las características de los daños que sufren y no tienen recursos
fácilmente movilizables para llevar los contaminadores a la justicia o, aunque
sea, a la mesa de negociaciones. Aquí falta no solo “el poder para ejercer el
saber” (Lewontin, 1992), sino que también falta a los agentes el saber necesario
para ejercer el poder.
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pAgO pOR SeRvIcIOS AMbIentAleS
Aunque la mayoría de los ensayos de los mecanismos de mercado se centran
en los problemas relativos a la contaminación, hay un gran movimiento en favor
del uso de este instrumento como un medio para estimular la participación
de los propietarios rurales en el esfuerzo colectivo para la conservación de la
biodiversidad, el agua y la reserva de carbono de los bosques. Así, en lugar
de responsabilizarlos por las emisiones que producen al deforestar y enviarlos
al banquillo de los acusados, son tratados como potenciales proveedores
de servicios ambientales. Esta interacción estimula la participación de los
propietarios rurales, ya sea sugiriéndoles que se abstengan de usar los
bosques para fines productivos, o incentivándoles a que incorporen mejores
prácticas de uso del suelo y, como consecuencia, reduzcan las emisiones. Esta
gran negociación coaseana es lo que conocemos como Pago por Servicios
Ambientales (PSA).
Uno de los principales pensadores sobre el tema (Wunder, 2005) describe
el PSA como cualquier transacción que implica al menos un comprador, un
vendedor y un servicio ambiental contingente en el pago entre las partes. Por
lo tanto, habrá condiciones para una negociación en el caso de que el coste
de proveer el servicio más los costes de transacción para hacer la negociación
sean inferiores al beneficio socio-ambiental obtenido conjuntamente por los
compradores (ya sean locales o mundiales). En este caso, el problema es que
son muchos los que obtienen los beneficios de los servicios ambientales, por
lo que algunos pueden sacar provecho de los esfuerzos ajenos, minando el
incentivo para contribuir. Por lo tanto, cuando la información es asimétrica, los
costes de transacción tienden a ser nuevamente altos. Es decir, el mercado
está plagado de defectos para negociaciones de este tipo.
Por otro lado, hay problemas de inseguridad en los contratos: en el mercado
de carbono, por ejemplo, el agente comprador es el único responsable del
cumplimiento de lo establecido con el vendedor de los créditos de carbono con
reducciones en las emisiones. En este caso, es ventajoso para el vendedor
de créditos deforestar y luego decir “qué pena, la quema en el campo vecino
se descontroló”. Es problema del comprador buscar una fuente alternativa
de carbono, o secutirizar para cumplir sus obligaciones de reducción. Por
eso, en el único mercado regulado de carbono que involucra a los países en
desarrollo — el asociado al Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) — se
encuentran principalmente proyectos que implican la reducción de emisiones
en la fuente, por lo general, proyectos que implican cambio de fuentes de
energía o modificación de procesos industriales y no proyectos relacionados
con bosques o cambios de uso del suelo. Es el problema del riesgo moral.
Hay tres soluciones para el problema del riesgo moral en los contratos de
PSA. La primera es la internalización: el comprador del beneficio ambiental
promueve la provisión de servicios ambientales como parte de su propio
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negocio. Las empresas multinacionales pueden reducir las emisiones en una
región de baja eficiencia y acreditar internamente las ganancias en otra filial.
En muchos casos, se usa otra solución, cada vez más adoptada, de
PSA. El Estado asume la responsabilidad, ya sea avalando el pago o, en
última instancia, pagando los beneficios ambientales (Veiga y May, 2010).
Los principales programas nacionales de PSA en América Latina (Costa
Rica y México, por ejemplo) adoptan este procedimiento, ya que los actores
económicos carecen del marco institucional necesario para mediar en las
negociaciones entre compradores y proveedores de servicios. En Brasil, la
remuneración de servicios ambientales a particulares está prohibida, debido a
la ausencia de esta figura en la legislación, lo que, en última instancia, requiere
la participación de empresas, cooperativas o asociaciones en el proceso, con
sus respectivos costes de transacción. De esta forma quedan diluidos los
ingresos del proveedor.
El último caso se refiere a la acción voluntaria de los actores del sector
privado. En estos casos, es suficiente la validación por un tercero, que certifique
el cumplimiento del objeto del contrato en términos de reducción de emisiones y
otros aspectos, tales como la inclusión del proyecto en los procesos de desarrollo
local y regional o la conservación de la biodiversidad y el agua. La certificación
independiente es una forma de regulación “sin la participación del Estado”,
en la que hay mediación en la relación entre productores y consumidores, y
se establecen reglas que comprueban — a través de un adecuado grado de
confianza — que los procesos productivos cumplen criterios de sostenibilidad
(Kaechele, May et al., 2011). La proliferación de normas independientes de
certificación, en especial las relacionadas con articulaciones promovidas por
ONGs, constituyen la verdadera importancia de esta validación por terceros, ya
que se hace urgente crear un mecanismo para superar uno de los principales
obstáculos a la atracción de recursos destinados a los mercados de servicios
ambientales. Desde el 2009, el 96 % del volumen de CO2 comercializado en
proyectos forestales ya eran objeto de certificación independiente (Hamilton,
Chokkalingam et al., 2009).
“betteR Redd tHAn deAd?”La cuestión de la reducción de la deforestación, como objetivo de las
negociaciones, se ha impuesto en el marco regulatorio global en la construcción
de una agenda post-Kioto, debido a la falta de opciones capaces de lograr las
metas establecidas.
Brasil — que no es muy atractivo para la inversión en la reducción de las
emisiones de otros sectores, en virtud de que ya son relativamente “verdes”—
es uno de los mayores emisores de gases de efecto invernadero debido a la
continua deforestación. Aunque se negó, durante años, a negociar con los
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3. Se trata de la presencia de ganado en propiedades ilegales (por lo general, en tierras públicas).
países del Norte cuestiones relacionadas con la ocupación de sus fronteras,
Brasil, sin duda, ha decidido no entrar como un paria en las negociaciones
del nuevo acuerdo climático y, por lo tanto, se comprometió en Copenhague,
en 2009, a recortar drásticamente la deforestación a lo largo de los próximos
años. El compromiso incluye una disminución del 80 % en la deforestación
de la Amazonia y del 50 % en el Cerrado, tomando como base de referencia
los 10 años anteriores. Este acuerdo fue facilitado porque, desde el máximo
alcanzado en 2005, la tasa de deforestación ha disminuido, y llegó en 2010 a
un nivel casi un 70 % por debajo del máximo. Pero todavía hay una superficie
considerable de deforestación anual a ser combatido. Gran parte de las nuevas
áreas deforestadas se deben a la expansión de los pastos destinados al
ganado vacuno en los municipios que tienen escasa capacidad de gobernanza
ambiental.
En las Conferencias de las Partes (COP) y, en particular, desde la COP 12,
celebrada en Nairobi (2006), el tema de la “deforestación”, que siempre había
sido postergado debido a cuestiones de soberanía nacional, comenzó a llamar
cada vez más la atención. En la COP 15 de Copenhague (2009), se decidió
disponibilizar considerables recursos para evitar la deforestación a través
de transferencias voluntarias entre países del Norte y del Sur. Los recursos
se destinan a acciones desarrolladas por países que buscan promover la
Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de Bosques (REDD).
También se incluyen acciones complementarias cuya finalidad es mejorar y
restaurar las funciones del ecosistema de los bosques tropicales (REDD+).
La reducción de la deforestación desde el 2005 ha elevado al Brasil a una
posición prominente en las negociaciones climáticas. Según el gobierno la
reducción fue el resultado de un gran esfuerzo de fiscalización de infractores
y de retirada de “ganado pirata”3 de áreas protegidas. A cambio, el gobierno
de Noruega se ha comprometido a donar a Brasil un total de mil millones de
dólares a lo largo de diez años, que se depositarán en el Fondo Amazonia,
estipulado por el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social de Brasil
específicamente para la financiación a fondo perdido de medidas que refuercen
la fiscalización municipal y la regularización de las propiedades, a fin de
estimular un uso más sostenible de los recursos naturales.
Sin embargo, según el análisis de entidades ambientalistas, la reducción
de la deforestación también puede reflejar la disminución de los precios de
las commodities agropecuarias y la repercusión de la crisis de los mercados
financieros a partir de 2008. De acuerdo con algunos de estos analistas, sería
mejor establecer instrumentos para compensar a aquellos que potencialmente
deforestarían, usando las herramientas de PSA, en vez de concentrar todos
los recursos en regulación. La pregunta sigue en abierto: ¿para actuar en
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pro de las metas de reducción de la deforestación se debe dar prioridad a los
mecanismos de mercado o a los de M+C? Si son de mercado, ¿cuánto sería
necesario pagar? ¿Cuál es el coste para la sociedad, los actores económicos
afectados y las comunidades que dependen de los recursos forestales para
su sustento? ¿Quién se beneficia?
En este desafío, Brasil está respaldado por la ley vigente de uso del suelo,
que se basa principalmente en M+C. El Código Forestal, en las sucesivas
reediciones de Decretos Presidenciales desde 1998, permite la modificación
de la vegetación autóctona para uso productivo únicamente en un 20 % en las
propiedades de la Amazonia, y en un 65 % en las del Cerrado. El resto tiene
que conservarse como Reserva Legal. El problema es que pocos cumplen el
Código que, a pesar de todo, está siendo bombardeado por grupos de diputados
que representan a los terratenientes (PL 00740/2011 del sustitutivo de la Ley
4.771, a cargo del diputado Aldo Rebelo). Por otra parte, en los últimos años,
se implementaron con cierto éxito programas estatales destinados a fortalecer
las exigencias del Código Forestal, basados en la concesión de licencias
ambientales (últimamente en el catastro ambiental) de uso del suelo rural. La
concesión de licencias — en las que se indican los lindes de cada propiedad, la
ubicación de las reservas y las Áreas de Preservación Permanente —, cuando
se combina con la vigilancia por satélite de los cambios de uso del suelo y la
fiscalización in situ, permite comprobar si, en la práctica, se obedece el Código.
Este aparato instrumental hace que Brasil sea, con diferencia, uno de los
pocos países que tienen capacidad de monitorizar y fiscalizar la deforestación,
pudiendo así tener acceso a los fondos prometidos por los países del Norte
a título de REDD.
