Jaramillo

21
XI Congreso Argentino de Antropología Social Facultad de Humanidades y Artes UNR Rosario, Argentina 1 XI Congreso Argentino de Antropología Social Rosario, 23 al 26 de Julio de 2014 GRUPO DE TRABAJO 74: El mundo de las infancias y adolescencias, Siglo XXI. TÍTULO DE TRABAJO: “Éste es chorro”: identificaciones masculinas y aprendizajes infantiles en contextos urbanos 1 . Nombre y apellido. Institución de pertenencia: Jesús Jaramillo. Becario CONICET/UNCo/Cehepyc/Clacso 1 Esta ponencia desarrolla algunos avances de una tesis de maestría en curso, realizada en el marco del Proyecto PICT 1356-2010 “Un nuevo lugar social para la escuela estatal. Entre la irrupción de la política y la emergencia de nuevas infancias y adolescencias”. Investigadora Responsable: Diana Milstein. Financiado por ANPCYT/FONCYT - Préstamos BID 2437. Por tratarse de un trabajo en revisión, no se autoriza ninguna publicación total o parcial del texto para su divulgación.

description

“Éste es chorro”: identificaciones masculinas y aprendizajes infantiles en contextos urbanos1.

Transcript of Jaramillo

– XI Congreso Argentino de Antropología Social – Facultad de Humanidades y Artes – UNR – Rosario, Argentina

1

XI Congreso Argentino de Antropología Social

Rosario, 23 al 26 de Julio de 2014

GRUPO DE TRABAJO 74: El mundo de las infancias y adolescencias, Siglo XXI.

TÍTULO DE TRABAJO: “Éste es chorro”: identificaciones masculinas y

aprendizajes infantiles en contextos urbanos1.

Nombre y apellido. Institución de pertenencia: Jesús Jaramillo. Becario

CONICET/UNCo/Cehepyc/Clacso

1 Esta ponencia desarrolla algunos avances de una tesis de maestría en curso, realizada en el marco del

Proyecto PICT 1356-2010 “Un nuevo lugar social para la escuela estatal. Entre la irrupción de la política y la emergencia de nuevas infancias y adolescencias”. Investigadora Responsable: Diana Milstein. Financiado por ANPCYT/FONCYT - Préstamos BID 2437. Por tratarse de un trabajo en revisión, no se autoriza ninguna publicación total o parcial del texto para su divulgación.

– XI Congreso Argentino de Antropología Social – Facultad de Humanidades y Artes – UNR – Rosario, Argentina

2

Introducción.

El trabajo tiene como objeto analizar los procesos de identificación de género en

los niños vinculados al “robo” en la vida barrial. Para ello recupero los diferentes

modos de nombrar y actuar el “choreo” que tenían los niños con los que

realizamos un trabajo de campo en colaboración en un barrio de la ciudad de

Neuquén, provincia homónima, situada al norte de la Patagonia Argentina.

A través de la reconstrucción de los modos en que el “robo” fue nombrado por los

niños y las niñas, veremos que esa acción en el barrio tenía como principales

protagonistas a varones en tanto “chorros” 2. Situarnos en ese cotidiano nos

permitirá mostrar cómo esa acción representada masculina tenía cierto valor

positivo entre los niños, al punto tal que algunos de ellos trasladaron dichas

prácticas al ámbito de la escuela. Luego focalizamos el análisis en el incidente con

Alejandro, un integrante del grupo que fue expulsado del mismo por robar una caja

de marcadores. Las diferentes referencias que los niños hicieron de aquel robo no

se limitaron a denunciar la falta de unos marcadores, sino también y sobre todo la

falta a una pertenencia colectiva y la evidencia del quiebre de un código que,

como veremos, regía los vínculos al interior del grupo de varones. Esto dará lugar

a comprender que las relaciones y formas de percepción establecidas por los

niños con el “choreo”, lejos de ser una falla moral de sus protagonistas por una

pertenencia social (Míguez, 2008), respondían a un aprendizaje sobre principios

de organización en la vida grupal que delimitaban formas de prestigios y respetos

asociados a la masculinidad y exhibidos como capital (Bourdieu, 1991 y 1997) en

diferentes espacios del barrio.

El barrio “Toma Norte”.

2 Si bien el trabajo en colaboración se realizó con un grupo de niños y niñas con edades entre 7 y 14 años, en

esta oportunidad nos detendremos en el decir y hacer de los varones por tratarse de relaciones predominantes entre los niños. Con ello, priorizamos el análisis de las relaciones entre los varones dentro del propio grupo.

– XI Congreso Argentino de Antropología Social – Facultad de Humanidades y Artes – UNR – Rosario, Argentina

3

Toma Norte está ubicado al noroeste de la ciudad de Neuquén, rodeado de

terrenos arcillosos y ondulados caracterizados como “bardas”3. La zona de

“bardas”, alejada del centro de la ciudad, fue por mucho tiempo un área

despoblada por las condiciones del medio natural (Ver imágenes 1 y 2). Las

marcadas pendientes del paisaje, los fuertes vientos y los estratos rocosos son

muy duros para la vegetación y la estabilidad de un proceso de urbanización. Sin

embargo, a principios de los años 90, esa zona comunmente denominada “el

oeste” se constituyó en un área potencialmente habitable debido a las

necesidades habitacionales de la población en crecimiento4. Durante esos años, el

gobierno provincial construyó algunos planes de viviendas en ese sector de la

ciudad, y muchos de los trabajadores de las empresas constructoras que eran

traídos desde el interior y de otras provincias –principalmente del norte argentino–

como de países limítrofes –fundamentalmente Chile y Bolivia– optaron por la

“toma” de terrenos para radicarse en la capital. El origen del barrio data de

aquellos años y actualmente radican allí unas 800 familias, algunas pocas ligadas

a empleos estatales -municipio, escuela, policía y hospital- y la mayoría ligadas al

trabajo en la construcción, temporario e informal, y a subsidios estatales.

