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Juan Ignacio López Carbonero

DEFINICIÓN DEL VIENTO

Antología poética (2011 – 2016)

a los amigos, compañeros de viaje (...), dedico también un recuerdo.

Jaime GIL DE BIEDMA

este es para Carmen, siempre

pero también para ellos, los buenos amigos sin los cuales este humilde libro

sería polvo, humo, sombra, nada; así que este es para Gema, eterna luchadora;

para Alfonso, para Charlie, para Alberto, para Alex, para Mario, para Julia, para Cris,

para Javi y Natalia, para Camil, para Isa, para Arantza, para Virginia y para Elena

por la inmensa fortuna de teneros a mi lado;

también es para Laura y para Leo y para Lola y para Eva,

tan lejos y a la vez tan cerca y a la vez tan queridos y necesarios;

para mis queridos padres — ça va de soi;

y para Marcos, Patri, Víctor y Paloma, por todos estos años de irrevocable amistad

que bien valen algunos versos;

A ellos les debo todo lo que soy y todo lo que escribo.

TRES SONATAS DE INVIERNO

a Luis García Montero

Los ruidos de la calle enturbian los recuerdos del pasado.

Tres sonatas de invierno. La primera: un Madrid con el semblante vacío: un taxi sin retorno, otro poeta en el asiento de atrás y su mirada no demasiado cerca del amor, no demasiado lejos de la muerte, recordando un esbozo de poema en el café de aquellos ojos verdes que sometidos a los designios del olvido yacen muertos en el fondo del vaso.

En los viejos papeles de un cajón, la ironía de una noche de septiembre. En el taxi,                ventanilla bajada (tediosa rutina de lunes por la mañana), se desdibujan los amores fatuos muy despacio, como si el fantasma de los viandantes meciera las ramas de los arbustos, implacable, furioso de pasión entre sus carnes.

Tres sonatas de invierno. La segunda:

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           el tintero, hastiado de palabras y de sueños, aplastado por el verso de piedra de una noche de junio. Soledad, eterno copiloto, me acompañas en este viejo taxi, sucio, desvencijado;                      me traicionas, fantaseas con mi recuerdo dormido.

Tres sonatas de invierno: y la tercera;           después del terremoto las nostalgias han cambiado de sitio. El silencio, después de la tormenta y los relámpagos, se escapa en los abrazos perdidos en el viento fantaseando con volver a los viejos cafés de los — en los que los borrachos y algunas prostitutas recitan Gil de Biedma en el whisky que cobija sus vidas —, rescatar de las personas del verbo aquellos ojos verdes atropellados por un viejo taxi del Madrid gris castizo,                          deformado por las noches sin guía que alumbran mis recuerdos.

Tres sonatas de invierno. Y el maestro Gil de Biedma se revuelve en su tumba, invocando los caminos del poeta que fue abandonado por la sombra de las sombras.

Sólo a veces la muerte de las palabras borra los recuerdos.

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OTOÑO ENTRE NOSOTROS

Ventana de mi sombra, observa atentamente sin rencor pasar las estaciones, la neblina inquebrantable escapándose del curioso acontecer del transcurrir del tiempo.

Solitario, recuerdo esa mirada que se refleja en los atardeceres parcialmente oculta por el paso de las noches.

Hace algún tiempo, en la perdición de mis recuerdos, fantaseábamos con aquellas noches vencidas al aroma de las musas y el viento. Escapábamos de brazos del invierno sin más cobijo que nuestra piel y nuestro sueño, rociados por una lluvia soñada entre dos.

Soñar con nuestros besos tal vez forzados entre bambalinas ¿Acaso sólo aquello fue verano? Los recuerdos, sutilmente evocados, se me escapan del aire y vuelan entre la hierba; defenestran la soledad mórbida que mana de los versos escritos por un poeta en otro tiempo, en la soledad del tiempo.

Otoño entre nosotros. ¿Tan veloz, tan deprisa ha pasado nuestro tiempo?

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¿Cómo saber si no son cenizas lo que se ha llevado el viento? ¿Dónde encuentro una cálida respuesta cuando el amor se ha adentrado en el bosque del frío y el terror invade las memorias más profundas del reino de mis sueños?

Fuimos juntos hacia la última sombra que el horizonte nos deja percibir; vuelan los recuerdos a lo largo del camino.

Pero aún quedan fantasmas del otoño. Comprendimos que el tiempo sin tiempo nos observaba con ojos de Rimbaud a la espera del alba.

Entonces, sólo entonces, descubrimos que era hermoso atardecer unidos, dar otra vuelta de tuerca a nuestra fantasía, derrotar en la arena los relojes, parar el tiempo y vivir nuestra historia, volver a los orígenes, volver a aquellos tiempos del amar por amar.

A aquellos tiempos en los que un te quiero valía más que mil imágenes.

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PRESAGIO

Noviembre congela los suspiros de los enamorados. Los recuerdos, volátiles, difusos, se escapan de las manos en nubes de miradas. Esbozo en viejos lienzos los trazos de una Venus desafiando al embrujo enclaustrado de mis noches, a los versos ocultos en mi invierno porteño donde se esconde la bohemia del tiempo.

Allí me encontrarás, dibujándote despacio, buscando la perfecta sinfonía entre tus labios, resistiendo la dulce tentación de perderme entre tu pelo. Mi silencio críptico busca una salida que no existe, acaso en el sueño de mis noches de otoño perdidas en la sombra de Madrid.

Te cruzaste en mi vida sin buscarlo muy despacio, entre viejas sombras y recuerdos ya olvidados que se tragó la bruma de un abril sigiloso. Pasé media vida encadenado a un melodrama, a otros labios de ensueño pero harto efímeros y pasajeros.

Después de la tormenta gravitaron las nostalgias.                           (Esa noche las vieron, quejumbrosas, a la luz de la luna).

Y me vieron caer una y otra vez,

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y mil más levantarme y arrepentirme, y cuando no quedó ningún te quiero en la recámara, viví mi vida, desentendido de hogueras antiguas.   Y ahora soy libre como el viento, libre de inventarme mi propio amanecer y libre también para estar contigo.

Ven.  ¿Ves el hielo en el reloj de arena? Aquellos tiempos en los que los amores muertos se escaparon rodando por las vías terminaron, hoy no son mas que polvo en el desierto. Tus ojos me han devuelto la sonrisa que se llevó la marea aquella noche de octubre.

Salgamos a volar, preciosa mía, déjame comprobar que el cielo se ha impregnado de tus labios, déjame sentirte, despertar el amor brujo que se llevó la bruma con mis lágrimas; déjame percibir en tus cálidos indicios la suave timidez de un amor desvelado; y después, cuando nada me lo impida, besarte hasta morir.

Salgamos a volar, preciosa mía, buscando la última nube del cielo, lejos, muy lejos de mi soledad sin descanso. Y desde lo más alto en sublime perfección contemplar la pirotecnia, sentirnos fuertes,

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dejar a un lado las cortinas y susurrarte al oído el alegato final de mi poesía.

Despertar una mañana con el corazón pegado a las sábanas,                                   ¿un presagio?

Viejo guerrero de sombras e ilusiones, ahora es tiempo de volver a soñar, de parar el tren y revocar las maldiciones. Es un segundo asalto, es pasar al contraataque, despertarme otra mañana y sentir los dulces brazos de mi Venus en la ventana.

Llévame con tu sonrisa al abismo.

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REFLEXIÓN PASAJERA DE UNA NOCHE EN SOLEDAD

Sonreírme en el espejo de un sonámbulo autobús en mi Madrid ambiguo y soñarte, efímera, sin apenas intención.

Miré por aquella ventana ajena esperando a mi princesa entre la cohetería. Pero no estaba allí.

Amarte y no tenerte, desbordando tristeza, desesperándome cada mañana al despertarme sin ti. Desesperado, encontré en mi onírico cobijo el último resquicio para abandonar mi cruel soledad; y al final te encontré susurrando a mis recuerdos una íntima fantasía, desvelando una última mirada surrealista que liberó mi pasión infinita en tus ojos inmensos. Ven conmigo, cielo. Dame una buena razón para no besar tus labios de miel esta noche. Ven, no tengas miedo. Disfrutemos del embrujo y la locura nocturna.

Te quiero. Hoy está más claro que nunca, el mínimo recuerdo de aquellas sonrisas de fin de otoño rebosa de existencia.

Esta noche he deseado perderme entre tus brazos, soñar con el abrigo de una caricia entre las campanadas, bailar contigo toda la noche hasta morir, desafiar al frío y a las distancias, comerte a besos al amparo de las estrellas dejándome caer por los relieves de tu pelo hasta contemplar que eran ciertos los oscuros rumores, que mi perdición completa sólo está en tus labios.

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LETARGO

Despertar de un largo sueño y darse cuenta de que no hay nada. Recobrar el presente, el impasible invierno en la calle,          en mí,                en todo.

Me siento inútil, simple, pequeño, tengo miedo a que no haya nadie detrás de mí para vencer la gravedad de mi realidad, el gris destino al que me enfrenté sin retorno toda mi vida.

Nunca un poema, unas palabras, sirvieron tanto de espejo del alma, convergencia de realidades que se encontraron en la calma de la noche.                     Jamás el sueño de esta azabache tinta derramada en la persistencia de la memoria creó un vacío semejante al de esta noche.

A veces no comprendo ni lo que escribo ni lo que siento. Mi cabeza da vueltas. Intento derivar la mente hacia otra cosa (recuerdos sacados de un cajón, algún surco, alguna circunvolución, qué sé yo, algún papel fuera de sitio), pero es inútil:

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tarde o temprano, el corazón se hiela (contra mi voluntad, es evidente) y me atropellan las sombras de los viejos tiempos.

Ya no me importan ni los versos, ni la métrica, ni nada; encadenado a endecasílabos sólo se escriben mentiras.

Aún recuerdo aquellas noches de noviembre en las que la luna me inspiraba canciones de amor en la ventana. Echo de menos una caricia a tiempo, unos labios de buenas noches.

Aún sibilan los fantasmas en mi casa, en mi cráneo.              Hay palabras que no se olvidan ni prendiendo fuego a los recuerdos que las generaron.

En las frías noches de enero intento convencerme de que todo es una farsa de guiñoles, de que el amor verdadero dura quince meses. Sé que es mentira, pero sólo así puedo dormir, desengañado del mundo y de todos.

Enamorado del amor, me dicen las paredes de mi cuarto, me susurra el viento y me grita el silencio.

Ahora mismo, en mi integridad dudosa de madrugada remota, nada está claro en mi cabeza. Sólo quiero soñar, dejar que pase todo esto, vivir sin pensar en qué me ocurrirá mañana; disfrutar las sorpresas que la vida brinda en forma de oportunidades.

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Ya me da igual todo. Sólo me quedan los abrazos de cada lunes por la mañana, las partidas de mus, los instantes de placer, la neuroanatomía y el recuerdo fugaz de que amé una vez y quiero volver a hacerlo hasta el fin de mis días.

No sé quién eres, no te conozco (y por lo pronto, la verdad, tampoco me importa), pero te amo con locura. Lo he hecho siempre y así será por los siglos de los siglos. Hasta que te encuentre será la bruma, la oscuridad eterna, tan odiada. Es el incierto destino de un poeta enamorado de algo desconocido.

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VINGT-ET-UN

Escribo un poco con la mirada perdida en un sueño,

madrugada de viernes.

Mantener esta inútil métrica a la que me he condenado,

designios del Infierno.

La noche nos recuerda el tesoro escondido de antaño,

amores que se fueron.

Miradas que atraviesan bloques infinitos de tristezas;

tu mirada, tus ojos.

Oculta en el reflejo de una noche, París nos contempla.

Sueño de noche y fuego.

Perfumes que se escapan en ramos de miradas sin dueño.

Tus ojos se escondieron.

No estás, viejo amor de primavera. Te fuiste sin mí,

me enterraste con vida.

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Pasiones muertas, pisoteadas a lo largo del camino,

del llano quijotesco.

Se ha ido. Nunca volverá. Olvidar es la salida. Todo

se pierde en el silencio.

Tal vez sea tarde para escribir este poema. No quiero

volver a recordarte.

Buscar otra salida, otro mar al que llevar las aguas.

Soñar, desesperarse.

A veces, debo confesar que me cuesta mucho olvidarte,

más de lo que imaginas.

No obstante, no anhelo ni tus formas, ni tus ojos, ni nada

de cuanto me mostraste.

Hay días que, sin embargo, extraño estar solo entre los libros

de neuroanatomía.

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Falta algo en esta vida descabellada y estresante

que llamo Medicina.

Falta algo que aprendí contigo hace unos años,

que tuve y me negaste:

tan sólo volver a soñar despierto con la dulce musa

que vuelva a enamorarme,

que inspire de mi inútil lenguaje una canción de esperanza

o una carta de amor.

Subsisto buscando en cada esquina, en la luna menguante,

tu amor en el recuerdo.

No sé por qué me acuerdo de estas cosas y no me olvido,

¿tal vez fue demasiado?

Se apagan las luces y el sonido de las calles, y en medio

de la noche, me quedo

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buscándote otra noche más sin resultado, suicidando

mi amor en cada esquina;

y escapa un suspiro perdido entre el papel y la tinta

Soledad sin retorno.

A veces la muerte de las palabras borra los recuerdos.

Es mentira. No basta.

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EWIGWEIBLICHE

Medianoche de viernes. La mirada perdida en esa luna de primavera reflejada en la ventana de un sueño, como una brisa oculta en este improvisado invierno. La silueta de la última campana despierta el sutil devenir de nuestro amor; sombra y fuego, nuestro amor en lo profundo de la noche, acunando mis besos entre algún suspiro perdido en el viento de Madrid. Quiero volar contigo hasta algún lugar más lejos de la realidad, volver a soñar el eco de tu perfume en el césped; sentirte más allá hasta desdibujar la fantasía en tus ojos.

Acaso un atisbo de misterio que un día se tornó poesía, poesía que volvió en manos el viento y el ayer en polvo. Y nos buscamos sin mirar atrás en el camino hacia tus labios, escalera hacia el cielo, entrelazamiento cuántico, mar abierto de mis sueños más profundos y deseados.

Dos o tres calles más abajo del misterio, bajo su manto de estrellas espera el poeta

con la frágil luz de la esperanza convocando a las musas en alguna esquina maldita;

la mirada desafiante a media luz y el brillo del zafiro en sus ojos hipnóticos. Desprende

de su afilada pluma incandescente una canción de vida y esperanza que corta las soledades en cien soles de primavera,

que fragua los corazones en la memoria de la noche.

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Tan solo recordar tu nombre en el eco persistente de tan auténtica ensoñación desvela las más íntimas pasiones. Recordar con misterio la hierba recién cortada por tus cabellos y un primer beso que ni el viento ni los trenes podrán llevarse. Perdición de madrugada remota tan solo franqueada por la pasión de un primer encuentro y el anhelo del porvenir, de cuanto nos queda por vivir, del eco de nuestra preciada sinfonía sin fin.