Una ventaja del Código Forestal, que todavía muchos estados no han
aprovechado es que sirve como límite máximo (cap), ya que establece la
superficie máxima de cada propiedad que se puede modificar, lo que facilita
la aplicación de mecanismos de mercado que pueden compensar a los que
cumplen la ley. De acuerdo con la posición de los productores agropecuarios,
ellos necesitarían algún incentivo para restaurar las áreas deforestadas
indebidamente y demandan recursos para cubrir el coste de oportunidad de
retirarse de las zonas de producción, además de alguna compensación por
los beneficios proporcionados a los demás miembros de la sociedad mediante
la restauración de las funciones de los ecosistemas. Otros argumentan que
los productores agropecuarios ya han recibido voluminosos incentivos para
deforestar y que ahora deben cumplir la ley, como mínimo aceptable, y que
solo aquellos que ya cumplen el Código Forestal deben ser recompensados
por el PSA.
A pesar de las discusiones y de variados ejercicios para calcular cual sería
el coste de la reducción de la deforestación, todavía no se ha llegado a un
consenso sobre la mejor manera de estructurar las instituciones para regular la
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provisión de bienes públicos. Una revisión de la experiencia con instrumentos
económicos y M+C aplicados a la conservación de la biodiversidad (Ring y
Schroter-Schlak, 2011) sugiere que la mejor manera, en términos de coste-
eficacia, es una combinación (mix) de instrumentos basados en la regulación.
En este sentido, el fortalecimiento del Código Forestal (y no su debilitamiento)
debe servir como base sobre la cual puedan florecer innovaciones institucionales
en Brasil.
Llegamos a la conclusión de que los instrumentos de mercado, tales como
los relacionados con el PSA y REDD+, deben asumir un papel importante en
la transición hacia una economía verde. Este papel debe ser mediado por
una regulación que defina los criterios de acceso y control sobre los recursos
naturales, que se refleje en límites biofísicos respaldados por la ciencia y por
una amplia consulta previa a las poblaciones que dependen de tales recursos
para su subsistencia. A partir de los parámetros establecidos de esta forma,
es posible, en circunstancias específicas, aprovechar la eficiencia asignativa
del mercado para servir de base a las otras instituciones de la sociedad.
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1. Instituto de Investigación Económica Aplicada de Brasil (IPEA), Rio de Janeiro, abril de 2011.2. Técnico de Planificación e Investigación del Instituto de Investigación Económica Aplicada de
Brasil (IPEA) y miembro de los 3er y 5º Informes del IPCC.
Valoración y determinación de precio de los recursos ambientales para una economía verde1
RONALDO SEROA DA MOTTA2
IntROdUccIón
El concepto de economía verde significa que el crecimiento económico puede
estar basado en inversiones en capital natural y, por lo tanto, la estructura de
la economía cambia hacia los sectores/tecnologías “verdes” o “limpios” que
van sustituyendo los sectores/tecnologías “sucios” o “tradicionales”. El informe
“Hacia una economía verde: guía para el desarrollo sostenible y la erradicación
de la pobreza”, producido por el Programa Para el Medio Ambiente de las
Naciones Unidas (UNEP, 2011), trata de demostrar que esa transformación
puede alcanzarse sin pérdidas de renta y empleo e, incluso, con reducción
de la pobreza.
Esa tarea de apreciación del capital natural impone la necesidad de
responder a, por lo menos, dos preguntas, que son:
(i) ¿Cuánto vale un recurso ambiental? y
(ii) ¿Qué instrumento debemos usar para capturar ese valor?
Otro reciente informe “The Economics of Ecosystems and Biodiversity”
(TEEB, 2011), por ejemplo, ofrece algunas estimaciones de los costos de los
ecosistemas y de la biodiversidad en escala global y ejemplos de cómo capturar
esos valores a través de instrumentos económicos. Como dice el informe,
estimar los valores asociados a los bienes y servicios ambientales y sus formas
de captura en el mercado es una tarea controvertida y compleja, pero aún así
los números resultantes terminan indicando oportunidades de generación de
renta y empleo a través del reconocimiento de los valores económicos de los
recursos naturales.
Es decir, para financiar las inversiones en capital natural, tenemos que
conocer su contribución económica y social y saber determinar su precio de
acuerdo con su contribución para el bienestar de la sociedad.
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Valoración y determinación de
precio de los recursos ambientales para una
economía verde
Ronaldo Seroa da Motta
3. Para una presentación más detallada de ese tema ver, por ejemplo, Hanley, Shogren y White (2007), Seroa da Motta (1988 y 2006), UNEP (2000a), Kolstad (2000), Freeman (1993) y Pearce y Turner (1990).
En la sección siguiente se discuten conceptos y técnicas y también sus
limitaciones, de la valoración de los bienes y servicios ambientales. En la
tercera sección analizamos las formas de determinación de precio de esos
bienes y servicios para la construcción de una Economía Verde. La última
sección termina con algunas consideraciones finales.
vAlORAndO bIeneS y SeRvIcIOS AMbIentAleS3
Si podemos identificar la necesidad de la calidad ambiental para garantizar la
maximización del bienestar, ¿por qué las políticas de crecimiento económico no
la incorporan desde su inicio? O mejor, ¿por qué el propio sistema económico
naturalmente no optimiza los usos de los recursos naturales?
De acuerdo con lo practicado por la teoría económica, el uso de recursos
naturales casi siempre genera economías externas negativas en el sistema
económico. Esas externalidades no son totalmente captadas en el sistema
de precios, porque la seguridad de los derechos de propiedad o uso de esos
recursos resultan en altos costos de transacción a causa de la dificultad técnica
o cultural de fijar derechos exclusivos y rivales. De esa forma, no es posible
establecer relaciones de intercambio entre esos derechos que garanticen el
uso óptimo de los recursos.
En resumen, esas dificultades técnica e institucional en definir derechos
de propiedad entre contemporáneos y generaciones presentes y pasadas
impiden la existencia de un mercado que señalice el valor del recurso o,
cuando ese existe, esas imperfecciones resultan en precios o costos de uso
que no reflejan el valor económico (o social) del recurso y, por lo tanto, su uso
introduce ineficiencia en el sistema económico. Es decir, el uso de los recursos
ambientales genera costos externos negativos intra e inter-temporales.
El valor económico o el costo de oportunidad de los recursos ambientales
normalmente no se observa en el mercado por intermedio del sistema de
precios. Sin embargo, como los demás bienes y servicios presentes en el
mercado, su valor económico deriva de sus atributos, con la peculiaridad de
que esos atributos pueden o no estar asociados a un uso.
El valor económico de los recursos ambientales (VERA) puede desplegarse
en valor de uso (VU) y valor de no uso (VNU) y se expresa de la siguiente
forma:
VeRa = (VuD + Vui + Vo) + Vedonde:
Valor de Uso Directo (VUD): valor que los individuos atribuyen a un recurso
ambiental por utilizarlo directamente, por ejemplo, en la forma de extracción,
185
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4. Beneficios in-situ.5. Beneficios ex-situ.
de visitación u otra actividad de producción o consumo directo. Por ejemplo,
extracción, turismo, recreación y actividades de investigación científica4;
Valor de Uso Indirecto (VUI): valor que los individuos atribuyen a un recurso
ambiental cuando el beneficio de su uso deriva de funciones ecosistémicas,
como, por ejemplo, la contención de erosión, control climático y protección de
manantiales5;
Valor de Opción (VO): valor que el individuo atribuye a la conservación de
recursos, que pueden estar amenazados, para usos directo e indirecto en
el futuro próximo. Por ejemplo, el beneficio resultante de terapias genéticas
con base en propiedades de genes aún no descubiertos de plantas en selvas
tropicales.
Valor de No Uso, Pasivo o Valor de Existencia (VE): valor que está disociado
del uso (aunque represente consumo ambiental) y deriva de una posición
moral, cultural, ética o altruista en relación a los derechos de existencia de
otras especies que no la humana o de otras riquezas naturales, aunque no
representen uso actual o futuro a nadie. Un ejemplo claro de este valor es la
gran movilización de la opinión pública al salvamento de los osos panda o las
ballenas incluso en regiones en que la mayoría de las personas nunca podrá
estar o hacer ningún uso de su existencia.
Existe también otra forma de clasificar el valor económico del recurso
ambiental por su capacidad de generar flujos de servicios ecosistémicos, tal
como se estableció en el “Millenium Ecosystem Assessment Report” (MEA,
2005), que categoriza o tipifica los servicios ambientales en servicios de
provisión, control, soporte y culturales de la siguiente forma:
Servicios de abastecimiento: que generan consumo material directo como,
por ejemplo, alimentos, agua, fármacos y energía.
Servicios de regulación: que controlan las funciones ecosistémicas como,
por ejemplo, secuestro de carbono, descomposición de los residuos sólidos,
purificación del agua y del aire y control de pestes.
Servicios de apoyo: que dan soporte a las funciones ecosistémicas como,
por ejemplo, formación de suelo, fotosíntesis y dispersión de nutrientes y
semillas.
Servicios culturales: que generan consumo no material en las formas cultural,
intelectual, recreacional, espiritual y científica.
El cuadro a continuación presenta y relaciona esas taxonomías.
Valoración y determinación de
precio de los recursos ambientales para una
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Valor de uso Directo
Bienes y servicios ambientales asignados directamente de la explotación del recurso y consumidos hoy
Servicios de abastecimiento y regulación
Valor de uso indirecto
Bienes y servicios ambientales generados de funciones ecosistémicas y asignados y consumidos indirectamente hoy
Servicios de regulación, apoyo y culturales
Valor de opción
Bienes y servicios ambientales de usos directos e indirectos por asignarse y consumirse en el futuro
Servicios de abasteci-miento, regulación, apoyo y culturales aún no descubiertos
Valor de existencia
Valor não associado ao uso atual ou futuro e que reflete questões morais, culturais, éticas ou altruísticas
Serviços culturais
Valor
Servicios relacionados
Existe aún en la literatura, alguna controversia con relación a que el valor
de existencia representa el deseo del individuo de mantener determinados
recursos ambientales para que sus herederos (generaciones futuras) puedan
aprovechar sus usos directos e indirectos (bequest value o valor de legado).
Ese es un tema conceptual que de cierta forma es irrelevante en la medida
en que, para la valoración ambiental, el desafío consiste en admitir que los
individuos atribuyen valor a recursos, aunque no los utilicen.
Los usos y no usos de los recursos ambientales encierran valores, los cuales
necesitan medirse para tomar decisiones informadas respecto a usos y no
usos diversos e incluso cuando presentan conflictos, es decir, cuando un tipo
de uso o de no uso excluye, necesariamente, otro tipo de uso o no uso. Por
ejemplo, el uso de una playa para dilución de alcantarillado excluye (o por lo
menos limita) su uso para recreación.
Verificados esos usos y no usos y sus respectivos servicios ambientales,
es posible entonces realizar su valoración, cuya metodología se presentará
a continuación.
