Jefferson Perez, los impuestos y la educación

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ECONOMIA DESCOMPLICADA ESCRITO POR: JULIO JOSE PRADO** Jefferson Perez, los impuestos y la educación RESUMEN: Tomando prestado el ejemplo del gran campeón ecuatoriano, vamos a hablar sobre competitividad, la equidad social y los efectos de la mala intervención estatal. Comenzaremos tratando de responder en términos económicos a la pregunta: ¿Está bien que ganen tanto dinero los deportistas? Aplicando el ejemplo de Jefferson, veremos lo que significa en términos reales el tema de una mayor "equidad social" mal concebida. Y algunas ideas sobre lo que debemos y nos debemos hacer frente a la educación... (Este artículo fue originalmente publicado en la revista Perspectiva del IDE Business School). Febrero 2013 ** PhD (c) en Management y Economía. Master en Business. Economista. Profesor del IDE Business School. Teaching fellow de la red Microeconomics of Competitiveness de Michael Porter en Ecuador. Twitter: @pradojj. Email: [email protected].

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Tomando prestado el ejemplo del gran campeón ecuatoriano, vamos a hablar sobre competitividad, la equidad social y los efectos de la mala intervención estatal.

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ECONOMIA DESCOMPLICADA

ESCRITO POR: JULIO JOSE PRADO**

Jefferson Perez, los impuestos y la educación

RESUMEN: Tomando prestado el ejemplo del gran campeón ecuatoriano, vamos a hablar sobre competitividad, la equidad social y los efectos de la mala intervención estatal. Comenzaremos tratando de responder en términos económicos a la pregunta: ¿Está bien que ganen tanto dinero los deportistas? Aplicando el ejemplo de Jefferson, veremos lo que significa en términos reales el tema de una mayor "equidad social" mal concebida. Y algunas ideas sobre lo que debemos y nos debemos hacer frente a la educación... (Este artículo fue originalmente publicado en la revista Perspectiva del IDE Business School).

Febrero 2013

** PhD (c) en Management y Economía. Master en Business. Economista. Profesor del IDE Business School. Teaching fellow de la red Microeconomics of Competitiveness de Michael Porter en Ecuador. Twitter: @pradojj. Email: [email protected].

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Jefferson Perez, es el mejor deportista ecuatoriano de todos los tiempos. Ha demostrado tener condiciones excepcionales no solo en el lado deportivo, sino también en lo humano. Gracias a su destacada participación en varias competencias mundiales ha logrado aumentar su nivel de ingresos en forma considerable, lo cual seguramente, le permite vivir con mayor holgura. El caso de Jefferson no es el único. Están también, por ejemplo, los futbolistas de la selección ecuatoriana, quienes han logrado clasificar dos veces consecutivas al mundial, y con ello han incrementado sus cuentas bancarias. Uno puede preguntarse: ¿Está bien que los deportistas ganen “tanto” dinero? Sin duda, este es un asunto que se puede discutir desde varios puntos de vista, pero concentrémonos en lo económico, para no complicar el análisis. Al igual que cualquier otro bien o servicio que se intercambie en el mercado, los servicios que prestan los deportistas están sujetos a la oferta y la demanda. Es correcto decir, por ejemplo que los deportistas con talento son, en sí mismo, un “bien” escaso. Si esto no fuera así, estaríamos cubiertos de medallas de oro, y hubiésemos sido campeones del mundo hace rato. Entonces, como todo bien escaso, un deportista como Jefferson Perez, o un buen jugador de fútbol, será más cotizado, su valor en el mercado subiría, y podría recibir mayores ingresos. Pero todavía no logramos responder a nuestra pregunta: ¿Está bien que un

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deportista gane “tanto” dinero? Siguiendo el razonamiento anterior, la respuesta es SÍ, porque su excepcional talento, hace que las personas quieran seguir paso a paso sus carreras, lo cual genera un gran movimiento de dinero alrededor de él: camisetas, publicidades, derechos televisivos, etc… Jefferson -por ejemplo- ha conseguido dinero, medallas y reconocimiento, gracias a su esfuerzo, y porque los ecuatorianos estamos dispuestos a comprarle lo que “vende”: triunfo y optimismo. Hay una ventaja adicional. Además de entregar triunfo y optimismo a la sociedad ecuatoriana, Jefferson contribuye con algo más palpable; en el año 2006 declaró más de 43.000 dólares en impuesto a la renta. Pero, qué tal si algunas personas consideran que la alegría que nos brinda Jefferson con cada triunfo y su contribución en impuesto a la renta, no son suficiente recompensa, y que por lo tanto debería hacer “una mayor contribución a la sociedad”. Eso sería justo y lograríamos una mayor y mejor redistribución de la riqueza. ¿No es así? No del todo. Si bien ansiamos un país donde haya una mayor equidad, esta puede no ser la mejor solución. Sigamos con el tema de Jefferson, y supongamos que para volver más “justa” la situación, el Gobierno o el Comité Olímpico o quién sea, decide cobrar un impuesto adicional por cada carrera ganada. Eso sería más justo… ¿Justo? ¿Para quién? Ciertamente no para Jefferson, quién posiblemente

