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“Nuevas” y “Viejas” Guerras Civiles. Una distinción Válida? Por Stathis N. Kalyvas. La declinación de los conflictos armados interestatales y el percibido aumento en las frecuencias de guerras civiles desde el fin de la guerra fría – especialmente en Europa – contribuyó a una nueva ola de interés en las guerras civiles. Este interés focalizado en la competencia étnica como fuente de conflictos, ve en gran medida a las guerras civiles de la era de la posguerra fría (“nuevas” guerras civiles) como fundamentalmente diferentes de aquellas que las precedieron (“viejas” guerras civiles); las “nuevas” guerras civiles son vistas como fenómenos criminales, más que políticos. Este artículo desafía la distinción entre “nuevas” y “viejas” guerras civiles argumentando que la tendencia a ver diferencias fundamentales entre ellas está basada en la adopción acrítica de categorías y etiquetas conceptuales con raíces en una caracterización doblemente equivocada. Por un lado la información sobre guerras recientes y en transcurso es típicamente incompleta y sesgada; por el otro lado, investigaciones históricas sobre guerras anteriores tiende a ser pasada por alto. A esto se suma que el fin de la guerra fría dejó a los analistas sin categorías claras que habían hecho posible una codificación ordenada de las guerras civiles. Por ello las distinciones entre los conflictos posteriores a la guerra fría y sus predecesores pueden ser atribuidas más a una falta de categorías conceptuales que a la existencia de diferencias profundas. Este artículo rastrea los orígenes de estas distinciones y los desagrega en tres dimensiones: causas y motivaciones, apoyo y violencia. La mayoría de las distinciones ponen el acento o implican que las nuevas guerras civiles son criminales, despolitizadas, privadas y predatorias. Están motivadas por

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La declinación de los conflictos armados interestatales y el percibido aumento en las frecuencias de guerras civiles desde el fin de la guerra fría – especialmente en Europa – contribuyó a una nueva ola de interés en las guerras civiles. Este interés focalizado en la competencia étnica como fuente de conflictos, ve en gran medida a las guerras civiles de la era de la posguerra fría (“nuevas” guerras civiles) como fundamentalmente diferentes de aquellas que las precedieron (“viejas” guerras civiles); las “nuevas” guerras civiles son vistas como fenómenos criminales, más que políticos.

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“Nuevas” y “Viejas” Guerras Civiles. Una distinción Válida?Por Stathis N. Kalyvas.

La declinación de los conflictos armados interestatales y el percibido aumento en las frecuencias de guerras civiles desde el fin de la guerra fría – especialmente en Europa – contribuyó a una nueva ola de interés en las guerras civiles. Este interés focalizado en la competencia étnica como fuente de conflictos, ve en gran medida a las guerras civiles de la era de la posguerra fría (“nuevas” guerras civiles) como fundamentalmente diferentes de aquellas que las precedieron (“viejas” guerras civiles); las “nuevas” guerras civiles son vistas como fenómenos criminales, más que políticos.

Este artículo desafía la distinción entre “nuevas” y “viejas” guerras civiles argumentando que la tendencia a ver diferencias fundamentales entre ellas está basada en la adopción acrítica de categorías y etiquetas conceptuales con raíces en una caracterización doblemente equivocada. Por un lado la información sobre guerras recientes y en transcurso es típicamente incompleta y sesgada; por el otro lado, investigaciones históricas sobre guerras anteriores tiende a ser pasada por alto. A esto se suma que el fin de la guerra fría dejó a los analistas sin categorías claras que habían hecho posible una codificación ordenada de las guerras civiles. Por ello las distinciones entre los conflictos posteriores a la guerra fría y sus predecesores pueden ser atribuidas más a una falta de categorías conceptuales que a la existencia de diferencias profundas.

Este artículo rastrea los orígenes de estas distinciones y los desagrega en tres dimensiones: causas y motivaciones, apoyo y violencia.

La mayoría de las distinciones ponen el acento o implican que las nuevas guerras civiles son criminales, despolitizadas, privadas y predatorias. Están motivadas por la ganancia privada, la avaricia y los saqueos. Los actores carecen de apoyo popular básico. La violencia gratuita y sin sentido es llevada a cabo por milicias indisciplinadas, ejércitos privados y señores de la guerra independientes, entre los cuales ganar puede no ser el objetivo.