La ubicación de las casas está determinada por el número de manzana y el

apellido de las familias, aunque formalmente cada casa tiene su número de lote.

En genenal, son construcciones que combinan techo de madera a dos aguas con

paredes de ladrillo y rejas o cercos, algunas son de gamela o premoldeadas.

Actualmente la mayor parte de estas casas se encuentran reacondicionadas y con

algunas ampliaciones, pero todavía no cuentan con los servicios de gas y agua. La

peculiaridad de la geografía barrial la completa la zona extensa de “tomas” que

rodean al barrio y los límites con el plan de vivienda de casas y monoblocks “Gran

3 Las bardas son elevaciones de terreno propias de esta zona de meseta, con alturas que no superan los 150

metros debido a la erosión del viento. Su terreno es pedregoso, resbaladizo y escarpado; contiene arbustos de escaso tamaño, yuyos y pastos de hojas duras. 4 Según datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística y Censo (INDEC), la provincia cuenta con una

población aproximada de 550.000 habitantes y la ciudad de Neuquén 320.000, de los cuales alrededor de 100.000 fueron los habitantes que se radicaron en la zona “oeste” de la ciudad.

– XI Congreso Argentino de Antropología Social – Facultad de Humanidades y Artes – UNR – Rosario, Argentina

4

Neuquén Norte”, lugar donde se sitúan las escuelas primarias, el jardín de

infantes, la comisaría y la comisión vecinal de la cual depende Toma Norte.

El grupo de colaboradores, el “trabajo” en el barrio.

En el marco de la investigación etnográfica colectiva ya mencionada, iniciamos

una experiencia de trabajo de campo en colaboración con un grupo de niños y

niñas durante dos periodos que incluyeron los meses de junio a diciembre en 2010

y de marzo a octubre en 2011. En una primera etapa el grupo se conformó por

ocho niños y tres niñas: Violeta de 9 años, Fernanda, Ernesto y Yony de 14, 15 y

10 años; y Alejandro de 7 años. Al poco tiempo se sumaron Ruth y Elías de 14 y

12 años, hermanos de Violeta; y más tarde Yon, Marcos, Pedro y Nico que tenían

entre 11 y 12 años y jugaban en el mismo equipo de fútbol junto con Elías. En una

segunda etapa, el grupo se termino de conformar por siete niños y dos niñas:

Violeta, Ruth, Elías, Yon, Marcos, Pedro, Nico, Jorgito y el “Pipi”. Estos dos

últimos con 10 y 12 años de edad. Todos ellos se definían a sí mismos como

“niños”, compartían alguna de las dos escuelas próximas al barrio y,

eventualmente, los mismos turnos y cursos.

Nuestros encuentros se inicaban en el “Comedor Comunitario Toma Norte” los

días sábados durante un periodo de dos o tres horas en que realizabamos

conversaciones grupales, caminatas por el barrio, observaciones, entrevistas de

audio a vecinos, registros fotográficos, dibujos de planos y la elaboración de un

libro al que titularon “Conociendo Toma Norte”5 (Ver imágenes 3 y 4). En el libro,

el grupo se refiere a las actividades de campo: “fuimos a muchos lugares, hicimos

entrevistas y sacamos muchas fotos. Fuimos a la barda, a muchas casas”, escribió

Violeta. El relato de Pedro también es elocuente: “en el comedor hacemos

nuestras actividades por ejemplo: conocemos a los vecinos, sacamos fotos,

5 El libro está confeccionado por hojas de cartón de 30 x 30 cm., se compone de veinticuatro páginas y está

organizado en cuatro secciones: “El grupo comienza su leyenda”, “Aprendiendo”, “Lugares” y “Planos”. Por sus dimensiones y características, originalmente el libro fue llamado “libraco”.

– XI Congreso Argentino de Antropología Social – Facultad de Humanidades y Artes – UNR – Rosario, Argentina

5

hacemos entrevistas, conosemos el barrio somos 9 chicos y 3 adultos nosotros

nos encargamos de que nos conoscan el barrio tomanorte”. De esta manera, el

trabajo en colaboración incluyó el conocimiento de la cotidianidad barrial a través

de las experiencias que los niños y las niñas establcecían en cada encuentro.

El “choreo” en el barrio.

Desde nuestros primeros encuentros en Toma Norte, los niños y las niñas se

refirieron al barrio como un lugar “tranquilo” al mismo tiempo que hablaban del

“choreo”, las bandas del lugar y la muerte de algún vecino –en ese orden.

“Después de las nueve o diez de la noche se pone pesado”, comentó Ernesto en

nuestra primera caminata por la “Rodhe”, única calle con nombre. “Acá hay

chorrerío, hay que tener cuidado, y no hay que traer mochila porque pasan con las

motos y te las arrancan”, dijo Fernanda. El robo era nombrado por los niños y las

niñas de modos diferentes, vinculado a múltiples prácticas y espacios del lugar y

con significados diferentes.

