La Etica en La Intervencion Profesional-libre

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  I La Ética en la intervención profesional: mandato o responsabilidad política.  Lic. Claudio Ríos 1  Prof. Luís Telechea 2  Introducción Este trabajo se ubica alrededor de la reflexión y el debate en torno a la significación social de la profesión en el escenario actual, entendiendo que esta, se inscribe a nuestro juicio, en la discusión acerca de la construcción del proyecto ético/político del colectivo profesional. Los orígenes de esta preocupación los ubicamos en el caso del trabajo social latinoamericano, en los procesos acontecidos al interior de la profesión a partir de la segunda mitad de la década de los ’60 y hasta mediados de los ’70, comúnmente conocidos como movimiento de reconceptualización. Consideramos, que el movimiento de reconceptualización se constituye alrededor de dos problemáticas centrales: la preocupación por el lugar social de la disciplina y el problema acerca del estatuto epistemológico del trabajo social 1 , en tanto cuestiona los fundamentos teórico-metodológicos e ideológico-políticos del servicio social tradicional. En estos procesos de revisión de la disciplina, marcados por los cambios societarios acontecidos en el mundo y en especial en América latina, la dimensión ético-política aparece con fuerza en el seno de las discusiones. Por lo tanto ubicamos en ese contexto los orígenes de esta preocupación en el seno de la profesión. El contexto sociopolítico e intelectual en el cual se inscribe este movimiento estará marcado por importantes cambios en las relaciones del estado con la sociedad que implicarán discusiones en campo de la filosofía y las ciencias sociales. Así la aparición de nuevos actores sociales, nuevas demandas y un incremento de la práctica política, va a ser acompañado por una revisión de conceptos y categorías en el trabajo social y las ciencias sociales en general, en las cuales el diálogo con la tradición marxista será quizás el rasgo distintivo. 1  En un trabajo de 1975 José Paulo Netto, ilustra como fue el desarrollo de este movimiento en el cono sur de América Latina y concluye que hubo apropiaciones diferenciadas de en el caso de Brasil por un lado, y Argentina, Chile y Uruguay por el otro. Según Netto (1975) en el caso de Brasil se constituyó una reconceptualización de la disciplina en términos teórico/metodológicos, mientras en el segundo caso el énfasis estuvo puesto en las dimensiones ideológicas y políticas.

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Transcript of La Etica en La Intervencion Profesional-libre

  • I

    La tica en la intervencin profesional: mandato o responsabilidad poltica.

    Lic. Claudio Ros1

    Prof. Lus Telechea2

    Introduccin

    Este trabajo se ubica alrededor de la reflexin y el debate en torno a la

    significacin social de la profesin en el escenario actual, entendiendo que esta, se

    inscribe a nuestro juicio, en la discusin acerca de la construccin del proyecto

    tico/poltico del colectivo profesional.

    Los orgenes de esta preocupacin los ubicamos en el caso del trabajo social

    latinoamericano, en los procesos acontecidos al interior de la profesin a partir de

    la segunda mitad de la dcada de los 60 y hasta mediados de los 70, comnmente conocidos como movimiento de reconceptualizacin.

    Consideramos, que el movimiento de reconceptualizacin se constituye

    alrededor de dos problemticas centrales: la preocupacin por el lugar social de la

    disciplina y el problema acerca del estatuto epistemolgico del trabajo social1, en

    tanto cuestiona los fundamentos terico-metodolgicos e ideolgico-polticos del

    servicio social tradicional.

    En estos procesos de revisin de la disciplina, marcados por los cambios

    societarios acontecidos en el mundo y en especial en Amrica latina, la dimensin

    tico-poltica aparece con fuerza en el seno de las discusiones. Por lo tanto

    ubicamos en ese contexto los orgenes de esta preocupacin en el seno de la

    profesin.

    El contexto sociopoltico e intelectual en el cual se inscribe este movimiento

    estar marcado por importantes cambios en las relaciones del estado con la

    sociedad que implicarn discusiones en campo de la filosofa y las ciencias sociales.

    As la aparicin de nuevos actores sociales, nuevas demandas y un incremento de

    la prctica poltica, va a ser acompaado por una revisin de conceptos y categoras

    en el trabajo social y las ciencias sociales en general, en las cuales el dilogo con la

    tradicin marxista ser quizs el rasgo distintivo.

    1 En un trabajo de 1975 Jos Paulo Netto, ilustra como fue el desarrollo de este movimiento en el cono sur de Amrica Latina y concluye que hubo

    apropiaciones diferenciadas de en el caso de Brasil por un lado, y Argentina, Chile y Uruguay por el otro. Segn Netto (1975) en el caso de Brasil se constituy una reconceptualizacin de la disciplina en trminos terico/metodolgicos, mientras en el segundo caso el nfasis estuvo puesto en las dimensiones ideolgicas y polticas.

  • II

    Es en esta discusin, donde se plantearn dos discursos centralmente: aquel

    mas enfocado hacia el estatuto epistemolgico de la disciplina y la constitucin de

    la misma como una ciencia, el cual ser influenciado fundamentalmente por el

    marxismo de corte estructuralista o Althusseriano, y por otro lado las vertientes

    mas preocupadas por el lugar social de la profesin en tanto crtica al Servicio

    Social tradicional.

    Es en esta ltima, que la influencia del existencialismo sartreano jugar un

    papel mas que importante, ya que abrir la discusin acerca del proceso de

    alienacin en el trabajo y pondr sobre el tapete la participacin del profesional a

    partir de nociones como el compromiso y la voluntad de cambio. Es en esta

    vertiente que aparece con fuerza lo que consideramos el inicio del debate acerca

    del proyecto tico poltico en la disciplina, en tanto identifica a la concientizacin, la

    movilizacin y la organizacin como las bases de un proyecto profesional.