Los métodos de valoración económica del medio ambiente son parte
del marco teórico de la microeconomía del bienestar y son necesarios en
la evaluación de los costos y beneficios sociales cuando las decisiones de
inversiones públicas afectan el consumo de la población y, por lo tanto, su
nivel de bienestar.
taxonomía general del valor económico del recurso ambiental
Valor económico del recurso ambiental
Valor de Uso Valor de No-Uso
Valoración y determinación de
precio de los recursos ambientales para una
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El lector podrá ahora evaluar, con más clareza, el grado de dificultad para
encontrar precios de mercado (adecuados o no) que reflejen los valores
atribuidos a los recursos ambientales. Esa dificultad es mayor en la medida
en que pasamos de los valores de uso a los valores de no uso. En los valores
de uso, los usos indirectos y de opción presentan, a su vez, mayor dificultad
que los usos directos.
Como tratamos de demostrar hasta ahora, la tarea de valorar económicamente
un recurso ambiental consiste en determinar cuanto mejor o peor estará el
bienestar de las personas debido a modificaciones en la cantidad de bienes y
servicios ambientales, ya sea en la asignación por uso o no.
De esa forma, los métodos de valoración ambiental corresponderán a este
objetivo en la medida en que sean capaces de captar esas distintas cuotas
de de valor económico del recurso ambiental. Sin embargo, de acuerdo con
lo que se discutirá a continuación, cada método presentará limitaciones en
esta cobertura de valores, la cual estará casi siempre asociada al grado de
sofisticación (metodológica y de base de datos) exigido, a las hipótesis sobre
comportamiento del individuo consumidor y a los efectos del consumo ambiental
en otros sectores de la economía.
Teniendo en vista que ese balance será casi siempre pragmático y decidido
de forma restringida, es responsabilidad del analista que valora explicitar, con
exactitud, los límites de los valores estimados y el grado de validez de sus
mediciones para la finalidad deseada. De acuerdo con lo que será discutido
a continuación, la adopción de cada método dependerá del objetivo de la
valoración, de las hipótesis asumidas, de la disponibilidad de datos y del
conocimiento de la dinámica ecológica del objeto que se está valorando.
Los métodos de valoración aquí analizados se clasifican de la siguiente
forma: métodos de la función de producción y métodos de la función de
demanda.
Métodos de la función de producción: métodos de la productividad marginal
y de mercados de bienes sustitutos (reposición, gastos defensivos o costos
evitados y costos de control).
Si el recurso ambiental es un insumo o un sustituto de un bien o servicio
privado, esos métodos utilizan precios de mercado de este bien o servicio
privado para estimar el valor económico del recurso ambiental. Así, es posible
estimar los beneficios o costos ambientales de las variaciones de disponibilidad
de esos recursos ambientales para la sociedad.
Con base en los precios de esos recursos privados, generalmente admitiendo
que no se alteran frente a esas variaciones, se estiman indirectamente los
valores económicos (precios sombra) de los recursos ambientales cuya variación
de disponibilidad se está analizando. El beneficio (o costo) de la variación de
la disponibilidad del recurso ambiental se determina por el resultado de la
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cantidad variada del recurso multiplicado por su valor económico estimado. Por
ejemplo, la pérdida de nutrientes del suelo causada por deforestación puede
afectar la productividad agrícola. O la reducción del nivel de sedimentación
en una cuenca, a causa de un proyecto de revegetación, puede aumentar la
vida útil de una usina hidroeléctrica y su productividad.
Métodos de la función de demanda: métodos de mercado de bienes
complementarios (precios hedónicos y del costo de viaje) y método de la
valoración contingente.
Esos métodos asumen que la variación de la disponibilidad del recurso
ambiental altera la disposición de pagar o aceptar de los agentes económicos
en relación a ese recurso o su bien privado complementario. De esa forma, esos
métodos estiman directamente los valores económicos (precios sombra) con
base en funciones de demanda para esos recursos derivadas de (i) mercados
de bienes o servicios privados complementarios al recurso ambiental o (ii)
mercados hipotéticos construidos específicamente para el recurso ambiental
en análisis.
Utilizando funciones de demanda, esos métodos permiten captar las medidas
de disposición por pagar (o aceptar) de los individuos relativas a las variaciones
de disponibilidad del recurso ambiental. Con base en esas medidas, se estiman
las variaciones del nivel de bienestar por el exceso de satisfacción que obtiene
el consumidor cuando paga un precio (o nada paga) por el recurso menor que
lo que estaría dispuesto a pagar. El excedente del consumidor es, entonces,
medido por el área por debajo de la curva de demanda y por sobre la línea de
precio. De esa forma existirán variaciones del excedente del consumidor frente
a las variaciones de disponibilidad del recurso ambiental. Así, el beneficio (o
costo) de la variación de disponibilidad del recurso ambiental será dado por
la variación del excedente del consumidor medida por la función de demanda
estimada para ese recurso. Por ejemplo, los costos de viaje de las personas
para visitar un parque nacional pueden determinar una aproximación de la
disposición por pagar de éstos en relación a los beneficios de recreación del
parque.
Esas medidas de disposición por pagar pueden también identificarse en
un estudio que cuestiona, junto con una muestra de la población, valores
de pago de un impuesto para inversiones ambientales en la protección de la
biodiversidad. Identificando esas medidas de disposición por pagar, podemos
construir las respectivas funciones de demanda.
Note que esos dos métodos generales pueden, de acuerdo con sus hipótesis,
estimar valores ambientales derivados de funciones de producción o de
demanda con base en la realidad económica actual. En la medida en que esos
valores (costos o beneficios) puedan ocurrir a lo largo de un periodo, entonces
será necesario identificar esos valores en el tiempo. Es decir, identificar valores
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6. Sería una medida del producto interno neto (PIN) de una economía que representa el PBI menos el consumo de capital.
7. Ver, por ejemplo, Seroa da Motta (1995 y 1998b) para una discusión detallada de cómo aplicar técnicas de valoración en Cuentas Ambientales y algunas estimaciones de consumo de capital en Brasil.
8. Para una discusión más amplia ver, por ejemplo, Hanley, Shogren y White (2007), Seroa da Motta (2006), UNEP (2000b), Kolstad (2000) y Pearce y Turner (1990).
resultantes no solamente de las condiciones actuales, sino también de las
condiciones futuras. La prospección de las condiciones futuras podrá realizarse
con escenarios alternativos para minimizar su alto grado de incertidumbre. De
cualquier forma, los valores futuros tendrán que ser descontados en el tiempo,
es decir, calcularse sus valores presentes y, para ello, hay que utilizar una tasa
de descuento social. Esa tasa es diferente de aquella observada en el mercado
a causa de las imperfecciones en el mercado de capitales y su determinación
no es trivial, aunque pueda afectar significativamente los resultados de un
análisis de costo vs beneficio.
En el contexto ambiental la complejidad es aún mayor. Por ejemplo, debido
a su posibilidad de agotamiento, el valor de los recursos ambientales tiende
a crecer en el tiempo, si admitimos que su uso aumenta con el crecimiento
económico. Como estimar esa escasez futura y traducirla en valor monetario
es un tema complejo que exige un determinado ejercicio de futurología. De
esa forma, algunos especialistas sugieren el uso de tasas de descuento
menores para los proyectos donde se verifican beneficios o costos ambientales
significativos o agregar las inversiones necesarias para eliminar el riesgo
ambiental. Así se considera que los costos y beneficios ambientales serán
adecuadamente valorados y deben utilizarse escenarios con valores distintos
para la tasa de descuento para evaluar su indeterminación.
Esa complejidad también se reflejará cuando se elabore un Sistema Nacional
de Cuentas Ambientales para medir la renta nacional (PBI) deducida de cuánto
la economía “consumió” (depreciación) o “invirtió” (apreciación) en capital
natural.6 En niveles desagregados, las Cuentas Ambientales se aproximan de
un análisis de costo-beneficio, donde el PBI refleja una medida del beneficio
y el consumo de capital natural representa el costo. Por ello, los conceptos y
técnicas de valoración serán los mismos discutidos aquí7.
En resumen, la elección de uno u otro método de valoración económica
del medio ambiente depende del objetivo de la valoración, de las hipótesis
consideradas, de la disponibilidad de datos y del conocimiento científico
respecto a la dinámica ecológica de dicho objeto.
deteRMInAndO el pRecIO de lOS bIeneS y SeRvIcIOS AMbIentAleS8
Aunque la internalización de las externalidades ambientales aumente la
eficiencia del sistema, estos beneficios se perciben de forma diferente por
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los agentes económicos y se dispersan en el tiempo. Es decir, afectan la
distribución intra e inter-temporal de la renta. Entonces ¿cómo podemos
internalizar ese valor en el sistema de precios para que sus usuarios perciban
ese valor?
La teoría económica propone que, para corregir esa falla de mercado
(“tragedia de los comunes”), sean esos derechos de uso definidos de tal forma
que el intercambio de ellos por medio del mercado establezca un precio de
equilibrio que represente el costo social de esos recursos.
Esa posibilidad puede ocurrir en la forma de una cobranza por el uso
del recurso natural o con la creación de mercados. Es decir, instrumentos
económicos que señalicen precios que reflejen el costo de oportunidad social
del recurso y que, por lo tanto, interioricen el precio correcto del recurso en el
sistema económico.
Note que el aumento de eficiencia de un instrumento económico está
asociado a heterogeneidad de costos de control o uso entre los agentes
económicos. Esa diferenciación de costo flexibiliza las decisiones individuales
cuando son tomadas comparando el valor de cobranza o del derecho de emisión
o uso con los costos de control o uso. Eso lleva a que los usuarios con menor
costo realicen más control por costos menores que la cobranza u obtengan
ingresos vendiendo derechos.
Sin embargo, esos aumentos de eficiencia pueden no ser anulados por
altos costos de transacción (de información o implementación), ya sea en la
cobranza o en la creación de mercados. Cuando ocurre eso, la introducción
de instrumentos económicos debe ser evitada.
cObRAnzA
Teóricamente existe un impuesto pigouviano equivalente al daño ambiental
marginal que permitiría alcanzar el óptimo económico de la degradación. Esa
nomenclatura se debe al economista Arthur Cecil Pigou, que lo formuló por
primera vez en la década del 20 en el siglo pasado.
Ese impuesto adopta el criterio del nivel óptimo económico de uso del recurso
cuando externalidades negativas, como, por ejemplo, los daños ambientales,
son internalizadas en el precio del recurso tanto en los procesos productivos
como en los de consumo. Después que este nuevo precio de la externalidad
es determinado e impuesto a cada usuario, agregado a su precio de mercado,
cada nivel de uso individual se altera y también el nivel de uso agregado.
