Juan Ramón Jiménez. La Conciencia Andaluza de un Poeta Universal

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Comunicación al XV Congreso sobre el Andalucismo Histórico. Sevilla, 27, 28 y 29 de Septiembre de 2012. Juan Ramón Jiménez: La conciencia andaluza de un poeta universal Manuel Joaquín Moguer Foncubierta Nací en Moguer (Andalucía) (¡qué nombre!), la noche de Navidad de 1881. Mi padre era castellano y tenía los ojos azules; mi madre es andaluza y tiene los ojos negros. Mi madre (...) tenía el tipo oriental de las mujeres arábigoandaluzas y mi padre era rubio, de ojos azules y blanco, como un visigodo (...)27. Yo soy un árabe andaluz y un visigodo nórdico, es decir, un sensual y un místico de abajo y de arriba. Lo que me importa en la vida y en la poesía es la mujer, el amor y dios (...)28. 25 Esta comunicación La conciencia andaluza de un poeta universal quiere dejar constancia y documentar la conciencia que tenía Juan Ramón Jiménez de que era andaluz, de que era de Andalucía. Esto se puede apreciar a lo

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Comunicación presentada al XV Congreso sobre el Andalucismo Histórico, Sevilla, Septiembre de 2012

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Comunicación al XV Congreso sobre el Andalucismo Histórico. Sevilla, 27, 28 y 29 de Septiembre de 2012.

Juan Ramón Jiménez: La conciencia andaluza de un poeta universal

Manuel Joaquín Moguer Foncubierta

Nací en Moguer (Andalucía) (¡qué nombre!), la noche de Navidad de 1881. Mipadre era castellano y tenía los ojos azules; mi madre es andaluza y tiene los ojosnegros.

Mi madre (...) tenía el tipo oriental de las mujeres arábigoandaluzas y mi padreera rubio, de ojos azules y blanco, como un visigodo (...)27.

Yo soy un árabe andaluz y un visigodo nórdico, es decir, un sensual y un místicode abajo y de arriba. Lo que me importa en la vida y en la poesía es la mujer, el amory dios (...)28.25

Esta comunicación La conciencia andaluza de un poeta universal quiere dejar constancia y documentar la conciencia que tenía Juan Ramón Jiménez de que era andaluz, de que era de Andalucía. Esto se puede apreciar a lo largo de toda su obra. La presencia de Moguer, su tierra natal y Andalucía.Esa conciencia le lleva a aplicarse a sí mismo el apelativo de El andaluz Universal, que comienza a utilizar a comienzos de la década de los 20 del pasado siglo XX.Precisamente después de su encuentro o encuentros con Blas Infante.

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Ortiz de Lanzagorta se hace eco, en su biografía de Infante, del testimonio del andalucista histórico, Juan Álvarez-Ossorio, según el cual, Blas Infante tuvo cierta amistad con Juan Ramón Jiménez y que al menos una vez estuvo reunido con él, ya que el mismo Álvarez-Ossorio es testigo de una reunión entre ellos. Fue, según este testigo, en el bufete de Infante en la calle de Jesús del Gran Poder.

Como quiera que, según recoge Ortiz de Lanzagorta en el mismo libro, desde 1918 a 1920, Infante domicilio se establece en la calle sevillana Jesús del Gran Poder núm. 17, como abogado en ejercicio, tenemos el dato que fue entre esos años cuando se produjo el encuentro.

Alrededor de esos años nos encontramos que 1915, se publica

la primera edición de Platero y yo. En 1916, el 2 de marzo se

casan en la Iglesia St. Stephen de Nueva York, Zenobia y Juan

Ramón. Recorren Estados Unidos. Escribe nuestro poeta

“Diario de un poeta recién casado”. Regresan a Madrid. Es una

etapa de total aislamiento para escribir.

En 1917, Juan Ramón vuelve al mundo. La pareja se dedica a

recorrer España en automóvil, que conduce Zenobia. Es en

esta época, cuando podría haberse producido la entrevista

con Blas Infante. Contacta con las gentes del pueblo.

En1919, residiendo en la calle Conde de Aranda de Madrid,

recibe la visita de Federico García Lorca.

Es curioso que Juan Ramón empiece a utilizar el apelativo o título de Andaluz Universal en los años 20 como recoge Rogelio Reyes en su recepción pública en la Academia de

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Buenas Letras de Granada. ¿Influencia de Infante? ¿Fruto o resultado de esa reunión con Infante?

El investigador sevillano Daniel Pineda Novo en su obra 'Juan Ramón y El Ateneo de Sevilla', se refiere al grupo Ariel que fue el encargado de impulsar la poesía y obra de Juan Ramón desde Sevilla al resto del país, siempre bajo la dirección de José María Izquierdo. Además se puede leer la vinculación de Juan Ramón con la revista 'Andalucía', órgano precursor del andalucismo histórico, y la revista 'La Exposición' o 'Bética'.

