La Carta Final

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Novela de suspenso del escritor argentino Ignacio Bermúdez

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  • Ignacio Bermdez

    La Carta

  • LA CARTAde Ignacio Bermdez

    Ignacio Bermdez

    1ra Edicin - 300 ejemplares

    Diseo, diagramacin y Edicin:EDITORIAL UTOPIAS de Jorge NavoneTe/Fax: 54 2901 424552Ushuaia - Tierra del Fuegowww.editorialutopias.com.ar

    Diseo de tapa: Jorge Navone

    Todos los derechos reservadosI.S.B.N: 978-987-1529-64-3

    Impreso en Argentina - Agosto de 2011

    Queda hecho el depsito que marca la ley 11.723

    Queda estrictamente prohibida, sin la autorizacin escrita del autor, bajo las sanciones establecidas por las leyes pertinentes, la reproduccin total o parcial de esta obra por cual-quier medio o procedimiento, comprendidos la reprografa y el tratamiento informtico.

    Bermdez, Ignacio

    La carta. - 1a ed. - Ushuaia : Utopas, 2011.

    68 p. ; 19x14 cm.

    ISBN 978-987-1529-64-3

    1. Narrativa Argentina. 2. Novela. I. Ttulo

    CDD A863

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    I

    Un pequeo cruz distrado la calle.

    Matas Valicenti, al ver la inminencia del auto con el chico,

    corri.

    Sus dos manos empujaron con fuerza, lo rescat. l recibi el

    impacto.

    Una muchedumbre se avecin a auxiliarlo. Para demostrar

    que estaba inclume, se levant rpidamente.

    Cmo ests? interrog un hombre a dos metros de l.

    Perfecto, el auto vena a baja velocidad, y fren antes de

    seal el coche.

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    La conductora lleg temblando a Matas. Toc su hombro iz-

    quierdo para ver si se haba lastimado.

    Qudese tranquila aconsej.

    Camin hacia el nio.

    Te sents bien? averigu Matas.

    Movi su cabeza respondiendo que s.

    Al instante llegaron patrulleros, y una ambulancia.

    Acustese fue la disposicin de la mdica a Valicenti.

    Estoy en ptimas condiciones fsicas se levant la remera

    y expuso que no tena el menor dao.

    Es nuestra obligacin revisarlo se oy una voz masculina

    por detrs.

    Pngase esto la mujer le dio un collarn.

    No quiero lo arroj con violencia hacia el costado.

    Las personas murmuraron sobre su cambio de modo.

    Tiene que hacerlo, tendremos que llamar a un polica para

    que lo obligue. Por favor, faciltenos las cosas!

    Nadie puede forzarme a ser asistido cruz los brazos.

    No entienden que estoy bien?

    S, lo comprendemos, pero puede tener deterioros no vi-

    sibles tom el sobrecuello para ponrselo. Acept con mala

    cara. Ahora debe venir con nosotros al sanatorio que queda

    aqu cerca exclam la doctora.

    Bueno, y al nene tambin lo llevan?

  • Ignacio Bermdez

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    S, ya est dentro de la ambulancia apacigu. Le efec-

    tuaremos controles.

    De acuerdo.

    Aprovecharon la buena predisposicin para apurarlo a que su-

    biera al vehculo.

    Entre tanto iban en camino, la mdica quiso saber qu lo ha-

    ba impulsado a tomar esa decisin de salvar al pequeo, a lo que

    interpuso: Lo sent.

    Qued impresionada con la respuesta y no volvi a interrogar-

    lo sobre el tema.

    En el hospital le realizaron todos los estudios; no tena la ms

    mnima herida.

    Certific algunos papeles protocolares del lugar, y se fue cami-

    nando a su domicilio.

    No pas la tercera cuadra cuando, a lo lejos, vio algo que atra-

    jo su mirada, as que aceler su marcha para verificar de qu se

    trataba.

    En algunos metros ms, se inclin y la tom; era una ficha

    amarilla de casino. Se dio cuenta de inmediato, por las iniciales

    grabadas, y porque las conoca. Qued desconcertado ya que el

    da anterior haba jugado con ese color a la ruleta, y en el mismo

    casino.

    La guard en el bolsillo derecho, por cbala. Crea como

    muchos en diversos entes, signos, encantamientos y nombres

    divinos por medio de los cuales se podan influir y alterar sucesos

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    naturales. No pasaba nunca debajo de una escalera abierta. No

    entregaba el salero en la mano. No pronunciaba la palabra vbora

    o si lo haca se tocaba el testculo izquierdo. Y los martes 13 no

    sala por nada del mundo de su casa.

    A los pocos minutos lleg a su vivienda. Dej la llave en el

    velador, inclin la cabeza hacia su derecha y vio una carta. Ley:

    Juego abierto en pena, dueo del destino fro y cruel. Yo soy tu juego.

    No le dio importancia, crea que era de alguien que viva all

    mismo; un viejo poeta, acostumbrado a escribir cartas y poemas a

    los integrantes del edificio. Baj dos pisos y golpe la puerta con

    insistencia.

    A las cansadas, el poeta atendi.

    Seor, por qu vuelve a incomodarme con sus poemas?

    cuestion, tratando de disimular el disgusto. No quiero re-

    cibirlos otra vez.

    El individuo se sorprendi.

    De qu me habls?

    Matas apoy el brazo izquierdo sobre la pared y respondi:

    Recin llegu a mi casa y vi una carta con un poema, y sabemos

    que usted los escribe.

    No, esta vez no fui yo aval el anciano.

    Valicenti extendi la mano para despedirse y le pidi discul-

    pas, aunque no le crey una palabra. Subi las escaleras y se acos-

    t; le quedaba poco para ir al habitual partido de cartas. Necesi-

    taba descansar.

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    Apenas durmi unos instantes y despert sobresaltado. Se sen-

    t en la orilla de la cama, prendi la luz y fue a la cocina. Hirvi

    leche y le agreg caf. Realiz unas llamadas que confirmaron

    el juego de naipes en el cual apostaran dinero, como era usual.

    Lejos estaba de pensar en quedarse en casa.

    Jug durante cinco horas, gan, pero no se fue. Continu

    arriesgando hasta que perdi todo.

    Pidi ms capital. Le prestaron con la condicin de que se

    retirara. Acongojado, fue a un bar a unas cuadras, donde atenda

    una camarera de pie detrs del mostrador.

    Matas Valicenti se dirigi a la barra con un andar un tanto

    desprolijo.

    Hola, qu tal? balbuce tronando los dedos.

    La chica, con la mirada perdida, contest cortante: Tene-

    mos cualquier cosa que usted desee. Elija.

    A Matas le disgust tanta seriedad.

    De todas formas, agreg: Estoy en el lugar indicado.

    Claro puntualiz ella. Bueno, dgame lo que desea.

    En ese momento, susurr al odo de la muchacha: Quiero

    vino.

    Sin gesticulacin, ella tom una botella. Cualquiera. La pri-

    mera que encontr.

    Matas quera cambiarle el supuesto malhumor.

    Qu le sucede, amiga? interpel elevando las cejas.

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    Ella lo avist con soberbia.

    Estoy bien.

    Se acomod, ingiri el primer trago, y le consult su nombre.

    Mercedes replic sin ganas.

    La chica se alej. Fue a atender una mesa, la del rincn, donde

    dos hombres la miraban con atencin.

    Valicenti sigui tomando vino. Casi al terminar se le cay la

    copa. Ella fue de inmediato a limpiar, y l se disculp.

    De manera sorpresiva, el humor de Mercedes mut para bien.

    Aprovechando la situacin, Matas le pregunt cundo saldra.

    Ms o menos en una hora repuso, mirando su reloj.

    Coment que la esperara.

    l se puso a saltar y bailotear. Quera captar su atencin y esa

    era una buena forma.

    Mercedes carcaje. Le pareci un acto estpido, pero heroico.

    Dej de bailar, ella se lo pidi, su jefe poda llegar y retarla.

    Al salir, y luego de gran insistencia por parte de l, fueron en

    taxi hasta su casa, donde bebieron vino y charlaron durante horas

    parados en el balcn, hasta que Matas interrumpi la conversa-

    cin para ir al bao.

