La Caridad Virtud Del Amor de Dios
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INTRODUCCIÓN
“El amor de Dios por nosotros es una cuestión fundamental para la vida”1.
¿De dónde venimos? Esta es una de las preguntas esenciales que el hombre ha
podido plantearse acerca de si mismo, pues, dependiendo de la solución que le dé, podrá
definir su vivir y su actuar. Ahora bien, la fe nos ha dado la respuesta a esta cuestión. Por la
fe sabemos que procedemos de Dios. Que Él es nuestro principio y nuestro fin último. Y
mucho mas aun, la fe nos ha revelado que somos fruto del Amor infinito de Dios. Es por
ello que el amor de Dios por los hombres, sus creaturas, como ha dicho nuestro Papa
emérito Benedicto XVI en su carta encíclica “Deus Caritas est”, es una cuestión
fundamental en nuestra vida, pues, partiendo de esta realidad del amor de Dios, surgen
preguntas decisivas sobre quien es Dios y quienes somos nosotros.
Pues bien, sabemos que venimos de Dios y que “Dios es amor” (cf. 1 Jn 4, 8), y que
desde su Amor no se limito solo a crearnos, sino que al vernos caídos nos envió, como
heraldo de ese Amor, a su propio Hijo, nuestro Señor Jesucristo, para que todos tuviéramos
vida en Él (cf. Jn 3, 16). El Hijo nos ha revelado plenamente el amor del Padre, en su
entrega en la Cruz. Y desde allí nos ha salvado por el amor. Por tanto, somos creados por el
amor y salvados en amor.
Ahora bien, en esta nueva vida, de la que Cristo nos ha hecho participes, tiene como
virtud principal la caridad, ya que, Dios ha querido que, desde nuestra pequeñez, podamos
corresponder al amor que tiene por nosotros, pues, en vista de esta nueva vida, hemos sido
hechos hijos en el Hijo. Y como hijos de Dios nuestra característica principal debe ser el
amor.1 Benedicto XVI. Carta Encíclica. Deus caritas est. (25 de diciembre 2005). N° 2
1
Esta virtud de la caridad, que se nos ha dado en Cristo, será el tema de nuestro
trabajo, en el cual trataremos de conocer un poco sobre este hermoso don de Dios. En
nuestro estudio, comenzaremos con un primer capítulo dedicado a la noción de virtud, en el
cual nos introduciremos en los tipos de virtudes y como unas tienen su fundamento en las
otras, y como unas son perfeccionadas en las otras.
Desde esta base, pasaremos, en el segundo capítulo, al estudio de nuestro tema
principal: la caridad como don sobrenatural de Dios. En este capítulo nos pasearemos por la
noción de la caridad y, podríamos decirlo de esta manera, su comprensión en la historia. Y
terminaremos con lo que nos dice la doctrina de la Iglesia sobre esta virtud.
La finalidad principal de este trabajo es la de reflexionar sobre el amor de Dios y de
cómo Él nos ha hecho participes otorgándonoslo como don para nuestra santificación.
CAPÍTULO I
2
NOCIÓN DE VIRTUD
1. El obrar del hombre dirigido a un fin.
Entre todos los seres del mundo creado existe uno que, por su cualidad especifica de
la razón e inteligencia, resalta y se eleva por encima de todos los demás seres, este ser de
cual hablamos es el hombre, “creado a imagen de Dios”2, dotado de dicha inteligencia para
amar libremente a su creador y dirigir su existencia hacia su fin último que es Dios mismo,
felicidad absoluta y perfección del hombre.
Ahora bien, en su camino hacia dicho fin último, al cual el hombre está llamado y
tiende espontánea y naturalmente, pues en él se anida un deseo perenne de felicidad y no
cualquier felicidad sino una felicidad eterna, al hombre no le bastan solo las perfecciones
recibidas en su naturaleza, sino que debe partir de una disposición libre para la consecución
de aquel fin. Es así como el obrar libre del hombre juega un papel importante dentro de su
camino de perfección y alcance de su fin último, ya que “El hombre no se comporta
ciegamente, sin saber lo que pretende con su actuar”3 siempre tiene presente un fin, por
ejemplo: camina para llegar a un lugar, acude al médico para recuperar la salud, diseña
publicidades para incrementar las ventas. Así siempre y en todo el hombre se dirige a un
fin, no actúa sólo por actuar, necesita una motivación que lo lleve a ejercer determinada
conducta, algo que quiera alcanzar.
