Julio Enrique Blanco: filósofo barranquillero

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Huellas 4 Julio Enrique Blanco: filósofo barranquillero Treinta años de reflexiones en torno a su obra escrita (1986-2016) Julio Enrique Blanco aportó al desarrollo educativo y cultural de Barranquilla. Sin embargo, su contribución académica a la filosofía aún se pone en entredicho a nivel nacional e internacional. Desde el Caribe, un grupo de estudiosos intenta demostrar el incuestionable valor de su obra. Este artículo se adhiere a esa corriente defensora de su legado, al tiempo que, como argumento de autoridad, describe el estado del arte que se ha encargado de comentar la obra de esta figura. Por Leydon Contreras Villadiego compartió muchas de sus ideas a través del coloquio epistolar que tanto caracterizó su manera de dialogar y de decir las cosas. Entre estos pocos amigos de ideas y proyectos, se re- cuerda el emotivo discurso enunciado por el rector de la Universidad Simón Bolívar, José Consuegra Higgins, como una franca muestra de admiración y respeto en honor a la memoria de un ciudadano que cambió ra- dicalmente el curso de la historia de la educación pú- blica en la ciudad que le vio nacer. Esfuerzos que Abel Naranjo Villegas entendió así: “El profesor Blanco as- piraba a recobrar el destino del hombre, que es nacer para vivir […] A los hombres, más que valores, les hace falta capacidad de goce para ellos”. Huellas T reinta años han transcurrido desde que Barran- quilla dijo hasta siempre a uno de los más so- bresalientes artífices de su historia cultural e intelectual durante el siglo XX, Julio Enrique Blanco de la Rosa (JEB), cuya desaparición física tuvo lugar en 1986 y de quien se puede decir, a modo de parodia, que murió prematuramente a la edad de 96 años. Se trata, pues, en palabras del filósofo Jesús Ferro Bayona, de “un verdadero innovador y filósofo representativo de lo que hemos llamado el cosmopolitismo de los pensa- dores de la filosofía en la costa”. 1 La sentida ceremonia fue celebrada en el Cementerio Universal donde se congregó la acongojada familia, junto a unos cuantos amigos del filósofo con quienes

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Julio Enrique Blanco: filósofo barranquilleroTr e i n ta a ñ o s d e r e f l e x i o n e s e n t o r n o a s u o b r a e s c r i ta ( 1 9 8 6 - 2 0 1 6 )

Julio Enrique Blanco aportó al desarrollo educativo y cultural de Barranquilla. Sin embargo, su contribución académica a la filosofía aún se pone en entredicho a nivel nacional e internacional. Desde el Caribe, un grupo de estudiosos intenta

demostrar el incuestionable valor de su obra. Este artículo se adhiere a esa corriente defensora de su legado, al tiempo que, como argumento de autoridad, describe

el estado del arte que se ha encargado de comentar la obra de esta figura.

Por Leydon Contreras Villadiego

compartió muchas de sus ideas a través del coloquio epistolar que tanto caracterizó su manera de dialogar y de decir las cosas.

Entre estos pocos amigos de ideas y proyectos, se re-cuerda el emotivo discurso enunciado por el rector de la Universidad Simón Bolívar, José Consuegra Higgins, como una franca muestra de admiración y respeto en honor a la memoria de un ciudadano que cambió ra-dicalmente el curso de la historia de la educación pú-blica en la ciudad que le vio nacer. Esfuerzos que Abel Naranjo Villegas entendió así: “El profesor Blanco as-piraba a recobrar el destino del hombre, que es nacer para vivir […] A los hombres, más que valores, les hace falta capacidad de goce para ellos”.

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Treinta años han transcurrido desde que Barran-quilla dijo hasta siempre a uno de los más so-bresalientes artífices de su historia cultural e

intelectual durante el siglo xx, Julio Enrique Blanco de la Rosa (JEB), cuya desaparición física tuvo lugar en 1986 y de quien se puede decir, a modo de parodia, que murió prematuramente a la edad de 96 años. Se trata, pues, en palabras del filósofo Jesús Ferro Bayona, de “un verdadero innovador y filósofo representativo de lo que hemos llamado el cosmopolitismo de los pensa-dores de la filosofía en la costa”.1

La sentida ceremonia fue celebrada en el Cementerio Universal donde se congregó la acongojada familia, junto a unos cuantos amigos del filósofo con quienes

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Por otra parte, muchos han de saber que Julio Enri-que Blanco nació el 17 de mayo de 1890 en una ciudad portuaria que para entonces tenía más apariencia de pueblo que de urbe propiamente, menos aún, desde el concepto que ahora tenemos de estas. Sin embargo, en la incipiente ciudad finisecular que abrigó la infancia y parte de la juventud del filósofo ya despuntaba desde sus parcos inicios el promisorio porvenir económico y cultural que le sobrevendría varios lustros después, gracias a la actitud receptiva y buena voluntad de sus gentes interesadas en asimilar todo lo nuevo y lo diverso que atracaba en el puerto seguro y siempre abierto al mundo. Puerto fluvimarítimo que le procu-ró un temprano despertar al dinamismo y progreso económico como resultado de la vertiginosa carrera comercial e industrial que la sacudió por más de me-dio siglo, lo que de paso conquistó el advenimiento del valioso contenido cultural e intelectual que se daba en Europa y Norteamérica:

