Katz, C. - Controversias sobre la revolución [2009]

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    71I. Introduccin

    La revolucin ue un tema de reexin pre-dominante en Amrica Latina durante la mayorparte del siglo XX. Esta centralidad decayabruptamente en los aos 90 como consecuen-cia del colapso de la URSS, la expansin delconstitucionalismo y el auge del neoliberalis-mo. En un clima de hegemona del pensamien-to conservador, la revolucin ue expurgada del

    lenguaje poltico. Se convirti en un concepto

    censurado en la academia, olvidado por los

    medios de comunicacin y eludido por muchos

    intelectuales.

    Esta proscripcin ha quedado recientemen-te erosionada y el trmino ha sido reincorpo-rado al lxico corriente de varios pases. ieneuso cotidiano en Venezuela, recuper legitimi-dad en Bolivia, adopta reerencias ciudadanas

    en Ecuador, motiv importantes controversias

    en Argentina durante la sublevacin del 2001 y

    persiste cmo un concepto central de la sociedad

    cubana.

    La revolucin es tema insoslayable si se buscaesclarecer quin maneja el estado y no slo quinpreside un gobierno. Permite explicar cmo se

    obtiene, mantiene o pierde el poder. Su debatecoloca las grandes disyuntivas estratgicas en elcentro de la escena. La revolucin es necesaria,conveniente o actible en la actualidad? Quormas y variedades presenta en la era contem-pornea? Es un acontecimiento perimido otender a irrumpir en el uturo?

    II. La cruzada en Amrica Latina

    A principios de los aos 90 los intelectuales

    alineados con el establishment recibieron conentusiasmo la renuncia a la revolucin procla-mada por varios lderes de la izquierda regional.Festejaron la derrota sin clemencia del so-cialismo y el abandono de este proyecto comouna etapa distinta de historia mundial. Presa-giaron, adems, que los triunos del capitalismo,

    los xitos de Estados Unidos y la declinacin derebeliones populares determinaran un uturo

    CONTROVERSIAS SOBRE

    * El siguiente artculo forma parte del libro: Katz Claudio. Las disyuntivas de la izquierda en Amrica Latina.Editorial Luxemburg, Buenos Aires (aparicin a principios del 2008).** Economista, Investigador, Profesor. Miembro del EDI (Economistas de Izquierda). Su pgina web es: www.lahaine.org/katz

    Claudio Katz**

    LA REVOLUCIN*

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    sin marxistas1.Estas caracterizaciones han quedado des-

    mentidas por el curso de los acontecimientos.Desde principio de la dcada los derechistas handebido lidiar con la crisis del modelo neoliberal,el retroceso de los gobiernos conservadores y elresurgimiento de los levantamientos sociales.

    Los deensores del status quo arontanel racaso del ALCA, el estancamiento de lostratados de libre comercio y la prdida de inicia-tiva diplomtica del Departamento de Estado.Sus elogios al neoliberalismo chocan con lacrisis de las privatizaciones y los neastos resul-tados de la desregulacin.

    Los apologistas del capitalismo anuncia-ron el fn de la protesta popular en coinciden-cia con el caracazo y poco antes del levanta-miento zapatista. Anticiparon la pasividad delos oprimidos cundo comenzaban las grandesrebeliones de Bolivia, Ecuador, Venezuela yArgentina. Estos desaciertos se han extendidoa su celebracin de un uturo sin marxistas,que ha quedado opacada por la reciente reacti-

    vacin del pensamiento de izquierda.Los conservadores afrman que la revolucin

    perdi sentido al extinguirse las esperanzas en unmundo mejor2. Pero esta percepcin pesimistaue expuesta para avalar los viejos postuladosreaccionarios. Afrmaron que el orden vigentees inmodifcable, que el capitalismo perdurarhasta la eternidad y que los oprimidos se resig-narn a padecer la injusticia. Fundamentaronestas tesis con argumentos antropolgicos, con-sideraciones religiosas y creencias vulgares.

    Pero esa mirada no slo imposibilita el so-cialismo sino cualquier propuesta de cambio,

    ya que presupone la inmutabilidad del ordenvigente. Semejante reno de la historia es tanilusorio cmo el reciclaje interminable del capi-talismo. Es mucho ms utpico suponer que unrgimen social puede auto-recrearse indefni-damente, que imaginar su reemplazo por algnotro sistema.

    III. Objeciones primitivas

    La crtica derechista a la revolucin se inspiraen viejas teoras conspirativas. Los villanos de laguerra ra (agitadores comunistas y soviticosinfltrados) han sido reemplazados por terro-

    ristas y undamentalistas, pero el libreto no hacambiado. Los conservadores siempre percibenla mano de algn extremista en el estallido decualquier convulsin, que contraponen con elespritu moderado de los trabajadores.

    Su paranoia se basa en un supuesto de esta-bilidad, normalidad y equilibrio del capitalismo.Suponen que este sistema es slo perturbado porla accin de alguna uerza exterior a la dinmicade este rgimen y consideran que las subleva-ciones son aberraciones ocasionales. Es evidenteque esta mirada no puede aportar ninguna idearelevante al anlisis de la revolucin.

    Otros autores derechistas atribuyen el

    descontento revolucionario al malestar queacumulan los individuos rente a una pesadacarga de rustraciones. Recurren a un modelo

    volcnico de tensin creciente, para describircmo el agravamiento de las desventuras perso-nales genera rebeliones masivas3.

