Kant. Crítica Del Juicio. Trad. Manuel García Morente. #23-#30_OCR

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    SEGUNDO LIBRO

    A NA LIT ICA DE LO SUBLIME

    T rnsito de la facultad de juzgarlo bello a la de lo sublime

    Lo bello tiene de comn con losublime que ambos placen por smismos. Adems, ninguno de los dospresupone un juicio sensible determinante, ni uno lgico determinante, sino un juicio de reflexin; consiguientemente, la satisfaccin nodepende de una sensacin, como lade lo agradable, ni de un conceptodeterminado, como la satisfaccin enel bien, siendo, sin embargo, referida a conceptos, aunque indeterminado queda cules; por tanto, la satisfaccin se enlaza con la mera exposicin o facultad de la misma,mediante lo cual la facultad de exposicin o imaginacin es considera

    da, en una intuicin dada, en conformidad con la facultad de los conceptos del entendimiento o de larazn como impulsin de esta ltima. De aqu tambin que los juiciosde esas dos clases sean particulares,

    y se presenten, sin embargo, comouniversalmente valederos en consideracin del sujeto, aunque no tengan pretensin ms que al sentimien

    to de placer y no a un conocimientodel objeto.Pero hay tambin entre ambos di

    ferencias considerables, que estn ala vista. Lo bello de la naturalezase refiere a la forma del objeto, queconsiste en su limitacin; lo sublime, al contrario, puede encontrarseen un objeto sin forma, en cuantoen l, u ocasionada por l, es repre

    sentada ilimitacin y pensada, sin

    23 embargo, una totalidad de la misma,de tal modo que parece tomarse lobello como la exposicin de un concepto indeterminado del entendimiento, y lo sublime como la de unconcepto semejante de la razn. Ases la satisfaccin unida all con larepresentacin de la cualidad; aqu,empero, con la de la cantidad. Tambin esta ltima satisfaccin es muydiferente de la primera, segn la especie, pues aqulla (lo bello) llevaconsigo directamente un sentimientode impulsin a la vida, y, por tanto,puede unirse con el encanto y conuna imaginacin que juega, y sta,en cambio (el sentimiento de lo sublime), es un placer que nace sloindirectamente del modo siguiente:producindose por medio del sentimiento de una suspensin momentnea de las facultades vitales, segui

    da inmediatamente por un desbordamiento tanto ms fuerte de las mismas; y as, como emocin, pareceser, no un juego, sino seriedad enla ocupacin de la imaginacin. Deaqu que no pueda unirse con encanto; y siendo el espritu, no sloatrado por el objeto, sino sucesivamente tambin siempre rechazadopor l, la satisfaccin en lo sublime

    merece llamarse, no tanto placer po-.sitivo como, mejor, admiracin orespeto, es decir, placer negativo.

    Pero la diferencia ms importante e interna entre lo sublime y lobello es la siguiente: que si comoes justo, consideramos aqu primeramente slo lo sublime en objetos dela naturaleza (lo sublime del arte selimita siempre a las condiciones de

    la concordancia con la naturaleza),

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    la belleza natural (la independiente) parece ser una finalidad en suforma, mediante la cual el objetoparece, en cierto modo, ser determinado de antemano para nuestro Juicio; en cambio, lo que despierta en

    nosotros, sin razonar, slo en laaprehensin, el sentimiento de lo sublime, podr parecer, segn su forma, desde luego, contrario a un finpara nuestro Juicio, inadecuado anuestra facultad de exponer y, encierto modo, violento para la imaginacin; pero sin embargo, slo poreso ser juzgado tanto ms sublime.

    Por esto, empero, se ve, desde luego, que nos expresamos con total falsedad cuando llamamos sublime algn objeto de la naturaleza, aunquepodamos correctamente llamar bellos muchos de entre ellos, puescmo puede designarse con una expresin de aplauso lo que es aprehendido en s como contrario a unfin? Slo podemos decir que el ob

    jeto es propio para ex poner una sublimidad que puede encontrarse enel espritu, pues lo propiamente sublime no puede estar encerrado enforma sensible alguna, sino que serefiere tan slo a.ideas de la razn,que, aunque ninguna exposicin adecuada de ellas sea posible, son puestas en movimiento y tradas al espritu justamente por esa inadecuacin

    que se deja exponer sensiblemente.As, no se puede llamar sublime elamplio Ocano en irritada tormenta. Su aspecto es terrible, y hay quetener el espritu ya ocupado conideas de varias clases para ser determinado, por una intuicin semejante, a un sentimiento que l mismoes sublime, vindose el espritu estimulado a dejar la sensibilidad y aocuparse con ideas que encierranuna finalidad ms elevada.

    La belleza independiente naturalnos descubre una tcnica de la naturaleza que la hace representablecomo un sistema, segn leyes cuyoprincipio no encontramos en todanuestra facultad del entendimiento,

    y este es el de una finalidad con res

    pecto al uso del Juicio, en lo quetoca a los fenmenos, de tal modoque stos han de ser juzgados comopertenecientes no slo a la naturaleza en su mecanismo sin finalidad,sino tambin a la analoga con elarte. Aqulla, pues, no ampla, desde luego, nuestro conocimiento delos objetos de la naturaleza, pero snuestro concepto de la naturaleza,aadiendo al mero mecanismo elconcepto de ella como arte, lo cualinvita a profundas investigacionessobre la posibilidad de semejanteforma. Pero en lo que tenemos cos

    tumbre de llamar sublime no haynada que conduzca a principios objetivos particulares y a formas de lanaturaleza que de stos dependan,pues sta despierta la idea de lo sublime, las ms de las veces, msbien en su caos o en su ms salvajee irregular desorden y destruccin,con tal de que se vea grandeza yfuerza. Por esto vemos que el concepto de lo sublime en la naturalezano es, ni con mucho, tan importante

    y tan rico en deducciones como elde la belleza en la misma, y que nopresenta absolutamente nada de finalidad en la naturaleza misma, sinoslo en el uso posible de sus intuiciones para hacer sensible en nosotros una finalidad totalmente inde

    pendiente de la naturaleza. Para lobello de la naturaleza tenemos quebuscar una base fuera de nosotros;para lo sublime, empero, slo ennosotros y en el modo de pensar quepone sublimidad en la representacin de aqulla. Esta es una notaprevia muy necesaria, que separatotalmente la idea de lo sublime dela de una finalidad de la naturaleza

    y hace de su teora un simple suplemento al juicio esttico de la finalidad de la naturaleza, porque mediante la idea de lo sublime no esrepresentada forma alguna particular de la naturaleza, sino que slo esdesarrollado un uso conforme a fin,que la imaginacin hace de su representacin.

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    De la divisin de una investigacindel sentimiento de lo sublime

    En lo que se refiere a la divisinde los momentos del juicio esttico,en relacin con el sentimiento de losublime, podr la analtica seguiradelante segn el mismo principioque empez en el anlisis de los juicios de gusto, pues como Juicio reflexionante esttico, debe la satisfaccin en lo sublime, como la de lobello, ser de un valor universal, segn la cantidad; carecer de inters,segn la cualidad; hacer representable una finalidad subjetiva, segnla relacin, y hacerla representablecomo necesaria, segn la modalidad.El mtodo, aqu, no se apartar,pues, del de la anterior seccin, amenos que haya que tenerse en cuenta que all en donde el juicio- esttico se refera a la forma del objeto,comenzamos por la investigacin dela cualidad, y aqu, en cambio, acausa de la falta de forma que puede haber en lo que llamamos sublime, comenzaremos con la cantidadcomo primer momento del juicio esttico sobre lo sublime; pero el motivo de esto se ve en los prrafosanteriores.

    Pero hay una divisin que el anlisis de lo sublime necesita, y queno necesit el de lo bello; es, a saber: la de sublime matemtico y sublime dinmico.

    Pues como el sentimiento de losublime lleva consigo, como carcter suyo, un movimiento del espritu unido con el juicio del objeto, y,en cambio, el gusto, en lo bello, su

    pone y mantiene el espritu en contemplacin reposada, y como esemovimiento debe ser juzgado comosubjetivamente final (porque lo sublime place), resulta que ser referido por la imaginacin, o a la facultad de conocer, o a la facultad dedesear; pero, en ambas relaciones,la finalidad de la representacin

    24dada ser juzgada slo en consideracin de esas facultades (sin fin niinters), y como entonces la primera es aadida al objeto como unadisposicin matemtica, la segundacomo una disposicin dinmica dela imaginacin, de aqu que aqulsea representado como sublime enesa pensada doble manera.

    A . De l o s u b l i m e m a t e m t i c o

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    Definicin verbal de lo sublimeSublime llamamos lo que es abso

    lutamente grande. Ser grande, empero, y ser una magnitud, son conceptos totalmente distintos (magnitudo

    y quantitas). Igualmente, decir sencillamente (simpliciter), que algo esgrande, es tambin totalmente distinto de decir que algo es absoluta

    mente grande (absolute, non com- parative magnum). Lo ltimo esaquello que es grande por encima detoda comparacin. Ahora bien: ququiere decir a expresin algo esgrande, o pequeo, o mediano? Loque mediante ella es indicado no esun puro concepto del entendimiento;menos aun una intuicin sensible, y stampoco un concepto de la razn,

    porque no lleva consigo principioalguno del conocimiento. Tiene queser, pues, un concepto del Juicio, oprovenir de uno de stos, y tener subase una finalidad subjetiva de lrepresentacin en relacin con elJuicio. Que algo es una magnitud(quantum), se puede conocer por lacosa misma, sin comparacin alguna con otras, a saber: cuando una

    pluralidad de lo idntico, juntado,constituye un uno. Pero el cmo seade grande exige siempre otra cosa,que tambin es una magnitud paramedirlo. Pero como en el juicio sobre la magnitud, importa no slo lapluralidad (el nmero), sino tambin la mag nitud de la unidad (demedida), y como la magnitud de

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    sta necesita siempre de nuevo otracosa, como medida con que se lapueda comparar, as vemos que todadeterminacin de magnitud de losfenmenos no nos puede dar, de ningn modo, concepto alguno absolu

    to de una magnitud, sino solamentesiempre un concepto de comparacin.