Para Manuel Vázquez Medel, nuestro poeta busca responder a su vocación de universalidad sin renunciar a sus propias raíces o, mejor incluso, quiere hacerlo desde ellas: “Raíces y alas, pero que las alas arraiguen y las raíces vuelen”. A ello responde el apelativo “Andaluz universal” que se aplica a sí mismo, antes de que nadie lo utilizara, según indica en su “Recuerdo a José Ortega y Gasset” refiriéndose a su juvenil proyecto: “Mi idea instintiva de entonces y consciente de luego, era la exaltación de Andalucía a lo universal, en prosa, y en verso, a lo universal abstracto; y como creo que es verdad que el hábito hace al monje, yo me puse por nombre ‘el andaluz universal’ a ver si podía llenar de contenido mi continente”.

Por ello, con toda justicia, para Vázquez Medel, Juan Ramón debe ser considerado el padre de la consideración esencial, profunda y crítica de Andalucía, que tanta influencia y fecundidad tendría, especialmente en Lorca y Alberti.

En palabras de Vázquez Medel “Recientemente he podido demostrar que contemplados en su conjunto, los testimonios de una conciencia diferencial andaluza en Juan Ramón son impresionantes, anteriores y superiores (en número e intensidad) a los de otros escritores como Lorca o Alberti.”

Vicente Gaos, “Juan Ramón es el descubridor literario de Andalucía, como la generación del 98 lo fue de Castilla”

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Y habla también Gaos de las fuentes de la obra de Juan Ramón“… otras (de sus) fuentes son españolas: Bécquer (…) y el romancero y cancionero españoles, sobre todo el folklore andaluz”

Graciela Palau en su biografía del poeta universal nos cuenta que en el curso 1896-97, a sus quince años, marcha a Sevilla donde, a la vez que inicia estudios de Leyes, entra en una escuela de pintura –afición que arrastraba de años precedentes-, justamente la del gaditano Salvador Clemente, pintor colorista, enraizado en su tierra, donde, se nos dice “aprendió a pintar flamencas”

Frecuenta el Ateneo de Sevilla y su peña poética, donde el joven Juan Ramón“ podía pasar el día y la noche escuchando la animada discusión de un grupo de personas” entre ellas como señala Graciela Palau, están Francisco Rodríguez Marín y Luis Montoto, fundadores, con Machado y Álvarez “Demófilo”, de la primera sociedad de estudios folklóricos y de la revista “El Folklore Andaluz” que les sirvió de portavoz, para acabar diciendo:“Oyéndoles hablar empezó a concebir la ilusión de llegar a ser como uno de ellos”

Pero, Virgilio Márquez se pregunta ¿dónde estaba, si es que la había, la obra de Juan Ramón compuesta “a la manera popular de los flamencos”? ¿No sería, todo lo más, que “lo jondo” estaba en el sustrato de su creación poética? En el libro de los hermanos Caba hay unos párrafos muy sugestivos:

“Juan Ramón Jiménez, ternura cerebral, sensibilidad desnuda, velada por un ramaje de ideas, alborozo púdico de manantial y sereno temblor de río, busca la intimidad de los rincones; un rincón geográfico para vivir, otro lírico en la sensibilidad para hablar bajo, y otro, inédito y goloso, en las palabras para sugerir. Lo jondo está en todo él; en su aristocraticismo hermético de Faraón, en su quietismo musulmánico y en su gozosa ternura, que es su ingrediente de la pena. No importa saber en qué poemas se ha herido con lo jondo”

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Rubén Darío se refiere a Juan Ramón con estas palabras:“He aquí un lírico de la familia de Heine, de la familia de Verlaine, y que permanece, no solamente español, sino andaluz, andaluz de la triste Andalucía”

“Y hay allí en esos versos admirables y exquisitos las mismas visiones y las mismas ansias que en las coplas populares que cantan las mozas enamoradas, y los sonoros, duros y aullantes cantaores”

Graciela Palau, hablaba de unos Cantares publicados anteriormente por el joven poeta en un periódico sevillano. En efecto, diecisiete habían sido las coplas aparecidas en "El Programa" (Sevilla, número 18, 1 de junio de 1899); diecisiete de las cuales algunas se repetirían en "Almas de Violeta".

Según Virgilio Márquez, eso es todo lo que hemos encontrado: veintiuna coplas (repeticiones aparte) salidas de la pluma del más grande poeta andaluz del siglo. Esta fue la primera incursión de Juan Ramón, en la tristeza del alma andaluza, de que nos hablara más tarde Rubén Darío.

Esta incursión no podía hacerse sino a través de la copla, la más pura creación popular de nuestra tierra. Sobre la Copla escribiría estas bellísimas estrofas:

"Aún palpita en el pecho el eco lastimero

de una guitarra lánguida..., el sollozo postrero

de una copla de amores..., de una copla de pena,

ahogada en una lágrima, igual que una azucena

rebosante de Sangre..., igual que un albo lirio

nadando en el espejo de un lago de Martirio...

