La danza del qi

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Aproximación desde diversos puntos de vista, al concepto de Qi de la Medicina Tradicional China

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INTRODUCCIÓN

El tres es el número del misterio y tres son los conceptos que más nos han fascinado en este viaje por los senderos de la Medicina Tradicional China: el Qi, el yin-yang y elTao. De todos ellos nos habla el capítulo XLII del “Tao Te King”:

El Sentido genera el Uno. El Uno genera el Dos El Dos genera el Tres. Y el Tres genera todas las cosas. Todas las cosas dan la espalda a lo oscuro y se dirigen hacia la luz. La energía que fluye les da la armonía.

Está claro el camino, el sentido: siempre hacia la luz, fluyendo en armonía con el Qi. Pero ¿qué es el Qi?

La más hermosa y poética definición que hemos encontrado nos la da el Dr. Padilla en “Alkimia, Tradición y Milagros”:

“«Qi» (chi) es el aliento lumínico que, emergido del infinito, va a ser el constituyente de todas las formas existentes. Se trata de una emanación muy sutil que podríamos bien llamarla «La luz filosofal». Clara referencia a la piedra filosofal de la alkimia, ya que en su organización contiene tres funciones que preservan el misterio y en su dinamismo permiten todos los movimientos, cambios, mutaciones y transmutaciones de este minúsculo infinito”.

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Estas palabras condensan “un infinito”, al cual pretendemos abordar desde diversas perspectivas (orientales y occidentales, materiales e inmateriales, filosóficas y científicas, ajenas y propias) con el fin de comprender el concepto con la mente, aprehenderlo con el corazón y vivirlo con el espíritu. ¿Nuestro objetivo? Conseguir la “Fusión con el Soplo”.

EL PENSAMIENTO CHINO

Vamos a estudiar en este trabajo un concepto oriental, el Qi, pero lo hacemos, por nacimiento y cultura, desde una mente occidental, desde una civilización que, heredera del espíritu griego, utiliza la razón como medio para penetrar en la realidad. ¿Es esto posible cuando pretendemos aproximarnos a algo como el Qi?

A lo largo de la historia se ha considerado que la mente es capaz de dos tipos de conocimiento: el conocimiento racional y el conocimiento intuitivo. El primero pertenece al reino del intelecto, y la abstracción es su rasgo más importante, dando lugar a una visión lineal y secuencial de la realidad. El conocimiento intuitivo, predominante en Oriente, está basado en la experiencia de unidad con el entorno, en el que toda fragmentación desaparece, constituyéndose la realidad en un todo indiferenciado.

Por ello, si tenemos intención de abordar conceptos chinos hemos de abandonar nuestro pensamiento lógico occidental basado en el razonamiento analítico y dialéctico para explicar la causalidad física. Aristóteles, en su “Física”, describe perfectamente esta noción de conocimiento: “los hombres no piensan que conocen algo hasta que han comprendido el porqué de ello (lo cual significa que han comprendido su causa primaria)”. Sin embargo, para los chinos los fenómenos ocurren con independencia de un acto de creación externo a ellos, por lo que no hay necesidad de buscar una causa para los mismos. Entonces, hemos de disponernos en sintonía con el pensamiento

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oriental correlativo, que expresa una relación recíproca entre dos o más cosas.

Este pensamiento parte de la creencia de que todos los hechos en un momento determinado están relacionados entre sí, no porque haya una relación causal entre ellos, como buscaría el pensamiento occidental, sino porque todos los hechos forman una extensa unidad con una ley y un sentido. Es una visión “orgánica” de la existencia. Hay una especie de “cooperación espontánea”, una dinámica interna que subyace en la naturaleza de las cosas. En el pensamiento chino las concepciones no están subordinadas unas a otras, sino “colocadas” unas junto a otras formando un patrón, y se influyen mutuamente, no por causas mecánicas, sino por una especie de “resonancia”. Las cosas se comportan según su posición en el Universo porque poseen una serie de características naturales que hacen este comportamiento “inevitable” para ellas. Forman parte de un organismo universal y “resuenan” unas con otras como los instrumentos de una orquesta. Las cosas están más “conectadas” que “causadas”. Por ello, el pensamiento chino infiere correspondencias entre diversos aspectos de la realidad, que son incomprensibles y absurdas para la mente occidental, como podemos ver en el siguiente texto:

“El Este genera el viento, el viento genera madera, la madera genera lo ácido, lo ácido genera el hígado, el hígado genera los tendones, los tendones generan el corazón, y el hígado controla los ojos. (…) La creación de las cosas genera cinco sabores, el Tao genera sabiduría, el crepúsculo anterior al anochecer genera el Ser divino, el Ser divino corresponde al viento en el cielo, corresponde a la madera en la Tierra, corresponde a los tendones en el cuerpo, corresponde al hígado entre las cinco vísceras, corresponde al color gris, corresponde al Ziau entre los cinco sonidos, corresponde a la llamada entre las cinco voces humanas, corresponde al tirón entre los movimientos, corresponde a los ojos entre las cinco aberturas, corresponde al ácido entre los cinco sabores, corresponde al enfado entre las emociones.” (Su Wen, Libro II, cap. 5)

Así reza el “Su Wen”, el libro más antiguo de medicina de la historia de la humanidad, y uno de los pilares de la Medicina Tradicional China.

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Vemos pues, como un ejemplo, que la medicina, lo mismo que el resto de los aspectos de la cultura china, se basa en este tipo de relaciones, de “resonancias”, que abarcan el cuerpo humano, la naturaleza, el cuerpo sociopolítico, los cuerpos celestes, los sonidos, los sabores y un largo etcétera.

Los chinos dan por supuesto que el Universo cambia continuamente, siendo su movimiento resultado, no de una causa primaria o un creador, como hemos visto, sino de la dinámica interna de las pautas cíclicas: el día da paso a la noche, las estaciones se suceden con ritmo anual, los organismos biológicos nacen, crecen, se desarrollan y mueren, es decir que la “permanencia” del cosmos está en la regularidad de los estos patrones de cambio. Consecuencia de esta observación de la naturaleza, el pueblo chino quedó impresionado por el orden predecible que descubrieron en los fenómenos. El Universo es un todo integral, una red de relaciones, cuyos nudos son cosas y acontecimientos que están interrelacionados, en el que una entidad puede ser únicamente definida por su función, y posee significado solo como parte de un patrón total. El pensamiento chino es circular, y contempla el Universo como un estado de cooperación espontánea. Esta metafísica, en parte consecuencia del pensamiento taoísta, carece de la idea de creador, y subraya la importancia de tener una visión interna del “tejido” que forman los fenómenos y no del “tejedor” de los mismos. Si en Occidente damos mucho peso a la causa, siendo el fenómeno un mero reflejo de la misma, en la visión china, el conocimiento está en la percepción más sutil del movimiento más interno del tejido de fenómenos. Estaríamos, cuando intentamos ver el mundo desde el punto de vista chino, ante una “trama sin tejedor” como muy poéticamente define Ted J. Kaptchuk.

A la dificultad conceptual de comprender estas ideas para nuestra limitante y estructurada mente occidental, se añade que todas las cosmologías se apoyan en diversas nociones y conceptos complicados de definir y explicar, y dentro de la tradición china, uno de los más importantes y trascendentes es el Qi.

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CONCEPTO DE QI

El Qi, el Soplo, es el elemento fundamental del que están formados todos los seres. Es un componente abstracto y físico, de toda la naturaleza, que todo lo abarca, todo lo produce, todo lo modela, y todo lo mueve y combina, incorporando la contradicción, porque el Qi se divide en yin y en yang, lo opuesto y complementario.

El Qi es el Soplo, el hálito, que partiendo de lo indeterminado, alcanza la concreción en sus infinitas manifestaciones, porque no hay nada que no sea energía vital: lo material, lo físico, lo mental, lo emocional, lo moral…

El origen de la palabra Qi no es fácil de rastrear. Su más antigua aparición data del periodo de los Reinos Combatientes (siglos V-III a. C.). La estrecha relación entre el hombre y la naturaleza que se daba en los pueblos antiguos, hace que se buscaran vínculos y analogías entre los fenómenos naturales y los conceptos abstractos. Así, la noción de viento, de feng, nos proporciona el antecedente de Qi.

Los textos de los Reinos Combatientes hablan indistintamente de feng (viento) y de Qi (soplo, energía), aunque nunca fueron sinónimos: el Qi era lento y suave, mientras que el feng era vivo y rápido. Poco a poco esto fue evolucionando y Qi adquirió el concepto de regularidad cósmica, y feng, sobre todo en medicina, la causa del desorden y la enfermedad.

