La Aventura de la Historia - Así se hizo España - Andalucía
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ASÍ SE HIZO ESPAÑA
ANDALUCÍA. CRUCE DE CULTURAS
CARLOS MARTÍNEZ SHAW
Catedrático de Historia Moderna, UNED, Madrid
DE ACUSADA PERSONALIDAD, And_ alucía presenta una singularidad específica tanto
desde el punto de vista de su geografía como de su historia. Para empezar, el medio físico parece haber contribuido decididamente a ello, tal como refleja el estudioso francés Michel Drain con palabras que son insustituibles por sus sugerencias: "Si bien sus fronteras variaron un poco en el transcurso de los siglos, el espacio delimitado conservó una configuración tan específica que cabe preguntarse en qué medida se encuentra geográficamente determinada". En cualquier caso, el solar andaluz, situado entre dos continentes y dos mares, una depresión abierta al Atlántico por el valle del Guadalquivir, bordeada de montañas pero no herméticamente cerrada ni mucho menos al resto de España por Sierra Morena ni al Mediterráneo por las cordilleras béticas, fue siempre punto de encuentro de civilizaciones y crisol donde surgieron notables reelaboraciones originales a partir de las influencias recibidas.
Su temprana población se acredita por el hallazgo de los restos del hombre de Orce, del mismo modo que su magnífica cultura prehistórica queda atestiguada por la Cueva de la Pileta en época paleolítica, por la espectacular cultura dolménica (Cueva de Menga) durante el período neolítico y por los grandes centros de la Edad del Bronce en sus manifestaciones primeras (Los Millares) y en su fase de plenitud (El Argar). Más contundentes son aún las realizaciones de la protohistoria, con el auge de la cultura ibérica que, asimilando las aportaciones de los colonizadores fenicios y griegos, ofrece como productos más renombrados las esculturas de los santuarios de Sierra Morena y algunas piezas excepcionales como la Dama de Baza o el Tesoro del Carambolo. Tesoro este último que da testimonio de la existencia del famoso reino de Tartessos, que tuvo su capitalidad en
la desembocadura del Guadalquivir y cuyo soberano tenía el nombre propio de Argantonio.
El mundo tartésico desembocó en el mundo tur-detano, que fue el que conocieron los conquistadores romanos, que rápidamente se fusionaron con la población autóctona dentro de la provincia de la Bé-tica, que le daría dos de sus más prominentes emperadores, Trajano y Adriano. Provincia rica por su agricultura y por su minería, pero también por su cultura, con nombres reconocidos como los de Séneca, Lucano, Columela o Pomponio Mela. La llegada de los visigodos (tras el paréntesis de la ocupación de la Bé-tica por los vándalos silingos, que pronto pasan a Áfri
ca) no señala una ruptura con el mundo anterior, sino que produce una síntesis que se observa en la obra de Isidoro de Sevilla.
La ruptura se origina a partir de la llegada de los musulmanes, que derrotan a Rodrigo, el último rey visigodo, y se instalan en la Península de modo duradero, teniendo las tierras andaluzas como centro de gravedad. El esplendor del Califato de Córdoba dejará paso al brillo efímero de algunos reinos de taifas y a las invasiones africanas, como la de los almohades (que trasladan la capital a Sevilla) o la de los meriníes (que hacen de Alge-ciras su reducto), antes de que el avance de los reinos cristianos del norte arrinconen a los nazaríes en el reino
de Granada. Las creaciones de los andalusíes de Andalucía dejarán enriquecido el patrimonio de la región, con edificios tan emblemáticos como la Mezquita de Córdoba o la Alhambra de Granada.
Tomado el reino nazarí en 1492, la Andalucía cristiana (que había dado sus primeros pasos con la batalla de las Navas de Tolosa, en 1212) inicia una nueva era de expansión territorial, económica y cultural. Andalucía se convierte en la plataforma de lanzamiento de las grandes aventuras del siglo XVI: la primera ex-
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A la izquierda, vista de Sevilla en 1582 del Civitates Orbis Terrarum, obra editada por Georg Braun. Debajo, dinar almorávide, Museo de la Alhambra, Granada. En la página de la izquierda, escudo heráldico de los Reyes Católicos en el que aparece la granada, símbolo del reino de Granada.
pedición colombina, la primera vuelta al mundo y la primera línea comercial intercontinental, la Carrera de Indias, cuya cabecera se sitúa en la ciudad de Sevilla. Y también participa de las grandes aventuras del espíritu, mediante una contribución muy significativa a la cultura del Siglo de Oro, también aquí con nombres tan prestigiosos como los de Luis de Góngora, Juan Martínez Montañés o Diego de Velázquez, por poner algunos de los ejemplos más conocidos.
Tras protagonizar todavía algunos hechos sobresalientes, como la apertura de las Cortes de Cádiz y la promulgación de la primera constitución española, la Andalucía del siglo XIX se hunde en una profunda depresión, motivada por el desequilibrio de sus estructuras económicas (latifundismo agrario, déficit industrial, caída del comercio tras la pérdida del imperio americano) y también sociales (desigual distribución de la riqueza, empobrecimiento de las clases populares). En este contexto, la lucha por la tierra se convierte en el motor de la historia de Andalucía hasta la guerra civil. Una guerra civil que se salda con la terrible represión dirigida por los franquis
tas contra los republicanos (con un símbolo en el asesinato de Federico García Lorca) y que no hace sino agravar los desequilibrios heredados. Se produce el fenómeno de la emigración a gran escala a otras regiones más prósperas dentro de España y, sobre todo, a las naciones vecinas de Europa occidental: la población de Andalucía se desangra en Francia, Bélgica, Alemania o Suiza.
El último capítulo de la historia de la región vuelve a traer a la población andaluza la esperanza de volver a ser lo que fuimos. El restablecimiento de la democracia tras la larga dictadura franquista, la promulgación del Estatuto de Autonomía y la estabilidad política son fenómenos que han venido acompañados de un crecimiento económico acelerado, de una difusión generalizada de los servicios sociales y, en suma, de una prosperidad que era inimaginable hace cuarenta años. De ahí que en estos momentos Andalucía haya podido volver la mirada con serenidad y con un legítimo orgullo a su historia, a su pasado, para asumir al mismo tiempo sus horas de dolor y sus momentos estelares. •
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Hace unos seis mil años, en el poblado de Los Millares (Santa Fe de Mondújar, Almería) se erigió una de las primeras fortificaciones andaluzas.
En la depresión de Baza se han encontrado los restos fósiles más antiguos de andaluces: tienen más de un millón y medio
de años; son sólo unos pocos huesos de cráneo y algunas lascas de sílex, cuyos filos sirvieron para descuartizar animales ya muertos, cuando los seres humanos eran poco más que carroñeros ocasionales. En las antiguas terrazas del Guadalquivir y del Guadalete han aparecido otros testimonios de gran interés; se trata de guijarros con una o dos fracturas intencionadas que se convertían así en instrumentos contundentes y cortantes, capaces de abatir a grandes mamíferos y desollarlos; son ya verdaderas herramientas de caza, que demuestran la existencia de grupos humanos organizados, que durante varios centenares de milenios deambularon por estas tierras en el largo proceso de transformación en el que se generaron las razas humanas más modernas.
En el Paleolítico Medio, los habitantes de Andalucía pertenecían a la especie llamada de Neanderthal, por haberse identificado sus primeros individuos en 1856 en la localidad alemana de Neander. También podría habérseles llamado "Hombres de Gibraltar" u Homo Calpensis, ya
RAMÓN CORZO SÁNCHEZ es catedrático de
Historia Antigua, Universidad de Sevilla.
que en 1848 se descubrieron restos óseos de esta especie en la cueva Forbes del Peñón de Gibraltar. En Andalucía se han descubierto, así mismo, sus restos más modernos, de hace unos veinte mil años, cuando su menor capacidad craneal y su tendencia a la antropofagia les llevó a la extinción, para dejar su lugar al homo sapiens.
Hace unos treinta mil años, en las épocas más extremadas de la última glaciación, Andalucía tenía un clima menos frío que el norte y el interior de la Península
Lo Más Relevante
Hacia 1500000 a.C. Los primeros seres humanos en Andalucía. El hombre de Orce.
Hacia 30000 a.C. La Cueva de la Pileta: inicio de las manifestaciones artísticas.
Hacia 8000 a.C. Comienza la agricultura.
Hacia 6000 a.C. Inicio de la metalurgia en Riotinto. Cultura dolménica.
1108 a.C. Llegada de los fenicios; se funda Cádiz.
Entre 900 y 550 a.C. Época tartésica; colonización griega; reinado de Argantonio.
206 a.C. Derrota de los cartagineses por Escipión en la batalla de Ilipa. Fundación de Itálica e inicio de la romanización.
15 a.C. Organización imperial. Hispania Ulterior Baetica como provincia senatorial.
45 a.C. Batalla de Munda.
287 Persecución de Diocleciano. Martirio de las santas Justa y Rufina en Sevilla.
409 Invasión de los vándalos.
599-636 San Isidoro, arzobispo de Sevilla.
711 Entrada de los musulmanes por Gibraltar y derrota de don Rodrigo, último rey visigodo.
Ibérica; en este ambiente se desarrolló una activa comunidad de hombres que pertenecen ya a las especies más modernas y que, durante el período central del Paleolítico Superior, el solutrense, dejaron en la Cueva de la Pileta (Benaoján, Málaga) unos extraordinarios testimonios pictóricos del nacimiento del Arte en Andalucía. En la época final del Paleolítico y hasta bien avanzado el Neolítico, fueron abundantes las cuevas habitadas, como la de la Carigüela de Pinar (Granada) o las simas de Benaocaz (Cádiz), en las que se encuentran cerámicas recubiertas de un baño rojo de almagra de gran calidad, que parece tener su origen en Andalucía.
El metal cambió el orden social El momento clave de la Prehistoria andaluza se produjo, no obstante, hace unos seis mil años, cuando los habitantes de las sierras onubenses descubrieron las extraordinarias posibilidades de la metalurgia. El cobre nativo y sus minerales más elementales, que podrían apreciarse entonces con claridad en la superficie de las rocas, sirvieron para producir nuevos instrumentos, mucho más eficaces que los de piedra, y las necesidades de la minería provocaron una organización especializada de la sociedad y la aparición de las primeras poblaciones. De un extremo a otro de Andalucía se formaron poblados fortificados, al tiempo que el
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A la izquierda, ídolo antropomórfico (Calcolítico) de los Marroquíes Altos, Jaén. A la derecha, escultura que representa a la diosa fenicia Astarté, hallada en El Carambolo, Sevilla.
desarrollo de nuevas creencias, sobre la dimensión espiritual del hombre, impulsaron la construcción de grandes enterramientos colectivos.
En Andalucía oriental, el poblado de Los Millares (Santa Fe de Mondújar, Al
mería) se constituyó con una fortificación que fue recrecida sucesivamente y dotada de grandes torreones, ante la que se extendía un vasto campo de túmulos de tierra, bajo los que se encuentran las cámaras funerarias circulares, mientras
que en las alturas más inmediatas se hicieron también fortines con murallas concéntricas.
En Andalucía occidental hay poblados similares, pero lo más destacado son los enterramientos megalíticos, formados por colosales bloques de piedra, de varias toneladas de peso, que a veces se trasladaban desde decenas de kilómetros. Los campos dolménicos de Antequera (Málaga) o de Valencina de la Concepción (Sevilla) son los primeros grandes monumentos de la arquitectura andaluza; en su interior se encuentran ídolos abstractos, en forma de placas rectangulares o cilindros, y más escasamente, de forma humana, en los que se grababan unos ojos estrellados, como símbolos de la luz de los astros de una religiosidad celeste; son los mismos que también se dibujaban junto a animales esquemáticos en los abrigos rocosos de las sierras. Entre ellos, El Tajo de la Figuras (Casas Viejas, Cádiz) ostenta el honor de haber merecido la calificación de Capilla Sixtina del arte rupestre esquemático, con sus centenares de mamíferos y aves, que parecen haber sido copiadas de las bandadas que anidaban, entonces, en la ya desecada laguna de la Janda.
Esta rica población de la Edad del Bronce es la predecesora de la civilización tar-tésica, que conocieron los navegantes fenicios y griegos a fines del segundo milenio anterior a nuestra Era, cuando Andalucía se convirtió en El Dorado para los pueblos del Mediterráneo oriental. Aquí se fundó Gadir, la actual Cádiz, primera metrópolis de Occidente, con sus más de
CUEVA DE LA PILETA: KILÓMETROS DE GALERÍAS
Descubierta en 1905 por José Bullón
Lobato, la Cueva de la Pileta
(Benaoján, Málaga) es un conjunto de
galerías de varios kilómetros en las que el
hombre prehistórico ha habitado desde
hace más de veinte mil años. Su
patrimonio más importante lo constituyen
las pinturas rupestres del período
solutrense en las que se representan,
esencialmente, bóvidos, cérvidos, cápridos
y équidos. La llamada yegua preñada, un
elegante caballo cuyo abultado vientre, al
estilo habitual en las pinturas de la época,
le ha otorgado esta denominación, ocupa el Pez de la Cueva de la Pileta, Málaga.
centro de una oquedad en la que le
acompañan otros animales como si se
tratara de un santuario; otras pinturas
representan probablemente recintos de
caza y hay también pinturas de estilo
esquemático, el característico en
Andalucía durante la Edad del Bronce. La
más destacable es, en cualquier caso, el
"Gran Pez" de la última sala visitable,
rodeado de símbolos y trazos en negro,
que con su metro y medio de longitud
parece revelar una devoción de los
hombres prehistóricos a los peces para lo
que no hay otros testimonios comparables.
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Entre los enterramientos megalíticos, formados por piedras de varias toneladas de peso, destaca el dolmen de la necrópolis de Montefrío. Granada.
tres mil años de historia, adelantada a la fundación de Cartago y de la propia Roma. Fenicios y griegos, instalados en las colonias costeras, provocaron el desarrollo del período orientalizante tartésico, cuya riqueza metalúrgica llegó a ser recogida en la Biblia.
Durante los enfrentamientos de romanos y cartagineses, entre los siglos VI y III anteriores a nuestra Era, el mundo tartésico se disgregó en los grupos étnicos ibéricos; turdetanos en el valle occidental del Guadalquivir, túrdulos en las comarcas centrales, bastetanos en las orientales y oretanos en el Alto Guadalquivir, a los que se añadieron tribus célticas que
ocuparon parte de Sierra Morena y de la Serranía de Ronda y colonos fenicios de origen norteafricano, los llamados libio-fenicios, que se extendieron por la región del Estrecho. Cada uno de estos pueblos desarrolló formas culturales originales, que dieron lugar a la diversificación histórica del territorio.
Los andaluces sabían latín En Andalucía se vivió el momento final de la Segunda Guerra Púnica; con Aníbal en Italia, Publio Cornelio Escipión consiguió derrotar a los cartagineses en la decisiva batalla de Ilipa (Cerro de Montemolín, cerca de Marchena, Sevilla) y expulsar a sus
tropas hacia África. En ese momento, se estableció un acuerdo de federación con los gaditanos y se decidió hacer estable la presencia romana en Hispania. La fundación de Itálica simboliza el comienzo efectivo de la romanización y el inicio de la política de expansión que llevaría a la creación del Imperio; aunque el resto de la Península Ibérica necesitó de casi dos siglos de combates, hasta su total ocupación, la región andaluza, que entonces comenzó a denominarse Baetica por el nombre de su principal río, fue desde el principio una provincia culta y bien organizada, en la que a finales de la época republicana se podía decir que todos sus habitan-
EN ÉCIJA SE DECIDIÓ EL RUMBO DEL IMPERIO
Tras las victorias de Farsaliay Tapso,
muerto Pompeyo el Grande y
derrotados sus generales en el Norte de
África, los únicos que impedían a Julio
César ejercer el poder absoluto eran Cneo y
Sexto Pompeyo, los hijos de su mayor
enemigo, que se hicieron fuertes en Baetica
gracias a los muchos partidarios que tenía
en la región el bando aristocrático. César
marchó en menos de un mes desde Roma
hasta Córdoba y, durante varios meses,
asedió diversas ciudades hasta que los
pompeyanos le hicieron frente en campo
abierto bajo las murallas de la ciudad de
Munda (Cerro de las Infantas o de las
Balas, Écija, Sevilla). El combate fue de
gran dureza, entre legiones y generales que
habían combatido antes juntos bajo las
órdenes de César; hubo un momento en
que las tropas cesarianas desfallecían y fue
entonces cuando el propio Julio arrebató el
escudo a un soldado y se lanzó contra los
enemigos diciendo a sus tribunos: "Este
será el fin de mi vida y de vuestro servicio";
sus tropas reaccionaron, la batalla se ganó
finalmente y César recordaba el episodio
asegurando que muchas veces había
luchado por la victoria pero esa vez lo
había hecho por su propia vida. Con la
derrota de los hijos de Pompeyo,
concluyeron las Guerras Civiles y Julio
César pudo poner en marcha su programa
político hacia la Dictadura personal, que
tras ser asesinado, llevó a cabo su sobrino
Octavio Augusto al convertirse en el
primer emperador de Roma. En Munda
estuvo, por tanto, el lugar en el que se
decidió el rumbo del Imperio y de toda la
civilización occidental.
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Ruinas de Itálica, la más antigua de las fundaciones romanas en la región, dio al Imperio dos de sus mejores gobernantes: Trajano y Adriano.
tes habían adoptado las costumbres romanas y sabían hablar en latín.
Los romanos crearon la mayoría de los elementos de la estructura territorial que aún hoy sigue vigente. A la vieja ruta costera que se conocía como Vía Heraklea, se añadió otro gran eje de comunicación a lo largo del Baetis, la Vía Augusta, cuando hacia el cambio de Era, bajo el reinado de Augusto, se completó su trazado hasta Gades (Cádiz). Esta vía era el símbolo del poder de Roma hasta el extremo occidental del mundo conocido, donde se encontraban las Columnas de Hércules, que pasaron a convertirse luego en la enseña nacional española con el lema Non Plus Ultra, que no pudo superarse hasta el descubrimiento de América, quince siglos más tarde.
La provincia Baetica, también denominada Hispania Ulterior, se organizó en cuatros departamentos jurídicos o co-nuentus. La capital del más importante y también capital provincial fue Corduba (Córdoba), llamada Colonia Patricia, situada en el punto más elevado al que podía llegar la navegación por el Baetis; más al oeste se encontraba Astigi (Écija), Colonia Augusta Firma, creada por Augusto para controlar el comercio aceitero de la comarca, que era la principal actividad de exportación agrícola; le seguía Hispalis (Sevilla), llamada Colonia Iulia Romula en honor a Julio César, hasta la que podían
ascender por el río las embarcaciones del comercio marítimo y finalmente Gades (Cádiz), la Augustana Urbs Iulia. Dada su antigua condición de ciudad federada a Roma y la influencia de los Balbo, que fueron banqueros y activos colaboradores de César y de Augusto, Gades experimentó un extraordinario desarrollo hasta tener el número más elevado de caballeros ro
que, Cádiz), llamada Colonia Libertino-rum porque sus habitantes eran los descendientes de los primeros soldados romanos que contrajeron matrimonio con mujeres indígenas y en la misma provincia de Cádiz, Hasta Regia (Mesas de Asta, cerca de Jerez de la Frontera, Cádiz) y Asido (Medina Sidonia, Cádiz). De otra parte estaban Tucci (Martos), Ituci (To-
GADES (CÁDIZ) TUVO, DESPUÉS DE ROMA Y PADUA,
EL MAYOR NÚMERO DE CABALLEROS ROMANOS,
LO QUE ENTONCES EQUIVALÍA A SER MILLONARIO
manos después de Padua y de la propia Roma. Y, entonces, ser caballero, como miembro del orden ecuestre, era equivalente a ser millonario.
No eran éstas las únicas ciudades andaluzas con el elevado rango de colonia; lo eran también Carteia (junto a San Ro-
rreparedones, cerca de Castro del Río, Córdoba), Ucubi (Espejo, Córdoba) yUr-so (Osuna, Sevilla), que recibieron el rango colonial por su colaboración con Julio César en los últimos combates de las Guerras Civiles. Había un elevado número de municipios y poblaciones menores, a las
A la izquierda, Trajano, en el centro, Augusto y, a la derecha, Adriano, emperadores romanos.
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que Vespasiano extendió el derecho de ciudadanía.
La última ciudad andaluza en recibir el reconocimiento colonial fue, precisamente, Itálica, la más antigua de las fundaciones romanas en la región, y es que este rango, que podía ser considerado el más elevado desde el punto de vista administrativo, no era el más beneficioso para la economía de sus habitantes; sin embargo, Itálica era una ciudad que se preciaba del origen de sus fundadores, todos itálicos, como indicaba su nombre, y tras haber dado al Imperio a sus dos mejores gobernantes, creyeron que era preferible la gloria del título colonial a la independencia económica.
Efectivamente, en Itálica tenían su origen los emperadores Traja-no y Adriano, autores de los años de mayor gloria del Imperio. Tra-jano extendió hasta sus límites extremos el territorio dominado por Roma y también favoreció decididamente a la población con medidas humanitarias, hasta el punto de que el Senado adoptó como fórmula de saludo a los nuevos emperadores la frase felicior Augusto, me-lior Traiano (que seas más feliz que Augusto y mejor que Trajano). Su sobrino Adriano, que declaraba con orgullo que su origen remoto estaba en Hadria, en las costa adriática del Piceno, pero que su origen inmediato era andaluz, se dedicó a obtener la mayor rentabilidad cultural del
San Isidoro de Sevilla, por Bartolomé Murillo, Catedral de Sevilla.
Hispania, y se cree probable que también llegara hasta aquí el propio San Pablo. Lo cierto es que ya en la época de Constantino se celebró un Concilio episcopal nacional en Elvira (probablemente Granada), que marcó el inicio de la actividad pública de la Iglesia cristiana en la región, en la que mártires tan famosos como Santa Justa y Santa Rufina en Sevilla o Acisclo y Zoilo en Córdoba, demuestran el arraigo anterior.
Osio, el obispo de Córdoba, inspirador del viaje de Santa Helena a Jerusalén para hallar la Cruz de Cristo, y asesor de Constantino, a quien pudo recomendar el símbolo de la Cruz como enseña para su triunfo en la batalla de Puente Silvio, aparece hoy, tras el descubrimiento de su palacio episcopal en las obras de la estación de ferrocarril de Cercadillas, como el determinante de un nuevo rumbo en la historia provincial.
monumento romano de la Península Ibérica y símbolo de la evocación de la Antigüedad clásica desde que Rodrigo Caro le dedicara sus conocidos versos: Este despedazado anfiteatro, impío honor de los dioses, cuya afrenta publica el amarillo jaramugo...
La prosperidad andaluza de los dos primeros siglos del Imperio se vio amenazada, en tiempos de Marco Aurelio, con las primeras incursiones de los mauri, esto es, de los habitantes de la zona nortea-fricana, que hoy ocupan Marruecos y Mau-
EN EL SIGLO VII, CON EL OBISPADO DE SAN ISIDORO, SEVILLA SE CONVIRTIÓ EN LA PRIMERA CAPITAL CULTURAL DE OCCIDENTE
esplendor imperial. Creó nuevas ciudades en el Mediterráneo oriental, entre otras una ampliación de la propia Atenas; construyó para su recreo personal la Villa Adriana de Tibur (Tívoli), un complejo de extraordinarios edificios en un inmenso parque, que representaban los lugares más famosos del Mundo Antiguo, y a sus paisanos de Itálica les regaló también, junto con el título colonial, una ciudad de amplias calles, centrada por el templo dedicado al divino Trajano, donde los itali-censes se construyeron casas de entre dos mil y cuatro mil metros cuadrados de extensión y cuyo anfiteatro, sólo comparable con el Coliseo romano, es el mayor
ritania. Esta inestabilidad provocó un paulatino abandono de las ciudades por sus miembros más acaudalados, que buscaron en las grandes fincas un mayor aislamiento del control fiscal y una mayor seguridad con la construcción de villae rus-ticae, en las que disponían de sus propios ejércitos privados.
Al igual que en otros aspectos, Baeti-ca fue una provincia adelantada en la introducción del Cristianismo; se cita tra-dicionalmente que en el año 47 de la Era llegaron aquí los siete discípulos de Santiago conocidos como los Siete Varones Apostólicos, a los que San Pedro y San Pablo encomendaron la evangelización de
Vandalucia, un nombre bárbaro En el año 409, la llegada de los vándalos y alanos a Baetica, marca el inicio de los tres siglos de dominio bárbaro. En realidad, estas primeras tribus permanecieron aquí pocos años y sólo dejaron, como huella más notable, el futuro nombre de la región: Vandalucia, que se transformaría después en Al-Ándalus y hoy en Andalucía. Los visigodos, que les obligaron a cruzar al Norte de África, establecieron un sistema administrativo que pretendía restituir la prosperidad del Imperio romano; Córdoba mantuvo su carácter de capitalidad, aunque Sevilla fue tomando una importancia creciente hasta que en el siglo VII, con el obispado de San Isidoro, adquirió el papel de primera capital cultural de Occidente.
En el año 711, Andalucía volvió a ser escenario de hechos trascendentales en la historia de Occidente; don Julián, un noble visigodo, gobernante de Ceuta, cuyo nombre puede proceder de alguno de los tantos clientes de Julio César que habían vivido en Baetica, se alió con Tariq, el gobernador musulmán de Tánger, y sufragó el paso de sus tropas por el Estrecho para enfrentarse, entre la laguna de la Janda y el río Guadalete, con el ejército de don Rodrigo. El último rey visigodo, que perdió aquí la vida y la nación para dar paso a una etapa bien distinta de la historia regional. •
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DOS A C O N T E C I M I E N T O S
Estructura megalítica de Menga (Antequera, Fotografía del conjunto del Tesoro del Carambolo: placas, colgantes y brazaletes (Museo Málaga), testigo de una organización avanzada. Arqueológico de Sevilla), testimonio de la orfebrería tartésica.
1 ARQUEOLOGÍA Y MITOLOGÍA
TARTESSOS Y LA ATLANTIDA
E n el pasado de Andalucía, de acuerdo
con lo que se narraba en la Antigua
Grecia, venían a coincidir varios
acontecimientos míticos que corresponden a
una auténtica cosmogonía particular de la
región. Homero y Hesíodo consideraban que
en el territorio situado más allá del estrecho
se encontraban las islas de las Hespérides y
los lugares habitados por seres tan
inquietantes como las Gorgonas; la más
terrible de ellas, Medusa, de cuyo cuello,
cortado por Perseo, nació Crisaor, el héroe de
la espada de oro que tuvo con la ninfa
Calirroe a Gerión. Todos estos seres
representaban un mundo lejano, pero tan
trascendental para los griegos, que los
frontones arcaicos de la Acrópolis de Atenas
los tomaran como sus intérpretes principales.
Herakles realizó aquí sus tres últimos trabajos:
el robo de los bueyes de Gerión, la obtención
de las manzanas del Jardín de las Hespérides
y el descenso al infierno para secuestrar a
Cancerbero.
En una imagen arcaica de la lucha de
Herakles y Gerión, que se conserva en una
placa metálica aparecida en Samos, Herakles
clava la espada en uno de los cuellos del rey
tartésico de tres cabezas y a sus pies yacen el
perro Orthos y el boyero Eurytión, mientras
que tras ellos se ven los famosos toros
marismeños; lo más llamativo es que el
paisaje lo constituyen tres dragos, los árboles
excepcionales e inconfundibles por su tronco
sinuoso y sus hojas aguzadas; de éstos se
decía que solamente crecían sobre la tumba
Hércules recibiendo las manzanas de las Hespérides, frontón de la Acrópolis de Atenas, siglo V a.C.
de Gerión, que estaba en el templo de
Herakles de Cádiz.
Otros reyes tartésicos descendientes de
Medusa fueron Gárgoris y Habis; el primero
de ellos había enseñado a los tartesios a
producir la miel con la cría de las abejas; el
segundo, su nieto, fue un rey civilizador que
introdujo la agricultura y dio las primeras
leyes a su pueblo, al que dividió entre
nobles y plebe.
El último rey tartésico fue Argantonio, el
hombre de la plata, rico y generoso receptor de
colonos griegos, a los que ayudó a construir
las murallas de la ciudad de Focea y que vivió
en la primera mitad del siglo VI a.C. Su
fortuna económica era paralela a su
longevidad, que se cifraba en más de un
siglo, lo que llevó al griego Anacreonte a
componer el famoso verso: Mas no querría yo,
ni el cuerno de Amaltea ni ciento cincuenta
años reinar en Tartessos.
Platón y la ciudad perfecta Con todo ello, y también con la fama de las
riquezas mineras del país, se formó el
sustrato mítico sobre el que Platón configuró
el mito de la Atlantida, una ciudad perfecta,
CÁDIZ
METRÓPOLIS HACE TRES MILENIOS
creada en el océano por Poseidón para los
descendientes que había tenido con una
princesa local; una ciudad circular de anillos
concéntricos que presidía el templo del dios,
con fosos de agua que separaban cada anillo
de edificaciones, cada uno con sus muros
revestidos de metal, el central de oricalco, la
famosa amalgama tartésica de cobre y oro. La
Atlántida era una civilización ideal, con
ciudades distribuidas armónicamente en un
territorio muy próspero y habitada por un
pueblo guerrero y culto; noticias como las de
las leyes y poemas tartésicos de seis mil años
de antigüedad de los que habla Estrabón, se
cruzan en reiteradas coincidencias con las
características de la civilización de los
atlantes.
El origen de todos estos mitos debe
buscarse en la floreciente época que vivió
Andalucía durante la Edad del Bronce; aquí
se inició la metalurgia en las mismas fechas
que en el Próximo Oriente y sus habitantes
constituyeron una organización de ciudades
muy prósperas, al tiempo que se dotaban de
enterramientos monumentales de los que los
dólmenes de Antequera son la muestra más
destacada. Los mitos griegos sobre la
Atlántida y Tartessos se fundamentan, por
tanto, en una evidencia arqueológica que
debió ser conocida por los navegantes
ocasionales de época homérica y los
primeros comerciantes de la colonización,
como aquellos que vieron ya en el siglo VII
a.C. los dragos gaditanos que atribuyeron a
la tumba de Gerión.
El pueblo más viejo Decía Ortega y Gasset: "Uno de los datos
imprescindibles para entender el alma
andaluza es el de su vejez". No se olvide. Es,
por ventura, el pueblo más viejo del
Mediterráneo, más viejo que griegos y
romanos.
Hace ya cuarenta años, el profesor Antonio
Blanco Freijeiro titulaba un artículo
"Andalucía, país de vieja civilización", y
explicaba cómo lo andaluz no es una simple
cultura sino una civilización en su pleno
sentido de sociedad que ha alcanzado el estadio
de la vida urbana (en la civitas) y ha adoptado
las fórmulas de convivencia y colaboración
civilizadas. Esta civilización andaluza se ha
mantenido hasta hoy en el fundamento que
reconocemos a través de la arqueología y los
mitos de Tartessos; muchas ciudades siguen
siendo las mismas o las herederas directas de
aquellas que construyeron los primeros
metalúrgicos y la disposición abierta y
acogedora a todos los extranjeros, de las que
fue paradigma Argantonio, siguen presentes en
una región integradora.
E n tiempos de Augusto, se contaba en
Cádiz, según noticias que pudo
recoger el geógrafo griego Estrabón,
que los fenicios de la ciudad de Tiro habían
emprendido, ochenta años después de la
Guerra de Troya, o sea, hacia el año 1100
a.C. de nuestra actual cronología, una serie
de expediciones con las que llegaron más
allá del Estrecho de Gibraltar; aquí
intentaron en una primera ocasión fundar
una colonia en Sexi (Almuñécar), pero los
augurios no fueron favorables; volvieron
después a intentarlo en Onuba (Huelva), con
el mismo resultado negativo de los
pronósticos y, en su tercer viaje,
consiguieron buenos presagios para la
fundación de Gadir (Cádiz) en un pequeño
grupo de islas; la situada más al norte sirvió
para asentar la ciudad, mientras que en el
extremo sur de la isla mayor construyeron
un templo dedicado a Melkhart.
Desde esta extraordinaria base marítima,
los fenicios consiguieron ser durante un
milenio los señores absolutos del océano
Atlántico y los monopolizadores de dos de
los elementos comerciales más importantes
de la Antigüedad; de una parte, los metales
tartésicos, oro, plata y cobre, a los que se
unía el estaño de las islas Británicas,
fundamental para la producción del bronce;
de otra parte, el atún y todas las especies
piscícolas de los escómbridos, cuya
abundancia en el océano era excepcional,
aparte de que aquí podían ser capturados
antes de iniciar el recorrido hacia el
Mediterráneo oriental, en el que adelgazan
progresivamente. Las conservas de atún y
las salsas obtenidas en la costa gaditana
como el famoso garum, que ya se citaba
como una exquisitez en las comedias
atenienses del siglo V a.C, tenían aquí un
rendimiento extraordinario, puesto que
también se disponía de sal abundante; de
ahí la imagen de la costa gaditana con sus
famosas pesquerías que aún se dibujaba así
en el siglo XVI y que era una de las fuentes
principales de ingresos de los duques de
Medina-Sidonia, cuando los picaros
Maqueta de una factoría de salazones gaditana. Las conservas de atún y las salsas obtenidas con el famoso garum, citadas como una exquisitez en las comedias atenienses del siglo V. a.C, se rentabilizaban aquí mucho porque también abundaba la sal (Museo Histórico Municipal de San Fernando, Cádiz).
sevillanos venían hasta aquí "por atún y a
ver al duque".
Dónde estaba Gadir exactamente Cádiz mantuvo durante toda la Antigüedad
sus vínculos con Fenicia y con otras colonias
en las que habitaban miembros de las
mismas familias y de las mismas sociedades
comerciales; esto explica que los hallazgos
arqueológicos de la ciudad ofrezcan piezas
únicas en Occidente, como los sarcófagos
antropoides de mármol, obras de artistas
griegos para ricos fenicios del siglo V a.C.
que deseaban tener su enterramiento a la
manera de los egipcios, o las interesantes
terracotas de la Punta del Nao, en las que
aparecen Isis, Osiris, Seth y Anubis, así como
las magníficas joyas y ajuares de las tumbas.
La primitiva colonia fenicia de Gadir se
encontraba al norte de la ciudad actual y en
ella había un templo dedicado a Astarté, que
los romanos denominaron de Venus Marina;
era una isla pequeña llamada también
Erytheia, en cuyo borde sur se extendía un
canal, hoy cegado casi por completo, que
comunicaba la ensenada de La Caleta con el
puerto actual. La isla mayor del archipiélago
gaditano se llamaba Kotinoussa, lo que
significa en griego "isla de los acebuches", y
Sarcófagos antropoides de mármol, siglo V a.C, obra de artistas griegos para fenicios ricios que deseaban ser enterrados a la manera egipcia (Museo Histórico Arqueológico de Cádiz).
se ha llegado a pensar que quizás fue aquí
donde los fenicios introdujeron el cultivo del
olivo, que habría de convertirse en la
principal riqueza agrícola de toda la región.
Aquí crearon los Balbo una ciudad nueva, a
la romana, que formaba con la fenicia una
dípolis o ciudad doble. En el extremo
meridional de esta isla, del que sólo queda
hoy el islote de Sancti-Petri, estuvo el templo
consagrado primero a Melkhart, que se
Moneda de la Torre Alta, en cuyo anverso aparece el rostro de Astarté y en el reverso dos atunes (Museo Histórico Municipal de San Fernando, Cádiz).
Figurilla fenicia del Templo de Melkhart, procedente del islote de Sancti-Petri, Cádiz (Museo Histórico Municipal de San Fernando, Cádiz).
identificó con el Herakles griego y el
Hércules latino; en realidad, era este templo,
con su privilegiada posición económica, el
punto central del poder fenicio en
Occidente; en él estuvieron Aníbal, Escipión
o Julio César, y, aún en época imperial, se le
reconocía el derecho a recibir herencias, lo
que permitía a los gaditanos eludir la
fiscalidad oficial.