    Posterior a lavarse las manos, tom un sobre que se hallaba

    en el suelo, lo abri y ley la carta: Duermen en tu vida los aos

    privados, la roca fuerte construida cay, el juego empez.

    Qued pensando en el significado. Sin respuestas fue por la

    chica.

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    Mercedes no estaba. La puerta, abierta. Las ventanas, cerradas.

    Recorri el departamento. Cada piso. Le consult al portero si

    haba visto salir a una mujer.

    No, a nadie arguy y sigui tomando mate.

    La esper despierto toda la noche. Nunca lleg.

    Le habr incomodado algo? se pregunt.

  • Ignacio Bermdez

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    II

    Dos jornadas despus fue a la casa de su madre.

    La visitaba con frecuencia, en general iba con algunas media-

    lunas, esta vez no. Saba que tendra bizcochuelos guardados en

    el horno.

    Para quin hacs esto? indag cuando la vio tejer un

    pulver.

    Para tu hermano revel, siguiendo con la situacin.

    Matas sonri con insolencia.

    Siempre lo mismo. A l todo se mostr indignado.

    No es as; nunca hice preferencias entre ustedes.

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    Ya s, mam, es un chiste declar para aquietarla.

    Y cmo ests? interpuso la mujer.

    La verdad es que mal, todava no consigo trabajo Vali-

    centi frunci el ceo.

    Ya vas a conseguir, es fcil para los jvenes garantiz con

    suavidad.

    La madre fue a su cuarto y busc una carta.

    Mir esto! La trajo un hombre, no quiso contestar ni una

    pregunta y se retir.

    Cmo era? curiose.

    No s, mi vista empeor con el tiempo; sin embargo, re-

    cuerdo que tena un traje oscuro y zapatos... Ah, y un pauelo

    negro con puntos blancos que asomaba del bolsillo del pecho.

    Matas trat de sacarle algn detalle ms; pero no pudo.

    Por qu te alarma una simple carta, te estn intimando a

    pagar alguna deuda? no ocult el temor de que su hijo estuvie-

    ra metido en problemas.

    El muchacho le hizo una mueca negativa para desalentar la

    sospecha.

    No tengo deudas se apresur a leer.

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    Melancola

    Sombras azuladas y esos ojos oscuros

    que al pasar me miran hondamente.

    El sonido del otoo se acompaa con guitarras

    y en el jardn se disuelve su ceniza impura.

    Las pesadumbres sombras de la muerte

    preparan sus delicadas manos.

    De pechos opulentos beben descarnados labios

    y en la piel dorada del nio solar

    ondulan hmedos sus rizos.

    (Quin es el autor de este poema?)

    Al observarle la cara, cuestion: Qu pasa, hijo?

    Matas mostr la hoja y consult si saba de qu se trataba.

    Ella lo neg.

    Era la tercera carta que apareca en pocos das. Todas le haban

    generado dudas y situaciones no previstas.

    Esta vez no tena a ningn vecino poeta de quien desconfiar.

    Valicenti cay desvanecido al suelo.

    Cuando despert tena la carta en la mano. Llam a su madre

    y no tuvo respuesta. Sali a buscarla. Recorri la manzana. No la

    encontr.

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    Fue a la comisara a hacer la denuncia. No quisieron tomr-

    sela porque deban pasar por lo menos veinticuatro horas de la

    desaparicin. Le recomendaron que fuera a los lugares que ella

    visitaba con frecuencia: familiares, amigas, almacenes y super-

    mercados.

    Sigui los consejos. No tuvo xito.

    Luego de un mes, ya con ayuda de la Polica Federal, alguien

    denunci haberla visto sentada en la parte de atrs de un auto

    oscuro.

  • Ignacio Bermdez

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    III

    Para distraerlo, su amigo Leandro Pealba lo invit a un bar,

    y fueron de casualidad al sitio donde haba conocido a Mercedes.

    Cuando se dio cuenta, pregunt al encargado por ella.

    No la veo hace tiempo, es como si se la hubiera tragado la

    tierra sintetiz el hombre.

    Quin es esa chica? consult Leandro a Matas.

    Una mina que conoc no tena humor para ampliar el

    tema.

    Pas algo? se refera a algn tipo de relacin sexual.

    Matas evadi: Vamos a esa mesita contra la pared.

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    Quers algo en especial? Yo cerveza suspir Pealba.

    Dale, algo fresco en ese momento a Valicenti le daba lo

    mismo tomar cualquier cosa.

    Nos pods atender? Leandro le gru a una mujer a dos

    mesas.

    Me viste cara de moza? se par irritada, esperando una

    respuesta rpida.

    No te enojs, perdn, me confund.

    Qu quieren? grit el encargado desde el fondo.

    Cerveza.

    Ya se las llevo.

    Este gordo es un boludo, vengo siempre y me atiende con

    cara de culo.

    Matas Valicenti lanz risotadas al aire.

    Parece simptico.

    S, como todos los gorditos cuchiche Leandro, en tono

    burln.

    No seas as, pobre apel a su bondad.

    Callaron cuando lo vieron llegar.

    El man es gratis aclar el hombre dejando el pedido.

    Qu buena persona! afirm con irona Pealba, Matas

    se avergonz.

    Te pusiste colorado, es una broma Matas, nada ms co-

    ment. Bueno, hablemos de vos, cmo ests?

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    Mal, no puedo creer lo que me pas.

    La vas a encontrar! sostuvo golpeando la mesa.

    Estoy desesperado se toc los ojos. Me siento vaco.

    Una cosa es saber que est muerta y otra peor es no saber dnde

    est y cmo sus facciones se volvieron toscas.

    Hay algn indicio que ayude a saber algo sobre ella o lo

    que pas?

    Nada fue rotundo. Estaba con ella

    Estabas con ella? repiti incrdulo.

    S lo mir a sus ojos. Perd el conocimiento y de re-

    pente, al despertarme no la vi; recorr la cuadra, los vecinos y

    nada de nada se sirvi el vaso con cerveza.

    Cmo te desmayaste?

    Haba llegado una carta con un poema, y abajo del texto

    preguntaba si saba quin era el autor, o algo asno lo supe, ni

    mi mam, y no me acuerdo de un carajo ms.

    Qu extrao! Puede ser alguien cercano a vos sugiri.

    De todas formas, es lo ms raro que escuch sin nimo de

    ofender.

    Por qu penss eso?

    Debe tener algo esa carta, hay productos que te hacen des-

    mayar al instante.

    Mmm, no creo quin sera tan basura? Aparte no tene-

    mos nada como para que la secuestren y nos pidan plata.

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    Amigo, este mundo est lleno de hijos de puta garantiz

    Pealba.

    Matas Valicenti qued en silencio. Pens un instante lo que

    le haba dicho.

    Esperemos que aparezca y que no sea ms que una confu-

    sin.

    Cualquier cosa que necesits estoy para ayudarte cedi

    voluntad al amigo.

    Ya lo s, no necesito escucharlo.

    Te lo digo para que no tengs la menor duda apunt

    Pealba con sinceridad.

    La mesa empez a vibrar: era el celular de Leandro.

    Es mi mujer miraba su telfono. Me tengo que ir

    dej veinte pesos sobre la mesa y se hizo para atrs con la silla.

    Est bien, nos vemos otro da Valicenti se angusti aun-

    que no lo demostr.

    Ni un minuto esperaron para marcharse.

    En la esquina, un hombre alto, de traje y pauelo negro con

    puntos blancos se acerc, le dijo: Te sera ms til jugar, ests

    buscando por lugares incorrectos, el fin es otro.

    El tipo se dio vuelta y subi precipitadamente a un automvil,

    sin la posibilidad de que pudiera decirle algo. De todos modos,

    alcanz a ver la patente del coche, as que con ese dato, no dud

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    en averiguar. Pens que sera un camino para descubrir los acon-

    tecimientos pasados.

    Se dirigi al Registro del Automotor. Hizo una larga cola hasta

    llegar al mostrador de atencin al pblico.

    Es usted el titular? le inquiri el empleado.

    No.

    Entonces, no hay forma de brindarle esa informacin. Son

    datos personales.

    Por favor, es urgente, ese hombre es peligroso, casi me atro-

    pell!

    Mire, acrquese a esa chica y la seal, es mi compa-

    era, tal vez quiera hacerse responsable. Yo, no.

