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LA ESPIRITUALIDAD DE SANTA FAUSTINA y Las nuevas formas de culto a la Divina Misericordia 1

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LA ESPIRITUALIDADDE SANTA FAUSTINA

y

Las nuevas formas de culto a laDivina Misericordia

www.santafaustina.org

San José, Costa Rica

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2004

“Hoy es verdaderamente grande mi alegríaal proponer a toda la Iglesia,

como don de Dios a nuestro tiempo,la vida y el testimonio de Sor Faustina Kowalska”

Juan Pablo II, 30 de abril del Año Jubilar 2000con motivo de la canonización de Santa Faustina

e institución del“Domingo de la Divina Misericordia”

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ÍNDICE

Presentación de la edición a cargo del Grupo www.santafaustina.org...............

1. Introducción......................................................................................................... 2. El conocimiento del misterio de la misericordia de Dios y su contemplación en lo cotidiano.....................................................................

3. La actitud de confianza en Dios y la actitud de misericordia hacia el prójimo..................................................................................................

La actitud de confianza en Dios..................................................................La actitud de misericordia hacia el prójimo.................................................

4. El amor a la Iglesia y el carisma de acercar el misterio de la misericordia Divina..............................................................................................

La Iglesia como Madre................................................................................La Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo....................................................El carisma de acercar el misterio de la Misericordia a la Iglesia................

5. El amor a la Eucaristía........................................................................................La Eucaristía, en cuanto sacrificio de Cristo................................................La Eucaristía, en cuanto alimento...............................................................

6. El culto a la Madre de Dios................................................................................María en su rol de madre............................................................................María en su rol de Modelo y Maestra de la vida interior............................

Anexo ALas Nuevas Formas de Culto a la Divina Misericordia

1. La Imagen de la Divina Misericordia.................................................................2. La Fiesta de la Divina Misericordia...................................................................3. La Coronilla a la Divina Misericordia................................................................

¿Cómo se reza la Coronilla?.....................................................................4. La Hora de la Divina Misericordia....................................................................5. La propagación de la devoción a la Divina Misericordia.................................

Anexo BCultos populares a la Divina Misericordia

1. Novena a la Divina Misericordia.......................................................................2. Letanías a la Divina Misericordia.....................................................................

Anexo C: Las obras de Misericordia................................................................. Anexo D: Guía Práctica para la Celebración del Domingo de la Divina Misericordia………………………………..

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PRESENTACIÓN

El presente documento ha sido elaborado con base en el libro “LA ESPIRITUALIDAD DE SANTA SOR FAUSTINA El camino a la unión con Dios”, escrito por las hermanas M. Nazaria Dlubak ZMBM y M. Elzbieta Siepak ZMBM, de la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia, el cual llegó hasta nuestras manos desde Polonia por una gentil iniciativa del Ing. Allan López. Reconocemos al libro original todos los créditos por el contenido de esta nueva publicación.

El libro “LA ESPIRITUALIDAD DE SANTA SOR FAUSTINA”, editado en el año 2001, está cubierto por el ISBN 83-88086-75-8, y cuenta con la certificación NIHIL OBSTAT, extendida por el Rev. Marek Wójtowics SI, y su respetivo IMPRIMATUR, extendido por el Cardenal Macharski, Arzobispo de Cracovia, Polonia.

Este folleto es en muy alto grado una copia fiel de la traducción al español del libro original, con diversas variantes de forma que nos hemos permitido incorporar con el único objetivo de facilitar la lectura de este valioso material. Consideramos que las variantes incorporadas fueron motivadas por detalles de la traducción de la versión original al idioma castellano.

En adición a lo anterior, y de cara a la presente edición, nos hemos permitido resumir los primeros dos capítulos del libro original. En nuestro sitio en Internet hemos colocado tanto la versión completa como la versión abreviada.

De igual forma, y pensando en el lector que quizás no esté familiarizado aún con las nuevas formas de culto a la Divina Misericordia transmitidas por Nuestro Señor a Santa Faustina, hemos procedido a detallarlas dentro de un anexo en el presente documento. Este contenido ha sido elaborado fundamentalmente con base en la introducción del Diario de Santa Faustina (Diario, La Divina Misericordia en mi alma), edición de los Padres Marianos de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, Stockbridge, Massachusetts, EE.UU., cuyo IMPRIMATUR estuvo a cargo del Obispo de Springfield, MA, EE.UU.

Finalmente, hemos incorporado en los anexos las obras de misericordia espirituales y corporales que enseña nuestra Iglesia.

Deseamos, de todo corazón, que esta nueva publicación contribuya a propagar el conocimiento de la espiritualidad de nuestra querida Santa Faustina en torno al misterio de la Divina Misericordia, para la mayor gloria de Dios, y que sea un complemento útil a nuestras dos publicaciones anteriores: “Un Tesoro Llamado el Mensaje de la Divina Misericordia -Extractos del Diario de Santa Faustina-”, y “Juan Pablo II, el Papa de la Divina Misericordia”.

¡Que la gracia de Dios haga de todos nosotros fervientes devotos y valerosos apóstoles de Su Misericordia!

R. González SuárezGrupo www.santafaustina.org

San José, Costa Rica; Febrero 2004

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1. Introducción

Santa Faustina, secretaria y apóstol de la Divina Misericordia, figura hoy en día entre los santos más conocidos de la Iglesia, ya que por medio de ella Nuestro Señor Jesucristo, Rey de Misericordia, comunicó al mundo el gran mensaje de la Misericordia Divina y mostró el modelo de la perfección de la vida cristiana basado en la confianza en Dios y en la actitud de misericordia hacia el prójimo.

Santa Faustina nació el 25 de agosto de 1905 como la tercera hija de diez hermanos de la familia de Marianna y Stanislaw Kowalski, campesinos de la aldea de Glogowiec, en Polonia. En su bautizo se le impuso el nombre de Elena. Desde pequeña se destacó por el amor a la oración, la laboriosidad, la obediencia y por una gran sensibilidad ante la pobreza humana.

A los 9 años de edad recibió la Primera Comunión, que vivió profundamente, consciente de la presencia del Huésped Divino en su alma. Su educación escolar duró apenas tres años. Pronto abandonó la casa familiar para trabajar como sirvienta en casas de familias acomodadas, a fin de ganarse la vida y ayudar así económicamente a sus padres.

Desde los siete años sintió en su alma la voz de la vocación religiosa, pero ante la negativa de sus padres para que ingresara en un convento, intentó apagar dentro de sí el llamado de Dios. Sin embargo, impulsada por la visión que tuvo de Cristo sufriente, viajó a Varsovia, donde finalmente ingresó, el 1 ero de agosto de 1925, a la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia.

En el convento -como Sor Faustina- vivió 13 años cumpliendo los deberes de cocinera, jardinera y portera en distintas casas de la Congregación. Los períodos más largos los pasó en Cracovia, Vilna y Plock.

Nada en su comportamiento exterior delataba su vida mística singularmente rica. Cumplió sus deberes con fervor, observando fielmente todas las reglas del convento. Fue recogida, callada pero a la vez natural, alegre, llena de amor benévolo y desinteresado. Su vida, aparentemente ordinaria, monótona y gris, se caracterizó por una unión extraordinariamente profunda con Dios.

Su espiritualidad se basa en el misterio de la Misericordia Divina que ella encontró en la palabra de Dios y contempló en lo cotidiano de la vida. El conocimiento y la contemplación de este misterio impulsaron en ella el desarrollo de su actitud de confianza de niña en Dios y de misericordia hacia el prójimo. Oh Jesús mío, -escribió en su Diario- cada uno de Tus santos refleja en sí una de Tus virtudes, yo deseo reflejar Tu Corazón compasivo y lleno de misericordia, deseo glorificarlo. Que Tu misericordia, oh Jesús, quede impresa sobre mi corazón y mi alma como un sello y éste será mi signo distintivo en esta vida y en la otra (Diario 1242).

Santa Faustina fue una hija fiel de la Iglesia a la que amó como Madre y en cuanto Cuerpo Místico de Jesucristo. Consciente de su papel en la Iglesia, cooperó con la misericordia de Dios en la obra de salvar almas perdidas; cumpliendo el deseo de Nuestro Señor Jesucristo y siguiendo Su ejemplo, se ofreció como víctima por los pecadores. Su vida espiritual se caracterizó por el amor a la Eucaristía y por una profunda devoción a la Virgen María, Madre de la Divina Misericordia.

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Sus años de vida en el convento fueron abundantes en gracias extraordinarias: revelaciones, visiones, estigmas ocultos, la participación en la Pasión del Señor; los dones de bilocación, de leer en las almas humanas, de profecía y también, el poco frecuente don, de promesas y desposorios místicos. El vivo contacto con Dios, con la Santísima Virgen, los ángeles, los santos y las almas del Purgatorio -todo el mundo extraordinario- no fue para ella menos real que el que percibía a través de los sentidos. Colmada de tantas gracias extraordinarias supo reconocer, sin embargo, que no son éstas las que deciden la esencia de la santidad. En su Diario escribió: Ni gracias, ni revelaciones, ni éxtasis, ni ningún otro don concedido al alma la hace perfecta, sino la comunión interior de mi alma con Dios. Estos dones son solamente un adorno del alma, pero no constituyen ni la sustancia ni la perfección. Mi santidad y perfección consisten en una estrecha unión de mi voluntad con la voluntad de Dios (Diario 1107).

Nuestro Señor escogió a Sor Faustina como secretaria y apóstol de Su misericordia para transmitir al mundo, por medio de ella, un gran mensaje. En el Antiguo Testamento -le dijo- enviaba a los profetas con truenos a Mi pueblo. Hoy te envío a ti a toda la humanidad con Mi misericordia. No quiero castigar a la humanidad doliente, sino que deseo sanarla, abrazarla a Mi Corazón misericordioso (Diario 1588).

La misión encomendada por Jesús a Sor Faustina consiste en:

1) Acercar y proclamar al mundo la verdad revelada en la Sagrada Escritura sobre el amor misericordioso de Dios a cada persona.

2) Impetrar la misericordia de Dios para el mundo entero, especialmente para los pecadores, a través de la práctica de las nuevas formas de culto a la Divina Misericordia comunicadas a ella por Nuestro Señor:

a) La veneración de la imagen de Cristo con la inscripción: Jesús en Tí confío.b) La celebración de la Fiesta de la Divina Misericordia, a celebrarse el primer domingo

después de la Pascua de Resurrección.c) El rezo de la Coronilla a la Divina Misericordia.d) La oración a la hora de la Divina Misericordia (las 3:00 de la tarde).

A la práctica de estas formas de culto, y a la propagación de la devoción a la Divina Misericordia, Nuestro Señor Jesucristo vinculó grandes promesas para quienes confían en Él y practican la misericordia con el prójimo.

3) Inspirar un movimiento apostólico en torno a la Divina Misericordia que ha de proclamar e impetrar la misericordia de Dios para el mundo y aspirar a la perfección siguiendo el camino indicado por Sor Faustina. Este camino consiste en la actitud de confianza de niño en Dios, que se manifiesta en el cumplimiento de la voluntad Divina, y en la postura de misericordia hacia el prójimo. Este nuevo movimiento dentro de la Iglesia congrega hoy a millones de personas en el mundo entero: congregaciones religiosas, institutos laicos, sacerdotes, hermandades, asociaciones, distintas comunidades de apóstoles de la Divina Misericordia y personas individuales que emprenden las tareas que el Señor Jesús comunicó a través de Sor Faustina.

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Santa Faustina manifestó su misión en el Diario que escribió por orden de Jesús y de sus confesores. En este Diario registró con fidelidad todas las palabras de Jesús y describió los encuentros de su alma con Él. Secretaria de Mi más profundo misterio, -le dijo Nuestro Señor Jesucristo- tu misión es la de escribir todo lo que te hago conocer sobre Mi misericordia para el provecho de aquellos que leyendo estos escritos, encontrarán en sus almas consuelo y adquirirán valor para acercarse a Mí (Diario 1693). Esta obra acerca al ser humano, de modo extraordinario, al misterio de la Misericordia de Dios. Atrae tanto a personas sencillas como a científicos que descubren en ella una fuente más para las investigaciones teológicas. El Diario ha sido traducido a muchos idiomas, entre otros: inglés, alemán, italiano, español, francés, portugués, árabe, ruso, húngaro, checo y eslovaco.

Santa Faustina, extenuada físicamente por la enfermedad y los sufrimientos que soportó como un sacrificio voluntario por los pecadores, pero plenamente adulta de espíritu y unida místicamente a Dios, falleció en Cracovia, el 5 de octubre de 1938, con apenas 33 años de edad. Su fama de santidad fue creciendo junto con la propagación de la devoción a la Divina Misericordia y las gracias alcanzadas por su intercesión.

En octubre de 1965 fue iniciado en la arquidiócesis de Cracovia el proceso informativo diocesano sobre las virtudes heroicas de su vida, el cual fue concluido en setiembre de 1967 en sesión solemne presidida por el Cardenal Karol Wojtyla.

En enero de 1968 fue abierto en Roma, por parte de la Congregación para la Causa de los Santos, el proceso de beatificación de la Sierva de Dios, concluido en diciembre de 1992. El 18 de abril de 1993 -segundo domingo de Pascua- el Santo Padre Juan Pablo II beatificó a Sor Faustina en la Plaza de San Pedro en Roma.

El 30 de abril del Año Jubilar 2000 -segundo domingo de Pascua- el Santo Padre canonizó a Santa Faustina, ocasión en la cual declaró oficialmente que a partir de entonces ese domingo continuaría llamándose “Domingo de la Divina Misericordia”.

Las reliquias de Santa Faustina descansan en el Santuario de la Divina Misericordia de Cracovia-Lagiewniki.

Los rasgos fundamentales de la espiritualidad de Santa Faustina son:

a) Un profundo conocimiento y vivencia del misterio de la misericordia de Dios.b) Un perfeccionamiento de la vida cristiana basado en la actitud de confianza en Dios y en la actitud

de misericordia hacia el prójimo.c) Un gran amor y fidelidad a la iglesia; velando por acercar a ella el misterio de la misericordia de

Dios.d) Una profunda vida sacramental y una gran devoción a la Madre de Dios.

En los siguientes capítulos se abordan cada uno de estos rasgos.

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2. El conocimiento del misterio de la misericordia de Dios y su contemplación en lo cotidiano

Como respuesta al deseo de Santa Faustina por conocer a Dios, Nuestro Señor Jesucristo la invitó a conocerlo por medio de la meditación en Sus atributos: Su Santidad, ante la cual los espíritus puros encubren sus rostros y se sumergen en adoración permanente; Su Justicia, que es tan grande y penetrante que llega hasta el fondo de la esencia de las cosas; Su Misericordia, que une la criatura al Creador, y que Santa Faustina reconoció como el mayor de los tres atributos. Este atributo es el núcleo de su espiritualidad.

A lo largo de su vida, Sor Faustina fue conociendo y profundizando cada vez más en el misterio de la Misericordia de Dios a través de medios muy sencillos: la lectura espiritual, la meditación diaria, la participación en conferencias y ejercicios espirituales, la meditación de los misterios del Santo Rosario, la meditación de las estaciones del Vía Crucis; a través de una profunda vivencia de los Santos Sacramentos; a través de la celebración y meditación de las solemnidades del año litúrgico; así como reconociendo el bien que Dios había depositado en el mundo y en su propia vida, cobrando así formas concretas en su vida cotidiana. Asimismo, puso en práctica también otro método para conocer a Dios: adquirir el conocimiento de Dios que se le revela a quienes ponen en práctica el amor al prójimo.

Santa Faustina fue conociendo la Misericordia de Dios que a ella se le manifestaba muy claramente en las obras de la creación, de la redención y salvación, así como en la predestinación para la gloria eterna.

En la obra de la creación Santa Faustina vio la perfección, el poder y la sabiduría de Dios y, ante todo, Su Misericordia, que fue el motivo más profundo de Su actuación. Reflexionaba en el hecho de que fue la Misericordia de Dios la que Lo movió a llamar al ser humano de la nada a la existencia.

Asimismo, reflexionaba en el hecho de que fue la Misericordia de Dios la que Lo movió a redimirlo por medio de la encarnación de Nuestro Señor Jesucristo y de Su dolorosa Pasión. Santa Faustina reconoció que a través de la meditación en la Pasión del Señor mucha luz fluyó sobre su alma (Diario 267), conoció mejor a Dios, y especialmente Su amor misericordioso, que se inclina sobre cada persona y particularmente sobre aquella que tiene el alma enferma, porque es la más necesitada. Reconoció como obras de la Misericordia de Dios en el orden de la salvación la institución de la Iglesia, la palabra de Dios, y la institución de los Santos Sacramentos.

Finalmente, reconoció que es por la Misericordia de Dios que el ser humano está predestinado para la gloria eterna.

Santa Faustina supo reconocer que no es posible profundizar en el conocimiento de la Misericordia Divina únicamente por medio del esfuerzo propio, sino que el trabajo mental del hombre debe ser reforzado por la gracia de Dios para hacer posible ese conocimiento, gracia por la cual rogaba a Dios. Del conocimiento racional, meditativo, del misterio de la Misericordia Divina, Sor Faustina pasaba a los actos de contemplación, es decir, a los actos de una simple visión, una mirada a Dios, a veces un breve vistazo unido a un sentimiento de admiración y amor. Cada acto de contemplación dejó en Santa Faustina un conocimiento más profundo de Dios y de Su Misericordia, lo que a su vez despertó en su alma un mayor

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amor a Dios, una confianza ilimitada en Su Misericordia, un deseo de reflejar la Misericordia de Dios en su propia vida y un fortalecimiento en su disposición a cumplir la voluntad de Dios en todo.

