La Filosofía de Karl Marx

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Historia de la Filosofía 2º de Bachillerato LA FILOSOFÍA DE KARL MARX 1. Una filosofía práctica Karl Marx (1818-1883) pretendió convertir la filosofía en una ciencia capaz de explicar objetivamente el conjunto de la realidad, pero además quiso que su teoría sirviera para criticar la realidad histórica que le tocó vivir y así ayudar a transformarla. Es por ello que una de las características más destacadas de su filosofía es precisamente esta dimensión práctico- revolucionaria que otorga a la misma: “los filósofos hasta ahora se han limitado a interpretar el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. De este modo, Marx inaugura una nueva forma de hacer filosofía: la filosofía como praxis, como actividad a la vez teórica y práctica. La teoría es necesaria pero, si es verdadera teoría, ha de estar vinculada a la práctica. La filosofía de Marx tuvo, por tanto, dos pretensiones relacionadas entre sí: 1. Desde el punto de vista teórico, aspiró a explicar científicamente (filosóficamente) la realidad. Por “realidad” Marx entiende la realidad humana, social, la historia humana. Se trata de investigar de forma rigurosa y objetiva lo que sucede en el mundo, lo que nos pasa, el por qué de nuestras vivencias y experiencias históricas, así como sus fines o consecuencias. Marx pretende comprender por qué hoy vivimos como vivimos, cuáles son las causas que explican la actual configuración de la sociedad, la economía, la política, el pensamiento, en definitiva, la historia presente humana; y, en segundo lugar, cómo va evolucionar ello en el futuro. Esta filosofía pretende elaborar una teoría clarificadora de la conciencia ideológica y de la existencia alienada del presente. 2. Desde el punto de vista práctico, la actividad filosófica de Marx aspira a elaborar un programa político con unas directrices de actuación revolucionaria que, partiendo de los descubrimientos realizados en la teoría, guíen al proletariado hacia la transformación real del modo de producción burgués y de sus formas de conciencia. Se trata de una transformación de la realidad que no pierde de vista la investigación teórica, y que, por tanto, se fundamenta y se acompasa con la lógica necesaria de la historia revelada en la teoría. La meta es la reconciliación de la humanidad escindida, y el logro la igualdad y la unidad de todos los hombres, que ahora (mediados del XIX) viven enfrentados. 2. Una ciencia de la historia o materialismo histórico Como hemos apuntado, Marx se centra en explicar lo que para él constituye el elemento más importante o fundamental de la realidad: lo que nos pasa a los seres humanos, nuestras formas de vida, nuestras experiencias. Ahora bien, esta realidad humana está sujeta a un continuo cambio y transformación, de ahí que Marx considere que el objeto en el que tiene que centrar su estudio sea la historia. La historia engloba otras dimensiones menores dentro de las cuales se desenvuelve la vida humana como la economía, la sociedad, la política, o incluso también, el arte, el pensamiento o la religión. Así pues, mediante el estudio de la historia Marx pretende investigar la experiencia humana en su conjunto. En esta ciencia de la historia Marx adopta un enfoque materialista y objetivo. Que sea materialista quiere decir que en la raíz de todo fenómeno o cambio histórico (relativo a las condiciones económicas, sociales, políticas, religiosas, etc.) encontramos cambios en la actividad material de los individuos, y no cambios en la forma de pensar. La historia cambia cuando los hombres hacen su vida de otra manera, como consecuencia, por ejemplo, de una expansión geográfica o de la invención de un nuevo artefacto tecnológico (arado, brújula, máquina de vapor). Los cambios en la forma de pensar son siempre derivados, posteriores, con respecto a estos cambios en las formas de actuar. En segundo lugar, que la ciencia histórica sea objetiva quiere decir que Marx va a analizar la historia tal y como es, sin partir de consideraciones o ideales previos de tipo ético-moral sobre cómo debería ser. Marx se coloca así en la línea de otros filósofos modernos precedentes como Maquiavelo o Hobbes, que intentaban ofrecer una explicación de la historia semejante a la que 1