El hombre, en virtud de su naturaleza humana posee inteligencia y voluntad, por lo
que, lo específico de su ser es obrar libre y conscientemente buscando siempre un fin.
Aristóteles, con respecto a este fin dirá: “todas las artes, todas las indagaciones metódicas
2 Cf. Gn 1, 273 S. F. Ricardo, Curso de ética general y aplicada. Minos. 1999. P. 49
3
del espíritu, lo mismo que todos nuestros actos y todas nuestras determinaciones, tienen al
parecer siempre por mira algún bien que deseamos conseguir”4.
El hombre, pues, actúa por un fin. Y este fin significa, ante todo, Bien. Así pues,
moverse por un fin indica que la voluntad humana busca siempre lo que la razón le propone
como bueno, aunque vemos que a veces hay hombres que obran males. ¿Cómo decir que
éstos también se dirigen a un bien? Bueno, cuando un hombre actúa de esta manera es
porque se equivoca considerando un bien falso como verdadero, pero nadie, a no ser que
esté trastornado en sus facultades mentales, persigue directamente un mal.
Con esto demostramos que la vida humana no es un sin sentido, es decir, hay algo
que mueve al hombre, algo que anhela, algo que quiere alcanzar y este algo no es un mal
sino el bien. Esto nos deja ver que el hombre no actúa porque sí, como se cree hoy día, el
hombre tiene una meta que quiere alcanzar.
2. La Virtud. Disposición habitual y firme a hacer el bien
En el apartado anterior concluíamos diciendo que todo actuar del hombre está
orientado a un fin. Que dicho fin es el bien y es este el que da sentido a la vida. Ahora en
este apartado tocaremos el punto principal de este capítulo, el tema de la virtud como esa
“disposición habitual y firme hacer el bien”5, es decir, la virtud es la característica del
hombre que realmente da sentido a su vida, que persigue el fin por el cual fue creado y que
completa su existencia, el cual es el Bien. Y este Bien es Dios mismo, Bien absoluto que
puede llenar plenamente al hombre. A partir de esto, dirá San Gregorio de Nisa: “El
4 Aristóteles, Ética a Nicómaco. 1, 1094a 1-3.5 CEC 1803
4
objetivo de una vida virtuosa consiste en llegar a ser semejante a Dios” (S. Gregorio de
Nisa, beat. 1).
La virtud es una respuesta positiva del hombre para con Dios. Y no solo, como
respuesta positiva, permite a la persona hacer el bien, sino a dar lo mejor de sí misma, es
decir, potencia la vida de la persona y la hace perfeccionarse en el obrar el bien.
También, tenemos que tener en cuenta, que las virtudes son actos operativos, es decir,
hay que actuarlos. Es por ello que una vida virtuosa no se basa en tener buenas intenciones,
no basta con querer ser ordenado, hay que ser ordenado, porque las virtudes se adquieren
con actos virtuosos.
Las virtudes están orientadas a cumplir el plan de Dios. Su fin es hacer siempre el
bien, independientemente de las circunstancias. Nos hacen crecer como personas, nos
perfeccionan, nos santifican y edifican la sociedad por ser algo habitual y permanente.
3. Las virtudes teologales, dones sobrenaturales de Dios.
En el camino del hombre hacia su fin último, que es Dios, encontramos dos tipos de
virtudes que perfecciones a la persona en su respuesta positiva al plan de Dios.
Primero encontramos las llamadas virtudes humanas, las cuales el Catecismo de la Iglesia
Católica define de la siguiente manera:
Las virtudes humanas son actitudes firmes, disposiciones estables, perfecciones habituales del entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la razón y la fe.