    Pero esta atencin a las motivaciones indi-viduales deja de lado las causas sociales que de-terminan la insubordinacin popular. Las con-cepciones elitistas no indagan cmo la opresinde una minora adinerada desata resistencias

    del grueso de la poblacin, sino que reducenestas reacciones a una sumatoria de irritacionesparticulares. Las contradicciones, los conictos

    y las tensiones sociales son vistos a travs deun microscopio que investiga el desamparo, laangustia o la desilusin personal.

    Por ese camino la dinmica de la revolucinresulta inexplicable, ya que los grandes aconte-cimientos sociales siguen un patrn de accincolectiva muy distinto al malestar o al despechopersonal. La revolucin es un enigma irresolu-ble para quines desconocen causas polticas ycontextos histricos. Al ignorar estos determi-nantes establecen alsas analogas con el vanda-lismo o la violencia irracional. Nunca registranque cualquier revolucin pone siempre en

    juego la legitimacin de derechos y demandaspopulares.

    Esta omisin de las motivaciones polticasimpide explicar el liderazgo social de estosacontecimientos. Ese protagonismo no es habi-

    tualmente asumido por las principales vctimasde una injusticia, sino por los sectores conmayor capacidad de intervencin poltica. Elpadecimiento extremo recuentemente origina

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    un grado de desesperacin que conduce a la im-potencia. Por esta razn los sectores explotadosque encabezan las sublevaciones, no soportanhabitualmente situaciones tan oprobiosas. Laproporcionalidad entre surimiento y rebelinque imaginan los elitistas no se ha verifcadonunca.

    Las caracterizaciones derechistas ms com-pasivas resaltan ciertas conexiones de las revo-luciones con la pobreza. Pero suelen omitir queel rechazo de la desigualdad tiene una gravita-cin equivalente o superior en el desencadena-miento de esos estallidos. Estos levantamientosrecuentemente irrumpen cundo se vulneran

    derechos ya conquistados, o se afanza la injustadistribucin de los recursos existentes, es decirque estallan con antelacin al agravamiento dela miseria. Las masas reaccionan contra unasituacin intolerable en uncin de su propiaescala de valores. No existe un patrn quedetermine a priori, cules son las agresiones quedesencadenan esa insubordinacin4.

    Las revoluciones slo pueden explicarse concriterios polticos. Las generalizaciones sociol-gicas que atribuyen su estallido al desconcierto

    provocado por la modernizacin o a la erosinde los valores tradicionales, no aclaran por qurazn estos alzamientos se verifcan en ciertoslugares, pases y coyunturas. Estos estallidos seconsuman cuando las transormaciones socialessocavan la autoridad de las clases dominantes,quiebran la hegemona poltica de los poderosos,desatan crisis econmicas de envergadura oacrecientan la organizacin de los explotados.Indagar estas condiciones histrico-polticas esla nica orma de aproximarse al problema.

    IV. Cuestionamientos gradualistas

    Algunos idelogos conservadores estimanque las revoluciones son reminiscencias de unpasado preconstitucional, que han perdido

    vigencia con el fn de muchas monarquas ydictaduras. Pero las revueltas populares no hanrespetado -especialmente en Amrica Latina-esta estricta separacin entre ormas tirnicas

    y republicanas. Los alzamientos registrados enla regin confrman que las sublevaciones cons-tituyen no slo reacciones rente a regmenespolticos opresores. ambin son levantamien-

    tos contra los atropellos sociales, que genera elcapitalismo y agrav el neoliberalismo.

    Los tericos del social-liberalismo ignoranestas tendencias y proclaman que la revolucinha desparecido sin dejar rastros, en la nuevaera de la globalizacin. Atribuyen esta declina-cin a la atenuacin de los conictos sociales y ala disipacin de las enemistades polticas5.

    Pero cualquier vistazo a lo ocurrido en lasltimas dcadas desmiente esa percepcin. Sise acepta que la revolucin depende de contra-dicciones econmicas irresueltas y de tensionessociales acentuadas, es muy dicil cuestionarsu vigencia bajo el capitalismo actual. Presenta

    nuevos ritmos, ormas y localizaciones, perono es sensato descartarla con argumentos decreciente convivencia entre adversarios.

    Algunos pensadores tambin relativizan laimportancia de la revolucin en el pasado mo-nrquico. Afrman que esos acontecimientoscoronaron modifcaciones ya perpetradas conantelacin en orma pausada. Resaltan la conti-nuidad de los procesos histricos y quitan tras-cendencia a los grandes giros histricos6.

    Pero si estos acontecimientos se limitaran

    a concluir una obra ya realizada careceran derelevancia y seran olvidados. Perduran en lahistoria porque introducen uertes virajes enevoluciones histricas incompletas u obstrui-das. Las revoluciones estallan para resolverestas carencias. Son episodios traumticos queaparecen rente a la subsistencia de problemasirresueltos. Su estallido nunca es arbitrario,puesto que irrumpen para suturar desarrollosinacabados.

    La presentacin de la revolucin cmo unacontecimiento secundario de procesos ya con-sumados se apoya en criterios atalistas. Suponeque el desenvolvimiento histrico mantiene unpatrn semejante en ausencia o presencia de esasirrupciones, desconociendo cmo estas eclosio-nes modifcan el curso de los hechos. Las revo-luciones no son inoensivas. Lejos de colocarun simple sello a confguraciones sociales yadefnidas revierten ciertas tendencias y defnenel resultado de grandes encrucijadas histricas.