Hacia el 350 a.C. Qi significaba aire, hálito, vapor, energías que podían compactarse. Es inevitable la comparación con el concepto que, desde Anaxímenes (s.VI a.C.), empleaban los filósofos griegos al hablar de pneuma en vez de aer (aire) cuando describían la materia primordial que constituía el Universo, una materia que está en constante movimiento y que a través de la condensación y la dispersión formaba todo lo que existe. Del mismo modo, para los chinos el Qi es tanto lo que hace que las cosas se conviertan en materia como la materia de la que están hechas las cosas.

La división de la naturaleza en objetos separados no es algo fundamental para los chinos, y cualquier elemento tiene un carácter fluido y siempre cambiante. Como el movimiento y el cambio son propiedades esenciales de la materia, las fuerzas que lo producen no están fuera de ella,

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sino que son una “propiedad” intrínseca. Y el Qi es el principio vital universal que regula, equilibra y coordina todas las actividades. Es el elemento fundamental del que están formados los seres. De hecho, una de sus acepciones es “todas las cosas”, el Uno que se divide en dos, yin-yang.

Centrándonos en la medicina, el Qi es un factor básico en la construcción del cuerpo, de la salud y de la enfermedad. Los chinos contemplan el ser humano como resultado de la interacción de diversas “sustancias vitales” de diferente grado de materialidad, abarcando desde lo más etéreo (el shen) hasta lo más denso (los líquidos orgánicos). Todo ello no son más que manifestaciones del Qi en diversos grados de concreción. El Qi incorpora a todos los seres vivos, de modo que podemos hablar del Qi del hombre, del Qi de los órganos, de la sangre, de la alimentación, etc., porque en cada caso tiene propiedades y funciones distintas.

Ya hemos dicho que para los chinos todo está en constante movimiento y que dicho movimiento genera cambios. Si alguien actúa de acuerdo con el cambio inducido por la Naturaleza estará sano; en caso contrario sobrevendrá la enfermedad, que no es otra cosa que el desequilibrio del Qi. La enfermedad es solo una variante de la salud y no un estado separado de ella, y por tanto la energía que causa la enfermedad también la cura. Si el Qi fluye hay salud, y si está bloqueado no, pero todo es la misma cosa. Hay, gracias a esta idea de Qi, un concepto holístico del ser.

El pleomorfismo del Qi, que se funde, se transforma y transmuta en todas las realidades, conlleva el reconocimiento de que la posición energética del hombre es la misma al resto de los seres, tanto animados como inanimados. Es decir, nosotros no somos un Qi especial, somos parte del Qi como el resto del Universo, lo que lleva a la consecuencia de que todo está unido y relacionado.

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IDEOGRAMA DE QI

Ya hemos visto que el conocimiento chino es fundamentalmente intuitivo y no racional como el nuestro. Por lo tanto, la manera de comunicar las ideas es también diferente. En lugar de emplear un lenguaje con palabras cuyos signos representan sonidos, utilizan ideogramas que expresan conceptos que pueden ser entendidos desde muchos puntos de vista, como corresponde con su visión correlativa del Universo.

La invención de la escritura china se atribuye al emperador mítico Fu Shi. Los ideogramas son representaciones derivadas de pictogramas que indican en su composición una forma de representación visual que con el paso del tiempo se ha ido estilizando y ha modificado sutilmente su contenido.

Al colocarnos frente a un ideograma, debemos impregnarnos del pensamiento chino y descubrir las correlaciones y conexiones que nos pueda transmitir. Un mismo ideograma tiene multitud de interpretaciones, e incluso, y esto es una apreciación personal, puede llegar a ser una especie de Yantra, un elemento de meditación que nos pone en contacto con el lenguaje simbólico universal, desde el cual podemos acceder a significados profundos de conceptos espirituales.

Aquí tenemos dos versiones del ideograma de Qi.

Observamos que éste, como el resto de los ideogramas, carece de trazos rígidos. La rigidez es un rasgo de la muerte, y la blandura y la flexibilidad un rasgo de la vida. El ideograma es por tanto un signo de vida,

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que además continúa vivo y al que podemos seguir escuchando después de tantos milenios, porque nos dirá cosas nuevas.

