LA EDUCACIÓN Y LA LIBERTAD AL SERVICIO DEL DESARROLLO: …
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LA EDUCACIÓN Y LA LIBERTAD AL SERVICIO DEL DESARROLLO: UNA
LECTURA DE LA POLÍTICA EDUCATIVA COLOMBIANA A LA LUZ DE
PAULO FREIRE
CÉSAR LEONARDO ROJAS ÁNGEL
UNIVERSIDAD COLEGIO MAYOR DE NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO
FACULTAD DE CIENCIA POLÍTICA Y GOBIERNO
2016
“La educación y la libertad al servicio del desarrollo: una lectura a la política educativa
colombiana a la luz de Paulo Freire”
Monografía
Presentada como requisito para optar al título de
Politólogo
En la Facultad de Ciencia Política y Gobierno
Universidad Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario
Presentado por:
César Leonardo Rojas Ángel
Dirigido por:
Freddy Eduardo Cante Maldonado
2016, 2
2
Usted no lo va a creer
pero hay escuelas de perros
y les dan educación
pa' que no muerdan los diarios
pero el patrón,
hace años, muchos años
que está mordiendo al obrero.
-Alí Primera, Techos de cartón
3
AGRADECIMIENTOS
Elvira y Cristóbal, ustedes son el sustento de todos mis sueños e ilusiones. Gracias mamá y
papá por guiar con silencio, paciencia y consejos oportunos el día a día de mi vida. El amor
y la crianza que me han dado es el primer insumo de esta carrera que avanza un paso más
con este trabajo, que es de ustedes. Gracias tía Elisa por su sonrisa callada, me dio calma en
los momentos más inesperados.
Durante estos años tuve la fortuna de encontrarme con muchos profesionales a quienes hoy
admiro y que tengo el honor de considerar mis amigos. Este proyecto también es el
resultado de esos buenos momentos dentro y fuera de las aulas.
La gente externa a la universidad me recordó que hay vida más allá de la academia. Es ese
mundo que está allá fuera por el que hay que trabajar.
Este trabajo no habría sido posible sin la orientación y sabia guía de Fredy Cante. Su
mirada alternativa de la sociedad me permitió encontrarle sentido a cada palabra que aquí
se expone.
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RESUMEN
La educación y el desarrollo han sido conceptos aliados desde hace más de 50 años. Esta
monografía retoma a autores como Paulo Freire, Manfred Max-Neef, Amartya Sen, y
Martha Nussbaum para analizar cómo el desarrollo determina la forma como se
estructuran los proyectos educativos en el contexto colombiano. Las consideraciones de
teóricos de la economía y educadores se complementan alrededor de la idea que estructura
este trabajo: la búsqueda del desarrollo orienta el sentido de la educación en proyectos
como el del Plan Nacional de Lectura y Escritura y determina el concepto de libertad en el
proyecto educativo de instituciones como el Colegio Rural Quiba Alta en Bogotá. Explicar
por qué el desarrollo tiene un papel protagónico en este contexto es solo una parte del
proceso, aquí también se quiere mostrar cómo el ideal de libertad y una visión particular
de la educación se ven limitadas ante la búsqueda del crecimiento económico.
Palabras claves: educación, desarrollo, libertad, humanismo, desarrollo humano,
Ministerio de Educación, modelos de desarrollo.
ABSTRACT
Education and development have been allied concepts for more than 50 years. This
monography retakes authors like Paulo Freire, Manfred Max-Neef, Amartya Sen, y Martha
Nussbaum to analyze how the development shapes the way of how educational projects are
structured in the Colombian context. The visions from economy theorist to educators
complement each other around the idea that structures this work: the search for
development guides the sense of education in projects as the National Plan for Reading and
Writing (Plan Nacional de Lectura y Escritura) and determines the concept of freedom in
the educative project in institutions as the Rural School Quiba Alta in Bogotá. Explaining
why development has a leading role in this context is just part of the process, the objective
is also to show how the ideal of liberty and a particular education model are limited by the
economic growth.
Key words: education, development, freedom, humanism, human development, Ministry of
Education, development models.
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LISTA DE ANEXOS
Anexo 1. Mapa del Colegio Rural Quiba Alta.
Anexo 2. Fotos del Colegio Rural Quiba Alta
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CONTENIDO Pág.
INTRODUCCIÓN .................................................................................................................. 7
1. Educación para el desarrollo ........................................................................................... 9
1.1. La educación según Freire ..................................................................................... 10
1.2. El otro desarrollo ................................................................................................... 12
1.3. Una propuesta vigente ........................................................................................... 15
2. El desarrollo del siglo XXI ........................................................................................... 18
2.1. El desarrollo según Sen .......................................................................................... 19
2.2. El colegio rural ....................................................................................................... 23
3. El camino hacia la crítica .............................................................................................. 27
CONCLUSIONES ................................................................................................................ 29
BIBLIOGRAFÍA .................................................................................................................... 7
ANEXOS .............................................................................................................................. 10
Anexo 1. Mapa del Colegio Rural Quiba Alta .................................................................. 10
Anexo 2. Fotos del Colegio Rural Quiba Alta .................................................................. 11
7
INTRODUCCIÓN “Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios
urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente
por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su
apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la
tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles.” (Cortázar, 1964). Así
comienza uno de los cuentos breves más reconocidos de Julio Cortázar. El lector, parecía
sugerir el argentino, será siempre el protagonista. Y en el fondo de esa lectura, han
complementado los críticos con el paso de los años, hay una experiencia viva que siempre
podrá repetirse. Leer ha sido una forma de escapar al mundo y a la vez hacer parte de él, el
cuento de Cortázar es una síntesis creativa de esa realidad.
“La lectura del mundo precede a la lectura de la palabra, de ahí que la
posterior lectura de ésta no pueda prescindir de la continuidad de la lectura de aquél.
Lenguaje y realidad se vinculan dinámicamente. La comprensión del texto a ser alcanzada
por su lectura crítica implica la percepción de relaciones entre el texto y el contexto”
(Freire, La importancia del acto de leer, 1981, pág. 1), apuntaba el pedagogo brasilero
Paulo Freire en la apertura del Congreso Brasileño de Lectura, realizado en Campinas, Sao
Paulo, en noviembre de 1981. Antes de esta afirmación ya se había consolidado una escuela
de pensamiento con una forma particular de entender no solo el ejercicio de la lectura o las
prácticas alfabetizadoras, sino además la educación en general. Antes de aprender fonemas
y grafías, decía el educador, las personas deberían familiarizarse con la relación entre
“texto” y “contexto”. Ese objetivo, vigente en quienes releen y practican esta teoría,
antecede cualquier otro interés por reducir las cifras de analfabetismo, incrementar el
número de libros que lee un determinado grupo de la población al año o mejorar los
estándares de comprensión en lectoescritura de los estudiantes.
La educación como una herramienta liberadora para el desarrollo del sujeto y
su sociedad. Esa fue la bandera que empezó a defender Paulo Freire a comienzos de la
década de 1960 en su natal Pernambuco, por la cual fue encarcelado luego del golpe militar
de 1964, la misma que exportó durante su exilio en Chile y Uruguay, la que se sigue
leyendo hoy en universidades brasileras, colombianas o estadounidenses y la que ha
inspirado este trabajo. La educación, en esa teoría y en ese contexto, no es una herramienta
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accesoria de los programas sociales de gobierno, sino un proyecto político en sí mismo en
la búsqueda del desarrollo.
Este trabajo parte de esa postura para analizar dos realidades concretas en el
contexto colombiano. Por un lado, el Plan Nacional de Lectura y Escritura – Leer es mi
cuento (PNLE), promovido conjuntamente por los ministerios de Cultura y Educación
colombianos; y por otro, la vida escolar del Colegio Rural Quiba Alta, ubicado en la
localidad de Usme, en Bogotá. El contraste entre la visión que tienen sobre el desarrollo y
la educación autores como Paulo Freire, Amartya Sen y Martha Nussbaum ayudará a
entender cómo determinada visión política y económica por parte del Estado colombiano
determina una política pública como la del PNLE y, por añadidura, la cotidianidad de un
colegio rural público.