    Algunos autores estiman que la gravitacinde las revoluciones ha sido exagerada, con sumistifcacin cmo momentos de iluminacindel uturo. Partiendo de esta caracterizacin

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    convocan a abandonar el modelo jacobino y lacentralidad ontolgica, que tradicionalmentese le asign a la revolucin cmo instancia un-dacional de la sociedad7.

    Pero con esta visin olvidan que el impactolegado por 1789 y 1917 no es arbitrario. Estosepisodios condujeron respectivamente al pre-dominio de la burguesa y al primer ensayo deconstruccin socialista. Por estas consecuenciasde gran alcance impactaron en la memoria demuchas generaciones, mediante tradiciones quehan resistido el paso del tiempo. Las fguras,hroes y conmemoraciones que generaron estosacontecimientos no son caprichos de la imagi-

    nacin. Recuerdan hechos que trastocaron eldestino de millones de individuos.La alergia a la revolucin impide compren-

    der este impacto. Conduce a suponer que lainuencia de estos episodios ha sido magni-fcada, cmo si la historia de las sociedadesuera un relato raguado. Esta visin ignora elque algunos mitos persisten en la imaginacincolectiva por su contacto con la realidad con-tempornea. Frecuentemente las viejas revolu-ciones son conmemoradas por su relacin con

    encrucijadas actuales.El rechazo a la revolucin se inspira en con-

    cepciones gradualistas que resaltan la preemi-nencia de patrones de cambio histrico pausado.Este evolucionismo observa a esas convulsionescomo momentos de obstruccin transitoria, quetienden a disiparse junto al reestablecimiento delequilibrio natural de la sociedad. La metorade la febre o de la tormenta es recuentementeutilizada para describir estos desajustes tempo-rales.

    Pero estas comparaciones olvidan que lasenermedades y los cataclismos climticos noson equivalentes a las conmociones sociales.La accin humana racional tiene un papelmucho ms signifcativo en este ltimo tipode irrupciones. Los derechistas no distinguenesas dierencias porque presuponen la salubri-dad natural del capitalismo. Por eso identifcana la revolucin con un estado enermizo. Msadecuado sera invertir la metora y observar

    a ese acontecimiento como un doloroso trata-miento que tiende a extirpar los padecimientosgenerados por la competencia, el benefcio y laexplotacin.

    El gradualismo ignora la existencia de pe-ridicas disrupciones en el desarrollo de las so-ciedades. Conunde el carcter inrecuente delas revoluciones con su invalidez y desconocela uncin histricamente progresiva que hancumplido las sacudidas que allanaron el caminopara remover regmenes polticos y sistemassociales opresores.

    V. Marxistas y estructuralistas

    anto el marxismo como el estructuralis-mo estiman que las revoluciones son procesoshistrico-sociales. Pero el primer enoque

    atribuye ese estallido a la conuencia de con-tradicciones objetivas del capitalismo con in-tervenciones subjetivas de las masas, en ciertascondiciones, pases y circunstancias. Consideraque el resultado de esos episodios se dirime enun choque por el control del estado, que oponea las clases sociales en disputa por el poder. Larevolucin es un momento decisivo de procesosms prolongados, que defnen quin orientar eldesenvolvimiento de la sociedad8.

    La concepcin estructuralista indaga la

    relacin de las grandes revoluciones clsicas(Francia 1789, Rusia 1917, China 1949) concrisis polticas precipitadas por convulsionesexternas y revueltas campesinas. Al igual que elmarxismo polemiza con la descalifcacin dere-chista de estos episodios y objeta su reduccin amotivaciones individuales9.

    Pero varias dierencias signifcativas separana ambas concepciones. El estructuralismoocaliza la indagacin en los aspectos objetivos eimpersonales de las sublevaciones, en desmedrodel rol jugado por los sujetos. Cuestiona el vo-luntarismo y la ingenuidad de los seguidores deMarx, que a su juicio dispensan excesiva atencinal rol de los participantes en cada cambio revo-lucionario10.

    Pero esta objecin conduce a diluir la rele-vancia de estos actores, que se ha potenciadoa medida que las revoluciones se transorma-ron en grandes acontecimientos de masas. Estagravitacin de los oprimidos se increment es-

    pecialmente en el siglo XX, junto a irrupcionesque expresaron proyectos polticos populares yormas de liderazgo u organizacin de los ex-plotados.

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    El marco objetivo -que indaga el estructu-ralismo- slo condiciona la posibilidad de lasrevoluciones. No defne la concrecin de estosacontecimientos, ni determina sus resultados. Lavoluntad, decisin, inclinacin poltica o ideologade los sujetos actuantes imponen desenlaces muydiversos a esos episodios. El marxismo resaltaesta centralidad, en su anlisis de la revolucincomo un producto de la lucha de clases.

    Este enoque evita las limitaciones de lavisin objetivista que tiende a presentar a losartfces de las grandes convulsiones cmo eje-cutantes pasivos de procesos ya predetermina-dos. La mirada estructural impide especialmen-

    te evaluar las luchas y los conictos polticos delas revoluciones contemporneas que buscaroncrear una sociedad liberada de la explotacin yla desigualdad11.