La vida de Santa Faustina nos enseña que la contemplación es posible en cualquier sitio y circunstancia de la vida cotidiana, ya que su esencia no es el aislamiento del mundo -tan frecuentemente asociado a ella- sino un consciente tratar con Dios. En su vida la contemplación no se limitó al tiempo de la oración, sino que se extendió a todo su quehacer. Santa Faustina trataba con Dios en lo profundo de su ser independientemente del lugar en que estuviera. En su Diario dejó las siguientes anotaciones: “El interior de mi alma es como un mundo grande y magnífico en el que vivimos Dios y yo” y “No busco la felicidad fuera de mi interior donde mora Dios. Gozo de Dios en mi interior, aquí vivo continuamente con Él, aquí existe mi relación más íntima con Él...”. El trato con Dios en el interior de su alma se hizo para ella la vida misma. Santa Faustina acogió como un inconcebible don de la Divina Misericordia la presencia de Dios en su alma, la posibilidad de unirse con Dios tan sencillamente, de vivir con Él, en Él y para Él, cada día y en cada momento. La vida de Santa Faustina nos enseña también que cuanto más purificada está el alma, tanta más capacidad tiene para descubrir a Dios vivo en ella y para desarrollar una relación personal con Él; tanta más capacidad tiene para contemplarlo, independientemente de si vive en un convento o en el mundo.

3. La actitud de confianza en Dios y la actitud de misericordia hacia el prójimo

Santa Faustina aportó a la vida de la Iglesia una nueva escuela de espiritualidad basada en una profunda experiencia del misterio de la Divina Misericordia, de la que surgen las actitudes de confianza en Dios -dimensión vertical- y de misericordia hacia el prójimo -dimensión horizontal-. Nuestro Señor Jesucristo, guiando la vida interior de Santa Faustina, exigía de ella clara y explícitamente ambas posturas.

La actitud de confianza en Dios

Por “confío” entendemos en el lenguaje cotidiano “creo plenamente a otra persona, le entrego mi vida, sé que puedo contar con ella, estoy seguro de su amor desinteresado y de su ayuda en caso de necesidad. La confianza, así comprendida, es próxima a la noción bíblica de la “fe”; confianza que es una respuesta del hombre al don de Dios que nos revela Su amor misericordioso, confianza absoluta en Dios que nos permite “trasladar los montes”.

Esta “confianza-fe” deriva en una “confianza-esperanza”, la cual nos permite abrir nuestra alma para acoger la gracia de Dios y clamar por ella; esperanza que surge de una fe viva en el amor y bondad infinitos de Dios para con nosotros. Esperanza que se une inseparablemente con la humildad, es decir, con una sincera y profunda convicción de que todo el bien que está en nosotros, y que practicamos, es la obra y el don de Dios, que no tenemos nada que no hayamos recibido de Dios.

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Sin embargo, esta “confianza” no es una virtud aislada, sino que es una “actitud de vida” que abarca todas las dimensiones y relaciones entre Dios y el hombre. La confianza en Dios vivida por Santa Faustina contiene una particular riqueza de virtudes y actitudes morales cristianas. En ella depositar la confianza fue el confiar lleno de la intimidad propia de un niño, fue una entrega total en amor. Su actitud de confianza estuvo formada por las virtudes teologales y morales que condicionan el abandono de niño, el infinito abandono en Dios, y que son: fe, esperanza, caridad, humildad y contrición.

La confianza en Santa Faustina no es una actitud abstracta que consiste en aceptar intelectualmente las verdades reveladas. La confianza es una actitud muy concreta porque tiene una expresión muy visible: el cumplimiento de la voluntad de Dios. Si el hombre confía realmente en Dios, entonces sabe que Él dice la verdad, que no desea nada más que su bien terreno y eterno, que la voluntad de Dios es el don de Su misericordia, y sabiendo eso, el hombre cumple la voluntad de Dios sin mirar si ella corresponde o no a sus sentimientos y a la lógica del intelecto humano. Santa Faustina afirmaba: “A quien confía, la voluntad de Dios se le presenta como la misericordia misma”. El cumplimiento de la voluntad de Dios es el testimonio de la confianza que tenemos en Él. La medida de qué tanto confiamos, estará determinada por la medida de qué tanto cumplimos la voluntad de Dios encerrada en los mandamientos, reglamentos y estatutos de la Iglesia; así como en las inspiraciones interiores que concede el Espíritu Santo.

La confianza no es una actitud estática, sino que es dinámica, pues se está desarrollando siempre. El desarrollo de la confianza es un proceso que requiere tiempo y cooperación del hombre con la gracia de Dios. El punto de partida para desarrollar la actitud de confianza es el don de la fe, que nos brinda el conocimiento del misterio de la Divina Misericordia, que a su vez es el fundamento de la actitud de confianza; ya que no es posible confiar plenamente en alguien que no se conoce. Gracias a la fe, Santa Faustina fue conociendo cada vez más plenamente a Dios, y especialmente Su Misericordia, y conforme avanzaba en este conocimiento fue creciendo en ella su confianza en Dios misericordioso.

Santa Faustina fue desarrollando su actitud de confianza por medio de la unión sacramental con Jesús, de su consciencia del huésped Divino en su alma: “El que vive en su alma es el Creador que sostiene el mundo entero en la existencia y al mismo tiempo es el Salvador”; a través del conocimiento y de la contemplación del misterio de la Misericordia de Dios; de la oración, del cuido de su vida ascética -eliminando todo lo que pudiera impedirle una unión con Dios cada vez más perfecta-; del cumplimento fiel a la Voluntad de Dios; y por medio de una continua conversión superándose tanto en sus debilidades como en el sometimiento de la lógica normal del intelecto humano. Nuestro Señor le hizo saber cuánto valoraba sus esfuerzos diciéndole: “Tienes grandes e inexpresables derechos sobre Mi Corazón, porque eres una hija de plena confianza” (Diario 718).

La vida de Santa Faustina nos muestra que la confianza es un elemento vital de la vida interior; es la base de la aspiración a la unión con Dios. Nuestro Señor Jesucristo le enseñó a Santa Faustina que la confianza es el único “recipiente” para tomar Sus gracias (Diario 1578); es la fuente de la paz y de la felicidad, ya que Jesús mismo cuidará del hombre que confía en Él (Diario 1273). Nuestro Señor le pidió a Santa Faustina invitar las almas a confiar: “Deseo la confianza de Mis criaturas, invita a las almas a una gran confianza en Mi Misericordia insondable” (Diario 1059). Gracias a un abandono total a la voluntad de Dios, a la confianza de niña en el Padre Celestial, en cada situación, incluso en las situaciones dolorosas, en la vida de Santa Faustina sucedieron grandes cosas: en la tierra alcanzó las cumbres místicas de la unión con Dios, y por medio de ella Dios pudo comunicar al mundo el mensaje de Su misericordia, por el cual se salvará un gran número de almas (Diario 1300).

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La actitud de misericordia hacia el prójimo

El conocimiento cada vez más profundo del misterio de la Misericordia de Dios y su vivencia fueron despertando en Santa Faustina un deseo ardiente de reflejar este atributo de Dios en su propio corazón y en sus acciones. En su Diario nos dejó anotada la siguiente declaración dirigida a Nuestro Señor: “Cada uno de Tus santos refleja en sí una de Tus virtudes, yo deseo reflejar Tu Corazón compasivo y lleno de misericordia, deseo glorificarlo. Que Tu Misericordia, oh Jesús, quede impresa sobre mi corazón y mi alma como un sello y éste será mi signo distintivo en esta vida y en la otra” (Diario 1242).

Basados en las enseñanzas de Santo Tomás, la teología católica define la caridad como una virtud que aspira a acrecentar el bien del prójimo, mientras que define la misericordia como una virtud que trata de eliminar el mal que le atormenta. La “misericordia”, escribió Santo Tomás, significa que en nuestro corazón tenemos el amor piadoso motivado por la desdicha de otra persona. Lo anterior nos enseña que la misericordia difiere de la caridad en el objetivo que pretende. En la teología tradicional la misericordia es una de las virtudes morales. Santo Tomás afirmó que: “Entre todas las virtudes que se relacionan con el prójimo la misericordia es la mayor, porque la eliminación de los defectos del prójimo es algo superior y mejor de por sí”.

Sin embargo, en la escuela de Santa Faustina la misericordia es más que una virtud, es una actitud de vida ante el prójimo en todos sus aspectos, actitud compuesta por un conjunto de capacidades morales. Para Santa Faustina la misericordia debe penetrar y caracterizar cada contacto con otra persona, cada acción, cada pensamiento, cada palabra. En esta escuela, el principal papel creador lo desempeña la virtud sobrenatural del amor que impulsa a amar a Dios en el hombre y al hombre en Dios . Con este enfoque coincide plenamente el Santo Padre Juan Pablo II en su encíclica “Rico en Misericordia” al afirmar: “ la misericordia no es solamente una virtud, sino una actitud que supone la existencia de un conjunto de capacidades morales, entre las cuales la primera es este amor creador, que no se deja vencer por el mal, sino que vence el mal con el bien”.

Santa Faustina escribió en su Diario: “El ardiente amor a Dios incesantemente ve la necesidad de darse a los otros con la acción, la palabra y la oración (Diario 1313). El campo de acción de este darse en Santa Faustina fue prioritariamente el campo de las necesidades espirituales: la necesidad del hombre que se ha perdido, que ha perdido el sentido de su vida, que se ha desviado del camino de la salvación. Ella tenía un gran conocimiento del valor del alma humana que es inmortal, por eso socorría particularmente a los amenazados por la pérdida de la salvación. Este amor por las almas llevó a Santa Faustina a ofrecerse como víctima, siguiendo el ejemplo de su amado Maestro, Nuestro Señor Jesucristo, en procura de su salvación.

Cabe subrayar muy particularmente la unión estrecha entre el misterio de la Misericordia Divina y la misericordia humana. Para Santa Faustina, la actitud de misericordia hacia el prójimo tiene su fuente, nace y brota, del misterio de la Misericordia de Dios, y en ella también tiene su causa. La misericordia de Dios es el fundamento de la actitud de misericordia hacia el prójimo. La práctica de la misericordia hacia el prójimo es participación en la Misericordia de Dios cuando se efectúa en el espíritu de Cristo. Santa Faustina fue consciente de que a través de sus buenas obras -hechas por amor a Jesús- participaba en transmitir la Misericordia Divina al mundo, porque Dios se sirve de los hombres para mostrar Su bondad. Santa Faustina deseaba, pues, transformarse toda en misericordia, ser un vivo reflejo de la Misericordia Divina, con el propósito de que este más grande atributo de Dios, es decir, Su insondable Misericordia,

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pasara a través de su corazón al prójimo (Diario 163). De la relación entre la misericordia humana y la Misericordia Divina le habló el mismo Señor Jesucristo: “Has de saber, hija Mía, que Mi Corazón es la Misericordia misma (...). Deseo que tu corazón sea la sede de Mi Misericordia. Deseo que esta Misericordia se derrame sobre el mundo entero a través de tu corazón. Cualquiera que se acerque a tí, no puede retirarse sin confiar en esta Misericordia Mía que tanto deseo para las almas (Diario 1777).

Es muy importante hacer notar que para que la misericordia practicada a otra persona sea una participación en la Misericordia de Dios, ésta tiene que efectuarse en el espíritu de Cristo, de ahí que Nuestro Señor le señalara a Santa Faustina el deseo de que su corazón fuera sede de la Misericordia de Él, indicándole que de esta manera Su Divina Misericordia se derramaría sobre el mundo a través de su corazón. No se trata, por lo tanto, de cualquier caridad natural o de una filantropía motivada por alguna razón, sino de la misericordia practicada al prójimo por amor a Jesús y en Su espíritu. Esto requiere ir al otro con los ojos de la fe, como a una criatura creada a la imagen y semejanza de Dios (Gen 1,26), redimida no con oro y plata, corruptibles, sino con la Sangre preciosa de Cristo (I P 1,18); requiere participar en la vida de Dios Trino y Uno. Sor Faustina se ejercitaba en tal óptica y actitud ante otra persona y, cuanto más le costaba relacionarse con alguna, tanto más se empeñaba en ver en ella a Cristo que le exhortaba a practicar la misericordia.

Santa Faustina conoció que para practicar la misericordia en el espíritu de Cristo hay que vivir en unión con Él. Para reconocer a Cristo en los demás y servirle en ellos, hay que aprender primero a vivir a Cristo en la propia alma (Diario 503). Una palabra de un alma unida a Dios -escribió en el Diario- procura más bien a las almas que elocuentes debates o prédicas de un alma imperfecta (Diario 1595).

Nuestro Señor Jesucristo -Misericordia Encarnada- fue para Santa Faustina el modelo para practicar la misericordia. “De Jesús aprendo a ser buena, (...) -escribió en su Diario- para poder ser llamada hija del Padre Celestial (Diario 669). El ejemplo de Jesús, de quien Sus contemporáneos decían que había caminado por la tierra haciendo el bien a todos, y especialmente el ejemplo de Su inclinarse misericordioso sobre el enfermo del alma, sobre el pecador -hasta ofrecerse como víctima en la cruz- fue para ella el modelo inalcanzable. En los momentos difíciles, cuando no sabía como portarse ante el prójimo, se preguntaba: ¿qué haría Jesús en mi lugar?.

Santa Faustina reconoció también la dependencia recíproca entre la actitud de misericordia hacia el prójimo y la actitud de confianza en Dios. Decía que cuanto más plena es la confianza en Dios, tanto más abnegada y eficaz es la ayuda al prójimo.

Lo que se ha afirmado sobre la actitud de confianza total en Dios y la actitud de misericordia hacia el prójimo, en la escuela de la espiritualidad de Santa Faustina, demuestra que se trata de los fundamentos mismos de la vida cristiana. Ambas actitudes nos llevan al cumplimiento del mandamiento del amor a Dios y amor al prójimo, es decir, la esencia misma del cristianismo.

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4. El amor a la Iglesia y el carisma de acercar el misterio de la Divina Misericordia

Oh, cuánto amor y cuánta veneración tengo para la Iglesia, la mejor de las madres (Diario 197). Santa Faustina llamó a la Iglesia obra de Misericordia de Dios (Diario 949). Profundizó en todos los atributos de nuestra Iglesia: una, santa, católica y apostólica; pero le complacía particularmente meditar en el atributo de la santidad. Santa Faustina veía en la Iglesia la realidad Divina: la fuente santificante para las almas; y la realidad humana: la condición pecadora y la debilidad moral de los miembros de la Iglesia que rechazan la acción divinizadora del Espíritu Santo. “La Santidad de Dios es derramada sobre la Iglesia de Dios y sobre cada alma que vive en ella, pero no en grado igual. Hay almas completamente divinizadas, pero hay también almas apenas vivas” (Diario 180).

Santa Faustina amó a la Iglesia como madre y en cuanto Cuerpo Místico de Cristo. Reconoció perfectamente su lugar dentro de ella, supo qué tareas le había confiado Nuestro Señor Jesucristo, y qué carismas había recibido para el bien de la comunidad del pueblo de Dios.

La Iglesia como Madre

“Oh Madre mía, Iglesia de Dios, tú eres la verdadera madre que comprende a sus hijos” (Diario 1469). La Iglesia fue para Santa Faustina la fuente de la gracia que eleva al hombre a la dignidad de hijo de Dios, da la vida sobrenatural y santifica (Diario 1474). Siendo madre, educa a sus hijos y los conduce a unirse cada vez más estrechamente a Dios (Diario 749). En la Iglesia ha sido depositada la Revelación Divina, a través de la cual Dios se da a conocer, comunica Su designio de amor, revela Su voluntad y protege de la perdición. “Para que no tenga dudas de nada, me has confiado a una cariñosa protección de Tu Iglesia, esta madre verdadera, tierna, que en Tu nombre me afirma en las verdades de la fe y vigila que no yerre nunca” (Diario 1489).

Las declaraciones de Santa Faustina expresan su gran apego y amor a la Iglesia, amor de hija por su madre, amor con el que ella deseaba inflamar a cada cristiano (Diario 551). Como buena hija, fue consciente del deber de rezar por la Iglesia como madre, para acelerar su triunfo.

Así como en las relaciones naturales el amor del hijo por la madre se manifiesta en la obediencia, en la relación de Santa Faustina con la Iglesia este rasgo es llamativo, expresándose en una adhesión absoluta a las verdades de fe transmitidas por la Iglesia. Santa Faustina antepuso la voz de la Iglesia a la voz de Dios que oía en su interior: “Oh Jesús mío, antepongo la voz de la Iglesia a la voz con la cual Tú me hablas” (Diario 497). Estaba dispuesta a negar la credibilidad de las inspiraciones que no estuvieran de acuerdo con la enseñanza de la Iglesia, tal y como se lo había encomendado su confesor (Diario 55). Deseaba que todo lo que hiciera tuviera el consentimiento y fuera aprobado por la Iglesia (Diario 112). Fue consciente de que la desobediencia a la Iglesia por parte de las almas que Dios guía por el camino sobrenatural es una manifestación de la actuación de un espíritu maligno “Satanás puede ponerse el manto de la humildad, pero no es capaz de vestir el mano de la obediencia, y es aquí donde se revela toda su maldad” (Diario 939).

La obediencia de Santa Faustina se manifestó plenamente en su relación con las autoridades eclesiásticas, es decir, con sus superioras y sus directores espirituales. Ella creía profundamente que el superior es el sustituto de Dios, y que su poder es la prolongación del poder de las llaves transmitidas por Jesús a la

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Iglesia; por eso, su obediencia a los superiores fue incondicional y absoluta, aunque a veces eso requirió sacrificio y abnegación, originó confusión y sufrimiento, y en algunos casos incluso pareció oscurecer la actuación de Dios y hasta llegó a exponerla a pruebas humillantes.

La Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo

“Todos formamos un mismo organismo en Jesús” (Diario 1364). “Los miro (a los cristianos) como miembros vivos de Cristo que es su Cabeza” (Diario 481). Santa Faustina señaló el misterio de la admirable relación y unión de Cristo con los que le han creído, subrayando la invisible y sobrenatural unión con Jesús que -a pesar de marcharse de este mundo- sigue permaneciendo en una relación vital con la Iglesia y congrega a todos en la unidad. Como la cabeza en el cuerpo humano, Cristo abarca a toda la Iglesia y trata a cada uno de sus miembros individualmente, distribuyendo diversos dones y funciones.

De la verdad sobre la unidad del Cuerpo Místico deriva también el principio fundamental de la solidaridad de sus miembros. Así como en el cuerpo humano el sufrimiento de uno de los miembros produce el sufrimiento de todo el organismo, Santa Faustina sufría ante el sufrimiento de sus hermanos, se afligía ante la caída de las almas, lloraba con los que lloraban, y se alegraba con los que se alegraban.

Fue consciente de la gran dependencia recíproca de los creyentes en Cristo y de su interacción espiritual. Se dió cuenta que cada una de sus buenas obras contribuía al crecimiento de la santidad de toda la Iglesia, mientras cada pecado llevaba a la caída de las almas. “De la pequeña acción mía, llevada a cabo con la intención dirigida al cielo, puede depender la gloria de la Iglesia y el progreso de más de un alma” (Diario 508). “Tanto la santidad como la caída de cada alma repercute en toda la Iglesia” (Diario 1475). Conoció la importancia que para la Iglesia tiene la perfección moral de sus miembros y por eso se esforzaba por su santidad personal, convencida de que, de ese modo, sería más útil a la Iglesia. “ ...Por eso me empeño en que la tierra de mi corazón produzca buenos frutos aunque el ojo humano, quizás, no los perciba; sin embargo llegará un día en que se podrá ver que muchas almas se han alimentado y se alimentarán de este fruto” (Diario 1364).

Santa Faustina descubrió que la santidad tiene una manifestación concreta: el amor que se expresa mediante el sacrificio. Fue consciente de la verdad evangélica de que el anonadamiento de sí mismo es la fuente de la vida y del crecimiento espiritual. “Sé que un granito de trigo para transformarse en alimento debe ser destruido y triturado entre las piedras de molienda, así yo, para que sea útil a la Iglesia y a las almas, tengo que ser aniquilada, aunque por fuera nadie se de cuenta de mi sacrificio” (Diario 641). Deseaba la salvación de las almas, por lo tanto se complacía en anonadarse en favor de ellas, pues se había incorporado a la más profunda corriente de vida de la Iglesia: su acción salvadora, que es su más importante misión.

Santa Faustina se esforzaba continuamente por seguir a Jesús y hacer el bien a los demás por amor a Él, y depositaba estas virtudes en el tesoro de la Iglesia para el provecho común de las almas. Con el sufrimiento que ofrecía por los demás, unía una oración fervorosa por la Iglesia y por todos los que viven en ella.

Las manifestaciones concretas de la unión de Santa Faustina con el Cuerpo Místico de Cristo, presentadas acá muy brevemente, expresan al mismo tiempo su gran sentido de responsabilidad por todos los que

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pertenecen a la Iglesia. Su declaración: “Siento (...) como si fuera responsable por todas las almas” (Diario 1505) no es retórica, sino que es un sentido de unión profundamente vivido con cada miembro del Cuerpo Místico de Cristo.

El carisma de acercar el misterio de la Divina Misericordia a la Iglesia

Como miembro de la Congregación de la Madre de Dios de la Misericordia, Santa Faustina fue llamada a cooperar con Nuestro Señor en la obra de salvar a muchachas y mujeres necesitadas de una profunda renovación moral. Las Constituciones de la Congregación resaltan que al entregarse a la obra de salvación de las almas, las hermanas cumplen el más digno servicio y rinden el mayor homenaje a la Majestad de Dios, porque Dios no desea nada tanto como la conversión de las almas, especialmente de las almas pecadoras por las cuales había asumido el cuerpo pecador. (...) Es la más gloriosa tarea porque une más estrechamente al Señor Jesús, a Su Santísima Madre, a los Apóstoles y a tantos grandes santos cuya vida, trabajo, sufrimiento y muerte aspiraban a librar las almas humanas de la muerte por el pecado y a darles la vida de la gracia y de la gloria. (...) Es una obra que encierra en sí, en grado superior, todas las demás obras a las que uno podría dedicarse.

Para ser útil a la Iglesia por medio del fiel cumplimiento del carisma de su Congregación, Santa Faustina se entregó plenamente a esta tarea, dedicándole su trabajo, oración, mortificaciones y sufrimientos. Era consciente de la magnitud de esta tarea y apoyaba a otras hermanas en el cumplimiento de ella.

Santa Faustina reconoció la gran confianza que Dios le brinda al ser humano al llamarle a cooperar con Él en la gran obra de la salvación (Diario 245). Por eso, a cada alma confiada al cuidado apostólico de la Congregación, la ayudaba con oraciones y sacrificios especiales. Con algunas muchachas tenía un contacto directo trabajando en la cocina o en la huerta; con ellas tenía entonces la oportunidad de influir en el proceso de transformación de sus vidas, mediante el ejemplo de su propia vida, de sus obras y de sus palabras.

Nuestro Señor fue preparando a Santa Faustina progresivamente para que pudiera acoger el gran don del mensaje de la Divina Misericordia, cuyo fin es la salvación de todos los pecadores, y no solamente de las muchachas y mujeres necesitadas de una profunda renovación moral. Preparándola para esta misión, Jesús le manifestó Su deseo de salvar las almas: Deseo, deseo la salvación de las almas; -le dijo a Santa Faustina- ayúdame, hija Mía, a salvar las almas (Diario 1032). Cuánto deseo la salvación de las almas. Mi queridísima secretaria, escribe que deseo derramar Mi vida Divina en las almas humanas y santificarlas, con tal de que quieran acoger Mi gracia. Los más grandes pecadores llegarían a una gran santidad si confiaran en Mi Misericordia (Diario 1784). Hija Mía, dame almas; has de saber que tu misión es la de conquistarme almas con la oración y el sacrificio, animándolas a la confianza en Mi misericordia (Diario 1690). En muchas visiones de Su Pasión, el Señor Jesús le mostró también el precio de la salvación de cada persona y el dolor por la pérdida de las almas. Las almas mueren a pesar de Mi amarga Pasión (Diario 965) -dijo a Sor Faustina- invitándola a cooperar en la mayor obra de misericordia que consiste en la salvación de las almas.

Nuestro Señor instruyó a Sor Faustina sobre cómo debía salvar almas perdidas: le encomendó unir sus plegarias, ayunos, mortificaciones, fatigas y todos sus sufrimientos, a Su vida y a Su Pasión, porque entonces así tendrían valor ante Dios (Diario 531). Nuestro Señor deseaba que ella diera a conocer a las

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almas el misterio de Su misericordia, especialmente hacia los pecadores. Mi Corazón -le dijo- está colmado de gran misericordia para las almas y especialmente para los pobres pecadores. Oh, si pudieran comprender que Yo soy para ellas el mejor Padre, que para ellas de Mi Corazón ha brotado Sangre y Agua como de una fuente desbordante de misericordia; para ellas vivo en el tabernáculo como Rey de Misericordia (Diario 367).

La tarea de acercar el misterio de la Divina Misericordia a las almas es una de las formas de cooperar con Jesús en la obra de la salvación; por eso, el Señor Jesús apremió a Santa Faustina a escribir y hablar al mundo de este atributo de Dios, que es el mayor de todos. Oh, si los pecadores conocieran Mi misericordia -dijo- no perecería un número tan grande de ellos. Diles a las almas pecadoras que no tengan miedo de acercarse a Mí, habla de Mi gran misericordia (Diario 1396). Ves Mi misericordia por los pecadores (...). Mira lo poco que has escrito de ella (...). Haz lo que esté en tu poder para que los pecadores conozcan Mi bondad (Diario 1665). Di a los pecadores que siempre los espero, escucho atentamente el latir de sus corazones para saber cuándo latirán para Mí. Escribe que les hablo a través de los fracasos y los sufrimientos, a través de las tormentas y los rayos, hablo con la voz de la Iglesia (Diario 1728).

Nuestro Señor deseaba que el mensaje de la misericordia Divina fuera proclamado a las muchachas y mujeres que estaban bajo la protección de la Congregación, pero también a todos los pecadores del mundo, para que puedan entrar en el camino de la salvación; por eso le confió a Santa Faustina su tarea.

El acercamiento del misterio de la misericordia de Dios contempla dos tareas:

1) Proclamar la Misericordia de Dios; la buena noticia sobre la salvación y, en hablar de la bondad de Dios.

2) Impetrar la misericordia Divina para el mundo, especialmente para los pecadores.

De cara a esta segunda tarea Nuestro Señor le comunicó las nuevas formas de culto a la Divina Misericordia con las cuales vinculó grandes promesas, con la condición de cuidar de la actitud de confianza en Dios y de misericordia hacia el prójimo. Cada una de las formas de culto:

1) La veneración de la imagen de Cristo con la inscripción Jesús en Tí confío2) La celebración de la Fiesta de la Divina Misericordia.3) El rezo de la Coronilla a la Divina Misericordia.4) La veneración a la Hora de la Divina Misericordia (3:00 de la tarde).

tiene en cuenta la obra de la salvación, la salvación de los pecadores. Hija mía -le dijo a Sor Faustina- quiero enseñarte a salvar las almas con el sacrificio y la oración. Con la oración y el sacrificio salvarás más almas que un misionero sólo a través de prédicas y sermones (Diario 1767).

Santa Faustina ardió de celo apostólico por la salvación de las almas. Con esta intención ofreció cada día sus faenas, oraciones y sufrimientos. Deseaba la salvación de todos los pecadores, porque había conocido de modo místico la felicidad de los salvados y el martirio de los condenados, por eso decía que ningún sacrificio ni sufrimiento es demasiado grande de aceptar, si lo es con el fin de salvar las almas. Poco a poco fue madurando en ella el deseo de ofrecerse como hostia expiatoria. El Jueves Santo del año 1934, a

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solicitud de Jesús, volvió a repetir el acto voluntario de ofrecer su vida por los pecadores, especialmente por los que habían perdido la esperanza en la Divina Misericordia. En virtud de este acto, aceptó cargar sobre ella todos los tormentos, los temores, los miedos y los sufrimientos que padecían los pecadores, y cederles, a cambio, todas las consolaciones que provenían de su comunión con Dios. Cada día, en comunión con Jesús, se presentaba ante Dios como víctima de holocausto para salvar almas de la perdición eterna.

Buscar las ovejas perdidas y llevarlas al aprisco de Cristo fue el objetivo fundamental de la misión apostólica de Sor Faustina. La realizó con la obra, la palabra y la oración. Consciente de su misión escribió: Oh Dios mío, estoy conciente de mi misión en la Santa Iglesia. Mi empeño continuo es impetrar la misericordia para el mundo. Me uno estrechamente a Jesús y me presento como víctima que implora por el mundo (...). Oh Dios, cuánto deseo que las almas Te conozcan, que sepan que las creaste por Tu amor inconcebible; oh Creador y Señor, siento que descorreré las cortinas del cielo para que la tierra no dude de Tu bondad (Diario 482 - 483).

Por medio de Santa Faustina, el Espíritu Santo brindó a la Iglesia un nuevo carisma, que consiste en realizar en el mundo el valor evangélico del misterio de la Misericordia Divina que se inclina sobre cada hombre y especialmente sobre el pecador. Con este don Santa Faustina re-fundó, es decir, fundó de nuevo, su Congregación materna, trazando sus líneas espirituales fundamentales y una nueva misión apostólica en la Iglesia. Hasta aquel momento la Congregación, de acuerdo con su carisma, se dedicaba únicamente a muchachas y mujeres que necesitaban un profundo cambio moral. Con el apostolado de Santa Faustina, ahora abarca también a los pecadores que viven en el mundo, porque manifiesta en la Iglesia el misterio de la misericordia de Dios, o sea, la proclama con la vida y la palabra. La Congregación implora también la misericordia de Dios para el mundo entero, y especialmente para los pecadores; conduce las almas a la unión con Dios por el camino de la confianza en Él y de la misericordia hacia el prójimo.

Del carisma del fundador, recibido por Santa Faustina de Nuestro Señor, recoge también todo el movimiento apostólico de la Divina Misericordia la tarea de proclamar e impetrar la misericordia Divina para el mundo y de aspirar a la perfección cristiana por el camino de la confianza y la misericordia. Este movimiento apostólico se encuentra integrado por congregaciones religiosas, institutos seculares de vida consagrada, distintas comunidades, sociedades, hermandades y también personas que emprenden esta tarea individualmente.

5. El amor a la Eucaristía

La unión con Dios, que inicia en la Iglesia con el santo Bautismo, se profundiza y refuerza con el sacramento de la Eucaristía. En la vida espiritual de Sor Faustina, la Eucaristía ocupó el lugar central. La fe en la presencia real de Cristo, bajo la apariencia del Pan consagrado, llenó su mente y su corazón desde pequeña, inflamándola de un ardiente amor y engendrando un continuo deseo de Dios.

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Su corta y sencilla afirmación: Jesús oculto en la Hostia es todo para mí (Diario 1037), expresa su profunda penetración en el misterio de la presencia viva de Cristo en la Eucaristía. Todo -significa- su único Confidente- a quien revelaba “todo” (Diario 504);

Su Amigo fiel, siempre presente, que la liberaba del sentido de la soledad. Oh qué feliz es mi alma -escribió- por tener al amigo que siempre me hace compañía; no me siento sola, a pesar de estar en aislamiento (Diario 877);

Su Maestro, escondido en la Hostia, que la instruía en torno a cómo vivir (Diario 82);

Su Madre, a la que podía llegar con sus alegrías y sus dificultades. Oh Jesús, Hostia viva -dijo Sor Faustina- Tú eres mi madre, Tú eres todo para mí. Vendré a Tí, oh Jesús, con sencillez y con amor, con fe y con confianza. Compartiré todo Contigo, como un niño con su madre amada, los gozos y los sufrimientos; en una palabra: todo (Diario 230).

La presencia de Jesús Eucarístico llenaba su interior hasta tal punto que se sentía un tabernáculo vivo en el que Dios moraba continuamente (Diario 1302).

La Eucaristía, en cuanto sacrificio de Cristo

En la institución de la Eucaristía, Santa Faustina veía la expresión de la insondable misericordia Divina (Diario 946). La Eucaristía, que fue definida como fuente y cumbre de toda la vida cristiana en la Constitución Dogmática sobre la Iglesia (11), fue llamada por los Padres del Concilio, más de diez años después, sacramento de piedad.

Nuestro Salvador, en la última cena -leemos en la Constitución sobre la Sagrada Liturgia- la noche que le traicionaban, instituyó el sacrificio eucarístico de Su Cuerpo y Sangre, con el que iba a perpetuar por los siglos, hasta Su regreso, el sacrificio de la cruz, y a confiar así a Su Esposa, la Iglesia, el memorial de Su muerte y resurrección: sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad, banquete pascual, en el cual se recibe como alimento a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria venidera (Constitución sobre la sagrada Liturgia, 47).

Con estas palabras, el Concilio Vaticano II subraya también que la Eucaristía es la perpetuación del sacrificio de la cruz y el memorial de la muerte y resurrección de Jesús, lo que Santa Faustina vivía de manera excepcional durante cada Santa Misa. Ella conoció estas verdades de modo racional y también de modo místico, penetrando en las profundidades del misterio que se efectúa durante la Santa Misa. Durante la Santa Misa vi a Jesús crucificado -describe una de sus visiones- Jesús estaba clavado en la cruz y entre grandes tormentos. Mi alma fue compenetrada de los sufrimientos de Jesús, en mi alma y en mi cuerpo, aunque de modo invisible, pero igualmente doloroso. Oh, qué misterios tan asombrosos ocurren durante la Santa Misa (Diario 913).

Consciente de la magnitud del misterio del Santísimo Sacrificio, compenetrada por la fe en la Pasión y muerte de Jesús que se hacen presentes, Santa Faustina se asombraba del amor de Dios que preparó a los hombres una fuente de dones tan grandes. Un gran misterio se realiza durante la Santa Misa -escribió en el Diario- Con qué devoción deberíamos escuchar y participar en esta muerte de Jesús. Un día sabremos

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lo que Dios hace por nosotros en cada Santa Misa y qué don prepara para nosotros en ella. Sólo Su amor Divino puede permitir que nos sea dado tal regalo (Diario 914).

La meditación del misterio del sacrificio de Jesús, que se hace presente en la Eucaristía, impulsó a Santa Faustina a desarrollar la actitud de sacrificio, la actitud de ofrecerse voluntariamente como víctima junto con Jesús por la salvación de las almas. Se identificaba con Jesús Eucarístico hasta tal punto que se llamó hostia, y entendía este término de modo muy realista, como sacrificio que consiste en anonadarse a sí misma por completo. Mi nombre es hostia, es decir víctima -escribió- pero no en la palabra sino en la acción, en el anonadamiento de mí misma, en asemejarme a Tí en la cruz, oh Buen Jesús y Maestro mío (Diario 485). Jesús, transfórmame en una segunda hostia -pidió en una oración-. Quiero ser una hostia viva para Tí (...). Oh Jesús mío, comprendo el significado de la hostia, comprendo el significado de la ofrenda. Deseo ser una hostia viva delante de Tu majestad, es decir, una ofrenda viva que arde para Tu gloria cada día (Diario 1826).