Y al amanecer, todos despertamos un poco sin saber dónde esta nada, buscando el cielo y las estrellas en las sonrisas ilusionadas que el embrujo de la noche nos legó.

No, esta vez no ha sido un sueño, amor mío, y te quiero más que a nada en el mundo.

Vuelan las palabras para el eterno recuerdo de un fin del fin que se volvió principio del principio, de cómo, desde aquel ángulo oscuro, los poetas imaginan las leyendas.

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LIEBESTRAUM

Es un atraco, amor; tus labios o la vida.

Luis GARCÍA MONTERO

para Carmen, con todo mi amor

Como el sol en las aguas, me rendiste al calor de tu mirada, al lujo de una mágica noche de verano.

Como un aura, débilmente sosegada por la brisa apareciste ante mí como el reflejo cristalino de una musa.

Como un sueño de primavera remota y florida; azahar y sueño, tu mirada desde el cielo.

Como una diosa, ella sueña en su ventana escondida: es Sol,        es Luna,                 es reina. Por las calles misteriosas, ella teje el arcoiris de sus sueños. Juegos de cielo y tierra.

En el desierto dos luciérnagas lejanas me alumbran, azabache infinito.

Los verdes rayos sobre la luna cristalina. Te busco en las estrellas,

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donde el horizonte se confunde con tus labios. En el sueño dorado de tu esencia, reflejos de diciembre en la ventana, mi sueño de primavera.

Sobre el cielo, la sombra de un nuevo amanecer a tu lado. Reflejos compartidos; sobre la luna de Madrid, nuestro amor espera.

Donde todo empieza, una promesa sellada sin palabras, un delicado delirio de idiotas.

Perdido en la penumbra de tus brazos, el cielo abierto en un primer suspiro y el aliento fugaz de tu recuerdo; acaso una caricia escondida en tus cabellos, acaso tu mirar deslumbrante, hipnosis de mis versos. Mi poesía, solamente sosegada con la mítica memoria de tus labios.

Echarte de menos en el silencio de mi habitación; amarga soledad, mi negra sombra.

Volver a verte es anhelar disolver la bruma con tus besos. Hasta entonces, renunciar a mi lúcido presente, buscarte en conjunciones planetarias, ceder el alma, el corazón al papel,            la pluma                       y el recuerdo.

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El único recuerdo de tu nombre quiebra la bruma; y Madrid se levanta en mil pedazos de espejos.

Te quiero.

Parque del Retiro (Madrid), 30 de marzo de 2012

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DELIRIO DE MIÉRCOLES

Se repite la historia.                       Me consumo buscando una palabra sutil a mi inútil sinsentido, un paraguas para protegerme del océano, una razón para seguir luchando.

Tan solo en el encanto de las musas de otoño encuentro la magia que me mantiene despierto. Lo demás           son memorias perdidas en la niebla, ecos de fin de otoño que se tornaron sueños.

Contigo he renunciado a los amores incorrectos de otras noches, a la irónica inmadurez del tiempo; tan fácil como pensar un poco y descubrirte, tan sutil como mirarte a los ojos.

Tu voz, que quiebra los relojes en susurros, que inspira los temores y los versos, que borra los fantasmas del pasado; tu voz que es sueño, y más que sueño; tu voz que es canto de vida y esperanza.

Eres la razón para seguir luchando, amor. No obstante, amarte en el silencio sin saber exactamente a donde no mirar y esconder la vista de tus labios tan deseados en la frágil soledad de nuestra fantasía no es fácil para un poeta de jueves a las cuatro.

Y es que te miro y el viento cede las palabras.

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Entre tanto, te busco en las paredes de mi cuarto, en los juegos de sombras ideados por capricho en el temblor de la luz que brilla en tus ojos, en la brisa de las siete y diez de la mañana.

Así es el devenir de los poetas: tu mínimo recuerdo alegró un poco estos tristes versos, concediste a mis palabras la esperanza del regreso.

Mientras tanto, la mirada perdida en los cristales del tren, letargo de martes revolucionario en tu recuerdo.

Madrid se pierde en una sombra de taxis sin dueño.

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TREINTA

Porque tú siempre existes dondequiera pero existes mejor donde te quiero.

Mario BENEDETTI

Recordar en su inmortal presencia, percibida en el delirio del alba en un sinfín de iridiscentes amaneceres el encuentro casual de aquel invierno caprichoso, nuestro anhelo consumado entre las amapolas, en la noche perdida, acercándome a las estrellas.

Sentir las lágrimas en la medianoche de las palabras, intuyéndome solo;                     y despertar a tu lado después, la tácita locura de nuestros sentimientos, otro presagio.

                Y es entonces cuando abro los ojos para hallar mi vida entera en los tuyos; y allí estaré, mi vida, confundiendo tus límites con los de la Luna, deseándote en nuestra, aunque tan próxima, distancia; y allí me encontrarás, siempre fiel y apasionado, a tu lado, por siempre hasta el final, añorando tu mirada en el recuerdo de la primavera, buscando la memoria de tu aura dorada en el camino;

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y es entonces cuando se obra el milagro, quietud afrodisíaca tu intimidad de lunes, desvelo para mis sentidos, tu amor y el nuestro;

y el cielo de Madrid se abre a tus encantos, buscando el recuerdo de aquel hechizo de viernes al cobijo de los trenes, la brisa y tus besos.

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LOS DÍAS TRISTES

En la bruma, ocultos por las gentes, te mostraste ante mí sutil y deseada.                                         Intento recordarte en las largas tardes de primavera a la sombra de Madrid,                          tú y yo,                                   la vida entera; acaso un primer beso cerca de la estación que vio florecer nuestro sueño escondidos de la gente y los viajeros.

Cerrar los ojos, la luz eterna...                                  Y escucharte, lejana, en el alma descompuesta de una sombra, en la última calma de los viernes.

Sentirte en mi críptico y noctámbulo lamento, en el rincón oculto, en el vivaz reflejo de un sueño a media luz.

Desearte, amor, mi musa ineludible, en la soledad de esta vida hastiada de estudio; despertando de un sueño sin fin y sin principio.

Desearte, amor, en estos días inciertos que subliman las miradas en polvo y cenizas, donde nuestra noche se confunde con los versos que escapan al juego de luces en el silencio, donde la nada es todo y todo es apenas nada.

Desearte, amor, y algún día despertarme oculto entre tu pelo,

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quietud afrodisíaca, un milagro de onírico deseo.

Al cabo del camino, nuestras manos tomadas de por vida, el mundo por delante. Y sentirme tan solo, perdido en la sombra de las circunstancias, sin poder estar cerca de tus ojos noctámbulos.

Mis días tristes y desiertos sin ti, encadenado a la psicología y a un sueño, mi sueño de luna y cristal oculto del mundo (ajeno al espectro deliroide de una noche), donde las ilusiones se conciben sutiles al aroma de las frías noches de abril.

Y transfigurarte en humo al acercar mis labios, o topar con el aire o la pared, morir de amor en la oscura realidad.

Mi triste poesía esta noche de mayo, mi espectro enamorado, se escapa otra vez más por la ventana. Insomnio.           Mis ojos te desean en la tristeza....

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AMOR SVAVE IVGVM EST

Tiempos difíciles para el amor. Te recuerdo vanamente en la memoria descompuesta, esbozando una canción desesperada que se queda un poco lejos de tus ojos.

Sentir nuestra noche en el recuerdo de aquel día, desvelándonos la eternidad para nosotros allá donde se esconde el misterio de la vida,

He renunciado a la métrica aplastante en el intento de volver a los viejos poemas cultos del pasado, (y, en verdad, no se por qué, si el pasado no me evoca sino angustias y tristezas).

Porque allá donde estés, cielo, mi eterna constante, paso el tiempo hallando tus indicios en la imperfección de mi aislada primavera.

Con el leve discurrir de tus caricias, vida mía, en el hechizo de tu boca consumadas a la sombra de la noche despejada en primavera, tu corazón y el mío se buscan, se encuentran.

Y es justo entonces cuando de la más alta torre el viejo e improvisado Platón cae derribado, defenestrado.

              Y un grito lamentoso escapa donde otrora se encontraba tan noble cabeza

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(es el chillido de un corazón atormentado, deduzco).

            Te miro.                     Y tú a mí.                                   Te quiero, princesa.

Y no hay mayor misterio que la magia engendrada en el deseo de unos labios desesperados de amor, de carne, de alma y sueño, mas al tacto vivaces, heroicos, generosos.

Ave, Hermosísima doncella.

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TRES POEMAS CANARIOS

para Alex, Charlie, César y Marcos por un viaje inolvidable.

SOLILOQUIO ATLÁNTICO

El crepitar de las auras en la calma angustiosa de la noche. Despiertan las musas. Buscan la gentil sublevación, la noche en el camino de tus ojos lejanos,        desafiantes.

Soledad de amores a mil trescientos kilómetros de tus labios. Se advierte el susurro prodigioso del recuerdo, la calidez trémula, esbozo de primavera.

Me muero de sueño, de hambre, de frío, de amor en mi trepidante búsqueda hipnótica que mece esta cuna de plata hacia las estrellas. Desaparezco, consciente de mi desvanecimiento, sintiendo a un tiempo que todo está dicho y que no te he llegado a decir nada, deseando identificar la voz de un ángel en mi cruel soledad — desplazada sesenta minutos a la izquierda según se mira a Greenwich —.

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El vigoroso aliento de estas tierras reclama tu ausencia en el silencio de una noche. Hoy estamos demasiado lejos para intentarlo, Morfeo pide venganza. Pero pronto, tan pronto que el tiempo pase sin saberlo, sin percibir su irreparable tránsito, las sombras materializarán cuerpos, anhelos nuevos y desconocidos, nuestra vida entera consumada, nuestro amor.

Sentido de la vida: la tuya y la mía, en una sola, única y eterna.

SUR

Reflejos de sal entre la aurora evanescente. Cien soles en la arena, rescatados del muelle. La impetuosa luz de tu mirada entre las dunas.

Maspalomas despierta en el inconfesable chirrido de las guaguas rebosantes de sombras y alemanes. En la orilla, la multitud cede       sus loores al tabernáculo del puerto, al emporio de las papas y del mojo, del pollo asado mit Kartoffeln y del tapeo.

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Entre tanto, van naciendo del subsuelo las sombrillas laberínticamente distribuidas, pedazos de claroscuro perennes en la lucha por continuar enhiestas.

La avioneta tal vez cortó el vuelo sin retorno de algún pájaro, trocados ya en carroña de gaviotas. Más lejos, rompen las olas tornadas en sueño, indiscutibles vidrios que vienen a morir al regreso de mis brazos. 

Invoco a las ninfas del Atlántico, tejedoras de sueños entre los circunloquios controvertidos del poeta en la noche, su morada única e irrevocable.

Juegos de arena, los soles sin dueño atravesados en el críptico gruñido imbricado en el viento.

La mañana se diluye sutilmente en las dunas, haciendo la croqueta en la más alta cima, en la desértica costa; y así       se resuelve en un atardecer sin nubes, mientras buscamos otro mar donde compartir las luces del recuerdo.

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MEDIODÍA EN EL MUELLE

¿Por qué me desenterraste  del mar?

Rafael ALBERTI

La mañana serena. Rugidos de espuma, huyen de una incoherente cohorte de turistas (de guiris nacionales, principalmente).                   Entre legiones de humo y baluartes sin dueño, despunta la calima en las montañas, compañera inefable del alba canariona.

Y rememoro la epopeya de sueños, luz de luna llena, mar de tarde ingrávida, lejano palpitar el ritmo incontrolable de las olas, viejo cantar atlante que emerge de las aguas desafiando a mi mente siempre amnésica.

Cierro los ojos. Regreso a tu recuerdo con la atención desviada hacia esa Diosa que imagino lejana. Sueños de iridiscentes horizontes. Luces impulsadas por el alma de una noche.

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Y entonces te contemplo. Tan dulce como nadie. Tan real como cualquiera. Sublime. Deslumbrante en las estrellas. Idolatrada.

              Después, las últimas olas borraron el recuerdo de la playa. Solo queda el eco de un fulgor desconocido, la luz sobre las nubes de los sueños, la vida en el recuerdo de tus labios. Desespero en los mares del olvido, mares de tiempo y sueño, mares que se desvanecen y se desesperan mientras un día más se nos escapa de las manos, mientras nos morimos para luego revivir entre tus brazos.

Playa de Arinaga, Agüimes (Gran Canaria), 2 de agosto de 2012

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ARIA TRISTE

Equívoca memoria para los remotos versos de fin de verano en un desesperado intento por recordar cómo se engendra un poema a media voz después de vacaciones.

Noche difuminada, ausente de razones y de sueños. Se pierden cien espectros en la bruma.

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SONETO LUZ DE MEDIA LUNA

Negra sombra, brillo incierto, aroma gris, perdición de madrugada intencionada, una guadaña y dos velas de fría plata constituían las seis partes de su hacienda.

Preso infame de la furia de los tiempos en la sórdida morada de la amnesia, la recíproca condena de las almas languidece con instintos de penumbra.

Y así se pasa la vida, añil y triste con rumbo de veleta estudiantil, muerta en el aura descompuesta del misterio.

Y así desaparecen los años. Tiempo, poesía derramada al viento. Y tus labios, deslumbrados por la noche en el recuerdo.

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SONETO FLAUTISTA

para Laura y Leo, con cariño

Vuelan los recuerdos en las trémulas corcheas que busca la memoria al devenir de otros tiempos, dulces libertades, de otras cuerdas, de otros vientos; sinfonías dispersas en la niebla que las lleva.

Vuelan los instintos contenidos en las alas de aviones de papel frágiles y enamorados; vuela la vida eterna a los versos susurrados al clamor de dos palabras; en el parque, en el alma.

Mientras ruge el general invierno en la Meseta, una nueva primavera aflora en la distancia, el resplandor de vuestros sueños entrelazados.

Y desde aquí, un poco desde lejos, me acuerdo de aquella tarde de agosto tan feliz, perfecta; y de cuánto añoro vuestra sublime experiencia.

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TEMPVS

Y pasan como pasan otras tardes ingrávidas en la vana memoria de tu ausencia,

como pasa el último tren de tu sonrisa resbalando en tu ventana;

como pasa el roce primigenio de la carne: viento de fragua, temblor de rosas;

como pasa el tiempo, la vida en verso, como pasan las cigüeñas y los sueños;

sin preguntas.

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LA MÚSICA

en recuerdo de Ángel González

Si la vida fuera música, me pasaría las tardes de cinco a nueve dibujando en las nubes componiendo la eterna primavera de Vivaldi y el invierno de Piazzolla.