La Gades romana Los Balbo, tío y sobrino, llamados ambos
Lucius Cornelius, fueron los principales
habitantes de la Gades romana. Por su
amistad con Pompeyo, el mayor de ellos fue
el primer extranjero al que se concedió la
ciudadanía romana, que Augusto extendió a
todos sus paisanos; ambos fueron banqueros
y abastecedores del ejército; a su muerte,
Balbo el Mayor dejó un legado al pueblo
romano tan cuantioso como el que había
dispuesto el propio César. Su intervención
en la ciudad se tradujo también en la
creación de un puerto nuevo, que se
extendía por toda la orilla de la antigua
bahía y fue el más activo de la Península
durante el siglo I de la Era. De la nueva
ciudad, construida frente a la colonia fenicia,
sólo se conserva el teatro, ya que los embates
del mar han destruido gran parte de lo que
fue su emplazamiento, pero lo que ha
podido excavarse, dentro del barrio
medieval del El Pópulo, corresponde a un
teatro aún de formas helenísticas, con un
cuidadoso trazado del graderío en secuencia
armónica y unas dimensiones similares al del
famoso teatro de Pompeyo en Roma. Aún
hoy, los gaditanos siguen pregonando con
orgullo su pasado trimilenario frente a la
mayoría de las poblaciones de Europa
occidental y su carácter singular, fenicio y
cosmopolita.
LO MÁS RELEVANTE
711 Entrada de los musulmanes por Gibraltar y derrota de don Rodrigo, último rey visigodo.
756 Abd al-Rahman I proclama el Emirato Independiente de Córdoba.
929 Abd al-Rahman III, califa de Córdoba.
1031 Desmembración del califato de Córdoba. Al-Ándalus queda dividido en treinta y un reinos de taifas.
1086 Victoria almorávide de Sagrajas e inicio del dominio almorávide en al-Ándalus.
1144 Segundas taifas de al-Ándalus.
1145 Los almohades inician su expansión en al-Ándalus. Triunfo en Alarcos (1195).
1212 Batalla de las Navas de Tolosa.
1232 Fundación del reino nazarí de Granada.
1236 Conquista de Córdoba por el rey castellano Fernando III el Santo. Le siguen Jaén (1246) y Sevilla (1248). Fin del poder almohade en la Península.
1344 Conquista de Algeciras por Alfonso XI de Castilla. Apertura definitiva del Estrecho de Gibraltar para los cristianos.
1492 Toma de Granada por los Reyes Católicos. Expulsión de los judíos.
Así se hizo...
UN ÚNICO REY, UNA ÚNICA LEY La Edad Media estuvo marcada por la dominación musulmana y la Reconquista cristiana. ISABEL MONTES describe cómo, aunque ambas civilizaciones se asentaron sobre sociedades muy heterogéneas, el poder dominante en cada momento obligó a respetar a un único rey y a profesar una sola religión, o ley como se concebía entonces
La conquista de España por los musulmanes, en el 711, supuso una profunda ruptura con el período anterior romano-visigótico.
El nacimiento de al-Ándalus abrió una falla profunda en nuestra historia y, como consecuencia, la población peninsular en adelante se agruparía en dos comunidades principales: musulmanes y cristianos. Unos y otros, una vez conseguido el dominio político, trataron de imponer a todos su religión, su ley, como se decía en la Edad Media, con los consiguientes problemas que acarreaba en unas sociedades tan mixtificadas.
Compleja fue primero la sociedad an-dalusí, compuesta por musulmanes, cristianos (mozárabes) y judíos y, siglos más
ISABEL MONTES ROMERO-CAMACHO, profesora
titular de Historia Medieval de la Universidad de Sevilla.
tarde, la andaluza, integrada por cristianos, judíos y musulmanes (mudejares), muchos de ellos convertidos finalmente al cristianismo (moriscos). La conquista de Andalucía, que culminó con la capitulación de Sevilla, en 1248, tuvo como consecuencias la repoblación de los nuevas territorios conquistados y el nacimiento de una amplia frontera entre cristianos y musulmanes, conocida como la Banda Morisca.
El primer período de la historia de al-Ándalus es también el más brillante. Se prolonga desde el 711 al 1031 y representa el asentamiento de los musulmanes en la Península y la creación del Estado his-pano-musulmán. El islam fue la fuerza dominante peninsular, que impondría su hegemonía, tanto política como cultural, y que alcanzaría su punto álgido en el siglo X, con la proclamación del califato.
La derrota del ejército visigodo, acaudi-
17
Musulmanes de al-Ándalus jugando al ajedrez, según una ilustración de Las Partidas.
llado por su rey don Rodrigo, en la Batalla de Guadalete (711) y la fulgurante conquista por parte de los musulmanes de las más importantes ciudades del sur de España, como Sevilla, Ecija, Córdoba o Mé-rida, llevó a los invasores musulmanes a proclamar, ese mismo año, la soberanía del califa omeya de Damasco sobre las nuevas tierras sometidas: a partir de entonces se integrarían, como una provincia más, en el Estado islámico del califato omeya de Damasco.
Durante el emirato dependiente (711-756) al-Ándalus estuvo gobernada por wa-
var su religión y sus costumbres y disfrutar de alto grado de autogobierno.
La evolución del emirato dependiente estuvo jalonada por luchas intestinas, derivadas de lo heterogéneo de su población, integrada por individuos de etnias, religiones, lenguas y culturas distintas, caso de los árabes y beréberes (ambos de religión musulmana) o judíos y cristianos. Eran también numerosos los conflictos entre los mismos grupos dominantes, como los distintos clanes árabes, que reprodujeron en la Península la antigua enemistad entre yemeníes y qaysíes, y, sobre to-
EN EL SIGLO IX, MUCHOS MOZÁRABES OPTARON
POR UN MARTIRIO VOLUNTARIO: BLASFEMABAN
PÚBLICAMENTE DEL ISLAM Y ERAN AJUSTICIADOS
líes (gobernadores), con residencia en Córdoba, capital de al-Ándalus más de tres siglos, que dependían, en primera instancia, del gobernador de Ifriqiya, y, finalmente, del califa de Damasco. Ya en estos años, se pusieron las bases del nuevo Estado, con la progresiva anexión de territorios, que se llevó a cabo a través de dos cauces fundamentales: la conquista militar de las principales ciudades y fortalezas, a través de las cuales se ejercía el control del territorio y de las vías de comunicación y, lo que fue más frecuente en las zonas rurales y periféricas, el establecimiento de pactos con la nobleza local visigoda. Esto hizo posible que amplios territorios de al-Ándalus gozasen de una completa autonomía, reconociendo siempre la autoridad máxima del califa, dependencia simbolizada por el pago de un tributo. En estos casos, a los cristianos de al-Ándalus (mozárabes) les estuvo permitido conser-
do, entre árabes y beréberes. En este período se ponen las bases de
un profundo cambio social en al-Ándalus: el poder es ejercido por la minoría inva-sora, de religión musulmana, que impone su dominio sobre la mayoría autóctona y cristiana. Da comienzo un lento, pero imparable proceso, a lo largo del cual numerosos cristianos reniegan de su religión para convertirse al islam.
El emirato independiente de Córdoba (756-929) se inicia con la llegada a al-Ándalus del príncipe omeya Abd al-Rahman, uno de los pocos miembros de la familia califal que logró escapar de la gran revolución abbasí, que hizo caer el califato omeya de Damasco. El futuro Abd al-Rahman I supo utilizar en su favor los afanes independentistas andalusíes, que le llevaron a proclamar su independencia política del nuevo califato abbasí de Bagdad, estableciendo en la Península una monar
quía, personificada por los Omeya, sucesores de los antiguos califas de Damasco. El emirato independiente omeya de Córdoba representa una etapa crucial, especialmente a partir de la segunda mitad del siglo LX. Supuso la formación y consolidación de la nueva dinastía, así como la definición de sus instituciones de gobierno siguiendo el modelo oriental.
Muladíes y baladíes El emirato independiente simboliza la formación del Estado andalusí que ratifica su independencia con respecto a Oriente y vive un profundo proceso de islami-zación y arabizacíón. Una de sus consecuencias, tal vez la más importante, pudo ser el gran número de convertidos al islam, conocidos como muladíes, por más que muchos de ellos lo fueran sin convicción, sólo por las ventajas económicas y fiscales que les reportaba. Sin embargo, esto no fue suficiente para asegurar la igualdad de derechos entre los conversos y los musulmanes de primera hora (baladíes), por lo que fueron muy frecuentes los conflictos entre unos y otros. De la misma forma, los cristianos fieles a su religión (mozárabes) tampoco pudieron librarse de la influencia de la cultura árabe, por lo que muchos de ellos se arabi-zaron.
Boabdil. Perteneciente a la dinastía nazarí, fue el último rey de Granada (anónimo, Santa Cruz de Tenerife, Museo Municipal).
18
Con sus victorias, Almanzor creó el Estado más fuerte del Mediterráneo Occidental del siglo X.
Vista parcial del Salón Rico del palacio de Medinat al-Zahra. Mandado construir por Abd al-Rahman III, en él residía el poder califal en el siglo X.
Tan complejo panorama dio lugar a numerosas conflictos sociales, derivados del descontento de una buena parte de la población a causa de la presión fiscal y de la prepotencia de la que hacían gala los baladíes; a esto se unió los afanes inde-pendentistas o autonomistas de algunas regiones, gobernadas por muladíes, en virtud de los pactos firmados entre los invasores y algunos personajes destacados de la población indígena. La situación se hizo insostenible a la muerte de Abd al-Rahman II, cuando se rompió el equilibrio inestable entre el Estado cordobés y la compleja sociedad que lo sustentaba: to
da al-Ándalus saltó por los aires, al verse envuelta en un gran movimiento de revueltas, conocido como la primera fitna o intento de disolución del emirato, entre las que destacan las protagonizadas por mozárabes y muladíes
El levantamiento de los mozárabes estuvo motivado por el proceso de islami-zación y arabizacion y las consiguientes pérdidas de su identidad y de su importancia política, social y cultural. Esto los llevó a la afirmación de su propia personalidad de manera radical, mediante el movimiento de martirios voluntarios, que tuvieron lugar en Córdoba, a mitad del si-
glo IX: la provocación que protagonizaron algunos cristianos, blasfemando del islam ante las autoridades cordobesas, por lo que eran ajusticiados. Tras duros en-frentamientos, muchos fueron perseguidos por el poder andalusí, lo que provocó el éxodo de numerosos mozárabes, que buscaron asilo en el reino astur-leonés.
Practicar la religión en secreto La revuelta mozárabe sirvió como detonante para el gran alzamiento de los mu-ladíes, muchos de los cuales seguían practicando en secreto su religión y viviendo según sus costumbres. La rebelión afectó a toda al-Ándalus, ya que estos conversos suponían el mayor contingente de su población, tanto en las marcas fronterizas, como en el interior del emirato. Sería aquí donde tendría lugar la más importante de todas, por lo que ha dejado un gran número de testimonios; fue protagonizada por el gran caudillo muladí Umar ben Haf-sún, que se hizo fuerte en la serranía de Ronda y extendió su movimiento hasta las puertas de la capital del emirato. Su gran acierto político no fue otro que saber aglutinar a todos los descontentos del poder omeya, que caería en el reinado del emir Abdallah (888-912).
La monarquía omeya alcanzó el máximo apogeo de su poder con Abd al-Rah-man III (912-961), que llegó a proclamarse califa, rompiendo así, de derecho, el único vínculo, el espiritual, que unía al
Cromolitografía del siglo XIX de un nicho de los Palacios Nazaríes de la Alhambra de Granada.
emirato independiente con el califato abbasí de Bagdad; al tiempo, hacia valer su importancia con respecto al nuevo califato fatimí, asentado en El Cairo. Los cien años del califato (929-1031) supusieron la época más brillante del islam español. A este respecto hay que destacar la obra de Abd al-Rahman III, que, gracias a su enorme inteligencia política y a su prolongado reinado, consiguió elevar a al-Andalus a un papel protagonista dentro del islam, a la vez que era respetado y temido por los poderes cristianos.
El primero de sus grandes logros fue
Imagen de Jinete mozárabe con sus ropajes al estilo de la civilización islámica, Beatus de Gerona, de 975.
la pacificación de al-Andalus, dominó uno a uno todos los focos rebeldes y culminó con la toma de Bobastro, el reducto hasta entonces imbatible de Umar ben Hafsún, en 928. Gracias a este fortalecimiento de su posición interior pudo proclamarse califa, en 929. Mandó construir Medinat al-Zahra, muy próxima a Córdoba, donde en 936 se retiró con su Corte. Las crónicas de la época que se refieren a las embajadas extranjeras que llegaban a Medinat al-Zahra, desde países como el Imperio Bizantino, el reino de Germania o el norte de África, así como
de todos los Estados cristianos peninsulares, sobre los que el Califa tuvo un enorme influjo político.
Su hijo y sucesor Al-Hakam II (961-976) tenía un carácter distinto. Piadoso y pacífico, su principal labor consistió en la promoción de la cultura, era famosa su gran biblioteca. Supo mantener el prestigio de la institución califal y en la Mezquita de Córdoba mandó construir su parte más hermosa, las arquerías lobuladas de la maxura y el mihrab.
Decadencia de la dinastía omeya Al-Hakam II fue sucedido por un niño de once años, Hisham II, de espíritu débil, por lo que su reinado supuso la decadencia de la dinastía omeya. Delegó todos sus poderes en Almanzor, que impuso un gobierno dictatorial. Su poder omnímodo y sus extraordinarias victorias militares hicieron de al-Ándalus, en estos años finales del siglo X, el Estado más fuerte del Mediterráneo occidental. Sin embargo, era un ídolo con pies de barro, ya que estaba amenazado por los graves peligros de la multiplicidad racial, las diferencias religiosas y los enfrentamientos civiles.
Con los sucesores de Almanzor se recrudecieron todos los problemas, a lo que se unió el desprestigio de la dinastía omeya y el vacío de poder creado a la muerte del dictador sin contar con un heredero que prosiguiera su obra. Todo ello precipitaría, en 1031, el triunfo de la Fitna, como se denomina a la revolución y guerra civil que ensangrentaron Córdoba y to-
CÓMO ERA LA CÓRDOBA CALIFAL
La ciudad más grande de España es
Córdoba, que no tiene su equivalencia
en todo el Magreb, más que en la Alta
Mesopotamia, Siria o Egipto por la cifra de
población, la extensión de su superficie, el
gran espacio ocupado por los mercados, la
limpieza de sus lugares, la arquitectura de
las mezquitas, el gran número de baños y
caravasares [...]. El señor de esta capital, Abd
al-Rahman ibn Muhammad fundó al oeste
de Córdoba una ciudad que llamó al-Zahra
[...], invitó al pueblo a vivir allí y ordenó
promulgar por España la proclamación
siguiente: "Quien quiera construir una casa
o elegir un local de habitación próximo al
soberano recibirá una prima de 400
dirhemes". Un río de gente se apresuró a
edificar; los edificios se hicieron densos y la
popularidad de esta ciudad adquirió
proporciones, hasta el punto de que las
casas formaban una linea continua entre
Córdoba y al-Zahra [...]. Hace mucho tiempo
que el soberano de esta ciudad reina sobre
ella y tiene su residencia y su palacio en el
interior de la muralla que la rodea. Dos
puertas de la ciudad, abiertas en la misma
muralla, dan sobre la ruta que lleva de
Rusafa al río [...} el Sur da sobre el río, a lo
largo del cual se desarrolla la ruta llamada el
"Andén". Es en el barrio donde se
encuentran los mercados, tabernas,
caravasares, baños y moradas de las clases
inferiores. La mezquita-principal, que es
muy bella y grande, se encuentra en la
misma ciudad; la prisión está situada en su
vecindad. Córdoba está muy separada de las
casas de sus barrios, que no la alcanzan de
una manera inmediata. La ciudad está
admirablemente dispuesta. Más de una vez
he dado la vuelta a la muralla en una hora;
es una muralla de forma circular, muy sólida
y de piedra. Al-Zahra no ha conseguido
jamás tener una muralla acabada. Tiene una
bonita mezquita-principal, que posee una
gracia propia, pero inferior a la de la capital
en estructura, capacidad y grandeza.
Córdoba tiene siete puertas de hierro. Es
una ciudad considerable y extensa, que
presenta un plano elegante. Hay grandes
fortunas y el lujo se despliega de varias
maneras, como son los tejidos y vestidos
preciosos, en lino flexible, en seda basta o
fina; o bien por monturas ágiles y las
diferentes clases de comestibles y bebidas.
Sus soldados no presentan un espectáculo
digno de ser visto, porque ignoran todo lo
referente al arte y a las reglas de equitación,
a pesar de su bravura y su costumbre de
combatir. (IBN HAWKAL: Configuración
del mundo, Valencia, 1971, págs. 63 y sigs.)
20
Cristianos y judíos juegan a los dados, en una ilustración de Las Partidas. Mixtificada y compleja, la sociedad medieval andaluza estaba formada por cristianos, judíos y musulmanes.
da al-Ándalus, deshaciendo la extraordinaria estructura política del Califato y haciendo triunfar la disgregación política, representada ahora por los reinos de taifas, pequeños Estados independientes: en el siglo XI supusieron el paso de una estructura unitaria a la desmembración del territorio andalusí en treinta y un minúsculos reinos.
Es entonces cuando aparecen personajes locales que se hacen con el poder en distintos puntos del territorio, por más que, en esencia, sigan conservando tanto la organización económica y administrativa territorial del califato, así como su estructura cultural. En síntesis, la historia de al-Ándalus, durante el siglo XI, se caracterizó por la imitación de la Córdoba ome-ya por parte de los reinos de taifas, muchas de cuyas Cortes, como Sevilla o Granada, llegan a superar el esplendor cultural y científico de la Córdoba califal, pese a su debilidad político-militar. Será ahora cuando la hegemonía de al-Ándalus sería sustituida por el progresivo dominio de los cristianos.
El poder que viene del desierto Esta situación estaría simbolizada en el sistema político de las parias, mediantes el cual los reinos de taifas pagaban tributos a los reinos cristianos, sobre todo a Castilla, que se comprometían a no atacarles y a defenderlos de otros taifas. Los últimos años del siglo XI conocerán el final de los reinos de taifas, precipitado por la conquista de Toledo por Alfonso VI, en el 1085. Esta victoria cristiana fue casi paralela a la toma de la Ceuta hammudí por el caudillo de los almorávides Yusuf b. Taxu-fín. Ante esta encrucijada, los más importantes reyes de taifas, al-Mutamid de Sevilla, al-Mutawakil de Badajoz y Abd Allah b. Ziri de Granada decidieron pedir ayuda a los almorávides del sur.
El nuevo poder almorávide había surgido en la zona fértil del sur del desierto del Sahara. Había logrado apoderarse de todo el Magreb occidental y central, constituyendo un imperio magrebí, con capital en Marrakech, que defendía el riguroso cumplimiento de la ortodoxia islámica, contando para ello con la fuerza militar beréber,
La invasión almorávide culminará con la derrota de Alfonso VI en la Batalla de Zallaqa, en 1086. Yusuf b. Taxufin volverá a cruzar el Estrecho de Gibraltar, en 1090. Sus primeros éxitos, la toma de Valencia en 1102 o la de Zaragoza, en 1110, no serán suficientes para detener la ofen
siva cristiana, por lo que muy pronto, desde 1120, se iniciará la decadencia del poder almorávide en la Península, que acabará con la proclamación de las segundas taifas, en torno a 1144; éstas serían conquistadas sucesivamente por los almohades, el nuevo poder magrebí que reemplazará a los almorávides.
Los almohades extenderán su poder
desde Marrakech y dan comienzo a su expansión en al-Andalus en torno a 1145-1146, que culminaría con la constitución de un vasto imperio peninsular y nor-teafricano, empezando por sus territorios andalusíes. Las terceras taifas desplazarían definitivamente al poder almohade de al-Ándalus, tras la sublevación del naciente reino nazarí de Granada, en 1232. Durante el período almohade el poder estuvo
en manos de la dinastía Muminí, fundada por Abd al-Mumin, vencedor de los almorávides y conquistador de al-Andalus, e iniciaría su decadencia a partir de la derrota de las Navas de Tolosa, en 1212.
Durante este tiempo, el poder almohade estaría cimentado en una estricta estructura doctrinal y político-administrativa, que le permitiría tener un papel pro
tagonista en el comercio mediterráneo y un extraordinario desarrollo cultural, una vez que lograron superar su tradición y enriquecerse con la cultura andalusí. Las terceras taifas de al-Ándalus (1228) perduraron a lo largo del siglo XIII, a excepción del último reducto, el reino nazarí de Granada, que pervivió desde 1232 hasta 1492.
El nacimiento de Andalucía fue fruto de
A PESAR DE SU DEBILIDAD POLÍTICA Y MILITAR,
MUCHAS TAIFAS SUPERARON EL ESPLENDOR
CULTURAL Y CIENTÍFICO DE LA CÓRDOBA CALIFAL
21
Fernando III, su campana del valle del Guadalquivir culminó en 1248 con la conquista de Sevilla. Libro de los Tumbos.
la Reconquista y repoblación del valle del Guadalquivir por los cristianos en el siglo XIII, proceso que no quedaría concluido hasta la toma y repoblación de Granada, en 1492. De 1224 a 1264, los cristianos permitieron la permanencia en sus antiguos territorios a una gran cantidad de musulmanes sometidos (mudejares), gracias a los pactos (pleitos o pleitesías) firmados, que garantizaban a los moros la propiedad de sus bienes y la práctica de su religión. En estos casos, los cristianos sólo ocupaban las fortalezas y las tierras y casas abandonadas. La población mudejar se quedó principalmente en el campo, mientras que los cristianos se concentraron en las fortalezas y en las grandes ciudades. En definitiva, se pretendió crear un sistema colonial, según el cual la minoría cristiana, que ejercía el control, se aprovecharía del trabajo de la mayoría musulmana. Este primitivo proyecto fracasó, en
Alfonso X llevó a cabo la repoblación de Sevilla (1252-53). Miniatura de Toxos-Outos (Madrid, Archivo Histórico Nacional).
1264, cuando se levantaron los mudejares de Andalucía y Murcia, que contaron con el apoyo de Granada y de los benimerines norteafricanos, revuelta que, una vez sofocada, tuvo graves consecuencias para los mudejares, como la anulación de los pactos y su expulsión de Andalucía.
En cuanto a la repoblación, en el reino de Jaén hay que destacar, la larga duración de este proceso de asentamiento. Desde muy pronto, el peligro constante de la frontera granadina hizo que surgieran numerosos señoríos en la zona marginal del territorio jiennense, especialmente en la parte oriental. Pasando al reino de Córdoba, destacaremos la importancia de la ciudad y su término realengo, repoblados antes de la revuelta mudejar de 1264. Aquí aparecieron claramente marcadas las enormes diferencias entre la pobreza de la comarca de la sierra, al norte de la ciudad, y la riqueza de la campiña, alejada del
peligro musulmán. Sin embargo, no ocurrió lo mismo con su territorio fronterizo, que formaba parte de la Banda Morisca, donde, como era habitual entonces, surgieron señoríos próximos a la frontera granadina encargados de su defensa; algunos eran laicos, como el de Aguilar, y otros eclesiásticos, como el de Lucena.
Libro del Repartimiento de Sevilla En Sevilla, se empezaron a repoblar las primeras tierras conquistadas, como Écija, Lora, Marchena y Carmona, con la presencia de guarniciones militares hasta la misma revuelta mudejar de 1264. A partir de entonces, se encomendó principalmente a las órdenes militares la defensa de este territorio. La Orden de Santiago recibió el señorío de Estepa (1264); Osuna fue entregada a la Orden de Calatrava (1264), al tiempo que se creaba el señorío de Morón, en beneficio de la Orden de Alcántara, ya en 1279. Por último, una vez tomada la gran capital almohade, en 1248, se procedió a la repoblación de Sevilla y el área conquistada con ella.
A través del Libro del Repartimiento de Sevilla podemos darnos cuenta de lo minucioso de su proceso repoblador. Dentro de él, se reconocen los tres grandes sectores del Repartimiento y sus beneficiarios: la reserva real, que comprendía las galeras del rey, el cillero real y el almacén del rey; los donadíos, grandes extensiones de tierra que incluían edificios e instalaciones agrícolas, concedidas a la familia real, a los nobles, a los oficiales de la casa del rey y a las instituciones eclesiásticas, incluidas la órdenes militares, a cambio de las cuales no se exigía a sus beneficiarios contrapartida alguna y, finalmente, los heredamientos entregados a los vecinos, que eran lotes compuestos de ca-
¿LA PUREZA CASTELLANA DE ANDALUCÍA?
En efecto, la renovación de Andalucía
en el siglo XIII es profunda y radical.
Los castellanos hacen de ella una
prolongación de Castilla con su sangre, su
lengua, sus creencias, su economía, su
derecho, su indumentaria, su arte y sus
costumbres. Lo antiguo, si no desaparece
en casi su totalidad, difícilmente se
percibe. Ahora bien, las condiciones
materiales y geográficas (situación, clima,
casas, cultivos, comercio y régimen de
propiedad) en que se desarrollan los
asentados, tanto como la influencia mora,
originan particularidades regionales,
algunas análogas a las antiguas, que van
resaltando desde el siglo XIV hasta
constituir lo andaluz, que por tantos,
especialmente extranjeros, se considera
como quintaesencia del hispanismo. No
obstante, en líneas generales, no es posible
hablar de pureza de raza castellana en
Andalucía; desde la conquista, los nuevos
pobladores proceden de distintas partes
de España y de Europa, e incluso entre
ellos se mueven los judíos y los mudejares.
Esta heterogeneidad todavía no se ha roto
desde el siglo XIII, si exceptuamos los
judíos y moros expulsados; heterogénea es
la composición de los inmigrantes, si bien
es cierto que en algunas épocas
predominaron los procedentes de
determinadas regiones, pues no se debe
olvidar que desde el siglo XIII Andalucía,
y especialmente Sevilla, es objeto de una
inmigración tal vez más constante y más
fuerte que en las demás regiones
peninsulares.
(T. GONZÁLEZ: Repartimiento de Sevilla,
Madrid, 1951, vol. I, pág. 13.)
22
A la izquierda, castillo de San Miguel, Almuñécar (Granada), famoso en época nazarí por servir de cárcel de los sultanes destronados. A la derecha, castillo de Segura de la Sierra, Jaén, reconquistado por los cristianos en 1214.
sa y tierras suficientes para cubrir las necesidades de una familia, según su categoría social, cedidos con la condición de establecerse en la región y cumplir con unas obligaciones militares y fiscales. Todo repoblador era dueño de sus bienes, por lo que la nueva sociedad andaluza estuvo conformada por propietarios.
Frontera doble: terrestre y marítima Entre los dueños de la tierra predominaban los de mediana y pequeña entidad, ya que los grandes, casi todos absentistas, supusieron un porcentaje mínimo. Resulta imposible defender que los latifundios andaluces, como afirman viejas teorías y tópicos, habrían sido resultado de los repartimientos de Fernando III y Alfonso X.
La cuarta zona repoblada, fue la que encuadraba la región del Guadalete y el Estrecho, que contaba con núcleos de la importancia de Arcos, Jerez o Cádiz. Aquí, la repoblación fue más tardía y tal vez la característica más importante sea su carácter señorial, debido a que este territorio servía de frontera terrestre, con relación a Granada, y marítima, con respecto a los benimerines. Debido a ello, la verdadera reestructuración de la repoblación de la zona fue llevada a cabo por Alfonso X, tras la invasión de los benimerines.
La última zona repoblada de la Andalucía Bética fue la más occidental: la correspondiente a Niebla, la costa y la tierra llana de Huelva, donde habría de trazarse la frontera con Portugal. Su repoblación se produjo a partir de la conquista del reino taifa de Niebla, en 1262, y, muy pronto, salieron a la luz las numerosas dificultades que se oponían a su repoblación realenga, ya que se trataba de un territorio fronterizo con Portugal. Ello provocó, una vez más, que, poco a poco, la mayor
parte de su término quedara bajo el régimen señorial, aunque su avance decisivo se produjo a lo largo del siglo XIV
Tan largo y complejo proceso repoblador contó con unos sólidos fundamentos humanos e institucionales, que habrían de marcar la idiosincrasia de Andalucía durante siglos, algunas de cuyas peculiaridades permanecen hasta hoy. La gran mayoría tuvo un origen castellano-leonés, aunque los hubo también que provenían de Navarra, la Corona de Aragón o Portugal. Vinieron algunos repobladores extranjeros, entre los que destacaron los geno-veses como grupo privilegiado.
Finalmente, estaban los repobladores no cristianos, es decir, los que habrían de conformar las minorías étnico-religiosas, entre los que se distinguieron los judíos. La mayor parte de ellos llegó a Sevilla con
Bote de marfil de al-Mughira, realizado hacia 968 en los talleres callfales de Córdoba.
los mismos conquistadores y procedían, en muchos casos, del reino de Toledo, donde se habían refugiado tras su expulsión de al-Andalus por los almohades; llegaron a alcanzar una gran importancia cualitativa hasta las terribles persecuciones (pogroms) de 1391, a partir de las cuales muchos se convirtieron, por lo que los judíos andaluces terminarían siendo un grupo residual. Otra minoría la conformaron los mudejares.
Aparecen grandes núcleos urbanos Fue a raíz del mismo Repartimiento de Sevilla cuando empezó a aparecer una clara gradación entre los vecinos, ya fuese en función de sus obligaciones militares (peones y caballeros) como por su condición nobiliaria o no. A ellos habría que añadir las minorías extranjeras, que gozaban de un fuero especial.
Pronto se constituyeron grandes núcleos urbanos y mercantiles en centros de ricas zonas rurales. Entre ellos destaca la posición privilegiada de Sevilla, como cabeza de un gran término (alfoz) y magnífico nudo mercantil, al servir de enlace entre las rutas mediterráneas y atlánticas, europeas y africanas, extraordinaria realidad que se consolidaría a lo largo de la Baja Edad Media. Desde el punto de vista institucional, cabe señalar la madurez del sistema de repartimiento y del régimen jurídico. Finalmente, mencionar la formación de la Frontera de Granada, la Banda Morisca, que en lo político iría avanzando al calor de la Reconquista, hasta desaparecer tras la conquista de Granada. Pero esta frontera tuvo otras muchas implicaciones, ya que desde el punto de vista sociológico haría nacer un arquetipo humano: el hombre de frontera, que sería trasplantado al mundo americano. •
23
DOS A C O N T E C I M I E N T O S
l INVASIÓN MUSULMANA Y SU ASENTAMIENTO
EL NACIMIENTO DE AL-ÁNDALUS
L a conquista de España por los
musulmanes y su posterior
establecimiento en la Península sería
uno de los acontecimientos más importantes
de la época medieval. De ahí que se hayan
dado múltiples interpretaciones. Desde la
óptica cristiana, supuso la destrucción de
la realidad político-administrativa de la
monarquía visigoda, la pérdida de España,
sensación que permanecería en el ideal
neogoticista, en la literatura y en la
historiografía hispánica medievales. Para los
musulmanes, no fue más que un hito en la
segunda fase de su expansión territorial, que
los había llevado hacia Occidente, por el
norte de África. Finalmente, estaba la
realidad de fondo, la profunda crisis interna
del reino hispano-visigodo.
Los precedentes de la invasión tuvieron
lugar en el año 710, cuando se produjo la
primera entrada de los musulmanes al
mando del beréber Tarik ibn Malluk. Pero no
es hasta el 711 cuando tiene lugar el
desembarco del también beréber Tariq ben
Ziyab —un mawla, lugarteniente de Musa,
gobernador de Ifriqiya- en Gibraltar y la
posterior derrota y destrucción del ejército
visigodo de don Rodrigo, en la Batalla de
Guadalete. Es a partir de esta decisiva batalla
cuando, en sólo tres años, la Península es
recorrida de sur a norte por los invasores,
siguiendo las principales calzadas romanas.
Así, en el 712 llegan a la Península el
árabe Musa ibn Nusayr, junto con su hijo
Abd al-Aziz, y un gran contingente militar.
Fue entonces cuando, después de
Ataque de las tropas carolingias (miniatura del siglo XIII, París, Biblioteca del Arsenal). En la Batalla de Poitiers (732) fracasaron los intentos de asentamiento islámico más allá de los Pirineos.
Musulmanes de al-Ándalus en una ilustración del Lapidario, de Alfonso X el Sabio.
reunirse con Tariq en Toledo, los ejércitos
musulmanes llevan a cabo numerosas
expediciones por todo el territorio
peninsular, a excepción de la zona
noroccidental, durante los años 712 y 714,
en que ambos caudillos vuelven a Oriente,
para dar cuenta al califa de su actuación.
La última fase de la expansión tiene lugar
en el NE peninsular y más allá de los
Pirineos, entre los años 716 y 732,
protagonizada, entre otros valíes, por Al-
Hurr y Abderramán al-Gafequí. Este último
es frenado por Carlos Martel en la Batalla de
Poitiers (732), con lo que fracasó el intento de
asentamiento islámico por el resto de Europa.
Dentro de este contexto debe entenderse la
resistencia hispano-cristiana en el norte
peninsular, que alcanzará su culminación en
la Batalla de Covadonga (722). A este
respecto, debemos referirnos a la realidad y
leyenda de la victoria cristiana. Así, mientras
para los habitantes de al-Ándalus
-preocupados por la expansión
ultrapirenaica— no pasó de ser una derrota
sin importancia en una guerra de montaña,
para los cristianos supuso, nada menos, que
la toma de conciencia de su propia fuerza, lo
que permitiría a su caudillo, don Pelayo,
sentar las bases de un minúsculo reino. De
todas formas, la magnificación de la Batalla
de Covadonga no vendría hasta el siglo IX,
cuando la Crónica de Alfonso III reconozca
en don Pelayo y sus seguidores a los
restauradores del reino de los godos.
Pero ¿cuáles fueron los motivos del freno
de la expansión islámica? Entre ellos, se
enumeran la teoría determinista, según la
cual esta expansión tuvo un carácter
bioclimático, dada la inadaptación de los
musulmanes a los países atlánticos. Otra
razón, sería el progresivo desgaste del
potencial humano, debido a las numerosas
expediciones y, por último, el paulatino
aumento de fuerzas de los francos
merovingios, lo que les permitió oponerse,
con éxito, a los invasores islámicos.
El contacto de los musulmanes con la
población establecida revistió dos formas
distintas. La primera se produjo en casos
aislados y fue el enfrentamiento militar,
propiamente dicho, que tendría como
resultado la rendición de los hispano-
visigodos y su sometimiento a los invasores.
La segunda, la norma general, fue la que se
realizó a partir de capitulaciones y pactos,
entre los que se distinguen dos fórmulas
principales: el pacto de capitulación: suhl,
que supondría la sumisión absoluta a los
invasores, y el tratado de paz: ahd, que habría
permitido a los vencidos una cierta
autonomía política, aunque dependiente de
la autoridad musulmana.
Por otra parte, este contacto con la
población establecida se vio favorecido por la
política musulmana con relación a las
llamadas gentes del Libro, es decir, los cristianos
y judíos, a los que se permitía la práctica de
su religión. Eran los protegidos y gozaban de
un estatuto jurídico propio, lo que les
obligaba a pagar dos tipos especiales de
tributos, como subordinados al islam: la
chizia en metálico y el jarach o impuesto
territorial en especie. Finalmente, hay que
mencionar la alianza de algunos magnates
hispano-visigodos -especialmente vitizanos-
con los musulmanes, lo que permitió la
supervivencia de situaciones aristocráticas
anteriores, aunque poco numerosas.
La llegada de los invasores se produjo en
sucesivas oleadas, cuyo número y origen
étnico eran distintos. Destacaban
fundamentalmente dos tipos de razas:
beréberes y árabes. Así, por ejemplo, se dice
Mosaico de la Mezquita de Córdoba.