...Los Amores gimientes, los pálidos Amores

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que se elevan en el Alma cual suspiros de flores

enlutadas...; Amores que viven en la hirviente

flama de un sonriente Corazón que presiente

un negro soplo helado que con dulzura engaña...;

que divisa en la sombra una negra Guadaña...

Los pálidos Amores, pulsaron en la Lira

una canción amarga que sueña y que delira...

... Atrás queda flotante la triste Andalucía,

cual Visión sollozante de angustiosa Harmonía..."

En esos años de la segunda década del siglo XX, “Juan Ramón se relaciona también con Ortega y Gasset, relación que surge del homenaje a Azorín de Aranjuez en 1913, Hay que resaltar la admiración de Ortega, que ve en él, el poeta castellano de su generación, pero no lo ve claro.

Juan Ramón pretendía más la exaltación de Andalucía a lo universal, y en ese marco habría que encuadrar a su Platero y yo (1917), en prosa poética, y que le daría fama mundial. De todos modos, podemos parangonarle para el caso andaluz con lo hecho por Ortega sobre Castilla o Miró sobre Levante”.

Según García Montero, la reacción poética liderara por Juan Ramón Jiménez contra el prestigio literario castellanista tuvo una herencia inmediata en los poetas de la generación del 27. El “Andaluz Universal” llegó a escribirle en 1920 a Adolfo Salazar: “¡Antipático, desagradable, odioso, asensual castellanismo necesario de las pseudoartes españolas de hoy! ¡Abajo el arte feo! ¡Viva el arte agradable!”. Un ideal de la

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belleza y de la sensualidad venía a desplazar la mirada poética hacia Andalucía.

Y comenta el poeta: "¡Qué extraña una buena parte de mi escritura anterior! ¡Qué necesidad de volver a escribir esto, aquello!; ¡qué repulsión tales libros de literatura poética castellana ¡Qué nostalgia de mi español de niño de Moguer! ¡Qué odio del castellano en Madrid! ¡Qué afán de dejarlo todo claro, liso, fluido, transparente (como Leonardo quería la pintura del cuerpo humano) redichos sonetistas arquitecturales!".

En una carta dirigida a Carmen Laforet, quien acaso por residir en Barcelona temía usar modismos catalanes, escribía Juan Ramón: "Y si en su escritura hay "defectos gramaticales" nunca mayores que los permanentes del vasco-español de Pío Baroja o el cátalo-español de Eugenio d'Ors... ¡Bendito el llamado defecto, que no lo es, y que nos salva de la odiosa perfección! En su libro me gustan los defectos... y yo he pensado muchas veces que me gustaría que toda mi obra fuese como un defecto de un andaluz".

La lengua viva, la lengua que mana del decir popular. "Las expresiones poéticas más bellamente delicadas —escribe Juan Ramón— se las he oído a hombres toscos del campo, y con nadie he gozado más hablando que con ellas o sus mujeres o sus hijos...".

El regreso a Moguer, pues, indica un retorno a la lengua natural originaria; la que oía hablar a su madre; o "el idioma que hablaba aquella muchacha de Sevilla, que por eso vino a nuestra casa de Madrid".

Esta conciencia de valoración de lo popular llegaba a Juan Ramón por el intermedio de sus amigos de la Institución Libre de Enseñanza que, con don Francisco Giner a la cabeza propugnaban un acercamiento a la Naturaleza.

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Encontramos una serie de textos que explican los estados de conciencia como la fecha que nos interesa. Unas páginas de Platero pueden servirnos como punto de partida.

Corresponden a su regreso a Moguer, en 1904, una vez superada la crisis neurótica que le llevó al sanatorio de Le Bouscat en el sur de Francia, y después de su estancia en Madrid al cuidado del Dr. Simarro, Este regreso físico, se complementa con un retorno estético a sus raíces populares andaluzas. Revisión de actitudes importante puesto que le induce a superar, de un lado, los modos exigentes y minoritarios del "modernismo" y, de otro, las modas castellanistas que él atribuye, en parte, al influjo de Ortega y Gasset: "El, hubiera preferido que yo cantase a Castilla como Unamuno o como Antonio Machado". "Declaro francamente —añade— que soy enemigo de ese "eternismo casticista" de Mesón de Segoviano, Cofradía de la capa y otras necedades tan cercanas al patio de Monipodio; y creo que el mejor hijo de algo es el hijo de su tiempo, de su lugar en el espacio y de su conciencia". El punto de vista estético de nuestro poeta es a partir de aquí, un regreso a la naturalidad.

El profesor Manuel Ramos Ortega en su trabajo “Juan Ramón Jiménez y Andalucía” recoge el testimonio del hispanista estadounidense Michael Predmore: “aquel que se dedique a estudiar a Juan Ramón Jiménez no puede pasar por alto la importancia de la temprana influencia que sobre él ejercieron Moguer y la Andalucía costera… es la base de una orientación y una conciencia permanentes… causa de una cierta metafísica personal… que le hace percibir una superior armonía en la naturaleza y le proporciona una visión del mundo más allá y fuera de los límites de la razón.”Ramos Ortega pretende desarrollar la idea ya apuntada por Predmore del origen fundamentalmente krausista de la visión de la naturaleza de Juan Ramón, y mas concretamente del paisaje andaluz.