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LA FILOSOFÍA DE KARL MARX

1. Una filosofía práctica

Karl Marx (1818-1883) pretendió convertir la filosofía en una ciencia capaz de explicar objetivamente el conjunto de la realidad, pero además quiso que su teoría sirviera para criticar la realidad histórica que le tocó vivir y así ayudar a transformarla. Es por ello que una de las características más destacadas de su filosofía es precisamente esta dimensión práctico-revolucionaria que otorga a la misma: “los filósofos hasta ahora se han limitado a interpretar el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. De este modo, Marx inaugura una nueva forma de hacer filosofía: la filosofía como praxis, como actividad a la vez teórica y práctica. La teoría es necesaria pero, si es verdadera teoría, ha de estar vinculada a la práctica. La filosofía de Marx tuvo, por tanto, dos pretensiones relacionadas entre sí:

1. Desde el punto de vista teórico, aspiró a explicar científicamente (filosóficamente) la realidad. Por “realidad” Marx entiende la realidad humana, social, la historia humana. Se trata de investigar de forma rigurosa y objetiva lo que sucede en el mundo, lo que nos pasa, el por qué de nuestras vivencias y experiencias históricas, así como sus fines o consecuencias. Marx pretende comprender por qué hoy vivimos como vivimos, cuáles son las causas que explican la actual configuración de la sociedad, la economía, la política, el pensamiento, en definitiva, la historia presente humana; y, en segundo lugar, cómo va evolucionar ello en el futuro. Esta filosofía pretende elaborar una teoría clarificadora de la conciencia ideológica y de la existencia alienada del presente.

2. Desde el punto de vista práctico, la actividad filosófica de Marx aspira a elaborar un programa político con unas directrices de actuación revolucionaria que, partiendo de los descubrimientos realizados en la teoría, guíen al proletariado hacia la transformación real del modo de producción burgués y de sus formas de conciencia. Se trata de una transformación de la realidad que no pierde de vista la investigación teórica, y que, por tanto, se fundamenta y se acompasa con la lógica necesaria de la historia revelada en la teoría. La meta es la reconciliación de la humanidad escindida, y el logro la igualdad y la unidad de todos los hombres, que ahora (mediados del XIX) viven enfrentados.

2. Una ciencia de la historia o materialismo histórico

Como hemos apuntado, Marx se centra en explicar lo que para él constituye el elemento más importante o fundamental de la realidad: lo que nos pasa a los seres humanos, nuestras formas de vida, nuestras experiencias. Ahora bien, esta realidad humana está sujeta a un continuo cambio y transformación, de ahí que Marx considere que el objeto en el que tiene que centrar su estudio sea la historia. La historia engloba otras dimensiones menores dentro de las cuales se desenvuelve la vida humana como la economía, la sociedad, la política, o incluso también, el arte, el pensamiento o la religión. Así pues, mediante el estudio de la historia Marx pretende investigar la experiencia humana en su conjunto.

En esta ciencia de la historia Marx adopta un enfoque materialista y objetivo. Que sea materialista quiere decir que en la raíz de todo fenómeno o cambio histórico (relativo a las condiciones económicas, sociales, políticas, religiosas, etc.) encontramos cambios en la actividad material de los individuos, y no cambios en la forma de pensar. La historia cambia cuando los hombres hacen su vida de otra manera, como consecuencia, por ejemplo, de una expansión geográfica o de la invención de un nuevo artefacto tecnológico (arado, brújula, máquina de vapor). Los cambios en la forma de pensar son siempre derivados, posteriores, con respecto a estos cambios en las formas de actuar.

En segundo lugar, que la ciencia histórica sea objetiva quiere decir que Marx va a analizar la historia tal y como es, sin partir de consideraciones o ideales previos de tipo ético-moral sobre cómo debería ser. Marx se coloca así en la línea de otros filósofos modernos precedentes como Maquiavelo o Hobbes, que intentaban ofrecer una explicación de la historia semejante a la que

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ofrecen las ciencias naturales sobre cualquier fenómeno material. Se trata de explicar la historia de forma neutral, centrándose en las leyes objetivas y necesarias que, cual leyes físicas, explican los fenómenos y sus transformaciones, dejando de lado opiniones subjetivas, preferencias y valoraciones sobre su mayor o menor bondad. Se aspira, pues, a desentrañar la lógica necesaria que explica la historia de los hombres partiendo de sus condiciones materiales.

