LA EDUCACIÓN DE DESARROLLO

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[Escriba el nombre de la compañía] DE LA EDUCACIÓN DE DESARROLLO. Admitiendo que en el niño no hay preexistente inclinación pronunciada al bien ni al mal, sino que lo solo naturalmente dado en él es una igual disposición y susceptibilidad para lo uno como para lo otro , se salvan muchas dificultades; pero se presentan nuevas e importantes cuestiones que resolver. l.° ¿Cómo sucede, pues , que lo malo se manifiesta como de suyo y tan prepotente en tantos niños? •No cabe contestación sin antes precisar el concepto de « bueno» y de «malo ,• i Nada es de suyo propio bueno o malo, sino que lo concebimos tal , por el respecto en que lo reconocemos a otro esencial superior que nos es presente, como lo que debe ser realizado por la libertad humana, sea esto esencial bajo la forma de una ley venida de lo exterior que determina de una manera constante nuestra actividad externa, o sea el valor legítimo y proporción con que debemos determinar las fuerzas que constituyen el ser humano y obran permanentemente en él. La ley sanciona un acto como bueno, y prohíbe otro como malo; pero si este juicio de la ley no es arbitrario, ha de tomar la razón de su legitimidad del grado verdadero de altura que en la escala moral tiene el acto calificado de bueno, y asimismo del de inferioridad en que se halla el calificado de malo. Ahora es preciso graduar en la esfera de la libre actividad humana sus actos según una ley divina que vive en nuestra conciencia , y cuyo carácter originario es idéntico en todos los seres humanos, mas cuyo conocimiento llega a perfección, esto es, a la mayor posible claridad y viva energía, en general, por la educación de la humanidad, y particularmente por la revelación cristiana, determinándose luego individualmente en cada hombre en proporción de la educación personal que recibe. Esta ley establece en el ser humano la inferioridad del elemento o poder natural respecto del elemento o poder espiritual, y en general la inferioridad de lo sensible respecto de lo no sensible, de la fantasía respecto de la razón, debiendo en consecuencia ser juzgado malo, esto es, no bueno, todo acto donde el poder o elemento inferior, lo sensible, la fantasía , ha sido lo principal determinante, y no el elemento superior: lo no sensible, la razón. Cuando se dice, pues, que en el niño predomina el mal sobre el bien, no hay en esto otra verdad que la de que lo individual sensible, lo natural, es lo primero por donde comienza el desenvolvimiento y manifestación histórica de la vida en el hombre, lo cual en verdad se muestra según es en realidad , esto es, como

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DE LA EDUCACIÓN DE DESARROLLO.

Admitiendo que en el niño no hay preexistente inclinación pronunciada al bien ni al mal, sino que lo solo naturalmente dado en él es una igual disposición y susceptibilidad para lo uno como para lo otro , se salvan muchas dificultades; pero se presentan nuevas e importantes cuestiones que resolver.

l.° ¿Cómo sucede, pues , que lo malo se manifiesta como de suyo y tan prepotente en tantos niños?

•No cabe contestación sin antes precisar el concepto de « bueno» y de «malo ,• i Nada es de suyo propio bueno o malo, sino que lo concebimos tal , por el respecto en que lo reconocemos a otro esencial superior que nos es presente, como lo que debe ser realizado por la libertad humana, sea esto esencial bajo la forma de una ley venida de lo exterior que determina de una manera constante nuestra actividad externa, o sea el valor legítimo y proporción con que debemos determinar las fuerzas que constituyen el ser humano y obran permanentemente en él. La ley sanciona un acto como bueno, y prohíbe otro como malo; pero si este juicio de la ley no es arbitrario, ha de tomar la razón de su legitimidad del grado verdadero de altura que en la escala moral tiene el acto calificado de bueno, y asimismo del de inferioridad en que se halla el calificado de malo. Ahora es preciso graduar en la esfera de la libre actividad humana sus actos según una ley divina que vive en nuestra conciencia , y cuyo carácter originario es idéntico en todos los seres humanos, mas cuyo conocimiento llega a perfección, esto es, a la mayor posible claridad y viva energía, en general, por la educación de la humanidad, y particularmente por la revelación cristiana, determinándose luego individualmente en cada hombre en proporción de la educación personal que recibe. Esta ley establece en el ser humano la inferioridad del elemento o poder natural respecto del elemento o poder espiritual, y en general la inferioridad de lo sensible respecto de lo no sensible, de la fantasía respecto de la razón, debiendo en consecuencia ser juzgado malo, esto es, no bueno, todo acto donde el poder o elemento inferior, lo sensible, la fantasía , ha sido lo principal determinante, y no el elemento superior: lo no sensible, la razón.

