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ECOFEMINISMOS Y AGROECOLOGÍA Por Gloria Patricia Zuluaga 1 y Eduardo Sevilla Guzmán 2 1. BREVE NOTA INTRODUCTORIA El trabajo que presentamos aquí es parte del proceso de construcción de la Agroecología que iniciamos, hace ya casi 20 años, un puñado de personas que, desde nuestro trabajo en el mundo rural y la agricultura, percibimos una respuesta que emergía de ciertos sectores sociales vinculados a esta parte de la humanidad. 3 La tarea que nos adjudicamos fue sistematizar y teorizar las múltiples formas de respuesta que surgían de los campesinos y grupos indígenas y de determinados sectores de agricultura familiar, en su resistencia a la modernización tecnológica de naturaleza industrial a que se venían sometiendo sus territorios. Una de las carencias de nuestro trabajo fue el tratamiento del género, al encontrarnos ineluctablemente imbuidos en el sistema de dominación patriarcal, que gobierna nuestra cultura. Aunque muchas, quizá en forma mayoritaria, de las construcciones surgidas de las referidas respuestas provenían de mujeres, 4 no hemos sabido todavía, llenar este importante vacío en nuestra propuesta 5 . 1 Profesora Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín. 2 Catedrático de la Universidad de Córdoba y Director del Programa de Doctorado en Agroecología, Sociología y Desarrollo Rural. 3 Una caracterización de la dinámica seguida por el conjunto de personas e instituciones implicadas en el proceso, desde la perspectiva del Instituto de Sociología y Estudios Campesinos (ISEC), puede verse en E. Sevilla Guzmán (2006: 11-22). 4 Camila Montesinos, Silvia Rivero, Gloria Guzmán, María Inés Gazzano, Clara Nicholls, Graciela Ottmann; las “Agrucas”: Elvira Serrano, Dora Ponce, y Carmen Améndola (quien nos abandono dejando el rico legado de su paso por Biodiversidad y el ISEC) formaron y forman una parte esencial del grupo inicial de sistematizadores. 5 Algunos de los textos clave de esta propuesta son: Gliessman, 1978, 1990, 1997 y 2002; Altieri, 1985, 1990 y 1991; Sevilla Guzmán y González de Molina, 1993 y Guzmán et al., 2000. 1

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ECOFEMINISMOS Y AGROECOLOGÍAPor

Gloria Patricia Zuluaga1 y Eduardo Sevilla Guzmán2

1. BREVE NOTA INTRODUCTORIA

El trabajo que presentamos aquí es parte del proceso de construcción de la Agroecología que iniciamos, hace ya casi 20 años, un puñado de personas que, desde nuestro trabajo en el mundo rural y la agricultura, percibimos una respuesta que emergía de ciertos sectores sociales vinculados a esta parte de la humanidad.3

La tarea que nos adjudicamos fue sistematizar y teorizar las múltiples formas de respuesta que surgían de los campesinos y grupos indígenas y de determinados sectores de agricultura familiar, en su resistencia a la modernización tecnológica de naturaleza industrial a que se venían sometiendo sus territorios. Una de las carencias de nuestro trabajo fue el tratamiento del género, al encontrarnos ineluctablemente imbuidos en el sistema de dominación patriarcal, que gobierna nuestra cultura. Aunque muchas, quizá en forma mayoritaria, de las construcciones surgidas de las referidas respuestas provenían de mujeres,4 no hemos sabido todavía, llenar este importante vacío en nuestra propuesta5.

Estos papeles son la reacción a la explosiva demanda de género que ha surgido en el Programa de Doctorado y Master en “Agroecología, Sociología y Desarrollo Rural Sostenible” de la Universidad de Córdoba y de la Universidad Internacional de Andalucía en sus distintas versiones; por ello lo dedicamos a los y las alumnas de los referidos programas.6

Aunque nuestras primeras caracterizaciones del enfoque agroecológico hacían referencia a la dimensión social del manejo de los recursos naturales, prestaban un mayor énfasis en los aspectos ecológicos y agronómicos; en la última década hemos conseguido integrar el conocimiento de las ciencias sociales a esta aportación inicial.7 Sin embargo, la Agroecología tiene una condición pluriepistemológica; ante

1 Profesora Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín.2 Catedrático de la Universidad de Córdoba y Director del Programa de Doctorado en Agroecología, Sociología y Desarrollo Rural.3 Una caracterización de la dinámica seguida por el conjunto de personas e instituciones implicadas en el proceso, desde la perspectiva del Instituto de Sociología y Estudios Campesinos (ISEC), puede verse en E. Sevilla Guzmán (2006: 11-22).4 Camila Montesinos, Silvia Rivero, Gloria Guzmán, María Inés Gazzano, Clara Nicholls, Graciela Ottmann; las “Agrucas”: Elvira Serrano, Dora Ponce, y Carmen Améndola (quien nos abandono dejando el rico legado de su paso por Biodiversidad y el ISEC) formaron y forman una parte esencial del grupo inicial de sistematizadores.5 Algunos de los textos clave de esta propuesta son: Gliessman, 1978, 1990, 1997 y 2002; Altieri, 1985, 1990 y 1991; Sevilla Guzmán y González de Molina, 1993 y Guzmán et al., 2000.6 Los responsables de este artículo han participado en dicho espacio de interacción y construcción agroecológica.7 Ver a Ottmann, 2005:15-64.

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la impotencia del conocimiento científico de incorporar soluciones a los problemas de manejo de los recursos naturales que deterioran tanto la naturaleza como la sociedad, y que por su propia naturaleza, no consigue aprehender. Es esto lo que introduce la Agroecología como aportación de los contenidos históricos generados por la sociedad civil, en su lucha por romper las formas de desigualdad generadas por la estructura de poder establecida mediante la apropiación histórica de los recursos naturales por unos grupos sociales sobre otros.

Pretendemos iniciar aquí una síntesis del enfoque de género en relación al ecológismo, para contribuir al entendimiento y a la discusión sobre dicha temática, de tal forma que se asegure una mayor valoración y participación de las mujeres en relación a las estrategias de uso, manejo y conservación de los recursos naturales y la producción agropecuaria y forestal. También intenta dejar de entender a las mujeres como víctimas pasivas de la degradación ambiental y a los hombres como los únicos destructores principales. Pues partimos que tanto las mujeres como los hombres son actores decisores con conocimientos e intereses distintos en la conservación y manejo de recursos naturales.

Para ello vamos a partir de una primera instancia en la que realizaremos una esquemática caracterización del feminismo, en su configuración histórica; continuaremos, en una segunda instancia, con una no menos esquemática conceptualización de los movimientos sociales; pretendemos con ello generar un contexto teórico en que aparece el género como una forma de conciencia agroecológica.

Este contexto teórico nos permitirá comprender el ecofeminismo como medioambientalismo8 generador de una forma de conciencia que configura, entre otras raíces científicas y sociales la Agroecología; ésta supone la percepción, desde la chacra, parcela o explotación, de las injusticias, discriminaciones y desigualdades establecidas históricamente por la forma industrial del uso de los recursos naturales (Gadgil and Guha, 1992: 39-59), desde la especificidad de la mujer. Y ello, en forma articulada con los diversos aspectos en los que el desarrollo del capitalismo ha ido sometiendo a los sectores campesinos e indígenas a una dinámica de degradación de su naturaleza humana privándoles de su dignidad de especie (desarticulándola de la trama ecológica de la vida); de identidad (aniquilando su biodiversidad sociocultural); de clase (mediante su explotación económica); de género (profundizando la ancestral subordinación de su condición femenina, en articulación, insistimos, con los anteriores factores); e intergeneracional (sometiendo a la explotación económica y social a sus extremos generacionales: niños y mayores, coexistente en la misma coyuntura histórica).

2. UNA ANOTACIÓN HISTÓRICA DEL FEMINISMO

Fue Charles Furier quien acuñó, a principio del siglo XIX en Francia, el término feminismo en su Teoría de los cuatro movimientos, como intento de mostrar a “la

8 Ambientalismo también conocido como ecologismo en algunos países.2

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humanidad ciega, la ruta hacia la felicidad”,9 y al hacerlo, proclama la igualdad social de los sexos. Sin embargo, la incorporación de dicho termino al uso corriente de la cultura occidental no tuvo lugar hasta la fundación del diario defensor de la causa de las mujeres del “feminisme”: Le Fronde, por la periodista militante Marguerite Durand, en la última década del ochocientos; cuando en Inglaterra se sustituyó la expresión womanismo (mujerismo) por feminism.

Siguiendo a Victoria Sau, una conceptualización actual del feminismo definiría a este “como una toma de conciencia en el tiempo y el desarrollo de una teoría sobre las relaciones humanas a partir de los sexos entre sí, reconocidas estas como sistema o estructura”. En este sentido, el feminismo es una forma de acción social colectiva desarrollada por mujeres, como podría calificarse “la emprendida por las mujeres romanas cuando solo se les pudo hacer abdicar a latigazos”. Sin embargo la amplitud del concepto permitiría igualmente calificar como acciones feministas las que describe Kollantai10 en el contexto intelectual y político del Renacimiento que permitieron sobre todo a las mujeres burguesas el acceso libre a los estudios científicos y filosóficos. El Siglo de las Mujeres Sabias, entre las que destacan Olimpia Moratoro, Isotta Nogarola, Hipólita Sforza, Vittoria Colonia, las dos teólogas españolas Isabel de Collona y Juliana Morelli, de Barcelona, en la cultura Lady Jane Grey, María Sydney, Margarita de Navarra y Ana Dacier. Era típico en esa época que muchas de las mujeres fueran hijas de profesores, escritores, médicos, teólogos y científicos, cuyos padres las habían dotado para la lucha de la existencia y la mejor arma era el saber. También participaron en las guerras civiles y en los movimientos populares religiosos. Ejemplo de ello es su destacado papel durante la Reforma de la Iglesia que fue una lucha contra la autoridad del feudalismo. Entre ellas tenemos el caso de la francesa Cristina de Pisan en el siglo XV. En el siglo XVII Mary Astell, luchó a favor de los derechos de la mujer inglesa en donde exigía la igualdad de los sexos en la formación cultural y el acceso a todas las profesiones (Kollantai, 1976:99; Victoria Sau 1988: 412-415).

Sin embargo, la mayor parte de las mujeres occidentales, que estamos caracterizando esquemáticamente, en este periodo histórico se veían sometidas a una doble explotación: del sistema patriarcal por un lado, y del desarrollo del capitalismo, por otro, por su condición de obreras y campesinas. En efecto la conciencia de género, que estamos definiendo aquí, desde la agroecología, se encuentra ineluctablemente unida a la conciencia de clase en su construcción histórica desde el movimiento obrero; como señala Augus Bebel (1883; 1980:111) al generalizar sobre la evolución del trabajo en el desarrollo del capitalismo: “la mujer suplanta al hombre y a su vez será suplantada por el niño, semejante engranaje

9 El texto, publicado en 1808: Teoría des quatre mouvements et des deitinées générales: Prospectus et annonce de la découverte, vio la luz en inglés como The Social Destiny of Man: Or, Theory of the Tour Movements (New Cork: Dewitt, 1857) y tuvo un importante impacto en Estados Unidos donde se propusieron la explotación colectiva de grandes haciendas; al igual que sucediera en Francia, de donde se irradió este tipo de experiencias a diversos países: existe una relación directa entre fourerismo y el movimiento cooperativo mundial quien adopta de su pensamiento la “mentira del comercio”.10 Alejandra Kollontai estableció las bases sociales de la cuestión femenina (1909) en el pensamiento marxista siguiendo los pasos de Engels y sobre todo de August Bebel; dentro de una concepción unilineal del desarrollo histórico que lamentablemente originaria el marxismo ortodoxo (cf Sevilla Guzmán y González de Molina, 2005:37-45).