Tres etapas confluyen en este análisis. Una base teórica que fundamentan en
mayor medida los aportes de Freire (2011; 2005), Sen (2000) y Nussbaum (2005), pero que
se complementa con otras visiones económicas y filosóficas del desarrollo como las que
proponen Schumacher (1990) y Max-Neef (1986). El debate entre estas posturas se analiza
a la luz de las directrices del Ministerio de Educación Nacional (MEN) y, finalmente, la
experiencia de tres profesores del Colegio Rural Quiba Alta pone a prueba la teoría que
soporta esta investigación. Para esta última etapa se realizaron entrevistas a profundidad
con los docentes de la institución educativa. Toda esto se sistematizó en una matriz de
análisis en la que se dividió la información teórica, documental y vivencial a partir de la
pertinencia para los tres conceptos clave de esta investigación: desarrollo, libertad y
educación. Los datos por columna permitieron encontrar sinergias, contrastes y elementos
clave que confirman la hipótesis que aquí se plantea.
Antes de refutarse unos a otros, las consideraciones de teóricos, funcionarios
públicos y educadores se complementan alrededor de la idea que estructura este trabajo: la
búsqueda del desarrollo orienta el sentido de la educación en proyectos como el del PNLE
y determina el concepto de libertad en el proyecto educativo de instituciones como el
Colegio Rural Quiba Alta. Explicar por qué el desarrollo tiene un papel protagónico en este
contexto es solo una parte del proceso, aquí también se quiere mostrar cómo el ideal de
libertad y una visión particular de la educación se ven limitadas ante la búsqueda del
crecimiento económico.
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1. Educación para el desarrollo Mientras Freire trabajaba en dos de sus obras principales –La educación
como práctica de la libertad y Pedagogía del oprimido, publicadas en 1969 y 1970,
respectivamente– en Colombia se planteaba una nueva perspectiva para entender la
educación en función del desarrollo. La educación era uno de los elementos que componían
la Alianza para el Progreso, el proyecto del presidente estadounidense John F. Kennedy
para América Latina que empezó a ejecutar en 1961. Reducir las tasas de analfabetismo y
asegurar al menos seis años de vinculación de los niños a las instituciones educativas eran
solo algunos de los elementos que incluía el programa (Rojas, 2010, págs. 97-98).
Pero en general, la Alianza para el Progreso, resalta Rojas, tenía al menos
dos objetivos principales, no solo para Colombia, sino para la región en general: “orientar
el cambio social en América Latina e impedir el avance del comunismo en el marco de la
guerra fría.” (2010, p. 92). Esas metas, de alguna manera, dejan entrever también la forma
como Estados Unidos, y por lo tanto los países que se adhirieran a la Alianza, entendían el
desarrollo. Estaría en oposición a la visión de desarrollo que pudiera tener el bloque
comunista, por un lado, pero además hace falta profundizar en cómo el capitalismo estaba
buscando ese “cambio social”. El análisis de esta investigadora del Instituto de Estudios
Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI) de la Universidad Nacional está orientado a
estudiar el carácter intervencionista de Estados Unidos pero, a la vez, ilustra una forma
particular de entender el desarrollo en toda la región.
El cambio social, en la visión estadounidense, se lograría a través de la
modernización:
Basado en esta visión, el proyecto modernizante que se fue
abriendo camino en Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial
distinguía entre las regiones avanzadas y las retrasadas, en donde Estados Unidos
constituía la “cima de la modernidad” con la “misión de transformar un mundo
necesitado de aprender la lección es que sólo América podía enseñar”. No obstante,
no se trataba sólo de “exhortar” a los países atrasados a emular el camino del éxito,
era preciso elaborar un sofisticado dispositivo burocrático que, alimentado desde las
universidades y centros de pensamiento estadounidenses, contara con cuantiosos
recursos para la ayuda externa que pudiera proporcionar los recursos materiales, el
conocimiento técnico y la motivación ideológica para llevar a cambio las
transformaciones requeridas. (Rojas, 2010, p. 95).
Todo este proceso estuvo acompañado por otras instituciones como la Cepal,
que con su modelo de industrialización por sustitución de importaciones pretendía dar un
giro al modelo de producción del continente. En Colombia, Alberto Lleras Camargo se unía
10
a esta corriente con el Plan General Decenal de Desarrollo y el Plan Cuatrienal de
Inversiones que entre otros elementos, centraban su atención en la reforma agraria. En parte
porque el sector era atrasado y poco productivo, pero además porque al mejorar las
condiciones de vida en el campo se podría reducir la agitación política que se estaba
generando en la región luego del triunfo de la revolución cubana en 1959 (Rojas, 2010, pp.
101-103).
Entretanto, si bien la educación figuraba en los renglones secundarios de la
Alianza, para esa época ya estaba alineada con los objetivos generales del desarrollo. La
alfabetización de la población era apenas el primer paso de una red de metodologías e
instituciones articuladas para mantener en funcionamiento el sistema. Al analizar los
distintos modelos desarrollistas durante el siglo XX, Mujica Chirinos y Rincón González
resaltan que, durante esta época, la política social estaba orientada a fortalecer el capital
humano que se necesitaba para mantener el crecimiento económico (Mujica Chirinos &
Rincón González, 2006, pág. 208).
1.1. La educación según Freire Freire lo ponía en sus propios términos. Para el educador brasilero el tema
económico era solo una parte de la estructura. Él hablaba de la educación “bancaria” para
referirse a un sistema de enseñanza en el que los educadores se encargaban de “depositar”
información a los educandos. En este modelo, que no es muy diferente al que funciona hoy
día en la mayoría de escuelas de Colombia, los docentes1 son los que saben, son los que
tienen autoridad, son los que tienen el poder sobre la palabra y la administran, son los que
eligen los contenidos y son los sujetos que lideran el proceso de aprendizaje. Los alumnos,
por el contrario, no saben, escuchan dócilmente, reciben educación y disciplina, se
acomodan a los programas y son objetos del proceso de aprendizaje (Freire, 2005, pág. 80).
La crítica de Freire al sistema educativo de su tiempo no se reducía al rol
antagónico entre educador-educando. Se trataba, más bien, de una crítica a la sociedad
1 En términos estrictos, Freire no habla de docentes, profesores, maestros, alumnos o estudiantes ni
establece una distinción entre unos y otros. Siempre se refiere a la dicotomía educador-educando. Y aunque para los pedagogos existen diferencias claras entre estos oficios, en este trabajo en particular se usará un término u otro sin que hayan muchas distinciones. En el caso del Ministerio de Educación Nacional, por otro lado, la mayoría de su discurso alude a los docentes, pero, de nuevo, para efectos de este análisis, se abordarán estas categorías indistintamente.
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enfrentada entre opresores y oprimidos, deshumanizada por ambos y cuya transformación
pasaba por una reforma a la educación. En vez de las recetas propuestas por los programas
educativos, que los maestros debían recitar y los estudiantes, memorizar, Freire proponía el
diálogo, la praxis, la liberación. Todo esto implicaba una revolución en la forma de
pensamiento de toda la sociedad.
De ahí nace la pedagogía del oprimido. Freire contemplaba la sociedad
desde una perspectiva marxista, en la que los dueños de los medios de producción se
encargaban de reproducir una visión del mundo para que los marginados fueran
domesticados. El brasilero no hablaba de la conciencia de clase, únicamente, sino además
de que tanto opresores como oprimidos identificaran la relación de injusticia y, juntos,
buscaran la liberación por medio de la acción y la reflexión (Freire, 2005, págs. 48-51).
Pero antes de descubrir esa dicotomía liberadora en la que opresores y oprimidos,
subjetivamente, se reconocen como tales y toman medidas para cambiar la realidad,
objetivamente, existe un estadio al que Freire se opone. Los opresores hacen creer a los
marginados que para hacer parte del mundo deben formarse dentro de su esquema y,
paradójicamente, los segundos aspiran a convertirse en los primeros. Por eso el sistema de
dominación se perpetúa, por eso es necesario liberarse.
