La Balserita - Víctor Carvajal
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La Balserita
Vctor Carvajal
Ilustraciones de Carolina Schtte Gonzlez
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Dedicado a Constanza Corbinaud Castaeda.
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Alucinaciones
Tiara soaba con Diego esa madrugada. Ella y su
compaero esperaban por una lancha que los
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trasladara hasta el embarcadero de la Escuela
Madre de la Divina Providencia. De pronto, la
nia vio ciertos destellos que se desplazaban en
medio de la bruma, como pequeos peces fuera del
agua, amenazando con regresar de un salto a su
mundo submarino.
Desde el muelle, ambos miraban en silencio
aquel paisaje de ensueo. Diego montaba su
esplndida bicicleta, pedaleando de un lado a otro,
como si la pasarela de madera no existiera. En
medio de la bruma, mecida por las olas, apareci
una imponente figura, cuando la neblina
comenzaba a dejarle un espacio de cielo al ocano.
La nia se estremeci de la cabeza a los pies, como
si una brisa glida la dominara, porque crey haber
visto a su hermano.
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Tiara se volvi para mirar a Diego a los ojos,
porque en ellos se reflejaba mejor el color gris del
mar y del cielo. El rostro del muchacho hizo una
mueca de asombro y salt como un resorte,
perturbado por la repentina reaccin de su
compaera.
Qu pasa? balbuce.
No, nada titube ella.
Nos vienen a buscar? pregunt
Diego.
Tiara permaneci expectante unos segundos ante
la sorprendente aparicin que emergi de la nada:
mecida por las olas, flotaba la imponente piragua.
La nave se acerc. Ocho hombres la tripulaban.
Entre ellos se encontraba el abuelo de la nia y
Kiko, el hermano mayor de Tiara.
Ataviados con finas plumas multicolores, los
tripulantes de aquella embarcacin maravillosa
detuvieron el acompasado movimiento de los
remos a escasos metros de la costa. Tiara busc
refugio junto a Diego; temblaba de miedo.
Eres una Miru! saludaron. Miembro de
nuestra estirpe real.
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Quines son ustedes? pregunt la nia,
volvindose a ellos.
Son los prncipes Ariki Paka y vienen por ti
respondi el anciano.
Qu bueno! replic Tiara, sin mayor
alegra. Para que nos lleven a la escuela.
Navegamos contra el tiempo respondieron
apremiados los prncipes. Es largo el viaje hasta
las costas del Poike.
Y mi papito? insisti la nia.
El competir en una prueba muy dura
respondi el abuelo.
Quiero ir a verlo!
Tiara se apresur Kiko, aborda tu pora y
rema hasta nuestra embarcacin.
Tengo que subirme a la balsa? exclam la
nia, al tiempo que miraba a su abuelo y a Diego,
mudo de asombro.
Eres navegante, igual que nosotros
respondieron los prncipes.
Mientras la nia intentaba separarse de su amigo
para obedecer las instrucciones que reciba,
impulsada por la misteriosa voluntad que la
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dominaba, se pregunt si Diego estara dispuesto a
ir con ella.
Vienes, Diego? insisti.
El muchacho dud. El abuelo y Kiko exigieron a
la nia que se apurara, que no haba tiempo que
perder.
No ir sin l respondi Tiara.
Que aborde la nave ordenaron los prncipes.
Vamos, Diego dijo Tiara. Monta de una
vez en tu bici y ven conmigo.
Al escuchar que Tiara mencionaba la bicicleta,
Diego, vctima de una fuerza misteriosa y con
sorprendente habilidad, comenz a desplazarse
lentamente por el embarcadero, zigzagueando de
un lado a otro, a punto de perder el equilibrio,
avanzando hasta el agua. Eran saltos pequeos, con
una rueda primero y luego con la otra, logrados al
apretar y soltar los frenos. Pareca un caballo
desahogando su dicha; una extraa figura de goma
que rebotaba sobre el entablado resbaladizo. La
nia no haca ms que celebrar la habilidad de su
compaero.
Tiara contemplaba maravillada la destreza de
Diego. Ella corri a los botes, junto a los cuales
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flotaba su Amiga Yara, la balsa de espuma plstica.
Acomod su mochila, desat la amarra y de un
salto abord decididamente la dbil embarcacin.
Arrodillada en la
Y mi papito? pregunt, mientras se
abrigaba con su chaleco de lana.
Se embarc temprano. Aqu no hay hombre
flojo, chica.
Y el Kiko?
Sali de pesca con su padre, hija.
Tiara fue a mirar por la ventana. Para su sorpresa,
la bruma se mantena suspendida sobre el mar tal
como la viera en su sueo. En el embarcadero le
pareci distinguir a Diego, inmvil frente al mar,
sosteniendo su bicicleta con ambas manos, como si
estuviera dispuesto a lanzarse al agua con ella.
Entonces, la nia record el sueo que haba
tenido y regres entusiasmada a la cocina. Verti
leche caliente en un jarro enlozado y la endulz
con azcar. Se sent a cubrir de margarina una
media rebanada de pan amasado recin sacado del
horno y apur el desayuno. Mientras beba el resto
de leche humeante, fue asaltada por una idea que
la hizo temblar de pies a cabeza: tal vez su madre
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deseaba que esa maana se quedara en la casa, pues
era muy arriesgado navegar con tanta niebla. De
todos modos, la nia prefera no faltar a clases. En
la escuela, al menos, poda deambular por los
pasillos, aun cuando nadie la acompaara. Y frente
al profesor, siempre exista la posibilidad de alzar
la mano y ser tomada en cuenta.
Por fortuna, su madre estaba demasiado ocupada
en sus quehaceres como para preocuparse de la hija
del medio, la que al parecer a nadie importaba.
Pero si al menos regresara su padre o su hermano
de la pesca... Se sentira reconfortada?
Mam, tengo que ir a la escuela
rog.
Hija respondi despus de un rato la madre,
afanada como estaba en el cuidado de sus hijos
pequeos, no faltar quien la balsee.
Tiara se levant de un salto de la mesa y volvi al
cuarto de bao. Cepill con descuido sus dientes,
se enjuag la boca con un potente sorbo de agua y
termin de limpiarse los labios con un pao de
algodn, bordado con delicadas flores rojas y
amarillas.
Chao, mam! grit desde la
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puerta.
Vyase como pueda, hija respondi la
madre.
Con su uniforme azul, sali a la bruma de la
maana. Saltando como una gaviota, sigui el
camino que sealaba la estrecha pasarela. Hasta
que descendi por la escalinata de madera que
conduca al muelle.
Tiara se aproxim a su compaero de escuela y le
ofreci la mejilla para aceptar un beso desganado y
tibio. De uno de sus bolsillos sac la delgada cuerda
para el juego del kai-kai\ su entretencin
predilecta, mientras esperaba el bote que los
balseara hasta la caleta de la escuela.
Anoche so contigo dijo, sonriendo.
Qu cosa, Huevito? pregunt Diego, muy
serio.
Pero Tiara no respondi. Tens el cordel entre
sus dedos entumecidos y con los pulgares y los
ndices form diversas figuras a medida que
cantaba:
Kiakia; kiakia; tari rau kumara,
i te ehuehu;
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i te Papuapa.
Ya est la Pascuala con sus cosas extraas!
coment Diego, en tono de burla.
Pascuala! remed Tiara.
No le dicen Pascual a tu padre? insisti
Diego.
Por qu no le dicen Huevito tambin?
replic la nia.
Porque l no come huevos como t lo hacas
cuando eras chica prosigui Diego. En
cambio, l viene de Isla de Pascua como toda tu
familia.
Picado!
Por qu? replic Diego.
Porque no entiendes mi canto.
A quin le importa?
Golondrina de mar, golondrina;
traes ramitas de camote,
en la penumbra y en la suave neblina.
Qu bonito! se burl Diego.
Como tu bicicleta replic Tiara, muy
molesta.
Qu tiene mi bici?
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-Es como el horno elctrico que le trajeron a tu
mam de Puerto Cisnes.
Picada!
De qu sirve?
Bueno, pero ya lo usar cuando pongan el
nuevo generador de electricidad. Y t?
-Qu?
Que quieres ser maestra cuando
grande!
Si tu sueo es andar en bici respondi
Tiara, por estas pasarelas donde apenas cabe una
persona, yo sueo con ser directora, igual que la ta
Emilia.
Directora! Puedo rerme un rato?
Puedes, pero no me gusta que se ran de m.
En ese preciso momento se acerc a ellos la
mam de Diego.
Por un instante guardaron silencio; a
regaadientes hicieron una tregua. En el fondo de
sus corazones abrigaban sentimientos de mutua
aprobacin. Diego reconoca en Tiara cierta
delicadeza y sensibilidad, que la predispona a
descubrir la magia de las cosas. Y ella admiraba la
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tenacidad del ms cercano de sus compaeros, que
soaba con ir a la escuela en bicicleta.
Pero, cmo lo hara? En Puerto Gala, en la Isla
Toto, en el archipilago de Los Chonos, no hay
calles para vehculos ni veredas para los peatones.
Los nicos medios de transporte motorizado que se
conocen son las lanchas y las pangas.
Las casas del poblado se apretaban unas con otras,
por la falta de espacio. Ms rocas que tierra. Las
precarias construcciones se hicieron quitando
espacio a la piedra, a punta de pasarelas,
plataformas y palafitos. Los moradores deban
circular por estrechas veredas de madera que
permitan el acceso a cada vivienda. Ms terreno
no haba en aquellas rocas.
A falta de un sitio amplio, con instalaciones para
hacer ejercicios, el hermano de Tiara haba tenido
la ocurrencia de utilizar las mismas embarcaciones
como plaza de juegos, inventando el modo de
trepar a los botes y transformar en columpio las
cuerdas tensadas que sujetaban las naves.
Me la llevo sugiri la mujer, mientras se
apoderaba de la bicicleta, haciendo que su hijo se
bajara de ella.
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No, mam! rog Diego. Todava no ha
venido nadie a buscarnos.
Pero se hace tarde! protest la madre,
observando atentamente el muro de humedad
suspendida sobre el agua y que impeda ver el
horizonte ms cercano.
Varias embarcaciones menores flotaban junto a
las rocas, sin remos ni chumaceras; sin esos
implementos era imposible bogar.
Y si esos nios hubiesen contado con ellos, sus
padres jams les perdonaran maniobrar un bote
sin su consentimiento. Tambin estaban las balsas
de espuma plstica que ellos utilizaban para jugar.