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sustituye el ORDEN MORAL de la industria moderna”. No obstante, la conciencia de género como forma de acción social colectiva con naturaleza de movimiento social surgiría mucho mas tarde, en los años sesenta; como acumulación de luchas puntuales, aunque en cierto sentido acumulativas, y como resultado de aportaciones analíticas.

Así, Margaret Mead hizo uno de los primeros estudios etnográficos sobre la variación de los roles de género/sexo y temperamento en tres sociedades indígenas. En dicha investigación encontró que los roles de género varían con el entorno, la economía, las estrategias de adaptación y el nivel de complejidad social. Así, las mujeres poseían un status elevado en las sociedades matrilineales por diversas razones: la pertenencia al grupo de filiación, la sucesión en las posiciones políticas, la distribución de la tierra y la identidad social global; todo lo cual venía a través de los lazos femeninos. Las esferas pública y privada eran menos diferenciadas y la jerarquía menos marcada. En estas sociedades las mujeres eran la base de toda la estructura social, gran parte del poder y de la toma de decisiones estaba en manos de las mujeres de más edad. Mientras tanto, en los grupos patrilineales, se presentaba una supremacía masculina, los varones solían dominar la jerarquía del prestigio y tenían una acusada dicotomía doméstico-pública. Así sus investigaciones pusieron de manifiesto el peso de la cultura a la hora de determinar los roles entre hombres y mujeres (M. Mead, 1973). Este análisis científico supuso sin duda una singular aportación al feminismo, el cual no puede considerarse tan solo como una ideología en su acepción idealista; por el contrario es todo un movimiento colectivo de dimensión cultural y política desarrollado en los últimos doscientos años producto de los contenidos históricos generados por las luchas sociales que, aunque lideradas por mujeres, se veían acompañadas por hombres, para construir, un autentico sistema de relaciones de las mujeres con la naturaleza, con los hombres, y con la infancia, del cual depende además las relaciones hombre-hombre y las relaciones adulto-niño.

Empero, el feminismo posee una fuerte heterogeneidad ideológica esculpida históricamente: desde sus inicios como movimiento sufragista ha buscado “la igualdad del voto”, que ampliaría sus reivindicaciones buscando “la igualdad de oportunidades” con un reformismo también burgués,11 que en su vertiente católica se une al proteccionismo a las desamparadas y a una mayor consideración a la mujer que en las estructuras jerárquicas de la Iglesia. Sin embargo, el mayor impulso al feminismo proviene, sin duda del pensamiento socialista; desde el marxismo vinculado a la ortodoxia que se configuró en la Revolución rusa; o el feminismo independiente (denominado frecuentemente en la literatura como radical) que considera la lucha socialista necesaria aunque no suficiente. Es este, el feminismo radical, la corriente de pensamiento más extendida en las “sociedades avanzadas”. Tal corriente plantea que la dominación de los hombres sobre las mujeres está 11 John Stuar Mill y Harviet Taylor y escriben “lo que se quiere para las mujer es una igualdad de derechos, una igualdad de admisión a todos los privilegios sociales, no una posición aparte, una especie de sacerdocio sentimental”. Esta corriente feminista se denomina a menudo como liberal ya que El liberalismo, con su afirmación de libertad, igualdad y fraternidad, proporcionó las herramientas conceptuales al feminismo para que pudiese argumentar que unas personas no pueden gobernar a otras, como sucede cuando los hombres se imponen sobre las mujeres. El feminismo liberal, se considera como un movimiento que pretende extender el poder y los privilegios masculinos a las mujeres.

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basada en lo biológico -sexo-,12 siendo ello la principal causa de opresión; expresan que “el machismo latente” en el pensamiento científico coloca la subordinación de las mujeres en la raíz de la opresión humana.

Para Sabaté, et al. (1995:39), el feminismo radical, identifica al patriarcado13

como causa de la subordinación, y por lo tanto de la construcción de una sociedad como un sistema sexual jerárquico en el que los hombres poseen un poder superior y disfrutan de una situación económica, cultural y política privilegiada al ser beneficiarios directos del trabajo doméstico de las mujeres. El elemento fundamental de su propuesta, para superar la perversidad de tal sistema, es la interrelación entre los géneros, sin considerar otras dimensiones sociales. Así mismo, tal planteamiento manifiesta que el sistema patriarcal se mantiene a través de la familia y el matrimonio monogámico, mediante la división sexual del trabajo y de la sociedad.

Resumiendo, aunque los movimientos feministas, en un inicio, se asociaron fundamentalmente a la lucha por la obtención del sufragio femenino, proceso éste que se alargó durante casi un siglo -el primer país en el que las mujeres obtuvieron el sufragio fue Finlandia en 1906, mientras que en Irak solo se obtuvo hasta 1980-; su espectro ideológico se abrió con fuerza, de forma tal que la primera década del siglo XX se caracterizó en todo el “mundo occidental” por una fuerte lucha de las formas de acción social colectiva impulsadas por los grupos de mujeres y sus reivindicaciones. No obstante, las décadas de los 40 y 50 del siglo veinte se caracterizaron por una decadencia del movimiento feminista debido a que, después de la Segunda Guerra Mundial, la sociedad se plegó en forma más conservadora, imperando la idea de mujer tradicional: esposa, madre y ama de casa. Ello hizo que se produjese un retroceso dentro del proceso de incorporación de las mujeres a la actividad pública y colectiva. Sin embargo, ello no impidió la aparición de organizaciones de mujeres de distinta índole, desde amas de casa, campesinas, universitarias y académicas, entre otras. Por el contrario, los años sesenta y setenta se caracterizaron por una fuerte movilización de grupos sociales oprimidos y marginados, donde jugó un papel central el movimiento feminista. Algunos de los cambios sociales más significativos que empezaron a producirse en esta época, en el mundo occidental, tiene como protagonistas a las mujeres, entre ellos se destacan:14

Cambios demográficos relacionados con la disminución de la tasa de fecundidad y el incremento de la esperanza de vida de las mujeres sobre todo

12 “La pequeña diferencia y sus grandes consecuencias socio-políticas”, como Alice Schwarzer ironizó la diferencia entre mujeres y hombres en los años 1960s (Stolke, 2004).13 El patriarcado se entiende como un sistema ideológico y político en el que por la fuerza, por la presión directa o a través de ritos, tradición, legislación, lenguaje, costumbre, modales, división del trabajo, determina la función que corresponde y que no corresponde a las mujeres; en este sistema siempre las mujeres están sometidas a los hombres. Este concepto desde Kate Millet, ha intentado explicar la subordinación de las mujeres, a través de mecanismos de poder, superando el análisis marxista donde había primado el enfoque de relaciones económicas. Para Christine Delphy (1995:4) el concepto de patriarcado esta muy abandonado hoy, principalmente por razones políticas, dado que ha sido considerado frecuentemente como puramente ideológico; pero es muy útil ya que indica que la dominación de las mujeres por los hombres constituye un sistema.14 Para una mayor información ver: Pérez Agote, 1979; Buttel y Lenkow, 1983.

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en los países del norte. Incremento de las mujeres en el mercado laboral, aunque a ritmo diferente

según los países. Avance en los niveles de educación, ingreso a escuelas de niveles medios y

superiores. Incipiente participación política y presencia de mujeres en puestos de

responsabilidad.

No obstante, en la década de los setenta aparece un feminismo oficial , -aunque en realidad no utilice nunca esa expresión- que intenta instrumentalizar -a través de distintas formas de control, desde las esferas de la articulación transnacional de los Estados- las reivindicaciones del feminismo entrando, frecuentemente, en fricción con éste en los foros internacionales. En este contexto es obligado citar, a otra de las autoras históricas que no podemos dejar de nombrar, Ester Boserup, quien en 1970 escribió el clásico texto “La Mujer y El Desarrollo Económico”. Allí documentó el papel de las mujeres del África Subsahariana en la producción de alimentos, y de como las políticas del colonialismo y el desarrollo incrementaron su empobrecimiento al destruir los recursos base de la subsistencia. El trabajo de Boserup es necesario contextualizarlo en la coyuntura histórica e intelectual en el que surgió, sin embargo consideramos que la autora percibía como necesario incluir a las mujeres en las políticas de desarrollo, lo cual desde nuestro punto vista es muy problemático, dado que asume que el “desarrollo” es sinónimo de “desarrollo económico” o “progreso económico”. Para ella la solución pasaba por implementar políticas de desarrollo mejoradas que pusieran énfasis en la capacitación de las mujeres campesinas y tengan funcionarias de desarrollo rural, apoyen las cooperativas de mujeres, etc. Como vemos aquí se asume que las mujeres forman un grupo o categoría homogéneo y por tanto todas las mujeres necesitan del mismo desarrollo, lo cual desde nuestro punto vista es muy problemático, como veremos más adelante.15

La emergencia de movimientos feministas y sus movilizaciones provocó que la Organización de las Naciones Unidas -ONU- involucrara en sus agendas algunas de las reivindicaciones de las mujeres; así en 1975 se realizó la Primera Conferencia Internacional sobre la Mujer en México, teniendo como resultado la proclamación del Decenio de las Naciones Unidas para la Mujer (1976-1985). En este decenio se puso el énfasis en la incorporación de la mujer al desarrollo, es de resaltar que esta conferencia plantea una serie de medidas para promover el reconocimiento social del papel de las mujeres, las cuales deberían adoptarse en el plano nacional, regional e internacional, aunque ello no alcanzara todo el éxito que cabría esperar, pues a pesar de que este tipo de acuerdos sean necesarios no son suficientes, dado que las relaciones estructurales no funcionan por sí solas sino que son producto de determinadas formas de pensar y de la praxis humana, por lo que la lucha por la igualdad debe entonces ser dada tanto a nivel macro como micro.16 Sabaté et al.

15 La perspectiva de esta autora, junto con otras investigadoras y funcionarias del desarrollo inauguraron la estrategia llamada Mujer en el Desarrollo (MED), de amplia vigencia en los círculos de la cooperación gubernamental y multilateral (Clara Murguialday, 2000:5)16 Noventa Estados del mundo –la mitad de los representados en la ONU- no han firmado o ratificado la Convención de la ONU sobre la abolición de todas las formas de discriminación contra la mujer (M. Aguirre,

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(1995:26), comentan que en dicha Cumbre se caracteriza la situación de la mujer en los siguientes términos: 17

a) Las dos terceras partes de las mujeres en los países del Sur con más de 25 años nunca habían asistido a la escuela.

b) Las mujeres que constituyen un tercio de la mano de obra asalariada cubren los dos tercios de las horas de trabajo, mientras que reciben sólo el 10% del salario y poseen menos de una centésima parte de la propiedad mundial.

c) En la industria manufacturera la mujer cobra por hora de trabajo las tres cuartas de lo que percibe un hombre.

El Decenio de las Mujeres de la ONU partía del supuesto de que la expansión y difusión del proceso de desarrollo mejoraría automáticamente la posición económica de las mujeres, pero cuando finalizó dicho decenio ya había empezado a quedar claro que el creciente subdesarrollo de las mujeres no se debía a una participación insuficiente e inadecuada en el desarrollo sino más bien a una participación asimétrica que las obligaba a soportar los costes, y a la vez las excluía de los beneficios del desarrollo (Shiva, 1997:34). Las organizaciones feministas de la época denunciaron que las mujeres eran percibidas como consumidoras potenciales y como proveedoras de servicios; además consideraban que las mujeres dentro de la estructura productiva mejorarían las condiciones de vida de las familias, lo que quiere decir que se visibilizaban como madres y no como sujetos de derechos.