Si la vida fuera música habría terremotos de timbales y violas de destrucción masiva y no habría conciertos para gerifalte y orquesta. Tan solo se atendería a reglas puramente musicales, armonía, belleza, ritmo constante....

Pero también hay un poco de nosotros, y si la vida fuera música, en las noches oscuras envueltas de otros tiempos la cuerda quebrada del silencio nos traería catedrales sumergidas en el viento del oeste,

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la voluntad póstuma del piano en la pétrea cabellera de un busto despeinado de Beethoven, ¿o era Schumann? —Ahora que lo pienso, podría ser Liszt.       Es igual, pero te quiero decir que si la vida fuera música me pasaría las noches en vela acompasando canciones en las sombras deslizando cada dos por tres un tres por cuatro reuniendo cuidadosamente las negras con puntillo en la ribera oculta de tus sábanas de pentagramas interpretándote despacio en arpegios de amapolas porque si la vida fuera música, tú serías la más perfecta sinfonía.

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LLUVIA

El alba de la noche difumina el cristal de la mirada perdida de los taxis.

Asisto a la necrosis de la primavera, letargo de caricias y miradas otrora,         en otro abril,                      transfiguradas en las tardes hipnóticas de un noviembre nuevo infiltrado de elogios y  de rosas.

Despiertan las sombras escritas en el llanto de la tierra, tercamente escabrosas. Danza macabra. Afasia. Tiempo de alucinaciones visuales.

La noche del diluvio. Con la mirada puesta en el cantar de gesta del habitual silencio, aquí me hallarás, camino del suplicio, confundiendo mis versos con realidades, con el alma derrotada del deseo.

A la luz de tu trémula sonrisa nacarada, inviolable, fenestrada                                   de misterios en penúltimas paradas de autobús, pulquérrimo vidrio,                       —testigo del paso de los años y los hombres

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bajo las nubes lacrimosas de lóbregas mañanas malditas, hipnotizadas en la mirada de la luna evocando el rumor callado de la tierra.

No me gustan los días de lluvia.

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APALABRADOS

Tú me llamas, amor, yo cojo un taxi.

Luis GARCÍA MONTERO

Tú dices vida, y yo, sueño, y, azul, me sueñas una flor que es luz en el desierto. Intento decir cerca, mas se queda en pronto y yo, voluntario vasallo, musa del tiempo tú de mí, del Universo.

Dices viento y en cúmulos dispersos de belleza se levanta el alba, vienes a mí única, restituida como el viento que acuna las rosas de papel en miradas inocentes.

Me toca: ahora digo miradas, y te miro, Diosa mía, manantial de arcoiris conjugado de susurros. Sobre la luna titánica

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despierto un boceto de tu boca con el lápiz de un verso.

Y dices: sonrisas, y me enseñas el camino. Mientras, con luz difusa de reflejo quiescente, los brazos de la mañana se escapan confundidos en el tacto de seda que me ofrecen tus sentidos.

              El juego se pone interesante.                      Tras la necesaria pausa de tus besos, dices corazón.                   Levanto la mirada y tus ojos músicos me susurran vientos lejanos, canción de cítara sombría, perfecta sinfonía descompuesta por el polvo de los tiempos inquietos que dominas, que me regalas.

Pasan los turnos. Yo digo arma, respondes cama, tú dices amor y yo te invoco, infinita

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te pienso ferozmente realizada, te deseo cristalina estrella, inmaculado rocío de primavera, y con el íntimo deseo de aquellas miradas de fin de invierno resucitadas dejamos el juego para llevarme al cielo.

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DE IGUAL A IGUAL

para aguardar con calma a que te crees tu misma cada día

Ángel GONZÁLEZ

Capricho de media tarde de viernes. Tu soledad con la mía resisten, más son débiles como el canto incorpóreo de la palabra antes de un beso, como el sinérgico latido del silencio con tus manos.

                Sangre de nuevo invierno, místico, en los bordes afilados del muérdago de plástico de una esquina de la Plaza Mayor, en la que nunca da el sol, que se esconde a los turistas japoneses y a esos incómodos señores que venden esos helicópteros asesinos a los niños en los márgenes de la calle, ocultos por las sombras intrépidas de los compradores de última hora                 y allí, tú misma;           evocados nosotros de igual a igual bajo la atenta mirada de los Austrias invocamos la magia perdida, rumor vítreo de rosas que inventó la lumbre persuasiva de tus ojos.

Y ahora,         (es decir, después,)

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como dijo el poeta, estoy besando un beso.                   (Te recuerdo, pero escapas.)                 Vuelve a mí esos tus ojos, que este cataléptico Lázaro levante la luz de tus caricias.

Y eres tú, libremente ideada, modelada en la canción florida de sueños y de pájaros, en realidades manifiestas, sólo tú, así sin más, en tu sencillez acostumbrada.

He aquí el secreto, y de este modo somos nosotros algo más que la suma de las partes.

Somos nuestros, corazón, ni yo de ti ni viceversa.

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AUGURIO

Algún día agotaré los tomos de poesía como el herrero que se queda sin materia prima.

          Entonces será la nada, volaremos en busca de otros nidos de cultura para vencer con joven espíritu impertinente el crepúsculo del tiempo que nos viene.

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VIAJERO DEL TIEMPO

Soy eterno viajero de sueños e ilusiones

Manolillo CHINATO

El entorno, conmovido, de una tarde de incorpóreo y danzante marzo rebosa de juventud coartada por el filo de seiscientas treinta y cuatro hojas de afilado papel sedientas de pluma imberbe. Ruge la nieve en la planicie trastocada por la vulgar sutura, y el humo de Madrid vista desde lejos.

Aquella lejana estación. Polvo, marihuana, ladrillo quebrado en la tempestad ácida de las sombras en hieratismo patognomónico de piedra sobre piedra contemplan la rutina hirviente de los haces de penumbra que transforma en el vagón su melancolía compartiendo maleta con algún recuerdo colgado de las barras, sintiéndose ejecutivo por un día, estudiante de Medicina a tiempo parcial, madre de ocho a tres.

                        Los hilos de plata que mecen los destinos te susurran al canto escabroso de las estaciones pero de las de verdad, de las nevadas cumbres que depositan por parejas a los viandantes previamente advertidos;

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trenes que te invitan a elevarte a la calma   de la noche, en un vistazo, se escapan las rutas de entre los dedos, o en la tinta de un antracótico 20 minutos,

y los trenes, como el acontecer mismo del tiempo que nos busca y nos separa, que levanta anhelos, esperanzas,    temblor fino de arena remotísima, vienen y van, y nos dejan penachos de nieve en la sombra del camino para seguir el rastro sin rumbo fijo y ahí están, y la nieve borrará sus pasos, y será el fin.

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EL RETORNO DE LOS BRUJOS

a todas esas personas a las que tanto echo de menos en estos días inciertos

Son noches acusadas por todos, para todos yermas, vacías, desesperanzadoras. Son llamas de crudo invierno hermético en el bastión sin memoria de la vieja Estigia. Y aquí estamos, perdidos en la bruma matinal, destructivamente utópicos, anhelando que el ambiente de hada y polvo se nos quiebre en la mirada fulgurante de otros tiempos venideros. Sólo son intentos de poema en prosa que transformo en designios airados de vanidad ecuestre, con la miseria puesta en el porvenir, investi-gando en el ocaso de la mente. Y se va, se va todo; se escapa de los nidos que creamos en metáforas incrédulas que se pasean, eméritas peripatéticas, por las nubes fastuosas gobernadas por los sueños. Es el retorno de los brujos. De los de papel radiodenso en vidrio esmerilado. Y abandonando la trémula desgracia del concepto clínico, el cajón de pino (pero no el que turba mi pesar dormido, sino el puro, ingeniado en la maleza de los campos para conservar el legado de los tiempos, por lo menos de un primer cuatrimestre asaltado por quimeras) se recrea en fotosíntesis de tinta, en complejos enzimáticos cargados de aberraciones termoquímicas, que nos miran de reojo arriba y abajo y de izquierda al centro y nos absorben, fluctuaciones de flujo ectoplásmico de las que trato de escapar, pero el poder electronegativo que despeña la última tormenta sombreada de grises de ficción desmerece mis esfuerzos y me lleva al Holocausto. Hélas! Hélas! Son noches de influjo incierto, dicen estrellas unos, yo digo pluma (no pasara de bolígrafo) y desvencijados ideales. Yo me aferro al común de los mortales, a la otra parte, a la vida que nos queda encrucijados en abrazos. Abrazos que partieron, que rompieron en la roca, mas que vuelven cuando más se necesitan. Ritual recíproco de pureza e intimismo, que recuerdo vagamente, simpáticamente, cerúlea- mente, hipocampalmente, cuando el eco desvestido por la tierra de una inserción, de un uracilo, en el la sencillez de un

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refrescante sabor a linfocito T naïf o en la gruta de un mago afri-cano, te vuelve a llamar, ahí están las sombras de la vida, recuer-do tan cercano de un palpitar lejano, para clamar al viento (o más bien, rezar por los trocitos de tu alma) con voz de medio anfiteatro de coro amparado por el inviolable escudo del cariño: Sigue, no te rindas. Y dirán las estrellas una tarde de febrero: ven, y en su dulce amanecer, iré. Y después será final de finales y principio de principios. Luz. La vuestra.

Escritura automática. Leganés, 17 de enero de 2013

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POEMAS BREVES

 I

Franco descanso en el camino, tu mirada atraviesa historias,

translucidez, destino.

II

Escribe una nube de sueños.  Así, de modo tan sencillo, seremos un punto de luz

en la mirada de los cedros.

III

Me gustas cuando muerdes, porque donde antes volaron los pájaros

ahora habita el crepitar de la carne.

IV

Existe un femtosegundo en la vida del hombre

que le susurra eres,

pero a fin de cuentas sólo era un femtosegundo.

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V

En su amor de invierno olvidó el silencio,

y le hizo una bufanda de versos.

VI

Quizás te has dado cuenta, amigo, pero recuerda:

nunca serás ese reflejo que está ahí sentado

viendo pasar las ventanas del tren.

VII

Redoblaron las campanas de Gauss en el sepelio.

VIII

La sombra de la estatua no basta para hacer cálculos de agobio.

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SOBREVIVIR AL INVIERNO

Le decían invierno, pero, en verdad, era una pluma en silencio, guadaña, callado muro, desesperación no encapsulada, tentativa de asesinato, suicidio asistido.

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POEMA DEL DESIERTO

أنا أحبك

Sombras de espejos. Luciérnagas, depósitos, sueños trastocados en el colosal desaire de aliento de poema en madrugada de reposo.

Piedra blanca de la medianoche. Las leyendas hablaban de un recuerdo infiltrado entre las puertas de hierro, reino de sueños.

Reflejos de pestañas en la mirada tórrida del turbante quebrado en las noches rítmicas de marzo que albergan las esquirlas de la hoguera escogidas sin rencores fanáticas dispersas fundidas en los soles de incierto porvenir que nos cedió un tiempo paralítico, que confundió el polvo azul de las estrellas con el gris y amargo del camino.

Te susurro esta mirada en el invierno muerto, ventisca destronada de miseria en estas tierras de polvo y arenisca, de esbozos y de puños, de sueños recónditos que se pierden en la arena limítrofe del Atlas, donde la calma lustrada de la arena

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discrepa con tus labios. Y miro con ojos beduinos el contorno inspirado de una danza que escapa hacia el Sahel amparada por los ecos pertrechados del abismo.

La salobridad recóndita de tus nubes rizadas, de la piel curtida a fuego y piedra en los lejanos oasis que vimos partir.

Te escapas de la luz rectilínea de la estética. Regateamos labios de palabras, rosas del desierto: y yo siempre exhausto te concedo sin dinares la utopía del aire transmutado.

Y te miro, mujer de tierra adentro, temblor intencionado en pétalos de sueño de la nueva primavera que mora en el descanso de la noche sin retorno en la que invoco tu canción, tu recuerdo, tus ojos, mi vida entera mas ahora acaso tan lejos de ti

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separados por océanos luz de ópalo maldito miro al infinito      a unas cuatro millas náuticas del límite      entre las tiendas de souvenirs, la arena,      tus ojos y las demás estrellas,      no más lejos y en la calma indiscutible de las noches árabes vive una tímida canción a la esperanza del mañana intrépido, del presente ubicuo.

Tan lejos, tan cerca acaso. Hagamos de la inerte y polvorienta senda un hálito de luz del tiempo que nos queda.

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PUNTO DE PARTIDA

A mis queridos amigos Alfonso, Gema, Julia, Alex, Javi, Natalia, Arantza y Aníbal, y tantos otros nuevos amigos y compañeros que aparecieron en el camino, por nuestra aventura inolvidable.

La amistad es un alma que habita en dos cuerpos; un corazón que habita en dos almas.

ARISTÓTELES

Ubi est antiquus meus amicus?

Codex Buranus (anónimo, s. XIII)

Para los demás aquella puerta no era más que un trozo de cristal flanqueado por señores de rojo.

Nos contaron, mil y una noches, que la arena era otra cosa.

Nos hablaron del poder purpúreo del deseo, de ramos de voluntades idiopáticamente constructas sin demora.

Nadie nos miró en árabe. Tan sólo fuimos pasto de las hienas del desierto. Incrédulos de asfalto,

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hoy cruza las montañas una mirada perdida en el puerto y pródigos subimos a buscarla como la luz del día sobre las tierras altas que nos vieron levantar salir soñar caer entrar resucitar.

Con la insatisfacción pasajera del cúmulo de angustias, viajante de recuerdos, apuesta del incierto sueño, despierto la imaginación trémula de la sonrisa de medianoche que juega a ser pretérita princesa, sutilmente incompleta; que sueña intuitiva, constelada, la vida remansada en el ocaso del viaje infinito, del alma coagulada, de los ojos que viven para contarlo. Escapamos          (dicho sea de paso) con la mirada perenne en la otra parte consumida por la arena y el tiempo.

Ilusiones que renacen con las sendas de miradas de abril.

Salimos del páramo agrietado de encuentros y pasiones

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que escapa del tiempo solitario, que se muere con las últimas virutas del presente desgastado. Algunas angustias, las púrpuras grisáceas que un día siguieron el camino y nos contaron relatos de la otra tierra, campo atrás, allá donde se pone siempre el sol, y los árboles son de melancólica distribución, caminan solitarias.

El ansia espasmódica del regreso tembloroso exhorta los hierros quebradizos del misterio descompuesto de los atardeceres de marzo tunecino.

Cuando parece que no quedan luces en la bruma, el desierto que en un tiempo fue liviano se vuelve ansioso, sufridor, ejecutor.

          Pero allí donde se atisba un camino cortado, donde la perdición amarga del viajero abrupto parece consumar un viaje sin propósito difícil y eterno, hubo vida, luz de media luna más allá del túnel, cruce de caminos que nunca debieron separarse, espejo recordado, polvo enamorado.

