La Ciudad Antigua M.finley

28
LA QP.ÉCIA AN\lauA: ecol")ori\rA Y dL"Ltcu'\v () [], üJo \4Otñ r. F|NL€Y. '\-'/ I Pnrh{ERA P,,\RTE LA CILTDAD AI{TIGI]A 1. - FfMI tr1,.'

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LA QP.ÉCIA

AN\lauA:

ecol")ori\rA

Y

dL"Ltcu'\v

()

[],

üJo

\4Otñ

r.

F|NL€Y.

'\-'/

I

Pnrh{ERA

P,,\RTE

LA CILTDAD

AI{TIGI]A

1.

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FfMI tr1,.'

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CepÍrul,o

1

LA

CIUDAD

ANTIGUA: DE FUSTEL

DE COULANTGE,S

A MAX

§trEBER

Y MAS ALLA

EI mundo

grecorromano, del

que

me

ocupo

con exclusión

del

Oriente Próxiroo pregliego,

fue

un

mundo

de

ciudades.

Incluso

Ia

población

agtaria, siempre mayoritaria,

muy a

menudo

vivía

en

co-

munidades

de algún tipo,

caseríos, aldeas,

pueblos, no

en

granjas

aisladas.l

Es razonable

y

justificable

suponet

que,

dulante

7a

mayor

parte

de

un

período

de mil años,

cada vez

rnás

habitantes

de

Europa,

irtrorte

de

Africa

y Asia occidental

vivieron

en

pueblos,

en una

pro'

porción

no

igualada

en

Estados

Unidos,

por

ejernplo,

hasta

la

guerra

civil.

(Corno

ya

he

admitido,

sólo es

posible una

suposición,

puesto

que

faltan

estadísticas

paru

la

antigüedad.)ilgt

Eoplg -gl gg9: le-

ian

la

fir,pe

coq¿iscióg

{9,JJg9*1n:id1

qryikedá

¡919_

podfl

pensarse

_-.¡_¿f

e1]lg*q¡s@§lñ^hté1¿i¿¿lÑñiüaii-Ii"dádesl?.¿ompa'

 

ablemente

la

expansión

de

Ia

civiJización

gre-

ando reg

corrom aJTa; hacia

el

este,

después

de las

conquistas

de

Alejan&o,

hasta

}Iindu Kush

;

aL

oeste,

de Afúca a Bretaña

con

las

conquístas

romanas,

hasta

que

el número

de ciudades

alcanzó

el orden

de

los

rnillares.

El

apuntalamiento

urbano

de 7a civilización

pateció

tan

evidente

por

mismo a

los

antiguos,

que

apenas

se ded.icaron

a

analizat

se-

riaurente la

ciudad. Ni siquiera

intentaron

una

definición

formal

(aparte

de

las

«definiciones>>

administrativas

a las

que

volveré

en

breve).

Cuando

escribió

una

guía

muy famosa

de

la

Grecia

tarüa,

Publicacfo,por

primera

en

Coruparatiue

Studies

in Society

and History,

XIX

(7977),

pp,

305-327,

y

reimpteso

con

periso de

la

revista.

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)6

LA

GITE,CIA

ANTIGUA

en el

siglo

Ir

a, de

C,,

Pausanias

negó

Ia

categoría

de ciridad

a un

peque

ño pr-reblo

de Grecia

central

qlle

1o reclaniaba

:

«

sin

edificios

de gobierno,

.sin teatro,

sin

plaza púbIica, sin

agua

llevada

hasta

una

fuente,

y

el

pueblo

vive

en

casnchas,

collro

cabañas

montañosas

al

borde de Lin I¡arranco)>

(X,

4,

1).

Esto

por

1o

rnenos,

áPunta

a

una

definición:

una ciudad

ha de

ser

más

que

un

mero

conglorneraalo

dc

gente;

hay conclicicnes

necesarias

cle arquitecfr:ra

y att'activo

qlre

expresan

a

su

vez

ciertas

condiciones sociales,

culturales

y políticas.

Mrrchos

síglos antes,

Aristóteles

había

apuntaclo

en la

nrisma direc-

ción.

Como escril:ió

en la

Política

(1i10

a

34

ss,)

,

7^

situación

y

planificación

de un

pueblo

exige

teuer

pre

sentes

cuatto considera-

ciones:

salud,

defensa, conveniencia

pana

Ia

actividad

política

y

be-

Ll,eza.

Fausanias, Lruy

que

señalarlo, no

puso objeciones

a 1a

pretensión

del

pr-reblecito

por

su

tarnaño

pequeño.

Y Aristóteles

vio

en

la pe-

queñez

una

virtud,

incluso una

conCición

necesa

:"ja:

Babilonia,

cie

Ia

que sin d,:da

sabía

rnily

poco, eÍa

parl,

él

u1.t

epíteto,

utr

sírnbolo

de

elefantiasis,

por

tanto

uila

negación

de Ia

veidadela

ciudad

(Polí-

tica, 7265

a

'1,0

ss.).

En su

día,

d. heclio)

1lo había

probablemente

ninguna cíudad

en

ei

niundo

grecomomano

con

una

población

que

sobrep

asara los 125.000

o 150.0C0

ha'oitantes)

seguramente

no

llegaban

a

rnedia

docena

las

que

sobrepasaban

los 40

,000 o

50.000

(ci{ras

que se podrían

doblar, si

se

incluían

los

habitantes

del

tetri'

torio

agrícola

de

Ia

ciudad),

La tendencia,

después

de Aristóte1es,

fue la de

aurnentar

substancialmente

la

población urbana,

pelo

si

Rorna y

posiblernente

Cartago

acabarcn

por

llegar

quizás

al

nleclio

nriilón,lo norria

se

acercaba rnás

a

Pornpeya

con

Llnos

20.000

habi-

tantes

en eI

mornento

de su

destrucción en

eI

7

9

d,

de C.

También

habú

que

señalar

que

ni Alistóteles

ni Pausanias se

ocuparon

de

l,a

<<definición

administrativa)>

de

una ciudad,

aunque

el

prinrero

escribía

sobre

la

ciudad-estado

ar-rtóno

rna,

la

polis

en

griego,

y

el

úItírno

sobie

une

ciuciad rninúscula

en

una de

las

pro-

vincias

del irnperio romano.

CuaLquier

estado

territorial

ccn un nú-

mero

determinado

de aglomeraciones

dentro

de

sus Iír'¡ites,

necesa-

riamente ha de

defilirse

y

distinguirse

entre

estas

aglomeraciones,

en

1o que

toca a

policía, siste ma

tribr-rtáric,

conservación

de

came-

teras

y

todas

las

demás demandas

y

servícíos

que

Ia vida

social

lieva

consigo.

Un

esrud-io

sobre

tales

definiciones

y

Cistinciones hoy

&a

únicamente

revelaría una variedad

desconcertante,

porque h^y

asun-

LA

CILTDAD ANTIGUA

37

tos

técnicos

uralginales a un

estudio

de la

ciudad, y

yo

los

ignoraré

en su

m ayor

pat

te.

La expresión

«ciudad-e

stado

>> que acabo cle usar refiriénclome

a

AristóteLes es una

convención inglesa para

traducir

la

palabra

griega

polis.

Esta coilvención,

colilo sll

eqlrivale

nte

alernán,

S

tadt sttTat, fue

icleada

(no

cr-rándo

ni

por quién)

para

resclver

una

confusión

ter-

rninológica

en

el

griego antiguo: 7a

palabra

polis

se

usal:a

en

la

anti-

güedad tanto

pata

<<ciudad>>

en

su senticto estricto

como

pala <«ciudad-

estado»>

en

su

sentido

poIítico.

Cuando,'\ristóteles

exarninaba

las

condiciones adecuadas pára

sítuar

una ciuclaci,

esct:ibía.

polis

,

lu

pa-

labra

que

usó

cientos

de

veces

en

7a Político

para

su

tema

principal,

que

era

la

ciudad-estado,

no 7a

ciudad.

No

tenía

tnotir¡os

para

temer

que

sus

lectores se

equivocáráfi; corrro se

1o

¡rertniten

los

historiado-

res

modernos.

Fara

Aristóteles,

Como

pña

Platón antes

clue

é1,

\a

polis

surgió

deb'ido

a

la incapacidad de las dos fornras

anteriores

de

asociación

humana,

la

famtlía

y

la

agrupación'de

parentesco

más

extensa,

de

satis{acer

todas

las

necesidades

legítimas

de

sus rniembros.

EI obje-

tivo-

era

La.

autosuficienc.ia,

7a

autarqui.a, y

una

polis

cenveniente-

mente estrlrcturada y

constituida

sería

capaz

de conseguír

esta meta,

salvo

por

Ia

inevitable

f alta de

recursos naturales

esenciales,

p

^ra

1o cual

(V

sólo

pala

el1o) re

podía

admitir el

comercio

exterior.z

Es

eviclente que

la autarquía

es

una

idea

disparataá'a

para

una

ciudad.

P1atón

y

Aristóteles no escribieron

dispatates:

tomaron

la

ciudad

y

su territorio,

\a ciudad

y

el

campo,

juntos

corno

una unidad,

flo

como

variables

distintas

en competición

o

conflicto,

real o

potencial,

Incluso

los

agricultores que

vivían

fuera de

la

ciudad,

estaban inte-

gralmente

en la

polis,

Lo

que

normalmente

llamamos

<.conflicto

de

clases)>

'se

desamolla

invariablemente

enúe

<<ricos»>

y

<<pobres»,

o

entre

ttabajo

y

capital, o

entre

amos

y

esclavos,

no

entre

propieta-

rios

de

tierras

e

industriales.' Las

disputas

en

torno

a

la

propie dad

y

a la

posesión

de

aIgún

bíen

giraban

sólo

en torno

a

\a

tierra.

Aun-

qlre

distinguían

entre

terratenientes,

que

vivía.n en

la

ciuclad,

y

carn-

pesinos

trabajadoles

en el

campo,

1o

que

había eÍa una

diferencia

entre

gente acomodada,

que

eran

los

únicos

capeces

cle

lIevar

una

buena

vida

,

y

hombres

que

trabajaban

para su sustento;

es

decir,

tampoco

en

este caso la distinción

era entre

ciudad

y

campo.

El cam-

pesino

trabajador

figuraba en

un

puesto

rnás

alto

Ce

\a

escala social

que

el

artesano,

pero

eÍa una

cuestión cle

nroralidad,

.t

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JB

LA

GIIECI^ AliTIGU,i

La

ciudad

antigua

iba a

perder

pronto

su

autonomía. El

proceso

empezó poco

después

de Ia lnlrerte de Aristóteles,

con

Ia

meación

de las

monarquías

helenÍsticas

,

y había te¡minado

cuando

]os roma-

nos iucorporarón

a su impelio el mundo

helenístico,

y

un área mu-

cho

más amplia.

Incluso

entonces, y

hasta el fmal de la antigüedad,

cada

ciudad normalmente

incluía

un

territorio

rural

de

alguna

exten-

sión,

a

menudo

de una

extensión

muy

considerable,

dent¡o

de

su

área

reconocida. La

ciudad sin

un

tertitorio

era un fenómeno

raro,

testringido

en gran

parte

a

comunidades

costeras de una clase

pecu-

liar. Lo más importante

para

nuestros

propósitos

es

qtle

la

unidad

tradicional

de ciudad

y

territorio

-política,

jurídica

y

residencial-

siguió inalterada. Tanto

los

emperadores

helenísticos como

los roma-

nos,

por

ejemplo, reconocieron

que

el

territorio eta

parte

integrante

de la

ciudad de cara

a Ios impuestos. Lo

mi.smo

resulta

cierto en

la

defi¡ición

de

ciudadanía

rnunicipal,

que

conservó

su valor

genuino

en

1o

jurídico,

político y

psicológico, después

de

la desapatición

de

Ia

autonomía

áe

La

ciudad.

No

habrá

pasado

inadveltido

que

hasta aquí

he intentado

evitar

definir

qué

entiendo

por

ciudad. Ni

los

geógrafos

ni

los

sociólogos

ni los

histodadores

han

logrado

ponetse de acuerdo en una

defini-

ción. Sin embatgo, todos

nosotros

sabemos

perfectamente

1o

que

qlleremos decit

con esta

designación;

nadie

negará

que

había

una

ciudad

de

Atenas

que

era

física

y

conceptualnrente

diferente

<{e

Ia

ciudad-estado de

Atenas, Ei obstáculo

en

la definición

surge

de las

dificultades,

aparentemente insuperables, de incotporar todas las va-

riables

esenciales

sin excluir

perlodos

completos

de

historia,

en

los

que

sabemos

toCos

que

existÍan

las

ciudades,

y, por

otra

pa.tte,

de

convenir

en

un

denominadof común,

por

Io

rnenos,

sin

acceder

'en

un nivel

de

generalidad que

no

sirve

para

nada.útil.

Los análísis

de factoriales

más sofisticados en la

geogtaÍía

y

sociología

urbanas

contemporáneas,

con rnás

de cien rrariables,3

la

mayoúa

de las cuales

estaban ausentes de

Ia

ciudad

antigua

(como

también de

la

medieval

y

Ia

renacentista),

retlejan

netamente la

divisoria

in(ranqueable

en

'

la histo¡ia

de las

ciu«lades creada

por

ia

revolución industrial.{

Esta

es

realmente

la

condusión

(o

suposición) de

los

historiado-

res

y

sociólogos

especíalízados en

la

ciudad

:noderna,

y

acepio

que

hacen bíen en

ignorar

la

ciudad

antigua.

Ei

lector,

por tanto,

ha

de

ser

cauteloso

con

los títulos

globales:

el

vol'¡nren

clásico

de

Ia

es-

cuela

urbana

de

Chicago,

pubijcado

eu 1925,

bajo

eI

títuLo

The

I.A

CiUDAD

ANTIGUA

)9

City,

es

un

buen

ejemplo.

Uno

puede

sólo

desear,

y

defender,

que

hayan

tenído

el

valor de

sus

convicciones,

y

no

se

hayan

sentido

ernpujados

a hacer

un

gesto

cultural

hacia

el pasado

distante

con

una

f¡ase

o

dos, o

quizás

un

párrafo,

más

a menudo

erróneo

que

correcto.

Cuando

Handlin,

al

presentar

el

tomo

llamado

The Histo-

rian

and

the

City

(título

prometedor,

incluso

más que

The

City,

de

algo gue no

está

allí),

esmibe

que

<<el

mundo antiguo

había

sido

un

mundo

de

ciudades,

pero

cada una

fue

un mundo

para sí

misma>>,

está equivocado

de

hecho,

y

también

confunde

un tipo

ideal

webe-

riano

(cita

a

lü/eber

en este punto)

con una declaración

de

hecho.s

o

cuando

Thernst¡om

sugiere

que

«algún

día

será

posible

desarro-

Ilar un

modelo

del

proceso

de

urbanización

que

se aplique

igual-

mente

bien a la

antigua

Atenas y

a la

Chicago

contemporánea»

pre-

supone

un

reduccionismo

salvaje,

limitando

la

histo¡ia

urbana

a de-

rnografla

y

a

movilidad

social

y

geográúca.

Su

observación

de

que

no se¡ía

provechoso

<<buscar

taies

regularidades

hoy

en día»>,

es

me-

ramente

una indinación

ante

las

dificultades

en

el

método

y

en

Ia

disponibilidad

de

Ia información,

no

un reconocimiento

de la

jrre-

ductible

diferencia

estrucrural

entre ciudades

preindustriales

e

indus-

triales.6

En

mi

opinión,

el

punto

de

vista

para

el historiador

de Ia

ciudad

antigua

ha

de

ser

la unión

entre

rerritorio

y

ciudad.

EI

geógrafo

Es-

ttabón,

que

escribió

al principio

de

Ia era

oisriana, vaticinó

(IV,

1,

,

y

otros lugares)

que

los

bárbaros

occidentales

y septentrionales

recíén

conquistados,

se

civiliza¡ían

en

cuanto

se adaptaran

a

la

agricultura

y

por

tanto

a

la

vida

urbana.

Esta

asociación

es significativa.

Ningún

autot

antiguo

consideraba

la

relación entre

el

sector

urbaxo

y

el

rural

bajo

el

concepto

de

adquisición,

producción

e intercambio

de

bienes.

Estq

tema

no

sóIo está

ausente

de_la

fitetatura

que

nos

queda

de

Ia antigüedad,

aparte

de

las

preocupaciones

morales

y

culturales

que

ya

he

apuntado,

sino

que

continuó

siendo

secundario,

en

el

mejor

de

Ios

casos,

hasta

el

desarrollo

de

ia ciencia

moderna de

Ia

economla política.

Montesqüeu

dedicó

dos

obras al comercio,

pero

no

vío nada

en

la

ciudad

que

llamara su

atención

,

nada

ni

remo-

tamente

comparable

al

te¡cer

libro

de

Lo riqueru

de

las

taciones,

de

Adam

Smith,

una

generación

más tarde,

con

su

comienzo bien

conocido:

a-\

ÉÉ -¿,-

\,r¡(>

--,

Q

QS

ru-

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r

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1

I

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7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley

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40

LA GRECIA A¡{TIGUA

El

gran

comercio de toda

sociedad

civil

izada es el

llevado

a

cabo entre los habitantes

de

la

ciudad y

los

del canipo

No he-

mos

de

.

. .

irnaginar

que

Ia

ganancia

de Ia

ciudad es

Ia

pérclida

del campo,

Las

ganancias

de

ambos

son mutuas

y

recíprocas,

y

7a

división

del

trabajo

es,

en

éste como

en otros

casos, ventajosa

para

todas las

personas diferentes empleadas

en las cliverse.s octrpacio.

nes

en

qrre

está

subdividido.

El

úItimo

punto prgnto

fue

puesto

en duda,

por

ejernplo,

por

Marx

y

Engels en

La

ideología

alemana:

<{La división-del

trabajo

denuo

de una

nación

conduce

primero a

la separación

del trabajo

in-

dustrial

y cornercial

del

agrícola,

y

de

ahí

a la

separación de

ciridad

y

campo

y

a

ana

lucÍta

de

intereses

entre

ellos>>

(1,

cursiva es

rnía).7

Tal

desacuerdo es

en sí

misrno 7a

prueba

de la

llegada

de 7a ciudad

corno

tema

de

investigación.

Mi tenra, sin embargo,

no es Ía ciu,iaC

preindustrial,

sino

la

ciudad

antigua.

Les

pido

qlre

sean pacientes

conmigo,

rnienmas doy

por

sentado

que

Ia ciudad antigua es

una categoría

claru

y

dístin-

guible,s

¿Qué

criterios'han establecido los historia,Cores

y

sociólogos

paru

diferenciar

la ciudacl

antigua de las

ciudades

de

otras

erás

y

otras

sociedades,

y

luego

pata

distinguir

entre las díversas clases

de

ciudades antiguas?

En términos

purarnente cuantitativos

,

lu

üiste

respuesta es:

muy

poco

digno

de

consideración seria

. La

ma.5,s¡i.

de historiadoi'es de

Ia

antigüedad

parece que

nunca

se

han

hecho

a

rnismos

esta

pregurnta;

unos

pocos,

eD

una

polémica

famosa,

que

ernpezó al finaI del siglo

pasado

y prosiguió hasta

las

prirneras

déca-

das

del

nuestro,

scsteníaru

que

las

diferencias

entre

\a

ciudad

antigua

y

la

moderna

eran

meramente

cuantitativas:

poca población,

menos

comercio,

menos

industlidaun , La auctoritas

de Eduard lv{eyet,

Jrr-

lius Beloch

y,

rnás

recientemente,

Michael

R.ostovtzeff acalló

Ia

opo-

sición e incluso

la discusión

,

al

menos

entre

los histoi'íadores de

la

antigriedaC.e

Considerando

que,

después de

que

Gordon

Childe descubtiera

la

<«revolución

urbana>>

se

ptodujo

una literatura

cteciente

y

cada

vez

más

sofistí cada acerca de Ios

comienzos deI

urbanismo

en

Amé-

rica central,

Mesopotamia y

la

antigua

Chína,'o

y

habida

cuenta

de

que

desde

principios

del

siglo

xrx

alcanzó

un

gran volumen

la

ince-

sante

literatlrra acerca

del

<<surgimiento

de

las ciudades)>

(etíqr-rete

de la

que

curiosamente

nos

apropiarnos

para

.

eI nacimiento de

La.

CiIJDAD

ANTIGUA

ciudad

medieval),

los

mil años

intetmedios

se

presentan como un'

vacío,

o

quízá tenclría

que decir un

espacio

prohibido.

FIay

nruchas

publicaciones sobre

1o

que

a

veces

se

I-1ama,

con

grandíloctrencia,

«planificación

de

7a

ciudad antigua»>,

y

nadie

discutirá

que

eso es

parte

de

la

historia

urbana, conlo

1o

sou

la

dernogru{.ía,

el

alcantari-

lladc

y el

saneamiento.ll

Pelo

une ciudad es algo

rnás

que \a mera

suma

total clel

trazado,

alcantarillaclo

y

habitantes,

y

vale

la

pena

señalar

que

la cir-rdad antigua

conto

cir-idad

ha

provocaclo

muy

poco

interés.

Si

no

hi-rbiera

<<desaparecido>>

al finaI

de la

antigtieclad,

no

hutríera

tenido

qlle

«surgir»

de

nuevo:

esta

simple

lógica

por sí sola

hubíera

tenido

que

llarnar

la atención.

IIa hal¡ido

excepciones, natllralmente,

e

incluso

quizá nrás

excep-

ciones

aparentes,

Momigliano

ha escrito recientemente:

<<Cuando

uno

fuabla de

la ciuded

antigua

(cittá)

como una sociedad

dentro

de

Ia cual

operaban las instituciones

y

circulaban

las

ideas,

eI

primer

historiadol

moclerno en

cLryo

nornbi'e

se

píensa es Fustel

de

Coulan-

ges

»>.tz

La

cité

aruiique

de Fustel

se

publicó

en

1SB4

y

tuvo

un

im-

pacto trernendo

en ciertos

círculos,

§tr.

I,

Ashley,

Que

esclibía

en

lggt,

apuntó

que

((especialmente

en

Inglaterre

.