En general los proyectos puestos en marcha, fueron pequeños y aislados entre sí, pero representaron con frecuencia una carga adicional para las mujeres y no compensaban sus esfuerzos. Muchos de ellos, giraron alrededor de las microempresas de alimentos, comedores escolares o de los programas de salud, extendiendo al espacio público la función doméstica de las mujeres; por ello lo que hicieron en la mayoría de los casos fue modernizar el discurso del desarrollo, afianzando los papeles tradicionales de las mujeres y los hombres.

En palabras de Arturo Escobar (1997:340-361), las mujeres empezaron a ser percibidas por el aparato del desarrollo, convirtiéndose en sujetos de preocupación, 1995:98, citada por Salcido, 2007).17 Otras Cumbres internacionales relacionados sobre el tema son: II Conferencia Mundial sobre la Mujer (1980), en Copenhague; III Conferencia Mundial sobre la Mujer (1985) en Nairobi y IV Conferencia Mundial sobre la Mujer (1995) realizada en Pekín donde se expresó que las mujeres pobres y sus hijos son las principales victimas del deterioro ambiental (www.isis.cl/temas/conf/.htm). La Tercera Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer (1985) reconoce el papel de la mujer en la conservación y la gestión del medio ambiente. (www.un.org/womenwatch). La Asamblea Mundial sobre la Mujer y el Medio Ambiente: Socios en la Vida, de la red World Women in Environment and Development, se reunió en Miami, Florida y presenta 218 experiencias exitosas (www.womenenvironment.org/publ51.asp). En la Cumbre del Milenio celebrada en Nueva York, en el 2000, los 189 Estados Miembros de las Naciones Unidas se comprometen a lograr un mundo mejor, más sano y más justo para 2015. En la Declaración del Milenio se promete "promover la igualdad entre los sexos y la autonomía de la mujer como medios eficaces de combatir la pobreza, el hambre y las enfermedades y de estimular un desarrollo verdaderamente sostenible". En los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio consagrados en la Declaración se incluyen el Objetivo 1, de erradicar la extrema pobreza y el hambre, el Objetivo 3, de promover la igualdad entre los sexos y la autonomía de la mujer, y el Objetivo 7, de garantizar la sostenibilidad ambiental (www.un.org/millennium). Una revisión a fondo de las Cumbres Internacionales, sus acuerdos y la participación de las mujeres en ellas, puede verse en “Medio Ambiente, Poder y Espectáculo” de Josefa Brú.

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por lo cual fueron representadas e identificadas como problema o nuevas clientas, siendo la respuesta del establecimiento internacional El Desarrollo, pero con unos intereses definidos por otros […] dado que el aparato del desarrollo permite a otros ser vistos pero sin prestar atención a lo que dicen, dado que por circunstancias históricas, por los imaginarios y por las prácticas sociales persistentes, se ha creado un contexto en que es difícil visibilizar a las mujeres.

Con el discurso de la participación de la mujer se amplia el de actuación de las instituciones internacionales. Simmons (1992, citada por Escobar, 1998:327), plantea que el desarrollo modernizó el patriarcado con graves consecuencias para las mujeres de todo el mundo; asevera que el patriarcado modernizado esconde también el hecho de que el trabajo remunerado y/o mal pagado de las mujeres ha proporcionado gran parte de la base de la modernización. A pesar, de considerar importante que las preocupaciones sobre el impacto del desarrollo en las mujeres y en el medio ambiente, hayan sido retomadas por el corazón del sistema político internacional, algunas autoras ven esto con reservas. Al respecto Escobar (1998:340), nos dice que el aparato del desarrollo es una de las instituciones más patriarcales y más dominantes del mundo, visión que compartimos plenamente.

En la década de los noventa el discurso de Mujer y Desarrollo se reemplaza por el de Género y Desarrollo, como un principio organizador de los esfuerzos de la mujer dentro del desarrollo y transformando los enfoques productivistas por los del empoderamiento.18 Consideramos que si bien la participación de las mujeres en la producción es necesaria, ello no es suficiente para superar su subordinación. Como lo señala Escobar sólo convirtiéndose en un nuevo sujeto social, la mujer puede construir un nuevo modelo de desarrollo, no economisista (Arturo Escobar, 1997:356). En esta década además se acepta que las políticas públicas no son neutrales y que afectan desigualmente a las mujeres y a los hombres, por lo cual incide en las representaciones masculinas y femeninas que se construyen.

En conclusión, el feminismo contemporáneo puede globalmente definirse como una reflexión teórica y como un movimiento social que es hoy una realidad multifacética y puede ser definida como un proyecto pluralista y diverso en donde coexisten diferentes posiciones ideológicas con distintos objetivos; sin embargo, se pueden extraer un núcleo central de elementos, entre los que se destacan:

Ser un proyecto político comprometido con un cambio social, orientado a una redefinición de lo que constituye la política, lo público y lo privado.

Reconocer, que si bien la igualdad de hombres y mujeres ha sido legal y normativamente aceptada, ello no es suficiente para conseguir la equidad verdadera. La discriminación de las mujeres es inherente a las actitudes sociales y por ello mucho más difícil de cambiar que la ley.

Aunque, las instituciones públicas, de la mayor parte de las llamadas “sociedades avanzadas” han atendido algunas de las reivindicaciones de los movimientos de mujeres y las han incorporado a sus instituciones, muchas, o

18 Josefa Brú 1997.8

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incluso la mayor parte de estas reivindicaciones, permanecen ajenas a las del llamado “Tercer Mundo”.

Un gran interés por destacar los aspectos positivos de la condición femenina y la revalorización de atributos como la solidaridad o la falta de agresividad y sus efectos beneficiosos en las relaciones sociales.

3. LAS MUJERES EN EL CONTEXTO DE LOS NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES19

En otro lugar hemos analizado las raíces científicas y sociales de la Agroecología (Sevilla Guzmán, Ottmann y González de Molina, 2006), como área de síntesis disciplinar y de las aportaciones generadas por los contenidos históricos forjados en la lucha contra el avance modernizador. Se señaló ahí, en forma esquemática, el pluralismo de los sectores sociales convergentes en el ciclo de protestas iniciado en la década de los setenta. Si bien los movimientos sociales fraguaron en la Europa occidental, el componente aportado desde los movimientos norteamericanos “por los derechos civiles” y “contra la guerra del Vietnam” tuvieron un peso muy importante. El reflujo de las protestas sociales, en los años ochenta, permitió la generación de un espacio de reflexión y organización, generado por la confluencia de distintas unidades temáticas20 que adquieren un carácter de discurso globalizador, dando lugar a la aparición de los llamados Nuevos Movimientos Sociales y su dinámica de disidencia contra el Neoliberalismo y la Globalización.

Los nuevos movimientos sociales de mujeres, tanto desde el feminismo como desde la militancia ambientalista, poseen una dimensión transversal ya que pretenden introducir una nueva manera de relacionarse rompiendo la asimetría del género. En este sentido, puede afirmarse que estos movimientos son proclamados cada vez más como fuente de nuevas políticas y de una sociedad civil regenerada para el siglo XXI (Mellor, 2000:23). La literatura sobre la nueva disidencia emergente es abrumadora por lo que nos vamos a centrar aquí en aquellos autores que han tenido más impacto en las dinámicas sociales que se vincularán a través de formas sociales de acción colectiva.21 En un esfuerzo de síntesis los rasgos básicos de los Movimientos Sociales podrían caracterizarse de la siguiente forma:19 A pesar de que el feminismo cuenta con más de dos siglos de historia, es considerado como uno de los nuevos movimientos sociales.20 Movimiento de mujeres, ecologistas, pacifistas, de campesinos, de indígenas, entre otros.21 Un análisis de estas formas de articulación puede verse en Fernández Durán y Sevilla Guzmán (1999) y en Sevilla Guzmán y Martínez Alier (2006). En el primer texto de esta colección, de Perspectivas Agroecológicas (Sevilla Guzmán, 2006: 173-195), situamos como marcos teóricos últimos de las Perspectivas Teóricas de la dependencia y el subdesarrollo a aquellas “Propuestas liberadoras del Tercer Mundo” formuladas por Antonio Negri, John Holloway y James Petras, al ser estos quienes han pretendido formular dinámicas transformadoras revolucionarias subyacentes o explícitas a los Nuevos Movimientos Sociales. En las páginas que siguen vamos a establecer los rasgos que, desde nuestra experiencia directa y el trabajo de estos autores, nos parece permiten caracterizar estos procesos de articulación de sectores disidentes de la sociedad civil, aunque el desarrollo completo de nuestra investigación es este tema aparecerá en posteriores trabajos de esta línea de investigación del ISEC. Junto a ellos incluimos a Jorge Riechmann, cuyo trabajo nos parece de gran interés (1991, 1994 y 2003) y a Alain Touraine (1982, 1997, 1999 y 2005) aunque su teoría y su praxis sean tan discrepantes, tal como mostró en los movimientos franceses de finales de 1995.

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1. Una orientación emancipadora y antimodernista

Esta orientación, tiene el sentido de un enfrentamiento a las falsas necesidades generadas por un sistema económico basado en la explotación de la naturaleza y la sociedad. Se pretende generar una forma distinta de relacionarse, trabajar y vivir desde postulados constructivos de una alternativa a la manera de producir y consumir. Esta orientación emancipadora y antimodernista se presenta “contraria a la concepción lineal de la historia y a la creencia en el progreso entendido como desarrollo material y moral interminable. La crítica a la civilización productivista y patriarcal (sierva de la santísima trinidad formada por la modernización industrial, el crecimiento económico y la regulación burocrático-estatal), a la que se percibe preñada de un inmenso potencial de destrucción e injusticia”. La ciencia, como elemento legitimador de las formas de opresión generadas, comienza a cuestionarse desde su génesis ilustrada, desvelando la falsedad de “su progreso” técnico científico, que consume naturaleza en forma creciente. La “metáfora marxiana que modificó Walter Benjamín, podrá ser empleada para dar cuenta de esta característica: mientras que, de acuerdo con Marx –dice Benjamín-, la historia es un tren arrastrado por revoluciones que son sus locomotores, bien podría ser que hoy la revolución consista en que un pasajero tire del freno de emergencia” (Reichmann, 1991: 41 y 42).

Este conflicto cultural, es para Alain Touraine (1997: 99-100; 1982: 136), “tan central hoy día como lo fueron el conflicto económico de la sociedad industrial y el conflicto político que dominó los primeros siglos de nuestra modernidad”. Y ello porque tales formas de acción social colectiva, ponen “en cuestión su forma de dominación social, a la vez particular y general, e involucran contra ella valores y orientaciones generales de la sociedad que comparten con su adversario para privarlo de tal modo de legitimidad”. Los movimientos sociales poseen como componente clave de su naturaleza “ser ejemplares, organizados de acuerdo con sus metas antes que con las exigencias de un combate; grupos menos instrumentalistas que expresivos, cuyos participantes se ven compensados por la experiencia que ellos viven, tanto como por la conciencia de la misión que llevan a cabo”.