Los nuevos niveles, de ese modo, reflejarían una optimización social de ese
uso, porque ahora los beneficios del uso se contrapesan por todos los costos
asociados a él, es decir, cada usuario paga exactamente el daño generado por
su uso. La determinación de ese impuesto no existe en la práctica teniendo
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9. En su concepción ex-ante el usuario percibe el pago del daño antes del acto de uso. Su formulación ex-post está más asociada a la reparación de daño por medios judiciales después que su uso haya generado el daño.
10. En la literatura económica este precio adoptaría la “regla de Ramsey”, así denominada en asociación a su primer proponente.
en vista las dificultades de medición precisa de los daños ambientales, como
lo discutimos en la sección anterior.
Luego el nivel ideal de uso se determina en el proceso político de los agentes
sociales afectados y de ahí se derivan los pagos por el uso del recurso natural.
En esos casos, el precio económico puede ser definido en dos tipos: precio
de inducción y precio de financiación; cada uno con un criterio distinto que
genera valores también distintos, pero ambos están orientados a reducir las
externalidades negativas.
Precio de inducción: el nuevo precio del recurso se determina para alcanzar
un determinado nivel agregado de uso considerado técnicamente adecuado (y
no un ingreso agregado). Se determina de tal forma que la suma de la alteración
individual inducida de uso resulte en el nuevo nivel agregado deseado. De esa
forma, su determinación tiene que basarse en simulaciones para identificar
como los individuos alterarían su comportamiento de uso del recurso frente a los
precios. El precio de inducción estaría asociado al “principio del contaminador/
usuario pagador”9.
Por ejemplo, sería el caso de una cobranza por el agua para inducir una
reducción agregada de su uso de x% o una tasa que incentive un aumento
de certificación en Y%.
La determinación de un precio de inducción está basada en las funciones
de demanda o de costo de cada usuario, diferenciando los precios de forma a
inducir a los usuarios en el agregado a juntos alcanzar un nivel de uso deseado.
De esa forma, la regla general para esa diferenciación de precios sería un
precio mayor para los usuarios más sensibles a precios (mayor elasticidad-
precio). Eso porque esos usuarios serían aquellos a reducir más el uso por
cada unidad monetaria adicional en el precio.
Precio de financiación: adopta el criterio de nivel ideal de financiación en
el cual el precio se determina para obtener un nivel de ingreso deseado. De
esa forma, el precio de financiación está asociado a un nivel de presupuesto
predeterminado y no a un nivel deseado de uso del recurso. Su aplicación está
asociada al “principio del protector receptor”, como, por ejemplo, cobranza por
el uso del recurso para generar un ingreso necesario para una determinada
inversión en una unidad de conservación o gasto para pagos por servicios
ambientales.10
Al contrario del precio de inducción, la regla general para diferenciación de
precios sería un precio menor para los usuarios más sensibles a precios (mayor
elasticidad-precio). Eso porque esos usuarios serían aquellos a reducir más
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11. “Grandfather system”.
el uso por cada unidad monetaria adicional en el precio y, por consiguiente,
reduciendo el ingreso.
En resumen, con el precio de financiación se trata de alcanzar una meta
de ingreso agregada y el precio de inducción, en vez de objetivar un ingreso
total, trata de alterar el nivel de uso individual. Cualquiera que sea su forma,
el instrumento económico representa siempre un precio económico de las
externalidades negativas.
cReAcIón de MeRcAdOS
La otra posibilidad de determinación de precio es la creación de un mercado
de derechos transaccionales de uso o contaminación.
En esos mercados se distribuyen o venden derechos de uso o contaminación
que en conjunto no sobrepasen los niveles de uso o contaminación deseados.
Después de realizar esa asignación inicial, niveles de uso o de contaminación
superiores a las cuotas individuales tendrían que obtenerse por transacciones
de esos derechos entre los usuarios/contaminadores. Por ejemplo, el usuario/
contaminador que tenga un costo alto de control tendrá un incentivo para
comprar cuotas de aquellos con costos menores.
Note que es la ausencia de (o dificultad de determinar) derechos completos
de propiedad de los recursos ambientales que torna su uso menos eficiente. En
caso fuera posible la especificación de los derechos completos, una negociación
entre los usuarios podría ocurrir de forma que se priorizaran los usos de mayor
retorno (más eficientes), es decir, los intercambios de derechos en el mercado
inducirían a que los usuarios de mayor beneficio de uso (o menor costo) fueran
aquellos que pagaran más por esos derechos. Los términos de la negociación
serían con base en los costos y beneficios percibidos por las partes.
Sin embargo, para que se realice un mercado de derechos será necesario
que los derechos de propiedad sean bien definidos y que haya un gran número
de participantes comprando y vendiendo con diferentes costos y beneficios.
Por otro lado, un mercado institucionalizado, diversificado y atomizado de esa
forma requiere un apoyo institucional y legal más sofisticado. De esa forma, es
necesario prestar atención a estos tres principales condicionantes:
a) asignación inicial: la asignación inicial de esos derechos podrá realizarse
de forma (i) neutra en la proporción del nivel actual de uso o contaminación11;
(ii) con criterios distributivos donde hay mayor asignación para determinados
segmentos de la sociedad; y, en ambos casos, esa asignación tanto puede
ser gratuita o a través de subastas que permitan la generación de ingresos.
En el caso de la subasta cada usuario/contaminador pagaría por las cuotas de
acuerdo con su valor para su actividad. En el caso de la distribución gratuita,
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12. Oligopolios o oligopsonios.
habrá un tema distributivo por enfrentarse, pues esos derechos serían en
realidad fuente de costos y beneficios de sus titulares.
b) información imperfecta: el poder público y los usuarios/contaminadores
no estarían perfectamente informados sobre el nivel de uso o contaminación
del recurso y sus costos. De esa forma, los costos de transacción de esos
derechos serían altamente elevados y el nivel de transacciones sería más bajo
y, por lo tanto, menos eficiente. Aunque esa imperfección pueda ser minimizada
utilizando mercados futuros, la administración de ese sistema es compleja para
implementarse de forma amplia en regiones de gran extensión y con una alta
diversidad de usuarios/contaminadores; y
c) poder de mercado: los usuarios o contaminadores con poder de mercado12
tenderían a manipular la compra de derechos para la creación de barreras al
ingreso de competidores (o competición regional) o para realizar arbitrajes de
precio con el objetivo de obtener ganancias anormales. Esas imperfecciones
pueden minimizarse con límites de uso o emisión por usuario o restricción de
transferencias, aunque su administración sería también compleja al exigir una
amplia gama de informaciones de los principales usuarios.
En resumen, la determinación de precio del recurso ambiental genera un
dividendo inmediato para la sociedad al aumentar la eficiencia ambiental.
Pero hay también un aumento de eficiencia adicional, un segundo dividendo,
con la posibilidad de mejorar la eficiencia económica de la tributación con la
sustitución de ingresos de tributos con distorsiones sobre el consumo y capital
por los ingresos resultantes de los tributos ambientales o provenientes de los
ingresos de derechos de uso.
De esa forma, una reforma tributaria en la cual se introduce una tributación
ambiental y sus ingresos se utilizan para financiar reducciones en los demás
tributos genera el denominado dividendo doble. En ese caso, ese reciclaje fiscal
permitiría un tributo ambiental de ingreso neutro que reduce la degradación
ambiental y mejora la eficiencia de la economía al reducir la carga tributaria
con distorsión.
cOnSIdeRAcIOneS fInAleS
Una evaluación ecológica debe anteceder cualquier iniciativa de aplicación
de criterios económicos, pues ella es crucial para determinar cómo los servicios
ambientales están correlacionados con los niveles de stock de capital natural.
De esa forma, el uso del criterio económico exige claridad de los impactos
ecológicos (físico-químicos y biológicos) que dirigen su aplicación.
Una limitación adicional al uso del criterio económico está asociada a la
determinación del descuento en el tiempo de los costos y beneficios, pues
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13. Una versión más simplificada de ese modelo es una matriz insumo-producto donde las elasticidades de sustitución son nulas. En un modelo de equilibrio general se abandona esa hipótesis con estimaciones específicas de elasticidades para cada actividad, aunque las funciones de producción y consumo adopten los coeficientes técnicos de una matriz.
14. Como ocurre generalmente, por ejemplo, en los impactos de cambios del clima, donde los análisis casi siempre usan esos modelos.
la forma y el valor de esa tasa de descuento dependen de hipótesis sobre el
crecimiento futuro del consumo y alteraciones futuras en las preferencias de los
individuos. Ese ejercicio de capturar valores asociados a generaciones futuras
lleva un grado de incertidumbre y, por lo tanto, no pueden estimarse de forma
determinista. De esa forma hay que considerar un análisis de sensibilidad de
los resultados en distintas tasas de descuento.
Es necesario también identificar la sensibilidad de diversos modelos
estadísticos distintos en las estimaciones de impactos ecológicos, así como
en su medición económica.
Finalmente, es importante destacar que la magnitud del impacto ambiental en
un sector específico puede ser significativa de forma a afectar otros sectores en
su cadena productiva. Es decir, si hay evidencias que efectos intersectoriales
son significativos, hay que considerar esas relaciones sectoriales en la
economía, que son captadas con modelos de equilibrio general13. No siempre
los impactos tienen esa extensión14, pero es importante destacar que esos
modelos de equilibrio general requieren una alta sofisticación estadística y de
base de datos.
La valoración y determinación de precio de los recursos ambientales
no identifican solamente costos y beneficios totales, sino también, si no
principalmente, cómo ellos se distribuyen en el interior de la sociedad (i.e., quién
le está haciendo frente a los costos y quién está recibiendo los beneficios).
Ese proceso de valoración y determinación de precio es muy importante,
porque orienta a los tomadores de decisión a encontrar también formas de
conciliar otras alternativas que armonicen esa distribución de ganancias y
pérdidas y, a partir de eso, construir consensos y estimular participación, apoyo
y compromiso entre los diversos reguladores económicos en la construcción
de las bases de una economía verde.
REFERENCIAS
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Hanley, N., Shogren, J. F. y White, B. (2007). Environmental economics in theory and practice. Basingstoke: Palgrave Macmillan, 2a. ed.
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MEA (2005). Millennium ecosystem assessment, general synthesis report. Washington: Island Press.
Pearce, D. W. y Turner, K. R. (1990). Economics of natural resources and the environment. Nova York: Harvester Wheatsheaf.
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Seroa da Motta, R. (1998a). Manual para valoração econômica de recursos ambientais. Brasília: Ministério do Meio Ambiente.