Una de las primeras apreciaciones que podemos hacer es que en él no está la figura del hombre, de ren, de donde se deduce que este Soplo no es patrimonio exclusivo de éste, sino de todo ser vivo. Tampoco aparecen el Cielo, la Tierra, o el Tao, es decir, no están presentes, a primera vista, los elementos fundamentales de la tradición china.

Consta de tres partes, aunque las dos superiores constituyen un radical para muchos ideogramas con un significado en relación a espíritu, humo, etc.

La parte superior, formada por tres trazos ondulados y ascendentes, está descrita como “vapores”, en tanto que representan una sustancia, una forma especial de materia que no es tangible aunque sí visible o sensible. Profundizando en la interpretación vemos que estos tres trazos, según la Alkimia interior, representan el Uno, el Dos y el Tres, el misterio de la Trinidad. Podemos ponerlo en relación con la cita inicial del Tao Te King, ("El Sentido genera el Uno. El Uno genera el Dos, El Dos genera el Tres. Y el Tres genera todas las cosas."). Vemos pues que esa "ausencia" de la que hablábamos de los elementos fundamentales del pensamiento chino en el ideograma de Qi es sólo aparente.

Representan lo invisible, lo inmaterial, lo intangible, el vapor, las nubes, el agua potencial, las “aguas anteriores”, diferentes de las “aguas posteriores”, dulces o saladas, que conocemos en este mundo. Son las otras aguas descritas en el Génesis:

“Dijo Dios: «Haya un firmamento por en medio de las aguas, que las aparte unas de otras». E hizo Dios el firmamento; y apartó las aguas de por debajo del firmamento, de las aguas de por encima del firmamento. Y así fue”. (Gen. 1, 7)

Estas aguas de la parte superior del ideograma de Qi serían las aguas de por “encima del firmamento”. La tradición judeocristiana basada en el Génesis no desarrolla la idea de estas aguas, y de hecho el libro bíblico solo añade:

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“Dijo Dios: «Acumúlense las aguas de por debajo del firmamento en un solo conjunto y déjese ver lo seco»; y así fue. Y llamó Dios a los seco «tierra» y al conjunto de las aguas lo llamó «mares»”. (Gen.1, 9-10)

Sin embargo, estas aguas celestes sí son un concepto muy importante en la filosofía china, ya que allí están las energías ancestrales (que son tres, Yuan Qi, Zhong Qi y Jing Qi, una por cada trazo) y que fundamentalmente circulan por los Ocho Vasos Maravillosos.

La segunda parte del ideograma está formada por un elemento intermediario, que separa la parte superior, los “vapores”, de la inferior, que veremos después, los “haces de arroz”. Es como una barrera que permite la relación entre dos naturalezas diferentes. Esta parte podríamos equipararla al “firmamento” del Génesis que separa las dos aguas. Hay un claro sentido de intermediación entre lo más inmaterial e inconcreto y lo más material y concreto, extremos entre los que hemos visto se mueve el concepto de Qi.

Este intermediario sería el hombre, ren, en el sentido de que para el pensamiento chino el hombre es un ser entre el cielo y la tierra, entre lo tangible y lo intangible, que tiene la posibilidad de tener ideas (inmateriales) y concretizarlas en cosas (materiales), de servir de puerta de paso entre un mundo y otro. Si profundizamos en este concepto del hombre como intermediario desde el punto de vista del Génesis, vemos que el hombre sería el "firmamento", lo que separa las aguas. Para la perspectiva occidental, el firmamento, el cielo, es la parte más elevada que imaginamos, donde situamos a Dios (ya hemos visto que nuestra cultura no desarrolló la idea de esas aguas de "por encima del firmamento"), así que el hombre está, o debería estar, más unido a lo celeste que a lo terrestre. Los chinos a través de su ideograma, nos dicen que hay algo más: unas "aguas anteriores", lo no conformado, el mundo de las ideas, donde se sitúan los Ocho Vasos Maravillosos y las Energías Ancestrales. Y el hombre es el firmamento, que queda unido al cielo anterior y es el intermediario entre éste y la tierra, los Cinco Reinos Mutantes, las “aguas posteriores”, la forma, la estructura, los haces de arroz, lo material a fin de cuentas. En esta puerta de paso, podemos situar los canales del Maestro de Corazón y del San Jiao, canales fascinantes que participan de las dos aguas, de la "materialidad" de los

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canales de los Zhang-Fu y de la "inmaterialidad" de los canales Extraordinarios, canales intermediarios, que unen ambos mundos, y donde el ideograma de Qi sitúa al hombre.