Infante omeya, con cota de malla, escudo de madera y yelmo de bronce y hierro.
que fueron unos 12.000 los beréberes que
formaron el ejército de Tariq, mientras que
Musa traería unos 18.000 hombres, entre los
que predominaban los árabes. Más tarde,
llegaron nuevos contingentes militares con
los sucesivos valíes y, sobre todo, las tropas
mercenarias de Balch, del califato de
Damasco, unos 30.000 hombres, de los que
10.000 eran jinetes especializados sirios.
Pero ¿cuáles fueron las fórmulas utilizadas
por los invasores para instalar a todos estos
grupos humanos? La primera cuestión que se
plantea es si hubo un reparto organizado o si
se llevó a cabo de forma anárquica.
A este respecto, según parece, el
establecimiento de los primeros musulmanes
en Hispania se habría realizado mediante el
reparto de tierras libres —a través de
concesiones quizás en plena propiedad-
entre los primeros conquistadores, una vez
separado el jums o quinto califal. Pero, muy
pronto, se planteó un grave problema: dado
que la mayor parte de la población hispano-
visigoda permaneció en sus tierras, era muy
poco lo que había que repartir, lo que
dificultaba la instalación de los nuevos
contingentes. Así, a las tropas del valí Al-
Samh les fueron cedidas las tierras del jums
califal en régimen de usufructo, sistema
semejante al beneficium carolingio, mientras
que a los sirios de Balch se les acantonó en
diversas provincias, haciéndoles beneficiarios
de 1/3 de las tributaciones territoriales
cristianas. Toda esta serie de repartos tuvo
como consecuencia la formación de un mapa
étnico-social de al-Andalus. En él, según la
teoría tradicional, defendida por E. Levi
Provencal, las tierras de las llanuras fértiles
habrían estado reservadas para los árabes,
mientras que los beréberes habrían quedado
reducidos a las zonas altas y montañosas. Esta
hipótesis ha sido matizada por P. Guichard,
cuya "geografía tribal de al-Andalus" pone de
manifiesto una mayor dispersión de tribus,
con la presencia beréber tanto en la llanura
levantina como en el valle del Guadalquivir.
Así, las consecuencias fueron las fuertes
tensiones entre ellos, favorecidas por las ya
existentes entre los distintos grupos étnicos
de la sociedad musulmana. Se producen
enfrentamientos entre los beréberes,
protagonistas de la invasión, y los árabes, los
más beneficiados en el reparto como casta
militar superior. Pero también se reflejará la
tradicional oposición entre los dos grupos de
la aristocracia árabe: yemeníes y qaysíes.
Esta situación llegaría a su punto
culminante con la revuelta beréber de 741.
La primera consecuencia fue la llegada a la
península de Balch, al mando de un gran
ejército, entre los que destacan los chunds
sirios o jinetes especializados, que consiguen
una gran victoria sobre los beréberes.
Pero, una vez pacificada al-Ándalus, los
sirios recién llegados se convierten en un
grupo molesto para los baladíes o árabes ya
instalados, ya que, según prestasen su apoyo
a yemeníes o qaysíes, garantizaban el
ejercicio del poder a una u otra tribu árabe.
Por último, el caos que vive al-Ándalus se
verá reforzado por la coyuntura depresiva
que azota al norte peninsular a mediados del
siglo VIII, lo que unido a la migración de
beréberes hacia el sur y a las campañas
de Alfonso I de Asturias, dará lugar al
nacimiento de lo que Sánchez Albornoz
denominara "desierto estratégico del Duero",
frontera entre cristianos y musulmanes.
El nacimiento de al-Ándalus fue el
resultado final. Pronto aparecen las primeras
manifestaciones de la paulatina creación de
un aparato político-administrativo y del
ejercicio de una soberanía, como las
acuñaciones monetarias, la firma de tratados
de paz o el traslado de la capital de Sevilla a
Córdoba, en el 717, todo lo cual se
contrapone con la permanencia de una
estructura tribal de base. Pero, a pesar de
ello, al-Ándalus se convierte, al menos en
teoría, en una provincia del califato de
Damasco, dependiendo de la autoridad del
valí de Cairuán, aunque, en la práctica, los
musulmanes de España gozaban de gran
independencia. •
2 LAS NAVAS DE TOLOSA
LOS ORÍGENES DE ANDALUCÍA
La familia real nazarí se dispone a salir de la Alhambra, por Ruiz Almodóvar (Madrid, colección particular). La incorporación del emirato nazarí de Granada a la Corona de Castilla fue uno de los grandes hitos de la política de los Reyes Católicos.
La conquista y ocupación de Andalucía
dio comienzo a partir de la Batalla de
las Navas de Tolosa (1212), que marcó
el principio de la desarticulación del poder
almohade en la Península. Realmente, fue la
descomposición de este gran imperio
norteafricano la que abrió el valle del
Guadalquivir a Castilla, iniciando una cadena
de grandes operaciones militares que
culminarían con la conquista de Sevilla (1248).
Así también lo vieron los cronistas
musulmanes contemporáneos, como Ibn
Idhari: "Este año [609/1212] ocurrió la Batalla
de Las Navas de Tolosa, que motivó la
ruina de al-Ándalus, hasta todavía hoy. El
emir de los creyentes al-Nasir se dirigió al
país del maldito Alfonso [VIII] con gran
ejército de musulmanes. El tirano
[Alfonso VIII] se había preparado contra
él, reuniendo a toda la gente de Castilla y
otras tropas de los demás reinos
cristianos. Se encontraron ambas partes
en el lugar llamado "al-Iqab" [Las Navas]:
la victoria se inclinó primero hacia los
musulmanes, aunque los almohades no se
esforzaron ni pusieron en ella buena fe...
cuando el Barcelonés [rey de Aragón] Francisco Jiménez de Cisneros (Torrelaguna, 1436-Roa, 1517). A la se unió a Alfonso con tres mil jinetes, derecha, Fray Hernando de Talavera (Talavera, 1428-Granada, 1507).
las tropas musulmanas iniciaron la huida y la
derrota cayó sobre ellos" (Ibn Idhari: Bayan, V).
El proceso de conquistas castellanas en
Andalucía comenzó con la caída de Córdoba
en poder de Fernando III, en 1236. La
principal consecuencia fue la apertura del
valle medio del Guadalquivir a los ejércitos
fernandinos que, entre 1240 y 1243, fueron
apoderándose, con enorme facilidad, de
numerosas localidades de la sierra y la
campiña cordobesa y sevillana, como Luque,
Lucena, Santaella, Montoro, Baena, Obejo,
Marchena, Morón, Osuna, Estepa...
Así, se llevó a cabo el saqueo de las tierras
de Carmona y la toma de la importante
fortaleza de Alcalá de Guadaira. Como
consecuencia, en 1247, capitularon Carmona,
Lora y Gerena, mientras que Cantillana y
Alcalá del Río fueron tomadas por las armas.
En agosto de 1247, las tropas cristianas
iniciaron el terrible cerco a Sevilla, que
finalmente capituló y el ejército de San
Fernando entró en la antigua capital de la
España almohade el 23 de noviembre de
1248, día de San Clemente. La conquista de
Sevilla puso el broche de oro a más de diez
años ininterrumpidos de un
agotador esfuerzo bélico,
dirigido por Fernando III. Los
castellanos lograron el
sometimiento, con pactos muy
favorables para los musulmanes,
de numerosas ciudades de la
comarca gaditano-xericense y
del reyezuelo de Niebla Aben
Mahfoth.
Cuando Fernando III murió,
en 1252, el proceso
reconquistador quedó en
suspenso, con el fin de
organizar el extenso territorio
conquistado. Ésta fue la gran tarea de su hijo
y sucesor Alfonso X, que ocupó los primeros
años de su reinado en acabar la organización,
repartir las tierras y repoblar el reino de
Sevilla.
A partir de 1262, este sometimiento al rey
de Castilla empezó a modificarse. Las
primeras manifestaciones de rebeldía
quedaron plasmadas en la revuelta del rey
vasallo de Niebla, Aben Mahfoth, que
provocó la violenta respuesta de los
castellanos, quienes lograron someter la
ciudad en el mismo año 1262. Alfonso X,
impresionado, expulsó a la población
musulmana de Écija y la repobló con
cristianos, al tiempo que procedía a la
repoblación de Cádiz, impidiendo la salida al
mar de los núcleos mudejares del entorno.
Tal hecho resulta suficiente para comprender
las causas de la revuelta mudejar de 1264,
apoyada por granadinos y benimerines y que
se extendió al reino de Murcia.
La respuesta de Alfonso X no se hizo
esperar y volvió a recuperar, esta vez
mediante las armas, Jerez, Arcos, Lebrija,
Medina Sidonia, Sanlúcar de Barrameda,
Rota y Vejer, desterrando a su población
mudejar y repoblando con cristianos. Los
mudejares fueron también expulsados
incluso de otras comarcas del interior.
El proceso reconquistador volvió a frenarse
a partir de la revuelta mudejar de 1264. Para
explicarlo, el historiador González Jiménez
aduce el cansancio militar y la necesidad de
reorganizar el territorio, las dificultades
económicas del reino castellano, los
problemas políticos internos de Castilla, la
obsesión de Alfonso X por obtener el título
de emperador de Alemania y, sobre todo, los
continuos ataques de meriníes y granadinos,
actuando como aliados, sobre la frontera
andaluza, desde 1275 hasta 1285.
Cuando Sancho IV subió al trono, en 1284,
firmó una paz con el sultán meriní, que se
prolongó hasta 1291. En 1292, los cristianos
ocuparon Tarifa, que abría a los castellanos el
camino hacia el Estrecho, completado con las
sucesivas tomas de Gibraltar (1309, por
primera vez; 1462, definitivamente) y
Algeciras (1344), con lo que, por fin, quedaba
abierta la comunicación entre el
Mediterráneo y el Atlántico. Este fue el final
que tuvo como resultado, a partir de Las
Navas de Tolosa (1212), el avance cristiano
desde sierra Morena por toda la Península.
El fracaso de la repoblación de Andalucía
fue debido a las dificultades políticas y
económicas que soportó la primera
generación de repobladores, lo que obligó a
muchos a regresar a sus lugares de origen;
también, a la escasa pervivencia de población
mudejar, tras la revuelta de 1264 y a la propia
imperfección de la repoblación andaluza,
Todo ello hizo que, en adelante, los objetivos
del poder público castellano fuesen la
repoblación de los principales puntos
estratégicos y asegurarse el control de las
ciudades, que eran los centros económicos
más activos, mientras que la repoblación de
la Andalucía rural fuese un largo, lento y
EL LEVANTAMIENTO DE LOS MUDEJARES
C apítulo XIII: De commo vinieron los
moros de alien mar en ayuda del rey
de Granada, é de los fechos que sobre esto
se ficieron
El rey de Granada, veyendo el gran afin
camiento de la guerra en que estaba, envió
rogar á Aben Yuzaf que le enviase alguna
gente en su ayuda, é envióle mil caballe
ros, é vino por cabdillo dellos un moro que
era tuerto de un ojo, é decían que era de los
más poderosos que había alien mar. E se-
gund lo que se falló en escripto, dicen que
éstos fueron los primeros caballeros jine
tes que pasaron aquén la mar después que
el Miramamolin fué vencido. E commo
quier que luego en el comienzo de su ve
nida destos caballeros fué grand esfuerzo
para los moros de aquen la mar, é otrosí pu
sieron gran miedo á los cristianos dicien
do que eran muchos más, pero grand daño
se siguió de la su venida al rey de Grana
da, ca él por los honrar aventajábalos en to
das las cosas, é por los tener más pagados
dábales muy grandes soldadas, é lo que avia
de dar á los suyos dábalo á ellos. E el arra-
yaz de Málaga é el arrayaz de Guadix ve-
yendo esto, fablaron con el Rey que non
quisiese perder los suyos por los extraños,
é el Rey dióles mala respuesta, de que ellos
fueron muy despagados. E por esto busca
ron manera commo los destruyesen, se-
gund que adelante la estoria lo contará. E
agora dejaremos de contar desto, é torna
remos á contar lo que el rey don Alfonso
fizo en esta guerra...
("Crónica de Alfonso X", en Crónicas de los
Reyes de Castilla, tomo I, Biblioteca de Au
tores Españoles, Madrid, 1953, pág. 10).
Isabel la Católica junto a Santiago, en un campo sembrado de cabezas de moros cortadas, ilustración de Marcuello.
complejo proceso que duraría toda la Baja
Edad Media.
Así pues, esta crisis de la repoblación pudo
dar lugar al fenómeno de los despoblados, ya
que la escasez de pobladores provocó el
vaciamiento de los campos y el agrupamiento
en torno a núcleos estratégicos y bien
defendidos. Provocó el agotamiento casi total
de la repoblación oficial de la corona
castellana, en torno a 1280, y el nacimiento
de nuevas grandes propiedades, que
surgieron no de los repartos de tierra,
inmediatos a la conquista, sino del abandono
de sus propiedades por parte de los primeros
repobladores andaluces. La repoblación de la
Andalucía del Guadalquivir, en el siglo XIII,
contaba con un escaso contingente
demográfico, por lo que los cristianos
norteños que se establecieron en las nuevas
tierras conquistadas no fueron suficientes
para compensar la marcha de la antigua
población musulmana. Tomando las palabras
del historiador González Jiménez, a fines del
siglo XIII Andalucía era una región
amenazada por la guerra de frontera,
marcada por varios decenios de guerras, muy
por debajo de sus necesidades demográficas,
despoblada y hambrienta de hombres.
Tras la conquista de
Granada, Andalucía se
incorpora a la Corona
de Castilla y al mundo
cristiano. CARLOS
MARTÍNEZ SHAW
describe la expansión de
su economía en el siglo
XVI, la eclosión cultural
del Renacimiento y su
activa participación en
las aventuras del Nuevo
Mundo. Una prosperidad
que entraría en crisis en
el siglo siguiente, aunque
se recuperaría en la época
del reformismo
borbónico, caracterizado
por el enorme
protagonismo andaluz en
la vida política española
LO MÁS RELEVANTE
1492 Conquista de Granada
1503 Creación de la Casa de la Contratación de Sevilla.
1543 Creación del Consulado de Sevilla.
1568 Guerra de las Alpujarras.
1641 Conspiración del duque de Medina-Sidonia.
1704 Ocupación de Gibraltar por Inglaterra.
1717 Traslado de la Casa de la Contratación a Cádiz.
1729 Traslado de Felipe V y la Corte a Sevilla.
1805 Batalla de Trafalgar.
1808 Batalla de Bailen.
1810 Inauguración de las Cortes de Cádiz.
1812 Promulgación de la Constitución de Cádiz.
29
Expulsión de los judíos de España, de Emilio Sala (1889). Los Reyes Católicos y Torquemada en una audiencia a un dirigente de la comunidad judía.
La conquista de Granada (enero 1492) significó la definitiva incorporación de toda Andalucía dentro de la Corona de Castilla y den
tro del mundo cristiano, lo que completaba el proceso que se había iniciado casi tres siglos antes con la batalla de Las Navas de Tolosa (1212) y la conquista del valle del Guadalquivir. De este modo, la región adquiría los rasgos esenciales que habían de definir su historia a lo largo de la Edad Moderna.
A la llegada de Carlos V a España, Andalucía contaba con una población que rondaba el millón de habitantes, distribuidos entre el reino de Sevilla (que venía a incluir las actuales provincias de Sevilla, Cádiz y Huelva y que sumaba unas 400.000 almas), el reino de Córdoba (aproximadamente, 200.000 habitantes), el reino de Jaén (unos 125.000) y el recién incorporado reino de Granada, que venía a extenderse por las actuales pro-
CARLOS MARTÍNEZ SHAW es catedrático
de Historia Moderna, UINED, Madrid.
vincias de Granada, Málaga y Almería y cuya población, después de las alteraciones derivadas de la conquista, debía ascender a unas 300.000 personas.
Una sociedad muy diversificada Andalucía era una región eminentemente rural, pero tenía como rasgo distintivo un alto nivel de urbanización, con ciudades muy pobladas, como Sevilla (la gran urbe española del momento, con sus cerca de 50.000 habitantes), Córdoba, Granada y Málaga; tenía además otros numerosos núcleos intermedios distribuidos por los cuatro reinos: Baena y Luce-na en el de Córdoba, Baeza y Úbeda en el de Jaén, Jerez, Écija y Osuna en el de Sevilla, Guadix, Loja, Motril, Baza, Ronda, Antequera y Vélez-Málaga en el de Granada, etcétera. Y la tendencia demográfica era positiva, pese a la incidencia inevitable de factores característicos como las crisis de subsistencias o las epidemias. Predominaba la inmigración (para completar la repoblación de campos y ciudades) sobre una escasa emigración, espe
cialmente a América, poco significativa en términos cuantitativos, aunque en el siglo XVI suponía más de un tercio del total español.
La sociedad andaluza del Quinientos era muy diversificada. Por un lado, estaban los descendientes de los conquistadores, que habían constituido una nobleza sólidamente establecida en sus dominios señoriales; con títulos tan encumbrados como los de los duques de Osuna, Medina-Sido-nia, Arcos o Sessa y los de los marqueses de Priego, Tarifa, Cenete o los Vélez; otros estaban cómodamente asentados en las ciudades, bajo la forma de un patriciado urbano que dominaba los resortes de la vida municipal a través del ejercicio de los cargos públicos, empezando por los de regidores. Naturalmente, el clero secular en todos sus niveles, desde los arzobispos de Sevilla y Granada hasta los curas párrocos, y el clero regular, con su considerable copia de monasterios y conventos masculinos y femeninos de las distintas órdenes religiosas, componían un grupo claramente visualizable y con una in-
30
Vista del Albaicín desde La Alhambra Los moriscos de este barrio granadino, junto con los de las Alpujarras, Níjar, Ronda y Filabres, protagonizaron la gran revuelta de 1499-1501.
fluencia social superior a su número. Las ciudades eran la sede natural de artesanos organizados en sus respectivos gremios, comerciantes (desde los acaudalados mercaderes a los modestos tenderos) y profesionales (médicos, abogados, profesores), en proporción creciente debido a la favorable coyuntura económica que presidió el hermoso siglo XVI.
Enorme actividad comercial Esta expansión económica atrajo a la región a numerosas colonias de extranjeros, lo que dio un nuevo sello distintivo a la sociedad andaluza. En efecto, las oportunidades generadas por un activo comercio con las plazas tanto del Mediterráneo como del Atlántico y, sobre todo, con las provincias ultramarinas, permitió la instalación de amplios grupos de mercaderes de muy diversas nacionalidades, particularmente en las grandes ciudades portuarias. Predominaban los procedentes de países católicos y aliados, como los italianos (especialmente, los ge-noveses), los flamencos y los portugueses, que aumentarían su presencia con la Unión de las Coronas de España y Portugal en 1580; en menor medida, los franceses, los irlandeses y los alemanes.
Una característica especial de la Andalucía moderna fue la presencia de una serie de grupos minoritarios que estuvie-
Mercado de tejidos de S. Hertogenbosch, en Brabante, Holanda. La gran actividad marítima andaluza del siglo XVI atrajo a numerosos mercaderes extranjeros, entre ellos flamencos.
ron aquí más representados que en cualquier otra región castellana. Por un lado, la expulsión de los judíos tuvo como efecto inmediato la consolidación de la clase de los judeoconversos, contra los cuales se ejercerían prioritariamente las acciones del tribunal de la Inquisición, que tuvo en las tierras andaluzas uno de sus principales campos de actuación.
Otro numeroso grupo fue el de los moriscos, que debían rondar la cifra de cien
mil después de las salidas masivas producidas como consecuencia de la conquista. Ya en la década siguiente, a raíz de la revuelta granadina de 1499-1501, que movilizó tanto la capital (barrio del Albaicín) como extensas regiones del reino (Alpujarras, sierras de Níjar y los Filabres, serranía de Ronda), la rebelión sólo pudo ser sofocada con penosas operaciones militares y originó el exilio de nuevos contingentes de musulmanes al otro lado del estrecho de Gibraltar. El hecho tuvo como efecto derivado la suspensión del estatuto de mudejaría, que sería suprimido definitivamente por Carlos V en 1525, dejando el conflicto en estado latente.
La taxativa prohibición por decreto de Felipe II del empleo de la lengua árabe y de cualquier expresión de su religión y cultura, celosamente conservadas, provocó una nueva rebelión en las Alpujarras
(diciembre 1568), que llegó a movilizar a unos treinta mil moriscos bajo la dirección de Hernando de Válor, que adoptó el nombre de Abén Humeya. La guerra de guerrillas puesta en práctica por los insurrectos permitió mantener en jaque a las fuerzas nobiliarias y concejiles mandadas por el marqués de Mondéjar hasta el asesinato del dirigente morisco en Laujar de Andarax (Almería, octubre 1569). A partir de entonces, las tropas cristianas, pues
tas al mando de Juan de Austria, arrinconarían a los sublevados, mandados ahora por Abén Aboo, hasta que su asesinato (primavera 1571) provocó la rendición de los supervivientes. La deportación masiva decretada de modo inmediato afectó a casi ochenta mil moriscos granadinos. Así, aunque de este modo se liquidó el más importante foco de resistencia musulmana, la cuestión morisca subsistió como una asignatura pendiente cuya resolución se remitió al reinado de Felipe III, que decretó su completa expulsión en 1609.
A estas minorías étnicas hay que añadirles una tercera, la de los gitanos, cuya población es difícil de calcular pero que sin duda debieron ser varios miles. La persecución contra los gitanos, iniciada por los Reyes Católicos (pragmática de Medina del Campo de 1499), prosiguió a
EN EL SIGLO XVI SE CONSOLIDO UNA INDUSTRIA TEXTIL IMPORTANTE: DE PAÑOS, EN CÓRDOBA, BAEZA Y ANTEQUERA Y, EN GRANADA, DE SEDA
31
Felipe II defensor de la Religión (Madrid, Biblioteca Nacional). El rey prohibió taxativamente por decreto el empleo de la lengua árabe y de cualquier expresión de su religión y su cultura.
todo lo largo de los tiempos modernos. Así, si ya en época de Felipe II se decretaron levas para convertirlos en galeotes, la petición de los procuradores de Burgos en 1599 urgía a la adopción de disposiciones para "extinguir la raza" de los gitanos; sin embargo, conseguirían sobrevivir hasta nuestros días, por encima de éstas y otras oleadas represivas, como la de mediados del siglo XVIII.
Finalmente, hay que contar con un número de esclavos también más considerable en Andalucía que en ninguna otra re
gión, sumando tal vez algunas decenas de miles a finales del siglo XVI. A lo largo de la centuria, fueron quedando reducidos a dos grupos, el de los musulmanes y el de los negros africanos. Los primeros eran capturados en los continuos enfrentamien-tos que se sucedían en la cuenca mediterránea, cuya contrapartida eran los esclavos cristianos de Argel y otros lugares del Imperio otomano y las regencias berberiscas. Los esclavos negros provenían de la trata atlántica. Su declive biológico hizo que, pese al funcionamiento ininterrum
pido de los mercados peninsulares (Valencia y Málaga, Cádiz y Sevilla, ahora el segundo de Europa después de Lisboa), su número se mantuviese estable hasta los años centrales del siglo XVII. Empezaron a disminuir desde 1640 en adelante.
La Andalucía del siglo XVI fue también una región rica y próspera. La base de su economía era lógicamente la agricultura, representada sobre todo por la tríada mediterránea: el cereal (umversalmente extendido), el olivo (que se cultiva en el valle del Guadalquivir) y la vid, que está originando ya las comarcas vitícolas que serán características del futuro: Jerez y su área, Málaga, el condado de Niebla y el núcleo en torno a Montilla. La industria textil tiene en Andalucía algunos de sus centros más importantes, como Córdoba, Baeza y Antequera para los paños, o Granada para la seda, mientras florecen otras manufacturas más localizadas como los cueros de Córdoba y Úbeda o el jabón de las almonas sevillanas. El comercio, finalmente, se expande por el Mediterráneo (exportación de seda y azúcar granadinos y de pasas y vinos malagueños), por el Atlántico (vino, aceite, sal) y, sobre todo, por la ruta del comercio colonial; por aquí circulan en un sentido los vinos, los aceites y los paños contra la plata americana, que convertirá a Sevilla y a la Baja Andalucía, en el gran centro distribuidor de la principal divisa de esta época.
La explosión cultural del siglo XVI Una región con tantas bazas y en plena expansión hubo de contar con un extraordinario florecimiento cultural. El siglo XVI asiste a la eclosión de la gran arquitectura del Renacimiento, con la construcción de grandes catedrales (Granada, Málaga, Guadix, Jaén), de un sinfín de palacios y de algunos notables conjuntos ur-
A la izquierda, representación de un agricultor andaluz y, a la derecha, galeotes españoles (Weiditztratchenbuch, 1529). La Andalucía del siglo XVI fue una región rica basada sobre todo en la agricultura. Por otro lado, los gitanos fueron perseguidos y se decretaron levas para convertirlos en galeotes.
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La redención de los presos (Valladolid, Museo Nacional de Escultura). Capturados en los conflictos del Mediterráneo, era común pagar un rescate para liberar a los cristianos.
banos, con los de Úbeda o Baeza como ejemplo. Es el momento del nacimiento de las universidades (Sevilla, Granada, Baeza, Osuna), de la difusión de la imprenta (que de Andalucía pasa a América) , de la formación de soberbias bibliotecas y de la fundación de grandes centros científicos, como la Casa de la Contratación de Sevilla. El humanismo florece de la mano de personajes como Elio Antonio de Nebrija, Hernán Pérez de Oliva o Fernando de Herrera. Se asiste, por último, al nacimiento de la primera edad de oro de la música andaluza, con celebrados autores de música religiosa, como Cristóbal de Morales o Francisco Guerrero, y afamados vihuelistas, como Luis de Narváez, al servicio del secretario ubeten-se de Carlos y Francisco de los Cobos.
Y, finalmente, Andalucía participa de las grandes aventuras de la época. Del puerto de Palos de la Frontera sale la primera expedición de Cristóbal Colón, la que descubrirá el Nuevo Mundo. Y de los muelles de Sevilla, la expedición de Fernando de Magallanes, la que dará la primera vuelta al mundo para volver a su lugar de origen bajo la guía de Juan Sebastián Elcano.
Epidemias, crisis, conspiraciones... Sin embargo, Andalucía se sume durante el siglo XVII en una profunda crisis, con incidencias que jalonan dramáticamente la centuria. Por un lado, sobre la región se abaten terribles epidemias, como la de 1649, que dejó reducida a la mitad la ciudad de Sevilla, y agudas carestías, como las que provocan los graves motines de
El siglo XVI asiste a la eclosión de la gran arquitectura renacentista de Andalucía, con la construcción de grandes catedrales como la Catedral de Málaga.
COLONIZAR SIERRA M O R E N A
E l mayor esfuerzo de repoblación
llevado a cabo durante el siglo XVIII
se debió, más que a motivaciones de
orden demográfico, a otras
consideraciones. La creación de las
nuevas poblaciones de Sierra Morena y
del camino de Andalucía fue un proyecto
de colonización agraria ideal para
demostrar la eficacia de una explotación
libre de los estorbos tradicionales; al
tiempo, cumplía con su primitivo
objetivo de ofrecer puntos de acogida a
los viajeros que cruzaban los desiertos
entre Sierra Morena y Sevilla, donde sólo
Córdoba y Ecija ofrecían albergue seguro.
La operación, diseñada por el intendente
Pablo de Olavide, consiguió atraer a una
serie de colonos de la Europa católica
(singularmente alemanes) y de algunas
regiones peninsulares, que se repartieron
lotes de tierra y dieron vida a una serie de
nuevos pueblos y aldeas (La Carolina, La
Carlota, La Luisiana) que han
permanecido activos hasta nuestros días.
33
Al llegar Carlos V a España, Andalucía contaba con un millón de habitantes, distribuidos entre los reinos de Sevilla, Córdoba, Jaén y el recién incorporado reino de Granada.
Córdoba, Granada y Sevilla en la primavera de 1652. Por otro lado, la región se sumó a la serie de movimientos disgrega-dores como los que habían dado lugar a la separación de Cataluña y Portugal con la conocida conspiración del duque de Medina-Sidonia y el marqués de Ayamon-te (agosto 1641); contó probablemente con la connivencia portuguesa, aunque no parece que tuviera ningún objetivo político definido, por más que la difícil situación económica y la creciente presión fiscal estuviesen en la base del descontento de ambos magnates.
Contrariamente a lo que sucede en el ámbito económico, social y político, Andalucía participa de manera muy activa en la época de plenitud del Siglo de Oro, en el esplendor cultural del Barroco. Entre las aportaciones literarias, hay que citar al menos la obra del cordobés Luis de Góngora, autor de Fábula de Po-lifemo y Calatea y Soledades. También a los poetas del círculo sevillano, como Juan de Arguijo, Juan de Jáuregui, Rodrigo Caro, Francisco de Rioja y el anónimo autor de la Epístola moral a Fabio, quizás el capitán Andrés Fernández de An-drada.
Entre la arquitectura barroca andaluza debe destacarse la iglesia del Sagrario de la Catedral de Sevilla y las magníficas fachadas antepuestas a las catedrales renacentistas de Granada y de Jaén, levantadas antes del inicio de la época de mayor creatividad del arquitecto Leonardo de Figueroa, que marcará con su impronta el cambio del siglo XVII al XVIII. Sin embargo, fue más relevante la participación andaluza en la configuración de la edad de oro de la imaginería española,
a la que contribuyó con nombres tan significativos como Juan Martínez Montañés, Juan de Mesa, Pedro Roldán, Luisa Roldán, llamada la Roldana, y Francisco Antonio Gijón, en Sevilla, y Alonso Cano, Pedro de Mena y José de Mora, en Granada. Finalmente, la pintura barroca universal se enriqueció con algunos creadores de primera fila, como fueron Diego de Ve-lázquez, Bartolomé Esteban Murillo o Juan de Valdés Leal, que debe buena parte de su fama a los dos lienzos de los Jeroglíficos de las Postrimerías (ln ictu ocu-li y Finís gloriae mundi).
Andalucía participó activamente en el Siglo de Oro, en el esplendor del Barroco. El escritor Luis de Góngora fue una de sus grandes figuras.
creaciones de la época en materia de formación, como la Academia de Guardia-marinas y el Observatorio (primero en Cádiz y luego en San Fernando) o el Colegio de Cirugía, establecido en la ciudad gaditana. Participó asimismo en la creación de numerosas Sociedades Económicas de Amigos del País, que se desplegaron ampliamente por su geografía, desarrollando su acción educativa y de fomento de las actividades económicas. En cambio, la expulsión de los jesuítas decretada por Carlos III (1767) privó de un profesorado competente a las nume-
EL PRONUNCIAMIENTO DE ANDALUCÍA EN FAVOR
DE LA CAUSA DE FELIPE V DIO ORIGEN A LA
OCUPACIÓN INGLESA DE LA PLAZA DE GLBRALTAR
El siglo XVIII, la época del reformismo borbónico, trajo savia nueva a las provincias andaluzas. La recuperación económica se manifiesta en el auge de la agricultura, en el florecimiento de nuevas industrias (Fábrica de Tabacos de Sevilla, arsenal de La Carraca, cerca de San Fernando) y en la renovación del comercio ultramarino: entre otros, el traslado del Consulado y de la Casa de la Contratación de Sevilla a Cádiz, la creación de compañías privilegiadas y el decreto de Libre Comercio de 1778.
Del mismo modo, Andalucía participó de la renovación cultural del Siglo de las Luces. Se benefició de los años en que Sevilla se convirtió en Corte con la instalación de Felipe V durante el llamado Lustro Real. Además, acogió en su seno a algunas de las más representativas
rosas fundaciones docentes regentadas por la Compañía. Finalmente, la región aportó también algunos nombres prestigiosos a la literatura ilustrada, como José Cadalso, autor de las Cartas Marruecas, o José María Blanco White, que escribiría tardíamente y en inglés su obra maestra, Letters from Spain.
Ahora bien, si el siglo se inició con el pronunciamiento de Andalucía en favor de la causa de Felipe V , lo que tuvo como consecuencia negativa y duradera la ocupación inglesa de la plaza de Gibraltar (1704), el Antiguo Régimen se cerró con un gran protagonismo andaluz en la vida política española: la derrota de Trafalgar (1805), la victoria de Bailén (1808), la apertura de las Cortes de Cádiz (1810) y la promulgación de la Constitución de 19 de marzo de 1812. •
34
DOS A C O N T E C I M I E N T O S
l LA CONQUISTA DE GRANADA
POR FIN, MISIÓN CUMPLIDA
La incorporación definitiva de
Andalucía a la Corona de Castilla y a
la Monarquía Hispánica se produjo
con la conquista del reino musulmán de
Granada (1482-1492).
Los Reyes Católicos, que habían heredado
la tradición secular de la Reconquista,
otorgaron a la ocupación del último reino
musulmán de la Península un lugar de
privilegio en su programa político. El
proyecto granadino podía reportar, en efecto,
grandes beneficios a los soberanos: proseguir
el proceso de la unidad peninsular, suprimir
una dilatada cabeza de puente para el avance
turco en la cuenca mediterránea, incorporar
a la nobleza todavía dividida por los
rescoldos de la guerra civil recién terminada
a una campaña militar conjunta y promover
la participación de aragoneses y castellanos
en una empresa común que estrechase los
lazos entre las dos comunidades vinculadas
por la unidad dinástica. Finalmente, el éxito
de la guerra no sólo ratificó el acierto de
tales previsiones, sino que además permitió
fortalecer a la Monarquía por el desarrollo de
sus instrumentos de acción (singularmente,
la Hacienda y el Ejército). Y también por la
potenciación de una campaña de exaltación
providencialista y mesiánica, al amparo del
triunfo obtenido sobre los enemigos de la fe,
que ponía fin a una invasión que había
durado casi ocho siglos.
El sultanato de Granada, que ocupaba
prácticamente toda el área de la Andalucía
oriental (un total de casi 30.000 kilómetros
cuadrados), era una región próspera, con una
agricultura intensiva, las manufacturas
tradicionales y el comercio mediterráneo.
Estaba densamente poblada (tal vez 500.000
habitantes), fuertemente cohesionada por la
civilización islámica compartida y por la
conciencia de comunidad asediada y bien
defendida por un poderoso ejército y un
gran número de fortalezas. Sin embargo,
justamente en el transcurso de la guerra, su
capacidad de resistencia se vería debilitada
por el estallido en el seno de la dinastía
nazarí de una disensión intestina, que
enfrentaría al sultán Abul Hassan (Muley
Hacén para los cristianos) con la rebelión de
su hijo Boabdil (o más propiamente Abu
Abdallah, apodado el Chico), que estaba
enfrentado a su vez con la secesión de las
provincias en manos de su tío Muhammad
Al-Zagal. Una circunstancia que permitiría a
los Reyes Católicos alternar la guerra contra
Al-Zagal y los sucesivos acuerdos con
Boabdil, facilitando el desenlace del
conflicto a su favor.
El comienzo de la guerra se originó en un
típico altercado fronterizo, la ocupación
musulmana de la plaza de Zahara (diciembre
1481), que motivó la réplica espontánea de
un noble andaluz, el marqués de Cádiz, que
tomó dos meses después la fortaleza de
Alhama, en pleno corazón del reino nazarí
(febrero 1482). Este fue el casus belli
utilizado por los Reyes Católicos para iniciar
una guerra de diez años, en la que se
sucedieron las alternativas bélicas con las
negociaciones para obtener acuerdos
provisionales de paz; éstos, incumplidos
repetidamente, conducirían a la capitulación
de la capital granadina y la entrada solemne
de los soberanos por sus puertas al comenzar
El suspiro del moro, por Francisco Pradilla, 1892 (Madrid, colección particular). La incorporación definitiva de Andalucía a la Corona de Castilla y a la Monarquía Hispánica se produjo con la conquista por los Reyes Católicos del reino musulmán de Granada (1482-1492).
el que había de ser el annus mirabilis del
reinado (enero 1492).
