José I. González Faus, sj. - Cristianisme i Justicia ... · del gobierno soberano de Dios, ......

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MIEDO A JESÚS José I. González Faus, sj. AVISOS PARA NAVEGANTES ........................................................................................... 1. POR QUÉ JESÚS SEDUCE Y MOLESTA TANTO ......................................................... 1.1. Dos palabras: Abbá-Reino ............................................................................... 1.2. Dos protagonistas: enfermos y pobres-excluidos ..................................... 1.3. Dos conductas: curaciones y comidas ........................................................ 1.4. Dos actitudes: exigir al de dentro-comprender al de fuera ..................... 1.5. Dos palabras cambiadas de significado: samaritano y fariseo ............... 1.6. Dos reacciones: seguimiento y conflictividad .......................................... 1.7. Dos posibilidades: Dios es así o Jesús es un blasfemo ........................... Conclusión: la revolución en la idea de Dios ................................................... 2. LA LLAMADA A UNA FORMA INSÓLITA DE VIDA .................................................. La ortodoxia de Satanás y la verdadera gloria de Dios ................................... 2.1. El esquema éxodo-tierra prometida ................................................................ 2.2. El esquema exilio-retorno ............................................................................. 2.3. El esquema muerte-resurrección ................................................................. 3. MIEDO A JESÚS: UN DIAGNÓSTICO ........................................................................ CONCLUSIÓN: “NO TEMÁIS........................................................................................ NOTAS ................................................................................................................................ 30 25 28 21 20 19 18 18 13 15 12 11 9 8 7 5 5 3

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MIEDO A JESÚS

José I. González Faus, sj.

AVISOS PARA NAVEGANTES ...........................................................................................

1. POR QUÉ JESÚS SEDUCE Y MOLESTA TANTO .........................................................1.1. Dos palabras: Abbá-Reino ...............................................................................1.2. Dos protagonistas: enfermos y pobres-excluidos .....................................1.3. Dos conductas: curaciones y comidas ........................................................1.4. Dos actitudes: exigir al de dentro-comprender al de fuera .....................1.5. Dos palabras cambiadas de significado: samaritano y fariseo ...............1.6. Dos reacciones: seguimiento y conflictividad ..........................................1.7. Dos posibilidades: Dios es así o Jesús es un blasfemo ...........................Conclusión: la revolución en la idea de Dios ...................................................

2. LA LLAMADA A UNA FORMA INSÓLITA DE VIDA ..................................................La ortodoxia de Satanás y la verdadera gloria de Dios ...................................2.1. El esquema éxodo-tierra prometida ................................................................2.2. El esquema exilio-retorno .............................................................................2.3. El esquema muerte-resurrección .................................................................

3. MIEDO A JESÚS: UN DIAGNÓSTICO ........................................................................

CONCLUSIÓN: “NO TEMÁIS” ........................................................................................NOTAS ................................................................................................................................ 30

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José I. González Faus es responsable del Área Teológica de Cristianisme i Justícia

...Un predicador lleno de autoridad que proclama la presenciadel gobierno soberano de Dios, enseña y ejemplifica él mismo elamor desprendido a los demás, se adueña de la imaginación desus oyentes por medio de parábolas que desasosiegan la mentecon su insistente cuestionamiento de la prioridades convenciona-les, acoge en su compañía a los repudiados por la sociedad, sin

ver comprometida por ello su propia integridad, y brinda curacióny compasión a los necesitados con quienes se cruza en su cami-no... Una persona que muestra su enfado ante la dureza de cora-

zón de quienes vuelven la espalda a la verdad, alguien quedenuncia la hipocresía y advierte que la ciudad de Jerusalén será

sometida a un juicio; un hombre de frases duras (‘deja que losmuertos entierren a sus muertos’)... Pero... lo que es único en

Jesús no es su vida sino su muerte. Todos los demás fundadoresde grandes religiones murieron a una edad avanzada, rodeados

de respetuosos discípulos que se encargarían de proseguir laobra y extender el mensaje del Maestro. Jesús, por el contrario

es ejecutado en el esplendor de su vida, abandonado por sus dis-cípulos y, en apariencia, completamente fracasado

John POLKINGHORNE, Ciencia y teología; Santander, Sal Terrae,2000, pág. 149.

Este hombre ha sido puesto como señalde contradicción... y para dejar al descubierto

los razonamientos de muchos corazonesLucas 2, 34-35.

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AVISOS PARA NAVEGANTES

Hablando de la oración, Teresa de Jesús comenta varias veces latentación de «abandonar la humanidad de Cristo», por la sospecha deque ir directamente a Dios sería más perfecto. Y responde con unaespléndida reivindicación de lo humano de Jesús: «por esta puertahemos de entrar si queremos nos muestre la soberana Majestad gran-des secretos». De tal modo que si alguien cree que «esto de apartarsede lo corpóreo, bueno debe ser», sepa este tal que «no ha de entrar enesta cuenta la sacratísima humanidad de Cristo». Advierte que eso escomo «andar el alma en el aire,... que no trai arrimo». Y señala el peli-gro de una oculta falta de humildad, arguyendo que «los asnillos, paratraer la noria del agua... aun cerrados los ojos y no entendiendo lo quehacen, sacarán más agua que el hortelano con toda su diligencia»1.

Pues bien, si ésta puede ser tentación delcreyente en Jesús, no extrañará queaventuremos la sospecha de que unagran tentación del catolicismo de hoypudiera ser muy similar a ésa que de-nunciaba Teresa: hoy no sería exacta-mente abandonar la humanidad de Jesúspara ir más perfectamente hacia Dios,sino abandonarla para quedarse conuna divinidad (¡más importante y deci-siva sin duda!) pero que sería una divi-nidad sin rostro. Una divinidad sin elcontorno humano de Jesús de Nazaret,y en la que se puede proyectar entonces

una imagen humana deducida de nues-tras ideas racionales sobre la divinidad.

Con su llamativa capacidad de in-tuición, Simone Weil, recién llegada a lafe cristiana, percibía algo de eso mismocuando escribió hace ya más de sesentaaños: «actualmente ¿quién piensa enCristo como un condenado de derechocomún, excepto sus enemigos? LaIglesia ciertamente no piensa así deJesucristo y esto lleva una falsificaciónde su cruz y de la revelación de Dios enella». La divinidad de Jesús deja así deser el escándalo de un Dios “delincuen-

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te”, para pasar a ser una peana a la quese sube la Iglesia para no arrepentirse desus pecados históricos. Y por eso, con-cluye Simone: «se adora (en Cristo) lagrandeza histórica de la Iglesia»2.

Psicológicamente, resulta fácil com-prender este miedo a Jesús si recorda-mos que –como titulé un Cuaderno an-terior dedicado a Él– fue una figuraseductora y “subyugante” pero también“subversiva”3. En Jesús se produce algode lo que R. Otto escribía sobre «LoSanto»: que, a la vez, «fascina y asus-ta». Por eso dice con mucha intuición elevangelista Lucas que «este Hombre es-tá llamado a ser signo de contradicción»(2, 34).

Todo ello creo que puede mostrarsea partir de la investigación histórica yateniéndonos a lo que con más seguri-dad conocemos de Jesús. Y esta es la ra-zón del presente Cuaderno. Trataremosde presentar no una biografía ni un re-trato completo de Jesús (pretensión im-posible y hoy superada), sino unos tra-zos mínimos, garantizados por la

investigación histórica, y que son másque suficientes para pergeñar un esbo-zo de esa dialéctica entre atracción e in-comodidad, que parece un balance in-negable de la figura de Jesús, más alláde la historicidad discutible o discutidade muchos pasajes y palabras concretas.Una dialéctica –no lo olvidemos– quecoincide con la otra irreductible duali-dad de Dios que se revela como Amor,pero nos desborda por todas partes.«Dios, sí, es Padre. Pero el Padre siguesiendo... ¡Dios!» como le gusta repetir aJon Sobrino.

Esta bipolaridad acabará sirviéndo-nos para enmarcar toda una visión de lavida creyente que se resume en la dia-léctica “muerte-Vida”, pero una dialéc-tica dinámica que propone ir a la Vida através de la muerte (o con léxico pare-cido de Juan de Yepes: «no tener nadapara llegar a tenerlo Todo»). Y desde ahítrataríamos de apuntar un rápido diag-nóstico para la Iglesia de hoy.

Estas podrían ser las tres partes delpresente Cuaderno.

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1.1. Dos palabras: Abbá-ReinoEsta primera pareja es la más conocida:se trata de dos palabras de las que la crí-tica histórica puede asegurar no sólo quefueron pronunciadas por Jesús, sino quedebieron ser constantes en su lenguaje.Con ellas se verifica una doble correc-ción en la visión religiosa de Dios: an-tes que Juez o Poder o Distancia, Dioses fuente de vida, de confianza, de dig-nidad humana y de libertad. Eso es loque sugiere la alusión metafórica a lapaternidad de Dios y, además, con unapalabra aramea que no era nada habitualpara dirigirse a Él: Abbá.

El tema de la paternidad de Dios haocupado mucho espacio en la recienteteología feminista, para evitar que se letravistiera en masculinidad de Dios,dando pie a toda la teología patriarcalque hemos sufrido durante siglos. Perouna vez superado esto, y aclarado queDios no es padre ni madre en el sentidogenérico de masculino o femenino, si-gue en pie algo aún más importante. La“parentalidad”4 de Dios significa lo mis-mo que dice el Nuevo Testamento enuno de sus escritos finales: Dios esAmor. El amor es casi lo contrario delpoder. Y por eso, la definición significa

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1. POR QUÉ JESÚS SEDUCE Y MOLESTA TANTO

En la vida y la historia de Jesús aparecen unas cuantas parejas (deactitudes, de palabras, de reacciones provocadas...) que la investiga-ción histórica da hoy como científicamente garantizadas, más allá de lahistoricidad concreta de los pasajes que las encarnan. Las reduciré asiete, sin ningún afán de exhaustividad.

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que Dios (el «omnipotente» como nosgusta decir a nosotros), no tiene más po-der que el del amor.

Esto tiene aspectos de buena noticia,pero es una buena noticia que asusta. Yda miedo sobre todo a las personas cons-tituidas en poder. El poder es una nece-sidad inevitable de nuestra pluralidad ynuestro carácter social, que sólo se jus-tificará por el bien mayor de la sociedad.Pero de ningún modo es una transparen-cia de Dios. Y sin embargo, será tenta-ción constante de las personas que ocu-pan la difícil tarea del poder, justificarseno por el bien de sus súbditos (que po-cas veces consiguen) sino por su ser “unpoco como Dios”, a quien prefieren de-finir como Poder. Desgraciadamente, noes preciso aclarar que en la historia de laIglesia (y de todas las sociedades), la au-toridad eclesiástica ha caído constante-mente en esta tentación, agarrándose«como botín» (Fil 2,6) a la definición deDios como Poder, y oscureciendo la re-velación de Dios a través de Jesús. Poreso Jesús les da miedo.