    Matas Valicenti pidi ayuda a la joven y ella acept. Para su

    sorpresa, cuando fue en bsqueda de la informacin, la patente

    no se encontraba registrada.

    Estaba seguro de que haba retenido con precisin los datos.

    Agradeci, busc un taxi, y se retir.

    En el living de su casa, busc la Biblia que le haba regalado su

    mam cuando tena 10 aos. Entre sus hojas encontr una carta

    escrita por el sacerdote Pedro Mansilla. La madre iba todos los

    domingos a sus misas. Tenan una fraternal amistad.

    Record que ella siempre le aconsej visitar al padre ante cual-

    quier problema.

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    Cuando lleg a la iglesia, se encontr con un templo de ms

    de doscientos aos.

    Su extensin formaba un paralelogramo rectangular lleno de

    puertas simtricamente distribuidas. Se vea imponente.

    Lo ms llamativo eran las tumbas en el subsuelo, muros blan-

    queados a su alrededor; all estaban los obispos y sacerdotes.

    De fondo, siempre deleitaba una msica barroca.

    El padre Pedro viva solo. Era el nico que tena permitido

    dar misa.

    Cuando se sala al jardn se poda vislumbrar la habitacin que

    ocupaba.

    El sacerdote recibi a Matas con beneplcito. Compartieron

    charlas y vino.

    Pedro, luego de darse cuenta que haba logrado distender a su

    visitante, le pregunt por qu haba ido a verlo.

    Me estn sucediendo cosas raras movi la cabeza dndole

    nfasis a sus dichos.

    Mansilla lo acarici con las yemas en la frente y consol:

    Son pruebas que debemos pasar. Si no es en esta vida, en la prxi-

    ma sers recompensado con la ms pura miel y leche, que correr

    en abundancia.

    La mirada de Valicenti se vio debilitada y refut: Pero, pa-

    dre, yo no quiero ser feliz en otro mundo; sino en este.

    Hijo, no siempre es para la tierra.

  • Ignacio Bermdez

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    Pedro fue a buscar un libro. Matas lo esperaba en el saln, le

    llam la atencin una pintura que colgaba en la pared. La toc.

    Con su torpeza habitual, la hizo caer, y qued partida en dos.

    Desde su interior, se desliz una carta. Dud en leerla. Temi

    las consecuencias, pero no pudo resistirse.

    Las palabras, incrementaron su miedo, casi como un estadio

    previo a la locura.

    Ellas le dictaban matar al cura con un cuchillo envuelto

    en papeles de diario!... que se encontraba en la baera. Le daban

    quince minutos.

    Qu clase de perverso est haciendo esto? se cuestion.

    En el momento en que Mansilla volvi, Matas Valicenti lo

    mir, supo que no poda matarlo. No le importaban los efectos

    de negarse a la orden.

    El religioso se sent mientras Matas se hallaba mudo; ms

    que nunca. Mir el reloj. Haban pasado ocho minutos.

    Decidi ir al bao. Quiso comprobar si en verdad exista el

    cuchillo.

    Verific que estaba en la baadera.

    Abri la puerta y volvi con Pedro.

    Alguien estuvo aqu antes padre?

    No contest Mansilla, nadie puede entrar sin mi au-

    torizacin.

    Haban pasado ya doce minutos!

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    El cura pidi permiso y fue a la cocina a tomar agua porque se

    senta descompuesto.

    Valicenti sinti un golpe y corri a ver qu suceda. All se

    encontr a Pedro tirado en el piso, el cuello repleto de sangre.

    Grit consternado. Busc explicacin. Sus piernas lo lanzaron

    de rodillas al piso. No cesaba de llorar. La nica idea fue escapar.

  • Ignacio Bermdez

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    IV

    Una perspectiva surgi en la vida de Matas: un amigo, Ber-

    nardo Ortiz, le ofreci trabajo en su estudio jurdico.

    Cuando acudi a la entrevista, fue atendido por una mujer

    que lo hizo esperar afuera unos minutos hasta que lo recibieron.

    Bernardo le ense lo que deba hacer, present a sus compa-

    eros, y lo dej un momento en compaa de Mara Lpez, una

    empleada del estudio.

    La muchacha se anticip a l.

    Me encanta Hitchcock exclam, al mirar la remera de

    Matas con la palabra Psicosis.

  • La Carta

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    Esta noche ir al cine. Quiero volver a ver The birds. No

    me cansa. Voy a un cine-bar cerca de mi casa. Proyectan filmes

    clsicos.

    Mara no dud: Puedo ir con vos?

    S afirm.

    Al tiempo previsto, Valicenti toc el timbre.

    Esto esperaba reconoci ella.

    Qu cosa? consult sorprendido. No entend, perdn.

    Lo salud con un beso en la mejilla y le dijo: Tu puntuali-

    dad, es signo de respeto.

    Mi abuelo deca lo mismo record, con cario Matas.

    Para l, la precisin, honestidad y respeto iban de la mano. De

    hecho, perdi muchos amigos y negocios; si llegabas tarde no te

    hablaba ms.

    Tu abuelo debi ser un hombre correcto afirm Mara

    Lpez, con una sonrisa.

    En el cine, Valicenti eligi la primera fila. Ella acept.

    Esper que se sentara, demostrando su caballerosidad.

    Muchas gracias Mara, se acomod en la silla y cruz las

    piernas.

    De nada retruc.

    No perda de vista sus movimientos, quera saber si ella se diver-

    ta. Not tambin que lo observaba, aunque con mayor disimulo.

  • Ignacio Bermdez

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    A punto de terminar el largometraje, y con evidentes signos de

    empata mutua, se besaron durante algunos minutos hasta que se

    encendieron las luces. La pelcula haba terminado.

    No vimos el final repar Mara con afliccin.

    Rieron cmplices, y fueron al hall central.

    Mara, pods esperar unos minutos? Voy al bao.

    S, claro.

    Entr al sanitario con apuro.

    Mientras se lavaba la cara, un hombre de aspecto serio dio

    unos pasos hacia l.

    Tome, squese le entreg un pauelo negro que tena

    unos crculos blancos.

    Advirti la similitud con el que vio antes.

    Gracias expres Valicenti y lo mir de reojo.

    No hay de qu. Parece cansado. Le sucede algo?

    Nada, estoy bien contest Matas, y le devolvi el pa-

    uelo.

    Disculpe mi intromisin el sujeto se dio cuenta que lo

    haba incomodado.

    Est bien no movi ni un msculo de la cara, su expre-

    sin fue dura relacionndolo con los atormentados hechos del

    pasado.

    El justo instante en que pas por detrs del tipo, no pudo

    contener sus ms intensos recuerdos y le peg dos fuertes reveses

  • La Carta

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    en la nuca. El individuo cay inconsciente. Matas continu el

    castigo pisndole la cabeza.

    Dnde tienen a mi mam?

    Al verlo sangrar se detuvo.

    Qu hice, qu hice! grit.

    Enjuag sus manos, y se retir sin mirar atrs.

    Por qu ese gesto? su compaera se alarm.

    Estoy bien enfatiz Valicenti. Con sueo, mejor me

    voy a casa.

    Ella percibi que estaba mal.

    Tu cara no lo demuestra seal, con respeto.

    Perdn, tens razn, es que estoy agotado. Vamos, te acom-

    pao a tu casa.

    A Mara no le qued otra que decir: Bueno aunque no

    comprendiera los motivos.

    En el viaje ella lo miraba, l corra el rostro, evitando el di-

    logo.

    Al llegar, Matas se baj del taxi y abri la puerta para que ella

    descendiera. Mara Lpez no disimul ms y mostr disgusto en

    su semblante.

    Entr a su domicilio sin despedirse y l se fue.

    Valicenti, en su vivienda, fue directo al bao, abri el agua

    para ducharse y son su celular. Atendi.

    Qu te pas?, por qu quisiste irte de repente? pregunt

    Mara.

  • Ignacio Bermdez

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    Nada respondi Matas, con voz tenue.

    Ests seguro? insisti.

    Alej el telfono de su oreja, dud, no saba que decirle.

    Para ser sincero, no podemos seguir vindonos dijo, in-

    quebrantable.

    Y, por qu? pronunci la muchacha, con un aire de tris-

    teza.

