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LA EDUCACIÓN PARA LA PARTICIPACIÓN EN LA SOCIEDAD CIVIL JUAN ESCÁMEZ SÁNCHEZ (*) RESUMEN. El presente artículo tiene tres partes. La primera ofrece un concepto de sociedad civil para aclarar el escenario en el que tienen que participar los estudiantes como ciudadanos competentes. La segunda analiza los diferentes modos de interpre- tación de la participación social; las tradiciones controvertidas sobre el modo de con- cebir la participación en la sociedad civil son la clave que separa las teorías y las prác- ticas políticas actuales. Se presentan algunas de las consecuencias que derivan de la participación en la sociedad civil, con el objetivo de llamar la atención sobre su im- portancia para la salud democrática de las sociedades y para la dignidad y autonomía de los ciudadanos. En la última parte, se argumentan siete propuestas pedagógicas que orientan las acciones educativas para el fomento de la participación en la socie- dad civil. ABSTRACT. This article has three parts. The first one provides a conception of ci- vilian society in order to clarify the scenario in which students are to participate as competent citizens. The second part analyses the different ways of interpreting par- ticipation in society; controversial traditions regarding how to conceive participa- tion in civilian society are the key to separating present-day theories and practices. Some of the consequences of participating in civilian society are presented, with the object of stressing their importance for the democratic health of societies and for the dignity and autonomy of citizens. The last part discusses seven teaching proposals guiding educational actions that are meant to encourage participation in civilian so- ciety. INTRODUCCIÓN Son muchos los estudiosos que destacan la existencia actual de un período de desen- canto o de falta de interés por la participa- ción en la mayoría de los ámbitos de la vida social: en la política, en los sindicatos, en las iglesias, en el sistema educativo, en los colegios profesionales y en las organizacio- nes locales como los ayuntamientos y aso- ciaciones vecinales. Con frecuencia se mira con nostalgia momentos de la historia pa- sada en los que parecía haber (o nos imagi- namos que había) relaciones entrañables (*) Universidad de Valencia. Revista de Educación, núm. extraordinario (2003), pp. 191-211 191 Fecha de entrada: 01-10-2003 Fecha de aceptación: 03-11-2003

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LA EDUCACIÓN PARA LA PARTICIPACIÓN EN LA SOCIEDAD CIVIL

JUAN ESCÁMEZ SÁNCHEZ (*)

RESUMEN. El presente artículo tiene tres partes. La primera ofrece un concepto desociedad civil para aclarar el escenario en el que tienen que participar los estudiantescomo ciudadanos competentes. La segunda analiza los diferentes modos de interpre-tación de la participación social; las tradiciones controvertidas sobre el modo de con-cebir la participación en la sociedad civil son la clave que separa las teorías y las prác-ticas políticas actuales. Se presentan algunas de las consecuencias que derivan de laparticipación en la sociedad civil, con el objetivo de llamar la atención sobre su im-portancia para la salud democrática de las sociedades y para la dignidad y autonomíade los ciudadanos. En la última parte, se argumentan siete propuestas pedagógicasque orientan las acciones educativas para el fomento de la participación en la socie-dad civil.

ABSTRACT. This article has three parts. The first one provides a conception of ci-vilian society in order to clarify the scenario in which students are to participate ascompetent citizens. The second part analyses the different ways of interpreting par-ticipation in society; controversial traditions regarding how to conceive participa-tion in civilian society are the key to separating present-day theories and practices.Some of the consequences of participating in civilian society are presented, with theobject of stressing their importance for the democratic health of societies and for thedignity and autonomy of citizens. The last part discusses seven teaching proposalsguiding educational actions that are meant to encourage participation in civilian so-ciety.

INTRODUCCIÓN

Son muchos los estudiosos que destacan laexistencia actual de un período de desen-canto o de falta de interés por la participa-ción en la mayoría de los ámbitos de la vidasocial: en la política, en los sindicatos, en

las iglesias, en el sistema educativo, en loscolegios profesionales y en las organizacio-nes locales como los ayuntamientos y aso-ciaciones vecinales. Con frecuencia se miracon nostalgia momentos de la historia pa-sada en los que parecía haber (o nos imagi-namos que había) relaciones entrañables

(*) Universidad de Valencia.

Revista de Educación, núm. extraordinario (2003), pp. 191-211

191Fecha de entrada: 01-10-2003 Fecha de aceptación: 03-11-2003

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entre los miembros de las comunidades so-ciales, así como una implicación de todosen los acontecimientos y sucesos que seproducían en las mismas. Ello ha conduci-do a examinar el venerable concepto de so-ciedad civil con una larga tradición en elpensamiento desde Aristóteles y Cicerón aHobbes, Locke, Hume, Rousseau, Kant,Hegel, Tocqueville, Mill, Arendt, etc., queha dado lugar, en las últimas décadas, ateorías que pretenden le3itimar opcionespolíticas y prácticas socia_es. La educaciónes considerada como una de las claves parala realización de tales políticas y se le asignala función de formar para la ciudadanía. Laciudadanía consiste, ante todo, en la parti-cipación activa en las diferentes asociacio-nes que constituyen la sociedad civil, lacual se entiende como un ámbito de acciónsocial, como un espacio público distintodel Estado y del mercado'.

Para subrayar la deficiencia actual deciudadanía entendida como participa-ción, me detendré en dos tipos de aconte-cimientos conocidos por todos: la partici-pación en las consultas políticas y en elsistema educativo. En muchos de los paí-ses que han pedido su ingreso en la UniónEuropea, como es el caso reciente de Polo-nia, se temía que no acudiera a las urnas el50% de la población con derecho a votopara pronunciarse sobre el ingreso o no desu país; si no se alcanzaba ese porcentaje,la consulta o referéndum al pueblo porparte de los gobiernos carecería de validezal no conseguir el mínimo de votantes exi-gido por las leyes de esos países. En el casomencionado de Polonia, después de unacampaña intensa, en la que incluso inter-vino el Papa Juan Pablo II, acudió a votar

el 58,2%; lo que fue considerado un éxitopor la mayoría de los líderes sociales y po-líticos polacos, también por la prensa y lasinstituciones internacionales. Una situa-ción semejante aparece, una y otra vez, enlas diferentes consultas electorales de lospaíses de la Unión Europea y EstadosUnidos.

Quienes pertenecemos a la universi-dad somos testigos de los bajos índices departicipación de los estudiantes en laselecciones para representantes en los De-partamentos, Juntas de Facultad o Claus-tro. El profesorado universitario tampocoes proclive a participar en los equipos degobierno de los Decanatos, en la direcciónde los Departamentos o en las diversas co-misiones universitarias. En los niveles delsistema educativo no universitario, la au-sencia de interés en la participación se ma-nifiesta con toda su crudeza respecto a laDirección de los centros. Es de sobra co-nocida la falta de candidatos a la Direc-ción en muchos centros públicos, lo quellevó al Consejo Escolar del Estado, ya en1993, a promover un debate serio y rigu-roso para obtener un diagnóstico fiablesobre las razones que expliquen estas con-ductas de inhibición del profesorado. Apesar de esa iniciativa, la situación en elario 2003 continúa siendo parecida. Tam-bién, la ausencia de participación de lospadres en la vida de los centros es una que-ja importante de los profesores y la Direc-ción'.

Tal situación se produce a pesar deque la Constitución Española, en su ar-tículo 27.7, hace mención explícita a laparticipación de los padres, profesores yalumnos en los centros educativos, y de

(1) M. Walzer: «The civil society argument», en R. Beiner: Theorising Citizenship. Albany, State Univer-sity of New York press, 1993.

(2) INCE: Sistema estatal de indicadores de La educación. Madrid, Centro de publicaciones del Ministeriode Educación, Cultura y Deporte, 2000, pp. 72-75.

(3) «Los profesores, los padres y, en su caso, los alumnos intervendrán en el control y gestión de todos loscentros sostenidos por la Administración con fondos públicos, en los términos que la ley establezca».