Culturalmente, Barranquilla expresaba una sociedad más abierta, mostrando el doble carácter de ciudad receptora y centro difusor de nuevos valores e ideo-logías. Por ser puerto fluvial y marítimo, era el lugar privilegiado para el encuentro de muchas corrientes de pensamiento. Tanto los migrantes internos como extranjeros, y la trashumante presencia de marine-ros y agentes comerciales, contribuyeron a esa aper-tura cultural. Allí se conocían antes que en el resto del país tanto los inventos y novedades científicas como las nuevas ideologías revolucionarias.2

Así pues, lo anterior resulta ser el entramado de con-diciones y circunstancias que diferenciaron de mane-ra notoria el crecimiento y desarrollo de Barranquilla de lo ocurrido en cualquier otra ciudad del país, de lo cual se desprenden, de manera esencial, el modo en que Julio Enrique Blanco concebía el mundo y sus formas. No solo eso, sino que esas mismas condicio-nes determinaron la complexión espiritual y anímica de un hombre del Caribe que cultivó a profundidad su pensamiento crítico en dirección al horizonte y en absoluta simbiosis con una ciudad que le planteó consagrar su existencia al estudio de las ciencias y la filosofía:

Es necesario decir aquí y ahora que el periplo inte-lectual de Blanco comienza en su etapa juvenil con Darwin y con otras lecturas que están dentro de la tradición del positivismo crítico alemán: desde 1907 lee a Ernst Haeckel, Oskar Hertwig, Jacques Loeb, Ewald Hering, Herbart y Wilhelm Ostwald, entre otros.3

La revista Semana de Bogotá, en su edición 14, ilustró la portada con una imagen de JEB.

La vida de Blanco se encuentra indeleblemente fun-dida en la historia de Barranquilla. Es tan estrecha su relación y tan intensos sus mutuos influjos que, por ende, resulta casi imposible intentar hablar de lo uno sin hacer referencia a lo otro.

Treinta años dedicados al estudio de su obra escrita (1986-2016)

Hemos comenzado este artículo hablando del deceso de JEB porque, curiosamente, en ninguna de las bio-grafías dedicadas al estudio de su obra escrita apare-cen datos que nos informen sobre el día y el mes en los que se produce la muerte del más importante pensa-dor en el Caribe colombiano. Nos dimos cuenta que en toda la literatura acerca de la vida y el cuerpo teórico de este autor, no se registran las causas de su muerte ni las circunstancias en las que se da. Por tanto, resul-

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ta evidente que en su biografía existe un espacio por llenar.

A primera vista, el interés por indagar sobre estos as-pectos de la vida del filósofo barranquillero puede que a más de uno le parezca un asunto sin mayor relevan-cia para ser incluido en cualquier análisis sobre sus ideas filosóficas, y hasta puede que se le antoje super-ficial. A pesar de lo que parezca, el hecho es que fue un asunto importante —al menos para nosotros en aquel momento— que condujo eventualmente a la elabora-ción de un inventario de todo lo concerniente a Blanco en estos últimos treinta años luego de su desaparición.

Así mismo, y conforme iba pasando el tiempo en el afán por encontrar lo que se buscaba, sin darnos cuen-ta fuimos enumerando una buena cantidad de tesis de pregrado y posgrados4 dedicadas exclusivamen-te a segmentos del enorme ideario de este pensador. Igualmente se recopiló gran variedad de artículos de prensa de todo tipo y en diversas direcciones acerca de este autor, del mismo modo en que fueron aparecien-do libros que han gozado de reconocimiento dentro y fuera del país; hasta reseñas en prestigiosas enciclo-pedias de filosofía5, junto al “requerimiento que le hi-cieron para aparecer en la obra Who is Who in Latin America (por parte de las universidades de Stanford y Chicago)”.6

Todo lo anterior nos sirve para reflexionar sobre la di-rección en que van al día de hoy los estudios acerca de la obra escrita de Julio Enrique Blanco y qué tanto se puede decir (nuevo o no) de su pensamiento en estos últimos treinta años.

Primeros antecedentes

Los esfuerzos dirigidos estrictamente a difundir la re-levancia de la labor intelectual de JEB —según eviden-cias físicas halladas y que por alguna razón nunca an-tes han sido expuestas en trabajos más recientes— se dan a partir de 1945, año en el que aparece publicado con fecha del 18 de agosto, en la sección “Divulgación y cátedra popular” del diario Semana, un breve ensayo titulado “Sobre la filosofía de Julio Enrique Blanco”, firmado por Gabriel Francisco Porras Troconis, miem-bro original de la Academia de Historia de Cartagena.