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Disfrutar del momento efímero, peregrino, volver atrás, donde habitan las luces sin sombra y los amigos.

              Y aquí estamos, transcurriendo el cruce like the good old times pero el tiempo pasa y la túnica de sombras del invierno no reposa en el sepulcro todavía. Es tiempo para los sueños, la vida y los recuerdos, para hacer infinito lo finito, para volver atrás una y otra vez, sentir augurios de buena voluntad, luchar contra los sinsentidos del presente maquiavélico, advertirnos férreos y cálidos, deshacer lo incrédulo y perverso de este tiempo que nos clava a la pared, que nos separa, que nos recuerda lo que fuimos, que nos llama a lo que somos y seremos, predilección de nueva primavera en el reposo del alba.

El tiempo pasa. No queda sino el aura

de nuestra vida. Tan solo el eco triste

de los recuerdos que marcan los senderos

poco indicados

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que cogieron, erróneos, otros poetas

de principios de otoño sin intuirlos,

sin advertir la sombra que uno soñaba

vacía de pensamiento, sólo aparente,

y que se haría después neblina y polvo.

Pero todos dijeron (eterno incrédulo

fui; más bien, engañado por la ilusión

cedida en otros tiempos y que no quise

deshacer de mi vida ni de mis sueños)

que estas historias no acaban bien,

que la sombra del verso yerra también,

como fue demostrado.

Ahora sé dónde moran las palabras de cariño. Sólo quiero transigir en sólidos bastiones, volver a la memoria los tiempos pretéritos queridos, donde habitan las luces del recuerdo y escapar, fuga y misterio, para volver a la senda que nunca debí dejar,

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para dejar de soñar con el encuentro fortuito del cruce de caminos. Quiero volver al camino. Donde se esconden las luces a las que nunca hube de renunciar, Donde habitan los abrazos. Donde se puede soñar sin que nadie me lo impida tergiversando en auroras de vanidad los sueños de una vida.

No permitiré que el eco rezagado de la duda nos separe una vez más.

La aventura nunca debió tener fin. Volvamos a empezar.

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DVM VIVIMVS VIVAMVS

para Carmen, con todo mi cariño

Todo comenzó       como empiezan las grandes historias:       un poco sin dar cuenta de los cambios,       inconscientemente, despacio,       con altibajos pero intrínsecamente constante una noche como esta al brillo leve de las copas. Se despertaron las sombras del recuerdo mirando al finito infinito en el épico (aunque irreal y vagabundo) recuerdo de la ausencia.

Perspectivas sublimes, de futuro incierto, rebosantes de ilusiones turbias,       dijeron unos,       ilusiones        que salen como entraron, que se escapan,       que se rompen, cristalización previa       en el eco rezagado de la duda,        en disquisiciones ambiguas (y en conflicto        de intereses, podríamos pensar,        aunque sería algo maligno por mi parte); para otros, aquí se incluye un servidor, bien movido por la ilusión venidera o bien porque quizás embriagado de luz púrpura algo depauperada por el ocaso azul       de los siglos

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retaba a la imaginación de la esperanza, al devenir del tiempo juntos escondidos al abrigo de la medianoche.

Pero hablemos con propiedad        o no,        como hacen los poetas        en las mañanas de autobús (martes       previo a la masacre)

y miro las hojas caídas de un calendario, para hacer recuento pormenorizado de misterios.

Coger prestadas unas alas, sobrevolar un laberinto asombrosamente simple (tal vez nos parezca sencillo en este instante, cuando las sombras taparon las grietas y las almas consumaron el aire con flores de nuestro tiempo, con sueños, con la memoria libremente adjudicada en cada parte) y ser, y preguntarnos, mi cielo, qué designio inquebrantable descrito en la Luna me trajo a contemplar que los presagios en el viento no son un sueño del prosencéfalo, que la perdición completa es virtud a la que elevo mi espíritu, junto al recuerdo de mi infalible diosa.

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¿Fue un capricho del destino? ¿Fue el eterno misterio el que nos trajo?

En realidad mantengo la teoría de que fuimos sino un desarrollo cotidiano de cálidos contornos, de invierno pretérito perfecto simple y que, al caer el torreón de los dioses, fue defenestrado sin contemplaciones, siendo usurpado por las nubes cautas de marzo que nos miraban con las nostalgia sonrosada que llevan los neófitos en el manejo de las barcas del Retiro cuando cayeron los folios plateados del muérdago esperando a que los trenes alcanzaran su destino.

Y tal vez, el desarrollo cíclico del porvenir de la Naturaleza nos haya traído a un punto algo distante de aquella ferviente primavera que nos vio cuando los sauces aun no me habían visto abrazar al amor de mi vida.                 Y aquí estamos, y somos, y seremos, y orbitamos el uno sobre el otro, anfóteros, binarios, a un mismo tiempo fugaces y eternos.

Vuelve a mí, delicada musa del tiempo inspirada en el viento de la medianoche. Ven. Otra vez. Como en aquel sueño que soñábamos en las primeras primaveras

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regaladas por las calles de Madrid. Vuelve conmigo a los lejanos esbozos reticentes en la luz de la ventana tallada a la sombra de los destinos fugaces, las luces sin retorno, amanecer sin dueño, capricho de media tarde de flamante miércoles donde reverberan las ondas cósmicas que dieron forma de mujer enamorada al horizonte encerrado en las nubes que nos vio nacer y perdurar en las arenas del tiempo sin tiempo.

                         Aquellos ojos de Rimbaud estaban ocultos, azules, en otros otoños que no podía entender cuando la sombra gris de la cicuta socrática transformada en los amores infantiles de antes no deja a los poetas ni a los druidas ver los árboles. Pero no he muerto. Los poetas reviven con el hálito pálido del gentil deseo; y, más vivos que nunca, miramos al cielo, al despliegue pirotécnico prometido en el tiempo que nos despertó del letargo infinito, del amor sin amor, de la sombra alargada de la duda.

El momento presente es la puerta de entrada de otra vida. Cuando pasen algunas primaveras, los sucesores de la sombra blanca del viento saldremos, confundidos, con el entorno ligeramente trastocado, tal vez algo perdidos.

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Mas, incesantes, contrapunto y fuga, emprenderemos la retirada nocturna de la ciudadela (la tan premeditada huida que creíamos incierta y acaso tan sólo el devenir de una ilusión), los paseos por las nubes, rumbo norte, a los sueños, hacia la vida que pasa y queda entre tú y yo que fue engendrada por noches post-adolescentes, ahora apenas un lábil sinsabor de aliento de montaña.

                    Pero cuando un día te despiertes a mi lado digamos en algún habitáculo de Trondheim (o quizás amparados por los Alpes o los ecos del mítico Danubio) acuérdate de mí, de como desde aquel ángulo oscuro los poetas imaginan las leyendas (¿te acuerdas?) concebidas en sueños por los jóvenes amantes.

Y aquí estamos, camino de tus sueños, de los nuestros, del alma sutil del saber, de la vida, de la muerte, de los secretos intrincados del enfermar de estos que nos dicen seres humanos        (por cierto, digamos de paso que        «laboratorio de biología molecular»        tiene catorce sílabas).

Y no hay mayor palabra, más ávida de pasión, de voluntad, de ensueño que la ilusión acústica del roce de tu pelo,

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que el aura infrasónica del cierre de tus ojos sutilmente imaginados en el viento, así que por vez última en este tiempo inmemorial sueño, una y otra vez, la magia reincidente en la luz que nos separa, delicada llama, aire deflagrado por el polvo de los tiempos.

Pero habrá más luz sobre el polvo. Rimbaud revivirá en la tumba, la llenaremos de ceniza y de idiotas, y en los albores del fin del mundo no habrá tiempo ni espacio sólo miradas sonrisas gloria victoriosa que caminará sobre las aguas desafiando depresiones y desasosiegos soñando como nosotros nuevas tardes de marzo en nubes de miradas pájaros de nueva identidad y el deseo nada fugaz de que te amé, te amo y te amaré profundamente hasta el fin de mis días.

Viviremos. Ahora y siempre. Contigo hasta el final.

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ELLA

La mirada eterna. Sagrado, furtivo aroma a voluntad en los reflejos castaños del viento.

Las nubes de septiembre volvieron fugaces los deseos de primavera que despertaban, desdibujados en la hierba.

Al borde del olvido, escondida entre tu manto de sueños, la noche sin descanso, ilusión sensual, incandescente, escrita en el polvo violáceo de las estrellas que olvida las distancias.

Un último ensueño del alba en el suave filo de las sábanas perdidas. La inquietud dormida. Sigiloso amanecer de labios y miradas otrora mínimos, ocultos misteriosos.

Te busco, último desafío, soledad tú de mí, insomnio, recuerdos perdidos en el límite floral de la memoria.

Y vienes a mí como aliento fugaz de media tarde, anhelando tu venida resistiendo la figura de la ausencia transformando lentamente en la penumbra de la tarde el viento           en sonrisas.

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OLVIDADO

Paró el sol en la tierra del reloj un mínimo instante. Contenido en la brillante sombra del devenir de la Naturaleza, cedió su alma profética al sustentáculo desalmado del brillo triste de sus ojos.

Nadie le había visto llegar, sumido en la última misericordia de una efigie trastocada, que nadie miró, que nadie honró. Murmuraron. Hablaron. Gritaron. Escupieron sobre él. Omiso, extendió la agonía persistente en el resplandor penúltimo del albedo perihélico. Esperó una respuesta, tal vez ya asumida ausente y rencorosa. Y aguardó hasta que el último grano de cristal – que exhaló aquel sumiso polvo de vidrio constelado de ráfagas de piedra en que la parca desdicha había transmutado el grito del lamento en sepulcro de silencio post-lorquiano —hubo caído, palabra por palabra, en el lecho irreductible del templo todavía por consumar—. Fue en la columna sur, de espaldas a la noche.

Permaneció entre los albores retornados de las columnas un tiempo, a semejanza de los hijos del inmemorial desierto que le vieron suceder. Fueron horas duras para el recuerdo. Estoicismo, sin vanidad encubierta subyacente a la atónita mirada de las ausencias robadas. Solivió la mirada quebrada, timbre bifásico de media luna desestructurada, ante el pesar de cómo huían de su destino peregrino los espíritus que conformaban las islas de su reino.

En medio de la frialdad onomatopéyica que ocultan las águilas de la dimensión izquierda, se pertrecha un lugar para el miedo en las arenas solitarias. La voluntad disneica, el sueño cabizbajo integrado en el ensueño de una primera noche sin descanso, la sombra gris del atardecer perdido en el insomnio fulminante del sinsentido de la vida. Queda la angustia sobre el cuerpo perdido.

Encontró en las tierras altas de las ideas sublimes e incólumes su vocación de eterna penumbra. Renegó de los ecos de la vida. Fue en

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la columna sur, de espaldas a la noche, donde vislumbró en sus ya maltrechos ojos de iniciado en los instintos de la muerte el lejano recuerdo – ¿acaso algo más podría ser? – de la artífice de todas las paradojas, sueños escondidos, algo velados tal vez, en las noches lujuriosas de otros septiembres. Ya no hay tiempo para la vida y los recuerdos. Dejó caer sus ideas al suelo de piedra, y sin entonar una sola palabra de culpabilidad cedió su esencia decadente al tabernáculo del otro lado. Se dejó acunar por los hilos anfractuosos que le fueron desvelados y ajustados, y elevó su silencio al cielo, y se lo llevaron las nubes.

Más tarde, unos ojos silentes dejarían entrever la lluvia amarga de la contraparte. Ella le había esperado. Los turbios e inocentes desasosiegos habían llegado tarde. Nadie miró. En la pared pulida, desvencijada ahora, cuesta distinguir el trasfondo de una lágrima sincera entre los restos de los cristales de desprecio que otros habían construido para él. Sollozó, ahora sin sentido, sobre la inerte sombra que quedó al ser destruido por vez última el aroma gentil de la esperanza.

Quedó una sombra plateada. Nadie la miraba. Fue objeto de escarnio y hoy quizás sólo es un mal recuerdo para los viandantes que visitan el templo, asumiendo el arquetipo pulsátil de la inocuidad del azulejo. Pero no hay plata sin secuela, ni corazón sin corazón. Son pocos quienes lo recuerdan, muchos los que siguen escupiendo en terribles auroras cubiertas de vanidad sin fundamento. «Aquí yace un desalmado», quedó por escribir en los designios de la tierra a la que fue negado. A nadie le importó. Pereció, y pudrió su carne siempre ausente en las cenizas que nunca hubieron de volver a resurgir. Imaginó una leyenda sin vestigio, solamente por exigir el único acto de onirismo que su triste vida podía soñar una vez cada cierto tiempo. Lo mató el tiempo. No hubo testigos. Fue en la columna sur, de espaldas a la noche.

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NOCHES TRISTES

¡Qué noche! La oscuridad, el silencio pavoroso.

José CADALSO

Si me quedara una sola gota de poesía en los labios tristes cuarteados por el paso del invierno, te enseñaría un reino de tiempos incorruptos un albor evocado inquieto deseado florido.

Si me quedaran palabras en el recuerdo de la transitoria pero mortal infamia, te llevaría, nueva, recreada, hacia caminos de luz, hacia los ojos del desierto tus ojos.

Si me quedaran hojas en el cuaderno compungido de esta vida que pasa fortuita y miserable entre cristales de incomprensión y sombras de castigo, te enseñaría las páginas que otros poetas escribieron la mañana de martes después de la masacre.   Quisiera enseñarte la vida más allá de estas palabras, los soles más adentro del misterio después de los abismos.

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Nos veremos en la angustia consternada, traspasada la tormenta, donde habitan las nubes de incienso, donde vive una trémula sonrisa que se dejó alguien en las eras primigenias del sueño de libertad, de la canción liberada.

Los sueños son eso que se escapa sórdidamente entre los truenos de febrero y vuelven ahora recordando las últimas tristezas que miraron al cruel, indómito pretérito, desafiando con eterno retorno el aire confiado al reposo del aliento.

Mas si no quedaran palabras tristes       para seguir, la incógnita del verso seguiría su camino sin miradas escocesas revertidas, pervertidas por la aurora triste que emana de las aspas del baúl sin dueño de la muerte en las persianas venecianas.

No sé lo que he dicho, pero (creo que iba diciendo)                que si no quedaran palabras

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tristes para seguir sufriendo, quizás fuera algo conveniente mirar atrás, pero más atrás, más aún, donde la epopeya de la virtud constelada en suburbios de poesía nos recuerda el último hálito de luz nacarada en el invierno no tan impertinente que sueña los lazos de reencuentro fortuitos en las noches de Madrid acogidas al calor de los espíritus indolentes del pretérito perfecto compuesto, auxiliar, predicado, conjuntivo, yuxtapuesto, que concedió en sórdido y aliterado epitafio el reino de los cielos que mereces, mi amor incoercible, mi última invitación a la esperanza.