. . se

juntó

con

toda

aquella corriente

de

pensamierrto

que

estaba

empezand,:

a

interesarse

por

7a evolución

social

,1^

política

comparutiva

y cosas

así.

Durante

un

año aproximadamente,

el

riltimo

consejo

que

claban

los

profeso-

res

a

los

que

intent

aban conseguir

becas

paru \a

universidad,

era

que

l.yeran La

cité antique>>.73

La

taducción

de

§7i11ard

Small

se

publicó en

Estados

Unidos

en

1,873,y

mi

ejemplar,

fechado

en

L894,

.r

Ia

ocf

ava edición.

Por

oma

parte, en

eI

mundo

académico,

el

interés

de

los

historiadores se

limitaba

en

gran parte

a

Francia

Y,

al

parecer,

a

Ios

abogados

romanos

en ltal:a.r4

Ahora,

1o

primero

y,

para

nuestro

propósito,

1o

más

importante,

que

huy

qlre

Jecir de

La

cité antic1ue

es

que

su

terna

es

la

cir-rdad-

.rtrdo,

rro 7a

ciudad.

l,os

franceses

e

italianos

no habían

adoptado

la

convención

de

<<ciudad-estado>>,

por

tanto

cité

(o

cittá),

como

polis, podía

significat

aille,

ur centro-urbano

o,

en

palabras

del díc-

Liona.io

de

la

Académie,

.,1o Constítution

de

l'Etat>>.

Fustel

no

quiere

decir

claramente

uille)

o

no se

interesa

por elIa.

Su

asunto

.r'¿¡

eI o::ígen

de

la

propiedad

privada,

el origen

del

estado

,

Y

las

.rrevoluciones>>

denffo

del

estado

antiguo,

y

su

obra

tiene

una

tesis,

repetida incansablemente.

Cito

un

pasaje

típico:

4T

Page 6: La Ciudad Antigua M.finley

7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley

http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 6/28

42

LA

GRECIA ANTIGUA

Hay

tres

cosas

que,

desde

los

tiempos nrás antiguos,

encontra-

mos

fundadas

y

sólidamente

establecidas

en

estas sociedades

grie

gas

e

italianas:

la

religión dornéstica,

la familia,

y

el derecho de

propiedad

-tres

cosas

que

tuvieron al

comienzo

una telación

ma-

nifiesta

y que

parecen

haber sido

inseparables.

La idea

de pro-

piedad

privada

existla

en la reiigión

misma. Cada famiüa tenía

su

hogar

y sus

antepasados.

Estos dioses

sólo podían

ser

adorados

por

la

familia,

y

sólo a ella

protegían,

Eran de

su

propiedad.ls

'l'i=[f,

El

lazo

inextricable familia-teligión-propiedaC

se trasladó

lo.go

una unidad

de

parentesco

más

amplia,

a

Ia

gens, y por

último

al

estado

más

primitivo.

Pata

Fustel,

Ia sucesión familia

-

gefls -

estado

es,

claramente,

una

sucesión histórica,

no metamente conceptual;

hasta ahl seguía

.a

Aristóteles, el

cual,

sin

embargo,

nunca

imaginó

que

el

culto

a

los antepasados

y

el culto al

fuego

(el

hogar) fue¡an

el otigen

de Ia

propiedad

privada.

Ningún

autot

antiguo tampoco

se

habría

adherido, ni

podía

hacerlo,

a

la

afición

de

Fustel

por

Ia doc-

trína

aria

recién inventada:

incluyó a los

indios

áeI

Rigueda

y

(por

ua errof

entonces

al

uso) a

los

ettuscos

junto

con

los

griegos

e

ita-

lianos en

su esquem4 de

evolución.

Estos

fueton

el

alcance

y

los lírni-

tes

de

este libro de Fustel,

en su

famoso

papel

de

pionero

como

comparativista.

Para

un histotiador

como

yo,

que

siente

una

gran

admiración

por

7a

obta

posterior

de Fustel, como su

estuáio

fr:ndamental de

la

colonización

romana

tardía

o

su

obra

sob¡e Francia

y

Alemania

me-

dievales,

L¿

cité tfitique

no es

fáciI

de

aceptar.

Su

despliegue

de

conocimientos de las fuentes

griegas

y latinas

va acompañado

de una

falta de crítica de

estas

fuentes que

es

casi

increíble.

Pese

a

rehusat

deliberadamente

la

mención

de

autores modetnos,

el libro

es

polé-

micamente ideolégíco,

de

un modo sudl

y

complejo;

de ahí su

aco-

gida, como

Ashley

notó; de ahí,

también, como explícó

Ashley

uis-

temente,

Ia

tibía

acogida

de las obras

medievales, posteriores,

de

Fustel. En

éstas sobresalía

en

cade

página.la

amplitud de su

inter-

pretación,

su

tratamiento

de

las

fuentes

era

impecable,

la

{uerza

creadota

de

la

reJigión se

iba difuminando,

I

efl cambio

consetvaba

toda

su

importaucia

el

éxtasis

en

que,

tan

pronto

como

hay

huellas

de

socíedades

civilizadas,

aparece la

propiedad

pdvada

en

vez

de

Ia

comunal.

Con todo,

La

cité antir¡ue

de

ningún modo dejó

de

provocar

un

notable

impacto académico

en

cierto sentido. En

primer

Iugar,

el

LA CIUDAD

ANTIGUA

41

Iibro

fue

decisivo

para

el desarrollo

de

la

escuela

de

Durkheim.r6

En

segundo

lugar,

Fustel,

iunto

con Maine

y

Morgan,

trabajando

Ios

ues

independientemente,

en

los

días

felices

del

evolucionismo

social,

ü.ro¡

a1

parentesco

el

papel

central

del

que

goza

hasta

el

día

de

fioy en

Ia

an6opologla

social.

Y

en

tercer

lugar,

a

través

de

Paul Guiraud

y aun mái

Gustave

Giotz,

el

libro

dejó

su

huella

en los

historiadore,

fiun.es.,

de

la

antigi.iedad,

En

la obra

clásica

de Glotz,

La cité

glecque, publicada

en

l928,"que

es

también

un

fibro

sobre

la

ciudaJ-esr;do, ;o sobre

la

ciudad,

ias

primeras

páginas están

dedi-

cadas

a

Fustel,

«La

grandiosa constfucción

de

Fustel

de.

Coulanges

-decla-

provoca admiración

...

No

obstante,

hoy

es

imposible

acept^t

todas sus

conclusiones»

(veredicto

del

que

se

hace

eco Henry

Beir

en

la introducción).

Y,

¿cuáles

eran las

reservas

de

Glotz?

<rla

historia

no

permite

un

camino

rectilíneo»>:

además

áe Ia

fami¡¿

y

Ia

ciudad,

hemos

de

considerar

al inüviduo.

<<En Ia época

en

que

se

publicó

La

cité

antique

-esoibió

tam-

bién

Glotz-

nadie

había

empleado

desde

ios

tiempos

de

fuIontes-

quieu

[el

método

comparadvá]

con

tal

maestría.»

Soy

incapaz

de

explicar

un

juicio

tan

poco

informado

de

un

historiador

tan

impor-

t.nt.;

ni siquiera

el

abierto'rechazo

de

Glotz

a emplear

é1.mismo

el

método

comparativo

es

explicación

suficiente.

El

«método

compa-

rativo»

áe

La

cité

antique

es,

en

su

mayor

parte,

una

ilusión,

puesto

que

Fustei

pretendía estat

tevelando

un modelo

de

evolución

ario,

inico

_.una

afi¡mación

típica

es:

<<La

religión

de los

muertos

pa-

fece

ser

la

más antigua

que ha eústido

efltfe

su

raza

de

hom-

 ¡ss¡¡-17

y,

en

todo .rro,

.n

el

siglo

después

de

Montesquieu,

los

rrolúmenes

de

estudios

genuinamente

compatativos

habían

crecido

en

proporciones

inmentr..

Con todo,

como

Durkheim

apuntó,

al

ignorrr

lrr

pruebas

etro$áúcas

disponibles,

Fustel

sacó

una

conclu-

.-

slón

falsa

*bt. la

grni

romana,l8

Sin

embargo,

podemos estar

de

acuerdo con

Evans-Pritchard

en el

sentido

de

que La

cité

antiqae

marcó

<<el

punto divisorio

en¡e

los

t¡atados

especulativos

y dogmá'

ticos

de

esiritores

como

Turgot,

Condorcet,

Saint-Simo¡

y

Comte,

pof un

lador>,

y

los

«análisis

detallados»

y <<el

tlatamiento

erudito»

iue

caracte

rg:an la

obra

de Durftheim,

Hubett

y

Mauss.le

_También

iod.ro,

reconocer

que

Fustel

contribuyó

grandemente

a_ llamar

la

atención

sobre la

persistencia

,

caída

casi

en

el olvido,

de

las

institu-

ciones

de

patenteico

dentro de

la

ciudad-estado

antigua.

Sin

em-

bargo,

Ia histotia de

la

ciudad

(tanto

ciudad

como

ciudad-estado),

Page 7: La Ciudad Antigua M.finley

7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley

http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 7/28

44

LA GRE,CIA

ANTIGUA

antigua,

medieval

o modenra,

no se

puede

analizar

suficientemente

bajo

los

conceptos de

culto

de antepasados,

adoración

del

fuego

y

conflicto

dentro

clel

estado evolucionado

enüe

eI

grupo de

parentesco

y

el individuo.

La

más

notable

teoría

de

\a

evolución

social

surgicla,'

sobre

la

base

de

los

estudics comparativos,

en

el

siglo

comprendido

entre

N{ontesqurieu

y

lr{arx,

fue

la

teoría

de

las cuatro

fases:

cazadora,

Pas-

toril,

agrícola

y

cornercial,

por

las

qrre evoluciona

eI

hornbre.

Sus

principales

defensores estuvieron

en

Escocia

y

Francia

,

Y

con

John

Mil1ar

tene

mos

1o

que Meek

ha

llamaclo

ahora

<(en

efecto» «una

concepción

rnaterialista

de la

historia>>.

En

la introducción

a su Ob-

seruations

concet'ning

tbe Distintion

of

Ranks

in Society,

publicado

por

prírnera vez en L771,

Mil1ar

catalo

g6, entre

<<las

callsas

c{e

esos

sistemas

peculiares cle I.y

y gobierno

que

han

apatecido

en

el

mun-

do>>,

las siguientes:

<<la

fertilidad

o

aúdez

del suelo,

Iu

naluraleza

de sus

productos

[de

un paísJ, las

clases

de

rabajos

necesarios

paru

procurarse subsistencia,

el

número

de

individuos reunidos

en

una

comllniCad,

sr-r

habiliclad en

las

artes,

Ias rrentaías

de

que gozaban

para

iniciar

transacciones

mutuas

o

paru"nrantener

una

cofrespon-

dencia íntima».D

No

huy

señales

de

7a

teoría

de las

cuatro

fases

en

La cité

anti-

que.

Con

todo,

Fustel no

sólo

conocía

la

teoría,

Pot

1o

menos en

su

forma

francesa, sino

que

incluso

la

aceptó

en

un

punto, En

eI

párra{o

inicial

de su

obra

El

origen

de

la

pro\iedaA

cle la

tierra

(pu-

blicado

por prirnera vez en

1872),

esmibió

corno réplica

a

los crí-

ticos:

.((es

,:bvi«:

que

cuando

los

hombres

estaban

aún

en la fase caza-

doia

o

pastoril,

y

aitn

no

habíar, llegaCo

a

la

idea

de

agrici:Itura,

no

se

]es ocurrió

iomar,

cada

uno

para sí mísrno,

una

parte

de

tierta.

La

teoría de 7a

qu¿

hablo se

aplica

? socieclades

establecíclas

y

agrí-

colas».21

Pero luego se

separó

radicalmente,

como se

separó de

Aris-

tóteles,

substituyenclo e1 rnodo

de

subsistencia

por

la

religión corno

el

punto

de

atención

y

la

clave

pam La

forrnación

y

cambio

Ce

las

instituciones,

Ashley cbseruó

con ruzón

gue

,

incluso en

slr

trabajo

sobre

el colonato,

Fustel

dejó

de

tornar

en

cuenta,

como

hubiera

sido

1o

apiopiado, <(el factor

ecorrómico

1o

rnismo

qLIe

el

constitucio-

naI

o

eI legaI».u

Por

1o

que

)*o

sé,

el

prirner

hornbre que

insistió en,

y

formuló,

Lrlra <<teor'ía

económica de

la

forrnación

de

la

ciudad

$

tadtebil-

dung)r>, de

«la

relacién

necesaria

entre

el

fenórneno

de

la

ciudad

y

LA

CIIIDAD ANTIGUA

45

el

sistema

económico

predomínante»>,

fue Weruer

Son-lbart

en

Der

moderne

Kapitalisrnus,

publicado

originalmente

en Leipzig

en L9A2.B

E,n

esta

ob¡a

pl'esentó una

serie

de

modelos,

empezaudo

con

Ia

evi-

dente

definiciSn

operativa:

<<IJna

ciudad es

un

establecinriento

de

hombres

que .oniírn

para

su

manutención

en

los

prodr-rctos

del

trabajo

agrícola extranjero

(o

ajeno),r.'o

En

la

seguncla

eclición,

ca-

torce

años más

tarde,

inmodujo

una

ligera nrodilicación,

añacliendo

una

expresión

(«más

amplio»)

que

todo

el

mr-rndo

está

cle acuerdo

en

calificar

de

ambigiiedaá:

<(Irn

establecimiento

nrás anrplio))r*

Esta

definición,

explicó, fue

ideada

p^ra

excluir

Ios

Landstiidte

de Ia

Edad

Media,

er

los

que la

mar¡oúa de

los habitantes

explotaban

elIos

misrnos

7a

tierra,

así

corno

también

las

<<ciudades

gigantes)>

de

Orien-

re Próximo,

de

Ia India

antigua

o del

tipo

representaclo

hoy

por

Teherán.

I.tro

rnencionó

las

ciudades

de

la antigiiedad

grecorromana,

o

siquiera

algunas.

de

ellas,

porque

estaba

cenüaclo

eil

su

terna,

el

surgimiento

del

capitalismo

rnoderno

y, por

1o

tanto,

el

rracin:iento

de

la

ciudad en

Ia

Edad

lvfedia.

Y

la

idea

clave

de

esta definíción

de Lrna

ciudad

se

remonta

a Adam

Srnith:

Sombart

puso

en

el enca-

be,zarnien

to de

es

fa sección

cl misrno

pasaje

Ce1

libro

iII

Cc

La

riqueza

de las

naciones,

que

cité

antes

,

y dijo explícitamente

que

sus

nrodelos

eran <<

"

variaciones

sobre

un tema

",

terna formulado

con

palabras

de

Adam

Smith

rr.'6

En

el

período, Iargo

y

fecundo históricamente,

que

va

de

Smith

a Sombari

había

habido,

naturalmente,

investigaciones

abundantes

sobre

ciudades,

y

publicaciones

sobre

eI

mismo

terna, Pero

el

inte::és

-en

la rnedidá

.n

que

iba

más allá

de

\a rnera

curiosidad

eludita

de

ámbito

Iocal-

había estado

siempre

en

la

evolución

del

feuda-

Jismo

al

capitalisrno,

efl

el nacimiento

de

la ciudad

meüeval,

en Ia

ciudad

renacentista

y

en las

evoluciones

modernas

consiguientes.

Se

pueden

encontrar

observaciones

ocasionales

sobre

la ciudad

antigua,

álg.ur^,

de

ellas muy

penetrantes,

desde

Adam

Smith

en

adelante

(huy

que recordar

siempre,

también,

a

David

Hume),

Pero

eran

mat-

giníes,

secundarias

en cuanto

al

tema

tratado

y

nunca

elaboradas.

Va1dría

la

pena

el

esfuerzo

de

recoger

y exarninar

estas observacío-

nes,

pero

uoy

a

detenerme

brevemente

sóIo

en

un hornbre,

Karl

Bücher.

En llg3,

Bücher, que

ya

había

escrito

un

notable estudio

<(so-

cioestadístico>>

de

la ciudad

de Frankfurt

en

los

siglos

xlv

y

xv,

publicó

Die Enistehung

d.er

V

olkwirtschaf

t

(La génesis

de

la

eco'

Page 8: La Ciudad Antigua M.finley

7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley

http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 8/28

46

LA GR]iCIA

ANTIGUA

¡xonxía nacional), en

el

que,

basándose

en

una

idea

de

Rodbertus,

extendió

la

vieja teotÍa

evolutiya de

]as

cuatlo

fases,

sugiriendo

tres

fases

más

en

la

histotia

de 1a última,

la

comercial,

que

llamó

eco-

'nomía

familiar

cegada,

economla de

la ciudad

y economla

nacional.r

Iiste

fue el libro

qtie

hizo

estaliar

la

disputa

con

Ios

h,istoriadores

de

Ia

antigüedac{

que

ahora se

conoce

notmalmente

con

el

nombre

de conttoversia

Bücher-Meyer,

en

la

que

<<ganór>

el

último,

Lon gtan

satisfacción

stlya, como

ya

he

indicado.z8

El

año de la

Entstehung

de

Bücher,

1893,

fue

también

ei año

del

primero

de.los

ttes famosos

altículos

de Henri

Pirenne

en Ia

Reuie

Historique

sobte

<<E1 origen

de

las constituciones

urbanas

de la

Edad

Media>>,

en los

que

formuló

las ideas

fundamentales

que iban

a

pleocuparlo

durante

la

ma¡,6¡

palte de su

vida.2e

EI

surgimiento

de

la ciudad medieval,

insistía

una

y

otta

vez,

fue

en

ptimer

lugar

«el

producto

de

ciertas causas

económicas

y socialesr>.3o

Estas <<causas

económicas

y sociales»,

por

desgracia,

resultaron

set

sólo

un

miste¡ioso ptoceso

<<natural>>,

puesto en

matcha

por

merca-

deres,

y

Pirenne se

dejó

caer

rápidamente

en el

mismo

vicio

de

Ponet

el acento-.en

la

jurisdicción

y la historia

constitucional

que tan

clura-

mente

había

critícado en

otros.

Aparte

de

ba¡alidades

sobre la

<<este-

rilidad»

de

la ciudad,

no hay

nada

destacable

por

encima

deI nivel

puramente

descriptivo,

pese

a

que,

en

ese

nivel,

era,

con

toda

segu-

ridad, inteligente,

erudito

e

inestimable. Admiraba

el libro

de Büchet

sobre

Frankfurt,

Pero

en su

últirna obra

teórica,

Pirenne

advertía

a

sus estuciiantes

de

gue <(era

demasiado

economista

y

no bastante

historiador

...

sus teorías sobre

la evoiución

económica,

pese

a

ser

estimulantes,

no

mantenían

relación

con

las

pruebas

histótícas».3l

Só1o

una

vez,

por

1o

que

yo.conozco,

se

dignó

Pirenne

discutir

y

disputar

con Büchet

y-Sombart,

en

un

attículo

que,

como

mejor

puedo

resumit,

es como

un eco medievaiista

de

los

argumentos

de

Ios

historiadotes

de la

antigüedad

«modernizantes)),

con

la

conclu-

sión,

de

acuetdc,

con

estos

úlrimos,

de

que 1a

diferencia

entre

el

capital-ismo moderno

y

el

«capitalismo»

que

empezó

en el

siglo xlr

era

<<sólo

una

di{etencia

de

cantidad, no

de

calidad,

una

simple

dife'

rencia

cle intensidad,

no de

naturaleza».32

Nos

han contado

que

más

t

rde

Pitenne

oyó decit

que

tffeber,

de

modo

nada

sorprendente

(si

es

cierto),

<<se

refirió

cáusticanrente

a

é1

como

ese medievalista

belga

que

no conocía

ni

la economía ni la

historia

social

meclie'

vales>>.33

LA. CIUDAD

ANTIGUA

En

otra

parte

\Meber

protestó

de

que los

historiadores

hubieran

interpretado

mal

el

método

de

Bücher,

que

era

una

aplicación

exprása

c{el

Áétodo

de

los

<<tipos

ideales}),H

pero

los

historiadores,

tanto

los

de

la

antigüedad

corn;

los

de

cualquier

otra

época, solr

usualmente

alérgicos

J

totrlmente

sordos

a

los

tipos

ideales.

Así,

el

distinguido

medievalista Georg

von

Belorv,

rnás

cornprensivo

que

la

mayoría

con

la

conüibución

d.

Bücher,

no

obstante,

sacó

la

conclusión

de

que

Ia

empresa

estaba

destin

ada

al fuacaso

desde

eI

principio

por su

pfeocu-

pa;ión

por las

((normas

)> :

<(

Son

precisamente

las

desviaciones

las

qu.

son

interesantes

o,

al

menos,

trt

importantes

como

1a

norma)>.3s

Eduard

Meyer

fue

rnenos

comprensivo,

y Bücher

rehusó

una

invita-

ción

del edítor

de

la

Jahrbilcbir

Íür

Nationaliikonorftik

und

Statistik

para replicar

a Meyer,

pretextando

eue

,

según

sus

propias

palabras,

id.y.,

Labía

derrorffad;

((rnuy

poca

colxprensión

de 1o

esencial

en

economía)>.36

Unos

pocos

años

más

tarde,

no

pudo resistir,

y

en

un

largo

ens

tyo,

lleno

de erudición

y

talento,

examinó

detalladamente

Ias

pruebas

atenienses presentadas

por

Meyer

y

Beloch

,

y

echó

sus

conclusiones

por

los

suelos.l

Bücher,

en

resumen,

sabía

perfectamente

que

la unidad

familiar

escueta

no

eÍa la formación

económica

única

o

general

en

la

anti-

güedad

grecorrornana.

Oüa

cosa

es

que no

ttataru

de

las ciudades

grecorromanas con

algun

detenirniento

-sus

capítulos

en

Stadtuirt'

"scbaft

hablan

de Ia

Eáad

Media_,

pero incorporó

la ciudad

antigua

en su

esquema

evolutivo,

poniendo

eI acento

en

el

cambio

de las

relaciones

ciudad-campo:

«il habitante

griego

y romano

de

Ia

ciudad

era dueño

de

la

tierra,

y

\a

explot

aba,

incluso

si

dejaba

que

el

tra-

bajo

1o

hicieran los

esclavos

o

arrendatarios

i..