En este artículo se aborda sucinta y acertadamente la importancia que hasta ese entonces comenzaban a cobrar los escritos de JEB y la dificultad de leer su

español construido en alemán —según lo comenta Porras— al tiempo que equipara su trabajo intelec-tual en el ramo de la filosofía en Colombia con los que venían desarrollando en Argentina Alejandro Kora y Francisco Romero, igualmente importantes en valor y profundidad a los de José Vasconcelos y Samuel Ra-mos en México.

Vale la pena señalar que en estos primeros intentos de decantar el pensamiento filosófico de Blanco a la vista del gran público y de su transcendencia en el marco del desarrollo de las ideas filosóficas en Colombia, el autor del texto en mención se anticipa casi cuarenta años, cuando de modo reflexivo y puntual logra resal-tar rasgos apremiantes en la labor del pensador ba-rranquillero, los cuales serían nuevamente expuestos muchos años después —empero pasando por alto la valiosa labor divulgativa de Porras Troconis— como los sustentos irrefutables de su notoria y fructífera contribución al desarrollo de la filosofía moderna y contemporánea de Colombia.

En ese sentido, Porras Troconis ubica a Julio Enrique Blanco como uno de los pensadores colombianos más importantes y sobresalientes del siglo xx gracias a sus escritos filosóficos, a la vez que lo pondera como la pie-dra angular de la tradición filosófica en Barranquilla y todo el Caribe colombiano, tal y como él lo señala, antes que ninguno de los estudios de la obra de JEB llevados a cabo en todo el país:

[...] Ningún otro escritor ha producido más que el señor Blanco en el campo de las especulaciones filo-sóficas, pues es autor de varios libros y de numerosí-simos ensayos menores. La Revista de la Universidad Católica Bolivariana y la Revista de la Universidad de Antioquia han acogido bastante de sus trabajos, mereciendo citarse las Lecciones sobre Hegel, De París a Egipto y Palestina, las Notas sobre la ética de Haeckel […] sabemos que algunos centros extranjeros comienzan a ocuparse de las ideas filosóficas de Julio Enrique Blanco.7

Respecto a esto último, el interés de centros extranje-ros en estudiar la obra del filósofo barranquillero, los filósofos e investigadores Eduardo Bermúdez y René Campis vienen adelantando lo que en 1945 había de-clarado Porras Troconis, sesenta años atrás, y que hoy es toda una realidad. Dichos estudios son los apuntes de JEB que van de 1910 a 1945, gracias al empeño en la identificación de los vínculos de su pensamiento con la tradición de la filosofía científica austriaca.

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“Hombre del Caribe que cultivó a profundidad su pensamiento crítico en dirección al horizonte y en absoluta simbiosis con una ciudad que le planteó consagrar su existencia al estudio de las ciencias y la filosofía”

Por ahora, corresponde volver a otro pionero en la di-vulgación de la vida y obra de Julio Enrique Blanco, ubicado en el año 1952, cuando la muy prestigiosa re-vista Semana de Bogotá, en su edición número 14 re-serva el derecho a ocupar la totalidad de la portada con una ilustración en la que se aprecia el perfil del pensador barranquillero y, más en el fondo, la gran Esfinge de Guiza, en alusión al famoso diario de viaje escrito por este, titulado De París a Egipto y Palestina. Se trata, pues, de la entrevista que le hace el escritor y crítico literario Germán Vargas Cantillo al hombre de la portada.

Esta entrevista es conocida como “A la sombra de la esfinge” y gozó de circulación nacional, aunque poco recordada hoy. No está demás decir que esta entrevis-ta representa el primer documento histórico que da cuenta de manera integral y detallada sobre aspectos de la interesante biografía del filósofo barranquillero durante su infancia, juventud, sus años de viajero y de cuando regresó de Nueva York al municipio de Galapa a mediados de 1936.

En la entrevista, Germán Vargas logra aprehender el lado más humano de su interlocutor a través de un diálogo cálido y pausado. En la extensa conversación, Vargas consigue sacarle a JEB íntimas confesiones de su más tierna infancia, así como valiosas rememora-ciones de sus días por Europa al lado de la alemana Erika Lassen, con quien estuvo casado por más de 50 años. Cuando se trata de sus preocupaciones e incli-naciones filosóficas y de sus expectativas para el futu-ro, responde: “Vivir en la especulación filosófica es la razón de mi vida. Es, además, una ocupación que me entretiene verdaderamente”.

Los ochentas y la nueva generación de filósofos ocupados en rescatar los escritos de JEB

Como una afortunada consecuencia de la tarea divul-gativa que se había iniciado en Barranquilla durante la mitad de la década de 1940 con la aparición del texto de Porras Troconis, y más adelante con la famosa en-trevista de Germán Vargas Cantillo en 1952, “A la som-bra de la esfinge”, la intención de mostrar al pensador y sus ideas encontró una renovada continuación mu-chos años después, cuando ya casi nadie se acordaba del hombre que había visionado a Barranquilla como una ciudad alejandrina, dotándola del primer claustro universitario de la región como el pilar sobre el cual la cultura lograra proyectar el progreso espiritual y cre-

Obra en Blanco, tesis laureada que la Universidad de Caldas publica a Nicolás Duque y Jhon Isaza.

