La democracia en américa

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OLARTE BARRA JAQUELINE MASIEL 201339819 "LA DEMOCRACIA EN AMÉRICA" ALEXIS DE TOCQUEVILLE. ¿Por qué EUA es una república democrática?". La Democracia en América es principal obra escrita por el politólogo francés Alexis de Tocqueville. Esta obra no sólo posee un interés descriptivo del sistema político norteamericano, sino que debe inscribirse en el contexto histórico de la Francia y Estados Unidos de esa época. Tocqueville considera a la democracia, como el sistema de gobierno más acorde con la naturaleza humana, ya que supone el triunfo de la libertad. Tocqueville no dudó en señalar la importancia que posee el hecho de convertir las pasiones humanas en leyes e instituciones, de modo que una organización social responda a los más profundos sentimientos y necesidades de los ciudadanos que la componen.

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"LA DEMOCRACIA EN AMÉRICA" ALEXIS DE TOCQUEVILLE.

¿Por qué EUA es una república democrática?".

La Democracia en América es principal obra escrita por el politólogo francés Alexis

de Tocqueville. Esta obra no sólo posee un interés descriptivo del sistema político

norteamericano, sino que debe inscribirse en el contexto histórico de la Francia y

Estados Unidos de esa época.

Tocqueville considera a la democracia, como el sistema de gobierno más acorde

con la naturaleza humana, ya que supone el triunfo de la libertad. Tocqueville no

dudó en señalar la importancia que posee el hecho de convertir las pasiones

humanas en leyes e instituciones, de modo que una organización social responda

a los más profundos sentimientos y necesidades de los ciudadanos que la

componen.

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El ve que la mayor peculiaridad de la nueva América en la igualdad de condiciones

entre sus habitantes; igualdad como hecho generador de la democracia.

El

proceso democrático para él es: “concibo entonces una sociedad en la que todos,

mirando a la ley como obra suya, la amen y se sometan a ella sin esfuerzo”, una

sociedad que iguale obviando los extremos: “los placeres serán más limitados y el

bienestar más general; los sentimientos menos enérgicos y las costumbres más

dulces; se observarán más vicios, pero menos crímenes”.

Sin embargo nos dice que el instinto natural de la democracia lleva al pueblo a

apartar a los hombres distinguidos del poder.

“la democracia no da al pueblo el gobierno más hábil pero logra aquello que el

gobierno más hábil a menudo no puede. Extiende a todo el cuerpo social una

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actividad inquieta, una fuerza sobreabundante y una energía que jamás existe sin

ella”.

La democracia no genera virtudes heroicas, sino hábitos apacibles. Para mantener

una democracia viva se debe unir la idea de derechos al interés personal, de lo

contrario sólo se puede gobernar con el miedo.

Cuando los verdaderos intereses del pueblo son contrarios a sus deseos. Y ha

llegado a acontecer más de una vez que un pueblo, salvado así de las fatales

consecuencias de sus propios errores, se ha complacido en elevar monumentos

de agradecimiento a los hombres que tuvieron el valor de exponerse a

desagradarle por servirlo.

El gobierno norteamericano es centralizado y más enérgico que el de las

monarquías absolutas de Europa. Si alguna vez la libertad se pierde en

Norteamérica, podría ser a causa de que la mayoría habrá llevado a las minorías

a la desesperación, forzándolas a la fuerza material. Se precipitaría a la anarquía,

pero esta llegará como consecuencia del despotismo. La justicia es la meta que

debe tender todo gobierno. Los pueblos han hecho y harán esfuerzos, hasta que

hayan alcanzado o hayan perdido su libertad.

La ley es otra de las características de la democracia en América. La mayoría

carece de los instrumentos de la tiranía por el alto grado de descentralización

administrativa, también por el peso que se les ha otorgado a los abogados y

jueces en contra del ejecutivo:

“armado del derecho de declarar inconstitucionales las leyes, el magistrado

americano se inmiscuye incesantemente en los asuntos políticos. No puede forzar

al pueblo a hacer leyes, pero al menos le obliga a no ser infiel a las que se ha

dado y a permanecer de acuerdo consigo mismo”…

Las leyes en cuanto recurren al federalismo a las instituciones locales que

moderan el despotismo de las mayorías y el poder judicial que ayuda a corregir los

excesos de la mayoría.

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En virtud de las elecciones indirectas surgen instintos generosos en vez de juicios

deshonrosos. Por encima de todas las instituciones y aparte de todas las formas,

reside un poder soberano, el del pueblo, que las destruye o las modifica a su

antojo. Las vías para dar a conocer ese poder, dominador de las leyes; son sus

instintos y sus pasiones; que lo impulsan, lo retardan o lo dirigen en su marcha

constante, qué efectos, y qué porvenir le está reservado. Se puede decir que en

los Estados Unidos es el pueblo el que gobierna. En Norteamérica, el pueblo

nombra a quien hace la ley y a quien la ejecuta; él mismo forma el jurado que

castiga las infracciones de la ley. No solo las instituciones son democráticas en su

principio, también en su desarrollo. El pueblo nombra directamente a sus

representantes y los escoge en general cada año, con el fin de tenerlos

completamente bajo su dependencia. Es, el pueblo quien dirige y, aunque la forma

del gobierno sea representativa, las opiniones, los prejuicios, los intereses y las

pasiones del pueblo no pueden encontrar obstáculos que le impidan producirse en

la dirección de la sociedad.