Este intermediario puede ser visto también como el elemento Fuego, ya que es el que posibilita el paso de las aguas posteriores al vapor de agua que representan las aguas anteriores. El eje Agua-Fuego es el eje de la vida, y si está en equilibrio la enfermedad no tendrá lugar. Este eje también se refleja en el ideograma, para recordarnos que el Qi contiene toda la materialidad, pero también toda la sabiduría.

La tercera parte del ideograma representa lo material, lo concreto, lo definido. Para ello emplea en su versión más antigua, un haz de espigas de cereal (posiblemente arroz) recogidas por algo que las ciñe y agrupa.

¿Cómo resistirse a hacer la comparación con los canales energéticos de las Ocho Vías de Luz del hombre rodeadas en su centro por el canal del Tae Mai en la imagen del embrión cósmico?

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Vemos así que el ideograma no permite que perdamos de vista en ningún momento que el hombre está aquí, pero que no "es" de aquí: hasta en lo más material, como es el grano, se le insinúa su estelaridad y su obligada trascendencia, y se le indica, que aun en su forma material, posee una red de energías que lo conforman; y precisamente las energías que se representan no son las de los canales de los órganos y entrañas, sino los Ocho Vasos Maravillosos, por donde circulan las Energías Ancestrales.

El ideograma presenta una segunda grafía, que puede indicar un campo de cultivo con su tradicional división en cruz y sus cuatro pozos de

agua. La cruz es símbolo en China de “lo perfecto”, del 10. Cuando esta cruz está acompañada de los cuatro trazos significa “los pozos fundamentales”, que hacen referencia a que la esencia de la vitalidad está en nuestro interior, del mismo modo que lo está el agua, componente básico de la estructura del ser humano. Esta agua fundamental representa los cuatro pozos fundamentales más un quinto pozo que es el cruce: encontramos así los cinco órganos y las cinco entrañas.

Podemos hacer otra interpretación del ideograma asignando a cada parte un canal energético.

La superior correspondería al Pulmón, como órgano que recibe el aire y con él la alimentación celeste, la inferior al Bazo-Estómago, órgano y entraña del Reino Mutante de la Tierra donde se recibe la alimentación terrestre, y el trazo intermedio a San Jiao y Xin Bao, que al ser Fuego inmaterial permiten el paso de una a otra. Vemos pues que el ideograma de

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Qi también indica la forma que tienen el Cielo y la Tierra de alimentar al ser humano.

Otros autores hacen una interpretación más dualista y dividen el ideograma de Qi en dos partes. Una representa el vapor de agua que sube al cielo (yang). La otra parte representa el grano de arroz que proviene de la tierra (yin).

Así, el vapor yang surge de la cocción del arroz yin. De esto se deduce que el Qi se compone de los principios yin-yang, y que puede ser tan etéreo e inmaterial como el vapor, y tan denso y material como el arroz. También podemos deducir de ello que hay dos fuentes para nutrir el Qi que circula por el cuerpo: la respiración y la alimentación, la alimentación celeste y la alimentación terrestre.

Aun en esta interpretación más material, observamos que el hombre queda unido a la parte más inmaterial, a las “aguas anteriores”, para que en ningún momento olvide lo que evidentemente ha dejado de recordar en el transcurso de la historia: su origen celeste y trascendente.

Hay quien ve en el ideograma un hombre trabajando. El hombre es el trazo intermedio central, que trabaja la tierra sujetando un haz de cereales, y los trazos superiores serían su sudor, su calor corporal, su exhalación que retorna al cielo, todo un proceso de transformación. El hombre se sabe un instrumento transformador de energía concreta a energía sutil.

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EL QI Y EL AGUA

En el análisis del ideograma hemos visto la estrecha relación del Qi con el agua. Cosmogonías de todos los continentes sitúan en el agua el origen de la vida:

“En el principio Dios creó los cielos y la tierra. La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas”. (Gen.1-1)

El “Poema Babilónico de la Creación” (Enuma ělis) lo describe así:

“Cuando en lo alto el cielo aún no había sido nombrado, Y abajo la tierra firme no había sido mencionada por su nombre, del abismo (Apsû), su progenitor, y de la tumultuosa Tiamat, la madre de todos, las aguas se mezclaron en un solo conjunto”.