El primero de los modos fue en relación a los juegos del ciber. Comentando las

fotos del libro que con el grupo habíamos confeccionado, los niños contaron que

iban al ciber “casi todos los días” pero que la hora de juego estaba más cara. “Son

unos chorros”, dijo Elías en relación a eso. También contaron que solían pedir allí

el juego del “counter”, uno de fútbol y el “cta” que “es de unos viejitos que

caminan todo y tienen que matar”, dijo Yon. “¡Y robar!”, agregó Pedro refiriéndose

al juego. Y continuó, “hacen lo que quieren, si quieren robar un auto, una moto,

corren, le pegan a la policía”. Moverse con rapidez era uno de los rasgos que los

niños destacaban al momento de elegir los personajes para el juego. Cuando le

pregunté a Marcos sobre su elección, contestó que era mejor ser ladrón porque

“no te tienen que atrapar, sino te matan”. Elegir ser terrorista o ladron en el juego

implicaba poseer la habilidad de saber escapar a tiempo. Algo que experimenté

con los niños esa misma tarde, cuando al salir del ciber advertí que los niños reían

porque según ellos habíamos “robado” media hora de juego gratis.

– XI Congreso Argentino de Antropología Social – Facultad de Humanidades y Artes – UNR – Rosario, Argentina

6

En otros casos, esa habilidad de escapar estaba vinculada a la astucia de no ser

“atrapado” y tampoco penado. Según los niños, algunos adultos referentes del

barrio eran los que solían moverse entre ambos beneficios. Estando en el

comedor, los niños hablaron de las elecciones en el barrio y las diferentes listas

que se postulaban para la dirección de la Comisión Vecinal. Opinaban con

solvencia sobre el desempeño de los referentes, desde las “fiestas del niño” con

peloteros que organizaba una mujer, hasta las “buenas” pelotas que repartía el

encargado del comedor y la liga de fútbol.

Elías: – (…) el Cuca también nos dio una bocha, una penalty Pedro: –pero así (levantando su dedo) una penalty, le dieron como diez cajas de pelotas y ninguna nos dio… Yo: –¡y esas son caras! Silvina (investigadora): –y Cuca también entrena? Pedro: –no, no sé que le pasa al cuca, pero viste eh… Elías: –Cuca es el presidente Tere (investigadora): –el presidente de qué? Yon: –el presidente de la liga (…) Pedro: –al Cuca le regalaron como diez cajas de pelotas así y nos regalo una nomá, se las deja casi todas él si… (Registro de campo, 2 de abril de 2011).

De esta manera, los niños hablaron del “choreo” también en relación a las pelotas

de fútbol que, según ellos, les correspondía por tratarse de un material donado a

la liga de fútbol en la que participaban y en la que habían conseguido ganar un

campeonato. Y esas maneras de referirse al robo, también coincidía con la

manera en que otros jóvenes y vecinos del lugar opinaban en relación a esas

personas. Elisa, una vecina vinculada a Cáritas de la iglesia y referente del grupo

de jóvenes que relizaba tareas de ayuda social en el barrio, introdujo muy

sutilmente la cuestión del robo para hablar del comedor y la liga de fútbol.

“Lo más lindo sería que [el comedor] sea el espacio de los chicos, un espacio de todo el barrio, pero no, yo veo que hay como trabas. Por ejemplo, viste que el Cuca organizó un campeonato, los chicos [del grupo de jóvenes] participaron de ese campeonato y salieron campeones un tiempo, los chicos grandes. Y después a la próxima no quisieron participar, y cuando querían retomar los chicos dijeron que el

– XI Congreso Argentino de Antropología Social – Facultad de Humanidades y Artes – UNR – Rosario, Argentina

7

Cuca dijo que no, porque dijo que eran chicos conflictivos que se yo. Pero viste, de ahí los chicos no quieren saber nada… porque ellos vieron otras cosas que no tiene que ser, él les cobraba el árbitro, les cobraba la inscripción. Supuestamente a él le dan todo, entonces los chicos como que, como son grandes y se dan cuentas de las cosas. Y cuando quisieron retomar el cuca les dijo bueno, se ponen pero ustedes me tienen que pagar una multa de seiscientos pesos y una pelota que ustedes me la rompieron. Entonces los chicos dijeron no, los chicos son grandes (Registro de campo, 9 de abril de 2011).

También el “Cuca” se refirió al “choreo”, pero esta vez en relación a los “pibes” del

barrio. En una oportunidad contó que cuando recién habían “tomado” el comedor

quisieron hacer una biblioteca y llevar unas computadoras, pero tuvieron que

colocar una reja a la puerta porque “habían entrado a robar”. Por eso había

decidido colocar un candado en la puerta. Pero el mismo Cuca no tardó en decir

que los “pibes” estaban más “tranquilos”. Esa expresión “tranquilo” también fue

usado por los niños para decir que las bandas no hacían “quilombo” y que “no se

escuchaban tantos tiros en el barrio”. De este modo, Toma Norte era definida

como un barrio “dentro de todo tranquilo” en relación al “quilombo”, los “tiros” y,

como consecuencia, los “robos”. Así, los varones del grupo tenían un sinnúmero

de relaciones con personas del barrio que en cierto modo concebían al robo como

práctica que los distinguía.