Como vemos, esta concepción de la historia se opone a toda forma de idealismo. Su punto de partida son las necesidades materiales del hombre real, del hombre de a pié, y de carne y hueso, el cual actúa sobre la naturaleza y la transforma para satisfacer esas necesidades. En cuanto que esta investigación parte de la actividad material de los hombres, es materialista; en cuanto que analiza el desarrollo de esta actividad en la historia, su materialismo es histórico; y en cuanto que analiza las relaciones dialécticas de este proceso (del hombre con respecto a la naturaleza, o con respecto a otros hombres; o, también, las relaciones de las distintas fases históricas entre sí), este materialismo histórico, también se puede denominar dialéctico.

Pues bien, en torno a este problema central de la historia giran los núcleos temáticos que pueden distinguirse en el texto que tenemos que comentar, y que exponemos a continuación:

3. La realidad

La concepción que Marx tiene de la realidad es materialista y dialéctica. Este autor da prioridad a la actividad material del hombre como creadora, constituidora de realidad. El origen de todas las cosas está en la actividad productora del hombre que transforma a la naturaleza y a sí mismo en su intento de satisfacer sus necesidades. Ése es el origen de todo. Y de ello se derivan los cambios en la forma de pensar, siendo tales cambios algo posterior, derivado.

Marx está diciendo aquí que los hombres primero actúan y luego piensan. Es decir, que la realidad cambia cuando los hombres cambian su forma de actuar. Ello implica que tales cambios suceden de un modo un tanto espontáneo e inconsciente. Es posteriormente cuando acomodan sus pensamientos a ese cambio. El hombre ya no es un ser pensante como creía Descartes, ni tampoco es la realización del Espíritu Absoluto, como pensaba Hegel, sino que el hombre es un ser activo, productivo, que se crea y transforma a sí mismo mediante su actividad, mediante su trabajo, entendiendo “trabajo” en un sentido amplio. En nuestro texto, el término “real”, “vida real”, “hombre real”, “historia real” aparece constantemente. Vida real es la actividad material práctico-productiva. Hombre real es el hombre que produce materialmente. Historia real es la historia dialéctica de los modos de producción material.

Estudiar la realidad es estudiar la lógica objetiva y necesaria –como si de una ley física o matemática se tratase–, que explica los cambios y transformaciones en la historia de las actividades del hombre, yendo desde sus causas hasta sus consecuencias o fines. Esta lógica es, según Marx, de carácter dialéctico. Se trata de una lógica con un orden y una coherencia interna, la cual puede ser explicada; es decir, no es un caos desordenado e ininteligible. Sin embargo, ese orden contiene giros, conflictos, negaciones y contradicciones, los cuales terminan siendo superados dialécticamente, mediante una síntesis posterior de carácter omniabarcante. La dialéctica postula un proceso trinitario que parte de a) un momento abstracto o tesis, situación inicial que se desarrolla bajo la lógica de la identidad indiferenciada; continúa en b) momento racional-negativo o antítesis, en el que se manifiestan las contradicciones; c) momento racional-positivo o síntesis, al que se llega después de la negación de la negación anterior, y en el que se superan y se reasumen en una unidad compleja los dos momentos anteriores.

Ejemplificándolo en el caso de la sociedad capitalista: el primer momento viene representado por el inicio de esta sociedad, en el que se proclaman la libertad e igualdad de los hombres, lo cual, aparentemente, soluciona los conflictos que existían en las sociedades anteriores. Pero, en segundo lugar, conforme se desarrolla el capitalismo, esa proclamación formal se revela insuficiente, ya que los mecanismos de la sociedad provocan el sometimiento y la alienación de un grupo mayoritario de la sociedad: la clase obrera, lo cual desvirtúa materialmente el

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reconocimiento inicial de sus derechos. Esta situación genera conflictos, tensiones y contradicciones en el seno de la sociedad. Así pues, siguiendo esta lógica dialéctica necesaria e inevitable, la sociedad terminará evolucionando hacia un tercer nivel, en el que se reconocerán derechos sociales y económicos, permitiendo superar esas contradicciones e instaurando una futura sociedad de hombres iguales y unidos entre sí.

Como se observa, Marx hereda el concepto hegeliano de la dialéctica, si bien lo toma en un sentido material y relativo a la realidad socio-económica. La dialéctica equivale a la ley del desarrollo de la historia, entendida como la evolución de las distintas sociedades a partir de su estructura económica; una ley que expresa la inevitabilidad del paso de una sociedad a otra.