    Estoy en dificultades replic. No quiero otra ms.

    No tiene que ser un inconveniente repuso extraada.

    Me surgieron conflictos que estn fuera de mi entendimien-

    to decidi decirle la verdad. Recib cartas extraas y me pa-

    saron cosas malas. No conozco el origen ni por qu me las envan.

    Y, qu tiene que ver eso con nosotros? lo interrumpi.

    No desearas saber las cosas horribles que le pasaron a la

    gente que me rodea; no quiero implicarte en eso la intencin

    era darle miedo para alejarla.

    Ella quera convencerlo de lo contrario: No s qu hechos

    tan negativos viviste, igual te voy a ayudar a resolverlos. No te ha-

    gs problema agreg. En qu quedaste con Bernardo Ortiz?

    Maana trabajs?

    S, me dijo que fuera a las ocho de la maana.

    Entonces, maana hablamos indic.

    Cortaron. Tir el celular en el silln y se ba.

    En la cama, trat de dormir. Como no pudo, fue al casino. No

    le import el horario.

  • La Carta

    30

    El lugar se vea normal, hasta que se oy un impacto poco

    frecuente. Un hombre estaba en el piso, en la zona de las traga-

    monedas.

    Fue muerte sbita, su corazn no resisti fue el comen-

    tario general.

    Se apart para ir a jugar. Pero, por el incidente, nadie poda.

    Se quej, mas ningn empleado del casino lo escuch. Enojado,

    se sent en una silla del caf, desde donde poda ver las ruletas.

    Un habitu del casino, conocido de Matas, de unos 30 aos, se

    acerc y lo salud.

    Cmo te fue? indag el muchacho, tocndose la nariz.

    La verdad, psimo sincer Valicenti.

    Perdn, no tendras que estar en otro lado? interpel a

    Matas.

    En qu lugar? no comprendi a qu se refera, arregl

    su pantaln.

    No s buscando a tu madre.

    Valicenti qued anonadado.

    Y de dnde sacaste esa informacin?

    Me lo dijiste hace dos das el individuo lo mir intriga-

    do. Te llam para invitarte a salir y me contaste.

    No lo recuerdo asegur Matas, se preocup.

    El joven se mostr extraado: De verdad? Estuvimos ha-

    blando un rato largo.

    Imposible! insisti Valicenti, con nfasis. Lo recordara.

  • Ignacio Bermdez

    31

    Bueno, vamos a tomar algo hasta que reabran los juegos, te

    invito le sugiri a Matas, para terminar con el tema.

    Pidieron una botella de brandy.

    Matas Valicenti se fue en medio de la tercera copa. Coment

    que deba trabajar temprano.

    * * *

    Lleg a la hora prevista.

    Mara Lpez lo ayud en sus tareas.

    Entre saludo y saludo, se retir a las dos y diez y, como de

    costumbre, se fue caminando a su casa.

    Ya haba recorrido medio kilmetro, cuando un individuo

    desde el coche le grit: Cmo ests, Matas?

    Qu necesita? pregunt y fij la mirada en el autom-

    vil. Cmo sabe mi nombre?

    El hombre dijo: S.

    Cmo, s?

    Te estamos esperando amenaz el tipo, larg una sonrisa

    cnica.

    Dej de caminar: Sigo sin entender A qu se refiere?

    Tu mam est con nosotros afirm. Al igual que esa pu-

    tita de Mercedes, me las cojo todos los das. No sabs cmo gritan!

  • La Carta

    32

    Matas se abalanz sobre el auto. Meti la mitad del cuerpo

    por la ventanilla, y trat de ahorcarlo con sus brazos.

    Hijo de puta, hijo de puta! gritaba y forcejeaban.

    No consigui frenarlo. El hombre aceler y se perdi en el

    trnsito.

    Logr ver el nmero de la patente; result ser el que haba

    investigado, aunque el auto era de aspecto diferente.

    Fue de inmediato a la comisara que segua el caso de la des-

    aparicin de la madre, a hablar con el comisario.

    Acabo de encontrarme con un tipo que tiene a mi madre

    seal agitado.

    Tranquilcese, dgame qu vio orden el comisario.

    Caminaba, un hombre apareci manejando un auto a paso

    de humano, por la orilla de la calle, despus de saludarme me dijo

    que tena a mi mam no mencion a Mercedes, para evitar

    inconvenientes.

    Pudo ver la patente del auto? interrog, quien tom un

    papel y una lapicera, hizo unas anotaciones y se fue luego de agre-

    gar: Espreme un momento.

    A los cinco minutos, volvi.

    Cmo era esa persona? necesitaba ampliar la informacin.

    Pelo oscuro, corto, con orejas grandes y nariz puntiaguda

    intent acordarse de algo ms. Tena una chaqueta de cuero

    negra.

  • Ignacio Bermdez

    33

    Quiere aadir algo? interrumpi el comisario.

    No le sirven esos datos? demostr enojo.

    El seor hizo una seal de negacin e insisti: Los datos son

    escasos.

    No puedo recordar ms baj la vista.

    Le voy a aclarar que esa chapa no existe. Est seguro del

    nmero? desconfi de Valicenti.

    No titube un segundo: Estoy seguro. Lo vi claro.

    El comisario le mostr el papel.

    Estos son los datos? Estn bien? quera la confirmacin.

    S, no hay duda reafirm.

    Bueno, voy a corroborar si es as revel el comisario.

    Al volver, le reiter que el dominio del auto no exista.

    Matas Valicenti dio media vuelta y se fue. Sin saludar.

    En su casa, abri una botella de vodka, la mezcl con un litro

    de jugo de naranja, tom hasta acabar con la bebida y se acost.

    Cerr los ojos.

    Escuch una voz: Despirtese!

    Mir a su alrededor. Se espant al encontrarse en un campo.

    Un nio lo miraba.

    Qu hago ac? indag desolado.

    El pequeo repuso: Me llamo Luciano, y usted?

    Matas no contest.

    El chico se arrim con mesura.

  • La Carta

    34

    Iba caminando y lo encontr aqu tirado aclar el mu-

    chacho.

    Valicenti se levant. Mir hacia atrs. Comprendi que estaba

    acostado en medio de un descampado.

    Luciano indic un lugar, hacia la izquierda.

    Ve?, all est mi casa. Acompeme, seguro que mi pap

    lo ayudar.

    Entraron y el nio present.

    Pap, mire. l es un seor que est perdido, le podemos

    dar comida y agua?

    El padre no titube.

    Sin ningn problema, pase, acomdese, traigo algo para

    tomar? le toc la espalda, como seal de amistad.

    No, gracias contest tmido Valinceti.

    Perdneme, no le pregunt su nombre.

    Matas Valicenti, y el suyo?

    Mir la ropa del visitante, y se dio cuenta que era un hombre

    de la ciudad.

    Javier Sosa y, disculpe mi indiscrecin, qu hace un in-

    dividuo como usted por aqu? pregunt con intriga.

    Matas estuvo en silencio unos segundos antes de contestar:

    Me creera si le digo que no s? Me acost a dormir la siesta y,

    de pronto, aparec ac.

    Las dudas llenaron la mente de Javier Sosa, aunque no lo evi-

    denci.

  • Ignacio Bermdez

    35

    Est a unos cuantos kilmetros de la ciudad, en El Valle

    del Sol, podr ver que esto es zona rural, escasamente poblada

    explic Javier.

    Se lo agradezco respondi Matas.

    Y le coment: Su hijo es muy compasivo, no dud en so-

    correrme.

    Muchas gracias, trat de educarlo lo mejor posible. Cuando

    la madre muri pens que todo se iba a la ruina manifest Ja-

    vier Sosa con melancola.

    Lo siento. Cmo muri?

    Javier se levant de la silla y cort pan.

    Fue un accidente terrible. No quisiera hablar de eso.

    No tiene por qu contestarme tranquiliz.

    Javier cambi de tema: Me imagino que quiere volver a la

    ciudad.

    La verdad, s repuso Matas Valicenti.

    No se irrite, maana podr hacerlo. Esta noche se puede

    quedar a dormir en el cuarto de huspedes, quiere conocerlo?

    Con gusto confes Matas.

