Julián Weich para Unicef

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Crónica sobre el viaje de Julián Weich a la comunidad wichi La Mora. Publicada en UNI, diciembre 2011.

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Un impulso al crecimiento

La comunidad wichi de La Mora recibió la visita de Julián Weich durante uno de los talleres de estimulación temprana para bebés organizado por UNICEF. Entre juegos,

abrazos y risas, el Embajador de Buena Voluntad formó conciencia sobre la importancia del fomento al desarrollo de los niños: la base sobre la cual se asentarán las capacidades y

habilidades futuras. Su enorme poder de comunicación marcó la diferencia.

Por Sol Peralta (desde Salta)

Con la brújula apuntando hacia el norte, bien al norte, comenzó el recorrido. El destino es la comunidad wichi de La Mora. Las costumbres estos pobladores, que responden al cacique Indalecio Calermo, se han modificado durante las últimas décadas. Ya no son nómades, sino que están establecidos en Tartagal, dentro de la provincia de Salta. Este gran cambio de vida ha sido el comienzo de muchos otros, en la búsqueda de un equilibrio entre sus tradiciones ancestrales y la cercanía del entorno de la ciudad.

Es un domingo muy especial, esperan una visita importante que los llena de entusiasmo. Van a conocer a Julián Weich, a quien vieron muchas veces en la pantalla de televisión. Esta vez van a tener la posibilidad de pasar una tarde con él.

Para Julián el viaje se inicia temprano, a la madrugada. Es el primero en llegar al aeropuerto en su rol de Embajador de Buena Voluntad de UNICEF. Lo espera un día muy largo y movilizador. Tras poner un pie en tierra salteña, sube al auto que recorrerá los 360 kilómetros que separan a la capital de la provincia del centro de Tartagal. La buena noticia es que el clima cambió y en la sofocante localidad del norte hoy va a estar nublado y relativamente fresco. “Con experiencias como esta aprendo tanto que, después, me resulta mucho más fácil dar charlas o responder sobre el trabajo que se hace con los niños”, dirá el actor y conductor televisivo al caer la noche.

El auto hace una parada en una estación de servicio al costado de la ruta, en Pichanal. “Sí, es Julián Weich”, se escucha, y se despliega una espontánea sesión de fotos tomadas con los celulares de la gente que se acerca a saludarlo. Quieren también que nombre al pueblo al día siguiente en el programa de televisión. “Siempre digo que la tele es el único medio de comunicación que llega a todas partes y, además, tiene mucho crédito. Por eso hay que sacarles más provecho a los canales con fines solidarios”, dice el conductor. Portando la remera de UNICEF, les explica brevemente el motivo del viaje a los empleados de la estación. La idea es aprovechar la presencia de Julián para convocar a toda la comunidad de La Mora a una actividad especial dentro del marco de los talleres de estimulación temprana que realiza UNICEF a través de la participación de Mónica Bengoa, una kinesióloga que es consultora externa de la entidad y desde mayo está trabajando en este proyecto.

La primera infancia, tierra de promesas

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A las necesidades de nutrición y salud de todos los niños, se suman los aspectos emocionales, intelectuales y sociales, que son fundamentales para el desarrollo. Durante los primeros cinco años de vida, incluso a lo largo del embarazo, se estructura la base sobre la que se va a formar cada persona. Su capacidad de aprendizaje, sus respuestas emocionales, su crecimiento físico, su salud e incluso su futura felicidad se ponen en juego en la primera infancia. Los factores genéticos tienen peso, pero se entrelazan con el medio ambiente. Por eso Mónica trabaja para mejorar las condiciones ambientales y facilitar el acercamiento de estos niños a su máximo potencial.

Julián deja la estación de servicio. De vuelta en el auto, va contando desde Twitter detalles sobre la actividad. Dos horas más tarde, es recibido por el cacique Calermo, quien también es presidente del Instituto Provincial de Pueblos Indígenas de Salta. Lo acompañan dos mujeres. Una es Mónica y la otra es Estibaliz Madrazo, una becaria española que está colaborando con UNICEF. La noche anterior recibió la noticia de que el gobierno Vasco le renovó la beca y va a quedarse un año más en la Argentina, lo que la llena de alegría.

En cuanto Calermo y Julián se presentan, el cacique comienza a contarle cuáles son las necesidades de su gente. Habla sobre algunas cuestiones cotidianas que, con el paso del tiempo, pueden generar mejoras significativas, como los cambios en la alimentación. Entre sus principales inquietudes están la educación y la salida laboral de su comunidad.

“En el trabajo de UNICEF colaboran los gobiernos, los socios y personalidades puntuales, como en este caso lo hace el cacique”, reflexiona Weich durante el breve camino que separa el centro de tartagal de La Mora. Es un poblado de casas construidas de acuerdo a las costumbres de los wichis y otros pueblos originarios. En algunas se usaron maderas y otras son simplemente de adobe revestido en nylon o cubierto con chapas. Se destacan unas viviendas de madera que parecen más sólidas. Son producto de una gestión de Calermo ante el gobierno municipal. “Tengo algo de respaldo del gobierno”, afirma, al contar que “por primera vez en la historia” tienen un plan de viviendas que estipula la construcción de 260 casas de material o madera.