Eso

precisarnert'te

no

ocumía

con

los

habitantes

de

nuestras

ciudades

rnedievales

.

..

Ciu-

dad

y

campo

se

habían

separado

en cuanto

a

función

económica»>.

La

ciudad

t.di.vaI

«no

era un

mero

cenffo

de

consumo,

como

1o

eran

las

ciudades

de

los

griegos

y

rornanos)>.38

Somb

att, luego

,

,I?-

boró

y

clarif,có

La

nocióni

«por

ciudad

de consllmo

quiero

decir

la

que

paga

por

su

mantenimiento

(Lebensunterhalt) ..

. no

con

sus

pro-

pior-pioductos,

porque

no lo

necesita.

Obtiene

su

mantenimiento

más

bi.o a

partú

d;

una

reclamación

legC

(Rechtstite"l'),

como

im'

puestos

o

rentas,

sin

tener

que librar

valores

a

cambio))-

Luego

afra-

áía una reserva:

<«Los

creadores

de

ciudades

en los

orígenes

eran

consumidores;

Ios

creadores

subsiguientes

eran

productores)>,

y

l..ot

últimos

fueron

un

elernento

subotdinado,

«cuya

existencia

venía

de-

47

Page 9: La Ciudad Antigua M.finley

7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley

http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 9/28

4s LA

GRECIA ANTIGUA

terruiflada

p.or

su

patticipación

en

el

consumo

que

Ies

permitía

la

clase

consumidora».3e

Y

esto nos lleva por

último a

Max \fleber.

La

relación intelectual

entre

lWeber

y

Sombart fue muy íntima:

fueton

directotes

conjuntos

del

revitalizado

Archiu

liir

Sozialwissenschalt

und

Sozialpolitik en

pt'imer

lugar,ao

Bücher

no fue

miembro.

del

círculo

cle

lil/eber,

pero

la

ob¡a

Agraruerhfiltnisse de

Webe¡

se

abre

con

una

defensa

convin-

cente,

aunque

no una

aceptación

incondicional,

de

la obra

de Bücher,

.Entstebung

der Volksuirtschalt.at

N{i

interés

en

mostar

que

Ia

obra

de

§flebet,

infinitamente

mejot conocida,

sobre

1a

ciudad, tuvo

im-

poftantes

precursores

y

a

1a

vez,

en

un

sentido,

cooperadotes,

va

más allá

del mero interés

e¡udito por

el

tema. Necesitamos

que

Som-

bart

y

Bücher

nos

ayuden

a

completar

el

cuadro,

porque

eI análisis

sobre

la ciudad

de

§7ebet

es un ensayo

póstumo, sin

notas,

del ta-

maño de un

Jibto,

posteriormente

incluido

en

un

contexto

que

a

menudo

se

desdeña

en su Wirtscbait

unC

Gesellscbalt

(Economía

y

sociedad).

La

úitima obra, en

sí misma,

no

es

sólo

una obra póstuma

en

Ia

que

estuvo

trabajanrlo

más

de una

década

(y

por

tanto

con

cambios

de

estilo

y propósitos),

sino

que

tamlrién

hay

que

tenet en

cuenta

que

\7eber

ia

Cejó

en

tal

estado

que

ni siquiera

se

índica

Ia

secuencia

de

las secciones.a2

Y aun habrla

que

añadir

que

el

estilo

de

§7eber en sus últimas

obras,

al igual

que

sus

procesos

mentales,

era exttaotdinariamente denso y

complejo;

en las

dos

obras

que

me

interesan, esto

es

tanto

más

así,

cuanto

que,

en el mejor

de

los

casos,

las

tra<iucciones

inglesas

disponibies

son

poco

de 6ar,

y,

en

el

peor,

contienen

efrores

gamafales.

§7eber

fue, sin

duda,

eI

más profundamente

histórico

de

los

sociólogos.

Empezó

su

carrera

como

historiador

IegaI,

interesado

es-

pecialmente

en

dos

anipiios temas, Ia"histoiía de la orgaxización de

7a

explotación

de

Ia tieira

(con

,qus

implicaciones

o consecuencias

políticas y

sociales) y

Ia evolucion de

las prácticas e instituciones

comercisles.

En

este

prírner

período esciíbió su

Rónische

Agrar-

geschicbte

(1891),

brillante

pieza

de investigación

lristóríca,

denmo

todavía

del

marco

reconocible de una disciplina

académica estable-

cída,

Después

de

esto,

su

única

obra

substancial

sobre

Ia

antigüedad

fue

un

tour de

f

orce,

un

extenso

libro escrito

en

cuatto

noeses,

efl

1908,

y

publicado

al

año siguiente en

la

enciclopeclia

que

se 1o ell-

caryó

y

que

es

responsable

del título,

que

se

presta

a

error,

Die

Agrarüerhiilthisse

des AltertuTrs

(incluso

peor

en

eI

tírulo inglés,

LA CIUDAD á,NTIGUA

seleccionaclo

para

la

traducción

qlre acaba

de

aparecet:

The Agrarian

Sociology

of

Ancient Ciuilizations).

Su

viuda

1o

cal'actertzó, correcta-

mente,

como

<(una

especie de

sociología

Ce

la antigüedad>> con

,

a

modo

de prólogo,

<(una

teor'ía económica del

mur:cJo

de

los estados

antiguos)>,43

enffe

los

cuales

incluyó no

sóIo Grecia

y ltoma,

sino

también

el

Oriente Próximo (Egipto,

h4esopotarnia

y

Judea).

Por

todo, el interés

de

Webm

en

Ia

dinámica

de las instituciones

sociales

y

las

relaciones socioculturales,

Agraruerhiiltnisse

no

es

Llna

historia

ni

de

la

agticultura antigua ni

de Ia sociedacl

antigua.

\flebet

había

dejado

de

escribir

historia.

Aun

rnenos

histórico

es su

<<libro»,

algo

más tardío, sobre

7a

ciudad, aunque los datos sobre

la

antigüedad

los

toma en

su mayor

parte

de Agraruerhiilt/tisse, Irlo

deja

cle

ser

significativo

qrle

cada

sección

del estudio

posterior

ernpiece

con

conceptos gene

rales

o

con

material medie\ral

antes de

presentat

eI

nrundo

antiguo

F)ara

clarificar o

contrastar.

En

suma,

\Meber

nunca

publicó

un

estudio de la

ciudad

antigua,

y

sus

puntos

de vista

sobre

el

asunto) como

también

sobre

otros

aspectos del

rnundo

antiguo,

hry

que

obtenerlos,

con esfuerzo

(in-

cluyendo

Io

que cúesta

descifrarlo) de

sLl

obra

compl

eta,'tlo

soia-

rnente

de

los

escritos

abiertamente

dedicaclos a

Ia

antiguedad,

es-

tando

siernpre aleria a los

matices cambiantes

de su

pensamiento.n

Algunos

cie

sus

conceptos básicos tienen

rlna clara

relación

con Ios

de

Bücher y

Sombart.

También

é1 empezó

con

Lrlra

defuición econó-

mica,

eue

resulta ser

una

declaración culta

y

elabor

ada

^

partir de

7a de Sombart:

una

ciudad

es

un

lugar en

el

que <<]a

población resi-

dente

satisface una

parte

económicamente

esencial

de

sus

necesidades

diarias

en eI

mercado locaI,

y

elIo, en

gran parte,

mediante

Ios

pro-

ductos que Ios residentes

y

los

habitantes

de

-la

vecindad

ínmediata

han producido,

o

que

han

adquirido

paia

venderlos

en

el mercado>>.

Cuando los

grandes

consumidores obtienen

sus ingresos,

de

un

modo u otlo, como rentistas, la ciudad

es

una ciudad

de

consumo,

corno

en Ia

antigüedad. Pues,

<(si hoy

día

consideramos,

con razón,

que

eI

hombre de ciudad típico es el

que

no

consigue

su

sustento

de su

propia

tierra,

originariarnente

era cierto

1o

contrario

en

Ia

inrnensa

rnayoúa

de

las

típicas ciudades

(poleis)

de

la

antigüedad»>.as

En

esta

última

cita,

dos

palabras

requieren

mayor

atención:

<(ori-

ginariamente»

y

<<típicas>>,

Originariamenle,

\^

ciudad antigua

se

levantó

en totno a

las

viviendas

de

los

grandes

propietarios

de

tiemas,

pero

al

crecer,

sus

habitantes,

cada

vez

rnás,

tro

eran

ya

ni

49

Page 10: La Ciudad Antigua M.finley

7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley

http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 10/28

,0

LA

GRECIA

ANTIGUA

gtandes

ni

pequeños

propíetarios de

tiert'as, Con

todo,

siguió

siendo

una

ciudad de consumo: incluso

en

Ia

última

fase,

<<democráticar>,

los

conflictos sociales

denlo de la ciudad

antigua

estallaron

por

las

demandas

de

<<intereses

de

los

deudo¡es,

que eran

esencialmente,

pof

tanto,

intereses

de consumidotes»>,

a

diferencia

de Io

que

ocurió

en

Ia

ciudad

medieval,

donde

los con-flictos

básicos

se

generaron a

pattir

de los

itrtereses

<,manufactureros))'

Con

objeto

de expiicar

esta

diferencia

fundamental,

hay

que

i1;

troducir

en

el análiri,

ur.. variable

independiente,

la

esclavimd.{6

El

extendido

uso

c{e esclavos

en

ld agricultura

y

la manufactula

fes-

tringió

fuettemente la

esfe¡a

del trabajo

libre

y

bloqueó

la

expansión

de1

metcado,

especialmente del

me¡cado

de

productos

consumidos

en

masa. También

entorpeció, e

impidió

efectivamente,

la racionaltza-

ción

creciente

de la

pioduccién: dada

la

incettidumbre

dei mercado

y

el

costo fluctuante de

los

esclavos

(tanto

su

compra

corno

su

mantenimiento), el

propietario de esclavos

tenía

que

tener

la libertad

de disponer

de

sus esclavos

en

el

acto

o

explotar:los

de

maneta

dis-

tinta á1

empleo

directo

en

la

producción.

Una

amplia

división

del

[abajo

y

oüas

formas de

racionalización

habrían

ie¡mínado

con

1a

flexibiiidad

del

propietario. En suma,

el

propietario

de

esclavos

en

la antigüedad,

igual

que

el

propietario de

tieras

o

de

dinero, era

un

fentista,

no

un enrpresario.aT

E1

cont¡aste

con

la

evolución

cle |a

manufactuta

en

7a Edad

media

es

eviclente.

De

estas

distinciones

ptovienen ig¡almente

diferencias

agudas

en

política,

y

ahora hay

que

introduci¡

una

variable

nueva.

En

la

primera

parte

del

último

trabajo,

'§flebet

empezó

con

la

definición

u..onómi.u» de

la

ciudad,

como

he

mencionado,

Pero

en

seguida,

prosiguió

indicando

que

no era

una

<lefinición

completa.

<<E1

meto

hecho

de u¡ia aglomeración

residenCial

de

cometciantes

e

intereses

fabriles

y

la

satis{acción tegular

de

las

necesidades

diarias

en el

mer-

cado,

por

solas,

Do

agotan

el

concepto

de

"ciuda-d".»

Es

también

<<una asociación

reguladora

de la economía)>

que

abarca

<<los

objetos

característicos de la regulación

de la

política

económica

en

nombre

de

Ia asociación

y una

mauiz

de

medidas

características>>.48

Ha

cam-

biado

el enfoque desde

Agraruerhiiltnisse,

aunque

la

mayor

parte

del

contenido

de la última

obra

se

p¡ede encontral

ya en

la

ante-

¡ior,

Dicho sin

tapujos,

y, por

lo

tanto, de

un

modo

abrupto,

la

polí-

tica

y

Ía

autoridád

política

oflrparon

eI

centro.

Cuando

<<La ciudad»>

LA

CIUDAD

ANTIGUA

vuel¡¡e

^

aparecer

en \Y

ir

tschalt und

G

esellschaft,

tiene un título

más

largo,

<<Dominación

no legítirna

(tipología

de la

ciudad)»,

y

no

es

más que una

parte de

uno

más

amplio, sobre

lLerrschalt

('domi-

nación'),

que

incluye,

entre

otros,

buromacia

y

carisma.4e

Y a

en

1895,

en

su

conferencia

inaugural

en

Friburgo,

sostllvo

que

la

con-

ser\/ación

y

el

crecimiento

del

estado-nación

estaba

por

encima

de

todas

las

demás consideraciones

e

intereses.50

Aunque

esta

postura

fuertemente nacionalista

y

su

énfasis

político

concomitante

fueran

menos

visibles

en

los

escriros

históricos

de los

años

siguientes,

nllnca

estuvieron

ausentes

(como

veremos

dentro

de

poco).

Volvieron

a

surgir,

con

plena fuerza,,

etr

Ia

década

final

de su vida,

tanto en

su

actividad

política

como en

su

obra

teórica.sr

En W

irtschaf t afid

Gesellschaft, con

sus

dos ternas

fundarnentaies,

racionalidad

y domi-

nación,

seIló Ia

«conexión

decisiva

entre industrialización,

capitalismo

y conservación

ptopia)>.52

Y

finalmente

volvemos

a \a segunda

palabra

que

dije

que

había

que estudiar

con

cuidado,

<<típico>>.

Naturalmente lWeber

sabía que

1as

ciudades sobrevivieron

durante

siglos

bajo

el

in:perio

romano,

aunqLle habían

perdido

toda

capacidad

para

((1a

regulación

político-

económica»;

que

las ciudades

de

hecho

proliferaron en

aquella época

y

brotaron en

territorios

nuevos, bajo

el

estímulo

directo,

y

a

veces

|a

coacción,

de la

autoridad

cenual.

Pero su

«tipol ogía

de

las

ciuda-

des»>

-el

subrítulo

de 7a

última

obra-

había

que

verla,

y

sólo

así

podía

ser

entendida,

como

una tipolo

gía

de

«ciudades del tipo ideal>>.

Como é1

mismo

escribió:

((En

realidad,

los

tipos

eran en

todas

partes

fluidos entre sí.

Esto,

sin

embarBo,

es cierto

pata

todos

los

fenó-

menos sociológicos

y

no

ha de

impedir

el

establecimiento de

lo

pre-

dominantemente

típico>>,s3

De

ahí

su

empleo

frecuente

de comiJlas,

especialmente

en

Agrari.,;erhAltnisse,

para términbs

como

«feudal»>

y

<(capitalista>>

(corrientemente,

como

adjetivos

más

que cotrlo

nombres

en estos ejemplos

críticos),

signo

formal

de 1o

que,

con

la misma

frecuencia,

llama

Ansütze

('preliminares')

como

una

indicación

de

fluidez, de

la

génesis,

denffo

de

un tipo,

d.

elementos

característicos

de

otro

tipo.

Mry

pocas

veces

-si

es

que

llega

^

hacerlo-

elude

7a obligación

de

explicar

\a incapacidad

(cuando

ése

"eÍa

el caso)

de unos u

otros

Ansütze

para

vencer

y en úütimo

térrnino

alcat:u;at

una posición

dominante.

Así

la

sección

fi¡aI de Agraruerhültnisse

intenta

explicar

por

qué

el

imperio

rornano

y

Ia

pax

rorfluna

destruyerotr,

rnás

que

alimen'

5L

Page 11: La Ciudad Antigua M.finley

7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley

http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 11/28

52

LA GRT,CIA ANTIGUA

taron,

los

Ansütze de capitalisnro

qug

había

detectado

en

\a

ciudad

antigr-ra .

trl

arglimento

es

denso,

pero se

puede

resurnir

tazonable-

rnente

de

este modo .

La

pa:r

t'onr?.ufltl

puso

iin

a la

expansión

terri-

torial

y

a

7a

acumulación

de

botín,

incluyendo

grantles

cantidades

de

botín

humano,

dos

cosas que

habían

sido

eI

medio

fundamental

de

acr

ecentar

Ia

riqi.re

za

en \a

economía grecorromana.

La

expansión

prerria

fuabía

inrroducic]o

en

el

ínrperio,

poi

priinera vcz,

anrplias

regiones

de

ter¡iioiío

interior,

lejos

del Inar,

y por

tanto

con

accesos

inadecuados

n las rutzrs

del

comercio

y'Ia

comLrnicación,

En

las

fincas

interiores

existía

\a tendencia

natural

al

asentamiento rural en

torno

a

una

casa de

campo, eD

donde

se

producían la.s necesidades

básicas

de consllmo

masirro, con 1o

cual

«se

desarnrabar>

la

ciudad,

tedu-

ciendo

sus oportunidades

de actividad

lucrativa.

El

golpe decisivo

se descargó

en Ia esfera

poiítica:

Ia monal'quía

absoluta

substituyó

la

administración de \a

ciudad

por

e1

«ejército

profesional

y

la

buro-

cracia

de

unas

familiárs)>,

terminando

en

un

<<estado-lirurgia>>

(un

estado

confiado

en

servicios

obligatorios).

Püesto que

el

capitalismo

de

ia

antígiicdad

estabs

políticainen-

te anclado

y dependía

de la

explotación

privada

de

las relaciones

políticas

de

dominación en una

ciudad-estado en

exFansión, se

llegó

^

una

paralización

con la

dcsaparición de

esta

fuente

de

formacíón

de

capital

... EI

sistema

burocrático

acabó

con la

ini-

ciativa nolítica

de

sus

sírbditos, así

coino

con

Ia

iniciativa eco-

nóm.ica,

para

la

cuat faltaban

las

op'Jrtunidades

apropíadas.

Y,

luego,

el

epílogo

desespei'ado

: <<Toda

br-rrocrucia

tiene

7a

ten-

dencia

a provocar

el

niismo efecio

por

expansión

Ce

misma

(rJru-

sicb

greif

en) , La nuis

tt

a también»

.s

P.sa historíadores

alérgicos

a

los

tipos

i,leales, nada

huy

que

discutir

aquí;

no

huy

propuestas

que

Ínerezcan

exanlen y

crítica,

Se

puede

uno

consolar

y

refugiar

suficientemente

cn el <<descubrimien-

tor> de

que

ei

conocimiento

de

\Meber

..obre

el mundo

griego

eta

mucho

rnenos

anrplio

y

prectiso clue

sobre

eI

rornano;

5s

en Ia demos-

tración

de

qrie ahora

se

puede decir

que

Weber

estaba

equivocado

cuando

llamaba al

equites

rcmano

<<clase

ca.pitalista

nacional pura».s

.

Uno

puede

(Iegítimamente)

desafiar

la

concepción de Weber de los

elementos feudales

y

capitalistas

de

la

antigüedad,

o

su

definicíón

política de

7a

ciudad.

Pero

cuando

se

ha

terrninado

la

dernolición,

los

fenórnenos no

se

han

escabuilido

en

silencio.

Sigue

siendo toCa-

LA CIIJDÁD

ANT'IGIJA

53

r,ía

cierto,

y

coll necesidad

Ce explicación,

QUe

e1

campesíno

era un

elemenro integrante

de

la

ciudacl

antigua,

pero

no

de Ia

niedieval;

que

eI grenrio

era

un

integrante

de Ia ciudad

medieval,

pero

no de

la

antigua.

Quizá

se me

puede permitir

repetir 1o

que

escribí recien-

temente sobre

el

segundo

punto:

irlortnalmente

parece

que

se

olvida

que

los

excaváclores

de

Tal-

so no encontraron

Lonja

de los

Paños,

gue

todas las

ciudades

antiguas

carecían

de

casas gremiales

y lonjas,

que hasta hoy son,

.

al

lado

ile

las

catedrales,

las

-gioiias

alqr-iitectói,icas

dc

las

gianCes

ciudades

medievales

de

ltalia, Francia, Flandes,

las

ciudacles

de

Ia

FIansa

o

Inglaterra,

Compárese

el

ágora

ateniense

con ia Grande

Place

de Bruselas.r

Aun

más, todavía

sigue siendo

cierto

,

y

requiere

una

explicación,

que

el

urbanismo

antiguo

decayó

tan profundamente

que

se

F,re-

cisó un

segunclo «nacirniento de

ciudades)> elr 7a

Edad Media.

Si

Weber

no

nos ofrece

explicaciones satisfactorias,

ni

siquiera

parcia-

Ies,

¿

hacia

dónde

volvernos

?

¿I{ac

ia

Karl

Marx,

quizá?

Malx

fue

eI Íantasfila

qrle

fcosó a

§7eber

(V

pcr

supuesto

a Sombart),

a 1o largo

de tcda su vida,

ffiu-

cho más

de

1o

que

se

podría

suponer

por

los

escasos

y

a

veces

crudos

cornentarios sobie Marx

y

eI marxismo

que

se encuenffan

en

los

escritos

de

Weber.ss

I{o

tengo

íntención

de entrat

en el tema, excepto

paru

dejar

constancia de

que

es

algo más complejo

que

1o

que

su-

gieren

algunos

comentarios

comientes,

inuy

simplificados

y

dognrá-

ticos.

Simplemente el

rechazo de

\Weber

como

«idealista», cu)/o

én-

fasis en

el

<<espíritu>>

y

comercio

Ie llevó a

ver

<<capitalismo>>

donde

nunca

había

existido,

es una

caúcatura, un

juego

de

palabras

varro.

En

su-s notas

cle

1857

,

Marx

escribió

sobre

<<la

influencia

ciuiliza-

dora del

comercio

exterior>>,

aunque aI

principio

sóIo fuera un

((co-

mercio

pasiuoD,te

en

un

pasaje

que

no

puede dejar

de recordarnos

7a tesis

de

\Weber,

de

que

el

carnbio arcaico del

conrercío

pasivo

a\

activo

fue el

primer

Daso

hacia

el

abismo

entre

Ia ciudad occidental

y

la oriental.

Para

Marx

(y

Engels)

nunca existió

la duda

de

que

eI

<<capital

comercial>>,

las

«ciudades Cornr3rciales>> e

incluso

los

<<pueblos

comercia-[es

>>

(fenicios

y cattagineses) fueran f enóme

ilos

antipros

rnuy extendídos,

y

Que,

en algi-inos

casos,

ell la

antigua

Corinto,

por

ejernplo,

el

comercio Ilevó

a

una

rnanufactura

altamente

desarro-

Ilada,óo

Page 12: La Ciudad Antigua M.finley

7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley

http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 12/28

54 LA

GRE,CI.á.

