La Adolescencia Ensayo Final

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La expansión del Psicoanálisis ha influenciado muchos campos de conocimiento. La Educación no es la excepción, Freud mismo dedicó algunas reflexiones a la relación entre psicoanálisis y educación e incluso se le recuerda por una frase donde ilustra la envergadura del propósito de educar; psicoanálisis, educación y política tienen al menos esto en común, que son tres oficios imposibles.

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LA ADOLECENCIA

ENSAYO FINAL

JORGE ELIÉCER VILLARREAL FERNÁNDEZ

“La adolescencia recapitula la infancia,de un modo dramáticamente unificado”.

Adam Phillips

La expansión del Psicoanálisis ha influenciado muchos campos de conocimiento. La Educación no es la excepción, Freud mismo dedicó algunas reflexiones a la relación entre psicoanálisis y educación e incluso se le recuerda por una frase donde ilustra la envergadura del propósito de educar; psicoanálisis, educación y política tienen al menos esto en común, que son tres oficios imposibles. ¿En qué radica la imposibilidad de la Educación? Pues bien, la imposibilidad de Educar consiste en el mantenimiento de una Educación definida según sus fines y propósitos como una acción ejercida por un adulto sobre un ser joven, con miras a su desarrollo físico, intelectual y moral y a su integración en el medio en el cual está destinado a vivir. La imposibilidad radica en sostener que la Educación puede conducir al individuo a la feliz expansión de éste con miras a su perfección, a su felicidad y a su destino social. Ejerciéndose sobre el niño y la niña desde su nacimiento, con el propósito de que pueda llevarse al infante de etapa en etapa hacia la autonomía del adulto, otorgándole la instrucción y la cultura.

Las instituciones educativas, juegan un papel primordial en el proceso de inserción social que deben realizar los adolescentes. Llevar adelante este proceso implica poder encontrar un punto de anclaje, un soporte simbólico, un marco y un referente, que sin dudas la escuela ha venido ofreciendo a lo largo de la historia y que, pareciera, no ha dejado de hacerlo en estos tiempos convulsionados. Además la escuela se estructura alrededor de tres elementos que la componen, quien enseña, los estudiantes y el saber enseñado, anudados por el interés de lograr el aprendizaje, estos elementos interactúan entre sí generando diversas relaciones, educador y saber, estudiante y saber, y educador y estudiante. Estas relaciones son constitutivas de acciones que se realizan en la escuela y que tienen significados diversos para cada estudiante, el problema de la norma, de la formación y el aprendizaje.

La Educación procura que el niño y la niña se acerquen a la mayor perfección humana posible en el estado adulto. Pero este ideal, conducir a niños y niñas a la libertad de la autonomía en su adultez, por mediación de la acción pedagógica, supone un sujeto cuya naturaleza pulsional debe ser dominada para acceder a la cultura. Un niño cuya naturaleza primitiva debe ser moldeada por el adulto para que pueda convivir en su medio social. La acción del educador se propone como fundamento del proceso, quien posibilita que el niño desarrolle sus capacidades y habilidades para ser parte de su grupo social. Un educador cuya mediación se efectúa entre la naturaleza primitiva y la esencia de lo cultural. Pero en este intento, el niño de la realidad parece haber sido olvidado en la abstracción del ideal educativo.

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En el caso de los adolescentes, los hay colaboradores, motivados, atentos, deseosos de aprender, que progresan adecuadamente, un regalo para el docente. Pero la cuestión a tratar es cómo gestionar a favor del adolescente la relación en el aula cuando éste está poco o nada predispuesto a colaborar en la tarea conjunta que es el aprendizaje. Para estos casos, como para casi nada, se sabe que no hay recetas universales, y que cada docente tiene que inventar la situación de manera adaptada a su contexto. Sin embargo, tener en mente algo de teoría sobre el tránsito de la infancia a la pubertad, y de ésta a la adolescencia, puede facilitar las cosas y no acabar arruinando a un ser humano que tiene todavía muchas posibilidades si se le encuentran las vueltas.

Los docentes pueden/deberían desempeñar un papel crucial en relación con ellos, orientando a cada adolescente, a su familia y a los demás docentes, pero deben hacerlo sólo tras intentar un acercamiento a la comprensión del malestar, necesidades y margen de posibilidades de cada adolescente desconcertante, no sin bases teóricas ni empatía, sino tratando de ponerse dentro de su piel y su sufrimiento. Situar la persona (y no el grupo clase) en el ojo de mira es la vía que puede ayudar a sacar el partido posible de tales adolescentes, en lugar de arrinconarlos en nuestra mente como molestias, estorbos indeseables a dejar de lado y a estigmatizar y etiquetar como casos pedidos.