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En el krausismo como doctrina filosófica iba explícito un programa de acción, una marcha del hombre hacia la perfección individual de la persona y del conjunto de la humanidad hacia su plenitud final. Para el krausismo el perfeccionamiento humano solo se puede esperar del hombre mismo, de la voluntad de este de “llegar a ser lo que es”, es decir, plenamente hombre. La filosofía krausista proviene de una noción estética del hombre y de la vida. Verdad, Bondad y belleza son… completamente conformes entre sí. El hombre como artista reproduce en su ámbito la acción divina.

Para Ramos Ortega,“El arte literario es pues para el krausismo el más “completo” de la palabra, es decir, el que mejor complementa a la palabra, su instrumento, puede plegarse tan estrechamente a la conciencia que entre esta y su expresión verbal llega a borrarse toda distinción. La intimidad del artista se traduce, pues, perfectamente en su obra literaria. Paralelamente la intimidad de un pueblo entero se manifiesta en su literatura con más exactitud que en ninguna otra de sus manifestaciones culturales.”

Como dice Ramos Ortega, “en el conjunto de sus obras literarias un pueblo nos deja constancia de su peculiar manera de enfrentarse con la realidad.” De la importancia de la literatura en la vida de un pueblo Giner nos dice: ”Suprímase la literatura de un pueblo y en vano se apelará para reconstruir su pasado a su historia política” .Y añade Ramos Ortega: “Quizás lo que nos escamotea el historiador, atento sobre todo a lo contingente y externo, nos lo brinde generosamente el poeta.”

Pero como dice Predmore, Juan Ramón no solo recibe influencias de fuera si no que hay que insistir en la fuerza de su tierra natal como inspiración de su creación literaria.Como dice De Onís, “Su pueblo-su infancia- está en todas partes en su obra y el alma del pueblo, depurada y exaltada, está en su alma universal e intemporal”.Según Ramos Ortega, Rubén Darío fue uno de los primeros en advertir que el

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modernismo del joven andaluz se alimentaba de un íntimo contacto con su tierra. Pero nadie como juan ramón mismo se dio tan claramente cuenta de su herencia andaluza y de su necesidad de ser andaluz. Dice Juan Ramón: “Yo tenía conciencia de que era andaluz, no castellano, y ya consideraba un diletantismo inconcebible la exaltación de “Yo tenía conciencia de que era andaluz, no castellano, y ya consideraba un diletantismo inconcebible la exaltación de Castilla (y, sobre todo, de la Castilla de los hidalgos lampones, tan de picaresca) por los escritores del litoral, Unamuno, Azorín, Antonio Machado, Ortega mismo. Prefería ya, sigo prefiriendo, a los escritores que escriben de lo suyo, Baroja, Miró, Valle-Inclán en su segunda época”.

Como dice Predmore, “En América nunca pudo establecer el contacto vital con la naturaleza que necesitaban su creación poética y su bienestar espiritual.”

Para Ramos Ortega, “cualquier acercamiento a la obra de Juan Ramón Jiménez… tiene que tener en cuenta… la formación intelectual de origen krausista y su orgullosa conciencia de ser andaluz y no castellano.”

En su trabajo Ramos Ortega nos habla de la importancia de Andalucía y Moguer en la obra de juan ramón modelando la forma y los contenidos de su expresión poética. Sentirá una profunda identificación y amor por su Andalucía del Sur”

En el poema «Babi Yar» del poeta ruso Yevgueni Yevtushenko, en sus últimos versos se dice:“Soy cada uno de los viejos que aquí ametrallaron. Soy cada uno de los niños que aquí ametrallaron. Todo mi ser lo recordará.[...] No corre por mis venas sangre hebrea, pero el odio enconado de todos los antisemitas sufro como si fuera judío. Por eso soy un verdadero ruso.”¿Qué significado llega a tener aquí la expresión «un verdadero ruso»? Se trata, desde luego, de una expresión necesitada de

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una lectura ética. En este sentido, «verdadero ruso» es equivalente a «una forma rusa de ser verdadero», o sea, de ser universal. Lo que nos lleva a la determinación decisiva: una forma rusa de ser hombre. Entre «ruso» y «humano» viene a establecerse una tensión que presta a la primera expresión del poeta un indudable encanto estético, pues un «verdadero ruso» nos transporta a «un verdadero hombre sólo aparente y contingentemente ruso», o para concluir, a «un ruso que, si lo es verdaderamente, superas su ser ruso».

Pues bien, en este movimiento invisible entre las diversas determinaciones que constituyen la expresión «un verdadero ruso» (que tanto recuerda a la afirmación de Dostoievski de que el ruso alberga en su pecho todo el dolor de la humanidad), viene a cristalizar la noción benjaminiana de «poético». Lo poético es, por lo tanto, el cumplimiento de una esencia infinita en el espacio finito de una expresión concreta. En «verdadero ruso» la forma visible («ruso») queda expresada y a la vez amenazada por el contenido invisible («verdadero»), que la arrastra, aunque sea por medio de un esbozo, hacia la idea de humanidad emboscada en él.

