La historia social y el marxismo inglés

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La historia social y el marxismo inglés Página 1 | Página 2 Si bien la influencia del marxismo en las ciencias sociales no era nueva, su mayor desarrollo se produjo en la posguerra, a partir de estudios centrados en los procesos de transición al capitalismo y la atención al análisis de las relaciones de producción con relación al desarrollo de las fuerzas productivas. En ese campo, el inglés Maurice Dobb produjo un libro notable en 1946, Estudios sobre el desarrollo del capitalismo. Esa obra promovió un debate famoso con Paul Sweezy, publicado originalmente en Science and Society. Frente a la tesis de matriz marxista de Dobb que estimaba que el origen del capitalismo debía explicarse a partir de las contradicciones y crisis del feudalismo, Sweezy sostuvo la teoría circulacionista, que definía al capitalismo como resultado de la ampliación en la circulación de mercancías en el proceso de conformación del mercado mundial 1 . En América latina estos debates van a tener repercusión en la década de 1960 y 1970, tanto en el terreno académico como político, con relación a problemas vinculados con la dependencia y el imperialismo. Maurice Dobb, miembro del Partido Comunista inglés, estuvo vinculado a una generación más joven de miembros del partido: Rodney Hilton, Christopher Hill, Eric Hobsbawm y Edward P. Thompson 2 . Ellos van a estar entre los fundadores de la revista Past and present en 1952, pero la amplia definición de marxismo inglés debe incluir también a la New Left Review identificada con la nueva izquierda. Por su parte, la History Workshop, grupo surgido de los talleres de educación de adultos, que tuvo en Raphael Samuel a su representante más reconocido, elaboró un proyecto historiográfico centrado en la construcción de la historia desde abajo, o desde abajo hacia arriba, promoviendo la escritura de la historia por sus protagonistas. Si bien la obra de Eric Hobsbawm ha tenido en los últimos años una merecida repercusión por trascender los problemas de la historia inglesa y acercarse a temas contemporáneos, han sido los planteos de E. P. Thompson relativos a la noción de clase los que han tenido mayor impacto tanto en el marxismo como en

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Si bien la influencia del marxismo en las ciencias sociales no era nueva, su mayor desarrollo se produjo en la posguerra, a partir de estudios centrados en los procesos de transición al capitalismo y la atención al análisis de las relaciones de producción con relación al desarrollo de las fuerzas productivas. En ese campo, el inglés Maurice Dobb produjo un libro notable en 1946, Estudios sobre el desarrollo del capitalismo. Esa obra promovió un debate famoso con Paul Sweezy, publicado originalmente en Science and Society. Frente a la tesis de matriz marxista de Dobb que estimaba que el origen del capitalismo debía explicarse a partir de las contradicciones y crisis del feudalismo, Sweezy sostuvo la teoría circulacionista, que definía al capitalismo como resultado de la ampliación en la circulación de mercancías en el proceso de conformación del mercado mundial1. En América latina estos debates van a tener repercusión en la década de 1960 y 1970, tanto en el terreno académico como político, con relación a problemas vinculados con la dependencia y el imperialismo.

Maurice Dobb, miembro del Partido Comunista inglés, estuvo vinculado a una generación más joven de miembros del partido: Rodney Hilton, Christopher Hill, Eric Hobsbawm y Edward P. Thompson2. Ellos van a estar entre los fundadores de la revista Past and present en 1952, pero la amplia definición de marxismo inglés debe incluir también a la New Left Review identificada con la nueva izquierda. Por su parte, la History Workshop, grupo surgido de los talleres de educación de adultos, que tuvo en Raphael Samuel a su representante más reconocido, elaboró un proyecto historiográfico centrado en la construcción de la historia desde abajo, o desde abajo hacia arriba, promoviendo la escritura de la historia por sus protagonistas.

Si bien la obra de Eric Hobsbawm ha tenido en los últimos años una merecida repercusión por trascender los problemas de la historia inglesa y acercarse a temas contemporáneos, han sido los planteos de E. P. Thompson relativos a la noción de clase los que han tenido mayor impacto tanto en el marxismo como en la historia social en general, tal como se pone en evidencia en el caso de algunos microhistoriadores. Thompson intervino en los debates contra el estructuralismo althusseriano en Miseria de la teoría(1978)3.