Esa “tranquilidad” de la que todos hablaban no dejaba de tener sus lugares menos

“tranquilos” por los robos que allí ocurrían. Lugares “protegidos” y “desprotegidos”

en el barrio eran definidos por los niños también en relación al robo. Los varones

con frecuencia se referían a la “canchita” como el lugar en donde solían entrenar,

jugar y divertirse, pero también como un lugar al que no se lo “cuidaba” mucho. En

varias oportunidades recordaron con pesar la vez que le habían robado el cerco

de la cancha. “Nos robaron la mitad de casi toda la cancha que es re grande”,

indicó Yon. Según los niños, el “chorro” había sido un chileno que aparecía en un

auto y “se quedaba parado un rato”. En esa construcción de significados hubo un

doble modo ofensivo vinculado al “choreo”: el primero, por robrar una materialidad

que los niños consideraban como propio al decir “nos robaron el cerco”, el

– XI Congreso Argentino de Antropología Social – Facultad de Humanidades y Artes – UNR – Rosario, Argentina

8

segundo, por su condición de extranjeridad al decir “fue un Chileno”. Al mismo

tiempo que los niños reconocían en el barrio algunos beneficios vinculados al

“choreo”, definían a quiénes les estaba permitido robar y a quién no. Aquella doble

condición de “chorro” + extranjero fromaba parte de un conjunto de percepciones

que en el caso de estos niños los habilitaba a re-presentarlos como un otro a

quién se le podía robar. El rap entonado con los varones del grupo la tarde que

caminábamos hasta la cancha “Cuenca XV”6, puede ejemplificar lo que deseamos

exponer. Ese día cuatro de los investigadores del equipo –Tere, Silvina, Raquel y

yo– habíamos llevado temas grabados del grupo de rap “San Lorenzo City”7 con la

intención de estimular un diálogo con ritmo de rap mientras caminábamos.

Tere (investigadora): –y dale Jorgito que siempre hablas de robo, y este de la muerte me tiene un poco cansada… Jorgito: –el pipi me robo la canillera -sin rapeo y en tono de broma Yo: –viste, jorgito está diciendo que el pipi le robó esta canillera (…) Tere: –y mira y mira, la barda que me mira Yo: –la cancha, la cancha que no le gusta a Elías que esta toda bien encerrada Tere: –se siente, se siente, la toma está caliente (…) Jorgito: –el Elias le robó una media a Rodrigo -sin rapeo Todos ríen. Yo: –¿viste? otra vez de robo, me tiene re podrido, por qué hablas de robo? Cada dos palabras tres son de robo Elías: –yo le robe al robiño porque es un brasilero culeao, ese negro reculea es re-gil, entonces le robo a ese robiño (…) Tere: –¿y qué me dices del policía? Elías: –los milicos son re-giles, la otra vuelta estábamos en la escuela, estábamos con mi compañero sentados en la esquina, agarramos un piedra y la tiramos a la comisaría, salieron los milicos y nosotros salimos picando. Somos unos grosos, yeah! Tere: –¿por qué le dicen Cat a la comisaría? Jorgito: –porque son unos gatos refugiados de mierda. Elias: –esos cobardes agarran a todos, los giles de mierda, son más zapatos. Tere: –¿zapatos de qué? -sin rapeo Jorgito: – zapatos de que no sirven, de zapatillas -sin rapeo Tere [mirando un cartel colgando en el portón de una casa]: –y dale y dale, mirá, alimento para perro (…)

6 Barrio de la zona ubicado a unas veinte cuadras de Toma Norte.

7 Este grupo de rap es del barrio San Lorenzo de la zona oeste de la ciudad y sus temas tienen difusión local y

nacional. En varias oportunidades los niños se refirieron al mismo para hablar de música. Un primer análisis del rap entonado con los niños puede leerse en Milstein (2013).

– XI Congreso Argentino de Antropología Social – Facultad de Humanidades y Artes – UNR – Rosario, Argentina

9

Jorgito: –alimeto para perros, tengo siete perros y no me alcanza la comida Tere: –no te alcanza la comida, ¿por qué? Jorgito: –porque en el barrio toma norte somos casi todos pobres Yo: –ahá y qué más, ¡hey! Jorgito: –y yo todavía no puedo trabajar Tere: –ahí viene un auto, ahí viene un auto y qué hacemos? Jorgito: –¡lo robamos! (…) (Registro de audio, 25 de junio de 2011).

En la interacción en movimiento y dialogada (Milstein, 2013) el robo apareció

ligado a individuos, grupos e instituciones que los niños caracterizaban

despectivamente. Así, el robo apareció contra alguien que “esta todo mal”, el

“brasilero culeao” porque es “re-gil” y la policía porque son “gatos”, “cobardes” y

“agarran a todos”. En este caso, el robo establecía sentidos de pertenencia y de

exclusión en tanto diferenciaban muy claramente a quién se les podía robar:

aquellos a los que se les tenía desprecio o “se lo merecían”. Tener en claro esta

premisa era para los varones motivo de inclusión. Algo que no sucedió con

Alejandro cuando osó robar al interior del grupo. Esto será analizado

posteriormente, pero debemos prevenir que se trató de la puesta en jaque de uno

de los códigos entre los varones del grupo. En el relato de tirarle piedras a la

policía, los niños de alguna manera ponían en acto el coraje y la habilidad del robo

al “salir picando” para que no los agarren y así apropiarse, durante un corto

tiempo, de la autoridad policial.

Los relatos y el rapeo nos permiten exhibir la relevancia que tenía para estos niños

difundir algunas de sus acciones vinculadas al robo. Acciones que en los niños

cobraba un valor positivo más allá de lo material, sobre todo en la importancia de

reconocer dónde y contra quién hacerlo. El valor positivo del “choreo” no era tanto

por la “canillera” o la “media” de Rodrigo, sino por ser considerado por el grupo

“brasilero culeao”. Aquello otorgaba prestigio a quién lo hacía a la vez que lo

posicionaba en relación a un otro a quién se le estaba permitido robar. Divulgar los

robos en los que estos niños se veían involucrados era la forma que tenían de

mostrar la posesión de un cúmulo de saberes y conocimientos que tenían una

– XI Congreso Argentino de Antropología Social – Facultad de Humanidades y Artes – UNR – Rosario, Argentina

10

utilización, en principio, en el contexto del barrio y al interior del grupo. De esta

manera, el “chorear” era una manera de formar parte del barrio y del grupo de

amigos donde el coraje, la habilidad y el prestigio aparecían como cualidades

masculinas.