Un verdadero ruso no es, pues, simplemente un ruso, sino un ruso que muestra en su interior el esbozo de lo humano como «más allá de lo ruso», de un modo muy parecido a lo que afirma nuestro Antonio Machado de que un andaluz andalucista es un español de segunda y un andaluz de tercera. Yo personalmente más que encontrarle un parecido con esto que dice Machado se lo encuentro con lo que dijo Blas Infante sobre su nacionalismo. ”Mi nacionalismo antes que andaluz es humano”.

Lo poético, al lograr plasmar el tránsito de la forma expresada al contenido esbozado, viene a reflejar una «verdad» muy diferente —en realidad contrapuesta— a lo empíricamente localizable.

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La afirmación que recogemos más arriba de Antonio Machado, es expresión de esa relación ambivalente y a veces contradictoria del poeta sevillano con Andalucía o más bien con lo que podemos llamar andalucista, en el sentido de amor o apego a la tierra andaluza. Pero Machado parece referirse a lo más político del término, ya que el comentario sobre el andaluz andalucista que recoge Machado en su Juan de Mairena, va precedido de otro en el que se reprochan a algunos catalanes, vascos, gallegos, andaluces, castellanos que se sientan antes de su patria chica que españoles.

Sobre esto Bernard Sesé, en su trabajo “Antonio Machado y Francia”, recoge, un comentario del poeta sobre su relación con España: «Tengo un gran amor a España y una idea de España completamente negativa. Todo lo español me encanta y me indigna al mismo tiempo».

Estos sentimientos que manifiesta Antonio Machado hacia España, en una nota biográfica de primeros de 1913, tienen la misma ambigüedad que los sentimientos que experimenta hacia Francia.

Francia, en el espíritu y en la vida de Antonio Machado, siempre parece estar marcada por el sello de la ambivalencia. «Tengo una gran aversión a todo lo francés, con excepción de algunos deformadores del ideal francés, según Brunetiére. Recibí alguna influencia de los simbolistas franceses, pero ya hace tiempo que reacciono contra ella».

En 1913, respecto a Francia, Antonio Machado quema lo que había adorado. Antonio Machado es ciertamente un poeta y un escritor profundamente arraigado en su patria. Más exactamente, en las dos patrias de su alma, Andalucía y Castilla, que componen la tierra, el terruño, el suelo donde echa raíces. Ni Cataluña ni Levante, donde lo llevó el destino, son su verdadera patria. Y menos aún contrariamente a la afirmación errónea de Rubén Darío, se puede considerar a

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Antonio Machado como un escritor cosmopolita, aunque su conciencia se inscriba en un horizonte cultural universal.

Pues bien, a pesar de todo esto, se puede decir que hay un lazo invisible que une a Machado con Francia. Y con España y Andalucía diría yo. Ni andaluz-andalucista, ni castellano-castellanista, puesto que rechaza todo regionalismo que vaya en menoscabo del nacionalismo. Machado es, a todas luces, un escritor español. Pero, por muy español que sea, se puede decir que sin Francia, sin ese lazo íntimo o espiritual que lo liga a Francia, Antonio Machado no hubiera sido el mismo. Lo mismo, añadiría yo puede decirse de Andalucía. Sin ella Machado no hubiera sido el mismo.

Volviendo ya a Juan Ramón, después de hablar de Machado, nos encontramos, en la obra de Juan Ramón, con el enfrentamiento de la dicción andaluza con el castellano, que reproduce con cuatro siglos de demora la polémica del andaluz Nebrija y del neocastellano Juan de Valdés, y la toma de conciencia en el espíritu de Juan Ramón Jiménez cuando las circunstancias patéticas de la Guerra Civil Española le hacen residir en las Américas: la América anglosajona, y la América Hispánica, especialmente en Puerto Rico.

Esto le hace plantearse a nuestro andaluz universal, de una manera muy acentuada, la situación de desgarro que le produce verse alejado de su entorno en el que escuchaba a sus semejantes en el idioma español, más concretamente en su modalidad andaluza. Conociendo sus ideas acerca de la fuerza creadora del decir popular, no es extraño que el sentimiento en él predominante sea el de la ruptura.

Un texto de Juan Ramón revelador sobre el idioma español en su modalidad andaluza es el siguiente: “El milagro de mi español lo obró la República Argentina... Cuando llegamos al puerto de Buenos Aires y oí gritar mi nombre: "¡Juan Ramón,

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Juan Ramón!, a un grupo de muchachas y muchachos, me sentí español, español renacido, revivido, salido de la tierra del desterrado, desenterrado, con mi piedra de mi Fuentepina en el bolsillo del pecho. ¡El grito, la lengua española; el grito en lengua española, el grito! Y tan andaluz, lo más español para mí de España, ocho siglos de cultivo oriental, Andalucía.., Aquella misma noche yo hablaba español por todo mi cuerpo con mi alma... Y por esta lengua de mi madre, la sonrisa mutua, el abrazo, la efusión. Allí se mecía como en Andalucía. Era la seguridad de un convencimiento, un reconocimiento que se prolongará ya en esta existencia americana mía mientras yo viva. No soy ahora un deslenguado ni un desterrado, sino conterrado, y por ese volver a lenguarse, he encontrado a Dios en la conciencia de lo bello, lo que hubiera sido imposible no oyendo hablar mi lengua.”