La educación como práctica de la libertad, al contrario de aquella
que es práctica de dominación, implica la negación del hombre abstracto, aislado,
suelto, desligado del mundo, así como la negación del mundo como una realidad
ausente de los hombres.
La reflexión que propone, por ser auténtica, no es sobre este
hombre abstracción, ni sobre este mundo sin hombre, sino sobre los hombres en sus
relaciones con el mundo. Relaciones en las que conciencia y mundo se dan
simultáneamente. No existe conciencia antes y mundo después y viceversa. (Freire,
2005, pág. 94).
Una vez más, como se citaba al comienzo de este trabajo, Freire acude a la
noción de mundo para explicar el propósito de una educación liberadora. El autor completa
esta idea a partir de la reflexión de un campesino chileno quien llegó a concluir que,
suponiendo que todos los hombres desaparecieran, el mundo no tendría quién lo pensara,
quién tuviera conciencia de él. Esta concepción implica que el mundo deja de ser un objeto
externo, estático, acabado, como lo suponía la educación “bancaria”, y se convierte en parte
del sentido humano. En otras palabras, mientras un modelo entiende el mundo como el
plano sobre el cual actúa el ser humano, la educación liberadora explora una relación
intrínseca en la que el uno transforma al otro y viceversa.
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Lo que hay detrás de este análisis es una nueva forma de entender las
relaciones de poder: entre unas personas sobre otras, todas deshumanizadas en términos de
Freire, y entre los seres humanos y el entorno que los rodea, en el contexto de una
educación liberadora. En el fondo de ese proceso se escondía la posibilidad de que la
dicotomía opresor-oprimido dejara de existir, y lo que eso implicaba era que ambos
tuvieran la oportunidad de actuar sobre el mundo, transformarlo y transformarse,
convertirse en agentes históricos. Es decir, en otro modelo de sociedad, los seres humanos
podrían decidir sobre su futuro en comunidad y no guiados por una fuerza opresora que les
quitara autonomía. La educación para la libertad transformaría a la sociedad, su forma de
entender el mundo y las fuerzas necesarias para relacionarse con él. De modo que este
esquema cambiaría también la manera como hasta entonces se entendía el desarrollo.
1.2. El otro desarrollo El modelo que imperó hasta bien entrada la década de los 90, y que sigue
guiando los objetivos de los países en “vía de desarrollo”, estaba enfocado en el
crecimiento económico. Bien fuera a través de la industrialización por sustitución de
exportaciones, la cooperación internacional, la inversión pública o las dinámicas de
mercado, la meta seguía siendo mejorar año a año las cifras del Producto Nacional Bruto.
Más allá de las particularidades de cada perspectiva, en general la apuesta económica de los
países de la región, Colombia incluida, buscaba reducir la participación del Estado en el
mercado, estimular la producción en masa, industrializar el campo y promover la inversión
privada para cumplir con todos estos objetivos.
No se pretende aquí hacer un análisis detallado de todas las perspectivas de
desarrollo que se han propuesto desde los 60, muchas de las cuales siguen vigentes. En
cambio, es necesario resaltar algunas que han surgido desde entonces como propuestas
alternativas. Quizá el factor más distintivo entre unas y otras es el enfoque en lo humano.
Mujica Chirinos & Rincón González (2006, págs. 218-219), luego de hacer un recorrido
desde el modelo estructuralista cepalino, el neoliberal, el neoestructural, el desarrollo
sostenible, pasando por el desarrollo a escala humana, el desarrollo humano y el desarrollo
como libertad, concluyen que al menos los tres primeros han perpetuado la desigualdad
hasta llevar a condiciones críticas los niveles de pobreza. El desarrollo, tal como lo pensaba
Kennedy y su generación, quedó muy lejos de mejorar las condiciones de vida de los más
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desfavorecidos y la economía ha triunfado en cómo hacer que las economías sean más ricas
sin prestar mucho cuidado a la redistribución de esa riqueza. No en vano, al presentar
Economía descalza, el chileno Manfred Max-Neef citaba a Fritz Schumacher para señalar
que su libro era “«de economía como si la gente importara»” (Max-Neef, 1986, pág. 22).
Tanto Max-Neef como Schumacher coincidieron en destacar que el
capitalismo está fundado sobre premisas inviables. Arraigado a la tradición Judeo-cristiana,
explica Max-Neef (1986, págs. 41-50), occidente fundó su idea de desarrollo sobre la
licencia divina de dominación sobre la naturaleza consignada en el Génesis. El mito era ley
hasta que, poco a poco, la razón le fue quitando su lugar. En la transición estuvieron
pensadores como Hobbes, Locke, Spinoza, Descartes, Newton, Leibnitz y hasta Marx. Con
diferencias en el cómo, todos coincidieron en el por qué: el crecimiento ilimitado.
Paradójicamente, ahora que el mito ha sido relegado, la promesa antropocentrista de control
absoluto sobre la Tierra sigue vigente y los sistemas productivos hasta hace poco han
empezado a considerar el rol que la naturaleza juega en la ecuación.
“John Stuart Mill (1806-1873) poco más de un siglo después de la muerte
de Locke, expresó su inquietud por el daño hecho por el hombre a la naturaleza, y se
demostró escéptico respecto a las supuestas ventajas del crecimiento indefinido de la
producción” (Max-Neef, 1986, pág. 47). La razón va más allá de un asunto moral, pues este
tipo de reservas exceden el respeto por la “Madre Tierra”. “Desde un punto de vista
económico, el concepto principal de la sabiduría es la permanencia. Debemos estudiar la
economía de la permanencia. Nada tiene sentido económico salvo que su continuidad a
largo plazo pueda ser proyectada sin incurrir en absurdos.” (Schumacher, 1990, pág. 29).
Parte de la justificación del economista alemán se encuentra en la cadena de
producción del sistema capitalista. La continuidad de este modelo de producción está
comprometida porque los seres humanos han fallado en identificar todas las fuentes de
capital que le generan riqueza. La maquinaria, el conocimiento científico-técnico, la
infraestructura y hasta la fuerza de trabajo de los empleados a disposición de la industria
son fuentes de capital, cuyo desgaste hace parte de la ecuación para que el sistema siga
funcionando. En la medida en que los empleados envejecen, hay que traer otros más
jóvenes; en la medida en que la maquinaria se desgasta, hay que contemplar el
mantenimiento dentro de los gastos a largo plazo. Pero si dentro de la ecuación se deja una
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variable por fuera, todo el sistema puede venirse abajo. “El capital proporcionado por la
naturaleza es mucho más importante que el aportado por el hombre. (…) Esa mayor
proporción que nos da la naturaleza está siendo usada a un ritmo alarmante” (Schumacher,
1990, págs. 14-15).
Cuando Schumacher habla del “capital natural” se refiere a elementos como
los combustibles fósiles, que han sido interpretados como renta, y no como capital; la
capacidad productiva de la tierra o la salubridad del agua, que él llama “los márgenes de
tolerancia de la naturaleza”; (Schumacher, 1990, pág. 17) y hasta la sustancia humana. Los
dos primeros están estrechamente relacionados con el sistema de producción2 que cree que
el crecimiento ilimitado es posible porque el capital también lo es. Pero no es así. No solo
no habrá combustibles fósiles suficientes en el futuro para mantener el ritmo de producción
actual, sino que además el sistema ha fallado en encontrarle provecho a los residuos de sus
aparatos productivos. El CO2 y los desechos químicos, entre muchos otros productos que
no tienen propósito luego de la producción de un bien, son los responsables de que la tierra,
el agua y el aire estén perdiendo las calidades necesarias para mantener la vida.
Ahora, la razón por la cual también está en riesgo la sustancia humana está
ligada con este último punto. En parte porque sin un medio ambiente sano se reducirá la
calidad de vida sobre el planeta, pero sobre todo porque el sistema está perjudicando
principalmente a las poblaciones más marginadas. En otras palabras, este sistema de
desarrollo pone en riesgo a las personas desde el punto de vista biológico, pero también
desde la perspectiva humana.
