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El Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural en la Sierra de la Demanda. 1 Jaramillo de la Fuente . Jaramillo de la Fuente: foto aérea. (Fuente: SITCYL) Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.

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El Patrimonio Histórico-Artístico y Cultural en la Sierra de la Demanda. 1

Jaramillo de la Fuente.

Jaramillo de la Fuente: foto aérea. (Fuente: SITCYL)

Félix Palomero, Magdalena Ilardia, Francisco Reyes, Julio Escalona y María Luisa Menéndez.

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Índice de Jaramillo de la Fuente Página Índice general 2 1.- Situación 3 2.- Breves datos históricos 3 3.- Casco urbano, arquitectura popular y edificios auxiliares 6 4.- La arquitectura y arte mueble de función religiosa 11 5.- La cultura inmaterial: las tradiciones, celebraciones y trabajos 17 6.- Material gráfico y planimetría aportados 24 7.- Bibliografía 24 Imágenes 28

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1.- Situación. La actual villa se encuentra ubicada a la sombra del Mencilla, atravesada por el río Jaramillo en una zona donde la naturaleza empieza a serenarse luego de la intrincada sierra. Podemos acceder a ella desde San Millán de Lara por la carretera provincial que desde Burgos se encamina a la tierra de Lara o bien por la carretera nacional Burgos-Soria tomando en Barbadillo del Mercado la desviación que, aguas arriba del Pedroso, nos conducirá a varias poblaciones, entre ellas Vizcaínos y la que ahora nos ocupa. 2.- Breves datos históricos de la zona de la Demanda y villa de Jaramillo de la Fuente. El área de la Demanda, a ambas vertientes de la Sierra de la Demanda, los Montes Distércicos de las fuentes medievales, avena sus aguas a la cuenca del Duero y a la del Ebro. En la zona meridional nos movemos a caballo de los ríos Arlanza, Pedroso y otros de menor entidad mientras que en la norte la red hidrográfica la integran el Arlanzón y afluentes que avenan sus aguas hacia el Duero y el Oca y el Tirón que lo hacen hacia el Ebro. Las cumbres de la Demanda, con el San Millán, Mencilla, Trigaza o San Lorenzo marcan geográficamente la zona central divisoria de vertientes, mientras que las sierras de Neila y la Campiña, junto con la Demanda, individualizan el encajonado curso alto del Pedroso. Por el contrario montañas de menor porte como los Montes de Oca o las sierras de las Mamblas, Montes de Carazo o la Cervera significan el resto del territorio en el piedemonte de la gran sierra sin olvidar la atractiva sierra de Atapuerca. La paleontología nos informa de la importante huella dejada por los dinosaurios y otras especies en zonas sedimentarias como los montes de Carazo, Cervera, Picón de Lara y la Sierra de Mamblas. En todo caso el hito más importante de esta tierra, de compleja y quebrada orografía, es la evolución que científicamente hacemos arrancar en la sierra de Atapuerca, con el “homo antecesor”, y el largo proceso de la evolución humana hasta llegar al “homo sapiens sapiens” en el paleolítico superior. Los restos prehistóricos no sólo de la sierra de Atapuerca sino repartidos por todo el territorio nos informan de que los asentamientos humanos tienen una larga secuencia desde el paleolítico medio hasta nuestros días. Nos deberemos perder de vista, según nos indica la arqueología que hay restos musterienses en la cueva de la ermita en San Pedro de Arlanza. Ya en el paleolítico superior encontramos algunos restos de la etapa auriñaciense en el abrigo de La Aceña de Lara, en el entorno de Atapuerca y en otras zonas. La etapa de mayor trascendencia por las transformaciones a que dio lugar fue el Neolítico del que conservamos diferentes manifestaciones que evidencian la tendencia a la sedentarización, al cultivo de algunos cereales y tal vez a la construcción y fabricación de cerámica. De este período prehistórico, en su etapa más antigua, conservamos diferentes testigos en Jaramillo de la Fuente, Barbadillo del Mercado, La Aceña, Pinilla de los Moros, Iglesiapinta y Tinieblas que son sobre todos lascas y hachas. Las muestras de una clara sedentarización las documentamos en Cubillejo, Jaramillo Quemado y Barbadillo del Mercado. Destacan ante todo el dolmen de Cubillejo, los de Atapuerca, Ibeas de Juarros y otros lugares. La edad de los metales, bronce o hierro, la documentamos en la ermita de Hortigüela, La Aceña, ambas de la primera etapa. Ya a la segunda corresponden los restos de la peña de Lara, los torques de Jaramillo Quemado y diferentes restos de castros distribuidos por toda la zona del valle alto y medio del Arlanza. Pero restos de

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esta lejana etapa los encontramos en numerosos yacimientos de la zona. Sin olvidar la cultura de los castros que se reparte por todas la geografía de la Demanda, aunque tengan mayor presencia en la zona meridional. La llegada, asentamiento y difusión de la civilización romana tiene su expresión de mayor interés en la “civitas Lara” y numerosas villas alto y bajo imperiales que se reparten tanto en la zona de sur, valle del Arlanza y Pedroso, como en la norte en el entorno de Atapuerca, Arlanzón, Villafranca Montes de Oca y otros lugares como el valle de San Vicente. De esa etapa da fe los numerosos puentes romanos, algunos restos de calzada, algún miliario y la reconstrucción de algunas de esas vías que comunicaban las diferentes áreas con la ciudad de Clunia o daban acceso a las grandes vías de comunicación de la época. A lo anterior hay que sumar la existencia de numerosos núcleos de población que son el testimonio de las transformaciones habidas en este período Destacamos al respecto los de Hortigüela, Revilla del Campo, Mambrillas, Mazariegos, Villaespasa, Jaramillo Quemado, San Millán de Lara, Quintanilla de las Viñas y un largo etc. No se puede conocer el grado de romanización habido en esta tierra pero parece que fue bastante alto sin que ello signifique la desaparición de algunas de sus señas de identidad precedentes. En la Alta Edad Media centros tan notables como Santa María de Lara nos indican que la transición hacia el mundo medieval en esta tierra se hizo desde planteamientos de la baja romanidad. La cesura en la evolución histórica impuesta por la desintegración del reino visigodo y la consiguiente desarticulación del territorio, hace que haya una vuelta a tiempos nunca olvidados del todo en lo que se refiere a la organización social, económica y tal vez también política. Que esta tierra mantuvo su actividad, organización y formas de vida lo prueban los numerosos poblados altomedievales y las numerosas necrópolis existentes en toda la zona, teniendo especial significación algunas de la zona más escabrosa de la sierra. La Alta Edad Media nos brinda un número bastante elevado de restos de núcleos de población, numerosos despoblados e importantes restos materiales como Santa María de Lara, San Millán de Lara, Rupelo, Piedrahita, Lara de los Infantes, San Pelayo de Arlanza, La Revilla, Barbadillo del Mercado, Vizcaínos, Barbadillo del Pez, Covarrubias y un elevado número de poblados repartidos por todo el territorio.

A pesar de su proximidad al gran asentamiento celta y romano de Lara de los Infantes, no nos queda ningún vestigio de ese pasado, pese a lo que algunos historiadores insisten en que bien pudo haber un asentamiento en época romana. Lo que parece cierto es que el actual pueblo trae su origen del proceso abierto en los primeros años del reinado de Alfonso III, momento en que los condes castellanos dominan el valle del Arlanza, se establecen en la fortaleza de Lara e inician la ocupación del territorio y la reorganización del mismo. Las informaciones que nos aporta la documentación incluyen a esta villa dentro del alfoz de Lara a cuya jurisdicción estará ligada

Como indicábamos con anterioridad el actual núcleo de población de Jaramillo de la Fuente parece que lo debiéramos situar en el proceso de reorganización del territorio de Lara, su amplio alfoz, que tiene lugar desde finales del siglo IX y sobre todo en la siguiente centuria. En todo caso las primeras menciones a nuestra villa, como sucede en los Tolbaños, las Huertas, Revillas, Notorias… es genérica. Sin embargo a lo largo del siglo XI se va diferenciando de forma clara Jaramillo de la Fuente, una de las zonas de expansión territorial y jurisdiccional del monasterio de San Pedro de Arlanza. Los únicos datos documentados de la existencia de la villa de " Saravello, Exaramiello, Xaramillo de la Fonte, Saramel de la Fonte "... en los siglos X al XIII, los tenemos en el cartulario del monasterio de San Pedro de Arlanza. Así ya en el año 982 un tal Diego,