    Javier Sosa ense la habitacin. Matas vio un pauelo negro

    con crculos blancos en el piso. Lo alz y pregunt: De quin es?

    Sosa se sorprendi: No lo encontraba desde haca tiempo.

    Era de mi mujer; lo tena puesto el da de su muerte y, aunque

    suene extrao, me gusta tenerlo, para recordarla.

  • La Carta

    36

    Es normal. Nos aferramos al pasado afirm Matas y se

    son la nariz con un papel higinico que llevaba en el bolsillo.

    Lo noto decado, qu le sucede? pretendi saber Javier.

    Es que vacil antes de explicar. Estoy confundido;

    lo que me pas es muy loco, tirarme a mi cama por unos minutos

    y aparecer aqu.

    Sosa lo mir con suspicacia: Toma alcohol?

    A qu viene esa pregunta? arremeti Matas, algo indig-

    nado.

    Con la mano derecha pein su cabello.

    Bueno, quiz se sobrepas con la bebida aclar Javier

    Sosa. Cuando uno se excede, puede despertarse en lugares que

    no deseara.

    Al sentarse en la cama, Matas Valinceti se toc la cabeza, le

    dola.

    Lo recordara, fui a trabajar, beb, pero no tanto le dio

    vergenza reconocer que tom un litro de vodka.

    Est seguro? pregunt de manera insistente. Mire que

    pas por esas situaciones y me auto-engaaba para no sentirme

    culpable, quizs usted tambin.

    Matas reflexion.

    Ahora me est haciendo dudar accedi al fin. Ya no s

    quin soy Fui un estpido al contarle mis intimidades! Dis-

    clpeme!

  • Ignacio Bermdez

    37

    Javier Sosa recomend: Mejor acustese, maana lo des-

    pierto y regresa a su casa.

    Tiene razn, no quiero pensar ms la voz de Matas se

    not dbil. Gracias por su amabilidad.

  • Ignacio Bermdez

    39

    V

    A primera hora, Javier lo despert.

    Seor Valicenti, levntese. El colectivo se va en una hora

    Javier Sosa hizo sonar una campana.

    Ah! abri los ojos. Tena una pesadilla murmur.

    Qu so?

    Era confuso con la mano derecha se palp el corazn

    indicando su angustia. Alguna vez sinti dolor en el alma y no

    supo la causa? Me pas eso.

    Javier le ech un vistazo con compasin: Bueno, nada es tan

    grave: fue apenas un sueo.

  • La Carta

    40

    Matas Valicenti continu: Caminaba, y un hombre de

    unos 70 aos se apoyaba en un rbol. Lo mova y caan hojas,

    y de ellas descendan gotas como lgrimas. Cuando se detuvo,

    quedaba una hoja en el rbol.

    Javier movi la cabeza y afirm: El rbol representa algo es-

    table que al moverse produce accidentes, caen y mueren personas.

    Sobrevivir un individuo. Esa es la hoja solitaria en el rbol.

    Qu dice?, de dnde sac eso? le resultaba increble lo

    que Javier Sosa aseveraba.

    Mene sus brazos, decidi ser ms franco con el asunto:

    Tuve un sueo similar y fue fatal. Muri gente cercana. Investi-

    gu y las hojas simbolizan personas fjese la analoga, son mo-

    vidas, y caen, es decir, perecen.

    Y, mi sueo, qu significa?

    No estoy seguro, por precaucin es mejor que no viaje, pa-

    rece ser una visin del ms all.

    Debo volver a la ciudad.

    Es un sueo premonitorio. Debiera hacerle caso.

    No me asuste, tengo que irme hoy problemas personales,

    me entiende Seor Sosa?

    Lo que usted diga.

    Matas Valicenti se visti, tomaron t y fueron a la parada del

    transporte.

    Gracias por todo dijo, con un profundo respeto.

  • Ignacio Bermdez

    41

    En quince minutos tiene que llegar el colectivo, aunque se

    retrasar un poco, como siempre anticip a Valicenti.

    No es molestia, esperar. Disculpe tartamude, tengo

    que pedirle dinero. No tengo un centavo su necesidad fue ms

    fuerte que la vergenza.

    S, como no. Le doy lo suficiente para la comida y el pasaje.

    Es muy amable. Pronto vendr a saludarlo prometi

    Matas.

    Mire qu suerte, ah viene el micro, lleg antes de lo previs-

    to encogindose de hombros.

    Nuevamente, gracias no saba cmo compensarlo.

    Que tenga buen viaje, hijo acentu.

    Matas subi al mnibus con la esperanza puesta en su futuro.

    Mir el asiento, era el nmero veinte.

    Un hombre mayor ocupaba el sitio continuo.

    Luego de una hora de reposo, abri los ojos y se encontr con

    que el individuo lo miraba. Sinti una enorme perturbacin, as

    que decidi cambiarse a una butaca sin compaa.

    Pasaron pocos minutos y el chofer anunci que iba a parar el

    colectivo media hora en un auto-servicio. Para que los pasajeros

    fueran al bao o a tomar algo.

    Matas baj de inmediato y compr un caf.

    De repente, un hombre exclam en voz alta: Escuchen este

    poema!

  • La Carta

    42

    Melancola

    Sombras azuladas y esos ojos oscuros

    que al pasar me miran hondamente.

    El sonido del otoo se acompaa con guitarras

    y en el jardn se disuelve su ceniza impura.

    Las pesadumbres sombras de la muerte

    preparan sus delicadas manos.

    De pechos opulentos beben descarnados labios

    y en la piel dorada del nio solar

    ondulan hmedos sus rizos.

    Matas Valicenti se acord: era el poema de la carta.

    Corri a preguntarle el nombre del autor.

    La persona le contest que se llamaba Georg Trakl, un joven

    poeta austro-hngaro.

    Volvi a sentarse. El calor desrtico, la falta de agua y el can-

    sancio produjeron que se quedara dormido en la silla.

    La mesa se encontraba en un rincn. Esto facilit situaciones

    para que el transporte partiera sin l. Nadie not su ausencia.

    Lo despertaron gritos de unos camioneros. De inmediato supo

    que haba perdido el coche.

  • Ignacio Bermdez

    43

    En ese momento, un viajero le coment al dueo del local

    que haba ocurrido un accidente en el que haban muerto los

    pasajeros.

    Escuch y qued estupefacto, le vino a la cabeza el sueo.

    En verdad, le anticip la tragedia, incluso, que una persona se

    salvara: l mismo.

    Le pidi a un hombre que lo llevara a la ciudad.

    Tuvo suerte.

  • Ignacio Bermdez

    45

    VI

    A los seis das, fue al supermercado. Elega algunos produc-

    tos en el momento que un hombre le roz la espalda: Mariano

    Doxandabarat; un amigo de la infancia. Se saludaron con un efu-

    sivo abrazo.

    Luego de una larga charla, el amigo ofreci: Querido Ma-

    tas, recuerdo que eras un gran jugador de naipes, me acompa-

    aras al casino?

    Si quers te sigo, pero la poca plata que tengo es para esto

    seal la mercanca que tena en las bolsas. No puedo gastar

    ms en la timba se echaron a rer.

  • La Carta

    46

    Yo te invito le mostr la billetera. Tenemos para de-

    rrochar algunos pesos.

    Acept y fueron a dejar las cosas compradas al departamento

    de Matas Valicenti. Mara Lpez se hallaba en la puerta, afirma-

    da en la pared.

    Te quedaras mientras voy al casino? le pidi, casi rogan-

    do, Matas a su novia.

    Ella accedi y se puso a ordenar la mercadera como si fuera

    su propio hogar.

    A la hora prevista volvi sin Mariano, que decidi seguir ju-

    gando.

    Cmo te fue? le inquiri Mara.

    l alz el dedo pulgar afirmando el triunfo.

    As me gusta lo abraz.

    La salida con Doxandabarat no le caus un buen efecto; es-

    taba sin energas. Senta como si algo estuviera absorbiendo sus

    fuerzas.

    Comi con ella sin pronunciar una sola palabra. Al finalizar,

    se retir a dormir.

    La muchacha no entendi por qu no le habl.

    Luego de tantas faltas y desaciertos laborales, Matas resolvi

    no ir ms al trabajo.

    Al otro da, temprano, sali.