El elemento “antimodernista” de los movimientos sociales se desprende en forma lógica del emancipador, y tiene un sólido fundamento filosófico basado en la Escuela de Frankfurt, de donde surge la raíz teórica de la ampliación del concepto marxiano de SUBSUNCIÓN, en su concepción inicial vinculada al trabajo, a la esfera de la cultura. Así una de sus figuras centrales, Horkheimer (1973: 184) señala que “la enfermedad de la razón (es decir de la ciencia moderna) radica en su propio origen, en el afán del hombre de dominar la naturaleza”. En la Dialéctica de la Ilustración22

se muestra el curso que toma “la civilización europea” al generar una identidad expansiva basada en la razón o racionalidad que pretendiendo ir ligada a los valores clave de la humanidad: libertad, justicia y solidaridad; los ignora y olvida al no asumir en su propia dialéctica la reflexión sobre su momento destructivo. “Los hombres

22 Desde comienzo de los años setenta este texto caló en la conciencia histórica a través del movimiento estudiantil, considerándose en la actualidad un texto fundamental de la filosofía europea contemporánea a pesar de los intentos de apropiación conservadora.

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pagan el acrecentamiento de su poder con la alienación sobre aquello sobre lo cual ejercen dicho poder” (Horheimer y Adorno, 1989:9).

Desde el ecofemismo Vandana Shiva (1997), una de sus teóricas y militantes más destacadas, como veremos después, ha sido catalogada como antimodernista por su fuerte critica al desarrollo,23 que presentado como un proyecto para incrementar el nivel de vida de la población, destruyó los medios de susbsistencia de muchas sociedades tradicionales al romper los sistemas socioculturales que pautaban sus relaciones sociales y sus formas de producir. Con ello, se introducía el mercado, con su lógica del lucro como motor de la modernidad, y la perdida del estatus de las mujeres en las estrategias de uso, manejo y conservación de los ecosistemas. Mary Mellor (2002:196), dice que los problemas ambientales y los de las mujeres se ven agravados por la gestión de las agencias y los trabajadores de desarrollo occidentales que basan su pensamiento en la división del trabajo según el género en los sistemas industriales y fracasan a la hora de reconocer la centralidad de la mujer en la agricultura de subsistencia.

Es común que las campañas y protestas ambientalistas, organizadas por mujeres, levanten críticas al actual modelo de desarrollo basado en el conocimiento científico, en la tecnología industrial y en la economía de mercado capitalista. Un elemento central del ecofeminismo, como veremos después, consiste en cuestionar el conocimiento científico, dado que está valorado por encima del conocimiento popular o tradicional; igualmente el mundo público de las instituciones y el comercio, ya que están valorados por encima del mundo privado del trabajo y las relaciones domésticas (Mellor, 2002:198). Por ello, la orientación propuesta plantea la necesidad de repensar la universalidad del proyecto de sociedad occidental, en palabras de Vandana Shiva (1997) la modernidad nos ha abocado a una visión reduccionista del mundo; una visión desde la cultura construida por el 'hombre' en masculino.

2 Heterogeneidad social de militancia: ecologista, pacifista y feminista

La adscripción social –ecologista, pacifista y feminista- del inicio de los 60, fue ampliando sus bases con sectores sociales populares que desde finales de los 80 se unen a la confluencia de los procesos de antagonismo a la lógica del despliegue de la globalización económica. Las múltiples ramificaciones de las especificidades temáticas y locales dotan a estos movimientos de una heterogeneidad, tanto en sus reivindicaciones como en sus propuestas de cambio, como es el caso de sectores del “Tercer Mundo” de pequeños agricultores, campesinos, indígenas y mujeres; tal como lo expresa la consigna del Zapatismo: un mundo donde quepan todos los mundos.

Aunque el movimiento feminista se identifica ampliamente con las acciones del primer mundo, las luchas locales contra la destrucción y el deterioro del medio ambiente han proliferado en el Sur con una amplia participación de las mujeres. Sin embargo existe un prejuicio que invisibiliza la participación de las mujeres en los 23 Ella ha denominado al desarrollo como “mal desarrollo”.

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movimientos ecológicos, como dice Mary Mellor (2000:29), el papel de las mujeres en las luchas y debates ecológicos, igual que en todos los compromisos sociales y políticos, ha quedado oculto en la historia. Además, dice esta autora, que los escritores verdes, predominantemente varones, tienden a visualizar en las luchas ambientales a los indígenas, campesinos o a los locales (2000:39). Por ello nosotros, aunque sea brevemente queremos, a continuación, hacer referencia a algunos de estos movimientos, ubicándolos dentro de la ecología política y subrayando la participación de las mujeres en ellos. Hemos encontrado un inmenso abanico de organizaciones e iniciativas sociales que van desde las denuncias por la contaminación, la lucha contra el armamentismo, el consumismo, los bancos de semillas, hasta la salvación de las ballenas o las aves silvestres, o la oposición a las explotaciones mineras. Pero a pesar de esta riqueza y diversidad, es muy común que estas iniciativas sociales de nivel local sean invisibilizadas, tal vez por parecer irrelevantes o demasiado frágiles para convertirse en una alternativa a la hegemonía del actual modelo neoliberal.

En relación a los movimientos donde participan las mujeres encontramos los ele-mentos de heterogeneidad en todas sus acciones. En el Norte los peligros ecológi-cos del industrialismo y en militarismo generaron una gran cantidad de luchas de base en las que la participación de la mujer adquirió una gran relevancia; puede de-cirse que el pacifismo aparece en los movimientos de mujeres tanto en Europa como en Norte América en la década de los setenta, adquiriendo una personalidad especifica en el movimiento ecofeminista de Estados Unidos como consecuencia del “desastre en la central nuclear de Three Mile Island y la amenaza para la salud por derrame toxico descubierto en Love Canal”. El desastre provocó una expresión es-pontánea de indignación y resistencia por parte de las mujeres contra esa tecnología y contra el sistema bélico industrial en general. Se había disipado el que la tecnolo-gía nuclear era malévola cuando se aplicaba a bombas, pero era benévola cuando se utilizaba para electricidad de consumo urbano (Mellor, 2000:32 y Mies y Shiva, 1997: 33).

Las acciones más conocidas y documentadas de las luchas de las mujeres del Sur, se relacionan con la defensa de los recursos respecto de la extracción de caliza y la tala de bosques en el Himalaya –El movimiento Chipko24-. Otro ejemplo importante es el del Cinturón verde de Kenia, encaminado a resolver el problema de combustibles en las zonas rurales, la desertificación y erosión del suelo, al rodear a las aldeas de un millar de árboles.25 Asimismo, el movimiento de Vía Campesina, particularmente en Brasil, las mujeres del Movimiento de los Sin Tierra, han realizado acciones en contra de las compañías productoras de papel, las cuales han sembrado a costa de la biodiversidad campesina grandes plantaciones de eucalipto. También son de gran importancia los movimientos de mujeres en Colombia, que trabajan propuestas de agroecología de emergencia, en comunidades desplazadas o afectadas por el conflicto armado. En el Ecuador, grupos de mujeres han confor-mado una red de información y lucha en resistencia a la minería; esta red tiene como fin compartir experiencias y tomar decisiones eficaces en defensa de los derechos humanos, ambientales, colectivos y de género amenazados por proyectos y activida-24 Ampliamente documentado por V. Shiva en su libro Abrazar la vida, 1989.25 Para mayor información puede verse http://www.greenbeltmovement.org/biographies.htm

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des de explotación minera. Otros grupos se han formado alrededor de una alimentación sana, sin agrotóxicos; algunos incluyen uso de semillas tradicionales, prácticas de conservación y fertilización de suelos y/o la lucha contra las leyes de patentes de semillas y la biopiratería. Como puede apreciarse al participar o potenciar estas acciones, el ecofeminismo como movimiento social esta fuertemente vinculado con otros movimientos de resistencia, por lo que puede afirmarse que, las luchas de las mujeres por el acceso a los medios de vida o la defensa del medio ambiente, han dotado a sus formas de acción social colectiva de una naturaleza ecologista.

En relación a su condición pacifista, queremos resaltar aquí las acciones del “Movimiento Mujeres de Negro” contra la guerra, que funciona en una red internacio-nal. Este movimiento realiza protestas públicas no violentas -salen a las calles, ves-tidas de negro26-, en palabras de una de sus militantes “Llevamos el negro como ex-presión de luto por todas las víctimas de la guerra y todas las formas de violencia. El negro es una advertencia de que la amenaza de guerra no ha desaparecido por-que predomina la conciencia y las prácticas militaristas [...] muchas veces lo hace-mos en silencio porque esta es la forma de poner de manifiesto la ausencia de la voz de las mujeres”27. Cynthia Cooper (2007:2), comenta que este movimientos busca con sus protestas sensibilizar a la opinión pública por los crímenes cometidos en contra de la población civil; impulsar la conciencia de la responsabilidad por la gue-rra; reclamar la verdad sobre las personas desaparecidas; exigir juicios contra todos los autores, organizadores y ejecutores de los crímenes de guerra; prestar apoyo y solidaridad a las personas refugiadas, desplazadas, expulsadas y a todas las vícti-mas de guerra; apoyar a los hombres que se niegan a ir a la guerra; promover la ob-jeción de conciencia al servicio militar; reclamar la disminución de los gastos milita-res y policiales, la prohibición de minas antipersonales y la conversión de la industria militar; cambiar la mentalidad patriarcal; hacer visibles los vínculos y objetivos comu-nes con movimientos y redes internacionales pacifistas, feministas y ambientalistas. En el contexto del pacifismo no puede dejar de nombrarse al movimiento de Greenham Common28, en el sur de Inglaterra, donde un grupo de mujeres estable-cieron un campamento pacifista durante años (1981-1992), para oponerse y denun-ciar los riesgos -en plena carrera armamentista- de la base militar americana con misiles nucleares; hasta que lograron que la base fuera declarada ilegal y se recon-virtiera en tierra, un espacio para cultivar, y donde además se ha construido un cen-tro social para las mujeres.

Todos los nuevos movimientos sociales, suponen la subversión de los códigos culturales dominantes; pero, tal vez la peculiaridad del feminismo resida en que el feminismo desafía el orden social y algunos códigos culturales ancestrales y universales como el patriarcado. El feminismo es un proyecto transformador de la cultura porque se plantea la necesidad de repensar y reconstruir la feminidad y la masculinidad, y con ello la introducción de nuevas formas de organización social e

26 Estas acciones se han hecho coincidir con fechas importantes para el movimiento internacional de paz y mujeres.27 Clara Mazo, Militante colombiana.28 Greenham Common en el sur de Inglaterra era uno de los lugares donde los Estados Unidos guardaban sus misiles nucleares. Para mayor información ver http://www.greehamcommon/greenham.htm

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interrelación entre los sexos.

Al respecto Ana De Miguel (2000:5), comenta que el feminismo ha sido capaz de desafiar concepciones y hábitos ciertamente arraigados en el seno de los movimientos sociales, en las prácticas organizativas, en las reivindicaciones y objetivos de luchas sociales y políticas, y en toda una serie de ideas y hábitos que afectan a la teoría y a las estrategias de los movimientos de izquierda.

3. Diferencialidad de objetivos, estructuras descentralizadas y antijerárquicas

Los nuevos movimientos sociales, a diferencia de los históricos, han logrado una plasticidad en sus acciones que actúa como convergencia, generando una dimensión unitaria a pesar de su diferencialidad de objetivos. Las fuerzas de acción social colectiva de disidencia a la globalización económica, niegan que los problemas sociales básicos puedan ser resueltos transformando un solo factor y acentúan la necesidad de enfoques globales.