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presbítero que profesa en Arlanza, ofrece al monasterio sus bienes de Jaramillo; en el año 1037 Rodrigo Téllez se hace familiar del mismo monasterio y le ofrece sus bienes. El paso decisivo para nuestra villa y para el monasterio arlantino es el que el año 1119 la reina Urraca reconoce el señorío de la villa al abad de Arlanza. Es muy probable que esa decisión llevara a Pedro González de Lara a dar los fueros a Jamarillo Quemado el año 1128. El año 1217 el papa Honorio III confirma las posesiones de Arlanza, entre las que figuran las de nuestro pueblo. El monasterio redondeó el control de la zona con la cesión d la villa de Jaramillo Mediano por parte de Alfonso VIII. Por el libro de cuentas del año 1338, sabemos de las posesiones de Arlanza en Jaramillo :“Rentasa lo de Xaramiello de la Fuente 30 almudes de pan que monta en ellos 105 mrs. Et tienelo la mujer de Gomez Carriello e sus fijos („) Et tien más empeñado Dª Urraca, muger que fue de Gómez Carriello, noventa maravedis del cuarto de la martiniega de Xaramiel de la Fuente con los otros logares sobredicho que tien empeñados”. La villa seguirá ligada al cenobio benedictino de Arlanza, así nos lo confirma el " Becerro de las Behetrías " y en el siglo XIV es un lugar de abadengo del monasterio de San Pedro de Arlanza. Pero nuestra villa será una de las que figuran en la querella del año 1380, por la que Pedro Fernández de Velasco deberá devolverlo al cenobio de Arlanza. La modernidad nos aportará un caudal informativo muy superior y por tanto la reconstrucción del pasado tendrá muchos más elementos y se ajustará con mayor fidelidad a lo que entendemos fue esta tierra. En el censo de 1591-1594, la población “Xaramillo de la Fuente” aparece integrada, dentro de “la ciudad de Burgos y su provincia”, pero en el “partido de los Arauzos”. Ya a finales del siglo XVIII se incardinaba dentro del partido de “Can de Muñó” como villa de realengo. Esta situación fiscal, organizativa y jurisdiccional perdurará prácticamente durante toda la modernidad. Ya a finales del siglo XVIII, sin que haya aún desaparecido la estructura del Antiguo Régimen, la organización provincial empieza a tener algún parecido a la que va imponiéndose a lo largo del siglo XIX. Las poblaciones de la Demanda, bien solas o formando parte de entidades que las engloban forman parte del “alfoz y jurisdicción de Burgos”, del “valle de San Vicente, dentro del partido de Burgos; del “partido de Can de Muñó” dentro de “la jurisdicción de Lara”, “Jurisdicción de Salas de los Infantes; del “partido de Castrogeriz”, “partido de Juarros”, “Jurisdicción de Juarros y de la Mata”, “”Hermandad de Montes de Oca”, “Jurisdicción de Villafranca Montes de Oca” y del “Partido de Aranda”. En todos los casos se expresa si la población es villa, lugar, aldea, granja o despoblado y sí son de realengo o solariego, en esta caso tanto de la jurisdicción laica como eclesiástica, como venimos viendo y queda constancia en nuestra villa de Jaramillo de la Fuente.. La modernidad nos aporta un notable caudal informativo a través de los libros parroquiales. En todos los lugares, bien desde finales del siglo XVI o desde la primeras décadas del XVII encontramos los libros de tazmías, matrícula o de fábrica, nos aportarán una importante documentación para poder reconstruir la evolución de la población, los oficios y actividades a que se dedican y las reformas y cambios habidos en los templos parroquiales y ermitas. Es de la mayor significación para conocer la situación de Jaramillo de la Fuente y sus fuentes económicas, las actividades y los oficios el catastro de la Ensenada elaborado el año 1752. El cuestionario y las respuestas abordan los elementos más señalados de cada población. Importa ante todo el “Libro Mayor de la Raíz” o el “libro de personal”. Por él sabemos el número de casas existentes, las habitadas o deshabitadas; las tenadas, los pajares o los corrales; la existencia o no de panadería; si había molinos, cuántos eran y las propiedad de los mismos; los telares; cómo

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funcionaban las tabernas; si había o no escuela, médico, boticario; a que partido pertenecían, en nuestro caso muchos al de Candemuñó. Tenemos noticias sobre la agricultura, la propiedad de la tierra y el tipo de cultivo. En suma para un mejor conocimiento de nuestra población será esta la fuente de mayor importancia juntamente con los libros de las parroquias. En todo caso a finales del siglo XVIII, el año 1785, el conde de Floridablanca solicitaba al intendente de Burgos, dentro de una propuesta general, un puntual información de las jurisdicciones de su provincia. Por esa pesquisa y a través de Diccionario o Nomenclator conocemos cual era la situación de Jaramillo de la Fuente. Aparece como villa de realengo, incardinada en el partido de Can de Muñó con indicamos con anterioridad. Entre las reformas que proyectan las Cortes de Cádiz está una nueva división provincial de España que nos se hará realidad hasta 1833. Ese trabajo se completa con la nueva organización municipal que se establece definitivamente el año 1843. Jaramillo de la Fuente adquirirá ahora la independencia jurídica y empezará funcionar como ayuntamiento constitucional. Sabemos que en ese momento el lugar contaba con 212 habitantes. En esta nueva demarcación se incardinará dentro del partido de Salas de los Infantes al que sigue vinculado en la actualidad. El liberal Pascual Madoz, en su obra “Diccionario Geográfico-estadístico de España y sus posesiones de ultramar”, que publicara entre 1845 y 1850, en relación con nuestra población dice: “Tiene 50 casas entre ellas la consistorial; una cárcel, escuela de primeras letras frecuentada por 40 niños, cuyo maestro está dotado con 40 fanegas de camuña …dos ermitas (San Roque y San Cristóbal) bien situadas y a cortísima distancia de la villa… produce trigo, centeno, cebada, avena y toda clase de legumbres; ganado lanar, vacuno y cabrío. Industria la agrícola, la carbonería y dos molinos harineros. Población de 35 vecinos, 212 almas. Capital producido 459.210 reales; base imponible 41.985; contribución 4.421 reales 10 maravedis. El presupuesto municipal asciende a 4.00 reales y se cubre con productos propios y reparto entre los vecinos, en proporción de sus haciendas.”. Esa situación se ha mantenido, con algunos altibajos hasta finales de la década de los sesenta del siglo XX, momento en que se una inicia la despoblación de forma sistemática, irreversible y rápida. 3.- Casco urbano: arquitectura popular y edificios auxiliares. Las fotografías aéreas nos presentan la localidad de Jaramillo de la Fuente como un núcleo de población concentrado, formando una figura alargada que se aproxima a la de un ocho, con dos zonas diferenciadas donde las construcciones adquieren mayor densidad, pero sin que entre ellas quede un espacio auténticamente vacío. La actividad agrícola ha eliminado en las cercanías del pueblo parte de esos montes muy poblados que lo rodeaban “por los cuatro puntos cardinales”, que no obstante todavía se aprecian en uno de sus bordes muy cerca de las edificaciones. Además de la carretera por la que se accede, que deja la mayor parte de la población a uno de sus lados, se distingue una calle dominante que la recorre en sentido longitudinal y numerosas trasversales aunque, como núcleo de origen medieval que no ha experimentado crecimientos destacados, la disposición de las mismas es todo menos regular. A sus lados las agrupaciones edificatorias dominantes son las de varias casas adosadas en hilera formando manzanas, como es habitual en muchas otras poblaciones de la zona y también las manzanas más compactas con un volumen constructivo destacado (arpop 1, 8, 9, 15/ manzana). Las viviendas suelen llevar construcciones auxiliares anejas a ellas así como espacios para huertos o similar (Plano).

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La casa predominante es la característica de lo que García Grinda denomina la subcomarca de Lara dentro de la comarca de la Sierra de la Demanda. Estamos, por tanto, en una zona con claro dominio de la piedra, caliza o arenisca, en la construcción tanto de viviendas como de edificaciones auxiliares. El predominio corresponde lógicamente a la arenisca procedente de las cercanas canteras de Villaespasa. Suponemos que hubo también muros de emplenta pero no tenemos la fortuna de conservar ninguno exterior aunque sí hemos podido ver algo que a buen seguro todas las casas adosadas tenían: los muros medianeros de emplenta, con su estructura de puentes, tramones, vigas emplentas, arriostramientos…etc, y su relleno de adobe La casa más tradicional era la de una sola planta que en la mayoría de los pueblos desapareció a favor de la de planta y piso y, en ocasiones, doblado. En todos estos pueblos de la zona de Lara, que se han permanecido en buena medida suspendidos en el tiempo, sí existen todavía casas de una planta y Jaramillo también nos la ofrece: es un volumen interesante de forma rectangular y tejado a dos aguas, con un tipo de alero de los más primitivos formado por el saliente de los cabios del tejado y con la elegante sencillez de su fachada en la que dos ventanas de pequeño tamaño flanquean la portada (arpop 17). Además alguna de las construcciones que hoy nos parecen auxiliares creemos que han sido también casa vividera de una sola planta (auxiliar 1/ arpop 12). La mayoría de los muros de piedra son de mampostería y muchos de ellos conservan aún el calicanto tradicional, excelente protector del muro contra la humedad, de diferentes grosores cubriendo por completo o sólo parcialmente la piedra del fondo (auxiliar 3 / arpop 1, 3, 9, 12, 15, 18…). Los ángulos se refuerzan con gruesos sillares de excelente corte (arpop 9, 15…). Como sucede en tantos otros lugares, cuando las casas se arreglan frecuentemente los muros de mampostería se “limpian” desapareciendo en ellos todo rastro de su revoco tradicional. Encontramos también muros de sillarejo e incluso de sillería (arpop 2, 6, 13) entre los que destaca el de una casa de la Calle Bajera (alzado) con un excelente corte de sus sillares, colocados prácticamente a hueso en hiladas de la misma altura pero jugando el maestro de la obra con sus diferentes anchuras; el resultado de todo ello es una obra notable por sus calidades estructurales y estéticas, que además nos aporta, en el dintel de dos de sus ventanas, los datos de su titular (CELEDONIO BERNABÉ) y el año (1923). En las construcciones auxiliares es muy habitual que las piedras del muro de mampostería no aparezcan recogidas con ningún ligante o como mucho con barro (jambas madera) Las ventanas más antiguas son de tamaño pequeño y se configuran con cuatro gruesos sillares con la cara que da hacia el hueco muy bien tallada y sinuosa la que va a quedar haciendo cuerpo con el muro de mampostería. En Jaramillo se conservan muchos ejemplos de ellas (alzado 3 / arpop 2, 5, 7, 15, 17…). Creemos que una de las más antiguas e interesantes, sin apenas modificaciones, es la que vemos en una casa de la Calle Mayor que posee asimismo un vano de portada destacado del que luego hablaremos. La ventana conserva todavía su cerramiento a base de dos hojas de madera acasetonadas con poco espacio para los cristales y lleva en su dintel una inscripción que nos hace pensar, tal vez, en lugar de residencia de algún clérigo (vent.data / data / arpop 5): DON (en abreviatura) + JPH VIVA LA FE DE DIOS SG