    La visin marxista considera que la revolu-cin es un alzamiento desde abajo que se gene-raliza con la adopcin de diversos mtodos delucha. Este tipo de levantamientos se ubica enlas antpodas de los cambios administrados porlos opresores desde la cpula del estado, que re-cuentemente han sido denominados revolucio-

    nes por arriba. Este concepto alude a procesosde modernizacin poltica, desplazamiento deoligarquas o desarrollos industriales que estnsujetos a dinmicas muy distintas a cualquierrevolucin genuina.

    Los marxistas identifcan la revolucin con elingreso masivo de los explotados a la accin polticadirecta. En cambio los estructuralistas fjan elorigen de esos estallidos en rivalidades militaresque oponen a las grandes potencias. Estiman quela concurrencia de las elites nacionales por eldominio del planeta precipitaron esas convulsio-nes al generar crisis, devastaciones o guerras.

    Esta causalidad puede rastrearse ennumerosas trayectorias, pero no orece una ex-plicacin general de las revoluciones. Ignora laespecifcidad de estos acontecimientos comoextensiones de la protesta por abajo. En lugar de

    valorar esta accin, la visin estructural indagael comportamiento de las elites y pierde de vistael sentido principal de estos episodios.

    El marxismo subraya tambin el basamentode las revoluciones en crisis del capitalismo,que se dirimen en enrentamientos entre clasessociales. Destaca que la transormacin revolu-

    cionaria que acompa al surgimiento de estesistema dej atrs un patrn precedente deevolucin ms continua. Esa dinmica menosdisruptiva marc por ejemplo el paso de la es-clavitud al eudalismo, que se consum sincortes histricos ntidos a travs de la prolonga-da conversin de los dueos de esclavos en do-minadores de siervos. Las invasiones, guerras yconictos externos determinan en gran medidael resultado de los procesos precapitalistas, queno incluan revoluciones en el sentido contem-porneo del trmino.

    La visin estructuralista comparte muchosaspectos de este enoque, pero enatiza otros

    rasgos. Destaca especialmente cmo las revolu-ciones se consumaron bajo el acicate de buro-cracias nacionales, que han rivalizado por la su-premaca internacional. El rol de este segmentoes realzado siguiendo una caracterizacinweberiana, que asocia la gravitacin de estosuncionarios con la expansin de sus normasde gestin a todos los mbitos y espacios de lasociedad12.

    Este enoque divorcia el rol de la burocraciadel comportamiento general de las clases domi-

    nantes. Ilustra acertadamente cmo la ambicinde poder de los generales, administradores ygerentes desata conictos internacionales quepueden desembocar en revoluciones. Pero omiteconsiderar que estos procesos se desarrollan enconcordancia con los objetivos de los industria-les, terratenientes o banqueros que manejan losresortes econmicos de cada pas. Es cierto quelas elites gobiernan con autonoma de los grandespropietarios de los medios de produccin, perosiempre actan en sintona con sus intereses.Incluso los choques entre ambos sectores sedesenvuelven en un marco de opresin comnsobre los explotados.

    La ptica estructuralista observa con deteni-miento las tensiones por arriba, sin percibir lasreacciones por abajo. Este abordaje deriva de una

    visin del estado como mbito de competenciaentre las elites, que no toma en cuenta la uncinopresiva de este organismo al servicio de todoslos dominadores. Al ignorar este contenido de

    clase, tampoco registra de qu orma la accincoercitiva de esta institucin para benefciar alos capitalistas, determina el estallido de las re-

    voluciones sociales.

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    VI. Una distincin esencial

    El marxismo establece una dierenciacentral entre las revoluciones burguesas y so-

    cialistas. Mientras que el primer tipo de eclo-siones apunt entre los siglos XVII y XIX aorjar el capitalismo, la segunda modalidadde estallidos busc a partir de entonces erigirregmenes igualitarios, mediante la implanta-cin de la propiedad colectiva de los medios deproduccin.

    Ambas revoluciones se han orientado allogro de metas signifcativamente distintas. Lasrevoluciones burguesas tendieron a renovar ladominacin mediante cambios en la orma de

    explotacin, pero sus equivalentes socialistasbuscaron erradicar la opresin social. En este

    plano esencial 1789 difere de 1917.Los proyectos anticapitalistas exigen niveles

    ms elevados de conciencia poltica y tiendena desenvolverse en un radio ms vasto deaccin geogrfca. Mientras que las revolucio-nes burguesas tuvieron primaca nacional, suspares socialistas presentan un alcance histricomundial. En el primer caso se amoldaron a la

    ormacin de estados en pases controlados porclases capitalistas y en la segunda variante hantendido a avorecer los intereses internacionalesconvergentes de todos los explotados13.

    Los estructuralistas objetan esta dierencia-cin entre revoluciones burguesas y socialistas,afrmando que no esclarece la especifcidad deestos acontecimientos. Rechazan esa clasif-cacin y propugnan el uso de otras categorasanalticas14.

    Pero al omitir esta distincin diluyen lospropsitos histricos bsicos de cada alza-miento. Ignoran que las revoluciones burguesasapuntaron a erigir el capitalismo y que suscontrapartes socialistas aspiraron a erradicareste sistema. Ms all del resultado de ambosprocesos, esta dierencia constituye un punto departida esencial para comprender las metas, los

    programas y los sujetos sociales que participan

    en cada revolucin.Algunos autores resaltan otras clasifcacio-

    nes de la revolucin para distinguir las ormasde la accin colectiva, los contextos econmicosde largo plazo, los patrones de acumulacin olos marcos institucionales singulares15.