Para Piven y Cloward (1978: 20-35), los movimientos sociales usualmente surgen después de un proceso tripartito. Primero viene la pérdida de legitimidad del sistema: “un gran número de hombres y mujeres que normalmente aceptan la autoridad de las normas y la legitimidad de los arreglos institucionales llegan a creer en cierta medida que esas reglas y esos arreglos son injustos o malos; más tarde, esos hombres y mujeres pasan del fatalismo común a la reivindicación de sus derechos y otras demandas de cambio, ante las agresiones modernizadoras. Finalmente, “la gente que normalmente se considera a sí misma impotente llega a creer que tiene cierta capacidad de alterar su situación [...] conforme crece un nuevo movimiento, entonces, el empoderamiento de sus miembros se convierte en factor determinante de su crecimiento continuo”.

Para lograr objetivos concretos que se perciben como esenciales se intentan alcanzar consensos y movilizaciones muy amplias, alrededor de una reivindicación bien delimitada (la legalización del aborto, el cierre de una central nuclear, la no utilización de semillas transgénicas o la salida de una alianza militar, por ejemplo) que se utiliza como catalizador. Desde esta perspectiva, las militancias de las mujeres y sus diferencias internacionales se mitigan llegando incluso a anularse. Los movimientos sociales van dirigidos a lograr reformas graduales, al tiempo que buscan un cambio radical, a largo plazo. Los movimientos suelen comenzar con acciones pequeñas, de naturaleza cultural; como rebeldía ante situaciones injustas, que van adquiriendo sentido y fuerza con el tiempo asumiendo un ‘marco’ y una estructura organizativa compartida. “Los participantes en un movimiento pueden no llegar a reconocerse a sí mismos como tales, o pueden solamente reconocer que fueron ‘parte de’ un movimiento, mucho después del hecho. En otras palabras, las personas individuales que están involucradas en sus luchas cotidianas, o quizás también en luchas locales o nacionales a través de sus organizaciones, pueden no reconocer que son parte de un movimiento social transnacional, y sin embargo esto no significa que no lo sean” (Peter Rooset 2005). En este sentido sus acciones, muchas veces tienen un carácter coyuntural (fases de flujo y reflujo), rasgo éste

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que está obviamente relacionado con formas de acción social colectiva de escaso grado de organización.

La estructura organizativa de la disidencia al neoliberalismo y la globalización económica, de los años noventa, pretende ser descentralizada y antijerárquica, en forma de red (o conexión de redes) que, en las primeras oleadas de protesta, tenía un nivel muy bajo de institucionalización aunque actuase a través de una permanencia de acciones. Cuando la conexión en redes actúa sobre formas de acción social colectiva, el bajo nivel de institucionalización y la ausencia de burocracias se suple con elementos informacionales de relación, que hacen innecesaria la profesionalización. Se genera una cooperación social con capacidad creativa, que rompe con el modelo de representación surgido de la mediación del liberalismo político.

No obstante, los movimientos sociales normalmente incluyen una gama de tipos de organizaciones difusas (y de no-organizaciones); sus infraestructuras organizativas surgen y desaparecen vinculadas a actividades, yendo desde instituciones formales hasta acciones espontáneas. Los movimientos sociales no se limitan a actividades de organizaciones formales, y sin embargo éstas “tienden a surgir en la cresta del movimiento”. En ese sentido, puede decirse que las organizaciones de los movimientos sociales surgen de las ‘olas’ de descontento y que irrumpen y ‘quiebran’ en el ámbito internacional. La “característica clave y distintiva” de un movimiento social es el “desafío colectivo”. Este es el factor central de estas formas de acción social colectiva, porque las organizaciones más formales generalmente no se involucran en ese tipo de acciones. Esto es perceptible en las posiciones más desafiantes que los movimientos sociales asumen frente a las entidades de la articulación transnacional de los Estados como la Organización Mundial del Comercio (OMC) o al Banco Mundial (BM), por ejemplo.

En efecto, para Mary Mellor (2000:17), mientras las mujeres del Sur luchan batallas diarias por la supervivencia, la alimentación, la tierra y el agua, llamamientos de angustia o inquietud de las mujeres occidentales blancas por salvar a las ballenas, preservar la naturaleza silvestre, palidecen hasta la insignificancia frente a la necesidad inmediata de agua limpia, comida, salud y vivienda. Sin embargo, sería igualmente equivocado verlas en oposición. No se trata de un rechazo a las campañas de conservación, si no de que las feministas vean los temas políticos que las afectan en un contexto internacional.

La participación de las mujeres en los movimientos sociales adquiere una relevancia cuando estas tienen una naturaleza local, como es el caso de las movilizaciones por una vivienda digna, por la instalación y acceso al agua potable en los barrios urbanos o comunidades rurales; e incluso en acciones como la lucha por la tierra o en los huertos comunitarios urbanos de las ciudades del Sur. Sin embargo, su visibilidad desaparece cuando estos movimientos requieren una representatividad de los grupos a los que pertenecen para situarse en acciones globales como son los foros alternativos a las reuniones internacionales. En efecto como señala Mary Mellor (2000: 41) “la vulnerabilidad de las mujeres –tanto del Norte como del Sur- ante los problemas ambientales es su falta de acceso a los centros de toma de

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decisiones. Si bien las mujeres están desproporcionadamente representadas en las comunidades pobres y vulnerables, los hombres están desproporcionadamente representados en las posiciones de poder e influencia.

4) De la politización de la privacidad y la vida cotidiana.

La consigna de “Lo personal es político” fue introducida en los años setenta por el movimiento feminista, y ha estado como un proyecto de primera línea en las luchas y en los esfuerzos organizativos feministas. Localizándose en una perspectiva política de lo personal, y en oposición al punto de vista del reformismo igualitario, concibiendo éste como asimilación de la mujer a los esquemas simbólicos patriarcales, este nuevo discurso feminista se asienta en un análisis crítico de la situación de la mujer en el ámbito doméstico como espacio primordial de la dominación masculina.

Desde este lema el feminismo comienza a abordar el proceso de redefinición de la realidad, iluminando y ensanchando la concepción sobre cómo actúa el poder, sobre cómo se mantiene y reproduce el sistema de dominación, al analizar las prácticas de las mujeres dentro del ámbito doméstico como el núcleo de su opresión y degradación. De este modo, frente a expresiones como: “mi madre no trabaja” o “si las mujeres trabajaran”, que proyectan una imagen distorsionada de la realidad productiva y el valor social de las prácticas del trabajo doméstico, se ha pasado a redefinir esa misma realidad como “la jornada interminable”, o la triple jornada laboral de las mujeres”; nuevas investigaciones tratan de cuantificar lo que también se ha denominado como “los trabajos del cuidado” y “la explotación del amor” (Ana de Miguel; 2000:6), cuestionando por tanto los micro-elementos que ordenan la vida.

En este mismo sentido, es conocida la crítica que el feminismo ha levantado a la dicotomía planteada por el liberalismo entre lo público y lo privado. García (2006:3), plantea que el feminismo ve problemática esta dicotomía dado que, lo público se ha construido sobre los valores considerados propios de los hombres, lo cual condena a las mujeres a la esfera privada y por lo tanto silencia sus intereses. El debate también plantea la necesidad de ampliar la agenda política con temas considerados antes como del ámbito privado, tales como la violencia de género y la organización social de la reproducción humana, así como a solicitar la intervención pública o del Estado, vía derecho penal y/o asistencia social, en áreas de la vida tradicionalmente consideradas privadas o personales. En este sentido Ana De Miguel (2000:6), expresa que el feminismo busca conjugar varios tipos de acción para poner fin a la doble reproducción del sistema patriarcal, dentro y fuera de las personas, en el espacio público y en el privado, para romper la implacable dinámica de refuerzo mutuo que se da entre las prácticas de la vida cotidiana y las macroestructuras económicas, políticas e ideológicas, con ello se quiere hacer un aporte a la construcción de una nueva política ciudadana.

4. EL ECOFEMINISMO COMO PARTE DE LA AGROECOLÓGICA

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En un antiguo texto, reeditado recientemente, pretendimos teorizar el marco teórico de la Agroecología como resultado de las investigaciones realizadas en nuestra interacción con los grupos de agricultores con los que trabajábamos en Andalucía, por un lado; y con los compañeros latinoamericanos que estaban involucrados en procesos de acompañamiento análogos. Allí, en 1995 definimos la Agroecología “como el manejo ecológico de los recursos naturales a través de formas de acción social colectiva para el establecimiento de sistemas de control participativo y democrático, en los ámbitos de producción y circulación. La estrategia teórica y metodológica así elaborada tendrá, además; por un lado, una naturaleza sistémica y un enfoque holístico, ya que tales formas de manejo habrán de frenar selectivamente el desarrollo actual de las fuerzas productivas para contener las formas degradantes de producción y consumo que han generado la crisis ecológicas. Y, por otro lado, tal necesario manejo ecológico de los recursos naturales, tendrá igualmente, una fuerte dimensión local como portadora de un potencial endógeno, que a través del conocimiento campesino (local o indígena, allá donde pueda aún existir), permita la potenciación de la biodiversidad ecológica y sociocultural y el diseño de sistemas de agricultura sostenible” (Sevilla Guzmán, 2006a: 150 y 223). Pretendemos aquí, tras la contextualización teórica e histórica anterior, mostrar cómo el Ecofeminismo y la Agroecología poseen un núcleo central de elementos comunes; lo que nos permite hablar de aquel como parte de ésta, cuando a la lucha contra la opresión a la naturaleza se una un manejo ecológico de la misma, basado en aquellos elementos de la coevolución social y ecológica que han probado su sustentabilidad: biótica, por la naturaleza regenerativa en lo agropecuario, forestal; y social, por sus capacidades de emancipación en lo económico, cultural y político. Para desarrollar, esquemáticamente, una contrastación de ambos enfoques y actividades académicas y militantes en lo que respecta a sus rasgos claves; pero antes veamos, esquemáticamente también el despliegue del ecofeminismo o más bien de los ecofeminismos.

4.1. LOS ECOFEMINISMOS

A finales de los setenta, aparece el ecofeminismo dentro de lo que se conoce como la segunda ola del feminismo, como un encuentro de la reflexión entre dos marcos teóricos y de acción crítica a la modernidad: el ecologismo y el feminismo; del primero retoma la preocupación por el impacto de las actividades humanas sobre la naturaleza y del segundo toma la visión de la humanidad como sexuada, con modos de subordinación, explotación y opresión hacia las mujeres.29 Muchos de los objetivos de estos dos movimientos se apoyan mutuamente y, esencialmente, ambos buscan desarrollar perspectivas y prácticas globales que no estén fundadas en sistemas de dominación (Karen Warren, 2003:11). En este sentido Mary Mellor (2000:66), plantea que en sus orígenes está la pérdida de la fe en la ciencia, la tecnología y el desarrollo, tal como se refleja en la crítica de los movimientos ecologistas al industrialismo occidental, la crítica del Sur al imperialismo económico y al crecimiento de las campañas antinucleares. También está como argumento la

29 El feminismo como movimiento social, es más antiguo que el ecologismo, que apenas aparece en escena en los años 60-70.

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comprensión de que el optimismo de las feministas liberales acerca de progreso político y social de las mujeres estaba fuera de lugar. Lo que quiere decir que el feminismo que aboga por la igualdad de oportunidades siempre estará limitado sino advierte la insostenibilidad de las sociedades de consumo actuales.