Era el envase que usaban los tripulantes del barco
que sola llegar de Puerto Montt a recoger la
merluza que pescaban los hombres de la caleta.
Esas cajas de plumavit eran llenadas de pescado
fresco, conservado con hielo en la bodega del
barco.
Tiara recordaba cunto haba costado cortar el
enorme trozo de espuma plstica, con el cuchillo
conseguido por su hermano Kiko en la cocina de la
casa. Los dos haban estado una tarde entera junto
a las rocas dndole forma de balsa al pedazo de
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espuma plstica. Luego, con el mismo cuchillo lo
ahuecaron, para lograr el mismo espacio interior
de un bote. En este caso se trataba de una balsa
para divertirse junto a la costa.
Despus consiguieron una vara de madera de un
metro y medio de largo y le clavaron dos palmetas
en los extremos. Kiko hizo una demostracin para
que Tiara aprendiera a utilizar el remo y luego se
dedic a instruirla con gran paciencia. Haba sido
el trabajo de varios das seguidos, en primavera,
cuando el tiempo se presenta mucho ms propicio
para navegar.
Pero no slo la usaron como entretencin. Cierta
vez, cuando Kiko era todava muy pequeo para
acompaar a su padre en la pesca, ataron la balsa
con una cuerda bastante larga, la echaron al agua y
la alejaron de la costa con el remo. Haban
instalado en ella el volantn manuhakerere del
abuelo, con un buen anzuelo y una carnada que la
propia Tiara haba conseguido para la ocasin.
Siguiendo la costumbre, Kiko at el volantn a la
popa de la falsa embarcacin y de la cola colg una
lienza con un anzuelo en su extremo, que por su
peso se hundi en el mar, mantenindose alejado
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del bote y a merced de los vaivenes del viento. Ese
da, como el padre de Tiara no haba regresado y
en casa no haba qu hacer de comida, los nios
Miru consiguieron una pesca maravillosa: tres
merluzas espaolas, robustas y sabrosas.
Por aquellos das, la balsa de Tiara no tena
nombre y la nia decidi bautizarla con el nombre
de alguien que le encantara que regresara a la
caleta: Amiga Yara. A partir de entonces siempre
mantuvo viva la esperanza de un reencuentro.
Aqu hay botes de sobra coment la madre
de Diego y mir intensamente a Tiara, como si de
la nia dependiera el traslado de su hijo, lo que
falta es que alguien se haga responsable.
Mi pap puede llegar en cualquier momento
respondi la nia.
Lo cree, nia? replic la mujer. Pero, la
verdad sea dicha, nunca he visto a su padre cruzar
a la escuela.
Mi hermano tambin nos balseara. Pero desde
que se hizo persona se va todos los das con mi
papito.
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Claro insisti la madre de Diego. Su
hermano tampoco se muere por llevarla a la
escuela.
Ninguna lancha surcaba las aguas a esa hora de la
maana. Los catorce alumnos que venan de otras
caletas y que diariamente cruzaban con algn
apoderado a la escuela, al parecer, ya lo haban
hecho. Por lo tanto, no haba ninguna posibilidad
de que una embarcacin pasara a recoger a los
rezagados de Caleta Chica.
La nia observ atentamente el accidentado
montculo de rocas que se extenda a lo largo de la
costa y que la niebla se lo tragaba como si nada ms
existiera en el mundo.
Por ah podramos ir a la escuela! exclam.
Nunca le han dicho que no debe aventurarse
por esas rocas?
Tiara enmudeci y Diego trag saliva. Ambos
cruzaron miradas temiendo ser sorprendidos en un
secreto que no deba ser develado por ningn
motivo. En varias ocasiones se haban aventurado
por esas rocas, jugando a enfrentar riesgos y pasar
la prueba, sin consecuencias. Felizmente para
ambos, nunca tuvieron nada que lamentar.
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Incluso, cuando Tiara era muy nia, haba seguido
los pasos aventureros de su hermano, precisamente
en esas rocas tan peligrosas.
Mi mam siempre lo hace reconoci la nia,
suspirando y roja como un tomate. Tambin en
la escuela nos dicen. Pero en verdad no es tan
peligroso, porque cuando Kiko era pequeito
caminaba por ah y a veces me dejaba ir a la siga.
Un grupo de toninas cruz saltando frente a los
ojos de Tiara. Buscaban afanosas una embarcacin
para nadar delante de la proa, formando una trenza
de espuma, alegrando la travesa de marineros y
pescadores.
Qu hacer? se pregunt. De algn modo
hemos de llegar a la escuela.
El suave oleaje golpeaba porfiadamente en los
pies de Tiara, como si no tuviera ninguna urgencia.
Oh, dulces olas! suspir.
Pero las olas tal vez son sordas y slo nos hablan
con esa monotona tan propia porque abandonaron
la escuela antes de aprender lo que deban.
Lo que hace falta es una buena pasarela
coment la mujer. Estos hombres, tan poco
prcticos para todo. Se preocuparon de hacer
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instalaciones de radio y olvidaron lo ms
necesario.
Tiara observ los techos de las casas, levantadas
sobre las rocas, entre el espeso bosque y el mar. Las
antenas eran variadas y curiosas. Los hombres las
haban construido de alambre, estirando de los
ganchos para colgar chaquetas y pantalones; haba
antenas con tapas de olla, con fondos de latn
recortado de aquellos tambores que alguna vez
fueron recipientes de aceite o de petrleo. Los
cables elctricos que las conectaban parecan
mantenerlas atadas a las techumbres, evitando que
la ventisca las arrastrara cual cometas de los
confines.
La nia se sent a esperar en la nica roca sin
humedad, muy cerca del agua. Diego fue a sentarse
junto a ella.
De verdad soaste conmigo, Hue-
vito?
La pura verdad respondi ella.
Y qu sueo fue se?
Mi abuelo y mi hermano vinieron a buscarnos,
para irnos en la nave de los prncipes, pero no
hubo forma de que te bajaras de tu bici habl
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bien bajito, para que la madre de Diego no los
escuchara.
Tu abuelo? pregunt Diego, muy
sorprendido. Ya est otra vez la Pascuala
diciendo tonteras.
Podas flotar como una canoa respondi ella.
Ests loca?
Hasta le puso nombre: vakaama.
Qu suerte, hijo! interrumpi la madre de
Diego. Una lancha se acerca.
Debe ser la vaka-poepoe de mi papito!
exclam Tiara y se levant llena de entusiasmo.
Se acerc a la orilla del pequeo embarcadero para
escuchar mejor la monotona del motor fuera de
borda.
Pero no es el lanchn de su padre, nia
coment satisfecha la madre de Diego. Es el
de mi marido.
Eso fue lo que soaste, Huevito? insisti
Diego, acercndose a la nia y tironeando una de
las mangas de su gruesa parka de invierno.
Eso musit ella, triste y pensativa.
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El dilema
Cmo estuvo la pesca, Anselmo?
Escasa respondi el padre de Diego, al
tiempo que su compaero de faenas comenzaba a
desembarcar unas cuantas cajas de espuma plstica
repletas de merluzas.
Qu bueno que llegas a tiempo, viejo!
coment ella.
Podemos subir, pap? pregunt
el nio.
Terminamos de descargar y nos vamos
respondi el hombre.
Tiara y Diego abordaron la embarcacin. El
lanchero aceler el motor fuera de borda y el bote
se sacudi como en una tormenta. Tiara se aferr al
borde de la lancha y vio como sus zapatones se
hundan en el agua en el piso de madera. Tiara
busc con la mirada el tarro para achicar el agua
del bote.
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La madre de Diego, despus de mantener alzado
el brazo en seal de despedida,
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regres al casero. Tiara se qued un largo rato
observando la bicicleta que la mujer se esforzaba
en mantener aferrada a su cintura, compartiendo
el caminar pausado y sin prisa. Las ruedas giraban
como medusas de plata, lanzando fros destellos
con sus incontables rayos.
El agua salpicaba el borde de la embarcacin y la
nia debi abrigar sus manos entumecidas.
Contempl entusiasmada la estela de espuma que
dejaba la trayectoria del bote y record la bicicleta
que en sueos haba inventado su abuelo.
Tiara y Diego fueron los ltimos en llegar a
clases. Sus compaeros ya estaban formados en el
patio, esperando el toque de la campana para
ingresar a la sala. Frente a ellos, observando cada
detalle, el pequeo grupo de docentes y auxiliares
se parapetaba bajo el alero del corredor techado de
la construccin de madera.
La directora consult su reloj y asinti con la
cabeza. El profesor, que la observaba de muy cerca,
se dirigi a la campana y tir de la cuerda. Tres
sones retumbaron en las paredes del edificio y en
la corteza de los rboles cercanos, que
apretadamente cubran laderas y cerros. Los 23
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alumnos ingresaron a la sala de clases, seguidos por
su profesor, mientras la directora se diriga a su
oficina y las tas Lidia y Elvira iniciaban sus labores
en el comedor y en la cocina.
Nos corresponde matemticas seal el
profesor, apenas los alumnos estuvieron sentados.
Podramos estudiar el dilema de
Diego?
Dilema? replic el profesor, mirando a
Tiara y luego a Diego, que repentinamente se
qued ms tieso que una estaca. Y pregunt sin
entusiasmo, porque no deseaba que la nia le
aportillara una vez ms la clase programada.
Qu dilema? Sabes lo que es eso?
Sera bueno que lo resolviera insisti Tiara.
Qu le pasa? protest Diego.
Dilema! medit el profesor. Voz griega
que viene de dis, es decir dos, y lambanein, que
quiere decir tomar. Entonces, qu tenemos? Un
argumento que presenta dos posiciones que
provocan confusin en quien las enfrenta. En
trminos generales, es alguien encerrado en un
dilema. Por qu, Diego? Cul es el tuyo?
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No sabe qu hacer con ella prosigui Tiara,
adelantndose a que su compaero
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respondiera. Quiere usarla, pero en la caleta no
se puede andar en bici.
To Tato! reaccion por fin el muchacho.
No s de qu habla. Ya est de nuevo la Pascuala
diciendo leseras.
Qu falta de respeto es sa? sentenci el
profesor.
La Huevito ha estado toda la maana en eso
protest Diego.
Yo slo quiero ayudarlo se disculp Tiara.
De qu se trata? insisti el profesor.
Mi abuelo tuvo la genial idea...
Su abuelo est muerto interrumpi Diego
abruptamente.
A ver, Tiara trag saliva el profesor. Qu
idea es sa?