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haberse establecido normativas jurídicasconcretas 4 . Todos sabemos que no se pro-duce una discusión viva sobre los Proyec-tos Educativos de los Centros, cuando seha tenido la fortuna o se ha realizado el es-fuerzo de hacerlos, sino que tales Proyec-tos se depositan en las Secretarías de losCentros y en las Inspecciones educativasdurmiendo, con frecuencia, el sueño delos justos. De esa manera, los ProyectosEducativos no concitan la suficiente adhe-sión de la comunidad educativa ni marcanlas pautas comunes para las relaciones en-tre profesores, padres y estudiantes. A mijuicio, se requiere un esfuerzo de explica-ción y debate entre todos los miembros dela comunidad educativa sobre el sentidode tal Proyecto y los beneficios que repor-ta. El proceso de identificación personalde los profesores, padres y estudiantes conun Proyecto Educativo concreto requiereque puedan debatirlo hasta convencersede sus beneficios. Sólo de esa manera, losProyectos Educativos de Centro serán losmarcos que regulen verdaderamente losconcretos escenarios de convivencia ypondrán en sintonía las convicciones, ex-pectativas e intereses de los miembros dela comunidad educativa. Como ha puestode manifiesto el profesor Touririan s , elconcepto de democratización, entendidocomo organización democrática de la es-cuela, transmisión de ideales democráti-cos y extensión de la educación, obliga aidentificar el proceso de descentralizacióneducativa con la igualdad en el sistemaeducativo y la participación.

En España, como en la mayoría delos países democráticos, puesto que no esun problema sólo español, los cauces o

estructuras técnicas para la participaciónde los ciudadanos en los diferentes ámbi-tos de la sociedad están creados, pero es-tamos lejos de vivir la cultura de la parti-cipación entendida como una formacompartida por los ciudadanos de perci-bir los asuntos comunes y tomar parte enlas deliberaciones, decisiones y gestión delo público.

Desde la Ilustración, si bien ha habi-do un proceso de reconocimiento progre-sivo de los derechos individuales, las cor-poraciones económicas y la burocracia delEstado han ido invadiendo los escenariosdiversos en los que entran en relación laspersonas, de tal manera que los ciudada-nos se sienten arrinconados en el ámbitode lo íntimo y familiar, valorados deacuerdo a la rentabilidad económica queproducen y, con frecuencia, se sienten vul-nerables ante el poder y la influencia delEstado y los mercados'. Si la participaciónen las formas tradicionales de asociacióncivil está en declive, la participación elec-toral cae en picado y la confianza socialestá en peligro, el fortalecimiento de la so-ciedad civil se convierte en una condiciónindispensable para la supervivencia de lademocracia.

En el presente artículo pretendo trespropósitos. El primero, ofrecer un con-cepto lo más claro posible de lo que en-tiendo por sociedad civil para aclarar el es-cenario en el que tienen que participar losestudiantes como ciudadanos competen-tes. Como segundo propósito, pretendoanalizar los diferentes modos de interpre-tación de la participación social; las tradi-ciones controvertidas sobre el modo deconcebir la participación en la sociedad

(4) R. Medina: «Estructura y naturaleza de la participación educativa», en Revista Española de Pedagogía,181 (1988), pp. 475-490;J. Sarramona: «Participación democrática en la educación», en Actas del Congreso deTeoría de la Educación. Política y Educación. Barcelona, VAR, 1995, pp. 270-287.

(5) J. M. Touritian (dir.): Educación y sociedad de la información: cuestiones estratégicas para el desarrollo depropuestas pedagógicas. Santiago de Compostela, Universidad, 1999, pp. 129-139.

(6) J. Escámez y R. Gil: La educación de la ciudadanía. Madrid, CCS-ICCE, 2002, pp. 13-16.

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civil son la clave que separa las teorías y lasprácticas políticas actuales. Me propongopresentar algunas de las consecuenciasque se derivan de la participación en la so-ciedad civil, con el objetivo de llamar laatención sobre su importancia para la sa-lud democrática de las sociedades y para ladignidad y autonomía de los ciudadanos.La última pretensión de este artículo esdar pautas pedagógicas que orienten lasacciones para fomentar la participación enla sociedad civil; en función de este últimopropósito están los dos anteriores.

LA SOCIEDAD CIVIL

La sociedad civil se entiende de muchasmaneras. Me parece muy sugerente la tesisde M. Walzer quien la concibe como unespacio público de acción social distintodel Estado y del Mercado. De modo se-mejante es conceptuada por A. Giddens -y B. R. Barber8 quienes han tenido una in-dudable influencia en las orientacionespolíticas de las Administraciones del Sr.Blair y del Sr. Clinton, jefe y ex-jefe de go-bierno del Reino Unido y EEUU respecti-vamente. La sociedad civil, así entendida,comparte con el gobierno el sentido de lopúblico y un respeto por el bien general, sibien, al contrario que el gobierno, no re-clama el monopolio de legítima coacción.La sociedad civil comparte con los merca-dos la idea de la libertad como una cuali-dad fundamental en las relaciones huma-nas y en las iniciativas de las institucionespero, a pesar de ello, no es individualistasino que busca el bienestar público.

Tal concepción tiene el atractivo dereivindicar para la sociedad civil un lugar

de encuentro para la acción social entredos sectores muy poderosos, el Estado ylos mercados que, con frecuencia, dejanindefensos a los ciudadanos. Cuando elgobierno se apropia de «lo público» en ex-clusividad, el auténtico público, el «tú» yel «yo» deja de pensar de sí mismo comoun «nosotros» y los políticos y los burócra-tas se consideran los únicos representantesde los intereses generales. La política seprofesionaliza y la opinión e intereses de laciudadanía no encuentran los cauces deexpresión e influencia para ser tenidos encuenta. Si bien el Estado es un poderosoLeviatán, que trata de engullir el apetitosoy variado pastel de la vida de las socieda-des, Giddens y Barber advierten que nopodemos caer en la ingenuidad de consi-derar que mercado significa necesaria-mente libertad y prosperidad para los ciu-dadanos. Los mercados controlan conmano de hierro la vida de las gentes y delas instituciones sociales buscando el be-neficio y la rentabilidad económica de losgrandes emporios financieros y empresa-riales, a veces con el empobrecimiento desectores de población y de países enteros°.La desigualdad es uno de los rasgos estruc-turales de la economía de la globalización.Las diferencias entre los ciudadanos delNorte y del Sur, y en el seno de cualquiersociedad entre quienes casi todo lo tieneny quienes carecen de casi todo, han au-mentado exponencialmente en el últimocuarto de siglo.

Ciertamente hay ilustres pensadorespara quienes la sociedad civil está consti-tuida por todas las instituciones socialesque están fuera del control directo delEstado, tales como mercados, asociacio-nes voluntarias y el mundo de la opinión

(7) A. Giddens: La tercera vía. La renovación de la democracia. Madrid, Taurus, 1999, pp. 95-103.(8) B. R. Barber: Un lugar para todos. Cómo fortalecer la democracia y la sociedad civil. Barcelona, Paidós,

2000, pp.56-59.(9) J. M. Cobo: Navegar el tiempo nuevo. Madrid, Comillas, 2000, pp. 77-81; S. George: Informe Luga-

no. Madrid, Icaria, 2001, pp. 225-229.

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pública'''. Quienes tienen esta concepciónhablan de tres sectores: primeramente, elsector público (el Estado) formado por lasAdministraciones públicas; en este sector,el control corresponde a individuos o gru-pos legitimados por el poder político. Ensegundo ltp-ar, el sector privado mercantil(los mercaZos), formado por las entidadesque desarrollan actividad-es con ánimo delucro y son controladas por propietariosprivados. El tercer y último sector, tam-bién llamado sector social, formado porlas entidades o asociaciones que ni son gu-bernamentales ni tienen fines lucrativos;son las organizaciones solidarias.

Mis preferencias están con la concep-ción de sociedad civil de Walzer, que re-clama el carácter público de su ámbitopuesto que, aunque sus instituciones oasociaciones se constituyen por la libre de-cisión de sus miembros y sus actividadesse realizan de forma voluntaria como gru-pos asociados libres, esas asociaciones sediferencian del sector privado en la bús-queda de un bien común; sus actividadesson voluntarias y, sin embargo, no estánprivatizadas.

No creo que haya que confundir lopúblico con lo estatal. La sociedad civilestá formada por asociaciones de ciudada-nos que deliberan en común y generanproyectos de acciones en común para so-lucionar problemas comunes o alcanzarmetas compartidas de desarrollo; en esesentido, su ámbito de actuación es públi-co. También las instituciones de la socie-dad civil asumen compromisos de actua-ción social cuando el gobierno no lo hace,no puede hacerlo o se puede hacer mejordesde tales asociaciones. Las institucionesde la sociedad civil pretenden, como obje-tivo fundamental, el fomento del autogo-bierno de los ciudadanos. Por ello lo que

tendrían que hacer los gobiernos, quequieran mantener sociedades vigorosas, eslimitar y descentralizar su poder promo-viendo una sociedad civil activa.