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cer con la misma velocidad con la que creció el progre-so material de la llamada ciudad fenicia. En palabras de JEB: “Barranquilla cuenta ya, al lado de su comercio floreciente y de su industria potente, con un instru-mento de enseñanza poderoso, de educación eficaz, de cultura positiva”8.

Dicha continuación se dio con mayor entusiasmo y vigoroso éxito a principios de los años ochenta, con tal intensidad que no ha conocido pausa, desde que un grupo de jóvenes de la nueva generación de filóso-fos costeños, entre los que destacaron —gracias a la calidad de sus aportes, así como por la organización y comentarios de la obra del pensador barranquille-ro— Julio Núñez Madachi y Eduardo Bermúdez Barre-ra, quienes lograron trabar lazos de amistad por casi una década con Blanco, quien para entonces era ya un hombre de edad avanzada.

Ahora bien, Núñez Madachi y Bermúdez Barrera de-ben a la poetisa Meira Delmar el noble gesto de ha-berlos conducido hasta la presencia de JEB, quien para ese momento y desde hacía muchos años había opta-do por apartarse de toda actividad pública y social, decisión que terminó por conducirlo hasta los lejanos linderos del olvido, donde “su prestigio, en su propia ciudad, va de la admiración fanática a la negación to-tal de su valor”9.

Este era el panorama por el que atravesaban los es-critos de Blanco, cuya obra comenzó a ser publicada desde sus años jóvenes en la revista Voces (1917-1920), de ahí en adelante siguió ocupando un puesto privile-giado en las páginas de las publicaciones más impor-tantes y serias del país, como lo había hecho también en Cuadernos Americanos en México, y en Philosophy and Phenomenological Research de Nueva York.

Sin embargo, todo lo anterior no lo tuvieron en cuen-ta quienes se dedicaron a la historiografía de las ideas filosóficas en la Colombia del siglo xx, y dejaron por fuera de sus relatos la obra de JEB que:

[…] En su conjunto, constituye un cuerpo teórico que, por primera vez en el país, se puede considerar el le-gado de una vida dedicada a la filosofía en el senti-do más auténtico e integral, porque reúne todas las condiciones para constituirse en el filósofo paradig-mático, no solo para el Caribe sino también para Co-lombia: fue un hombre universal en pleno siglo xx.10

Por otra parte, no pasaría mucho para que Julio Enri-que Blanco nuevamente fuera traído a la conciencia de la sociedad en general, sobre todo, a los círculos académicos que por una u otras razones se distancia-

“Porras Troconis ubica a Julio Enrique Blanco como uno de los pensadores colombianos más importantes y sobresalientes del siglo xx”

Este libro se compone de una serie de extensas conversaciones entre Núñez Madachi y JEB.

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ron de él. Oleadas de escritos ocupados en el análisis de la obra blanquiana aparecían uno tras otro en las páginas de diarios locales como El Heraldo y Diario del Caribe; de igual modo, en la revista Huellas de la Uni-versidad del Norte se le reservó desde siempre un lu-gar especial, años más tarde, en las de la Universidad del Atlántico: Alétheia y Aude. Esto último durante los años noventa, cuando se inaugura el Instituto de Fi-losofía Julio Enrique Blanco, el programa de Filosofía de la Universidad del Atlántico, una Cátedra y, varios años antes, los Conversatorios Filosóficos en el Teatro Municipal Amira de la Rosa.

No está de más mencionar algunos de los participan-tes en dicha recuperación de la figura de Julio Enrique Blanco y también del legado filosófico que comenzaba a hacer manifiesta eclosión en la ciudad. Entre ellos saltan a la vista Núñez Madachi, Bermúdez Barrera y José Gabriel Coley Pérez, entre otros. De igual forma, también quedó grabada en el bronce de la historia la loable colaboración de hombres como Alfredo Gómez Zurek y Jesús Ferro Bayona.

Pero es en mayo de 1980 cuando se publican las No-tas aproximativas para inquirir su valor, de Núñez Ma-dachi, quien figura como un discípulo muy allegado afectuosamente a JEB Este sería el punto de partida de la renovación por el interés en los trabajos del pensa-dor barranquillero. El enérgico texto manifiesta la voz de protesta de la nueva generación de filósofos coste-ños que hacen un llamado de atención e invitan a que se voltee a mirar críticamente la obra de uno de los cultores más determinantes en la historia reciente de Barranquilla al decir:

Hasta el presente han transcurrido setenta años des-de la aparición del primer ensayo de Julio E. Blanco y aún no se ha emprendido la imperiosa tarea de estudiar críticamente su inmensa obra. No se ha elaborado aún un serio juicio valorativo de ella, ya sea para negarla o para afirmarla. ¿Es que carecen de importancia o valor esos fundamentos filosóficos, productos de una profunda erudición y reflexión de toda una vida? ¿Tendrán aún vigencia aquellas afir-maciones que hacía Blanco en los años veinte? “Creo que conviene seguir mostrando a la inteligencia co-lombiana la ironía de presentarle las cosas que ella presume que carecen de significado o valor. Quién sabe si así se le fustigue para que salga del marasmo en que se consume plenamente satisfecha de la iner-cia que es su insignificancia filosófica”.11