5
Proporcionan facilidad, dominio y gozo para llevar una vida moralmente buena. El hombre virtuoso es el que practica libremente el bien.6
Estas virtudes humanas radican y se fundamentan en el segundo grupo de virtudes,
que son las virtudes llamadas teologales, pues estas conforman las facultades del hombre a
participar de la vida divina7. Por tanto estas virtudes se refieren directamente a Dios, pues
tiene a Dios uno y trino como origen, motivo y objeto. El catecismo las define de la
siguiente manera:
Las virtudes teologales fundan, animan y caracterizan el obrar moral del cristiano. Informan y vivifican todas las virtudes morales. Son infundidas por Dios en el alma de los fieles para hacerlos capaces de obrar como hijos suyos y merecer la vida eterna. Son la garantía de la presencia y la acción del Espíritu Santo en las facultades del ser humano. Hay tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad (cf. 1 Co 13,13).8
En el numeral que acabamos de citar el catecismo nos señala, haciendo referencia a la
carta de san Pablo a los Corintios, que las virtudes teologales son tres en total: Fe,
Esperanza y Caridad. Y que estas tres virtudes nos hacen poder obrar como hijos de Dios,
pues son la garantía de la acción del Espíritu Santo en nuestras vidas.
Santo Tomás haciendo alusión a estas tres virtudes teologales, expone que tanto la luz
natural del entendimiento que ilumina la razón y esta a su vez a la voluntad, ordenando al
hombre al bien de la razón, son insuficientes al orden de la bienaventuranza sobrenatural.
Teniendo en cuenta que: “según aquello de 1 Cor 2,9: Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a
la mente del hombre lo que Dios ha preparado para los que le aman. Fue, pues, necesario
que en cuanto a lo uno y a lo otro el hombre fuese sobrenaturalmente dotado para ordenarlo
al fin sobrenatural”9.
6 Cf. Ídem. 1804.7 Cf. 2 P 1, 4.8 Cf. CEC. 1813.9 A. Tomás, Suma teológica, I-II C62 a3. B.A.C. 2001. P. 472
6
Vemos como santo tomas no niega la capacidad del entendimiento del hombre que
puede orientarlo al bien, pero subraya la necesidad de estos dotes sobrenaturales para poder
alcanzar el fin sobrenatural, para el cual fue creado. Y este fin último del hombre es su
mismo creador, Dios mismo, que infunde en el alma las virtudes teologales: fe, esperanza y
caridad para beneficio de sus hijos. Y en esta misma sintonía, el magisterio de la Iglesia
también nos instruye en la importancia de las virtudes teologales, y es así como
encontramos, repetidas veces, en el Concilio Vaticano II menciones a las virtudes
teologales como fundamentos importantes para la vida cristiana: “El Santo Concilio se
propone exponer la doctrina genuina sobre la divina revelación y sobre su transmisión para
que todo el mundo, oyendo, crea el anuncio de la salvación; creyendo, espere, y
esperando, ame”10. “Cada uno según los propios dones y las gracias recibidas, debe
caminar sin vacilación por el camino de la fe viva, que excita la esperanza y obra por
la caridad”11. Por tanto, la vida espiritual del cristiano exige un continuo ejercicio de la fe,
la esperanza y la caridad.
CAPITULO II
10 Dei Verbum. N° 111 Lumen Gentium, 41a
7
LA CARIDAD, DON SOBRENATURAL DE DIOS. VIRTUD REINA
DEL CRISTIANISMO
En el capítulo anterior comentábamos todo lo relacionado con el tema de la vida
virtuosa en general y, decíamos, que el hombre está inmerso en un camino de búsqueda de
su felicidad, va en busca de su fin último y concluíamos diciendo que este fin último y
felicidad del hombre es Dios mismo y que para llegar a Dios el hombre cristiano debía vivir
una vida virtuosa. Por últimos concluíamos diciendo que en una vida virtuosa
encontrábamos virtudes que se podían ganar con el propio esfuerzo, a las que llamábamos
cardinales y otras que son un don de Dios, llamadas sobrenaturales o teologales, que
perfeccionan las virtudes cardinales haciéndolas sobrenaturales y de esta manera santifican
la vida del hombre uniendo con Dios.