Seroa da Motta, R. (1998b). Sustainability principles and depreciation estimates of natural capital in Brazil. In Faucheux, S; O’Connor, M. y van Straaten, J (eds.), Sustainable Development: Concepts, Rationalities and Strategies. Amsterdam: Kluwer Academic Publishers.
Seroa da Motta, R. (2006). Economia ambiental. Rio de Janeiro: FGV Editora.
TEEB (2011). The economics of ecosystems and biodiversity: mainstreaming the economics of nature: a synthesis of the approach, conclusions and recommendations of TEEB.
UNEP (2011). Towards a green economy: pathways to sustainable development and poverty eradication - a synthesis for policy makers. Disponible en: <www.unep.org/greeneconomy>.
UNEP (2000a). Environmental valuation – a worldwide compendium of case studies. UNEP.
UNEP (2000b). Economic instruments for environmental management - A worldwide compendium of case studies. UNEP.
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1. Director de Relaciones Institucionales de la Federación Brasileña de Bancos.
el papel de las instituciones financieras en la transición hacia una economía verdeMÁRIO SÉRGIO VASCONCELOS1
El debate empezó a ganar cuerpo en la década del 70 y se intensificó al
cambio del siglo: debe haber un límite para el crecimiento, pues la economía
forma parte de un sistema, el planeta Tierra, cuyo equilibrio debe respetarse
en la explotación de sus recursos. La ruptura de ese equilibrio no le interesa a
nadie en largo plazo. Por eso, la gran frontera de la sostenibilidad quizás sea
responder cómo tomar esa realidad en cuenta en los modelos de negocios
de las empresas.
Y más: los buenos resultados de una empresa no garantizan la perennidad
del negocio. Más que la última línea de balance, cada vez más los inversionistas
y sociedad quieren saber qué fue necesario hacer para obtener esos resultados.
En otras palabras, la sostenibilidad es parte integral de la gestión y no un
simple anexo.
Para las instituciones financieras, la preocupación con el desarrollo
sostenible viene desde la década del 80. Sin embargo, en la década del 90
el tema obtuvo mayor repercusión, culminando con el lanzamiento de los
Principios de Ecuador, comentados a continuación. Desde ese momento, una
serie de compromisos voluntarios, autorregulaciones y regulaciones están
incentivando los bancos a asumir un papel sostenible e inserir conceptos de
sostenibilidad en su gestión.
En esta última década, las instituciones financieras brasileñas han adoptado
una serie de prácticas con el objetivo de incorporar elementos sostenibles
en sus actividades, transformando a Brasil en un caso único entre los países
emergentes, manteniendo programas y proyectos de mejora ambiental
relacionados a sus operaciones, promoción de la educación ambiental en
las comunidades y creciente participación de empleados especializados en
riesgos y oportunidades ambientales. Muchas de ellas ponderan aspectos
socio-ambientales en la concesión de crédito, promueven capacitaciones sobre
temas socio-ambientales relacionados a la gestión del negocio para auditorías
internas y a los gerentes de relación de diferentes segmentos, como mayorista,
gestión de activos y compliance. La capacitación de gerentes y analistas para
diseminar la política de riesgo socio-ambiental y promover la evaluación de
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El papel de las instituciones
financieras en la transición hacia una
economía verde
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riesgos socio-ambientales en toda el área de crédito es otra práctica común.
Su objetivo consiste en instruir los equipos para identificar riesgos en grupos
económicos y sectores considerados críticos, como vinculado al petróleo,
químico, petroquímico, de celulosa y siderúrgico.
Los bancos en Brasil estuvieron atentos a los temas de responsabilidad
socio-ambiental a lo largo de la década y adhirieron de forma maciza a pactos
internacionales y nacionales. Esa adhesión está vinculada al posicionamiento
institucional de las empresas, al reconocimiento de la importancia de esos
pactos, a la postura ética, a la reputación y a la imagen. Algunos ejemplos
de esos compromisos, asumidos gradualmente y en escala variada por los
diversos bancos en Brasil, son:
• Principios de ecuador: fueron lanzados el 2002 por diez de los mayores
bancos de financiación de proyectos del mundo. Establecen criterios mínimos
para la concesión de crédito en proyectos que exijan inversiones superiores
a R$ 10 millones, garantizando que los proyectos financiados se desarrollen
de forma social y ambientalmente responsable;
• Pacto global: fue lanzado oficialmente por las Naciones Unidas en 2000.
Incentiva empresas a adoptar políticas de responsabilidad social corporativa
y sostenibilidad, orientando las organizaciones a redefinir sus estrategias y
acciones por medio de diez principios en las áreas de derechos humanos,
trabajo, medio ambiente y combate a la corrupción;
• united Nations environment Programme Finance initiative (unep Fi): se trata de una alianza entre PNUMA y el sector financiero global, firmada desde
1997, cuya misión es identificar y promover las mejores prácticas relacionadas
a la sostenibilidad. Todos los miembros firman una declaración por medio de
la cual se comprometen a integrar, cada vez más, el desarrollo sostenible a
sus operaciones;
• objetivos de Desarrollo del milenio (oDm): los Objetivos de Desarrollo del
Milenio (ODM) establecen compromisos aprobados entre líderes de 191 países
miembros de las Naciones Unidas el 2000. Son ocho los ODM: erradicar la
pobreza extrema y el hambre, lograr la enseñanza primaria universal, promover
la igualdad entre los sexos y la autonomía de la mujer, reducir la mortalidad
infantil, mejorar la salud materna, combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras
enfermedades, garantizar la sostenibilidad del medio ambiente y fomentar una
asociación global para el desarrollo.. El esfuerzo colectivo debe garantizar,
hasta el 2015, el cumplimiento de esos objetivos;
• Principios para la inversión Responsable (PRi): una de las realizaciones
de UNEP/FI, en conjunto con el Pacto Global, fue la creación, el 2006, de
la declaración Principios para la Inversión Responsable (PRI, en la sigla en
inglés). Con esa iniciativa, el objetivo es que los inversionistas de todo el mundo
incorporen, voluntariamente, aspectos ambientales, sociales y de gobernanza
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corporativa en el momento en que realicen sus inversiones. Hasta abril del
2011, más de 850 instituciones de inversión se tornaron signatarias;
• Pacto empresarial por la integridad y contra la corrupción: lanzado el
2006 durante la Conferencia Internacional Ethos, el pacto contiene un conjunto
de sugerencias, directivas y procedimientos para adopción por las empresas
y entidades en su relación con el poder público;
• Pacto Nacional por la erradicación del trabajo esclavo en brasil: creado en mayo del 2005, es coordinado y monitoreado por el Instituto Ethos
de Empresas e Responsabilidade Social, por el Instituto Observatório Social,
por la ONG Repórter Brasil y por la Organización Internacional del Trabajo.
Su misión es implementar herramientas para que el sector empresarial y la
sociedad brasileña no comercialicen productos de proveedores que utilicen
trabajo esclavo;
• carbon Disclosure Project (cDP): es un requisito colectivo formulado
por un grupo de 534 inversionistas institucionales responsables por la
administración de un patrimonio estimado en US$ 64 trillones. El proyecto
fue idealizado para que empresas e inversionistas en todo el mundo tengan
acceso a informaciones sobre el impacto provocado por las emisiones de
gases de efecto invernadero y por los cambios climáticos en los resultados
de las compañías. El CDP es coordinado por una entidad sin ánimos de lucro
financiada por el Carbon Trust, del gobierno británico, y por un grupo de
fundaciones liderado por Rockefeller Foundation.
Protocolo Verde
Un paso más concreto en el compromiso de los bancos privados con las
finanzas sostenibles fue dado en abril del 2009, con la firma de un protocolo
de intenciones entre Federación Brasileña de Bancos (FEBRABAN) y el
Ministerio del Medio Ambiente de Brasil, conocido como Protocolo Verde.
Es fruto del esfuerzo común para adoptar políticas socio-ambientales
que sean precursoras, multiplicadoras, demostrativas o ejemplares de
prácticas bancarias y que estén en armonía con el objetivo de promover
el desarrollo sostenible.
Para construir e implementar una agenda común de sostenibilidad
en el sector, alineada a los principios y directivas del Protocolo Verde,
FEBRABAN, con el apoyo de la Fundación Getulio Vargas (FGV), empezó,
el 2009, la construcción de una matriz de indicadores de sostenibilidad
para las instituciones financieras. Además de crear índices propios, el
proyecto se inspirará en otras referencias existentes y reconocidas en el
mercado, como el suplemento sectorial para instituciones financieras de
“Global Reporting Initiative” (GRI), los indicadores Ethos/FEBRABAN y
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el cuestionario de evaluación del “Índice de Sostenibilidad Empresarial”
de la Bolsa de Valores, Mercancías y Futuros de São Paulo. Además de
la participación de los bancos asociados, ese proceso de construcción
colectiva cuenta con la colaboración de representantes de organizaciones
de la sociedad civil.
El objetivo es ofrecer una herramienta de gestión que determine
un diagnóstico del desempeño individual y sectorial, evaluando la
contribución de los bancos para la generación de riquezas bajo el punto
de vista de la sostenibilidad. Se pretende también que la matriz sirva de
instrumento de comunicación y de rendición de cuentas a la sociedad,
incluyendo el desarrollo de nuevos productos y servicios que contribuyan
para la transición rápida hacia una economía verde y más inclusiva.
Individualmente, los bancos deben confirmar su comprometimiento con
las directivas del Protocolo Verde. El 2009, se tornaron signatarios del
documento el Banco do Estado do Rio Grande do Sul, el BIC Banco, el
Banco Sofisa, el Banco Votorantim, el Bancoob, el BNP Paribas Brasil, el
Banrisul, el Bradesco, el Cacique, el Citi, el HSBC, el Itaú Unibanco, el
Safra y el Santander Brasil.
Varios bancos también ofrecen productos con enfoque en programas
de financiación, fondos de inversión y tarjetas de afinidad con anualidades
destinadas a ONGs que se dediquen al tema ambiental. Son emblemáticos
los fondos de acciones de empresas que componen el Índice de Sostenibilidad
Empresarial de la Bolsa de Valores de São Paulo y los programas de
financiación para conservación del medio ambiente y recuperación ambiental,
con el objetivo de regularizar y recuperar áreas de Reserva Legal y Áreas de
Preservación Permanente degradadas.