    Algunos autores, como Netto (2003), Barroco (2003), o Iamamoto (2003),

    consideran que el debate acerca de la significacin social de la profesin, y por

    ende la discusin en torno a lo tico poltico, comienza a partir de la relacin de

    nuestra disciplina con las producciones de la teora marxista en la dcada del 70, en

    el marco del movimiento de autocrtica de la disciplina. Pero este proceso al decir

    de Netto, encontr un frgil saldo terico analtico que surge de un balance cuidadoso de ese proceso (2003:163). Segn el autor hubo una aproximacin a clichs y consignas, que opacaron las producciones analticas. A esto el autor llama

    aproximacin contaminada. Marilda Iamamoto, por su parte, considera que esta fue una aproximacin al marxismo sin Marx (2003:231), donde el resultado fue un acervo terico eclctico y con vicios positivistas.

  • III

    Sin embargo, para Mara Lucia Barroco (2003), es recin a principios de la

    dcada de los 90 y a partir de los procesos que se dan en la profesin a nivel latinoamericano (leyes de ejercicio profesional, cdigos de tica, y constitucin de

    asociaciones profesionales), que la tica comienza a ser reconocida explcitamente

    como componente fundamental del proyecto profesional. Segn Barroco, los

    fundamentos de la tica son sociales e histricos, y la accin del hombre, como

    prctica transformadora de la naturaleza, afirma que este puede actuar con arreglo

    a fines, es decir ticamente. As la autora entiende que esta capacidad tiene formas

    especficas de objetivacin: la prctica moral, la accin tica y la reflexin filosfica sobre ellas. Barroco (2003: 227) La moral, entonces la entiende como conjunto de costumbres y hbitos

    culturales que transformados en deberes y normas responde a la posibilidad de lazo

    social. Y considera que Las determinaciones que inciden sobre la eleccin de determinados valores morales solamente pueden ser entendidas en la totalidad

    social (2003:228). As, apoyndose en la tradicin marxista, entiende que la tica es una forma de relacin libre y conciente entre individuo y sociedad, lo que le

    permite al hombre adquirir conciencia de si mismo como ser genrico.

    En este sentido, entiende que la reflexin tica hace posible la crtica de la

    moral dominante, al posibilitar el develamiento de significados construidos

    histricamente, y desmitificando prejuicios y egosmos.

    Netto, por su parte, plantea la necesidad de revitalizar hoy el dilogo con el

    marxismo, con la idea de que este, pueda darnos algunas claves para comprender

    lo social y los procesos de intervencin en las actuales condiciones, y de alguna

    manera, entiende que este dilogo se ubica en el centro mismo de la construccin

    de un proyecto tico poltico.

    Para fundamentar tal posicin considera que hay una serie de soportes

    histricos sociales que permiten hoy acercarnos a la lectura de Marx desde mejores

    condiciones. Destaca entonces: las condiciones de trabajo del colectivo profesional

    (el trabajador social como asalariado); la dinmica cultural de la sociedad burguesa

    contempornea (en la que supone un protagonismo cultural del marxismo); y la

    actualidad del proceso macroscpico de la revolucin (en la que considera ver la

    revolucin en formas insospechadas, como un trabajo de viejo topo, sacando la

    cabeza cuando menos se la espera)

  • IV

    Por lo tanto augura la profundizacin del dilogo entre marxismo y trabajo

    social, donde esta tradicin permitir que el trabajo social:

    a) acceda a la comprensin del significado social de la profesin, atribuyendo de

    esta manera las sucesivas crisis de identidad de la profesin a un deformado

    acercamiento a la tradicin marxista que no permite aclarar crticamente, la

    funcionalidad y limitaciones de nuestro ejercicio profesional.

    b) En tanto teora de lo macro el marxismo puede iluminar nuestra

    intervenciones haciendo puntualizaciones sobre realidades emergentes.

    c) Dinamizar la elaboracin terica de los trabajadores sociales, en tanto

    considera que esta teora, permitir acercarnos a los fundamentos de la

    intervencin y a la articulacin de los distintos aportes tericos.

    Iamamoto (2003), por su parte, considera que el marxismo, al rechazar las

    antinomias filosficas del materialismo y el idealismo a partir de la nocin de

    praxis, las supera dialcticamente. Pero esta praxis, no se revela en lo inmediato,

    sino que son necesarias una serie de mediaciones que permiten desvendar las

    formas fenomnicas como necesarias para aprehender el ncleo de la sociedad

    capitalista. Es por ello, que para la autora existe una exigencia metodolgica de

    aprehender la formacin econmico-social capitalista en su totalidad concreta como

    reproduccin en el pensamiento.

    Es en esta lnea de pensamiento que tanto Netto, como Iamamoto coinciden

    en la importancia que, apropiado el marxismo como teora crtica, el propio trabajo

    social sea colocado como objeto de investigacin, promoviendo un balance crtico

    global de la profesin; cosa que comenz a darse, segn los autores mencionados,

    a partir de la dcada de los 80 en Brasil. Para Netto (2003) el proyecto tico poltico debe tener en su ncleo el

    reconocimiento de la libertad como valor central, de lo que desprende un

    compromiso con la autonoma y la emancipacin. el proyecto profesional se vincula a un proyecto societario que propone la construccin de un nuevo orden

    social, sin dominacin y/o explotacin de clase, etnia y gnero Netto (2003:289)

  • V

    Considera entonces, que este proyecto debe posicionarse a favor de la

    equidad y la justicia social, en una perspectiva de universalizacin de acceso a

    bienes y servicios y por ende la consolidacin de la ciudadana. Este proyecto se

    consolidar segn el autor, si profesionalmente los trabajadores sociales asumimos

    un compromiso con la competencia como perfeccionamiento intelectual, la apertura

    en las decisiones institucionales a los usuarios de los servicios, la articulacin del

    colectivo profesional con otros colectivos profesionales que compartan propuestas

    similares, como as tambin con los movimientos que se solidarizan con la lucha de

    los trabajadores. (Netto: 2003)