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Asimismo es particularmente vistoso el encuadre de las ventanas de una de las casas de una sola planta (auxiliar 1) por la envergadura de sus sillares y la forma que presenta el corte de algunos en la cara que da hacia el muro. También por razones bien diferentes son especiales las ventanas de la casa con fachada sillería de la Calle Bajera de la que hemos hablado hace un momento (alzado/ ventana 1923) en las que el artífice ha buscado deliberadamente unos efectos estéticos con la disposición simétrica de los sillares que las encuadran. Hay alguna ventana más con inscripción en su dintel: por ejemplo en el Barrio del Rincón vemos una que nos informa de que la obra se hizo en 1884 “A EXPENSAS DE VICENTE CUESTA [y] FELIPA PANIEGO”. De todos modos, como en tantos otros pueblos, las ventanas son uno de los elementos que más sufren cuando la casa es arreglada pues habitualmente se agrandan y su encuadre original ya no se hace con los característicos cuatro grandes sillares (ventana inferior de arpop 6, por ejemplo). En Jaramillo de la Fuente vemos también varios balcones, todos ellos con volado, algunos de los cuales nos ofrecen interesantes barandillas de hierro forjado (arpop 6) Por lo que se refiere a las portadas en las viviendas predomina la adintelada con dintel y jambas de piedra. Los dinteles son poderosos bloques de arenisca, roca de fácil talla cuando sale de la cantera por su alto grado de humedad y que al secarse pierde peso. Suelen estar cuidadosamente tallados tanto por arriba (la parte en contacto con el muro) como por debajo (la parte que da hacia el vano) (alzado 3, arpop 2, 8/ puerta 1, 3…) y a menudo tienen otro dintel de descarga encima apeado en el inferior sólo por sus extremos y dejando un hueco entre ellos (arpop 7, 10 / puerta 4, 5… ). Las jambas se configuran con grandes sillares que, al igual que los de las ventanas, suelen tener irregular la cara que debe hacer cuerpo con el muro. Algunos dinteles de portadas nos ofrecen inscripciones que nos informan del año de la edificación (dintel 1844 / dintel 1909). Finalmente las portadas de mayor anchura de las edificaciones auxiliares suelen llevar por lo general un dintel de madera apeado en los poderosos sillares de las jambas o ser éstas también de madera (portón / jambas madera /arpop 14). Conservamos varias puertas originales en las casas de una sola hoja y de madera, con una estructura o bastidor sobre la que se clavan en sentido vertical tablones de perfil biselado o incluso moldurado, que en la zona del cuarterón pueden seguir la misma disposición vertical o colocarse en horizontal (puerta 1,3, 4…). En varias de ellas , además de los clavos, podemos ver el diestro trabajo de los herreros en la elaboración de llamadores, bocallaves…etc. (aldaba / cuarterón / clavos / bocallave…) El tejado puede ser a dos o a cuatro aguas. De ambos tenemos ejemplos en esta localidad: los de cuatro aguas son muy frecuentes en manzanas compactas de casas algunas de las cuales se nos presentan como volúmenes cúbicos exentos (arpop 1, 10, 15… ); son tejados con poca inclinación cuyas vertientes no alcanzamos a ver a pesar de que la construcción no alcanza mucha altura. El tejado a dos aguas está presente en las casas adosadas en hilera, con vertientes también de poca inclinación cuando se trata de casas de planta y piso y a veces doblado (arpop 11). Mayor inclinación alcanza en las viviendas de una sola planta (arpop 12, 17). En las construcciones auxiliares lo habitual es el tejado a dos aguas (auxiliar 3,4) y también a una sola vertiente cuando la construcción auxiliar se adosa a una vivienda (arpop 14) En Jaramillo están presentes los dos tipos de alero más habituales: el de madera y el tejaroz. El primero lo vemos en su versión más tosca, es decir, formado por el saliente no totalmente uniforme de las vigas que sustentan en tejado (arpop 12, 15, 17 ), y en su versión más elaborada, es decir con unos listones de madera sustentados por canes del mismo material; en algunas de las casas que llevan este tipo de alero tenemos

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la suerte de ver cómo se colocan los canes, en estos casos apoyados –clavados a buen seguro- en la carrera superior del muro, es decir, en una de las vigas esenciales de la estructura en la que descarga el tejado (arpop 1, 2, 3). Muchos aleros son tejaroces, es decir están formados por varias hileras de tejas superpuestas ligadas inicialmente con barro como aún se puede ver en algún ejemplo de esta población (arpop 5, 6, 10, 15 / data). En las construcciones auxiliares lo más habitual es lo que anteriormente hemos llamado la versión más tosca. De algunos de estos tejados todavía vemos sobresalir algunas chimeneas tradicionales, varias de ellas alteradas, de las que trataremos un poco más adelante. La estructura interna de la casa suele estar formada por una serie de pies derechos de madera, en esta localidad muy a menudo el enebro o la sabina, sobre los que descansan las vigas; ellas son luego las que soportan, trasversalmente las viguetas sobre las que se levanta el piso superior y en su caso el doblado. Este esqueleto de madera se aprecia exteriormente en aquellas casas que han perdido el revoco de su mampostería o que posiblemente nunca lo tuvieron como ocurre a veces en las construcciones auxiliares. Se aprecia también interiormente puesto que los muros medianeros entre las casas adosadas y los tabiques de compartimentación interna de las viviendas solían ser de entramado de madera con relleno de adobe (pared divisoria /tabique); incluso es las más antiguas (algo ya muy difícil de encontrar aunque alguna localidad nos depare una sorpresa) era algo tan simple como un encestado de ramas revocado con barro. Las ventajas del adobe son muchas: la facilidad de su fabricación (sin coste energético, a diferencia del ladrillo), la flexibilidad de su colocación y sus excelentes cualidades de aislante término y acústico. Reproducimos por su interés un fragmento de “Arte de Albañilería”, del arquitecto del siglo XVIII Juan de Villanueva, sobre su elaboración: “Para hacer estos adobes se debe buscar una tierra muy pegajosa y grosera y se debe amasar muy bien, mezclándola con un poco de estiércol o paja para que tenga más unión. Después de bien amasada, se echa en unos marcos o gradillas de la medida que se quiere dar a los adobes y extendiéndolo dentro de ellos sobre un plano espolvoreado hasta llenarlos, se enrasan y quita lo que sobre con un rasero. Hecho lo cual, se levanta la gradilla (…) para que se despeguen con facilidad espolvorean con polvo o ceniza la gredilla antes de echar el barro”.

El piso inferior normalmente tenía un pequeño zaguán desde el que se accedía a las estancias delanteras que muchas veces no solían ser vivideras sino tener funciones de pequeño taller de trabajo, almacén de productos agrícolas o para guardar aperos, leña…etc. A veces esta función en las viviendas serranas la cumplía una pequeña edificación que suele recibir el nombre de casito o casillo, adjunta a la vivienda como un volumen diferenciado de ella mucho más pequeño. Al fondo de la planta baja solían estar las cuadras del ganado vacuno o caballar que se empleaba en las tareas de labranza. En el centro la escalera con los primeros escalones de piedra, resguardada y defendida mediante una puerta. En la planta superior la estancia principal era la cocina que, como en todas las arquitecturas de montaña, jugaba aquí un papel trascendente. Es esta una estancia amplia de planta cuadrada o cuadrangular en la que se inscribe un octógono que sirve de apeo a la chimenea de campa de base circular. El hogar puede estar en el centro o adosado a uno de los muros, con un elemento de madera giratorio sobre el que coloca el “allar¨o “llar” del que cuelgan algunos recipientes. En los muros suele haber adosados bancos con alto respaldo y una mesa plegable. La chimenea tradicional es de encestado con palos verticales y un cuidado entramado de mimbres recubierto de arcilla. Por el exterior está recubierta de tejas imbricadas. Reproducimos

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por su interés las descripciones de Torres Balbás: “La cocina es siempre lo más esencial (….) a dos metros y medio del suelo colocánse unos cargaderos que convierten la planta cuadrada en octogonal, levantándose sobre ellos la campana, cónica, que cubre totalmente la cocina, no tiene más luz que la que entra por la parte superior de la chimenea a través de su copete de tablas. El ingreso a estas cocinas queda siempre cortado por un tabique que hace de biombo y sirve al mismo tiempo que para evitar la entrada directa del aire, de apoyo al hogar. En ellas suele estar el horno; la perezosa, mesa plegable a la pared; el burro o soporte giratorio para tener la caldera; los escaños…etc. Para construir la chimenea se toman unas colondas (palos verticales) y se entrelazan con cestería de ramas flexibles (bardas y bardones) de enebro o de sabina; se recubre exteriormente de un escamado de trozos de teja, rematando con un copete calado de madera”. En Jaramillo vemos sobresalir todavía en los tejados algunas de estas chimeneas, más o menos alteradas. Por ejemplo es muy habitual haberlas recubierto total o parcialmente con cemento (chimenea 1); asimismo ninguna se remata en el copete calado de madera que decía Torres Balbás sino que aquí tal copete se hace con tejas (chimeneas 2). El resto del espacio podía estar organizado en salas con las correspondientes alcobas o con otro tipo de compartimentaciones dando lugar a espacios de uso versátil. Sí era muy frecuente que en el fondo de la casa, sobre las cuadras, se reservara un espacio para almacenar hierba o paja, que se vertía directamente sobre la cuadra eliminando en una parte el suelo-techo que las separaba; desde el exterior solía introducirse a través de una puerta en altura que recibe el nombre de bocarón o butrón . Cuando había desván solía ser diáfano, sin ninguna compartimentación. Son muy frecuentes en el interior de la población los edificios auxiliares destinados a guardar el carro, aperos de labranza o animales de corral que se adosan a la vivienda o forman grupos de construcciones preferentemente en las zonas periféricas de la población (arpop 14 / auxiliar 2, 3, 4). Algunas de ellas pueden ser denominadas tenadas por su uso preferente para guardar ganado lanar o cabrío; de este tipo también es muy habitual encontrarlas más alejadas del pueblo, en el monte, frecuentemente formando grupos. En este caso suelen ser unas construcciones preferentemente rectangulares, de poca altura y bastante superficie, con tejados de amplias vertientes (dos o tres fotos de tenadas) Un edificio frecuente en muchas localidades es la fragua que se asocia o está cerca del potro. La fragua se compone de un fuelle, hogar para calentar el hierro, yunque y un pilón de agua para templar las herramientas o utensilios reparados o elaborados. El potro es una sencilla estructura de madera, de uso público, preparada para herrar los animales de uso, bien para el trabajo o para el transporte. Nada queda de ellos en Jaramillo donde a buen seguro existieron. En todos estos núcleos de población no solían faltar los hornos y horneras, de propiedad pública y privada, aunque hoy día no veamos ninguno en pie en esta población. Generalmente era una construcción de planta cuadrada, con un horno fabricado de adobe en forma cónica, colocado sobre una plataforma de piedra. Además, en la zona de la boca del horno se suelen colocar la artesa o artesas para trabajar la masa, un banco para colocarla preparada para cocer y para tener a mano las palas. También hay un espacio para ubicar la leña que se utiliza para calentar el horno. La boca del horno, donde se coloca inicialmente el fuego, comunica con una chimenea para