Pero no se trata sólo de eso: precisa-mente por el significado que acabamosde darle, la parentalidad de Dios no pue-de separarse –y Jesús nunca la separó–del resumen de su anuncio: lo que Jesúsllamaba el «reinado de Dios» (el reina-do del Amor), que da una dimensión so-cial, comunitaria, universal y «terrenal»5

a la filiación divina de cada ser humano.Por eso Mateo añade el calificativo«nuestro» a la invocación de Dios como«Padre»: no se puede ser hijo de Dios sinser hermano de todos. Para que podamosser de veras «hijos del Padre» hay queamar a todos, incluso a los enemigos(personales pero, sobre todo, grupales):

porque el Padre hace llover y salir el solsobre buenos y malos, sobre justos e in-justos (Mt 5,45). Y toda religiosidad quese quede con el primer miembro de la pa-reja marginando al segundo, y que seapropie individualmente de la paterni-dad de Dios, no es una religiosidad cris-tiana aunque llame Dios a Cristo. Comodecía Juan de Ávila: si no hay nuestro,no hay Padre.

Esta enseñanza la traspiran constan-temente los evangelios: no hay «primermandamiento» (de amor a Dios) sin elsegundo (de amor al otro), que adquiereasí unas dimensiones teologales y no só-lo éticas. En cambio, al cristianismo his-tórico le ha resultado más fácil rebajar elsegundo mandamiento al nivel de las de-ducciones éticas derivadas, y acusandoasí de “reduccionismo ético” y olvido delo religioso, a todo aquel que trataba derecuperar la dimensión teologal delamor al hermano6. Se olvidaba aquellaanécdota que cuenta la tradición sobre elapóstol Juan cuando, al pedirle que ha-blara de Jesús y de su experiencia, repe-tía siempre: «amaos unos a otros»; y an-te las quejas de los oyentes de quesiempre les decía lo mismo, contestabael Apóstol: «es que ahí está todo».

La paternidad de Dios se convierteasí en una magnífica noticia, pero tam-bién en una tremenda exigencia. Puesbasta con echar una mirada a nuestro al-rededor para percibir hasta qué puntonuestro mundo es un mundo antifrater-no, por más apelaciones que hagamos ennuestros lenguajes al amor o la solidari-dad. Y si añadimos que esa fraternidadera para Jesús posible («el Reino estácerca»), nos vemos obligados a recono-cer que, en este mundo nuestro, el “nom-

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bre” paterno de Dios no es glorificado(“santificado”) para nada, por más cultoque tratemos de darle al margen de lafraternidad. Por eso Jesús molesta y damiedo. Y quizás más miedo a los que di-cen creer en Dios...

Puede ser bueno añadir que, sólo eneste contexto del Reino que pugna poracercarse, se entiende bien la denomi-nación de la Iglesia como pueblo deDios recuperada por el Vaticano II: elpueblo de Dios está en estrecha rela-ción con el Reino de Dios. Nace por-que el retraso de la llegada definitivadel Reino (como se esperó tras laResurrección de Jesús) pide la presen-cia en la historia de una comunidadque sepa escrutar los latidos del Reinoen el mundo, y viva para servir a esacausa. Porque la Promesa todavía nose ha cumplido definitivamente (y enesto pueden coincidir el judío y el cris-tiano), pero sí se ha universalizado.

1.2. Dos protagonistas: enfermos ypobres-excluidos

Los evangelios están llenos de enfermos,muchos de los cuales eran marginadossociales, debido precisamente a su en-fermedad: ciegos, cojos, sordos, paralí-ticos, leprosos... enfermedades muy típi-cas de su época y su entorno. Tambiénestán llenos los evangelios de una seriede figuras de la clase más baja: prostitu-tas, recaudadores, mujeres, pobres... yun sin fin de gente que hoy llamaríamos«don nadie» (nepios en el término grie-go más habitual)7. Estos son sus dos pro-tagonistas en sentido grupal, sin que ellosea óbice para que Jesús tuviera trato y

amistad personal con gentes de la lla-mada “buena sociedad”.

Más allá de la historicidad de cadaescena concreta, este balance de prota-gonistas resiste perfectamente a la críti-ca histórica. También es innegable queJesús, mirado desde la religiosidad judía,contrajo muchas veces “impureza” porel trato con aquellas gentes. Se dejó to-car por ellos, tomó la decisión de ir a ca-sa de un pagano... Y esa impureza no pa-recía afectarle demasiado.

la radical parcialidad de Jesúshacia los excluidos

de la sociedades otro de esos

rasgos suyos innegables que,a la vez, seducen y asustan

La radical parcialidad de Jesús hacialos excluidos de la sociedad es otro deesos rasgos suyos innegables que, a lavez, seducen y asustan. Basta de ello unúnico ejemplo que me parece el más sig-nificativo y procede de labios de Jesús:las bienaventuranzas. Según los histo-riadores tienen más garantías de histori-cidad las de Lucas que las de Mateo.Pues bien: cuando Jesús dice bienaven-turados... no está queriendo decir que selo pasan bien o que son felices de acuer-do a nuestros cánones materialistas debienestar. Sabe de sobra que pobres,hambrientos, perseguidos y dolientes noson felices en ese sentido. Pero paraJesús el meollo de la felicidad es el fa-vor de Dios. La bienaventuranzas de

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Lucas significan sencillamente esto:Dichosos los pobres porque Dios es deellos. De ahí que les sigan esas cuatro te-rribles malaventuranzas: ay de vosotroslos ricos etc. etc. Y esto es así porque,también para Jesús, «es imposible servira Dios y a la riqueza privada»8. Es degran interés estudiar los mil escudos, co-razas y otras defensas que, a lo largo dela historia, hemos ido tejiendo los cris-tianos para defendernos de Jesús en es-te punto.

Resumiendo pues: Dios no es sólouna figura maternal (o paterna) sino quees además «amor asimétrico»9. Comoreza una de las mejores plegarias de laliturgia católica, su amor es manifiesto atodos, pero más intensamente a los po-bres y oprimidos. Lo cual no nos es fá-cil de aceptar a quienes tendemos a cre-ernos sus privilegiados.

1.3. Dos conductas: curaciones ycomidasSe puede discutir la historicidad de casicada uno de los relatos milagrosos deJesús; pero la crítica histórica se consi-dera autorizada para garantizar queJesús realizó frecuentes curaciones,prescindiendo ahora de qué dimensión“sobrenatural” tuvieran aquellos actos10.

Podrá parecer incomprensible quelas curaciones provoquen miedo o con-flictividad, a menos que tengamos encuenta todo su contexto: aparte de queJesús no cobraba por ellas como los ma-gos de la antigüedad, muchas de sus cu-raciones «violaban directamente las nor-mas judías... de segregación. Curaba ensábado desafiando así la vieja ley queprohibía trabajar el día del descanso de

Dios», y dando así al enfermo todo elprotagonismo de la escena en lugar dedárselo al taumaturgo. De este modo«declaraba el perdón de los pecados quehabrían podido causar la enfermedadque él mismo sanaba» (cf. Mc 2,1-2).Innecesariamente, y devaluando la cura-ción, los evangelistas repiten que «cura-ba a personas que estaban en los mismoslímites de las normas de la piedad judíaa causa de sus ocupaciones, de su raza,de su lugar de residencia de sus circuns-tancias rituales»11 (hijos del centurión ode la cananea, endemoniado de Gerasa,mujer con flujo de sangre...).

La crítica histórica parece confirmarque los relatos evangélicos más primiti-vos de curación no presentan «pruebaspara legitimar a su autor», sino «acogi-das que hacen visible una enseñanza» (laacogida de Dios). Los relatos más tardí-os van pasando de esta segunda concep-ción a la primera aunque, naturalmente,ambas concepciones no son contradicto-rias y, a la larga, la segunda puede vol-verse más digna de crédito que la pri-mera. Prescindiendo de la cuestión de suhistoricidad, parece seguro que la fraseque cierra el episodio de Gerasa: «co-menzaron a pedirle que se ausentase desus confines» (Mc 5,17), tiene un senti-do simbólico, insinuando una discretaexpulsión de Jesús. Y esta reacción encontra sería aún más significativa si elendemoniado simbolizaba a los roma-nos, tal como sugiere la respuesta de quesu nombre era «legión». Una liberacióna tal precio podía gustar pero daba mie-do.

También las comidas de Jesús, enmarcado contraste con la práctica de losbanquetes casi públicos de la sociedad

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judía de su tiempo, tienen lugar con gen-tes “de mal vivir”. Cuando a Jesús se letacha de «comedor y bebedor» no es porel hecho del comer o beber, sino porquelo hace con «publicanos y pecadores»12.La rabia que esto generaba es, precisa-mente, la que parece dar lugar a las lla-madas «parábolas de misericordia» (cf.Lc 15,1). Y para acabarlo de arreglarJesús hace de sus curaciones una «señalde que está llegando a vosotros el Reinode Dios» (Mt 12,28), y habla de eseReino como una comida donde van asentarse muchos excluidos (Mt 22, 1ss).

1.4. Dos actitudes: exigir al dedentro-comprender al de fuera

La crítica histórica ha discutido muchosobre el judaísmo de Jesús. La llamada“tercera búsqueda” ha insistido con ra-zón en el profundo judaísmo delNazareno, contra algunas afirmacionesde las etapas anteriores que pusieronmucho más acento en la distancia deJesús frente al judaísmo13.

Puede ser que la clave de armoníaentre estas dos posturas se encuentre enla doble actitud que intitula este aparta-do: Jesús fue profundamente judío, y si-gue siendo la mayor maravilla y la ma-yor riqueza del judaísmo. Pero resultó ala vez muy conflictivo, al menos para eljudaísmo de su tiempo. Y resultó asíporque, para Él, ser judío no implicabaun privilegio eximente, sino una exi-gencia mayor.

Veamos rápidamente algunos ejem-plos que parecen innegables por su cons-tante aparición, más allá de lo que que-pa opinar sobre cada escena concreta:

Como he comentado otras veces,Jesús demandaba a sus oyentes muchafe, y criticaba, a veces con dureza, la po-ca fe (“oligopistis”) de los suyos, sobretodo de los más cercanos a Él. Pues bien:sólo hay dos pasajes en los evangelios enque Jesús alaba admirado la fe de al-guien: y se trata de dos personas no ju-días (el centurión romano y la mujer ca-nanea).