4. El ser humano

El materialismo de Marx se apoya en la relación hombre naturaleza. Y el hombre es:

1. Un ser natural: estamos ante un ser material, de constitución física y biológica. No podemos obviar que el hombre pertenece al mecanismo de la naturaleza, mecanismo que se rige por las leyes de la física y de la biología. Igual que los demás seres vivos, el hombre, como ser natural-biológico, tiene una serie de necesidades materiales (alimentarse, cobijarse, reproducirse, etc.). Para satisfacer esas necesidades acude a la naturaleza como hacen los demás seres vivos.

2. Un ser activo: pero a la hora de acudir la naturaleza para satisfacer tales necesidades, el hombre, a diferencia de todos los demás seres vivos, no se limita a lo que la naturaleza le proporciona, sino que él mismo transforma las condiciones naturales siendo capaz de manipularlas de manera artificial. El hombre no sólo se adapta al medio, sino que principalmente adapta el medio a sí mismo, a sus necesidades. El hombre construye o crea su propia vida. Pero, ¿cómo lo hace? Marx responde diciendo que a través del trabajo. Mediante éste, el hombre satisface sus necesidades y actualiza sus capacidades y potencias. Lo que el hombre sea dependerá pues de sus actividades y condiciones materiales: “el hombre es lo que produce y cómo lo produce”.

3. Un ser social: la autorrealización humana a través del trabajo no es, sin embargo, una actividad individual, sino comunitaria. El hombre necesita relacionarse con los demás hombres para poder producir y realizarse. En importancia, la sociedad está por encima del individuo, ya que es el trabajo social y no el individual el que constituye al hombre. En este sentido, el hombre no es lo que es por sí mismo e individualmente, sino que es un producto social.

4. Un ser histórico: El hombre trabaja continuamente, es actividad productiva pero no siempre lo hace de la misma manera. A las distintas formas de producir y de entrar necesariamente en relación con otros hombres lo llama Marx “modo de producción material”. Por eso, lo que el ser humano es en un momento determinado de la historia coincide con su modo de producción.

5. La alienación en el trabajo

La actividad productiva es la actividad específicamente humana, y debería realizar al hombre. Sin embargo, de momento, esa actividad ha generado explotación, enfrentamientos, desigualdad y alienación, todo lo cual ha alcanzado su cima en el capitalismo.

En nuestro texto, Marx se refiere a la alienación cuando habla de “poder ajeno y hostil que se erige contra el hombre en lugar de ser él quien lo domine”. Lo propio del ser humano, habida cuenta de su libertad y de sus capacidades racionales, sería la autorrealización, esto es, alcanzar una serie de metas mediante el trabajo. Pues bien, la alienación consiste, justamente, en lo contrario de esa autorrealización, ya que la alienación se da cuando al hombre se le priva o desposee de algo que le pertenece, esto es, cuando se le arrebata una parte de su ser y éste queda amputado, desfigurado.

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De entre los distintos tipos de alienación, Marx destaca la alienación que en el seno de la sociedad capitalista se desarrolla a través del trabajo. Para explicarlo, parte de la diferencia que existe en toda actividad de trabajo entre sujeto productor y objeto producido. Un trabajador, cuando elabora un producto, sale de sí mismo, se exterioriza. Realiza un esfuerzo que queda expresado en el objeto y, por tanto, de alguna manera, se desposee de algo de sí mismo. Esto, en principio, no es algo negativo, ya que ese esfuerzo y esa exteriorización de su trabajo, habrían de volver en forma de recompensa. Sin embargo, en la sociedad capitalista, la organización social de la propiedad y el trabajo modifican esas condiciones “naturales” y generan situaciones de alienación. Éstas son de 3 tipos:

En primer lugar, está la alienación del fruto del trabajo, que consiste en que el obrero es desposeído de los objetos que produce, pues no le pertenecen a él, sino al empresario, que es dueño de los medios de producción (fábrica, máquinas, materias primas). Esto implica además que el obrero deja de ser un humano para convertirse en un medio más del proceso productivo, junto con las herramientas, las máquinas, etc. (cosificación/mercantilización del ser humano)