La nia, con gran desplante y sin un asomo de
duda, expuso lo que imaginaba y, a medida que lo
expresaba, le pareca ms claro. El profesor
escuch atentamente, en medio de un fastidioso
rumor, suma de murmullos, risas veladas y pullas
carentes de ingenio. Entonces opt por lo ms
temido de la clase, aquello que acoquinaba hasta al
ms audaz. Siempre los dejaba temblando con eso.
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Al pizarrn! seal. Seras tan amable de
hacernos un bosquejo?
Tiara se levant con cierta resistencia, pues no
contaba con una demostracin frente a las burlas
del curso. Haciendo caso omiso del rubor que con
seguridad se haba apoderado de sus mejillas,
enfrent el desafo que ella misma se haba
impuesto. Temblorosa, sosteniendo a duras penas
el trozo de tiza entre sus dedos, dibuj un biciclo
desproporcionado, con una rueda ms grande que
la otra, con una tercera a medio camino, como un
velocpedo.
Es la chancha del Diego? coment alguien.
Un catre! respondieron.
Pascuala! reaccion Diego, indignado.
Esa no es mi bici!
Claro que no lo es intervino el profesor.
Nadie con dos dedos de frente dira que eso es una
bicicleta. Es cosa de abrir bien los ojos. Veamos lo
que Tiara se propone. En todo caso, tendr que
bajarte la nota en artes plsticas.
La nia prosigui como si nada, alentada por el
entusiasmo que cada trazo provocaba en ella,
comprobando as la satisfaccin de ver realizado el
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primer acercamiento a la materializacin de una
idea.
Bueno coment el profesor, este
problema no tiene mucho que ver con aritmtica,
pero s con fsica y mecnica. Aunque a Diego no
le corresponde como materia, daremos el
problema a los alumnos de los cursos superiores.
Las risas y comentarios de los ms grandes
terminaron como por encanto. Se produjo un
silencio tan profundo, que la tiza, rasguando la
pizarra, destemplando los odos por unos instantes,
fue la nica voz que habl en el aula.
Y ese valo? pregunt el profesor.
Es el huevo que desayuna todos los das!
Silencio! advirti el maestro. Ms
respeto! Qu es lo que ms recalcamos en esta
escuela? Respeto, respeto y ms respeto!
Es una vakaama explic la
nia.
Una qu...?
Pero si lo dijo clarito la chica coment un
gracioso.
Silencio! volvi a sentenciar el profesor.
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Es una vaca enamorada hasta las patas
insisti el chistoso.
Esa vaca que dice replic la nia con enorme
desplante, se escribe con c. Esa consonante no
existe en la escritura rapanui. Por eso, tonto, la
vaka de la que hablo se escribe con k y significa
algo muy distinto.
Ya, basta! advirti el profesor. Un
comentario ms y se irn amonestados a la
direccin.
Es una balsa con un balancn, to Tato
continu la nia con exagerada calma. Mi
abuelo dice que el balancn evita que se vuelque.
Entonces, si la bici fuese montada sobre la balsa, al
pedalear, la cadena hara girar un remolino que
salpica el agua.
Tarea para los de sptimo y octavo seal el
profesor. La rueda. Analizar el principio
mecnico que le permite girar. Investigar el
principio fsico del molino y su aplicacin para
utilizar el viento o el agua como energa
impulsora, tal como las aspas que movan los
motores a vapor en el siglo XIX. El tema tambin
-
32
ser parte de la materia de historia para los de
quinto y sexto.
Pero, cmo le pone odos a la tonta de la
Huevito? coment alguien.
A ver, a ver advirti el profesor.
Digo explic el alumno sorprendido que
cmo resolvemos este casito.
Aqu, joven. En la misma escuela estn las
respuestas. Una vez concluida la primera parte de
la tarea, se abocarn al estudio de la idea del abuelo
de Tiara. Y no importa que est muerto. No quiero
excusas. Dibujarn el proyecto como corresponde,
con las dimensiones a escala. Tendrn nota por
eso. Y luego calcularn el volumen de la rueda, el
tamao de las aspas, el material de que estn
hechas para que la fuerza empleada provoque el
movimiento deseado.
No tuvo ms palabras. Invit a Tiara a sentarse,
en medio de las miradas de los varones ms
grandes, que la habran pulverizado con los ojos si
hubieran tenido el poder de hacerlo.
Un golpe tremendo, seguido de un silencio
inquietante, dej paralizados a todos los alumnos
del curso. El profesor mir atentamente a cada uno
-
33
de esos nios y ellos lo miraron pidiendo auxilio a
gritos.
Ratones? musit el maestro, celebrando su
propia ocurrencia.
Elefantes! coment uno de los muchachos,
muy serio.
A nadie le caus gracia el comentario y coincidi
con el gritero en el piso de arriba. Pero, quines
podan hacer tanto alboroto? Ms de alguien haba
comentado que en el dormitorio abandonado del
segundo piso habitaban fantasmas. Se oyeron risas
de nios, tmidas al comienzo, luego ms atrevidas.
Un nuevo estruendo se sum al anterior, con el
efecto del eco, porque fue ms de uno el que se
sinti, provocando la hilaridad desenfrenada de
aquellos espectros, si es que en verdad lo eran. El
profesor y los alumnos se observaron mutuamente
en silencio.
Pies descalzos corran por el segundo piso. El
profesor enmudeca.
La campana, ms sonora que nunca, hizo trizas el
miedo que se haba apoderado de las almas de
aquellos muchachos y, al instante, salieron como
cuetes que alimenta el viento hacia la tranquilidad
-
34
momentnea del comedor. Les esperaba la leche
caliente y el pan amasado de la ta Elvira.
Tiara, sin embargo, permaneci inmvil en su
asiento.
No sales a recreo? pregunt el profesor con
la voz temblorosa y sin levantar la cabeza de su
libro de clases, disimulando la inquietud que le
haba causado el reciente suceso.
La nia se levant dificultosamente y se dirigi al
comedor junto a la cocina, donde el bullicio de los
muchachos llenaba el recinto. Desde un comienzo
la evitaron. Diego se hizo el desentendido,
manifestando su rechazo; deseaba demostrar a sus
compaeros que nada lo una a la trastornada que
tena tales ocurrencias y que lo nico que le
gustaba era llamar la atencin.
Tiara sac la pitilla que siempre llevaba en su
bolsillo y se puso a jugar al kaikai, tal como lo
haca con su amiga Yara en los recreos. La record
con nostalgia y lament haberla dejado partir antes
de tiempo. La nia sinti como nunca la profunda
nostalgia que le provocaba la ausencia de la nica
compaa que siempre tuvo en la escuela. Durante
aos se sinti privilegiada de contar con su gran
-
35
amiga. Cmo la extraaba! Por primera vez senta
tan hondo la orfandad que le produca la falta de
una amistad que se extingui de pronto, como una
vela encendida que irremediablemente se
consume al paso de las horas. Ella haba sido una
luz en medio de las tinieblas. Qu distinto sera si
Yara no se hubiera marchado para siempre de la
noche a la maana! Haba partido abruptamente,
sin despedida, de madrugada, coincidiendo con el
arribo de aquel barco gigantesco, atiborrado de
turistas. Haba sido como una aparicin
fantasmagrica, semejante a una ballena invernal.
Lo cierto fue que luego de aquella aparicin
repentina, al levantar anclas el barco con sus
incontables pasajeros y tripulantes, tambin parti
su gran amiga y dijeron ms tarde en el poblado
que Yara y sus padres abordaron sin
remordimientos la nave, porque all lo que ms
haba era trabajo bien remunerado.
Ahora, como un madero a la deriva, pens que
convivir con aquellos fantasmas del segundo piso
era mejor que hacerlo con sus compaeros de
escuela, que la abandonaban, desechndola como
un resto de basura, ignorndola por completo. Si
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36
pudiera, si en ella estuviera el poder de remediarlo,
quera ir al piso de arriba y mirar cara a cara a los
espectros.
Y fue lo que hizo.
El piso de arriba
IVlientras tanto, Diego no dejaba de observarla,
convencido de que Tiara jams intentara cruzar
esa puerta clausurada. Haba sido cerrada hace
algn tiempo y desde entonces nadie suba al
segundo piso.
Esta Pascuala! coment, Diego, con
sorpresa.
Asombrado comprob que Tiara era ms tozuda
de lo que pensaba. Ella se dirigi a la puerta de
mao y la empuj, haciendo ceder los tornillos
oxidados que sostenan una aldaba corroda por el
tiempo y la humedad.
-
37
Diego qued perplejo de asombro. Cmo pudo
abrir ese candado? Es que haba conseguido la
llave en alguna parte?
Con extremada lentitud, Tiara se aferr al rstico
pasamano de la escala y subi peldao tras
peldao, sin dejar de pensar que su audacia iba tal
vez demasiado lejos. El
-
38
-
39
corazn brincaba en el pecho de la nia, con-
teniendo la respiracin, como si el aire all fuese
un bien escaso.
Cientos de pulgas comenzaron a saltar del polvo a
las piernas de Tiara. Picaban desaforadas, como si
hubiesen esperado por aos la visita de alguien a
quien darle la bienvenida.
Al llegar al piso superior se hall en un lugar
estrecho y asfixiante. Un velo de polvo suspendido
o de bruma colada a travs de alguna ventana sin
vidrios daba la impresin exacta de lo que haba
imaginado: un refugio de fantasmas.
Los ojos de la nia se habituaron a la oscuridad
reinante y paulatinamente aparecieron los objetos
que albergaba el antiguo dormitorio: una hilera de
catres de hierro, mal pintados de blanco, veladores
de madera con el esmalte descolorido, un enorme
ropero, tambin descascarado, arrimado a un muro
de sombras. Qu lindo sera si en cada catre
aguardase un nio con los ojos atentos, en
disposicin de recibirla como amiga!
Tiara se sent en una cama. Las tablas desnudas,
atravesadas a lo ancho del catre, aguardaban un
colchn que las cubriera. Entonces, imagin qu
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40
sera de ella si tuviera que compartir ese lugar con
otras internas y evitarse el fatigoso traslado diario
de la casa a la escuela. La quietud del lugar invitaba
a dejarse llevar por el envolvente rumor que
provena del exterior; la brisa incansable, el
constante ir y venir de las olas cercanas la fueron
acunando en un clido recogimiento. La nia se
tumb de lado sobre aquellas tablas desnudas y
mantuvo la mirada perdida. Cerr los ojos por fin y
escuch claramente las risitas que se ocultaban en
los rincones del recinto.