Por si fuera poco, es relativamentefrecuente en los evangelios la afirma-ción de que vendrán muchos de Orientey Occidente y se sentarán a la mesa conlos hijos de Abrahán, Isaac y Jacob,mientras lo hijos del Reino se quedaránfuera. ¿Cómo no iba a resultar conflicti-va esa enseñanza? Pero por otro lado,con esa actitud no hace Jesús más queaplicar a los de fuera de Israel, la mismanorma que estaba aplicando al interiorde su pueblo, cuando decía que «los re-caudadores y las prostitutas se os ade-lantarán en el reino de los cielos». Si ha-bía dos colectivos despreciados eranesos dos (y nuestra sociedad modernaaún conserva reflejos de esa valoración).Y encima Jesús habla genéricamente(los... las...) no haciendo una excepcióncon algún caso particular. No es de ex-trañar la reacción que a veces se insinúaentre los oyentes: entonces ¿para qué sir-ve o qué utilidad tiene... (eso de ser bue-no)?

Un nuevo ejemplo lo tenemos en laescena de la sinagoga que según Lucas4, inaugura la vida pública de Jesús. Enun pueblo pequeño y desconocido, no esdifícil imaginar la expectativa que pre-supone la escena: alguien del pueblo queha conquistado una fama rápida, llegaahora a casa y todos esperan ver de cer-

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ca y multiplicadas las maravillas que hanoído de él. Jesús toma el rollo de Isaías,se aplica a sí mismo la unción por elEspíritu de que hablaba el profeta y, des-de ahí, declara solemnemente que no havenido a inflar los egos de nadie, sino asanar enfermos, liberar oprimidos y daruna buena noticia a los pobres... Se adi-vina una primera decepción pero aún to-lerable. Pero Jesús remacha el clavo: es-to no se va a hacer proclamando ningún“día de venganza” sino un auténtico“año de gracia”. Nueva provocación. Yahora sí que se expresa ya en voz alta elmalestar del pueblo14. Y encima Jesús re-macha el clavo con alusiones a que, enla misma tradición judía, cuando habíamuchas viudas y leprosos en Israel, lapalabra sanadora de Dios no fue envia-da a ninguno de ellos sino a gente de fue-ra. La reacción de intentar apedrearlo noresulta sino demasiado comprensible...15

Y sin embargo Jesús fue profunda-mente judío. En las palabras suyas quelos evangelios transmiten no es difícilencontrar alusiones (explícitas a veces,pero muchas más implícitas) a senti-mientos y puntos de vista del PrimerTestamento: a los salmos y a los profe-tas sobre todo. Una muestra de esas raí-ces judías la sugiere también el pasaje dela mujer cananea, antes aludido, dondeparece tener bastantes garantías históri-cas la extraña respuesta de Jesús: «sólohe sido enviado a las ovejas perdidas dela casa de Israel» y «no está bien tomarel pan de los hijos para dárselo a los pe-rros». Una iglesia que estaba predican-do precisamente a los paganos, no se ha-bría atrevido por su cuenta a poner esaspalabras escandalosas en labios de Jesús,porque contradecían lo que ella misma

estaba haciendo. Pero lo sorprendente esque, desde ese mismo judaísmo, Jesússabe que la fe es lo que da vida al justoy que Dios es Padre de todos los hom-bres. Por eso reconoce la razón de la mu-jer y se deja corregir por ella.

Sólo un hombre profundamente ju-dío lloraría sobre Jerusalén como nos di-cen que lloró Jesús. Lo sorprendente,otra vez, es que ese llanto no se refiere(como tantas veces en el PrimerTestamento) a las victorias de los impe-rios sobre el pueblo de Dios, sino a lasincoherencias de ese mismo pueblo quemata a sus profetas y apedrea a los queDios le envía... Sólo en labios de alguienprofundamente judío podía haber pues-to el evangelista Mateo la doble evoca-ción del profeta Oseas: «andad y apren-ded lo que significa ‘quieromisericordia y no culto’»16. Sólo de unhombre profundamente judío podría es-cribirse hoy: «es innegable que Jesús re-accionó frente al Templo y la jerarquíasacerdotal con un sentimiento de dolory de protesta»17.

Y es que esa conflictividad de Jesússe apoyaba en definitiva en algo profun-damente judío: la noción de “elecciónde Dios” que, entendida bíblicamente,nunca es privilegio para uno mismo y“destino manifiesto”, sino gratuidad,servicio y universalidad: llamada paralos demás18. Eso desborda la discusiónsobre el judaísmo de Jesús y su conflic-to con el Israel de su tiempo. Se trata enrealidad de una actitud religiosa y hu-mana que invierte todos nuestros posi-cionamiento iniciales: alegrarse con lobueno de los demás y no cerrar los ojosa lo que debe ser corregido en nosotros,en lugar de esa autocomplacencia y des-

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precio hacia lo otro que, de entrada, noscaracteriza a todos.

Otra vez: muy atractivo humana-mente, pero muy molesto, casi casi irri-tante. Y más irritante, sobre todo, paralas instituciones eclesiásticas. Por esoJesús seduce y da miedo a la vez.

1.5. Dos palabras cambiadas designificado: samaritano y fariseoSe comprende así un efecto inesperadoque ha dejado Jesús en la historia, másen concreto, en el lenguaje humano. Lasdos palabras que en el judaísmo de suépoca tenían un significado más positi-vo (fariseo) y más negativo (samaritano)han cambiado de significado para nos-otros a partir de Él. Fariseo ha pasado aser una de las mayores desautorizacio-nes que pueden hacerse en el mundo re-ligioso. Y samaritano uno de los mássuaves elogios que caben en la órbita delo humano.

La inversión semántica de la palabra“samaritano” parece derivar de la pará-bola de Jesús (Lc 10) de cuya autentici-dad es difícil dudar. Hoy se ha habladoincluso de una “iglesia samaritana” paraaludir no a la ruptura entre Israel y elcristianismo sino a una Iglesia que en-carnara la figura presentada en la pará-bola de Jesús. Pero en aquella época el“samaritano” era el hereje que simboli-zaba todo lo que aquel pueblo y su reli-gión más podían denostar. Por eso dijeotra vez que si Jesús siguiera contandoesa parábola a lo largo de la historia, iríacambiando a su protagonista: en los añosde mi infancia franquista, sus personajespodrían haber sido un obispo, un cura yun “protestante”. Treinta años después

quizá habría hablado Jesús de un cura,un teólogo y un “comunista”. Y hoy nosería extraño que se nos descolgase conalguna parábola “del buen musulmán”...

Lo de los fariseos es un poco máscomplicado. La crítica histórica sospe-cha hoy que muchas veces que en losevangelios aparecen los fariseos enfren-tados a Jesús, los evangelistas eligieronese término como sinónimo de judío,porque, tras la destrucción de Jerusalén,era lo único que había sobrevivido deljudaísmo. Pero, en realidad, los verda-deros enemigos de Jesús no fueron tan-to los fariseos cuanto los saduceos19.

la crítica a los fariseosno es simplemente

la desautorización deuna facción de aquella época

sino una críticade la religiosidad humana

Los fariseos eran una de las faccio-nes más respetadas y tenidas por másejemplares en el Israel de Jesús. Quizáfue ésta la causa de su degeneración:pues nadie puede permanecer muchotiempo “en las alturas” de la estimaciónsin acabar “creyéndoselo” y valorandomás esa estima que las conductas que lahabían producido. De hecho, en muchasfrases de los evangelios la dura crítica alos fariseos va unida a la palabra “hipó-critas” que sólo aparece en labios deJesús y parece ser original de él. El hi-pócrita en griego viene del mundo del te-atro, y designa a aquel que “representa

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un papel”20. La vida y la misión de talesactores consiste en ser el personaje queencarnan en el ámbito público, más alláde lo que puedan ser en su interior. Ymu-chas de las acusaciones puestas en labiosde Jesús (limpiar sólo lo exterior de lacopa, ser como sepulcros blanquea-dos...) van en esa misma línea. La pala-bra fariseo pasa a ser entonces como unemblema de todo lo que puede decirsecontra una religiosidad deteriorada21.

Por tanto, la crítica a los fariseos noes simplemente la desautorización deuna facción de aquella época sino unacrítica de la religiosidad humana, por elenorme peligro que la amenaza siempre:hacer de Dios y del Absoluto una pose-sión propia para absolutizarse a sí mis-mo despreciando a los demás. Lucas, poreso, no deja de notar que Jesús contó laparábola del fariseo y el publicano con-tra algunos que «se sienten persuadidosde su bondad y desprecian a los demás»(18,9).

un elemento indispensablepara conocer a Jesús

es el seguirle.Y una condicióndel seguimientoes empobrecerse

1.6. Dos reacciones: seguimientoy conflictividad

Ante todas las parejas anteriores, pareceque sólo caben dos reacciones. Y algo de

eso, aunque con más complejidad es loque parece haber sucedido histórica-mente.

Jesús desató un movimiento de se-guidores que acabaron dando la vida porél y también implantando en el mundouna revolución que no parecía llamadaa triunfar, dada la ignorancia y el nivelsocial de sus primeros seguidores. Perodesató también una hostilidad que fuecreciendo vertiginosamente hasta qui-tarle de en medio de la manera más hu-millante y violenta posible.

Una rápida palabra sobre cada unade estas reacciones:

a) Parece históricamente innegableque esta segunda reacción estuvo lidera-da por los poderes religiosos de su épo-ca (sumos sacerdotes y sanedrín) junto ala clase social más alta, que no vacilaronen buscar la ayuda del poder político delimperio romano. Y también parece his-tóricamente cierto que los primeros queJesús llamó eran en su mayoría gentesencilla: pescadores que vivían de lo quedaba su barca, quizás un esenio, quizásun publicano, quizás alguien de sensibi-lidad celota... más algunas mujeres, a ve-ces familiares de los anteriores y otras deextracción más alta (aunque su “indigni-dad social” de mujeres compensara esteorigen).

Este rasgo creo que no merece ma-yor análisis. Si convenía citarlo era por-que, más tarde, la mejor teología (ya nojesulogía) ha ido estableciendo comoprincipio fundamental que un elementoindispensable para conocer a Jesús es elseguirle. Y la historia parece remitirnosa que una condición del seguimiento esempobrecerse: más allá de su historici-

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dad concreta algo significa la acumula-ción de frases como éstas: vende lo quetienes, dalo a los pobres y luego sígue-me. Las aves del cielo tienen nido y laszorras madriguera, pero el hijo delHombre no tiene donde reclinar la cabe-za; y otras semejantes, dichas precisa-mente en escenas de seguimiento.

b) Respecto a la conflictividad, aménde que resulte históricamente muy com-prensible, si encuadramos a Jesús en sutiempo y su marco histórico, sin preten-der acercarnos a Él sacándolo de esemarco, resulta también un dato muy pe-dagógico para hacer comprensible el te-ma de este Cuaderno: Jesús da miedo.Por seductor que sea. Da miedo a los ri-cos (Mc 10), da miedo a mucha «gentebien» (Lc 7, 12,15), y da miedo sobre to-do a las autoridades religiosas: no porser judías, sino por ser religiosas.