La tarde que con el grupo caminábamos en dirección hacia las “escaleras” para

mirar un partido de fútbol, atravesamos otra cancha que Jorgito describió como el

lugar donde “algunos se chorean películas”. Tiempo después supe que los niños

eran los más ávidos en robar películas en la “feria del truque” 8. Diana –otra

invstigadora del equipo– comentó que había conversado con los varones respecto

del robo en el puesto de feria. Para estos niños robar películas no estaba mal

porque “los de la feria tenían varias”. Y aunque se les explicaba que tenían varias

películas porque las vendían, los niños contestaban categóricamente: “Nosotros

no lo vendemos, lo robo para poder verla en mi casa pero no lo vendo”. En la

perspectiva de estos niños, robar películas de un puesto o golosinas de un kiosco

no estaba mal, era una acción que los divertía y que exigía un gran esfuerzo y

valor, otorgando cierto prestigio dentro del grupo a quién lo hacia. Todos estos

niños en algún momento habían experimentado aquel acto habilidoso.

El robo así legitimado era definido por los niños como capital (Bourdieu, 1997). En

palabras del autor, “un capital simbólico es cualquier propiedad (cualquier tipo de

capital, físico, económico, cultural, social) cuando es percibido por agentes

sociales cuyas categorías de percepción son de tal naturaleza que les permite

conocerla (distinguirla) y reconocerla, conferirle algún valor” (1997: 108). En el

caso de estos niños, contar entre ellos y a nosotros que habían robado o

pensaban robar algo que estaba a la venta tenía un valor positivo que enfatizaba

el prestigio al interior del grupo. La autenticidad de sus relatos estaba dada por la

acción y por el tipo de expresiones como “nosotros robamos” y “una vez robaron”.

Un integrante del grupo no podía hablar del robo sin haberlo experimentarlo, de

8 Se trata de una feria barrial donde se venden una variedad de cosas, desde alimentos como verduras,

carnes y comida elaborada, productos de limpieza, ropa, cd de música y dvd de películas.

– XI Congreso Argentino de Antropología Social – Facultad de Humanidades y Artes – UNR – Rosario, Argentina

11

ahí que la experiencia de vida en el barrio legitimaba el discurso de los niños. Y

sin embargo no se trataba de cualquier robo, sino de aquel que estaba permitido

realizar. Es decir que el “chorear” era un capital definido entre los niños no sólo

por la capacidad de robar, sino también por reconocer cuándo, cómo, contra quién

y dónde exhibir esas capacidades.

El robo en la escuela.

Luego de las vacaciones de invierno, estando con un grupo de maestras en una

de las escuelas próximas al barrio, preguntamos por las clases y los niños que

conocíamos. Una maestra fue la que nos contó que el que estaba faltando era

Nicolás. Y agregó, “hoy vino, está castigado Nicolás”. Preguntamos que había

hecho y la maestra hizo un gesto con una de sus manos, todos entendimos que

había robado. En el caso de Nicolás, nunca habíamos escuchado una historia en

primera persona pero, al igual que sus compañeros, solía hablar todo el tiempo del

“choreo”. Los relatos que tenían a los niños como testigos también tenían la

intención de mostrar la posesión del capital, aunque las historias en primera

persona buscaban mostrar la posesión personal de ese capital.

Ya camino hacia la galería de la escuela, mis compañeras cuentan que se habían

cruzado con Nico y que les había dicho no saber el por qué del castigo, “me porté

mal” sentenció. Según el testimonio de Daniela, la maestra del grado, fueron los

propios compañeros quienes lo delataron:

Daniela: –lo bueno de esto es que los compañeros ya no le gusto tampoco la actitud de ellos y les dijeron. Muchas veces pasa que se cubren entre ellos y pasó mucho tiempo (…). Al principio no sabíamos que había pasado, nos enteramos porque a la chica de la tarde le faltaron cosas y después pasó eso. Tere (investigadora): –le venían faltando cosas? Daniela: –eh, no Tere: – ¿qué le robo? Daniela: –juegos, robo juegos. Juegos pavos viejitos que no tienen valor, qué vos decís, bueno, no roban por necesidad. (Nota de campo, 6 de agosto de 2011).

– XI Congreso Argentino de Antropología Social – Facultad de Humanidades y Artes – UNR – Rosario, Argentina

12

Tal como expresaba la maestra, el robo de Nico en la escuela no era por

necesidad, sobre todo por lo que conocíamos de él y por cómo actuaba en el

grupo. Era uno de los varones más moderados al momento de hablar, hacer una

propuesta y pedir el grabador al grupo. Aquel robo en la escuela tenía el mismo

sentido que el robo de golosinas y películas en la feria. Robos que para ellos no

eran tan malos. En relación a esto, el relato de Daniela fue más que elocuente:

Daniela: –uno [de sus compañeros] se me paro [en frente] y me dijo, “seño yo abrí el armario y después Nico se lo guardaron y uno más también de tercero, se lo dejó a él. Como que a Nico todos lo adoran pero por otro lado no lo ayudaron en esta (…) Y esos juegos viejitos, si lo compras nuevo no sé cuánto te salen, y para mañana lo tienen que traer… (Nota de campo, 6 de agosto de 2011).