La guerra exigió un gran esfuerzo
financiero y militar, acreditado de un lado
por la complicada organización de la
intendencia; de otro, por el empleo en el año
culminante de 1491 de hasta 50.000
hombres a pie y 10.000 a caballo, entre
tropas reales, mesnadas feudales de los
nobles y las órdenes militares y, sobre todo,
milicias concejiles de Jaén, Córdoba, Écija,
Sevilla o Jerez; también, por el uso masivo
de la artillería y las armas de fuego
individuales y la propia presencia de los
soberanos en el campo de Santa Fe, en las
cercanías de la capital. El desarrollo de la
contienda puede ser dividido en varias fases:
la primera (1482-1484) estaría centrada en la
defensa de Alhama, mientras en el interior
del sultanato se producía la revuelta de
Boabdil, que se convertiría en el
interlocutor válido para los monarcas
cristianos; la segunda (1484-1490)
comprende dos etapas de conquista
Detalle de la reja de la Capilla Real de Granada, donde se aprecia cómo el escudo de los Reyes Católicos ha incorporado la heráldica granadina, tras la conquista del reino musulmán.
sistemática de los territorios dominados por
Al-Zagal, cuyos principales hitos fueron la
toma, tras encarnizados asedios, de Málaga
(1487), Baza (1489) y Almería (1490); la
última fase (1491-1492) corresponde,
finalmente, al cerco y ocupación de la
Granada defendida por Boabdil. De ese
modo, los Reyes Católicos incorporaban a su
escudo la heráldica granada y se encontraban
con las manos libres para proseguir su
política de unificación y modernización del
nuevo Estado. Andalucía se insertaba en el
mundo castellano y cristiano, culminando un
proceso que se había iniciado con la batalla
de las Navas de Tolosa en 1212. •
2 LA CARRERA DE INDIAS
ULTRAMARINOS Y COLONIALES
E l comercio colonial español (llamado
corrientemente la Carrera de Indias),
quedó perfectamente articulado a lo
largo del siglo XVI, con la consolidación de
la dualidad entre la Casa de la Contratación
(como institución técnica y administrativa
para la ordenación del tráfico) y el Consulado
o Universidad de Cargadores (creado en
agosto de 1543 y confirmadas sus ordenanzas
en 1556), que actuaba como órgano
representativo de los mercaderes interesados
en los intercambios coloniales y como
tribunal privativo de comercio. Así, Sevilla
quedaba instituida como único puerto de
salida y llegada de las flotas. El monopolio
mercantil era ejercido por los miembros del
Consulado, que debían ser españoles (en el
sentido de la España actual, es decir naturales
de Castilla, incluyendo las islas Canarias, de
Navarra y de los estados de la Corona de
Aragón, pese a la también pertinaz leyenda
de la exclusión de Cataluña, que nunca
existió) o extranjeros naturalizados; estos
últimos, siempre católicos y originarios de
países amigos, obtenían su carta de
naturaleza por avencidamiento, estancia
continuada, matrimonio con española o
nacimiento en segunda generación (los
llamados jenízaros). Una norma que estimuló
el establecimiento en Sevilla o lugares
cercanos, junto a los comerciantes andaluces,
de nutridas colonias de mercaderes
vascongados, cántabros y castellanos, amén
de genoveses, italianos de otra procedencia,
flamencos y, en menor número, otros
extranjeros: ellos fueron los agentes y
beneficiarios del monopolio.
Después de algunas vacilaciones, el
sistema comercial de la Carrera de Indias
quedó regulado por el llamado Proyecto de
Flotas y Galeones (octubre 1564), que
establecía la salida de dos grandes flotas
compuestas esencialmente de galeones (la
primera llamada usualmente "la flota",
mientras la segunda recibía el nombre de
"los galeones"). Desde Sevilla se dirigían,
respectivamente, al puerto mexicano de
Veracruz (después de tocar en Santo
Domingo y La Habana) y a la llamada Tierra
Firme (puertos de Nombre de Dios,
Portobelo y Cartagena de Indias), donde
descargaban sus productos. Estas mercancías
eran internadas hasta la Ciudad de México,
en el primer caso, y, en el segundo, hasta la
ciudad de Panamá, ya en el Pacífico, donde
eran embarcados con destino al puerto del
DE SEVILLA A CÁDIZ
Las reformas borbónicas sustituyeron a
Sevilla por Cádiz como cabecera del co
mercio con las Indias. La primera medida
adoptada en este sector fue precisamente el
traslado de la Casa de la Contratación y del
Consulado desde Sevilla a Cádiz (mayo
1717), confirmando legalmente un movi
miento que se estaba produciendo de mo
do espontáneo desde el siglo anterior. Se
guidamente se procedió a la racionalización
administrativa y fiscal del tráfico median
te la promulgación del Proyecto de Flotas
y Galeones de abril de 1720. Y a conti
nuación, se trató de incrementar el volu
men del comercio mediante la creación de
una serie de compañías privilegiadas, en
tre ellas la de Filipinas (marzo 1785) que,
radicada también en Cádiz, suponía la inau
guración de una ruta directa hasta el puer
to de Manila y el tráfico con el Extremo
Oriente. Finalmente, el Decreto de Libre
Comercio (octubre 1778) incluyó entre los
puertos habilitados los andaluces de Cádiz,
Sevilla, Málaga y Almería.
Callao para su distribución por el inmenso
territorio del virreinato del Perú.
Naturalmente, el viaje de regreso seguía el
camino inverso. Por último, desde la segunda
mitad de siglo se puso en funcionamiento
una línea de prolongación que se consolidaría
igualmente por varios siglos: el llamado
galeón de Manila, que partía de Acapulco, en
el Pacífico mexicano, para alcanzar las islas
Filipinas, donde intercambiaba sus
cargamentos de plata contra las sederías y las
porcelanas de China, antes de regresar por la
llamada ruta de Poniente.
Vino y mercurio por plata y tintes Los intercambios no pudieron tener una
base más sencilla a lo largo de todo el siglo.
Consistieron en la exportación de productos
agrícolas andaluces (vino y aceite, los
llamados frutos por antonomasia) y
productos manufacturados europeos (sobre
todo telas, las llamadas ropas), más ios
cargamentos de mercurio de Almadén,
embarcados en una flota separada de
galeones conocidos con el nombre de "los
azogues". Se importaban metales preciosos,
fundamentalmente plata, que se
complementaban con algunos otros
productos, entre los cuales destacaban los
colorantes (grana y añil), destinados a alterar
profundamente el mercado y el ramo del
tinte en la Europa de la segunda mitad de la
centuria. La plata indiana servía por tanto
para pagar las remesas metropolitanas, por
lo que una parte importante pasaba
directamente a las arcas de los mercaderes
(españoles y también extranjeros) que habían
hecho de intermediarios con los proveedores
del norte de Europa; éste era el destino final
de un porcentaje difícil de calcular del metal
precioso, lo que ha hecho pensar en la
economía española como mero puente de
plata entre América y Europa.
Sin embargo, tampoco debe desdeñarse la
plata retenida en las arcas hispanas, tanto a
través de la propia actividad comercial como
a través de los ingresos propios de la Corona.
En el primer caso, para el avituallamiento de
los buques, la venta de licencia de
embarques, el importe de los fletes, los
beneficios del comercio a comisión, la
retribución de las exportaciones nacionales y
la participación en los seguros y en los
riesgos de mar, el sistema crediticio
fundamental para el funcionamiento de la
Carrera. En cuanto a la Corona, se pagaban
esencialmente los derechos de aduana y el
quinto real sobre los metales preciosos.
Juramento de los diputados a Cortes en 1810, obra de José Casado del Alisal, 1863 (Madrid, Congreso de los Diputados).
Así se hizo...
LA CUNA DEL LIBERALISMO Las Cortes de Cádiz aprobaron la Constitución de 1812, símbolo del liberalismo español. RAFAEL SÁNCHEZ MANTERO describe este período histórico, la caída y Restauración borbónica y, ya en el siglo XX, las consecuencias para la región de la Guerra Civil y la posterior emigración de dos millones de trabajadores
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Puede decirse que el liberalismo entró en España por Andalucía. Una serie de circunstancias, algunas inmediatas y otras más remo
tas, propiciaron que la revolución liberal tuviese su primera eclosión en tierras andaluzas, concretamente en Cádiz. La reunión de las Cortes en Cádiz (1810-1813) a causa de la situación en la que se hallaba el país como consecuencia de la Guerra de la Independencia, desató la crisis del Antiguo Régimen y marcó el inicio de la Historia Contemporánea en Andalucía.
Sevilla fue la primera ciudad andaluza que secundó el levantamiento de los madrileños del 2 de mayo de 1808 frente a la invasión de las tropas napoleónicas. En esa ciudad se formó una Junta Suprema de España e Indias con el propósito de asumir la tarea de coordinar la acción contra los franceses en todo el país. En poco tiempo se organizó un ejército bajo el mando del general Castaños, comandante en jefe del Campo de Gibral-tar. El 19 de julio tuvo lugar la batalla de Bailén, en la que los franceses, bajo el mando del general Dupont, fueron vencidos por las tropas españolas. Era la primera vez que la Grande Armée caía ante el enemigo en campo abierto, y en toda Europa se acogió la noticia con inu-
RAFAEL SÁNCHEZ MANTERO es catedrático de
Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla.
sitada atención. Después de este fracaso, las tropas napoleónicas no pudieron entrar en Andalucía hasta comienzos de 1810. Sólo Cádiz resistió el asedio hasta que terminó la guerra.
Las Cortes de Cádiz iniciaron su andadura el 24 de septiembre de 1810. Desde aquel momento hasta su clausura, en septiembre de 1813, su trabajo fue muy intenso pues, además de aprobar una serie de decretos que estaban destinados a producir una auténtica revolución en el ámbito político social y económico del país, los diputados se vieron obligados a despachar los múltiples asuntos ordinarios relativos a la buena marcha de la guerra.
Sin duda, la medida más significativa que tomaron las Cortes fue la aprobación de la Constitución de 1812 que se convirtió en el símbolo del liberalismo español. Promulgada el 19 de marzo de ese año, alcanzó tal grado de popularidad que recibió el familiar nombre de "La Pepa". En los años siguientes, absolutismo y liberalismo se alternarían durante el reinado de Fernando VII hasta la muerte del monarca en 1833. En este período, Andalucía siguió desempeñando un papel importante en la política española, ya que fue en el sur de la Península donde se dilucidaron algunas de las cuestiones que dieron lugar a estos vaivenes. En efecto, el triunfo de la Revolución liberal de 1820, encabezada por el comandante Rafael de Riego, se inició en Las Cabezas de San
Lo Más Relevante
1808. Batalla de Bailén.
1812. Promulgación en Cádiz de la Consti
tución liberal.
1820. Pronunciamiento de Riego en Las Ca
bezas de San Juan.
1868. Pronunciamiento del almirante Tope
te en Cádiz.
1882. Sucesos de la Mano Negra en Jerez de
la Frontera.
1929. Exposición Iberoamericana de Sevilla.
1932. Fracaso de la Sanjurjada en Sevilla.
1933. Sucesos de Casas Viejas.
1936. Muere asesinado en Granada Fede
rico García Lorca.
1980. Aprobación en Referéndum del Esta
tuto de Andalucía. La Rendición de Bailén el 19 de julio de 1808, de José Casado del Alisal (Madrid, Casón del Buen Retiro). En esta contienda caían por vez primera las tropas napoleónicas en campo abierto.
Juan (Sevilla) y su triunfo dio lugar a la proclamación, por segunda vez, de la Constitución de 1812. Andalucía fue escenario también de nuevos brotes liberales frente al absolutismo. A pesar de todo, el liberalismo no pudo triunfar definitivamente hasta la muerte de Fernando VIL
La sucesión de Fernando VII desató la guerra carlista. En ella Andalucía apoyó a su hija Isabel, aunque el conflicto armado se desarrolló fundamentalmente en las tierras del Norte. Durante la minoridad de Isabel, ocupó la regencia su madre María Cristina (1833-1840), y en 1834 se aprobó el Estatuto Real y fue primer ministro el político granadino Francisco Martínez de la Rosa. La promulgación de una nueva Constitución en 1837 fue un paso importante en la implantación en España del pleno liberalismo. Después de una corta Regencia del general Espartero (1840-1843), se declaró la mayoría de edad de Isabel II, la cual se apoyó durante gran parte de su reinado en el partido moderado encabezado por el general Narváez, llamado El espadón de Loja.
La caída de la monarquía de Isabel II se fraguó en Andalucía. La Gloriosa, como se conoció a aquella revolución, se inició en Cádiz con el pronunciamiento del almirante Topete el 18 de septiembre de 1868. Después del triunfo de la revolución, en toda Andalucía se crearon Juntas que trataban de asumir el control del poder a escala local y en las que predominaba la tendencia republicana. Sin embargo, en Madrid, las Cortes Constitu-
La Revolución de 1868 se inició en Cádiz con el pronunciamiento del almirante Topete. Su triunfo significó la caída de Isabel II y la implantación de la monarquía de Amadeo I de Saboya.
yentes que aprobaron la Constitución de 1869 decidieron implantar en España una nueva monarquía encabezada por don Amadeo I de Saboya.
El fracaso de la monarquía de don Amadeo dio paso al único sistema político que aún no se había ensayado en España: la república. En febrero de 1873 se proclamó la Primera República, cuya existencia fue también muy efímera. No alcanzó ni siquiera el año de duración y durante los pocos meses que estuvo en vigor, conoció hasta cuatro presidentes, dos de los cuales eran andaluces: el almeriense Nicolás Salmerón y el gaditano Emilio Cas-
telar. En Andalucía, donde el federalismo se había ido afirmando desde las elecciones de 1869, los más extremistas de entre estos últimos consiguieron hacerse con los ayuntamientos y constituyeron comités de salvación pública, proclamando cantones independientes a ciudades, como Cádiz, Sevilla, Granada, Tarifa, Andújar y otras muchas. Ante esta situación, los republicanos unionistas, con Cas-telar al frente, no tuvieron otra opción que recurrir al ejército, y el general gaditano Manuel Pavía disolvió las Cortes, acabando así con el sistema republicano.
Como no podía ser de otra forma, dada la secuencia de bandazos de la política española durante el siglo XIX, la caída de la República dio lugar, después de los diversos ensayos llevados a cabo, a la restauración de la monarquía de los Borbones en la persona de Alfonso XII. El principal responsable de la vuelta de la dinastía fue el abogado y po
lítico malagueño Antonio Cánovas del Castillo.
El nuevo sistema construido por Cánovas comenzó funcionando muy bien. Parecía como si, de pronto, los españoles se hubiesen puesto de acuerdo para alcanzar la estabilidad política. Sin embargo, la desmovilización del electorado y la influencia de la oligarquía contribuyeron a que el funcionamiento del turno entre los partidos tuviese que llevarse a cabo mediante el sistema caciquil. En Andalucía, los caciques tenían un gran control sobre la población, mayoritariamente ignorante y dependiente del poder social y
El comandante liberal Rafael de Riego. Emilio Castelar, presidente de la I República. Cánovas del Castillo restauró la monarquía.
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Debido a la desconfianza de los trabajadores en la participación en el proceso político, la corriente socialista de la I Internacional no cuajó en la primera fase del movimiento obrero en Andalucía.
económico de aquéllos. A pesar de todo, el sistema funcionó razonablemente bien durante la primera etapa de la Restauración, al menos desde el punto de vista del turno pacífico de los partidos en el poder.
Sin embargo, una de las causas por las que fue desgastándose el sistema de la Restauración fue su falta de atención al problema social. Su alejamiento de la realidad en la que vivían las clases más desfavorecidas contribuyó a la expansión del movimiento obrero, el cual buscaba en aquellos momentos unas formas organizativas que les permitiera satisfacer sus reivindicaciones. El anarquismo consiguió muchos adeptos y fue radicalizando su postura para seguir una vía cada vez más revolucionaria y lanzarse a la violencia social. Los sucesos de la mano Negra en Jerez en 1882 fueron una buena muestra de esa conflictividad. La corriente socialista de la I Internacional no cuajó sin embargo en esta primera fase del movimiento obrero en Andalucía, ya que los trabaja
dores desconfiaban de la participación en el proceso político, como ésta pretendía.
El Desastre, que tuvo lugar como consecuencia de la guerra de Cuba y la independencia de la isla en 1898, marcaría un punto de inflexión importante en el desarrollo de esta larga etapa de la Restauración. La crisis del 98 y la descomposición del sistema se dejaron notar también
Andalucía sufrió también los efectos de la crisis provocada por la Primera Guerra Mundial y se produjo un aumento de la conflictividad urbana y campesina. El "trienio bolchevique", como denominó Díaz del Moral al período comprendido entre 1918 y 1920, tuvo su centro en Córdoba, con las movilizaciones agrarias que obligaron a declarar el estado de guerra. En Sevilla y en otras provincias hubo huelgas, incendios de cosechas y otros incidentes que fueron reprimidos con dureza. También en el sector de la minería hubo acciones muy violentas por parte de los trabajadores en Río Tinto, en la provincia de Huelva, y también en las explotaciones de las provincias de Jaén, Córdoba y Almería.
El 12 de septiembre de 1923, el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, se pronunció y suspendió la Constitución de 1876 para establecer una dictadura, interrumpiendo así el sistema de la Restauración.
En Andalucía, el capitán general, que tenía bajo su mando la Segunda Región Militar, mostró su aceptación del golpe, una vez que se puso de manifiesto que el rey Alfonso XIII estaba dispuesto a seguir rei-
D U R A N T E LA RESTAURACIÓN, LOS CACIQUES
TENÍAN EL CONTROL DE UNA POBLACIÓN IGNORANTE
QUE DEPENDÍA ECONÓMICAMENTE DE ELLOS
en Andalucía y eso se reflejó en el aumento de la violencia política. El incremento del fraude electoral, la compra de votos o la creciente presión para obtener los resultados apetecidos por medio de procedimientos poco ortodoxos, eran muestras del cada vez peor funcionamiento de la maquinaria política puesta en marcha por Cánovas.
nando bajo las nuevas condiciones políticas. Por otra parte, la opinión pública andaluza no se manifestó en contra del pronunciamiento, y la prensa, en general, no dio muestras de resistencia, ni en las noticias ni en los editoriales que publicó.
Durante la dictadura, Andalucía se benefició de algunas importantes realizaciones económicas y, especialmente, de
Isabel II, cuya caída se fraguó en Andalucía. Martínez de la Rosa, primer ministro en 1834. Ramón María Narváez, El espadón de Loja.
41
En la dictadura de Primo de Rivera, Andalucía se benefició de inversiones económicas y de obras públicas, como las de la Exposición Iberoamericana
las obras públicas que se emprendieron, como las de la Exposición Iberoamericana de 1929 en Sevilla. Sin embargo, a pesar de las mejoras materiales que se produjeron durante estos años, el creciente descontento de importantes sectores de la sociedad española fue minando la inicial acogida que se le había dispensado al dictador. Primo de Rivera abandonó el poder el 28 de enero de 1930 y marchó a París, donde moriría a las pocas semanas.
En las capitales de provincia de Andalucía, las elecciones del 12 de abril de 1931, dieron la victoria a los republicanos, con la única excepción de Cádiz. Durante la etapa 1931-1933, Andalucía tuvo un cierto protagonismo como región destina-taria de algunas de las medidas más importantes que tomó el nuevo gobierno, como la Ley de Bases para la Reforma Agraria, de septiembre de 1932.
El 10 de agosto de 1932 se produjo en Sevilla un intento de golpe de Estado encabezado por el general Sanjurjo, con el apoyo de algunos grandes propietarios, además de altos jefes militares en Cádiz y Granada y otros elementos conservadores descontentos con la marcha de la República. La Sanjurjada fracasó por falta de apoyo en algunos de los sectores comprometidos y por la acción de muchos ciudadanos que salieron a la calle en defensa del régimen republicano.
En enero de 1933 se levantaron los anarquistas de Casas Viejas (Cádiz) en una llamada a la huelga general. La represión fue terrible y fueron fusilados los campesinos acusados de haber participado en
la revuelta. Sin duda, los sucesos de Casas Viejas fueron decisivos en el giro que dio la República en 1933, con el triunfo de los radicales y la CEDA.
La ruptura de esa coalición daría lugar más tarde a la convocatoria de elecciones en febrero de 1936. Las elecciones se celebraron con relativa normalidad en toda Andalucía, excepto en Granada, donde el Bloque Nacional puso en marcha una serie de mecanismos de todo tipo para obtener la victoria de sus candidatos en la mayor parte de los pueblos de la provincia. Con esa única excepción, en todas las demás provincias andaluzas ganó el Frente Popular y eso desencadenó una eufo-
Cartel de la Exposición Iberoamericana de 1929, en Sevilla
ria que se tradujo en manifestaciones callejeras, en celebraciones, en la liberación de presos y en la toma de cortijos y otras propiedades. La reacción de la derecha no se hizo esperar. El enfrentamiento de las dos Españas desembocaría en la tragedia de la Guerra Civil, y de ella no se libraría Andalucía.
El 17 de julio de 1936, el Ejército de África se sublevó contra la República en Melilla y al día siguiente se inició al alzamiento en todas las capitales de las provincias andaluzas. Sevilla fue la primera en pronunciarse y la suerte de los sublevados estuvo ligada a la decisión con la que actuó el general Queipo de Llano. Sin
embargo, la sublevación contra la República no triunfó en toda Andalucía y ésta quedó dividida en dos a las pocas semanas de haberse iniciado el conflicto. La parte occidental se decantó por el levantamiento, mientras que las provincias orientales se mantuvieron fieles a la República, excepto Granada capital, donde también triunfaron los sublevados.
El hecho de que Andalucía fuese una de las regiones españolas que menos daño sufrió como escenario del conflicto armado, no supone en absoluto que las consecuencias catastróficas del drama de la Guerra Civil la dejasen de afectar profundamente. Los odios y los enfrenta-mientos entre las derechas y las izquierdas, larvados durante mucho tiempo en las poblaciones grandes y pequeñas, estallaron en Andalucía desde el primer momento en que se inició el alzamiento. Entre las atrocidades que se cometieron, hay que destacar los fusilamien-
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A la izquierda, los sucesos de Casas Viejas, Cádiz, en 1933, revuelta anarquista que acabó con el fusilamiento de diversos campesinos, hecho decisivo para el giro que dio la República con el triunfo de los radicales y la CEDA. A la derecha, cartel republicano pidiendo el voto para el Frente Popular.
tos del poeta granadino Federico García Lorca y del andalucista Blas Infante.
La victoria de los nacionales, el 1 de abril de 1939, abría un nuevo capítulo en la Historia de Andalucía, que se extendió hasta la muerte de Franco en 1975. Los años de la posguerra fueron muy difíciles puesto que los efectos de la convulsión que había sufrido el país y las consecuencias de la situación internacional, se dejaron sentir en la economía de la región y en la forma de vida de los andaluces.
Dada la situación laboral, miles de trabajadores andaluces se acogieron a la posibilidad de marchar a otras regiones españolas y a los países de Europa que experimentaban entonces un notable desarrollo económico, en su proceso de recuperación después de la Segunda Guerra Mundial. Esta emigración estaba integrada fundamentalmente por campesinos y supuso una cifra importante que superó los dos millones de personas des
de sus inicios hasta 1970. Además de la tragedia humana que suponía la separación de las familias, esta emigración masiva produjo un considerable costo para la productividad andaluza, por cuanto le restaba un importante capital humano en la edad más propicia para el trabajo. Como contrapartida, los salarios obtenidos por estos emigrantes en sus respectivos
histórica, artística y sobre todo la bonanza de su clima, fueron ofrecidas a los europeos del norte como atractivos para pasar las vacaciones de verano, o realizar una visita en cualquier época del año. Poco a poco, Andalucía fue convirtiéndose en el balneario de Europa y miles de turistas comenzaron a frecuentar sus costas y sus monumentos, con los beneficios consi-
TRAS LAS ELECCIONES DE 1936, LA EUFORIA POR
EL TRIUNFO DEL FRENTE POPULAR CULMINÓ CON
LA TOMA DE CORTIJOS Y LA LIBERACIÓN DE PRESOS
países de destino, que en una buena parte enviaban a sus familias en Andalucía, contribuyeron a financiar importaciones para el equipamiento industrial.
El turismo fue, por encima de cualquier otra, la industria más importante que se puso en marcha en Andalucía en los años del desarrollo. La Costa del Sol y la riqueza
guientes para toda la región. Así pues, se puede afirmar que la economía andaluza creció a partir de los años sesenta, pero lo hizo de una forma desarticulada y como resultado de ese crecimiento se produjo una modificación en la distribución de la población activa por sectores, de tal manera que a comienzos de la dé-
O R T E G A Y G A S S E T : DEL SUR AL N O R T E
Durante todo el siglo XIX, España ha
vivido sometida a la influencia
hegemónica de Andalucía. Empieza
aquella centuria con las Cortes de Cádiz;
termina con el asesinato de Cánovas del
Castillo, malagueño, y la exaltación de
Silvela, no menos malagueño. Las ideas
dominantes son de acento andaluz. Se
pinta Andalucía —un terrado, unos tiestos,
cielo azul"-. Se lee a los escritores
meridionales. Se habla a toda hora de la
"tierra de María Santísima". El ladrón de
Sierra Morena y el contrabandista son
héroes nacionales. España entera siente
justificada su existencia por el honor de
incluir en sus flancos el trozo andaluz del
planeta. Hacia 1900, como tantas otras
cosas, cambia ésta. El Norte se incorpora.
Comienza el predominio de los catalanes,
vascongados, astures. Enmudecen las
letras y las artes del Sur. Mengua el poder
político de personajes andaluces. El
sombrero de catite y el pavero ceden a la
boina. Se construyen casitas vascas por
todas partes. El español se enorgullece de
Barcelona, de Bilbao y de San Sebastián.
Se habla del hierro vizcaíno, de las
Ramblas y del carbón astur".
José Ortega y Gasset, "Teoría de
Andalucía", 1932.
43
cada de 1970, los trabajadores del sector servicios superaban el 38 por ciento del total, mientras que los empleados en la agricultura sólo representaban el 33 por ciento; el resto se repartían entre la industria y la construcción.
Después de la muerte de Franco, el referéndum para la Reforma política que se llevó a cabo en 1976 fue respaldado ma-yoritariamente por los votantes en Andalucía. Las primeras elecciones democráticas dieron en la región un mayor número de votos en conjunto a las fuerzas de la izquierda.
Las elecciones de 1977-1979 pusieron claramente de manifiesto que, a diferencia de otras regiones españolas, Andalucía carecía de una fuerza política regio-nalista con peso suficiente para encabezar su transformación, pero que sin embargo se inclinaba políticamente hacia la izquierda, con un predominio neto del partido socialista. El Gobierno nombrado tras las elecciones de 1982 estuvo enca-
Las malas condiciones laborales provocaron la emigración de dos millones de campesinos hasta 1970.
Poco a poco, Andalucía fue convirtiéndose en el balneario de Europa y cientos de miles de turistas comenzaron a frecuentar sus costas, con los beneficios consiguientes para toda la región.
Manifestación para pedir la autonomía plena para Andalucía, en Cádiz, el 4 de diciembre de 1977.
bezado por dos sevillanos -Felipe González como presidente y Alfonso Guerra como vicepresidente-, lo cual ponía claramente de manifiesto la hegemonía que había alcanzado el socialismo andaluz en el panorama político español.
Una de las cuestiones de mayor interés durante la etapa de la Transición al sistema de la monarquía democrática en Andalucía fue la aprobación del Estatuto de Autonomía. El 20 de octubre de 1980 quedaba ratificado el Estatuto en un referéndum, después de haber sido aprobado en el Congreso. Desde entonces, con unos resultados más o menos apretados y a pesar de que en el conjunto de España la derecha, con el PP, triunfó en las elecciones de 1996, el PSOE siguió obteniendo la confianza de la mayoría de los andaluces.
El transcurso de esta etapa tan reciente de la Historia de Andalucía ha dado lugar a cambios espectaculares. Si bien es cierto que en comparación con otras regiones españolas, todavía siguen existiendo grandes diferencias en cuanto a su desarrollo económico y social, y que continúa habiendo bolsas de pobreza dentro de su territorio, también lo es que tanto en lo que se refiere al aprovechamiento de sus recursos, como a la mejora de sus infraestructuras, se ha registrado un notable avance. Andalucía es hoy, en los albores del siglo XXI, una región bastante más cercana al resto de Europa que lo era cuando se inició el siglo XX. •
44
DOS A C O N T E C I M I E N T O S
El rendimiento de la tierra no varió con las desamortizaciones. Si aumentó la producción, en Andalucía, fue por el aumento del 5% de la tierra cultivada.
1REFORMA AGRARIA Y DESAMORTIZACIONES
LOS POBRES, AÚN MÁS POBRES
A comienzos del siglo XIX,
Andalucía era una región
eminentemente agraria en la que
predominaba la gran propiedad. La
Revolución liberal dio lugar a una serie de
cambios en el régimen de tenencia de la
tierra. La supresión del régimen señorial,
aprobada en las Cortes de Cádiz y aplicada
en 1837, convirtió a los viejos dominios
señoriales en propiedades efectivas de los
nobles. De esa forma, la antigua aristocracia
no sólo no perdió sus grandes posesiones,
sino que por el contrario las reforzó en la
mayor parte de los casos al reconocérseles
oficialmente sus títulos de propiedad
efectiva en los pleitos que plantearon los
antiguos vasallos que las ocupaban. La
supresión de los mayorazgos, durante el
Trienio Constitucional (1820-1823),
proporcionó también la oportunidad a los
propietarios de disponer de sus tierras sin
tener que estar sometidos a la obligación de
transmitir todo su patrimonio al
primogénito de entre sus hijos.
También, desde el punto de vista
administrativo, se produjo una reforma
importantísima con la creación del sistema
provincial a comienzos de la Regencia de
María Cristina. Según el proyecto del
ministro granadino Javier de Burgos,
Andalucía pasaba a estar dividida en ocho
provincias, y con ello se reconocía la
territorialidad de la región, con los límites
que actualmente posee.
Pero lo que produjo una transformación
en la propiedad de las tierras en Andalucía
fueron las desamortizaciones. Ante la
necesidad del Gobierno de disponer de
recursos para acabar con la guerra carlista y
para afrontar la Deuda del Estado, el Primer
ministro Mendizábal decretó en 1835-1836 la
desamortización de los bienes eclesiásticos.
Juan Álvarez Méndez, más conocido por
Mendizábal, hijo de una familia de
comerciantes gaditanos y economista, adoptó
esta medida desde el Gobierno progresista
que presidía para solucionar sus problemas
financieros. Mediante una serie de decretos,
el Estado se apropiaba de los bienes
Mendizábal realizó la primera desamortización. Pascual de Madoz ordenó, en 1855, que se subastaran los bienes municipales.
amortizados o vinculados a las órdenes
religiosas, los declaraba Bienes Nacionales y
los sacaba a pública subasta. Una vez que
fuesen comprados por particulares, tendrían
ya la condición de bienes libres.
La desamortización de los bienes
eclesiásticos no obtuvo los resultados
deseados por su promotor, ya que los
beneficios económicos para el Estado fueron
bastante menores de los previstos. Tampoco
dio lugar a una revolución agraria, en el
sentido de ofrecer la oportunidad a los
campesinos sin tierra de acceder a su
propiedad. No hubo cambios en la
estructura de la propiedad. Es decir, que los
grandes latifundistas no sólo no se vieron
afectados por la medida, sino que
aprovecharon la oportunidad para
incrementar sus propiedades mediante la
compra de las tierras que salieron a subasta.
Sin embargo, la desamortización más
importante tendría lugar años más tarde,
durante el reinado de Isabel II, y afectó a
otro tipo de propiedades. En esta ocasión le
tocó a los bienes de los ayuntamientos. Su
promotor desde el Gobierno fue Pascual de
Madoz y el procedimiento utilizado fue
similar. El Estado incautó en 1855 los bienes
municipales y los vendió en pública subasta.
Sólo aquellos que tenían medios económicos
pudieron participar en la compra de estos
bienes, y se perdió una nueva ocasión para
permitir el acceso a la propiedad a los
campesinos sin tierra.
A la hora de hacer un balance sobre los
resultados de las desamortizaciones, y a
pesar de los muchos estudios que se han
hecho sobre esta cuestión, no podemos
ofrecer datos muy concretos, ni cifras
definitivas para toda la región. Parece que
en total, las tierras desamortizadas en
Andalucía afectaron a la quinta parte de su
extensión, aunque no en todas las provincias
había la misma cantidad de tierras en esta
situación. Como consecuencia de este
cambio en el régimen de la propiedad de la
tierra, apareció una burguesía agraria que
llegaría a ocupar un papel social destacado
en aquella Andalucía del siglo XIX, en la
que el ser dueño de una finca o de un cortijo
proporcionaba un prestigio que no lo daba
ninguna otra actividad.
En cuanto al rendimiento de la tierra, no
varió mucho con la desamortización. Si
CUÁNTA TIERRA SE DESAMORTIZÓ
Valor porcentual por provincias en relación al total nacional
Sevilla 8,48%
Granada 1,89%
Córdoba 3,94%
Málaga 1,79%
Cádiz 3,53%
Huelva 1,38%
Jaén 2,70%
Almería 0,37% TOTAL ANDALUCÍA: 24,08% DEL TOTAL NACIONAL
hubo un aumento en la producción fue más
bien por el incremento en un cinco por
ciento, aproximadamente, de la tierra
cultivada, no porque se introdujesen
técnicas más modernas de cultivo con los
nuevos propietarios. La situación de los
campesinos no propietarios empeoró, si
cabe. Los nuevos propietarios endurecieron
las condiciones a las que estaban sometidos
los arrendatarios. Muchos de ellos tuvieron
que pasar a trabajar por un jornal, lo cual
significaba trabajar por un sueldo de miseria
y tener que afrontar las vicisitudes del
mercado laboral, con el paro estacional
propio de las actividades agrícolas. Este
proletariado rural, que atravesó por
momentos muy difíciles, se convirtió en uno
de los principales protagonistas de los
movimientos sociales que afloraron en la
segunda mitad del siglo XIX y en la primera
mitad del XX. •
La aparición de un movimiento regionalista andaluz en el último tercio del siglo XIX tuvo sus orígenes en la oposición al centralismo uniformador del sistema liberal. Arriba, Reunión en la azotea, Cádiz.
2EL PROCESO, PASO A PASO
EL ANDALUCISMO
La aparición de un movimiento
regionalista andaluz tuvo sus
orígenes, como el resto de los
movimientos regionalistas, en el último
tercio del siglo XIX. La razón no es otra que
la corriente de oposición surgida frente al
fuerte centralismo uniformador que había
impuesto el sistema liberal. A esto había que
unirle las corrientes que habían penetrado
con el romanticismo sobre la identidad de
los pueblos, que basaban su personalidad en
la existencia de una historia común, una
lengua y una cultura propias, y también
algunas dosis del federalismo difundido
durante la Primera República. Así como
otros movimientos regionalistas
consiguieron un sólido arraigo entre la
población, el andalucismo adoleció de una
notable debilidad desde su nacimiento.
De todas formas, hay quienes prefieren
remontar este nacimiento a las revueltas que
se produjeron en 1835 y que dieron lugar a la
formación de unas juntas, que en Andalucía
se organizaron en torno a la Junta Suprema
de Andújar. Esta junta fue nombrada con la
misión de representar a la región en las
negociaciones con el gobierno central,
respaldada por un ejército propio. Sus
planteamientos, que tenían carácter regional-
federal, han hecho que algunos vean en estos
sucesos el nacimiento de una vaga conciencia
andaluza y el precedente de un movimiento
que se concretaría más adelante. Las juntas
fueron disueltas por Mendizábal sin que esta
corriente llegara a cuajar del todo. Durante
la Primera República se registró de nuevo un
movimiento federalista que derivó hacia el
cantonalismo, sin que pueda decirse que éste
tenga mucho que ver con la corriente
andalucista. Hasta los años setenta no
volvería a surgir ningún intento serio por
definir esa conciencia de identidad regional
de los andaluces. Ese intento partió de un
grupo de intelectuales, entre los que se
encontraba Antonio Machado Núñez y su
hijo Antonio Machado Álvarez, Demófilo,
abuelo y padre respectivamente de los poetas
Antonio y Manuel Machado. Este grupo se
centró en el estudio del folclore y de las
raíces culturales de Andalucía. Su labor dio
como fruto la creación del Ateneo de Sevilla,
fundado por el catedrático catalán Manuel
Sales y Ferré; la aparición de las revistas
Folklore Andaluz y Folklore Bétko-extremeño; y la
publicación de la primera Historia General de
Andalucía, obra de Joaquín Guichot.