En el “Diccionario Andaluz” editado por la Biblioteca de Ediciones Andaluzas en la voz Juan Ramón Jiménez encontramos una serie de consideraciones de gran valor sobre su vida y su obra.

En Juan Ramón como en otros poetas andaluces aparece la familiar costumbre de manifestar una voluntad acabada y exacerbada de ser él mismo, sólo él en su poesía, en su Obra, como él gustaba decir. Junto con Góngora, Ibn Kuzmân y Bécquer, forma cenáculo en exaltada voluntad de pureza y desnudez, llegando a la contemplación más absoluta y a la más absoluta esencia de lo poético.

El genio literario andaluz de Juan Ramón tiene sus raíces en la lírica andalusí o arábigo-andaluza, que toma sus primeras formas del andaluz Herrera y tiene su cumbre en Bécquer, cultivándose por los sucesivos poetas andaluces y adquiriendo su forma definitiva en el siglo XX.

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Este magnetismo indígena andaluz es matizado y ampliado por el de las nuevas corrientes literarias que surgen en el panorama literario de la época que nos ocupa y que influyen en su obra. Esta constante aparece también en el modernismo que encuentra en la primera época de nuestro poeta su mejor expresión.

En un intento de crear una nueva estética y un lenguaje nuevo, este movimiento literario va a encauzar la embriaguez estética de multitud de poetas andaluces: Salvador Rueda, Manuel Reina, Francisco Villaespesa y un sin fin de líricos más, entre los que se incluyen los primeros versos de Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez.

Pese a la defensa obstinada de esta nueva estética, van a ser estos dos maestros, Machado y Juan Ramón, los que avienten la lírica andaluza de toda la hojarasca que el nuevo movimiento lleva consigo, recobrando la tradición andalusí, la más pura línea estética: la llamada poesía-conocimiento que arranca a partir de la obra lírica de Juan Ramón Jiménez.

El mismo Juan Ramón llega a decir: “Creo que Andalucía es lo único que puede salvar esta España conceptista de hoy con su sencillez, su sensualidad fina, su ritmo y su comprensión ideal. Pero no la Andalucía de Lorca, ni la de Alberti, ni la de Manuel Machado. Antonio sí la cojió aquí y allá en su primera y deliciosa época. Andalucía es, creo yo, lo que más acerca España a lo universal. No hay que olvidar que los poetas arabigoandaluces, hermanos de los de hoy, eran ya hermanos precursores de los románticos ingleses y de los simbolistas franceses. Quién hubiera podido vivir siempre en Andalucía, una Andalucía posible, comprendida por los políticos… Andalucía ha dado siempre en lo popular y lo culto, una poesía verdadera,

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que corresponde a la verdadera poesía de todas las patrias poéticas.

Por otra parte, de forma más o menos consciente, Juan Ramón sostuvo y defendió la tesis del origen andaluz del simbolismo:

"El simbolismo francés viene de los místicos del Siglo de Oro; lo que hay de místico en los simbolistas procede de nuestros místicos y de la poesía arábigo-andaluza… He leído desde niño a San Juan de la Cruz. Tanto él como Bécquer son simbolistas; son dos casos líricos semejantes a Verlaine".Al igual que nuestro poeta, aquellos andalusíes estaban siempre a vuelta con el tema de la libertad, con la búsqueda de un Dios propio de cada individuo, aunque a veces fuera personal y otras transferibles.

Encontramos en Juan Ramón, un auténtico prototipo de poeta y anarquista andaluz,... oponiéndose a toda tentativa de jerarquización por encima de él, incluida la divinidad.Queda de esta forma definitivamente conclusa la brillante y coincidente intuición de nuestro poeta, respecto al simbolismo.

En aquella brusca soledad conquistada al trajín de Madrid, Juan Ramón producía con gran densidad su Obra. "Limaba, retocaba, barajaba a derecha e izquierda". Ya por entonces no era el poeta de Arias tristes y Pastorales, libros que revelaron a Rubén Darío la fina honda tristeza de nuestra Andalucía.

La línea juanramoniana se rompe con el estallido de la

llamada guerra civil. Abandona el Estado Español y se dirige

por segunda vez a América. Brevemente se instala en Puerto

Rico para encaminarse a la Habana. Había abandonado las

frescas visiones directas de los campos de Andalucía, de

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nuestros montes y sierras, del mar, de los pueblos andaluces,

habitados por campesinos, marineros, gentes sencillas de la

sabia y culta Andalucía, a pesar del analfabetismo.