    Lo que resulta curioso en las tesis de Jos Paulo Netto y de alguna manera en

    los planteos de Iamamoto, es la insistencia en la necesidad de que en esta

    aproximacin al debate con el marxismo, deba jugar un papel importante una

    suerte de enfrentamiento terico entre los marxistas y los no marxistas, como

    garanta de crecimiento del bagaje terico de la profesin. En est posicin

    parecera que Netto asume una posicin esencialista, donde se presenta a la teora

    marxista como aquella que posee por si sola, las claves ltimas de comprensin de

    lo social, sin reparar en los grandes aportes de la filosofa y el psicoanlisis de la

    segunda mitad del siglo XX. Es en este caso donde nos preguntamos acerca de que

    papel puede jugar la teora en los procesos de construccin de conocimiento, y los

    peligros que, por miedo a caer en el eclecticismo, se puedan correr al involucrar

    una teora general acerca de lo social con un imperativo categrico.2

    Para Margarita Rozas (2003) es en la construccin de campo problemtico,

    donde se apoyara la dimensin de lo tico-poltico, en tanto entiende relaciones entre

    sujetos, instituciones y saber profesional, es decir, discursos construidos sobre la

    cuestin social. As, en tiempos de hegemona de la lgica mercantil, incorporar la

    lectura poltica de la cuestin social, junto con su comprensin terica, es

    desmistificar la naturalizacin de la misma y reposicionar el lugar pblico de lo

    social. Esto implica direccionar la intervencin hacia la comprensin de la cuestin social, en el lugar de la instancia pblica del Estado y la sociedad.Rozas (2003:239)

    2 En Kant, los principios a priori constitutivos de moralidad: no porque algo sea bueno se impone a la voluntad, sino porque la voluntad se impone algo a s

    misma esto que se impone es necesariamente bueno. obra slo segn aquella mxima que puedas querer que se convierta, al mismo tiempo, en ley universal. Kant, Immanuel: Fundamentacin de la metafsica de las costumbres, cap. 2 (Espasa Calpe, Madrid 1994, 10 ed., p. 91-92).

  • VI

    En esta misma direccin destacamos un trabajo de Susana Cazzaniga (1999),

    donde intenta una serie de reflexiones acerca de la dimensin tica en la profesin.

    En dicha reflexin reconoce una tendencia fuerte, que identifica lo tico con el

    compromiso con los sectores mas desposedos. Si bien la autora destaca la buena

    voluntad de esta postura, considera que en muchos casos se desplaza, a pesar de

    las apariencias, hacia una tendencia que podra considerarse positivista, en tanto vuelve a colocar en el centro de la escena al imperativo categrico kantiano, el

    deber ser del trabajador social, que en muchos casos excede la condicin humana

    del propio profesional, convirtiendo su prctica en un mandato de moral sacrificial Cazzaniga (1999:2)

    Coincidimos con Cazzaniga (1999:5), cuando opina que entender lo tico en

    el Trabajo Social como deber ser, como prescripcin impuesta, nos puede llevar a una posicin de fragilidad, ya que lo formal, como mera forma est, por definicin, vaco de contenido, en este caso de convicciones; y mas tarde o mas

    temprano se diluye su sentido en un contexto que nos chantajea

    permanentemente Cazzaniga piensa entonces a la tica a partir del concepto de

    responsabilidad. Este concepto lo relaciona con la nocin de responder, es decir

    dar cuenta de nuestros actos, a travs de razones por los cuales los elegimos. Se

    apoya entonces en una concepcin del sujeto, como sujeto de la enunciacin, como

    aquel capaz de juzgar l mismo lo hecho y lo dicho, un sujeto capaz de responder.

    As la responsabilidad aparece como responder en forma argumentada y como

    condicin de posibilidad de un sujeto tico-jurdico. De esta manera en esta nocin no solo se juega una cuestin de buena praxis, de relacin con la accin hacia otros, tambin opera hacia adentro, hacia la propia configuracin como sujeto de

    derechos y de discursos. Cazzaniga (1999:5)

  • VII

    Michel Foucault consideraba al pensar la cuestin tica de los intelectuales, en

    que esta consistira en una forma de agitacin, sobre todo del propio pensamiento y

    en el pensamiento de los otros. Por ello afirmaba no consiste en decir a los dems lo que hay que hacer. Con qu derecho podra hacer esto. Basta con recordar

    todas las profecas, promesas, exhortaciones y programas que los intelectuales han

    llegado a formular durante los dos ltimos siglos y cuyos efectos conocemos ahora.

    El trabajo de un intelectual no consiste en modelar la voluntad de los dems;

    estriba mas bien en cuestionar, a travs de los anlisis que lleva a cabo en

    terrenos que le son propios, las evidencias y los postulados, en sacudir los hbitos

    ,las formas de actuar y de pensar, en disipar las familiaridades admitidas, en

    retomar la medida de las reglas y de las instrucciones y a partir de esta re-

    problematizacin (en la que desarrolla su oficio especfico de intelectual) participar

    en la formacin de una voluntad poltica (en la que tiene la posibilidad de

    desempear su papel de ciudadano) (2002:229)

    Esta mirada al romper con visiones esencialistas, permite pensar lo tico-

    poltico como el proceso de multiplicacin de saberes, prcticas e instituciones que

    den lugar a actores profesionales crticos, autnomos y responsables.

    Los cambios contemporaneos.

    La edad de oro para Hobsbawm, los treinta gloriosos para los franceses, la

    alianza para el progreso para los ms ingenuos de nosotros. Visto desde ac el

    encierro de Foucault, se ve como una tranquila, confortable y dulce jaula de por

    vida: el policlnico, jardn de infantes, primaria, universidad, ayuda social,

    manicomio,: dispositivos productores de subjetividad. Progreso infinito seguro? Quizs, quizs, quizsperhaps, perhaps, perhaps. Segn Eric Hobsbawm (2001:403) la historia de los veinte aos que siguieron a 1973 es la historia de un mundo que perdi su rumbo y se desliz hacia

    la inestabilidad y la crisis, sin embargo el autor concluye que a fines del siglo XX el mundo capitalista desarrollado ser en su conjunto, mas rico y productivo que a

    principios de los 70, y la economa mundial de la que segua siendo el ncleo central, mucho mas dinmica.