Dentro de esta línea, en 1882 se celebró la
I Asamblea del Partido Federal y en ella se
aprobó la redacción de unos códigos
constitucionales para cada región española.
Al año siguiente, el periódico malagueño El
Defensor del Pueblo pidió la convocatoria de una
reunión federal en Antequera para acordar la
Constitución de la región andaluza. De esa
reunión salió la llamada Constitución de
Antequera. En realidad, se trataba de una
mezcla de federalismo y regionalismo, que
sería la postura mantenida por los grupos
intelectuales que intentaban dar un
contenido cultural a la corriente andalucista.
La crisis desencadenada por la guerra
colonial y el Desastre de 1898 provocó una
reacción que potenciaría el
regeneracionismo por una parte, y los
regionalismos periféricos por otra. El
regeneracionismo pretendía modernizar
España mediante la atención a la educación y
al desarrollo económico y social, desterrando
las lacras que habían mantenido al país
aferrado a su pasado.
Blas Infante pone las bases Los regionalismos reforzaron su propuesta
para sacar a España de su atraso desde la
vitalidad de los territorios periféricos. En
este sentido, el andalucismo
apareció como un movimiento
regenerador, puesto que su
propósito era redimir primero
a Andalucía, para salvar
después a España desde sus
regiones. Pero ese impulso, que
fue protagonizado en Cataluña
y en el País Vasco por la
burguesía comercial e
industrial, no tuvo en
Andalucía un apoyo similar. La
burguesía andaluza, de
composición
fundamentalmente agraria,
tenía sus intereses vinculados
al poder central y se
desentendió del movimiento
andalucista. Eso explica, en
buena medida, la escasa fuerza
que tuvo aquí el impulso regionalista.
Por consiguiente, puede afirmarse que la
corriente del regeneracionismo, junto con las
dosis de federalismo procedentes de la
Constitución de Antequera, contribuyó a
configurar el andalucismo histórico a
comienzos del siglo XX. La figura que supo
aglutinar estas ideas y que pilotó el
movimiento andalucista durante el primer
tercio el siglo XX fue Blas Infante.
Calificado como Padre de la patria andaluza,
Blas Infante había nacido en 1885 en Casares
(Málaga) y ejercía de notario en Cantillana.
Entró en contacto con el grupo existente en
torno al Ateneo de Sevilla y asistió al Primer
Congreso Mundial Fisiócrata celebrado en
Ronda en 1913, donde se impregnó de las
ideas del norteamericano Henry George, que
preconizaba la atención a la tierra como base
de la economía. En 1915 publicó el Ideal
Andaluz, en el que exponía los fundamentos
Blas Infante, Padre de la patria andaluza, pilotó el movimiento andalucista durante el primer tercio del siglo XX. De la labor de los hermanos Machado surgió el Ateneo de Sevilla.
ideológicos del movimiento andalucista.
Mediante el desarrollo de las potencialidades
de los andaluces y fortaleciendo la vida
económica con la adecuada distribución de
la tierra, se levantaría a Andalucía y con ella
a España. Publicó otras obras, entre las que
destaca Motamid, último rey de Sevilla, con la
que quiso poner de manifiesto la vinculación
de la personalidad andaluza con su pasado
islámico.
Se aprobó la bandera Una vez planteado el marco teórico del
andalucismo, Blas Infante puso su esfuerzo
en la creación de los Centros Andaluces y
convocó las asambleas de Ronda y Córdoba.
En la primera, celebrada en enero de 1918,
se aprobó la bandera de Andalucía, con los
colores blanco y verde, y el escudo con el
lema: "Andalucía por sí, por España y la
Humanidad". En la de Córdoba, celebrada
en marzo de 1919, se trataron
asuntos de carácter
económico, especialmente el
relativo a la reforma agraria, y
se publicó un Manifiesto en el
que se adoptó el término
nacionalista para definir la
corriente andalucista,
abandonando el más
moderado y ambiguo de
regionalista. Con la llegada de
la dictadura de Primo de
Rivera, Blas Infante se retiró
momentáneamente de la vida
política activa. Permutó su
notaría por la de Isla Cristina
en Huelva y se dedicó al
ejercicio de su profesión, así
como a la lectura y el estudio
del pasado andaluz. Fruto de
estos años de reflexión fue su obra
Fundamentos de Andalucía. En la Segunda
República intentó, con poco éxito, participar
en la vida política en una candidatura
"Republicana Revolucionaria Federalista
Andaluza". Poco después de la sublevación,
el 11 de agosto de 1936, fue fusilado en
Sevilla.
MANIFIESTO NACIONALISTA
Este es un extracto del Manifiesto del
Nacionalismo Andaluz, que se aprobó
en el Congreso de Córdoba, en 1919:
"Andaluces: Andalucía es una naciona
lidad, porque una común necesidad invita
a todos sus hijos a luchar juntos por su co
mún redención. Lo es también porque la
Naturaleza y la Historia hicieron de ella una
distinción en el territorio hispánico. Lo es
también porque, lo mismo en España que
en el extranjero, se le señala como un te
rritorio y un pueblo diferente. La degene-
La Asamblea de Ronda de 1918 aprobó la bandera y el escudo con el lema: «Andalucía por sí, por España y la Humanidad».
ración de Andalucía será la de todos voso
tros. Un pueblo abyecto y cobarde es un me
ro compuesto de individuos indignos y co
bardes también.
Nosotros, por esto, estamos fundidos con
aquella expresión de la Asamblea Regiona
lista de Ronda que proclamó a Andalucía
como una realidad nacional, como una pa
tria (patria es un grupo humano que sien
te las mismas necesidades y ha de trabajar
por satisfacerlas en común), como una pa
tria viva en nuestras conciencias..."
1 0 0 p r o f e s o r e s d e l a s u n i v e r
LOS PERSONAJES HISTÓRICOS
M Á S R E L E V A N T E S D E L A
Más de cien profesores respondieron a la encuesta enviada a las Universidades de
Sevilla, Granada, Málaga, Jaén, Córdoba y Huelva para que eligieran a los cin
co personajes históricos y los cinco monumentos artísticos más relevantes de An-En la realización de esta encuesta han participado los siguientes departamentos universitarios. UNIVERSIDAD DE SEVILLA: Depar tamento de Arte e Historia. UNIVERSIDAD DE GRANADA: Departamento de Historia Antigua y Contemporánea
48
1DIEGO DE
VELÁZQUEZ Uno de los mayores exponentes de la pintura española, nace en Sevilla en 1599.
Nombrado ayuda de cámara de su majestad en 1643, goza del favor real.
Entre sus obras destacan Las Meninas, Las Hilanderas o La rendición de Breda.
2L. A N N E O
SÉNECA Escala en la jerarquía social, llegando a Senador y Cónsul.
Se convierte en el hombre más influyente del Imperio como consejero áulico de Nerón.
Entre sus obras destacan las Epístolas morales a Lucilio y las Cuestiones naturales.
3A B D AL-
RAHMAN I I I Una de las figuras más destacadas de Al-Ándalus, su familia desciende de la tribu de Mahoma.
Proclama en 929 el Califato de Córdoba, donde ejerce un férreo control.
En 945 funda la ciudad palatina de Medlnat al-Zahra, donde se estableció.
4MARIANA
DE PINEDA Nace en 1804, hija de un coronel de buena familia, queda pronto huérfana.
Destacada activista liberal, luchó contra el absolutismo de Fernando Vil.
Acusada del crimen de traición en 1831, es ajusticiada por no delatar a los suyos.
5FEDERICO
GARCÍA LORCA Escritor y poeta universal, nace en Fuente Vaqueros (Granada), en 1898.
De 1932 a 1935 recorre los pueblos de España con la Barraca, su compañía de teatro.
El 19 de agosto de 1936 muere fusilado en Víznar, Granada.
s i d a d e s d e A n d a l u c í a e l i g e n
LOS MONUMENTOS ARTÍSTICOS
C O M U N I D A D A U T Ó N O M A
dalucía. De ellos hablamos en estas páginas. Muy cerca quedaron, entre las per
sonalidades, Picasso y Blas Infante. Respecto al patrimonio, los Reales Alcáza
res de Sevilla, el conjunto dolménico de Antequera o Medinat al-Zahra y Arte. UNIVERSIDAD DE MÁLAGA: Historia del Arte. UNIVERSIDAD DE JAÉN: Departamento de Filología Hispánica y Clásica y Filosofía. UNIVERSIDAD DE CÓRDOBA: Depar tamento de Arqueología, Arte e Historia. UNIVERSIDAD DE HUELVA: Departamento de Historia.
LA
ALHAMBRA Mandada construir por Muhammad I (1232-73), fundador de la dinastía nazarí.
En 1303 se erige una mezquita de tres naves, convertida en catedral.
Alcanza su apogeo artístico, simbólico y monumental con Yo-suf I (1333-54).
MEZQUITA
DE CÓRDOBA Fundada por Abd al-Rahman I en 784, como centro de la vida social y cultural.
Entre los siglos IX y X experimenta varias ampliaciones y llega a ser la mayor mezquita de Occidente.
Carlos V aprueba en 1523 la creación de una gran catedral interior.
CATEDRAL
DE SEVILLA Comenzada a construirse en 1403, no fue terminada hasta 1506.
Es un conjunto monumental de cinco naves, de 116 metros de longitud y 76 de ancho.
En ella están los sepulcros de Fernando III y de Cristóbal Colón.
ÚBEDA
Y BAEZA Baeza fue conquistada a los árabes en 1227 y Úbeda, en 1234 por Fernando III el Santo.
Andrés de Vandelvi-ra es uno de sus arquitectos más destacados.
Declaradas Ciudades Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO (2003).
CIUDAD
DE ITÁLICA Mandada construir por Escipión en 206 a.C. para acoger a los soldados heridos.
Es la primera ciudad hispana fundada por ciudadanos romanos.
En época de Adriano sufre grandes remodelaciones, se erige el anfiteatro.
49
GRANDE DE ESPAÑA Pinté lo que vi, retraté sin mirar el rango y logré atrapar la luz en Las Meninas
y en Las Hilanderas. La vida de Velázquez, el más grande, en primera persona
Nací en Sevilla cuando agonizaba el siglo XVI y allí, a orillas del Guadalquivir, donde los galeones de Indias rendían via
je, viví los años de mi infancia, jugueteando por las calles de la Gorgoja, de la Morería o de la Alhóndiga. Mis padres descubrieron mi afición por la pintura y me llevaron al taller de Herrera el Viejo, un pintor tan áspero que resultaba insufrible. Aguanté poco y me marché a otro taller, con Francisco Pacheco aprendí el oficio.
En 1617, cuando no había cumplido los 18 años, obtuve mi carta de pintor, por la que se me autorizaba a pintar en templos y lugares públicos, abrir taller y tener discípulos. Pero, cuando dejé a Pacheco, salí con algo más que con un certificado, porque me casé con su hija Juana, con quien tuve dos hijas: Francisca e Ignacia.
Pronto llegaron los encargos, circunstancia a la que no fue ajena la influencia de mi suegro y también, aunque alguien piense que peco de orgullo, a mis cualidades. Pintaba escenas costumbristas y retratos, pero no estaba satisfecho; mi meta era la Corte y allí arribé, aprovechando la mudanza que provocó el cambio de monarca y el ascenso de un andaluz, don Gaspar de Guzmán, el conde-duque de Olivares. En 1622 hice mi primer intento, pero fracasé. Me mantuve firme y un año después fue la vencida. Pinté un retrato de Felipe IV y causó tal impresión, que don Gaspar decidió que yo sería el único pintor del soberano. Me asignaron un sueldo de seis ducados al mes más el precio de mis pinturas. No estaba mal.
Me asenté en Madrid, descubrí las colecciones reales y traté con Rubens. Fue él quien me aconsejó viajar a Italia y su majestad me dio autorización y buenos ducados al adelantarme dos años de paga, algo inaudito porque en la Corte todo eran empréstitos y retrasos. Llegué a Italia en 1629 y quedé deslumhrado. En Roma me acogieron en el palacio Vaticano, pero busqué alojarme en Villa Médicis, uno de los lugares más hermosos de la ciudad, don
de la luz adquiría tonalidades increíbles. Fue allí donde traté de atrapar esa luz que me encandilaba. Fui a Nápoles para conocer a Ribera, el maestro del tenebrismo.
Aprendí tanto en este viaje, que a mi regreso mi pintura había cambiado por completo. Todo el mundo quería un retrato mío. Trabajé tanto que llegué a enfermar de agotamiento porque nunca tuve una salud fuerte. Recuerdo el escándalo que en los mentideros produjo la rendición de Breda, considerada inexpugnable. Pinté, por encargo de Olivares, Las Lanzas.
Los Reyes Magos me trajeron, en 1643, el regalo de ser nombrado ayuda de cáma-
A la derecha, Autorretrato, por Diego de Velázquez (Museo de Bellas Artes San Pío V, Valencia). Sobre estas líneas, detalle de la Infanta Margarita en Las Meninas, por Velázquez, Madrid, Museo del Prado.
ra de su majestad, un codiciado cargo porque gozaba del favor real. Tal vez, ello me protegió de los cambios habidos a la caída del conde-duque. Fue el comienzo de una mala época en que murieron la reina Isabel y el príncipe Baltasar Carlos, a quien pinté de niño vestido de cazador. Decidí alejarme del luctuoso ambiente de
la Corte y aproveché que su majestad quería que fuese a Italia a comprar cuadros para su colección privada. Embarqué en 1649 formando parte de la comitiva que iba a recoger a doña Mariana de Austria, la segunda esposa de nuestro rey. Venía conmigo, en calidad de criado y secretario, Juan de Pareja, le hice un bonito retrato porque no siempre dediqué mis pinceles a los encumbrados cortesanos.
En Venecia compré cuadros del Veronés y de Tintoretto y en Roma pinté al papa Inocencio X, retratando su alma y su enérgico carácter. Viajé a Nápoles para ver a Ribera y lo encontré con la salud gastada.
Felipe IV quedó contento con las compras y me nombró aposentador de palacio. Tuve que buscar tiempo porque quería pintar la luz. A ello me apliqué cuando la ornamentación de los reales sitios o los encargos me lo permitían. Creo que lo logré en dos obras de madurez: Las Meninas y Las Hilanderas. Su majestad, que me honraba con su amistad, dio cuerpo a una de mis aspiraciones: un hábito de la Orden Militar de Santiago. El asunto fue enojoso, los del Consejo de las Órdenes se negaban, aduciendo que trabajaba con las manos. ¡No les parecía bien que me ganase la vida pintando! Alcancé por fin el hábito el 28 de noviembre de 1659.
El rey me encomendó, en mi condición de aposentador, decorar el pabellón español con motivo del matrimonio de la infanta María Teresa y Luis XIV, uno de los acuerdos de la infausta Paz de los Pirineos. Fue un trabajo agotador que los engreídos franceses complicaron mucho. Respiré cuanto todo estuvo concluido, pero me dejé la salud. Regresé a Madrid muy enfermo y fallecí el 6 de agosto, a los 61 años. Acudió mucha gente a la iglesia de San Juan Bautista, donde fui enterrado.
Algunos dicen que Las Meninas es la teología de la pintura; no lo sé, ni me importa. Pinté lo que vi y retraté a la gente, sin considerar su rango y, sobre todo, logré atrapar la luz en un par de lienzos. •
JOSÉ CALVO POYATO
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DIEGO DE VELÁZQUEZ
2 LUCIO ANNEO SÉNECA
CONSEJO DE ESTADO Consejero áulico de Nerón, fue el hombre más influyente del Imperio. De ideas precursoras, Séneca pensaba que el delincuente debía integrarse en la sociedad
De pocos puede decirse que su memoria se mantenga viva en la conciencia colectiva y siga ejerciendo su influencial a los
dos milenios de su nacimiento. Séneca fue uno de ellos. Resulta lamentable que esa presencia de la obra senequiana sea más palpable en Alemania, Francia o Italia que en España, donde ni siquiera disponemos de una edición crítica de sus escritos completos.
Apuntemos tan sólo un par de cosas sobre esa influencia de Séneca en nuestra civilización. Nuestro teatro moderno parte del renacentista, que a su vez hunde sus raíces en el teatro senequiano, no en el clásico griego como podría suponerse. Hasta hace poco el influjo de Séneca en ese ámbito fue enorme, pero luego ocurrió algo que lo hizo caer en el olvido: el dramaturgo alemán Lessing, quien trató de poner un corsé al arte dramático, afirmó que las obras de teatro de Séneca no eran para ser representadas, sino leídas. Y desde entonces no hay erudito que no siga repitiendo como un loro esas palabras. Invito al lector a disfrutar la Medea traducida por Yebra para que opine por sí mismo sobre este asunto. A la nefasta influencia de Lessing se añade en nuestro país el hecho de que para poder disfrutar y entender las obras teatrales de Séneca no hay más remedio que saber latín o leerlas en otro idioma.
Los tratados morales de Séneca son en su mayoría una orientación para corregir problemas de conducta, sobre todo de la voluntad, con lo que es el precursor de la terapia psiquiátrica moderna; de hecho, en los libros de au-toayuda se le cita o se le plagia. No sólo en eso fue un precursor que se adelantó a su época. Séneca estaba en contra de la pena de muerte y decía que el fin de
la justicia tendría que ser integrar al delincuente en la sociedad, no castigarlo. Veía el crimen como una enfermedad social que necesitaba un médico benigno, no un médico que matase al enfermo. Piénsese que ese criterio ha llegado a ser realidad en Europa hace muy pocos años. En Estados Unidos están muy lejos. Podría-
El filósofo hispanorromano Lucio Anneo Séneca, nacido en Córdoba
mos pensar aquí también en otro español, el calagurritano Quintiliano, que hace casi dos mil años condenaba todo tipo de castigo corporal a los niños.
Me atrevería también a afirmar que Séneca se adelantó a los juicios de Nurem-berg: condenaba las guerras y para él, Alejandro Magno y Julio César no fueron hé
roes, sino unos asesinos sin escrúpulos. Sobre Séneca se han dicho en nuestro país muchas tonterías: que era profundamente español o que era un romano de pura cepa que nada tenía que ver con España. Estrabón habla de la existencia de una literatura secular en la Bética, la actual Andalucía. Sabemos por una carta es
crita en Córcega que Séneca conocía algunas lenguas de su Bética natal, pues hizo comparaciones lingüísticas con el habla de Córcega. No podemos, por tanto, negar la influencia en Séneca de esa literatura vernácula. Y si a Balbo lo tuvo que defender en el Senado un Cicerón y de Adriano se mofaron los senadores por su modo de hablar, es fácil imaginar lo que tuvo que sufrir Séneca como provinciano y también por haber sido un advenedizo.
El padre de Séneca pertenecía al orden ecuestre, mientras que nuestro pensador cordobés escaló en la jerarquía social, ingresó en el orden senatorial, alcanzó incluso el consulado y llegó a ser el hombre más influyente de todo el Imperio en su calidad de primer consejero áulico de Nerón, y uno de los más ricos de su época. Sin embargo, Séneca también aquí nos depara una sorpresa.
A los 65 años, cuando la mayoría añora el descanso, Séneca renuncia a sus cargos, quiere devolver a Nerón todo cuanto le había regalado, valorado
en unos trescientos millones de sester-cios (un millón era la fortuna necesaria para ser senador) y escribe lo mejor de su obra: las Epístolas morales a Lucillo y las Cuestiones naturales. Proyecta incluso una gran obra sobre ética, pero Nerón se le adelanta, ordenando su muerte.
PEDRO GÁLVEZ
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3 ABD AL-RAHMAN III
Fundador de Medinat al-Zahra, Abd al-Rahman III aumentó el prestigio de Córdoba y al-Ándalus se alzó como potencia en el Occidente mediterráneo
Abd al-Rahman b. Muhammad b. Abd Allah al-Umawi, de sobrenombre al-Nasir li-Din Allah (El defensor de la religión de
Allah), Abd al-Rahman III el Omeya, fue una de las figuras más destacas de al-Án-dalus. Su familia, descendiente de la misma tribu que la del Profeta Muhammad, había jugado un papel preponderante en la región de la Meca antes de la aparición del islam en el siglo VII y, después de la muerte del Profeta, protagonizando uno de los incidentes más cruciales en el nuevo credo: apropiarse el derecho a gobernar el imperio arabo-musulmán y trasladar su sede a Siria, donde instauró el califato Omeya de Damasco en el año 660; los musulmanes que aceptaron esta autoridad formaron la corriente sunní, mayo-ritaria dentro del islam.
Vistos por muchas facciones árabes como usurpadores, los Omeyas fueron derrocados por los Abbasíes en el 750, lo que obligó a Abd al-Rahman, un príncipe omeya de segundo rango, a buscar refugio entre los partidarios de su familia en la Península Ibérica. En el 755, el príncipe impuso su autoridad en Córdoba e instauró el emirato Omeya en al-Andalus como Abd al-Rahman I.
Siglo y medio después, Abd al-Rahman III, heredó este emirato con un cúmulo de problemas: autoridad central debilitada, pugna interna entre árabes y con los Retrato beréberes, inestabilidad económica y empobrecimiento del Estado, revueltas de las minorías sociales... Tuvo que desplegar toda su energía y habilidad política para restaurar la autoridad omeya en al-Andalus, ardua empresa que le costó dos décadas. Mientras, había reanudado las guerras contra los reinos cristianos y reforzado su actuación en el norte de Áfri
ca donde estaban ensanchando su poder los fatimíes, una familia shií que, posteriormente, se alzó como califato, se apoderó de Egipto y fundó la ciudad de El Cairo en 969. Abd al-Rahman III mandó ocupar Me-lilla y estableció contactos con las tribus autóctonas norteafricanas para contrarrestar este poder rival. El proceso culminó
del omeya Abd al-Rahman III, califa de Córdoba.
con la proclamación, en 929, del califato de Córdoba. Tomó por título supremo el de Califa y "Emir de los creyentes", y restituyó así el título califal a su familia exterminada por los Abbasíes dos siglos antes.
Aunque desde un punto de vista jurídi-co-religioso sólo puede haber un califa que gobierne a los musulmanes, el califato au
mentó el prestigio de Córdoba y su autoridad en todo su entorno. El nuevo califa reforzó su política de férreo control contra la disidencia interna y, al tiempo que organizaba el poder naval con puertos y atarazanas, consolidó la autoridad andalusí sobre el norte de África ocupando Ceuta en 931, una base de su acción
en el Magreb. A la actividad incesante para
asentar su poder, debe añadirse la acuñación de moneda y la edificación de su ciudad palatina Medinat al-Zahra, donde se estableció en 945. Allí trasladó su ceremoniosa Corte y las instituciones del Estado, que transformó con una minuciosa burocracia centralizada y cambios en el ejército. Instaló talleres palatinos de alta calidad: armas, joyas, tejidos y brocados bordados (monopolio califal) y cerámicas esmaltadas.
Del revés que sufrió frente a los leoneses, en 939, en Siman-cas-Alhandega, donde apenas salvó la vida huyendo, resultó una purga sangrienta en el ejército y su decisión de no volver a encabezar personalmente sus ejércitos. Sus relaciones frente a los cristianos se restablecieron a favor del califato a finales de su reinado, y al-Ándalus se alzó como potencia en el Occidente mediterráneo. Renovó las relaciones con Constantinopla y activó los intercambios entre los dos poderes imperiales, hostiles a los fatimíes.
Hijo de una esclava cristiana, Abd al-Rahman III era de piel blanca, ojos azules, rostro atractivo y paticorto; tuvo once hijos y dieciséis hijas. Legó su próspero reino a su primogénito, al-Hakam II, cuyo hijo, Hisham II, padeció, en el año 1031, el final del califato que tanto trabajo le había costado levantar a su abuelo. •
SOHA ABBOUD-HAGGAR
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CALIFA DE CÓRDOBA
4 MARIANA DE PINEDA
LA CONSPIRADORA Mariana de Pineda confabuló contra el absolutismo de Fernando VII y murió ajusticiada por negarse a delatar a los suyos. Lorca le dedicó una obra de teatro
Era la época absolutista de Fernando VII. Mariana de Pineda (1804-1831) fue ejecutada por no delatar a sus compañe
ros de la causa liberal. Aquel silencio suyo dio lugar a una temprana leyenda, que nunca ha perdido poder de fascinación. Su actividad como conspiradora, sus amores clandestinos, su belleza e inteligencia han quedado reflejados en coplillas y canciones melancólicas, "que se le antojaban trágicas" a su paisano el granadino García Lorca cuando era niño. Años más tarde, el escritor humanizó a la heroína, gracias a su genio lírico, convirtiéndola en protagonista de una de sus primeras obras de teatro. Su figura ha dejado huella incluso más allá de nuestras fronteras. En el año 2003, la Puerta Principal del Parlamento de Estrasburgo fue dedicada a Mariana de Pineda. Con este homenaje, se quería reivindicar su importancia histórica y resaltar la trascendental labor de los españoles en la lucha por la conquista de las libertades. En los años ochenta, su tortuoso proceso fue llevado a la televisión a través de una serie protagonizada por la actriz Pepa Flores y en 2003, la coreógrafa y bailarina Sara Baras recreó su vida a través del flamenco en un espectáculo de danza. Pero ¿quién fue en realidad Mariana de Pineda?
Su vida estuvo marcada por las ausencias. Hija natural de un coronel de buena familia y de una joven que trabajaba a su servicio, pronto sufrió el abandono de su madre, quien desapareció de su vida. Cuando tenía dos años, murió su padre y ella quedó bajo el cuidado de un matrimonio sin hijos, José de Mesa y Úrsula de la Presa. A los 15 años, Mariana se enamoró y se casó con un militar de ideas liberales y salud delicada, Manuel de Peralta. Tras tres años de
felicidad conyugal, Manuel muere y Mariana queda viuda con dos niños pequeños. Se abandonó entonces a un estado de profunda depresión, del cual, según Antonina Rodrigo, su biógrafa más importante, nació la mujer comprometida con la causa liberal. Los acontecimientos que rodearon entonces su existencia precipi-
taron su actividad militante. En 1823, Fernando VII daba carpetazo al Trienio Liberal (1820-1823), se proclamaba rey absoluto e iniciaba una sangrante represión que bautizó una nueva época conocida como la Década Ominosa.
Mariana de Pineda, durante la segunda época absolutista, se había ganado la confianza de los círculos liberales de Gra
nada, quienes mantenían contactos con exiliados para acabar con el régimen. Su actividad fue vital para la resistencia andaluza: facilitaba pasaportes falsos, recibía la correspondencia de Gibraltar, ocultaba a perseguidos o cuidaba a los presos políticos, entre los que se encontraban un tío clérigo y un primo suyos. Este último
pariente, Fernando Álvarez de Sotomayor, condenado a muerte tras ser acusado de organizar un alzamiento en Andalucía, fue protagonista de una rocambo-lesca huida con un disfraz de fraile capuchino que le proporcionó Mariana.
A los ojos del alcalde del Crimen de la Real Chancillería de Granada, Ramón Pedrosa, un oportunista ávido de triunfos políticos, Mariana pronto se convirtió en sospechosa y, según cuentan algunos biógrafos y las canciones populares, también en un codiciado objeto de deseo. En 1831, se proyectaron importantes alzamientos en diversos puntos de Andalucía que fracasaron. Ella había encargado a dos hermanas del Albaicín el bordado de una bandera, destinada a encabezar un abortado alzamiento de los constituciona-listas granadinos. El paño sin terminar es encontrado en casa de Mariana, Pedrosa la detiene y es acusada de crimen de traición. Durante los interrogatorios, se le promete el indulto a cambio de delatar a sus compañeros,
pero la bella granadina no tiene ni un sólo momento de debilidad, su silencio se hace escuchar. El 26 de mayo de 1831, Mariana fue conducida al patíbulo: fracasó la vaga esperanza que albergaba de que una revuelta de los suyos la librase de "la gargantilla de hierro en sus bodas con la muerte", según palabras de Lorca.
LOLI SARTO
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Mariana de Pineda, grabado siglo XIX, Madrid, Biblioteca Nacional.
5 FEDERICO GARCÍA LORCA
EL VERSO CERCENADO Representó el amor por la cultura, el afán de justicia y la defensa de la libertad y la tolerancia. Esa combinación le resultó fatal cuando estalló la Guerra Civil
En la primera edición de las Obras Completas de Federico García Lorca que se hizo en España, mediados los años cincuenta, figu
ra la siguiente entrada en la cronología: "1936. 19 de agosto. Muere". La ausencia de explicación sobre las circunstancias de su desaparición evidencia el intento del franquismo de olvidar el asesinato de Lorca, efectuado por elementos paramilitares afectos a los sublevados el 18 de Julio. La Guerra Civil ponía fin con una bala madrugadora a uno de los intelectuales que mejor encarnaba la España inquieta que luchaba contra la desigualdad social y el estancamiento cultural. Su asesinato era la concreción del "¡Muera la inteligencia!" augurado por el general Millán Astray.
Federico García Lorca había nacido en Fuente Vaqueros, Granada, en 1898. Escritor precoz, discípulo aventajado del músico Manuel de Falla, publicó su primer libro a los 20 años, sin gran éxito, lo que no le impidió a los 21 marchar a Madrid a comerse el mundo. En la capital, aterrizó en la Residencia de Estudiantes, donde fue compañero y amigo de Luis Buñuel, Salvador Dalí, Pepín Bello... En ese propicio caldo de cultivo residió durante los años siguientes. El drama Mariana de Pineda, un canto a la libertad basado en la la granadina agarrotada por la (in)justicia absolutista de Fernando VII, fue su primer éxito teatral, en 1927. Entretanto, el Romancero Gitano le consagraba como poeta y, como tal, viajó en 1929 a Nueva York. Allí se entusiasmó por la poesía de Walt Whitman -"Y tú, bello Walt Whitman, duerme a orillas del Hudson"- y se sensibilizó ante la marginación de los negros de Har-lem -"¡No hay angustia comparable a tus ojos oprimidos, a tu sangre estremecida
dentro del eclipse oscuro..."-. La Habana fue su siguiente parada antes de regresar a España, a tiempo de vivir a fondo el ensayo de la Segunda República. De 1932 -año en que estrenó Bodas de sangre, basada en un luctuoso suceso en un cortijo de Níjar- a 1935, recorrió los pueblos de España con el teatro universitario
La Barraca, que representaba las mejores piezas de los clásicos españoles. Su labor de difusión cultural fue paralela a la creación literaria. Tras un viaje a Argentina, entre 1933 y 1934, estrenó Yerma, basada, asimismo, en un hecho real, y otras piezas nuevas. Hiperactivo, de él escribiría Jorge Guillén: "Junto al poeta se respiraba un aura que él iluminaba con su pro
pia luz. Entonces no hacía frío de invierno ni calor de verano: hacía... Federico".
La militancia cultural y la vida social fueron la parte visible de un escritor que, como hijo de su tiempo, tenía sentimientos encontrados ante su homosexualidad. A Cipriano Rivas Cheríf, escritor y cuñado de Manuel Azaña, le confió, según Ian Gib-
son, que no le gustaban los hombres que hacían gala de ademanes afeminados -"los vecinos se sonríen / en sus ventanas postreras"-, pero que soñaba con "una moral de la libertad entera", donde fuera posible "el amor sin límites". De este último no se privó. Según Vicente Aleixandre, Lorca "amó mucho, cualidad que algunos superficiales le negaron. Y sufrió por amor, lo que probablemente nadie supo". El que sintió por Dalí, que el pintor calificó en una carta de "embarazoso", sí se supo, de su pasión por Rafael Rodríguez Rapún, el secretario de La Barraca, que murió defendiendo a la República al año de empezar la Guerra Civil.
En junio de 1936 terminó La casa de Bernarda Alba, sobre la dura vida de la mujer en el mundo rural. Desoyendo a sus amigos, que temían por su vida ante los rumores de un golpe militar, el 14 de julio se presentó en Granada en casa de sus padres. La ciudad cayó en manos de los sublevados en los primeros días de la guerra. El cóctel de amor a la cultura, a la libertad y a los hombres le resul
tó mortal. El 16 de agosto fue detenido y pocos días después, asesinado en Víznar. Con los años, sin embargo, el escueto "muere" con que la censura franquista intentó velar el horror de aquella madrugada saltó por los aires junto con la dictadura y hoy, Lorca es el escritor español más reeditado y representado en los escenarios. •
ARTURO ARNALTE
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Federico García Lorca en 1919, en su casa de Granada.
LA CIUDAD PALATINA La Alhambra fue una exquisita ciudad palatina andalusí, aislada de la otra población que bullía frente a ella. Un abigarrado complejo de jardines, salas regias y majestuosas decoraciones murales
La Alhambra de Granada es una maravillosa construcción de jardines, agua y caligrafía, separada del mundo por sólidas murallas y ba
luartes. Su propio emplazamiento, establecido por el fundador de la dinastía na-zarí, Muhammad I (1232-1273), sobre la colina de la Sabika (lingote de oro), le permite dominar la ciudad y la Vega de Granada y abastecerse permanentemente de agua por la Acequia Real construida por
dicho soberano desde el río Darro. En principio fue una fornida alcazaba militar, caracterizada por la considerable altura y esbeltez de sus torres, cuyos muros se adelgazan en altura y encierran elegantes y variados abovedamientos, que posibilitan la habitabilidad interior, como sucede en la Torre de la Vela, la Quebrada y, sobre todo, en la del Homenaje, cuyo último piso es ya una vivienda en torno a un pequeño patio central. Después, la Al-
Vista general del Patio de los Leones, de la Alhambra.
1. Torre de la Vela 2. Jardín de los Adarves 3. Plaza de Armas 4. Torre del Homenaje 5. Torre del Cubo 6. Plaza de los Aljives 7. Puerta de la Justicia 8. Mezquita 9. Mexuar
10. Cuarto Dorado 11 . Torre de Comares 12. Patio de los Arrayanes 13. Palacio de Carlos V 14. Sala de Dos Hermanas 15. Palacio y Patio de los Leones 16. Abencerrajes 17. iglesia de Santa María 18. El Partal 19. Palacio de Yusuf III
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LA ALHAMBRA DE GRANADA
hambra se convierte paulatinamente en una abigarrada y exuberante ciudad palatina, aislada de la populosa ciudad que bulle frente a ella pero vigilándola y contemplándola. Con Muhammad II (1273-1302), primero, y luego con Muhammad III (1273-1302), la colina de la Alhambra se va llenando de albercas, jardines, salas regias y bellas decoraciones murales. Muhammad II, verdadero impulsor de la vida cultural del sultanato, erige el Partal Alto, con estanques, jardines y baños; y Muhammad III edifica el Partal Bajo, con la Torre de las Damas, y la Mezquita Mayor, con sus baños adyacentes. De la mezquita, erigida en 1303, que tuvo tres naves y fue convertida en catedral por los Reyes Católicos, sólo conservamos la preciosa lámpara de bronce con decoración calada de atauriques y lema nazarí que se
conserva en el Museo Arqueológico Nacional. Muhammad III urbanizó además la Sabika trazando la Calle Real, e hizo una primera almunia en el Generalife. Poco después, Ismail I (1314-1325) ejecuta importantes obras, con las que se inicia la etapa de esplendor del arte nazarí: Puerta de las Armas, zona del Mexuar, Baño Real y la reforma del Generalife en conmemoración de su victoria de 1319 sobre los infantes don Pedro y don Juán, cuyas cabezas colgó en una puerta de la Alhambra. Así pues, cuando Yusuf I y su hijo Muhammad V emprenden sus grandes empresas edilicias, la Alhambra era ya una incipiente ciudadela palatina con delicadas calahorras, palacetes con patios centrales porticados en torno a una alberca, estancias principales y miradores con finos ajimeces abiertos al paisaje de la ciu
dad y al jardín interior, ornamentación caligráfica con el lema nazarí al lado de leyendas votivas, etcétera. Para el Partal de Muhammd III y para el Generalife de Ismail I, el primer ministro y poeta áulico Ibn al-Yayyab estampa ya las primeras casidas con contenidos que serán luego recurrentes: idealización de la belleza arquitectónica, comparación de la decoración mural con los tejidos o con el jardín y creación de una iconografía del soberano, victorioso, gran constructor, dadivoso y protegido por Dios, de excelso linaje y pleno de virtud.