Las viejas guerras civiles en cambio son consideradas ideológicas, políticas, colectivas y hasta nobles. Sus causas son articuladas colectivamente, como el “cambio social”, también referido como “justicia”. Por lo menos uno de los bandos tiene apoyo popular.

La violencia era controlada y disciplinada, especialmente cuando era cometida por rebeldes.

La línea divisoria entre ambas coincide con el fin de la guerra fría.

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CAUSAS Y MOTIVACIONES COLECTIVAS VS PRIVADAS

Kofi Annan recientemente sostuvo que “la búsqueda de diamantes, drogas, madera, concesiones y otros valiosos productos exportables provoca cierto número de las guerras internas actuales. En algunos países la capacidad del Estado de extraer recursos de la sociedad y de asignar patronazgo es el premio por el cual se lucha.” La metáfora criminal toma muchas formas. Así Kaplan sostiene que las guerras civiles en África son acciones criminales realizadas por bandidos y soldados sin derechos, adolescentes pandilleros y niños-soldados que consumen drogas.

Algunos inclusive sostienen que las guerras civiles carecen de propósito en absoluto. Como sostiene Enzesberger, son guerras “por nada”, y “ya no hay necesidad de legitimar las acciones. La violencia se ha liberado de ideología.”

Esos argumentos, sin embargo, son muchas veces basados en evidencias incompletas o sesgadas procedentes de reportes periodísticos que tienden a citar sólo a los habitantes de las zonas más céntricas y miembros de organizaciones pro-gobierno. Trabajadores de campo han sostenido que “esas visiones no prestan suficiente atención a los insurgentes y sus motivaciones explícitas y las de sus movimientos… … y [prefiriendo] en cambio apoyar la versión más difundida entre las elites y los círculos diplomáticos de las capitales.”

Más en general, el concepto de saqueo es analíticamente problemático porque es incierto si se refiere a las causas de la guerra o las motivaciones de los combatientes (o ambos). El primer problema es la dirección de causalidad, la gente pelea en la guerra para poder saquear o saquean para poder pelear la guerra?. Si el último es el caso, entonces el saqueo puede no se distinto a la más aceptada práctica de “impuesto revolucionario”.En segundo lugar, nadie sabe bien quién está saqueando, elites?, milicias autónomas?, campesinos armados?. Tercero, las relaciones entre el saqueo y los reclamos o demandas no satisfechas son complejas y fluidas.

Algunos investigadores más rigurosos han descubierto que las motivaciones de los rebeldes van más allá del mero bandidaje. Peters y Richards han mostrado que en Sierra Leona, por ejemplo, parecen en efecto tener un entendimiento político sofisticado acerca de su propia participación. Sus motivaciones ideológicas, sin embargo, simplemente no son visibles ante los ojos de observadores buscando patrones occidentales de adscripción y discurso. Estos últimos asumen que grupos que usan lenguaje religioso y prácticas culturales locales para movilizar personas, en vez de usar fácilmente reconocibles enunciados universalistas, carecen de ideología alguna.

Para entender el liderazgo rebelde, peyorativamente referido como Señores de la Guerra, es muy útil el uso de literatura histórica sobre Señores de la Guerra centrado en China.

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Los Señores de la Guerra son señores en una determinada área por su capacidad de pelear la guerra, atacar y escapar, recaudar impuestos, administrar justicia, mantener cierto grado de orden y asumir en general la carga de gobierno en el lugar que controlan. Son state builders (constructores de Estado o de civilidad). Estas organizaciones también realizan intercambios económicos sofisticados con firmas extranjeras, que compran materias primas a cambio de armas.

Por su parte la imagen típica de los actores “ideológicamente orientados” en las viejas guerras civiles está mal representada. Esos actores también han realizado actividades criminales, saqueo a gran escala y coerción sobre aquellos a los cuales dicen representar. Efectivamente, el saqueo es un elemento recurrente en las guerras civiles, incluidas las más ideológicas como las revoluciones rusa o China y las rebeliones anticolonialistas como la de Indochina en 1940. El comportamiento del Ejército Rojo en Kharkov y Kiev en 1919, como emerge de los archivos soviéticos, llevó al historiador Vladimir N. Brovkin a aseverar que “hablando llanamente, los gobernantes Bolcheviques eran ladrones y violadores”. Uno podía encontrar en los combatientes survietnamitas ex criminales “que preferían pelear a sentarse en la cárcel”, mientras que los consejeros militares americanos permitían a los miembros de unidades esponsoreadas por la CIA “conservar dinero capturado durante las operaciones.” Los paradigmáticos políticamente ideologizados miembros del ejército Revolucionario Francés fueron descriptos como gente de la calle, vagabundos, ladrones, viciosos y pandilleros.