El robo de golosinas, películas y también un par de juegos parecían tener algo en

común: no eran objetos de gran valor y tampoco de necesidad para poseerlos. Sin

embargo, estos niños sabían que una cosa era robar en el barrio y otra muy

distinta era hacerlo en la escuela. Los riesgos que se corren en uno y otro espacio

eran diferentes con consecuencias muy distintas. Lo que está bien y lo que está

mal en la escuela, lo que se puede y lo que no se debe hacer, siempre está

cargado de prejuicio moral, y en ocasiones con una sanción muy visible para el

resto de la comunidad, por ejemplo, pasar gran parte de la mañana en dirección

para luego devolver los juegos. De este modo, el peso del castigo de Nico estaba

en su persona y no tanto en la acción. Lo que buscaban saber las maestras con

interés era quién había sido, en qué momento y con quiénes otros. Y sin embargo

entre los niños del grupo la acción de robar establecía un significado importante: la

distención entre la intención y la acción. Más que hablar del robo, de lo que se

trataba era de participar de una vivencia común que estructuraba las experiencias

y pertenencias en el grupo.

– XI Congreso Argentino de Antropología Social – Facultad de Humanidades y Artes – UNR – Rosario, Argentina

13

Con Elías ocurrió algo parecido pero en la escuela contigua. Esta vez fue la

maestra de otro curso la que me contó por teléfono que Elías “se había mandado

unas cuantas, y una fue bastante grosa”, aclaró.

Natalia (maestra): –lo que pasa que Elías (…) está contestador, a mí cuando estuvieron de paro los porteros y yo le quise explicar por qué no tenían clases me dijo, “y a mí que mierda me importa”, yo enseguida le llame la atención. Contesta a las maestras, está discriminador con sus compañeros... Yo: – ¿pero qué es lo groso que se mandó? Natalia: –y... lo último fue que robo una cámara de fotos a la seño con la que ensayaban el acto [de fin de año] (Nota de campo, 13 de diciembre de 2011).

Hasta ese día, los “Martinez” –así referenciaban en la escuela a Elías y sus

hermanas Ruth, Violeta y Celeste– eran bien vistos por las maestras. En más de

una oportunidad me contaron del buen comportamiento, del cumplimiento y el

desempeño en las asignaturas, sobre todo Elías que había “llegado” a la bandera.

Aquel robo no sólo ponía en duda la continuidad en la bandera sino también la

reputación de Elías como alumno, y con él, el de las hermanas ya que para las

maestras más que individualidades representaban un todo, los “Martinez”. Y para

las maestras el hecho se agravaba no sólo por el acto de robar, sino por robarle a

una maestra y luego intentar culpar a un tercero. Pero al igual que el robo de Nico,

sus compañeros también lo “buchonearon”. Lo intersante resaltar aquí son las

discrepancias con respecto al robo establecidas en el grupo de pares. Los niños

con los que trabajé, en muchos casos se encontraban frente a otros niños que no

compartían y estaban en contra de esos “robos”. Sin embargo, los niños buscaban

la ocasión para hacerlo efectivo y mostrarlo. Garriga Zucal (2007), analiza las

prácticas violentas al interior de una hinchada de fútbol como una forma de

prestigio y distinción que les permite establecer relaciones con personas que no

conciben a la violencia como tal. En su etnografía advierte que “exhibir y detentar

la violencia son jugadas que dejan una ganancia, vinculan prácticas con

identidades. Los integrantes de la hinchada hacen visibles características morales

– XI Congreso Argentino de Antropología Social – Facultad de Humanidades y Artes – UNR – Rosario, Argentina

14

y estéticas, aprovechando la ocasión se valen de su tiempo para mostrar las

cartas que los identifican, mostrarlas es su ganancia, un acto capitalizado”

(Garriga Zucal, 2007: 92). Bourdieu (1991) analizó cómo en las economías

arcaicas, cuando los capitales simbólicos no estaban institucionalizados, emergían

los “instrumentos de demostración del poder mediante la mostración”, exhibir el

capital contribuía a reproducir y a legitimar el mundo social. En el caso de Nico y

Elías, el barrio y la escuela fueron los espacios que eligieron para mostrar la

posesión del “choreo”. Algo que no estaba claro para Alejandro que decidió

exhibirlo en el grupo.

El robo en el grupo.

Pasó mucho tiempo hasta que percibí el enojo del grupo con Alejandro. La primera

vez que los niños –y esta vez también las niñas– lo increparon fue el día que

armamos el libraco en el comedor. Mientras los varones y Violeta pegaban y

comentaban fotos, Alejandro entró muy despacio, un poco sorprendido de

habernos encontrado todavía allí. Eran alrededor de las seis de la tarde, horario en

que los niños y las niñas comenzaban a llegar al lugar para la cena. Apenas unos

pasos de Alejandro hacia el interior del comedor, Violeta preguntó soberbia:

“¿trajiste los marcadores?” Alejandro quedó un rato en silencio, y en ese momento

mi compañera lo justificó diciendo en voz alta que se los había olvidado porque no

sabía que ese día trabajábamos en el comedor. Después de eso, Alejandro dijo en

tono bajo: “me olvidé”. Como para quitar importancia otra vez mi compañera

intervino diciendo que lo vaya a buscar porque estábamos armando la carpeta.

Alejando dio media vuelta y salió rumbo a su casa. Los varones siguieron

trabajando y Violeta dando colores a las fotos, pero Alejandro nunca volvió y

tampoco los marcadores.

En esa instancia, nos resultaba extraño el hecho de que Alejandro no apareciera

en el grupo, sin embargo, su ausencia nunca fue debido a la caja de marcadores.