Desde aquí se puede comprender quebuena parte del antisemitismo presenteen la historia de la Iglesia ha sido un des-vío hábil para descargar sobre un deter-minado pueblo que ya no existía organi-zado sino en diáspora y sin poderesestablecidos, la interpelación que supo-ne Jesús para los suyos y para todo po-der de tipo religioso22.

Un desvío facilitado por el interés delos evangelistas en dejar más en la som-bra la culpa del imperio romano, dadoque allí se estaba predicando el cristia-nismo naciente.

La crítica histórica considera esto co-mo casi cierto, y es fácil presentirlo com-parando simplemente la pasión deMateo (escrita para una comunidad ju-día) con la del griego Lucas.

7. Dos posibilidades: Dios es así oJesús es un blasfemoDe todas las parejas vistas, se deduceque, tras el paso de Jesús por nuestra his-toria caben ante Él dos posturas en elámbito creyente. Fuera de la fe se podráconcluir, como Herodes y Pilatos, queera un loco o un peligro político o unode tantos fracasados bienintencionadosde la historia humana. Pero en el ámbi-to creyente, la pregunta y el dilema quenos deja Jesús es otro: ¿era un blasfemoimperdonable o era la revelación mismade Dios? De modo que si Jesús era así,es porque revelaba a Dios y revelaba queDios es un Dios de los pobres y que seescapa a todo intento de codificarlo reli-giosamente.

toda la revelación de Dios escomo una lucha con el hombre,

para que éste le acepteallí donde Diosquiere revelarse:

en lo último y en lo escondido

En efecto, toda la revelación de Dioses una especie de lucha con el hombre,para que éste le acepte allí donde Diosquiere revelarse: en lo último y en lo es-condido, desde lo último y entre los úl-timos. Una preciosa frase de la tradiciónignaciana explica que lo propio de Dioses que lo más grande que haya no pue-de contenerlo, mientras que cabe en lomás pequeño23. Esta frase traduce conprecisión y acierto lo desconcertante dela revelación de Dios en Jesús. Mil de-

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talles de la narración evangélica, desdeel pesebre hasta la cruz, señalarían en esadirección como ahora mismo veremos.

Pero, a pesar de esa revelación, el serhumano sigue buscando a Dios en aque-llo que es lo primero, lo más grande, des-lumbrante y avasallador. Dios se revelaen el amor y el hombre se empeña enbuscarle en el poder. Poner al día nues-tra fe ha de comenzar por aceptar estotan difícil «tan absurdo para unos y tanescandaloso para otros» (cf. 1 Cor 1,18).Porque, si confesamos a Jesús como larevelación (“La Palabra”) máxima deDios, ¿que nos dicen los evangelios so-bre la Palabra de Dios hecha carne?Basten unas pinceladas rápidas.

– No tuvo un linaje “inmaculado”(en su genealogía, tal como la cuentaMateo, hay dos prostitutas y un adulte-rio). Nació de una manera sospechosa:“de padre desconocido” diríamos hoy.Eso será leído luego, desde la fe enJesús, como “nacimiento virginal”. Perolos de fuera no lo leyeron así: los judíosle acusan una vez diciéndole «nosotrosno somos hijos bastardos» –Jn 8,41–; yMarcos comenta ingenuamente en su ca-pítulo 6 cómo le llamaban «el hijo deMaría» cuando, entre los judíos, sólo sedesignaba a alguien por el nombre de lamadre cuando no se conocía al padre.Pero sigamos con Jesús.

– Vino al mundo en un establo por-que no había otro lugar para Él. Se acer-caron a él gentes de dos gremios des-preciados: los pastores no eran esasfiguritas edulcoradas de nuestros bele-nes sino una de las profesiones más des-preciadas. Y los “magos” que, ademásde ser extranjeros y paganos, tenían un

oficio que Israel castigaba incluso con lamuerte. Nosotros les hemos llamado“reyes” para disimular, pero eso no lo di-ce el evangelio: con ello estamos di-ciendo sin querer que recibiremos a Diossi viene a nosotros como un jeque árabeo como un Gadaffi con su séquito; perono si viene en una patera...

– Vive la mayor parte de su vida enun pueblo miserable y desconocido, delque las gentes del entorno comentabanque no podía salir nada bueno (Jn 1,46).Comienza su vida activa en la fila de lospecadores, alineado como uno más jun-to a ellos para ser bautizado por Juan.Muy desde el principio nos dirá Marcosque hubo tres reacciones frente a Él: elpueblo sencillo le seguía y llenaba su ca-sa; “los suyos” venían a recogerlo por-que creían que estaba loco; y los sabiosy letrados dictaminan que está endemo-niado y que esta es la explicación deléxito que comienza a tener (Mc 3, 21-22). Más tarde, incluso ese mismo pue-blo le irá dejando porque no le busca aÉl en realidad, sino las ventajas inme-diatas que de él puede sacar (Jn 6,26);entonces se le desautoriza como «amigode pecadores y prostitutas» (cf. Mt11,9).

– Al final, los mismos “representan-tes de Dios”, los sentados en la cátedrade Moisés, le declaran blasfemo, y losrepresentantes de la civilización y de lapaz romana le declaran terrorista.«Aquel impostor» (Mt 27,63) lo definenlos representantes oficiales de la ley deDios ante el poder político. Y por esomuere violentamente, a mano de los po-deres políticos y religiosos, con la máshumillante de las muertes conocidas en-tonces y «fuera de la ciudad»24.

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Son demasiados rasgos, que trazanun perfil inconfundible. Por eso es tanraro que poco después se creyera en Élcomo ¡la revelación de Dios! Y que se lesiguiera con una radicalidad tal que fuecapaz de superar la oposición de los tresgrandes poderes de la época: el políticodel imperio romano, el religioso del sa-nedrín judío y el cultural de la sabiduríagriega. Raro es que así se creyera enton-ces, y aún más raro que así sigan cre-yendo muchos, todavía hoy. Lo único“comprensible”, en todo caso, es que ta-maño escándalo tratemos de adulterarlonosotros vistiéndole de rey, y proyectan-do sobre Él nuestra falsa idea de Dios,en lugar de dejar que se revele en Él eseDios a quien no esperábamos... Porquesi no, ¿a dónde nos lleva semejante re-velación de Dios?

Conclusión: la revolución en laidea de Dios¿A donde puede llevarnos? Pues a cons-tatar que, decididamente, Dios «no es delos nuestros». Recordemos lo dicho enel apartado 3 sobre las bienaventuranzasde Lucas. Mateo, al inicio de su sermóndel monte nos viene a decir que, quienesno estamos en situación de exclusión,sólo tenemos un camino de acercarnos aDios: la misericordia, el hambre de jus-ticia y la opción radical por los pobres,que pueden acarrearnos también la per-secución. Este es el sentido de las bien-aventuranzas de Mateo, como he expli-cado en otros lugares. Pero nosotrospreferimos refutar a Jesús con el argu-mento racional de que “Dios es de to-dos”, fruto de una razón abstracta queJesús tampoco negaría, pero que desco-

noce la verdad de nuestra situación con-creta.

Luego pensamos que el problema delrechazo de Dios es cosa sólo de los ate-os socialistas y demás. No nos damoscuenta de que, a lo mejor, quienes pre-sumimos de «dejarle predicar en nues-tras casas y sentarle a nuestras mesas»(Lc 13,26), lo estamos rechazando tantocomo los que no creen en Él. San Juanno pudo decirlo más claramente: no só-lo que el mundo no le conoció, sino tam-bién que “los suyos” no le recibieron(1,10.11).

ahí está la gloria de Dios:en Su solidaridad increíble

con lo menos aparentey lo más despreciado

de la condición humana

Y Dios no es de los nuestros, por al-go que expresaron muy gráficamente losprimeros creyentes, mirando a Jesús: notomó su divinidad como una razón parala propia dignidad, un fundamento parael propio poder y una riqueza para el pro-pio provecho, al contrario, renunció aella para presentarse con figura de es-clavo y como un hombre cualquiera (Fil2, 7ss). Por eso, aunque era el Hijo,aprendió en la dureza de su vida, lo másdifícil de la condición humana (cf. Heb5,8). Pero precisamente en ese hecho deque la comunicación de Dios se hicierafragilidad humana (“carne” en los tér-minos semitas de la época), precisamen-te ahí «hemos visto la Gloria» de Dios

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(Jn 1,14). Ahí está la gloria de Dios: noen nuestro incienso, nuestras sedas,nuestras capas pontificias de armiño ynuestras músicas (por bellas que puedanser), ni mucho menos en que los llama-dos “príncipes de la Iglesia” se revistancon lencería femenina, sino en Su soli-daridad increíble con lo menos aparentey lo más despreciado de la condición hu-mana.

De todo eso, los primeros testigos dela fe sacaron dos conclusiones que nos-otros también procuramos olvidar.

a) La primera es que “a Dios nadiele ha visto nunca”. Ni le puede ver ni co-nocer. El único modo de acercarse a Éles “un relato” (Jn 1,18), y el intento deque nuestras vidas reflejen ese relato. Yese relato es el de la vida de Jesús: el dela trayectoria de anonimato, ultimidad ydesprecio que evocábamos al comienzode estas líneas. Los cristianos hemos ol-vidado que, con frecuencia, un buen re-lato nos hace pensar mucho más que unaespléndida arquitectura conceptual.

b) La segunda conclusión fue que,porque a Dios nadie le ha visto nunca,todo aquel que pretende amarle y cono-cerle, y que habla de Él al margen de eserelato, es un mentiroso. Y que lo únicoque nos cabe hacer para entenderle unpoco y acercarnos algo a Él, es dar de co-mer al que tiene hambre y de beber alque tiene sed, vestir al desnudo, visitar yaliviar al enfermo y al preso, acoger alforastero... (Mt 25,31 ss). Por supuesto,no para sentirnos así mejores que los de-más y superiores a ellos, sino para que,al acercarnos a todos esos pobres de latierra, pueda nacer en ellos una sonrisay se abra un camino para que salga lamejor dimensión de ellos mismos. Para

eso, y porque ese es el único modo depaladearlo un poco, nos dijeron los pri-meros testigos que se nos ha revelado:«la ternura de Dios y su amor a los sereshumanos» (Tito 3.4).

«Vos sos un Dios de los pobres» can-taba la misa nicaragüense. «Señor de to-da la historia que acompaña a nuestropueblo que vive en nuestra lucha», en-tona el Sanctus de la misa salvadoreña...Nosotros procuramos apartar de ahínuestra vista y darle otro culto: ofrecer-le incienso y oro y ropas bordadas y ca-tedrales lujosas... y todo eso que sólo se-rá útil si en algún momento nos ayuda acomprender lo anterior. Pero que resultaridículo si con ello pretendemos ganar-nos a Dios, porque entonces, Dios nosrepetirá lo que no se ha cansado de re-petir a lo largo de toda la revelación bí-blica: no necesito esas ofrendas vuestras,me río de ellas; lo único que os pido esun corazón lo suficientemente puro co-mo para estremecerse ante mi Palabra ytratar de llevarla a la práctica en el mo-desto relato de vuestras vidas.