    Pero las precisiones que aportan estoselementos dependen de su incorporacin auna dierenciacin bsica entre revolucionesburguesas y socialistas. Se puede recurrir amuchos criterios complementarios para ilustrarsituaciones, comparar acontecimientos yexplicar peculiaridades. Pero estos parmetrosno aclaran cules son las uerzas sociales queimpulsan cada revolucin, ni indican qu tipode regmenes surgen de esas conmociones.

    Esta carencia tampoco se supera con estudiosdetallados de las recuencias o modalidadesque asumieron las revoluciones. La exposicinminuciosa de estos hechos acrecienta el conoci-

    miento de los acontecimientos, pero no resuelvelos dilemas conceptuales. Distinguir las revolu-ciones burguesas de las socialistas es la base deesta indagacin. Ambos conceptos defnen si laacumulacin capitalista o la igualdad social realsern las metas de un alzamiento y si los domi-nadores o dominados sern los sujetos protag-nicos de estos procesos.

    El enoque estructuralista tiende, por otraparte, a observar a las revoluciones como acon-tecimientos del pasado. Divide a la historia en un

    perodo de convulsiones clsicas (tres siglos) yotra ase contempornea de levantamientos msinciertos. Cmo las explicaciones que aplica a laprimera etapa no son proyectadas a la segunda,la consistencia general de toda la explicacinqueda muy resentida. Una interpretacin delas revoluciones que congela la historia en dosbloques separados presenta evidentes lagunas16.

    Esa visin considera, adems, que la revolu-cin ha perdido actualidad cmo resultado dela autonoma creciente del estado rente a lasconvulsiones sociales. Remarca la capacidad deeste organismo para amortiguar esos conic-tos y estima que las elites contemporneas hanatenuado el peligro revolucionario, al acotarsus rivalidades militares. Pero olvida que esaeventual convivencia no elimina la causa perdu-rable de la revolucin, que es la insatisaccinpopular con el orden vigente.

    Los marxistas analizan todas las revolucio-nes con la vista puesta en el uturo. Por esta

    razn prestan tanta atencin a los xitos, cmo alos racasos, derrotas u oportunidades perdidas.El propsito es discutir siempre caminos haciala emancipacin social17.

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    En cambio el enoque estructuralista slocontrasta las grandes revoluciones exitosas

    y allidas, en uncin de su impacto sobre eldesarrollo de las elites. Con esta intencincompara las victorias (Francia 1789, Rusia1917, China 1949), con los racasos (Inglaterra,Japn, Alemania entre los siglos XVII y XIX).Realza, adems, este contraste considerandoun espectro fjo de causas y condicionamien-tos objetivos, sin notar cmo las revolucionesmodifcan estos contextos. Al identifcar a lasrevoluciones con la desconexin uncional deun sistema sustrae a estos acontecimientos dela historia real.

    Pero las debilidades del enoque estruc-turalista tambin provienen de una posturametodolgica, que sita al analista de la re-

    volucin cmo un observador imparcial y nocomprometido con los sucesos que investiga.Desde ese sitial no se puede detectar lo quebuscan, quieren o demandan los artfcespopulares de una gran convulsin social. Elhistoriador siempre est involucrado con lasimplicaciones polticas de los procesos queanaliza y conviene plenamente asumir esas

    consecuencias.

    VI. El ejemplo latinoamericano

    Las revoluciones burguesas y socialistas co-rresponden a pocas distintas y presentan pecu-liaridades regionales muy marcadas en el casolatinoamericano. El primer tipo de eclosionessurgi en esta regin junto al movimiento in-dependentista. Fue impulsada por una luchacontra el enemigo monrquico externo y nopor batallas internas contra la nobleza. Esteproceso comenz con las guerras que doblega-ron al colonialismo rancs (1790-1824), espaol(1809-1824) y portugus (1817-1822) y continodurante un siglo de enrentamientos entresectores conservadores y liberales. Esta segundapugna concluy a principio del siglo XX con larevolucin mexicana.

    La revolucin burguesa no logr consumar-al cabo de esa prolongada etapa- las transor-

    maciones polticas y sociales que caracteriza-ron a los procesos clsicos de Francia o EstadosUnidos. El xito temprano de la independen-cia permiti a Latinoamrica liberarse de la

    opresin colonial, cuando el resto de perieriarecin comenzaba a soportar esa sujecin.Pero esta conquista no alcanz para impedirel sometimiento econmico de la regin a lasgrandes potencias.

    Esta dependencia se afanz con la gene-ralizacin de los enclaves exportadores, quemanejaron los terratenientes criollos en asocia-cin con el capital extranjero. Con la consoli-dacin de las haciendas, el despilarro de lasriquezas naturales, la sujecin fnanciera y laimportacin de manuacturas qued soocadala acumulacin endgena, la industrializacin

    y el desarrollo de los mercados internos. Estos

    bloqueos rustraron la concrecin de las princi-pales metas de la revolucin burguesa.Las guerras civiles post-coloniales reor-

    zaron la confguracin clasista oligrquica detoda la regin. Especialmente el triuno de laselites aristocrticas rente a los grupos liberalesacentu el poder de los terratenientes librecam-bistas hostiles al proteccionismo industrial. Larevolucin burguesa qued a mitad de caminoa partir de ese desenlace. Los sectores quepromovan la distribucin de las tierras, el uso

    productivo de la renta minera y el desarrollomanuacturero perdieron la partida. ambinueron aplastados los movimientos localistas(Artigas, Gaspar Francia) opuestos a las sub-metrpolis regionales y las vertientes jacobinas(Moreno, Monteagudo, Sucre), que aparecieronen numerosas localidades.