Algo que entendimos el día que con el grupo recortamos las fotos seleccionadas

– XI Congreso Argentino de Antropología Social – Facultad de Humanidades y Artes – UNR – Rosario, Argentina

15

para armar el libro. Aquella tarde trabajamos con Ruth, Viole, Marcos, Yon, Elías,

Nico, Pedro y Jorgito. Una de las tantas fotos que ese día recortó Yon, era una en

la que aparecía Alejandro, entonces sugirió en tono de chiste: “esta póngala en

rastreros”. Como ninguno de los adultos lo habíamos escuchado, repitió mirando a

Marcos: “esta póngala en rastrero”. Pero mi compañera volvió a preguntar: “¿ésta

dónde va? ¿en aprendiendo?”.

Yon: –no, esta va en ratreros Elías: –porque es rastrero –refiriéndose a Alejandro Nico: –porque no nos trajo más los marcador Elías: –aja sí, el rastrillo ese… Yon le muestra la foto también a Marcos repitiendo el apodo hacia Ale. Marcos: – ¿cuántas cajas de marcadores nos robo el Ale? –preguntó en tono de risa Elías: –dos Yon: –tres Yo: –no sé, pero no importa, compramos otros Marcos: –no no pero cuántos nos robo? Yo: –no me acuerdo Tere –dije mirándola Marcos: –dos Yo: –lo importante que entre nosotros ahora no se nos pierdan las cosas Nico: –y no si el Ale se hizo el re tonto Ruth: –pero la Martina se dejo los marcadores –denunció Yo: –claro, están enojados porque el Ale les robo los marcadores –dije mirando a mi compañera Tere: –sí, eran re lindos Ruth: –aja y el otro día se lo fuimos a pedir encima Elías: –sí, y le dijo a mi hermana, le dijo “no, yo no te lo voy a dar” Nico: –se hizo el re boludo, vamos a cagarlo a piñas. Vamos buscarlo a su escuela, lo rastramos por todo el piso, no ni a la escuela va el gil Elías: –no sabe ni escribir el pelotudo Nico: –es re gay ahí (Registro de campo, 11 de octubre de 2010).

Mientras los niños y las niñas hablaban muy enojados de Alejandro, nosotros

escuchábamos pero concentrados en el armado del libro. Aquella situación nos

hizo respetar silencios y tiempos de conversación. De alguna manera nos

incomodaba tener que reclamar junto al grupo una caja de marcadores, algo

insignificante para nosotros. Sin embargo, para los niños y las niñas del grupo

contar con esa caja de marcadores era importante y así lo denunciaban cada vez

– XI Congreso Argentino de Antropología Social – Facultad de Humanidades y Artes – UNR – Rosario, Argentina

16

que podían. Comentando las fotos que habíamos seleccionado en el grupo, Elías

que estaba a mi lado, dijo en voz alta: “Jesús está concentrado, este es re gay”

refiriéndose con lo último a Alejandro. Y luego continuó, “porque es gay y nos robó

todo, y le vamos a pegar”. En mi intento de minimizar el hecho atiné a decir “no

importa”, pero los varones pronto me contradijeron, “sí que importa, son los

marcadores del grupo”. Cuando mostraban el libro, también tenían algún

comentario de este tono para Alejandro:

Elías: –mire, mire –dice acercándose a Tere y señalando la tapa del libro Tere: –sí Elías: –ahí está usted, éste es rastrero, ahí estoy yo Silvina: –¿rastrero? Así le dicen? – preguntó mientras Elías hace un gesto con los codos y manos afirmando el comentario Silvina: –¿por qué le dicen así? ¿no lo vieron más a Ale? Nico: –unas ganas de cagarlo a palo… (Registro de audio, 2 de abril de 2010).

También el día que con Tere repartimos unas bolsas de regalo entre los

integrantes del grupo se evidenció el enojo de los varones. Esa tarde el paseo fue

en auto, y los varones me acompañaron. Recuerdo que faltaban entregar dos

bolsas, una para Fernanda y otra para Alejandro. Y como sus casas estaban

cerca, decidí acercarme al lugar. Los varones me recordaban permanentemente

que el “boliviano”, así le decían muy enojados, era el que les había robado. Pero

aún con su enojo, quise acercarle el regalo que también le habíamos preparado.

Al llegar a su casa, los varones lo empezaron a insultar en voz baja “chorro”,

“boliviano chorro”, “gay de mierda” fueron algunas de las palabras que alcance a

escuchar. Mientras intentaba calmarlos, ellos más se enfurecían. “No le entregue

nada Jesús”, me decía Elías; “no se baje, no se baje”, acotaba Yon. Cuando

Alejandro nos vio se quedó parado en la puerta de su casa, intenté que se

acercara al auto porque tenía miedo a los perros que había en la cuadra. Pero no

lo hizo. A cada rato giraba su cabeza, mirando hacia el interior de su casa. Como

sabía que no se acercaría por temor al reclamo de los marcadores, decidí

– XI Congreso Argentino de Antropología Social – Facultad de Humanidades y Artes – UNR – Rosario, Argentina

17

acercarme aún con cierto temor a los perros que estaban cerca de él. Y al caminar

unos pasos, decidí decirle en voz alta mi interés de verlo: “tenemos un regalo para

vos, como participaste del grupo queríamos entregarte una bolsa de fin de año

que armamos con el equipo”. Recién allí se acercó unos metros. Nos dimos la

mano y muy entusiasmado por mirar lo que había en la bolsa, me agradeció el

gesto. Alcancé a preguntarle por qué no iba más al grupo, le dije que se acercara

cuando quiera, pero su respuesta fue categórica: “no puedo, no me dejan”. Claro

estaba que quienes no lo “dejaban” eras los varones que mientras yo lo saludaba

lo insultaban. Según éstos, el “Ale” había hecho algo que “no se hace”, por lo

menos en el grupo. Una acción como esa al interior del grupo sólo tenía un valor

moral de delimitar las acciones válidas de las no válidas, marcando los códigos del