Te espero entre las hojas incesantes de las sábanas de azur y fantasía cotejadas con la mirada alumbrada, virtual, de tu presencia, última llama en el delirio de la medianoche. Y exclamo en silencio tu nombre al cielo que se esconde bajo el techo de ladrillo. Evocada palabra. Son dos lágrimas, desaire y fatalidad. Duermo incoherente, desconfiado, yermo,

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y dicen:         las mataremos a sueños, pero incrédulo abro los ojos y no hay nada. Parasomnia.

Tan sólo una última palabra que se escapa impulsivamente de unos labios de poeta mal avenido, y es que, cuando todas las noches te den la espalda, infortunio desolado del presente atroz y vulnerable, cuando no tengas ganas de mirar atrás ni adelante, sólo mortal y paralítica, en deshonra y paroxismo construida, cuando nada queda y todo pasa ven conmigo, pues aquí te esperaré cada noche para romper, duelo a espada, sin complejos los fantasmas que repudian la onírica presencia, con la única evocación de tu recuerdo podemos mover el viento, devolver la vida a los recuerdos favorables, volver al siempre amado prólogo y capítulo primero, añorados, como los buenos sueños, pues perduran en la eternidad adelantada de la épica grandeza del recuerdo cuando te miro y el sueño de primavera retorna a sus estancias.

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LOS ÚLTIMOS DÍAS

Sólo el amor, y no la razón, produce buenos pensamientos.

Thomas MANN  

Vacío recóndito, escondido en la mirada de un sueño. Ritenuto.

Brotan miradas, pámpanos, sospechas, desiertos pasajeros envueltos en azules polvorientos.

Nada es, nada está donde quedaba. Tan sólo el aroma inquietante de las orquídeas al borde de la ventana donde miran las manadas de himenópteros el ciclo vital de los parásitos.

Ven.    Enséñame la memoria de las palabras, el último aliento de montaña que intuyó el sueño nada brillante de aquel invierno.

No ha lugar la incorrupción de los designios incorrectos que desvelan, pútridos, certeros, el tiempo entre papeles cubiertos por cristal de mineral de cuerpos caídos en nombre de la ciencia.

Sólo busco una mirada que ponga fin a mi eterno

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poema incoercible, que exclame tangible, cierta, veraz, indómita, estoy aquí,             y estén los ojos que reverberan desde el fuego del pasado hasta el viento del futuro, y paras en mi presente, que es mío y nuestro, que no es mío, que es penumbra amable de nueva resistencia plagada de viernes.

Ven aquí y termina tu poesía. Después, vivamos.

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LE TOMBEAU DE BEETHOVEN

Mediodía en la ciudad (es decir, sobre las seis de la mañana, hora española).

                 Diremos —aproximadamente— que habrá unas seiscientas veinticinco personas humanas en Kärtner Straße, una sombra y siete ausencias, improvisados peregrinos en busca del saber y de la música detrás de los Templarios y los Austrias y del último souvenir de la princesita.

Para llegar hasta el sepulcro del maestro es preciso andar mucho, girar a la derecha en la penúltima cruz, cerrar los ojos un momento para escuchar a Schiller y abrazar la piedra con la música.

Sí. Aquí yace el viejo Ludwig en su túmulo gris y decadente rodeado de flores secas y aromas a tierra llenos de muerte, polvo y humillación sin entredichos.

Aquí se despidieron las sombras, el agua y el alcohol de unos ojos tristes y lejanos que lloran dignidad y fundamento.

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Aquí se puso de acuerdo un diez por ciento de la población de esta fría ciudad no sin antes permitir la deshonra, el olvido, la traición sin argumentos, el triunfo de la idiocia, el mar recuerdo que traspasó los años.

Aquí lleva doscientos años esta maldita lápida en la que nunca hay nada escrito, tan sólo un frémito, ni siquiera música, mastaba sorda únicamente acompañada del sol azul que luce sobre los negros arcos y los corindones del tranvía que va desde la catedral hasta la muerte.

Y yo, paladín del silencio, deposito un ramo etéreo bajo el aire viciado de ajenjo y piedra muerta sobre la tierra fría que ensordece la profunda mirada de la angustia, y lloro una soledad que es tuya y mía, y miro con ojos quejumbrosos al abismo.

Viena, 21 de junio de 2013 (terminado el 26 de diciembre de 2015)

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MEMORIA DE PRÁCTICAS

Dedicado a los nuevos compañeros del Doce de Octubre y otros hospitales, con cariño.

Madrugada de timbres en la tercera. Lamentos en guardia que no cesan en la tierra blanca de las habitaciones.

En la dieciocho, varón, sesenta y tantos, la tos oculta el quejido de las puertas. Las albas comitivas se aproximan en torno al yacimiento mirando desde arriba las constantes dibujadas en los yermos monitores.

Galones de galenos encabezan la vanguardia del cortejo: el anciano sabio y decrépito, el joven insolente, el calvo, el serio, el gracioso, el Mesías mal avenido, el interino y el de los pelos largos. Detrás, la mirada caída del residente tras treinta y dos horas de clausura y tres unidades de café intravenoso. Al final, rozando el suelo con los ojos, languidece, fiel lacayo, ese atónito estudiante de tercero (esa lapa preguntona que el jefe de servicio adjudicó, a su pesar, al gracioso para canalizar sus bromas de mal gusto) que mira detrás de los ojos del anciano buscando, Tántalo iluso y suplicante, la virtud en los libros y en la cabecera del paciente.

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Silencio en la dieciocho. La puerta abierta. No falta el crujido que rompa el hielo:                     ¿Qué, abuelo, cómo estamos esta noche?. Clamor de silencio. Parcialmente oculta por las sábanas, asoma la cabeza de don Saturnino, Catedrático Etceterísimo de Derecho Civil y Mercantil, también Romano, endecáglota consumado, amante de las palomas y de la obra de Góngora, hombre de bien, más que abuelo; también padre, hermano de hermanos y del prójimo como a él mismo, y ministro de justicia en su fuero interno;                   ahora tan sólo un número postrado cifra a cifra sobre el lecho pálido, sólo una momia, un reflejo sucio, un bosquejo diabólico de cualquier tiempo pasado.

La orden es tajante, esclava: conservando el indómito rictus de adjunto a las tres de la mañana, el viejo enuncia al viento ensimismado de ese olor que sólo tiene la dieciocho: «salbutamol, doscientos». Y, ufanos, emergen todos como de la platónica cueva a la maleza del pasillo donde retorna la olvidada luz en busca de otro timbre quejumbroso al que aplicar el protocolo.

Las tres y veinticinco. Sobre la ventana, la luna entreabierta salta en las estrellas mientras ni el calvo ni el de los pelos largos

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estaban allí para contarlo. Silencio en la dieciocho. Se movieron las sombras. Entre toses y gruñidos de la cama moribunda, más allá de la inundación de sibilancias una escasa silueta cabalgó por la ribera de la sombra del gotero. E incorporando brevemente la columna, timbre en mano (por si fuera preciso apaciguar a los fantasmas) se apresuró a encender una pequeña luz al pie del monitor del electrocardiograma.

Nadie en la ventana. Nadie en el armario. Nadie en el reborde luminoso de la oscura puerta de la dieciocho. Súbitamente, un impulso retiniano le dirige hacia ese pequeño asiento donde los buenos médicos hablaban a los hombres según antiguas leyendas.                           Una sombra deshecha en pertinaz nerviosismo asoma la mirada sobre la mirada azul de don Saturnino.

                  No, por favor, no llame a la enfermera ni a mi adjunto, tragó saliva. El estudiante respiró como último aliento del emplazado y musitó: ¿cómo se encuentra, don Saturnino?, huyendo en un ovillo de lágrimas hacia la costa oeste del armario donde la luna mencionó la sombra.

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Silencio en la dieciocho. La pequeña luz iluminó una mirada arcaica, de abuelo recordado, de padre anterior, de la vida lejos de las baldosas blancas que apedreaban sus memorias latido a latido.

Y aquel que estudiara Leyes en los años sin ley de los hombres grises, mirando al ovillo de estudiante yaciente en el suelo sonrió con la mirada, y resopló con voz pulmonar obstructiva crónica:

«Tantos años, tantos libros, tantos galones,                ¿de qué sirvieron?

En el libro que engulles, hijo, escribe mi nombre y recuérdame aunque tus manos permanezcan cuando mis ojos ya no miren esta tierra. Mírame. Soy el de la dieciocho. Hablo. Tengo voz, mirada, sentimientos. ¿Ves acaso ojos de número, voz de número, manos de número, corazón de número? No tengas miedo. Tú no eres como ellos. Tú no has mirado al número, sino a la llama que, aunque se esté apagando para siempre, refleja en tus manos y en tus palabras.

Ven conmigo y te enseñaré lo que ningún libro da a los médicos de las leyendas y los cuadros…»

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Tosió. Aquel fragmento aniñado de estudiante elevó sus lágrimas al cielo. Silencio en la dieciocho. Se levantó, ayudado por la fuerza imaginaria del convaleciente. Y acercó sus manos a las suyas.

Y hablaron de la vida y de la muerte, de las salud, de la enfermedad, también de los estertores crepitantes y de eso del salbutamol. Tocó su piel delicadamente, palpando y percutiendo cada región torácica con la sutileza del roce de los campos de trigo sobre las láminas de brisa veraniega para después escuchar un mensaje de angustia, de desesperanza, de fin de los tiempos, que acucia su corazón y sus pulmones. Más que nunca, silencio en la dieciocho. Tosa. Diga treinta y tres, no es ninguna broma. Grite. Suspire. Llore. Muera poco a poco.

Cuando la última palabra fue dicha liberada de la cárcel de un bolígrafo BiC sin mensajes farmacéuticos, el estudiante miró al Maestro, lo abrazó con la mirada, con una pequeña caricia oculta, invisible, y salió del cuarto, agradecido, asustado, feliz, avergonzado.

                         Las siete y diez. Silencio en la dieciocho. Esta mañana, los hábitos volverán a sus dueños deshumanizados y las señales de la enfermedad apagarán sin tregua los últimos pasos de don Saturnino.

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Murió solo. Recogerán los trozos. Firmarán.

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LEJOS

Cierro la puerta. Silencio. La vida es eso que se va por la ventana durante el combate con las palabras.

Mi corazón ya no escribe. Dicta al viento las palabras y él las lleva muy lejos,          las esconde donde nadie pueda verlas. Sólo la inútil lucha del uno por el otro en noches de miércoles rompe los sellos, transige el empeño boquiabierto, revela secretos, traiciona dulcemente.

Quiero abrir la puerta esta noche. No se me concede el ritmo cáustico de las sombras de los versos tristes de antaño.                 Sólo necesito el alma fugaz de los recuerdos que se vienen con la luna nueva del solsticio, donde duermen y suplican las miradas.

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SPIEGEL

La lágrima fue dicha

Ángel GONZÁLEZ

El recóndito vestigio que dejan las palabras en la bruma.

La mirada que convierte la voluntad del relámpago en desacreditado recuerdo.

Nunca olvido mi pluma. Me visita en las noches pálidas de fin de verano para escuchar mi insomnio. No sabe de amor ni de odio. No sabe de voluntad. Sólo escribe lo que yo le ordeno.

Hombre triste, triste pluma. Vida marchita y recóndita en nubes grises sin palabras.           Aquí solo quedan lágrimas de tinta.

No soy quien soy, ni esta casa es ya mi casa. Soy Lorca. Soy un fantasma. Soy su cadáver escondido en la arena sin rumbo. Soy un cuerpo de amor                 desmembrado que ansía volver

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sin mirar atrás, sólo página a página de principio a fin.

Qué somos sin ti, amor.

Qué somos sin ti.

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ÚLTIMO

... un ram convuls de síl·labes de vidre...

Vicent Andrés ESTELLÉS

Se despidieron en aquel sórdido café de los cincuenta con la mirada que esconde los besos en la luna. No volvieron a verlos por aquel lugar. En temporadas, ella escondía mensajes entre las tablas de las mesas, silenciosa entre las ramas de los robles desestructurados. Miraba, vez tras vez, el reflejo inquebrantable, luces vivas, ardor, temblor de plata sin remordimiento aparente. Pero aquella noche no volvería a despertar bajo la lluvia. No la había esperado. En las torres desamparadas de octubre, otras miradas bajarían por la condenada niebla, se llevarían sus flores, sus canciones, sus versos, sus intimidades, chillarían con timbre agreste las odas de esos años que ya no importan. Incluso en sus peores sueños, soñaba con él. Pertrechada al único abrigo de sus sentimientos cae la lluvia a medianoche sin remedio. Se borra la tinta. Incesante, hace desfallecer las memorias la hierática campana que anuncia el invierno de los cuervos. Ya no queda nada. Las cenizas, se las llevaron las últimas lluvias. Tan sólo permanece el acre olor de la tierra destruida.

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OTOÑO A MEDIANOCHE

Dicen que no hay sombra que supere a las luces grises del otoño cuando susurran, mixtura acre de llanto y vibración trémula, sucesiva, de las hojas blancas de álamo donde los arcanos relataron otros amores desconocidos, el devenir gélido del alma.

Sola, evocada, humillada, húmeda de amor y lágrimas, la última angustia rodó por el suelo, como un cilindro hueco, como una caja sin violín, como un poeta sin amor, persistiendo acaso esos trozos que el viento no se lleva que quedaron escondidos en las líneas transversales previamente apuñaladas, cristales afilados en la superficie de la música.

Ya no quedan días para la vida y los recuerdos. Sólo un instante muerto para dejar un recluso testimonio, un esbozo de poema mal inspirado, un eco transitorio a oscuras.

La palabra sólo acude al frío. Búscame.

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ALLÁ DONDE ESTÉS

Eu só non digo nada, eu só nunca sospiro que o meu corpo de terra i o meu cansado esprito, a donde quer que eu vaia, van conmigo.

Rosalía DE CASTRO

Plus le visage est sérieux, plus le sourire est beau.

Charles BAUDELAIRE 

Con la bandera azul de la sonrisa, la nieve en el recuerdo y el calor del viento en las miradas, susurramos los ecos renovados, aire nuevo, encuentro misterioso del invierno que deja pasar los días tristes y sin amor, embistiéndonos lejos como el ave que no encuentra su nido, como el poeta que no halla el adecuado endecasílabo, como el amante que no encuentra nada donde se encuentran el corazón gris de la noche con las sombras cáusticas del pasado remoto, transformando la piel inconexa en hojas, nuevas hojas que entre nosotros van y vienen, que sueñan los inviernos como impolutas presas de un destierro parcialmente voluntario, para llegar por fin y en fin

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al espacio que dominan mis ojos, que grita el regreso de primaveras nuevas, caminos que apuñalen las sombras por la espalda para que, de este modo, dondequiera que vaya en el cielo gris de arenas pasadas y de inertes angustias, clamaren con voz de fugaz trompeta los susurros que en otro tiempo fueron en verso y ahora son palabra, obra, comisión. Despierta el espíritu nada cansado de los que anduvimos buena parte del camino. Concede el vuelo a estas esperazadas palabras y allá donde vayan tus nocturnos pensamientos en ritual de impronunciable designio, allá donde estés, allá donde vayas, como cercano espíritu que la marea despierta, allá donde busques sin encontrarme,  siempre estoy contigo.