En segundo lugar, está la alienación del acto del trabajo por la cual el obrero es desposeído, no solo del fruto de su trabajo, sino también de la actividad misma de trabajo que lo produce. Ello se debe a que el trabajo no es algo voluntario y libre, sino algo exterior y forzado, impuesto por otro (el empresario). El trabajo en sí mismo no es, para el obrero, la satisfacción de una necesidad particular suya, sino un medio para la satisfacer las necesidades generales de supervivencia fuera del trabajo. El obrero no es libre en su trabajo, actividad propiamente humana, sino solo en sus actividades animales: beber, comer, descansar, copular, etc. En su trabajo “no se siente feliz, sino desgraciado… Por eso huye del trabajo como de la peste”. En esta situación el hombre queda degradado a la categoría de animal, es desposeído de su carácter de persona, y se reduce a mera fuerza de trabajo.

En tercer lugar, encontramos la alienación como deshumanización del conjunto de los hombres. En la sociedad capitalista se producen mercancías. Lo característico de la sociedad capitalista estriba en que en ella el valor de uso es secundario, y queda suplantado por el valor de cambio. En consecuencia, los objetos y las actividades valen lo que valen como mercancías y el valor de éstas se determina mediante las leyes del mercado, que se reducen en última instancia a la ley de la oferta y la demanda. En este proceso tiene lugar el triunfo de las cosas, pues estas tienen valor en sí mismas, y no en función del uso que les damos. Los objetos transformados en mercancías se convierten en una fuerza exterior y superior a los seres humanos. El dinero sustituye a lo humano y se transforma en la única realidad esencial, en medida de todo lo demás. Los hombres ahora se definen por lo que tienen no por lo que son, lo cual provoca que se relacionen entre sí mediante el interés. De esta forma, cada ser humano tiende a ver en los otros, no un fin en sí mismo, sino un medio para satisfacer sus intereses egoístas. En lugar de relacionarnos como amigos, nos relacionamos como rivales.

De esta alienación del trabajo o económica derivan las dos otras formas de alienación: la social-política y la ideológica.

6. La sociedad

Para Marx la sociedad está constituida por dos estructuras relacionadas entre sí:

1. En primer lugar está la infraestructura, de carácter socio-económico, también llamada “vida real” en nuestro texto. Ésta constituye el fundamento sobre el que descansan todos los demás elementos de la sociedad, y está formada por las condiciones económicas de una sociedad, las cuales vienen dadas por el estado de sus fuerzas productivas (aspecto económico) y las relaciones de producción (aspecto social).

Las fuerzas productivas están integradas por el conjunto formado por los medios de producción (tierras, capitales, instrumentos, máquinas, materias primas) más las técnicas productivas más la fuerza de trabajo de los trabajadores.

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Las relaciones de producción son los lugares y roles del conjunto de individuos en la organización social del trabajo, así como los vínculos que establecen en torno al proceso productivo. Estas relaciones incluyen: las formas de propiedad (privada, colectiva) de los medios de producción, la división del trabajo, el intercambio de los productos, y la organización de la sociedad en clases. En el capitalismo, los burgueses son los propietarios de los medios de producción y ocupan el puesto dominante en la sociedad, mientras que los obreros constituyen las clases trabajadoras y dominadas.

Dicho lo mismo de otro modo, podemos considerar que la infraestructura presenta a) un nivel económico, compuesto por las fuerzas productivas que reflejan el modo de desarrollo de la capacidad de producción que ha alcanzado una determinada sociedad en un momento histórico concreto; y b) un nivel social integrado por las relaciones sociales de producción, que son las relaciones que se establecen entre las personas según su posición en el proceso productivo.

Según Marx, el modo de producción de una sociedad dada depende de su infraestructura, esto es, del tipo de fuerzas productivas que emplean y de las relaciones sociales que se establecen. Tales modos de producción han cambiado a lo largo de la historia y son diferentes en las distintas épocas.