Sin embargo, la sociedad civil no debesustituir las funciones del gobierno ni elcompromiso o la responsabilidad de cadaindividuo consigo mismo. Respecto alprimer asunto, es conveniente distinguirentre la descentralización del poder y laprivatización del mismo en manos de unaentidad privada. Cuando el gobierno de-lega o comparte su poder con las institu-ciones de la sociedad civil potencia la la-bor de esas instituciones en los escenariosen los que ejercen sus actividades y esti-mula la responsabilidad de los ciudada-nos. Cuando el gobierno abandona susresponsabilidades y privatiza el poder, de-posita su confianza en las fuerzas del mer-cado, que se caracterizan por tener el obje-tivo de la ganancia o interés propio, yabandona la responsabilidad por los inte-reses públicos. Los gobiernos que descen-tralizan su poder estimulan la participa-ción de las asociaciones de la sociedadcivil, sin abdicar del poder y la responsabi-lidad por los asuntos generales para losque han sido elegidos; esto último sucedecuando los gobiernos privatizan el poder.

La idea que defiendo de sociedad civiles normativa, se refiere a cómo la sociedadcivil «debería ser» si queremos sociedadesprofundamente democráticas. Tal comola entiendo, la sociedad civil puede esta-blecer los límites sobre el gobierno sin ce-der los bienes públicos a la esfera privaday, al mismo tiempo, controlar el deseo deganancia, a veces inhumano, que circundaa los mercados sin ahogarse en los vaporesde un grande y todopoderoso gobierno.

Quiénes conformarían ese espaciointermedio o sociedad civil? todo tipo de

(10) A. Cortina: «Sociedad civil», en A. Cortina (coord.): Diez palabras clave en filosofia política. Estella,Verbo Divino, 1993, pp. 353-388; A. Cortina: Alianza y contrato. Política, ética y religión. Madrid, Trotta, 2001,pp. 34-35.

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asociaciones constituidas por personasque deliberan en común sobre sus proble-mas e intereses para también actuar en co-mún tratando de responder a los mismos.Tales asociaciones tienen que reunir de-terminadas condiciones: abiertas a la in-corporación de nuevos miembros quecompartan los mismos problemas e in-quietudes y estén dispuestos a colaboraren los fines de la asociación; inclusivas oque no nieguen a los ciudadanos la posibi-lidad de pertenencia por razón de reli-gión, etnia o género y, como tercera con-dición, deben hacer valer cierto grado deigualdad entre sus miembros.

Reconstruir la sociedad civil, en lospaíses con gobiernos democráticos, no re-quiere de una nueva arquitectura cívica,sino colocar a las instituciones en el lugarque les corresponde. Donde ya existe unsector cívico, se debe desplegar una serie deestrategias y leyes para asignarle un lugardonde crecer. Donde sólo existe la sociedadcivil en el deseo de las gentes o en las leyeses conveniente la puesta en marcha de mé-todos y estrategias que ayuden a sembrarinstituciones cívicas por todo el entramadosocial. Entre esos métodos y estrategias, laspropuestas pedagógicas tienen, sin lugar adudas, su importancia y a ellas dedicaré laúltima parte de este artículo.

LA PARTICIPACIÓN

Como expone A. Cortina", la participa-ción ha sido entendida de dos modos ocomo modelo de vida feliz, que los ciuda-danos deben incorporar en la vida pública,o como un medio para defender la inde-pendencia o las libertades democráticas en

las sociedades que las tienen implantadas.Al primer modo se le denomina la concep-ción de la libertad de los antiguos porquees una variante de la doctrina política deAristóteles según la cual el hombre realizadel modo más pleno su naturaleza en unasociedad democrática, en cuya vida se déuna amplia y vigorosa participación social.La participación, así concebida, no es sólouna condición necesaria para la protecciónde las libertades básicas, sino el ámbito pri-vilegiado de la vida buena o, dicho de otramanera, la participación es un ingredienteindispensable para la vida feliz' 2.

A la concepción de la 'participacióncomo independencia, se le denomina laconcepción de la libertad de los modernoso concepción liberal de la libertad. Paralos pensadores liberales, el marco políticodebe asegurar la justicia en la vida com-partida y, aunque lograr una comunidadjusta exige participación, no hacen de laparticipación una forma de vida. La no-ción fundamental de la vida política es lalibertad como no dominación 1 3 y, a partirde ese punto, se entiende que una comu-nidad es libre cuando la estructura de lasinstituciones es tal que ninguno de susmiembros teme la interferencia arbitrariade los poderosos en su vida, según su esta-do de ánimo o su humor, ni necesita con-graciarse con ellos para conseguir lo que sele debe en justicia. No se trata de que to-dos los miembros del grupo participencontinuamente en las decisiones de la vidacompartida, sino de que cada uno sepa aqué atenerse y no se vea obligado a defen-derse estratégicamente de las ambicioneso caprichos de quienes tienen el poder po-lítico o económico. También los teóricosliberales insisten en que si la ciudadanía se

(II) A. Cortina: Alianza y contrato. Política, ética y religión, obra cit., pp. 78-79.(12) A. MacIntyre: Tras la virtud. Barcelona, Crítica, 1987, pp. 185-206.(13) Ph. Pettit: Republicanismo. Una teoría sobre la libertad y gobierno. Barcelona, Paidás, 1999,

pp. 25-26.

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acostumbra a recluirse en la vida privada,los poderes públicos pueden arrebatarleincluso esa gama de libertades básicas queconfiguran la libertad de los modernos.

Amirrya Sen, premio Nobel de Eco-nomía 1998, en un maravilloso análisis dela relación entre los conceptos de libertady desarrollo", muestra la complementa-riedad de las dos concepciones de partici-pación. La concepción de libertad queadopta se refiere tanto a los procesos quehacen posible la libertad de acción y deci-sión (la libertad como no dominación)como a las oportunidades reales que tie-nen los individuos, dadas sus circunstan-cias personales y sociales (la libertad comoexpansión de las capacidades personales).Para Sen, la libertad tiene una doble ver-tiente; por un lado, la capacidad de laspersonas para llevar el tipo de vida que va-loran, y que tienen razones para valorar y,por otro, la capacidad de los individuospara ayudarse a sí mismos a llevar el tipode vida que valoran influyendo en el mun-do que les rodea, a través de su participa-ción en actividades sociales, políticas yeconómicasis.

Cuando una persona ejerce sus liber-tades mediante la participación social, in-terviene en la definición o determinaciónde las prioridades sociales que hacen posi-ble el establecimiento de las condicionespara expandir sus capacidades personales.La participación en los asuntos políticospara decidir quién debe gobernar y conqué principios, la posibilidad de investigary criticar a las autoridades, la expresión li-bre de las preferencias políticas así como elvoto a uno u otro partido son los derechospolíticos de los ciudadanos, la ciudadaníapolítica, en las sociedades democráticasque es necesario mantener. Pero, el hecho

de la participación misma es un elementoconstitutivo fundamental en la formacióny expansión de la libertad personal o liber-tad como no dominación. Sin la partici-pación social, considero difícil el mante-nimiento y expansión de las libertadesindividuales.

Además, como personas que vivimosjuntas, no podemos ni debemos evitar laidea de que los problemas que vemos anuestro alrededor son intrínsecamenteproblemas nuestros. Son responsabilidadnuestra, con independencia de que tam-bién lo sean o no de otros. Como seres hu-manos competentes no podemos eludir latarea de juzgar cómo son las cosas y qué esnecesario hacer. Tal responsabilidad indi-vidual ha de ampliarse no sólo recono-ciendo el papel del Estado sino también elde las otras personas y de las asociaciones einstituciones de la sociedad civil. Ha sidoH. Arendt" quien lúcidamente ha expre-sado la necesidad de la asociación con losotros para tener el poder de cambiar o in-fluir en los acontecimientos de la comuni-dad política.

La participación en la sociedad civilgenera indudables beneficios. Me referiréa cuatro que me parecen especialmenteimportantes: la elección compartida de lasprioridades sociales; el ejercicio de la auto-nomía responsable; la formación de capi-tal social y el desarrollo económico de lospueblos.

En cuanto a la elección de las priorida-des sociales, hay que decir que la libertadindividual es, en gran parte, un productosocial, y existe una relación de doble senti-do entre los mecanismos sociales para ex-pandir las libertades individuales y el usode las libertades individuales no sólo paramejorar las vidas de los ciudadanos sino

(14) A. Sen: Desarrollo y libertad. Barcelona, Planeta, 2000.(15) lbíd., pp. 34-36.(16) H. Arendt: La condición humana. Barcelona, Paid6s, 1996, pp. 222-224.

