LA BIBLIOTECA DEL COLEGIO MAYOR DE...
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L a Librería, nombre que se le dio durante
siglos a la biblioteca o conjunto de libros
que tienen para su uso los cuerpos o
comunidades, las personas particulares,
etc.,2 ha constituido el eje sobre
el cual ha girado la vida acadé-
mica de profesores y alumnos en
los colegios y universidades del
mundo hispánico, del cual el
Colegio Mayor de Nuestra Se-
ñora del Rosario es uno de sus
exponentes más notables. El
término ‘librería’ fue utilizado en el Rosario3 du-
rante algo más de dos siglos, porque generalmente
se le daba el nombre de biblioteca a la que es
muy numerosa y está destinada para
el uso público, como la Bibliote-
ca Real de Madrid.4
La palabra ‘biblioteca’ se em-
pezó a usar a comienzos del si-
glo XX, cuando apareció el pri-
mer catálogo impreso con el tí-
tulo Catálogo de la Biblioteca,
en 1925.5 Es por ello que se ha
LA BIBLIOTECADEL COLEGIO MAYORDE NUESTRA SEÑORA
DEL ROSARIOpor MARÍA CLARA GUILLÉN DE IRIARTE
Antigua librería
“EN EL ROSARIO ME MOSTRARON UNA BIBLIOTECA MUY ANTIGUA
QUE CASI NO TIENE LIBROS NUEVOS”.
ISAAC HOLTON, SANTA FÉ DE BOGOTÁ, 1857.1
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denominado Librería Antigua al fondo correspondiente a
los libros impresos en los siglos XVI, XVII, XVIII XIX y co-
mienzos del XX, ubicados en el actual Archivo Histórico
como parte del patrimonio histórico de la Universidad
del Rosario.
Lugar de honorLugar preponderante debía ocupar en un colegio mayor el
salón destinado para albergar la Librería, y así lo estipuló el
fundador del Colegio Mayor, el arzobispo de Santafé don
Cristóbal de Torres y Motones, en las Constituciones o
estatutos por los cuales se debía regir el colegio.
En la parte referente a la construcción dijo que, una
vez levantado el edificio en forma de claustro alto, es
decir, de dos pisos, se destinaría la mitad del costado sur
en línea recta, pisos alto y bajo, para la iglesia, la Capilla
de la Bordadita;6 y
[…] después de ésto, inmediatamente se pro-
siga a edificar el refectorio, en el primer piso,7
[…] y encima la librería en la forma trazada,
con cuarenta tercias de largo y el ancho co-
rrespondiente a la iglesia. Juzgamos por más
hermosura, que uno y otro techo sea de
bóveda, si fuere posible, en conformidad de
la iglesia.8
Es decir, en línea recta la devoción a la virgen del
Rosario y luego la devoción a los libros. Igualmente, esta-
bleció la obligatoriedad de comprar a costa del colegio
los suficientes ejemplares para cada uno de los colegiales:
El curso de Artes, que compuso el Reveren-
dísimo Padre Maestro Fray Juan de Santo
Tomás, confesor de su Majestad. Y en se-
gundo lugar, las partes de Santo Tomás con
sus adiciones.9
[…] Y estos libros se queden en los Aposen-
tos de los Colegiales, pues se compraron a
costa del Colegio: de que resultará tener los
sucesores, libros competentes para el estu-
dio de Artes y Teología, y se podrá excusar
el escribir, conque tendrán más breves y
multiplicadas noticias de las materias.10
La época de Gutenberg en donaciónUna vez que designó la compra de los textos y el lugar
que debía ocupar la librería, el fundador estatuyó que
todos los colegiales debían, bajo juramento, cumplir con
el estatuto 42 del Colegio Mayor del arzobispo o de
Fonseca en Salamanca, que consistía en
[…] dejar algo al Colegio, por donación en-
tre varios, o causa mortis, o cualquiera otra
disposición… por haber recibido beneficios
y siendo constante que a ninguno somos
más deudores que a esta casa matriz que
nos da honor y comodidad y esperamos que
nos favorezca de día en día”.11
Las donaciones, por regla general,
fueron de libros, ya que éstos en nues-
tro país fueron objetos muy valiosos
y de difícil adquisición, puesto que
debían ser importados de Europa,
ya que la imprenta sólo fue estable-
cida en el Nuevo Reino de Grana-
da a finales del siglo XVIII.12
La primera donación fue he-
cha por el mismo Cristóbal de
Torres, la cual incluía obras de:
• Medicina: Fulginatus
Gentilis, Venecia (1520); Gas-
par López, Compluto (1565); Galenus, Venecia, 1556.