En 1980 se celebraban los noventa años de vida del fi-lósofo y el Suplemento del Caribe lo dedicó enteramente a los trabajos y una personalidad “que revelan en Julio Enrique Blanco un espíritu torturado por el grande y purificador dolor; el dolor de pensar en el significado creador de la palabra”.12 Por entonces, el suplemento dominical era dirigido por Alfonso Fuenmayor, mien-tras que El Heraldo contaba entre sus haberes con fuertes lazos con la filosofía, en lo que Juan B. Fernán-dez Ortega había tenido casi todo que ver. De tal suerte que, a partir de ese año, en la prensa local no cesaron los números especiales en los que se hablaba de JEB y se publicaron textos —algunos de ellos inéditos hasta entonces—, logrando a grandes saltos que buena par-te de la sociedad barranquillera se reconociera en las ideas del pensador “caribense”.

En 1987, bajo el sello Ediciones Uninorte, y a través del canal regional Telecaribe, se presenta a toda la región el libro Correspondencia filosófica (1917-1966). Compila-ción, prólogo y notas, de Julio Núñez Madachi. Germán Vargas señala al respecto: “No existe, ciertamente, una tradición en nuestro país en lo relativo a la publica-ción de las cartas que escriben políticos, intelectuales o artistas. Y cuando se ha hecho, en escasas ocasiones, se trata de algo unilateral. Sin las respuestas”.13

Lastimosamente, JEB no alcanzó a ver editado el libro, ya que murió más o menos un año antes de que se pu-blicara. Ocurrió que, acaecida su muerte, su fama se disparó con mayor resonancia y nuevamente no para-ron de salir artículos que lo recordaban en cada una de las facetas que dejó ver. El reputado filósofo y algu-na vez rector de la Universidad Nacional de Colombia y ministro de Educación, Abel Naranjo Villegas, afir-maría lo siguiente: “El año pasado concluyó el periplo vital del profesor Julio Enrique Blanco en Barranquilla […] uno de los más esclarecidos despertadores de una conciencia filosófica en nuestro país […] ese patriarca del pensamiento nacional”.14 No sería el único escrito en honor a su memoria por parte del antioqueño ni mucho menos de sus coterráneos, que supieron ofre-cerle una flor15 de despedida.

Respecto a la divulgación de la obra del filósofo ba-rranquillero, los estudios que abordan sus escritos se volvieron cada vez más rigurosos y especializados en desarrollar elementos puntuales de las ideas que J.E.B. plasmó en ellos. Antes de pasar a este punto, hay que anotar que, si los años ochenta fueron el resurgir del hombre delante de la Gran Esfinge de Guiza, en los

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noventas se concreta el proyecto filosófico que Blanco había visionado para Barranquilla.

Tanto fue el interés en su obra, que cuando se cum-plieron los cien años del nacimiento del filósofo nue-vamente la prensa local incluyó en sus tirajes el rostro pensativo de un hombre que se transformaba en algo así como una luz creciente, por todo lo que él repre-sentaba de la sociedad que ahora lo asimilaba.

En 1990 se celebró el X Foro Nacional de Filosofía en conmemoración de su natalicio, este evento fue posi-ble gracias a la unión de tres instituciones represen-tativas de la ciudad: la Universidad del Atlántico, la Universidad del Norte y el Banco de la República. Más tarde, en 1998, se produce una nueva contribución con la publicación de Julio Enrique Blanco: diálogo con un hombre de pensamiento y de acción educativa, a cargo del Fondo de publicaciones de la Universidad del At-lántico. Este nuevo libro se compone de una serie de extensas conversaciones entre Núñez Madachi y Blan-co, en las que el primero interpela con preguntas de todos los calados al segundo, mientras van evocando un diálogo filosófico al mejor estilo clásico.

JEB en el siglo XXI

La trascendencia de la obra escrita de Julio Enrique Blanco ha traspasado tanto las fronteras del tiempo como las del espacio. Pronto se cumplirán cien años de haber sido publicado en el volumen 7 del 10 de oc-tubre de 1917 —en tres entregas— de la revista Voces, un texto de su autoría titulado “De la causalidad bio-lógica”, ensayo que mereció la mención en Argentina por parte de José Ingenieros en su Revista de Filosofía.

“En la década de 1990 se inaugura el Instituto de Filosofía Julio Enrique Blanco, el programa de Filosofía de la Universidad del Atlántico, una Cátedra y, años antes, los Conversatorios Filosóficos en el Teatro Municipal Amira de la Rosa”

JEB definió el curso de la historia de la educación pública en la ciudad.

Ediciones Uninorte publicó en 1987 la correspondencia de JEB y Luis López de Mesa.