    A hor a bien: cuando digo sencillamente que algo es grande, pareceque no tengo en el sentido comparacin alguna, al menos, con una medida objetiva, pues mediante aquellono se determina de ningn modo

    cun grande el objeto sea. Pero aunque la medida de la comparacin seasubjetiva, no deja por eso el juiciode pretender a una aprobacin universal; los juicios como: el hombrees bello y l es grande, no se limitan al sujeto solo, sino que desean,como los juicios tericos, la aprobacin de cada cual.

    Pero como en un juicio mediante

    el cual algo es sencillamente indicado como grande no se quiere decirsolamente que el objeto tiene unamagnitud, sino que sta le es atribuida, al mismo tiempo, con ventajasobre otros muchos objetos de igualespecie, sin que se declare determinadamente esa ventaja, resulta quese pone, de seguro, a la base del juicio una medida que se supone poder

    er aceptada como exactamente lamisma por todo el mundo, pero queno es aplicable a ningn juicio lgico (matemticamente determinado), sino slo al juicio esttico dela magnitud, porque ella es una medida meramente subjetiva que esta la base del juicio que reflexionasobre magnitudes. Por lo dems,puede ella ser emprica, como, por

    ejemplo, la magnitud media de loshombres conocidos por nosotros, deanimales de una determinada especie, de rboles, casas, montes, etc...,o puede ser una medida dada a prio- ri, la cual, por la imperfeccin delsujeto que juzga, es limitada a condiciones subjetivas de la exposicinirt concreto, como es. en lo prctico,

    la magnitud de una cierta virtud ode la libertad y justicia pblicas enun pas, o, en lo terico, la magnitud de la exactitud o inexactitud deuna observacin o de una medidahechas.. . , y otras. . .

    A hor a bien: aqu es de notar que,aunque no tengamos inters algunoen el objeto, es decir, que su existencia nos sea indiferente, sin embargo, la mera magnitud del mismo,incluso cuando se le considera comoinforme, puede llevar consigo unasatisfaccin universalmente comunicable, y, por tanto, encierra la con

    ciencia de una finalidad subjetiva enel uso de nuestras facultades de conocer, pero no una satisfaccin en elobjeto, como en lo bello (puest quepuede ser informe), en donde el Juicio reflexionante se encuentre dispuesto como conforme a un fin enrelacin con el conocimiento en general, sino una satisfaccin en elensanchamiento de la imaginacin

    en s misma.Cuando nosotros (bajo la citadalimitacin) decimos sencillamentede un objeto que es grande, no eseste un juicio determinante- matemtico, sino un mero juicio de reflex in sobre la representacin deaqul, la cual tiene una finalidadsubjetiva para un determinado usode nuestras facultades de conocer en

    la apreciacin de las magnitudes; yentonces unimos a la representacinsiempre una especie de respeto, ascomo a aquello que llamamos sencillamente pequeo unimos un desprecio. Por lo dems, el juicio delas cosas como grandes o pequeasse aplica a todo, incluso a todas laspropiedades de las mismas: de aguque, incluso la belleza, la llamemos

    grande o pequea, y la base de estohay que buscarla en que lo que quiera que sea que expongamos en laintuicin (y, por tanto, representemos como esttico), segn prescripcin del Juicio, todo ello es fenmeno, y por tanto, tambin un quantum..

    Pero cuando llamamos una cosa,

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    no solamente grande, sino grande detodos modos, absolutamente, en todorespecto (sobre toda comparacin),es decir, sublime, se ve en seguidaque no consentimos en buscar paraella, fuera de ella, una medida quele convenga, sino slo consentimosen buscarla dentro de ella.

    Es una magnitud que slo a smisma es igual. De aqu se coligeque se ha de buscar lo sublime, noen las cosas de la naturaleza, sinosolamente en nuestras ideas; determinar, empero, en cul de ellas seencuentra, debemos dejarlo para la

    deduccin.La definicin anterior puede expresarse tambin as: Sublime esaquello en comparacin con lo cualtoda otra cosa es pequea. Se ve fcilmente por esto que nada puededarse en la naturaleza, por muygrande que lo juzguemos, que nopueda, considerado en otra relacin,ser rebajado hasta lo infinitamente

    pequeo, y, al revs, nada tan pequeo que no pueda, en comparacin con medidas ms pequeas aun,ampliarse en nuestra imaginacinhasta el tamao de un mundo. El telescopio nos ha dado una rica materia para hacer la primera observacin; el microscopio, para la segunda. Nada, por tanto, de lo que puede ser objeto de los sentidos puedellamarse sublime, considerndolo deese modo. Pero justamente porqueen nuestra imaginacin hay una tendencia a progresar en lo infinito yen nuestra razn una pretensin atotalidad absoluta, como idea real,por eso esa misma inacomodacinde nuestra facultad de apreciar lasmagnitudes de las cosas en el mundosensible es, para esa idea, el despertar del sentimiento de una facultadsuprasensible en nosotros, y el usoque el Juicio hace naturalmente dealgunos objetos para este ltimo (elsentimiento), perol no el objeto delos sentidos, es lo absolutamentegrande, siendo frente a l todo otrouso pequeo. Por lo tanfo, ha dellamarse sublime, po el objeto, sino

    la disposicin del espritu, medianteuna cierta representacin que ocupael Juicio reflexionante.

    Podemos, pues, aadir a las anteriores formas de la definicin de losublime esta ms: Sublime es lo que,slo porque se puede pensar, demuestra una facultad del esprituque supera toda medida de los sentidos.

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    De la apreciacin de las magnitudesde las cosas naturales exigida para

    a idea de lo sublime

    La apreciacin de las magnitudesmediante conceptos de nmeros (osus signos en el lgebra) es matemtica; pero la de la mera intuicin(por la medida de los ojos) es esttica. Ahora bien: no podemos adquirir conceptos determinados de cmosea de grande una cosa ms que por

    nmeros (en todo caso, aproximaciones por series de nmeros, progresando en lo infinito), cuya unidad es la medida; y en este respecto,toda apreciacin lgica de las magnitudes es matemtica. Pero comola magnitud de la medida hay queadmitirla, sin embargo, como conocida, esta medida no debiera apreciarse a su vez ms que por nmeros,cuya ^unidad tendra que ser otramedida, es decir, matemticamente,no podramos nunca tener una medida primera o fundamental, y, portanto, concepto alguno determinadode una magnitud dada. As, pues, laapreciacin de la magnitud de la medida fundamental tiene que consistirsolamente en que se la pueda aprehender inmediatamente en una intuicin y usarla por medio de h imaginacin para ia exposicin de loscpnceptos de nmero, es decir, todaapreciacin de magnitudes de los ob

    jetos de la naturaleza es, en lt imotrmino, esttica (es decir, subjetiva

    y no objetivamente determinada).A hora, bien: para la apreciacin

    matemtica de las magnitudes no

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    hay ningn mximo (pues la fuerzade los nmeros va al infinito); peropara la apreciacin esttica de lasmagnitudes hay, en cambio, un mximo, y de ste digo que cuando es

    juzgado como una medida absolutapor encima de la cual no es posibleninguna subjetiva mayor (para elsujeto que juz g a ), entonces llevaconsigo la idea de lo sublime y determina aquella emocin que ninguna apreciacin matemtica de lasmagnitudes por medio de nmeros(a no ser que aquella medida fundamental sea conservada all vivien

    te en la imaginacin) puede producir, porque esta ltima expone siempre solamente las magnitudes relativas por comparacin con otras dela misma clase, y aquella primeraex pone las magnitudes - absolutamente en cuanto el espritu puede aprehenderlas en una intuicin.

    Para recibir intuitivamente en laimaginacin un quantum, a fin de

    poder usarlo como medida o comounidad para la apreciacin de magnitudes, por medio de nmeros, serequieren dos actividades de aquellafacultad: aprehensin (apprehensio)

    y comprensin (comprehensio ces-thetica). Con la aprehensin no tiene ella nada que temer, pues conella puede ir al infinito; pero lacomprensin se hace tanto ms di

    fcil cuanto ms lejos retrocede laaprehensin, y pronto llega a su mximo, a saber, a la mayor medidaesttica de la apreciacin de losgrandores, pues cuando la aprehensin ha llegado tan lejos que las representaciones parciales de la intuicin sensible, primeramente aprehendidas, empiezan ya a apagarse en laimaginacin, retrocediendo sta paraaprehender algunas de ellas, entonces pierde por un lado lo que porotro gana y hay en la comprensinun mximo del cual no puede pasar.

    Puede explicarse as lo que Sava- ry,x en sus noticias sobre Egipto, ob-

    1 Savary, duque de Rovigo, el famoso general que fue ministro de la Po-

    serva, que es que no hay que acercarse mucho ni tampoco alejarse mucho de las pirmides para experimentar toda la emocin de su magnitud, pues en este ltimo caso, laspartes aprehendidas (las piedras,unas sobre otras) son representadasoscuramente, y su representacin nohace efecto alguno en el juicio esttico del sujeto. Pero en el primercaso, la vista necesita algn tiempopara terminar la aprehensin de losplanos desde la base a la punta, yentonces apganse siempre, en parte, los primeros, antes de que la ima

    ginacin haya recibido los ltimos, yla comprensin no es nunca completa. Lo mismo puede bastar tambinpara explicar el estupor o especiede perplejidad que, segn cuentan,se apodera del espectador, a su primera entrada en la iglesia de SanPedro, en Roma. Pues aqu es unsentimiento de la disconformidad desu imaginacin con la idea de un

    todo, para exponerla en donde laimaginacin alcanza su mximo, y,en el esfuerzo para ensancharlo, recae sobre s misma, y, mediante todoeso, se sume en una emocionante satisfaccin.

    No quiero an adelantar nada sobre el fundamento de esa satisfaccin, el cual est unido con una representacin de la que menos se po

    da esperar eso y que nos hace notarla disconformidad, y consiguientemente tambin la objetiva falta definalidad de la representacin parael juicio en la apreciacin de lasmagnitudes: me limito a observarque si el juicio esttico ha de darsepuro (sin mezcla de juicios teleol- gicos, como juicios de razn), y con

    l un ejemplo totalmente adecuadoa la Crtica del Juicio esttico, hayque mostrar lo sublime, no en losproductos del arte (verbigracia, edificios, columnas, etc.), donde un finhumano determina, tanto la forma

    lica con Napolen I y acompa aste en la expedicin de Egipto. (N.del T.)