  • VIII

    El anlisis de Hobsbawm nos permite decir que el hecho central de las

    dcadas de crisis no ha sido que el capitalismo funcionase peor que en la edad de

    oro (segunda posguerra), sino que sus operaciones entraran en un estado fuera de

    control. Es decir nadie saba como enfrentarse a las fluctuaciones caprichosas de la

    economa mundial ni tena instrumentos para actuar sobre ellas. La herramienta principal que se haba empleado para hacer esas funciones en la edad de oro, la

    accin poltica coordinada nacional o internacional, ya no funcionaba, (2001:408) as las dcadas de crisis fueron la poca en que el estado nacional perdi su poder

    econmico y de regulador social.

    Es en este contexto que cobra presencia la alternativa propugnada por la

    minora de los tericos ultraliberales (Von Hayek, Friedman). Esto produjo durante

    los aos de mayor xito econmico unos tiempos de derechas3 donde se fomento

    un egosmo asocial incluso antisocial (en tanto eliminacin del otro).

    En consecuencia se aplico al decir de Hobsbawm el limpiador neoliberal (2001:411), bajo la consigna emitida por boca de Reagan el gobierno no es la solucin sino el problema.4 Los estados podan administrarse con un estilo empresarial con el adecuado sentido de los costes, mrgenes de ganancia, y

    mayores beneficios (lo que nunca sucedi).

    Lo laboral en la innovacin capitalista a fines del siglo XX

    Ya Marx en los manuscritos de 1844 alertaba acerca de que cuanto mas

    avanzada es la tecnologa, mas caro resulta el componente humano de la

    produccin comparado con el mecnico.5 A la par de que la economa transnacional

    consolidaba su poder mundial, esta iba socavando una prcticamente universal institucin: el estado nacin (Hobsbawm, 2001:423). La acumulacin flexible va a apelar a la flexibilidad con respecto a los

    procesos laborales, los mercados de mano de obra, los productos y pautas de

    consumo; caracterizndose por la emergencia de nuevos sectores de produccin,

    nuevas formas de proporcionar recursos financieros y niveles intensivos de

    innovacin comercial, tecnolgica y organizacional.

    3 Bayer Osvaldo Pgina 12. Junio de 1992.

    4 Notar la confusin existente en el pensamiento de derecha acerca de lo que es el estado y el gobierno.

    5 La tragedia histrica de las dcadas de crisis consisti en que la produccin prescindi de los seres humanos a una velocidad superior a aquella en la que

    la economa de mercado creaba nuevos puesto de trabajo para ellos (Hobsbawm, 2001:414)

  • IX

    Esta mayor capacidad de movilidad y flexibilidad, ha permitido a los

    empleadores ejercer fuertes presiones en el control laboral de una fuerza de trabajo

    debilitada por las tendencias marcadas hacia el desempleo estructural, la rpida

    destruccin y reconstruccin de las calificaciones laborales y el retroceso del poder

    sindical. (Harvey, 1998)

    Los tiempos del estado nacin.

    La manera en como leemos estos cambios acontecidos en las relaciones

    estado sociedad, implica de alguna manera la forma en como entendemos nuestras

    instituciones de la poltica pblica y nuestras estrategias de intervencin.

    Apoyandonos en hiptesis trabajadas por algunos autores (Lewkowicz 2002, 2004,

    Duschavsky y otros 2003) acerca del agotamiento de los Estados Nacionales como

    panistitucin dadora de sentido, nos explicamos los avatares y cambios en la

    subjetividad y por ende en las estrategias de subjetivacin.

    En esta lnea de pensamiento, lo que nos interesa es el agotamiento de los

    modos de pensar lo social ofrecidos por la lgica en crisis, es decir por la lgica del

    estado como panistitucin. Por otra parte esta hiptesis implica en nuestro caso la

    necesidad de invencin de nuevas formas y estrategias de pensamiento e

    intervencin, o subjetivacin6, ligadas a las nuevas condiciones, marcadas estas por

    la emergencia de la dinmica pura del mercado. Concluyendo esta idea, lo que

    intentamos decir es que el Estado Nacin ya no se presenta como la instancia

    dominante productora de subjetividad. El contrato moderno inaugura una armona

    entre la ley simblica-estructurante del sujeto, la norma jurdica-estructurante del

    cuerpo poltico estatal, y la regla social-estructurante de las conductas de relacin

    entre los individuos.

    En estos tiempos distintos, anhelamos el estatuto moderno de esa ley.

    Peroalgo histrico se perdi El estado nacin es la potencia capaz de hacer funcionar estas tres operatorias articuladas. Los estados nacionales no hallaron su sustancia en la lengua, ni en la religin, ni en la raza. No la hallaron, digmoslo, en

    ningn lado: la produjeron.7

    6 Operacin capaz de intervenir sobre la subjetividad instituida. (Lewkovicz). El papel de los intelectuales segn Foucault)

    7 En la Argentina de a organizacin nacional (1953-1880), es muy claro ver el proyecto de invensin de una Nacin. En este proceso la oligarqua, junto con

    las eltes polticas y militares, apoyados por el intelectualismo positivista, producen a traves de un ideal, una serie de dispositivos institucionales y un estado nacional que como proyecto dura alrededor de 50 aos.

  • X

    Si un pueblo, est constituido por sujetos sometidos a una misma legalidad y

    a las mismas prescripciones, la ley simblica se vehiculiza, se inscribe y opera a

    travs del aparato jurdico-estatal que permite un estatuto de ley.

    En sntesis, la norma jurdica prohbe, al igual que la ley simblica;

    cambiando de eje tambin la norma jurdica fundamenta estatalmente la regla

    social, entonces esta se somete al poder punitivo del estado.

    En estas tres operativas existe composicin sustancial, isomorfismo estructural, y vigilancia policial (Lewkowicz: 2004:193) Si anhelamos esa ley y su estatuto. Que deseamos cuando anhelamos ese

    tipo de ley?

    Como dice Lewkowicz (2004) deseamos la capacidad de hacer lazo, la

    capacidad vinculante, la posibilidad de configurar experiencia; deseamos una

    asociacin con otros, que haga posible unos espacios de humanidad.