El desempeño de esos fondos “verdes” indica la eficacia y la competencia
de las empresas que adoptan prácticas sostenibles. El 2010, un año no muy
bueno para la bolsa, los fondos registrados como sostenibles y de gobernanza
en la Asociación Brasileña de las Entidades de los Mercados Financiero y de
Capitales (representante de 340 instituciones que actúan en los mercados
financiero y de capitales) presentaron una valorización de sus cuotas del orden
de 7,96%, para el 1,04% de valorización del Índice de la Bolsa de Valores.
En el área de crédito y financiación, se crearon nuevas líneas ambientales
para la financiación de reforestación, el desarrollo de sistemas agroforestales
y la inversión en energías renovables. Los bancos también ofrecen líneas
de crédito para la adquisición de máquinas y equipos con tasa de intereses
reducida a las empresas que deseen desarrollar procesos productivos más
limpios. Para la reducción del impacto ambiental, existen también programas
dirigidos a la descontaminación de cuencas hidrográficas, compensaciones
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economía verde
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ambientales, implantación y mantenimiento de unidades de conservación, uso
de biodiesel y producción orgánica.
Para evaluar y clasificar los riesgos socio-ambientales en las líneas de
negocios, la herramienta más utilizada por los bancos es el cuestionario
socio-ambiental, que incluye verificación de informaciones relacionadas a
compliance, exigencia de licencias ambientales y visitas in loco. Hay bancos
que profundizan esas evaluaciones por medio de análisis de los potenciales
riesgos socio-ambientales del cliente, sector o proyecto con la gestión de la
práctica por equipo especializado, que realiza el estudio de informaciones
públicas, con consultoría y auditoría independientes y, cuando necesario, con
asesoría técnica para la financiación de mejoras socio-ambientales.
Para garantizar que el cliente esté realmente cumpliendo las exigencias
socio-ambientales previstas en contrato, los bancos realizan auditorías
ambientales, visitas técnicas, evaluaciones de las propiedades, monitoreo de
las carteras de crédito y reevaluación de los proyectos. A pesar de todas esas
prácticas, el proceso de auditoría para políticas y riesgos socio-ambientales es
todavía un desafío del sector. La mayoría de los bancos no tiene verificación
con enfoque en sostenibilidad, pero tiene la intención de estructurarla los
próximos años. El objetivo es prevenir riesgos e incentivar la adopción de
mejores prácticas entre los clientes.
Algunos, sin embargo, ya desarrollan ese proceso para algunas líneas de
proyectos, con base en los Principios de Ecuador. El destaque es la aplicación
periódica de la política de riesgo socio-ambiental para el crédito persona
jurídica, con supervisión técnica del comité de auditoría interno y aplicación
de pruebas de efectividad. Los resultados de esas evaluaciones se reportan
a los principales ejecutivos, como los miembros del consejo administrativo y
del comité de sostenibilidad.
La capacitación y el comprometimiento de los profesionales en políticas
socio-ambientales es otro desafío para la incorporación y la evaluación de
criterios de sostenibilidad, tornándose meta estratégica de las áreas de negocio
de los bancos. Entre las principales iniciativas existentes están capacitaciones
conceptuales y de análisis de riesgo socio-ambiental para las gerencias de
relación, para las auditorías internas y para los analistas. Sin embargo, la
mayoría de los bancos tiene como meta ampliar la oferta de capacitaciones a
una parte mayor del público interno.
Es importante destacar que todo ese movimiento no es por “carácter
bondadoso”, porque el riesgo, la gestión del riesgo, es el centro del negocio
financiero. Y, el riesgo ambiental tiene impacto efectivo y creciente sobre los
cuatro grandes riesgos enfrentados por las instituciones bancarias – el riesgo
de mercado, el riesgo legal, operacional y, el más importante, que es el riesgo
de reputación. La reputación es, quizás, el mayor activo de empresas que
actúan en una actividad – la intermediación financiera – en que la confianza y
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la credibilidad son la diferencia entre la vida y la muerte. Basta recordar que crédito viene del latín credere, creer, confiar. En la última crisis, corrieron el mundo las imágenes de clientes acampados en las puertas del banco Northern Rock, de Gran Bretaña, recordando las fotos descoloridas de las antiguas corridas bancarias tan comunes en el siglo xIx e inicio del siglo xx. No es por acaso que una encuesta de la consultoría Accenture con altos ejecutivos de todo el mundo reveló que el 72% de los entrevistados destacaron la importancia de compromisos visibles y auténticos con la sostenibilidad como necesidad urgente, con el objetivo de reconquistar la confianza y reconstruir la reputación, debilitadas por la crisis financiera internacional.
Sin embargo, un ejemplo ilustra el tamaño del papel de las instituciones financieras como inductoras de buenas prácticas en los sectores en que invierten y aquellos que financian: los medios de comunicación, cada vez más, corresponsabilizan a los bancos por proyectos que financian, como el de la central hidroeléctrica de Belo Monte. Todo el mundo está mirando hacia Brasil y preguntándose: ¿Cómo se están tratando las comunidades locales e indígenas? ¿Cómo se están considerando los impactos ambientales? Y queda la siguiente pregunta: ¿Cómo las empresas que forman parte del consorcio están tomando las debidas providencias? Y, finalmente: ¿Cómo los bancos se están posicionando frente a todo eso?
Solamente por ese ejemplo podemos aquilatar la inmensa responsabilidad y cómo su postura proactiva será determinante. Principalmente cuando muchos mercados están siendo puestos en jaque actualmente. El modelo energético es un ejemplo y ya observamos cómo universidades, institutos de investigación y empresas están trabajando para encontrar nuevas tecnologías. La inclusión de la base de la pirámide también es un desafío y grandes y pequeñas organizaciones ya están posicionándose y ofreciendo soluciones innovadoras. Entre los muchos nuevos negocios que están surgiendo, seguramente tenemos embriones de grandes negocios que en 10 años serán muy rentables. Los bancos deben ser los propulsores de esas olas, entender cuáles son esas tendencias, fomentar, invertir y financiar ese tipo de negocio, induciendo el proceso de transición a una nueva economía.
Los liderazgos de las instituciones financieras tienen que estar listos para realizar ese cambio. Hoy Bloomberg y Reuters, por ejemplo, están creando mecanismos que ayudarán a los analistas a considerar las variables ambientales, sociales y de gobernanza. Pero es necesario más. Es necesario que cada banco conozca el impacto de su cartera de clientes y tenga un plan estratégico para realizar esa transición. Estar cercano a universidades o incubadoras, por ejemplo, ayudará a identificar las tendencias.
Todo esto para decir que no le corresponde más a los bancos un papel pasivo y de monitoreo, sino un papel activo, identificando emprendedores, tecnologías y nuevos modelos de negocios. Solamente de esa forma tendremos un remate de cuentas positivo para todas las partes.
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economía verde
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011 1. Rio de Janeiro, abril de 2011.
2. Técnico de Planificación e Investigación del Instituto de Investigación Económica Aplicada de Brasil y miembro de los 3er y 5º Informes del IPCC.
3. Investigadora del Centro de Estudios Integrados sobre Medio Ambiente y Cambio Climático de la Universidad Federal de Rio de Janeiro (Centro Clima/COPPE/UFRJ) y miembro del 5º Informe del IPCC.
4. Esta sección se basó en Seroa da Motta (2011).5. La idea de compatibilizar crecimiento económico y naturaleza ya era un tema recurrente antes
de la publicación del informe Brundtland, pero fue ese el que tuvo más éxito en su formalización.
medición en las políticas de transición en dirección a la economía verde1
RONALDO SEROA DA MOTTA2
CAROLINA BURLE SCHMIDT DUBEUx3
IntROdUccIón
El informe “Hacia una economía verde: guía para el desarrollo sostenible y la
erradicación de la pobreza”, producido por el Programa Para el Medio Ambiente
de las Naciones Unidas (UNEP, 2011), trata de demostrar que el desarrollo
sostenible puede ser alcanzado sin pérdidas de renta y empleo y, mucho
menos, con aumento de la pobreza. De esa forma el informe modela los efectos
macroeconómicos (renta, empleo y consumo) de una economía verde.
Los resultados de los modelos de crecimiento adoptados en el informe
estiman que en mediano plazo (a partir de seis años) inversiones en capital
natural, por la magnitud de 2% del PBI mundial entre 2011-2050, generarían
un crecimiento de sectores limpios que compensarían las pérdidas de renta y
empleo de los sectores tradicionales que se contraen. Y que esas inversiones
también reducirían el nivel de pobreza de aquellos que dependen directamente
de servicios ambientales. El concepto economía verde no es sustitutivo al de
desarrollo sostenible, sino instrumental.
Financiar esas inversiones de forma sostenible exigirá reglamentación
con corte de subsidios perversos y determinación de precios de los bienes y
servicios ambientales, además de un sistema de indicadores ambientales.
En la sección siguiente discutimos cómo la teoría de la sostenibilidad incorpora
los principios de la economía verde. Por último, delineamos brevemente las
estrategias básicas para la construcción de una economía verde en Brasil.
SOStenIbIlIdAd y ecOnOMíA veRde4
El concepto de desarrollo sostenible surge formalmente en el informe
Brundtland (Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo, 1987).5 Ese
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Medición en las políticas de transición
en dirección a la economía verde
Ronaldo Seroa da MottaCarolina Burle Schmidt Dubeux
6. Ver, por ejemplo, Dasgupta y Maller (1996) para un análisis sobre esta laguna en la literatura.7. Ver Hartwick (1977), Solow (1978) y Dasgupta y Heal (1979).
documento introdujo definitivamente la idea de que el desarrollo económico
debe realizarse sin comprometer el desarrollo económico de las generaciones
futuras.
De forma bastante simplificada, la novedad de ese tratamiento del desarrollo
sostenible está en la inserción de la dimensión ambiental en los modelos de
crecimiento económico.
La sostenibilidad del crecimiento económico siempre fue el tema central de
los modelos de desarrollo. Sin embargo, los modelos de desarrollo adoptados
por los países los últimos cincuenta años de la era de la planificación y de
la intervención gubernamental excepcionalmente se referían a los temas
ambientales como una restricción. La base natural de las economías en
planificación se consideraba como infinita, es decir, como un factor de capital
sin restricciones de escasez.
No obstante esa base natural estar intrínsecamente asociada a las ventajas
comparativas ocasionadas por las economías en su inserción internacional y
altamente asociada a las actividades de subsistencia de las clases más pobres
de la población, generalmente mayoritarias en los países en desarrollo, en la
literatura sobre desarrollo económico son pocas las referencias a los temas
ambientales.