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    coma la magnitud, ni en las cosasnaturales cuyo concepto lleve yaconsigo un determinado fin (verbigracia, animales de una determinacin natural conocida), sino en lanaturaleza bruta (y aun en sta sloen cuanto no lleve consigo, en s,encanto alguno o emocin dfe verdadero peligro), en cuanto solamenteencierra magnitud, pues en esta clase de representacin, la naturalezano contiene nada que sea monstruoso (ni esplndido ni horrible): lamagnitud aprehendida puede sertodo lo aumentada que se quiera,con tal de que pueda ser comprendida por la imaginacin en un todo.Monstruoso es un objeto que, por sumagnitud, niega el fin que constitu

    ye su propio concepto. Pero colosalse llama la mera exposicin de unconcepto casi demasiado grandepara toda exposicin (que confinacon lo relativamente monstruoso),porque el fin de la exposicin de un

    concepto se encuentra dificultado,por ser la intuicin del objeto casidemasiado grande para nuestra facultad de aprehender. Un juicio purosobre lo sublime empero, no debetener como fundamento de determinacin fin alguno del objeto, si hade ser esttico, y no confundirse conalgn juicio de entendimiento o derazn.

    Y a que todo lo que debe complacer sin inters al Juicio meramitereflexionante tiene que llevar consigo, en su representacin, finalidadsubjetiva, y, como tai, de valor universal; y como, sin embargo, aquno hay, a la base del juicio finalidad alguna de la forma del objeto(como lo hay en lo bello), se pregunta: Cul es esa finalidad sub

    jetiva? Quin la prescribe comonorma para proporcionar un fundamento a la satisfaccin universal enla mera apreciacin de las magnitudes, en una apreciacin, por cierto,que ha sido llevada hasta la disconformidad de nuestra facultad de laimaginacin en la exposicin delconcepto de una magnitud?

    La imaginacin marcha, en lacomprensin que es necesaria parala representacin de magnitudes, pors misma, adelante en el infinito; elentendimiento, empero, la conducepor medio de conceptos de nmeros,para lo cual ella tiene que dar el esquema, y en este proceder, como perteneciente a la apreciacin lgica 3elas magnitudes, si bien hay algo definalidad objetiva, segn el conceptode un fin (cada medida es uno deellos), no hay nada final para el Juicio esttico ni nada que d placer.No hay tampoco, en esta intencionada finalidad, nada que obligue aelevar la magnitud de la medida, y,por tanto, de la comprensin de apluralidad en una intuicin, hasta el-lmite de la facultad de la imaginacin, por muy lejos que sta puedallegar en exposiciones. Pues en laapreciacin de las magnitudes por dentendimiento (aritmtica) se llegaigual de lejos, lvese la compren

    sin de las unidades hasta el nmero 10 (en la decdica), o slo hastael 4 (en la tetrctica), pero la pos:terior formacin de magnitudes enel comprender, o, cuando el quantum es dado en la inuncin, en elaprehender, se realiza slo progresivamente (no comprensivamente) segn un principio de progresinadoptado. En esta apreciacin mate

    mtica de las magnitudes, si la imaginacin elige como unidad unamagnitud que se puede aprehenderde un golpe de vista, verbigracia, unpie o una vara, el entendimiento seencuentra tan bien servido y tranquilizado como si elige una millaalemana o todo un dimetro terrestre, cuya aprehensin es ciertamenteposible, pero no la comprensin en

    una intuicin de la imaginacin (nomediante la comprehensio ossthetica,aunque s mediante la comprehensiologica en un concepto de nmero).En ambos casos, la apreciacin lgica de las magnitudes va sin trabaihasta el infinito.

    A hora bien: el espritu oye en sla voz de la razn, que en todas las

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    magnitudes dadas, incluso en aquellas que, aunque no puedan nuncaser totalmente aprehendidas, son,sin embargo (en la representacinsensible), juzgadas como totalmente dadas, exige totalidad, y, por tanto, comprensin en una intuicin,pide! una exposicin para todos aquellos .miembros de una serie de nmeros en progresin creciente, e incluso no excepta de esa exigencialo infinito (espacio y tiempo pasado) , sino que hasta hace inevitableel pensarlo (en el juicio de la razncomn) como totalmente (segn sutotalidad) dado.

    Lo infinito, empero, es absolutamente (no slo comparativamente)grande. Comparado con l, todo lootro (magnitudes de la misma especie) es pequeo. Pero (y esto es loms importante) el poder solamentepensarlo como un todo denota unafacultad del espritu que supera todamedida de los sentidos, pues para

    ello sera necesaria una comprensin que ofreciera como unidad unamedida que estuviera con el infinito en una relacin determinada in-dicable en nmeros, lo cual es imposible. Pero, sin embargo, para poderslo pensar el infinito dado sin contradiccin, se exige en el esprituhumano una facultad que sea ellamisma suprasensible, pues slo me

    diante ella y su idea de un nomeno, que no consiente intuicin alguna, pero que es puesto como sustrato para la intuicin del mundocomo fenmeno, es totalmente comprendido lo infinito del mundo sensible bajo un concepto, en la puraintelectual apreciacin de las magnitudes, aunque en la matemtica,mediante conceptos de nmeros, no

    pueda jams ser totalmente pensado.Hasta la facultad de poder pensarcomo dado el infinito de la intuicinsuprasensible (en su sustrato inteligible) supera toda medida de la sensibilidad, y es grande por encimade toda comparacin, incluso conla facultad de la apreciacin matemtica; no, desde luego, en el sen

    tido terico para la facultad del conocimiento, pero s como ensanchamiento del espritu que se siente capaz de saltar las barreras de la sensibilidad en otro sentido (el prctico) .

    Sublime es, pues, la naturaleza enaquellos de sus fenmenos cuya intuicin lleva consigo la idea de suinfinitud. Esto ltimo, ahora bien,no puede ocurrir ms que mediantela inadecuacin incluso del mayor esfuerzo de nuestra imaginacin parala apreciacin de la magnitud de unobjeto. Ahora bien: para la aprecia^

    cin matemtica de las magnitudes,la imaginacin est adecuada contodo objeto para darles una medidasuficiente, porque los conceptos denmero del entendimiento puedenadecuar, por progresin, toda medida a toda magnitud dada. Tiene;pues, que ser en la apreciacin esttica de las magnitudes en dondeel esfuerzo para la comprensin su

    pere a la facultad de la imaginacin, en donde se sienta la aprehensin progresiva, para concebir enun todo de la intuicin y se percibaal mismo tiempo, adems, la inadecuacin de esa facultad sin lmitesen el progresar, para aprehender unamedida fundamental que sirva, conel menor empleo del entendimiento,a la apreciacin de las magnitudes

    y para aplicar la a la apreciacin delas mismas. Ahora bien: la medidafundamental propiamente inmutablede la naturaleza es el todo absolutode la' misma, el cual, en ella, comofenmeno, es una infinidad comprendida. Pero como esa medida fundamental es un concepto contradictorio err-sf mismo (a causa de- la imposibilidad de la absoluta totalidad

    de un progreso sin fin, aquella magnitud de un objeto natural, en lacual la imaginacin emplea toda sufacultad infructuosamente, tiene queconducir el concepto de la naturaleza a un sustrato suprasensible (queest a su base y tambin a la denuestra facultad de pensar), que esgrande por encima de toda medida

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    sensible, y nos permite juzgar comosublime, ro tanto el objeto comoms bien la disposicin del esprituen la apreciacin del mismo.

    A s, pues el Juicio esttico, ascomo en el juicio de lo bello refierela imaginacin, en su libre juego, alentendimiento para concordar conlos conceptos de ste en general (sindeterminacin de ellos), de igualmodo en el aprecio de una cosacomo sublime refiere la misma facultad a la razn para concordarcon las ideas de sta (sin determinar cules), es decir, para producir

    una disposicin del espritu congruente y compatible con la que elinflujo de determinadas ideas (prcticas) producira en el espritu.

    Por esto se ve tambin que la verdadera sublimidad debe buscarseslo en el espritu del que juzga yno en el objeto de la naturalezacuyo juicio ocasiona esa disposicinde aqul. Quin ha querido llamar

    sublime masas informes de montaas en salvaje desorden, amontonadas unas sobre otras, con sus pirmides de hielo, o el mar sombro yfurioso, etc?. . . El espritu, empero,se siente elevado en su propio juiciocuando, abandonndose a la contemplacin de esas cosas, sin atender asu forma, abandonndose a la imaginacin y a una razn unida con ella,

    aunque totalmente sin fin determinado y slo para ensancharla, sientetodo el poder de la imaginacin, inadecuado, sin embargo, a sus ideas.

    Ejemplos del sublime matemticode la naturaleza en la mera intuicinnos proporcionan todas aquellas cosas en que nos es dado para la imaginacin, no tanto un mayor concepto de nmero como ms bien unagran unidad de medida (para abreviar las series de nmeros). Un rbol que apreciamos por medio de laaltura de un hombre nos da, desdeluego, una medida para un mnte, yste, si tiene cosa como una millade alto, puede servir de unidad parael nmero que expresa el dimetroterrestre, y hacer este ltimo intui-

    ble; el dimetro terrestre, para elsistema planetario conocido de nosotros, y ste para el de la va lctea; mas la inmensa multitud de semejantes sistemas de la va lctea,bajo el nombre'uc nebulosas, lascuales, a su vez, forman entre s unsistema semejante, no nos permiteaqu esperar lmite alguno. Ahorabien: lo sublime en el juicio esttico de un todo tan inmenso est,no tanto en lo grande del nmerocomo en este hecho, a saber: que llegamos siempre a unidades tanto ma

    yores cuanto ms adelantamos, a locual contribuye la divisin sistemtica del edificio del nfundo, representndonos siempre, repetidamente,toda magnitud de la naturalezacomo pequea, y ms propiamenteal representarnos nuestra imaginacin en toda su ilimitacin y conella la naturaleza, desapareciendofrente a las ideas de la razn cuandoaqulla ha de proporcionar a stas

    una exposicin adecuada.