En este capítulo entraremos en el punto central y principal de nuestro trabajo: la
virtud teologal de la Caridad. Esta es la mayor de las virtudes, pues es la que le da
perfección a todas las demás y como lo dice el título de este capítulo, es la virtud reina del
cristianismo, y todo esto lo desarrollaremos a lo largo de este capítulo.
1. La caridad. Primeras nociones
Para definir la caridad comenzaremos desde su etimología. La palabra caridad
etimológicamente proviene del latín “caritas, o charitas”, que significa benevolencia,
gracia, favor, cariño, amor.
Entendiendo esta virtud como el amor, vemos como ya desde los primeros grandes
pensadores griegos de las historia, encontramos definiciones de esta virtud del amor.
8
1.1 Grandes pensadores griegos: Platón y Aristóteles
En el griego clásico encontramos cuatro términos que intentaban definir, podemos
decirlo de esta manera, cuatro tipos de amor. Estos términos son: el eros, que hace del amor
como deseo amoroso o pasión, se entiende entre el hombre y la mujer, el termino philia,
que expresa el amor de amistad, el termino ágape, amor en general, y philantropía, o amor
al hombre en general
En la filosofía platónica lo encontramos expuesto en los diálogos: Banquete y Fedro.
En el Banquete lo identifica inicialmente con el sentimiento de atracción física en que se
basa el modelo de educación griega, en el amor del maestro por el discípulo, lo compara a
la misma filosofía y lo personifica en la figura de Sócrates: el amor nace del deseo humano
de lo bello y lo bueno (kalós kai agathós), del ansia de felicidad e inmortalidad, y en el trato
con los hombres12.
Aristóteles se refiere al amor entre los hombres más como philia, amistad (de la que
habla en los libros VIII y IX de Ética a Nicómaco), que como eros, aunque atribuye a todo
el universo la antigua idea del amor como fuerza cósmica de los presocráticos, de
Empédocles, sobre todo, según la cual la naturaleza entera ama al Primer Motor, como se
ama lo que es fin y lo que es perfecto.
En definitiva la filosofía griega, la platónica sobre todo, da al amor una orientación
ontológica y epistemológica a la vez, según la cual se tiende al bien subsistente que es, a la
vez, conocimiento.
1.2 El amor en el cristianismo
12 Platón. El banquete, 210a-211d. Alianza. Madrid, 1993. p. 96-98.
9
Dentro del cristianismo los conceptos de eros y philia provienen directamente de la
concepción helénica de la amistad perfecta. De sus orígenes judíos recibieron el concepto
de ágape, como idea del amor con rectitud, aceptación de la ley de Dios con humilde
sumisión y como el amor creador de la bondad del mundo13. A diferencia del pensamiento
helenístico-romano, que exalta más el amor eros y philia, como las fuentes del placer
(éxtasis divino) y la amistad, el cristianismo utilizara y exaltara el ágape, que lo identificara
con el amor de Dios, que expresado y practicado por los hombres será llamado con el
termino latino “caritas”.
1.3 El amor en la Sagrada Escritura
Toda esta doctrina del amor cristiano tiene su fundamento y su ser en la Revelación
escrita y trasmitida de Dios. La Sagrada Escritura es fuente primordial de toda esta
doctrina. Y es así como encontramos en el Antiguo Testamento el testimonio de cómo Dios
va educando a su pueblo en el amor. La primera particularidad que encontramos en el A.T.
es la connotación que le dará Israel a la palabra amor, a la cual le atribuirá un mayor
colorido afectivo en el que conocer ya es amar (Sal 138). También podemos señalar que
todas las religiones y culturas han hablado sobre el amor, como la taoísta, la budista, entre
otras. Pero ha sido la tradición judeocristiana la que ha profundizado y convertido en el eje
de su interpretación sobre Dios mismo. Ya desde el Génesis, Desde el mismo acto creador,
toda la actuación de Dios a lo largo de la Sagrada Escritura es una muestra de amor a los
hombres en general, al pueblo escogido, o a personas concretas. El amor es presentado
como amistad con Dios, correspondencia y participación en su propio amor. En el A.T.