    Pero, lo jurdico como norma y modo de pensar y pensarse en el espacio de la

    ley, ha cado. Queda solo el aparato judicial como mecanismo correctivo, en caso

    de fracaso de la prescripcin jurdica. La judicializacin del derecho marca el agotamiento de su forma prescriptiva Lewkowicz (2004: 194) La norma deviene procedimiento judicial y pierde su autoritas8. Se deshace la armona entre la norma

    jurdica, la ley simblica y la regla social. La ley no marca, no permanece, al

    perderse el sentido histrico esta ley carece de dinmica temporal progresiva.

    No podemos perseverar en nosotros, pues la ley no sabe quienes somos, qu

    hacemos, qu debemos ser, la ley ya no nos sabe. Al no haber permanencia,

    vivimos en estado crnico de excepcin: Necesidad y urgencia. Lewkowicz (2004)

    Si el sujeto construido en condiciones de estado nacin, estaba erigido en la

    norma jurdica, soporte de la ley simblica, Qu sucede con dicha ley en

    condiciones de destitucin?

    Segn Foucault (1998) si tomamos el poder como poder de hacer, entonces

    ejercemos la dominacin objetiva. El poder de hacer hacer, es otra cosa, es la

    capacidad de intervenir en la subjetividad y crear disposiciones capaces de encarnar

    la ley simblica. Esta manera de pensar la regla social, correspondera a una nueva

    subjetividad situacional.

    8 Es decir, la potestad, facultad y legitimidad.

  • XI

    La produccin de la subjetividad.

    Si deseamos que halla ley en una situacin, ser preciso instaurar la

    posibilidad de pensamiento que permita pensar acerca del desfondamiento de la ley

    jurdica como una experiencia. Tenemos que especular a partir de experiencias

    nfimas. Volvemos a la pregunta de donde procede esa capacidad de instauracin

    de la ley? Se trata de haber transitado experiencias de legislacin, entonces, ms

    que la ley importa el legislar. La ley simblica nos retrotrae a un espacio legislativo

    primordial. Ah se encuentra un mandamiento extrao: para que halla ley, legislaras. No resulta un hombre legislado, sino legislador Lewkowicz (2004: 202) En condiciones de dispersin y fluidez, algo se puede configurar, y esa

    configuracin, como acto inaugural, posee un sentido, una direccionalidad. Esta

    configuracin constituye una operacin que vincula a los participantes, sin embargo

    la figura representante de tal operacin constituye la inestable regla del vnculo

    configurante, en la contingencia no permanece pero persevera.

    No basta entonces, con la voluntad del acto configurante, sino que se precisa

    el compromiso de los configurados en la actividad.

    Sin norma, sin posibilidad de regla social, la ley simblica ya no se nos

    presenta como la condicin estructural a priori de la experiencia humana, sino se

    nos insina como la contingencia de una actividad configurante tambin a sus ves

    contingente y de una humanidad situacional.

    Las prcticas productoras de subjetividad son prcticas que instauran

    operaciones en los cuerpos. (Foucault: 1988) El proceso de estandarizacin que

    estas sufren, dan lugar poco a poco, a lo que llamamos dispositivos productores de

    subjetividad o instituciones. La existencia de estos dispositivos exige una serie de

    operaciones para habitarlos y transitarlos. Pero si bien la produccin de subjetividad

    de estos dispositivos instaura y modela los cuerpos, tambin generan una serie de

    efectos no esperados, invisibles desde las formas de entender pertenecientes a la

    misma lgica que los produce. Este plus de lo instituido que no resulta ser

    asimilable por lo instituido mismo, es lo que Lewkovicz (2001) llama envs

    subjetivo.

  • XII

    Este concepto nos permite apartarnos de las miradas esencialistas que

    entienden la necesidad de una instancia autnoma e independiente, voluntaria

    capaz de engendrar los cambios en el lazo social. Es justamente lo contrario, es

    desde ese envs de la subjetividad instituida, que se construye la operacin capaz

    de alterar la subjetividad y el lazo instituido. Esta concepcin abre las puertas para

    pensar nuevas maneras de hacer trabajo social y de entender la dimensin tico-

    poltica de nuestra profesin. Entender lo tico-poltico vinculado a las estrategias

    de subjetivacin, como operacin crtica sobre la subjetividad instituida, nos

    permite entender la intervencin como una operacin sobre una serie de

    operaciones instituidas, pero en clave de autonoma.

    Del estado nacin al estado tcnico-administrativo.

    En los estados nacionales, la existencia es existencia institucional, y su

    funcionamiento se basa en las instituciones disciplinarias. Estas se apoyan en una

    metainstitucin estado/nacin, que provee sentido y solides, organizando entre

    ellas un tipo especfico de relacin: la relacin analgica (Deleuze: 2001).

    Esta relacin posibilita en las instituciones disciplinarias el uso de un lenguaje

    comn y la posibilidad de transitarlas, al asegurar una relacin transferencial entre

    ellas, asegurando que cada una de las instituciones opere sobre las marcas

    previamente forjadas por las otras.

    Esto implica una suerte de encadenamiento institucional que asegura la

    eficacia de la operatoria disciplinaria. Dicho de otra manera el estado nacin delega

    en estos dispositivos la produccin de subjetividad ciudadana, necesaria para

    habitar la metainstitucin estatal.

    El pasaje del estado al mercado, como panistitucin, implica el agotamiento de la

    lgica en donde se sostenan las instituciones de la disciplina. Sin tablero que unifique el juego, las instituciones se transforman en tablero sin centro (Grupo doce, 2001:40)

    La instituciones disciplinarias pasan as de un encadenamiento transferencial

    a una segmentacin que altera su estatuto, desarticulndose entre si y

    convirtindose en lugares del sinsentido.