    Haba acordado con Mariano Doxandabarat juntarse en una

    plaza.

  • Ignacio Bermdez

    47

    Matas, tom plata, s que no tens Valicenti sinti un

    gran alivio, como si le quitaran miles de kilos de encima.

    Gracias, no pensaba que la reunin fuera para esto.

    Tomalo como un prstamo explic Mariano, aunque sa-

    ba que ms bien era un regalo.

    Bueno, gracias de nuevoacept.

    Espero que no lo utilics para jugar brome. Hac lo

    que desees, antes vamos a tomar un caf por ah.

    Claro, claro declar Valicenti, sinti la obligacin.

    Qu necesitan caballeros? pregunt el mozo.

    Quiero un caf lo ms negro posible resolvi, y oje a

    Matas. Por qu sonres?

    Es que quiero lo mismo, me gusta fuerte.

    El mozo ancl su mirada en Mariano: Disculpe, usted es

    Mariano Doxandabarat?

    S, soy yo, y usted es?

    Roberto Cardetti respondi. Fui tu compaero en la

    Universidad de Medicina. Abandon en tercer ao, nos sentba-

    mos cerca en clases record.

    S, me acuerdo, cmo ests?

    Bien! Te graduaste?

    S afirm Mariano.

    Perdn por la pregunta, espero que no te inquiete, por qu

    no estuviste en el velorio de Martina?... pensaba que eran novios.

    Qu Martina? Ward?

  • La Carta

    48

    SMartina Ward.

    De qu muri?

    Mariano Doxandabarat qued en silencio unos instantes.

    Falleci hace tres das inform el mozo, parece que fue

    un suicidio pastillas, la verdad es que no se sabe con exactitud

    el mdico no le sacaba la mirada de encima.

    Pregunt en qu cementerio la haban enterrado. Le dio la

    informacin. Mariano Doxandabarat pens que sera bueno ir de

    inmediato y persuadi a Matas de que lo acompaara.

    Subieron al auto y llegaron sin demora.

    Por qu tiene que morir la gente? rechin Matas, ca-

    minando hacia la entrada del cementerio. Nunca entend la

    muerte.

    La sepultura se hallaba casi solitaria. Al final.

    Mariano eligi ir solo.

    Matas Valicenti qued sentado en un banco al costado del

    ingreso.

    Despus de cuarenta y cinco minutos de esperar, decidi ir

    para ver por qu no regresaba. No lo localiz.

    Valicenti le pregunt a un guardia si haba otra salida, y le

    contest que la nica puerta era la principal. Con el poco crdito

    que tena en su celular lo llam. No contest.

    Resolvi irse. No soportaba ms ese lugar.

    Cuando lleg al edificio donde viva, Mariano lo esperaba.

  • Ignacio Bermdez

    49

    Matas se sorprendi: En qu momento saliste? Te busqu.

    Estuve quince minutos, pas por el ingreso, y no te vi. Le

    pregunt al guardia y dijo que te habas ido afirm el mdico.

    No puede ser!, si estuve esperndote y el hombre se encon-

    traba a mi lado apunt Matas.

    Fue as asever Mariano Doxandabarat.

    Entonces, somos tres los locos: vos, el guardia y yo.

    No importa. Vine a agradecerte por haberme acompaado,

    fue importante para m no lo dijo por formalidad, en verdad

    lo senta.

    Odio ese lugar, lo hice por vos aclar sin tapujos Matas.

    Por eso mismo te agradezco.

    Cambiando de tema, qu vas a hacer en un rato? Matas

    Valicenti consult por cortesa.

    Tengo que irme; si quers nos vemos maana.

    Matas le extendi la mano. Subi a su departamento y ah

    estaba su chica, que lo recibi con regodeo.

    Mi amor expres por primera vez Mara, te gustara ir

    a comer algo al restaurante de un compaero?

    Bueno, tomo un bao y nos vamos repuso Matas, acari-

    cindole las manos.

    Fueron y pidieron el men. En ese instante, alguien le dio a

    Valicenti un fuerte empujn en la espalda. Cuando se dio vuelta

    para ver qu suceda, el personaje grit: Este tipo es un abu-

    sador!

  • La Carta

    50

    De qu habla, seor? pregunt Matas tratando de cal-

    marlo.

    No te hags el estpido el alterado hombre no ceda.

    Sepan que es un abusador de nios.

    Matas Valicenti qued perplejo ante semejante acusacin.

    Reaccion en forma pacfica, en vez de aclarar las cosas, huy.

    Mara, vamos la tom del brazo para apurarla.

    Se fue humillado; a unos metros de la salida, ella pregunt

    quin era esa persona.

    No s aclar con nfasis. Alguno de esos enfermos

    mentales que andan por ah es una mentira total.

    Su novia no dejaba de mirarlo: No es que dude; sin embar-

    go, por qu alguien te culpara de algo tan desagradable?

    Ests loca si lo penss. Cmo hara una cosa as?, no sera

    capaz. Seguro que ese tipo es uno de los psicpatas que me estn

    cagando la vida. Los que me mandan esas cartas y tienen a mi

    madre cautiva. Tendra que haberlo asesinado a golpes apret

    sus puos.

    Bueno, tranquilo. Sigamos caminando no quera verlo

    violento, tom su mano y se la sujet para apaciguarlo.

    Matas cambi de tema: Es incmodo para m pedirlo

    realiz una pausa. Necesito plata. Lleg hace unos das una

    carta documento donde me instan a pagar deudas por los im-

    puestos inmobiliarios del departamento.

  • Ignacio Bermdez

    51

    Te voy a prestar lo que necesits manifest su apoyo.

    No tens porqu avergonzarte. Te quiero y voy a ayudarte pase lo

    que pase.

    Gracias, en poco tiempo tambin empec a quererte. No

    me haba pasado nunca algo ni siquiera parecido, no saba lo que

    era el amorcon vos todo cambi, estoy enamorado y me gus-

    tara seguir as.

    Yo igual, desde que te vi supe que eras especial.

    Me encanta estar con vos, me libers, me siento bien. Y te

    agradezco la paciencia y tu ayuda te voy a devolver el dinero

    dio unos pasos y la abraz.

    Mara le contest: No te angustis, no me importa la plata,

    quiero que ests contento le balbuce al odo. Tom el dine-

    ro sac la billetera de su cartera. Ahora me voy a casa, luego

    nos hablamos.

    Se dieron un beso, y cada uno se fue para su lado.

    A un par de cuadras se top con un viejo amigo. En su mo-

    mento tuvieron una gran pelea que los mantuvo distanciados.

    Cuando Matas lo vio, disimul; Carlos Lima no lo hizo, y lo

    salud.

    Perdn, vena pensando en otra cosa, no te haba visto.

    Sin rencores aleg Carlos. Han pasado tantos aos!

    Es verdad. Aunque hay cosas que no cambian.

    Qu cosas? Podramos ir a tomar un vino y conversar

    propuso con inmediatez Carlos Lima.

  • La Carta

    52

    No, no puedo, tengo unos quilombos que resolver repu-

    so mostrando fastidio.

    Le suplic que fueran, y Matas consinti con ciertas reservas.

    Apenas tena unos pesos en el bolsillo, as que pidieron una cer-

    veza.

    Qu ests haciendo de tu vida, Matas?

    Por ms que se sinti incmodo, contest: En este momen-

    to, nada.

    Su antiguo amigo, lo mir compasivo: Algo nuevo surgir;

    siempre ocurre.

    Y se call.

    Yo? pregunt Carlos Lima, llev su mano derecha al pe-

    cho.

    SMatas se mordi los labios.

    Voy a las putas. Vivo de las rentas de mis casas, no tengo

    otra cosa que hacer se justific Carlos.

    Ir de putas? interrumpi Matas Valicenti. Lo mir

    fijamente a los ojos y continu: Perdoname, estoy agotado,

    tengo que irme, tuve un da complicado no pudo contener su

    desinters por la conversacin.

    Pero todava el mozo no trajo la cerveza quedate!

    Te pido disculpas, en otro momento nos juntamos se le-

    vant y se fue con ligereza.

    Carlos no entendi por qu se comportaba de esa forma. Que-

    d desconcertado por su falta de tacto.

  • Ignacio Bermdez

    53

    Matas al traspasar la puerta vio a un nio en medio de la calle.