Por otro lado, desde que en 1924 el ruso Oparin publicó “El origen de la

vida en la Tierra”, se unen a nivel científico y de manera indisoluble los conceptos de vida y agua.

También hay que tener en cuenta que el hombre es aproximadamente un 70% de agua, que ésta cubre tres cuartas partes de la superficie terrestre y que el agua es imprescindible para la vida.

Todo esto no se le escapa a la tradición china. El Reino Mutante del Agua se considera el depositario del yin supremo del que surgen todas las opciones de vida, ya que de la quietud del Agua surge el movimiento que da origen a la primera mutación, comenzando el ciclo de los cinco Reinos. El Qi primordial, anterior a la manifestación de la vida, es fundamentalmente agua. El agua almacena la esencia ancestral y es el lugar donde están todas las posibilidades del ser. Por eso las energías hereditarias, las primeras vías

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de luz del cielo anterior, previas a la vida manifestada, tienen su asiento en el Reino Mutante del Agua.

Ya hemos analizado minuciosamente las “aguas anteriores” y las “aguas posteriores” en el ideograma. Hemos visto que son agua en forma de vapor y agua concreta en los pozos fundamentales. Y sabemos que el agua, en la naturaleza, es eterna y sigue un círculo infinito en el que solo se transforma por la acción de calor, y pasa de ser un pozo, a ser un manantial, un río, el mar, vapor que asciende a las nubes para caer en forma de lluvia y volver a nutrir el pozo del que surgirá el manantial…pero el agua es la misma. Además de ser inmortal, el agua tiene el mismo carácter pleomórfico del Qi.

Por la acción del Fuego el agua concreta se transforma en agua etérea y viceversa.

Por otro lado tenemos que el ideograma de Jung, lo eterno es:

Y que este ideograma se compone de dos partes, una parte superior:

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Y otra inferior que significa Shui, agua:

De todo ello deducimos que el Qi es de naturaleza eterna, al igual que el agua que representa.

Así, el Qi del hombre muestra primero su naturaleza celeste, con los Canales Extraordinarios englobados por el único canal circular, el Dai Mai, a modo de haces de cereal. Después pasa por el agua más concreta evolucionando hacia la perfección como indica , “lo perfecto”. A continuación alcanza la naturaleza de la esencia, para retornar en el último paso a Jung, lo Eterno.

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EL QI Y LA CIENCIA

La física clásica, derivada del universo mecanicista de Newton, estaba basada en el espacio tridimensional de la geometría euclidiana, un espacio en reposo, fijo e inmutable. Los cambios producidos en este espacio eran descritos en función de una dimensión aparte, el tiempo, también absoluto, sin conexión con el mundo material, y que fluía desde el pasado al futuro pasando por el presente. Los elementos que se movían en este espacio y tiempo absolutos eran partículas materiales.

En los primeros treinta años del siglo pasado las teorías de la relatividad y de la física atómica destruyeron las bases de este universo newtoniano: las nociones de espacio y tiempo absolutos, las partículas sólidas elementales, la naturaleza causal de los fenómenos físicos y el ideal de una descripción objetiva de la naturaleza hubieron de revisarse y ser sustituidos por otros principios.

En todo este contexto revolucionario científico, la consecuencia más importante de la teoría de la relatividad de Einstein fue que la masa no es más que una forma de energía. En el intento de descubrir los “ladrillos básicos” de los que está construida la materia, se llega a la conclusión de que la energía no sólo adopta las formas de la física clásica, sino que puede ser encerrada en la masa de un objeto.

El segundo gran principio hermético del Kybalion, “como es arriba es abajo; como abajo es arriba”, contiene la verdad de que entre los diversos planos de manifestación de la vida y del ser existe armonía, concordancia y correspondencia. Así, del análisis que hemos realizado del ideograma de Qi, llegamos a la conclusión alcanzada por la ciencia: la parte superior del ideograma, los vapores, son lo mismo que la parte inferior, lo material, que únicamente ha sufrido una transformación, como indica la presencia del trazo intermedio. Este signo ancestral mostró hace infinidad de tiempo algo que la ortodoxia científica ha descubierto recientemente: energía y materia son dos estados de la misma cosa.