• Ética cristiana: Antoninus, Archiepiscopus Floren-
tinus (1529).
• Comentarios bíblicos: Didacus Álvarez de Medina,
Commentarium in Isaiam prophetam, Roma (1599-1602);
Sanctus Ambrosius Episcopus Mediolanensis, París (1539).
• Teología: Cardinalis Stanislaus Hosius, Lyon (1564);
Martini Azpilcueta (1597).
• Historia de los sacramentos: Robertus Bellarminus,
Lyon (1590).
BIBLIOTECAS DEL MUNDOLa Sala de la Biblioteca Medicea Laurenziana,según grabado de F. Bartolozzi (finales s. XVIII).
Foto: Saporetti, Milán, Italia.
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• Filosofía: Santo Tomás de Aquino, Amberes (1569);
Fray Petrus de Bergomo, Venecia (1589).
• Derecho: Andreas Tiraquellus, Lyon (1560); Baldus
Perusinus, Lyon (1568); Bartolomeus Socinus, Lyon
(1564); Bartolus de Saxoferrato, Torino (1577); Carolus
Rufinus, Lyon (1546); Fernandus Vasquis, Venecia (1564);
Jacobus Valdesius, Pintia (1590); Joannes Maynus, Lyon
(1533); Alfonsus Montalvus, Salamanca (1543); Pauli
Castensis, Lyon (1544).
Otra donación importante fue la que dejó el rector
Francisco Lucas Pérez Manrique y Ospina en su testa-
mento, el 5 de junio de 1754.13 El avalúo de los libros lo
realizaron el doctor don Francisco Bastidas, catedrático
de Vísperas, y el catedrático de Medicina don Antonio
Román Cancino ante el escribano de cabildo. La canti-
dad ascendió a 489 pesos y dos reales e incluía, entre
otros: dos tomos de Castrejón
por 15 pesos; seis tomos de fi-
losofía y teología de Aguilar por
15 pesos; por 13 tomos de Ace-
vedo 12 pesos; un tomo de Bo-
nacina por seis pesos; cuatro
tomos de Molina, dos de Jus-
titia Juri y dos de Primogenis
por 14 pesos; Corpus Juris
Civilis en dos tomos por 20
pesos; Historia de don Feli-
pe el Cuarto por un peso;
Las leyes de partida en tres
tomos por 30 pesos; Boca-
bulario eclesiástico por 12 reales, y Glosa
sobre las poesías de Juan de Mena, un tomo, por un peso.
Entre los libros de medicina podemos destacar algu-
nos: tres tomos en folio de Etmulecio por 60 pesos, un
tomo de poco menos de folio de Verulamio por 3 pesos.
Por un tomo en cuarto de Bauhusen tres pesos. Dos tomos
en poco menos de octavo de Riverio por seis pesos.
Boerhabe por un peso y Florilegio Medicinal por cuatro
pesos.
Importante también fue la donación del rector don
Miguel José Masústegui y Archer Calzada, entre cuyos
autores y obras podemos destacar, en teología, Ioannes
Baptista Gonet (1744) y Petrus de Cabrera (1602); en de-
recho, Recopilación de la leyes de Indias (1628), Juan de
Solórzano de Pereira (1672) y Domingo de Soto (1580);
en filosofía, Antonio Goudin (1791), Fray Lucas Ramírez
(1747), El ilustrísimo señor don Fray Cristóbal de Torres
y Lengua eucarística del hombre bueno.
Entre la extensa lista de donantes, podemos incluir
los nombres de don Joaquín de Darrechea y Urrutia, don
Juan Eloy de Valenzuela y Mantilla, Domingo Caycedo,
Liborio Zerda, Jorge Tadeo Lozano etc., la cual culmina
con la donación de monseñor Rafael María Carrasquilla
en 1930, quien dejó 700 volúmenes, entre los cuales se
encuentran varios incunables.
El acto de donar un libro creó un sentido de perte-
nencia con la Librería, pues cada donante se preocupó
por verificar que los libros donados por él mismo o por
sus antepasados estuvieran en buenas condiciones, y se
creó una especie de hilo invisible entre colegiales cursan-
tes o egresados con la que consideraban su Librería, aun
después de abandonar el colegio. Prueba de ello son las
constantes manifestaciones de cariño en las notas escri-
tas de los libros donados.