Y esto se puede proclamar en un parde páginas. Pero sólo se llega a aprenderdesde una cercanía larga y paciente conaquellos que la primera tradición habíallamado “Vicarios de Cristo” y que fue-ron los pobres mucho antes que los pa-pas. Es un proceso oscuro y cansado co-mo una noche de los místicos. Pero,como esas noches, es «amable, más quela alborada» de nuestros esplendorescúlticos. Al final del proceso comienzauno a entender eso que se dice de que“los pobres nos evangelizan”. No por-que sean más santos y mejores: son másbien los únicos que tienen derecho a sermalolientes y maleducados. Pero sí por-

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que el servicio a ellos es casi lo únicoque puede cambiar nuestro corazón depiedra en corazón de carne; y la evange-lización es en buena parte un anuncio deque ese cambio es posible.

Lo quieran o no lo quieran todos esosque creen estar con Dios precisamenteporque no están con los últimos: éstosson el primer lugar teológico. Y si algonecesita urgentemente la Iglesia de Diosno son doctores en derecho canónico(que tampoco hacen demasiada falta), nisiquiera doctores en teología (por muchafalta que hagan), sino aquellos que po-dríamos llamar “doctores en pauperolo-gía”. Un doctorado que no conceden lasuniversidades romanas ni extranjeras.Pero, en mi modesta opinión, Dios nosregaló a lo largo del siglo XX con una le-gión de doctores titulados en esa escue-la de las víctimas y de los últimos. Lamayoría católicos, pero también variosde fuera de la Iglesia (Maria Skobtsov enla iglesia ortodoxa; o Etty Hillesum ySimone Weil). Varios de ellos ademásmártires: quizá no mártires “canónicos”pero sin duda mártires “cristológicos”.También, como Jesús, poco reconocidoshasta el momento. Pero todos ellos, co-mo Jesús, reflejados en estas palabrasatribuidas a otro santo, ya aceptado y ca-nonizado por la Iglesia, tras una vida debastante conflicto con ella (Vicente dePaúl):

Pronto te darás cuenta de lo pesado quees llevar la caridad. Mucho más quecargar con el jarro de sopa y con la ces-ta llena... Pero conservarás tu dulzuray tu sonrisa. No consiste todo en dis-tribuir la sopa y el pan. Eso tambiénpueden hacerlo los ricos. Tú eres la in-

significante sierva de los pobres, la“hija” de la caridad siempre sonrientey de buen humor. Ellos son tus amos.Terriblemente susceptibles y exigen-tes, ya lo verás. Pero tanto, cuanto másrepugnantes sean y más sucios estén,cuanto más injustos y groseros sean,tanto más deberás darles tu amor. Sólopor tu amor, por tu amor únicamente,te perdonarán los pobres el pan que túles das.

No son palabras ingenuas. Y debe-mos añadir que, una vez aceptadas, tam-bién en esa casa del Padre que es la ca-sa de los pobres “hay muchas moradas”y muchos carismas. Decisivo no es quetodos estén y actúen ahí, sino que todosactúen siempre desde ahí. Entonces secompletarán esas palabras con estasotras de uno de los grandes teólogos delpasado siglo: «Si yo fallo en la justicia yen el amor, me aparto de Ti infalible-mente, Dios mío, y mi culto es mera ido-latría. Para creer en Ti, he de creer en lajusticia y en el amor. Es mil veces mejorcreer en ellas que pronunciar Tu nombrecon mis labios. Sin ellas es imposible en-contrarte a Ti, y los que las viven andanpor el camino que lleva a Ti» (H. DeLubac). Porque la falta de la justicia ydel amor son las que acaban siempreconstruyendo un mundo que, por milgrandezas deslumbrantes que tenga, esun mundo repleto de víctimas, de pobresy de excluidos que sustentan toda la“grandeza” del resto.

¡Qué fácil resulta, a la luz de lo di-cho, rezar sencilla y sinceramente aque-llo de: «Señor, ten piedad de nosotros.Porque hemos pecado contra Ti»!

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La ortodoxia de Satanás y laverdadera gloria de Dios

Pero el evangelista Mateo ha queridodar a sus lectores una lección muy im-portante sobre la ortodoxia creyente:con formulaciones muy ortodoxas sepuede estar falsificando a Dios porque«tus miras no son las de Dios sino las delos hombres» (Mt 16, 24). Y es que loque está verdaderamente en juego en ladivinidad de Jesucristo (y en la identi-dad de Dios que ahí se revela) es unaconcepción de la Divinidad como triun-fo o como entrega. Pedro, con una irre-prochable ortodoxia verbal, sigue pri-

sionero de esos intereses demasiado hu-manos. Y esto mismo es lo que podríasuceder hoy con una forma de hablar deCristo que orillase la referencia expresaa Jesús de Nazaret. Por eso, como ya hi-ce en otras ocasiones, quisiera insistir endar a la ortodoxia su sentido inclusivopleno, que no alude sólo a una opinióncorrecta sobre Dios, sino a la verdaderagloria de Dios25.

Pues bien, si ese Jesús fue efectiva-mente la presencia y la revelación deDios como confiesa la Iglesia, si en Élquiso Dios envolver (“recapitular” enlenguaje bíblico) toda la realidad que ha-

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2. LA LLAMADA A UNA FORMA INSÓLITA DE VIDA

El capítulo 16 de san Mateo trae una escena sorprendente quepuede visibilizar cuanto acabamos de decir. Jesús felicita a Pedrocomo inspirado por el Padre Celestial en la profesión de su fe, y cincominutos (o cinco versículos) después le tacha literalmente de Satanás.Hoy se considera muy probable (contra lo que enseñaba la antiguaapologética católica) que la redacción de Mateo es secundaria respec-to a la de Marcos, que no trae ni la profesión expresa en la filiación divi-na de Jesús, ni el subsiguiente reproche de Jesús a Pedro.

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bía creado, entonces se sigue de ahí unavisión de nuestra realidad que ya expu-se otra vez con más detenimiento y queaquí sólo apuntaré. Una visión de la re-alidad que a su vez continúa, y culmina,un esquema que encontramos ya comopreparación en todo el Primer Testa-mento.

Señalaré sólo un par de momentos deesa preparación.

2.1. El esquema éxodo-tierraprometidaLas primeras experiencias que dieronorigen a la fe en el Dios bíblico no fue-ron experiencias extrahistóricas del au-ra numinosa que envuelve la Naturaleza(fascinante unas veces y temible otras)sino experiencias históricas de “salida”,puesta en camino y búsqueda lenta deuna meta confusa. Los dos primeros pa-dres y patriarcas de la fe cristiana sonAbrahán y Moisés.

Abrahán cree escuchar una voz quedice simplemente «sal»: atrévete a salirde tu entorno («tu patria y tu parente-la»...) en busca de algo mayor que tieneforma de promesa. Siglos más tarde, enel impresionante escenario del Sinaí,Moisés cree escuchar sobrecogido unavoz que no le llama a admirar la gran-deza y la belleza de aquellas moles in-mensas de granito rosado, sino que leconvoca a escuchar «el clamor de unpueblo oprimido» cuyas lágrimas estánllegando ante el mismo Dios, muchomás que las grandezas innegables delpaisaje donde no se escucha ningunavoz de oprimidos. Moisés se sentirá su-perado y desbordado por esa promesainsensata: «voy a liberar a mi pueblo»...

Pero el hecho es que unos cuantos de-cenios más tarde (y sin precisar ahoralos detalles históricos de la gesta) elpueblo de Moisés se reencuentra en unatierra nueva, llamado a establecer enella un pueblo en igualdad y justicia,donde no haya pobres y, si los hay, seles atiende (Deut 15,11), y donde losconflictos se resolvieran mucho más pormedio de jueces carismáticos que de po-deres totalitarios establecidos.

Es desde esta promesa cumplida,desde donde el pueblo comenzará mástarde a componer las narraciones y losmitos o leyendas con que (por fidelidada la cronología de nuestra historia) co-mienza la Biblia. Pero el orden lógicode lectura no fue ni mucho menos el or-den cronológico de composición.

El camino hasta allí no fue fácil: elpaso del éxodo a la tierra prometida es-tá marcado por una dura etapa de desier-to, donde será constante la tentación dela desesperación y el abandono, junto ala añoranza por la comodidad perdidade la esclavitud. Y si difícil fue el cami-no, más infiel se mostró el pueblo conel proyecto de Dios una vez establecidoen la tierra prometida. Amén de mil co-rrupciones internas, envidió la grandezade otros pueblos, buscó a Dios en lasvictorias militares, desfiguró en prove-cho propio la llamada “elección deDios” que era una llamada a ser «luz pa-ra las gentes» y no privilegio para símismo...

Toda esta historia es larga de contary no cabe aquí. Pero llevó al pueblo a laruina. Y el mismo pueblo de Dios no re-conoció su pecado hasta no verse en-vuelto en las calamidades a las que lefue conduciendo su envidia de los im-

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perios y su afán de superioridad. Aquícomienza a aparecer en el PrimerTestamento el tema de los verdaderos yfalsos profetas: estos halagan al poderreligioso establecido, aquellos criticansu infidelidad en nombre del Señor yson castigados por ello...

Con ello pasamos al segundo de losmomentos anunciados.

2.2. El esquema exilio-retornoEl exilio fue para Israel un drama casiinsuperable y una tentación que parecíaanunciar el abandono de Dios y el fra-caso de la fe judía. Sin embargo, vistodesde después, el exilio fue una granfuente de experiencia de Dios. Los pro-fetas que antes habían predicado no bus-car apoyo en poderes exteriores sino enla fidelidad al proyecto de Dios sobreIsrael, enseñaron ahora a aceptar el des-tierro, frente a los que Jeremías llama«profetas de Babilonia» (29,15), queanunciaban un regreso inmediato ytriunfal.

las lecciones del destierroen Israel son muy válidas

para el posible exilio al que–al menos en Occidente–

se ve abocadala Iglesia de hoy

La aceptación del exilio enseñó alpueblo su larga trayectoria de infideli-dad. Pero le enseñó también que Dios esun Dios de todos los hombres y que su

creación es buena aunque esté infectadade maldad (así se redacta el primer ca-pítulo del Génesis... y los 10 que le si-guen). Le enseñó que entre los no cre-yentes puede haber mucha gente que«no tiene bautizada la cabeza pero tienebautizado el corazón»26. Le enseñóigualmente que Dios es un Dios de lahistoria, y que los que parecían grandesenemigos de Dios (como Nabucodo-nosor27 o Ciro) pueden ser vistos comosiervos de Dios enviados por Él y no co-mo meros enemigos a eliminar28. Elpueblo judío aprendió mucho de los de-más pueblos y de sus religiones.