El deseo de transformarse en hostia, según el modelo de “Jesús - Hostia”, llevó a Santa Faustina a ofrecerse totalmente a Dios, dispuesta a dar todo lo que Él le pidiera. Durante la Santa Misa me ofrecí al Padre Celestial (...) dispuesta a todo -apuntó en el Diario- que haga de mí todo lo que Le agrade (Diario 668). Repetía continuamente esta disposición a ofrecerlo todo: Oh Jesús Hostia, que en este momento he recibido en mi corazón, en esta unión Contigo me ofrezco al Padre Celestial como hostia expiatoria, abandonándome plena y absolutamente a la misericordiosísima, santa voluntad de mi Dios (Diario 1264).

El sacrificio de Jesús era una expresión de su proexistencia, es decir, de vivir para los demás. El mismo espíritu impregnaba a Santa Faustina cuando rogaba a Dios por las almas de los pecadores, para las cuales deseaba ser la hostia expiatoria: Oh Jesús, dame las almas de los pecadores. Que Tu misericordia descanse en ellas, quítame todo, pero dame estas almas. Deseo convertirme en la hostia expiatoria por los pecadores, que el cuerpo oculte mi sacrificio, ya que Tú también ocultas Tu Sacratísimo Corazón en la Hostia, a pesar de ser la inmolación viva (Diario 908). Santa Faustina deseaba hacer este sacrificio delante de Dios silenciosa y ocultamente, como oculta está la presencia de Jesús bajo la apariencia del Pan. Al llamarse hostia, pidió que Jesús mismo la consagrara, y que solamente Él supiera de esa transformación. Siendo hostia expiatoria, se presentaba cada día delante de Dios suplicando la misericordia para el mundo.

La Iglesia, con solícito cuidado -leemos en los documentos del Concilio Vaticano II- procura que los cristianos no asistan a este misterio de fe (Eucaristía) como extraños y mudos espectadores, sino que (...) aprendan a ofrecerse a sí mismos (...); se perfeccionen día a día por Cristo Mediador en la unión con Dios y entre sí (Constitución sobre la sagrada Liturgia, 48). Estas palabras indican la actitud eucarística más esencial, que consiste en ofrecerse como víctima junto a Cristo. En la vida de Santa Faustina, tal actitud encontró una expresión real, concreta y plena.

La Eucaristía en cuanto alimento

La Santa Misa es también el santo banquete en el que acogemos a Jesús mismo. Santa Faustina afirmó que el momento más solemne de su vida era el momento de recibir la Santa Comunión (Diario 1804). Anhelaba cada Santa Comunión (Diario 1804) y agradecía por ella, confesando que temía el día en que no la recibiera (Diario 1826).

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Adoraba a Jesús, que se ha quedado en el Sacramento del Altar y que abrió de par en par Su misericordia (Diario 1747). Aquí está el trono de Tu misericordia, -escribió- aquí el remedio para nuestras enfermedades. Hacia Ti, oh fuente viva de Misericordia, corren todas las almas; unas como ciervos, sedientas de Tu amor, otras (...) cansadas de la vida, para tomar fuerzas (Diario 1747).

Santa Faustina confesó que los “velos” del misterio no le estorbaban para amar a Jesús Eucarístico, porque lo amaba como lo aman los elegidos en el cielo (Diario 1324). Su fe viva, y su amor ardiente, le permitieron descubrir en la Eucaristía el testamento de la Divina Misericordia, la vida eterna, la misericordia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Diario 356).

Llamó a la Santa Hostia fuente de agua viva que brota para nosotros de la infinita misericordia de Dios, fuego del amor purísimo, remedio para los dolores y las debilidades humanas (Diario 356).

La Eucaristía fue para ella la esperanza en todos los sufrimientos y contrariedades de su vida; la esperanza en la nostalgia y el dolor, cuando nadie la comprendía; la única esperanza en la vida y en la hora de la muerte (Diario 356).

Santa Faustina encontraba en el Santísimo Sacramento la fuente de poder para lidiar con las fatigas y la vida gris de todos los días; encontraba el escudo y la protección contra los golpes de los enemigos y los esfuerzos del infierno; encontraba la consolación para los fracasos y el desaliento (Diario 356).

El amor a Jesús Eucarístico era para ella un firme motivo de confianza en cada circunstancia de la vida, en los momentos cuando estaba a punto de caer en la desesperación, en los momentos de rechazo por parte de los demás, en los momentos de los esfuerzos ineficaces y de los fracasos (Diario 356).

Del tabernáculo tomó fuerzas, valor y luz; en Él buscó alivio en los momentos de tormento (Diario 1037). La Santa Comunión le dio fuerza de ánimo para aguantar los sacrificios de cada día (Diario 1386) y le ayudó a superar el miedo a las dificultades y los sufrimientos (Diario 876). La Santa Comunión le animó a seguir con consecuencia el camino elegido, a pesar de las dificultades e incomprensiones que le quitaban el valor y la paz (Diario 91).

Aunque Santa Faustina sentía fuertemente su miseria, creía profundamente que la Comunión tenía el poder de volverla santa (Diario 1718). Consideraba, asimismo, que la Comunión es una fuente de amor hacia el prójimo que se inflama constantemente y renace cada día (Diario 1769). Trató la Santa Comunión como anticipo de la resurrección y de la vida eterna.

La Eucaristía, que fue el núcleo mismo de la existencia de Santa Faustina, fue para ella tan importante que vivir le significaba poseer a Jesús Eucarístico. Toda mi fuerza está en Tí, Pan vivo -confesó- Me sería difícil vivir un día sin recibir la Santa Comunión. Él es mi escudo; sin Tí, Jesús, no sé vivir (Diario 814).

Santa Faustina nos recuerda también que la Eucaristía es para nosotros, aquí en la tierra, un misterio inexpresable, un misterio que apenas podemos tocar -presentir- pero nunca abarcar plenamente. Solamente en la eternidad conoceremos -confesó- qué gran misterio realiza en nosotros la Santa Comunión. ¡Oh, los momentos más preciosos de mi vida! (Diario 840).

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Es admirable su actitud personal, al mismo tiempo muy íntima y profunda hacia Jesús Eucarístico. No menos fascinante es su fe viva y el descubrimiento del potencial ilimitado de poderes sobrenaturales en la Eucaristía, que son capaces de transformar al hombre totalmente, hasta divinizarlo. Todo lo bueno que hay en mí -dijo- es gracias a la Santa Comunión, le debo todo. Siento que este sagrado fuego me ha transformado totalmente (Diario 1392).

Penetrando en el don de la Eucaristía, Santa Faustina llegó a su esencia misma; de cierto modo alcanzó el núcleo de este misterio. Este alimento no se transforma en la persona que lo toma; él tiene el poder de transformar en Sí al que le consume; idea que San Agustín expresó así: Soy el alimento de los maduros, madura y Me tomarás. Y no Me absorberás como se absorbe un alimento, sino que tú te transformarás en Mí. Este alimento tiene, pues, el poder de divinizar al hombre y lo embriaga de Dios. Al descubrir esta verdad, Santa Faustina rezaba: Dulcísimo Jesús (...) transfórmame en Tí, divinízame para que mis obras Te sean agradables. Que eso pueda ser obtenido por el poder de la Santa Comunión que recibo diariamente. ¡Cuánto deseo ser completamente transformada en Tí, oh Señor! (Diario 1289).

En la vida espiritual de Santa Faustina, los frutos de la Eucaristía fueron proporcionales a los esfuerzos y a los preparativos para cada Santa Comunión. Como la Santa Comunión era el momento más solemne de su vida, los esfuerzos que hacía para vivirla lo mejor posible correspondían a la magnitud de este momento. Los preparativos de los cuales habla en las páginas del Diario reflejan sus distintos estados espirituales: desde los más elevados estados místicos hasta los momentos de sequedad, distracciones y dificultades. En todos estos estados destaca la intensidad de amor, independientemente de la subjetiva disposición interior. Santa Faustina esperaba a Jesús como a su Esposo y Gran Señor, a Quien los cielos no pueden abarcar. Animada por Su bondad -escribió en el Diario- inclino mi sien sobre Su pecho y le cuento todo. En primer lugar le digo lo que no diría jamás a ninguna criatura. Y luego hablo de las necesidades de la Iglesia, de las almas de los pobres pecadores, de cuánto necesitan Su misericordia (Diario 1806). Cita otra oportunidad en la cual la preparación fue breve pero marcada de intenso amor. En breves momentos su alma se sumergía totalmente en Dios; el encuentro con Él se convertía en el habla sin palabras.

En Jesús Eucarístico, Santa Faustina distinguió: Amor, Rey, Salvador que es la bondad misma; Dios que lo puede todo; Hostia expiatoria; Amo que ha preparado el banquete de boda; Fuente de misericordia y Océano de amor. Deseaba a Dios oculto, como una flor anhela el sol (Diario 1808). Derramó ante Él su dolor; se arrepentía de no amarle tal como deseaba. Le ofrecía su amor ardiente, compensándole la frialdad y el olvido de muchas almas. Amaba y sabía que era amada. Eso le bastaba.

Para presentar plenamente la piedad eucarística de Santa Faustina, hay que mencionar aquí también el predicado del nombre que eligió para ella al principio de su vida religiosa, para acentuar así la dirección de su espiritualidad: Sor María Faustina del Santísimo Sacramento. Ella acrecentaba el amor a la Eucaristía con numerosas jaculatorias que pronunciaba durante el día.

La Congregación tenía la práctica, el día de Año Nuevo, de sortear entre las religiosas sus patronos espirituales particulares para el año. Santa Faustina, en secreto, anhelaba y deseaba resultar favorecida en el sorteo con Jesús Eucarístico como su patrono anual particular. El Señor Jesús satisfacía este secreto deseo suyo.

Ávida de frecuentes contactos con Jesús oculto, pasaba delante del Santísimo Sacramento todos los momentos libres, recibiendo en ellos la luz para conocerse a sí misma y conocer a Dios.

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6. El culto a la Madre de Dios

La devoción a la Madre de Dios es otro elemento significativo en la espiritualidad de Santa Faustina, la cual aprendió desde muy pequeña, particularmente del ejemplo de su padre. Se puede decir que María estuvo presente en la vida de Santa Faustina desde su cuna, por eso le era muy natural dirigirse a ella en cada necesidad. Cuando Santa Faustina llegó a Varsovia para entrar en un convento, primero buscó consejo y ayuda de la Madre de Dios. Cuando bajé del tren -recuerda este acontecimiento años después en el Diario- y vi que cada uno se fue por su camino, me entró miedo: ¿Qué hacer? ¿A dónde dirigirme si no conocía a nadie? Y dije a la Madre de Dios: María, dirígeme, guíame. Inmediatamente oí en el alma estas palabras: que saliera de la ciudad a una aldea donde pasaría una noche tranquila. Así lo hice y encontré todo tal y como la Madre de Dios me había dicho (Diario 11). La descripción de este acontecimiento es una prueba de la sencillez con la que esta muchacha, de 19 años, se relacionaba con la Madre de Dios, y de cómo sabía escuchar sus mandatos.

Elena Kowalska ingresó a los veinte años de edad en la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia, donde su devoción a María se desarrolló y profundizó aún más. Desde entonces era hija de Aquella que dedicó toda su vida a la obra salvífica de su Hijo. Y siendo una buena hija, aprendió de la Madre cómo cumplir su vocación, cómo cooperar con Jesús misericordioso en la obra de salvar las almas perdidas, cómo amar a Dios y a los hombres.

María en su rol de Madre

Entre los numerosos títulos bajo los cuales los cristianos veneran a María, los que más frecuentemente aparecen en los escritos de Santa Faustina son los cercanos al corazón humano: Madre, Madre de Dios, mi Madre.

En la Congregación a la que Nuestro Señor llamó a Santa Faustina, la Santísima Virgen María es venerada de modo especial bajo el título de la Madre de Dios de la Misericordia. Ella, como nadie, experimentó la misericordia porque fue preservada del pecado original, colmada de la plenitud de la gracia y elevada a la dignidad de la Madre del Hijo de Dios. Ella dio al mundo la Misericordia Encarnada.

María es también la que de manera excepcional ha hecho posible, con el sacrificio de su corazón, la propia participación en la revelación de la misericordia Divina (Encíclica Rico en Misericordia), cuando en el Calvario se encontraba a los pies de la cruz de su Hijo. Por eso María es la que conoce más a fondo el misterio de la misericordia Divina. Sabe su precio y sabe cuán alto es (Rico en Misericordia). Por eso las hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia, que siguiendo a su Santísima Patrona cooperan con la misericordia Divina en la obra de salvar a las almas perdidas, veneran a María justamente bajo este título. La representa la figura de María con los brazos extendidos (dispuestos a ayudar) hacia los hombres, brazos cubiertos con el manto, utilizado desde siempre en la iconografía como símbolo de la protección y de la misericordia de la Madre de Dios hacia los hombres.

Santa Faustina siempre veneró a María como la Madre del Hijo de Dios, como la Madre de la Misericordia Encarnada. Nunca trató a María de modo autónomo, sino siempre en relación con Jesús,

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como Su Madre participante en la misión salvífica del Hijo. En numerosas revelaciones la Santísima Madre le aparecía a Santa Faustina junto con su Hijo (Diario 608, 846, y otros), o como aquella que conduce hacia Él, concentrada toda en Él, y participante en Su obra de salvar las almas.

Santa Faustina escribió mucho en su Diario del papel de María como Madre de la Misericordia. Veía la misericordia que María experimentó, de manera singular y excepcional; y veía también la misericordia con la cual Dios colmaba a los hombres a través de María.

A través de Ella, como a través del cristal puro,Ha llegado a nosotros Tu misericordia,Por su mérito el hombre se hizo agradable a Dios,Por su mérito todos los torrentes de graciasfluyen sobre nosotros (Diario 1746).

Para Santa Faustina, María fue también su propia Madre espiritual. La Madre de Dios le recordó de modo especial la verdad, proclamada por la Santa Iglesia, sobre la maternidad espiritual de María, mostrándola como un don de la misericordia Divina. Durante la Fiesta de Nuestra Señora de la Misericordia vi a la Santísima Virgen, indeciblemente bella, -escribió en el Diario- que se acercó a mí, del altar a mi reclinatorio, y me abrazó, y me dijo estas palabras: Soy Madre de todos gracias a la insondable misericordia de Dios (Diario 449, comparar a Diario 805). Le dijo también a Santa Faustina: Hija mía, por mandato de Dios, he de ser tu madre de modo exclusivo y especial, pero deseo que también tú seas Mi hija de modo especial (Diario 1414 y 1415).

Santa Faustina contestó con todo su corazón a este deseo de la Santísima Madre haciéndose su hija fiel y cariñosa. Después de los votos perpetuos, esta unión con María, como Madre, se hizo aún más fuerte: Oh Madre de Dios, Santísima María, Madre mía, Tú ahora eres mi Madre de modo más particular y esto porque Tu amado Hijo es mi Esposo, pues los dos somos Tus hijos. Por consideración a Tu Hijo, debes amarme. Oh María, Madre mía amadísima, dirige mi vida interior de modo que sea agradable a Tu Hijo (Diario 240).

Esta íntima unión de Santa Faustina con la Santísima Madre es apreciable en distintas situaciones de su vida cotidiana que dejó relatadas en el Diario. A María le ofrecía los momentos gozosos, como sus votos perpetuos (Diario 260), y los momentos de sufrimiento, cuando no vacilaba quejarse. A ella le ofreció toda su vida: Madre y Señora mía. Te ofrezco mi alma y mi cuerpo, mi vida y mi muerte y todo lo que vendrá después de ella. Pongo todo en tus manos, oh mi Madre (Diario 79).

Santa Faustina le pidió a la Santísima Madre diferentes gracias, como la gracia de la pureza de corazón, alma y cuerpo (Diario 79); la defensa contra el enemigo de la salvación (Diario 79); la gracia de ser fiel a las inspiraciones interiores y de cumplir fielmente la voluntad de Dios (Diario 170); y todo esto para hacerse más agradable a Jesús y glorificar dignamente Su misericordia delante del mundo entero y durante toda la eternidad (Diario 220).

María le dio a conocer más de una vez su amor y protección de madre (Diario 798, 1114). Sor Faustina era consciente de que María, como una buena Madre, velaba, cuidaba, y estaba permanentemente presente a su lado.

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La Virgen María permitió a su hija espiritual participar en sus vivencias y misterios. Me das una gran alegría -dijo a Santa Faustina- adorando a la Santísima Trinidad por las gracias y los privilegios que me ha concedido (Diario 564). En la vigilia de 1937 Santa Faustina escribió: Después de la Santa Comunión la Madre de Dios me hizo conocer la preocupación que tenía en el corazón por el Hijo de Dios. Pero esa preocupación estaba llenísima de tal aroma de sumisión a la voluntad de Dios que yo la llamaría más bien deleite y no preocupación (Diario 1437). Otra vez Santa Faustina escribió: Conocí la alegría de la Santísima Virgen en el momento de su Asunción (Diario 1244, comparar Diario 182). La relación de Santa Faustina con la Santísima Madre fue sumamente cordial y entrañable, basada en la gran intimidad que es posible, entre la Madre que ama sin límites y su hija cariñosa.

María en su rol de Modelo y Maestra de la vida interior

Desde las primeras épocas del cristianismo, se ha distinguido a María como modelo de la vida evangélica basada sobre la fe, la esperanza y la caridad; como imagen de la unión perfecta con Cristo en Su vida y misión apostólica; como ejemplo de obediencia y búsqueda de la voluntad de Dios en todo; como ejemplo de sumisión a las inspiraciones del Espíritu Santo y de sensibilidad ante todas las necesidades del prójimo.