2. En segundo lugar, encontramos la superestructura, que abarca los elementos culturales, las ideas, representaciones e instituciones derivadas de la infraestructura y encargadas de mantenerla y justificarla. Está compuesta por los siguientes niveles: a) nivel político-jurídico, que es el sistema institucional en que está organizado el Estado y el conjunto de las leyes vigentes en una sociedad; b) nivel cultural, constituido por el conjunto de ideas valores y creencias que tiene la sociedad. Este nivel cultural comprende la actividad científica, artística, religiosa, filosófica, moral… La superestructura está integrada por la conciencia o manera de pensar de una determinada sociedad

En consonancia con el principio marxista de la prioridad de las acciones sobre las ideas (los hombres primero actúan y luego piensan), la superestructura es un derivado de la infraestructura. La relación entre la “vida real” y la superestructura es dialéctica, si bien la que domina es siempre la primera. Así pues, la superestructura lo que hace es justificar teóricamente, revestir de legitimidad las condiciones socioeconómicas que se dan en la infraestructura. Semejante planteamiento supone una inversión de lo que hasta el momento se había creído, pues ya no será el espíritu o la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino al contrario: son las condiciones de su medio socio-económico las que configuran al hombre y a su conciencia. Además, los hombres no eligen el sistema socio-económico en el que van a desarrollar sus vidas, sino que éste les viene dado, impuesto, por la ley dialéctica de la historia.

7. La ideología o falsa conciencia

Partimos de la base de que “no es la conciencia la que determina la vida, sino la vida real [infraestructura] la que determina la conciencia”. Así pues, la conciencia o forma de pensar de una sociedad no es libre y autónoma, sino que está determinada, moldeada por la infraestructura. Como ya hemos dicho, la conciencia o ideología en sus diferentes ámbitos (orden jurídico, arte, ciencia, religión, filosofía) lo que hace es justificar o legitimar las condiciones infraestructurales de la sociedad, haciéndolas pasar como buenas y verdaderas. Dicha conciencia, en definitiva, falsifica la realidad haciendo pasar los intereses de la clase dominante como si fuesen los intereses de la sociedad entera.

Marx quiere llevar a cabo una clarificación crítica y racional de la conciencia. En la conciencia se expresa la relación del hombre o de una clase con su mundo y su existencia social e histórica. Ahora bien, las ideas que expresan esta relación pueden hacerlo de forma adecuada, científica (como pretende el materialismo histórico), o de modo inadecuado, falso (como la ideología). La ideología o falsa conciencia imagina que la conciencia es autónoma e independiente de las

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condiciones materiales y esto hace que el hombre ignore dicha base material y elabore teorías que se presentan como puras y verdaderas. En realidad no lo son, ya que tales teorías están condicionadas por factores materiales como la división del trabajo o la desigualdad social y, por consiguiente, muestran como algo positivo, bueno o verdadero lo que beneficia a la clase social dirigente, mientras que ignoran o justifican las injusticias que sufren las clases dominadas.

Por ello, para eliminar las ideas de la falsa conciencia y deshacer esa ilusión de autonomía de la cultura no es suficiente con criticar esas ideas, sino que es necesario abolir, mediante la revolución, las relaciones socioeconómicas existentes de las que se derivan esas ideas.

De aquí se extrae que, según Marx, lo que los hombres piensan, la conciencia, es un producto de la sociedad en la que viven. Es decir, que nuestra forma de pensar está determinada por el ambiente social en el que nos hemos formado. En la medida en que esta forma de pensar está configurada para justificar los intereses de la clase dominante, y para ignorar los intereses de la clase dominada, la ideología tiene para Marx un sentido negativo. En lugar de exponer la verdad, lo que hace es describir al hombre y su situación en la sociedad y en el mundo de un modo deformado, falsificado.

Esta deformación es consecuencia del interés de la clase dominante por mantenerse en su situación de dominio. Toda ideología es conservadora. La clase dominante, al poseer los medios de producción, dispone del control de la producción de la cultura, por lo que las ideas que en una sociedad triunfan son las que benefician a la clase dominante y justifican su sistema de dominación. En este trabajo de falsificación de la realidad en beneficio de los propios intereses, la ideología se reviste estratégicamente de los valores de la objetividad.

En la sociedad capitalista burguesa, la ideología política consiste en declarar al pueblo soberano y a todos los ciudadanos libres e iguales. Pero este reconocimiento es un mero reconocimiento formal, ya que dicha igualdad no alcanza al hombre real, ni le garantiza un mínimo de bienestar social. El Estado no es imparcial, sino un instrumento de opresión al servicio de la clase dominante. La filosofía tradicional y la religión sirven también a esta estrategia de perpetuación del sistema de dominación social mediante la invocación de ficciones e ilusiones tranquilizadoras.