Y finalmente, en el exilio aprendióIsrael su misión histórica concretada enlos poemas isaianos del «Siervo deYahvé»: trabajar por implantar la justi-cia en todas las naciones, sin violencia,sin quebrar ninguna semilla y sin des-ánimo a pesar de las dificultades. Y fi-nalmente, encarnar esa figura que asu-me los pecados del mundo hasta perdersu vida por ellos, pero que se convierteen salvación de todos29.

La fe de Israel se purificó y se enri-queció enormemente en el destierro.Cosa que el “nuevo pueblo de Dios” nodebería olvidar cuando hoy se siente aveces abocado a un “nuevo exilio”, almenos en nuestras sociedades occiden-tales. La Iglesia de Jesús cometió un pe-cado histórico similar al de Israel con lamonarquía: la alianza (y luego identifi-cación) con los poderes de esta tierra,primero, más suavemente, en Constan-tino y más radicalmente con Carlomag-no y el poder temporal de los papas. Elresultado de ese pecado es también si-milar al que supuso la monarquía enIsrael: un momento de esplendor (la

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práctica coincidencia entre mundo eIglesia) y luego una serie de desastres(corrupción, división de las iglesias si-milar a las de los dos reinos de Israel),y sólo tímidas reformas que tratan decambiar las personas pero sin tocar lasestructuras. Por eso las lecciones deldestierro en Israel son muy válidas pa-ra el posible exilio al que –al menos enOccidente– se ve abocada la Iglesia dehoy, en parte por sus propios pecados ypor haber sido sorda a las voces de mu-chos profetas.

Pero sigamos con la PrimeraAlianza.

Con la fe purificada, el pueblo estápreparado para el regreso. Este tiene lu-gar en medio de una enorme alegría ycon el deseo de una renovada fidelidada Dios que se refleja en toda la “manio-bra” de Esdras y Nehemías, cuando seescenifica un redescubrimiento de laLey y se renueva la fidelidad a ella. Essabido que tampoco el regreso consi-guió hacer fiel al pueblo de Dios: seconstata otra vez la verdad del profetaJeremías («nada hay más falso y enfer-mo que el corazón humano ¿quién lo-grará entenderlo?»; 17,9). Y así se rea-brirá la promesa y la referencia delhombre al Único que puede salvar a unpueblo de tan dura cerviz, cambiando sucorazón: «les daré un corazón para queme conozcan» y entonces «Dios seránuestra justicia» (23,6).

Esa nueva infidelidad constituye elmarco cercano a la aparición de Jesús, aquien el Nuevo Testamento confesarácomo «justicia de Dios» (1Cor, 1,30) encontinuidad con la frase de Jeremías queacabo de citar. Con ello pasamos al ter-cer esquema bíblico.

2.3. El esquema muerte-resurrecciónEfectivamente: es en todo este contextohistórico donde aparece Jesús. Y en él seva a repetir agrandado el esquema dia-léctico que estamos viendo. La cienciahistórica nos ha mostrado hasta qué pun-to es imprescindible todo este marco(histórico, pero también teológico) paraentender al Nazareno, y ha puesto de re-lieve que el gran fallo de toda la prime-ra investigación sobre la vida de Jesús(pese a sus muchas aportaciones) fueprescindir de ese contexto y mirar losevangelios como si hubieran sido escri-tos en cualquier universidad alemana delsiglo XIX y no en la Palestina del siglo I.

Jesús, en efecto («justicia de Dios»como acabamos de citar), es presentadopor el más judío de todos los evangelioscomo un nuevo Moisés, un auténticoProfeta y el verdadero Siervo de Yahvé.

a) Como nuevo Moisés, Jesús reen-carna el esquema del Éxodo: al manda-miento de salir –a través del desierto–hacia la tierra prometida le sustituyeahora el del seguimiento de Jesús –contoda la dureza que ese seguimiento im-plica– para ser «pescadores de hom-bres». Una expresión que no parece te-ner sentido numérico sino cualitativo: loque Dios pretende –como he dicho otrasveces– es sacar la máxima humanidadposible de esta mar turbia de inhumani-dad que somos tantas veces los seres hu-manos. Jesús revela que Dios quiere ha-cer con cada ser humano un auténtico«poema de Dios» (Ef 2,9) y llama a co-laborar en esa tarea de la creación divi-na.

b) Pero además de eso el evangelis-ta más judío alinea a Jesús en la línea de

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los verdaderos profetas, frente a la «fal-sa profecía» de sacerdotes y saduceos(o, en otro sentido, de zelotas o esenios):la profecía abierta que se alinea conOseas, Jeremías, el Deuteroisaías, Jonásy otros profetas del exilio30. Y que aca-ba denunciando al vaticano de su tiem-po como aquel que «mata a los profetasy asesina a los enviados de Dios», queha manchado su historia con la sangrede los profetas y con la hipocresía dedarles culto luego o construir sus tum-bas (Mt 23, 29-32.37).

lo que Dios pretende essacar la máxima humanidad

posible de esta marturbia de inhumanidadque somos tantas veces

los seres humanos

c) Y finalmente Jesús encarna aque-lla figura veterotestamentaria del Siervode Yahvé (que a partir de él deja de re-presentar a Israel para pasar a ser anun-cio de Jesús): viene a servir y no a serservido. Y servir, cargando sobre sushombros todas las miserias y dolores dela humanidad sufriente y, si es necesa-rio, hasta dar su vida por la liberaciónde los suyos. Todos los evangelistas, pe-ro sobre todo Mateo, han sido sensiblesa los parecidos entre aquella figura yJesús. Pero ese servicio, que es el servi-cio del máximo amor, Dios lo convier-te en fuente de nueva vida para todos:«Él tomó sobre sí nuestros dolores ynuestras iniquidades» citará Mateo con

clara alusión a Isaías 53. Y eso le per-mitirá poner en labios de Jesús la cono-cida invitación: «venid a Mí los que an-dáis agobiados con trabajos y cargas yYo os aliviaré». (Mt 8, 17 y 11,28).Invitación innegablemente molesta pa-ra quienes deseen llamarse seguidores eimitadores de Jesús.

El doble esquema de éxodo-tierraprometida y de exilio-regreso se trans-figura ahora en ese binomio tan cristia-no de muerte-Resurrección. Y es im-portante destacar que a eso se refierenlos textos del NT cuando dicen que lamuerte y resurrección de Jesús aconte-ció «según las Escrituras», es decir: se-gún los esquemas bíblicos que acaba-mos de presentar, o según la teologíaveterotestamentaria de la historia.Abstraída de este contexto, la expresión«según las Escrituras» se convierte enuna absurda busca de profecías concre-tas que se agarra a veces a la semejanzade una palabra para ver un anuncio dela muerte de Jesús, desbordando el sen-tido simbólico de muchos rasgos delPrimer Testamento para convertirlos enanuncios oficiales.

Abstraída de ese contexto, la refe-rencia al Primer Testamento degeneratambién en una mala inteligencia de pa-labras como redención, expiación o pro-piciación, que serán leídas ahora desdela mentalidad penal de Occidente: conlo que ya no será el mismo Dios quienlleva a cabo esa expiación, sino el hom-bre quien se la compra a Dios con su su-frimiento. Una auténtica deformacióndel Dios de Jesús conlleva otra defor-mación del sentido del dolor: el prime-ro ya no será el que da por amor todo losuyo, sino la justicia cruel que sólo se

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satisface con sangre infinita. Y el se-gundo ya no será la expresión de hastadónde puede llevar el amor en un mun-do desamorado, sino que dará pie a unaauténtica valoración masoquista del do-lor como si éste, por sí mismo agradasea Dios. Como escribí otra vez, la duraley de nuestra historia empecatada, que«todo lo que vale cuesta», se desfiguraen un absurdo teológico de que «todo loque cuesta vale» (siempre se trata de do-lores no buscados por sí mismos)

El esquema de “vida entregada-muerte-resurrección” es en algún senti-do el legado del Jesús real, y la puertade su revelación de Dios

Y quizás ahora podremos entenderlo que decíamos al abrir el Cuaderno: lainstitución eclesial parece muy dispues-ta a responder a la cuestión de quién eraJesús, con palabras como «Dios deDios, Luz de Luz... consustancial alPadre», que figuran en el credo cristia-no aunque sean más límites negativosde la fe, puestos contra los arrianos dehace 17 siglos, que no expresiones po-sitivas de nuestra fe hoy. Pero la institu-ción eclesial se marea siempre que al-guien trata de responder a la otrapregunta: ¿cómo era ese Jesús a quienla Iglesia confiesa como Dios de Dios yLuz de Luz? Prefiere “imaginarlo” elladesde su propia idea de Dios, a pedirayuda a la historia y a las ciencias paraque, en la pequeña medida de lo posi-ble, la acerquen a Jesús. Se recae así enun procedimiento que ya denuncié hace30 años: en lugar de argüir: «Jesús eraasí –es así que Jesús era consustancialal Padre– luego ¡Dios es así!»... se pre-fiere argumentar de este otro modo:«Dios es así –es así que Jesús era Dios–

luego Jesús tenía que ser así». De estemodo el Dios revelado en Jesús se nosvuelve digerible y ya no se verificaaquello que anunció D. Bonhoeffer: queese Dios pone del revés todo lo que elhombre religioso (¡y las institucionesreligiosas!) esperan de Dios. Paradóji-camente, se rompe así la síntesis quebuscó la Edad Media entre fe y razón, yla teología se convierte en “ancilla phi-losophiae”31.

su muerte revelala tentación de todos

los hombres religiosos(y sobre todo

de las instituciones religiosas)de eliminar a ese Dios

Pues bien: el triple esquema bíblicoantes expuesto nos da una clave de com-prensión de esos curiosos juegos de ma-nos teológicos.

Todas las parejas que acabamos deanalizar tienen además una base histó-rica que es la que da origen a ellas. Elbinomio éxodo-tierra arranca de la durarealidad de un pueblo brutalmente opri-mido. El binomio exilio-regreso nace dela experiencia histórica de un pueblo pe-cador. Y en perfecta sintonía con ello, elbinomio muerte-Resurrección nace delseno de una historia concreta que fue lavida particular de aquel Hombre parti-cular.

La muerte de Jesús fue una conse-cuencia de su vida: no fue un malenten-dido circunstancial (R. Bultmann) ni

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una necesidad de la justicia incompren-sible de un sádico poder divino.