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también para conseguir que los mecanis-mos sociales sean mejores y más eficaces.Las concepciones individuales de la justiciay de la propiedad, que influyen en el usoque hacen los individuos de sus libertades,dependen de conexiones sociales, especial-mente de la formación interactiva de laopinión pública y de la comprensión com-partida de los problemas y de las solucio-nes. La participación en la sociedad civilbrinda a los ciudadanos la posibilidad dediscutir, debatir y seleccionar los valoresdesde los que se eligen las prioridades de lasociedad.

Como he dicho en otra parte'', los he-chos de la economía, de la política o de lacultura no tienen sentido al margen de laspersonas que los producen. Somos los hu-manos quienes damos sentido a esos he-chos. La responsabilidad personal exige latransformación de los escenarios socialesen los que se producen las relaciones realesde las personas y las condiciones políticas yeconómicas que provocan la injusta margi-nación y exclusión de individuos, de colec-tivos y de comunidades enteras. La ética dela responsabilidad nos obliga a la acción,que es la única facultad que tenemos paraproducir los cambios sociales necesarios,junto con otros, formando asociaciones oparticipando en instituciones, para quenuestras decisiones tengan posibilidades deéxito. Es cierto que no sabemos con certezasi lo tendremos, pero, al menos, nuestrocomportamiento estará a la altura de la dig-nidad humana, puesto que seremos guio-nistas y actores del proyecto de nuestra viday del futuro de nuestras comunidades.

Un tercer beneficio que genera la par-ticipación en la sociedad civil es lo que seviene llamando la creación de capital so-cial o aspectos de la estructura social que

facilitan ciertas acciones de los ciudada-nos. Hay tres formas básicas de capitalsocial. La primera se refiere a las obligacio-nes, expectativas y fiabilidad de las estruc-turas sociales, que funcionan como crédi-tos para la acción de las personas oentidades corporativas. Otra forma im-portante de capital social es el potencial deinformación inherente a las relaciones so-ciales. Una tercera forma de capital socialson las normas y sanciones efectivas.Entre ellas, una norma importante es la deque se debe renunciar al auto-interés y ac-tuar en interés de la colectividad. La pre-misa central de la teoría del capital socialse resume en la afirmación de que las co-nexiones sociales y el compromiso cívicoinfluyen tanto en nuestra vida públicacomo en los proyectos privados 18 . En unasociedad con capital social es más fácil vi-vir. Entre otras cosas, porque son más fáci-les de resolver los dilemas de la acción co-lectiva y se reduce el oportunismo.

Por último, el ejercicio de la liberta-des políticas mediante la participaciónsocial, como demuestra A. Sen, evita lashambrunas y obliga a los responsables delgobierno a responder a las necesidadeseconómicas de los ciudadanos''. Nuncaha habido hambrunas en un país inde-pendiente que tuviera un sistema de go-bierno democrático, con partidos en laoposición que expresaran las críticas yuna prensa relativamente libre. Los go-bernantes tienen incentivos para escu-char a los ciudadanos si tienen que hacerfrente a sus críticas y buscar su apoyo enlas elecciones. Sin embargo, ha habidohambrunas en antiguos reinos y en socie-dades autoritarias modernas, en comuni-dades tribales primitivas y en dictadurastecnocráticas modernas, en economías

(17) J. Escámez y R. Gil: La educación en la responsabilidad Barcelona, Paidós, 2001.

(18) A. Cortina: Alianza y contrato. Política, ética y religión, obr. cit., pp. 93-96.

(19) A. Sen: Desarrollo y libertad, obr. cit., p. 191.

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coloniales gobernadas por imperialistasdel Norte y en países recién independiza-dos del Sur gobernados por dirigentesdéspotas o por partidos únicos.

El ejercicio de los derechos políticosaumenta las probabilidades no sólo de quelos poderes públicos respondan a las nece-sidades económicas, sino de que la propiaconceptualización de las necesidades eco-nómicas requiera el ejercicio de esos dere-chos. Podría decirse que para comprendercuáles son las necesidades económicas, sucontenido y su fuerza, es preciso el debatey el intercambio de ideas. Los derechospolíticos, sobre todo los que garantizan ladiscusión, el debate, la crítica, el desacuer-do, son fundamentales para los procesosde decisión documentada y reflexionadasobre cualquier asunto y, por supuesto, enlos económicos. Estos procesos son cru-ciales, como he dicho anteriormente, parala formación de los valores y para las prio-ridades sociales, que no deben, en general,ser establecidas por separado, indepen-dientemente del debate público y los in-tercambios abiertos de ideas.

PROPUESTAS PRÁCTICASPARA LA PROMOCIÓNDE LA PARTICIPACIÓNEN LA SOCIEDAD CIVIL

Las propuestas están centradas en la par-ticipación en la sociedad civil porque esen ese espacio donde se encuentra el pro-blema de las deficiencias en participaciónciudadana, que es necesario resolver parael mantenimiento y fortalecimiento de lademocracia. Las personas a quienes inte-resa el poder político, sienten un fuerteatractivo por conseguir algunos de lospuestos de las Administraciones públicaso del gobierno, cuanto más altos mejor,por las prebendas que comportan o por elpoder real que confieren sobre las institu-ciones sociales y sobre los ciudadanos.De igual modo, poderoso señor es Don

Dinero, que ejerce sobre la mayoría de lasgentes un indudable atractivo de tal ma-nera que se buscan todos los caminos y sesaltan todos los obstáculos hasta conse-guirlo.

El problema está en conseguir quelos ciudadanos participen en aquellasasociaciones que buscan los interesespúblicos y no privados, defienden lo co-mún y no lo individual, cuando, proba-blemente, se tengan que enfrentar enmás de una ocasión con quienes estánprotegidos bajo el manto poderoso delgobierno, de los mercados o de ambos.La pregunta que se suelen hacer las bue-nas gentes es mí qué me va en esteasunto?, cómo puedo emplear (se dicemuchas veces «perder») mi tiempo en es-tas cosas comunes, aunque interesantes,cuando necesito solucionar mis propiosproblemas o conseguir un cierto rangosocial que genera el respeto de mis con-ciudadanos?

En una sociedad en la que el trabajoremunerado es una condición imprescin-dible para no ser considerado un inútilpor los demás y para tener un nivel acepta-ble de autoestima, en la que el nivel de in-gresos económicos es el criterio básicopara medir las competencias de una perso-na, en la que es una norma social la exhibi-ción de lo que se tiene por los productoscaros que se consumen, en la que el podery el dinero que se le atribuye a una perso-na o familia le confiere el rango y el respe-to dentro de la sociedad, no es fácil per-suadir a los ciudadanos para queparticipen en las asociaciones de la socie-dad civil desinteresadamente o con sus in-tereses diluidos en el bien común o con elinterés de robustecer la vida de la comuni-dad. Por ello, la construcción de una so-ciedad civil viva y fuerte requiere la con-junción de esfuerzos en múltiplesdirecciones. Como hay graves obstáculosy fuerzas poderosas en su contra, es nece-sario tomarse el asunto de la formaciónpara la participación en serio y para ello se

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requieren proyectos de actuación política,cívica, ética y educativa.

Frente a la tendencia predominanteen la actualidad que considera que lo me-jor que puede hacer la Administración esadelgazar y dejar que actúen las fuerzasdel mercado, en la filosofía política con-temporánea también se ha defendido latesis de que no hay libertad sin igualdad yjusticia. La libertad no es un bien separa-do de cualquier otro bien, asociada a lano interferencia del Estado. En el mundoreal, los individuos pueden disfrutarla,en la medida en que disfruten de ella losgrupos a los que pertenecen. La conside-ración igual de todos los miembros delgrupo es la garantía de una consideraciónigual para cada persona, y tal garantíaexige el respaldo de un Estado de dere-cho. Las actuaciones del Estado para fo-mentar la sociedad civil y la participaciónde los ciudadanos en las asociaciones quela constituyen pueden ir en varias direc-ciones. Haré dos propuestas a los poderespúblicos, si están interesados en la pro-moción de la participación de la sociedadcivil.

LA LEGITIMACIÓN DEMOCRÁTICA

DE LAS LEYES

La más importante de ellas consiste en la le-gitimación democrática de las leyes. La pro-mulgación de las leyes tiene que responder alos intereses y a las preocupaciones de lasgentes y a las diferencias que se produzcanentre los ciudadanos; a esto lo ha denomi-nado Pettit da necesidad de civilidad» 20. Enlas comunidades ajustadas a derecho, se tie-ne constancia que el cumplimiento de las le-yes se produce no tanto por el miedo a lassanciones como por la convicción de que lasleyes son justas y equitativas. Más aún, lasrazones para la obediencia a las leyes por la

mayoría de la gente derivan de la convicciónde que las leyes son equitativas, hechas yaplicadas sobre bases bien informadas, ydescargadas de influencias debidas a los in-tereses de individuos o grupos particulares.La observancia de las leyes se apoya en supercepción por el ciudadano como leyes le-gítimas. Cuando no es así, los individuostienden a desentenderse de las leyes y a bus-car sus intereses personales, aunque se pro-duzca una vulneración de las mismas.