Los tiempos adolescentes son tiempos de reorganización subjetiva; y es en este proceso que se entiende a la institución escolar como instituyente y representante del Otro social. Uno de los representantes de de ese Otro social es la legalidad institucional, que encarna el mundo adulto. Las leyes humanas son ante todo enunciados de palabras, y por la estructura misma del lenguaje, estos enunciados tienen un sentido ambiguo, inacabado, equívoco.

En la escuela se presentan tipos diferentes de planos de legalidades: “la función incuestionable de la escuela” y “la autoridad docente en cuestión”. Se puede decir que esta distinción pone en evidencia dos niveles de análisis para pensar la legalidad. Lo institucional como marco normativo y la función del docente como la encarnación de la norma, interviniendo así de manera esencial la relación educador y estudiante.

En cada ser humano hay un deseo de inscripción en algo que le garantice duración, continuidad, estabilidad. El deseo de superar el límite de su propia existencia se traduce en deseo de inscripción institucional. En este sentido la legalidad de cada institución es un componente estructurante en tanto inscribe marca psíquica. Es en tiempos adolescentes donde esta marca se pone en cuestión y a la vez desde el lugar adolescente debe existir la disponibilidad psíquica para resignificarla. Cada docente es el representante institucionalizado del código escolar y en esto reside su lugar de autoridad. La relación docente alumno requiere de vínculos estables y de una legitimidad que responda a un interés superior. Sin brecha generacional, sin confrontación, no hay adolescencia posible. El adolescente necesita tener frente a sí un adulto capaz de soportar el choque de oposición. Este proceso genera una forma de violencia ya que la brecha generacional desaparece y no hay adultos con quienes confrontar.

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Con relación a los problemas de aprendizaje supone un malestar en la medida en que produce que el sujeto no pueda transformar la realidad ni ser creativo. Así, se encuentra un problema de relevancia social, ya que las posibilidades de pensar un futuro en relación a un pasado y a un presente, existe en la medida en que se es capaz de aprender de la experiencia, de los errores y de sus efectos. De este modo, la problemática del aprendizaje, implica tener en cuenta la singularidad, demandando considerar las múltiples instancias que atraviesa todo orden de acontecimiento humano.

De acuerdo con esto se podría diferenciar entre problemas de aprendizaje que apelan al sujeto de la dificultad, el adolescente y su familia, y fracaso en el que el sujeto pedagógico es el que produce los conflictos.

Durante la adolescencia, es un otro quien suministra el conocimiento. El niño inscribe su saber hasta la adolescencia, pero es como si ciertas inscripciones estuvieran escritas en un tipo de escritura que aún no conoce. Permanecen como enigmas que podrán formularse como preguntas o no según las respuestas del adulto. El sujeto necesita esta información porque es la manera de pensar lo que ya sabe. La información puede ser escamoteada por omisión, sustitución, falsa información, desmentida, o exhibición de informaciones, como por modos de apartar al sujeto del contacto con el deseo de conocer (prohibición de saber sobre los orígenes, adopción, desaparición de los padres, problemas mentales de los padres, herencia, identificación a un padre enfermo, la locura y el sin sentido de las interdicciones familiares, el tabú, el incesto, secretos de familia).

Para construir aprendizaje es necesario el conocimiento del otro para poder transformarlo con el saber y las vivencias personales. El saber que el estudiante tiene y con el cual trasforma el saber del otro, son sus preguntas y la posibilidad de ser respondidas. El saber entrega las marcas de lo que falta. La verdad no enferma, lo que enferma es el falso conocimiento en tanto no se desea conocer con la excusa de no sufrir. El secreto produce violencia sobre quien lo padece y sobre quien lo ejecuta, coartando la autoría de pensamiento. Mientras que lo reprimido es elaborable, lo ausente, a partir del secreto, queda fuera del alcance de la elaboración. No todo puede decirse, no todo puede simbolizarse, ya que siempre queda un resto. La principal transmisión de la enseñanza se da a través de lo no dicho (curriculum oculto), de aquello que no está nombrado, que no se reconoce. Los contenidos de la enseñanza están transversalizados por condiciones económicas, de clase, de género, políticas e ideológicas. Si agregamos la dimensión inconsciente y deseante de quienes están involucrados, los intersticios son aún mayores. Así, para que el sujeto pueda rebelarse, antes debe revelar.