Pero la liturgia de la Iglesia habla de-masiadas veces en exclusivo de la muer-te-resurrección y nunca de la vida en-tregada hasta la muerte, que es la queDios resucitó. En el binomio muerte-re-surrección, la palabra muerte queda en-tonces reducida a un término genéricoaplicable a cualquier ser humano, ypierde el color concreto de aquellamuerte concreta que es precisamente laque revela al Dios de Jesús.

Con toda la precariedad y la provi-sionalidad que tiene tantas veces la in-vestigación crítica, la afirmación de quela muerte de Jesús es una consecuenciade su vida es una de las grandes aporta-ciones que le debemos. Y si aquella vi-da y aquel modo de ser humano revela-ban a Dios, resulta entonces que sumuerte revela también la tentación detodos los hombres religiosos (y sobretodo de las instituciones religiosas) deeliminar a ese Dios.

Concluyamos con una observaciónque hace ver la importancia, y las dife-rencias, de estos dos modos de concebir,y tiene que ver con el tema tan actual delencuentro de las religiones. Si ese Cristoal que llamamos Dios, tiene el rostro yel modo de ser concreto de Jesús, en-tonces su divinidad se convierte, comoya dijo san Pablo, en «locura para los sa-bios y escándalo» para los religiosos; yesto coloca más bien al cristianismo ensituación de modestia y de inferioridadal acercarse a las religiones de la tierra:sabe que lleva un escándalo. Pero si elCristo al que llamamos Dios no tiene unrostro concreto, entonces su divinidad seconvierte para el cristianismo en un ar-ma insuperable y una fuente de poderque le sitúa en posición de superioridadcuando se acerca a las demás cosmovi-siones de la tierra. Desde aquí se com-prende la tentación de algún teólogo derenunciar a ese artículo de fe, para poderacercarse en plan de igualdad al mundode las religiones.

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Si las cosas son así, cabe preguntar si es-te miedo inconsciente a la figura huma-na de Jesús, es el que ha provocado quealgunas voces eclesiásticas, (a las quepercibimos como demasiado prontas alanzar anatemas cristológicos sobrecuestiones históricas, sin respetar la au-tonomía de cada campo), parezcan estarprefiriendo, temerosa e inconsciente-mente, un fundamentalismo bíblico im-presentable, a un Jesús incómodo que(al igual que le pasó a san Pedro), cuan-do esperaríamos que alabe nuestra fe ynuestro celo como provenientes «delPadre que está en los cielos y no de la

carne y la sangre», se nos descuelga til-dándonos nada menos que de «satanás»y nos dice que nuestro modo de pensaren él no proviene del Padre sino de lacarne y la sangre... (cf. Mt 16, 16ss).

Se aclararía así este miedo a la in-vestigación crítica, renacido a últimahora en las autoridades eclesiásticas,tras las magníficas y matizadas declara-ciones en su favor, hechas por laPontifica Comisión Bíblica (y por elmismo Vaticano II). Es legítimo sospe-char que lo que asusta de la crítica his-tórica no son tanto las exageraciones olos dislates que pueda proferir algún au-

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3. MIEDO A JESÚS: UN DIAGNÓSTICO

«Con la coraza de la santa regla, el yelmo de la santa observancia y laespada de la santa tradición, a duras penas alcanzo a defenderme... ¡deJesús!». Esta frase de un General de los cistercienses resume perfecta-mente la conclusión del presente escrito. Quizá el mejor diagnóstico brevedel pecado del catolicismo actual es que, inconscientemente, se teme aJesús. Y, por otro lado, si algo necesita a fondo el catolicismo actual esuna vuelta radical y confiada a Jesús.

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tor concreto (y que se darán siempre),sino lo incómodo de la atractiva figurade Jesús que parece haber ido brotandode esa investigación. Al igual que ocu-rre con muchas promesas históricas, po-dría suceder también aquí que aquel fa-moso lema con que nació lainvestigación crítica («liberar a Jesús dela cárcel del dogma»), se estuviese cum-pliendo aunque de manera muy distintaa lo que la investigación naciente sos-pechaba: Jesús se va acercando a nos-otros, borrosamente pero con algunosrasgos inconfundibles. Y se nos acercaliberado, si no de la cárcel del dogma,sí, y claramente, de la cárcel del “dog-matismo” que suele ser una frecuenteperversión de todos los dogmas, y quele tenía efectivamente encerrado. Porejemplo, liberado de aquello queRahner denunciara hace años como laherejía más extendida en muchas cabe-zas cristianas: una especie de “cripto-monofisismo” más o menos latente32.

Jesús no revelamás divinidad que

la de su figura humanay ese es el escándalo

de la encarnación Dios

Como ejemplo de todo retomo loque escribí hace poco: «el problema ac-tual de la institución eclesial podría es-tar en que le tiene miedo a Jesús. E, in-conscientemente, busca defenderse deÉl y no sabe cómo. Por eso prefiere ha-blar de un 'Cristo sin rostro', hasta llegar

a prohibir en algunos textos de cateque-sis el uso de la palabra Jesús, alegandoque podría llevar a un olvido de su di-vinidad. ¡Cómo si los escritos joánicosque usan tantas veces el nombre deJesús, olvidaran por ello su divinidadcuando su peligro fue más bien afir-marla unilateralmente!». Pero Jesús norevela más divinidad que la de su figu-ra humana y ese es el escándalo de laencarnación: «nadie va al Padre sino pormí», fue la respuesta dada al apóstolTomás cuando pedía a Jesús precisa-mente que les «mostrase al Padre».

En tiempos de Pablo, con el recuer-do de Jesús tan cercano, el apóstol po-día hablar de Cristo como sinónimo deJesús (cuando no lo decía significando“el Mesías”). Hoy en día, ambas pala-bras se han distanciado: Jesús (sinCristo) puede aludir sencillamente aaquello que captamos, dejando sin ex-presar la toma de postura creyente o in-creyente ante Él. Pero Cristo sustitu-yendo a Jesús parece apelar a unadivinidad con un rostro diverso o ajenoal rostro del Nazareno. Paradójicamentese cae aquí en aquello mismo de que loscatólicos acusaron antaño a R,Bultmann: se pone la salvación cristia-na meramente en el hecho de que Jesúsha existido pero no en el contenido deese hecho (con terminología germana:en el Dass, pero no en el Was). Nos sal-va el que Jesús ha existido, pero no quéJesús es el que ha existido.

Cuando publiqué mi cristología ha-ce más de 30 años insistí todo lo que su-pe en un rasgo de la fe en Jesucristo quemuchas veces queda borroso también enlas ortodoxias oficiales. La divinidad deJesús no es algo que le afecta en exclu-

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siva a él (de modo que quien pudiera“disponer más de él” dispondría más deDios), sino que, como recuperó elVaticano II con un texto muy clásico dela primera iglesia: «por la encarnaciónDios se unió de algún modo con todoslos hombres» (GS 22). Con todos. Sinduda las ortodoxias oficiales preferirí-an que se hubiese dicho que se unió dealguna manera con el papa, o con losobispos solos..., pero la fe de la Iglesiadice que con todos los hombres. Por eso,«Jesús tiene una filiación afiliante y unadivinidad divinizante»33.

A partir de este dato, que la escuelapaulina formuló cono «recapitulaciónde todo lo creado en Cristo», concluí lacristología afirmando que la encarna-ción nos permite hablar de una estruc-tura cristológica de toda la realidad. Yesta estructura se desplegaba a partir dela vida de Jesús y nos permitía hablar dela realidad como absoluto, la realidadcomo maldición y la realidad como pro-mesa (encarnación, Cruz y resurrec-ción: las tres características que resu-men la cristología).

Y hoy, a partir de lo dicho en esteCuaderno, de que el Cristo no tiene otrorostro que el de Jesús de Nazaret, debe-ríamos hablar también de una estructu-ra “jesuánica” de la realidad. No debeser entendida esta expresión como unafuente de superioridad cristiana, puestoque, por su Resurrección, Jesús ha de-jado de ser patrimonio exclusivo de loscristianos. Debe entenderse más biencomo una llamada a ver la realidad co-mo marcada por el reino (que «está cer-

ca»), por el antirreino (que parece máspresente) y por la promesa escatológica.Y por consiguiente, debe volver nuestrareligiosidad hacia la realidad signadapor este triple existencial.

Jesús resulta a la vez tanseductor y tan “amenazador”

porque abre unoshorizontes casi inaccesibles

que desbordannuestra pequeñez humana

Desde aquí quizá sea posible com-prender por qué Jesús resulta a la vez tanseductor y tan “amenazador”: abre unoshorizontes casi inaccesibles que desbor-dan nuestra pequeñez humana. «Así dehumano sólo puede serlo el mismoDios» escribió con finura LeonardoBoff como resumen de la experiencia demuchos que convivieron con Él.

Pero tanta calidad humana nos pare-ce inaccesible, y más cuanto más y me-jor nos conocemos: Jesús, el Jesús real,no el sustituido por un cristo sin rostro,nos convierte en imperativo lo que erala tentación de la serpiente: “ser comoDios”. Pero la idea de Dios ha quedadovuelta del revés en esa promesa: porquese trata de ser «misericordiosos como elPadre celestial» (Lc 6,36).

Otra vez algo seductor y sobrecoge-dor para nuestra pequeñez.

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La facilidad imposibleLos latinos se preguntaban “si licetmagna componere parvis” (si es legíti-mo explicar lo más grande con peque-ñeces). Por si acaso, podríamos subir al-gún peldaño más en la escala de lagrandeza y pensar en Mozart. Su músi-ca parece fácil (quizá si prescindimosdel Requiem): cualquier aria de DonJuan da la sensación de que la músicasiempre ha sido eso y nada más que eso.Por eso brota y fluye con sencillez, sinesa otra sensación de parto difícil quenos puede dar a veces el genio deWagner...

Pues bien, tengo la sensación de queese es el mayor impacto que nos deja lahumanidad de Jesús. Al acercarse a Éllo humano parece fácil. Sólo cuando tra-tamos de modelar la propia humanidadcomprendemos cuán difícil es todo esode lo humano. De ahí el acierto de la fra-se antes citada de L. Boff, que resumeel itinerario hacia la fe en la divinidadde Jesús: «así de humano sólo puedeserlo el mismo Dios». Aquí se besanotra vez la seducción y el vértigo. Y aquíprecisamente somos remitidos a esaaventura de una entrega radical y con-fiada que llamamos fe.

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CONCLUSIÓN: «NO TEMÁIS»

Los aficionados al tenis han comentado alguna vez lo que sucede conel juego de Roger Federer: viéndole el tenis parece fácil. Rafa Nadal nosdeja cierta sensación de que el triunfo es fruto de la carrera constante y elesfuerzo incansable. Pero con Federer no sucede así: es como si diera lacasualidad de que «él estaba allí».