Por lo tanto, la fundamental convic-ción política de los gobernantes es sujetar-se a la norma que exige preocuparse por elbien común. Si se hace así, es razonable te-ner la esperanza de que las normas y cos-tumbres sociales lleven a las gentes a laaprobación de las conductas de las perso-nas que observan la ley y al rechazo y de-nuncia de las conductas de quienes vulne-ran la ley. Esas conductas y actitudes delos ciudadanos son una manifestación dela civilidad de una sociedad.

(=�_ué puede hacer el Estado para fa-cilitar la aparición y el buen funciona-miento de la civilidad que se necesita?Lo primero es asegurarse que la ley encuestión sea percibida por los ciudada-nos como una intervención legítima enla vida civil. Para ello se requiere que laley, antes de su aprobación y promulga-ción por los poderes públicos, sea expli-cada pedagógicamente a las gentes y pre-sentada como necesaria para el biencomún. Como segundo requisito, que elEstado se presente a sí mismo como lainstitución democrática en la que sepuede debatir la conveniencia o no delos objetivos que persigue el proyecto deley. Si tal proyecto de ley sobrevive a losdesafíos que le lanzan en un medio so-cial democrático y dialogante, es la me-jor prueba para afirmar que se trata deuna ley legítima para la intervención en

(20) Ph. Pettit: Republicanismo. Una teoría sobre la libertad y el gobierno, obr. cit., pp. 319-326.

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la vida civil. Si los poderes públicos de-sarrollan tal procedimiento, las leyesdisfrutarán de la aceptación y apoyo delos ciudadanos y se verá incrementadolo que anteriormente he llamado el capi-tal social de la comunidad.

LA CIVILIZACIÓN DE LA ECONOMÍA GLOBAL

La segunda propuesta se refiere a las ac-tuaciones políticas y legales del gobiernopara poner límites al descontrol de losmercados financieros en la economía glo-bal. El concepto de globalización se utilizapara describir la continua construcción deespacios económicos mundiales, la prima-cía de las empresas multinacionales en laproducción y el comercio de bienes y ser-vicios, la integración de la producción aescala mundial, etc. Se está produciendoun proceso por el cual las economías na-cionales se integran progresivamente en elmarco de la economía internacional, demodo que su evolución dependerá cadavez más de los mercados internacionales ymenos de las políticas económicas nacio-nales'''.

Pero es necesario denunciar que laglobalización no es una fuerza de la natu-raleza sino que ha sido modelada por latecnología de la información, así comopor las decisiones de los gobiernos dedesregular sus economías nacionales.Quizás hoy no se pueda volver al pasadocon políticas proteccionistas, pero laconsecuencia que se ha generado ha sidola pérdida de autonomía de los Estadosnacionales para hacer una redistribuciónde la riqueza y de los beneficios de la na-ción. Ante esta situación, García-Marzä"

plantea desenmascarar la neutralidad conla que se presenta la globalización y re-construir las posibilidades del conceptode ciudadanía como participación plenay eficaz, integrando de nuevo la partici-pación política y económica, pero ahoraen el marco de una ciudadanía cosmopo-lita.

Tres tipos de acciones se piden al go-bierno en este tema: la cooperación políti-ca con otros Estados para promover unalegislación internacional que regule laeconomía global; la decisión de recuperarla política para decidir qué debe ser pro-ducido y cómo, cuáles son las prioridadesen la satisfacción de las necesidades ycómo distribuir las cargas y los beneficiossociales; la protección de las vinculacionesque puedan tener las asociaciones de la so-ciedad civil para constituir una sociedadcivil mundial, estructurada en miles de or-ganizaciones no gubernamentales. Si losgobiernos apuestan por los ciudadanoscomo se le pide, la globalización se podríaconvertir en una oportunidad para que lasociedad civil cosmopolita pueda ejercerel control democrático de la economíamundial.

EL SERVICIO VOLUNTARIO A LA SOCIEDAD

Como dice A. Llano 23 , a finales del Quat-trocento, en torno a figuras cono Petrar-ca, Leonardo Bruni, Leon Batista Albertiy el propio Maquiavelo, surge un nuevoconcepto de educación, cuyo objetivo noera tan sólo formar hombres literaria-mente cultivados, sino también el deproducir buenos ciudadanos, una educa-ción que valora la participación en los

(21) J. Estefanfa: La nueva economía. La globalización. Madrid, Debate,1996, p. 14.(22) D. García Maná: «Ética económica y democracia: la ciudadanía frente a la globalización», en A.

Cortina y J. Conill (eds.): Educar en la ciudadanía. Valencia, Institució Alfons El Magnànim, 2001,pp. 215-231.

(23) A. Llano: Humanismo cívico. Barcelona, Ariel, 1999, pp. 37-41.

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asuntos públicos. Son innumerables lostextos en los que Maquiavelo sostieneque la capacidad creativa y el dinamismode una república surgen de la virtud delos ciudadanos, es decir, de su libre parti-cipación en la vida comunitaria y en lapolítica de una ciudad a la que pertene-cen como miembros activos y responsa-bles. Ese nuevo concepto de educaciónrecoge la tradición de la Política de Aris-tóteles para quien la participación en lacomunidad tiene como fin el bien de to-dos los ciudadanos particulares, pero laparticipación, en sí misma, es un bien deuna índole muy alta. La participación delos ciudadanos en los escenarios públi-cos, buscando el bien común, constituyeel ideal del humanismo cívico.

Las teorías del humanismo cívico, lascomunitaristas, las liberales, las republica-nas, las discursivas etc., hablan de la parti-cipación de los ciudadanos en la comuni-dad política como la condicióninexcusable para el dinamismo de la socie-dad y, sobre todo, para garantizar la saludde la democracia. Todas dicen que es ne-cesaria la educación de ciudadanos com-petentes y demandan al sistema educativoque se dedique a ello. Pero... ¿qué se puedehacer?, ¿qué propuestas educativas se pue-den hacer?

La tercera propuesta se refiere a la pro-moción de movimientos sociales para elservicio voluntario a la comunidad social.Lo que caracteriza a los nuevos movimien-tos sociales es la conquista de nuevasoportunidades para participar en las deci-siones que afectan a los ciudadanos me-diante la democracia directa o dando unmayor protagonismo a los grupos de au-toayuda y a formas cooperativas de orga-nización social. Un rasgo distintivo de losnuevos movimientos sociales es que no

defienden los intereses específicos de ungrupo social ni se nutren de las capas so-ciales desfavorecidas. Sus motivacionesson la defensa de los bienes colectivos, nolos exclusivos de los miembros del grupo.Prefieren una estructura descentralizada,abierta y democrática frente a la estructu-ra centralizada y jerárquica de los viejosmovimientos sociales. Reivindican para síuna intencionada acción social y políticaal margen del marco institucional de laAdministración del gobierno. Esos movi-mientos sociales reivindican la esfera de laacción política en el interior de la sociedadcivil como su espacio propio desde el quecuestionar las prácticas e instituciones,tanto mercantiles como gubernamentales.

Una de las novedades que más sobre-sale en el perfil del voluntariado actual esla aspiración a niveles de mejor prepara-ción personal y a una mayor capacidadtécnica para dar soluciones a los proble-mas concretos de los que se hace responsa-ble. Aunque es esencial para el voluntariola búsqueda de un bien para la comunidado algunos de sus miembros, en su prácticaes donde el voluntario genera un procesoeducativo en el que combina el desarrollopersonal y de sus competencias técnicascon el beneficio comunitario". De estemodo, la acción del voluntario desarrollasu competencia ciudadana y beneficia a lacomunidad, aúna lo gratuito con lo nece-sario, la solidaridad y la colaboración conla adquisición de la racionalidad y lascompetencias para proceder adecuada-mente.

Esa visión complementaria, beneficiopersonal y beneficio de la comunidad, deun proceso de participación social con cla-ro carácter educativo, que manifiesta lapresente propuesta, deja atrás visiones delpasado. La acción social del voluntariado

(24) Sobre el voluntariado social y la educación, me he ocupado en J. Escámez et al.: ,<El voluntariocomo agencia educativa», en J. Escámez (coord.): Acción educativa y comunicación social. Valencia, Tirant LoBlanch, 1996, pp. 159-196.