encontramos, también, el amor como mandato y como regla de vida, expresado en la
13Pbro. Lenín A. Bohórquez C. El amor en la filosofía antigua. [Artículo en línea]. http://tomismounica.blogspot.es/1280236365/. [consulta: 2014, Enero 8]
10
alianza de Dios con su pueblo (cf. Dt 6,5; Lev 19,18). Con dicha alianza, el Señor entabla
un dialogo de amor con su pueblo, expresado en actos de adoración y obediencia del pueblo
para con él, y él en respuesta viene en su rescate (cf. Dt 7,7s). El amor de Dios por su
pueblo se percibe en el A.T., a través de los sucesivos acontecimientos, iniciativas divinas y
superaciones dolorosas del pueblo por resistirse a la gracia.
En el Nuevo Testamento el amor divino se expresara en una persona, en Jesucristo
(cf. Jn 3,16). Jesús será la expresión del Amor del Padre. En su persona, Jesús dará
perfección a la ley mosaica y al precepto del amor mayor relevancia y centralidad. Y es así
como vemos que de un extremo al otro del N.T. el amor a Dios aparece indisolublemente
unido al amor al prójimo y, además, este amor será el signo distintivo de los creyentes hasta
la segunda venida del señor (cf. 25, 31-46). Pero, sobre todo, el amor adquirirá un nuevo
sentido, una nueva medida: amar de la misma forma que el hijo nos ha amado (cf. Jn 15,
12-13).
Otro punto importante del N.T. es que la caridad cristiana es vista, tanto en los
evangelios como en las corpus paulino, como un don gratuito de Dios, como una gracia de
Dios para con el hombre (cf. Rm 5, 5) y que, además, tiene como ley el perdón (cf. Mt 5,
23-26; Rm 12, 14-21). En la primera carta del apóstol san Juan, vemos como el que ama es
participe del mismo amor de Dios, que se ha manifestado en el Hijo encarnado (cf. 4, 7s).
El amor humano es fruto de la participación trinitaria14.
1.4 La caridad en los Padres de la Iglesia
Debemos afirmar que desde los primeros Padres de la Iglesia, la cridad destaca sobre
todas las demás virtudes. En este pequeño apartado iremos citando frases que nos dejaran
14 Agustín Hipona, Contra duas epist. Pel. II
11
ver la importancia de la caridad en la reflexión teológica de estos grandes pensadores,
pilares de nuestra fe.
En los padres del siglo II, conocidos como los Padres Apostólicos, encontramos la
caridad expuesta como amor hacia el otro, hacia nuestro prójimo: San Justino escribe: «El
que ama a su prójimo como a sí mismo querrá para él los mismos bienes que para sí mismo,
pues nadie va a querer para sí mismo males. Así, pues, el que ama a su prójimo pedirá en su
oración y hará para su prójimo lo mismo que para sí”15. El amor al prójimo tiene como
medida el amor que tienes por ti mismo, esto es lo que quiere expresar San Justino con este
pensamiento. San Clemente Romano. Obispo de Roma en los últimos años del siglo I, es
el tercer sucesor de Pedro. En su Carta a los Corintios hace énfasis en la caridad, señalando
que si en Corinto se han dado abusos, el motivo hay que buscarlo en la debilitación de la
caridad y de otras virtudes cristianas indispensables. Por este motivo, invita a los fieles a la
humildad y al amor fraterno, dos virtudes que forman parte verdaderamente del ser en la
Iglesia16. San Ignacio de Antioquia. Obispo de Antioquia del año 70 al 107, fecha de su
martirio, llamado el “doctor de la unidad”, nos dice que esta unidad, que él tanto predica,
tiene como base la caridad, el amor; este pensamiento lo vemos abordado en su carta a los
fieles de Esmirna, donde los exhortaba a la unidad de Dios y unidad de Cristo -en oposición
a las diferentes herejías que comenzaban a circular y que dividían al hombre y a Dios en
Cristo-, unidad de la Iglesia, unidad de los fieles, «en la fe y en la caridad, pues no hay nada
más excelente que ella» (A los fieles de Esmirna 6,1).