  • XIII

    Los institucionalizados, pasan del padecimiento normalizador y totalizante,

    que aliena y reprime, de las instituciones disciplinarias del encierro; a un padecer

    que destituye y fragmenta. De esta manera, sin capacidad de adaptarse a la fluidez

    que caracteriza la nueva dinmica de lo social, estos dispositivos se transforman en

    galpones, configuraciones anmicas que resultan de la destitucin de las regulaciones nacionales. (Grupo doce: 2001: 43) Las instituciones operan como si el sujeto estuviera constituido por las

    marcas disciplinarias, pero este no est forjado centralmente por ellas, sino por

    marcas massmediticas, lo que implica un desacople en los procesos de

    intervencin en lo social. Ahora bien, uno de los efectos que implica el agotamiento

    de los estados nacin como metainstitucin, son los cambios en el estatuto de los

    procesos de inclusin/ exclusin, fundamentalmente de sus procedimientos.

    Mientras la reclusin es el modo de excluir de las instituciones disciplinarias

    productoras de subjetividad estatal, donde el encierro opera como forma de

    producir las operaciones necesarias para habitar esa lgica; la expulsin es el modo

    de exclusin de los tiempos neoliberales. La exclusin contempornea no es

    reclusin por falta de conciencia, sino expulsin de la red de consumo. El mercado

    sobre lo excluido no intenta integrarlo, sino que elimina los agentes en cuestin.

    Esta expulsin, no produce subjetividad disciplinaria, sino que destituye

    humanidad. En tanto que lo especfico de la expulsin actual es su inscripcin como amenaza, su posibilidad de devenir destino, tambin entre los incluidos (Grupo 12, 2001:50) La expulsin neoliberal no dispone de un proyecto

    disciplinador para lo expulsado. No hay castigo normalizador para el excluido, sino dao eliminador. (Grupo 12, 2001:51) Es decir, en tiempos de fluidez de mercado, la desligadura de lo anudado y la fragmentacin de lo articulado, componen el

    escenario por el que transcurre la sociedad contempornea.9

    9 Para comprender mejor la situacin de amenaza de los incluidos es interesante la nocin de vida nuda que trabaja Giorgio Agamben. No la simple vida

    natural, sino la vida expuesta a la muerte (la muda vida o vida sagrada), es el elemento poltico originarioNo se puede decir de manera mas clara que el fundamento primero del poder poltico es una vida a la que se puede dar muerte absolutamente, que se politiza por medio de su misma posibilidad de que se le de muerte. (Agamben, Giorgio (1998): Homo Sacer. El poder soberano y la nuda vida. Pre-textos. Valencia.

  • XIV

    La ligadura perdida, lo uno, la fragmentacin de lo articulado, son el

    escenario donde se construye la subjetividad contempornea. El desgarro como

    efecto de una lgica cuya temporalidad es la velocidad, la sustitucin, la

    inmediatez., es una destitucin de consistencias y una desligadura de

    anudamientos simblicos. As sin centro institucional que organice la vida social, el

    desgarro y la fragmentacin se transforman en lo cotidiano.

    Si ya las instituciones no producen solamente alienacin y represin (como

    anteriormente las instituciones de la disciplina), sino que sus intervenciones estn

    marcada por la ausencia de ley en condiciones de mercado, las estrategias de

    intervencin deberan orientarse a la transformacin de los fragmentos, espacios

    desreglados, en situaciones habitables, con sus propias reglas construidas

    autnomamente. Se trata entonces de producir ligaduras en tiempos de destitucin.

    De esta manera, no estar sometido a los tiempos del mercado, implica otra

    manera de construir subjetividad. Llamaremos habitar, a la prctica subjetiva de un

    campo autnomo, respecto a las formas dominantes. Este habitar necesita de una

    serie de operaciones del pensamiento capaces de suspender en una situacin, las

    prescripciones de la lgica en cuestin, las operaciones de la subjetividad

    dominante. Es necesario que el dispositivo de intervencin pueda desacelerar la

    velocidad del mercado y albergar otra temporalidad, producir un tiempo capaz de

    habitar la retencin de aquello que se presente.

    La operacin mercantil, al parecer, no necesita de la normalizacin de los

    agentes. La conciencia ha dejado de ser el objeto preciado de las estrategias de

    dominacin. Es mas, parecera que la conciencia es libre terreno de la subjetividad

    consumidora, amenazndola entonces de inutibilidad. La libertad ha devenido en oferta del mercado (Grupo 12: 1999). As las cosas el procedimiento actual de dominacin no es el disciplinamiento normalizador de las conductas, sino est

    centrado en estrategias de fragmentacin y construccin de heterogeneidades. De

    esta manera lo especfico del padecer en las condiciones contemporneas se

    relacionan con la inseguridad, la desproteccin y la incertidumbre. (Zygmunt

    Bauman, 2003)

  • XV

    Las intervenciones sociales hoy.

    Es a partir de estas consideraciones que pensamos que las estrategias de

    intervencin, en las actuales condiciones debern estar dirigidas, mas a la

    produccin de situaciones habitables de composicin del lazo social, que a la

    ruptura de un sentido alienante. La intervencin, en este escenario tendr que ver

    con espacios productores de subjetividad en relacin a la situacin actual. La

    intervencin en lo social, en condiciones de mercado, consistira en la produccin

    situacional de subjetividad, en la produccin local de espacios habitables. Habr

    que convertir los procesos heredados, en estrategias para producir ligaduras en

    tiempo de destitucin.10

    Coincidimos con Carballeda (2002) cuando nos plantea lo solidario, lo

    histrico y lo ldico expresivo, como estrategias para direccionar los procesos de

    intervencin en lo social. Segn el autor que mientras el eje de lo solidario nos

    permite acceder a las formas constitutivas del espacio comunitario en trminos de

    reciprocidades e intercambios, lo que implica entender nuestras intervenciones

    como dispositivos de construccin de solidaridades en una trama social

    fragmentada y con tendencias al individualismo, la dimensin de lo histrico nos

    permite acceder a los procesos organizativos locales, descubriendo potencialidades

    de organizacin y ubicando la historia de los sujetos en una lnea de revalorizacin

    de lo propio.

    Por otra parte el eje de lo ldico expresivo al fundar un ordenamiento nuevo,

    en tanto reglas del jugar, implica desarrollar actitudes y conductas diferentes a las

    cotidianas como maneras de relacin.