    27

    De la cualidad de la satisfaccinen el juicio de lo sublime

    El sentimiento de la inadecuacinde jiuestra facultad para la consecu

    cin de una idea, que es para nosotros ley, es respeto. Ahora bien: laidea de la comprensin, en la intuicin de un todo, de cada uno de losfenmenos que nos puede ser dado,es una de las que nos es impuestapor una ley de la razn, y que noreconoce otra medida determinada,valedera para cada cual, e inmutable, ms que el todo absoluto. Peronuestra imaginacin, aun en su ma

    yor esfuerzo, muestra sus lmites ysu inadecuacin en lo que toca a lacomprensin que se le reclama deun objeto dado en un todo de la intuicin (por tanto, para la exposicin de la idea de la razn); pero almismo tiempo demuestra su determinacin para efectuar su adeca-

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    cin con ella como una ley. As,

    (mes, el sentimiento de lo sublime ena naturaleza es de respeto hacianuestra propia determinacin, peroque nosotros referimos a un objetode la, naturaleza, mediante una cierta subrepcin "(confusin de un respeto hacia el objeto, en lugar de laidea de la humanidad en nuestrosujeto): ese objeto nos hace, en cierto modo, intuible la superioridad dela determinacin razonable de nuestras facultades de conocer sobre lamayor facultad de la sensibilidad.

    El sentimiento de lo sublime es,

    pues, un sentimiento de dolor quenace de la inadecuacin de la imaginacin, en la apreciacin esttica delas magnitudes, con la apreciacinmediante la razn; y es, al mismotiempo, un placer despertado, por laconcordancia que tiene justamenteese juicio de inadecuacin de la ma

    yor facultad sensible con ideas de la

    razn, en cuanto el esfuerzo haciastas es para nosotros una ley; es, asaber, para nosotros, ley (de la razn), y entra en nuestra determinacin el apreciar como pequeo, encomparacin con las ideas de la razn, todo lo que la naturaleza, comoobjeto sensible, encierra para nosotros de grande, lo que en nosotrosexcita el sentimiento de esa deter

    minacin suprasensible concuerdacon aquella ley. Ahora bien: el mayor esfuerzo de la imaginacin en laexposicin de la unidad para la apreciacin de la magnitud es una referencia a algo absolutamente grande,consiguientemente una referencia ala ley de la razn de adnjitir sloeso como medida suprema de lasmagnitudes. As, pues, la percepcinde la inadecuacin de toda medidasensible con la apreciacin por razn de las magnitudes es una concordancia con leyes de la misma yun dolor que excita en nosotros elsentimiento de nuestra determinacin suprasensible, segn la cual esconforme a fin, y, por lo tanto, esun placer el encontrar que toda me

    dida de la sensibilidad es inadecuada a las ideas de la razn.

    El espritu se siente movido en larepresentacin de lo sublime en lanaturaleza, estando en contemplacin reposada en el juicio estticosobre lo bello de la misma. Ese movimiento puede (sobre todo, en suprincipio) ser comparado con unaconmocin, es decir, un movimientoalternativo, rpido, de atraccin yrepulsin de un mismo objeto.

    Lo trascendente para la imaginacin (hacia lo cual sta es empujada en la aprehensin de la intui

    cin) es para ella, por decirlo as,un abismo donde teme perderse as misma, pero para la idea de lo suprasensible en la razn, el producirsemejante esfuerzo de la imaginacinno es trascendente sino conforme asu ley; por lo tanto, es atractivo justamente en la medida en que es repulsivo para la mera sensibilidad.El juicio mismo, sin embargo, sigue

    aqu siempre siendo esttico, porquesin tener a su base concepto algunodeterminado del objeto, representasolamente el juego subjetivo de lasfacultades del espritu (imaginacin

    y razn), incluso como armnico ensu contraste, pues as como la imaginacin y el entendimiento, en lobello, mediante su unanimidad, deigual modo, aqu, la imaginacin yla razn, mediante su oposicin, producen una finalidad subjetiva de lasfacultades del espritu, esto es, unsentimiento de que tenemos una razn pura, independiente, o una facultad de apreciacin de las magnitudes, cuya ventaja no puede hacerse intuible ms que por a insuft;ciencia de la facultad misma, que eri\la ex posicin de las magnitudes (deobjetos sensibles) es ilimitada.

    Medir un espacio (como aprehensin) es al mismo tiempo descubrirlo, y, por tanto, es un movimientoobjetivo en la imaginacin y unaprogresin (progressus); la comprensin de la pluralidad en la unidad,no del pensamiento, sino de la intuicin, por tanto, de lo sucesiva

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    mente aprehendido en un momento,es, por lo contrario, una regresin(regressus) que anula a su vez lacondicin de tiempo en la progresin de la imaginacin y hace intui-ble la s imultaneidad. Es, pues (puesto que la sucesin temporal es unacondicin del sentido interno y detoda intuicin), un movimiento sub

    jetivo de la imaginacin, mediante elcual sta hace al sentido interno unaviolencia que debe ser tanto msnotable cuanto mayor sea el quantum que la imaginacin comprendeen una intuicin. As, pues, el esfuerzo de recibir en una intuicinnica una medida para magnitudesque exija para aprehenderse untiempo notable es una especie de representacin que, considerada sub

    jetivamente. es contraria a fin, peroobjetivamente es necesaria para laapreciacin de las magnitudes, v,por tanto, conforme a fin; en ocual, sin embargo, esa misma violen

    cia que ha sufrido el sujeto mediante la imaginacin es juzgada comoconforme a fin para la toial determinacin del espritu.

    La cualidad del sentimiento de losublime es que es un sentimiento dedolor sobre el Juicio esttico en unobjeto, el cual sentimiento, sin embargo, ai mismo tiempo es representado como conforme a fin, lo cual

    es posible, porque la propia incapacidad descubre la conciencia de unailimitada facultad del mismo sujeto,

    y el espritu puede juzg ar esta ltima slo mediante aqulla.

    En la apreciacin lgica de lasmagnitudes, la imposibilidad de alcanzar la absoluta totalidad por medio de la progresin de la medidade las cosas del mundo sensible en eltiempo y el espacio fue conocidacomo objetiva, es decir, como unaimposibilidad de pensar lo infinitocomo totalmente dado, y no comomeramente subjetiva, es decir, comoincapacidad de aprehenderlo, porque aqu no se atiende para nada algrado de comprensin en una intuicin como medida, sino que todo

    depende de un concepto de nmero:pero en una apreciacin esttica delas magnitudes, el concepto de nmero tiene que desaparecer o sercambiado, y la comprensin de laimag inacin para unidad de lamedida (por lo tanto, con exclusindel concepto de una ley de sucesivaproduccin de los conceptos de magnitudes) es sola por s conforme afin. Ahora bien: cuando una magnitud alcanza casi el mximo de nuestra facultad de comprender en unaintuicin, y, sin embargo, la imaginacin es requerida, mediante magnitudes numerales (para las cualestenemos consciencia de que nuestrafacultad no tiene lmites), para comprender estticamente una unidadmayor, entonces nos sentimos en elespritu encerrados estticamente enlmites; sin embargo, el dolor, enconsideracin a la extensin necesaria de la ihiaginacin para adecuarse con lo que en nuestra facultad

    de la razn es ilimitado, es decir,con la idea del todo absoluto, y conel dolor, por tanto, tambin la inadecuacin de la facultad de la imaginacin con las ideas de la razn

    y su ex citacin son representadoscomo conformes a un fin. Justamente por eso, empero, viene el juicioesttico mismo a ser subjetivo- finalpara la razn como fuente de las

    ideas, es decir, de una comprensinintelectual, para lo cual toda comprensin esttica es pequea, y el ob

    jeto es recibido como sublime, conun placer que slo es posible mediante un dolor.

    B. De l o s u b l i m e d i n m i c oD E L A N A T U R A L E Z A

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    De la naturaleza como una fuerza

    Fuerza es una facultad que es superior a grandes obstculos. Lo mismo significa un poder, aunque stees superior a la resistencia incluso

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    de lo que tiene fuerza. La naturaleza, en el juicio esttico, considerada como fuerza que no tiene sobrenosotros ning n poder, es dinmico-sublime.

    Si la naturaleza ha de ser juzgadapor nosotros dinmicamente comosublime, tiene que ser representadacomo provocando el temor (aunqueno, recprocamente, todo objeto queprovoque temor es, en nuestro juicioesttico, tenido por sublime), puesen el juicio esttico (sin concepto),la superioridad sobre obstculos puede ser juzgada solamente segn la

    magnitud de la resistencia. Ahorabien: aquello a lo que nos esforzamos en resistir es un mal, y si nosotros no encontramos nuestra facultad capaz de resistirle, entonces esun objeto de temor. As, pues, parael Juicio esttico, la naturaleza puede valer como fuerza, y, por tanto,como dinmico- sublime, slo encuanto es considerada como objeto

    de temor.Pudese, empero, considerar unobjeto como temible, sin sentir temor ante l, cuando, por ejemplo,lo juzgamos pensando solamente elcaso en que quisiramos oponerle alguna resistencia, y que entonces todaresistencia sera, y con mucho, vana.De ese modo teme a Dios el virtuoso, sin sentir temor ante l, porque

    resistir a l y a sus mandatos, lopiensa como un caso que no le preocupa; pero en cada uno de esos casos, que no piensa en s como imposibles, L o 2 conoce como temible.

    El que teme no puede en modoalguno juzgar sobre lo sublime de lanaturaleza, as como el que es presade la inclinacin y del apetito nopuede juzgar sobre lo bello. Aqulhuye la vista de un objeto que leproduce miedo, y es imposible encontrar satisfaccin en un terror quefuera seriamente experimentado; deaqu que el agrado que proviene dela cesacin de una pena sea el con

    2 Er. la primera y segunda edicindice lo. (N. del T.)

    tent. Pero ste, cuando viene de laliberacin de un peligro, es un contento con la resolucin de no volverse ms a exponer al mismo; aunms: no hay gana ni siguiera de volver a pensar con agrado en aquellasensacin, y mucho menos de buscarocasin para ello.

    Rocas audazmente colgadas y, pordecirlo as, amenazadoras, nubes detormenta que se amontonan en elcielo y se adelantan con rayos y contruenos, volcanes en todo su poderdevastador, huracanes que van de

    jando tras s la desolacin, el Oca

    no sin lmites rugiendo de ira, unacascada profunda en un ro poderoso, etc..., reducen nuestra facultadde resistir a una insignificante pe-queez, comparada con su fuerza,Pero su aspecto es tanto ms atractivo cuanto ms temible, con tal deque nos encontremos nosotros en lugar seguro, y llamamos gustosos sublimes esos objetos porque elevan

    las facultades del alma por encimade su trmino medio ordinario y noshacen descubrir en nosotros una facultad de resistencia de una especietotalmente distinta, que nos da valorpara poder medirnos con el todo-poder aparente de la naturaleza.