Uno de los Padres de la Iglesia que se ha destacado enormemente en el tema de las
reflexiones sobre la caridad es el gran San Agustín, Obispo de Hipona (†430). Austin ha
15 S. Justino, Diálogo con Trifón. 93,316 Cf. Benedicto XVI. Catequesis audiencia general. (7 de marzo de 2007).
12
sido llamado en oriente el Doctor de la caridad, por la profundidad y desarrollo de sus
escritos sobre este tema. La caridad es para el como una llama compuesta de amor y luz,
que vienen de Dios. Lo que queremos resaltar de su pensamiento en este pequeño trabajo de
investigación es la distinción que hace este santo en el amor. San Agustín identifica dos
tipos de amor, podríamos decirlo así, en el hombre: el amor “Caritas” y el amor
“cupiditas”. El primero, para San Agustín, es el amor dirigido a Dios; y el segundo es el
amor dirigido a las creaturas, hacia la creación de Dios. Dirá San Agustín, refiriéndose a la
relación de estos dos tipos de amor que: “El amor, pues, de todos los bienes creados exige
una referencia a Dios como condición del buen uso de ellos, de los que puede gozarse o
usar con deleite, mas sin poner en ellos el último fin”17. La caridad, por tanto, para san
Agustín es definida como el amor bien ordenado, que parte de Dios y lleva al hombre a la
posesión y ejercicio del verdadero amor.
Nos quedaremos con estas cuatro citas de los padres de la Iglesia, donde pudimos
darnos cuenta de la importancia de la caridad dentro de los primeros siglos de cristianismo.
2. La Caridad. Virtud teologal
El Catecismo de la Iglesia Católica define la caridad como: “la virtud teologal por la
cual amamos a Dios sobre todas las cosas por él mismo y a nuestro prójimo como a
nosotros mismos por amor de Dios” (1822). Como lo expresa muy bien el catecismo es la
virtud por la cual amamos a Dios, este es el punto central de esta definición, pues, de este
amor a Dios se desprende las otras dos partes de la definición: el amor a nosotros mismo y
el amor al prójimo.
17 CIRCULO DE ESTUDIOS TOMISTAS (UNIVERSIDAD CATÓLICA CECILIO ACOSTA). Filosofía del amor en san Agustín. [Artículo en línea]. http://tomismounica.blogspot.es/1280236365/. [consulta: 2014, Enero 8]
13
Como bien sabemos, la caridad es una virtud teologal, tiene a Dios como origen y
fuente, incluso San Juan en su primera carta llega mucho más allá y se atreve a definir a
Dios como caridad, como amor (cf. 1 Jn 4, 8). Por tanto, Dios es amor y ama al hombre con
locura. Y ese amor tan grande de Dios ha alcanzado su máxima expresión en él envió del
Hijo y su punto culminante es en la Cruz: “tanto amó Dios al mundo que le entrego a su
Hijo Unigénito, para que todo el que crea en él no perezca sino que tenga vida eterna”18. En
el misterio de la Cruz, Dios nos ha hecho participes de su amor. De aquí se desprende que
el amor (la caridad) sea una virtud teologal, en que es un don gratuito del Ser trinitario de
Dios, para poder hacernos así participes de Él. “la vida trinitaria y la vida cristiana quedan
unidas en una atmosfera en la que palpita en todas sus dimensiones el amor de Dios: del
Padre al Hijo, del Hijo a los hombres, y de estos entre sí”19.
3. Características principales de la virtud de la caridad
a) La primera característica es que su origen es por infusión divina: “el amor de Dios
ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido
dado.” (cf. Rom. 5,5).
b) Su morada en el hombre reside en su voluntad, ya que es hábito divinamente
infundido, inclina la voluntad del hombre a amar a Dios por Sí mismo sobre todas
las cosas y al hombre por el amor a Dios. Por tanto, es un amor de voluntad, no un
amor impuesto o de obligación.