    Es decir, significa generar nuevas preguntas, inquietudes y formas de

    relacionarnos con los otros, lo que podra posibilitar aumentar confianzas en las

    propias capacidades y construir lazo social donde haba dispersin mercantil. Lo

    creativo aparece como sustento de construccin de identidad y fortalecimiento de

    un sujeto capaz de desarrollar estrategias de subjetivacin..

    10 Si intentamos situarnos en un espacio de resistencia a la lgica mercantil, es interesante ver la perspectiva inaugurada por Deleuze y Guattari, en el

    Antiedipo, donde diferencia lo molar de lo molecualr. Lo molar como aquello comprendido por las identidades instituidas. En cambio si hablamos de un sujeto escindido, que atraviesa distintas posiciones con las cuales se identifica momentneamente, ponemos en evidencia las situaciones moleculares, las resistencias a las formas hegemnicas, que posibilitan un devenir minoritario en acuerdo con una lgica plural no liberal.

  • XVI

    Se trata entonces, de crear espacios de encuentro posibilitando la toma de

    decisiones de manera participativa fortaleciendo las distintas redes de solidaridad.

    Ello implica que los actores sociales puedan convertirse en un factor de presin

    hacia las instancias direccionadoras de la sociedad, presin tendiente a hacer que la

    convivencia social se logre de manera cada vez ms incluyente.

    Pensamos que de esta manera, estamos rescatando la dimensin de lo

    poltico en el marco de nuestras intervenciones, al referirnos a la textura misma de

    la conflictividad que adquiere la cuestin social cuando se encarna en la vida

    cotidiana de los sujetos. Este es el lugar donde se explicitan las trayectorias que

    llevan a la pobreza, a la desocupacin, a la marginalizacin y a la exclusin; y que

    se manifiestan como demandas individuales y autnomas de sus relaciones mutuas.

    Dichas trayectorias, por otro lado posibilitan comprender su complejidad, sobre

    todo cuando se incorporan al conocimiento la perspectiva historia y la experiencia

    social de los sujetos. La intervencin se ve as posibilitada de avanzar en la

    construccin de lazos significativos que atraviesan a los diferentes grupos y desde

    ah desarrollar estrategias en vas de desarticular los discursos estigmatizantes,

    rotuladores y naturalizados acerca de los problemas sociales.

    Para Carballeda (2002) la intervencin implica necesariamente una

    articulacin entre subjetividad y procesos colectivos. El horizonte entonces aparece

    como aquel ligado a la problemtica de la integracin, siendo accesible esta desde

    la interpretacin del acontecer. La intervencin expresa la necesidad de una

    construccin o modalidad discursiva diferente, determinada por el sujeto, por su

    singularidad, donde pueda darse una reconstruccin de aquello construido como

    hegemnico desde las operatorias del mercado. La intervencin debe centrarse

    entonces, en los procesos o fenmenos de fragmentacin, a partir de sus

    manifestaciones en lo local, intentando construir situaciones que permitan ligar

    aquello que las condiciones del mercado fragmentaron. Siguiendo a Carballeda

    (2002) la intervencin se relaciona entonces con una serie de elementos integradores, organizadores y simblicos, estos puestos en la construccin identitaria, en espacios microsociales o situacionales. Esta mirada nos acerca hacia

    modalidades de intervencin singulares, con un sentido marcado hacia la

    integracin, la construccin situacional y la identidad.

  • XVII

    Sintetizando, creemos que las estrategias de intervencin en los tiempos de

    fluidez neoliberal requieren de un tipo de operaciones, que no partan de las

    regulaciones estatales, sino de las destituciones mercantiles. Es decir, no es preciso

    poner el acento en romper, desligar, subvertir, sino por el contrario en ligar,

    afirmar y sostener, donde el desacelerar, el habitar y el suspender aparecen como

    estrategias de subjetivacin que trabajan sobre los fragmentos y las identidades

    fragmentadas.

    As, el pensamiento crtico, si quiere ser crtico en las actuales condiciones,

    necesita cambiar de estatuto. Es necesario redefinir el procedimiento de dominacin

    especfico en la contemporaneidad y el objeto de la crtica. Es decir no se trata de

    un abandono, desercin poltica, o renuncia a la intervencin transformadora, sino

    una apuesta tico poltica que consiste en desarrollar estrategias de intervencin a

    partir no del poder de hacer, donde ejercemos la dominacin objetiva, sino el poder

    de hacer hacer, como capacidad de intervenir en la constitucin de la subjetividad.

    Pero Cmo construimos un fragmento en una situacin? Si ante la destitucin estatal, lo que predominan son fragmentos hurfanos de

    sentido, podemos definir a los mismos, como aquello que queda, lo que se

    desprende sin pretensin de institucin. La estrategia de construccin de la

    situacin estar vinculada entonces a la invencin de una lgica asentada en un

    espacio/tiempo situacional autnomo. Es decir producir una suerte de demarcacin

    sin marcas instituidas y al mismo tiempo la creacin de una subjetividad capaz de

    habitar ese espacio/tiempo.

    Esta apuesta terico-metodolgica implica algunas estrategias centrales como

    ser el habitar, como la determinacin de ese espacio tiempo donde se constituye el

    habitante. El punto de partida, as, no sern los lugares instituidos, sino los

    fragmentos destituidos. Por otra parte es necesario que estas estrategias se

    asienten en prcticas de desaceleracin, es decir prcticas que permitan marcar un

    tiempo y espacio en el terreno mercantil, dominado por la velocidad y la aceleracin

    que permita construir pausas para el pensamiento.

  • XVIII

    Por ltimo la condicin voltil del pensamiento en tiempos de fluidez, hace

    necesario otros procederes. Se necesita albergar operaciones que constituyan

    pensamiento con capacidad de suspender las operaciones que impiden su

    presentacin, y permitan construir otra subjetividad. Es decir, en estos tiempos de

    hegemona mercantil, el desafo tico poltico para nuestras intervenciones, lo

    constituye quizs, la generacin de espacios microsociales, comunidades polticas

    democrticas, donde puedan constituirse sujetos autnomos.

    Y en estas condiciones de la democracia moderna: Cmo concebir la

    naturaleza de lo comunitario poltico?