AI.{TiGUA

lWeber,

como

Marx,

ponía

en

el

centro

de

sus

preocupaciones

el

fenómeno

del

capitalismo.ór

Que

1os

dos

análisis,

en último

tér-

mino,

divergieron

profundamente,

hasta llegar

a un

punto

de

con-

flicto,

es

innegable

(sin

contar con

su

violenta

discrepancia

en

acción

.

poiítica

y

objetivos

futuros). Las

teorías

de

Marx

eran

«absoluta'

mente

inffagables»

pata

'ü/eber

«como

proposiciones

ontológicas».

Por

oüa

patte,

no

obstante,

vio

en

Ia

<<interpretación

de

la

historia

:.

por

Marx

rnedia.nte las

diferentes

formas

de

producción una hipó-

tesis

sumamente útiI

que permite

conseguir-notables

Drogresos

en

I

.1

.onn"imiento clel desa¡rollo

de Ia

sociedad

industrial

moderna¡>.ó2

En consecuencia,

para

Ias

épocas

pteindusmiales,

y

paru 7a

ciudad

'

lantigua

especialmente,

habla entre

el1os una

gtan

parte

de coinci

EI

proletariado

moderflo,

como

clase,

estaba

ausente.

Pues la

cultura

antigua,

o

bien seguía con

Ia

esclavitud

como

su centro

de

gravedad

(como

en

7a

Roma republi

cana

tardfa),

o,

donde

prevel

ecía el

trabajo

<«libre»,

eD

eI

sentido

de derecho

privarJo

;

1

dencia

parcial y

acuerdo.

Como es

de

esperar,

Marx

nunca

rcalizí

una investigación

siste-

.

-mática

sobre

eI

mundo

antiguo en

general,

y

Ia ciudad

antigua

en

: '

.

patticular.

Sobre

esto

úItimo) sus escasos

y

dispetsos

comentarios

, resultan

todos

ellos de

Ia

propuesta,

que

cité

antes,

áe

La

ideología

...alemand,

repetida

en el

primer

volumen

de

El

capital:

,

.

La base

de

toda

la división del

ttabajo

que

haya

alcanzado

'

.:

cierto

grado

de

desarrollo y

haya tenido

lugar

en vi¡tud

del

in-

tetcambio

de mercanclas

es

la separación

de

Ia

ciudad

y

el cam-

sociedad

está

resumida

en el

movimiento de

esta antítesis.

Pero,

'

.

-

por

el

momento,

no entráremos en

esto.G

),

:

'

No

sólo

<<por

el

momento»,

añadiría

yo:

en

el

corpus

enteto

de

= "

Man<

no

se

volvetá

a

encontrar, sobte

la

ciudad

antigua, más

que

§

-

.

algún comentario

ocasional,

propr.rtr.,

sobre

tipos

id1alls,

más

o

3

P

menos

weberianás en substáncia.fl Así,

leemds

'iin

lc,s

Grurud.risse:

I i,'

,:<<En

el

mundo antiguo, la ciudad con

su

temitorio

es ia totalidad

t&_',:

económica ...

La

ciudadanía

urbana

se

resuelve

económicamente

con

-

'

Ia

simple

fór¡nula de

q'ue

el

agricultor

es

un

residente

de

la

ciudad».6

'

No

es éste

el lugar

para

un

¿nálisis

extenso de los

paralelos

(o

las

divergencias),

pero

ottos

dos

ejemplos

pueden

ser

útíIes.

LA

CIUDAD ÁNTIGU,A.

55

(en

el mundo

helenístico y

en el imperio

romano),

aún

esraba

impregnado

por

la

esdavitud hasta

un

grado

que

nunca

existió

en

la

Europa

medieval.

Eso

es

§7eber,6

pero pocos

histo¡iadores marxistas

pueden

estar€t

en

desacuetclo, tazonablemente, salvo

quizás

en transferi¡

los

doslG;

primeros

siglos

del impetio

romano occidental

a

1a

prirnera de

las'ff

alternativas-

¿

ü

El

poder

militar

estaba más

.estrechamente.unido

al..crecimien-.6J

to

económico, quizá

más

que

en

rualquier otro modo

de pro{J

ducción, antes o

después,

porque

el

ú¡ico

origen principal

de la¡'l

mano de obra servil era normal¡nente

de

prisioneros

de guerrav

captutados,

mienffas

que el

aumento

de

Úopas

urbanas

librelfuj

para

la

guerta

dependla del

mantenimiento

de

Ia

ptoducción,'en[)

casa,.

Pot

obra

de

esclavos.

.*J

Eso

es

Perty

Anderson,

en

un

estudio reciente

y

sudilobr.

*rr$

xismo,67

y

el

paralelismo

cofl

rWeber

es

evidente

a

partir

del resumenft

que

ha

dado

ya,

del

punto

de

vista

de

Weber

sobre

el

impacto

de lá.*l

pax

tott|dfla

L,

Supongamos

que se

aceptara

que

estas

propuestas

-y

otras

qui.f

he

sacado

de mi

examen de

1a

historia

de

las teorías

sobre

Ia

ciudadi

arfiigua- efan,

por

Io

menos, 1o suficientemente

interesantes

.ornÉ

para proseguir

con

el

examen

detaliado

de

los

datos

disponibles,

lite$

rarios,

epigráficos, arqueológicos.

¿Cuáles

son las

implicaciones parat{

una investigación

histótica

ulterior?

Ni siquiera

el historiador cor$

mentalidad

más

indinada

a

7a

sociología está

dispuesto

a

deteners$

en

la

formulación

de

tipos ideales.

Las variaciones

denro

de

cada§j

tipo, los

cambios

y

evoluciohes, las consecuencias

en

el alcance

totaf*

del

pensamiento

y actuación humanos requieren

una

exposición

deta§

Ilada

y

concreta

-exposición

que

podrla

ser, aI mismo

tiempo,

und.

prueba

para

el

tipo

idea1.68 Tal

estudio no

existe

todavía

sobre

laf

ciudad

antigua.

Hay,

claro está, un

cteciente

número

de

«historias»>p

de'ciudades individuales,

griegas

y

romanas, desde

la

edad arcaica

hasta el fin de la antigüedad. Con apenas una

excepción,

sin

em-

batgo, carecen

de un

enfoque conceptual

o

esquema: cada cosa cono-

cida,

sobre

ei lugar

que se está examinando,

parece que

tenga igual

deredro:

arquitectura,

reügión

y

filosofla,

comercío

y

acuñación

de

moneda, administración

y

«relaciones

intetnacionales».

La

ciudad

Page 13: La Ciudad Antigua M.finley

7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley

http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 13/28

é/

Jb

LA

GRECIA

ÁNTIGU¡\

corno

ciudad

queda desbordada.

El modo

de

eufocar Ia

cuestión

es

descriptivo

y

positivista,

((recogiendo

pruebas

e

interrogándolas

cQn

una mente

al¡ierta)>:

6e

las sr-rposiciones

inexpresaCas

sobre

econonría

son

normalmente

<<modernízantes»>. No

menosprecio

la

contribución

al

conocimiento

logrado

con

estos

estudios,

ni

las dificultades

jnhe-

rentes

al

intento,

ni

tampoco

los

avances

conceptuales

que

se han

producido

descle

hace

diez

o veinte

años.70

Sin

embargo, se

áa

el

caso

de

que

las

consideraciones

que

he

suscítado,

los

resultados

presenta-

dos

pol Marx, Bücher,

Sornbart

y

Weber,

son

perifé1icas,

er el

rnejor

de

los

casos,

eil el estudio

usual

de

la

ciudad

antigua.Tl

Finalmente, üeo

que

Ia histotia

de

ciudades

antiguas

indiuiduales

es

un

cul

de

soc,

dados

los

Iínrites

de

la

docurnentación

disponible

(V

potencial),

condición

inalterable

del

estudio de

'ra

historia

anti-

gua. Irtro es totalmente

perverso

ver

una ventaja

en

7a ciebilidad.

Huy

una

crítica

meciente

dirigida

a

la

hístoria

urb

ana

contemporánea,

por

pernritir que

el diluvio de

datos

osclrre

zca

las

cuestiones

plan-

teadas

y

sus

objetivos,T2

peligio del

qlre

se

ve libre,

por

suerte

,

1*

historia

urbana

antigua, Pero,

¿qué

preguntas

Ceseamos

hacer

sobre

la

ciudad

antigu a,

tanto si"puéden ser

contestadas

satisfactoriamente

como si no? Esta

es 7a

prinrera

cosa

que

hoy

que aclarut,

antes

de

recoger

los clatos empíricos,

y

no

digamos, interrogarlos.

Si mi eva-

luación

de

Ia

situación

actual

es

poco

irrornetedora,

Do

se

debe

a

que

rne

disgusten

las preguntas

qLre

se

hacen, sino

a

que

normalriente

no

encuentro ni

una

sola

pregunta

que

no

perten ezca al ámbito

de

la

erudición sobre el

pasado:

¿quó

grancle?,

¿cuántos?,

Cqué

lxonu-

rnentos

T,

¿cuánto

cornercio?,

¿ Qué

productos ?

Para cornprender

eI

lugar de

la

ciudad

como

institución

básica

en

el tnundo

grecorromano y

su

evoI.,:ción,

se

ha de

partir,

segura-

mente,

d.

dos hechos.

Prirnero,

el

nlundo

grecorromano

estaba

más

urbanizado

que

cualquier

otra sociedad'anterior

a

la época

rnoderna.

Segundo, Ia

ciudad-estado,

Ia unidad

estrechame¡te üabada

de

cir:-

dad

y

campo,

siguió

siendo el módulo básico,

incluso

después

de

que

eI componente estadr¡ de la

ciudad-estado

hubiera

perdido

su

significado estrictarnente original.

Pese

^

eI1o,

Csíguió

siendo una

«ciudad

de

consumo»>7

Qn.

hubo

tales

ciudades

de consumo

en

toda la

antigrieCad,

es

indiscutible.

En

el

año

355

a,

de C,,

Esparta

derrotó a Mantinea en

Arcadia

e

impuso

como

conCición

para

firmar

\a

paz

que

Ia

ciudad

fuera

arrasada

y

Ia

gente regres ata a los cuatro

pueblos

en los

que

-,

,\ .\ll

c:lL

LA CIUDAD

ANTIGUA

57

había

vivido

antes.

«41

principio estaban

descontentos»,

comenta

Jenofonte

(Helénico.s,

Y,

2,

7),

«porque

tenían

q're demoler

las

casas

que

poseían y

construir

otras nuevas.

Pero

cuando los

pto-

pietarios

estuvieron

yiviendo

cerca

de

las

fincas

que

poseían

iunto

n

los

p.,eblos,

y tuvieron

una

aristocracia

y

se

vieron

libres

de1

peso

de Ios demagogor,

estuvieron

contentos

con el estado

de los

esuntos».

Los

comentarios

políticos

de

Jenofonte

son'iuelevantes para

mis

propósitos;

Ia viabilidad

de

Ias

peticiones

espattanas

es

lo

que

im-

portr.

Y

cuando se

festauró

finalmente

la

ciudad

de

Ma¡tinea,

siguió

,i.rrdo

durante

siglos

un

lugar

de

tesidencia

de

propietarios

de tierras,

como lo

había

sido cuanclo

los

espartanos

Ia

deshuyeron.Ts

¿Fue

Mantinea

un

caso

típico?

Capua,

como

nos

dice

Cicerón

(Sobre

Ia

ley agr'aria,l,

88), fue

conservada

por

los

tomanos victo'

riosos

en

interés

de

los

agricultores

de

Campania,

entle otlas

cosas

Irafa

que, <<cansados

por

el

cultivo

de las

tierras,

pudieran

usar

las

.116

á.

h

cíudad». El

constante

crecimiento

urbano

en

el centro

y

norte

de

ftalia,

c{urante

la

Repúblic

a

tardla,

produjo

ciudades

de1

mismo

tipo.Ta

Asl

fue la

«romanizaciórr>>

de

Ia regíón

del

Danubio,

incorpotada"a

la

provincia

de

'Parronia,

bajo

el

irnperio,Ts

I-a

propia

Rorna

fue,

como es

natural,

el

prototipo

de

una ciudad

de

consumo,

como

1o

ha sido

a

1o

largo

de toda

su

historia,

También

lo

fue

An-

tioqula,

la

eaafia

ciudad

del

imperio:

en

el siglo

cuarto se

estima

su

población

urbana

entre

150.000

y

300.000;

su

territorio

eta

pof

1o

menos

trescientas

veces

mayor

que

el

átea sítuada

dentrs

de

las

murallas

de

Ia

ciuda

á,

y

|a

base de su

tiqueza

estaba

en Ia

tierra

y

en

su lugar

preeminente

dentro

del

sistema

adminisüativo

impe-

ria1.76

Los distritos fuera

de

Ia

ciudad

estaban

llenos de pueblos,

cada

uno

con

su

producción local

y

su

distribución

mediante

las

ferias

rurales.

Por

lo

tánto,'expüca

Libanio

(Discursos,

XI,

230),

«Ios

habitantes de

los

pueblos tenlan

poca

necesidad

de

la

ciudad,

gracias

a

los

inrercambios

mutuos)>.

Las

connotaciones

actuales

de

la

palabra

«consumidor»

no debe-

rían inmiscuirse

en esto

ni inducitnos

a ellot.

Nadie

pretende

que

las

clases

urbanas

más bajas

fueran

una hueste

de

mendigos

y

de

gente

que

vivía

cle

subsidios,

aunque

se

ha

convertido

en

un

pasa-

il.mpo-f^vorito

de

los

eruditos

el

<<refutar» esa

pretensión

para

la

ciudád

de

Roma;

sin embargo,

tampoco

hay

que

subestimar

Ia

exten-

sión

de

la

mendicidad,

el

desempleo

y

el

hambre.

La

cuestión

impll

cita

en Ia noción

de ciudad

de

consumo

es si,

y hasta

qué punto,

las

Page 14: La Ciudad Antigua M.finley

7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley

http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 14/28

58

LA

GRECIA

ÁN'I'IGUA

relaciones

de

la econonla y

del

poder,

dentro

de la

ciudad,

se

apo-

yaban

en Ia

riqueza

generada

por

las

rentas e

impuestos que

afluían

hacia

los

habitantes,

y

circulaban

ent¡e ellos.u Induso

Ia

ciudad

de

consumo

por

'excelencia,

Roma,

requería innumc¡ables

artesanos y

tenderos

parula

producción

y circulación intraurbanas.

En tanto

que

estaban

involucrados

en

una

producción

de artículos

pequeños,

Ia

producción,

obra

de

artesanos independientes,

de

géneros

vendidos

al por

menot para

consumo

local,

no

invalida

Ia noción

de ciudad

de consumo.

Tampoco se pretende

que, por

los

ejenrplos

que

he

dado

-un

uñado

enue

muchos

casos

disponibles-,

fueran todas

las ciudades

iguales.

Si

se

da

el caso

de que todas

eran ciudades

de

consumo,

en

algunos

aspectosj

el

paso

siguiente

en la

investigación

es

examinar

las

va¡iaciones

respecto

al

tipo

ideal,

para establecer

una

tipología

de

ciudades

antiguas.

Consideremos

Cízico,

en

el mar de

Mármara,

puerto

y

ciudad

identificada por

los historiadores como

<(una

gran

cámaru

de

compensación

para

el

comercio

del

Ponto

Euxino

(mar

Negro)>>,78

famosa por

sus monedas,

de

gran

circulación,

de

<,oro

blanco>>

(electro).

En

3'19

a. de

C., en el

curso

Ce las

guerras

entre

los sucesores

de

Alejandro,

sufrió por

parte

del sátrapa de Frigia

del

Helesponto,

un

ataque

por

sorpresa

que piIIó

a Ia ciudad

inde-

fensa,

con muy

poca

gente

dentro

de

las

murallas, mient¡as

que

Ia

mayoría

estaba

en

los

campos.

No

hay motivos

para

no

creer

a

Dio-

doro

(XVIII,

57,

1-2)

a esre

respecto.

Entonces,

¿en

qué

tipología

induimos

a

Cízico?

A

menos

que

nos

contentemos

con la consabiria

y poco

significativa

formulación

serial

(«la

vida

económica»

de

Nori-

cum

<<depenála

de

la

ploducción

agtícola,

el

pastoteo,

la minería,

la

industria *especialmente toda

la

fundición de hie¡ro

y

trabajo del

rjretal-

y

comercio»>),7e

es'esencial

un análisis

factorial

adecugdo.

Los

factotes

pueden

no

coincidir

a

menudo

con

ios

modernos

y

las

oporunidades

de

un

análisis genuinamente

cuantitativo

y

dinámico

son

pocas

y

suelen

producir

frustración;

sin embargo,

eI

procedi

miento

es inevitable.

No es

mi

intención

enumerar

en

este

errayo las

variables,

o

formular

una

tipoiogía.

Mucho

de 1o

que yo

incluiría,

de

todos

mo-

dos, está

implícito

(y

a

veces

explícito)

en

1o

que

ya

he

dicho

-la

xtensión

(y,

en

escasas

ocasi.nnes,

Ia ausencia)

del territorio

agri

cola

perteneciente

a

la

ciudad;

el

tamaño

de

Ia

ciudad

y

su

pobla-

ción;

el acceso

a las vías

fluviales;

Ia

extensíón y

«Tocaluación»

de

LA CIUD¡ID TiNTIGUA

59

Ia fuesa

de

ttabajo

esclava;

la

autosuficiencia

en

fincas extensas;

Ia

paz

o 7a

guema;

el

papel cambiante

del

estado

con la evolución

de

los imperios

temitoriales

amplios.

No

es

una Iista

exhaustiva,

pero

bastará

para nuestros

propósitos. Apunta

de nuevo

a

las cuestiones

que

distinguen

la teoría

de la

erudición.

He

llegado

al final, refiriéndome

todavía a

Ia

ciudad

antigua,

¿Es

una

categoría

justificable?

La

cronología

sola

no

es

un

argumento

a

favor,

como tampoco

es argumento

en contra

la innegable

vatiedad

entre

las

ciudades

antiguas.

Mi defensa

es

simple. La ciudad no

existe aisladamente:

es

parte

integrante de

una

esttuctura social

más

arnplia,

una

institución básica

en

el mundo

grecorromano.

A

rnenos

que

-y

hasta

que-

investigaciones concretas

como

las

apuntadas

demuestren, teniendo en

cuenta Ias excepciones,

que

las

ciudades gte-

corromanas

no

tuvieron

todas factores

comunes

de

peso

suficiente

para

justificar

tanto su inclusión

en una

categoría específica,

como

su

diferenciación

de

Ia ciudad

oriental

y

Ia

medieval,

considero

que

es

metodológicamente

conecto

mantener

la

teorla de que

la

ciudad

an-

tigua era

un

tipo. Ahl

puede

verse,

por

lo

demás,

que

la

palabra

«tipo»>

ha

vuelto

a deslizarse

en el

hilo

de

mi

razonamiento,

apare-

ciendo

en él

como colofón.

\

Page 15: La Ciudad Antigua M.finley

7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley

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C¿pírur,o

2

EL

IMPERIO

ATEI{IEI{SE:

UI{

BALAT.ICE

I

«Toda doctrina

del

imperialismo

ideada

por

hombres

es

un

re-

sultado de

maduras

reflexiones.

Pero

los

ímperios

no son

construidos

por hombres preocupados

pór

reflexiones

maduras.»

I

Empiezo con

este

afoiisrno,

cuya

verdad

se ha

denrostrado

en eI

estudio

de

los imperialismos

rnodernos, corno antidoto contra

Ia

práctica

usual de

empezar

una reflexión sobre el irnperio

ateniense

con

objetivos

y

motivos,

y

úpidamente deslizarse

hacia

actitudes,

e

incluso

teorías,

eue

suponen

que

los

hornbres

que

mearon y

exten-

dieron

el

irrrperio,

empezaron

tanlbién con un

prcgrama

inrperialista

definido

y

con

teorías

sobre

el imperial.ismo.

Un ejemplo rnuy haL,i-

tual

del

procedimiento

que tengc en

mente

es

el

íntento

de

fechar

Lllas

cuantas

leyes

y

,degretos

atenienses

(o

apol*ar

-una

Íecha

pro-

pue,stA) por

1o

que puede

llarnarse

tono inrperialista.

Si

son <<duros>>,

se arguye, huelen

a

CIeón

y

podrían

fecharse hacia

420

a. de

C,,

y

no

en Ia

época

del liderazgo rnás

<<moderado>> de Pericles,

enue

44A

y

430,2

Como

el a-rgurnento

no

es

ci,rcu.lar, supc¡ne

la

existencia

de un progtama

identificabl¿

de

in:perialisrno,

o,

rnás

bien, d. dos

programas

sucesivos y

confiictivos,

y eso requiere

una demostración,

no una suposición.

Pubficado

por

primera

vez en

P.

D.

A.

Imperialism in

the ,4ncient

'World,

1978,

bridge

University

Press.

Gatnsey

y

C.

R.

§Thittaker,

eds.,

y

reímpreso con

permiso

de

Car+

EL

IMPERIO ATENIENSB

Segunda

fr-rente

de confusión

es la innegable

ambigüedad

de la

palabra

<<imperio>>.

DerivaCo

detr

latín

imperium,

«imperio>> se rela-

ciona con

Ia

p,alatota

<(emperador,>,

y

la

rnayor

parte

de la

larguísima

discusión, desde Ia

Edad

Media

en

adelante hasta

los

tiernpos mo-

dernos,

termina

en un

callejón

sin

salida

tautológico:

un

imperio es

el

temitorio

gobernaclo

por un

emperadot.3

Todos

sabemos

que

h^y,

y

hubo en el

pasado,

imperios

irnportantes

no

gobernados

por

un

empera,lclr,

y

no

creo

que

siri¡a

de

nada

hacer

juegos

de

palabras

para

soslayar esa

anomalía

lingüística

inofensiva.