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la salida de humos. Es un edificios que tiene habitualmente cubierta a cuarto aguas porque suele ser construcción exenta y de planta cuadrada. Como en casi todos los pueblos de esta zona, Madoz en su Diccionario señala la existencia de fuentes; en el caso de Jaramillo dice que tiene muchas en el término municipal y destaca una, muy cerca de la población, por su agua excelente. Tal vez sea el manantial que en su día algunos de sus habitantes enmarcaron con unas losas de piedra y que ahora vemos semiabandonado (fuente). Muy destacado en esta población es el rollo o picota. Se construía normalmente al obtener el núcleo de población la independencia jurisdiccional de otra localidad de la que dependía hasta ese momento o de algún señor. Su misión, a la vez que símbolo de la existencia de una autoridad judicial, era la de servir como lugar de ajusticiamiento y castigo a los trasgresores de la legalidad. Generalmente adoptaban la forma de una columna o pilastra pétrea sobre un pedestal escalonado y se colocaban en un lugar destacado o en el espacio público principal, enfrentándolo a menudo a la casa del concejo. La mayoría se edificaron durante los siglos XV y XVI. El de nuestra población es interesante: se sitúa en la plaza (arpop 11), es un pilar de sección cuadrada con sus lados cajeados, rematado en una balaustrada y un pináculo piramidal y la inscripción bastante perdida nos indica AÑO DE MIL I QUINIENTOS I SESENTA I SIETE y la autoridad máxima que representa: la del REY DON PHILIPO Y SU HIJO DON CARLOS PRINCIPE. Es decir el año 1567 y el rey Felipe II y su desdichado heredero el príncipe Carlos que moriría al año siguiente (picota / picota epigrafia 1,2). Otro de los edificios habituales en la mayor parte de las poblaciones es el molino. Los que conocemos son todos de tipo rodezno y han sido utilizados hasta la década de los setenta del siglo pasado. Lo normal es que la construcción sea de pequeñas dimensiones, de planta cuadrado o rectangular, con muros de piedra, mampostería sillares en los ángulos. La cubierta es a dos aguas. En el piso se coloca la herramienta y las diferentes muelas, mientras que el mecanismo movido por el agua, con las aspas se coloca debajo. El molino va precedido de un caz, de mayor o menor longitud, con una embocadura y caída de agua sobre el rodezno. Los encontramos en los cauces de los ríos, casi siempre fuera del casco urbano y en ocasiones muy alejados de la población. Unos son comunales, del municipio y de uso alternativo de los vecinos pero también los hay privados. Algunos de ellos acabaron transformados en pequeñas centrales hidroeléctricas para abastecer de luz a las poblaciones cercanas. El de Jaramillo de la fuente tiene la casa arreglada y el caz se conserva bastante bien (molino 1, 22 / molino caz). 4.- La arquitectura y arte mueble de función religiosa de Jaramillo de la Fuente. * La iglesia parroquial de San Martín. El templo es de una sola nave, de planta basilical, muros de mampostería y cubierta de bóveda de crucería, cuyos empujes descargan sobre unos contrafuertes renacentistas en el muro norte. Parece que los muros actuales, incluido el del hastial occidental al que se adosa la torre, se corresponden con los de una construcción prerrománica, reutilizados en época románica y reforzados en el norte al realizar la actual cubierta de trazas góticas en el siglo XVI. A los pies, adosada a la iglesia, está la torre que presenta planta cuadrada y alzado en tres cuerpos, macizo el inferior y con vanos geminados los dos restantes. Interiormente la estructura se articula mediante una

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bóveda de medio cañón colocada a la altura del arranque del segundo cuerpo en sentido norte sur. El ábside, edificado en sillería isódoma, consta de dos partes bien definidas estructuralmente tanto en alzado como en planta: el presbiterio recto y la capilla absidal semicircular que se abovedan con medio cañón y horno respectivamente. Horizontalmente se distinguen en este ábside un banco en su parte inferior y una cornisa apeada en canecillos; está dividido en tres paños por medio de dos columnas entregas y en el central hay una ventana de tipo portada.

Adosada al muro sur, abierta en el tramo segundo, está la portada que se remata en el habitual tejaroz que se apea en canecillos, tiene guardapolvo y doble arquivolta que descarga sobre jambas compuestas por columnas y pilares. Está cobijada por una galería porticada, que consta de siete arcadas, incluida la portada, cuatro en la zona derecha y dos en la izquierda de la portada. Se remata en un tejadillo que descarga sobre canecillos, las arcadas van recorridas por una arquivolta sin decoración y se apean en una pretil bastante alto y un pequeño banco que lo recorre todo. Esta galería porticada recorre todo el muro de la iglesia, parece un elemento posterior a la propia portada y al resto del templo. + El ábside.

Ópticamente se levanta sobre un gran banco que se manifiesta tanto en el interior como en el exterior, sobre todo en esta última parte porque su altura se aproxima a los dos metros. Se ven claramente marcadas las dos partes por medio de un codillo: una recta y la otra semicircular. Se articula visualmente en tres paños por medio de doble columna entrega, con una ventana tipo portada en el central, cuya base va recorrida por una moldura de medio bocel que se prolonga en todo el ábside, tanto en la parte semicircular, como en la recta y lo divide en dos cuerpos. El tejado se remata en una cornisa que descarga sobre canecillos bastante prominentes. Adosada al presbiterio norte tenemos una sacristía con bóveda de medio cañón y muros de cuidada sillería y aparejo regular. En el lienzo sur del mismo, se ha alterado la ventana románica para dar paso a otra de mayor tamaño. + La ventana del ábside.

Es un vano incrustado en el muro, que tiene una arquivolta y responde al tipo

portada. El arco es de medio punto, de una sola pieza, se apea en una imposta corrida y en doble columna. La luz es una sencilla aspillera que presenta un notable abocinamiento hacia el interior. El trasdós del arco aparece decorado con una cenefa constituida por dos sencillas molduras cinceladas entre las que un sencillo vástago se va ondulando, se ramifica y describe espacios semiovales que ocupan hojas tripétalas lanceoladas y de marcado carácter antinaturalista. Es el habitual zarcillo, tan común a los escultures de los diferentes talleres de la Sierra. Es un relieve bien acomodado al espacio y de grandes calidades plásticas y ornamentales, pero de una realización poco cuidada.

En las enjutas vemos dos relieves: en la derecha un cuadrúpedo colocado de perfil, que dirige sus pasos hacia la parte superior. Tiene una larga cola, la cabeza la coloca a la altura de la moldura exterior y tiene la boca entreabierta. Es un relieve bajo, ejecutado a bisel, cincelado, de características bastante estilizadas, antinaturalista, bien acomodado al espacio y de gran plasticidad. Bien pudiera ser un raposo. La izquierda la ocupa un ave que apoya sus robustas patas en la moldura del trasdós del arco y dirige su caminar al encuentro del cuadrúpedo. Separa las patas ligeramente logrando crear la

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idea de movimiento, compensado por las alas plegadas al cuerpo. Tiene un cuello largo, ligeramente ondulado, jugando con la composición y el equilibrio del conjunto. Está colocada de perfil, en un marcado bajorrelieve que casi se limita a marcar los perfiles; el acabado poco detallista, de formas toscas y de poca calidad compositiva. + La galería porticada.

Se halla ubicada en el muro sur, adosada al mismo y cobijando la portada de

acceso al templo. La forman siete arcadas que descargan sobre columnas y un grueso pretil corrido; una de ellas, con el vano rasgado hasta el suelo, permite el acceso al interior. En las caras laterales -este y oeste- hubo en otro tiempo portadas, reducidas a un sencillo vano de medio punto, que estuvieron tapiadas y que una reciente restauración ha vuelto a descubrir. Todo el conjunto descarga sobre un banco, lo vemos sobresalir en todo el conjunto. Las arcadas van recorridas tanto en el interior como en el exterior por medio de una pequeña arquivolta, que es un sencilla moldura de media caña.

Todo el tejado descarga sobre una cornisa que se apea en un conjunto de canecillos. Todos los capiteles son dobles, unidos en la base, tienen fustes cilíndricos y decoran sus cuatro caras excepto los adosados a los muros y los de la portada, que además tienen un tambor sencillo, son de menor altura y un volumen más pequeño.

Esta fábrica parece corresponder a una etapa de obras posterior al templo y muy posiblemente coincida con la etapa final del trabajo de época románica. Sus formas y trazas seguramente correspondan y tengan alguna relación con la galería existente en el monasterio silense de la que únicamente conservamos recuerdos documentales y una somera descripción. + La torre.