    La semejanza fsica con el chico que haba salvado era increble,

    incluso su vestimenta.

    Como la vez anterior se lanz a socorrerlo. Cuando quiso

    empujar, el nio desapareci y el auto lo arroll a l. Vol por

    los aires, cay de espaldas y qued lastimado. De inmediato una

    ambulancia lo llev al hospital. All permaneci bajo el control

    mdico durante treinta y un das.

    Mara fue su constante compaa. Cuando regres a su casa, la

    novia lo ayud en lo que necesitara.

    Un da, ella desde el living, oy un lamento que sala del cuar-

    to de Matas. Se dirigi con urgencia.

    Qu te pasa, mi amor? pregunt conmovida.

    Matas Valicenti segua suspirando. Hasta que pudo deslizar

    algunas palabras entrecortadas: Extrao a mi madre.

    Lo abraz.

    No puedo seguir as continu Matas.

    Vas a estar bien, lo prometo asegur Mara.

    l clam: No es as; mi vida est hecha pedazos, no ten-

    go por qu vivir, no tengo amigos, mam desapareci, no tengo

    familia. Alguien est jugando conmigo. Me siento vaco, qu

    puedo hacer?

    Para calmarlo, expres: Yo te voy a apoyar en todo, tranqui-

    lo. Confi en m!

  • La Carta

    54

    Se seren: Verdaderamente te amo dijo.

    Yo tambin.

    Mara Lpez aprovech el momento: Me haras el favor

    de ver a un psiquiatra amigo mo? Te va a hacer bien, se llama

    Danilo Fernndez. Vas a desahogarte y recibir consejos de un

    profesional serio.

    Matas esboz una esperanza: Est bien, voy a ir.

    Te va a orientar con el tema de las cartas y de tu mam, con

    el montn de cosas que te han pasado se vea preocupada y un

    tanto escptica por los extraos acontecimientos que envolvan a

    su novio.

    Nunca te dije, estuve investigando la desaparicin de mam.

    Debieras haberme contado repuso decepcionada. Por

    qu no me dijiste?

    Me ayudaron en una comisara, y no quise involucrarte

    respondi. Adems, debo contarte la muerte de un cura.

    Cmo la muerte...?

    S, fui a visitar a un sacerdote amigo de mam porque me

    senta triste y necesitaba hablar con alguien. Fui al bao, le una

    carta que haba ah y, cuando volv a verlo, estaba muerto. Fue

    horrible agach la cabeza.

    Hiciste la denuncia? convencida de que la respuesta iba

    a ser negativa.

    No le confirm.

    La chica lo tom de las manos: Por qu?

  • Ignacio Bermdez

    55

    Tena temor de que me acusaran.

    Y por qu iban a acusarte?

    Porque estbamos solos en un lugar cerrado al que nadie

    poda entrar.

    Igual tendras que hacer la denuncia, contar tu versin.

    Matas repiti: Tuve miedo.

    La verdad, es increble no pudo evitar el comentario.

    Me parece una locura.

    Matas Valicenti llorique, se golpe la frente.

    No s qu hacer se reproch.

    Lo primero que vas a hacer es ir al psiquiatra. Ahora mismo

    lo llamo no titube.

    Tom su celular y se comunic con el profesional. Por tratarse

    del novio de su amiga acept que fuera en dos horas.

    Amor le dijo a Matas, and en dos horas no llegus

    tarde!

    l asinti.

    Primero ir a la plaza. Quiero dejar de pensar por un mo-

    mento en mi madre, por ms que no pueda.

    Frente al lago, una mujer vestida de negro le toc el hombro.

    Por fin te encontr.

    Quin es usted? pregunt l.

    No importa contest turbada. Tengo poco tiempo;

    debo decirte que no deje que lo lleven.

  • La Carta

    56

    Matas se inquiet: Que no me lleven adnde? De qu me

    habla? Seora, sea clara.

    Yo pude escapar, estn buscndome la mujer se oa cada

    vez ms agitada.

    De qu lugar?

    Te querrn llevar de alguna forma, tens que evitarlo.

    Se puso de pie, la tom de los brazos y grit: De qu est

    hablando?

    Ella mir hacia los costados, sac con brusquedad las manos

    de Matas de su cuerpo y se evapor. La persigui, mas no consi-

    gui alcanzarla.

    Despus de ese alarmante episodio aument en l la convic-

    cin de querer ir al especialista en salud mental.

    Quedaba en el primer piso de un edificio antiguo. Lleg en

    una hora y media.

    Sintese, el doctor lo va a atender en unos minutos lo

    recibi la secretaria.

    Matas Valicenti obedeci.

    Durante la espera se plante qu sucedera despus de esa visita.

    Un joven, se puso de pie y, a pasos lentsimos, se aproxim a

    Matas, y le susurr: Por qu?

    En ese momento, la secretaria con voz potente, lo requiri:

    Seor, el doctor lo espera. Pase.

    De inmediato entr al consultorio.

  • Ignacio Bermdez

    57

    Cuando vio al mdico qued paralizado.

    En el piso haba sangre, un arma, un pauelo negro con crcu-

    los blancos y una carta con letras grandes: Me mataste.

    Dio un grito desgarrador, choc contra la secretaria, que al

    escuchar el alarido quiso ver qu suceda. Se le cayeron carpetas

    y anteojos. Matas sigui corriendo. Baj las escaleras, pareca un

    preso buscando la libertad.

    Lleg a su residencia.

    No encontr a Mara en la sala ni en la cocina, fue al dormi-

    torio y la vio colgada con un cinturn, de un tronco enorme que

    traspasaba la habitacin!

    Tom una silla, subi y le quit el cinturn del cuello; era

    tarde, muy tarde.

    Mara no respiraba.

    La toc por ltima vez y se despidi.

    Camin hacia el bao, abri el agua caliente, coloc una toalla

    en el agujero de la baadera para que se llenara.

    Agarr un cuchillo, regalo de un amigo, fue desnudndose, se

    introdujo en el agua y, cort las venas de su mueca izquierda.

    A los minutos, la sangre coloreaba el agua. De manera paulatina,

    fue cerrando los ojos.

  • Ignacio Bermdez

    59

    VII

    No era un sueo. Estaba vivo! Mir su mueca izquierda ven-

    dada y desconfi de lo que vea.

    Un hombre, sentado en una cama ubicada a dos metros de

    distancia, no lo perda de vista.

    Por qu est aqu? dijo.

    Matas Valicenti observ de nuevo su mueca. Se la toc.

    No tengo la menor idea, qu es este lugar?, dnde estoy?

    Llevo aqu mucho tiempo y todava no s la respuesta

    contest el otro.

    Cmo es que no sabe? cuestion, golpe la almohada.

  • La Carta

    60

    Antes que usted viniera, tuve otro acompaante y antes

    otro. No tengo idea de cmo llegu agreg.

    Cul es su nombre? interrog Matas.

    No tengo respondi, se acost boca abajo, se tap el

    rostro con las manos.

    Valicenti al observar esa actitud cambi de tema.

    Qu tiene ah? Matas seal los moretones en el cuello.

    El acompaante sud: Quise escapar. Por poco, no pude

    se sent de espalda a la pared, de frente a Matas.

    Cmo por poco?

    Descubr cmo hacerlo, pero ellos me capturaron antes.

    Quines?

    Los dueos de este lugar. La seguridad explic.

    Sigo sin entender.

    Mire, le repito, tampoco s.

    Al menos dgame qu hay fuera de esta habitacin, por fa-

    vor, me estoy volviendo loco.

    Es un edificio de siete pisos, no los conozco suspir

    cada piso es independiente e inaccesible para nosotros.

    Al escuchar un ruido giraron sus cabezas hacia la derecha. No-

    taron que varios tipos los acechaban con sus miradas a travs de

    un pequeo vidrio en la puerta.

    Cllense ya! grit. La prxima vez los llevo al Mximo.

  • Ignacio Bermdez

    61

    Valicenti, se levant, golpe la puerta e increp: Qu

    Mximo? Squenme de ac!

    Los hombres no se hicieron esperar. Entraron dos y lo toma-

    ron de sus extremidades.

    Qu hacen? se sinti ultrajado. Sultenme! Djen-

    me! gritaba Matas; su compaero no intervino en el asunto.