I'a

srlgerencia,

por

ejemplo,

cle

desechar <<imperio>>

como

categoría

etl

\a historia

de

Grecia,

y

hablar

sólo

de

<<hegemonía»>., no

me

parece útil

o

prove-

chosa.a De

poco

consuelo

les

habtía servido

^

los

melios,

cuando

los

soldados

),

marinos

atenienses

cayeron

sobre

elIos,

estar infor-

mados de

que estaban a

punto

de

convertirse en

Ias

víctimas

de una

medicla

hegemónica,

no imperial.

Esto

no equivale

^

poner en tela

de

juicio

la

legitimidad

de

los

esfuerzos

por

diferenciar

los

imperios. Todos

los

términos

clasifica-

torios amplios

-«estado»>

es

Ia

analogía

obvia-

comprenden

un

exténso

panor

amr- de ejemplos

individuales.

El impetío

persa,'

el

ateniense

y

el

roinano

se diferencian

etttre

notablemente,

como

\

ocurre con

los

imperios

rnodernos. Por

eso se

hace

necesario,

como

\

con toda clasitcación,

establecei los

cánones

de inclusión

o exclusión.

Los

que

juegan

con

<<hegemonía»>,

me

parecen

que

conceden

uo

peso

excesivo

a las consicleraciones

puramente

formales,

que,

si

se

adop'

taran

rigurosamente,

fragmentaiían

la

categoría

<<imperio»

tanto

que

Ia volíetían

vacía

e

inútil.

En

este caso,

el

senticlo

común

es 1o

que

vale; han existido, a

1o

largo de

Ia histotia,

estructuras que

se

dagificqn

en

una

clase

única,

en

férminos

substarrtivos,

a

sabe-t,

el

,,,.-

ejercicio de la

autoridad

(o

el

poder

o

el

conrol)

por

un

estado

.--,1,

.-.sgbre

oü:o

u o6os

estados

(o.

comunídades

o

pueblos)

durante

un

,lo.q|

)argo

período

de

tiempo. Estoy

de acuerdo

en

gue

esto

es

impre-

ttn*l

ciso,

pero

las instituciones

humanas de

gran envergadura

sóIo

se

\

pueden

clasiÉcar

con

cánones imprecisos:

de

nuevo

cito

<<estado»>

como una analogía,

Un

ejenrplo,

digno

de

mención,

del

enfoque formalista

es

el

in'

terés

de

algunos

historiadores

por defrnir

y

fechar

el

nnornento

en

que una

asociación

volunt

aúa

de

estados

se convirtió

en

el

imperio

ateniense.

El

año

454

es una

fecha favorita,

porque)

como

general-

mente

se

cree,

fue

entonces

clrando

el

«tesoro

de

la liga>>

se

trans-

61

§

Page 16: La Ciudad Antigua M.finley

7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley

http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 16/28

OL

LA

GRECIA AI{TIGUA

firió

de

Delos

a

Atenas.s

A

1o

surlo,

tal

accíón fue

un símbolo,

una

manifestación

brutal de

la

realidad,

pero

no la

propia

¡ealidad.

La

palabta

<<voluntaria»>

ni

siquiera

es un

buen

sínrbolo,

y

suscita

en

los

historiadores

extraordinarias

conto¡siones verbales.

«Parece

posi-

ble

ir más

aiiá

y manifestar

que,

aunque la coacción

de

ios

miembros

aparentemente

se

consideraba

legítima

-y

plobablemente

también

la

imposición

a

los

estados

que

no

deseaban

¿s66i2¡5s-, Ia

reducción

de

los miembros,

incluso de los

que

se

decla¡aban

en rebeldfa,

aI

estado

de

súbditos era

contaria

a

la

constitución.»

ó

Los asuntos

no mejoran

rociándolos

con

terminologia «weberiana»: «la

domina-

ción

indirecta

consiste

en que

se basa

en,

o

intenta evocar,

un interés

de los

gobernados

en

el

proceso

de

ser

gobernados».7

Tucídides,

con

su

incomparable

visión de

Ia

¡ealidad, no

la

con-

fundió

con

símbolos

ni

consignas. <rPrimero»,

escribe

a1

empezar

su

na¡ración

sobre

ei medio

siglo

entre

las

guerras médicas

y

las

del

Peloponeso

(I,

98,

L), «ellos

ilos

ateniensesl

sitiaron Eion,

junto

al

¡lo

Estrimón», todavía en

manos persas,

y

luego

la

isla

de

Sciros,

,en

el

norte

del

Egeo.

Sus

poblaciones

fue¡on

reducidas

a

esclavitud

y

sus territorios

acupados por

colonos

atenienses.

A

continuación

Atenas

obligó

a

Caristo,

ciudad de Eubea, a unirse a 7a ltga:

clara-

mente

el

principio

<<volunta¡io»>había

tenido

un

recor¡ido muy

corto.

P¡onto

Naxos

intentó

abandonar

la liga

(es

incierta la

Í.echa

exacta),

pero

Atenas

la

sitió y

aniquiló.

Naxos

«fue la

primera

ciudad

aliada

que

fue

esclavizada

en contra

del

uso

establecido»,

comenta

Tucí-

dides

(I,

98,4),

empleando

su

metáfora

favorita

parula

interferencia

a-teniense

en

la autonomía

de

las ciudades sometidas

al

imperio.

Naturalmente,

el

imperio

ateníense

suf¡ió

cambios importantes

a

lo

largo

de su existencia

de

más

de

medio

siglo.

Así

ha ocurrido

con

cualquier

otro

imperio de

una duración similar

(o

mayor) a lo

largo

de

la

historia.

El

establecimiento

y

explicación de los cambios

es un tema

histó¡ico

válido,

pero

me

parece

una

equivocación

la

empresa

de

buscar

un

punto,

en una

llnea

conti¡ua,

que

nos

permita

decir

que

antes

de

é1 no

había imperio

y que

1o

hubo después de

é1.

Caristo

rehusó

unirse

a

la

alianza y se

vio

Í.orzada a

ella;

Naxos

intentó

abandonarla

y

se Ie

impiüó por Ia

fiterza.

Y

fueron sólo las

primeras

de

muchas

ciudades-estado

en

esa situación, sujetas a

la

autoridad

de

ot¡o

estado

que

actuaba

para promocionar

sus

propios

intereses,

políticos

y

materiales.

No

discuto que

Ia

«liga

délÍca»>

(nombre

mode¡no

para

el

que

no

EL

IMPERIO

ATENIENSE

63

existe referencia

antigua),

fue bienvenida

cuando

se creó

en

478

a.

de

C,,

tanto

Por

la

popularidad

de

su

llamamiento

de venganza,

como,

fundamentalmente,

por

Ia

necesidad de

[brar

al mar Egeo

de las

fuerzas

navales

persas,

Los

persas habían

invaüdo

dos

veces

Grecia

sin

éxito,

y

nadie

en

478

podía abrigar

Ia ¡renor

confianza

en

que

el Gran

Rey

aceptaría

las

derrotas

pasivamente

y

no

haría

un

tercel intento.

El

control del

Egeo era

la

medida

más

claramente

pfotectora,

y

Atenas

consiguió

afortunadamente

el

liderazgo

de

seme-

junt.

.*presa.

A

un

ateniense,

Arístides, se

le

encomendó

fijar el

montante

de-dinéro,

o

el número

de barcos

equipaclos

y-tripulados,

que

cada

estado

miembro

proporcionaría

paru

la

flota

fusionada

de

la Iiga.

Los

atenienses

facilitaron

los tesoleros

de la liga

(Hellerto-

tamiai)

y

ei

mando

naval

militar.

En unos

doce años

(el

número

exacto

depende

de la

fecha de

la bataila

del Eurimedonte,

que

nin-

gún

expeito fecha

más

allá

de 466

a.

de

C'),

se había

cumplido el

objetivó

formal

de la

liga.

La

Ílota

persa

de

doscientas

üirremes,

la

mayoría

de

las

cuales

eran fenicias,

fue

capturada

y

destruida

en

und

gran

batalla

por

tierra

y

pof

mar, en

la

desembocadura

<lel río

Eu¡imedonte,

en

é1

sur de

Asia

Menot.

Con'todo,

la

«liga»

siguió

existiendo sin

un

momento

de

vacilación,

y

su

número

de

miembros

creció,

voluntariamente

o

por

coacción,

según

cada

caso,

exactamente

igual

que

antes de la batalla

del

Eurimedonte.

Ei

principal

responsable

de

la

política

ateniense

en

aquellos

años,

y

comandante

en

jefe

de la

bataila

del

Eurimedonte,

fue

Cimón.

Había

mandado

personaimente

el

ataque

a

Eion,

y

de

nuevo

tomó

el mando,

en

465

a.

de C.,

poco

después

del

Eurimedonte,

cuando

Tasos,

la

isla del

norte del

Egeo más grande

y

rica, intentó

dejar

7a

alnnza. Después

de u¡ asedio

de

más

de

dos

años,

Tasos

caPituló

y

fue

condenada

a entregar su

flota

(pagando

en lo

suiésivo

su

tributo

en

dineto), a

desmantelar sus

mutallas,

a

pagar a

Atenas

una

fuette

índemnización,

y

a

entregaf los

puertos

y

minas

que poseía en

tierra

fume. Y

Cimón,

por supuesto,

lejos

de

ser

un

<<demóc¡ata

radical»

o un

<<demagogo)>,

como Pericles,

y

no

digamos

Cleón,

representaba

Ia

adstocracia

uadicional

de

Atenas,

propietaria de

tierras

y

más

inclinada

a la oligarquía.

Si hubiera vivido

más, no

hay

duda de

que

se

hubiera opuesto a

muchas

meüdas

poJíticas adoptadas

pot Peri-

cles

y

Cleón con

respecto

aI imperio. Sin

embargo,

su

oposición

no

se

hubiera

basado

en

motivos

morales.

No

hay diferencia

de <<dureza»>

entre

el trato a

los

pueblos

de

Eion

y

Sciros en

los

días

de

Cimón

Page 17: La Ciudad Antigua M.finley

7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley

http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 17/28

LA GRECIA ANTIGI]A

y

la

propuesta

de

Cleón, casi

rnedio siglo

mrís tarde,

de

aniqr¡ils¡ al

pueblo

de

Mitilene.

]{uestlas fnentes, de

hecho,

llo

inciican

que

hubiera

un

solo

ateniense

dispuesto

a

oponelse

a un imperio

así,

ni

siquiera

Tucídides,

hijo

de Melesias,

o su

pariente

y

hornónimo,

el historiador.s

Con

seguridad,

ni

Atenas

ni

sus aliaclos irnaginalon

en

47

B

todas

las

consecuencías

de

la

asociación,

en

su

piin:

era etapa,

espe cial-

mente

1o

qlle

ocurriría si Lrn miembro cleciCía

«separarse)>

de

e11a.,

Tarnpoco

ho¡,

díz

pi-iede

nadie saber

cuáles

erail

lat

esperanzas

o

deseos

de los individuos

que

decidían en

Atenas,

¿Cuáles

eran, por

ejemplo,

Ias aspiraciones

^

largo

plazo

de

Temístocles

o Arístides

para

Atenas

y

eI

poder ateniense?

La

liga oelica

fue

eI

primero

de

muchos

casos

importantes,

en

la historia

griega

clásica,

d. la

procla-

mación

del

panhelenisnro,

con

o sin eI nonrbre,

<<para

justificar

la

hegemonía

o dominio

de

una

polis

sobre

las

demás, proponiendo

un

objetivc

común

,7u

guerra

contra

los bárbaros».e Aunque la esperanzr-

y

las

aspiraciones

no

inrplican

un

progra.ma

dcfinido,

su

presencia

en

Atenas

en

478 se

dernuesma

no

sólo

pcr

1a rapi

dez

con que

Atenas

adquirió

el

poder

cie tornar decisiones

er]

ilonrbre de

Ia liga,

sino

también

porque

estaba prepar

aáa

en

poder,

en

barcos

y

psicológica-

mente

para

ejercer

la

fuerua

en eI

sentido

más

estricto, para

imponer

sns

decisiones

y castigar

a

los

recalcitrantes.

Con

esto

no

pretendo

subestirnar

la

llamada panhelénica,

corno

tampoco

sl

ternor

real

a

fururas

ínvasiones

persas.

La inflr-lencia

de

Ia

iáeolo g'Á

nunca

ha

de

ser

subes

timad,a,

y

tarnpoco

es fáciI

clesen-

marafiar

ideclogía

y

realidad.

En

un

conflicto,

¿córno

se mide

Ia

importancia

respectir:a de

los

dos

elementos

al

defi.nír

Ia

decisión

de

un estado

¡rás

débi17

[Jn estado

prudente

podía

sah,arse «r,olunta-

riamente»>

de

las ternibles

consecuericias de Ia resistencia

y

deI some-

timiento

<,involuntario)),

peto

algunos no

actuaron

así. Une

dife-

renciación

jurídica

británíca

antigua

entre

territorios cedidos

y

con-

quistados

fue

abancionaCa precisámente por-eue

ambos

coinciiírn Ia

mayor

parte

del

tiernpo.lc

Faltándonos, como

nos

faltan,

los datos

del

imperio

ateniense

con

los

qu,e se podrían

in

[entar

estas

diferen-

cias

sutiles, aún poden:os

examinar aquel

ímperio co1l

operatividad,

esto

es, analuar,lo

nrejor

y

Io r¡ás

concretanlente

posible,

Ios

modos

de

comportamiento

observados

,

y

valorar

ios

logros

y

las

péididas

no

sólo

del

estaCo imperiaT,

sino

tambíén

de

los

esmdos sornetidos.ll

Paru

este piopósito,

bastará

una

tipología essueta

de

las

Civersas

E,L I]VIPERIO

ATENIE,NSE,

manetas

en

que

un

estado puede

ejercer su

poder

sobre

otros,

en

beneficio propio: 1) testricción de la libeltad

de

acción

en

las rela-

ciones intelestatales;

2) injerencia

en

los

asuntoé

internos,

tanto

política

como

adminisuativa y/o

jurÍclica;

3)

sen,icio

militar

1,/o

naval

obligatorios;

4)

el

pago

de

<<tributo»

de

alguna forma,

sea

colno

sr.rma

global

regulal

o

como

contibución

agraria

o de

cualquj.er oro

modo;

5)

confiscación

de tierras,

con

o

sin

la

consiguiente

emigración

de colonos

procedentes

del

estado imperial;

6)

otlas

formas

de

subor-

dinación

o

explotación

económica,

que pueden

oscilar

desde el conttol

de

los

mares

y

cleüetos

de navegación,

hasta

la

eñtlega

forzosa

de

géneros

a

precios más bajos

que

los imperantes

en el

mercaclo,

y

cosas

semejantes,

El

presente

ensayo enfocará

el

tenra de la

economla

del

poder

imperial. Con este enfoque no

pretendo

afirmar

que

la

política

del

imperio

ateniense

no

merece análisis

o

que

Ia ecónomía

y

1^ po-

lítica

eran

aspectos separables o

autónomos

clel

asunto.

Sin

embargo,

no

tengo

nada

nuevo que

apoftff

en

el

campo de

la

poiítica

exterior,

excepto

quizá pteguntar:

¿por

qué

Atenas

estaba

tan

interesada en

convettir

a

otras

poleis griegas

en

agentes subordinados en

las

re,l¿.-

ciones

enüe

estados

y,

en

especial,

qué

beneficios

materiales obtuvo

Atenas

(tanto

si

los prevíó

deliberadamente

o no)

de su

éxito

en

el

empeño? La

injere4cia

en

los asuntos

internos

se

comprende menos,

en

gran

parte,

por

la

insuficiencia de datos,

y por eso me limitaré

a 1o

que

tuvo

o

pudo haber

tenido

un

impacto

económico

inmediato.

A

causa de Ia

escasez

y

la

parcialidad

de las

fuentes,

no

es

posi'

ble

una

exposición

histórica,

y

eso

significa

que

no

se

puede consi-

derat

adecuadamente

ni

Ia

evolución

ni

el

cambio.

Por

1o

tanto, si

lo

que

sigue

tiene

una apariencia estática,

no

es

porque yo

sostenga

eI

punto

de

vista,

inverosímil,

de

que

las

relacioñes entre

Atenas

y

sus aliados se mantuvietan sin cambios

fundamentales

desde

478

hasta

404, sino

porque no sé cdmo

documentar cambios sígnificati

vos,

ni

cómo

evitar

caer

en la trampa

de

Ia dureza de

Cleón

que

ya

he

comentado.

Tenemos

la

impresión,

por

ejemplo,

de

que durante

años

Atenas

intervino,

cada

vez

con

más

frecuencia

y

dureza,

en los

asuntos internos

de

algunos

de

sus

súbdítos

o

de todos

ellos:

cier-

tos casos

criminales tenían

que

verse

en Átenas,

ante

jueces

atenien-

ses;

eI

derecho

de acuñar moneda se

prohibió

durante

un

tiempo,

y

hubo ouas

medidas.

Lo

poco que

conocemos

sobre

estos hechos

re'

posa

casi

enteramente

en

halJ,azgos

epigráficos,

y

aunque,

normal-

64

65

Page 18: La Ciudad Antigua M.finley

7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley

http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 18/28

66

LA GRECI

A ÁNTIGIJA

mente, es

posible

ofrecer

Lrna

expiicación

adrnisible

para

Ia intro-

clucción cle una

mediCa

conmeta

en

el

tienrpo

cle Lrna

inscripción

concre

ta,

ha habido

experiencias

excesirrarnente

poco felices,

cuando

se desrnorona la

lógica con

el descubrimiento

cie tlna

nueva

inscrip-

ción. Además,

las fechas

de algurras

de las

meclidas

más

críticas,

como

ocurre

con

el clemero

de

la

acuñación

de moneda,

siguen

siendo

terna

cie

franca

controversia,

Sabemos,

además,

que los

ateníenses

desarrollaron

una

conside-

rable

maqui

naúa administrativa

p^ra

el

imperio,

setecientos

magís-

trados,

dñ.

Aristóteles

(Constitucióru

de Atenas,

XXIV

,

3),

aproxi-

madamente

tantos

corno

los

dedicados

a

los

asuntos

internos.

A

parte

de

la

sospecha

que

provoca

la repetición

del número

700,

f,o

exis'

ten razones

vá1iáas

para cuestionar

su

exactitud.

<<No

sabemos

1o

bastante

como

paÍ^

deci,

que

700

es

un

número

irnposible>>

12

es

una

opinión

escéptica innecesaria,

Y

de

nuevo

las

fuentes

nos

de-

fraudan: los testirnonios

Ce

la

adn:inisuación

son

casi

todos

epigrá-

ficos;

no

se

rernon

tan

a

antes

del

decreto

de

Eriüea

(IG

ttz

10),

probablemenre

de rnediados

de 450;

y

a

duras

penas permiten

una

ojeada

a

\a

clivisión

de funciones."

Aquí

no

se

ouede

sacar

ninguna

deducción

del silencio:

no

huy

prácticarnente

insuipciones

atenienses

(que

no sean

dedicarorias)

antes

de

Ia

rnitad

del siglo

quinto,

e

in-

.llso el tributo

queda fuera

de lugar

entre

la

imposición

primitiva

de

Arístides

y

el

,ño

454.

Podemos

suponer

con

segurida,J,

creo

Yo,

que

los

rnagismados

administativos

(tanto

militares

como

civiles,

si es

que

esta

distinción

tiene

algiaa

significado

en

este

contexto),

fuera

de Ios

ITellertotartiai,

efilpezaron

a

aparecer

aI

menos en

cuan-

to

surgió

7a

resistencia

de

Ios

miembr'os

de

la liga,

Que

su

número

se

incrernentó

v

también

allmentaron

sus

deberes

y

poderes

con

eI

paso

del tiempá.

Con

esta suposición

no

quiero

deiar

implícita

una

pU*ncación

sistem

ática

o

a largo

plazo.

Lo

que

cs includable

es

i^ existericia

y

envergadura

de

.rru

administración

al

final,

no

sólo

rnuy

numerosa

s.gún las normas

griegas,

sino

también,

aL

parecsr

sin

que

se

haya r.ñrlrdo,

relativ'arnente

más

numerosa

que

la

admi-

nistración oficial

de las

provincias

clel

im¡:erio

rornano.

EL

IMPERIO

ATENIE,NSE

II

En

cualquier

estudio

del

imperio

ateniense hoy

que

considet'ar

juntas

dos

de las

categorías

de

mi

clasificación

-servicio

militar-

naval

y tributo-,

porque

juntas

fueron

manipuladas

por

Atenas

du-

rante

La rnayor

parte

de

Ia historia

del

imperio.

Cuando

se

fundó

la

liga, Ios

estados

mienrbros

fueron diviáidos entre

los

que contribuían

con

clinero

y

los

que

1o

hacían

con

barcos,

junto

con sus

tlipula-

ciones. Con el

paso

del tiempo,

el

último

grripo

se

fue

recluciendo

graduaknente, hasta

que

sólo

quedaron

dos

miembros,

Quíos

y

Les-

bos,

aunque

consta

que

otros contribuyeron

con unos

pocos barcos

para

una

campaña

en aLgunas

ocasiones

posteriores,

como

hizo

Cor-

cira,

aliado

fuera

de

Ia

ligr.

Careceoros

de

listas

de los

prirnitivos

estados

que

contribuían

con

barcos,

y

también

de

alguna

declaración

de

los

principios

según

los

cuales

se

asignaba

una

u

otra

categoría

a

los

estados.to

En

general,

parece

obvio

que se

pedían barcos

a

los

grandes estados

marítirnos, con

las

tacilidades

de

un

puerto

propio,

no

a los

estados

del

interior

ni

^

los

muy

pequeños. También

debió

de

jugar

su

papel el honor.