Para Thompson, como resulta de su estudio sobre La formación de la clase obrera inglesa (1963), la clase es el resultado de un proceso de toma de conciencia que se produce en el marco de la lucha de clases; en cambio, la clase no es algo que pueda definirse a priori ni de forma independiente de la conciencia de los actores sobre sus condiciones de existencia. Así, define la clase como una formación social y cultural que no existe por fuera de la historia concreta.

Tal posición ha provocado la caracterización del grupo de historiadores marxistas británicos como culturalistas, por el supuesto abandono del determinismo económico. En rigor, la tesis determinista antes que abandonada es desplazada para atender al estudio de las prácticas sociales y culturales de los sectores populares. De hecho, Eric Hobsbawm en un estudio paradigmático: “De la historia social a la historia de la sociedad” (1971) se mantenía fiel al determinismo económico, en un tono que reflejaba que la historia social no era ya una vertiente sino que toda historia, por definición, era social, cuando señalaba:

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“El consenso tácito de los historiadores parece haber impuesto un modelo operativo de este tipo, que es, con algunas variantes, bastante común. Se parte del contexto material e histórico, se continúa hacia las fuerzas y las técnicas de producción (la demografía aparece en algún espacio intermedio), y a través de la estructura de la economía consiguiente –división del trabajo, intercambio, acumulación, distribución del excedente, etc.–, se llega a las relaciones sociales que de aquí se desprenden. A continuación vendrían las instituciones y la imagen y el funcionamiento de la sociedad sobre los cuales ellos se apoyan.”

Aquí, Hobsbawm propone un análisis en tres niveles relacionados entre sí por un principio de determinación. Pero al mismo tiempo, es evidente que el objeto de la historia social no privilegiaba ninguno de ellos. Tal vez por eso, a comienzos de los años 80 una historiadora anglosajona definió la historia social en un sentido inverso, aunque para hacerlo remitía a la tradición fundada por Thompson y Hobsbawm: para Natalie Zemon Davis, la nueva historia social es una historia sociocultural que se interesa por los medios de transmisión pero también por la recepción, es decir, por las formas de la percepción, por lo simbólico y por la estructura de los relatos . Se trata de una historia sensible no sólo a la dominación, sino también a las estrategias de resistencia que ejecutan los grupos sociales subordinados.

Entre la historia social entendida como historia económico-social y la historia social entendida como historia sociocultural queda sin resolverse un problema que debiera ser central para una y otra: el de las relaciones objetivas entre las condiciones de existencia y la conciencia.

La “Historia desde abajo” para Eric HobsbawmPublicado el 25 de enero de 2008 por Fabián Gaspar Bustamante Olguín

Este es un breve resumen sobre la “historia desde abajo”, que aparece en el libro “Sobre la

Historia” (2002), del historiador británico Eric Hobsbawm. El resumen, que verán a

continuación, no tiene otra intención de compartir con los bloggeros “historiantes”, la

particular visión de este historiador, que vale la pena leerlo. Saludos para todos, desde

Santiago de Chile.

A modo de introducción señalaremos que los nuevos referentes problemáticos son

constantemente convertidos en objetos de reflexión histórica, y esto no es simplemente

resultado de la forma en que los historiadores “se dan cuenta” de aquellos problemas que

siempre estuvieron ahí, esperando ser estudiado, sino que éstas son el correlato de distintos

tipos de transformaciones sociales.

El reciente interés por hacer historia de distintos grupos particulares, no puede ser entendida

sin repasar en la serie de procesos que han hecho posible y aún más deseable el que las

distintas agrupaciones sociales expresen y configuren su historia como fuente de información

y proveedora de datos que en el pasado ignora que ella no se ocupa de su estudio y la

representación de algo que de pronto “aparece”, sino que un claro poder de objetivización

frente a determinados ámbitos temáticos.

El conocimiento histórico no es entonces un simple vehículo para representar “el pasado”,

sino que resulta constitutivo de esa idea de pasado. Al respecto, resulta pertinente resaltar

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dos dinámicas: en primer lugar, la emergencia de nuevas problemáticas en la producción

historiográfica; y en segundo lugar, la apelación en ciertos procesos políticos.