El término como tal "Ecofeminismo" aparece por primer vez mencionado por Françoise d'Eaubonne, en 1974 en su obra “El feminismo o la muerte” (Josefa Brú, 1997); luego el término empezó a popularizarse en el contexto de numerosas protestas contra la destrucción del medio ambiente, iniciada por los desastres ecológicos, tales como los derrames de petróleo o la lluvia ácida, donde las mujeres fueron importantes protagonistas. En este contexto es de resaltar la figura de Ynestra King, quien representa el vínculo entre movimiento ecofeminista y el activismo político radical; ella inició el movimiento de Acciones de las Mujeres ante el Pentágono en 1980 y 1981.

Podemos decir que durante más de tres décadas, el ecofeminismo ha producido una perspectiva evidente y valiosa sobre la relación entre la sociedad humana y su medio ambiente natural que tiene implicaciones tanto para la teoría social como para la práctica política (Mary Mellor, 2000:16). Pero a pesar de ello, es importante resaltar que aunque la participación de las mujeres en las luchas ecologistas de base, en diversas partes del mundo, incluyendo numerosas conferencias de elevado perfil y de la formación de varias redes de comunicación, no existe un movimiento ecofeminista formal como tal, más concretamente hay un movimiento de ideas, teorías y prácticas que se construyen sobre las luchas reales de las mujeres, tal como lo muestran los ejemplos que hemos referido atrás.

Desde el pensamiento social las ecofeministas rescatan y retoman a Simone de Beauvoir, quien en su texto “El Segundo Sexo” abre una fuerte discusión con su famosa frase: "No se nace mujer, se llega a serlo". Allí se denuncia la exclusión de las mujeres del mundo de lo público, a través de la conceptualización de la mujer como alteridad, como naturaleza, como vida cíclica casi inconsciente30. La mayoría de las corrientes del ecofeminismo hacen una relectura de la antigua identificación patriarcal de Mujer como Naturaleza para darle un nuevo significado, revalorándolo. De aquí que se interprete que las ecofeministas estén más emparentadas con el feminismo de la diferencia que con el de la igualdad. Dado que las primeras son defensoras de otro tipo de sociedad basadas en la revalorización de ciertas características de las mujeres, tales como la maternidad y los cuidados. Mientras que las segundas han sido identificadas con las luchas de todas las mujeres por la igualdad de los derechos civiles y políticos.

Como hemos dicho el ecofeminismo es la convergencia de la ecología y el feminismo; la ecología dice básicamente que no se pueden destruir los fundamentos ecológicos a través de los que sobrevivimos; y el feminismo dice que no hemos nacido desiguales (Vandana Shiva, 2003:32). De hecho puede afirmarse que el

30 A partir de hacer un análisis de la biología, muestra como la diferencia de sexo no tiene por que determinar el género, entendido este como los comportamientos, roles y estatus. tal vez esta es una de las conclusiones más importantes de su famoso texto: no hay nada biológico que explique la discriminación de las mujeres.

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ecofeminismo se concibe como un proyecto intelectual y como una forma de transformar la realidad (Alicia Puleo, 2000).

Los temas más estudiados por las autoras ecofeministas tienen que ver con: La crítica a las estructuras de pensamiento dicotómicas en tanto que fundamentos del pensamiento moderno, principalmente respecto de los dualismos naturaleza/sociedad, producción/reproducción, racional/irracional, público/privado, cuerpo/espíritu;31 la ética política antiinstitucional y democrática de base; la supervivencia en contra de la satisfacción de las necesidades a través del mercado; la revalorización de lo cotidiano y el desafío a las vías convencionales de participación política (Marcelo Segales, 2005:13).

La obra de Ynestra King, presenta los principales elementos del ecofeminismo, dado que hace una crítica al dualismo de la sociedad patriarcal occidental, que distingue entre humanidad y mundo natural. King rechaza la idea de que las mujeres abandonen su asociación con la naturaleza y se unan a los hombres en el mundo público, en los mismos términos, puesto que eso significaría abrazar las formas culturales que rechazan a la mujer y a la naturaleza (Mary Mellor, 2000:81).

Es importante no perder de vista que la mayoría de los feminismos no son ecologistas, llegando en muchas oportunidades, a ser marginada, rechazada y catalogada bajo el calificativo de escencialista y simplista, siendo entonces una corriente minoritaria dentro del movimiento social de mujeres; incluso muchos feminismos pueden ser anti-ecofeministas. También es común que los ecologismos o medioambientalismos no sean feministas, lo que significa un reto para las alianzas entre dichos movimientos. Las corrientes feministas no ecologistas han criticado de modo muy duro, la utilización de los estereotipos de género como arma potencialmente liberadora de la mujer. El plantear que la cuestión de la relación de las mujeres con la naturaleza es muy problemática para el feminismo, ya que este ha tratado durante mucho tiempo de separar sexo y género, y por ello habría que preguntarse: ¿la “naturalización” que hace el ecofeminismo, favorece o perjudica su lucha contra el patriarcado? Si el patriarcado le ha asignado un sitio (el dominio privado, el cautiverio, la maternidad, la naturaleza, etc.). La mayor parte de las feministas opinan que la exaltación de lo inferiorizado no puede alterar los valores que sustentan esa inferiorización. Esta ideología esencialista sobre la mujer, históricamente construida, ha acabado modelando unos rasgos específicos con el fin de sojuzgarla y mantenerla apartada de sus intereses emancipatorios. ¿Decir que las mujeres están más cerca de la naturaleza por nuestra capacidad materna no es volver a encerrarnos en los límites de las funciones reproductivas? Y, por otro lado, ¿la exaltación de lo inferiorizado desde posiciones de no poder es capaz de alterar los valores establecidos? ¿No estaríamos agregando un trabajo más a las oprimidas, la de ser salvadoras del ecosistema invocando su esencia? (Alicia Puleo, 2006).

Sin embargo, diversas autoras como Alicia Puleo (2007) postulan que el ecofeminismo aporta elementos interesantes, en su perspectiva crítica, respecto al

31 Estudios sobre dualismos y pares en oposición se pueden ver en: Warren, Karen. 2003. Filosofías ecofeministas: una mirada general. Editorial Icaria, Barcelona.

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concepto de naturaleza y de los dualismos que devela, además de que puede ser de importancia para muchas mujeres jóvenes sensibles a los asuntos ambientales, por lo cual lo sitúa como un proyecto ecopolítico con posibilidades de futuro.

A pesar de las enormes diferencias que separan las distintas teorías ecofeministas, Karen Warren (1996), plantea que la teoría ecofeminista se basa en las siguientes afirmaciones:

Existe relación entre la opresión de las mujeres y la opresión de la naturaleza. Es necesario entender esta relación opresiva (mujeres y naturaleza) para entender la opresión de ambas. La teoría feminista debe incluir una perspectiva ecológica. Las propuestas a la problemática ecológica deben incluir una perspectiva feminista. Es una ética inclusiva y relacional. No hay una ética neutral al género. Es un movimiento antirracista, antisexista y anticlasista.

Alicia Puleo (2007), cree que más allá de todos los problemas teóricos y prácticos de un feminismo que se encuentra actualmente en plena elaboración y discusión, su validez está vinculada a las propuestas alternativas a la crisis de la sociedad consumista e individualista actual. Las aportaciones de dos pensamientos críticos -feminismo y ecologismo- ofrecen la oportunidad de enfrentarnos no sólo a la dominación de las mujeres en la sociedad patriarcal sino también a una ideología y una estructura de dominación de la naturaleza ligada al paradigma patriarcal del varón amo y guerrero.

El ecofeminismo es plural tanto en sus prácticas como en sus posturas políticas, lo que tiene que ver por supuesto con las trayectorias, con los distintos momentos históricos, con las realidades también distintas de las autoras involucradas. Nos referiremos a ellos de manera esquemática, sin detenernos en la definición exhaustiva de los distintos enfoques ni en el debate que existe entre las distintas tendencias.

4.1.1. Ecofeminismo clásico o espiritualista: Surgió en los Estados Unidos en los años setenta, basado en el feminismo de la diferencia el cual afirma que hombres y mujeres expresan esencias opuestas. En el se destacan las teóricas Mary Daly32, Sherry B. Ortner33 y Hazel Henderson34, las cuales creen descubrir en las mujeres rasgos específicos que las emparentan estrechamente con la naturaleza. Afirman que el patriarcado ha conducido a la crisis ecológica y que la solución pasa por la ética del cuidado femenino. Entre la literatura más conocida y divulgada se encuentra el texto de Mary Daly Gin/ecology, plantea la necesidad de preservar el cuerpo femenino de la manipulación y de la contaminación industrial buscando formas alternativas de terapias (A. Puleo, 2007). Hazel Henderson, nos dice que el ecofeminismo valora la maternidad, la crianza y el mantenimiento de los hábitats y de las comunidades, todo ello como el trabajo más altamente productivo de la sociedad y no como el más desvalorizado, como ocurre bajo el dominio de los 32 Teóloga norteamericana.33 Antropóloga estadounidense.34 De nacionalidad inglesa, hoy vive en Estados Unidos.

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Page 21: LA CONCIENCIA DE GÉNERO EN AGROECOLOGÍA€¦  · Web viewLa tarea que nos adjudicamos fue sistematizar y teorizar las múltiples formas de respuesta que surgían de los campesinos

valores de la economía patriarcal, que ha ignorado y no retribuye tales tareas. La primera feminista en analizar la supuesta proximidad de las mujeres a la naturaleza fue Sherry B. Ortner. En su obra señala que las mujeres han sido tradicionalmente asociadas con "algo" que todas las culturas infravaloran y que goza de menos estatus. Siendo ese “algo” la naturaleza en sentido amplio. Su propuesta es la recuperación de los valores matriarcales, convirtiendo el rol insustituible de las mujeres en la preservación de la especie en un instrumento de poder para las mujeres y en un activismo ecológico propio. Las primeras conexiones entre el feminismo y la ecología que dieron origen al ecofeminismo se encuentran en las utopías literarias de las feministas de los años setenta. En ellas se define una sociedad en la que las mujeres viven sin opresión, lo que implica la construcción de una sociedad ecológica, descentralizada, no jerárquica y no militarizada, con democracia interna y en la que prevalece el uso de tecnologías más respetuosas con el medio ambiente, etc. Aboga por un cambio desde una economía determinada por las fuerzas del mercado -modo de producción parasitario que se aprovecha del trabajo gratuito de millones de mujeres- hacia una economía determinada por las mujeres y sus necesidades, gobernada por estructuras locales y comunitarias (Marcelo Segales, 2005). La relevancia ecológica que se concede a la espiritualidad radica en el redescubrimiento del carácter sagrado de la vida, del cual se desprende que su conservación sólo será posible si las personas vuelven a considerar sagradas todas las formas de vida y a respetarlas (Mary Mellor, 2000 ).

A pesar de su esfuerzo por hacer una relectura de la dicotomía cultura-naturaleza, exaltando y revalorizando a la mujer como naturaleza, esta corriente de pensamiento al invertir la valorización no logra romper tal dicotomía, sino que vuelve a instaurarla. Por ello y por su esencialismo biologicista, esta corriente ha sido fuertemente criticada, muchas veces se le acusa de ahistoricidad, ingenuidad epistemológica y simplificaciones en la interpretación de las relaciones entre los géneros. Es peligroso argumentar que las mujeres como seres biológicamente sexuados están conectadas por ello con el mundo natural o que de alguna manera lo representan; dado que esto socava la lucha que han venido sosteniendo las mujeres contra el discurso que las naturaliza para justificar su subordinación (Mellor, 2000 y Puleo, 2007). Sin embargo muchos de sus argumentos han sido el motor para grupos de mujeres pacifistas que se han manifestado en contra de la guerra y del sistema bélico.