Pero no solamente los rosaristas donaron libros. El
23 de abril de 177614 don Francisco Antonio Moreno y
Escandón le envió una carta al rector del Rosario comu-
nicándole que la Junta Superior de Aplicaciones había
resuelto donar al Colegio los libros duplicados que se
habían destinado al establecimiento de la biblioteca pú-
blica. El fondo inicial de dicha biblioteca había sido la
librería expropiada a la Compañía de Jesús en 1767. La
donación ascendió a cerca de cien libros,
Los quales remito a V.M. con encargo de que
se sirva, anotándolos en el Libro de Librería
de ese Colegio, con expresión de esta aplica-
ción, noticiarme de su recibo con la misma
individualidad para resguardo, y gobierno…,
Entre la extensa lista de donantes,podemos incluir nombres como los de don Juan Eloy de Valenzuela y Mantilla,
Liborio Zerda, Jorge Tadeo Lozano o monseñor Rafael María Carrasquilla,quien dejó 700 volúmenes, entre los cuales se encuentran varios incunables.
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de los cuales podemos destacar seis tomos de Glosa de
lira en folio y pasta antigua,15 ocho tomos de Silveira,
expositor, en folio pergamino, ocho tomos del Curso del
derecho civil y canónico, dos tomos de Villarroel en folio
pergamino, dos tomos de Gibalino de Usuris en folio
pergamino, y 21 tomos pequeños, a saber, tres Virgilios,
tres Ovidios, dos de Cicerón, un Quinto Curcio, una Gra-
mática griega, Fábulas de Esopo, un Marcial, un Salustio,
un Claudiano Suárez, un Sánchez, un Balerio Máximo,
un Ausonio, un Lucano Mañes y un Selecte Patrum.
El rector don José Joaquín de Guzmán, en la nota de
agradecimiento, anotó que los colegios son las oficinas
donde se hallan las más plausibles esperanzas de las repú-
blicas en la educación de sus nobles, que resultan en in-
comparable beneficio de ellas, por lo cual eran el lugar más
idóneo para sacar provecho a dichos libros duplicados.
El encargado de custodiar la Librería fue siempre un
alumno, que durante la época colonial se conoció con el
nombre de ‘familiar’, es decir, un alumno que, por pres-
tar algún oficio en el colegio, podía gozar de educación
gratuita.
Más de dos siglos desde el primerinventarioSegún Roger Chartier,
Inventariar los títulos, clasificar las obras, dar
un destino a los textos, fueron operaciones
gracias a las cuales se hacía posible el mun-
do del ordenamiento de lo escrito.16
De ello ha quedado constancia sobre todo en las ano-
taciones que los alumnos dejaron manuscritas en los
mismos libros, como la que escribió el bachiller don Ig-
nacio Tejada:
En el año 1782 tuvimos mucho trabajo en
ordenar y hacer útil esta Biblioteca que antes
casi fue abandonada, o más bien descuidada,
por la incuria de los rectores anteriores.17
Igualmente, en el inventario que se realizó en 1800
bajo el rectorado de don Fernando de Caycedo y Flórez,
se registró que la estantería había sido costeada a expen-
sas del rector y que los libros habían sido numerados y
ubicados en los estantes en orden consecutivo. Para su con-
sulta se elaboraron tres índices: numérico, según la coloca-
ción de los libros en sus respectivos estantes, cajones, y
orden de volúmenes, alfabético, “con
arreglo a la letra inicial del apellido de
los autores”, y temático, ordenado por
facultades, semejante a un catálogo
moderno.
Uso y abusode los librosLos libros no podían salir del co-
legio, bajo pena grave, pero el en-
canto y placer que ha constitui-
do poseer un libro hizo que al-
gunas veces los colegiales y aun
los catedráticos sustrajeran fur-
tivamente alguno que otro ejemplar. Varias
misivas acusando a los infractores se produjeron al respec-
to, como la que envió en 178418 don Joaquín de Darrechea
y Urrutia al rector:
Yo palpé esto trasegando algunas librerías
particulares, en que encontré libros pertene-
cientes al Colegio Mayor del Rosario, cons-
tando su pertenencia por sus rótulos, y lo
más doloroso, que algunos fueron los pri-
mitivos, y los mismos de la herencia de su
fundador. Vaya uno de los casos de mi rela-
ción. Por muerte del Oidor don Antonio
Verástegui, se puso en feria su copiosa Li-
brería. Después de muy desmembrada, lle-
gué yo a ella solicitando tomar algunos li-
bros; y entre los que vi con deseo de com-
prarlo, fue uno de Thesauro de la lengua
castellana de Covarrubias; pero habiéndolo
abierto, y reconocido por estar rotulado, que
pertenecía al Colegio Mayor del Rosario de
BIBLIOTECAS DEL MUNDOEl palacio de la Biblioteca Queriniana de Brescia,
encargado al arquitecto Marchettipor el cardenal A. M. Querini, fundador de la biblioteca.