No tuvo voluntad para abrir los ojos, escapar de
all y regresar de inmediato a la seguridad de su
aula. Se sinti dominada por la sensacin de estar
atrapada y tuvo la conviccin de que no saldra tan
fcilmente de ah. Varios nios se acercaron, sin
hacer el menor ruido, como si no tuvieran pies
para desplazarse o bien no tocaran el suelo
mientras caminaban. En un dos por tres la
rodearon, observndola con una curiosidad
inquietante.
Tiara se levant, tal vez sinti que lo haca con
exagerada lentitud.
-
41
Hola! dijo por fin la nica nia que
integraba aquel grupo extrao. Me dicen la Ese y
soy de la caleta. Y t?
Pareca una luminaria, con su blanca dentadura
contenida en una boca expresiva, que rea de
buena gana ante el asombro de sus compaeros,
quienes permanecan ms apartados. Observaban a
Tiara desde el borde de sus camas, evitando
moverse, como si la nia que los visitaba fuese un
fantasma aparecido a plena luz del da.
Hola respondi. Me dicen la Huevito,
perdn, la Pascuala, Tiara, y vivo en Caleta Chica.
Huevito?
Cuando chica me lo pasaba comiendo huevos
respondi.
Y cmo te gusta que te llamen, Pascuala?
Tiara.
Qu bonito! Pero aqu sers la Te. Y a
ti?
-Qu?
Cmo te gusta que te llamen?
Ese\ repiti. As me gusta. Dime Ese, no
ms.
Y en qu caleta vives?
-
42
Bueno, ahora dud un instante... en
ninguna. Vivo en la escuela.
Como aqu estn los hombres, por el momento
duermo en la pieza de la seorita Emilia. Dicen
que cuando lleguen ms nias habr un dormitorio
para nosotras y voy a dejar tranquila a la directora.
Viniste a quedarte? Sera regeno, porque as el
padre nos manda a hacer al tiro otra pieza.
Es que yo no vivo lejos respondi Tiara.
Slo tengo que balsearme. Balsearte?
Cruzar en bote, en lancha. No tengo que
dormir en la escuela. Vivs con tus paps?
S, en mi casa. Cmo se llama tu mam?
Vernica Hito. Y tu pap? Juan
Alberto Miru. Y te quieren?
S, mucho. Tanto como yo los
quiero.
Qu pena! se lament de veras la nia.
Habramos sido yuntas.
Igual podemos ser amigas respondi Tiara.,
Es que no es nunca lo mismo. Pero no
me dijiste el nombre de tu
caleta.
-
43
Caleta, no ms, sin nombre. Estaba junto al ro,
debajo de un puente. Era nuestro hogar, entends?
Soi medio dura de mollera, ah! Caleta, caleta, ah
vivamos todos nosotros, caleta de cabros. Mira, te
los voy a presentar. Tenemos visita, chiquillos.
Cacharon, verdad? Estn presentables? Es lo
correcto coment la Ese, mientras les pasaba
revista con la mirada. Haba cario en ese gesto.
A ver, familia, acrquense pa' que la Te los
conozca.
Ellos no reaccionaron, limitndose a bajar la
cabeza en seal de asentimiento. Los muchachos,
un tanto perezosos, al tratar de incorporarse
hicieron que se deslizara una de las tablas y ellas se
corrieron, arrastrando el resto del entablado, con
un chiquillo y todo. El desplome del muchacho
provoc la risa de sus compaeros.
El cado del catre es Luis dijo la muchacha, y
la risotada fue general. El nio, muy delgado y de
baja estatura, envuelto en una nube de. polvo,
trataba de mantener fresca la sonrisa que ocultaba
el bochorno que lo mantena pegado al piso, sin
poder levantarse.
-
44
Pero no fue la nica cada, porque de inmediato
el entablado de otra cama tambin se fue al suelo,
levantando una polvareda que amenazaba con
oscurecer el recinto.
Y el otro cado del catre sigui presentando
la muchacha es el Simn.
Dos muchachos yacan tendidos sobre las pesadas
tablas que se haban desplomado sobre el piso,
dejando un reguero de tablas a su alrededor.
Esos son el Douglas y el Leuquipn agreg la
muchacha, en medio de una risotada. No somos
muchos, pero aqu nos tratamos como hermanos,
como que igual nos tenemos terrible de respeto.
El regocijo provocado por el desplome sucesivo
de catres los mostr como chicos de carne y hueso.
La muchacha, alegre y entusiasta, abraz a sus
compaeros, y entre carreras, manotazos y
pisotones perdieron toda compostura y la algaraba
fue total.
En medio del desorden se sintieron las pisadas
apresuradas de quienes suban al segundo piso,
atrados por el alboroto. Un sacerdote se present
repentinamente en el lugar. Vesta una larga
sotana, cubierta a medias por un abrigo acolchado.
-
45
A pesar de su aparente enojo, el gesto amable del
hombre bonachn, con sus dientes separados y una
ancha sonrisa iluminando su rostro mal rasurado,
colmaron de paz el recinto.
Qu cagnara es sta, per la Madonnail
exclam el religioso.
Le segua un hombre joven, medio dormido, que
ms pareca un nio por su semblante de sorpresa
y algo de picara complicidad en la mirada. Una
seorita, en camisn de franela y con una
maanita sobre los hombros, apareci de la nada.
Ante la repentina presencia de quienes
irrumpan en el recinto, los chiquillos se volvieron
a ellos con la actitud de quien espera una
reprimenda. Sus rostros de alegra se tornaron de
sorpresa, atnitos, con ojos desmesurados, como
los que a veces exhiben quienes han estado
recluidos por un largo tiempo, sin ver la luz del
da.
Orden! advirti en voz alta la joven. A
ver, chicos! Qu desastre es ste?
Todos, sin que ninguno se restara, colaboraron
en poner las cosas en su lugar. Recuperaron las
tablas desprendidas de las camas y slo de vez en
-
46
cuando dejaron escapar una risa, al evocar la
situacin que tanto regocijo les haba causado.
Eso es! dijo la joven, alentando la buena
disposicin de esos muchachos. As es como
debe ser!
Aquel rostro, ese timbre de voz, autoritario y
calmado, aquella figura menuda pero saludable, le
parecieron a Tiara los atributos de una persona
conocida.
Eco, ragazzo coment alegremente el
religioso. Acto seguido se dirigi a la joven:
Emilia, podemos ocuparnos de esos maderos?
S, padre respondi ella, cerrndose todava
ms la maanita a la altura del pecho. Algo hay
que hacer para cambiar esas tablas.
Emilia?, repiti Tiara en su mente. Sera la
misma ta Emilia en la que pensaba? De pronto,
record la fotografa que haba visto en el muro de
la oficina de la directora. Estaba vestida con
excesiva formalidad y en sus manos sostena un
enorme diploma. La expresin de su rostro era el
retrato de la felicidad. En el retrato apareca diez
aos ms joven y era exactamente la edad que
exhiba esta seorita que acompaaba al sacerdote.
-
47
Bueno exclam a su vez el profesor, me
encargar de esas tablas.
Qu bien! replic la joven. Haga meo,
Renato.
El joven se dio media vuelta para marcharse por
la misma escalera que lo haba llevado al segundo
piso.
Renato?, tambin son conocido el nombre en
la cabeza de la nia.
Sera el mismo to Tato, su profesor de todos los
das?
Todos nos ocuparemos del problema repiti
el sacerdote y sali tras los pasos del hombre joven.
La ta Emilia, la directora de la escuela en
persona, ya ms tranquila, por la buena disposicin
de los muchachos, abandon el dormitorio por una
puerta contigua.
Tiara sinti que su corazn daba ms de un
brinco. La campana puso fin al recreo. Su reaccin
impulsiva fue salir corriendo, sin darse tiempo para
explicaciones, ni menos para despedidas
embarazosas. Sin embargo, una mano pesada la
remeca del hombro.
-
48
Tendida sobre un costado, tal como se haba
dormido, abri los ojos y despert frente a la
preocupada mirada de Diego.
Tiara, despierta! le dijo su compaero, al
tiempo que no dejaba de rascarse las piernas, por
encima del pantaln largo. Hace rato que son la
campana y como no llegabas nunca a la sala...
Bajo la pasarela
JJiego se mantuvo en silencio durante la jornada
de clases, arrepentido tal vez de haber entrado en
ese recinto prohibido, evitando toda posibilidad de
comunicacin con Tiara. La comezn de las
picadas de pulga no lo dejaba en paz y cada vez que
se rascaba deba simular frente a sus compaeros,
para no provocar preguntas indeseadas y las burlas
inevitables, con el bochorno que provocaba la
crueldad de sus compaeros. Lleg a pensar que la
inconfortable situacin a la que estaba sometido
-
49
era el merecido castigo por transgredir una norma
impuesta por la direccin de la escuela.
Tiara soportaba el silencio de su compaero
como un golpe despiadado, directo al corazn.
Estaba dolida, pero no albergaba rencor alguno.
Saba que aquella ofuscacin de Diego era pasajera
y una voz interior le aseguraba que slo era
cuestin de tiempo y que la amistad entre ambos
volvera a la normalidad.
Las clases llegaron a su fin y los alumnos se
dispersaron en varias direcciones. Una parte de
ellos permaneci junto al embarcadero en espera
de los botes que deban pasar a recogerlos. La
lancha del pap de Diego arrib casi al mismo
tiempo con otra embarcacin que luego enfilara
un rumbo distinto, transportando nios. Los
muchachos abordaron ordenadamente los botes.
Diego se acomod en el de su padre, olvidndose
de Tiara.
Hazle un huequito a la Pascuala advirti el
lanchero.
Por un instante el muchacho se neg a
reaccionar. Tiara estaba a punto de protestar de
-
50
impotencia. No lograba entender tanta
indiferencia.
Diego! insisti el hombre. Est sordo,
hijo?
El muchacho, deseando hundirse en el asiento de
madera, soportando las miradas de los nios, se
apretuj cuanto pudo dentro del bote y Tiara
ocup el lugar estrecho que su compaero le
dejaba. Ambos sentan la respiracin agitada.
Durante el trayecto estuvieron atentos a las
reacciones mutuas, observando de lado el perfil de
cada rostro, dispuestos, quin sabe, a evitarse.
Diego hizo esfuerzos tremendos para no dirigirle la
mirada, ni la palabra. Y como la travesa era
demasiado corta, al acercarse el bote al
embarcadero, l se prepar para bajar cuanto antes.