María fue para Santa Faustina, ante todo, modelo de la confianza total en Dios, es decir, modelo del cumplimiento de Su santa voluntad y modelo de misericordia hacia el prójimo. En su corazón -escribió en el Diario- no había ni un solo destello contrario a la voluntad de Dios (Diario 1710, comparar Diario 1437) a pesar de que una espada de dolor traspasó su alma más de una vez (Diario 915). Reflexionando sobre la vida de María, Santa Faustina vio también que vivir perfectamente de la fe, y por lo mismo cumplir la voluntad de Dios, depende del grado de unión en amor con Jesús. Oh María -escribió considerando el misterio de la presentación de Jesús en el templo- hoy una espada terrible ha traspasado Tu santa alma. Nadie sabe de tu sufrimiento, excepto Dios. Tu alma no se quebranta, sino que es valiente porque está con Jesús (Diario 915). La confianza total de María en Dios, modelo para Santa Faustina, se expresaba para ella desde su fiat durante la Anunciación en Nazaret, hasta el momento de la agonía de su Hijo en el Gólgota.

María fue para Santa Faustina también modelo de todas las demás virtudes, de entre las cuales valoraba especialmente la pureza (Diario 161), la humildad (Diario 161), la docilidad y el recogimiento del espíritu (Diario 1398), la cooperación escondida con Jesús en la obra de salvar las almas, el abandono total de sí misma a la persona y la obra de su Hijo; modelo del abandono virginal a Dios y, al mismo tiempo, modelo de la maternidad espiritual para con las almas; por eso de Ella aprendió a amar las almas y a padecer hasta los mayores sacrificios para su salvación.

La meditación y la contemplación de la vida de María despertaron en Santa Faustina admiración y exaltación, más de una vez expresadas en forma de poesía:

Oh dulce Madre de Dios,Sobre Tí modelo mi vida,Tú eres para mí una aurora radiante,Admirada me sumerjo toda en Tí.

Oh Madre, Virgen Inmaculada,

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En Tí se refleja para mí el rayo de Dios.Tú me enseñas cómo amar a Dios entre tormentas,Tú eres mi escudo y mi defensa contra el enemigo.

(Diario 1232)

Para Santa Faustina, María fue un modelo “meta” de la vida cristiana que hay que contemplar y reflejar en nuestra propia vida; fue también para ella una activa formadora de su vida espiritual, por eso la llamó su Instructora (Diario 620), instructora de la vida interior a través de la palabra y del ejemplo de su propia vida, que le enseñó cómo vivir para Dios y para las almas.

María, la mejor Madre, respondió a los ruegos de Santa Faustina, enseñándole cómo debía actuar, en qué ejercitarse, en qué fijarse en la vida interior; y la apoyó en sus esfuerzos, alcanzándole las gracias necesarias.

María le enseñó, ante todo, a descubrir a Dios en su propia alma. La Santísima Virgen me enseña -escribió en el Diario- sobre la vida interior del alma con Jesús, especialmente en la Santa Comunión (Diario 840). Pero no sólo entonces: con motivo de los preparativos para la fiesta de la Natividad del Señor, le propuso a Santa Faustina una adoración permanente de Jesús viviente en su alma. Hija mía -dijo- procura ser mansa y humilde para que Jesús que vive continuamente en tu corazón pueda descansar. Adóralo en tu corazón, no salgas de tu interior (Diario 785). Santa Faustina cumplió con fidelidad los consejos de la Madre de Dios, su invitación a tratar con Dios en su propio interior y a descubrir allí Su presencia y Su fuerza; por eso no buscaba lejos a Dios, sino que concentraba toda su vida interior en fortalecer la unión con Él, viviente en su alma.

La Santísima Virgen invitó también a Santa Faustina a cumplir fielmente la voluntad de Dios. Hija mía, -dijo- te recomiendo encarecidamente que cumplas con fidelidad todos los deseos de Dios, porque esto es lo más agradable a Sus santos ojos. Deseo ardientemente que te destaques en esto, es decir, en la fidelidad en cumplir la voluntad de Dios. Esta voluntad de Dios, anteponla a todos los sacrificios y holocaustos (Diario 1244). La Virgen le pidió aceptar todas las exigencias de Dios como una niña pequeña, sin averiguar nada, porque lo contrario no agrada a Dios (Diario 529), ya que esto es una muestra de falta de confianza en Su sabiduría, omnipotencia y amor. Con el ejemplo de su vida, en la que permitió entrar a Santa Faustina, la Santísima Virgen le mostró que el cumplimiento de la voluntad de Dios consiste en cumplirla exteriormente, y en armonizar interiormente la voluntad propia con la voluntad de Dios (Diario 1437). Santa Faustina reconoció sinceramente que María le enseñó a amar interiormente a Dios y cómo cumplir Su santa voluntad en todo (Diario 40), porque sin cumplir la santa voluntad de Dios es imposible agradarle a Él y a la Santísima Virgen (Diario 1244). El alma más querida para mí es aquella que cumple fielmente la voluntad de Dios (Diario 449), le dijo María.

Con un cumplimiento fiel de la voluntad de Dios se vincula inseparablemente la cruz. La Madre de Dios enseñó a Santa Faustina cómo aceptar y vivir el sufrimiento que no escapa a nadie. Has de saber, hija mía -le dijo María- que a pesar de ser elevada a la dignidad de la Madre de Dios, siete espadas dolorosas me han traspasado el corazón (Diario 786). Aconsejó a Santa Faustina que también en los momentos de gozo, siempre mirara fijamente la cruz (Diario 561), contemplara la Pasión de su Hijo y de este modo vencería (Diario 449). María, señalando su vida, le pidió a Santa Faustina que no omitiera ni evitara la cruz, sino que la aceptara, porque la cruz es parte de los planes de Dios. La cruz, aceptada, lleva siempre a la victoria, a purificar el alma, y por lo tanto a una unión más estrecha con Jesús y a una participación más plena en Su misión salvífica.

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Siendo hija de la Madre de Dios de la Misericordia, Santa Faustina debía distinguirse por las virtudes de humildad, silencio, pureza, y amor a Dios y al prójimo; compasión y misericordia (Diario 1244). Deseo, amadísima hija Mía -le dijo la Madre de Dios en otra ocasión- que te ejercites en tres virtudes que son Mis preferidas y que son las más agradables a Dios: la primera es la humildad, humildad y todavía una vez más la humildad. La segunda virtud es la pureza; la tercera es el amor a Dios. Siendo Mi hija tienes que resplandecer de estas virtudes de modo especial (Diario 1415).

María, en cuanto Maestra de la vida interior, le dio instrucciones a Sor Faustina referentes a su perfección personal y a la misión apostólica que le fue confiada por Cristo:

El primer deber apostólico de Sor Faustina consiste en proclamar al mundo el misterio de la misericordia Divina, con lo cual el mundo ha de prepararse para la segunda venida de Cristo. María fortaleció a Santa Faustina en el cumplimiento de esta tarea, indicándole su gran importancia: Yo dí al mundo el Salvador y tú debes hablar al mundo de Su gran misericordia y preparar al mundo para Su segunda venida (...). Habla a las almas de esa gran misericordia, mientras sea aún el tiempo para conceder la misericordia. Si ahora tú callas, en aquel día tremendo responderás por un gran número de almas (Diario 635).

El segundo deber apostólico de Sor Faustina consiste en impetrar la misericordia de Dios para el mundo entero. La Madre de Dios la fortaleció también en esta misión, señalándose a sí misma como modelo de la vida escondida y como modelo de una vida que fue una continua oración de intercesión. Su vida debe ser similar a la mía -dijo a Sor Faustina- silenciosa y escondida; deben unirse continuamente a Dios, rogar por la humanidad y preparar al mundo para la segunda venida de Dios (Diario 625). En otra ocasión la Madre de Dios ya no pedía la oración sino que la exigía: Hija mía -decía- exijo de ti oración, oración y una vez más oración por el mundo y especialmente por tu Patria (Diario 325).

La Madre de Dios, como la más perfecta Maestra de la vida interior, comunicó a Santa Faustina los principios fundamentales de la vida con Dios, resaltando especialmente:

1. El descubrimiento de la presencia de Dios en el alma y el desarrollo de la unión personal con Él en lo cotidiano de la vida;

2. El cumplimiento de la voluntad de Dios como expresión de confianza y amor a Dios;

3. El ejercitarse en las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) y en las virtudes morales (especialmente la humildad y el amor hacia el prójimo);

4. El amor a la cruz, del que depende el grado de unión del alma a Dios y la efectividad del trabajo apostólico.

María fortaleció a Santa Faustina en su misión de proclamar el misterio de la misericordia de Dios y de implorarla para el mundo.

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Santa Faustina fue una alumna de la Madre de Dios muy aplicada y fiel. Escuchó sus consejos, instrucciones y mandatos, y los cumplió escrupulosamente. Este mes -apuntó en el Diario- me ejercitaré en tres virtudes que me recomendó la Madre de Dios: en la humildad, la pureza y el amor a Dios, aceptando con profunda sumisión la voluntad de Dios, todo lo que Él me envíe (Diario 1624).

En el Adviento Santa Faustina imitaba a María con la docilidad y el recogimiento del espíritu (Diario 1398) para preparar, de este modo, su corazón para la venida de Nuestro Señor. En otra ocasión hizo el propósito de ejercitarse en ser mansa y humilde (Diario 792), y en una jaculatoria pidió a María que la uniera a Jesús (Diario 162). Trataba de cumplir todos los deseos de la Madre de Dios, también los que se referían a su actuación en situaciones concretas (Diario 1250). De buena gana y con gran celo cumplió también el deseo de la Madre de Dios en las ocasiones en que le pidió que orara según distintas intenciones (Diario 1206, 32, 286, 330, 182, y otros).

Santa Faustina conoció que para ejercitarse en las virtudes y desarrollar la vida en unión con Jesús, es necesaria la gracia actual, por eso, a menudo, pidió ayuda a la Madre de Dios para obtener las gracias necesarias. Pedí ardientemente a la Virgen -escribió en el Diario- que me obtuviera la gracia de ser fiel a esas inspiraciones interiores y que yo cumpliera fielmente toda la voluntad de Dios (Diario 170). Antes de cada Santa Comunión rogaba a María que la ayudara a prepararse para recibir al Señor Jesús en el alma, y que encendiera en su alma el fuego con el que ardía su corazón puro en el momento de la Encarnación (Diario 1114). Vivo bajo el manto virginal de la Santísima Virgen -dijo- ella me cuida y me instruye; estoy tranquila junto a su Inmaculado Corazón, ya que soy débil e inexperta, por eso, como una niña me abrazo a su corazón (Diario 1097).

La imitación de María, y el cumplimiento de sus mandatos, dieron pronto los frutos esperados en la vida de Santa Faustina. Cuanto más imito a la Santísima Virgen -dijo- tanto más profundamente conozco a Dios (Diario 843). Un seguimiento fiel de María santificó su alma (Diario 161) y la llevó a una estrecha unión con Jesús. El culto a la Madre de Dios no fue solamente piedad hacia María, sino, ante todo, piedad según el modelo de María. Santa Faustina oraba a la Madre de Dios, celebraba sus fiestas, pero también la imitaba con celo. De Ella aprendió a penetrar en el misterio de la misericordia de Dios y a contemplarla en lo cotidiano, a confiar en Dios y a practicar la misericordia hacia el prójimo; a participar en la vida y en la misión de Jesús; en la obra de salvar almas perdidas. Santa Faustina fue una alumna fiel y una hija amada de la Madre de la Divina Misericordia. Reflejó en su vida la vida de María, la vida que siendo mansa y escondida dio, al mismo tiempo, frutos abundantes en la misión salvífica de Jesús.

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La escuela de la espiritualidad de Santa Faustina tiene muchos adeptos que, siguiendo sus huellas, procuran la actitud de confianza en Dios y de misericordia hacia el prójimo. Es un modelo de perfección de la vida cristiana que nos ha sido dado, tal parece que especialmente para este tiempo actual, que se caracteriza por una gran confusión moral, el relativismo, el liberalismo, el modo materialista de tratar al hombre, la confianza en la fuerza del intelecto humano y en el dinero. En tal época, Santa Faustina es un signo que dice que, en última instancia, en la vida del hombre no cuenta el dinero ni otros valores temporales, sino únicamente la salvación, que el hombre debe procurarse en la tierra. Sin embargo, el hombre por sí solo no conseguirá la salvación, ni edificará la felicidad duradera, sin el auxilio de la gracia de Dios, con la cual debe cooperar cada día procurando confiar su vida a Dios cada vez más plenamente, haciéndose bueno como el pan para el prójimo.

La espiritualidad de Santa Faustina es muy sana porque, por una parte, exigiendo la práctica de la caridad, protege de limitar la vida cristiana sólo a la oración, y, por otra parte, exigiendo un vivo contacto con Dios, evita el horizontalismo práctico que trata de reducir la religiosidad a la ayuda caritativa. En la escuela de Santa Faustina podemos adquirir conocimientos sólidos en la difícil materia que es el arte de vivir en el espíritu de confianza de niño en Dios y de misericordia hacia el prójimo. Esta espiritualidad se basa en el conocimiento y contemplación del misterio de la misericordia Divina en lo cotidiano. Se alimenta y saca fuerzas del amor a la Eucaristía. Su seguridad está en la obediencia a la Iglesia. Su fortaleza y modelo es la devoción a la Madre de Dios de la Misericordia.

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Anexo A

Las Nuevas Formas de Culto a la Divina Misericordia

1) La veneración a la imagen de Cristo con la inscripción “Jesús, en Tí confío”

El esbozo de la imagen le fue revelado a Santa Faustina en la visión del 22 de febrero de 1931, estando en su celda en el convento de Plock: “Al anochecer, estando en mi celda, vi al Señor Jesús vestido con una túnica blanca. Tenía una mano levantada para bendecir y con la otra tocaba la túnica sobre el pecho. De la abertura de la túnica en el pecho, salían dos grandes rayos: uno rojo y otro pálido. (...) Después de un momento, Jesús me dijo: “Pinta una imagen según el modelo que ves, y firma: Jesús en Tí confío. Deseo que esta imagen sea venerada primero en tu capilla y luego en el mundo entero” (Diario 47). “Quiero que esta imagen que pintarás con el pincel, sea bendecida con solemnidad el primer domingo después de Pascua de Resurrección; ese domingo debe ser la Fiesta de la Misericordia” (Diario 49). “...Deseo que esta imagen sea expuesta en público el primer domingo después de Pascua de Resurrección. Ese domingo es la Fiesta de la Misericordia. A través del Verbo Encarnado doy a conocer el abismo de Mi misericordia” (Diario 88). “...por eso quiero que la imagen sea bendecida solemnemente el primer domingo después de Pascua y que se la venere públicamente para que cada alma pueda saber de ella. ...” (Diario 341).

El contenido de la imagen se relaciona, pues, muy estrechamente con la liturgia de ese domingo. Ese día la Iglesia proclama el Evangelio según San Juan sobre la aparición de Cristo resucitado en el Cenáculo, momento en el cual, de acuerdo con las palabras del Santo Padre Juan Pablo II: “da el gran anuncio de la Misericordia Divina y confía su ministerio a los Apóstoles” (homilía de canonización de Santa Faustina e institución del Domingo de la Divina Misericordia). Continuando con el relato del evangelio: “... vino Jesús y, puesto en medio de ellos, les dijo: La paz sea con vosotros. Y diciendo esto les mostró las manos y el costado. (...) Como el Padre me ha enviado, así también os envío Yo. Diciendo esto, sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo; a quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados; (...)” (Jn 20, 19-23).

Así, la imagen presenta al Salvador resucitado que trae la paz a la humanidad por medio del perdón de los pecados, a precio de Su Pasión y muerte en la cruz. A su vez, los rayos que representan la Sangre y el Agua que brotaron del Corazón de Jesús (invisible en la imagen) traspasado por la lanza y las señales de los clavos, evocan los acontecimientos del Viernes Santo (Jn 19, 18 y 34-35). Así pues, la imagen de Jesús Misericordioso une en sí estos dos actos evangélicos que hablan con la mayor claridad del amor misericordioso de Dios al hombre.

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El elemento más característico de esta imagen de Cristo son los rayos. Nuestro Señor Jesucristo, preguntado por lo que significaban, explicó: “Los dos rayos significan la Sangre y el Agua. El rayo pálido simboliza el Agua que justifica a las almas. El rayo rojo simboliza la Sangre que es la vida de las almas... Ambos rayos brotaron de las entrañas más profundas de Mi Misericordia cuando Mi Corazón agonizado fue abierto en la cruz por la lanza. Estos rayos protegen a las almas de la indignación de Mi Padre. Bienaventurado quien viva a la sombra de ellos, porque no le alcanzará la justa mano de Dios. Deseo que el primer domingo después de la Pascua de Resurrección sea la Fiesta de la Misericordia” (Diario 299).

Continúa el Santo Padre (homilía de canonización de Santa Faustina e institución del Domingo de la Divina Misericordia): “... si la sangre evoca el sacrificio de la cruz y el don eucarístico, el agua, en la simbología joánica, no sólo recuerda el bautismo, sino también el don del Espíritu Santo” (cf. Jn3,5; 4,14; 7,37-39). La Misericordia Divina llega a los hombres a través del corazón de Cristo crucificado: “Hija Mía, di que soy el Amor y la Misericordia mismos” pedirá Jesús a Santa Faustina (Diario 1074). Cristo derrama esta misericordia sobre la humanidad mediante el envío del Espíritu que, en la Trinidad, es la Persona-Amor. Y ¿acaso no es la misericordia un “segundo nombre” del amor (encíclica Rico en Misericordia), entendido en su aspecto más profundo y tierno, en su actitud de aliviar cualquier necesidad, sobre todo en su inmensa capacidad de perdón?”