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La reseña del acontecimiento se nombra en las Notas de Voces 16 no. 18, marzo de 1918:

A la “Revista de Filosofía”, de Buenos Aires, publica-ción que dirige don José Ingenieros, vayan nuestras gracias por la nota crítica que aparece en el número de enero pasado, sobre el ensayo “De la causalidad biológica” de nuestro corredactor Julio Enrique Blan-co.17

En 2013 dejan de ser inéditos textos como: “En el cen-tenario de Federico Nietzsche”, “Rasgos nietzscheanos de actualidad”, “Metafísica de la poesía” y “Bogotá y el sino chibchano: crítica, elogio y provincianismo de la ciudad”, al ser publicado por la Editorial Universidad Santo Tomás (Ediciones usta) el libro Antología filosófi-ca. Julio Enrique Blanco, en la colección de la Biblioteca Colombiana de Filosofía.

La introducción a los escritos de JEB incluye una bien construida biografía del filósofo barranquillero a car-go de Manuel Guillermo Rodríguez, quien visitó en repetidas ocasiones a Pedro Augusto Blanco Lassen, quien tuvo a bien suministrar los manuscritos meca-nografiados de su padre para ser incluidos en esta edi-ción que ya reposa en las estanterías de varias univer-sidades latinoamericanas, y cuyo alcance permite que sus ideas sigan siendo estudiadas fuera del territorio nacional.

Tras haber sido publicado Antología filosófica. Julio Enrique Blanco aparece Obra en Blanco. Notas sobre la filosofía de Julio Enrique Blanco, de los filósofos calden-ses Nicolás Duque Buitrago y Jhon Isaza Echeverry. Obra en Blanco es la tesis laureada que la Universidad de Caldas publica a estos dos jóvenes, quienes inicial-mente averiguaban por el ilustre paisa Luis López de Mesa, pero al advertir el contacto que este mantuvo por media centuria con Blanco, y tras analizar el con-tenido de las conversaciones, optaron por excluir de su trabajo de grado a López de Mesa y dedicarse a las ideas científicas que el filósofo barranquillero desa-rrolla en algunos escritos que van de 1909 a 1920. De cómo llegan Duque e Isaza a la obra de JEB, manifies-tan lo siguiente:

Así como gran parte de quienes han llegado a la obra de Blanco, el acercamiento nuestro a su filosofía se debió a Luis López de Mesa. Julio Núñez Madachi […] cuenta que había planeado que, por alguna razón, quienes estudiarían la obra de López de Mesa, llega-ran a Blanco como por un señuelo.18

El evidente interés en las ideas filosóficas y científicas de JEB, tanto en Bogotá como en Manizales y otras ciudades del globo, indica que la imagen del pensador barranquillero sigue cobrando su merecida relevancia al tiempo que demuestra la vigencia de las ideas que se dedicó a desarrollar a lo largo de toda una vida.

La revista Huellas acogió siempre la producción intelectual de JEB.

Facsímil de la edición 12 (1984).

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Desde mediados del siglo xx se ofrecen evidencias de la trascendencia y el valor que para la historia de las ideas científicas y filosóficas representa el pensamien-to de JEB De dichos aportes parece que no estaba al tanto Rubén Sierra Mejía, autor de La filosofía en Co-lombia (siglo xx) cuando, en 2010, en respuesta a las preguntas de Jhon A. Isaza y Nicolás A. Duque: “¿Y qué decir de lo que en esa época estaba haciendo Julio En-rique Blanco en Barranquilla? ¿Cómo ve usted el tra-bajo de Blanco?”, dijo:

Para mí Julio Enrique Blanco es un embeleco de los barranquilleros. Como lo es Fernando González de los antioqueños. Aunque en este caso tengo que reco-nocer que González escribió obras verdaderamente bellas, como Viaje a pie, un libro que no lo podemos considerar una obra filosófica. Es reflexión espon-tánea, muy aguda. En cambio, lo que he tratado de leer de Blanco me ha parecido muy pobre, como pen-samiento y como obra literaria (…) No tiene ningún valor realmente filosófico. En varias ocasiones, los barranquilleros me han reclamado por haber desco-nocido a Blanco en mis trabajos sobre la filosofía en Colombia. Lo han tomado como una cosa personal, como si se tratara de una malquerencia. Pero en vez de pedirnos que reconozcamos a Julio Enrique Blan-co, toda esa obra que dicen que dejó escrita, deberían editarla o reeditarla, pues sólo así podríamos saber qué tiene en realidad que sea un aporte a la cultu-ra colombiana […] leí algunos, unos artículos sobre Bergson que, tal vez, no estaban mal. También leí algo sobre Wittgenstein, sin ningún mérito. Me dicen que fue lo primero que en Colombia se escribió sobre Wittgenstein, hecho simplemente curioso; pero si el trabajo carece de méritos, así sean meramente expo-sitivos, creo que el mejor homenaje que podemos ha-cerle es el olvido. Blanco tuvo su momento de audien-cia, pero ésta fue muy pequeña. Mi opinión podría cambiar en la medida que se nos muestre su obra.19

Nada más errado, sobre todo esto último ya que insiste en desconocer el aporte teórico y el patrimonio educa-tivo que lega JEB a su ciudad y a la nación.