    Los individuos no se inmutaron. Matas Valicenti quiso pe-

    lear, pero se hallaba inmovilizado. Se vea por el pasillo un vidrio

    grande. Dentro haba un jardn plagado de conejos negros con

    crculos blancos y una pecera con especies multicolores. Haba

    gente que transitaba vestida con un entero de ltex amarillo. Los

    pisos; blancos tenan lneas negras que separaban a los seres. An-

    daban sobre ellas.

    En el instante en que menos lo esperaba lo introdujeron en

    un cuarto. En el centro, una silla de metal. All ataron su cuerpo.

    Cuando se encontraba inconsciente lo buscaron. Lo tiraron en

    la cama y se retiraron. Su compaero lo despert. Mir desorien-

    tado a su alrededor y pregunt qu haba sucedido.

    Te trajeron; estabas dormido, desmayado, te dejaron y se

    fueron aclar.

    Lo nico que recuerdo es una silla su voz era incisiva, fij

    su mirada en la puerta.

    No tens que hacer ms eso! indic.

    Matas ni siquiera contest. Tras un sueo poco reparador fue

    levantado. El plan del da era salir al aire libre.

  • La Carta

    62

    Distintas personas, cumplan diferentes programas.

    l y su camarada eligieron ajedrez en una mesa redonda aislada

    del resto que, en su gran mayora, jugaba ftbol y bsquet.

    Luego de varias victorias consecutivas, de Matas, pregunt

    sobre esas personas, unas cien ms o menos.

    Su compaero le pudo referir nada ms que: Casi todos los

    das entra y sale gente.

    Matas prest atencin a un rincn poco controlado entre un

    rbol y el muro.

    Mir all, sera fcil fugarnos propuso.

    El tipo estudi el lugar.

    Es posible, aunque es peligroso, si te ven

    Me van a matar?

    No s qu podra pasar.

    Apareci un hombre rubio de ojos celestes con pequeos pun-

    tos violeta.

    Qu miran? torci la boca hacia un costado.

    Nada calm Matas Valicenti.

    Eso espero repuso con tono amenazador.

    No obstante, Matas no quera renunciar a su libertad. No

    permitira que lo sometieran de esa forma.

    En qu horario podra, si quisiera, ir a ese lugar y saltar?

    indag Matas con una mano en la boca para que no leyeran

    sus labios.

  • Ignacio Bermdez

    63

    Entre las ocho y las diez de la noche no hay tanta gente

    respondi su compaero, algo inseguro.

    Qued unos instantes pensando cmo hacer para escapar.

    A las 7:50 horas comenz un gritero insoportable y golpes en

    la puerta de su habitacin. Dos minutos despus, tres hombres la

    abrieron. Matas se haba escondido detrs, contra la pared. Dej

    pasar al primero, le dio un golpe de puo y lo derrib. El segundo

    se dio cuenta, tarde: recibi un puetazo que lo tir al suelo.

    Matas corri lo ms que pudo. Uno de los hombres puls

    un botn y la alarma se escuch. Numerosos perros saltaron de

    quin sabe qu lugares a perseguirlo; logr treparse al rbol y lan-

    zarse por encima del muro. Cay del otro lado, donde haba un

    interminable jardn. Haba tal oscuridad que no pudo ver hacia

    dnde ir.

    Despus de unos minutos, una potente luz comenz a sofo-

    carlo. El haz vena desde un helicptero. Debi renunciar. Fue

    apresado y llevado a un saln apartado de murmullos, en donde

    entr un hombre de traje negro.

    Usted es el que quiso huir! afirm. El rebelde de-

    clar en forma burlona parece desconocer que jams consigui

    escapar alguien.

    Hizo una sea, abrieron un armario con un monitor donde se

    vean imgenes de una montaa y, en la cima, una casa. Alrede-

    dor, ocano y ms ocano.

    Lo puede ver? fue categrico.

  • La Carta

    64

    Me quiere explicar qu es esto? pregunt Valicenti.

    Ese lugar, esa casa, es donde est usted ahora. Salvo que

    quiera morir ahogado, es intil salir de aqu asegur el suje-

    to. Le qued claro?

    Matas intent saber: Qu hago en este sitio?

    En este momento, no puedo responderle hizo una pau-

    sa. Pronto se enterar, cuando llegue su turno.

    Qu quiere decir?

    Se retir sin contestarle. Lo dejaron tres das recluido. No te-

    nan comunicacin con l, slo para darle agua y comida.

    Finalmente, ingresaron cuatro hombres.

    Le dieron a Matas un vaso con agua. Tom y le parti el reci-

    piente en la cabeza a uno de ellos. La persona cay con un corte

    en la frente, no pudo contra el resto, as que lo encadenaron al

    asiento, impidindole cualquier nuevo intento de agresin.

    Uno de los tipos mir a sus cmplices e indic refirindose a

    Matas: Llvenlo al BWH 101; nuestro cliente nos est espe-

    rando.

    Obedecieron.

    Era una habitacin parecida a las que haba estado, con la di-

    ferencia de que tena un gran vidrio espejado. Las personas de ese

    espacio no podan ver lo que pasaba del otro lado, pero los dems

    vean lo que suceda dentro.

    Atado, Matas Valicenti era observado por el jefe y otro hombre.

  • Ignacio Bermdez

    65

    El cabecilla le comunic al que estaba con l: Tal cual usted

    pidi.

    El sujeto sinti expectativa.

    Y cmo s que es as? pregunt, enderez su corbata y

    sonri.

    Mire esta pantalla el jefe estaba convencido de sus pti-

    mos servicios.

    Seal una computadora que tena un proyector afn al de un

    cine.

    Usted solicit un NORC 3 y le estamos dando un NORC

    4 por el mismo costo refiri. Espero note que le brindamos

    la mejor de las prestaciones a excelente precio. Sabe cmo traba-

    jamos. No se va a decepcionar!

    Y dud antes de hablar. Cmo logr convertirlo

    en NORC 4?

    Fue un trabajo arduo determin el mandams. En este

    caso, debimos hacer juegos para disminuir su autoestima, no hay

    mejor forma que la locura y la falta de identidad para cosificarlo

    y producir la autodestruccin, necesitbamos que intentara suici-

    darse para poder introducirle el VJI en su organismo, sin embar-

    go, nos queda un paso, quiere presenciarlo? le pregunt.

    S, claro fue la respuesta.

    Se dirigi a sus empleados a travs de un micrfono: Intro-

    dzcanle el VJI.

  • La Carta

    66

    Le metieron un microchip.

    Eso permite destruir pequeas cantidades de tejido del rea

    cerebral, conocida como Gyrus Cinguli. Este tipo de ciruga mata

    circuitos cerebrales especficos, y permite que se produzca esta

    patologa explic y orden: Traigan a la chica.

    La joven entr. Era Mercedes, la desaparecida. Vestida tal

    como Matas la haba conocido en la taberna.

    Matas, Matas exclam desesperada. Qu hacs

    ac? Por favor, sacame de este lugar.

    Lo tom de las manos, suplic que la ayudara y dijo quin era.

    Matas no la reconoci.

    Qu te pasa?, por qu no me conocs?, qu te hicieron?

    inquiri al notar su estado.

    Matas Valicenti no abri la boca.

    El lder dio una orden ms: Quiero a la otra.

    Esa otra, era la madre.

    Vio a su hijo y grit histrica. l no reaccion.

    Ya le quedaba demostrado a su cliente que Matas era un per-

    fecto NORC 4, y se senta satisfecho.

    Ya est listo? indag con autoridad el comprador.

    S, claro, en unos minutos se puede ir con l. Eso s, le pido

    que siga las indicaciones de uso. Haciendo eso, el NORC 4 va a

    hacer lo que usted quiera y slo lo reconocer a usted como su

    nico dueo.

  • Ignacio Bermdez

    67

    El consumidor no pudo dominar el regodeo: Lo puedo

    llevar a cualquier lugar del mundo sin problemas?

    S, as es, no va a tener inconvenientes.

    Bueno, ahora tenemos que firmar algunos contratos que-

    ra terminar con los procedimientos legales.

    Rubricaron los papeles, y el empresario se fue con Matas.

    Nadie supo nunca ms de l.