Finalmente, al ser la conciencia siempre un producto social, sólo desde el punto de vista del proletariado, por su especial situación de extrema contradicción, puede surgir en su seno una conciencia científica y no ideológica. En el proletariado se funde el interés particular y el universal, por eso sólo la conciencia que surge desde su punto de vista es verdadera y no presenta deformaciones. Es también una conciencia teórico-práctica, que aspira no a mantener la dominación sino a transformar la historia para eliminarla. El materialismo histórico representa esta conciencia práctico-transformadora.

8. El sentido de la historia

Marx ve la historia desde un punto de vista hegeliano-dialéctico, aunque cambie su interpretación idealista por otra materialista. Entiende que el desarrollo histórico está gobernado por unas leyes necesarias y universales, cuyo conocimiento permite predecir el futuro. Lo que sucede en la historia sucede necesariamente y va orientado hacia el objetivo último de la misma.

El motor de la historia, lo que hace que ésta progrese son las contradicciones dialécticas entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Lo primero que cambia son las fuerzas productivas (economía). Cuando la forma asumida por las relaciones de producción aparece como un obstáculo para el progreso de las fuerzas productivas, es abolida mediante una revolución y sustituida por otra que se presta mejor a su desarrollo. Históricamente, así ha sucedido en la historia de los diferentes modos de producción hasta llegar al capitalismo, en el que se han extremado las contradicciones y la situación del proletariado es de total deshumanización. Esta situación de explotación de unos hombres por otros es transitoria y se enmarca dentro de un continuo progresivo, ya que sirve de base para desarrollar la conciencia

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de clase de los trabajadores, condición previa para la revolución comunista. Para Marx la historia tiene un final feliz: la superación definitiva de las contradicciones, de la injusticia y la deshumanización, hasta alcanzar la unión definitiva de la humanidad.

El conjunto de la historia es la sucesión de diferentes sociedades que han ido surgiendo a partir de los distintos modos de producción. El paso de una a otra siempre ha comportado una revolución, un cambio en las formas de organización social. La sociedad primitiva fue una sociedad de cazadores debido a los instrumentos de trabajo que tenían. Al ser sustituidos estos instrumentos por utensilios mecánicos se originan nuevas relaciones de producción, que dan lugar a las sociedades agrícolas y sedentarias. Más adelante, con el descubrimiento de la fragua se desarrolla la sociedad feudal, dividida en señores y siervos. Pero cuando el régimen feudal se convirtió en un impedimento para la producción, debido a los nuevos instrumentos de trabajo (las máquinas), la revolución burguesa lo destruyó y apareció la sociedad capitalista.

En la sociedad capitalista, las clases sociales de la burguesía y el proletariado están enfrentadas. Marx promueve la transformación de la sociedad burguesa porque en el modo de producción capitalista el trabajador produce un valor que no percibe, la plusvalía; y porque explota y aliena al hombre, produciendo la pauperización constante del proletariado.

A la vista de tal situación, la clase trabajadora, víctima de esta dominación, tomará conciencia de clase y se levantará contra la burguesía. Entonces se producirá la revolución del proletariado. Comenzará después la “dictadura del proletariado” o fase posterior a la revolución, en la que éste se hará con todo el poder del Estado. En esta fase habrá que abolir la propiedad privada y la división del trabajo y socializar todos los medios de producción, que deberán pasar al Estado, controlado ahora por el proletariado. Esta fase de dictadura será transitoria pero necesaria.

El siguiente paso será hacer desaparecer el Estado. Una vez que hayan desaparecido las diferencias de clase y todo sea de todos, el criterio de reparto será: “de cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades”. En la división jerárquica de tareas se dará una colaboración voluntaria, una reunificación del trabajo físico e intelectual y se superarán todas las alienaciones. Terminará entonces la “prehistoria de la humanidad” y comenzará la auténtica historia. La prehistoria es el periodo previo a la revolución total y es la fase gobernada por la necesidad, la alienación y la explotación de las “sociedades naturales”. Después se encuentra la verdadera historia con su meta del “reino de la libertad”; pero este reino sólo comienza allí donde cesa el trabajo determinado por la necesidad, es decir, está más allá de la esfera de la producción material.

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