El crecimiento ilimitado, que tanto Max-Neef como Schumacher consideran
inviable, tiene en su espíritu vicios que van más allá de los elementos prácticos que se
exponen arriba. Los dos autores también recalcan que este modelo de desarrollo está
fundado sobre la ambición, la avaricia y la envidia que supone la acumulación
(Schumacher, 1990, págs. 27-28); está diseñado para favorecer a unos pocos con el trabajo
de muchos y estos últimos se acercan muy a menudo a la miseria (Max-Neef, 1986, págs.
58-61) y está pensado con el fin de homogeneizar, de entender la sociedad a partir de
sujetos racionales que toman decisiones en función de la oferta y la demanda (Schumacher,
2 Schumacher se refiere a la producción capitalista, pero como muestra Max-Neef, y como se explicará más
adelante, esta lógica también está en el espíritu del marxismo.
15
1990, pág. 38). Es decir, la visión del desarrollo en términos de crecimiento económico,
como ya lo había advertido Freire a su manera, es deshumanizadora.
La alternativa que proponen tanto los economistas como el educador apunta
a un giro radical. Schumacher apuesta por el valor de lo pequeño. Reflexiona sobre la
importancia de reflexionar en términos de escalas cuando analiza los problemas que
suponen las ciudades multitudinarias, las industrias trasnacionales y los países
continentales. “Ciertas cosas sólo [sic.] pueden enseñarse en un círculo muy reducido,
mientras que otras cosas pueden obviamente ser enseñadas en masse, a través de la radio, la
televisión, las máquinas de enseñar, etcétera.” (Schumacher, 1990, pág. 56). Pero Max-
Neef va más allá del tamaño. “Se trata de llevar los sectores «invisibles» a la primera plana
de la vida y permitirles que finalmente se manifiesten y «hagan lo suyo». Se trata de una
redistribución drástica del poder, por medio de la organización comunal horizontal. Se trata
de pasar de un gigantismo destructivo a una pequeñez creativa” (Max-Neef, 1986, pág. 63).
La comunidad y el mundo rural, pilares de la propuesta de Freire, juegan un rol protagónico
en estas propuestas que ven el desarrollo en términos de libertad y como una búsqueda de
sentido humano.
1.3. Una propuesta vigente Los argumentos expuestos hasta ahora son suficientes para avalar la
legitimidad y necesidad de este análisis. Pero puede haber quién se pregunte por qué traer a
colación autores y debates que tuvieron su auge hace más de 40 años. Se podría decir, en
primer lugar, que se mencionan aquí porque las desigualdades que denuncian no se han
resuelto. Pero más allá de eso, es importante recordar los campos principales de esta
investigación: la educación, la libertad y la relación de ambos con el desarrollo. La
pertinencia de esta reflexión se encuentra en el papel que desempeña la educación en el
mundo de hoy para pensar el futuro de forma distinta. Y pocos autores se aproximaron a
este objetivo de forma tan revolucionaria como Freire.
Dentro y fuera de Brasil, en muchas facultades de educación, sus enseñanzas
siguen haciendo parte del currículo porque buena parte de la estructura a la que se oponía el
pedagogo sigue arraigada en esta sociedad. En marzo de 2015, luego de una de las protestas
que se oponía al gobierno de Dilma Rousseff, se hizo viral la imagen de una pancarta que
decía en portugués: “No más adoctrinamiento marxista. Basta ya de Paulo Freire”. El
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periodista especializado en educación Antônio Gois, del diario brasilero O Globo, rescató el
hecho para reivindicar la importancia del pedagogo. Recordó que, entre 2010 y 2011, pasó
un año en la Universidad de Michigan y que al mencionar que era brasilero, el profesor
empezó a hablarle de Freire. Luego vino a descubrir que el asunto era más que anecdótico y
que el educador nacido en Recife era fuente obligada en las bibliografías de las clases en las
facultades de educación de universidades como las de Harvard, Oxford o Cambridge.
Concluía Gois que, independientemente de las críticas que se le pudieran hacer, sería una
simplicidad reducir la propuesta de Freire como un método de adoctrinamiento marxista o
decir que este es obsoleto (Gois, 2015).
A propósito de los 45 años de la publicación de Pedagogía del oprimido, el 1
de mayo de 2013 se reunieron en la Graduate School of Education de la Universidad de
Harvard Howard Gardner, profesor de educación y cognición de esa facultad; Bruno della
Chiesa, lingüista y neurocientífico y el lingüista, filósofo y activista Noam Chomsky. Su
propósito, más allá de conmemorar al educador brasilero y uno de sus más célebres
trabajos, era el de releer esta obra a la luz del contexto del siglo XXI. Los profesores
empezaron por recordar a Freire, su trayectoria y el contexto en el que se encontraba
Latinoamérica a finales de los 60. Hablaron de los pobres, las dictaduras, la iglesia brasilera
en su versión más radical, la contraparte de la teología de la liberación y cómo Freire, en
este contexto, empezó a desarrollar el concepto de los oprimidos y la necesidad de iniciar
un proceso de concientización.
Chomsky apunta que la educación bancaria a la que se oponía Freire, esa
idea de entender el conocimiento como si se echara agua dentro de una vasija, es todavía
vigente tanto en las escuelas como en universidades estadounidenses y se afianzó en
contraposición a las ideas libertarias de la década de los sesenta. Pero más allá del modelo
educativo, añade della Chiesa:
La estructura es exactamente la misma, solo que se ha convertido
en algo mucho más eficiente de lo que era en términos de represión social en ese
entonces. Sin embargo, lo que puede haber cambiado, y eso solo a nivel superficial,
es quiénes son los oprimidos. Freire no habla mucho acerca de la clase media (…).
Ahora, si miramos a nuestras sociedades occidentales actualmente, casi todos los
que veo a mi alrededor están oprimidos de una forma u otra. Pero al mismo tiempo,
también somos opresores. (Harvard Graduate School of Education, 2013).
Lo que es necesario resaltar a continuación es la transición. Qué pasó en este
interludio de 45 años para que este discurso siga siendo necesario. En este foro, Chomsky
17
recordó la forma cómo tanto el Vaticano, de una forma más moderada, como Estados
Unidos, de manera más radical, se encargaron de silenciar las voces de quienes (religiosos o
no) buscaban darle voz a quienes no la tenían. Freire estuvo preso y tuvo que exiliarse, y la
experiencia de Max-Neef con el proyecto ECU-28 para empoderar comunidades indígenas
y campesinas en el noroccidente ecuatoriano se frustró cuando, luego del golpe de Estado
que subió al poder al general Rodríguez Lara en 1972, expulsaron al chileno del país. El
proyecto que proponía la libertad y la participación de estas comunidades aisladas y
marginadas llevaba apenas 18 meses de ejecución (Max-Neef, 1986, págs. 124-127).
La revolución educativa y social no ha sido posible y, en contraste con la
aseveración de Max-Neef según la cual la solución no estaba dentro del mismo esquema, el
sistema capitalista ha sabido acomodarse a las urgencias de los más desprotegidos. Quizá
quien ha expuesto este fenómeno de forma más clara ha sido Zygmunt Bauman en el
análisis sobre la Modernidad líquida. La investigadora Cecilia Bixio, profesora de la
Universidad Nacional de Rosario y la Universidad Autónoma de Entre Ríos en Argentina,
cita al sociólogo polaco para hablar de cómo el triunfo del capitalismo ha forjado una
sociedad flexible, moldeable, e imprevisible (Bixio, 2010, pág. 34).
Bixio realizó un libro dedicado al pedagogo brasilero para exponer cómo el
libre mercado, la tecnología, la debilitación de las instituciones (entre ellas la escuela)
ponen de manifiesto la necesidad de replantear el papel de la educación y de los educadores
en la sociedad. Para Bixio, Freire sigue siendo vigente porque es urgente entender al “otro”
en un mundo donde se estimula el individualismo. La investigadora habla de la ruptura
entre la modernidad y la posmodernidad para plantear dos alternativas: o se arraiga la
educación a la visión conservadora que tanto criticó Freire donde se enseña y se aprende
con rigor, o bien se reinventa la escuela a partir de la creatividad y la apertura que ofrecen
los nuevos tiempos. “Proponemos entonces trabajar con un concepto maleable y dialéctico.