Es en el reinado de Yusuf I (1333-1354), truncado por su asesinato, cuando la Alhambra de Granada alcanza su apogeo artístico, simbólico y monumental. Su Torre de la Cautiva es especialmente significativa por la ornamentación mural y por
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Vista de la Alhambra desde el Albaicín. La Alhambra se nos ofrece hoy como una de las joyas del arte árabe en España y es uno de los conjuntos artísticos más visitados del mundo.
los poemas epigráficos de Ibn al-Yayyab, en los que caracteriza la calahorra como combinación de edificio militar exterior y palacio edénico interior y exalta las cualidades artísticas del edifico cual refinada obra poética. A Yusuf I se deben también la grandiosa Puerta de la Justicia (1348), la remodelación de los Baños reales y el bello Oratorio del Partal. Pero su obra más portentosa es, sin duda, la Torre de Co-mares, que con 45 metros de altura es la más elevada de la Alhambra. Y también el soberbio Salón de Trono, que alberga una de las cumbres de la carpintería árabe islámica, grabada íntegramente en el arrocabe de madera de su techo e inspirado en la descripción de los siete cielos (azora coránica del Dominio divino, Corán, 67). El poema, quizá de Ibn al-Yayyab, grabado en su alcoba central, expresa la intensa simbología del lugar: el soberano, cual sol brillante, tiene su solio en el centro de las constelaciones que rodean el salón, hijas del gran firmamento, en cuyo punto culminante se halla el Trono Divi
no, de donde emana la luz para iluminar al soberano.
Su hijo Muhammad V completó el palacio inacabado de su padre, añadiendo la Sala de la Barca y el Patio de los Arrayanes, reformó el Mexuar, erigió la Facha-
Detalle de la Sala de Dos Hermanas.
da de Comares y la de la Puerta del Vino, y edificó el Jardín Feliz (al-Riyád al-Saíd), nombre original del Palacio de los Leones, en el que emplazó su salón de trono, bajo el signo de la figuración astral de la ar
quitectura, que Ibn Zamrak, su visir y poeta oficial, recreó espléndidamente en los versos grabados en la Sala de Dos Hermanas. La idealización de la arquitectura radiante y eterna se completa con la descripción del Mirador de Lindaraja como lugar del trono, donde brilla el monarca con su luz y desde donde ve su ciudad; y también con la Fuente de los Leones, cuyo poema atribuye al soberano la creación de estas bellas edificaciones por inspiración divina, al tiempo que ensalza, con la simbología de los leones y el agua, su fortaleza, magnanimidad y alto linaje. El Jardín Feliz es, obviamente, una de las obras maestras de la arquitectura islámica. Frente a la utilización estática del agua en el Patio de Arrayanes o el Partal, en el Palacio de los Leones aparece en perpetuo movimiento unificando, en las cuatro direcciones, todas las estancias del edificio. Las 124 columnas del patio, dispuestas en cinco ejes de simetría superpuestos, dan sensación de dinamismo circular y de riqueza arquitectónica. Las maravillosas cúpulas de mocárabes de Abencerra-jes y de Dos Hermanas albergan surtidores centrales en su eje, emanación divina y de la vida al unísono. A Muhammad V se debe igualmente, incluso en calidad de diseñador y supervisor de la construcción, la almunia de los Alijares, aneja a la Alhambra, que con cuatro cúpulas y estanque central fue destruida por un terremoto en el siglo XV
Después, se realizaron en obras como la Torre de las Infantas, con Muhammad VII (1392-1408). O las remodelaciones que el rey poeta Yusuf III (1408-1417) hizo en el Generalife, sin olvidar su propio palacio, que debió ser una importante edificación, demolida por el conde de Tendilla cuando Felipe V lo destituyó, en 1718, como alcaide de a Alhambra. •
JOSÉ MIGUEL PUERTA VÍLCHEZ
LA ESTÉTICA DE LA PALABRA
Uno de los elementos que convierten
a la Alhambra de Granada en un con
junto monumental extraordinario, atípico
y especialmente significativo es, sin duda,
el intenso protagonismo estético y semán
tico que en ella cobra la palabra. Tanto es
así, que las composiciones ornamentales
murales transforman a los palacios de la Al
hambra en una arquitectura oral, que de
manda ser leída, además de contemplada.
En sus muros podemos leer una combina
ción de inscripciones fundacionales, regias,
votivas, coránicas, poéticas, amén del om
nipresente lema nazarí (Wa-la gáliba illa
Allab: Sólo Dios es Vencedor). En portadas,
frisos, tacas, salones de protocolo, patios
y fuentes, el espléndido poemario de la Al
hambra la convierte en un gran sujeto par
lante, primordialmente femenino, que
idealiza el lugar cual novia en su apogeo,
en signo de pureza, esplendor, fertilidad
y permanencia. Esta omnipresente voz de
la arquitectura crea una interesante retóri
ca encomiástica del soberano y de su uni
verso palacial, presentado con autocom-
placencia como una obra perfecta e insu
perable: "Yo soy el jardín que con la be
lleza ha sido adornado, contempla mi her
mosura y mi rango te será explicado", re
za el primer verso compuesto por Ibn
Zamrak para la Cúpula Mayor del Jardín
Feliz de Muhammad V (la Sala de Dos
Hermanas).
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2 MEZQUITA DE CÓRDOBA
Levantada por Abd al-Rahman III, la mezquita refleja el esplendor de Córdoba como capital de al-Andalus y resume la evolución del estilo omeya en España
Sobreviviente a la aniquilación de la familia omeya en Damasco, Abd al-Rahman I, el Inmigrado, funda el emirato independiente de Córdo
ba y erige su Mezquita Mayor a partir de 784, como centro emblemático de la vida política, cultural y social de la capital del islam occidental. La emplazó en el solar de la Basílica de San Vicente, en la que habían orado conjuntamente cristianos y musulmanes. Una sencilla planta cuadrada de 76 metros de lado, dividida por la mitad en una sala de oración de once naves y un patio, encerraba en su interior un original sistema de arquerías de tal plasticidad y eficacia arquitectónicas que daría su sello inconfundible a la Aljama de Córdoba: columnas, basas y capiteles procedentes de edificios romanos y visigodos anteriores sustentan pilastras de mayor anchura con arcos de medio punto que actúan de verdadero acueducto, mientras que, por debajo, arcos de herradura dan cohesión a las filas de columnas. Se crea así un espacio único y subyugante en el que las masas se agrupan en altura produciendo una fuerte sensación de diafanidad, que parece que se multiplica cuando contemplamos la sala diagonalmente. La pintura roja y blanca de las dovelas de los arcos (signo de belleza en el islam) incrementa la vistosidad. De la primitiva mezquita del siglo VIII nos queda también una de sus puertas, la Puerta de los Visires o de San Esteban, aunque remodelada en 855; esta puerta, flanqueada por dos contrafuertes y con su típica estructura tripartita oriental, pero con vanos y trazados cordobeses, será modelo de las demás puertas del edificio y de otras muchas de al-Ándalus. A la muerte de Abd al-Rahman I, su hijo Hixam I (788-796) completó la obra levantando un alminar, cuya planta sigue marcada en el suelo del Patio de los Naranjos, así como la pila de abluciones y tal vez una conexión de la mezquita con el alcázar con un paso elevado sobre la calle.
El crecimiento y pujanza de Córdoba en los siglos IX y X exigieron nuevas amplia-
Detalle de la sala de la oración, el célebre bosque de columnas de la Mezquita de Córdoba, una de las obras más importantes de la arquitectura musulmana.
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EL CLIMAX OMEYA
dones. La primera fue la de Abd al-Rah-man II añadiendo ocho tramos de columnas y un nuevo mihrab. Para esta obra se usaron también materiales de edificios anteislámicos, pero se labraron diecisiete nuevos capiteles cordobeses. Luego, el emir Abd Allah (888-912) construyó un pasadizo para conectar la mezquita con el alcázar, pero fue tras la proclamación del califato de Abd al-Rahman III en 929 cuando se acometieron las más importantes. El nuevo califa demolió el alminar y erigió, en 946, otro de mayores dimensiones (47 metros de altura y 8,50 metros de lado), que ejerció una poderosa influencia en la
Vista general de la Mezquita de Córdoba. En 1492, Carlos V decidió construir una catedral dentro de la mezquita. Al verla, lo lamentó.
arquitectura religiosa del islam occidental, superado sólo en la época almohade. Se componía de una gran torre base y otra menor superior coronada por una cupu-lilla y un yamur de cuatro esferas doradas. Sus caras externas, a soga y tizón, mostraban bellas ventanas de dos y tres arcos de herradura de estilo cordobés. De todo ello, sólo perduran algunos restos embutidos en la torre cristiana del siglo XVI. Abd al-Rahman III concluyó, en fin, la ampliación del patio con pórticos y reforzó la fachada de la sala de oración.
Nada más suceder a su padre en 961, al-Hakam II emprende la más rica y decisi
va ampliación de la mezquita, construyendo doce nuevos tramos de columnas, con una maqsura (área reservada al soberano) y una importante alquibla con su mihrab. Se rellenó el declive del terrero hacia el Guadalquivir y se erigió una alquibla de doble muro, con un pasadizo (sabat) que permitía al califa acceder directamente desde el alcázar a la zona más noble de la mezquita y una serie de habitaciones destinadas al tesoro y posesiones de la mezquita. En el centro se situó el gran mihrab de planta octogonal, con una cúpula interior de venera y una soberbia decoración de mosaicos de artistas venidos de Oriente, que elevaron esta obra a la cima del arte hispano-musulmán. Para iluminar toda la ampliación, se elevaron las arquerías de ocho a diez metros y dispusieron cuatro cúpulas con linterna, con arcos de medio punto entrecruzados que anticipan las bóvedas de nervaduras góticas e inauguran una tipología arquitectónica que será muy imitada posteriormente. La cúpula central está decorada con finísimos mosaicos dorados, azules y blancos, así como con inscripciones cúficas y de ataurique, reproduciendo una bóveda celeste. El caudillo Almanzor emprenderá, en 988, la mayor ampliación, agregando ocho naves con 35 nuevos tramos y ensanchando el patio, con lo que toda la superficie de la mayor mezquita de Occidente alcanzó los 22.400 m2, a los que se accedía por doce puertas. Respetó la doble alquibla de al-Hakam II, que quedó descentrada, y no aportó novedades artísticas ni estructurales, aunque por su amplitud su obra reproduce la excepcional sensación espacial del primer omeya andalusí.
JOSÉ MIGUEL PUERTA VILCHEZ
EN EL CORAZÓN, LA CATEDRAL CRISTIANA
A rquitectos actuales, como Rafael Mo
neo, consideran que la concepción es
pacial y las arquerías ideadas por los anóni
mos alarifes de Abd al-Rahman I (siglo VIII)
son la causa de que la Mezquita de Córdo
ba fuese capaz de albergar en su seno inclu
so un templo gótico.
En efecto, dos siglos después de la toma
de la ciudad por Fernando III en 1236, y de
las limitadas reformas de su hijo Alfonso X
en la mezquita, el arzobispo Alonso Man
rique decide, en 1489, influido por las gue
rras contra Granada, convertirla en tem
plo cristiano. Para ello se eleva una nave lon
gitudinal con arcos ojivales a partir de la al-
Cúpula de la catedral, Córdoba.
quibla de Abd al-Rahman II. Luego, Car
los V aprueba, en 1523, la creación de una
gran catedral interior, que concibe Hernán
Ruiz el Viejo y continúa su hijo Hernán
Ruiz el Joven. Y aunque al contemplarla el
emperador exclamase, arrepentido, que "lo
que puede hacerse en otras partes destrui
rá para siempre lo que era singular en el
mundo", lo cierto es que el talento y buen
conocimiento que de la obra islámica tuvo
Hernán Ruiz posibilitó la inserción de la
catedral en el corazón de la mezquita apo
yándola en la antigua alquibla de Abd al-
Rahman I y moderando sus dimensiones.
Así, la mezquita-catedral, consagrada hoy
al culto cristiano y al turismo, exhibe aún
la poderosa imagen del esplendor omeya
cordobés con su fabuloso espacio diáfano y
multiforme que abraza el templo gótico y
se funde con él.
60
3 CATEDRAL DE SEVILLA
Levantada en la ubicación de la antigua mezquita, la catedral de Sevilla, una
de las mayores de la cristiandad, ha sido comparada con una montaña hueca
La catedral de Sevilla, con la Giralda al fondo. Considerado uno de los templos más grandes del gótico, el interior es de cinco naves más otras dos de capillas alojadas en los contrafuertes.
Fagamos una iglesia tal e tan grande que los que la vieren nos tomen por locos. Fueron las palabras pronunciadas por un
canónigo sevillano en el cabildo catedralicio el 8 de julio de 1401, cuando se decidió edificar una nueva catedral para Sevilla. Su construcción comenzaría en 1403, y daría como resultado Santa María de la Sede, uno de los templos más monumentales de la cristiandad y el de mayores dimensiones de los de estilo gótico, imperante en el momento.
La catedral se alzaría en el mismo emplazamiento donde se levantaba la mezquita, que se utilizaba como catedral desde la conquista cristiana. Dicha mezquita, llamada de al-Moharrem, había sido construida en el último tercio siglo XII, en la época de la dominación almohade. Fue su arquitecto Ahmed ibn Basso. Medio siglo después de concluir las obras, las tropas castellanas entraron en Sevilla, tras un largo asedio, y la mezquita aljama quedó consagrada como catedral.
El cabildo eclesiástico sevillano acordó conservar una parte de la antigua mezquita, en concreto el patio de acceso al edificio, conocido ya en el siglo XIV como el Corral de los Naranjos -que con el tiempo se convertiría, junto a las llamadas gradas de la nueva catedral, en uno de los lugares de reunión del hampa sevillana-. Se trataba de un hermoso patio porticado al que se accedía desde el exterior por la Puerta del Perdón. También se mantuvo el alminar de la mezquita, una esbelta torre de base cuadrada y altura cercana al centenar de metros, que acabará por conocerse con el nombre de la Giralda.
Para el nuevo templo se trajeron grandes cantidades de piedra de las canteras del Puerto de Santa María, que fue transportada hasta Sevilla en grandes gabarras por el Guadalquivir. Las obras se prolongarían más de un siglo, ya que no concluirían hasta en 1506, si bien no fue inaugurada oficialmente hasta el año siguiente, por el luto decretado por la temprana e
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LA MONTAÑA HUECA
Costado sur de la catedral de Sevilla, al que se adosaron, a partir del siglo XVI, capillas, sacristías y otras dependencias capitulares. El resultado es un impresionante conjunto monumental.
inesperada muerte de Felipe el Hermoso. El resultado fue un impresionante conjunto monumental de planta cuadrada, en la que únicamente sobresale la llamada Capilla Real de Carlos V una dependencia aneja, aunque vista desde el exterior puede confundirse con un ábside. Sus medidas son 116 metros de longitud y 76 de anchura y, a pesar de esas dimensiones, visto desde su cabecera ofrece una sensación de ligereza, producida por los pináculos y arbotantes de su perfil gótico.
El interior es de cinco naves, más otras dos de capillas alojadas entre los contrafuertes, y la altura de sus nervadas bóvedas hacen que los visitantes se sientan empequeñecidos. Su elevado cimborrio, de más de cuarenta metros de altura, se desplomó en 1511, poco después de concluidas las obras. Para levantar el nuevo, algo menos elevado, se contrataron los servicios de Gil de Hontañón, uno de los grandes arquitectos del Renacimiento,
CATEDRAL DE SANTA MARÍA DE SEVILLA
que respetó el modelo gótico de la obra. Bajo su nave principal se cobija un extraordinario coro, flanqueado por dos grandes órganos y una sillería; está rematada por la Capilla Mayor, cerrada por un retablo (el más grande del mundo), donde queda reflejado el poder de la mitra hispalense en el siglo XVI, cuando la ciudad era la cabecera del comercio con las Indias y su catedral era la iglesia de todos los templos de América. El retablo se encargó en 1553 al pintor Hernando de Esturmio, configurado por seis tableros de madera de borne seca con un grosor de tres tablas. En el contrato quedó establecido un enorme programa iconográfico.
Theófile Gautier quedó impresionado cuando la vio en el siglo XIX: "Ni las pagodas indias más desenfrenadas y más monstruosamente prodigiosas rivalizan con la catedral de Sevilla. Es una montaña hueca, un valle invertido. Notre-Dame se pasearía con la cabeza alta por la nave central, que es de una elevación aterradora", señaló. La catedral hispalense es, como muchos de los grandes templos de la cristiandad, un mausoleo. Amén de las tumbas de sus dignidades eclesiásticas, están los sepulcros del rey Fernando III y el de Cristóbal Colón, acompañado por la polémica acerca de los restos que contiene.
La pinacoteca catedralicia guarda más de medio millar de obras, que permiten recorrer la pintura desde el siglo XIV hasta el XX: las representaciones góticas de la Virgen de la Antigua, Pedro de Campaña o Alejo Fernández, los grandes maestros de la escuela sevillana de los siglos XVI y XVII (Pacheco, Herrera el Viejo, Zur-barán o Murillo), o la obra de Goya dedicada a las patronas de la ciudad, las santas Justa y Rufina. •
JOSÉ CALVO POYATO
EL ANTIGUO ALMINAR DE LA MEZQUITA
El antiguo alminar de la mezquita alja
ma de Sevilla es uno de sus edificios más
representativos. Con sus 97 metros, fue una
de las construcciones más altas del mundo.
Está configurada por varios cuerpos que co
rresponden a diferentes etapas arquitectóni
cas. La primera, la almohade, es la más an
tigua, mandada construir por Abu Yaqub
Yusuf, en 1184 y concluida por Alí de Ga-
mará en 1198. La base es de sillería, con ven
tanas coronadas por arcos de herradura y po-
lilobulados, está decorada con paños de
sebka, de formas reticulares, que colaboran
La Giralda, con cuerpos que corresponden a distintas etapas arquitectónicas.
a la sensación de esbeltez. En su interior se
asciende por rampas en vez de escalera.
Ya en el siglo XVI, concluida la catedral,
se encomendó al arquitecto Hernán Ruiz
que añadiese un nuevo tramo, el cuerpo de
las campanas, para convertirlo en una torre
cristiana. El cabildo catedralicio encargó que
se rematase la obra con una escultura que re
presentase la Fe. Fue concebida a modo de
veleta al que los sevillanos llamaron Giral-
dillo, por los giros que daba con el viento,
nombre que acabó por imponerse a toda la
torre, que pasó a conocerse como la Giralda.
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DE ESPÍRITU NOBLE La nobleza y el clero dejaron en Úbeda y Baeza un museo al aire libre de la arquitectura de los siglos XV-XVII, hoy Patrimonio de la Humanidad
La Iglesia de Santa María de los Reales Alcázares, en Úbeda, forma parte del proyecto renacentista
Asentadas en la comarca de La Loma, estas dos localidades jie-nenses tienen una historia en común. Por ello, cuando fueron
declaradas Ciudades Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, el día 3 de julio de 2003, lo hicieron bajo el epígrafe Dualidad urbana y unidad cultural.
Los primeros asentamientos se producen durante la Edad del Cobre y continúan con la época íbero-romana y visigoda. Sin embargo, es en la dominación árabe cuando podemos hablar de verdaderas ciudades, fundadas por Abd al-Rah-man II a mediados del siglo IX: Madinat Ubbadat al-Arab (Úbeda de los Árabes) y Madinat Bayyasa (Baeza), dependientes de la Cora de Jaén.
Estas medinas presentaban la típica trama irregular y laberíntica, con la apertura de varias vías radiales que comunica
ban los principales accesos con su alcázar, en un escarpe rocoso en altura y controlando el valle del Guadalquivir. En esta trama urbana se localizan algunos espacios públicos como el zoco y en su caserío se disponen las distintas mezquitas de barrio. Ambas ciudades contaban con un circuito amurallado guarnecido con fuertes torreones, construido ya en época al-mohade, y reforzado en algunos tramos con una barbacana o muro de menor altura.
Reconquistadas efímeramente por Alfonso VIII tras la Batalla de Navas de To-losa, Baeza es conquistada definitivamente en 1227 y Úbeda en 1234 por Fernando III el Santo. En este momento se procede a la reorganización, restaurando la Diócesis de Baeza y dotando a ambas ciudades con el Fuero de Cuenca que otorgaba una mayor autoridad a los concejos
trazado por el arquitecto Andrés Vandelvira.
y establecía una política de concesión de privilegios (repartimiento de tierras, exenciones fiscales...) encaminadas a atraer y fijar nueva población cristiana. A partir de entonces se procede a la reparación de su sistema defensivo y a la organización religiosa de las ciudades en parroquias, construyéndose sus templos en estilo tardorrománico y gótico-mudejar; en este momento se instalan las primeras comunidades religiosas, cuyo número irá aumentando considerablemente en siglos venideros: franciscanos, mercedarios, trinitarios, clarisas, dominicos, carmelitas, jesuítas, hospitalarios...
Tras la conquista de Granada se inicia el verdadero auge económico de ambas ciudades, especialmente por la creciente producción agrícola y ganadera y el comercio de paños. Ello supuso la expansión urbanística de los arrabales -funda-
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4 CONJUNTOS DE ÚBEDA Y BAEZA
Dos imágenes de Baeza: a la izquierda, Arco de Villalar y Puerta de Jaén, en la Plaza del Populo; a la derecha, escalera del Palacio de Jabalquinto.
mentalmente los de San Isidoro y San Nicolás en Úbeda, o los de San Andrés y San Pablo en Baeza-, donde se localizan interesantes palacios y casas solariegas como la Casa de las Torres en Úbeda o el Palacio de Jabalquinto en Baeza. Sin embargo, este crecimiento se ve empañado por las luchas nobiliarias que sufren ambas ciudades desde mediados del siglo XV En efecto, las disputas entre los Carvajal y los Benavides en Baeza, o la de los Cueva y los Molina en Úbeda tuvieron como consecuencia el derribo, por orden de los Reyes Católicos, de casi la totalidad de la muralla baezana, así como de las torres y murallas del alcázar ubetense.
En el caso de Úbeda, el derribo del al
cázar conllevó uno de los proyectos urbanísticos más interesantes del Renacimiento español, dando origen a la plaza Vázquez de Molina. Presidida por la Sacra Capilla del Salvador -panteón funerario de don Francisco de los Cobos, secretario imperial de Carlos V, este espacio abierto queda delimitado por otras construcciones de fuerte impronta renacentista trazadas por Andrés de Vandelvira, como los palacios del Deán Ortega, de Juan Palacio Vázquez de Molina y del marqués de Mancera, además del Pósito y la Cárcel del Obispo, así como la Colegiata de Santa María de los Reales Alcázares. Situado a las afueras de la ciudad, no debemos dejar de mencionar el soberbio Hos-
ARQUITECTO DEL RENACIMIENTO
No podemos hablar de Úbeda y Bae
za sin tener en cuenta la personali
dad de Andrés de Vandelvira, genial ar
quitecto que auna el saber tradicional de
la estereotomía o trabajo en piedra y la tra-
tadística italiana del Renacimiento.
Nacido en Alcaraz (Albacete) hacia 1505
y formado con Francisco de Luna, sus pri
meros trabajos los desarrolla en Alcaraz y
Uclés (Cuenca). Pronto se traslada a Vi-
llacarrillo (Jaén), donde se encarga de las
obras de su iglesia parroquial, aceptando al
poco tiempo las obras de la Sacra Capilla
del Salvador de Úbeda, iniciadas por Die
go de Siloé. Este proyecto le abrirá las puer
tas a muchos otros, como la Capilla Bena
vides del Convento de San Francisco en
Baeza o la Capilla Mayor del convento do
minico de La Guardia de Jaén, la reforma
de los castillos de Canena y Sabiote, los pa
lacios del Deán Ortega, de Juan Vázquez
Palacio de las Cadenas, Úbeda.
de Molina o de Vela de los Cobos, las igle
sias partoquiales de Huelma y Linares, el
Hospital de Santiago en Úbeda, la reforma
de la catedral de Baeza y muy especialmen
te el diseño de la catedral de Jaén. Otra de
sus obras es el Palacio de las Cadenas.
Su obra, difundida por el tratado Libro
de tracas de cortes de piedra, escrito por su hi
jo Alonso, tendrá gran repercusión en la
arquitectura española e iberoamericana
pital de Santiago, fundado por don Diego de los Cobos, obispo de Jaén, e igualmente trazado por Vandelvira.
La renovación de la catedral junto con la fundación de la universidad y del seminario serán factores clave en el desarrollo de Baeza en el siglo XVI. Asimismo, hemos de tener en cuenta la presencia de la nobleza y, muy especialmente, de los estamentos del clero, quienes ordenan la construcción de numerosas capillas, beateríos, hospitales y otros establecimientos de beneficencia. En paralelo se procede a la urbanización del Paseo, espacio porticado donde se celebrarán las diversas actividades comerciales y festivas.
La crisis del siglo XVII afecta con dureza a ambas, que inician su declive como consecuencia de malos años agrícolas, epidemias e incremento de la presión fiscal que conllevan la reducción de su población. Será en el siglo siguiente cuando logren remontar gracias al desarrollo de la actividad agropecuaria y artesanal. La invasión napoleónica y las posteriores desamortizaciones eclesiásticas tienen como resultado la ruina de numerosos conventos y otras instituciones religiosas, así como el cierre de muchas de sus parroquias; en Baeza el golpe de gracia vendrá con el cese definitivo de su universidad en 1824.
A finales del siglo XIX y comienzos del XX se aprecian intentos de renovación, con la creación de nuevos espacios de ocio y zonas de paseo. En este momento se procede a la refachadización y renovación constructiva de los ejes viarios más importantes, haciendo su aparición la casa urbana de varios pisos que moderniza la imagen de la ciudad. •
JUAN MANUEL ALMANSA
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ESPLENDOR IMPERIAL Fundada en principio como base militar, Itálica se convirtió en una importante ciudad hispana, cuyas élites adquirieron un enorme peso político en Roma
Anfiteatro de Itálica, Sevilla. Uno de los más grandes del Imperio, con capacidad para 25.000 personas, fue construido en época de Adriano.
La expulsión de los cartagineses de la Turdetania (Tartessos) supuso uno de los grandes hitos romanos hacia la victoria en la Segunda
Guerra Púnica. Publio Cornelio Escipión, quien fuera enviado a esta provincia de Occidente con cargo de cónsul, marchaba victorioso hacia Roma tras lograr empujar al enemigo y evitar al Senado la preocupación de los movimientos cartagineses desde Hispania.
Según cuenta Apiano en su Historia romana, en el año 206 a.C, poco antes de iniciar el retorno a la capital de la República, Escipión creó una entidad de población en las estribaciones de Sierra Morena, cerca de un pequeño asentamiento ibérico, para acoger a los soldados heridos que retrasaban su marcha: Itálica. Este núcleo urbano, habitado por veteranos de origen italiano que le dieron nombre, es la primera ciudad hispana fundada por cives romani (ciudadanos romanos). La intención de Escipión era también la de consolidar la presencia militar romana en
ANFITEATRO DE ITÁLICA la zona mediante un enclave estratégico. A la postre, Itálica fue una de las razones para que los romanos continuaran en Hispania, pues resultaba una base con soldados curtidos en la batalla que podían servir como reserva.
No se tienen noticias de otras fundaciones en la Península en los siguientes 35 años, y la propia Itálica apenas aumentó hasta casi 400 años después. Que su carácter seguirá siendo eminentemente militar durante siglos lo demuestra el que la ciudad no consiguiera ningún estatuto jurídico formal hasta César Augusto, en el último tercio del siglo I a.C, cuando recibe la condición de municipio. Este privilegio comporta cierta autonomía y leyes propias. Itálica dispondrá, además, de una ceca, donde acuñará su propia moneda de bronce y, más tarde, de plata.
En época de Augusto se produce también el primer desarrollo urbanístico de la ciudad. De entre sus edificios públicos destaca el teatro, descubierto bajo un caserío en 1937, cuya primera construcción,
65
ITÁLICA 5
Mosaico de las ruinas de Itálica, perteneciente a una de las más de cincuenta villas señoriales con que contaba la ciudad. Disponía de alcantarillado, termas y un gimnasio de 40.000 metros cuadrados. Sus calles tenían hasta ocho metros de anchura, con aceras porticadas.
de hormigón, parece coincidir con el comienzo de la dinastía julio-claudia, aunque en sus excavaciones desde 1970 se aprecia una posterior remodelación de ladrillo en la segunda mitad del siglo I.
Durante el siglo II, coincidiendo con el período de mayor estabilidad política y de máxima expansión territorial, se alcanza una situación de equiparación efectiva entre las distintas provincias del Imperio. La prueba más evidente es la implantación por Nerva del sistema adoptivo que conduce al trono imperial a Marco Ulpio Tra-jano (98-117) y a su sucesor, Publio Elio Adriano (117-138), ambos italicenses: el primero, de nacimiento, y el segundo, aún se discute si de nacimiento o de adopción. Itálica no sólo es una importante ciudad hispana, sino que sus élites tienen un decisivo peso político en la capital.
Aunque durante el mandato de Trajano se realizan algunas obras importantes en su ciudad natal, como unas termas cerca
nas al teatro, nada resulta comparable a la extraordinaria remodelación que sufre la ciudad durante la época de Adriano: servicio de alcantarillado, grandes edificios públicos, un nuevo foro, uno de los anfiteatros más grandes del Imperio (con capacidad para 25.000 personas), mejoras de caliza y mármoles polícromos para el antiguo teatro, así como un nuevo conjunto de termas y gimnasio de más de 40.000 metros cuadrados. El trazado de la ciudad imita el mejor estilo helenístico y crece hasta ocupar todo el espacio entre la antigua ciudad y el nuevo anfiteatro, con más de cincuenta villas, de las que se conservan extraordinarios suelos de mosaico, con calles de hasta ocho metros de anchura provistas de aceras porticadas con fuentes públicas abastecidas por pozos que recibían el agua mediante un acueducto de 37 kilómetros que conectaba esta ciudad con la de Tejada, en la actual provincia de Huelva. Tanto derroche
no podría explicarse sino como homenaje a la figura divinizada de Trajano, a quien parecen haberse dedicado muchos santuarios descubiertos en las excavaciones.
Bajo su auspicio, los habitantes de Itálica solicitaron a Roma convertirse en colonia y crear unas instituciones propias a imagen de las de Roma, lo que al final consiguieron y rebautizaron la ciudad con el nombre de colonia Aelia Augusta Itálica.
Como si se tratase de una señal premonitoria del cercano ocaso del Imperio, poco después de su engrandecimiento, los edificios de la nueva ciudad de Itálica comenzaron a desmoronarse como un castillo de naipes. Parece ser que el material sobre el que se construyeron los cimientos eran arcillas que se desplazaron y produjeron grietas en los edificios. En menos de cien años fue abandonada la mayor parte de las grandiosas villas señoriales, que pasaron a ser habitadas de forma colectiva. Al deterioro de la ciudad se sumaron, desde finales del siglo II, los daños que por toda la Bética provocaron las invasiones de las tribus mauras (moras) del norte de África, que se intentaron paliar mediante la construcción de una muralla. Al término del siglo III, Itálica estaba completamente deteriorada, aunque la situación empeoró todavía más a raíz de las graves inundaciones que sufrió en el siglo IV por el desbordamiento del Betis.
Mientras la ciudad residencial de Itálica languidecía, la cercana Híspalis se convertía en uno de los más importantes centros económicos del Imperio. Sobre las ruinas de la ciudad vieja pervive ahora la localidad sevillana de Santiponce, que mira hacia su pasado junto al poeta Rodrigo Caro: "Estos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora/campos de soledad, mustio collado/fueron un tiempo Itálica famosa".
ENRIQIE GARCÍA BALLESTEROS
LA PATRIA DE ADRIANO Y TRAJANO
De entre los ilustres hijos de Itálica des
tacan los emperadores Trajano y
Adriano. A pesar de que varias fuentes se
contradicen, parece aceptado que tanto Tra
jano (53-117) como su familia, los Ulpios,
son originarios de esta ciudad. A sus do
tes políticas hay que sumar sus hazañas mi
litares, como la conquista de la Dacia y la
derrota de los partos, ante quienes perdió
la vida. Le sucedió Adriano (76-138), su
sobrino adoptivo. Aunque su nacimiento
en Itálica resulta más incierto, sí que pare- Estatua del emperador Trajano divinizado.
ce claro que pasó en esta ciudad una impor
tante parte de su infancia y juventud, y que
su familia, los Elios, eran influyentes terra
tenientes hispanos cuya presencia en la Bé
tica se remontaba al siglo III a.C. La ma
yor preocupación de Adriano al frente del
Imperio fue la consolidación de las fron
teras, para lo cual construyó un gran sis
tema de fortificaciones y se dedicó a man
tener el statu quo mientras disfrutaba de al
guna de sus muchas aficiones culturales,
como era la poesía.
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Una economía con puntos flacos Andalucía se encuentra en una etapa de auge que, sin embargo, parece tener los pies de barro. En los últimos seis años, se han creado 825.000 empleos, pero la productividad se ha estancado, lo que indica un deterioro de la competitividad. Las ocho provincias son unas de las de menor ahorro de España y el presupuesto público es un 4,5% superior. Su economía vive por encima de sus posibilidades
Andalucía ha experimentado en los últimos veinticinco años un progreso
considerable. El dato más revelador es que el PIB por habitante ha aumentado cerca del 87,4% entre 1981 y 2006. Pero no sólo ha aumentado la renta, sino que su distribución ha mejorado, tanto personal como terrltorialmente, y otros múltiples indicadores expresan la Importante
transformación social y económica de Andalucía: la educación, la sanidad, los equipamientos sociales y las infraestructuras. Todas estas transformaciones no son privativas de Andalucía, sino que se encuentran generalizadas por la geografía española, pero quizás el hecho de partir de una situación de subdesarrollo relativo y que de sus efectos se haya benefi
ciado buena parte de la población ha propiciado que la percepción social del cambio sea más intensa que en otras comunidades españolas, y ello a pesar de que Andalucía sigue estando a la cola de las comunidades autónomas en renta por habitante, superando sólo a Extremadura.
En los años más recientes, y después de la profunda recesión de 1993, la eco-
68
nomía andaluza inició una recuperación sostenida hasta la actualidad, con un crecimiento menos intenso que España en la segunda mitad de los noventa, pero desde el año 2000 el PIB andaluz ha venido creciendo a una media del 4% anual (la segunda Comunidad de mayor crecimiento, tras Murcia), lo que le ha permitido pasar del 13,3% del PIB español en 1999 al 13,9% en 2006.
¿Crecimiento con pies de barro? Este mayor crecimiento del PIB y el menor crecimiento demográfico de Andalucía en los últimos años han permitido un proceso de convergencia, pasando de representar el 73,2% del PIB per cápita medio español en 1999 al 77,7% en 2006. Aunque al ritmo de convergencia de los últimos siete años se necesitarían 35 años para alcanzar la media española, y al habido desde la integración en la Unión Europea (un 0 ,1% anual) nada menos que 186 años.