Continúa Sor Siepak en la introducción al Diario de Santa Faustina: Purifican el alma los sacramentos del bautismo y de la reconciliación, mientras que la alimenta plenamente la Eucaristía. Entonces, ambos rayos significan los sacramentos y todas las gracias del Espíritu Santo cuyo símbolo bíblico es el agua y también la nueva alianza de Dios con el hombre contraída con la Sangre de Cristo.

A la imagen de Jesús Misericordioso se le da con frecuencia el nombre de imagen de la Divina Misericordia. Es justo porque la Misericordia de Dios hacia el hombre se reveló con la mayor plenitud en el misterio pascual de Cristo.

Un segundo elemento distintivo de la imagen es la “firma” que Nuestro Señor solicitó a Santa Faustina en el cuadro: “Jesús en Tí confío”. Por lo tanto, la imagen no representa solamente la Misericordia de Dios, sino que también es un recordatorio del deber cristiano de confiar en Dios. “A través de esta imagen concederé muchas gracias a las almas; ella ha de recordar a los hombres las exigencias de Mi Misericordia, porque la fe sin obras, por fuerte que sea, es inútil” (Diario 742). “He abierto Mi Corazón como una Fuente viva de Misericordia. Que todas las almas tomen vida de ella. Que se acerquen con gran confianza a este mar de misericordia. Los pecadores obtendrán la justificación y los justos serán fortalecidos en el bien. Al que haya depositado su confianza en Mi Misericordia, en la hora de la muerte le colmaré el alma con Mi paz Divina” (Diario 1520).

Un tercer elemento del cuadro lo constituye la bendición que imparte Nuestro Señor con Su mano derecha. Este elemento es destacado tanto en la descripción con que Santa Faustina relata el origen de la imagen, como en la siguiente declaración con la cual da inicio su Diario:

“Oh Amor Eterno, mandas pintar Tu Santa ImagenY nos revelas la fuente inconcebible de la misericordia,Bendices a quien se acerca a Tus rayos,Y el alma negra se convierte en nieve.

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Oh dulce Jesús, aquí has establecido el trono de Tu misericordiaPara dar alegría y ayudar al pecador,De Tu Corazón abierto, como de un manantial puro,Fluye el consuelo para el alma y el corazón contrito.

Que el honor y la gloria para esta imagenno dejen de fluir de las almas de los hombres,Que cada corazón glorifique la Divina MisericordiaAhora y por los siglos de los siglos y en cada hora”.

(Diario 1)

Así comprendido el culto a la imagen, a saber, la actitud cristiana de confianza y misericordia, vinculó Nuestro Señor promesas especiales: la salvación eterna, grandes progresos en el camino hacia la perfección cristiana, la gracia de una muerte feliz, y todas las demás gracias que le fueren pedidas con confianza. “Por medio de esta imagen colmaré a las almas de muchas gracias, por eso, que cada alma tenga acceso a ella” (Diario 570).

2) La celebración de la Fiesta de la Divina Misericordia

Nuestro Señor Jesucristo habló por primera vez del establecimiento de esta Fiesta en febrero de 1931, cuando comunicó a Santa Faustina Su deseo de que pintara la imagen: “Deseo que haya una Fiesta de la Misericordia. (...) ...ese domingo debe ser la Fiesta de la Misericordia” (Diario 49). “Deseo que el primer domingo después de la Pascua de Resurrección sea la Fiesta de la Misericordia” (Diario 299).

La elección del primer domingo después de la Pascua de Resurrección para la Fiesta de la Misericordia tiene un profundo sentido teológico e indica una estrecha relación entre el misterio pascual de la redención y el misterio de la Divina Misericordia. Esta relación se ve subrayada aún más por la novena de coronillas a la Divina Misericordia que antecede la Fiesta y que empieza el Viernes Santo.

La Fiesta no es solamente un día de adoración especial a Dios en el misterio de Su misericordia, sino también un tiempo en que Dios colma de gracias a la humanidad. “Deseo -dijo Nuestro Señor Jesucristo- que la Fiesta de la Misericordia sea un refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores” (Diario 699). “Esta Fiesta ha salido de las entrañas de Mi misericordia y está confirmada en el abismo de Mis gracias. Toda alma que cree y tiene confianza en Mi misericordia, la obtendrá” (Diario 420). “Hija Mía, di que esta Fiesta ha brotado de las entrañas de Mi misericordia para el consuelo del mundo entero” (Diario 1517). “Las almas mueren a pesar de Mi amarga Pasión. Les ofrezco la última tabla de salvación, es decir, la Fiesta de Mi Misericordia. Si no adoran Mi misericordia, morirán para siempre” (Diario 965).

Las promesas extraordinarias que Nuestro Señor Jesucristo vinculó a la Fiesta demuestran la grandeza de la misma. “Quien se acerque ese día a la Fuente de Vida -dijo Cristo- recibirá el perdón total de las culpas y de las penas” (Diario 300). “Hija Mía, habla al mundo entero de la inconcebible misericordia

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Mía. Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores. Ese día están abiertas las entrañas de Mi misericordia. Derramo todo un mar de gracias sobre las almas que se acercan al manantial de Mi misericordia. El alma que se confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas. En ese día están abiertas todas las compuertas divinas a través de las cuales fluyen las gracias. Que ningún alma tema acercarse a Mí, aunque sus pecados sean como escarlata (...) La Fiesta de la Misericordia ha salido de Mis entrañas, deseo que se celebre solemnemente el primer domingo después de Pascua. La humanidad no conocerá paz hasta que no se dirija a la Fuente de Mi misericordia” (Diario 699).

Para poder recibir estos grandes dones hay que cumplir las condiciones de la devoción a la Divina Misericordia (confiar en la bondad de Dios y amar activamente al prójimo), estar en el estado de gracia santificante (después de confesarse) y recibir dignamente la Santa Comunión. “No encontrará alma ninguna la justificación -explicó Jesús- hasta que no se dirija con confianza a Mi misericordia y por eso el primer domingo después de Pascua ha de ser la Fiesta de La Misericordia. Ese día los sacerdotes han de hablar a las almas sobre Mi misericordia infinita” (Diario 570).

El domingo 30 de abril del Año Jubilar 2000, con motivo de la canonización de Santa Faustina, Su Santidad Juan Pablo II instituyó oficialmente el “Domingo de la Divina Misericordia”, a celebrarse anualmente el primer domingo después de Pascua. Es importante destacar que el Santo Padre, lejos de variar la liturgia tradicional de ese domingo, hace precisamente un llamado para “acoger íntegramente el mensaje que nos transmite la palabra de Dios en este segundo domingo de Pascua”. Agrega el Santo Padre: “A través de las diversas lecturas, la liturgia parece trazar el camino de la misericordia que, a la vez que reconstruye la relación de cada uno con Dios, suscita también entre los hombres nuevas relaciones de solidaridad fraterna (...)”.

El 29 de junio del 2002, en la solemnidad de San Pedro y San Pablo, apóstoles, se dio en la Sede de la Penitenciaría Apostólica el “Decreto por el que se enriquecen con indulgencias los actos de culto en honor a la Divina Misericordia”, refiriéndose a los actos que se realicen el Domingo de la Divina Misericordia. Señala el Decreto que el Sumo Pontífice se ha dignado otorgar las indulgencias “animado por su ardiente deseo de fomentar al máximo en el pueblo cristiano estos sentimientos de piedad hacia la Misericordia Divina, por los abundantísimos frutos espirituales que de ello puede esperarse”.

Se hace un llamado en este Decreto a los sacerdotes, sobre todo a los párrocos, para que “ informen oportunamente a sus fieles acerca de esta saludable disposición de la Iglesia, préstense con espíritu pronto y generoso a escuchar sus confesiones, y en el Domingo de la Misericordia Divina, después de la celebración de la Santa Misa o de las vísperas, o durante un acto de piedad en honor de la Misericordia Divina, dirijan, con la dignidad propia del rito, el rezo de las oraciones antes indicadas (...)”.

3) El rezo de la Coronilla a la Divina Misericordia

Nuestro Señor Jesucristo dictó esta oración a Santa Faustina los días 13 y 14 de setiembre de 1935, como una poderosa oración para aplacar la ira Divina (Diario 474 - 476) y obtener gracias de Él. El relato contenido en el Diario es el siguiente:

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“Por la tarde, estando yo en mi celda, vi al ángel, ejecutor de la ira de Dios. Tenía una túnica clara, el rostro resplandeciente; una nube debajo de sus pies, de la nube salían rayos y relámpagos e iban a las manos y de su mano salían y alcanzaban la tierra. Al ver esta señal de la ira divina que iba a castigar la tierra y especialmente cierto lugar, por justos motivos que no puedo nombrar, empecé a pedir al ángel que se contuviera por algún tiempo y el mundo haría penitencia. Pero mi súplica era nada comparada con la ira de Dios. En aquel momento vi a la Santísima Trinidad. La grandeza de Su Majestad me penetró profundamente y no me atreví a repetir la plegaria. En aquel mismo instante sentí en mi alma la fuerza de la gracia de Jesús que mora en mi alma; al darme cuenta de esta gracia, en el mismo momento fui raptada delante del trono de Dios. Oh, que grande es el Señor y Dios nuestro e inconcebible es Su santidad. No trataré de describir esta grandeza porque dentro de poco la veremos todos, tal como es. Me puse a rogar a Dios por el mundo con las palabras que oí dentro de mí” (Diario 474).

“Cuando así rezaba, vi la impotencia del ángel que no podía cumplir el justo castigo que correspondía por los pecados. Nunca antes había rogado con tal potencia interior como entonces. Las palabras con las cuales suplicaba a Dios son las siguientes: Padre Eterno, Te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu Amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, por nuestros pecados y los del mundo entero. Por su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros” (Diario 475).

El mismo Señor Jesucristo le enseñó a Santa Faustina la forma de rezar la Coronilla a la Divina Misericordia. Veamos la anotación que nos dejó ella en su Diario:

“A la mañana siguiente, cuando entré en nuestra capilla, oí esta voz interior: Cuantas veces entres en la capilla, reza enseguida esta oración que te enseñé ayer. Cuando recé esta plegaria, oí en el alma estas palabras: Esta oración es para aplacar Mi ira, la rezarás durante nueve días con un rosario común, de modo siguiente: primero rezarás una vez el Padre Nuestro y el Ave María y el Credo, después, en las cuentas correspondientes al Padre Nuestro, dirás las siguientes palabras: Padre Eterno, Te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu Amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero; en las cuentas del Ave María, dirás las siguientes palabras: Por Su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero. Para terminar, dirás tres veces estas palabras: Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo entero”. (Diario 476)

Las personas que rezamos esta coronilla ofrecemos a Dios Padre “el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad” de Su Amadísimo Hijo: Nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y de los pecados del mundo entero. Al unirnos así al sacrificio de Jesús, apelamos a este amor con el que Dios Padre ama a Su Hijo y en Él a todas las personas.

Con esta oración pedimos también “misericordia para nosotros y para el mundo entero” haciendo, de este modo, un acto de misericordia. Agregando a esto una actitud de confianza y cumpliendo las condiciones que deben caracterizar cada oración (la humildad, la perseverancia, la sumisión a la voluntad de Dios), los fieles podemos esperar el cumplimiento de las promesas de Cristo que se refieren especialmente a la hora de la muerte: la gracia de la conversión y una muerte serena. Gozarán de estas gracias no sólo las personas que recen esta coronilla, sino también los moribundos por cuya intención la recen otras personas. “Cuando la coronilla es rezada junto al agonizante -dijo Nuestro Señor Jesucristo- se aplaca la ira Divina y la insondable misericordia envuelve el alma (Diario 811). La promesa general es la siguiente:

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“A quienes recen esta coronilla, Me complazco en darles todo lo que me pidan (Diario 1541) (...) si lo que me piden está conforme con Mi voluntad (Diario 1731). Todo lo que es contrario a la voluntad de Dios no es bueno para el hombre, particularmente para su felicidad eterna.

“Por el rezo de esta coronilla -dijo Jesús en otra ocasión- Me acercas la humanidad (Diario 929). A las almas que recen esta coronilla, Mi misericordia las envolverá en vida y especialmente a la hora de la muerte” (Diario 754).

Refiriéndose al rezo de la Coronilla, Nuestro Señor le dijo a Santa Faustina: “Cuando la recen los pecadores empedernidos, colmaré sus almas de paz y la hora de su muerte será feliz. Escríbelo para las almas afligidas: Cuando un alma vea y conozca la gravedad de sus pecados, cuando a los ojos de su alma se descubra todo el abismo de la miseria en la que ha caído, no se desespere, sino que se arroje con confianza en brazos de Mi misericordia, como un niño en brazos de su madre amadísima. Estas almas tienen prioridad en Mi Corazón compasivo, ellas tienen preferencia en Mi misericordia. Proclama que ningún alma que ha invocado Mi misericordia ha quedado decepcionada ni ha sentido confusión. Me complazco particularmente en el alma que confía en Mi bondad. Escribe: cuando recen esta coronilla junto a los moribundos, Me pondré entre el Padre y el alma agonizante no como el Juez justo sino como el Salvador misericordioso” (Diario 1541).

¿ Cómo se reza la Coronilla?

Con base en las indicaciones de Nuestro Señor a Santa Faustina, la forma de rezar la Coronilla es la siguiente:

1) Rezo del Padre Nuestro:

Padre Nuestro, que estás en el Cielo, santificado sea Tu nombre. Venga a nosotros Tu reino; hágase Tu voluntad en la tierra como en el Cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

2) Rezo del Ave María:

Dios te salve María, llena de gracia, el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

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Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

3) Rezo del Credo:

Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del Cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, Su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo; nació de Santa María Virgen; padeció bajo el poder de Poncio Pilato; fue crucificado, muerto y sepultado; descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos; subió a los Cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre Todopoderoso; desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo; la Santa Iglesia Católica; la Comunión de los Santos; el perdón de los pecados; la resurrección de la carne, y la vida eterna. Amén.

4) En cada una de las cuentas correspondientes al Padre Nuestro en el Rosario tradicional a la Virgen María, se reza una vez:

Padre Eterno, Te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad, de Tu Amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero.

5) En las cuentas correspondientes a las Ave María en el Rosario tradicional a la Virgen María, se reza diez veces:

Por Su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.

6) Rezo de la oración final (se reza tres veces):

Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo entero.

Notas:

1. En forma similar al rezo del Rosario tradicional a la Virgen María, las oraciones (1), (2) y (3) se rezan una única vez, al inicio de la Coronilla. Luego, se rezan cinco ciclos completos que inician cada uno de ellos con (4) seguidos de diez veces (5). Una vez concluidos los cinco ciclos se finaliza rezando tres veces la oración (6).

2. Favor tomar nota de los siguientes errores que con alguna frecuencia se cometen en torno a la Coronilla a la Divina Misericordia:

Lo correcto es referirse a esta oración como “Coronilla a la Divina Misericordia”, y no, Rosario a la Divina Misericordia.

Lo correcto es “Por Su dolorosa Pasión”, y no, “Por Tu dolorosa Pasión” , ya que la Coronilla es una oración dirigida a Dios Padre, no a Dios Hijo.

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Lo correcto es “como propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero”, y no, “como expiación de nuestros pecados y los del mundo entero”. Al respecto, nos permitimos transcribir textualmente una nota que sobre este aspecto nos dirigiera en setiembre del año 2000 la Hermana Bárbara de Jesús Tomaszewska, quien fue una de las revisoras el Diario de Santa Faustina:

“La palabra propiciación se deriva de propiciatorio, esta palabra tiene sus raíces en el hebreo. Para comprender el significado de esta palabra tenemos que acudir a la Sagrada Escritura.

En el Antiguo Testamento encontramos:

“Un propiciatorio de oro puro, de dos codos y medio de largo y codo y medio de ancho” (Éxodo 25,17-22).

“Cuando Moisés entraba en la Tienda del Encuentro para hablar con Él, oía la voz que le hablaba de lo alto del propiciatorio que está sobre el arca del Testimonio, de entre los dos querubines” (Números 7,89).

“Encima del Arca, los querubines de gloria que cubrían con su sombra el propiciatorio” (Hebreos 9,5).

El propiciatorio era una especie de tapa del arca, hecha de oro macizo, el llamado kapporet; que quiere decir tapa propiciatoria. En esta tapa propiciatoria estaban cara a cara las figuras de los dos querubines. Los comentaristas judíos más antiguos consideraron el kapporet como una “tapa propiciatoria” probablemente llevados por la idea de que el significado fundamental de la raíz hebrea es kipper que quiere decir “expiar, volver a uno propicio”; es por consiguiente lo que “realiza la reconciliación”.

El término kapporet es mucho más que la simple cubierta, por que está hecha del material más precioso, es decir, de oro macizo, y parece ser el objeto más importante del santuario, llamado aquí bet kapporet. Es pues, el kapporet, el lugar santo por antonomasia, en donde reside el Señor, el Trono de Dios (cf. 1 Sam. 4, 4; Sal. 80, 2; 99, 1).

El kapporet es lugar donde Dios entra en contacto con Su pueblo y se revela, es el lugar donde Dios perdona los pecados y muestra Su misericordia.

Así, pues, si se considera el sentido de “tapa”, “cubierta”, como el sentido original de la palabra, debe admitirse que por influencia del ritual del sacrificio se transformó poco a poco hasta llegar a propiciatorio, y de ahí se deriva la palabra propiciación, es decir, la acción de tapar, de cubrir, de expiar.

En la carta de San Pablo a los Romanos, y en la carta de San Juan, leemos:

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“Jesús es exaltado como instrumento de propiciación para pasar por alto nuestros pecados” (Romanos 3,25).