En 478,

en

todo

caso,

Quíos

o Lesbos

no

h*bi.rn¡

renunciado

a

la ligera

a

sus

barcos

de

guema,

ni

a

todo

1o

que

su

posesión implic

aba;

unas

pocas

décadas

más

tarde,

se

aferiaban

patéticamente

a 7a

permanencia

de

su

contribución

en

barcos

como

símbolo

de

<<autonomía>>

en

contraste

con

La

gran

masa

de estados

súbditos

que

pagaban

tributo.rs

Sin

ernbargo,

si bien los

textos

antiguos

conservados

no nos

dan

muchos

datos

sobre la

siruación

cuando

se

fundó

la

liga,

Tucídides

es

bastante

explícito

acerca

de

las

razones

del

cambio

Ce modelo:

((su

repugn ancia

a

las campañas mi[tares llevó

a

Ia

mayoúa

de

eIlos

,

para

evitar el servicio

en

el

extranjeto,

a

hacer

pagos

en

dinero

equiva-

lentes

al

gasto de

los

barcos»>

(I,

99

,

3),

«Evitar

el servicio

en

el

extranjero»

no se

puede tomar

en sentido

literal;

estos

estados,

en

eI

purádo,

ro

habíán

consuuído

y

equipado

con

hombres

y

todo

Io

necesario

sus barcos

de

guerra

sóIo

pam repeler

atacantes,

y h^y

bastantes

ejernplos

de

su buena

disposición

para <<servit en

el

exüan-

jero»>.

Ahora,

sin

embargo,

estaban

sirvíendo

a un

estado

ajeno,

imperirl,

bajo

sus

condiciones

y

su

mandato,

De

ahí

su

repugn

ancia

a

dicho

<«servicio»>,

gue

primero

se

rnostró

en

su

negativa

a satis-

facer

la conribucíón

exigida (Tucídides,

I,

99,1),

y

que, tras

haberse

hecho

evidente

en varias

ocasiones

el

alto

precict

de

\a

negatíYl,

se

67

Page 19: La Ciudad Antigua M.finley

7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley

http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 19/28

69

8

LA

GRE,CIA

ANTIGUA

convirtió

e

11

la rendición nlá-*

r,il:

Ia conversión

de

Ia flota

de la

«liga»

en

una

flota

ate.niense en slr

sentido

más

estricto,

plles

parte

de

ella

plocedía

de

barcos

confiscados a

sus

súrbditos

(Tucídides,

I,

19)

y

otta

parte

erc.

pagada

con

eI tribtrto

anual.

TucídiCes

condetra

abiertarnente

a ios

súbditos

por

reducirse a

mismos

0,.

la

irnpotetr-

cia. Pero

yo

sugiero que

la

diferencia en

poder

naval

entre

47

8

Y,

cligarnos,

440 era

básicamente

cuant

itativa.

El

coutrol

ateniense sobre

la

fl.ota

ascciada er:a

ya casi total

al

plincipio,

1o

que

justifica

el

juicio

de Il.

D. Meyer, d.

que

la liga fuc

<<desde

eI

^mctxento

Cc

su

creación un instrumento de coacción ateniense

(Zwangsinstrltltxent))>.1ó

Más

tarde

consideraremos algunos

de

los objetivos

de

este ins-

tn:rnento.

Aqtrí

quiero

exarninar las

conse

curencias financietas, sin

recumir a

las adivinafizrrs

aritrnéticas

que

llenan 7a iiteratura

erudita.

Los

pocos

números qLle

se encuenttan

en las

fuentes conservadas

son

demasiado

escasos)

poco

fidedígnos

y

a menudo contradictoiios

F)ara

apuntalar

Ias

matemáticas,

y

los

datos

epigráficos

aumentan 7a confu-

sión más que

ayudan

a

despej

arla.

Por tanto

me limitaré

a

unas

pocas

consideraciones

a

rnodo de

ejemplo, nitrguna de ellas

sujeta a

un

gran

margen

de

error

t

Primero,

sin

embar

go

,

e s

necesario de shacerse de

dos fetiches.

Uno es

un símple

número: «EI

tributo

originario

totaltzaba 46A ta-

lentos»

(Tucídides

,

f

,

96,

2). Se

requiere

Lrna

poderosa

<<volunrad

de

creer)>

para

aceptar que

esta ciÍra

pueda

ser vetosímil,

y una fe

mís tica

para

hr,cel

entrar en el

total las

contribuciones

en

batcos.l7

El

consurno

de íngenuidad

en el intento

de

reconcíliar

460

con

otras

sumas

repartidas

pcr

las

Éuentes

se

podúa

perclonar,

consider'ándolo

un

pasatiempo

inofensivo,

si no

iuera

porque

aleja

la

atención

de

la

realidad de

la

situación.

El objetívo

r,f^

una

flota,

flo

moneda:

con

todo,

los

eruCitos

discuten si

Arístides empezó

su

plan

con una

prevísión

de

460 ralentos

o

si simplemente terrninó su

tra-bajo

con

un aurnento

insignificante, que

sumaba

el total

insigníficante

de

460,

¿Se

puede

suget:ir

con

seriedad

que,

a comienzos del

siglo v

a,

de C.,

cuaiquiera

hubiera

ernpez¿rdo

Ia difíciI

tarea

de

reunir

una

flota

de

coaiición,

poniendo

la

previsión

en din.'ro,

Do

en

barccs?

Y,

¿de

qué

sirve una

cantidad

global

de tributos, sin un total de

barcos,

de los

que

nc huy

rastros en

nuestras

fuentes

?

Una

dificultad

nrás

importante

en los intentos

de

reconciliación

se

produce

con

los

totales

de los

pagcs,

norrnalmente

rnenos

de

46A

talentcs,

que

eparecen

(o

son cbjero de conjetura)

en las

<<listas

EL II\,f

PL,Il,IO

Áf'ENIIINSE

atenienses

de ilibutos», grupo

de insoipciones

que

son

colecti'a-

lrente

rni segundo

{etiche.rE

Sri

descubrimiento

y

estuciio

han

sido,

po-r

supuesto,

Ia mayor

ayuda

moderna

para

nuestro

col'locimiento

del

imperio

ateniense,

pero

se ha

hecho

necesario

insistir

en

que

las

<<listas

de

tributos»

no son

sínónimo

cle

imperio,

y que

no

r.epresen-

tan

eI total

de la

afluencia

de

dínero a

Atenas, procecente

dei

impe-

rio,

creo

que

Ia

única

cifra de

i,gresos

del

imperio

qlre

se

p.,ád.

defender,

tanto independientemente

como

i:or

el

contexto,

e, ln que

Tucídicles

(II,

11,

3)

atribuye a

Pericles

al

comienzo

de

Ia

guerra

iel

Peloponeso:

600

talentos.

El

tributo

era

el componente

más

fuerte,

pero,

desde

el

punto

de

vista

de

Atenas,

era

irrelevante

fiscalmente

si el

dinero llegaba como

tributo,

como

indemnizaciones

o

como

in-

gresos

de

las

minas

confiscadas.'e

Pero incluso

si.mi

fe en

los

600 ta-

lentos

resultara

infundada, mi

análisis

de

las

implicaciones

financie-

¡as

ciel

imperio no

sufrirían.

por

ello

1o más

mínimo.

La

cifua de 600 talentos

no

inclr-iía,

con seguridad,

el

<<valot

en

dineror>

de las

contribuciones

en

barcos,

por

entonces

restringidas

a

Lesbos

y

Qufos.

Pa¡a

el

primer

período

del

imperio,

sin

embargo,

es

esenciai

conseguir

alguna

noción

cel

peso

relativo'de

los dos

tipos

de contribución.2,

Por desgracia,

se

desconoce

el

costo de

la

cons-

trucción

y

equiparniento

de un

barco

de

guema;

la

cika,

citada

a

menudo,

de entre

uno

y

dos

talentos,

a mediados

del

siglo

v es

una

suposición,

pero

servirá

para

nuestros

propósitos.

La

vida

normal

de

una

trirreme era

de

veinte

años

o

más,

a

lo

que

hay

que

contraponer

el

daño

o la

pérdida

en

tempestades,

naufragios

y

batallas,

todó

eilo

muy

variable de

un

año

a otro,

e

incalculable.

Luego estaba

7a pa*

tida

más

costosa,

el

pago

de

Ia

tripulación, 200

homb¡es

en

núme-

ros

redondos

en cada

trimeme,

de los cuales

170 eran

remeros.

Esto

oscilaba

entre un

tercio

a medio dracmá,

a

principios

clel

siglo

v,

a

un

dlacma

al

dia,

ai

principio

de

la

guerra

del

peloponeso,

o un

talento por

barco

y

mes

en la taúfa

más alta.

De

nuevo

vuelve

a

haber

demasiadas

variables

incontroladas:

el

número

de barcos

en

servicio

reg:Iar

de

patrulla,

en

servicio

de

guardia

o

con Ia misión

de recoger

los

tibutos;

el número y

duración

de

las

campañas

año

ras año y

e1

número de

barcos

de

gueta

que participaban

en

ellas;

el

ntimero

de

días dedicados

anualmente

a]

entrenamíento,

esencial

para

Ios

remeros

en

las

üirremes;

2I

la participación

de

1os

ba¡cos

<<aliados>>

en

Ia

actividad

total

de

Ja

liga

en

todos

estos aspectos.

Por

todo

ello,

hemos

de

intentai

una

rraloración

comparativa,

sirl

Page 20: La Ciudad Antigua M.finley

7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley

http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 20/28

70

LA

GRECIA

ANTIGUA

cifras

precisas,

y

un

caso

bastante

tardío

nos

servirá

de

punto

de

partida.

En la'pr.iruavera

de

428

a,

de

c.,

diez

trírremes..dela

polis

iesbia

de

Mitilene

llegaron

al Pireo

<<de ac¡-rerdo

con

la

alianza»

(Tu-

cídides,

Ill, i,

a).

Las diez

trirremes,

esoibe

Blackman,

eran

<(una

p.qrr.á

.r.rrudr"

en

servicio

de

rutina;

Por

supuesto'

se

hubie¡an

poáiao

pedit

más,

si

hubieta

sido

necesatio,

para

una

campaña

en

p^rti.rrü.r."

Con

todo,

esta pequeña escuadra

costó a

Mitilene

cinco

ialentos al

mes d.

pogr, ,1

it..io

de media

dtacrna,

añadidos

a

los

costos

de

consttucción,

mantenimiento,

reparación

y equipamiento'

Las

<<üstas

de

tributos»

fragmentarias

de

los

"años

431-428

indican

estos

pagos de

ftibutos

anuales,

en

números

redondos,

de 10

a

15

talentos-de

Abdeta,

10

de

Lámpsaco,

t5

o

1.6

de

Bizancio,

9

de

Clzico

(todos

con la

tarifa

más alta

de las

contribuciones

regísradas,

no

supetada

más

que por

media

clocena

de

estados,

más

o menos)'

L"

colparoción

con

"f

.orto

de

la

tripulació'

de

los

batcos

sugiere

qo",

.rn, \'ez

que \a

flota

persa

fue

desüuida

en

el Eurimedonte,

eI

ürrr¡io

de

barcos a

tributo por

parte

de

los

estados

súbditos

fue

una

cuestión

no

de

patriotisrlo

y

u*o,

a

la

libertad,

sino

de finanzas

pú-

blicas.

para

los

estrdo,

maiítimos,

el

tributo

a

menudo

significó

un

peso

financiero

reducido,

y

años

más

tarde,,

una

reducción

substan-

.irl. uo,

cifra

comparativa

puede

ayudar

a valorar

\a

carga:

el

gasto

anual

medio

en

el

Partenón,

un

ternplo

inr.ty

caro,

era

de 30

a

32

talentos,B igual

que

el tributo

más

alto

registrado,

una

suma

que

los

tripulantes

?.

do."

tri¡renres

haLríaa

recibido

como

paga

(con

Ia

ta.rifa

más

reducida)

en una

temporada

de

navegación

de

cinco

meses

(y habla

épo.á, en

que

1o,

úm.o,

de

guerta

permanecían

en

el

mar fuera

de

Ia

tempotada

«normal»>).

Dos

considera.i,lnei

compensatorias

se

establecen normalmeute

en

e1

cálculo,-como

en

la

aseveración

siguiente

de

Blackman:

',

.,.

Pefo

7a

paga iba,

principalorente,

si

no

enteramente,

a

sus

pro-

pios ciudaáa"Ior.

Un*

temporada

la'ga

probablemente

significaba

campaño

activa, más

que

p"tnüas

de

rutina,

y esto

aumentaba

las

esperrnzas

áe botín

puro

.on

p.nsar

el

gasto.

Por

consiguiente,

.t

p*ibl.

que espemrán

cubrir

sus

gastos;

y

es

ptobable

que

ocuiriera

,ri .n

los

primeros

años,

al menos

hasta

después

de

la

batalla

del Eurimedort.

y

quizás hasta

principio

del

450'2'1

La

consideración

de

<<bienestat

social» puede

ser

descartada

sin

más:

no

es

una concepción

del

siglo

v,

especíalmente

entle

las

oligatquías

EL IMPERIO

ATENIE,NSE

que

aún controlaban

algunos

de

los

mayores

estados

marítimos:

ade-

más,

muchos de

<<sus propios

ciudadanos»

encontraron

enseguidá

empleos de

remetos

en

Ia

marina

ateniense. En

cuanto al botín,

que

sin

duda esperaban

obtener mientras duraba

la

campaña

y

ia

lucha,

no

hay

pnrebas

en las

fuentes

antiguas

de

que

se

hubiera

producido

alguna

campaña

dutante

el

período

tataclo, excepto

Ia

del

Eurime-

donte.

El

silencio

de las

fuentes

no

es

un

argumento

convincente,

por una

parte,

pero

además

no

me parece permisible

Ilenar

ese

silen-

cio

con <<es

posible

que

esperaran cubrir sus

gastos)).

En cuanto

aI

Eurimedonte, es

signo

de' la imaginación

más

descabellada pensar

que

Ia

liga délrca

pudiera

apostar

su flota asociada,

con

sus

hombres,

y

la

independencia

de

Grecia en

una

ímporrante

batalla

naval,

prin-

cipalmente,

o

incluso significativamente, por

el botín

que

recogerían

si

ganaban.E

Los

compromisos

navales

(y

militares) a largo

plazo

.eran

caros

,

-e

irnprevisibles para

los

participantes,

aunque no

1o fueran

para

los

'

.

histo¡iadores

posteriores-,

incluso

los

que

suponían grandes

venta-

jas

pata

uno de

los bandos.

Se

necesitó algo

asi

como

un

año

entero,

desde

abril

de 440 hasta,

aproximadamente,

abril de

439,

para

que

Atenas sometiera

a

Samos.'d

La isla

entonces

todavla contib,-,ía con

barcos

y

eru

capaz

de

juntar

setenta

barcos

<le

guerra, cincuenta

de

ellos

en condiciones

de

luchar,

y

lanzó

Ia

grave

amerTaza,

real

o su-

puesta,

de ayuda

de la

flota

<(persa)>.

Atenas envió varias flotiilas

grandes, quizá

más

de ciento cincuenta

en

total

(parte

de las cuales

se desviaron

contfa la

amenaza

<<persa>>), y

una

ttopa

con

equipos

de asedio;

también

emplazó

a

Quíos

y

Lesbos

para

que

hicieran

efec-

til'a su

contribución,

veinticinco

trimemes

las

dos

juntas

el

primer

año,

y

treinta

el

segundo.

Hubo

victorias

en

ambos

lados,

y

luego

'un

sitio

de'ocho

meses

obligó

a

Samos'a

rendime. Y

se

perdieron

muchas

vidas

y

material

(incluyendo

tirremes). El costo

de

la ope-

ración

para

Atenas ascendió qfu,ás

a

los

1.200

talentos

(aunque

se

ha aTcanzado

esta

cifra

con

demasiadas

enmiendas

textuales,

para

mayor comodidad).

Las condiciones

del vencedor íncluían una fuerte

indemnización, pagada

a

Atenas,

y

Ia

rendición de la

flota samia,

1o

que

marcó

su desaparición

definitiva

de la

lista cle contibuyentes

en

.

barcos.

Catecemos

de

detalles

de Ia

contribución

de

Lesbos

y

Quíos,

pero

cada mes

les

debió

costar

de 72

a

L,

talentos

de

paga

solamen-

te,

y

no recibieron

ni

un

duro

por

sus esfuerzos,

ni

en

indemnizacio-

nes

ni

en botín.

7l

Page 21: La Ciudad Antigua M.finley

7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley

http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 21/28

72

LA

GRECIA

,,{NTIGUA

Las

üirremes se

coostruían

con

el

objetivo

de

ser barcos

de

guerra, no

aptas

para

otros

usos.

No

se

podían inte¡cambiar

con

barcos

mercantes

o de

pesca,

ni había

ningún

offo

empleo

ptofesional

para

decenas

de miles

de remeros.'7

Por

1o

tanto,

como

los

estados per'

dieron

Ia libertad de hacet

guetrás,

no

tenía

muclro senfido,

y

salía

muy caro, construir,

mantener

y

equipar

una

escuadra.

Así

itrtenta-

rorr aligerar

su carga

invitando

a Atenas

a

que

los

caml¡ial¿ a

la

cate-

goría

de

contribuyentes

en dinero,

petición

que

no hubieran

poc{ido

-

imponer

a una

Atenas

poco

dis,ouesta..

Atenas

aceptó,

lo

cual indica

que

podía petmitirse Ia

pérdida

económica

como

precio

de una

flota

totalmente

ateniense,

con

todo

1o

que

ello

significaba

en

poder y

satisfacción

ptopia.

Pudo

permitírselo

porque las

finanzas

del estado

estaban en

una

situación saneada,

gracias

a

los

ingresos imperia-

les, directos e indirectos.

No

somos

capaces

de

hacer las

sumas,

así

como tampoco

podemos

calcular

exactamente cómo

se las

arregló

Atenas

para poner

aparte, como fondo de reserr,'a,

tan

gran

cantidad

de

ingresos

públicos,

que

alcanzaban

la

cifra de

9.700

talentos

en

cierto

momento

lTucídides,

II,

1,3,

3).

Es una

pena, peto

el.[o

no

cambia Ia

situación

III

EI tributo,

en su

sentidc

estticto,

es sóIo

uno de los

rnedios

de

que

dispone

un estado imperial

para

secar

fondos

de

los

estados

so-

nretidos,

para

su tesoro. Proliabiemente,

flo

es

ni

eI más usual

lli el

más

inrportante,

si

se

Ie

cornpara,

en

especial,

con

el

diezmo

o

el

impi:esto monetario

sobre

las

tierras

ic

los

súbditos. I)e esto

últirno

no

hay rasmos en eI imperio ateniense,

y realmente sóio

existe

un

ejemplo

regisuado

de

explotación

eslatal

de

propiedades

confiscaCas,

e1 de

las rninas

de oto

y

plata que

Ta.-.os

tenía.

en

tierra firme

y

Ie

fueron

qllitadas

desp.rés de su revuelta

ia11ida.28

Estas

minas

]as

si-

guieron trabajando

personás particulares,

como

io

ha.bían hecho

antes

--{1 caso rnás farnoso es el de

Tucíclides

(IV,

10r,

1),

que

segura-

rnente ias

poseía

corno

hetencia de

sus antepasados tracios

,

pero

eI

estado

ateniense tornó su

parte

de

benef;cios, 1o misnro

qlle

de

sus

minas en el Laurion,

en Atica.

Fue

en

el

área

clel enriquecimiento

privado,

no

en

el

púbIico,

doncle Ia tierra tnr¡o

irnportante

papel e

n eI

impe

rio ateniense

, Ei

E,L Ilvf PERIO

ATENIENSE

73

número

de

cir-rdadanos atenienses,

normalmente de

Jas clases

socia-

les

más

pobre-s,

que

recibieron

lctes

de

tierra confiscada

o) al

menos

en Lesbos

tras

su fallida revuelta en

428,

Lln

<(arrielrdo»

substancial

y

r-rniforme

(V

por

tanto arbitralío),

aproximadamente eQuirralente a

Ia

paga

de un hoplita

por

un

año,

d.

posesiones

retenidas

y

traba-

jaclas

por

los

isleños,

puede

hal:er alcanzado Ia cifra

.{e

10.000

du-

rente

el

período ínrperial.2e

EI tipo

de

explotación

imperial

rnás des-

carado, por

tanto,

benefició directamente

a

rln B

o

10

por

ciento,

quizá,

del

cuerpo de ciudadanos

atenienses.3o

Algunas

confiscacíones

eran

cle

lugares

de

áond.

se había

-expulsado

totalmente

'a

Ia

pobla-

ción vencida,

pero

en rnuchos

otros

la

población

local seguía

conser-

vando su

categoría

de

comllnidad

reconocida

,

y

ahí

el modelo de

colono, gue

ha

dominado

tanto

en \a

historia

del irnperialismo

poste-

rior, era

evidente,3l

aunque

más

bien en

ern]¡rión porque los

asenta-

mientos

eran

de

corta

dtiración.

Las coionias

y cleruquías

no reflejan

tocle

la

histotia, aunque a

ellas

se

ciñe

7a

mayor

parte de

1os

relatos

y

testimonios clel

impe-

rio,

.,demasiado

ocupados

en estudiar los atropellos

del

imperialis-

mo ateniense

* través

de

Ias instituciones oficiales

y

clecisiones colec.

tivas»>

pma conceder el

debido

peso

^

la

<<accíón

de los individuos

qrre

tuvieron su

papel

en

el

concierto

general,>.3z

Atenienses

priva-

dos

,

lo mayoría del extrerno rnás

alto

del espectto social

y

econó-

mico, adquirieron

propiedades

rurales

en

tetritorios

sometidos donde

no

había ni

colonias

ni

cleruquías.

Las

pruebas

son

escasas,

pero

h^y

un fuagmento 1o

bastante

notable

como

para

Lrna miracla más

atenta,

En los fragmentos

conservados

del

registro

muy

detallado,

inscrito

en

píedra,

d.

la

venta,

por

licitación públíca, de

la

propiedad rústica

confisc

aáa

a unos

hombres convictos de

participar

en

el

doble sacri-

legio

de

4L5

a. de C.

-'la

profanación

á. los

misteríos

y

la

mutila-

ción

de

los

hermes-

estaban íncluidas unas

pocas fincas

de

tierras

fuera

del Atica,

efl

Oropo,

er Ia frontera beocia, eo

Eubea

y

Tasos,

r\bido en

el

Flelesponto y

Ofrineo

en la TróaCe.33 Un

grupo

de

pose-

siones, dispersas

por

1o menos en tres regiones

de

Eubea,

pertene-

cían

a un

hombre,

Eonias.