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PROPÓSITOS

 Tú te llamabas tercamente Carmen

José María CABALLERO BONALD

y eres mejor que todas tus imágenes

Mario BENEDETTI

Para ella.

Tratar de escribir un alejandrino pasable, algún endecasílabo sin rima, heptasílabos varios y otros versos de métrica variable. Volver a tener peces para pasar las horas haciendo algo más que poemas que yacen con gravedad de viento de poniente en cajas.

Fabricar una lámpara simpática para contar estrellas tirados en la hierba. Abrir las ventanitas de un calendario de Adviento sin lactosa. Hartarnos de miradas en la estación de siempre. Dedicarte otro poema. Escribir tu nombre, contarle a la Humanidad que te llamaste tercamente Carmen, que fuiste publicada un tantos de febrero por la tarde y que te acabaron de imprimir en los talleres gráficos de tal, cual y cía., y saliste muy bien en todas tus ediciones.

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Y es que al fin siempre hay un poco de todos los días.

Contarte mi pulverizada vida salpicándote diagnósticos en los vaqueros y en esa camisa a cuadros que me gusta tanto quitarte.        Compartir el dúo de aquella zarzuela que tanto, tanto hubimos disfrutado. Dar de comer suspiros a los patos. Darle esquinazo a ese reloj sin dueño. Apagar el router las noches de luna llena. Sentarme a esperar tus ojos ágiles y oscuros. Leer mucho a don Jaime para mantener vivas las palabras. Amarte mucho los ratos que pasamos en rincones oscuros para dejar escritos los recuerdos. Despertarte mucho a carantoñas como cuando teníamos diecinueve.

Y hacerte el amor todos los jueves por la noche y fiestas de guardar.

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EL SONIDO DEL TRUENO

Vares sentir horror, darrerament, quan, a la pensió, tots els llits criden amb l'animalitat acostumada.

Vicent Andrés ESTELLÉS

El amor tiene ahora en el recuerdo olor a cuartos húmedos

y el sonido furtivo de una puerta al abrirse.

Felipe BENÍTEZ REYES

Podríamos decir que esa tarde llovía y además hacía un frío de mil demonios.

Podríamos decir que el pálido espectro que subió por la escalera se parecía un poco a un cruel boceto de paraguas, y que aceptaste que subiera por compasión.

Podríamos decir que estabas muy guapa cuando te vi tan cerca del armario mostrándome, parcialmente inocente, un poco sin quererlo, un poco más queriendo, discretamente sexy, tus curvas imposibles; serán esos vaqueros ajustados.

Podríamos decir que las intenciones más rotundas del viaje son secreto de Estado, y yo sólo revelo secretos en tu cuerpo.

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Podríamos decir por tanto que la ropa tirada por el suelo estaba así cuando llegamos y nada de que nos la arrancamos a pedazos, que nos ahogó aquel tumulto de sábanas y que no pudimos – no quisimos – evitarlo.

Podríamos decir que era de noche y sin embargo todo lo iluminaba tu mirada cazadora furtiva, el sonido del trueno que camina sobre una música de rotunda medianoche creando este dúo convulso y binario sin fin y sin remedio.

Podríamos decir que abrí los ojos un único instante para cogerte prestada esa sonrisa cómplice que sólo vive para ser contada, que subsiste para desearte y poseerte; cuerpo y alma, las sombras tan vivas de nosotros tiradas por el suelo gozando las tentaciones prohibidas mirándonos sedientas de misterios, ejecutando la danza iniciática del que ataca primero y anhela contemplar la recompensa.

Podríamos decir que sólo nos importaba el momento después de la batalla, abrir mucho los ojos y besarnos porque ya no hay mañana y sólo quedan residuos de aire y voluntad flotando en el ambiente.

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Podríamos decir que aquel era el final de la película que el boceto incongruente de paraguas vivió y dio media vuelta y se marchó dejando en el recuerdo constante del invierno sílabas ingrávidas de piel y de deseo para seguir el rastro de su nombre.

Podríamos decir que la ciudad lo vio marchar a ciegas entre columnas grises y los últimos trenes.

Podríamos decir que este poema no es más que una ilusión crispada de palabras, que una caricia no se dibuja con un lápiz.

Como todos los jóvenes, los poetas decimos muchas tonterías durante la noche.

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RETORNO

Ya no somos los mismos, pero somos nosotros

Jorge GALÁN   

Sé que esperabas más después de todo este tiempo, que este monstruo sabe a poco en la ausencia dividida de la infalible medianoche. Es la historia de siempre. Uno despierta cada mañana con el exabrupto de turno haciendo endecasílabos inútiles jugando a ser Luis Alberto de Cuenca, con los ojos puestos en la refracción del vaso buscando describir iridiscentes llanuras circunscritas a rimas de jóvenes idiotas.

Poesía... no eres tú.               Ni yo.                        Es nosotros, ellos, los que asombran con sombras de porvenir los últimos recuerdos en el parque.

Resulta fácil, pero ¿por qué cerrar los ojos?; podría seguir mirando el paso triste de la primavera, viento amargo, aromas de verdejo, luz gris y apagada en tu inconsciente imagen.

Me da igual haber perdido el afán por la escritura. Obviemos los cumplidos y los versos: yo siempre te he amado deseando cada palabra como cada caricia de mayo que se escapa en el rincón que deja el crepitar de un te quiero

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de cinco de la mañana de noche de insomnio y estertores pulmonares basales.

Y te amaré como se ama un concierto de Ravel, escondidos del eternal silencio dentro de un piano blanco a medianoche; mirándote de frente leyendo a Benedetti en tu mirada, pensándote, teniéndote y no;      despertando una plomiza mañana de julio con el único recuerdo de un beso en la oscuridad incandescente que inventamos para nosotros solos.

Kaj mi venos, kaj dum vi afable dormas sentos vi, kiel la rando de la plej dolĉa folio,

la spiro el memoro, la sonĝo el vivo, lasta miraklo el nia ĝoja printempo.

Mi amos vin ĉie, tuttempe, dekunusilabe, ĝis neniu spirito estu sur la tero, ĝis la fino de la tempo kaj spaco.

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 Y vendré, y mientras duermas dulcemente, sentirás, como el límite de la más dulce sábana, el aliento de la memoria, el sueño de una vida, último milagro de nuestra alegre primavera. 

Te amaré en cualquier lugar, en todo tiempo, con endecasílabos, hasta que no quede espíritu sobre la tierra,

hasta el final del tiempo y del espacio.

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VIVIR PARA CONTARLO

Sabes que me pasaría el tiempo despeinándote sólo para que abrieras esos ojos tímidos y susurraras, somnolienta y preciosa, «tú,         otra vez» y volvieras a cerrarlos. No necesito nada más. Sólo eso y unos minutos de pluma, y vivir para contarlo.

Sabes que tengo días de vuelta y media, de esos que, cuando me despiertas, estoy cabeza abajo recitándote a Machado en esperanto, y me pones esos ojos tan bonitos que murmuran:              «cariño, eres un idiota». Pues la sonrisa de después. No necesito nada más. Sólo eso, y volver cabeza arriba, y vivir para contarlo.

Sabes que admiraré hasta las últimas consecuencias esas mañanas de pelo revuelto después de la tormenta con toda la ropa por el suelo, cuando dices eso de                    «tú,                      otra vez», y nos comemos a besos para desayunar.

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No necesito nada más. Sólo eso, cien instantes por caricia, y vivir para contarlo.

Y sabes que detrás de cada verso que yo haga siempre hay una noche de luz y sal, una habitación caóticamente ordenada en la que nunca estás tú, sólo una sombra orquestada que no cesa, un susurro infrarrojo que perturba el frío silencio de mi voz perdida. De eso sí que necesito algo: te necesito a ti, necesito tu sonrisa en la oscuridad, entrar y no salir jamás de la vorágine a puerta cerrada entre manos que miran al cielo y a tu cuerpo para morder el dulce final de tu poesía palabra por palabra. Sólo eso, amarte cada día y vivir para contarlo.

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SÚPLICA

de un siempre llegar tarde los relojes  

Gloria FUERTES

¡Ay madre, qué tarde se me ha hecho!, ¿pues no son ya las cuatro de la tarde? No queda tiempo para el tiempo y sí para las estocadas. La primavera vuelve. ¡Huye, que te comerán los recuerdos! Yo quiero ser invierno y mendigar recuerdos de las personas que consigan verme y quieran encontrarme, y se pregunten por qué llevo el sombrero de un pequeño cisne que, muerto de amor como yo, ahora trabaja hasta las tres en un reloj y no le alcanza el sueldo para complementos. En cuanto a mí por estas calles, bueno, no me dan lo que busco. Y no les culpo, y me miran como al crucificado, que esta cara es de haber amado mucho y en esto todo el mundo está de acuerdo.

Yo quise nacer para contarte un sueño de abril en acuarela y una piel suave, como de peluche. Yo quise nacer para despertarte y hacerte el desayuno, hablar contigo de la última noticia de la radio, cogerte de la mano cuando rías y hacerte una sonrisa con un beso. Yo anhelaba vivirte, y yo te muero y me marcho como siempre, como aquellos

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que encontraron cobijo en los relojes. Y ahora estoy por aquí tirado. Y vendrás a mirarme con nostalgia; bueno, con la nostalgia que se mira al viejo poeta joven que recuerdas, y no quieres acordarte de la ausencia que te deja ahí adentro como un cálculo así como a la izquierda.   Y ahora, que no quedan más otoños que hacer de tu morada una mirada, te miro como aquel beso modesto detrás de los arbustos. Cierro un ojo, y el otro te lo ofrezco para que me lo guardes en tu caja de vidrio roto y música de Schumann. Pero, antes de coger este puñal de luna gris quebrada por la ausencia, regálame una última mirada, recuérdame que hubo un tiempo que yo no era un pelele con sombrero y más bien una carne con bufanda, tensada, milimétrica, en el cuento que cuentan y recuentan los espejos, que viene a recogerme por las noches, reflexión infinita, y quiere preguntarme por el tiempo y quiere responderme con la pena.   Permíteme decir una palabra. Libérame de mí. Te lo suplico.

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MARTES

Ese metro que llega siempre tarde y esa angustia que llega siempre a tiempo. Las clases de Legal que no perdonan. La autopsia que te deja con mal cuerpo y el sándwich de jamón en el bolsillo, quizás no es el momento. Por la tarde, corriendo a los ensayos. Por la noche, queriendo estar contigo, amor. Y ahora la maldita cobertura. Y luego los apuntes de Endocrino que piden que me tire por un puente, veremos si se salen con la suya. ¿Y a mí qué más me da que a la T4 le dé por elevarse sin remedio? ¿Seré yo quien le diga: «oiga, amiga, se meta usted debajo de la alfombra»? Y luego ponte a hacer historias clínicas, y luego que si los evolutivos… ¡Qué pereza de existencia...!

Y luego por la tele a todas horas: El ébola se acerca lentamente. Pues ya lo que faltaba.

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INVIERNO

Confabulo un espectro de noche revelado de entraña a entraña. Me quedan algunos trozos en el corazón, que sienten, que disienten, que mueren de miedo y de frío despacio, como el alma desnutrida tendida sobre la tierra amarga. Escribo y deshago las suturas para sentir calor, el triste aliento que queda en el aire púrpura del tiempo que pasamos. Sueño primaveras paralelas, que no controlo, que manejan mis instintos, que me asustan de madrugada para tentarme. Pero esto es el invierno, y no se muere, y no se acaba. No puedo percibir las lúgubres variables que ahora flotan en el aire, en el techo, en las columnas. No puedo percibir la llama, se fue haciendo más pequeña con el tiempo, el maldito tiempo. No puedo percibir las manos que me saquen de este abismo de pobreza infinita. No puedo ni tan siquiera escribir con dignidad suficiente para dejarme caer sobre la tierra gris. Y sí, tengo un espectro de noche que me marchita palabra por palabra y en mi profundo masoquismo cierro los ojos y me dejo consumir por la tormenta.

Si supieras hasta qué punto fue marzo hasta hace un rato.

Leganés, 23 de diciembre de 2014 

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INSTRUCCIONES PARA ESCRIBIR UN POEMA

Haz esto. Súbete al autobús 48 de la EMT, siéntate en la octava fila, ponte la octava de Mahler y unos cascos; cuando suba una chica de tu edad, quita la música y hazle el amor salvajemente sin quitarle la ropa, no lo evites. Si lleva falda, huélela con las manos. Si no la lleva, rompe todo lo que encuentres a tu paso. Después    escribe en una hoja de fresno con sudor unas palabras, déjala volar al viento y haz que otro la recoja y que sienta las caricias al envés de las miradas.

Baja de un tren que no te lleve lejos. Escóndete de todos entre todos. Escucha las formas que dejan al marcharse. No sientas las pisadas y los ruidos de maletas contra el suelo de cristales desprendido. Sólo mira las figuras. Llénate con ellas. Deja que todos salgan del encuadre. persiste hasta que ya no quede nadie y entonces          siéntate                     y despierta.

Mejor si vas desnudo y a caballo.

Aprende un nuevo idioma que te guste. Tan sólo te pido que sea hermoso, que tenga las palabras de su nombre,

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que huela a primavera y al perfume de su cuello. Y dile sin que pueda comprenderte que vi amas ŝin kaj lite kaj mense kaj vi ne volas vivi sen vekiĝi ŝin morgaŭe y retomas poco a poco el protocolo más – ¿por qué no? – quitándole la falda esta noche. Que huelan a ella todas las miradas.

Vuelta a vuelta, en una cama improvisada de hojas de papel con versos de Verlaine puestos a mano y fotos de los sitios donde nunca os besaréis (por ejemplo: Uzbekistán, de madrugada), déjate llevar por el sonido de los muelles. Cierra los ojos mientras sientes cuánto le gusta. Ingiere cada mínimo gemido que se exhale como un mantra de su boca misteriosa. Acuérdate del autobús cuarenta y ocho.

No folles. Esto es importante. Siempre es mejor bailar toda la noche. Cuando acabéis tú y tu musa derramados sobre una pira acre de ceniza, pon palabras aleatorias en la tierra con tus restos.