18 Cf. Jn 3, 1619 T. Miguel Ángel, Jesucristo único salvador del mundo ayer, hoy y siempre. Cristología y
soteriología bíblicas. C.T.S. 1997, p. 125
14
c) Tiene como acto especifico el amor a Dios, del cual parte el amor a los hombres.
d) Su alcance son ambos, Dios y el hombre.
Para terminar el apartado de las características quisiera referirme ahora al himno a la
caridad que encontramos en San Pablo, específicamente, en su primera epístola a los
corintios, en la cual hace una descripción incomparable de esta virtud y subraya, además, su
primacía: "La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa. No es
jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el
mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree.
Todo lo espera. Todo lo soporta”. (1 Co 13,4-7).
4. Los frutos de la caridad
El catecismo en su numeral 1829 nos hace referencia a los frutos de la virtud de la
caridad. Podemos decir que estos frutos son como consecuencias de este don de Dios en
nuestras viadas y de su continua practica por parte de nosotros. La caridad trae consigo
frutos, porque todo lo que procede Dios alcanza fruto abundante.
“La caridad tiene por frutos el gozo, la paz y la misericordia” (CEC 1829).
a) El gozo: la caridad trae como consecuencia el gozo. Un gozo que se puede entender
como una alegría inmensa. Pero no una “alegría” como la que nos presenta el
mundo: vana, finita, superficial. La caridad nos da le gozo (la alegría) de Cristo, que
es el único que puede colmar nuestro deseo inmensurable de alegría. “si guardáis
mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los
mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. les he dicho esto para que mi
gozo este en vosotros y vuestro gozo sea colmado” (cf. Jn 15, 10-11).
15
b) La paz: esta paz es la tranquilidad en la que se mantiene el alma como fruto de la
posición de la alegría, en todo lo que le pueda ser contrario u opuesto. Este fruto de
la caridad excluye toda clase de turbación y toda clase de temor. Y nace de la
certeza de la posición del amor de Dios y el de saberse hijo de Él. “bienaventurados
lo que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (cf. Mt 5, 9).
c) La misericordia: es fruto de la caridad porque es la expresión más exquisita del
amor de Dios, expresado a través del ejemplo del Hijo encarnado. La misericordia
se expresa en el perdón, y nadie puede perdonar sino ama de verdad. La
misericordia es esa compasión que te mueve desde lo más profundo de tu ser, a
darte por el otro.
La caridad nunca pasara (cf. 1 Cor 13, 9) Y la certeza del hombre en poseer estos frutos
tiene su fundamento en la promesa del señor, de que si permanecemos en el daremos
mucho fruto (cf. Jn 15), unido a Dios por el amor puede alcanzar frutos grandes y
maravillosos en su vida. Él que es la vid verdadera nos ha dicho que como el Padre lo ha
amado, así también, Él nos ha amado a nosotros. Lo que nos pide y os exige es que
permanezcamos en su amor (cf. Jn 15, 9).
CONCLUSIÓN
El actuar del hombre está siempre movido a un fin. Su actuar no es por el simple
hecho de actuar, ya que, Dios lo ha dotado de inteligencia, razón y voluntad, para buscar el
bien y amarlo a Él. Por ello, la virtud como esa “disposición habitual y firme hacer el bien”
es el medio que nos acerca y nos hace semejantes a Dios, como esos actos operativos que
nos ordenan a cumplir la voluntad de Dios.
16
Un hombre virtuoso comienza a gozar de la presencia de Dios en su vida. Presencia
que se ve reflejada en las virtudes teologales, que son esos dones de Dios que hacen al
hombre creer en Él, esperar todo de Él y obrar por amor Él.
San Gregorio de Nisa subraya que: “El objetivo de una vida virtuosa consiste en
llegar a ser semejante a Dios”. Partiendo de esta frase podemos decir que la virtud de la
caridad, es la virtud más alta y más importante en la vida del cristiano, porque la caridad
nos hace participar del ser divino de Dios. Amar como Dios ama.