Cambiar la melancólica nostalgia por la ilusión y darle a la ilusión un lugar teórico en
nuestro discurso” (Bixio, 2010, pág. 40).
Este trabajo está enmarcado dentro de esa creatividad utópica por la cual
apuesta Bixio. Lo que sigue es un recorrido por el caso colombiano y cómo las propuestas
de economistas más contemporáneos como Amartya Sen y Martha Craven Nussbaum tratan
de hacer la diferencia frente a los modelos tradicionales de la educación y el desarrollo.
18
2. El desarrollo del siglo XXI La Alianza para el Progreso dejó de funcionar formalmente en Colombia
hacia 1969, pero la llave educación-desarrollo ha trascendido hasta nuestros días. Una de
las evidencias está en que hoy una organización internacional como la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) se encarga de medir y comparar el
desempeño educativo en distintos países del mundo por medio de las pruebas Pisa.
La OCDE nació en 1961 con el ánimo de promover políticas en los países
desarrollados para potenciar el desarrollo económico y el bienestar de la población.
Actualmente la organización cuenta con 34 miembros y parte de su trabajo se enfoca en la
investigación constante sobre el estado de la industria, el sector financiero, el mercado
laboral, la educación, el medio ambiente, la ciencia y la tecnología, entre otros temas. El
Programa para la Valoración Internacional de los Estudiantes (Pisa, por sus siglas en inglés)
se ha convertido en uno de los referentes de esta organización en el mundo para medir la
calidad de la educación y comparar a los países en esta área. Se trata de un examen que,
desde el año 2000, presentan estudiantes de 15 años cada tres años en al menos 65 países.
En cada Estado se toma una muestra representativa de los alumnos de esta edad y los
evalúan en las áreas de ciencias, lenguaje y matemáticas, pero además hay componentes
opcionales en los que también ha participado Colombia como la solución de problemas y la
educación financiera.
Las políticas educativas en el país están inmersas dentro de esta lógica. En el
año 2010 el presidente Juan Manuel Santos y la entonces ministra de Educación María
Fernanda Campo crearon el Plan Nacional de Lectura y Escritura – Leer es mi cuento (en
adelante, PNLE). Esta estrategia fue diseñada con el ánimo de promover el mismo tipo de
competencias que evalúan las Pisa en los estudiantes de básica y media de todo el país. En
términos concretos el PNLE:
[B]usca fomentar el desarrollo de las competencias en lenguaje mediante el
mejoramiento de los niveles de lectura y escritura (comportamiento lector,
comprensión lectora y producción textual) de estudiantes de educación inicial,
preescolar, básica y media, a través el fortalecimiento del papel de la escuela y de la
familia en la formación de lectores y escritores (Ministerio de Educación Nacional
[MEN], 2011, pág. 7).
Una parte de la estrategia está enfocada en proveer los recursos básicos para
que los estudiantes, docentes y familias tengan a acceso a los libros. Para eso se diseñó la
Colección Semilla, una biblioteca con 270 títulos para dotar a las escuelas que empiezan a
19
hacer parte del programa. Pero en general, los objetivos de este proyecto están alineados, en
primer lugar, con el propósito del presidente Santos de que Colombia sea uno de los países
más educados de la región para 2025, pero además, con la lógica que ha impuesto la OCDE
a la educación.
Así, por ejemplo, el PNLE se basa en la Ley General de Educación (ley 115
de 1994) para defender el principio según el cual la educación forma a las personas para
que desarrollen un sentido crítico y orienten sus conocimientos a la resolución de
problemas (MEN, 2011 Anexo 1, p. 11). A largo plazo, la educación sigue funcionando
como un mecanismo de inserción a la sociedad para que los jóvenes se formen en las áreas
básicas para buscar un trabajo en el futuro. Sin esta educación (formal, institucional), las
personas no hacen parte, están excluidas, y precisamente a esto se oponía Freire cuando
decía que “los llamados marginados, que no son otros sino los oprimidos, jamás estuvieron
fuera de. Siempre estuvieron dentro de. Dentro de la estructura que los transforma en “seres
para otro”. Su solución, pues, no está en el hecho de “integrarse”, de “incorporarse” a esta
estructura que los oprime, sino transformarla para convertirse en “seres para sí”” (Freire,
Pedagogía del oprimido, 2005, pág. 82). Por eso la educación no puede funcionar como un
elemento adoctrinador por parte del Estado, una herramienta para posicionar
estratégicamente al país o un medio para alcanzar la meta del desarrollo.
2.1. El desarrollo según Sen En 1998, el Nobel de Economía indio Amartya Sen habló de la necesidad de
entender la educación como un instrumento multipropósito, tanto para el Estado, como para
el individuo. Sen entiende el desarrollo como un proceso de expansión de las libertades
(2000, pág. 55). Entre estas, la educación surge como una herramienta “instrumental” que
provee a los individuos de las capacidades para realizarse a sí mismos, pero además los
forma para contribuir a la meta del desarrollo. La perspectiva de Sen sirvió de referente
para dar un nuevo enfoque a la educación en el mundo. El Índice de Desarrollo Humano de
la ONU es producto de la concepción según la cual no basta el crecimiento del Producto
Nacional Bruto para que un país sea desarrollado.
El autor explica que el crecimiento económico no es suficiente para entender
el desarrollo porque la riqueza no garantiza que las personas tengan una vida plena. Dice
que la riqueza, en vez de concebirse como un fin, debería entenderse como un medio, como
20
un instrumento para alcanzar otros objetivos (Sen, 2000, págs. 30-31). Pero antes de
establecer una relación causal (la falta de libertades obstaculiza el crecimiento económico,
o las libertades contribuyen a este), Sen (2000, pág. 55-57) pide entender el desarrollo
desde una perspectiva amplia. Establece que hay libertades en los procesos y en las
oportunidades, y lo expone en otros términos, que hay libertades constitutivas (como la
libertad de cultos o el derecho al voto) e instrumentales (como los servicios de salud o la
educación). En conjunto, todas estas libertades permiten que las personas puedan realizarse
en la sociedad o desarrollar sus capacidades y son una categorización de Sen para
argumentar que las libertades son, a la vez, fines y medios para el desarrollo.
Sen distingue los siguientes tipos de libertades instrumentales: las políticas,
los servicios económicos, las oportunidades sociales, las garantías de transparencia y la
seguridad protectora. “Las oportunidades sociales se refieren a los sistemas de educación,
sanidad, etc., que tiene la sociedad y que influyen en la libertad fundamental del individuo
para vivir mejor.” (2000, pág. 58). Pero Sen insiste en que estas capacitan a las personas
para que se desenvuelvan en la vida económica y política.
En este punto cobra especial importancia el concepto de “agencia”. Para Sen,
el “agente” es “la persona que actúa y provoca cambios y cuyos logros pueden juzgarse en
función de sus propios valores y objetivos, independientemente de que los evaluemos o no
también en función de algunos criterios externos” (Sen, 2000, pág. 35). En términos
estrictos, la noción de “agente” de Sen es muy cercana a la idea de “hombre libre” de
Freire. Pero la diferencia radica en los objetivos.
La noción de “agente” sirve a Sen en otro análisis para diferenciar los
conceptos de capital humano y capacidad humana. El primero es entendido como las
facultades que tienen las personas para realizar un trabajo, contribuir al sistema productivo
y, en últimas, al desarrollo económico. La capacidad humana, por otro lado, “se centra en
su habilidad [la de los seres humanos] para llevar el tipo de vida que consideran valiosa e
incrementar sus posibilidades reales de elección” (Sen, 1998, pág. 69). El mismo autor
reconoce que los conceptos son muy parecidos, pues una persona puede elegir una
actividad u opción de vida que también contribuya al mercado, pero enfatiza que la
diferencia se encuentra en la distinción entre medios y fines.
Si, en cambio, se da énfasis a la expansión de la libertad humana
para vivir el tipo de vida que la gente juzga valedera, el papel del crecimiento
21
económico en la expansión de esas oportunidades debe ser integrado a una
comprensión más profunda del proceso de desarrollo, como la expansión de la
capacidad humana para llevar una vida más libre y más digna. (Sen, 1998, pág. 71).