Está adosada a los pies de la iglesia, es de planta cuadrada y ópticamente articula su alzado en tres cuerpos que una sencilla cornisa individualiza: el inferior completamente liso sin vano alguno y los dos superiores con cuatro vanos -uno en cada cara- ajimezados excepto el del muro norte del cuerpo superior que ha sufrido alguna reforma. Los vanos corresponden a la estructura de tipo portada, con un gran arco exterior que cobija el ajimez que apea la doble arcada sobre pilar y columna. La reciente intervención en esta torre ha permitido recuperar las formas románicas de los dos cuerpos de troneras. El conjunto se remata en una cornisa que descarga sobre canecillos de tipo caveto y quilla. Esta torre abandona los usos constructivos del mundo precedente presentando un alzado de formas cuadradas superponiendo cubos de superficie diferente. Interiormente deja de estar completamente hueca colocando en el teórico remate del primer cuerpo una bóveda -orientada de norte a sur- que da consistencia y cohesión al conjunto lo que permite una edificación más sólida. Esta tipología de torre es la propiamente románica de la zona mientras que la otra, a la que corresponden las de Palacios, Pineda, San Millán de Lara, Riocavado, Valdeande, Caleruega y Tolbaños entre otras, siguen las pautas constructivas del mundo tardoantiguo que hemos visto desarrollarse en San Pedro de Cardeña. Nos parece que esta tipología de torre es uno de los aportes más del taller silense que difunde sus formas en la zona serrana. Cara norte: El cuerpo segundo tiene un vano que consta de doble arquivolta cobija un vano ajimezado que descarga sobre tres columnas de doble fuste. La decoración de los

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mismos se reduce a una hoja de acanto completamente lisa y plana que termina en los ángulos en pomos y una flor de tres pétalos. El cuerpo superior consta de un sencillo arco que descarga sobre dos columnas de capitel doble y fustes completamente cilíndricos. La temática de los capiteles es la misma que la vista en el cuerpo inferior. Cara este : Los vanos de los dos cuerpos son de estructura similar al del segundo cuerpo de la cara anterior. Los capiteles son sencillas hojas de acanto, completamente lisas, que terminan en los ángulos sustentando un fruto, bien un pomo o una flor de pétalos muy estilizados. El cuerpo superior carece de capiteles, pues los arcos descargan sobre pilares. Cara sur: Es igual a la precedente, excepto en el cuerpo superior, que tiene columnas y capiteles. Este tipo de capiteles, particularmente sencillos en la labra e interpretación de hojas, nos recuerda algunos vistos en la torre de Espinosa, claustro superior de Silos, galería de Pineda y torre de Vizcaínos. + La nave del templo.

La iglesia es, como indicábamos con anterioridad, de planta basilical de una

sola nave en la actualidad con cubierta de bóveda de crucería de trazas góticas pero con signos evidentes de haber sido realizada a lo largo del siglo XVI, posiblemente en la primera mitad de la centuria a iniciativa de los monjes de Arlanza. A pesar de ello conserva el módulo y gran parte de la fábrica de la construcción propia del templo del primer románico con clara ascendencia del mundo tardoantiguo. Sólo el ábside conserva, al menos en su alzado y elementos estructurales, las trazas y formas románicas. La capilla absidal está completamente oculta tras las formas del retablo de madera policromada de trazas y formas barrocas de la primera mitad del siglo XVIII. El ingreso se hace a través del correspondiente arco triunfal doblado que apea sobre pilar y columna entrega. Se articula en las dos partes habituales, presbiterio recto- y capilla absidal -semicircular- y se cubre con bóveda de medio cañón y horno respectivamente. Ópticamente el alzado se organiza en torno a dos cornisas de las que parecen arrancar las bóvedas, una a la altura de la base de las ventana y otra en un nivel superior. De las dos ventanas existentes inicialmente sólo queda la central pues la del presbiterio meridional ha sido profundamente alterada. + A modo de conclusión. Lo primero que se aprecia al acercarnos a la arquitectura de la iglesia parroquial de San Martín es que su fábrica es el fruto de un largo proceso constructivo habido a lo largo del tiempo pero en el que predominan y destacan las formas románicas. Esta construcción parece que se levantó en diferentes momentos. El muro meridional pone de manifiesto que su factura obedece a técnicas y conceptos constructivos tardoantiguos posiblemente restos de una edificación prerrománica sobre la que se levanta y a la que se acomoda el ábside y en la que se incrusta la nueva portada. Algo similar observaremos más tarde en el cercano templo de Vizcaínos y en otros de la zona serrana. A un segundo plan de obras, llevado a cabo por un taller muy ligado al mundo silense, corresponden la galería porticada y la torre adosada al muro occidental. La siguiente etapa de trabajos señalados es la modificación de la cubierta de armazón de

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madera reemplazándola por la actual de crucería de trazas góticas pero que parece llevada a cabo en el siglo XVI. Los dos momentos en que se llevan a cabo la construcción románica los situamos, el primero en las primeras décadas del siglo XII y el segundo ya en la segunda mitad de la centuria. Se deja entrever que el proceso de construcción del templo románico se inicia en el ábside que es la parte más antigua, seguramente de la primera mitad del siglo XII, época a la que también pertenece la portada y más tarde ya, seguramente en los primeros años de la segunda mitad del siglo, se inician las obras de la galería porticada y de la torre. A juzgar por el tipo de relieve y los talleres que encontramos, parece que algunos temas escultóricos son reutilizados. Así ocurre con los canecillos de la galería porticada, que pertenecen a un tallar anterior a los mismos capiteles. Lo mismo se puede apreciar en los capiteles de la ventana del ábside, que son de la misma mano que los de la galería porticada y sin embargo todo el relieve del ábside y su realización es bastante anterior en el tiempo. Ello nos lleva a pensar que hay una larga secuencia histórica en el lugar, que trabajan varios talleres, que dejan materiales y que luego el maestro de obras que da fin a la obra emplea todo el material escultórico que encuentra en el lugar sin que todo él sea obra suya. La escultura monumental románica. Uno de los componentes más relevantes de este templo son los restos de escultura monumental románica, correspondientes a diferentes momentos del proceso constructivo habido en el siglo XII. A un primero momento corresponden los canecillos del ábside, los capiteles de las columnas entregas y el relieve que vemos en el interior, tanto los capiteles del arco triunfal como los que en la actualidad aparecen ocultos tras el retablo barroco, que se corresponden con la ventana central. A ese mismo momento constructivo y estético pertenecen los capiteles y canecillos de tejaroz de la portada. Ello nos hace suponer que el templo románico debió realizarse en una misma etapa de obras. Creemos que ese primer momento debió corresponder con la ejecución de la nueva cabecera, la románica, que reemplazó a la anterior prerrománica. Ahora s rompe el muro sur precedente para incrustar la actual portada. Los capiteles de la galería y el propio pórtico responden a una segunda etapa de obras que parece realizó algún maestro cercano al mundo silense. A ese mundo corresponde los capiteles, doce en total y en alguna medida los canecillos.

Si atendemos a la escultura monumental se observan que trabajan varios talleres y dentro de cada uno de ellos artesanos con muy diferente cualificación. El primer grupo o taller es el que ejecuta las relieves de los canecillos del ábside, arco triunfal y columnas entregas, que con algunas diferencias entre ellos, se puede decir que obedecen a un mismo esquema compositivo, participan de una misma concepción del espacio escultórico y la técnica de labra es muy similar. A un segundo taller atribuimos los capiteles de la portada, que está ligado a la formas autóctonas de la sierra. Es posiblemente el escultor que brinda unas formas más antiguas y tal vez el que está ligado al mundo precedente de forma más clara. Este conjunto de artesanos forman parte de un mismo plan de obras y su trabajo debe corresponder al proyecto de la primera parte de las obras de este templo en el que participa un maestro y talleres serranos. El trabajo de los canecillos y arquivoltas de la portada pone de manifiesto la existencia de una mano más diestra pero dentro de las pautas del mundo serrano.

El final de los trabajos románicos, los do últimos grupos o talleres, lo llevan a cabo artesanos que nos parece están vinculados al mundo y a las formas silenses ya en la segunda mitad del siglo XII. A este momento corresponden los capiteles de la galería

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porticada y los reacomodados en el exterior de la ventana central del ábside. Algunos de los elementos compositivos, técnicos y expresivos nos inclinan a pensar que quien dirige esta nueva etapa de obras ha trabajado en la última fase de obras del claustro inferior de Silos y es uno de los más aventajados del mismo. A pesar de la calidad extraordinaria de todos lo capiteles, sin embargo se ve que son varias las manos que trabajan, o que se nos muestra más hábil en unos temas que en otros. El trabajo, de bastante menor calidad de los capiteles de la torre, recuerda parte del mundo expresivo del claustro superior del Silos. El trabajo de los canecillos de la galería parece obra de otro escultor que apunta ya formas y conceptos cercanos al mundo gótico. El arte mueble. El retablo nº 1, adosado al muro norte del templo, en el tercer tramo, consta de banco formado por dos netos, un cuerpo-hornacina enmarcado por columnas estriadas en zigzag y remate en frontón curvo. Se ornamenta con frutos y colgantes. Es una estructura de madera dorada que parece de las primeras décadas del siglo XVII. Es en realidad una gran hornacina que sirve de marco al monumental y señalado Calvario de trazas y formas góticas, siglo XIII, uno de los de mayor calidad y monumentalidad de todos los existentes. Podemos leer la siguiente inscripción evangélica “QVI TRANSITIS PER VIAM ATENDITE SIBI EST …SIMILIS, SICUT DOLOR MEUS, ANNO DOMINI MDCC…”. El retablo nº 2, colocado en un ángulo entre el muro norte y este, es una sencilla hornacina de madera policromada de trazas y formas renacentistas. Sirve de marco a la escultura de San Pedro en su cátedra, también de madera policromada. Esta talla por sus formas nos parece una obra que pudiéramos atribuir a la escuela de Gregorio Fernández. En el ángulo sudeste hay otro similar (retablo nº 4) que sirve de marco a San Miguel pesando las almas y luchando con el Satanás. En este caso la talla parece del siglo XVI. El retablo mayor, colocado en la cabecera, oculta una parte importante del ábside románico. Es una estructura de madera dorada que consta de banco, un cuerpo, tres calles y remate en frontón semicircular muy desarrollado y profusamente ornamentado. La estructura parece una obra de la segunda mitad del siglo XVIII. En la calle central hay una talla de madera policromada de la Virgen con el Niño, sedente, de formas y trazas renacentistas. El quinto retablo, adosado al muro sur del tercer tramo, consta de banco, un cuerpo y remate en frontón curvo, todo él de madera dorada, en el que leemos: “ESTE RETABLO LO IZO I DORO A SU CUENTA ALONSO PANIEGO Y SU MUGER MARIA DE CASTROBIDO AÑO DE 1648”. Es posible que la data se refiera al momento del dorado del retablo. A los pies del templo, bajo el coro, se ubica la pila bautismal. Es una copa troncocónica invertida que ornamenta el exterior con arcadas de medio punto y se remata en una cenefa con el habitual zarcillo y frutos. Es una obra de trazas y formas románicas. Las dimensiones son 113 cms. de diámetro por 69 cms. de altura.