Se

rrendió

por

81

l/3

de talentos,s

suma

que

huy

que

comparar con

7a

posesión

en tierras

más extensas

regis-

traáa

en el Atica nrisma

,

1^

de1

banqr-rero Pasión,

eue

a

su

muerte,

en

J70l)69

a, de

C.,

según

se

nos dice, valía

veinte

talentos

(Pseudo-

Dernóstenes

46,

13)."

FI^y

que

insistir

en

que

1os

hombres

como

Eonias

no

pel

tenecían

Page 22: La Ciudad Antigua M.finley

7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley

http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 22/28

Hl

t+

LA

GRECIA ANTIGUA

a las clases

a

las

que

se

asignaba

tierras

en

las colonias

y

cleru-

quías,

y

que

las fincas

liquidables

por

condena

(o

fuga) no estaban

dentro

de

los

bloques

de las cleruquías.36 Habían

adquirido

sus fincas

por

«inicitiava privada)),

aunq¡.re

no

tenemos

idea

de

cómo 1o

hicie-

ton.

En todo

el mundo

griego

de ese_

período,

la

ptopiedad

rural

es-

taba

te§ttingida

a

los

ciudadanos, a no

ser

que

una

polis

garuntiza-

ra

urr permiso

especial

para

un

no

ciudadano,

mediante

un

decreto

soberano,

1o cual

parece

que

se

hizo

en

pocas

ocasiones y

en

este

caso

sólo

por

servicios notables

a1

estado. Es

muy

improbable

que

Alciblades

y

sus amigos hubieran

recibido individualmente

este

pri-

vilegio de

parte

de Otopo,

Eubea,

Tasos,

Abido

),

Ofrineo, en agra-

decimiento

por

sus buenas acciones. Y

es

ígualmente

improbable

que

sólo

estuvieran

en este

grupo

privilegiado

los

participantes

en

Ias

aventuras

de

4L5.

Si no fuera

por

ei hallazgo

fortuito

de

una

serie

de insoípciones fragmentarias,

no

habríamos conocido

nada

de

toda

la operación,

aparte

de

cuatro

o

cinco

observaciones generales

espontáneas

en las fuentes

literarias;

y,

aclemás,

Eonias,

que

aparte

de esto

era un

desconocido,

resulta que

fue

uno de los atenienses

más

ricos

de

toda

la

historia

de

Atenas.

Finalmente,

ni

siquiera te-

nemos ninguna

idea

del

número

de

fincas

poseídas

en

eL

extra.njero

cuando

eran

saldadas

judicialmente

pata

pagar

las

deudas de

sus

due-

ños:

de las

cincuenta

vlctimas,

sólo

unas

veinte

han sido identificadas

en

los

fragmentos

epigráficos

que

se conservan,

y

en los

textos

de

que disponemos

de ningún

modo

están

las listas

de

todas

las

fincas.

Como

ya

he

dicho, no sabemos

cómo

se

llevaban

a

cabo

estas

ad-

quisiciones.

¿Se

obtenlan

<<legal»

o

«ilegalmente))?

Só1o Ia

respuesta

ateniense es

clara:

eI

estado

ateniense aceptaba

la

legitimidad

del

título

y

vendla las fincas

como

propiedades

de

los

hombres condena-

dos.

Que

el imperio atehiense

era

el elemento

ejecutivo

me

parece

seguro:

no

necesito

insistir

en la

arnbigüedad del concepto <<acción

:

voluntatia»;

estamos

tratando

aquí de hombres

con

infiuencias

y

poder

dento

de

Atenas,

hombres

que

tenían

que

ser

cortejad«:s por

los

súbditos. Es incluso más seguro que

se

ptodujera

un

gran

resen-

tir¡iento

en

el

imperio

por

esa

viol¿ción

de.[

principio

de

monopolio

ciudadano

de

la tierra;

de ahí 1a concesión ateniense

en el decreto

fundador

<ie

Ie

llsmada

segunda liga

ateniense

en

378f

377

a. de

C.,

de

que

ni el

estado ateniense ni

ninguno

de

sus

ciudadanos poclría

<<adquirir

casa

o

tierras en

territoric¡

aliado.

tanto

por

compra

como

por

extinción

del

detecho de

redimir

una hipoteca

o

por

cualquier

EL

IMPERIO

ATENIENSE

75

otro

medio

en

absoluto»

(IG

II2

43,)5-41).

Naüe

hubiera

solicitado

o

acordado

la

inclusión

de una

prohibición

tan

terminante,

a nÓ

ser

que

estuviera

muy

sensibilizada

la

opinión

sobre

este

tema,

1o

cual

,.

refleja

.r,

1, formrlación

excesiva,

i'

sólo

se

explica

como

resulia-

do

de la

amarga

experiencia

de la

«primeruTiga

ateniense»>.37

w

cuando

nos

fijamos en

la

sexta

categorla

de

mi

clasificación,

«otfas

formas

de

suboriinación

o

explotación

económica»>,

nos

sumergimos

inmediatamente

en eI

campo

contencioso

del

<«cometcio

y Ia

poll'

tica»

griegós.

Sobre

.rto

h.

establecido

y

discutido

mis

opíniones

latgamente

en

otro

lugar.3s

Mi

interés

principal

en

este

momento

,rii..

en

los

resultados"del

poder

imperiál

ateniense

en

a¡rdat

a los

atenienses

a

sacaf

provecho

económico

inmediato,

disti¡to

del

deri

vrdo

d.l

empleo

.i

1,

armrda

y

las

indusftias

relacionadas

con.e1la

o

de

la adquisición

de tierras

en

territorios

sometidos.

Las

ganancias'

indirectas

eran

inevitables;

el

poder

siempte

atrae

beneficios,

como

en

Ia

tan cacareada

plenitud

y

var.iedad

de

mercanclas

disponibles

en

Atenas,

de

las

que obtenían

ganancias

exportadores,

attesanos

y

ven-

d.dores.

Muchos

de estos

últimos,

sin

embatgo,

no

eran

atenienses,

y

los

rodios

helenísticos

tuvieron

ia

misma

situación

ventajosa,

sin

ár

o,iro,"

poder

político

detrás

de

ellos.

No

obstante,

es indiscutible

que

semejántes

ganancias

fueron

un

subproducto

del

imperio

atenien-

se,

aunque

no

se

puede

medir

la

magnitud

de

Ia

ganancia,

ni

tam-

po.o ,o

lugar

en

ia

polltica

ateniense,

si

es

que

lo

tuvo;

se

puede

á.ducir siriplement.^d.

ro

existencia.

La

Handelspotítik

{'política'

comércial')

rio

es sinónimo

de lufachtpolitiÉ

('po1ítica

del

poder'),

por

;r;io

q*

1o,

historiadores

a

menudo

caigan

en

el

e*or

de

identi'

ficarlas.

---iI

p".¿e estabiecer

el

problema

de este

modo.

El

conuol

del mat

Eg.o

á,

para

Atenas

unlnstrumento

de

poder'

¿Cómo

se

emplea-

br-.r.

insirumento

paru

alcar.,,ar

objetivos,

además

de

la recaudación

áel

tributo,

el

aseniamiento

rura1,

la inierencia

en

las.

medidas

poll-

tices

internas,

la supresión

de

guerras

á.

pot' importancia

y la

eli-

minación

más o

menos

completa

de la

piratería?

Más

concÍetamente,

¿se empleaba

de

hecho

para

oüos

objetivos

distintos

de

los

qüe

aca-

üo

d.

lrr-.rrr,

y esperialmente

para

fines

comerciales?

Page 23: La Ciudad Antigua M.finley

7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley

http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 23/28

76

LA

GF.E,Ci¡\ AI,ITIGiIA

Dada Ia

naturaleza

de

la economía

antigua,

se decidieron

entonces

dos de

las

formas

más irnportantes y

útiIes cle

Ia explotación colo-

nial moderna,

esto

es, e1

trabajo

y

las

materias primas

a

buen

precio;

en

lenguaje

más técnico,

el empleo,

por

ccracción

si e¡a

necesarío,

del

trabajo

colonial

con

jomaies

más l:ajos que

ios de casa, y

Ia adqui-

sición,

otra

vez

por

coacción

en

caso

de necesidad,

de

las materías

ptimas

básicas

a

plecics

substancialmente más

bajos

que

los

precios

del

mercado

interior.

Una

tercera

forma de erplotacién que

estaba

disponible

y

tuvo

tanta

importancia

en la Roma republicana,

parece

hrÉ.r .rtrio

ausente

en

ei

imperio ateniense.

M"

r"fiero

al

frésta-

mo

de dinero con altas

tasas

de interés

a las

cir-rdades

y

estados

so-

metidos,

normalmente para

proporcionar

a

éstos

el dlnero

necesario

pña

p^g

r sus

impuestos

(o

tributos)

al estado

imperial.

Las

posibi-

lidades

de

7a

Handelspolitik

se

reducen

por

tanto

a las

vántajas

comerciales

competitivas,

buscadas por

medios no económicos,

es

decir, por

el

ejercicio

del

poder

sin

manipular

precios y

salarios.

Las

pruebas

son

mlry

escasfls,

casí

inexistentes.

En el

segundo

capítulo

de su

cozstitución

de

los

Atenienses,

el

Pseudo-Jenofonte

subraya

el

argumento,

repetido

en

el

siglo

siguiente con

nalabras

con-

tundentes

por

Isócrares

(8,

36),

de

que

Ia

Atenas imperial

<(no

per-

mitió

a

otros

surcar

el

mar,

a no ser

que

estuviesen

dispuestos

a

pagat

ffibuto>>,

Estos

dos

esoitores

soll tan

notoriamente

tenden-

ciosos que

cualquiera

de

sus

generalizaciones

es

sospechosr,

pero

no

falsa

ipso

facto.

No tan

fácilmente

desdeñable

es

la

disposiiión,

en

el decreto

ateniense

de1

año

426

a. de

C.,

que

pérmitía

a

Metone,

en

el

golfo

Termeo,

importar

anrialmente de

Bizancio

una cantidad

fijada

(desconocida)

de

grano,

declarándolo

ante

los

magistrados

aie-

nienses

l-lamados

Hellespontopbytakes ('comisarios

del

Helesponto').

Permiso

semejante

se concedió

por

la misma

época

a Afitis

(cerca

de

Potidea).

Sólo

dos

textos,

pero

contribuyen de

algún

modo

a do-

cumentar

al

PseurJo-Jenofonte

y

a

i.sócrates.

Las

inscipciones

no

dicen

que

Metcne y

Afitis

no podían

surcat

el

má¡

sin pagar

tr

buto;

dicen,

alavez,llenos

y

más;

ambas

ciudades

tenían

garaniiza-

do

el

detecho

de

«navegar

libremente»,

pero

rio

podían

adquirir

el

grano

del

mar

Negro sin

permiso

ateniense.3e

.

La

presencia

de los

Hellespontopbylakes

iinplica

que

todas

las

demás

ciudades

estaban

controladas

de

modo similar,

o

podían

estar-

1o.

Si los Hellespontopbylakes

representaban

o

no

<<un

sisterna

de

or-

ganización

estricta»,{o

no

se

puede

determinar,

trero

merqceg

má§

EL II,ÍPEF.IO ATENIE,I\SE

ít

atención

de

la

que suelen

recibir, En potencia,

con

eI apoyo

cle

Ia

marina

ateniense,

podían

negat

el acceso al

mar

Negro

a

todas

y

cada

una

de las

ciudades gríegas,

y

por

tanto

también

el

acceso a

Ia

principal

ruta

por

mar no

sóIo

del

grano,

sino

también

de los

esclavos,

pieles

y

otros

productos

importantes.

¿Cuándo

fueron es-

tablecidos?

Hay

que

resistil

a Ia tentación

de etiquetarlos

como

<<rnedida

de

tiernpos

de

guertar>.

No

sólo porque esta etiqueta

se

basa en

la

Íaita de información, sobre Ia

qr-re ya

he dicho bastante,

sino

también

potque

ignora

el

hecho

de que muy

pocos

fueron

los

aíros

posteriotés

a

478

que dejaron

de

ser

<<años

de

guerra>>.al

No

sugiero

que los

Hellespontophylakes

fueran

introducidos

en

una

época

temprana

cle

la historia

del

imperío. Después

de

toclo,

fueron

sólo

el

remate de

la

estructura,

une

organización

designada

para conseguit

un mar

cerrado. Lo

que

sugiero es

que

semejante

propósito

era la consecuencia

automática del

podet

naval, dentro

del

sistema

dela

polis

gtiega, y que

los atenienses debieron

de

tomar

medidas

en

esta

dirección, en

todas las

ocasiones

y

maneras

en

que

fueron capaces

de

hacerlo

y

cuando 1o

enconüaron úti1.a2

A

menos

de ir a 1a

guerra,.no

había instrumento más

útil

para castigar a los

enemígos, recompensar

a

Ios

amigos

y

persuadir

a

los

<<neuÚales»

a

hacerse

<<amigos».43

Y

si

el

empleo

del

instrumento

signiÁcaba ir

a

Ia

guema,

tant

pis.

La reyuelia

de'I'asos, según

escribe

Tucíclides

(I,

100,2),

surgió de

una

pelea

<<sobtelos ernporia

dela

costa tracia

y

las minas

que

los tasios explotaban». Esto

ocur¡ió

muy

pronto,

en

465

a.

de

C.,

y,

aunque

no

conocemos

el resultado

del conflicto

que

dividió a Atenas

y

Tasos sobre los emporia,

es

difíciI

que

no

tenga

que

ver

con

las

ambiciones

de un

<ular

certado»>

del estado

imperial,

que

luego

se

hizo

cargo

simplemente

de

los

emporia

áes-

pués

de la

delrota

de

Tasos.

Naturalmente,

Atenas no

tenía aún Ia

capacidad

para

cerrar el mar

que

iba a

tener

más

tarde,

pero

segura-

mente es incorrecto

decir

que

el

propósito

era

ímpensable en los

años

60

y

50.04

Esto

es corneter otra

vez

el error de confundir

hege-

monía con

imperio

EI

problema,.

en

suma, no es

cuándo

el

<<mar

ceuado»>

resultó

concebible,

o

si

1o

fue,

sino

cuándo y

cómo

Atenas

Íue

capaz de

cerrar ei

mar

para

su conrreniencia.

Y

por qué.

Como

veremos

pronto,

los

objetivos atenienses

no reque¡ían

control total,

aunque

estuvie-

ta

a su

alcance.

La

advertencia

corintia,

en

432,

de

que

los

estados

interiores pronto

conocetían 1o

que

los

estados

marítímos

conocÍan

Page 24: La Ciudad Antigua M.finley

7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley

http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 24/28

7B

LA

GRECIA

ANTIGUA

ya,

que

Atenas

eru capaz de impedirles

llevar

sus

productos

al

mar

y

cornprar a canrbio

lo

que

les hacía falta

(Tucídides,

I,

120,2),

es

significativa,

pero

se ha de

entender

correctamente

en

té¡minos

ptác-

ticos.

Asl ocutre

con el

<<decreto megarense».

Ni

siquiera

los

argu-

mentos especiosos

más

rnonumentales

tuvieron

éxito

a Ia

hora

de

aclulterar

las

simples

palabras, repetidas

tres veces

pot

Tucídides

(I,

67;

I,

139;

I,

L44,2),

de que

un

decreto

Propuesto

pót

Peri-

cles

en

432,

entte

ottas

disposiciones, excluía

a los megarenses <<de

los

puertos

del

imperio ateniense».

Todos los

argumentos

eiaborados

acerca de la iinposibilidad de bloqueo

mediante

t¡ir¡emes

y

de

la

facilidad

de

«romper sanciones»,

por

muy bien

fundados

que

estén,

calecen

de importancia.as Los

atenienses reclamaban

el

detecho

de

excluir

de

todos

los

puertos

a los megarenses

y

podían

hacer valer

esa

reclamación

que

habían

deseddo. La Larya historia

que

empezó

con Eion

y

Sciros e¡a conocida

por

toda

ciudad

que

tuvieta un

puer-

to,

y

habla

magisttados

atenienses

(asl

como también

proxenoi y

otos

amigos

ateníenses)

en

cada

ciudad

importante

con puerto.

Es evidente,

y

significativo,

que

Atenas

no

deseó

destruir Má

gara.

Lo

que

deseaba,

y

10

consiguió, era

perjudícat a Mégara,

y

a1.

mismo

tiempo

dedatar,

abierta

y enérgicamente,

que

estaba

PrePa-

t.ada

paru

emplear implacablemente el <<mat

ce¡rado)) como

un ins-

trumento de

poder.

El decreto de acuñación

de

moneda,

cualquiera

que

sea la

fecha

que

se le dé,

fue

exactamente

el mismo

tipo de

declaración.aó Las dos

son expresiones de

Maclttpolitik,

perc

no de

.Hand.elspolitik, en

el sentidd notmal del

té¡mino.

En este

punto,

hemos

de inr¡oducir

en

la

discusiór Ia

distinción,

que

Hasebroek

formuló

por

primera

vez

con claridad

en

el campo

de la historia

griega,

entre

<(intffeses comerciales»

e

<<inte¡eses

de

importación»

(especialmente

comida,

materiales

para

consttucción

naval,

metales).a7

Atenas no

habrla sobrevivido como

una

gran potencia,

o

induso

como cualquiet

polis

con alguna autonomla,

si¡

una

importación

regular, a

gtan

escala, de

granos,

materiales

de construcción

naval

y metales, y

pudo

garantizat

dicha importación

gtacias

a

su control

.del

mar.

Sin embargo,

ni en un

.solo

hecho

mosttó Atenas

el

más

mínimo

ii:terés

por

los

beneficios

privados

atenienses

en

este

carDpol

no había Actas

de

Navegación,

ni

trato

preferencial

para

los

cons-

üuctores

navales,

importadores o

fabticantes atenienses,

ni

esfuemos

para

teducir

la

extensa,

quizá predominante,

parte de

comercio

que

estaba en manos de

no

atenienses,as

Sin

tales medidas, no

puede

haber

EL IMPERIO

ATENIEI{SE

Hadelspolitik,

ni

<<monopolio

del

comercio

y

ráfico»>.ae Y

a

este

respecto

no

hubo

diferencia entre

el

temateniente

Cimón

y

el cur-

tidor

Cleón,

Muchas

poleis

griegas,

y

especialmente

las

mayores

y

más

ambi

ciosas,

sintieron

una

necesidad

semejante

de

importación'

Atenas

pudo entonces bloquearlas

parcialmente,

si

no

completamente,

y

éseÍ

:[Í":i':"T,1'li:'¿:ff

I'H;f

ri1:Jn,i:xlTi,,'i:'fl

:§'i

objetivo

real, explica Tucídides

(III

,

86, 4),

<(era

irnpedir

que se

export

ata

el

trigo de allí aL Peloporieso»>.

No

se

puede

determinar,

sin

ernbargo,

por

las

pruebas

miserables

de

que

disponemos

,

l^ fre=

cuencia

y

las

circunstancias

con

que

Atenas

usó

su

flota

para fine§

seme.iantes

a

lo

largo

del

medio siglo

posterior

a 47

B.

La

propia

existencia

de su

atmada

normalmente

era

un

Carde

innecesario

de

fuerza,

y

no

hay tazón

paru

pensar

que

Atenas

bloqueara otros

esta"'

dos sólo

por entrenarse

o

como

diversión

sádica. Ante

la ausenciá''

de

motivos

genuinamente

comerciaies

y competitivos,

la

injerencia

en,..;,

las

actividades

marítimas

y

comerciales

de

otros

estados

se

reducía

a-.

'

situaciones

específicas,

cuando

surgieton

id

hoc

qn

el

oecimientd'

del imperio. Só1o

durante

la

guema

del

Peloponeso

(o

ail

parece)r',

guema

que

alteró

radical¡nente

la escala

de

opetaciones

y

los

intq':

'

,'.r.r,

,Jhizo

necesatio usar el instrumento

def omr,

...rrdorr.

E ini"it'

.luso

.ntonces,

el

volumen

del

tráfico

en

el

Egeo

era

tan

consideral.i

ble

para

los atenienses

en

4LJ

a.

de C.

que

suprimieron

el

ttibuto

a'--

cambio de un impuesto

portuario

del

5

por

100

(Tucídides,

VII¡."i

28,

4)

efl

ufi

intento de

increnentdr

sus

ingresos.fl

:j

Un movimiento

constante de

comida

y

ouos

matetiales

obvia-,"';r

mente

benefició

a

muchos

atenienses

individualmente. Pero

la

in-:,.

clusión de estas

ganancias en la rúbricai

«ot'fas fotmas.de

subordi¡a-i.i..

ción

o explotació"n económica»

,

f.orzarla eI sentido

indebidamente.

i,.

n

[.'.

.trt

*

7,

i :'

V

«Atenas))

e

s,

naturalmente,

una

absffacción.

Concretamente,

¿

quién

en

Atenas

se beneficiaba

(o

salía

perjudicado)

del

imperio,

cómo

y

en

qué

meüda? En

lo

que

sigue, me mantendré

denÚo

de

un

esüecho

marco,

restringiendo

<<beneficios>>,

<(ganancias»>

a su

sen-

tido material,

excluyendo los

<<beneficios»>

(que

no dejan

de

ser

im-

'i9

Page 25: La Ciudad Antigua M.finley

7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley

http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 25/28

80

LA

GRECIA

ANTIGUA

portantes)

surgidos de

ia

fama, eI prestigio,

el

puto placer

del

poder.

'fambién

omitiré

los beneficios secundarios)

corno la atracción

turís-

tica de

toda

gran

ciudad impe

rial,

El

punto

de

r¡ista

tradiciorial

griego

es bien

conocido,

ya

que

fue

<<cuantificado»

por Aristóteles

(.Constitución.

de Atenas,

XXiV,

3),

]a

gente

común

Ce

Atenas,

las

clases más

pobres, erall Ia

Íuerze

impr-rlsora

del

inrperio,

y

slrs beneficiarios.

S-.ts

beneficios

.se

enume-

lan con

tacilii¿d.