El economista indio hace un llamado para que se vea al ser humano como
algo mucho más complejo que un medio de producción. Hace un llamado a su dignidad y
humanidad. De alguna forma, contribuye a la idea de Freire al oponerse a una visión
bancaria del ser humano. Por eso dice que el desarrollo debe ir más allá del crecimiento
económico, pero en ningún momento lo excluye de la ecuación. La perspectiva de Sen le da
un papel protagónico a otro tipo de libertades dentro de la lógica del desarrollo. Por eso
complementa la visión tradicional del progreso en un país. El PNLE no desconoce esa
orientación, pero tanto la propuesta de Sen como la del MEN son apenas una arista de
cómo entender el potencial que tiene la educación como elemento transformador de la
sociedad. Cuando Sen habla de la educación, en medio de otras libertades sociales, le da un
valor en sí misma, para contribuir a los objetivos individuales de cada persona, pero a la
vez resalta que esta también es útil para el desarrollo económico (Sen, 2000, pág. 60).
Paulo Freire le da un enfoque diferenciador a la educación. Para él, la
educación es un instrumento político en sí mismo. Pero este no debe ser utilizado como una
forma de alienación, de arriba hacia abajo, sino como un elemento de liberación. La
educación, explica Julio Barreiro en el prólogo de La educación como práctica de la
libertad, está inserta dentro de la estructura de una sociedad, refleja unas dinámicas de
poder y supone una lógica de sumisión que se evidencia desde la concepción hasta la
metodología del proceso de aprendizaje (2011, págs. 14-15).
Freire otorga gran parte de la responsabilidad del cambio a los profesores y
por eso es enfático en la necesidad de formarlos como mediadores para desarrollar un
sentido crítico en los educandos. El PNLE, por su parte, contempla la necesidad de formar a
los docentes para promover la lectura en los estudiantes. Tanto el MEN, así como Sen y
Freire, hablan de la importancia de desarrollar un sentido crítico, pero los horizontes de esa
capacidad son distintos. Mientras Sen entiende la educación para poder hacer, Freire la
interpreta como un camino para ser.
Sobre este proceso habla el autor en La educación como práctica de la
libertad, un libro que es mitad reflexión sobre la situación brasileña en la década de los
sesenta, mitad exposición sobre esa búsqueda del ser. Allí Freire habla del paso de una
22
sociedad “intransitivada” a una comunidad transitiva, que puede ser ingenua o crítica. El
brasileño describe esa transitividad como la capacidad del hombre de pensar su existencia
más allá de su esfera vital, es decir, más allá de sus necesidades inmediatas, biológicas,
“vegetativas”. La transitividad ingenua, primer paso del proceso de transformación,
interpreta los problemas de forma simple, es débil en los argumentos y propensa a las
explicaciones mágicas, tiene inclinaciones al gregarismo y la masificación, es, por tanto,
deshumanizadora. Pero la transitividad crítica es un estado avanzado. Tiene una
responsabilidad social y política, es producto tanto del diálogo (y no de la polémica como
ocurre con la ingenua) como de la interpretación profunda de los problemas, sabe conciliar
entre lo viejo y lo nuevo y está dispuesta a revisar los argumentos y revisarlos (Freire,
2011, págs. 53-54).
Desde la perspectiva económica, Albert Hirschman ya había hablado de esta
capacidad del ser humano cuando hizo la distinción entre preferencias y metapreferencias.
El economista alemán parte de una crítica a la idea de elección racional, esa que supone que
los sujetos toman decisiones basándose en análisis de costo-beneficio, para exponer que los
seres humanos tienen la capacidad de retractarse de lo que aparentemente quieren (sus
preferencias), reflexionar, y elegir otra opción basándose en necesidades que nos son
inmediatas (metapreferencias) (Hirschman, 1986, pág. 708). Esta distinción resulta
pertinente para este análisis en particular porque, a la hora de hablar de la producción o el
trabajo, también existen dos tipos de actividades: las instrumentales y las no instrumentales.
Las primeras otorgan una recompensa casi inmediata y su resultado es relativamente
predecible (el salario luego de un mes de trabajo, por ejemplo), pero las segundas están más
cercanas a la incertidumbre, requieren más tiempo y esfuerzo, no son rutinarias y su
resultado es impredecible.
Estas son actividades tales como la búsqueda de la verdad, la
belleza, la justicia, la libertad, la comunidad, la amistad, el amor, la salvación,
etcétera. Como regla estas actividades son, por supuesto, ejecutadas por medio de
una variedad de empeños en objetivos en apariencia limitados y específicos
(escribir un libro, participar en una campaña política, etcétera). Sin embargo un
importante componente de las actividades desempeñadas así se describe mejor no
como una labor o trabajo sino como una lucha —un término que precisamente
insinúa la falta de una relación confiable entre esfuerzo y resultado. Un cálculo de
medios-fin o de costo-beneficio es imposible en las circunstancias descritas.
(Hirschman, 1986, pág. 713).
23
Con perspectivas como la de Freire y Hirschman queda desarmado el
modelo tradicional que busca resultados a partir de la teoría económica racional. El valor
humano se reivindica cuando se entiende que no existe un método universal para tomar
decisiones o cuando se rescata el valor de la comunidad para pensar a largo plazo, más allá
de las necesidades inmediatas. Esas metas impredecibles a las que se refiere Hirschman no
le pertenecen a un puñado de personas y de ahí la necesidad de reivindicar el carácter
histórico que Freire le confiere a los seres humanos en las comunidades más aisladas.
Este educador pensó en un modelo educativo para ciertos grupos rurales de
Brasil de la década de los 60. Ese proyecto evolucionó y se adaptó a las necesidades
propias de Uruguay y Chile. La propuesta de Freire fue pensada para las comunidades
rurales porque se enfocaba en los valores tradicionales de una comunidad en contraposición
a la lógica homogénea de la ciudad. Las pruebas Pisa y la formación que promueve la
OCDE tienen un espíritu que busca homogeneizar para poder medir. Basta con ver los 270
títulos de la Colección Semilla que se reparten inmutables por todo el territorio nacional
para entender que el MEN se ajusta a ese sistema por medio de políticas como la del PNLE.
Al respecto resulta pertinente tomar en cuenta lo que afirmó Freire:
Una de las preocupaciones fundamentales, a nuestro juicio, de una educación para
el desarrollo y de la democracia debe ser proveer al educando de los instrumentos
necesarios para resistir los poderes del desarraigo frente a una civilización industrial
que se encuentra ampliamente armada como para provocarlo, aun cuando esté
armada de medios con los cuales amplíe las condiciones existenciales del hombre
(Freire, 2011, pág. 83).
Un proyecto educativo con estos matices excede la búsqueda de estándares
en lectoescritura y alrededor de él se ha orientado la reflexión de este trabajo. Por eso,
además del análisis de los componentes del PNLE, este proyecto indaga sobre la
experiencia de un colegio rural al que este plan no ha llegado.
2.2. El colegio rural El Colegio Rural Quiba Alta está ubicado en la localidad de Usme y es una
de las pocas instituciones de esta naturaleza adscritas a la Secretaría de Educación de
Bogotá. Su contexto, al borde de lo urbano y lo rural, así como la situación marginal frente
a las políticas estatales como la del PNLE, complementan este análisis acerca de la relación
entre la educación, la libertad y el desarrollo.
Fundado para suplir las necesidades de los niños de las veredas Quiba Alta y
Quiba Baja, al sur de la capital, el Colegio Rural solo tuvo cursos de preescolar y primaria
24
hasta el 2000. La ampliación al bachillerato y la reciente transición hacia una jornada única
están transformado paulatinamente la mentalidad de las directivas y los estudiantes de la
institución. Hasta allá no ha llegado el PNLE y por eso este análisis propone un contraste
entre la perspectiva del Ministerio y el trabajo de quienes están marginados de las políticas
públicas del gobierno.