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5.- La cultura inmaterial: las tradiciones y celebraciones.

a) Algunos de los ritos del ciclo vital. Uno de los elementos existentes en toda el área estudiada son las celebraciones y festejos que tienen relación con el ciclo vital, con frecuencia envueltas en tradiciones religiosas más o menos recientes que buscan darles un valor cristiano o católico. El primero de los hechos que tiene un tratamiento especial es el nacimiento y bautismo. Al muchacho recién nacido, y en tiempos modernos, se le inscribía en el registro de la iglesia y cristianaba al día siguiente de haber nacido. El niño, vestido con una indumentaria propia de la ceremonia, era llevado a la iglesia por los padrinos. A la puerta salía a recibirlo el sacerdote, quien hacía los rezos y gestos adecuados, según el ritual católico-romano, para exorcizar al pequeño. Con posterioridad, con unos cirios encendidos portados por los padrinos, era introducido en la iglesia y en pequeña procesión se dirigían hasta el baptisterio. Una vez allí hacía el pertinente interrogatorio a los padrinos sobre sus intenciones y las obligaciones que contraían, para concluir preguntándoles sobre su deseo de bautizar al pequeño, con el “¿Vis baptizare…?”, a lo que los padrinos debían responder “Volo”. Hacía -lo sigue haciendo- el signo de la cruz con los óleos en el pecho, espalda y cabeza del infante, para luego derramar agua sobre su cabeza haciendo la señal de la cruz imponiéndole al mismo tiempo el nombre; finalmente tocaba la cabeza del recién bautizado con un gorro o paño blanco. Viene luego la recogida de los datos por escrito en el correspondiente libro en presencia de los padrinos. La fiesta popular viene a continuación pues a la salida de la iglesia era frecuente que los padrinos lanzaran a los asistentes regalos, dulces era lo habitual, como expresión de alegría y celebración comunitaria. Dado que con frecuencia los bautismos solían ser los domingos o en algunas fiestas, la asistencia de los habitantes del pueblo era lo normal y por tanto esta fiestas popular, más bien de la gente menuda, tenía mucho arraigo.

La madre no asistía al bautizo pues lo normal era que la mujer, cuando daba a luz, guardara lo que se denomina “cuarentena”. Durante cuarenta días la mujer tenderá a desaparecer de la vida pública, bien para recuperarse o a la espera de ser nuevamente recibida por la comunidad en una ceremonia religiosa. El día señalado, la mujer con su retoño en brazos, acudirá a la iglesia con una vela y un pan o similar. A la puerta saldrá a recibirla el sacerdote que encenderá la vela, bendecirá a la madre y al niño y les introducirá en el templo. En el momento del ofertorio, la madre acudirá con su hijo, la ofrenda y la vela encendida, siendo recibidos en ese momento por la comunidad mediante unos rezos y ceremonia apropiada. Por su parte la mujer, después del parto, permanecerá en cama unos ocho días, siendo alimentada con caldos de pollo y chocolate. Su incorporación al trabajo de la casa e incluso del campo no tardará mucho en producirse. El noviazgo y la boda son otros momentos importantes en las comunidades rurales de la Sierra de la Demanda. Hasta tiempos relativamente recientes los matrimonios se concertaban entre los familiares, padres u otros ascendientes. A partir de ese momento se veían los novios en determinadas circunstancias y festejos públicos. Había en todo caso una petición de mano y de recepción oficial del novio en la nueva familia, la de la novia. Una vez que había transcurrido un tiempo prudencial, que se aproximaba al año o a veces más, se procedía a los acuerdos y transacciones entre las familias. La boda iba precedida de las amonestaciones, tres en total, que leía el sacerdote en la iglesia en la

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misa principal. Además de leer los nombres de los futuros esposos preguntaba a los presentes si había algún impedimento para que el matrimonio se pudiera celebrar. La última de las amonestaciones tenía lugar una semana antes del enlace matrimonial. La boda propiamente dicha tenía dos partes diferentes: la ceremonia religiosa y los festejos del convite. El segundo lo preparaban ambas familias con todo cuidado. Había una comida que a veces se prolongaba durante tres o más días y casi siempre se acompañaba de música: tamboril, gaita, a veces rabel, acordeón o instrumentos de viento. La música acompañaba a los novios desde su casa a la iglesia, ante todo a la novia, y luego amenizaba la comida y el baile posterior. La ceremonia religiosa, habitualmente con misa, se ajustaba al ritual católico romano. Los invitados eran habitualmente los allegados de los novios, algunos familiares lejanos, a veces el cura, el secretario y el sacristán. El otro componente del ciclo vital, que cerraba el ciclo de la vida, era la muerte y lo que le acompañaba. La muerte de un vecino se anunciaba mediante repiques de campana diferentes según se tratara de un hombre, una mujer o de un infante. Había un velatorio durante el que los familiares invitaban a comida, una concreta para la ocasión, a los que acudían a expresar sus condolenciass. El sepelio era más bien una demostración de camaradería de cara a los vivos por lo que participaba toda la comunidad. De un lado los cofrades, compañeros de cofradía del finado, que tenían obligación de asistir y portar cirios, bajo pena de multa caso de ausentarse. De otro estaba la población en general que por solidaridad acompañaba a los familiares en ese terrible trance. En las poblaciones de menor entidad el cura, acompañado de los monaguillos y sacristán, acudía a la casa del velatorio a recoger el cadáver para conducirlo, entre rezos y cánticos a la iglesia. Una vez recibido en ella se oficiaba la misa de difuntos, con mayor o menor solemnidad según la riqueza o importancia social del finado. Una vez concluida, en procesión precedida por la cruz y los ciriales, se llevaban al muerto al cementerio. Antes de depositar el cadáver en la tierra se rezaba o cantaba un responso. Hasta mediados del siglo pasado la costumbre era llevar el difundo con un simple sudario, colocado sobre unas parihuelas y así depositarlo directamente en la tumba. En algunas localidades era frecuente una comida en casa del difunto a la que asistían ante todo los familiares que habían venido de lejos o de pueblos cercanos. Pero con frecuencia también participaban en ella otras personas de la localidad. Era un ágape de gran significación, de acogida y de recuerdo al finado. Era frecuente que los familiares, además de las misas de entrada y salida, tuvieran una sepultura en el templo. Allí se colocaba un pequeño mantel blanco, con velas o velones y en ocasiones con ofrendas denominadas en algunos lugares “bodigos”. Al concluir la misa el sacerdote iba a rezar un responso, recibiendo a cambio una ofrenda, en tiempos más recientes en dinero pero con anterioridad en especie. Los familiares guardaban luto, muy riguroso, al menos un año. Era costumbre en algunas localidades que durante la misa dominical se colocaran en primera fila al lado de los velones.

b) Fiestas, tradiciones, costumbres…

La cultura inmaterial, para algunos el mundo del folklor, forma parte de la memoria colectiva. Las tradiciones, festejos, decires, usos, canciones y un largo etc. forman parte de un mundo ancestral que no resulta fácil recuperar. Todo ello tiene que ver con la vida misma, las creencias, la cultura y la manera de sentir y expresarse.

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Por convicción, uso, costumbre o tradición, las gentes del lugar participaban en los distintos momentos del año litúrgico lo que siempre se ha interpretado como expresión de religiosidad. Sea cierto o no, la verdad es que muchas fiestas tienen un añadido o sobrepuesto religioso a tradiciones mucho más antiguas que acabaron por ser anuladas en parte por las supuesta creencias o celebraciones religiosas. Se puede afirmar que todas las fiestas y celebraciones presentaban casi siempre un contenido, al menos en lo formal, religioso. Incluso en esta tierra se celebraban las Navidades y Reyes. En muchas localidades tiene especial relieve los Inocentes y las inocentadas. A veces, como en Barbadillo Herreros, se hacía una representación del nacimiento ante el portal con personajes como el ganadero , los pastores, zagales, el mayoral, el rabadán y un coro. Para la ocasión existen los correspondientes textos. Hasta fechas muy recientes -en algunas poblaciones aún subsiste- la vida de las gentes se regía y ordenaba por los toques de la campanas o campanas: los toques de oración – al comienzo y final del día-, el toque de mediodía, el redoble de los muertos u otros acontecimientos. Las gentes de cada población conocían el significado de los distintos toques por la forma de ejecutarlos. Es muy frecuente en casi todas las poblaciones el “Tente nublo, tente tú, que Dios puede más que tú” que se ejecutaba para ahuyentar la tormentas. De las fiestas populares de esta tierra destacamos las marzas, cantadas con variantes en la puesta en escena, la noche última de febrero que es el paso a marzo, con todo el valor simbólico que hay detrás. También se celebra en muchos lugares Santa Águeda, con cánticos, toque de campanas, petición de recompensa y con posterioridad celebrando una merienda entre los mozos. Otra señalada es el pingar el mayo, hecho que tenía lugar el domingo primero del mes bien con el esbelto tronco de un árbol que concedía el ayuntamiento. Los sanjuanes tenían relación con la fiesta del solsticio. En la mayor parte de los pueblos se celebraba de forma especial el ciclo de la Pascua Mayor. Daba comienzo la Semana Santa con la procesión de Ramos. Los ramos llevados a la procesión, bendecidos, se colocaban luego en los balcones, ventanas u otros lugares para protegerlos de cualquier mal. Tradicionalmente se celebraban la procesión del mandato (Jueves Santo), los oficios de tinieblas (Viernes Santo); este último día eran muy tradicionales las carracas u otros instrumentos de madera para anunciar los festejos. La celebración de las tinieblas, ya al atardecer, además de los rezos y las canciones populares, se hacía con fuertes golpes y produciendo un ruido notable con diferentes objetos, entre los que destacaban las susodichas carracas. El Domingo de Resurrección completaba la Semana Santa con la procesión del encuentro, común a muchas poblaciones.