    Pues as como en la inconmensurabilidad de la naturaleza, y en laincapacidad de nuestra facultad paratomar una medida proporcionada ala apreciacin esttica de las magnitudes de su esfera, hemos encontrado nuestra propia limitacin, y, sinembargo, tambin, al mismo tiempo,en nuestra facultad de la razn, otramedida no sensible que tiene bajo saquella infinidad misma como unidad, y frente a la cual todo en la

    naturaleza es pequeo, y, por tanto,en nuestro espritu, una superioridadsobre la naturaleza misma en su inconmensurabilidad, del mismo modola irresistibilidad de su fuerza, queciertamente nos da a conocer nuestraimpotencia fsica, considerados nosotros como seres naturales, descubre, sin embargo, una facultad de

    juzgarnos independientes de ella y

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    una superioridad sobre la naturaleza, en la que se funda una independencia de muy otra clase que aquella que puede ser atacada y puestaen peligro por la naturaleza, una in

    dependencia en la cual la humanidad en nuestra persona permanecesin rebajarse, aunque el hombre tenga que someterse a aquel poder. Deese modo, la naturaleza, en nuestro

    juicio esttico, no es juzgada comosublime porque provoque temor,sino porque excita en nosotros nuestra fuerza (que no es naturaleza)para que consideremos como peque

    o aquello que nos preocupa (bienes, salud, v id a ); y as, no consideramos la fuerza de aqulla (a lacual, en lo que toca a esas cosas, estamos sometidos), para nosotros ynuestra personalidad, como un poder ante el cual tendramos que inclinamos si se tratase de nuestrosms elevados principios y de su afirmacin o abandono. As, pues, lanaturaleza se llama aqu sublime porque eleva la imaginacin a la exposicin de aquellos casos en los cuales el espritu puede hacerse sensible la propia sublimidad de su determinacin, incluso por encima de lanaturaleza.

    Nada pierde esa apreciacin propia porque tengamos que vemos en

    lugar seguro para sentir esa satisfaccin que entusiasma, ni por el hecho de que, como no hay seriedaden el peligro, tampoco (segn Do-dra parecer) puede haber seriedaden la sublimidad de nuestra facultaddel espritu. Pues la satisfaccin,aqu, se refiere tan slo a la determinacin de nuestra facultad que ental caso se descubre, as como la

    base para esta ltima e^st en nuestra naturaleza, mientras que el desarrollo y ejercicio de la misma siguesiendo de nuestra incumbencia yoblig acin. Y en esto est la verdad,por mucha consciencia que el hombre tenga de su real impotencia presente, cuando prolonga hasta ah sureflexin.

    Desde luego, parece ese principio,

    tomado de muy lejos, muy enrevesa^do, y; por tanto, por encima de un

    juicio esttico; pero la observacindel hombre muestra lo contrario, yque puede estar a la base de los jui

    cios ms ordinarios, aunque no siempre se tenga consciencia de l. Porque qu es lo que, incluso para elsalvaje, es objeto de la mayor admi*racin? Un hombre que no se aterra, que no teme, que no huye elpeligro, y, al mismo tiempo, empero, va a la obra tranquilo y con total reflexin. Incluso en el estadosocial ms civilizado perdura aque

    lla preferente consideracin hacia elguerrero: slo que se desea ademsque ste muestre al mismo tiempotodas las virtudes de la paz, bondad,compasin y hasta un cuidado conveniente de su propia persona, jus-tamente porque en ello se conoce lainvencibilidad de su espritu por elpeligro. De aqu que, por ms que sediscuta, en la comparacin del hombre de Estado con el general, sobrela preferencia del respeto que unoms que el otro merezca, el juicioesttico decide en favor del ltimo.La guerra misma, cuando es llevadacon orden y respeto sagrado de losderechos ciudadanos, tiene algo desublime en s, y, al mismo tiempo,hace tanto ms sublime el modo de

    pensar del pueblo que la lleva deesta manera cuanto mayores son lo>peligros que ha arrostrado y en ellosse ha podido afirmar valeroso; encambio, una larga paz suele hacerdominar el mero espritu de negocio, y con l el bajo provecho propio, la cobarda y la malicia, y rebajar el modo de pensar del pueblo.

    Contra este anlisis del concepto

    de lo sublime, en cuanto atribuidoa la fuerza, parece alzarse el hechode que solemos representarnos aDios en la tempestad, en la tormenta, en los terremotos, e t c . . . , encolerizado, pero, al mismo tiempo, presentndose en su sublimidad, por locual, pues, el imaginar una superioridad de nuestro espritu sobre losefectos, y, segn parece, sobre las in

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    en la naturaleza no podemos tan fcilmente lisonjearnos de penetrar enlos dems, pues parece que es necesaria una mucho mayor cultura, noslo del Juicio esttico, sino tambinde las facultades de conocimiento

    que estn a la base de sta para poder enunciar un juicio sobre la excelencia de los objetos de la naturaleza.

    l a disposicin del espritu parael sentimiento de lo sublime exigeuna receptividad del mismo paraideas, pues justamente en la inadecuacin de la naturaleza con estas

    ltimas, y, por tanto, slo bajo lasuposicin de las mismas y de unatensin de la imaginacin para tratar la naturaleza como un esquemade ellas, se da lo atemorizante parala sensibilidad, lo cual, 'a l mismotiempo, es atractivo, porque es unaviolencia que la razn ejerce sobreaqulla slo para extenderla adecuadamente a su propia esfera (la prc

    tica) y dejarle ver ms all en lo infinito, que para aqulla es un abismo. En realidad, sin desarrollo.deideas morales, lo que nosotros, preparados por la cultura, llamamos sublime, aparecer al hombre rudoslo como atemorizante. l ver enlas demostraciones de poder de lanaturaleza, en su destruccin y enla gran medida de la fuerza de stafrente a la cual la suya desapareceen la nada, slo la pena, el peligro,la congoja que rodearan al hombreque fuera lanzado all. As, aquelbueno y por lo dems inteligente aldeano sabovano llamaba, sin msreflex in, locos (segn cuenta el Sr.de Saussure)3 a todos los af icionados a la nieve de las montaas. Y

    quin sabe si quiz no hubiera tenido razn, de haber arrostradoaquel observador los peligros a quese expuso slo por aficin, comosuelen hacer la mayora de los via

    3 Sabio ginebrino, gelogo y gegrafo. Dcese que fue el primero en realizar la ascensin del Mont- Blanc. (N.del T.)

    jeros, o para poder dar de ellos alguna vez una descripcin pattica?Pero su intencin era la instruccinde los hombres, y aquel hombre eminente tuvo y dio adems a los lectores de sus viajes una sensacin que

    eleva las almas.Pero porque el juicio sobre lo su

    blime de la naturaleza requiera cultura (ms que el juicio sobre lo bello) , no por eso es justamente producido originariamente por la cultura e introducido algo as como convencionalmente en la sociedad, sinoque tiene sus bases en la naturaleza

    humana y en aquello justamenteque, adems del entendimiento sano,se puede al mismo tiempo exigir yreclamar de cada cual, a saber, ladisposicin para el sentimiento deideas (prcticas), es decir, la moral.

    En esto se funda ahora la necesidad de la concordancia del juicio deotros sobre lo sublime con el nuestro, lo cual atribuimos al mismo

    tiempo a ste, pues as como tachamos de falto de gusto a aquel queen el juicio de un objeto de la naturaleza encontrado bello por nosotros se muestra indiferente, de igualmodo decimos del que permanece inmvil ante lo que nosotros juzgamos como sublime que no tiene sentimiento alguno. Pero ambas cosasl^s exigimos a cada hombre y las

    suponemos en l si tiene alguna cultura: slo con la diferencia que laprimera, como en ella el Juicio refiere la imagen slo al entendimiento como facultad de los conceptos,la exigimos, sin ms, a cada cual;pero la segunda, como en ella elJuicio refiere la imaginacin a la razn como facultad de las ideas, laexigimos slo bajo una suposicinsubjetiva (que. sin embargo, noscremos autorizados a exigir de cadacual), a saber, la del sentimientomoral en el hombre, y por esto atribuimos, a su vez, necesidad a ese

    juicio esttico.Esta modalidad de los juicios es

    tticos, a saber, la necesidad queles es atribuida, constituye un mo-

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    ment principal para la Crtica deJuicio, pues nos da justamente a conocer en ellos un principio a priori,

    y los saca de la psicologa emprica,en donde permaneceran, sin eso, en-,terrados entre los sentimientos dealegra y pena (slo con el eptetode si itimientos ms finos, que nodice nada), para ponerlos ellos, ypor ellos el Juicio, en la clase de losque tienen por base principios apriori, y, como tales, elevarlos hastala filosofa trascendental.

    Sota general a la exposicin de losjuicios estticos reflex ionantes

    En relacin con el sentimiento deplacer, un objeto se ha de contar: oentre lo agradable, o lo bello, o losublime, o la (absolutamente) bueno (jucundum, pulchrum, sublime,honestum) .

    Lo agradable, como motor de los

    apetitos, es enteramente de una solaclase, venga de donde venga y pormuy especfico- diferente que sea larepresentacin (del sentido y de lasensacin, objetivamente considerados). De aqu que dependa, en el

    juicio del influjo del mismo sobreel espritu, slo de la multitud deencantos (simultneos y sucesivos)

    y, por decirlo as, slo de la masa

    de sensacin agradable, y sta no sehace comprensible mediante nadams que la cantidad. Lo agradableno cultiva, sino que pertenece almero goce.

    Lo bello, en cambio, exige la representacin de cierta cualidad delobjeto que tambin se hace comprensible y se deja traer a conceptos(aunque en el juicio esttico no seatrada a ellos), y cultiva enseandoa poner atencin a la finalidad enel sentimiento del placer.

    Lo sublime consiste slo en la relacin en la cual lo sensible, en larepresentacin de la naturaleza es

    juzg ado como propio para un usoposible suprasensible del mismo.