4.1.2. Ecofeminismo Multiculturalista o Ecofeminismo del Sur: Entre las autoras más reconocidas de esta escuela pueden citarse a Vandana Shiva35, María Mies36 e Ivonne Gebara.37 Aparece en los años ochenta y se caracteriza por la crítica al modelo de desarrollo occidental, que ha destruido los modos de vida tradicionales de 35 Física nuclear y filosofa de la India. Algunos la consideran esencialista, ya que considera que todas las mujeres del "Tercer Mundo" tienen una relación especial con la naturaleza, hecho que las distingue de las mujeres de los países desarrollados. Esta mujer es tal vez la figura más reconocida del ecofeminismo, y ha sido una de las voces más influyentes en todo el mundo sobre el ecofeminismo. Fundadora de Navdanya un movimiento social de mujeres para proteger la diversidad y la integridad de los medios de vida, especialmente las semillas. Considerada hasta ahora interpretada como la voz ecofeminista del "Tercer Mundo.36 Feminista alemana, muy vinculada a la lucha contra la energía nuclear y contra la manipulación del cuerpo de las mujeres.37 Teóloga brasileña, la cual sostiene que la justicia social implica ecojusticia.

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Page 22: LA CONCIENCIA DE GÉNERO EN AGROECOLOGÍA€¦  · Web viewLa tarea que nos adjudicamos fue sistematizar y teorizar las múltiples formas de respuesta que surgían de los campesinos

muchos pueblos indígenas y campesinos del Sur del planeta, los cuales han sido más sostenibles que los propuestos por occidente (Mary Mellor, 2002:195). Para las mujeres rurales pobres del Sur, sus lazos con el mundo natural se hallan en la realidad de su vida cotidiana, por ello sus luchas son luchas ecológicas. El capitalismo ha acabado con distintos medios de producción como la agricultura de subsistencia, en la que hombres y mujeres participaban en condiciones de mayor igualdad, adjudicando el trabajo asalariado a los hombres y la reproducción, gratuita, devaluada e invisible a las mujeres (V. Shiva, 2003).

Estas ecofeministas identifican al patriarcado, y particularmente al patriarcado occidental como fuente principal de la destrucción ecológica global. Dado que este propone una división de la sociedad en dualismos jerárquicos, separando la cultura y la sociedad del mundo natural, y en donde la ciencia y el conocimiento especializado desplazan al conocimiento popular tradicional (Mary Mellor, 2000:18).

En general, la mujer es la principal víctima de la destrucción de lo natural, en casi todas las sociedades conocidas, por sus roles de género y por las relaciones de poder, impuestos por el patriarcado. En este mismo sentido Shiva (2006:33), comenta que durante el proceso de colonización, y posterior descolonización, han sido las mujeres las que se han llevado la peor parte; a pesar de las excepciones, el acceso de la mujer a los recursos económicos ha empeorado, habiendo aumentado la carga de trabajo, deteriorándose su estado de salud y nutrición. Para la mayor parte de las mujeres la biodiversidad ha sido sinónimo de supervivencia, por lo que la privatización de tierras comunales quita a las mujeres la base de su sustento, así como destruye los hábitats naturales, los bosques, las tierras y los ríos […] la visión del desarrollo ve a los pueblos indígenas, especialmente a sus mujeres, que no se integran en el mercado, como improductivas, sin embargo este es un trabajo invaluable para el manteniendo de la diversidad biológica y cultural.

Conscientes de la dificultad de acuerdos totales sobre una teoría y práctica eco-feminista, esta líderes han propuesto en distintos escenarios que se integren las cuestiones del género y del medio ambiente sobre el pilar común del concepto de justicia social. Yvone Gevara sostiene que hoy en día la justicia social implica ecojusticia, por que el deterioro y la privatización de la naturaleza afecta a los pobres y principalmente a las mujeres; la autora destaca la gran participación de mujeres en las luchas de base vinculadas a la sobrevivencia. Este ecofeminismo articula la crítica al desarrollo con la lucha contra el patriarcado y la preservación del medio ambiente, y propone un debate sobre formas alternativas de desarrollo, y no un desarrollo alternativo, ubicándose en muchas oportunidades en alianzas con grupos altermundialistas, lo cual constituye actualmente una de las principales fuentes de energía e ideas en las críticas contra la globalización neoliberal.

De otro lado, esta corriente de pensamiento se vincula con interpretaciones metafísicas de funcionamiento de la naturaleza, tales cosmovisiones, cruzadas por una enorme heterogeneidad de teorías interpretativas, al vincularse en mayor o menor medida con la religiosidad de numerosos pueblos de la tierra, sobre todo de América Latina y La India (Marcelo Segales, 2005).

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Esta escuela de pensamiento ha sido criticada por su idealización a los grupos indígenas olvidándose de los aspectos liberadores que ha proporcionado la modernidad y la ilustración (Alicia Puleo, 2007). En muchos casos han sacralizando a las culturas tradicionales38, presentándolas como hipercoherentes y como totalidades sin fisuras. Al respecto, consideramos que si bien todas las culturas son respetables, hay algunas prácticas culturales que deben someterse a una crítica transcultural.

A pesar de estas deficiencias, consideramos que dicho enfoque esta en construcción y que es muy importante para la agroecología, por su perspectiva intercultural, su apuesta pluriepistemológica y su crítica radical al despliegue coactivo de la modernidad, sobre la diversidad biológica y cultural del planeta.

4.1.3. Ecofeminismo Constructivista: Se trata del ecofeminismo más reciente, pues sus primeros textos empiezan a circular y ha ser debatidos en los años 90. Este se nutre de las feministas radicales y socialistas e introducen la especificidad ecologista. En esta corriente se encuentran las teóricas Carolyn Merchant39, Val Plumwood40 Mary Mellor41 y Alicia Puleo42, quienes parten del pensamiento postmoderno y plantean que la civilización ha sido construida androcéntricamente. Sostienen que no hay una esencia femenina que acerque a la mujeres a la naturaleza, sino un devenir histórico con estructuras socioeconómicas determinadas que ha acercado a las mujeres a la naturaleza y alejado a los varones de ella, por lo que la unión de mujeres con la naturaleza, se da por padecer de una opresión análoga, esto es, el lazo que ciertas mujeres sienten con la naturaleza tiene su origen en sus responsabilidades de género en la economía familiar (Alicia Puleo, 2008). Desde esta corriente la afirmación de que las mujeres están más cerca de la naturaleza no significa una esencialización, plantean que no es posible entender las consecuencias de la destrucción ecológica del modelo dominante sin comprender su naturaleza de género (Mellor, 2000:9 y Alicia Puleo, 2008). Plantean que el patriarcado es un fenómeno construido históricamente, y que por lo tanto puede y debe deconstruirse. Para esta corriente el modelo patriarcal, al situar a la mujer en la esfera privada y doméstica, la ha educado en la cotidianeidad, menospreciada por la alta especialización de la producción capitalista androcentrada. Señalan que la mayor parte del trabajo de las mujeres ha sido devaluado y en general no recibe paga alguna o es muy bajo, debido a que lo femenino está asociado a los procesos vitales del cuerpo, desde el cuidado de los hijos, higiene, salud y a la producción de alimentos básicos (Mary Mellor 2002:198). Sobre la dicotomía cultura-naturaleza, expresan que tanto hombres como mujeres, son naturaleza y cultura a la vez; no rechazan de forma absoluta la ciencia y la tecnología, sino que abogan por un uso prudente y ético de las mismas.

38 Buena parte de las ideas de Vandana Shiva reposan en la filosofía Ghandiana, la cual tiende a minimizar las desigualdades económicas y sociales (clase y casta) al interior de las comunidades indias tradicionales (B, Agarwal, 1989:216).39 Socióloga estadounidense.40 Filósofa australiana.41 Socióloga inglesa.42 Filosofa española.

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Este ecofeminismo tiene un contenido social muy fuerte por su cercanía a la crítica socialista de la mundialización neoliberal, para enfrentar dicha mundialización proponen una política de alianzas, pero no de fusiones entre movimientos. Sobre sus puntos débiles, Alicia Puleo (2007), ha señalado que la potencia teórica de las constructivistas, constituye a la vez su debilidad práctica, dada la complejidad de ciertos análisis y el rechazo a la mística de la feminidad, lo que despoja a muchos grupos de herramientas útiles a la hora de las movilizaciones.

El Ambientalismo Feminista: La principal teórica de esta corriente es Bina Agarwal,43 quien plantea una formulación alternativa a los ecofeminismos, dado que no comparte con ellos varios aspectos. En primer lugar señala que la conexión mujer-naturaleza, no tiene igual significación en todas las culturas, además de que esta puede variar a través del tiempo. Sin embargo, considera que la construcción simbólica que haga cada sociedad sobre las mujeres y la naturaleza, se verá reflejada en las formas de actuación. Por otro lado, no comparte con el ecofeminismo la construcción de mujer como una categoría unitaria, donde no se considera la clase, la etnia y la casta, olvidando por tanto que la interacción de estas afecta los patrones de acceso a y de uso de los recursos naturales. Este último aspecto lo ve claramente en Vandana Shiva, quien a partir de su experiencia en el norte de La India (con el movimiento Chipko) hace generalizaciones para todas las mujeres del Tercer Mundo (B.Agrawal, 1989: 182-189).

En los años 90 realizó un estudio muy detallado44 sobre cómo el deterioro ambiental en La India perjudica a las mujeres rurales, concluyendo que a pesar de ello no es correcto victimizarlas, dado que muchas mujeres organizadas se han convertido en agentes de cambio. Ella comenta que no son las características afectivas o cognitivas propias del sexo, sino su interacción con el medio ambiente (cuidado del huerto, recogida de leña, forraje y agua) lo que favorece la conciencia ecológica de las mujeres. La interacción con el medio ambiente y la correspondiente sensibilidad o falta de esta, dependen de la división sexual del trabajo y de la distribución del poder y de la propiedad según las divisiones de clase, género, raza y casta. Los argumentos de sus representantes descansan más en las relaciones materiales entre las mujeres y la naturaleza que en relaciones de carácter espiritual o esencial (1998:186). Enfatiza los intereses diferenciados por género en recursos específicos y procesos ecológicos, bajo una diferenciación de género en el trabajo y en las responsabilidades diarias. La relación entre el trabajo y el género es muy estrecha en su definición. Explican las diferencias de género en las experiencias del medio ambiente como “una manifestación de saberes distintos formados por múltiples dimensiones de identidad y diferencias, incluyendo: género, raza, clase, etnia y edad entre otros” (B. Agarwal, 1998:183).

Bina Agarwal (1998:189), comenta que el ecologismo de las mujeres

43 Economista india.44 Engendering the environment: lesson from indian subcontinet. Bina Agawal, Michigan State University, 1991. Un resumen del mismo se encuentra En: Agarwal, Bina. 1998. Género y el Debate Medioambiental: lecciones desde la India. En: Agra Romero Ma. Xosé (comp) Ecología y Feminismo. Ed. Ecorama. Granada, pp 179-226.

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campesinas de La India es aquel de quienes dependen directamente de los recursos naturales para vivir y cuya "disposición a pagar" por bienes ambientales es escasa, porque son pobres. Según esta autora el papel de las mujeres en los asuntos ambientales es importante por varias razones analizadas, entre los que distingue:

Las mujeres se preocupan por el aprovisionamiento material y energético, no porque les guste particularmente esa tarea ni por predisposición genética, sino por un papel social que así lo determina. Si no hay agua, si no hay combustible para cocinar, las mujeres deben buscar la solución.