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ha estado principalmente guiada por elsentimiento de altruismo, por la generosi-dad de entregarse a los demás y obrar enbeneficio de otros, pero no había demasia-da preocupación por comprobar si la ac-ción era también racional, eficaz o con su-ficientes garantías técnicas para darsolución a problemas prácticos de la co-munidad.

En la actualidad, el compromiso vo-luntario con la comunidad social debe to-marse en serio, es decir, tiene que ser edu-cativo para quien lo hace (producirdesarrollo en valores, habilidades y com-petencias técnicas para la acción) y pro-ducir desarrollo social en la comunidad.Si en los currículos escolares y en los pro-cesos educativos, se vinculara la adquisi-ción de competencias ciudadanas y técni-cas con la participación en los asuntos dela comunidad, se produciría una revitali-zación de la sociedad civil, puesto que laparticipación de los ciudadanos sería unode los procedimientos básicos del apren-dizaje de las competencias por los estu-diantes y no una actividad complementa-ria que se desarrolla al margen o paralela alcurrículum escolar de las aulas.

LA PERTENENCIA A LA COMUNIDAD

La cuarta de mis propuestas se refiere aldesarrollo del sentimiento de pertenenciaa la comunidad propia. Ch. Taylor26 afir-ma que las sociedades democráticas queestamos intentando crear (libres, demo-cráticas, dispuestas en cierta medida acompartir los bienes sociales por igual)

precisan que sus ciudadanos se sientenprofundamente identificados con ellas. Latradición del humanismo cívico siempreha sostenido que las sociedades libres quedependen del apoyo espontáneo de susmiembros necesitan un fuerte sentido delealtad a las mismas. Y esta dependencia esaún mayor, si cabe, en las modernas de-mocracias representativas. Una democra-cia ciudadana sólo puede funcionar si lamayoría de sus miembros están convenci-dos de que su comunidad política es unaempresa común de considerable transcen-dencia, y que la importancia de esta em-presa es tan vital, que están dispuestos aparticipar en todo lo posible para que sigafuncionando como una democracia.

Tal participación no sólo requiere quelos ciudadanos se comprometan con el pro-yecto común, sino también que se sientanespecialmente vinculados con las personasque participan en dicho proyecto. Esa espe-cial vinculación no se da cuando hay excesi-vas diferencias económicas y sociales entrelos miembros, por el sentimiento de aban-dono e indiferencia que sienten los más des-heredados. Esa es la razón por la cual las so-ciedades democráticas no pueden ser muydesigualitarias y requieren la adopción depolíticas redistributivas.

La conveniencia o necesidad del desa-rrollo del sentimiento de pertenencia a lacomunidad propia para la promoción de laparticipación en la sociedad civil, se debe aque si no entendemos lo que es nuestra fa-milia, nuestros vecinos y nuestros conciuda-danos estaremos incapacitados para enten-der a quienes pertenecen a culturas y apaíses que no son los nuestros. M. Walzer",

(25) Una orientación práctica sobre proyectos de servicio a la comunidad y el aprendizaje de competenciaspor los estudiantes, puede consultarse en N: Tapia: La solidaridad como pedagogía. Buenos Aires, Ciudad Nueva,2000; J. A. Arroyo: Acción responsable. Guía práctica para educar en la acción social. Madrid, CCS-ICCE, 2002.

(26) Ch. Taylor: «Por qué la democracia necesita el patriotismo», en M. C. Nussbaum: Los limites de/pa-triotismo. Identidad, pertenencia y «ciudadanía mundial». Barcelona, Paidós, 1999, pp. 145-147.

(27) M. Walzer: «Esferas de afecto», en M. C. Nussbaum: Los límites del patriotismo. Identidad, pertenen-cia y «ciudadanía mundial», obr. cit., pp. 153-155.

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aplicando su teoría de las Esferas de Afecto,defiende que es necesario el compromiso so-lidario con el círculo social más próximopara ampliar ese sentimiento de fraternidada nuevos grupos de personas y finalmente atodas las personas. Un particularismo queexcluye otras lealtades más amplias es unainvitación a la conducta inmoral, pero lomismo sucede con el cosmopolitismo queinvalida otras lealtades más estrechas.

Aunque se ha debatido apasionada-mente la cuestión de si dar prioridad enla educación a la enseñanza de aquelloscontenidos que nos son propios comociudadanos de un país o a la enseñanza deaquellos contenidos que nos unen a losdemás seres humanos, haciendo que to-dos ellos nos sean tan familiares comonuestros propios conciudadanos28 , ac-tualmente se ha caído en la cuenta de quelos sentimientos de pertenencia se ad-quieren con el arraigo en las comunida-des nacionales o étnicas en las que se naceo vive y hacia esas comunidades es nece-sario generar lealtades y asumir responsa-bilidades. El lenguaje de los DerechosHumanos, los discursos sobre el «Norte yel Sur» la solidaridad con lo lejano son,en demasiadas ocasiones, cortinas dehumo para ocultar la estafa y desidia de lavida cotidiana.

La identidad de todos los seres huma-nos en estar dotados de Logos o Razón y ladiversidad en los demás aspectos originala pertenencia de cada ser humano ados comunidades: la comunidad local y la

comunidad de todos los hombres; la per-tenencia a una comunidad política,dotada de unas leyes y unas costumbres, yla pertenencia a una comunidad univer-sal. La doble pertenencia por la que somosciudadanos de una determinada patria y, ala vez, ciudadanos del mundo exige en-contrar fórmulas que permitan vivir deforma armónica las distintas identidadesde la ciudadanía política. Para ello, A.Cortina29 propone educar en un cosmo-politismo arraigado: la enseñanza de losvalores y actitudes de las comunidades fa-miliar, vecinal, religiosa, escolar, política,para ir aprendiendo a degustar en ellas losvalores que nos permiten acondicionar lavida para hacerla más habitable a todas laspersonas.

LA EDUCACIÓN EN LOS VALORESDE LA ÉTICA CÍVICA

La educación en los valores constitucio-nales, que son los valores básicos de laética civil, como he expuesto en otro tra-bajo, responde a un imperativo legalde primer orden, el artículo 27.2. de laConstitución Española: «La educacióntendrá por objeto el pleno desarrollo dela personalidad humana en el respeto alos principios democráticos de convi-vencia y a los derechos y libertades fun-damentales». La Constitución configurael contenido propio de la educación eimpone la finalidad hacia la que ésta hade tender y, al tiempo, integra todas las

(28) En su ensayo Patriotismo y cosmopolitismo, la pensadora norteamericana Marta Nussbaum defiendeque en las escuelas hay que dar prioridad a la enseñanza de lo común de la humanidad y el igual valor de todaslas personas. El cosmopolitismo es una postura controvertida a la que se oponen quienes se resisten a su ideal deciudadanía universal en nombre de sensibilidades y apegos arraigados en la filiación grupal y en la tradición na-cional. En el libro citado anteriormente, Los límites de/patriotismo. Identidad, pertenencia y «ciudadanía univer-sal', un selecto número de pensadores morales y políticos reflejan los conflictos entre ambas perspectivas y po-nen de manifiesto la complejidad de estas cuestiones y la importancia de resolverlas.

(29) A. Cortina: Alianza y contrato. Política, ética y religión, obr. cit., pp. 124-130.(30) J. Escámez, et al.: Educar en la autonomía moral Valencia, Generalitat Valenciana, 1998, pp. 60-62.

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normas internacionales, como evolu-ción de los Derechos Humanos, que lapreocupación por el pleno desarrollo dela personalidad humana ha ido generan-do. Se nos da un precepto regulador detodo el sistema educativo, tanto de su fi-nalidad última, el pleno desarrollo de lapersonalidad, como de sus contenidosfundamentales, los valores que debencaracterizar nuestro sistema social. To-dos los ciudadanos, especialmente losque nos movemos en el sistema educati-vo, estamos obligados a cumplir estanorma legal.

Es cierto que la educación en valoresno sólo es función del sistema educativo;se hace en la familia, en el barrio, en lascomunidades religiosas, en las asociacio-nes políticas, en los medios de comunica-ción social, etc., pero también es ciertoque el sistema educativo desarrolla unafunción pública y es necesario que se co-rresponsabilice también en promocionaraquello que al conjunto de la sociedad in-teresa.