Por otro lado, es menester subrayar los considerables logros de un pequeño grupo de profesores y estudian-tes de la Universidad del Atlántico, reconocidos por Colciencias como Holosapiens. Este grupo de investiga-ción se ha dado a la tarea de exponer las ideas cientí-ficas de JEB y establecer una conexión entre estas y el pensamiento científico y filosófico de la Europa de principios y mediados del siglo xx. Parte de esta labor se refleja en la notoria participación de este grupo en congresos internacionales, a los que han asistido y de-

mostrado que en la Colombia del siglo xx existía un pensador que seguía de cerca el progreso de la filosofía que se daba en los principales centros de pensamiento como, por ejemplo, el Círculo de Viena. Eduardo Ber-múdez, quien desde la década de 1980 estudia las ideas científicas en JEB, relata cómo y dónde surge el interés de investigadores europeos por la obra escrita del filó-sofo barranquillero:

Mientras presentaba mi ponencia en el Congreso Centenario de Karl Popper (2002) con el entonces estudiante de filosofía René Campis Carrillo, nos en-contramos con la coordinadora del evento, profesora Heidi König, quien tuvo a bien presentarnos con el director del Instituto Wiener Kreis (centro que fue fundado para promover, preservar y difundir la lla-mada “concepción científica del mundo”), profesor Friedrich Staedler […] Al conocer de Blanco a través de un informe que le enviamos, se interesó aún más por la filosofía en Barranquilla, y particularmente por el artículo “Filosofía en América” (1945), escrito por Blanco como respuesta al Círculo de Viena y la fi-losofía científica (1944), de Hans Lindemann, un exi-liado austriaco en Argentina. Este último había asis-tido a los coloquios del “Círculo de Schlick”, como era llamado el Círculo en su fase no pública a mediados de los veinte. El artículo de Lindemann fue publicado en Argentina en la revista Minerva en 1944, dirigida por el entonces físico y filósofo Mario Bunge […] Cau-sa enorme curiosidad, aún hasta a los actuales miem-bros del Instituto Círculo de Viena, que se encontrara en el Caribe colombiano un pensador que entre 1910 y 1945 realizara algunas consideraciones críticas de hondo calado filosófico.20

A la fecha, el interés de los académicos en Viena en seguir explotando la obra escrita de JEB se manifiesta en que, en la actualidad, se desarrollan en mutua cola-boración, Barranquilla-Viena, las investigaciones: “Ju-lio Enrique Blanco y la mentalidad española I (Blanco y Ortega y Gasset) y II (Blanco, Unamuno, Ganivet y Eugenio D´Ors)”.

Este es el detallado cronograma que en el siglo xxi han recorrido los trabajos que atienden la obra del filósofo colombiano a nivel nacional e internacional:

2006

“La filosofía en Barranquilla: Julio Enrique Blanco y el Círculo de Viena”. En: Pensar el Caribe I. De-partamento de Investigaciones, Universidad del Atlántico, Vol. I, pp. 29-44.

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29th International Wittgenstein Symposium Kirchberg am Wechsel, Austria, agosto de 2006, “Intercultural Dialogue in Philosophy: Julio En-rique Blanco, Hans Lindemann, Wittgenstein and Austrian Tradition”.

2009

“Julio Enrique Blanco, lector de Kant”. Bermúdez Barrera, Amauta, vol. 13.

2010

Congreso Iberoamericano de Filosofía de la Cien-cia y la Tecnología. Buenos Aires, Argentina (6 al 9 de septiembre de 2010).

Mesa redonda: La revista Minerva, Mario Bunge, Hans Lindemann y Julio Enrique Blanco.

“Julio Enrique Blanco, Hans Lindemann y el im-pacto de la revista Minerva en Colombia”. Bermú-dez Barrera, Eduardo; Campis C., René J.

“Sobre hipótesis e ‘hipertesis’. Un problema inicial en la historia de la Filosofía de la Ciencia en Co-lombia: el caso Julio Enrique Blanco”. Duque Bui-trago, Nicolás Alberto e Isaza, Jhon.

Sanjuán Pinto, Jorge Alfonso. “La aparición de la filosofía de la ciencia en Colombia”.

Memorias iii Congreso Iberoamericano de Filoso-fía de la ciencia y la tecnología: libro de abstracts y resúmenes. César Lorenzano et al. César Lorenza-no y Pablo Lorenzano (Eds., Comps.). Caseros, Ar-gentina: Universidad Nacional de Tres de Febrero.

2011

“Julio Enrique Blanco y la fenomenología de Hus-serl”. Bermúdez, Campis y Sanjuán. En: Explorando el Caribe: Una visión de las ciencias humanas y socia-les. Universidad del Atlántico.

La vida de JEB se encuentra fundida a la historia de Barranquilla.

“Acaecida la muerte de JEB, su fama se disparó con mayor resonancia y nuevamente no pararon de salir artículos que lo recordaban en cada una de las facetas que dejó ver”

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2012

“Julio Enrique Blanco, Hans Lindemann y el im-pacto de la revista Minerva en Colombia”. Campis, Amauta, vol. 20, jul-dic.