Un descubrimiento común en numerosos estudios sobre viejas guerras civiles muestra que en el nivel de masa, las consideraciones locales tenían más importancia que las ideológicas. Dalling muestra esto respecto a la Alemania ocupada.Parece haber, así, una sobreestimación del contenido ideológico de las viejas guerras civiles por las inferencias desde la elite hacia el nivel de masa. A este respecto, el fin de la guerra fría parece haber causado más la muerte de las categorizaciones conceptuales usadas para interpretar las viejas guerras más que una declinación en las motivaciones ideológicas a nivel de masa.

APOYO POPULAR VS FALTA DE APOYO

Según Kaldor: “Mientras que donde hay guerra de guerrillas, al menos en las teorías articuladas por Mao Tse-Tung o el Che Guevara, el objetivo es capturar los “corazones y las mentes”, las nuevas guerras toma prestado de la contrainsurgencia técnicas de desestabilización destinadas a causar “miedo y odio (u hostilidad)”. De manera similar, Nordstrom describe a los rebeldes de Mozambique del Renamo como “un movimiento rebelde particularmente letal que prácticamente no tiene ideología ni apoyo popular,” creado por las potencias extranjeras para desestabilizar el país, y responsable del 90 por ciento de todas las atrocidades cometidas. De la misma manera, Pécaut sostiene que la guerra en Colombia no es ninguna guerra civil porque la población no apoya ningún bando.

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Esos argumentos están comunmente basados en información incompleta y sesgada. Nordstrom por ejemplo, se basa exclusivamente en entrevistas con refugiados en áreas “recientemente liberadas del control Renamo por fuerzas del gobierno” y de información proveniente de organizaciones pro gobierno. Se refiere a los rebeldes como “bandidos armados”, ignorando que en todas las guerras civiles se utiliza esos términos comunmente para referirse a los insurgentes. Estudios recientes basada en evidencia que fue difícil (si no imposible) de recabar mientras la guerra civil ocurría mostró que Renamo disfrutaba de un nivel considerable de apoyo popular. El apoyo se concentraba en las áreas rurales controladas por los rebeldes, donde los investigadores y periodistas raramente viajaban, más que en las ciudades bajo control gubernamental.

Consecuentemente, la percepción de que las rebeliones en las viejas guerras civiles estaban basadas en un amplio apoyo popular ha sido repetidamente puesta en duda. Para empezar, la percepción de que en América Latina y otros lugares las rebeliones de izquierda se basaban en apoyo y participación popular fue cuestionada por cuidadosa investigación micro orientada. De la misma manera, el Vietcong se basaba en coerción extensiva sobre la población civil. Contrariamente a lo que sostiene Kaldor, el desplazamiento masivo de población (desplazamiento de refugiados?) no es nada nuevo, como sugieren las viejas guerras civiles de Rusia, España y China.

Más aún, las lealtades individuales en las viejas guerras, como en las nuevas, están comunmente informadas más por clivajes fluidos, cambiantes y localistas que por discursos impersonales. Muchos estudios observan una disyunción entre los clivajes y las identidades participantes en los conflictos violentos. Por ejemplo, el trabajo de Hart sobre Cork, Irlanda de 1916 a 1923 muestra que había un esquema de lealtades locales muchas veces conflictivas que transformaban cada parte de Cork en una tela política formada por distintos parches cocidos entre sí (political patchwork). Había lealtades grupales y rivalidades entre ellos que, cuando en 1923 los nacionalistas lucharon la guerra civil afectaba la decisión sobre qué lado luchar.

Como el significado de las guerras siempre es articulado por las elites en el lenguaje de los clivajes nacionales, muchos observadores erróneamente los codifican como que realmente esos clivajes son los que movilizan el apoyo popular. Los trabajadores de campo disienten. En su análisis de la Revolución Cultural en una aldea China, Hinton reporta que las facciones guerreras usaban el lenguaje de lucha de clases y que cada una sostenía que la facción rival en realidad representaba a los dueños de la tierra y eran elementos contrarrevolucionarios. Hinton descubrió sin embargo, que el conflicto estaba polarizado entre clanes competitivos, las familias Lu y Shen.