    Este ahogo obedeci en gran medida alpnico que exhibieron las elites criollas rente ala irrupcin popular. Fue un temor muy visibledesde el estallido de las primeras sublevacionesindgenas con demandas sociales (upac Amaru)

    y las grandes levantamientos autnomos de losoprimidos (como la insurreccin de los esclavosen Hait). El conservadurismo de las elites seacrecent en proporcin a estas experienciasplebeyas radicales18.

    La revolucin burguesa desemboc duranteel siglo XIX en dos procesos contradictoriosde independencia nacional y atropello a losindgenas, negros y pobres. Junto a la revolucin

    poltica se desenvolvi una contrarrevolucinsocial, que coloc a las masas populares en unadoble situacin de protagonistas y vctimas de lalucha anticolonial.

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    Los esbozos de expansin capitalista com-petitiva y pujante quedaron obstruidos primeropor la preeminencia oligrquica y posteriormen-te por la recolonizacin imperialista de EstadosUnidos en Centroamrica y Gran Bretaa en elCono Sur. Desde la segunda mitad del siglo XIXse consum un importante avance de la apro-piacin ornea de los recursos naturales, querecort drsticamente los mrgenes de la inde-pendencia poltica.

    La reocupacin de territorios (Puerto Rico,Nicaragua, Hait, Panam), captura de aduanas(Santo Domingo), manejo del petrleo (Mxico),dominio de las minas (Per, Bolivia, Chile),

    control de los errocarriles (Argentina, Uruguay)y subordinacin fnanciera (Brasil) introdujeronnuevos impedimentos al desarrollo autnomode Amrica Latina. Esta sujecin externa noanul la independencia ormal de la zona, peroredujo signifcativamente su alcance real.

    El perodo de la revolucin burguesa quedcerrado a principio del siglo XX, sin haberlogrado gestar el ruralismo competitivo yla industrializacin intensiva, que hubieranpermitido un desarrollo acelerado y semejante

    al observado en Estados Unidos. Este cursono impidi, ni disuadi el avance del capitalis-mo, pero condujo a un desenvolvimiento desdearriba, basado en latiundios improductivos,crecimiento extensivo y escaso poder adquisi-tivo del grueso de la poblacin. Por esa va seafanz el encasillamiento de Amrica Latinadentro del gran pelotn internacional de zonasperiricas.

    Los pobres resultados de la revolucinburguesa en Amrica Latina explican esainsercin y la traumtica modalidad queasumieron todas las crisis posteriores. Si elconcepto de revolucin burguesa es ignoradoresulta muy dicil comprender este curso queha seguido la regin.

    VII. Fin de un perodo histrico

    La mayor parte de las revoluciones burguesasen el mundo se agotaron a fnes del siglo XIX.

    Desde ese momento el grueso de las clases capi-talistas tendi a eludir los conictos abiertos consus viejos rivales de la nobleza por temor a losdesbordes populares. Abandonaron el camino

    de 1789 y suscribieron compromisos con los te-rratenientes, los aristcratas y los monarcas, afn de asegurar la estabilidad de la acumulacin.La revolucin burguesa perdi aplicacin con-tempornea19.

    Esta obsolescencia implica que el estableci-miento del capitalismo -a partir de una rupturaradical con los regmenes precedentes- se trans-orm en un hecho del pasado. Con el afanza-miento de ese modo de produccin se acrecentla hostilidad de la burguesa hacia cualquieralteracin abrupta del status quo. El temor aldescontrol de las luchas sociales se convirti enla preocupacin central de todos los dominado-

    res.Este fn de la era burguesa revolucionariacoincidi en Amrica Latina con la asociacinde grupos industriales y terratenientes en lagestin de un nuevo modelo de dominacin.Este giro no ue sin embargo percibido por losautores que continuaron postulando la vigenciade revoluciones democrtico-burguesas. Con-

    vocaron reiteradamente a consumar este tipode levantamientos, sin registrar el carcter in-adecuado de ese concepto para retratar a las

    revoluciones de la nueva centuria. Ignoraron elperfl ya hegemnico de los sistemas capitalis-tas vigentes en la regin y la oposicin rontalde la burguesa rente a cualquier levantamientosocial.

    anto la revolucin mexicana (1910) cmo laboliviana (1952) se ubicaron uera de la rbitaburguesa. Las demandas sociales de los cam-pesinos (Mxico) o los obreros (Bolivia) y lasbanderas anti-oligrquicas y antiimperialistasplanteadas en esos levantamientos estuvieroncompletamente alejadas del ciclo burgus20.

    La vieja revolucin de las luces perdi sentidocmo peldao del desarrollo capitalista y lasclases dominantes optaron por distintas variantesde modernizacin basadas en la reglamentacino el atropello de las demandas populares. Apro-vecharon el reujo o agotamiento de cualquierirrupcin social para relanzar la acumulacin ybuscaron arremeter contra las masas, antes deinaugurar una etapa de inversin y crecimiento.