Las mujeres poseen -en algunas culturas más que en otras- una parte más pequeña de la propiedad privada. Dependen más, por tanto, de los recursos de propiedad y de gestión comunitaria, y suelen defenderlos.

Las mujeres tienen con frecuencia un conocimiento particular en la agricultura y en la medicina popular, que queda devaluado con la irrupción del mercado o, a veces, del Estado.

A pesar de los aportes de Bina Agarwal a la comprensión de las dinámicas y problemáticas en la relación género-naturaleza, esta autora reduce su propuesta a la toma de medidas prácticas de conservación del medio ambiente que se apoyen en el saber tradicional de las mujeres rurales, en la sustitución de los monocultivos por los policultivos con semillas autóctonas y diversas, en la descentralización y favorecimiento de la participación de los grupos de mujeres en la toma de decisiones. Esto es indudablemente útil y necesario pero como señala Barbara Holland-Cunz, Bina Agarwual no logra superar la visión de la naturaleza como recurso, al punto de que siempre hace referencia al medio ambiente como simple escenario lo cual expresa un reduccionismo de la naturaleza.

4.1.5. Ecofeminismo Liberal: Corriente seguida por algunas activistas vinculadas a las organizaciones internacionales; se basa en el feminismo de la igualdad y la teoría conservacionista de la naturaleza, juzga que el deterioro ambiental es el resultado de la implantación de un modelo de desarrollo economicista que no considera sus impactos negativos sobre el medio ambiente, que no utiliza adecuadamente los recursos naturales y no cuenta con una legislación al respecto. Para estas ecofeministas la explotación de las mujeres es el resultado de la situación marginal en la que se les mantiene (menos oportunidades en la educación y en el trabajo, etc.). No creen que hombres y mujeres, por ser biológicamente distintos, deban tener actitudes distintas respecto a la naturaleza. Las mujeres, al igual que los hombres, insertas en el orden patriarcal, han desarrollado actitudes y estrategias que a menudo no son respetuosas con el medio ambiente. Las ecofeministas que defienden esta corriente proponen reformas medioambientales con base en una mejor aplicación de la tecnología y la ciencia moderna acompañada de una legislación que asegure el cumplimiento de las condiciones necesarias para un desarrollo ecológicamente sostenible. Las mujeres deben acceder al poder, a través de la igualdad de oportunidades, participando de todas las decisiones entre las que se encuentran la gestión de los recursos naturales, la preservación de un medio ambiente saludable y la defensa de la calidad de vida. En este caso, el medio ambiente es una construcción social, lejana al concepto de la madre naturaleza y su

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defensa por parte de las mujeres se enmarca en la lucha contra todas las formas de opresión del sistema patriarcal (Llort, Imma, 2006:3). Como vemos este ecofeminismo se diferencia de los otros en que no problematiza la relación mujer- naturaleza, ni realiza ninguna crítica a la ciencia, la tecnología o al modelo de desarrollo. Dado que esta postura es la que prima en las instituciones, es la que determina la toma de decisiones en las prácticas y en las inversiones que se hacen en muchos programas y proyectos con mujeres. Además, habría que agregar que las prioridades se hacen a través de expertas, y no de las necesidades del moviendo social de las propias mujeres. Inestra king (1998:71), plantea que este ecofeminismo es utilitario e instrumentalista en relación a la naturaleza, a la cual la sigue concibiendo como recursos naturales destinados al uso humano […] su apuesta va encaminada a que el agotamiento de los recursos no disminuya la productividad. En este mismo sentido, Alicia Puleo expresa no se trata simplemente de moderar nuestra explotación de recursos, sino de una redefinición etico-política en los conceptos de mujer y naturaleza. Coincidimos con las autoras, y consideramos que este enfoque es problemático en la medida que no cuestiona el orden social y por no superar el pragmatismo instrumental en términos de gestión o administración de recursos naturales.

5. AGROECOLOGÍA Y ECOFEMINISMO: BREVE ANOTACIÓN FINAL A MODO DE CONCLUSIÓN

En un intento de confluencia de los ecofeminismos del Norte y del Sur, María Mies y Vandana Shiva elaboraron un ensayo sobre teoría crítica y perspectivas de este nuevo campo de conocimiento y acción, que puede servirnos para mostrar su convergencia con la Agroecología. En efecto, al establecer unas “orientaciones metodológicas para la investigación feminista” las citadas autoras elaboran una estrategia de investigación claramente inscribible dentro de la Agroecología. Así, parten del postulado de que la investigación debe estar presidida por una “parcialidad consciente, alcanzada a través de la identificación parcial con los objetos de estudio”; al contrario de la “investigación desprovista de valores, de la neutralidad y la indiferencia hacia los objetos de estudio”, como postula el pensamiento científico convencional. Como segundo postulado señalan que “debe sustituirse la relación vertical entre el investigador o investigadora y los ‘objetos de estudios’, la visión desde arriba, por una visión desde abajo”.

Como tercer postulado establecen que “el ‘conocimiento espectador’ contemplativo y no participativo” debe sustituirse por “una participación activa en las acciones, movimientos y luchas a favor de la emancipación de la mujer”; postulado este que si introdujésemos al hombre junto a la mujer podría ser aplicado a la Agroecología: al igual que los dos anteriores como podrá comprobarse al contrastar este enfoque metodológico con el que desarrollamos donde analizamos las metodologías agroecológicas.

En forma análoga, los postulados cuarto y quinto de esta estrategia feminista coinciden con los de la Agroecología ya que se refieren a que “la integración de la

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investigación en la acción social y política en favor de la liberación de las mujeres (y de los hombres), la dialéctica del hacer y el saber, darán lugar a teorías mas adecuadas y realistas”, para la elaboración participativa de métodos de transformación social a través del manejo ecológico de los recursos naturales. Ello, implica obviamente un intento de la “modificación del status quo” que se “convierta en el punto de partida de una indagación científica. El lema de este enfoque podría ser: si quieres conocer algo deberás cambiarlo. El quinto postulado se refiera a qué “el proceso de investigación debe convertirse en un proceso de concientización”, en el sentido que se da a este concepto en el contexto teórico generado por Pablo Freire (Mies y Shiva, 1997: 64).

La Agroecología tanto en su estrategia teórica como en su dinámica metodológica participativa supone un enfrentamiento al método científico tornando su naturaleza parcelaria y analítica en pluriepistemológica y transdisciplinar. Pues bien, la pretensión del ecofeminismo que presentamos a continuación para concluir posee, sin duda, una identificación total con nuestro enfoque: “Los nuevos científicos no pueden adquirir conocimientos sin alterar violentamente la totalidad orgánica de la llamada Madre Naturaleza, sin separar por la fuerza los objetos de estudio de su contexto simbólico y aislarlos en el laboratorio, sin diseccionarlos –al analizarlos- en partes y fragmentos cada vez más pequeños a fin de descubrir el secreto de la materia (investigación atómica) o el secreto de la vida (biotecnología). Son incapaces, al parecer, de comprender la naturaleza y los fenómenos naturales dejándolos intactos en su entorno dado” (Mies y Shiva, 1997:73)

Otro de los aspectos en los cuales la Agroecología se encuentra con el Ecofeminismo, es en el fuerte cuestionamiento a la economía del mercado y en la invitación a renunciar a la producción y consumo innecesario (consumismo), planteando como alternativa una economía del aprovisionamiento, del autoconsumo, que priorice la construcción de redes económicas en el entorno local y que conecte lo rural y lo urbano, cuya base sea la suficiencia colectiva necesaria para sostener la vida y la dignidad de la vida, en la que los trabajos no tengan valoraciones excluyentes y subordinantes, en la que exista un acceso equitativo a los recursos, en la que el beneficio del trabajo se exprese en empoderamiento social y económico también para las mujeres y no solo para los hombres.

Tanto la Agroecología como el Ecofeminismo buscan superar el pragmatismo instrumental en términos de gestión o administración de recursos naturales, tal como lo plantea el pensamiento científico convencional, en el área de la teoría del desarrollo, en su versión ecotecnocrática del desarrollo sostenible. Aunque algunos ecofeminismos como el liberal y el feminismo ambientalista, reducen la naturaleza a un recurso; las corrientes (clásico, multiculturalista y constructivista) más relevantes asumen la necesidad de reconocer los límites materiales de la existencia humana, y por lo tanto la necesidad de la construcción de nueva ética en las relaciones de los seres humanos con el planeta, tal como la agroecología propugna al desarrollar la coproducción del conocimiento entre el pensamiento científico y el de otras etnicidades en pie de igualdad.

El Ecofeminismo ha insistido en al necesidad de nuevos paradigmas que superen

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los dualismos jerarquizados sobre los que se halla construida la cultura occidental (cultura/naturalez, masculino/femenino, productivo/reproductivo, etc), en lo cual la agroecología esta totalmente de acuerdo. Con excepción del ecofeminismo liberal las demás corrientes confluyen en una crítica a la Modernidad como depredadora de las cosmovisiones de otras etnicidades; lo cual es un elemento central de la agroecología a la hora de proponer formas de manejo alternativas en las que se articulen los conocimientos locales con los de la ciencia son respetuosos de con la naturaleza y la equidad. En este punto en concreto nos distanciamos del ecofeminismo clásico quien en su intento de exaltar y revalorizar lo femenino, instaura nuevamente la dualidad.

Ambos problematizan el que el modelo convencional establecido por el pensamiento económico neoclásico, vinculado al liberalismo histórico, subordine la ecología a la “economía crematística” que se basa en la mercantilización creciente de los bienes económicos comunales. Estos tras haber sido sometidos a un primer proceso de privatización terminan siendo apropiados por el conocimiento científico, despreciando la sustentabilidad histórica generada por el campesinado y los pueblos indígenas. El concepto de “factor tierra” elimina el concepto de naturaleza para convertirlo en un mero recurso natural que es capaz de ser sustituido por el capital. Así, el aire, el suelo, el agua y la biodiversidad se ven sometidos a la lógica del lucro de tal forma que su deterioro puede ser superado por la tecnología proveniente de la ciencia. La aparición de la economía ecológica supone una herramienta imprescindible para la agroecología, al mostrar la imposibilidad de mercantilizar la naturaleza porque las bases de reproducción biótica de los elementos de la biosfera son despreciados por la economía convencional. Hoy todas las decisiones con respecto al futuro de la humanidad son tomadas desde el, con una visión de corto plazo, la ciencia y la tecnología han sido coaptadas por el mercado, tal como es definido desde esta visión económica cientifista. Como consecuencia de lo anaterior, tanto el ecofeminismo como la agroecología consideran crucial un análisis crítico y una oposición a la uniformización que la tecnología y la cultura industrial generan sobre la sociedad por estar sometidas a la referido pensamiento económico.

Por último es de resaltar que desde estas dos perspectivas se apuesta por hacer críticas al sistema y al mismo tiempo, construir prácticas alternativas con el objetivo de dignificar la existencia de las comunidades, a través de resignificar, hibridar tecnología y prácticas productivas, distributivas, de consumo y de organización para una vida sostenible en un mundo con recursos limitados, buscando una alternativa al desarrollo y no un desarrollo alternativo. Ante la degradación de la democracia representativa vinculada al referido modelo económico liberal (hoy neoliberalismo transnacional e impulsor de la globalización económica), se plantea la organización en redes desde la sociedad civil que a través de los movimientos sociales construyan sociedades sustentables ecológica e interculturalmente.

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