Pero no pudo levantarse de su asiento, porque la
lancha no se arrimaba del todo a los maderos del
pequeo muelle y el patrn de la embarcacin, su
propio padre, le habra llamado severamente la
atencin por su imprudencia.
Lo que siempre te digo! sentenci el pap de
Diego. Las nias primero. Y como habl en
general, el muchacho tuvo que contener sus ansias
-
51
de salir huyendo. Ella tambin manifest apuro
por descender del bote, por lo que ambos se
levantaron casi al mismo tiempo.
Pap pregunt Diego, puedo
acompaarte?
Usted sabe, hijo, cmo se preocupa su madre
cuando no llega a tiempo de la escuela respondi
el hombre.
Me habra gustado ir contigo rezong el
muchacho.
Dejo a estos chicos y regreso. Ayude a la
Pascuala, Diego.
Tiara se apoy abiertamente en el hombro de su
compaero, obligndolo a sentarse de nuevo. La
nia dio un pequeo salto y alcanz el muelle. All
esper a Diego para tenderle una mano. Pero l no
la acept.
Ahora las mujeres son las galantes brome el
pescador.
Dame la mano insisti la nia.
Diego apret su mochila contra el pecho y
esquiv a su compaera, pasndola a llevar con
torpeza y casi la derriba sobre los maderos del piso.
Tiara se afirm en Diego, cogindose de uno de los
-
52
tirantes de la mochila, y en ese tira y afloja
estuvieron un par de segundos, ruborizados hasta
los cabellos. Entonces, como si repentinamente se
acordara de las picadas de pulga, Diego volvi a
rascarse las piernas.
Estos dos se las traen coment el lanchero,
celebrando a carcajadas la ocurrencia. Cuide
bien a la Huevito, Diego.
El motor fuera de borda ahog las risas de los
chiquillos que seguan viaje y la embarcacin se
alej dando pequeos tumbos sobre el agua, como
si tambin celebrara el ingenio de su dueo.
Mentolathum dijo la nia.
Qu? replic Diego, muy molesto.
Es bueno para las picaduras. -Qu?
El Mentolathum porfi ella. Todo
por tu culpa protest
Diego.
Te acuerdas de los ruidos que escuchamos?
Qu ruidos?
Esos que venan del piso de arriba.
Qu pasa?
Los tengo atravesados en la garganta
coment Tiara.
-
53
Que yo sepa, los huevos no tienen espinas se
burl l con alevosa.
Ya, Diego! Si es en serio protest ella. Es
que no puedo guardar el secreto. Y a m qu me
importa! Te digo lo que hay en el piso de
arriba?
No me interesa. Es que no sabes lo que
descubr. Estas loca! No sabas que est
prohibido?
T tambin subiste. Por qu no te habr
dejado all para que te comieran viva las pulgas!
Te gustara saberlo?
No pienso subir all nunca ms en mi vida.
Diego perdi el control de su mochila, que se
desliz hasta el suelo, quedando completamente
desarmado.
Pobre de ti que sea otra de tus tonteras
amenaz con dureza.
Despus que hagamos las tareas nos
encontramos aqu mismo. De acuerdo?
Ser despus del t afirm Diego.
Y trae tu bicicleta agreg Tiara.
Y por qu mejor no traigo el horno elctrico
de mi mam? replic con irona.
-
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Lo que dije en la maana fue sin querer
respondi ella.
All se separaron, porque el camino a sus casas se
haca por pasarelas que se apartaban, bifurcndose
hacia el bosque impenetrable y que slo
convergan frente al embarcadero.
Tiara no pudo esperar hasta la hora del t para ir
al encuentro con Diego. Recogi un viejo balde de
plstico en desuso, uno de aquellos trastos que
alguna vez fue tiesto de pintura, y lo arrastr fuera
de la casa, evitando ser sorprendida. Lleg antes a
la cita. Aguard unos minutos, pero no haba
seales de su amigo. Ocult el balde entre los botes
y regres a la casa por ms objetos intiles.
Encontr un viejo tarro de lata, una cuchara de
madera, una tabla de alerce y un azadn comido
por el xido. Nuevamente, antes de salir del patio
de su casa, tom las precauciones para no ser
descubierta. Se dirigi con todos aquellos
cachivaches al sitio donde se encontrara con
Diego. Mientras esperaba trep a uno de los botes
ms altos y, haciendo equilibrio en el borde de la
embarcacin, observ pacientemente la pasarela
-
55
que conduca a la casa de Diego, rogando que nadie
se presentara en su lugar.
Al cabo de un rato apareci Diego caminando
junto su bicicleta. Ai no poder montar en ella y
pedalear a gusto, como era su sueo, se contentaba
con llevarla de paseo, como si fuera una mascota.
Mentolathum! y le ofreci una cajita de
lata, cuando su amigo estuvo junto a ella.
De nuevo con lo mismo, Pascuala? replic
Diego.
Ponte ahora mismo esta pomada dijo Tiara.
Qu? exclam Diego. Ests
loca?
Por qu? replic ella con absoluta
inocencia. Es muy buena para las picaduras.
Tengo las piernas llenas de pintas
rojas!
Ponte la pomada y listo.
Tengo que hacerlo en la casa, entonces!
Ven! Busquemos una caleta.
Estamos en la caleta.
Este lugar no sirve explic ella. Yo hablo
de algo ms oculto. Tiene que ser una caleta donde
nadie nos encuentre.
-
56
Igual no hay nadie protest Diego, al tiempo
que miraba en todas las direcciones.
Nunca faltan los curiosos replic ella.
No pienso moverme de aqu protest l.
Ni siquiera brincando con tu bici,
aprovechando tus picadas de pulgas? sugiri ella
con un dejo de picarda.
Brincando?
De eso tambin tengo que hablarte.
De qu?
Fue lo que hiciste cuando saltaste al agua, con
bici y todo.
De qu ests hablando, Pascuala?
De ahora en adelante tienes que usarla como
sea.
Cmo lo sabes si todava no te lo
cuento?
-Qu?
Que mi pap quiere desarmar mi
bici.
Para que no la uses?
Para construir esa canoa que se le ocurri a tu
abuelo.
Pero, cmo lo supo?
-
57
Yo le cont.
Y para qu le dijiste?
Para rerme de ti.
Lo ves, tonto? Te castig la boca, como se
dice.
Es que nunca pens que me escuchara. Ahora
no hace ms que transmitir con el asunto, insiste
que las balsas de pluma- vit son peligrosas y que
una bicicleta para el agua, como l la llama, sera
ms segura.
Ahora con mayor razn tienes que
demostrarle que puedes usar tu bici, a tu manera,
en tu estilo.
Tiara recogi los cachivaches y se alej saltando
de bote en bote, haciendo equilibrio con la carga
que llevaba. Diego camin por la pasarela, en la
misma direccin de Tiara, arrastrando la bicicleta.
La nia se dirigi hacia una cavidad que se
produca entre la roca y la parte inferior del
pasadizo de madera. Desde ah llam a su
compaero, asomando apenas la cabeza.
Ven, sigeme!
No voy a bajar! protest Diego desde la
baranda.
-
58
Aqu es increble!
No puedo dejar mi bici porfi.
Salta con ella! respondi Tiara con el nimo
encendido.
Tiara se ech a rer de felicidad, como nunca lo
haba hecho. Diego esper que la nia cambiara de
idea y regresara donde l aguardaba. El tiempo se
estir como la melcocha y Diego perdi la
paciencia. Comenz a descender por la superficie
rocosa, aferrado a la bicicleta, sujetndola con
ambas manos. Las extravagantes ocurrencias de
Tiara se apoderaron de su mente y pens montar
en la bicicleta; por un instante, como un chispazo
de luminosidad, se vio haciendo equilibrio, con los
pies bien puestos en los pedales, apretando los
frenos, dando brinco tras brinco, hasta acercarse a
la entrada del escondite que haba descubierto su
compaera. Sin
darse cuenta siquiera, haba descendido un par
de pasos en direccin al refugio, pero en ese
instante resbal una de las ruedas y Diego se
ech sobre la roca, como una lagartija que salva
su pellejo bajo la luz del sol. Entonces fue Tiara
en su ayuda. Ella sujet con las dos manos la
-
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bicicleta y ambos la arrastraron hasta el
escondite. Pero el muchacho acept a
regaadientes la invitacin a entrar en aquella
caverna, suspendida sobre el mar.
Casi, casi coment ella, estirando la
comisura de los labios hacia las mejillas, como
diciendo casi, casi lamentamos una tragedia.
Diego no disimulaba su molestia y se habra
marchado de all enseguida, si la partida fuera
menos complicada que la llegada.'" Acept
sentarse, incmodo e inseguro.
Esta ser nuestra caleta prosigui ella,
como si nada.
Qu caleta? protest l, por fin.
Ahora, ponte cmodo. Pero lo primero es lo
primero.
Qu cosa?
Arremngate los pantalones.
-Qu?
Vamos a calmar esa picazn.
Mientras Diego se suba las piernas de su
pantaln, Tiara se dedic a cubrir con pomada cada
picada de pulga. Estaba asoro- chado, a punto de
-
60
morirse de vergenza. Ella, en cambio, como si
nada.
Tendremos que traer ms cosas de
la casa.
Para qu quieres estas porqueras?
Este balde es para lavar nuestras cosas
explic Tiara. -Qu?
Diego se apresur ella. Entiende que aqu
vamos a convivir.
Yo no pienso estar un minuto ms
aqu!
Escucha rog la nia. Una caleta es como
un hogar verdadero. Aqu seremos como una
familia. Nos cuidaremos el uno al otro,
compartiremos la comida, la ropa de abrigo, las
revistas; podemos traer una radio y escuchar la
msica que nos gusta, sin que nadie... Ah,
momento! Eso no, porque ah s que nos pillan.
Pero aqu estaramos como rico Pancho Gmez.
Qu dices?
Aqu la vida puede ser muy emocionante!
Podemos cerrar los ojos y escuchar el ir y venir de
las suaves olas, que sera como
-
61
-
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el torrente de un ro. Entonces, podemos ver la
ciudad maravillosa que est sobre nosotros. All los
chicos se refugian en caletas como sta y el ro es
como un padre para ellos. El les lleva todo lo que
necesitan, arrastra sillas, colchones viejos y hasta
podra darnos una mesa para las horas de comida.
Los alimentos s que no podemos obtenerlos del
ro, porque a l slo llegan desperdicios. Lo que
queramos comer tendremos que salir a buscarlo.