    Lo absolutamente bueno, juzgado

    subjetivamente, segn el sentimiento que inspira (el objeto del sentimiento mor al), como la determina-bilidad de las facultades del sujetomediante la representacin de unaley que obliga absolutamente, se distingue principalmente, mediante lamodalidad, de una necesidad apoyada en principios a priori que encierra en s no slo pretensin, sinomandato de la aprobacin de cadacual, y no es de la competencia delJuicio esttico, sino del Juicio purointelectual, y se atribuye, no en un

    juicio meramente reflex ionante, sino

    en uno determinante, no a la naturaleza, sino a la libertad. Pero ladeterminabilidad del sujeto por medio de esa idea, tratndose de unsujeto, por cierto, que puede sentiren s obstculos en la sensibilidad,pero al mismo tiempo superioridadsobre la misma, mediante la victoriasobre ella, como modificacin de suestado, es decir, el sentimiento mo

    ral, est emparentada con el Juicioesttico y sus condiciones formales,en tanto en cuanto sea til para ellael que la conformidad con leyes dela accin, por deber, se haga al mis-mo tiempo representable como esttica, es decir, como sublime, o tambin como bella, sin perder su pureza, cosa que no ocurrira si se laquisiera poner en enlace natural con

    el sentimiento de lo agradable.Si se saca el resultado de la expo

    sicin, hasta ahora, de las dos clasesde juicios estticos, se seguirn deaqu las siguientes breves definiciones:

    Bello es lo que en el mero juicio(no, pues, por medio de la sensacin del sentido, segn un conceptodel entendimiento) place. De aquse deduce, por s mismo, que tieneque placer sin inters.

    Sublime es lo que place inmediatamente por su resistencia contra el inters de los sentidos.

    A mbas , como definiciones del juicio esttico de valor universal, se refieren a fundamentos subjetivos dela sensibilidad, por una parte en

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    cuanto estos tienen una finalidadcon relacipn al sentimiento moral,en favor del entendimiento contemplativo, y por otra en cuanto la tienen en contra de la sensibilidad yen cambio a favor de los fines de la

    razn prctica; ambos modos, sinembargo, unidos en el mismo sujeto.Lo bello nos prepara a amar algo,la naturaleza misma, sin inters; losublime, a estimarlo altamente, incluso contra nuestro inters (sensible).

    Puede describirse as lo sublime:es un objeto (de la naturaleza) cuya

    representacin determina el espritua pensar la inaccesibilidad de la naturaleza como ex posicin de ideas.

    Tomadas literalmente y consideradas lgicamente, no pueden las ideasser expuestas. Pero cuando nosotrosampliamos nuestra facultad de re-'presentacin emprica (matemtica odinmica) para la intuicin de la naturaleza, viene inevitablemente, ade

    ms, la razn, como facultad de laindependencia de la absoluta totalidad, y produce el esfuerzo del espritu, aunque ste sea vano, para hacer la representacin de los sentidosadecuada con aqulla. Ese esfuerzomismo y el sentimiento de la inaccesibilidad de la idea por medio dela imaginacin, es una exposicin dela finalidad subjetiva de nuestro es

    pritu en el uso de la imaginacinpara la determinacin suprasensibledel mismo, y nos obliga a pensarsubjetivamente la naturaleza mismaen su totalidad, como exposicin dealgo suprasensible, sin poder realizarobjetivamente esa exposicin.

    Pues pronto nos apercibimos deque a la naturaleza en el espacio yel tiempo falta completamente lo in-

    condicionado, y, por tanto, la magnitud absoluta, que pide, sin embargo,la razn la ms vulgar. Justamentepor eso se nos recuerda tambin queno tratamos ms que con una naturaleza como fenmeno, y que estamisma hay que considerarla comomera exposicin de una naturalezaen s (que la razn tiene en la idea).

    Esa idea, empero, de lo suprasensible, que nosotros no podemos determinar ms, y, por lo tanto, con cuyaexposicin no podemos conocer lanaturaleza, sino slo pensarla, esdespertada en nosotros mediante unobjeto cuyo juicio esttico pone entensin la imaginacin hasta sus lmites, sea de ex tensin (matemticos) , sea de fuerza sobre el espritu(dinmicos), fundndose en el sentimiento de una determinacin deste que excede totalmente la esferade la imaginacin (el sentimientomoral), y en consideracin del cualla representacin del objeto es juzgada como subjetivamente final.

    En realidad, no se puede pensarbien un sentimiento hacia lo sublime de la naturaleza sin enlazar conl una disposicin del espritu seme

    jante a la disposicin hacia lo moral; y aunque el placer inmediatoen lo bello de la naturaleza supone

    y cultiva igualmente una cierta libe

    ralidad del modo de pensar, es decir, independencia de la satisfaccindel mero goce sensible, sin embargo,mediante l, la libertad es represen-tad en el juego, ms bien que enuna ocupacin, conforme a la ley,que es la verdadera propiedad de lamoralidad del hombre, en donde larazn debe hacer violencia a la sensibilidad; solamente que en el jui

    cio lesttico sobre lo sublime esa violencia es representada como ejercidapor la imaginacin misma como instrumento de la razn.

    La satisfaccin en lo sublime dela naturaleza es, por eso, tambinslo negativa (mientras que la de lobello es positiva), a saber: un sentimiento de la privacin de libertadde la imaginacin por s misma, al

    ser ella determinada de un modoconforme a fin, segn otra ley quela del uso emprico. Mediante esorecibe una extensin y una fuerzamayor que la que sacrifica, perocuyo fundamento permanece escondido para ella misma, y, en cambio,siente el sacrificio y la privacin y,al mismo tiempo, la causa a que est

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    sometida. La estupefaccin, que confina con el miedo, el terror y l temblor sagrado que se apoderan del espectador al contemplar masas montaosas que escalan el cielo, abismos

    profundos donde se precipitan furiosas las aguas, desiertos sombros queinvitan a tristes reflexiones, etcter a , no es, sabindose, como sesabe que se est en lugar seguro,temor verdadero, sino slo un ensa

    y para ponemos en relacin con laimaginacin y sentir la fuerza de esafacultad para enlazar el movimientoproducido mediante ella en el esp

    ritu con el estado de reposo de lamisma, y as ser superiores a la naturaleza en nosotros mismos; pr lotanto, tambin a la exterior a nosotros, en cuanto sta puede tener influjo en el sentimiento de nuestrobienestar, pues la imaginacin, segn la ley de asociacin, hace depender nuestro estado de contento decondiciones fsicas; pero ella mismatambin, segn principios del esquematismo del Juicio (consiguientemente, en cuanto sometido a la libertad) , es instrumento de la razn

    y de sus ideas, y, por tanto, unafuerza para afirmar nuestra independencia contra los influjos de la naturaleza, para rebajar cmo pequeolo que segn esta ltima es grande,

    y as para poner lo absoluto- grandeslo en nuestra propia determinacin (la del sujeto). Esa reflexindel uicio esttico paar elevar la naturaleza a una adecuacin con la razn (slo que sin un concepto determinado de la misma) representael objeto, incluso mediante l inadecuacin objetiva de la imaginacinen su mayor extensin para Ta razn

    (como facultad de las ideas), sinembargo, como subjetivamente final.Hay que poner aqu cuidado, eri

    general, en lo ya recordado de queen la esttica transcendental del Juicio se debe tratar solamente de juicios estticos puros; consiguientemente, no se pueden tomar los ejemplos de los objetos bellos o sublimesde la naturaleza que presuponen el

    concepto de un fin, pues entonces,la finalidad sera o teleolgica, ofundada, en la mera sensacin de unobjeto (deleite o pena), y, por lotanto, en el primer caso no sera es

    ttica, y en el segundo no sera meramente formal. As, cuando se llama sublime el espectculo del cieloestrellado, no se debe poner a labase del juicio del mismo conceptosde mundos habitados por seres racionales, ni considerar esos puntosluminosos con que vemos lleno elespacio en derredor nuestro comosus soles, movindose en crculos'

    arreglados para ellos de un modomuy conforme a fin, sino tal comose le ve, como una amplia bvedaque todo lo envuelve, y slo en estarepresentacin debemos poner la sublimidad que un juicio esttico puroatribuye a ese objeto. De igualmodo, el espectculo del Ocano nohay que considerarlo tal como lopensamos nosotros, provistos de toda

    clase de conocimientos (que, sin embargo, no estn encerrados en la intuicin inmediata), como una especie de amplio reino de criaturasacuticas, o como el gran depsitode agua para las evaporaciones quellenan el aire de nubes para las tierras, o tambin como un elementoque, si bien separa unas de otraspartes del mundo, sin embargo haceposible entre ellas las mayores relaciones, pues todo eso proporcionano ms que juicios teleolgicos, sinoque hay que poder encontrar sublime el Ocano solamente, como lohacen los poetas, segn lo que laapariencia visual muestra; por ejemplo, si se le considera en calma,como un claro espejo de agua, limi

    tado tan slo por el cielo, pero sien movimiento, como un abismo queamenaza tragarlo todo. Eso mismoha de decirse de lo sublime y de lobello en la figura humana, en lacual nosotros no debemos referirnosa los conceptos de los fines para loscuales todos sus miembros estn all,como bases de determinacin del juicio, ni dejar que la conformidad con

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    ellos influya en nuestro juicio esttico (entonces ya no puro), aunquees, desde luego, una condicin necesaria tambin de la satisfaccin esttica el que no les contradigan. Lafinalidad esttica es la conformidada la ley del Juicio en su libertad. Lasatisfaccin en el objeto depende dela relacin en que queremos ponerla imaginacin, con tal de que pors misma entretnga el espritu enlibre ocupacin. En cambio, cuandoes otra cosa, sensacin de los sentidos o concepto del entendimiento,lo que determina el juicio, ste, si

    bien es conforme a la ley, no es, sinembargo, el juicio de una libre facultad del Juicio.

    As, pues, cuando se hable de belleza o sublimidad intelectual: primeramente, estas expresiones no sondel todo exactas, porque hay modosde representacin* estticos que sifuramos meramente inteligenciaspuras (o nos pusiramos tambin,

    por el pensamiento, en esa cualidad) , no podran encontrarse deningn modo en nosotros; segunda- mente, aunque antes, como objetosde una satisfaccin intelectual (moral), pueden, desde luego, enlazarsecon la satisfaccin esttica, en tantoen cuanto no descansan en intersalguno, sin embargo, es difcil unirlas, por otra parte, con ella, porque

    deben producir un inters, lo cual,si la exposicin ha de concordar enel juicio esttico con la satisfaccin,no ocurrira en ste ms que mediante un inters sensible que se enlaza con l en la exposicin, peroentonces se daa y se impurifica lafinalidad intelectual.