2013

xxiii Congreso Mundial de Filosofía (Atenas, 5 de agosto). Mesa redonda: “Filosofía en el Caribe” (fisp y la Asociación Filosófica del Caribe Colombiano). Ponencia “Julio Enrique Blanco y la fenomenolo-gía de Husserl” por Campis y Bermúdez.

2014

Citación de Campis y Bermúdez (2006) en Galavot-ti, Stadler y Nemeth (Comps.).

2016

Simposio Centenario Ernst Mach (Viena, 2016). En el marco de la conmemoración del 25º aniversario del Instituto Círculo de Viena. “Appraisal and in-fluence of Mach’s works in South America - Criti-cal remarks on the cases of J. E. Blanco and Hans A. Lindemann in the first half of 20th century and the contemporary account of Gonzalo Munévar”. Bermúdez, Campis, Dahmen y Villa. Publicación prevista para el próximo año en las memorias del evento.

Para concluir, los días de vida de Julio Enrique Blanco de la Rosa terminan en la habitación de una reconocida clínica en el norte de Barranquilla, según el acta de defunción, su deceso se produce el 18 de julio de 1986, a las 8:57 p.m., a causa de una insuficiencia cardiaca congestiva. Murió rodeado de su familia y hasta el último aliento mantuvo intacta su cordura. Sus restos permanecen en el Cementerio Universal, donde la estoa kantiana “El cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí”, inscrita en su lápida, da cuenta de su genuina vocación de pensador universal.

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Notas

1 II Coloquio de filosofía. Presentación de Jesús Ferro Bayo-na. Barranquilla, 20 de octubre de 1988.

2 Mauricio Archila Neira, Cultura e identidad obrera. Bo-gotá: Cinep, 1991, p. 66. Citado en: Voces (Vol.1), Edición integrada. Barranquilla: Ediciones Uninor-te, 2003, p. 552.

3 Eduardo Bermúdez y René Campis, La filosofía en Ba-rranquilla: Julio Enrique Blanco y el Círculo de Viena. Pensar el Caribe I. Barranquilla: Universi-dad del Atlántico, 2005, p. 37.

4 Jairo Solano, El pensamiento de Julio E. B. y la funda-ción de la Universidad del Atlántico. Tesis de maes-tría, Bogotá: Uniandes, 1989.

5 Eduardo Bermúdez, “Julio Enrique Blanco”. En: E. Dus-sel, E. Mendieta y C. Bohórquez (Eds.). El pensa-miento filosófico latinoamericano, del Caribe y “la-tino” (1300-2000). Buenos Aires: Siglo XXI, 2009, pp. 289 y 937.

6 Eduardo Bermúdez y René Campis, Op. cit., p. 39.

7 Gabriel Francisco Porras, “Sobre la filosofía de Julio Enri-que Blanco”, Semana, 18 de agosto de 1945, p. 4.

8 Blanco Julio Enrique, “Hacia una Barranquilla alejandri-na”. Revista Museo del Atlántico, 1944, p. 3.

9 Gabriel Francisco Porras, Op. cit., p. 4.

10 Manuel Guillermo Rodríguez, Antología filosófica, Julio Enrique Blanco. Bogotá: Ediciones USTA, 2013, p. 17.

11 Julio Núñez Madachi, “Notas aproximativas para inqui-rir su valor”, Diario del Caribe, domingo 18 mayo de 1980, p. 12.

12 Recorte de prensa del archivo personal Pedro Blanco L., sin título ni fecha.

13 Recorte de prensa del archivo personal de Pedro Blanco L., sin título ni fecha.

14 Abel Naranjo Villegas, “El profesor Julio Enrique Blanco”. El Heraldo, revista dominical, 28 de febrero de 1988, p. 11.

15 J. G. Coley, “J.E.B.: filósofo sobre la muerte y el alma”. El Heraldo, 1986. Ferro Bayona Jesús, “La muerte de un filósofo”, Huellas, vol. 17, 1986, p. 16.

16 A propósito de la revista Voces, más que necesario es obli-gatorio reconocer el gran trabajo realizado por el escritor e investigador de la historia de la literatura en Barranquilla, Ramón Illán Bacca, al compilar en tres voluminosos tomos, y bajo el sello de Ediciones Uninorte, una de las revistas culturales más impor-tantes del siglo XX. Voces 1917-1920 Edición integrada representa una invaluable contribución a la memo-ria intelectual de la ciudad y a todos los investiga-dores interesados en el estudio del desarrollo de las ideas en Barranquilla.

17 Voces Edición Integrada, Vol. 1, p. 497.

18 Nicolás Duque y Jhon Isaza, Obra en Blanco. Manizales: Editorial Universidad de Caldas, 2014, p. 99.

19 Jhon Isaza y Nicolás Duque, “Nuestros filósofos no son nuestros genios: insolencias de un disidente”. Entre-vista a Rubén Sierra Mejía, Praxis Filosófica, Nueva serie, vol. 31, julio-diciembre, 2010, pp. 187-212.

20 Eduardo Bermúdez y René Campis, Op cit.