A pesar de que la finitud de esos recursos coloque un impedimento en la
trayectoria de desarrollo adoptada y genere problemas sociales significativos,
la percepción de escasez no existía en la concepción de esos modelos.6
El concepto de desarrollo sostenible, aunque pueda tener muchas
descripciones y su utilización en los medios de comunicación generalmente
ocurra en contextos vagos, es posible ser discutido objetivamente de la misma
forma que se discute la sostenibilidad del crecimiento económico cuando se
considera la importancia de mantener en un nivel sin reducción los valores
de los activos de una economía. Es decir, la sostenibilidad de una economía
ocurre en la medida en que sus stocks de capital, que definen el flujo de bienes
y servicios futuros, se mantengan por lo menos constantes.
El tema actual de la sostenibilidad solamente introduce la necesidad de tratar
el capital natural de forma diferenciada del capital material. Una diferenciación
con semejante corte teórico y metodológico al de aquella que introdujo la teoría
del capital humano y tecnológico en esos mismos modelos.
Los modelos de crecimiento económico desarrollados en la década del 70,
que analizaban la optimización inter-temporal del uso de los recursos naturales
en la producción7, dependían de hipótesis sobre la esencialidad de los recursos
y sus impactos en el nivel de crecimiento de la economía.
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8. Es decir, los costos ambientales serían inferiores a los beneficios o la generación de renta resultante podría compensar o recuperar las pérdidas ambientales y añadir valor agregado a la economía.
9. Además de otras hipótesis restrictivas, tales como: valoración de capital en el tiempo y constancia de la tasa de descuento en el tiempo.
De acuerdo con Perrings et al. (1995), la esencialidad de los recursos
ambientales puede analizarse por el grado de complementariedad y de
sustitución entre el capital natural y el capital material dentro de las posibilidades
de producción y consumo de una economía. Es decir, la elasticidad de sustitución
entre esos dos tipos de capital define el grado de esencialidad. Cuanto mayor
es la elasticidad de sustitución, menos esencial será el recurso.
En los modelos tradicionales, se asume que esa elasticidad de sustitución
es mayor o igual a uno. Es decir, el nivel de stock de capital natural podrá
reducirse siempre y cuando la economía consiga realizar las inversiones
compensatorias en capital material.
Esa sería la conocida regla de Solow-Hartwick, en la cual la sostenibilidad
de una economía, entendida como la capacidad de la economía en mantener
un determinado nivel de consumo, se determinaría por la capacidad de evitar
que la renta generada en la explotación del recurso natural no renovable se
transforme totalmente en consumo presente. Para ello, bastaría reinvertir
parte de esa renta generada con la explotación de recursos naturales en la
formación de capital, ya sea material o natural, equivalente al consumo de
capital natural8.
Lo importante para la maximización del bienestar, de acuerdo con esos
modelos, es mantener los stocks totales de capital “constantes” a lo largo del
tiempo.9
De esa forma, los temas ambientales no se consideraban como relevantes
o restrictivos al crecimiento. Lo importante es la capacidad política de
inmovilizar parte de los ingresos resultantes de la explotación de esos recursos
naturales.
Sin embargo, la capacidad de generación de servicios de los ecosistemas
depende del mantenimiento de determinados componentes ecosistémicos,
tales como población y cadena alimenticia, dentro de límites específicos.
Después de sobrepasar esos límites, el sistema podrá entrar en colapso,
tornando nula su productividad. La definición de esos límites identifica los
límites del crecimiento y, por lo tanto, determina la trayectoria de sostenibilidad
de una economía.
De esa forma, es prudente identificar cuáles son los niveles mínimos de
seguridad o la capacidad de soporte de los recursos naturales que se están
asignando en la generación de renta.
Así, podemos definir el capital natural crítico como aquél en que el nivel de
consumo ya sobrepasó su capacidad de soporte y, por lo tanto, su productividad
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en dirección a la economía verde
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tiende a cero. En esos casos, la elasticidad de sustitución es inferior a uno y las
posibilidades de sustitución entre capital natural y material tienden a reducirse
cuando crece el producto.
En esos casos críticos, un nivel de stock de capital natural que disminuye
representa una trayectoria de no sostenibilidad y deben considerarse pérdidas
de bienestar. Por ello, el consumo de ese capital tiene que ser negativo, es
decir, debe ser apreciado y no depreciado.
El capital natural no crítico sería aquél en el cual el nivel de stock todavía no
alcanzó su capacidad de soporte. Sin embargo, eso no significa que ese capital
no presente un nivel mínimo de seguridad inferior al cual se torna crítico.
No obstante, el consumo de ese capital puede compensarse por inversiones
en capital material sin pérdidas de bienestar. Ya sea en inversiones de
recuperación de ríos, áreas contaminadas o en el control de esos impactos,
como en el caso de los cambios climáticos, con esfuerzos en mitigación y
adaptación.
La hipótesis de sostenibilidad muy débil, de “crecimiento económico sin
restricciones ambientales”, asume que las posibilidades de sustitución son
inagotables, siempre y cuando no disminuya el nivel de stock total de la
economía. En la otra extremidad, la hipótesis de sostenibilidad fuerte, de
“crecimiento cero”, asume que no hay más posibilidades de sustitución, pues
todas las formas de capital natural son críticas y no se admite ningún consumo
de capital natural.
En forma intermediaria estaría la hipótesis de sostenibilidad débil, que
distingue las formas críticas y no críticas de capital natural y determina
tratamientos diferenciados de acuerdo con el nivel crítico de stock identificado.
En ese enfoque, se admite también el progreso técnico como agente de
sostenibilidad cuando reduce la intensidad ambiental del consumo.
Finalmente, la sostenibilidad sería posible con mayor eficiencia ambiental
resultante de (i) modificaciones en los procesos de producción y en el diseño
del producto; (ii) modificaciones en la estructura de producción y consumo; y
(iii) reducción en el nivel de producción y consumo.
En ese espectro, la economía verde se caracterizaría por un aumento
continuo en el stock de capital natural, es decir, una apreciación y no una
depreciación. De esa forma sería posible tener niveles de intensidad más bajos
de materiales y contaminación por unidad de renta, que, a su vez, inducirían a
la “desconexión”/“desacoplamiento” o separación, de la actividad económica
de los impactos ambientales.
Esa propuesta representa que políticas económicas dirigidas al capital natural
pueden acelerar esa separación sin reducción en los niveles de consumo y
producción. De cierta forma, esta posibilidad se contrapone a aquella que
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en dirección a la economía verde
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011 10. Ver una revisión crítica de la EKC en Galeotti, Manera y Lanza (2009).
11. Tanto como o congestionamento e a baixa qualidade dos serviços de infraestrutura, os custos ambientais ineficientes da nossa economia também podem ser incluídos como parte do chamado “Custo Brasil”.
12. Essa hipótese se inicia no trabalho seminal de Ehrlich (1968), que introduz o conceito de risco ambiental devido à pressão populacional, no que ficou conhecido como a tese “neo-malthusiana”.
13. Ver, por exemplo, IPCC (2007).
admite que la separación ocurra de forma espontánea dentro del proceso de
crecimiento económico cuando la economía alanza un límite de renta (curva
ambiental de Kuznets – EKC, en la sigla en inglés)10.
Por ello, el desafío en la construcción de la economía verde es crear
capacidad institucional para la integración de las políticas ambientales a las
políticas económicas y un sistema de indicadores ambientales que sea capaz
de medir y monitorear los beneficios de las inversiones en capital natural.
eStRAtegIAS de gObeRnAnzA de UnA ecOnOMíA veRde
En las secciones anteriores vimos que, de acuerdo con los presupuestos
teóricos económicos, la apreciación del capital natural no reduce necesariamente
la eficiencia de la economía. O sea, el costo ambiental generado en la
explotación ineficiente de los recursos ambientales reduce las posibilidades
de crecimiento11.
Desafiando el juicio convencional, el costo ambiental no está asociado a la
pobreza, por el contrario, la pobreza es parte del costo ambiental. Es común
observar en la literatura referencias constantes a la presión poblacional sobre
el medio ambiente12 y que la pobreza agravaría la presión sobre la base natural
de esas economías y ampliaría la crisis ambiental. Evidencias de esa relación
positiva entre pobreza y degradación se han contestado en la literatura que
mide la relación entre renta y degradación basado en la hipótesis de la curva
ambiental de Kuznets (ver, por ejemplo, Heerink, Mulatu y Bulte, 2001) y la
de Justicia Ambiental (ver Acselrad, Herculano y Pádua, 2004 y Shepard y
Cobin-Mark, 2009).
Por ejemplo, el bajo consumo, en particular energético, de la población de
baja renta genera un nivel muy bajo de gases de efecto invernadero. Informes
del IPCC13, por otro lado, confirman que la falta de capacidad de renta de esa
población resultará en una baja capacidad de adaptación y ellos serán los que
más sufrirán con los impactos de los cambios climáticos.
Seroa da Motta (2004) mide la contribución por nivel de renta en la
contaminación hídrica y atmosférica en Brasil y evidencia que la alta
concentración de la presión de degradación a partir del estándar de consumo
de las personas más ricas agrega otro aspecto regresivo para la distribución
desigual de la renta en Brasil.
Medición en las políticas de transición
en dirección a la economía verde
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14. Ver Seroa da Motta (1996) para una evaluación de un esfuerzo de generación de indicadores ambientales en Brasil.
15. Stiglitz, Sen y Fitoussi (2009), p. 9.
Es decir, la presión total de la degradación se debe principalmente al
estándar de consumo de las clases de renta más alta y el aflojamiento en el
control ambiental crea indirectamente un subsidio para el consumo de los ricos
a costa de los pobres.
Así, la distribución de los costos y beneficios del control ambiental debe
ser equitativa. Y, por último, tratamos de demostrar cómo la valoración y
la determinación de precios de los bienes y servicios ambientales pueden
contribuir para la construcción de una economía verde.
Finalmente, el tema ambiental puede dejar de ser un problema y tornarse
una solución. Para ello, será necesario conciliar esas realidades descritas
y diseñar las opciones de gestión que armonicen las políticas económicas
y ambientales. A continuación, elaboramos algunas de estas opciones, que
son: sistematizando los indicadores ambientales, ampliando los instrumentos
económicos y retirando los incentivos perversos.
SISteMAtIzAndO lOS IndIcAdOReS AMbIentAleS
Las magnitudes económica y ecológica de los temas ambientales son
distintas y sus importancias relativas deben considerarse. Por lo tanto, es
necesario un ejercicio de priorización de los objetos de las acciones de política
para la construcción de una economía verde. Sin embargo, ese esfuerzo
requiere una iniciativa, que debe estar presente en el interior del sistema de
planificación, como la de establecer concretamente el objetivo de generar
indicadores físico-químicos que evalúen el estándar de uso de los recursos
ambientales asociados a indicadores económicos y sociales que evalúen su
inserción en la economía real.14
De acuerdo con el informe de la Comisión Stiglitz-Sen-Fitoussi, que realizó
un amplio análisis de la medición del desempeño económico y del progreso
social, las decisiones de los tomadores de decisión dependen de lo que se
mide, de cuánto son buenas las medidas y de cuánto se entienden bien las
medidas15.