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TRANSFIGURACIÓN

Juega la noche sus cartas detrás de alguna esquina, sueña un círculo inquebrantable de primavera silenciosa, canta hasta que su último hálito descienda sobre la mañana airosa, despierta la sangre en la epopeya sin fin, canción de luz divina.

Cómo cambian en la noche dos miradas, cómo exclama del instinto la memoria. Y el beso último que rompe la oscuridad en cántaros de espejos. Con ojos de translúcido milagro, la primavera destronada, vuelta en reflejos, la perfección hecha misterio, sombras, pájaros, flores, ella y él, victoria.

Reescribir la historia con labios de recuerdo. Dibujad vuestro Madrid con nubes desde dentro. De amor se forja el destino, gavilán sin dueño.

¿Qué importará que haya pasado el tiempo? La primavera es larga entre nosotros, dulce, fiel, intensa como un sueño.

Para un gris escritor tal vez es poco decir en estos versos lo que en otros son cien mil alondras de amor sin tiempo.

El uno para el otro, yo os invoco desde la torre al sur un venturoso viento, que vuelen las palabras por vosotros.

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CUARTETOS BURLESCOS A UNA CALVA QUE BIEN PUDIERAN SER DOS

Lo que fue esconde; lo que usurpa asoma.

Francisco de QUEVEDO

Allá donde yaciera moribundo el viejo poeta deslustrado por el paso incoherente de la vida por sus cauces quedará ya indignamente confinado en vuestras fauces injusto, cruel, rotundo, impío, vil, desvergonzado.

Habiendo yo confiado ansí en el honor y en la decencia y en el sesgo albino que corona vuestra calva, ahora no me salva ente humano ni divino, me dirijo a vos aquí, se ha acabado mi paciencia.

Sois vos de la materia que da forma a los traidores, deforme y desprovista del humano sentimiento, que inspira tal tormento. Y permítame que insista en recordar vuestra miseria de pérfidos doctores

que toman la confianza sin fianza. Sois serpiente que a cada verbo cala con tintes de guirnalda, que finge gran templanza, que juega con la mente y más tarde apuñala crudamente por la espalda.

Ese sois, sin miramientos, no quede congoja alguna, en mis versos de infortuna sólo hay justos pensamientos. Adiós, fantoche, adiós. Si vuelvo a verle, le cerceno la calva que, en ojo ajeno, bien pudieran ser dos.

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Μέρα ιουνιού

La lluvia matutina y aleatoria que mece la ciudad entre tinieblas. Los dioses se levantan y nos miran. Alfonso se da un agua: empieza el día. Y entonces Charlie empieza el desayuno. La ducha, ufana, mientras, centellea cristales en la niebla. 

Coger el metro cerca de Syntágma, tan sólo γύροι como combustible; así es la vida aquí, ruidosa y tibia, de barco en barco y siempre en autobús y el metro por segunda residencia.

Soñamos rumbo hacia el Peloponeso, vivimos la magnífica aventura; nos llevan de otros tiempos los abrazos, un coche y tres canciones de Mecano.

Y si me siento solo, me acompañan, y cuando me acompañan soy feliz; pues no hay amor mejor que el del recuerdo, pues hay eternidad en la amistad.

Αθήνα, 26η ιουνή 2015

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CONTEMPLACIÓN

Godzina z nocy na dzień. Godzina, kiedy ziemia zapiera nas.

Wisława SZYMBORSKA

Tan sólo el ulular de la lejana cafetera perturba la quietud de la mañana misteriosa. Y todas las mañanas son iguales: bajar a preparar el desayuno, pasar las horas muertas mientras miro con aire de recluso londinense pasar las estaciones y las tardes del invierno, parar para comer, morir de sueño, volver a mi académica prisión, cenar, dormir muy poco, malvivir.

Las épocas de exámenes son crueles y pienso, sólo a veces, mis años potenciales de juventud perdidos. Recuerdo a Gil de Biedma en cada copa y quiero dar la vuelta en el camino que no tiene regreso. Parece que han pasado ochenta años y siento que la vida se me escapa.

Me siento en el Van Gogh por las mañanas a ver pasar la gente y caer la lluvia. Me llevo este cuaderno y una sombra, un té de frutos rojos con tostadas y electromiografía en el desayuno. A veces tengo ganas de escapar en un caballo y hacerme pensador en el exilio. Conmigo ya no va lo de estudiar las listas de palabras en latín,

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los libros que sin fin ni acabamiento me agotan en espíritu.

Es cierto que no volveré a ser joven. Quizás sea más verdad que la Bioquímica. Curar a los enfermos no me llama. ¿De dónde vendrá el caballo que me lleve lejos? ¿Por qué no regresar a los recuerdos? Prefiero ser feliz a inteligente y aburrido. Dejadme que me marche a la aventura. Dejadme contemplar las mariposas. Saber por qué, no importa. Sólo admira.

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NEREVENEBLA

Llegará un día en que la percepción incrédula de septiembre

nos traiga luz.

Hasta ahora, tan sólo el presagio de una tragedia

que no cesa.

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MUS (Mus musculus L.)

Yo miraré, desde el espejo de un sueño, la verdad oculta en tu mirada roja de las diez de la mañana. El mundo que redimirás te odia por tu aspecto, yo les odio por su inútil y obstinado sinsentido. Te llevaría conmigo después del protocolo y te llamarías Stephen y te pondría un piso y te daría abrazos en las noches de insomnio que atrav(b)esarían fugitivos tu pelaje. Pero sé que tienes que morir y yo alzaré la espada del traidor y serás carne de inmunohistoquímica.

Yo te amé. No me recuerdes como un asesino.

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LUNDO

Mi kvazaŭ ne memoras, kio estis lundo morgaŭe al la fervojo. Mi eble strebas spiregi malĝoje per nia mallongaj sonĝantaj miraĵoj.

Sed mi nek volas nek povas forgesi vian lastan vorton sur mia buŝo.

Vivu ni, kaj ne lasu la ridetoj en la batalo.

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Ya apenas recuerdo lo que era un lunes por la mañana en el tren.

Quizás luche por suspirar triste por nuestras miradas breves, soñadas.

Pero ni quiero ni puedo olvidar

tu última palabra sobre mi boca.

Vivamos, y no dejemos

las sonrisas en la batalla.

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EPITAFIO

Aquí, donde mueren las sombras inconclusas de la tarde.

Aquí, nidos de ceniza tres versos incorruptos y un puñal púrpura.

Aquí no hay más que un tiempo migrañoso que ha muerto con nosotros.

Aquí huirá rodando el último reducto de cordura que nos queda.

Aquí cavaré una fosa para pasar las madrugadas de otoño derruido.

Aquí, entre las sombras tristes y las hierbas amargas, entre las últimas palabras y los primeros ecos de ojos perdidos en combate.

¡… Si tú supieras, amor, la de inviernos que mataron nuestros sueños...!

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GRANADA, 1936

en recuerdo de Federico García Lorca 

EL ACERO

La plaza, de madrugada. Sacude los negros velos un temblor de navajas. Bajo las rocas fluye la sangre yerma del alba. Arpegios de muerte se esconden entre las ramas, piedras de bronce e insomnio, reflejos de plata blanca.

¡Que ya vienen, Federico, que ya se oyen las guadañas!   Tres soles grises presagian sobre la carne empedrada. Lejanamente se escucha suplicar a una guitarra. Más allá de los campos, dieciséis campanas cantan. ¡Ay del cristiano que se olvide de escucharlas!

¡Que ya vienen, Federico, que ya se oyen las guadañas!   El trinar de la madera no lo escuchan las palabras.

La plaza, de madrugada. Los aceros que se ensartan

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como una cruz de miradas. Cuatro sombras que desfilan embozadas en sus capas.

(¡Que ya vienen...!) 

Y llegaron los tricornios como una túnica pálida. Madera, llanto.              La muerte, de azahar y de naranja. El mar deja de moverse, y sólo un azul silencio corta el viento de Granada.

Ya vinieron, Federico, ya sonaron las guadañas. Ya acribillan tus sonrisas los plomos de la mañana, y la tierra, herida, muerde los despojos de otra España.

EL PLOMO

Aquella noche contra la tapia llegó su hora.

Llantos de caracolas llenan la noche de espanto y amapolas.

¡Ay, Federico, siete cartuchos

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sobre la tapia, las siete cuerdas de una guitarra!

Sangre gitana y ecos de bronce que lleva el agua.

EL SILENCIO

Cuatro gitanillas vuelven por el puente de Triana, las azucenas prendidas y las miradas blancas. 

Mataron a Federico  mientras los granados cantan por las calles de Sevilla sus flores de ardiente plata.

Silencio. Lo asesinaron. Y no dijo una palabra. Y no cantó una saeta. Y no derramó una lágrima.

En el barrio de la Cruz, el Cristo que se levanta con las guedejas hendidas sobre una sábana santa.

Mataron a Federico bajo la luna gitana. Sangre seca en los cuchillos

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de la mañana.

Silencio. Lo asesinaron las capas de la venganza y de la muerte. Con siete heridas amargas lo sacaron de aquel páramo.  Dos ríos hay en Granada: el Genil traerá su sangre y el Darro lleva su alma.

La tumba de Federico con sus seis columnas blancas. Reposa bajo la arena con su guitarra.

Cuatro gitanillas vuelven por el puente de Triana, las azucenas prendidas y las miradas blancas.

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SCHUMANN

¡Ay, el tiempo! Ya todo se comprende.

Jaime GIL DE BIEDMA    En la quietud de las estancias pálidas donde la noche se abraza con las nubes del recuerdo renacen tres besos de luz, púrpura de tres miradas vestidas de blanco.

Mirar atrás, ver pasar las estaciones y los pájaros, la arena en el desierto tunecino anárquica, incólume, desvestida de cualquier vestigio de cariño mientras los cruces dejan cuerdas de nubes, hondas purpúreas de sinfonía remota

Historias que regresan, se escriben y reescriben nuevas luces de nuevas sombras y se despiertan renovadas inquietas que buscan unos ojos donde amar.

En otros tiempos fui escritor, incluso poeta, pero es mentira. Tan sólo un ente consumido que escribe un verso amorfo en superficies cóncavas.

Por lo tanto,

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ahora cuando hayas terminado de leer olvídalo todo abre los ojos y coge aire muy fuerte porque esto funciona así:                 le coges y le besas. No pidas permiso: rocíale con sangre de palabra. Adopta, cristaliza su mirada delicada, única y eterna hasta que nada quede hasta que todo suene a Schumann hasta que dé vueltas el parque con sus barcas no pienses en nada más que en no forzar la trayectoria de tus labios.

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INFINITAT

este también es para Laura y Leo

Los versos a oscuras no sienten el paso del tiempo, de espectros de plumas como años, fiel esbozo a carbón del firmamento. Nubes de fin de otoño que dictan las miradas. Peces de plata sobre la tierra famélica de amor y otros insomnios que rompen las sombras de la piedra conjurada.

Venid a contadme vuestra historia. Habladme del silencio, de cómo entra la música a través de las cortinas con sólo una caricia del destino el día que los presagios cobran vida y vienen bajo las velas incorruptas de los barcos que traen los susurros desde el puerto de Tabarca; y un haz de luz que corta el viento en dieciséis sonrisas blancas, oh, rastro inquebrantable del recuerdo del épico misterio más allá de las mareas.

Sois eternos. No caen en la distancia los abrazos. Algún día volveremos a encontrarnos en el faro. Algún día nuestra música vendrá para reunirnos.

Algún día de agua nocturna y amores infinitos en la hierba.

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PERFUSIÓN

A mis animales de experimentación, con póstumo cariño

Deshacen sus angustias los reactivos en el tarro. El aire perfundido del quirófano está triste; lo sé, porque disuelve las palabras en ecos huecos de arrepentimiento.

El tiempo que pasaras sin nosotros la luz que enjaula, gris, tu sufrimiento reposa en una esquina, te escondes del designio de la ciencia. Detrás de la campana se entreven los ojos sumergidos en salino. Parece cierto: no me has olvidado.

Seguir el protocolo no es excusa. Me queda recordarte, vivaracha, entre las manos, contigo a media voz sobre la mesa aquella en la que antaño caminabas entre cajas, cerrándote los ojos con cariño, tratando de fijarme en tu mirada detrás de la campana de los gases.

Ya todo ha terminado, y ahora te desangras en la pila.

No quiero  acariciar esos despojos de la bolsa sin cabeza que hace diez minutos fueron alma.

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EL LOCO

Le gusta ver pasar las estaciones desde la ventana de su cole. Y le llaman loco porque disfruta haciendo sistemas de ecuaciones en la arena, mirando a las palomas en el cielo, estudiando lenguas muertas en el patio.

Nunca tuvo amigos. Todos le maltrataron. Excepto uno.

(El tiempo lame

casi todas las heridas...)

La vida a veces tiene ese sabor amargo.

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INTROSPECCIÓN

No anhelo que despistes el placer que se atribuye al pensamiento racional.

Me falta la mirada infructuosa del atisbo mal oculto en el desgarro colosal de un infiltrado de sílabas y viento.

Tan sólo socorren la gris escuadra que del aura cabe huir entre las noches de mi insigne prohibición,

desaforada por el llanto y el cantar de las imágenes perdidas en la sombra misteriosa de los árboles de otoño que gravitan, impertérritos, en claros, desafiantes maleficios recreados.

Intento constelar una metáfora, canción de hojas de frente sosegada, disparo a medianoche del sentir misericorde de la angustia revelada más allá de cuanto insólito vestigio recordáremos, ufanos, en un tiempo de palabras que nos muestran perdiciones de otras vidas más lejanas, inquietudes ya deshechas de una muerte prolongada, perversión ineficaz de sonetos indefensos que se quieren escapar de la mirada temblorosa de la hacienda de la idiocia, y descarnar un sentimiento ya escondido, irrevelable.

Ya no es tanto por codicia, sino sólo por retórica piedad; yo me pregunto: ¿de qué hemos fabricado los designios que divergen de la púrpura penumbra de un deseo que se avecina en el presente inhóspito?, ¿es que acaso vale más un sinsentido

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que apagar con luz y rastros de vehemencia aquella llama entretejida de relatos mal contados, de avaricias desmedidas, de rivales y de muertos?

Yo no rezo por París. Yo los percibo por su indigna desventura. Y con patrones que devuelven, invisibles, música de la tragedia, quedarán y nos dirán que hubo otros años en que éramos felices y guardábamos la noche de secretos y temblores en un cuarto bajo llave.

Ya no hay tiempo cerebral. La noche acecha. Perdamos bien el tiempo que nos queda.

Escritura automática. Leganés, 16 de noviembre de 2015

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HÁLITO

Viendo sufrir las estaciones.

Tardará en caer la luz que desangra sobre la piedra oscura itinerarios de ceniza.

(Si tan sólo ella

se llevara todas mis palabras... )

El frío más allá de una perífrasis de muertos.