Julián baja del auto a la entrada del colegio, que es el lugar elegido para las actividades de este día. Lo recibe Nelly Rueja de Hoyos, la directora de la escuela, junto con Vanesa, la joven hija del cacique. En instantes está rodeado de un sinfín de sonrisas. Poco a poco, se van acercando mujeres, hombres y muchos chicos, verdaderamente sorprendidos y felices por tener a metros de su casa a una persona que conocen a través de la tele. Están vestidos con sus mejores prendas, algunos de ellos con ropas típicas, y muy arreglados para la ocasión. Mientras en el colegio terminan con los preparativos, la gente aprovecha para tomarse fotos con Julián. “¿Puede ser una conmigo?”, le pregunta con timidez una mujer con un bebé en brazos que, tras la respuesta afirmativa, despliega una sonrisa. La directora lo invita a conocer las aulas, que se levantaron con materiales donados y el trabajo de toda la comunidad. Un numeroso grupo los sigue. Las chicas van hablando en wichi entre risas, seguramente comentando qué les pareció el visitante famoso. Hasta hace unos meses, la escuela era un anexo de otra institución y, cuando se independizaron, consiguieron que se abriera un secundario en la antigua casa del cacique, donde ya estudian 33 chicos. Al jardín y el primario concurren 152 niños, que reciben clases bilingües para que se mantenga la lengua materna. Desde el año próximo funcionaría también una guardería para que las jóvenes que son mamás no dejen de cursar. Además, gracias al otorgamiento de becas, 360 jóvenes de distintas comunidades están estudiando en la universidad y la mayoría elige las carreras clásicas.

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Por primera vez en el día, unos rayos de sol se asoman entre las nubes. Mónica le pide a un nene que la ayude a repartir unos cuadernillos escritos en castellano y wichi que, de modo ameno, aportan información sobre estimulación para los bebés. El material es efectivo: la mayoría de las persona empieza a hojearlo con interés. La siguiente actividad es la proyección del cortometraje educativo “¿De dónde venimos?”, que explica en dibujos animados el ciclo reproductivo. Estibaliz invita a todo el mundo a pasar al aula para verlo y entonces se advierte la distancia que toman los varones de la comunidad. Pero Julián aprovecha la oportunidad para intervenir. No sólo les insiste para que entren, sino que les habla sobre la importancia que juega el rol del padre en la crianza de un hijo. Se vale de su capacidad de comunicación para hacerles entender que tienen que acercarse a su hijo desde que está en la panza. “Así como la mamá se encarga de muchas cosas, el papá es el que más juega con los chicos. ¿O me equivoco?”, les dice, y consigue distenderlos.

Empieza la película con el aula colmada. Lo primero que se ve es el dibujo de nenes de distintas etnias que están jugando. Mónica comenta que eso significa que todos llegamos al mundo de la misma manera. El video sigue con una explicación sobre los órganos sexuales y las primeras risas –de chicos y grandes– recorren el aula. Algunos nenes salen y vuelven a entrar, sin decidir si prefieren ver lo que se proyecta o jugar al aire libre. Otros, en cambio, siguen mirando sin perderse un detalle. Una nena de unos ocho años le acerca una silla a Julián y él la invita a que la compartan. A esta altura, se ganó su confianza y ella acepta.

El plato fuerte del día

Mónica invita al protagonista de la jornada a que vuelva a su oficio de actor y haga de bebé, para ayudarla a explicar qué se espera del desarrollo de un chico mes a mes. “A los tres meses, el bebé por lo general intenta tomar los objetos con las manos y busca con la mirada un sonido cercano”, explica, mientras Julián representa a un bebé gigantesco, recostado sobre uno de los pupitres. Las carcajadas no tardan en llegar y eso es garantía de que el mensaje será inolvidable. “No pretendo que todos los que participan de actividades como esta me presten atención, pero si a dos o tres personas les sirve lo que hicimos, me doy por satisfecho”, afirma Weich.

Este tipo de taller se realiza en tres comunidades de Embarcación y otra de Tartagal, además de La Mora. En cada una se están eligiendo referentes locales entre las personas con más iniciativa, para que continúen la tarea en forma voluntaria. UNICEF además está capacitando a cuatro profesionales que trabajarán en salas de estimulación temprana dentro de los hospitales de Tartagal y Orán, focalizados en los niños aborígenes. Esto se realiza mediante un convenio entre los Ministerios de Salud y Educación: el primero aporta las instalaciones, mientras que Educación participa con los cargos de las maestras especiales. También está en formación una escuela hospitalaria, para que los niños internados no pierdan días de clases.

Está cayendo la tarde, pero antes de que termine la actividad hay lugar para más diversión. Primero Estibaliz les hace un regalo único: les ensaña un juego que van a poder repetir cada vez que lo deseen, porque no requiere más que las ganas. Se hace en ronda cantando una canción con una serie de consignas que hay que seguir mediante movimientos y gestos: ojo guiñado, pata quebrada, etc. Una suerte de “Sal de ahí chivita”, pero corporal, que se canta en un tercer idioma, ni castellano, ni wichi: una lengua inventada. La ronda de unos 20 chicos disfruta a más no poder con la participación de Julián. Muchas mamás sonríen mientras los miran, pero es un padre el que estalla de la risa siguiendo el juego. Claro, como dijo Julián,

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los papás son los que más disfrutan del contacto lúdico con sus hijos. Después llega la merienda y, por último, la hora de la despedida.

Ya sólo resta desandar el camino de regreso. “UNICEF se ocupa de los problemas que no tienen una solución económica sino de educación y que, por eso, requieren un tratamiento creativo”, reflexiona Julián a la noche, de vuelta en Salta ciudad. El cansancio es grande, pero nunca tanto como la experiencia que se lleva y que, como él dice, le da herramientas para continuar con el trabajo que hace para la ONG desde hace 20 años, convencido de que es posible transformar la realidad.

(Publicada en UNI, diciembre 2011)