Pero no ests pensando en tu casa o en la ma.
Podemos dividir en dos la ciudad. T irs hacia un
lado y yo hacia el otro, buscando lo que sea
necesario, incluso dinero.
Quiero irme!
Aqu seremos alguien. Entiendes? Yo ser la
Te y t sers el Deivid.
Y por qu el Deivid, si me llamo
Diego?
Es que no s cmo se dice Diego en ingls. Si
quieres te puedo llamar Jonathan o Braian. Deivid
es muy importante porque es el nombre del
navegante ingls que vio de lejos la isla donde
nacieron mis padres y mis abuelos. Todo el mundo
-
63
conoca a la Isla de Pascua como La Tierra del Deivid.
Tengo que irme!
No puedes irte, lo siento respondi ella con
una seguridad que daba miedo. Por qu no?
Porque an no te cuento el secreto. No
me interesa.
Lo escuch ayer en el piso de arriba.
-Qu?
Todo de lo que te habl. As son los chicos que
viven en las grandes ciudades. Esos que no son
tomados en cuenta, esos chicos que nadie infla y
deciden vivir en una caleta como sta. Me sigues?
No pienso escucharte! Ests diciendo puras
leseras.
Oye, te acuerdas del estruendo de
ayer?
S, s me acuerdo. Bueno, yo sub al piso de
arriba, como ya sabes. Entonces, de repente, me
encuentro con ellos.
Con quines?
Con los que me contaron todo lo que te acabo
de decir.
Pero si no me has contado nada!
-
64
Cmo que nada?
Nada!
Pero si no hago ms que hablarte
de eso!
De qu?
Del ro que atraviesa la ciudad, desde la
cordillera al mar, y que en sus aguas arrastra todo
lo que se necesita para vivir en una caleta. Bueno,
no todo. Te deca que tendremos que dividirnos; t
irs en un sentido y yo en el otro, para que no nos
topemos, porque sera prdida de tiempo. Ah!
Esto s que es bueno! Puedes ir en tu bici!
Cmo lo sabes?
En la ciudad es distinto, Deivid se apresur a
explicar ella, evitando nuevas interrupciones.
Junto al ro que atraviesa la ciudad de punta a cabo
y llega al mar, se extiende un parque maravilloso.
Un bosque en medio de las enormes avenidas.
Porque en la ciudad la gente no camina por
pasadizos estrechos como estas pasarelas. No,
Deivid. Las calles son anchas y tan largas que se
pierden de vista a la distancia. Tienes que andar
mucho para ir de un punto a otro. Y ese parque es
el paraso de los biciclistas, que escuchan msica
-
65
mientras pedalean. La llevan en el bolsillo y con
unos botoncitos ensartados en sus orejas escuchan
directamente lo que ms les gusta, mientras pasan
aviones sobre sus cabezas.
Paraso de los biciclistas? se mostr Diego
un poco ms interesado.
S, porque ellos pueden desplazarse de un
punto a otro por caminos muy planos donde la
bicicleta es duea y seora. Por esos caminos slo
pasan bicicletas. Ellos no son arrollados por
personas que ocupan todo y no dejan pasar a nadie
como ocurre aqu, donde los pasadizos son
estrechos, puestos en desorden con diferencias de
nivel. Adems, los que vivimos aqu no dejamos
espacio para tu bici. En la ciudad es distinto,
Deivid. Es fabuloso. Los biciclistas pueden subir y
bajar escaleras con sus bicis, hay enormes
plataformas elevadas para dar saltos y volteretas en
el aire. Es fantstico! Los biciclistas compiten en
estadios repletos de gente y en los parques, algunos
trepan por los troncos de los rboles.
Diego la escuchaba con la boca abierta, sin
atreverse a contradecirla. Estaba fascinado con el
relato de Tiara.
-
66
Para los vehculos sigui ella hay grandes
avenidas, largas, interminables, por donde pasan
miles de autos, buses y camiones. En cada esquina,
cuando dos caminos parece que terminan y se
encuentran, formando un cruce, hay luces de tres
colores: roja, amarilla y verde. En ese orden hacia
abajo. Cuando llegas al cruce y est encendida la
roja, tienes que detenerte. Y tienes que hacerlo,
porque as evitas que puedas arrollar un automvil,
un microbs o un vehculo de los carabineros.
Porque ah s que ests frito: te llevan detenido
enseguida. Pero cuando la luz roja cambia a verde,
puedes seguir pedaleando como si nada, feliz de la
vida.
Y la luz amarilla?
Esa es un aviso, es para decirte que no podrs
cruzar al otro lado de la calle, porque la prxima
luz que viene es la roja. La ciudad es enorme y
tiene de todo lo que puedas imaginar. Almacenes
con ventanas para observar la mercadera que hay
en su interior. Algunos tienen varios pisos, un
almacn distinto encima del otro; uno con ropa de
nios, otro con ropa de mujer, otro para los hom-
bres y otro para los jvenes. En un almacn se
-
67
pueden comprar aparatos elctricos, como el
horno de tu mam; en otro se compran cosas para
la casa, muebles y alfombras. En el corazn de la
ciudad hay una pantalla gigante. All van todos
cuando Chile juega ftbol con otro pas. Se
encuentran las personas, pero nadie se saluda
porque no se conocen.
Pero cuando Chile gana todos gritan al mismo
tiempo, se abrazan a coro y empiezan a saludarse
entre ellos. Lo ves, tonto? Es que no te das
cuenta? Desde esta caleta podemos sentir lo cerca
que est la ciudad, enorme, fabulosa, y podemos ir
por sus calles para mirar a la gente que pasa y
machetear.
Machetear?
Pedirles una moneda, Deivid, para comprar lo
que queramos.
Pedir plata? Como los mendigos?
Pero debemos cuidarnos de los carabineros.
Porque ellos saben en lo que andamos, entonces
van a seguirnos y tendremos que salir corriendo. Y
a lo mejor vamos a tener que saltar desde la calle al
ro para librarnos de los pacos y vamos a quedar
adoloridos del cuerpo, como le pas a la Ese.
-
68
A quin?
A la Ese, una chiquilla que duerme en el piso
de arriba.
Quin es ella?
Djame seguir lo interrumpi Tiara. En
todo caso, pase lo que pase, t y yo nunca nos
vamos a separar, porque seremos como hermanos.
-Qu?
El uno es del otro y el otro es de uno.
Imagnate al Leuquipn. Tena seis aos cuando
falleci su abuelita y qued en la calle, porque no
tena a nadie ms en la vida. Se fue a vivir con
otros nios en una caleta, debajo de un puente. Se
lo ha recorrido todo, conoce todos los cantos del
ro, sabe cundo est contento, cundo
desdichado.
Ests delirando!
Mira, cuando entr al dormitorio estaba lleno
de camas, como de hospital. En cada cama haba
un nio. Entonces, ellos al verme se levantaron
para saludarme, para darme la bienvenida,
entiendes? Una de las camas se cay y se produjo
el descalabro. Nos remos, porque junto con la
cama se cay el chiquillo que estaba en ella. Y
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como todos se mataban de la risa, se fueron al suelo
y se desat la batahola. Eso fue lo que escuchamos
en la sala: eran los cabros de arriba que se caan del
catre como sacos de papas.
Ests inventando!
Es la pura y santa verdad!
Me voy!
Primero tengo que terminar con esas picadas
de pulga.
Termina de una vez!
Diego, todava con el pantaln arremangado, se
incorpor tan de repente que se golpe la cabeza
con las tablas de la pasarela. A duras penas logr
sacar la bicicleta fuera del escondite y a
regaadientes acept que Tiara le ayudara. Entre
los dos la arrastraron y luego la levantaron hacia la
pasarela, resbalando a ratos, porque la humedad
proveniente del mar comenzaba a cubrir las rocas,
como una llovizna. Diego mostraba su molestia
dando fuertes tirones del manubrio, como si
quisiera evitar que Tiara pusiera sus manos sobre el
asiento o la rueda trasera.
\Deivid, mira! advirti ella. Justo encima
de nosotros se alza una pantalla gigante,
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perfectamente iluminada, para que la distingan
hasta los helicpteros que giran sobre nuestras
cabezas. Si te fijas bien en la preciosa imagen que
nos mira, te dars cuenta de que una mujer muy
bella nos dice: sonran, sonran.
Pero Diego no respondi y se volvi a mirar una
vez ms a su compaera. Si en ese momento
hubiese expresado lo que pensaba, habra dicho:
ests ms loca que una cabra!
No hicieron ms que terminar de trepar hasta la
pasarela cuando descubrieron que eran observados.
El alcalde de mar se acerc con la inquietud
pintada en su cara curtida por el agua salada.
Solitaria en casa
Hola salud. Est tu pap?
No respondi la nia, sali temprano y
todava no ha vuelto.
Diego aprovech la distraccin de Tiara y se
alej, arrastrando su bicicleta; a ratos corra, como
si quisiera montar en ella; luego, suba los
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escalones con la bici al hombro, hasta que se
perdi de vista.
Bueno, al menos podr hablar con tu mam
dijo el hombre.
S, ella s que est respondi la
nia.
Mientras se dirigan a la casa, Tiara se preguntaba
si el alcalde de mar haba descubierto el escondite
debajo de la pasarela. De ser as, se vera obligada a
no regresar nunca ms a su propia caleta, que con
tanta ilusin deseaba compartir con Diego. Se
molest con su amigo por salir huyendo de esa
manera, como si fuesen cmplices de algo malo.
No era posible que se alejara del modo que lo haba
hecho.
El alcalde de mar caminaba cabizbajo y en
silencio. La noche se anunciaba con todas sus
seales; los pjaros desaparecieron de pronto y
hasta se detuvo la suave brisa que se deja sentir
durante el da. Era la hora de la conciencia. La hora
en que la naturaleza habla con su quietud.
El recogimiento se apoder de la nia. Las
lgrimas de su pena no corrieron por sus mejillas.
La noche la cubra con su manto de soledad.
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Caminaba cabizbaja por un tnel de hielo y quien
la acompaaba no era ms que otro de los tantos
fantasmas que encontraba cada da.
Mam! llam desde la puerta. Buscan a
mi papito.
Adelante respondi la madre y sali a recibir
al alcalde de mar, que entr en la cocina de la
modesta casa y acept tomar asiento. Le sirvo
un t?
No lo voy a rechazar respondi el hombre y
se quit el gorro de lana que cubra su cabeza.
El sali bien temprano explic la mujer,
mientras verta el agua caliente de una tetera
ennegrecida por el fuego. Con el hijo mayor se
fue.