En la mayor parte de las poblaciones de la zona de la Demanda se celebraban otras festividades de cierto sabor popular como las Candelas, el día de la Purificación en que se bendecía a las mujeres que habían dado a luz hasta esa fecha. Por Santa Isabel en muchos lugares se engalanaba la portada de la parroquia y las casas de las novias, las enramadas. También han tenido gran arraigo popular las celebraciones del Corpus, la Ascensión y la Virgen del Carmen. En todo caso las más populares y anheladas fueron y siguen siendo las fiestas mayores que se celebran en diferentes fechas predominando las de la Virgen y San Roque. También tiene mucho predicamento la fiesta de acción de gracias, con la advocación de alguna Virgen o santa: Santa Lucía en Hacinas, Virgen del Sol en Carazo, Costana en Barbadillo de Herreros… En la actualidad las fiestas mayores que no se celebraban en el verano se han cambiado para hacerlas coincidir con la presencia de mayor número de gente, los veraneantes, en su mayor parte originarios del pueblo. Tendremos ocasión de ir viendo en cada lugar lo que ha sucedido y cuáles fueron las fiestas patronales y las de mayor arraigo.

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En las tradiciones populares también se celebraba de forma especial la memoria de los difuntos, sobre todo con una especial significación la noche de Todos los Santos, con el toque de campanas o de difuntos. Los mozos rezaban el rosario y luego se reunían a cenar. El día de difuntos se repartía el galacho a los asistentes o mozos animeros que eran unas ofrendas en la iglesia. En Navidades se pedía el aguinaldo.

Se celebraba San Blas, cuyo báculo se pasaba por las gargantas para sanar los problemas o evitarlos. Las romerías son muy frecuentes destacando entre todas la de Valpeñoso (Villaespasa y Jaramillo Quemado), Santa Lucía (Hacinas), Santa Julita, San Juan de Ortega, Las Navas, Nuestra Señora de Mamblas y las advocaciones locales de cada población. Por San Marcos, 25 de abril, se bendecían los campos y ya casi en junio tenían lugar las letanías. Los niños celebraban sus fiestas de carnaval, las “carnestolendas”, el jueves de todos, que los niños y niñas pedían por las casas con unas canciones adecuadas a la situación, con pequeñas variantes según la población. En la mayor parte de los pueblos se celebraban estas fiestas, disfrazándose y con alguna frecuencia con la presencia de la vaca romera y la tarasca. Hay otras tradiciones como la de los gallos con variantes según la localidad pero con un tronco común. En los carnavales se acostumbraba, por parte de los más acomodados de las poblaciones, a vestir traje antiguo, con usos y formas particulares en cada lugar. Ese traje consistía en calzón y chaqueta cortos adornados con botones o monedas de plata, medias de lana, abarcas y sombrero de fieltro. De esa guisa contemplan la aventura de matar el gallo suspendido de una cuerda con los ojos vendados. En muchas poblaciones de nuestra zona la costumbre de matar el gallo, colgado de las patas de una cuerda se solía celebrar también el día de San Juan. En este caso los mozos a caballo trataban de descabezarlos con la mano premiando a quien lograra tres cabezas. Una costumbre popular bastante arraigada eran las rondas de los mozos. Estos iban acompañados de algún personaje de mayor o menor significación. En Barbadillo de Herreros a este personaje de aspecto grotesco le llamaban “cachidiablo”. Vestía traje de colores a manera de payaso: verde, rojo y naranja. La cabeza la cubría y embellecía y en las piernas y brazos llevaba cascabeles que hacía sonar a ritmo a compasado o todo lo contrario. Su misión era dirigir la danza y formar el corro y sacudía con el bastón que llevaba a quienes se acercaban. Es igualmente importante la danza guerrera, conocida como de los palos. Los danzantes chocaban los palos al ritmo de la música.

Se celebraban de forma especial los acontecimientos más trascendentes de la vida (el nacimiento -bautismo-, la boda y la muerte) como ya hemos visto anteriormente. De la misma manera se hacían presentes, bajo signo religioso, los hechos más importantes del año en cada comunidad con variantes según se dedicara a la agricultura, ganadería…etc. El Catastro de la Ensenada del siglo XVIII -año 1752- se hace eco con frecuencia de todo ello. El ciclo vegetativo es el que significan muchas de las celebraciones religiosas que se distribuyen de un forma ordenada siguiendo el calendario litúrgico. Es algo muy similar a lo que veremos sucede en la mayor parte de las poblaciones de la zona, a ambas vertientes de la Demanda, bien que con algunas variantes no significativas. No hemos pretendido otra cosa que ofrecer una breve información de algunas fiestas, tradiciones y costumbres, la mayor parte de ellas en pasado, pues en la actualidad la escasez de población y otros cambios han ido haciéndolas desaparecer quedando únicamente el recuerdo.

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c) Canciones. El cancionero popular burgalés es amplio y ha tenido una feliz resurrección a través de la monumental obra de Miguel Manzano, que de alguna manera recupera las tradiciones, las inmortaliza en el pentagrama y se hace eco de los trabajos precedentes, sobre todo de Federico Olmeda, Agapito Marazuela, Manuel García Matos, Domingo Jergueta y tanto otros. La obra susodicha nos ha servido para recoger algunas de las canciones, vinculadas a diferentes tradiciones, usos y costumbre de esta tierra. Canciones de Ronda (del reinado). Estamos ante unas canciones en las que el texto y la música, nosotros no la transcribimos aparecen muy compenetrados. En este caso hace referencia a una tradición muy extendida que eran las rondas del reinado, que se hacían desde San Andrés hasta Enero, en Villanueva de Carazo, Carazo, Hacinas, Contreras y muchas otras poblaciones de la Demanda. Es un tipo de letra y melodía muy repetitiva. Con frecuencia detrás de ellas hay un gran lirismo. La ronda puede expresar el sentir del rondador hacia una determinada moza, lo hace cuando tiene la seguridad de ser correspondido por miedo al ridículo o a los decires. Pero también puede ser una canción mucho más genérica en la que no haya nada personal hacia la moza a la que se ronda. La ronda puede ser la de policía, que se hace dando un paseo por las calles y no sólo frente a una casa concreta, como la anterior. Unas veces las rondas son individuales, de un grupo de mozos, que con ocasión de fiestas o tradiciones, se dedican a rondar. En suele estar con alguna frecuencia la del cortejo, pero puede haber también chanzas o bromas. Unas las cantan todos a coro por la calle y otras son solos de la persona que ronda a su moza.. Cuando las rondas son colectiva, los textos están codificados y son siempre los mismos que todos conocen. UN ejemplo característico de esta ronda colectiva, es la del reinado a que aludimos con anterioridad. En este caso había una junta, con varios cargos, siendo el mayordomo el principal, que se encargaban de organizar las rondas y de velar porque todos cumplieran las normas y se recitasen las canciones establecidas. Hacia la Inmaculada se nombraba el rey y la reina, con frecuencia una pareja casada que no tuviera hijos. Al mismo tiempo se elegía al alcalde de mozos o mayordomo, dos contadores, dos “cachivarros” que iban pidiendo por las casas, un cocinero y un alguacil. A las puertas de las casas cantaban siendo la canción adecuada a la condición de la casa bien hubiera mozas, viudos, viejo, casados jóvenes etc. Los normal es que cada año se compusieran nuevas canciones y los vecinos solían dar vino, morcillas u otros alimentos para que luego lo festejaran los mozos o no tan mozos. También se elegía guardador del rey y de la reina. El de la reina la debía seguir a todas partes para que no le arrebataran el pañuelo y el del rey también para que guardar la bandera acreditativa de su reinado.. Cuando alguien conseguir arrebatar el pañuelo o la bandera, el guardador debía pagar media cántara d vino para el resto de los mozos. Se cantaba fundamentalmente en tres ocasiones: Noche Buena, Noche Vieja y la noche de Reyes. Todos los mozos debían cantar una canción independientemente de la voz que tuviera. Era una buena ocasión para gastar bromas. Una vea conCluido el reinado, el día 23 de Enero, San Ildefonso, se rifaba la bandera. Cada año los mozos debían costear una nueva. Esta celebración solían coincidir con las fiestas de los quintos que acostumbraban a tener fiesta y baile todos los domingos y fiestas desde el 8 de diciembre. En Santo Domingo de Silos a las fiestas tradicionales se unía la de Santo Domingo, el 20 de diciembre. También se podía cantar, en día sin especial significación

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si así lo decidía la junta de mozos. Como dijimos con anterioridad es esta una trAdición con sus cánticos, letras y rondas que se extendía por la mayor parte de los pueblos de la Demanda. Es una forma de celebrar las fiestas navideñas que en ocasiones, como en Carazo y otros se acompañaban de fiestas patronales, la de Santa Eugenia el día 29 de diciembre. Las rondas iban acompañadas de instrumentos musicales, que con frecuencia se reducía a instrumentos de percusión que permitían el mantenimiento de un ritmo. Uno de ellos era el conocido como “tambor de mozos” que era de uso exclusivo de los hombres. Utilizan también almireces, botellas, cajas o redobles, a veces dulzaineros, triángulos, tarrañuelas de madera, carracas o cualquier instrumento que sirviera para hacer ruido y mantener el ritmo vivo de las canciones. Las rondas son las del reinado, en el tiempo navideño, de las marzas, del mayo, San Juan y San Pedro como tónica dominante. A veces como en Castrillo de la Reina, en Carazo y otros pueblos se ajustaba la música desde la Inmaculada hasta después de Navidad. En Contreras el reinado duraba desde Navidad hasta Reyes. Este festejo, con unas grandes similitudes era común a la mayoría de los pueblos de la Demanda. Con alguna frecuencia los niños también celebraban el reinado, con unos rituales, preparativos y formas muy similares a los de los mozos, pero estos lo celebraban en los carnavales como sucedía en Cabezón de la Sierra.