También, la Iglesia nos señala la caridad como el principio vital de la vida del
cristiano20. Además, en esta virtud se encuentran la esencia y el núcleo del cristianismo,
pues, es el centro de la predicación de Cristo y es su mandato más importante (cf. Jn 15, 12;
15,17).
La caridad es la virtud reina, el mandamiento nuevo que nos dio Cristo, por lo tanto
es la base de toda espiritualidad cristiana. Es el distintivo de los auténticos cristianos. Es la
virtud por excelencia porque su objeto es el mismo Dios y el motivo del amor al prójimo es
el mismo: el amor a Dios. Porque su bondad intrínseca, es la que nos une más a Dios,
haciéndonos parte de Dios y dándonos su vida. Sin la caridad todos los demás dones del
Espíritu no tendrían sentido (cf. 1 Cor 13). La Caridad le da vida a todas las demás
virtudes, pues, es necesaria para que éstas se dirijan a Dios.
Nuestra fe se basa en el amor, en la caridad, de aquí su primado ante las demás
virtudes: “« Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él »
(1 Jn 4, 16). Estas palabras de la Primera carta de Juan expresan con claridad meridiana el
20 Cf. CEC. N°1856
17
corazón de la fe cristiana.”21. Y permanecer en el amor es permanecer en Cristo. Poner la
mirada en la Cruz de Cristo, pues, desde allí contemplamos la verdad de Dios:
“Es allí, en la cruz, donde puede contemplarse esta verdad. Y a partir de allí se debe definir
ahora qué es el amor. Y, desde esa mirada, el cristiano encuentra la orientación de su vivir y
de su amar”22.
BIBLIOGRAFIA
Benedicto XVI. Carta Encíclica. Deus caritas est. (25 de diciembre 2005).
S. F. Ricardo, Curso de ética general y aplicada. Minos. 1999.
Aristóteles, Ética a Nicómaco.
Catecismo de la Iglesia Católica.
21 Cf. Benedicto XVI, op. Cit. N° 122 Ídem. N° 12
18
A. Tomás, Suma teológica. B.A.C. MADRID, 2001.
Concilio Ecuménico Vaticano II. Edición bilingüe. B.A.C. MADRID, 2004.
Platón. El banquete, 210a-211d. Alianza. Madrid, 1993.
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Agustín Hipona, Contra duas epist.
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soteriología bíblicas. C.T.S. 1997
CIRCULO DE ESTUDIOS TOMISTAS (UNIVERSIDAD CATÓLICA CECILIO
ACOSTA). Filosofía del amor en san Agustín. [Artículo en
línea].http://tomismounica.blogspot.es/1280236365/
INDICE
INTRODUCCIÓN-------------------------------------------------------------------------------------------------------1
CAPÍTULO I--------------------------------------------------------------------------------------------------------------3
NOCIÓN DE VIRTUD-------------------------------------------------------------------------------------------------3
1. El obrar del hombre dirigido a un fin.-------------------------------------------------------------------3
2. La Virtud. Disposición habitual y firme a hacer el bien-------------------------------------------4
3. Las virtudes teologales, dones sobrenaturales de Dios.---------------------------------------------5
CAPITULO II-------------------------------------------------------------------------------------------------------------8
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LA CARIDAD, DON SOBRENATURAL DE DIOS. VIRTUD REINA DEL CRISTIANISMO----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------8
1. La caridad. Primeras nociones-----------------------------------------------------------------------------8
1.1 Grandes pensadores griegos: Platón y Aristóteles--------------------------------------------9
1.2 El amor en el cristianismo---------------------------------------------------------------------------10
1.3 El amor en la Sagrada Escritura---------------------------------------------------------------------10
1.4 La caridad en los Padres de la Iglesia---------------------------------------------------------------12
2. La Caridad. Virtud teologal-------------------------------------------------------------------------------14
3. Características principales de la virtud de la caridad--------------------------------------------15
4. Los frutos de la caridad-------------------------------------------------------------------------------------15
CONCLUSIÓN----------------------------------------------------------------------------------------------------------17
BIBLIOGRAFIA-------------------------------------------------------------------------------------------------------19
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