La Guacharaca

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A tale of two special restaurants & nightclubs in the last 80's and early 90's in Venezuela.

Transcript of La Guacharaca

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Noches de risa, en saladeespera.com.ve

El jolgorio jodedorsístico

La Guacharaca

Degnis Romero

Esto no tiene relación con el plumífero volador que

atormenta con graznidos de suegra escandalosa. Tampoco

tiene nada que ver con el sabroso ritmo (o golpe) de joropo

llanero que entusiasma a cualquiera para bailarlo escobillao

y mucho menos con el baile homónimo oriundo de Caripe, ni

con la Campesina de Juan Vicente: ya cantó la guacharaca/a

las orillas del río/y agua ya pidió el carrao/aunque se muera

de frío, ni con el poema de Alberto Arvelo: La guacharaca de

Apure/le dijo al pájaro vaco/préstame tu candelita/para

encender mi tabaco, ni con que si el pato y la guacharaca.

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Se trata de la agradable tarea de rememorar a dos

lugares de antología excepcionalmente divertidos en su época

de oro (década de los ochenta e inicio de los noventa), uno en

el sótano de la torre Central de Altamira en Caracas, y el otro

en el Paseo Colón de Puerto la Cruz, frente al hotel Meliá.

El primero, propiedad de Cayito Aponte y el pana

Claudio Nazoa, quien también echaba sus cuentos desde la

tarima; además, cada diciembre iba a Embutidos Baruta a

comprar jamón para hacer sus panes, en su autonombrada

“llaga azul” (un Volkswagen de los años cincuenta).

Solía hacer de la suyas en el excelente restaurant “El

Parque”, de Parque Central, en compañía de José “El Enano”

Rodríguez, y uno de sus actos consistía en bailar al son de

“Canción Con Todos”, del grupo Madera, con una muñeca de

su tamaño sembrada en los zapatos del bailarín, parodiando

a aquel otro personaje que tenía como meta ir al mundial de

fútbol y que se presentó en un reencuentro de la "Feria de La

Candelaria”, en la plaza Bolívar de Valle de la Pascua, donde

también se pudo disfrutar del show de la “Dama del Bolero”,

Estelita del Llano, manageada por el profesor Omar Bello.

Pero, para variar, ya se me fue el hilo de la lavativa y me

extravié hacia el monte, por lo que retomo el cuento.

Claudio fungió de padrino artístico de Benjamín

Rausseo “El Conde del Guácharo”, llevándolo a presentarse

en “La Guacharaca”. En esa época el guión no era tan

grosero, pero se metía con la gente del público diciéndole que

estaban “montando cacho”, y los ponía a cantar el estribillo

de una canción que decía: “…y nadie le para bola”.

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Mostraba su inclinación por el idioma inglés, al igual

que algunos locutores de radio a quienes les encanta, pero

nunca han aprendido a hablarlo bien. Solía cantar su versión

del aguinaldo “Fuego Al Cañón”, traducido a ese idioma:

children little little/children parruanderou… Se sentaba en la

barra y cuando alguien le preguntaba que cómo estaba, le

decía (copa en mano): aquí, dándome un cognacito.

El lugar contaba con otros comediantes de la talla de

Laureano Márquez, Carlos Sicilia, Emilio Lovera, y con un

cuerpo de baile fuera de serie. Carlos “Caque” Armas, dice

que: fue el único cabaret dedicado al vodevil, a la magia, al

humor y otras actividades variadas de la noche caraqueña.

Por otro lado, “El Guatacarazo” portocruzano era un

restaurant sin el sex-appeal cabaretero de “La Guacharaca”;

sin embargo, tenía un ambientazo de primera línea en donde,

además de comer y rendirle culto al dios Baco, la diversión

era proporcionada por una especie de show musical temático

que se pudiera llamar “De La Piña Colada”.

Cada persona (hombre o mujer) que ordenaba la

susodicha bebida tropical recibía el líquido en jarras o vasijas

(incluidas en el precio del trago) de colección, diseñadas con

diversos motivos alegóricos al bochinche y acompañadas por

la serenata de un combito con tambores y charrascas, que se

valían de canciones con arreglos especiales entre las que se

escuchaban: ♫Currutá, currutá, que bueno que está. ♫Qué

hiciste, abusadora. ♫Chúpate tuteta. ♫Sapo, vete de aquí.

La noche transcurría en amena atmósfera hasta el

amanecer oriental. Eran otros tiempos y otra Venezuela.