    La primera variante se observ durante losdistintos ensayos de desarrollistas de post-guerray la segunda opcin ha primado bajo el neolibe-ralismo. Es muy signifcativo lo ocurrido con

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    Controversias sobre la revolucin

    Pinochet, ya que Chile ha sido el pas latinoame-ricano que registr mayores transormacionescapitalistas en el ltimo cuarto de siglo. En estecaso el relanzamiento de la acumulacin estuvontidamente asociado con una embestida reac-cionaria. Todas las variantes de desarrollo capi-talista actual excluyen a la revolucin burguesa.

    VIII. Variedad de revoluciones

    El fn del primer ciclo histrico burgus noabri una automtica sucesin de convulsiones so-cialistas. Ninguna revolucin estall en el siglo XXpersiguiendo objetivos inmediatos anticapitalistas.

    Algunas sublevaciones apuntaron a eliminarla opresin colonial o imperialista y otras con-rontaron con dictadores, para obtener libertadespblicas y derechos constitucionales. Los levan-tamientos nacionales y polticos que empalma-ron con exigencias agrarias de los campesinos,planteos laborales de los obreros o demandasreivindicativas de los oprimidos se transorma-ron en revoluciones sociales. En estos casos des-bordaron la batalla contra el opresor extranjeroo el tirano local y desafaron potencialmente la

    propiedad de sectores capitalistas.Los propsitos de todas las revoluciones con-

    temporneas han sido nacionales, polticos, de-mocrticos, agrarios y sociales y en la batalla porimponer esas metas apareci la posibilidad de untrnsito al socialismo. Cuando este avance quedobturado se reinici la acumulacin capitalista.

    odos los levantamientos en Amrica Latinadesde el comienzo de la centuria pasada irrum-pieron desde abajo, con objetivos y demandasmuy diversos. En su desarrollo tendieron a des-embocar en cursos capitalistas o socialistas, enuncin del congelamiento o radicalizacin deesos planteos. En Mxico y Bolivia predomin elprimer camino y en Cuba el segundo.

    En 1910-11 los campesinos mexicanos de-rrotaron a los latiundistas, pero no lograronimponer sus exigencias. En los aos 30 reinicia-ron la lucha con grandes victorias en el campo(y tambin en las ciudades), pero posteriormen-te surieron las consecuencias de una reversin

    conservadora. ambin en Bolivia se pas deuna gran victoria (1952) a un terrible desengao,cundo los nuevos gobernantes arremetieroncontra las conquistas populares.

    En Cuba prevaleci un curso opuesto y seiniciaron transormaciones anticapitalistas.Este rumbo apunt a superar el atraso periri-co, a travs de una construccin pos-capitalista.Indic que estas metas pueden ser encaradasen naciones econmicamente subdesarrolladas,polticamente dependientes y militarmente cus-todiadas por el imperialismo norteamericano.

    El dilema de optar por uno u otro curso seha verifcado no slo en las grandes revolucionesexitosas (Mxico, Bolivia, Cuba, y Nicaragua),sino tambin en los numerosos levantamientosderrotados, abortados o zanjados con empates

    y compromisos intermedios. Algunas insurrec-

    ciones populares ueron soocadas en ormasangrienta (El Salvador en 1932, Guatemala en1982-83) y otros alzamientos quedaron rus-trados por la adversidad de las condicionesexternas (Granada en los 80). Ciertas revolucio-nes renaron al enemigo sin alcanzar la victoria(El Salvador en 1980-90) y otras incluyerondesenlaces cambiantes al cabo de prolongadosperodos. En estos resultados siempre inuy lagravitacin de estrategias polticas conservado-ras o radicales, que alentaron rumbos de reno-

    vacin capitalista o transormacin socialista.Esta variedad de resultados indica que las re-

    voluciones contemporneas presentan un perflintermedio. Ya no son burguesas y tampoco secaracterizan por un debut socialista. El cariz n-tidamente anticapitalista no se ha verifcado enAmrica Latina, ni ha sido visible en ningunaotra parte del planeta. Revoluciones socialistatransparentemente puras no hubo en el pasado

    y es poco probable que se verifquen en el uturo.El molde democrtico, social, poltico, agrario ynacional constituye una marca dominante quetiende a persistir. La gran incgnita radica en sudevenir, como desarrollos socialistas o cursosde reconstitucin del capitalismo.

    IX. Opciones del futuro

    La caracterizacin conservadora de lasrevoluciones cmo un acontecimiento delpasado qued internacionalmente desmentida

    por las dos oleadas populares que coronaronel siglo XX. La primera secuencia sacudi es-pecialmente a tres pases, en regiones muy di-erentes. En Portugal (1974), Nicaragua (1979)

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    e Irn (1980) se registraron alzamientos de-mocrticos victoriosos, que removieron dic-taduras, dinastas y monarquas. Pero al cabode tormentosos procesos sociales el capitalis-mo ue preservado. Este resultado dio lugar aun espectro muy diverso de expansin de losnegocios, regresin productiva y crisis recu-rrentes, que ha desmentido a quines iden-tifcan la rustracin socialista con el estan-camiento. Esta variedad de desemboques hadependido no slo del desenlace fnal de cadaconvulsin, sino tambin de las relacionesinternas entre las clases y del lugar que ocupacada pas en el mercado mundial.

    En todos los casos se ha confrmado que laausencia de resultados socialistas no implicaparlisis econmica, puesto que ese inmo-vilismo es incompatible con la dinmicacompetitiva de la acumulacin. Lo que esten juego en cada revolucin no es el creci-miento o la regresin econmica posterior,sino quines sern los benefciaros de uno uotro resultado. La permanencia del capita-lismo asegura que estas ventajas sern aca-paradas por viejos o nuevos acaudalados. Unsistema basado en la explotacin siempreaugura surimientos para los trabajadores ylos oprimidos.