La vigencia o no, en las estructuras einstituciones sociales y en las relacionesordinarias de los miembros de la socie-dad, de los valores de la libertad, la justi-cia, la igualdad, la solidaridad, el plura-lismo político o democracia, latolerancia o diálogo activo para la com-prensión de unos con otros, la participa-ción y la responsabilidad, de acuerdo alvalor supremo de la dignidad humana,nos da el perfil valorativo o de ética cívi-ca de nuestra sociedad. Tales valores sonnuestro capital, o el déficit de capital,axiológico con el que contamos y, segúnel cual, tenemos una sociedad más o me-nos a la altura de la dignidad humana.

Hace menos de treinta años, la pro-clamación de los valores y de los derechosfundamentales en nuestra Constituciónfue, en cierto modo, una brusca invenciónque rompía con el pasado y que apostabapor el futuro. Es necesaria la educaciónpara que las jóvenes generaciones hagan

suyos esos valores y rompan la inercia deuna orientación de la sociedad españolaque ha sido conducida, durante largos pe-ríodos de tiempo, por senderos muy leja-nos a la democracia. Es necesaria la crea-ció n de una cultura plenamentedemocrática para que los valores constitu-cionales sean aceptados y vividos por lapoblación española, especialmente por losmás jóvenes.

No podemos caer en la ingenuidadde considerar que, en la nueva sociedadespañola, los valores constitucionales es-tán asentados y no hay peligro de retroce-so. Nunca se repetirá bastante que nadahay más fecundo que el arte de ser libre;pero, asimismo, nada es tan duro como elaprendizaje de la libertad. La libertad y laigualdad son dos valores que siempre es-tán en equilibrio inestable y en unas rela-ciones conflictivas; su falta de armoníaproduce disfunciones constantes quebien pueden obstaculizar los derechos in-dividuales o bien las garantías sociales,especialmente para los más débiles. Lasolidaridad, en unos tiempos tan procli-ves al individualismo, siempre es una ta-rea pendiente. Nuestras jóvenes genera-ciones, por fortuna, sólo han conocido lademocracia, pero la democracia ha de re-conquistarse cada día. Se requiere la con-vicción de que los demás son personascon la misma dignidad que yo, a los quehe de respetar en sus convicciones y prác-ticas, aunque sean distintas a las mías, ycon las que tengo, a través del diálogomutuo y la participación social, queconstruir un lenguaje común y unos es-pacios sociales de entendimiento y ac-ción. Y ésa es la responsabilidad a la queestamos obligados todos como ciudada-nos: hacer viva y real una ética cívica demínimos, unos comportamientos socia-les cargados de moralidad, a partir de loscuales cada uno tengamos la posibilidadde desarrollar nuestros valores personaleso de grupo.

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LA PARTICIPACIÓN EN LA GESTIÓNDE CENTROS EDUCATIVOS

Los jóvenes no aprenderán los beneficiosde la participación en la sociedad civil sino participan activamente, de acuerdo asu edad, en la gestión de los asuntos de suscontextos familiares y escolares. No pode-mos razonablemente esperar que los jóve-nes participen en las asociaciones socialesyen la vida pública, si antes no han tenidoun aprendizaje de participación democrá-tica en la vida escolar. Es ciertamente pa-radójico que deseemos la participación delos jóvenes con más de 18 años en las ins-tituciones sociales y en las consultas elec-torales, mientras que, en la pequeña co-munidad escolar, se les niega ese derechocuando tienen menos de esa edad, y aúncuando la han cumplido.

Los individuos sólo pueden aprendera comprenderse a sí mismos como perso-nas democráticas, cuando son miembrosde una comunidad democrática en la cualse resuelven los problemas de la vida sociala través de deliberaciones colectivas y deun compartido interés por el bien común.Por esa razón, una escuela democrática esaquella en la que hay una amplia concien-cia de comunidad social entre todos susmiembros y a la cual pueden pertenecerestudiantes de diferentes etnias, clases so-ciales y religiones.

Una escuela democrática tiene quedesarrollar la capacidad de la inteligencia,la actitud crítica para la confrontación yresolución de problemas mediante la in-vestigación reflexiva, la deliberación co-lectiva y el debate racional. Estos objetivosno pueden ser alcanzados controlando ydirigiendo qué piensan y cómo piensanlos alumnos. Más bien, se requiere que lasescuelas proporcionen un entorno en el

cual se estimule a los estudiantes a resolverproblemas morales y sociales prácticos, através de actividades conjuntas y de unatoma de decisiones en común.

Así entendía Dewey" la función dela escuela en una sociedad democrática:la capacitación del estudiante para, porsu participación en la vida social, trans-formar las relaciones de poder y las si-tuaciones injustas en cuanto a la distri-bución de los bienes económicos yculturales de la sociedad. De él es la ideade que una democracia es más que unaforma de gobierno, es una forma devida. Como forma de vida, la democra-cia significa la participación cooperativaen los asuntos comunes buscando solu-ciones generales a los problemas colecti-vos; y que los efectos económicos y polí-ticos producidos por la participación,repercutan en el beneficio de todos losmiembros de la comunidad.

Cuando en los centros docentes latoma de decisiones no está reservada aunas élites, aunque sean éstas la direccióny los profesores, pueden llegar a ser insti-tuciones que proporcionan al alumnadolas oportunidades de desarrollar un senti-miento de comunidad, un pensamientopúblico, las actitudes positivas hacia elbien común, las destrezas en argumentary dialogar, y las disposiciones como acto-res que les permitan alcanzar sus fines co-lectivos.

LA FORMACIÓN DE COMPETENCIASPARA UN DISCURSO PÚBLICO Y CIVILIZADO

La participación responsable en la socie-dad civil exige que los ciudadanos ad-quieran las competencias necesarias parapedir razones de las propuestas de losotros miembros de la asociación o de

(31) J. Dewey: Democracia y educación. Madrid, Morata, 1995, pp. 81-82.

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otras instituciones, dar razones de laspropias propuestas, deliberar sobre lasconsecuencias que de unas y otras se deri-van para el bien común, decidir en co-mún proyectos de acción y tener la fuerzay perseverancia de llevar a cabo, con losotros miembros asociados, tales accionesa pesar de las dificultades u obstáculosque puedan presentarse. También la par-ticipación responsable en la sociedad ci-vil exige la preparación de los ciudadanospara que pidan al gobierno las razones ojustificación de sus políticas públicas y dela legitimidad de las leyes.

Entiendo por discurso público el ejer-cicio de dar y pedir razones o argumentos alos demás sobre asuntos de los que se deri-van efectos públicos. Desde esa perspecti-va, el discurso público significa lo que tienecomo objeto el bien público; pero tambiénel procedimiento para alcanzarlo, la crea-ción de un espacio en el que los ciudadanospueden deliberar públicamente a cerca delo que les importa. De acuerdo con A. Cor-tina", la existencia de esa esfera pública esuna condición imprescindible de la ilustra-ción de la ciudadanía y de la legitimaciónde las decisiones políticas.

Hay muchos discursos públicos en losmedios de comunicación social, a veces enlos Parlamentos, que no son civiles: gentehablando sin escuchar, ratificando posturas

dogmáticas, sin cuestionarlas, convencién-dose a sí mismos en lugar de convencer asus adversarios, traspasando la responsabi-lidad a los demás de todo lo que ha salidomal. Para que un discurso público sea civiltiene que presentar las siguientes condicio-nes normativas 33: comunidad, delibera-ción, inclusividad, provisionalidad, escu-char, aprendizaje, comunicación lateral,imaginación y orientación a la acción con-junta. La institución escolar puede y debedesarrollar un proyecto educativo para quelos estudiantes adquieran las competenciasbásicas necesarias para un discurso públicode tales características. Esas competenciasson: el ejercicio de juicios decisivos sobreasuntos públicos; el interés por el bien pú-blico; el desarrollo moral para conocer yhacer lo justo en las situaciones conflictivasde la vida social y la disposición para el ser-vicio a la comunidad'''. En esas competen-cias es necesario educar a los estudiantes.Existen procedimientos y estrategias peda-gógicas, que la investigación ha demostra-do eficaces para la formación de tales com-petencias; a ellas haré referencia.

Un discurso público presenta la cuali-dad de la comunidad cuando se manifies-ta en términos que provocan y revelan unaserie de ámbitos comunes, de estrategiascooperativas, de intereses coincidentes yde un sentido del beneficio común 35 . En

(32) A. Cortina: Ciudadanos del mundo. Hacia una teoría de ki ciudadanía. Madrid, Alianza Editorial,1997, p. 165. Sobre este mismo asunto, A. Cortina: «El quehacer público de las éticas aplicadas: ética cívicatransnacional«, en A. Cortina y D. García-Marzá (eds.): Razón pública y éticas aplicadas. Los caminos de la razónprderica en una sociedad pluralista. Madrid, Tecnos, 2003, pp. 35-37.