A Ia

cabeza

de

la

lista

está

la

gran

extensión de

tierras confiscadas

a 1os

súbditos y

distribuidas Ce

algún rnodo entre

atenienses

,

Quizá

tan

importante es

Ia

artnaCa:

Atenas mante

nia

una

tlota

permanente

de

100 trirrernes,

con

otras

200

en

dique seco

para

emergencias. I{asta

i

00 se

necesitaban 20 .000 hombres,

y

,

aunque

no

sabemos

cuántos barcos

se

mantenían

regularmente

en

el

rnar

Ce

paffulla

y

para

entrenamiento,sl

o

cuántos barcos

estuvieron en cam-

paña y

por cuánto

tiempc

durante todas

las batallas

de los

períodos

47

8-431,

y

437-404,

parece poco

dudoso

qlre

miles

de

atenienses

ganaban su

jornal

remando en

Ia flota durante

la

estación

navegable

clel

año

y

que

clecenas

«ie

mil.es

(incluyerrdo

a

muchos

no

a.terrienses)

estuvieron

comprornetidos

en

campañas,

por

períodos

más

o

menos

largos, durante

muchos

años. Añádase el trabajo

en

los

astilieros

sola-

rnente,

y

el total

de

di.nero

que

beneficiaba

a los

atenienses

pobres

era substancial, aunque

no se

puede

medir;

a.lemás, esto

afectaba a

un

gran

porcentale

del

conjunto de los

pobres.

En

efecto, Atenas

mante

nía una

armada

antes de

tener un im-

perio, y

siguió

manténiéndola

después de

perder

el imperio, pero

ia

experiencia

posterior

demuestra

eue,

sin los

ingresos

irnperiales

)

eta

imposible

pagü

regularmente

una

tripulaciór: tan

abundante.

Lo

rnisrno

con

el

aprovisionamiento

de

uigo:

Atenas consiguió

mante-

ner

las importaciones

en el

siglo

rv,

también,

pero

en

el

siglo v

todos

sabían cómo

el podet

imperial

gar¿ntizaba

esas importaciones

(igua1

que

sostenía

la

arma.ia),

incluso si

no

todos

conocían el

texto

del

decreto

de lv{etone

o

habían

oído hablar

de los

flel,lespontophylukes.

Y

siempre

es

el

pobre

ei más

amena

zada

por hambres y

cares tias.

Finalmente

había

retribuciones

pata

los

cargos,

scbre

1o

que

in-

sistió

mucho

fuistóiele.s

en

su

intento

de

cuantificación.

Ningr,n

otro

estado griego,

por

Io

que

sabemos,

pracricó regulatrnente la

retr1u-

neración

de

la ostentacíón

de

cargos

públicos

o

distribuyó

ios cargos

con tanta

ge

ner

osidad.sz

Eso resuitó ser una

innovación

radical

en

7a vida

política,

el

remate

de

7a dernoc

racia

<<periciea»>, gu€

no

tenía

Ih{PE,RIO AT]]NIENSE,

precedentes

en

ni,gún

oüo lugar.

unas medidas

radicales

fundamen-

tales

requerían

estímulos

poderosos

y

co,diciones

necesarias

sin

pte-

cedentes.

creo

que

el imperio p'oporcionó

el

dinero necesario

y

también

la

niotivación

política.s3

<,Los

que

llevan

los barcos

son

los

que

poseen

el

poder

en

el

estado»,

escribió el

Pseudo-Jenofonte

(I,2),

y

ya

Ire indicado

anteriormente

que

este

escritor

poco

grrto

no

siem-

pre

deja

de dar

en

el

blanco con sus

afirmaciones

sentenciosas

de

Plopagar-]da.

¿Y

qué

ocumía

con

los

atenienses más

acomodados

de

las

c]ases

aitas,

Los

kalai

kagatÍtoi?

La paradoja,

a

los

ojos

de

los

modernos,

es que

elios

pagaron

ei

grueso

de

los

impuestos

doméstrcos

e

i,re-

qtaron

las

fuerzas

armadas.

con

todo, como ya

hemos

visto, también

sostuvieron

el

avance

imperial

de

Atenas,

seguramente

no sin

inte-

teses

idealistas

o

políticos

en los

beneficios

recibidos

por

las clases

ba.jas.

¿Cómo

se beneficia¡on?

¿Lo

hicieron?

El silencio

es

total

en

Ias

fuentes

]iterar-ias

sóbre

este

punto,

excepto

u,

pasaje

notable de

T,cídides

(VIII,

48,

t-6).

Duranre

]as maniol¡r'es preparatorias

del

golpe

oligárquico

de

411, Frínico

habló en

contra

de

la

propuesta

de

mandar

llanrar

a Alcibíades

y

reemplazar

la democracia.

Es falso,

dijo

(en

el resumen

de

Tucídides),

pensa.t'

quc

los ateníenses

recibirían

con

agrado

una

oligarquía,

pues

<<no veían

razones

para

suponer

que

estarían

mejor

bajo

los

kaloi

kagatboi,

consíderando que

cuando

ia

democ'acia

había

cometido

maldades,

había

sido

por

instigación

y

guía

de los

kaloi

kagathoi, que

eran

los

principales

beneficiarios>>.

Frínico

era

un

personaje

astuto y

no

estamos obligados a

creer

todo

(o

algo

de)

1o

que

dijo

en

un

debate

político.

Sin embargo, Tu-

cídides

se

apartó

de

su

manera

usual de plantear

las

cosas

hasta

iímites

poco corrientes para

ínsistir

en

Ia

agudeza

y

comección

de

los

-iuicios

de

Frínico,v

y

esto da

nueva

luz

a

sus

asertos

sobre los bene-

ficios

de

la clase

alra

gracias

al imperio,

Po¡

lo

menos

srgiere

algo

más

que

fama y

poder

por

solos

como

objetivos

de la lárga serie

de

kaloi

kagcthoi

que,

empezando

por

Cimón,

construyeron,

defen-

dieron

y lucharon

por

ei

imperio.

EI enigma

es

que

no

podenros

espe-

cificat

cómo

pudieron

las

clases altas

ser las

principales

beneficiarias.

Apame

de

la adquisición

de

fincas

en

te¡dtorios

sometidos,

no

puedo

pensar

más

gue

en beneficios

negativos,

Es

decir, las

ganancias

im-

periales

permitieron

a los

atenienses

consrruir espléndidos edificios

públícos

y fundar

la

armaáa

mayor

de

sus días

sin

añadr

carga

frnan-

cieta

a

los que

pagaban

los

impuestos.

Y

en

eI

siglo

rv

se puso

en

6.

-

rrxmy

B1

ANTIGUA

EL

I¡vIPERIO

ATENIENSE

8l

Page 26: La Ciudad Antigua M.finley

7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley

http://slidepdf.com/reader/full/la-ciudad-antigua-mfinley 26/28

82 LA

GiI.E,CIA

eviclencia

qué

carga

podía imponer

Ia

flota,

Eso

es

algo,

pero apenas

suficiente

para

re

solver

el

enigrna

que

nos

dejó

Frínico.

Sea

como

fuere,

la

conclusión

rne

parece convincente,

efl el

sen'

tido de

que

el irnperio benefició

directamente

a la

mitad

más

pobre

de la

población

ateniense

hasta un

punto

desconocido

en el

imperio

¡omano o

en los

imperios

rnodernos.

IIubo

un

precio,

Pot

sltpuesto:

los

costes

de

¡n

constante estado

de

guerra.

Se

perdieron

hombres

en

Ias acciones

navales,

y

a veces

en

las ba

ralles

terrestres

,

Y

muy

contundentemente

en eI

desastre de

Sicilia.

Los

campesinos

atenien-

ses

sufrieron

las expediciones

periódicas

de

los

espartanos

en

la

prirnera

fase de

las

guerras

del

Peloponeso,

e incluso

más

las de la

guarnición

permanente

espartana de

Decelia,

en Ia

décaáa final

de

la

grlerra

.

La

relación

enüe

estos males

y

el

imperio era

cIara,

pero

¿

qué conclusiones

sacaron

? La

guerra era

endémica: todos

1o

acep'

taban

como

Lrn

hecho

,

y

por

tanto

nadie

discutía

seriamente,

ni

creía,

que

Ia

rendición

del

imperio

hubiera

aliviado

a

Atenas

de las

miserias

de

la

guerra

.

La

hr-rbiera aliviado

simplemente

de

ciertas

guerras

concretas,

y

Ia

pérciida

del imperio

y

sus beneficios

parecía

que no valían

tan

dudosa

ganancia. Lt moral

ateniense

se nrantuvo

boyante

hasta

el

amargo

finaI, d. actreldo

con su cálcuIo

de

pérdi-

das

y

ganancias.

VI

Sin

duda

1os

estados

sometidos

hubieran

preferido

\a

libertad

respecto

de

Atenas

rnás

que

su sonüetimiento

a

ella,

suponiendo

igual

todo

1o

demás.

Pero

el

deseo

de

libertad

a menudo

es

un

arm^ débil,

y

1o

demás

raralxente

es

igual

en la vida

real.

Me

refiero

no

sólo

a

las

üficultades

asombrosas

de

organizar

una

revuelta

con

éxito

-hlaxos

1o intentó

y

fue aplast

ada,

Tasos

1o

intentó

y

fue

aplas-

tada,

más

tarde

h{itilene 1o intentó

y

fue

aplastafla-,

sino

también

a

las

relaciones

más complejas, inherentes

a

todas las

situaciones

de

sujeción

y

dominación.

<<Los

aliados

(o

súbdítos)»

son también

una

absffacción,

comc

<rAtenas)>.

Atenas

tenía

partidarios en todas

Ias

ciudades

sometidas.ss

En

4L3,

antes

de Ia

batalLa

final

de Siracusa,

cuando

la

siruación

de

la armacla

ateniense

se

había

vuelto

desespe-

ruda,

los

siracusanos

ofrecieron

a los

contingentes aliados

su

liber-

tad

y

un

salvoconc{ucto

si

desertaban.

Lo

rechazaron

y

aceptaron

el

sino

ateniense.

Dos años

más tarde,

el

pueblo

c{e

Samos

teafirmó

su'

lealtad

a

Atenas

y

siguió

fiel

hasta

el

amargo

final.

No

sabemos

por qué

Samos

reaccionó así

en

471,

7,

los mitile'

nios

de

un

modo

opuesto en 428. Carecemos

de

Ia

in{otmación ne-

cesa¡ia.

La historia del

irnperio revela

en

todas

partes

un modelo

igualmente divergente: el

punto

de

vista

del estado

impetial

es

más

o

menos

unitat'io,

mientras

que

en

el

otro

extremo

vaúa

de comu-

nidad

a

comunidad,

y

dentro de

cada

comunidad,

de

grupo

a

grupo.

Ente

algunos de

los

súbditos

atenienses, el

pueblo

prefería

una

democracia

respaldada

por

el

pódet

ateniense,

antes

que

una

oligar-

quía

en un

estado autónomo.

Eso

podría ser

una

explicación

de una

reacción concreta

(aunque

Atenas no se opuso

siempre

a

las

oligar-

quías).

Con

respecto

a

esto,

vale

la

pena

tecordar

que no

se

nos

dice

nunca

cómo

se recaudaban

los

ímpuestos dentro del

estado

tri-

butario. Si

prevaleció

el sistema

griego

normal

c1e recaudación

-y

no

hay ruzón

para

creer

que

no ocurtieta asl-,

entonces

el impuesto

para

Atenas 1o

pagaban

1os ticos, no ei

pueblo.

Esta

carga,

por

tanto,

no

debió

cauiar ninguna preocupación

a1

pueblo.

En

suma, los

costos

materiales

soportados

por

los súbditos eran

desiguales,

y

por

1o

genetai

se

nos

escapa su

peso

e

impacto.

En

el

relato

de Tucídides

de

los

debates

en

Esparta,

que

tetmi-

naron con

una declatación de

guerra

contta

Atenas, el

historiador

aui-

buye las

siguientes

palabras

a un

portavoz ateniense

(f

,,76,2):

No

hemos hecho nada exttaordina¡io,

nada .on,trrio'"

,lf ;"ii

turaleza

humana,

al

aceptar un

imperio cuando se

nos ofrecla,

y

luego

al .regarnos

a

abandonarlo. Tres

motivos muy

poderosos

nos impiden

hacerlo;

honot,

miedo

e i¡terés.

Y

no fuimos los

prirneros

en

acuar

así.

Siempre

ha

sido norma

que

el

débil

se

ha

visto

dominado-por

él:fuette;

además,

nos

consideramos

dignos

de

nuestto poder.

Aquí no

hay

un

programa

de imperialismo,

ni teoría; simple-

.mente

una

reafumación

de

la antigua

creencia

universal

en

la

natu-

talidad de

la

dominación. Mirando hacia

affás, ei

historiador es libre

de hacer sus

propios

juicios

morales;

pero

flo

es

libre

para

confun-

dirlos

con los

juicios

prácticos.

Ii{ucha

literatura

moderna

se

preocuPa

en exceso, incluso

-"e

obsesiona,

al intentar dete¡minar

si

Atenas

<<explotó

a

sus aliados

en una

proporción

considerable»

o

<<cuánta

explotación

y

opresión tuvo

lugar»>. Tales

preguntas

no

se

pueden

84

LA

GB.IICIA

ANTIGI]A

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7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley

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contestar,

o acaso

carecen

de

sentido.

El imperialismo

aieniense

ernpleó todas

las formas

de

explotacíón

material

disponibles

y

posi-

bles

en esa

sociedad. Las elecciones

y los

lírnites

venían

determina-

dos

por

la

experiencía y

por

criterios

prácticos,

a

veces

por

cálcuIos

ertóneos.

CepÍturo

3

TIERRA,

DEIIDA

Y

I{OMBRE

EI{

LA

ATENIAS

CLASICA

ACAIIDALADO

Cuando

el

padre

de Alejandro

lvlagno,

Filipo

II

de

Macedonia,

organizó

a

las ciudades

gtiegas

en

la

Liga

de los Helenos,

una

tarea

impottante del

cuerpo recién

creado

fue

suprimir

Ia

sedíción

en

el

mundo

griego.

El cátálogo de

actos

sediciosos

,incluía

la

redisttibu-

.ión

de Ia tierra

y

la

cancelación

de

deudas'(Pseudo-Demóstenes,

XVII,

15).

Paru

Platón, estas

medidas

presagiaban

al tirano

y

al

demagogo.l

Todos los

ciudadanos

de Itano, en

Creta,

juraron

<<nó

rcalizaté

una redisttibución

de

tierras

o

casas

o

solates

de cons-

ttucción

ni una cancelación

de

deudas>>, eni un

juramento

conservado

en

una columna de

mármol

de

principios'del

siglo

ilI

antes

de

Ctisto.2

Antetiormente,

una ley de

Delf'ós

consideraba

un crimen,

con Ia

maldición

como

castigo,

el simple hecho

de

ptoponer

una

de estas

medidas

en la

asamblea.3

El

asunto

no

es

un

cliché

rneramente

retórico,

sino

Ia

reflexión

sobre una

profúnda

preocupación,

sólidamente

enraizada en el ca--

rácter

de Ia

economÍa

griega y

la historia de los conflictos

políticos

griegos.

Desde

el siglo

vlil

a. de

C., ininterrumpidamente

dutante

más de

quinientos

años,

hasta

la conquista romana,

los

gtiegos

estu-

vieron constantemente en

movimiento.,

tanto

como

emigrantes

(indi-

vidualmente o

en

grupos)

o

como

revolucionarios exiliados. Las co-

lonias

atenienses

militares

y

agrlcolas

(cleruqulas)

del siglo

v

a,

de

C,,

que

totalizaban

10.000

hombres

o más

en el momento

álgido;

a

el

Reimpreso

con

el

permiso

de

Political

Science

Quarterly,

68

(1953),

pá-

ginas

249-268.

Page 28: La Ciudad Antigua M.finley

7/23/2019 La Ciudad Antigua M.finley

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86

LA

GREcIA ANTIGUA

considerable

número

de

melcenalios

griegos

del

siglo

lv,

de

los

que

Ios

Diez N{il de

Jenofonte

no son

más

que

el

ejemplo

más famoso;

Ia

guerra

civil en

la Esparta

deI siglo lrr,

bajo Agis,

Cleórrenes

y

Nabis

-éstos

son

ejemplos

que

se

pueden

tepetir

casi

en cr"ralquiet

momento

de

la histo¡ia

helénica,

si

no siempre,

con

el

mísr¡ro

impac-

to

dramático.

Y era e]

harnbre

de

tietta

LaÍueva

impulsora.

EIharnbte

de

tierta, a

su

vez,

ptocedÍa flecuentemente de

Ia

expropiación pri-

vada,

con

la

deuda

como

ínstrulnento efectívo.

Es

posible

que

el'campesino olrsesionado

poi

Ia

deuda

sea

en

cielto

sentido una

figura universal,

pero

es

a

la

vez

la

personificación

de

los

factores

económicos cambiantes; y,

como

éstos cambian,

é1

también

carnbia

de

aspecto,

a

veces

radícalmente.

Aparte

de ias

con-

diciones

naturales,

Ias

variables

si.qnificativas

incluirían el mercado,

el

tamaño

y

tipo de

Ia piopiedad,

Ios tegímenes de

tenencía

de tie-

rras,

la

división del

trabaio entre

ciudad

y

campo, 7a calidaá

y

exten-

sión

de

Ias

facilidades

y

operaciones

de crédito,

la

situación

eco-

nómica

del

prestamista,

y

el

grado

y

clase

de

intervención

del

es-

taclo.

Decir

llanarnente,

con un

relevante historiador

económico, que

.,comó

el

préstámo

para

gastos

. .. el

piéstarao

a§rlcola

se conviette

en base

de extorsión

y

opresíónn,s es

formulat

una

generalización

que,

por

muy

váiida

que

sea,

también

enciera una

tran

pa pata

los

que

ignotan las variables. Eliminal esta trampa, en

un

punto

con-

creto

de

Ia

historia

griega, es

el objetivo

de

este

artfculo.

I

Solóh.es el prinrer

nonrbre

griego q'ie

nos

viene

a la mente cuan"

do se mencionan

juntas

tiema

y

deuCa. Poco

despr:és

del 600 a. de

Cristo,

fue

designado «legislador)>

en Atenas,

con

podetes constitu-

cionales

nunca

.¿istos

hasta

entonces,

porque

Ia

rlemanda

de redis-

uibución c{e tietras

,r,

La

cancelacíón de

deudas

nc

pcCía

seguir blo-

queada

por

la oligarquía

terrateniente,

por la

fuerza

o con conce-

siones

mínirnas.

En

uno

de

sus

poemas,

Soión

habló de

la

<<tÍetra

negra, de Ia

que

yo

quité

antaño

los boroi

afincados en

tantas partes;

y antes ella

era

esclava. y

ahoru es

libre:>.6

P¡ecisamente

qué

medi-

das

tenía

Solón

en

merlte,

cuando esmibió

estas

dos líneas, es objeto

ahora

de

fuertes

discusíones,

como tambien

la

rnayor

parte de

su

programa

de re{olmas econónricas. Es cierto, sin

embargo,

que

de

TIERRA)

DEUD^

y

r_ror,fBRE

ACAUDá.LADo

B7

algún nrodo

suprimió

los

gravámenes

que

estaban

expulsando

cle

sus

tierras

a

Ios

peqr-reños

campesinos

del Aúca.,

Los

hoioi eran

mojones

de

piedra

usados

para

señalar

los límites

entre

propiedades

áofin-

dantes.

En

cierto

momento

los

atenienses

dieron

Jrro

uro,

.o*_

pletamente

distinto,

a_algunos

horoi,

y

era

este segundo

tipo

d.

indicadores

el

que solón

quitó:

Ios

indicadores

.oio.rdo.,

"n

las

fincas

para

hacer

público

el

hecho

de que

estas

propiedades

concre-

tas

tenían

que

responder

legalmente

de

sus

deudas.

En

cierto

senti

do,

Ios.

atenienses

habían

dado

con

un

sistema

muy

brutál

de

con-

segui'

algunos

de

los

objetivos

del

registro

n

od.ino

c1e

títulos

y

contratos.

El

hecho

de quitar

las

piedras

simbolizaba

liberación

dL

Ios

gravámenes.8

Pese

a

todo

Io

que

hizo

solón por

los

campesinos

de

su tiempo,

nunca pretendió,

ni

llevó

a

efecto,

una

prohibicíón

permanente

de

préstamos

avalados

por

Ia

posesión

de

tierras.

Los campesinos

si-

gr-rierón

endeudándose,

y

ahora

que

ya

no

1es

estaba

permitido

ofre-

cer

sus personas

o

sus

familias

como

franza

--teforma

permanente

de solón-,

sólo

su

tierra

les posihilitaba

e1. préstamo.

El

uso

de

los hiovoi

para

conocimíento

pí,blico

conrinuó.no

sólo

para

las

pro-

piedades

agrícolas,

sino

también,

finalmente,

para

.rrr,

á.

la ciuáad,

cuando

se

presentaban

como

fianza.

Los

aryueólogos

han

descubier-

to

más

de

doscientas

piedras

de

este

tipo

án

el

Ítica y

en

cuatro

islas

egeas dependientes

de

Atenas.

Las

liedras

halladas

,.

,.n

onrrn

al

período

4ao-250

a. de

c. Los

t.xtos

de 222

de ellas

han

sido

publicados

hacia

7951,182

de

ellas

en

un estado

de

conservación

suficientemente

completo

para

ser

analüadas.e

Un

horos

típico,

traducido

muv

literalmente,

reza

asi:

[En

el

arconrado]

de

praxíbulo

[és

decir,

31.5-:

14

a,

de

C.].

Hotos

de

la tierra

y

casa

presentadas

como

fianza

a

Nicógenes

de

[eI

demo

de]

Aixones,

420

[dracmas],

según

el acuerdo"garanti-

zaCo

con

Cleredemo

de

lel

demo

de]

Ramño.ro

Pocas

piedras

tíenen

textos

más

largos;

la

mayoría

son más

cortos,

só]o

en 27

o

28

se da

una

fecha,

un

acuerdo

esiríto se

menciona

sólo

en 15,

incluso

se

omite

a

veces

el

nombre

del ¿creedor

y

el

total

de

Ia

deuda'

Asl, un

bloqr-re

de

mármol

(IG

II'z,

2.760)

enconrra-

do

en

la

propia ciudad

de

Atenas dice,

simplelneote:

<<Horos

de

un

taller

lergasterionl

depositado

con'lo

frai,a,

750

[dracmas]»

-ties

palabras

],

un

numefal

en

griego.