    El objeto de una satisfaccin intelectual pura e incondicionada es laley moral, en su fuerza, que ellaejerce en nosotros por encima de todos y cada uno de los mviles delespritu que la preceden; y como esafuerza no se da propiamente a conocer estticamente ms que por medio de sacrificios (lo cual es unaprivacin, aunque en favor de la interior libertad, y, en cambio, descu

    bre en nosotros una insondable profundidad de esa facultad suprasensible con sus consecuencias, que seextienden adonde ya no alcanza lavista), resulta que la satisfaccin,considerada en la parte esttica (enrelacin con la sensibilidad), es negativa, es decir, contra ese inters,pero en la intelectual es positiva yunida con un inters. De aqu se deduce que el bien (el bien moral)intelectual, conforme en s mismo afin, debe representarse, no tantocomo bello, sino ms bien como sublime, de suerte que despierta ms

    el sentimiento del respeto (que desprecia el encanto) que el del atpory la ntima inclinacin porque la naturaleza humana concuerda conaquel bien, no por s misma, sinoslo por la violencia que la raznhace a la sensibilidad. Recprocamente, lo que llamamos sublime enla naturaleza, fuera de nosotros, otambin en la interior (verbigracia,

    ciertas emociones), se representacomo una fuerza del espritu paraelevarse por encima de ciertos obstculos de la sensibilidad por mediode principios morales,4 y por ellovendr a ser interesante.

    En esto ltimo voy a detenermeun poco. La idea del bien con emocin se llama entusiasmo. Este estado de espritu parece ser de tal

    manera sublime, que se opina generalmente que sin l no se puede realizar nada grande. Ahora bien: todaemocin5 es ciega, o en la eleccin

    4 En las tres ediciones dice humanos; pero desde Hartenstein, todoslos editores escriben morales. Adopto esta versin, aunque la de humanos poda adelantar muchas y buenas

    razones en su favor. (N. del T.)5 Las emociones se distinguen especficamente de las pasiones. Aqullasse refieren slo al sentimiento: staspertenecen a la facultad de desear, yson inclinaciones que dificultan o imposibilitan toda determinabilidad de lavoluntad mediante principios; aqullasson tormentosas y sin premeditacin:stas, perseverantes y reflexivas. As,la indignacin, como clera, es una

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    de su fin, o, aun cuando ste lo hayadado la razn, en la realizacin delmismo, porque es el movimiento delespritu que hace incapaz de organizar una libre reflexin de los principios para determinarse segn ellos.

    As, que de ning una manera puedemerecer una satisfaccin de la razn. Estticamente, empero, es el entusiasmo sublime, porque es una tensin de las fuerzas por ideas que danal espritu una impulsin que operamucho ms fuerte y duraderamenteque el esfuerzo por medio de representaciones sensibles. Pero (y estoparece extrao) la falta misma deemocin (apatheia, phlegma, in sig-nificatu bono) de un espritu quesigue enrgicamente sus principiosinmutables es sublime, y, en modomucho ms excelente, porque tienede su parte al mismo tiempo la satisfaccin de la razn pura. Unmodo semejante del espritu se llama slo noble, y esta expresin seaplica tambin despus a cosas; verbigracia, edificios, un traje, manerade escribir, actitud corporal, etc...,cuando stos producen, no tanto estupefaccin (emocin en la representacin de la novedad, que superalo que se esperaba) como admiracin (una estupefaccin que no cesaal perderse la novedad), lo cual ocurre cuando ideas sin intencin y sin

    arte concurren, en su exposicin,con la satisfaccin esttica.Cada una de las emociones de la

    especie enrgica, a saber: la que excita la consciencia de nuestras fuerzas para vencer toda resistencia (ani-mi stremii), es esttico- sublime; verbigracia, la clera, la desesperacinmisma (la indignada, pero no laabatida). Pero la emocin de la es

    pecie deprimente, la que nace del esfuerzo mismo para resistir un obje-

    emocin; pero como odio (deseo devenganza), es una pasin. Esta ltimano puede nunca y en ninguna relacinser llamada sublime, porque en la emocin, la libertad del espritu queda,desde luego, suspendida, pero en lapasin es anulada.

    to de dolor (animum languidum) ,no tiene en s nada de noble, peropuede contarse entre lo bello de laespecie sensible. De aqu que lossentimientos , que pueden crecer enfuerza hasta la emocin, sean tam

    bin muy diferentes. Se tienen sentimientos valerosos y se tienen tiernos. Estos ltimos, cuando crecenhasta la emocin, no sirven paranada; la inclinacin a ellos se llamasensiblera. Una pena de compasinque no admite consuelo, o en la que,cuando se refiere a desgracias imaginadas, nos sumimos deliberadamente hasta la ilusin, por la fantasa, como si fuera verdadera, muestra y hace un alma tierna, pero almismo tiempo dbil, que indica unlado bello, y puede, desde luego, serllamada fantstica, pero ni siquieraentusiasta. Novelas, dramas llorones,inspidas reglas de costumbres, que

    juegan con los llamados (aunque falsamente) sentimientos nobles, pero

    que, en realidad, hacen el coraznmustio, insensible para la severaprescripcin del deber, e incapaz detodo respeto hacia la dignidad dela humanidad en nuestra persona,hacia el derecho de los hombres (locual es algo totalmente distinto desu felicidad), y, en general, de todofirme principio; un discurso religioso, inclusive, que recomiende baja

    y rastrera solicitacin del fav or yadulacin, y que nos haga abandonar toda confianza en la facultadpropia para sentir el mal, en lugarde la firme resolucin de ensayarlas fuerzas que nos queden libres, apesar de toda nuestra debilidad paradominar las inclinaciones; la falsamodestia que pone en el despreciode s mismo, en el lagrimoso e hip

    crita arrepentimiento y en una concepcin de espritu meramente paciente, la cnica manera de complacer al ms alto ser, nada de eso secompagina siquiera con lo que puede contarse entre las bellezas, y mucho menos aun con la sublimidaddel modo iie ser del espritu.

    Pero los movimientos tempestuo

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    sos del espritu enlzanse con ideasreligiosas, bajo el nombre de edificacin, o con ideas que tienen uninters social, como slo pertenecientes a la cultura, y no puedentampoco, por muy gran tensin enque pongan la imaginacin, pretender al honor de una exposicin sublime, si no dejan tras s una disposicin de espritu que, aunque sloindirectamente, tenga influjo en laconciencia del propio vigor y de ladecisin para lo que lleva consigopura intelectual finalidad (para losuprasensible), pues si no, todos

    esos sentimientos pertenecern almovimiento, el cual se estima a causa de la salud. La agradable laxitud,que es la consecuencia de semejanteexcitacin mediante el juego de lasemociones, es un goce del bienestar,nacido del equilibrio, restablecidoen nosotros, de las diversas fuerzasde la vida, el cual, al cabo, viene aparar a lo mismo que aquel otro que

    los voluptuosos del Oriente encuentran tan deleitoso, al hacerse, pordecirlo as, amasar el cuerpo y oprimir y plegar msculos y articulaciones; slo que all el principio motorest, en gran parte, dentro de nosotros, y aqu, en cambio, totalmentefuera. Algunos creen haberse edificado por una predicacin all donde, sin embargo, nada ha sido construido (ningn sistema de buenasmximas), o haberse mejorado porun drama, cuando slo se sientenalegres de haber entretenido felizmente el fastidio. As, pues, lo sublime debe siempre tener relacincon el modo de pensar, es decir, proporcionar en mximas a las ideasintelectuales y de la razn una fuerza superior sobre la sensibilidad.

    No hay que temer que el sentimiento de lo sublime se pierda poresta manera de exposicin abstracta,que, en lo que toca a lo sensible, estotalmente negativa, pues la imaginacin, si bien, nada encuentra porencima de lo sensible, en donde se

    ueda mantener, se siente, sin em-argo, ilimitada, justamente por esa

    supresin de sus barreras; y esa abstraccin es, pues, una exposicin delo infinito, que por eso mismo, ciertamente, no puede ser nunca msque una exposicin meramente negativa, pero que, sin embargo, ensancha el alma. Quiz no haya en el libro de la ley de los judos ningnpasaje ms sublime que el mandamiento: No debes hacerte ningunaimagen tallada ni alegora alguna, nide lo que hay en el cielo, ni de loque hay en la tierra, ni de lo quehay debajo de la tierra. . . , etcter a . . . 6 Ese solo mandamiento pue

    de explicar el entusiasmo que elpueblo judo, en su perodo civilizado, sinti por su religin, cuando secompar con otros pueblos o conaquel orgullo que inspira el mahometismo. Lo mismo, exactamente,ocurre con la representacin de laley moral y de la capacidad de moralidad en nosotros. Es una preocupacin totalmente falsa la de que,

    si se la privase de todo lo que puede recomendarla a los sentidos, vendra entonces a llevar consigo noms que un consentimiento sin vida

    y fro y ning una fuerza o sentimiento motriz. Es exactamente lo contrario, pues all donde los sentidosno ven ya nada .ms delante de s,

    y, sin embargo, permanece imborrable la idea de la moralidad, que nose pued.e desconocer, ms bien seranecesario moderar el mpetu de unaimaginacin ilimitada, para no de

    jarla subir hasta el entusiasmo, que,por temor a la falta de fuerzas deesas ideas, buscar para ellas una ayuda en imgenes y en un pueril aparato. Por eso tambin han permitidogustosos los Gobiernos que se provea ricamente la religin de ese ltimo aditamento, y han tratado asde quitarle al sbdito el trabajo,pero al mismo tiempo la facultadde ampliar las facultades de su alma

    6 La cita est y se repite frecuentemente en la Biblia, xod., 20, 4; Deut.,4, 15, 20; Jos., 24, 14; Ps, 96, 7. (TV.del T.)

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    por encima de las barreras que se lepueden, imponer arbitrariamente, ymediante las cuales se le puede tratar fcilmente como meramente pasivo.