En cuanto a estética y lenguaje tenemos el mejor simbolismo

con el anhelo de perfección, que es constante en nuestro

poeta. Hay un momento en el que manifiesta una firme

decisión de superar todo sentimentalismo, todo simbolismo,

los restos de cualquier modernismo. Ya había conseguido el

nuevo lenguaje, la palabra, y la necesidad de ahondar en ella,

sabiendo, como la inteligencia andaluza lo sabe, que el

nombre, la palabra es más que la pura designación formal, es

la cosa misma. Queda así, Juan Ramón, como uno de los

máximos ejemplos de la lírica andaluza y maestría en el

lenguaje, tal vez sólo comparable a Luis de Góngora.

Pero el poeta, con alma, con conciencia, está muy lejos en la

distancia, de Andalucía, de su habla. Y a pesar de su

endiosamiento merecido: "yo soy más que el mar", apenas si

tiene alegría, si le queda ilusión. En esta situación,

pulverizado, de alguna forma involuciona, evoca con nostalgia

su patria andaluza y se vincula a ella con ilusión en los

sentidos, es si cabe más sensual que nunca. Mira desde tan

lejos su refugio a las orillas del Moguer, viviendo en el océano

el vínculo del universo con su tierra, con su universo andaluz

en comunión imperfecta.

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En su rango de privilegio y sin ningún declive, mira el mar de

América, el cielo del nuevo mundo buscando reencuentros,

identidades, filigranas de su Andalucía y su Moguer, su Puerto

de Santa María, Cádiz, Sevilla, Granada, Málaga.

Para el hispanista estadounidense Michael Predmore, Juan Ramón Jiménez es, “sin duda alguna, uno de los poetas españoles más grandes de todos los tiempos y nos ha dejado una obra en verso y en prosa que por su calidad y cantidad no tiene par en la cultura española del siglo XX”.

Desde Roma, Alberti [1980: 80-82] le rinde a Juan Ramón este elocuente homenaje:“Han pasado grandes poetas por la tierra del mundo, de destellos brillantes, cegadores. Pero llama tan encendida, tan desvelada, tan sostenida día y noche, sólo a ti te tocó consumir”.[...].Te marchaste (…) se nos apagó dolorosamente el alma que la sostenía, pero, como lo habías predicho en tu juventud, se quedaron los pájaros cantando, y aquí están. Estos son, se llaman “Arias tristes”, “Jardines lejanos”, “Pastorales”, … Y así tú, Juan Ramón, poeta andaluz, que diste a lo andaluz un sol universal, como Picasso, en un arder constante, en una sostenida elevación, pocas veces lograda en nuestra lírica.

Recordemos lo que Rafael Alberti, que siempre admiró al Nobel, expone en Poemas de Punta del Este: (...). En prosa y en verso, Juan Ramón Jiménez dejó claramente expresada su voluntad de erigirse en el “Andaluz Universal” que, traducido al lenguaje coloquial, vale tanto como decir que la conciencia que el poeta tiene de su tierra natal como fuente de inspiración de su creación siempre (...). Juan Ramón sentirá siempre una profunda identificación y profundo amor por su idealizada Andalucía el sur, un pedazo de tierra habitada por extrañas y misteriosas fuerzas. En esto creemos que está la clave de lo que el autor quiso decir al proclamarse “El Andaluz Universal” y con su afán de “la exaltación de Andalucía a lo

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Universal”. Su destino fue crear y proyectar esta imagen del mundo...

Como sigue diciendo el hispanista estadounidense Michael Predmore, “Son bien conocidas la importancia de Moguer y la presencia de Andalucía en los trabajos de Juan Ramón. Rubén Darío [1904] es uno de los primeros en señalar, en 1904, que el modernismo del joven andaluz se alimentaba de un íntimo contacto con su tierra. Pese a las influencias de Verlaine y de culturas extranjeras, encuentra en Arias tristes a un poeta fiel al espíritu y a las tradiciones de su tierra natal.

Desde entonces, muchos han comentado acertadamente este fenómeno. Quizá la observación de Federico de Onís [1934: 573] sea la más conocida: «Su pueblo —su infancia— está por todas partes en su obra, y el alma de su pueblo, depurada y exaltada, está en su alma, universal e intemporal».

Pero nadie como Juan Ramón mismo [1960: 122-123] se dio tan profunda cuenta de su herencia andaluza y de su necesidad de ser andaluz. En un conocido trabajo, escrito en 1923 y titulado «El Andaluz Universal», él habla de un destino misterioso presidido por los hados de su herencia andaluza. Es un extraño y hermoso sino que le dota de privilegios especiales y que se hace realidad en un mundo de luces y colores centelleantes.

En su «Recuerdo a José Ortega y Gasset» —publicado treinta años después, en 1953—, mirando retrospectivamente ya el sentido de toda su obra, resume de esta manera la misión poética de su vida: “Pero mi idea instintiva de entonces y consciente luego, era la exaltación de Andalucía a lo universal, en prosa, y en verso, a lo universal o abstracto; y como creo que es verdad que el hábito hace al monje, yo me puse por nombre «el andaluz universal» a ver si podía llenar de contenido mi continente”.