“En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y nos envió a Su Hijo como propiciación por nuestros pecados” (1 Juan 4,10).

En conclusión, se puede decir que Jesús realiza la acción de tapar, de expiar, perdonar, reparar nuestros pecados y los del mundo entero. La justificación nos fue merecida por la Pasión de Cristo, que se ofreció en la Cruz como hostia viva, santa y agradable a Dios, y cuya sangre vino a ser instrumento de propiciación por los pecados de todos los hombres. La justificación es concedida por el bautismo, sacramento de la fe. Nos asemeja a la justicia de Dios que nos hace interiormente justos por el poder de Su misericordia. Tiene por fin la gloria de Dios y de Cristo, y el don de la vida cristiana (Catecismo de la Iglesia Católica, 1992).”

Lo correcto en el rezo de la oración final es “ten piedad de nosotros y del mundo entero”, y no, “ten misericordia de nosotros y del mundo entero”.

4) La oración a la hora de la Divina Misericordia (3:00 de la tarde)

En octubre de 1937 Nuestro Señor Jesucristo encomendó a Santa Faustina adorar Su Misericordia a la hora de su muerte:

“Cuantas veces oigas el reloj dando las tres, sumérgete totalmente en Mi misericordia, adorándola y glorificándola; suplica su omnipotencia para el mundo entero y especialmente para los pobres pecadores, ya que en ese momento se abrió de par en par para cada alma” (Diario 1572).

“A las tres, ruega por Mi misericordia, en especial para los pecadores y aunque sólo sea por un brevísimo momento, sumérgete en Mi Pasión, especialmente en Mi abandono en el momento de Mi agonía. Ésta es la hora de la gran misericordia para el mundo entero. Te permitiré penetrar en Mi tristeza mortal. En esa hora nada le será negado al alma que lo pida por los méritos de Mi Pasión (...). (Diario 1320)

Nuestro Señor definió bastante claramente los propios modos de orar en esta forma de culto a la Divina Misericordia: “En esa hora -dijo a Santa Faustina- procura rezar el Vía Crucis, en cuanto te lo permitan los deberes; y si no puedes rezar el Vía Crucis, por lo menos entra un momento en la capilla y adora en el Santísimo Sacramento a Mi Corazón que está lleno de misericordia. Y si no puedes entrar en la capilla, sumérgete en oración allí donde estés, aunque sea por un brevísimo instante” (Diario 1572).

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El Padre Rózycki, conocido y destacado teólogo que ha estudiado con rigurosidad científica el Diario de Santa Faustina, señala tres condiciones para la efectividad de las oraciones que se hagan a esa hora:

a) Ha de ser dirigida a Jesús.b) Ha de ser rezada a las tres de la tarde.c) Ha de apelar a los valores y méritos de la Pasión de Nuestro Señor.

“En esa hora -prometió Nuestro Señor- puedes obtener todo lo que pidas para ti y para los demás. En esa hora se estableció la gracia para el mundo entero: la misericordia triunfó sobre la justicia” (Diario 1572).

5. La propagación de la devoción a la Divina Misericordia

Entre las formas de devoción a la Divina Misericordia, el Padre Rózycki distingue además la propagación de la devoción a la Divina Misericordia, porque con ella también se relacionan algunas promesas de Cristo. “A las almas que propagan la devoción a Mi misericordia, las protejo durante toda su vida como una madre cariñosa (protege) a su niño recién nacido y la hora de la muerte no seré para ellas el Juez, sino el Salvador Misericordioso” (Diario 1075).

La esencia del culto a la Divina Misericordia consiste en la actitud de confianza hacia Dios y la actitud de misericordia hacia el prójimo. Nuestro Señor Jesucristo exige que “sus criaturas confíen en Él” (Diario 1059) y hagan obras de misericordia: a través de sus actos, sus palabras y su oración. “Debes mostrar misericordia al prójimo siempre y en todas partes. No puedes dejar de hacerlo, ni excusarte ni justificarte” (Diario 742). Nuestro Señor desea que sus devotos hagan al día por lo menos un acto de amor hacia el prójimo.

La propagación de la devoción a la Divina Misericordia no requiere necesariamente de muchas palabras, pero sí, siempre, una actitud cristiana de fe, de confianza en Dios y el propósito de ser cada vez más misericordioso. Un ejemplo de tal apostolado lo dio Santa Faustina durante toda su vida.

Anexo B

Cultos populares a la Divina Misericordia

1. Novena a la Divina Misericordia

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Novena a la Divina Misericordia, que Jesús me ordenó escribir y hacer antes de la Fiesta de la Misericordia. Empieza el Viernes Santo. Deseo que durante esos nueve días lleves a las almas a la Fuente de Mi Misericordia para que saquen fuerzas, alivio y toda gracia que necesiten para afrontar las dificultades de la vida y especialmente en la hora de la muerte. Cada día traerás a Mi Corazón a un grupo diferente de almas y la sumergirás en este mar de Mi Misericordia. Y a todas estas almas Yo las introduciré en la casa de Mi Padre. Lo harás en esta vida y en la vida futura. Y no rehusaré nada a ningún alma que traerás a la Fuente de Mi Misericordia. Cada día pedirás a Mi Padre las gracias para estas almas por mi amarga Pasión. Contesté: Jesús, no sé cómo hacer esta novena y qué almas introducir primero en Tu muy misericordioso Corazón. Y Jesús me contestó que me diría, día por día, qué almas debía introducir en Su Corazón. (Diario 1209-1229)

Primer día Hoy, tráeme a toda la humanidad y especialmente a todos los pecadores, y sumérgelos en el mar de Mi misericordia. De esta forma Me consolarás de la amarga tristeza en que Me sume la pérdida de las almas.

Roguemos para que Dios se digne mostrar Su Misericordia a toda la humanidad. Jesús tan misericordioso, cuya naturaleza es la de tener compasión de nosotros y de perdonarnos, no mires nuestros pecados, sino la confianza que depositamos en Tu bondad infinita. Acógenos en la morada de Tu muy compasivo Corazón y nunca nos dejes salir de Él. Te lo suplicamos por Tu amor que Te une al Padre y al Espíritu Santo.

Oh omnipotencia de la Divina Misericordia,Salvación del hombre pecador,Tú eres la misericordia y un mar de compasión,Ayudas a quien Te ruega con humildad.

Padre Eterno, mira con misericordia a toda la humanidad, y especialmente a nosotros pobres pecadores que estamos encerrados en el Corazón de Jesús lleno de compasión, y por su dolorosa Pasión muéstranos Tu misericordia para que alabemos Tu omnipotencia por los siglos de los siglos. Amén.

Segundo día

Hoy, tráeme a las almas de los sacerdotes y las almas de los religiosos, y sumérgelas en Mi misericordia insondable. Fueron ellas las que Me dieron fortaleza para soportar Mi amarga Pasión. A través de ellas, como a través de canales, Mi misericordia fluye hacia la humanidad.

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Roguemos por los sacerdotes, los religiosos y las religiosas, pues por ellos se derrama la Misericordia de Dios sobre la humanidad.

Jesús misericordiosísimo, de quien procede todo bien, aumenta Tu gracia en nosotros (las almas de Tus sacerdotes, religiosos y religiosas) para que realicemos (realicen) dignas obras de misericordia, de manera que todos aquellos que nos vean (los veamos), glorifiquen (glorifiquemos) al Padre de misericordia que está en el cielo.

La fuente del amor de Dios,Vive en los corazones limpios,

Purificados en el mar de misericordia, Resplandecientes como las estrellas, Claros como la aurora. Padre Eterno, mira con misericordia al grupo elegido de Tu viña, a las almas de los sacerdotes, y a las almas de los religiosos (y de las religiosas); otórgales el poder de Tu bendición. Por el amor del Corazón de Tu Hijo, en el cual están encerradas, concédeles el poder de Tu luz para que puedan guiar a otros en el camino de la salvación, y a una sola voz canten alabanzas a Tu misericordia sin límite por los siglos de los siglos. Amén.

Tercer día Hoy, tráeme a todas las almas devotas y fieles, y sumérgelas en el mar de Mi misericordia. Estas almas Me consolaron a lo largo del Vía Crucis. Fueron una gota de consuelo en medio de un mar de amargura.

Roguemos por todos los fieles Cristianos. Jesús infinitamente compasivo, que desde el tesoro de Tu misericordia les concedes a todos Tus gracias en gran abundancia, acógenos en la morada de Tu clementísimo Corazón y nunca nos dejes escapar de Él. Te lo suplicamos por el inconcebible amor Tuyo con que Tu Corazón arde por el Padre celestial.

Son impenetrables las maravillas de la misericordia,No alcanza sondearlas ni el pecador ni el justo,Miras a todos con compasión,Y atraes a todos a tu amor.

Padre Eterno, mira con misericordia a las almas fieles como herencia de Tu Hijo y por su dolorosa Pasión, concédeles Tu bendición y rodéalas con Tu protección constante para que no pierdan el amor y el tesoro de la santa fe, sino que con toda la legión de los ángeles y los santos, glorifiquen Tu infinita misericordia por los siglos de los siglos.

Cuarto día

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Hoy, tráeme a los paganos (*) y aquellos que todavía no Me conocen. También pensaba en ellos durante Mi amarga Pasión y su futuro celo consoló Mi corazón. Sumérgelos en el mar de Mi misericordia.

Roguemos por todos los que no conocen a Dios y que aún viven en la ignorancia de la Misericordia Divina.

Jesús compasivísimo, que eres la luz del mundo entero. Acoge en la morada de Tu piadosísimo Corazón a las almas de los paganos que todavía no Te conocen. Que los rayos de Tu gracia las iluminen para que también ellas unidas a nosotros, ensalcen Tu misericordia admirable y no las dejes salir de la morada de Tu compasivísimo Corazón.

La Luz de Tu amorIlumine las tinieblas de las almas.Haz que estas almas Te conozcan,Y junto con nosotros glorifiquen Tu misericordia.

Padre Eterno, mira con misericordia a las almas de los paganos y de los que todavía no Te conocen, pero que están encerrados en el muy compasivo Corazón de Jesús. Atráelas hacia la luz del Evangelio. Estas almas desconocen la gran felicidad que es amarte. Concédeles que también ellas ensalcen la generosidad de Tu misericordia por los siglos de los siglos. Amén. (*) Nota: Nuestro Señor originalmente usó las palabras "los paganos". Desde el pontificado del Papa Juan XXIII, la Iglesia ha juzgado apropiado el reemplazo de este término por la denominación "los que no creen en Cristo" y "los que no conocen a Dios" (ver el Misal Romano, 1970).

Quinto día Hoy, atráeme a las almas de los herejes y de los cismáticos (*), y sumérgelas en el mar de Mi misericordia. Durante Mi amarga Pasión, desgarraron Mi cuerpo y Mi Corazón, es decir, Mi Iglesia. Según regresan a la Iglesia, Mis llagas cicatrizan y de este modo alivian Mi Pasión.

Roguemos por los hermanos separados que creen en Cristo -que desgarran el Cuerpo Místico de Cristo-, para que vuelvan pronto a la unidad de la Santa Iglesia.

Jesús sumamente misericordioso, que eres la bondad misma, Tú no niegas la luz a quienes Te la piden. Acoge en la morada de Tu muy compasivo Corazón a las almas de los herejes y las almas de los cismáticos y llévalas con Tu luz a la unidad con la Iglesia; no las dejes alejarse de la morada de Tu compasivísimo Corazón, sino haz que también ellas glorifiquen la generosidad de Tu misericordia. Padre Eterno, mira con misericordia a las almas de los herejes y de los cismáticos que han malgastado Tus bendiciones y han abusado de Tus gracias por persistir obstinadamente en sus errores. No mires sus errores, sino el amor de Tu Hijo y su amarga Pasión que sufrió por ellos, ya que también ellos están acogidos en el sumamente compasivo Corazón de Jesús. Haz que también ellos glorifiquen Tu gran misericordia por los siglos de los siglos. Amén.

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(*) Nota: Las palabras originales de Nuestro Señor son aquí "herejes y cismáticos", ya que Él habló a Sor Faustina según el contexto de su tiempo. Desde el Concilio Vaticano II, las autoridades eclesiásticas han considerado impropio usar esas denominaciones según las explicaciones expuestas en el Decreto Conciliar sobre el Ecumenismo (# 3). Es apropiado usar en su lugar el término "los hermanos separados". Sin embargo con el tiempo la Iglesia ha decidido usar todavía otra denominación: "los hermanos que creen en Cristo" (ver el Misal Romano, 1970).

Sexto día Hoy, tráeme a las almas mansas y humildes y a las almas de los niños pequeños, y sumérgelas en Mi misericordia. Éstas son las almas más semejantes a Mi Corazón. Ellas Me fortalecieron durante Mi amarga agonía. Las veía como ángeles terrestres que velarían al pie de Mis altares. Sobre ellas derramo torrentes enteros de gracias. Solamente el alma humilde es capaz de recibir Mi gracia; concedo Mi confianza a las almas humildes.

Roguemos por los niños pequeños y por aquellas almas que se han hecho iguales a ellos en su pureza y simplicidad.

Jesús, tan misericordioso, Tú Mismo has dicho: Aprendan de Mí, que soy manso y humilde de corazón. Acoge en la morada de Tu compasivísimo Corazón a las almas mansas y humildes y a las almas de los niños pequeños. Estas almas llevan a todo el cielo al éxtasis y son las preferidas del Padre celestial. Son un ramillete perfumado ante el trono de Dios, de cuyo perfume se deleita Dios Mismo. Estas almas tienen una morada permanente en Tu compasivísimo Corazón y cantan sin cesar un himno de amor y misericordia por la eternidad.

De verdad el alma humilde y mansa Ya aquí en la tierra respira el paraíso, Y del perfume de su humilde corazón Se deleita el Creador Mismo.

Padre Eterno, mira con misericordia a las almas mansas y humildes y a las almas de los niños pequeños que están encerradas en el muy compasivo Corazón de Jesús. Estas almas son las más semejantes a Tu Hijo. Su fragancia asciende desde la tierra y alcanza Tu trono. Padre de misericordia y de toda bondad, Te suplico por el amor que tienes por estas almas y el gozo que Te proporcionan, bendice al mundo entero para que todas las almas canten juntas las alabanzas de Tu misericordia por los siglos de los siglos. Amén.

Sétimo día

Hoy, tráeme a las almas que veneran y glorifican Mi misericordia de modo especial y sumérgelas en Mi misericordia. Estas almas son las que más lamentaron Mi Pasión y penetraron más profundamente en Mi espíritu. Ellas son un reflejo viviente de Mi Corazón compasivo. Estas almas resplandecerán con un resplandor especial en la vida futura. Ninguna de ellas irá al fuego del infierno. Defenderé de modo especial a cada una en la hora de la muerte.

Roguemos por todos los que anuncian la Misericordia de Dios.

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Jesús misericordiosísimo, cuyo Corazón es el amor mismo, acoge en la morada de Tu compasivísimo Corazón a las almas que veneran y ensalzan de modo particular la grandeza de Tu misericordia. Estas almas son fuertes con el poder de Dios Mismo. En medio de toda clase de aflicciones y adversidades siguen adelante confiadas en Tu misericordia, y unidas a Ti, cargan sobre sus hombros a toda la humanidad. Estas almas no serán juzgadas severamente, sino que Tu misericordia las protegerá en la hora de la muerte.

El alma que ensalza la bondad de su Señor Es por Él particularmente amada. Está siempre al lado de la fuente viva y saca gracias de la Divina Misericordia.

Padre Eterno, mira con misericordia a aquellas almas que glorifican y veneran Tu mayor atributo, es decir, Tu misericordia insondable y que están encerradas en el compasivísimo Corazón de Jesús. Estas almas son un Evangelio viviente, sus manos están llenas de obras de misericordia y sus corazones, desbordantes de gozo, Te cantan, oh Altísimo, un cántico de misericordia. Te suplico, oh Dios, muéstrales Tu misericordia según la esperanza y la confianza que han puesto en Ti. Que se cumpla en ellas la promesa de Jesús quien les dijo: A las almas que veneren esta infinita misericordia Mía, Yo Mismo las defenderé como Mi gloria durante sus vidas y especialmente en la hora de la muerte.

Octavo día Hoy, tráeme a las almas que están en la cárcel del purgatorio y sumérgelas en el abismo de Mi misericordia. Que los torrentes de mi sangre refresquen el ardor del purgatorio. Todas estas almas son muy amadas por Mí. Ellas cumplen con el justo castigo que se debe a Mi justicia. Está en tu poder llevarles alivio. Haz uso de todas las indulgencias del tesoro de Mi Iglesia y ofrécelas en su nombre... Oh, si conocieras los tormentos que ellas sufren ofrecerías continuamente por ellas las limosnas del espíritu y saldarías las deudas que tienen con Mi justicia.

Roguemos por las almas del purgatorio, para que el torrente de la preciosa Sangre disminuya y abrevie sus sufrimientos.

Jesús misericordiosísimo, Tu Mismo has dicho que deseas la misericordia; heme aquí que llevo a la morada de Tu muy compasivo Corazón a las almas del purgatorio, almas que Te son muy queridas, pero que deben pagar su culpa adeudada a Tu justicia. Que los torrentes de Sangre y Agua que brotaron de Tu Corazón, apaguen el fuego del purgatorio para que también allí sea glorificado el poder de Tu misericordia.

Del tremendo ardor del fuego del purgatorioSe levanta un lamento a Tu misericordia. Y reciben consuelo, alivio y refrigerio En el torrente de Sangre y Agua derramado.