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El miedo que Jesucristo pueda ins-pirarnos hoy lo inspiró también no sóloa las autoridades religiosas judías sino asus mismos discípulos. Pero en éstos laatracción de Jesús resultó más fuerteque el miedo. Algo de esto es lo que senos pide hoy: ese seguimiento confiadoque se atreve a escuchar la palabra tan-tas veces repetida «no temáis». Y queacaba convencido de que nuestra fe esla victoria que vence a este mundo. Así,el seguidor de Jesús se sentirá más deuna vez llorando amargamente comoPedro, pero también cantando como elprofeta Jeremías, entre agradecido yasustado: «Me sedujiste y me dejé se-ducir...», «Tu palabra ha sido más fuer-te que yo y me quema» etc. (Jer 20, 8ss).

Kierkegaard afirmó que si hoy vol-viera Jesús tornaríamos a matarlo. Y lematarían, como entonces, no los ofi-cialmente malos (publicanos, samarita-nos, prostitutas...), sino los oficialmen-te buenos, los guardianes de la religión,los sumos sacerdotes y fariseos. Unavez que escribí una cosa parecida en LaVanguardia, un dignísimo cardenal dela santa Iglesia telefoneó irritado a miprovincial, protestando y asegurandoque él no quería matar a Jesús. Cosa dela que no dudo en absoluto. Sólo mati-zo que quienes mataron a Jesús tampo-co querían matar a ningún enviado deDios: no lo condenaron por ser malva-dos, sino porque el puesto en que esta-ban los cegaba; ni lo mataron por ser ju-

díos sino por ser “religiosos” (todo elantisemitismo de la historia de la iglesiaha reposado sobre esta confusión: ver-daderos judíos eran mucho más todoslos que siguieron a Jesús, los que llora-ron su muerte y dieron luego por Él suvida. Por tanto de ningún modo podíahablarse de pueblo deicida ni achacar aljudaísmo la muerte de Jesús).

Y bien, tengo la impresión de que al-go de esto ha ocurrido hoy. Jesús havuelto en algún sentido que no es sólometafórico, la investigación históricanos lo ha acercado. Y la reacción de mu-chos “sumos sacerdotes” (ante casos co-mo el libro de J.A. Pagola) ha sido la devolverlo a eliminar. Exactamente comoanunciara aquel gran cristiano danés.Pero con el peligro de confirmar estaspalabras proféticas de J. Ratzinger conlas que concluiremos:

Hoy la Iglesia se ha convertido paramuchos en el principal obstáculo parala fe. En ella sólo puede verse la luchapor el poder humano, el mezquino te-atro de quienes con sus observacionesquieren absolutizar el cristianismo ofi-cial y paralizar el verdadero espíritudel cristianismo34.

Quizá pues sí que necesitamos vol-ver una y otra vez sobre aquellas pala-bras que forman parte del discurso dedespedida de Jesús en el cuarto evange-lio: «tened confianza; yo he vencido almundo» (Jn 16,33).

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1. Santa TERESA DE JESÚS, Libro de la vida, c. 22.Ver también el c. 7 de la 6ª de las Moradas: «sipierden la guía, que es el buen Jesús, no acer-tarán el camino»...

2. Simone WEIL, El conocimiento sobrenatural,Madrid, Trotta, 2003, pág. 84.

3. José I. GONZÁLEZ FAUS, Memoria subyugante,memoria subversiva, Barcelona, Cristianismei Justícia, 2001, Cuaderno 104.

4. Uso esta palabra como inclusiva de padre ymadre. Pero quizá convenga aclarar que eladjetivo parental, no viene del masculinopadre, sino del verbo latino pario que signifi-ca parir.

5. La versión que da Mateo, Reino «de los cielos»pretende sólo evitar la pronunciación delNombre del «Innombrable» como era costum-bre entre los judíos. No alude en absoluto auna situación que se refiera sólo al "más allá".Para Jesús no hay "más allá" si no ha sidoantes "más acá".

6. Ese modo de proceder está en la base, por ejem-plo, de todas las condenas a la teología de laliberación.

7. Para un análisis más extenso, remito al capítulo2.3. «Jesús y los marginados» de mi libro LaHumanidad Nueva. Ensayo de cristología,Santander, Sal Terrae, 1984.

8. Mamona, en la conocida palabra aramea.9. Jesús MARTÍNEZ GORDO, Dios, amor asimétrico,

Bilbao, Desclée de Brouwer, 1993.10. Ya desde el Antiguo Testamento, la expresión

bíblica «sêmeia kai térata» (signos y prodi-gios) no se refiere necesariamente a accionesmilagrosas sino más bien a liberaciones ycuraciones en sentido amplio. En Clamor delReino. Estudio sobre los milagros de Jesús,evoqué la posibilidad sugerida por J. Jeremíasde que muchas curaciones fueran eso que

luego se ha llamado "terapias de superación".Pero este punto es ahora menos importante.

11. Howard Clark KEE, Medicina, milagro y magiaen tiempos del Nuevo Testamento, Córdoba, ElAlmendro, 1992, pág. 122-123.

12. Mt 11,19; Mc 2,16.13. Debido quizá a que esas etapas quisieron estu-

diar los textos demasiado en abstracto, o desdeun despacho universitario, abstrayéndolos desu contexto sociohistórico.

14. El comentario que recoge Lucas de que «seextrañaban de las palabras de gracia que habí-an salido de su boca» parece referirse a queJesús, al citar a Isaías, omite la expresión «hevenido a anunciar el día de la venganza deYahvé» que estaba en el texto del profeta. Paramuchos judíos, la venganza de Yahvé siempreera contra los de fuera.

15. Cabría comentar también el capítulo 6 de sanMateo que, aunque parece referirse a la reli-gión judía, trasciende en su fondo la órbita deljudaísmo y constituye una crítica a toda la reli-giosidad humana. Omito este comentario porrazones de espacio y porque ya lo he hecho enotros lugares.

16. Igual que sólo alguien profundamente católicopodría haber sido tan molesto a la institucióncomo Msr. Romero o Pedro Arrupe... Añadoeste ejemplo para mostrar que la cuestión noestá en el mero hecho de la pertenencia, sinoen la calidad de ésta. Cosa que no sé si olvidaa veces la llamada "tercera búsqueda deJesús".

17. Jonathan L. REED, El Jesús de Galilea: aporta-ciones desde la arqueología, Salamanca,Sígueme, 2006, pág. 273.

18. Sobre la noción bíblica de elección, ver lo quedigo en Proyecto de hermano. Visión creyentedel hombre, Santander, Sal Terrae, 1987, pág.

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NOTAS

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671-672. También, Hans W. WOLF, Anthropo-logie des Alten Testaments, München, Chr.Kaiser, 1973, pág. 209.

19. De hecho, en los relatos de la pasión, que sue-len considerarse más antiguos, los fariseosapenas tienen protagonismo en comparacióncon los sacerdotes, los sanedritas o los sadu-ceos. Pero ver también la cita de Josefo sobrelos fariseos que aduce James D.G. DUNN, ElCristianismo en sus comienzos (I): Jesúsrecordado, Estella, Verbo Divino, 2009, pág.646, nota 110.

20. REED, El Jesús..., pág. 18 y 142.21. Y, dada mi pertenencia jesuítica, no quisiera

olvidar que la palabra jesuita llegó a sersinónima de hipócrita en el diccionario, pre-cisamente tras la audacia sorprendente y loslogros de los primeros seguidores deIgnacio.

22. Esto plantea una pregunta que no es posibleorillar. Si hoy da la impresión de que elVaticano y la curia romana se parece muchomás al Templo y la jerarquía sacerdotal deJerusalén que al grupo de seguidores de Jesús,¿qué ha de hacer entonces un cristiano queconfiese que Dios estaba muchísimo más enJesús que en el Templo y la jerarquía sacerdo-tal? La respuesta, que ya no cabe aquí, noimplicará ninguna ruptura cómoda (Jesús tam-poco rompió con el judaísmo de su tiempo),pero sí una disposición a aceptar la conflicti-vidad y la persecución y «los grillos y cadenasde la inquisición, por amor de Cristo» (sanIgnacio).

23. En latín: «Non coerceri maximo, contineritamen a minimo divinum est».

24. Lo cual, en Heb 13, 11-13, no es sólo una indi-cación geográfica, sino una ligera ironía detipo social: muere fuera de nuestra civiliza-ción.

25. En griego la palabra doxa significa tanto opi-nión como gloria.

26. Jer 9,24. Naturalmente el original no habla debautizados sino de circuncidada la carne eincircunciso el corazón.

27. Jeremías 25,9; 27,628. ¿No podríamos decir hoy lo mismo, no ya de

Nabucodonosor, sino de muchos enemigos del

cristianismo como Marx o Freud o Nietzsche,posibles enviados por Dios a una Iglesia ciegaante el mensaje de Jesús?

29. Remito para ampliar la figura del Siervo a miCuaderno Servir. La lucha por la justicia enlos poemas de Isaías, Barcelona, Cristianismei Justícia, 2000, Cuaderno 96.

30. Ver como único ejemplo Jer 22, 13-16, que nohay espacio para citar aquí.

31. Un ejemplo de ello rápido pero muy clarifica-dor: en la fórmulas litúrgicas aparece infinidadde veces la expresión «Dios todopoderoso»(en plegarias, credos, bendiciones...). Noencontraremos casi ni una vez la expresión«Dios todomisericordioso» (infinitamentemás cercana al Hesed y Emeth del PrimerTestamento). Y no es que neguemos la omni-potencia de Dios: pero en esa formulaciónunilateral se esconde una gran mentira. PuesDios no tiene más poder que el del Amor y harenunciado a todo otro poder para relacionar-se con los hombres. Es, si acaso, un Diosomnipotente en el amor. También será muydifícil encontrar en nuestras liturgias peniten-ciales expresiones como la de «fidelidad» (oinfidelidad) a Jesús y al evangelio. Se hablarágenéricamente de faltas y de pecados, perotodo el lenguaje sugiere más una especie demoral religiosa genérica que una relación connuestro seguimiento de Jesús.

32. De Mono-fysis (una única naturaleza) fue quizála herejía que más le costó combatir a laIglesia. Sostenía, desde su particular idea de lagrandeza de Dios, que lo humano de Jesúsquedaba tragado por la divinidad como des-aparece una gotita de vino al ser echada almar. Transmite, en definitiva, una imagen deDios que necesita suprimir lo humano o qui-tarle sitio, para afirmarse a sí mismo.

33. GONZÁLEZ FAUS, La Humanidad..., pág. 303.Allí mismo se lee: «la historia, recapitulada enJesús se encuentra hecha ‘Hijo’, y la relaciónentre el Hijo y el Padre que constituye alEspíritu se traslada a la relación entre la histo-ria y el Padre, que es el Espíritu como donprometido por Jesús» (pág. 339).

34. J. RATZINGER, Introducción al cristianismo,Salamanca, Sígueme, 1970, pág. 301.

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