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Ese es el problema coment el hombre.
Qu problema?
Que no escucha razones.
De qu se trata esta vez?
Que no puede ir de pesca con el hijo mayor.
Ah! exclam ella.
S, pues reiter. Si se lo he dicho tantas
veces. Pero no entiende.
A lo mejor anda en eso.
Es que ahora tiene que ir a Puerto
Cisnes.
Pero cmo ha de ir tan lejos protest ella.
La Capitana de Puerto le puso una multa. No
ve que su hijo no puede salir a pescar sin el
permiso respectivo?
Por Dios, qu duros de cabeza estos hombres!
As no ms.
Y usted no pudo ayudarlo?
Pero si lo hice se excus el visitante. Se lo
advert hasta el cansancio. Ni caso que hicieron.
Ahora tienen que presentarse. En caso contrario
vienen los marinos y se los llevan por rebelda.
Ay, pero no me asuste, oiga.
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La pura verdad no ms digo. Me llam
especialmente el almirante de la Segunda Zona,
para hacerme presente que tiene infracciones
acumuladas contra el Pascual.
Tiara observ la preocupacin de su madre.
Cabizbaja, pareca a punto de llorar. La nia se
acerc a su madre y le alcanz el pauelo blanco
bien doblado que siempre llevaba consigo. Era un
detalle que tambin le haba dejado su amiga Yara.
As siempre estars preparada para un
imprevisto, le haba dicho. Nunca entendi a qu
tipo de sorpresa se refera, pero siempre lo
consider un recurso indispensable en medio del
mar, para secar la humedad salobre, capaz de cegar
la vista y provocar comezn en los ojos. Desde
entonces, siempre lo llevaba consigo. Sin embargo,
la mujer se concentr en las mamaderas de sus
hijos y el pauelo de la nia permaneci intacto
sobre el mantel de plstico anaranjado que cubra
la mesa.
Usted sabe dijo la mujer que andan
preocupados de los pescadores.
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Todos lo saben respondi el visitante,
pero las reglas deben cumplirse. En eso no hay
maa.
;Maa? exclam ella.
Es un modo de decir, doa, no lo tome usted
tan mal.
Tanto le dije que no aceptara ser presidente de
la caleta.
Pero eso no lo libera de cumplimientos que a
todos corresponden coment finalmente el
hombre.
El menor de los hermanos solt el llanto y la nia
corri a consolarlo.
Pero la madre, ms eficiente, fue a la cuna con la
leche que el pequeo reclamaba. Tiara se limit a
observar como su hermanito satisfaca su hambre y
dese con toda la fuerza de su corazn que el
pequeo fuera su hijo para tener el derecho de
alimentarlo, sin que nada ni nadie se interpusiera
entre ambos.
El alcalde de mar se volvi a mirar a la nia,
interrogndola con la mirada.
Este muchacho... rompi su silencio el
alcalde de mar.
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Diego? respondi Tiara. Y enrojeci de
inquietud.
S asinti el hombre. No estar pensando
hacer algo indebido?
Indebido? pregunt la nia con un hilo de
voz.
Qu intentaba hacer con esa bicicleta?
Andar en ella respondi la nia con absoluta
inocencia.
Cmo? replic el hombre, bastante
asombrado. Ah, en las rocas?
Lo que pasa, don... pero la explicacin que
rondaba su mente no se convirti en palabras.
Pensaban poner esa bicicleta sobre tu balsa de
plumavit? exclam el hombre.
No, seor alcalde respondi la nia,
suspirando como si le hubieran quitado un peso de
encima. La balsa no la usamos cuando hay
neblina.
Ah, qu bien! Eso me tranquiliza.
Tiara descubri el gesto de complicidad que le
haca el alcalde de mar y guard silencio. Luego, se
levant de la mesa y sali a la puerta de la
vivienda. All se sent a contemplar la noche.
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No se preocupe, seor alcalde escuch decir
a su madre. Apenas lleguen les dar su recado.
Es urgente, doa.
La puerta cruji al abrirse. Tiara se levant y se
hizo a un lado, dejando libre el paso al alcalde de
mar. En el umbral apareci recortada la figura
sombra del hombre. Un reflejo de luz amarillenta
lo rodeaba, dndole la apariencia de un espectro
frente a la oscuridad.
Me acompaas al muelle, Huevito?
Tiara camin en silencio junto al hombre, que se
dirigi al embarcadero.
Se me hizo de noche coment. Me pas
de la raya?
Cmo?
Habl ms de la cuenta?
Ah! replic ella. No, para nada.
Cmo que nada? Tengan cuidado con ese
juguete. Puede ser muy peligroso.
El alcalde de mar dej de regaar a la nia ante la
presencia de su asistente, que lo esperaba en el
bote. Abord la pequea embarcacin, se sent en
la popa y se subi el cuello de la chaqueta de pao.
Carios a la ta Lidia dijo ella.
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El alcalde de mar no respondi. Hubiese querido
volverse, pero el asistente ya haba girado el bote y
remaba con energa, alejndose rpidamente del
embarcadero. Tiara qued tan intrigada como al
principio de la visita del alcalde. Qu era lo que
en verdad saba el hombre?
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Los prncipes
A la maana siguiente despert asustada, con la
sensacin de haber dormido ms de la cuenta. Se
apresur para ir a la escuela. El sueo la haba
engaado; una voz interior le deca que lo vivido
esa noche era lo ms impresionante de todo lo
conocido hasta entonces, pero que no poda
recordarlo. Fue a la ventana para mirar hacia la
costa. Al ver que Diego no estaba, corri a la cama
de su hermano. Tal como lo temiera, Kiko y su
padre no haban regresado de la pesca durante la
noche. Se lav y visti a la carrera. Ni siquiera
prob la leche del desayuno. Sin despedirse de su
madre, fue a la puerta y sali a la maana con un
sobresalto en el pecho.
La madre de Diego, cargando con dificultad la
bicicleta, suba los ltimos peldaos, al final de la
pasarela que se internaba en medio de un racimo
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atiborrado de casas. Tiara se qued observndola
hasta verla desaparecer.
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Al parecer, su compaero ya haba cruzado a la
escuela en el bote de don Anselmo. Y no pens en
ella. Cmo no se tom la molestia de comprobar si
haba salido de la casa? Tampoco se preocup de
avisarle. Una seal habra bastado, un grito, un
silbido, y ella habra corrido a ocupar su lugar en la
lancha. Es que todava estaba enojado? Con
alegra record las peripecias del da anterior:
recordaba cmo se haba esmerado para
entusiasmar a Diego y hacer que cumpliera un
sueo.
Abandonada a su suerte observ el panorama
brumoso. La quietud sobrecoga y nada se poda
esperar de aquella neblina envolvente y
misteriosa. Tiara perdi la esperanza de que
alguien pasara y la llevara a la escuela. Tampoco lo
hara su padre, que pescaba muy lejos de all.
Observ un instante el ocano. Imposible ver en la
inmensidad que cubra la neblina. Qu tan lejos,
mar adentro, haban navegado su padre y su
hermano? La vaka poepoe era una nave de gran
tamao, con la proa y la popa muy elevadas. En
todo el archipilago no haba otra embarcacin
que la igualara. La haba construido el abuelo y
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Tiara record claramente cuando la repararon,
despus de muchos aos de uso. Los hombres
ensamblaron hbilmente la madera para rehacer
aquellas partes que se haban deteriorado con el
tiempo. De alguna manera, su hermano Kiko la
haba hecho participar en la restauracin del bote.
Tres das antes de botarla al mar, estuvieron pes-
cando para alimentar al nuevo lanchn. Kiko la
llev a la costa y la hizo recolectar caracoles,
pulpos pequeos, algas y jaibas, cuya carne serva
de carnada. Como una forma de nuevo bautizo, le
ofrecieron pescados como alimento, hacindolos
pasar una y otra vez por la borda de la flamante
embarcacin.
Tiara suspir con satisfaccin al evocar aquellos
das, cuando su condicin de nia no era un
obstculo para seguir en todo a su hermano.
Siempre dispuesta a imitarlo, no le perda pisada y
soaba con ser tan atrevida como l.
Esper que la densa bruma se alejara para ver el
volantn, manuhakerere, que su padre echaba a
volar cuando pescaba.
Como nica respuesta escuch en su mente el
cantar lejano que le recordaba su origen:
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E hakerere te manu , nae TuHereveri , e Ukaui, ka kau te umu ena. E TuHereveri ka haroharo mau, e Ukaui , ka
nekuneku mai. Mientras eleva su volantn, el viejo Hereveri, su mujer, la
vieja Ukaui, revuelve el curanto. Y
mientras Hereveri lo encumbra, Ukaui lo molesta tironendolo a l.
Y Tiara traduca mentalmente cada
frase.
La bruma avanz repentinamente hacia la costa,
rodeando a la nia como si quisiera devorarla. Ella
cerr los ojos y aguard temerosa; un ruido de
motor deba salvarla, un grito de advertencia, un
silbido haciendo que se levantara y se pusiera a
salvo. Nada de eso aconteci. Sin embargo, quiso
distraer su mente con la cuerda para el juego
Kai-kai, pero sus dedos estaban demasiado
entumecidos como para intentarlo. Sentada en el
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muelle, sinti que el fro, disfrazado de sueo, la
dominaba.
El volantn manuhakerere fue al encuentro de
la nia, azotando el viento, espantando la bruma,
abriendo un camino en medio de la espesura
blanquecina. Despus apareci la imponente
embarcacin de los prncipes. En la piragua
navegaban Kiko y el abuelo, que pareca un digno
jefe de su pueblo. En su rostro moreno de sol
mostraba dos lneas de color que cruzaban la piel
desde las orejas al nacimiento de la nariz, por
debajo de los ojos. Una hermosa pluma creca en su
cabeza, donde un moo mantena recogido sus
cabellos grises.
Abuelo se lament la nia al verlo en pleno
sueo, mi papito no viene para llevarme a la
escuela.
Y no vendr, querida nieta respondi el
anciano.
Se prepara para una dura competencia
repiti Kiko.
Abuelo, por qu aqu slo importan los
hombres y los nios pequeos?
Tambin las nias.
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No, abuelo. No es as. No?
Somos las locas de piernas desmembradas1. No
servimos para la pesca, no servimos para la batalla
de cada da.
Quin lo dice?
Mi pap.
Pero usted, mi nieta replic el anciano,
no alegra el hogar, acaso?