Padre Eterno, mira con misericordia a las almas que sufren en el purgatorio y que están encerradas en el muy compasivo Corazón de Jesús. Te suplico por la dolorosa Pasión de Jesús, Tu Hijo, y por toda la

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amargura con la cual su sacratísima alma fue inundada, muestra Tu misericordia a las almas que están bajo Tu justo escrutinio. No las mires sino a través de las heridas de Jesús, Tu amadísimo Hijo, ya que creemos que Tu bondad y Tu compasión no tienen límites.

Noveno día Hoy, tráeme a las almas tibias y sumérgelas en el abismo de Mi misericordia. Estas almas son las que más dolorosamente hieren Mi Corazón. A causa de las almas tibias, Mi alma experimentó la más intensa repugnancia en el Huerto de los Olivos. A causa de ellas dije: Padre, aleja de Mí este cáliz, si es Tu voluntad. Para ellas, la última tabla de salvación consiste en recurrir a Mi misericordia.

Roguemos por las almas tibias e indiferentes. Jesús piadosísimo, que eres la compasión misma, Te traigo a las almas tibias a la morada de Tu piadosísimo Corazón. Que estas almas heladas que se parecen a cadáveres y Te llenan de gran repugnancia se calienten con el fuego de Tu amor puro. Oh Jesús tan compasivo, ejercita la omnipotencia de Tu misericordia y atráelas al mismo ardor de Tu amor y concédeles el amor santo, porque Tú lo puedes todo.

El fuego y el hielo no pueden estar juntos, Ya que se apaga el fuego o se derrite el hielo. Pero Tu misericordia, oh Dios, Puede socorrer las miserias aún mayores.

Padre Eterno, mira con misericordia a las almas tibias, que sin embargo, están acogidas en el piadosísimo Corazón de Jesús. Padre de misericordia, Te suplico por la amarga Pasión de Tu Hijo y por su agonía de tres horas en la cruz, permite que también ellas glorifiquen el abismo de Tu misericordia. Amén. Diversas anotaciones de Santa Faustina en torno a la Novena:

El Señor me dijo rezar esta coronilla durante nueve días antes de la Fiesta de la Misericordia. Debe iniciarse el Viernes Santo. Durante este novenario concederé a las almas toda clase de gracias. (Diario 796)

28 de diciembre de 1936. Hoy he iniciado la novena a la Divina Misericordia. Es decir, en espíritu me traslado delante de la imagen y rezo la coronilla que me enseñó el Señor. El segundo día de la novena vi esta imagen como si estuviera viva, rodeada de innumerables agradecimientos y veía una gran multitud de personas que acudían y vi que muchas de ellas eran felices. Oh Jesús, con que alegría latió mi corazón. (...) (Diario 851)

Jesús me ordena hacer una novena antes de la Fiesta de la Misericordia y debo empezarla hoy por la conversión del mundo entero y para que se conozca la Divina Misericordia. Para que cada alma exalte Mi bondad. Deseo la confianza de Mis criaturas, invita a las almas a una gran confianza en Mi misericordia insondable. Que no tema acercarse a Mí el alma débil, pecadora y aunque tuviera más

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pecados que granos de arena hay en la tierra, todo se hundiría en el abismo de Mi misericordia. (Diario 1059)

10 de noviembre de 1937. Cuando la querida Madre me enseñó este librito en el cual están la coronilla y las letanías junto con la novena, pedí a la Madre que me lo dejara hojear. Mientras lo ojeaba, Jesús me hizo saber interiormente que: Ya muchas almas han sido atraídas a Mi amor por esta imagen. Mi misericordia actúa en las almas mediante esta obra. Supe que muchas almas han experimentado la gracia de Dios. (Diario 1379)

2. Letanías a la Divina Misericordia

Para el rezo se debe iniciar con la siguiente introducción antes de las invocaciones:

Señor, ten piedad de nosotros.Cristo, ten piedad de nosotros.Señor, ten piedad de nosotros.Jesucristo, óyenos.Jesucristo, escúchanos.Dios Padre Celestial, ten piedad de nosotros.Dios Hijo, Redentor del mundo, ten piedad de nosotros.Dios Espíritu Santo, ten piedad de nosotros.Santísima Trinidad que eres un solo Dios verdadero, ten piedad de nosotros.

y concluir las invocaciones de la siguiente manera:

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo. Perdónanos, Señor.Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo. Escúchanos, Señor.Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo.Ten piedad de nosotros.

El Amor de Dios es la flor y la Misericordia es el fruto.

Que el alma que duda lea estas consideraciones sobre la Divina Misericordia y se haga confiada (Diario 949) Invocaciones (luego de cada una se repite: “En Tí confío”)

1. Misericordia Divina, que brota del seno del Padre. 2. Misericordia Divina, supremo atributo de Dios. 3. Misericordia Divina, misterio incomprensible. 4. Misericordia Divina, fuente que brota del misterio de la Santísima Trinidad. 5. Misericordia Divina, insondable para todo entendimiento humano o angélico. 6. Misericordia Divina, de donde brotan toda vida y felicidad.

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7. Misericordia Divina, más sublime que los cielos. 8. Misericordia Divina, fuente de milagros y maravillas. 9. Misericordia Divina, que abarca todo el universo.10. Misericordia Divina, que baja al mundo en la Persona del Verbo Encarnado.11. Misericordia Divina, que manó de la herida abierta del Corazón de Jesús.12. Misericordia Divina, encerrada en el Corazón de Jesús para nosotros y especialmente para los pecadores.13. Misericordia Divina, impenetrable en la institución de la Sagrada Hostia.14. Misericordia Divina, en la institución de la Santa Iglesia.15. Misericordia Divina, en el sacramento del Santo Bautismo.16. Misericordia Divina, en nuestra justificación por Jesucristo.17. Misericordia Divina, que nos acompaña durante toda la vida.18. Misericordia Divina, que nos abraza especialmente a la hora de la muerte.19. Misericordia Divina, que nos otorga la vida inmortal.20. Misericordia Divina, que nos acompaña en cada momento de nuestra vida.21. Misericordia Divina, que nos protege del fuego infernal.22. Misericordia Divina, en la conversión de los pecadores empedernidos.23. Misericordia Divina, asombro para los ángeles, incomprensible para los Santos.24. Misericordia Divina, insondable en todos los misterios de Dios.25. Misericordia Divina, que nos rescata de toda miseria.26. Misericordia Divina, fuente de nuestra felicidad y deleite.27. Misericordia Divina, que de la nada nos llamó a la existencia.28. Misericordia Divina, que abarca todas las obras de sus manos.29. Misericordia Divina, corona de todas las obras de Dios.30. Misericordia Divina, en la que estamos todos sumergidos.31. Misericordia Divina, dulce consuelo para los corazones angustiados.32. Misericordia Divina, única esperanza de las almas desesperadas.33. Misericordia Divina, remanso de corazones, paz ante el temor.34. Misericordia Divina, gozo y éxtasis de las almas santas.35. Misericordia Divina, que infunde esperanza, perdida ya toda esperanza". Oh Dios Eterno, en quien la misericordia es infinita y el tesoro de compasión inagotable, vuelve a nosotros Tu mirada bondadosa y aumenta Tu misericordia en nosotros, para que en momentos difíciles no nos desesperemos ni nos desalentemos, sino que, con gran confianza, nos sometamos a Tu santa voluntad, que es el Amor y la Misericordia Mismos. Amén. (Diario 950)

Oh, incomprensible e impenetrable misericordia de Dios, ¿Quién puede glorificarte y adorarte dignamente? Oh, supremo atributo de Dios todopoderoso, Tú eres la dulce esperanza del pecador.

Oh estrellas, tierra y mar, unidos en un solo himno y unánimemente y en señal de agradecimiento, canten la incomprensible misericordia de Dios. (Diario 951)

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Anexo C

Las obras de Misericordia

“Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso” (Lucas 6,36)

“Jesucristo ha enseñado que el hombre no sólo recibe y experimenta la misericordia de Dios, sino que está llamado a “usar misericordia” con los demás. “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mateo, 5,7). La iglesia ve en estas palabras una llamada a la acción y se esfuerza por practicar la misericordia. (...) El hombre alcanza el amor misericordioso de Dios, Su misericordia, en cuanto él mismo interiormente se transforma en el espíritu de tal amor hacia su prójimo” (Juan Pablo II, Rico en Misericordia,14).

La Iglesia nos enseña varias maneras de “usar misericordia”:

Las Obras Corporales de Misericordia

1. Dar de comer a los hambrientos2. Dar de beber a los sedientos3. Vestir a los desnudos4. Dar asilo a los desamparados5. Consolar a los prisioneros6. Visitar a los enfermos7. Enterrar a los muertos

Las Obras Espirituales de Misericordia

1. Amonestar a los pecadores2. Instruir a los ignorantes3. Aconsejar a los que tienen dudas4. Consolar a los afligidos5. Soportar con paciencia los errores de los demás6. Perdonar las ofensas7. Orar por los vivos y por los muertos

“...Exijo de ti obras de misericordia, que deben surgir del amor hacia Mí. Debes mostrar misericordia al prójimo siempre y en todas partes. No puedes dejar de hacerlo ni excusarte ni justificarte. Te doy tres formas de ejercer misericordia al prójimo: la primera: la acción, la segunda: la palabra, la tercera: la oración. En estas tres formas está contenida la plenitud de la

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misericordia, y es el testimonio irrefutable del amor hacia Mí. De este modo el alma alaba y adora Mi misericordia” (Diario 742)

“...Escríbelo para muchas almas que a veces se afligen por no tener bienes materiales, para practicar con ellos la misericordia. Sin embargo, el mérito mucho más grande lo tiene la misericordia espiritual que no necesita ni autorización ni granero siendo accesible a cualquier alma. Si el alma no practica la misericordia de alguna manera no conseguirá Mi misericordia en el día del juicio. Oh, si las almas supieran acumular los tesoros eternos, no serían juzgadas, porque su misericordia anticiparía Mi juicio”. (Diario 1317)

“Cuando el Hijo del hombre venga en Su gloria y todos los ángeles con Él, se sentará sobre Su trono de gloria, y se reunirán en Su presencia todas las gentes, y separará a unos de otros, como el pastor separa a las ovejas de los cabritos, y pondrá las ovejas a Su derecha y los cabritos a Su izquierda. Entonces dirá el Rey a los que están a Su derecha: Venid, benditos de Mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; peregriné, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; preso, y vinisteis a verme. Y le respondieron los justos: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, sedientos y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos peregrino y te acogimos, desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? Y el Rey les dirá: en verdad os digo que cuantas veces hicisteis eso a uno de mis hermanos menores, a Mí me lo hicisteis.

Y dirá a los de la izquierda: Apartaos de Mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y para sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui peregrino, y no me alojasteis; estuve desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis. Entonces ellos responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o peregrino, o enfermo, o en prisión, y no te socorrimos? Él les contestará diciendo: En verdad os digo que cuando dejasteis de hacer eso con uno de estos pequeñuelos, conmigo dejasteis de hacerlo. E irán al suplicio eterno, y los justos a la vida eterna.”

(San Mateo 25, 31-46)

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Anexo D

Guía prácticapara la celebración del

Domingo de la Divina Misericordia

1. Preparación personal previa:

a) Iniciar la Novena a la Divina Misericordia el día Viernes Santo. Al hacerlo, resulta ideal recordar las palabras de Nuestro Señor a Santa Faustina: “Durante este novenario concederé a las almas toda clase de gracias” (Diario 796).

b) Confesarse el propio Domingo de la Divina Misericordia, o bien, de resultar necesario, en la víspera más cercana, a fin de estar en estado de gracia para este día. Al hacerlo, resulta ideal recordar las palabras de Nuestro Señor a Santa Faustina: “...Deseo conceder el perdón total a las almas que se acerquen a la confesión y reciban la Santa Comunión el día de la Fiesta de Mi Misericordia”. (Diario 1109)

2. Preparación del templo para el día de la celebración:

Preparar un altar para la Imagen de la Divina Misericordia para acoger así el deseo de Nuestro Señor: “...Deseo que esta Imagen sea expuesta en público el primer domingo después de la Pascua de Resurrección. Ese domingo es la Fiesta de la Misericordia. A través del Verbo Encarnado doy a conocer el abismo de Mi Misericordia”. (Diario 88)

3. Actividades para la celebración solemne:

a) Bendecir solemnemente la Imagen de la Divina Misericordia para acoger así el deseo de Nuestro Señor: “Quiero que esta imagen que pintarás con el pincel, sea bendecida con solemnidad el primer domingo después de la Pascua de Resurrección; ese domingo debe ser la Fiesta de la Misericordia” (Diario 49).

b) Venerar la Imagen de la Divina Misericordia para acoger así el deseo de Nuestro Señor: “…por eso quiero que la imagen sea bendecida solemnemente el primer domingo después de la Pascua de Resurrección y que se la venere públicamente para que cada alma pueda saber de ella…” (Diario 341).

Recordar que Nuestro Señor solicitó la veneración de esta imagen desde el 22 de febrero de 1931 cuando le ordenó a Santa Faustina pintar la imagen: “Pinta una imagen según el modelo que ves, y firma: Jesús, en Ti confío. Deseo que esta imagen sea venerada primero en su capilla

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y luego en el mundo entero” (Diario 47); indicándole en otra ocasión: “pido se rinda culto a Mi misericordia con la solemne celebración de esta Fiesta y con el culto a la imagen que ha sido pintada. A través de esta imagen concederé muchas gracias a las almas; ella ha de recordar a los hombres las exigencias de Mi misericordia, porque la fe sin obras, por fuerte que sea, es inútil” (Diario 742).

Una forma efusiva de venerar la imagen puede consistir en organizar una procesión con ella, una vez que haya sido bendecida. Los fieles procederán a recibir la imagen con júbilo, lanzándole flores a su paso. Una vez concluida la procesión, la imagen quedará colocada en su altar para permanecer expuesta a los fieles.

c) Rendir culto a la Misericordia de Dios en el día de Su Fiesta, adorándola y glorificándola, mediante:

El rezo de la Coronilla a la Divina Misericordia El rezo de las Letanías a la Divina Misericordia Lecturas y reflexiones; cantos y alabanzas; en torno al tema de la Divina Misericordia. El

Diario de Santa Faustina nos ofrece material valiosísimo para este propósito. La exposición del Santísimo, a discreción del cura párroco.

Al hacerlo, resulta ideal tener muy presente que Nuestro Señor ha prometido que “En este día están abiertas todas las compuertas Divinas a través de las cuales fluyen las gracias”. (Diario 699) y que “...Esta Fiesta ha brotado de las entrañas de Mi misericordia para el consuelo del mundo entero”. (Diario 1517)

6. Celebración de la Santa Misa.

En consistencia con el día que se celebra, el tema central de la homilía debe ser el tema de la Misericordia de Dios. Recomendamos, como referencia e ilustración, la lectura de la homilía pronunciada por el Santo Padre el Domingo 30 de Abril del Año Jubilar 2000, con motivo de la institución oficial del Domingo de la Divina Misericordia y canonización de Santa Faustina. Dicha homilía se encuentra en nuestros dos folletos anteriores, o bien, puede ser encontrada directamente en nuestro sitio en Internet.

Cuando los sacerdotes hablan este día de la Misericordia de Dios, están complaciendo los deseos que Nuestro Señor le manifestara a Santa Faustina: “Ese día los sacerdotes han de hablar a las almas sobre Mi misericordia infinita” (Diario 570). En otra ocasión le dijo dirigiéndose a su sacerdote confesor: “Pide a Mi siervo fiel que en aquel día hable al mundo entero de esta gran misericordia Mía; que quien se acerque ese día a la Fuente de Vida, recibirá el perdón total de las culpas y de las penas”. (Diario 300) Resulta ideal en este punto recordar la promesa de Nuestro Señor a Santa Faustina: “Hija Mía, no dejes de proclamar Mi misericordia para aliviar Mi Corazón, que arde del fuego de compasión por los pecadores. Diles a Mis sacerdotes que los pecadores más empedernidos se ablandarán bajo sus palabras cuando ellos hablen de Mi misericordia insondable, de la compasión que tengo por ellos en Mi Corazón. A los sacerdotes que proclamen y alaben Mi

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misericordia, les daré una fuerza prodigiosa y ungiré sus palabras y sacudiré los corazones a los cuales hablen” (Diario 1521).

7. Rito para conceder / obtener la Indulgencia Plenaria en este día.

Nuestra Santa Iglesia Católica, acogiendo el deseo del Santo Padre, nos concede en este gran día la posibilidad de obtener la Indulgencia Plenaria. Al hacerlo, la Iglesia acoge el deseo manifestado por Nuestro Señor a Santa Faustina: “El alma que se confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas”. (Diario 699)

El decreto promulgado en la Sede de la Penitenciaría Apostólica el día 29 de junio del 2002, en las solemnidades de San Pedro y San Pablo, hace un llamado para que los sacerdotes "dirijan con la dignidad propia del rito" las oraciones que permitan a sus feligreses obtener las indulgencias que nos ofrece la Iglesia en este día. El texto completo de este decreto puede ser encontrado en nuestro folleto anterior "Juan Pablo II, el Papa de la Divina Misericordia", o bien, ser encontrada directamente en nuestro sitio en Internet.

Dicho decreto consigna las condiciones que establece la Iglesia para conceder la indulgencia plenaria:

a) Confesión sacramentalb) Comunión eucarísticac) Oración por las intenciones del Sumo Pontífice. Estas oraciones consisten en el

Padrenuestro, el Ave María, el Gloria, y el Credo.d) Participación, en cualquier iglesia u oratorio, en los actos de piedad realizados en honor a la

Divina Misericordia, con espíritu totalmente alejado del afecto a todo pecado, incluso venial. O, al menos rece, en presencia del Santísimo Sacramento de la Eucaristía, públicamente expuesto o conservado en el Sagrario, el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación piadosa al Señor Jesús Misericordioso (por ejemplo: Jesús misericordioso, en Tí confío).

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