    Una de las claves a que refiere Chantal Mouffe (1999) es a la articulacin

    entre derechos individuales y participacin poltica del ciudadano. Desde su

    proyecto de democracia plural y radical se plantea la necesidad de establecer una

    cadena de equivalencias entre las diferentes luchas democrticas (trabajadores, mujeres, homosexuales, desocupados, indgenas, nios).

    El sujeto no posee una identidad a priori, sino que lo constituyen las prcticas

    y discursos del mundo social. Solo en el contexto de una tradicin que deje espacio a la dimensin poltica de la existencia humana y que permita pensar la

    ciudadana de otra manera que como simple posesin de los derechos, podrn

    explicarse los valores democrticos (Chantal Mouffe, 1999:56) Tomando a Walzer (1997), si la igualdad es el objetivo central de la poltica,

    como as el respeto a la libertad, tenemos como consecuencia una igualdad

    compleja. Dicha igualdad no es una posesin que pertenece sustancialmente a una

    identidad, sino que es una relacin entre personas, mediada por una serie de

    bienes sociales. La tarea principal de una filosofa poltica moderna y democrtica, es precisamente, la articulacin de libertad individual y libertad poltica, pues es ah

    donde hunde sus races la cuestin del pluralismo y la ciudadana democrtica. (Chantal Mouffe, 1999:63)

    Generalmente desde las visiones liberales clsicas se identifica al pluralismo

    como vinculado a la neutralidad del estado, lo que lleva a transformar problemas

    polticos y sociales en administrativos y tcnicos, y restringir el campo de las

    decisiones democrticas, poniendo cada vez mas reas bajo el control de expertos

    neutrales.

  • XIX

    En este sentido coincidimos con Laclau y Mouffe cuando proponen el proyecto

    de una democracia radical y plural que dote a la izquierda de un nuevo imaginario,

    que recoja la tradicin marxista, junto a las contribuciones recientes del

    psicoanlisis y la filosofa.

    La crtica a la modernidad, centradas principalmente en las perspectivas de

    Heidegger y Lacan, arraigada en el incumplimiento esencial de los dos polos

    fundadores de la modernidad, el sujeto y el objeto, permite una deconstruccin de

    ambos trminos. La presunta libertad del sujeto autnomo y la supuesta

    objetividad de la estructura social solo estn articuladas en el espacio abierto por

    una brecha constitutiva de ambos polos. Al decir de Laclau "Hay sujeto porque la

    sustancia -la objetividad- no logra constituirse plenamente; la ubicacin del sujeto

    es la de una fisura en el centro mismo de la estructura. El debate tradicional sobre

    la relacin entre agente y estructura aparece, as, fundamentalmente desplazado:

    no es un problema de autonoma, de determinismo versus libre albedro, en el cual

    dos entidades plenamente constituidas como objetividades se delimitan mutuamente. Al contrario, el sujeto emerge como un resultado de la falta de

    sustancia en el proceso de su auto-constitucin".

    Esto implica abonar el proyecto no realizado de la modernidad, abandonando

    la perspectiva epistemolgica de la ilustracin. La comprensin de lo social y lo

    poltico hoy, obliga a un acercamiento no esencialista11 y apropiarnos de la crtica

    filosfica al racionalismo.

    Para poder pensar hoy la poltica y comprender la naturaleza de las nuevas luchas y la diversidad de las relaciones sociales que la revolucin democrtica ya ha

    desplegado, es indispensable desarrollar una teora del sujeto como agente

    descentrado, destotalizado, de un sujeto construido en el punto de interseccin de

    una multiplicidad de posiciones subjetivas entre las que no hay ninguna relacin a

    priori o necesaria y cuya articulacin es consecuencia de practicas hegemnicas. (Chantal Mouffe, 1999:31)

    11 Para visualizar la posicin filosfica de un sujeto no esencial, sirve la ocurrencia de Michael Foucault en la introduccin de La Arqueologa del saber: No

    me pregunten quien soy, ni me pidan que permanezca invariable: es una moral de estado civil que rige nuestra documentacin. Que nos dejen en paz cuando se trata de escribir.

  • XX

    En consecuencia, no nos encontramos con un sujeto definitivamente

    establecido, ni siquiera un sujeto con caractersticas propias de una poca

    determinada. En nuestros das para acercarnos a lo poltico y social debemos

    vrnoslas con un sujeto situacional. Esta subjetividad no es el contenido variable de

    una estructura humana invariante, sino que interviene en la constitucin de la estructura misma. Esta subjetividad, resulta de las marcas prcticas sobre la

    indeterminacin de base del hombre.

    El cuerpo del hombre es alumbrado en estado biolgicamente inconcluso. Esta

    incompletud de base exige de determinacin y significacin que, por el carcter

    inconcluso de eso que viene a determinar, no puede ser redundante sino

    instituyente. Las prcticas socialmente instituidas se disponen a determinar la

    subjetividad; las significaciones socialmente ofrecidas se disponen de cubrir de

    sentido esa subjetividad resultante.

    Apertura y ambigedad en la manera de articularse las diferentes posiciones

    del sujeto, segn Mouffe (1999), nos plantea una novedosa manera de entender el

    lazo social, que ni el liberalismo con la idea de individuo que persigue su inters, ni

    el marxismo con su reduccin de todas las posiciones del sujeto a la clase, pueden

    pensar. Pensar la diferencia nos lleva a la necesidad de inventar una nueva forma

    de articulacin entre lo universal y lo particular.

    Somos sujetos mltiples y contradictorios, habitantes de una diversidad de comunidades. (Mouffe, 1999: 42) Estas comunidades estn construidas por una variedad de discursos en la interseccin de posiciones subjetivas. Esto nos dispone

    a abandonar el universalismo abstracto de la ilustracin, la concepcin esencialista

    de la totalidad social, y el mito del sujeto unitario.

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    1 Lic. En Trabajo Social. Docente Investigador de la Facultad de Trabajo Social de la UNLP y de la Universidad Popular

    Madres de Plaza de Mayo. 2 Prof de Filosofa. Docente de la Facultad de Trabajo Social de la UNLP