La exploración del mundo subatómico realizada en el s. XX llevó a la determinación de la naturaleza intrínsecamente dinámica de la materia, idea común a las filosofías orientales. Las partículas subatómicas no tienen

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existencia como partículas aisladas, sino solo como partes integrantes de un tejido de interacciones. Vemos que es una visión muy parecida a la del pensamiento chino, que definía el mundo como “una trama sin tejedor”. Además, la teoría cuántica “demuestra” algo ya conocido por la sabiduría oriental: la unidad básica del Universo. La naturaleza, en el nivel atómico, no solo no puede descomponerse en unidades más pequeñas con existencia propia, sino que es una “telaraña de relaciones” en la que no hay en absoluto partes, y en la que el observador se convierte en un elemento esencial. La antigua separación cartesiana entre yo y el mundo, entre el observador y lo observado, deja de tener sentido.

Pero donde mayor es la relación entre el Qi y los últimos descubrimientos científicos es en el nuevo concepto de “vacío”, que hubo de ser revisado a raíz de los cambios en la explicación del mundo que hemos visto. Cuando se describen los campos de fuerza de las partículas subatómicas, la distinción clásica entre las partículas y el espacio que las rodea pierde su sentido original, y el “vacío” se convierte en una entidad de mayor importancia. Este “vacío”, denominado “campo cuántico”, es considerado una entidad física fundamental, y es un medio presente en todas las partes del espacio, donde las partículas son meras condensaciones locales del campo, concentraciones de energía que va y viene perdiendo su carácter individual, del mismo modo que hemos descrito el Qi.

En la filosofía china la idea de campo no solo está implícita en el concepto de Tao, que es vacío y sin forma y a la vez productor de todas las formas, sino también en el concepto de Qi, concebido como una materia tenue no perceptible que se puede condensar en objetos materiales sólidos, produciendo todas las cosas, que finalmente se disuelven otra vez en el vacío. Chang Tsai, filósofo y cosmólogo chino del s. XI lo describe así:

“Cuando el Qi se condensa, su visibilidad se hace aparente, surgiendo entonces las formas (de las cosas individuales). Cuando se dispersa, su visibilidad deja de ser aparente y entonces ya no hay formas. En el momento de su condensación ¿podría acaso decirse que ésta no es temporal? Y en el momento de su dispersión ¿puede decirse sin reflexionar que entonces ya no existe?”.

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Es decir, que el Qi se condensa y se dispersa produciendo todo lo que hay. Añade el mismo autor:

“El Gran Vacío no puede componerse más de que Qi. Este Qi no puede más que condensarse para formar todas las cosas. Y esas cosas no pueden sino dispersarse para formar (una vez más) al Gran Vacío”.

La ciencia ha determinado que no hay distinción entre materia y espacio vacío, y que el vacío contiene un ilimitado número de partículas que nacen y se desvanecen de forma continua, lo mismo que describió Chang Tsai:

“Cuando se sabe que el Gran Vacío está lleno de Qi, se da uno cuenta de que no existe la nada”.

Se ha llegado a nivel científico, a la conciencia de unidad e interrelación entre todas las cosas y acontecimientos, a la experiencia de la milenaria tradición mística oriental de que todas las cosas son interdependientes, inseparables, y a fin de cuentas modelos transitorios de la misma realidad última. Se ha llegado, en fin, a la conclusión, de que todos somos Uno.

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LA DANZA DEL QI

“Nada está inmóvil; todo se mueve; todo vibra”. (El Kybalion)

El movimiento es quizás la constante de la vida, y el movimiento implica cambio, mutación, transformación y transmutación en un ciclo eterno. Movimiento, transmutación, inmortalidad. Esto es el Qi. Esto somos nosotros, espíritus conformados en movimiento continuo y transformación permanente de viaje por esta existencia, con el fin de que en nuestra culminación nos transmutemos y realicemos el retorno a la Fuente, para volver de nuevo, en un círculo infinito de inmortalidad. Somos eternos y nuestro viaje aquí es solo una danza: la danza del Qi.

Qi es vida, por ello todo en el Universo está vivo, aunque no seamos capaces de percibirlo con nuestros sentidos físicos, porque todo no es más que una manifestación de ese Soplo que nos hace Uno con todo lo que existe.

Como sanadores y como seres vivientes ¿Dónde rescatar esta unicidad? ¿Cómo reconducir a los seres perdidos con los que nos toca danzar en cada momento? ¿Dónde rememorar los pasos de nuestro baile?