Pero más satisfacción aún produce el
En lo que va de siglo, el número de empresas creció en la región el 35,3% (26% en el resto
de España). Pese a ello, hay una gran presencia de lo público en la economía, justificada por su
débil actitud emprendedora. En la imagen, Palacio de Ferias y Congresos de Málaga.
comportamiento del empleo, con un aumento de 825.000 ocupados entre 2000 y 2006, creándose en dicho período el 19,5% del empleo español. Como consecuencia de ello, el desempleo, la lacra andaluza de las últimas décadas, se ha reducido sensiblemente, aunque todavía la tasa de paro se situaba en el 12,2% de la población activa a final de 2006.
Otros indicadores económicos, como la creación de empresas (desde 1999 hasta 2006 el número de empresas en Andalucía creció un 35,4% frente al 26% en España), ratifican el dinamismo económico reciente, lo que es motivo de satisfacción para los gobernantes y, en general, propicia una fase de optimismo en la sociedad andaluza.
Sin embargo, de forma semejante a como ocurre en España, pero algo más acentuadamente, las bases sobre las que
se asienta el crecimiento reciente no son suficientemente consistente para abordar el futuro económico con optimismo. Tal afirmación puede derivarse del análisis de la economía andaluza desde la perspectiva de la demanda agregada, de la oferta, de los factores de producción o del comercio con el resto del mundo.
Aquí se gasta demasiado Una de las características de la economía andaluza es la elevada propensión al consumo, la más elevada de toda España: el 92,9% de la renta frente al 87,5% de media en España. La elevada propensión al consumo es consecuencia de la baja renta relativa, pero también de un estilo de vida poco frugal, que ha hecho aumentar en los años recientes el consumo privado de forma notable, favorecido por los bajos tipos de interés, el fuerte crecimiento del empleo y la renta y el efecto riqueza, provocando un elevado endeudamiento. También el consumo público es notable, soportado en un presupuesto au-
69
En materia de inversión, destaca el desmesurado peso de la construcción y la escasa inversión productiva, en su mayor parte de origen público. Obra nueva en La Línea de la Concepción, Cádiz.
tonómico que representaba el 19,5% del PIB frente al 14,7% para el conjunto de las comunidades autónomas.
El elevado nivel de consumo tiene como consecuencia la escasa entidad del ahorro regional (las ocho provincias andaluzas se encuentran entre la de menor tasa de ahorro de España), lo que condiciona la capacidad de inversión interna, que sigue siendo notablemente inferior en términos por habitante (4.083 € en Andalucía frente a 5.555 € en España), y pivote más intensamente en la inversión pública. Pero lo más notable de la inversión en Andalucía es el desmesurado peso de
la inversión en construcción y la escasa entidad de la inversión productiva. Como consecuencia de todas las consideraciones anteriores, la demanda interna supera ampliamente a la producción; es decir, que la economía andaluza vive muy por encima de sus posibilidades. En consecuencia, es necesario acudir a la financiación externa para financiar tanto el consumo como la inversión. De forma semejante al conjunto de España, pero más intensamente, el crecimiento de los últimos años se ha soportado en un fuerte aumento del empleo, mientras que se ha producido un
El gasto en l+D es muy inferior a la media española (investigadora de CIESOL, Almería).
estancamiento de la productividad. La disminución de la productividad relativa, junto al mantenimiento de la inflación en niveles superiores a nuestro entorno y un crecimiento diferencial de los costes laborales, implica un deterioro de la competitividad, lo que condicionará el futuro desenvolvimiento de la economía andaluza.
Más empleo, pero poca producción Además, el estancamiento de la productividad está poniendo de manifiesto que, o bien se produce menos eficientemente, o bien se está desplazando la estructura productiva hacia actividades más intensivas en empleo poco cualificado y menores requerimientos de capital. Es esto segundo lo que parece que ha ocurrido como se desprende de la evolución de la estructura productiva, en la que destaca en los últimos años el fuerte crecimiento del sector de la construcción y de las actividades inmobiliarias y de los servicios personales, propiciando una estructura productiva como la del gráfico adjunto (pág. 72), donde destaca la hipertrofia del sector de la construcción respecto a España y la UE, así como de la agricultura y los servicios de no mercado. Un mayor nivel de desagregación permite precisar que la economía andaluza está especializada en servicios públicos, mercancías y servicios para el mercado
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El déficit comercial de la Comunidad incluye las actividades turísticas y supone aproximadamente el 11% del PIB. Se deriva del elevado saldo negativo del comercio de bienes y servicios con el resto de España. En la imagen Puerto Marina, el puerto deportivo de Benalmádena (Málaga).
interior, productos primarios o con escaso grado de elaboración para la exportación, y servicios turísticos. Por el contrario, las subespecializaciones más notables son las actividades industriales con elevado contenido tecnológico y los servicios avanzados. Entre los factores más determinantes en el presente para el progreso económico y social merecen destacarse la capitalización, la tecnología, la base empresarial y los recursos humanos.
En relación con la capitalización, como se ha señalado, la inversión en Andalucía es reducida en términos relativos, derivado de la escasa generación de ahorro. En consecuencia, el stock de capital por habitante es inferior a la media española (75,2%), aunque en su distribución existen notables divergencias, ya que el capital público por habitante es más
Las inversiones de capital público español y de la Unión Europea han posibilitado la conservación y mejora de espacios naturales, como éste de la Sierra de Cazorla (Mirador de Miralbueno), en Jaén.
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La estructura productiva de la agricultura en Andalucía sigue teniendo más peso que en el resto de España (véase tabla inferior). Pero en los últimos veinticinco años la distribución de la renta ha mejorado, tanto personal como territorialmente.
cercano a la media española, mientras que el stock de capital privado productivo es notablemente Inferior a la media española (72,7%).
Pero son los Indicadores de innovación y desarrollo tecnológico los que más alejan a Andalucía de los valores medios de nuestro entorno. Así, el gasto total en l+D sólo alcanza el 0,84% del PIB, valor inferiora la media española (1,13%) y muy por debajo de los países más desarrollados. Además, este gasto está muy concentrado en el ámbito de la Investigación
pública, mientras que en los países desarrollados tiene mayor peso la investigación en las empresas, lo que implica mayor vinculación de la producción con la Investigación.
Otros Indicadores tecnológicos, como las patentes (8,8% de las solicitudes en España) o la producción de manufacturas y servicios de alta tecnología, guardan correspondencia con el esfuerzo investigador, situando a Andalucía en un lugar rezagado entre las comunidades españolas.
En cuanto a los recursos humanos, el
aumento de titulados en los diferentes niveles de formación en los últimos veinte años ha sido notable. Pero existen indicios de que la calidad de la formación no siempre es la adecuada, como lo ponen de manifiesto diversas encuestas, el déficit de técnicos cualificados y la escasa presencia de graduados andaluces en la élite científica, tecnológica y directiva española y mundial.
Muchas empresas pequeñas Finalmente, el número de empresas en Andalucía es relativamente reducido (6,13 empresas por 1.000 habitantes, frente a 7,15 de media en España), aunque en los últimos años ha aumentado de forma notable. Entre las empresas predominan las de pequeña dimensión (el 90 ,1% tienen menos de 6 trabajadores) y es reducido el número de grandes empresas (sólo 376 entre las 5.000 mayores de España, el 6,5%), la mayoría de las cuales no tienen base regional, sino que sólo disponen de instalaciones en Andalucía: es en sus casas matrices donde se realizan las tareas empresariales más cualificadas (l+D, planificación estratégica, ingeniería, diseño, etcétera).
No obstante, se va incorporando una nueva clase empresarial más Innovadora y existen núcleos espaciales con ele-
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La mejora en los equipamientos, infraestructuras y servicios supone una transformación social y económica y se refleja también en las instalaciones y ofertas turísticas y deportivas. En la fotografía, un grupo de aficionados practica windsurf en las playas de Tarifa, Cádiz.
vado dinamismo económico y empresarial, aunque no constituyen casos generalizados y no llegan a alcanzar una masa crítica suficiente para que sus externalidades venzan las inercias tradicionales.
Muy débil para competir Según la Dirección General de Aduanas, el saldo comercial de Andalucía con el extranjero en 2005 fue de -3.275 millones de euros (2,6% del PIB). Sin embargo, aunque se utiliza con frecuencia, este saldo no expresa la realidad del comercio exterior de Andalucía, porque no recoge las relaciones comerciales con el resto de España -lo que constituye la parte fundamental de su comercio con el resto del mundo-, y no se consignan todas las importaciones y exportaciones del/con el resto del mundo que son realizadas por otros agentes residentes en otras zonas del país.
Ante estas limitaciones debemos tomar otras fuentes de información para aproximarnos al flujo comercial exterior de Andalucía, incluido el resto de España: según las tablas input-output de Andalucía del año 2000, tanto el saldo de mercancías como el de servicios eran negativos: un déficit comercial (incluidas las actividades turísticas) que venía a significar el 11,7% del PIB, y que se deri
va especialmente del elevado saldo negativo del comercio de bienes y servicios con el resto de España.
Este elevado déficit comercial es una clara manifestación de las debilidades competitivas de la economía andaluza. Los mecanismos de compensación de este alto y permanente déficit se alcanzan a través las transferencias públicas y de otros flujos financieros privados. En relación con el primer mecanismo, las transferencias anuales medias recibidas de la UE equivalen al 3,1% del PIB, y en cuanto a las del resto de España existen múltiples estimaciones sobre las balanzas fiscales con dispares resultados, aunque coinciden en el carácter positivo y elevado del saldo a favor de Andalucía.
En relación con los flujos financieros privados, se desconoce su cuantía por la diversidad de productos y operaciones financieras, pero es indicativo que los depósitos en las entidades bancarias andaluzas sólo cubran el 55,7% de los créditos, lo que corrobora la necesidad de financiación externa de la economía andaluza.
El sector público regional tiene un elevado protagonismo en la economía, siendo el empleo público significativamente mayor que en España (tanto en relación al total de ocupados como a los habitantes), mientras que las inversiones públi
cas en relación a la población son inferiores. La elevada presencia de lo público en la vida económica y social andaluza ha venido justificada por la necesidad de estímulo ante la débil actitud emprendedora. Es posible que en el pasado haya jugado un papel de estímulo, pero en el presente se va ampliando la coincidencia de su exceso y sus externalidades negativas.
Buen presente, futuro incierto En conclusión, la economía andaluza está viviendo una etapa de auge en la transición entre dos siglos, que le está permitiendo mejorar su posición relativa en España y Europa, pero las bases sobre las que se ha asentado la expansión reciente parecen frágiles y no preparadas para afrontar los retos del futuro, entre los que se pueden señalar el agotamiento del ciclo de la construcción (que ha propiciado un elevado aumento del empleo y de la renta), la subida de tipos de interés (que ha permitido financiar el elevado consumo y la inversión inmobiliaria) o la disminución de las transferencias exteriores (que ha completado la capacidad de demanda andaluza por encima de la generación de rentas de su economía). •
FRANCISCO J. FERRARO
CATEDRÁTICO DE ECONOMÍA
UNIVERSIDAD DE SEVILLA
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Nadie suponía que Manuel Chaves, tildado de gris y aburrido, iba a ser presidente de Andalucía cinco legislaturas seguidas, dos de ellas con mayoría absoluta. Tras 17 años de gestión, la Comunidad adolece de economía sumergida y la Administración, de amiguismo. Pero él sigue fuerte: habilidad no le falta
E l último dinosaurio, el último icono de la vieja guardia socialista, el último su
perviviente del Clan de la Tortilla... A Manuel Chaves lo han llamado de todo: incluso hombre bueno con cara de hombre bueno, como lo definió su amigo Felipe González. De él ya se decía en aquellos años que era gris y que aburría a las ovejas. "Chaves -escribía un avisado periodista, Paco Correal- se sabe de memoria los kilómetros de autopista, el número de transplantes de córnea, la dotación de bomberos de Cortegana, el coste de la red hídrica...". Ignorábamos entonces que Manuel Chaves iba a conseguir, que hasta las ovejas le dieran su voto.
En Andalucía, primera cantera electoral del PSOE, cuidada con celo por él y por Gaspar Zarrias -la más eficaz, ubicua y férrea mano derecha que haya tenido nunca presidente alguno-, la distancia entre el PSOE y el PP se incrementó el pasado 27 de mayo en 42.000 votos. En las últimas autonómicas, las quintas a las que concurría, Chaves no sólo batió su propio récord, en escaños y sufragios, sino que logró su segunda mayoría absoluta y 824.000 votos más que su inmediato seguidor, Javier Arenas.
ZP frena en Despeñaperros Con Chaves no ha podido nadie, hasta la fecha. Ni Javier Arenas, uno de los dirigentes más experimentados, inteligentes y combativos del Partido Popular. Ni Julio Anguita, el legendario califa comunista, que se dejó muchas plumas en su fallida pinza con el PP. Ni los andalucistas Rojas Marcos y Pedro Pacheco. Tampoco los guerristas, con quienes desde 1992, cuando abrazó la causa del felipis-mo, ha tenido tantos encuentros como desencuentros. Nada que hacer. Mientras otros se van para siempre -Ibarra, Bono, el propio González, Alfonso Guerra-, ahí sigue Chaves. Los afanes rejuvenecedo-res de ZP se frenan en seco al llegar a
Despeñaperros. Andalucía es intocable y su presidente no sólo preside la Comunidad sino también, desde hace siete años, el partido. Es, con Rubalcaba, el último superviviente de una generación. Estuvo en la foto fundacional del actual PSOE (aquella de la tortilla sacada en una merienda donde comieron de todo, menos tortilla); y en el sindicalismo de la Transición, como dirigente de UGT; y en las Cortes Constituyentes, como diputado; y en un gobierno de Felipe González, como ministro de Trabajo (no le lució: cayó sobre sus hombros la huelga general del 14-D y salió del ministerio "con sensación de alivio"). Guerra y González lo obligaron a bajara Andalucía en 1990. Ahí sigue. El único político de la Transición con mando en plaza. Y tiene 11 años menos de los
que tenía Pujol cuando abandonó el poder y 22 menos que Manuel Fraga cuando lo abandonó. ¿Un caso de extraordinaria medianía, como el de Narcís Serra, o de carismática grisura, como el de José María Aznar? Puede ser. Chaves se parece a ese vecino de abajo con quien sueñan los expertos en marketing. Es la viva muestra de que ya no hay carismas: que el "carisma son los votos", como decía Aznar antes de llegar a la Moncloa, aunque luego se viera a sí mismo como superhéroe de la política mundial. Pero eso que suele ocurrir en la Moncloa no ha ocurrido en San Telmo, el palacio donde Chaves tiene su despacho. A Chaves aún no se la ha subido el poder a la cabeza, esa cabeza singularmente troquelada, que sus críticos comparaban con el escudo del Barca. Ya no. Ya nadie hace bromas dañinas con
el presidente de Andalucía, que se ha ganado el cargo día a día. Ya nadie se toma a broma su cabeza, aunque en las chirigotas gaditanas le guarden un lugar de honor cada año, no lejos del que ocupa Teo Martínez, la alcaldesa. Señal segura de su popularidad, que él maneja sin complejos ni estridencias.
Se mueve bien entre dos aguas Tampoco es estridente cuando participa en los grandes debates políticos, en los que siempre demuestra su capacidad de adaptación al rumbo de los vientos y al signo de los tiempos. Lo mismo habla de "el Gobierno de la Nación", refiriéndose al de España, que se permite hablar de la "realidad nacional" en el nuevo estatuto de Andalucía; lo mismo reprime pater
nalmente a "la derecha" -siempre habla de "la derecha", sin más, cuando habla del PP- que reclama como irrenuncia-ble el control de las aguas del Guadalquivir. Sus declaraciones sobre los grandes asuntos de Estado nunca provocan enormes titulares, como las de Ibarra o las de Bono. Pero ahí está, calando cual lluvia fina, su filosofía autonómica, tan pragmática como simple: "Conseguir para Andalucía lo máximo y nunca menos que otras".
Nació en Ceuta, en 1945, y estudio Derecho en Sevilla, donde presentó su tesis doctoral: El accidente de trabajo por acto de tercero. En 1968 entró en la UGT y en el PSOE, donde siempre ha hecho uso de su carácter conciliador y discreto; tan conciliador que a veces parece débil; tan discreto que, como se decía de Miguel Roca, "si te lo encuentras en una es-
De carácter conciliador y discreto, destaca por adaptarse en cada ocasión al rumbo de los vientos y por nadar con soltura en los ríos revueltos
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MANUEL CHAVES / Presidente de Andalucía
El carisma gris
calera no sabes si sube o baja". Nadó entre las aguas del guerrismo y el felipismo, cuando bajaban turbias, y todos recurrieron a él en los momentos más difíciles. Llegó a presidente del PSOE en uno de esos momentos: tras la caída de Joaquín Almunia, organizó aquel Congreso, el 35°, que le dio el liderazgo a Zapatero...
Una gestión con puntos negros Al cabo de 17 años, su gestión presenta numerosos puntos negros. En Andalucía hay bolsas de miseria, de economía sumergida, de inmigración incontrolada. La corrupción es enfermedad endémica del litoral, el paro es enfermedad terminal de algunas comarcas y el amiguismo es enfermedad crónica de la Administración Pública. Hay provincias pujantes, como la de Almería, pero hay otras, como la de Cádiz, que no levantan cabeza y donde no se advierte otra política económica que la subvención y el subsidio.
Andalucía, según escribió Alvaro Sánchez León, "es un barco que hace aguas por mucho sitios". Si los andaluces se sienten cómodos en ese barco y con ese timonel, que nunca da virajes bruscos, será "porque ha puesto piscinas en todos los pueblos y no veas lo que se agradece eso, con la calor". O porque la Sanidad no tiene nada que envidiara la de ninguna otra comunidad. O porque hay más universitarios que nunca (el IDH, índice de Desarrollo Humano, es muy alto y eso lo saben los empresarios, que mantienen con la Junta una excelente relación). Pero hay clientelismo, hay amiguismo, hay control de la información y desde las instituciones se confunde la cultura con el
folclore, cuando no se exagera, con el mejor estilo de los peores nacionalismos, los más dudosos rasgos identitarios.
En algunos aspectos la economía andaluza parece cogida con alfileres. Sevilla, la capital, se ha convertido en un mamotreto burocrático y centralista, con tanto ajetreo como escasa productividad, y a este paso puede quedarse fuera del mapa económico europeo. La agricultura de temprano, que tanta riqueza ha generado en las últimas décadas, es tan poco respetuosa con los recursos naturales como la construcción. La agricultura tradicional es esclava de los vaivenes europeos, lo que permite augurar grandes sufrimientos en los próximos años.
El turismo se está anquilosando, cuan
do no convirtiendo en mera actividad auxiliar de la especulación urbanística; se han diseñado bellas campañas de promoción, pero otras comunidades, como Cataluña, han sido más eficaces en la captación de clientes. Las carencias de las comunicaciones son notables. La Junta no terminó la Autovía del 92 hasta diez años después, pero desde mucho antes está pagando, con fallos y roturas, las prisas en su construcción. Almería, una de las provincias que más contribuyen al PIB nacional, debe mirar hacia Murcia para superar su aislamiento: la han dejado fuera del mapa ferroviario de alta velocidad
y el viaje por carretera desde su capital hasta la de Málaga, 205 kilómetros, dura tres horas. De las comunicaciones aéreas, caras e ineficaces, mejor no hablar. Del victimismo y del agravio comparativo como disfraz de los errores propios, tampoco. Y de la tendencia del PSOE andaluz a actuar como un movimiento, con tentáculos en todas partes, mejor callarse.
Pero Chaves sigue contando con el voto de los andaluces. Será porque no grita, como los políticos al uso. Será porque sus rivales lo hacen peor. Será porque cuando le sale malo un colaborador se lo quita sin pestañear. Será porque habla de cosas cercanas: esos hospitales, esos transplantes, esos bomberos. "Será porque hago gimnasia todas las maña
nas", dice él cuando le preguntan por el secreto de su supervivencia. No sólo hace gimnasia: corre cada día ocho kilómetros. Su otra pasión conocida es el cine. Le gustaría ser el Humprey Bogart de Ca-sablanca, pero conoce sus limitaciones: sabe que uno de sus mayores méritos es parecerse al muñeco del guiñol de Canal Plus y, a la hora de identificarse con un personaje del cine, elige "a John Wayne, en El hombre tranquilo". Le gusta el cine pero aún más, de largo, le gusta la política. O sea, que los andaluces tienen hombre tranquilo para rato. •
CARLOS SANTOS
Hay notables carencias en las comunicaciones: roturas en la Autovía del 92, acabada diez años después, la exclusión de Almería del ferrocarril de alta velocidad...
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Desde Andalucía para la Humanidad
Velázquez, Zurbarán, Murillo, Romero de Torres, Picasso... y otros muchos más. Andalucía, cruce de culturas, es tierra de pintores universales, de grandes artistas tocados por el don de la genialidad
Andalucía es tierra de pintores universales, hombres tocados por el don de la genialidad. Esta tierra, cruce de culturas, se ha visto desde el origen de los tiempos impregnada del espíritu artístico de sus primeros pobladores. El anonimato de los artífices de las más antiguas representaciones pictóricas no devalúan la calidad de los repertorios que se suceden en el devenir histórico: las realizaciones al-fonsinas o las pinturas nazari-tas de la Alhambra en etapa medieval; la mudejarización posterior a la conquista cris
tiana del territorio o la influencia norteña e italianizante del gótico internacional; y en la Edad Moderna, aún en el momento de irrupción del Renacimiento en el panorama pie-
de la existencia de una escuela pictórica regional. Sevilla, Granada, Córdoba o Jaén harán brillar la actuación de pintores en talleres y entornos culturales y artísticos; en este
La sobredimensión artística de Velázquez está por encima de cualquier escuela, sea sevillana o madrileña
tórico andaluz, se irá cimentando la imagen de lo que constituirá en un futuro el gran foco sevillano, aunque todavía no podemos hablar
contexto hay que citar a personalidades señeras como Alejo Fernández, Hernando Esturmio, Luis de Vargas, Pedro de Campaña, Pablo Cés-
Vieja friendo huevos, de Velázquez, 1618, Edimburgo, National Gallery of Scotland.
pedes, Pedro Machuca o Pedro de Raxis. Artistas que abarcan el final de una etapa caracterizada por el eclecticismo y que, ya en pleno siglo XVI, implantarán el ideal estético renacentista. Se ponen en este momento las bases de lo que será la creación de la imagen universal de la estética pictórica andaluza.
El naturalismo barroco El legado flamenco y la cimentación del clasicismo dejará ahora paso a esa invasión del naturalismo, todo ello en convivencia con Trento y la Contrarreforma. Nos ofrece un panorama en el que se enmarcan maestros de transición como Francisco Pacheco, Juan de Roelas o Herrera el Viejo, que contribuirán a la formación de los grandes maestros del Siglo de Oro, a lo que contribuye la gran cultura barroca andaluza. Al alto nivel cualitativo de los pintores andaluces, hay que unir su capacidad para evolucionar del manierismo clasicista a la estética plenamente barroca, caracterizada, en territorio andaluz, por una temática religiosa, mientras que las representaciones profanas y mitológicas quedan en un nivel de presencia mínimo. El retrato y el bodegón tuvieron más cabida que las escenas de carácter costumbrista. La finalidad de la pintura del período es ser respuesta a la necesidad didáctica y morali-zadora que se impondrán los artistas y que perseguirá im-
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Las señoritas de Avignon, de Pablo Picasso, 1907, Nueva York, Museum of Modern Art
presionar al espectador, despertar su compasión. Son varios los hechos históricos que provocan esta exaltación espiritual; todo gravita alrededor de la Contrarreforma católica, y uno de los temas clave para la comprensión de la cultura barroca andaluza, el culto a la Inmaculada Concepción, se difundirá como icono de integridad política y religiosa. La estética barroca como constante de lo andaluz en el arte es una realidad que al
canza a la generalidad del mundo hispano, traspasando las fronteras al otro extremo del océano. Respecto al Barroco pictórico, etapa de luces y sombras en Andalucía, partimos de una referencia al proceso de transición del manierismo al naturalismo, con la generación de los maestros de 1560 y pintores tan significativos como Roelas o Francisco de Herrera. En este contexto destaca la figura de Fray
Juan Sánchez Cotán, toledano asceta y místico, que realizará la mayor parte de su obra durante su estancia en la Cartuja granadina, con aportaciones como los originales bodegones tenebristas, que irrumpen en la escena pictórica con anterioridad al influjo de Caravaggio en la estética andaluza. Su manera peculiar de observación de la naturaleza y el realismo del tratamiento convierten obras como el Bodegón del cardo
en ejemplos de perfección pictórica y sobria elegancia. A esta etapa sucederá el período de triunfo naturalista, con grandes genios y obras maestras que constituirán una de las grandes aportaciones españolas al ámbito universal, como Zurbarán, Ve-lázquez, Murillo o Valdés Leal, y alcanzando al ámbito granadino, la figura de Alonso Cano. Cada uno con un individualismo que marcará la época y que tendrá continui-
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Los diez primeros sultanes nazarítas. Bóveda central de la Sala de los Reyes de la Alhambra, Granada.
dad en las escuelas que surgen en torno a ellos. Francisco Zurbarán (1598-1664) es pintor extremeño formado en Sevilla, que realizó la mayor parte de su obra en ámbito andaluz.
Tocados por un don Su obra es sencilla, caracterizada por el cromatismo, los contrastes lumínicos y la plasticidad de los modelados e impregnada de religiosidad; los mártires de hábito blanco o los numerosos ciclos monásticos, como el de la Cartuja de las Cuevas, los de la Orden de la Merced o los Dominicos son series hoy des-contextualizadas por estar repartidas en colecciones y museos en todo el mundo y
entre las que destaca la obra del Museo de Bellas Artes de Sevilla titulada San Hugo en el refectorio de los Cartujos (hacia 1644). Sus incursiones en el mundo de la mitología y la pintura de historia le llevarán a trabajar en la Corte realizando lienzos como los Trabajos de Hércules o La Batalla de Cádiz. En los denominados retratos a lo divino, un grupo de santas, con sus respectivos atributos, son representadas con toda la solemnidad de damas cortesanas, como sucede con los ejemplos de Santa Casilda, Santa Rufina o Santa Margarita. La figura de Zurbarán ha sido muy significativa y su ámbito de proyección alcanzará el siglo XX, influ
yendo en cubistas como Juan Gris o en artistas como Vázquez Díaz. Como artista coetáneo de Zurbarán (1599 a 1660), Diego da Silva Velázquez será uno de los grandes de la pintura universal, por lo que su vinculación a cualquier escuela, sea sevillana o madrileña, es inapropiada, debido a la sobredimensión de su genialidad artística. Su actuación inicial en Andalucía le vincula a su ciudad natal, Sevilla, y al taller del que será su suegro, Francisco Pacheco, momento en que la obra realizada hasta su partida a Madrid como pintor cortesano en 1623, nos muestra a un joven pintor con grandes facultades y dominio técnico,
el más y mejor dotado para la observación; en esta primera etapa se aunan realidad y estética, que quedan perpetuadas en obras como el bodegón a lo divino Cristo en casa de Marta y María, retratos como el de Sor Jerónima de la Fuente o Don Luis de Góngo-ra, tipos populares como el Aguador de Sevilla o La vieja friendo huevos, y temas religiosos como la Inmaculada Concepción o la Adoración de los Magos. En este momento las influencias del naturalismo tenebrista se evidencian, al igual que el virtuosismo técnico, en el manejo de gamas cromáticas, contrastes lumínicos y texturas.
Retratar con más libertad Desgraciadamente, muy pocas obras de este período permanecen en España. Su producción posterior ya sabemos cómo lo encumbra en lo más alto del panorama artístico universal. La evolución de su obra tras su formación madrileña e italiana lo llevará a abandonar casi prácticamente la pintura religiosa. Le conducirá a planteamientos de mayor libertad, como los magníficos retratos cortesanos realizados a Felipe IV, al Príncipe Baltasar Carlos, a los Bufones de la Corte, o el retrato colectivo más sorprendente, Las Meninas, que es mucho más que un retrato, que un reflejo de la vida cotidiana en palacio o que un símbolo de la monarquía. Una libertad que también se observa en las pinturas mitológicas de simbología erudita y oculta como La Fragua de Vulcano, La Venus del Espejo o Las Hilanderas; en pinturas de Historia, como La Rendición de Breda, o en pinturas de paisaje, como las vistas de
LA INFLUENCIA DE LA ESCUELA GRANADINA
La estela de Alonso Cano en la escuela granadina se evidencia en la calidad
de sus artífices a lo largo del siglo XVII, con pintores significativos como Pedro de Moya, Pedro Atanasio Bocanegra, Juan de Sevilla o José de Cieza. La influencia ca-nesca se hará sentir igualmente en las primeras décadas del XVIII, donde el pintor más significativo es José Risueño. A lo largo del siglo XVIII, Sevilla mantendrá un nivel de producción pictórica adecuado a las condiciones sociales y culturales de la ciudad, como uno de los centros españoles más importantes del siglo, conser
vando las influencias de Murillo y Valdés Leal. Los intentos de cambio academicis-tas con la creación de la Escuela de las Tres Nobles Artes y de una mayor modernidad quedarán solapados por la admiración hacia Murillo. El escaso desarrollo pictórico del período vendrá dominado por factores históricos, sociales, económicos y culturales. En Cádiz, el academicismo procuró una actividad más prolífica que cualitativa; de este ambiente destacamos la referencia a la artista Victoria Martín Barhié, que fue alabada por el gran Francisco de Goya.
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Villa Medici, que supondrán un anticipo de las poéticas impresionistas del XIX. Junto a Velázquez, la personalidad del que fuera denominado el Miguel Ángel barroco, el granadino Alonso Cano (1601-1667), arquitecto, escultor y pintor, quien permaneció la mayor parte de su vida en Andalucía.
Un trío de ases La formación de Alonso Cano también se inició en el taller de Pacheco, con comienzos tenebristas de innovación naturalista y volúmenes pictóricos de carácter escultórico que cederán paso, tras la atención prestada a los grandes pintores italianos, a una pintura más suelta, idealista y espiritual y gran maestría pictórica; buen ejemplo son el gran ciclo de la Vida de la Virgen, compuesto por los siete lienzos para la Capilla Mayor de la Catedral de Granada. Su actuación como uno de los grandes pintores se verá continuada en la escuela granadina de los siglos XVII y XVIII. Para muchos historiadores del arte, otros de los universales del panorama pictórico barroco andaluz son las figuras de Bartolomé Esteban Murillo y Valdés Leal, sevilla-
Santa María de Antioquía, de Francisco Zurbarán, hacia 1635, Londres, National Gallery.
Inmaculada de los Venerables (Inmaculada de Soult), por Murillo, hacia 1678, Madrid, Museo del Prado.
brista imperante en Sevilla, trabajarán para órdenes religiosas y llevarán una vida repleta de afinidades. Murillo fue pintor de fama internacional en vida y trascendente en el siglo XVIII e incluso comprendido, ensalzado e imitado en el romanticismo; su obra fue solicitada por coleccionistas extranjeros, aspecto que, junto a los desgraciados
En el barroco andaluz todo gira en torno a la Contrarreforma, y la Inmaculada es símbolo de integridad política y religiosa
nos pertenecientes a la siguiente generación barroca, a esa sociedad de la segunda mitad del siglo XVII que habrá de hacer frente a una gran crisis y decadencia de la ciudad de Sevilla, pero que marcará culturalmente la producción andaluza. Iniciados ambos en el naturalismo tene-
avatares históricos del expolio napoleónico o la desamortización de Mendizábal, ha venido a significar una tremenda pérdida de sus obras en el Patrimonio español. La sociedad en crisis que le rodea se va a ver en Murillo traducida de manera dulcificada en los temas infantiles, tanto religio
sos como costumbristas, de esos niños sacados de la realidad y que son expresión de la pobreza y el desamparo, presentados con perfección dibujística, colorista y habilidad lumínica, como se representa en Niños jugando con dados, del Museo de Munich. Pero también Murillo refleja ese temperamento cultural andaluz y el sentir católico del momento en la espiritualidad y sensibilidad de sus temas religiosos marianos, como son las Inmaculadas. Y el soberbio temperamento realista queda patente en el lienzo de Santa Isabel de Hungría curando a los tiñosos, al igual que lo hará Valdés Leal. Este último pintor, lejano a esos encasillamentos que lo consideraban como prototipo de lo cruento y morboso, pone de manifiesto una personalidad más cercana al concepto contemporáneo expresionista. Entre los plantea
mientos amables murillescos y los más fatalistas y atormentados de Valdés Leal, se contribuye a la plasmación de un retrato de la Andalucía del siglo XVII. Por ello la referencia al programa de Mañara, para el que Valdés Leal realizará dos impresionantes cuadros de reflexión sobre la muerte y la vanidad, los denominados Jeroglíficos de las Postrimerías, fechados hacia 1672, y pertenecientes al programa iconográfico del Hospital de la Caridad de Sevilla.
De Sevilla a Cádiz El traslado de la capitalidad comercial andaluza a la ciudad de Cádiz le llevará a un progresismo cultural de signo ilustrado y liberal. Será en esta ciudad donde comiencen los gérmenes del costumbrismo romántico, que pronto cederá protagonismo a Sevilla, que hacia 1825 comienza su
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recuperación, y consecuentemente una mayor actividad artística. La presencia en la ciudad de viajeros foráneos como Richard Ford, J. F. Lewis o David Roberts, atraídos por el interés que sentían hacia las costumbres y tipos populares y que, aunque exageren aspectos y valores de lo andaluz, contribuirán a dar prestigio al pasado de la región y revitalizará la escuela pictórica sevillana, pintoresca y folclorlsta, sin intención de crítica social; José Domínguez Bécquer, padre del poeta Gustavo Adolfo y del pintor Valeriano Bécquer, será uno de los Iniciadores. El éxito de Valeriano Bécquer o Antonio María Esquivel les llevará a Madrid y a formar parte del grupo de artistas románticos más importantes del panorama español, ambos grandes retratistas, y en el caso de Bécquer, pintor de escenas populares opuestas al folclorlsmo. En este momento hemos de destacar también la importancia que adquiere el género paisajístico, de manos de Pérez Villaa-mil o de Manuel Barrón, considerado el mejor paisajista andaluz del romanticismo. Destaca en el ámbito mala
gueño otro artista foráneo, Muñoz Degrain, paisajista y pintor de historia que fuera referenciado y respetado por Pablo Picasso. Mediado el siglo XIX, la revalorlzación de pintores como Velázquez o Murlllo llegaría a generar un sentimiento de nacionalismo artístico.
La fama de Romero de Torres A finales del siglo XIX, los gustos estéticos que mejor van a expresar el ánimo pictórico son los que se engloban en la corriente simbolista, con predominio del tema sobre la representación. En este sentido una de las figuras universales de la pintura andaluza es sin duda Julio Romero de Torres. Cordobés, cuya cronología abarca de 1874 a 1930, que gozó de una gran fama en vida que perpetuaría tras su muerte, fama que traspasó fronteras y le hizo adquirir cotización internacional. Su pintura armoniza eficazmente la imagen tópica de una Andalucía afligida, a veces enlutada, con la sensualidad y erotismo del desnudo femenino. Vinculará el simbolismo con el casticismo tan relacionado con la temática regionalista, y produ-
Hilandera, por Valeriano Domínguez Bécquer, hacia 1866, Madrid, Museo del Prado.
Bodegón con cardo y zanahorias, Juan Sánchez Cotán, hacia 1590, Granada, Museo de Bellas Artes.
cirá obras de gran significación entre las que destacan La Chiquita Piconera, Retablo del Amor, El pecado o Cante Jondo.