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De su amor por Andalucía, el poeta deja constancia en una carta a Isabel García Lorca, en 1924: "Mi porvenir, como mi pasado, está en Andalucía y sólo Andalucía. Los andaluces tenemos que quererla tanto que por nosotros se derrame en todo el mundo, no universalizándose ella -para tu hermano Federico el conmovedor- sino andalucizando nosotros el mundo entero".

Para Predmore “Quizá la fuente más reveladora para comprender el significado de «la exaltación de Andalucía a lo universal» la encontramos en las escenas líricas y autobiográficas narradas por el poeta de sus días vividos en Moguer y recordados años más tarde. Estas escenas y experiencias revividas están contenidas en la sección «Vida y época», sin fecha, de Por el cristal amarillo. Pertenecen ciertamente al periodo posterior al Diario (1916) y probablemente a los años comprendidos entre 1925 y 1935. Un capítulo, titulado «Chopin», de «Vida y época», nos llama la atención por su evocación tan expresiva de muchos elementos esenciales de la mejor poesía lírica del «Andaluz Universal». Se observa en seguida la abrumadora presencia de la naturaleza tal como se siente desde la perspectiva de Moguer.

Las inmensas extensiones de tierra, cielo y mar, ofrecen el mejor escape a la fantasía del poeta en su adolescencia, y serán la fuente constante de su posterior creación lírica. Estas evocaciones también ponen de manifiesto la armonía e intimidad que caracteriza este mundo, sobre todo las estrellas como verdadera flora de la tierra o del agua, y la luna tan grande y transformadora con su efecto tan extraño e hipnótico en el joven que desea unirse en la muerte con las misteriosas fuerzas de la naturaleza. Aquí aparecen varios temas que después juegan un papel importante en sus mejores obras poéticas

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Habla aquí una vez más de su vocación poética como si fuera un destino, recordando a «mis Hados orientales» de «El Andaluz Universal», una misión poética que consiste en expresar líricamente el sobrecogedor espectáculo de la naturaleza vivida y aprendida en Moguer. Siente el poeta una identificación tan completa y orgánica con su tierra natal que, igual que si él mismo fuese un pedazo de terruño, recibe semillas de la tierra de la que forma parte, semillas que germinarán y darán una perpetua cosecha de entrañable poesía lírica. Más adelante señalaremos algunos frutos de la cosecha de este «Andaluz Universal».

Pero ahora nos corresponde considerar el segundo polo de orientación y reverencia en la vida del poeta. Si Moguer y la tierra y cultura andaluzas son fundamentales para la infancia y juventud de Juan Ramón: la conciencia que tiene la voz poética de sí misma como «animal de fondo de aire», descubriendo también a su dios en ese fondo de aire ; es el florecimiento del legado de Moguer y de su herencia andaluza, la culminación de la extraordinaria sensibilidad y experiencia de la belleza de la naturaleza plantada en él en Andalucía.

Animal de fondo es el fruto «de la semilla siempre del más antiguo corazón», el destino del «pozo sagrado» de sí mismo que es Moguer y que inspira siempre, junto con Zenobia, su mejor y más profunda poesía. Él es poseedor ya de una conciencia, desde su infancia destinada, una conciencia mayor de dios, belleza y amor, que ha adquirido universalidad y que le motiva a llamarse «El Andaluz Universal». Esto confiere a su obra el sentido y significado que nos permite concluir que Juan Ramón Jiménez ha cumplido plenamente su vocación y su misión poética y que ha logrado magistralmente «la exaltación de Andalucía a lo universal».

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BIBLIOGRAFÍA

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Darío, Rubén [1904]: «Tierras solares. La tristeza andaluza. Un poeta», La Nación, 20(marzo).

Gullón, Ricardo [1958]: Conversaciones

Predmore, Michael P. [1973]: La poesía hermética de Juan Ramón Jiménez, Madrid, Gredos.— (ed.) [1995]: Juan Ramón Jiménez, Platero y yo, Madrid, Cátedra.

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Michael Predmore. Prólogo a la edición de Platero y yo, ediciones Cátedra. Madrid, 1978.

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Rubén Darío, La tristeza andaluza, artículo aparecido en la revista “Helios”, número XIII, 1904. Darío lo publica a manera de crítica del libro “Arias tristes” de Juan Ramón Jiménez, y fue recogido en sus “Tierras Solares”, Madrid, 1904.

Rafael Cansinos Assens, La Copla Andaluza, Ediciones Demófilo, Madrid, 1976. Ver página 18.

Francisco Ramos García, Galería de escritores y poetas sevillanos, D. Juan Ramón Jiménez, en el número 21 de "El Programa", Sevilla, 3 de septiembre de 1899.

Juan Ramón Jiménez, Epilogal, publicado en el libro "Alma Andaluza" (Madrid, 1900) del poeta malagueño José Sánchez Rodríguez