(33) B. R. Barber: Un lugar para todos. Cómo fortalecer la democracia y la sociedad civil, obr. cit.,pp. 119-127.

(34) E Bärcena; E Gil y G. Jover: La escuela de la ciudadanía. Educación ética y política. Bilbao, Desclée,1999, p. 169. Una propuesta sobre contenidos en valores, actitudes y habilidades para adquirir tales competen-cias en J. Escámez y R. Gil: La educación de la ciudadanía, obr. cit., pp. 22-41.

(35) Sobre estrategias pedagógicas para la educación en la cooperación y convivencia, J. Escames; R.García y A. Sales: Claves educan vas para escuelas no conflictivas. Barcelona, Idea Books, 2002, pp. 67-85. Unplanteamiento con orientaciones prácticas para que los centros escolares y las aulas funcionen como una comu-nidad, J. M. Puig; X. Martín; S. Escardibul y A. M. Novella: Com fomentar la participació a Pescola. Propostad'activitats. Barcelona, Graó, 1997.

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este tipo de discurso, los interlocutores nosólo se reconocen como tales, sino quetambién reconocen al otro como alguienque en cierto modo me pertenece y al quepertenezco conformando un «nosotros».

La voz pública de la civilidad interrogay se deja interrogar críticamente. No puedeser de otra manera porque la sociedad civiles un lugar de encuentro de gentes, que po-seen perspectivas y opiniones diferentes, enel que constantemente revisan sus puntosde vista, tanto individualmente como encomún'. Y todo ello en el marco de un sa-ber incierto en el que la acción común y eldescubrimiento de espacios comunes sehace necesaria. Sin deliberación se empo-brece la democracia, porque se reduce lacapacidad crítica y la cooperación social yaque lo que prevalece es una concepción dela democracia basada en el poder".

El discurso público y civilizado es inclu-sivo de todas las personas que están afecta-das por las decisiones que se toman, por lotanto debe llevarse a cabo en la esfera de laopinión pública, que es una institución in-dispensable en la sociedad civil de una co-munidad política pluralista. Aún más, eldiscurso público no sólo está abierto a todoslos ciudadanos sin exclusión, sino que tam-bién implica la responsabilidad de participar

en la deliberación pública de quienes,teniendo información suficiente en los ám-bitos de la vida social, persiguen en ellos quese consigan los bienes comunes. Formarparte de la voz de la sociedad civil es un de-recho y una obligación para todos".

Puesto que el discurso público es abier-to e inclusivo, está en constante desarrollo.Los acuerdos que se alcanzan siempre sonprovisionales, están sujetos a enmiendas y aevolución, a partir de las razones que sonaportadas por los interlocutores antiguos onuevos. El auténtico discurso público escontinuo y no tiene fin, sólo una serie deáreas de descanso provisionales donde laacción se hace posible antes del siguientedebate. Esta cualidad de la voz pública lainmuniza contra el dogmatismo y el anqui-losamiento".

En el discurso público tan importantees saber escuchar como saber hablar. Losintereses comunes sólo se pueden identifi-car y articular cuando los ciudadanos se es-cuchan unos a otros. Saber escuchar es unacualidad particularmente civilizada. La es-cucha no consiste sólo en atender sin más aaquello que los otros expresan, sino impli-carse con ellos, siendo capaces de situarseen su punto de vista, de captar sus interesesy sus sentimientos40. A esto se llama empa-

(36) E Bárcena: El oficio de la ciudadanía. Barcelona, Paidós, p. 162.(37) J. Conill: «El carácter hermeneútico y deliberativo de las éticas aplicadas», en A. Cortina y D. Gar-

cía-Marzá (eds.): Razón pública y éticas aplicadas. Los caminos de la razón práctica en una sociedad pluralista, obr.cit., p. 136. Para el aprendizaje por los estudiantes de las habilidades necesarias para la deliberación, el capítulo 5del. Escámez; R. Garcia y A. Sales: Claves educativas para escuelas no conflictivas, obr. cit., pp. 87-107; J. M.Puig: Aprender a dialogar. Toma de conciencia de las habilidades para el diálogo. Madrid, Aprendizaje, 1995.

(38) Con el objetivo de educar en esa competencia, hemos diseñado diversas actividades para el conjun-to del centro escolar, para las tutorías y para las materias específicas, J. Escámez y R. Gil (2001): La educación enla responsabilidad, obr. cit.

(39) «Si queremos seguir siendo humanos, entonces sólo habrá un camino, el de la sociedad abierta. De-bemos proseguir hacia lo desconocido, lo incierto y lo inestable sirviéndonos de la razón de que podamos dispo-ner, para procurarnos la seguridad y la libertad a que aspiramos», en K. P Popper: La sociedad abierta y sus enemi-gos. Barcelona, Paidós, 1957, p. 195.

(40) Una interpretación adecuada de las implicaciones educativas de la ética discursiva, J. M. Puig(1999): «Construcción dialógica de la personalidad moral», en 0E t. Revista digital. Para desarrollar la competen-cia de los estudiantes en ponerse en el lugar del otro, J. M. Rodríguez: Adopción de roles y crecimiento moral. Te-nerife, Domicran, 1996.

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tía, la cual nos abre a ver y comprender, es-cuchando y sintiendo a los otros, nuevasperspectivas de un mismo problema.

El aprendizaje es el fruto más impor-tante del discurso público, ya que nos dala capacidad de replantearnos fas opinio-nes o convicciones anteriores y cambiarlas posturas si fuera necesario. Cuando eldiálogo público sólo es un intercambio deopiniones inamovibles y la política es unaserie de compromisos en los que se juzganlas posturas de los otros pero nunca sealteran las propias, entonces no es verda-deramente un discurso deliberativo. Ladeliberación en común es un experimentopara averiguar cómo son en realidad las lí-neas de acción posibles y también para ha-cer diversas combinaciones entre elemen-tos'". Por ello en el discurso público setiene que estar abierto a aprender de losdemás y con ellos.

Con demasiada frecuencia el discur-so público es vertical, una comunica-ción entre quienes mandan y quienesobedecen, en la que los líderes se dirigena sus electores y, de vez en cuando, susvotantes se dirigen a ellos, pero así no seproduce un verdadero diálogo público,en el que se trata por encima de todo deexplorar, de ver las razones que hacenaceptable o no la perspectiva de unos yotros. Por lo tanto, el discurso públicotiene que ser lateral o producirse en con-diciones de igualdad entre todos losafectados por las decisiones que se vayana adoptar".

Quienes participan en un discurso pú-blico deben tener empatía con los interesesde los demás, no como un acto de altruismosino como la consecuencia del propio inte-

rés reconstruido imaginariamente como uninterés de naturaleza común.

El diálogo público que es civil es undiálogo compartido y supone la basepara la acción conjunta, convirtiendo alos interlocutores en agentes. El diálogo,que no prevé una acción y considera lasfuturas consecuencias, no es más queuna especie de juego o un agradable pa-satiempo o un mero ejercicio intelec-tual. En el discurso público se trata deencontrar un mundo de acción para lasolución de los problemas o el beneficiosocial, por lo que tiene que ser un dis-curso responsable. El civismo no tienenada que ver con el disimulo en las for-mas de relación social, sino con la res-ponsabilidad. El diálogo público es unaforma de poder de la sociedad civil paraestablecer la agenda para una acción co-mún por la que una comunidad puedeperseguir sus bienes o atacar y presionara un gobierno irresponsable. También eldiscurso público puede servir para de-nunciar el fracaso .zle la propia sociedadcivil en las relaciones de sus miembros oen la obtención de los beneficios comu-nes.

Esas nueve características del debatepúblico son normativas y sólo se puede al-canzar en la práctica cuando las institucio-nes las fomentan y cuando los ciudadanoshan alcanzado las competencias adecua-das. Si así se hace, la participación de losciudadanos en la sociedad civil podrá seruna realidad. Debemos decidir si quere-mos de nuestra vida pública Tan y circo»o si nos esforzamos en poner las condicio-nes que hacen posible un autogobierno ci-vil y una democracia a largo plazo.

(41) J. Dewey: Naturaleza humana y conducta. México, FCE, p. 178.

(42) Orientaciones pedagógicas pueden encontrarse en D. Sacristán y M. A. Menoyo: Educación de-

mocrática y cultura participativa. Desarrollo del espíritu democrático a través de la educación. Madrid, UNED,

1994.

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