La coordinadora académica Claudia Villarreal, quien ha trabajado en el
Colegio Rural Quiba Alta por más de 15 años, cuenta que solo el 30% de los 1200
estudiantes de la institución vienen de familias campesinas, el 70% restante vienen “de la
zona sub urbana marginal de Ciudad Bolívar de los barrios Bella Flor y Paraíso”
(Villarreal, 2016). En promedio, todos los jóvenes vienen de los estratos 0 y 1 y por eso,
resalta la coordinadora, es difícil luchar contra la deserción escolar. “Aquí hay mucho chico
que si no trabaja, no come”, explica. En 2009, gracias a la intervención de la Secretaría de
Educación de Bogotá, iniciaron un convenio con la UNAD, hoy trabajan con la
Corporación Universitaria Minuto de Dios (Uniminuto). Desde el grado décimo, los
estudiantes toman clases universitarias en el colegio que pueden ser convalidadas por
créditos en caso de que quieran continuar con su carrera universitaria. Sin embargo,
máximo el 47% de los estudiantes de Quiba Alta continúan estudiando después de
graduarse del colegio.
Si en general los estudiantes del Colegio Rural Quiba Alta se encuentran en
una zona marginal, la institución en sí misma enfrenta una situación difícil. La Secretaría de
Educación de Bogotá no tiene una política pública para colegios rurales, a pesar de que la
mayoría de la población en localidades como Usme, Ciudad Bolívar y Sumapaz se ubica en
sectores rurales. Por eso Villarreal apunta que muchas veces se sienten solos como docentes
y como institución. Quizá ahí hay una oportunidad para explorar su propia independencia,
quizá por eso el colegio tiene un modelo particular para trabajar con los jóvenes.
Según Villarreal, desde que el colegio se amplió al bachillerato empezaron a
trabajar con un modelo de “aprendizaje significativo” que en 2004 se tradujo en el Proyecto
Educativo Institucional SICA (Significa, Comprende y Actúa). “Lo que busca SICA es
potenciar al estudiante de tal manera que todos los conocimientos que el adquiera le sirvan
para la vida, y con base en ese conocimiento pues pueda tomar actuaciones. De ahí que
todo el engranaje del colegio se va a formar agentes de cambio” (Villarreal, 2016). Dice
25
que, por ejemplo, cuando trabajan con la primera infancia “no enseñamos a leer con “ma,
me, mi, mo, mu”, ni con letras, sino desde que llega el niño se le reconoce el ser que es y
que él ya tiene un conocimiento previo y una forma de expresarse” (Villarreal, 2016).
Asimismo, tratan de ligar las áreas de aprendizaje para que “el conocimiento siga siendo
compacto”. Por otro lado, cuando trabajan en el componente rural, los niños que vienen del
campo se encargan de enseñarle a sus compañeros y profesores, pues por experiencia saben
más que estos.
En general, tanto Claudia Villarreal como Andrés Niño, docente de
formación ciudadana del Colegio Rural Quiba Alta, coinciden en que el Proyecto Educativo
Institucional está enfocado en formar a los estudiantes como “agentes de cambio”. Pero
constantemente se enfrentan a la exclusión y la marginalidad. Están lejos y aislados. Y para
demostrarlo basta con describir el lugar. Para llegar al Colegio Rural Quiba Alta hay que ir
hasta el Portal Tunal de Transmilenio, luego tomar el alimentador San Francisco, bajarse en
la primera parada y coger un bus que va hasta Mochuelo Alto. Tras 10 minutos de camino,
la ciudad se queda atrás y a lado y lado de la carretera se empiezan a ver las canteras, las
ladrilleras que sacan arena y escombros de las montañas. En Mochuelo Alto hay que
esperar otro bus y cuesta creer que allí siga siendo Bogotá. La gente usa ruana y sombrero
porque el páramo de Sumapaz está cerca, pero el ambiente es pesado. A pocos kilómetros
del lugar se encuentra el Relleno Sanitario Doña Juana. El aire huele mal y el viento que
corre como por una autopista entre las montañas hace que el hedor sea constante. Quizá sea
una montaña la que desvía el aire en otra dirección y permite que en el Colegio Rural Quiba
Alta no huela a basura.
La carretera que viene de Mochuelo Alto y pasa frente al Quiba Alta sigue
en dirección a la ciudad y va a dar a Ciudad Bolívar. Allá los obstáculos son otros. Al
preguntarle al docente de formación ciudadana por temas como la drogadicción, el
pandillismo, el microtráfico, el embarazo adolescente o el aborto, el profesor responde con
un silencio para luego admitir:
No hacen parte de la malla en ciencias sociales. Sin embargo, como
la malla es un plan pero no necesariamente tiene que ejecutarse 100%
rigurosamente. Pero en ese ánimo que usted se pregunta. Si en medio de un tema de
violencia en Colombia, que está en 11, si alguien se le ocurre decir “bueno profe
pero también hay microtráfico, en mi barrio, las cuestiones de limpieza social, de
persecución política que se ha dado a los líderes sindicales”, pues a uno le toca
desviar esos temas que parecen presupuestados y apropiarlos a los intereses de
26
ellos. Desde formación ciudadana siempre se están abordando esos temas, todos los
días. (Niño, 2016). Así como lo resaltaba Villarreal, Niño también reconoce que frente a todas
estas dificultades prima el pesimismo. La mayoría tendrán que trabajar después de terminar
el colegio, otros podrán acceder a educación técnica o profesional y algunos se quedarán
esperando a encontrar oportunidades laborales o académicas. Niño cuenta que trata de
persuadirlos para que no se vayan a las canteras, porque es un trabajo mal pago, inseguro,
con un desgaste físico muy alto y sin posibilidades de ascenso. Pero no existe un programa
o estrategia que los proteja de esa alternativa. Dice el docente, además, que al sentirse
excluidos de derechos como el saneamiento básico, el transporte o un sistema de acueducto
y alcantarillado libre de infecciones, muchos de los jóvenes asocian lo rural a algo malo,
porque la ciudad lo tiene todo y ellos no tienen lo básico.
En pocas palabras, saben los profesores que la situación es adversa y los
estudiantes lo presienten. Pero al parecer en el colegio no se habla en voz alta, en clase, con
un espíritu crítico sobre la marginación de Ciudad Bolívar o la contaminación de Doña
Juana. “Ese tipo de temas a veces se invisibilizan. Acá uno no ahonda sobre cuestiones
tales como la explotación de las canteras, que es de multinacionales o que hay ciertos
conglomerados nacionales que están ahí con intereses de desplazamiento hacia estas
poblaciones porque pues su territorio es rico. Entonces eso no se ahonda, y debería
ahondarse” (Niño, 2016).
No obstante, los estándares del colegio son buenos. Frente a otras
instituciones del Distrito, el Colegio Rural Quiba Alta tiene que lidiar con pocos casos de
embarazo adolescente, pandillismo o drogadicción. Quizá el aislamiento de la institución
funciona como un mecanismo de protección, una burbuja frente a una realidad que es
totalmente distinta en las calles de Ciudad Bolívar o de Mochuelo Alto. Pero es difícil saber
qué pasa después de la jornada de clases o cuando los jóvenes terminan el colegio. Es
difícil entender cómo se materializan esos “agentes de cambio” de los que habla Villarreal
o esa “formación en valores” que resalta Niño.
No se ha hablado de desarrollo en este apartado pero sus implicaciones están
ahí. La necesidad de encontrar trabajo o acceder a la educación superior es una forma de
entrar al sistema para estos jóvenes. Freire diría que ya hacen parte del sistema, que son los
oprimidos y que la salida está en revolucionarlo. No son libres, diría Sen, porque no tienen
27
acceso al sistema político, económico, social y educativo. En consecuencia, no pueden
desarrollar sus capacidades y tampoco contribuyen al proyecto desarrollista porque en vez
de expandir sus libertades, las contraen. La propuesta que se expone a continuación es un
intento por ofrecer una salida creativa al problema de la educación dentro del engranaje del
desarrollo.