    La segunda oleada popular que cerr lacenturia pasada ueron los alzamientos que sa-cudieron a la URSS y Europa Oriental entre 1989

    y 1991. ambin estas sublevaciones demostra-ron variedad de resultados pero en otro plano,

    ya que concluyeron en victorias democrticasy derrotas sociales. Las libertades constitucio-nales y los derechos polticos obtenidos por lapoblacin ueron acompaados por la apropia-cin privada de las grandes empresas.

    Al rustrarse la renovacin socialista, los viejosburcratas totalitarios se convirtieron en capita-listas y los nuevos sistemas polticos quedaronen manos de esos plutcratas. Se demostr que

    los objetivos polticos y el contenido social de lasgrandes irrupciones no transitan necesariamen-te por el mismo carril y pueden incluso recorrersenderos manifestamente opuestos.

    En el debut del siglo XXI Amrica Latinase ha convertido en el nuevo oco de rebelionescontra el neoliberalismo y el imperialismo. Yase verifcan importantes derrotas polticas de laderecha que coexisten con demandas sociales ymetas populares pendientes. La conversin deestos levantamientos en revoluciones y su desa-

    rrollo en un sentido socialista constituyen posi-bilidades abiertas, que pueden analizarse estu-diando varias alternativas. Esbozaremos algunaslneas de este problema en el prximo artculo.

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    1. Castaeda Jorge G. La utopa desarmada,Ariel, Buenos Aires, 1993, (Introduccin, captulo1, 5 y 8)

    2. Castaeda La utopa (cap 5 y 8)

    3. Una revisin crtica de estos planteos expone:Aya Rod Teories o Revolution Reconsidered,Teory and Society n 8, July 1979

    4. Esta tesis desarrolla: Arcary Valrio. A epocadas revolucoes est encerrada?. O encontro darevolucao com a historia. Xama, Sao Paulo, 2006

    5. Giddens Anthony. La izquierda post-so-cialista. Clarn-, 10-2-07. ambin GiddensAnthony. La tercera va, aurus, Buenos Aires,2000.(cap 2, 3, 4)

    6. Furet Francois. Pensar la revolucin rancesa,Petrell, Barcelona, 1978 (cap 1)

    7. Laclau, Ernesto. Hegemona y estrategia so-cialista: hacia una radicalizacin de la democra-cia. Fondo de Cultura Econmica, 1987, BuenosAires.

    8. Dos presentaciones clsicas de este enoque

    son: Lenin El estado y la revolucin. Editorial Anteo,Buenos Aires, 1974. rotsky Len. Resultados yperspectiva. Editorial Cepe. Buenos Aires, 1972.

    9. Julia resume las tesis de esta escuela y illysintetiza los conceptos historiogrfcos de estacorriente, que encabeza Teda Skocpol. JuliSantos. Sociologa de la revolucin. Revueltasy revoluciones en la historia, Ediciones Uni-versidad de Salamanca, Salamanca, 1994. illyCharles. Grandes estructuras, procesos amplios,comparaciones enormes. Alianza, Madrid, 1984,

    (cap 6).10. Skocpol Teda. La explicacin de las revo-

    luciones sociales: otras teoras. Los estados y lasrevoluciones sociales: un anlisis comparativo deFrancia, Rusia y China. Mxico, Fondo de CulturaEconmica, 1984.

    11. Una crtica a este enoque desarrollan: Hi-mmelstein Jerome, Kimmel Michel Review essay:States and revolutions: the implications o Skockpolsstructural model. American Journal o Sociology,

    vol 88, n 5, 1981.

    12. Skocpol Teda. Bringing the state back,in Evans Peter, Bringing the state back CambridgeUniversity Press, New York, 1985.

    13. Estas dierencias establece: Davidson Neil.How revolutionary were the bourgeois revolutio-

    ns? Historical Materialism, vol 13, Issue 3, 2005(Part I) vol 13, Issue 4, 2005. (Part II).

    14. Skocpol La explicacin.

    15. Ansaldi Waldo. Quedarse auera, ladrandocomo perros a los muros. Anuario, Facultad de Hu-manidades, UNR, Rosario, 2006.

    16. Esta crtica desarrolla: Burawoy, Michael:Dos mtodos en pos de la ciencia: Skocpol versusrotsky. Prometeo, Buenos Aires, 2003

    17. Este enoque postula: Arcary Vlerio. Asequinas peligrosas da Histria. Situacoes revolu-

    cionrias em perspectiva marxista. Xama Editora,2004, Sao Paulo

    18. Mires describe los principales episodiospopulares que condujeron a esta actitud de laselites. Mires Fernando. La rebelin permanente: lasrevoluciones sociales en Amrica Latina. Siglo XXI,Mxico, 1988 (cap 1 y 2).

    19. Una descripcin de este agotamientopresenta: Hobsbawm Eric. La revolucin. Co-municacin al XIV Congreso de Ciencias His-tricas. raducido como Documento de rabajo

    n 58, Carrera de Sociologa-UBA, Buenos Aires1995.

    20. Kinght se equivoca al situarlas en ese campo:Knight Alan. Social Revolution: a Latin AmericanPerspective. Bulletin Latin American Research, volXI, n 2, 1990.

    Notas

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