Cuando se dice, pues, que en el niño predomina el mal sobre el bien, no hay en esto otra verdad que la de que lo individual sensible, lo natural, es lo primero por donde comienza el desenvolvimiento y manifestación histórica de la vida en el hombre, lo cual en verdad se muestra según es en realidad , esto es, como un elementa o poder también esencial e íntimo de la vida , y por consiguiente se produce en sus actos externos con propia y originaria espontaneidad y energía indestructible. He aquí pues la razón por que sería un absurdo reconocer culpabilidad en el niño en una época en que carece aún de conciencia personal , y por lo tanto de libre causalidad de sus actos; de consiguiente, atiéndase solo a mantener esta fuerza natural dentro de sus límites , despertando oportunamente la fuerza más íntima y elevada , a la cual ha de referirse y subordinarse la primera, a medida que se desenvuelve en toda su plenitud el proceso de la vida humana en cada un ser individual.

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Otra cuestión es: si hay o no una ley moral correspondiente a cada edad, a cada grado de cultura y aun a cada individuo , conforme a la cual se haya de juzgar la conducta respectiva. En cierto respecto debemos contestar afirmativamente a esta pregunta, y así la contesta también la legislación externa; consúltense sino los códigos criminales de todos los pueblos, y veremos constantemente establecidas en ellos penas diferentes para los niños que para los adultos, y que una educación descuidada sirve de circunstancia atenuante para moderar en muchos casos el rigor literal de la ley penal. Sin embargo , estas diferencias relativas y parciales naturalmente no pueden llegar hasta el punto de ser considerado como bueno en un caso particular, lo que en otro es malo. La esencia y carácter fundamental de la ley divina es universal e idéntico para todos los seres y en todas las relaciones; y pues nuestro juicio sobre el justo valor moral de los actos provenientes de una casualidad libre humana es limitado e imperfecto, debemos dejar a la santidad de Dios la decisión suprema, y contentarnos solo con realizar los medios de educación y perfección humana que poseemos según el ideal más general, y asimismo el más acabado que nos es dado concebir.

El que aisladamente estableciese como principio que todo hombre ha recibido igual capacidad y disposición para el bien como para el mal, debía deducir consecuentemente, que una vez que existe el germen del mal , hay un deber de cultivarlo y desarrollarlo, pues también es algo recibido de Dios. Y de hecho se han oído proposiciones semejantes de hombres que miraban el mal como un bien torcidamente inclinado; mas todo ello no era otra cosa que, o un juego de palabras, o cambio de conceptos, o también vanas arrogancias de ateos prácticos con que trataban acallar los últimos escrúpulos de su propia conciencia o el juicio de los demás. Si algo valiera esta afirmación genérica e incondicionada, que todo aquello para lo que hay aptitud genérica en nosotros debe ser alentado y desarrollado, vendría a ser un deber no cortarnos las uñas ni el pelo.

El objeto de toda educación y lo que en particular espera la humanidad de este medio de bien y perfección es, que se logre limitar y circunscribir todo lo legítimamente posible el poder o elemento inferior en el hombre. Todo cuanto existe en este debe desarrollarse, pero no todo con igual derecho y extensión, sino según el orden y valor respectivo que nos da a conocer la ley divina.

Las nociones de inteligencia, razón, fantasía, se han confundido muchísimo. Yo llamo inteligencia al poder de conocer; pero se puede conocer solo lo que es representable por signos, esto es: nociones, ideas, juicios, deducciones; en una palabra, cosas singulares. La razón, por el contrario, es la que examina lo particular de las acciones según la relación en que están con el todo de que es parte.