Grabado de 1751
Foto: Saporetti, Milán, Italia
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Santafé… ¿Quién no se dolerá al ver sólo el
segundo tomo de la Álgebra de Nicolás Mar-
tino Neapolitano, cuya obra íntegra la donó
Don José de Herrera? Así se halla mutilada
la librería del Colegio del Rosario, a pesar
de las terribles conminaciones del Fundador.
Pero no fueron solamente colegiales y catedráticos
quienes mermaron la valiosa Librería. A lo largo del siglo
XIX, en varias oportunidades, el gobierno nacional inten-
tó, algunas veces con éxito, arrebatarles a los rosaristas lo
que con tanto celo habían logrado reunir.
El 20 de mayo de 1817 el rec-
tor del colegio, don Domingo
Tomás de Burgos, reclamó a las
autoridades virreinales que por
orden del general en jefe don
Pablo Morillo “ha el espacio de
once meses se halla aquel
claustro sirviendo de Cárcel,
y sin que pueda darse un fo-
mento a las letras a que an-
hela la juventud”. El claustro
fue devuelto inmediatamen-
te, pero la Librería quedó
algo desvalijada.
Continúa el saqueoEl 9 de octubre de 1848 don José Ignacio de Márquez,
rector de la Universidad del Primer Distrito, le informó al
rector don Venancio Restrepo que, en virtud del decreto
ejecutivo del 6 de junio, la biblioteca del Rosario
debe unirse a la de San Bartolomé, y así se
verificará.19
Finalmente, esta orden no llegó a concretarse. Años
más tarde, el 10 de septiembre de 1860,
[…] el ciudadano presidente ha resuelto hoy
lo que sigue: Autorízase al señor intendente
nacional de Cundinamarca para que decrete
la expropiación del uso de la parte baja del
edificio del Colegio del Rosario de esta capi-
tal para prisión de los presos de cargo del
Gobierno general.20
El señor Gutiérrez Lee tomó posesión del edificio y
se hizo cargo del Colegio. El rector, don Andrés María
Pardo, protestó airado, y mandó imprimir en la imprenta
de El Mosaico un volante titulado “Colegio del Rosario”,
en el cual anotó:
[…] El Colegio ha sido ocupado en el instante,
y se ha comenzado a convertir en cárcel, aun
antes de tener lugar el cumplimiento de las
terminantes disposiciones de las leyes sobre
expropiación… He creído de mi deber publi-
car lo ocurrido sobre este negocio, para que se
conozca que he defendido los intereses del
Colegio hasta donde ha estado a mi alcance…
Soy el más insignificante de los hijos que han
salido de los claustros del Rosario, pero no el
menos resuelto a defender sus intereses.21
El Claustro fue devuelto el 3 de agosto de 1861, y la
librería sufrió nuevas pérdidas.22
Pero aún faltaba lo peor: la guerra civil de los Mil
Días. En noviembre de 1899 el gobierno nacional se apo-
deró del edificio del Rosario, el cual fue convertido inme-
diatamente en una división del cuartel del Ejército Nacio-
nal. El rector, monseñor Rafael María Carrasquilla, debió
entregar el claustro y guardó los objetos valiosos, entre
los cuales se encontraba la Librería. En un salón había
cerrado la puerta y la remachó con fuertes barrotes al
muro; pero tanta precaución no valió porque, en 1899,
un joven se dirigió a la casa del rector para indicarle que
al realizar una compra en la plaza de mercado, ésta se la
habían envuelto con una hoja impresa que correspondía
a la portada de los Comentarios de Cujacio sobre el cuer-
po del derecho, editado en Venecia en 1758, y que lleva-
ba impreso el sello del Colegio del Rosario. Según el in-
forme presentado por monseñor Carrasquilla,
[…] recomendé a un empleado del Colegio,
que por el destino que a la sazón desempe-
El encargado de custodiar la Librería fue siempre un alumno,que durante la época colonial se conoció con el nombre de familiar, es decir, un alumno
que por prestar algún oficio en el colegio, podía gozar de educación gratuita.