Sobre lo primero, puede recogerse la discusión que Eric Hobsbawm realiza en el capítulo

sobre la historia desde abajo. El autor recuerda que sólo se puede hacer historia desde abajo,

desde el momento en que empieza a preocuparnos lo que la “gente corriente” hace frente a

ciertas decisiones o determinados acontecimientos. En palabras de Hobsbawm: “(…) sólo a

partir del momento en que la gente corriente se convierte en un factor constante en la toma

de grandes decisiones y en tales acontecimientos. No sólo en momentos de excepcional

movilización popular como, por ejemplo, las revoluciones, sino en todo momento o durante la

mayor parte del tiempo. (p. 206)”.  La historia de la gente corriente como capo de estudio

especializado empieza con la historia de los movimientos de masas del siglo XVIII. Hobsbawm

supone que es el historiador Jules Michelet es el primero de los grandes historiadores de los

que abajo: la Gran Revolución francesa es el núcleo de su obra.

En cuanto al tema de las fuentes, la historia de los de abajo, a diferencia de la historia

positivista, no posee un conjunto de material relativo a ella. “La mayoría de las fuentes

correspondientes a la historia de los de abajo sólo han sido reconocidas como tales fuentes

porque alguien ha hecho una pregunta y luego se ha puesto a buscar desesperadamente la

manera de responder a ella (p.208).” Pero también existen excepciones como los

historiadores que estudian la Revolución Francesa. Plantea Hobsbawm que tienen muchas

fuentes en la que constituye la génesis de una historia moderna de las bases debido a dos

características principales: por tratarse de una gran revolución en la que actuaron numerosas

personas y la segunda, por el trabajo de la burocracia que recopiló y guardó en los archivos

nacionales toda esa información, lo cual fue beneficioso para los historiadores franceses.

Siguiendo con la idea de Hobsbawm, afirma que hay algunos tipos de material relativo a la

gente corriente todavía no ha sido un estímulo suficiente para pensar en la correspondiente

metodología. Aquí sale a la palestra la historia oral que si bien los recuerdos pueden parecer

los bastante interesantes, en palabras del historiador inglés nunca se hará un uso apropiado

de la historia oral hasta que se determine qué es lo que puede fallar en el recuerdo, del

mismo modo que se determina cuando algo sale mal al momento de copiar manuscritos a

mano. Con esto, Eric Hobsbawm nos plantea es que la historia oral es un medio poco fiable 

de preservar los hechos. Más, afirma: “la metodología de la historia oral no es sólo importante

para comprobar si los recuerdos de ancianas y ancianos grabadas en cintas son dignas de

confianza (p.210).” Recomienda que con los testimonios de lo grabado en cinta se hagan

experimentos para investigar lo que la gente realmente pensaba o hacía.

El historiador “de abajo” encuentra sólo lo que busca y no lo que le está esperando. En este

sentido, el historiador debe saber qué es lo que busca y sólo si sabe, puede reconocer si lo

que encuentra encaja con su hipótesis o no; y si no encaja tiene que pensar en otro modelo

que se construye sobre la base del saber, la experiencia lo que permite eliminar hipótesis

inútiles. Se necesita también imaginación y saber sobre el pasado con el fin de evitar el

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anacronismo. Todo esto para construir y reconstruir un sistema coherente en el que pueda

inferirse los supuestos y parámetros sociales y las tareas de la situación.

Para Hobsbawm el objetivo de la historia “desde abajo” no es sólo descubrir el pasado sino

explicarlo y proporcionar un vínculo con el presente ya que el proceso de comprenderlo tiene

mucho en común con el proceso de comprender el pasado, aparte de que comprender cómo

el pasado se ha convertido en el presente nos ayuda a comprender éste, y es de suponer que

algo del futuro. Buena parte del comportamiento de gente de todas las clases sociales de hoy

es, de hecho, tan desconocido y poco documentado como gran parte de la vida de la gente

corriente del pasado.

Los historiadores de “los de abajo” dedican gran parte de su tiempo a averiguar cómo

funcionan las sociedades y cuándo no funcionan, además de cómo cambian. No pueden dejar

de hacerlo, toda vez que su tema, la gente corriente, constituye el grueso de toda sociedad,

aunque a veces se tienda a olvidar de que éstos constituyen  un factor importante en la toma

de decisiones recientemente, lo cual se convierten en la base de las reivindicaciones de

diversos grupos sociales que se traduce en demandas de representación histórica.