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todavía tendría incentivos (no-monetarios) para seguir ganando carreras, pero el pago que recibiría sería mucho menor; y si el nuevo impuesto es demasiado alto es posible que ganar carreras ya no sea rentable para él, y entonces sus costos de preparación física y los gastos en que incurre para prepararse, no serían cubiertos. Y si los incentivos para seguir compitiendo desaparecen, entonces el noble objetivo del impuesto -mejorar la equidad- no se consigue. El Gobierno no recauda su impuesto, los fanáticos no se regocijan con el triunfo, y Jefferson baja su nivel competitivo. Son efectos totalmente contrarios a los esperados. En este punto, conviene eliminar los nombres. Lógicamente, este artículo no es sobre Jefferson Perez, aunque hemos tomado su nombre prestado (lo cual he hecho con todo respeto para el gran Campeón). En pocas palabras -sin etiquetas- esto es lo que hemos visto: un producto o servicio se vuelve muy valorado por los consumidores, y como hay pocos substitutos (escasez), el precio sube, lo cual implica que alguien está ganando más dinero. Para volver la situación más justa y equitativa, cobramos un nuevo impuesto a quienes han comenzado a

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ganar más, pero el efecto es el contrario al deseado porque la actividad gravada se vuelve menos rentable. Sí, es cierto, este es un caso extremo e hipotético ¿Le parece que no tiene relación con la economía actual? Veamos.

Impuesto a los colegios privados.

Pensemos en esta propuesta que se hizo por parte del Gobierno hace algunos años y que cada cierto tiempo vuelve a rondar las discusiones políticas familiares y económicas: los colegios privados deberán pagar un impuesto (se ha hablado de entre un 12% y 15%) cuando sus pensiones sean superiores a los 3000 dólares anuales. Los motivos serían, según el propio Gobierno:

A) Incentivar el uso del sistema educativo público.

B) Gravar con impuestos a aquellos colegios que ven a la educación como una actividad lucrativa.

C) Mejorar la equidad del País.

Tratemos de ir a analizando estos aspectos.

Si los incentivos para seguir compitiendo desaparecen, entonces el noble objetivo del

impuesto -mejorar la equidad- no se consigue

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A. Incentivar la educación pública: Jefferson Perez es un excelente marchista, pero admitámoslo, nos encantaría que pudiera también desempeñarse como corredor de 100 metros planos, porque es una disciplina que tiene mucha cobertura de la prensa a nivel mundial (imagine lo atractivo que sería el tener a un ecuatoriano como el “hombre más rápido del mundo”). Así que el

Gobierno decide que a partir de ahora, Jefferson no recibirá un solo dólar si se dedica a la marcha, pero cuantiosos premios si se dedica a los 100 metros planos. ¿El resultado? Perdemos un excelente marchista, y ganamos un corredor de mediano nivel (estoy especulando, pero es muy posible que Jefferson no llegue a ser nunca tan buen corredor, porque lo que él sabe hacer en forma excepcional es marchar) Incentivar a la educación pública a costa de la educación privada no es la solución. Estamos afectando a una actividad competitiva, que está contribuyendo

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en muy buena forma al desarrollo del país (aunque por supuesto también tiene deficiencias). El efecto de un mayor impuesto sobre la educación no afectará a quienes más dinero tienen, pues ellos lograrán acomodarse para pagar ese adicional porque “pueden” hacerlo. Afectará a los padres de familia de ingresos medios, que ya no tendrán la opción de optar por

educación privada. La forma de incentivar el uso de la educación pública, es mejorar el nivel de los profesores, construyendo más y mejores escuelas, reformando las mallas curriculares, y despolitizando su manejo. Así las personas, verán un cambio en la calidad de la educación pública y optarán libremente por poner a sus hijos en instituciones fiscales, no porque la educación privada se haya vuelto más cara sino porque la educación publica se volvió más competitiva. Claro, en Estados Unidos y en Europa existen