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ñaba tenía entrada al edificio, para que in-
formara de la suerte de la biblioteca. ¡No
existía ni un volumen!, ni tampoco los es-
tantes que los sostenían! Los soldados se
repartieron los libros y los vendieron al peso
como papel de envoltorios en las pulperías
y en los bodegones que frecuentan.23
Finalmente, se dio aviso a la policía y se rescató bue-
na parte de la antigua librería. A comienzos del siglo XX,
monseñor Carrasquilla se dio a la tarea de construir la
estantería que ha perdurado hasta nuestros días, para lo
cual no escatimó en gastos. En diciembre de 1923, el doc-
tor y colegial Rafael A. Sarmiento Núñez ordenó los li-
bros en los estantes por tamaños, comenzó a numerarlos
en marzo de 1924 y terminó de hacerlo en agosto del
mismo año; hizo las tarjetas el colegial don Miguel
Santamaría y de ellas sacó, bajo la dirección del vicerrector,
don Jenaro Jiménez, y en asocio con el doctor Sarmiento,
los originales del catálogo, que se empezó a imprimir en
septiembre de 1924 y se terminó en mayo del año si-
guiente. En febrero de 1925, el colegial Santamaría, ayu-
dado de los alumnos oficiales José Holguín y Eduardo
Sáenz, comenzaron a poner los tiquetes interiores, obra
que se terminó en primero de junio. Trabajaron todos
con amor y veneración al Claustro.24
En el recinto del Archivo Histórico, donde reposa la
Librería Antigua, se guardan, además, los documentos re-
lativos a la historia de la Universidad del Rosario, entre
los cuales se encuentra el expediente genealógico que pre-
sentó el 14 de octubre de 1781 el colegial y mártir de la
independencia don Jorge Tadeo Lozano y González
Manrique.
NOTAS
1 Isaac F. HOLTON, La Nueva Granada: veinte meses en los Andes,1857. pág. 278.
2 Nuevo Diccionario de la Lengua Castellana. París, Librería de Rosay Bouret, 1853.
3 Igual denominación se usó en los colegios mayores y universida-des hispánicas.
4 Nuevo Diccionario…, op. cit.5 La Biblioteca Central, con el nombre de Antonio Rocha Alvira, in-
cluye los libros adquiridos desde 1931 hasta la fecha.6 Con puerta de salida hacia la calle, hoy en día carrera 6ª.7 Donde hoy en día funciona el Teatrino.8 Constituciones del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario,
Madrid, Juan Nogués, 1666, Título I, Punto III.9 Idem,, Título III, Constitución VII.10 Ibid.11 Constituciones del Colegio de Santiago de Zebedeo, que erigió en
Salamanca el ilustrísimo príncipe Alfonso Fonseca y Acebedo, ar-zobispo de Toledo.
12 Javier OCAMPO LÓPEZ, Historia básica de Colombia, Bogotá, Pla-za y Janés, 1994 pág. 165.
13 Archivo Histórico del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosa-rio [A.H.C.M.N.S.R.], caja 4, folio 203v-205.
14 Idem, caja 6, folios 234-235.15 Estos 6 libros fueron de la Compañía de Jesús. En la primera pági-
na, en letras manuscritas, dice: “De la Compañía de Jesús deSantafé. Duplicado”.
16 Roger CHARTIER, El orden de los libros. Lectores, autores, biblio-tecas en Europa entre los siglos XIV y XVII, Barcelona, Gedisa, 1996,pág. 19.
17 Librería Antigua, estante 10, Nº 151.18 A.H.C.M.N.S.R., caja 92, folios 499v-500.19 Idem, caja 35, folio 130.20 A.H.C.M.N.S.R., caja 42, folio 72.21 Ibid.22 Idem, caja 44, folio 30.23 Informe del Rector al Ministerio de Instrucción Pública.24 Librería Antigua, estante 30, Nº 200.
MARÍA CLARA GUILLÉN DE IRIARTE
Directora del Archivo Históricodel Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario.
Fotos Julio Flórez
BIBLIOTECAS DEL MUNDOBiblioteca Forbes Mellon
Clare College, Cambridge, Reino Unido