Proponemos para ello un resonador muy especial situado en la oquedad de nuestro ombligo, cicatriz que nos recuerda la vivencia del estar aquí y allí, de los meses en los que revoloteamos entre el cuerpo que nos acompaña en cada ocasión y el espíritu sin forma que somos siempre. Proponemos trabajar en Qi he, “Fusión del Soplo”, también llamado Shen que, “Puerta del palacio emocional, del ánimo, del espíritu”.

Elegimos este resonador por varios motivos, y el más evidente es por sus dos nombres. El primero de ellos, Qi he, “Fusión del Soplo” contiene el ideograma de Qi, lo que nos va a posibilitar emplearlo como elemento de meditación, de la forma que explicamos al analizar el ideograma. Además, su traducción nos conduce directamente a nuestro objetivo en la vida: comprender que somos “Uno” con el Universo y fundirnos con el Soplo, con el Qi que ya sabemos común a todo. Y tenemos un resonador donde directamente podemos conseguir esa fusión. Está

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lógicamente en un Vaso Maravilloso, Ren Mai, en la esfera del Agua, y por donde circula una de las tres Energías Ancestrales, la energía Zhong qi, la energía cromosómica.

El otro nombre, Shen que, “Puerta del palacio emocional, del ánimo, del espíritu” es igualmente sugerente. Estamos ante un resonador puerta, y una puerta es un elemento de paso, de transmutación; a través de ella podemos ir de una estancia a otra, y ya hemos visto lo que es la vida: movimiento y transmutación. Es además un resonador shen, que nos permite conectar con los aspectos más sutiles del Qi que forma el ser. Por esta puerta alcanzaremos nuestro espíritu, nuestro ánimo, nuestra ánima, nuestras emociones.

Otro elemento que hace especial a este resonador es la forma de trabajarlo. Está prohibida la puntura, por lo que solo se accede a él con los elementos más alkímicos de la Medicina Tradicional China: la moxa, el masaje, el qi gong, la respiración… Vemos que son todos elementos dinámicos que implican un movimiento: el fuego de la moxibustión, con su luz y su carga transmutadora; la sutileza del masaje, circular o pulsátil; el arte del qi gong, la verdadera danza de la medicina, y por último la respiración, el primer movimiento instintivo que da identidad a cada nuevo ser.

También hemos elegido este resonador porque es en la zona umbilical donde se deposita nuestra esencia.

Así que proponemos, para que nuestra vida llegue a ser la danza del Qi y que esta danza sea bailada en armonía con todo el Universo, trabajar Qi he con la respiración. Porque a las cualidades que hemos visto de este resonador, podemos añadir las cualidades de la respiración: con ella movemos la energía ancestral que nos muestra el mensaje del cielo. En cada inspiración el hombre recoge la sugerencia vital del Principio, y en cada espiración su virtud retorna al Principio. En cada bocanada inspiramos el Uno, y en cada exhalación nos expandimos y tomamos consciencia. Todo ello nos da la idea de solidaridad, de unicidad, ya que inspiramos lo que otros exhalan y exhalamos lo que nosotros somos para que los demás lo inspiren en una comunión perfecta.

Podemos fundirnos con el Soplo y atender a las consignas de movimiento, transmutación e inmortalidad que nos transmite el ideograma de Qi de una forma muy sencilla: respirando conscientemente a través de Qi he y fundirnos con él sabiéndonos Uno.

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Si tenemos en cuenta todo lo que hemos visto sobre el Qi y en verdad creemos que somos espíritus conformados inmortales en eterno movimiento transmutador ¿A qué temer si somos parte del Todo? ¿Qué nos puede faltar si todo, incluidos nosotros, somos Qi en diferente estado de manifestación? ¿Por qué sentirnos solos, si al sabernos Qi toda fragmentación desaparece? Respirando, inhalando, exhalando… nos convertiremos en sabios, seremos libres, seremos Uno.

Recordemos, una vez más, que somos eternos, y que nuestro viaje aquí es tan solo una danza, un baile: la danza del Qi.

(Después de terminar estas páginas, soy aún más consciente del privilegio que es haber aprendido a trabajar con el Qi. Deseo agradecérselo a quienes, de una manera u otra, me han posibilitado llegar hasta aquí. Gracias de todo corazón).

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