En los Estados Unidos, los grandes partidos políticos se encuentran ligados a los

principios más que a sus consecuencias, a las generalidades y no a los casos

particulares; a las ideas y no a los hombres. Esos partidos tienen, en general,

rasgos más nobles, pasiones más generosas, convicciones más reales y una

actuación más franca y atrevida que los otros. El interés particular, que

desempeña el papel, más grande en las pasiones políticas, se oculta bajo el

interés público. Los partidos pequeños, en general no tienen fe política. Como no

se sienten elevados y sostenidos por grandes ideales, su carácter está

impregnado de un egoísmo que se manifiesta en sus actos, son violentos. De ahí

viene que cuando un momento de calma sucede a una revolución violenta, los

grandes hombres parecen desaparecer.

Por otra parte, habla de la religión, y menciona que lo importante es que casi todos

creen en Dios, lo que favorece que se asuman los deberes de los hombres entre

sí. Así, “al mismo tiempo que la ley permite al pueblo americano todo, la religión le

impide concebirlo todo y le prohíbe intentarlo todo”.

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América, demuestra que amor a la libertad y religión no están reñidos…siempre

que exista separación entre el Estado y la Iglesia:

“cuando una religión no trata de fundar su imperio sino sobre el deseo de

inmortalidad que atormenta por igual el corazón de todos los hombres puede

aspirar a la universalidad; pero cuando deviene unirse a un gobierno la religión

aumenta su poder sobre unos cuantos, pero pierde la esperanza de reinar sobre

todos”.

Por ello, por la separación que se observa en América entre poder político y

religión, ésta es quizás menos poderosa, pero más duradera su influencia.

Otro punto que hace mención, nos dice que el gobierno de la democracia es el

único donde el que vota el impuesto puede rehuir la obligación de pagarlo. Los

ricos prefieren abandonar, que sostener una lucha a veces desigual contra los

más pobres de sus conciudadanos. No pudiendo tomar en la vida pública un rango

análogo al que ocupan en la vida privada, abandonan la primera para

concentrarse en la segunda. Forman, en medio del Estado, como una sociedad

particular que tiene sus gustos y sus goces aparte.

La democracia no tiene el arte de ser económica. En un país donde rige

ostensiblemente el dogma de la soberanía del pueblo, la censura no es solamente

un peligro, sino un absurdo inmenso.

La soberanía del pueblo y la libertad de la prensa son, dos cosas correlativas: la

censura y el voto universal son, por el contrario, dos cosas que se contradicen y

no pueden encontrarse largo tiempo en las instituciones políticas de un mismo

pueblo

No hay nada tan irresistible como un poder tiránico que manda en nombre del

pueblo, porque estando revestido del poder moral que pertenece a las voluntades

del mayor número, obra al mismo tiempo con la decisión, la prontitud y la

tenacidad de un solo hombre.

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El cuerpo aristocrático es un hombre firme e ilustrado que no muere. En

Norteamérica, los ciudadanos que forman la minoría se asocian, primero para

comprobar su número y debilitar así el imperio moral de la mayoría; se reúnen

para descubrir los argumentos más adecuados para causar impresión en la

mayoría, tienen siempre la esperanza de atraer, a la mayoría y disponer, en su

nombre, del poder.

La ventaja real de la democracia no es, como se ha dicho, favorecer la

prosperidad de todos, sino solamente a servir al bienestar del mayor número de

individuos.

La idea de los derechos no es otra cosa que la idea de la virtud inducida en el

mundo político. El pueblo de Norteamérica, no obedece solamente a la ley porque

es su obra, sino también porque puede cambiarla, cuando por casualidad lo hiere.

Se somete a ella primero como a un que se impuso a sí mismo, y en seguida

como a un mal pasajero.

Para Tocqueville, en suma, Estados Unidos representaba el ejemplo más claro de

democracia y de cultura igualitaria. Señalando las diferencias entre Europa y

Estados Unidos, afirmaba que la desigualdad reinante en el viejo continente hacía

a los europeos más proclives a sufrir revoluciones políticas. Por el contrario, el

igualitarismo propio de la vida estadounidense se convertía en un factor positivo

para la instauración y la defensa de la democracia como régimen político. Así, La

democracia en América no sólo supuso la presentación en Europa de las

instituciones políticas estadounidenses, sino una reflexión sobre el valor de la

democracia en la vida de una sociedad y sobre el devenir mismo de la historia

política de Occidente.1

1 cpradatocqueville.blogspot.com/http://prezi.com/qwxjzvbpqvyu/la-democracia-en-america-alexis-de-tocqueville/

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