Los clivajes locales se agregan de manera confusa a clivajes regionales y nacionales. Los campesinos ricos pueden apoyar a un actor en una región y a su rival en otra vecina, pasando por arriba del clivaje nacional socio económico, de género, de linaje, etc. Los grupos de interés frecuentemente son localistas o regionalistas. Las motivaciones individuales no necesariamente están informadas por clivajes impersonales y demandas, sino muchas veces por conflictos personales y locales, incluso por el crimen.

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De muchas maneras, las guerras civiles proveen el medio para que una variedad de demandas y clivajes se realicen a través de la violencia, dentro del espacio abierto por el “gran conflicto”.

En las viejas guerras civiles, el apoyo popular era formado, ganado y perdido durante la guerra, comunmente por medios coercitivos y violentos a través de relaciones de cercanía, empatía y localismo; no era puramente consensual, inmutable, fija ni fundamentalmente ideológica. A este respecto, las viejas guerras no son tan diferentes a las nuevas como parecen ser.

VIOLENCIA CONTROLADA VS VIOLENCIA GRATUITA

La violencia en las nuevas guerras civiles es vista comunmente como terrorífica y sin sentido, llevada a cabo por milicianos y paramilitares, mercenarios y señores de la guerra independientes para los que ganar la guerra puede no ser el objetivo (Kaldor). Estas visiones tienden a explicar los actos de violencia simplemente remarcando sus efectos.

Sin embargo, si vemos las viejas guerras civiles observamos por ejemplo que América Latina ha sido un escenario privilegiado de guerras violentas no étnicas. Abundan descripciones acerca de violencia extrema en las guerras civiles rusa y española. El uso de milicias locales semi independientes está desparramado entre actores “ideológicamente” orientados. Asimismo, el uso de la abducción de niños para transformarlos en soldados fue utilizado en muchas guerras orientadas “ideológicamente” como en la insurgencia afgana contra la invasión soviética y en Sendero Luminoso en Perú. Muchos niños devinieron soldados en Guatemala, El Salvador y Nicaragua. Durante la Revolución Cultural los grupos más violentos eran jóvenes Guardias Rojos, de 8 a 15 años.

La visión de las guerras está condicionada culturalmente. Las matanzas por machete y cuchillos tienden a horrorizarnos más que las incomparablemente mayores matanzas por bombardeos aéreos y artillería. Además, la violencia “sin sentido” de las nuevas guerras civiles no es comunmente tan gratuita como aparenta. Las matanzas en Argelia fueron altamente selectivas y estratégicas. Asimismo la de Renamo y otras. El Comisionado Europeo para asuntos humanitarios describió las atrocidades en Sierra Leona como cuidadosamente planeadas y centralizadas más que gratuitas y azarosas.

CONCLUSIONES

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Las guerras civiles indudablemente difieren entre sí en un número de aspectos. Sin embargo, la evidencia disponible sugiere que las diferencias tienden a ser menos pronunciadas de lo que comunmente se cree y que las guerras no se pueden agrupar claramente sobre el final de la guerra fría.

El final de la guerra fría puede haber afectado la manera en que se pelea la guerra civil, pero no su frecuencia. Claramente, la falta de fuentes externas de legitimación y financiamiento de las super potencias de la guerra fría da mayor importancia ahora a los recursos naturales de los países en conflicto. Sin embargo, el mecanismo exacto que relaciona el financiamiento y la guerra y como afecta la manera en que la guerra civil es peleada permanece inadecuadamente especificada.

Es probable que las interpretaciones de las guerras civiles recientes que ponen el acento en la despolitización y la criminalización se correspondan más con la caída de las categorías conceptuales generadas por la guerra fría que con el fin de la guerra fría en sí.

Necesitamos especificar los mecanismos clave cuidadosamente, identificar los indicadores empíricos relevantes y recabar información adecuada y exacta. Aún más, la importancia de investigaciones históricas no debe ser sobreestimada. La información altamente visible, como los discursos de las elites o las atrocidades muy publicadas pueden ser engañosas y ser menos significantes que evidencia difícil de recabar acerca de los distintos aspectos de las guerras civiles, tales como los tipos de guerra y actores, las formas de extracción de recursos y los patrones de violencia.