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impuestos para la educación privada, pero hay marcadas diferencias entre esos colegios públicos y los de Ecuador. No son realidades comparables…

B. Actividad lucrativa Volvemos a la pregunta de antes ¿Es justo que los colegios sean manejados como un negocio, y ganen “tanto” dinero? Si todos los colegios fueran privados, indudablemente estaríamos en un gran problema social, porque al regir un sistema de oferta y demanda, todos aquellos que no puedan pagar el costo de la matrícula quedarán relegados del mercado, lo que en este caso significa quedarse sin educación. Muy grave e inaceptable desde cualquier punto de vista. Por eso, existen colegios públicos, que deben ofrecer educación de igual calidad a la de los colegios privados pero a una fracción de su costo (incluso sin recuperar la inversión financiera, porque ahí lo que importa es la inversión social). Hay colegios en el Ecuador que cobran una pensión de más de 1000 dólares al mes. ¿Injusto? Mirémoslo de otra forma. Un niño paga al mes 30 dólares en un colegio fiscal, pero recibe la misma calidad de educación, con las mismas oportunidades que un niño de colegio privado. Si esa fuera la realidad, la persona que paga 1000 dólares, debe estar actuando en forma irracional, y sin duda, un colegio que cobre esa suma de dinero no lograría atraer niños a sus aulas porque todos

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estarían en el colegio que cobra 30 dólares. ¿Entonces cuál es el verdadero problema? ¿Lo que cobra el colegio, o el valor agregado que otorga a cambio de la pensión? Nuevamente el tema de la calidad de la educación ronda nuestra mente. Existen colegios caros porque hay gente dispuesta a pagar por ellos. Punto. Nada ganamos como sociedad limitando el negocio de los colegios privados. El propio mercado (los padres de familia) se encarga de castigar a los malos colegios, quienes no podrían mantener pensiones tan altas a menos que estén haciendo algo bien, o que no haya las alternativas suficientes que generen una sana competencia. El problema es que en muchos países es que esas alternativas no están disponibles…

C. Mejorar Equidad Volvamos a nuestro ejemplo ¿Qué implicaría tener una mayor equidad en una competencia deportiva? Posiblemente, lo que haríamos es pedir que Jefferson vaya más despacio para que los marchistas más lentos puedan alcanzarlo, y que todos lleguen a la meta tomados de la mano y felices. Sí, eso sería lo más equitativo. Pero no es lo más eficiente. Por que en ese caso, el promedio general al que corren todos ha bajado, y ciertamente, Jefferson ha sido menos productivo (y si a esto agregamos el hecho de que se ha perdido el incentivo personal de ganar la competencia y ser el “mejor”,

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vemos porqué es tan mala opción). En el caso de los colegios hay dos opciones: hacer que todos “salten hacia arriba” o que todos “salten hacia abajo”. En la segunda opción se logra una mayor equidad pero los colegios se vuelven menos eficientes. En la primera opción, los colegios privados se quedan donde están, pero los públicos elevan su nivel; puede ser que todavía haya algo de inequidad, pero la ganancia para la sociedad al tener una mejor educación es mucho más alta. Bueno, y entonces si éstas no son opciones eficientes ¿Qué podemos hacer?

Mover la partida, no la meta.

¿Qué tal si en lugar de aspirar a metas más bajas, al reducir el tamaño de la pista o al hacer que todos los corredores lleguen al mismo tiempo, les damos un empujón a quienes están más atrás, pero dejamos que el que siga marcando la pauta de la carrera sea el corredor más rápido? Eso reduce la inequidad, pero mantiene la competitividad. ¿Es

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posible? En la vida real, en el caso específico de los colegios, dar un “empujón” a los de abajo, equivaldría a dar mejores oportunidades a quienes tienen que (o quieren) optar por la educación pública. Ahí por ejemplo, se puede dar un subsidio directo para que los padres de familia elijan en qué institución les conviene educar a sus hijos. Ese subsidio sería diferente a una educación totalmente gratuita pues implica que los padres se involucren en la toma de decisión e incluso pongan una contraparte económica (cuando sea posible). Esa es una opción. Pero, finalmente volvemos a lo mismo. La forma más adecuada de reducir las injusticias y equiparar las oportunidades de los ecuatorianos es mejorar la calidad de la educación pública, y eso no se logra desmejorando la privada.

El punto de partida es más importante que la meta. No se trata de bajar a los que van arriba, sino de subir a los que van abajo. ¿No es eso más eficiente y justo a la vez?.