3. El camino hacia la crítica Dentro de todo lo que puede hacer la educación, la lectura debe ser lo más
importante, porque ofrecerá la capacidad para que los jóvenes piensen en otros mundos. El
año pasado, Martha Nussbaum visitó Medellín para recibir un doctorado honoris causa en
la Universidad de Antioquia. En el discurso que ofreció, habló de muchos temas que se han
expuesto aquí: cuestionó el sistema de desarrollo tradicional y el abandono de las facultades
de humanidades en el mundo; habló del comportamiento humano en sociedad y su relación
con la autoridad; habló de las comunidades marginadas, y las dificultades de los más
privilegiados para entender su situación; y ante toda esta perspectiva expuso tres elementos
que, según ella, deberían hacer parte del ciudadano moderno. (Nussbaum, 2015).
Habló de la capacidad socrática de autocrítica, para que cada uno sepa qué
está haciendo para contribuir al mundo; dijo que el ciudadano democrático moderno
también debería ser capaz de pensarse dentro de un colectivo, como miembro de una
sociedad llena de heterogeneidades; y por último, habló de la característica más pertinente
para esta investigación: “la imaginación narrativa” (Nussbaum, 2015). Según Nussbaum, la
imaginación narrativa apunta a la capacidad de una persona de ponerse en los zapatos de
otra, comprender sus emociones y deseos, en pocas palabras, solidarizarse con su
condición.
Aprender a ver a otro ser humano no como una cosa sino como una
persona completa, no es un logro automático: debe ser promovido por una
educación que refine la capacidad de pensar acerca de lo que puede ser la vida
interna de otro - y también para entender por qué no es posible captar plenamente
ese mundo interior, por qué una persona es siempre hasta cierto punto un enigma
para el otro. Esta capacidad brinda un apoyo crucial tanto al pensamiento crítico
como a la ciudadanía mundial. Se promociona, sobre todo, a través de la enseñanza
de la literatura y las artes. (Nussbaum, Educación para el lucro, educación para la
libertad, 2015). Por eso un proyecto como el Plan Nacional de Lectura y Escritura, bien
enfocado, podría resultar muy provechoso para este objetivo. Si las historias que se
28
encuentran en la Colección Semilla se canalizaran para desarrollar el sentido humano de los
jóvenes, sería posible cumplir con las dos metas. Buscar el desarrollo por medio de unos
estándares que garantizan la entrada a un grupo exclusivo internacional, como lo es la
OCDE, pero además formar ciudadanos más críticos con su realidad social.
Ese punto medio, esa doble búsqueda, ha sido la propuesta del Desarrollo
Humano, que propuso Sen en un primer momento, y al que ha contribuido Nussbaum. El
sentido crítico, va más allá de la comprensión lectora y está relacionado con la capacidad de
ir más allá del texto para relacionarlo con el mundo del que está hablando (aquí la noción
“texto-contexto” de Freire vuelve a ser crucial). Ante la imaginación literaria que propone
Nussbaum, las personas se aproximarían a su carácter más humano y serían capaces de
contribuir a la sociedad.
En un capítulo dedicado a esta materia, Nussbaum explicaba, al igual que en
su momento lo hizo Hirschman o Schumacher, por qué el racionalismo económico estaba
acabando con el sentido humano de las personas. La autora criticaba la idea según la cual la
democracia no es más que grupo de grupos de poder compitiendo por sus intereses
particulares sin objetivos ni metas comunes (Nussbaum, 2005, págs. 146-147). Por eso
proponía salidas como la de una educación fundamentada en el humanismo. Desde las
fábulas que hablan de estrellas, ranas o ratones parlantes, hasta los relatos de guerra en un
país imaginario, hay personajes que pueden ayudar a la sociedad en su conjunto. En
contraste, la ausencia de este tipo de educación sí puede ser perjudicial. “Un niño privado
de historias está, a la vez, privado de ciertas formas de ver a las otras personas, pues del
mismo modo en que la interioridad de una estrella no se puede ver, tampoco se encuentra a
la vista la interioridad de las personas” (Nussbaum, 2005, pág. 122).
29
CONCLUSIONES Freire, Max-Neef y Schumacher, entre otros pensadores de su generación,
consideraron que la salida al proyecto deshumanizador del desarrollo se hallaba en un
cambio radical. Pero el tiempo ha mostrado que el proyecto desarrollista tradicional ha
sabido adaptarse con ciertos cambios, paliativos, para que el sistema siga siendo sostenible.
Sin embargo, ni siquiera el Índice de Desarrollo Humano y la propuesta del desarrollo
como expansión de libertades de Sen ha logrado alcanzar a los grupos más marginales de la
sociedad para mejorar sus condiciones de vida.
Pero esto no hace que las propuestas del pasado se consideren obsoletas.
Contrario a lo que pensaría Freire o Max-Neef, hay que seguir adaptando al sistema de
acuerdo a las necesidades de cada comunidad. Hay que seguir soñando con proyectos
horizontales que prescindan de las altas esferas para su realización. Hay que prestar más
atención a lo pequeño. Algo de esto se puede sacar de la conclusión de Max-Neef luego de
su experiencia en Ecuador:
Si los sistemas nacionales han aprendido a eludir a los pobres, los
pobres tienen que aprender a eludir a los sistemas nacionales. Esto es lo que se
puede y debe hacer a nivel local, según mi criterio. Pensar en pequeño y actuar en
pequeño, pero en tantos lugares como sea posible. Todo lo que se puede realizar a
nivel local debe realizarse a nivel local. Estimo que la vía debe partir desde la aldea,
hacia un orden global (Max-Neef, 1986, pág. 136).
Los jóvenes tienen que aprender a leer su entorno para aspirar en algún
momento a leer el mundo. Y esa lectura debe ser tan literal o abstracta como se quiera
entender. Un proyecto como el Plan Nacional de Lectura y Escritura surge de una buena
idea (que todos los jóvenes tengan acceso a materiales de lectura y lean), pero se enrarece
cuando se pretende que todos los jóvenes deben leer lo mismo. Además, se apoya más a la
desigualdad cuando no se garantiza que todos tendrán acceso a la lectura.
Las propuestas de autores como Sen o Nussbaum se inscriben, al final,
dentro del mismo esquema de crecimiento económico al que se opusieron Max-Neef,
Schumacher y Freire. Y mientras esas libertades de las que habla el economista indio para
buscar el desarrollo, como la participación política, el acceso a sistemas de salud o a la
educación, sigan siendo accesorias, el desarrollo, el de siempre, seguirá siendo
protagonista. En otras palabras, mientras la meta de una sociedad siga siendo el desarrollo
económico, será este el que dispondrá qué es la libertad y hasta dónde debe llegar la
educación.
30
La imaginación literaria que propone Nussbaum, por otro lado, se muestra
como una opción para rescatar el sentido de lo humano, seguir buscando el desarrollo y
fortalecer la educación. Pero para que este concepto tenga sentido debe realizarse una
orientación consiente. Frente a esta alternativa, se sigue imponiendo la urgencia de leer el
contexto antes de leer otras historias del mundo. El ejercicio no es excluyente pero si es un
reflejo de las prioridades dentro de una sociedad.
Por eso es necesario resaltar, una vez más, el valor de lo comunitario. El
desarrollo económico y las políticas de Estado para alcanzarlo seguirán ahí. Los sectores
marginados, como la población alrededor del Colegio Rural Quiba Alta, tienen que
encontrar en sus circunstancias una oportunidad para empoderarse y revolucionar, si bien
no todo el sistema, sí su entorno. Si cada población excluida hiciera este ejercicio,
priorizando la educación y la libertad, eventualmente serían estos conceptos los que
indicarían qué es el desarrollo.
BIBLIOGRAFÍA
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México: Siglo XXI editores.
Freire, P. (2011). La educación como práctica de la libertad (Segunda ed.). México D.F.,
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de la libertad (Segunda ed., págs. 9-20). México D.F., México: Siglo XXI editores.
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(C. L. Rojas Ángel, Entrevistador)
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ANEXOS
Anexo 1. Mapa del Colegio Rural Quiba Alta
Anexo 2. Fotos del Colegio Rural Quiba Alta
Fachada del Colegio desde un lote aledaño.
Cancha múltiple del Colegio.