d) Algunos de los trabajos y actividades. Dado que en la mayor parte de las poblaciones la ocupación principal fue durante mucho tiempo la agricultura, un instrumento tradicional es el arado. Hasta la década de los cincuenta del siglo pasado, con algunas variantes, se utilizó masivamente el conocido como arado romano. El trabajo de la tierra con el arado se hacía con bueyes, vacas serranas y en ocasiones con burros, machos o mulas y a veces con caballos. Otro de los instrumentos de trabajo y acarreo era el carro. Este vehículo, tirado por bueyes o mulas, presentaba pocas diferencias entre unas zonas y otras. La mayor diferenciación estaba en las carretas madereras, de ruedas más pequeñas, mucho más estrechas que los carros de uso local, tiro más largo y casi sin cartolas. El sistema de tiro y la manera uncir a los animales era muy similar. De una forma se uncía a los bueyes y vacas y de otra diferente a las caballerías. La siega de cereales se hacía masivamente a mano con la hoz. Por el contrario para la siega de hierba se utilizaba el dalle o guadaña. Lo segado se recogía en gavillas, atadas con vencejos de centeno o con cuerdas. Se apilaban luego en los tresnales, que tenían forma piramidal. Así preparados se procedía al transporte desde la tierra a la era para la trilla. La siega tenía lugar desde finales de julio hasta finales de agosto e incluso primeros días de septiembre. La trilla era otra de las actividades principales del año. Para ello se utilizaba el trillo. Era una estructura de madera con piedras cortantes en la su parte inferior. Tirado por bueyes, vacas, mulos o burros, dando vueltas y guiado por una persona se acababa por separar y triturar la paja del grano. Con posterioridad había que beldar. Esta tarea se hacía bien a mano con horcas y palas o mediante beldadoras movidas a mano. Así se separaba el grano de la paja. Un trabajo habitual en algunas localidades era la realización del carbón vegetal. Habitualmente se utilizaba la encina, donde no la había también a veces se utilizó el roble. Tenemos noticia de que se hacía en Hortigüela, Jaramillo de la Fuente, Tinieblas, Iglesiapinta, Ura, Retuerta, Quintanalara… Esta actividad era un trabajo colectivo,

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habitualmente de familia, en el que las mujeres tenían unas tareas y otras los hombres. Unas veces se hacía a las afueras de las poblaciones y en otras en pleno bosque. La primera tarea era la corta de la leña y la limpieza de las ramas pequeñas hasta dejar los palos que debían servir para hacer el carbón. Esta tarea se llevaba a cabo en el otoño e invierno. Una vez que está la leña, viene la preparación del túmulo para hacer la “cocción”. Desde una base que lo levanta del suelo se prepara una estructura que se cubre de piedras y barro dejando respiraderos laterales y el más importante y trascendente en la parte superior, denominado ojo o cocota, por donde se irán introduciendo los palos, leña de encina habitualmente, para ir rellenando el interior. Una vez encendido se irá consumiendo a fuego lento. Para impedir que se queme se controla, incluso se echa agua si no funciona correctamente y además el proceso de la “hurga”, introduciendo más palos hasta rellenar lo más posible se ralentiza y controla la “cocción”. La labor suele durante entre quince y treinta días. La tarea final es la de tirar el horno, recoger el carbón vegetal y con posterioridad llevarlo a los puntos de venta o consumo. En muchas de las localidades de la zona de la Demanda tenemos noticias tanto por la información de las gentes del lugar como por los topónimos del cultivo de cáñamo y del lino. Ello dio lugar al trabajo de los tejedores, en los correspondientes telares. Rara era la localidad que no tenía uno o varios telares cuya producción se destinaba al consumo local. De esa actividad quedan algunos telares, de trabajo completamente manual. En algunos lugares hay asimismo noticia de la existencia de batanes para dar apresto a estos tejidos: en Vizcaínos, San Clemente del Valle, Garganchón, Covarrubias, Salas de los Infantes y Pradoluengo. Otra actividad era el trabajo de la lana. Esta actividad era propia de las mujeres y se hacía casi exclusivamente para el consumo familiar. Una vez lavada y cardada la lana se procedía al hilado que se hacía bien con la rueca y el huso o a veces se utilizada el carro movido con el pie. Era frecuente que este trabajo, esencialmente femenino, se hiciera en compañía de otras mujeres, en los denominados hilorios, o en las amplias cocinas de campana al amor de la lumbre. Los instrumentos (huso, rueca, carda y el carro), los encontramos en todas la localidades. En la zona de Pradoluengo, la transformación de la lana y de otros productos, dieron lugar a una actividad industrial desde la Edad Media. Ello acabó en la conformación de una industria textil que ha llegado hasta nuestros días. De todas las maneras no es lo habitual. Los talleres de carpintería u otras actividades, eran frecuentes en muchas localidades. Trabajaban muebles, tablas, arados, carros, bolos del juego, escobas, cestos. Otro trabajo era el de los canteros y albañiles. Los primeros se dedicaban a la construcción y al trabajo de la piedra. Lo normal es que el cantero, al menos algunos, fueran algo más que picapedreros y en su actividad tuviera que ver con la carpintería. Por ello no es infrecuente que junto al trabajo de la piedra hiciera labores de carpintero, no necesariamente de ebanista. Era normal que el cantero llevara a cabo todos los trabajos de la construcción y por tanto hiciera al mismo tiempo de albañil, montando toda la estructura interna de las viviendas: maderamen, tabiques, suelos, enlucidos y el acabado de las cocinas y otras estancias de la casa. El herrero con su fragua era quien recomponía las rejas de los arados o las hacía de nuevo cuño. También fabricaba clavos y los herrajes que necesitaban los carros o carretas, el aro de hierro para las ruedas de éstas, las cerraduras, las llaves, los cuchillos, las herraduras de los animales, las hoces, las guadañas o dalles y todo un sin fin de utensilios de uso frecuente entre las comunidades agrícolas o ganaderas de estas tierras. Sólo en algunos lugares, como Barbadillo de Herreros, esta actividad adquirió un mayor

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porte y acabó por convertir a algunas ferrerías o ferrones en industrias que abastecían de hierro a mercados muy lejanos. En esto caso la actividad del trabajo del hierro y la existencia de las herrerías y fraguas está ya documentado desde la época medieval en toda la zona No es infrecuente que encontremos en muchas localidades el topónimo “tejera”. Es con frecuencia el indicio y la evidencia de donde estuvo ubicada esta actividad. No está en todas las localidades pero este trabajo se suele dar donde hay arcilla apropiada para modelar y cocer las tejas curvas y algunos ladrillos. Lo más habitual es que esta actividad se dedicara al consumo local pero en algunos lugares llega a tratarse de una actividad mucho más amplia e industrial para abastecer a un área más amplia. Asociado a la tejera estaba el cacharrero, que solían vender su producto no sólo en la localidad que los realizaba sino en un área bastante amplia. También hay campaneros, actividad que requería un horno y un taller especializado, relojeros, que atendían, a partir del siglo XVIII, los relojes de los iglesias o ayuntamientos que existían en la mayor parte de las localidades. 6.- Material gráfico y planimetría aportados. Fotografías:

Casas más representativas.

Templo. Tallas del templo. Croquis: Croquis del conjunto y foto aérea. Croquis del templo parroquial. Total: 76 imágenes. 7.- Bibliografía. AA.VV. (2002) Enciclopedia del románico en Castilla y León. Burgos. Caja Duero, Salamanca. Cuatro vol. AA.VV. (1992) Tierra Lara. Estudio Antropológico Social. Diputación de Burgos, Burgos. AA.VV. (1992) Historia de Burgos III. Edad Moderna (2). Caja de Burgos, Burgos. (1999) Historia de Burgos III. Edad Moderna (3). Caja de Burgos, Burgos. ABASOLO ALVAREZ. J. A. (1975) Comunicaciones en la época romana en la provincia de Burgos. Diput. de Burgos, Burgos. ABASOLO, J. A. y GARCIA ROZAS, M. R. (1980) Carta Arqueológica de la provincia de Burgos: partido judicial de Salas de los Infantes. Diput. de Burgos, Burgos. ALVAREZ BORGE, I. (1987) Feudalismo castellano y el libro Becerro de las Behetrías: la Merindad de Burgos. León.

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SERRANO, L. (1907) El cartulario del Infantado de Covarrubias. Cuesta, Valladolid, T. II. (1925) Cartulario de San Pedro de Arlanza, antiguo monasterio benedictino. Aldecoa, Burgos, págs. 57, 61, 169 y 254 y siguientes. Hay un conjunto de documentos por los que vemos que nuestra villa esté muy ligada al monasterio de Arlanza: -16 de diciembre del año 982, un presbítero llamado Diego, ofrece al monasterio sus bienes en Jaramillo. -1 de enero de 1037, Rodrigo Téllez se hace familiar de Arlanza y da su herencia en " in villa Exaramello”. - 22 de febrero de 1119, la reina Urraca reconoce a Arlanza la villa de Jaramillo a cambio de la Gutmar " Saramel de Fonte " . - 21 de septiembre de 1217, el papa Honorio III, concede una bala en que recibe a Arlanza y sus posesiones entre las que figura la villa " De Xaramillo de la Fonte villa»....".

El monasterio de San Pedro de Arlanza tiene el señorío de la villa y abad ejerce jurisdicción civil y criminal en el pueblo. (1935) El obispado de Burgos y la Castilla primitiva desde el siglo V al XIII. Madrid. T. I.

ZABALZA DUQUE, M. Colección diplomática de los Condes de Castilla. Edición y comentario de los documentos de los condes Fernán González, García Fernández, Sancho García y García Sánchez. J.C y L, Salamanca (1998). Bibliografía.

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Imágenes de

Jaramillo de

la Fuente.

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Jaramillo de la Fuente: iglesia parroquial vista desde el sur.

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Jaramillo de la Fuente: croquis del templo parroquial. (Autores: F. Palomero y M. Ilardia)

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Jaramillo del Fuente: nave del templo..

Jaramillo del Fuente: capitel del arco triunfal.

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Jaramillo del Fuente: ventana central del ábside.

Jaramillo del Fuente: calvario gótico (s. XIII).

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Jaramillo del Fuente: arquitectura popular.

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Jaramillo del Fuente: arquitectura popular.

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Jaramillo del Fuente: fuente.

Jaramillo del Fuente: caz del molino.

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Jaramillo del Fuente: pesebre.

Jaramillo del Fuente: arquitectura popular tenadas.

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Jaramillo del Fuente: rollo o picota.

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