    Esa exposicin pura, elevadora delalma y meramente negativa, de lasensibilidad, no encierra, en cambio,peligro alguno de exaltacin, que esuna ilusin de querer v e r ms allde todos los lmites de la sensibilidad, es decir, soar segn principios(delirar con la razn), justamenteporque la exposicin en aqulla esmeramente negativa, pues la impo

    sibilidad de conocer la idea de libertad cierra el camino totalmente atoda positiva exposicin; pero la leymoral es, en nosotros, suficientemente y originariamente determinante,tanto que ni siquiera es permitidobuscar fuera de ella un motivo dedeterminacin. Si el entusiasmo secompara con el deliriot la exaltacines de comparar con la demencia, y

    esta ltima, entre todas, se acomodamenos que ninguna con lo sublime,porque es soadoramente ridicula.En el entusiasmo, como emocin, laimaginacin no tiene freno; en laexaltacin, como pasin incubada yarraigada, no tiene regla. El primero,es un accidente que pasa y que ataca a veces al entendimiento mssano; la segunda, una enfermedad

    que lo desorganiza.Sencillez (finalidad sin arte) es,

    por decirlo as, el estilo de la naturaleza en lo sublime, y tambin dela moralidad, que es una segunda(suprasensible) naturaleza; de staconocemos slo las leyes, sin poderalcanzar, mediante la intuicin, lafacultad suprasensible en nosotrosmismos que encierra el fundamentode esa legislacin.

    Hay que notar an que aunque Jasatisfaccin en lo bello, as como lade lo sublime, no slo se distingueconocidamente entre los otros juiciosestticos por la universal comunicabilidad, sino que tambin recibe poresa cualidad un inters en relacincon la sociedad (en donde se deja

    comunicar), sin embargo, la separacin de toda sociedad es considerada como algo sublime cuando descansa en ideas que miran ms all,por encima de todo inters sensible.Bastarse a s mismo y, por lo tanto,n necesitar sociedad, sin ser, sinembargo, insociable, es decir, sinhuirla, es algo que se acerca a losublime, como toda victoria sobrelas necesidades. En cambio, huir loshombres por misantropa. porque seles odia o por antropofobia (miedodel hombre), porque se les temecomo enemigos, es, en parte, feo y

    en parte, despreciable. Sin embargo,hay una (muy impropiamente llamada) misantropa, cuyas races suelenencontrarse, con la edad, en el espritu de muchos hombres que piensan bien, que en lo que se refiere ala benevolencia, es bastante filantrpica, pero que se aparta mucho, acausa de una larga y triste experiencia, de la satisfaccin en los hom

    bres: de sta son pruebas la tendencia al retiro, la aspiracin fantsticahacia un punto de la tierra alejadoo tambin (entre los jvenes) la felicidad soada de poder pasar suvida en un desierto desconocido delo restante del mundo con una pequea familia; de ella saben muybien hacer uso los escritores de novelas o imaginadores de robinsona-

    das. Falsedad, ingratitud, injusticia,lo pueril de los fines que nosotrosmismos tenemos por importantes ygrandes, y en cuya persecucin loshombres mismos se hacen unos aotros todo el mal imaginable, estntan en contradiccin con la idea delo que pudieran ser los hombres, siquisieran, y se oponen tanto al vivoanhelo de verlos mejores, que, parano odiarlos, ya que amarlos no sepuede, el renunciar a todas las alegras de la sociedad parece no serms que un pequeo sacrificio. Esatristeza, no sobre el mal que el destino dispone para otros hombres(cuya causa es la simpata), sino sobre el que ellos mismos se ocasionan (que descansa en la antipata

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    de principios), es sublime, porquedescansa eri ideas, mientras que laprimera, en todo caso, slo puedevaler como bella. El tan ingeniosocomo profundo Saussure, en la des

    cripcin de su viaje por los Alpes,dice de Bonhomme, una de las montaas saboyanas: A ll mismo domina una cierta inspida tristeza. Conoca, pues, una tristeza interesante,que mana de la vista de un desierto,en donde desearan hombres sumirsepara no or nada ms del mundo niaprender de l, pero que no debeser, sin embargo, tan inhospitalario

    que ofrezca para los hombres slouna penossima estancia. Hago estaobservacin solamente con la intencin de recordar que tambin laafliccin (no la tristeza abatida)puede contarse entre las emocionesvigorosas, cuando tiene su base enideas morales; pero cuando se funda en la simpata y, por tanto, esamable, pertenece tan slo a las emo

    ciones deprimentes, y as atraigo laatencin a la disposicin de espritu, que slo en el primer caso essublime.

    A hora se puede comparar con laexposicin trascendental, hasta aqullevada, de los juicios estticos, lafisiolgica, como la han trabajado

    un Burlce y muchos hombres penetrantes, entre nosotros, para veradonde conduce una exposicin meramente emprica de lo sublime y delo bello Burke,7 que, en ese modode tratarla, merece ser nombradocomo el autor ms distinguido, consigue, por ese camino (pg. 223 desu obr a), la solucin siguiente: queel sentimiento de lo sublime se fun

    da en el instinto de conservacin y

    7 S'sgn la traduccin alemana de suescrito Philosophische Untersuchungen ber den Ursprong unserer Begriffe vom Schnen und Erhabenen,Riga, bei Hartknoch, 1773; Investigaciones filosficas sobre el origen denuestros conceptos de lo bello y de losublime.

    en el miedo, es decir, en un dolorque, como no llega hasta la verdadera alteracin de las partes delcuerpo, produce movimientos que,limpiando los vasos, ms finos, o los

    ms groseros, de obstrucciones peligrosas o pesadas, se encuentran enestado de excitar sensaciones agradables, no ciertamente placer, sinouna especie de temblor satisfactorio,cierta paz que est mezclada con terror. Lo bello, que l funda en elamor (del cual, sin embargo, quiereconsiderar el deseo como separado),lo reduce (pginas 251-252) a el

    relajamiento, la distensin y embotamiento de las fibras del cuerpo, y,por tanto, un enternecimiento, desenlace, agotamiento; un sumirse,agonizar y disolverse de placeres.

    Y despus justifica ese modo deexplicacin, no slo en casos en que

    -la imaginacin se une al entendimiento, sino incluso en otros en quese une a una sensacin de los sen

    tidos, para despertar en nosotros,tanto el sentimiento de lo bello comoel de lo sublime. Como observaciones psicolgicas, esos anlisis de losfenmenos de nuestro espritu songrandemente hermosos, y proporcionan rica materia a las investigaciones preferidas de la antropologaemprica. No se puede tampoco negar que todas nuestras representa

    ciones, sean, del punto de vista objetivo,solamente sensibles, o sean totalmente intelectuales, pueden, sinembargo, subjetivamente, ir unidascon delete o con dolor, por muypoco que se noten ambos (porqueellas afectan del todo el sentimientode la vida, y ninguna de ellas, encuanto es modificacin del sujeto,puede ser indiferente), y hasta que,como opinaba Epicuro, el placer yel dolor son -siempre, en .ltimo trmino, corporales, aunque partan dela imagen y hasta de representaciones del entendimiento, porque lavida, sin sentimiento del rgano corporal, es slo consciencia de la propia existencia, pero no sentimientodel bienestar o malestar, es decir, de

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    la excitacin, de la suspensin delas facultades vitales, pues el espritu, por s solo, es todo vida (el principio mismo de la v ida), y las resistencias, las excitaciones, hay quebuscarlas fuera de l, y, sin embargo, en el hombre mismo, por lo tanto, en la unin con su cuerpo.

    Pero si la satisfaccin en el objeto se funda nicamente en el hecho de que ste deleita mediante encanto o emocin, entonces no se puede exigir a ninguna otra persona queest de acuerdo con el juicio esttico que enunciamos, pues sobre eso,

    cada uno interroga, con razn, slosu sentido privado. Pero entoncestoda censura del gusto cesa tambintotalmente, pues habra que hacerdel ejemplo ,que otros dan, por laconcordancia casual de sus juicios,una orden de aplauso para nosotros,

    y contra este principio, sin embargo,nos alzaramos probablemente, yapelaramos al derecho natural de

    someter el juicio que descansa en elsentimiento inmediato de la propiasatisfaccin, a nuestro sentido propio y no al de otros.

    A s, pues, si el juicio de gusto noha de valer como egosta, sino que,segn su naturaleza interior, es decir, por s mismo y no por los ejemplos que otros dan de su gusto, hade valer necesariamente como pluralista; si se le estima de tal modoque se pueda pedir al mismo tiempoque cada cual deba adherirse a l,entonces tiene que tener a su basealgn principio a priori (subjetivou objetivo), al cual no se puede llegar nunca acechando leyes empricas de modificaciones del espritu,porque stas no dan a conocer msque cmo se juzga, pero no mandancmo se debe juzgar, y aun de talmodo, que la ley sea incondiciona-da; esto es lo que los juicios de gusto presuponen al pretender que la satisfaccin vaya inmediatamente unida con una representacin. As,pues, la exposicin emprica de los

    juicios estticos puede, desde luego,constituir el comienzo para propor

    cionar la materia para una investigacin ms alta; pero una explicacin trascendental de esa facultades, sin embargo, posible, y pertenece esencialmente a la crtica del gusto, pues, sin tener ste principios apriori, le sera imposible regir los

    juicios de otros y fallar sobre ellos,aunque slo fuera con alguna apariencia de derecho, por medio desentencias de aprobacin o reprobacin.

    Lo que aun queda de la analticadel Juicio esttico est encerrado,ante todo, en la

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    E ST TI COS PU R OS

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    La deduccin de los juicios estticossobre los objetos de la naturalezano puede ser aplicada a la que en

    sta llamamos sublime, sino slo alo bello

    La pretensin de un juicio esttico a una validez universal para cadasujeto exige, como todo juicio quedebe apoyarse en algn principio apriori, una deduccin (es decir, legitimacin de su pretensin) quedebe an aadirse a la exposicin

    del mismo, cuando se refiere a unasatisfaccin o desagrado en la formadel objeto, y de esta clase son los

    juicios de gusto sobre lo bello de lanaturaleza, pues la finalidad tieneentonces su base en el objeto y suforma, si bien no muestra la relacin de ste con otros objetos segnconceptos (para el juicio del conocimiento) , sino slo se refiere a laaprehensin de esa forma, en cuanto sta se muestra conforme en elespritu, tanto con la facultad de losconceptos como con la de la exposicin de los mismos (que es la mismaque la de la aprehensin). Pudese,pues, tambin, en lo que toca a lobello de la naturaleza, alegar cuestiones de diversa ndole, que se re

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