“choreo” entre ellos mismos. Sólo cuando esos códigos se mostraban fuera del

grupo se hacía parte de una exhibición que permitía establecer relaciones al

interior del grupo (Garriga Zucal, 2007). Con el insulto “negro”, “boliviano” y “gay”

los niños determinaron que el robo de Alejandro no fue una acción digna de

pertenencia al grupo, por eso su posición en el mismo se trasladó a un otro

distinto, claramente identificable y estigmatizante, como el chileno del cerco de la

cancha de fútbol. Por tratarse de una acción que quebraba los códigos del grupo,

el robo pasaba a considerarse una práctica discriminatoria xenófoba, racial y de

género por falta de virilidad, hecho que lo convertía en “gay”. En la perspectiva de

estos niños, existían en sus vidas cotidianas otros componentes más relevantes

que el origen social y el origen étnico, el compartir un conjunto de experiencias

relacionadas con el robo, el barrio y los códigos de comportamientos masculinos.

A modo de cierre.

Al enfocarnos en las relaciones dentro del grupo, vimos que se trató de un espacio

predominantemente masculino: no sólo por ser sus integrantes mayoría varones,

sino también por las prácticas que allí desempeñaban. En medio de esta

presencia masculina, vimos la centralidad de la categoría “choreo” tanto en el

– XI Congreso Argentino de Antropología Social – Facultad de Humanidades y Artes – UNR – Rosario, Argentina

18

contexto del barrio como en la vida cotidiana de los niños. El robo se conformaba

para estos niños en un complejo bien que reunía saberes y formas de ser que

permitía y estimulaba las relaciones al interior del grupo. Como vimos, esto

requería de un aprendizaje por parte de sus poseedores en tanto internalización

de valores y actitudes que regían los vínculos entre los varones. Estos niños

aprendían a hacerlo para formar parte de un grupo, Jorgito lo decía todo el tiempo:

“me robaron”, “¡lo robamos!”, “algunos chorean”, “hay que robarle”. Y en las

explicaciones de los niños, surgía la idea de robar para saber “escapar”, “picar

rápido”, “tener coraje” y no ser “zapato”. El probar robar les daba a estos niños una

pertenencia grupal y al mismo tiempo algunos rasgos masculinos con valor

positivo en sus relaciones cotidianas. No eran las niñas ni tampoco las mujeres las

que solían robar, y en los varones no era cualquier niño el que lo hacía, sino aquel

que sabía exhibirlo. En el caso de Alejandro, ese mostrarse no fue de acuerdo a

los modos que establecían los niños, su acción puso en escena el status de

correcto e incorrecto a las formas de hacer y de pensar según los parámetros del

grupo. Diremos, entonces, provisoriamente que existío de parte de los niños una

identificación varón-“chorro” que podría pensarse incluso como algo más que una

identificación, donde hacer uso de ese capital sería la condición para ser

considerado varón en el contexto del grupo y el barrio. Un prestigio masculino

dado en la acción de robar aquello que según los propios niños se podía robar,

aún corriendo el riesgo de ser atrapado como en el juego del ciber o los libros de

la escuela. Lo importante para estos niños era exhibir sus prácticas masculinas,

allí mostraban algo de su identidad como varones del grupo.

Bibliografía.

Bourdieu, Pierre. (1991). El sentido práctico. Madrid: Taurus.

__________ (1997). Razones prácticas. Barcelona: Anagrama.

Garriga Zucal, José. (2007). Haciendo amigos a las piñas. Violencia y redes

sociales de una hinchada de fútbol. Buenos Aires: Prometeo.

– XI Congreso Argentino de Antropología Social – Facultad de Humanidades y Artes – UNR – Rosario, Argentina

19

Miguez, Daniel. (2008). Delito y cultura. Los códigos de la ilegalidad en la juventud

marginal urbana. Argentina: Biblos.

Milstein, Diana. (2013). “Cuerpos que se desplazan y lugares que se hacen.

Experiencias etnográficas con niños en dos barrios populares de la Argentina”. En:

Sociedade e Cultura, Vol. 16, N°1, enero-junio, pp.69-80. Universidade Federal de

Goiás Goiania, Brasil.

Anexo.

Imagen 1. Una parte del barrio Toma Norte, lindante a la zona de “bardas”. Foto video grabada por Fernanda.

– XI Congreso Argentino de Antropología Social – Facultad de Humanidades y Artes – UNR – Rosario, Argentina

20

Imagen 2. Plano con localización de barrios y áreas de la ciudad de Neuquén, a partir de la referencia del mapa de Argentina. Plano cedido por la Comisión Vecinal Gran Neuquén Norte.

Imagen 3. Parte del grupo en el comedor recortando y pegando fotos al momento de armar el libro. Foto tomada por Elías. La misma aparece en la sección “Aprendiendo” del libro.

Área centro

Área Noroste

Toma Norte

– XI Congreso Argentino de Antropología Social – Facultad de Humanidades y Artes – UNR – Rosario, Argentina

21

Imagen 4. Silvina y Yon preparando el grabador para hacer entrevistas. Foto tomada por Marcos. La misma aparece en la sección “Aprendiendo” del libro.