Pablo Picasso, indiscutible Pero si tenemos que hacer referencia al andaluz universal por antonomasia del siglo XX, hemos de referirnos a Pablo Rulz Picasso, malagueño, nacido en 1881 en el período de la Restauración borbónica, y en un ambiente artístico dominado por Muñoz Degrain y Moreno Carbonero. Pronto abandona su ciudad natal y será el ambiente modernista, revolucionarlo e inconformista barcelonés y posteriormente el parisino de la modernidad, en el que desarrolle lo más significativo de su obra. Si bien la estancia en el país vecino fue desencadenante de su
potencial creativo, la relación con lo español fue constante, ya fuese en los ámbitos de la política, las costumbres y tradiciones o la cultura. Picasso, dominador de la escena artística del siglo XX, es el creador que encuentra y no busca, cuya obra de riqueza cualitativa y cuantitativa es esencial para la comprensión de los ideales estéticos de la vanguardia. Su vida y obra constituyen uno de los episodios más ricos, significativos e importantes del arte universal. Su pintura de corte académico en los inicios, con cuadros como Ciencia y caridad, continuará hacia un luminismo posimpresionista que dará paso a la orientación expresionista de la época azul, y de aquí a la más optimista etapa rosa. Y así en sucesión hasta llegar a obras revolu-
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donarías como Las señoritas de Avignon, provocando la definitiva ruptura espacial cuatrocentista y posibilitando más tarde el cubismo analítico y el sintético.
La denuncia del Guernica De hecho, y a consecuencia de sus aportaciones como creador del cubismo, posteriormente será apropiado por pintores andaluces de gran reconocimiento internacional como el jienense Manuel Ángeles Ortlz, el granadino Ismael de la Serna o el quesa-dense Rafael Zabaleta. Los dos primeros formarían parte del grupo de artistas andaluces exiliados tras la contienda y con presencia en la escuela de París. En este camino pro-lífico su necesidad de expresión le llevará a la práctica surrealista, hasta conseguir la suma de sus esfuerzos en ese cuadro de concienciación política, en el que se entremezclarán las circunstancias
históricas y su propia evolución artística, y que le fue encargado para el pabellón Español de la República en la Exposición Universal de París en 1937: el Guernica, lienzo en el que logrará que su denuncia desesperanzada llegue a tener un alcance universal. Cada etapa de Picasso tiene un predominio cromático que concede unidad a la obra, pero en el que también se deja vislumbrar una concreta entonación intelectual-emocional. A su muerte acaecida en Mongins (Francia), en 1973, tras una vida más que repleta de vivencias personales y con la presunción de una valentía estética presente en los más variados lenguajes artísticos, esta máquina artística andaluza pasaría a estar entre los pintores consagrados de la Historia del Arte universal. Tras la Guerra Civil ese potencial artístico y cultural vi-
El pecado, de Julio Romero de Torres, 1919, Madrid, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.
vido en la Andalucía de los años 20, se vio paralizado a consecuencia del estancamiento político y cultural.
Los más contemporáneos La estética andaluza pasará por procesos de gran dificultad, destacando en este contexto la obra del onuben-se Vázquez Díaz (1882-1969), inmerso en la estética figurativa cubista, en cuyas composiciones se aprecia la influencia de artistas como Picasso, Cezanne,
NERACIÓN DEL 2 7 : ARTISTAS UNIVERSA
Con anterioridad al período republicano, artistas y poetas univer
sales como Federico García Lorca o Rafael Alberti, más cercanos a las corrientes surrealistas, tendrán una importante repercusión en la cultura andaluza, a pesar de que esa semilla rupturista y verdaderamente moderna surja del mundo de la madrileña Residencia de Estudiantes. Allí nacerá esa relación fructífera y genial entre Lorca, Dalí y Buñuel, donde la estética resultado del erotismo, surrealismo y creación artística adquiere significación de prodigio. El grupo de intelectuales de la Generación del 27 ocupó un papel de primer orden en lo que constituirá un modelo artístico y cultural; primero, en el período vanguardista que se vive en los años anteriores a la Guerra Civil y, posteriormente, en el desarrollo complejo que tuvo el arte moderno en la España franquista.
Pierrot príáptíco, por Federico García Lorca.
Zurbarán o Modigliani. Su creación más significativa está constituida por los frescos del Monasterio de la Rábida, en los que hace todo un homenaje a los preparativos del Descubrimiento de América, con la estética cubista que de modo tan personal reformuló. Su obra adquirió prestigio y reconocimiento internacional, evidenciado por las medallas recibidas en París y Filadel-fia y se convirtió en la gran referencia cultural para los pintores de todo el ámbito nacional, en lo que serán las futuras iniciativas vanguardistas de la Escuela de Madrid, El Paso, con artistas como el granadino Manuel Rivera con sus telas metálicas y los cuestionamientos espaciales, o el cordobés Equipo 57 con sus propuestas teóricas y cercanas a los supuestos de la Bauhaus. En este contexto rupturista del arte andaluz en su intento hacia una modernización real no podemos dejar de re-ferenciar a José Guerrero, nacido en Granada y con dimensión internacional; este artista ha realizado lo más significativo de su producción en Estados Unidos, en el ámbito de la estética expresionista abstracta. • Ma LUISA HERNÁNDEZ Ríos
UNIVERSIDAD DE GRANADA
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El patrimonio intangible El flamenco, tanto el cante como el baile, la Semana Santa o la Romería del Rocío son fenómenos de múltiples dimensiones, que presentan una compleja riqueza ritual y un profundo metalenguaje
Incluso, si discrepamos de la Teoría de Andalucía que planteara Ortega y Gasset, tenemos que estar de acuerdo con él cuando afirma que ésta es, "de todas las reglones españolas, la que posee una cultura más radicalmente suya". Y también cuando subraya el contraste entre esta cultura y la castellana, señalando al andaluz como "el pueblo más viejo del Mediterráneo, más viejo que griegos y romanos". Sin duda, Ortega tenía razón en cuanto a la antigüedad de muchos elementos de la cultura andaluza actual y también respecto a la identificación, desde hace más de dos
milenios, en el sur de la Península Ibérica, de una cultura y un pueblo específicos, reconocidos como tales desde los confines del Mediterráneo. Pero ello no significa que la identidad cultural actual del pueblo andaluz sea hoy una supervivencia de otras épocas; antes al contrario, en gran medida, los principales marcadores culturales de esa Identidad no cristalizan sino en el siglo XIX e incluso en el XX. Y cristalizan no sólo innovando elementos, sino, sobre todo, refuncionallzando y resignificando otros ya preexistentes, en el contexto de la situación de subalterni-dad económica y política que había definido para Andalucía
la división territorial del trabajo que conllevó la consolidación en España del régimen capitalista-liberal. La existencia de elementos culturales combinados en una singular superposición de temporalidades -que constituye lo que podríamos denominar la tradición- y la evidente modernidad de las nuevas funciones y significados explican la paradoja de que la cultura andaluza, conservando múltiples elementos antiguos, sea una de las de más reciente cristalización de cuantas constituyen la realidad pluri-cultural de España. Y fueron las condiciones económicas, sociales y políticas de la épo
ca en que se produce esta cristalización las que explican que esta cultura sea básicamente popular, con dimensiones tanto de adaptación como de resistencia simbólica a los valores políticos y mercantiles dominantes.
El mestizaje del flamenco Como otros marcadores de la cultura andaluza actual, el flamenco es un fenómeno, a la vez, mestizo y singular porque se modela a partir de rasgos y elementos de procedencia múltiple: morisca, judía, gitana, castellana e Incluso negro-africana, transformados y fundidos en un mismo y común crisol. Surge en el seno de las clases populares de la
sociedad, que supieron convertir en arte la Interpretación de su experiencia, tantas veces dramática e, incluso, trágica, resultado de la opresión o la marglnación sociales. Y también expresa la alegría de la fiesta, del gozo compartido, del convivir comunitario en celebraciones colectivas. Fue en los sectores sociales andaluces más oprimidos donde surgieron los soníos negros que señalara en su tiempo el cantaor Manuel Torres y que tan bien expresara Tía Ana la Piriñaca cuando afirmaba que "cuando se canta a gusto, le sabe a una la boca a sangre". Pero el flamenco es hoy un arte único en el mundo por
que, además de expresar las vivencias de los sectores sociales andaluces más oprimidos, fueron ellos quienes lo generaron superando sus propias carencias, para lo que se sirvieron de la única tecnología que se encuentra poten-cialmente al alcance de todo ser humano que no posea bienes materiales: la tecnología que es posible desarrollar con el propio cuerpo. Así, el flamenco surgió con la garganta y la voz (el cante), con el movimiento de pies, brazos y cintura (el baile), con las manos palmeando al son (el compás), y sólo con el complemento, cuando existe, de la guitarra (el toque). Reutili-
Procesión de Semana Santa en Sevilla, con el paso o trono de la Macarena, que lleva palio, como otras Vírgenes en Andalucía.
El flamenco se modela a partir de la fusión de elementos moriscos, judíos, gitanos, castellanos y negro-africanos
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F E R I A S R O M E R Í A D E L R O C Í O . . .
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Imágenes de la Semana Santa andaluza: nazarenos de distintas cofradías y procesión de Arcos de la Frontera, donde la Virgen va bajo palio.
zaron elementos expresivos nacidos en diversas tradiciones culturales andaluzas, que se fundieron hasta dar cuerpo, a lo largo del siglo XVIII y XIX, a lo que ha llegado a convertirse en uno de los patrimonios más ricos y singulares de Andalucía. El lumpenproletariado agrícola de las zonas latifundistas, los humildes artesanos de oficios bajos de los arrabales de las grandes ciudades -sectores ambos en los que se incluía gran parte de la minoría étnica gitana- y los trabajadores en las minas constituyeron la base humana y social sobre la
que fue construyéndose el flamenco. Que es un fenómeno cultural específicamente andaluz pero que, por expresar los sentimientos más profundos de todo ser humano -el dolor, la experiencia de la injusticia y de la soledad, la muerte, el amor o la alegría de vivir-, y por realizarse con técnicas potenciaImente al alcance también de todo ser humano, las del propio cuerpo, ha llegado a adquirir una dimensión universal. Y ha superado la visión despreciativa que sobre él tuvieron tanto las clases dominantes y los intelectuales de la propia Andalu
cía como quienes desde fuera de ella lo banalizaron, sin entenderlo, considerándolo sólo folclore (en la acepción peyorativa del término). Perseguir los orígenes y evolución de cada uno de sus componentes es, sin duda, legítimo pero puede convertirse en inadecuado si con ello se pierde la visión global del fenómeno. Como inadecuado es mantener artificialmente la falsa polémica sobre el gitanismo o el andalucismo del flamenco, como si realmente fuesen dos opciones incompatibles y los gitanos, asentados desde hace ya quinientos
años en Andalucía, no fueran también andaluces. Y conviene también señalar que en el flamenco, además de los contenidos verbaliza-dos y explícitos de las letras de sus cantes, son más fundamentales aún los lenguajes y metalenguajes no verbaliza-dos. El quejío y los silencios, los tonos y el desgarro, la ges-tualidad de la voz, de las manos, de los pies y de todo el cuerpo, el compás y el rasgueo de la guitarra, son en el flamenco aún más importantes que lo que dicen las letras de sus coplas. Por eso puede sentirse aun sin entender lo
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que se canta. Otra de las expresiones más significativas de la identidad cultural de Andalucía es la Semana Santa.
Semana Santa: sus claves Se trata de un fenómeno difícil de entender por quienes atribuyen a la celebración una única dimensión verdadera: la religiosa; tanto si se sitúan en una posición de creyentes ortodoxos como de laicistas combativos. Para los primeros, según la óptica, la Semana Santa andaluza representaría una gran manifestación pública de fe católica o casi un sacrilegio. Para los segundos, sería sólo una fiesta folclórica, cuando no un instrumento de alienación de la conciencia social y de reafirmación del poder de la Iglesia y de los sectores más conservadores de la sociedad. Ambas posiciones comparten el reduccionismo de considerar que los hechos sociales y las expresiones culturales sólo poseen una única dimensión: la de su contenido ideológico explícito. Si rechazamos las diversas
Feria de Abril de Sevilla. Andalucía es la región que posee una cultura más radicalmente suya (Ortega y Gasset).
anteojeras doctrinarias, la Semana Santa se nos presenta hoy, en la mayoría de las ciudades y pueblos andaluces, como una de las expresiones más complejas y significativas de la cultura andaluza. Como un hecho social total, en el sentido que diera a este concepto el antropólogo francés Marcel Mauss: un fenómeno multidimensional y polisémico (con múltiples significados) que imbrica y refleja multitud
de aspectos de la estructura social y cultural y a sectores de población muy diversos. Como en el resto de la Península y de todo el mundo católico, la Semana Santa cristalizó en Andalucía en la segunda mitad del siglo XVI, en directa relación con la Contrarreforma, como un medio de realizar pedagogía pública para el rechazo de las ideas luteranas y la reafirmación en los dogmas católicos. Pero,
desde casi el primer momento, adquirió aquí unas características propias que sólo pueden entenderse teniendo en cuenta las diversas raíces de la cultura que entonces estaba cristalizando. Como en casi todos los lugares de España, las cofradías más antiguas fueron de disciplinantes, manteniendo básicamente la tradición bajomedieval. Los diferentes oficios y estratos sociales, incluidos los negros
LAS RAÍCES CULTURALES ANTE LA GLOBALIZACIÓN
Pocos pueblos como el andaluz poseen un patrimonio cultural tan rico,
tanto a nivel monumental como de patrimonio intangible: rituales, saberes, música, poesía... En no pocos ámbitos, lo que se presenta como cultura española es, en realidad, cultura andaluza. En el último siglo y medio, ésta ha sido instru-mentalizada o banalizada por intereses políticos, económicos e ideológicos hasta ser desnaturalizada o despectivamente calificada como folclore.
La Alhambra, la Giralda, la Mezquita de Córdoba, Velázquez, Murillo, Picasso, Góngora, Bécquer, Machado, Lorca o Juan Ramón Jiménez -por citar sólo unos pocos- son, a la vez que patrimonio de la humanidad, parte del patrimonio de Andalucía. Como también el flamenco, la Semana Santa y tantas otras
expresiones de un pueblo que, en su historia, se ha mostrado mestizo en sus raíces y singular en sus producciones.
Por otro lado, la consideración de que la cultura es un recurso económico a explotar constituye una de las ideas más
José Mercé en el Teatro Central de Sevilla.
aceptadas en el marco de la globalización. Y su lógica no es propia sólo de intereses empresariales sino también principio rector de muchas políticas públicas, a pesar de las recomendaciones de la UNESCO.
Desde el primer Plan andaluz de Bienes Culturales al segundo, transcurrió una década pero se ha pasado del énfasis en los valores de uso e identitaríos que regía aquél a la insistencia en "el patrimonio como recurso", como valor de mercado, de éste. Nada hay que objetar a un turismo sostenible, respetuoso con el paisaje y con el patrimonio cultural. Pero es preciso alertar del riesgo -ya cumplido en buena parte del territorio andaluz- de la degradación del patrimonio por extraer de él, de forma abusiva, beneficios económicos inmediatos.
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F L A M E N C O S E M A N A S A N T A F E R I A S R O M E R Í A D E L R O C Í O . . .
Patio cordobés. El flamenco surge en las clases populares y en las fiestas comunitarias, como las de los patios.
(esclavos y libres) constituyeron sus propias cofradías o transformaron en tales sus antiguas hermandades. Pero, pronto, se produce una novedad que rompe el modelo medieval y, con el tiempo, terminará imponiéndose: las cofradías de nazarenos. En éstas no existen flagelantes ni derramamiento de sangre, sino que la penitencia consiste en portar una cruz a semejanza de Jesús Nazareno. Salen a las calles en las mismas horas que Jesucristo lo hiciera
desde el pretorio de Pilatos hacia el calvario, al amanecer del Viernes Santo, y se convierten, en casi todas partes, en las cofradías más populares. La imagen del Cristo vivo, sufriente, pasa a ser la central, por encima de la significación del propio crucificado. El fuerte antropocentrismo que ya entonces empieza a caracterizar a la cultura andaluza -la fuerte tendencia a desarrollar las relaciones sociales en un nivel humano, personalizado, evitando las rela
ciones anónimas determinadas por los roles sociales- impregna la relación con las imágenes religiosas. Y este hecho refuerza la identificación con el hombre (aunque pueda ser también Dios) que sufre y es condenado injustamente, en el que se proyectan las injusticias cotidianas y al que se llama padre, con nombre e incluso apodo específico: Gran Poder, el Abuelo, el Terrible, el Greñúo, el Cachorro, el Esparraguera... Y de este antropocentrismo, y
de la matrifocalidad de la sociedad andaluza -que está, en gran medida, organizada alrededor de la mujer-madre como foco de la comunidad familiar, al igual que ocurre en otras culturas agrícolas mediterráneas-, surge la otra cen-tralidad de la Semana Santa de Andalucía: la centralidad de la Virgen-Madre.
La Virgen, figura central Aquí la Virgen no es la Doloro-sa que está presente sólo en función de determinadas escenas pasionistas, una imagen secundaria, por tanto, respecto a Jesús. Al contrario, María adquiere la misma relevancia que Jesús e incluso, en muchas cofradías y contextos, una importancia aún mayor, tanto con respecto a la devoción como en cuanto al culto. Así, en Sevilla, por ejemplo, ya desde comienzos del siglo XVII lleva palio -un atributo reservado al Sacramento o a las imágenes de Jesús- y en la mayoría de las procesiones es conducida en un paso o trono propio. Lo masculino y lo femenino, Cristos y Vírgenes, están presentes a un mismo nivel. Con el tiempo, las imágenes adquirí-
VIVA LA BLANCA PALOMA
Pocos fenómenos andaluces tan famosos, y mal interpretados, como la Romería
del Rocío. Su pluralidad de dimensiones y significados choca con las visiones simplistas más generalizadas. Por una parte, se celebra la fiesta de la patrona de un municipio, Almonte, cuya devoción posee también raigambre en los otros pueblos de las marismas del Guadalquivir. Por otra, desde los años setenta del siglo pasado y coincidiendo con la concienciación de identidad de Andalucía como pueblo, la romería ha alcanzado una escala plenamente andaluza al crearse multitud de hermandades filiales y extenderse el influjo por las ocho provincias y lugares de la emigración.
La Virgen del Rocío recorre las calles de la aldea, el Lunes de Pentecostés.
Especial atractivo tiene el Camino, a tra
vés de campos y arenas, donde decenas de ca
rretas acompañan al simpecado o estandarte
de cada hermandad, formando una comuni
dad de devoción y fiesta. Culmina el Lunes
de Pentecostés, cuando los almonteños, en
tropel, saltan la reja y se apoderan de la Vir
gen, llevándola durante casi doce horas por
la aldea en una singular procesión, en la que
sólo ellos pueden conducir las andas mien
tras los asistentes vitorean a la Blanca Pa
loma: un sobrenombre que la ortodoxia re
serva al Espíritu Santo pero que aquí nom
bra a la que es hoy, al menos oficiosamen
te, la Reina de Andalucía.
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Diversas tradiciones andaluzas se fundieron hasta dar cuerpo y normas al flamenco, en los siglos XVIII y XIX.
rán simbolismos y características peculiares, proyectándose en ellas, de forma idealizada, las que poseen hombres y mujeres en la sociedad real; algo que va más allá, y sin cuestionar, de su significación ¡cónica de figuras para conmemorar la pasión y muerte del Dios de los cristianos.
El papel de las imágenes Como símbolos densos, cargados de significaciones, y con personalidad no transferí-ble, las imágenes andaluzas, no sólo las de Semana Santa sino también las patronales y algunas otras, poseen la capacidad de representar identificaciones múltiples y de condensar valores no unívocos. Por ello, sin cuestionar que todos los Cristos sean un mismo Cristo y todas las Vírgenes su única madre, en la práctica en modo alguno son equivalentes entre sí, ni tienen la misma significación. Y ello no sólo en la relación devocional, personalizada, sino también en lo que tienen de emblemáticas para sectores sociales concretos respecto a otros sectores, para determinados
barrios en relación a otros barrios y de pueblos en contraste con otros pueblos. Sería inexacto afirmar que la Semana Santa andaluza de hoy es una supervivencia arcaica que se explica solamente por la fuerza de la tradición o por el conservadurismo de una sociedad que se resiste a los cambios sociales y culturales. Contrariamente a esto, constituye un fenómeno so-ciocultural sólo explicable en la modernidad: utiliza formas expresivas y valores que pueden remontarse varios siglos atrás -algunas cofradías, ciertas imágenes de alto valor artístico, algunos pasos y enseres, una religiosidad básicamente barroca-, pero que han sido refuncionalizados y resignificados a la vez que complementados con otras nuevas formas y otras nuevas funciones y significados que nunca antes existieron. En realidad, estamos ante un fenómeno reactivado o incluso reinventado (utilizando el concepto de invención de la tradición del historiador británico Eric Hobsbawn) a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX
y décadas iniciales del XX, primero en Sevilla, y más tarde en Málaga, Cádiz, Granada, Jerez de la Frontera, Córdoba y otras muchas ciudades y pueblos andaluces. Junto a su dimensión religiosa, de representación iconográfica de las escenas o pasos que procesionan las distintas hermandades, la Se-
za permanece hoy, y ha adquirido un auge inusitado desde finales de los años setenta del siglo pasado, porque reforzó su significado en la dimensión identitaria.
Actual seña de identidad La Semana Santa se convirtió en uno de los más importantes contextos, si no en el que más en muchos lugares, para la reafirmación y reproducción de identidades colectivas. Es un referente a través del cual muchas personas, incluso más allá de si poseen o no convicciones religiosas, se sienten parte de uno o varios nosotros: el nosotros familiar; el nosotros grupaI de la cofradía, el grupo de costaleros o el barrio; el nosotros semilo-cal, allí donde las cofradías forman un sistema de mitades; el nosotros local de cada pueblo o ciudad, e, incluso, el nosotros andaluz global, que se manifiesta por la propia existencia de la celebración, con expresiones diversas pero con una misma estructura bá-
La Virgen tiene aquí la misma relevancia que Cristo: lleva palio desde el siglo XVII, atributo de Jesús o del Sacramento
mana Santa tiene hoy, en casi todos los lugares de Andalucía, otros niveles de significación menos conscientes y por ello más interiorizados. Entre ellos, el de expresar simbólicamente el triunfo de la primavera, la victoria de la vida sobre la muerte. Por eso no es una celebración fundamentalmente dolorista, como en Castilla y otras regiones, aunque las imágenes de los Cristos sean sangrantes y las de María tengan lágrimas en la cara. Sobre todo, la Semana Santa andalu-
sica y unas mismas significaciones a lo largo y ancho de Andalucía y allí donde los andaluces componen importantes núcleos de emigrantes. Todo ello sin disolver la individualidad, sino reafirmándola al sentirse parte de colectivos que, además, se presentan y visualizan como igualitarios, como comunidades imaginadas que sólo cobran realidad durante los días de Semana Santa o en torno a ésta. •
ISIDORO MORENO
CATEDRÁTICO DE ANTROPOLOGÍA
SOCIAL, UNIVERSIDAD DE SEVILLA
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C R O N O L O G Í A D E L A H I S T O R I A
Desde hace 1500000 años hasta la actualidad Hacia 1500000 a.C. Los primeros seres humanos en Andalucía: el hombre de Orce.
Hacia 150000 a.C. Andalucía habitada por el hombre de Neanderthal u hombre de Gibraltar.
Hacia 30000 a.C. La Cueva de la Pileta: primeras manifestaciones artísticas.
Hacia 8000 a.C inicio de la agricultura y la ganadería. Cerámica a la almagra.
partidarios de Pompeyo por las tropas de Julio César.
15 a.C. Organización imperial. Hispania Ulterior Baetica como provincia senatorial dividida en cuatro circunscripciones jurídicas con capitales en Córdoba, Écija, Sevilla y Cádiz.
1 7 1 - 1 7 7 Primeras incursiones de los mauri en las costas meridionales de Baetica.
2 8 7 Persecución de Diocleciano. Martirio de las
Criptopórtico romano, construido sobre el edificio fenicio de los yacimientos de la Casa del Obispo, bajos del palacio episcopal, Cádiz.
Hacia 6000 a.C. cultura dolménica. Descubrimiento de la metalurgia en Riotinto.
1 1 0 8 a .C . Llegada de los fenicios. Fundación de Cádiz.
9 0 0 - 5 5 0 a .C . Época tartésica; colonización griega: reinado de Argantonlo. Tesoro del Carambolo (Sevilla).
Siglo IV a .C . Dama de Baza (Granada), estatua que representa una diosa sedente
2 3 8 a .C . Ocupación de la actual ciudad de Almería por los cartaginenses.
2 0 6 a .C . Batalla de Ilipa: Las tropas romanas de Esciplón derrotan a los cartaginenses. Fundación de Itálica. Inicio de la romanización.
45 a .C . Batalla de Munda. Derrota definitiva de los
santas Justina y Rufina en Sevilla y de los santos Acisclo y Zoilo en Córdoba.
H a c i a 3 1 3 Concilio de Elvira, primera reunión episcopal de la Iglesia cristiana española.
4 0 9 Invasión de los vándalos
4 1 6 - 4 2 9 El rey visigodo Valia combate a los vándalos, suevos y alanos de la Bétlca.
5 7 1 El rey visigodo Leovigildo (573-586) ocupa Córdoba.
5 9 9 - 6 3 6 San Isidoro, arzobispo de Sevilla. Máximo esplendor de la cultura hispano-vlslgoda en Andalucía.
6 1 9 Celebración en Sevilla del Sínodo provincial de la Baetica, presidido por San Isidoro.
7 1 1 Entrada de los musulmanes por el Estrecho de
Ruinas de la ciudad romana de Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa).
Gibraltar. Derrota y muerte de Don Rodrigo, último rey visigodo, en la Batalla de Guadalete.
756-912 Emirato independiente de Córdoba, proclamado por el príncipe omeya Abd al-Rahman.
7 8 4 Se inicia la construcción de la mezquita de Córdoba que es ampliada por Abd al-Rahman II en el siglo IX. En el siglo X, al-Hakam II realiza ampliaciones y decora suntuosamente el mihrab y la macsura. La última ampliación en época islámica se da en el período de Almanzor.
8 8 1 Alfonso III, rey de Asturias, llega hasta Sierra Morena y derrota a un ejército musulmán.
9 2 9 Abd al-Rahman III se autoproclama califa de Córdoba.
9 3 6 - 9 7 6 Construcción de Madinat al-Zahra por el califa Abd al-Rahman III.
9 9 6 Nombramiento de Almanzor como Malik (rey).
1 0 3 1 Desmembración del califato de Córdoba. Al-Ándalus queda divido en treinta y un reinos de taifas.
1 0 8 6 Inicio del dominio almorávide en al-Ándalus, tras la victoria de Sagrajas sobre el rey castellano-leonés Alfonso VI.
1 1 4 4 División de al-Ándalus en las segundas taifas.
1 1 4 5 Expansión de los almohades en al-Ándalus, que tendrá como resultado la creación de su gran Imperio peninsular y africano.
1 1 9 5 Triunfo almohade en la batalla de Alarcos.
1 2 1 2 Victoria cristiana en las Navas de Tolosa, que marca el
principio del fin del poder almohade en la Península.
1 2 2 0 Se construye la Torre del Oro de Sevilla.
1 2 2 8 División de al-Ándalus en las terceras taifas tras la partida a África del califa almohade Abu I-Ala al-Mamun.
1232 Fundación del reino nazarí de Granada.
1 2 3 6 Conquista de Córdoba por el rey castellano Fernando III.
1 2 3 8 La Alhambra de Granada se comienza a edificar.
1 2 4 6 Conquista de Jaén por el rey Fernando III.
1248 Conquista de Sevilla, por Fernando III, que significó el fin del poder almohade en la Península.
1 2 6 4 Revuelta de los mudejares andaluces y murcianos.
1 2 9 2 Ocupación de Tarifa por los cristianos.
1309 Primera toma de Gibraltar, que se anexiona en 1462 definitivamente a Castilla.
Interior de los baños del Palacio de Villardompardo, Jaén.
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1344 Conquista de Algeciras y Batalla del Salado por Alfonso XI. Significó la apertura del Estrecho de Gibraltar, hasta ahora en poder musulmán.
1391 Asalto a la judería de Sevilla, movimiento que se extiende a toda Andalucía.
1480-1483 Conjura de judeoconversos en Sevilla. Inicio de las funciones del Tribunal de la Santa Inquisición.
1489 Isabel I se entrevista con Cristóbal Colón en Jaén.
1492 Toma de Granada por los Reyes Católicos. Decreto de expulsión de los judíos.
1 5 0 0 Sublevación de los mudejares granadinos. En 1502
los Reyes Católicos ofrecen a los mudejares la opción de ser bautizados o salir de Andalucía.
1 5 0 3 Creación de la Casa de la Contratación de Sevilla.
1 5 0 6 - 1 5 2 1 Real Capilla de Granada. Levantada para los Reyes Católicos por Enrique de Egas. La catedral de Granada se empieza a construir en 1523.
1528 Inicio de la construcción de la catedral de Málaga.
1568 Guerra de las Alpujarras. Sublevación de los moriscos capitaneados por Aben Humeya en La Alpujarra después de que la corona decretase disposiciones restrictivas contra esta población.
1609 Expulsión de unos 80.000 moriscos andaluces.
1623 Diego Rodríguez de Silva y Velázquez es nombrado pintor de Felipe IV. Entre sus obras destacan Las Meninas (1656) y Las Hilanderas (ca. 1657).
1641 Alzamiento anticentralista encabezado por el duque de Medina-Sidonia.
1652 Revuelta popular en Sevilla conocida como la del pendón verde y en Córdoba como motín del hambre.
1704 La flota aliada ocupa el peñón de Gibraltar.
1717 Traslado de la Casa de la Contratación de Sevilla a Cádiz.
1728-1771 Construcción de la Fábrica de Tabacos, actual sede de la Universidad de Sevilla.
1 7 2 9 Tratado de Sevilla, suscrito entre España, Francia e Inglaterra. Felipe V se desliga del tratado en 1731.
1765 Real instrucción autorizando el comercio directo
Alegoría de la Pepa, Constitución de 1812, promulgada en Cádiz.
de Sevilla, Cádiz y Málaga con América. Establecimiento de la Compañía de Negros en Cádiz.
1 7 6 7 - 1 7 6 9 Intento de colonización de Sierra Morena y la comarca de La Parrilla bajo la dirección de Pablo de Olavide.
1808 Derrota francesa en Bailen (Jaén) en el curso de la Guerra de la Independencia.
1810 El mariscal Soult se apodera de Andalucía con la excepción de Cádiz,
1812 Promulgación en Cádiz de la primera Constitución española, conocida como la Pepa, por haber salido a la luz el día de San José.
1820 Pronunciamiento liberal de Riego, en Las Cabezas de San Juan (Sevilla) proclamando la Constitución de 1812.
1831 Se ajusticia en Granada a Mariana Pineda.
1 8 3 6 Desamortización de Mendizábal de bienes eclesiásticos y civiles.
1 8 5 5 Desamortización de Madoz de bienes municipales.
1 8 6 8 Alzamiento en Cádiz del almirante Topete contra el gobierno de Isabel II.
1872 II Congreso Obrero de la federación regional española de la AIT. Ruptura del movimiento anarquista español con la Internacional marxista.
1 8 8 1 N a c e en Málaga Pablo Ruiz Picasso.
1882 Sucesos de la Mano Negra en Jerez de la Frontera.
1 9 1 8 El Congreso de Ronda
fija la bandera, el himno y el escudo de Andalucía.
1929 Exposición Iberoamericana de Sevilla.
1930 Creación, por Blas Infante, de la Junta Liberalista de Andalucía, que durante la Segunda República intenta establecer un Estatuto de Autonomía andaluz.
1932 El general Sanjurjo, alzado contra la República, se apodera de Sevilla, pero la rebelión fracasa.
1933 Alzamiento de los campesinos anarquistas en Casas Viejas (Cádiz), reprimido cruelmente por el Gobierno republicano. Aprobación de un proyecto de Estatuto para Andalucía.
1936 Estalla la Guerra Civil. Muere asesinado en Granada Federico García Lorca
1973-1976 Surge la Alianza Socialista de Andalucía quedará lugar al Partido Socialista de Andalucía (PSA).
1978 Constitución Española. Régimen preautonómico presidido por el socialista Rafael Escuredo.
1980 Aprobación en Referéndum del Estatuto de Andalucía.
1982 Primeras elecciones al parlamento andaluz. Primer presidente, Rafael Escuredo (1982-1984). Le suceden los socialistas José Rodríguez de la Borbolla (1984-1990) y Manuel Chaves (1990).
1992 Celebración de la Exposición Universal (Expo 92).
Puerta de Córdoba, Carmona, Sevilla, construida en el siglo I. La ciudad se halla rodeada por tres kilómetros de murallas.
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Andalucía Antonio Gala reflexiona sobre el mestizaje cultural del pasado de Andalucía y argumenta que esta región tiene la misión histórica de tender puentes: entre Europa y el islam, entre España e Israel..,
Antonio Gala, poeta, novelista, dramaturgo y escritor. Nació en Bazatortas (Ciudad Real), en 1930. Toda su obra está marcada por temas históricos
Siempre he creído que el esplendor del milagro andaluz es consecuen
cia de un enamoramiento, como cualquier milagro debe serlo; de una mutua fascinación. Durante 2.000 años, los judíos consideraron a Sefarad su tierra prometida. Y los árabes estuvieron circundados secularmente por pueblos helenizados y romanizados. No es sólo Siria quien los configura, sino la India, la Bactriana o Persia. Y, al adentrarse en Andalucía, redescubren Roma: su orden, sus monumentos, su alma máter. A cambio, Andalucía recobra con los árabes su perfume oriental: el que tuvo con Tartessos, con Fenicia y con Carta-go. Tal encuentro de segundo grado, tal complejo y múltiple mestizaje, es lo que fructifica, redondea e insemina. Lo que facilita que en el extremo Occidente de entonces se dé, sin sorpresa, la bienvenida a Hipócrates, a Tolomeo o a Galeno; que santo Tomás conozca a Aristóteles a través de Averroes, "que hizo el gran comentario" como escribió Dante; que se inicie el camino de la ciencia europea por el chispazo que brota del contacto permanente entre el Cristianismo y nuestro Islam; que tiemblen ya las primeras luces del Renacimiento, cuyo mediodía no se alcanzará hasta siglos después. Esta es la gran herencia y el grave deber de nuestra tradición.
Al-Ándalus es el lecho donde lo germánico y lo arábigo y lo hebreo procrearon con mayor naturalidad y mejor resultado. Eran culturas distintas, pero las tres se olvidaron un poco de sí mismas ante un anhelo idéntico: afirmarse sobre unas tierras que habían recibido una cultura previa y superior: la Bética.
Labrado vegetal, detalle decorativo procedente de Medinat al-Zahara, Córdoba.
De ahí que, en el momento de su ápice, el Islam dé en España un ejemplo de tolerancia y amistad sobre razas, sobre lenguas, sobre religiones, derrochando encendidos raudales que, ojalá sea así, aún no se han extinguido. Esa es también la gran herencia y el grave deber de nuestra tradición. No obstante, ni la convivencia ni la creatividad son cosas que deban jamás darse por supuestas. Sin ejercicio, sin intercambio, sin ósmosis, se agotan. Su dilema es crecer o morir. Y no les basta con vagas proclamas ni mustios reconocimientos. Un organismo vivo no se alimenta de recordatorios: necesita sustento, luz, aire, compromisos, mudanzas, proyectos, sentimientos. Sin futuro, el pasado no es nada; y menos aún el
presente. Descansar sobre el pasado sólo sirve para levantarse después y hacer nueva andadura; quedarse inmóviles en él es peor que olvidarlo. Hemos de asemejarnos a los dioses bifrontes, uno de cuyos rostros aprendía del pasado mientras el otro encaraba el porvenir. Ahí residen la ventaja y el riesgo. Andalucía tiene la costumbre entre la aventura y la desventura: entre el hacerse, el deshacerse y el rehacerse de la universalidad. Y tiene la misión histórica de ser, como lo ha sido siempre, creadora de puentes, es decir, pontífice en estricto sentido: el puente entre Europa y el Islam, el puente entre España e Israel, el puente hacia América... El puente entre el ayer y el hoy, cuyo fruto es mañana.
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L A F I R M A