La achirana del inca

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LA ACHIRANA DEL INCA Cuenta el tradicionalista don Ricardo Palma, una anécdota del más aguerrido conquistador incaico, Pachacútec; quien con la intención de extender sus dominios, llegó al valle de Ica en 1 412, en compañía de su hijo el príncipe imperial Yupanqui y de su hermano Cápac Yupanqui. Si bien, los habitantes del valle iqueño eran gente pacífica, no por ello dejaban de ser buenos guerreros, ni menos descuidaban de aprovisionarse de ramas para su defensa. El sagaz monarca, comprendiendo muy bien la situación y antes de recurrir a las armas, propuso a los nativos que se sometiesen a su paternal gobierno. Estos aceptaron de buen agrado la propuesta imperial, y dieron al Inca y a sus cuarenta mil guerreros, una cordial y espléndida acogida. Pachacútec partió a visitar su nuevo territorio, y se detuvo una semana en el pago llamado Tate, propiedad de una anciana, que vivía en el lugar, con una bellísima doncella, hija suya. El gran conquistador de los pueblos creyó que también sería fácil conquistar el corazón de la joven, y se dedicó a cortejarla; pero como ella amaba a un joven galán de la comarca, se resistió a los enamorados ruegos del omnipotente soberano. Luego, comprendiendo que tenía perdido toda esperanza de ser correspondido; cogió entre sus manos, las de la joven y entre suspiros dijo: Quédate en paz, paloma de este valle, y que nunca la niebla del dolor tienda su velo sobre el cielo de tu alma. Pídeme alguna merced, que, a ti y a los tuyos, haga recordar siempre el amor que me inspiraste. La joven, poniéndose de rodillas y besando la orla del manto real, respondió: Señor, grande eres y para ti no hay imposible. Me hubieras vencido con tu nobleza, si no estuviera mi alma, esclava de otro dueño. Nada debo pedirte, que quien dones recibe obligada queda; pero si te satisface la gratitud de mi pueblo, ruegote que des agua a esta comarca. Siembra beneficios y tendrás cosechas de bendiciones. Reina señor, sobre corazones agradecidos más que sobre hombres, tímidos, se inclinan ante ti, deslumbrados por tu esplendor. Discreta eres, doncella de la negra crencha, y así me cautivas con tu palabra como con el fuego de tu mirada. ¡Adiós, ilusorio ensueño de mi vida! Espere diez días, y verás realizado lo que pides. Durante diez días, los cuarenta mil hombres del ejército se ocuparon de abrir el cauce que empieza en los terrenos del molino y del Trapiche y

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LA ACHIRANA DEL INCA

Cuenta el tradicionalista don Ricardo Palma, una anécdota del más aguerrido conquistador incaico, Pachacútec; quien con la intención de extender sus dominios, llegó al valle de Ica en 1 412, en compañía de su hijo el príncipe imperial Yupanqui y de su hermano Cápac Yupanqui. Si bien, los habitantes del valle iqueño eran gente pacífica, no por ello dejaban de ser buenos guerreros, ni menos descuidaban de aprovisionarse de ramas para su defensa.El sagaz monarca, comprendiendo muy bien la situación y antes de recurrir a las armas, propuso a los nativos que se sometiesen a su paternal gobierno. Estos aceptaron de buen agrado la propuesta imperial, y dieron al Inca y a sus cuarenta mil guerreros, una cordial y espléndida acogida.Pachacútec partió a visitar su nuevo territorio, y se detuvo una semana en el pago llamado Tate, propiedad de una anciana, que vivía en el lugar, con una bellísima doncella, hija suya.

El gran conquistador de los pueblos creyó que también sería fácil conquistar el corazón de la joven, y se dedicó a cortejarla; pero como ella amaba a un joven galán de la comarca, se resistió a los enamorados ruegos del omnipotente soberano. Luego, comprendiendo que tenía perdido toda esperanza de ser correspondido; cogió entre sus manos, las de la joven y entre suspiros dijo:

Quédate en paz, paloma de este valle, y que nunca la niebla del dolor tienda su velo sobre el cielo de tu alma. Pídeme alguna merced, que, a ti y a los tuyos, haga recordar siempre el amor que me inspiraste.

La joven, poniéndose de rodillas y besando la orla del manto real, respondió:

Señor, grande eres y para ti no hay imposible. Me hubieras vencido con tu nobleza, si no estuviera mi alma, esclava de otro dueño. Nada debo pedirte, que quien dones recibe obligada queda; pero si te satisface la gratitud de mi pueblo, ruegote que des agua a esta comarca. Siembra beneficios y tendrás cosechas de bendiciones. Reina señor, sobre corazones agradecidos más que sobre hombres, tímidos, se inclinan ante ti, deslumbrados por tu esplendor.

Discreta eres, doncella de la negra crencha, y así me cautivas con tu palabra como con el fuego de tu mirada. ¡Adiós, ilusorio ensueño de mi vida!

Espere diez días, y verás realizado lo que pides.

Durante diez días, los cuarenta mil hombres del ejército se ocuparon de abrir el cauce que empieza en los terrenos del molino y del Trapiche y terminan en Tate, campiña donde habitaba la hermosa joven de quien se apasionara Pachacútec.

Actualmente, este canal de regadío, suministra abundante agua a más de quince haciendas dedicadas al cultivo de algodón, oliva y sobre todo vid, entre las cuales se encuentran la histórica Tate.

RESPONDE LAS SIUGIENTES INTEROGANTES:

¿Dónde y cuándo ocurrió esta anécdota?

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¿Quiénes acompañaban al inca Pachacútec, en la misión de la conquista?

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¿Qué le ocurrió a Pachacútec, en el pago llamado Tate?

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Page 2: La achirana del inca

¿Qué le pidió la joven, al inca Pachacútec, para su pueblo?

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¿Qué construyeron los cuarenta mil guerreros del inca?

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