Todas las dificultades de aprendizaje tienen una situación problemática de base, que es necesario atender. Si no se las tiene en cuenta, se incurre en una serie de desinteligencias: no se cumple con el objetivo educativo; se cae en una especie de “maltrato” de una situación, lo cual agrava los ya existentes y los compromete aun más para su resolución futura; se crea un bloqueo del proceso normal de aprendizaje que afecta tanto al alumno como al docente y a la totalidad del grupo de clase; se vive

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durante el año una experiencia relacional, laboral y vital negativa que confirma las precedentes y tiende a consolidar el desánimo.

Los factores señalados se corrigen aprendiendo a “ver” y a observar, para poder entender, analizar y ofrecer una propuesta adecuada a cada realidad individual y grupal. Esto podría transformarse en el arte esencial del docente, su capacidad de adaptar su propuesta a diferentes alumnos o grupos de alumnos, o a un grupo con uno o más alumnos que son diferentes. Como ya se había planteado, es imposible dar recetas acabadas; lo importante es señalar un camino de análisis, lo más sistemático posible que, sin eludir ninguna variable, permita elaborar propuestas acordes a cada situación.

La adolescencia tiene una especificidad particular en el proceso de desarrollo y durante la misma el yo del adolescente se torna vulnerable. Surge una serie de interrogantes, dentro de las cuales son especialmente intensas aquellas referidas a la calidad de sus posibilidades de autonomía. La función del docente sería la de proveer un marco confiable, estable, predecible, facilitando las condiciones para que surja el elemento creativo del adolescente que forje su autonomía. También la de posibilitar una nueva forma de adaptación al medio ambiente, en donde oficiará como un intermediario social entre padres e hijos, un apoyo objetal narcisísticamente tolerable para el adolescente, con su dificultad para administrar su autonomía, porque se lo ve bajo un ángulo de idealización.

La vida al interior de las instituciones educativas, las relaciones entre los sujetos que las habitan, parece haber perdido eficacia en la constitución de subjetividades pedagógicas. Los adolescentes denuncian un malestar. Malestar que aparece asociado a los adultos y a los modos en que encarnan la autoridad. Esta cotidianidad es la que se cuestiona, la que muestra fugas y fracturas, la que en definitiva parece haber entrado en un proceso de destitución.

¿Puede el docente dar algo?, ¿se debe modelar, domesticar? Sí dar sentido a la energía, a las pulsiones de los adolescentes. ¿Qué obstáculos se han presentado para llegar a ser indiferentes a este trabajo, a lo que se transmite, al otro? Hoy, quizá, desde la etimología, también se podrá decir que la educación está en el humus, en la relación, en el contacto con la Tierra, con la cultura, con el mundo, y con el otro. Maestro es el que diferencia a cada chico y descubre esa novedad, también cotidiana, interesándose ante la diversidad de los que hacen grupo. Es fácil hacer desaparecer las diferencias ante la uniformidad de las reglas, ante la sumisión de todos a una forma de pensar, de consumir, de vivir el ocio y el negocio en este mundo globalizado y mercantilista, que asegure el éxito de algunos. La única condición humana, esta unidad dentro de la diversidad, pesa en todo proceso de comprender, sentir, asimilar, al otro, a los acontecimientos.

A partir del trabajo serio de estos objetivos, de lo que se transmite, ¿cómo nos implicamos y se implica el chico en relación al «maestro» y a ese «saber». El humor, el amor, es indispensable en la profesión del docente. El humor, que se manifiesta en el juego, entendido como lo que sorprende, lo que da levedad a la pesadez de ese

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estudiar por obligación (remite a un amo, al poder; está del lado del sometimiento. Estar “obligado” es haberse encontrado con otro que nos provoca, con el que hemos entrado en relación; está en la línea del deseo) pudiendo dar paso a estudiar por que toca.

Italo Calvino, Seis propuestas para el próximo milenio (Siruela, 2000), en su capítulo sobre la levedad, escribe: «Quizá, la vivacidad y la movilidad de la inteligencia escapan a la condena del peso insostenible». En los momentos en que lo humano parece condenado a la pesadez, se debería volar como Perseo a otro espacio. No son fugas al sueño o a lo irracional. Se ha de cambiar el enfoque, mirar el mundo con otra óptica, con otra lógica, con otros modos.

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