Se alegraron cuando naci mi hermano.
S, lo recuerdo perfectamente coment el
abuelo. He tamaroa te pokil, gritamos.
Y eso qu significa?
Es hombre el nio!
Lo ve, abuelo?
Qu injusto! Por muy muerto que yo est, uno
de estos das tendr que ir a la casa de mi nuera y
decirle un par de cosas que le pongan los pelos de
punta.
Hgalo, abuelo! implor la nia.
Pero antes iremos a casa propuso el
anciano. Ha de ver como all las jovencitas
lindas tienen otro destino. Le gustara conocer a
otras nias?
1 Locas de piernas desmembradas, en Rapa Nui, segn la tradicin, era un modo despectivo de tratar a las mujeres.
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Me encantara, pens Tiara y record a Yara, su
amiga inolvidable.
Tiara! grit Kiko. Aborda tu pora y rema
hasta la piragua.
La navegacin es larga agreg el
abuelo.
Debemos llegar antes de la ceremonia
advirtieron los prncipes.
Pero, Kiko protest la nia. Tengo que ir
a la escuela.
No hay tiempo que perder dijeron los
prncipes.
Entonces ocurri lo inesperado. Siempre es as en
los sueos, porque desde el otro extremo de la
caleta apareci Diego pedaleando en su bicicleta.
Podemos ir, Huevito grit Diego desde el
mar. La seorita Emilia nos ha dado permiso.
Pero tenemos que regresar antes de la colacin.
Y le pareci un sueo soado, pero no le prest
mayor atencin a tanta reiteracin, porque hasta
en la vida misma ocurran situaciones as de
repetidas, tanto que siempre los adultos se
quejaban de lo montono y aburrido que sola ser a
ratos el diario vivir de cada da.
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Corri a su Amiga Yara y desat las amarras. De
un salto se embarc en la balsa de espuma plstica
y rem hasta la piragua de los prncipes. En un
santiamn Tiara estuvo junto a la embarcacin y su
hermano la levant en vilo, mientras el abuelo
amarraba la balsa a la nave de los prncipes. De
Diego nunca ms se supo. Se perdi con su
bicicleta en medio de la niebla y Tiara se qued
muy tranquila, porque saba que as cumpla su
sueo. Unos segundos ms tarde, slo se escuchaba
el golpe acompasado de los remos.
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Navegaron hasta que salieron del canal estrecho
y se alejaron de Puerto Gala y de la isla Toto. La
piragua ech al viento su velamen y los audaces
prncipes pusieron rumbo hacia el canal Moraleda
y a Tiara le pareci que ya estaban en el ocano.
Falta mucho para eso respondi su
hermano. Ahora dirigimos la nave hacia el
norte. Ese es Puerto Ballena, vamos hacia Islotes
Locos y pasaremos frente a Melinka.
Pronto tendremos que asegurarnos para cruzar
el golfo Corcovado advirti el abuelo. El
ocano se interna hacia el archipilago y la
corriente que se forma es como una tormenta.
Tienes miedo?
No, abuelo respondi Tiara.
El anciano at una cuerda de un metro de largo a
la cintura de la nia y asegur el otro cabo a un
madero, en el interior de la nave. La embarcacin
enfil hacia la corriente, evitando ser alcanzada de
costado por el fuerte oleaje. La proa se hunda en
las aguas, desapareciendo casi por completo en
aquel manto de mar encrespado y turbulento; la
popa se elevaba hacia el cielo y las olas entraban a
raudales, arrastrando todo lo que hallaban a su
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paso. Pero los prncipes haban tomado las
precauciones necesarias y el oleaje no causaba
mayor dao. El velamen de la piragua se hinchaba
con la fuerza del viento y los remeros no decaan
en su empeo. El agua los empapaba de pies a
cabeza, pero a ellos pareca no importarles la dura
prueba que enfrentaban. A Tiara le daba gusto ver
como su hermano remaba con el mismo bro de los
prncipes. El abuelo y la nia colaboraron con dos
cuencos de madera, achicando el agua acumulada
en el piso de la nave. Pese a lo difcil de la
situacin, poniendo en riesgo incluso sus vidas, la
nia se senta segura con la compaa de su abuelo
y de su hermano, en medio de los prncipes.
Nos acercamos a Quelln grit el abuelo,
sacudido por los vaivenes. Pronto la navegacin
ser ms tranquila.
Y as fue, en efecto. La piragua dej atrs el golfo
Corcovado y entr en aguas ms serenas.
Navegaron frente a Chaitn, por el oriente, y
frente a Queiln, por el poniente.
Esas son las islas Desertores coment el
hermano de Tiara, al tiempo que indicaba un
grupo de islas que estaban a la vista.
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Pronto avistaremos las islas Chau- ques
agreg el abuelo.
Los esperaba el golfo de Ancud. La navegacin
continu entre las islas Butachau- ques y la
pennsula de Huelqui. La maana se despej de
pronto y a los ojos de Tiara se hicieron visibles las
empinadas cumbres de los volcanes.
Ese de all es el Michinmahuida dijo el
hermano de la nia.
Y ese es el Huelqui agreg el
abuelo.
Acercndose a Calbuco la navegacin se torn
incontrolable, pero los avezados prncipes no
desmayaron en mantener siempre la embarcacin
bajo control. No entraron a Puerto Montt y
prosiguieron rumbo al ocano Pacfico por el canal
de Chacao. Al acercarse a la punta Palos Negros, la
nave recuper su travesa sin mayores inconve-
nientes. El abuelo desat la cuerda de la cintura de
su nieta y la nia pudo moverse libremente en la
magnfica piragua que la llevaba a la isla de su
antepasados. En la placida travesa avistaron uno o
dos barcos de pasajeros, como el que un da, por
curiosidad o error, entr en la estrecha baha de la
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isla Toto y se detuvo frente a Caleta Chica para
llevarse a Yara. El recuerdo volvi a ocupar un
lugar candente en el corazn de Tiara.
Navegaron por fin frente a Carel- mapu y los
prncipes se alistaron para enfrentar exitosamente
la barra que formaba el oleaje que separaba el
ocano de la salida del canal. El abuelo amarr de
nuevo la cuerda a la cintura de su nieta, mientras
Kiko y los prncipes remaron con toda la energa
de sus msculos. Los navegantes evitaron que la
nave sufriera ms de un deterioro, en las
constantes sacudidas sobre las olas tempestuosas.
Entraron, finalmente, en aguas ocenicas, dejando
atrs el archipilago de Chilo y poniendo rumbo
al norte, alejndose cada vez ms de la costa, donde
la navegacin sera ms calma.
Alguna vez te hemos contado nuestra
historia? dijeron los prncipes.
Qu historia? replic la nia. Abuelo?
Te la contaba cuando eras muy pequea
respondi el anciano.
Huimos del continente Hivaprosiguieron los
prncipes.
Y por qu?
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El gigante Uoke, con su fuerza descomunal, lo
estaba hundiendo. La tierra se inundaba y nuestra
gente habra muerto, si no la ponamos a salvo.
Por qu haca tanto dao?
Quin puede entender los actos de un
gigante? respondieron.
Qu hicieron, entonces?
Nuestro sabio Hau Maka tuvo un sueo. En l
vio una tierra nueva y nos envi a explorar la isla
soada. Eramos siete exploradores y al regresar en
busca de nuestra gente dejamos la tierra nueva al
cuidado del sptimo prncipe.
Lo abandonaron? pregunt la
nia.
Fue atacado por una tortuga.
Una tortuga puede herir a un hombre?
Quisimos comerla explicaron. La tortuga
se defendi y con una de sus aletas golpe a nuestro
compaero. Lo llevamos a una caverna, para
alejarlo de los peligros.
Estara ms seguro?
S, porque lo dejamos en compaa de seis
montoncitos de piedra, que nos representaban.
Las piedras pueden ser buena compaa?
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Tenan la facultad de hablar.
; Hablaban?
Cuando l preguntaba desde el interior de la
caverna: Prncipes, dnde estn? Los seis
montones de piedra respondan: Aqu estamos.
As tuvo sosiego.
Nuestro rey hizo preparar dos piraguas, lleg a
la tierra nueva y desembarc en Anakena. La
nombr: Te Pito o Te Hena, que significa
Ombligo del Mundo, pues haba navegado en
crculos para llegar a ella y no haba otra tierra en
las cercanas.
All nacieron el abuelo y el padre.
Rapa Nui, s!
Lleva nuestra sangre en las venas
respondieron.
Eso quiere decir que soy como ustedes?
Lo es replicaron.
Quieren decir que les importo?
Ms de lo que imagina.
Por qu nunca me lo dijeron?
Kiko?
Ahora lo hacemos.
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Despus de interminables horas de navegacin y
cuando Tiara pensaba que jams llegara de regreso
a la escuela para la colacin, ante los ojos
maravillados de la nia apareci un acantilado
imponente.
Un grupo numeroso de mujeres, ataviadas
finamente de blanco, esperaban junto al mar. Los
prncipes acercaron la piragua a la pared rocosa y
cuando el vaivn de las olas se aquiet por
completo, abordaron la balsa de espuma plstica.
Tiara pens que la frgil embarcacin se hundira
con el peso de tantas personas, pero Amiga Yara se
mantuvo a flote. Lentamente remaron hasta la
pared rocosa y fueron recibidos por aquel grupo de
mujeres.
Oh, Neru de miembros bellos dijeron los
prncipes con gran ceremonia.
Es la ltima de las elegidas coment la mujer
que la reciba, y tomando a Tiara de la mano inici
el camino hacia la cima.
Pero la nia se resisti a seguirlas. Se volvi
angustiada a su hermano, pero Kiko haba
desaparecido. El abuelo lo haba seguido y los
prncipes se alejaban en direccin a una colina
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muy cercana donde, al parecer, comenzaran los
festejos.
Tiara temblaba de miedo. Sorpresivamente se vio
vestida de blanco y temi lo peor si llegaba con ese
vestido a la escuela. Las mujeres la arrastraban,
mientras ella se negaba a dar ni siquiera un solo
paso en la direccin que sealaban. Hasta que su
amiga Yara, curiosamente vestida de azul, apareci
en medio de las mujeres y mir de lejos a la nia.
Entonces, Tiara sinti que le volva el alma al
cuerpo y corri al encuentro de su gran amiga.
Pero Yara se volvi para comenzar a subir la
escarpada pendiente del acantilado, confundida en
medio del grupo de jvenes, como si fuera una ms
de ellas.
Sin medir los riesgos a que se expona, co