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PÄÄRAUTATIEASEMA

Refulge, serena, la escarcha en viejos cristales fracturados por el gris constante, eterna niebla.

Las tardes de Helsinki tienen nombre de hierro huidizo, de lúgubre temblor de un tren en marcha. El cielo desabrocha verdes ramos, polvo de eclipse en el límite de atmósferas.

La luna, áspera, fluctuante, desnuda la fronda del quebrado signo.

Las cabezas de la noche sujetan los mundos translúcidos sobre la nieve antigua. Son dos: nieve y y acervo, bajo las amapolas dobladas por el peso de los pájaros.

Una cohorte escalena de palabras descubiertas, en las calles, a tu paso, nos vienen a buscar a la salida, y el cartel de la estación y esa parada orbitan y nos cantan algún tango finlandés.

Descarto comprender toda palabra, proscrita a los viajeros de la tarde. Construyamos nuestro invierno al carácter imborrable de la sangre reencontrada, metamorfosis consistente con el sol de medianoche.

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CÓDIGO ICTUS

para Eva Arias

La mirada intranquila del tránsito incoercible de las horas. un aire viciado de tristeza que yace en un aliento de miradas.

Las tardes en Agudos tienen la duda aciaga del silencio (las toses broncoespásticas arañan, inclementes, los barrotes) y sólo ese sabor, lejano y puro del viento en los naranjos tras la lluvia mitiga los instintos inconscientes de la guardia.

Desvitalizada ruina, sombras que claman silencio las auras migrañosas de las tres de la mañana: espectros más allá de las paredes, canción hipocinética del viento, tormento de palabras y de fármacos.

Qué amargas pueden ser catorce plantas.

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ALMENDROS

Aún recuerdo la corteza triste y blanca cobijando la canción de unos amantes.

Nos trajeron briznas púrpuras de noche, nuestro techo y luz de pluma por el día. Aprendimos a crecer en vuestro suelo y empezamos a soñar con las miradas que entretejen los destinos de noviembre.

¡Cuán ligeros nos mirábais, cuán ufanos entonábais las desdichas de este tiempo!

Y al final de las tinieblas, un escorzo ya olvidado de palabras sin destino, blanco espejo de milagro conjurado, despertáis tras el letargo del invierno y regaláis, entre sonrisas, la esperanza de encontrarnos otra vez sobre la hierba de aquel año, de que vuelen por nosotros las palabras más hermosas, de que emerja sin dudar la perfección de tu sonrisa.

He vuelto aquí, a un fondo conmovido, anquilosado en la memoria de los que ya no existen. Ya acabó de amanecer. En la caverna no hay silencio. Persiste, ajena, la mirada de los pétalos de hierro; vuelen ya nuestros despojos de imprenta inverosímil, dejen ya nuestras miserias salir y no volver. Florecen los recuerdos, baluarte de piedra pensada y hierba malherida, plan de tránsito, recuerdo inquebrantable del deshojar de los almendros, un místico susurro el canto triste de los mirlos, un cuerpo de memoria para los días de viento.

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La luz apenas mece unos centímetros el polvo del camino. Aquí somos eternos. Nos miraban bajo aquellas plantas secas, esas tardes de verano que acababan los exámenes.

Y, en tanto aquellos mirlos fueran otros, me aferro a una canción de media tarde en el Retiro, allá donde se gestan las miradas, allá donde, si sueñas, todo ocurre.

Cubrámonos del viento que nos pertenece. Dejemos que el mundo gravite por nosotros.

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LA ENTREVISTA CLÍNICA

Las tardes en el Centro de Salud te dejan sentimientos muy curiosos. por ejemplo:               matar.

Escúcheme, doctor — tal vez estoy pidiendo demasiado. Entrar, salir de la vorágine. Y tenga la receta, gracias, buenos días.

Esos médicos no mienten; se esconden debajo de la mesa, que pase la corriente y el siguiente.

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CUESTIÓN DE PRIORIDADES

En la planta 6 de la Maternidad del Doce de Octubre se está muriendo un niño con leucemia linfoblástica aguda, con diez quimioterápicos en vena. Cumplió tres años ayer. Una madre gris llora mirando en la ventana que da al aparcamiento.

La próxima vez que tengas ganas de morirte, cierra el pico.

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CONFIESO QUE HE QUERIDO

Sola resvrgit vita

Era cierto. Las flores se secan en febrero. No son más que ramas secas minuciosamente marchitadas cada noche por mi pena en el espejo de la angustia.

No es más cierto que el verso acude al llanto frío.

Tu voz sigue quebrando mis relojes. Confieso que vi pararse el tiempo en un abrazo: tú, escorzo perfecto; yo, el desastre; pero sobre todo, tú, tú misma — esas sonrisas milenarias justifican el pesar de cada noche.

Te he amado desde el Madrid más gris que puedo recordar. He amado a cada instante tus palabras. He amado tus recuerdos sin ser míos. Pero igualmente he llenado cántaros de lágrimas sonoras, he abierto las heridas, he destruido, letra a letra, las palabras. Nunca una respuesta correcta, nunca más que un ruido blanco, silencio incómodo, deshidratación moral.

Has hecho de mí cuanto has podido, tú siempre me miraste con cariño,

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remanso de paz entre traidores, firme cielo al que aferrar mi vida, la única razón de la esperanza.

Berlín está más gris, llora tu ausencia. Yo veo danzar las guadañas en el techo.

Dejadnos gravitar y nos caeremos. Dejadnos resurgir, y viviremos. Si algo queda extenuaré mi lucha.

Si todo es cierto y hemos muerto, no permitas que resurja en otro cuerpo.

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EL PARAÍSO RECOBRADO

para todos ellos

Cuando Natalia, en el avión, abrió los ojos, los tahúres dominaban el silencio resistiendo con cautela los envites de las nubes. Bosquejos de sueño en la primera fila, corrientes de miradas escapan deshaciendo los inviernos.

Cuando Elena despertó, súbitamente el mar se había tragado la tristeza, el fénix blanco seccionó la angustia. Entonces gravitó la sombra del Echeyde, mencionando sus ráfagas de azufre taciturno en la distancia. Después de unos segundos, se abre el cielo revelando la silueta accidentada de las islas en agónica batalla con las olas.

La tierra termina y el agua resucita, con el mítico Olimpo a nuestra espalda tildado de hielo y fuego.

Buenavista del Norte despierta con corales de espuma antigua tras noches de piedra intensa. Sigo buscándote en la niebla.

Sobre la sombra conminuta de las nubes, las ráfagas de pájaros cortaron el atardecer verdoso en La Gomera. Veo visiones,            constelo                     las luces como espadas; en la cima de los vientos,

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el mar narra las guerras olvidadas, amores de timple y sal perdidos ocultos parcialmente por la sombra de los dragos y un rostro de espuma diluida en una rosa. Miradas somnolientas y aromas incoherentes del silencio submarino. Las nubes forman pájaros de viento, las águilas vigilan el canto inesperado de estas tierras.

Y el silbido desgarrante de una pelota de golf que ametralla sin sentido la belleza del paisaje.

Al caer la tarde, las piedras del camino marchitaron la mañana iridiscente de llanura y plataneras. Sobre la arena rojiza, Fran medita una verdad de percepciones que interseca el silencio de la gaviota perdida.

Y de pronto, la noche más ágil, Lucía paró el taxi. Ruge una máquina voraz en Los Cristianos. Con arcaica sobriedad, Achamán contempla su creación de fuego y de palabras. Maca y Aníbal impresionan de imposibles con sus pasos contundentes de bachata sobre el lecho tenebroso en los enjambres incorruptos de la noche que orbitan por nosotros sin quererlo.

Danos música y bailaremos, danos luz y viviremos, danos tierra y será nuestra.

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Y este mar, y aquellos mares, nos podrán acometer con el bramido interminable de su muerte, mas lo eterno ya reposa sobre crótalos de hierro, sobre tierra firme y lenta, sobre arrecifes de sonrisas.

Ellos son el crepitar de una ola última en esas rocas. Son la rima de Bécquer en la cima de un acantilado. Son el cuarto abrazo de la senda. Son el manto de faroles que acompañan mis versos. Son los pájaros posados en el mirador lejano. Son la llama siempreviva que justifica los inviernos.

El tiempo no murió para nosotros. Revelemos. las angustias ya vacías despojadas del baluarte de silencios del arpegio malgastado del olvido.

Jamás escribiré mi tiempo sin vosotros.

Los Cristianos, Adeje (Tenerife), 14 de marzo de 2016

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NOCTURNO

anoche salí a la calle en este vecindario parece que es de noche muchas veces

palpé algunas miradas sospechosas, el perro del vecino, un taxi libre aparcado bajo una farola averiada, un botellón lejano, no estoy seguro

Finalmente decidí entrar en el bar de siempre, — ya sabéis, uno de esos bares medio vacíos, algo lóbregos, donde copas y corazones se alzan y se rompen dejando esquirlas vacías de pensamiento.

sin prestar mucha atención al barman pedí una cerveza

Se giró. Tembló el instante. Crepitar tierno. Eran sus rizos. Únicamente sentí su geometría.

Lentamente, sin que pudiera darse cuenta erguí tímidamente la cabeza y la observé tomar el vaso y acariciar el grifo y caer la espuma. En este valle de lágrimas

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los ojos oscurecidos. Quizá eso ha sido el reflejo de unas gafas. Quizá.

Esta vez no pude evitar mirar su reflejo en el espejo empalizado de botellas de ginebra. Me dio la cerveza, muchas gracias, no muchos me miran a los ojos. Condescendencia aparte, sonreí, sonrió. Era hermosa.

Quedé con ella en el fondo de aquel vaso. Hablamos un poco del trabajo en el bar, ella había tenido que dejar la universidad a cambio de un contrato de mierda, yo le conté lo de Noelia porque soy gilipollas aquí yace un hombre débil — cuando yo me muera enterradme con mi cerveza bajo la arena — pero escuchó mis lágrimas debe de estar acostumbrada gracias por el pañuelo

Dejé en la barra mi cerveza. En aquel dintel herrumbroso juega la luz casi apagada de la luna. Rocé una mano a oscuras, fue como un chispazo, un instinto certero y revelador. Sus rizos descansan en mi hombro izquierdo.

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después de doce horas de trabajo su cuello todavía huele a lavanda recién cortada

No sé quién eres, no te conozco de nada pero no te acabes nunca, musité.

Cerramos el bar con nuestros labios.

Leganés, 28 de julio de 2016

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RETORNO II

Tu música, brillando rutilante como el amanecer alpino. Tu música, equinocio de un pentágono de rosas. Tu música, que enternece el sueño de las mariposas. Tu música, fiel voluntad misteriosa, dulce aleteo divino.

La tempestad indescriptible ha sido convenientemente consumada Tus cabellos, aún revueltos, me improvisan unas décimas alejandrinas. Me arropan tus versos y el eco azul de las primeras golondrinas en esta casa, palacio ausente, escondido tras la niebla dorada.

Como una errante planta, mis manos buscarán la temprana luz de tu mirada. Tus ojos guiarán nuestras recordadas sombras como auroras de verano. Verdad inmarcesible, involucrada en el anhelo gris de la palabra varada.

Como en los años del incoherente diluvio, resurgirá un voraz ardor, furor arcano desterrando de nuestra eternidad nuestra esperanza nuevamente realizada. Seremos infinitos. Esta cruel, amarga, ardiente oscuridad no será en vano.

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LABRUM, LABRĪ

La fe impasible en la mirada. Avalancha innata de cristal, errática y cierta, la esforzada dispersión de la conciencia.

Juegos malabares de palabras labradas. Insólito bramante de palmeras.

Percibo la apariencia del fracaso. La memoria de la absoluta angustia, paradoja insensata de tinieblas.

¡Oh, capricho, perdición de trapecios!

Una camada de arpegios destruidos.

Leganés, 14 de noviembre de 2016

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ÍNDICE

Tres sonatas de invierno 7 .......................................................................Otoño entre nosotros 9 ...........................................................................Presagio 11 ...............................................................................................Reflexión pasajera de una noche en soledad 14 .....................................Letargo 15 ................................................................................................Vingt-et-un 18 ..........................................................................................Ewigweibliche 22 .......................................................................................Liebestraum 24 .........................................................................................Delirio de miércoles 27 ...........................................................................Treinta 29 ................................................................................................Los días tristes 31 .....................................................................................Amor suaue iugum est 33 ..........................................................................Tres poemas canarios 35 ..........................................................................Aria triste 40 .............................................................................................Soneto luz de media luna 41 ...................................................................Soneto flautista 42 ....................................................................................Tempus 43 .................................................................................................La música 44 ............................................................................................Lluvia 46 ...................................................................................................Apalabrados 48 .........................................................................................De igual a igual 51 ...................................................................................Augurio 53 ...............................................................................................Viajero del tiempo 54 ..............................................................................El retorno de los brujos 56 ......................................................................Poemas breves 58 .....................................................................................Sobrevivir al invierno 60 .........................................................................Poema del desierto 61 ..............................................................................Punto de partida 64 .................................................................................Dum uiuimus uiuamus 70 .........................................................................Ella 76 .......................................................................................................Olvidado 77 .............................................................................................Noches tristes 79 ......................................................................................Los últimos días 83 ..................................................................................Le tombeau de Beethoven 85 ......................................................................

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Memoria de prácticas 87 .........................................................................Lejos 93 ....................................................................................................Spiegel 94 ..................................................................................................Último 96 .................................................................................................Otoño a medianoche 97 ..........................................................................Allá donde estés 98 ..................................................................................Propósitos 100 ..........................................................................................El sonido del trueno 102 .........................................................................Retorno 105 .............................................................................................Vivir para contarlo 107 ............................................................................Súplica 109 ...............................................................................................Martes 111 ................................................................................................Invierno 112 .............................................................................................Instrucciones para escribir un poema 113 ..............................................Transfiguración 115 ................................................................................Cuartetos burlescos a una calva que bien podrían ser dos 116 ..............Μέρα ιουνιού 117 ...................................................................................Contemplación 118 .................................................................................Nerevenebla 120 ........................................................................................Mus 121 ....................................................................................................Lundo 122 .................................................................................................Epitafio 123 ..............................................................................................Granada, 1936 124 ...................................................................................Schumann 128 .........................................................................................Infinitat 130 ...............................................................................................Perfusión 131 ...........................................................................................El loco 132 ...............................................................................................Introspección 133 ....................................................................................Hálito 135 ................................................................................................Päärautatieasema 136 ................................................................................Código ictus 137 ......................................................................................Almendros 138 .........................................................................................La entrevista clínica 140 ..........................................................................Cuestión de prioridades 141 ....................................................................Confieso que he querido 142 ..................................................................El paraíso recobrado 144 .........................................................................

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Nocturno 147 ..........................................................................................Retorno II 150 .........................................................................................Labrum, labrī 151....................................................................................

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