Las condiciones esenciales para realizar esas iniciativas son: a) la creación
de un sistema estadístico ambiental que incluya indicadores ambientales; y
b) el establecimiento de relaciones de éstos con los tradicionales indicadores
económicos y sociales.
Los indicadores ambientales pueden reflejar la presión de las actividades
económicas (producción y consumo) sobre el medio ambiente (como, por
ejemplo, emisiones de gases del efecto invernadero, consumo de energía
renovable y tasa de deforestación) o el estado del medio ambiente (como, por
Medición en las políticas de transición
en dirección a la economía verde
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16. Ver OECD (1993) donde primero se presentó una propuesta de indicadores en esas categorías.
17. Ver Stiglitz, Sen y Fitoussi (2009) para una discusión detallada de esos índices, en particular para los de huellas que para los autores no consideran los intercambios comerciales entre países ni contabilizan la sustitución de capital natural por capital material, es decir, aumentos de productividad ambiental en el transcurso del tiempo.
ejemplo, concentración de contaminantes en la atmósfera y en los recursos
hídricos y niveles de extinción de especies)16. Esos indicadores permiten una
evaluación específica de un recurso ambiental.
Una evaluación más general del desempeño ambiental de una región o
bioma tiene que utilizar índices ambientales compuestos que agreguen y
sinteticen indicadores ambientales de presión y estado, como, por ejemplo,
el “Environmental Sustainability Index” (ESI) y el “Environmental Performance
Index” (EPI), además de índices compuestos que midan la “huella ecológica”
(por ejemplo, “Ecological Footprint Index”)17.
Finalmente, existen los indicadores que correlacionan indicadores ambientales
con indicadores económicos que miden producción y consumo y que parten
de un sistema de cuentas nacionales. Se ha propuesto un sistema de cuentas
ambientales (SCA) para inserir la variable ambiental en el actual sistema de
cuentas nacionales (SCN). El desempeño de las actividades económicas se
refleja en el SCN con medidas de agregados macroeconómicos como, por
ejemplo, el producto bruto interno (PBI), las inversiones y la depreciación de
capital. Cuanto mayor es el stock de capital de una economía, mayor será su
capacidad de generar renta. El PBI es la renta generada en la economía. Las
inversiones representan cuánto la economía “creó” de capital en la generación
de este PBI y, por lo tanto, es parte del PBI. La depreciación representa cuánto
la economía “consumió” de capital para generar el PBI y, por lo tanto, no está
incluida en el PBI. El producto interno neto (PIN) de una economía es, por lo
tanto, el PBI menos el consumo de capital.
Esas medidas del SCN se estiman con base en las informaciones recolectadas
en las unidades productivas por medio de estudios por cuestionarios (p.ej.,
censos). De acuerdo con lo ya discutido, el uso de capital natural genera costos
que los agentes económicos no incluyen en sus actividades. Por lo tanto, el SCN
no fue concebido inicialmente para captar los costos ambientales asociados a
la depreciación del capital natural. Se han realizado esfuerzos, por la Oficina
Estadística de las Naciones Unidas (ver SEEA, 2003), para estandarizar una
metodología que permita que la estimación de ese consumo de capital natural
se integre al SCN en la forma de un sistema de cuentas ambientales.
Observe que la estimación del consumo de capital natural genera un
indicador de cuánto la sociedad está dispensando de sus activos naturales
para generar renta, i.e., cambiando sostenibilidad por consumo presente. Ese
indicador puede ofrecer una buena orientación para los esfuerzos de inversiones
ambientales necesarios para mantener un nivel sostenible de capital natural.
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18. En ese caso que se mide el consumo de capital natural, hay puntos conceptuales y metodológicas más complejos o controvertidos para la monetización del valor del recurso natural y sus servicios. Ver SEEA (2003) y el capítulo sobre valoración de esa publicación.
19. Ver una reseña reciente en Stigliz, Sen y Fitoussi (2009).
Por ejemplo, el Banco Mundial (World Bank, 2006) ha estimado el indicador
de ahorro genuino o ahorro neto ajustado (net adjusted savings) para medir
cuánto de la renta nacional es resultado del consumo de capital natural.
La determinación del nivel adecuado de sostenibilidad ha sido, sin embargo,
uno de los principales problemas de la valoración del consumo de capital
natural. Por ejemplo, Seroa da Motta (1998) estimó que 2,40% del PBI brasileño
el 2005 podría considerarse consumo de capital natural en el criterio de débil
sostenibilidad, pero ese porcentaje podría llegar al 29% en el caso de un
escenario de fuerte sostenibilidad.
Un Sistema de Cuentas Ambientales no se resume, por ejemplo, a la medida
de PBI verde. La integración con todos los indicadores económicos de las
Cuentas Nacionales ofrece muchas opciones de medidas de desempeño
ambiental. Las más sencillas serían intensidad de consumo ambiental
(emisiones de contaminante, energía, etc.) por unidad de renta y consumo
(renta nacional, rentas de las familias, consumo del gobierno, importaciones y
exportaciones) hasta las relacionadas con la formación de capital que medirían
las apreciaciones y depreciaciones del stock de capital natural18.
Los estudios realizados hasta el momento19 indican también que la utilidad
del SCA para la gestión ambiental está fuertemente asociada al grado de
desagregación de los indicadores en términos sectoriales, locales y temporales.
De esa forma, es responsabilidad de la planificación de una economía verde
definir un Plan de Indicadores Ambientales que empiece inmediatamente con
un conjunto mínimo y viable de indicadores ambientales que pueden ser, por
ejemplo, consolidados desde ya de los registros administrativos de los órganos
ambientales (organizados para monitoreo y fiscalización, como, por ejemplo,
inventarios de emisiones o de fauna y flora) y de los ya existentes estudios
continuos que investigan aspectos ambientales (saneamiento, residuos sólidos,
deforestación, etc.).
En resumen, sin el conocimiento de la base natural y cómo ella se transforma
en relación a las actividades económicas, no se podrá orientar o verificar ningún
esfuerzo en la dirección de una economía verde.
AMplIAndO lOS InStRUMentOS ecOnóMIcOS
La modificación estructural de la economía en la dirección de sectores
verdes necesitará correcta determinación de precios de los bienes y servicios
ambientales, para presentar su verdadero costo de oportunidad. Esa corrección
de precio puede ejecutarse a través de instrumentos económicos de cobranza
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(pagos o tributos) por el uso del recurso ambiental o por la creación de mercados
de derechos de uso.
Además del aspecto de generación de eficiencia, esos instrumentos pueden
generar ingresos fiscales o administrativos adicionales para: a) financiar
la capacitación institucional de los órganos ambientales; b) realizar pago o
compensaciones ambientales; y c) cuando diseñados de forma progresiva,
viabilizar políticas compensatorias para aliviar los impactos ambientales sobre
los pobres20.
Para ello, la primera condición es la consolidación y codificación de la
legislación ambiental y la creación del espacio legal para la adopción de
instrumentos. La segunda es el reconocimiento del espacio fiscal de esos
instrumentos en el sistema tributario brasileño.
Sin embargo, la ampliación de su uso debe ser cuidadosa debido a
sus dificultades técnicas y administrativas. Flexibilidad, compatibilización
institucional, gradualismo y participación de los agentes afectados deben ser
criterios por respetarse en su introducción.
Antes de cualquier intento de desarrollar un instrumento económico, los
reguladores deben primero analizar los objetivos de las políticas y el estado
actual de los usos del recurso natural. Ese es un paso obvio, a pesar de ser
frecuentemente despreciado, especialmente cuando los reguladores están
ansiosos por transferir una “buena” experiencia de un determinado instrumento
aplicado en otro país. Los reguladores deben primero explicitar la política
ambiental y sus objetivos en cuya dirección se considere el uso de instrumento
económico. No se olvide que un instrumento es un medio y, por eso, no puede
sustituir los objetivos de las políticas. En resumen, un instrumento se destina
a servir a una política y no lo inverso.
RetIRAndO lOS IncentIvOS peRveRSOS El mayor desafío en la planificación de una economía verde será en los
ajustes por realizar en los instrumentos económicos que son actualmente
utilizados o en desarrollo por las políticas económicas, sociales y sectoriales.
Por lo tanto, la inserción del tema ambiental en esas políticas es crucial
para eliminar incentivos perversos al uso de los recursos ambientales que
se contraponen y/o anulan los esfuerzos de determinación de precios y
preservación de los recursos ambientales. Entre esas políticas destacamos:
a) las orientadas a recursos naturales e infraestructura, como las de energía,
abastecimiento de agua, malla vial y otras;
b) las típicamente sectoriales, como, por ejemplo, expansión agropecuaria
e industrial;
20. Ver, por ejemplo, Seroa da Motta (2006).
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c) las de carácter macroeconómico dirigidas a estimular las exportaciones,
generación de empleo e inversiones;
d) las de contenido estructural como la reforma agraria y las privatizaciones;
y
e) las de objetivo distributivo que estimulan las pequeñas empresas, el
asentamiento urbano y otras.
La retirada de incentivos perversos a la construcción de una economía verde
solamente será viable con un trabajo conjunto del sistema de reglamentación
ambiental y el de reglamentación sectorial que viabilice compromisos de
diagnóstico, evaluación y dirección de las acciones de redefinición de esas
políticas sectoriales.
Seguramente, la incertidumbre sobre varios impactos ambientales vis-à-
vis los beneficios deseados podrá, en algunos casos, tornar indeterminadas
las decisiones. Sin embargo, un esfuerzo común y participativo contribuye
para indicar esas áreas de incertidumbres, evaluar sus costos y eliminar
percepciones distorsionadas. Solamente de esa forma será posible un ajuste
menos costoso y más eficiente de esas políticas. En resumen, en esos
casos de indeterminación e incertidumbre, la postura recomendada sería la
identificación de los perdedores y beneficiados y de sus pérdidas y beneficios,
resultantes de los impactos ambientales y de las posibles acciones mitigadoras
y compensatorias.
En conclusión, las opciones brevemente delineadas aquí confirman la
hipótesis de que la reglamentación ambiental no debe comprenderse como
un problema y que, además de una solución, puede representar una fuente
de beneficios económicos y sociales del siglo 21 con una economía verde que
genere crecimiento con preservación y alivio la pobreza.
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